miércoles, 20 de enero de 2021

HUMANIDAD SOBRANTE ( 2.- ) -- ,... : iii. La crisis del sindicalismo Los cambios ya expuestos en páginas anteriores han desembocado en una reducción considerable del número de adherentes a los sindicatos,

 

iii. La crisis del sindicalismo 

Los cambios ya expuestos en páginas anteriores han desembocado en una reducción considerable del número de adherentes a los sindicatos, en relación al total de la fuerza de trabajo de los respectivos países. Esta tendencia se ha generalizado a lo largo de las tres últimas décadas. La creciente demanda de fuerza de trabajo administrativo e intelectual en desmedro del manual, la mayor participación en fábricas y talleres de mujeres sin tradición sindical, la incorporación de nuevos contingentes procedentes del campo, el aumento de los trabajadores científicos, profesionales y técnicos, la expansión del ejército de desocupados, la presencia de los inmigrantes, son todos factores que modificaron profundamente el contexto en el que se desarrollaban las luchas de los sindicatos de “cuello azul” durante la primera mitad del siglo pasado. Las nuevas tecnologías con su destructor impacto sobre los antiguos centros fabriles y sus grandes concentraciones de trabajadores manuales; las posibilidades que ofrecen de reducir y dispersar las instalaciones manufactureras; la transformación de las grandes compañías industriales en conglomerados, con su multiplicidad y aparente desconexión entre los distintos centros de trabajo y el fortalecimiento de las multinacionales son otros tantos desafíos vitales que enfrenta el sindicalismo en los países desarrollados, los cuales se presentan también en los emergentes de forma creciente. Los cambios de estructura de la fuerza de trabajo, las nuevas tecnologías y la ofensiva contra los trabajadores organizados, entre otras causas, explican el descenso del número de afiliados a los sindicatos, en ramas y países. Según datos de las oficinas gubernamentales, las organizaciones laborales norteamericanas perdieron 2,7 millones de miembros entre 1980 y 1984, alrededor del 10% de sus efectivos. 

El dirigente de la IGM, la poderosa sindical metalúrgica de Alemania, Horst Schmitthenner ha sido uno de los propulsores de una “refundación” del sindicalismo, adaptada a los nuevos tiempos22. Salvo 22 Le Monde Diplomatique, junio 1999. 113 

Capítulo II: En el capitalismo maduro en los países escandinavos donde la adhesión a los sindicatos se ha mantenido elevada, entre los años 1985 y 1995 tal adhesión bajó de 48% a 36% en Italia; de 51% a 41% en Austria; de 51% a 26% en Portugal; de 46% a 33% en el Reino Unido; de 41% a 29% en Alemania y de 15% a 9% en Francia. Sus causas principales son el desempleo y las prácticas anti sindicales de las patronales. Los gobiernos social-liberales y los partidos socialdemócratas tratan que sus dirigentes sindicales adopten “moderación” en sus demandas salariales y de empleo. Tal es el sentido de los nuevos pactos sociales. La socialdemocracia no busca derrotar el liberalismo económico sino tan sólo amenguar sus negativos efectos. Para contrarrestar la natural tendencia hacia la solidaridad internacional de los trabajadores, se les insta a que los sindicatos se sientan responsables de la “competitividad nacional”, aceptando rebaja de sus salarios en menoscabo de sus derechos. 

Gráfico II.IV.1 Tasas de sindicalización promedio por años (como porcentaje de trabajadores remunerados) Fuente: Elaboración propia a partir de la Trade Union Membership Statistics 2011, OIT. Nota: Para Canadá y Nueva Zelanda se utilizan dos fuentes diferentes para ambos periodos. Para Irlanda se utiliza como fuente la Quarterly National Household Survey y para Reino Unido se utilizó sólo los datos de Labour Market Trends. 114 

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 

Lo que hay es una nueva etapa del capitalismo que se inició con la crisis energética y orientó para sus fines la revolución científico-técnica de los sesenta. Al igual que en la Revolución Industrial de comienzos del siglo XIX, la restructuración económica de este último fin de siglo tiene sus víctimas. También se está alterando cuantitativamente la composición del proletariado industrial en el mundo, a medida que crecen los obreros de los países en desarrollo. Pero, los asalariados, pese a la diversificación de profesiones y oficios, de ingresos y modos de vida, tienen una esencia común: 

forman parte de un polo, el trabajo, frente al otro, el capital. La contradicción entre ambos puede atenuarse en determinados períodos, pero no suprimirse en los marcos de un sistema en que el poder está radicado en el capital, mientras los asalariados son marginados de la toma de decisiones fundamentales. Es el propio capital con su ofensiva de los últimos decenios, el que estimula la lucha de clases. Una prueba de ello es el resurgimiento de las huelgas generales, convocadas por las centrales nacionales unidas a pesar de sus diferencias ideológicas, en los países europeos como Francia, Portugal, Grecia Italia y España, entre otros. El desempleo y la precariedad de los puestos de trabajo es un ejemplo. Su carácter cada vez más crónico afecta la existencia de los trabajadores, cuya calidad se deteriora, empeorando su salud física y mental, aumentando los suicidios y disminuyendo la esperanza de vida. Los que viven de su trabajo se ven compelidos a meditar sobre sus causas. Está claro que ellas trascienden el marco estrecho de la empresa o la rama. Están ligadas a la política de los gobiernos, a la orientación de la ciencia y las tecnologías, a los sistemas de enseñanza, al destino del gasto público, al comercio internacional, al sistema monetario, a la relación con los países del Tercer Mundo. Los sindicatos y sus afiliados se ven presionados a pronunciarse sobre el rumbo de la economía y de la política. Terrorismo, medio ambiente, inversiones extranjeras, sistema financiero, proteccionismo, libertades políticas, derechos humanos, sea a nivel del sitio de trabajo, la comuna, la nación o el ámbito mundial. Las centrales sindicales están bajo campañas de sometimiento, desaliento, conformismo y desprestigio, cada vez que asumen posiciones independientes de la patronal o de 115 

Capítulo II: En el capitalismo maduro los gobiernos. 

Por cierto, no pocos errores han cometido y a veces han caído en la defensa de intereses estrechos o inmediatistas. Por lo tanto, necesitan ganar a la opinión pública, conquistar aliados, comprometerse con las necesidades de otros segmentos de la sociedad: estudiantes, mujeres, pensionados, agricultores, ambientalistas, pacifistas. La alianza y coordinación del movimiento sindical –el único capaz de agrupar el más numeroso contingente de masas en cada país desarrollado (donde los asalariados son la aplastante mayoría de la población)– con otros movimientos democráticos de masas es una combinación poderosa. Todo indica que la batalla contra el desempleo crónico, por el derecho al trabajo, será larga y difícil para los trabajadores. Requerirá de ellos mayor cultura política, compromisos internacionales, nuevas alianzas, tácticas inéditas y sobre todo, una visión alternativa de nueva economía y sociedad donde el derecho y la necesidad de trabajar estén garantizados. 117 

Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica 

CAPÍTULO III: EL DESEMPLEO EN LATINOAMÉRICA I. 

El panorama en los años setenta 

En los decenios previos, América Latina aplicó políticas de sustitución de importaciones, fomento industrial, expansión educacional, nacionalizaciones y regulaciones a sus sectores exportadores estratégicos e integración interna. También aprovechó en alguna medida el crecimiento económico de Europa, Japón y Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia de lo anterior, entre 1950 y 1980, América Latina creció económicamente a una tasa media de 5,5 por ciento promedio al año, cifra inferior a las economías del Sudeste asiático pero superior a la de los países industrializados. Desde mediados de los años sesenta la tasa de formación de capital inició un ascenso sostenido, que se aceleró en el decenio de los setenta (Ffrench-Davis, 1999, págs. 22- 23). 118 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo gráfico III.I.1 Tasa de desempleo abierto a comienzos de los setenta (porcentajes) fuente: Elaboración propia a partir de PREALC. No obstante lo anterior, la región no escapó a su herencia de atraso y dependencia respecto a los países del centro. Ello se refleja en sus niveles de desempleo. A inicios del decenio del setenta, al sur de Estados Unidos, se contaban aproximadamente 4,1 millones de desocupados abiertos en busca de empleo, a lo cual, hay que agregar los desempleados disfrazados. En esta cifra de 4,1 millones, Brasil aportaba casi la mitad debido al tamaño de su población. Otro de los países grandes, México, presentaba significativo desarrollo industrial e importante cantidad de emigrados hacia Estados Unidos, lo cual ayudaba a bajar su cifra de desempleo. Argentina, a pesar de su lenta evolución económica, registraba bajo índice porcentual gracias a su también lento crecimiento poblacional. En los países pequeños, la situación era bastante más grave, en particular, América Central y el Caribe. Estos Estados encabezan el gráfico III.I.1. Por aquellos años estas naciones padecían de estancamiento económico y rápido aumento demográfico, una combinación fatal. En consecuencia, sus desempleados estaban frecuentemente emigrando a 119 

Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica Estados Unidos y a Inglaterra. 

Casi todas estas naciones mostraban tasas de desempleo de dos dígitos, aunque había diferente metodología de medición 23. Posteriormente, durante la década de los setenta, muchos países sufrieron las consecuencias de la recesión de 1974-1975, la cual tuvo entre sus causas el alza del costo del petróleo. El mayor precio mundial de los combustibles, favoreció el ingreso de divisas hacia los países exportadores de petróleo: Venezuela, México, Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia, los cuales pudieron crecer económicamente pero acumulando otros problemas: baja inversión productiva, altos niveles de consumo, endeudamiento, corrupción. Este contradictorio atributo del petróleo, se ilustra con una frase atribuida a Juan Pablo Pérez Alfonso, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP): “Diez años más, veinte años más, el petróleo nos llevará a la ruina” (Hannesson, 2001, pág. 8). Otros países, como Brasil y Argentina, prosiguieron su crecimiento pero recurriendo al endeudamiento. En el caso de Argentina, gran parte de ese endeudamiento se escapó en fuga de capitales; en Chile, se transformó en bienes de consumo importados. Otros más pequeños, no tenían alternativas energéticas propias y sucumbieron, como en el caso de toda Centroamérica y algunos caribeños. En el Cono Sur, los nuevos gobernantes de Chile y Uruguay obligaron a la economía a reducir su actividad. La mayoría, dependientes del petróleo, tuvieron grandes problemas que se manifestaron en endeudamiento, caída de su nivel de actividad y desempleo. A pesar de aquello, en la década del setenta (1973-1980), la inversión en maquinaria y equipo de América Latina y el Caribe fue más elevada que en las décadas del cincuenta, sesenta y ochenta, como porcentaje del PIB (Ffrench-Davis, 1999, pág. 24). Quedó en evidencia que los más grandes, Brasil, México y Argentina, diversificaron y ampliaron sus exportaciones, trataron de fabricar sus propios bienes de 23 Por ejemplo, en el Caribe, se incluye como desempleado a quien no buscó empleo en el momento de la encuesta por estar desmoralizado (Riveros, 1994, pág. 31). 120 

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo capital y de sustituir importaciones. 

Por otro lado, gozaron de la preferencia de los bancos internacionales para recibir créditos, algo que no ocurrió con los restantes. Durante la década, América Latina se financió en gran medida, con capitales y créditos externos provenientes de los países más ricos, parte de los cuales se utilizó de manera improductiva. Solamente en tres años, entre 1977 y 1980, la deuda externa de América Latina se duplicó gracias a la oferta masiva y barata de financiamiento externo (Ffrench-Davis, 1999, pág. 71). Estos problemas se fueron arrastrando hasta explotar en la crisis de 1982-1984. Otro problema persistente en América Latina ha sido el subempleo (gráfico III.I.2). Entre 1950 y 1980, durante tres décadas, las participaciones del empleo formal e informal, dentro de la Población Económicamente Activa, permanecieron aproximadamente constantes (Rosales, 1993). El subempleo ha sido una consecuencia de la incapacidad estructural del sector moderno de dar puestos de trabajo para todos, agravándose en las ciudades pero muy presente también en las zonas rurales. 121 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica 

gráfico III.I.2 Subempleo en países de Latinoamérica 1980 (porcentaje de la fuerza de trabajo) fuente: 

Elaboración propia a partir de García y Tokman (1984), en base a datos elaborados por PREALC. 

Nota: El subempleo no agrícola corresponde al empleo en el sector informal. El subempleo agrícola corresponde al empleo en el sector tradicional. En 1980, antes de la crisis de esa década, también se registraron altas cifras de subempleo, sin importar ni el tamaño país ni la posesión de petróleo. El país que registra la menor tasa de subempleo urbano como porcentaje de la fuerza de trabajo, entre una muestra de 14 países, es Costa Rica (15,3 por ciento) y la mayor es de Ecuador (28,6 por ciento). En total, este trabajo registra unos 17 millones de subempleados urbanos y rurales. Comprende obreros y patrones pobres de pequeñas empresas artesanales, trabajadores por cuenta propia no profesionales y asalariados en servicios domésticos (García & Tokman, 1984, pág. 105). 122

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo II. 

La década perdida de los años ochenta 

América Latina tuvo un pobre desempeño durante los años ochenta; fue una de las peores décadas del siglo XX. En el decenio previo, comenzaron a instalarse los gobiernos neo-liberales que fomentaron la apertura económica hacia el exterior, apertura que incrementó su vulnerabilidad frente al ciclo de la economía capitalista mundial. La crisis se desató entre 1982 y 1984, luego de la recesión que afectó a los países de la OCDE a partir de 1981, que fueron afectados por una nueva alza del petróleo. Aquello reflejó la dificultad energética provocada por un modelo de desarrollo que trata a los recursos naturales como infinitos. Esta década también tuvo consecuencias sociales y políticas; cayeron varios regímenes militares como consecuencia del rechazo provocado por su carácter anti-democrático y por su incapacidad para resolver la crisis económica. El producto real por habitante a finales de 1989, se retrotrajo a lo registrado trece años atrás e incluso más en algunas economías. El ingreso por habitante en América Latina y el Caribe declinó en 8,3 por ciento entre 1981 y 1989 (CEPAL, 1990). Un total de 18 países no pudieron recuperar en 1989 el PIB por habitante que habían alcanzado en 1981; solamente cinco países habían mejorado (CEPAL, 1990, págs. 12-13). Si en 1980, había 5,8 millones de desempleados abiertos (6,4 por ciento) en 1990 había 7,6 millones (7 por ciento). De acuerdo a Rosales (1993), el salario real cayó aún más que el ingreso por habitante entre 1980 y 1987. En ese período, el factor trabajo perdió un 7 por ciento en su participación en el ingreso nacional bruto, con lo cual los ingresos totales del trabajo cayeron un 10 por ciento, en beneficio de las ganancias empresariales. Además, esta fuente informa que los indicadores de pobreza del año 1986 superaron a los de 1970, en número de personas (170 contra 113 millones) y también como porcentaje de la población (43 por ciento contra 40 por ciento). La pérdida de poder adquisitivo del salario fue resultado de la inflación de los precios básicos. La inflación alcanzó elevadas tasas, empujada por el alza interna del precio del dólar debido a su escasez. Esta penuria de divisas fue causada por la caída del precio de las exportacio,... - 123 

Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica 

,...  nes en un contexto de sobre-endeudamiento previo con en el exterior, gatillado por la apertura indiscriminada al mercado de capitales y abultado por el alza de la tasa de interés internacional. Para restablecer el equilibrio de divisas, la región frenó sus importaciones con un menor nivel de actividad productiva y por tanto de contratación de trabajadores, incluso generando excedentes destinados a pagar sus intereses. Así se observa una transferencia de recursos negativa entre América Latina y su exterior entre 1980 y 1990. Pese al gran costo social, la deuda bajó muy lentamente pues el grueso de los recursos se consumía solo en pagar intereses sobre intereses. La crisis de los años ochenta también agravó el sub empleo, usado como estrategia de sobrevivencia de los cesantes. Como se indicó antes, si bien, durante tres décadas, la participación del empleo formal e informal se mantuvo como porcentajes de la Población Económicamente Activa, para el período 1980-1987, el grueso del empleo se estuvo generando en el sector informal y en empresas formales de menos de 10 trabajadores (Rosales, 1993, pág. 163). América Central tuvo promisorios intentos por industrializarse y por integrarse en los años sesenta pero fue afectada en los setenta por la crisis petrolera y posteriormente por la crisis económica de los ochenta que deprimió sus exportaciones, dependientes siempre de unas pocas materias primas. Los salarios de América Central fueron los más afectados del continente durante la crisis de los ochenta. Las tasas de desempleo abierto urbano en 1986 llegaron a los dos dígitos para Guatemala (14,0 por ciento), Honduras (12,1 por ciento) y Panamá (12,7 por ciento), en circunstancias que en 1983 estaban cerca de un 10 por ciento en los dos primeros y en un 11,7 por ciento en Panamá (CEPAL, 1991). En este contexto, en América Central continuaron las convulsiones sociales y políticas. La guerra de los “contra” en Nicaragua, apoyada desde Estados Unidos, no dio respiro al gobierno que surgió del derrocamiento de la dictadura de medio siglo de la familia Somoza en 1979. La guerra civil en El Salvador dejó centenas de miles de muertos y heridos; opuso a los campesinos, los estudiantes y otras fuerzas populares contra los go,...  - 

124 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 

,... biernos cívico-militares apoyados por Estados Unidos en el marco de la guerra fría. En Guatemala se expandieron la guerra civil y las violaciones masivas de Derechos Humanos. En Grenada (1983) y Panamá (1989), fuerzas de intervención estadounidenses derrocaron a sus gobiernos. Como consecuencia de estas convulsiones de la década del ochenta, unos dos millones de centroamericanos tuvieron que abandonar sus hogares, víctimas de las guerras y falta de trabajo. De ellos, un millón se fue a países vecinos y otro millón emigró a México, Estados Unidos y Canadá. En el Caribe, sus treinta millones de habitantes también sufrieron las consecuencias de la crisis de 1982-1984 más el arrastre de la década del setenta, con sus recursos naturales sobre-explotados y poco variados. El promedio del ingreso por habitante descendió durante la década, sufriendo dramáticas caídas: Guyana, Trinidad y Tobago, Haití, Surinam y República Dominicana; en Jamaica el desempleo alcanzó, en el primer quinquenio, hasta un 25 por ciento. Cuba fue una notable excepción, incluso a nivel latinoamericano. Gráfico III.II.1 Evolución del salario real en América Latina 1980-2011 (1980 = 100) Fuente: Elaboración propia a partir de datos de CEPAL Stats. 125 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica En México, la crisis económica mundial hizo descender el valor de sus exportaciones de petróleo al punto que este país fue el primero en declarar la moratoria de su deuda externa. No obstante lo anterior, logró hacer caer su tasa de desempleo abierto desde 6,6 por ciento en 1983 a 3,0 por ciento en los dos últimos años de la década. Parte de este descenso se explica por el impulso a la industria maquiladora fronteriza que procesa materias primas de Estados Unidos y exporta el producto de regreso aprovechando la proximidad geográfica, la mano de obra barata y las exenciones tributarias colocadas por México. A pesar de ello, esta industria maquiladora solo generó empleos de baja calidad, especialmente mano de obra femenina de poca calificación y no sindicalizada. Por otro lado, la economía mexicana se mostró incapaz de absorber el crecimiento de la población mexicana en edad de trabajar, por lo cual parte importante de esta población emigró a los Estados Unidos y otra proporción continuó llegando a Ciudad de México, una de las urbes más pobladas del mundo, con sus 21 millones de habitantes en 2010. En Brasil, el crecimiento del PIB no pasó de un 2,4 por ciento al año, como media en la década de los ochenta, frente al 4,9 por ciento de crecimiento anual medio entre 1900 y 1973. En particular, por primera vez en la historia económica documentada en Brasil, se registró un crecimiento negativo del PIB en 1981. Ello fue en gran medida resultado de las políticas contractivas de los primeros años ochenta, recomendadas por el FMI. El porcentaje de habitantes pobres se duplicó entre enero de 1981 (18 por ciento) y septiembre de 1984 (31 por ciento). Posteriormente, en los años restantes de la década de los ochenta, la economía vivió una recuperación dentro de una inestabilidad de las políticas económicas y los diferentes planes anti-inflacionarios (Cortes, y otros, 1999, págs. 1-5). En un país tan grande como Brasil, la magnitud del desempleo y de la pobreza de millones de personas genera grandes tensiones sociales. Hay que recordar que en las décadas anteriores, hubo un importante crecimiento económico con desarrollo industrial, el cual no logró resolver ni la desigualdad ni la pobreza. Por ejemplo, el problema de los 126 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo niños en Sao Paulo, donde un 20 por ciento se veía obligado a trabajar para subsistir, o el problema del 50 por ciento de los adolescentes entre 15 y 17 años que estaba forzado a emplearse. Los “niños de la calle” de Brasil han sido motivo de estudios, de preocupación internacional; empresarios inescrupulosos han llegado a financiar “escuadrones de la muerte” para asesinarlos, creyendo así acabar con el problema (Reicher, 1986). Al mismo tiempo, la década de los ochenta se caracteriza por un ascenso en la organización y lucha de los trabajadores brasileros. En 1981, hubo grandes huelgas por los despidos en las plantas automotrices. En 1985, instalada la democracia parlamentaria, el movimiento obrero se había transformado en un actor de gran importancia, con 15 millones de miembros y con la dirección del Partido de los Trabajadores que más tarde llegaría al gobierno. En Argentina, otros de los países más grandes de América Latina, la crisis externa afectó a la producción, especialmente a partir de 1989, cuando se comenzaron a aplicar medidas internas de corte neo-liberal. En realidad, durante la década de los ochenta, a diferencia de sus vecinos, en Argentina no se incrementó tanto el desempleo abierto (entre el 6 por ciento y 7 por ciento) como el subempleo (CEPAL, 1991). Sin embargo, en la década de los ochenta, el rasgo que marcaría el futuro de Argentina, es el fuerte nivel de endeudamiento interno y externo, consumido de manera improductiva, por ejemplo, financiando una masiva fuga de capitales al exterior. En lugar de responsabilizar a los acreedores externos, el gobierno incluso otorgó el aval de Estado, lo cual equivalió a una estatización de la deuda privada. Asimismo, la represión militar (1976-1983) y la inflación, generaron un marco propicio para que los trabajadores argentinos perdieran parte importante de su participación en el PIB, desde un 43 por ciento en el período 1970-1975 a un 30 por ciento en 1981-1990 (Gambina, García, Borzel, & Casparrino, 2002) Por su parte, Colombia y Venezuela, mantuvieron tasas de desempleo de dos dígitos durante casi toda la década de los ochenta, aunque Colombia fue menos afectada, pudiendo recuperar sus niveles de,...  

  127 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica 

,...  actividad pre-crisis en 1984. No obstante lo anterior, su crecimiento demográfico ya generaba un excedente de mano de obra que emigraba masivamente del país. Venezuela fue de los países que sufrió uno de los peores retrocesos en su ingreso por habitante a pesar que al comenzar la década registraba uno de los más elevados. Cuando en 1989 se aplicaron medidas severas de recortes sociales, las protestas sociales derivaron en miles de muertos. Bolivia y Uruguay fueron fuertemente afectados por la crisis internacional ya que dependían de unos pocos productos de exportación. En Bolivia, el deterioro de los ingresos por el petróleo, el gas y el estaño, golpearon al proletariado minero, de largas tradiciones de lucha, y afectó sus conquistas sociales. La desocupación abierta se incrementó en 1981 y en 1988 se situaba en 11,6 por ciento (CEPAL, 1991). Uruguay aplicó en los primeros años de la década las políticas de ajuste, de modo que su tasa de desempleo alcanzó el 15 por ciento en 1982, manteniéndose en dos dígitos hasta 1986; en 1990 todavía bordeaba el 10 por ciento (CEPAL, 1991). A ello se añade la represión política que obligó a miles de técnicos y profesionales uruguayos a dejar su país, el cual era considerado uno de los de mejor calidad de vida del continente. La crisis afectó especialmente a los países petroleros y a aquellos más pequeños que dependían de unas pocas exportaciones. Entre 1981 y 1989, el PIB general de América Latina y el Caribe, cayó en un 8,3 por ciento, pero el de los países exportadores de petróleo (Bolivia, Ecuador, México, Perú, Trinidad y Venezuela) disminuyó en un 14,2 por ciento, contra un 4,8 por ciento del resto (Yépez del Castillo, 1993, pág. 118). Los países andinos, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, compensaron en parte su déficit de exportaciones con el cultivo de la coca, alimentado por una fuerte demanda proveniente de Estados Unidos. La cocaína legal o ilegal, se transformó en una de las principales fuentes de ingreso y trabajo para la mano de obra; se estima que a comienzos de los años noventa, entre 500 y 800 mil campesinos se dedicaban al cultivo de la hoja de coca en los faldeos cordilleranos. A ello hay que agregar 128 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo un conjunto de empleos conexos de comercio, transporte y otros. En Colombia se generaron imperios económicos ilegales, con modernas refinerías y flota de aviones que operaban día y noche. III. La década de los noventa La década del noventa fue de recuperación económica de la crisis de los años ochenta. No obstante lo anterior, hubo dos crisis importantes; en el año 1995 y sobre todo en 1998-2002; en ambas el crecimiento del PIB por habitante fue negativo o casi nulo (gráfico III.III.1). gráfico III.III.1 Crecimiento del PIB y PIB per cápita en América Latina 1990-2011 fuente: Elaboración propia a partir de datos de CEPAL Stats. Esta década importó varias crisis externas a la región. La depresión de 1998-2002 se encuentra vinculada al ambiente negativo en Indonesia, Corea y Tailandia (1997-1998), llamada crisis asiática, agravada por la moratoria de Rusia (1998) y los problemas fi nancieros de Turquía (2000-01). También hubo crisis fi nancieras en México (1995), Brasil (1998-1999) y Argentina (2001-2002) las cuales contagiaron al 129 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica resto del continente. Estos eventos se trasmitieron a la región a través de menor disponibilidad de capitales externos, tanto por la huida de los capitales especulativos instalados, como por la disminución de nuevos ingresos. La crisis asiática además afectó el precio de las exportaciones. Esta década inestable estuvo marcada por la globalización del capital y la desregulación de los mercados, a través de las políticas neoliberales del llamado “Consenso de Washington”. Ella fue en gran medida impuesta por los organismos financieros internacionales como condición para reprogramar la abultada deuda externa morosa acumulada en los años ochenta. Se tradujo en la apertura para el ingreso de capitales extranjeros, la rebaja de los impuestos aduaneros, la privatización de empresas estatales. El caso de Argentina fue uno de los más extremos en la aplicación de estas políticas neoliberales. Esto explica que el PIB de Argentina haya disminuido 4 por ciento y 13 por ciento en los años 2002 y 2001 respecto al año anterior (CEPAL, 2012, págs. 26-27). Bajo los gobiernos del Presidente Menem (1989-2009) el crecimiento económico y el control de la hiperinflación, fueron conseguidos desmovilizando al otrora poderoso movimiento obrero pero sobre todo atrayendo capitales del exterior, parte de los cuales se apropiaron de empresas estatales a buen precio. La relación peso dólar, fue mantenida durante mucho tiempo en forma artificial (régimen de convertibilidad) a pesar que hubo un crónico déficit en el comercio internacional de bienes y servicios (Gambina, García, Borzel, & Casparrino, 2002). Así, la fuerte deuda argentina, heredada de los años ochenta, en lugar de disminuir, se incrementó, a pesar de la reestructuración llevada a cabo al comienzo de los años noventa. Esto hizo crisis entre 1998 y 2002, cuando bajaron les exportaciones y aumentó la fuga de capitales por temor a una devaluación de la moneda argentina. La crisis económica fue tan profunda que el Estado impidió retirar los ahorros depositados en los Bancos por la población en diciembre de 2001 (el llamado “corralito”). La indignación popular movilizó a la población; el Presidente De la Rúa debió renunciar en el año 2002, iniciándose un período de inestabilidad política y cambio social. 130 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Venezuela vivió una situación social complicada similar, donde la rebelión popular conocida como el “Caracazo”, del año 1989, se opuso a las medidas de ajuste fiscal y alzas de precios del gobierno recién electo, lo cual derivó en una masacre; posteriormente, fracasó una rebelión militar (1992), el Presidente de la República fue depuesto por corrupción (1993); finalmente, en 1999, asume el presidente Hugo Chávez con un programa alternativo al neo-liberalismo del decenio anterior. En Bolivia, el decenio de los noventa también fue escenario de agudos conflictos económicos y sociales, hasta que en el año 2005, asumió el actual Presidente Evo Morales, con un fuerte apoyo de las etnias originarias de ese país. Entre los conflictos importantes que explican el ascenso del actual gobierno, cabe citar la “guerra del agua” de la ciudad de Cochabamba (2000), en la cual la población se sublevó contra la privatización y el alza de tarifas, logrando la expulsión de la empresa extranjera. Así, el decenio de los noventa se caracteriza por la oposición de los movimientos sociales a las reformas neoliberales de la época. Estos conflictos están vinculados a los procesos de apertura al capital extranjero. Mientras en la década de los ochenta hubo una transferencia negativa de capitales desde América Latina para pagar intereses de deuda externa, en la década siguiente hubo, en cambio, un ingreso positivo y masivo de capitales extranjeros, los cuales ocuparon sectores estratégicos, como la minería y el agua, afectando a los campesinos y otros grupos sociales desfavorecidos que ya habían sido golpeados por la crisis de los ochenta. A comienzos de la década, estos capitales fueron inversiones financieras, destinadas a comprar empresas estatales y controlar servicios básicos. También inversiones financieras especulativas de corto plazo, cuya característica es la facilidad con la cual abandonan las economías en tiempos malos, lo que se verificó en la llamada “crisis asiática” de 1998. De esta forma, estas mismas inversiones financieras que habían sido positivas, fueron negativas en 1998-2001. Así, la inestabilidad mundial se propagó a las economías nacionales gracias al ingreso masivo de capitales especulativos. 131 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica Posteriormente, ingresó masivamente inversión extranjera directa, cuyo propósito es participar en la producción de bienes y servicios, pero no necesariamente creando nuevas empresas. Gran parte de esta inversión extranjera directa se apropió, a buen precio, de empresas estatales, las cuales eran vendidas para pagar deuda externa del sector público y de los holdings privados. Ello ocurrió en sectores estratégicos como los servicios básicos para la población, el sector eléctrico, las telecomunicaciones, el sector bancario y de recursos naturales. Esta inyección de capitales externos, explica gran parte del crecimiento económico observado en la década, aunque con vulnerabilidad. La menor regulación del mercado de capitales y su híper-crecimiento, dejó expuestos a la crisis financiera local (México y Argentina, Brasil), a la crisis asiática y a la crisis mundial que acaeció en 2000-2001. También hubo una recuperación gracias a las exportaciones latinoamericanas, las cuales crecieron entre 1991 y 1997 a un ritmo anual cercano al 9 por ciento (contra el 4 por ciento de 1976-1981). Igualmente, ayudó a normalizar la producción, la caída significativa de la inflación de precios entre 1995-2000, beneficiada por el menor precio del dólar y el ajuste fiscal. Otros aspectos favorables al crecimiento económico son típicos de los ciclos de recuperación en las economías capitalistas, entre ellos, la imposibilidad de seguir posponiendo el reemplazo de la maquinaria desgastada, lo cual estimula la demanda dirigida a la rama productiva encargada de fabricar estos bienes. Paradojalmente, también favorece las recuperaciones, el “cementerio” de empresas que deja una recesión; su bajo precio de remate facilita su compra por parte de los grandes capitales menos afectados por la crisis. Además, para estos capitales, la muerte de muchas empresas, reduce la competencia que enfrentan, generándose buenas oportunidades de negocios. También les ayuda la oferta de mano de obra barata y abundante en situación de desempleo. Estos factores permiten elevar la tasa de ganancia del gran capital privado y estimula su inversión en recuperación y ampliación de la capacidad productiva. 132 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Gráfico III.III.2 Evolución de indicadores de empleo y desempleo en América Latina 1991-2011 (porcentajes) Fuente: Elaboración propia a partir de la base de datos de CEPAL Stats. A pesar de estos estímulos, en la década de los noventa, América Latina y el Caribe registraron una tendencia al alza de la tasa de desempleo (gráfico III.III.2). En efecto, si en 1991, la tasa de desempleo abierto era de un 8 por ciento, en el año 2000 era cercana a un 11 por ciento. Incluso en el lapso 1990-1997, antes de la crisis asiática, la tasa de desempleo abierta aumentó del 7,9 por ciento al 9,3 por ciento (CEPAL, 2012, pág. 221). La situación comenzó a mejorar a partir del año 2003. Una parte de la explicación de ese fenómeno es el débil crecimiento económico, que no fue suficiente para absorber la necesidad de empleos. Dicha leve expansión económica se encuentra vinculada a la apertura indiscriminada a los capitales financieros especulativos, los cuales trasmitieron y amplificaron las crisis financieras internacionales. De este modo, en el 2002, el producto por habitante descendió cerca de un 2 por ciento en relación con el nivel registrado en 1997. Desde la primera mitad del decenio de 1980, no se registraba una situación tan adversa. Además, de inestable, el crecimiento económico fue mediocre. Entre 1990-2003, apenas 12 de 33 países de América Latina y el Caribe 133 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica tuvieron un aumento en su PIB por habitante superior al 2 por ciento anual, con una población que representa menos del 15 por ciento del total (Estay, 2007, pág. 207) También influyeron otras reformas neoliberales. Por ejemplo, la apertura indiscriminada a importaciones de bienes de consumo debilitó a las industrias locales que no podían competir contra ellas, provocando nuevos despidos de trabajadores. Dichas importaciones fueron favorecidas por un dólar barato y por la reducción de los controles e impuestos aduaneros (Ffrench-Davis, 1999, pág. 12). De la misma forma, las importaciones de bienes de capital, a la vez que modernizaban los procesos productivos, sustituían mano de obra doméstica por bienes de capital importados. Además, la apertura a la inversión extranjera, permitió a las empresas multinacionales despedir trabajadores de empresas que fueron del Estado para reemplazarlos por redes internacionales de subcontratistas (CEPAL, 2012, pág. 222). Por el lado de los trabajadores en cambio, se mantuvo la tendencia al aumento de la oferta de personas interesadas y en edad de trabajar. Ella se alimenta del crecimiento general de la población, también de la integración de la mujer al trabajo, y de la migración campo-ciudad. Estas últimas se pudieron ver afectadas por los procesos de privatización de la tierra, del agua y de la masificación de la agro-exportación en productos como los agro-combustibles. Así, en el gráfico III.III.2, se observa que, parte de la tendencia al aumento de la tasa de desempleo, refleja un incremento de la fuerza de trabajo, medida en porcentaje del total de la población. Por otro lado, en los años noventa persistió el problema del subempleo. En efecto, dos tercios de los nuevos empleos urbanos se generaron en el sector informal, nombre que la CEPAL comienza a dar al subempleo. El empleo informal urbano, que representaba el 41 por ciento del empleo urbano total en 1990, aumentó al 46,3 por ciento en 1999. En el sector formal, en igual período, la proporción de los asalariados privados que no son profesionales ni técnicos se redujo del 35,9 por ciento al 29,1 por ciento, y la de los asalariados públicos bajó del 16 por ciento al 12,9 por ciento. Las disparidades salariales entre los 134 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo sectores formal e informal se incrementaron en todos los países sobre los que se tiene información (Bielschowsky, 2010, pág. 544) Por otra parte, en la gran mayoría de los países del planeta, la participación de los salarios dentro del ingreso nacional ha venido disminuyendo desde los años ochenta, lo cual implica que la participación de las ganancias de capital se ha fortalecido (International Institute for Labour Studies, 2011, pág. 57). En Asia, la participación de los salarios ha caído en cerca de un 20 por ciento (1994-2006); en África, en 15 por ciento (1990-2006); en los países capitalistas económicamente avanzados, la declinación comenzó en 1975, antes que en Asia (1994) y África (1990), aunque cayendo a un ritmo más lento ha decaído en 9 por ciento entre 1980 y 2009. América Latina y Caribe no han sido la excepción; si asignamos arbitrariamente valor 100 a la participación de sus asalariados en el año 2000; ésta había caído de 105 en el año 1999 a 96 en el año 2007. No obstante lo anterior, en comparación al resto de los continentes, la disminución ha sido menor en los últimos años; además con un cambio positivo de tendencia en (1997-1999) y (2005-2007). Como sea, este mayor crecimiento relativo de las ganancias probablemente explique parte de la mayor desigualdad. En la década del noventa, según Weller y Roethlisberger (2011, pág. 542), en la mayoría de los países de la región, se mantuvo o acrecentó la desigualdad característica del continente, con un 75 por ciento de los hogares percibiendo ingresos inferiores al promedio del ingreso. Desgraciadamente, en vez de estimular la inversión productiva, y por este camino, generar empleos, gran parte de estas mayores ganancias empresariales a nivel mundial, se orientaron a la especulación financiera y a burbujas inmobiliarias, causantes de la crisis desatada en 2008. Esa nueva realidad se analizará a continuación. 135 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica IV. La década de la crisis financiera mundial: 2000-2011 El pánico se inició en el otoño de 2007, con el estallido de la crisis hipotecaria estadounidense. De alguna forma ésta vino a reforzar y a reflejar los desequilibrios acumulados en la economía de los países capitalistas avanzados, Europa y especialmente en los Estados Unidos: concentración y acumulación de la riqueza en pocas manos, crecimiento desmesurado del capital financiero en relación al capital productivo, exceso de gastos militares, intervenciones en el exterior y sostenimiento de dictaduras, rebajas de impuestos a las capas sociales de mayor ingreso, plantas de producción completas trasladadas al extranjero, crisis medioambiental, déficit de regulación. Actualmente, en el año 2112, aún no se ve una salida. La recesión se extendió a todo el mundo, aunque el crecimiento chino haya podido limitarla. El desempleo abierto mundial aumentó a partir del año 2007 y las más perjudicadas fueron las economías avanzadas (gráfico III.IV.1). En 2011, el desempleo mundial ya alcanzaba a 197 millones de personas (OIT, 2012, pág. 33). En América Latina y el Caribe, no tardaron en reflejarse los efectos de la crisis. En el período (2005-2008) su desempleo abierto se había reducido, para después de la crisis, en el año 2009, retroceder a la tasa del año 2006 (gráfico III.III.2). Así, aunque ha impactado negativamente la crisis, el desempleo abierto ha sido un problema estructural y no solo coyuntural. Esto también ocurre a nivel mundial, pues la tasa del año 2000 era de 6,3 por ciento. 136 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo gráfi co III.IV.1 Tasa de desempleo mundial y por regiones 2000-2011 (porcentajes, modelo de estimación de tendencias) fuente: Elaboración propia a partir de Key Indicators of Labour Market, OIT. Las miradas cambian cuando se analiza el desempleo de millones de personas carentes de oportunidad, número que se incrementa como consecuencia del ritmo de ampliación de la población. Desde esta óptica, a nivel mundial, el desempleo abierto pasó de 176 millones de personas a 197 millones entre los años 2000-2010, es decir, se incrementó en 19 millones de personas. 15 millones de personas fue la contribución del mayor número de desempleados de las economías desarrolladas y europeas entre los años 2002 y 2010. 

En América Latina y el Caribe, la cifra se mantuvo en cerca de 22 millones en esos mismos años 2000-2010 a pesar que entre los años 2002 y 2008, había caído en 2 millones (OIT, 2012, pág. 114). En otras palabras, en dos años de crisis, se perdió lo conseguido en los seis años previos. Por otro lado, junto a los desempleados existen quienes aceptan trabajos precarios para sobrevivir. OIT (2012, pág. 45) utiliza el indicador del “empleo vulnerable” como la suma de trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares no remunerados. Una elevada proporción de este tipo de ocupaciones es trabajo informal. A su vez, la tasa o 137 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica proporción de empleo vulnerable se obtiene dividiendo el número de vulnerables en el empleo total. No se incluye en este indicador desgraciadamente a los trabajadores dependientes con baja protección social, es decir sin contrato, sin acceso a seguros de salud o pensión de vejez o con salarios miserables. Aun así, a nivel mundial, esta fuente estima que el número de trabajadores con empleo vulnerable se amplió en 136 millones entre 2000 y 2010 (OIT, 2012). La crisis de 2009-2011 implicó que en tan solo dos años, los así definidos vulnerables por la OIT, crecieran en 29 millones. Estos incrementos se obtienen del hecho que las tasas mundiales han venido disminuyendo en el decenio pero a una velocidad lenta en comparación al crecimiento de la necesidad del empleo; al no haber suficientes puestos de calidad, las personas se emplean en trabajos precarios. En América Latina y el Caribe, en el lapso 2000-2010, el número absoluto de vulnerables de la región se incrementó en cerca de 10 millones de personas, a pesar que el porcentaje de vulnerables descendió entre los años 2000 y 2010 (OIT, 2012). De estos 10 millones, la crisis 2008-2010 aportó 4 millones. Por otro lado, si se hubiese mantenido ese ritmo de disminución (4 por ciento cada diez años), se requerirían al menos 65 años para, partiendo de la tasa del 32 por ciento, alcanzar la tasa del año 2010 de las economías desarrolladas y la Unión Europea (10 por ciento). Si bien, la crisis 2008-2012, no incrementó la tasa del 32 por ciento, detuvo la tendencia de caída porcentual de los años previos. 138 

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 

Gráfico III.IV.2 Proporción de empleo vulnerable en empleo total por regiones 1991-2011 

Fuente: Elaboración propia a partir de Key Indicators of Labour Market, OIT. De igual forma, a pesar que la crisis mundial se originó en los países económicamente desarrollados, ella perjudicó más la vulnerabilidad en América Latina y Caribe que en los primeros. En efecto, en el año 2000, en América Latina y el Caribe había 1,6 empleos vulnerables por cada empleo vulnerable de los económicamente desarrollados, mientras que en el año 2010, esta relación había ascendido a 1,8. Mejor situación presentó el número de personas percibiendo un mínimo de dólares de los Estados Unidos. Tanto en porcentajes del empleo como en números absolutos, estos indicadores mejoraron en América Latina para el período 2000-2010. Por ejemplo, el número de ocupados con ingreso inferior a dos dólares diarios, cayó de 33.3 a 21.3 millones (OIT, 2012, pág. 108). No obstante lo anterior este indicador debe ser analizado con prudencia. Es difícil asegurar que sean suficientes dos dólares para dejar de ser pobre, ello conlleva incluso frecuente subestimación de los valores nacionales oficiales de pobreza absoluta (Anker, 2006, pág. 314). 139 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica V. La economía de los gobiernos progresistas latinoamericanos Buscando respuestas a estos graves problemas acumulados, a partir de 1998, comenzaron a cambiar las políticas económicas en América Latina, alejándolas de la desregulación que había caracterizado las décadas anteriores. Si bien, no se trata de economías centralmente planificadas, aparece una mayor intervención del Estado en la economía y en el ámbito social. Curiosamente, esto ocurre en un momento en que muchos analistas consideraban que no había otras alternativas al neoliberalismo, especialmente después de presenciar la caída del sistema socialista centralizado en Europa del Este. Es el caso de Venezuela (1998-), Argentina (2003-), Bolivia (2006-) y Ecuador (2007-). En menor medida, Brasil (2003-) Uruguay (2005-) y Nicaragua (2007-) adoptaron también algunas políticas similares. Abortaron en cambio estos procesos, los golpes de estado en Paraguay (2008-2012) y Honduras (2005-2009), donde hay una larga historia de dictaduras militares y poderosas oligarquías agrarias. 

Estos procesos tienen en común un mayor gasto social dirigido hacia las capas más pobres de la población, con recursos mejor aprovechados desde los ingresos por exportación. Para financiar los programas sociales, se aprovechó el alza del precio de exportación de estos recursos, se redujo los intereses de la deuda externa y en algunos casos se nacionaliza empresas o se impone un trato menos favorable al capital extranjero. Así por ejemplo Bolivia creó pensiones de vejez con los recursos aportados por la mayor tributación y el control de las ventas de gas. Estos gobiernos también comparten una mayor integración económica y política de América Latina. Ello permitiría ampliar mercados y compartir tecnología para industrializar sus materias primas, disminuir su dependencia de ellas y crear nuevas oportunidades de empleos calificados en el sector formal. Por otro lado, se crea el Acuerdo Latinoamericano Bolivariano de Integración (ALBA) a través del cual Venezuela comparte proyectos energéticos y su renta petrolera mediante precios subsidiados y créditos que también han servido para pagar deuda externa. 140 

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 

De igual forma, estos Estados han procurado una integración más selectiva a la economía capitalista mundial, mediante un mayor control sobre los flujos financieros especulativos, y de las empresas multinacionales, pagando en algunos casos por anticipado la deuda externa para reducir su dependencia. En este sentido, se evitó una zona de libre comercio con los Estados Unidos que habría brindado mayores facilidades a las empresas multinacionales para integrar las economías a Estados Unidos más que internamente. En su lugar, además del ALBA, se formaron nuevas alianzas de integración económica y colaboración política como la ampliación de Mercosur y la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Para financiar sus programas sociales y desarrollar su base industrial, algunos gobiernos han recuperado el control del sector de hidrocarburos. En particular, Venezuela ayudó a reorganizar la OPEP para estabilizar los precios del petróleo; posteriormente recupera pozos petroleros en la franja del Orinoco (2008-2009) y nacionaliza otras empresas estratégicas ligadas al sector (2008). Bolivia (2006) y Ecuador (2007,2010) también cambian la distribución de la renta de hidrocarburos entre empresas multinacionales y Estado. Más recientemente, Argentina (2012) nacionalizó la mayoría del capital de la petrolera Repsol. Además, Venezuela y Argentina, recobraron empresas estratégicas en otros sectores de la economía. Venezuela, nacionalizó empresas de generación eléctrica (2007), teléfonos y cemento (2008), la filial del banco de Santander (2009), industrias alimentarias. Argentina estatiza la empresa de agua potable de Buenos Aires (2006), Aerolíneas Argentinas (2008) y los fondos de pensiones (2011). Bolivia nacionalizó la empresa de telecomunicaciones (2007) y anunció nacionalizaciones en el sector eléctrico (2011). Si bien hasta el año 2007, aparentemente no ha habido cambios importantes en la legislación laboral con estos nuevos gobiernos en el Cono Sur, al menos parecen haberse detenido los procesos de mayor flexibilidad legal característicos de las décadas anteriores. Tal vez el mayor cambio haya sido una jurisprudencia más favorable a los trabajadores gracias a un ambiente distinto, así como las reformas argentina y venezolana en el año 2004, uruguaya en el 2005 y 2007 (Uriarte, 2007, 141 

Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica pág. 54); 

posteriormente, la mencionada estatización de los fondos de pensiones que en Argentina estaban en manos de empresas privadas. En páginas anteriores se ha referido al caso argentino tanto por los abruptos cambios en su macroeconomía como por el gran tamaño del país. Se indicó que Argentina fue uno de los países más afectados en su crisis de 2001-2002, lo cual contrasta con su baja tasa de desempleo (1,9 por ciento) de fines de los años setenta. ¿Qué sucedió en la última década en la cual hubo un nuevo cambio en la estrategia de desarrollo económica con una mayor regulación estatal? Ya en el año 2007, las condiciones de trabajo habían mejorado sostenidamente en Argentina (CENDA, 2008). Su tasa de desempleo había disminuido desde el 20,4 por ciento del primer trimestre de 2004 al 8,5 por ciento del primer trimestre de 2007. También mejora ostensiblemente su índice de calidad del empleo aunque es difícil asegurar lo mismo con los salarios reales por la falta de confianza que existe respecto a las estadísticas oficiales del IPC. También se aliviaron en Argentina, la pobreza absoluta y la desigualdad. En cuanto a la primera, ésta alcanzó su record histórico del 57% en el año 2002, para disminuir a cerca de la mitad (27 por ciento) en el segundo semestre del 2006 (CENDA, 2008). Según algunos estudios, la participación de los salarios en el ingreso nacional ha mejorado. En el año 2000 ésta era de solo 35%, pero pasó a 45% por ciento en el año 2007 (CEPAL, 2012, pág. 235). El índice Gini de desigualdad de los ingresos de los hogares, igualmente cayó en la década de 2000, como en la mayoría de los países de América Latina (CEPAL, 2012, pág. 238). Estas estadísticas están relacionadas con la mejora de los indicadores macroeconómicos de Argentina. Su tasa de crecimiento del PIB fue de 7,5 por ciento por año en el promedio 2003-2010, contra un 4,0 por ciento de América Latina y el 4,2 por ciento de Chile en el mismo período (CEPAL, 2012, pág. 24). El rol del Estado económico fue importante para lograr este crecimiento. La inversión pública argentina del período 2010-2004, como porcentaje del PIB, aumentó al doble respecto a 1999-2003 y en cerca de 60 por ciento respecto a la época 142 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo de las reformas neoliberales de 1991-1998 mientras que la inversión privada no fue muy distinta. En ese período hubo un esfuerzo consciente por reducir la dependencia externa, que como se indicó en el marco teórico, es un causante estructural del desempleo en el continente. El pago de intereses de la deuda externa, como porcentaje de sus exportaciones, cayó drásticamente en la década de 2000 (CEPAL, 2012, pág. 117). Lo mismo ocurrió en Venezuela. La inversión total fue financiada principalmente con ahorro nacional más que con capitales extranjeros. El ahorro nacional de 2004-2010, como porcentaje del PIB, era un 50 por ciento superior respecto a la década del noventa mientras que el ahorro externo fue negativo (CEPAL, 2012, págs. 128-141). Venezuela presenta similitudes con la mejora de Argentina. Venezuela fue el país donde más disminuyó la desigualdad de los ingresos de hogares de América Latina durante la década de 2000, medida siempre por el Índice de Gini (CEPAL, 2012, pág. 238). La tasa de desempleo venezolana, cayó desde un 17 por ciento a 9 por ciento entre 2002- 2006. Su tasa de pobreza urbana, cayó desde el 49 por ciento de los años 1994, 1999 y 2002, a 30 por ciento en el año 2006 (CENDA, 2008, págs. 15-16). También Venezuela presenta buenos indicadores macroeconómicos. Su tasa de crecimiento del PIB, entre 2003-2007, se encuentra, junto con la de Argentina, entre las mayores de América Latina, favorecida en su caso, por los precios del petróleo y su buen aprovechamiento. Solo tuvo un crecimiento negativo en el año 2003, debido a las huelgas de la oposición al proceso de cambios sociales. Asimismo, en Venezuela la inversión y el crecimiento se han financiado con un esfuerzo interno ya que la entrada de capitales ha sido negativa en todo el período 2002- 2010. Esto se explica por la menor dependencia externa respecto a las empresas multinacionales. En Venezuela, el crecimiento económico y la inflación han desmejorado después del año 2007, en gran parte resultado de la peor evolución del valor de sus exportaciones (CEPAL, 2012). La inflación venezolana ha disminuido respecto a 2003 (27 por ciento) pero aún se 143 Capítulo III: El desempleo en Latinoamérica mantiene a niveles altos (20 por ciento-15 por ciento al año) en 2004- 2007; una situación parecida ocurre en Argentina. Ello ha incidido en su tasa de desempleo que se incrementa del 7 por ciento al 9 por ciento entre 2008 y 2010, aunque aún bastante bajo del 18 por ciento del año 2003. Luego, este país deberá hacer esfuerzos importantes para mantener los logros alcanzados. En particular, para diversificar su economía para que dependa menos de los hidrocarburos. 145 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista CAPÍTULO IV: EL EMPLEO EN EL MUNDO SOCIALISTA “Tampoco hubo cesantía en nuestros países, durante dos generaciones. Podía haber faltado esto o lo otro, pero trabajo siempre hubo. Esto va a cambiar, obligada y drásticamente...ni el estado en quiebra, ni la seguridad social, podrán ir en ayuda de los cesantes, ni podrán éstos, esperar solidaridad de la sociedad atomizada y empobrecida. ¿Podrá sobrellevarla gente esta angustiosa situación?” Aleksander Smolar, catedrático polaco de la Ecole de Haute Etudes, París. I. Europa Oriental, antes y después del derrumbe24 i. El grupo de los más desarrollados El derrumbe de los regímenes socialistas tiene como consecuencia un cambio drástico en la situación del empleo en Europa Oriental. Los acontecimientos de 1989-91 se sucedieron con una similitud y simultaneidad tales que incitan a considerar a este grupo de países como un solo todo. A pesar de ello, hay una historia distinta en cada uno de ellos. Las diversas trayectorias resaltan al movernos hacia atrás. El período 1945-1985 corresponde a un patrón similar en toda la región (a excepción de Yugoslavia), pero que adoptó modalidades diferentes, atendidas, entre otros factores, al diverso grado de desarrollo económico inicial. A grandes rasgos, al comenzar el rumbo al socialismo, Checoslovaquia, Hungría y Alemania del Este (la RDA) y en menor medida Polonia, tenían un grado mayor de desarrollo capitalista que el grupo formado por Rumania, Bulgaria y la recién constituida Yugoslavia. Luego de cuarenta años, la relación entre unos y otros cambió. El crecimiento de los más atrasados fue más rápido, en comparación con los 24 Una fuente general para esta sección es Dale (2011). 146 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo primeros. Se acortaron las distancias, pero no se igualaron. Checoslovaquia, Hungría y la RDA, sostuvieron un ritmo de progreso más que suficiente para asegurar la ocupación plena de toda su fuerza de trabajo. En los años setenta, debido a una notoria escasez, Checoeslovaquia y la RDA tuvieron que “importar” mano de obra. La erradicación temprana de la cesantía fue un éxito también en Bulgaria y Rumania, algo menos en Polonia, no así en Yugoslavia. La población de aquéllos obtuvo la garantía constitucional del derecho al trabajo. Después de la implosión del sistema económico a comienzos de los noventa, la situación cambió dramáticamente. Tabla IV.I.1 Ritmo de crecimiento del Producto Material Neto (% anual) Países 1965-70 1970-75 1975-80 1980-85 1986-89 Checoslovaquia 6,9 5,7 3,6 1,8 2,2 Hungría 6,8 6,2 2,8 1,3 1,3 R. Democrática Alemana 5,2 5,4 4,1 4,5 3,7 Fuente: Elaboración propia en base a OIT (1988, pág. 74) y Naciones Unidas (1989, pág. 441). Se advierte que las cifras de 1989 son las del Plan. Como se deduce de la tabla IV.I.1 los ritmos de crecimiento en la década 1965-75 fueron bastante elevados. La tabla también muestra una notoria desaceleración en los dos quinquenios de los ochenta. En Checoslovaquia y, sobre todo en Hungría se aprecia el estancamiento anunciador de la crisis. En la RDA, en cambio, si bien hay una baja en el último quinquenio, el dinamismo productivo se mantuvo aceptable hasta la caída del muro de Berlín. 147 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista a. El socialismo de mercado, a la húngara25 Después del colapso del régimen estalinista de Rakosi, la sangrienta sublevación anti-socialista y la intervención de las tropas soviéticas en 1956, el nuevo gobierno del Partido Obrero Socialista Húngaro, dirigido por Janos Kadar, introdujo graduales, pero sustanciales reformas económicas, orientadas hacia un inédito “socialismo de mercado”. En la agricultura, se suprimió la obligatoriedad de la venta de las cosechas al Estado. Las cooperativas recibieron la tierra en arriendo y decidían, por sí solas, las siembras, según costos y precios convenidos con empresas industriales y mayoristas. La producción se elevó a tal punto que el país se transformó en exportador de alimentos. En la industria y otras ramas se eliminaron las directrices obligatorias. Las empresas estatales adquirieron cierta autonomía y los precios se fijaron por contrato entre compradores y vendedores. Gradualmente, también fue permitido un sector privado, pequeño y mediano, el cual podía contratar hasta 10 trabajadores. La economía húngara mostraba, hasta mediados de los años setenta, logros reconocidos internacionalmente. En el segundo quinquenio del setenta impactaron los efectos de las alzas petroleras, el retraso tecnológico y el estancamiento en la productividad. Durante el decenio de los ochenta, la economía se mantuvo frenada. Su comercio exterior, abriéndose a la Europa capitalista, sufrió los efectos de la recesión mundial: Precios más altos de los insumos y equipos importados, contracción en las exportaciones. El déficit de la balanza de pagos fue financiado mediante un fuerte endeudamiento con los bancos occidentales. La deuda externa, la más alta por habitante del bloque soviético, se hizo más pesada por el alza de los intereses. Se desató la inflación. Sin embargo, el malestar social no se tradujo en grandes convulsiones. La crisis política se desenvolvió principalmente al interior del partido gobernante. Tras el retiro y la muerte de Janos Kadar, apreciado por sus compatriotas, se precipitó la división. La mayoría optó por transformarse en partido socialdemócrata el cual se embarcó en rápidas reformas pro-capitalistas. En los primeros años noventa se extendió el ámbito del capital privado a costa de un amplio sector de empresas estatales y se otorgó 25 Una fuente general para este acápite es Fabry (2011). 148 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo la libertad de movimientos al capital extranjero. Este comenzó por adquirir los principales medios de comunicación, invertir en casinos y especializar a Hungría como productor y exportador de películas pornográficas. Sus partidos gobernantes se transformaron en adalides del libre mercado, aunque con reservas. Junto a los primeros millonarios, reaparecieron los desocupados que no se veían desde los años treinta. Según datos de la OIT, ya en 1992 éstos alcanzaban un 9,9 por ciento de la población activa. En el transcurso del decenio la restructuración capitalista provocó la destrucción de 1,5 millones de puestos de trabajo. El retroceso de la producción fue de tal magnitud que la recuperación demoró diez años en volver al nivel anterior. Mientras, el capital extranjero se adueñó de nueve de las diez mayores empresas del país y se llevó un elevado 6 por ciento del PIB, los salarios y las pensiones perdieron un 20 por ciento de su poder adquisitivo. Entretanto, crónicos problemas húngaros, como su elevada dependencia del comercio exterior y alto endeudamiento en divisas estaban presentes cuando sobrevino la crisis financiera internacional. En 2009 Hungría sufrió uno de los peores retrocesos de Europa Oriental, con una baja de cerca del 18 por ciento en la producción industrial y otro tanto en las exportaciones. En 2009-2010, la desocupación permaneció en el nivel crítico de 10 por ciento, la tasa más alta desde el retorno al capitalismo. Al mismo tiempo, mientras en los años de Kadar las diferencias de ingresos entre el decil más rico y el más pobre de la población eran de 4 a 5 veces, en 2003 se ampliaron hasta 8,4 veces. Comprobando el efecto de estos resultados en el ánimo de la población, la Encuesta Pew de 2009 reveló que el 72 por ciento de los húngaros consideraba que la situación de su país era ahora peor que la existente en los años del comunismo. Solo el 8 por ciento la consideró mejor. El apoyo a “la democracia” bajó del 76 por ciento (1991) al 52 por ciento (2009) y la aprobación a la economía de mercado disminuyó de 80 por ciento al 46 por ciento en los mismos años (Pew Research Center, 2009). 149 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista El descalabro económico fue aprovechado por una emergente ultra derecha con un discurso de rasgos neofascistas, tal fue el Partido Jobbik. Sus ataques mediante guardias armadas se dirigieron contra las minorías –gitanos, judíos, gays, “comunistas”– mezclados con críticas al modelo neoliberal, al capitalismo “anglo”, a los bancos y a las compañías extranjeras que se adueñaron de las principales empresas del país. Por su parte, el Partido de Derecha, Fidesz, con su líder Orbán, después de una contundente victoria electoral en 2005, debido a los fraudes del gobierno social-liberal anterior, impuso fuertes recortes fiscales, estableció impuestos transitorios a los grandes capitales y al mismo tiempo elevó el IVA sobre los consumos masivos, en medio de una retórica contra la Unión Europea. b. Checoeslovaquia, la otra variante26 En los años previos a la debacle del socialismo burocrático, los problemas económicos no eran tan agudos como en Hungría, ni la desestabilización política tan larga como en Polonia. Checoeslovaquia seguía la variante centralizada del socialismo. En lugar de establecer mecanismos de mercado, en los años setenta y ochenta sus gobernantes se esforzaban por modernizar las empresas productivas estatales, impulsando nuevas ramas industriales de punta, la automatización y otras tecnologías. El comercio exterior se mantuvo relativamente equilibrado, sin incurrir en un excesivo endeudamiento de divisas. Las regiones más industrializadas de Bohemia y Moravia contribuían a subsidiar la economía más atrasada de Eslovaquia. El nivel de vida era uno de los más altos en la región, con una ocupación plena de la fuerza de trabajo y un amplio sistema de seguridad social. Sin embargo, el país no pudo sustraerse a las crisis de los regímenes vecinos. El derrumbe denominado La revolución de terciopelo, en base a pacíficas demostraciones masivas, tuvo un origen más político que económico. Pesaban el burocratismo y las restricciones a las libertades públicas. La participación de los trabajadores y de la base social era escasa. La intelectualidad se sentía desalentada y constreñida por la censura. 26 Una fuente general para este acápite es Švihlíková (2011). 150 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Dos años después del retorno al capitalismo, el 84 por ciento de checos y eslovacos encuestados ya expresaban descontento por la situación económica. La inflación se había disparado con un alza en los precios de 35 por ciento en los dos primeros meses del año. Según el Instituto de Comparaciones Internacionales de Viena, el poder adquisitivo de los sueldos había disminuido en 28 por ciento27. El Primer Ministro neoliberal Vaclav Klaus implantó “una terapia de choque”, con el aval del FMI, e impuso su vasto plan de privatizaciones de las empresas estatales el cual se llevó a cabo con un alto componente de fraudes y corrupción. El “capitalismo popular”, en base al reparto de cupones, desembocó en una gran concentración de la riqueza en pocas manos, particularmente de multinacionales alemanas. Entretanto, Eslovaquia fue privada del subsidio checo y su malestar por la terapia de choque de Klaus, la llevó a la separación y a la formación de su propio Estado. El nuevo régimen promovió el ingreso del capital extranjero en todos los sectores y particularmente en la banca. La crisis del 2009 golpeó a una Eslovaquia muy expuesta a las fluctuaciones del libre mercado que le significó un fuerte retroceso de 15 por ciento en su producción industrial y una elevación al 12 por ciento, de la proporción de desempleados. En 1998 se produjo un vuelco electoral. Los socialdemócratas ganaron el gobierno, pero continuaron con las reformas capitalistas, aunque con cierta moderación, tratando de preservar en parte, el sistema de bienestar social. Sin resolver los nuevos problemas creados por el cambio del modelo económico –los déficits de la balanza de pagos y de las cuentas fiscales, las desigualdades y la inestabilidad en el trabajo–, la socialdemocracia fue derrotada y la derecha volvió al poder en 2006. El Primer Ministro Topolanek prosiguió con las reformas neoliberales; bajó el impuesto a las empresas y elevó el IVA a los consumidores, pero no pudo evitar las consecuencias de la Gran Recesión desatada en 2008. Cayeron las exportaciones, la producción industrial se redujo en un 15 por ciento. El desempleo subió a 6,8 por ciento en 2009 y a 8,2 por ciento en el 2010. Más allá del 10 por ciento de la población que cayó en la pobreza, se calculó que otro 17 por ciento de estratos medio-bajos se 27 El Mercurio (EFE), 24 de diciembre de 1991. 151 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista encontraba al borde de la misma. Con todo, la coalición de derecha, (ODS, TOP09 y VV), retuvo el poder, culpando a la seguridad social (“reliquia del comunismo”) de ser la causa del déficit público y de perjudicar a los jóvenes en beneficio de los viejos. El discurso derechista no mencionó los enormes subsidios gubernamentales otorgados a los bancos privados para rescatarlos de la bancarrota, ni las rebajas de tasas a las corporaciones, acompañadas por la evasión de impuestos que practican en gran escala. En la izquierda se critica el carácter de “apéndice de Alemania” en que se ha convertido la economía checa. Los sindicatos, incluso mediante una huelga general y manifestaciones callejeras hicieron una activa oposición a las políticas de austeridad en defensa de sus conquistas históricas, junto a emergentes movimientos sociales progresistas, sectores socialdemócratas y un partido comunista que, a diferencia de los otros países de la región, conserva una notoria, aunque fluctuante, influencia política. c. La RDA y la reunificación alemana El territorio oriental de Alemania fue uno de los escenarios de la Segunda Guerra Mundial más castigados por los bombardeos aéreos y las batallas terrestres. Era, a su vez, uno de los más atrasados de Alemania. Culminada la reconstrucción a fines de los años cincuenta, la cesantía fue superada. Según la Agencia Federal de Empleo de Alemania (Bundesagentur für Arbeit, 2011), en el conjunto de la población apta para laboral, la participación de la fuerza de trabajo llegó a casi el 80 por ciento, cifra que se ha mantenido hasta 2010, y siempre superior a la existente en la RFA. La incorporación masiva de las mujeres al trabajo remunerado ayudó a contrarrestar el gradual pero persistente éxodo hacia la RFA durante las décadas siguientes. Aun así la escasez de mano de obra se dejaba sentir por lo que la RDA abrió sus puertas, a miles de trabajadores de Cuba y Vietnam, mediante convenios gubernamentales. La economía de la RDA crecía a un ritmo más rápido que el de la RFA. Las diferencias en el nivel de vida entre ambas poblaciones se acortaban, pero muy lentamente. Según los cálculos de la Agencia Federal de Empleo y como muestra el gráfico IV.I.1, después de 20 años 152 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo (1991-2011) la diferencia en base al PIB per cápita se redujo aprox. del 60 por ciento al 30 por ciento (Bundesagentur für Arbeit, 2012). A este ritmo, se necesitarían otros 20 años para igualar ambos per cápita. Los trabajadores en el Este gozaban de educación y atención médica gratuita, trabajo asegurado, vivienda con arriendos y servicios rebajados y vacaciones subsidiadas. El ingreso por habitante era similar al de húngaros y checoeslovacos. El régimen gozaba de cierta aceptación por sus logros económicos y sociales, incluidos la salud y los deportes, la estabilidad y seguridad personal. La esperanza de vida había mejorado entre 1952 y 1989, desde 65 hasta 72 años en promedio (Statistisches Amt der DDR, 1990, pág. 428). En cambio había descontento por la degradación del medio ambiente, por las dificultades para acceder a automóviles, apartamentos nuevos, otros bienes durables y por las restricciones para viajar a Occidente. Gráfico IV.I.1 PIB per cápita en Alemania del Este y Oeste en comparación 1991 y 2011 (precios correspondientes en Euro) Fuente: Elaboración propia a partir de Bundesagentur für Arbeit (2012). Desde mediados de los ochenta y bajo la influencia de la perestroika, la demanda por reformas iba en aumento. Se reclamaba el fin de la censura, la libre crítica y la autocrítica pública de las deficiencias, la participación ciudadana en las decisiones sociales y políticas. Se protestaba por la falta de recambio generacional de los dirigentes. La jefatura 153 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista del partido gobernante, el PSUA, se negó a acoger los cambios, aunque aceptaba avanzar en la reunificación con la RFA de modo gradual y consensuado, coincidiendo con Thatcher y Reagan que desconfiaban de una Alemania reunificada, más poderosa e influyente en Europa. Pero Gorbachov, en un viraje personalista de la política exterior soviética, retiró su apoyo militar a la RDA y llegó a acuerdos con Kohl que precipitaron el derrumbe del Estado. La población de la Alemania del Este aceptó la anexión creyendo en las promesas de Kohl según las cuales en unos pocos años desaparecerían las diferencias económicas y sociales entre los alemanes del Este y del Oeste. Entretanto el cierre de empresas y los despidos era la tónica general. En los años siguientes más de 8.000 empresas estatales fueron privatizadas. Un año después de la reunificación, alrededor de un millón de alemanes orientales carecían de trabajo, según fuentes oficiales. Esto representaba el 12 por ciento de la población activa, el doble de la tasa de cesantía en la RFA. Para el 2011, o sea 20 años después, las cifras se mantenían idénticas, 12,6 por ciento y 6 por ciento respectivamente (Bundesagentur für Arbeit, 2012). El 84 por ciento de los alemanes consultados se sentían tratados por sus compatriotas del oeste, como ciudadanos de segunda clase28. Muchos jóvenes desorientados fueron atraídos por los movimientos neonazis, los cuales predicaban la xenofobia y atacaban a los obreros extranjeros culpándolos de la falta de trabajo. Reapareció el antisemitismo. Surgió un clima de hostilidad entre “ossis” y “wessis”, culpándose mutuamente de las desgracias que la reunificación estaba generando a unos y otros. ii. Los menos desarrollados En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria, Rumania y, en menor medida, Polonia, eran, economías agrarias, atrasadas, con bajos niveles de vida. A partir de la reconstrucción experimentaron una notable mudanza. Especialmente, los dos primeros lograron construir, 28 La Época (EFE-UPI), 4 de octubre de 1991. 154 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo prácticamente de la nada, una modesta industria nacional, asentada la primera en la agroindustria y la segunda en la maquinaria. En los decenios del cincuenta, los sesenta y parte de los setenta, la industrialización logró absorber la desocupación y atrajo el excedente de población rural que originó la modernización de la agricultura. Tabla IV.I.2 Ritmo de crecimiento del Producto Material Neto (% anual) Países 1965-70 1970-75 1975-80 1980-85 1986-89 Bulgaria 8,7 6,8 5,3 3,4 5,7 Rumania 7,7 11,3 7,2 4,4 5,9 Polonia 6,0 9,3 0,7 -0,8 3,9 Fuente: Elaboración propia a partir de OIT (1988). En Rumania, para enfrentar los efectos de la crisis energética, Ceausescu estableció en el decenio de los ochenta, extremas medidas de austeridad, entre otras, el racionamiento de la calefacción doméstica. Así logró reducir el consumo de hidrocarburos, ahorrar divisas y pagar íntegramente la deuda externa, un éxito internacionalmente inédito; pero la población no había sido consultada para tan intensos sacrificios. Se agregó así un nuevo y fuerte ingrediente a la soterrada resistencia a la larga dictadura personal de Ceausescu. El descontento, inflamado por la reducción del nivel de vida, se expresó en protestas públicas. La violenta respuesta represiva del gobierno provocó indignación general y culminó en rebelión sangrienta en 1989. La Rumania post socialista se ha caracterizado por la inestabilidad económica y política. En los primeros años noventa la inflación causó estragos. El desempleo se acrecentó. Después de dos decenios, la población disminuyó tanto por la emigración a Occidente como por el empeoramiento de las condiciones de vida. Se calculaba que iniciada la Gran Recesión, un 15 por ciento de los rumanos se encontraban en el 155 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista exterior. El país ha perdido población a razón de más de 250.000 habitantes por año. Por otro lado, la privatización condujo al control de los bancos por el capital extranjero. En el 2009, aunque la crisis europea redujo las exportaciones rumanas en un moderado 3,3 por ciento, y la producción industrial en un leve 0,3 por ciento, el PIB se contrajo en un 7,1 por ciento y el desempleo se elevó al 6,9 por ciento. En 2009 colapsó el gobierno de turno al tratar de imponer un paquete de austeridad propiciado por el FMI. Su sucesor recortó los sueldos de los funcionarios públicos y subió el IVA. Grandes manifestaciones callejeras se produjeron a continuación, las mayores desde 1989. El año 2010, aunque la economía tuvo una leve recuperación, la desocupación empeoró llegando al 7,4 por ciento. En las elecciones parlamentarias de diciembre 2012, triunfó abrumadoramente la oposición socialdemócrata-liberal sobre la Alianza de las Derechas gobernante, en repudio a draconianas medidas de austeridad impuestas por exigencia de la Troika (FMI, UE y Banco Europeo) tales como la rebaja de los salarios de los empleados públicos y el alza del IVA. Bulgaria, era uno de los países más atrasados y pobres de Europa, al final de la Segunda Guerra Mundial. Las transformaciones socioeconómicas, a partir de las orientaciones de Dimitrov, le permitieron alcanzar indiscutibles avances económicos y sociales y el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. Importantes progresos en la agricultura y la industria liviana modernizaron su economía y pudo exportar con ventaja productos de la agro-industria. Pero los sucesores de Dimitrov no estuvieron a su altura. Se fue incubando un sordo descontento con la cúpula gobernante, sospechosa de fenómenos de corrupción. Dependiente de los mercados de la URSS, Bulgaria fue duramente golpeada por la crisis de la economía soviética. Los gobiernos de libre mercado abrieron las puertas al capital privado. En 1991 decretada la libertad de precios, la inflación se desató. La drástica reducción del poder adquisitivo redujo la demanda interna y llevó a la disminución de la producción. Según datos de la OIT, el desempleo alcanzaba ya en 1993 el 21,4 por ciento. En 2007 completadas las privatizaciones, el 85 por ciento de los activos de la banca quedaron en manos de bancos extranjeros. Desde el 156 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 2000 Bulgaria recibió muchos préstamos y donaciones de Occidente, pero el modelo de libre mercado fue incapaz de capitalizarlos y solo alimentó una burbuja inmobiliaria interna. Según Dale (2011), la deuda externa se incrementó hasta el 100 por ciento del PIB, uno de los endeudamientos más altos de Europa. En el 2009 el PIB se contrajo en -4,9 por ciento, la producción industrial en -8 por ciento y el desempleo se elevó al 6,8 por ciento. En el 2010, el PIB tuvo una leve recuperación, pero la desocupación continuó empeorando hasta el 9,7 por ciento, un índice muy parecido al promedio de los 10 países de la región que ahora pertenecen a la Unión Europea. En marzo de 2012, el desempleo marcó un nuevo aumento, al 12,6 por ciento. La emigración ha reducido su población en 54.000 habitantes por año. Según la encuesta Pew de 2009, el 62 por ciento de los búlgaros consultados afirmaba que el país estaba peor que en la época comunista, mientras solo el 13 por ciento opinaba que estaba mejor. Polonia29, con sus 39 millones de habitantes posee un gran potencial de desarrollo. Como lo demuestran las cifras de la tabla IV.I.2, el crecimiento económico en el decenio 1965-75 fue exitoso. En cambio, en el siguiente, 1975-85, a partir de la crisis energética y una sucesión de errores, la economía cayó en el estancamiento y la recesión. Los gobiernos de Gomulka y Gierek tuvieron que renunciar sucesivamente. A diferencia del resto de Europa Oriental, la oposición polaca adquirió carácter masivo, debido al descontento y la movilización de una gran parte de la clase obrera industrial. Organizada por el heterogéneo movimiento Solidaridad, encabezado por el contradictorio Lech Walesa, la oposición recibió el respaldo activo de Juan Pablo II y de una Iglesia conservadora, sumado a la cruzada antisoviética de Reagan y Thatcher. La crisis terminal del régimen polaco, con una larga gestación, era previsible. El país, ya antes del desenlace, aceptó cuantiosos préstamos de Occidente para financiar sus importaciones, incurriendo en fuertes déficits comerciales y fiscales. Entre 1985 y 1989, el gobierno de transición del general Yaruzselski logró cierta recuperación, pero quedó atrapado por su pesada deuda externa de 35.000 millones de dólares, la cual sobrepasaba cuatro veces y media al total de sus exportaciones anuales. 29 Una fuente general para el caso de Polonia es Shields (2011). 157 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista El traspaso del poder a Solidaridad, pacífico y consensuado, no logró superar la inflación, el déficit comercial y el estancamiento productivo, pese a las considerables ayudas de Occidente, entre ellas, la anulación de la mitad de su deuda externa. En la transición al capitalismo, el gobierno del ex líder obrero Walesa decidió el cierre y paralización de fábricas estatales y servicios públicos, con lo cual el desempleo empezó a elevarse. Según datos de la OIT, ya en 1992 la cesantía, la más alta de la región, estaba afectando al 13,3 por ciento de la población activa, que agravó la situación de 1991 cuando la inflación se posicionó en un 71 por ciento. Gráfico IV.I.2 Tasa de desempleo y crecimiento del PIB en Polonia 1992-2011 (porcentajes) Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Key Indicator of the Labour Market (OIT) y del Banco Mundial. Como lo revela el gráfico IV.I.2, en los años siguientes hasta 1997, la tasa de crecimiento del PIB se reanimó, pero en el 2002 volvió a caer, no superando el 2 por ciento; se registró otro ciclo de auge, aunque con altibajos, hasta el 2007, pero en 2008 y 2009 vuelve a declinar. Hay que hacer notar que el año crítico de 2009, nueve de los diez países de la región que se integraron a la Unión Europea tuvieron fuertes retrocesos en 158 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo el PIB, en tanto Polonia fue el único que logró un crecimiento, aunque modesto, del 1,7 por ciento que se amplió en 2010 y 2011. El gráfico IV.I.2 también muestra que la desocupación se ha convertido en un problema crónico. Entre los años 1992 y 1998 fluctuó entre 12 por ciento y 14 por ciento, pero a partir de esta fecha se agravó alcanzando un nivel record, cercano al 20 por ciento en el 2002. Desde entonces el desempleo amainó, pero en 2009 ya se encontraba en 8,2 por ciento y el 2010 y 2011, siguió aumentando hasta bordear el 10 por ciento, una cifra preocupante para cualquier gobierno. Desde mediados de 2008 Polonia ha vivido continuas manifestaciones de protesta; campesinas por la competencia de las importaciones agrícolas desde la Unión Europea, y huelgas obreras por las alzas de precios y la desocupación, contra la privatización de los astilleros y de los hospitales o el cierre de las minas de carbón. Con todo, Polonia, desde la oposición de centro y de izquierda hasta la derecha populista gobernante, ha resistido las presiones de la Unión Europea y de Alemania para una mayor neoliberalización de su economía. Mantiene una moderada dependencia de sus exportaciones y una marcada preferencia por su mercado interno; ha conservado y devaluado su propia moneda para aventajar a sus competidores y ha limitado a un bajo nivel la inversión extranjera, inferior a la de sus vecinos. Con todo, según la encuesta de BBC (GlobeScan/PIPA/BBC World Service, 2009) el 47 por ciento de los polacos consultados opinó que se encontraba mejor ahora que durante el régimen socialista, mientras el 35 por ciento estimó que estaban peor. iii. La desintegración de Yugoslavia Después del rompimiento de Tito con Stalin, Yugoslavia emprendió una variante de desarrollo que despertó interés en todo el mundo: un socialismo de empresas autogestionadas por los trabajadores, con planificación central solo indicativa, apertura al comercio con Occidente y un ambiente de relativas libertades políticas. La nueva Yugoslavia socialista, empoderada por la unión de sus repúblicas eslavas, consiguió, por varias décadas, resistir las tensiones de la Guerra Fría, manteniéndose al filo de 159 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista la neutralidad. El país gozaba de respeto internacional como uno de los líderes del Movimiento de los No Alineados, con cierto apoyo financiero de Estados Unidos y vínculos comerciales con todo el mundo. Su capacidad productiva y modernización industrial alcanzaron notorios progresos. Así también las condiciones de vida de la población. Tito había logrado la hazaña histórica de unificar a “los eslavos del sur”, en una República Federal y con regiones autónomas. Su muerte significó el comienzo del fin. Las diferencias y disputas económicas y culturales entre las repúblicas se exacerbaron. Sus sucesores no supieron o no quisieron preservar su legado unitario. Por un lado, Eslovenia, la más desarrollada por el norte, seguida de Croacia, con históricos lazos con Roma e Italia; por otro lado, al sur, Serbia y Montenegro con sus vínculos eslavos; Macedonia con su ascendencia griega; Kosovo de raíz albanesa y finalmente Bosnia, de mayoría musulmana, todas, cual más y cual menos, exacerbaron sus diferencias, hasta el extremo de enfrentarse en guerras civiles cruentas y dañinas para todos. Ya la economía se había resentido seriamente con la crisis energética y las consiguientes recesiones en Europa y el Tercer Mundo. Los trabajadores ocupados en Occidente regresaban, disminuyeron las remesas de los emigrantes, se frenó el turismo. Los acreedores occidentales redujeron los créditos externos y elevaron las tasas de interés. El déficit de la balanza de pagos creó condiciones para la inflación. Esta se desató, al quebrarse la disciplina financiera y monetaria. Una particularidad de la economía yugoeslava fue que –a diferencia de sus vecinos socialistas– nunca se propuso alcanzar y ni garantizar la ocupación plena. Una válvula de salida para la desocupación fueron los convenios con Alemania Federal y otros gobiernos europeos para reglamentar el trabajo temporal de los emigrados. Hasta antes del primer shock petrolero, la tasa de cesantía se mantuvo moderada, con un índice de 6,7 por ciento de la población activa (OIT, 1988, pág. 57). En los años ochenta después del retorno masivo de los emigrantes y la disminución del ritmo de crecimiento, el paro forzoso se elevó hasta el 13 por ciento. Los programas anti-crisis de los gobernantes yugoeslavos no lograban el consenso para el reparto de las cargas y los sacrificios entre las 160 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo repúblicas federadas. Las áreas más ricas se consideraban “explotadas” por las más pobres. El sucesor de Tito, Milosevic y su Partido Socialista optaron por la represión violenta de los rebeldes albaneses en Kosovo, apoyados por Occidente. Las diferencias entre croatas, serbios y bosnios se agudizaron hasta culminar en crueles e insensatas guerras civiles. A fines de 1991 se había consumado la separación de Eslovenia (2 millones) y Croacia (4 millones), las dos repúblicas con mayor desarrollo. En los años siguientes renunciaron a la Unión, Bosnia-Herzegovina (4 millones) Macedonia (2 millones), Montenegro (600.000) y Kosovo (1,7 millones). La antigua Yugoslavia con sus 20 millones de habitantes, se disolvió en un puñado de micro Estados, sin más esperanzas que acogerse a la Unión Europea, aunque con menos soberanía que en la Federación yugoeslava. Los ataques de la OTAN, con sus bombardeos sobre la población civil de Serbia, coronaron su objetivo estratégico: impedir a toda costa la reunificación de los eslavos del sur. A ninguno de los mini Estados les ha ido mejor que antes de la separación, mientras la recesión europea hacía estragos en sus endeudadas economías. Serbia con sus 7 millones quedó aislada. A partir del año 2000, debilitada tras los serios errores y abusos del derrotado Milosevic, finalmente entró en la senda del capitalismo neoliberal30. Hasta el 2008, su economía mostró un crecimiento continuo, sin embargo solo se trató de una recuperación parcial desde lo más hondo del abismo. Según la OCDE, el derrumbe económico que sufrió fue de tal magnitud que habiendo tenido hasta 1990 un nivel productivo similar a los Países Bálticos y Hungría, en 2008 se encontraba bastante por debajo de éstos e incluso por detrás de Polonia, Bulgaria y Rumania. Para recibir cuantiosos créditos de los organismos financieros internacionales, Serbia fue obligada a ceder a los capitales transnacionales importantes empresas estatales, privatizar otras cientos de ellas, aplicar fuertes recortes a las subvenciones sociales e implantar duros sacrificios a la población. Con todo, la recuperación fue frenada por la Gran Recesión. Hasta 2012 el estado continuaba fuertemente endeudado, En 2010, la estadística oficial anotó un 19 por ciento de desempleo, uno de los mayores de Europa, lo cual se sumaba a un alto número que ya no busca trabajo, convirtiendo al país en uno de los de menor fuerza laboral relativa del 30 Una fuente general para el caso de Serbia es Upchurch & Marinkovic (2011). 161 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista mundo. Entretanto, unos 400.000 serbios se encuentran en el exterior y sus envíos de dinero a sus familiares se han convertido en una importante fuente de ingresos de divisas. No es de extrañar que los trabajadores serbios hayan presentado resistencia a las privatizaciones, a los despidos y los recortes sociales, aunque de forma descoordinada y discontinua. Según la información disponible la situación de la desocupación en toda la ex Yugoslavia era catastrófica: desde el nivel más bajo de 8,6 por ciento en Eslovenia; 13,2 por ciento en Montenegro; 15,9 por ciento en Croacia: 22,6 por ciento en Serbia; 27,6 por ciento en Bosnia y Herzegovina (2011); 30,6 por ciento en Macedonia; hasta el increíble 40 por ciento en Kosovo (2010) (Central Intelligence Agency, 2012). II. Los desintegrados de la Unión Soviética i. La fragilidad de los “tigres” bálticos Aunque de reducido tamaño, pero con una posición privilegiada por su acceso a Europa y a Asia, los pueblos bálticos (unos 6 millones) han luchado durante siglos por su independencia frente a sus poderosos vecinos, la Rusia zarista, la Alemania imperial, los reinos de Polonia y de Suecia. Incorporados, en 1941, en condiciones discutibles, a la URSS, la crisis del bloque soviético hizo resurgir las demandas separatistas. Estonia, (1 millón) Lituania (3 millones) y Letonia (Latvia) (2 millones) se reconstituyeron como estados independientes, aunque pronto pasaron a depender de la Unión Europea y sometidos a la órbita militar de la OTAN. Mientras formaron parte de la antigua URSS conservaron su histórica posición de mayor desarrollo económico y cultural que el resto de las repúblicas. Al volver al capitalismo, los Estados bálticos experimentaron los mismos efectos negativos que sus vecinos: Dentro de la Unión Europea se ubicaron entre los de más bajos niveles de vida y con las jornadas de trabajo más largas. El gasto en protección social per cápita quedó a un cuarto por debajo del promedio europeo y la desigualdad de los ingresos de sus poblaciones figuró entre las más polarizadas (Dale, 2011, pág. 15). Hasta antes que estallara la Gran Recesión, los “tigres bálticos” eran 162 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo elogiados por el FMI y los consorcios transnacionales, y considerados entre los más “amistosos” para los negocios privados, particularmente para el capital extranjero. El flujo de inversiones financieras y sus ganancias fue de tal magnitud que muy pronto sus activos pasaron a manos de bancos foráneos –en un 65 por ciento en Letonia, 90 por ciento en Lituania y 98 por ciento en Estonia–. Los fáciles créditos extranjeros elevaron la deuda oficial y contribuyeron a un auge y crecimiento económico que duró hasta la explosión de la misma burbuja financiera que desde Wall Street se propagó hacia numerosas economías europeas. En 2009, los tres pequeños Estados sufrieron una reducción de sus exportaciones entre un 11 por ciento y un 23 por ciento; la producción industrial se contrajo entre un 13 por ciento y un 21 por ciento: y el PIB entre 14 por ciento y 18 por ciento. Estas cifras demostraron la fragilidad del auge de los bálticos que resultaron los más golpeados por la crisis internacional. Por su parte, los efectos en el desempleo fueron aún más dramáticos: en Estonia en los años 2009 y 2010 se registraron tasas de 13,8 por ciento y 19,1 por ciento; en Letonia, de 17,1 por ciento y 20 por ciento; y en Lituania de 13,7 por ciento y 17 por ciento. En 2012 todavía la tasa de desocupación alcanzaba al 15 por ciento, en el conjunto de los tres países. Además de la recesión, las terapias de shock aplicadas –que incluyeron fuertes rebajas de salarios, cierre de escuelas, reducción de operaciones quirúrgicas y menores pensiones– intensificaron el desastre. A pesar de la debilidad de los sindicatos y cierta resignación de la población, surgieron manifestaciones y protestas en Letonia y Lituania. El éxodo, otra expresión de malestar, abarcó a un 10 por ciento de la población; trabajadores jóvenes, técnicos y profesionales emigraron hacia el Reino Unido y Suecia. La pobreza afectó al 20 por ciento de sus habitantes31. Aunque en los años 2011 y 2012 se produjo una cierta recuperación en el PIB y en los ingresos empresariales, se necesitarán varios años más antes de que estas economías vuelvan al nivel anterior a la Gran Recesión. 31 El Mercurio, 23 de junio de 2012, ¿Qué están haciendo los países europeos que sí están creciendo en medio de la crisis? 163 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista ii. Ucrania, entre Oriente y Occidente32 La disolución de la Unión Soviética dio lugar a la formación de la República independiente de Ucrania. Con una población de 45 millones, es el más habitado de los territorios ex socialistas al oeste de Rusia, superando a Polonia y Rumania que le siguen; en el Occidente europeo, ocupa el sexto lugar después de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España. Los primeros siete años de reformas pro libre mercado no lograron impedir una continua declinación económica y una impresionante pérdida de dos tercios del PIB inicial. La población total disminuyó en varios millones, por emigración y empeoramiento de la salud. Su tasa de crecimiento se hizo negativa, la fuerza de trabajo redujo su productividad. En el período soviético se habían construido nuevas y modernas industrias como la aeronáutica, aeroespacial, ingeniería pesada, que fueron las más golpeadas por la ruptura de sus vínculos comerciales con la URSS. Con el tiempo han ido adquiriendo preeminencia la minería, el procesamiento de combustibles y materiales químicos, de mayor interés para los mercados occidentales. Una particularidad de Ucrania es que la resistencia popular a aceptar las reformas capitalistas, especialmente en sus formas neoliberales, está en el fondo de su inestabilidad política. El partido comunista ucraniano de la era soviética no fue disuelto ni transformado en socialdemócrata y ha conservado, aunque con altibajos, influencia política y significativa representación en la Rada (parlamento) y en organizaciones sociales. La evolución histórica de Ucrania está caracterizada por las marcadas diferencias dentro de su territorio y población, acentuadas en los períodos de crisis. La parte oriental es de ascendencia eslava e influencia rusa, mientras en los territorios occidentales, sus habitantes se sienten más vinculados a la cultura del oeste europeo, como forma de distinguirse de los rusos, aferrándose al pasado Habsburgo y al imperio austro-húngaro. Aunque los nuevos gobernantes se orientaron hacia el capitalismo, lo hicieron de manera distinta, según las fuerzas políticas dominantes. Unos, proclives hacia el libre mercado y el capital europeo occidental, los otros a favor de un capitalismo más nacional, incluso con propiedad estatal de la tierra y de industrias importantes y en alian32 Una fuente general para este acápite es Bojcun (2011). 164 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo zas con Rusia y sus capitalistas. El régimen del Presidente Kuchma, con esta estrategia, logró reanimar la economía desde 1998 y recuperar los niveles de ingresos de la población. La desocupación se redujo por debajo del 4 por ciento en el 2008, un logro notable. Pero en 2004, Kuchma fue derrotado por impulso de la llamada Revolución Naranja, fundada en las denuncias de corrupción y de los atropellos a los derechos democráticos. Las llamadas “revoluciones de colores”, que se extendieron por Georgia, Ucrania, Bielorrusia y otros Estados de la región, propiciaban gobiernos pro-occidentales y modelos neoliberales y tenían inocultable apoyo euro-atlántico. El nuevo gobierno Yushenko-Timoshenko (Presidente y Primera Ministra) favoreció el ingreso de capital europeo y entró en conflicto con Rusia; no pudo contrarrestar la crisis financiera internacional y el país cayó en recesión. El PIB se contrajo, en 2009, en un -14,8 por ciento, aunque tuvo cierta recuperación al año siguiente. El desempleo se situaba en ese año en 8,8 por ciento. En el 2009 hubo huelgas y manifestaciones de los sindicatos contra la congelación de salarios y los despidos. El gobierno naranja fue derrotado en las urnas ese mismo año y reemplazado por los azules, de Yanukovic y Azarov, sindicados como “pro-rusos”. Estos, como sus antecesores, acudieron al FMI en demanda de un segundo préstamo de gran envergadura. En la Encuesta Pew realizada en 2009, de los ucranianos consultados, un 62 por ciento respondió que el país se encontraba peor que cuando formaban parte de la URSS, mientras que solo el 12 por ciento opinó que se encontraba mejor. El apoyo que le daban en 1991, al “cambio hacia la democracia” alcanzó al 72 por ciento de los encuestados, pero en 2009 había disminuido al 30 por ciento; el respaldo a favor de la “economía de mercado” en esos mismos años se redujo desde el 52 por ciento al 36 por ciento. iii. Bielorrusia, la excepción Pasadas las turbulencias de los primeros años de su separación de la URSS, Bielorrusia (9 millones de habitantes) inició en 1994 una nueva etapa a partir de la presidencia de Alexsandr Lukashenko que continuaba en el poder en 2012, a través de sucesivas reelecciones con 165 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista notables victorias en las urnas; en diciembre de 2010 recibió el 79 por ciento de los sufragios, mientras de los nueve candidatos opositores, el que obtuvo mayor caudal solo alcanzó al 6,47 por ciento. La abstención fue del 10 por ciento de los 7 millones de inscritos. El régimen político es presidencialista, la TV es propiedad pública y la prensa está regulada. El “socialismo de mercado con planificación” que proclama Lukashenko y la independencia internacional de su régimen son mal vistas por las potencias occidentales que lo atacan por su cercanía a Rusia, sus políticas contrarias a la ortodoxia neoliberal. Contrasta esta campaña con el silencio ante las persecuciones y atropellos que otros gobiernos de la región cometen contra minorías como los gitanos, otras nacionalidades, judíos y comunistas. Desde 2007 la Cámara de Representantes está integrada por 110 miembros, de los cuales 98 de ellos no están afiliados a partidos políticos, sino que pertenecen a sindicatos, asociaciones y organizaciones civiles. De los 12 miembros restantes, 8 están afiliados al Partido Comunista de Bielorrusia que apoya al gobierno junto a un grupo de otros partidos. El 51 por ciento de la fuerza de trabajo labora en empresas estatales y el 47 por ciento en privadas. Hay capital extranjero, pero limitado. La industria tiene un alto peso en el PIB, también la agricultura. La mayor parte de las exportaciones está formada por maquinaria pesada (camiones y tractores), energéticos procesados y productos agrícolas. El comercio exterior se efectúa con Rusia, China –que está realizando grandes inversiones en el país–, los países vecinos, las naciones árabes y Venezuela. Los bancos pertenecen al estado en su gran mayoría. Desde 1999 hasta el 2008, el crecimiento anual del PIB ha fluctuado alrededor del 7,5 por ciento, uno de los más altos de zona. En 1993, el PIB per cápita de PPP (poder adquisitivo de paridad) llegaba a 4.300 dólares; en el 2007 se elevó a 7.300 y en el 2011, a 15.200 dólares. Según estimaciones del FMI en el 2015 podría alcanzar los 20.000 dólares, cifra similar a la de Polonia y Estonia, en 2011. Ya en el 2005, Bielorrusia había alcanzado la ocupación plena de su fuerza de trabajo con un desempleo mínimo de 1,5 por ciento. En el 2009, el año más crítico de la recesión internacional, la cifra había bajado al 1 por ciento, la más baja 166 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo del mundo en economías de igual o mayor tamaño (Central Intelligence Agency, 2012). “En Bielorrusia, apenas si hay pobreza, su índice es casi cero” afirmó Anton Broek, representante del PNUD, al presentar su informe anual de 2009. Según el corresponsal de Pravda en Minsk, citado por The Guardian, la popularidad de Lukashenko se explica porque los ingresos de la población crecieron de manera estable, la distribución de las rentas es la más igualitaria de la región y se encuentra entre las 10 primeras más equitativas del mundo, agregando que en Bielorrusia no hay millonarios como en Rusia. III. Rusia de regreso al capitalismo La Revolución Socialista de 1917 dio origen a un nuevo e inmenso Estado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, siendo la antigua Rusia, de lejos, la República más poderosa en población, territorio, recursos naturales y desarrollo industrial. Sin embargo, pasó un decenio antes que la economía de la URSS se recuperara de las destrucciones que habían causado la Primera Guerra Mundial, la guerra civil y la invasión de las potencias europeas. A pesar de la notable recuperación alcanzada, el paro forzoso constituía uno de los graves problemas no resueltos. En 1924, subsistían 1,2 millones de desocupados en las ciudades (Academia de Ciencias de la URSS, 1979, pág. 157), lo que equivalía aproximadamente a un 10 por ciento de la población activa urbana. El bajo ritmo inicial de acumulación de las inversiones y la gradual reconstrucción de la industria no permitían absorber a los soldados desmovilizados y a la afluencia de los campesinos a las ciudades, en busca de trabajo y alimentos. Aunque de nivel modesto, se estableció por primera vez en la historia mundial, el seguro de cesantía y se limitó, por ley, a ocho horas la jornada diaria de trabajo. El primer Plan Quinquenal (1928-1932) inició una nueva etapa de crecimiento acelerado. Los desocupados empezaron a disminuir más rápidamente. Uno de ellos, Mijail Shkunov, fue el último inscrito en las oficinas de colocaciones que logró su puesto de trabajo; era el 13 de marzo de 1930. Trece años después de la Revolución Bolchevique, mientras en el resto del mundo había millones de cesantes, el primer 167 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista país socialista eliminaba el paro forzoso. Tal logro se mantuvo por espacio de seis décadas. i. Estancamiento y Perestroika A pesar de las vacilaciones, retrocesos y rémoras del pasado, el balance de los veinte años transcurridos desde la muerte de Stalin, (1953- 73) todavía era positivo. A comienzos de la séptima década del siglo, la URSS seguía mostrando una economía dinámica que, más lentamente, continuaba acortando distancias con los estados capitalistas desarrollados, consolidándose como la segunda potencia mundial. Todo cambió en el curso de los años setenta. Tuvieron lugar los shocks petroleros; se inició el llamado “período del estancamiento”; en desmedro de las inversiones civiles para la modernización de la economía aumentaron los gastos militares para alcanzar la paridad estratégica con EE.UU.; se decidió la invasión a Afganistán con altos costos materiales, humanos y políticos. La URSS subestimó el profundo alcance mundial de la crisis energética y su asociación con el deterioro del medio ambiente. Sus dirigentes demoraron diez años decisivos en asumir a plena conciencia la crisis ecológica mundial que avanzaba y el viraje en los modos de producir y consumir que la humanidad estaba necesitando. Entretanto el capitalismo se orientaba a drásticas reformas económicas y políticas destinadas a reforzar su dominación y dejar atrás a sus adversarios de la Guerra Fría. El ritmo de crecimiento de la renta nacional venía disminuyendo de un plan quinquenal al siguiente: Desde 41 por ciento en el quinquenio 1966-1970, al 28 por ciento en 1970-75, 21 por ciento en 1975-80 hasta 17 por ciento en 1981-1985 (Academia de Ciencias de la URSS, 1987, págs. 16, 38). Mientras la crisis petrolera obligaba a Occidente a una vasta restructuración tecnológica destinada al ahorro de energía, materias primas y trabajo manual, la URSS continuaba aumentando el gasto de insumos por unidad de producto. Apareció la contradicción que algunos creían imposible en el socialismo: las relaciones sociales de producción estaban frenando el desarrollo de las fuerzas productivas, 168 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo especialmente la aplicación de la ciencia, la técnica avanzada y la de los recursos naturales y el medio ambiente. Recién a mediados de los años ochenta, después de la muerte de Brezhnev y Cherchenko, la nueva generación de dirigentes reconoció que los problemas eran más profundos que los diagnósticos anteriores. La situación había llegado a un punto crítico. En 1982, se detuvo por primera vez en decenios, el incremento de los ingresos reales de la población. El Plan Quinquenal 1981-85 quedó sin cumplirse. Se habían agotado las posibilidades del crecimiento “extensivo”. Todo dependería, en el futuro, del crecimiento “intensivo”, del incremento sustancial de la productividad del trabajo y de la mayor eficiencia de cada uno de los insumos productivos. Se requería una ordenada reestructuración del sistema económico, la cual tenía que abarcar también el ámbito político, para asegurar la comprensión y participación activa de la población. Cuando la Perestroika fue anunciada en 1985, recibió una acogida favorable. Había consenso en utilizar las ventajas de los métodos monetario-mercantiles, estimular variadas formas de propiedad social e individual, reorganizar el sistema de precios de acuerdo con los costos reales y las demandas de los consumidores, incentivar la innovación productiva, remunerar adecuadamente a los profesionales y al rendimiento individual, elevar la calidad de la planificación global, simplificar y descentralizar la gestión del Estado. Nadie expresaba públicamente otra posición: La Perestroika estaba destinada a reforzar un socialismo desarrollado y profundizar la democracia socialista; en ningún caso a restablecer el capitalismo y sus estructuras políticas. Así lo reiteraba Gorbachov, una y otra vez, hasta que sustituyó su discurso marxista por el Nuevo Pensamiento, negando la existencia de la lucha de clases; ante la sorpresa de sus asesores y por cuenta propia empezó a desmantelar las bases del sistema soviético y sus alianzas en Europa Oriental (Ligachev, 1996; Dobrynin, 1998). Pero, el más audaz de los que renegaron del socialismo fue Yeltsin quien se hizo con el poder, separó a Rusia de la URSS, desconociendo la voluntad plebiscitaria de los soviéticos, intentó colocar al PCUS fuera de la ley y ordenó el asalto sangriento contra el Congreso, instaurando el predominio de la corrupta camarilla de los 169 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista “oligarcas”. Mientras, Gorbachov dimitía de sus cargos, renegaba de su partido y se declaraba socialdemócrata. Los dos primeros años de la Perestroika, 1985-87, arrojaron resultados positivos, pero, desde 1987 hasta 1991, una serie de errores, fracasos, vacilaciones y agudas divergencias en la cúpula mostraron la formación de una fracción de dirigentes que se encaminaba solapadamente a liquidar todo el sistema soviético y abrirle paso al capitalismo. Con este fin atacaron públicamente a los sinceros partidarios de las reformas dentro del socialismo, calificándolos de “neoestalinistas” y “enemigos de la Perestroika”. Bajo las dos presidencias de Yeltsin (1991-1999) se privatizaron acelerada y fraudulentamente las grandes empresas públicas en favor de verdaderas mafias. Para esta campaña utilizaron los medios de comunicación masivos, dirigidos por Yakolev, convertido en el principal colaborador de Gorbachov. Los defensores de la Perestroika socialista quedaron debilitados. Ante la ausencia de una dirección política única y decidida, se reavivó el separatismo de algunas repúblicas, como en Lituania, Georgia, Armenia. Las ciudades, las empresas se lanzaron, cada una por su cuenta, a la promoción de sus intereses estrechos, localistas o inmediatistas, en contraposición a los intereses de la sociedad en su conjunto. La indisciplina, la anarquía, acentuaron los desequilibrios financieros. La inflación se desató, las exportaciones declinaron y, junto a urgentes importaciones de alimentos incrementaron el déficit del comercio exterior. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en los años 1987-89, el producto per cápita se había estancado. En 1990- 91, la economía soviética tuvo un retroceso absoluto. El nivel general de vida descendió fuertemente por primera vez en tiempos de paz y esa catástrofe se prolongó por un decenio (Stiglitz, 2002). ii. La discusión sobre la cesantía y el derecho al trabajo A medida que se trataba de aplicar la Perestroika, la pugna entre los que querían destruir el sistema socialista y los que esperaban fortalecerlo se fue agudizando. Uno de los temas más discutidos era la política de empleo. 170 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Los expertos de la OIT afirmaban en 1984 que en la Unión Soviética y países socialistas de Europa no había desocupación involuntaria, sino, al contrario, escasez aguda y creciente de mano de obra. Reconocían que allí regía realmente el derecho a trabajar y la garantía del puesto de trabajo, consagrados en sus textos constitucionales (OIT, 1984). También estudiaron el desempleo friccional, formado por los buscadores de trabajo, egresados de la enseñanza, renunciantes voluntarios o involuntarios, afectados por reducción de personal de empresas en reestructuración. Desde los años sesenta, la URSS había restablecido las oficinas de colocación para facilitar el encuentro entre demandantes y ofertas de empleo. Según la OIT, el tiempo que estos trabajadores demoraban en encontrar ubicación era incomparablemente menor que el que requerían en Occidente (OIT, 1984). Según la ley, las empresas en reestructuración tenían la obligación de buscar empleos a los despedidos. Las empresas o el Estado tenían a su cargo los costos de reciclaje o mejoramiento profesional. Los críticos más recalcitrantes del sistema soviético sostenían que la ocupación plena era una ficción. Aducían no solo la existencia inevitable del desempleo friccional, sino también el exceso de personal en muchas empresas y servicios, al que calificaban de “desempleo disfrazado”. Ciertamente el fenómeno existía, pero no se podía calificarlo de desocupación. Ésta se caracteriza por su carácter involuntario y generalizado. Los cesantes carecen de ocupación remunerada cuando la demanda del capital social es inferior a la disponibilidad de brazos y cerebros. En el sistema soviético, a través de los planes quinquenales, la demanda global de las empresas se ajustaba y a menudo era superior a la disponibilidad de fuerza de trabajo. En todo caso, existían marcados desequilibrios en las diferentes repúblicas de la Unión. Desde luego, en las regiones más desarrolladas predominaba la escasez, y a veces, ésta era aguda. También era difícil conseguir voluntarios para las grandes obras de Siberia, para el Extremo Oriente o el norte de la Unión. Al mismo tiempo, en las repúblicas de Asia Central se dejaba sentir cierto desempleo que en los años del estancamiento y crisis de la Perestroika adquirió magnitudes alarmantes sobre todo en la juventud. Una causa de este desencuentro residía en 171 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista la marcada diferencia en el aumento demográfico; mientras en Rusia, Ucrania y las Repúblicas Bálticas, éste no pasaba de 1 por ciento o 1,5 por ciento, en Asia Central sobrepasaba fácilmente el 2 por ciento. También a veces se frenaba la movilidad de los trabajadores desde las regiones excedentarias a las deficitarias, en parte por prejuicios étnicos. Tampoco se promovía un desarrollo más acelerado en las repúblicas más atrasadas con superávit, quizás, por las mismas razones.,..../////.......


iii. El fin del pleno empleo Al final de los ochenta, la crisis del sistema elevó el déficit fiscal, aumentó la cantidad de dinero en circulación, mientras los precios, dejados en libertad total o parcial, se elevaban desordenadamente. El caos en la producción dejaba vacíos los estantes de las tiendas. El comercio exterior, otrora respaldado con cuantiosas reservas de oro y divisas que daban al país solvencia como deudor, cayó violentamente y en un agudo desequilibrio. La disolución del COMECON (el mercado común de los países socialistas) provocó pérdida de exportaciones y de fuentes de aprovisionamiento. Incluso la baja de los precios del petróleo y del gas en los años ochenta le significó a la URSS fuertes perjuicios. La desocupación involuntaria reapareció en las ciudades; a poco surgieron sus acompañantes inevitables, la delincuencia y la mendicidad. Según Pravda, en el sureste de la Unión, en 1986, la tasa de cesantía estaba fluctuando, entre el 18 por ciento en Armenia y 27 por ciento en Azerbaiyán. Se dijo que muchos de los jóvenes detenidos en los enfrentamientos étnicos armados en la región no tenían trabajo; las reformas económicas y los despidos entre 1986 y 1989 habían afectado ya, venían abogando en favor de despidos masivos, argumentando que de ese modo se acelerarían las reformas, sin importarles si ellas reforzarían la cohesión de la sociedad socialista o favorecían la atomización de los trabajadores. A ello se oponían, en aquel momento, Gorbachov y sus asesores. En la discusión participaban economistas friedmanianos occidentales que recomendaban, sin tapujos, el tratamiento de shock, mientras otros, de orientación keynesiana, recomendaban prudencia y gradualidad. 172 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo En 1990, según el Ministro del Trabajo, Vladimir Sherbakov, había en la URSS, 2 millones de parados. Si la cifra era correcta, la tasa de desempleo todavía era baja a escala de todo el país, menos del 2 por ciento en una población activa de 136 millones33. Pero, para 1991, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa anticipaba unos 5,3 millones de desocupados, lo que ya representaba cerca de un 4 por ciento34. Los pronósticos, según las distintas fuentes, coincidían en que la desocupación seguiría aumentando. El economista de la OIT, Guy Standing, agregó que, a ese nivel de desempleo, una incontenible emigración se desencadenaría sobre Occidente35. Entretanto, la ley laboral que entró en vigencia en julio de 1991 estableció que los despedidos continuarían recibiendo su sueldo por tres meses y de permanecer cesantes gozarían de un subsidio equivalente al 50 por ciento de su anterior salario, hasta por otros seis meses. En el decenio de los noventa, Rusia sufrió una depresión más larga y profunda que cualquiera otra gran economía, en tiempos de paz. Entre 1991 y 1998, el PIB cayó más de un 40 por ciento y aún más la industria y la agricultura (Haynes, 2011). Al comienzo de este período (1992) todavía la cesantía no era tal alta, 5,2 por ciento. La inflación no solo redujo los salarios reales sino que evaporó los ahorros familiares acumulados durante décadas. Según el Índice de Desarrollo Humano por habitante (IDH), en 1987 todavía Rusia se ubicaba en un favorable lugar 26, entre 130 países. En cambio en 1994 se había hundido al puesto 72, entre 174 países. El índice de mortalidad que hasta los años sesenta era uno de los más bajos del mundo, se elevó en los años 80 y continuó subiendo en los años noventa en forma alarmante. Consecuentemente la sobrevivencia de los hombres bajó en 2008 a 61 años, por las malas condiciones de vida y enfermedades como el alcoholismo. En el 2008 la pobreza oficialmente reconocida afectaba al 16 por ciento de los habitantes, pero una fracción adicional de 27 por ciento de la población se encontraba en el umbral de ella. La mitad de la población carecía de ahorros y el 68 por ciento de los pobres no tenía acceso a tratamiento médico. En la primera oleada de la transición al 33 La Época. Según El País, Madrid, Santiago de Chile, 11 de mayo de 1990. 34 La Época. Según Reuter, Ginebra. Santiago de Chile, 6 de abril de 1991. 35 El Mercurio. Según The Economist, 30 de junio de 1991. 173 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista capitalismo quedaron fuera del mercado laboral una alta proporción de mujeres, buena parte de la tercera edad, discapacitados, trabajadores de baja calificación. Según la OIT, en 2008, al inicio de la Gran Recesión el desempleo se encontraba en el 8,4 por ciento. Sin embargo, la economía rusa estaba recuperándose, gracias a la elevación de los precios de los hidrocarburos y al fuerte plan de estímulos fiscales. Según la misma fuente la tasa de desempleo bajó en el 2010 al 7,5 por ciento y en enero de 2012 se había reducido al 6,4 por ciento. La transición a un capitalismo salvaje, particularmente en el período de Yeltsin, mediante el corrupto proceso de privatizaciones de las grandes empresas industriales y financieras ha sido profusamente documentado. Es conocida la formación en esos años de una camarilla, no exenta de miembros mafiosos, apodados los “nuevos rusos”, una parte de los cuales ostenta sus lujos en Moscú como lo hacía antes la aristocracia de los zares; otra parte pasa su existencia en las playas de Chipre, Mónaco y diferentes paraísos fiscales o son protagonistas de la vida nocturna en Londres y otras capitales. Según el Informe Capgemini sobre la riqueza en el mundo, los millonarios rusos sumaban unos 117.000 individuos –menos del 0,1 por ciento de los habitantes; de ellos, unos 62 eran billonarios (más de US. 1.000 millones de capital) y la suma de todos sus haberes llegaba a 297 mil millones de dólares.. El coeficiente de Gini calculado para 1992 y 2009 mostró cómo había aumentado la desigualdad de los ingresos en la era postsoviética. En 1992, cuando el desastre recién comenzaba era de 0,289, o sea, todavía era uno de los países con menor inequidad en el mundo, mientras que en pleno capitalismo salvaje había aumentado a 0,442, es decir, colocaba a la nueva Rusia entre los de mayores contrastes. Rusia dejó de ser el país libre de las crisis y depresiones del capitalismo. Su economía quedó fuertemente sometida a los vaivenes del precio del petróleo que llegó en un momento a 134 dólares el barril en 2008, para derrumbarse a continuación a 34 dólares en Enero del 2009 y volver a subir hasta más de 100 dólares en los años siguientes. La dependencia de los ingresos de la producción de gas y crudo y de otras materias primas, va asimilando la economía rusa a la típica de los países subdesarrollados. La industria y la construcción redujeron su importan- 174 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo cia como fuentes de empleo y en cambio se expandieron el comercio, los servicios y la minería. Con todo, el auge de las materias primas y la resistencia nacional a las políticas neoliberales de recortes sociales le dan una otra oportunidad a un nuevo modelo ruso de economía regulada y orientada por el estado. IV. China desde Mao a Deng i. Seis décadas de transición al socialismo El fin del feudalismo en China comienza en 1911 con la revolución de Sun Yan Tsen que derrocó a la dinastía Manchú e instauró la República, pero ésta tuvo que convivir con los enclaves coloniales de británicos, franceses y japoneses, por otros treinta y cuatro años más. Después de expulsar al invasor japonés, en 1945 estalló la guerra civil entre las fuerzas pro-norteamericanas del Kuomintang y las de los comunistas apoyadas por la URSS, en medio de un caos económico con hiperinflación y desempleo masivo en las ciudades y miseria en los campos. La victoria militar de los maoístas condujo a la fundación de la República Popular que completó 63 años de existencia en 2012. La transición de China al socialismo puede dividirse en tres etapas: a) el primer decenio, o período democrático popular; b) la ruptura con la URSS y la “revolución cultural” y, c) la instauración de una inédita “economía de mercado socialista”. El primer decenio fue el de la reconstrucción, la superación de los daños de las guerras y la creación de una nueva estructura económica y social. En este período, el país salió de la hiperinflación, aumentaron los ingresos fiscales y se establecieron los equilibrios macroeconómicos. La reforma agraria, realizada por etapas, puso fin al predominio de los terratenientes y mediante inversiones de infraestructura, limitó los estragos de sequías e inundaciones. Se inició la industrialización planificada en todo el territorio. El analfabetismo, que afectaba a la inmensa mayoría fue superado rápidamente. Mejoraron las condiciones sanitarias y subió la expectativa de vida. La desocupación en las ciudades que afectaba a unos cuatro millones, fue absorbida en los primeros 175 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista seis años. A fines de 1955 se empezó a observar escasez de obreros. Entretanto, se había establecido agencias de colocaciones e instaurado un seguro para los desempleados (Solomon, 1957). Para el décimo aniversario de la Revolución, los visitantes extranjeros se admiraban ante la ausencia de mendigos, vagabundos o enjambres de jóvenes y niños en trabajos precarios, típicos de las ciudades de Asia y África. En cambio, la sub-utilización de la fuerzas laboral en la agricultura, a causa de su baja productividad, era visible. En muchos trabajos del campo, por la escasez de maquinarias o ganado de labor o carga, hombres y mujeres los reemplazaban. Las grandes obras públicas, a falta de maquinarias, ocupaban decenas de miles de obreros. En todo caso, toda la población tenía acceso a un trabajo remunerado que, aunque mínimo, atendía las necesidades más elementales. En el segundo período, 1960-1978, la economía y la política experimentaron un rumbo fluctuante. Se produjo la disputa y la ruptura con la Unión Soviética y sus aliados de Europa del Este, por múltiples diferencias sobre la teoría, la práctica y la estrategia. Mao Tse Tung optó por una variante neo-estalinista, centralizada, autárquica y agresiva frente a Occidente. Se puso en práctica “el gran salto adelante” con el cual se pretendió ilusoriamente encontrar un atajo para arribar al comunismo, antes que el país saliera de la pobreza y el atraso. En el agro se implantó el sistema de las comunas populares, agrupaciones sociales autónomas, consistente en el reparto de las cosechas sobre una base estrechamente igualitaria, según las necesidades individuales y sin tener en cuenta el aporte productivo de cada campesino. Esto condujo muy pronto al desinterés por el trabajo y al estancamiento. Las primeras críticas a varias de las concepciones y políticas de Mao de esta etapa se manifestaron ya en 1958. En los sesenta y setenta, el descontento se hizo más intenso y Mao era sostenido por una campaña de culto a su persona en desmedro de la dirección colectiva, campaña impulsada por Lin Piao y luego por “La Banda de los Cuatro”, avaló una represión sistemática y masiva de sus críticos. Se la denominó “Revolución Cultural” y fue una repetición, con métodos menos violentos, de la represión estalinista. Durante esta “Revolución Cultural”, la economía tuvo retrocesos debido al caos que originó. Se informó de 176 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo caídas en la producción de alimentos y reaparecieron las hambrunas masivas en algunos años de malas cosechas. Se expandió la cesantía en las ciudades. Muchos desocupados fueron enviados a las zonas rurales. Se hizo más dura la prohibición de abandonar el campo. Un balance entre 1958 y 1978, reveló que el incremento del ingreso por familia urbana fue magro, probablemente menos de un 10 por ciento. Los campesinos resultaron favorecidos con un aumento mayor, alrededor de un 30 por ciento (Van Ginneken, 1988, pág. 134). La industrialización estatal continuó a buen ritmo. En resumen, considerando los dos períodos, uno bueno y otro malo, la economía creció a un promedio anual de 5 por ciento. ii. Primeros pasos del socialismo mercantil planificado El tercer período comenzó en 1978, superó la grave crisis política de Tianammen en 1989, pero continuaba vigente en 2013. Después de las muertes de Mao TseTung y de Chou EnLai y bajo la dirección del veterano revolucionario Deng TsiaoPing, en los tres decenios siguientes nuevas generaciones de líderes se han sucedido, manteniendo los principios políticos fundamentales definidos en 1978. En lo económico, se efectuó un viraje desde los métodos burocráticos y la dirección administrativa centralizada hacia una “economía mercantil-planificada”. La primera serie de reformas se efectuó en la agricultura. Se derogó la comuna popular, los campesinos individuales pudieron arrendar por períodos de 14 años las tierras comunales, decidir el uso de ellas y el destino de sus cosechas; una parte podía ser comercializada libremente. En las aldeas y poblados rurales se estimuló una mayor autonomía de las pequeñas empresas. Éstas, de propiedad comunal, cooperativa y luego también privadas, se abrieron a la fabricación de herramientas, fertilizantes, materiales de construcción y generación eléctrica. Hacia estas fuentes de trabajo se canalizó parte importante del excedente de población agrícola. En las ciudades, se otorgó a particulares licencias para abrir comercios minoristas, peluquerías, talleres de reparación de vestuario, calzado, bicicletas, o servicios de transporte. 177 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista En la gran industria, pocos cambios se habían introducido. Pero luego se ampliaron a todas sus ramas, el comercio, la construcción y los servicios. Al comienzo, las reformas se redujeron a que las empresas estatales retuvieran parte de sus utilidades, es decir, el remanente después del pago de impuestos. Se estableció la posibilidad de quiebra y cierre de empresas y se otorgó mayores atribuciones a los directores generales. Se autorizó la venta de empresas públicas, generalmente pequeñas y medianas, a los trabajadores por autogestión, empresarios privados, municipios y provincias, cooperativas y se permitió crear sociedades por acciones. A mediados de los ochenta la reforma industrial contempló la reestructuración de la propiedad y gestión de las empresas estatales, la que se intensificó en los noventa. Se decidió traspasar empresas a municipios, gobiernos provinciales, cooperativas y empresas autogestionadas y fomentar la creación de otras nuevas, incluso con participación de universidades e institutos de investigación. A la vez se privatizó una parte de ellas, de tamaño medio y pequeño que carecían de importancia estratégica o porque eran incapaces de autofinanciarse. Se propició la fusión de empresas y cambios en las líneas de producción. Se implantó el seguro de desempleo para enfrentar las consecuencias de la fuerte reducción de personal en las empresas reorganizadas. La ley cubría los despidos, cierre de fábricas y renuncias voluntarias. Establecía cursos de capacitación en nuevas profesiones y oficios. El seguro financiaba entre el 60 por ciento y el 75 por ciento del salario medio de los últimos dos años y duraba hasta un año; se podía extender un segundo año, pero el subsidio se reducía hasta el 50 por ciento. Las empresas debían contribuir al Fondo de Cesantía con el 1 por ciento del fondo de remuneraciones. Se estableció también el contrato a plazo fijo, pero con una duración no menor de cinco años (Van Ginneken, 1988, pág. 145). Al mismo tiempo, se abrieron las puertas al capital extranjero, a través de empresas mixtas y, en algunos casos, como filiales exclusivas. Se estableció un gran número de zonas geográficas “especiales” donde podían operar empresas extranjeras. Las provincias costeras asignadas a este tratamiento recibieron un gran impulso. La inversión extranjera no solo atrajo mano de obra inmigrante del interior, de baja calificación, 178 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo sino que permitió la creación de empresas nacionales de mayor nivel tecnológico, destinadas a abastecer a las ensambladoras y más tarde a ensamblar ellas mismas. Las autoridades provinciales y locales adquirieron más autonomía y posibilidades de financiamiento para infraestructuras urbanas modernas. Las reformas económicas fueron acompañadas de cambios políticos. Se levantaron las sanciones a los perseguidos, algunos de los cuales volvieron a ocupar altas responsabilidades de gobierno. Los órganos partidarios reforzaron la dirección colectiva e implantaron la permanencia temporal en los cargos directivos. En años recientes se puso en práctica un sistema electoral para los órganos locales de poder. Se redujeron las restricciones en el campo cultural. China Popular negoció un nuevo modus vivendi con EE.UU. y Japón, pasando a ocupar su puesto con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Reincorporó pacíficamente a su soberanía los enclaves de Hong Kong y Macao. Con todo, al final del primer decenio de las reformas de mercado y en el clima de crisis del socialismo real de Europa Oriental, en Beijing y otras ciudades se incubó un nuevo descontento por la corrupción, las desigualdades, la inflación, el enriquecimiento ilícito y la pérdida de ciertas conquistas sociales, todo mezclado con demandas de grupos intelectuales partidarios de la democracia occidental y de un giro total al dominio del mercado. Las manifestaciones masivas de Tiannammen y su tratamiento dividieron a la dirección del PC chino, pero la mayoría estuvo a favor de sostener el orden público, aunque con tácticas flexibles. El Ejército se conservó unido en defensa del régimen, junto a la gran masa de campesinos y obreros del resto del país. Deng Tsiaoping, el artífice de las reformas, fue decisivo en la preservación del poder político y del rumbo al socialismo (los cuatro principios cardinales) y condenó las propuestas de “liberalización burguesa”. Mientras la URSS y sus aliados de Europa Oriental sucumbían, los comunistas chinos resolvieron la trágica crisis de Tiananmen sin ceder en sus principios fundacionales, corrigieron errores y reafirmaron el previsor viraje hacia la “reforma y apertura”, reafirmando su objetivo de construir el “socialismo con características chinas”. 179 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista En los años noventa la RPCH fue aceptada como miembro de la Organización Mundial de Comercio, después de largas negociaciones no sin antes efectuar concesiones; en todo caso, las ventajas que obtuvo de su ingreso le permitieron proseguir la expansión de su comercio exterior, alcanzar el rango de primer exportador e importador mundial, obtener constantes superávits en su balanza de pagos y acumular cuantiosas reservas en divisas, como para competir con el FMI. Su Fondo Soberano de 1 billón 500 mil millones de dólares es el más elevado del mundo, (Mayo de 2013) convirtiéndose en un factor importante del mercado mundial de inversiones de capital. Desde luego es el principal acreedor de la deuda de EE.UU. Los resultados económicos en el tercer período fueron notables. En tres decenios (1978-2008) la economía creció a una tasa cercana al 10 por ciento, anual sin que ninguna recesión, internacional o interna la detuviera. No afectó su marcha ascendente la crisis asiática y siguió adelante después de la explosión de la subprime, aunque la recesión europea y la norteamericana le significaron menores exportaciones. En la década 2002-12 –la década de Hu Jintao y Wen Jiaobao– China más que duplicó su PIB total. El FMI pronosticó que para 2016, China desplazaría a EE.UU. y se convertiría en la primera potencia productiva del planeta. El progreso en la agricultura fue espectacular, manteniéndose el carácter colectivo de la propiedad de la tierra, con diversas formas de usufructo, familiar o privado, de cooperativas y servicios estatales. La productividad agropecuaria se elevó con el uso masivo de maquinaria, semillas mejoradas, riego tecnificado, control de suelos y aguas y otras técnicas avanzadas. Cientos de millones de campesinos salieron de la miseria. En 2007, en cada 100 hogares campesinos, había 46 lavadoras, 78 celulares, 94 televisores. Por las dimensiones de su industria, en 2010 China superó a EE.UU., pasando a ser el primer productor fabril del mundo. Quedó atrás la primera etapa de producción manufacturera liviana para la exportación como juguetes, textiles o herramientas, para pasar a la producción y/o exportación de automóviles y camiones, maquinarias y equipos para la agricultura y la construcción, computadores, celulares 180 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo inteligentes, equipos electrónicos, servicios y aplicaciones de software, de comunicación, etc. En la primera década del nuevo siglo la producción comienza a reorientarse menos a las exportaciones y más al consumo interno el cual crece, sin ser afectado por las recesiones de los mercados externos. Grandes contingentes de trabajadores urbanos adquirieron modernas y nuevas viviendas, equipamiento doméstico, acceso a la educación superior y bienes culturales. Aunque con retraso mejoró el acceso a la salud. La expectativa de vida subió a 71 años en el 2005. A pesar de su notable aumento a lo largo de décadas, el nivel de vida de la gran mayoría de la nación china tiene todavía un largo camino por recorrer para alcanzar su meta de una sociedad “medianamente acomodada”. El producto bruto per cápita chino según el Banco Mundial era de 8.400 dólares (PPP) en 2011, con el cual ocupaba el lugar 94 en el ranking del Banco Mundial, es decir, en la mitad de su lista de 180 economías consideradas; superaba a grandes países del mundo subdesarrollado, como Egipto, Indonesia, India y Pakistán, a la casi totalidad de África y una parte de América Latina, pero todavía por debajo de Argentina, Chile, México, Venezuela, Brasil, Perú y Colombia. En todo caso, los habitantes bajo la línea de pobreza no alcanzan al 10 por ciento de la población total. Por el IDH del PNUD, ocupa el lugar 101 entre los 200 territorios analizados. iii. El desempleo y la regulación demográfica Un gráfico de Econosseur que cubre el período 1977-2007 muestra, con datos oficiales, la evolución del desempleo en el período de la economía socialista de mercado. La curva parte con una tasa de 5,3 por ciento, en seguida desciende hasta el 2 por ciento, alrededor de 1985, luego sube moderadamente hasta el 3 por ciento, en el 2000, para marcar el 3,4 por ciento, en el 2004. Por su parte, el Banco Mundial con datos actualizados hasta el 2 de marzo de 2011, exhibe una curva que parte en 1981 con el 3,8 por ciento, tiende a disminuir hasta 1985, con el 1,8 por ciento, y luego asciende al 4,9 por ciento, el 2009, el año más impactante de la Gran Recesión Mundial. 181 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista Las cifras oficiales incluyen solamente el desempleo urbano. Beijing admitió que en 2010, los desocupados urbanos sumaban 24 millones de personas en todo el país, mientras que estimaba en 8 millones los desocupados en las áreas rurales. Esto significa que en ese año al porcentaje urbano habría que agregar un 1,4 por ciento más para incluir el desempleo rural. Naturalmente no faltan los críticos de estas cifras. Algunos informes de la CIA y una encuesta académica china hacen subir la desocupación total al 8 por ciento. Según Indexmundi.com la cifra de los urbanos no abarca a los trabajadores migrantes, por lo que, al por ciento oficial para 2010 de 4,1 por ciento, habría que agregar dos puntos porcentuales más. Aunque las comparaciones internacionales dependen en parte de diferencias metodológicas, se observa que ninguna de las economías más desarrolladas y pobladas del mundo –EE.UU., Rusia, Japón, Alemania– ha logrado en largos períodos reducir las tasas de desempleo a niveles tan bajos como China. Entre los países que exhiben menores tasas de desocupación figuran India, 3,8 por ciento (2008); Vietnam 2,9 por ciento (2009); Corea del Sur, 2,9 por ciento (2012), y los europeos Noruega, Suiza y Austria (2012) (Central Intelligence Agency, 2012); a la vez el grado de desempleo en China es menor que en otros 190 países y territorios considerados. En la China post-maoísta, se llevó a cabo por primera vez una estrategia de regulación demográfica, para incidir en el desarrollo económico y en la ocupación laboral. Se propició la campaña “una familia, un hijo” que otorgó beneficios y subsidios al primer hijo, no así a los siguientes. Por su parte, las mujeres chinas adoptaron los modernos métodos anticonceptivos en un grado superior al de sus congéneres de muchos países desarrollados. En los años cincuenta, la población china se calculaba en 600 millones. Al comenzar los noventa la cifra se situaba en 1.100 millones y se esperaba llegar a un techo de 1.500 millones a mediados del siglo. La tasa de crecimiento demográfico era, a comienzos de los setenta de 2,7 por ciento anual, una de las más altas del mundo. Al inicio de los noventa había bajado al 1,4 por ciento anual (Banco Mundial, 1986, pág. 228) y se esperaba en los próximos años bajar a menos del 1 por ciento. Numerosas medidas contribuyeron a reducir el aumento demográfico y satisfacer mejor el hambre de puestos de trabajo. Algunos especialistas, por el contrario, advierten sobre 182 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo el rápido envejecimiento de la población y la futura escasez de jóvenes trabajadores (Banco Mundial, 1986, pág. 228). A pesar de que en 2010 la población rural dejó de ser la mayoría a favor de la urbana, el margen de aumento de la productividad agropecuaria y rural deja aún espacio para la emigración campesina y la expansión urbana en zonas no congestionadas. Para encausar esta tendencia, los gobernantes chinos llevan adelante planes de desarrollo en las regiones occidentales poco pobladas, rebajan impuestos y otorgan mejores precios a los campesinos, instalan nuevos servicios e infraestructuras que crean ocupaciones y mejores condiciones de vida en las aldeas y poblados. Por este cambio, a finales del primer decenio del nuevo siglo la emigración a las ciudades costeras se redujo. Los empresarios se quejaron de cierta escasez de mano de obra, lo que las obligó a ceder aumentos de salarios y otros beneficios que los trabajadores venían reclamando por medio de movilizaciones y paros, con el acuerdo de autoridades. En numerosos casos se trató de demandas contra grandes fábricas de propiedad transnacional, las cuales, violando la ley, no permitían la formación de sindicatos, la negociación colectiva e implantaban jornadas excesivas o extenuantes. Según las estadísticas oficiales, en el 2008 la estructura de la propiedad de las empresas industriales era la siguiente: Número de empresas estatales o controladas por el estado, 21.313; de propiedad colectiva no estatal, 158.950 y, de propiedad privada, 245.850. En cuanto a la producción industrial bruta, la distribución, en yuanes y en proporción al valor total era así: empresas estatales o controladas por el estado, 28,5 por ciento: de propiedad colectiva no estatal, 42,78 por ciento y, de propiedad privada, 28,88 por ciento (Xie, Li, & Li, 2013). De estas cifras se desprende la decisiva magnitud e importancia económica de las empresas estatales. A pesar de que constituyen apenas el 5 por ciento del total de empresas industriales, producen el 29 por ciento del valor de la producción y sumada al proveniente de las otras formas de propiedad colectiva alcanza al 71 por ciento del total. En cambio las empresas privadas, aunque constituyen el 51 por ciento de las unidades productivas solo aportan el 29 por ciento. Otros indicadores como las ganancias, los activos, los impuestos que aportan y la pro- 183 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista ductividad por empleado, son igualmente reveladores de la mayor envergadura de las empresas de propiedad estatal y, en conjunto con las de propiedad colectiva cumplen un rol determinante en la economía china. La propiedad pública, además domina áreas tan importantes como la tierra y los recursos naturales, la banca, la energía nuclear y eléctrica, la industria petrolera, incluida la petroquímica, la fabricación de barcos y aeronaves incluido el transporte, las telecomunicaciones, la informática, la espacial, los armamentos, los medios audiovisuales. Algunas de estas compañías, por la magnitud de sus ventas, capitales, personal, etc. figuran entre las más grandes del mundo. Existen también diversas asociaciones públicas-privadas, joint venture, especialmente con el capital extranjero, como en el caso de la fabricación de automóviles, camiones, motores y maquinarias. Uno de los resultados indeseados del rápido ritmo de crecimiento con la activa participación del capital privado es la excesiva desigualdad que se ha generado en los ingresos entre ricos y pobres, entre el campo y la ciudad, entre regiones de la costa y el interior. Es efectivo que estas brechas aumentaron, pues el índice de Gini marcaba cifras alrededor de 0,30 en la época de Mao, (aunque en el marco de una gran pobreza generalizada) y fue subiendo por sobre el 0,40 a medida del crecimiento económico, de la expansión del modelo de mercado y del número de capitalistas privados. Se calculaba en unos 80 el número de billonarios y en cientos de miles los poseedores de fortunas superiores al millón de dólares. Una parte de ellos manifestaron sus deseos de radicarse en el extranjero. En 2010, la OECD publicó un estudio comparativo de 18 países, 9 de ellos desarrollados y los otros 9 emergentes. Ordenados según el índice de Gini, resultó que China figuraba entre los ocho con peor desigualdad, mayor que todos los desarrollados, pero menor que Brasil, Chile, Rusia y México entre otros emergentes. Según los datos del Banco Mundial, a partir del 2002 la desigualdad en los ingresos se había estabilizado, llegando a 0,425 para ese año. Ello fue corroborado, según datos oficiales para 2012, pues el grado de desigualdad medido por el coeficiente Gini cayó de 0,491 en 2008 a 0,474 en 201236. 36 El Mercurio, 7 de febrero de 2013. 184 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Un ambicioso plan de 35 reformas fue anunciado por el gobierno saliente de Hu Jintao y Wen Jiaobao, a comienzos de 2013 para reducir las desigualdades. Contempló, entre otras medidas, aumentar en cinco puntos porcentuales el aporte de las empresas estatales al presupuesto estatal, elevar los impuestos a los más ricos, a los productos de lujo, a las transacciones financieras e inmobiliarias, aumentar el salario mínimo, ampliar la cobertura social en educación y vivienda pública. Otros objetivos concretos del plan son sacar de la pobreza a 80 millones de personas en los siguientes tres años y cubrir por el estado el 75 por ciento del gasto en salud. En todo caso, la Encuesta Pew, de marzo-abril 2009, encontró que de 24 naciones estudiadas, los chinos mostraron el nivel más alto de apoyo para “la dirección en que estaban encaminados”: el 86 por ciento de los 3.000 consultados en 8 ciudades; además, el 66 por ciento afirmó que el gobierno estaba “haciendo una buena labor en lo que le importaba”37. V. Otras experiencias en Asia Aparte de China, en otras regiones del Extremo Oriente se han intentado modelos no-capitalistas de desarrollo. Es el caso de Mongolia cuyo destino estuvo, desde los años treinta, vinculado a la Unión Soviética; de Corea del Norte y Vietnam del Norte que surgieron como consecuencia de la derrota militar de los ocupantes japoneses de ambos países. En los años setenta, Kampuchea y Laos iniciaron también reformas con una perspectiva socialista. La característica general de todas estas experiencias es que se realizaron en regiones muy atrasadas y pobres, con la sola excepción de Corea del Norte. Economías naturales, sin intercambio, poblados aislados, nomadismo, relaciones patriarcales y feudales, eran la tónica general. Todos estos pueblos necesitaban una fuerte ayuda exterior para despegar, pero, solo la recibieron en modesta escala de China y la URSS y de algunos países de Europa. A la vez, tuvieron que soportar la hostilidad, el bloqueo, y hasta la intervención 37 The Times, citado por El Mercurio, 30 de septiembre de 2009. 185 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista armada de los potentes ejércitos de EE.UU. y sus aliados, como en las guerras de Corea (1949-53) y de Vietnam (1958-1976). i. Vietnam, el difícil despegue Vietnam, considerada como una de las naciones más pobres de Asia ha sido también una de las más martirizadas por las guerras del siglo XX. Su capacidad de resistencia, liderada por el respetado Ho Chi Min y sus compañeros durante medio siglo, es también excepcional. Durante decenios los vietnamitas tuvieron que soportar la colonización francesa y sus violentas represiones, y luego por 18 años la ocupación militar y los bombardeos estadounidenses. La agresión norteamericana dejó 2 millones de muertos, 4 y medio millones de heridos y mutilados y 9 millones de emigrados y refugiados. La Fuerza Aérea de EE.UU. había arrojado en la Segunda Guerra Mundial, en territorios más vastos, la tercera parte de las bombas que lanzó en Vietnam38. Quedó destruida gran parte de la red ferroviaria, los puertos y, debido al napalm y al agente naranja, miles de hectáreas de bosques y sembrados agrícolas. En 1976, el retiro forzado de las tropas estadounidenses –la mayor derrota militar y política de EE.UU.– permitió la unificación de Vietnam, la creación de un Estado soberano e independiente y el comienzo de su construcción económica pacífica. Hasta entonces, los vietnamitas no conocían otra economía que la de guerra, la emergencia, la escasez y el rígido racionamiento. El atrasado nivel de equipamiento productivo mantenía al país muy vulnerable a los tifones, inundaciones y plagas. A pesar de todo, el Banco Mundial constató que, en el período de ocho años desde el fin de la guerra, la producción de alimentos por habitante había crecido en 23 por ciento, aumento que estuvo entre los diez más altos del mundo. La expectativa de vida promedio subió a 72 años en 2011, un resultado mejor que muchos países en desarrollo, con iguales o superiores ingresos por habitante. La población en situación de pobreza al 2010 no pasaba del 10 por ciento, menor que muchos países latinoamericanos. El indicador de desigualdad de Gini era de 0,378 hacia el 2008, también comparativamente bajo (Central Intelli38 Panorama, 24 de mayo de 1987. 186 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo gence Agency, 2012). No obstante, el país tiene aún un largo camino por recorrer. El IDH del PNUD en el año 2012 lo situaba en el lugar 127º del ranking mundial. Diez años después del fin de la guerra, Vietnam afrontó una nueva desgracia: el fin de la ayuda soviética, a raíz de su colapso. En 1987, se produjo un gran viraje en la estrategia política y económica. Tal fue la llamada “Renovación” (Doi Moi), impulsada por el mismo Partido Comunista de Vietnam que gobierna todo el territorio nacional unificado. Una nueva generación de dirigentes emprendió una vasta reestructuración institucional con vistas a utilizar una economía de mercado regulada para construir en el largo plazo una sociedad socialista. La Renovación abrió espacios a la empresa privada y a diversas formas de propiedad colectiva, a la expansión del mercado interior y exterior y a las inversiones extranjeras. Las 12.000 empresas estatales que había en 1989 se redujeron a 4.000. Muchas se fusionaron y otras se privatizaron. En 10 años su proporción en la economía nacional bajó desde dos tercios a un tercio. Se calcula que en conjunto producen el 40 por ciento del PIB. Mientras la mayoría de las empresas privadas son pequeñas y medianas, aunque también hay grandes, las compañías estatales son de mayor tamaño. Estas prevalecen en sectores estratégicos como la industria petrolera, minerales, construcción de barcos y otras áreas. De las 50 mayores empresas por ingresos, 36 eran estatales y 16 privadas. De las diez más grandes 9 son públicas y solo una es privada. La similitud con el modelo de desarrollo chino es evidente, aunque también la Do Moi vietnamita se atiene a sus propias particularidades nacionales, políticas y geográficas. Según el Wall Street Journal, Vietnam es “una de las estrellas de la nueva generación de mercados emergentes”39. Su población de 91 millones y su vigoroso crecimiento económico y demográfico otorgan a su economía un potencial de gran mercado interno. Dada la existencia de bajos salarios, limitados por su reducido producto per cápita de 3.300 dólares a paridad de poder de compra, el país es uno de los países asiáticos que más atrae la inversión extranjera, incluso la que se despla39 Wall Street Journal, “Crisis de naviera expone los límites del modelo estatal de crecimiento en Vietnam”, 22 de septiembre de 2010. 187 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista za desde China. Fabrica una diversidad de productos para el mercado externo, desde textiles y vestuario hasta ensamblados de computadoras y celulares, exporta petróleo, camarones y alimentos procesados. En el decenio 2000 a 2010, la industria aumentó su participación en el producto interno desde 36 por ciento al 41 por ciento. Después de tener racionada por muchos años la disponibilidad de su alimento principal, Vietnam se convirtió en el segundo exportador mundial de arroz. El crecimiento medio anual del PIB en la década 2010 se mantuvo en el 7 por ciento con algunos altibajos. La Gran Recesión le produjo no pocas dificultades y desequilibrios económicos. Con todo, según cifras del FMI el desempleo se mantuvo en reducidos niveles: 4,4 por ciento en 2010; 4,1 por ciento en 2011; y 4,5 por ciento en 2012, o sea entre los más bajos del mundo. VI. Cuba: El desafío socialista en América Latina. Al comenzar la década del 2010, Cuba se encontraba una vez más en el centro del debate. La historia de sus últimos cuarenta años provoca los más encontrados y apasionados juicios. En todo caso la pequeña isla del Caribe y su experiencia socialista de más de cuatro décadas constituye un rico material de análisis, particularmente para todos los pueblos en vías de desarrollo. Los especialistas en los problemas del empleo pueden hacer sugerentes comparaciones con la situación en otros países similares. La historia debe empezar recordando los años previos de la caída de Batista –1956-57–, donde los desocupados totales sumaban unos 450.000, en los meses de baja de la industria azucarera, la principal actividad económica en la isla. El índice de desempleo abierto descendía hasta el 8 por ciento en plena zafra, para ascender hasta el 16 por ciento en los meses de inactividad. Pero, el problema afectaba también a los que subsistían con trabajos precarios. En suma, tres de cada diez personas en edad activa carecían de ingresos estables o permanentes. Tal era la magnitud del problema socioeconómico más grave que padecían los cubanos (Brundenius, 1984). 188 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo En los años sesenta, la erradicación del desempleo se planteó como una tarea prioritaria. Para lograrlo, se intensificaron y diversificaron las actividades agrícolas, se inició la industrialización sistemática y se ampliaron los servicios sociales. Como en muchos otros países, la reforma agraria cumplió aquí un rol importante. Expropiados los latifundios, las haciendas cañeras se transformaron en cooperativas, mientras una parte importante de otras tierras permanecieron en poder de campesinos individuales. Los obreros temporales del azúcar se convirtieron en trabajadores de la industria a tiempo completo. En la industria azucarera tuvo lugar una intensa mecanización que permitió dejar atrás la época de los braceros. El excedente de obreros poco a poco fue absorbido en otras actividades. A fines de la década, cuando Cuba usó de todas sus fuerzas para cumplir la zafra de los 10 millones, el índice de la desocupación marcaba 1,3 por ciento; fue un momento excepcional que no se volvería a repetir. En todo caso, se hacía sentir una cierta escasez de fuerza de trabajo. Por tal razón se apeló a la reserva femenina que permanecía en el hogar. Se operó entonces una fuerte incorporación de la mujer al trabajo remunerado. i. Comercio exterior y desempleo Al final del decenio, la crisis económica externa golpeó los precios del azúcar, llegándose a los niveles más bajos en todo el siglo. Aunque la mayor parte de las exportaciones se colocaba en la URSS y Europa Oriental a buenos precios, cerca de un tercio iba a los mercados capitalistas. Escasearon las divisas, se dificultó la importación de materias primas y repuestos vitales procedentes de Occidente, provocándose interrupciones en la producción. Para enfrentar la amenaza del paro forzoso se estableció el sistema de los “disponibles”, según el cual los obreros temporalmente sin trabajo recibían un subsidio equivalente al 70 por ciento de su último salario, sin menoscabo de sus derechos a la atención médica y a la educación gratuitas. Cuando en 1981 se efectuó el Censo de Población, el índice de desempleo indicaba un 3,4 por ciento de la fuerza de trabajo nacional, cifra muy inferior a los promedios latinoamericanos y mundiales. 189 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista En los años ochenta, la economía interna sintió los impactos de las conmociones internacionales. El azúcar de caña perdía mercados por la competencia de la fructuosa y otros sustitutos y el dumping de la Comunidad Europea. Mientras la crisis en el mercado azucarero causaba estragos en Filipinas, Santo Domingo y otros exportadores, provocando serias repercusiones sociales, en Cuba se lograba mantener el empleo. En todo caso, el potencial de desocupación se anticipaba como serio: se detectaba un exceso de personal en las empresas, los servicios y en el campo. En algunas zonas no había suficientes nuevos puestos de trabajo. Los jóvenes graduados debían aceptar ocupaciones de inferior calificación. Entonces se utilizaron nuevas fórmulas para aliviar la tensión. En la segunda mitad del decenio, más de 13.000 jóvenes cubanos laboraban por convenios gubernamentales, en las fábricas de la RDA, Checoslovaquia y Hungría. Otro número importante de trabajadores se encontraba en el exterior en obras de construcción y servicios de salud o educación en países del Tercer Mundo. En algunos casos se trataba de contratos comerciales de empresas cubanas, en otros, ayuda al desarrollo. Desde luego, el propio servicio militar de dos años y la magnitud de las FF.AA. cubanas absorbían también una proporción importante de jóvenes. Pese al bloqueo norteamericano, la hostilidad constante de muchos gobiernos occidentales y las fuertes sacudidas que provenían de la economía mundial, el balance del crecimiento económico cubano en los ochenta resultó positivo. Según los índices comparativos presentados por el Banco Mundial, Cuba aparece a la cabeza de toda América Latina y el Caribe. El crecimiento cubano por habitante habría sido de 3,3 por ciento entre 1980 y 1989, muy por sobre los demás países de América Latina y el Caribe. Los que siguen fueron Chile, a un promedio de 2,7 por ciento y Puerto Rico, a una media de 2,3 por ciento anual. En este periodo se observa que 18 países del continente no solo no tuvieron crecimiento alguno, sino que registraron fuertes retrocesos. El crecimiento económico cubano durante las dos décadas críticas de los setenta y los ochenta, en medio de retrocesos de muchos países de África y América Latina, explica en buena medida su éxito en el sostenimiento de niveles de empleo cercano a la plenitud. 190 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo ii. El “periodo especial” y los noventa Al comenzar los noventa, Cuba recibió uno de los golpes más fuertes de su historia: La desaparición de los estados socialistas europeos y particularmente la disolución de la Unión Soviética. Se calcula que esto equivalió a la reducción de las tres cuartas partes de los suministros que recibía del exterior, entre ellos el petróleo, además de la liquidación abrupta de créditos y mercados para sus productos tradicionales. A eso se agrega la ofensiva norteamericana. Los pronósticos eran sombríos; se dudaba de la capacidad del régimen para sobrevivir. A fines de los ochenta, el régimen había emprendido sus propias reformas: se buscaba rectificar los errores, suprimir las fuentes de especulación en los mercados libres, reducir la burocracia. Cuba emprendió un viraje económico. Se impulsaron todas las posibilidades de ahorro de divisas y, especialmente, de fuentes de exportación. A ello tienden, entre otras medidas, la masificación del uso de la bicicleta, la vuelta a los animales de labor en el campo, el reciclaje y la utilización de desechos, la supresión total de combustible para la elaboración de azúcar y su remplazo por la caña de desecho, la intensificación de la exploración y la extracción de petróleo, la disminución drástica del transporte urbano. Se mejoró la producción de cítricos y otras frutas para la exportación, se amplió los subproductos de la caña de azúcar, se expandió espectacularmente la infraestructura turística. Cuba sorprendió por el desarrollo de una tecnología de ingeniería genética. Para sustituir los mercados perdidos y constituir una capacidad exportadora, el régimen cubano buscó la asociación con el capital privado extranjero, en los marcos de una aguda competencia entre los países en desarrollo, por atraer inversiones foráneas. Esto, acompañado del empeño por no rebajar las condiciones de dignidad de sus trabajadores y de su Nación. 191 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista gráfi co IV.VI.1 Tasa de Desempleo y crecimiento del PIB en Cuba 1990-2011 (dólares, constantes porcentaje) fuente: Elaboración propia a partir de datos de CEPAL Stat. A pesar de la fuerte crisis que tuvo lugar en el llamado “periodo especial” (1990-1993), y que hizo retroceder el PIB por habitante a los niveles de 1975, Cuba fue capaz de mantener niveles de desempleo siempre bajo el 6 por ciento. Es en este periodo donde se operan cambios importantes en la estructura económica cubana. Como lo señala Doimeadiós (2008), el crecimiento en este periodo transitó desde uno basado en acumulación de factores –capital y trabajo– vigente hasta 1990, a uno impulsado por mejoras en productividad. Los procesos de descentralización de la toma de decisiones económicas, que ya no recaían en el Gobierno central, sino en que gobiernos locales o gerencias propias de las empresas del Estado, ayudaron a salir de la crisis del llamado periodo especial, aumentando las ganancias en efi ciencia. A su vez, estas reformas económicas levaron la tasa de desempleo en la isla a máximos históricos (8,3 por ciento en 1995), evidenciando los duros ajustes que tuvieron lugar en estos años. Desde 1995 en adelante la situación fue mejorando, y la desocupación cayó hasta llegar a un mínimo de 1,6 por ciento anual en 200840. 40 Mientras que la CEPAL utiliza las cifras ofi ciales de desempleo entregadas por la Ofi cina Nacional de Estadísticas, la OIT y el Banco Mundial manejan tasas mayores de desempleo que sin embargo, no se alejan en más de un decimal de las cifras ofi ciales. 192 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo Según los datos del Banco Mundial, las exportaciones continuaron al alza y ya en 2003 superaban los niveles históricos alcanzados previamente en 1985, aun cuando la mayor parte de la producción industrial aun no recupera los niveles previos a 1990. El turismo ha sido sin duda importante en la obtención de divisas y la generación de encadenamientos productivos. La gran disponibilidad de profesionales, que experimentó un boom a partir del 2002, con una apertura masiva de matrículas en educación superior, sumada al alto nivel de calidad demostrado en las pruebas estándares que realiza la UNESCO, proporciona a Cuba un elevado potencial de capital humano, que colocado al servicio de las estructuras productivas adecuadas puede ayudar enormemente a incrementar la productividad y los ingresos de la isla. Uno de los males endémicos de la experiencia socialista cubana, compartida en general con otros socialismos reales, es la baja productividad del trabajo y las abultadas planillas de trabajadores estatales, que en parte garantizan el pleno empleo. Para trabajos donde se necesitan solo 3 empleados, la planilla de contrataciones considera 5 personas o más. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, el empleo entre los años 2001 y 2010 era en promedio, un 82 por ciento de empleos estatales, mixtos y servicios comunales; aun así, esta situación parece ser menos “estatista” que aquella de la década del 80, cuando el empleo en este sector ocupaba alrededor de un 95 por ciento de la fuerza de trabajo (Piñeiro, 2011). Sin embargo, las reformas propuestas por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, realizado en 2011, consideran cambios en las dinámicas y estructuras económicas dirigidas a relajar esta situación. Despidos masivos del sector estatal tuvieron lugar, en concordancia con los Lineamientos de la Política Económica y Social. Todo indica que el empleo no estatal aumentará cada vez más, ya sea en formas cooperativas o a través de cuentapropistas, que en la práctica empiezan a funcionar como pequeñas empresas mercantiles. La idea es dotar a la economía cubana de mayor capacidad de inversión productiva, dotarla de adaptabilidad, y aumentar la eficiencia y la productividad. El fin último es aumentar la capacidad productiva de la economía cubana, eliminar las restricciones activas al crecimiento, elevar la eficiencia y la productividad y, de esta manera, el ingreso de los cu,...  

- 193 Capítulo IV: El empleo en el mundo socialista 

,...  banos. Todo esto combinado con una alta protección, característica fundamental del modelo económico y social. A pesar de que, según el PNUD, Cuba se posiciona como el cuarto país en Latinoamérica con mayor Índice de Desarrollo Humano promedio entre 2005 y 2011, detrás de Chile, Argentina y Uruguay, los niveles de ingreso aún son bajos. Niveles aceptables de ingreso, junto a empleos estables y de calidad son determinantes fundamentales de un buen vivir, o de una buena sociedad. 195 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal CAPÍTULO V: CHILE Y EL EXPERIMENTO NEOLIBERAL “Ayer, buscando trabajo, llamé a una puerta de fierro. Como si yo fuera un perro me miran de arrib’ abajo. Con promesas a destajo me han hecho volver cien veces, como si gusto les diese al verme solicitar. Muy caro me hacen pagar el pan que me pertenece. No demando caridá’, ni menos pid’ un favor; pido con mucho rigor mi derecho a trabajar; yo quiero ganar mi pan, mi harina y mi ají picante. Con su sonrisa farsante me dicen por vez postrera, que al llegar la primavera puede ser que haiga vacante”. Décima 62, Violeta Parra. I. Modelos económicos hasta 1973 i. El desempleo en el modelo hacia afuera La aparición del desempleo se remonta en Chile a los orígenes del capitalismo. Ya a mediados del siglo XIX, masas de campesinos sin tierra, los llamados “afuerinos” deambulaban por los caminos en busca de trabajo. Tan pronto la producción de cobre, oro y plata pasó a depen- 196 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo der del mercado inglés, el país comenzó a sentir las bruscas sacudidas del ciclo capitalista. Los historiadores chilenos advirtieron sus primeros efectos a fines de la década de los cincuenta. A comienzos del siglo XX, la industria salitrera se convirtió en la principal fuente económica del país, sometida por completo a las fluctuaciones del mercado mundial. Entre 1895 y 1920 se registran siete caídas abruptas de la actividad extractiva, es decir, aproximadamente una cada tres años. Los despidos de obreros en la región adquieren una dimensión masiva (Ortiz, 2005). Las características de las provincias del norte donde, fuera de la explotación del nitrato, no había otras fuentes de trabajo ni tierras para producir alimentos, aumentaba la gravedad de la cesantía. Miles de trabajadores con sus familias abandonaban las “oficinas”, agotadas las existencias de víveres y se concentraban en los puertos en busca de trabajo, comida, vivienda o de su traslado al sur del país. A los pampinos se les despedía sin previo aviso, junto con cancelárseles el último salario. Pero ellos no se resignaban a morirse de hambre. En los puertos se realizaban asambleas, desfiles, menudeaban los motines y los choques con las fuerzas de orden. Los gobiernos de la época, temerosos de estallidos sociales, adoptaron algunos paliativos. Pero, no se arbitraban medidas de fondo, tales como estabilizar el empleo en las oficinas o crear nuevas fuentes de producción. Mientras tanto, en la plataforma de la recién creada Federación Obrera de Chile (1909), así como en los programas de los partidos Obrero Socialista (1915) y Radical (1919), se inscribía el seguro de cesantía, como una de las principales reivindicaciones (Ortiz, 2005). Al finalizar la Primera Guerra Mundial tuvo lugar una fuerte depresión que afectó a Chile como a otros países. La extrema dependencia del salitre y la aparición de un competidor, el “sintético”, hizo que las consecuencias de esta caída fueran más prolongadas. Las principales víctimas fueron los obreros y sus familias. “La paralización o reducción de faenas lanzó a la desocupación a decenas de miles de trabajadores de tal manera que en 1922 el número de cesantes excedió de cien mil, los que con sus familias representaban a 197 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal lo menos cuatrocientas mil personas. En el aumento de la desocupación –escribía El Mercurio de Santiago, el 21 de junio de 1927– ha contribuido grandemente la paralización de las oficinas salitreras de Tarapacá y Antofagasta, las cuales han producido el éxodo de cincuenta mil personas” (Ramírez, 1965). Entre 1919 y 1933, el paro forzoso constituyó uno de los más graves problemas que enfrentó el país. Por lo mismo, fue un período de grandes convulsiones sociales y políticas: Fin de los gobiernos aristocráticos, agitación de las clases medias, golpes de estado, dictadura militar. El estallido de la crisis mundial de 1929 vino a agravar el cuadro general. Mientras el comercio mundial caía en un 25 por ciento entre 1927-29 y 1932, las exportaciones chilenas se reducían en un 90 por ciento. Considerando únicamente a los inscritos en las bolsas de trabajo, entre comienzos de 1931 y fines de 1932, los cesantes aumentaron veinte veces (Muñoz G., 1977). Hernán Ramírez consigna que unas 300 mil personas, más de la sexta parte de la población activa de la época, eran desempleados absolutos. Numerosos conflictos laborales explotaron en este período. Entre otras exigencias, se demandaba el término de los despidos colectivos y los lockout de las empresas, la implantación de la jornada de 8 horas, el derecho a la sindicalización, la protección de los cesantes. La Federación Obrera de Chile exigía el salario mínimo y el seguro obrero obligatorio. La dependencia pasiva de la economía chilena del mercado capitalista mundial, la dominación inglesa que empezaba a ser sustituida por la norteamericana, el monopolio del poder por parte de los representantes de la banca y el latifundio, la ausencia de una producción orientada hacia el mercado interno, y las doctrinas liberales y conservadoras que justificaban este estado de cosas, era lo que había entrado en crisis. ii. Resultados del desarrollo hacia adentro Entre 1938 y 1970, la cesantía fue reducida considerablemente, aunque no erradicada. El progreso material adquirió un mayor dinamismo. Se modificó la estructura de la producción. El mercado interno 198 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo en lugar del externo pasó a ser el determinante. Ante la pérdida de su capacidad de exportación, Chile se vio obligado a crecer hacia adentro. Se emprendió una política deliberada de industrialización, de creación de fuentes de trabajo productivas. El Estado –a través de una nueva y original institución, la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO)– cumplió un papel promotor en la instalación de nuevas industrias y empresas privadas, mixtas y estatales. Se emprendió la explotación y elaboración del petróleo; se construyó una red eléctrica nacional basada en nuestros recursos hidráulicos; se desplegó la industria siderúrgica y la metalmecánica. Se inició la elaboración del cobre. La agricultura recibió nuevos impulsos. Se promovió la fertilización química de las tierras, la mecanización de las faenas; se fomentó la producción de cereales, se introdujeron nuevos cultivos como las oleaginosas y la betarraga azucarera. La traumática experiencia de la Gran Depresión de los años treinta obligó a adoptar medidas anticíclicas. Los gobiernos asumieron la responsabilidad de mantener el empleo, evitando sus caídas bruscas y masivas. El presupuesto fiscal se incrementó con nuevos impuestos que afectaron al gran capital y a las compañías norteamericanas del cobre. Se elevó el gasto social y las inversiones en obras públicas, viviendas populares e instalaciones industriales. Los pequeños y medianos mineros y agricultores recibieron apoyo del Estado sobre todo en los períodos de caída cíclica de los mercados externos. Los avances fueron el fruto de la lucha infatigable, a trechos infructuosa, de los sindicatos y de las fuerzas políticas de izquierda. Logros concretos fueron las llamadas “leyes sociales”, tales como el contrato de trabajo, el seguro obligatorio, el derecho a la sindicalización. Estas leyes fueron puestas en vigor en 1924, pero comenzaron a aplicarse plenamente, a partir del Frente Popular. Un vacío notorio de esta legislación fue que los campesinos quedaron al margen de ella. Al estudiar la desocupación entre 1938 y 1970, es conveniente separar el período en dos etapas: la primera desde 1938 hasta 1958, la segunda, desde 1959 hasta 1970. 199 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal La primera está marcada por la presencia de momentos puntuales en que la economía nacional retrocede abruptamente. Las bajas cíclicas corresponden a efectos de la coyuntura internacional, asociada con caídas en los mercados del cobre y de las materias primas. Las recuperaciones fueron rápidas; en los tres casos, en el plazo de un año, se superaron los niveles de pre crisis. En esto tuvo su infl uencia, la política anticíclica, de inspiración keynesiana aplicada por los gobiernos. En la segunda, nos encontramos con la recesión de 1959-60. Para esa época contamos por primera vez con cifras trimestrales de la desocupación, elaboradas por el Departamento de Economía de la Universidad de Chile, sobre la base de encuestas, que se refi eren al Gran Santiago. De ellas se desprende que en marzo de 1959 el desempleo era sumamente elevado (gráfi co V.I.1). gráfi co V.I.1 Tasa de Desempleo en el Gran Santiago 1957-2013 (serie original, porcentajes) fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta de Ocupación y Desocupación de la Universidad de Chile. Nota: Los promedios corresponden a los meses de junio de cada año, según método Hot-Deck. 200 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo La recesión de 1959-60, a diferencia de las anteriores tuvo lugar bajo un gobierno conservador. La presidencia de Jorge Alessandri (1954-64) fue un paréntesis en la tónica general del período 1938-70. Se puso en práctica la llamada “política de estabilización” ejecutada bajo la presión del FMI. Con el fin de abatir la inflación, se aplicaron medidas abiertamente recesivas. Sus efectos sociales negativos se prolongaron por más de dos años. La cesantía tuvo un notorio agravamiento; mientras el Censo de Población de 1952, mostró una tasa del 3,4 por ciento, el de 1960 descubrió que se había duplicado al 6,7 por ciento (Cademartori, 1972). Desde mediados de la década, el desempleo se iba tornando en un problema preocupante. La elevación de los índices a finales del decenio, era un síntoma de que la economía se estancaba. En esta situación influía el agotamiento del modelo “desarrollista dependiente”. Al país le era cada vez más difícil avanzar sin realizar reformas estructurales. iii. Los mil días de Allende “El 71 las máquinas no paraban día y noche. Cuando alguien tenía que ir al baño, alguien lo remplazaba “al tiro” para no parar la producción. Nunca me lo había imaginado cuando quería estudiar para enfermera que iba a estar tan feliz y sacando tan buena utilidad como obrera textil”. Benavente (1985). El Gobierno de Salvador Allende –dos años y diez meses– fue uno de los más breves en la historia de Chile, duró menos de la mitad del mandato para el que fue elegido; derribado por un golpe de estado fue seguido por una dictadura militar que eliminó el sistema democrático. Está documentada la participación de Washington en el apoyo a la conspiración, de ella formó parte la virulenta oposición derechista a l a que fueron arrastrada la Democracia Cristiana y gremios profesionales. Para apreciar debidamente la performance de la Unidad Popular en materia económica y empleo es indispensable tener en cuenta 201 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal el contexto en que gobernó. Uno de los elementos del plan NixonKissinger fue la desestabilización de la economía. Para esto se impuso la reducción abrupta de los créditos externos (BID, Banco Internacional y Eximbank), y préstamos de la banca comercial y proveedores; se intentó embargar las exportaciones del cobre; se ejerció el boicot a materias primas y repuestos vitales; se entregó financiamiento y apoyo logístico a grupos terroristas, empresariales, políticos, y medios de comunicación para campañas de opinión pública, elecciones, huelgas, conflictos sociales y operaciones de mercado negro. Con el fin de atarle las manos al gobierno, la oposición logró hacerse fuerte en el Congreso Nacional, el Poder Judicial, y parte del aparato burocrático. Fueron bloqueados numerosos proyectos de leyes, entre los cuales los de financiamiento fiscal y la de estructuración de las áreas de propiedad, indispensables para la estabilidad financiera y productiva. La recesión artificial provocada por el Plan Nixon fue superada. La economía creció durante los primeros dos años. Y ello, en medio de reformas estructurales –nacionalización del cobre, estatización de la banca, aplicación a fondo de la reforma agraria, eliminación de los monopolios industriales y comerciales– prometidas en el programa presidencial. Los críticos posteriores a este período no pueden dejar de reconocer los logros del gobierno de la UP. Sebastián Piñera y Patricio Meller afirman que “en el corto plazo, la implantación de medidas redistributivas, unidas a otras medidas de carácter expansivo, se tradujeron en una utilización intensiva de la capacidad instalada, con un efecto positivo notable sobre el empleo” (Meller & Piñera, 1978). Es lo que queda confirmado en el gráfico V.I.1. Los datos demuestran cómo fue bajando la desocupación. El promedio existente durante la administración de Alessandri fue de 6,6 por ciento y en el período de Frei fue de 6,0 por ciento, en cambio en el gobierno de Allende fue solo de 2,8 por ciento. Desde que se aplica la encuesta de Ocupación y Desocupación de la Universidad de Chile, o sea por más de 50 años, nunca se había logrado reducir la desocupación a un punto tan bajo, como se verá más adelante. Piñera y Meller desmerecen este éxito al agregar que “fue acompañado de un igualmente notable impacto negativo sobre la productividad de la mano de obra”. Tal 202 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo afirmación es refutada por el Banco Mundial; según sus cálculos, la productividad en la industria fue 6,5 por ciento mayor en 1971 y 3,7 por ciento superior en 1972, a la existente en 1970 (Banco Mundial, 1973). La reducción del paro forzoso y la creación de nuevos puestos de trabajo fueron el fruto de la reforma agraria, la nacionalización de industrias básicas, la ampliación de los servicios sociales, y el mejoramiento de los sueldos y salarios. Hubo que aumentar los turnos en las industrias para hacer frente a la expansión del mercado interno. Se aplicó estrictamente la ley vigente de estabilidad en el empleo. Fueron prohibidos los despidos masivos y las exoneraciones por motivos ideológicos o políticos. Ciertamente hubo errores en la aplicación de esta política. Se descuidaron los equilibrios macroeconómicos. Las importaciones excedieron la capacidad para importar la que se redujo por factores externos al país. La emisión monetaria fue excesiva y el déficit fiscal creció desmesuradamente. Hubo reajustes de remuneraciones que superaban la capacidad de las empresas. Pero la oposición política contribuyó al aumento de la inflación, al negar los recursos tributarios para el financiamiento fiscal. Su objetivo declarado era desestabilizar la economía, provocar el caos, con el fin de ambientar el derrocamiento del gobierno constitucional. II. Dictadura y neoliberalismo i. Las crisis del Petróleo (1974-75) y de la Deuda Externa (1982-85) El período que va desde el golpe militar de 1973 hasta el plebiscito presidencial de 1989 significó un cambio muy profundo con respecto a los decenios anteriores. Desde el punto de vista político, se pasó de un sistema democrático-constitucional a una dictadura ejercida por una cúpula militar. Adquirieron gran influencia los grupos financieros y los políticos de derecha; fueron reprimidos los partidos políticos de izquierda, los sindicatos y las organizaciones sociales populares; suprimido el parlamento; intervenidas las universidades; controlados los medios de comunicación masiva. Ningún gobierno en el siglo XX tuvo en Chile un poder más absoluto, para hacer y deshacer, para modelar la economía y sociedad a su completo arbitrio. Y esto fue lo que se intentó, sobre la base de una ideología sui-generis: la suma del neolibe- 203 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal ralismo económico más la doctrina de la Seguridad Nacional. Una, la “mano invisible”, la otra “la mano militar”. Esta etapa está marcada también por dos grandes crisis que tuvieran su punto de partida en colapsos de la economía mundial. La recesión de 1974-1975 y la depresión de 1982-85. En la primera, el detonante fue una baja apreciable del precio del cobre que se sumó a la elevación violenta del precio del petróleo. Para enfrentarla el régimen adoptó una “política de shock”. Los sueldos y salarios reales se redujeron brutalmente en medio de una inflación desbocada. A la vez, el personal de la Administración Pública –salvo las FF.AA.– fue violentamente reducido. El desempleo alcanzó niveles cercanos a los de la Gran Depresión de los años 30 (De Vylder, 1985). En la segunda crisis, el punto de partida fue otra vez, la baja de los precios del cobre, sumados a los de otras materias primas y semielaborados que Chile exporta. Sobrevino la segunda alza petrolera. La situación económica empeoró y se prolongó por más tiempo que en la recesión anterior. Pero, al estallar la catástrofe, Chile se encontraba extremadamente endeudado, debido a las facilidades que la dictadura otorgó para la contratación de créditos internacionales. La entrada anual de préstamos llegó a representar en 1981 una suma tan grande como el total de las exportaciones de bienes, es decir, cuatro o cinco veces más que una entrada normal (Glauser, 1985). La debacle se acentuó por la suspensión de nuevos empréstitos privados ante la evidente incapacidad del país de cancelar los anteriores. Además de los factores adversos provenientes del exterior, la bancarrota de los ochenta se agravó debido a errores y contradicciones de la política interna. Más que una mala aplicación de la estrategia diseñada, las causas y la magnitud del desastre estaban en la estrategia misma. La lógica del modelo llevó a un nuevo tratamiento de shock, denominado “política de ajuste”. Mediante ella se provocó deliberadamente contracción de sueldos y salarios, reducción de la producción, quiebras, bancarrotas, cierre de empresas y desempleo masivo. En comparación con el año previo a la crisis, el Producto Geográfico Bruto disminuyó un 14,3 por ciento en 1982 y otro 2 por ciento en 1983 204 La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo (Meller & Solimano, 1983), en conjunto, una de las caídas más violentas en la historia contemporánea de Chile y de América Latina. Las consecuencias para la población fueron dolorosas. Entre 1983 y 1985, el ingreso per cápita retrocedió al nivel de veinte años atrás. A pesar de la recuperación de los últimos años de la década, recién en 1987 se había igualado el producto por persona alcanzado ya en 1971. Según estas cifras oficiales del Banco Central de Chile, resulta que para que el chileno medio volviera e tener el mismo ingreso de los tiempos de Allende, el modelo económico necesitó catorce años. ii. La magnitud del desempleo abierto En el futuro, los chilenos recordarán la era pinochetista como los tiempos del desempleo crónico y masivo. Según lo muestran las cifras del gráfico V.I.1, la cesantía abierta fue más de dos veces superior durante los años 1974-88 que en el decenio 1960-70; comparada con el período de Allende, más de cuatro veces mayor. En el peor momento –el primer semestre de 1983– había unas 800 mil personas totalmente desocupadas, a nivel nacional. Si a esto se agrega el número de adscritos a los programas de subsidios ocupacionales –unos 530 mil personas– entonces se tiene que un millón trescientas mil personas estaban sin un trabajo productivo ese año. La tasa de desempleo correspondiente a estas cifras era de 32 por ciento (Meller & Solimano, 1983). Uno de cada tres chilenos activos se encontraba en la cesantía, la peor situación en la historia del país. El alto nivel promedio de la tasa de desempleo en el período 1974-88 no es el resultado solo de sus elevadas magnitudes en los años malos, sino también de las cifras menores, pero altas en los años buenos. No está demás advertir que las estadísticas chilenas siguen la línea de considerar ocupada a toda persona que haya trabajado más de una hora en la semana anterior a la encuesta. El PET realizó su propio escrutinio en 34 comunas del Gran Santiago, dejando al criterio del encuestado la calificación de “ocupado” o “desocupado”. El resultado arrojó el doble de la cifra oficial (Schkolnik & Teitelboim, 1987). Las encuestas tampoco consideran desocupado a quien, deseando trabajar no ha hecho 205 Capítulo V: Chile y el experimento neoliberal “esfuerzos definidos” o no ha buscado trabajo “activamente”. Si se incluyera a estas personas, el índice de desempleo subiría en tres o cuatro puntos porcentuales (Jadresic, 1986). Dentro de América Latina, Chile figuró permanentemente en el lapso 1974-86, entre los cinco países con mayor problema de desempleo. Con razón ha escrito un economista sueco, estudioso de la realidad chilena: “El modelo chileno se caracterizó, incluso durante su época de auge y consolidación por un altísimo desempleo. La asimetría que caracteriza el comportamiento coyuntural del mercado de trabajo en Chile durante el experimento neoliberal se refleja en dramáticos aumentos de la cesantía en períodos de crisis y bajas muy paulatinas de la desocupación en tiempos de recuperación económica” (De Vylder, 1985). iii. Los oficios de supervivencia Los años de crisis vieron aparecer o incrementarse ocupaciones que en tiempos normales se habían desechado pos sus riesgos para la vida o la salud, por humillantes o por sus esfuerzos excesivos y escasos beneficios. Entre ellas se encuentra la recolección; en las ciudades aparecen los papeleros, cartoneros, vidrieros; un caso aparte son los que rebuscan en los basurales, alimentos, a menudo descompuestos, para consumirlos; en las zonas rurales aparecieron los chinchorreros que rescatan los trozos de carbón que las minas botan al mar, metidos durante horas en el agua; los recogedores de hojas de boldo y eucaliptus, los que buscan los rastrojos de los campos recién cosechados, los cazadores de animales silvestres, antes despreciados. La recolección se amplió a todo desecho o sobrante, productos que se caen o se pierden en el transporte. La oferta de mano de obra se incrementó con la incorporación a estos trabajos de niños y ancianos, forzados por la cesantía de los adultos. A consecuencia del aumento del número de estos trabajadores, bajó la tarifa pagada a los recogedores... 206 

La humanidad sobrante. Una indagación sobre el desempleo 

v. Los temporeros del campo Las estadísticas chilenas siguen la tendencia internacional de ignorar el subempleo, como forma de expresión del desempleo. Basta haber trabajado una hora en el mes por una remuneración para ser considerado “ocupado”. 


El Programa de Economía para América Latina y el Caribe (PREALC) consideraba que una persona estaba plenamente ocupada cuando trabaja por una remuneración, un total de 264 jornadas en el año. Sobre esta base es posible determinar los alcances del subempleo. En Chile, al igual o en mayor medida que en otros países, disminuyó drásticamente el número de trabajadores permanentes y aumentó el número de temporales. El fenómeno dio origen a multitud de nuevas aldeas, villorrios campesinos o poblaciones de emergencia o “callampas”. Sus habitantes eran obreros agrícolas sin tierra, ni otros medios de producción. Aquí el subempleo llegó a ser la forma típica de vida y trabajo. Un estudio efectuado mediante encuestas en varias zonas agrícolas típicas del país (Cruz & Rivera, 1984), llegó a las siguientes conclusiones: Los temporeros no alcanzaban a ocupar la mitad de todo su tiempo disponible para el trabajo remunerado. Si bien el estudio se efectuó en uno de los peores años de la recesión –1982– las conclusiones no cambian sustancialmente si se consideraran también los años de auge, 1986-88. Por otro lado, el trabajo por contratistas ha contribuido a acentuar el subempleo en las zonas rurales. Las grandes compañías forestales utilizan esta modalidad en faenas como limpias, plantaciones, podas, raleos, construcción de caminos, explotación del bosque y transporte. Las faenas duran dos o tres meses. Los contratistas, por regla general, ocupan menos gente que las empresas permanentes y obligan a jornadas más extensas que las legales (Gana, 1983). A lo anterior se agregaba el abuso y el fraude.,....////......

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