(( NO QUEREMOS SER NI GALLINAS NI CERDITOS ALIMENTADOS CON AFRECHO,...SEÑORES DEL GOBI. PROGRE,...LA DERECHONA OS ATACA-CRITICA Y AMAGA CON COMBATIRLES,...LOS COMUNISTAS PROLETARIOS Y DE LA ACRACIA, OS COMBATEN, PARA NO SOPORTAR MÁS OPRESIÓN Y DOMINIO DE CLASE CAPI-IMPERIALISTA,...Y POR UNA SOCIEDAD COMUNAL, SOLIDARIA, AUTOSUFICIENTE Y LIBERADA DE TAPUJOS, ENREDOS, OPRESIONES, MACHISMOS VARIADOS, ASESINATOS Y PEDOFÍLIAS,...DE GUERRAS CRUELES Y GENOCIDAS; EN DEFINITIVA, MALVIVIR,...¡¡. POR ELLO NO OS PONGÁIS EN NUESTRO CAMINO,...DEJEN EN LIBERTAD REAL A LA HUMANIDAD ¡¡. )).
RECORDAMOS QUE EL EJÉRCITO O POLICÍA DE INDONESIA HA DISPARADO,...---ASESINADO --- A UN CIUDADANO, POR SALTARE LAS REGLAS IMPUESTAS, DE ALARMA, POR LA PANDEMIA DE CORONAVIRUS,...¡¡; ASUSADO Y ARENGADO POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,...¡¡. ESTA NOTICIA, LA ESCUCHÉ AYER, EN UNA CADENA DE TELEVISIÓN ESPAÑOLA,...PERO LE PREGUNTO A LA MÁQUINA, Y NO ME DA RESULTADOS SOBRE EL ASUNTO,...¡¡.
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“Disparar a matar”, la orden del presidente filipino contra ...
Por EFE • Publicado el 02 de abril del 2020 • Actualizado a las 6:14 pm del 02 de ... que violen los requisitos de la estricta cuarentena por la pandemia de Covid- 19. "No dudo. Mis órdenes son para la policía y el ejército, si hay problemas o ... al norte de Manila, un agente mató a un hombre que supuestamente se saltó un ...
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Pandemia de autoritarismo: en Filipinas ordenan disparar a ...
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2 abr. 2020 - Los controles militares, medidas de excepción y estados de alarma se ... personas que violen los requisitos de la estricta cuarentena por la pandemia de Covid-19. ... "Muerto. A cambio de causar problemas, te enviaré a la tumba", ... Indonesia o Filipinas también han promulgado leyes que sancionan ...
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“Disparar a matar”, la orden del presidente filipino contra quien viole cuarentena por coronavirus
Por EFE • •
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Nota : DESDE AQUÍ PIDO AUTORIZACIÓN A COMITÉ POR LA RECONSTRUCCIÓN PARA REPRODUCIR SU TRABAJO, QUE VIENE A CONTINUACIÓN, Luky de Málaga.
Otro agente social que, muy al pesar del revisionismo –luego iremos con él–, se ha cubierto de gloria en estos aciagos días son los sindicatos. Tanto UGT como CCOO solicitaron, codo con codo con las principales organizaciones de los capitalistas (CEOE y CEPYME) y con la mediación de la ministra de trabajo comunista, la flexibilización de la legislación relativa a los ERTEs que antes hemos diseccionado brevemente.[4] ¿Qué más hace falta para demostrar que los sindicatos son una correa de transmisión de los intereses de la burguesía en la clase obrera? Cualquiera que conozca algo la historia del movimiento obrero y sindical podrá imaginar sin mucho esfuerzo que, hace un siglo, una situación similar (en la que se ha militarizado el territorio nacional, la masa de los proletarios son obligados a trabajar poniendo severamente en riesgo su salud y la de los suyos, y el resto son despedidos sin miramientos) hubiera sido contestada con poco menos que una Huelga General indefinida… ¡hasta que se parase completamente la producción no esencial y los capitalistas asumieran todo el coste posible de la crisis! ¡Qué tiempos, los de la jovialidad y fortaleza de los sindicatos! Pero no tenemos derecho a ponernos nostálgicos, ni falta que nos hace: un siglo de Revolución Proletaria Mundial ha entronado al Partido Comunista como instrumento y sujeto de la revolución; no queda nada que esperar de los sindicatos, salvo constatar –una y otra vez– que, sencillamente, ahora son lo contrario de lo que fueron cuando el proletariado todavía tenía por delante el reto de madurar históricamente y compactarse como clase antagónica a la burguesía. Tempus fugit!
¿Y, entre todo este caos, a qué se dedica la vanguardia revisionista? Los unos, a lamentar lacónicamente el desafortunado papel de los sindicatos en todo este embrollo; los otros, a presionar a sus mayores, miembros del gobierno de coalición; y los de más allá… ¡a quién le importa! Sólo hay una cosa que genera el inmediato acuerdo de todo el espectro revisionista: están dispuestos a ser la reserva del Estado, su retaguardia, a atender su reclamo de disciplina social, a ser los agentes de la normalidad capitalista en las situaciones de excepción. El revisionismo, como extrema izquierda del espectro político de la burguesía, ha sido siempre el policía de esa última frontera que es el Estado burgués.[5] Es precisamente en esta cartografía donde cobra sentido el concepto de socialfascismo.[6] Siendo la aristocracia obrera un pilar estructural del imperialismo –pues logra vincular al capital financiero con la lucha espontánea de los asalariados– y representando el revisionismo a su ala radicalizada, él –el revisionismo– es el recurso final de la democrática dictadura de la burguesía, la postrera forma de lograr cierta agregación social que evite el desastre: más allá del revisionismo sólo puede haber desintegración o revolución social.[7]
Por lo mismo, cuando falla el revisionismo (el reformismo radical que trata de conjurar la revolución), emerge sin tapujos el fascismo: la dictatorial dictadura de la burguesía se convierte en la única forma de gobernar a los desposeídos… y de unificar el mando de los poseedores. Sea como sea, la realidad inánime del movimiento obrero hace innecesarios y superfluos (a ojos de la burguesía) a los revisionistas que, aun sabiéndose inútiles, no cejan en su hiperactivo empeño. Por ello, en su patética insignificancia, todos han convertido sus partidos en consultorías laboralistas y sus juventudes en agrupaciones de Boy Scouts. ¿No se lo creen? Veamos. La patética sumisión del revisionismo es tal que, por ejemplo, el PCTE, ejerciendo su vocación de Pepito Grillo del gobierno, pide (disculpen: ¡exige!) al ejecutivo que cumpla con su lastimera lista de los reyes magos; lista de reclamaciones que, dicho sea de paso, cualquier persona informada verá preocupantemente similar a la posición defendida por Podemos dentro del consejo de ministros (¿ahora comprenden por qué, desde el punto de vista del oportunismo, es más útil votar a los morados que a los rojos?)[8]. Pero, por si el show fuera pequeño, el PCTE blande la estéril amenaza de que, si Sánchez e Iglesias osan no atender sus temibles demandas, entonces llamarán a los trabajadores… ¿a qué? ¿A la Huelga General, quizá? ¡Por supuesto que no! El PCTE es un partido de orden, responsable y alejado del “izquierdismo”. Nos anima, muy ejemplarmente, a utilizar “las herramientas que prevé la Ley de Prevención de Riesgos Laborales” para parar la producción taller por taller –siempre y cuando la burocracia sindical dé su bendición– y, por supuesto, “poniendo estos hechos [la falta de garantías para “la salud y seguridad de los trabajadores”] en conocimiento de la Inspección de Trabajo”[9]. ¡Toma educación revolucionaria: la lucha de clase mediada y sancionada por el Estado burgués! ¿Y las juventudes de ésta y otras organizaciones revisionistas?
Pues, si el economismo ruso quería “dar a la lucha económica misma un carácter político”, parece que nuestros jóvenes revisionistas, hoy día, se conforman con “dar a las relaciones vecinales mismas un carácter comunista”: se han propuesto sistematizar, ¡como política partidaria!, la asistencia a los ancianos para hacer la compra o el echar un cable a los hijos del vecino con los deberes. Es el precio de ir siempre por detrás de las masas, a rebufo suyo: uno termina confundiendo su dignísima ayuda mutua espontánea con las tareas de la revolución, y rebajando al militante comunista a la condición de vecino ejemplar. Así, el obrerismo, siempre razonablemente crítico con la noción de ciudadano, ha terminado por hacer de la ética cívica una bandera “marxista”. ¡Sean al menos coherentes con su miseria ideológica!
Y mientras tanto, como siempre, las masas pagan los desmanes de la clase dominante tanto como la irresponsabilidad de la vanguardia que, por lo general, se niega a afrontar de manera seria la crisis que sufre el comunismo décadas ha. Todos aquellos con vocación política (esto es, con ganas de ejercer “el gobierno sobre las personas”, que diría el viejo Engels) le exigen una absurda, imposible e inconsistente «disciplina social individual». El concepto, que ya se acerca de por sí al oxímoron, pretende conciliar los “intereses generales” con la conducta particular de cada individuo. Pero en una sociedad basada en la competencia, en la lucha por la supervivencia y en los intereses privados, ¿cómo se les puede exigir a las masas que velen por el “bien colectivo”? ¿Qué bien colectivo? Además, el capitalismo contemporáneo, caracterizado por el crediticio consumo de masas, que promociona el éxtasis colectivo en las rebajas y siente una verdadera epifanía el Black Friday; este capitalismo, decimos, se indigna –por boca de sus plumíferos y corifeos– cuando las masas corren despavoridas por hacerse con una bandeja de pollo o un rollo de papel higiénico. Vuestra insensatez desabastece los supermercados, dicen. ¡Aún tienen el valor de mofarse de la ignorancia de quienes saben que serán sacrificados en el altar del becerro de oro de “la economía”… y los bemoles de burlarse de la estupidez de los que cargan con el opresivo temor de contagiar a sus mayores por verse obligados a seguir produciendo mercancías! Ningún revolucionario puede culpar a las masas de sentir miedo ante la verdaderamente terrible situación creada por la clase dominante. No sólo en las últimas semanas, sino en los últimos dos siglos de su dominio.
Quizá sólo podamos lamentar que el dinero siga mediando en tales intercambios de equivalentes pues, como nos diría Marx, el saqueo –al que estamos lejos de incitar– es tanto una fuerza productiva como una forma inmediata de redistribución de la plusvalía. La burguesía, a veces inepta pero nunca absolutamente imbécil, ya se ha pertrechado para cualquier imprevisto desorden: la militarización del territorio lo mismo sirve para ordenar la movilización del capital variable, apalizar a transeúntes que no son lo bastante sumisos o impedir cualquier eventual forma de protesta espontánea ante la política criminal de la clase capitalista. La banca siempre gana: donde no lleguen las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado –o el revisionista transmutado en Scout– siempre habrá un ciudadano solidario que, asomado al balcón después de aplaudir a los sanitarios, aporrear una cacerola o gritar un “¡Viva España!” (supuestos perfectamente compatibles entre sí), denuncie al irresponsable que ose desobedecer las sabias instrucciones del soberanísimo y muy eficaz Ministerio de Sanidad. Estamos lejos, igualmente, de alentar a los proletarios a poner en riesgo su salud de manera innecesaria… pero peor precedente sientan los opositores a soplones.
Porque, no nos engañemos, la militarización de la vida social y la retórica bélica que sobrevuela el occidente en estas semanas es el mayor ejercicio de maniobras que se ha hecho, en mucho tiempo, en el viejo continente: quizá no en términos cuantitativos, pero sí en su aspecto cualitativo de entrenamiento real para la guerra que más teme la burguesía, la guerra de clases. El disciplinamiento y control social manu militari, la llamada a la union sacrée interclasista o el florecimiento de los chivatos (lamentamos el argot; queríamos decir “la colaboración ciudadana”) forman parte de lo mismo: el engrasamiento de todos los mecanismos que la clase capitalista pondrá en marcha contra el proletariado revolucionario. No en vano, el Jefe del Estado Mayor se felicitaba el viernes por la mañana de que estén “todos los ciudadanos comportándose como soldados” (sic!): “¡Todos somos soldados!”, concluía.
Desde la otra trinchera, en la que orgullosamente nos encontramos, proponemos realizar un simple vistazo comparativo al modo en que abordaría una crisis semejante un proletariado revolucionario constituido en Partido Comunista y, a su vez, en clase dominante (Dictadura del Proletariado mediante), pues quizá resulte ilustrativo. Para empezar, frente a la retrógrada federación y al vertical centralismo autoritario, la estructuración centralista democrática del Partido y del Estado-Comuna garantizaría –con su democracia imperativa, la revocabilidad de los cargos, etc.– una respuesta unitaria y efectivamente coordinada en todo el territorio bajo el dominio de los Consejos Obreros[10]; a su vez, una sociedad revolucionaria que se enrumba decidida a acabar con un modo de producción regido por la acumulación de plusvalía podría parar toda la producción no esencial de inmediato, y si algún viejo o nuevo capitalista tratase de hacer prevalecer sus mezquinos intereses privados sobre los de la masa de la población, tendría enfrente a un proletariado organizado ideológica, política y militarmente, dispuesto a barrerlo de la faz de la tierra; ya que, por supuesto, este contexto sólo sería posible con una previa fusión entre vanguardia y masas, esto es, entre teoría revolucionaria y movimiento obrero, con todo lo que ello conlleva de compromiso político, disciplina consciente y ejemplar autoconducción; y, aun en el probable caso de necesitar hacer uso del momento represivo, en lugar del ejército que se despliega como un invasor extranjero en su propio territorio (lo que expresa esa dialéctica escisión entre la vida social y la esfera política especial y separada que es el Estado) encontraríamos una Guardia Roja con arraigo en el terreno, cuyos milicianos rotativos (todos los adultos sanos de ambos sexos) alternarían el trabajo productivo esencial y la asistencia a los afectados o la población de riesgo con la tarea política de aplicar por otros medios la línea del Partido. ¿Diferente, verdad? Pues el camino que atraviesa ese apetecible paisaje pasa necesariamente por la construcción del referente de vanguardia marxista-leninista para avanzar en la reconstitución ideológica y política del Comunismo. Que los imperdonables e inolvidables desmanes de la clase dominante se conviertan en aliciente para cumplir nuestras verdaderas tareas: hacer de la clase dominada un sujeto revolucionariamente independiente.