QUERÍA SACAR MÁS PARTIDO A ESTE TRABAJO,...PERO HAY MUCHAS OPINIONES SOBRE ESTA TEMÁTICA.POLÉMICA,...PERO ES DE DECIR DE QUE LAS REVOLUCIONES SOVIÉTICAS, CHINA, CUBANA,... Y OTRAS,...FUERON PORQUE TENÍAN LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS, SUS APARATOS MILITARES-POLÍTICOS Y DE ORGANIZACIONES DE MASAS, DE SOLDADOS, PROLETARIOS Y CAMPESINOS,...COMO PARA ECHARLE UN FUERTE PULSO AL ESTADO IMPERANTE,...LO CONSIGUIERON, TRIUNFARON,...MONTARON ESTADO DE PODER PROLETARIO-POPULAR,...DESPUÉS PASARÍA, QUIZÁS, LO QUE TENÍA QUE PASAR,...A ESTUDIAR Y A COMPRENDER,...ESA ES TAREA IRRENUNCIABLE,...¡¡ PERO ES QUE AHORA NO TENEMOS NADA,...NI UN MÍNIMO PARTIDO DE CIERTA POTENCIA, NI LOCAL, NI REGIONAL, NI MENOS MUNDIAL,...ESA ES LA PUTA-VERDAD,...¡¡. ESTAMOS COMO ESTAMOS,...ESPABILEMOS Y CREEMOS PODER PROLETARIO-POPULAR PARA DERROCAR AL PODER IMPERANTE, SÍ, MUY POTENTE Y GENOCIDA,...PERO AHÍ ESTÁ EL ASUNTO, LA CUESTIÓN,...¡¡. Lmm.
MARTES, 12 DE AGOSTO DE 2014 blog revoluciÓn de la humanidad
CATEGORÍA,...- CONCEPTO CLASE OBRERA- ,( texto actualizado ¡¡. ) CLASE PROLETARIA Y PROLETARIADO REVOLUCIONARIO,...¡¡.
LA VIDA POLÍTICA PROLETARIA,....
CUANDO SE DEBE DECIR CLASE OBRERA O CLASE PROLETARIA?,...¡¡:
LA LUCHA DE CLASES LLEVA AL COMUNISMO,...Y ÉSTE POR NECESIDAD SOCIAL-DE LA HUMANIDAD: ESTA ES LA TESIS PRINCIPAL DEL MARXISMO,...EN FUNCIÓN DE QUÉ, ÉSTE ANALIZA LA SOCIEDAD, EL M.H. Y SU PERSPECTIVA, M.D. ( al menos lo entiendo así,...porque he estudiado variadas materias y marxismo, la lucha de clases,...y la perspectiva de futuro,...y he elaborado crítica a la economía política,...al capi-imperialismo,... SU DESARROLLO,...Por esto he elaborado teoría,...se le puede llamar marxista,...da igual,...pero es mi teoría,...que es el resultado de la vida de la Humanidad,...); todo con todo, es de todo,...todo cambia, no hay tiempo, no hay espacio,...la vida es vida,...no se acaba, se transforma,...hasta que la misma se acaba,...por ejemplo en este Planeta desaparecerá,...casi de la misma forma que surgió,...¡¡¡ ¿ y cómo surgió,...?.;- por ello no existe la muerte,...como se suele entender,...todo es cambio y transformación,...¡¡; pregunten a los biólogos,...por ejemplo,...a los paleontólogos,...ENTREN EN SIMBIODIVERSIDAD,...DE AGUSTÍN ANTÚNEZ CANALES, PROFESOR DE LA U.M.A.,...CREO QUE DESPEDIDO DE LA MISMA POR SUS IDEAS, ACTITUDES Y "CIERTA LOCURA,..."¡¡. Nota: Este amigo mío, falleció hace unos años,...¡¡.
NOTA ACLARATORIA DEL EDITOR DE ESTE BLOG. LMM- LUKY DE MÁLAGA: HOY DÍA 17 DE ABRIL DE 2.020, ME HE DADO CUENTA DE QUE ESTE ARTÍCULO MÁS ABAJO QUE REPRODUZCO, NO LLEVABA EL NOMBRE DEL CORRESPONDIENTE AUTOR, QUE ES MARIANO CIAFARDINI; EL NOMBRE DEL BLOG, ESTÁ UN POCO MÁS ABAJO,...PIDO MIL PERDONES, YA QUE NO TENGO INTENCIÓN DE "SAQUEAR" A NADIE,...¡¡. Perdón de nuevo.
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// "" La crisis del capitalísmo y la lucha de la clase obrera en la globalización
Introducción
La Clase Obrera de la globalización. http://marianociafardini.blogspot.com/p/la-crisis-del-capitalismo-y-la-lucha-de.html
Se ha difundido, demasiado, la idea de que ya no tendría sentido hablar de algún rol político o social de la clase obrera, como tal, en los tiempos de la globalización, toda vez que ésta habría desaparecido (¿..?), o, sufrido metamorfosis tales, que no permitirían identificarla como un colectivo de incidencia económica, y por tanto política, en los términos en que si lo fue hasta fines del siglo XX,
Es cierto que el impacto del neoliberalismo globalizado afectó profundamente las formas de lo social y lo político en el mundo y, con ello, también a las clases sociales y particularmente a las clases populares y trabajadoras.
Efectivamente ha habido cambios en la situación de la clase obrera a nivel mundial, en su distribución territorial, pero, también, en lo que hace a su estructuración, composición, integración y relación con las demás clases sociales y, sobre todo, en su posición ideológica y política.
Todo esto presenta variaciones de acuerdo a los distintos momentos y lugares. Pero, ¿significa ello que la clase obrera haya desaparecido como sujeto político, o que se haya alterado su jerarquía revolucionaria como clase líder de los grandes cambios sociales en la derrota del capitalismo y la construcción de una nueva sociedad?
Desde una perspectiva verdaderamente marxista, que es la única que consideramos válida para este tipo de análisis, la respuesta es obviamente negativa.
Sin embargo desde posiciones seudo marxistas, o desde cierta creatividad teórica con basamento en lo que alguna vez dio en llamarse "marxismo crítico", o marxismo "occidental", o directamente de teorías que se asumen como neo-marxistas o, como no marxistas, pero anticapitalistas, y que aportan a ese ubicuo y difuso movimiento teórico autodenominado postmodernismo, se ha pretendido que el concepto de clase obrera no sirve ya más para definir al sujeto histórico, en tanto que serían otras las fuerzas o energías del cambio mucho más abarcativas de un todo social en el que se diluyen las diferencias de clase.
En primer lugar hemos de decir que el marxismo nunca negó que otras clases o sectores sociales hubieran de participar activamente en la acción revolucionaria. Es más, incluso lo afirmó como una necesidad. La cuestión a discutir no es la de si resulta positivo o no, para la revolución mundial, que "la multitud" o los movimientos sociales, o los grupos de protesta que se generan espontáneamente, por todas partes, o las minorías, se expresen y luchen, aún aislada y pasajeramente. Todos estamos de acuerdo en que todo ello es importante. Pero lo que se discute ahora, como siempre, respecto del cambio verdadero, del cambio material del sistema que oprime, es de qué manera las luchas se pueden constituir en una alternativa real al Sistema, con poder real destructivo y constructivo, que defienda efectivamente las conquistas obtenidas por las clases subalternas y ayude a aumentarlas hasta lograr la desaparición de la explotación y la exclusión. Y, cuando se ponen las cosas en esta perspectiva, no solo aparece la cuestión de la política real, en la que la lucha de clases esta omnipresente, sino que se advierte, con claridad, la dimensión que tiene la intervención de la clase obrera, como movimiento real de obreros y trabajadores de carne y hueso, en esta disputa.
Es decir que los intereses de la clase, no sólo están presentes claramente en los nodos de las contiendas políticas nacionales e internacionales y, particularmente, en la síntesis global de la conflagración entre una producción material dependiente de la especulación financiera y la acumulación, o un sistema económico y financiero internacional al servicio de una producción y reproducción racional de la vida material, sino que se ve cada vez con mayor nitidez que esas contradicciones no han de resolverse favorablemente para la clase ( y por lo tanto para la humanidad toda ) sin el aumento determinante de la participación en esta lucha de los obreros industriales y los trabajadores de los servicios directamente vinculados a la industria, a través de sus sindicatos, asociaciones gremiales y partidos políticos que más los representen.
Transformaciones de la clase obrera
El campo y las formas de acción de la clase obrera, como clase revolucionaria, se han transformado con la globalización.
Sólo echando una mirada a la distribución geográfica puede decirse que, como producto de un proceso que nace en los intersticios del esquema imperialista del siglo XX (años 1970/80), de países industrializados (imperialistas) y subdesarrollados (dependientes), las grandes concentraciones de clase obrera industrial y trabajadores, vinculados en forma directa con el aparato productivo, a partir de fines de la década de 1980, quedan distribuidas en un mosaico informe que puede sintetizarse, muy esquemáticamente, más o menos así: Una gran masa de obreros nuevos que se forma en China, India, y otros países mas pequeños del sudeste asiático, proveniente de sectores campesinos que se incorporan a la industria y los servicios, sectores económicos de gran desarrollo en esta área mundial. Una masa más reducida y estable de obreros de los países de Europa Occidental, Canadá y EEUU, contenidos e incluidos socialmente, con elevados ingresos y condiciones laborales, sociales y de consumo relativamente excepcionales (respecto de lo que han sido los niveles históricos en esos rubros para la clase). Sectores estables de clase obrera en los países del Este Europeo y la ex Unión soviética, con ingresos fuertemente disminuidos y condiciones desmejoradas. Un semi-continente no industrializado y sumido en la marginalidad económica mundial, como lo es el África sub-sahariana, con la excepción de unos pocos países. Un mundo islámico con algunas situaciones similares a la africana, pero también con países relativamente poderosos y en algunos casos con grupos sociales de hiper concentración de riqueza, gracias a las enormes reservas petrolíferas. Y un continente latinoamericano con una clase obrera reducida, pero creciente, y grandes tasas de desempleo y sub empleo. Además, tanto desde África, como del mundo árabe e islámico, como así también de América Latina y el Caribe (especialmente de México y Centroamérica, se produce permanentemente una gran corriente inmigratoria hacia EEUU y los países de Europa Occidental, con trabajadores que van a ocupar puestos laborales, principalmente en los sectores más bajos de los servicios, aunque también en puestos, no calificados, de la industria y la construcción. Un análisis claramente demostrativo de cómo todos los cambios que se han producido en el mundo del trabajo no sólo no han reducido la clase trabajadora sino que en muchos aspectos (incluído el numérico) la han aumentado es el de Harman y Callinicos 1
La presión del esquema internacional neoliberal del capitalismo financiero apunta en los inicios de la globalización a una mayor concentración de la riqueza, a generar la fabricación masiva de productos en países con bajo nivel de salarios, a mantener a los obreros de los países centrales con un buen ingreso relativo y a contener por la fuerza a las masas subocupados, desocupadas y migrantes en busca de empleo.
Todos estos cambios, objetivos y subjetivos, que se producen con el avenimiento de la globalización a fines de 1980, son, para la clase, aunque de distinto orden, de la misma magnitud cuali-cuantitativa que los que se produjeron en el salto del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopolista de estado (imperialismo), a fines del siglo XIX.
Es importante ver, entonces, cuales son las formas en que la clase retoma, ahora, ya promediando la globalización, una iniciativa, que no va a repetir las formas clásicas de lucha de la etapa del imperialismo, ni las anteriores, de la etapa del capitalismo salvaje, sino que ha de ser, dialécticamente, una suerte de síntesis de las estrategias de lucha anteriores.
Las etapas del capitalismo
De este modo, hoy, para la lucha por el socialismo, vuelve a ser imprescindible la correcta caracterización de la época y, por tanto, la necesidad de retomar la cuestión leninista de las etapas del capitalismo. Mucho tiempo ha transcurrido desde el ensayo de Lenin sobre el imperialismo como etapa superior del capitalismo, lo que obliga a la actualización de su tesis a partir de las mismas premisas marxistas con las que él llega a "descubrir" la existencia de etapas en el proceso capitalista como un todo.
Desde un enfoque ciertamente materialista histórico, proponemos una hipótesis de las etapas capitalistas, diferenciándolas entre un capitalismo inicial, que dura hasta fines del siglo XIX, una etapa imperialista, que dura hasta los años 1980 y una etapa de capitalismo globalizado, desde fines de los 80 hasta nuestros días y en la cual nos hallamos hoy inmersos.
Si se acepta esta hipótesis se puede, desde un punto de vista dialéctico, encontrar rasgos en la globalización que repiten de manera sintética los aspectos de las dos primeras etapas, en un movimiento de "bucle", de negación de la etapa anterior (imperialismo) la que, a su vez, es negación de la anterior (capitalismo inicial).
La globalización vuelve al capitalismo inicial, pero en una vuelta de espiral, que la pone en un plano superior a aquél y que incorpora aspectos centrales del la etapa intermedia. Este movimiento, en tríada, que constituye la esencia del pensamiento dialéctico, es inherente al enfoque materialista histórico, que (en términos muy sencillos) no es otra cosa que la aplicación de los principios de la concepción filosófica del materialismo dialéctico a la interpretación de la historia humana.
En este sentido, si el paradigma económico del primer capitalismo fue el liberalismo, que tiene su madurez teórica en Adam Smith, y que llega a su apogeo, en la práctica, con el libre comercio de la época del imperio neocolonial inglés del siglo XIX, la matriz económica, desde fines de 1980, es el neoliberalismo, y su sola denominación da, de por si, ya claros indicios de un cierto retorno sintético al patrón económico original en su forma "neo". Es decir una vuelta al libre juego de la oferta y la demanda de los mercados, pero en una versión de mercado global, y sin perder, los estados que comandan el proceso (particularmente EEUU), el sesgo de estado poderosamente intervencionista, típico de la etapa intermedia del imperialismo, sólo que la intervención ahora es siempre en auxilio de los grandes grupos financieros.
Paralelamente, en términos de forma predominante de reproducción del capital, si el primer capitalismo fue de sesgo comercial, en el sentido de tener su eje principal en el libre mercado de bienes y productos manufacturados, el segundo (imperialismo) fue productivo, industrial, de extracción directa de plusvalía, y diferencia en los términos del intercambio con los países dependientes, y , finalmente, la actual etapa de globalización (tercer capitalismo) es predominantemente financiera, en la forma de mercado libre global de capitales.
En la sucesión de etapas históricas de la edad moderno-capitalista, se hallan reproducidos los momentos de la dialéctica de la mercancía D-M-D de Marx en la fórmula más detallada D – M (FT y MP) P M' – D'-D'' donde FT es fuerza de trabajo, MP son los medios de producción y P el proceso productivo. Con lo que el primer capitalismo, de sesgo comercial, corresponde al momento inicial de la mercancía (D-M), el segundo (imperialismo), de sesgo productivo, al momento intermedio (MPM') y el tercero, la globalización, de sesgo financiero, al comercio de dinero (D-D'') . Así, desde la lógica dialéctica, el movimiento interno del elemento que constituye la piedra basal del sistema, determina la dinámica histórica del sistema mismo en su totalidad.
Por otra parte los sesgos de las etapas se hallan determinados por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas respectivas. Si lo que más se desarrolla, entre los comienzos del capitalismo y el siglo XIX, son los medios de transporte, tanto marítimos como terrestres, yendo desde las caravanas, cruzadas y "descubrimientos" de continentes, del inicio, hasta el barco a vapor y el ferrocarril decimonónicos, esto se condice con el desarrollo principalmente del comercio, lo que remata en el imperio comercial inglés del siglo XIX. La segunda etapa, industrial, respondió sobre todo al desarrollo energético de la electricidad y de la extracción petrolera y del acero, lo que permitió la industria de industrias en gran escala. Y la tercera, financiera, especulativa, se vio superestimulada por el desarrollo particularmente vertiginoso de las comunicaciones, (que permite millones de transacciones financieras en segundos), propio de la globalización.
Concluimos entonces en una nueva visión, desde el marxismo, que afirma la existencia de tres etapas en el capitalismo que podríamos llamar la mundialización capitalista (1300-1880), el imperialismo capitalista (1890-1980) y la globalización capitalista (1985….), visión que hemos desarrollado en trabajos anteriores2.
Los tiempos de duración de las etapas se acortan significativamente, de acuerdo a la dinámica del proceso histórico. Ello es entendible ya que esta dinámica está determinada por la velocidad de desarrollo de las fuerzas productivas que es cada vez mayor.
Las etapas del capitalismo en relación con el sujeto histórico
Si se acepta el transcurso progresivo del proceso histórico moderno-capitalista en etapas, de la forma en que lo proponemos, debe aceptarse también, desde una visión materialista y dialéctica, que el sujeto que está en la base del impulso histórico durante el capitalismo, es decir las clases populares y, centralmente, la clase obrera y los trabajadores en general, va sufriendo igualmente transmutaciones, tanto en su estructura interna como clase y como movimiento, como en los espacios socio-políticos en los que actúa.
De este modo, una es la clase obrera del primer capitalismo, el de la acumulación originaria y la competencia salvaje, otra es la clase obrera del imperialismo y otra la de la globalización. Sin dejar por ello de ser clase revolucionaria, transformadora e impulsora del proceso social, como lo es por definición, y sin dejar de ser el centro de todo el movimiento popular, cuya unidad y acción es imprescindible para la transformación mundial. Pero esos caracteres, propios de la clase, aparecen y se insertan en el movimiento social y político de distinta forma, según la etapa del capitalismo en que se encuentre.
La primera etapa (1300-1880) es de formación del capitalismo y, por lo tanto, también de la clase obrera. Esta se constituye definitivamente recién a mediados y fines del siglo XIX cuando, precisa y no casualmente, se desarrolla la teoría revolucionaria con Marx y Engels. Esta clase surge de los sectores más avanzados del campesinado en las luchas de los siglos XIV, XV y XVI como una proto-clase que se enfrenta tanto a la nobleza como a las burguesías nacientes que son aliadas entre si, avanza con el desarrollo del artesanado y los trabajadores de la ciudades en los siglos XVI, XVII y XVIII y está en el centro de las grandes revoluciones que son aprovechadas por la burguesía para desplazar definitivamente a la realeza y la nobleza de todo poder político, revoluciones que, en cierto sentido , son injustamente calificada como "burguesas", cuando la fuerza principal, que las hizo posible, fue, siempre y en todos los casos, la fuerza del pueblo que perseguía interese muy distintos de los de la burguesía triunfante. Finalmente, como dijimos, en el 1800 la clase obrera se constituye como tal, aunque, en sus intentos revolucionarios, ya claramente hegemonizados por ella mismo como clase (1830, 1848, y 1871), queda aislada de sus posibles aliados, principalmente el campesinado, y es derrotada por la burguesía que aprovecha esos triunfos para consolidar definitivamente su poder.
En la segunda etapa del capital (1890-1980), correctamente bautizada como "imperialismo", época de gran desarrollo industrial , también adquiere un grado de evolución superlativo el desarrollo y la organización de la clase obrera (principalmente de la clase obrera industrial) como clase revolucionaria, y avanzan muchísimos sus posibilidades de alianza con las otras clases populares. De este avance de la clase y sus alianzas surge el mayor logro de la clase obre del siglo XX que es la revolución rusa de 1917 y la constitución de un estado obrero: la URSS. Bajo el paraguas de ese estado obrero que se transforma, a pesar de los furibundos ataques del imperialismo, en potencia mundial, se pueden desarrollar múltiples movimientos revolucionarios y luchas de la clase obrera y los pueblos de todo el mundo, que, de otro modo, hubieran sido imposibles, como la revolución China de 1927-1950, la revolución cubana (1959), y la revolución vietnamita (1945-1975) repúblicas socialistas que continúan sus respectivos proceso hoy en día. También al calor de la existencia de la URSS y de estos movimientos revolucionarios, se produjo todo un levantamiento anticolonialista, independentista y de liberación nacional, en el denominado tercer mundo, que ha dejado profundas huellas en todos los continentes. En los países desarrollados el imperialismo, para neutralizar a la clase, debió conceder enormes privilegios y constituir aristocracias obreras, que integraran el comando único de la situación política social interna, junto con la gran burguesía, aunque, así y todo, no pudo evitar importantísimos conflictos huelgas y luchas de la clase y de sus partidos, en los propios patios internos del imperialismo.
Creemos que hablar de derrotas, tanto en lo referente a la clase obre de la primera etapa (paradigmáticamente el caso de la Comuna de Paris de 1971), como en el caso de implosión de los países socialistas de la URSS y Europa del este, en la segunda etapa , no es correcto teóricamente, desde el punto de vista marxista, ya que esos proceso jugaron el papel que tenían que jugar, con gran éxito, y se agotaron, precisamente, cuando el capitalismo tuvo, históricamente, la posibilidad de reciclarse en un nuevo modelo de acumulación, lo que estaba inscripto en su propio destino histórico, ya que ello es algo que depende del desarrollo de las fuerzas productivas y de la capacidad intrínseca del modelo para resolverlo sin extinguirse.
El capitalismo pudo, en las década de 1980 y 90, dar su último paso de transformación, a su última forma, que es la globalización financiera. Esto determinó el agotamiento de las formas de lucha de la clase obrera propias de la etapa anterior.
De lo que se trata ahora es de identificar claramente cuáles son las formas que ha ido adoptando el movimiento revolucionario desde el inicio de la globalización y el papel de la clase en ellas. Hay que hacer esto teniendo en cuenta que el capitalismo no tiene ya más salidas para avanzar en su forma de acumulación, ni para reciclarse en ningún otro sistema económico social superior, dentro de la lógica de los sistemas de explotación del hombre por el hombre. El ciclo triádico dialéctico se termina con ésta, la tercera y última etapa. Es por eso que se puede hablar ahora de un fin de época. Es un fin de época descomunal, porque resume, no sólo todo el capitalismo, sino toda la era de la lucha de clases. Es por ello que Fidel nos habla, con clarividencia, de una crisis "civilizatoria". Se está terminando toda una forma de la civilización, de violencia y explotación del hombre por el hombre, de miles de años. Se está terminando ahora y los tiempos históricos corren cada vez con mayor velocidad.
Este es un dato clave para enfocar correctamente el análisis del papel de la clase obrera y el movimiento revolucionario mundial hoy.
La lucha de la clase obrera hoy
Lo primero que saltó a la superficie, precisamente desde los inicios mismos de la globalización, fueron los movimientos sociales de los más marginados y castigados por el esquema neoliberal, desocupados, minorías marginadas y migrantes. Símbolos paradigmáticos de este tipo de movimientos iniciales fueron por ejemplo el Caracazo, venezolano, de febrero de 1989, o la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas México, en enero de 1994. Por otro lado, en, y desde, los países más marginados de la economía mundial y agredidos militarmente por la OTAN, se sucedieron y siguen sucediéndose acciones violentas de carácter bélico y diversos atentados, respecto de los que, a veces, el disparador está en los propios servicios de inteligencia norteamericanos. En ningunos de estos movimientos y acciones tuvo la clase obrera un papel relevante y en la mayoría de ellos ni siquiera ha estado presente.
Sin embargo, a medida que se desarrolla el proceso de la globalización, la clase obrera, en distintos países y regiones, va recuperando el centro del escenario de lucha. En este sentido, es necesario afirmar que los cambios que han impactado en la clase obrero no son sólo de índole de distribución geográfica, o de composición, o cambios en las formas de la actividad laboral, que los hubo y muchos, sino, también y consecuentemente, cambios en la actitud política y en el despliegue de la lucha por sus intereses.
Desde esta perspectiva, creemos que se puede observar una tendencia a la confluencia de los movimientos de la clase en una corriente definitivamente contraria a la globalización y financiarización del capital.
Antes que nada habría que hacer algunos breves reflexiones sobre la incidencia que ha tenido hasta ahora la clase obrera como tal en los distintos procesos que, desde los inicios mismos de la globalización, han ido enfrentándola, hasta llegar a constituir, hoy, bloques de posiciones políticas claramente enfrentados a ella.
En primer lugar debemos observar el proceso latinoamericano y del Caribe. Si hay un hecho premonitorio de las luchas populares en Latinoamérica contra la globalización ese fue el, ya mencionado, "caracazo" de 1989.Resulta altamente simbólico el hecho de que este levantamiento popular que puede ser considerado como el inicio de las luchas contra la globalización se sucede el mismo año en que Williamson escribió el documento base del llamado "Consenso de Washington (What Washington means by policy reform)", que es la base teórica de las políticas neoliberales para la región, y se dio el golpe militar en Panamá y la derrota electoral de la Revolución Sandinista en Nicaragua (febrero de 1990), dos hechos que importantes trabajos teóricos consideran como la culminación de la estrategia norteamericana de la "seguridad nacional", propia del imperialismo y el inicio de la "gobernabilidad democrática" en América Latina y el Caribe, monitoreada por Washington, propio de la globalización3. Este hecho insurreccional marca, además, el inicio de todo un proceso político y social en Venezuela que termina con el triunfo del comandante Hugo Chávez y su asunción del gobierno, en el que prosigue hasta hoy. Este ha sido un proceso importantísimo para la Venezuela pero, además, parta la región latinoamericana y del Caribe en su totalidad, y su influencia se ha hecho sentir en términos ideológicos pero, también, en términos económicos y políticos concretos.
Es cierto que en el inicio de este proceso, y en parte de su formación, el rol de la clase obrera Venezolana no fue central. Ello se debe a múltiples razones Entre las primeras está la de su poco desarrollo estructural sobre todo en los tiempos en que comienzan estas luchas populares en Venezuela. Sin embargo un factor muy importante en el desarrollo de estas luchas, sobre todo en el terreno de la ideología, ha sido, indudablemente, la proximidad de la Cuba revolucionaria. En este sentido debe reconocerse que las ideas que provienen de Cuba siempre tienen impregnado el espíritu de la ideología de clase, toda vez que el proceso cubano es un proceso socialista, afirmado en los principios del marxismo, adecuado a la realidad cubana y latinoamericana. Por otra parte, a partir del "caracazo" se inicia el proceso que, en primer lugar, con el intento de golpe de estado revolucionario de Chávez en 1992 y, finalmente, con su triunfo electoral de 1998, tiene a las masas populares como protagonistas y beneficiarias. Fueron justamente estas masas populares, y el creciente papel que jugó la influencia sobre ellas de los sectores obreros y trabajadores, que rápidamente se incorporaron al proceso y que se han ido transformando en el principal apoyo de la revolución bolivariana, lo que impidió el triunfo del golpe de estado reaccionario de 2002.
Pero, más allá del proceso venezolano, debemos centrar nuestra atención, también, en un proceso político nacional que ha aportado el peso político regional e internacional necesario para que las fuerzas antiglobalizadoras y antineoliberales se desarrollen en la región, que es el proceso político brasileño.
Indudablemente el rol más importante que ha jugado Brasil en Latinoamérica y aun a nivel mundial, desde el primer triunfo electoral del Partido de los Trabajadores con el liderazgo de Lula en enero de 2003, es el de favorecer la autonomía y el distanciamiento de América del Sur y América Latina y el Caribe de las fuerzas centrípetas de la globalización financiera. El peso específico de Brasil en la región americana, y, ahora ya, a nivel mundial, y sus alianzas estratégicas con China y Rusia en los BRICS, lo han convertido en un actor internacional significativo y, bajo la conducción del PT y sus aliados de izquierda, el país ha hecho jugar ese peso a favor de la autonomía de las naciones sur y latinoamericanas. Esto ha proporcionado un paraguas protector y un empuje a procesos como el bolivariano de Venezuela y el Alba, y los de Ecuador, Bolivia , Paraguay, Argentina , Uruguay y ahora Perú, todos los que, en medio de sus contradicciones, (más agudas en unos que en otros casos ) luchan, con mayor o menor éxito, por desarrollarse hacia formas políticas y sociales de mayor justicia social y democracia activa verdadera.
Las contradicciones no son ajenas al proceso brasileño, sin embargo, las líneas internas más progresistas de este proceso político, que ha sido tan importante para el movimiento regional antiglobalizador, se han generado y se sustentan en la influencia y el poder de movilización y organización de lo más avanzado de la clase obrera brasileña.
También en los otros países mencionados luego de algún quietismo o expectativa por las que atravesaran las clases trabajadoras más vinculadas a los procesos productivos, han ido, éstas, sumándose, con un apoyo cada vez más claro, a estos procesos de cambio y lo irán haciendo cada vez más, en tanto estos procesos se profundicen y converjan, más aún, con sus propios intereses de clase.
No escapan a este análisis las contradicciones existentes dentro de los propios movimientos obreros, fundamentalmente en mucho casos entre las corrientes de más avanzada y viejas estructuras de burocracia sindical, que existen tanto en la CUT brasileña como en la CGT argentina, pero no cabe lugar a dudas que lo que provee de base de sustentación a las líneas políticas internas más avanzadas , que impulsan la integración regional contra las fuerzas del capital financiero internacional y por la profundización de las medidas de justicia social y fortalecimiento de los estados, son los sectores más avanzados de una clase obrera que se renueva y avanza con el crecimiento económico de estos países.
Otro escenario en el que se puede observar el papel creciente y determinante de la clase obrera en la globalización es el del proceso que se ha generado en la República Popular China desde los últimos quince años.
Luego de que los dirigentes del Partido Comunista Chino decidieran refugiar al proceso revolucionario chino de la tormenta globalizadora acoplándose, a su manera, a los procesos productivos del neoliberalismo, para desarrollar las fuerzas productivas del país y evitar el aislamiento y la confrontación con las enormes fuerzas del capitalismo financiero mundial, (lo que por otra parte generó un crecimiento exponencial de la clase obrera industrial y de los trabajadores asalariados en general en el país), la clase obrera china, precisamente desarrollada en forma estructural por este proceso, se ha transformado, a su vez dialécticamente, en el condicionamiento para que las políticas gubernamentales chinas se vean cada vez más exigidas a hacer frente a los embates de la estrategia neoliberal mundial capitaneada por los EEUU.
La clase obrera china no está dispuesta a sufrir un retroceso ni en su constitución, ni en su composición, ni en el nivel de sus ingresos, por lo que pone permanentemente en tensión al proceso político chino respecto de la necesidad de mantener el crecimiento de la economía y el fortalecimiento del mercado interno. Esto lleva, necesariamente, a la contradicción con los intereses de un capitalismo mundial en crisis, que le reclama hoy a China, nada menos, que dejar de crecer y de exportar.
Lo mismo sucede con otros países como Rusia y la India y esto hace que, tanto la Organización de cooperación de Shanghai como los Brics, vayan adoptando, cada vez más, una posición de confrontación con los grandes grupos financieros internacionales.
En lo que hace a los países centrales de la movida neoliberal mundial, es decir EEUU y Europa, si bien, en un principio de la globalización, lograron establecer altos niveles de consumo, principalmente a través de medios artificiales que magnificaban la verdadera capacidad productiva mundial y sus propias capacidades adquisitivas, como fueron las engañosas formas de financiamiento, a través de derivados financieros y otros artificios, han llegado, hoy, al final de cuerda, y han entrado en una sucesión de crisis financieras, que se transforman rápidamente en crisis económicas. Ello obliga, a los centros neoliberales, a tratar de imponer, para mantener su esquema de acumulación, tremendos ajustes económicos que afectan a la población y a la clase obrera, otrora contenidas con mejoramientos relativos de los ingresos y facilidades crediticias. Es, precisamente en este momento, cuando la clase obrera de estos países empieza a desarrollar un rol protagónico, que va, directamente, al enfrentamiento con el proyecto neoliberal mundial. Esto es de suma importancia, en tanto que, si los grupos financieros no logran aplicar con éxito estos ajustes se vería en peligro inmediato la viabilidad su propio esquema económico de supervivencia, y, el primer obstáculo que encuentran para la aplicación de estas medidas, son las crecientes luchas obreras y populares en estos países. Es esta una batalla en la que se van a definir los tiempos de ralentizamiento o aceleramiento de la caída del sistema capitalista mundial.
La clase obrera como sujeto revolucionario hoy
La clase obrera es, entonces, hoy, como lo fue desde sus primeras conformaciones y como no puede ser de otra forma desde el punto de vista marxista, el sujeto histórico revolucionario que impulsa el proceso capitalista a su propia destrucción y que construye la alternativa al mismo.
Luego de un primer momento de inicios de la globalización, (en el que los movimientos obreros se reponían del golpe recibido por el agotamiento del proceso de lucha anterior, propio del imperialismo), momento en que se desarrollaron, principalmente, los movimientos populares y sociales sin presencia central aún de la clase obrera, ésta se reconfigura hoy y va asumiendo poco a poco su rol de vanguardia en las luchas populares.
Pero el escenario para estas luchas es hoy distinto y distintas habrán de ser las formas de organización, de articulación internacional y de alianzas.
Se va viendo cada vez más claramente que la presencia e influencia revolucionaria de la clase en tiempos del último capitalista , decadente pero desenfrenado y depredador, adquiere formas nuevas que sintetizan de alguna manera sus formas de lucha anteriores combinándolas y articulándolas dialécticamente.
En ciertos ámbitos como América Latina, la influencia de la clase obrera con sus luchas, pero también con sus apoyos políticos y su colaboración como fuerza de trabajo principal va manteniendo y consolidando un rumbo que de profundizarse habrá de entrar necesariamente en una escena revolucionaria y que en muchos aspecto ya se está constituyendo en ello como es la integración suramericana, la de los países del ALBA y latinoamericana y del Caribe en la CELAC, con proyecto de la magnitud del Banco de Sur y el Consejo de Defensa Suramericano. Las contradicciones de estos procesos con la globalización neoliberal se habrá de agudizar próximamente a partir de que se sostengan los rumbos industrialistas, de fortalecimiento de mercado interno y de soberanía económica de los países de la región y en este sentido la principal garante por ser la protagonista central y principal beneficiaria, es la clase obrera latinoamericana.
En países como China, Vietnam y otros como Rusia, la clase obrera se convierte en palanca de empuje hacia la consolidación de modelos económicos basados en lo productivo y en el mejoramiento de mercado interno. En el caso de China este movimiento es impulsado por el propio gobierno y el Partido Comunista Chino, más allá de las contradicciones y tensiones internas propias de un proceso de tanta complejidad, en una época de tantas complejidades.
En el mundo más subdesarrollado económicamente en el que la clase obrera está aun en momentos de incipiente desarrollo su poder debe hacerse cada vez mayor a partir, también, del desarrollo industrial y de la cooperación internacional verdadera impulsadas por los BRICS y el Grupo de Shanghai .
En los países capitalistas centrales hoy, en medio de la crisis a los que los lleva el propio modelo mundial que han impuesto, el rol de la clase obrera es determinante para evitar que los grupos financieros logren imponer el ajuste para cobrar sus deudas y profundizar el proceso de concentración de capital. Esta es una batalla decisiva en tanto se da en el corazón del imperio y obsta a la reproducción del modelo en su propia tierra de origen y comando.
Como vemos los escenarios son distintos y complejos pero la lucha es una sola. No se pueden repetir estrategias de lucha que han sido propias (y apropiadas) para otros momentos históricos pero el camino es el mismo El rol de los partidos de la clase obrera, debe centrarse en jugar el papel que en cada realidad nacional impongan los intereses de la clase y el desarrollo de sus luchas. En otro plano les cabe el desarrollo de una tarea que está exclusivamente en sus manos y en la que ninguna otra fuerza política puede reemplazarlos, que es el de la comunicación y coordinación de la estrategia de la clase en el plano internacional, hacia la constitución de la gran herramienta del cambio de época, el movimiento obrero internacional y su conducción política única y unitaria.
2El contenido de este título de la ponencia es una reproducción parcial de las ideas contenidas en mi publicación "Globalización , tercera y (última) etapa del capitalismo. Un análisis desde el materialismo histórico" Ed Luxemburg. Buenos Aires. 2011
3Regalado Álvarez, Roberto, "América Latina entre siglos. Dominación , crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda" Ocean Sur Cuba 2006.////
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¿Por qué la clase obrera perdió la partida?
Publicado el 8 mayo 2014 de Antonio Olivé
Robert Castel
El título de este artículo puede parecer un tanto provocador. Pero no es esa mi intención. Lo que intento es proponer una hipótesis para comprender la relativa desaparición de la clase obrera en la estructura social actual a partir del análisis sociohistórico de las transformaciones internas del asalariado.
Todo el mundo (o casi todo) estará de acuerdo en un punto: la clase obrera ya no ocupa la posición central que ha ocupado en la historia social desde hace más de un siglo. Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX aproximadamente, el accionar político y social, al menos en Francia y en Europa occidental, se desarrollaba principalmente en torno al lugar que debía ocupar esta clase en la sociedad, a partir de la posibilidad que tenía, o parecía tener, de promover una transformación completa del orden social. Este diagnóstico era compartido por aquéllos que exaltaban esta posibilidad -es la opción revolucionaria, susceptible por otra parte de diversas variantes- y por aquéllos que la temían como suprema amenaza y hacían todo por conjugar el riesgo de la subversión. De modo que la cuestión social era esencialmente la cuestión obrera. Esto significa que lo esencial de la conflictividad social estaba basado en el enfrentamiento de dos bloques antagónicos cuya formulación más radical ha sido dada por Marx, pero que repercutió en diferentes niveles de la lucha social y política: ¿conservación o subversión del orden social? ¿Reforma o revolución?
Nos guste o no (a algunos les alegra y otros lo lamentan) hoy ya no estamos en el marco de esa problemática. La clase obrera ya no aparece como portadora de una alternativa global de organización social. Esto no quiere decir que no exista más, ni que ya no tenga importancia social y política, y habrá que discutir su tipo de existencia el papel que desempeña hoy día. Esta comprobación significa solamente -pero, al mismo tiempo, es mucho- que esta clase sufre un retroceso social y político decisivo que ha desactivado la potencialidad subversiva que parecía poseer.
¿Por qué?. Evidentemente hay múltiples razones que pueden contribuir a la comprensión de semejante cambio, y no tengo la pretensión de desplegarlas aquí. Sólo tiraré de un hilo de explicación, que no es el único posible, pero que me parece muy esclarecedor. La clase obrera, al menos en Francia y en el siglo XX, no ha sido vencida en el marco de un enfrentamiento político directo, como pudieron serlo por ejemplo los obreros parisienses en 1848. Mi hipótesis es que esta clase ha sido minada, rodeada, desbordada, por una transformación sociológica profunda de la estructura del asalariado. Ha sido asimismo desposeída, “doblada” si me atrevo a decirlo, por la generalización y la diversificación del asalariado y por la promoción de categorías salariales que la han relegado a una posición subordinada, ya no central, en la configuración del asalariado.
Quisiera mostrar -o mejor, en los límites de esta contribución, sugerir- que esta desposesión ha pasado por dos etapas principales. La primera marca lo que se podría llamar el pasaje de la sociedad industrial a la sociedad salarial. La segunda, en la que nos hallamos hoy, es el efecto del sacudimiento de esa sociedad salarial, cuyas consecuencias empezaron a hacerse sentir a partir de mediados de la década del setenta. De suerte que una de las maneras de interrogarse sobre lo que sucede hoy con la clase obrera, su consistencia, su impacto social y político, sería considerar su posición en la historia del asalariado y, en particular, hoy día, tomar en cuenta seriamente las transformaciones más recientes introducidas en la organización del trabajo.
I
Partamos entonces de la época en que, en la sociedad industrial, la clase obrera parecía representar un bloque portador de una alternativa global de organización de la sociedad. Se podría tomar como punto de referencia el año 1.936, cuando la clase obrera aparece en Francia consciente de su fuerza, dotada de una ideología propia, y apoyada sobre sus propios aparatos, partidos y sindicatos. Al mismo tiempo, permanece socialmente subordinada, privada de las principales posiciones que dan acceso a la riqueza, el prestigio y el poder, incluso a pesar de mostrarse como la principal productora de la riqueza social. Es en el contexto de la lucha de clases, portadora de la esperanza, o del temor, donde podría cambiar la situación, y donde los que han sido desposeídos del fruto de su trabajo podrían invertir el proceso y tomar el mando de la sociedad.
Esa representación de la clase obrera se apoya sobre la composición sociológica del conjunto de asalariados de la época. El asalariado obrero representaba entonces el 60% de los asalariados, y casi el 75% si se agregan los obreros agrícolas. El conjunto de los asalariados no obreros era entonces netamente minoritario, y se componía sobre todo de pequeños empleados cuyo status era también modesto, apenas superior al de los obreros. Los obreros constituyen, pues, la gran mayoría del conjunto de los asalariados, a partir de la cual está pensada y representada la categoría general de trabajador asalariado. Por cierto que esa mayoría no es completamente homogénea, ni sociológica ni ideológicamente; por otra parte, es sabido que nunca lo fue. Pero reúne a lo esencial de las fuerzas productivas de la sociedad industrial en una sociedad que todavía está industrializada a medias, puesto que en los años treinta los asalariados representan apenas la mitad de la población activa.
Si tomamos ahora la situación en 1.975, cuantitativamente, el número de obreros no ha cambiado mucho, incluso ha aumentado ligeramente. Pero cualitativamente se ha producido una transformación decisiva en la estructura del mismo. El asalariado obrero ha perdido su hegemonía y ha sido atrapado por el desarrollo espectacular de categorías de “profesiones intermedias”, y de personal jerárquico medio y superior, es decir, estratos profesionales cuyo ingreso y status son superiores a los del asalariado obrero. De aquí en adelante, estas categorías desempeñan, para utilizar una palabra que Luc Boltanski aplicó antes al personal jerárquico, un papel “atrayente ” para el conjunto de los asalariados Es en este sentido que yo decía que la clase obrera se ha hecho “doblar”. Incluso independientemente de las transformaciones internas ocurridas en su seno -y que evidentemente habría que analizar-, ha sido sobrepasada y se ha encontrado aplastada bajo el peso de un conjunto de asalariados de más alto rango. El asalariado obrero -desplegado él mismo en diferentes categorías- en lugar de estar en el centro se encuentra en la parte más baja de la escala, cada vez más diferenciado del conjunto de los asalariados, tanto más cuanto que el asalariado agrícola, cuyo status era inferior al suyo, prácticamente ha desaparecido.
Esta estructura es la de la sociedad salarial: un continum diferenciado de posiciones vinculadas por las características comunes de la condición salarial, en particular el derecho laboral y la protección social. Pero este continum resulta muy estratificado y mantiene grandes desigualdades. Este modelo de sociedad salarial no entraña, entonces, una homogeneización social. Tampoco implica una sociedad apaciguada, el fin de la conflictividad social. Impone, en cambio, una redistribución de esta conflictividad, que ya no se cristaliza alrededor de dos bloques antagónicos, obreros y burgueses, trabajo y capital, sino que se distribuye sobre la escala salarial y se desarrolla en buena parte a través de la concurrencia entre los diferentes estratos salariales. De ahí la forma que toma la negociación entre los “participantes sociales”. Negociación conflictiva, podría decirse, a través de la cual cada categoría reivindica la “participación en los beneficios” del crecimiento, piensa que nunca recibe bastante, pero también puede pensar que en el futuro obtendrá más. Y efectivamente se observa que durante el período que siguió al fin de la segunda guerra mundial, cada categoría socio-profesional ha visto mejorar su situación, al tiempo que las disparidades entre las categorías permanecían casi sin cambios.
La cuestión socio-política esencial que se plantea en este contexto ya no es la de la revolución, sino de la redistribución más equitativa de la riqueza social, o la reducción de las desigualdades. Ya no se trata tampoco del cambio del lugar que ocupa la clase obrera como tal en la sociedad, sino más bien de la mejora de la condición salarial en general. Para resumir ese desplazamiento se podría decir que la clase obrera ha dejado de servir como referente hegemónico a la vez para la lucha política y para el análisis sociológico de la sociedad. La gama de posiciones salariales que la ha sustituido parcialmente es más amplia, más diferenciada, menos dividida ideológica y socialmente, sin que por eso esté más armoniosamente unificada.
Así expresado, este análisis resulta demasiado esquemático. Habría que precisar y matizar algunos puntos. En particular sobre la cronología. Al tratarse de un proceso, es difícil determinar el momento del vuelco. Esta generalización -diferenciación de los asalariados que no pertenecen al proletariado obrero- se inicia en los años treinta, se hace más notable después de la segunda guerra mundial, y comienza a imponerse en los años sesenta (el debate de entonces sobre la “nueva clase obrera” lo señala). Pero incluso después de que, desde un punto de vista sociológico, la clase obrera hubiera perdido su hegemonía entre los asalariados, la referencia a un mesianismo obrero logró mantenerse en el plano político y en las luchas sociales, sostenido por el Partido comunista y la CGT. Fue quizás, paradójicamente, alrededor de 1.968 cuando se hizo visible la pérdida de la posición central por parte de la clase obrera. Paradójicamente, porque mayo del 68 marcó “la huelga más grande” del movimiento social, y se obtuvieron ciertas reivindicaciones concernientes en primer lugar a los obreros, como el relevamiento sustancial del SMIC. Pero no por ello se puede hablar de una victoria de la clase obrera como tal. Mayo del 68 realizó más bien un aggiornamento de la sociedad salarial, o si se prefiere, una etapa importante en el proceso de modernización de la sociedad francesa en la cual la clase obrera no fue ni el desencadenante (como se sabe, fueron los estudiantes quienes asumieron este papel), ni el actor privilegiado, ni el beneficiario principal. Con respecto a la tensión entre reformismo y revolución, que atravesaba desde hacía más de un siglo la historia social (y el movimiento obrero mismo), el fin de los años sesenta parece marcar la victoria del reformismo. Esta victoria significa que la clase obrera puede continuar sacando beneficios de los cambios sociales que parecen encaminados en la vía del progreso social, pero que ya no es más el centro de gravedad de este proceso histórico.
II
Si yo hubiera intentado este análisis a fines de los años sesenta o principios de los setenta, me hubiese quedado ahí. O más bien hubiese invitado a interrogarnos sobre el lugar que podría ocupar la clase obrera en una sociedad que parecía empeñada en una transformación de tipo social-demócrata: cierta reducción de las desigualdades, una consolidación del derecho laboral y a la protección social, el refuerzo del papel de la negociación social, una representación más democrática de la importancia de los diferentes “partenaires sociales”, etc. En este contexto, ¿hubiera mantenido la clase obrera cierta unidad y cierta especificidad? ¿o bien se hubiera fundido en una especie de gran clase media, como lo soñaban en los años sesenta ciertos ideólogos del fin de la lucha de clases, como Jean Fourastié? Me parece que las cosas no eran tan sencillas, y que alguna reducción de las desigualdades y de las injusticias sociales no significa necesariamente una homogeneización de las condiciones de existencia y una unificación de los modos de vida.
Pero de todas maneras, no es en estos términos que se plantea hoy el problema. Desde mediados de los años setenta (a partir de lo que se llama la “crisis” pero que es mucho más que un episodio transitorio), se produjo una bifurcación en el proceso de transformación de la sociedad salarial. La trayectoria ascendente de la consolidación del grupo salarial se interrumpió, reabriéndose la cuestión de la asociación creciente del trabajo y de las protecciones que el progreso social parecía promover. La consecuencia fue, a mi entender, una agravación muy profunda del proceso de subordinación y de disociación de la clase obrera iniciado cuando el pasaje de la sociedad industrial a la sociedad salarial.
En efecto, si el desarrollo de la sociedad salarial implicaba necesariamente, a mi juicio, la pérdida de la posición central del asalariado obrero en la estructura social, esta subordinación no entrañaba sin embargo una degradación del status de las categorías salariales que componen la clase obrera. Incluso se produjo lo contrario. Las categorías obreras también se habían beneficiado de la mejora general de la condición salarial, tanto en términos de ingresos como de derechos sociales. Con grandes disparidades, evidentemente, y la suerte de los OS (categoría salarial baja), por ejemplo, no tenía nada de envidiable (por otra parte, no es casual que las grandes luchas sociales de principios de los años setenta se relacionaran sobre todo con los OS). Sin embargo, tratándose del período llamado, de una manera por otra parte discutible, “los treinta gloriosos”, se puede hacer una doble observación:
- una mejora general de la suerte de las diferentes categorías obreras en relación a su situación en la sociedad industrial, y sobre todo en relación a los inicios de la industrialización.
- y una relativa cohesión de cada una de esas categorías cuyo status es relativamente homogéneo y relativamente estable. Esto es cierto, me parece, incluso para los asalariados menos provistos, pagados por el SMIG (salario mínimo). Si el SMIG no tiene, por cierto, nada de maravilloso, representa al menos el primer estrato de la inscripción en la sociedad salarial, que, además del salario, implica la participación en el sistema de derechos sociales (derecho laboral, convenciones colectivas, protección social…). De manera que, en un período de cuasi-pleno empleo, cuando el acceso al trabajo parece asimismo cuasi-asegurado, se hubiera podido hablar de una especie de estatus social mínimo garantizado, que comprende incluso las categorías inferiores del grupo asalariado (en este contexto aquéllos que están ubicados por debajo de ese umbral están también en lo esencial fuera del mundo del trabajo regular, y forman un “cuarto mundo” residual).
Esta es la cuestión que parece hoy replantearse por la degradación del status de numerosas categorías salariales. Por una parte, se observa la multiplicación de situaciones de trabajo por debajo de ese “estatus social mínimo garantizado” 2.
Por otra parte, y de modo más general, se observa una pulverización de la estabilidad de numerosas categorías salariales. Los asalariados de un mismo estatus dejan de estar “cubiertos” de manera homogénea y pueden tener un destino social completamente diferente. Este es el efecto de dos riesgos importantes que han aparecido, o al menos que se han agravado considerablemente, el riesgo desempleo y el riesgo precariedad, y que tienen consecuencias particularmente desestructurantes sobre las categorías obreras, y ello de dos maneras.
Por una parte, se sabe que el desempleo y la precariedad afectan de diferente manera a las distintas categorías sociales según un orden que sigue, grosso modo, la estratificación social (así la proporción de persona] jerárquico desempleado es claramente menor que la de obreros desempleados, y entre los obreros, los obreros no calificados están desempleados mucho más a menudo que los obreros calificados). La nueva coyuntura del empleo ahonda así las disparidades entre las diferentes categorías de asalariados, en detrimento de los estratos inferiores del grupo salarial. Se puede decir también que, a partir de “la crisis”, se han abierto nuevas desigualdades al lado de las desigualdades “clásicas”, como las desigualdades de ingresos, que se mantienen 3. Al golpear con más fuerza a las categorías ya ubicadas “abajo de la escala social”, acrecienta aún más su subordinación.
Pero el desempleo y la precariedad producen otros efectos destructivos que, aunque no tan inmediatamente visibles, son por lo menos igualmente graves, porque quiebran las homogeneidades Sea, por ejemplo, dos obreros de la misma calificación (ya sean más o menos calificados). Siendo todo lo demás igual, habrá enormes disparidades entre la trayectoria de aquél que conserve su empleo y su estatuto profesional toda su vida (felizmente) y el destino social del que se convierta en desempleado de larga duración, o que alterne períodos de empleo con períodos de inactividad. Esta desigualdad masiva entre asalariados del mismo status rompe las solidaridades intracategoriales que se basaban en la organización colectiva del trabajo y la homogeneidad de condiciones compartidas por grandes conjuntos de trabajadores. Esta transformación parece poner en tela de juicio la noción misma de “clase”, en cuanto ella entraña una des-colectivización de las condiciones de trabajo y de los modos de organización de los trabajadores.
En efecto, la concepción clásica de la clase obrera se basa en último análisis en la existencia de colectivos obreros que tienen su raíz en una determinada comunidad de condiciones y una determinada comunidad de intereses. Siempre se supo (y Marx el primero en tener consciencia de ello) que esta identidad nunca fue totalmente realizada, y que la clase obrera nunca representó una unidad absoluta, ni desde el punto de vista de las condiciones de existencia ni desde el punto de vista ideológico o político. Sin embargo, no se podría hablar de “clase” sin plantear cierta preponderancia de lo colectivo sobre lo individual.
Esta preponderancia es lo que hoy se debe interrogar. El mundo obrero (en tanto haya existido como “mundo”, en todo caso lo era sobre la base y en la medida de esta preponderancia de lo colectivo) ¿no ha sido minado por un proceso de individualización que disuelve sus capacidades de existir como colectivo? ¿No solamente como un colectivo global (la clase obrera con C mayúscula), sino también como un conglomerado de colectivos correspondientes a diferentes formas de condiciones relativamente homogéneas capaces de unificarse en tomo a objetivos comunes? (Una gran huelga, una “avanzada social” importante siempre han correspondido a una cristalización de colectivos particulares en un colectivo más amplio). De tal manera, las transformaciones más recientes de la organización del trabajo no se traducen solamente en el desempleo masivo y la creciente precariedad de las condiciones de trabajo. Ellas transforman también profundamente las relaciones de trabajo. En un mercado de trabajo cada vez más competitivo, los asalariados están sometidos a presiones demasiado fuertes para ser móviles, adaptables, flexibles. Bajo la amenaza del desempleo (y sin duda también porque muchos, de grado o por fuerza, se pliegan a la ideología empresarial que exalta la flexibilidad y el espíritu de iniciativa) entran en concurrencia y se ven llevados a jugar el juego de la competencia. Se asiste asi a un desarrollo de la concurrencia entre iguales, es decir entre trabajadores del mismo estatus 4. Éstos se ven conducidos a poner en juego sus diferencias, antes que a apoyarse sobre lo que tienen en común. Hay también una correspondencia profunda entre lo que Ulrich Beck llama “la desestandarización del trabajo” 5 y el recurso a estrategias individuales, antes que a estrategias colectivas, para afrontar esas situaciones nuevas. Por una parte, el mundo del trabajo se divide con el desarrollo de la sub-remuneración, la multiplicación de formas “atípicas” de empleo, el trabajo parcial, el trabajo intermitente, las nuevas formas de trabajo “independiente”, etc. Faltan entonces los puntos de apoyo para la organización y la acción colectivas, cuyo modelo fue representado por la gran empresa. La consecuencia de estos cambios “objetivos” es que el trabajador como persona, cada vez más, queda librado a sí mismo, y debe movilizarse para tratar de hacer frente él mismo a esas situaciones. Al parecer, cuanto más precarias son las condiciones de trabajo, más los trabajadores se ven obligados a desenvolverse, hacer de todo, tratar de salir del paso mal que bien. En estas condiciones, ¿se puede hablar de “ciases” de individuos, o de individuos atomizados, de alguna manera condenados a ser individuos, individuos por defecto? Cabe recordar aquí las condiciones de contratación de la fuerza de trabajo a comienzos de la industrialización, analizadas entre otros por Marx. También entonces el trabajador era tratado como un individuo “libre” y sin protección, y se sabe cuánto le costó. Fue al inscribirse en colectivos, colectivos de trabajo, colectivos sindicales, regulaciones colectivas del derecho laboral y de la protección social, como se liberó de las formas negativas de la libertad de un individuo que no es más que un individuo. ¿Qué le sucede al individuo, y qué puede hacer, cuando es desarticulado de los colectivos protectores? La historia de la clase obrera muestra que los individuos trabajadores han podido acceder a cierta independencia sobre la base de organizaciones colectivas y de su inscripción en colectivos. El análisis de la reestructuración actual de las relaciones muestra que es un proceso inverso el que domina las recomposiciones en curso.
La descolectivización actual de las relaciones de trabajo representa así un nuevo trato susceptible de replantear la noción misma de clase tal como fue construida históricamente. Ella desestabiliza las formas clásicas de organización del trabajo que dieron las bases de la unificación de los trabajadores y de su capacidad de resistencia, aunque a menudo bajo formas muy costosas y “alienantes”, como en el caso de la organización tayloriana del trabajo. Pero la eclosión de esas formas colectivas corre el riesgo de acrecentar la subordinación y profundizar la desigualdad de condiciones de las clases populares. El reverso de la descolectivización del trabajo es, en efecto, su reindividualización, que deposita en el trabajador la responsabilidad principal de asumir él mismo los avatares de su trayectoria profesional. En tal sentido, los diferentes grupos sociales están desigualmente preparados para enfrentar esas exigencias nuevas. Los menos calificados, los que más carecen de “capitales”, no sólo económicos, sino también culturales y sociales, son también los que más padecen cuando un modelo de individualización de las relaciones de trabajo sustituye a uno de colectivización. Los trabajadores menos cualificados, los más precarios, son también los que parecen más desprovistos de los recursos necesarios para estructurar colectivos emancipadores.
Estas afirmaciones parecerían quizás exageradamente pesimistas. Sin embargo, no queda excluido que pueda haber nuevas formas de organización que correspondan a esas nuevas formas de desestructuración de los antiguos colectivos. Es también, sin duda, el principal desafío por afrontar hoy: llegar a recolectivizar situaciones que, cada vez más, se desarrollan bajo la forma de una individualización desregulada. Fue, por otra parte, el desafío que recogió la historia social el que permitió la constitución del grupo asalariado obrero como clase a partir de la situación atomizada del proletariado de comienzos de la industrialización. Entonces, no es imposible a priori que hoy se pueda recoger un desafío análogo. ¿Pero cómo, en qué condiciones, movilizando qué recursos, y con qué probabilidades de éxito? No soy profeta. Me guardaré, pues, de responder a estas preguntas. Pero pienso que en todo caso las posibilidades de promover un futuro mejor deben partir de un diagnóstico sin complacencias sobre el presente. Éste nos muestra que la unidad relativa de la clase obrera está deshecha; que su desestructuración corre el riesgo de dejar que se asiente en sus márgenes un flujo cada vez mayor de trabajadores y ex-trabajadores abandonados a sí mismos, cuya situación recuerda a la los primeros proletarios; que la dinámica más poderosa del capitalismo contemporáneo activada por la ideología neo-liberal, trabaja por la desestructuración de los sistemas de regulaciones colectivas que habían estabilizado la condición salarial; y que los contrapoderes necesarios para dominar esos factores de individualización negativa, y que no pueden ser sino colectivos, todavía están por encontrarse.
Publicado originalmente en Actuel Marx “Las nuevas relaciones de clase”
NOTAS
1 Luc Boltanski, Les cadres, Paris, Editions de Minuit, 1982.
2 Se trata del desarrollo de una especie de segundo mercado de trabajo, o de un submercado de trabajo que proliféra por debajo del SMIC y procura un status inferior al del asalariado completo, tanto en términos de ingresos como de derechos. Estas formas de subempleo no se desarrollan solamente en el marco de las prácticas del capitalismo salvaje, como por ejemplo en ciertos sectores como la sub-contratación. Las medidas públicas de “tratamiento social del desempleo” contribuyen también a la constitución de un infraasalariado (cf. por ejemplo el estatus de los CES y de diferentes formas de “empleos asistidos”).
4 Cf. Dominique Goux, Eric Maurin, La nouvelle condition ouvrière. Nota de la Fondation Saint-Simon, Paris, octubre 1998.
5 Ulrich Beck, Risk Society, London, Sage Publication, 1992.
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Una respuesta a ¿Por qué la clase obrera perdió la partida?
1. amparo dijo:
9 julio 2014 en 1:24
http://marianociafardini.blogspot.com/
lunes, 13 de abril de 2020
Estamos ante una crisis del modo de producción
A partir de la pandemia de coronavirus han aparecido y seguirán apareciendo muchos pronósticos políticos y económicos sobre los grandes cambios que se cernirán sobre la humanidad “una vez pasadas las cuarentenas mundiales” y luego de ¿millones? de muertos. También aparecen algunas opiniones en cuanto que nada cambiará demasiado y las comparaciones con situaciones de crisis anteriores en las que luego de la crisis no se registró ningún cambio estructural, es decir que la crisis fue funcional al sistema capitalista mismo.
¿Aumento del control social?
Antes de entrar al tema de fondo de esta nota debemos responder a quienes, ven oscuras nubes en el horizonte, no por los resultados de la pandemia, sino por el avance del hipercontrol social al calor de la mismas (básicamente se refieren a China y a sus capacidades tecnológica para identificar y ubicar uno por uno on line a la mayoría de sus mil quinientos millones de habitantes, lo que por otra parte es verdaderamente una proeza tecnológica impresionante) A esto hay que contestar que, en principio, no existen sociedades (al menos desde los orígenes de las primeras civilizaciones) que estén exentas de control. Las propias formas de organización de sociedades de miles o millones de personas, formas sin las cuales estas serían inviables, son, en sí mismas, formas de control.
Que a algunos de nosotros nos haya tocado vivir en sociedades divididas en clases pero dentro de ellas en el sector de las clases “acomodadas” y que por lo tanto no hayamos tenido que sufrir el horroroso y denigrante control perpetuo que sufren en forma directa las clases “subalternas” y la brutal falta de libertad que implica el tener que levantarse todos los días a conseguir, en desesperante inmediatez, el alimento diario y de su familia, nos puede hacer pensar erróneamente que el capitalismo es una sociedad sin controles y con márgenes de libertad. Pero un mínimo grado de observación y reflexión saliéndonos de nuestra situación de clase nos permite ver que esto no es así en absoluto. Además debe decirse que aunque alguien en tal situación de clase se sienta “incontrolado” y plenamente libre, porque hace lo que quiere y/o lo que “sus principios” les indican, eso que el “quieren hacer” y esos “principios” que posee les han sido inculcado y en ellos fue formateado y moldeado, por años de trabajo de las agencias de control del sistema, sobre su cabeza filosófica pensante Y hoy, esas agencias y todo su mundo de redes, desde las familiares, escolares, mediáticas policiales y un largo etc., lo siguen haciendo sobre él y sobre nosotros. La cuestión es hasta qué punto somos conscientes de la existencia de estas formas de control, sutiles algunas y no tanto otras, y de la manera que operan sobre nosotros, ya que ahí empieza la verdadera libertad. No vamos a debatir acá sobre el añejo tema de libertad versus determinismo, pero, en todo caso, respecto de la cuestión del control, más que plantear la falsa dicotomía entre sociedades con control e imaginarias sociedades de grandes espacios de libertad individual (que no existen, ni nunca existieron), el debate serio y útil sería aquel acerca de cuáles son las formas concretas de control social , quien las implementan , a quienes representan esos que las implementan y a qué intereses y propósitos responde la estrategia general de control de que se trate.
En el diario digital Sputnik del 8/4/20 bajo el titula “Destacan el inevitable aumento de control” se señaló que “ Los sistemas de control y vigilancia a ciudadanos de cualquier país siempre han existido y solo se irán reforzando, señaló a Sputnik el representante del Centro de Innovación Skolkovo en China, Evgueni Kosolápov…Siempre hemos estado bajo control, observados. Cualquier Estado, sea China o Corea, localizará a una persona, si lo necesita. Hubo control y lo hay, era lento, en una caja de cambios manual, ahora está pasando a una caja de cambios automática, es un proceso inevitable". Y se agregó que “Sin embargo, el experto declaró que por ahora solo con respecto a Corea del Sur se puede hablar de un sistema de control digital total sobre la ciudadanía en el contexto del coronavirus”. Aun así ¿hubiera sido preferible que Corea del Sur no utilizara el sistema de reconocimiento por considerarlo “orwelliano” y hubiera renunciado a contener la pandemia del modo rápido y eficaz como la controló?
¿Cuándo termine la pandemia?
Otro tema al que hay que referirse previamente es el de la suposición expresa o implícita en muchas de las opiniones predictivas a las que nos referimos acerca del final de la pandemia. Se hacen pronósticos afirmando que lo que se predice, para bien o para mal, va a tener lugar: “cuando pase la pandemia”. Como si en determinada fecha más o menos próxima el coronavirus vaya a desaparecer por completo y el mundo pase a quedar indemne de resurgimiento de contagios, nuevas olas, mutaciones o aparición de otros virus tan o más “virulentos” que este.
Habría que decir, en principio, que hay que usar con cuidado, o relativizar, eso de “cuando acabe la pandemia…”, en tanto que ésta, (no es triste la verdad, lo que no tiene es remedio) se podría decir, aunque más no sea simbólicamente, que no va a acabar ya más, al menos no en forma definitiva. Aunque disminuyan sensiblemente los casos de covid 19, producidos por el virus SARS cov2, estas posibles infecciones, de propagación mundial, que ya habían empezado antes, como el SARS, el Ebola o la gripe A, no son más que formas en que se expresa el peligro latente de contagio mundial de enfermedades transmisibles en una humanidad con siete mil millones de habitantes, que apunta a llegar a los diez mil millones, y todos interconectados y en desplazamiento permanente. De lo que nos estamos dando cuenta es de que hemos transformado al mundo en un “mundo pandémico” y de lo que se ha de tratar de ahora en más es de como modificamos nuestras formas de vida para neutralizarlo. Thomas Wright miembro principal de la “Brookings Institution”, en su artículo “Estirando el orden internacional hasta su punto de ruptura”, con el que, en términos generales, discrepamos de su visión en cuanto a las posibles salidas de la crisis económica, dice, sin embargo ciertamente, que “El mayor error que pueden cometer los analistas geopolíticos puede ser creer que la crisis terminará en tres o cuatro meses. Es muy probable que, una larga crisis pueda estirar el orden internacional hasta su punto de ruptura. Incluso después de que haya una vacuna disponible, la vida no volverá a la normalidad. COVID-19 no fue un cisne negro y no será la última pandemia. Un mundo nervioso cambiará permanentemente. Nunca antes un solo evento había cambiado la vida de todos simultáneamente y tan repentinamente”. Es decir es un evento único en toda la historia dela especie humana, como al fin y al cabo lo es la globalización y la actual densidad demográfica, y, de aquí en más, lo consecuente sería que se sigan produciendo situaciones que tampoco hayan sido experimentadas anteriormente en la historia conocida. En el anteriormente citado diario digital Sputnik otro titular reza “El 'american way of life' podría estar tocando su fin. Ese, y gran parte de los estilos de vida del globo. El culpable: el coronavirus. El autor de la afirmación: el editor de la revista Technology Review, Gideon Lichfield, una publicación que está estrechamente ligada el archifamoso Instituto Tecnológico de Massachusetts [MIT]”.
.
Hay científicos, por ejemplo, que relacionan esta alta potencialidad de los virus a diseminarse, con la producción industrial de animales para el consumo ( reportaje a la investigadora del grupo de acción sobre Erosión tecnología y concentración, Silvia Ribeiro, en el diario argentino Página 12 del 3 de abril), práctica industrial que, por el momento, es inimaginable de poder abandonarse así como así, sin desencadenar un problema alimentario de proporciones gigantescas que causaría muchas más muertes que cualquier pandemia. Un simple ejemplo del desafío frente al que nos encontramos.
Parece que habrá, entonces, que convivir un largo tiempo con los virus y con las fluctuaciones de la cantidad de infectados y consecuentemente con cuotas de muertos por esas infecciones. Con lo que lo más probable es que de ahora en más debamos empezar a vivir en semi-cuarentenas permanentes, tratando de evitar, todo lo que se pueda, las aglomeraciones y utilizando al máximo las posibilidades del teletrabajo y de las reuniones on line y obviamente de la comunicación interpersonal on line (esto último ya se venía haciendo pero ahora tendrá que ocupar un lugar más exclusivo). Hasta el barbijo se transformará, tal vez, en parte de la indumentaria cotidiana de la nueva realidad a la que nos abismamos. Cuando se dice que la vida tal como la conocimos hasta ahora no va a seguir así, se está hablando, entre otras cosas, de esto. No se puede seguir transportando gente amontonada, ni aglomerarse para ver espectáculos o por simple divertimento, al menos ya no de la forma en que se ha venido haciendo hasta ahora. Estamos entrando en la era de la comunicación virtual en serio. Resuena la letra de la canción de la banda argentina de rock “Los Redonditos de Ricota”, acerca de que: “el futuro ya llegó” y “llegó como vos no lo esperabas…todo un palo, ya lo ves”. (Todo un Palo. 1987. Del cielito records)
Ante todo esto y aunque sea obvio, hay que señalar que de ninguna manera esto quiere decir que se haya acabado ni la acción. ni las manifestaciones, ni la institucionalidad, ni la teoría o la investigación política, ya que la política es básicamente la fuerza (y la confrontación) de las ideas y esta fuerza, hoy, tiene muchos medios de manifestarse que no implican necesario amuchamiento (y que son en todo caso tan o más eficaces que las acciones con contacto físico) aunque también es obvio que, cuando las circunstancias ameriten la congregación física, está tendrá, inexorablemente, lugar más allá de cualquier pandemia, o de cualquier control social, aunque se trate de cientos de miles en las calles, con máscaras y antiparras caseras.
Pero ya no habría, al menos no rotundamente, un “cuando termine…”. Lo nuevo ya empezó, y empezó de esta manera, así que vayamos adecuándonos, y buscando las formas pertinentes de acción política, porque llegó para quedarse.
¡Continuidad del capitalismo?
Entrando ya si al abordaje del tema que se adelanta en el título de este trabajo vemos que algunos opinan, al calor de la pandemia, que lo que está en la picota es el neoliberalismo o el “capitalismo como lo conocimos hasta ahora” y deslizan la necesidad de importantes reformas con lo que queda en claro que, según ellos, capitalismo va a seguir habiendo, solo que hay que mejorarlo. Y esto sobre la base “empírica” de que hace mucho que existe y que otras veces que se predijo su caída esta no fue tal y que hubo otras crisis y el capitalismo salió de ellas incluso “fortalecido”.
Quienes así piensan imaginan en muchos casos un regreso a una forma generalizada de estado benefactor o intervencionista renaciendo al estilo Europa o EEUU de la posguerra,( como si la historia no hubiera transcurrido y se pudiera volver hacia atrás solo deseándolo a partir de la desesperación). Además si ese intervencionismo se está imaginando para todos los países y regiones del mundo (absolutamente todos) y no solo para los países industrializados (como lo fue en el SXX), lo que se está imaginando, en realidad y aunque se evite expresarlo, es un sistema mundial que ya no podría denominarse capitalista y al que le vendría más ajustado el término de socialista (no socialdemócrata) o en tránsito al socialismo.
El capitalismo ha llegado a su fin (es decir al momento en que la humanidad le pondrá fin)
El problema con que se enfrenta el mundo capitalista terminal es el de su modo de producción en sí. Este modo de producción, en su fase neoliberal global, de hecho favorece, cuando no genera directamente, estas pandemias y muchos otros males “colaterales”, pero el principal perjuicio que genera es la pobreza y la exclusión social crónicas y crecientes, y la alienación individual, la violencia bélica y social y la destrucción del equilibrio ecológico del planeta. Las “relaciones de producción” que el capitalismo, en su etapa financiera neoliberal, impone y necesita están “trabando el desarrollo” de las “fuerzas productivas”.
Entendiéndose, como debe hacerse, que, hoy por hoy, “desarrollo de fuerzas productivas” implica ya, directamente, desarrollo de las condiciones de vida humana, sustentable, sin exclusiones y en armonía con el hábitat, se llega a la cuenta que el neoliberalismo no solo obstruye esta posibilidad, que es real teniendo en cuenta el desarrollo científico técnico (con los recursos actuales podría vivir toda la población del planeta con sus necesidades básicas satisfechas y oportunidades de desarrollo individual para todos), sino que las destruye con las muertes masivas de seres humanos en guerra, migraciones forzosas y pandemias, y destruye la fuente misma de recursos , es decir el planeta.
Es claro que cuando decimos que todos podríamos vivir bien y en equilibrio “biosférico” estamos suponiendo una inconmensurable reducción de gastos superfluos y lujos y modificaciones esenciales en las pautas de consumo, en tanto que, sin ese presupuesto, no se puede pensar en darle casa, vestimenta, educación, salud y comida a todos, pues el mismo planeta no lo aguantaría. Por cierto que para que un mundo sin excluidos, en términos reales sea posible, habrá que asumir algunas formas de planificación demográfica, pero ello no puede hacerse hasta que no se supere la dialéctica del señoría y la servidumbre que atraviesa desde hace milenios la civilización ya que, sino, en lugar de planificación demográfica se puede caer en esterilizaciones o impedimentos reproductivos en poblaciones seleccionadas.
Hemos llegado al momento en que es necesario sustituir globalmente este modo de producción (y de vida) por otro superior, como ya lo había anunciado Marx, porque ahora se empiezan a dar las condiciones leninistas en cuanto a que: “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren” mantener el sistema actual.
De allí que, en cuanto a las formas de organización social (y las inevitables formas de “control social”) que vendrán a reemplazar a las existentes, debemos decir, en nuestro caso, desde un punto de vista materialista histórico, que los sistemas socioeconómicos tienen, precisamente, historicidad, es decir tienen comienzo y fin. Eso lo sabemos (los que queremos saberlo seriamente) a partir, por lo menos, desde Vico o Hegel, y los marxistas lo sabemos ya con más precisión desde obras como “la Ideología Alemana (1853) y los “Grundrisse” (publicados en 1939) y el propio Manifiesto (1848).
Es cierto que Lenin vaticinó el fin del capitalismo a partir de que este entró en su fase imperialista (1880 circa) y, es de suponer, que él esperara (nunca lo dijo) que, con el desarrollo mundial de la revolución, a partir del triunfo bolchevique en Rusia (1917), que, a más tardar, para las décadas del 30 o del 40 de ese siglo en que él vivía (XX), se hubiera ya extendido, definitivamente triunfante, por todo o casi todo el planeta o, al menos, sobre los países más industrializados. Por eso hablaba del “imperialismo” como fase superior del capitalismo en el sentido de segunda y última.
Curiosamente, o no tanto, en las décadas del 30 y el 40 lo que se desarrolló fue el fascismo, con el que los grandes capitales europeos (incluidos los de los países “antifacistas”) pusieron drásticamente fin a la posibilidad de una expansión de la revolución socialista a toda Europa y consolidaron el aislamiento económico mundial de la URSS y de la República Popular China.
Pero ahora sí, se puede saber, teniendo a nuestra disposición los datos provenientes de la misma consecución histórica desde aquellos tiempos hasta nuestros días, que las etapas del capitalismo no eran dos (capitalismo de libre competencia e imperialismo) sino tres (precisamente el número dialéctico): 1 capitalismo de libre competencia (1400-1870/80), 2 imperialismo (1890-1985/90) y 3 ( y último) globalización neoliberal y financiera (esto lo hemos desarrollado en nuestro “Globalización tercera –y última- etapa del capitalismo . Ed Luxemburg BA 2011). Por lo que, desde nuestro punto de vista, la crisis del neoliberalismo, que tanto se anuncia ahora, pandemia mediante, implica la finalización de todo el sistema capitalista como modo de producción y no solo de su connotación neoliberal, advenida en los 80/90. Algunos autores que también lo ven así son Wim Dierckxsens y Walter Formento. En la página de internet del primero, afirman que: “Lo que se nos viene encima es una crisis de una magnitud que solo se ha visto en dos ocasiones en los últimos dos mil años. La primera fue entre los siglos IV y VI (entre los años 300 y 500 dc), cuando el Imperio Romana y el esclavismo desaparecieron y surgió el feudalismo. Y el segundo momento vino con el declive del feudalismo y el surgimiento del capitalismo a partir del siglo XVI (año 1500), cada una con su propia racionalidad económica”.
La crisis del sistema es anterior a la pandemia
Hay que aclarar que este fin de ciclo no está, obviamente, determinado por la pandemia, la que es un efecto totalmente (¿?) coyuntural, sino que se veía venir desde mucho antes, por lo menos desde la crisis de 2008, de la que, dicho sea de paso, el mundo no había salido todavía cuando se inició la pandemia, y no ha salido hasta ahora. Es decir que esta es una crisis dentro de aquella crisis. La debacle se avecinaba. De hecho uno de los desencadenadores de la crisis financiera y de las bolsas de valores fue la actual crisis del petróleo, que según Dierckxsens y Formento se desarrolló: “como forma de una guerra por la energía y la producción real, una guerra geopolítica para mantener dividida a Europa. Para que la Unión Europea pos-Brexit anti-globalista no consolide su articulación con Rusia y el multipolarismo BRICS”.
Y esa crisis del petróleo trae de su mano una crisis monetaria que como lo señalan los mismos autores lleva “a una fragilidad muy elevada al esquema de moneda de reserva mundial Dólar-Petróleo, impuesto por las corporaciones multinacionales norteamericanas en 1973” pero “Ahora, la crisis del patrón monetario Dólar-Petróleo ha ingresado en otra crisis…. Una crisis donde se pone de manifiesto concretamente que el patrón monetario impuesto por una correlación determinada de poder mundial -1950<>1973- también ha llegado a su fin y con él el sistema fínanciero….”( página de Wim Dierckxsens de internet)
Estás crisis energéticas, comerciales y monetarias no fueron generadas por la pandemia, sino que la precedieron y fueron, y son, síntomas de la crisis general financiera y económica del sistema, que ya no tiene posibilidad de recuperación bajo las reglas que lo llevaron a la situación en la que se encuentra.
Las supuestas recuperaciones económicas post 2008 de las grandes economías capitalistas (entre las que, obviamente, no incluimos a China) se produjeron, no a partir de aumentos reales de la producción, ni de una reorganización de la misma, sino de emisiones monetarias gigantescas con el llamado “quantitative easing”. Es decir no se solucionó la crisis sino que se “pateó la pelota para adelante”(¡dándose créditos a sí mismos mediante la emisión monetaria y de valores en forma descontrolada!). Emisión que ni siquiera se dirigió al sector productivo o al consumo, sino, exclusivamente, al financiero.
Hoy se ha vuelto producir, principalmente desde la FED y el tesoro norteamericanos, una emisión descomunal de billones (millones de millones) de dólares, nunca antes vista (hay que reconocer que esta vez sí se destinó una parte al consumo y a sectores productivos aunque sin demasiada planificación) pero ya no alcanza, las bolsas podrán (fieles a su naturaleza cortoplacista ) fluctuar y hasta tener avances, pero su caída definitiva es imparable.
SI consideramos entonces al proceso histórico del capitalismo dividido en etapas y aceptamos la hipótesis de que estas etapas son tres, podemos afirmar que ahora sí, nos encontramos en el final, de la última etapa, de toda la progresión histórica del sistema capitalista y, los efectos que están a la vista, son solo el comienzo de todo un período de transición a un nuevo modo de producción y de nuevas formaciones económicos sociales en el pleno sentido marxista que tiene estos términos.
El “leninismo” actual
Sin embargo el advenimiento del socialismo mundial (ni socialdemocracia, ni estado benefactor, que son reliquias del siglo XX) no se va a dar a partir de marchas triunfales de ejércitos liberadores, ni de guerrillas victoriosas accediendo al poder, ni de guerras civiles en las que gana el bando “bueno”, sino a partir de la evidente superioridad para afrontar la crisis de los países con gobiernos en manos de Partidos Comunistas ( especialmente China) o de gobiernos “populistas” (no por casualidad aborrecidos por las grandes burguesías) y , además, por el alzamiento cívico y los pronunciamientos electorales de los pueblos del tercer mundo y de los mismos países capitalistas centrales, contra las políticas de los grupos financieros globales y demás elementos parasitarios de la sociedad .Pero toda esta pluralidad y diversidad de agentes locales y globales , institucionales y populares deberán actuar en una sinergia de complementariedades, solidaridades y acoplamientos de fuerzas, constituyéndose así en un único gran sujeto político internacional con expresiones propias nacionales. Todo este en conjunto complejo conforma hoy el sujeto histórico revolucionario (así lo expusimos en nuestro “El sujeto histórico en la globalización Ed Centro Cultural de la Cooperación BA 2015).
Con respecto a la superioridad China frente a las crisis económicas o sanitarias John Ros investigador principal del Instituto Chongyang de Estudios Financieros, Universidad Renmin de China señalo en su artículo “La vida humana está por encima de la economía en una pandemia”, que: “ El mejor desempeño de China ante los EE. UU., tanto en la crisis de 2008 como en el brote de Covid-19 significará un cambio geopolítico a favor de Beijing. Mientras más tiempo continúe Estados Unidos con su desastrosa respuesta pandémica, mayor será el cambio. La pandemia tiene un curso global claro. A pesar del brote de coronavirus que comenzó en China, Beijing lo ha controlado rápidamente: el número de casos de transmisión nacional se redujo a prácticamente cero a fines de marzo. En los Estados Unidos y Europa occidental, por el contrario, el número de casos aumenta vertiginosamente sin un pico a la vista.” Y que” En los últimos 12 años, el mundo ha pasado por dos enormes pruebas globales: la crisis financiera internacional y la pandemia de coronavirus. En ambos, China ha superado por mucho a Estados Unidos. Esto conducirá necesariamente a un cambio importante en la geopolítica a favor de China. Mientras más tiempo continúe Estados Unidos con su actual respuesta desastrosa al coronavirus, mayor será ese cambio.”
Hay que tener en cuenta que, lo más probable, es que las grandes economías del capitalismo neoliberal, occidental no implosionen abruptamente ante la crisis (y esto es bueno pensando sobre todo en las personas que habitan dichos países) sino que, de la mano de liderazgos cada vez más centralizados, de corte industrialistas, neo-roosveltiano o desarrollistas, con planes keynessianos, tipo “marshall” aggiornados, pero, con una, seguramente creciente, participación y control popular (de rendiciones de cuentas), vayan sentándose a la mesa del tablero mundial, con el bloque de aquellos otros países, que hoy aparecen como la alianza estratégica de China con Rusia (pero que son mucho más que eso). Y lo que se empezará a discutir, y a acordar, en este nuevo espacio (adopte la forma que adopte) serán, inevitablemente, nuevas formas de organización mundial de lo político y lo económico, que habrán de implicar necesariamente la planificación económica y la reformulación de las pautas productivas pero principalmente las de consumo y por alianzas exclusivamente interestatales (sin participación ni directa ni indirecta de intereses privados), contemplando fundamentalmente la redistribución de la riqueza en orden a los intereses primarios de todos los habitantes del planeta y del planeta mismo, sin exclusión de nación alguna.
Los ya citados Dierckxsens y Formento) ven asimismo que : “ la Gran Formación Social Emergente (con China como epicentro y el tándem chino-ruso como motor) propone reconectar el capital ficticio a la economía productiva, redes de comercio, inversiones en infraestructuras y aprovechamiento de la energía en curso, de cara a una transición energética. Y generar una Zona de Estabilidad, en definitiva, para posibilitar una alternativa post crisis al mundo con miras a una posible transición posiblemente gradual al postcapitalismo… no sería nada de extrañar que Trump y Xi Jinping logren un acuerdo para que con China formen un frente internacional para afrontar el coronavirus…. No habrá duda entonces, que Xi Jinping está en posición en óptima de negociar con Trump quien ya tuvo comunicación telefónica con el presidente de China. Putin, Trump y Xi Jinping ya están hablando de sentarse después de las elecciones en Estados Unidos, y decidir las nuevas reglas del juego para este mundo post crisis.”
Por qué no pensar entonces que, una transición hacia el postcapitalismo, será, inevitablemente, “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos como la des-financiarización de la economía, la des-mercantilización de la sanidad y la seguridad social, (por ejemplo) en primer término e, inmediatamente, abordando (conscientes de las resistencias de la gran burguesía financiera mundial y teniendo en cuenta las correlaciones de fuerza), el control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), y de las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad).
Es decir que las bases del socialismo mundial se podrían empezar a construir a partir de grandes acuerdos internacionales, de nuevo tipo, que involucren principalmente, aunque no exclusivamente, a las grandes potencias económicas mundiales junto a los líderes de las grandes religiones y a organismos como las propias Naciones Unidas y otros actores de relevancia global. Acuerdos, de nuevo tipo, que tengan por objeto ir eliminando la concentración hipermultmillonaria de capital en manos de propietarios-decisores individuales o de grupos elitistas como son los grupos financieros globales actuales (es decir ir desposeyendo a los “super” ricos), ir eliminando esta vez en serio y definitivamente, de la faz de la tierra, a la pobreza y la inaccesibilidad a los recursos naturales en la que todavía está gran parte de la población mundial, e ir construyendo así una sociedad mundial “medianamente acomodada”.
De todos modos hay que estar alerta frente a llamamientos a constituir formas de “gobernanza global” que en realidad lo que pretenden es institucionalizar el control mundial de la política y la economía mundiales en forma directa por los grupos financieros internacionales. Hay que saber distinguir los intentos globalizadores suicidas, provenientes de la alienación política neoliberal, del llamado sincero a una construcción de una globalización solidaria, inclusiva, racional en el consumo y la producción ecológica y, finalmente, socialista
¿Que hacer?
Lo que nos toca como sujetos políticos responsables, individuales, es difundir y explicar , desde nuestras organizaciones, la idea de que están hoy dadas las condiciones para el cambio estructural revolucionario , incluso a nivel mundial, y empujar la formación de bloques intergubernamentales a niveles regionales y mundiales, reclamando que el primer orden del día de la primera jornada de funcionamiento de estos entes internacionales y regionales sea tratar la cuestión acerca de cómo empezar a implementar las bases de los cambios estructurales post capitalistas y socialistas. Obviamente todo esto habrá que hacerlo sin dejar de luchar por las reivindicaciones concretas de cada sector laboral o social, en cada lugar concreto, porque el hecho de que estén dadas las condiciones para el gran cambio que hemos siempre soñado no quiere decir que tal cambio vaya a producirse por la ley de la gravitación universal.
Mariano Ciafardini
Doctor en Ciencias Políticas
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El virus y la lucha de clases que dicen que ya no existe
La existencia de grupos, de personas o clases sociales con intereses distintos no es algo de lo que se pueda presumir. Es cierto, por un lado, son la muestra de que las sociedades son diversas y plurales como consecuencia de la libertad de las personas que la conforman. Sin embargo, por otro lado resulta que esos intereses contrapuestos suelen ser el origen de conflictos, de guerras y de gran parte de las desgracias que por doquier amenazan la paz y la vida en nuestro mundo.
Ese conflicto, llámese guerra, lucha de clases o como se quiera, es tan antiguo como la humanidad. Sólo quienes han leído muy poco o los que han leído mucho, pero quieren confundir a los demás pueden negar su existencia o creer, como suele ocurrir con mucha frecuencia, que es un invento de las izquierdas y más concretamente de los marxistas.
Es cierto que Marx dijo que la lucha de clases era el motor de la historia, pero él mismo reconoció que esa idea venía de antes. Su aportación se limita, en realidad, a creer que de ese conflicto nacería una sociedad nueva, que la lucha de clases era "la partera de la historia". Algo, sin embargo, que tampoco era completamente novedoso.
Más de tres siglos antes, en 1513, Maquiavelo había dejado escrito que la división social era consustancial al orden político y que "en toda república hay dos espíritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos".
En su obra El Origen de la Desigualdad entre los Hombres, Rousseau escribió: "El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir "Esto es mío" y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: "¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!".
Los economistas clásicos, los liberales François Quesnay, Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill, y también los marxistas, fundaron la Economía Política como una ciencia que trataba de descubrir las leyes que regulan la distribución de la riqueza entre las clases sociales.
Y lo hacían porque eran inteligentes, había sido capaces de detectar cómo funciona el capitalismo y trataban de explicarlo con rigor y transparencia.
No puede ser de otra manera. En el capitalismo, el valor del beneficio de las empresas es igual al valor de las ventas que realizan menos el de las materias primas o maquinaria y menos los salarios que pagan. Por tanto, salarios más elevados implican menos beneficios, salvo que las empresas sean capaces de aumentar por otros procedimientos el valor de las materias primas y maquinaria o vender más. Los intereses de los propietarios de las empresas y de los asalariados son, por definición contrapuestos. Una contradicción de intereses que puede concluir en un conflicto permanente y destructivo o en equilibrios más o menos armoniosos y mutuamente aceptables, un balance que depende de la tecnología disponible, de las instituciones y leyes y, en suma, de la capacidad de negociación que cada parte tenga.
Después de la segunda guerra mundial se produjo una situación social de equilibrio de fuerzas que permitió lograr una distribución del producto global muy favorable para las clases asalariadas. Eso llevó a que muchos intelectuales y políticos proclamaran que la lucha de clases ya había desaparecido. Lo que había ocurrido, en realidad, fue todo lo contrario: el conflicto seguía produciéndose solo que con fuerzas mucho más igualadas y ese equilibrio de poder fue lo que permitió alcanzar un reparto de la tarta más balanceado. Tanto, que los propietarios del capital vieron en peligro sus beneficios, con razón, y pusieron en marcha una contraofensiva que culminó con las políticas neoliberales que han producido el reparto de la riqueza más concentrado y desigualitario de la historia moderna.
Las crisis económicas, como la que vivimos a partir de 2008 o la actual, son los momentos en que mejor se puede comprobar la existencia innegable de las diferencias de intereses en nuestras sociedades. No en vano, la palabra "crisis" se empezó a utilizar en Grecia por los jueves para referirse al momento en el que percibían mejor la naturaleza del asunto que debían juzgar.
Hace unos días, los medios informaron de que la Xunta de Galicia se había dirigido por carta al Gobierno central para manifestarle su queja porque estimaba que "prohibir los desahucios durante la crisis del coronavirus enfría el mercado inmobiliario y supone una desprotección para los propietarios".
Es un ejemplo muy claro de la diferencia de intereses que existe en nuestra sociedad y que puede llevar consigo efectos muy importantes para unas personas u otras. Un conflicto que se puede resolver, como suele ocurrir en España, en favor casi exclusivo de una parte (según quién sea quien gobierne) o, como ocurre en otros países europeos, mediante un tratamiento legal del problema más equilibrado que trata de salvaguardar (bastante mejor que la norma española de un signo o de otro) los intereses de las dos partes en conflicto.
Las medidas macroeconómicas que se toman contra las crisis también suelen ser un reflejo muy fiel de los conflictos de grupos o clases sociales. El incremento del ingreso de los más ricos ha sido espectacular como consecuencia de las que adoptaron en la de 2008. En Estados Unidos, por ejemplo, el 1% más rico de todas las familias se quedó en 2010 con 93 de cada 100 dólares de incremento en el ingreso del país y, en los demás años, ese porcentaje no ha sido inferior al 60%. En España, la desigualdad también aumentó después de la crisis por la misma razón, es decir, porque los grupos sociales más ricos lograron que los gobiernos adoptaran medidas que les beneficiaban en mayor medida.
Ahora, a pesar de que nos encontramos todavía en los primeros momentos de la crisis provocada por la propagación del Covid-19, ya se puede observar que el conflicto entre clases o grupos sociales no deriva en una lucha sino en una auténtica guerra.
En Estados Unidos, la administración Trump ha entregado un cheque de 1.200 dólares a todas las personas que ganen menos de 75.000 dólares anuales y que hayan pagado impuestos en 2019. Quienes no pagaron impuestos y ganen menos de 2.500 euros, o sea las más pobres, recibieron sólo 600 dólares.
Sin embargo, esa ayuda, que ni siquiera es generosa con los más pobres, esconde algunas condiciones que deja bien claro la diferencia de trato que reciben los estadounidenses según su condición social. Así, aunque en principio no es legal, muchos bancos han empezado a embargarla a quienes tienen deudas. Y, lo que es peor, Trump ha aprovechado la norma legal de ayudas para hacer frente al coronavirus para dar todavía más beneficios a los ricos por medio de exenciones fiscales. Por ejemplo, disminuyendo los tipos para las personas individuales del 39,6% al 37% y el de las empresas del 35% al 21%, además de darles a éstas últimas diversas facilidades para disminuir su carga fiscal por otras vías.
Un comité del Congreso de Estados Unidos que evalúa la política impositiva (el Joint Tax Committee) ha calculado que el 80% de la ayuda total aprobada va a ir a parar a las 43.000 personas que ganan más de un millón de dólares, las cuales van a disfrutar de una ayuda media de 1,6 millones frente a los 1.200 del resto. Trump se ha gastado más en ayudarles con esa exención que lo que ha dedicado a todos los hospitales de Estados Unidos en plena emergencia sanitaria (datos aquí).
Por otro lado, las compras masivas de títulos que viene haciendo la Reserva Federal representan un beneficio inmediato para los grandes tenedores y fondos de inversión que han visto cómo subían sobre la marcha las cotizaciones de sus títulos o que han hecho grandes negocios comprando y vendiendo rápidamente. Sólo Citibank ha ganado 100 millones de dólares en una sola operación, comprando títulos de un fondo que estaba cayendo para venderlos inmediatamente a la Reserva Federal.
En Estados Unidos, la encuestas muestran que el 77% de los votantes demócratas y el 53% de los republicanos están a favor de que haya impuestos más elevados para los ricos. Sin embargo, lo que allí se viene haciendo, como en casi todo el mundo, es lo contrario: en 2018, la tasa impositiva de las 400 personas más ricas fue del 28%, la más baja de todos los grupos sociales y de todos los tiempos.
Naturalmente, los confictos de intereses no tienen que ver sólo con la clase social sino también con la raza o el sexo. Las mujeres, por ejemplo, trabajan mucho más que los hombres en épocas de crisis y pierden más ingresos, como le ocurre a las personas de color o inmigrantes.
¿Todo esto no es un conflicto se intereses? ¿de verdad creen ustedes que no hay una lucha de intereses en nuestras sociedades?
¿A quién beneficia y a quién no que desaparezca las sanidad universal, que las pensiones sean privadas o que los impuestos a los ricos bajen 15 puntos, como preconiza Voz aquí o aquí? ¿Quién pagaría al final la bajada de impuestos que propone el Partido Popular para luchar contra la crisis del Covid-19, aquí?
Las investigaciones que viene realizando el profesor Iago Santos demuestran que menos de 1.500 personas controlan en España recursos por valor del 80% del PIB.
¿De verdad que puede creerse que cuando esos promotores y constructores, banqueros, grandes empresarios, rentistas... hablan de hacer lo que conviene a España lo están haciendo en nombre de los intereses generales?
Uno de los financieros más ricos y poderosos del mundo, Warren Buffet, dio claramente la respuesta a esa pregunta: "Hay luchas de clases y los ricos la estamos ganando".////
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