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@somgranollers: RT@agarzon: Naturalmente, ni@Pablo_Iglesias_ ni@ahorapodemos son enemigos. La sociedad que queremos construir no entiende de siglas sino…
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Santi
@JimmyJazz25:@Pablo_Iglesias_"@ramoncotarelo 16 de ene.@la_tuerka @AdrianCarPal Dejadlo. No ha lugar, pues ya no iré. Así no se hacen las cosas."
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ARUCAS.BLOG,...ES DE UN PUEBLO DE GRAN CANARIASArucas es la localidad más poblada del norte de la isla después de Las Palmas de Gran Canaria, la capital. Muestra a lo largo de terrazas y grandes extensiones cultivadas de plataneras, una parte de su pasado agrícola en el que la fruta cubría prácticamente todo su suelo. Hermoso pueblo de artesanos o "labrantes" de la piedra, tiene su máximo exponente del trabajo de la cantería en la iglesia de San Juan Bautista.
La ciudad de Arucas, por el papel que ha representado como segunda urbe en el norte de la Isla (considerando que Telde se halla en el Noreste), sobre todo durante el siglo XIX y primera mitad del presente siglo, es portadora de valores arquitectónicos y urbanísticos singulares, localizados en su mayor parte en el actual Casco Histórico, declarado desde el año 1976 de interés Histórico - Artístico.
El monocultivo de la platanera aún se halla ampliamente extendido en la localidad. Hasta el año 1970, Arucas era el municipio con una mayor superficie de terreno dedicada al cultivo del plátano en todo el archipiélago. El máximo auge se produjo en torno a los años sesenta, entrando luego una fase de declive continuado hasta nuestros días.
En la actualidad cobran importancia otras actividades como el comercio, los servicios, la industria y el turismo, como consecuencia de las transformaciones socioeconómicas operadas en Canarias en las últimas décadas.
POBLACIONES
Arucas, Bañaderos, Montaña de Cardones, Los Castillos, Juan XXIII, Los Portales, Visvique, El Puertillo, San Andrés, Santidad, Tinocas, Trapiche, Trasmontaña, Tres Barrios, La Goleta, El Cerrillo, Cruz de Pineda.
MAPA DEL MUNICIPIO
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Carta de Ramón Martín a la Concejala de Participación Ciudadana
El que suscribe, como representante del Distrito I del Consejo Municipal de Participación Ciudadana de esta Ciudad, asistió ayer a la reunión celebrada por la citada Concejalía sin recibir notificación alguna, como es de obligación, salí perplejo de lo que expuso la representante de la citada Concejalía, porque me parecía un mitin preelectoral ...sigue |
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Posted by Pablo Iglesias on January 14, 2014 11:43
Las elecciones europeas y la segunda transición
El impulso de controlarlo todo es precisamente lo que no podemos controlar
Hubert Dreyfus
Hubert Dreyfus
Hay una alucinación, una fe instintiva en las formas y el lenguaje por la que se espera que cuando cambia o se altera una realidad cambien al mismo tiempo las palabras y las ideas que usamos para explicarla y referirnos a ella. Esa fe, que no está justificada y es el origen de múltiples errores, es también una debilidad esencial a la hora de hacer política. La diferencia entre el ritmo de las cosas y el de las palabras abre un espacio al que se suele llegar demasiado tarde, cuando los búhos han levantado el vuelo y uno se ve forzado a pelear, a golpes de ciego, usando un lenguaje que ya no dice lo que dice.
En el sur de Europa, la ideología dominante hace tiempo que se dedica a esa tarea: ganar tiempo, contener cualquier forma de desborde, seguir utilizando palabras que refieren en última instancia a casi nada, a realidades agonizantes o que han dejado de existir, realidades vencidas y suplantadas por otras para las que no tenemos nombre ni palabra real. Cualquiera culpa al poder de no enterarse de lo que vive en el día a día la gente real, de contar historias que ya nadie se cree, pero no se entiende así lo que hace en la práctica ese lenguaje: lo esencial está sucediendo en otra parte, en un proceso silencioso que hace y rehace el orden social a imagen y semejanza de un modelo que no ha sido siquiera bautizado, cuya realidad se adquiere por la fuerza de los hechos. Cada uno de los envites contra los derechos sociales, económicos, políticos, culturales y sexuales se enmarca dentro de este proceso general, tectónico, revolucionario, una segunda transición que está alterando desde arriba las relaciones sociales sobre las que se asientan cada uno de los equilibrios presentes de poder.
Frente a ese movimiento, frente a esa segunda transición implementada desde arriba, el retraso es pues considerable. Cada uno de los estallidos democráticos de los últimos tres años ha tenido una virtud esposada a una condena: la virtud de anticiparse al ciclo político establecido, de inaugurar un tiempo y un lugar propios, y a continuación la incapacidad de sostener esa auto-nomía en una institucionalidad igualmente propia y decidida, en un poder democrático creciente. Esa es la condena: ser sepultado por un desplazamiento de tierras que obliga a jugar a la defensiva, cada vez con menos fuerzas y en un terreno rival, siempre incómodo, siempre ajeno, difícil de maniobrar e imposible de controlar.
En ese escenario, es sencillo caer en la resignación o abandonarse a otro tipo de fe, la fe en un nuevo acontecimiento que salga de ninguna parte y haga por sí solo lo que aquí y ahora no parece ser posible (“ahora, solo un dios puede salvarnos”, dijo Heidegger en su entrevista póstuma sobre el problema del nihilismo). Tampoco vale la estrategia godotiana de la izquierda institucional, que en la espera de lo que nunca llega a menudo somete el trabajo y los proyectos de mucha gente valiosa y necesaria a obstáculos y bloqueos que recuerdan demasiado al problema mismo y demasiado poco a su solución. Pero como han recordado varias voces en estos últimos días, no es demasiado tarde para dar un paso al frente. Las elecciones europeas todavía presentan la oportunidad de agregar una fuerza autónoma, democrática y transversal, que sirva como pivote de movilización de mayorías y obligue a las izquierdas a romper sus bloqueos y sus cargas heredadas. Es el momento de darle un nombre compartido a ese paisaje en movimiento, y convocar a las fuerzas democráticas con las que intentar incidir en él de forma libre y decidida.
OBSERVACIONES: Con la relativa complejidad, de pegar,...esperamos no habernos equivocado, en los mensajes, ideas,...y sus autores. - Lmm. -
Carta de Ramón Martín a la Concejala de Participación Ciudadana
Pablo Iglesias Turrión
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6 jul 13. En los últimos meses ha irrumpido en las cadenas de televisión tanto de izquierdas como conservadoras un tertuliano sin chaqueta ni corbata con más pinta de cantautor contestatario setentero que de profesor de universidad.
Debo confesar, en honor a la verdad, el gustazo que siento cada vez que este joven profesor deja en ridículo a impresentables y prepotentes a sueldo como Alfonso Rojo, Marhuenda, Jiménez Losantos, el patético Sostres o el casposo falangista García Serrano. ¡¡ ¿¿ Disfruto sobre todo por lo inusual que resulta que un marxista convencido se cuele en estos santuarios que representan al poder más rancio del estado español. ?????¡¡¡¡¡....
Y es en este hecho donde les pido que presten atención:
¿¿¿¡¡¡¡¿¿ ¿Es casual invitar a casa al enemigo, siendo éste además un tipo brillante y preparado que les hace perder los estribos? Ellos argumentan que han ganado audiencia, pero
¿de veras se arriesgan a ser puestos en entredicho con tal de ganar televidentes?
¿o Pablo Iglesias es una sugerencia o imposición del Opus Dei al cual rinden pleitesía los gurús de la derecha y los jefes de Intereconomía TV y otras?
¿Cuantos Pablo Iglesias hay por España? Muchos.
¿Cuantos Pablo Iglesias hay por España? Muchos.
Es profesor en la Universidad Complutense de Madrid, de origen jesuita. Vinculado desde siempre a los movimientos sociales, ha participado, entre otros grupos, en el MRG de Madrid, en Arde Madrid, el Colectivo Universitario Contrapoder, la Universidad Nómada y la Fundación CEPS. Fue observador internacional acreditado por la R.A.Z. en los Campamentos civiles por la paz de las bases de apoyo del E.Z.L.N. "Guadalupe Tepeyac" y "La Realidad" en Chiapas, en distintos momentos de 2002.
¡¡¡¡¿¿¿¿ Cabe recordar que tanto Opus Dei como Masonería son los dos polos opuestos engendrados para provocar la bipolaridad necesaria para lograr la división que les lleva a vencer. Tanto unos como otros son sociedades discretas controladas por la Orden Jesuita. ????¡¡¡¡
¡¡¡¡¿¿¿¿ Cabe recordar que tanto Opus Dei como Masonería son los dos polos opuestos engendrados para provocar la bipolaridad necesaria para lograr la división que les lleva a vencer. Tanto unos como otros son sociedades discretas controladas por la Orden Jesuita. ????¡¡¡¡
¡¡¡¡¡..... Padre Llanos con La Pasionaria
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Esta Orden y su telaraña de sociedades secretas han sido los mentores del marxismo para controlar a la clase obrera a través en España de la fundación del sindicato Comisiones Obreras y el PCE, ambos controlados por los jesuitas Padre Llanos, que impartía ejercicios espirituales al mismísimo Franco (1), y García-Nieto. ¡¡¡¡¡.....
(1) http://books.google.es/books?id=TCDoTl2HcokC&pg=PA72&dq=franco+padre+llanos&hl=es&sa=X&ei=DnP8UMKcOOmv0QWIxYHwDA&ved=0CDcQ6AEwAQ#v=onepage&q=franco%20padre%20llanos&f=false
(1) http://books.google.es/books?id=TCDoTl2HcokC&pg=PA72&dq=franco+padre+llanos&hl=es&sa=X&ei=DnP8UMKcOOmv0QWIxYHwDA&ved=0CDcQ6AEwAQ#v=onepage&q=franco%20padre%20llanos&f=false
La Historia está plagada de patrañas y sobre todo de silencios tan increíbles como el motivo por el cual Franco restauró la presencia en España de la Orden Jesuita PARA CONTROLAR A LA CLASE OBRERA, y así lo hizo.
En Oviedo, el colegio emplazado en la finca del doctor Roel -hoy solar del Instituto Alfonso II-, cerró en enero de 1932. En esas fechas los jesuitas reciben la visita del general Francisco Franco: «Tengan confianza en Dios, que no tardarán en volver».
El cardenal asturiano Francisco Álvarez lo dijo en cierta ocasión: «La Compañía de Jesús es como el Ave Fénix; siempre resurge de sus cenizas».
El cardenal asturiano Francisco Álvarez lo dijo en cierta ocasión: «La Compañía de Jesús es como el Ave Fénix; siempre resurge de sus cenizas».
Es por ello que las simpatías entre cristianos de base y marxistas son frecuentes y Pablo Iglesias no escapa de ellas, tal como afirma en este vídeo:
Pablo Iglesias compara a los jesuitas con la III Internacional
En definitiva, y para no extendernos, asistimos a otro episodio de manipulación de masas toqueteado por la mano escondida que mueve los hilos de sus dos creaciones (la derecha y la izquierda) para sacar provecho de la división y el enfrentamiento del cual, tal vez, no sea consciente el propio Pablo Iglesias. ¡¡¡¡))))....
COMENTARIO MANDADO HOY DÍA 6-9-2.020 : Saludos desde málaga, de Lmm, editor de lukyrh.blogspot.com . Aquí estoy esta tarde releyendo elartículo del sr martin,...en arucasblog.......me refiero al que hace un análisis de los motivos cuasi ocultos de la presentación oficial en política española a P. Iglesias,...ESPERO, QUE ESTE SR MARTIN, HAGA UN ANÁLISIS, NO MUY EN PROFUNDIDAD, NO ES MUY NECESARIO,...SOBRE LAS ACCIONES DE IGLESIAS Y UNIDAS PODEMOS EN LOS GOBIERNOS AUTÓNOMOS Y EN GOBIERNO CENTRAL,...¡¡¡¡¡¡. SERÍA, MUY IMPORTANTE,...YO EN MI BLOG HE EDITADO VARIOS TRABAJOS SOBRE P. IGLESIAS,..Y EL IMV,... BUENO, SALUDOS SOLIDARIOS UNIVERSALES, SIN ÁNIMO DE LUCRO Y SIN EXLOTACIÓN NI GUERRAS IMPERICAPITALISTAS ¡¡¡¡....
Noticias sobre ELENA VALENCIANO PSOE
Tragedia de Ceuta: Elena Valenciano (PSOE) garantiza que "habrá una investigación a fondo" tras lo sucedidoQué.es - hace 20 minutosLa vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, ha garantizado que desde Ferraz se va a insistir en el Congreso de los Diputados para ...
El PSN de Jiménez desacredita a Elena Valenciano: «El PSOE en Navarra soy yo»La Razón - hace 1 día
Elena Valenciano advierte que 'el PSOE se la juega' en las europeas y que debe ganarEl Mundo - hace 4 días
Currículum de Pablo Iglesias: ( "ME RECUERDA AL SEÑOR RUBALCABA, SERÁ UN CLON,...? AL IGUAL QUE BEATRIZ TALEGON ME RECUERDA A LA VICEPRESIDENTA DEL PSOE, LA SEÑORA VELENCIANO,...QUE PARECE QUE VA A IR A EJERCER EL PODER BURGUÉS AL PARLAMENTO EUROPEO,...QUE DICEN QUE ES MUY IMPORTANTE,..Y TANTO PARA EL IMPERIALISMOY PARA ELLAS-ELLOS,...¡¡" lukyrh. ).
Madrid, 1978. Profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, por la que se doctoró en 2008 (con mención doctor europeus) con una tesis sobre la acción colectiva postnacional. Tras licenciarse en Derecho (2001) y Ciencia Política (2004, premio extraordinario) fue investigador visitante en varias universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos. Ha realizado asimismo cursos en el postgrado de humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid en la especialidad de estudios culturales y de filosofía de los media en el European Graduate School (Suiza), donde ha estudiado teoría política, cine y psicoanálisis con Slavoj Zizek, Giorgio Agamben, Michael J. Shapiro, Judith Butler, Jacques Rancière o Michael Hardt, entre otros.
Ha dirigido o participado en cursos sobre "Acción colectiva y movimientos antisistémicos: "Del largo 68 a los movimientos globales. Perspectivas espaciales y políticas" (Madrid, 2005), "Neoliberalismo, Globalización y reacción social" (Caracas 2006), "Geografía política y geopolítica de América Latina" (Venia Docendi, 2006/2007), "Geografía política" (Venia Docendi 2006/2007), "Cine y violencia política" (Octubre/Diciembre 2006), "Neoliberalismo, Globalización y reacción social" (Caracas, 2007, Ministerio del Poder Popular para las Telecomunicaciones y la Informática), "Geografía política y social" (cursos de licenciatura, 2008-2009), "Bolivia: Historia, Política y Revolución" (2008-2009), "Cine y conflicto político" (2009-2010).
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"Agradecemos su tiempo y dedicación a leer el blog y a participar y comentarnos sus inquietudes"
Los comentarios y opiniones son responsabilidad del autor de los mismos. Seamos respetuosos y hagamos debate constructivo.//.
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luciano-luky- a blog pablo iglesias SALUDOS DESDE MÁLAGA:
Polemizando con las ideas electoralistas,...y por otro lado explicando teoría, a nuestro juicio, de marxismo contemporáneo,...mandamos un comentario al blog Arucas.../...donde exponemos algo de su editor.
Se expone,...como demostrativo de los pasos seguidos,...¡¡.
Administrador ArucasBlog respondió...
Esa no es la lógica del artículo. El sistema, el poder coloca dos bandos en el juego (izquierda-derecha) cuyo vencedor da igual porque el dueño del balón es el sistema. La cuestión es gobernar y llevarse el dinero público, da igual por un lado que por otro. En realidad lo vienen haciendo así desde las revoluciones del siglo XVIII
11/12/2013 11:36:00
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Luciano Medianero Morales;
como editor de lukyrh.blogspot.com; dijo...
SALUDOS DESDE MÁLAGA, ESPAÑA.
He participado bastante de forma teórica y práctica por la liberación social de la humanidad; aún sé pocas cosas,...la formación si no es dialéctica, algo bastante difícil de obtener, es poco eficiente,...por mucha información que se obtenga,...si no va acompañada por el socialismo científico y dialéctico,...que es resultado de las contradicciones y lucha de clases,...actual, antiguo y el de futuro,...los conflictos sociales y sus resoluciones sociales, producen movimientos, cambios,...esa es la dialéctica social y natural, el cambio, la transformación. La humanidad está es su sostenibilidad, anhela y lucha, comprende, actúa,...hay gentes que algunas veces dicen algo más científico, más claro,...el nuevo y contemporáneo socialismo científico está en elaboración,...lo está elaborando la humanidad,...pero es como la copla, cuando la canta el pueblo nadie sabe de su autor,...¡¡. Gracias de antemano por esta publicación,...y respecto sus esfuerzos de publicación,...os informo,...del blog, lukyrh.blogspot.com, Revolución de la humanidad,... del cual soy editor.
"Agradecemos su tiempo y dedicación a leer el blog y a participar y comentarnos sus inquietudes"
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Se introduce dos titulares de Internet,...de nuestro blog:
// 6. REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: PP-PSOE-IZQUIERDA ...
lukyrh.blogspot.com/2013/.../pp-psoe-izquierda-alternativala-misma.htm...
2/12/2013 - De seguro es el blog el comunista.net,...la coordinadora ..... alternativa: // PATRIOTISMO DEMÓCRATICO DE PABLO IGLESIAS LA TUERKA.
7. participación electoral en occidente - revolución de la humanidad
lukyrh.blogspot.com/2014/.../participación-electoral-en-occidente-al.htm...
hace 6 días - A la vez observan, sobre todo cuando luchan,...que la democracia no es...... Antes del tuiter había blogs, y antes foros, y antes listas, y antes áreas de ....patria'", asegura a este diario Pablo Iglesias sobre el acto del viernes. //
ABSTENCIÓN ELECTORAL EN LAS GRANDES METRÓPOLIS IMPERIALISTAS
El personal social,...parece que va aprendiendo lo que es para ellos, lo que significa, la democracia social,...de los vecinos,...LA DEMOCRACIA SOLO SE VE O APRECIA CUANDO SON LUCHAS VECINALES,...LO QUE SE LLAMA CIUDADANISMO. A la vez observan, sobre todo cuando luchan,...que la democracia no es para ellos, no se les permite,...la democracia es del poder,...del PP, del PSOE,...según el caso, los momentos. La democracia observan que es de los poderosos empresarios, o banqueros,...en definitiva el poder del dinero, el capital,...el poder es de las clases y fracciones capitalistas,...El asunto es que organizaciones y partidos sociales, de izquierdas,...están en el poder, ejercen el poder en función del capitalista,...por ello decimos que son capitalistas de estado,...como categoría económica son capitalismo de estado,...hoy en día, también en España, capitalismo imperialista,...en definitiva son imperialistas,...con las poblaciones de aquí y de las de allá en donde externalizan sus capitales, empresas,...en estas últimas décadas desde América latina, Europa, Asia, África,...en todo el Planeta.
La participación electoral en los grandes estados, como EE.UU. de N.A., es muy pequeña, menos del 50 por ciento del electorado,...pero por lo que se ve, al poder les da igual. En las potencias europeas, la abstención algunas veces y según qué tipo de elecciones se desarrollan es del 50 por ciento,...En grandes países africanos como Egipto, algunas veces es más del 50 por ciento la abstención. Y así podríamos seguir. En grandes países que asumen actitudes imperialistas emergentes,...como India, China Popular, Rusia,...que a la vez son los más poblados, y donde existen más millones de proletarios y sectores populares,...votar no es la máxima atención para esas millonarias fuerzas obreras. Aún y todo hay cierta contienda electoral,...los poderes de clases se mantienen como permanentemente,...las consultas electorales,...solo sirven para recoger más o menos fuerzas de estado las diversas fracciones capitalistas-imperialistas,...éstas organizadas en partidos, coaliciones, frentes electorales,... En la UE, hay dos fuerzas determinantes imperialistas, PPE, PSE; y otras más,...entre ellas el Partido-Plataforma de la Izquierda Europea -PIE-, donde está Izquierda Unida-PCE.
LA IZQUIERDA EUROPEA EMBELLECE Y SOSTIENE AL ...
4/5/2014 - ... SOSTIENE AL IMPERICAPITALISMO EUROPEO,...¡¡. LAIZQUIERDA OFICIAL-INSTITUCIONAL COMUNISTA Y FILOCOMUNISTA, Paneuropea, P.I.E. ...
Como se observará a continuación, el gran esfuerzo que se está realizando sobre la cuestión de la participación electoral a las instituciones del capital,...ESTE ESFUERZO ES GRANDE,...SIN EMBARGO OBSERVAMOS QUE NO HAY ESFUERZO DE FORMACIÓN POLÍTICA ECONÓMICA,...NO SE SABE DE ECONOMÍA CRITICA, DE PROYECTOS SOCIALES DE LA FUTURA SOCIEDAD LIBRE Y COMUNAL,...NO SE HABLA DE TECNOLOGÍA, NI DE LOS PROYECTOS DEL IMPERIALISMO, EN TEMAS, p.ej., DE LA CONQUISTA SOLAR,...Y SU RELACIÓN CON LAS MISERIAS, GUERRAS DE EXTERMINIOS,...NO SE ES CRITICO CON LAS TECNOLOGÍAS Y PROCESOS PRODUCTIVOS INTERNACIONALES CAPITALISTAS-IMPERIALISTAS,...SOLO SE DEJA VIVIR ALGO BIEN PARTICIPANDO EN LAS INSTITUCIONES,...QUE EN GENERAL ES SOLO ARRIBISMO POLÍTICO,...Y RECORDAMOS AQUELLAS CANCIONES REVOLUCIONARIAS MEJICANAS DONDE SE DECÍA QUE LOS HIJOS DE LOS REVOLUCIONARIOS QUERÍAN SER SOLO FUNCIONARIOS,...EN ESPAÑA,...CASI TODO EL PERSONAL QUIERE SER FUNCIONARIO,...QUE PERPLEJIDAD,...La mentalidad es sabiendo o con truquillos varios, entrar en grandes empresas,...y si son estatales, mejor que mejor,...mentalidad burocrática, de chupatinta,...hoy sería de internauta,...
La mayor, casi todos los partidos de izquierdas, de las más variadas,...están en las tareas electorales,...movilizando algo,...haciendo y recogiendo de las movilizaciones sociales,...sus miras son entrar en los aparatos,...obtener votos para conseguir concejalías, diputados,...hay mucha competencia,...LO IMPORTANTE ES QUE GRUPOS Y ENTIDADES REVOLUCIONARIAS VEAN, QUE ESTAS SITUACIONES DEBEN LLEVARLES A CONOCER MÁS, APRENDER DE OTRAS EXPERIENCIAS, DE PLANTEAR NUEVAS ESTRATEGIAS GLOBALES,...CORRELACIÓN DE FUERZAS A ANALIZAR,...SEGÚN LAS VALORACIONES ACTUAR,...Y ESA ACTUACIÓN HOY EN DÍA ES POTENCIAR UN PARTIDO U ORGANIZACIÓN MUNDIAL PROLETARIO-POPULAR,...EXPLICAR LAS EXPERIENCIAS PASADAS,...DE FORMA CRÍTICA,...AUTOCRITICARNOS,...Y EN DEFINITIVA SER PARTE DE LA SOCIEDAD-HUMANIDAD,...ESE GRAN ORGANISMO HAY QUE INTENTAR QUE PARTICIPEN LA GRAN MAYORÍA DE LA HUMANIDAD,...ES UN TRABAJO DE TALENTO PROLETARIO, DE TIEMPO,...HAY QUE ESTAR PENDIENTE DE TODO,...HAY QUE DESARROLLAR MUCHA PUBLICIDAD, PERO TENIENDO CONOCIMIENTO Y NO DANDO LA TABARRA CON CLICHÉS MÁS QUE OXIDADOS,...
Por nuestra parte, leemos y estudiamos muchos blog, webs,...algunas veces comentamos algo, o les mandamos algunas notas,...Estudiamos bastante,...prácticamente estamos en lo que se llama producción de conocimientos,...a nuestra forma, manera e intelectualidad proletaria.
Ponemos muchos datos de otras entidades,...para que se lean,...para demostrar con sus escritos lo que dicen, lo que anhelan,...no pasa nada,...es positivo,...hay que abordarlo con normalidad. ES POSITIVO ENTRAR EN COMENTAR CUESTIONES,...CUANDO SE TENGA TIEMPO,...ALGUNAS VECES NO TENEMOS,...POR ELLO SOLO DECIMOS ALGO, EN PLAN COMO EDITORIAL,...EL PODER OFICIAL,...LA OPOSICIÓN, LO ALTERNATIVO Y SUS INTERESES MANCOMUNADOS
La izquierda alternativa, la que se representa como m15m, c25s, alternativas desde abajo, madrilonia,...actúan a nivel español, europeo,...como competidores del gran capital,...de los partidos parlamentarios y sindicatos institucionales, como pp, psoe, upyd,...ciu,...y otros,...Aunque tienen relaciones con las izquierdas radicales nacionalistas en todos las regiones-comunidades-nacionalidades,...dentro del estado español; esto les hace ser más radicales,...Las izquierdas anticapitalistas, trotskistas, maoistas,...algunas aunque plantean hacer revolución proletaria, con partido de nuevo tipo,...es mucha la complejidad y cantidad de grupos,....y entidades que existen,...que se publican en Internet. Tienen cadena de tv, periódicos, blog,...participan en facebook,...Las redes de contactos, información,...es delirante e impresionante,...pero todavía lo oficial sigue siendo lo que dice la televisión oficial,...en este caso incluso la autonómicas, como el caso de canal sur, tv3 catalana,...y otras aún existentes. Aún hoy en día no se bien quienes visitan mi blog. De seguro es el blog el comunista.net,...la coordinadora anticapitalista.org,...y poco más. Por ello el nivel, supuesto, de mis trabajos y publicaciones hasta ahora está orientado a todo el personal,...ya hice cierta publicidad mandando escritos y comentarios a determinadas webs, blogs,...Este texto en concreto informa y opina sobre lo anunciado en el titular.
Marat, asaltar los cielos. blog,...no estaba de acuerdo con las ideas de Pp-Psoe la misma mierda es,...había que apoyar al Psoe hasta que no hubiera una mejor alternativa,...decía,...y lo abalaba y recrecía sobre las huelgas y casi insurrecciones brasileñas,...decía que no había que echar a la presidenta del Pt de Brasil,...porque así se apoyaba a la derecha, al imperialismo,...más o menos,...léanse dichos artículos en blog de Marat. Como Internet, digamos que lo explica todo, habla de todos,...no hago una amplia exposición sobre las miles de sensibilidades dentro del complejo mundo de lo que está contra el poder que representa pp-psoe-iu,...
EL CONCEPTO PEQUEÑO BURGUÉS DEL DERECHO A LA VIVIENDA,...EL CARÁCTER BURGUÉS DE RESTITUCIÓN DEL ROBO DE LAS PREFERENTES,...ES AÚN MÁS PEQUEÑO BURGUÉS PORQUE A LA VEZ ES RENTISTA CUASI EXPLOTADOR,...ES COMO EL RENTISTA TERRATENIENTE APROXIMADAMENTE,...ES EL CUPONCITO,...ES EL ROBO Y PROPIEDAD DE PARTE DE LA PLUSVALÍA EXTRAÍDA AL TRABAJO ASALARIADO,...Y OTRAS COSAS,...QUE SE DETALLARÁN MÁS ADELANTE,...Estos y otros del cuponcito son votantes del PP, son antisociatas,...son en general gentes de clase media, conservadoras,...que ahora luchan,...porque les han expropiado sus dineros otros amiguitos más potentes, más sanguinarios,...más asesinos.
EL DERECHO A TECHO, SOSTENIBILIDAD, HIGIENE, SALUD Y OTROS POLÍTICOS COMO DECISIÓN, PARTICIPACIÓN, CORRESPONSABILIDAD, ALTERNATIVIDAD EN EL PROCESO SOCIAL DE LA PRODUCCIÓN, ETC,...SON CONCEPTOS Y DERECHOS DE OTRO MARCO SOCIAL,...LO CREADO EN SU MOMENTO POR LA REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD,....ARMONÍA SOCIAL Y CON LA NATURALEZA,...NO HAY PROPIEDAD,...TODO ES DE TODO Y TODO CON TODO,...ENTIENDEN ?. El señor Aznar, gobernando decía orgullosos de que la población española estaba en condiciones de comprar y tener su vivienda privada,...la vivienda social era casi innecesaria,...pocas se han construido,...el personal se embarcó en su vivienda privada,...ya era e iba camino a clase media,...a propietario,...."SE NOS FUE LA OLLA,...SE NOS SUBIÓ LA GRANDEZA A LA CABEZA,..."; pura ilusión,...mucho trabajo para engordar los bolsillos financieros, bancarios, empresariales, mafiosos,...en esas circunstancias aún había millones de personas sin techo propio,...millones de pobres, algo así como ocho millones,...en estas fechas hay como doce y subiendo,...en Madrid han dicho ahora que hay más de un millón,...Y sí,...habían viviendas sin utilizar,...ahora hay unos tres millones,...pero los bancos son los grandes poseedores,...
La concentración y centralización del capital multinacional se ha agrandado, se desarrolló,...todo el personal quería trabajar en el estado o en una gran multinacional,...aunque fuera comercial como el Corte Ingles, Carrefur, Mercadona,...Los jóvenes como princesitos,...como clase media,...atosigando todo el día a los padres pidiéndole dineros, para ropas, viajes,...los padres acogotados, sumisos, entregando,...los hijos como mosqueados porque querían más,...ahora ya hay menos, siguen protestando a los padres,...muchos ya sin trabajo,...pero los hijos pidiendo,...esa juventud aristocrática obrera,...sí, de mentalidad clase media,...Y todos quieren ser funcionarios, trabajo institucional,...eso anhelan,....muchos dejaron estudios,...entraron en las obras, y otras empresas,...la gran mayoría ahora están sin trabajo,...algunos vuelven a estudiar,...otros en las calles,...hay de todo,...los organizados pensando casi todos entrar en política,...me entienden,...?.AHORA SIENTEN DE OTRA MANERA LOS OBREROS,...EN ANDALUCÍA,...MÁS DE UN MILLÓN DE DESEMPLEADOS,...ALGUNOS COBRAN ALGO,...OTROS HACEN CHAPUCES, OTROS VENDEN POR LAS CALLES,...OTROS EN SUS CASAS,...LA LUCHA POR ENCONTRAR TRABAJO, CONSEGUIR TRABAJO, CONSEGUIR QUE SE REPARTA EL TRABAJO,...NO EXISTE,...ALGO EN CIERTAS ZONAS AGRARIAS,...JORNALEROS DEL SAT-SOC,...ESTÁN EN LA TAREA,...Miles de ellos se fueron a las obras en su momento,...al tiempo han vuelto a sus pueblos-ciudades,...a trabajar en la faenas,...allí están los emigrantes,...los inmigrantes,...es una barbaridad,....Y EL CAPITAL APALANCADO,...SIN REPARTIR,...CUANDO TODO FUNCIONA CON ÉL EN MARCHA,...EN ESTE MODO Y MODELO SOCIAL CAPITALISTA,...QUIENES ESTAMOS EN LA LISTA, DE UN TRABAJO POR FAVOR,...¡¡. Nada de favores,...a por lo nuestro por cojones,...que cojones,...¡¡. MUCHOS YA SE DECANTAN POR LA PATRIA ANDALUZA SOCIALISTA, INDEPENDIENTE Y SOLIDARIA. Muchos o casi todos,...son amigos y compañeros mío,...¡¡ saludos.
¿ PERO REALMENTE EL PSOE ESTÁ CONTRA LAS MEDIDAS ANTIOBRERAS DEL PP, Y LOS ALTERNATIVOS -social anticapitalistas- TAMBIÉN QUIEREN Y LUCHAN POR MEDIDAS SOCIALES,...?
La lucha de clases, en lo político e ideológico,...es muy sutil actualmente. La posición revolucionaria y proletaria de clase, no aparece, no está,...sí está y actúa la posición socialdemócrata y social reformista: PSOE, IU, y otros,...estos otros se pegan a los anteriores. ES CURIOSO COMO SE SUBLEVAN SECTORES DE JOVENES,...Y MUCHAS MULTITUDES DE TODAS LAS EDADES,...EN LAS ACCIONES CONTRA EL PSOE, EN LAS MARCHAS POR EL TRABAJO, LA DEMOCRACIA,...POR LA DEMOCRACIA REAL,...son las gentes que normalmente movilizan los sindicatos, los foros sociales,...los sindicatos estudiantiles,...animados por las acciones de los países árabes,...y muy APOYADOS POR EL SEÑOR PONS -PP-,...Y TODOS LOS JEFES DEL PARTIDO POPULAR,...PARECÍA COMO UNA PINZA ANTI-PSOE,...ya que aquí se ven los males socio-económicos como generados por los partidos,...y no por el sistema y régimen capiimperialista, -o impericapitalismo-, de producción,...ya que estos partidos y organismos son parte de ese sistema capitalista de opresión, explotación,...El asunto es que había que expulsar a los sociatas,...así le llama la derecha a los socialistas,...TODO ESTÁ EN RELACIÓN,...LA IZQUIERDA SOCIAL,...EMPUJAN AL PSOE,...LA DERECHA TAMBIÉN,...TODO EL PERSONAL NO GUBERNAMENTAL ESTÁ PORQUE SE VAYAN LOS SOCIATAS,...YA QUE EL QUE VENGA, EL PP, LO HARÁ MEJOR, TRAERÁ INVERSIONES, TRABAJO,...
EN DEMOCRACIA PARLAMENTARIA,...QUE AL FINAL Y AL PRINCIPIO ES DICTADURA DEL IMPERIALISMO CAPITALISTA, LOS GERENTES APLICAN UNAS POLÍTICAS U OTRAS SEGÚN LAS COYUNTURAS DE LOS CICLOS ECONÓMICOS GLOBALES,...situaciones geopolíticas, contradicciones sociales, lucha de clases,...¡¡. Y según los tiempos concretos,...son más o menos agresivas contra la clase obrera y sectores populares,...Decíamos que al PSOE de R. Zapatero los estaban cercando,...las famosas pinzas otra vez,...¿ Entonce si valoramos que las pinzas de izquierdas son alineadas y conducidas por la socialdemocracia,...es ésta misma la que organiza toda o casi toda la fuerza política-social antiPSOE,...es doble bandera,...salen los de democracia real ya (,...quienes son, eran,..) y otros,...atosigan ante de las elecciones municipales-autonómicas, gana el PP,...al poco tiempo elecciones generales anticipadas,...gana el PP,...y el Psoe pierde unos 4 millones de votos respecto a las generales de 2.008. La crisis económica y ¿política? se agudizan,...medidas y acciones de los grandes financieros, multinacionales, de los grandes capitales y altos gubernamentales,...desalojos, desahucios, preferentes, despidos, cierres de empresas deuda externa, altas tasas de interés para las mismas: primas de riesgos,...todo organizado y en consonancia con los principios de todos los partidos, sindicatos,...y estamentos capitalista,...todo orquestado por las instancias descritas mas las económicas, como la Comisión Nacional de Valores,...de la Comisión Europea, del Banco y Fondo mundiales,...de los institutos financieros, nacionales, europeos, internacionales,...el capitalismo funciona así,...NADA DE CONTROL Y RACIONAL GUBERNAMENTAL,...libertad del capital para todo,...y después actuaciones del estado para apoyar aún más a ese capital,...así los equipos gubernamentales,...a todos los niveles, y extensiones territoriales,...de las diversas tendencias y sensibilidades se ponen en acción de apoyo y medidas antiobreras,...
EL ABURGUESAMIENTO SOCIAL-POPULAR Y OBRERO,...durante unos años,...les lleva a tener ideología aristocrática,...ya tenemos millones de emigrantes,...España es superior en economía, hacemos viajes, compramos casas, grandes fiestecitas,...uf,...se explotó el ser princesitos obreros de clase media,...el guantazo fue grande,....pero acolchonado por las medidas sociales de R. Zapatero,...DICE QUE ERA PORQUE SOBRABA DINERO AL ESTADO,...QUE HABÍA SUPERABIT,... Pero no todo el personal estaba de acuerdo con esas medidas,...aunque ellos mismos las quisieran,...todos ponían las manos,..: cheque bebé, ayuda a la movilidad personal,...más arrope a los desempleados,...aumento salario mínimo interprofesinal,...y otras de carácter más personal, como matrimonio del mismo sexo,...¡¡?. AUNQUE LA DEUDA EXTERNA DE ESTADO,...ERAN DE MILES DE MILLONES DE EUROS,...SI ERA ASÍ PORQUE NO SE UTILIZABA EN PAGAR A LOS ACREEDORES ?. Zapatero en su libro El dilema,...plantea más o menos,...que en 2.008 la deuda publica era sobre el 36 por ciento del PIB,...algo así como rondando los 400. mil millones de euros,...( hoy en día es del 95 por ciento del pib, como cerca de un billón de euros,...Aunque la deuda de toda la sociedad española, incluido el devito, deuda publica estatal, de más de tres billones de euros,...esta noticia casi nadie la repite,...la explica,...sale muy pocas veces,...incluso Ernesto Ekaiser ( periodista económico, pegado a la sexta tv,... se vio obligado a decirlo,...casi de tapadillo en una tertulia, creemos, de la sexta, en al rojo vivo,...en su libro de los indecentes no aparece esta noticia,...no la menciona. Para eso, nos hemos gastado sobre 40 euros en comprar los respectivos libros,...uf,...pero era necesario,...porque a R. Zapatero si le vamos a contestar en profundidad,...BUENO NO NOS PREOCUPEMOS,...NO APOYAMOS AL CAPITAL,...Y MENOS A LOS GOBIERNOS QUE SON LOS GESTORES IMPERICAPITALISTAS, son capitalistas que gestionan el conjunto burgués,... Y como vamos de electoralismo europeo,...también incluimos a los parlamentarios y apostantes aspirantes y nuevos intrusos,...españoles, italianos, o de donde sean,...Aclaramos que estos gestores en el Estado español,...son como delegados de la oligarquía financiera mundial-universal,...en este territorio-estado local,...de la OTAN-ONU-IFI,...))).....
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// UN 74% DEL PIB| CADA ESPAÑOL TENDRÍA UNA CARGA DE 17.584 EUROS
La deuda pública se duplicará entre 2007 y 2012
Publicado el 03-02-2010 , por M. G. M. / B.A. ( EN EXPANSIÓN.ES )
La deuda pública española alcanzará el 74,3% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2012 más del doble en términos relativos que en 2007, cuando marcó un 36,2% del PIB, según estimaciones de la Actualización del Programa de Estabilidad 2009-2013 que ha remitido el Gobierno a Bruselas. En total, la deuda será de unos 812.000 millones de euros, lo que supondría una carga de 17.584 euros para cada español.
Si, a partir de las previsiones económicas del documento, se calcula la cifra de deuda pública en 2012, sale como resultado: 812.472 millones de euros. Y, teniendo en cuenta las estimaciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística para ese año, cada español tendría (figuradamente) una carga de 17.584 euros. En 2007, era de 8.569 euros.
Este año, el nivel de deuda pública se situaría en el 65,9% del PIB, según las previsiones del Ejecutivo. Las cifras están muy lejos de la tasa del 2008, del 39,7% del PIB, muy reducida entonces frente al 61,5% de media que tenía la UE.
Este es el "escenario central" que calcula el Ejecutivo, aunque también ha hecho estimaciones con diversos supuestos y riesgos que, de producirse, harían elevar la deuda aún más. Así, si la evolución de la economía es peor de la que prevé el Gobierno y hay un mayor ahorro, la deuda podría llegar al 75,8% en 2012, y si los tipos de interés suben más de un punto podría incluso alcanzar el 77,7% del PIB.
Escenario central
El Ejecutivo también prevé que el crecimiento económico se acelere con fuerza a partir de 2011, lo que permitirá ir reduciendo progresivamente el nivel de desempleo. La tasa de paro tocará techo este año en el 19% de media anual, para pasar al 18,4% en 2011, al 17% en 2012 y el 15,5% en 2013, un nivel que todavía es casi el doble del que había antes de que empezase la crisis.
El Ejecutivo presentó el pasado viernes un plan de austeridad para reducir el gasto de la Administración Pública en 50.000 millones durante los próximos cuatro años. El objetivo principal es acabar con las dudas sobre las finanzas públicas españolas y convencer a Bruselas de que el Estado puede volver al cumplir con el Pacto de Estabilidad, que establece un límite de déficit del 3% en 2013.
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· El déficit de las CC.AA., en el 3,2% del PIB en 2010 y en el 4,2% en 2011//
...DE SUYO SE COMPRENDERÁ QUE SI ESTAMOS POR LA REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD,...NO VAMOS A ESTAR A LA VEZ POR QUE SE PAGUE O SE CONDONE DICHA DEUDA PUBLICA,...ESTAMOS POR EXPLICAR ALGO MÁS ESTE ASUNTO DE DEUDA,...COMBATIR LA CONSIGNA DE ANULAR DEUDA EXTERNA,...Y SOBRE TODO HACER AUTOCRITICA SOCIAL-PROLETARIA,...Y A LA SOCIEDAD OBRERA Y POPULAR,...POR DEJARSE TANTO DE LLEVAR POR LOS PODERES Y ALLEGADOS,...EL ASUNTO ES LA DERROTA, EXPROPIACIÓN AL CONJUNTO IMPERICAPITALISTA GLOBAL,...Y DESARROLLAR O REALIZAR LA LIBERACIÓN SOCIAL GLOBAL,...Y SI ES POSIBLE VER EL COMUNISMO TOTAL E INTEGRAL DE LA REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD,...EN ELLO ESTAMOS CACHORROS PARLAMENTARISTAS.
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EN ESTOS ÚLTIMOS AÑOS,...LA IZQUIERDA SOCIAL,...Y GILIPOYAS,...PLANTEAN DE QUE NO SE DEBE PAGAR LA DEUDA EXTERNA ESPAÑOLA,...ES ILEGITIMA, DICEN,...NO TENEMOS, NO PAGAMOS,...Y SE QUEDAN TAN PANCHOS,...ESO SÍ, ALGUNOS CON UNOS PORRAZOS DE PORRA, DEMÁS,...( Podríamos extendernos mucho más pero hay que editar el tema,...y ya hemos planteado más ideas en otros artículos,...acceda a ellos,...)
AHORA RESULTA QUE NO SE VOTA AL PSOE,...PORQUE TENÍAN PROBLEMAS ADEMÁS INTERNOS,...DE LIDERAZGO,...GANA EN 20N2011 EL PP,...Y EMPIEZA A TOMAR MEDIDAS CONTINUADORAS DE LAS QUE EMPEZÓ A TOMAR ZAPATERO EN SUS ÚLTIMOS MESES DE GOBIERNO,...Y MIREN POR DONDE LAS MOVILIZACIONES SOCIALES-OBRERAS,...SE SIGUEN PRODUCIENDO,...HASTA ESTÁ LLEGANDO A MEDIDAS Y LEYES REPRESIVAS AGUDAS ANTIOBRERAS,...UNA POLÍTICA REPRESIVA ANTE LO QUE SE AVECINA VECINA,...¡¡.
1.-PATRIOTISMO DEMOCRÁTICO EN LA IZQUIERDA SOCIAL Y ALTERNATIVA ESPAÑOLA.
El movimiento antiglobalización,...tiene y tenía como su principal reivindicación la defensa de lo nacional,...del capital nacional estatal español,...alguna critica control a las multinacionales,...A la vez los foros sociales locales, regionales y estatal españoles,...piden y pedían los derechos de la ONU a aplicar en todo el estado,...A groso modo hoy piden mantener el estado del bienestar, democracia participativa, cambiar ley electoral para que puedan ellos entrar, que IU pueda alcanzar más electos,...Hoy están organizados en las mareas ciudadanas y otros organismos,...como las cumbres sociales,...pero muchos de estos alternativos decían y creían hace unos meses de que ya tenían más potencia y poder que los sindicatos oficiales,...UNO DE LOS MÁS ESTACADOS LISTILLOS COMUNICADEROS,...ES PABLO IGLESIAS, ESTE NO ES JUNIOR DE NADA,...de la Tuerca,...intervienen también en Intereconomia,...la mayor parte de las veces hace un ridículo espeluznante,...no le da vergüenza,...no no tiene,...es un gran listilllo como los CAES, de Madrid,...y sus secuaces como manolo saez,...ya descritos en otros documentos editados en este blog,...La señora-compañera de este iglesias,... ( Tania Sanchez Melero ) es de IU y diputada en la Comunidad de Madrid,...también está todo el día en las televisiones,...no les importa el color,...desde la sexta,...hasta Intereconomia,...Otro Iglesias, es Jose,...teórico de la Renta Básica,...del Vaticano,...del poder, cuerpo y estamento religioso español,...a la vez tenemos a B. Talegon, de la Internacional juvenil socialista, española ella,...además al Joven Sotillos, hijo de antiguo dirigente del PSOE,...y otros más como Alberto Garzón,...éste tiene un hermano,... lo cual no quita para que lea y estudie sus escritos, de ambos,...ACTUALMENTE EL SISTEMA TIENE RECAMBIOS EN TODAS SUS TENDENCIAS E INDIOSINCRACIAS,...e incluso los nuevos que están,...aunque aún no les hace ser famosos,...aunque los van introduciendo en los canales de información poco a poco,...esto es muy antiguo,...tiene así como 40 años, en esta última época parlamentarista española. Empezaron por los carrillos, los felipe gonzalez, los tierno galvan,...a partir de la década de los sesenta-setenta,...y llega hasta ahora, con los jóvenes mencionados y otros,...tanto de derechas como de izquierdas,...es curioso como los de derechas aparecen menos,...los de Nuevas generaciones,...participan más en los debates y entes locales, autonómicos,...todo bien calculado,...pero ya aparecerán cuando hagan falta,...ahora los calientas sillas y pelotas,...babosos y arribistas,...cumplen con lo necesario,...el facherío se les ve mucho a los jóvenes peperos,...por eso no salen a continuo, pero copan los organismos diversos institucionales, sociales, educativos,...
LOS JÓVENES ARRIBISTAS, de la Izquierda social, oficial, alternativa:
// PATRIOTISMO DEMÓCRATICO DE PABLO IGLESIAS LA TUERKA
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1. El gobierno de la Comunidad de Madrid ordena el cierre de Tele K ...
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10/05/2012 - Toca mover ficha compañeros", afirma Pablo Iglesias desde su cuenta de twiter. ... Último programa de La Tuerca, emitido el 06/05/2012; ... Me considero yo mismo una persona de orientacion social democrata, pero Uds?. ... Venezuela: Gran Polo Patriótico podría obtener 80% de las alcaldías del país.
2. El País: entre el golpismo y la basura periodística - Público.es
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23/06/2013 - Cara a cara en el plató de La Sexta Noche, Pablo Iglesias preguntó a ....es justamente lo contrario de nacionalista,es patriota , como cualquier ...
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//Pablo Iglesias PúblicoTV, nuevo cuartel general de 'La Tuerka'
El programa se emitirá de lunes a jueves con un nuevo formato. ¿Quién acompañará a Pablo Iglesias a los mandos del espacio?
PÚBLICO Madrid 29/11/2013 07:00 Actualizado: 29/11/2013 09:46
26 Comentarios
El exitoso programa de televisión La Tuerka regresará a las pantallas el próximo jueves 5 de diciembre.La Tuerka, la tertulia política presentada por Pablo Iglesias, comenzó sus andadas en la televisión comunitaria Tele-K para posteriormente emitirse desde Canal 33. Poco a poco han ido creciendo hasta convertirse en una referencia televisiva en las redes sociales, superando en seguidores a muchos otros programas de debate político de las televisiones generalistas. A partir de este curso, el programa se emitirá desde el plató de la redacción de Público.
...// )))).....
//BEA, TALEGON Y REBELIÓN SIN PAUSA,...WEB
JUEVES, 14 DE FEBRERO DE 2013
La verdadera (falsa) cara de Beatriz Talegón y el PSOE. ( PARECE QUE ESTÁ INSCRITA EN IZQUIERDA SOCIALISTA, -algo apegada a un cierto trotskismo,...de donde procede Fali Doblas,...recuerden el escrito más reciente sobre Beatriz Talegon, que hemos editado y creado nosotros,...-la editorial del blog,...¡¡).
Publicado por José Enrique Alonso Velasco
Hace varios días que saltaba a la palestra un nuevo personaje, hasta ahora desconocido en el escenario político. El personaje en cuestión se llama Beatriz Talegón, Secretaria General de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas. Fueron muchos los medios que se hicieron eco del vídeo en que abroncaba a los líderes de la Internacional Socialista durante su encuentro en un hotel de cinco estrellas en Cascais (Portugal). Si alguien aún no ha visto el vídeo, aquí tiene el enlace. Después del espectáculo de demagogia ofrecido, la chica se ha hecho un maravilloso recorrido por la TDT-Party de este país por todo canal que se ofreciera a entrevistarla.
Si atendemos al discursito que se marca Beatriz Talegón, no hace ni una sola crítica a las políticas del PSOE. De este modo, lo que yo interpreto es que sí está de acuerdo con el grueso de la política socialdemócrata: nada dice de la legalización de las ETT, de los contratos basura para jóvenes, de la entrada de España en la OTAN (donde se negaron y, una vez llegaron al poder, se convirtieron en férreos defensores), el apoyo a guerras como las de Mali, de las reformas laborales, la jubilación a los 67 años, las subidas de impuestos como el IVA, el aumento de financiación a la Iglesia, lareforma del artículo 135 de la Constitución,... Si hacemos un repaso a las políticas realizadas por el PSOE, como puede comprobarse, la verdadera crítica a su partido brilla por su ausencia.
Ahora vamos a indagar un poco más. Beatriz Talegón nació en 1983, es decir, tiene ya la treintena. Ahora vamos a retrotraernos hasta el año 2010, cuando Talegón tenía 27 años y el PSOE aún gobernaba en Castilla La Mancha. En octubre de ese año se publicaron las declaraciones de actividades, bienes y rentas de los gestores públicos de esta comunidad. ¡Eureka! Resulta que esta chica, ya por aquellos años cobraba más de 42.000 euros NETOS al año en calidad de "asesora de asuntos europeos". ¿Qué abogada de 26-27 años tiene verdadera experiencia en asuntos europeos como para conseguir un puesto de ese tipo y con un sueldo tan desorbitado? En la imagen puede comprobarse que Talegón es una chica "precaria", como la mayoría de la gente de su edad.
Hagamos un breve repaso de la trayectoria política de Beatriz Talegón. Podría decirse que es "hija política" de José Bono (nada sospechoso de ser de izquierdas). El trabajo anteriormente mencionado lo mantuvo de 2008 a 2011, con un buen sueldazo. Después pasó a ser asesora de la delegación socialista en el Parlamento Europeo y simultanea varios altos cargos: adjunta a la secretaría del PSOE en Castilla La Mancha, secretaria general de las JSE en Europa y secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas(habiendo sido vicepresidenta hasta 2010). Beatriz Talegón podría resumirse en una frase: aparato del PSOE en estado puro.
Por aquel entonces estaba tan sumamente contenta que Talegón no se quejaba en absoluto de las políticas del PSOE, tampoco se quejaba de que el PSOE hiciera sus reuniones en hoteles de cinco estrellas, ni le preocupaba lo que sucedía dentro y fuera de su partido porque ella estaba demasiado a gusto. Han sido muchas las voces que dentro de Juventudes Socialistas le han pedido la dimisión e incluso han contradicho su versión: he aquí un ejemplo de un ex-militante y otro de sus actuales compañeros.
¡Qué malos somos con la pobre Beatriz Talegón! ¿Cuántos desahucios habrá parado esta chica delante de una sucursal o en la propia casa de un afectado? Va a ser que ninguno... ¿En cuántas manifestaciones en defensa de la educación y sanidad pública ha participado? ¿Ha participado en las plataformas que lo defienden? ¡Uff! Parece ser que tampoco... ¿Ha participado de forma activa en los piquetes de las últimas huelgas generales? ¿En la de Zapatero en septiembre de 2010 también? ¡Pues va a ser que no!¿Está en el movimiento estudiantil defendiendo nuestro futuro? ¡Qué va! Esta chica seguramente sea una firme defensora del Plan Bolonia, al igual que la JSE, que permite la mercantilización y elitización de nuestra educación.
La coherencia no se muestra con discursos huecos, sino con unos hechos acordes a tus palabras y a tus ideas. Por lo pronto, a esta chica solamente le preocupa una cosa: este año cumple los 30 años y se le acaba la etapa en las juventudes del PSOE, es decir, ahora tiene que buscar un puestecito entre sus mayores y debe hacerse valer de alguna manera. Su espectáculo no es más que otra capítulo de "Corporación Dermoestética Rubalcaba & Cía", he aquí su pretendida (y fallida) renovación. Resulta que el otro día estaba bastante equivocada..., resulta que el hotel de cinco estrellas también es su sitio. Eso sí, debemos reconocer el gran esfuerzo del PSOE por seguir paso a paso la catástrofe del PASOK en Grecia. Por lo pronto, somos muchos los que seguimos a pie de calle mientras a otras les preocupa que les muevan la silla. Ahora mismo, si el PSOE fuera un yogur, Arias Cañete se lo estaría comiendo: está caducado.
Etiquetas: Bipartidismo, Capitalismo, Felipe González, JSE, Liberalismo, Manipulación, Política, PP, -
, PSOE, Zapatero
, PSOE, Zapatero
http://www.eldiario.es/lacrispacion/Beatriz-Talegon-entregar-sistema-neoliberal_6_129547065.html
No es que cambie sustancialmente mi opinión de Talegón, es que no necesito emplearme tan a fondo para demostrar que esta mujer es un insulto a la inteligencia de cualquier persona medianamente preparada y acostumbrada a pensar por su cuenta.
A ver, ¿a qué retorcido acérrimo simpatizante del PsoE podrá engañar esta mujer?
¿A qué bobo-tonto le puede parecer que esta mujer podría presentarse a candidata a presidente de un partido, el que fuera?
Una persona que critica en público a su partido por ser poco socialista, cuando ella misma ha estado mamando del bote del partido que critica. Y mamando muy pero que muy bien.
Por cierto a la Anónima del 29 de abril, enamorada de su sonrisa encantadora y su mirada limpia, no se si serás intuitiva, pero yo te puedo asegurar sin recurrir a intuición alguna que con 44 años que tengo y 15 trabajando como médico, nunca he cobrado lo que cobraba esta niñata pija-progre a sus tiernos 27 años. Y me jode, sí me jode, no por envidia, sino porque ese sueldazo lo hemos pagado todos y si tanto ella como sus amados-odiados compañeros de partido fueran tan socialistas u obreros como propugnan las siglas de su partido, vivirían con la mitad de sus sueldazos y la otra mitad la compartirian con los Obreros necesitados que son muchos.
Desde luego hay que ser muy, pero muy obtusos para seguir creyendo que el PsoE es un partido de izquierdas, ni siquiera entro a enumerar el largo listado de políticas neoliberales y de derechas que este partido ha puesto en marcha desde Felipe González porque el autor del artículo que aquí comentamos ya los ha mencionado.
De hecho el PsoE ha sido uno de los grandes artífices del expolio del patrimonio público y de las riquezas y recursos naturales de nuestro país a manos privadas. Con el agravante de hacernos creer a los españoles que eran socialistas.
Por último sólo expresar mi opinión de que tras el reto trampa de Cospedal hacia el 15M para que cree un partido político, no hay otra intención que la de fragmentar aún más el verdadero voto de izquierdas, frenar el auge de IU y otros partidos de izquierda, para preservar el bipartidismo reinante en los últimos 30 años.
La Talegón , no sé si conscientemente como estrategia o inconscientemente como descerebrada no ha hecho sino complementar a la perfección la estrategia de Cospedal y el PP, muy versados ya en criminalizar, desacreditar y ningunear todo movimiento social que les estorbe.
Un saludo a todos.
Responder
13.
Raúl Reguera2
5 de octubre de 2013 12:02
Hay que ser muy poco demócrata para militar hoy en alguno de los partidos políticos mayoritarios llamados democráticos.
Responder//
// W.TERCERA VIA:
"Marea Ciudadana Madrid y Cumbre Social Madrid se han puesto de acuerdo para hacer una manifestación conjunta"
Hay acuerdo en Mareas Ciudadanas para salir desde Atocha y siguen las conversaciones para ver si se suman más colectivos y organizaciones, y para acordar el final
Marea Ciudadana Madrid, tras su asamblea realizada el viernes 15 de noviembre, decidió continuar con las conversaciones con Cumbre Social con el fin de conseguir realizar una gran movilización el #23N.
Marea Ciudadana Madrid entiende que las condiciones para confluir con Cumbre Social a una manifestación conjunta se han cumplido y, por tanto, acuerda desconvocar el recorrido de la manifestación Plaza España-Sol.
Por otra parte acuerda con Tribunal Ciudadano de Justicia y algunas asambleas 15M concretar un recorrido con Cumbre Social en el que se respeten los diferentes itinerarios de la manifestación Cumbre Social– Marea Ciudadana y una posible manifestación de Tribunal Ciudadano de Justicia y algunas asambleas 15M que podría realizarse en el recorrido Plaza de España-Sol.
Marea Ciudadana Madrid como espacio que busca la confluencia, sigue llamando a aunar las fuerzas de mareas, asociaciones, plataformas, sindicatos, partidos políticos, colectivos, y en definitiva todas las personas se sientan que juntas podemos cambiar y construir una sociedad más justa, solidaria, inclusiva, democrática y que sentimos que tenemos que aunar nuestras fuerzas para dar una gran respuesta el #23N.
mareasciudadanasmadrid@gmail.com// )))....
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2.-LA CONSOLIDACIÓN POLÍTICA Y ESTRATÉGICA DEL PARTIDO POPULAR; EL PODER POPULAR, LOS SINDICATOS Y OTROS ORGANISMOS SOCIALES DEJADOS EN LA ESTACADA COMO LAS ONGS,...
El PP, representa en el Estado español,...a la fracción financiera mundial. Este Partido Popular se ve con bastante fuerza,...ya que tiene a todo un poder estatal mundial detrás: la OTAN-ONU,...lo entienden,...la explicación está en varios artículos de este blog,...y planteado la idea y valoración desde 1.999,...aunque con el tiempo se ha ido perfeccionando. Es muy observable la alternancia política en la gobernanza del Estado: PP-PSOE,...y otros menores como Ciu, Iu, Pnv,...En la oposición el PSOE está muy a gusto,...se negocian como hemos dicho la gerencia del país. Según coyunturas económicas,...y políticas aplican unas medidas u otras contra los explotados y oprimidos proletarios y sectores populares,...LA CUESTIÓN ES LA CONCIENCIA DE CLASES,...NO HAY OTRO ASPECTO,...Ésta está por los suelos,...aún,...Esta conciencia de clase incluye el aspecto organizativo, las uniones reales de comunistas, revolucionarios,...del proletario y sectores populares y su nivel de conciencia, de internacionalismo proletario, de solidaridad de clase, de humanidad,...de unión social,....real y en positivo contra ese poder mundial capitalista imperialista. EN ESTOS DOS AÑOS NO SOLO NOS HAN EXPLOTADO SINO QUE "PODEMOS DECIR QUE NOS HAN ROBADO LO PUBLICO". Aunque la producción es social,...el capital,...las riquezas son privadas capitalistas,...y de las mismas se benefician los PP-PSOE-IU-CIU-PNV,...LAS CCOO-UGT-USO-CSI,... o sea, las clases capitalistas, nativas y foráneas,...está bien dicho,....señores listillos universitarios, políticos, gestores, capitalistas y religiosos,...televisadores, tertulianas,...PERO LA CLAVE ES QUE NO TRABAMOS COMPRENSIÓN Y MENTALIZACIÓN DE QUE TODO ES DE LOS CURRANTES,...DE LA CLASE OBRERA, POPULAR,...Y DE QUE TENEMOS QUE LABORAR POR POSEERLO COLECTIVAMENTE,...DONDE TODA LA PROPIEDAD SEA SOCIAL,...NO PUBLICO-ESTATAL,...SINO DE TODA LA HUMANIDAD,...AHÍ QUEDA ESO.
PERO ROMA NO PAGA A TRAIDORES,...AHORA SON DENUNCIADOS POR LA DERECHA, POR LA EXTREMA DERECHA,...AHORA PARECE QUE VAN A RESPONDER LOS SINDICATOS Y PARTIDOS DE IZQUIERDAS, VERDAD PSOE-CCOO-UGT-IU,...Años denunciándolos por parte de obreros MOSQUEADOS, CON CONCIENCIA,...,organismos obreros y comunistas,...pero nos decían ultraizquierda, antisistemas,...fascistas,...El PP contraataca,...ya por lo visto no les hace tanta falta los sindicatos vendeobreros,...aunque aún les da muchos centenares de millones de euros,...para comprarlo para que sean y sigan siendo aristocracia obrera y defensores del estado capiimperialista español,...mundial,...
3.-NUEVAS MEDIDAS, LEYES ECONÓMICAS Y DE SEGURIDAD CAPITALISTAS, PROPIO DE LA POLÍTICA SOCIALIMPERIALISTA DE LOS ALTERNATIVOS, SINDICATOS OFICIALES Y ALTERNATIVOS. SIGUE LA COMPETENCIA EN LA IZQUIERDA CAPITALISTA Y SOCIAL,....
IGUAL QUE EN LA DÉCADA DEL 90, DE LA del 2.000,...Pero en el fondo son aliadas, y contemporalizadores con el poder imperialista capitalista,...Se amagan, se ayudan, se mancomunan sus intereses mezquinos,...esto es pragmatismo político,...que es poner la mano lo más alto y a fondo posible. SIGUEN ACTUALMENTE LOS LISTILLOS, ALGUNOS NUEVOS INCORPORADOS,...AL IGUAL QUE SE REPRODUCE EL CAPITAL,...SE REPRODUCEN LOS ELEMENTOS QUE LO COMPONEN,...LAS FUERZAS SOCIALES PRO Y CAPITALISTAS,...
En años anteriores a la crisis, 2.008, el desarrollo económico estuvo basado en lo que se llama el ladrillo,...las infraestructuras,...con inversiones de aquí y de allá,...se destrozó gravemente el terreno, desde el interior, hasta la costa, terrenos de cultivo,...y más problemas creados,...se llegó hasta 21 millones de cotizantes, algunos millones de emigrantes,...algo subieron los precios,...se corrió demasiado en las obras,...Hay muchos detalles y datos y análisis que se pueden incorporar,...El asunto es que se derrumba lo que había, explota la burbuja,...todo el mundo hipotecado,...con deuda,....desde los bancos, empresas, el estado,...resultando al final que el estado y los gestores toman medidas de saqueo hacia la clase obrera-popular para dárselo a los financieros, multinacionales,...es una expropiación social,...o un desplazamiento de riqueza hacia el sector capitalista-multinacional-plutocratico; incluidos entre estos y aquellos a los políticos, sindicalistas,...TODO LLEVADO POR MILITARES, POLICÍA, JUECES, POLÍTICOS, SINDICALISTAS OFICIALES,...y salvese el que pueda. PERO DECÍAN, Y DICEN MUCHAS PERSONAS OBRERAS MÁS, LA CULPA LA TENEMOS NOSOTROS,...ESTÁN EXPLOTANDO AL PUEBLO ESPAÑOL Y NOS DEJAMOS HACER,...NOS AGUANTAMOS,...La publicidad sobre la futura ley de seguridad del gobierno del Partido Popular,...es muy interesada,...Se crea opinión, se recaba y así se actúa,...en el contenido del decreto, la discusión en el parlamento, las acciones en contra,... ESTA LEY REPRESIVA TIENE UN FUNDAMENTO,...Y POR UNA SITUACIÓN MAYOR DE CRISIS DE MUCHAS GRANDES EMPRESAS,...QUE A LA VEZ GENERARAN NUEVAS RESTRICCIONES Y RECORTES SOCIALES,...MÁS ENDEUDAMIENTO,...EN DEFINITIVA MÁS EXPLOTACIÓN, BAJADAS SALARIALES, AUMENTO PRODUCTIVIDAD,...COMPETITIVIDAD POR MEDIO DE BAJAR COSTOS, CON BAJOS SALARIOS, MENOS PLANTILLA,... En países como Francia, Italia,...y otros europeos,...se está viendo grandes despidos,...y medidas antiobreras,..A la vez intervenciones imperialistas, conflictos o amagos entre potencias y bloques,...principalmente para aterrorizar y asustar a la clase obrera en general,...
La línea política patriótica también está en los políticos, empresarios, militares, extrema derecha,...está muy extendido,...aunque con matices, algunas diferencias,...el asunto es que el carácter de clase y linea internacionalista no aparece casi por ningún lado, a la hora de plantear una lucha y solidaridad internacional, organización y dirección centralizada,... ya que la crisis es global, la lucha de clases es global, y tenemos los mismos intereses y objetivos la clase obrera en todo el Planeta.
ES MUY CONVENIENTE DE QUE LOS BLOGS Y WEB DE LOS GRUPOS Y PARTIDOS, Y ENTIDADES COMUNISTAS,...PUBLIQUEN MÁS A MENUDO SOBRE LA LUCHA DE CLASES INTERNACIONAL RELACIONÁNDOLO CON LO LOCAL,...DÁNDOLE UN CARÁCTER POLÍTICO, EDUCATIVO,...CIENTÍFICO. RACIONAL,...INTERNACIONALISTA Y DE ENFRENTAMIENTO REAL Y CALIBRADO CONTRA EL CAPITAL LOCAL-MUNDIAL,...Y ES ASÍ,...PORQUE LAS ORDENES Y PODERES SON GLOBALES. A LA VEZ ES CONVENIENTE PRESTAR MÁS ATENCIÓN Y ACTIVIDAD A LA LUCHA REAL CONTRA LAS MEDIDAS ESTATALES, GUBERNAMENTALES, A TODOS LOS NIVELES INSTITUCIONALES,...TRABANDO PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA SECCIÓN ESPAÑOLA DEL FUTURO PARTIDO U ORGANIZACIÓN COMUNISTA INTERNACIONAL; QUE DIRIJA EN SU MOMENTO LA LUCHA GLOBAL DE CLASE,...E INTENTANDO QUE ESTOS PARTIDOS SEAN MASIVOS,...CON EL ESLOGAN DE QUE SEAN REVOLUCIONARIOS, SEAN LOS AUTÉNTICOS ACTORES DE SU LIBERACIÓN SOCIAL. ESTA ES UNA NUEVA IDEA SOBRE ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA DEL PROLETARIADO Y SECTORES POPULARES,....DE JÓVENES Y MAYORES,...
En fin que ahí mandamos estas notas; no están bien presentadas, tenemos muchas lagunas técnicas con estas nuevas herramientas. Estamos preparando otro artículo sobre la misma temática,...algo más organizado,...se publicará en nuestro blog y se mandará a otros,...ESPERANDO RESPUESTAS VARIADAS, SE DESPIDE DANDO LAS GRACIAS DE ANTEMANO, LUKY. NUESTRO BLOG ESTÁ A LA ENTERA DISPOSICIÓN DEL QUE LO QUIERA UTILIZAR, LO CUAL POR LO MISMO RECOMENDAMOS SU LECTURA,...SALUDOS COMUNISTAS CONTEMPORÁNEOS. LO CORTES NO QUITA LO VALIENTE: Una cosa es analizar la lucha de clases, las contradicciones sociales, los niveles de conciencia,...el desarrollo del capiimperialismo,..los análisis sociopolíticos,...plantear líneas y estrategias,...o sea, lo que deben hacer todos los obreros,...partidos y organizaciones de todo tipo que dicen defender la justicias,...LO MISMO ANALIZAMOS Y CRITICAMOS Y COMBATIMOS AL CAPITAL QUE LO MISMO CRITICAMOS LAS DESVIACIONES IDEOLÓGICAS,...El análisis de nivel ideológicos,...de conciencias de clases,...están tan olvidados que huele,...PERO NO OLVIDEN QUE LOS PODEROS Y PRO-PODEROSOS,...SÍ QUE ANALIZAN Y VALORAN LAS ACTITUDES DE LA CLASE OBRERA Y POPULAR,...TODOS ESOS MOVIMIENTOS LO PRIMERO QUE HACEN ES HACER REUNIONES DE AUTOVALORACIÓN SOCIAL,...ES COMO LAS CONFESIONES OBLIGADAS POR LAS IGLESIAS, POR LA POLICÍA POLÍTICA SOCIAL salvando las circunstancias,...
La extrema derecha le ataca a PODEMOS y a sus líderes, es lógico, normal,...PERO CUANDO LO ATACAN EN QUE SON FILOABERTZALES,...critican a ETA,...utilizandolo,...Pero que era ETA,...y el mamomeo del poder con ETA,...¡¡.
En fin que creemos que hay razones para nosotros y los lectores del blog, para entrar en esta materia,...aunque algo hemos desarrollados posteriormente al especial, en otros artículos más recientes,...
BUENO,...PASAMOS A OTRO ASUNTO,...ÉSTE NOS HA AGOTADO ALGO,...¡¡
Publicado por lukymalaga en 3:50 )).....//....
MARTES, 14 DE ENERO DE 2014 // REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD.
DEL SOCIALISMO IDEALISTA DE DEMOCRACIA REAL YA, AL COMUNISNO TOTAL E INTEGRAL
MATERIALISMO E IDEALISMO EN LA ERA DEL COMUNISMO UNIVERSAL
DECLARACIÓN DE INTENCIONES:
ES UN INTENTO, EN PRINCIPIO, DE SER APORTACIÓN AL DESARROLLO DEL M.H. Y DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO,...DE FORMA CRITICA, APORTANDO, REPENSANDO Y CREANDO TEORÍA REVOLUCIONARIA, PARA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD. Se intenta un método de crear pensamiento, entrando y comentando,...en las ideas de otros, y queriendo ser nuevo marxismo, que ya decíamos hace años, que era marxismo contemporáneo, socialismo científico del siglo XXI,...esta es nuestra voluntad,...es nuestra tarea intelectual proletaria,...somos proletarios y dentro de nuestra intelectualidad abordamos de esta manera la teoría y el aprendizaje marxista.
Subrayamos, tomamos notas, anotamos notas,..."pasar este libro al blog", y comentarlo a la luz de estos nuevos tiempos: Capitalismo/Imperialismo/Nueva economía de capitalismo de estado ( URSS, China Popular, Cuba,...)/MM.CC.-Multicorporaciones, o Sistema Multicorporacional-/( Comunismo total e integral: Revolución de la humanidad). En lo ideológico: Maoismo: Capitalismo de estado. Leninismo: Antiburocratismo, Stalinismo: Capitalismo de estado. En este libro que poseemos,...varias personas lo han utilizado para su formación marxista,...se han subrayado párrafos,...al menos desde la década del 70 s.xx,...en estas últimas fechas nosotros a la vez hemos subrayados párrafos y anotado cuestiones que vamos a incorporar al blog, en plan comentario,...se pondrá párrafos con fondo -amarillo- para claridad de lectura y comprensión, como en el caso anterior.
ES UN INTENTO, EN PRINCIPIO, DE SER APORTACIÓN AL DESARROLLO DEL M.H. Y DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO,...DE FORMA CRITICA, APORTANDO, REPENSANDO Y CREANDO TEORÍA REVOLUCIONARIA, PARA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD. Se intenta un método de crear pensamiento, entrando y comentando,...en las ideas de otros, y queriendo ser nuevo marxismo, que ya decíamos hace años, que era marxismo contemporáneo, socialismo científico del siglo XXI,...esta es nuestra voluntad,...es nuestra tarea intelectual proletaria,...somos proletarios y dentro de nuestra intelectualidad abordamos de esta manera la teoría y el aprendizaje marxista.
Subrayamos, tomamos notas, anotamos notas,..."pasar este libro al blog", y comentarlo a la luz de estos nuevos tiempos: Capitalismo/Imperialismo/Nueva economía de capitalismo de estado ( URSS, China Popular, Cuba,...)/MM.CC.-Multicorporaciones, o Sistema Multicorporacional-/( Comunismo total e integral: Revolución de la humanidad). En lo ideológico: Maoismo: Capitalismo de estado. Leninismo: Antiburocratismo, Stalinismo: Capitalismo de estado. En este libro que poseemos,...varias personas lo han utilizado para su formación marxista,...se han subrayado párrafos,...al menos desde la década del 70 s.xx,...en estas últimas fechas nosotros a la vez hemos subrayados párrafos y anotado cuestiones que vamos a incorporar al blog, en plan comentario,...se pondrá párrafos con fondo -amarillo- para claridad de lectura y comprensión, como en el caso anterior.
Este trabajo intentará comentar e introducir nuevos elementos teóricos actuales, al texto de F. Engels, " del socialismo utópico al socialismo científico ", que tenemos en un pequeño libro editado en 1.969... Es un proyecto teórico y político; es un reto intelectual y de militante comunista. Se escribirá completamente introduciendo los nuevos aspectos de nuestra cosecha.
El titular del artículo está condicionado porque estamos en el siglo XXI, y es lo que presenta hoy en día el socialismo idealista, utópico,...que en estas fechas se quiere hacer pasar por lo no va más. El movimiento social que materializa esta consigna es intelectual, político y social de clases medias, pequeño burguesas, funcionarios, políticos y sindicalistas profesionales; es de destacar que ya algunas fracciones consideran que están traspasando a los sindicatos y partidos de izquierdas institucionalizados, no se han dado cuenta, según parece, que los oficialistas son aparato de estado y en general más clarividentes burgueses que la misma fracción financiera, que es la dominante dentro de la burguesía en todo el Planeta. ES COMO UNA DOBLE TAREA, QUE A LA VEZ RECOGE LA CRÍTICA A LA POLÍTICA GENERAL DE LOS INDIGNADOS, Y SUS ESTRUCTURAS ORGANIZATIVAS COMO M15M, -Democracia Real Ya -ALTERNATIVOS DE IZQUIERDAS, HASTA LLEGAR A MADRILONIA,...QUE APARECE CASI COMO LO MÁS REVOLUCIONARIO DENTRO DE ESTE NUEVO-VIEJO MOVIMIENTO SOCIAL ESPAÑOL, EUROPEO, Y MUNDIAL,...A la vez aparecerá crítica a los posicionamientos de las diversas tendencias dentro del Movimiento Comunista Internacional -MCI-.
DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL SOCIALISMO CIENTÍFICO
(Federico Engels).
(Federico Engels).
Se va a trabajar una versión directamente del alemán; la editorial de Ricardo Aguilera, Madrid, hizo esta edición en enero de 1.969; con d.l. ( Este texto impreso lo tenemos desde hace unas décadas, allá por la del 70, s.xx,...en España era muy difícil conseguirlo,...pero miren por donde después de llevar varias páginas escritas,...hemos encontrado en Internet el texto del libro ya escrito,...lo hemos tomado y lo reproducimos, ahorrándonos un buen tiempo de trabajo,...de antemano les damos las gracias a los señores de la web, blogger.com,...-bivir.uacj.mx/libroselectro,...). Queremos mencionar que intentamos coordinar el texto del pequeño libro,...ya que existen ciertas diferencias de presentación,...impreso con el texto de dicha web,...queremos hacerlo lo mejor posible,...para que salgan las ideas con claridad,...¡¡.
PROLOGO A LA EDICIÓN INGLESA, por F. E. el 20 de abril de 1.982.
(Estas primeras anotaciones son del texto que tenemos,
en un pequeño libro de 88 págs ).
(Estas primeras anotaciones son del texto que tenemos,
en un pequeño libro de 88 págs ).
El pequeño trabajo que tiene delante el lector formaba parte, en sus orígenes, de una obra mayor. Hacia 1875, el Dr. Dühring, privat-docent de la Universidad de Berlín, anunció de pronto y con bastante estrépito su conversión al socialismo y presentó al público alemán, no sólo una teoría socialista detalladamente elaborada, sino también un plan práctico completo para la reorganización de la sociedad. Se abalanzó, naturalmente, sobre sus predecesores, honrando particularmente a Marx, sobre quien derramó las copas llenas de su ira.
Esto ocurría por los tiempos en que los dos sectores del Partido Socialista de Alemania- los eisachianos y los lassalleanos- acababan de fusionarse, adquiriendo éste así, no sólo un inmenso incremento de fuerza, sino algo que importaba más: la posibilidad de desplegar toda esa fuerza contra el enemigo común. El PS de Alemania se iba convirtiendo rápidamente en una potencia. Pero, para convertirlo en una potencia, la condición primordial era no poner en peligro la unión recién conquistada. Y el Dr. Dühring se aprestaba públicamente a formar en torno a su persona una secta, el núcleo de lo que en el futuro habría de ser un partido aparte. No había, pués, más remedio que recoger el guante que se nos lanzaba y dar la batalla, por muy poco agradable que ello nos fuese.
Por cierto, la cosa, aunque no muy difícil, había de ser, evidentemente, harto pesada. Es bien sabido que nosotros, los alemanes, tenemos una terrible y poderosa Grundlichkeit, un cavilar profundo o una caviladora profundidad, como se le quiera llamar. En cuanto uno de nosotros expone algo que reputa una nueva doctrina, lo primero que hace es elaborarla en forma de un sistema universal. Tiene que demostrar que lo mismo los primeros principios de la lógica que las leyes fundamentales del Universo, no han existido desde toda una eternidad con otro designio que el de llevar, al fin y al postre, hasta esta teoría recién descubierta, que viene a coronar todo lo existente. En este respecto, el Dr. D. estaba cortado en absoluto por el patrón nacional. Nada menos que un Sistema completo de la Filosofía -filosofía intelectual, moral, natural y de la Historia- un Sistema completo de Economía política y de socialismo y, finalmente, una Historia crítica de la Economía política- tres gordos volúmenes en octavos, pesados por fuera y por dentro, tres cuerpos de ejército de argumentos, movilizados contra todos los filósofos y economistas precedentes en general y contra Marx en particular- en realidad un intento de completa "subversión de la ciencia". Tuve que que vérmelas con todo eso: tuve que tratar todos los temas posibles, desde las ideas sobre el tiempo y el espacio hasta el bimetalismo; desde la eternidad de la materia y el movimiento hasta la naturaleza perecedera de las ideas morales; desde la selección natural de Darwin hasta la educación de la juventud en una sociedad futura. Cierto es que la sistemática universalidad de mi contrincante me brindaba ocasión para desarrollar frente a él, en una forma más coherente de lo que hasta entonces se había hecho, las ideas mantenidas por Marx y por mí acerca de tan grande variedad de materias. Y ésta fue la razón principal que me movió a acometer esta idea, por lo demás tan ingrata.
Mi réplica vio la luz, primero, en una serie de artículos publicados en el Vorwärts (*), de Leipzig, órgano central del partido Socialista, y, más tarde, en forma de libro, con el título La subversión de la ciencia por el señor E.D., del que en 1.866 se publicó en Zurich una segunda edición.
A instancias de mi amigo Paul Lafargue, actual representante de Lille en la Cámara de lso Diputados de Francia, arreglé tres capítulos de este libro para un folleto, que él tradujo y publicó en 1.880 con el título de Socialismo utópico y socialismo científico. De este texto texto francés se hicieron una versión polaca y otra española. En 1.883 nuestros amigos de Alemania publicaron el folleto en su idioma original. Desde entonces, se han publicado, a base del texto alemán traducciones al italiano, al ruso, al danés, al holandés y al rumano. Es decir, que, contando la actual edición inglesa, este folleto se halla difundido en diez lenguas. No sé de ninguna otra publicación socialista, incluyendo nuestro Manifiesto comunista de 1.848 y El Capital de Marx, que haya sido traducida tantas veces. En Alemania se han hecho cuatro ediciones, con una tirada total de unos veinte mil ejemplares.
El apéndice La Marca **, fue escrito con el propósito de difundir entre el PSA algunas nociones elementales respecto a la historia y al desarrollo de la propiedad rural en Alemania. En aquel entonces era tanto más necesario cuanto que la incorporación de los obreros urbanos al Partido había hecho ya un gran progreso y se planteaba la tarea de ocuparse de las masas de obreros agrícolas y de los campesinos. Este apéndice fue incluido en la edición, teniendo en cuenta la circunstancia de que las formas primitivas de posesión de la tierra, comunes a todas las tribus teutónicas, así como la historia de su decadencia, son menos conocidas todavía en Inglaterra que en Alemania. He dejado el texto en su forma original, sin aludir a la hipótesis recientemente expuesta por Maxim Kovalevski, según la cual al reparto de las tierras de cultivo y de pastoreo entre los miembros de la Marca precedió el cultivo en común de estas tierras por una gran comunidad familiar patriarcal, que abarcó a varias generaciones ( de ejemplo puede servir la zádruga de los sudeslavos, que aún existe hoy en día ). Luego, cuando la comunidad creció y se hizo demasiado numerosa para administrar en común la economía, tuvo lugar el reparto de tierra. Es provable que Kovalevski tenga razón, pero el asunto se encuentra aún sub judice.
Los términos de Economía empleados en este trabajo coinciden, en tanto que son nuevos, con los de la edición inglesa de El Capital, de Marx. Designamos como producción de mercancías aquella fase económica en que los objetos no se producen solamente para el uso del producto, sino también para los fines del cambio, es decir, como mercancía, y no valores de uso. Esta fase va desde los albores de la producción para el cambio hasta los tipos presentes; pero sólo alcanza su desarrollo bajo la producción capitalista, es decir, bajo las condiciones en que el capitalista, propietario de los medios de producción, emplea, a cambio de un salario, a obreros, a hombres despojados de todo medio de producción, salvo su propia fuerza de trabajo, y se embolsa el excedente del precio de venta de los productos sobre su costo de producción. (seguir pág. 10). Hasta aquí nuestro trabajo de reproducción en nuestro blog,...¡¡.
Nota: por acumulación de trabajo buscamos en Internet este texto y dimos con www.blogger.com/blogger.g?blogID, donde aparecía el texto de F. Engels; lo hemos copiado y lo publicamos tal cual. -les damos las gracias-.../...
DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL SOCIALISMO CIENTÍFICO
Por Federico Engels
PRÓLOGO A LA EDICIÓN INGLESA DE 1892
El pequeño trabajo que tiene delante el lector, formaba parte, en sus orígenes, de una obra mayor. Hacia 1875, el Dr. E. Dühring, privat-docent en la Universidad de Berlín, anunció de pronto y con bastante estrépito su conversión al socialismo y presentó al público alemán, no sólo una teoría socialista detalladamente elaborada, sino también un plan práctico completo para la reorganización de la sociedad. Se abalanzó, naturalmente, sobre sus predecesores, honrando particularmente a Marx, sobre quien derramó las copas llenas de su ira.
Esto ocurría por los tiempos en que las dos secciones del Partido Socialista Alemán —los eisenachianos y los lassalleanos-i[2]-— acababan de fusionarse, adquiriendo éste así, no sólo un inmenso incremento de fuerza, sino algo que importaba todavía más: la posibilidad de desplegar toda esta fuerza contra el enemigo común. El Partido Socialista Alemán se iba convirtiendo rápidamente en una potencia. Pero, para convertirlo en una potencia, la condición primordial era no poner en peligro la unidad recién conquistada. Y el Dr. Dühring se aprestaba públicamente a formar en torno a su persona una secta, el núcleo de un partido futuro aparte. No había, pues, más remedio que recoger el guante que se nos lanzaba y dar la batalla, por muy poco agradable que ello nos fuese.
Por cierto, la cosa, aunque no muy difícil, había de ser, evidentemente, harto pesada. Es bien sabido que nosotros, los alemanes, tenemos una terrible y poderosa Gründlichkeit, un cavilar profundo o una caviladora profundidad, como se le quiera llamar. En cuanto uno de nosotros expone algo que reputa una nueva doctrina, lo primero que hace es elaborarla en forma de un sistema universal. Tiene que demostrar que lo mismo los primeros principios de la lógica que las leyes fundamentales del Universo, no han existido desde toda una eternidad con otro designio que el de llevar, al fin y a la postre, hasta esta teoría recién descubierta, que viene a coronar todo lo existente. En este respecto, el Dr. Dühring estaba cortado en absoluto por el patrón nacional.
Nada menos que un "Sistema completo de la Filosofía" —filosofía intelectual, moral, natural y de la Historia—, un "Sistema completo de Economía Política y de Socialismo" y, finalmente, una "Historia crítica de la Economía Política" —tres gordos volúmenes en octavo, pesados por fuera y por dentro, tres cuerpos de ejército de argumentos, movilizados contra todos los filósofos y economistas precedentes en general y contra Marx en particular—; en realidad, un intento de completa «subversión de la ciencia». Tuve que vérmelas con todo eso; tuve que tratar todos los temas posibles, desde las ideas sobre el tiempo y el espacio hasta el bimetalismo-ii[3]-, desde la eternidad de la materia y el movimiento hasta la naturaleza perecedera de las ideas morales; desde la selección natural de Darwin hasta la educación de la juventud en una sociedad futura. Cierto es que la sistemática universalidad de mi contrincante me brindaba ocasión para desarrollar frente a él, en una forma más coherente de lo que hasta entonces se había hecho, las ideas mantenidas por Marx y por mí acerca de tan grande variedad de materias. Y ésta fue la razón principal que me movió a acometer esta tarea, por lo demás tan ingrata.
Mi réplica vio la luz, primero, en una serie de artículos publicados en el "Vorwärts"-iii[4]- de Leipzig, órgano central del Partido Socialista, y, más tarde, en forma de libro, con el título de "Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft" ["La subversión de la ciencia por el señor E. Dühring"], del que en 1886 se publicó en Zurich una segunda edición.
A instancias de mi amigo Paul Lafargue, actual representante de kille en la Cámara de los diputados de Francia, arreglé tres capítulos de este libro para un folleto, que él tradujo y publicó en 1880 con el título de "Socialisme utopique et socialisme scientifique";
El socialismo moderno es, en primer término, por su contenido, fruto del reflejo en la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de clase que imperan en la moderna sociedad entre poseedores y desposeídos, capitalistas y obreros asalariados, y, por otro lado, de la anarquía que reina en la producción. Pero, por su forma teórica, el socialismo empieza presentándose como una continuación, más desarrollada y más consecuente, de los principios proclamados por los grandes ilustradores franceses del siglo XVIII. Como toda nueva teoría, el socialismo, aunque tuviese sus raíces en los hechos materiales económicos, hubo de empalmar, al nacer, con las ideas existentes.
Los grandes hombres que en Francia ilustraron las cabezas para la revolución que había de desencadenarse, adoptaron ya una actitud resueltamente revolucionaria. No reconocían autoridad exterior de ningún género. La religión, la concepción de la naturaleza, la sociedad, el orden estatal: todo lo sometían a la crítica más despiadada; cuanto existía había de justificar los títulos de su existencia ante el fuero de la razón o renunciar a seguir existiendo. A todo se aplicaba como rasero único la razón pensante. Era la época en que, según Hegel, «el mundo giraba sobre la cabeza» -xxix[*****]-, primero, en el sentido de que la cabeza humana y los principios establecidos por su especulación reclamaban el derecho a ser acatados como base de todos los actos humanos y de toda relación social, y luego también, en el sentido más amplio de que la realidad que no se ajustaba a estas conclusiones se veía subvertida de hecho desde los cimientos hasta el remate.
Todas las formas anteriores de sociedad y de Estado, todas las ideas tradicionales, fueron arrinconadas en el desván como irracionales; hasta allí, el mundo se había dejado gobernar por puros prejuicios; todo el pasado no merecía más que conmiseración y desprecio. Sólo ahora había apuntado la aurora, el reino de la razón; en adelante, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión serían desplazados por la verdad eterna, por la eterna justicia, por la igualdad basada en la naturaleza y por los derechos inalienables del hombre. Hoy sabemos ya que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía, que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa; que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley; que como uno de los derechos más esenciales del hombre se proclamó la propiedad burguesa; y que el Estado de la razón, el «contrato social» de Rousseau pisó y solamente podía pisar el terreno de la realidad, convertido en república democrática burguesa. Los grandes pensadores del siglo XVIII, como todos sus predecesores, no podían romper las fronteras que su propia época les trazaba.
Pero, junto al antagonismo entre la nobleza feudal y la burguesía, que se erigía en representante de todo el resto de la sociedad, manteníase en pie el antagonismo general entre explotadores y explotados, entre ricos holgazanes y pobres que trabajaban. Y este hecho era precisamente el que permitía a los representantes de la burguesía arrogarse la representación, no de una clase determinada, sino de toda la humanidad doliente. Más aún. Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados, y en la misma proporción en que los maestros de los gremios medievales se convertían en burgueses modernos, los oficiales y los jornaleros no agremiados transformábanse en proletarios. Y, si, en términos generales, la burguesía podía arrogarse el derecho a representar, en sus luchas contra la nobleza, además de sus intereses, los de las diferentes clases trabajadoras de la época, al lado de todo gran movimiento burgués que se desataba estallaban movimientos independientes de aquella clase que era el precedente más o menos desarrollado del proletariado moderno. Tal fue en la época de la Reforma y de las guerras campesinas en Alemania la tendencia de los anabaptistas -xxix[31]- y de Tomás Münzer; en la Gran Revolución inglesa, los «levellers» -xxix[32]-, y en la Gran Revolución francesa, Babeuf. Y estas sublevaciones revolucionarias de una clase incipiente son acompañadas, a la vez, por las correspondientes manifestaciones teóricas: en los siglos XVI y XVII aparecen las descripciones utópicas de un régimen ideal de la sociedad -xxix[33]-; en el siglo XVIII, teorías directamente comunistas ya, como las de Morelly y Mably. La reivindicación de la igualdad no se limitaba a los derechos políticos, sino que se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo; ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias diferencias de clase. Un comunismo ascético, a lo espartano, que prohibía todos los goces de la vida: tal fue la primera forma de manifestarse de la nueva doctrina. Más tarde, vinieron los tres grandes utopistas: Saint-Simon, en quien la tendencia burguesa sigue afirmándose todavía, hasta cierto punto, junto a la tendencia proletaria; Fourier y Owen, quien, en el país donde la producción capitalista estaba más desarrollada y bajo la impresión de los antagonismos engendrados por ella, expuso en forma sistemática una serie de medidas encaminadas a abolir las diferencias de clase, en relación directa con el materialismo francés.
Rasgo común a los tres es el no actuar como representantes de los intereses del proletariado, que entretanto había surgido como un producto de la propia historia. Al igual que los ilustradores franceses, no se proponen emancipar primeramente a una clase determinada, sino, de golpe, a toda la humanidad. Y lo mismo que ellos, pretenden instaurar el reino de la razón y de la justicia eterna. Pero entre su reino y el de los ilustradores franceses media un abismo. También el mundo burgués, instaurado según los principios de éstos, es irracional e injusto y merece, por tanto, ser arrinconado entre los trastos inservibles, ni más ni menos que el feudalismo y las formas sociales que le precedieron. Si hasta ahora la verdadera razón y la verdadera justicia no han gobernado el mundo, es, sencillamente, porque nadie ha sabido penetrar debidamente en ellas. Faltaba el hombre genial que ahora se alza ante la humanidad con la verdad, al fin, descubierta. El que ese hombre haya aparecido ahora, y no antes, el que la verdad haya sido, al fin, descubierta ahora y no antes, no es, según ellos, un acontecimiento inevitable, impuesto por la concatenación del desarrollo histórico, sino porque el puro azar lo quiere así. Hubiera podido aparecer quinientos años antes ahorrando con ello a la humanidad quinientos años de errores, de luchas y de sufrimientos.
Hemos visto cómo los filósofos franceses del siglo XVIII, los precursores de la revolución, apelaban a la razón como único juez de todo lo existente. Se pretendía instaurar un Estado racional, una sociedad ajustada a la razón, y cuanto contradecía a la razón eterna debía ser desechado sin piedad. Y hemos visto también que, en realidad, esa razón eterna no era más que el sentido común idealizado del hombre del estado llano que, precisamente por aquel entonces, se estaba convirtiendo en burgués. Por eso cuando la revolución francesa puso en obra esta sociedad racional y este Estado racional, resultó que las nuevas instituciones, por más racionales que fuesen en comparación con las antiguas, distaban bastante de la razón absoluta. El Estado racional había quebrado completamente. El contrato social de Rousseau venía a tomar cuerpo en la época del terror -xxix[34]-, y la burguesía, perdida la fe en su propia habilidad política, fue a refugiarse, primero, en la corrupción del Directorio -xxix[35]- y, por último, bajo la égida del despotismo napoleónico. La prometida paz eterna se había trocado en una interminable guerra de conquistas. Tampoco corrió mejor suerte la sociedad de la razón. El antagonismo entre pobres y ricos, lejos de disolverse en el bienestar general, habíase agudizado al desaparecer los privilegios de los gremios y otros, que tendían un puente sobre él, y los establecimientos eclesiásticos de beneficencia, que lo atenuaban. La «libertad de la propiedad» de las trabas feudales, que ahora se convertía en realidad, resultaba ser, para el pequeño burgués y el pequeño campesino, la libertad de vender a esos mismos señores poderosos su pequeña propiedad, agobiada por la arrolladora competencia del gran capital y de la gran propiedad terrateniente; con lo que se convertía en la «libertad» del pequeño burgués y del pequeño campesino de toda propiedad. El auge de la industria sobre bases capitalistas convirtió la pobreza y la miseria de las masas trabajadoras en condición de vida de la sociedad. El pago al contado fue convirtiéndose, cada vez en mayor grado, según la expresión de Carlyle, en el único eslabón que enlazaba a la sociedad. La estadística criminal crecía de año en año. Los vicios feudales, que hasta entonces se exhibían impúdicamente a la luz del día, no desaparecieron, pero se recataron, por el momento, un poco al fondo de la escena; en cambio, florecían exuberantemente los vicios burgueses, ocultos hasta allí bajo la superficie. El comercio fue degenerando cada vez más en estafa. La «fraternidad» de la divisa revolucionaria -xxix[36]- tomó cuerpo en las deslealtades y en la envidia de la lucha de competencia. La opresión violenta cedió el puesto a la corrupción, y la espada, como principal palanca del poder social, fue sustituida por el dinero. El derecho de pernada pasó del señor feudal al fabricante burgués. La prostitución se desarrolló en proporciones hasta entonces inauditas. El matrimonio mismo siguió siendo lo que ya era: la forma reconocida por la ley, el manto oficial con que se cubría la prostitución, complementado además por una gran abundancia de adulterios. En una palabra, comparadas con las brillantes promesas de los ilustradores, las instituciones sociales y políticas instauradas por el «triunfo de la razón» resultaron ser unas tristes y decepcionantes caricaturas. Sólo faltaban los hombres que pusieron de relieve el desengaño y que surgieron en los primeros años del siglo XIX. En 1802, vieron la luz las "Cartas ginebrinas" de Saint-Simon; en 1808, publicó Fourier su primera obra, aunque las bases de su teoría databan ya de 1799; el 1 de enero de 1800, Roberto Owen se hizo cargo de la dirección de la empresa de New Lanark -xxix[37]-.
Sin embargo, por aquel entonces, el modo capitalista de producción, y con él el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, se habían desarrollado todavía muy poco. La gran industria, que en Inglaterra acababa de nacer, era todavía desconocida en Francia. Y sólo la gran industria desarrolla, de una parte, los conflictos que transforman en una necesidad imperiosa la subversión del modo de producción y la eliminación de su carácter capitalista -conflictos que estallan no sólo entre las clases engendradas por esa gran industria, sino también entre las fuerzas productivas y las formas de cambio por ella creadas- y, de otra parte, desarrolla también en estas gigantescas fuerzas productivas los medios para resolver estos conflictos. Si bien, hacia 1800, los conflictos que brotaban del nuevo orden social apenas empezaban a desarrollarse, estaban mucho menos desarrollados, naturalmente, los medios que habían de conducir a su solución. Si las masas desposeídas de París lograron adueñarse por un momento del poder durante el régimen del terror y con ello llevar al triunfo a la revolución burguesa, incluso en contra de la burguesía, fue sólo para demostrar hasta qué punto era imposible mantener por mucho tiempo este poder en las condiciones de la época. El proletariado, que apenas empezaba a destacarse en el seno de estas masas desposeídas, como tronco de una clase nueva, totalmente incapaz todavía para desarrollar una acción política propia, no representaba más que un estamento oprimido, agobiado por toda clase de sufrimientos, incapaz de valerse por sí mismo. La ayuda, en el mejor de los casos, tenía que venirle de fuera, de lo alto.
Esta situación histórica informa también las doctrinas de los fundadores del socialismo. Sus teorías incipientes no hacen más que reflejar el estado incipiente de la producción capitalista, la incipiente condición de clase. Se pretendía sacar de la cabeza la solución de los problemas sociales, latente todavía en las condiciones económicas poco desarrolladas de la época. La sociedad no encerraba más que males, que la razón pensante era la llamada a remediar. Tratábase por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para implantarlo en la sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y a ser posible, con el ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo. Estos nuevos sistemas sociales nacían condenados a moverse en el reino de la utopía; cuanto más detallados y minuciosos fueran, mas tenían que degenerar en puras fantasías.
Sentado esto, no tenemos por qué detenernos ni un momento más en este aspecto, incorporado ya definitivamente al pasado. Dejemos que los traperos literarios revuelvan solemnemente en estas fantasías, que hoy parecen mover a risa, para poner de relieve, sobre el fondo de ese «cúmulo de dislates», la superioridad de su razonamiento sereno. Nosotros, en cambio, nos admiramos de los geniales gérmenes de ideas y de las ideas geniales que brotan por todas partes bajo esa envoltura de fantasía y que los filisteos son incapaces de ver.
Saint-Simon era hijo de la Gran Revolución francesa, que estalló cuando él no contaba aún treinta años. La revolución fue el triunfo del tercer estado, es decir, de la gran masa activa de la nación, a cuyo cargo corrían la producción y el comercio, sobre los estamentos hasta entonces ociosos y privilegiados de la sociedad: la nobleza y el clero. Pero pronto se vio que el triunfo del tercer estado no era más que el triunfo de una parte muy pequeña de él, la conquista del poder político por el sector socialmente privilegiado de esa clase: la burguesía poseyente. Esta burguesía, además, se desarrollaba rápidamente ya en el proceso de la revolución, especulando con las tierras confiscadas y luego vendidas de la aristocracia y de la Iglesia, y estafando a la nación por medio de los suministros al ejército. Fue precisamente el gobierno de estos estafadores el que, bajo el Directorio, llevó a Francia y a la revolución al borde de la ruina, dando con ello a Napoleón el pretexto para su golpe de Estado. Por eso, en la idea de Saint-Simon, el antagonismo entre el tercer estado y los estamentos privilegiados de la sociedad tomó la forma de un antagonismo entre «obreros» y «ociosos». Los «ociosos» eran no sólo los antiguos privilegiados, sino todos aquellos que vivían de sus rentas, sin intervenir en la producción ni en el comercio. En el concepto de «trabajadores» no entraban solamente los obreros asalariados, sino también los fabricantes, los comerciantes y los banqueros. Que los ociosos habían perdido la capacidad para dirigir espiritualmente y gobernar políticamente, era un hecho evidente, que la revolución había sellado con carácter definitivo. Y, para Saint-Simon, las experiencias de la época del terror habían demostrado, a su vez, que los descamisados no poseían tampoco esa capacidad. Entonces, ¿quiénes habían de dirigir y gobernar? Según Saint-Simon, la ciencia y la industria unidas por un nuevo lazo religioso, un «nuevo cristianismo», forzosamente místico y rigurosamente jerárquico, llamado a restaurar la unidad de las ideas religiosas, rota desde la Reforma. Pero la ciencia eran los sabios académicos; y la industria eran, en primer término, los burgueses activos, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros. Y aunque estos burgueses habían de transformarse en una especie de funcionarios públicos, de hombres de confianza de toda la sociedad, siempre conservarían frente a los obreros una posición autoritaria y económicamente privilegiada. Los banqueros serían en primer término los llamados a regular toda la producción social por medio de una reglamentación del crédito. Ese modo de concebir correspondía perfectamente a una época en que la gran industria, y con ella el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, apenas comenzaba a despuntar en Francia. Pero Saint-Simon insiste muy especialmente en esto: lo que a él le preocupa siempre y en primer término es la suerte de «la clase más numerosa y más pobre» de la sociedad («la classe la plus nombreuse et la plus pauvre»).
Saint-Simon sienta ya, en sus "Cartas ginebrinas", la tesis de que «todos los hombres deben trabajar». En la misma obra, se expresa ya la idea de que el reinado del terror era el gobierno de las masas desposeídas. «Ved -les grita- lo que aconteció en Francia, cuando vuestros camaradas subieron al poder, ellos provocaron el hambre». Pero el concebir la revolución francesa como una lucha de clases, y no sólo entre la nobleza y la burguesía, sino entre la nobleza, la burguesía y los desposeídos, era, para el año 1802, un descubrimiento verdaderamente genial. En 1816, Saint-Simón declara que la política es la ciencia de la producción y predice ya la total absorción de la política por la Economía. Y si aquí no hace más que aparecer en germen la idea de que la situación económica es la base de las instituciones políticas, proclama ya claramente la transformación del gobierno político sobre los hombres en una administración de las cosas y en la dirección de los procesos de la producción, que no es sino la idea de la «abolición del Estado», que tanto estrépito levanta últimamente. Y, alzándose al mismo plano de superioridad sobre sus contemporáneos, declara, en 1814, inmediatamente después de la entrada de las tropas coligadas en París -xxix[†††††]-, y reitera en 1815, durante la guerra de los Cien Días -xxix[38]-, que la alianza de Francia con Inglaterra y, en segundo término, la de estos países con Alemania es la única garantía del desarrollo próspero y la paz en Europa. Para predicar a los franceses de 1815 una alianza con los vencedores de Waterloo -xxix[39]-, hacía falta tanta valentía como capacidad para ver a lo lejos en la historia.
Lo que en Saint-Simon es una amplitud genial de conceptos que le permite contener ya, en germen, casi todas las ideas no estrictamente económicas de los socialistas posteriores, en Fourier es la crítica ingeniosa auténticamente francesa, pero no por ello menos profunda, de las condiciones sociales existentes. Fourier coge por la palabra a la burguesía, a sus encendidos profetas de antes y a sus interesados aduladores de después de la revolución. Pone al desnudo despiadadamente la miseria material y moral del mundo burgués, y la compara con las promesas fascinadoras de los viejos ilustradores, con su imagen de una sociedad en la que sólo reinaría la razón, de una civilización que haría felices a todos los hombres y de una ilimitada perfectibilidad humana. Desenmascara las brillantes frases de los ideólogos burgueses de la época, demuestra cómo a esas frases altisonantes responde, por todas partes, la más mísera de las realidades y vuelca sobre este ruidoso fiasco de la fraseología su sátira mordaz. Fourier no es sólo un crítico; su espíritu siempre jovial hace de él un satírico, uno de los más grandes satíricos de todos los tiempos. La especulación criminal desatada con el reflujo de la ola revolucionaria y el espíritu mezquino del comercio francés en aquellos años, aparecen pintados en sus obras con trazo magistral y deleitoso. Pero todavía es más magistral en él la crítica de la forma burguesa de las relaciones entre los sexos y de la posición de la mujer en la sociedad burguesa. El es el primero que proclama que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es la medida de la emancipación general. Sin embargo, donde más descuella Fourier es en su modo de concebir la historia de la sociedad. Fourier divide toda la historia anterior en cuatro fases o etapas de desarrollo: el salvajismo, el patriarcado, la barbarie y la civilización, fase esta última que coincide con lo que llamamos hoy sociedad burguesa, es decir, con el régimen social implantado desde el siglo XVI, y demuestra que el «orden civilizado eleva a una forma compleja, ambigua, equívoca e hipócrita todos aquellos vicios que la barbarie practicaba en medio de la mayor sencillez». Para él, la civilización se mueve en un «círculo vicioso», en un ciclo de contradicciones, que está reproduciendo constantemente sin acertar a superarlas, consiguiendo de continuo lo contrario precisamente de lo que quiere o pretexta querer conseguir. Y así nos encontramos, por ejemplo, con que «en la civilización la pobreza brota de la misma abundancia». Como se ve, Fourier maneja la dialéctica con la misma maestría que su contemporáneo Hegel. Frente a los que se llenan la boca hablando de la ilimitada capacidad humana de perfección, pone de relieve, con igual dialéctica, que toda fase histórica tiene su vertiente ascensional, mas también su ladera descendente, y proyecta esta concepción sobre el futuro de toda la humanidad. Y así como Kant introduce en la ciencia de la naturaleza la idea del acabamiento futuro de la Tierra, Fourier introduce en su estudio de la historia la idea del acabamiento futuro de la humanidad.
Mientras el huracán de la revolución barría el suelo de Francia, en Inglaterra se desarrollaba un proceso revolucionario, más tranquilo, pero no por ello menos poderoso. El vapor y las máquinas-herramienta convirtieron la manufactura en la gran industria moderna, revolucionando con ello todos los fundamentos de la sociedad burguesa. El ritmo adormilado del desarrollo del período de la manufactura se convirtió en un verdadero período de lucha y embate de la producción. Con una velocidad cada vez más acelerada, iba produciéndose la división de la sociedad en grandes capitalistas y proletarios desposeídos, y entre ellos, en lugar del antiguo estado llano estable, llevaba una existencia insegura una masa inestable de artesanos y pequeños comerciantes, la parte más fluctuante de la población. El nuevo modo de producción sólo empezaba a remontarse por su vertiente ascensional; era todavía el modo de producción normal, regular, el único posible, en aquellas circunstancias. Y, sin embargo, ya entonces originó toda una serie de graves calamidades sociales: hacinamiento en los barrios más sórdidos de las grandes ciudades de una población desarraigada de su suelo; disolución de todos los lazos tradicionales de la costumbre, de la sumisión patriarcal y de la familia; prolongación abusiva del trabajo, que sobre todo en las mujeres y en los niños tomaba proporciones aterradoras; desmoralización en masa de la clase trabajadora, lanzada de súbito a condiciones de vida totalmente nuevas: del campo a la ciudad, de la agricultura a la industria, de una situación estable a otra constantemente variable e insegura. En estas circunstancias, se alza como reformador un fabricante de veintinueve años, un hombre cuyo candor casi infantil rayaba en lo sublime y que era, a la par, un dirigente innato de hombres como pocos. Roberto Owen habíase asimilado las enseñanzas de los ilustradores materialistas del siglo XVIII, según las cuales el carácter del hombre es, de una parte, el producto de su organización innata, y de otra, el fruto de las circunstancias que rodean al hombre durante su vida, y principalmente durante el período de su desarrollo. La mayoría de los hombres de su clase no veían en la revolución industrial más que caos y confusión, una ocasión propicia para pescar en río revuelto y enriquecerse aprisa. Owen vio en ella el terreno adecuado para poner en práctica su tesis favorita, introduciendo orden en el caos. Ya en Mánchester, dirigiendo una fábrica de más de quinientos obreros, había intentado, no sin éxito, aplicar prácticamente su teoría. Desde 1800 a 1829 encauzó en este sentido, aunque con mucha mayor libertad de iniciativa y con un éxito que le valió fama europea, la gran fábrica de hilados de algodón de New Lanark, en Escocia, de la que era socio y gerente. Una población que fue creciendo paulatinamente hasta 2.500 almas, reclutada al principio entre los elementos más heterogéneos, la mayoría de ellos muy desmoralizados, convirtióse en sus manos en una colonia modelo, en la que no se conocía la embriaguez, la policía, los jueces de paz, los procesos, los asilos para pobres, ni la beneficencia pública. Para ello, le bastó sólo con colocar a sus obreros en condiciones más humanas de vida, consagrando un cuidado especial a la educación de su descendencia. Owen fue el creador de las escuelas de párvulos, que funcionaron por vez primera en New Lanark. Los niños eran enviados a la escuela desde los dos años, y se encontraban tan a gusto en ella, que con dificultad se les podía llevar a su casa. Mientras que en las fábricas de sus competidores los obreros trabajaban hasta trece y catorce horas diarias, en New Lanark la jornada de trabajo era de diez horas y media. Cuando una crisis algodonera obligó a cerrar la fábrica durante cuatro meses, los obreros de New Lanark, que quedaron sin trabajo, siguieron cobrando íntegros sus jornales. Y, con todo, la empresa había incrementado hasta el doble su valor y rendido a sus propietarios hasta el último día, abundantes ganancias.
Sin embargo, Owen no estaba satisfecho con lo conseguido. La existencia que había procurado a sus obreros distaba todavía mucho de ser, a sus ojos, una existencia digna de un ser humano «Aquellos hombres eran mis esclavos» -decía. Las circunstancias relativamente favorables, en que les había colocado, estaban todavía muy lejos de permitirles desarrollar racionalmente y en todos sus aspectos el carácter y la inteligencia, y mucho menos desenvolver libremente sus energías. «Y, sin embargo, la parte productora de aquella población de 2.500 almas daba a la sociedad una suma de riqueza real que apenas medio siglo antes hubiera requerido el trabajo de 600.000 hombres juntos. Yo me preguntaba: ¿a dónde va a parar la diferencia entre la riqueza consumida por estas 2.500 personas y la que hubieran tenido que consumir las 600.000?» La contestación era clara: esa diferencia se invertía en abonar a los propietarios de la empresa el cinco por ciento de interés sobre el capital de instalación, a lo que venían a sumarse más de 300.000 libras esterlinas de ganancia. Y el caso de New Lanark era, sólo que en proporciones mayores, el de todas las fábricas de Inglaterra. «Sin esta nueva fuente de riqueza creada por las máquinas, hubiera sido imposible llevar adelante las guerras libradas para derribar a Napoleón y mantener en pie los principios de la sociedad aristocrática. Y, sin embargo, este nuevo poder era obra de la clase obrera» -xxix[‡‡‡‡‡]-. A ella debían pertenecer también, por tanto, sus frutos. Las nuevas y gigantescas fuerzas productivas, que hasta allí sólo habían servido para que se enriqueciesen unos cuantos y para la esclavización de las masas, echaban, según Owen, las bases para una reconstrucción social y estaban llamadas a trabajar solamente, como propiedad colectiva de todos, para el bienestar colectivo.
Fue así, por este camino puramente práctico, como fruto, por decirlo así, de los cálculos de un hombre de negocios, como surgió el comunismo oweniano, que conservó en todo momento este carácter práctico. Así, en 1823, Owen propone un sistema de colonias comunistas para combatir la miseria reinante en Irlanda y presenta, en apoyo de su propuesta, un presupuesto completo de gastos de establecimiento, desembolsos anuales e ingresos probables. Y así también en sus planes definitivos de la sociedad del porvenir, los detalles técnicos están calculados con un dominio tal de la materia, incluyendo hasta diseños, dibujos de frente y a vista de pájaro, que, una vez aceptado el método oweniano de reforma de la sociedad, poco sería lo que podría objetar ni aun el técnico experto, contra los pormenores de su organización. El avance hacia el comunismo constituye el momento crucial en la vida de Owen. Mientras se había limitado a actuar sólo como filántropo, no había cosechado más que riquezas, aplausos, honra y fama. Era el hombre más popular de Europa. No sólo los hombres de su clase y posición social, sino también los gobernantes y los príncipes le escuchaban y lo aprobaban. Pero, en cuanto hizo públicas sus teorías comunistas, se volvió la hoja. Eran principalmente tres grandes obstáculos los que, según él, se alzaban en el camino de la reforma social: la propiedad privada, la religión y la forma vigente del matrimonio. Y no ignoraba a lo que se exponía atacándolos: la proscripción de toda la sociedad oficial y la pérdida de su posición social. Pero esta consideración no le contuvo en sus ataques despiadados contra aquellas instituciones, y ocurrió lo que él preveía. Desterrado de la sociedad oficial, ignorado completamente por la prensa, arruinado por sus fracasados experimentos comunistas en América, a los que sacrificó toda su fortuna, se dirigió a la clase obrera, en el seno de la cual actuó todavía durante treinta años.
Todos los movimientos sociales, todos los progresos reales registrados en Inglaterra en interés de la clase trabajadora, van asociados al nombre de Owen. Así, en 1819, después de cinco años de grandes esfuerzos, consiguió que fuese votada la primera ley limitando el trabajo de la mujer y del niño en las fábricas. El fue también quien presidió el primer congreso en que las tradeuniones de toda Inglaterra se fusionaron en una gran organización sindical única -xxix[40]-. Y fue también él quien creó, como medidas de transición, para que la sociedad pudiera organizarse de manera íntegramente comunista, de una parte las cooperativas de consumo y de producción -que han servido por lo menos para demostrar prácticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables-, y de otra parte, los bazares obreros, establecimientos de intercambio de los productos del trabajo por medio de bonos de trabajo y cuya unidad era la hora de trabajo rendido; estos establecimientos tenían necesariamente que fracasar, pero anticiparon a los Bancos proudhonianos de intercambio -xxix[41]-, diferenciándose de ellos solamente en que no pretendían ser la panacea universal para todos los males sociales, sino pura y simplemente un primer paso dado hacia una transformación mucho más radical de la sociedad.
Los conceptos de los utopistas han dominado durante mucho tiempo las ideas socialistas del siglo XIX, y en parte aún las siguen dominando hoy. Les rendían culto, hasta hace muy poco tiempo, todos los socialistas franceses e ingleses, y a ellos se debe también el incipiente comunismo alemán, incluyendo a Weitling. El socialismo es, para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el mundo. Y, como la verdad absoluta no está sujeta a condiciones de espacio ni de tiempo, ni al desarrollo histórico de la humanidad, sólo el azar puede decidir cuándo y dónde este descubrimiento ha de revelarse. Añádase a esto que la verdad absoluta, la razón y la justicia varían con los fundadores de cada escuela: y, como el carácter específico de la verdad absoluta, de la razón y la justicia está condicionado, a su vez, en cada uno de ellos, por la inteligencia subjetiva, las condiciones de vida, el estado de cultura y la disciplina mental, resulta que en este conflicto de verdades absolutas no cabe más solución que éstas se vayan puliendo las unas a las otras. Y, así, era inevitable que surgiese una especie de socialismo ecléctico y mediocre, como el que, en efecto, sigue imperando todavía en las cabezas de la mayor parte de los obreros socialistas de Francia e Inglaterra; una mescolanza extraordinariamente abigarrada y llena de matices, compuesta de los desahogos críticos, las doctrinas económicas y las imágenes sociales del porvenir menos discutibles de los diversos fundadores de sectas, mescolanza tanto más fácil de componer cuanto más los ingredientes individuales habían ido perdiendo, en el torrente de la discusión, sus contornos perfilados y agudos, como los guijarros lamidos por la corriente de un río. Para convertir el socialismo en una ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el terreno de la realidad.
II
Entretanto, junto a la filosofía francesa del siglo XVIII, y tras ella, había surgido la moderna filosofía alemana, a la que vino a poner remate Hegel. El principal mérito de esta filosofía es la restitución de la dialéctica, como forma suprema del pensamiento. Los antiguos filósofos griegos eran todos dialécticos innatos, espontáneos, y la cabeza más universal de todos ellos, Aristóteles, había llegado ya a estudiar las formas más substanciales del pensar dialéctico. En cambio, la nueva filosofía, aún teniendo algún que otro brillante mantenedor de la dialéctica (como, por ejemplo, Descartes y Spinoza), había ido cayendo cada vez más, influida principalmente por los ingleses, en la llamada manera metafísica de pensar, que también dominó casi totalmente entre los franceses del siglo XVIII, a lo menos en sus obras especialmente filosóficas. Fuera del campo estrictamente filosófico, también ellos habían creado obras maestras de dialéctica; como testimonio de ello basta citar "El sobrino de Rameau", de Diderot, y el "Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres" de Rousseau. Resumiremos aquí, concisamente, los rasgos más esenciales de ambos métodos discursivos.
Cuando nos paramos a pensar sobre la naturaleza, sobre la historia humana, o sobre nuestra propia actividad espiritual, nos encontramos de primera intención con la imagen de una trama infinita de concatenaciones y mutuas influencias, en la que nada permanece en lo que era, ni cómo y dónde era, sino que todo se mueve y cambia, nace y perece. Vemos, pues, ante todo, la imagen de conjunto, en la que los detalles pasan todavía mas o menos a segundo plano; nos fijamos más en el movimiento, en las transiciones, en la concatenación, que en lo que se mueve, cambia y se concatena. Esta concepción del mundo, primitiva, ingenua, pero esencialmente justa, es la de los antiguos filósofos griegos, y aparece expresada claramente por vez primera en Heráclito: todo es y no es, pues todo fluye, todo se halla sujeto a un proceso constante de transformación, de incesante nacimiento y caducidad. Pero esta concepción, por exactamente que refleje el carácter general del cuadro que nos ofrecen los fenómenos, no basta para explicar los elementos aislados que forman ese cuadro total; sin conocerlos, la imagen general no adquirirá tampoco un sentido claro. Para penetrar en estos detalles tenemos que desgajarlos de su entronque histórico o natural e investigarlos por separado, cada uno de por sí, en su carácter, causas y efectos especiales, etc. Tal es la misión primordial de las ciencias naturales y de la historia, ramas de investigación que los griegos clásicos situaban, por razones muy justificadas, en un plano puramente secundario, pues primeramente debían dedicarse a acumular los materiales científicos necesarios. Mientras no se reúne una cierta cantidad de materiales naturales e históricos, no puede acometerse el examen crítico, la comparación y, congruentemente, la división en clases, órdenes y especies. Por eso, los rudimentos de las ciencias naturales exactas no fueron desarrollados hasta llegar a los griegos del período alejandrino -xxix[42]-, y más tarde, en la Edad Media, por los árabes; la auténtica ciencia de la naturaleza sólo data de la segunda mitad del siglo XV, y, a partir de entonces, no ha hecho más que progresar constantemente con ritmo acelerado. El análisis de la naturaleza en sus diferentes partes, la clasificación de los diversos procesos y objetos naturales en determinadas categorías, la investigación interna de los cuerpos orgánicos según su diversa estructura anatómica, fueron otras tantas condiciones fundamentales a que obedecieron los progresos gigantescos realizados durante los últimos cuatrocientos años en el conocimiento científico de la naturaleza. Pero este método de investigación nos ha legado, a la par, el hábito de enfocar las cosas y los procesos de la naturaleza aisladamente, sustraídos a la concatenación del gran todo; por tanto, no en su dinámica, sino enfocados estáticamente; no como substancialmente variables, sino como consistencias fijas; no en su vida, sino en su muerte. Por eso este método de observación, al transplantarse, con Bacon y Locke, de las ciencias naturales a la filosofía, provocó la estrechez específica característica de estos últimos siglos: el método metafísico de pensamiento.
Para el metafísico, las cosas y sus imágenes en el pensamiento, los conceptos, son objetos de investigación aislados, fijos, rígidos, enfocados uno tras otro, cada cual de por sí, como algo dado y perenne. Piensa sólo en antítesis sin mediatividad posible; para él, una de dos: sí, sí; no, no; porque lo que va más allá de esto, de mal procede -xxix[§§§§§]-. Para él, una cosa existe o no existe; un objeto no puede ser al mismo tiempo lo que es y otro distinto. Lo positivo y lo negativo se excluyen en absoluto. La causa y el efecto revisten asimismo a sus ojos, la forma de una rígida antítesis. A primera vista, este método discursivo nos parece extraordinariamente razonable, porque es el del llamado sentido común. Pero el mismo sentido común, personaje muy respetable de puertas adentro, entre las cuatro paredes de su casa, vive peripecias verdaderamente maravillosas en cuanto se aventura por los anchos campos de la investigación; y el método metafísico de pensar, por muy justificado y hasta por necesario que sea en muchas zonas del pensamiento, más o menos extensas según la naturaleza del objeto de que se trate, tropieza siempre, tarde o temprano, con una barrera franqueada, la cual se torna en un método unilateral, limitado, abstracto, y se pierde en insolubles contradicciones, pues, absorbido por los objetos concretos, no alcanza a ver su concatenación; preocupado con su existencia, no para mientes en su génesis ni en su caducidad; concentrado en su estatismo, no advierte su dinámica; obsesionado por los árboles, no alcanza a ver el bosque. En la realidad de cada día sabemos, por ejemplo, y podemos decir con toda certeza si un animal existe o no; pero, investigando la cosa con más detención, nos damos cuenta de que a veces el problema se complica considerablemente, como lo saben muy bien los juristas, que tanto y tan en vano se han atormentado por descubrir un límite racional a partir del cual deba la muerte del niño en el claustro materno considerarse como un asesinato; ni es fácil tampoco determinar con fijeza el momento de la muerte, toda vez que la fisiología ha demostrado que la muerte no es un fenómeno repentino, instantáneo, sino un proceso muy largo. Del mismo modo, todo ser orgánico es, en todo instante, él mismo y otro; en todo instante va asimilando materias absorbidas del exterior y eliminando otras de su seno; en todo instante, en su organismo mueren unas células y nacen otras; y, en el transcurso de un período más o menos largo, la materia de que está formado se renueva totalmente, y nuevos átomos de materia vienen a ocupar el lugar de los antiguos, por donde todo ser orgánico es, al mismo tiempo, el que es y otro distinto. Asimismo, nos encontramos, observando las cosas detenidamente, con que los dos polos de una antítesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como antitéticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran recíprocamente; y vemos que la causa y el efecto son representaciones que sólo rigen como tales en su aplicación al caso concreto, pero, que, examinando el caso concreto en su concatenación con la imagen total del Universo, se juntan y se diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio y en que lo que ahora o aquí es efecto, adquiere luego o allí carácter de causa y viceversa.
Ninguno de estos fenómenos y métodos discursivos encaja en el cuadro de las especulaciones metafísicas. En cambio, para la dialéctica, que enfoca las cosas y sus imágenes conceptuales substancialmente en sus conexiones, en su concatenación, en su dinámica, en su proceso de génesis y caducidad, fenómenos como los expuestos no son más que otras tantas confirmaciones de su modo genuino de proceder. La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, y las modernas ciencias naturales nos brindan para esta prueba un acervo de datos extraordinariamente copiosos y enriquecidos con cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por los cauces dialécticos y no por los carriles metafísicos, que no se mueve en la eterna monotonía de un ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aquí hay que citar en primer término a Darwin, quien, con su prueba de que toda la naturaleza orgánica existente, plantas y animales, y entre ellos, como es lógico, el hombre, es producto de un proceso de desarrollo que dura millones de años, ha asestado a la concepción metafísica de la naturaleza el más rudo golpe. Pero, hasta hoy, los naturalistas que han sabido pensar dialécticamente pueden contarse con los dedos, y este conflicto entre los resultados descubiertos y el método discursivo tradicional pone al desnudo la ilimitada confusión que reina hoy en las ciencias naturales teóricas y que constituye la desesperación de maestros y discípulos, de autores y lectores.
Sólo siguiendo la senda dialéctica, no perdiendo jamás de vista las innumerables acciones y reacciones generales del devenir y del perecer, de los cambios de avance y de retroceso, llegamos a una concepción exacta del Universo, de su desarrollo y del desarrollo de la humanidad, así como de la imagen proyectada por ese desarrollo en las cabezas de los hombres. Y éste fue, en efecto, el sentido en que empezó a trabajar, desde el primer momento, la moderna filosofía alemana. Kant comenzó su carrera de filósofo disolviendo el sistema solar estable de Newton y su duración eterna -después de recibido el famoso primer impulso- en un proceso histórico: en el nacimiento del Sol y de todos los planetas a partir de una masa nebulosa en rotación. De aquí, dedujo ya la conclusión de que este origen implicaba también, necesariamente, la muerte futura del sistema solar. Medio siglo después, su teoría fue confirmada matemáticamente por Laplace, y, al cabo de otro medio siglo, el espectroscopio ha venido a demostrar la existencia en el espacio de esas masas ígneas de gas, en diferente grado de condensación.
La filosofía alemana moderna encontró su remate en el sistema de Hegel, en el que por vez primera -y ése es su gran mérito- se concibe todo el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo y se intenta además poner de relieve la íntima conexión que preside este proceso de movimiento y desarrollo. Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecía ya como un caos árido de violencias absurdas, igualmente condenables todas ante el fuero de la razón filosófica hoy ya madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que al pensamiento incumbía ahora seguir en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la existencia de leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del ciego azar. No importa que el sistema de Hegel no resolviese el problema que se planteaba. Su mérito, que sentó época, consistió en haberlo planteado. Porque se trata de un problema que ningún hombre solo puede resolver. Y aunque Hegel era, con Saint-Simon, la cabeza más universal de su tiempo, su horizonte hallábase circunscrito, en primer lugar, por la limitación inevitable de sus propios conocimientos, y, en segundo lugar, por los conocimientos y concepciones de su época, limitados también en extensión y profundidad. A esto hay que añadir una tercera circunstancia, Hegel era idealista; es decir, que para él las ideas de su cabeza no eran imágenes más o menos abstractas de los objetos y fenómenos de la realidad, sino que estas cosas y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, proyecciones realizadas de la «Idea», que ya existía no se sabe cómo, antes de que existiese el mundo. Así, todo quedaba cabeza abajo, y se volvía completamente del revés la concatenación real del Universo. Y por exactas y aún geniales que fuesen no pocas de las conexiones concretas concebidas por Hegel, era inevitable, por las razones a que acabamos de aludir, que muchos de sus detalles tuviesen un carácter amañado artificioso, construido; falso, en una palabra. El sistema de Hegel fue un aborto gigantesco, pero el último de su género. En efecto, seguía adoleciendo de una contradicción íntima incurable; pues, mientras de una parte arrancaba como supuesto esencial de la concepción histórica, según la cual la historia humana es un proceso de desarrollo que no puede, por su naturaleza, encontrar remate intelectual en el descubrimiento de eso que llaman verdad absoluta, de la otra se nos presenta precisamente como suma y compendio de esa verdad absoluta. Un sistema universal y definitivamente plasmado del conocimiento de la naturaleza y de la historia, es incompatible con las leyes fundamentales del pensamiento dialéctico; lo cual no excluye, sino que, lejos de ello, implica que el conocimiento sistemático del mundo exterior en su totalidad pueda progresar gigantescamente de generación en generación.
La conciencia de la total inversión en que incurría el idealismo alemán, llevó necesariamente al materialismo; pero, adviértase bien, no a aquel materialismo puramente metafísico y exclusivamente mecánico del siglo XVIII. En oposición a la simple repulsa, ingenuamente revolucionaria, de toda la historia anterior, el materialismo moderno ve en la historia el proceso de desarrollo de la humanidad, cuyas leyes dinámicas es misión suya descubrir. Contrariamente a la idea de la naturaleza que imperaba en los franceses del siglo XVIII, al igual que en Hegel, y en la que ésta se concebía como un todo permanente e invariable, que se movía dentro de ciclos cortos, con cuerpos celestes eternos, tal y como se los representaba Newton, y con especies invariables de seres orgánicos, como enseñara Linneo, el materialismo moderno resume y compendia los nuevos progresos de las ciencias naturales, según los cuales la naturaleza tiene también su historia en el tiempo, y los mundos, así como las especies orgánicas que en condiciones propicias los habitan, nacen y mueren, y los ciclos, en el grado en que son admisibles, revisten dimensiones infinitamente más grandiosas. Tanto en uno como en otro caso, el materialismo moderno es substancialmente dialéctico y no necesita ya de una filosofía que se halla por encima de las demás ciencias. Desde el momento en que cada ciencia tiene que rendir cuentas de la posición que ocupa en el cuadro universal de las cosas y del conocimiento de éstas, no hay ya margen para una ciencia especialmente consagrada a estudiar las concatenaciones universales. Todo lo que queda en pie de la anterior filosofía, con existencia propia, es la teoría del pensar y de sus leyes: la lógica formal y la dialéctica. Lo demás se disuelve en la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.
Sin embargo, mientras que esta revolución en la concepción de la naturaleza sólo había podido imponerse en la medida en que la investigación suministraba a la ciencia los materiales positivos correspondientes, hacía ya mucho tiempo que se habían revelado ciertos hechos históricos que imprimieron un viraje decisivo al modo de enfocar la historia. En 1831, estalla en Lyon la primera insurrección obrera, y de 1838 a 1842 alcanza su apogeo el primer movimiento obrero nacional: el de los cartistas ingleses. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasó a ocupar el primer plano de la historia de los países europeos más avanzados, al mismo ritmo con que se desarrollaba en ellos, por una parte, la gran industria, y por otra, la dominación política recién conquistada de la burguesía. Los hechos venían a dar un mentís cada vez más rotundo a las doctrinas económicas burguesas de la identidad de intereses entre el capital y el trabajo y de la armonía universal y el bienestar general de las naciones, como fruto de la libre concurrencia. No había manera de pasar por alto estos hechos, ni era tampoco posible ignorar el socialismo francés e inglés, expresión teórica suya, por muy imperfecta que fuese. Pero la vieja concepción idealista de la historia, que aún no había sido desplazada, no conocía luchas de clases basadas en intereses materiales, ni conocía intereses materiales de ningún género; para ella, la producción, al igual que todas las relaciones económicas, sólo existía accesoriamente, como un elemento secundario dentro de la «historia cultural».
Los nuevos hechos obligaron a someter toda la historia anterior a nuevas investigaciones, entonces se vio que, con excepción del estado primitivo, toda la historia anterior había sido la historia de las luchas de clases, y que estas clases sociales pugnantes entre sí eran en todas las épocas fruto de las relaciones de producción y de cambio, es decir, de las relaciones económicas de su época: que la estructura económica de la sociedad en cada época de la historia constituye, por tanto, la base real cuyas propiedades explican en última instancia, toda la superestructura integrada por las instituciones jurídicas y políticas, así como por la ideología religiosa, filosófica, etc., de cada período histórico. Hegel había liberado a la concepción de la historia de la metafísica, la había hecho dialéctica; pero su interpretación de la historia era esencialmente idealista. Ahora, el idealismo quedaba desahuciado de su último reducto, de la concepción de la historia, sustituyéndolo una concepción materialista de la historia, con lo que se abría el camino para explicar la conciencia del hombre por su existencia, y no ésta por su conciencia, que hasta entonces era lo tradicional.
De este modo el socialismo no aparecía ya como el descubrimiento casual de tal o cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión ya no era elaborar un sistema lo más perfecto posible de sociedad, sino investigar el proceso histórico económico del que forzosamente tenían que brotar estas clases y su conflicto, descubriendo los medios para la solución de éste en la situación económica así creada. Pero el socialismo tradicional era incompatible con esta nueva concepción materialista de la historia, ni más ni menos que la concepción de la naturaleza del materialismo francés no podía avenirse con la dialéctica y las nuevas ciencias naturales. En efecto, el socialismo anterior criticaba el modo capitalista de producción existente y sus consecuencias, pero no acertaba a explicarlo, ni podía, por tanto, destruirlo ideológicamente, no se le alcanzaba más que repudiarlo, lisa y llanamente, como malo. Cuanto más violentamente clamaba contra la explotación de la clase obrera, inseparable de este modo de producción, menos estaba en condiciones de indicar claramente en qué consistía y cómo nacía esta explotación. Mas de lo que se trataba era, por una parte, exponer ese modo capitalista de producción en sus conexiones históricas y como necesario para una determinada época de la historia, demostrando con ello también la necesidad de su caída, y, por otra parte, poner al desnudo su carácter interno, oculto todavía. Este se puso de manifiesto con el descubrimiento de la plusvalía. Descubrimiento que vino a revelar que el régimen capitalista de producción y la explotación del obrero, que de él se deriva, tenían por forma fundamental la apropiación de trabajo no retribuido; que el capitalista, aun cuando compra la fuerza de trabajo de su obrero por todo su valor, por todo el valor que representa como mercancía en el mercado, saca siempre de ella más valor que lo que le paga y que esta plusvalía es, en última instancia, la suma de valor de donde proviene la masa cada vez mayor del capital acumulada en manos de las clases poseedoras. El proceso de la producción capitalista y el de la producción de capital quedaban explicados. Estos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista, mediante la plusvalía, se los debemos a Marx. Gracias a ellos, el socialismo se convierte en una ciencia, que sólo nos queda por desarrollar en todos sus detalles y concatenaciones.
III
La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata. Cuando nace en los hombres la conciencia de que las instituciones sociales vigentes son irracionales e injustas, de que la razón se ha tornado en sinrazón y la bendición en plaga -xxix[******]-, esto no es mas que un indicio de que en los métodos de producción y en las formas de cambio se han producido calladamente transformaciones con las que ya no concuerda el orden social, cortado por el patrón de condiciones económicas anteriores. Con ello queda que en las nuevas relaciones de producción han de contenerse ya -más o menos desarrollados- los medios necesarios para poner término a los males descubiertos. Y esos medios no han de sacarse de la cabeza de nadie, sino que es la cabeza la que tiene que descubrirlos en los hechos materiales de la producción, tal y como los ofrece la realidad.
¿Cuál es, en este aspecto, la posición del socialismo moderno?
El orden social vigente -verdad reconocida hoy por casi todo el mundo- es obra de la clase dominante de los tiempos modernos de la burguesía. El modo de producción propio de la burguesía, al que desde Marx se da el nombre de modo capitalista de producción, era incompatible con los privilegios locales y de los estamentos, como lo era con los vínculos interpersonales del orden feudal. La burguesía echó por tierra el orden feudal y levantó sobre sus ruinas el régimen de la sociedad burguesa, el imperio de la libre concurrencia, de la libertad de domicilio, de la igualdad de derechos de los poseedores de las mercancías y tantas otras maravillas burguesas más. Ahora ya podía desarrollarse libremente el modo capitalista de producción. Y al venir el vapor y la nueva producción maquinizada y transformar la antigua manufactura en gran industria, las fuerzas productivas creadas y puestas en movimiento bajo el mando de la burguesía se desarrollaron con una velocidad inaudita y en proporciones desconocidas hasta entonces. Pero, del mismo modo que en su tiempo la manufactura y la artesanía, que seguía desarrollándose bajo su influencia, chocaron con las trabas feudales de los gremios, hoy la gran industria, al llegar a un nivel de desarrollo más alto, no cabe ya dentro del estrecho marco en que la tiene cohibida el modo capitalista de producción. Las nuevas fuerzas productivas desbordan ya la forma burguesa en que son explotadas, y este conflicto entre las fuerzas productivas y el modo de producción no es precisamente un conflicto planteado en las cabezas de los hombres, algo así como el conflicto entre el pecado original del hombre y la justicia divina, sino que existe en la realidad, objetivamente, fuera de nosotros, independientemente de la voluntad o de la actividad de los mismos hombres que lo han provocado. El socialismo moderno no es más que el reflejo de este conflicto material en la mente, su proyección ideal en las cabezas, empezando por las de la clase que sufre directamente sus consecuencias: la clase obrera.
¿En qué consiste este conflicto?
Antes de sobrevenir la producción capitalista, es decir, en la Edad Media, regía con carácter general la pequeña producción, basada en la propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción: en el campo, la agricultura corría a cargo de pequeños labradores, libres o siervos; en las ciudades, la industria estaba en manos de los artesanos. Los medios de trabajo -la tierra, los aperos de labranza, el taller, las herramientas- eran medios de trabajo individual, destinados tan sólo al uso individual y, por tanto, forzosamente, mezquinos, diminutos, limitados. Pero esto mismo hacía que perteneciesen, por lo general, al propio productor. El papel histórico del modo capitalista de producción y de su portadora, la burguesía, consistió precisamente en concentrar y desarrollar estos dispersos y mezquinos medios de producción, transformándolos en las potentes palancas de la producción de los tiempos actuales. Este proceso, que viene desarrollando la burguesía desde el siglo XV y que pasa históricamente por las tres etapas de la cooperación simple, la manufactura y la gran industria, aparece minuciosamente expuesto par Marx en la sección cuarta de "El Capital". Pero la burguesía, como asimismo queda demostrado en dicha obra, no podía convertir esos primitivos medios de producción en poderosas fuerzas productivas sin convertirlas de medios individuales de producción en medios sociales, sólo manejables por una colectividad de hombres. La rueca, el telar manual, el martillo del herrero fueron sustituidos por la máquina de hilar, por el telar mecánico, por el martillo movido a vapor; el taller individual cedió el puesto a la fábrica, que impone la cooperación de cientos y miles de obreros. Y, con los medios de producción, se transformó la producción misma, dejando de ser una cadena de actos individuales para convertirse en una cadena de actos sociales, y los productos individuales, en productos sociales. El hilo, las telas, los artículos de metal que ahora salían de la fábrica eran producto del trabajo colectivo de un gran número de obreros, por cuyas manos tenía que pasar sucesivamente para su elaboración. Ya nadie podía decir: esto lo he hecho yo, este producto es mío.
Pero allí donde la producción tiene por forma cardinal esa división social del trabajo creada paulatinamente, por impulso elemental, sin sujeción a plan alguno, la producción imprime a los productos la forma de mercancía, cuyo intercambio, compra y venta, permite a los distintos productores individuales satisfacer sus diversas necesidades. Y esto era lo que acontecía en la Edad Media. El campesino, por ejemplo, vendía al artesano los productos de la tierra, comprándole a cambio los artículos elaborados en su taller. En esta sociedad de productores individuales, de productores de mercancías, vino a introducirse más tarde el nuevo modo de producción. En medio de aquella división espontánea del trabajo sin plan ni sistema, que imperaba en el seno de toda la sociedad, el nuevo modo de producción implantó la división planificada del trabajo dentro de cada fábrica: al lado de la producción individual, surgió la producción social. Los productos de ambas se vendían en el mismo mercado, y por lo tanto, a precios aproximadamente iguales. Pero la organización planificada podía más que la división espontánea del trabajo; las fábricas en que el trabajo estaba organizado socialmente elaboraban productos más baratos que los pequeños productores individuales. La producción individual fue sucumbiendo poco a poco en todos los campos, y la producción social revolucionó todo el antiguo modo de producción. Sin embargo, este carácter revolucionario suyo pasaba desapercibido; tan desapercibido, que, por el contrario, se implantaba con la única y exclusiva finalidad de aumentar y fomentar la producción de mercancías. Nació directamente ligada a ciertos resortes de producción e intercambio de mercancías que ya venían funcionando: el capital comercial, la industria artesana y el trabajo asalariado. Y ya que surgía como una nueva forma de producción de mercancías, mantuviéronse en pleno vigor bajo ella las formas de apropiación de la producción de mercancías.
En la producción de mercancías, tal como se había desarrollado en la Edad Media, no podía surgir el problema de a quién debían pertenecer los productos del trabajo. El productor individual los creaba, por lo común, con materias primas de su propiedad, producidas no pocas veces por él mismo, con sus propios medios de trabajo y elaborados con su propio trabajo manual o el de su familia. No necesitaba, por tanto, apropiárselos, pues ya eran suyos por el mero hecho de producirlos. La propiedad de los productos basábase, pues, en el trabajo personal. Y aún en aquellos casos en que se empleaba la ayuda ajena, ésta era, por lo común, cosa accesoria y recibía frecuentemente, además del salario, otra compensación: el aprendiz y el oficial de los gremios no trabajaban tanto por el salario y la comida como para aprender y llegar a ser algún día maestros. Pero sobreviene la concentración de los medios de producción en grandes talleres y manufacturas, su transformación en medios de producción realmente sociales. No obstante, estos medios de producción y sus productos sociales eran considerados como si siguiesen siendo lo que eran antes: medios de producción y productos individuales. Y si hasta aquí el propietario de los medios de trabajo se había apropiado de los productos, porque eran, generalmente, productos suyos y la ayuda ajena constituía una excepción, ahora el propietario de los medios de trabajo seguía apropiándose el producto, aunque éste ya no era un producto suyo, sino fruto exclusivo del trabajo ajeno. De este modo, los productos, creados ahora socialmente, no pasaban a ser propiedad de aquellos que habían puesto realmente en marcha los medios de producción y que eran sus verdaderos creadores, sino del capitalista. Los medios de producción y la producción se habían convertido esencialmente en factores sociales. Y, sin embargo, veíanse sometidos a una forma de apropiación que presupone la producción privada individual, es decir, aquella en que cada cual es dueño de su propio producto y, como tal, acude con él al mercado. El modo de producción se ve sujeto a esta forma de apropiación, a pesar de que destruye el supuesto sobre que descansa -xxix[††††††]-. En esta contradicción, que imprime al nuevo modo de producción su carácter capitalista, se encierra, en germen, todo el conflicto de los tiempos actuales. Y cuanto más el nuevo modo de producción se impone e impera en todos los campos fundamentales de la producción y en todos los países económicamente importantes, desplazando a la producción individual, salvo vestigios insignificantes, mayor es la evidencia con que se revela la incompatibilidad entre la producción social y la apropiación capitalista.
Los primeros capitalistas se encontraron ya, como queda dicho, con la forma del trabajo asalariado. Pero como excepción, como ocupación secundaria, auxiliar, como punto de transición. El labrador que salía de vez en cuando a ganar un jornal, tenía sus dos fanegas de tierra propia, de las que, en caso extremo, podía vivir. Las ordenanzas gremiales velaban por que los oficiales de hoy se convirtiesen mañana en maestros. Pero, tan pronto como los medios de producción adquirieron un carácter social y se concentraron en manos de los capitalistas, las cosas cambiaron. Los medios de producción y los productos del pequeño productor individual fueron depreciándose cada vez más, hasta que a este pequeño productor no le quedó otro recurso que colocarse a ganar un jornal pagado por el capitalista. El trabajo asalariado, que antes era excepción y ocupación auxiliar se convirtió en regla y forma fundamental de toda la producción, y la que antes era ocupación accesoria se convierte ahora en ocupación exclusiva del obrero. El obrero asalariado temporal se convirtió en asalariado para toda la vida. Además, la muchedumbre de estos asalariados de por vida se ve gigantescamente engrosada por el derrumbe simultáneo del orden feudal, por la disolución de las mesnadas de los señores feudales, la expulsión de los campesinos de sus fincas, etc. Se ha realizado el completo divorcio entre los medios de producción concentrados en manos de los capitalistas, de un lado, y de otro, los productores que no poseían más que su propia fuerza de trabajo. La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta como antagonismo entre el proletariado y la burguesía.
Hemos visto que el modo de producción capitalista vino a introducirse en una sociedad de productores de mercancías, de productores individuales, cuyo vínculo social era el cambio de sus productos. Pero toda sociedad basada en la producción de mercancías presenta la particularidad de que en ella los productores pierden el mando sobre sus propias relaciones sociales. Cada cual produce por su cuenta, con los medios de producción de que acierta a disponer, y para las necesidades de su intercambio privado. Nadie sabe qué cantidad de artículos de la misma clase que los suyos se lanza al mercado, ni cuántos necesita éste; nadie sabe si su producto individual responde a una demanda efectiva, ni si podrá cubrir los gastos, ni siquiera, en general, si podrá venderlo. La anarquía impera en la producción social. Pero la producción de mercancías tiene, como toda forma de producción, sus leyes características, específicas e inseparables de la misma; y estas leyes se abren paso a pesar de la anarquía, en la misma anarquía y a través de ella. Toman cuerpo en la única forma de ligazón social que subsiste: en el cambio, y se imponen a los productores individuales bajo la forma de las leyes imperativas de la competencia. En un principio, por tanto, estos productores las ignoran, y es necesario que una larga experiencia las vaya revelando poco a poco. Se imponen, pues, sin los productores y aún en contra de ellos, como leyes naturales ciegas que presiden esta forma de producción. El producto impera sobre el productor.
En la sociedad medieval, y sobre todo en los primeros siglos de ella, la producción estaba destinada principalmente al consumo propio, a satisfacer sólo las necesidades del productor y de su familia. Y allí donde, como acontecía en el campo, subsistían relaciones personales de vasallaje, contribuía también a satisfacer las necesidades del señor feudal. No se producía, pues, intercambio alguno, ni los productos revestían, por lo tanto, el carácter de mercancías. La familia del labrador producía casi todos los objetos que necesitaba: aperos, ropas y víveres. Sólo empezó a producir mercancías cuando consiguió crear un remanente de productos, después de cubrir sus necesidades propias y los tributos en especie que había de pagar al señor feudal; este remanente, lanzado al intercambio social, al mercado, para su venta, se convirtió en mercancía. Los artesanos de las ciudades, por cierto, tuvieron que producir para el mercado ya desde el primer momento. Pero también obtenían ellos mismos la mayor parte de los productos que necesitaban para su consumo; tenían sus huertos y sus pequeños campos, apacentaban su ganado en los bosques comunales, que además les suministraban la madera y la leña; sus mujeres hilaban el lino y la lana, etc. La producción para el cambio, la producción de mercancías, estaba en sus comienzos. Por eso el intercambio era limitado, el mercado reducido, el modo de producción estable. Frente al exterior imperaba el exclusivismo local; en el interior, la asociación local: la marca -xxix[‡‡‡‡‡‡]- en el campo, los gremios en las ciudades.
Pero al extenderse la producción de mercancías y, sobre todo, al aparecer el modo capitalista de producción, las leyes de producción de mercancías, que hasta aquí apenas habían dado señales de vida, entran en funciones de una manera franca y potente. Las antiguas asociaciones empiezan a perder fuerza, las antiguas fronteras locales se vienen a tierra, los productores se convierten más y más en productores de mercancías independientes y aislados. La anarquía de la producción social sale a la luz y se agudiza cada vez más. Pero el instrumento principal con el que el modo capitalista de producción fomenta esta anarquía en la producción social es precisamente lo inverso de la anarquía: la creciente organización de la producción con carácter social, dentro de cada establecimiento de producción. Con este resorte, pone fin a la vieja estabilidad pacífica. Allí donde se implanta en una rama industrial, no tolera a su lado ninguno de los viejos métodos. Donde se adueña de la industria artesana, la destruye y aniquila. El terreno del trabajo se convierte en un campo de batalla. Los grandes descubrimientos geográficos y las empresas de colonización que les siguen, multiplican los mercados y aceleran el proceso de transformación del taller del artesano en manufactura. Y la lucha no estalla solamente entre los productores locales aislados; las contiendas locales van cobrando volumen nacional, y surgen las guerras comerciales de los siglos XVII y XVIII. Hasta que, por fin, la gran industria y la implantación del mercado mundial dan carácter universal a la lucha, a la par que le imprimen una inaudita violencia. Lo mismo entre los capitalistas individuales que entre industrias y países enteros, la posesión de las condiciones -naturales o artificialmente creadas- de la producción, decide la lucha por la existencia. El que sucumbe es arrollado sin piedad. Es la lucha darvinista por la existencia individual, transplantada, con redoblada furia, de la naturaleza a la sociedad. Las condiciones naturales de vida de la bestia se convierten en el punto culminante del desarrollo humano. La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta ahora como antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad.
El modo capitalista de producción se mueve en estas dos formas de manifestación de la contradicción inherente a él por sus mismos orígenes, describiendo sin apelación aquel «círculo vicioso» que ya puso de manifiesto Fourier. Pero lo que Fourier, en su época, no podía ver todavía era que este círculo va reduciéndose gradualmente, que el movimiento se desarrolla más bien en espiral y tiene que llegar necesariamente a su fin, como el movimiento de los planetas, chocando con el centro. Es la fuerza propulsora de la anarquía social de la producción la que convierte a la inmensa mayoría de los hombres, cada vez más marcadamente, en proletarios, y estas masas proletarias serán, a su vez, las que, por último, pondrán fin a la anarquía de la producción. Es la fuerza propulsora de la anarquía social de la producción la que convierte la capacidad infinita de perfeccionamiento de las máquinas de la gran industria en un precepto imperativo, que obliga a todo capitalista industrial a mejorar continuamente su maquinaria, so pena de perecer. Pero mejorar la maquinaria equivale a hacer superflua una masa de trabajo humano. Y así como la implantación y el aumento cuantitativo de la maquinaria trajeron consigo el desplazamiento de millones de obreros manuales por un número reducido de obreros mecánicos, su perfeccionamiento determina la eliminación de un número cada vez mayor de obreros de las máquinas, y, en última instancia, la creación de una masa de obreros disponibles que sobrepuja la necesidad media de ocupación del capital, de un verdadero ejército industrial de reserva, como yo hube de llamarlo ya en 1845 -xxix[§§§§§§]-, de un ejército de trabajadores disponibles para los tiempos en que la industria trabaja a todo vapor y que luego, en las crisis que sobrevienen necesariamente después de esos períodos, se ve lanzado a la calle, constituyendo en todo momento un grillete atado a los pies de la clase trabajadora en su lucha por la existencia contra el capital y un regulador para mantener los salarios en el nivel bajo que corresponde a las necesidades del capitalismo. Así pues, la maquinaria, para decirlo con Marx, se ha convertido en el arma más poderosa del capital contra la clase obrera, en un medio de trabajo que arranca constantemente los medios de vida de manos del obrero, ocurriendo que el producto mismo del obrero se convierte en el instrumento de su esclavización -xxix[*******]-. De este modo, la economía en los medios de trabajo lleva consigo, desde el primer momento, el más despiadado despilfarro de la fuerza de trabajo y un despojo contra las condiciones normales de la función misma del trabajo -xxix[†††††††]-. Y la maquinaria, el recurso más poderoso que ha podido crearse para acortar la jornada de trabajo, se trueca en el recurso más infalible para convertir la vida entera del obrero y de su familia en una gran jornada de trabajo disponible para la valorización del capital; así ocurre que el exceso de trabajo de unos es la condición determinante de la carencia de trabajo de otros, y que la gran industria, lanzándose por el mundo entero, en carrera desenfrenada, a la conquista de nuevos consumidores, reduce en su propia casa el consumo de las masas a un mínimo de hambre y mina con ello su propio mercado interior.
«La ley que mantiene constantemente el exceso relativo de población o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la energía de la acumulación del capital, ata al obrero al capital con ligaduras más fuertes que las cuñas con que Hefestos clavó a Prometeo a la roca. Esto origina que a la acumulación del capital corresponda una acumulación igual de miseria. La acumulación de la riqueza en uno de los polos determina en el polo contrario, en el polo de la clase que produce su propio producto como capital, una acumulación igual de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de ignorancia, de embrutecimiento y de degradación moral». (Marx, "El Capital", t. I, cap. XXIII.) Y esperar del modo capitalista de producción otra distribución de los productos sería como esperar que los dos electrodos de una batería, mientras estén conectados con ésta, no descompongan el agua ni liberen oxígeno en el polo positivo e hidrógeno en el negativo. Hemos visto que la capacidad de perfeccionamiento de la maquinaria moderna, llevada a su límite máximo, se convierte, gracias a la anarquía de la producción dentro de la sociedad, en un precepto imperativo que obliga a los capitalistas industriales, cada cual de por sí, a mejorar incesantemente su maquinaria, a hacer siempre más potente su fuerza de producción. No menos imperativo es el precepto en que se convierte para él la mera posibilidad efectiva de dilatar su órbita de producción. La enorme fuerza de expansión de la gran industria, a cuyo lado la de los gases es un juego de chicos, se revela hoy ante nuestros ojos como una necesidad cualitativa y cuantitativa de expansión, que se burla de cuantos obstáculos encuentra a su paso. Estos obstáculos son los que le oponen el consumo, la salida, los mercados de que necesitan los productos de la gran industria. Pero la capacidad extensiva e intensiva de expansión de los mercados, obedece, por su parte, a leyes muy distintas y que actúan de un modo mucho menos enérgico. La expansión de los mercados no puede desarrollarse al mismo ritmo que la de la producción. La colisión se hace inevitable, y como no puede dar ninguna solución mientras no haga saltar el propio modo de producción capitalista, esa colisión se hace periódica. La producción capitalista engendra un nuevo «círculo vicioso».
En efecto, desde 1825, año en que estalla la primera crisis general, no pasan diez años seguidos sin que todo el mundo industrial y comercial, la producción y el intercambio de todos los pueblos civilizados y de su séquito de países más o menos bárbaros, se salga de quicio. El comercio se paraliza, los mercados están sobresaturados de mercancías, los productos se estancan en los almacenes abarrotados, sin encontrar salida; el dinero contante se hace invisible; el crédito desaparece; las fábricas paran; las masas obreras carecen de medios de vida precisamente por haberlos producido en exceso, las bancarrotas y las liquidaciones se suceden unas a otras. El estancamiento dura años enteros, las fuerzas productivas y los productos se derrochan y destruyen en masa, hasta que, por fin, las masas de mercancías acumuladas, más o menos depreciadas, encuentran salida, y la producción y el cambio van reanimándose poco a poco. Paulatinamente, la marcha se acelera, el paso de andadura se convierte en trote, el trote industrial, en galope y, por último, en carrera desenfrenada, en un steeple-chase -xxix[‡‡‡‡‡‡‡]- de la industria, el comercio, el crédito y la especulación, para terminar finalmente, después de los saltos más arriesgados, en la fosa de un crac. Y así, una vez y otra. Cinco veces se ha venido repitiendo la misma historia desde el año 1825, y en estos momentos (1877) estamos viviéndola por sexta vez. Y el carácter de estas crisis es tan nítido y tan acusado, que Fourier las abarcaba todas cuando describía la primera, diciendo que era una crise pléthorique, una crisis nacida de la superabundancia.
En las crisis estalla en explosiones violentas la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista. La circulación de mercancías queda, por el momento, paralizada. El medio de circulación, el dinero, se convierte en un obstáculo para la circulación; todas las leyes de la producción y circulación de mercancías se vuelven del revés. El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de producción se rebela contra el modo de cambio. El hecho de que la organización social de la producción dentro de las fábricas se haya desarrollado hasta llegar a un punto en que se ha hecho inconciliable con la anarquía -coexistente con ella y por encima de ella- de la producción en la sociedad, es un hecho que se les revela tangiblemente a los propios capitalistas, por la concentración violenta de los capitales, producida durante las crisis a costa de la ruina de muchos grandes y, sobre todo, pequeños capitalistas. Todo el mecanismo del modo capitalista de producción falla, agobiado por las fuerzas productivas que él mismo ha engendrado. Ya no acierta a transformar en capital esta masa de medios de producción, que permanecen inactivos, y por esto precisamente debe permanecer también inactivo el ejército industrial de reserva. Medios de producción, medios de vida, obreros disponibles: todos los elementos de la producción y de la riqueza general existen con exceso. Pero «la superabundancia se convierte en fuente de miseria y de penuria» (Fourier), ya que es ella, precisamente, la que impide la transformación de los medios de producción y de vida en capital, pues en la sociedad capitalista, los medios de producción no pueden ponerse en movimiento más que convirtiéndose previamente en capital, en medio de explotación de la fuerza humana de trabajo. Esta imprescindible calidad de capital de los medios de producción y de vida se alza como un espectro entre ellos y la clase obrera. Esta calidad es la que impide que se engranen la palanca material y la palanca personal de la producción; es la que no permite a los medios de producción funcionar ni a los obreros trabajar y vivir. De una parte, el modo capitalista de producción revela, pues, su propia incapacidad para seguir rigiendo sus fuerzas productivas. De otra parte, estas fuerzas productivas acucian con intensidad cada vez mayor a que se elimine la contradicción, a que se las redima de su condición de capital, a que se reconozca de hecho su carácter de fuerzas productivas sociales.
Es esta rebelión de las fuerzas de producción cada vez más imponentes, contra su calidad de capital, esta necesidad cada vez más imperiosa de que se reconozca su carácter social, la que obliga a la propia clase capitalista a tratarlas cada vez más abiertamente como fuerzas productivas sociales, en el grado en que ello es posible dentro de las relaciones capitalistas. Lo mismo los períodos de alta presión industrial, con su desmedida expansión del crédito, que el crac mismo, con el desmoronamiento de grandes empresas capitalistas, impulsan esa forma de socialización de grandes masas de medios de producción con que nos encontramos en las diversas categorías de sociedades anónimas. Algunos de estos medios de producción y de comunicación son ya de por sí tan gigantescos, que excluyen, como ocurre con los ferrocarriles, toda otra forma de explotación capitalista. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, ya no basta tampoco esta forma; los grandes productores nacionales de una rama industrial se unen para formar un trust, una agrupación encaminada a regular la producción; determinan la cantidad total que ha de producirse, se la reparten entre ellos e imponen de este modo un precio de venta fijado de antemano. Pero, como estos trusts se desmoronan al sobrevenir la primera racha mala en los negocios, empujan con ello a una socialización todavía más concentrada; toda la rama industrial se convierte en una sola gran sociedad anónima, y la competencia interior cede el puesto al monopolio interior de esta única sociedad; así sucedió ya en 1890 con la producción inglesa de álcalis, que en la actualidad, después de fusionarse todas las cuarenta y ocho grandes fábricas del país, es explotada por una sola sociedad con dirección única y un capital de 120 millones de marcos.
En los trusts, la libre concurrencia se trueca en monopolio y la producción sin plan de la sociedad capitalista capitula ante la producción planeada y organizada de la futura sociedad socialista a punto de sobrevenir. Claro está que, por el momento, en provecho y beneficio de los capitalistas. Pero aquí la explotación se hace tan patente, que tiene forzosamente que derrumbarse. Ningún pueblo toleraría una producción dirigida por los trusts, una explotación tan descarada de la colectividad por una pequeña cuadrilla de cortadores de cupones. De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción -xxix[§§§§§§§]xxix[43]-. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles.
A la par que las crisis revelan la incapacidad de la burguesía para seguir rigiendo las fuerzas productivas modernas, la transformación de las grandes empresas de producción y transporte en sociedades anónimas, trusts y en propiedad del Estado demuestra que la burguesía no es ya indispensable para el desempeño de estas funciones. Hoy, las funciones sociales del capitalista corren todas a cargo de empleados a sueldo, y toda la actividad social de aquél se reduce a cobrar sus rentas, cortar sus cupones y jugar en la Bolsa, donde los capitalistas de toda clase se arrebatan unos a otros sus capitales. Y si antes el modo capitalista de producción desplazaba a los obreros, ahora desplaza también a los capitalistas, arrinconándolos, igual que a los obreros, entre la población sobrante; aunque por ahora todavía no en el ejército industrial de reserva. Pero las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad de las sociedades anónimas y de los trusts o en propiedad del Estado. Por lo que a las sociedades anónimas y a los trusts se refiere, es palpablemente claro. Por su parte, el Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide. Mas, al llegar a la cúspide, se derrumba. La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución.
Esta solución sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admite otra dirección que la suya. Haciéndolo así, el carácter social de los medios de producción y de los productos, que hoy se vuelve contra los mismos productores, rompiendo periódicamente los cauces del modo de producción y de cambio, y que sólo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso ciego de las leyes naturales, será puesto en vigor con plena conciencia por los productores y se convertirá, de causa constante de perturbaciones y de cataclismos periódicos, en la palanca más poderosa de la producción misma.
Las fuerzas activas de la sociedad obran, mientras no las conocemos y contamos con ellas, exactamente lo mismo que las fuerzas de la naturaleza: de un modo ciego, violento,
destructor. Pero, una vez conocidas, tan pronto como se ha sabido comprender su acción, su tendencia y sus efectos, en nuestras manos está el supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio de ellas los fines propuestos. Tal es lo que ocurre, muy señaladamente, con las gigantescas fuerzas modernas de producción. Mientras nos resistamos obstinadamente a comprender su naturaleza y su carácter -y a esta comprensión se oponen el modo capitalista de producción y sus defensores-, estas fuerzas actuarán a pesar de nosotros, contra nosotros, y nos dominarán, como hemos puesto bien de relieve. En cambio, tan pronto como penetremos en su naturaleza, esas fuerzas, puestas en manos de los productores asociados, se convertirán, de tiranos demoníacos, en sumisas servidoras. Es la misma diferencia que hay entre el poder destructor de la electricidad en los rayos de la tormenta y la electricidad sujeta en el telégrafo y en el arco voltaico; la diferencia que hay entre el incendio y el fuego puesto al servicio del hombre. El día en que las fuerzas productivas de la sociedad moderna se sometan al régimen congruente con su naturaleza, por fin conocida, la anarquía social de la producción dejará el puesto a una reglamentación colectiva y organizada de la producción acorde con las necesidades de la sociedad y de cada individuo. Y el régimen capitalista de apropiación, en que el producto esclaviza primero a quien lo crea y luego a quien se lo apropia, será sustituido por el régimen de apropiación del producto que el carácter de los modernos medios de producción está reclamando: de una parte, apropiación directamente social, como medio para mantener y ampliar la producción; de otra parte, apropiación directamente individual, como medio de vida y de disfrute.
El modo capitalista de producción, al convertir más y más en proletarios a la inmensa mayoría de los individuos de cada país, crea la fuerza que, si no quiere perecer, está obligada a hacer esa revolución. Y, al forzar cada vez más la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializados de producción, señala ya por sí mismo el camino por el que esa revolución ha de producirse. El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado, y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad, que se había movido hasta el presente entre antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea, de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores de producción, y, por tanto, particularmente, para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de producción existente. El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado de la clase que en su época representaba a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener sometida; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esto, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión que es el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no es «abolido»; se extingue. Partiendo de esto es como hay que juzgar el valor de esa frase del «Estado popular libre» en lo que toca a su justificación provisional como consigna de agitación y en lo que se refiere a su falta de fundamento científico. Partiendo de esto es también como debe ser considerada la reivindicación de los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la mañana.
Desde que ha aparecido en la palestra de la historia el modo de producción capitalista ha habido individuos y sectas enteras ante quienes se ha proyectado más o menos vagamente, como ideal futuro, la apropiación de todos los medios de producción por la sociedad. Mas, para que esto fuese realizable, para que se convirtiese en una necesidad histórica, era menester que antes se diesen las condiciones efectivas para su realización. Para que este progreso, como todos los progresos sociales, sea viable, no basta con que la razón comprenda que la existencia de las clases es incompatible con los dictados de la justicia, de la igualdad, etc.; no basta con la mera voluntad de abolir estas clases, sino que son necesarias determinadas condiciones económicas nuevas. La división de la sociedad en una clase explotadora y otra explotada, una clase dominante y otra oprimida, era una consecuencia necesaria del anterior desarrollo incipiente de la producción. Mientras el trabajo global de la sociedad sólo rinde lo estrictamente indispensable para cubrir las necesidades más elementales de todos; mientras, por lo tanto, el trabajo absorbe todo el tiempo o casi todo el tiempo de la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad, ésta se divide, necesariamente, en clases. Junto a la gran mayoría constreñida a no hacer más que llevar la carga del trabajo, se forma una clase eximida del trabajo directamente productivo y a cuyo cargo corren los asuntos generales de la sociedad: la dirección de los trabajos, los negocios públicos, la justicia, las ciencias, las artes, etc. Es, pues, la ley de la división del trabajo la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. Lo cual no impide que esta división de la sociedad en clases se lleve a cabo por la violencia y el despojo, la astucia y el engaño; ni quiere decir que la clase dominante, una vez entronizada, se abstenga de consolidar su poderío a costa de la clase trabajadora, convirtiendo su papel social de dirección en una mayor explotación de las masas.
Vemos, pues, que la división de la sociedad en clases tiene su razón histórica de ser, pero sólo dentro de determinados límites de tiempo bajo determinadas condiciones sociales. Era condicionada por la insuficiencia de la producción, y será barrida cuando se desarrollen plenamente las modernas fuerzas productivas. En efecto, la abolición de las clases sociales presupone un grado histórico de desarrollo tal, que la existencia, no ya de esta o de aquella clase dominante concreta, sino de una clase dominante cualquiera que ella sea y, por tanto, de las mismas diferencias de clase, representa un anacronismo. Presupone, por consiguiente, un grado culminante en el desarrollo de la producción, en el que la apropiación de los medios de producción y de los productos y, por tanto, del poder político, del monopolio de la cultura y de la dirección espiritual por una determinada clase de la sociedad, no sólo se hayan hecho superfluos, sino que además constituyan económica, política e intelectualmente una barrera levantada ante el progreso. Pues bien; a este punto ya se ha llegado. Hoy, la bancarrota política e intelectual de la burguesía ya apenas es un secreto ni para ella misma, y su bancarrota económica es un fenómeno que se repite periódicamente de diez en diez años. En cada una de estas crisis, la sociedad se asfixia, ahogada por la masa de sus propias fuerzas productivas y de sus productos, a los que no puede aprovechar, y se enfrenta, impotente, con la absurda contradicción de que sus productores no tengan qué consumir, por falta precisamente de consumidores. La fuerza expansiva de los medios de producción rompe las ligaduras con que los sujeta el modo capitalista de producción. Esta liberación de los medios de producción es lo único que puede permitir el desarrollo ininterrumpido y cada vez más rápido de las fuerzas productivas, y con ello, el crecimiento prácticamente ilimitado de la producción. Mas no es esto solo. La apropiación social de los medios de producción no sólo arrolla los obstáculos artificiales que hoy se le oponen a la producción, sino que acaba también con el derroche y la asolación de fuerzas productivas y de productos, que es una de las consecuencias inevitables de la producción actual y que alcanza su punto de apogeo en las crisis. Además, al acabar con el necio derroche de lujo de las clases dominantes y de sus representantes políticos, pone en circulación para la colectividad toda una masa de medios de producción y de productos. Por vez primera, se da ahora, y se da de un modo efectivo, la posibilidad de asegurar a todos los miembros de la sociedad, por medio de un sistema de producción social, una existencia que, además de satisfacer plenamente y cada día con mayor holgura sus necesidades materiales, les garantiza el libre y completo desarrollo y ejercicio de sus capacidades físicas y espirituales. -xxix[********]-.
Al posesionarse la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social deja el puesto a una organización armónica, proporcional y consciente. Cesa la lucha por la existencia individual y con ello, en cierto sentido, el hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones de vida verdaderamente humanas. Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora le dominaban, se colocan, a partir de este instante, bajo su dominio y su control, y el hombre, al convertirse en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora se alzaban frente al hombre como leyes naturales, como poderes extraños que lo sometían a su imperio, son aplicadas ahora por él con pleno conocimiento de causa y, por tanto, sometidas a su poderío. La propia existencia social del hombre, que hasta aquí se le enfrentaba como algo impuesto por la naturaleza y la historia, es a partir de ahora obra libre suya. Los poderes objetivos y extraños que hasta ahora venían imperando en la historia se colocan bajo el control del hombre mismo. Sólo desde entonces, éste comienza a trazarse su historia con plena conciencia de lo que hace. Y, sólo desde entonces, las causas sociales puestas en acción por él, comienzan a producir predominantemente y cada vez en mayor medida los efectos apetecidos. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.
* * *
Resumamos brevemente, para terminar, nuestra trayectoria de desarrollo:
I.- Sociedad medieval: Pequeña producción individual. Medios de producción adaptados al uso individual, y, por tanto, primitivos, torpes, mezquinos, de eficacia mínima. Producción para el consumo inmediato, ya del propio productor, ya de su señor feudal. Sólo en los casos en que queda un remanente de productos, después de cubrir ese consumo, se ofrece en venta y se lanza al intercambio. Por tanto, la producción de mercancías está aún en sus albores, pero encierra ya, en germen, la anarquía de la producción social.
II.- Revolución capitalista: Transformación de la industria, iniciada por medio de la cooperación simple y de la manufactura. Concentración de los medios de producción, hasta entonces dispersos, en grandes talleres, con lo que se convierten de medios de producción del individuo en medios de producción sociales, metamorfosis que no afecta, en general, a la forma del cambio. Quedan en pie las viejas formas de apropiación. Aparece el capitalista: en su calidad de propietario de los medios de producción, se apropia también de los productos y los convierte en mercancías. La producción se transforma en un acto social; el cambio y, con él, la apropiación siguen siendo actos individuales: el producto social es apropiado por el capitalista individual. Contradicción fundamental, de la que se derivan todas las contradicciones en que se mueve la sociedad actual y que pone de manifiesto claramente la gran industria.
A. El productor se separa de los medios de producción. El obrero se ve condenado a ser asalariado de por vida. Antítesis de burguesía y proletariado.
B. Relieve creciente y eficacia acentuada de las leyes que presiden la producción de mercancías. Competencia desenfrenada. Contradicción entre la organización social dentro de cada fábrica y la anarquía social en la producción total.
C. De una parte, perfeccionamiento de la maquinaria, que la competencia convierte en imperativo para cada fabricante y que equivale a un desplazamiento cada vez mayor de obreros: ejército industrial de reserva. De otra parte, extensión ilimitada de la producción, que la competencia impone también como norma coactiva a todos los fabricantes. Por ambos lados, un desarrollo inaudito de las fuerzas productivas, exceso de la oferta sobre la demanda, superproducción, abarrotamiento de los mercados, crisis cada diez años, círculo vicioso: superabundancia, aquí de medios de producción y de productos, y allá de obreros sin trabajo y sin medios
de vida. Pero estas dos palancas de la producción y del bienestar social no pueden combinarse porque la forma capitalista de la producción impide a las fuerzas productivas actuar y a los productos circular, a no ser que se conviertan previamente en capital, que es lo que precisamente les veda su propia superabundancia. La contradicción se exalta hasta convertirse en contrasentido: el modo de producción se rebela contra la forma de cambio. La burguesía se muestra incapaz para seguir rigiendo sus propias fuerzas sociales productivas.
D. Reconocimiento parcial del carácter social de las fuerzas productivas, arrancado a los propios capitalistas. Apropiación de los grandes organismos de producción y de transporte, primero por sociedades anónimas, luego por trusts, y más tarde por el Estado. La burguesía se revela como una clase superflua; todas sus funciones sociales son ejecutadas ahora por empleados a sueldo.
III.- Revolución proletaria, solución de las contradicciones: el proletariado toma el poder político, y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción, que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime los medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su carácter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora es ya posible una producción social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo de la producción convierte en un anacronismo la subsistencia de diversas clases sociales. A medida que desaparece la anarquía de la producción social languidece también la autoridad política del Estado. Los hombres, dueños por fin de su propia existencia social, se convierten en dueños de la naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres.
La realización de este acto que redimirá al mundo es la misión histórica del proletariado moderno. Y el socialismo científico, expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones y de la naturaleza de su propia acción.
Escrito por F. Engels de enero de 1880 a la primera mitad de marzo del mismo año.
Publicado en la revista "La Revue socialiste", Nº 3, 4, 5, 20 de marzo, 20 de abril y 5 de mayo de 1880 y como folleto aparte en francés: F. Engels. «Socialisme utopiqueet socialisme scientifique», Paris, 1880.
Se publica de acuerdo con el texto de la edición alemana de 1891. Traducido del aleman. )))).....
Nota: por acumulación de trabajo buscamos en Internet este texto y dimos con www.blogger.com/blogger.g?blogID, donde aparecía el texto de F. Engels; lo hemos copiado y lo publicamos tal cual. -les damos las gracias-.../...
DEL SOCIALISMO UTÓPICO AL SOCIALISMO CIENTÍFICO
Por Federico Engels
PRÓLOGO A LA EDICIÓN INGLESA DE 1892
El pequeño trabajo que tiene delante el lector, formaba parte, en sus orígenes, de una obra mayor. Hacia 1875, el Dr. E. Dühring, privat-docent en la Universidad de Berlín, anunció de pronto y con bastante estrépito su conversión al socialismo y presentó al público alemán, no sólo una teoría socialista detalladamente elaborada, sino también un plan práctico completo para la reorganización de la sociedad. Se abalanzó, naturalmente, sobre sus predecesores, honrando particularmente a Marx, sobre quien derramó las copas llenas de su ira.
Esto ocurría por los tiempos en que las dos secciones del Partido Socialista Alemán —los eisenachianos y los lassalleanos-i[2]-— acababan de fusionarse, adquiriendo éste así, no sólo un inmenso incremento de fuerza, sino algo que importaba todavía más: la posibilidad de desplegar toda esta fuerza contra el enemigo común. El Partido Socialista Alemán se iba convirtiendo rápidamente en una potencia. Pero, para convertirlo en una potencia, la condición primordial era no poner en peligro la unidad recién conquistada. Y el Dr. Dühring se aprestaba públicamente a formar en torno a su persona una secta, el núcleo de un partido futuro aparte. No había, pues, más remedio que recoger el guante que se nos lanzaba y dar la batalla, por muy poco agradable que ello nos fuese.
Por cierto, la cosa, aunque no muy difícil, había de ser, evidentemente, harto pesada. Es bien sabido que nosotros, los alemanes, tenemos una terrible y poderosa Gründlichkeit, un cavilar profundo o una caviladora profundidad, como se le quiera llamar. En cuanto uno de nosotros expone algo que reputa una nueva doctrina, lo primero que hace es elaborarla en forma de un sistema universal. Tiene que demostrar que lo mismo los primeros principios de la lógica que las leyes fundamentales del Universo, no han existido desde toda una eternidad con otro designio que el de llevar, al fin y a la postre, hasta esta teoría recién descubierta, que viene a coronar todo lo existente. En este respecto, el Dr. Dühring estaba cortado en absoluto por el patrón nacional.
Nada menos que un "Sistema completo de la Filosofía" —filosofía intelectual, moral, natural y de la Historia—, un "Sistema completo de Economía Política y de Socialismo" y, finalmente, una "Historia crítica de la Economía Política" —tres gordos volúmenes en octavo, pesados por fuera y por dentro, tres cuerpos de ejército de argumentos, movilizados contra todos los filósofos y economistas precedentes en general y contra Marx en particular—; en realidad, un intento de completa «subversión de la ciencia». Tuve que vérmelas con todo eso; tuve que tratar todos los temas posibles, desde las ideas sobre el tiempo y el espacio hasta el bimetalismo-ii[3]-, desde la eternidad de la materia y el movimiento hasta la naturaleza perecedera de las ideas morales; desde la selección natural de Darwin hasta la educación de la juventud en una sociedad futura. Cierto es que la sistemática universalidad de mi contrincante me brindaba ocasión para desarrollar frente a él, en una forma más coherente de lo que hasta entonces se había hecho, las ideas mantenidas por Marx y por mí acerca de tan grande variedad de materias. Y ésta fue la razón principal que me movió a acometer esta tarea, por lo demás tan ingrata.
Mi réplica vio la luz, primero, en una serie de artículos publicados en el "Vorwärts"-iii[4]- de Leipzig, órgano central del Partido Socialista, y, más tarde, en forma de libro, con el título de "Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft" ["La subversión de la ciencia por el señor E. Dühring"], del que en 1886 se publicó en Zurich una segunda edición.
A instancias de mi amigo Paul Lafargue, actual representante de kille en la Cámara de los diputados de Francia, arreglé tres capítulos de este libro para un folleto, que él tradujo y publicó en 1880 con el título de "Socialisme utopique et socialisme scientifique";
El socialismo moderno es, en primer término, por su contenido, fruto del reflejo en la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de clase que imperan en la moderna sociedad entre poseedores y desposeídos, capitalistas y obreros asalariados, y, por otro lado, de la anarquía que reina en la producción. Pero, por su forma teórica, el socialismo empieza presentándose como una continuación, más desarrollada y más consecuente, de los principios proclamados por los grandes ilustradores franceses del siglo XVIII. Como toda nueva teoría, el socialismo, aunque tuviese sus raíces en los hechos materiales económicos, hubo de empalmar, al nacer, con las ideas existentes.
Los grandes hombres que en Francia ilustraron las cabezas para la revolución que había de desencadenarse, adoptaron ya una actitud resueltamente revolucionaria. No reconocían autoridad exterior de ningún género. La religión, la concepción de la naturaleza, la sociedad, el orden estatal: todo lo sometían a la crítica más despiadada; cuanto existía había de justificar los títulos de su existencia ante el fuero de la razón o renunciar a seguir existiendo. A todo se aplicaba como rasero único la razón pensante. Era la época en que, según Hegel, «el mundo giraba sobre la cabeza» -xxix[*****]-, primero, en el sentido de que la cabeza humana y los principios establecidos por su especulación reclamaban el derecho a ser acatados como base de todos los actos humanos y de toda relación social, y luego también, en el sentido más amplio de que la realidad que no se ajustaba a estas conclusiones se veía subvertida de hecho desde los cimientos hasta el remate.
Todas las formas anteriores de sociedad y de Estado, todas las ideas tradicionales, fueron arrinconadas en el desván como irracionales; hasta allí, el mundo se había dejado gobernar por puros prejuicios; todo el pasado no merecía más que conmiseración y desprecio. Sólo ahora había apuntado la aurora, el reino de la razón; en adelante, la superstición, la injusticia, el privilegio y la opresión serían desplazados por la verdad eterna, por la eterna justicia, por la igualdad basada en la naturaleza y por los derechos inalienables del hombre. Hoy sabemos ya que ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía, que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa; que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley; que como uno de los derechos más esenciales del hombre se proclamó la propiedad burguesa; y que el Estado de la razón, el «contrato social» de Rousseau pisó y solamente podía pisar el terreno de la realidad, convertido en república democrática burguesa. Los grandes pensadores del siglo XVIII, como todos sus predecesores, no podían romper las fronteras que su propia época les trazaba.
Pero, junto al antagonismo entre la nobleza feudal y la burguesía, que se erigía en representante de todo el resto de la sociedad, manteníase en pie el antagonismo general entre explotadores y explotados, entre ricos holgazanes y pobres que trabajaban. Y este hecho era precisamente el que permitía a los representantes de la burguesía arrogarse la representación, no de una clase determinada, sino de toda la humanidad doliente. Más aún. Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados, y en la misma proporción en que los maestros de los gremios medievales se convertían en burgueses modernos, los oficiales y los jornaleros no agremiados transformábanse en proletarios. Y, si, en términos generales, la burguesía podía arrogarse el derecho a representar, en sus luchas contra la nobleza, además de sus intereses, los de las diferentes clases trabajadoras de la época, al lado de todo gran movimiento burgués que se desataba estallaban movimientos independientes de aquella clase que era el precedente más o menos desarrollado del proletariado moderno. Tal fue en la época de la Reforma y de las guerras campesinas en Alemania la tendencia de los anabaptistas -xxix[31]- y de Tomás Münzer; en la Gran Revolución inglesa, los «levellers» -xxix[32]-, y en la Gran Revolución francesa, Babeuf. Y estas sublevaciones revolucionarias de una clase incipiente son acompañadas, a la vez, por las correspondientes manifestaciones teóricas: en los siglos XVI y XVII aparecen las descripciones utópicas de un régimen ideal de la sociedad -xxix[33]-; en el siglo XVIII, teorías directamente comunistas ya, como las de Morelly y Mably. La reivindicación de la igualdad no se limitaba a los derechos políticos, sino que se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo; ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias diferencias de clase. Un comunismo ascético, a lo espartano, que prohibía todos los goces de la vida: tal fue la primera forma de manifestarse de la nueva doctrina. Más tarde, vinieron los tres grandes utopistas: Saint-Simon, en quien la tendencia burguesa sigue afirmándose todavía, hasta cierto punto, junto a la tendencia proletaria; Fourier y Owen, quien, en el país donde la producción capitalista estaba más desarrollada y bajo la impresión de los antagonismos engendrados por ella, expuso en forma sistemática una serie de medidas encaminadas a abolir las diferencias de clase, en relación directa con el materialismo francés.
Rasgo común a los tres es el no actuar como representantes de los intereses del proletariado, que entretanto había surgido como un producto de la propia historia. Al igual que los ilustradores franceses, no se proponen emancipar primeramente a una clase determinada, sino, de golpe, a toda la humanidad. Y lo mismo que ellos, pretenden instaurar el reino de la razón y de la justicia eterna. Pero entre su reino y el de los ilustradores franceses media un abismo. También el mundo burgués, instaurado según los principios de éstos, es irracional e injusto y merece, por tanto, ser arrinconado entre los trastos inservibles, ni más ni menos que el feudalismo y las formas sociales que le precedieron. Si hasta ahora la verdadera razón y la verdadera justicia no han gobernado el mundo, es, sencillamente, porque nadie ha sabido penetrar debidamente en ellas. Faltaba el hombre genial que ahora se alza ante la humanidad con la verdad, al fin, descubierta. El que ese hombre haya aparecido ahora, y no antes, el que la verdad haya sido, al fin, descubierta ahora y no antes, no es, según ellos, un acontecimiento inevitable, impuesto por la concatenación del desarrollo histórico, sino porque el puro azar lo quiere así. Hubiera podido aparecer quinientos años antes ahorrando con ello a la humanidad quinientos años de errores, de luchas y de sufrimientos.
Hemos visto cómo los filósofos franceses del siglo XVIII, los precursores de la revolución, apelaban a la razón como único juez de todo lo existente. Se pretendía instaurar un Estado racional, una sociedad ajustada a la razón, y cuanto contradecía a la razón eterna debía ser desechado sin piedad. Y hemos visto también que, en realidad, esa razón eterna no era más que el sentido común idealizado del hombre del estado llano que, precisamente por aquel entonces, se estaba convirtiendo en burgués. Por eso cuando la revolución francesa puso en obra esta sociedad racional y este Estado racional, resultó que las nuevas instituciones, por más racionales que fuesen en comparación con las antiguas, distaban bastante de la razón absoluta. El Estado racional había quebrado completamente. El contrato social de Rousseau venía a tomar cuerpo en la época del terror -xxix[34]-, y la burguesía, perdida la fe en su propia habilidad política, fue a refugiarse, primero, en la corrupción del Directorio -xxix[35]- y, por último, bajo la égida del despotismo napoleónico. La prometida paz eterna se había trocado en una interminable guerra de conquistas. Tampoco corrió mejor suerte la sociedad de la razón. El antagonismo entre pobres y ricos, lejos de disolverse en el bienestar general, habíase agudizado al desaparecer los privilegios de los gremios y otros, que tendían un puente sobre él, y los establecimientos eclesiásticos de beneficencia, que lo atenuaban. La «libertad de la propiedad» de las trabas feudales, que ahora se convertía en realidad, resultaba ser, para el pequeño burgués y el pequeño campesino, la libertad de vender a esos mismos señores poderosos su pequeña propiedad, agobiada por la arrolladora competencia del gran capital y de la gran propiedad terrateniente; con lo que se convertía en la «libertad» del pequeño burgués y del pequeño campesino de toda propiedad. El auge de la industria sobre bases capitalistas convirtió la pobreza y la miseria de las masas trabajadoras en condición de vida de la sociedad. El pago al contado fue convirtiéndose, cada vez en mayor grado, según la expresión de Carlyle, en el único eslabón que enlazaba a la sociedad. La estadística criminal crecía de año en año. Los vicios feudales, que hasta entonces se exhibían impúdicamente a la luz del día, no desaparecieron, pero se recataron, por el momento, un poco al fondo de la escena; en cambio, florecían exuberantemente los vicios burgueses, ocultos hasta allí bajo la superficie. El comercio fue degenerando cada vez más en estafa. La «fraternidad» de la divisa revolucionaria -xxix[36]- tomó cuerpo en las deslealtades y en la envidia de la lucha de competencia. La opresión violenta cedió el puesto a la corrupción, y la espada, como principal palanca del poder social, fue sustituida por el dinero. El derecho de pernada pasó del señor feudal al fabricante burgués. La prostitución se desarrolló en proporciones hasta entonces inauditas. El matrimonio mismo siguió siendo lo que ya era: la forma reconocida por la ley, el manto oficial con que se cubría la prostitución, complementado además por una gran abundancia de adulterios. En una palabra, comparadas con las brillantes promesas de los ilustradores, las instituciones sociales y políticas instauradas por el «triunfo de la razón» resultaron ser unas tristes y decepcionantes caricaturas. Sólo faltaban los hombres que pusieron de relieve el desengaño y que surgieron en los primeros años del siglo XIX. En 1802, vieron la luz las "Cartas ginebrinas" de Saint-Simon; en 1808, publicó Fourier su primera obra, aunque las bases de su teoría databan ya de 1799; el 1 de enero de 1800, Roberto Owen se hizo cargo de la dirección de la empresa de New Lanark -xxix[37]-.
Sin embargo, por aquel entonces, el modo capitalista de producción, y con él el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, se habían desarrollado todavía muy poco. La gran industria, que en Inglaterra acababa de nacer, era todavía desconocida en Francia. Y sólo la gran industria desarrolla, de una parte, los conflictos que transforman en una necesidad imperiosa la subversión del modo de producción y la eliminación de su carácter capitalista -conflictos que estallan no sólo entre las clases engendradas por esa gran industria, sino también entre las fuerzas productivas y las formas de cambio por ella creadas- y, de otra parte, desarrolla también en estas gigantescas fuerzas productivas los medios para resolver estos conflictos. Si bien, hacia 1800, los conflictos que brotaban del nuevo orden social apenas empezaban a desarrollarse, estaban mucho menos desarrollados, naturalmente, los medios que habían de conducir a su solución. Si las masas desposeídas de París lograron adueñarse por un momento del poder durante el régimen del terror y con ello llevar al triunfo a la revolución burguesa, incluso en contra de la burguesía, fue sólo para demostrar hasta qué punto era imposible mantener por mucho tiempo este poder en las condiciones de la época. El proletariado, que apenas empezaba a destacarse en el seno de estas masas desposeídas, como tronco de una clase nueva, totalmente incapaz todavía para desarrollar una acción política propia, no representaba más que un estamento oprimido, agobiado por toda clase de sufrimientos, incapaz de valerse por sí mismo. La ayuda, en el mejor de los casos, tenía que venirle de fuera, de lo alto.
Esta situación histórica informa también las doctrinas de los fundadores del socialismo. Sus teorías incipientes no hacen más que reflejar el estado incipiente de la producción capitalista, la incipiente condición de clase. Se pretendía sacar de la cabeza la solución de los problemas sociales, latente todavía en las condiciones económicas poco desarrolladas de la época. La sociedad no encerraba más que males, que la razón pensante era la llamada a remediar. Tratábase por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para implantarlo en la sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y a ser posible, con el ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo. Estos nuevos sistemas sociales nacían condenados a moverse en el reino de la utopía; cuanto más detallados y minuciosos fueran, mas tenían que degenerar en puras fantasías.
Sentado esto, no tenemos por qué detenernos ni un momento más en este aspecto, incorporado ya definitivamente al pasado. Dejemos que los traperos literarios revuelvan solemnemente en estas fantasías, que hoy parecen mover a risa, para poner de relieve, sobre el fondo de ese «cúmulo de dislates», la superioridad de su razonamiento sereno. Nosotros, en cambio, nos admiramos de los geniales gérmenes de ideas y de las ideas geniales que brotan por todas partes bajo esa envoltura de fantasía y que los filisteos son incapaces de ver.
Saint-Simon era hijo de la Gran Revolución francesa, que estalló cuando él no contaba aún treinta años. La revolución fue el triunfo del tercer estado, es decir, de la gran masa activa de la nación, a cuyo cargo corrían la producción y el comercio, sobre los estamentos hasta entonces ociosos y privilegiados de la sociedad: la nobleza y el clero. Pero pronto se vio que el triunfo del tercer estado no era más que el triunfo de una parte muy pequeña de él, la conquista del poder político por el sector socialmente privilegiado de esa clase: la burguesía poseyente. Esta burguesía, además, se desarrollaba rápidamente ya en el proceso de la revolución, especulando con las tierras confiscadas y luego vendidas de la aristocracia y de la Iglesia, y estafando a la nación por medio de los suministros al ejército. Fue precisamente el gobierno de estos estafadores el que, bajo el Directorio, llevó a Francia y a la revolución al borde de la ruina, dando con ello a Napoleón el pretexto para su golpe de Estado. Por eso, en la idea de Saint-Simon, el antagonismo entre el tercer estado y los estamentos privilegiados de la sociedad tomó la forma de un antagonismo entre «obreros» y «ociosos». Los «ociosos» eran no sólo los antiguos privilegiados, sino todos aquellos que vivían de sus rentas, sin intervenir en la producción ni en el comercio. En el concepto de «trabajadores» no entraban solamente los obreros asalariados, sino también los fabricantes, los comerciantes y los banqueros. Que los ociosos habían perdido la capacidad para dirigir espiritualmente y gobernar políticamente, era un hecho evidente, que la revolución había sellado con carácter definitivo. Y, para Saint-Simon, las experiencias de la época del terror habían demostrado, a su vez, que los descamisados no poseían tampoco esa capacidad. Entonces, ¿quiénes habían de dirigir y gobernar? Según Saint-Simon, la ciencia y la industria unidas por un nuevo lazo religioso, un «nuevo cristianismo», forzosamente místico y rigurosamente jerárquico, llamado a restaurar la unidad de las ideas religiosas, rota desde la Reforma. Pero la ciencia eran los sabios académicos; y la industria eran, en primer término, los burgueses activos, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros. Y aunque estos burgueses habían de transformarse en una especie de funcionarios públicos, de hombres de confianza de toda la sociedad, siempre conservarían frente a los obreros una posición autoritaria y económicamente privilegiada. Los banqueros serían en primer término los llamados a regular toda la producción social por medio de una reglamentación del crédito. Ese modo de concebir correspondía perfectamente a una época en que la gran industria, y con ella el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, apenas comenzaba a despuntar en Francia. Pero Saint-Simon insiste muy especialmente en esto: lo que a él le preocupa siempre y en primer término es la suerte de «la clase más numerosa y más pobre» de la sociedad («la classe la plus nombreuse et la plus pauvre»).
Saint-Simon sienta ya, en sus "Cartas ginebrinas", la tesis de que «todos los hombres deben trabajar». En la misma obra, se expresa ya la idea de que el reinado del terror era el gobierno de las masas desposeídas. «Ved -les grita- lo que aconteció en Francia, cuando vuestros camaradas subieron al poder, ellos provocaron el hambre». Pero el concebir la revolución francesa como una lucha de clases, y no sólo entre la nobleza y la burguesía, sino entre la nobleza, la burguesía y los desposeídos, era, para el año 1802, un descubrimiento verdaderamente genial. En 1816, Saint-Simón declara que la política es la ciencia de la producción y predice ya la total absorción de la política por la Economía. Y si aquí no hace más que aparecer en germen la idea de que la situación económica es la base de las instituciones políticas, proclama ya claramente la transformación del gobierno político sobre los hombres en una administración de las cosas y en la dirección de los procesos de la producción, que no es sino la idea de la «abolición del Estado», que tanto estrépito levanta últimamente. Y, alzándose al mismo plano de superioridad sobre sus contemporáneos, declara, en 1814, inmediatamente después de la entrada de las tropas coligadas en París -xxix[†††††]-, y reitera en 1815, durante la guerra de los Cien Días -xxix[38]-, que la alianza de Francia con Inglaterra y, en segundo término, la de estos países con Alemania es la única garantía del desarrollo próspero y la paz en Europa. Para predicar a los franceses de 1815 una alianza con los vencedores de Waterloo -xxix[39]-, hacía falta tanta valentía como capacidad para ver a lo lejos en la historia.
Lo que en Saint-Simon es una amplitud genial de conceptos que le permite contener ya, en germen, casi todas las ideas no estrictamente económicas de los socialistas posteriores, en Fourier es la crítica ingeniosa auténticamente francesa, pero no por ello menos profunda, de las condiciones sociales existentes. Fourier coge por la palabra a la burguesía, a sus encendidos profetas de antes y a sus interesados aduladores de después de la revolución. Pone al desnudo despiadadamente la miseria material y moral del mundo burgués, y la compara con las promesas fascinadoras de los viejos ilustradores, con su imagen de una sociedad en la que sólo reinaría la razón, de una civilización que haría felices a todos los hombres y de una ilimitada perfectibilidad humana. Desenmascara las brillantes frases de los ideólogos burgueses de la época, demuestra cómo a esas frases altisonantes responde, por todas partes, la más mísera de las realidades y vuelca sobre este ruidoso fiasco de la fraseología su sátira mordaz. Fourier no es sólo un crítico; su espíritu siempre jovial hace de él un satírico, uno de los más grandes satíricos de todos los tiempos. La especulación criminal desatada con el reflujo de la ola revolucionaria y el espíritu mezquino del comercio francés en aquellos años, aparecen pintados en sus obras con trazo magistral y deleitoso. Pero todavía es más magistral en él la crítica de la forma burguesa de las relaciones entre los sexos y de la posición de la mujer en la sociedad burguesa. El es el primero que proclama que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es la medida de la emancipación general. Sin embargo, donde más descuella Fourier es en su modo de concebir la historia de la sociedad. Fourier divide toda la historia anterior en cuatro fases o etapas de desarrollo: el salvajismo, el patriarcado, la barbarie y la civilización, fase esta última que coincide con lo que llamamos hoy sociedad burguesa, es decir, con el régimen social implantado desde el siglo XVI, y demuestra que el «orden civilizado eleva a una forma compleja, ambigua, equívoca e hipócrita todos aquellos vicios que la barbarie practicaba en medio de la mayor sencillez». Para él, la civilización se mueve en un «círculo vicioso», en un ciclo de contradicciones, que está reproduciendo constantemente sin acertar a superarlas, consiguiendo de continuo lo contrario precisamente de lo que quiere o pretexta querer conseguir. Y así nos encontramos, por ejemplo, con que «en la civilización la pobreza brota de la misma abundancia». Como se ve, Fourier maneja la dialéctica con la misma maestría que su contemporáneo Hegel. Frente a los que se llenan la boca hablando de la ilimitada capacidad humana de perfección, pone de relieve, con igual dialéctica, que toda fase histórica tiene su vertiente ascensional, mas también su ladera descendente, y proyecta esta concepción sobre el futuro de toda la humanidad. Y así como Kant introduce en la ciencia de la naturaleza la idea del acabamiento futuro de la Tierra, Fourier introduce en su estudio de la historia la idea del acabamiento futuro de la humanidad.
Mientras el huracán de la revolución barría el suelo de Francia, en Inglaterra se desarrollaba un proceso revolucionario, más tranquilo, pero no por ello menos poderoso. El vapor y las máquinas-herramienta convirtieron la manufactura en la gran industria moderna, revolucionando con ello todos los fundamentos de la sociedad burguesa. El ritmo adormilado del desarrollo del período de la manufactura se convirtió en un verdadero período de lucha y embate de la producción. Con una velocidad cada vez más acelerada, iba produciéndose la división de la sociedad en grandes capitalistas y proletarios desposeídos, y entre ellos, en lugar del antiguo estado llano estable, llevaba una existencia insegura una masa inestable de artesanos y pequeños comerciantes, la parte más fluctuante de la población. El nuevo modo de producción sólo empezaba a remontarse por su vertiente ascensional; era todavía el modo de producción normal, regular, el único posible, en aquellas circunstancias. Y, sin embargo, ya entonces originó toda una serie de graves calamidades sociales: hacinamiento en los barrios más sórdidos de las grandes ciudades de una población desarraigada de su suelo; disolución de todos los lazos tradicionales de la costumbre, de la sumisión patriarcal y de la familia; prolongación abusiva del trabajo, que sobre todo en las mujeres y en los niños tomaba proporciones aterradoras; desmoralización en masa de la clase trabajadora, lanzada de súbito a condiciones de vida totalmente nuevas: del campo a la ciudad, de la agricultura a la industria, de una situación estable a otra constantemente variable e insegura. En estas circunstancias, se alza como reformador un fabricante de veintinueve años, un hombre cuyo candor casi infantil rayaba en lo sublime y que era, a la par, un dirigente innato de hombres como pocos. Roberto Owen habíase asimilado las enseñanzas de los ilustradores materialistas del siglo XVIII, según las cuales el carácter del hombre es, de una parte, el producto de su organización innata, y de otra, el fruto de las circunstancias que rodean al hombre durante su vida, y principalmente durante el período de su desarrollo. La mayoría de los hombres de su clase no veían en la revolución industrial más que caos y confusión, una ocasión propicia para pescar en río revuelto y enriquecerse aprisa. Owen vio en ella el terreno adecuado para poner en práctica su tesis favorita, introduciendo orden en el caos. Ya en Mánchester, dirigiendo una fábrica de más de quinientos obreros, había intentado, no sin éxito, aplicar prácticamente su teoría. Desde 1800 a 1829 encauzó en este sentido, aunque con mucha mayor libertad de iniciativa y con un éxito que le valió fama europea, la gran fábrica de hilados de algodón de New Lanark, en Escocia, de la que era socio y gerente. Una población que fue creciendo paulatinamente hasta 2.500 almas, reclutada al principio entre los elementos más heterogéneos, la mayoría de ellos muy desmoralizados, convirtióse en sus manos en una colonia modelo, en la que no se conocía la embriaguez, la policía, los jueces de paz, los procesos, los asilos para pobres, ni la beneficencia pública. Para ello, le bastó sólo con colocar a sus obreros en condiciones más humanas de vida, consagrando un cuidado especial a la educación de su descendencia. Owen fue el creador de las escuelas de párvulos, que funcionaron por vez primera en New Lanark. Los niños eran enviados a la escuela desde los dos años, y se encontraban tan a gusto en ella, que con dificultad se les podía llevar a su casa. Mientras que en las fábricas de sus competidores los obreros trabajaban hasta trece y catorce horas diarias, en New Lanark la jornada de trabajo era de diez horas y media. Cuando una crisis algodonera obligó a cerrar la fábrica durante cuatro meses, los obreros de New Lanark, que quedaron sin trabajo, siguieron cobrando íntegros sus jornales. Y, con todo, la empresa había incrementado hasta el doble su valor y rendido a sus propietarios hasta el último día, abundantes ganancias.
Sin embargo, Owen no estaba satisfecho con lo conseguido. La existencia que había procurado a sus obreros distaba todavía mucho de ser, a sus ojos, una existencia digna de un ser humano «Aquellos hombres eran mis esclavos» -decía. Las circunstancias relativamente favorables, en que les había colocado, estaban todavía muy lejos de permitirles desarrollar racionalmente y en todos sus aspectos el carácter y la inteligencia, y mucho menos desenvolver libremente sus energías. «Y, sin embargo, la parte productora de aquella población de 2.500 almas daba a la sociedad una suma de riqueza real que apenas medio siglo antes hubiera requerido el trabajo de 600.000 hombres juntos. Yo me preguntaba: ¿a dónde va a parar la diferencia entre la riqueza consumida por estas 2.500 personas y la que hubieran tenido que consumir las 600.000?» La contestación era clara: esa diferencia se invertía en abonar a los propietarios de la empresa el cinco por ciento de interés sobre el capital de instalación, a lo que venían a sumarse más de 300.000 libras esterlinas de ganancia. Y el caso de New Lanark era, sólo que en proporciones mayores, el de todas las fábricas de Inglaterra. «Sin esta nueva fuente de riqueza creada por las máquinas, hubiera sido imposible llevar adelante las guerras libradas para derribar a Napoleón y mantener en pie los principios de la sociedad aristocrática. Y, sin embargo, este nuevo poder era obra de la clase obrera» -xxix[‡‡‡‡‡]-. A ella debían pertenecer también, por tanto, sus frutos. Las nuevas y gigantescas fuerzas productivas, que hasta allí sólo habían servido para que se enriqueciesen unos cuantos y para la esclavización de las masas, echaban, según Owen, las bases para una reconstrucción social y estaban llamadas a trabajar solamente, como propiedad colectiva de todos, para el bienestar colectivo.
Fue así, por este camino puramente práctico, como fruto, por decirlo así, de los cálculos de un hombre de negocios, como surgió el comunismo oweniano, que conservó en todo momento este carácter práctico. Así, en 1823, Owen propone un sistema de colonias comunistas para combatir la miseria reinante en Irlanda y presenta, en apoyo de su propuesta, un presupuesto completo de gastos de establecimiento, desembolsos anuales e ingresos probables. Y así también en sus planes definitivos de la sociedad del porvenir, los detalles técnicos están calculados con un dominio tal de la materia, incluyendo hasta diseños, dibujos de frente y a vista de pájaro, que, una vez aceptado el método oweniano de reforma de la sociedad, poco sería lo que podría objetar ni aun el técnico experto, contra los pormenores de su organización. El avance hacia el comunismo constituye el momento crucial en la vida de Owen. Mientras se había limitado a actuar sólo como filántropo, no había cosechado más que riquezas, aplausos, honra y fama. Era el hombre más popular de Europa. No sólo los hombres de su clase y posición social, sino también los gobernantes y los príncipes le escuchaban y lo aprobaban. Pero, en cuanto hizo públicas sus teorías comunistas, se volvió la hoja. Eran principalmente tres grandes obstáculos los que, según él, se alzaban en el camino de la reforma social: la propiedad privada, la religión y la forma vigente del matrimonio. Y no ignoraba a lo que se exponía atacándolos: la proscripción de toda la sociedad oficial y la pérdida de su posición social. Pero esta consideración no le contuvo en sus ataques despiadados contra aquellas instituciones, y ocurrió lo que él preveía. Desterrado de la sociedad oficial, ignorado completamente por la prensa, arruinado por sus fracasados experimentos comunistas en América, a los que sacrificó toda su fortuna, se dirigió a la clase obrera, en el seno de la cual actuó todavía durante treinta años.
Todos los movimientos sociales, todos los progresos reales registrados en Inglaterra en interés de la clase trabajadora, van asociados al nombre de Owen. Así, en 1819, después de cinco años de grandes esfuerzos, consiguió que fuese votada la primera ley limitando el trabajo de la mujer y del niño en las fábricas. El fue también quien presidió el primer congreso en que las tradeuniones de toda Inglaterra se fusionaron en una gran organización sindical única -xxix[40]-. Y fue también él quien creó, como medidas de transición, para que la sociedad pudiera organizarse de manera íntegramente comunista, de una parte las cooperativas de consumo y de producción -que han servido por lo menos para demostrar prácticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables-, y de otra parte, los bazares obreros, establecimientos de intercambio de los productos del trabajo por medio de bonos de trabajo y cuya unidad era la hora de trabajo rendido; estos establecimientos tenían necesariamente que fracasar, pero anticiparon a los Bancos proudhonianos de intercambio -xxix[41]-, diferenciándose de ellos solamente en que no pretendían ser la panacea universal para todos los males sociales, sino pura y simplemente un primer paso dado hacia una transformación mucho más radical de la sociedad.
Los conceptos de los utopistas han dominado durante mucho tiempo las ideas socialistas del siglo XIX, y en parte aún las siguen dominando hoy. Les rendían culto, hasta hace muy poco tiempo, todos los socialistas franceses e ingleses, y a ellos se debe también el incipiente comunismo alemán, incluyendo a Weitling. El socialismo es, para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta, de la razón y de la justicia, y basta con descubrirlo para que por su propia virtud conquiste el mundo. Y, como la verdad absoluta no está sujeta a condiciones de espacio ni de tiempo, ni al desarrollo histórico de la humanidad, sólo el azar puede decidir cuándo y dónde este descubrimiento ha de revelarse. Añádase a esto que la verdad absoluta, la razón y la justicia varían con los fundadores de cada escuela: y, como el carácter específico de la verdad absoluta, de la razón y la justicia está condicionado, a su vez, en cada uno de ellos, por la inteligencia subjetiva, las condiciones de vida, el estado de cultura y la disciplina mental, resulta que en este conflicto de verdades absolutas no cabe más solución que éstas se vayan puliendo las unas a las otras. Y, así, era inevitable que surgiese una especie de socialismo ecléctico y mediocre, como el que, en efecto, sigue imperando todavía en las cabezas de la mayor parte de los obreros socialistas de Francia e Inglaterra; una mescolanza extraordinariamente abigarrada y llena de matices, compuesta de los desahogos críticos, las doctrinas económicas y las imágenes sociales del porvenir menos discutibles de los diversos fundadores de sectas, mescolanza tanto más fácil de componer cuanto más los ingredientes individuales habían ido perdiendo, en el torrente de la discusión, sus contornos perfilados y agudos, como los guijarros lamidos por la corriente de un río. Para convertir el socialismo en una ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el terreno de la realidad.
II
Entretanto, junto a la filosofía francesa del siglo XVIII, y tras ella, había surgido la moderna filosofía alemana, a la que vino a poner remate Hegel. El principal mérito de esta filosofía es la restitución de la dialéctica, como forma suprema del pensamiento. Los antiguos filósofos griegos eran todos dialécticos innatos, espontáneos, y la cabeza más universal de todos ellos, Aristóteles, había llegado ya a estudiar las formas más substanciales del pensar dialéctico. En cambio, la nueva filosofía, aún teniendo algún que otro brillante mantenedor de la dialéctica (como, por ejemplo, Descartes y Spinoza), había ido cayendo cada vez más, influida principalmente por los ingleses, en la llamada manera metafísica de pensar, que también dominó casi totalmente entre los franceses del siglo XVIII, a lo menos en sus obras especialmente filosóficas. Fuera del campo estrictamente filosófico, también ellos habían creado obras maestras de dialéctica; como testimonio de ello basta citar "El sobrino de Rameau", de Diderot, y el "Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres" de Rousseau. Resumiremos aquí, concisamente, los rasgos más esenciales de ambos métodos discursivos.
Cuando nos paramos a pensar sobre la naturaleza, sobre la historia humana, o sobre nuestra propia actividad espiritual, nos encontramos de primera intención con la imagen de una trama infinita de concatenaciones y mutuas influencias, en la que nada permanece en lo que era, ni cómo y dónde era, sino que todo se mueve y cambia, nace y perece. Vemos, pues, ante todo, la imagen de conjunto, en la que los detalles pasan todavía mas o menos a segundo plano; nos fijamos más en el movimiento, en las transiciones, en la concatenación, que en lo que se mueve, cambia y se concatena. Esta concepción del mundo, primitiva, ingenua, pero esencialmente justa, es la de los antiguos filósofos griegos, y aparece expresada claramente por vez primera en Heráclito: todo es y no es, pues todo fluye, todo se halla sujeto a un proceso constante de transformación, de incesante nacimiento y caducidad. Pero esta concepción, por exactamente que refleje el carácter general del cuadro que nos ofrecen los fenómenos, no basta para explicar los elementos aislados que forman ese cuadro total; sin conocerlos, la imagen general no adquirirá tampoco un sentido claro. Para penetrar en estos detalles tenemos que desgajarlos de su entronque histórico o natural e investigarlos por separado, cada uno de por sí, en su carácter, causas y efectos especiales, etc. Tal es la misión primordial de las ciencias naturales y de la historia, ramas de investigación que los griegos clásicos situaban, por razones muy justificadas, en un plano puramente secundario, pues primeramente debían dedicarse a acumular los materiales científicos necesarios. Mientras no se reúne una cierta cantidad de materiales naturales e históricos, no puede acometerse el examen crítico, la comparación y, congruentemente, la división en clases, órdenes y especies. Por eso, los rudimentos de las ciencias naturales exactas no fueron desarrollados hasta llegar a los griegos del período alejandrino -xxix[42]-, y más tarde, en la Edad Media, por los árabes; la auténtica ciencia de la naturaleza sólo data de la segunda mitad del siglo XV, y, a partir de entonces, no ha hecho más que progresar constantemente con ritmo acelerado. El análisis de la naturaleza en sus diferentes partes, la clasificación de los diversos procesos y objetos naturales en determinadas categorías, la investigación interna de los cuerpos orgánicos según su diversa estructura anatómica, fueron otras tantas condiciones fundamentales a que obedecieron los progresos gigantescos realizados durante los últimos cuatrocientos años en el conocimiento científico de la naturaleza. Pero este método de investigación nos ha legado, a la par, el hábito de enfocar las cosas y los procesos de la naturaleza aisladamente, sustraídos a la concatenación del gran todo; por tanto, no en su dinámica, sino enfocados estáticamente; no como substancialmente variables, sino como consistencias fijas; no en su vida, sino en su muerte. Por eso este método de observación, al transplantarse, con Bacon y Locke, de las ciencias naturales a la filosofía, provocó la estrechez específica característica de estos últimos siglos: el método metafísico de pensamiento.
Para el metafísico, las cosas y sus imágenes en el pensamiento, los conceptos, son objetos de investigación aislados, fijos, rígidos, enfocados uno tras otro, cada cual de por sí, como algo dado y perenne. Piensa sólo en antítesis sin mediatividad posible; para él, una de dos: sí, sí; no, no; porque lo que va más allá de esto, de mal procede -xxix[§§§§§]-. Para él, una cosa existe o no existe; un objeto no puede ser al mismo tiempo lo que es y otro distinto. Lo positivo y lo negativo se excluyen en absoluto. La causa y el efecto revisten asimismo a sus ojos, la forma de una rígida antítesis. A primera vista, este método discursivo nos parece extraordinariamente razonable, porque es el del llamado sentido común. Pero el mismo sentido común, personaje muy respetable de puertas adentro, entre las cuatro paredes de su casa, vive peripecias verdaderamente maravillosas en cuanto se aventura por los anchos campos de la investigación; y el método metafísico de pensar, por muy justificado y hasta por necesario que sea en muchas zonas del pensamiento, más o menos extensas según la naturaleza del objeto de que se trate, tropieza siempre, tarde o temprano, con una barrera franqueada, la cual se torna en un método unilateral, limitado, abstracto, y se pierde en insolubles contradicciones, pues, absorbido por los objetos concretos, no alcanza a ver su concatenación; preocupado con su existencia, no para mientes en su génesis ni en su caducidad; concentrado en su estatismo, no advierte su dinámica; obsesionado por los árboles, no alcanza a ver el bosque. En la realidad de cada día sabemos, por ejemplo, y podemos decir con toda certeza si un animal existe o no; pero, investigando la cosa con más detención, nos damos cuenta de que a veces el problema se complica considerablemente, como lo saben muy bien los juristas, que tanto y tan en vano se han atormentado por descubrir un límite racional a partir del cual deba la muerte del niño en el claustro materno considerarse como un asesinato; ni es fácil tampoco determinar con fijeza el momento de la muerte, toda vez que la fisiología ha demostrado que la muerte no es un fenómeno repentino, instantáneo, sino un proceso muy largo. Del mismo modo, todo ser orgánico es, en todo instante, él mismo y otro; en todo instante va asimilando materias absorbidas del exterior y eliminando otras de su seno; en todo instante, en su organismo mueren unas células y nacen otras; y, en el transcurso de un período más o menos largo, la materia de que está formado se renueva totalmente, y nuevos átomos de materia vienen a ocupar el lugar de los antiguos, por donde todo ser orgánico es, al mismo tiempo, el que es y otro distinto. Asimismo, nos encontramos, observando las cosas detenidamente, con que los dos polos de una antítesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como antitéticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran recíprocamente; y vemos que la causa y el efecto son representaciones que sólo rigen como tales en su aplicación al caso concreto, pero, que, examinando el caso concreto en su concatenación con la imagen total del Universo, se juntan y se diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio y en que lo que ahora o aquí es efecto, adquiere luego o allí carácter de causa y viceversa.
Ninguno de estos fenómenos y métodos discursivos encaja en el cuadro de las especulaciones metafísicas. En cambio, para la dialéctica, que enfoca las cosas y sus imágenes conceptuales substancialmente en sus conexiones, en su concatenación, en su dinámica, en su proceso de génesis y caducidad, fenómenos como los expuestos no son más que otras tantas confirmaciones de su modo genuino de proceder. La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, y las modernas ciencias naturales nos brindan para esta prueba un acervo de datos extraordinariamente copiosos y enriquecidos con cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por los cauces dialécticos y no por los carriles metafísicos, que no se mueve en la eterna monotonía de un ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aquí hay que citar en primer término a Darwin, quien, con su prueba de que toda la naturaleza orgánica existente, plantas y animales, y entre ellos, como es lógico, el hombre, es producto de un proceso de desarrollo que dura millones de años, ha asestado a la concepción metafísica de la naturaleza el más rudo golpe. Pero, hasta hoy, los naturalistas que han sabido pensar dialécticamente pueden contarse con los dedos, y este conflicto entre los resultados descubiertos y el método discursivo tradicional pone al desnudo la ilimitada confusión que reina hoy en las ciencias naturales teóricas y que constituye la desesperación de maestros y discípulos, de autores y lectores.
Sólo siguiendo la senda dialéctica, no perdiendo jamás de vista las innumerables acciones y reacciones generales del devenir y del perecer, de los cambios de avance y de retroceso, llegamos a una concepción exacta del Universo, de su desarrollo y del desarrollo de la humanidad, así como de la imagen proyectada por ese desarrollo en las cabezas de los hombres. Y éste fue, en efecto, el sentido en que empezó a trabajar, desde el primer momento, la moderna filosofía alemana. Kant comenzó su carrera de filósofo disolviendo el sistema solar estable de Newton y su duración eterna -después de recibido el famoso primer impulso- en un proceso histórico: en el nacimiento del Sol y de todos los planetas a partir de una masa nebulosa en rotación. De aquí, dedujo ya la conclusión de que este origen implicaba también, necesariamente, la muerte futura del sistema solar. Medio siglo después, su teoría fue confirmada matemáticamente por Laplace, y, al cabo de otro medio siglo, el espectroscopio ha venido a demostrar la existencia en el espacio de esas masas ígneas de gas, en diferente grado de condensación.
La filosofía alemana moderna encontró su remate en el sistema de Hegel, en el que por vez primera -y ése es su gran mérito- se concibe todo el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo y se intenta además poner de relieve la íntima conexión que preside este proceso de movimiento y desarrollo. Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecía ya como un caos árido de violencias absurdas, igualmente condenables todas ante el fuero de la razón filosófica hoy ya madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que al pensamiento incumbía ahora seguir en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la existencia de leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del ciego azar. No importa que el sistema de Hegel no resolviese el problema que se planteaba. Su mérito, que sentó época, consistió en haberlo planteado. Porque se trata de un problema que ningún hombre solo puede resolver. Y aunque Hegel era, con Saint-Simon, la cabeza más universal de su tiempo, su horizonte hallábase circunscrito, en primer lugar, por la limitación inevitable de sus propios conocimientos, y, en segundo lugar, por los conocimientos y concepciones de su época, limitados también en extensión y profundidad. A esto hay que añadir una tercera circunstancia, Hegel era idealista; es decir, que para él las ideas de su cabeza no eran imágenes más o menos abstractas de los objetos y fenómenos de la realidad, sino que estas cosas y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, proyecciones realizadas de la «Idea», que ya existía no se sabe cómo, antes de que existiese el mundo. Así, todo quedaba cabeza abajo, y se volvía completamente del revés la concatenación real del Universo. Y por exactas y aún geniales que fuesen no pocas de las conexiones concretas concebidas por Hegel, era inevitable, por las razones a que acabamos de aludir, que muchos de sus detalles tuviesen un carácter amañado artificioso, construido; falso, en una palabra. El sistema de Hegel fue un aborto gigantesco, pero el último de su género. En efecto, seguía adoleciendo de una contradicción íntima incurable; pues, mientras de una parte arrancaba como supuesto esencial de la concepción histórica, según la cual la historia humana es un proceso de desarrollo que no puede, por su naturaleza, encontrar remate intelectual en el descubrimiento de eso que llaman verdad absoluta, de la otra se nos presenta precisamente como suma y compendio de esa verdad absoluta. Un sistema universal y definitivamente plasmado del conocimiento de la naturaleza y de la historia, es incompatible con las leyes fundamentales del pensamiento dialéctico; lo cual no excluye, sino que, lejos de ello, implica que el conocimiento sistemático del mundo exterior en su totalidad pueda progresar gigantescamente de generación en generación.
La conciencia de la total inversión en que incurría el idealismo alemán, llevó necesariamente al materialismo; pero, adviértase bien, no a aquel materialismo puramente metafísico y exclusivamente mecánico del siglo XVIII. En oposición a la simple repulsa, ingenuamente revolucionaria, de toda la historia anterior, el materialismo moderno ve en la historia el proceso de desarrollo de la humanidad, cuyas leyes dinámicas es misión suya descubrir. Contrariamente a la idea de la naturaleza que imperaba en los franceses del siglo XVIII, al igual que en Hegel, y en la que ésta se concebía como un todo permanente e invariable, que se movía dentro de ciclos cortos, con cuerpos celestes eternos, tal y como se los representaba Newton, y con especies invariables de seres orgánicos, como enseñara Linneo, el materialismo moderno resume y compendia los nuevos progresos de las ciencias naturales, según los cuales la naturaleza tiene también su historia en el tiempo, y los mundos, así como las especies orgánicas que en condiciones propicias los habitan, nacen y mueren, y los ciclos, en el grado en que son admisibles, revisten dimensiones infinitamente más grandiosas. Tanto en uno como en otro caso, el materialismo moderno es substancialmente dialéctico y no necesita ya de una filosofía que se halla por encima de las demás ciencias. Desde el momento en que cada ciencia tiene que rendir cuentas de la posición que ocupa en el cuadro universal de las cosas y del conocimiento de éstas, no hay ya margen para una ciencia especialmente consagrada a estudiar las concatenaciones universales. Todo lo que queda en pie de la anterior filosofía, con existencia propia, es la teoría del pensar y de sus leyes: la lógica formal y la dialéctica. Lo demás se disuelve en la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.
Sin embargo, mientras que esta revolución en la concepción de la naturaleza sólo había podido imponerse en la medida en que la investigación suministraba a la ciencia los materiales positivos correspondientes, hacía ya mucho tiempo que se habían revelado ciertos hechos históricos que imprimieron un viraje decisivo al modo de enfocar la historia. En 1831, estalla en Lyon la primera insurrección obrera, y de 1838 a 1842 alcanza su apogeo el primer movimiento obrero nacional: el de los cartistas ingleses. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasó a ocupar el primer plano de la historia de los países europeos más avanzados, al mismo ritmo con que se desarrollaba en ellos, por una parte, la gran industria, y por otra, la dominación política recién conquistada de la burguesía. Los hechos venían a dar un mentís cada vez más rotundo a las doctrinas económicas burguesas de la identidad de intereses entre el capital y el trabajo y de la armonía universal y el bienestar general de las naciones, como fruto de la libre concurrencia. No había manera de pasar por alto estos hechos, ni era tampoco posible ignorar el socialismo francés e inglés, expresión teórica suya, por muy imperfecta que fuese. Pero la vieja concepción idealista de la historia, que aún no había sido desplazada, no conocía luchas de clases basadas en intereses materiales, ni conocía intereses materiales de ningún género; para ella, la producción, al igual que todas las relaciones económicas, sólo existía accesoriamente, como un elemento secundario dentro de la «historia cultural».
Los nuevos hechos obligaron a someter toda la historia anterior a nuevas investigaciones, entonces se vio que, con excepción del estado primitivo, toda la historia anterior había sido la historia de las luchas de clases, y que estas clases sociales pugnantes entre sí eran en todas las épocas fruto de las relaciones de producción y de cambio, es decir, de las relaciones económicas de su época: que la estructura económica de la sociedad en cada época de la historia constituye, por tanto, la base real cuyas propiedades explican en última instancia, toda la superestructura integrada por las instituciones jurídicas y políticas, así como por la ideología religiosa, filosófica, etc., de cada período histórico. Hegel había liberado a la concepción de la historia de la metafísica, la había hecho dialéctica; pero su interpretación de la historia era esencialmente idealista. Ahora, el idealismo quedaba desahuciado de su último reducto, de la concepción de la historia, sustituyéndolo una concepción materialista de la historia, con lo que se abría el camino para explicar la conciencia del hombre por su existencia, y no ésta por su conciencia, que hasta entonces era lo tradicional.
De este modo el socialismo no aparecía ya como el descubrimiento casual de tal o cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión ya no era elaborar un sistema lo más perfecto posible de sociedad, sino investigar el proceso histórico económico del que forzosamente tenían que brotar estas clases y su conflicto, descubriendo los medios para la solución de éste en la situación económica así creada. Pero el socialismo tradicional era incompatible con esta nueva concepción materialista de la historia, ni más ni menos que la concepción de la naturaleza del materialismo francés no podía avenirse con la dialéctica y las nuevas ciencias naturales. En efecto, el socialismo anterior criticaba el modo capitalista de producción existente y sus consecuencias, pero no acertaba a explicarlo, ni podía, por tanto, destruirlo ideológicamente, no se le alcanzaba más que repudiarlo, lisa y llanamente, como malo. Cuanto más violentamente clamaba contra la explotación de la clase obrera, inseparable de este modo de producción, menos estaba en condiciones de indicar claramente en qué consistía y cómo nacía esta explotación. Mas de lo que se trataba era, por una parte, exponer ese modo capitalista de producción en sus conexiones históricas y como necesario para una determinada época de la historia, demostrando con ello también la necesidad de su caída, y, por otra parte, poner al desnudo su carácter interno, oculto todavía. Este se puso de manifiesto con el descubrimiento de la plusvalía. Descubrimiento que vino a revelar que el régimen capitalista de producción y la explotación del obrero, que de él se deriva, tenían por forma fundamental la apropiación de trabajo no retribuido; que el capitalista, aun cuando compra la fuerza de trabajo de su obrero por todo su valor, por todo el valor que representa como mercancía en el mercado, saca siempre de ella más valor que lo que le paga y que esta plusvalía es, en última instancia, la suma de valor de donde proviene la masa cada vez mayor del capital acumulada en manos de las clases poseedoras. El proceso de la producción capitalista y el de la producción de capital quedaban explicados. Estos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista, mediante la plusvalía, se los debemos a Marx. Gracias a ellos, el socialismo se convierte en una ciencia, que sólo nos queda por desarrollar en todos sus detalles y concatenaciones.
III
La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata. Cuando nace en los hombres la conciencia de que las instituciones sociales vigentes son irracionales e injustas, de que la razón se ha tornado en sinrazón y la bendición en plaga -xxix[******]-, esto no es mas que un indicio de que en los métodos de producción y en las formas de cambio se han producido calladamente transformaciones con las que ya no concuerda el orden social, cortado por el patrón de condiciones económicas anteriores. Con ello queda que en las nuevas relaciones de producción han de contenerse ya -más o menos desarrollados- los medios necesarios para poner término a los males descubiertos. Y esos medios no han de sacarse de la cabeza de nadie, sino que es la cabeza la que tiene que descubrirlos en los hechos materiales de la producción, tal y como los ofrece la realidad.
¿Cuál es, en este aspecto, la posición del socialismo moderno?
El orden social vigente -verdad reconocida hoy por casi todo el mundo- es obra de la clase dominante de los tiempos modernos de la burguesía. El modo de producción propio de la burguesía, al que desde Marx se da el nombre de modo capitalista de producción, era incompatible con los privilegios locales y de los estamentos, como lo era con los vínculos interpersonales del orden feudal. La burguesía echó por tierra el orden feudal y levantó sobre sus ruinas el régimen de la sociedad burguesa, el imperio de la libre concurrencia, de la libertad de domicilio, de la igualdad de derechos de los poseedores de las mercancías y tantas otras maravillas burguesas más. Ahora ya podía desarrollarse libremente el modo capitalista de producción. Y al venir el vapor y la nueva producción maquinizada y transformar la antigua manufactura en gran industria, las fuerzas productivas creadas y puestas en movimiento bajo el mando de la burguesía se desarrollaron con una velocidad inaudita y en proporciones desconocidas hasta entonces. Pero, del mismo modo que en su tiempo la manufactura y la artesanía, que seguía desarrollándose bajo su influencia, chocaron con las trabas feudales de los gremios, hoy la gran industria, al llegar a un nivel de desarrollo más alto, no cabe ya dentro del estrecho marco en que la tiene cohibida el modo capitalista de producción. Las nuevas fuerzas productivas desbordan ya la forma burguesa en que son explotadas, y este conflicto entre las fuerzas productivas y el modo de producción no es precisamente un conflicto planteado en las cabezas de los hombres, algo así como el conflicto entre el pecado original del hombre y la justicia divina, sino que existe en la realidad, objetivamente, fuera de nosotros, independientemente de la voluntad o de la actividad de los mismos hombres que lo han provocado. El socialismo moderno no es más que el reflejo de este conflicto material en la mente, su proyección ideal en las cabezas, empezando por las de la clase que sufre directamente sus consecuencias: la clase obrera.
¿En qué consiste este conflicto?
Antes de sobrevenir la producción capitalista, es decir, en la Edad Media, regía con carácter general la pequeña producción, basada en la propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción: en el campo, la agricultura corría a cargo de pequeños labradores, libres o siervos; en las ciudades, la industria estaba en manos de los artesanos. Los medios de trabajo -la tierra, los aperos de labranza, el taller, las herramientas- eran medios de trabajo individual, destinados tan sólo al uso individual y, por tanto, forzosamente, mezquinos, diminutos, limitados. Pero esto mismo hacía que perteneciesen, por lo general, al propio productor. El papel histórico del modo capitalista de producción y de su portadora, la burguesía, consistió precisamente en concentrar y desarrollar estos dispersos y mezquinos medios de producción, transformándolos en las potentes palancas de la producción de los tiempos actuales. Este proceso, que viene desarrollando la burguesía desde el siglo XV y que pasa históricamente por las tres etapas de la cooperación simple, la manufactura y la gran industria, aparece minuciosamente expuesto par Marx en la sección cuarta de "El Capital". Pero la burguesía, como asimismo queda demostrado en dicha obra, no podía convertir esos primitivos medios de producción en poderosas fuerzas productivas sin convertirlas de medios individuales de producción en medios sociales, sólo manejables por una colectividad de hombres. La rueca, el telar manual, el martillo del herrero fueron sustituidos por la máquina de hilar, por el telar mecánico, por el martillo movido a vapor; el taller individual cedió el puesto a la fábrica, que impone la cooperación de cientos y miles de obreros. Y, con los medios de producción, se transformó la producción misma, dejando de ser una cadena de actos individuales para convertirse en una cadena de actos sociales, y los productos individuales, en productos sociales. El hilo, las telas, los artículos de metal que ahora salían de la fábrica eran producto del trabajo colectivo de un gran número de obreros, por cuyas manos tenía que pasar sucesivamente para su elaboración. Ya nadie podía decir: esto lo he hecho yo, este producto es mío.
Pero allí donde la producción tiene por forma cardinal esa división social del trabajo creada paulatinamente, por impulso elemental, sin sujeción a plan alguno, la producción imprime a los productos la forma de mercancía, cuyo intercambio, compra y venta, permite a los distintos productores individuales satisfacer sus diversas necesidades. Y esto era lo que acontecía en la Edad Media. El campesino, por ejemplo, vendía al artesano los productos de la tierra, comprándole a cambio los artículos elaborados en su taller. En esta sociedad de productores individuales, de productores de mercancías, vino a introducirse más tarde el nuevo modo de producción. En medio de aquella división espontánea del trabajo sin plan ni sistema, que imperaba en el seno de toda la sociedad, el nuevo modo de producción implantó la división planificada del trabajo dentro de cada fábrica: al lado de la producción individual, surgió la producción social. Los productos de ambas se vendían en el mismo mercado, y por lo tanto, a precios aproximadamente iguales. Pero la organización planificada podía más que la división espontánea del trabajo; las fábricas en que el trabajo estaba organizado socialmente elaboraban productos más baratos que los pequeños productores individuales. La producción individual fue sucumbiendo poco a poco en todos los campos, y la producción social revolucionó todo el antiguo modo de producción. Sin embargo, este carácter revolucionario suyo pasaba desapercibido; tan desapercibido, que, por el contrario, se implantaba con la única y exclusiva finalidad de aumentar y fomentar la producción de mercancías. Nació directamente ligada a ciertos resortes de producción e intercambio de mercancías que ya venían funcionando: el capital comercial, la industria artesana y el trabajo asalariado. Y ya que surgía como una nueva forma de producción de mercancías, mantuviéronse en pleno vigor bajo ella las formas de apropiación de la producción de mercancías.
En la producción de mercancías, tal como se había desarrollado en la Edad Media, no podía surgir el problema de a quién debían pertenecer los productos del trabajo. El productor individual los creaba, por lo común, con materias primas de su propiedad, producidas no pocas veces por él mismo, con sus propios medios de trabajo y elaborados con su propio trabajo manual o el de su familia. No necesitaba, por tanto, apropiárselos, pues ya eran suyos por el mero hecho de producirlos. La propiedad de los productos basábase, pues, en el trabajo personal. Y aún en aquellos casos en que se empleaba la ayuda ajena, ésta era, por lo común, cosa accesoria y recibía frecuentemente, además del salario, otra compensación: el aprendiz y el oficial de los gremios no trabajaban tanto por el salario y la comida como para aprender y llegar a ser algún día maestros. Pero sobreviene la concentración de los medios de producción en grandes talleres y manufacturas, su transformación en medios de producción realmente sociales. No obstante, estos medios de producción y sus productos sociales eran considerados como si siguiesen siendo lo que eran antes: medios de producción y productos individuales. Y si hasta aquí el propietario de los medios de trabajo se había apropiado de los productos, porque eran, generalmente, productos suyos y la ayuda ajena constituía una excepción, ahora el propietario de los medios de trabajo seguía apropiándose el producto, aunque éste ya no era un producto suyo, sino fruto exclusivo del trabajo ajeno. De este modo, los productos, creados ahora socialmente, no pasaban a ser propiedad de aquellos que habían puesto realmente en marcha los medios de producción y que eran sus verdaderos creadores, sino del capitalista. Los medios de producción y la producción se habían convertido esencialmente en factores sociales. Y, sin embargo, veíanse sometidos a una forma de apropiación que presupone la producción privada individual, es decir, aquella en que cada cual es dueño de su propio producto y, como tal, acude con él al mercado. El modo de producción se ve sujeto a esta forma de apropiación, a pesar de que destruye el supuesto sobre que descansa -xxix[††††††]-. En esta contradicción, que imprime al nuevo modo de producción su carácter capitalista, se encierra, en germen, todo el conflicto de los tiempos actuales. Y cuanto más el nuevo modo de producción se impone e impera en todos los campos fundamentales de la producción y en todos los países económicamente importantes, desplazando a la producción individual, salvo vestigios insignificantes, mayor es la evidencia con que se revela la incompatibilidad entre la producción social y la apropiación capitalista.
Los primeros capitalistas se encontraron ya, como queda dicho, con la forma del trabajo asalariado. Pero como excepción, como ocupación secundaria, auxiliar, como punto de transición. El labrador que salía de vez en cuando a ganar un jornal, tenía sus dos fanegas de tierra propia, de las que, en caso extremo, podía vivir. Las ordenanzas gremiales velaban por que los oficiales de hoy se convirtiesen mañana en maestros. Pero, tan pronto como los medios de producción adquirieron un carácter social y se concentraron en manos de los capitalistas, las cosas cambiaron. Los medios de producción y los productos del pequeño productor individual fueron depreciándose cada vez más, hasta que a este pequeño productor no le quedó otro recurso que colocarse a ganar un jornal pagado por el capitalista. El trabajo asalariado, que antes era excepción y ocupación auxiliar se convirtió en regla y forma fundamental de toda la producción, y la que antes era ocupación accesoria se convierte ahora en ocupación exclusiva del obrero. El obrero asalariado temporal se convirtió en asalariado para toda la vida. Además, la muchedumbre de estos asalariados de por vida se ve gigantescamente engrosada por el derrumbe simultáneo del orden feudal, por la disolución de las mesnadas de los señores feudales, la expulsión de los campesinos de sus fincas, etc. Se ha realizado el completo divorcio entre los medios de producción concentrados en manos de los capitalistas, de un lado, y de otro, los productores que no poseían más que su propia fuerza de trabajo. La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta como antagonismo entre el proletariado y la burguesía.
Hemos visto que el modo de producción capitalista vino a introducirse en una sociedad de productores de mercancías, de productores individuales, cuyo vínculo social era el cambio de sus productos. Pero toda sociedad basada en la producción de mercancías presenta la particularidad de que en ella los productores pierden el mando sobre sus propias relaciones sociales. Cada cual produce por su cuenta, con los medios de producción de que acierta a disponer, y para las necesidades de su intercambio privado. Nadie sabe qué cantidad de artículos de la misma clase que los suyos se lanza al mercado, ni cuántos necesita éste; nadie sabe si su producto individual responde a una demanda efectiva, ni si podrá cubrir los gastos, ni siquiera, en general, si podrá venderlo. La anarquía impera en la producción social. Pero la producción de mercancías tiene, como toda forma de producción, sus leyes características, específicas e inseparables de la misma; y estas leyes se abren paso a pesar de la anarquía, en la misma anarquía y a través de ella. Toman cuerpo en la única forma de ligazón social que subsiste: en el cambio, y se imponen a los productores individuales bajo la forma de las leyes imperativas de la competencia. En un principio, por tanto, estos productores las ignoran, y es necesario que una larga experiencia las vaya revelando poco a poco. Se imponen, pues, sin los productores y aún en contra de ellos, como leyes naturales ciegas que presiden esta forma de producción. El producto impera sobre el productor.
En la sociedad medieval, y sobre todo en los primeros siglos de ella, la producción estaba destinada principalmente al consumo propio, a satisfacer sólo las necesidades del productor y de su familia. Y allí donde, como acontecía en el campo, subsistían relaciones personales de vasallaje, contribuía también a satisfacer las necesidades del señor feudal. No se producía, pues, intercambio alguno, ni los productos revestían, por lo tanto, el carácter de mercancías. La familia del labrador producía casi todos los objetos que necesitaba: aperos, ropas y víveres. Sólo empezó a producir mercancías cuando consiguió crear un remanente de productos, después de cubrir sus necesidades propias y los tributos en especie que había de pagar al señor feudal; este remanente, lanzado al intercambio social, al mercado, para su venta, se convirtió en mercancía. Los artesanos de las ciudades, por cierto, tuvieron que producir para el mercado ya desde el primer momento. Pero también obtenían ellos mismos la mayor parte de los productos que necesitaban para su consumo; tenían sus huertos y sus pequeños campos, apacentaban su ganado en los bosques comunales, que además les suministraban la madera y la leña; sus mujeres hilaban el lino y la lana, etc. La producción para el cambio, la producción de mercancías, estaba en sus comienzos. Por eso el intercambio era limitado, el mercado reducido, el modo de producción estable. Frente al exterior imperaba el exclusivismo local; en el interior, la asociación local: la marca -xxix[‡‡‡‡‡‡]- en el campo, los gremios en las ciudades.
Pero al extenderse la producción de mercancías y, sobre todo, al aparecer el modo capitalista de producción, las leyes de producción de mercancías, que hasta aquí apenas habían dado señales de vida, entran en funciones de una manera franca y potente. Las antiguas asociaciones empiezan a perder fuerza, las antiguas fronteras locales se vienen a tierra, los productores se convierten más y más en productores de mercancías independientes y aislados. La anarquía de la producción social sale a la luz y se agudiza cada vez más. Pero el instrumento principal con el que el modo capitalista de producción fomenta esta anarquía en la producción social es precisamente lo inverso de la anarquía: la creciente organización de la producción con carácter social, dentro de cada establecimiento de producción. Con este resorte, pone fin a la vieja estabilidad pacífica. Allí donde se implanta en una rama industrial, no tolera a su lado ninguno de los viejos métodos. Donde se adueña de la industria artesana, la destruye y aniquila. El terreno del trabajo se convierte en un campo de batalla. Los grandes descubrimientos geográficos y las empresas de colonización que les siguen, multiplican los mercados y aceleran el proceso de transformación del taller del artesano en manufactura. Y la lucha no estalla solamente entre los productores locales aislados; las contiendas locales van cobrando volumen nacional, y surgen las guerras comerciales de los siglos XVII y XVIII. Hasta que, por fin, la gran industria y la implantación del mercado mundial dan carácter universal a la lucha, a la par que le imprimen una inaudita violencia. Lo mismo entre los capitalistas individuales que entre industrias y países enteros, la posesión de las condiciones -naturales o artificialmente creadas- de la producción, decide la lucha por la existencia. El que sucumbe es arrollado sin piedad. Es la lucha darvinista por la existencia individual, transplantada, con redoblada furia, de la naturaleza a la sociedad. Las condiciones naturales de vida de la bestia se convierten en el punto culminante del desarrollo humano. La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta ahora como antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad.
El modo capitalista de producción se mueve en estas dos formas de manifestación de la contradicción inherente a él por sus mismos orígenes, describiendo sin apelación aquel «círculo vicioso» que ya puso de manifiesto Fourier. Pero lo que Fourier, en su época, no podía ver todavía era que este círculo va reduciéndose gradualmente, que el movimiento se desarrolla más bien en espiral y tiene que llegar necesariamente a su fin, como el movimiento de los planetas, chocando con el centro. Es la fuerza propulsora de la anarquía social de la producción la que convierte a la inmensa mayoría de los hombres, cada vez más marcadamente, en proletarios, y estas masas proletarias serán, a su vez, las que, por último, pondrán fin a la anarquía de la producción. Es la fuerza propulsora de la anarquía social de la producción la que convierte la capacidad infinita de perfeccionamiento de las máquinas de la gran industria en un precepto imperativo, que obliga a todo capitalista industrial a mejorar continuamente su maquinaria, so pena de perecer. Pero mejorar la maquinaria equivale a hacer superflua una masa de trabajo humano. Y así como la implantación y el aumento cuantitativo de la maquinaria trajeron consigo el desplazamiento de millones de obreros manuales por un número reducido de obreros mecánicos, su perfeccionamiento determina la eliminación de un número cada vez mayor de obreros de las máquinas, y, en última instancia, la creación de una masa de obreros disponibles que sobrepuja la necesidad media de ocupación del capital, de un verdadero ejército industrial de reserva, como yo hube de llamarlo ya en 1845 -xxix[§§§§§§]-, de un ejército de trabajadores disponibles para los tiempos en que la industria trabaja a todo vapor y que luego, en las crisis que sobrevienen necesariamente después de esos períodos, se ve lanzado a la calle, constituyendo en todo momento un grillete atado a los pies de la clase trabajadora en su lucha por la existencia contra el capital y un regulador para mantener los salarios en el nivel bajo que corresponde a las necesidades del capitalismo. Así pues, la maquinaria, para decirlo con Marx, se ha convertido en el arma más poderosa del capital contra la clase obrera, en un medio de trabajo que arranca constantemente los medios de vida de manos del obrero, ocurriendo que el producto mismo del obrero se convierte en el instrumento de su esclavización -xxix[*******]-. De este modo, la economía en los medios de trabajo lleva consigo, desde el primer momento, el más despiadado despilfarro de la fuerza de trabajo y un despojo contra las condiciones normales de la función misma del trabajo -xxix[†††††††]-. Y la maquinaria, el recurso más poderoso que ha podido crearse para acortar la jornada de trabajo, se trueca en el recurso más infalible para convertir la vida entera del obrero y de su familia en una gran jornada de trabajo disponible para la valorización del capital; así ocurre que el exceso de trabajo de unos es la condición determinante de la carencia de trabajo de otros, y que la gran industria, lanzándose por el mundo entero, en carrera desenfrenada, a la conquista de nuevos consumidores, reduce en su propia casa el consumo de las masas a un mínimo de hambre y mina con ello su propio mercado interior.
«La ley que mantiene constantemente el exceso relativo de población o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la energía de la acumulación del capital, ata al obrero al capital con ligaduras más fuertes que las cuñas con que Hefestos clavó a Prometeo a la roca. Esto origina que a la acumulación del capital corresponda una acumulación igual de miseria. La acumulación de la riqueza en uno de los polos determina en el polo contrario, en el polo de la clase que produce su propio producto como capital, una acumulación igual de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de ignorancia, de embrutecimiento y de degradación moral». (Marx, "El Capital", t. I, cap. XXIII.) Y esperar del modo capitalista de producción otra distribución de los productos sería como esperar que los dos electrodos de una batería, mientras estén conectados con ésta, no descompongan el agua ni liberen oxígeno en el polo positivo e hidrógeno en el negativo. Hemos visto que la capacidad de perfeccionamiento de la maquinaria moderna, llevada a su límite máximo, se convierte, gracias a la anarquía de la producción dentro de la sociedad, en un precepto imperativo que obliga a los capitalistas industriales, cada cual de por sí, a mejorar incesantemente su maquinaria, a hacer siempre más potente su fuerza de producción. No menos imperativo es el precepto en que se convierte para él la mera posibilidad efectiva de dilatar su órbita de producción. La enorme fuerza de expansión de la gran industria, a cuyo lado la de los gases es un juego de chicos, se revela hoy ante nuestros ojos como una necesidad cualitativa y cuantitativa de expansión, que se burla de cuantos obstáculos encuentra a su paso. Estos obstáculos son los que le oponen el consumo, la salida, los mercados de que necesitan los productos de la gran industria. Pero la capacidad extensiva e intensiva de expansión de los mercados, obedece, por su parte, a leyes muy distintas y que actúan de un modo mucho menos enérgico. La expansión de los mercados no puede desarrollarse al mismo ritmo que la de la producción. La colisión se hace inevitable, y como no puede dar ninguna solución mientras no haga saltar el propio modo de producción capitalista, esa colisión se hace periódica. La producción capitalista engendra un nuevo «círculo vicioso».
En efecto, desde 1825, año en que estalla la primera crisis general, no pasan diez años seguidos sin que todo el mundo industrial y comercial, la producción y el intercambio de todos los pueblos civilizados y de su séquito de países más o menos bárbaros, se salga de quicio. El comercio se paraliza, los mercados están sobresaturados de mercancías, los productos se estancan en los almacenes abarrotados, sin encontrar salida; el dinero contante se hace invisible; el crédito desaparece; las fábricas paran; las masas obreras carecen de medios de vida precisamente por haberlos producido en exceso, las bancarrotas y las liquidaciones se suceden unas a otras. El estancamiento dura años enteros, las fuerzas productivas y los productos se derrochan y destruyen en masa, hasta que, por fin, las masas de mercancías acumuladas, más o menos depreciadas, encuentran salida, y la producción y el cambio van reanimándose poco a poco. Paulatinamente, la marcha se acelera, el paso de andadura se convierte en trote, el trote industrial, en galope y, por último, en carrera desenfrenada, en un steeple-chase -xxix[‡‡‡‡‡‡‡]- de la industria, el comercio, el crédito y la especulación, para terminar finalmente, después de los saltos más arriesgados, en la fosa de un crac. Y así, una vez y otra. Cinco veces se ha venido repitiendo la misma historia desde el año 1825, y en estos momentos (1877) estamos viviéndola por sexta vez. Y el carácter de estas crisis es tan nítido y tan acusado, que Fourier las abarcaba todas cuando describía la primera, diciendo que era una crise pléthorique, una crisis nacida de la superabundancia.
En las crisis estalla en explosiones violentas la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista. La circulación de mercancías queda, por el momento, paralizada. El medio de circulación, el dinero, se convierte en un obstáculo para la circulación; todas las leyes de la producción y circulación de mercancías se vuelven del revés. El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de producción se rebela contra el modo de cambio. El hecho de que la organización social de la producción dentro de las fábricas se haya desarrollado hasta llegar a un punto en que se ha hecho inconciliable con la anarquía -coexistente con ella y por encima de ella- de la producción en la sociedad, es un hecho que se les revela tangiblemente a los propios capitalistas, por la concentración violenta de los capitales, producida durante las crisis a costa de la ruina de muchos grandes y, sobre todo, pequeños capitalistas. Todo el mecanismo del modo capitalista de producción falla, agobiado por las fuerzas productivas que él mismo ha engendrado. Ya no acierta a transformar en capital esta masa de medios de producción, que permanecen inactivos, y por esto precisamente debe permanecer también inactivo el ejército industrial de reserva. Medios de producción, medios de vida, obreros disponibles: todos los elementos de la producción y de la riqueza general existen con exceso. Pero «la superabundancia se convierte en fuente de miseria y de penuria» (Fourier), ya que es ella, precisamente, la que impide la transformación de los medios de producción y de vida en capital, pues en la sociedad capitalista, los medios de producción no pueden ponerse en movimiento más que convirtiéndose previamente en capital, en medio de explotación de la fuerza humana de trabajo. Esta imprescindible calidad de capital de los medios de producción y de vida se alza como un espectro entre ellos y la clase obrera. Esta calidad es la que impide que se engranen la palanca material y la palanca personal de la producción; es la que no permite a los medios de producción funcionar ni a los obreros trabajar y vivir. De una parte, el modo capitalista de producción revela, pues, su propia incapacidad para seguir rigiendo sus fuerzas productivas. De otra parte, estas fuerzas productivas acucian con intensidad cada vez mayor a que se elimine la contradicción, a que se las redima de su condición de capital, a que se reconozca de hecho su carácter de fuerzas productivas sociales.
Es esta rebelión de las fuerzas de producción cada vez más imponentes, contra su calidad de capital, esta necesidad cada vez más imperiosa de que se reconozca su carácter social, la que obliga a la propia clase capitalista a tratarlas cada vez más abiertamente como fuerzas productivas sociales, en el grado en que ello es posible dentro de las relaciones capitalistas. Lo mismo los períodos de alta presión industrial, con su desmedida expansión del crédito, que el crac mismo, con el desmoronamiento de grandes empresas capitalistas, impulsan esa forma de socialización de grandes masas de medios de producción con que nos encontramos en las diversas categorías de sociedades anónimas. Algunos de estos medios de producción y de comunicación son ya de por sí tan gigantescos, que excluyen, como ocurre con los ferrocarriles, toda otra forma de explotación capitalista. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, ya no basta tampoco esta forma; los grandes productores nacionales de una rama industrial se unen para formar un trust, una agrupación encaminada a regular la producción; determinan la cantidad total que ha de producirse, se la reparten entre ellos e imponen de este modo un precio de venta fijado de antemano. Pero, como estos trusts se desmoronan al sobrevenir la primera racha mala en los negocios, empujan con ello a una socialización todavía más concentrada; toda la rama industrial se convierte en una sola gran sociedad anónima, y la competencia interior cede el puesto al monopolio interior de esta única sociedad; así sucedió ya en 1890 con la producción inglesa de álcalis, que en la actualidad, después de fusionarse todas las cuarenta y ocho grandes fábricas del país, es explotada por una sola sociedad con dirección única y un capital de 120 millones de marcos.
En los trusts, la libre concurrencia se trueca en monopolio y la producción sin plan de la sociedad capitalista capitula ante la producción planeada y organizada de la futura sociedad socialista a punto de sobrevenir. Claro está que, por el momento, en provecho y beneficio de los capitalistas. Pero aquí la explotación se hace tan patente, que tiene forzosamente que derrumbarse. Ningún pueblo toleraría una producción dirigida por los trusts, una explotación tan descarada de la colectividad por una pequeña cuadrilla de cortadores de cupones. De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción -xxix[§§§§§§§]xxix[43]-. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles.
A la par que las crisis revelan la incapacidad de la burguesía para seguir rigiendo las fuerzas productivas modernas, la transformación de las grandes empresas de producción y transporte en sociedades anónimas, trusts y en propiedad del Estado demuestra que la burguesía no es ya indispensable para el desempeño de estas funciones. Hoy, las funciones sociales del capitalista corren todas a cargo de empleados a sueldo, y toda la actividad social de aquél se reduce a cobrar sus rentas, cortar sus cupones y jugar en la Bolsa, donde los capitalistas de toda clase se arrebatan unos a otros sus capitales. Y si antes el modo capitalista de producción desplazaba a los obreros, ahora desplaza también a los capitalistas, arrinconándolos, igual que a los obreros, entre la población sobrante; aunque por ahora todavía no en el ejército industrial de reserva. Pero las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad de las sociedades anónimas y de los trusts o en propiedad del Estado. Por lo que a las sociedades anónimas y a los trusts se refiere, es palpablemente claro. Por su parte, el Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide. Mas, al llegar a la cúspide, se derrumba. La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución.
Esta solución sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admite otra dirección que la suya. Haciéndolo así, el carácter social de los medios de producción y de los productos, que hoy se vuelve contra los mismos productores, rompiendo periódicamente los cauces del modo de producción y de cambio, y que sólo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso ciego de las leyes naturales, será puesto en vigor con plena conciencia por los productores y se convertirá, de causa constante de perturbaciones y de cataclismos periódicos, en la palanca más poderosa de la producción misma.
Las fuerzas activas de la sociedad obran, mientras no las conocemos y contamos con ellas, exactamente lo mismo que las fuerzas de la naturaleza: de un modo ciego, violento,
destructor. Pero, una vez conocidas, tan pronto como se ha sabido comprender su acción, su tendencia y sus efectos, en nuestras manos está el supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio de ellas los fines propuestos. Tal es lo que ocurre, muy señaladamente, con las gigantescas fuerzas modernas de producción. Mientras nos resistamos obstinadamente a comprender su naturaleza y su carácter -y a esta comprensión se oponen el modo capitalista de producción y sus defensores-, estas fuerzas actuarán a pesar de nosotros, contra nosotros, y nos dominarán, como hemos puesto bien de relieve. En cambio, tan pronto como penetremos en su naturaleza, esas fuerzas, puestas en manos de los productores asociados, se convertirán, de tiranos demoníacos, en sumisas servidoras. Es la misma diferencia que hay entre el poder destructor de la electricidad en los rayos de la tormenta y la electricidad sujeta en el telégrafo y en el arco voltaico; la diferencia que hay entre el incendio y el fuego puesto al servicio del hombre. El día en que las fuerzas productivas de la sociedad moderna se sometan al régimen congruente con su naturaleza, por fin conocida, la anarquía social de la producción dejará el puesto a una reglamentación colectiva y organizada de la producción acorde con las necesidades de la sociedad y de cada individuo. Y el régimen capitalista de apropiación, en que el producto esclaviza primero a quien lo crea y luego a quien se lo apropia, será sustituido por el régimen de apropiación del producto que el carácter de los modernos medios de producción está reclamando: de una parte, apropiación directamente social, como medio para mantener y ampliar la producción; de otra parte, apropiación directamente individual, como medio de vida y de disfrute.
El modo capitalista de producción, al convertir más y más en proletarios a la inmensa mayoría de los individuos de cada país, crea la fuerza que, si no quiere perecer, está obligada a hacer esa revolución. Y, al forzar cada vez más la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios socializados de producción, señala ya por sí mismo el camino por el que esa revolución ha de producirse. El proletariado toma en sus manos el poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado, y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad, que se había movido hasta el presente entre antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea, de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores de producción, y, por tanto, particularmente, para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de producción existente. El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado de la clase que en su época representaba a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la sociedad será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener sometida; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los choques y los excesos resultantes de esto, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por tanto, esa fuerza especial de represión que es el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto independiente como Estado. La intervención de la autoridad del Estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. El Estado no es «abolido»; se extingue. Partiendo de esto es como hay que juzgar el valor de esa frase del «Estado popular libre» en lo que toca a su justificación provisional como consigna de agitación y en lo que se refiere a su falta de fundamento científico. Partiendo de esto es también como debe ser considerada la reivindicación de los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la mañana.
Desde que ha aparecido en la palestra de la historia el modo de producción capitalista ha habido individuos y sectas enteras ante quienes se ha proyectado más o menos vagamente, como ideal futuro, la apropiación de todos los medios de producción por la sociedad. Mas, para que esto fuese realizable, para que se convirtiese en una necesidad histórica, era menester que antes se diesen las condiciones efectivas para su realización. Para que este progreso, como todos los progresos sociales, sea viable, no basta con que la razón comprenda que la existencia de las clases es incompatible con los dictados de la justicia, de la igualdad, etc.; no basta con la mera voluntad de abolir estas clases, sino que son necesarias determinadas condiciones económicas nuevas. La división de la sociedad en una clase explotadora y otra explotada, una clase dominante y otra oprimida, era una consecuencia necesaria del anterior desarrollo incipiente de la producción. Mientras el trabajo global de la sociedad sólo rinde lo estrictamente indispensable para cubrir las necesidades más elementales de todos; mientras, por lo tanto, el trabajo absorbe todo el tiempo o casi todo el tiempo de la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad, ésta se divide, necesariamente, en clases. Junto a la gran mayoría constreñida a no hacer más que llevar la carga del trabajo, se forma una clase eximida del trabajo directamente productivo y a cuyo cargo corren los asuntos generales de la sociedad: la dirección de los trabajos, los negocios públicos, la justicia, las ciencias, las artes, etc. Es, pues, la ley de la división del trabajo la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. Lo cual no impide que esta división de la sociedad en clases se lleve a cabo por la violencia y el despojo, la astucia y el engaño; ni quiere decir que la clase dominante, una vez entronizada, se abstenga de consolidar su poderío a costa de la clase trabajadora, convirtiendo su papel social de dirección en una mayor explotación de las masas.
Vemos, pues, que la división de la sociedad en clases tiene su razón histórica de ser, pero sólo dentro de determinados límites de tiempo bajo determinadas condiciones sociales. Era condicionada por la insuficiencia de la producción, y será barrida cuando se desarrollen plenamente las modernas fuerzas productivas. En efecto, la abolición de las clases sociales presupone un grado histórico de desarrollo tal, que la existencia, no ya de esta o de aquella clase dominante concreta, sino de una clase dominante cualquiera que ella sea y, por tanto, de las mismas diferencias de clase, representa un anacronismo. Presupone, por consiguiente, un grado culminante en el desarrollo de la producción, en el que la apropiación de los medios de producción y de los productos y, por tanto, del poder político, del monopolio de la cultura y de la dirección espiritual por una determinada clase de la sociedad, no sólo se hayan hecho superfluos, sino que además constituyan económica, política e intelectualmente una barrera levantada ante el progreso. Pues bien; a este punto ya se ha llegado. Hoy, la bancarrota política e intelectual de la burguesía ya apenas es un secreto ni para ella misma, y su bancarrota económica es un fenómeno que se repite periódicamente de diez en diez años. En cada una de estas crisis, la sociedad se asfixia, ahogada por la masa de sus propias fuerzas productivas y de sus productos, a los que no puede aprovechar, y se enfrenta, impotente, con la absurda contradicción de que sus productores no tengan qué consumir, por falta precisamente de consumidores. La fuerza expansiva de los medios de producción rompe las ligaduras con que los sujeta el modo capitalista de producción. Esta liberación de los medios de producción es lo único que puede permitir el desarrollo ininterrumpido y cada vez más rápido de las fuerzas productivas, y con ello, el crecimiento prácticamente ilimitado de la producción. Mas no es esto solo. La apropiación social de los medios de producción no sólo arrolla los obstáculos artificiales que hoy se le oponen a la producción, sino que acaba también con el derroche y la asolación de fuerzas productivas y de productos, que es una de las consecuencias inevitables de la producción actual y que alcanza su punto de apogeo en las crisis. Además, al acabar con el necio derroche de lujo de las clases dominantes y de sus representantes políticos, pone en circulación para la colectividad toda una masa de medios de producción y de productos. Por vez primera, se da ahora, y se da de un modo efectivo, la posibilidad de asegurar a todos los miembros de la sociedad, por medio de un sistema de producción social, una existencia que, además de satisfacer plenamente y cada día con mayor holgura sus necesidades materiales, les garantiza el libre y completo desarrollo y ejercicio de sus capacidades físicas y espirituales. -xxix[********]-.
Al posesionarse la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social deja el puesto a una organización armónica, proporcional y consciente. Cesa la lucha por la existencia individual y con ello, en cierto sentido, el hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones de vida verdaderamente humanas. Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora le dominaban, se colocan, a partir de este instante, bajo su dominio y su control, y el hombre, al convertirse en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora se alzaban frente al hombre como leyes naturales, como poderes extraños que lo sometían a su imperio, son aplicadas ahora por él con pleno conocimiento de causa y, por tanto, sometidas a su poderío. La propia existencia social del hombre, que hasta aquí se le enfrentaba como algo impuesto por la naturaleza y la historia, es a partir de ahora obra libre suya. Los poderes objetivos y extraños que hasta ahora venían imperando en la historia se colocan bajo el control del hombre mismo. Sólo desde entonces, éste comienza a trazarse su historia con plena conciencia de lo que hace. Y, sólo desde entonces, las causas sociales puestas en acción por él, comienzan a producir predominantemente y cada vez en mayor medida los efectos apetecidos. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.
* * *
Resumamos brevemente, para terminar, nuestra trayectoria de desarrollo:
I.- Sociedad medieval: Pequeña producción individual. Medios de producción adaptados al uso individual, y, por tanto, primitivos, torpes, mezquinos, de eficacia mínima. Producción para el consumo inmediato, ya del propio productor, ya de su señor feudal. Sólo en los casos en que queda un remanente de productos, después de cubrir ese consumo, se ofrece en venta y se lanza al intercambio. Por tanto, la producción de mercancías está aún en sus albores, pero encierra ya, en germen, la anarquía de la producción social.
II.- Revolución capitalista: Transformación de la industria, iniciada por medio de la cooperación simple y de la manufactura. Concentración de los medios de producción, hasta entonces dispersos, en grandes talleres, con lo que se convierten de medios de producción del individuo en medios de producción sociales, metamorfosis que no afecta, en general, a la forma del cambio. Quedan en pie las viejas formas de apropiación. Aparece el capitalista: en su calidad de propietario de los medios de producción, se apropia también de los productos y los convierte en mercancías. La producción se transforma en un acto social; el cambio y, con él, la apropiación siguen siendo actos individuales: el producto social es apropiado por el capitalista individual. Contradicción fundamental, de la que se derivan todas las contradicciones en que se mueve la sociedad actual y que pone de manifiesto claramente la gran industria.
A. El productor se separa de los medios de producción. El obrero se ve condenado a ser asalariado de por vida. Antítesis de burguesía y proletariado.
B. Relieve creciente y eficacia acentuada de las leyes que presiden la producción de mercancías. Competencia desenfrenada. Contradicción entre la organización social dentro de cada fábrica y la anarquía social en la producción total.
C. De una parte, perfeccionamiento de la maquinaria, que la competencia convierte en imperativo para cada fabricante y que equivale a un desplazamiento cada vez mayor de obreros: ejército industrial de reserva. De otra parte, extensión ilimitada de la producción, que la competencia impone también como norma coactiva a todos los fabricantes. Por ambos lados, un desarrollo inaudito de las fuerzas productivas, exceso de la oferta sobre la demanda, superproducción, abarrotamiento de los mercados, crisis cada diez años, círculo vicioso: superabundancia, aquí de medios de producción y de productos, y allá de obreros sin trabajo y sin medios
de vida. Pero estas dos palancas de la producción y del bienestar social no pueden combinarse porque la forma capitalista de la producción impide a las fuerzas productivas actuar y a los productos circular, a no ser que se conviertan previamente en capital, que es lo que precisamente les veda su propia superabundancia. La contradicción se exalta hasta convertirse en contrasentido: el modo de producción se rebela contra la forma de cambio. La burguesía se muestra incapaz para seguir rigiendo sus propias fuerzas sociales productivas.
D. Reconocimiento parcial del carácter social de las fuerzas productivas, arrancado a los propios capitalistas. Apropiación de los grandes organismos de producción y de transporte, primero por sociedades anónimas, luego por trusts, y más tarde por el Estado. La burguesía se revela como una clase superflua; todas sus funciones sociales son ejecutadas ahora por empleados a sueldo.
III.- Revolución proletaria, solución de las contradicciones: el proletariado toma el poder político, y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción, que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime los medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su carácter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora es ya posible una producción social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo de la producción convierte en un anacronismo la subsistencia de diversas clases sociales. A medida que desaparece la anarquía de la producción social languidece también la autoridad política del Estado. Los hombres, dueños por fin de su propia existencia social, se convierten en dueños de la naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres.
La realización de este acto que redimirá al mundo es la misión histórica del proletariado moderno. Y el socialismo científico, expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones y de la naturaleza de su propia acción.
Escrito por F. Engels de enero de 1880 a la primera mitad de marzo del mismo año.
Publicado en la revista "La Revue socialiste", Nº 3, 4, 5, 20 de marzo, 20 de abril y 5 de mayo de 1880 y como folleto aparte en francés: F. Engels. «Socialisme utopiqueet socialisme scientifique», Paris, 1880.
Se publica de acuerdo con el texto de la edición alemana de 1891. Traducido del aleman. )))).....
.../...En principio consideramos conveniente reproducir el texto de La Marca y otros de Marx y Engels. Lo hemos sacado de la web"pedagogíaydialéctica.net ",...desde aquí les damos las gracias.../...
.../... TEXTO DE IVAN JAIME URANGA FAVELA, en su blog:
[al mismo le mandamos una nota, que aparece a continuación de su escrito].../...
((//de 1971 el capitalismo declinó, una nueva clase social tomo el poder mundial. Tomó el poder la clase Omecafi, palabra nueva que tiene como origen las palabras: oligarquía, mafiosa, especuladora, canalla, financiera, internacional.
LUNES, 19 DE JULIO DE 2010
Etiquetas: Bretton Woods, capitalismo, comunismo, globalizar, socialismo, subdesarrollo //
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saludos desde Málaga, España.
HE LEÍDO DURANTE UNOS QUINCE MINUTOS SU BLOG,...ME INTERESA LOS ASUNTOS, LOS CUALES LOS IRÉ ESTUDIANDO CON MÁS INTENSIDAD E INTERÉS. ESTA NOTA ES PARA INFORMARLE DEL BLOG: LUKYRH.BLOGSPOT.COM DONDE SE EXPONEN ASUNTOS QUE CONSIDERO MUY SIMILARES. ESTE BLOG INTENTA SER PARTE DEL NUEVO SOCIALISMO CIENTÍFICO DEL SIGLO XXI. ESPERO QUE LE INTERESE NUESTROS ASUNTOS TEÓRICOS. ESPERANDO RESPUESTAS DE ANTEMANO LE FELICITO.
HE LEÍDO DURANTE UNOS QUINCE MINUTOS SU BLOG,...ME INTERESA LOS ASUNTOS, LOS CUALES LOS IRÉ ESTUDIANDO CON MÁS INTENSIDAD E INTERÉS. ESTA NOTA ES PARA INFORMARLE DEL BLOG: LUKYRH.BLOGSPOT.COM DONDE SE EXPONEN ASUNTOS QUE CONSIDERO MUY SIMILARES. ESTE BLOG INTENTA SER PARTE DEL NUEVO SOCIALISMO CIENTÍFICO DEL SIGLO XXI. ESPERO QUE LE INTERESE NUESTROS ASUNTOS TEÓRICOS. ESPERANDO RESPUESTAS DE ANTEMANO LE FELICITO.
//. 1. analisis y teoría del estado mundial capitalista imperialista,...2.003 ...
lukyrh.blogspot.com/2013/11/analisis-y-teoria-del-estado-mundial.html
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o 21/11/2013 - LAS FUERZAS EN LUCHA: LA HUMANIDAD Y LA ÉLITE OTANISTA .....un problema, al revés es un seguro, -reaseguro, lukyrh- para su permanencia de poder....... DE ESA PLUTOCRACIA DICTATORIAL MUNDIALIZADA.
2.
REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: julio 2013
lukyrh.blogspot.com/2013_07_01_archive.html
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o 27/7/2013 - Mi blog:lukyrh.blogspot.com, hasta otra y gracias por dejarme publicar y comentar. ...... DE PRODUCCIÓN CAPIMIMPERIALISTAS MUNDIALIZADA. ..... es un proyecto de esa élite plutocrática imperialista mundial, contra las ...
3.
REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: TEORÍA COMUNISMO TOTAL ...
lukyrh.blogspot.com/2013/10/teoria-comunismo-total-e-integral.html
o
o 17/10/2013 - Por ello decimos de que el Todocapitalismo, la Plutocracia Europea Militarizada y Mundial, ...... Esta oligarquía financiera mundializada, la llamamos CLASE ...... Élite plutocrática mundial militarizada: Financieros, políticos, ...
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// Manifiesto del Partido Comunista
Marx-Engels (1848)
Digitalizado para el Marx-Engels Internet Archive por José F. Polanco en 1998. Retranscrito para el Marxists Internet Archive por Juan R. Fajardo en 1999.
PRÓLOGOS DE MARX Y ENGELS A VARIAS EDICIONES DEL MANIFIESTO
1. PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1872
La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las circunstancias de la época -huelga decirlo- sólo podía ser secreta, encargó a los abajo firmantes, en el congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. Así nació el Manifiesto, que se reproduce a continuación y cuyo original se remitió a Londres para ser impreso pocas semanas antes de estallar la revolución de febrero. Publicado primeramente en alemán, ha sido reeditado doce veces por los menos en ese idioma en Alemania, Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no vio la luz hasta 1850, y se publicó en el Red Republican de Londres, traducido por miss Elena Macfarlane, y en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres traducciones distintas. La versión francesa apareció por vez primera en París poco antes de la insurrección de junio de 1848; últimamente ha vuelto a publicarse en Le Socialiste de Nueva York, y se prepara una nueva traducción. La versión polaca apareció en Londres poco después de la primera edición alemana. La traducción rusa vio la luz en Ginebra en el año sesenta y tantos. Al danés se tradujo a poco de publicarse.
Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo general de la Asociación Obrera Internacional, edición alemana, pág. 51, donde se desarrolla ampliamente esta idea) . Huelga, asimismo, decir que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que sólo llega hasta 1847, y, finalmente, que las indicaciones que se hacen acerca de la actitud de los comunistas para con los diversos partidos de la oposición (capítulo IV), aunque sigan siendo exactas en sus líneas generales, están también anticuadas en lo que toca al detalle, por la sencilla razón de que la situación política ha cambiado radicalmente y el progreso histórico ha venido a eliminar del mundo a la mayoría de los partidos enumerados.
Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico, que nosotros no nos creemos ya autorizados a modificar. Tal vez una edición posterior aparezca precedida de una introducción que abarque el período que va desde 1847 hasta los tiempos actuales; la presente reimpresión nos ha sorprendido sin dejarnos tiempo para eso.
Londres, 24 de junio de 1872.
2. PROLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1883
Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora más que nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la siguiente afirmación:
La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .
Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.
Londres, 28 junio 1883.
F. ENGELS.
3 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1890
Ve la luz una nueva edición alemana del Manifiesto cuando han ocurrido desde la última diversos sucesos relacionados con este documento que merecen ser mencionados aquí.
En 1882 se publicó en Ginebra una segunda traducción rusa, de Vera Sasulich , precedida de un prologo de Marx y mío. Desgraciadamente, se me ha extraviado el original alemán de este prólogo y no tengo más remedio que volver a traducirlo del ruso, con lo que el lector no saldrá ganando nada. El prólogo dice así:
“La primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, vio la luz poco después de 1860 en la imprenta del Kolokol. En los tiempos que corrían, esta publicación no podía tener para Rusia, a lo sumo, más que un puro valor literario de curiosidad. Hoy las cosas han cambiado. El último capítulo del Manifiesto, titulado “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición”, demuestra mejor que nada lo limitada que era la zona en que, al ver la luz por vez primera este documento (enero de 1848), tenía que actuar el movimiento proletario. En esa zona faltaban, principalmente, dos países: Rusia y los Estados Unidos. Era la época en que Rusia constituía la última reserva magna de la reacción europea y en que la emigración a los Estados Unidos absorbía las energías sobrantes del proletariado de Europa. Ambos países proveían a Europa de primeras materias, a la par que le brindaban mercados para sus productos industriales. Ambos venían a ser, pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo.
Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La emigración europea sirvió precisamente para imprimir ese gigantesco desarrollo a la agricultura norteamericana, cuya concurrencia está minando los cimientos de la grande y la pequeña propiedad inmueble de Europa. Además, ha permitido a los Estados Unidos entregarse a la explotación de sus copiosas fuentes industriales con tal energía y en proporciones tales, que dentro de poco echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental. Estas dos circunstancias repercuten a su vez revolucionariamente sobre la propia América. La pequeña y mediana propiedad del granjero que trabaja su propia tierra sucumbe progresivamente ante la concurrencia de las grandes explotaciones, a la par que en las regiones industriales empieza a formarse un copioso proletariado y una fabulosa concentración de capitales.
Pasemos ahora a Rusia. Durante la sacudida revolucionaria de los años 48 y 49, los monarcas europeos, y no sólo los monarcas, sino también los burgueses, aterrados ante el empuje del proletariado, que empezaba a, cobrar por aquel entonces conciencia de su fuerza, cifraban en la intervención rusa todas sus esperanzas. El zar fue proclamado cabeza de la reacción europea. Hoy, este mismo zar se ve apresado en Gatchina como rehén de la revolución y Rusia forma la avanzada del movimiento revolucionario de Europa.
El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. Pero en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos.
Ahora bien -nos preguntamos-, ¿puede este régimen comunal del concejo ruso, que es ya, sin duda, una degeneración del régimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma más alta de comunismo del suelo, o tendrá que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de descomposición que nos revela la historia del occidente de Europa?
La única contestación que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la siguiente: Si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra.
Londres, 21 enero 1882.”
Por aquellos mismos días, se publicó en Ginebra una nueva traducción polaca con este título: Manifest Kommunistyczny.
Asimismo, ha aparecido una nueva traducción danesa, en la “Socialdemokratisk Bibliothek, Köjbenhavn 1885” . Es de lamentar que esta traducción sea incompleta; el traductor se saltó, por lo visto, aquellos pasajes, importantes muchos de ellos, que le parecieron difíciles; además, la versión adolece de precipitaciones en una serie de lugares, y es una lástima, pues se ve que, con un poco más de cuidado, su autor habría realizado un trabajo excelente.
En 1886 apareció en Le Socialiste de París una nueva traducción francesa, la mejor de cuantas han visto la luz hasta ahora .
Sobre ella se hizo en el mismo año una versión española, publicada primero en El Socialista de Madrid y luego, en tirada aparte, con este título: Manifiesto del Partido Comunista, por Carlos Marx y F. Engels (Madrid, Administración de El Socialista, Hernán Cortés, 8).
Como detalle curioso contaré que en 1887 fue ofrecido a un editor de Constantinopla el original de una traducción armenia; pero el buen editor no se atrevió a lanzar un folleto con el nombre de Marx a la cabeza y propuso al traductor publicarlo como obra original suya, a lo que éste se negó.
Después de haberse reimpreso repetidas veces varias traducciones norteamericanas más o menos incorrectas, al fin, en 1888, apareció en Inglaterra la primera versión auténtica, hecha por mi amigo Samuel Moore y revisada por él y por mí antes de darla a las prensas. He aquí el título: Manifesto of the Communist Party, by Karl Marx and Frederick Engels. Authorised English Translation, edited and annotated by Frederíck Engels. 1888. London , William Reeves, 185 Flett St. E. C. Algunas de las notas de esta edición acompañan a la presente.
El Manifiesto ha tenido sus vicisitudes. Calurosamente acogido a su aparición por la vanguardia, entonces poco numerosa, del socialismo científico -como lo demuestran las diversas traducciones mencionadas en el primer prólogo-, no tardó en pasar a segundo plano, arrinconado por la reacción que se inicia con la derrota de los obreros parisienses en junio de 1848 y anatematizado, por último, con el anatema de la justicia al ser condenados los comunistas por el tribunal de Colonia en noviembre de 1852. Al abandonar la escena Pública, el movimiento obrero que la revolución de febrero había iniciado, queda también envuelto en la penumbra el Manifiesto.
Cuando la clase obrera europea volvió a sentirse lo bastante fuerte para lanzarse de nuevo al asalto contra las clases gobernantes, nació la Asociación Obrera Internacional. El fin de esta organización era fundir todas las masas obreras militantes de Europa y América en un gran cuerpo de ejército. Por eso, este movimiento no podía arrancar de los principios sentados en el Manifiesto. No había más remedio que darle un programa que no cerrase el paso a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles ni a los partidarios de Lassalle en Alemania . Este programa con las normas directivas para los estatutos de la Internacional, fue redactado por Marx con una maestría que hasta el propio Bakunin y los anarquistas hubieron de reconocer. En cuanto al triunfo final de las tesis del Manifiesto, Marx ponía toda su confianza en el desarrollo intelectual de la clase obrera, fruto obligado de la acción conjunta y de la discusión. Los sucesos y vicisitudes de la lucha contra el capital, y más aún las derrotas que las victorias, no podían menos de revelar al proletariado militante, en toda su desnudez, la insuficiencia de los remedios milagreros que venían empleando e infundir a sus cabezas una mayor claridad de visión para penetrar en las verdaderas condiciones que habían de presidir la emancipación obrera. Marx no se equivocaba. Cuando en 1874 se disolvió la Internacional, la clase obrera difería radicalmente de aquella con que se encontrara al fundarse en 1864. En los países latinos, el proudhonianismo agonizaba, como en Alemania lo que había de específico en el partido de Lassalle, y hasta las mismas tradeuniones inglesas, conservadoras hasta la médula, cambiaban de espíritu, permitiendo al presidente de su congreso, celebrado en Swansea en 1887, decir en nombre suyo: “El socialismo continental ya no nos asusta”. Y en 1887 el socialismo continental se cifraba casi en los principios proclamados por el Manifiesto. La historia de este documento refleja, pues, hasta cierto punto, la historia moderna del movimiento obrero desde 1848. En la actualidad es indudablemente el documento más extendido e internacional de toda la literatura socialista del mundo, el programa que une a muchos millones de trabajadores de todos los países, desde Siberia hasta California.
Y, sin embargo, cuando este Manifiesto vio la luz, no pudimos bautizarlo de Manifiesto socialista. En 1847, el concepto de “socialista” abarcaba dos categorías de personas. Unas eran las que abrazaban diversos sistemas utópicos, y entre ellas se destacaban los owenistas en Inglaterra, y en Francia los fourieristas, que poco a poco habían ido quedando reducidos a dos sectas agonizantes. En la otra formaban los charlatanes sociales de toda laya, los que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. Gentes unas y otras ajenas al movimiento obrero, que iban a buscar apoyo para sus teorías a las clases “cultas”. El sector obrero que, convencido de la insuficiencia y superficialidad de las meras conmociones políticas, reclamaba una radical transformación de la sociedad, se apellidaba comunista. Era un comunismo toscamente delineado, instintivo, vago, pero lo bastante pujante para engendrar dos sistemas utópicos: el del “ícaro” Cabet en Francia y el de Weitling en Alemania. En 1847, el “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, a lo menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar en la elección de título. Más tarde no se nos pasó nunca por las mentes tampoco modificarlo.
“¡Proletarios de todos los países, uníos!” Cuando hace cuarenta y dos años lanzamos al mundo estas palabras, en vísperas de la primera revolución de París, en que el proletariado levantó ya sus propias reivindicaciones, fueron muy pocas las voces que contestaron. Pero el 28 de septiembre de 1864, los representantes proletarios de la mayoría de los países del occidente de Europa se reunían para formar la Asociación Obrera Internacional, de tan glorioso recuerdo. Y aunque la Internacional sólo tuviese nueve años de vida, el lazo perenne de unión entre los proletarios de todos los países sigue viviendo con más fuerza que nunca; así lo atestigua, con testimonio irrefutable, el día de hoy. Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que es menester elevar a ley. El espectáculo del día de hoy abrirá los ojos a los capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los países y les hará ver que la unión de los proletarios del mundo es ya un hecho.
¡Ya Marx no vive, para verlo, a mi lado!
Londres, 1 de mayo de 1890.
F. ENGELS.
4 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN POLACA DE 1892
La necesidad de reeditar la versión polaca del Manifiesto Comunista, requiere un comentario.
Ante todo, el Manifiesto ha resultado ser, como se proponía, un medio para poner de relieve el desarrollo de la gran industria en Europa. Cuando en un país, cualquiera que él sea, se desarrolla la gran industria brota al mismo tiempo entre los obreros industriales el deseo de explicarse sus relaciones como clase, como la clase de los que viven del trabajo, con la clase de los que viven de la propiedad. En estas circunstancias, las ideas socialistas se extienden entre los trabajadores y crece la demanda del Manifiesto Comunista. En este sentido, el número de ejemplares del Manifiesto que circulan en un idioma dado nos permite apreciar bastante aproximadamente no sólo las condiciones del movimiento obrero de clase en ese país, sino también el grado de desarrollo alcanzado en él por la gran industria.
La necesidad de hacer una nueva edición en lengua polaca acusa, por tanto, el continuo proceso de expansión de la industria en Polonia. No puede caber duda acerca de la importancia de este proceso en el transcurso de los diez años que han mediado desde la aparición de la edición anterior. Polonia se ha convertido en una región industrial en gran escala bajo la égida del Estado ruso.
Mientras que en la Rusia propiamente dicha la gran industria sólo se ha ido manifestando esporádicamente (en las costas del golfo de Finlandia, en las provincias centrales de Moscú y Vladimiro, a lo largo de las costas del mar Negro y del mar de Azov), la industria polaca se ha concentrado dentro de los confines de un área limitada, experimentando a la par las ventajas y los inconvenientes de su situación. Estas ventajas no pasan inadvertidas para los fabricantes rusos; por eso alzan el grito pidiendo aranceles protectores contra las mercancías polacas, a despecho de su ardiente anhelo de rusificación de Polonia. Los inconvenientes (que tocan por igual los industriales polacos y el Gobierno ruso) consisten en la rápida difusión de las ideas socialistas entre los obreros polacos y en una demanda sin precedente del Manifiesto Comunista.
El rápido desarrollo de la industria polaca (que deja atrás con mucho a la de Rusia) es una clara prueba de las energías vitales inextinguibles del pueblo polaco y una nueva garantía de su futuro renacimiento. La creación de una Polonia fuerte e independiente no interesa sólo al pueblo polaco, sino a todos y cada uno de nosotros. Sólo podrá establecerse una estrecha colaboración entre los obreros todos de Europa si en cada país el pueblo es dueño dentro de su propia casa. Las revoluciones de 1848 que, aunque reñidas bajo la bandera del proletariado, solamente llevaron a los obreros a la lucha para sacar las castañas del fuego a la burguesía, acabaron por imponer, tomando por instrumento a Napoleón y a Bismarck (a los enemigos de la revolución), la independencia de Italia, Alemania y Hungría. En cambio, a Polonia, que en 1791 hizo por la causa revolucionaria más que estos tres países juntos, se la dejó sola cuando en 1863 tuvo que enfrentarse con el poder diez veces más fuerte de Rusia.
La nobleza polaca ha sido incapaz para mantener, y lo será también para restaurar, la independencia de Polonia. La burguesía va sintiéndose cada vez menos interesada en este asunto. La independencia polaca sólo podrá ser conquistada por el proletariado joven, en cuyas manos está la realización de esa esperanza. He ahí por qué los obreros del occidente de Europa no están menos interesados en la liberación de Polonia que los obreros polacos mismos.
Londres, 10 de febrero 1892.
F. ENGELS
5 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ITALIANA DE 1893
La publicación del Manifiesto del Partido Comunista coincidió (si puedo expresarme así), con el momento en que estallaban las revoluciones de Milán y de Berlín, dos revoluciones que eran el alzamiento de dos pueblos: uno enclavado en el corazón del continente europeo y el otro tendido en las costas del mar Mediterráneo. Hasta ese momento, estos dos pueblos, desgarrados por luchas intestinas y guerras civiles, habían sido presa fácil de opresores extranjeros. Y del mismo modo que Italia estaba sujeta al dominio del emperador de Austria, Alemania vivía, aunque esta sujeción fuese menos patente, bajo el yugo del zar de todas las Rusias. La revolución del 18 de marzo emancipó a Italia y Alemania al mismo tiempo de este vergonzoso estado de cosas. Si después, durante el período que va de 1848 a 1871, estas dos grandes naciones permitieron que la vieja situación fuese restaurada, haciendo hasta cierto punto de “traidores de sí mismas”, se debió (como dijo Marx) a que los mismos que habían inspirado la revolución de 1848 se convirtieron, a despecho suyo, en sus verdugos.
La revolución fue en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando por la causa. Sin embargo, solamente los obreros de París, después de derribar el Gobierno, tenían la firme y decidida intención de derribar con él a todo el régimen burgués. Pero, aunque abrigaban una conciencia muy clara del antagonismo irreductible que se alzaba entre su propia clase y la burguesía, el desarrollo económico del país y el desarrollo intelectual de las masas obreras francesas no habían alcanzado todavía el nivel necesario para que pudiese triunfar una revolución socialista. Por eso, a la postre, los frutos de la revolución cayeron en el regazo de la clase capitalista. En otros países, como en Italia, Austria y Alemania, los obreros se limitaron desde el primer momento de la revolución a ayudar a la burguesía a tomar el Poder. En cada uno de estos países el gobierno de la burguesía sólo podía triunfar bajo la condición de la independencia nacional. Así se explica que las revoluciones del año 1848 condujesen inevitablemente a la unificación de los pueblos dentro de las fronteras nacionales y a su emancipación del yugo extranjero, condiciones que, hasta allí, no habían disfrutado. Estas condiciones son hoy realidad en Italia, en Alemania y en Hungría. Y a estos países seguirá Polonia cuando la hora llegue.
Aunque las revoluciones de 1848 no tenían carácter socialista, prepararon, sin embargo, el terreno para el advenimiento de la revolución del socialismo. Gracias al poderoso impulso que estas revoluciones imprimieron a la gran producción en todos los países, la sociedad burguesa ha ido creando durante los últimos cuarenta y cinco años un vasto, unido y potente proletariado, engendrando con él (como dice el Manifiesto Comunista) a sus propios enterradores. La unificación internacional del proletariado no hubiera sido posible, ni la colaboración sobria y deliberada de estos países en el logro de fines generales, si antes no hubiesen conquistado la unidad y la independencia nacionales, si hubiesen seguido manteniéndose dentro del aislamiento.
Intentemos representarnos, si podemos, el papel que hubieran hecho los obreros italianos, húngaros, alemanes, polacos y rusos luchando por su unión internacional bajo las condiciones políticas que prevalecían hacia el año 1848.
Las batallas reñidas en el 48 no fueron, pues, reñidas en balde. Ni han sido vividos tampoco en balde los cuarenta y cinco años que nos separan de la época revolucionaria. Los frutos de aquellos días empiezan a madurar, y hago votos porque la publicación de esta traducción italiana del Manifiesto sea heraldo del triunfo del proletariado italiano, como la publicación del texto primitivo lo fue de la revolución internacional.
El Manifiesto rinde el debido homenaje a los servicios revolucionarios prestados en otro tiempo por el capitalismo. Italia fue la primera nación que se convirtió en país capitalista. El ocaso de la Edad Media feudal y la aurora de la época capitalista contemporánea vieron aparecer en escena una figura gigantesca. Dante fue al mismo tiempo el último poeta de la Edad Media y el primer poeta de la nueva era. Hoy, como en 1300, se alza en el horizonte una nueva época. ¿Dará Italia al mundo otro Dante, capaz de cantar el nacimiento de la nueva era, de la era proletaria?
Londres, 1 de febrero de 1893.
F. ENGELS
Manifiesto del Partido Comunista, Por K. Marx & F. Engels
Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.
De este hecho se desprenden dos consecuencias:
La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.
La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.
Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.
I. BURGUESES Y PROLETARIOS
Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.
La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.
Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.
El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.
Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.
La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.
Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.
A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna” una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.
Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.
La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.
La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares .
La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.
La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.
La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones.
La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.
La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.
La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera.
En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?
Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte y de producción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, resultó que las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron.
Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa.
Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas.
Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella.
Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.
La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste.
Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Toda una serie de elementos modestos que venían perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos, porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos progresos de la producción. Todas las clases sociales contribuyen, pues, a nutrir las filas del proletariado.
El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia.
Al principio son obreros aislados; luego, los de una fábrica; luego, los de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de producción, van también contra los propios instrumentos de la producción; los obreros, sublevados, destruyen las mercancías ajenas que les hacen la competencia, destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas, pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del obrero medieval.
En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa.
Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.
Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. Gracias a este contacto, las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años.
Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme, más pujante. Y aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios. Así nace en Inglaterra la ley de la jornada de diez horas.
Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesía lucha incesantemente: primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrándolo así a la palestra política. Y de este modo, le suministra elementos de fuerza, es decir, armas contra sí misma.
Además, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos suministran al proletariado nuevas fuerzas.
Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar.
Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado.
El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios.
Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las condiciones de vida del proletariado. El proletario carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás.
Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía.
Al esbozar, en líneas muy generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder.
Hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. Mas para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad.
La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado Presupone, inevitablemente, la concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado sin igualmente inevitables.
II. PROLETARIOS Y COMUNISTAS
¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?
Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.
No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.
Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.
....////.....
Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países.
Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, uníos! .///.
.../...INDIGNADOS E IDEALISMO DEL M15M.../...
// "15-M
// "15-M
Intentos de aproximar ética, política y democracia"
JORDI MIR GARCIA Y ENRIC PRAT CARVAJAL
Viernes 3 de enero de 2014
Orígenes del 15-M
En el 15-M confluyeron un conjunto heterogéneo de personas y grupos que dieron apoyo a lo que acabaría siendo una especie de plataforma o espacio de movilización que recogía distintas reivindicaciones, unas de carácter económico y social, y otras de naturaleza política. Sus críticas a la realidad económica, social y política existente, así como sus propuestas, contaron con la simpatía y el apoyo de muchas organizaciones sociales y amplios sectores de la sociedad. ¿Cómo explicar la gran dimensión social e importancia política que adquirió el 15-M? Se pueden apuntar, al menos, tres tipos de factores que condujeron al surgimiento del 15-M y que favorecieron su posterior extensión en la sociedad.
En primer lugar, amplios sectores de la población percibían como injustas las consecuencias sociales de las medidas adoptadas por los gobiernos para hacer frente a la crisis económica y financiera iniciada unos años antes. Como indicó Vicenç Navarro, una serie de políticas públicas aprobadas en España en los últimos años habían dañado y continuaban dañando el bienestar y la calidad de vida de las clases populares, tales como facilitar a los empresarios que puedan despedir a los trabajadores más fácilmente, congelar las pensiones, reducir y privatizar servicios públicos como la sanidad y la educación, y mantener una legislación que penaliza a las personas que no pueden pagar sus hipotecas. /1.
En segundo lugar, la reacción de muchas personas, destacando entre ellas los jóvenes, que a través de la movilización social quisieron dejar claro que estaban indignadas por las consecuencias de la crisis y de las políticas públicas aplicadas (aumento del paro y de la precariedad, extensión de la pobreza y de la exclusión social, pérdida de derechos laborales, deterioro de los servicios públicos…) y que no aceptaban el mensaje ideológico de los gobiernos, de muchos empresarios, de los organismos internacionales y de los grandes medios de comunicación en el que, como dijo Vicenç Navarro, se aseguraba que no había otra alternativa y que la presión de los mercados financieros exigía esos sacrificios sociales /2.
Este segmento indignado de la sociedad no confiaba en que el sistema financiero y económico que había causado la crisis tuviera capacidad de resolución de los problemas sociales existentes. Además, consideraba que las instituciones políticas de la democracia representativa no estaban representando la voluntad popular sino los intereses de una minoría privilegiada articulada en torno al sector financiero y las grandes empresas, y que los grandes partidos políticos habían mostrado, desde hacía mucho tiempo, su incapacidad para atender las justas demandas de una parte mayoritaria de la ciudadanía, así como muy poca voluntad de cumplimiento de sus propios programas electorales.
El 15-M ha denunciado que lo más básico de nuestra democracia no funciona bien. El acceso a la sanidad pública ha empeorado porque las políticas de austeridad han conducido al cierre de centros de atención primaria, quirófanos y plantas de hospitalización. En el ámbito de la educación se han aplicado recortes presupuestarios que han supuesto una disminución del profesorado, una mayor precariedad de los contratos laborales, un aumento del número en la ratio de estudiantes en clase, y un aumento considerable de los precios de las matrículas universitarias. En el campo de la vivienda, se han ido multiplicando el número de personas afectadas por impago de hipotecas o de alquileres. El 15-M expresó en las plazas la percepción existente en la sociedad de que los derechos sociales más básicos están en peligro. Por otra parte, el 15-M canalizó el creciente sentimiento de indignación de la población ante unas políticas públicas orientadas al rescate de las entidades financieras en situación de quiebra, pero que son consideradas como responsables del dolor que sufren muchas personas debido a las hipotecas concedidas u otros productos como las participaciones preferentes y por las retribuciones de sus altos cargos. Algunos casos que han merecido mucha atención son Bankia y CatalunyaCaixa.
En tercer lugar, el 15-M y las movilizaciones contra los recortes sociales expresaron públicamente, en las calles y en las plazas de nuestras ciudades y pueblos, un malestar, una indignación y unas ideas críticas que se habían ido gestando y expresando parcialmente en los últimos meses y años. Joan Subirats consideraba que con el 15-M emergió de golpe “algo que se había ido tejiendo en la red y que había tenido antes breves pero significativos destellos”:
Muchos de los jóvenes que se han movilizado estos días tuvieron su primera experiencia política contra la guerra de Irak. Algunos percibieron la fuerza que podía tener la red tras el intento de manipular el atentado del 11-M por parte del PP. Después, con acciones esporádicas vinculadas a la vivienda, a la oposición a la ley Sinde o a la defensa de Wikileaks, se fueron comprobando las potencialidades (y límites) de la movilización on-line.
Pero, el 15-M ha cambiado de escala y de dimensión al conseguir traspasar las fronteras en las que se movían los ciberactivistas. Se ha demostrado que la intensidad del intercambio y la comunicación digital no tiene por qué ir en detrimento de la presencial /3.
Por lo tanto, las ideas críticas que el 15-M expresó en las plazas y en las calles se fueron formando en ese conjunto de movilizaciones de calle y on-line, a través de la intercomunicación y la acción en el barrio, en la universidad, en Internet… Difícilmente las acampadas surgidas tras las manifestaciones del 15-M hubieran tenido la solidez que mostraron sin la larga trayectoria de movilizaciones sociales que han estado activas en los últimos años, como las protagonizadas por los movimientos de las okupaciones, por una globalización alternativa, universitario, por una vivienda digna o por la cultura libre.
Las propuestas democráticas del 15-M
El 15-M ha sido una de las pocas movilizaciones o espacios de lucha social que ha planteado recientemente y de manera masiva reivindicaciones concretas para la mejora o la reforma de la democracia existente. En este punto, es interesante tener en cuenta, como indicaron Charles Tilly y Lesley J. Wood, que “los movimientos sociales no fomentan ni defienden necesariamente la democracia” y que “es mucho más habitual que los movimientos nazcan alrededor de un interés o de un agravio concreto que de las reivindicaciones democráticas como tales”/4.
El 15-M no rechazaba la democracia en general, pero sí criticaba el deterioro y las insuficiencias de la democracia que tenemos actualmente y proclamaba que aspiraba a una regeneración y mejora sustancial de la democracia existente. ¿Por qué no rechazaba la democracia? Por dos motivos evidentes: porque la gran mayoría de la ciudadanía y también de las personas que participaron en el 15-M consideran que en las democracias actuales hay instituciones, derechos y libertades que son positivas y que se han de preservar, muchas de las cuales han sido fruto de las luchas democráticas de diferentes movimientos sociales y políticos; y porque existe una consciencia bastante generalizada entre la población y en bastantes personas del 15-M de las dificultades de construir una democracia basada exclusivamente en la asamblea en lugares donde el número de ciudadanos es muy numeroso.
Ahora bien, el 15-M puso de relieve una cuestión que es evidente desde hace tiempo: la democracia actual necesita reformas profundas y urgentes. En sus propuestas iniciales, el 15-M planteó tres tipos de correcciones a la democracia actual: que la democracia tenga un alto contenido social; que se regenere la democracia representativa, eliminando sus patologías; y que la democracia incorpore mecanismos de democracia participativa y directa.
Sobre el contenido social que habría de tener la democracia, hay que consultar el documento de propuestas para la regeneración de nuestro sistema político y económico, que se discutió en las asambleas de las acampadas del 15-M, y que se estructuró inicialmente en ocho bloques temáticos. En el punto 2 se proponía la eliminación de los privilegios de las entidades financieras. En el punto 3 se reclamaba la eliminación de los privilegios para las grandes fortunas. En el punto 4 se proponían diferentes medidas para combatir el paro y para mejorar la calidad de vida de todas las personas. El punto 5 estaba dedicado al derecho a la vivienda. El punto 6 estaba centrado en la demanda de unos servicios públicos de calidad. Y en el punto 8 se exigía una reducción de los gastos militares, más necesaria que nunca, ya que buena parte de los recursos que se destinan a la defensa, a los ejércitos, a la fabricación de armas y a la investigación militar se podrían destinar a cubrir las necesidades sociales básicas de la población /5.
El 15-M denunció el paro, la precariedad, los bajos salarios, las reformas antisociales, el hecho de que los bancos que han provocado la crisis económica se queden con las viviendas de las personas que no pueden pagar las hipotecas, y la corrupción de bastantes empresarios y políticos. Acusó a los poderes políticos y económicos de la precaria situación y les exigió un cambio de rumbo. De hecho, en el Manifiesto de la plataforma Democracia Real Ya se dice, textualmente, que el funcionamiento del actual sistema económico y de gobierno es un obstáculo para el progreso de la humanidad; que la clase política sólo atiende a los intereses de los grandes poderes económicos; y que la voluntad del sistema es la acumulación de dinero, despilfarrando recursos, destruyendo el planeta, generando paro y consumidores infelices /6.
En relación a la democracia representativa, el 15-M reclamó la eliminación de los privilegios que tienen los representantes políticos electos y que estos realicen la función para la cual han sido elegidos. En su Manifiesto, la plataforma Democracia Real Ya denunciaba que la mayor parte de la clase política no escucha al pueblo y señalaba que su función debería ser llevar la voz del pueblo a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante líneas directas /7. El 15-M ha criticado a la clase política porque se ha convertido en un instrumento de defensa de los intereses económicos de los empresarios y porque no defiende con suficiente firmeza los bienes públicos. Estos problemas son el trasfondo de los gritos que tanto se pudieron escuchar en las movilizaciones del 15-M: “Lo llaman democracia y no lo es”, “Que no, que no, que no nos representan”.
Entre las propuestas del 15-M hay algunas que hacían referencia a la necesidad de una democracia representativa reformada, como la modificación de la Ley Electoral para garantizar un sistema auténticamente representativo y proporcional que no discrimine a ninguna fuerza política ni voluntad social; y el establecimiento de mecanismos efectivos que garanticen la democracia interna en los partidos políticos, entre ellos las listas abiertas, la elección directa de los concejales, y la publicidad y transparencia en la financiación de los partidos políticos /8.
El 15-M no se limitó a denunciar que la democracia representativa que tenemos se ha deteriorado y a proponer medidas para su reforma. También ha expresado que nuestra democracia tiene unos límites que conviene superar. ¿Qué tipo de democracia política reclamaba el 15-M? Planteaba la necesidad de construir una democracia más completa, en la cual la población pueda participar de manera efectiva a la hora de tomar decisiones relevantes, en particular cuando se hayan de aprobar las leyes y las políticas públicas fundamentales.
Entre las diferentes propuestas del 15-M figuran algunas directamente relacionadas con la aspiración a una democracia participativa, como el referéndum obligatorio y vinculante para las cuestiones de gran envergadura (incluidas las directivas europeas) y el presupuesto participativo /9.
Los mecanismos de democracia participativa y directa propuestos por el 15-M han sido creados y desarrollados en diferentes lugares del mundo, en España y en Catalunya, como el referéndum, la iniciativa legislativa popular y el presupuesto participativo.
Comparando este conjunto de propuestas del 15-M con las que han ido planteando en las últimas décadas diferentes organizaciones y movimientos sociales (sindicatos de trabajadores, movimiento altermundista, movimiento por una vivienda digna…) y partidos políticos de la izquierda transformadora (Iniciativa per Catalunya Verds, Izquierda Unida, candidaturas alternativas y populares…) se puede llegar a la conclusión que no hay diferencias sustantivas. Ha sido la forma de plantear estas reivindicaciones, en su radicalidad y en su voluntad de actuar aunque haya quien diga que es imposible, lo que contribuye a ver el 15-M como un fenómeno singular.
Un fenómeno poliético y politizador
Quim Brugué considera que el 15-M se puede interpretar tanto como un fenómeno antipolítico como un fenómeno de politización. Por una parte, expresaba un sentimiento antipolítico: hacia los políticos, por su incapacidad para resolver los problemas sociales; hacia la clase política, por sus privilegios y su distanciamiento respecto a la sociedad; y, en general, hacia la política convencional existente. Pero, por otra parte, el 15-M contribuyó a una politización de sectores de la sociedad que se habían alejado de la política, practicando la política desde la base, desde las plazas y las calles de muchas ciudades y pueblos. Esta segunda dimensión del 15-M es, según Brugué, la más esperanzadora, porque puede convertirse, más allá del enfrentamiento con la política convencional, en una propuesta de política diferente y renovada, que deje de ser monopolio de las instituciones y se extienda por el conjunto de la sociedad /10. Estas percepciones críticas hacia la política convencional están presentes, en mayor o menor medida, en la mayoría de las democracias de los países occidentales.
¿La ciudadanía es responsable de que lo que ha ocurrido en la política convencional e institucional? En parte, sí, por su renuncia a hacer política. Quim Brugué considera que la ciudadanía ha de vigilar y ha de ser beligerante con los comportamientos incorrectos de los políticos, ha de indignarse ante la mala política, pero también ha de ser igual de exigente con sus propios comportamientos, sobre todo por lo que se refiere a su implicación en los asuntos colectivos, para poder convertir la indignación en la semilla de procesos de transformación y mejora /11.
Pues bien, las personas que se vincularon al 15-M realizaron las dos cosas que apunta Brugué: expresaron un distanciamiento hacia los partidos políticos con representación en las instituciones del Estado, una crítica y una indignación ante la mala política, pero se implicaron participando directa y activamente en las actividades del 15-M para intentar conseguir un cambio social y político. Es por ello que la crítica del 15-M a la denominada clase política no puede ser confundida con desinterés por la política ni ser catalogada de antipolítica.
A lo que asistimos, en términos generales, es a una reivindicación de la participación en las decisiones de todo aquello que nos afecta. A la exigencia de otra política. Una política con más participación, mejor representación, más transparente y con mayores mecanismos de rendición de cuentas, atenta a las necesidades y derechos del conjunto de la ciudadanía.
Desde hace años las encuestas sobre participación política nos ofrecen indicadores del crecimiento destacable de las formas que se consideran no tradicionales. Proliferan espacios de participación que no son los considerados convencionales (partidos políticos, sindicatos…) y también las maneras de hacer menos habituales (horizontalidad, asamblearismo, desobediencia civil…). La democracia para muchas personas significa: elecciones, partidos políticos, constitución y parlamentos. No es poco, pero eso ya no es suficiente hoy.
Lo que ya no es suficiente hoy hace años que viene siendo planteado por personas y colectivos sin el impacto que hoy se está consiguiendo. Por ejemplo, Francisco Fernández Buey en Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, en 1996, había planteado claramente cual era su manera de entender la política y lo que hacía falta, usando una expresión suya, para soldar la herida abierta entre política y democracia en la sociedad civil:“1º volver a fundamentar filosóficamente, con punto de vista, el carácter noble de la participación política; y 2º razonar la renovada creencia en otra forma de participación política sin que ésta se disuelva en un nuevo fundamentalismo; o sea, razonar una forma de participación política concreta y alternativa tan alejada de la repetición de la ilusión como de la mera negación de lo que hay” /12.
Fernández Buey proponía tres cosas: el reforzamiento de la sociedad civil frente al Estado y la partitocracia, promover el carácter noble de la actividad política entendida como participación ciudadana, y la necesidad de otra forma de hacer política basada en la coherencia y la consecuencia, contra el desfase enorme que generalmente existe entre lo que se dice y lo que se hace.
Hoy asistimos a un proceso que está implicando una reducción de servicios públicos y de los salarios, y un aumento de la población desempleada. ¿Cómo resistir? Haciendo política, una política que no puede ser la que hasta ahora se ha estado haciendo desde las instituciones. Una política en la que las personas representantes verdaderamente lo sean de las representadas, con espacios amplios para la participación directa, de incorporación de todas aquellas personas que quieran participar. Una política que construye legitimidad más allá de la legalidad establecida. Una legitimidad compartida que se quiere transformadora de lo existente pasa por cuestionar la legalidad vigente y cambiarla.
Incidencia política del 15-M
Para valorar correctamente la incidencia política de los movimientos sociales se necesita perspectiva histórica, porque la gran mayoría de sus impactos suelen producirse de forma lenta y acumulativa y a visualizarse a medio y largo plazo. En muchas ocasiones, los movimientos sociales no consiguen, a corto plazo, sus objetivos políticos, pero en cambio, sus ideas pueden ser adoptadas por amplios sectores de la sociedad, creándose así las bases políticas para lograr cambios sustantivos posteriores.
Por otra parte, solo en algunas ocasiones los movimientos sociales consiguen plasmar nítidamente los objetivos políticos que persiguen, siendo más habitual que estos se logren de forma parcial o que el resultado final sea un híbrido entre lo que planteaba el movimiento social y los propósitos de las instituciones públicas y de otros actores políticos y sociales.
Pero se pueden apuntar algunos de los impactos políticos inmediatos y a corto plazo del 15-M y especular sobre sus previsibles efectos en un futuro próximo.
El efecto inmediato más relevante del 15-M fue cambiar la dinámica de resignación, frustración, impotencia, parálisis, apatía y pasividad que había en la sociedad ante los efectos de la crisis económica que se inició en el 2008 y de las posteriores políticas públicas aplicadas por los gobiernos (reforma del mercado laboral, recortes de la dotaciones económicas a los servicios públicos…). Esto puede verse claramente en los estudios que muestran el amplio apoyo recibido del conjunto de la sociedad.
Otro de los efectos inmediatos, señalado por Antonio Domènech, fue, “en plena campaña electoral para distintos comicios locales y autonómicos”, eclipsar rápidamente la aburrida y vacía “publicidad comercial que los partidos políticos españoles venían formulariamente presentando como genuina propaganda política”. El 15-M se convirtió, durante unos meses, “en el centro indiscutible de la vida política española, colocando a nuestro país en la portada de todos los grandes medios de comunicación internacionales y suscitando, según todas las encuestas formales e informales, un caudal irrepresable de simpatía entre las más amplias capas de la población” /13.
En fin, el 15-M ha producido cambios importantes en las personas que ya se movilizaban anteriormente, y en las que no lo hacían y se sumaron por primera vez, bien fuera por su juventud o por su falta de ánimo o conciencia. Es decir, el impacto inmediato del 15-M, tanto movilizador como mediático y sensibilizador, fue indiscutible y muy relevante.
A corto plazo, el 15-M generó efectos positivos en otras plataformas de lucha y movimientos sociales, y contribuyó a que se formaran diferentes mareas en defensa de los servicios públicos y de los derechos sociales. Sin duda, las manifestaciones y las acampadas del 15-M supusieron un punto de inflexión en los procesos de movilización social de los últimos años y la apertura de un nuevo periodo de acciones colectivas contenciosas. Se puede decir que el 15-M fue el inicio de un nuevo ciclo de protesta, que se ha sostenido, con altibajos, durante dos años y medio.
El 15-M ha dinamizado la movilización, la ha hecho más amplia y plural, y ha contribuido a aumentar el número de personas implicadas en acciones colectivas de protesta a través de las diferentes mareas y plataformas de lucha. Grupos y entidades muy activas en este periodo de movilización han ido afianzando su organización, como es el caso de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).
La PAH surgió antes del 15-M pero que se ha desarrollado ampliamente gracias al nuevo escenario de movilización generado por el 15-M. Una parte de las personas que impulsan la PAH provienen de movimientos sociales como el de las okupaciones, el altermundista y por una vivienda digna, y sus experiencias de acción colectiva son anteriores al 15-M, pero el desarrollo que les ha llevado a la implantación social que ahora tienen, su capacidad de dar respuesta a tantos desahucios con prácticas de desobediencia civil no violenta, y su incidencia en el debate público y en la agenda política, no habrían sido posibles sin el fenómeno del 15-M, al menos con la rapidez y la intensidad que se ha dado. En un corto espacio de tiempo, la PAH ha logrado sensibilizar, a entidades sociales, a partidos políticos, a instituciones democráticas y a la población en general, sobre la indignidad y la injusticia de los desahucios; y su presión política ha sido decisiva en los cambios legislativos parciales que se han ido introduciendo.
Aunque las propuestas del 15-M eran concretas, el hecho de que se presentaran de forma global, así como su alejamiento voluntario de las instituciones políticas encargadas de aprobar las leyes y las políticas públicas, desplazó el protagonismo reivindicativo hacia las diferentes plataformas de lucha y mareas que se han movilizado después del 15-M y que han desarrollado acciones por demandas parciales relacionadas con derechos sociales básicos (vivienda, trabajo…) y con la defensa de servicios públicos como la sanidad y la educación. Por ejemplo, en el caso de la defensa de la sanidad pública en Catalunya, un conjunto de colectivos y plataformas se han unido para promover una Iniciativa Legislativa Popular (ILP).
Es difícil prever los posibles impactos a medio y largo plazo del 15-M, entre otras razones porque la duración y la evolución del actual ciclo de protestas son imprevisibles. Pero se puede pronosticar que los temas planteados por el 15-M perdurarán en el tiempo, porque, como indicó Antoni Domènech, responden a necesidades muy vivas y hondas de nuestra sociedad. Lo más probable es que las críticas y las propuestas del 15-M permanezcan durante un largo periodo porque suponen un “principio de rectificación democrática de la degeneración de nuestra vida política y económica” y pueden ser el “germen de un proceso aún más ambicioso, constituyente” /14.
Esperemos que estos pronósticos sean acertados y haya capacidad suficiente no sólo para resistir las políticas autoritarias y de recortes sociales de los gobiernos sino también para regenerar el sistema político y construir una alternativa viable al modelo económico actual.
Uno de los efectos posibles de la actividad de los movimientos sociales es conseguir transformaciones significativas del sistema político, entre ellas la creación de las bases sociales y políticas que faciliten la irrupción de nuevos partidos políticos afines a los movimientos sociales.
¿Provocará el 15-M un cambio en el actual sistema de partidos políticos? ¿En qué sentido? ¿Conseguirá consolidarse y obtener un apoyo suficiente la nueva formación política Red Ciudadana Partido X, cuyos promotores surgieron del 15-M?
¿Contribuirá el 15-M a impulsar una reforma de los partidos políticos establecidos a partir de su denuncia del divorcio existente entre ellos y la población? Las respuestas a estas incógnitas se irán dando en los próximos años. Por el momento, se pueden aportar los siguientes datos y reflexiones.
La experiencia histórica demuestra que construir un nuevo partido político que tenga una implantación social relevante es bastante complicado. En ese sentido, vale la pena conocer el proceso de formación del partido verde alemán, Die Grünen, el partido más destacado de la última generación de partidos políticos de izquierdas en Europa Occidental.
Para que pudiera fundarse un partido como Die Grünen tuvieron que confluir un conjunto de factores, señalados por Jorge Riechmann: un gran crecimiento de la consciencia ecologista de la población; la falta de sensibilidad de los partidos políticos tradicionales ante los problemas energéticos y medioambientales; el surgimiento de una nueva generación de iniciativas ciudadanas y movimientos sociales a lo largo de las décadas de 1950, 1960 y 1970 (pacifistas, ecologistas, antinucleares y feministas), que movilizaron a centenares de miles de personas y que afirmaron su autonomía respecto a los partidos políticos tradicionales y a los sindicatos, creando así las condiciones políticas y las estructuras activistas necesarias para la construcción del partido verde; y la formación, entre 1976 y 1980, de partidos regionales verdes y listas electorales verdes y alternativas que obtuvieron buenos resultados en algunas elecciones municipales y regionales, que se fusionaron y crearon Die Grünen en 1980 /15.
Por lo tanto, de la experiencia del proceso de creación de se desprende que la construcción de un nuevo tipo de partido político, que tenga un gran apoyo social y electoral e incidencia política significativa, no es nada fácil.
Por otra parte, hay que recordar que de los movimientos altermundistas que se desarrollaron durante los primeros años de la década de 2000, que fueron muy masivos, en Europa Occidental no surgió una nueva generación de partidos políticos.
El 15-M ha tenido efectos en algunos de los grupos políticos a los que dirigían sus críticas. En algunas de las organizaciones políticas tradicionales de la izquierda, significativamente en aquellas más cercanas a las ideas y propuestas que han surgido de las movilizaciones de los últimos años, como ICV e IU, se está produciendo una especie de 15-M. En su interior se están dando procesos de reflexión sobre las nuevas maneras de hacer política que han emergido en los últimos años. Muchas personas de estos colectivos tienen dobles y triples militancias, algunas en organizaciones tradicionales (partido político, sindicato, asociación de vecinos y vecinas…) y otras en plataformas de lucha y grupos recientes (PAH, mareas…). El intercambio que esa multipertenencia genera puede llevar a escenarios muy ricos en todas las direcciones. En los grupos tradicionales se puede avanzar hacia un funcionamiento más horizontal y en los nuevos puede ganar peso la importancia de trabajar con las organizaciones tradicionales y los grupos políticos con representación institucional.
Ideas poliéticas para continuar: confluencia en la acción y desobediencia civil
Para abrir un proceso global de transformación política, económica y social, hay dos instrumentos que pueden ser muy útiles y necesarios: la confluencia en la acción de las organizaciones sociales y políticas transformadoras, y la práctica generalizada de la desobediencia civil no violenta.
Es un buen momento para tomar conciencia de las limitaciones que tienen los diferentes espacios, colectivos y organizaciones, y pensar en las fortalezas que pueden surgir del trabajo conjunto. ¿Podrían producirse sinergias a partir de ahora?
¿Dónde estarían las claves para un posible encuentro? El programa de mínimos o común denominador se puede situar en la voluntad de defender unos derechos que se consideran justos para el conjunto de las personas que configuran la sociedad. Unos derechos que están en peligro por las políticas de austeridad y de recortes que están adoptando los gobiernos para hacer frente a la crisis económica y financiera que estamos padeciendo, causada por inversores especuladores y por la negligencia de las autoridades estatales.
En ese posible programa de mínimos también se podría incluir la lucha contra la deriva autoritaria y antidemocrática del gobierno del PP, concretamente contra la actual criminalización de la acción colectiva contenciosa, la desautorización de las formas contestatarias de hacer política, y las medidas de seguridad aprobadas contra el activismo político y social. Una buena muestra es el contenido del actual proyecto de ley de seguridad ciudadana impulsado por el gobierno del PP y sus posibles consecuencias para los que practican la acción política colectiva contenciosa.
Ahora bien, para que esta unidad de acción sea posible es imprescindible que en las organizaciones de la izquierda política transformadora se produzca un cambio de percepción sobre su papel y sus relaciones con los movimientos sociales. Han de respetar escrupulosamente la independencia de los movimientos sociales y han de concebir una orientación estratégica para el cambio político, económico y social basada en el acompañamiento y la colaboración entre los movimientos sociales y las fuerzas políticas transformadoras.
Lo aprendido de la Transición sobre la relación entre política institucional y ciudadana nos debería enseñar lo que no hay que hacer. Para que el aprendizaje sea efectivo habrá que entender que lo hecho desde entonces, y que a muchos sectores vinculados a las instituciones pudo agradar por lo que suponía de tranquilidad y fortalecimiento de los partidos, es lo que nos sitúa en la crisis política de la democracia representativa a la que hemos llegado hoy. La demanda de más democracia y de mayor calidad democrática ha ido ganando apoyo, hasta ser algo más que una reivindicación de la que el sistema pueda prescindir. No es el primer periodo en el que ocurre. En el anterior, el que va de la década de 1960 hasta mediados de la década de los setenta en diferentes partes del mundo, se respondió teorizando que la crisis de la democracia se había producido por exceso de democracia y aplicando políticas de control de la misma. ¿Dónde nos llevaría hoy volver a insistir en esa crisis por exceso como algunas voces institucionales ya hacen?
Durante mucho tiempo, cuando nos preguntábamos por ejemplos de desobediencia civil en nuestro país, recurríamos a la movilización contra el servicio militar obligatorio. Recordábamos a Pepe Beunza, a los objetores de Can Serra, al Movimiento de Objeción de Conciencia, a los insumisos… Hoy es la PAH la que está utilizando la desobediencia civil como instrumento para impedir los desahucios, algo que consideran injusto e ilegítimo; para acompañar y generar solidaridad hacia las personas afectadas por los desahucios; y para lograr que su voz resuene desde los barrios más castigados hasta los medios de comunicación comerciales de gran difusión y las cámaras parlamentarias.
Paralizar un desahucio es desobedecer una orden judicial, es desobedecer a sabiendas las leyes que nos rigen. Pero cuando se considera que hay leyes injustas, la desobediencia pasa a ser un deber para muchas personas. Del deber de obedecer se pasa al deber de desobedecer. Desobedecer una ley para que sea substituida, modificada, y buscar así que la legalidad esté más cerca de la legitimidad. Hay quien entiende que la legalidad crea la legitimidad. Otras personas consideran que aquello que se entiende como legítimo, bueno, adecuado, es lo que después convendrá convertir en ley. Se busca una desobediencia que haga de nuestra sociedad un espacio más civil.
Desde la PAH se considera, además, que las ejecuciones hipotecarias y los desahucios por razones económicas en el Estado español violan, de entrada, normativas existentes que justifican que no deban obedecerse las órdenes judiciales: los artículos 24 (sobre la tutela judicial efectiva) y 47 (sobre el derecho a la vivienda) de la Constitución española; el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC); y las Observaciones Generales del comité DESC de Naciones Unidas números 3 (obligaciones de los estados miembros), 4 (derecho a una vivienda) y 7 (prevención de desahucios forzosos). La Constitución española, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y las Observaciones Generales del comité DESC de Naciones Unidas deberían ser constituyentes de una legalidad que no permitiera los desahucios que estamos viviendo. Ante el dolor que generan, desobediencia.
Las personas desobedientes no acostumbran a agradar al conjunto de una sociedad que se quiere democrática. Pero hoy, como en otros momentos, nuestra democracia da claras muestras de que es un proceso en el que nos queda mucho por avanzar. Las condiciones en las que están viendo tantas personas y familias, el comportamiento de entidades financieras que incluso han sido nacionalizadas por sus malas prácticas, llevan a que la desobediencia civil tenga gran apoyo social. Y que incluso las propuestas de un ministro del Interior de reformar el Código Penal para que la desobediencia pacífica sea tipificada como delito de atentado contra la autoridad merezcan considerable contestación.
La desobediencia civil no es lo fácil de hacer, un primer recurso, una rabieta, lo que se lleva, un “no porque no”… La desobediencia civil llega después de un largo proceso en el que se han intentado agotar todas las posibilidades (contactos, negociaciones…) para evitar el dolor de las personas que se quedarán sin casa después de haberse quedado sin trabajo. La desobediencia que se quiere civil necesita decisión para enfrentarse a una realidad bien consolidada e impulsar una de nueva, especialmente cuando muy pocas personas pueden llegar a atreverse. La desobediencia civil es un grito que busca avisar de las injusticias que se están cometiendo, de la democracia que se está perdiendo, y que va acompañado de propuestas para tener cuidado de las personas que lo están pasando mal y construir una legalidad legítima y civil.
Otoño del 2013
http://revistes.ub.edu/index.php/oximora/article/view/9775/12604
Jordi Mir Garcia y Enric Prat Carvajal son profesores, respectivamente, de la Universidad Pompeu Fabra y Universidad Autónoma de Barcelona
Notas
1/ Vicenç Navarro, “El movimiento Democracia Real Ya y la hipocresía del establishment mediático”,www.vnavarro.org
2/ Vicenç Navarro, “El movimiento Democracia Real Ya y la hipocresía del establishment mediático”,www.vnavarro.org
3/ Joan Subirats “15-M: dos semanas, otro paisaje”, El País, 29 de mayo del 2011.
4/ Charles Tilly y Lesley J. Wood, Los movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook, Barcelona, Crítica, 2010, p. 245.
5/ Propuestas de la plataforma Democracia Real Ya. www.democraciarealya.es
6/ Manifiesto de la plataforma Democracia Real Ya. www.democraciarealya.es
7/ Manifiesto de la plataforma Democracia Real Ya. www.democraciarealya.es
8/ Propuestas de la plataforma Democracia Real Ya. www.democraciarealya.es
9/ Propuestas de la plataforma Democracia Real Ya. www.democraciarealya.es
10/ Quim Brugué, És la política, idiotes!, Girona, Papers amb Accent, 2012, pp. 24-25.
11/ Quim Brugué, És la política, idiotes!, Girona, Papers amb Accent, 2012, p. 31
12/ Francisco Fernández Buey, “Introducción: política como ética de lo colectivo” en Francisco Fernández Buey y Jorge Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Madrid, Siglo XXI, 1996, p. XIV.
13/ Antoni Domènech, “Mejor al revés: ¿cuál es la alternativa real al Movimiento del 15 de Mayo?”.www.sinpermiso.info, 22 de mayo del 2011.
14/ Antoni Domènech, “Mejor al revés: ¿cuál es la alternativa real al Movimiento del 15 de Mayo?”.www.sinpermiso.info, 22 de mayo del 2011.
15/ Jorge Riechmann, Los verdes alemanes: historia y análisis de un experimento ecopacifista a finales del siglo XX, Granada, Comares, 1994, pp. 42, 49-50, 53-54, 62, 71 y 126. //
.../...M15M EN VALENCIA .../...
//" Participación ciudadana
El movimiento 15M se funde en la lucha vecinal
Representantes de este movimiento se han convertido en un revulsivo de las asociaciones de vecinos y de las rígidas juntas de distrito
07.01.2014 | 08:25
El movimiento 15M surgió hace dos años en las plazas de las grandes ciudades españolas. M.A.Montesinos
Los grupos de movilización ciudadana han estado unidos entre sí por valores comunes o acciones concretas. Ahora esa antigua simbiosis se ha hecho patente en el movimiento 15M y en las asociaciones de vecinos de Valencia, cuyos miembros han empezado a entrecruzarse de la misma forma que sus ideas, sus actividades o sus protestas. Lo que fue un movimiento singular pervive dos años después en la lucha vecinal.
JOSÉ PARRILLA | VALENCIA Como una evolución natural de la lucha social, el movimiento 15M ha prolongado en las asociaciones de vecinos de Valencia el trabajo iniciado hace dos años en asambleas populares. Sus mensajes han calado en el movimiento vecinal y su presencia se hace cada vez mayor en las asociaciones e incluso en las juntas municipales de distrito, el máximo contacto al que pueden aspirar con los responsables municipales.
Dirigentes vecinales como Vicent Soler, de San Marcelino, o Rafael Medina, de Torrefiel, han visto potenciadas sus respectivas asociaciones con la labor de jóvenes procedentes de estos movimientos y han defendido de forma entusiasta su participación en actividades, programas festivos o acciones culturales.
También han estado presentes en las últimas juntas municipales de distrito, donde protagonizaron las mayores protestas por las dificultades que se ponen a la participación ciudadana.
«El hecho de que miembros de formaciones del 15M se hayan sumado a las asociaciones de vecinos es a mi parecer una consecuencia natural de la movilización ciudadana, que debe encontrar cauces desde donde hacer patente el malestar general», explicó a este periódico Eugenio Moltó, miembro del 15M de San Marcelino y colaborador de la asociación de vecinos.
Para Moltó «sólo aquellas asociaciones abiertas, poco temerosas de los cambios y sin significación partidista» han acogido a los participantes de este movimiento social, que, por otra parte, han aportado «un mayor dinamismo» a las organizaciones.
Desmovilización
Echando la vista atrás, Moltó recuerda que «fue precisamente la izquierda más socialdemócrata la que al grito de ¡Ya está la izquierda en las instituciones, ya no hacen falta las asociaciones! tocó a desmovilización general», una desmovilización que acabó por desinflar a «las combativas» entidades vecinales, que «perdieron su capacidad crítica y reivindicativa».
Echando la vista atrás, Moltó recuerda que «fue precisamente la izquierda más socialdemócrata la que al grito de ¡Ya está la izquierda en las instituciones, ya no hacen falta las asociaciones! tocó a desmovilización general», una desmovilización que acabó por desinflar a «las combativas» entidades vecinales, que «perdieron su capacidad crítica y reivindicativa».
Ahora, sin embargo, «es un hecho que el 15M atomizado se está dejando ver con o sin siglas en la trastienda política de muchas de las protestas sociales que se producen casi a diario. Y el movimiento vecinal, como germen catalizador de los intereses de los vecinos, no podía quedarse al margen», explica. «Es pronto para aventurar un renacer del asociacionismo, pero veremos a dónde el camino nos lleva», concluyó.
En esa misma dinámica ha entrado también L. C., miembro del 15M de Torrefiel y colaboradora de la asociación de vecinos junto a una docena de compañeros. En realidad, dice, «nos apoyamos mutuamente».
En esa misma dinámica ha entrado también L. C., miembro del 15M de Torrefiel y colaboradora de la asociación de vecinos junto a una docena de compañeros. En realidad, dice, «nos apoyamos mutuamente».
«Desde que el 15M dejó la plaza y se instaló en los barrios, la idea era acercarse a los vecinos», dice. Y una vez allí, se han encontrado puertas nuevas como las de las juntas de distrito.
En estas juntas, precisamente, han tenido un contacto directo con otros vecinos, con los representantes políticos y también con los miembros del equipo de Gobierno que las manejan, un paso interesante pese a que no están reconocidos como movimiento social y tienen que intervenir como particulares.
Para L.C., no obstante, lo más importante para el movimiento es el trabajo en la calle. Y en este sentido, su actividad es muy intensa. En Torrefiel, por ejemplo, se está poniendo en marcha la moneda social ECO y ya han hecho varios mercadillos con la colaboración de los vecinos, que ponen el material que lo hace posible.// )))).....
Nota: Como se ve aquí no entramos casi nada al asunto,...sin embargo en artículos posteriores si hablamos algo,...quizás bastante más,...ya que se tratan asuntos sobre Ucrania, Asia, Latino América, el Multiimperialismo,.. y otros asuntos interesantes y determinantes sobre la lucha de clase global,...la lucha por la sostenibilidad y sustentación de la humanidad,...además de inicios de asuntos como táctica y estrategia revolucionaria global, de la humanidad proletaria-popular,... ( Lukyrh. en 19-5-2.014).
Publicado por lukymalaga
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