miércoles, 29 de abril de 2020

ENTRANDOLE A LAS REVOLUCIONES ALEMANAS Y RUSAS, EN EL SIGLO XX, DURANTE PRIMERA GUERRA MUNDIAL.


GÉNESIS REVOLUCIÓN RUSA, DATOS DE WIKIPEDIA;...Reproduzco ¡¡:

Revolución de 1917 y el fin de la era zarista[editar]

Asamblea del Sóviet de Petrogradoen 1917.

A pesar de que Rusia se industrializaba rápidamente, apenas una pequeña parte de la población, principalmente nobles y algunos industriales, tenían buenas condiciones de vida. Los campesinos eran pobres y, pese a la reforma agraria de Alejandro II, les era muy difícil acceder a la propiedad de la tierra. Las sucesivas derrotas en batallas durante la I Guerra Mundial y el descontento generalizado de la población, llevaron a que la economía interna comenzara a deteriorarse, lo que condujo al caos social y a varias revueltas e intentos revolucionarios. Estas revoluciones tienen dos fechas: 1905 y 1917. En la revolución de 1905 comienza el fin de la era zarista, cuando Rusia fue derrotada inesperadamente por Japón durante una guerra entre estos dos países. Japón era un país pequeño y débil a nivel tecnológico, y esto aterrorizó al zar Nicolás II y afectó a su popularidad. Asimismo, en 1905 un grupo de trabajadores elaboró una petición al zar, no al Palacio Imperial en San Petersburgo, exigiendo reformas económicas y sociales. El movimiento fue violentamente reprimido por las tropas del zar, quienes dieron muerte a varios de los trabajadores. Ese episodio fue conocido como «Domingo Sangriento», a partir de él se formaron los primeros Soviets.
El poder de los soviéticos y la influencia de la revolución de 1905 se fue diluyendo en los años siguientes; sin embargo, con la entrada de Rusia a la I Guerra Mundial, las condiciones de vida de gran parte de la población empeoraron drásticamente, generando las condiciones para nuevas revueltas que darían origen a la Revolución de febrero de 1917, en donde social-revolucionarios, mencheviques, cadetes y bolcheviques intentaron dar -por separado-con nuevas fórmulas de gobierno para Rusia, dando lugar a una breve República de inspiración occidental cuyo máximo líder fue Aleksandr Kérenski. Este nuevo orden no prosperó debido, principalmente, a la oposición de los líderes rusos de la nueva república a la salida de Rusia de la guerra, lo que favoreció a los bolcheviques que, pese a ser una minoría política entre los partidos de la época, eran los únicos que defendían la salida de la guerra de manera intransigente; de esta manera se dio origen a la revolución de octubre de 1917, de inspiración bolchevique, y a la posterior toma del poder por parte de los soviets liderados por Lenin y Trotski, quienes crean el Partido Comunista donde fueron dados los primeros pasos para la formación de la URSS.

DEL SUB-APARTADO ANTERIOR:...El gobierno ruso no quiso participar en la Primera Guerra Mundial, pero sentía que la única alternativa era la aceptación de la dominación alemana de Europa. Rusos de clase alta y burgueses ayudaron en el esfuerzo de guerra del régimen. Campesinos y trabajadores, en cambio participaron con mucho menos entusiasmo ante la situación. Alemania tenía un ejército que llevaba la delantera en Europa y un enorme poder industrial, teniendo además a Austria y el Imperio Otomano como sus aliados en la guerra. Consecuentemente, Rusia fue forzada a luchar en otras tres guerras y en la guerra inglesa simultáneamente. Bajo estas circunstancias el esfuerzo ruso en la guerra fue impresionante. Habiendo ganado varias grandes batallas en 1916, el ejército guardó distancia cuando estalló la Revolución rusa de 1917, en parte por razones económicas, pero principalmente porque la desconfianza pública ya existente hacia el régimen se profundizó por la corrupción y la traición. Muchas historias fueron inventadas o enormemente exageradas, tal como la creencia que un místico, Grigori Rasputin, tuvo gran influencia política dentro del gobierno. Lo que importó, sin embargo, fue que se creyeron los rumores.
Después de que un poder bolchevique asumió en julio de 1917, su líder, Vladímir Ilich Lenin (nacido Vladímir Ilich Uliánov), huyó a Finlandia por seguridad. Allí escribió "El Estado y la Revolución", llamando a una nueva forma de gobierno basado en consejos de los trabajadores o soviets, e instituyendo al poder soviético elegido, como revocable en todo momento por los trabajadores. Él volvió a Petrogrado en octubre, inspirando la Revolución de octubre con el lema "¡Todo el poder para los soviets!". Lenin dirigió el derrocamiento del Gobierno Provisional desde el Instituto Smolny, entre el 6 al 8 de noviembre de 1917. Al final de la Revolución rusa de 1917, una facción política marxista llamó a los bolcheviques a tomar el poder en Petrogrado y Moscú bajo el liderazgo de Lenin. Los bolcheviques cambiaron su nombre a Partido Comunista. El asalto y la capitulación del Palacio de Invierno en la noche del 7 al 8 de noviembre marcaron el principio del gobierno soviético.
El Zar Nicolás II y familia real fue asesinada y con ello terminó la última dinastía rusa. Durante un tiempo se creyó en el rumor de que la hija menor de la familia, la princesa Anastasia, había sobrevivido, rumor que investigaciones recientes han desmentido. )).
Después de la victoria de los bolcheviques, Rusia sufre una Guerra Civil (1918-1922) entre los partidarios de la revolución bolchevique (Ejército Rojo) y sus opositores (Ejército Blanco), estos últimos, apoyados en algunos momentos de la guerra, por diversas potencias extranjeras. Para ganar, Lenin adopta el "Comunismo de Guerra", confiscando la producción agrícola para abastecer a los soldados. Con la victoria del Ejército Rojo grandes compañías privadas fueron cerradas como, por ejemplo, la empresa Smirnoff.

Era soviética[editar]

Revolución y fundación del estado soviético[editar]La Unión Soviética es la sucesora del Imperio ruso. El último zar, Nicolás II, gobernó hasta marzo de 1917 y fue ejecutado con su familia el año siguiente, en Yekaterimburgo. La Unión Soviética fue establecida en diciembre de 1922 como la Unión de las Repúblicas Soviéticas de Rusia (familiarmente conocida como Rusia Bolchevique), Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia gobernadas, las tres primeras, por partidos bolcheviques y la última por el menchevique.
La actividad revolucionaria moderna en el Imperio ruso comenzó con la Rebelión Decembrista de 1825, y aunque la servidumbre fue abolida en 1861, lo fue en términos desfavorables para los campesinos y sirvió para animar a los revolucionarios. Un parlamento, la Duma estatal, fue establecido en 1906, después de la Revolución de 1905, pero el malestar político y social siguió. Siendo agravado durante la Primera Guerra Mundial por el fracaso militar y la escasez de alimento en las ciudades principales.
Lenin (1870-1924), líder de la Revolución de Octubre y primer dirigente de la Unión Soviética.
El levantamiento popular espontáneo en Petrogrado, en respuesta al decaimiento de la economía y la moral en tiempo de guerra, culminó con el derrocamiento del gobierno imperial en marzo de 1917 (véase Revolución de Febrero). La autocracia zarista fue reemplazada por el Gobierno Provisional Ruso, cuyos líderes pensaron en establecer una democracia liberal en Rusia y continuar participando en el lado de la Triple Entente en la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, para asegurar los derechos de la clase obrera, las asambleas de trabajadores, conocidas como Soviets, nacen a lo largo de todo el país. Los bolcheviques, dirigidos por Lenin, presionaron a favor de una revolución socialista tanto en dichas asambleas como en las calles, tomando el poder en el Gobierno Provisional en noviembre de 1917 (ver Revolución de octubre). Sólo tras la larga y sangrienta Guerra civil rusa de 1918–1921, durante la que se aprobó la primera Constitución soviética de 1918 y que incluyó intervención extranjera en varias regiones de Rusia se afianzó el nuevo poder soviético. Tras la Guerra Polaco-Soviética de 1919-1921, la "Paz de Riga" a principios del año 1921 dividió los territorios disputados de Bielorrusia y Ucrania entre Polonia y la RSFS de Rusia.

Unificación de las repúblicas soviéticas[editar]

El 29 de diciembre de 1922 una conferencia de delegaciones plenipotenciarias de la RSFS de Rusia, RFSS de Transcaucasia, la RSS de Ucraniay la RSS de Bielorrusia aprobaron el Tratado de Creación de la URSS y la Declaración de la Creación de la URSS, formándose la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Estos dos documentos fueron confirmados por el primer Congreso soviético de la URSS y firmados por los cabezas de las delegaciones Mijaíl Kalinin, Mijaíl Tsjakaia, Mijaíl Frunze, Grigori Petrovski y Aleksandr Cherviakov respectivamente el 30 de diciembre de 1922. El 1 de febrero de 1924 la URSS fue reconocida por la primera potencia mundial de la época, el Imperio británico.

GUERRA CIVIL EN RUSIA DESPUÉS DEL PODER BOLCHEVIQUE-SOVIETS,...

Revolución y fundación del estado soviético[editar]

La actividad revolucionaria moderna en el Imperio ruso comenzó con la Rebelión Decembrista de 1825, y aunque la servidumbre fue abolida en 1861, lo fue en términos desfavorables para los campesinos y sirvió para animar a los revolucionarios. Un parlamento, la Duma estatal, fue establecido en 1906, después de la Revolución de 1905, pero el malestar político y social siguió. Siendo agravado durante la Primera Guerra Mundial por el fracaso militar y la escasez de alimento en las ciudades principales.
Lenin (1870-1924), líder de la Revolución de Octubre y primer dirigente de la Unión Soviética.
El levantamiento popular espontáneo en Petrogrado, en respuesta al decaimiento de la economía y la moral en tiempo de guerra, culminó con el derrocamiento del gobierno imperial en marzo de 1917 (véase Revolución de Febrero). La autocracia zarista fue reemplazada por el Gobierno Provisional Ruso, cuyos líderes pensaron en establecer una democracia liberal en Rusia y continuar participando en el lado de la Triple Ententeen la Primera Guerra Mundial. Al mismo tiempo, para asegurar los derechos de la clase obrera, las asambleas de trabajadores, conocidas como Soviets, nacen a lo largo de todo el país. Los bolcheviques, dirigidos por Lenin, presionaron a favor de una revolución socialista tanto en dichas asambleas como en las calles, tomando el poder en el Gobierno Provisional en noviembre de 1917 (ver Revolución de octubre). Sólo tras la larga y sangrienta Guerra civil rusa de 1918–1921, durante la que se aprobó la primera Constitución soviética de 1918 y que incluyó intervención extranjera en varias regiones de Rusia se afianzó el nuevo poder soviético. Tras la Guerra Polaco-Soviética de 1919-1921, la "Paz de Riga" a principios del año 1921 dividió los territorios disputados de Bielorrusia y Ucrania entre Polonia y la RSFS de Rusia.

Unificación de las repúblicas soviéticas[editar]

El 29 de diciembre de 1922 una conferencia de delegaciones plenipotenciarias de la RSFS de Rusia, RFSS de Transcaucasia, la RSS de Ucraniay la RSS de Bielorrusia aprobaron el Tratado de Creación de la URSS y la Declaración de la Creación de la URSS, formándose la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Estos dos documentos fueron confirmados por el primer Congreso soviético de la URSS y firmados por los cabezas de las delegaciones Mijaíl Kalinin, Mijaíl Tsjakaia, Mijaíl Frunze, Grigori Petrovski y Aleksandr Cherviakov respectivamente el 30 de diciembre de 1922. El 1 de febrero de 1924 la URSS fue reconocida por la primera potencia mundial de la época, el Imperio británico.

Guerra Civil Rusa

Guerra Civil Rusa
Revolución Rusa
CWRArticleImage.jpg
En sentido horario: soldados del Ejército del Don en1919; una división de infantería blanca en marzo de1920; soldados del I Ejército de Caballería del Ejército Rojo; León Trotsky en 1918; ahorcamiento de bolcheviques por la Legión Checoslovaca en abril de 1918.

Fecha
6 de noviembre de 1917-17 de junio de1923 (calendario gregoriano)
(relacionado con: Guerra turco-armenia, Guerra polaco-soviética, Guerra ucraniano-soviética,Guerra polaco-ucraniana, Guerra Civil Finlandesa, Guerra de Independencia Ucraniana, Guerra armenio-azerí, Conflicto de Osetia)
Lugar
Territorios del antiguo Imperio Ruso, Mongolia, Tuvá y Persia
CausasRevolución bolchevique
Resultado
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Victoria bolchevique en Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Transcaucasia, Asia Central, Tuva y Mongolia
Cambios territorialesDesmembración del Imperio ruso.
Independencia exitosa de Estonia, Finlandia, Letonia y Lituania y Polonia.
Nacimiento de la Unión Soviética (1922).
Beligerantes
Bolcheviques
Repúblicas Soviéticas:nota 1
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Rusia Soviética
Flag of Ukrainian SSR (1919-1929).svg Ucrania (desde 1919)
Flag of Byelorussian SSR (1919-1927).svg Bielorrusia (desde 1919)
Flag of the Lithuanian-Byelorussian SSR.svg Lituania-Bielorrusia (1919)
Flag of Azerbaijan 1920.gif Azerbaiyán (desde 1920)
Flag of SSRA.svg Armenia (desde 1920)
Flag of Georgian SSR (1921-1922).svg Georgia (desde 1921)
Flag of the Bukharan People's Soviet Republic.svg Bujará (desde 1920)
Flag of the Galician SSR.png Galicia (1920)
Flag of Khiva 1920-1923.svg Corasmia (desde 1920)
Flag of Mountain ASSR (1921-1924).svg Montaña (desde 1921)
Flag of Tannu Tuva (1921-1926).svg Tannu Tuvá (desde 1921)
Flag of Abkhazian SSR (1921-1925).svg Abjasia (desde 1921)
Flag of Donetsk Republic.svg Donetsk (1918-1919)
Red flag.svg Taurida (1918)
Mar Negro (1918)
Kubán (1918)
Mar Negro-Kubán (1918)
Cáucaso Septentrional(1918)
Odesa (1918)
Besarabia (1919)
Don (1918)

Apoyado por:
RPAU flag.svg Ejército Negro(1918-1919, 1920)
Red flag.svg SR de Izquierda(1917-1918)
Darker green and Black flag.svg Ejército Verde(1918-1919)
Zaristas
Flag of Russia.svg Movimiento Blanconota 2
Flag of Russia.svg Komuch (1918)
Siberian flag.svg Siberia Autónoma(1918)
Flag of Russia.svg Gobierno Provisional Siberiano (1918-1920)
Kolchak (blason).jpg Directorio de Omsk(1918-1920)nota 3
Flag of Don Cossacks.svg República del Don(1918-1920)nota 4
Flag of Kuban People's Republic.svg Kubán (1918-1920)
Flag of the Alash Autonomy.svg Alash (1917-1920)

Separatistas/autonomistas
Flag of the Transcaucasian Federation.svg Transcaucasia (1918)
Flag of Georgia (1918-1921).svg Georgia (1918-1921)
Flag of Armenia.svg Syunik/Armenia (1918-1921)
Flag of Azerbaijan.svg Azerbaiyán (1918-1920)
Flag Far Eastern Republic.svg Chitá (1920-1922)
Flag of the Mountainous Republic of the Northern Caucasus.svg Cáucaso Septentrional(1917-1920)
Flag of Ukrainian People's Republic (non-official, 1917).svg Ucrania (1917-1921)
Flag of Ukraine.svg Ucrania Occidental(1918-1919)nota 5
Flag of Poland.svg Polonia (1918-1921)
Flag of Finland.svg Finlandia (1917-1918)
Flag of Estonia.svg Estonia (1918-1920)
Flag of Latvia.svg Letonia (1918-1920)
Flag of Lithuania.svg Lituania (1918-1920)
Flag of the Crimean Republic.svg Crimea (1917-1918)

Intervención aliada:
Flag of the United Kingdom.svg Imperio británico
Merchant flag of Japan (1870).svg Imperio del Japón
Flag of the Republic of China 1912-1928.svg República de China
Flag of France.svg Tercera República Francesa
Flag of the Czech Republic.svg Checoslovaquia
State Flag of Greece (1863-1924 and 1935-1970).svg Reino de Grecia
Flag of Italy (1861-1946).svg Reino de Italia
Flag of Romania.svg Reino de Rumania
State Flag of Serbia (1882-1918).svg Reino de Serbia
US flag 48 stars.svg Estados Unidos

Facciones islámicasnota 6
Bandera del Turquestan.svg Basmachí
Flag of the Emirate of Bukhara.svg Bujará (hasta 1920)
Bandera de Khiva 1917-1920.svg Jiva (hasta 1920)

Pro-alemanesnota 7
Flag of the German Empire.svg Imperio alemán
Civil ensign of Austria-Hungary (1869-1918).svg Imperio austrohúngaro
Baltic German.svg Baltische Landeswehr(1918-1920)
Eiserne Division.JPG Freikorps en el Báltico(1918-1919)
West Russian Volunteer.jpg Bermontianos (1919)

Otras facciones
RPAU flag.svg Ejército Negro (1919, 1920-1921)
Red flag.svg SR de Izquierda (1918)
Darker green and Black flag.svg Ejército Verde (1919-1920)
Single Color Flag - 0434B1.svg Ejército Azul (1920-1921)
Anarchist flag.svg Kronstadt (1921)
Flag of Mongolia (1911-1921).svg Mongolia
Flag of Uriankhai (1918-1921).svg Tannu Uriankhai
Ottoman flag.svg Imperio otomano
Comandantes
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Vladímir Ilich Lenin
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg León Trotski
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Mijaíl Tujachevski
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Iósif Stalin
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Mijaíl Frunze
RPAU flag.svg Néstor Majnó
RPAU flag.svg Simon Karetnik
Darker green and Black flag.svg Nikífor Grigórievnota 8
Flag of Russia.svg Nicolás II de Rusia
Flag of Russia.svg Aleksandr Kolchak
Flag of Russia.svg Lavr Kornílov
Flag of Russia.svg Antón Denikin
Flag of Russia.svg Piotr Wrangel
Flag of Russia.svg Piotr Krasnov
Flag of Russia.svg Nikolái Yudénich
Single Color Flag - 0434B1.svg Aleksandr Antónov
West Russian Volunteer.jpg Rüdiger von der Goltz
Fuerzas en combate
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Ejército Rojo
430.000 (octubre, 1918)1
1.500.000 (junio, 1919)2
3.000.000 (octubre, 1919)1
3.000.0003 -5.000.0004(fines de 1920)

RPAU flag.svg Ejército Negro
29.000 activos y 20.000 reservistas (enero, 1919)5
30.000 activos y 70.000 reservistas (marzo, 1919)5
20.000 (julio, 1920)
29.000 (octubre, 1919)5
Flag of Russia.svg Ejército Blanco
En total 250.000nota 9
Kolchak: ~118.000(primavera, 1919)nota 10
Denikin: ~150.000(invierno, 1919)nota 11
Yudénich: ~14.000 (otoño, 1919)6

Flag of Azerbaijan.svg Azerbaiyán
30.000 (1919)7
Flag of Estonia.svg Estonia
40.000 (febrero, 1919)8
Flag of Ukrainian People's Republic (non-official, 1917).svg Ucrania
140.000 (diciembre, 1918)9
Flag of Ukraine.svg Ejército de Galitzia:
100.000 (1918)10
70.000 (junio, 1919)11
Flag of Finland.svg Finlandia
100.000 (octubre, 1919)6
Flag of Poland.svg Polonia
800.000 (verano, 1920)12
Flag of Lithuania.svg Lituania
62.000 (1919-1920)13

Flag of the Czech Republic.svg Legión Checoslovaca
50.000 (mayo, 1918)14
Merchant flag of Japan (1870).svg Japón
70.000 (1918)15
US flag 48 stars.svg Estados Unidos
15.000 (junio, 1919)16

RPAU flag.svg Ejército Negro
15.000 (diciembre, 1920)5
5-6.000 (enero, 1921)5
2.500 (abril, 1921)5
Single Color Flag - 0434B1.svg Ejército Azul
20-40.000 (1920-1921)17

West Russian Volunteer.jpg Bermontianos
14-20.000 (septiembre, 1919)18
Baltic German.svg Baltische Landeswehr
10-14.000 (1959)19
Eiserne Division.JPG Freikorps
20-40.000 (enero, 1919)20
Bajas
1.213.000 militares y civiles muertos en combate, por heridas o represión política3 211.376.000 militares y civiles muertos en combate, por heridas o represión política21

3.000.000 a 5.000.000 de muertos por hambre, 2.000.000 por represiones, 2.000.000 a 2.300.000 por epidemias (principalmente tifoidea) y 150.000 judíos asesinados por pogromos (principalmente a manos de zaristas).21
La Guerra Civil Rusa fue un conflicto armado múltiple que tuvo lugar entre 1917 y 1923 en el territorio del disuelto Imperio ruso, entre el nuevo gobierno bolchevique y su Ejército Rojo, en el poder desde la Revolución de octubre de 1917, y del otro lado los militares del ex ejército zarista y opositores al bolchevismo, agrupados en el denominado Movimiento Blanco, compuesto por conservadores y liberales favorables a la monarquía y socialistas contrarios a la revolución bolchevique y relacionados estrechamente a la Iglesia ortodoxa rusa.
Ambos bandos tuvieron aliados temporales, el Ejército Rojo a menudo con izquierdistas y grupos revolucionarios, y las fuerzas del Ejército Blanco con muchos ejércitos extranjeros (Estados UnidosJapónFrancia y Imperio británicoprincipalmente), apoyo denominado Intervención Aliada en Rusia.
Otros nacionalistas y grupos políticos regionales también participaron en la guerra, incluidos los nacionalistas ucranianos del Ejército Verde, los anarquistas ucranianos del Ejército Negro y las Guardias Negras, y señores de la guerra o atamanes.
Los enfrentamientos más intensos tuvieron lugar desde 1918 hasta 1920, pero la resistencia continuó en algunas zonas del país hasta 1922: podemos citar el Levantamiento de Kronstadt, los majnovistas, la Rebelión de Tambov y la resistencia final del Movimiento Blanco en el Este. Las grandes operaciones militares terminaron el 22 de octubre de 1922, cuando el Ejército Rojo ocupó Vladivostok, ocupado anteriormente por el Gobierno provisional de Primorie. El último enclave de las Fuerzas Blancas fue el distrito Ayano-Maysky, en la costa del Pacífico, no capituló hasta el 17 de junio de 1923.
Los historiadores soviéticos tradicionalmente no aplican el calificativo «rusa» y utilizan la expresión Guerra civil e intervención militar de 1917–1922, e incluyen tanto la guerra polaco-soviética y la resistencia en Ucrania, como la resistencia de los Basmachí y la intervención en el Asia Central.

INSURRECCIONES ALEMANAS,...DATOS Y FECHAS,...


Levantamiento Espartaquista

Levantamiento Espartaquista
Revolución de Noviembre
AlzadosEspartaquistas..png
Alzados espartaquistas en una calle berlinesa.

Fecha
Del 4 al 15 de enero de 1919.
LugarBandera de Alemania República de Weimar
Causas
  • Derrota alemana en la Primera Guerra Mundial
  • Descontento de los obreros con el nuevo gobierno.
  • Radicalización de la izquierda revolucionaria alemana,
ResultadoVictoria republicana.
Consecuencias
  • Se disuelve el Comité Revolucionario Provisional.
  • Arresto y asesinato de los líderes espartaquistas.
  • Derrocamiento de la República Soviética de Baviera.
Beligerantes
Red flag.svg Kurt Eisner
Se conoce como Levantamiento Espartaquista (en alemán Spartakusaufstand) a la huelga general y a las luchas armadas en Berlín del 5 al 12 de enero de 1919, que al ser sofocadas dieron prácticamente por finalizada la Revolución de Noviembre.
El nombre se ha generalizado en el uso, aunque la Liga Espartaquista, que se convirtió en el Partido Comunista de Alemania(KPD), ni inició el levantamiento ni lo dirigió, pero cooperó con el levantamiento una vez comenzado.

Origen[editar]

Desde noviembre de 1918 había surgido una gran agitación revolucionaria en Alemania, tras el derrocamiento de la monarquía de los Hohenzollern y la proclamación de la República de Weimar, siendo que el nuevo régimen se enfrentaba a poderosas tensiones internas, causadas por facciones políticas mutuamente enfrentadas: monárquicos, oficiales del ejército, sindicatos socialistas y comunistas, y ahora los soldados de menor rango que cuestionaban abiertamente a su oficialidad.
El nuevo gobierno presidido por el socialdemócrata Friedrich Ebert trataba de mantener el orden interno y presentar un frente unido ante las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. Para ello, el gobierno precisaba asegurarse la obediencia de las tropas desmovilizadas del Reichsheer e impedir que los recién creados sóviets de obreros y soldados fueran un desafío abierto contra el régimen.
Por el otro lado, la repentina derrota causó un clima de incertidumbre social en Alemania, agravado por las noticias de cómo evolucionaba la Revolución Rusa donde los comunistas bolcheviques liderados por Vladimir Lenin apenas un año antes habían aprovechado la descomposición de un gobierno moderado para impulsar un radical cambio de régimen.

Sublevación obrera[editar]

El levantamiento empezó al proclamarse en diciembre de 1918 el Primer Congreso Soviético de Alemania en Berlín. Sus delegados, miembros de los "Consejos de Trabajadores y Soldados", y bajo fuerte influencia del Partido Comunista de Alemania, solicitaron poco antes de Navidad la destitución del Mariscal Paul von Hindenburg como Comandante en Jefe del Ejército, la disolución del Ejército Regular y su sustitución por una "guardia civil" cuyos oficiales serían elegidos por sus hombres.

Spartakusaufstand: barricadas en Berlín en enero de 1919
El gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert rehusó acceder a estos pedidos, siendo apoyado en ello por el Ejército, representado por el mariscal Hindenburg, y manteniendo una tensa calma en los últimos días de 1918. No obstante, el 5 de enero los izquierdistas más radicales, ahora apoyados por la Liga Espartaquista, enviaron a la llamada División Popular de Marina a tomar la sede del periódicoVörwarts, vocero del SPD y amenazaron las sedes administrativas del gobierno situadas en la Wilhelmstrasse1 y el Edificio de la Cancillería, siguiendo el esquema de revuelta en la capital a semejanza de la Revolución Rusa.
Marineros amotinados durante los combates del día de Navidad dentro y en los alrededores del Palacio Real de Berlín
No obstante, el primer movimiento revolucionario fue empezado por las masas del Primer Congreso Soviético que proclamaron la huelga general en Berlín y proyectaron el derrocamiento del gobierno, aunque sin contar con la aprobación del Partido Comunista de Alemania, que no juzgaba oportuno el momento para un levantamiento de obreros y soldados.2 La líder comunista Rosa Luxemburgo postulaba que la situación alemana no era igual a la de Rusia, y que con soldados desmovilizados no había forma de establecer una masa de combatientes suficiente para derrocar al gobierno. Por otro lado, el régimen bolchevique ruso se enfrentaba aún a la reacción militar zarista auspiciada por los gobiernos francés y británico, manifestada en una guerra civil por lo cual no estaba en condiciones de brindar ayuda efectiva a los comunistas alemanes.
Para colmo, el gobierno de Ebert trataba de calmar la incertidumbre de los obreros sobre el pago de jornales y la mejora de sus condiciones de vida ofreciendo que el gobierno de Estados Unidos, dirigido por Woodrow Wilson, entregaría ayuda financiera de emergencia para evitar el descontento social en Alemania, lo cual debilitó el entusiasmo de una parte de las masas obreras para participar en una revuelta. Pese a estos factores adversos, el jefe de la Liga Espartaquista, Karl Liebknecht, determinó que la Liga apoyase la revuelta de los huelguistas y después se pusiera al frente de ella, calculando que éste sería el momento más adecuado para imitar en Alemania el ejemplo ruso de la Revolución de Octubre y derrocar al régimen de Ebert.
El socialista Gustav Noske fue designado Ministro de Defensa Nacional el 6 de enero y declaró: "Alguien tiene que ser el perro de caza", dando órdenes para lanzar una reacción armada contra los huelguistas y sus aliados, aunque aún Ebert trató de ganar tiempo requiriendo negociaciones con los sublevados espartaquistas. No obstante, al saber los delegados de Primer Congreso Soviético que Ebert y el SPD reclamaban participar en ese mismo Congreso, se rompieron todas las negociaciones el 8 de enero.

Reacción gubernamental[editar]

Funeral de Rosa Luxemburg
Revolucionarios tiroteados durante la sublevación
Los sublevados reclamaron entonces la dimisión inmediata del gobierno y ante ello el Canciller Friedrich Ebert solicitó de inmediato la ayuda del Ejército regular, aprovechando que la División Popular de la Marina partidaria de los sublevados se retiró a sus cuarteles antes de que llegara la guarnición de Potsdam, la cual seguía fiel al Ejército Regular. Por su parte, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg se pusieron al frente de la revuelta, tratando de ganar el apoyo de los soldados de los soviets, a fin que auxiliasen con sus armas a los obreros sublevados.3
El contraataque del Ejército dio comienzo el 9 de enero de 1919, al mando del general Walther von Lüttwitz, contando con apoyo de tropas leales el gobierno y con los Freikorps anticomunistas. Las luchas con los obreros sublevados iniciaron la llamada "Semana Sangrienta", causando combates urbanos en la capital alemana durante varios días y transformando las vías públicas y plazas en campos de batalla. Los obreros espartaquistas, atrincherados en sus fábricas, no contaron con el apoyo masivo de soldados y de otros obreros, por lo cual difícilmente pudieron resistir el embate de las tropas regulares y de los Freikorps. Carentes de una adhesión masiva entre obreros y soldados, los espartaquistas fueron lentamente desalojados de sus posiciones, siendo muertos o capturados en combate por las fuerzas gubernamentales mejor armadas y organizadas.
Para el 15 de enero había quedado aplastado el levantamiento comunista en Berlín y las tropas del gobierno habían recuperado todos los puntos de la ciudad tomados por los espartaquistas. Los dos principales líderes de la Liga Espartaquista, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, fueron capturados por tropas regulares en la mañana de ese mismo día y asesinados de inmediato durante su traslado a la cárcel, siendo incierto el destino de sus cuerpos. Estos asesinatos desencadenaron por todo Alemania numerosos disturbios y motines que se saldaron con 5000 muertos, miles de represaliados y el asesinato de numerosos líderes de la izquierda.

REBELION NOVIEMBRISTA: 

Revolución de Noviembre

Revolución de Noviembre
Bundesarchiv Bild 183-B0527-0001-810, Berlin, Brandenburger Tor, Novemberrevolution.jpg
Soldados revolucionarios ondeando la bandera roja frente a la Puerta de Brandenburgo en Berlín el 9 de noviembre de 1918 durante la Revolución de noviembre.

FechaDel 29 de octubre al 9 de noviembre de 1918.
LugarBandera de Imperio alemán Imperio alemán
ResultadoVictoria republicana.
Consecuencias
  • Caída de la monarquía y exilio del Káiser Guillermo II de Alemania.
  • Creación de la República de Weimar.
  • Fin de la Primera Guerra Mundial.
Beligerantes
Bandera de Imperio alemán Príncipes de las provincias del Reich
Bandera de Imperio alemán Alto mando de la Marina
Bandera de Alemania Consejos de marineros, soldados y obreros
Bandera de Alemania Tercera escuadra de Kiel
Comandantes
Bandera de Imperio alemán Guillermo II de Alemania
Bandera de Imperio alemán Luis III de Baviera
Bandera de Imperio alemán Erich Ludendorff
Bandera de Imperio alemán Teniente Steinhäser
Bandera de Alemania Gustav Noske
Bandera de Alemania Friedrich Ebert
La revolución de noviembre de 1918 en Alemania llevó, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al cambio desde la Monarquía constitucional del Kaiserreich Alemán a una república, parlamentaria y democrática.
Las causas de la revolución se encontraban en las cargas extremas sufridas por la población durante los cuatro años de guerra, el fuerte impacto que tuvo en el Imperio Alemán la derrota y las tensiones sociales entre las clases populares y la élite de aristócratas y burgueses que detentaban el poder y acababan de perder la guerra.
La revolución comenzó con un Motín de marineros de la flota de guerra en Kiel; se negaban a maniobrar para sacar la flota al Mar del Norte para realizar una última batalla contra la escuadra inglesa, como pretendían hacer sus superiores. En pocos días abarcó toda Alemania y forzó la abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918. Los objetivos de avanzada de los revolucionarios, guiados por ideales socialistas, fracasaron en enero de 1919 ante la oposición de la dirección delPartido Socialdemócrata de Alemania (SPD) encabezada por Friedrich Ebert. Estos líderes socialdemócratas — al igual que los partidos burgueses — temían que se desencadenara una guerra civil por lo que rechazaban la idea revolucionaria radical de despojar completamente del poder a la élite afín al Káiser y promulgaban, en cambio, conciliar a estos sectores con las nuevas relaciones democráticas. Con este fin, el SPD acordó una alianza con el Comando Militar Supremo alemán y, con la ayuda de fuerzas paramilitares de orientación derechista, lograron la sofocación violenta del llamado Levantamiento Espartaquista (Spartakusaufstand).
El desenlace formal de la revolución ocurrió el 11 de agosto de 1919 con la rúbrica de la nueva Constitución de la República de Weimar.

1.- 

El SPD y la Primera Guerra Mundial[editar]

Alrededor de 1900, la socialdemocracia alemana estaba a la cabeza del movimiento internacional de los trabajadores. En los congresos paneuropeos de la Segunda Internacional Socialista, el SPD siempre había aprobado las resoluciones que preveían una causa común socialista en caso de iniciarse la guerra. Durante la crisis de julio de1914 que siguió al asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo (atentado de Sarajevo), todavía organizó —como otros partidos socialistas en Europa— grandes manifestaciones en contra de la guerra. En ellas Rosa Luxemburgo, la portavoz del ala izquierdista del partido, llamó a la desobediencia y a evitar la guerra en nombre de todo el SPD. Por este motivo, el gobierno del Kaiserreich planeó aprehender a los líderes del partido inmediatamente después de entrar en guerra. Friedrich Ebert, uno de los dos representantes del SPD, viajó a Zúrich llevando los fondos del partido a un lugar seguro, fuera del alcance del Estado.
Dirección del SPD en 1909 (nombres en la descripción de la imagen)
Al entrar Alemania en la guerra con la declaración de guerra al Imperio Ruso el 1 de agosto de 1914, la mayoría del SPD se dejó contagiar por el sentimiento bélico que recorría Europa. De tal modo siguió a su antiguo presidente August Bebel, quien antes de su muerte en 1913 había dicho:
Si es en contra de Rusia, yo mismo alzaré la pistola, pues es el enemigo de la cultura y los oprimidos.
Además, los diputados del SPD temían perder votos e influencia en el Reichstag, así como una posible proscripción del partido si rehuían su “deber patriótico”.3
En contra de sus históricos ideales, la socialdemocracia alemana se contagió del furor patriótico que recorrió Alemania en 1914 y con algunas excepciones la apoyó, "firmando" la llamada Unión Sagrada
La dirección del partido y los representantes en el Reichstag estaban divididos en su posición respecto a la guerra: Junto con Friedrich Ebert, 96 diputados aprobaron los créditos de guerra para el gobierno del Kaiserreich. Con el segundo presidente, Hugo Haase, 14 parlamentarios estaban en contra, pero votaron a favor por disciplina de la fracción. El SPD aprobó así los créditos de guerra, le prometió al Káiser renunciar a huelgas y a la remuneración de los sindicatos mientras durara laguerra, posibilitando así la movilización de las fuerzas alemanas. Haase explicó su decisión, que se había tomado contra su voluntad, diciendo: “¡No vamos a abandonar a la patria a la hora del peligro!”4
El Káiser acogió la llamada “paz ciudadana” de la política alemana al final de su Discurso del Reichstag con la frase que se hizo famosa: “Aquí no veo ningún partido, sólo veo alemanes.”5
El mismo Karl Liebknecht, quien después se convertiría en símbolo del movimiento antibelicista, cedió en un principio a las justificaciones del partido: se abstuvo de la votación para no tener que votar contra su propia facción. Sin embargo, el 5 de agosto de 1914 fundó, junto a Rosa Luxemburg, Franz Mehring y otros miembros de la izquierda del partido, el Grupo Internacional (Internationale Gruppe), que mantenía las resoluciones del SPD previas a la guerra. De este grupo salió la mayor parte de la “Liga Espartaquista” el 1 de enero de 1916. El 2 de diciembre de 1914, Liebknecht, y en un principio únicamente él, votó en contra de más créditos para la guerra. Por este motivo fue detenido por los militares en 1915 a instigación de la dirección del partido. Debido a sus intentos de organizar a quienes se oponían a la guerra, fue expulsado del SPD y condenado en julio de 1916 a cuatro años de prisión.
También Rosa Luxemburgo, tras ser liberada temporalmente, fue encarcelada hasta el fin de la guerra.

La división del SPD[editar]

Karl Liebknecht, político y revolucionario, fue el primer diputado del SPD en votar contra los bonos de guerra y la participación alemana en esta (como ya hiciera su padre anteriormente). Miembro del ala más izquierdista del partido, sería expulsado de este en 1916.
Cuanto más duraba la guerra y cuantas más víctimas causaba, menos miembros del SPD estaban dispuestos a mantener la “paz ciudadana” de 1914. Aún menos desde que, en 1916, el Emperador y el gobierno ya no dictaban las directrices de la política del Kaiserreich, sino el Mando Supremo del Ejército, en alemán Oberste Heeresleitung (OHL), al mando de los generales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff. Este último tomaba las decisiones importantes. En la práctica, ellos gobernaban Alemania como dictadores militares, persiguiendo los objetivos fijados al inicio de la guerra y determinando la vida civil también en función a las necesidades de la guerra. Para los obreros, esto significaba, entre otras cosas, jornadas de 12 horas con salarios mínimos y provisiones insuficientes debido al bloqueo marítimo impuesto por Gran Bretaña.
A medida que la guerra se recrudecía tanto para los soldados en el frente como para los civiles, fueron surgiendo más voces en la izquierda que pedían la finalización inmediata del conflicto.
Desde el inicio de la revolución rusa de febrero de 1917, también en Alemania se produjeron grandes huelgas organizadas. En marzo y abril de 1917 participaron en ellas 300.000 trabajadores de la industria bélica de Berlín, Leipzig y más tarde de Düsseldorf. Acontecimientos similares se producirían de nuevo en Berlín (250.000 huelguistas), Bremen, Hamburgo y Essen en enero de 1918 que desatarían una violenta represión y que constituirían por parte de las masas obreras el ensayo de la revolución.6
Dado que la situación probablemente empeoraría por la entrada de los EE. UU. en la guerra, el emperador Guillermo II intentó apaciguar las protestas en su Mensaje de Semana Santa. Prometió que, una vez acabada la guerra, habría elecciones generales iguales (gleiche Wahlen) incluso en Prusia, donde hasta entonces se aplicaba el derecho al voto en tres clases (Dreiklassenwahlrecht).
Pero el SPD reaccionó al creciente descontento de los obreros siguiendo a los izquierdistas y entonces también revisionistas como Haase y Eduard Bernstein. El 9 de abril de 1917, el SPD se dividió respecto a su posición frente a la guerra en los socialdemócratas de la mayoría (MSPD), con Friedrich Ebert a la cabeza, y los socialdemócratas independientes (USPD) encabezados por Hugo Haase. Estos últimos demandaban el inmediato fin de la guerra y mayor democratización en Alemania, pero no tenían un programa social-político unido. La Liga Espartaquista, que había rechazado hasta entonces la separación del partido, formó entonces un ala izquierdista del USPD.

Paz de vencedores o paz concertada[editar]

Desde la entrada en la guerra de los EE.UU., la situación del Frente Occidental se había hecho cada vez más precaria. Por esto, y para quitar fuerzas al USPD, el SPD formó un comité interpartidario en el Reichstag junto al Partido de Centro (Zentrumspartei), de orientación conservadora-católica, y el Partido Popular Progresista (Fortschrittliche Volkspartei), de orientación liberal. El verano de 1917, el comité propuso una resolución que preveía una paz concertada sin anexiones ni reparaciones de guerra.
Sin embargo, el OHL también rechazó esta resolución, como en marzo de 1918 había rechazado el programa de paz de 14 puntos del presidente de los EE.UU. Woodrow Wilsonde enero del mismo año. La resolución estadounidense preveía una paz a partir de la “autodeterminación de los pueblos, sin vencedores ni vencidos” pero a costa de trastocar el orden político de las naciones "enemigas". Hindenburg y Ludendorff rechazaron esta propuesta porque se había conseguido la victoria sobre Rusia y creían tener la suficiente ventaja para, primero, inclinarse por una "paz de vencedores" con anexiones a costa del adversario y después, inclinarse por volver al statu quo ante bellum sin intervenciones externas de ningún tipo.

Repercusiones de la Revolución de Octubre[editar]

El éxito de la Revolución Rusa de 1917 marcó la actuación del SPD y sembró el miedo en las clases medias y altas alemanas durante la revolución de noviembre. En la imagen, miembros del 1.er Regimiento de la Guardia Roja frente al Palacio de Invierno.
Después de la Revolución de Febrero en el Imperio Ruso y la caída del último zar Nicolás II el 15 de marzo de 1917, el nuevo gobierno ruso, que había sido establecido desde el verano por los mencheviques a la cabeza de Alexander Kerensky, continuó la guerra del lado de las fuerzas de la Triple Entente. Sin embargo, el gobierno del Imperio alemán vio la oportunidad de una victoria militar. Para avivar el sentimiento antibélico en Rusia, permitió que el líder de los bolcheviques rusos, Vladirmir Ilich Lenin, viajara a escondidas de su exilio en Suiza a Petrogrado en un vagón sellado a través de Suecia y Finlandia.
En la Revolución de Octubre, los bolcheviques, que propugnaban el inmediato fin de la guerra, conquistaron el poder en Rusia. La victoria de Lenin reforzó el miedo de la clase media alemana a una revolución similar a la rusa. Los líderes del SPD también mostraron su incomodidad, porque los bolcheviques, decididamente un partido político de cuadros, pudieron imponerse contra la mayoría parlamentaria de socialistas moderados y la clase media. Sus esfuerzos por impedir un desarrollo similar en Alemania marcaron su actuación en la Revolución de Noviembre.7
En enero de 1918 se produjeron nuevamente en todo el Imperio huelgas generales con más de un millón de participantes. Entonces entraron en acción por primera vez los cabecillas revolucionarios (Revolutionären Obleute), quienes tendrían posteriormente un papel importante. Se denominaron «consejos» (Räte), como los «sóviets» rusos. Para debilitar su influencia, Ebert se incorporó a la dirección de los huelguistas y consiguió adelantar el final de la huelga.
En marzo de 1918, el nuevo Gobierno soviético de Lenin aceptó la negociación con Alemania que condujo a la Paz de Brest-Litovsk. Las condiciones de paz impuestas a Rusia por este tratado fueron más duras que las posteriormente contenidas en el Tratado de Versalles respecto a Alemania.8 El OHL pudo entonces usar parte de las tropas desocupadas del Frente Oriental en el Frente Occidental. La mayoría en Alemania creía que pronto se lograría también una victoria en el occidente.

Búsqueda del armisticio y cambio constitucional[editar]

Tras la victoria en el Frente Oriental, el OHL ordenó al comenzar el año una nueva ofensiva en el oeste, para forzar el viraje decisivo en la guerra. Pero cuando en julio se habían usado las últimas reservas, la última posibilidad alemana de victoria estaba perdida. El 8 de agosto de 1918, conocido como "viernes negro", los tanques ingleses cruzaron el Frente Occidental y el OHL se encontró con que ya no disponía de reservas para rehacer este frente; a mediados de septiembre cayó asimismo el frente de los Balcanes. El 27 de septiembre capituló Bulgaria, que estaba aliada a las Potencias Centrales. También el Imperio austrohúngaro estaba a punto de caer.
El 29 de septiembre, el OHL informó al Emperador y al Canciller del Reich Georg von Hertling, en la ciudad belga de Spa, sobre la desesperada situación militar. Ludendorff solicitó vehementemente un armisticio con la Entente porque no podía garantizar que el frente pudiera resistir más de 24 horas. Más aún, aconsejó cumplir con una de las solicitudes centrales de Wilson, que exigía la supresión de la Monarquía constitucional (a la que se culpaba del estallido de la guerra) para poder aceptar la rendición de Alemania. Toda la responsabilidad de esta inminente capitulación y sus consecuencias sería de los partidos integrantes del Reichstag. El 1 de octubre explicó a oficiales de su Estado Mayor (Stäbe): “Ahora ellos deben comerse la sopa que han venido preparando.” Este es el origen de la posterior “leyenda de la puñalada” (Dolchstosslegende).9
El informe de Ludendorff impactó al gobierno imperial, así como posteriormente a los parlamentarios. Sin embargo, los partidos mayoritarios, especialmente los líderes del SPD, estaban dispuestos a asumir el gobierno a última hora. Dado que el monárquico Hertling rechazó el viraje al parlamentarismo, Guillermo II nombró el 3 de octubre al príncipe Max von Baden, considerado un liberal, como nuevo Canciller Imperial. En su gabinete también ingresó por primera vez un socialdemócrata, Philipp Scheidemann. Al día siguiente, el nuevo gobierno ofreció a los Aliados el armisticio en las condiciones que exigían.
La población del Imperio alemán conoció estos hechos el 5 de octubre. En la conmoción general sobre la derrota manifiesta, los cambios constitucionales pasaron casi inadvertidos. Estos cambios fueron formalmente aceptados en el Reichstag el 28 de octubre. De allí en adelante el Canciller y sus ministros estaban subordinados a la mayoría del Reichstag. El mando militar se transfirió del Emperador al gobierno imperial. Con esto, el Imperio alemán había pasado de una monarquía constitucional a una parlamentaria. Desde el punto de vista de la dirección del SPD, la llamada “Constitución de Octubre” colmaba los objetivos de derecho constitucional del partido. Ebert consideraba el 5 de octubre como el nacimiento de la nueva democracia alemana. Tras la abdicación de Emperador, también exigida por los aliados para aceptar la capitulación, resultaba superflua una revolución.

La tercera nota de Wilson y la destitución de Ludendorff[editar]

Woodrow Wilson en 1916
En las tres semanas siguientes, el presidente de los EE.UU. Wilson respondió a la petición alemana de un armisticio con tres notas diplomáticas. Como requisito para las negociaciones pidió en ellas la retirada alemana de las zonas ocupadas, el fin de la guerra submarina y, aunque formulada de manera difícil de entender, la abdicación del Emperador, para hacer irreversible el cambio político alemán.
Tras la tercera nota de Wilson del 24 de octubre, Ludendorff consideró de pronto inaceptables las condiciones de los Aliados. Ahora era partidario de reanudar la guerra, que sólo un mes antes había declarado perdida. La solicitud emitida en demanda suya reveló entonces a los oponentes toda la debilidad militar del Imperio. Las tropas alemanas se habían hecho a la idea del fin de la guerra y se impacientaban por volver a casa. Su predisposición a luchar era ya casi nula y ya se hacían más frecuentes las deserciones.
El gobierno siguió por esto la sugerencia del mismo Ludendorff y lo remplazó en su cargo de Adjunto al Jefe de Estado Mayor,Generalquartiermeister, por el general Wilhelm Groener. Ludendorff huyó con un pasaporte falso a Suecia, que era un país neutral. El 5 de noviembre los Aliados aceptaron el armisticio. Pero la tercera nota de Wilson había dejado la impresión en los mandos militares y jefes de los partidos políticos de que el Emperador debía abdicar para conseguir la paz.

La Revolución[editar]

Levantamiento marinero en Kiel[editar]

En el puerto de Kiel, el Mando de la Marina alemana (Marineleitung), a cuya cabeza estaba el almirante Reinhard Scheer, planeaba enviar un último ataque contra la Royal Navyen el Canal de la Mancha. Los preparativos para hacerse a la mar causaron enseguida un motín entre los marineros, que únicamente querían evitar ser sacrificados innecesariamente en el último instante de la guerra; motín que se transformó en una revolución general que acabó en pocos días por derrocar a la monarquía.
Marineros revolucionarios desfilando por Wilhelmshaven en 1918
Manifestación en Kiel en apoyo a los marineros y obreros sublevados, iniciadores de la revolución, en noviembre de 1918
El levantamiento de los marineros comenzó en Schilling, frente a Wilhelmshaven, donde la flota alemana de alta mar había ido a anclar en espera del ataque. El 29 de octubre las tripulaciones de los buques Thüringen y Helgoland desobedecieron la orden de hacerse a la mar. Las otras tripulaciones no se adhirieron de inmediato pero los jefes navales no tenían asegurada la obediencia de las tripulaciones. La tercera escuadra, que no había tomado parte en el motín, recibió la orden de volver a Kiel con unos mil amotinados aprehendidos, que debían ser procesados en la corte marcial.
Los marineros restantes querían evitarlo, porque los amotinados también habían actuado en su interés. Una delegación solicitó su liberación pero ésta fue rechazada por el comando de marina. Al día siguiente, en la casa sindical (Gewerkschaftshaus) de Kiel, los marineros discutían por primera vez las futuras acciones junto a los trabajadores de los astilleros. Al cerrarse posteriormente la casa sindical, el 3 de noviembre se realizaron concentraciones conjuntas al aire libre. Cuando el teniente Steinhäuser ordenó disparar contra los manifestantes, causando la muerte de nueve personas, un marino respondió al fuego y mató al oficial. La manifestación se había convertido entonces en una revuelta general.10
La mañana del 4 de noviembre, los marineros de la tercera escuadra eligieron un consejo de soldados presidido por el jefe de fogoneros11 Kart Artelt. Adicionalmente desarmaron a sus oficiales, ocuparon los barcos, liberaron a los presos amotinados y tomaron el control de las instalaciones públicas y militares en Kiel. Por la tarde se les unieron soldados del ejército que el comando local había hecho traer de Altona para sofocar la revuelta. De este modo Kiel estaba firmemente en manos de 40.000 marineros, soldados y trabajadores insurrectos.
La noche del 4 de noviembre, el diputado del SPD Gustav Noske llegó a Kiel. En representación del nuevo gobierno nacional y de la dirección del SPD, debía controlar la revuelta para evitar una revolución. El consejo de trabajadores y soldados de Kiel creía estar de parte del nuevo gobierno y contar con su apoyo. Por esto nombró a Noske “gobernador” esa misma noche y éste efectivamente terminó la revolución en Kiel al día siguiente. Pero mientras tanto los acontecimientos ya habían trascendido lejos de la ciudad.

La Revolución abarca todo el Kaiserreich[editar]

Luis III de Baviera.
Desde el 4 de noviembre, las delegaciones de marineros se esparcieron por todas las grandes ciudades de Alemania. Ya el 7 de noviembre, la revolución abarcaba todas las ciudades costeras, así como HannoverBrunswickFráncfort del Meno y Múnich. El 9 de noviembre el trono imperial quedó vacante y en Múnich un consejo de trabajadores y soldados forzó al último rey de Baviera, Luis III, a renunciar al trono. Kurt Eisner del USPDproclamó en Baviera la república por primera vez en el Imperio. En los días siguientes abdicaron todos los príncipes gobernantes en los demás Estados alemanes, siendo el último Günther von Schwarzburg-Rudolstadt el 23 de noviembre.
Los consejos de trabajadores y soldados (Räte) estaban formados mayoritariamente por partidarios del SPD y del USPD. Su dirección era democrática, pacifista y antimilitarista. Junto al poder de los Fürsten (príncipes), los consejos quitaron el poder al hasta entonces todopoderoso mando general militar. No fueron tocadas las instituciones civiles y oficiales públicas del Imperio – policía, municipios, tribunales –. Casi no hubo confiscaciones de propiedades o industrias porque se esperaban medidas de un nuevo gobierno del Reich. Para contar con ejecutivos comprometidos con la revolución y el futuro gobierno, los consejos pidieron enseguida sólo la supervisión de las instituciones que antes habían estado en manos del mando general militar.
El SPD obtuvo de este modo una verdadera plataforma de poder a nivel local. Sin embargo, mientras que los consejos creían actuar a favor del nuevo orden, los líderes del SPD vieron pronto en ellos elementos molestos para una transición de poder pacífica, que ya consideraban completada. Al igual que los partidos burgueses, exigían que se realizaran cuanto antes las elecciones para un congreso nacional que decidiera sobre la forma de Estado definitiva. Esto los puso rápidamente en contra de gran parte de los revolucionarios. Sobre todo el USPD intentaba captar las demandas de estos últimos. También propugnaba elecciones para un congreso nacional lo más tarde posible, a fin de conseguir antes de su inicio logros que reflejaran las aspiraciones de gran parte de los trabajadores.

Reacciones en Berlín[editar]

Manifestantes por las calles de Berlín durante la huelga general revolucionaria del 9 de noviembre de 1918
Friedrich Ebert estaba de acuerdo con Max von Baden en que debía evitarse una revolución social y mantenerse ante todo el orden delEstado. Él quería conquistar a los partidos burgueses, que ya habían colaborado con el SPD en el Reichstag en 1917, así como a las viejas élites aristocráticas del Imperio para reestructurar el Estado y evitar una temida radicalización de la revolución que siguiera el ejemplo de Rusia. A esto se sumó su temor a que la aún precaria situación de suministros pudiera colapsar si la administración actual fuera reemplazada por revolucionarios sin experiencia administrativa. Ebert creía que el SPD conseguiría inevitablemente la mayoría parlamentaria que les permitiese ejecutar sus planes de reforma. Por este motivo se arriesgó a actuar lo más de acuerdo posible con los viejos poderes. Para poder mostrar una victoria a sus partidarios, pero también para rescatar al mismo tiempo a la monarquía, Ebert exigió desde el 6 de noviembre la renuncia al trono del Emperador. Pero Guillermo II, quien aún seguía en el centro de operaciones del Mando Supremo (OHL) en la ciudad belga de Spa, no conocía debidamente la situación en la capital. El mismo día, después de que el Entente prometiera negociar un armisticio, tenía la esperanza de volver al Kaiserreich al frente de las tropas licenciadas del frente y ejercer después como monarca parlamentario.
Max von Baden escribió posteriormente que Ebert declaró el 7 de noviembre:
Si el emperador no abdica, la revolución social es inevitable. Pero yo no la quiero, la odio con toda el alma.12
El canciller planeó viajar a Spa para convencer personalmente al Emperador de la necesidad de que abdicase. Pero no llegó a hacerlo, porque la situación en Berlín escaló rápidamente.

El 9 de noviembre de 1918: El fin de la monarquía[editar]

Edición del 9 de noviembre del periódico Vorwärts
La noche del 8 de noviembre, el USPD había convocado concentraciones en Berlín para el día 26, en las cuales anunciaría una huelga general y manifestaciones masivas para el día siguiente. Para entonces Ebert había vuelto a exigir vehementemente la abdicación del Emperador, con el fin de poder anunciar este paso en las concentraciones como una victoria del SPD. Para poder contener posibles disturbios, el gobierno de Max von Baden hizo desplegar en Berlín al 4º regimiento de tiradores de Naumburgo, que se consideraba particularmente leal.
Pero los soldados de este regimiento no estaban dispuestos a disparar a conciudadanos. Cuando sus oficiales les entregaron granadas de mano, temprano en la mañana del sábado 9 de noviembre, enviaron una delegación a la redacción del órgano del partido socialdemocrático “Vorwärts” para pedir que se clarificara la situación. Allí encontraron al diputado del Reichstag Otto Wels, quien logró convencer a los soldados que apoyaran a los líderes del SPD y su política. Después convenció a más regimientos de que obedecieran a Ebert.
De este modo, el control militar de la capital pasó a manos de los socialdemócratas. Pero Ebert temía que éste podía quedar rápidamente fuera de control si las fuerzas políticas a la izquierda del SPD conseguían arrastrar tras sí a los obreros en las manifestaciones anunciadas. Esta posibilidad se dio cuando, a instancias del USPD, varias manifestaciones con cien mil personas se dirigieron por la mañana al centro de Berlín. En sus pancartas y carteles aparecían consignas como “Unidad”“Derecho y Libertad” y “Hermanos, no disparéis”.
Aproximadamente a esa misma hora el Emperador tuvo conocimiento del resultado de una encuesta de 39 comandantes: los soldados del frente tampoco estaban dispuestos a cumplir sus órdenes. La noche anterior incluso un regimiento de guardia había rehusado obedecer por primera vez. Telegramas de Berlín le habían pedido urgentemente que abdicara de inmediato, a fin de que su anuncio pudiera apaciguar la situación. A pesar de esto, consideró sólo renunciar al título de Emperador Alemán, pero no al de Rey de Prusia.
Finalmente, Max von Baden, sin esperar la decisión de Spa, escribió un telegrama ese mismo mediodía indicando:
Su Majestad el Emperador y Rey ha decidido abdicar al Trono. El Canciller Imperial quedará en el cargo sólo mientras duren las diligencias correspondientes a la abdicación de Su Majestad, la renuncia al Trono del Imperio Alemán y de Prusia de Su Alteza Imperial y Real y el establecimiento de una Regencia.13
Proclamación de la República alemana el 10 de noviembre frente al Reichstag
El Emperador entonces marchó al exilio en los Países Bajos, donde viviría hasta su muerte en 1941. Dado que firmó su Certificado de Abdicación formal semanas más tarde, su cruce de la frontera vino a ser como una deserción. Esto le costó también la simpatía de sus militares.
A fin de conservar el control de la situación, Friedrich Ebert exigió para sí el cargo de Canciller del Reich el 9 de noviembre a mediodía. Max von Baden accedió a esta demanda, pero se excusó a pesar de la solicitud de Ebert a tomar el cargo de administrador imperial. Al considerarse Ebert en lo posterior Canciller del Imperio, creyó haber encontrado un arreglo transitorio hasta que se designara a un nuevo monarca.
La noticia de la renuncia al trono llegó demasiado tarde para causar impresión en los manifestantes. Nadie hizo caso a los llamamientos de volver a casa o a los cuarteles publicados en ediciones especiales del “Vorwärts”. Cada vez más manifestantes exigían el final de la monarquía. Karl Liebknecht, que había fundado el día anterior la Liga Espartaquista, se trasladó inmediatamente a Berlín nada más salir de la cárcel. Ahora planeaba la declaración de la república socialista. A la hora del almuerzo en el Reichstag, el representante de la presidencia del SPD, Philipp Scheidemann, se enteró de esta noticia. No quería dejar la iniciativa a los espartaquistas y decidió rápidamente salir a un balcón del edificio del Reichstag. Desde allí proclamó la república por su cuenta, contra la voluntad expresa de Ebert, ante una concentración de manifestantes, con las palabras siguientes:
El Emperador ha abdicado. Él y sus amigos han huido; el pueblo los ha vencido en todas las líneas. El príncipe Max von Baden ha cedido su cargo de canciller al diputado Ebert. Nuestro amigo formará un gobierno de los obreros, con participación de todos los partidos socialistas. No se debe molestar al nuevo gobierno en su tarea por la paz y por obtener trabajo y comida. Obreros y soldados, sed conscientes del significado histórico de este día: lo inaudito ha ocurrido. Ante nosotros está una tarea grande e imprevisible. Todo por el pueblo. Todo a través del pueblo. Nada debe suceder que deshonre al movimiento obrero. Permaneced unidos, leales y conscientes de la responsabilidad. Lo viejo y decadente, la monarquía está destruida. Viva lo nuevo. ¡Viva la República Alemana!14
Pocas horas después, el Berliner Zeitung publicó que Liebknecht había proclamado en el Zoológico de Berlín, probablemente casi de manera simultánea, la República Socialista Libre Alemana (Freie Sozialistische Republik Deutschland), a la que juró nuevamente a las 4 de la tarde ante una multitud reunida en el Palacio Municipal de Berlín (Berliner Stadtschloss):
Los miembros del partido proclamamos la República Socialista Libre de Alemania; en la que no habrá más esclavos y en la que cada trabajador honrado recibirá la recompensa justa por su honesto trabajo. Las reglas del Capitalismo, que han convertido a Europa en un caos, han muerto.15
Todavía no era claro qué objetivos perseguía con esto. Las exigencias de la liga espartaquista del 7 de octubre, de extensas reformas económicas, militares y legales —entre otras, la abolición de la pena de muerte—, no se habían dado a conocer públicamente hasta entonces.
Karl Liebknecht pronunciando un discurso en Berlín en diciembre.
Para quitar intensidad al sentimiento revolucionario y satisfacer las exigencias de los manifestantes de unidad de los partidos obreros, Ebert invitó al USPD en este momento a entrar al gobierno y expresó su disposición a aceptar a Liebknecht inclusive como ministro. Éste exigió el control de los consejos de trabajadores (Arbeiterräte) y sobre los soldados y condicionó su participación en el gobierno a esta medida. Debido al debate sobre este tema y a que el presidente del partido Hugo Haase se encontraba en Kiel, el representante del USPD no pudo decidir ese día acerca de la oferta de Ebert. Ni el previo anuncio de Max von Baden sobre la renuncia al trono imperial, ni la transmisión de la Cancillería a Ebert, ni la proclamación de la República de Scheidemann estaban constitucionalmente reconocidos. Todos eran en realidad actos de personajes que la revolución no quería, pero que consiguieron hechos duraderos. Por el contrario, esa misma noche tuvo lugar un suceso realmente revolucionario, que al final resultaría en vano.
A las 8 de la tarde, un grupo de cien cabecillas revolucionarios (Revolutionären Obleuten) de las grandes industrias de Berlín ocuparon el Reichstag y formaron un parlamento revolucionario. Eran mayormente las mismas personas que ya en enero habían participado como líderes de la huelga, desconfiaban de la dirección del SPD y habían planificado independientemente de los marineros un asalto para el 11 de noviembre, pero habían sido sorprendidos por los acontecimientos revolucionarios ocurridos en Kiel. Para despojar a Ebert de la iniciativa, decidieron convocar entonces elecciones para el día siguiente: toda empresa de Berlín y todo regimiento deberían elegir ese domingo consejos de obreros y de soldados que luego elegirían entre ambos gobiernos revolucionarios existentes de los partidos obreros.16 Este Consejo de los Representantes del Pueblo (Rat der Volksbeauftragten) debería efectuar las resoluciones del parlamento revolucionario y reemplazar a Ebert en el cargo de canciller del Imperio.17

El 10 de noviembre: Directiva del SPD contra los cabecillas revolucionarios[editar]

La directiva del SPD se enteró la misma noche del sábado de estos planes. Dado que las elecciones y subsiguientes reuniones del consejo ya no se podían cancelar, Ebert envió esa noche y la mañana siguiente oradores a todos los regimientos de Berlín y a las empresas para que influyeran a su favor las elecciones y consintieran la participación ya planeada del USPD en el gobierno.
Philipp Scheidemann habla a la multitud desde el Reichstag el día de proclamación de la República
Estas actividades no pasaron inadvertidas a los cabecillas. Como era previsible que Ebert marcaría también el tenor del nuevo gobierno, planearon —además de elegir un nuevo gobierno— instalar una comisión ejecutiva, que debería coordinar las actividades de los consejos de soldados y trabajadores. Para esto tenían ya preparada una lista en la que el SPD no estaba representado. De esta manera esperaban poder instalar una instancia de control sobre el nuevo gobierno.
En la reunión, que tuvo lugar la tarde del 10 de noviembre en el Circo Busch (Zirkusbusch), la mayoría se inclinó a favor del SPD: casi todos los consejos de soldados y gran parte de los representantes obreros. Repitieron entonces su exigencia de “unidad de la clase obrera”, que el día anterior había sido presentada por los revolucionarios y ahora usaban la consigna para imponer la posición de Ebert. En el “Consejo de Representantes del Pueblo” formado por seis personas, el USPD envió a tres de sus representantes como habían planeado: su presidente, Haase, el diputado Wilhelm Dittmann y Emil Barth por los Cabecillas Revolucionarios. Los tres representantes del SPD eran Ebert, Scheidemann y Otto Landsberg, el diputado de Magdeburgo.
El Kaiser Guillermo II camino del exilio
La sugerencia de los cabecillas de elegir también un comité ejecutivo como órgano de control, que sorprendió a la dirección del SPD, ocasionó encendidas discusiones. Ebert consiguió finalmente que también el Consejo Ejecutivo de Consejos de Obreros y Soldados (Vollzugsrat der Arbeiter- und Soldatenräte) de 20 miembros estuviera formado paritariamente por miembros del SPD y del USPD. El Consejo General decidió convocar un Congreso Nacional de Consejos (Reichsrätekongress) en Berlín en diciembre.
Aunque Ebert se había impuesto en todas las posiciones, estaba descontento con los resultados. Veía al Parlamento de Consejos (Räteparlament) y al Consejo Ejecutivo (Vollzugsrat) como impedimentos en el camino a un orden estatal que encajara sin sobresaltos al Imperio. Toda la dirección del SPD consideraba ahora una amenaza a los Consejos y no las viejas élites de militares y la administración. Se sobreestimaba completamente su lealtad a la nueva república. A Ebert le incomodaba especialmente que ahora no pudiera dirigirlas en calidad de Canciller, sino sólo en calidad de presidente de un gobierno revolucionario. De hecho, los conservadores lo consideraban como un traidor, aunque él se había puesto a la cabeza de la revolución únicamente para frenarla.
Durante las ocho semanas de doble mando de los Consejos y el gobierno del Reich, este último era siempre dominante. Los funcionarios más elevados sólo trabajaban para Ebert, aunque Haase era formalmente presidente con la misma autoridad en el Consejo. El golpe de poder lo dio una conversación telefónica de Ebert con el general Wilhelm Groener, el nuevo Primer Comandante General en la ciudad belga de Spa. Éste le aseguró a Ebert el apoyo del ejército y pidió a cambio la promesa de Ebert de restablecer los rangos del ejército y oponerse a los consejos.
Tras el pacto secreto Ebert-Groener se manifestaba la preocupación de la directiva del SPD de que la revolución podía desembocar en una república de consejos (Räterepublik) como en Rusia. Sin embargo, la expectativa de poder conquistar así a los cuerpos de oficiales imperiales no se haría realidad. Simultáneamente, la actitud de Ebert con los trabajadores y soldados revolucionarios y sus representantes se hizo cada vez más incomprensible. Por esto el SPD fue perdiendo la confianza de sus partidarios, sin ir ganando simpatía de los enemigos de la revolución.
En la turbulencia de esos días casi pasó inadvertido que el gobierno de Ebert había aceptado por la mañana, tras una nueva demanda del OHL, las duras condiciones de laEntente para un armisticio. El 11 de noviembre Matthias Erzberger, diputado centrista, firmó en Compiègne, en representación de Berlín, el acuerdo de cese al fuego. Con esto terminaron las hostilidades de la Primera Guerra Mundial.

El acuerdo Stinnes-Legien[editar]

Al igual que en lo relativo a la organización del Estado, los revolucionarios tenían también ideas dispares sobre el futuro orden de la economía. Tanto en el SPD como en el USPD era muy difundida la exigencia de poner por lo menos la industria pesada, de importancia en la guerra, bajo control democrático. El ala izquierdista de ambos partidos y los cabecillas revolucionarios querían ir más allá y establecer unademocracia directa en el campo de la producción. Los delegados allí electos deberían controlar también el poder político. Impedir esta democracia de consejos no sólo era del interés del SPD, sino también de los sindicatos, que amenazaban hacerse superfluos con los consejos.
Por esto, paralelamente a los acontecimientos revolucionarios, los líderes de los sindicatos alemanes encabezados por Carl Legien se reunieron con representantes de las grandes industrias encabezadas por Hugo Stinnes y Carl Friedrich von Siemens del 9 al 12 de noviembre en Berlín. El 15 de noviembre firmaron un “Acuerdo de Comunidades de Trabajo” (Arbeitsgemeinschaftsabkommen) con ventajas para ambos sectores: los representantes sindicales aseguraban garantizar una producción ordenada, terminar las huelgas salvajes, hacer retroceder a la influencia de los consejos e impedir la socialización de la propiedad productiva. Los empresarios garantizaban a cambio la introducción del día laboral de ocho horas, que los trabajadores habían pedido inútilmente ya hace años. Aseguraron a los sindicatos el título de interlocutores únicos (Alleinvertretungsanspruch) y permanente reconocimiento sobre los consejos. Ambos sectores formaron una “Comisión Central para el Mantenimiento del Orden en la Economía” (Zentralausschuss zur Aufrechterhaltung der Wirtschaft). Una “Comisión de Arbitraje” debería mediar en futuros conflictos. Comisiones de todas las industrias con más de cincuenta trabajadores deberían supervisar en adelante la observancia de los acuerdos salariales junto con la dirección de las empresas.
Los sindicatos habían socavado así todos los intentos de socialización de los medios de producción y habían hecho a los consejos superfluos de inicio.

El gobierno de transición y el movimiento de los consejos[editar]

Desde el 9 de noviembre el Reichstag ya no volvió a ser convocado. El Consejo de los Representantes del Pueblo y el Comité Ejecutivo habían reemplazado al viejo gobierno. Pero el aparato administrativo casi no cambió. A los representantes del SPD y del USPD sólo se les asignaban funcionarios del Imperio. Estos conservaron asimismo todos sus cargos y continuaron con su trabajo como si nada hubiera sucedido.
El Consejo de Representantes del Pueblo presentó el 12 de noviembre su programa de gobierno. Este levantaba el estado de sitio y la censura, abolía la ordenanza de servidumbre (Gesindeordnung) y establecía el derecho al voto desde los veinte años de edad, por primera vez también para las mujeres. Todos los prisioneros políticos recibieron amnistía. Se promulgaron las libertades de asociación, reunión y de prensa. Partiendo del Acuerdo de Comunidades de Trabajo (Arbeitsgemeinschaftabkommen) se estipuló la jornada laboral de ocho horas, ayuda a los desempleados y se amplió el seguro social y de accidentes.
Tropas alemanas prodecentes del frente son recibidas por la multitud en diciembre de 1918
Bajo presión de los representantes del USPD, el consejo de los representantes del pueblo nombró el 21 de noviembre una "Comisión de Socialización". En ella estaban entre otros Karl Kautsky, Rudolf Hilferding y Otto Hue, quienes debían verificar qué industrias eran "socializables" y debían preparar la estatalización de la industria de acero y del carbón. Esta comisión se reunió hasta el 7 de abril de 1919 sin ningún resultado concreto. Solamente en la minería de carbón y potasa, así como en la industria del acero, se formaron "Cuerpos de autoadministración" (Selbstverwaltungskörperschaften), de los cuales proceden los actuales “Consejos empresariales” (Betriebsräte). Pero estos tampoco intentaron una confiscación socialista.
El coronel Grautoff, jefe de las fuerzas de seguridad compareciendo ante el nuevo parlamento republicano
La dirección del SPD prefirió colaborar con la antigua administración en vez de con los nuevos consejos de trabajadores y soldados, puesto que no confiaba que estos lograran un avituallamiento ordenado de la población. Esto llevó a constantes conflictos con el comité ejecutivo desde mediados de noviembre. Éste cambiaba su posición en carrera a menudo según los intereses de quién representaba de momento. Por esto, Ebert le fue quitando cada vez más competencias con el objetivo de acabar definitivamente con el “gobierno de ir y venir de los consejos en Alemania”. De cualquier manera, él y la dirección del SPD sobreestimaban en mucho no solamente el poder del movimiento de consejos (Rätebewegung), sino también el de la Liga Espartaquista. Esta era considerada erróneamente como la que controlaba este movimiento en todo el Reich.
Aun así, los consejos de obreros y soldados disolvieron la administración municipal en Leipzig, Hamburgo, Bremen, Chemnitz y Gotha, entre otras poblaciones, y las pusieron bajo su control. En Brunswick, Düsseldorf, Mülheim an der Ruhr y Zwickau también se apresó a todos los funcionarios leales al Emperador. En Hamburgo y Bremen se formaron "Guardias Rojas", que debían proteger la revolución. En las industrias de Leuna cerca de Merseburg, los consejos destituyeron a la dirección de la corporación. Pero a menudo los nuevos consejos eran dirigidos espontánea y arbitrariamente y no contaban con experiencia directiva. En la escasez general, muchos actuaban con avaricia y egoísmo. En cambio, una gran mayoría de los consejos eran moderados; se habían puesto de acuerdo inmediatamente con la vieja administración y conjuntamente se ocuparon de restaurar la tranquilidad en las ciudades e industrias. Se hicieron cargo del reparto de alimentos, el poder policial y el cuidado y atención de los soldados del frente que regresaban al hogar poco a poco.
La administración y los consejos eran mutuamente dependientes: los unos tenían el conocimiento y la experiencia, los otros la influencia para ponerlos en práctica. Especialmente se había elegido a miembros del SPD en los consejos, que se consideraban ahora solamente como solución transitoria. Con todo, no se traía a discusión la república de consejos en la Alemania de 1918-1919. Se quería apoyar al gobierno que llegó al poder con la revolución y se esperaba que éste eliminara el militarismo y el Estado autoritario. El cansancio de la guerra y las privaciones hicieron mayor el autoengaño respecto a lo que se había conseguido.

Congreso de los consejos del Reich[editar]

Como había decidido el Comité Ejecutivo, los Consejos de Obreros y Soldados de todo el Imperio enviaron diputados a Berlín, quienes debían reunirse el 16 de diciembre en el Circo Busch en el “Primer Congreso General de Consejos de Obreros y Soldados”. Para evitar esto, Ebert y Groener planearon recuperar el control de la capital el 15 de diciembre con ayuda de las tropas enviadas del frente. Uno de los regimientos empleados para este fin actuó demasiado temprano el 6 de diciembre. En el intento de apresar al Comité Ejecutivo, la tropa disparó a una manifestación sin armas de “Guardias Rojos”, los Consejos de Soldados más afines a los espartaquistas, y mataron a dieciséis personas.
Rosa Luxemburg, fue asesinada tras el fracaso del levantamiento espartaquista en Berlín.
Ya aquí se hizo visible la violencia potencial y el peligro de golpe de Estado de la derecha. Por esta experiencia, Rosa Luxemburg exigió el 12 de diciembre en Banderas Rojas, el periódico espartaquista, el desarme pacífico por los obreros de Berlín de las unidades militares que retornaban del frente, la subordinación de los Consejos de Soldados al Parlamento Revolucionario y la re-educación de los soldados.
El 10 de diciembre Ebert recibió a diez de las divisiones que regresaban del frente, con la esperanza de poder emplearlas en contra de los consejos. Sin embargo, se hizo claro que tampoco estas tropas tenían voluntad de seguir luchando. La guerra había terminado, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina y la mayor parte de los soldados solamente querían regresar a sus casas. Así que poco después de su repliegue a Berlín se dispersaron. El planeado golpe contra el Congreso de consejos del Imperio no tuvo lugar.
Tampoco hubiera hecho falta, porque el congreso que comenzó a reunirse el 16 de diciembre en la Casa de Representantes de Prusia, estaba también compuesto mayoritariamente de partidarios del SPD. Karl Liebknecht no logró una resolución ni siquiera en una ocasión. No se permitió ejercer ninguna influencia a su Liga Espartaquista. El 19 de diciembre, los consejos votaron por 344 votos contra 98 en contra de la creación de un sistema de consejos como base de una nueva constitución. Más aún, apoyaron la resolución del gobierno de convocar lo más pronto posible a elecciones para una Asamblea Constituyente que decidiría sobre la forma definitiva del Estado. El único punto en disputa entre Ebert y el congreso estaba en la cuestión del control del ejército.
El congreso pidió entre otras cosas participación del consejo central, que éste elegía, en el Mando de las fuerzas, libre elección de oficiales y autoridad disciplinaria para los consejos de soldados. Pero esto iba en contra del acuerdo secreto entre Ebert y Groener. Ambos arriesgaron todo para revertir la decisión. El Mando Supremo militar, que entretanto se había trasladado a Kassel, comenzó el despliegue de sus leales Freikorps, que planeaban usar contra la supuesta amenaza bolchevique. Estas tropas, a diferencia de los soldados revolucionarios de noviembre, eran oficiales y hombres afines a la monarquía que no deseaban el retorno a la vida civil.

La crisis de Navidad[editar]

Después del 9 de noviembre, el gobierno había ordenado para su protección que la recién formada División de Marina del Pueblo (Volksmarinedivision) viniera de Kiel a Berlín y se estacionara en el palacio berlinés Stadtschloss. Esta división era considerada absolutamente leal y rehusó por esto tomar parte en el intento de Putsch del 6 de diciembre. Los marinos depusieron incluso a su comandante, porque lo creyeron involucrado en el asunto. Pero precisamente esta lealtad trajo a la tropa la reputación de estar a las órdenes de los espartaquistas. Ebert solicitó su disolución y su retirada del palacio, y Otto Wels, comandante de la ciudad de Berlín desde el 9 de noviembre, rehusó desembolsar a los marinos un pago pendiente.
Soldados amotinados en Berlín durante la crisis de Navidad de 1918
El problema creció el 23 de diciembre. Después de que se les hubiera hecho esperar todo el día, los marinos tomaron la cancillería del Reich, cortaron las líneas de teléfono, pusieron al Consejo de los Representantes del Pueblo bajo arresto y apresaron a Otto Wels. Pero a diferencia de lo que se hubiera esperado de revolucionarios espartaquistas, no utilizaron la situación para terminar con el gobierno de Ebert, sino que entonces sólo exigieron su salario. Pero Ebert, quien se mantenía en contacto por una línea telefónica secreta con el Mando Supremo en Kassel, y aun cuando Wels había sido puesto en libertad mientras tanto, el 24 de diciembre por la mañana dio la orden de atacar el palacio con tropas leales al gobierno. Los marinos resistieron exitosamente este ataque al mando de su comandante Heinrich Dorrenbach. En el enfrentamiento perdieron la vida treinta soldados y civiles. Las tropas del gobierno debieron evacuar el centro de la ciudad. Estas tropas fueron disueltas entonces o se integraron a los recién creados Freikorps. Para conservar las apariencias, tomaron temporalmente la redacción del periódico Banderas Rojas. Pero el poder militar en Berlín estaba nuevamente en manos de la Volksmarinedivision, y ésta nuevamente no lo aprovechó.18
Esto muestra, por una parte, que los marineros no eran espartaquistas y que, por otra parte, nadie dirigía la revolución. Aun cuando Liebknecht hubiera sido un líder revolucionario como Lenin, como la leyenda hizo de él posteriormente, los marinos y el consejo no lo habrían aceptado como tal. La crisis de Navidad, que los espartaquistas denominaron la “Navidad sangrienta de Ebert”, tuvo como única consecuencia que los cabecillas revolucionarios (Revolutionäre Obleute) convocaran a una manifestación el primer día de Navidad y que el USPD abandonara el gobierno en protesta el 29 de diciembre. Esto le convenía al presidente del SPD, que incorporó a los independientes (USPD) solamente bajo la presión de los acontecimientos revolucionarios. En pocos días, la derrota militar del gobierno de Ebert se convirtió en una victoria política.

La fundación del KPD y el Levantamiento de Enero[editar]

Fuerzas contrarrevolucionarias entrando en Berlín bajo las órdenes del coronel Wilhelm Reinhard en enero de 1919
Combates callejeros entre tropas gubernamentales y revolucionarios
Militares sobre la Puerta de Brandenburgo durante el levantamiento
Barricada con soldados revolucionarios en Berlín en enero de 1919
Alzados espartaquistas en una calle berlinesa
Con la experiencia con el SPD y el USPD, los espartaquistas empezaron a hacerse a la idea de la necesidad de fundar un nuevo partido. Por esto y para abrazar la insatisfacción de muchos obreros con el curso de la revolución hasta entonces, junto con grupos como los Comunistas Internacionales de Alemania (IKD), fundaron el KPD (Partido Comunista de Alemania).19 En realidad, la iniciativa para formar el KPD partía del IKD, aunque la mayoría de los delegados en el congreso de fundación no pertenecía ni a ellos ni a los espartaquistas. Representaban a grupos locales formados espontáneamente durante y después de la guerra. La mayor parte eran obreros jóvenes que entraban en la política revolucionaria sin una experiencia previa.
Rosa Luxemburg redactó su programa de fundación y lo presentó el 31 de diciembre de 1918. Este programa fue aceptado por la mayoría y la dirección del partido se forma casi en exclusividad por espartaquistas. En él decía firmemente que una toma del poder de los comunistas nunca podría suceder sin una clara voluntad de la mayoría del pueblo. Sin embargo, la mayoría del congreso se opuso violentamente en cuestiones tácticas inmediatas, como la participación en la Asamblea Constituyente y en el "parlamentarismo revolucionario".
El 1 de enero de 1919 exigió nuevamente la participación del KPD en las elecciones parlamentarias planeadas, pero su moción fracasó en una votación. La mayoría del partido era antiparlamentaria y tenía aún la esperanza de poder tomar el poder mediante la continua agitación en las industrias y la presión de las calles. Los cabecillas revolucionarios decidieron permanecer en el USPD tras negociaciones con los espartaquistas.
La derrota decisiva de los revolucionarios de noviembre ocurrió en los primeros días de 1919. Como en noviembre, se formó casi espontáneamente una segunda ola de la revolución, que esta vez fue sofocada violentamente. La chispa que inició esta nueva ola fue la destitución el 4 de enero del miembro del USPD Emil Eichhorn del cargo de presidente de la policía por parte del gobierno, porque él se había opuesto a actuar contra obreros manifestantes durante la Crisis de Navidad.
Lo que se había planeado como una manifestación se convirtió en una movilización masiva, con la que ni los mismos organizadores habían contado. Al igual que el 9 de noviembre de 1918, el domingo 5 de enero de 1919 cientos de miles de personas se dirigieron al centro de Berlín, muchas de ellas armadas. Por la tarde se habían tomado las estaciones de trenes de Berlín y el barrio de la prensa, así como el periódico Vorwärts. Algunos de los periódicos implicados habían pedido en los días previos no solamente el despliegue de más Freikorps, sino que también habían llamado a matar a los espartaquistas.
Los manifestantes eran en general los mismos que dos meses antes. Exigían ahora lo que ya entonces habían esperado. En esto, los espartaquistas no estaban de ninguna manera como líderes: las exigencias venían de los obreros mismos y eran apoyadas por diversos grupos a la izquierda del SPD. También el ahora llamado “levantamiento espartaquista” surgió sólo en parte de los miembros del KPD. Estos eran incluso la minoría.
Los iniciadores reunidos en la Jefatura de la Policía eligieron un “Comité Revolucionario Provisional” (Provisorischen Revolutionsausschuss) de 53 miembros, pero que con su poder no consiguió iniciar nada ni supo dar al levantamiento una dirección clara. Liebknecht exigió el derrocamiento del gobierno y la mayoría del comité se le adhirió, propagando la lucha armada. Rosa Luxemburg consideraba, como la mayoría de la dirección del KPD, que un levantamiento en ese momento era una catástrofe y se expresó claramente en contra.
El Comité Revolucionario convocó a nuevas manifestaciones masivas para el 6 de enero. Aún más hombres se hicieron eco del llamamiento. Nuevamente llevaron consigo pancartas con la frase “¡Hermanos, no disparen!” y permanecieron a la espera en una concentración. Parte de los cabecillas revolucionarios comenzaron a armarse y a llamar al derrocamiento del gobierno de Ebert. Pero los intentos de los activistas del KPD de volcar las tropas a su favor continuaron sin tener éxito. Aún más, la División de Marina del Pueblo no estaba dispuesta a apoyar a los insurrectos. Se declaró neutral. Los demás regimientos estacionados en Berlín se manifestaron en su mayoría a favor del gobierno.
Mientras más tropas retornaban a Berlín a petición de Ebert, él aceptó la propuesta del USPD de mediar entre él y el Comité Revolucionario. El Comité rompió las negociaciones el 8 de enero después de que se tuviera noticia de los movimientos de tropas y la publicación de un boletín del SPD con el título “La hora de la verdad se acerca” ("Die Stunde der Abrechnung naht"). Ebert aprovechó la ocasión para utilizar las tropas estacionadas en Berlín contra los ocupantes. Desde el 9 de enero las tropas sofocaron violentamente el improvisado intento de levantamiento. El 12 de enero regresaron a la ciudad los antirrepublicanos Freikorps, que habían estado destacados desde principios de diciembre. El comandante de estas tropas, Gustav Noske, había aceptado el mando con las palabras:
Por mi parte, alguien debe convertirse en el sabueso. Yo no rehúyo la responsabilidad.20
Después de que los Freikorps evacuaran brutalmente varios edificios y hubieran fusilado según la ley marcial a los ocupantes, los demás se rindieron rápidamente. Parte de ellos fueron también fusilados del mismo modo. En estas acciones perdieron la vida cientos de personas solamente en Berlín.

El asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg[editar]

Entierro de 32 féretros con víctimas del alzamiento en Berlín el 25 de enero de 1919. En el centro se encuentran los dos ataúdes de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, este último vacío al no haber sido hallado su cadáver.
Los supuestos instigadores del levantamiento de enero tuvieron que esconderse, pero rehusaron salir de Berlín, a pesar de urgentes pedidos de sus camaradas. La noche del 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht fueron descubiertos en una vivienda en Wilmersdorf. Fueron apresados y entregados al más grande de los Freikorps, la fuertemente armada "División de tiradores de Guardia-Caballería". Su líder, el capitán Waldemar Pabst, permitió que los interrogaran y maltrataran gravemente. Esa misma noche, ambos prisioneros fueron golpeados a culatazos hasta que perdieron el conocimiento y luego asesinados disparándoles cuando dormían. El cadáver de Rosa Luxemburg fue tirado al Landwehrkanal de Berlín, donde se lo encontró el 1 de junio. Los autores permanecieron en gran parte sin condena. Algunos fueron posteriormente indemnizados por el apresamiento y persecución por los nacional-socialistas. La caballería de guardia se unió posteriormente al SA. Pabst declaró en los años 1960 que antes del asesinato había conversado por teléfono con Noske en la cancillería del Reich, y que éste había dado su consentimiento. Ebert también habría estado allí presente. Notas de un diario encontrado en 1970 en la herencia de Pabst confirman esto. Independientemente de las declaraciones de los asesinos, nunca se pudo demostrar un consentimiento de Ebert y Noske, más aún cuando ni el Parlamento ni la Justicia comenzaron una investigación.
Con los asesinatos del 15 de enero se sembró la irreconciliable rivalidad entre el SPD y el KPD. Esta tuvo, entre otras, la fatal consecuencia de que ambos partidos nunca pudieron acordar negociar conjuntamente contra el NSDAP, que se hizo más fuerte desde 1930.

Otros levantamientos a consecuencia de la revolución[editar]

También en otras zonas de Alemania, por ejemplo en la cuenca del Ruhr y en Sajonia, hubo levantamientos armados en los primeros meses de 1919. En algunas regiones se declararon temporalmente Repúblicas de Consejos (Räterepubliken). La que más tiempo se mantuvo fue la República de Consejos de Múnich (también llamada República Soviética de Baviera), que fue terminada violentamente recién el 2 de mayo de 1919 por tropas prusianas y de Würtemberg y por los Freikorps.
Nunca hubo un peligro real de que en Alemania se hubiera podido establecer un gobierno bolchevique siguiendo el ejemplo soviético ruso. La alianza entre el gobierno de Ebert y el Mando del Ejército y sus brutales acciones durante distintos levantamientos había enajenado, sin embargo, a muchos demócratas de izquierda del SPD: Muchos de ellos consideraban la actitud de Ebert, Noske y otros líderes del SPD durante la revolución como una traición a sus propios partidarios.21

Congreso nacional y la nueva constitución del Reich[editar]

En la imagen, recorriendo Berlín, puede verse a tropas favorables al gobierno Kapp que utilizan la cruz de hierro en sus cascos, la antigua bandera imperial y una esvástica en el camión.
El Golpe de Estado de Kapp (en alemánKapp-Putsch) fue un intento de golpe de estado por parte de la derecha contra el gobierno socialdemócrata en marzo de 1920. La fuerza del Partido Comunista y la resistencia sindical lo hicieron fracasar. El 19 de enero de 1919 tuvieron lugar las elecciones para un Congreso Nacional Constituyente. Junto al SPD y el USPD se presentaron el partido católico Centrista y varios partidos burgueses, que se habían formado desde noviembre: el liberal de izquierda Partido Democrático de Alemania (DDP), el nacionalista liberal Partido Popular Alemán (DVP) y el conservador nacionalista Partido Popular Nacional Alemán (DNVP). El KPD no participó en las elecciones, en contra de la sugerencia de Rosa Luxemburg.
El SPD fue el partido más votado con el 37.4% de los votos y designó 164 de 423 diputados. El USPD consiguió sólo 7.6% de los votos y 22 diputados. El USPD se hizo más importante temporalmente después del golpe de Kapp, pero se disolvió en 1922. El Partido Centrista (Zentrumspartei) fue el segundo partido más votado en el congreso nacional, con 91 diputados. El DDP logró 75, el DVP 19 y el DNVP 44 escaños. El SPD formó una coalición de gobierno con el partido del Centro y el DDP.
Para evitar posteriores disturbios revolucionarios en Berlín, el Congreso se reunió el 6 de febrero en Weimar. Allí eligieron, el 11 de febrero, a Friedrich Ebert como presidente interino del Reich, y el 13 de febrero eligieron a Philipp Scheidemann como Primer Ministro (Ministerpräsident) de la recién formada coalición. El 21 de agosto Ebert fue finalmente investido constitucionalmente como presidente del Reich.
Territorios de la efímera República Soviética de Baviera
La nueva constitución de Weimar, que convertía al Reich alemán en una república democrática, fue aprobada el 11 de agosto de 1919 con votos del SPD, Zentrum y DDP. Estaba en la tradición liberal y democrática del siglo XIX y tomaba textualmente, como la actual constitución alemana (Grundgesetz), muchos pasajes de la constitución de la Paulskirche del año 1849. Sin embargo, debido a la distribución de mayorías en el congreso nacional, las exigencias centrales de los revolucionarios de noviembre quedaron insatisfechas: la socialización de la industria del hierro y del carbón y la democratización de los cuerpos de oficiales (Offizierkorps), que incluso el consejo de soldados y obreros de Kiel había exigido y que el Congreso de Consejos del Reich había iniciado. Tampoco se incluyó la expropiación de los grandes bancos, la industria pesada y los latifundios de los nobles. Los cargos y las pensiones de los funcionarios imperiales y soldados fueron explícitamente protegidos.
Por una parte, la Constitución de Weimar contenía más posibilidades de democracia directa que la Grundgesetz, por ejemplo la petición de referéndum (Volksbegehren) y el referéndum (Volksentscheid). Por otra, el artículo 48 de poderes de emergencia daba al presidente del Reich amplios poderes para gobernar, aun contra la mayoría en el Reichstag y, en caso de necesidad, el uso del ejército en el interior. Este artículo resultó ser un medio decisivo para destruir la democracia en 1932-1933.22

Clasificación histórica[editar]

La Revolución de Noviembre es uno de los acontecimientos más importantes de la historia alemana reciente, aunque esté poco arraigada en la memoria histórica de los alemanes. El fracaso de la República de Weimar concebida de ella y la subsiguiente época del nacionalsocialismo han desviado la vista de los acontecimientos de finales de 1918 e inicios de 1919 por mucho tiempo. Su interpretación se determina hoy más por leyendas que por hechos.
Tanto la extrema derecha como la izquierda extrema alimentan ideas opuestas, indicando señales opuestas, con la idea que hubo entonces de una insurrección comunista con el fin de transformar a Alemania en una república de consejos, siguiendo el ejemplo soviético. También los partidos democráticos de centro, especialmente el SPD, tuvieron por mucho tiempo poco interés en juzgar detenidamente los acontecimientos que convirtieron a Alemania en una república. Porque una observación detenida muestra una revolución realizada por socialdemócratas que fue detenida por los líderes del partido socialdemócrata, lo que se califica como la "revolución traicionada" (verratene Revolution). El hecho de que la república de Weimar resultara ser una democracia débil y que durara sólo 14 años hasta su final también tiene que ver con estos y otros "defectos de nacimiento" de la Revolución de Noviembre.
Un hecho de gran importancia es que el gobierno imperial y el Mando Supremo del Ejército se deslindaran de la responsabilidad muy pronto y endilgaran la derrota en la Primera Guerra Mundial a los partidos mayoritarios del Reichstag. Cuánto cálculo hizo falta para que sucediera esto se puede apreciar en una cita de la autobiografía de Groener, seguidor de Ludendorff:
A mí me convenía que en estas lamentables negociaciones, de las que no se puede esperar nada bueno, el ejército y el mando general permanecieran lo más tranquilos posible.23
De tal modo se creó la "Leyenda de la puñalada" (Dolchstosslegende), según la cual los revolucionarios atacaron por la espalda a un ejército no vencido en el campo de batalla y sólo así tornaron una victoria casi segura en una derrota. Erich Ludendorff desempeñó un rol importante en divulgar esta falsificación de la historia, queriendo con ello ocultar su propio fracaso. Los círculos nacionalistas y populistas fueron un terreno fértil para esta leyenda. Los revolucionarios, e inclusive políticos como Ebert, quien no quiso que la revolución ocurriese en absoluto e hizo lo posible por canalizarla y detenerla, fueron rápidamente difamados en estos círculos como "criminales de noviembre" (Novemberverbrecher). Ni siquiera los asesinatos políticos, por ejemplo el de Matthias Erzberger, atemorizaban a la derecha radical, y es conocido que Hitler y Ludendorff realizaron su intento de golpe de Estado de 1923 también un 9 de noviembre.
La república tuvo desde su nacimiento el estigma de la responsabilidad de la derrota en la guerra. Gran parte de la ciudadanía, las viejas élites del ejército, la justicia y la administración nunca aceptaron la nueva forma del Estado, sino que veían en la república democrática una estructura que debía suprimirse a la primera oportunidad. Por el contrario, en la izquierda, el comportamiento de la dirección del SPD durante la revolución llevó a muchos de sus antiguos partidarios hacia los comunistas. La frenada revolución de noviembre condujo a que la república de Weimar permaneciera como una "democracia sin demócratas".24

La revolución según los testigos contemporáneos[editar]

Ya los contemporáneos juzgaron la revolución de noviembre de la manera más diversa, cada quien según su inclinación política. Esto lo dejan claro tres declaraciones de testigos que aparecieron el mismo 10 de noviembre, poco después, así como una observación retrospectiva diez años después.
Sin entusiasmo y con algo de alivio, el teólogo evangélico y filósofo Ernst Troeltsch escribió cómo el grueso de los berlineses se fueron dando cuenta de lo que sucedía el 10 de noviembre:
El domingo por la mañana, después de una noche de ansiedad, la imagen se aclaró con los periódicos de la mañana: el Káiser en Holanda, la revolución triunfante en la mayoría de los centros, los príncipes de los Bünde abdicando. ¡Nadie murió por el Káiser y el Reich! ¡La futura obligación asegurada y ningún asalto a los bancos!... Las vías de tranvía y las del metro continuaban como si nada, indicando que los medios esenciales estaban en orden. En todas las caras estaba escrito: Los salarios se van a pagar nuevamente.25
Un artículo del publicista liberal Theodor Wolf, que apareció el mismo 10 de noviembre en el Berliner Tageblatt, daba por el contrario ilusiones optimistas sobre el éxito de la revolución, como lo hubiera querido la dirección del SPD:
La más grande de todas las revoluciones ha derrocado al régimen imperial, con todo lo que incluía, como un viento tormentoso repentino.
Se la puede llamar la más grande de todas las revoluciones, porque nunca una (…) Bastilla construida tan fuerte ha sido tomada así en un intento.
Hace sólo una semana había un aparato militar y civil que (…) estaba tan arraigado, que parecía haber asegurado su duración hasta el fin de los tiempos. (…)
Ayer temprano, por lo menos en Berlín, todo ello estaba en su sitio.

Por la tarde no existía nada más.26
La extrema derecha, por el contrario, interpretó los acontecimientos de manera totalmente opuesta. Por ignorancia o en un completamente equivocado juicio de la actuación de Ludendorff, el periodista Paul Baecker escribió en el periódico conservador Deutsche Tageszeitung el 10 de noviembre un artículo que ya contenía elementos esenciales de la leyenda de la puñalada:
¡La obra que nuestros padres obtuvieron al precio de su sangre, borrada a traición desde las filas de su propio pueblo! ¡Alemania, que aún ayer estaba invicta, abandonada a sus enemigos por hombres que llevan nombre alemán, por alta traición desde las propias filas que han caído en culpa y deshonra! Los socialistas alemanes sabían que la paz se estaba consiguiendo y que sólo hacía falta mostrar al enemigo un frente cerrado y fijo por unas semanas, tal vez sólo días, para arrancarles condiciones tolerables. En vez de esto han izado la bandera blanca. Esta es una culpa que nunca se puede perdonar y nunca se olvidará. Es una traición no sólo a la monarquía y a las fuerzas armadas, sino al mismo pueblo alemán, que tendrá que cargar con sus consecuencias de la derrota y de la miseria por siglos.27
En un artículo por el décimo aniversario de la Revolución, el publicista de izquierda Kurt Tucholsky observó que ni Wolf ni Baecker tuvieron razón. Pero también acusó a Ebert y a Noske de traición, ya no a la monarquía, sino a la Revolución. Aun cuando él quiso ver en ella sólo un “derrocamiento” (Umsturz), Tucholsky analizó el curso real de los acontecimientos más claramente que la mayoría de sus contemporáneos. En 1928 escribió en Novemberumsturz:
La revolución alemana del año 1918 tuvo lugar en salones.
Eso que entonces ocurrió, no ha sido ninguna revolución: no hubo una preparación espiritual; ningún líder se puso en pie dispuesto en la oscuridad; no existieron objetivos revolucionarios. La madre de esta revolución fue el ansia de los soldados de ir a casa para Navidad. Y en cansancio, repulsa y cansancio.
Las posibilidades que aun así estaban dadas en las calles, han sido traicionadas por Ebert y los suyos. Fritz Ebert, a quien no por llamarlo Friedrich se le eleva a una personalidad, estuvo en contra del establecimiento de una república mientras no se daba cuenta de que allí estaba disponible un cargo de Presidente; el compañero Scheidemann y tutti quanti fueron consejos de gobierno paralíticos.
En cuanto apuntamos a esta traición a la propia clase, se nos asegura ininterrumpidamente que Ebert no ha robado ningún tesoro. Si se es tan incapaz, hay que ser honestos, ¡eso hubiera sido mejor!
Tampoco es correcto que entonces no hubo nada que hacer. El SPD no lo quiso, porque no tuvo ganas, no tuvo carácter, no tuvo más tradición. Quien tuvo que consentir créditos de guerra a lo largo de cuatro años, ya no puede tener más de eso disponible.
Las siguientes posibilidades fueron entonces ignoradas:

Desmantelamiento de los Estados federados (Bundesstaaten);
repartición de la tierra de las grandes propiedades;
socialización revolucionaria de la industria;
reforma del personal de la administración y de la justicia.
Una constitución republicana que en cada frase cancela la siguiente, una revolución que nombra los bien habidos derechos de los funcionarios del antiguo régimen merece ser ridiculizada.
La revolución alemana está todavía en pie. Preparémosla contra todos aquellos partidos que tienen un interés económico o ideológico en impedirla. Los más peligrosos entre éstos son aquellos que fingen y que bajo viejas banderas venden mercancías nuevas, pero defectuosas: envejecidas, cobardes, falsas y moralmente corruptas.

Las leyes no caen del cielo. Solamente cuando los alemanes tengan ideas revolucionarias sobre la ley, sobre la determinación y sobre la propia importancia, vamos a vivir un 9 de noviembre que no deje ningún Noske, ningún Ludendorff y ningún Otto Wels. ¡Abajo con los cadáveres vivientes! ¡Viva la Revolución!28


REVOLUCIONES EN 1.921 ALEMANIA: 

Herman Gorter


Las lecciones de las "Jornadas de Marzo"

(Última carta de Gorter a V. I. Lenin)



Escrito: Escrito en 1921.

Primera Edición: En francés en L'ouvrier Communiste, órgano mensual de los Grupos Obreros Comunistas, París, nº 9/10, mayo 1930.
Digitalización: Grupo de Propaganda Marxista, España.
Fuente: Grupo de Propaganda Marxista, España.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2000




Querido camarada Lenin,
Cuando, en noviembre de 1920, nos despedimos, sus últimas palabras, a propósito de nuestras ideas tan divergentes sobre la táctica revolucionaria en Europa occidental, fueron que ni su parecer ni el mío habían sido suficientemente sometidos a prueba: que pronto la experíencia demostraría quién de los dos tenía razón.
Cosa en la que, estábamos completamente de acuerdo.
Ahora la realidad se ha manifestado y poseemos más de una experiencia. Sin duda me permitirá usted mostrarle, desde mi punto de vista, las lecciones que hemos de sacar.
Usted recuerda que en el Congreso de Moscú, usted mismo, y el Comité Ejecutivo de la IIIª Internacional se habían declarado a favor del Parlamentarismo, por la infiltración dentro de los sindicatos obreros y por la participación en los consejos industriales legales en Alemania, único país de Europa en el que tuvo lugar la revolución.
El Partido Obrero-Comunista de Alemania (KAPD) y los marxistas holandeses respondieron que vuestra táctica conduciría a un extremo debilitamiento de la revolución, al caos dentro del proletariado, al desconcierto entre los comunistas, y por consiguiente a las más desastrosas derrotas. En cambio, el antiparlamentarismo, la organización por fábrica, las uniones obreras, y sus comités de acción revolucionarios, conducirían, en Alemania y en Europa occidental, a intensificar la revolución y a unificar, finalmente, al proletariado.
Usted pretendía -y con usted el Comité Ejecutivo y la IIIª Internacional- reunir a las masas bajo vuestra dirección política y sindical sin saber si las masas eran verdaderamente comunistas. Es lo que ustedes han hecho en Tours, Florencia, Halle. Vuestro objetivo era el dar a esas masas otros jefes.
Nosotros queríamos destruir viejas organizaciones y construir otras de nuevo cuño, de abajo arriba, animadas por una nueva mentalidad. No queríamos agrupar más que a verdaderos comunistas.
Ustedes querían importar, en Europa occidental, la táctica de Rusia, en donde el capitalismo era débil y donde tenían como colaboradores a los campesinos.
Nosotros nos dábamos cuenta de que, en Europa occidental, el proletariado está sólo en contra de un gigantesco capitalismo, que tiene a su disposición el crédito y las materias primas. Que nos era necesaria, pues, nuestra propia táctica, diferente a la vuestra.
Ustedes querían la dictadura del partido, es decir, la de algunos jefes.
Nosotros queríamos una dictadura de clase.
Ustedes llevaban a cabo una política de jefes. Y nosotros una política de clase.
En el fondo vuestra táctica sigue siendo la de la IIIª Internacional. No han cambiado sino la fachada exterior, los nombres, las consignas. Esencialmente, siguen perteneciendo (en el campo europeo, sino en el ruso) a la vieja escuela de antes de la revolución.
Las jornadas de marzo del proletariado alemán en 1921 han demostado quién de nosotros tenía razón, usted, camarada Lenin, con el Comité Ejecutivo y la IIIª Internacional, o por el contrario el KAPD con los marxistas holandeses que le han apoyado. Las jornadas de marzo han dado la respuesta y han demostrado que los izquierdistas tenían razón.
Había en Alemania dos partidos, cada uno con su propia táctica, participando ambos en el movimiento. El Partido Comunista de Alemania seguía vuestra táctica, el Partido Obrero Comunista de Alemania seguía la suya, que es también la nuestra, Y ¿cuáles fueron los resultados? ¿cómo se han comportado en la acción? (Pues, ¿acaso no es siempre necesario especialmente en el caso que nos ocupa, que la táctica, los principios, la teoría encuentran su justificación en la acción?).
El Partido Comunista, por medio de una acción parlamentaria que solamente expresaba la decepción de las masas ante un capitalismo, fraudulento despilfarro, había desviado al proletariado de la acción revolucionaria. El había logrado reunir centenas de miles de no comunistas, convirtiéndose en un partido de masas. Con su táctica de infiltración se había constituido en sostén de los sindicatos, y con la participación en los consejos industriales legales había traicionado a los revolucionarios y debilitado la revolución. El Partido Comunista, en todo esto, no había hecho otra cosa sino seguir, camarada Lenin su consejo, vuestra táctica, la del Comité Ejecutivo y de la IIIªInternacional. Y cuando como consecuencia de todo esto, se hundió cada vez en la inactividad (por ejemplo durante la ofensiva contra Varsovia), o en traición en presencia de la acción (putsch de Kapp), cuando a fuerza de simulacros de acción y de una publicidad a bombo y platillos, llegó al reformismo, escurriendo constantemente el bulto siempre que podía ante la lucha a la que los capitalistas querían forzar a los obreros (ejemplo: la huelga de los electricistas en Hamburgo, en las fábricas Ambi y Lema, etc), en fin, cuando la revolución alemana, hallándose en la pendiente del retroceso y del debilitamiento, los mejores elementos del KPD comenzaron a reclamar, cada vez con mayor ardor, el ser conducidos a la acción -entonces, de golpe, el Partido Comunista de Alemania se decidió a una gran intentona con vistas a la conquista del poder político.
He aquí en que consistió: antes de la provocación de Hörsing y de la Sipo, el KPD decidió gradualmente una acción superficial, de arriba abajo, sin el espontáneo impulso de las grandes masas; dicho de otro modo, adoptó la táctica del putsch.
El Comité Ejecutivo y su representantes en Alemania ya habían insistido durante mucho tiempo por adelantado, en que el Partido Comunista, comprometiéndose a fondo, demostrara que era de verdad un partido revolucionario. ¡Como si lo esencial de una táctica revolucionaria consistiera únicamente en comprometerse a fondo!... Al contrario, cuando en vez de fortalecer la fuerza revolucionaria del proletariado, un partido socava esta misma fuerza a causa del apoyo dado al parlamento y a los sindicatos, y que después de tales ¡preparativos! se decide de repente la acción lanzándose a la cabeza de este mismo proletariado al que acaba de debilitar, en todo este procedimiento no puede ponerse en tela de juicio que se trata de un putsch, es decir de una acción decretada desde arriba, que no ha tenido su origen en las mismas masas, y que por consiguiente está destinada al fracaso. Esta tentativa de putsch no es modo alguno revolucionaria; es oportunista con el mismo título que el parlamentarismo o la táctica de infiltración de células de partidarios entre los grupos adversos.
Esta táctica putschista es el reverso inevitable del parlamentarismo y de la infiltración, del reclutamiento de elementos no comunistas, de la sustitución de la táctica de masa o de clase por la táctica de jefe. Una tal política, débil, podrida interiormente, tiene que conducir fatalmente a los putschs.
¿Cómo podría el KPD -corrompido por el parlamentarismo, internamente debilitado por el peso muerto de los no comunistas, con desavenencias entre, al menos 6 tendencias, puesto al servicio de una táctica de jefe, contrario a una táctica de masa- haber dirigido una acción revolucionaria?
¿Dónde habría encontrado el KPD la fuerza que le era necesaria, frente a un enemigo tan formidable como la reacción alemana armada hasta los dientes? ¿frente a un capitalismo financiero y comercial, que consigue hacer un bloque de todas las clases en contra del comunismo?
Cuando llegó la provocación de Hörsing por parte del gobierno, cuando una general y tenaz resistencia se hizo necesaria, y cuando las mismas masas comenzaron a sublevarse en Alemania central, el KPD, debido a su interna debilidad, no era capaz de ningún tipo de combate efectivo. Aquello fue la ruina. Por lo menos la mitad de sus miembros permaneció inerte -en otras partes lucharon entre ellos mismos. La reacción ganó sin esfuerzo.
Cuando hubo comenzado la derrota, Levi, vuestro antiguo protegido y abanderado -el hombre que junto con Radek, usted y el Comité Ejecutivo, es el mayor responsable de la introducción en Alemania y en Europa occidental de esta debilitante táctica, de esta táctica del putsch- este Levi atacó por la espalda a los miembros combatientes del KPD, a aquellos que, a pesar de su equivocada táctica, se habían mostrado como el elemento más revolucionario. Mientras que a miles de entre ellos se les citaba ante los tribunales, él los denunció, a ellos y a sus jefes. Él, con su táctica, no es solamente corresponsable del putsch, sino también de los terribles castigos de la represión. Y es con él precisamente con quien se coaligan Dáumig, Geyer, Clara Zetkín, y junto con ellos -hecho muy significativo- toda la fracción parlamentaria del partido.
El Partido Comunista Alemán recibió así un duro golpe. Y con él fueron heridos el proletariado de Europa occidental, la revolución rusa y la revolución mundial. El KPD, único partido comunista de masa en Europa occidental, probablemente quedará reducido a la nada. Probablemente este será su final en cuanto partido revolucionario.
Este partido, camarada, ha sido construido según vuestros principios, en un país en que las condiciones económicas encaminan a la revolución. Y en el primer golpe que él asesta, se viene abajo. Mientras sus más valientes militantes mueren, se les fusila, llenan las cárceles, ellos mismos son traicionados por sus propios jefes. He aquí el ejemplo que han dado el KPD y vuestra táctica.
Veamos ahora el otro ejemplo y la otra táctica, la del KAPD.
El KAPD, que no quiere saber nada del parlamentarismo, ni tampoco de los antiguos sindicatos, sino que quiere organizaciones de fábrica, nunca tendrá necesidad de la táctica del putsch, que es siempre una consecuencia de su falta de solidez interna. Ahora bien, el KAPD no tendrá que padecer esta falta de solidez interna, porque no admite como miembros más que a comunistas, porque, para él, lo que cuenta es la calidad; porque no tiene una política de jefe, sino una política de clase; porque no quiere una dictadura de partido, sino una dictadura de clase. He ahí la razón por la que, en él, no puede plantearse la cuestión del putsch. En el caso que nos ocupa, el KAPD no ha seguido la táctica putschista. Su táctica se fundamenta en el hecho de que un partido o la Dirección de un partido no pueden tomar la decisión de una revolución o de una gran acción insurreccional, sino que es la situación, es decir la voluntad de combate en las masas, las que deben decidir. La táctica del KAPD quiere fortificar el proletariado desarrollando su conciencia y ampliar su fuerza revolucionaría constituyendo organizaciones eficaces de combate. Ahora bien, esto no puede realizarse sino en el combate mismo, sin eludir jamás la lucha impuesta por el enemigo o surgida espontáneamente de las masas.
Es así como siempre ha actuado el KAPD, al contrario de como lo han hecho los partidos socialdemócrata, independiente y comunista de Alemania. Esto ha sido así tanto durante el putsch de Kapp, la huelga de los electricistas, la ofensiva rusa en Polonia, las numerosas huelgas en Alemania, como durante las jornadas de marzo. Con esta táctica verdaderamente revolucionaria no pueden darse acciones arbitrariamente emprendidas.
En las Jornadas de marzo, el KAPD no ha iniciado la lucha sino después del ataque del gobierno.
Y ahora, ¿quiere usted comparar al KAPD con el KPD durante y después de la acción? El partido Obrero Comunista se mostró tan firme en su reserva y en su táctica que, en la acción no hubo desacuerdo alguno, y que incluso después de la derrota, reinó la más completa unidad en la asamblea de los delegados. A pesar de la derrota su fuerza se vio incrementada así como también la de la Unión Obrera (AAU).
Ese es el balance de vuestra táctica, la de la IIIªInternacional, y el de la táctica del KAPD.
Camarada Lenin, no es por pedantería por lo que quiero considerar todavía más a fondo estos problemas. Es por que de ellos depende la táctica de la revolución en Europa occidental, de la revolución mundial. Consideremos, pues, más de cerca los detalles de táctica -de la vuestra y de la de los izquierdistas.
Queríais el parlamentarismo. Queríais desempeñar un papel en el teatro, detrás de cuyos bastidores se oculta el Nuevo Estado Alemán de Stinnes y del Orgesch, teatro que carece de verdadero poder. Con sus métodos, los obreros han sido alejados de los verdaderos problemas de la revolución, se han congregado (con las elecciones) masas con las que no se podía contar, parte de esas masas debía forzosamente faltar en el momento decisivo. Con esos métodos, la corrupción interna era inevitable.
Nosotros éramos antiparlamentarios. Nosotros no queríamos la lucha ficticia sino la verdadera lucha. Por ello el KAPD permaneció unánime e inconmovible.
Queríais los consejos industriales legales. Los habéis preconizado a los obreros, habéis impuesto a los obreros que los reconozcan como órganos de la revolución. ¿Qué papel han desempeñado durante las Jornadas de marzo?... Han abandonado la acción revolucionaria y la han traicionado.
Nosotros queríamos comités de acción revolucionarios. Y mientras que los consejos industriales permanecían inactivos y traicionaban durante las Jornadas de marzo, los comités revolucionarios de acción surgieron espontáneamente de las masas y empujaron el movimiento hacia adelante.
Queríais actuar sobre los sindicatos por medio de núcleos comunistas. ¿Qué es lo que realizaron ellos? ¿Han empujado hacia adelante a los sindicatos? No se ha notado que hayan hecho algo. Ellos no han realizado nada. Incluso muchas veces se pusieron de parte de la burocracia sindical.
Nosotros queríamos la organización por fábrica y la reunión de estas organizaciones dentro de la Unión General Obrera (AAU), porque la lucha revolucionaria no puede ser dirigida sino en el campo industrial y sobre la base industrial. Y ¿qué nos han demostrado las Jornadas de marzo? Se ha luchado en las industrias y por industria. Son las organizaciones de fábrica las que ha luchado. Son ellas y no los sindicatos por oficio, las que han formado los puntos de apoyo de la revolución. Las Jornadas de marzo han suministrado pues, la prueba de que, para la revolución, la organización por fábrica es indispensable.
El KPD, a pesar del heroísmo de un importante número de combatientes, ha paralizado la revolución con su táctica (que es la vuestra) con su parlamentarismo, su infiltración en otras organizaciones y sus consejos industriales legales.
El KAPD, la Unión Obrera y las organizaciones de fábrica han aparecido a los ojos del mundo entero, como los jefes de la revolución alemana es decir, de la revolución en Europa occidental y en el mundo entero.
Queríais la organización, obtenéis el caos. Queríais la unidad, obtenéis la escisión. Queríais unos jefes, obtenéis unos traidores. Queríais unas masas, obtenéis unas sectas.
(Pues es necesario que aún añada esta observación: usted, camarada Lenin, usted Zinoviev y Radek y tantos otros dentro de la IIIª Internacional, ustedes dijeron que la táctica del KAPD no serviría más que para producir sectas). ¡Veamos lo que sucede! Vuestro KPD comprende, según él, 500.000 miembros. Pero él mismo añade (en su congreso), y cada uno bien lo sabe, que la mayoría no es comunista. Supongamos sin embargo que la mitad lo sea. En este caso, por medio de vuestra táctica y la de la IIIª Internacional, sobre los 9 millones de sindicados en Alemania, han agrupado ustedes a 250.000 comunistas. Pero, ¿cuántos comunistas hay dentro de la Unión Obrera (AAU), que ha sido establecida según los principios del KAPD? En números redondos: 250.000. Evaluada en cifras, nuestra táctica ha resultado, Pues tanto como la vuestra.
Pero no es sólo respecto al número, en lo que nuestra táctica ha revelado su superioridad. Existe esta diferencia: en primer lugar el KPD y los núcleos han sido creados con los innumerables millones de marcos gastados en periódicos, organización y propaganda -el KAPD y la AAU no han costado ni un pfennig. En segundo lugar, el KPD y sus núcleos se os han desmoronado en vuestras manos, mientras que el KAPD y la AAU son sólidos y están en pleno desarrollo. El KPD y sus núcleos están carcomidos por traiciones internas. El KAPD y la AAU crecen en las solidez y la unidad.
La realidad nos ha proporcionado los siguientes elementos de experiencia: como claramente lo han demostrado las Jornadas de marzo del proletariado alemán, como la Internacional entera, esperémoslo, lo reconocerá, vuestra táctica, la del Comité Ejecutivo y del Comintern, conduce al desmoronamiento y a la derrota, mientras que la del ala izquierda es generadora de unidad y de fuerza.
El III Congreso de la Internacional deberá, pues, modificar su táctica. Camarada Lenin, nosotros reconocemos lo adecuado de vuestra táctica en Rusia, y personalmente querría deciros que el juicio de la historia, por lo que veo, considerando vuestra conducta revolucionaria en su conjunto, dirá que ha sido grande y la mejor posible. A mi entender, es usted, después de Marx y Engels, nuestro más eminente guía. Eso no quita, en cambio, que usted se equivoque respecto a la táctica a emplear en Europa occidental.
Y ahora, nos dirijimos al proletariado alemán diciendo: «si de verdad estáis convencidos, racional y efectivamente, de que es el ala izquierda quien tiene razón, si estáis dispuestos a luchar siguiendo su método, entonces abandonad el KPD y todos los viejos partidos parlamentarios; abandonad los sindicatos, y sumaos a la Unión General Obrera y al Partido Obrero Comunista».
Y hacemos una llamada a todo el proletariado de Europa occidental y de todo el mundo para que adopte nuestra táctica.


2.-

IX - La Acción de marzo de 1921 o el peligro de la impaciencia pequeño burguesa

En la serie Revolución alemana

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En el artículo anterior de esta serie ([1]), que trataba del golpe de Kapp en 1920, decíamos de qué modo había vuelto la clase obrera a la ofensiva tras haber sufrido las derrotas de 1919. Sin embargo, en el plano internacional, el empuje revolucionario estaba declinando.
El final de la guerra había calmado ya en muchos países la fiebre revolucionaria. Había permitido sobre todo a la burguesía utilizar la división entre los obreros de los «países vencedores» y los de «los vencidos». Las fuerzas del capital están además logrando aislar cada día más el movimiento revolucionario en Rusia. Las victorias del Ejército rojo sobre los ejércitos blancos, fuertemente apoyados por las democracias burguesas, no impiden que la burguesía prosiga su contraofensiva a nivel internacional.
En Rusia misma, el aislamiento de la revolución y la creciente integración del Partido bolchevique en el Estado ruso empiezan a hacer notar sus efectos. En marzo de 1921, los obreros y los marinos de Cronstadt se rebelan.
Con ese telón de fondo, el proletariado en Alemania da pruebas de una mayor combatividad que en los demás países. Por todas partes, los revolucionarios se ven ante el problema siguiente: ¿cómo reaccionar frente a la ofensiva de la burguesía ahora que la oleada revolucionaria mundial está en reflujo?.
En el seno de la Internacional comunista (IC) está produciéndose un giro político. Las 21 condiciones de admisión adoptadas por el IIº Congreso de la IC de enero de 1920 lo expresan claramente. Éstas imponen, en particular, el trabajo en los sindicatos al igual que la participación en las elecciones parlamentarias. La IC vuelve así a los viejos métodos utilizados en el período ascendente del capitalismo, con la esperanza de tener una influencia más amplia en la clase obrera.
Ese giro oportunista se plasma en Alemania, entre otras cosas, en la Carta abiertadirigida por el KPD en enero de 1921, a los sindicatos, al SPD y a la FAU (anarco-
sindicalistas), al KAPD y al USPD, proponiendo «al conjunto de los partidos socialistas y de las organizaciones sindicales, llevar a cabo acciones comunes para imponer las reivindicaciones políticas y económicas más urgentes de la clase obrera». Este llamamiento, que se dirige más especialmente a los sindicatos y al SPD, va a engendrar «el frente único obrero en las fábricas». «El VKPD quiere dejar de lado el recuerdo de la responsabilidad sangrienta de los dirigentes socialdemócratas mayoritarios. Quiere dejar de lado el recuerdo de los servicios prestados por la burocracia sindical a los capitalistas durante la guerra y en la revolución» («Offener Brief», Die Rote Fahne, 8/01/1921). Mediante lisonjerías oportunistas, el Partido comunista intenta atraer a su lado a partes de la socialdemocracia. Simultáneamente, teoriza, por vez primera, la necesidad de una ofensiva proletaria: «Si los partidos y los sindicatos a los que nos dirigimos se negaran a entablar la lucha, el Partido comunista alemán unificado se consideraría entonces obligado a llevarla a cabo solo y está convencido de que las masas le seguirían» (Ibidem).
Con la unificación entre el KPD y el USPD, realizada en diciembre de 1920 y que permitió la fundación del VKPD, volvió a resurgir el concepto de partido de masas. Esto queda reforzado por el hecho de que ahora el partido cuenta con más de 500 000 miembros. Y es así como en VKPD se deja deslumbrar por el porcentaje de votos obtenidos en las elecciones del Parlamento regional de Prusia en febrero de 1921, casi el 30 % de sufragios ([2]).
Se extiende así en su seno la idea de que es capaz de «poner candente» la situación en Alemania. Muchos se ponen a imaginarse un nuevo golpe de la extrema derecha, como el se produjo un año antes, que provocaría un levantamiento obrero con perspectivas de toma del poder. Estos planteamientos se deben, en lo esencial, a la influencia reforzada de la pequeña burguesía en el partido tras la reunificación del KPD y del USPD. Éste, al igual que toda corriente centrista en el movimiento obrero, está muy influenciado por las ideas y los comportamientos de la pequeña burguesía. Además, el crecimiento numérico del partido tiende a acelerar el peso del oportunismo así como el del inmediatismo y la impaciencia típicos de la pequeña burguesía.
Es en ese contexto de reflujo de la oleada revolucionaria a nivel internacional, acompañado en Alemania de la mayor confusión en el seno del movimiento revolucionario, cuando la burguesía lanza una nueva ofensiva contra el proletariado en marzo de 1921. Son los obreros de la Alemania central los que van a ser el blanco principal del ataque. Durante la guerra, se había formado una gran concentración proletaria en esa región en torno a las factorías Leuna en Bitterfeld y de la cuenca de Mansfeld. La mayoría de los obreros son relativamente jóvenes y combativos pero no posee una gran experiencia organizativa. El VKPD, ya sólo él, cuenta en la zona con 66000 miembros, el KAPD con 3200. En las factorías Leuna 2000 de los 20 000 obreros forman parte de las uniones obreras.
La burguesía tiene la intención de pacificar la región, pues numerosos obreros, tras los enfrentamientos de 1919 y el putsch de Kapp, se han guardado las armas.

La burguesía intenta provocar a los obreros

El 19 de marzo de 1921, fuertes tropas de policía ocupan Mansfeld para llevar a cabo el desarme de los obreros.
Esa orden no procede del ala de extrema derecha de la clase dominante (presente en el ejército o en los partidos de derechas), sino del gobierno elegido democráticamente. Una vez más, va a ser la democracia la encargada de hacer de verdugo de la clase obrera, intentando aplastarla por todos los medios.
Para la burguesía se trata, mediante el desarme y la derrota de una fracción relativamente joven y muy combativa del proletariado alemán, de debilitar y desmoralizar a la clase obrera en su conjunto. Más particularmente, la clase dominante prosigue su objetivo de asestar un rudo golpe a la vanguardia de la clase obrera, a sus organizaciones revolucionarias. Obligar a entrar en una lucha decisiva prematura en la Alemania central dará la ocasión al Estado de aislar a los comunistas del conjunto de la clase obrera. Intenta desprestigiarlos para luego someterlos a la represión. Para el Estado se trata de quitarle al VKPD recién fundado toda posibilidad de consolidarse, así como impedir el acercamiento que se está produciendo entre el VKPD y el KAPD. Además de su propio interés, el capital alemán actúa en realidad en nombre de toda la burguesía mundial para acentuar el aislamiento de la revolución rusa y de la IC.
La Internacional, en esos momentos, espera impaciente que se produzcan movimientos de lucha que vengan a apoyar desde fuera la Revolución rusa. Se espera en cierto modo que se produzca una ofensiva de la burguesía para que la clase obrera, metida en una situación difícil, reaccione con fuerza. Atentados como el perpetrado por el KAPD contra la columna de la Victoria en Berlín el 13 de marzo se proponen claramente incitar a un desarrollo de la combatividad.
Paul Levi refiere así la intervención del enviado de Moscú, Rakosi, durante una sesión de la Central: «El camarada explicaba: Rusia está en una situación dificilísima. Sería de lo más necesario que Rusia sea aliviada por movimientos en Occidente y, en base a esto, el Partido alemán debería pasar inmediatamente a la acción. El VKPD tiene hoy 50 000 afiliados mediante los cuales se podrían alzar 1 500 000 proletarios, lo suficiente para echar abajo al gobierno. Era pues favorable a entablar un combate inmediato con la consigna de derribar al gobierno» (P. Levi, Carta a Lenin, 27/03/1921).
«El 17 de marzo se organiza una sesión del Comité Central del KPD durante la cual la impulsión o las directivas del camarada enviado de Moscú fueron adoptadas como tesis de orientación. El 18 de marzo Die Rote Fahne se alinea con la nueva resolución, llamando a la lucha armada sin decir previamente por qué objetivos y manteniendo el mismo tono durante algunos días» (Ibidem).
La tan esperada ofensiva del gobierno se entabla en marzo de 1921 con la entrada de las tropas de policía en la Alemania central.

¿Forzar la revolución?

Las fuerzas de policía enviadas el 19 de marzo a Alemania central por el ministro socialdemócrata Hörsing tenían la orden de hacer pesquisas en las casas para desarmar a toda costa a los obreros. La experiencia del golpe de Kapp ha disuadido al gobierno de alistar a soldados del ejército (Reichswehr).
La misma noche se decide la huelga general en la región a partir del 21 de marzo. El 23 de marzo se producen los primeros enfrentamientos entre las tropas de la policía de seguridad del Reich (SiPo) y los obreros. Ese mismo día, los obreros de la fábrica Leuna de Merseburg declaran la huelga general. El 24 de marzo, el KAPD y el VKPD lanzan un llamamiento conjunto a la huelga general en toda Alemania. Siguiendo ese llamamiento, se producen manifestaciones y tiroteos esporádicos entre huelguistas y la policía en varias ciudades de Alemania. Unos 300000 obreros participan en la huelga en todo el país.
La zona principal de enfrentamiento sigue siendo, sin embargo, la región industrial de la Alemania central, en donde unos 40000 obreros y 17000 soldados de la Reichswehr y de la policía se hacen frente. En las factorías Leuna se organizan 17 centurias proletarias armadas. Las tropas de policía lo hacen todo para asaltarlas. Sólo después de varios días lograrán conquistar la fábrica. Para ello, el gobierno ha echado mano incluso de la aviación que bombardea las fábricas. Todo vale contra la clase obrera.
Por iniciativa del KAPD y del VKPD se cometen atentados en Dresde, Freiberg,
Leipzig, Plauen y otros lugares. Los diarios Hallische Zeitung y Saale Zeitung, que actúan de manera especialmente provocadora contra los obreros son reducidos al silencio mediante explosivos.
Mientras que la represión en la Alemania central arrastra espontáneamente a los obreros a la resistencia armada, estos no logran, sin embargo, oponer una resistencia coordinada a los esbirros del gobierno. Los grupos de combate organizados por el VKPD y dirigidos por E. Eberlein están mal preparados tanto en lo militar como en el organizativo. Max Hölz, a la cabeza de una tropa obrera de combate de 2500 hombres, consigue llegar a unos kilómetros de la fábrica Leuna sitiada por las tropas gubernamentales e intenta reorganizar sus fuerzas. Sus tropas son exterminadas el 1º de abril, dos días antes de la toma por asalto de las factorías Leuna. Aunque no se ha expresado ninguna combatividad en otras ciudades, el VKPD y el KAPD llaman a la respuesta armada contra las fuerzas de policía:«Llamamos a la clase obrera a entrar en lucha activa por los objetivos siguientes:
1) el derrocamiento del gobierno (...)
2) el desarme de la contrarrevolución y el armamento de los obreros» (Llamamientodel 17 de marzo de 1921).
En otro llamamiento del 24 de marzo, la Central del VKPD dice a los obreros:«Pensad que el año pasado habéis derrotado en cinco días a los guardias blancos y a la chusma de los Cuerpos francos del Báltico gracias a la huelga general y a la sublevación armada. ¡Luchad con nosotros como el año pasado, codo con codo, para echar abajo la contrarrevolución! ¡Declarad por todas partes la huelga general! ¡Quebrad por la violencia la violencia de la contrarrevolución! ¡Desarme de la contrarrevolución, armamento y formación de las milicias locales a partir de las células de obreros, de empleados y de los funcionarios organizados!.
¡Formad inmediatamente milicias locales proletarias! ¡Aseguraos del poder en las fábricas! ¡Organizad el poder a través de los consejos de fábrica y de los sindicatos! ¡Cread trabajo para los desempleados!».
Sin embargo, localmente, las organizaciones de combate del VKPD así como los obreros que se han armado espontáneamente no solo están mal preparados, sino que las instancias locales del partido están sin contacto con la Central. Los diferentes grupos de combate, los más conocidos son los de Max Hölz y Karl Plättner, combaten en diferentes lugares de la zona de insurrección, aislados unos de otros. En ninguna parte existen consejos obreros que puedan coordinar las acciones. En cambio, las tropas gubernamentales de la burguesía ¡sí que se encuentran en estrecho contacto con el gran cuartel general que las dirige!
Tras la caída de las fábricas Leuna, el VKPD retira su llamamiento a la huelga general el 31 de marzo. El 1º de abril, los últimos grupos obreros armados de Alemania central se disuelven.
¡El orden burgués reina de nuevo! De nuevo, la represión se desencadena. De nuevo, cantidad de obreros son sometidos a las brutalidades de la policía. Cientos de ellos son pasados por las armas, más de seis mil son detenidos.
Se ha hundido la esperanza de la gran mayoría del VKPD y del KAPD, según la cual una acción provocadora por parte del aparato de represión del Estado desataría una dinámica y fuerte respuesta en las filas obreras. Los obreros de la Alemania central quedan aislados.
Parece evidente que el VKPD y el KAPD han llamado al combate sin haber tenido en cuenta el conjunto de la situación, distanciándose totalmente de los obreros vacilantes, de quienes no estaban todavía preparados para entrar en acción, creando una división en la clase obrera con la adopción de la consigna «Quien no está conmigo está en contra de mí» (editorial de Die Rote Fahne del 20 de marzo)
En lugar de reconocer que la situación no es favorable, Die Rote Fahne escribe: «No solo vuestros dirigentes, sino cada uno de vosotros es responsable cuando tolera, en silencio o protestando sin actuar, que los Ebert, Severing, Hörsing puedan ejercer el terror y la justicia blancos sobre los obreros. (...) Vergüenza e ignominia para el obrero que se queda al margen, vergüenza e ignominia para el obrero que no sabe cuál es su sitio».
Para provocar artificialmente la combatividad, se intenta alistar a desempleados como punta de lanza. «Los desempleados han sido enviados delante como destacamento de asalto. Han ocupado las puertas de las fábricas. Les forzaron a entrar al interior, apagaron los fuegos aquí y allá e intentaron hacer salir a los obreros a puñetazos fuera de las fábricas (...) ¡Qué espectáculo espantoso ver a los desempleados hacerse expulsar de las fábricas, llorando bajo los golpes recibidos y ver huir después a quienes los habían enviado allá».
Que el VKPD, desde el inicio de las luchas, hiciera una falsa apreciación de la relación de fuerzas y que después del estallido de las luchas no hubiera sido capaz de revisar su análisis es ya algo trágico. Por desgracia lo hace todavía peor cuando lanza la consigna «Vida o muerte» según el falso principio de que los comunistas no retroceden nunca...
«En ningún caso un comunista, incluso en minoría, debe acudir al trabajo. Los comunistas han dejado las fábricas. Por grupos de 200, de 300 hombres, a veces más, otras menos, han salido de las fábricas: la fábrica sigue funcionando. Hoy están sin trabajo, pues los patronos se han aprovechado de la ocasión para depurar las fábricas de comunistas en un momento en que tenían a una gran parte de los obreros a su lado» (Levi, ibídem).
¿Qué balance de las luchas de marzo?
Ahora que la clase obrera comprueba cómo la burguesía le ha impuesto esta lucha y que le era imposible evitarla, el VKPD «comete una serie de errores, y el principal fue que en lugar de hacer resaltar claramente el carácter defensivo de esta lucha, con su grito de ofensiva, da a los enemigos sin escrúpulos del proletariado, a la burguesía, al partido socialdemócrata y al partido independiente, un pretexto para denunciar al partido unificado como golpista. Ese error ha sido incrementado por cierto número de camaradas del partido, que han presentado la ofensiva como el método de lucha esencial del Partido comunista unificado de Alemania en la situación actual» («Tesis sobre la táctica», IIIer  Congreso de la IC, junio de 1921, Manifiestos, Tesis y Resoluciones de los cuatro primeros congresos de la Internacional comunista).
Que los comunistas intervengan para reforzar la combatividad es uno de sus primeros deberes. Pero no deben hacerlo a cualquier precio.
«En la práctica, los comunistas son pues la fracción más decidida de los partidos obreros de todos los países, la fracción que lleva tras sí a las demás: teóricamente, poseen sobre el resto del proletariado la ventaja de una comprensión clara de las condiciones, de la marcha y de los fines generales del movimiento proletario» (Marx y Engels, Manifiesto del Partido comunista, 1848). Por eso los comunistas deben caracterizarse respecto a su clase en su conjunto por su capacidad para analizar correctamente la relación de fuerzas entre las clases, para poner a la luz del día la estrategia del enemigo de clase. Animar a una clase débil o insuficientemente preparada para los combates decisivos así como hacerla caer en las trampas montadas por la burguesía, es de lo más irresponsable que los revolucionarios pueden realizar. Su primera responsabilidad es desarrollar su capacidad de análisis del estado de la conciencia y de la combatividad en la clase obrera así como de la estrategia adoptada por la clase dominante. Sólo así podrán desempeñar las organizaciones revolucionarias su verdadero papel dirigente de la clase.
Inmediatamente después de la Acción de marzo, se desarrollan fuertes combates en el seno del VKPD y del KAPD.

Los falsos conceptos organizativos,
un obstáculo en la capacidad del partido para hacer su autocrítica

En un artículo de orientación del 4-6 de abril de 1921, Die Rote Fahne afirma que «El VKPD ha inaugurado una ofensiva revolucionaria» y que la Acción de marzo es «el principio, el primer episodio de las luchas decisivas por el poder».
El 7 y 8 de abril su Comité central se reúne y en lugar de entablar un análisis crítico de la intervención, Heinrich Brandler intenta ante todo justificar la política del partido. Para él la debilidad principal reside en una falta de disciplina de los militantes locales del VKPD y en los fallos de la organización militar. Declara: «Nosotros no hemos sufrido ninguna derrota, era una ofensiva».
Paul Levi hace la crítica más virulenta contra la actitud del partido durante la Acción de marzo.
Tras haber dimitido del Comité central en febrero de 1921 junto a Clara Zetkin, a causa, entre otras razones, de las divergencias sobre la fundación del Partido comunista de Italia, Paul Levi será una vez más incapaz de hacer avanzar a la organización mediante la crítica. Lo más trágico «es que Levi tenía en el fondo razón en muchos aspectos de su crítica a la Acción de marzo de 1921 en Alemania»(Lenin, «Carta a los comunistas alemanes», 14 de agosto de 1921, Obras, T. 32). Pero en lugar de hacer su crítica en el marco de la organización, según las reglas y principios de ésta, él redacta un folleto el 3-4 de abril que publica en el exterior a partir del 12 de abril sin someterlo previamente a debate en el partido ([3]).
En ese folleto, no sólo conculca la disciplina organizativa, sino que expone también detalles referentes a la vida interna del partido. Al hacer esto, está rompiendo un principio proletario e incluso está poniendo en peligro la organización al exponer públicamente su modo de funcionamiento. Y es excluido del partido el 15 de abril por comportamiento peligroso para su seguridad ([4]).
Levi, quien tenía tendencia, como lo expusimos en un artículo precedente sobre el Congreso del KPD de Heilderberg en octubre de 1919, a concebir cualquier crítica como un ataque contra la organización e incluso contra su propia persona, ahora sabotea todo funcionamiento colectivo. Su punto de vista lo expresa bien: «O bien la Acción de marzo era válida y entonces es lógico que se me expulse [del Partido], o bien la Acción de marzo era un error y entonces mi folleto está plenamente justificado» (Levi, Carta a la Central del VKPD). Esta actitud perjudicial para la organización es criticada en varias ocasiones por Lenin. Tras el anuncio de la dimisión de Levi de la Central del VKPD en febrero, escribe al respecto: «¡¿Y la dimisión del comité central!? Ése es, en todos los casos, el mayor error. Si se toleran esa tipo de actitudes, como la de que los miembros del Comité central dimitan de éste en cuanto están en minoría, el desarrollo y la decantación en los partidos comunistas no seguirán nunca un curso normal. En lugar de dimitir, más vale discutir varias veces los problemas en litigio junto con el Comité ejecutivo. [...] Es imprescindible hacer todo lo posible e incluso lo imposible, pero, cueste lo que cueste, evitar las dimisiones y no agravar las divergencias» (Lenin, «Carta a Clara Zetkin y a Paul Levi», 16 de abril de 1921, Obras, tomo 45).
Las acusaciones, en parte exageradas, con que Levi carga al VKPD (al que ve casi como el único culpable, dejando de lado la responsabilidad de la burguesía en el estallido de las luchas de marzo) se basan en una visión bastante deformada de la realidad.
Tras su exclusión del partido, Levi edita durante un corto período la revista El Sovietque se convierte en portavoz de quienes se oponen al rumbo tomado por el VKPD.
Levi intenta exponer su crítica a la táctica del VKPD ante el Comité central, el cual se niega a admitirlo en sus sesiones. Es Clara Zetkin quien lo hace en su lugar. Defiende que «los comunistas no tienen la posibilidad (...) de emprender acciones en lugar del proletariado, sin el proletariado y, en fin de cuentas, incluso contra el proletariado» (Levi, ibídem) Clara Zetkin propone entonces una contrarresolución a la toma de posición del partido. Pero la sesión del Comité central rechaza mayoritariamente la crítica, subrayando que «Zafarse ante la acción (...) era imposible para un partido revolucionario y hubiera sido una renuncia pura y simple de su vocación para dirigir la revolución». El VKPD «debe, si quiere cumplir con su tarea histórica, mantenerse firme en la línea de la ofensiva revolucionaria, la cual es la base de la Acción de marzo y caminar por esa vía con decisión y  confianza»(«Leitsätze über Märzaktion», Die Internationale nº 4, abril de 1921).
La Central persiste en la continuación de la ofensiva en la que se ha comprometido y rechaza todas las críticas. En una proclama del 6 de abril de 1921, el Comité ejecutivo de la Internacional comunista (CEIC) aprueba la actitud del KPD afirmando:«La Internacional comunista os dice: “Habéis actuado bien” (...) Preparaos para nuevos combates» (publicado en Die Rote Fahne del 14 de abril de 1921).
Y es así como en el IIIer Congreso mundial de la IC aparecen los desacuerdos sobre el análisis de los acontecimientos de Alemania. Especialmente, el grupo en torno a Zetkin en el VKPD es fuertemente atacado en la primera parte de la discusión. Serán las intervenciones y la autoridad de Lenin y Trotski las que darán una vuelta a los debates calmando los ánimos.
Lenin, ocupado por los acontecimientos de Cronstadt y la dirección de los asuntos del Estado, no ha tenido tiempo de seguir los acontecimientos en Alemania como tampoco los debates sobre el balance que debe sacarse de ellos. Empieza apenas a interesarse por ellos. Por un lado, rechaza la ruptura de la disciplina de Levi con la mayor firmeza, y por otro, anuncia que la Acción de marzo por «su importancia de significado internacional, debe ser sometida al IIIer Congreso de la Internacional comunista». La preocupación de Lenin es que la discusión en el partido sea lo más amplia posible y sin trabas.
W. Koenen, representante del VKPD en el CEIC, es enviado a Alemania por éste para que el Comité central del partido no tome una decisión definitiva contra la oposición. En la prensa del partido, las críticas a la Acción de marzo vuelven a poder publicarse. La discusión sobre la táctica prosigue.
Sin embargo, la mayoría de la Central sigue defendiendo la toma de posición adoptada en marzo. Arkadi Maslov exige una nueva aprobación de la Acción de marzo. Guralski, un enviado del CEIC declara incluso: «No nos preocupemos por el pasado. las próximas luchas políticas del Partido serán la mejor respuesta a la tendencia Levi». En la sesión del Comité central de los 3 y 4 de mayo, Thalheimer interviene para que se vuelva a la unidad de acción de los obreros. F. Heckert aboga por un reforzamiento del trabajo en los sindicatos.
El 13 de mayo, Die Rote Fahne publica unas Tesis que desarrollan el objetivo de acelerar artificialmente el proceso revolucionario. Se cita como ejemplo la Acción de marzo. Los comunistas «deben, en situaciones particularmente graves en las que los intereses esenciales del proletariado están amenazados, ir un paso delante de las masas e intentar, con su iniciativa, hacerlas entrar en lucha, aún a riesgo de no ser seguido más que por una parte de la clase obrera». W. Piek, quien en enero de 1919 se había lanzado a la insurrección con K. Liebknecht en contra de las decisiones del Partido, piensa que los enfrentamientos en el seno de la clase obrera «se volverán a producir con más frecuencia todavía. Los comunistas deben volverse contra los obreros cuando éstos no siguen nuestros llamamientos».

La reacción del KAPD

Si el VKPD y el KAPD han dado un paso adelante queriendo por vez primera emprender acciones comunes, por desgracia éstas se desarrollan en condiciones muy desfavorables. El denominador común de la actitud del VKPD y del KAPD en la Acción de marzo es la de ayudar a la clase obrera en Rusia. El KAPD todavía defiende en esa época la Revolución rusa. Los consejistas, surgidos de él, tomarán una posición opuesta.
Sin embargo, la intervención del KAPD sufre de contradicciones internas. Por un lado, la dirección lanza un llamamiento común a la huelga general con el VKPD y envía a dos representantes de la Central a Alemania central, F. Jung y F. Rasch, para apoyar la coordinación de las acciones de combate, y, del otro, los dirigentes locales del KAPD, Utzelmann y Prenzlow, basándose en su conocimiento de la situación de la cuenca industrial de la Alemania central, consideran insensato cualquier intento de alzamiento y no quieren que se vaya más lejos que la huelga general. Han intervenido, por otra parte, ante los obreros de Leuna para que permanezcan en las factorías y se preparen a entablar una lucha defensiva. La dirección del KAPD reacciona sin concertarse con las instancias locales del partido.
En cuanto termina el movimiento, el KAPD apenas si hace un principio de análisis crítico de su propia intervención. Desarrolla además un análisis contradictorio sobre su propia intervención. En una respuesta al folleto de P. Levi, pone de relieve la problemática errónea de los planteamientos de la Central de VKPD. H. Gorter escribe:
«El VKPD, con su acción parlamentaria (que en las condiciones del capitalismo en quiebra no es otra cosa que engaño a las masas), ha desviado al proletariado de la acción revolucionaria. Ha reunido a cientos de miles de no comunistas para convertirse en “partido de masas”. El VKPD ha apoyado a los sindicatos con su táctica de creación de células en éstos (...) cuando la revolución alemana, cada vez más impotente, retrocedió, cuando los mejores elementos del VKPD cada vez más insatisfechos, empezaron a exigir que se entrara en acción, el VKPD decidió entonces, de repente, intentar conquistar el poder político. ¿En qué consistió ese intento?: antes de la provocación de Hörsting y de la SiPo, el VKPD decidió una acción artificial desde arriba, sin impulso espontáneo de las grandes masas; o sea que adoptó la táctica del golpe.
El Comité ejecutivo y sus representantes en Alemania habían insistido desde hace tiempo para que el Partido golpeara y demostrara que era un partido revolucionario de verdad. ¡Como si lo esencial de una táctica revolucionaria consistiera solamente en golpear con todas sus fuerzas!. Al contrario, cuando en lugar de dar firmeza a la fuerza revolucionaria del proletariado, un partido mina esa misma fuerza y debilita al proletariado con su apoyo al parlamento y a los sindicatos y, después (¡de semejantes preparativos!) se decide de repente a golpear lanzando una gran acción ofensiva en favor de ese mismo proletariado que acaba de debilitar de esa manera, lo único de lo que se trata es de un putsch. Es decir, de una acción decretada desde arriba, que no se arraiga en las masas mismas y que por consiguiente está abocada al fracaso desde el principio. Y tal intento de golpe no tiene nada de revolucionario; es tan oportunista como el parlamentarismo o la táctica de las células sindicales. Sí, esa táctica es el envés inevitable del parlamentarismo y de la táctica de las células sindicales, del «enganche» fácil de elementos no comunistas, de la política de jefes que sustituye a la de las masas, o peor todavía, a la política de clase. Esa táctica débil, intrínsecamente corrompida, acaba fatalmente llevando al golpe» (Hermann Gorter, «Lecciones de la Acción de marzo», Conclusión a la carta abierta al camarada Lenin, Der Proletarier, mayo de 1921).
Este texto del KAPD señala con toda justicia la contradicción entre la táctica del frente único, que refuerza las ilusiones de los obreros hacia los sindicatos y la socialdemocracia y el llamamiento simultáneo y repentino al asalto contra el Estado. Pero, al mismo tiempo, en su propio análisis, se encuentran contradicciones: mientras que por un lado se habla de acción defensiva de los obreros, por otro lado, se caracteriza la acción de marzo como «la primera ofensiva consciente de los proletarios alemanes contra el poder del Estado burgués» (F. Kool, Die Linke gegen die Parteiherrschaft). A este respecto, el KAPD hace la misma constatación: «las amplias masas obreras se han mantenido neutrales, cuando no hostiles, respecto a la vanguardia combativa». En el Congreso extraordinario del KAPD de septiembre de 1921, no se irá más lejos en lo que a lecciones de la Acción de marzo se refiere.
Con ese telón de fondo, los virulentos debates en el VKPD y los análisis contradictorios del KAPD, tiene lugar, a partir de junio de 1921, el IIIer Congreso de la Internacional comunista.

La actitud de la Internacional comunista frente a la Acción de marzo

En la Internacional, el proceso de formación de tendencias se ha puesto en marcha. El propio CEIC no tiene, sobre los acontecimientos de Alemania, una posición unitaria y no habla con una sola voz. Desde hace tiempo el CEIC está dividido sobre el análisis de la situación en Alemania. Radek, sobre las posiciones y el comportamiento de Levi, hace numerosas críticas que han hecho suyas otros miembros de la Central. En el seno del VKPD, esas críticas no se expresan pública y abiertamente, ni en el congreso del partido ni en ningún otro sitio.
En lugar de debatir públicamente sobre el análisis de la situación, Radek ha causado profundos estragos en el funcionamiento del Partido. A menudo, las críticas no son expuestas de manera fraterna con la mayor claridad, sino solapadamente. A menudo, el centro del debate no son los errores políticos sino los individuos responsables de ellos. Se va imponiendo la tendencia a la personalización de las posiciones políticas. En lugar de construir la unidad en torno a una posición y a un método, en lugar de luchar como un cuerpo que funciona colectivamente, se va destruyendo de un modo totalmente irresponsable el tejido organizativo.
Más en general, ocurre que los comunistas en Alemania están profundamente divididos. Ya, de entrada, en esos momentos, hay dos partidos, el VKPD y el KAPD, que forman parte ambos de la IC, y que se enfrentan del modo más violento sobre el rumbo que debe tomar la organización.
Antes de la Acción de marzo, hay partes del VKPD que ocultan informaciones sobre la situación a la IC; ocurre también que las divergencias de análisis no se dan a conocer a la IC en toda su amplitud.
En la IC misma, no hay una reacción verdaderamente común ni de planteamiento unitario de la situación. El levantamiento de Cronstadt monopoliza totalmente la atención de la dirección del partido bolchevique, impidiéndole seguir más detalladamente la situación en Alemania. Además, la manera con la que se toman las decisiones en el CEIC es a menudo poco clara y lo mismo ocurre con los mandatos dados a las delegaciones. Por ejemplo, los mandatos dados a Radek y a otros delegados del CEIC para Alemania no parecen haber sido definidos con la suficiente claridad ([5]).
Así, en esa situación de división creciente, especialmente en el VKPD, los miembros del CEIC (especialmente Radek) han entrado oficiosamente en contacto con tendencias en el seno de los dos partidos, VKPD y KAPD, para acordar, sin saberlo los órganos centrales de ambas organizaciones, una serie de preparativos de tipo golpista. En lugar de animar a las organizaciones hacia la unidad, hacia la movilización y la clarificación, se favorece de ese modo su división, acentuando en su seno la tendencia a tomar decisiones fuera de las instancias responsables. Esta actitud, tomada en nombre del CEIC favorece en el KAPD y en el VKPD los comportamientos perjudiciales para la organización.
P. Levi critica así esa actitud: «Era cada vez más frecuente que los enviados del CEIC fueran más allá de sus plenos poderes y, después, apareciera que esos enviados, uno u otro de entre ellos, no habían recibido ningún pleno poder» (Levi,Unser weg, wider den Putschismus, 3 de abril de 1921).
Se evitan las estructuras de funcionamiento y decisión definidas en los estatutos, tanto en la IC como en el VKPD y el KAPD. En la Acción de marzo, en los dos partidos, el llamamiento a la huelga general se hace sin que el conjunto de la organización esté involucrada en la reflexión y en la decisión. En realidad son los camaradas del CEIC quienes han tomado contacto con elementos o algunas tendencias existentes en el seno de cada organización y han impulsado a pasar a la acción. Así, en realidad es... ¡el propio partido como tal el que es «evitado»!.
De ese modo es imposible llegar a un planteamiento unitario por parte de cada partido y menos todavía, a una acción común de ambos partidos.
En parte, el activismo y el golpismo se imponen en cada una de las dos organizaciones, acompañados de comportamientos individuales muy destructivos para el partido y la clase en su conjunto. Cada tendencia empieza a llevar su propia política y a crear sus propios canales informales y paralelos. La preocupación por la unidad del partido, por un funcionamiento conforme con los estatutos se ha ido perdiendo en gran parte.
Aunque la IC se ha ido debilitando a causa de la identificación creciente del partido bolchevique con los intereses del Estado ruso y por el viraje oportunista de la adopción de la táctica de Frente único, el IIIer Congreso mundial va a ser, sin embargo, un momento de crítica colectiva, proletaria, de la Acción de marzo.
Para el Congreso, el CEIC, por una preocupación política justa propugnada por Lenin, impone la presencia de una delegación de representantes de la oposición existente en el VKPD. Mientras que la delegación de la Central del VKPD sigue intentando amordazar todas las críticas a la Acción de marzo, el Buró político del PCR(b), por propuesta de Lenin, decide: «Como base a esta resolución, se debe adoptar un estado de ánimo de detallar lo mejor posible, hacer resaltar los errores concretos cometidos por el VKPD durante la Acción de marzo y estar tanto más alerta contra su repetición».

¿Qué actitud adoptar?

En el discurso introductorio a la discusión sobre «La crisis económica y las nuevas tareas de la Internacional comunista» Trotski subraya: «Hoy, por vez primera, vemos y sentimos que no estamos tan cerca de la meta, la conquista del poder, la revolución mundial. En 1919, decíamos: “Es cuestión de meses”. Hoy decimos: “Será, sin duda, cuestión de años” (...) El combate será quizás largo, no progresará tan febrilmente como sería de desear, será muy difícil y exigirá múltiples sacrificios» (Trotski, Actasdel IIIer Congreso).
Lenin: «Por eso el Congreso debía acabar con las ilusiones de izquierda según las cuales el desarrollo de la revolución mundial iba a seguir a gran velocidad con su impetuoso ritmo inicial y sin interrupción íbamos a ser transportados por una segunda oleada revolucionaria y que la victoria depende únicamente de la voluntad del partido y de su acción» (C. Zetkin, Recuerdos de Lenin).
La Central del VKPD, bajo la responsabilidad de A. Thalheimer y de Bela Kun, envía para el Congreso, un proyecto de Tesis sobre la táctica que impulsa a la IC a entrar en una nueva fase de acción. En una carta a Zinoviev del 10 de junio de 1921, Lenin considera que: «Las tesis de Thalheimer y de Bela Kun son en el plano político, radicalmente falsas» (Lenin, Cartas).
Los partidos comunistas no han conquistado en ninguna parte a la mayoría de la clase obrera, no solo como organización sino también en cuanto a los principios del comunismo. Por eso, la táctica de la IC es la siguiente: «hay que luchar sin pausa y sistemáticamente para ganarse a la mayoría de la clase obrera, y primero en el interior de los viejos sindicatos» (Ibídem).
Frente al delegado Heckert, Lenin piensa que: «La provocación era clara como la luz del sol. Y en lugar de movilizar con un objetivo defensivo a las masas obreras para repeler los ataques de la burguesía y dar la prueba que teníais el derecho de vuestro lado, os habéis inventado vuestra “teoría de la ofensiva”, teoría absurda que brinda a todas las autoridades policiacas y reaccionarias la posibilidad de presentaros como los que han tomado la iniciativa de la agresión contra la que había que defender al pueblo!» (Heckert, «Mis encuentros con Lenin», en Lenin tal como era).
Aunque antes Radek había apoyado la Acción de marzo, en su informe presentado en nombre del CEIC, habla del carácter contradictorio de la Acción de marzo: encomia el heroísmo de los obreros que han combatido y critica por otro lado la política de la Central de VKPD. Trotski caracteriza la Acción de marzo como una tentativa totalmente desafortunada que «si se repitiera, acabaría llevando al partido a su perdición». Subraya que: «Es nuestro deber decir claramente a los obreros alemanes que nosotros consideramos esta idea de la ofensiva como el mayor de los peligros y que, en su aplicación práctica, es el peor de los crímenes políticos» (Actasdel IIIer Congreso).
La delegación del VKPD y los delegados de la oposición en el VKPD, especialmente invitados, se enfrentan en el Congreso.
El Congreso es consciente de las amenazas que se ciernen sobre la unidad del partido. Por eso impulsa a un compromiso entre la dirección y la oposición del VKPD. Se obtiene el compromiso siguiente: «El Congreso estima que toda fragmentación de las fuerzas en el seno del Partido comunista unificado de Alemania, toda formación de fracciones, por no hablar de escisión, es un gran peligro para el conjunto del movimiento». Al mismo tiempo, la resolución adoptada pone en guardia contra toda actitud revanchista: «El Congreso espera de la dirección central del Partido comunista unificado de Alemania una actitud tolerante para con la antigua oposición, con tal de que ésta aplique lealmente las decisiones tomadas por el IIIer Congreso(...)» («Resolución sobre la Acción de marzo y sobre el Partido comunista unificado de Alemania», IIIer Congreso de la IC, junio de 1921, Manifiestos, Tesis y Resoluciones de los cuatro primeros congresos mundiales de la Internacional comunista).
Durante los debates del IIIer Congreso, la delegación de KAPD apenas si expresa una autocrítica sobre la Acción de marzo. Parece más bien concentrar sus esfuerzos sobre cuestiones de principio referentes al trabajo en los sindicatos y en el parlamento.
A la vez que el IIIer Congreso consigue ser muy autocrítico frente a los peligros golpistas aparecidos en la Acción de marzo, poniendo en guardia contra ellos y arrancando de raíz el «activismo ciego», en cambio, por desgracia, se mete por el camino trágico y nefasto del Frente único. Rechaza el peligro del golpismo, pero se confirma y acelera el viraje oportunista iniciado por la adopción de las 21 condiciones de admisión. No se han corregido los graves errores, puestos de relieve por Gorter en nombre del KAPD, de la vuelta atrás de la IC con lo del trabajo en los sindicatos y la vía parlamentaria.
Animado por los resultados del IIIer Congreso, el VKPD, en otoño de 1921, adopta la táctica del Frente único. Al mismo tiempo, ese Congreso plantea un ultimátum al KAPD: o fusión con el VKPD o exclusión de la IC. En septiembre de 1921, el KAPD abandona la IC. Una parte se precipita a la aventura de fundar inmediatamente una Internacional comunista obrera. Y unos cuantos meses más tarde se produce una escisión en su seno.
El KPD (que ha vuelto a cambiar de nombre en agosto de 1921) abre cada día más las puertas a los malos vientos del oportunismo. La burguesía, por su parte, ha alcanzado sus objetivos: otra vez, gracias a la Acción de marzo, ha logrado afianzar su ofensiva y debilitar todavía más a la clase obrera.
Si las consecuencias de la actitud golpista son ya asoladoras para la clase obrera en su conjunto, lo son todavía más para los comunistas: éstos vuelven a ser las primeras víctimas de la represión. Se refuerza más todavía la caza al comunista. Una ola de dimisiones golpea al KPD. Muchos militantes están desmoralizados tras el fracaso del alzamiento. A principios de 1921, el VKPD tenía entre 350 000 y 400 000 miembros. A finales de agosto, ya solo tiene 160 000. En noviembre, entre 135 000 y 150 000 militantes.
La clase obrera en Alemania ha vuelto a luchar sin tener tampoco esta vez con ella a un partido fuerte y consecuente.
DV

[1] Los artículos anteriores de esta serie se han publicado en las Revista Internacional nos 81, 82, 83, 85, 86, 88, 89 y 90.
[2] En las elecciones al Landtag de Prusia de febrero del 21, el VKPD obtuvo más de 1 millón de votos; el USPD, la misma cantidad; el SPD más de 4 millones. En Berlín el VKPD y el USPD obtuvieron juntos más votos que el SPD.
[3] C. Zetkin, que está de acuerdo con las críticas de Levi, le exhorta en varias cartas para que no adopte un comportamiento perjudicial para la organización. Así, el 11 de abril le escribe: «Debe usted retirar la nota personal del prefacio. Me parece políticamente benéfico que no pronuncie ningún juicio personal sobre la Central y sus miembros a quienes usted considera aptos para el manicomio y de quienes pedía la revocación, etc. Es más razonable que se atenga únicamente a la política de la Central, dejando fuera de juego a quienes sólo son sus portavoces (...) Solo los excesos personales deben ser suprimidos». Levi no se deja convencer. Su orgullo y su tendencia a querer llevar siempre la razón, al igual que su idea monolítica, tendrán consecuencias funestas.
[4] «Paul Levi no ha informado a la dirección del Partido de su intención de publicar un folleto, ni le ha dado a conocer los principales argumentos de su contenido.
Ha hecho imprimir su folleto el 3 de abril, en un momento en el que la lucha seguía en algunas partes del país, con miles de obreros ante los tribunales especiales, a los cuales Levi excita así para que dicten las condenas más duras. La Central reconoce el pleno derecho a la crítica al Partido antes y después de las acciones que lleva a cabo. La crítica en el terreno de la lucha y la completa solidaridad en el combate es una necesidad vital para el Partido y el deber revolucionario. La actitud de Paul Levi(...) no va en el sentido de reforzar al Partido, sino en el de su dislocación y destrucción» (central del VKPD, 16 de abril de 1921).
[5] La delegación del CEIC está compuesta por B. Kun, Pogany y Guralski. Desde la fundación del KPD, K. Radek desempeña la función de «hombre de enlace» entre el KPD y la IC. A menudo sin un mandato claro, Radek practica sobre todo la política de los canales «informales» y paralelos.




ACCIONES DE JULIO 1.917, EN RUSIA; SAN PETERSBURGOS:

Jornadas de Julio

Jornadas de Julio
Iyul'skaya 1917 demonstraciya v Petrograde.jpg
Manifestantes durante las Jornadas de Julio en Petrogrado
ÁmbitoRevolución rusa
SucesoManifestaciones antigubernamentales
LugarPetrogrado
PaísRusia
Fecha3 de juliojul.16 de julio de 1917greg. - 6 de juliojul./19 de julio de 1917greg.
ParticipantesObreros, soldados y marinos
AsistenciaDecenas de miles
Organización
OrganizadorAnarcocomunistas y bolcheviques
A. - Las Jornadas de Julio de 1917 fue el nombre que recibieron las protestas armadas respaldadas por los anarcocomunistas y los bolcheviques, finalmente fracasadas, que trataron de derrocar al Gobierno Provisional Ruso y traspasar el poder a los sóviets (consejos) en julio de ese año. Estas protestas se produjeron al mismo tiempo que tenía lugar una crisis gubernamental por la dimisión de los ministros kadetes del Gobierno, lo que dejó la gestión de la crisis en manos de los dirigentes defensistas del Sóviet de Petrogrado, principalmente de los mencheviques.1
Las protestas, debidas a una mezcla de descontento por el empeoramiento de la situación económica, agitación radical y oposición a la reanudación de las operaciones militares entre otros factores, se produjeron en medio de una crisis gubernamental desencadenada por la dimisión de los ministros kadetes.2 Las manifestaciones fueron un síntoma del amplio descontento con el desempeño del Gobierno de coalición social-liberal y del deseo de que el sóviet tomase la iniciativa en la aplicación de reformas.1
Las marchas, multitudinarias, se sucedieron a lo largo de tres días en los que los manifestantes, atizados por algunos cuadros socialrevolucionarios de izquierda, anarquistas y bolcheviques, exigieron con vehemencia pero inútilmente a los dirigentes del Sóviet de Petrogrado que derrocasen al Gobierno de coalición social-liberal y tomasen el poder, con la intención de poner en marcha amplias reformas. El rechazo frontal de los socialistas moderados a aceptar esta exigencia y la falta de una dirección política alternativa hicieron fracasar las protestas, apoyadas en el último momento y con bastante renuencia por la dirección bolchevique. La falta de apoyo a las manifestaciones en las provincias, el de las tropas del frente al Sóviet y el respaldo tardío de algunas unidades militares de la capital a este tras publicarse dudosas acusaciones de connivencia de Lenin con los alemanes permitieron a los dirigentes del Sóviet poner fin a las protestas y recuperar el control de la capital.

B.- El aplastamiento del intento de golpe de Estado supuso un debilitamiento temporal del partido de Lenin que, sin embargo, resurgió con fuerza a finales de verano y quedó rehabilitado durante el golpe de Kornílov a comienzos de septiembre. El Consejo de Petrogrado, cúspide del sistema de consejos del país instaurado durante la Revolución de Febrero y controlado por los socialistas moderados, se negó a tomar el poder como exigían los manifestantes, contribuyendo decisivamente al fracaso de la intentona.3 El resultado de las protestas supuso una victoria pírrica para los defensistas, que disfrutaban aún de un respaldo mayoritario para sus posiciones en las provincias; ante la falta de reformas y la imposibilidad de formar una nueva coalición que las pusiese en marcha, su fuerza se fue tornando en debilidad a lo largo del verano y del otoño.4

C.- Antecedentes[editar]

Crisis gubernamental[editar]

El acuerdo de los ministros enviados a Kiev con los representantes de la Rada Central Ucraniana —que excedía las instrucciones del Gobierno—5 sirvió de justificación y pretexto para que los ministros kadetes abandonasen al Gobierno el 2 de juliojul.15 de juliogreg..6 1 7 8 La relación entre los ministros socialistas y los liberales había sido tensa desde el principio y había empeorado con el tiempo, especialmente tras la renuncia de Aleksandr Konoválov el 19 de mayojul.1 de juniogreg. y el acoso del también kadete Manuilov.6 Los kadetes estaban descontentos con la incapacidad de sus colegas socialistas del gabinete para moderar las exigencias de los trabajadores y restaurar la disciplina militar en el Ejército.7 El desacuerdo sobre el tratamiento de Ucrania y los nacionalismos del antiguo imperio —con el Sóviet dispuesto a realizar ciertas concesiones a los nacionalistas mientras los kadetes se negaban a ello y exigían posponer la cuestión hasta la reunión de la asamblea constituyente—5 representó entonces el motivo final de la ruptura entre ambos grupos.6 1 La dimisión de los ministros kadetes produjo una nueva crisis de Gobierno, que parecía conducir a la formación de un nuevo Consejo de Ministros exclusivamente socialista, posibilidad deseada por los bolcheviques pero rechazada por los mencheviques.9 Estos deseaban formar un nuevo Gobierno liberal-socialista, pero que excluyese a las principales figuras kadetes, el principal partido liberal, con los que habían cooperado con gran dificultad en el primer Gobierno de coalición.5 Para ganar tiempo en el que resolver la crisis, Tsereteli propuso que fuese el Comité Ejecutivo Central (CEC), elegido en el primer congreso nacional de sóviets, el que tratase el asunto; dado que su reunión llevaría al menos tres semanas, su convocatoria otorgaba a los políticos tiempo para resolver las posibles dificultades de formar un nuevo gabinete.9 Los planes de Tsereteli se vieron truncados por los acontecimientos inesperados que tuvieron lugar en la capital.9

Crisis social y económica[editar]

A las esperanzas de cambio frustradas, se unieron la oposición a la guerra y la preocupación por la agudización de la crisis económica como razones principales para que una parte creciente de la población, especialmente de los obreros urbanos y de las unidades militares de la retaguardia, exigiese el traspaso del poder gubernamental a los sóviets y, con ello, la aplicación de amplias y rápidas reformas que mejorasen las condiciones de obreros, campesinos y soldados y se pusiese fin a la guerra.10

Ofensiva militar y descontento entre la guarnición[editar]

Ante la inminencia de la nueva Ofensiva Kérenski, que se consideraba reforzaría a las fuerzas burguesas del Gobierno Provisional Ruso y que los soldados de la guarnición temían porque supondría su envío al frente, las organizaciones del Partido Bolchevique sopesaron la posibilidad de llevar a cabo manifestaciones armadas contra el Gobierno, exigiendo el traspaso del poder político a los consejos y el inmediato comienzo de negociaciones de paz.11 Anarquistas y bolcheviques agitaban a las tropas contra el Gobierno.12 Como sucedió en diversas ocasiones en 1917, el comité central bolchevique se dividió en dos sobre la conveniencia de convocar las marchas, con una fracción favorable encabezada por Lenin y una opuesta que incluía a Grigori Zinóviev y Lev Kámenev (6 de juniojul.19 de junio de 1917greg.).11 13
Por otro lado, numerosos soldados mayores de cuarenta años mostraron su intenso descontento porque se los devolviese al frente para participar en la nueva ofensiva militar después de que se los hubiese enviado anteriormente a sus hogares para que participasen en la siembra.14 Esta renuencia a regresar al frente condujo en algunas localidades a disturbios.14

Convocatoria de manifestación armada y anulación[editar]

La inquietud de la guarnición ante su posible traslado al frente y la intención de bolcheviques y anarcocomunistas de aprovechar el descontento para acabar con el Gobierno se plasmaron en rumores que el 9 de juniojul./ 22 de junio de 1917greg. llegaron al Consejo de la ciudad y al Gobierno, que envió patrullas militares a las calles.15 El día anterior, el1.er Congreso de los Consejos había aprobado por amplia mayoría apoyar al Gobierno de Georgi Lvov.15 Al día siguiente, el Congreso discutió el llamamiento de los bolcheviques, a través de una proclama escrita por Stalin, a manifestarse, mientras el Consejo de la ciudad enviaba delegados a las fábricas y los cuarteles para contrarrestar la proclama y evitar la manifestación.16 2.--

D.- Ante la actitud hostil del Consejo, la delegación bolchevique en el mismo convenció a Lenin para volver a votar sobre la conveniencia de mantener la convocatoria de reunión.17 La delegación temía ser expulsada del Consejo y quedar aislada políticamente.17 Debido a la ausencia de delegados de la Organización Militar y del comité local, más favorables a la convocatoria, la duda de Lenin, y el cambio de voto de Zinóviev, se canceló el llamamiento2 8 y se enviaron rápidamente delegados para comunicar el cambio de postura.17 La anulación de las marchas en el último momento dejó a numerosos trabajadores y soldados descontentos.2

Postura del Consejo[editar]

A pesar de haber desconvocado la manifestación, las figuras más favorables a la colaboración con el Gobierno, como Irakli Tsereteli, Nikolái Avkséntiev o Aleksandr Kérenski, defendieron en el Consejo la necesidad de desarmar a los bolcheviques, propuesta que se encontró con la oposición de parte del Consejo y fue finalmente rechazada.18 La moción de Fiódor Dan, más moderada, de condenar la acción de los bolcheviques y prohibir futuras manifestaciones que no contasen con el permiso del Consejo recibió el respaldo mayoritario (12 de juniojul.25 de juniogreg.).18 En la misma sesión y como muestra de fuerza del Consejo, de conciliación con los bolcheviques y para encauzar el descontento de parte de la población, el Consejo aprobó convocar su propia manifestación, pacífica y desarmada, para el 18 de juniojul.1 de julio de 1917greg..19 La manifestación se organizó en favor de la paz sin indemnizaciones ni anexiones, de la autodeterminación de los pueblos y de la unidad del movimiento revolucionario.19 La presidencia defensista deseaba utilizar la manifestación para mostrar el apoyo popular a la coalición social-liberal gobernante y a la ofensiva militar.2
Los bolcheviques emplearon los días previos a la manifestación en una amplia campaña, sin igual entre las demás formaciones políticas, para introducir sus lemas de la manifestación anulada en la nueva convocada por el Consejo y obtuvieron un gran respaldo en fábricas y cuarteles.20 2 Bolcheviques, anarquistas y socialrevolucionarios de izquierda trataban de convertir la convocatoria en una muestra de repulsa a la guerra, al Gobierno y a favor del traspaso del poder a los sóviets.2

Manifestación del 1 de julio y ofensiva militar[editar]

La manifestación del 18 de juniojul./1 de juliogreg. convocada por el consejo capitalino, que acabó mostrando más la fuerza de los partidos radicales que la del propio Sóviet de Petrogrado.
La manifestación resultó un éxito de movilización, con más de 400 000 participantes, pero demostró la fuerza de los lemas bolcheviques,12que inundaron la marcha, más que la del Consejo y su política moderada hacia el Gobierno.21 2 8 La manifestación, convocada para reforzar la postura favorable a la colaboración con los partidos burgueses en el Gobierno, se convirtió en prueba de la intensidad del deseo de traspasar el poder a los consejos y derrocar a los ministros liberales.21 22
El mismo día de la manifestación, se desencadenó la última ofensiva del Ejército ruso en la guerra mundial, la ofensiva Kérenski, que, tras unas primeras victorias, mostró la desorganización y la oposición a continuar combatiendo de la mayoría de las unidades.22 8 La victoria inicial se convirtió en pocos días en derrota militar y política, que hundió el programa revolucionario-defensista y agudizó la crisis gubernamental que caracterizó el verano de 1917.10
A pesar de la fuerza aparente de la postura de bolcheviques y anarcocomunistas, el 20 de juniojul.3 de juliogreg. Lenin se mostró contrario a intentar tomar el poder prematuramente sin contar antes con una mayoría en los consejos.23 Sin esta, sostuvo Lenin, la toma del poder sería precipitada y efímera.23 El objetivo del partido no debía en ese momento tomar el poder derrocando al Gobierno, sino hacerse con el control de los consejos, en los que recaería pronto el poder por el creciente desprestigio del Consejo de Ministros, que aumentaba desde el comienzo de la Ofensiva Kérenski.23

Aumento de la tensión en la capital[editar]

Por otra parte, aumentaba la tensión entre los anarcocomunistas, instalados en Villa Durnovó, en el norteño distrito de Víborg, y el Gobierno.24 El 5 de juniojul.18 de juniogreg., habían tomado las oficinas de un diario derechista, del que habían sido expulsados y esta acción había llevado al ministro de Justicia, Perevérzev, a exigir el abandono de su sede.24 Los anarcocomunistas solicitaron el apoyo de los trabajadores y 28 fábricas fueron a la huelga, registrándose manifestaciones armadas a su favor en varios distritos obreros.24 El Consejo hubo de mediar para rebajar la tensión.24 El asalto gubernamental a la residencia ocupada por los anarquistas la noche siguiente a la manifestación convocada por el sóviet agravó la hostilidad de los trabajadores del distrito hacia la coalición de Gobierno.25 Esto, junto con la petición de moderación del ministro de Trabajo, el menchevique Skobelev, el 28 de juniojul.11 de juliogreg. que llegó en un momento de empeoramiento8 de la situación económica y de crecientes conflictos industriales, además del comienzo de la ofensiva el mismo día de la manifestación en Petrogrado, aceleró la radicalización de los partidarios del sóviet en las dos semanas que siguieron a la gran manifestación en la capital y precedieron al estallido de las protestas de julio.25Reunión política en la gran fábrica Putílov, que respaldó mayoritariamente la manifestación armada contra el Gobierno Provisional Ruso.
El 22 de juniojul.5 de juliogreg., los delegados bolcheviques en el CEC habían advertido de la probabilidad de grandes manifestaciones que posiblemente se desencadenarían por protestas de los obreros de la fábrica Putílov.14 Al día siguiente, delegados de setenta y tres fábricas, reunidos en la Putílov, aprobaron la exigencia de subidas de salarios para compensar la inflación y, sosteniendo que esto no sería suficiente, exigieron además tomar el control de la producción y que el poder político pasase a los consejos.14

Desarrollo[editar]

Planes de insurrección[editar]

Manifestantes en Nevski Prospekt durante las Jornadas de Julio.
Desbandada de los manifestantes tiroteados en Nevski Prospekt. Los choques entre manifestantes y partidarios del Gobierno y del sóviet produjeron alrededor de 400 muertos.
La situación entre los soldados de la guarnición, sin embargo, era de extrema tensión, mostrándose opuestos completamente a su traslado al frente.26 12 10 8 Los primeros días de la acometida rusa contra los Imperios Centrales, sólo la intensa actividad del Consejo de la capital y de los delegados bolcheviques había evitado8 un motín y únicamente con gran dificultad logró el Consejo transferir algunos hombres de la ciudad al frente.26
Algunas unidades se mostraron dispuestas a manifestarse por su cuenta contra el Gobierno. Anarquistas, socialrevolucionarios de izquierda y bolcheviques cercanos a obreros y soldados estaban cada vez más convencidos de contar con la fuerza necesaria para derrocar al Gobierno.27 Por su parte, la Organización Militar Bolchevique, al enterarse de estos planes, se los comunicó al comité central del partido el 2 de juliojul.15 de julio de 1917greg., que prohibió cualquier participación del partido en su organización.28 Esta orden fue acatada en teoría pero desobedecida en la práctica, alentando los agitadores de la Organización a los soldados en su propósito.28

El 16 de julio[editar]

Al día siguiente, la principal unidad dispuesta a alzarse, el 1.er Regimiento de Ametralladoras,9 14 envió delegados a las demás unidades militares de la capital y a las fábricas para recabar el apoyo de soldados y trabajadores para su marcha armada con el objetivo de derrocar al Gobierno y traspasar el poder a los consejos.29 27 30 7 8 La unidad, cercana a bolcheviques y anarcocomunistas, se hallaba muy agitada desde el 18 de febrerojul.3 de marzogreg., cuando recibió órdenes de que parte de ella se trasladase al frente.30 Los esfuerzos de los enviados de la Organización Militar bolchevique para convencer a la unidad de que desistiese en su propósito resultaron infructuosos.31
La acogida a sus propuestas fue desigual.29 Algunas unidades mostraron su apoyo,30 mientras que otras se limitaron a expresar su intención de permanecer neutrales o se negaron a participar en la empresa.32 33 El regimiento logró, sin embargo, el respaldo de numerosas fábricas,9 30 entre ellas la de 30 000 trabajadores de la fábrica Putílov —especialmente hostiles al Gobierno por una disputa salarial que llevaba más de un mes sin solución—30 y también de 10 000 marinos de la base naval de Kronstadt,9 que se unieron a la protesta la misma tarde del 3 de juliojul.16 de juliogreg..32 Los intentos de algunos populares dirigentes bolcheviques de la base naval no habían logrado detener a los marinos, influidos por los discursos de los enviados del 1.er Regimiento de Ametralladoras y de algunos anarquistas llegados de la capital y finalmente se habían decidido a apoyar su marcha a la ciudad.34
Los comités ejecutivos del sóviet se hallaban tratando la crisis gubernamental cuando recibieron las noticias sobre las revueltas alrededor de las 15:00; Stalin declaró que los bolcheviques no tenían nada que ver con las protestas,35 afirmación que se recibió con escepticismo.36 Finalmente y tras aprobarse una proclama a la población para que no se manifestase,37 se levantó la sesión.38 Cuando esta se retomó pasada la medianoche, la sede del sóviet se encontraba rodeada ya de miles de manifestantes.38
Por la tarde, las organizaciones bolcheviques, ante el aumento del movimiento, presionaron al comité central para respaldarlo antes de encontrarse con un levantamiento armado que no controlase.39 35 Durante todo el día, la organización militar del partido había tratado de detener las protestas; cuando parecía que había logrado convencer a los soldados de las unidades más exaltadas, llegó la noticia alrededor de las 18:30 de que varios regimientos —el 1.º de Ametralladoras, el de Moscú, el de Granaderos y el 180.º— se dirigían a la sede del partido.35 Los intentos de último momento para devolver a los soldados a los cuarteles fracasaron.35 A las 19:00, los alzados ya controlaban la estación Finlandia y los puentes del norte de la capital y camiones armados recorrían Nevski Prospekt.39 Miles de manifestantes se dirigieron al centro de la ciudad.27
La postura de la dirección del partido bolchevique era aún incierta12 27 cuando grupos de soldados de varias unidades amotinadas y miles de trabajadores acudieron31 a su sede en la mansión Kshesínskaya (entonces propiedad de Mathilde Kschessinska), cercana a la Fortaleza de San Pedro y San Pablo y forzaron definitivamente el apoyo de la organización al alzamiento.40 41 Los bolcheviques decidieron entonces dirigir a la muchedumbre al Palacio Táuride, sede del sóviet de Petrogrado para presentar sus exigencias de acabar con el Gobierno provisional y asumir el poder.40 37 31 Incapaz de contener las protestas, la dirección bolchevique decidió finalmente unirse a ellas, como ya lo había hecho parte de la base del partido, que había atizado el descontento y favorecido las manifestaciones.41 A la vez que se decidía a tratar de dirigir las protestas como «expresión pacífica y organizada de la voluntad de trabajadores, soldados y campesinos» de conceder el poder gubernamental a los sóviets, el comité central reclamó el urgente regreso de Lenin, que se hallaba de vacaciones en Finlandia,37 31 a la capital.41
Alrededor de las 23:00, los manifestantes que se dirigían por Nevski Prospekt hacia la sede del Consejo se enzarzaron en tiroteos9 con fuerzas de derecha; llegaron al palacio alrededor de la medianoche,27 donde se les unieron los 30 000 trabajadores de la fábrica Putílov30 dos horas más tarde.42 A esa hora, el palacio estaba rodeado por unos sesenta o setenta mil manifestantes y desprovisto de protección, ya que unos regimientos de la guarnición se negaron a enviar tropas si no lo hacían los demás.43 Los manifestantes exigían airadamente el traspaso del poder gubernamental a los sóviets.27 37 Los dirigentes del Consejo, sin embargo, se negaron a aceptar esta exigencia.27 Los bolcheviques, no obstante, habían logrado que la sección obrera del sóviet aprobase una moción favorable a la formación de un Gobierno soviético.38 37 13
Los manifestantes llevaban pancartas exigiendo la dimisión de los «ministros capitalistas» y el traspaso del poder político a los sóviets.30 Deseaban la expulsión de los ministros burgueses, que ya no creían que los socialistas pudiesen controlarlos como habían supuesto cuando habían apoyado el ingreso de estos en el Consejo de Ministros y los culpaban de la política económica y bélica que rechazaban.44 Más que un cambio en la composición del Gobierno en sí, el deseo de los manifestantes era el de cambiar de manera inmediata las medidas del Gobierno y de lograr así las antiguas promesas de la revolución recogidas por el sóviet: reconstrucción económica, democratización, reforma agraria y paz.44 Sin embargo, seguían confiando para lograrlo en los mismos dirigentes moderados del sóviet que se oponían45 a la toma del poder y defendían la coalición.44 La esperanza de los reunidos ante la sede del sóviet consistía en tratar de persuadir o, en caso de lograrlo, obligar a los dirigentes de este a acabar con la coalición con los ministros burgueses y asumir el poder político.46 La renuencia de las masas a retirar su apoyo a los dirigentes del sóviet y el rechazo de estos a asumir las exigencias de los manifestantes produjeron una gran tensión y una frustración cada vez mayor entre las primeras hacia los segundos, a los que no eran capaces de obligar a que siguiesen sus consignas.46
Los intentos de algunos dirigentes del Consejo de dispersar la manifestación fracasaron y la multitud presentó sus exigencias al Consejo, aplaudiendo a los oradores bolcheviques que, sin embargo, no utilizaron la fuerza para obligar al mismo a aceptar las reclamaciones de los manifestantes.43 Los soldados más radicales y los anarcocomunistas habían cedido el control del movimiento a los bolcheviques, que no se decidieron a dar un golpe de mano contra el renuente Consejo.43 Alrededor del amanecer del 4 de juliojul.17 de julio de 1917greg., entre las 3:00 y las 4:00,27 cansados y hambrientos, los manifestantes comenzaron a regresar a sus hogares,12 con la intención de regresar más tarde hasta lograr sus objetivos.43

El 17 de julio[editar]

La mañana del día siguiente, la ciudad continuó paralizada por las protestas: los comercios cerraron tras abrir brevemente, el transporte público urbano cesó y los trabajadores se unieron a las protestas o no acudieron a sus puestos de trabajo.47 Unidades armadas recorrían el centro de la ciudad desde primeras horas de la mañana.47 La Organización Militar Bolchevique había pasado la noche planeando las protestas, sin descartar un derrocamiento del Gobierno por la fuerza.47 El día de mayores protestas, el comité central bolchevique llamó a una manifestación pacífica a favor de la asunción del poder por los consejos.45 Las protestas, sin embargo, no resultaron organizadas ni pacíficas.34 Por su parte, los llamamientos de los dirigentes socialistas moderados del Consejo para que cesasen las protestas resultaron infructuosos.41
Víctor Chernov, dirigente socialrevolucionario, hubo de ser rescatado de manos de los manifestantes por León Trotski. ElConsejo había enviado a Chernov confiando en su popularidad para disolver la protesta.
El palacio Táuride, sede del sóviet de Petrogrado, que fue rodeado por los manifestantes en un intento de forzar su aceptación del poder y la eliminación del Gobierno Provisional Ruso.
Soldados y trabajadores se concentraron en la mansión Kshesínskaya para recibir instrucciones sobre las marchas para ese día mientras agitadores bolcheviques competían con enviados del Consejo para ganarse el respaldo de las fábricas para la continuación de la protesta.48 Alrededor de 20 000 marinos de la base naval de Kronstadt, llegados a la capital durante la mañana, escucharon un discurso cauteloso de Lenin que, si bien apoyaba el lema de las marchas, pedía moderación; el dirigente bolchevique no consideraba en realidad que hubiese llegado el momento de tomar el poder, aunque confiaba que ese momento llegaría «antes del final del otoño».34 49
A pesar del gran respaldo a la marcha a favor de un Gobierno soviético (cerca de medio millón de manifestantes), el apoyo a la misma comenzaba a decaer:12 las unidades de la guarnición que se habían negado a apoyarla al comienzo seguían oponiéndose a participar y algunas de las que se habían manifestado el día anterior dudaban sobre si seguir apoyándola.48 El respaldo militar al Consejo era, sin embargo, nulo, y al Gobierno completamente inexistente.48 34 Las unidades que no se habían amotinado se habían declarado neutrales y no mostraban intención alguna de acudir en auxilio del Gobierno, reunido sin defensa alguna en el apartamento del primer ministro, príncipe Lvov.34
Los ministros del Gobierno, sin apoyo alguno en las fábricas o en la guarnición, se refugiaron en el Estado Mayor del Ejército.50 Los intentos del día anterior de la comandancia del distrito militar de la capital de usar las unidades no amotinadas contra los manifestantes habían fracasado.50 51 El Gobierno apenas contaba con unos destacamentos de cosacos y algunos heridos para proteger el Palacio de Invierno y el edificio del Estado Mayor.50 51
Pasado el mediodía, los manifestantes volvieron a marchar hacia la sede del Consejo,41 reproduciéndose una vez más los tiroteos en el centro de la ciudad entre manifestantes y francotiradores.52 Los choques armados se sucedieron a lo largo de todo el día, con numerosas bajas,41 alrededor de cuatrocientas.36 51 Nuevamente más de sesenta mil manifestantes rodearon el palacio.52 En un intento de acabar con la protesta, la mayoría del Consejo envío al dirigente socialrevolucionario y ministro de Agricultura45 Víctor Chernov a convencer a los manifestantes, que le recibieron con hostilidad, deteniéndolo.53 3 41 54 Un trabajador, que agitando el puño hacia Chernov le expetó: «¡Toma el poder, hijo de puta, cuando se te entrega!», expresó el malestar de los manifestantes por la oposición de los dirigentes del Consejo a hacerse con el poder.41 36 45 La rápida intervención de León Trotski, que gozaba de la confianza de los marinos, logró la liberación de Chernov.53 3 54
Ante los enfrentamientos, la amenaza creciente de golpe de Estado, la radicalización de los manifestantes y la falta de apoyo de la guarnición, el Consejo aprobó el traslado de tropas del frente para aplastar la protesta.53 Sin embargo, estas no llegarían a la ciudad al menos hasta la noche.51 La ciudad se hallaba a merced de los manifestantes, que hubiesen podido detener tanto al Consejo de Ministros como a los dirigentes soviéticos con facilidad.51 Estos seguían rechazando las exigencias de los manifestantes,55 a los que consideraban radicalizados por la agitación de los bolcheviques, confundidos e inmaduros políticamente.36 Rechazando que el malestar de los que exigían el fin de la coalición se debiese a un malestar genuino y no a la acción de los radicales y temiendo el aislamiento del proletariado de las demás clases sociales del país como parecían mostrar los enfrentamientos armados en la ciudad, las protestas no solo no forzaron a los dirigentes del sóviet a cambiar de política, sino que reforzaron su convencimiento de la necesidad de mantener la alianza con las fuerzas burguesas.36
Mientras, durante la tarde, el ministro de Justicia, Perevérzev, sin acordarlo con el Consejo asediado en el palacio, decidió publicar la investigación que el Gobierno estaba llevando a cabo sobre la posibilidad de que Lenin estuviese trabajando para los alemanes.56 57 La misma estaba aún incompleta y los indicios a favor de esta tesis se basaban en testigos muy dudosos, pero el ministro decidió enviar los datos a la prensa para tratar de debilitar a los bolcheviques y ganarse el apoyo de los regimientos de la capital que no se habían unido a la revuelta abiertamente.56 Su acción surtió efecto,41 poniéndose varias unidades en camino hacia el Palacio Táuride.58 57
Las deliberaciones continuaban en la sede del Consejo, que hacia las 21:00 quedó ocupado por la multitud, sin que esto detuviese el debate.59 54 Pasada la media noche y con la mayoría de los delegados opuestos al derrocamiento del Gobierno de coalición y a la toma del poder por el Consejo,54 comenzaron a llegar tropas leales al Consejo,41 para alivio de la mayoría de los delegados.60 61 57

El 18 de julio[editar]

Lenin, dirigente del partido bolchevique. No trató de detener la revuelta a pesar de no considerar la situación adecuada para una toma del poder por los consejos ante la debilidad bolchevique en los mismos. Tras el fracaso de la intentona, propuso sustituir el objetivo de traspasar el poder a los consejos por una toma directa del poder por el partido, sin lograr el respaldo de este, y pasó a la clandestinidad, buscado por el Gobierno.
Tras el alborozo por la llegada de las tropas favorables, los comités ejecutivos aprobaron la moción de los defensistas, presentada por el socialrevolucionario Abraham Gotz, que reconocía la autoridad del Gobierno formado por los ministros que habían quedado tras la retirada de los kadetes y aplazaba el debate sobre la formación de un nuevo gabinete a la reunión plenaria del CEC que debía tener lugar dos semanas más tarde.62 55 La moción, acordada por los dirigentes defensistas antes del estallido de las protestas, permitía a estos disfrutar de cierto tiempo para recomponer la coalición con la burguesía, desbaratada por la dimisión kadete, y tratar de acabar con los desórdenes causados por los disturbios de los últimos días.62
La indignación creciente de parte de la población por la información sobre Lenin, la inminente llegada de tropas del frente, el apoyo tardío de parte de la guarnición y la desmoralización cada vez mayor de una parte notable de los manifestantes reforzaron repentinamente la posición del Consejo y del Gobierno en la madrugada del 18 de julio.63 41
Ante la creciente oposición a las manifestaciones, el partido bolchevique, demasiado involucrado en las mismas para retirarse sin daño y habiéndolas tolerado (el propio Lenin, de vuelta en la capital en la mañana del 4 de juliojul.17 de juliogreg., no había tratado de detenerlas) y fomentado por sus cuadros menores, había de optar por tratar de tomar el poder a pesar de la oposición del Consejo y la posible hostilidad de las provincias y de las tropas del frente, o intentar disolverlas cuanto antes.64 Pravda anunció que la huelga y manifestaciones previstas para ese día quedaban desconvocadas; la mayoría de los marinos, la principal fuerza de los manifestantes, había regresado a su base la noche anterior.65
La violencia, debida fundamentalmente a los manifestantes hasta ese momento, comenzó a provenir ahora de los partidarios del Gobierno.65 A primeras horas de la mañana, un oficial al frente de un destacamento arrasó las oficinas de Pravda.65 66 Hacia mediodía las tropas leales al Consejo y al Gobierno controlaban la mayor parte de la ciudad, salvo los suburbios obreros; la capital se tornó peligrosa para los sospechosos de bolchevismo y la intensidad de la sensación de contrarrevolución alarmó incluso a los socialistas moderados.67
Por la tarde, comenzaron las conversaciones entre las fuerzas leales y las rebeldes para la rendición de estas, que no se logró.68 Un acuerdo preliminar entre representantes del Consejo y de los bolcheviques que limitaba las represalias y garantizaba el desarme de los insurrectos fue descartado por la noche.69 La mayoría de los marinos de la flota, no obstante, lograron regresar a Kronstadt sin problemas, quedando apenas unos cientos para defender la mansión Kshesínskaya y la Fortaleza de San Pedro y San Pablo.69 65

19 de julio[editar]

A pesar de los rumores sobre la renuencia de la dirección bolchevique a resistir a las tropas leales al Consejo y al Gobierno, el mando del distrito militar decidió poner en marcha una gran operación militar para tomar por la fuerza los edificios aún en poder de aquellos, que comenzó a las 3:00 a.m; la fortaleza y la sede el partido pronto quedaron aislados.68
Poco después de las 7:00 a.m., los bolcheviques recibieron un ultimátum exigiendo su rendición y aprovecharon el tiempo de reflexión para trasladarse de la mansión a la fortaleza.70 Las fuerzas gubernamentales ocuparon la mansión poco después, sin encontrar resistencia.70 65 Hacia el mediodía, las conversaciones entre sitiados y sitiadores acabaron con la rendición de los primeros, postura favorecida por el Consejo y respaldada por el comité central bolchevique.71
En las provincias hubo escaso apoyo a la toma del poder por los consejos y apenas se produjeron incidentes en unas cuantas ciudades.72
Este día se expidió la orden de detención contra Lenin, Zinoviev y Kamenev.73 74 Tras dudar entre pasar a la clandestinidad y entregarse para ser juzgado y utilizar el juicio como defensa, Lenin optó por la primera alternativa74 junto con Zinoviev aduciendo las acciones de Pereverzev en su contra como prueba de la imposibilidad de recibir un juicio imparcial.73 Pasó a Helsinki antes de regresar a Víborg antes de la Revolución de Octubre.73

Consecuencias[editar]

Aleksandr Kérenski, ministro de Defensa y pronto presidente del Gobierno de un nuevo gabinete de coalición social-burguesa, en las exequias de los muertos durante las Jornadas de Julio. Las medidas del Gobierno contra los bolcheviques fueron ineficaces.
La revuelta acentuó el rechazo de los dirigentes mencheviques a tomar el poder y formar un Gobierno exclusivamente socialista, como habían reclamado los manifestantes.33 En su opinión, una toma del poder por el sóviet, que solo representaba a una pequeña parte de la población a su modo de ver, llevaría a un enfrentamiento armado entre socialistas y burgueses, a la utilización por estos de las masas campesinas rusas, y al triunfo de la contrarrevolución.75 Para los mencheviques, el atraso social, económico y político ruso impedía el éxito de un Gobierno exclusivamente socialista.75 Los socialistas moderados sostuvieron por tanto la necesidad de forjar una nueva coalición con los representantes de la burguesía para mantener el sistema democrático y evitar el enfrentamiento civil.75
Las manifestaciones, enormes pero desorganizadas y sin dirección ante la renuencia de los bolcheviques, resultaron incapaces de imponer un Gobierno soviético ante la negativa de los dirigentes socialistas moderados a tomar el poder y la ausencia de una dirección socialista alternativa.76 Lejos de ser un intento bolchevique por tomar el poder,37 las protestas habían sido un síntoma del descontento popular y del deseo de que se formase un nuevo Gobierno exclusivamente socialista que aplicase un programa de reformas radicales que incluyese la paz, cambios económicos y la solución de los graves problemas del país.41 Los bolcheviques se habían visto arrastrados a participar en las protestas por un descontento que no podían controlar.37 Para una parte creciente de la población, la coalición con las fuerzas burguesas había fracasado al no servir para satisfacer sus deseos de reformas fundamentales.77 La participación de los socialistas moderados en el Gobierno y el fracaso de este condujo además a un creciente desprestigio de aquellos.78 La importancia de la agitación bolchevique y su posición como principal partido de oposición permitieron tanto al Gobierno como a los socialistas moderados concentrarse en criticar al partido de Lenin como causante de las protestas e ignorar el descontento de la población y el deseo creciente de un Gobierno soviético.79 62 4 La consiguiente falta de reformas en las semanas que siguieron a las protestas hicieron inútiles las represalias contra los bolcheviques y efímera su pérdida de popularidad.79 La actitud de las provincias, mayoritariamente favorable por el momento a las tesis de los defensistas partidarios de la coalición con las fuerzas burguesas,78 mermó rápidamente en las semanas siguientes como ya había sucedido en la capital, tendencia que los socialistas moderados subestimaron.77
Por su parte, las clases medias y altas reaccionaron a las protestas de julio endureciendo su posición y negándose cada vez más a realizar nuevas concesiones políticas o económicas, lo que complicó aún más los acuerdos entre socialistas y burgueses.78 Sintieron una engañosa sensación de fuerza que desapareció semanas después con el fracaso del golpe de Kornílov,80 el esperado dictador que debía haber acabado con las consecuencias de la revolución, que rechazaban.81
Las medidas represivas del nuevo Gobierno encabezado por Aleksandr Kérenski fueron limitadas73 e ineficaces y no lograron restablecer el orden de forma completa.82 Los planes para enviar al frente a las tropas más involucradas en el levantamiento se llevaron a cabo de forma parcial83 y no se llegó a desarmar a la población que había recibido armamento para ayudar a sofocar la revuelta.84 Ante la amenaza de golpe de Lavr Kornílov a comienzos de septiembre, el propio sóviet de Petrogrado se vio obligado a aumentar el armamento en manos de los civiles.84 Las medidas más vanas fueron las que intentaron disolver el partido bolchevique y sus organizaciones dependientes, que apenas sufrieron desgaste a pesar del arresto de algunos de sus dirigentes.84 La pérdida de apoyo entre obreros y campesinos a los bolcheviques fue asimismo efímera,79aunque intensa.82 85
El partido decidió el propio 6 de juliojul./ 19 de juliogreg. no pasar a la clandestinidad y continuar con sus actividades legalmente, aunque ocultando a Lenin86 y Grigori Zinóviev, buscados por el Gobierno.87 73 Otros dirigentes considerados por el Gobierno culpables de la revuelta, tachada de traición, fueron arrestados86 en los días siguientes a su aplastamiento (entre ellos el bolchevique Lev Kámenev o León Trotski y Anatoli Lunacharski, los dos del Comité Interdistrito).88 83 74 Cerca de doscientas personas fueron acusadas formalmente por el Gobierno de haber instigado la rebelión; algunas fueron liberadas durante el golpe de Kornílov y otras durante la Revolución de Octubre y ninguna llegó a ser juzgada.89 Al comienzo la derrota bolchevique pareció total, con la huida de parte de los dirigentes, el arresto de otros, la hostilidad del resto de corrientes socialistas y el estancamiento en el reclutamiento de miembros del partido.86 A comienzos de septiembre, sin embargo, cuando tuvo lugar el fallido golpe de Kornílov, el partido de Lenin se había recuperado completamente del fracaso del intento de toma del poder de julio.90 El 31 de agostojul./ 13 de septiembregreg., los bolcheviques lograban la mayoría en el Sóviet de Petrogrado y poco después Lenin abogaba por la inmediata toma del poder, mientras la Organización Militar Bolchevique, temerosa de repetir el fracaso de julio, defendía la preparación concienzuda del golpe.90


León Trotsky,...
HISTORIA DE LA REVOLUCION RUSA

Tomo II

 Capitulo III

¿Podían los bolcheviques tomar el poder en julio?



La magnitud de la manifestación prohibida por el Comité ejecutivo era enorme; el segundo día participaron en la misma no menos de quinientas mil personas. Sujánov, que no encuentra bastantes palabras con que calificar las jornadas "sangrientas e ignominiosas" de julio, dice sin embargo: "Si se prescinde de los resultados políticos, hay que reconocer que era imposible contemplar sin embeleso aquel admirable movimiento de las masas populares. Era imposible, aun considerándolo ruinoso, dejar de entusiasmarse ante sus gigantescas proporciones." Según los cálculos de la Comisión investigadora hubo 29 muertos y 114 heridos, distribuidos aproximadamente por partes iguales entre los dos bandos.
En los primeros momentos, los conciliadores reconocían todavía que el movimiento había surgido desde abajo, sin intervención de los bolcheviques y hasta cierto punto contra su voluntad. Pero ya en la noche del 3 de julio, y sobre todo el día siguiente, la apreciación oficial se modifica. El movimiento es calificado de insurrección y se presenta a los bolcheviques como organizadores de ésta. "Bajo la divisa de "Todo el poder a los soviets" -decía posteriormente Stankievich, afín a Kerenski- se desarrolló una verdadera insurrección de los bolcheviques contra la mayoría de los soviets de aquel entonces, formada por los partidos adeptos de la defensa nacional." La acusación de insurrección no era sólo un procedimiento de lucha política: esa gente había podido persuadirse con creces en el mes de julio de la fuerza de la influencia de los bolcheviques entre las masas, y ahora no se resignaba sencillamente a creer que el movimiento de los obreros y soldados hubiera podido desbordar a los bolcheviques. En la reunión del Comité ejecutivo, Trotsky intentó aclarar la situación: "Se nos acusa de haber creado el estado de espíritu de masas; no es cierto; lo único que nosotros hacemos es intentar formularlo." En los libros publicados por los adversarios después de la revolución de Octubre y, en particular, en el de Sujánov, se puede tropezar con la afirmación de que los bolcheviques sólo ocultaron los verdaderos fines que perseguían después de derrotada la insurrección de Julio, escudándose en el movimiento espontáneo de las masas. Pero ¿es que puede ocultarse, como si fuera un tesoro, un plan de levantamiento llamado a arrastrar en su torbellino a centenares de miles de hombres? ¿Acaso en vísperas de Octubre los bolcheviques no se vieron obligados a incitar abiertamente a la insurrección y prepararse para la misma a los ojos de todo el mundo? Si en julio nadie descubrió ese plan fue sencillamente porque no existía. La entrada de los soldados de ametralladoras y de la gente de Cronstadt en la fortaleza de Pedro y Pablo, con el consentimiento de la guarnición permanente de la misma -los conciliadores insistían especialmente en este acto de "violencia"- no era, ni mucho menos, un acto de insurrección. El edificio situado en la isla y que tenía más de cárcel que de posición militar, podía acaso servir de refugio para los que se retiraran, pero no ofrecía ventaja alguna a los atacantes. Los manifestantes, que no perseguían otro fin que el de llegar al palacio de Táurida, pasaban indiferentes ante las instituciones gubernamentales más importante, para cuya ocupación hubiera bastado con un destacamento de la guardia roja de Putilov. La fortaleza de Pedro y Pablo la ocuparon como habían ocupado las calles y plazas. A ello coadyuvaba la proximidad del palacio de la Kchesinskaya, en cuyo auxilio se hubiera podido acudir desde la fortaleza en caso de peligro.
Los bolcheviques hicieron todo lo posible para reducir el movimiento de julio a una manifestación. Pero ¿no rebasó estos límites, a pesar de todo, por la lógica de las cosas? Es más difícil contestar a esta pregunta política que a la acusación criminal. Lenin, juzgando las jornadas de Julio inmediatamente después de ocurrir, decía: "Los acontecimientos podrían ser calificados formalmente de manifestación contra el gobierno. Pero, en realidad, no ha sido una manifestación ordinaria, sino algo mucho más importante que una manifestación y menos que una revolución." Las masas, cuando se asimila una idea cualquiera, quieren llevarla a la práctica. Los obreros, y aún más los soldados, si bien tenían confianza en los bolcheviques, no habían podido llegar todavía a formarse la convicción de que sólo respondiendo al llamamiento del partido, y bajo su dirección, debían lanzarse a la calle. Las enseñanzas que se desprendían de la experiencia de febrero y abril eran más bien otras. Cuando Lenin decía en mayo que los obreros y campesinos eran cien veces más revolucionarios que nuestro partido, sacaba indudablemente una conclusión general de la experiencia de febrero y abril. Pero las masas, que, a modo, sacaban asimismo una conclusión de esta experiencia, se decían: "Hasta los bolcheviques dan largas al asunto y nos contienen." En julio, los manifestantes estaban completamente resueltos -si preciso era- a barrer el poder oficial. En caso de resistencia por parte de la burguesía, estaban dispuestos a hacer uso de las armas. En este sentido, puede decirse que había un elemento de insurrección armada. Si ésta no llegó, no sólo hasta el fin, sino ni tan siquiera hasta la mitad, fue porque los conciliadores enredaron las cosas.
En el primer tomo de esta obra hemos caracterizado detalladamente la paradoja de la revolución de Febrero. Los demócratas pequeñoburgueses, los mencheviques y los socialrevolucionarios recibieron el poder de manos del pueblo revolucionario. Pero no perseguían este fin; habían conquistado el poder, y si lo ocupaban era contra su voluntad y faltando a la de las masas se esforzaron en transmitirlo a la burguesía imperialista. El pueblo no tenía confianza en los liberales, pero sí en los conciliadores, los cuales, por su parte, no tenían confianza en sí mismos. Y, a su manera, tenían razón. Aun cediendo enteramente el poder a la burguesía, los demócratas se quedaban con algo. Si hubieran tomado el poder en sus manos, habrían quedado reducidos a la nada. De los demócratas, el poder se hubiera deslizado casi automáticamente a manos de los bolcheviques. Esto era inevitable, porque radicaba en la insignificancia orgánica de la democracia rusa.
Los manifestantes de julio querían entregar el poder a los soviets. Mas, para ello, era preciso que éstos accedieran a tomarlo. Ahora bien, aun en la capital, donde la mayoría de los obreros y los elementos activos de la guarnición estaban con los bolcheviques, la mayoría del Soviet, en virtud de la ley de la inercia propia de toda presentación, seguía perteneciendo a los partidos pequeñoburgueses, los cuales consideraban que todo atentado al poder de la burguesía era un ataque contra ellos. Los obreros y soldados tenían la sensación viva de la contradicción existente entre su estado de espíritu y la política de los soviets, esto es, entre el presente y el pasado. A levantarse en favor del poder a los soviets, no manifiestan, ni mucho menos, su confianza en la mayoría conciliadora. Pero no sabían cómo librarse de ella. Derribarla por la fuerza hubiera significado disolver los soviets en vez de entregarles el poder. Los obreros y, soldados, antes de encontrar el camino que había de conducir a la renovación de los soviets, intentaban someterlos a su voluntad mediante el método de la acción directa.
En la proclama lanzada por ambos Comités ejecutivos con ocasión de las jornadas de julio, los conciliadores apelaban, indignados, a los obreros y soldados contra los manifestantes que, "por la fuerza de las armas, intentan imponer su voluntad a los representantes elegidos por vosotros". ¡Como si manifestantes y electores no fueran la denominación de los mismos obreros y soldados! ¡Como si los electores no tuvieran el derecho de imponer su voluntad a los elegidos! ¡Y como si esta voluntad expresara otra cosa que la exigencia de que se cumpliera con el deber de adueñarse del poder en interés del pueblo! Las masas concentradas alrededor del palacio de Táurida gritaban en los oídos del Comité ejecutivo aquella misma frase que un obrero anónimo había lanzado al rostro de Chernov, enseñándole su puño calloso: "¡Toma el poder, puesto que te lo dan!" Como respuesta, los conciliadores llamaron a los cosacos. Los señores demócratas preferían la guerra civil con el pueblo a hacerse cargo incruentamente del poder. Los primeros que dispararon fueron los guardias blancos; pero la atmósfera política de la guerra civil la crearon los mencheviques y los socialrevolucionarios.
Los obreros y soldados, al tropezar con la resistencia armada precisamente del órgano al cual querían dar el poder, quedaron desorientados con respecto al fin que perseguían. El potente movimiento de las masas se vio privado de su eje político. El ataque de julio quedó reducido a una manifestación realizada, en parte, con los recursos propios del levantamiento armado. Con el mismo derecho se puede decir que fue una semiinsurrección por un fin que no permitía otros métodos que la manifestación.
Los conciliadores, al mismo tiempo que renunciaban al poder, no lo cedían enteramente a los liberales, y un ministerio puramente kadete hubiera sido derribado inmediatamente por las masas, porque aquellos les temían -el pequeño burgués teme al gran burgués- y porque temían por ellos. Es más: como dice acertadamente Miliukov: "En la lucha contra las acciones armadas, el Comité ejecutivo del Soviet se reserva el derecho, proclamado durante los días agitados del 20 y del 21 de abril, de disponer, según su criterio, de las fuerzas armadas de la guarnición de Petrogrado." Los conciliadores siguen robándose el poder de debajo la almohada. Para resistir con las armas contra los que inscriban en sus cartelones la divisa "Todo el poder a los soviets", el soviet se ve obligado a concentrar de hecho el poder en sus manos.
El Comité ejecutivo va aún más allá; en esos días proclama formalmente su soberanía. "Si la democracia revolucionaria considerase necesario que todo el poder pasara a manos de los soviets -decía la resolución del 4 de julio-, sólo a la reunión plenaria de los Comités ejecutivos correspondía resolver esta cuestión." El Comité ejecutivo, al mismo tiempo que calificaba de levantamiento contrarrevolucionario la manifestación, se constituía en poder supremo y decidía la suerte del gobierno.
Cuando en la madrugada del 5 de julio las tropas "leales" entraron en el palacio de Táurida, el jefe que las mandaba declaró que sus fuerzas se ponían enteramente a las órdenes del Comité ejecutivo. ¡Ni una palabra sobre el gobierno! Pero el caso es que los rebeldes accedían asimismo a someterse al Comité ejecutivo en calidad de poder. Al rendirse la fortaleza de Pedro y Pablo, bastó con que la guarnición de la misma se declarara dispuesta a someterse al Comité ejecutivo. Nadie exigió la sumisión al poder oficial. Las propias tropas llamadas del frente se pusieron asimismo enteramente a disposición del Comité ejecutivo. ¿Por qué, entonces, se vertió la sangre?
Si la lucha hubiera tenido lugar en las postrimerías de la Edad Media, ambos bandos, al matarse mutuamente, habrían citado los mismos versículos de la Biblia. Los historiadores formalistas habrían llegado más tarde a la conclusión de que la lucha se desarrollaba alrededor de la interpretación de los textos: como es sabido, los artesanos y los campesinos analfabetos de la Edad Media tenían una afición especial a dejarse matar por ciertas sutilezas filológicas de las revelaciones de San Juan, de la misma manera que los raskolniki rusos se dejaban exterminar por la cuestión de saber si había que persignarse con dos dedos o con tres. En realidad, en la Edad Media no menos que ahora, bajo las fórmulas simbólicas se ocultaba la lucha de unos intereses vitales que hay que saber descubrir. El mismo versículo evangélico significaba para unos la servidumbre y para otros la libertad.
Pero hay analogías mucho más recientes y próximas. Durante las jornadas de junio de 1848, en Francia, en ambos lados de la barricada resonaba un mismo grito: "¡Viva la República!" A los idealistas pequeñoburgueses, los combates de junio les parecían, por este motivo, un equívoco provocado por la negligencia de unos y el acaloramiento de otros. En realidad, los burgueses querían la República para sí, los obreros querían la República para todos. A menudo, las consignas políticas sirven más bien para disimular intereses que para designarlos por su nombre.
A pesar de todo, lo que tenía de paradójico el régimen de Febrero, cubierto, por añadidura, con jeroglíficos marxistas y populistas por los conciliadores, la correlación real de las clases era harto diáfana. Lo único que no hay que perder de vista es la doble naturaleza de los partidos conciliadores. Los pequeños burgueses ilustrados se apoyaban en los obreros y campesinos, pero fraternizaban con los terratenientes y azucareros de alcurnia. El Comité ejecutivo, que formaba parte del sistema soviético, a través del cual las exigencias de abajo llegaban hasta el Estado oficial, servía, al mismo tiempo, de mampara política para la burguesía. Las clases poseedoras se "sometían" al Comité ejecutivo en la medida en que éste ponía el poder de su parte. Las masas se sometían al Comité ejecutivo en la medida en que confiaban que éste se convertiría en el órgano de dominación de los obreros y campesinos. En el palacio de Táurida se entrecruzaban las tendencias antagónicas de clase, con la particularidad de que la una y la otra se cubrían con el nombre del Comité ejecutivo: la una, por inconsciencia y credulidad, la otra, por cálculo frío. La lucha se desarrollaba nada menos que en torno a la cuestión de quién había de dirigir el país: la burguesía o el proletariado.
Pero si los conciliadores no querían adueñarse del poder y la burguesía no tenía fuerza suficiente para ello, ¿es que acaso en julio los bolcheviques hubieran podido coger el timón? Durante dos días críticos, en Petrogrado el poder se les iba completamente de las manos a las instituciones gubernamentales. El Comité ejecutivo tuvo por primera vez la sensación de su completa impotencia. En estas ocasiones, no les hubiera costado ningún trabajo a los bolcheviques tomar el poder. Era asimismo posible adueñarse del mismo en algunos puntos de provincias. ¿Tenía razón, en este caso, el partido bolchevique al renunciar a la insurrección? ¿No podía, haciéndose fuerte en la capital y en algunas regiones industriales, extender luego su dominio a todo el país? Es ésta una cuestión importante. Nada contribuyó tanto en las postrimerías de la guerra, al triunfo del imperialismo y de la reacción en Europa, como aquellos pocos meses de régimen de Kerenski, que dejaron exhausta a la Rusia revolucionaria y ocasionaron un prejuicio incalculable a su prestigio moral a los ojos de los ejércitos beligerantes y de las masas trabajadoras europeas, que esperaban confiadas una nueva palabra de la revolución. Al reducir en cuatro meses -¡un plazo enorme!- los dolores del parto de la revolución proletaria, los bolcheviques se hubieran encontrado con un país menos exhausto y con el prestigio de la revolución en Europa menos quebrantado. Esto no sólo habría dado a los soviets enormes ventajas en las negociaciones de paz con Alemania, sino que hubiera ejercido una influencia inmensa sobre el curso de la guerra y de la paz en Europa. La perspectiva era demasiado seductora. Y, sin embargo, la dirección del partido tenía completa razón al no adoptar el camino de la insurrección. No basta con tomar el poder. Hay que sostenerlo. Cuando en Octubre los bolcheviques juzgaron que había llegado su hora, los peores tiempos para ellos empezaron después de la toma del poder. Fue necesario someter las fuerzas de la clase obrera a la máxima tensión para soportar los innumerables ataques de los enemigos. En julio, ni siquiera los obreros de Petrogrado estaban dispuestos a sostener esa lucha abnegada. Tenían la posibilidad de tomar el poder y, sin embargo, lo ofrecieron al Comité ejecutivo. El proletariado de la capital, cuya aplastante mayoría se inclinaba ya del lado de los bolcheviques, no había roto todavía el cordón umbilical de Febrero, que le unía con los conciliadores. Existían todavía no pocas ilusiones en el sentido de que con la palabra y la manifestación se podía obtener todo; de que, intimidando un poco a los mencheviques y a los socialrevolucionarios, se les podía incitar a una política común con los bolcheviques. Incluso la parte avanzada de la clase no tenía una idea clara de cómo se podía llegar al poder. Lenin decía poco después de aquellos días: "El verdadero error de nuestro partido en los días 3 y 4 de julio, puesto ahora de manifiesto por los acontecimientos, consistió en que... consideraba aún posibles las transformaciones políticas por la vía pacífica, mediante la modificación de los soviets, cuando, en realidad, los mencheviques y los socialrevolucionarios, gracias a su espíritu de conciliación, se hallaban ya tan atados con la burguesía y ésta se había convertido, hasta tal punto, en contrarrevolucionaria, que no se podía ni siquiera pensar en una solución pacífica.
Si el proletariado era políticamente heterogéneo y poco decidido, el ejército campesino lo era aún más. Con su conducta en los días 3 y 4 de julio, la guarnición daba a los bolcheviques la posibilidad completa de tomar el poder. Sin embargo, en la guarnición había también unidades neutrales, las cuales ya al atardecer del 4 de julio se inclinaban decididamente hacia los partidos patrióticos. El 5 de julio, los regimientos neutrales se colocaron al lado del Comité ejecutivo, y los que se inclinaban hacia los bolcheviques tendieron a tomar un barniz de neutralidad. Esto dejó las manos del poder mucho más libres que la llegada, con retraso, de las tropas del frente. Si los bolcheviques se hubieran decidido a tomar el poder el 4 de julio, la guarnición de Petrogrado, no sólo no lo hubiera sostenido, sino que habría impedido que los obreros lo defendieran al ser atacado inevitablemente desde el exterior.
Menos favorable se presentaba aún la situación en el ejército de operaciones. La lucha por la paz y la tierra, sobre todo después de la ofensiva de junio, hacía que dicho ejército estuviera muy preparado para asimilarse las consignas de los bolcheviques. Pero, en general, el llamado bolchevismo "espontáneo" no se identificaba en su conciencia con ni partido determinado, con su Comité central y sus jefes. Las cartas de soldados de esa época expresan, con mucho relieve, este estado de espíritu del ejército. "Acordaos, señores ministros y todos los dirigentes principales -escribe desde el frente la mano torpe de un soldado-, de que no entendemos gran cosa de partidos, pero no está lejos el futuro y el pasado: el zar os desterraba a Siberia y os metía en la cárcel, nosotros os ensartaremos en las bayonetas." La exasperación extrema contra los dirigentes se combina en estas líneas con la confesión de la propia impotencia: "No entendemos gran cosa de partidos." El ejército se rebelaba constantemente contra la guerra y la oficialidad utilizando, para ello, consignas del vocabulario bolchevista. Pero no estaba preparado, ni mucho menos, para sublevarse con el fin de entregar el poder al partido bolchevique. Las fuerzas de confianza para sofocar el movimiento de Petrogrado, el gobierno las sacó de las tropas más próximas a la capital, sin que los otros regimientos ofrecieran resistencia, y las transportó a la capital sin que se opusieran a ello los ferroviarios. El ejército, descontento, revoltoso, fácilmente inflamable, seguirá siendo políticamente indefinido; los núcleos bolcheviques compactos, capaces de dar una dirección homogénea a los pensamientos y a las acciones de aquella masa inconsistente de soldados, eran excesivamente escasos.
Por otra parte, los conciliadores, para oponer el frente a Petrogrado y a los campesinos del interior, utilizaban, no sin éxito, un arma envenenada, que la reacción había intentado inútilmente emplear en marzo contra los soviets. Los socialrevolucionarios y los mencheviques decían a los soldados en el frente: "La guarnición de Petrogrado, bajo la influencia de los bolcheviques, no quiere relevaros; los obreros se niegan a trabajar para satisfacer las necesidades del frente; si los campesinos escuchan a los bolcheviques y se apoderan ahora de la tierra, no quedará nada para los que están en el frente. Los soldados tenían todavía necesidad de una experiencia complementaria para comprender a quién reservaba la tierra el gobierno: si a los combatientes del frente o a los grandes propietarios.
Entre Petrogrado y el ejército de operaciones había la provincia. La repercusión que tuvieron en ella los acontecimientos de julio puede servir a posteriori de criterio muy importante para resolver la cuestión de saber si los bolcheviques obraron o no bien en julio al eludir la lucha inmediata por el poder.
En Moscú, el pulso de la revolución era ya incomparablemente más débil que en Petrogrado. En las reuniones del Comité local de los bolcheviques se desarrollaron discusiones vivísimas. Algunos militantes pertenecientes a la extrema izquierda, tales, por ejemplo, como Bubnov, proponían ocupar los edificios de Correos, Telégrafos, Teléfonos, la redacción de la Ruskoye-Slovo, esto es, lanzarse a la insurrección. El Comité, que, por su espíritu general, era muy moderado, rechazaba decididamente estas proposiciones, por considerar que las masas de Moscú se hallaban lejos de estar preparadas para semejantes acciones. Sin embargo, a pesar de la prohibición del Soviet, decidióse organizar una manifestación. Masas considerables de obreros afluyeron a la plaza de Skobelev con las mismas consignas que en Petrogrado, pero no con el mismo entusiasmo, ni mucho menos. La guarnición distó mucho de responder de un modo unánime, adhiriéndose a la manifestación unidades aisladas, y sólo una de ellas completamente armada y equipada. El soldado de artillería Davidovski, llamado a tener una participación importante en los combates de Octubre, atestigua en sus Memorias que en las jornadas de julio Moscú no estaba preparado y que el fracaso de la manifestación dejó "una mala impresión en sus organizadores".
En Ivanovo-Vosnesensk, la capital textil, donde el Soviet se hallaba ya bajo la dirección de los bolcheviques, la noticia de los acontecimientos de Petrogrado llegó a la vez que el rumor de que el gobierno provisional había caído. En la sesión nocturna del Comité ejecutivo se acordó, como medida preparatoria, instaurar el control sobre el telégrafo y el teléfono. El 6 de julio se paralizó el trabajo en las fábricas; en las manifestaciones tomaron parte hasta 40.000 obreros y obreras, muchos de ellos armados. Cuando se supo que la manifestación de Petrogrado no había conducido a la victoria, el Soviet de Ivanovo-Vosnesensk ordenó apresuradamente la retirada.
En Riga, bajo la influencia de las noticias relativas a los acontecimientos de Petrogrado, en la noche del 6 de julio se produjo una colisión entre la infantería letona, cuyo estado de espíritu era bolchevista, y el "batallón de la muerte", con la particularidad de que el batallón patriótico se vio obligado a batirse en retirada. Aquella misma noche el Soviet adoptó una resolución en favor del poder a los soviets.
Dos días después fue adoptada una resolución idéntica en la capital de los Urales, Yekaterinburg. El hecho de que la consigna del Poder soviético, que en los primeros meses se propugnaba sólo en nombre del partido, se convertiera ahora en el programa de distintos soviets locales, significaba, incontestablemente, un gran paso hacia adelante. Pero entre las resoluciones en favor del poder a los soviets y la insurrección bajo la bandera de los bolcheviques quedaba todavía un camino considerable por recorrer.
En algunos puntos del país los acontecimientos de Petrogrado dieron impulso a agudos conflictos de carácter parcial. En Nijni-Novgorod, donde los soldados evacuados se habían resistido tenazmente a ir al frente, los "junkers" enviados de Petrogrado provocaron, con sus violencias, la indignación de dos regimientos locales. Después de un tiroteo, durante el cual hubo muertos y heridos, los "junkers" se rindieron y fueron desarmados. Las autoridades desaparecieron. De Moscú fue enviada una expedición punitiva, formada por tropas de todas las armas. Iban al frente de la misma el impulsivo coronel Verjovski, jefe de las fuerzas militares de la región de Moscú y futuro ministro de la Guerra de Kerenski, y el presidente del Soviet de Moscú, el viejo menchevique Jinchuk, hombre de espíritu poco bélico, futuro dirigente de la cooperación y después embajador soviético en Berlín. Sin embargo, su acción represiva no tuvo objeto, pues el Comité elegido por los soldados sublevados había ya restablecido completamente el orden.
A la misma hora aproximadamente, e impulsados asimismo por la negativa a ir al frente, se sublevaban en Kiev, en número de 5.000, los soldados del regimiento que llevaba el nombre del atamán Polubotko, se apoderaban de los depósitos de armas, ocupaban el fuerte, adueñábanse del mando militar de la región, detenían al comandante y al jefe de la milicia. El pánico en la ciudad duró algunas horas, hasta que, gracias a los esfuerzos mancomunados de las autoridades militares, del Comité de las distintas asociaciones y de los órganos de la Rada central ucraniana, se puso en libertad a los detenidos y una buena parte de los sublevados fue desarmada.
En el lejano Krasnoyarsk, los bolcheviques se sentían tan firmes, gracias al estado de espíritu de la guarnición, que, a pesar de la ola de reacción que se habla iniciado ya en el país, el 9 de julio organizaron una manifestación en la cual participaron de ocho a diez mil personas, en su mayoría soldados. Desde Irkutsk fue mandado contra Krasnoyarsk un destacamento de 400 hombres con artillería, bajo la dirección del socialrevolucionario Kraskovetski, comisario militar de la región. En el transcurso de dos días de conferencias y negociaciones, trámites indispensables en el régimen de poder dual, el destacamento punitivo quedó tan desmoralizado a consecuencia de la agitación realizada por los soldados, que el comisario se apresuró a hacerle volver a Irkutsk. Pero Krasnoyarsk constituía más bien una excepción.
En la mayoría de las poblaciones provinciales la situación era incomparablemente menos favorable. En Samara, por ejemplo, la organización bolchevista ,de la localidad, al recibir la noticia de los combates de la capital, decidió "esperar la señal, aunque no se podía contar casi con nadie". Uno de los miembros del partido cuenta: "Los obreros empezaban a simpatizar con los bolcheviques, pero no se podía confiar en que se lanzaran al combate; todavía se podía contar menos con los soldados; por lo que a la organización de los bolcheviques se refiere, las fuerzas eran completamente débiles, no éramos más que un puñado; en el Soviet de diputados obreros no había más que unos pocos bolcheviques, y en el de soldados, si no ando equivocado, no había ninguno, lo que, por otra parte, no tiene nada de sorprendente si se considera que estaba compuesto casi exclusivamente de oficiales."
La causa principal de la débil repercusión que los acontecimientos de Petrogrado tuvieron en el país consistía en que la provincia, que había recibido sin combate la revolución de Febrero de las manos de la capital, se asimilaba mucho más lentamente que ésta los nuevos hechos e ideas. Era preciso un plazo suplementario para que la vanguardia pudiera arrastrar tras de sí a las reservas pesadas.
Por tanto, el estado de la conciencia de las masas populares, que eran la instancia inapelable de la política revolucionaria, excluía la posibilidad de la toma del poder por los bolcheviques en julio. Al mismo tiempo, la ofensiva en el frente incitaba al partido a oponerse a las manifestaciones. El fracaso de la ofensiva era completamente inevitable. De hecho, se había iniciado ya. Pero el país lo ignoraba. El peligro consistía en que si el partido no obraba prudentemente, el gobierno hiciera recaer sobre los bolcheviques la responsabilidad por las consecuencias de la propia insensatez. Había que dar a la ofensiva el tiempo necesario para que sus resultados aparecieran claros. Los bolcheviques no dudaban que el cambio que se operaría en el estado de espíritu de las masas sería muy radical. Entonces, se vería lo que era preciso hacer. El cálculo era completamente acertado. Sin embargo, los acontecimientos tienen su lógica, que no toma en cuenta los cálculos políticos, y. en esta ocasión, la lógica de los acontecimientos cayó duramente sobre la cabeza de los bolcheviques.
El fracaso de la ofensiva en el frente tomó un carácter catastrófico el 6 de julio, día en que las tropas alemanas rompieron el frente ruso en una extensión de 12 verstas de ancho y 10 de profundidad. La noticia llegó a la capital el 7, cuando las acciones represivas se hallaban en su apogeo.
Muchos meses después, cuando las pasiones debían ya de haberse apaciguado o, por lo menos, tomado un carácter más razonado, Stankievich, que no era de los adversarios más rencorosos del bolchevismo, hablaba aún de la "enigmática sucesión lógica de los acontecimientos", bajo la forma de derrota militar en Tarnopol, después de las jornadas de julio en Petrogrado. Esa gente no veía, o no quería ver, la sucesión lógica real de los acontecimientos, que consistía en que la ofensiva iniciada por imposición de la Entente y condenada de antemano al fracaso no podía dejar de conducir a una catástrofe ni de provocar al mismo tiempo una explosión de cólera de las masas engañadas por la revolución. Pero ¿qué importaba la realidad de los hechos? El establecer una conexión entre los acontecimientos de Petrogrado y el fracaso en el frente, era demasiado seductor. La prensa patriótica no sólo no ocultó la derrota, sino que, al contrario, la exageró con todas sus fuerzas. Sin detenerse ante la revelación de los secretos militares, se nombraban las divisiones y los regimientos y se indicaba la disposición de los mismos. "A partir del 8 de julio -confiesa Miliukov-, los periódicos empezaron a publicar telegramas del frente en los cuales no se ocultaba la verdad, y estos telegramas cayeron como una bomba sobre la opinión pública rusa." Este era precisamente el fin que se perseguía: conmover, asustar, aturdir, para que fuera más fácil acusar a los bolcheviques de estar en relación con los alemanes.
Es indudable que, tanto en los acontecimientos del frente como en los de las calles de Petrogrado, la provocación desempeñó su papel. Después de la revolución de Febrero, el gobierno había mandado al Ejército de operaciones a un gran número de ex gendarmes y policías. Ninguno de ellos, naturalmente, quería combatir. Temían más a los soldados rusos que a los alemanes. Para hacer olvidar su pasado, se presentaban como los elementos más extremos del ejército, azuzaban a los soldados contra los oficiales, gritaban más que nadie contra la disciplina y la ofensiva y, con frecuencia, se proclamaban incluso bolcheviques. Apoyándose recíprocamente por el lazo natural de la complicidad, crearon una especie de orden, muy original, de la cobardía y de la abyección. Por su mediación, penetraban entre las tropas y se difundían rápidamente los rumores más fantásticos, en los cuales el ultrarrevolucionarismo se daba la mano con el reaccionarismo más oscurantista. En los momentos críticos, estos sujetos eran los primeros que daban la señal de pánico. La prensa había hablado repetidas veces de la labor desmoralizadora de policías y gendarmes. En los documentos secretos del propio ejército se alude a ello con no menos frecuencia. Pero el mando superior se hacía el sordo, y prefería identificar a los provocadores reaccionarios con los bolcheviques. Después del fracaso de la ofensiva, se legalizaba este procedimiento, y el periódico de los mencheviques hacía lo imposible por no quedarse atrás con respecto a las hojas chauvinistas más indecentes. Con sus vociferaciones sobre los "anarcobolcheviques", los agentes alemanes y los ex gendarmes, los patriotas ahogaron por algún tiempo la cuestión detestado general del Ejército y de la política de paz. "El profundo descalabro que hemos infligido al frente de Lenin -se jactaba abiertamente el príncipe Lvov- tiene, estoy firmemente convencido de ello, una importancia incomparablemente mayor para Rusia que un descalabro de los alemanes en el frente sudoccidental..." El honorable jefe del gobierno se parecía al chambelán Rodzianko en el sentido de que no sabía distinguir el momento en que era preciso callar.
Si el 3 y el 4 de julio se hubiera conseguido evitar la manifestación, la acción habríase inevitablemente desarrollado como consecuencia del descalabro de Tarnopol. Sin embargo, este aplazamiento de algunos días habría determinado modificaciones importantes en la situación política. El movimiento hubiera tomado inmediatamente proporciones más vastas, extendiéndose no sólo a las provincias, sino también, en gran parte, al frente. El gobierno hubiera quedado al desnudo políticamente, y le habría sido infinitamente más difícil hacer recaer la culpa sobre los "traidores" del interior. La situación del partido bolchevique hubiera sido más ventajosa desde todos los puntos de vista. Sin embargo, aun en este caso, no se hubiera podido ir a la conquista inmediata del poder. Lo único que se puede afirmar sin vacilación es que si el movimiento se hubiera desencadenado una semana más tarde, la reacción no habría podido desenvolverse en julio de un modo tan victorioso. Era precisamente la "enigmática sucesión lógica" de las fechas de la manifestación y del descalabro en el frente lo que se volvía por completo contra los bolcheviques. La ola de indignación y de desesperación que llegaba del frente, choca con la ola de esperanzas frustradas que partía de Petrogrado. La lección recibida por las masas en la capital había sido demasiado dura para que se pudiera pensar en la reanudación inmediata de la lucha. Con todo ello, el sentimiento agudo provocado por la absurda derrota reclamaba una salida. Y los patriotas consiguieron hasta cierto punto dirigirlo contra los bolcheviques.
En abril, en junio y en julio, los actores fundamentales del drama eran los mismos: los liberales, los conciliadores, los bolcheviques... En todas estas etapas, las masas tendían a arrojar a la burguesía del poder. Pero la diferencia en las consecuencias políticas de la intervención de las masas en los acontecimientos era inmensa. El resultado de las "jornadas de Abril" fue malo para la burguesía: la política anexionista fue condenada, al menos, verbalmente; el partido kadete fue humillado, se le quitó la cartera de Estado. En junio, el movimiento no condujo a nada: se amenazó a los bolcheviques, pero no se asestó el golpe decidido. En julio, el partido de los bolcheviques fue acusado de traición, destruido, privado del agua y el fuego. Si en abril, Miliukov tuvo que salir del gobierno, en julio, Lenin hubo de pasar a la clandestinidad.
¿Qué fue lo que determinó un cambio tan brusco en el transcurso de diez semanas? Es de una evidencia absoluta que en los círculos dirigentes se produjo un cambio serio en el sentido de la orientación hacia la burguesía liberal. Ahora bien, fue precisamente en este período de abril a julio cuando el estado de espíritu de las masas se modificó reciamente en favor de los bolcheviques. Estos dos procesos antagónicos se desarrollaron en una estrecha dependencia mutua. Cuando más íntimamente se unían los obreros y soldados alrededor de los bolcheviques, más decididamente tenían los conciliadores que apoyar a la burguesía. En abril, los jefes del Comité ejecutivo, preocupados de conservar su influencia, podían aún dar un paso para ir al encuentro de las masas y arrojar por la borda a Miliukov, es verdad, provisto de un salvavidas sólido. En julio, los conciliadores, unidos a la burguesía y a la oficialidad, se dedicaron a atacar a los bolcheviques. Por consiguiente, en esa ocasión la modificación de la correlación de fuerzas fue determinada por el cambio de frente efectuado por la fuerza política menos consistente, la democracia pequeñoburguesa, gracias a su brusco viraje hacia la contrarrevolución burguesa.
Pero si es así, ¿obraron acertadamente los bolcheviques al adherirse a la manifestación y tomar sobre sí la responsabilidad de la misma? El 3 de julio, Tomski comentaba del siguiente modo el pensamiento de Lenin: "En el momento actual, no se puede hablar de acción si no se desea una nueva revolución." ¿Cómo se explica, en este caso, que el partido, ya unas horas después, se pusiera al frente de la manifestación armada sin incitar por ello a una nueva revolución? El doctrinario verá en esto una inconsecuencia o algo peor aún: una prueba de ligereza política. Así enfoca la cosa, por ejemplo, Sujánov en sus Memorias, en las cuales dedica no pocas líneas irónicas a las vacilaciones de la dirección bolchevista. Pero las masas no intervienen en los acontecimientos por las órdenes doctrinarias que se les den desde arriba, sino cuando estas órdenes encajan en su propio desarrollo político. La dirección bolchevique comprendía que sólo una nueva revolución podía modificar la situación todavía. La dirección bolchevista veía claramente que era preciso dar a las reservas pesadas el tiempo necesario para sacar conclusiones de su acción aventurada. Pero los sectores avanzados sentían el impulso de lanzarse a la calle precisamente bajo la acción de dicha aventura. Al mismo tiempo, el profundo radicalismo de sus fines se combinaba en ellos con ilusiones respecto a los métodos. Las advertencias de los bolcheviques no surtían efecto alguno. Los obreros y soldados de Petrogrado podían sólo contrastar la situación con ayuda de la, propia experiencia. La manifestación armada sirvió de prueba. Pero ésta, contra la voluntad de las masas, podía convertirse en combate general, y por ello mismo, en combate decisivo. En esas circunstancias, el partido no se atrevió a quedarse al margen. Lavarse las manos en el agua de las reflexiones estratégicas hubiera equivalido a entregar a los obreros y soldados a merced de sus enemigos. El partido de las masas debía colocarse en el mismo terreno en que se colocaban las masas, para, sin compartir en lo más mínimo sus ilusiones, ayudarlas con el mínimo de pérdidas a asimilarse las conclusiones necesarias. Trotsky contestaba en la prensa a las críticas innumerables de aquellos días: "No juzgamos necesario justificarnos ante nadie de no haber permanecido al margen en actitud expectante, cediendo al general Polovsiev la misión de "hablar" con los manifestantes; en todo caso, nuestra intervención no podía, en ningún modo, aumentar el número de víctimas ni convertir la manifestación armada caótica en insurrección política."
En todas las antiguas revoluciones se halla el prototipo de las "jornadas de julio", por regla general, con un resultado distinto, desfavorable, muchas veces catastrófico. Esta etapa reside en la mecánica inferior de la revolución burguesa, por cuanto la clase que más se sacrifica por el éxito en esa última y más esperanzas cifra en ella, es la que menos obtiene de la misma. La regularidad del proceso es completamente clara. La clase poseedora que ha llegado al poder mediante una revolución se inclina a considerar que con ello la revolución ha cumplido ya su misión, y de lo que más se preocupa es de demostrar su buena fe a las fuerzas de la reacción. La burguesía "revolucionaria" provoca la indignación de las masas populares con las mismas medidas con cuya ayuda aspira a granjearse la buena disposición de las clases destronadas. El desengaño de las masas se produce muy pronto, antes aun de que la vanguardia de las mismas haya tenido tiempo de enfriarse de los combates revolucionarios. El pueblo cree que con un nuevo golpe puede completar o corregir los que ha hecho antes con insuficiente decisión. De aquí el impulso hacia una nueva revolución, sin preparación, sin programa, sin tener en cuenta las reservas, sin pensar en las consecuencias. De otra parte, el sector de la burguesía que ha llegado al poder, parece no esperar más que el impetuoso impulso de abajo para intentar acabar con el pueblo. Tal es la base social y psicológica de esa semirrevolución complementaria, que más de una vez en la historia se ha convertido en el punto de partida de la contrarrevolución triunfante.
El 17 de julio de 1791 Lafayette ametralló en el campo de Marte a una manifestación pacífica de republicanos que intentaba dirigirse con una petición a la Asamblea nacional que amparaba la perfidia del poder real, del mismo modo que, ciento veintiséis años después, los conciliadores rusos amparaban la perfidia de los liberales. La burguesía realista confiaba liquidar, mediante una oportuna represión sangrienta, al partido de la revolución para siempre. Los republicanos, que no se sentían aún suficientemente fuertes para la victoria, eludieron la lucha, lo cual era muy razonable, y se apresuraron incluso a afirmar que nada tenían que ver con los que habían participado en la petición, lo cual era, desde luego, indigno y equivocado. El régimen de terrorismo burgués obligó a los jacobinos a mantenerse quietos durante algunos meses. Robespierre buscó refugio en casa del carpintero Duplay, Desmoulins se ocultó, Dantón pasó algunas semanas en Inglaterra. Pero, a pesar de todo, la provocación realista fracasó: las matanzas del campo de Marte no impidieron al movimiento republicano llegar al poder. Así, pues, la Revolución francesa tuvo sus "jornadas de julio" tanto en el sentido político de la palabra como desde el punto de vista del calendario.
Cincuenta y siete años después, las "jornadas de julio" tuvieron lugar en Francia en junio y tuvieron un carácter incomparablemente más grandioso y trágico. Las llamadas "jornadas de junio" de 1848 surgieron de la revolución de Febrero con una fuerza irresistible. La burguesía francesa proclamó en las horas de su victoria el "derecho al trabajo", de la misma manera que a partir de 1789 proclamara muchas cosas excelentes y que en 1914 juró que la guerra desencadenada aquel año era su última guerra. Del rimbombante "derecho al trabajo" surgieron los míseros talleres nacionales, donde 100.000 obreros, que habían conquistado el poder para sus patronos, percibían 23 sueldos diarios. Pocas semanas después, la burguesía republicana, generosa en frases pero avara en dinero, no encontraba ya palabras suficientemente ofensivas para los "holgazanes" que vivían de la ración de hambre que les suministraba la nación. En la abundancia de las promesas de febrero y en el carácter consciente de las provocaciones que precedieron a las jornadas de julio, aparecen los rasgos nacionales característicos de la burguesía francesa. Pero aun sin esto, los obreros de París, que se hallaban con el fusil al brazo desde febrero, no podían dejar de reaccionar ante las contradicciones existentes entre el programa pomposo y la mísera realidad, ante aquel contraste insoportable que repercutía diariamente en su ago y en su conciencia. Con frío cálculo, que casi no se preocupaba de disimular, Cavaignac dejaba que la insurrección creciera a los ojos de los dirigentes, a fin de poderla ahogar en sangre de un modo más decidido. La burguesía republicana mató a más de doce mil obreros y metió en la cárcel a no menos de veinte mil, para que los demás perdieran la fe en el "derecho al trabajo" que se les había prometido. Sin plan, sin programa, sin dirección, las jornadas de junio de 1848 se parecen a una poderosa e inevitable acción refleja del proletariado, cohibido en sus necesidades más elementales y ofendido en sus elevadas esperanzas. Los obreros insurreccionados no sólo fueron aplastados, sino calumniados. El demócrata de izquierda Flocon, correligionario de Ledru-Rollin, predecesores ambos de Tsereteli, aseguraba a la Asamblea nacional que los sublevados habían sido comprados por los monárquicos y los gobiernos extranjeros. Los conciliadores de 1848 no tenían ni tan siquiera necesidad de la atmósfera de la guerra para descubrir el oro inglés y ruso en los bolsillos de los revolucionarios. Era así como los demócratas preparaban el camino al bonapartismo.
La gigantesca explosión de la Comuna era al golpe de Estado de septiembre de 1870 lo que las jornadas de junio a la revolución de febrero de 1848. La insurrección del proletariado de París en marzo no obedeció, ni mucho menos, a un cálculo estratégico. Dicha insurrección fue el resultado de una trágica combinación de circunstancias, completada por una de esas provocaciones en las cuales es maestra la burguesía francesa cuando el miedo estimula su malignidad. Contra los planes de la camarilla dirigente, que aspiraba ante todo a desarmar al pueblo, los obreros querían defender París, intentando convertirlo por primera vez en "su" París. La Guardia Nacional les daba una organización armada, muy afín al tipo soviético, y una dirección política, personificada en su Comité central. Como consecuencia de condiciones objetivas desfavorables y de errores políticos, París se vio divorciado de Francia, incomprendido, no apoyado, en parte directamente traicionado por las provincias, y cayó en manos de los versalleses desmandados que tenían tras de sus espaldas a Bismarck y Moltke. Los oficiales depravados y derrotados de Napoleón III resultaron unos verdugos insustituibles al servicio de la tierna Mariana, a quien la bota de los prusianos acababa de librar de las caricias del falso Bonaparte. En la Comuna de París, la protesta refleja del proletariado contra el engaño de la revolución burguesa elevóse por primera vez hasta el nivel de la revolución proletaria, pero para caer en seguida.
En el momento en que se escriben estas líneas -principios de mayo de 1931-, la revolución "incruenta, pacífica, gloriosa" (la lista de estos adjetivos es siempre la misma) de España prepara ante nuestros ojos sus "jornadas de junio", si contamos por el calendario revolucionario de Francia, o las de "julio", si nos fijamos en el de Rusia. El gobierno provisional de Madrid, bañándose en frases que muy a menudo parecen una traducción del ruso, promete amplias medidas contra el paso forzoso y la carencia de tierras, pero no se atreve a tocar ni una sola de las viejas llagas sociales. Los socialistas del bloque gubernamental ayudan a los republicanos a sabotear los objetivos de la revolución. El jefe del gobierno de Cataluña, la parte más industrial y revolucionaria de España, predica un reino milenario sin naciones ni clases oprimidas, pero sin decidirse a mover ni un dedo para ayudar al pueblo a librarse, aunque no sea más que de una parte de sus odiadas cadenas. Maciá se esconde detrás del gobierno de Madrid, el cual, a su vez, se esconde detrás de las Cortes constituyentes. ¡Como si la vida se hubiera detenido para esperarlos! ¡Y como si no fuera claro ya de antemano que las próximas Cortes no serán más que una reproducción ampliada del bloque republicanosocialista, preocupado principalmente de que todo quede como antes! ¿Es difícil prever un incremento febril de la indignación de los obreros y campesinos? La desproporción entre la marcha de la revolución de las masas y la política de las nuevas clases dirigentes es la fuente del conflicto irreconciliable que, en su desarrollo, o enterrará la primera revolución, la de abril, o conducirá a la segunda.
Si bien la masa fundamental de los bolcheviques rusos comprendía, en julio de 1917, que no se podía ir más allá de un determinado límite, el estado de espíritu no era homogéneo. Muchos obreros y soldados se inclinaban a considerar la acción que se desarrollaba como el desenlace decisivo. En sus Memorias, escritas cinco años después, Metelev se expresa del modo siguiente con respecto al sentido de los acontecimientos: "En esa insurrección, nuestro error principal consistió en haber propuesto al Comité ejecutivo conciliador que tomara el poder. Lo que había que hacer no era proponer el poder, sino tomarlo. El segundo error consistió en que durante casi dos días enteros desfilamos por las calles, en vez de ocupar inmediatamente todas las instituciones, los palacios, los Bancos, las estaciones, el telégrafo, de detener al gobierno provisional", etc. Con respecto a la insurrección, esto es incontestable, pero convertir el movimiento de julio en insurrección, hubiera significado, de un modo casi seguro, enterrar la insurrección.
Los anarquistas, que incitaban a la lucha, argüían que "la revolución de Febrero se había producido sin la dirección del partido". Pero el lanzamiento de Febrero contaba con objetivos claros, precisos, elaborados por una lucha de varias generaciones, y sobre la revolución se elevaba la sociedad liberal de oposición y la democracia revolucionaria, dispuestas a hacerse cargo de la herencia del poder. Por el contrario, el movimiento de julio pretendía abrir un cauce histórico muy distinto. Toda la sociedad burguesa, la democracia soviética inclusive, le era irreconciliablemente adversa. Los anarquistas no veían 0 no comprendían esta diferencia radical entre las condiciones de la revolución burguesa y las de la revolución obrera.
Si el partido bolchevique, obstinándose en apreciar de un modo doctrinario el movimiento de julio como "inoportuno", hubiera vuelto la espalda a las masas, la semiinsurrección habría caído bajo la dirección dispersa e inorgánico de los anarquistas, de los aventureros que expresaban accidentalmente la indignación de las masas, y se hubiera desangrado en convulsiones estériles. Y, al contrario, si el partido, al frente de los ametralladoras y de los obreros de Putilov, hubiera renunciado a su apreciación de la situación y se hubiera deslizado hacia la senda de los combates decisivos, la insurrección hubiera tomado indudablemente un vuelo audaz, los obreros y soldados, bajo la dirección de los bolcheviques, se hubieran adueñado del poder para preparar luego,, sin embargo, el hundimiento de la revolución. A diferencia de Febrero, la cuestión del poder en el terreno nacional no habría sido resuelta por la victoria en Petrogrado. La provincia no hubiera seguido a la capital. Los ferrocarriles y los teléfonos se hubieran puesto al servicio de los conciliadores contra los bolcheviques. Kerenski y el cuartel general habrían creado un poder para el frente y las provincias. Petrogrado se habría visto bloqueado. En la capital se hubiera iniciado la desmoralización. El gobierno habría tenido la posibilidad de lanzar a masas considerables de soldados contra Petrogrado. En estas condiciones, el coronamiento de la insurrección hubiera significado la tragedia de la Comuna petrogradesa.
Cuando en el mes de julio se cruzaron los caminos históricos, sólo la intervención del partido de los bolcheviques evitó que se produjeran las dos variantes que extrañaban el peligro fatal, tanto en el espíritu de las jornadas de julio de 1848 como en el de la Comuna de París de 1871. El partido, al ponerse audazmente al frente del movimiento, tuvo la posibilidad de detener a las masas en el momento en que la manifestación empezaba a convertirse en colisión en la cual los contrincantes iban a medir sus fuerzas con las armas. El golpe asestado en julio a las masas y al partido fue muy considerable. Pero no fue un golpe decisivo. Las víctimas se contaron por docenas, y no por docenas de miles. La clase obrera no salió decapitada y exagüe de esa prueba, sino que conservó completamente sus cuadros de combate, los cuales aprendieron mucho en esa lección.
En los días de la revolución de Febrero se puso de manifiesto toda la labor realizada anteriormente por los bolcheviques, durante muchos años, y hallaron un sitio en la lucha los obreros avanzados educados por el partido; pero no hubo aún una dirección inmediata por parte de este último. En los acontecimientos de abril, las consignas del partido pusieron de manifiesto su fuerza dinámica, pero el movimiento se desarrolló espontáneamente. En junio se exteriorizó la inmensa influencia del partido, pero las masas entraban en acción todavía dentro del marco de una manifestación organizada oficialmente por los adversarios. Hasta julio, el partido bolchevique, impulsado por la fuerza de presión de las masas, no se lanza a la calle contra todos los demás partidos y define el carácter fundamental del movimiento, no sólo con sus consignas, sino también con su dirección organizada. La importancia de una vanguardia compacta aparece por primera vez con toda su fuerza durante las jornadas de julio, cuando el partido evita, a un precio muy elevado, la derrota del proletariado y garantiza el porvenir de la revolución y el propio.
"Como prueba técnica -decía Miliukov, refiriéndose a la importancia de las jornadas de julio para los bolcheviques- la experiencia fue sin ningún género de duda extraordinariamente útil para ellos. Les mostró con qué elementos había que tratar; cómo había que organizar a estos últimos y, finalmente, qué resistencia podían oponerles el gobierno, el Soviet y las tropas... Era evidente que cuando se presentara la ocasión de repetir el experimento, la realizarían de un modo más sistemático y consciente." Estas palabras valoran acertadamente la importancia del experimento de julio para el desarrollo ulterior de la política de los bolcheviques. Pero antes de poder utilizar las lecciones de julio, el partido hubo de pasar por unas cuantas semanas duras, durante las cuales los miopes enemigos se imaginaban que habían quebrantado definitivamente la fuerza del bolchevismo.


OTROS HECHOS Y DATOS-FECHAS, EN RUSIA Y ALEMANIA,...POSIBLEMENTE DEMOS DATOS DE REVOLUCIONES VARIAS EN OTROS PAÍSES EUROPEOS, COMO HUNGRÍA, ESPAÑA, FRANCIA, GRAN BRETAÑA,...: "DESDE PRIMEROS DE SIGLO XX, SE DAN ACCIONES REVOLUCIONARIAS PROLETARIAS,...POR DIVERSAS ACONTECIMIENTOS CON PROYECTOS CASI SIEMPRE DE TOMAR EL PODER PROLETARIO,...SOLO DIGAMOS QUE SE CONSOLIDO EN RUSIA,...¡¡.

Pacto poder bolchevique y el gobierno alemán:

Tratado de Brest-Litovsk

Tratado de Brest-Litovsk
Traktat brzeski 1918.jpg
Las primeras dos páginas del Tratado de Brest-Litovsk, en (de izquierda a derecha) alemán, húngaro, búlgaro, turco otomano y ruso.
Tipo de tratadoTratado de Paz
Suscripción
3 de marzo de 1918
Brest-Litovsk, R.S.F.S de Rusia Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg
Expiración
11 de noviembre de 1918 (Debido a la derrota alemana)
Firmantes
Bandera de Imperio alemán Imperio alemán
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg R.S.F.S de Rusia
Flag of Bulgaria.svg Reino de Bulgaria
Bandera de Imperio austrohúngaro Imperio austrohúngaro
Ottoman flag.svg Imperio otomano
Partes
Bandera de Imperio alemán Imperio alemán
y
Flag of Russian SFSR (1918-1937).svg Rusia
Fronteras impuestas por Alemania a Rusia en Brest-Litovsk
La Paz de Brest-Litovsk fue un tratado de paz firmado el 3 de marzo de 1918 en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk(entonces bajo soberanía rusa, actual Brest) entre el Imperio alemán, Bulgaria, el Imperio austrohúngaro, el Imperio otomanoy la Rusia soviética. En el tratado, Rusia renunciaba a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Asimismo, entregó Ardahan, Kars y Batumi al Imperio otomano. Con este tratado, Alemania reforzó el frente occidental con efectivos orientales.1
La derrota alemana en la Primera Guerra Mundial anuló el tratado, y todas las pérdidas rusas habían sido recuperadas para 1940. Solamente Finlandia y Turquía, sucesora del Imperio otomano, conservaron los territorios recibidos en Brest-Litovsk.

¡¡ "Alemania en 1.918 se declara perdedora de la primera guerra mundial" ¡¡:

1917: el giro de la guerra[editar]

Soldados de Estados Unidos durante la batalla de St. Mihiel, en Francia.
En 1917, el Estado Mayor alemán tomó la decisión de aguantar a los Aliados en el Oeste y hundir de una vez a las desalentadas tropas zaristas, luego de la victoria táctica de los británicos en Arras. Los franceses, tras el fracaso total de su ofensiva de Chemin des Dames, no son capaces de retomar la iniciativa y se limitan a resistir. El 7 de junio los británicos lanzan una ofensiva en Flandes, pero no consiguen romper el frente. El conflicto se estanca y el desaliento cunde en la retaguardia. La población civil padece restricciones, sobre todo en Alemania, bloqueada por los aliados.
En abril de 1917 los Estados Unidos le declararon la guerra a los imperios centrales, lo que le dio a la contienda el carácter mundial. No obstante, sus efectos no se sentirían sino hasta 1918. El hecho que motivó el ingreso de Estados Unidos en la guerra fue el hundimiento del Lusitania el 7 de mayo de 1915, donde murieron 123 estadounidenses, por un submarino alemán. Este hecho provocó un fuerte rechazo en Estados Unidos, que se preparó para entrar oficialmente en guerra al lado de los aliados.
En febrero de 1917 estalla la Revolución Rusa, la cual obligó a abdicar al zar Nicolás II, quedando el país bajo el mando de Aleksandr Kérenski, quien continuó en guerra contra Alemania. Sin embargo en noviembre estallaría la revolución bolchevique, que depuso al gobierno de Kérenski. Este clima de inestabilidad permitió a los alemanes avanzar considerablemente en ese país.
Tropas revolucionarias en marzo de 1917.
Los bolcheviques tomaron el control total y firmaron el armisticio con los imperios centrales en diciembre, después de la Paz de Brest-Litovsk (negociada por León Trotsky) en marzo de 1918. Para obtenerla consintieron enormes sacrificios económicos y territoriales. Además, Alemania ocupó Polonia, Ucrania, Finlandia, los países bálticos y parte de Bielorrusia. El Reich aprovechó esta victoria para enviar casi todo su ejército oriental al frente occidental e intentar obtener una victoria rápida antes de la llegada masiva de los estadounidenses. Era su baza definitiva, ya que Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano daban muestras de desaliento ante las mayores reservas financieras y de hombres de los Aliados.
Finalmente el 17 de julio de 1918 el Zar Nicolás II fue asesinado con toda su familia en Ekaterimburgo, por temor a que el avance de la Legión Checoslovaca hacia la ciudad, pudiera liberar al Zar. La revolución rusa, en particular luego del tratado de Brest-Litovsk, dio paso a una guerra civil, que se extendió hasta 1923, provocada por el levantamiento de grupos anti bolcheviques dentro y fuera de Rusia, que se organizaron para actuar contra el nuevo régimen.

Fin de la guerra[editar]

Reforzados por las tropas provenientes del frente este, los alemanes ponen todas sus fuerzas en su última ofensiva, nombrada por el General de Infantería Erich Ludendorffcomo Kaiserschlacht (nombre clave Michael), a partir de marzo de 1918, sobre el río Somme, en Flandes y en Champaña. Esta comenzó el 21 de marzo y se extendió hasta el 5 de abril, aunque con el final de esta los alemanes continuaron con una serie de cuatro ofensivas hasta el 17 de junio. Pero, mal alimentadas y cansadas, las tropas alemanas no pudieron resistir la contraofensiva de Foch y fallan frente al objetivo final: París, quedando a 120 km de la capital gala. El General Foch comanda sus tropas francesas y estadounidenses hacia la victoria, en la segunda batalla del Marne. Los primeros tanques británicos entraron en combate y la superioridad aérea aliada era evidente.
Es el principio del fin para los Imperios Centrales. En los Balcanes, las tropas francesas atacan las líneas búlgaras en Macedonia. Después de pocos días de lucha, Bulgaria comprende que no puede hacerles frente y pide el armisticio. El Imperio otomano está al límite de sus fuerzas y no puede contener a los británicos que han tomado ya Jerusalén y Bagdad y avanzan hacia Anatolia. Franceses y británicos ocupan el Oriente Próximo e Irak y el Imperio Otomano también se rinde.
El duelo entre italianos y austríacos está asimismo por resolverse. El General Díaz se ve presionado por su gobierno, que necesita de una victoria en el frente alpino para poder negociar. Los italianos derrotan a Austria-Hungría en Vittorio Veneto. Este hecho se suma al descalabro del ejército imperial en los Balcanes, y la monarquía de los Habsburgo se hunde.
El Reich está en una situación desesperada: se ha quedado sin aliados, su población civil sufre draconianas restricciones, su ejército está al límite, sin reservas y desmoralizado. Ludendorff y Hindenburg son partidarios de la capitulación inmediata, pues creen que el frente se derrumbará en cualquier momento. En efecto, tropas estadounidenses de repuesto no paran de desembarcar e incluso Italia se prepara para enviar un contingente a Francia. El 8 de agosto un ataque aliado cerca de Amiens tiene éxito y rompe el frente alemán; los aliados penetran en Bélgica. El Alto Mando pide al brazo político iniciar inmediatamente negociaciones de paz. Cunde la convicción de que la guerra está perdida. Wilson proclama que Estados Unidos sólo negociará con un gobierno alemán democrático. Los Hohenzollern tienen los días contados. Tras una revolución obrera en Berlín, el Káiser huye a Holanda. El gobierno de la nueva República alemana firma el armisticio de Compiègne el 11 de noviembre de 1918. La guerra termina con la victoria de los Aliados.

Tratados de paz[editar]

Tras el conflicto, se firmaron varios tratados de paz por separado entre cada uno de los vencidos y todos los vencedores, con excepción de Rusia, que había abandonado la guerra en 1917. Al conjunto de estos tratados se le conoce como La Paz de París (1919-1920).
Versalles: Firmado el 28 de junio de 1919 entre los aliados y Alemania. El antiguo territorio del Imperio alemán fue cortado en dos por el Corredor polaco, desmilitarizado, confiscadas sus colonias, supervisado, condenado a pagar enormes compensaciones —que terminó de satisfacer casi un siglo después, en 2010—26 y tratado como responsable del conflicto. Este tratado produjo gran amargura entre los alemanes y fue la semilla inicial para el próximo conflicto mundial. Con este tratado también fue creada la Sociedad de Naciones.
Saint-Germain-en-Laye: Firmado el 10 de septiembre de 1919 entre los aliados y Austria-Hungría. En este tratado se establecía el desmembramiento de la antigua monarquía de los Habsburgo, el Imperio Austrohúngaro, y Austria quedó limitada a algunas zonas en las que se hablaba solamente el alemán.
Sèvres: Firmado el 10 de agosto de 1920 entre el Imperio Otomano y los aliados (a excepción de Rusia y Estados Unidos). El Tratado dejaba a los otomanos sin la mayor parte de sus antiguas posesiones, limitando sus territorios a Constantinopla y parte de Asia Menor.
Trianon: Acuerdo impuesto a Hungría el 4 de junio de 1920 por los aliados, en el que se dictaminó la entrega de territorios a Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia.
Neuilly: Firmado el 27 de noviembre de 1919 en Neuilly-sur-Seine (Francia) entre Bulgaria y las potencias vencedoras. De acuerdo con lo estipulado en el tratado, Bulgaria reconocía el nuevo Reino de Yugoslavia, pagaba 400 millones de dólares en concepto de indemnización y reducía su ejército a 20.000 efectivos. Además, perdía una franja de terreno occidental en favor de Yugoslavia y cedía Tracia occidental a Grecia, por lo que quedaba sin acceso al Mar Egeo.

Aspectos económicos[editar]

La primera guerra mundial fue la primera que exigió a los gobiernos intervenir en la economía para lograr resolver cuestiones de envergadura relacionadas con la disponibilidad de los factores de producción y la necesidad de distribuirlos en un escenario caracterizado por deudas crecientes y diversificadas y por restricciones a la importación.
Producción: El accionar del Estado en relación a los procesos productivos se limitó al control de los mismos sin afectar los principios de la libre empresa. El principal problema para la producción fue el factor trabajo ya que la mano de obra estaba en reclutamiento. En consecuencia, las potencias en guerra recurrieron al trabajo femenino. En el sector agrario se incentivó la producción por todos los medios. Por ejemplo, Alemania obligó a cultivar las tierras comunales e Inglaterra estableció multas al terreno baldío. La producción industrial también experimentó un importante crecimiento sobre todo la industria metalúrgica para la fabricación de armamento y la textil para la confección de uniformes.
Distribución e intercambios: Los problemas de distribución de materias primas y alimentos se fueron agudizando a medida que transcurría la guerra. Los bloqueos comerciales por parte de ambos bandos obligaron a cambiar las rutas de comercio con un correspondiente aumento de los fletas. A su vez, una economía de guerra obligó a las autoridades a fijar cupos de importación, fijar precios y crear organismos de distribución de alimentos. Hasta Inglaterra, quien había mantenido el libre comercio durante la crisis de 1873, debió realizar medidas proteccionistas como derechos arancelarios. Por otro lado, los problemas de transporte interno fueron serios, por ejemplo, el Estado alemán subordinó a las empresas ferroviarias para organizar la circulación.
Financiamiento: El conflicto armado significó para los Estados involucrados en él un aumento del gasto público lo que provocaba inflación. Las posibilidades de financiamiento de la guerra eran tres: emitir moneda, recaudar más impuestos y a través de empréstitos internos. Una cuarta opción era la financiación externa en el caso de Gran Bretaña y sus aliados. Alemania tenía la idea de que al final de una guerra victoriosa, los vencidos pagarían los costos. Por eso, en su mayoría, recurrió a empréstitos internos para financiarse. Francia compartía la misma noción de Alemania y pensaba que los vencidos pagarían los costos de guerra. Recurrió en gran medida al crédito exterior, emisión de bonos y empréstitos de guerra. Inglaterra por su parte, logró la autorización para emitir moneda de los límites establecidos por ley; aunque la mayor financiación la obtuvo a partir de reformas impositivas. Con respecto a la financiación exterior, Gran Bretaña inicialmente era el banquero de sus aliados debido a su posición privilegiada. A medida que avanzó el conflicto, encontró cada vez más dificultades para desempeñar ese papel por lo que empezó a recibir dinero de Estados Unidos. En consecuencia, el papel de gran acreedor pasó en manos de EE.UU.
Empresas: Las empresas beneficiadas con la guerra fueron una serie de nuevas industrias que proveían bienes y servicios al ejército. El crecimiento de la demanda bélica favoreció a su vez el perfeccionamiento de las técnicas de organización científica del trabajo, concentrándose el fenómeno de estandarización. A partir de ella, la fabricación de un gran número de artículos se redujo a un corto número de tipos normalizados para ser producidos en serie. Por otro lado, la guerra modificó de manera profunda las relaciones entre gobiernociencia e industria. El Estado asumió la responsabilidad directa en la orientación de la actividad científica y la aplicación de esta en la industria. La guerra constituyó una etapa más en el proceso de concentración económica. La posición privilegiada que ostentaban las grandes empresas ya antes del conflicto les permitió ser beneficiarias preferenciales de los contratos estatales destinados al aprovisionamiento de las tropas, así también como créditos más baratos.
El resto del mundo: La guerra fue un importante factor en la expansión económica de algunos países situados fuera del escenario principal de los acontecimientos. Se abrieron perspectivas de exportación para cubrir una demanda distorsionada que permitía vender a precios altos, alimentos, materias primas, y productos industriales. Estados Unidos, al ser el único país industrializado fuera de Europa, abasteció la demanda de los que peleaban, de los países que antes compraban a Europa y de sus propias necesidades desde que entró en guerra en 1917. En América Latina, la guerra favoreció la expansión de la exportación de materias primas y alimentos que constituían la base de su participación en el mercado mundial. Por otro lado, el vacío generado por el retiro de capitales británicos en la región, permitió la posición de capitales privados estadounidenses. Japón, si bien estaba en guerra, su participación fue escasa, por lo que la actividad económica apenas se vio afectada. La base de la expansión japonesa fue la exportación de productos industriales hacia los mercados asiáticos abandonados por los europeos.

Consecuencias[editar]

Balance de las víctimas mortales
Soldados
Aliados
Imperio Británico908.371
Australia60.000
Canadá55.000
India25.000
Nueva Zelanda16.000
Sudáfrica7.000
Reino Unido715.000
Francia1.240.000
Colonias francesas114.000
Bélgica13.716
Estados Unidos50.600
Grecia5.000
Italia650.000
Japón300
Portugal7.234
Rumania335.706
Rusia1.700.000
Serbia45.000
Potencias centrales
Alemania1.773.700
Austria-Hungría1.200.000
Bulgaria87.500
Turquía325.000
Civiles
Alemania760.000
Austria-Hungría300.000
Bélgica30.000
Gran Bretaña31.000
Bulgaria275.000
Francia40.000
Grecia132.000
Rumania275.000
Rusia10.000.000
Serbia650.000
Turquía1.000.000
Lucharon 65,8 millones de soldados, de los que murieron más de 1 de cada 8, un promedio de 6.046 hombres muertos cada día en los cuatro años que duró la guerra.27 A consecuencia de esta guerra cayeron cuatro imperios -el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano- y tres grandes dinastías, los Hohenzollern, los Habsburgo y los Romanov. Confirmaba el final del Absolutismo Monárquico en Europa. Se calcula que la guerra produjo aproximadamente ocho millones de muertos y seis millones de discapacitados. Francia fue el país más afectado proporcionalmente: 1,4 millones de muertos y desaparecidos, equivalentes a un 10% de la población activa masculina, acompañado por un déficit de nacimientos. El estancamiento demográfico francés se prolongó, con un envejecimiento de la población que sólo logró crecer con la inmigración. El norte francés estaba en ruinas: casas, puentes, vías férreas, fábricas, etc.
En el plano político, cuatro imperios autoritarios se derrumbaron, lo que transformó profundamente el mapa de Europa, rediseñado por el tratado de paz de 1919:
  • el Imperio del zar quedó transformado en la Rusia comunista (más tarde la URSS),
  • el Imperio Otomano se disolvió dando paso a Turquía (península de Anatolia y Constantinopla),
  • el Imperio Austrohúngaro fue disuelto dando paso a los Estados de Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia como nuevos países independientes,
  • el Imperio alemán finalizó y fue reemplazado por la República de Weimar, que gobernaría sobre una Alemania mermada territorial y económicamente por el pago de las reparaciones de guerra.
Nuevo equilibrio político mundial. Aunque las colonias suministraron víveres, materias primas y combatientes a sus metrópolis, tras la guerra los pueblos coloniales empezaron a cuestionar sus lazos con la metrópoli y reclamaron una mejora de su situación. Esto, sumado al progreso del nacionalismo en el seno de las colonias, constituirían el proceso de descolonización que iniciaría tras la Guerra y que concluiría con la independencia de varios Estados actuales, luego de la Segunda Guerra Mundial. A este primer declive de la influencia de Europa en las colonias, se sumó la expansión de Estados Unidos, el mayor beneficiado de la guerra junto con Japón, que reconsideraría su aislamiento de los asuntos mundiales, y que junto con el Imperio Japonés tendrían un lugar destacado en la escena internacional.
Transformación social. Las diferencias sociales se acentuaron con el enriquecimiento de los mercaderes de armas y el empobrecimiento de los pequeños ahorradores, los retirados y los asalariados afectados por la inflación. Las mujeres adquirieron un nuevo lugar en la sociedad y se volvieron indispensables durante toda la guerra, en el campo, las fábricas, las oficinas, las escuelas (para compensar la marcha de numerosos profesores). El feminismo progresaba, el derecho a voto fue acordado en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Turquía y Rusia, pero no en Francia. Los cambios sociales estarán estrechamente ligados a la lucha política que emprenderán el Liberalismo, el Comunismo, y el Fascismo a lo largo del siglo XX.
Tanque de la Primera Guerra Mundial.
Consecuencias tecnológicas. La contienda reveló la maquinaria de terror paradójicamente surgida de los avances y progreso de la ciencia y la tecnología. El intenso desarrollo de los instrumentos y técnicas de guerra (vgr. Fusiles de repetición, ametralladoras, gases venenosos dando origen a la guerra biológica y química, vehículos de combate, dirigibles, primeros aviones de guerra, y acorazados de acero) modificarían la ciencia militar cuyas prácticas datan de varios siglos atrás de conflictos humanos. La artillería multiplicó los calibres, aumentó el alcance y mejoró los métodos de corrección. El transporte motorizado se generalizó y volvió obsoleta la artillería impulsada por personas o animales de tiro; el caballo dejó de ser útil como instrumento militar, si bien siguió utilizándose en la Segunda Guerra Mundial en las largas líneas de abastecimiento. Igualmente supuso cambios en la estrategia militar donde en adelante sería necesario el sigilo y el escondite de las tropas para poder combatir, modificando la vestimenta de los soldados con tal fin.
También se revelaría el grave daño que padecería la población civil producto de los bombardeos a las ciudades y otros daños colaterales; la población civil y no beligerante se transformarían en nuevas víctimas visibles y objetivos militares de la nueva forma de hacer la guerra que reveló la Primera Guerra Mundial, producto de la masificación de los ataques no convencionales por un armamento mucho más destructivo y de mayor alcance.
Consecuencias políticas en Alemania. Los cinco tratados tras la guerra, principalmente el suscrito en Versalles, ocasionaron un ambiente de opresión hacia los vencidos. La nueva Alemania republicana sufrió las consecuencias del Imperio Alemán y su economía fue explotada por los vencedores. Así surgieron tesis tanto izquierdistas como derechistas para acabar con esta situación. Los golpes contra el sistema comenzaron cuando, en 1921, milicias comunistas se levantaron en Múnich. La revuelta fue sofocada. Adolf Hitler culpaba a los marxistas alemanes de la rendición alemana, alegando como pruebas la constitución progresista de Weimar y el armisticio a continuación. Cuando Hitler aún seguía en las trincheras, los militares alemanes convencían a la población civil de que la guerra podía ser ganada, mientras que confesaban a los políticos que la rendición era ineludible. Pero Hitler sostuvo esta tesis en el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores y, con ella, dirigió el denominado Putsch de Múnich de 1923 contra la sede del gobierno. El golpe militar fue aplastado y Hitler recluido en prisión durante ocho meses. Sin embargo, el 30 de enero de 1933 Hitler fue nombrado canciller por el presidente Paul von Hindenburg, y el 5 de marzo de 1933 obtuvo el 43,91% de los votos en las elecciones, con lo que obtuvo la mayoría del Reichtag.

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