sábado, 25 de abril de 2020

VIVAN LAS CAENAS ¡¡; ARMANDO B.GINÉS; Y OTROS AUTORES, Y ASUNTOS ¡¡ ¡¡.


Queda inaugurada la nueva normalidad: ¡vivan las caenas!



Se abre paso a marchas forzadas el enésimo lema del capitalismo para intentar reciclar sus propias basuras ideológicas y parecer otra cosa distinta dentro de nada, a la vuelta de la esquina cuando la pandemia aminore su virulencia mortal a cero o casi cero u oficialmente se dé como neutralizada aunque el bicho siga matando pero sin reflejo mediático excesivo en las estadísticas de guerra. Todo por la economía; todo por el beneficio; todo por la reconstrucción nacional.
La nueva normalidad, recién salida de los laboratorios de ideas o think tanks, ya está en boca de los principales mandatarios occidentales. Da igual su coloración política: les une el amor, más o menos intenso, en relación informal o matrimonio clásico, al neoliberalismo; unos lo llaman economía social de mercado y otros libre mercado. En cualquiera de los casos, la supremacía de la empresa y la propiedad privada es tabú: eso no se toca bajo ninguna premisa.
Lo que se pretende es anticiparse al porvenir inmediato y contrarrestar, antes de producirse la supuesta eventualidad, las probables reivindicaciones a favor del rescate, valoración y extensión de lo común y de una alternativa sociopolítica al régimen capitalista.
Si bien existe un caldo de cultivo de pánico casi absoluto también hay mimbres objetivos y psicológicos para pensar críticamente en los dramáticos sucesos que estamos viviendo en persona: de ese humus tan contradictorio y amargo pueden brotar explicaciones peligrosas para el sistema que pongan en cuestión las estructuras del edificio; mejor controlar cualquier desviación de la norma antes de que se desarrolle más allá de la adolescencia. Para el capitalismo siempre es más barato el aborto espontáneo inducido mediante persuasiones subliminales que la eutanasia quirúrgica con sus molestos y feos daños colaterales.
La batalla simbólica por el mañana está servida. Eso quiere representar la nueva normalidad.
Por una parte se otorga tranquilidad a las elites, los paraísos fiscales, los poderes fácticos y las multinacionales de la globalidad diciéndoles que nada va a cambiar en la realidad, solo algunos aspectos menores de lo público con escaparates colosales de cartón piedra muy sugerentes e irresistibles elaborados con palabras mágicas y espectaculares. En definitiva, la pirotecnia añeja del lavado de cerebro colectivo.
Se trata de captar mentes y dirigir las conductas hacia propósitos de sentido común: como hemos superado (superaremos en un sentido u otro) heroicamente una confrontación bélica terrible contra un adversario temible, así lo ha vendido el consenso político gubernamental en todo el planeta, recuperar el pasado, aunque para la mayoría el ayer fuera una mierda, es y será una meta loable, casi revolucionaria.
La normalidad acuna y sosiega, es lo habitual, la rutina de cada día. ¿Y quién no quisiera regresar a la vida anterior después de un arresto domiciliario tan severo? Para apuntalar ese retorno con cierta alegría se añade nuevo: de esta forma se entra más suavemente en la cabeza de las gentes que peor lo tienen y se ensancha su esperanza en una sociedad mejor y más solidaria. Pero nuevo resulta también ambivalente; es un mensaje calculado, una incógnita; algo nuevo puede ser mejor, peor o prácticamente igual a lo existente. En función de las respuestas sociales y de factores imprevisibles puede ir modulándose la intensidad de las políticas a llevar a cabo.
En definitiva, el futuro está por hacer pero se intenta canalizar el descontento potencial para que no desborde los cauces de la normalidad capitalista. Lo nuevo, sin precisiones, así a lo bruto, no es más que un señuelo vacío para llegar directamente al corazón de las mayorías silenciosas: un paliativo emocional que calme los síntomas del dolor pero no enfrente las causas del mismo. O sea, consumir propaganda seductora o caer en las fauces del fascismo. Usted elige: sacrificio con sedante o violación machista.
La normalidad nueva hacia la que viajamos se inscribe en el relato mayor de las últimas décadas, el futuro permanente, concepto al que nos acostumbró la posmodernidad de primer aliento.
Desde las postrimerías del siglo XX se viene predicando que ya no hay pasado ni, siendo escrupulosos, presente alguno. Todo es expectativa, experiencia tras experiencia, olvido más olvido, recreación de instantes ahistóricos para (de)construir una persona única e irrepetible. Paradójicamente, esa singularidad se repite en clones sin ningún atisbo de individualidad: cualquierismo de multitudes autosuficientes convertidas en islotes de un solo habitante.

Sin embargo, el futuro permanente, como sofisma embaucador, hunde sus raíces en teorías, actitudes y conductas bastante lejanas: las ventas a plazos para financiar la felicidad familiar, matarse a trabajar para ser acreedor a una jubilación decente, hipotecarse para ser propietario de una raquítica parcela donde literalmente caerse muerto, ahorrar para las vacaciones, para los estudios de los hijos, para el entierro…
Las capas populares nunca han podido vivir en el presente. Sus placeres se evaporaban en la agonía de no saber que sería de ellos mañana. Era necesario no malgastar las energías ni zambullirse en el ocio inmoral. Tenían tanto en que pensar que mejor era instalarse en una normalidad mediocre donde enjugar las neurosis con entretenimientos vacuos: la radio, la televisión, el cine, las novelas románticas, el fútbol, las fiestas de guardar y las efemérides de andar por casa. Después de una larga y tediosa jornada laboral, lo más indicado para erradicar el conflictivo pensar era acomodarse en el pensamiento enlatado por los mass media y la ética del buen trabajador callado y obediente.
El futuro en el más allá luminoso, religioso o mítico, siempre ha sido un antídoto contra la crueldad y exigencias imperiosas del aquí y ahora. Sucede que vivir el futuro constantemente impide ver la realidad en su justa medida, al menos de una manera crítica y consciente. Y empática: el otro suele sobrevivir en idénticas carencias a las mías. La competencia extrema nubla la capacidad de identificar las asombrosas similitudes entre mi precariedad y la tuya.
La precariedad vital es otro rasgo clave de la posmodernidad. A mayor desnudez, mayor libertad. Entiéndase desnudez como metáfora de ir prescindiendo de superfluos ropajes materiales y espirituales o utópicos que lastran ese viaje a la autorrealización y la felicidad total. Fuera ideologías, el devenir histórico, las neuras mentales, el trabajo, la solidaridad, las raíces, las clases sociales, el estatus y los relatos de emancipación. Esculpe tu yo, explota tus potencialidades, créate a ti mismo. ¿Cómo? Nada está escrito, búscate la vida.
Las proclamas encerraban (aún vivimos inmersos en sus secuelas festivas e irracionales) una ideología aparentemente no ideológica o sujeta a presupuestos normativos; la norma era la no norma; la libertad era rabiosamente individualista; no había preceptos ni obligaciones salvo la prescripción de abalanzarse en cueros al mundo y hacerlo tuyo, original e iniciáticamente, como una obra de arte sin parangón desde que el mono se hizo humano consciente de su ser. La aventura, hay que reconocerlo, era maravillosa. Muy excitante.

No obstante, esa desnudez teórica y lírica de algunos iluminados, antisistemas de lengua falaz y hábitats sufragados por mecenas anónimos, se hizo realidad en el sufriente cuerpo de carne y hueso y no en la fantasía alucinógena de ningún edén biblíco o erudito, salvo para las burocracias ilustradas y las elites adineradas del mundo: las gentes que alimentaban sus miserias existenciales de un salario se quedaron sin nada, sin ideas, sin empleo fijo o indefinido, sin capacidad de ver lo evidente y entender lo obvio: el porro que te fumabas estaba enriqueciendo al poder; el cuelgue dionisiaco era una forma de control sutil de tus deseos efímeros y tus inseguridades duraderas. La libertad posmoderna era una quimera enorme, una mentira tremenda de filósofos adosador al poder.
En este vaivén hacia ninguna parte, volver a empezar es/era la meta de cualquiera, de las multitudes, esto es, coger el tren en marcha del futuro permanente donde pudieras pillarlo, en el contrato-basura más cercano a tu necesidad, pero en la actualidad ya no hay salvavidas a los que recurrir: incapaces de ahorrar, la pulsión es consumir hasta la última gota de sudor y sangre para evadirse del oscuro presente. La visión de túnel solo deja ver los pagos inminentes: el alquiler, la hipoteca, el deseo de consumir tiempo-acontecimiento en un centro comercial de las afueras, en una rotonda al abrigo del botellón y los colegas de turno o en un polvo de ausencias y resistencias freudianas.
Y una vez amanecidos al curro, a buscar empleo, a estudiar para ser alguien, a quedar el fin de semana, a hacer planes de corto recorrido que nos trasladen de la precariedad al futuro y viceversa. Son trayectos de proximidad: futuros chiquitos, pequeñas tonterías de mensajería instantánea, de consumo automático de fetiches intrascendentes.
La trama neoliberal tiene más ingredientes; el teatro de la posmodernidad cuenta con otros protagonistas estelares. El capitalismo ha parido un nuevo personaje, quizá un heterónimo, una especie de máscara para pasar más desapercibido dada su reputación en entredicho.
El nombre de la máscara se resume en un concepto inquietante, biocapitalismo, una fase en la que desde que uno se levanta hasta que se acuesta no deja de ser mera mercancía. Ya no hay tiempo de trabajo ni de ocio por separado. El acto de vivir crea per se productos derivados: deseos que se transmiten online y conforman ofertas personalizadas al instante.
Trabajar produce y consumir también. En todo momento estamos produciendo información relevante, materias primas diseminadas por aquí y por allí que provocan estados de ánimo y lenguajes big data que el sistema etiqueta y reelabora para comercializarlos de modo ininterrumpido: la tienda-fábrica del capitalismo está a un clic de distancia, siempre abierta. De alguna forma, todos somos productores y consumidores a la vez. Producimos lo que somos a la par que nos consumimos en el propio deseo de consumir. Se venden ficciones inmunes a la propiocepción humana. Puedo tocar e inferir mercancías dispuestas a mi alcance pero no la mercancía que habita mi totalidad. Es un espejismo magistral del biocapitalismo, la mercancía que soy jamás podré verla cara a cara.
En las sociedades altamente biomercantilizadas, mientras la libertad de expresión se circunscriba a emitir opiniones normalizadas (lo políticamente correcto e inocuo para el sistema) que no promuevan situaciones de rechazo radical ni pensamientos demasiado escorados a la izquierda del espectro político, todo es permitido, más aún, todo es desecho reciclable en beneficio empresarial. Lo que no mata al sistema lo hace engordar.
Cualquiera (Jacques Rancière y su cualquierismo como síntoma radical de la posmodernidad) y multitud (Toni Negri, Michael Hardt y sus masas informes) son palabras o categorías del pensar que nos remiten a un mundo desigual en la igualdad formal de las mediocracias realmente existentes, no solo referido a cuestiones económicas, sino tambien en la manera de representarse la compleja y plural realidad viva.
Una vez superada la etapa del obrerismo, la izquierda, sindical y política, hecha al calor del relativo bienestar occidental surgido tras la segunda guerra mundial, transformó sus ideales en callos de resistencia: la revolución era imposible, seamos demócratas a la usanza liberal, hagámonos clase media (los que pudieron; los que puedan).
Hoy, incluso después de la implosión de la URSS y su campo de influencia y de las sucesivas y cíclicas crisis del sistema capitalista, la hegemonía oficial es de clase media, concepto que hay que entender más bien como crédito personal de estatus, de disposición estética del hombre o mujer con cierto empaque cultural y dominio de sí mismo. Dicho de otra manera, imitadores de la crema social convertidos en expertos de cualquier cosa para sacar de la crasa ignorancia a la multitud embrutecida en la precariedad vital.
Hay personajes de reconocido prestigio y notoriedades de verbo ramplón. Y naderías que gritan como nadie. Esa mezcla resulta letal y confusa para la opinión-verdad pública. Sin embargo, tienen en común que interpertan, tanto desde la honestidad como desde la estupidez, el sentir de la gente común, es decir, son intermediarios de lo que piensan los objetos anónimos que nunca emiten sus opiniones directamente, sin mediaciones que desvirtúen su sentir particular e íntimo.
Tal es la democracia parlamentaria: que alguien represente tus intereses. Los representantes profesionalizados taponan la voz de sus representados, estábamos tentados de escribir de la voz del pueblo si es que tal entelequia ha existido alguna vez.
Los medios de comunicación (las excepciones confirman la regla) solo abren sus páginas a expertos de lo que sea. Solo se publican artículos de figuras que expresan sus opiniones dentro de marcos de saber extremadamente restrictivos: solo hay una sintaxis, la que dictamina el diccionario de la RAE. Y en ese purismo se pierde lo que piensa con autenticidad, en vivo y riguroso directo, la mayoría esencial: los que no tienen estudios o habilidades suficientes para firmar un texto con su nombre y su apellido y que cumplen trabajos ingratos o peligrosos y mal pagados, esto es, los que trabajan el campo, las empledas domésticas (son mujeres en su mayoría), los que barren y limpian las calles, los que retiran la basura por las noches, los que cuidan a los mayores o personas dependientes, las personas explotadas en la precariedad laboral o la economía sumergida. La lista no se agota en esta sucinta mención de cualquieras que conforman multitudes anónimas y olvidadas.
Ese mundo subterráneo que sostiene el mundo de la superestructura con su trabajo abnegado no es sujeto del relato político. Es el objeto de estudio de los saberes académicos, del reportaje amarillo o no de los media, la razón de ser del consumismo, la materia prima del lujo de las elites, el combustible de la maquinaria ideológica del capitalismo. Mientras los expertos hablan (o rebuznan) y ponderan sobre iniciativas legislativas y el sexo de los ángeles, el objeto omitido de sus disquisiciones no puede facilitarse un respiro para expresar su propia verdad sin tapujos ni formalismos estériles.
¿Esa nueva normalidad incluirá a los que nunca pueden opinar públicamnete como personas individuales? Mucho nos tememos que la respuesta sea no. El sistema necesita de multitudes silenciosas y cualquieras fabricados en serie. Gentes que vivan la precariedad como una aventura deslumbrante y se monten sin alforjas críticas en el futuro permanente con el solo propósito de desear un día sí y otro también la luna inalcanzable.
Los principales medios de comunicación, públicos y privados, seguirán en su política endogámica: hablarán de lo mismo, se entrevistarán entre ellos, compartirán expertos, harán idénticos comentarios (con pequeñas diferencias insustanciales) sobre similares denominadores comunes (sus cosas teñidas de interés general). El margen de maniobra es muy estrecho, izquierda/derecha sin matices, lo antes reflejado: actitudes de clase media ahormadas por el sistema con sesgos más o menos anchos o sutiles según las circunstancias. Lo que parece claro es que el abajo social será objeto de debate pero nunca sujeto activo del presente.
¿Será entonces la nueva normalidad la última estación de la posmodernidad mitificada o únicamente asistimos a una treta más o requiebro elegante del capitalismo?
Difícil dar una respuesta convincente. Pero por lo que vamos conociendo la contestación dista mucho del optimismo. La renta básica es rechazada por la caridad eclesiástica, las derechas solicitan no interrumpir los desahucios para no distorsionar el mercado inmobiliario, las empresas de alimentación a lomos de la coyuntura suben los precios sin rubor, la idiocia de algunos nacionalistas les hace declarar que con la independencia habría habido menos contagios y muertos, los fondos buitre huelen la carroña a años luz de distancia y comprarán a precio de saldo marcas punteras de empresas en la ruina, el Norte continúa siendo insolidario con el Sur, los inmigrantes no cejan en su empeño de alcanzar la orilla occidental de sus sueños (ahora son mano de obra imprescindible para las cosechas agrícolas que no admiten demora). Suma y sigue hasta la náusea.
El mensaje es diáfano: sin el chantaje de la necesidad no hay beneficio capitalista. La nueva normalidad huele a engaño, una canción del verano más para que la gente acepte sumisa las carencias que vienen. Vender humo hace ganar tiempo a las élites, recompone su denostada figura y aumenta sus capitales. El futuro permanente está hecho así, de retales de olvido cosidos al vuelo y de escombros esparcidos al aire por la precariedad vital. Cuando se disipe la humareda ya estaremos en otro no lugar de la historia contemporánea, un espacio de tránsito hacia nadie sabe dónde. La farsa ya se está escribiendo… Título provisional: la nueva normalidad.

Quizá no lo advirtamos a primera vista pero la actualidad guarda un cierto paralelismo formal con el regreso en 1814 a España del rey traidor (felón en las crónicas históricas) Fernando VII, Borbón para más señas. Retornaba del destierro tras haber abdicado tiempo antes encabezando la facción absolutista más reaccionaria del momento en pugna con la Constitución liberal de 1812. A su llegada a tierra española, la lujosa carroza que traia a su majestad desengachó los caballos y puso en su lugar a gentes del común: la metáfora es perfecta, tanto es así que el pueblo (la parte con mayores tragaderas y mentes más flexibles a los cantos de sirena del poder) gritaba fuera de sí: ¡muera la libertad y vivan las cadenas! ¡Qué más dan acémilas o personas mientras sean fuerza animal de trabajo dócil y barata! Si nos adentramos en la nueva normalidad con las orejeras de la necesidad y la costumbre tal vez estemos gritando sin apercibirnos de ello la triste proclama ¡vivan las caenas!

No obstante, nos asiste una verdad incontrovertible (¿irónica?) como autodefensa ante la nueva normalidad que se avecina: el progreso ha hecho más inteligente a la clase trabajadora (¡y no digamos a la ilustrada clase media que habla idiomas y ha viajado por medio mundo!). ¿Quiénes estarían dispuestos a asumir ahora un eslogan político tan estúpido y fascista? ¿Tal vez los que votan Trump, Bolsonaro, Le Pen o Vox? ¿Alguien en su sano juicio quisiera ser caballo y no persona? Cuando las emociones y la irracionalidad toman las riendas de la necesidad…

1 COMENTARIO

  1. luciano medianero morales 
     abril 23, 2020
    Saludos desde Málaga, España. de Lmm :PERO PRONTO NOS REPRONDEMOS,…¡¡. NO HAY MAL QUE CIEN AÑOS DURE,…NI CUERPO QUE LO AGUANTE, RESPONDIÓ MI COMADRE LA LOLILLA ¡¡.
    la pantomima parlamentaria va al unísono con la desfachatez sindical,…¡¡.
    «PERO QUE DESGRACIÁ ES LA HUMANIDA». DIEZ MIL AÑOS SOPORTANDO LA OPRESIÓN, LA ESCLAVITUD DEL TRABAJO AJENO,…PARA REYES, GENERALES, ARISTÓCRATAS, SEÑORES FEUDALES, CLEROS DE TODO TIPO,…CAPITALISTAS LIBERALES COLONIALISTAS E IMPERIALISTAS EN SU CULMINACIÓN DE TOMAR LA CUMBRE, LA IMPERIALISTA GENOCIDA, INTERPLANETARIA,…AL IGUAL LOS CORTESANOS, LOS GESTORES Y MAYORDOMOS, HOY EN DÍA LOS LISTOS SINDICALISTAS, LA PARTITOCRACIA Y LAS CURANDERAS ONEGETISTAS,…Y PIERDO LA PISTA, ME NUBLAN LA CONCIENCIA, ME ENVENENAN CON LOS SIDAS, LOS COVID-19, LAS MALARIAS,…¡¡.
    HABÍA Y HAY LAS LAGRIMERAS, LAS QUE LLORAN A LOS DIFUNTOS, LAS MISERIAS Y TRAGEDIAS,…LAS PLAÑIDERAS ESTÁN EN ACCIÓN, DESDE MÁS DE UNA DÉCADA, DESDE EL MOV. ANTIGLOBALIZACIÓN Y LOS FOROS SOCIALES,…HOY ESTÁN COGOBERNANDO CON SOPORTES VARIADOS,…EN EL SANTO PANTOMIMA ESPAÑOL, DONDE VIGILAN Y ESPERAN LOS LEONES,…DE LOS CORTES, DE MANGA AL PUEBLO ESCLAVO TRABAJADOR,…
    ( fotos en blog lukyrh.com ) Resultado de imagen de LAS PLAÑIDERAS
    Resultado de imagen de LAS PLAÑIDERAS
    Plañidera :
    Descripción
    Una plañidera era una mujer a quien se le pagaba por ir a llorar al rito funerario o al entierro de los difuntos. Aparece en documentación iconográfica y documental de la Antigüedad y en algunos países del mundo, diferentes culturas siguen practicando usos similares.​​ Wikipedia

    ( Los sindicatos CCOO y UGT piden a Pedro Sánchez un papel protagonista en los pactos de reconstrucción
    https://elobrero.es/nacional/47500-sindicatos-piden-a-sanchez-un-papel-protagonista-en-pactos-de-reconstruccion.html

    Abril 23, 2020Escrito por Redacción / AgenciasPublicado en Nacional
    MADRID, 23/04/2020.- Fotografía facilitada por Moncloa de la reunión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Economía, Nadia Calviño, con la mesa de diálogo social para abordar con patronal y sindicatos la reconstrucción social y económica ante la crisis provocada por la epidemia del coronavirus. EFE/Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa
    MADRID, 23/04/2020.- Fotografía facilitada por Moncloa de la reunión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Economía, Nadia Calviño, con la mesa de diálogo social para abordar con patronal y sindicatos la reconstrucción social y económica ante la crisis provocada por la epidemia del coronavirus. EFE/Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa

    Los líderes de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, respectivamente, han pedido al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que los agentes sociales tengan un papel protagonista en los pactos de Estado, necesarios para la reconstrucción económica tras la pandemia del COVID-19.
    Así lo han declarado a los medios tras su reunión con el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, para abordar el acuerdo económico y social de reconstrucción del país después del coronavirus, en la que han estado presentes también los presidentes de las patronales CEOE y de Cepyme, Antonio Garamendi y Gerardo Cuerva, respectivamente.
    «Hemos trasladado la voluntad de CC.OO. y de todos los agentes sociales de participar en los Pactos de Estado que España necesita y en el que el papel de agentes sociales y diálogo social debe ser protagonista», ha señalado Sordo, que ha pedido que en esos pactos se siga avanzando en prestaciones y medidas para proteger el empleo y las empresas.
    En la misma línea, el líder de UGT ha considerado necesario continuar con los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), «un gran instrumento que no puede quedar a medio camino», ha dicho, sino que ha de mantenerse en el proceso de desescalada permitiendo la incorporación de trabajadores «en el momento que sea necesario», manteniendo así empresas y puestos de trabajo.
    Desde Moncloa han destacado de la reunión que las organizaciones empresariales y sindicales han apoyado «la creación de un espacio de diálogo social para la reconstrucción», así como la propuesta de promover grandes acuerdos para la misma y la postura de España de que Europa desarrolle un «ambicioso pacto» en materia económica.
    Los sindicatos han insistido ante el Gobierno en la necesidad de poner en marcha cuanto antes un ingreso mínimo vital para que «nadie se quede atrás», y aclarar qué ha ocurrido en las residencias de ancianos y cómo han afrontado esta crisis los servicios sanitarios.
    «Queremos una auditoría que dé luz, acabe con las interpretaciones interesadas que estamos viendo y podamos ver de dónde venimos y cuáles son las bases que tenemos que tener en futuro», ha añadido Álvarez.
    Sordo también ha exigido un «análisis severo» de cómo se ha respondido a esta pandemia, especialmente en servicios sanitarios y asistenciales que, a su juicio, deben fortalecerse.
    Ambos han trasladado también al presidente del Gobierno la necesidad de alcanzar un acuerdo de país que también se extienda a la Unión Europea (UE), «que se convierta en espacio económico y social», y ha considerado «fundamental» lograr una alianza para ello con Italia y Francia.
    Los recursos de la UE, han coincidido, deben destinarse a un cambio de modelo productivo. EFE. ////Fotos: Patrimonio perdido de Madrid durante la Guerra Civil …)
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    raul-jaime-maestre
    RAÚL JAIME MAESTRE

    @ruljaimemaestre
    La pandemia del coronavirus está teniendo graves efectos en las economías más importantes alrededor de todo el mundo y está afectando a casi todos los sectores económicos.

    En España estos efectos se han notado en los principales sectores que son los motores económicos de nuestro país, como son el sector turístico y el sector de la automoción. Por tanto, se puede afirmar que el coronavirus ha creado una crisis económica que cuando más alarga puede ser peor que la crisis del 2008.
    España le va a costar más salir de la recesión provocada por el coronavirus
    El impacto de los efectos negativos en la economía mundial por causa del coronavirus es abrumador, ya que se está dando un estancamiento a nivel globalizado de la economía.
    Las previsiones de salida de la crisis de las economías desarrolladas están alrededor de 2 años en volver a los niveles actuales de Producto Interior Bruto (PIB) previos a la pandemia de coronavirus, que es lo tardaron Alemania y Francia en recuperarse de la anterior crisis.
    España, Italia o Reino Unido, durante la anterior crisis económico tuvieron más problemas para recuperarse, debido a cada uno de estos países partían de diferentes condiciones para poder remontar el vuelo de nuevo….//…)
    LOS SINDICATOS INSTITUCIONALES, CON FUNCIONES DE SINDICATOS DE ESTADO,…CUMPLIENDO SU PAPEL DE COLABORADOR Y REPRESOR,…ESTO ÚLTIMO CONTRA LA CLASE OBRERA UNIVERSAL, NO SOLO HISPÁNICA,…SU PAPEL DE ACTIVO DE ESTADO,…AL IGUAL QUE SE DICE EL PSOE Y EL PP; Y AHORA TAMBIÉN LOS DE UNIDOS PODEMOS, CIUDADANOS, EL PARTIDO VOX Y OTROS CUANTOS,…TODOS MUY PATRIOTAS,…TÉRMINO Y CONCEPTO PUESTO DE MODA, POR CIERTO, POR PABLO IGLESIAS, EN SUS ARENGAS DE PATRIOTISMO SOCIALFASCISTA E IMPERIALISTA,…CÁLLESE SEÑOR LUCIANO, ESTÁS DICIENDO UNA BARBARIDAD,…EN REALIDAD SON LOS PADRES DE LA PATRIA Y ES UN GRAN HONOR,…Y NO USTED, QUE ES SOLO UN CRITICÓN, SIN TON NI SON,…¡¡. EL AGUELICO FRASQUITO TAMBIÉN FUE UN PADRE DE LA PATRIA,…»ESTO ME TIENE LIAO,…QUE PENA JESÚS,…¡¡.»
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    LOS EMPRESARIOS SIN HACER ESFUERZOS VAN A HACER MUY BIEN SOCORRIDOS,…LA GENTUZA OBRERA, QUE LES PARTAN OTRO RAYO,…¡¡. HASTA LAS IGLESIAS ROGANDO EN LAS CATEDRALES Y DEMÁS TEMPLOS RELIGIOSOS, SEAN SINAGOGAS, SEAN MEZQUITAS;… Y QUE CADA CUAL SIGA ENROCADO EN SU SALVADORA RELIGIÓN,…ELLOS SABRÁN, –PORQUE SON SUS COLEGAS FINANCIEROS Y USUREROS,…¡¡.
    TODO EL PERSONAL A VERLAS VENIR,…UNAS ASOCIACIONES MÉDICAS HAN DENUNCIADO AL PRESI. SÁNCHEZ Y AL MINISTRO DE SALUD,…»EL PROBE SEÑOR ILLA», SIN QUERERLO, «METÍO EN ESTE EMBOLAO,…»; ÉL DICE QUE NO ES DEL SECTOR, DEL GREMIO SANITARIO,…DA PENA ESTE GOBIERNO,…LAS MEDIAS TINTAS NI PARA ESCRIBIR UNA PAYASADA,…¡¡.
    SE HA DERRUIDO PARTE DE ESPAÑA,…QUE PENA, NO ME LLOREN,…LO VAIS A RECONSTRUIR CON EL TRABAJO Y EL SUDOR DE LOS DE SIEMPRE, LA CLASE OBRERA Y POPULAR,…POR ESO QUE PENA ME DÁ, ESTE PUEBLO ESPAÑOL, HISPÁNICO DE LOS DIVERSOS PUEBLOS Y SENSIBILIDADES,…QUE PUTA OPRESIÓN ESTATAL IMPERIALISTA,…TAN POTENTE Y SUABONA A LA VEZ,…QUE CALAMIDAD, A LOS OJOS LA PROGRE-IZQUIERDA AL PUEBLO NO LE QUIERE MIRAR,…TODO SERÁ NUEVO,…IGUAL QUE CUANDO ARREGLAMOS LAS COCINAS Y CUARTOS DE BAÑOS,…TODO A RELUCIR COMO LOS CHORROS DEL ORO,…ORO DE LA MUERTE, DEL ASESINATO Y DEL SAQUEO,…MÁS CLARO EL CONCEPTO QUE TIENEN DE RECONSTRUCCIÓN,…»TODO PA ER CAPITAL,…UNA VEZ MÁ, LA BANCA USURERA GANA,…¡¡». 
  2. Gracias por todo,…luky de málaga, saludos ¡¡. Y SIGAMOS JODIDOS Y RECONSTRUIDOS A PEGOTAZO.




En busca de un «efecto multiplicador de riqueza» para reconstruir España


La crisis económica desatada en España reviste especial dureza, pues el país nunca terminó de recuperarse de la iniciada en 2008. Al parón obligado seguirá una etapa de recuperación para la que el actual modelo productivo español no está preparado. Su reestructuración se antoja difícil mientras su financiación siga ligada a la deuda.
Por Sergio Hernández-Ranera Sánchez*
Con una economía basada en el sector de servicios y el turismo (hasta un 14% del PIB), un panorama empresarial dominado por las PYMES (pequeñas y medianas empresas), una precariedad laboral extendida y, en suma, una economía que produce muy poco valor añadido, España presenta un cóctel perfecto para que el impacto de la pandemia en el PIB, estimado en un 3% a nivel mundial, pueda cifrarse en este país hasta un 8%. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula para España una subida del déficit hasta el 9,5% respecto al PIB, la más alta entre los países de la eurozona y sólo superada por Canadá (11,8%) y EEUU (15,5%) entre los países desarrollados.
Las condiciones en que se reactivará la economía a lo largo de la primavera y el verano no son propicias para recuperar la actividad económica tal cual regía antes. Las medidas de profilaxis sanitaria y de distanciamiento social no permitirán, por ejemplo, desarrollar un modelo de industria turística como el español, de masas. Los hoteleros no ven viable continuar su negocio sin la aplicación de protocolos sanitarios comunes que incluyan pruebas de detección masivas. El desempleo, estimado en valores superiores al 20% para el mes de mayo, es también el resultado del cierre absoluto de la infraestructura hostelera y hotelera durante el estado de alarma.
«El turista tiene que saber que allá donde vaya, se va a encontrar con lo mismo», declaró durante un seminario online Enrique Sarasola, presidente de Room Mate Group. En su opinión, la normativa tendrá que ser única. «Y será fundamental que España abra al mismo tiempo que el resto de naciones y no más tarde porque eso sería perjudicial», apuntó en el mismo encuentro Gloria Guevara, directiva del Consejo Mundial del Viaje y el Turismo (WTTC).


Kike Sarasola
@SarasolaKike
Tenemos que devolverle al turista la confianza y la seguridad para que vuelvan a viajar. El sector turístico es primordial para la economía del país y el principal generador de empleo. El sector público y privado debemos colaborar juntos. #Th1WebinarTurismo @ThinkingHeads


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18:43 - 22 abr. 2020
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El virus obliga a revisar el modelo
España es más vulnerable a los efectos de la pandemia por los rasgos de su economía. «El primer rasgo es la especialización en sectores que dependen de la movilidad, como el turismo», explica a Sputnik el economista Emilio Ontiveros, fundador y presidente de AFI (Analistas Financieros Internacionales).
Este catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid subraya que el daño producido a las empresas tras un mes sin ventas ni ingresos es especialmente grave, habida cuenta de que la mayor parte son PYMES. «Y tenemos un mercado de trabajo dominado por la temporalidad donde es fácil despedir, por eso hay un alza en el desempleo», detalla. «Pero son empleos que podrían recuperarse, incluso de forma intensa, si hubiera un estímulo económico fuerte no sólo en España, sino en todo el mundo», asegura, al tiempo que recuerda que se han perdido más de 900.000 afiliados a la Seguridad Social.
Ontiveros cree que habrá que realizar inversiones con la liquidez de los 750.000 millones de euros que aportará el BCE, «porque así habrá un efecto multiplicador de riqueza». «Si se hacen inversiones en economía digital y energías renovables, es altamente probable que el valor generado sea superior al de la inversión inicial. Es un primer paso». En su opinión, con el compromiso adoptado en el Eurogrupo de 540.000 millones (240.000 millones en préstamos del MED, otros 200.000 millones en avales del Banco Europeo de Inversiones, y 100.000 más para el programa de desempleo SURE), con los 750.000 millones del BCE y más lo que pueda pactarse en el Consejo Europeo, «se podría garantizar que saliéramos de la recesión ya el año que viene». «Pero de manera suave, porque vamos a tener una caída del PIB entre un 8% y un 10%», señala. «Ganará la UE, porque no puede volver a decepcionar».
«Pero la industria no es solo la solución. No sé si deberíamos crear más industria, pero sí más servicios como los de la economía digital. Y eso depende del conocimiento, de que tengamos buenos empresarios y un sistema I+D potentes», avisa.
Un tejido productivo problemático
«Pero no es solo que los servicios que tenemos son poco productivos y de poca cualificación, o que generan muy poco valor añadido», explica por su parte a Sputnik el economista Fernando Luengo. «Porque abordar el cambio de tejido productivo en clave de crecimiento, productividad y competitividad (algo intocable para el discurso convencional), es imposible», afirma, incidiendo en las características estructurales de la UE. Y añade:
«La Europa real es profundamente asimétrica. El papel subalterno de las periferias en las especializaciones productivas y comerciales ha sido funcional para el modelo de integración europea».
«Nuestra deuda ha sido necesaria para el gran negocio de los bancos alemanes y holandeses, nuestro déficit ha sido fundamental para que Alemania generase superávit estructural», remata. Luengo subraya la imposibilidad de continuar con un sector de servicios como el que España ha tenido hasta ahora. Y no está claro que al albur de la epidemia vayan a generarse otro tipo de industrias. «Las nuevas tecnologías son superintensivas en el consumo de minerales y recursos, y hay que plantearse su sostenibilidad. Es decir, la austeridad vinculada al cuidado de las personas y del medioambiente, una austeridad también asociada al reparto de riqueza», sostiene este especialista, aludiendo al contenido del manifiesto de la fundación Fuhem suscrito por más de 200 economistas españoles.
Los impuestos a las transnacionales digitales y a las empresas contaminantes, o la homogeneización de las bases imponibles son medidas que podrían resolver la financiación de un cambio de modelo, «como sostiene el grupo de investigación del economista francés Thomas Picketty», recuerda el profesor Luengo. «Pero no hay voluntad. Holanda, Irlanda y Luxemburgo son prácticamente tres paraísos fiscales. Todo esto hace muy difícil cambiar las especialidades productivas de países como España. Pero hay margen de maniobra que podría utilizar un gobierno si quisiera hacerlo, debatiendo el modelo económico».
El plan de ayuda de la UE
Si el futuro del modelo productivo español está en cuestión, con un sector de la automoción también acuciado de problemas antes de la irrupción del virus, no menos problemático es el aspecto de su reconstrucción. España ha propuesto en Bruselas crear un fondo de reconstrucción con el que transferir hasta 1,5 billones de euros entre los países más golpeados por la pandemia.
La propuesta comenzó a debatirse en el seno de la UE el 23 de abril durante una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno por videoconferencia, pero se ha encontrado con las reservas de Holanda y los países del norte, que prefieren que la ayuda se reparta en forma de préstamos. España e Italia luchan porque el acceso al dinero no entrañe un programa de rescate condicionado. Aunque puede ser un primer paso hacia una mutualización de la deuda, puede ser insuficiente.
«No es un riesgo para España, porque la propuesta que se está considerando prevé que quien se endeude no sean los países, sino la Comisión Europea y además de forma perpetua. Es decir no haría falta pagar el grueso, sino los intereses», explica Emilio Ontiveros. «La Comisión tiene una calificación crediticia de AAA, por lo que puede endeudarse con valores negativos, como Alemania», continúa, «y eso hace que el endeudamiento se pueda absorber mediante impuestos como el que va a girar sobre las emisiones de CO2».
«Pero todo lo que se está haciendo en materia de financiación nos sigue manteniendo en un modelo basado en la deuda», apunta Fernando Luengo, también autor del blog especializado Otra economía. Detrás de la gestión de la deuda figuran empresas que tienen un volumen de facturación y negocio que supera con mucho el PIB de los países, recuerda, avisando también del «mundo extraordinariamente oligárquico al que remiten». En su opinión, el dinero habría que canalizarlo de otra manera. «La iniciativa española propone articular la financiación a través del presupuesto comunitario, pero es insuficiente, porque el presupuesto solo asciende al 1% del PIB de toda la UE».
Luengo afirma que ese exiguo 1% obedece a una decisión política para que el dinero pase antes por la banca y la industria financiera antes que por los estados. «Con otra política estaría en el 8% para que se aproximara un poco al nivel de EEUU, dice. «Pero si yo tengo sólo un 1% y me muevo a través del MEDE, estoy diciendo que sean los bancos y la industria financiera quien redistribuya. Es decir, que sigo en el negocio de la deuda. Y esto es un problema a la hora de abordar la reestructuración, que es muy necesaria».


La Moncloa
@desdelamoncloa
En el #EUCO celebrado hoy, España ha defendido la puesta en marcha cuanto antes de una triple red de seguridad europea para proteger empleos, Estados y empresas. El Consejo Europeo ha acordado que deberá estar operativa antes del 1 de junio.


Lo explica la ministra de @MAECgob
21:24 - 23 abr. 2020
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Hasta junio
Este fondo europeo, al que se alude como una especie de «plan Marshall» contra la crisis del coronavirus, no estaría disponible hasta después del 31 de mayo. Anteriormente se hablaba del 31 de diciembre. Los plazos parecen haberse acortado, pero la urgencia es la misma. Fernando Luego considera que lo mejor sería habilitar un mecanismo de financiación «que no generase deuda ni suponga una carga para los estados», porque ahora los intereses son nulos y se pueden pagar. «Pero, ¿y cuándo remonten?», se pregunta, al tiempo que se muestra partidario de suprimir el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento (PEC). «Pero su supresión no encaja en el actual diseño de la UE».
«En sus objetivos fundamentales, la UE ha fracasado. El objetivo de la convergencia ha fracasado. Las economías divergen más intensamente que hace 20 años. Europa no es un motor de convergencia, sino de divergencia», concluye.
*Sputnik////



Cinco buques del Ejército, preparados para descongestionar las ucis por el coronavirus



  • Los llamados Role 2 son unidades de apoyo médico y sanitario

En la lucha contra la pandemia el Ejército tiene preparados un total de cinco buques de la Armada dispuestos a desplegarse donde haga falta.
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Lo anunció el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), Miguel Ángel Villaroya, y lo ratificó la propia ministra de Defensa el lunes por la noche.
Los buques están equipados con camas y personal médico y sanitario. Conocidos en la jerga militar como "roles 2" (unidades de apoyo médico). Son algo así como unos hospitales de campaña. El grado 1, 2,3,y 4 depende de las operaciones quirúrgicas que pueden realizar.Cinco buques del Ejército preparados para descongestionar las UCI por el coronavirus

Todavía sin destino

Ni la ministra ni el JEMAD han dado detalles de dónde podrían desplegarse  los citados buques, entre ellos el Juan Carlos I, un buque anfibio portaviones LHD. Uno de los más modernos de la Armada, que lleva en activo desde 2010.
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"Siempre actuamos a petición de los responsables de la atención sanitaria en las comunidades autónomas. Los buques y "roles 2" que tenemos ahora pueden ser desplegados donde hiciera falta, pero cuando se nos pidan", puntualizó el JEMAD durante la rueda de prensa del Comité Técnico.

Un avión con 14 toneladas de material sanitario

El pasado lunes un avión A400M del Ejército del Aire procedente de Shangái, China,aterrizó en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) cargado con casi 14 toneladas de material sanitario para combatir el COVID-19. Entre el cargamento se encuentran un millón de test rápidos para la detección del coronavirus.


Ministerio Defensa
@Defensagob

Aterriza en el del @EjercitoAire procedente de con material sanitario que ayudará a la lucha contra el
19:54 - 30 mar. 2020
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La aeronave (el mayor avión de carga de las Fuerzas Armadas españolas)salió el sábado de Zaragoza para traer de vuelta a España, en tan solo 32 horas, numeroso material de protección para evitar la propagación del coronavirus.
Además de test de detección rápida, el avión trae trajes EPI, mascarillas, y otro tipo de material sanitario.
El vuelo ha sido dirigido por una tripulación de ocho aviadores y tuvo que realizar una escala a la ida y dos a la vuelta, debido al peso que transportaba, en la ciudad siberiana de Novosibirsk y en Riga, Letonia. "Una tripulación absolutamente entregada", ha reconocido la ministra de Defensa, Margarita Robles.
Tras descargar en Torrejón, la tripulación y el avión han regresado a su base de Zaragoza después de haber hecho honor al lema de la aviación militar de transporte 'Lo que sea, donde sea y cuando sea', según ha celebrado el Ejército del Aire.

6.300 militares desplegados por todo el país

Las Fuerzas Armadas mantienen desplegados un total de 6.223 efectivos incluido el personal sanitario militar. Además de haber desinfectado más de 1.300 residencias de ancianos y montar varios hospitales de campaña entre ellos el de Ifema en Madrid y la FIRA de Barcelona. Los soldados se encargan también del traslado de cadáveres y pruebas biológicas.
Además el Ejército da apoyo a la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la protección de las centrales nucleares, y en el control de las fronteras.////


El capitalismo visto al microscopio: de epidemias y guerra de clases

El modo de producción capitalista está históricamente agotado. Que el futuro –de haberlo– pertenece a un orden civilizatorio superior, el comunista, lo demostró positivamente el ciclo de experiencias revolucionarias que abrió la Gran Revolución Socialista de Octubre. Pero sabemos también que el plano histórico y el político, pese a estar mutuamente determinados, no coinciden inmediatamente: las conquistas universales de la Revolución Proletaria Mundial (RPM) necesitan ser re-producidas en nuestro concreto presente, y en un nivel superior al que históricamente pudieron acceder. 

Esta disintonía nos permite –o nos obliga– a demostrar, de nuevo, que el orden social actual necesita –¡y puede!– ser subvertido… atendiendo, en esta ocasión, a la última de sus crisis, que no por ser particular escapa a la inestable normalidad capitalista. Y es que, cuando nuestra arrogante y ensimismada civilización científica e hipertecnológica se ve súbitamente sacudida por un inocente agente patógeno, todas las agónicas contradicciones de la sociedad burguesa desfilan ante nosotros, caleidoscópicamente, al posar la vista en el ocular del microscopio.

En primer lugar, el modo en que la clase dominante ha afrontado la crisis del SARS-CoV-2 (el coronavirus que provoca el COVID-19) responde a su íntima naturaleza: literalmente, ha declarado la guerra a un microorganismo que amenazaba con disminuir su tasa de ganancia. Una clase parasitaria que vive de, por y para su enriquecimiento a costa del trabajo ajeno no puede concebir, ni consentir, que se detenga el mecanismo de la extracción de plusvalía. Keep Calm and Carry On, parece volver a afirmar –como en 1939– el gobierno británico, que se ha convertido en el epítome de la actitud capitalista ante esta emergencia epidemiológica. En efecto, el histriónico Boris Johnson anunciaba hace unos días, lozano, que lo principal era “proteger la economía”. Horas después, desde las mismas islas, nos llegaba la poco sutil estimación de que alrededor de 20.000 muertos por el coronavirus sería un buen outcome. ¡Valiente apología de la matanza de proletarios! Laissez faire, laissez passer (el Keep Calm… sólo es una burda copia del original francés, siempre más elegante): contagiaos y desarrollad “inmunidad de grupo”… ¡o no, lo mismo da!: que los más débiles mueran y sobrevivan los más fuertes. Indisimulado “darwinismo” social. Todo ventajas: nos deshacemos de parte de la superpoblación relativa (¡que para algo tenemos un ejército industrial de reserva!)… y sin coste adicional para las arcas públicas: win-win! Casi agradecemos la descarnada falta de cinismo de la burguesía británica, que quita el velo a la retórica continental, hipócrita y taimada; nos pone ante los ojos, como retándonos con soberbia y desprecio de clase, el contenido esencial del mundo presente: cada mercancía que logra valorizarse en el mercado está, en el orden de jerarquía de esta sociedad, absolutamente por encima de las vidas de cuantos proletarios hayan participado en su proceso de producción

Pero, insistamos, esta criminal política capitalista no es cosa de la burguesía de tal o cual país.[1] Como en la película del ahora aclamado Bong Joon-ho, Snowpiercer, el único consenso mundial inamovible es que la máquina no puede parar. Y si, sin detenerse, tiene que ralentizar su marcha (cosa ya traumática para la clase dominante), está claro quién pagará el precio: los esclavos asalariados. Esto lo podemos ver, naturalmente, también en el Estado español, que nos brinda no pocos ejemplos.

A principios de esta semana ya se agolpaban las primeras imágenes de aglomeraciones en los medios de transporte de masas de las principales ciudades del Estado, demostrando la coherente irracionalidad que gobierna nuestro mundo. Con el estado de alarma anunciado el viernes de la semana anterior y decretado el día siguiente, las incompetentes “autoridades competentes” exhortaban a la población a renunciar al muy judeocristiano día del señor, confinarse solitariamente en casa… ¡e ir el lunes a trabajar, ahora confinados colectivamente en vagones de metro atestados de sus semejantes asalariados! Si sufrís el contagio… ¡que sea por negocio y no por ocio!, parecía exclamar a coro la burguesía patria. Convendrá, además, tener algo de memoria y recordar –a pesar de que ahora parezca que cada hora transcurre tan pesada como todo un día– que, una semana atrás, el gobierno de coalición “socialista-comunista” (¡perdón!) todavía minimizaba la virulencia del SARS-CoV-2 e incitaba con despreocupado regocijo a participar en las previsiblemente masivas –aunque menguadas– movilizaciones feministas del 8-M.[2] Cierto es: el ejecutivo tampoco pospuso ni canceló ningún otro concurrido evento social ese día (lo cual sólo agrava la carta de acusación contra este consejo de administración de la clase capitalista), pero resulta obvio que también los intereses de su agenda reformista (¡había que presentar en sociedad la flamante legislación feminista!) valen más que la vida de las masas a las que logran arrastrar. En su torpe maquiavelismo, aprendido a saltos entre la cochambrosa facultad de Somosaguas y consultores políticos que se venden al que prometa el mejor implante capilar, todavía han logrado que alguno de los suyos contraiga el virus, como es el caso de la excajera Ministra de Igualdad (¡el oportunismo es el mejor ascensor social!), la respetabilísima primera dama, etc. ¡Que la providencia se las lleve en suplencia de nuestros hermanos y hermanas de clase!

La respuesta posterior del ejecutivo, que empezó a tomar forma sólo a partir del día 9, tampoco se ha quedado atrás, y es una elocuente muestra de cómo, en cada crisis, la burguesía se lanza resoluta a una nueva ofensiva antiobrera. El “escudo social” presentado a bombo y platillo por el apuesto hámster pendenciero es, básicamente, una masiva transferencia de plusvalía a la burguesía, que tiene en los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs) una genial arma para hacer que la clase obrera pague el costo de esta crisis. Acogiéndose a esta modificación de la legislación laboral, la clase capitalista podrá suspender “temporalmente” (¡ja!) los contratos de trabajo, ahorrarse la totalidad o buena parte de las contribuciones a la Seguridad Social (que hasta el presente recaían en sus espaldas, y que ahora sufragará el Estado) y contraer el poder adquisitivo de los proletarios en un 30% de manera inmediata.[3] El gobierno confía en los empresarios y les pide que despidan lo menos posible. La satisfecha carcajada que se oyó en los barrios burgueses del Estado español no tiene onomatopeya que le haga justicia, por lo que hemos renunciado a intentar transcribirla. 

Entretanto, al menos mientras escribimos estas líneas, no se ha suspendido el abono de los alquileres, aunque sí se ha dispuesto una moratoria en el pago de las hipotecas. En plata: la mafia de los propietarios inmobiliarios, verdadera casta de sanguijuelas, seguirá percibiendo los ingresos de manos de sus depauperados inquilinos proletarios mientras ellos, acomodados rentistas, estarán exentos de satisfacer sus cuotas hipotecarias. ¡Para algo son otra falange de la clase dominante!

Por lo demás, el gobierno del Reino ni siquiera puede vanagloriarse de la gestión de los aspectos más técnicos de la crisis. Acartonado por el federalizante Estado de las Autonomías, el Estado español ha sido incapaz de proporcionar a la crisis sanitaria una respuesta unitaria, coordinada y efectiva. Y, reaccionando tarde y mal, como quien se despierta tropezando de una siesta que se ha ido de las manos, su viraje centralizador ha colmatado la esperpéntica función. Pondremos un ejemplo que, lo juramos, no sale de una comedia de José Luis Cuerda, sino de la más reciente actualidad: tras la declaración del estado de alarma, la plenipotenciaria administración central creyó incautarse, de la mano de los “picoletos”, de varias decenas de miles de mascarillas que, en realidad, una empresa andaluza estaba cediendo de buena gana; tras la correspondiente sacada de pecho del jefecillo de la benemérita en rueda de prensa por el éxito de la operación, el consejero de salud de la Junta de Andalucía escribió una misiva al todopoderoso ministro nacional, de nombre Salvador (¡ironías de destino!): acaba usted de requisar 150.000 mascarillas destinadas en origen al Servicio Andaluz de Sanidad (SAS), que ahora está desabastecido y agotando sus protecciones para los sanitarios. Las últimas informaciones apuntan a que la misiva es fruto tanto del conflicto institucional que se ha desatado entre administraciones de distinto rango y signo político como de la obvia descoordinación que ha provocado esta repentina recentralización: parece que, lejos de ser para el SAS, las mascarillas incautadas iban a ser… ¡un regalo promocional de un periódico local! ¡Virtudes de la sociedad de mercado… y del centralismo burocrático!

Otro agente social que, muy al pesar del revisionismo –luego iremos con él–, se ha cubierto de gloria en estos aciagos días son los sindicatos. Tanto UGT como CCOO solicitaron, codo con codo con las principales organizaciones de los capitalistas (CEOE y CEPYME) y con la mediación de la ministra de trabajo comunista, la flexibilización de la legislación relativa a los ERTEs que antes hemos diseccionado brevemente.[4] ¿Qué más hace falta para demostrar que los sindicatos son una correa de transmisión de los intereses de la burguesía en la clase obrera? Cualquiera que conozca algo la historia del movimiento obrero y sindical podrá imaginar sin mucho esfuerzo que, hace un siglo, una situación similar (en la que se ha militarizado el territorio nacional, la masa de los proletarios son obligados a trabajar poniendo severamente en riesgo su salud y la de los suyos, y el resto son despedidos sin miramientos) hubiera sido contestada con poco menos que una Huelga General indefinida… ¡hasta que se parase completamente la producción no esencial y los capitalistas asumieran todo el coste posible de la crisis! 

¡Qué tiempos, los de la jovialidad y fortaleza de los sindicatos! Pero no tenemos derecho a ponernos nostálgicos, ni falta que nos hace: un siglo de Revolución Proletaria Mundial ha entronado al Partido Comunista como instrumento y sujeto de la revolución; no queda nada que esperar de los sindicatos, salvo constatar –una y otra vez– que, sencillamente, ahora son lo contrario de lo que fueron cuando el proletariado todavía tenía por delante el reto de madurar históricamente y compactarse como clase antagónica a la burguesía. Tempus fugit!

¿Y, entre todo este caos, a qué se dedica la vanguardia revisionista? Los unos, a lamentar lacónicamente el desafortunado papel de los sindicatos en todo este embrollo; los otros, a presionar a sus mayores, miembros del gobierno de coalición; y los de más allá… ¡a quién le importa! Sólo hay una cosa que genera el inmediato acuerdo de todo el espectro revisionista: están dispuestos a ser la reserva del Estado, su retaguardia, a atender su reclamo de disciplina social, a ser los agentes de la normalidad capitalista en las situaciones de excepción. El revisionismo, como extrema izquierda del espectro político de la burguesía, ha sido siempre el policía de esa última frontera que es el Estado burgués.[5] Es precisamente en esta cartografía donde cobra sentido el concepto de socialfascismo.[6] Siendo la aristocracia obrera un pilar estructural del imperialismo –pues logra vincular al capital financiero con la lucha espontánea de los asalariados– y representando el revisionismo a su ala radicalizada, él –el revisionismo– es el recurso final de la democrática dictadura de la burguesía, la postrera forma de lograr cierta agregación social que evite el desastre: más allá del revisionismo sólo puede haber desintegración o revolución social.[7] Por lo mismo, cuando falla el revisionismo (el reformismo radical que trata de conjurar la revolución), emerge sin tapujos el fascismo: la dictatorial dictadura de la burguesía se convierte en la única forma de gobernar a los desposeídos… y de unificar el mando de los poseedores. Sea como sea, la realidad inánime del movimiento obrero hace innecesarios y superfluos (a ojos de la burguesía) a los revisionistas que, aun sabiéndose inútiles, no cejan en su hiperactivo empeño. Por ello, en su patética insignificancia, todos han convertido sus partidos en consultorías laboralistas y sus juventudes en agrupaciones de Boy Scouts. ¿No se lo creen? Veamos. 

La patética sumisión del revisionismo es tal que, por ejemplo, el PCTE, ejerciendo su vocación de Pepito Grillo del gobierno, pide (disculpen: ¡exige!) al ejecutivo que cumpla con su lastimera lista de los reyes magos; lista de reclamaciones que, dicho sea de paso, cualquier persona informada verá preocupantemente similar a la posición defendida por Podemos dentro del consejo de ministros (¿ahora comprenden por qué, desde el punto de vista del oportunismo, es más útil votar a los morados que a los rojos?)[8]. Pero, por si el show fuera pequeño, el PCTE blande la estéril amenaza de que, si Sánchez e Iglesias osan no atender sus temibles demandas, entonces llamarán a los trabajadores… ¿a qué? ¿A la Huelga General, quizá? ¡Por supuesto que no! El PCTE es un partido de orden, responsable y alejado del “izquierdismo”. Nos anima, muy ejemplarmente, a utilizar “las herramientas que prevé la Ley de Prevención de Riesgos Laborales” para parar la producción taller por taller –siempre y cuando la burocracia sindical dé su bendición– y, por supuesto, “poniendo estos hechos [la falta de garantías para “la salud y seguridad de los trabajadores”] en conocimiento de la Inspección de Trabajo”[9]. ¡Toma educación revolucionaria: la lucha de clase mediada y sancionada por el Estado burgués! ¿Y las juventudes de ésta y otras organizaciones revisionistas? Pues, si el economismo ruso quería “dar a la lucha económica misma un carácter político”, parece que nuestros jóvenes revisionistas, hoy día, se conforman con “dar a las relaciones vecinales mismas un carácter comunista”: se han propuesto sistematizar, ¡como política partidaria!, la asistencia a los ancianos para hacer la compra o el echar un cable a los hijos del vecino con los deberes. Es el precio de ir siempre por detrás de las masas, a rebufo suyo: uno termina confundiendo su dignísima ayuda mutua espontánea con las tareas de la revolución, y rebajando al militante comunista a la condición de vecino ejemplar. Así, el obrerismo, siempre razonablemente crítico con la noción de ciudadano, ha terminado por hacer de la ética cívica una bandera “marxista”. ¡Sean al menos coherentes con su miseria ideológica!

Y mientras tanto, como siempre, las masas pagan los desmanes de la clase dominante tanto como la irresponsabilidad de la vanguardia que, por lo general, se niega a afrontar de manera seria la crisis que sufre el comunismo décadas ha. Todos aquellos con vocación política (esto es, con ganas de ejercer “el gobierno sobre las personas”, que diría el viejo Engels) le exigen una absurda, imposible e inconsistente «disciplina social individual». El concepto, que ya se acerca de por sí al oxímoron, pretende conciliar los “intereses generales” con la conducta particular de cada individuo. Pero en una sociedad basada en la competencia, en la lucha por la supervivencia y en los intereses privados, ¿cómo se les puede exigir a las masas que velen por el “bien colectivo”? ¿Qué bien colectivo? Además, el capitalismo contemporáneo, caracterizado por el crediticio consumo de masas, que promociona el éxtasis colectivo en las rebajas y siente una verdadera epifanía el Black Friday; este capitalismo, decimos, se indigna –por boca de sus plumíferos y corifeos– cuando las masas corren despavoridas por hacerse con una bandeja de pollo o un rollo de papel higiénico. Vuestra insensatez desabastece los supermercados, dicen. ¡Aún tienen el valor de mofarse de la ignorancia de quienes saben que serán sacrificados en el altar del becerro de oro de “la economía”… y los bemoles de burlarse de la estupidez de los que cargan con el opresivo temor de contagiar a sus mayores por verse obligados a seguir produciendo mercancías! 

Ningún revolucionario puede culpar a las masas de sentir miedo ante la verdaderamente terrible situación creada por la clase dominante. No sólo en las últimas semanas, sino en los últimos dos siglos de su dominio. Quizá sólo podamos lamentar que el dinero siga mediando en tales intercambios de equivalentes pues, como nos diría Marx, el saqueo –al que estamos lejos de incitar– es tanto una fuerza productiva como una forma inmediata de redistribución de la plusvalía. La burguesía, a veces inepta pero nunca absolutamente imbécil, ya se ha pertrechado para cualquier imprevisto desorden: la militarización del territorio lo mismo sirve para ordenar la movilización del capital variable, apalizar a transeúntes que no son lo bastante sumisos o impedir cualquier eventual forma de protesta espontánea ante la política criminal de la clase capitalista. La banca siempre gana: donde no lleguen las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado –o el revisionista transmutado en Scout– siempre habrá un ciudadano solidario que, asomado al balcón después de aplaudir a los sanitarios, aporrear una cacerola o gritar un “¡Viva España!” (supuestos perfectamente compatibles entre sí), denuncie al irresponsable que ose desobedecer las sabias instrucciones del soberanísimo y muy eficaz Ministerio de Sanidad. Estamos lejos, igualmente, de alentar a los proletarios a poner en riesgo su salud de manera innecesaria… pero peor precedente sientan los opositores a soplones. Porque, no nos engañemos, la militarización de la vida social y la retórica bélica que sobrevuela el occidente en estas semanas es el mayor ejercicio de maniobras que se ha hecho, en mucho tiempo, en el viejo continente: quizá no en términos cuantitativos, pero sí en su aspecto cualitativo de entrenamiento real para la guerra que más teme la burguesía, la guerra de clases. El disciplinamiento y control social manu militari, la llamada a la union sacrée interclasista o el florecimiento de los chivatos (lamentamos el argot; queríamos decir “la colaboración ciudadana”) forman parte de lo mismo: el engrasamiento de todos los mecanismos que la clase capitalista pondrá en marcha contra el proletariado revolucionario. No en vano, el Jefe del Estado Mayor se felicitaba el viernes por la mañana de que estén “todos los ciudadanos comportándose como soldados” (sic!): “¡Todos somos soldados!”, concluía.

Desde la otra trinchera, en la que orgullosamente nos encontramos, proponemos realizar un simple vistazo comparativo al modo en que abordaría una crisis semejante un proletariado revolucionario constituido en Partido Comunista y, a su vez, en clase dominante (Dictadura del Proletariado mediante), pues quizá resulte ilustrativo. Para empezar, frente a la retrógrada federación y al vertical centralismo autoritario, la estructuración centralista democrática del Partido y del Estado-Comuna garantizaría –con su democracia imperativa, la revocabilidad de los cargos, etc.– una respuesta unitaria y efectivamente coordinada en todo el territorio bajo el dominio de los Consejos Obreros[10]; a su vez, una sociedad revolucionaria que se enrumba decidida a acabar con un modo de producción regido por la acumulación de plusvalía podría parar toda la producción no esencial de inmediato, y si algún viejo o nuevo capitalista tratase de hacer prevalecer sus mezquinos intereses privados sobre los de la masa de la población, tendría enfrente a un proletariado organizado ideológica, política y militarmente, dispuesto a barrerlo de la faz de la tierra; ya que, por supuesto, este contexto sólo sería posible con una previa fusión entre vanguardia y masas, esto es, entre teoría revolucionaria y movimiento obrero, con todo lo que ello conlleva de compromiso políticodisciplina consciente y ejemplar autoconducción; y, aun en el probable caso de necesitar hacer uso del momento represivo, en lugar del ejército que se despliega como un invasor extranjero en su propio territorio (lo que expresa esa dialéctica escisión entre la vida social y la esfera política especial y separada que es el Estado) encontraríamos una Guardia Roja con arraigo en el terreno, cuyos milicianos rotativos (todos los adultos sanos de ambos sexos) alternarían el trabajo productivo esencial y la asistencia a los afectados o la población de riesgo con la tarea política de aplicar por otros medios la línea del Partido. ¿Diferente, verdad? Pues el camino que atraviesa ese apetecible paisaje pasa necesariamente por la construcción del referente de vanguardia marxista-leninista para avanzar en la reconstitución ideológica y política del Comunismo. Que los imperdonables e inolvidables desmanes de la clase dominante se conviertan en aliciente para cumplir nuestras verdaderas tareas: hacer de la clase dominada un sujeto revolucionariamente independiente.


Comité por la Reconstitución
20 de marzo de 2020





Notas:

[1] No obstante, la variada panoplia de medidas adoptadas por cada país sí demuestra, de nuevo, la plena vigencia del Estado-nación como marco primero de acumulación y articulación del dominio de clase. Las tan cacareadas instituciones supranacionales, como la propia Unión Europea, son en buena medida castillos de papel donde se refugian tigres hechos del mismo material. Lo único que ha podido hacer el Banco Central Europeo (BCE) para evitar el desastre y salvaguardar la unidad del euro –¡qué miedo dan las voces críticas y los elogios al imperialismo Chino en territorio de la Unión!– es anunciar este jueves, a través de Christine «Lagarta» (antigua jefa del Fondo Monetario Internacional y ahora presidenta del BCE), un plan de compra de deuda europea que asciende a 750.000 millones de euros. ¡Adivinen qué clase social tendrá que devolver el favor empobreciéndose aún más!
[2] El día 6, en una entrevista de El Socialista a Carmen Calvo, la vicepresidenta era preguntada: “¿Qué le diría usted a una mujer que está dudando en ir o no a la manifestación del 8 de marzo?” “Que le va la vida”, insistía Calvo varias veces de manera inquietantemente premonitoria. Lo criminal de la posición del PSOE es que, ya en el mes de febrero, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (CEPCE) sugería explícitamente la posibilidad de posponer o cancelar las mass gatherings para prevenir el contagio, y repitió la recomendación el 2 de marzo. No cabe, pues, la excusa mendaz de que no se podía saber el devenir de esta situación fluida: el gobierno estaba perfectamente al tanto de los riesgos de la celebración del 8-M, y tomó una decisión deliberadamente ruin. El informe del CEPCE se puede consultar en el siguiente enlace: https://www.ecdc.europa.eu/sites/default/files/documents/novel-coronavirus-guidelines-non-pharmaceutical-measures_0.pdf
[3] La prestación por desempleo prevista sólo cubre el 70% de la base reguladora y, por supuesto, corre a cuenta del Estado. ¡Lucrativa operación para la burguesía!
[4] La noticia, junto a la impagable imagen que la acompaña, puede consultarse en: https://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-ccoo-ugt-ceoe-cepyme-acuerdan-medidas-extraordinarias-coronavirus-ellas-agilizar-erte-20200312134249.html
[5] Vid. En la encrucijada de la historia: la Gran Revolución Cultural Proletaria y el sujeto revolucionario; en LÍNEA PROLETARIA, nº 0, diciembre de 2016, pp. 61-72.
[6] Para una definición del concepto de socialfascismo, vid. Parajes de la crisis; en LÍNEA PROLETARIA nº 4, octubre de 2019, pp. 15-16. Para una aproximación histórica, vid. La Internacional Comunista y el Frente Popular (1919-1943)ibídem, pp. 17-52.
[7] Quien considere lejano el asesinato de Luxemburgo y Liebknecht por parte de los Freikorps (ya que, además, el revisionismo moderno reivindica a ambos comunistas alemanes) debería recordar el ignominioso papel desempeñado por el Partido Comunista de la India (marxista), organización hermana del Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE) que ha contribuido activamente al exterminio de los combatientes comunistas naxalitas, que luchan con las armas en la mano contra el Estado indio. O, si el “internacionalismo” eurocéntrico revisionista impide sentir como propia la lucha de los campesinos del subcontinente asiático, valga un ejemplo más doméstico: la violenta defensa física que el hermano mayor del PCTE, el KKE, hizo del parlamento griego en 2011, cuando el país vivía una situación literalmente insurreccional.
[8] Hablando de Podemos, la idea de que la espontaneidad plebeya no necesita ni busca a los comunistas quizá encuentre un nuevo y poderoso ejemplo: el miércoles, durante la insulsa declaración de El Preparao, se oyó una significativa cacerolada en importantes enclaves del Estado. En el mismo día, las fuerzas parlamentarias a la izquierda del PSOE se hicieron eco de ello, en un evidente intento de presionar al núcleo duro del gobierno para que cediera ante las posiciones sociales enemigas de la neoliberal Calviño, defendidas especialmente –aunque no sólo– por Podemos. La crisis de la monarquía a cuenta de los últimos escándalos, que ningún partido de ámbito nacional quiere profundizar seriamente, servirá sólo como chantaje podemita en el próximo consejo de ministros. De volver a caer el revisionismo en la quimera republicana (inscrita a fuego en su ADN, pero rebajada en los últimos años) sólo verá cómo se convierte, de nuevo, en pardilla cola de ratón, mientras oportunistas más competentes (al menos tienen escaños, y ahora también ministerios) le comen la tostada generosamente untada en la espontaneidad de las masas.
[9] El texto, del 16 de marzo, puede consultarse en: https://www.partido-comunista.es/?p=3209 (las negritas… ¡son suyas!). Posteriormente (el día 18) han sacado un nuevo comunicado en el que, tras la incomprensible desestimación de sus propuestas… piden (disculpen de nuevo: ¡¡exigen!!) más radicales medidas… ¡al mismo gobierno! Así educa el revisionismo a las masas: ni siquiera aspira a que ellas, luchando, impongan por vía revolucionaria o al menos callejera tal o cual reforma; ¡animan a las masas a que apoyen y difundan las medidas que ellos presentan al gobierno! ¿Sólo el pueblo salva al pueblo? ¡Si ustedes creen que sólo el Estado burgués, o peor, el gobierno de turno, salva al pueblo!
[10] Anotemos al pie que, a pesar de su repugnante envoltorio nacionalista, que ha llegado al oprobio, ciertas críticas del separatismo catalán contienen verdades incontestables. El desproporcionado peso que tiene la capital del Estado ha llevado al gobierno central a decretar el estado de alarma en todo el territorio nacional antes que aislar Madrid, el principal foco de la epidemia, y otras zonas gravemente afectadas. Y es que, a efectos prácticos, Madrid es España… o viceversa. Así, pensando (como los británicos) en el impacto económico y político que habría tenido confinar la capital    –pero con el característico tono de curilla católico–, el gobierno ha dejado deliberadamente que el coronavirus se expandiera por todo el territorio del Estado, lo que ha contribuido a colapsar los servicios sanitarios e implica, literalmente, dejar morir a la población menos productiva, los ancianos. A la vez, las comunidades que han solicitado cerrarse, como Catalunya, no podían hacerlo sin el beneplácito de Sánchez, quedando expuestas contra su voluntad a ser tanto objeto como sujeto del contagio. Lo que demuestra que la autodeterminación es la mejor solución al conflicto nacional, a veces incluso desde el punto de vista de las condiciones inmediatas de vida del proletariado de ambas naciones: una Catalunya independiente podría haberse defendido mejor de la epidemia que la Catalunya sometida al yugo español. En cualquier caso, los dirigentes catalanes comparten culpa: fueron ellos quienes demostraron tener más miedo al movimiento democrático de masas que a la opresión nacional.////

El capitalismo visto al microscopio: de epidemias y guerra de clases http://www.reconstitucion.net/Documentos/Epidemias_guerra_clases.html
El modo de producción capitalista está históricamente agotado. Que el futuro –de haberlo– pertenece a un orden civilizatorio superior, el comunista, lo demostró positivamente el ciclo de experiencias revolucionarias que abrió la Gran Revolución Socialista de Octubre. Pero sabemos también que el plano histórico y el político, pese a estar mutuamente determinados, no coinciden inmediatamente: las conquistas universales de la Revolución Proletaria Mundial (RPM) necesitan ser re-producidas en nuestro concreto presente, y en un nivel superior al que históricamente pudieron acceder. Esta disintonía nos permite –o nos obliga– a demostrar, de nuevo, que el orden social actual necesita –¡y puede!– ser subvertido… atendiendo, en esta ocasión, a la última de sus crisis, que no por ser particular escapa a la inestable normalidad capitalista. Y es que, cuando nuestra arrogante y ensimismada civilización científica e hipertecnológica se ve súbitamente sacudida por un inocente agente patógeno, todas las agónicas contradicciones de la sociedad burguesa desfilan ante nosotros, caleidoscópicamente, al posar la vista en el ocular del microscopio.
En primer lugar, el modo en que la clase dominante ha afrontado la crisis del SARS-CoV-2 (el coronavirus que provoca el COVID-19) responde a su íntima naturaleza: literalmente, ha declarado la guerra a un microorganismo que amenazaba con disminuir su tasa de ganancia. Una clase parasitaria que vive de, por y para su enriquecimiento a costa del trabajo ajeno no puede concebir, ni consentir, que se detenga el mecanismo de la extracción de plusvalía. Keep Calm and Carry On, parece volver a afirmar –como en 1939– el gobierno británico, que se ha convertido en el epítome de la actitud capitalista ante esta emergencia epidemiológica. En efecto, el histriónico Boris Johnson anunciaba hace unos días, lozano, que lo principal era “proteger la economía”. Horas después, desde las mismas islas, nos llegaba la poco sutil estimación de que alrededor de 20.000 muertos por el coronavirus sería un buen outcome. ¡Valiente apología de la matanza de proletarios! Laissez faire, laissez passer (el Keep Calm… sólo es una burda copia del original francés, siempre más elegante): contagiaos y desarrollad “inmunidad de grupo”… ¡o no, lo mismo da!: que los más débiles mueran y sobrevivan los más fuertes. Indisimulado “darwinismo” social. Todo ventajas: nos deshacemos de parte de la superpoblación relativa (¡que para algo tenemos un ejército industrial de reserva!)… y sin coste adicional para las arcas públicas: win-win! Casi agradecemos la descarnada falta de cinismo de la burguesía británica, que quita el velo a la retórica continental, hipócrita y taimada; nos pone ante los ojos, como retándonos con soberbia y desprecio de clase, el contenido esencial del mundo presente: cada mercancía que logra valorizarse en el mercado está, en el orden de jerarquía de esta sociedad, absolutamente por encima de las vidas de cuantos proletarios hayan participado en su proceso de producción. Pero, insistamos, esta criminal política capitalista no es cosa de la burguesía de tal o cual país.[1] Como en la película del ahora aclamado Bong Joon-ho, Snowpiercer, el único consenso mundial inamovible es que la máquina no puede parar. Y si, sin detenerse, tiene que ralentizar su marcha (cosa ya traumática para la clase dominante), está claro quién pagará el precio: los esclavos asalariados. Esto lo podemos ver, naturalmente, también en el Estado español, que nos brinda no pocos ejemplos.
A principios de esta semana ya se agolpaban las primeras imágenes de aglomeraciones en los medios de transporte de masas de las principales ciudades del Estado, demostrando la coherente irracionalidad que gobierna nuestro mundo. Con el estado de alarma anunciado el viernes de la semana anterior y decretado el día siguiente, las incompetentes “autoridades competentes” exhortaban a la población a renunciar al muy judeocristiano día del señor, confinarse solitariamente en casa… ¡e ir el lunes a trabajar, ahora confinados colectivamente en vagones de metro atestados de sus semejantes asalariados! Si sufrís el contagio… ¡que sea por negocio y no por ocio!, parecía exclamar a coro la burguesía patria. Convendrá, además, tener algo de memoria y recordar –a pesar de que ahora parezca que cada hora transcurre tan pesada como todo un día– que, una semana atrás, el gobierno de coalición “socialista-comunista” (¡perdón!) todavía minimizaba la virulencia del SARS-CoV-2 e incitaba con despreocupado regocijo a participar en las previsiblemente masivas –aunque menguadas– movilizaciones feministas del 8-M.[2] Cierto es: el ejecutivo tampoco pospuso ni canceló ningún otro concurrido evento social ese día (lo cual sólo agrava la carta de acusación contra este consejo de administración de la clase capitalista), pero resulta obvio que también los intereses de su agenda reformista (¡había que presentar en sociedad la flamante legislación feminista!) valen más que la vida de las masas a las que logran arrastrar. En su torpe maquiavelismo, aprendido a saltos entre la cochambrosa facultad de Somosaguas y consultores políticos que se venden al que prometa el mejor implante capilar, todavía han logrado que alguno de los suyos contraiga el virus, como es el caso de la excajera Ministra de Igualdad (¡el oportunismo es el mejor ascensor social!), la respetabilísima primera dama, etc. ¡Que la providencia se las lleve en suplencia de nuestros hermanos y hermanas de clase!
La respuesta posterior del ejecutivo, que empezó a tomar forma sólo a partir del día 9, tampoco se ha quedado atrás, y es una elocuente muestra de cómo, en cada crisis, la burguesía se lanza resoluta a una nueva ofensiva antiobrera. El “escudo social” presentado a bombo y platillo por el apuesto hámster pendenciero es, básicamente, una masiva transferencia de plusvalía a la burguesía, que tiene en los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs) una genial arma para hacer que la clase obrera pague el costo de esta crisis. Acogiéndose a esta modificación de la legislación laboral, la clase capitalista podrá suspender “temporalmente” (¡ja!) los contratos de trabajo, ahorrarse la totalidad o buena parte de las contribuciones a la Seguridad Social (que hasta el presente recaían en sus espaldas, y que ahora sufragará el Estado) y contraer el poder adquisitivo de los proletarios en un 30% de manera inmediata.[3] El gobierno confía en los empresarios y les pide que despidan lo menos posible. La satisfecha carcajada que se oyó en los barrios burgueses del Estado español no tiene onomatopeya que le haga justicia, por lo que hemos renunciado a intentar transcribirla. Entretanto, al menos mientras escribimos estas líneas, no se ha suspendido el abono de los alquileres, aunque sí se ha dispuesto una moratoria en el pago de las hipotecas. En plata: la mafia de los propietarios inmobiliarios, verdadera casta de sanguijuelas, seguirá percibiendo los ingresos de manos de sus depauperados inquilinos proletarios mientras ellos, acomodados rentistas, estarán exentos de satisfacer sus cuotas hipotecarias. ¡Para algo son otra falange de la clase dominante!
Por lo demás, el gobierno del Reino ni siquiera puede vanagloriarse de la gestión de los aspectos más técnicos de la crisis. Acartonado por el federalizante Estado de las Autonomías, el Estado español ha sido incapaz de proporcionar a la crisis sanitaria una respuesta unitaria, coordinada y efectiva. Y, reaccionando tarde y mal, como quien se despierta tropezando de una siesta que se ha ido de las manos, su viraje centralizador ha colmatado la esperpéntica función. Pondremos un ejemplo que, lo juramos, no sale de una comedia de José Luis Cuerda, sino de la más reciente actualidad: tras la declaración del estado de alarma, la plenipotenciaria administración central creyó incautarse, de la mano de los “picoletos”, de varias decenas de miles de mascarillas que, en realidad, una empresa andaluza estaba cediendo de buena gana; tras la correspondiente sacada de pecho del jefecillo de la benemérita en rueda de prensa por el éxito de la operación, el consejero de salud de la Junta de Andalucía escribió una misiva al todopoderoso ministro nacional, de nombre Salvador (¡ironías de destino!): acaba usted de requisar 150.000 mascarillas destinadas en origen al Servicio Andaluz de Sanidad (SAS), que ahora está desabastecido y agotando sus protecciones para los sanitarios. Las últimas informaciones apuntan a que la misiva es fruto tanto del conflicto institucional que se ha desatado entre administraciones de distinto rango y signo político como de la obvia descoordinación que ha provocado esta repentina recentralización: parece que, lejos de ser para el SAS, las mascarillas incautadas iban a ser… ¡un regalo promocional de un periódico local! ¡Virtudes de la sociedad de mercado… y del centralismo burocrático!
Otro agente social que, muy al pesar del revisionismo –luego iremos con él–, se ha cubierto de gloria en estos aciagos días son los sindicatos. Tanto UGT como CCOO solicitaron, codo con codo con las principales organizaciones de los capitalistas (CEOE y CEPYME) y con la mediación de la ministra de trabajo comunista, la flexibilización de la legislación relativa a los ERTEs que antes hemos diseccionado brevemente.[4] ¿Qué más hace falta para demostrar que los sindicatos son una correa de transmisión de los intereses de la burguesía en la clase obrera? Cualquiera que conozca algo la historia del movimiento obrero y sindical podrá imaginar sin mucho esfuerzo que, hace un siglo, una situación similar (en la que se ha militarizado el territorio nacional, la masa de los proletarios son obligados a trabajar poniendo severamente en riesgo su salud y la de los suyos, y el resto son despedidos sin miramientos) hubiera sido contestada con poco menos que una Huelga General indefinida… ¡hasta que se parase completamente la producción no esencial y los capitalistas asumieran todo el coste posible de la crisis! ¡Qué tiempos, los de la jovialidad y fortaleza de los sindicatos! Pero no tenemos derecho a ponernos nostálgicos, ni falta que nos hace: un siglo de Revolución Proletaria Mundial ha entronado al Partido Comunista como instrumento y sujeto de la revolución; no queda nada que esperar de los sindicatos, salvo constatar –una y otra vez– que, sencillamente, ahora son lo contrario de lo que fueron cuando el proletariado todavía tenía por delante el reto de madurar históricamente y compactarse como clase antagónica a la burguesía. Tempus fugit!
¿Y, entre todo este caos, a qué se dedica la vanguardia revisionista? Los unos, a lamentar lacónicamente el desafortunado papel de los sindicatos en todo este embrollo; los otros, a presionar a sus mayores, miembros del gobierno de coalición; y los de más allá… ¡a quién le importa! Sólo hay una cosa que genera el inmediato acuerdo de todo el espectro revisionista: están dispuestos a ser la reserva del Estado, su retaguardia, a atender su reclamo de disciplina social, a ser los agentes de la normalidad capitalista en las situaciones de excepción. El revisionismo, como extrema izquierda del espectro político de la burguesía, ha sido siempre el policía de esa última frontera que es el Estado burgués.[5] Es precisamente en esta cartografía donde cobra sentido el concepto de socialfascismo.[6] Siendo la aristocracia obrera un pilar estructural del imperialismo –pues logra vincular al capital financiero con la lucha espontánea de los asalariados– y representando el revisionismo a su ala radicalizada, él –el revisionismo– es el recurso final de la democrática dictadura de la burguesía, la postrera forma de lograr cierta agregación social que evite el desastre: más allá del revisionismo sólo puede haber desintegración o revolución social.[7] Por lo mismo, cuando falla el revisionismo (el reformismo radical que trata de conjurar la revolución), emerge sin tapujos el fascismo: la dictatorial dictadura de la burguesía se convierte en la única forma de gobernar a los desposeídos… y de unificar el mando de los poseedores. Sea como sea, la realidad inánime del movimiento obrero hace innecesarios y superfluos (a ojos de la burguesía) a los revisionistas que, aun sabiéndose inútiles, no cejan en su hiperactivo empeño. Por ello, en su patética insignificancia, todos han convertido sus partidos en consultorías laboralistas y sus juventudes en agrupaciones de Boy Scouts. ¿No se lo creen? Veamos. La patética sumisión del revisionismo es tal que, por ejemplo, el PCTE, ejerciendo su vocación de Pepito Grillo del gobierno, pide (disculpen: ¡exige!) al ejecutivo que cumpla con su lastimera lista de los reyes magos; lista de reclamaciones que, dicho sea de paso, cualquier persona informada verá preocupantemente similar a la posición defendida por Podemos dentro del consejo de ministros (¿ahora comprenden por qué, desde el punto de vista del oportunismo, es más útil votar a los morados que a los rojos?)[8]. Pero, por si el show fuera pequeño, el PCTE blande la estéril amenaza de que, si Sánchez e Iglesias osan no atender sus temibles demandas, entonces llamarán a los trabajadores… ¿a qué? ¿A la Huelga General, quizá? ¡Por supuesto que no! El PCTE es un partido de orden, responsable y alejado del “izquierdismo”. Nos anima, muy ejemplarmente, a utilizar “las herramientas que prevé la Ley de Prevención de Riesgos Laborales” para parar la producción taller por taller –siempre y cuando la burocracia sindical dé su bendición– y, por supuesto, “poniendo estos hechos [la falta de garantías para “la salud y seguridad de los trabajadores”] en conocimiento de la Inspección de Trabajo”[9]. ¡Toma educación revolucionaria: la lucha de clase mediada y sancionada por el Estado burgués! ¿Y las juventudes de ésta y otras organizaciones revisionistas? Pues, si el economismo ruso quería “dar a la lucha económica misma un carácter político”, parece que nuestros jóvenes revisionistas, hoy día, se conforman con “dar a las relaciones vecinales mismas un carácter comunista”: se han propuesto sistematizar, ¡como política partidaria!, la asistencia a los ancianos para hacer la compra o el echar un cable a los hijos del vecino con los deberes. Es el precio de ir siempre por detrás de las masas, a rebufo suyo: uno termina confundiendo su dignísima ayuda mutua espontánea con las tareas de la revolución, y rebajando al militante comunista a la condición de vecino ejemplar. Así, el obrerismo, siempre razonablemente crítico con la noción de ciudadano, ha terminado por hacer de la ética cívica una bandera “marxista”. ¡Sean al menos coherentes con su miseria ideológica!
Y mientras tanto, como siempre, las masas pagan los desmanes de la clase dominante tanto como la irresponsabilidad de la vanguardia que, por lo general, se niega a afrontar de manera seria la crisis que sufre el comunismo décadas ha. Todos aquellos con vocación política (esto es, con ganas de ejercer “el gobierno sobre las personas”, que diría el viejo Engels) le exigen una absurda, imposible e inconsistente «disciplina social individual». El concepto, que ya se acerca de por sí al oxímoron, pretende conciliar los “intereses generales” con la conducta particular de cada individuo. Pero en una sociedad basada en la competencia, en la lucha por la supervivencia y en los intereses privados, ¿cómo se les puede exigir a las masas que velen por el “bien colectivo”? ¿Qué bien colectivo? Además, el capitalismo contemporáneo, caracterizado por el crediticio consumo de masas, que promociona el éxtasis colectivo en las rebajas y siente una verdadera epifanía el Black Friday; este capitalismo, decimos, se indigna –por boca de sus plumíferos y corifeos– cuando las masas corren despavoridas por hacerse con una bandeja de pollo o un rollo de papel higiénico. Vuestra insensatez desabastece los supermercados, dicen. ¡Aún tienen el valor de mofarse de la ignorancia de quienes saben que serán sacrificados en el altar del becerro de oro de “la economía”… y los bemoles de burlarse de la estupidez de los que cargan con el opresivo temor de contagiar a sus mayores por verse obligados a seguir produciendo mercancías! Ningún revolucionario puede culpar a las masas de sentir miedo ante la verdaderamente terrible situación creada por la clase dominante. No sólo en las últimas semanas, sino en los últimos dos siglos de su dominio. Quizá sólo podamos lamentar que el dinero siga mediando en tales intercambios de equivalentes pues, como nos diría Marx, el saqueo –al que estamos lejos de incitar– es tanto una fuerza productiva como una forma inmediata de redistribución de la plusvalía. La burguesía, a veces inepta pero nunca absolutamente imbécil, ya se ha pertrechado para cualquier imprevisto desorden: la militarización del territorio lo mismo sirve para ordenar la movilización del capital variable, apalizar a transeúntes que no son lo bastante sumisos o impedir cualquier eventual forma de protesta espontánea ante la política criminal de la clase capitalista. La banca siempre gana: donde no lleguen las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado –o el revisionista transmutado en Scout– siempre habrá un ciudadano solidario que, asomado al balcón después de aplaudir a los sanitarios, aporrear una cacerola o gritar un “¡Viva España!” (supuestos perfectamente compatibles entre sí), denuncie al irresponsable que ose desobedecer las sabias instrucciones del soberanísimo y muy eficaz Ministerio de Sanidad. Estamos lejos, igualmente, de alentar a los proletarios a poner en riesgo su salud de manera innecesaria… pero peor precedente sientan los opositores a soplones. Porque, no nos engañemos, la militarización de la vida social y la retórica bélica que sobrevuela el occidente en estas semanas es el mayor ejercicio de maniobras que se ha hecho, en mucho tiempo, en el viejo continente: quizá no en términos cuantitativos, pero sí en su aspecto cualitativo de entrenamiento real para la guerra que más teme la burguesía, la guerra de clases. El disciplinamiento y control social manu militari, la llamada a la union sacrée interclasista o el florecimiento de los chivatos (lamentamos el argot; queríamos decir “la colaboración ciudadana”) forman parte de lo mismo: el engrasamiento de todos los mecanismos que la clase capitalista pondrá en marcha contra el proletariado revolucionario. No en vano, el Jefe del Estado Mayor se felicitaba el viernes por la mañana de que estén “todos los ciudadanos comportándose como soldados” (sic!): “¡Todos somos soldados!”, concluía.
Desde la otra trinchera, en la que orgullosamente nos encontramos, proponemos realizar un simple vistazo comparativo al modo en que abordaría una crisis semejante un proletariado revolucionario constituido en Partido Comunista y, a su vez, en clase dominante (Dictadura del Proletariado mediante), pues quizá resulte ilustrativo. Para empezar, frente a la retrógrada federación y al vertical centralismo autoritario, la estructuración centralista democrática del Partido y del Estado-Comuna garantizaría –con su democracia imperativa, la revocabilidad de los cargos, etc.– una respuesta unitaria y efectivamente coordinada en todo el territorio bajo el dominio de los Consejos Obreros[10]; a su vez, una sociedad revolucionaria que se enrumba decidida a acabar con un modo de producción regido por la acumulación de plusvalía podría parar toda la producción no esencial de inmediato, y si algún viejo o nuevo capitalista tratase de hacer prevalecer sus mezquinos intereses privados sobre los de la masa de la población, tendría enfrente a un proletariado organizado ideológica, política y militarmente, dispuesto a barrerlo de la faz de la tierra; ya que, por supuesto, este contexto sólo sería posible con una previa fusión entre vanguardia y masas, esto es, entre teoría revolucionaria y movimiento obrero, con todo lo que ello conlleva de compromiso políticodisciplina consciente y ejemplar autoconducción; y, aun en el probable caso de necesitar hacer uso del momento represivo, en lugar del ejército que se despliega como un invasor extranjero en su propio territorio (lo que expresa esa dialéctica escisión entre la vida social y la esfera política especial y separada que es el Estado) encontraríamos una Guardia Roja con arraigo en el terreno, cuyos milicianos rotativos (todos los adultos sanos de ambos sexos) alternarían el trabajo productivo esencial y la asistencia a los afectados o la población de riesgo con la tarea política de aplicar por otros medios la línea del Partido. ¿Diferente, verdad? Pues el camino que atraviesa ese apetecible paisaje pasa necesariamente por la construcción del referente de vanguardia marxista-leninista para avanzar en la reconstitución ideológica y política del Comunismo. Que los imperdonables e inolvidables desmanes de la clase dominante se conviertan en aliciente para cumplir nuestras verdaderas tareas: hacer de la clase dominada un sujeto revolucionariamente independiente.


Comité por la Reconstitución
20 de marzo de 2020////





Notas:
[1] No obstante, la variada panoplia de medidas adoptadas por cada país sí demuestra, de nuevo, la plena vigencia del Estado-nación como marco primero de acumulación y articulación del dominio de clase. Las tan cacareadas instituciones supranacionales, como la propia Unión Europea, son en buena medida castillos de papel donde se refugian tigres hechos del mismo material. Lo único que ha podido hacer el Banco Central Europeo (BCE) para evitar el desastre y salvaguardar la unidad del euro –¡qué miedo dan las voces críticas y los elogios al imperialismo Chino en territorio de la Unión!– es anunciar este jueves, a través de Christine «Lagarta» (antigua jefa del Fondo Monetario Internacional y ahora presidenta del BCE), un plan de compra de deuda europea que asciende a 750.000 millones de euros. ¡Adivinen qué clase social tendrá que devolver el favor empobreciéndose aún más!
[2] El día 6, en una entrevista de El Socialista a Carmen Calvo, la vicepresidenta era preguntada: “¿Qué le diría usted a una mujer que está dudando en ir o no a la manifestación del 8 de marzo?” “Que le va la vida”, insistía Calvo varias veces de manera inquietantemente premonitoria. Lo criminal de la posición del PSOE es que, ya en el mes de febrero, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (CEPCE) sugería explícitamente la posibilidad de posponer o cancelar las mass gatherings para prevenir el contagio, y repitió la recomendación el 2 de marzo. No cabe, pues, la excusa mendaz de que no se podía saber el devenir de esta situación fluida: el gobierno estaba perfectamente al tanto de los riesgos de la celebración del 8-M, y tomó una decisión deliberadamente ruin. El informe del CEPCE se puede consultar en el siguiente enlace: https://www.ecdc.europa.eu/sites/default/files/documents/novel-coronavirus-guidelines-non-pharmaceutical-measures_0.pdf
[3] La prestación por desempleo prevista sólo cubre el 70% de la base reguladora y, por supuesto, corre a cuenta del Estado. ¡Lucrativa operación para la burguesía!
[4] La noticia, junto a la impagable imagen que la acompaña, puede consultarse en: https://www.europapress.es/economia/laboral-00346/noticia-ccoo-ugt-ceoe-cepyme-acuerdan-medidas-extraordinarias-coronavirus-ellas-agilizar-erte-20200312134249.html
[5] Vid. En la encrucijada de la historia: la Gran Revolución Cultural Proletaria y el sujeto revolucionario; en LÍNEA PROLETARIA, nº 0, diciembre de 2016, pp. 61-72.
[6] Para una definición del concepto de socialfascismo, vid. Parajes de la crisis; en LÍNEA PROLETARIA nº 4, octubre de 2019, pp. 15-16. Para una aproximación histórica, vid. La Internacional Comunista y el Frente Popular (1919-1943)ibídem, pp. 17-52.
[7] Quien considere lejano el asesinato de Luxemburgo y Liebknecht por parte de los Freikorps (ya que, además, el revisionismo moderno reivindica a ambos comunistas alemanes) debería recordar el ignominioso papel desempeñado por el Partido Comunista de la India (marxista), organización hermana del Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE) que ha contribuido activamente al exterminio de los combatientes comunistas naxalitas, que luchan con las armas en la mano contra el Estado indio. O, si el “internacionalismo” eurocéntrico revisionista impide sentir como propia la lucha de los campesinos del subcontinente asiático, valga un ejemplo más doméstico: la violenta defensa física que el hermano mayor del PCTE, el KKE, hizo del parlamento griego en 2011, cuando el país vivía una situación literalmente insurreccional.
[8] Hablando de Podemos, la idea de que la espontaneidad plebeya no necesita ni busca a los comunistas quizá encuentre un nuevo y poderoso ejemplo: el miércoles, durante la insulsa declaración de El Preparao, se oyó una significativa cacerolada en importantes enclaves del Estado. En el mismo día, las fuerzas parlamentarias a la izquierda del PSOE se hicieron eco de ello, en un evidente intento de presionar al núcleo duro del gobierno para que cediera ante las posiciones sociales enemigas de la neoliberal Calviño, defendidas especialmente –aunque no sólo– por Podemos. La crisis de la monarquía a cuenta de los últimos escándalos, que ningún partido de ámbito nacional quiere profundizar seriamente, servirá sólo como chantaje podemita en el próximo consejo de ministros. De volver a caer el revisionismo en la quimera republicana (inscrita a fuego en su ADN, pero rebajada en los últimos años) sólo verá cómo se convierte, de nuevo, en pardilla cola de ratón, mientras oportunistas más competentes (al menos tienen escaños, y ahora también ministerios) le comen la tostada generosamente untada en la espontaneidad de las masas.
[9] El texto, del 16 de marzo, puede consultarse en: https://www.partido-comunista.es/?p=3209 (las negritas… ¡son suyas!). Posteriormente (el día 18) han sacado un nuevo comunicado en el que, tras la incomprensible desestimación de sus propuestas… piden (disculpen de nuevo: ¡¡exigen!!) más radicales medidas… ¡al mismo gobierno! Así educa el revisionismo a las masas: ni siquiera aspira a que ellas, luchando, impongan por vía revolucionaria o al menos callejera tal o cual reforma; ¡animan a las masas a que apoyen y difundan las medidas que ellos presentan al gobierno! ¿Sólo el pueblo salva al pueblo? ¡Si ustedes creen que sólo el Estado burgués, o peor, el gobierno de turno, salva al pueblo!
[10] Anotemos al pie que, a pesar de su repugnante envoltorio nacionalista, que ha llegado al oprobio, ciertas críticas del separatismo catalán contienen verdades incontestables. El desproporcionado peso que tiene la capital del Estado ha llevado al gobierno central a decretar el estado de alarma en todo el territorio nacional antes que aislar Madrid, el principal foco de la epidemia, y otras zonas gravemente afectadas. Y es que, a efectos prácticos, Madrid es España… o viceversa. Así, pensando (como los británicos) en el impacto económico y político que habría tenido confinar la capital    –pero con el característico tono de curilla católico–, el gobierno ha dejado deliberadamente que el coronavirus se expandiera por todo el territorio del Estado, lo que ha contribuido a colapsar los servicios sanitarios e implica, literalmente, dejar morir a la población menos productiva, los ancianos. A la vez, las comunidades que han solicitado cerrarse, como Catalunya, no podían hacerlo sin el beneplácito de Sánchez, quedando expuestas contra su voluntad a ser tanto objeto como sujeto del contagio. Lo que demuestra que la autodeterminación es la mejor solución al conflicto nacional, a veces incluso desde el punto de vista de las condiciones inmediatas de vida del proletariado de ambas naciones: una Catalunya independiente podría haberse defendido mejor de la epidemia que la Catalunya sometida al yugo español. En cualquier caso, los dirigentes catalanes comparten culpa: fueron ellos quienes demostraron tener más miedo al movimiento democrático de masas que a la opresión nacional.

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