martes, 29 de septiembre de 2020

EL COMUNISMO Y LA DEMOCRACIA JEFERSONIANA Bob Avakian



EL COMUNISMO Y LA DEMOCRACIA JEFFERSONIANA 


Bob Avakian Bob Avakian 2 Derechos reservados © 2008 Bob Avakian.

Bob Avakian

Activista político
Bob Avakian
Bob Avakian, nacido el 7 de marzo de 1943 en Washington, es un activista y teorista socio-politico estadounidense de origen armenio. Actuando como presidente del Partido Comunista Revolucionario de los Estados Unidos, Avakian es conocido por ha…

Por la edición en inglés. 

La traducción al español y la revisión para su publicación son responsabilidad de Revolución/revcom.us y algunos traductores internacionales. 

Posteado en www.revcom.us el 2 de julio de 2020. 

RCP Publications PO Box 3486 Merchandise Mart Chicago, IL 60654-0486 www.revcom.us 

El comunismo y la democracia jeffersoniana 3 

Índice 

Nota de la Editorial por la edición en inglés (2008) 5 El comunismo y la democracia jeffersoniana 7 

La democracia estadounidense: 

“Ellos matan gente por decir lo que usted está diciendo” 7 

La “democracia jeffersoniana”: Los ideales, las ilusiones y la realidad 9 

El ideal de Jefferson de una sociedad buena y justa — y la realidad de la esclavitud 10 

La esclavitud, la supremacía blanca y la democracia en Estados Unidos 12 

La democracia burguesa, el elitismo burgués 15 

Las mercancías, la polarización, la desigualdad y la explotación 16 

La “gran narrativa” sobre Estados Unidos — y la brutal realidad subyacente 18 

Más sobre la verdadera base de la riqueza y el poder de Estados Unidos 21 

La libertad de conciencia como propiedad privada, “el mercado libre de ideas” — y una búsqueda radicalmente diferente y mucho más destrabada de la verdad 23 

“Las elites que se compiten entre sí” — e ir más allá de las “elites” 28 Qué ocurre —y no ocurre— mediante las elecciones... lo que es —y lo que no es— la actividad política con sentido 30 

¿Es realmente cierto que las personas solamente pueden ser peones de las elites? 34 

La sociedad capitalista, la democracia burguesa y la dictadura 40 

La dictadura no se refiere a un poder indiscutible 44 

El comunismo y el capitalismo: Dos visiones fundamentalmente opuestas de la libertad 

El comunismo:

Una visión positiva —y no simplemente una visión negativa— de la libertad 50

La necesidad y la libertad 52 Bob Avakian 4

El papel de la dirección en el proceso de ir más allá de las divisiones sociales que hacen que sea necesaria una dirección institucionalizada 54

Una comprensión científica de la sociedad, y de los cambios revolucionarios en la sociedad — Una respuesta básica a las calumnias contra el comunismo 59

La transición al futuro — la realidad, la sombra y el regocijo 62 No solo el objetivo final, sino el camino hacia ese objetivo, debe ser verdadera y profundamente liberador 70

Superar el desequilibrio en el mundo 71

Un espíritu de triunfo con una base científica 73

La bancarrota de los ideales democrático-burgueses, y el potencial liberador de la revolución comunista 74

Notas 75

El comunismo y la democracia jeffersoniana 5 Resultado de imagen de el comunismo y la democracia jeffersoniana/bob avakian

Nota de la Editorial por la edición en inglés (2008)

Lo siguiente se basa en un discurso de Bob Avakian, una de las 7 Charlas pronunciadas por Avakian en 2006.

En la revisión del siguiente texto en preparación para su publicación, algunos pasajes fueron reescritos y algún material adicional ha sido agregado, pero se ha hecho un esfuerzo por conservar, lo más que sea posible, el estilo y el tono de la presentación original (por ejemplo, en varios puntos, se incluyen las reacciones del público), así como su contenido y sustancia (y, respecto al contenido, se han conservado las referencias a personas y sucesos específicos, que quizá tuvieran una relevancia más directa a la hora de pronunciar este discurso, donde forman una parte integral del significado y el “fluir” de la presentación, si bien en ciertos casos, el autor agregó unas notas a fin de ampliar uno que otro punto suyo con la referencia específica, y/o de relacionarlo con lo que está pasando ahora [2008]). Bob Avakian 6 El comunismo y la democracia jeffersoniana

La democracia estadounidense:

“Ellos matan gente por decir lo que usted está diciendo”

Para empezar —y para abordar inmediatamente la realidad básica de cómo es el gobierno en Estados Unidos y qué representa en realidad su democracia—, quiero volver a contar una historia que ya he contado varias veces, porque de una forma sencilla y directa concentra muchas cosas importantes. En 1979 estuve de gira para pronunciar discursos en varias ciudades importantes de Estados Unidos, y en relación con la gira hice una serie de entrevistas en los medios de comunicación. En una de esas ocasiones me grabaron para un programa de televisión en Cleveland, en el que me entrevistaron varios periodistas negros. Inmediatamente después de la grabación de ese programa, en el que había expresado claramente mi punto de vista revolucionario, la mujer que moderó el programa me dijo con toda naturalidad:

 “Vaya que usted es muy valiente”. Bueno, esto me tomó por sorpresa, y le pregunté “¿Por qué dice eso?” Y ella respondió, con el mismo tono:

“Usted sabe, ellos matan gente por decir lo que usted está diciendo”.

Como lo he dicho en varias ocasiones al contar esta historia, lo verdaderamente importante de este intercambio, y en particular los comentarios de ella, es que ni siquiera dijo:

“Usted sabe, ellos matan gente por tratar de hacer lo que usted está diciendo”. Dijo simplemente: ellos matan gente por decir lo que usted está diciendo. En esto, ella fue directamente al grano, y de hecho fue directamente a la esencia de la “democracia estadounidense”. Y este no fue simplemente un comentario suelto de esta periodista negra en particular. No es poco común escuchar comentarios de este tipo, provenientes de gente negra y de otras personas que han tenido experiencia con la brutalidad y los asesinatos que comúnmente comete la policía, especialmente en las comunidades marginadas de las ciudades en todo Estados Unidos — o de gente que, en todo caso, tiene algún tipo de conocimiento de la verdadera historia de Estados Unidos y en particular de la forma en que ha lidiado con la gente que los de arriba consideran como una importante amenaza de un tipo u otro a su dominio. Entre muchas personas semejantes hay quienes tienen, si no un profundo conocimiento científico, al menos tienen una percepción básica de cuál es la verdadera naturaleza de cómo funcionan las cosas en Estados Unidos — de la verdadera relación entre las personas que de hecho gobiernan esta sociedad (independientemente de lo que se piense de eso) y la gente sobre la que gobiernan en el proceso de manejar la sociedad (independientemente de la manera de entender de eso). Bob Avakian 8 Por esto considero que es importante contar una y otra vez esta historia — no sólo porque el comentario de esa periodista me impactó fuertemente en ese momento y me pareció muy incisivo, sino porque capta de una forma muy concentrada algunas cosas esenciales de las que demasiadas personas, entre ellas mucha gente con una educación formal, de hecho no saben nada — o las que eligen ignorar.

Otra anécdota de la “vida cotidiana” también muestra este mismo punto básico de una forma muy aguda e inesperada. Hace poco, en la ESPN/The Magazine se publicó un artículo de Scoop Jackson, un escritor negro cuyos escritos también han aparecido en publicaciones como la revista Slam. Este artículo de la ESPN/The Magazine era sobre Etan Thomas, un jugador profesional de básquetbol de los Magos de Washington (que ya no se les puede llamar las Balas de Washington — ya no puede haber balas en Washington salvo las que maneja el gobierno). [risas]. Etan Thomas es lo que llaman un “jugador de relevo” de los Magos —comienza en el banco, anota unos cuantos puntos por juego— tiene talento pero no es un jugador prominente. Y es una rareza, desafortunadamente hoy en día en el deporte profesional en Estados Unidos: un tipo progresista que expresa sin pelos en la lengua sus puntos de vista. Ha hablado en algunos de los mítines contra la guerra en Irak; ha escrito poesía que denuncia al gobierno de Bush y a los políticos en general, poemas en los que habla de la contradicción escandalosa entre la forma en que se habla de las cosas en la sociedad y la realidad de cómo son estas cosas. Ha dicho que quisiera arrastrar a estos políticos a las comunidades marginadas de las ciudades y obligarlos a ver cómo son las cosas ahí realmente, lo que la gente tiene que sufrir.

Así que este artículo de Scoop Jackson es principalmente sobre la política de Etan Thomas, pero en una parte del artículo Jackson comenta que si Thomas tuviera un promedio de 30 puntos por juego, podría estar muerto. Ahora, para que quede claro, Jackson no quiere decir que sea peligroso anotar 30 puntos por juego, en el sentido de que el esfuerzo, la energía que le dedica, podría matarlo. No. La clara implicación es que si Etan Thomas fuera un jugador prominente al nivel de un Michael Jordan, que captara esa clase de atención de los medios informativos y la imaginación de las masas populares —y si, desde esa posición, estuviera diciendo las cosas que está diciendo—, probablemente los de arriba lo matarían. Thomas no está llamando a una revolución, pero está denunciando ciertas atrocidades del sistema — y si él hiciera eso como un jugador muy prominente, ellos muy bien podrían matarlo, porque es demasiado peligroso tener a alguien con ese nivel de prominencia diciendo incluso las cosas como las que Thomas está diciendo. Estas “viñetas de la vida” sí captan algo muy esencial, y nos proporcionan una especie de telón de fondo para una discusión más amplia sobre la tan cacareada “libertad y democracia estadounidenses”, del sistema que gobierna y configura esta sociedad y de la necesidad de tener una sociedad y un mundo radicalmente diferentes.

La “democracia jeffersoniana”:

Los ideales, las ilusiones y la realidad

Como lo sugiere el título, buena parte de esta discusión se desarrollará en relación con las ideas de Thomas Jefferson y el ideal de la “democracia jeffersoniana”, y el contraste entre eso y el punto de vista y programa del comunismo — el que en realidad representa una visión mucho más liberadora de la libertad humana. Jefferson y su filosofía política representan en un sentido real un emblema de lo que de hecho es la democracia burguesa —y en realidad la dictadura burguesa— en la historia de los Estados Unidos de América. Y, como señalan Isaac Kramnick y R. Laurence Moore, si bien la “memoria histórica de Estados Unidos” sobre Jefferson “ha estado arraigada en distintos rasgos de su polifacética carrera”, para mucha gente Jefferson “sigue siendo el portavoz de una democracia popular y radical que nunca se ha logrado en Estados Unidos”1 . En otras palabras, mucha gente —en particular mucha gente progresista— que reconoce que históricamente ha habido, y aún hoy hay, lo que ellos consideran como serios “defectos” en la forma en que en efecto se practica la democracia en Estados Unidos, sin embargo se aferran a la idea de que si de algún modo se pudiera hacer que este sistema realmente cumpliera sus ideales, en semejante caso en realidad sería el mejor de todos los sistemas posibles, no sólo como en su conceptualización, sino en la realidad. Y muchas personas así se aferran a Jefferson como la personificación de lo que Kramnick y Moore describen como “una democracia popular y radical que nunca se ha logrado en Estados Unidos”, pero que anhelan ver que se cumpla. Para ponerlo en otros términos —más directos y científicos—, Jefferson se mantiene como una personificación y una concentración de muchas de las ilusiones de la gente de las capas medias en particular, y más específicamente de muchos de los intelectuales, que no han roto con una concepción del mundo democrático-burguesa, y de hecho se aferran tercamente a esa concepción. Y esto no sólo se da en amplios sectores de la sociedad, sino también, créase o no, ha sido cierto en la historia del movimiento comunista en Estados Unidos.

Tenemos el fenómeno —a la vez sorprendente y deplorable, si se tiene una perspectiva auténticamente comunista— del viejo Partido Comunista de Estados Unidos, que defiende a Jefferson como modelo. Incluso en el apogeo del radicalismo de los años 1960, si uno se iba por el país en busca del PC, ¿en dónde se podría encontrar? ¡En sus Librerías Jefferson! Este es un ejemplo patente de cómo gente que dice oponerse al capitalismo y al imperialismo de Estados Unidos —e incluso algunos que se dicen comunistas— se arropa con el manto de la democracia burguesa, en particular tal como se personifica en Thomas Jefferson. En esos años, era muy divertido entrar en una discusión con la gente del PC acerca de por qué ellos tenían las Librerías Jefferson. A pesar del conocido hecho de que Jefferson era un amo de esclavos, estaba el hecho más general de que Jefferson es un representante del sistema el que el PC decía, al menos, que trabajaba para eliminar. Y eso es precisamente el quid del asunto: No se puede eliminar este sistema si se procede sobre la base de defender y alabar a uno de los principales representantes de ese mismo sistema, alguien que de hecho es un emblema de lo que es ese sistema. Y, en realidad, no se puede acabar con los terribles atropellos los que, como muchos sí reconocen, comete el gobierno de Estados Unidos, a menos que se acabe con todo el sistema, del que estos terribles atropellos son una expresión concentrada y del que este gobierno —y en particular su poder ejecutivo y sus fuerzas armadas— son instrumento y ejecutor armado. No se puede cambiar todo esto mientras al mismo tiempo se aferra a las ideas y los ideales que caracterizan este sistema y que dominan esta sociedad — las ideas y los ideales de los que Thomas Jefferson es de hecho un representante digno.

El ideal de Jefferson de una sociedad buena y justa — y la realidad de la esclavitud Adentrémonos más en esto examinando la idea de Jefferson de un modelo agrario como la concentración de la sociedad buena, justa y virtuosa2 . Esta visión de Jefferson encierra varias ironías muy contundentes, que vale la pena explorar. La primera ironía: Jefferson alababa a los pequeños agricultores, es decir, a los pequeños agricultores independientes propietarios de tierras, como el emblema —y la existencia de muchos agricultores semejantes como la base— de la mejor forma de gobierno y de una sociedad virtuosa. Para citar de nuevo a Kramnick y Moore: “Para Jefferson las posibilidades morales de la democracia dependían de mantener a Estados Unidos como una nación agrícola. Es decir, él no creía que la democracia y la moral necesaria para mantener la democracia pudieran florecer bajo unas condiciones sociales que destruyeran la independencia económica de los individuos” (The Godless Constitution, p. 152). Sin embargo, Jefferson actuó de manera consecuente en favor de los intereses de la gran clase de dueños de esclavos y terratenientes aristocráticos en el Sur de Estados Unidos, en contraposición a los intereses de los pequeños agricultores — y, por supuesto, esto también se contraponía a los intereses de ese grupo de individuos los que, tal como se veía con tamaña claridad, no tenían independencia económica, ni ninguna otra forma de independencia: los esclavos, que realmente no contaban como individuos a los ojos de los amos de esclavos. En realidad la sociedad agraria de Jefferson resultó ser una sociedad basada en la esclavitud y gobernada por los dueños de esclavos. Un ejemplo aleccionador que mucha gente ha señalado al respecto es la Compra de Luisiana (la compra del territorio de Luisiana en 1803 por el gobierno de Estados Unidos a los franceses). Por haber sufrido importantes reveses militares —especialmente reveses dramáticos en el intento de suprimir la rebelión armada de los esclavos en Haití que se había iniciado bajo la dirección de Toussaint L’Ouverture—, Napoleón Bonaparte, el emperador de Francia, reconoció que no podía conservar fácilmente este territorio en las Américas, y por lo tanto Jefferson, en ese entonces el presidente de Estados Unidos, intervino rápidamente para apropiárselo. En este caso, él actuó primero que todo en favor de los intereses de los dueños de esclavos y con el fin de expandir el sistema de esclavitud a los nuevos territorios que se habían adquirido con esta compra — y no para desarrollar una sociedad agraria basada en una multitud de pequeños agricultores.

Éste es un solo ejemplo de los muchos que se pueden citar que muestran claramente que Jefferson actuó en forma consecuente en favor de los intereses de la clase de dueños de esclavos — en conflicto no sólo con los intereses de los esclavos sino también con los intereses de los pequeños agricultores del Sur, así como con los intereses de la clase capitalista naciente centrada en el Norte. Todo el estilo de vida del Sur dependía de la esclavitud — esa era su base económica fundamental. Incluso los pequeños agricultores que no poseían esclavos se esforzaban por llegar a estar en una posición de poseer algunos esclavos. Y, con respecto al mismo Jefferson, no sólo su estatus económico sino también su capital político, incluida su elección a la presidencia, dependieron de la esclavitud, y en particular de la cláusula de los “tres quintos” en la Constitución de los Estados Unidos — el llamado “compromiso de los tres quintos”, que estipulaba que, con fines de pagar impuestos y también de votar y tener representación en el gobierno, cada esclavo se contaría como tres quintos de un ser humano. Como señalaron en ese entonces muchas personas del Norte, desde diversas posiciones y por diversos motivos, en esencia este “compromiso” permitía que los estados del Sur, donde se consideraba a los esclavos como propiedad, acumularan una representación más grande en el gobierno nacional, debido a la multiplicación de esta “propiedad humana”.

En otras palabras, las personas del Norte que poseían propiedad — por ejemplo granjas o fábricas— no podían contar cada fábrica o granja como parte de una fórmula para determinar el tamaño de la representación que tendría un estado del Norte en el gobierno nacional (en particular en la Cámara de Representantes), pero los estados esclavistas podían contar tres quintos de todos los esclavos, en cualquier momento dado, en términos de esta representación. Esto inclinó la balanza a favor de los estados del Sur, en términos de la estructura política nacional, desde los meros comienzos de Estados Unidos. De hecho, esto fue algo en lo que insistieron los estados del Sur como condición para unirse con los estados del Norte para formar los Estados Unidos de América, como un país con un solo gobierno nacional. Incluso las personas en el Norte que, por convicciones morales y/o por intereses económicos, se oponían a la esclavitud, terminaron por capitular ante esta exigencia, ya que para ellas era más importante formar este nuevo país —ellas entendían que la formación de un nuevo país era más esencial para sus intereses— que abolir la esclavitud. Así que, si bien esta cláusula de los “tres quintos” en la Constitución era un compromiso, este compromiso le dio un cierto poder desproporcionado al Sur, a la clase de los dueños de esclavos del Sur; y esto les dio la capacidad, hasta la Guerra Civil estadounidense casi 100 años después, de bloquear y contrarrestar los pasos que hubieran inclinado las cosas hacia el camino de abolir la esclavitud. 

Algunas veces se dice que Jefferson realmente se oponía a la esclavitud y quería ver que se terminara. Y se pueden encontrar declaraciones de Jefferson donde dice que la esclavitud de hecho es una plaga y que tendrá consecuencias negativas por algún tiempo por venir. También ha habido malinterpretaciones de lo que Jefferson escribió sobre la esclavitud. Para tomar un solo ejemplo importante, hay pasajes que escribió en los borradores de la Declaración de Independencia —algunos de los cuales no lograron ser parte, pero algunas que sí lograron ser parte, de la versión final de esa Declaración— en que se condena fuertemente al rey de Inglaterra y al gobierno británico por presuntamente haber impuesto el comercio de esclavos a Estados Unidos. Ahora, de hecho había maneras en que Jefferson y la clase de dueños de esclavos en Virginia en general se opusieron a algunos aspectos del comercio internacional de esclavos, aún cuando al mismo tiempo ellos mismos participaban en la venta de esclavos a otros estados y a los amos de esclavos en otros territorios. En esto, la motivación esencial de estos dueños de esclavos de Virginia era que no querían que se hiciera caer el precio de los esclavos, ya que ellos mismos se habían convertido en importantes vendedores de esclavos dentro de Estados Unidos. En lo fundamental, por esta razón, se opusieron a la continuación del comercio internacional de esclavos — una vez que sí llegaran a oponérsele. Esto lo veían sobre todo en términos de propiedad, y de oferta y demanda en relación con la venta de este tipo particular de propiedad — los seres humanos. Así, en este caso también, Jefferson actuó en favor de los intereses de la clase de dueños de esclavos, y su “sociedad agraria” resultó ser un sistema de plantaciones de los dueños de esclavos — y no una sociedad de pequeños agricultores independientes.

Esto por supuesto está relacionado con la contradicción, y en sentido general es parte de la contradicción, más grande entre las declaraciones de tono excelso de Jefferson en la Declaración de Independencia acerca de la igualdad de todos los hombres (nótese: todos los hombres) y sus “derechos inalienables” y, por otra parte, la escandalosa realidad de que el propio Jefferson no sólo poseía esclavos sino que actuaba de manera consecuente en favor de los intereses de la clase de dueños de esclavos y de la institución de la esclavitud, aunque a la vez expresara ciertos escrúpulos morales sobre la esclavitud y elucubraciones sobre sus consecuencias largoplacistas para la nueva república estadounidense. La esclavitud, la supremacía blanca y la democracia en Estados Unidos El historiador Edmund S. Morgan, en su libro Esclavitud y libertad en los Estados Unidos, citado por David Brion Davis en su libro Inhuman Bondage, dice que para Jefferson y otros amos de esclavos de Virginia como George Washington (“el padre de nuestro país”) y James Madison (quien fue el autor principal de la Constitución estadounidense y que también llegó a ser presidente de Estados Unidos), había cierto tipo de unidad —una unidad de contrarios, como diríamos los comunistas— entre cómo veían El comunismo y la democracia jeffersoniana 13 a los blancos, y por otra parte a los africanos negros, a los mulatos y a los indígenas. Aquí, voy a citar a Morgan y hacer algunos comentarios sobre lo que dice, para destacar los puntos esenciales. Morgan señala: “Así fue como el racismo absorbió en Virginia el miedo y el desprecio que los ingleses —ya fuesen Whig o Tory, monárquicos o republicanos— sentían por las clases bajas inarticuladas” de su propia “raza”.

Lo que Morgan muestra es que en Europa, ya sea de parte de los “liberales” o de los “conservadores” (los Whig y los Tory), había un desprecio abierto, especialmente entre las clases dominantes altas y sus representantes políticos, por la “chusma ignorante” de las clases bajas, mientras que en Estados Unidos esto no se manifestó exactamente de la misma manera debido a que una buena parte de este desprecio se desviaba, por así decirlo, y se dirigía hacia las masas negras —que en su inmensa mayoría estaban esclavizadas, especialmente en el Sur— y hacia los mulatos y los indígenas. Morgan prosigue — y esto es muy importante en términos del desarrollo general de la democracia burguesa en Estados Unidos: “[El racismo] hizo posible que los virginianos blancos desarrollaran esa devoción por la igualdad” —una igualdad para los blancos, hay que recalcar— “que, según los republicanos ingleses, era el alma de la libertad”. Y Morgan señala que una de las cosas que lo hizo posible fue que en Virginia “Había muy pocos pobres blancos libres como para inquietarse”. En otras palabras, debido al racismo y a que veían a los africanos, a los mulatos y a los indígenas como seres inferiores que realmente no merecían la libertad, los virginianos blancos, sin ver ninguna aguda contradicción, podían pronunciar, como lo hizo Jefferson en la Declaración de Independencia, nobles principios sobre la igualdad y los derechos inalienables de todas las personas. Se referían a la gente blanca —y más específicamente a los hombres blancos—, a la vez que excluían explícitamente a estos otros grupos de personas — muy especialmente a la gente de origen africano a que habían esclavizado. Una cosa iba con la otra: la inclusión de algunos y la exclusión de otros, la idea de la igualdad entre los blancos (aunque ésta tampoco fuera realidad) y la subyugación y la esclavización de las personas negras, mulatas e indígenas.

Aquí están la paradoja y la ironía, aquí está una profunda contradicción, incorporada en los Estados Unidos de América desde sus mismos inicios:

Estos virginianos, cuyas ideas han ejercido una influencia muy grande en el concepto de la libertad en Estados Unidos —y la encarnación de esto en los documentos de fundación de Estados Unidos— representaban los intereses de la clase de dueños de esclavos entre los blancos, pero al mismo tiempo podían declarar que estaban hablando en términos universales acerca de la libertad para todas las personas. Podían proclamar una república, en oposición a una monarquía, podían exaltar los principios de un gobierno compuesto de representantes elegidos por el pueblo, y las libertades asociadas con el republicanismo —y podían creer en esto—, aún cuando al mismo tiempo practicaban y defendían la esclavitud, así como otras formas de explotación y opresión. Como dice Morgan:

“al englobar a los indígenas, mulatos y negros en una única clase paria” —es decir, al ponerlos en una categoría de seres a los que no iban a considerar realmente como humanos y no iban a otorgarles los derechos y libertades que los seres humanos deben tener—, los virginianos “prepararon el camino para englobar en una única clase dominante a los grandes y los pequeños plantadores [dueños de las plantaciones]”. Nuevamente aquí vemos la unidad dialéctica (contradictoria) entre la exclusión de una parte de la sociedad, y la idea de la unidad de las otras —identificadas como las blancas— incluso con las divisiones de clase entre sí. Morgan indica una conclusión muy profunda:

“El racismo se transformó en un ingrediente esencial, aunque no reconocido, de la ideología republicana que impulsó a los virginianos” —como Washington y Madison, así como Jefferson— “a liderar la nación”. Esto se refiere a una muy importante particularidad, o peculiaridad, de la sociedad burguesa y los principios de la democracia burguesa tal como se desarrollaron desde los mismos comienzos de Estados Unidos y tal como se han desarrollado históricamente ahí. Como señala David Brion Davis, Morgan argumenta que con la esclavitud racial la clase de dueños de esclavos propietarios de plantaciones de Virginia pudo cooptar a los blancos más pobres y así perpetuar una sociedad sumamente explotadora y desigual bajo el estandarte de la libertad republicana. Como señala Davis: “La esclavitud y el racismo de Virginia se convirtieron, paradójicamente, en la base social e ideológica para el compromiso de Estados Unidos con la libertad y la igualdad” (Inhuman Bondage, p. 135). Es muy importante entender esto, no sólo en relación con la fundación de Estados Unidos, sino también en relación con sus implicaciones y sus consecuencias a lo largo de la historia de Estados Unidos, hasta el día de hoy. La ideología republicana y las nociones de la libertad que han caracterizado la forma en que se ha concebido y gobernado a Estados Unidos de hecho han incluido, como elementos fundamentales, el racismo y la opresión del pueblo negro y de otra “gente de color”: la exclusión de estos grupos —de forma abierta y explícita, o al menos en la realidad y en la práctica— de la noción imperante y la aplicación de la libertad, y su subyugación desde los meros comienzos y en el funcionamiento esencial de Estados Unidos. Y ha habido una clara tendencia a que esto contribuya de diversas maneras a mellar los conflictos de clase en general en la sociedad estadounidense y la conciencia de clase del proletariado — particularmente entre los blancos, pero también de manera diferente en el pueblo negro y otras nacionalidades oprimidas. Todo esto está relacionado con la primera ironía que mencioné:

Jefferson hablaba de una sociedad agraria basada en los pequeños agricultores como la sociedad modelo, pero en realidad, y contrario a eso, de forma consecuente defendió y luchó por los intereses de la clase de dueños de esclavos; y la sociedad agraria de la que en realidad él era una encarnación, y de la que era un vocero, era un sistema de plantaciones de dueños de esclavos.

La democracia burguesa, el elitismo burgués 

La segunda ironía es que, aunque Jefferson exaltaba a los pequeños agricultores y la noción de una sociedad basada en los pequeños agricultores, creía firmemente que era necesario dirigir a tales pequeños agricultores y que a éstos los encabezaran miembros de una capa más elite, en términos económicos e intelectuales — de la cual el mismo Jefferson era un representante. Y aquí hay una ironía dentro de esta ironía, por así decirlo:

en lo que se refiere a los “demócratas jeffersonianos” —esto se aplica a los demócratas burgueses más en general, pero en particular a aquellos que defienden y exaltan a Jefferson y sus ideas e ideales como el modelo de una gran sociedad, aun cuando todavía no se haya logrado en toda su extensión—, ¡muchos de ellos figuran entre aquellos que están muy prestos a atacar, por un supuesto elitismo, a los comunistas, y en particular a Lenin y su obra ¿Qué hacer?! Con qué frecuencia les hemos escuchado decir cosas como:

“¡Los comunistas como Lenin piensan que las masas son demasiado estúpidas como para poder saber lo que es bueno para sí mismas! Ellos piensan que estas masas tienen que tener a una elite de intelectuales para darles órdenes y decirles lo que es bueno para sí mismas, ya que son muy estúpidas para saber qué es lo que realmente quieren y necesitan — eso es lo que es el punto de vista de los comunistas, eso es lo que argumenta Lenin en el ¿Qué hacer?” Aquí no tengo tiempo de adentrarme en todas las maneras en que eso es una burda distorsión de lo que Lenin estaba argumentando realmente en ¿Qué hacer? Pero la realidad es que la esencia de lo que él argumenta en esa obra es todo lo contrario a estas acusaciones:

Él insiste tanto en la capacidad como en la necesidad de que las masas entiendan las dinámicas básicas de la realidad objetiva, y de la sociedad humana en particular, para poder luchar conscientemente por transformar la sociedad, por hacer una revolución con el objetivo final de crear un mundo comunista. Lenin recalca que ésta es la única forma en que en realidad se puede hacer esa transformación tan radical de la sociedad. Y, sí, insiste en que las masas necesitan a una vanguardia que las dirija en esta lucha — una vanguardia cuyo propósito precisamente es capacitar a las masas mismas para que hagan la revolución, y no sustituirlas (o tratar de sustituirlas) al hacerla. Así que ésta es la “ironía dentro de la ironía”:

Muchos de estos demócratas (burgueses) jeffersonianos nunca se cansan de acusar de “elitismo” al comunismo, y a Lenin en particular, y no obstante su héroe y modelo, el mismo Thomas Jefferson, era un firme creyente en la idea de que la gente del común necesitaba que una elite económica e intelectual la guiara hacia una sociedad virtuosa. Ésta es la lógica que Jefferson habría seguido, si realmente hubiera tratado de crear una sociedad así — algo que no hizo. Las mercancías, la polarización, la desigualdad y la explotación Y la tercera ironía:

Si la sociedad basada en los pequeños agricultores de Jefferson de hecho se hubiera creado —y existen muchas razones por las que no fue posible hacerlo, pero si se hubiera realizado—, en poco tiempo habría engendrado y habría sido suplantada por la polarización y la aparición de elites que gobernaran a la “gente del común”. Si se concibe una sociedad compuesta por una gran cantidad de agricultores, cada uno que posee una pequeña parcela de tierra y que la cultiva de forma independiente, bueno, primero que todo existen muchas “condiciones naturales”, por decirlo así, que tendrán diferencias entre estas tenencias de tierras —diferentes condiciones del suelo, de la topografía y de otros factores ambientales y geológicos— que favorecerán a unos y no a otros. Por ejemplo, miremos a la misma Virginia. Señalé esto en la charla Revolución4 . ¿Por qué hay una Virginia del Occidente? La razón básica es que el territorio de este estado — que antes de la Guerra Civil era la parte occidental de Virginia— tiene un terreno muy diferente que la mayor parte del resto de Virginia: esta zona occidental es muy montañosa y rocosa, tiene mucho carbón, pero no es tan propicia para la agricultura en pequeño ni para la agricultura en general (hay algunos cultivos en pequeño, pero no es tan favorable para la agricultura como otras partes de Virginia, y otras partes del Sur, que tienen un suelo mucho más rico). Esa es la razón subyacente por la que, en la época de la Guerra Civil, esta parte occidental del estado se separó de Virginia y de la Confederación: ahí, las condiciones económicas y los intereses de la gente eran muy diferentes, en sentidos importantes. También está la cuestión muy importante de cómo están ubicadas las diferentes parcelas de tierra con respecto al agua y otros factores que les dan ventajas (o desventajas) a aquellos que poseen la tierra. Estas diferencias, y sus efectos y consecuencias en términos del rendimiento agrícola y factores relacionados, se harían valer por sí mismos, aunque se comenzara con una situación en que todos tuvieran una granja de más o menos el mismo tamaño, y muchos pequeños agricultores independientes realizaran cultivos en pequeña escala, familiares — con todo el patriarcado y la supremacía masculina que acompaña eso. Hubiera habido desigualdades dentro de estas familias y granjas familiares, y hubiera habido el desarrollo de una polarización y unas desigualdades entre los diferentes agricultores, aunque si simplemente se tomara a una región de Estados Unidos como el Sur, por no decir nada del hecho de que se habían formado tierras de cultivo más hacia al Occidente, había granjas de otro tipo en el nororiente de Estados Unidos en sus comienzos, y además había agricultura en otros países y había comercio mundial, lo cual habría penetrado en todo esto y habría afectado e influenciado la polarización que ya se desarrollaba dentro de la sociedad de base agraria en Estados Unidos. E imaginemos que de alguna manera el gobierno dijera: “Muy bien, aplicaremos el ‘modelo jeffersoniano’: todos tienen que ser pequeños agricultores —o, si no todos tienen que ser pequeños agricultores, al menos la base de toda la economía y de toda la sociedad tiene que ser los pequeños agricultores— y si alguien comienza a crecer mucho más que los demás, en términos de tenencias de tierras, le quitaremos una parte de sus tierras y se las daremos a otros, para que de nuevo habrá distribución más igual de las tierras en pequeñas granjas en todo el país”.

Pues bien, con el tiempo esto habría suscitado guerras y conflictos armados, porque aquellos a los que se les hubiera puesto trabas de esa manera (a los que les quitaran sus tierras para “equilibrar” las cosas) se hubieran resistido, y si se hubiera seguido haciendo esto, ellos se hubieran rebelado y tomado las armas. Y además, de nuevo, existe todo el mercado mundial y su influencia en todo esto. En los años de la fundación de Estados Unidos, si se examina la venta del algodón, tabaco y otros productos, como el azúcar, del Sur, ¿a dónde iban estos? En gran medida, iban al mercado mundial, a Europa y a otros lugares. Para mantener una situación más o menos de igualdad en la tenencia de tierras, se hubiera tenido que impedir que todos produjeran para el mercado mundial, porque si produjeran para el mercado mundial, se habría fomentado y reforzado la desigualdad: a algunos agricultores les hubiera ido mejor que a otros, hubieran encontrado un mercado más favorable en algún momento dado para lo que estaban cultivando. Y eso habría afectado e intensificado la polarización que ya se estaba dando. Hubiera sido necesario intervenir con el gobierno y el ejército para sacar al país del mercado mundial. En resumen, esto para nada hubiera sido práctico y realizable. Aunque se partiera de esa base —de muchos agricultores con tenencias de tierras más o menos iguales—, no se podría mantener esto, fundamentalmente porque todo esto se daría —y en la verdadera historia de Estados Unidos todo se ha dado— dentro del contexto general de la producción y el intercambio de mercancías. Sobre esto, hay dos cosas para destacar: uno, como lo ilustra lo que ya he esbozado, la producción y el intercambio de mercancías conducen de forma inevitable a las desigualdades y a la polarización.

El funcionamiento general del sistema de mercancías significa que habrá desigualdad; significa que a algunos les irá mucho mejor en la competencia que a otros; significa que se desarrollará una polarización. Y lo que acompaña esto —la segunda cosa a enfatizar aquí— es que la misma fuerza de trabajo (la capacidad de trabajar en general) se convertirá en una mercancía. Se puede ver que esto ocurre incluso hoy: muchos agricultores ya no están en capacidad de sobrevivir como tales (o de dedicarse a los cultivos y nada más); se ven impelidos a contratarse a otros a los que les ha ido mejor (a otros agricultores, o a gente que tiene otros negocios). En una sociedad agraria —y en particular en una que funciona dentro de un marco general de producción e intercambio capitalista de mercancías— se reducirá a cada vez más gente a una posición de trabajadores asalariados, que tienen que vender su capacidad de trabajar, su fuerza de trabajo, para poder vivir. También se tendrá esa polarización —entre los capitalistas y los trabajadores asalariados— junto con la situación con un carácter muy disparejo que se seguirá desarrollando incluso en la clase de terratenientes, hablando en un sentido amplio. Y cuando el mercado mundial entre a la ecuación, una vez más todo esto se acentuará muchísimo más. Bob Avakian 18 Así, junto con la manifiesta contradicción entre lo que proclamaba Jefferson sobre que “todos los hombres son creados iguales” y están dotados de ciertos “derechos inalienables”, por un lado, y por el otro lado, no solamente el hecho de que él fuera un amo de esclavos sino que sus repetidas acciones, inclusive como presidente, en nombre de toda la clase de dueños de esclavos, estas otras ironías (o contradicciones — las ironías son contradicciones) que he identificado y de las que he hablado aquí, son a su vez una expresión de la naturaleza fundamental de la sociedad en que vivió y funcionó Jefferson y de la que él se yergue como un legítimo adalid: un sistema arraigado en las relaciones de explotación y opresión5 . Para resumir este punto:

al examinar lo que Jefferson escribió (en sus “Notas sobre Virginia” y otras cosas) sobre el modelo de que una sociedad buena y virtuosa es la que se basa en una multitud de pequeños agricultores, y el conflicto entre esto y el tipo de sociedad que él realmente defendió y por el que luchó, podemos sacar algunas lecciones profundas sobre la naturaleza de un gobierno republicano moderno como una democracia burguesa —y sobre la naturaleza de la misma democracia burguesa en general, como una forma de gobierno de clase y dominación, una dictadura de la clase burguesa— así como, en forma más particular, las expresiones específicas que ésta ha asumido en la historia de Estados Unidos, con la peculiar institución de la esclavitud durante más de cien años antes de la fundación de este país, y por cerca de cien años más después de su fundación. La “gran narrativa” sobre Estados Unidos — y la brutal realidad subyacente Hay una narrativa semi-oficial sobre la historia y la “grandeza” de Estados Unidos, que dice que dicha grandeza estriba en la libertad y el ingenio de su pueblo, y sobre todo en un sistema que da aliento y recompensa a estas cualidades. Ahora, en oposición a esa narrativa semi-oficial acerca de la grandeza de Estados Unidos, la realidad es que —para volver a un aspecto fundamental de todo esto— la esclavitud ha sido una parte indispensable de la fundación de “la libertad y la prosperidad” de Estados Unidos. La combinación de la libertad y la prosperidad es, como sabemos, aún hoy y en cierto modo hoy más que nunca, proclamada como la cualidad única y el destino y misión especiales de Estados Unidos y su papel en el mundo. Y esto está en aguda contradicción con el hecho de que sin la esclavitud, nada de esto —ni siquiera las libertades democráticoburguesas, por no hablar de la prosperidad— hubiera sido posible, no sólo en el Sur de Estados Unidos sino tampoco en el Norte, ni en el país en su conjunto ni en su desarrollo y surgimiento como potencia global económica y militar.

Es obvio que la forma en que se desarrolló la agricultura en el Sur estaba directamente relacionada con el sistema de esclavitud y en realidad se fundó en él. Pero, más allá de eso, la forma en que Estados Unidos se relacionó con el mercado mundial, y construyó su prosperidad y su base económica así, dependió en un grado muy importante de la producción realizada por los esclavos. Por ejemplo, el intercambio entre el desarrollo de la manufactura en el Norte y el desarrollo de la agricultura en el Sur —aun cuando, antes de la Guerra Civil, ese intercambio se daba en gran medida por medio del mercado mundial y en particular por medio de Inglaterra, donde se vendía el algodón, por ejemplo, a las fábricas de textiles de Inglaterra y se vendían otros productos de Inglaterra a los fabricantes del Norte de Estados Unidos— eso ni siquiera hubiera podido ocurrir de la forma como se dio, con la magnitud en que se dio y con la prosperidad que generó, sin la esclavitud. Por supuesto, este proceso —donde, por ejemplo, se vendía el algodón del Sur de Estados Unidos en gran parte a Inglaterra y no a Nueva Inglaterra— contribuyó con el paso del tiempo a agudizar la contradicción entre el sistema de esclavitud en el Sur y el sistema capitalista que se estaba desarrollando en el Norte de Estados Unidos. Pero el punto a enfatizar aquí es que, en un sentido general y fundamental, los productos cultivados por los esclavos del Sur de Estados Unidos constituyeron un gran factor en el desarrollo de la economía estadounidense, tanto en el Norte como en el Sur. Y, a su vez, el desarrollo de esa economía ha sido la base subyacente esencial para la maquinaria militar masiva que es el ejecutor determinante del papel de Estados Unidos como una gran potencia mundial. En resumen:

Sin la esclavitud, Estados Unidos no existiría tal como lo conocemos hoy. Eso es una verdad simple y básica. Bueno, por supuesto, la esclavitud no fue el único factor que desempeñó un papel importante en el surgimiento de los Estados Unidos como potencia mundial, cuya fuerza económica subyace a su enorme fuerza militar. Un factor histórico importante en todo esto fue el robo de territorio, a escala masiva, de México así como de los pueblos indígenas. Pero, a su vez, gran parte de esa conquista de territorio fue, por un largo período de tiempo hasta la Guerra Civil, en gran medida para ampliar el sistema de esclavitud. “Recuerda El Álamo”, nos dicen siempre. Bueno, muchos de los “héroes” de El Álamo fueron cazadores y traficantes de esclavos. Olvídese toda esa basura sobre los Davy Crockett como grandes héroes, con la que a muchos nos atiborraron cuando niños — estos eran cazadores de esclavos y agentes armados que imponían la esclavitud, y aventureros que en gran medida tenían como objetivo expandir el sistema de esclavitud. Más fundamentalmente, independiente del papel particular de los individuos, lo que motivó la guerra con México por Texas, por parte de Estados Unidos, fue en lo más esencial el afán de expandir el sistema de esclavitud. Y extender el sistema de esclavitud fue uno de los objetivos principales de la guerra con México, aunque la guerra también condujo a la expansión hacia el oeste del sistema capitalista en desarrollo centrado en el norte de Estados Unidos (esos dos sistemas, esos dos modos de producción, el capitalismo y la esclavitud, estaban en competencia entre sí por ver cuál dominaría en el nuevo territorio conquistado por Estados Unidos; esto fue parte del creciente conflicto entre ellos, que luego vino a estallar en la Guerra Civil en la década de 1860). Pues bien, si algunas cosas hubieran resultado de forma diferente, un Estados Unidos diferente, o algo totalmente diferente, pudiera haber evolucionado en el mismo territorio (o más o menos el mismo territorio) en el que ahora existe Estados Unidos de América, pero el Estados Unidos que sí evolucionó no pudiera haber evolucionado, y no hubiera alcanzado la posición que ya tiene, si no hubiera sido por la existencia y el papel de la esclavitud en todo esto. Así que cuando escuchemos hablar de la “libertad” en Estados Unidos, tengamos eso en mente.

Pensemos de nuevo en el significado de los planteamientos de Edmund Morgan que se analizaron anteriormente. Aun cuando estamos hablando sobre derechos democrático-burgueses reales —y que quede claro que de esto es de lo que estamos hablando, los derechos dentro del marco general de la dominación política, la dictadura, por parte de la clase capitalista (burguesa) que de hecho gobierna este país— siempre se tiene que entender esto en relación dialéctica con la esclavitud, desde la misma fundación y en términos del desarrollo histórico de Estados Unidos. Con respecto a los derechos democrático-burgueses, así como en el desarrollo general de Estados Unidos, la esclavitud es un factor decisivo que continúa proyectando su larga sombra. Este es un punto fundamental con el que hay que desafiar a aquellos que quieren basarse en las nociones idealistas de la democracia jeffersoniana, y sobre el que se tiene que debatir y luchar con ellos — de una manera muy elevada, pero también de una manera muy contundente. Hay grandes cosas en juego en términos de la forma en que la gente entiende esto. Esta no es historia “abstracta”. Especialmente en Estados Unidos, con su etos de gratificación instantánea, se condiciona y anima a la gente a pensar sólo en términos muy limitados y estrechos — para vulgarizar esto solamente un poco: cualquier cosa que haya ocurrido la semana pasada, por no hablar del año pasado, por no decir nada de hace un par de siglos, carece de toda relevancia respecto a lo que uno va a consumir en este momento. En contraposición a este condicionamiento realizado por la clase dominante y sus medios de comunicación y otros mecanismos para crear opinión pública, y lo que promueve la forma misma en que funciona este sistema, realmente entender la historia —y dar la lucha sobre cómo abordar científicamente el conocimiento de la historia— es una parte crucial de la lucha sobre el rumbo de la sociedad y, en un sentido muy real, sobre el rumbo del mundo en su conjunto, sobre todo a la luz del papel que juega hoy en el mundo Estados Unidos y su dominación imperialista.

Realmente entender lo que son las cosas más fundamentales sobre la naturaleza de Estados Unidos y la forma en que se ha evolucionado históricamente: esto incide de manera crucial en la lucha para transformar radicalmente esta sociedad, y en última instancia el mundo en su conjunto. Incide de manera crucial en la lucha para ganar a cada vez más personas para que entiendan la necesidad de llevar a cabo semejante transformación radical — y como parte de eso, para que entiendan la imposibilidad de construir una sociedad justa y virtuosa (independientemente de lo que eso signifique) sobre la base de los principios jeffersonianos, aunque fuera posible realizar real y completamente tales principios. El comunismo y la democracia jeffersoniana 21 Más sobre la verdadera base de la riqueza y el poder de Estados Unidos La esclavitud desempeñó un papel importante en el desarrollo histórico de Estados Unidos; hoy la riqueza y el poder de Estados Unidos descansan sobre un sistema mundial de explotación imperialista que tiene atrapadas a cientos de millones, y, en última instancia miles de millones de personas, en condiciones marginalmente superiores a las de los esclavos6 . Ahora bien, si esto parece una afirmación extrema o exagerada, piense en las decenas de millones de niños en todo el tercer mundo que, desde una edad muy temprana, están trabajando casi todos los días del año —como los esclavos en las plantaciones del Sur de Estados Unidos solían decir, “desde no poder ver en la mañana, hasta no poder ver en la noche”— hasta que estén agotados físicamente, y su vida literalmente pase, poco a poco, día tras día, a la maquinaria que ellos trabajan (o la maquinaria que, en sentido real, está trabajando sobre ellos, desgastando su vida) y a los productos que ellos producen con su trabajo.

Estas condiciones son muy similares a la esclavitud absoluta, y con mucha frecuencia van acompañadas de expresiones en la superestructura que son muy parecidas a la esclavitud — formas en que, por medio de las costumbres y las tradiciones y a veces hasta códigos formales, se controla, limita y degrada la vida de estos niños, y de otras personas en condiciones similares. Esto incluye el acoso sexual descarado hacia la mujer, así como también muchas otras humillaciones. Todo esto forma la base en la que se apoya el sistema imperialista, con el imperialismo estadounidense sentado encima de todo hoy. Hoy, en las grandes partes de África en las que fueron cazados los esclavos para traficarlos en el mercado internacional durante siglos, los continuos efectos de esto —y de todo el saqueo y la depredación que han hecho los colonialistas y los imperialistas hasta el día de hoy en África— se siguen sintiendo en ese continente. Por todo el tercer mundo, se mantiene a grandes cantidades de gente en condiciones de terrible sufrimiento como resultado del funcionamiento de este mismo sistema imperialista; incluso se considera y trata como nada más que desechos humanos a aquellos que el capital no explota directamente — mediante el funcionamiento general del sistema capitalistaimperialista, no sólo en lo económico sino también en lo político y lo militar, así como en lo cultural y en lo ideológico. Hace poco leí un artículo sobre Angola (donde hace varias décadas se dio un intento de hacer una revolución el que en última instancia falló): Hoy las grandes compañías petroleras, con sede en los grandes países imperialistas, están saqueando el petróleo de Angola, a la vez que incluso en la gran prensa burguesa hay artículos que describen, o tratan de describir, las casi indescriptibles condiciones de sufrimiento que soportan las masas populares quienes, por desesperación, se han desplazado a raudales hacia las ciudades —los niños juegan deslizándose por las acumulaciones de basura y desechos humanos, rodeados de arroyuelos llenos de la misma basura y desechos. Imagínense el impacto en la salud de estos niños y de la población en general. Bob Avakian 22 Ésta es la base en que descansa hoy la prosperidad y la “libertad” de Estados Unidos — y ésta es la base del “mundo libre” del que pregonan sin cesar los gobernantes de Estados Unidos y sus medios de comunicación.

Al mismo tiempo, dentro de los mismos Estados Unidos, para decenas de millones de personas continúan las condiciones de brutal explotación y opresión, lo que afecta de forma muy aguda a los inmigrantes —millones de ellos procedentes de América Latina y otras partes del tercer mundo saqueadas por el imperialismo— junto con muchas otras personas a las que Lenin se refiere como los sectores más abajo y más a lo hondo del proletariado. También hay millones de personas en las comunidades marginadas de las ciudades (y otras en las zonas rurales a lo largo y ancho de Estados Unidos) que han sido desechadas, privadas del “derecho” de ser explotados en un trabajo normal “legítimo”. En particular los jóvenes de las comunidades marginadas de las ciudades están sometidos constantemente al hostigamiento, la brutalidad e incluso el asesinato a manos de la policía y grandes cantidades de ellos están encerrados en las cárceles (¡uno de cada nueve hombres jóvenes negros está actualmente en prisión!). Todo esto nos lleva de nuevo al comentario de Marx sobre los “albores idílicos” de la acumulación capitalista hace varios siglos — una acumulación preliminar basada en la esclavitud y en la caza de esclavos, en el entierro con vida de enormes cantidades de la población indígena en las minas de Bolivia, en la explotación intensiva del trabajo infantil. Hoy, esto continúa y existe en una dimensión internacional, en una escala aun mayor de la que había en la época de los “albores” del capitalismo. Ahora, en esta época del imperialismo capitalista, el mundo y la gente del mundo están mucho más fuertemente relacionados y entretejidos en las dinámicas de la acumulación capitalista, con toda su crueldad — lo que no proviene de la codicia particular de uno u otro capitalista individual o grupo de capitalistas, sino del propio proceso y “leyes” de la acumulación capitalista misma. Es sumamente importante captar esto, y luchar para que la gente en general lo entienda: Todo esto se vierte en la base misma de este sistema en su conjunto y alimenta su continuo funcionamiento.

Si se escucha a los propios capitalistas, con sus explicaciones y racionalizaciones sobre por qué funcionan de la forma en que funcionan, expresarán algo (aunque por supuesto sólo algo) de la verdad sobre esto. Incluso los grandes agregados de capital, que controlan miles de millones de dólares, están metidos en una intensa rivalidad con otros que hacen lo mismo. Y para eso es absolutamente necesario hacer bajar los costos de producción — especialmente con la explotación más intensiva y extensa del trabajo humano. Sí, en todo caso los capitalistas tenderán a buscar las condiciones de producción más rentables. Pero la intensa competencia entre muy grandes agregados de capital los impele a hacer esto — una competencia que se da a una escala gigantesca en el mundo imperialista de hoy. Incluso algunos de estos gigantescos agregados de capital pierden en la competencia y se van a pique si no explotan de manera más despiadada e implacable a la gente en las condiciones de las que he estado hablando. Y —esto no se puede repetir demasiadas veces, especialmente ante los sistemáticos intentos por ocultarlo y encubrirlo— esto es la El comunismo y la democracia jeffersoniana 23 base y éstas son las dinámicas de “la prosperidad y la libertad” que se proclaman tanto a voz en cuello que son la naturaleza especial de la sociedad estadounidense y del “carácter estadounidense”, con su tan pregonada ingeniosidad e inventiva y su búsqueda incansable de algo nuevo — y, sobre todo, de más ganancias y dinero. Para volver a Jefferson y su influencia en “el carácter estadounidense” —o más precisamente, las nociones burguesas particulares sobre la libertad y los derechos que han prevalecido en Estados Unidos—, si bien Jefferson sí habló a veces de una sociedad basada en la agricultura como el modelo de una sociedad buena y virtuosa —y ya he examinado el contenido esencial de esto así como algunas de las contradicciones esenciales ligadas a esto—, esto no significa que Jefferson pensaba que la sociedad buena debiera basarse en la agricultura o sólo ser una sociedad agraria.

La visión de Jefferson no sólo abarcaba la necesidad de otros componentes, además de la agricultura, de una economía general sino que también argumentaba que la propiedad privada en todas estas esferas era esencial para la sociedad buena. Tal propiedad privada estaba ligada con sus nociones sobre la libertad. Como señalan Kramnick y Moore, Jefferson escribió que “la agricultura, la manufactura, el comercio y la navegación, los cuatro pilares de nuestra prosperidad, más prosperan cuando no hay restricciones a la empresa individual” (The Godless Constitution, p. 107). La libertad de conciencia como propiedad privada, “el libre mercado de ideas” — y una búsqueda radicalmente diferente y mucho más destrabada de la verdad Además, para Jefferson —y esto fue cierto también para James Madison, el principal autor de la Constitución de los Estados Unidos— los derechos como la libertad de expresión y el concepto filosófico fundamental de la libertad de conciencia estaban ligados con la idea de la inviolabilidad de la propiedad privada. Kramnick y Moore señalan algo que también señalé en un corto folleto, “La Constitución de los Estados Unidos: Una visión de libertad según los explotadores”: Madison consideraba que la protección de la propiedad era una de las funciones más esenciales del estado — y es importante subrayar aquí una vez más que para Madison, y en Estados Unidos por casi cien años, una de las más importantes formas de esa propiedad fueron los seres humanos, los esclavos. El mismo Madison, por supuesto, fue un amo de esclavos y un defensor del sistema de esclavitud; al mismo tiempo, fue un defensor más general, o “universal”, de los derechos de la propiedad privada. Kramnick y Moore agregan que para Madison así como para Jefferson, “las opiniones y la conciencia también eran formas sagradas de la propiedad individual” (The Godless Constitution, p. 103). Este es un punto sumamente importante, y debemos detenernos y examinarlo brevemente. Esto, por supuesto, está vinculado a la idea general que se encierra en la frase que oímos tan a menudo: “el libre mercado de ideas”. Esto tiene la virtud, digamos, Bob Avakian 24 de expresarse en términos muy explícitos — es una indicación clara de que esta noción de la conciencia del individuo y de la expresión de las ideas está vinculada con los conceptos de los principios del mercado, la propiedad privada de las mercancías y, en última instancia, el capitalismo y sus categorías particulares del intercambio de mercancías 7 . Vemos que esto se manifiesta de forma muy directa y pronunciada hoy en todas las batallas, no sólo en Estados Unidos (o en otros países en particular), sino a escala internacional, acerca de la “propiedad intelectual”. Y, por supuesto, esto no es simplemente una cuestión de abstracción jurídica, sino algo que impacta dramáticamente la vida de un gran número de personas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando las grandes compañías agroindustriales con sede en Estados Unidos (o en algún otro país imperialista) desarrollan métodos basados en la ingeniería genética para producir un determinado cultivo, y luego trabajan para imponer esa forma de agricultura a los agricultores, no sólo en Estados Unidos en sí, sino también en otros países, lo que así trastorna y suplanta las formas tradicionales de producción de alimentos, y de hecho imposibilita que estos agricultores continúen practicando la agricultura en la forma tradicional, lo que, en cambio, los obliga a pagar a la empresa agroindustrial que es dueña de estos “derechos de propiedad intelectual”, con el fin de poder volver a sembrar pero con los cultivos creados con ingeniería genética — para, en efecto, alquilar la capacidad de llevar a cabo dicha reproducción, ya que esto se ha convertido en la “propiedad intelectual” de una gigantesca corporación con sede en un país como Estados Unidos. Así, este proceso ha trastornado y hasta arruinado la vida de millones de personas, y la producción de alimentos en gran escala.

De éste y otros ejemplos, podemos ver que no se trata sólo de un concepto teórico abstracto de las opiniones y la conciencia como formas sagradas de la propiedad individual. Esto tiene enormes consecuencias devastadoras para las masas de personas, para millones de personas e incluso cientos de millones de personas —y, al menos indirectamente, miles de millones de personas— en todo el mundo. Pero abordemos el concepto filosófico del “libre mercado de ideas” y la forma en que contrasta con el punto de vista comunista sobre la búsqueda de la verdad y la contienda entre ideas opuestas como una parte esencial de la búsqueda de la verdad. Aquí examinemos a John Stuart Mill y su concepto de la libertad y en particular la libertad de expresión y el intercambio de ideas8 . En cierto sentido, podríamos decir lo siguiente: Mill — sí y no. Desde nuestro punto de vista, desde el punto de vista comunista, es crucial realmente conocer la realidad, y su movimiento y desarrollo, para poder transformarla cada vez más en pro de los intereses de las amplias masas de personas y, en última instancia de la humanidad en su conjunto. Además, se necesita la contienda entre diferentes ideas y diferentes enfoques de entender la realidad, con el fin de llegar más profundamente a entender correctamente esa realidad. Y, sí, es muy importante el principio de que las personas deben sentir que tengan la libertad y el estímulo para expresar sus ideas y no sentir fuertes presiones cuando sus ideas sean no conformistas o no convencionales, o que vayan contra el statu quo, sea lo que sea ese statu quo. Este es en realidad un principio importante que hay que entender profundamente y defender y por el que hay que luchar.

Al mismo tiempo, sin embargo, desde el punto de vista comunista, todo esto forma parte de un proceso no sólo de unos pocos individuos sino de las masas de personas para llegar a conocer la verdad de las cosas, en diferentes esferas particulares y en un sentido más amplio, y para poder actuar de acuerdo con una verdadera comprensión científica de la realidad — de la realidad tal como realmente es, por así decirlo (y tal como está en movimiento y cambia). Sin embargo, la noción de que las opiniones y la conciencia individual constituyen propiedad privada o individual en última instancia —y a menudo no tanto en última instancia— se interpone en el camino de ese proceso de buscar la verdad, y plantea un importante obstáculo a dicho proceso. Comprender la importancia de la “batalla entre las ideas”, y de no suprimir las ideas impopulares o no convencionales, a fin de tener el proceso más rico en la búsqueda de una comprensión de la realidad, y para que la gente en la sociedad sienta que tiene aire para respirar y espacio para ser “diferente” y expresar ideas diferentes: esta es una dimensión crucial de una sociedad del tipo en la cual queremos vivir y en la que las masas de personas realmente florecerían; y es también crucial a fin de llegar a conocer la verdad en términos fundamentales. Pero hay una enorme diferencia, una diferencia crucial, entre eso y la noción de que las ideas de cualquier individuo son su propiedad privada y que en efecto, deberían operar en competencia con otras personas y sus ideas — que todo esto debería competir en un “mercado de ideas” para ver quiénes pueden, para decirlo escuetamente, exigir el más alto valor de intercambio. Esto no es lo mismo que determinar cuál en realidad contribuye más a llegar a conocer la verdad, y no es simplemente un reconocimiento de la forma en que la contienda entre ideas ayudará a crear el ambiente idóneo para una sociedad del tipo que queremos, sino que le da expresión a la noción de las ideas como mercancías, la competencia para exigir una mayor remuneración, en una u otra forma (aunque esto no siempre sea directamente monetaria).

Así que, además, los conceptos y la práctica de los “derechos de propiedad intelectual” son una extensión de la idea de “el libre mercado de ideas”, o están vinculados con dicha idea. Todo esto se deriva del concepto filosófico de las opiniones y la conciencia como propiedad privada. Y cuando algunas personas guarden sus ideas como propiedad privada, eso perjudicará e impedirá el bien social mayor, al igual que ocurre por lo general en la producción y el intercambio de mercancías. Las personas no expresarán sus ideas si creen que les beneficiará no plantearlas en un momento dado. Todo aquel que está familiarizado, por ejemplo, con los derechos de autor (y las patentes) conoce las formas en que las personas que desarrollan ideas innovadoras las guardan celosamente, por temor a que alguien más se las robe — o, por otro lado, se apresuran a institucionalizarlas como propiedad privada protegida, antes de que otra persona haga lo mismo. Y hay muchas historias en que los individuos han desarrollado ideas creativas, pero que las agarran fuerzas más poderosas, como las empresas, que terminan con los Bob Avakian 26 “derechos” sobre dichas ideas. Todo esto es una expresión de una situación donde las personas están en competencia entre sí — y, en última instancia, una expresión de una sociedad que tiende a convertir todo, incluidas las ideas, en mercancías y en capital. Hasta en los casos en que esto no asuma una expresión monetaria ordinaria, en la filosofía el concepto de que ésta sea mi idea —en contraposición a una idea que es importante en un contexto más amplio y en última instancia para la humanidad— puede causar daño real, y, en un ambiente de este tipo, en este marco general de las relaciones capitalistas de mercancías, puede haber y, con frecuencia hay, un conflicto real entre la práctica según la que los individuos lucran con sus propias ideas, y que la sociedad y la humanidad en su conjunto se benefician de estas ideas. Esta perspectiva y enfoque de las ideas como posesiones personales, o como propiedad privada —como mercancías— tiene influencias y consecuencias negativas no sólo en términos de la manera en que las personas tratan las ideas que desarrollan, sino también en términos de la manera en que ven el intercambio con otras personas en el ámbito de trabajar con las ideas y de bregar con las ideas.

Una vez más, aun dejando de lado las consideraciones monetarias directas y más ordinarias, para decirlo en términos un tanto psicológicos, pesa en esto el ego del individuo. ¿Es lo que tiene importancia lo que en realidad es cierto y si sus ideas contribuyen a que las personas conozcan las cosas, y que sobre esa base, puedan actuar en pro de los intereses fundamentales de la humanidad — o es lo que tiene importancia el hecho, o la noción, de que algo es la idea del individuo? No hay casi nadie, si hay alguien, que no haya experimentado estas presiones o sentimientos estrechos y más egocéntricos — y, sí, es triste decirlo, pero no es de sorprender, esto es así incluso en las filas de los comunistas. Pero, una vez más, todo esto sí hace mucho daño real, y obra en contra de los intereses más amplios de la sociedad y la humanidad. Así que, volviendo a John Stuart Mill, hay una gran diferencia entre el lado positivo de John Stuart Mill, representado en sus argumentos de que las ideas no deben suprimirse por ser impopulares —de que es muy importante que las personas escuchen las ideas expresadas no solamente por aquellos que se les oponen, por tan equilibradamente que se esfuercen por presentarlas, sino por aquellos que son apasionados defensores de esas ideas— hay una profunda diferencia entre ese principio, que tiene una importante aplicación y es algo que tiene que ser parte del proceso general de la revolución, de transformar radicalmente la sociedad y de avanzar a un mundo comunista, y por otro lado la noción del “libre mercado de ideas”.

Las nociones y las realidades de los mercados, de la competencia y relaciones de mercancías, y del capital no deben trabar la contienda entre las ideas, y el desarrollo general de las ideas. Tal como he señalado antes9 , sí tenemos que hablar acerca de las limitaciones, los problemas y los errores en las obras culturales que se produjeron durante la Gran Revolución Cultural Proletaria de China; pero, además de la muy alta calidad artística y del contenido revolucionario de muchas de dichas obras, una de las cosas verdaderamente geniales en la creación de estas obras es que explícitamente —y con mucho entusiasmo de al menos muchos de los participantes— fue un proceso que conscientemente se esforzó por superar las nociones de la propiedad individual de las ideas, inclusive la creación artística. No se trataba de que las personas y su creatividad carecieran de importancia y que no hicieran ninguna contribución en la creación de estas obras, sino que sí tuvieron importancia y lo hicieron como parte de un proceso más amplio, y no lo hicieron en conformidad a la noción de las ideas como propiedad privada — sino en oposición directa a dicha noción. Ahora, para que quede claro, hay muchas formas en que, con el fin de tener un mejor ambiente y circunstancias para que la creatividad florezca y se exprese —y con el fin de tener una sociedad del tipo en la que las personas puedan florecer cada vez más, de manera individual así como en sus interacciones mutuas—, no sólo es necesario reconocer en un sentido general la iniciativa y la creatividad de los individuos, sino ofrecerles el necesario espacio. Tiene que haber una dimensión importante según la cual las personas pueden salir en la sociedad y “hacer sus propias cosas”. Le pregunté a un poeta y artista de la palabra hablada, en el curso de una conversación con él: “Si a cada paso te supervisara un cuadro del partido, si estuviera ahí siempre examinando lo que escribes, ¿podrías escribir tus poemas?”. Respondió categórico: “¡De ninguna manera, carajo!”. Bueno, hay una clara realidad en eso, y la sociedad y el mundo del tipo que queremos no es uno en que existiera esa forma de “supervisión política” errónea (“vamos a verificar para asegurarnos de que todo esté de acuerdo con la ‘línea del partido’ o con lo que la dirección piense en cada momento determinado”... ¡DE NINGUNA MANERA!).

Debe haber espacio, tiene que haber espacio, un espacio que se vaya expandiendo para mucha creatividad y, desde luego, para la creatividad no convencional y no conformista, incluida la que va en contra de cualesquiera que sean las ideas y “normas” prevalecientes en una sociedad socialista en un momento dado. Pero eso se puede desarrollar a una escala mucho más amplia y de una manera mucho más rica entre más se le destrabe cada vez más del “libre mercado de ideas”, del intercambio de mercancías en el ámbito de las ideas, y de la noción según la cual, en última instancia, las opiniones y la conciencia son formas sagradas de propiedad privada individual. Sin caer en las teorías posmodernistas en la literatura, etc. —según las cuales, en líneas generales, el texto no tiene ningún significado intrínseco y al contrario, únicamente significa lo que alguien interprete en ella, y que por lo tanto hay multitudes de interpretaciones, todas las cuales son igualmente legítimas—, es un hecho que con respecto a las obras de arte, con la excepción de las que la o el artista en el sentido literal crea solamente para sí (las que definitivamente representan una pequeña minoría de tales obras), el propósito de la mayoría de ellas es de salir al mundo para hacer uno u otro tipo de declaración — como quiera que el artista lo entienda. En general, el objetivo de las obras de arte es de interactuar con las personas y afectar a la gente de diversas maneras. Y eso se puede hacer de manera mucho más plena y rica, a medida que, por una parte, sí haya mucho espacio para la iniciativa y creatividad del individuo, pero que al mismo tiempo todo esto se zafe de estas nociones y prácticas que encarnan el “libre mercado de ideas”, la producción e intercambio de mercancías, y la competencia que acompaña eso — y las ideas y formas de pensar que están vinculadas a eso. Así que, sí, debe haber en la sociedad socialista —y en la sociedad comunista— un reconocimiento de la importancia de la conciencia individual y del derecho y fundamentalmente de la necesidad de que las personas creen diversas obras de literatura y arte que encarnan y expresan diferentes formas particulares de “abordar” la realidad (o parte de la realidad), los diferentes modos de “la expresión individual”.

Hay un papel importante para ello, y debe haber un amplio margen para ello — como algo que es importante en sí y también, en un sentido más profundo, como parte del proceso general de llegar a comprender el mundo de maneras cada vez más profundas y seguir transformándolo de acuerdo con los mayores intereses de la humanidad. Todo eso es parte del objetivo de avanzar a la época radicalmente nueva del comunismo — y luego, de seguir avanzando en ella. Pero eso es muy distinto a las nociones de la conciencia individual y la creatividad individual como propiedad privada —lo que inevitablemente significa estar en conflicto y competencia con otras expresiones de la propiedad privada— y se manifestará mucho más plenamente al ir más allá de dichas nociones. Al igual que, en un sentido general y fundamental, el avance hacia el comunismo significa, y debe significar, ir más allá del estrecho horizonte del derecho burgués —más allá de la esfera de la producción e intercambio de mercancías y todas las cosas vinculadas con eso, inclusive en la esfera de las ideas—, debe significar ir más allá del derecho burgués en relación con la individualidad, la conciencia del individuo, las ideas del individuo y la creatividad del individuo. Esto no implica asfixiar o arbitrariamente restringir esto, sino por el contrario, implica darle mucho mayor expresión, a la vez que se aborda todo esto sobre una base radicalmente nueva y cualitativamente diferente, zafarse e ir mucho más allá de los principios históricamente limitados, y mezquinos del “libre mercado de ideas” —en comparación con lo que ahora se ha hecho posible, y de la noción —que sostuvieron Madison y Jefferson— de que las opiniones y la conciencia son formas sagradas de la propiedad individual. “Las elites que se compiten entre sí” — e ir más allá de las “elites”

El concepto de “las elites que se compiten entre sí” es un elemento importante de las teorías de la democracia burguesa y cómo ésta es el mejor sistema posible. El argumento básico es que la existencia de elites que se compiten entre sí es crucial para que las personas —y en particular aquellos que no forman parte de las “elites”— ejerzan la iniciativa de poder elegir entre estas elites y, por lo tanto, de poder influenciarlas. Por ejemplo, Robert A. Dahl, en su libro La democracia y sus críticos, habla de lo que él llama una sociedad “MDP” —que significa una sociedad Moderna Dinámica Pluralista— y la manera en que ésta mejor sirva a lo que caracteriza con el término “poliarquía” — la que, según Dahl, supone “un conjunto de instituciones políticas que, en su conjunto, distinguen la democracia representativa moderna a todos los demás sistemas políticos, ya se trate de los regímenes no democráticos o de los sistemas democráticos anteriores” (Robert A. Dahl, La democracia y sus críticos, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1992, pp. 301, 264). Dahl sostiene que: Ya que la poliarquía suministra una amplia gama de derechos y libertades humanos que ninguna otra alternativa presente en el mundo real puede ofrecer. Le es inherente una vasta y generosa zona de libertad y control, que no puede invadirse en forma profunda o persistente sin destruir la poliarquía misma.... Si bien las instituciones de la poliarquía no garantizan que la participación ciudadana sea tan cómoda y vigorosa como podría serlo, en principio, en una pequeña ciudad-Estado, ni que los gobiernos sean controlados de cerca por los ciudadanos o que las políticas que implantan correspondan invariablemente a lo que desea la mayoría, lo cierto es que vuelve en extremo improbable que un gobierno tome, durante mucho tiempo, medidas públicas que violentan a la mayoría.

Más aún, dichas instituciones vuelven infrecuente que sus gobiernos impongan políticas objetadas por una cantidad sustancial de ciudadanos, y que traten empeñosamente de suprimirlas recurriendo a los derechos y oportunidades de que disponen. Si el control ciudadano sobre las decisiones colectivas es más anémico que el firme control que deberían ejercer para que el sueño de la democracia participativa se realice alguna vez, por otro lado la capacidad de los ciudadanos para vetar la reelección de los funcionarios o sus medidas es un arma poderosa, a menudo esgrimida, para impedirles adoptar políticas objetables a juicio de muchos. (La democracia y sus críticos, p. 269). Bueno, veamos las cosas en el mundo real que existe en verdad. [risas] Tomemos lo que Dahl ha dicho aquí, que expresa una afirmación bastante común de lo que es en realidad la democracia burguesa, y veamos cómo se compara con este mundo real — y lo que representa en realidad. Comencemos con la afirmación, que recalca fuertemente Dahl, de que en tal sociedad se “vuelve en extremo improbable que un gobierno tome, durante mucho tiempo, medidas públicas que violentan a la mayoría” y que

“Más aún, dichas instituciones vuelven infrecuente que sus gobiernos impongan políticas objetadas por una cantidad sustancial de ciudadanos, y que traten empeñosamente de suprimirlas recurriendo a los derechos y oportunidades de que disponen”.

En este sentido, no puedo dejar de parafrasear a Lenin, a fin de decir que quizá Dahl desee que hubiera una ley contra reír en público (y por todo lo que sabemos, quizá el régimen de Bush llegue a satisfacer tal deseo). En caso contrario, en referencia a importantes sucesos de la actualidad y específicamente a los millones y decenas de millones de personas las que, al “empeñosamente recurrir a los derechos y oportunidades de que disponen”, han tratado de impedir y poner fin a la invasión y ocupación de Irak por Estados Unidos y muchas otras políticas del régimen de Bush a las que un segmento muy importante de la población de Estados Unidos —probablemente la mayoría— se opone y además detesta profundamente — si se repitiera la declaración de Dahl entre esas personas, es muy probable que se ahogaría en un maremoto de risa amarga. Qué ocurre —y no ocurre— mediante las elecciones... lo que es —y lo que no es— la actividad política con sentido

No se trata de la mera experiencia en este período inmediato, sino de la experiencia en toda la historia de Estados Unidos la que ha demostrado una y otra vez las siguientes verdades esenciales:

1) En Estados Unidos existe una clase dominante que tiene intereses que son muy distintos y están en oposición fundamental a los intereses de los ciudadanos.

2) En realidad, esta clase dominante ejerce una dictadura —es decir, un monopolio del poder político respaldado por un monopolio, sobre el resto de la sociedad, del poderío armado y concentrado en ese monopolio— y aquellos que en cualquier momento dado estén administrando esa dictadura seguirán aplicando las políticas que están decididos a llevar a cabo, incluso ante la maciza oposición popular, a menos que y hasta que los intereses más amplios de la clase dominante exijan que se modifique o incluso se abandone una política particular — o hasta que esa clase dominante sea derrocada.

3) Las elecciones no ofrecen ninguna vía para la realización del deseo de las masas de personas de ver que cambien estas políticas y acciones del gobierno — aunque en determinadas circunstancias, la resistencia política de masas puede contribuir de manera importante a obligar al gobierno a cambiar sus políticas, especialmente si esto tiene lugar en un contexto más amplio en que estas políticas se estén topando con verdaderos problemas y, entre otras cosas, estén suscitando mayores divisiones al interior de la propia clase dominante. Si volvemos unas pocas décadas atrás, podemos ver cómo la experiencia en torno a Vietnam da un ejemplo concentrado de todo esto. Como he señalado antes, hubo dos elecciones en relación con Vietnam que encerraban una importante contienda e “introspección”, en particular entre las personas que se oponían fuertemente a la guerra de Vietnam, y que ilustran el punto básico que estoy enfatizando — y que refutan las nociones que Dahl está planteando. En primer lugar, se celebraron las elecciones de 1964 cuando Estados Unidos comenzaba a escalar de manera importante su “involucramiento” en Vietnam. Para inyectarle a este punto un elemento personal —si bien es algo que toca un fenómeno más general—, éstas fueron unas de las dos elecciones para la presidencia de Estados Unidos en las que de hecho voté. Fueron las primeras elecciones en las que yo estaba en edad de votar, y después de debatirlo para mis adentros un poco, decidí votar a favor de Lyndon Johnson en las elecciones de 1964 (voté a favor de Eldridge Cleaver en 1968, pero eso era algo muy distinto). En el momento de las elecciones de 1964, se dio un debate muy intenso en el “movimiento” acerca de si votar o no — es decir, si votar o no a favor de Johnson.

Éste salía a favor de los derechos civiles, hacía concesiones a la lucha popular en torno a eso, y al mismo tiempo, si bien como presidente estaba llevando a cabo una escalada de la guerra de Vietnam, no hablaba abiertamente haciendo uso de los términos locos y extremos de su rival, el candidato republicano Barry Goldwater. Éste tuvo fama —o algunos dirían infamia— por su declaración, en el momento de su nominación en la Convención Republicana de 1964, de que el extremismo en defensa de la libertad no es vicio, y que la moderación en búsqueda de la justicia no es virtud. Por supuesto, Goldwater concebía la libertad y la justicia en términos burgueses e imperialistas y consideraba la resistencia del pueblo vietnamita a la dominación de Estados Unidos como un vicio — una violación y injerencia en la libertad y justicia imperialista. Así que Goldwater estaba hablando en términos extremos sobre Vietnam — de bombardear a Vietnam para volverlo a la Edad de Piedra o en un lenguaje similar. Muchas personas en el amplio movimiento de ese momento argumentaban que, con todo esto en mente, había que votar a favor de Johnson —que era absolutamente esencial en términos de Vietnam, así como otras cuestiones claves, votar a favor de Johnson— y eso me influenció a mí, junto con muchos otros, y por fin eso logró persuadirme. Así que fuimos a las urnas y nos tapamos las narices, como suele hacer la gente en estos días, y votamos a favor del demócrata, Lyndon Johnson. Bueno, después de las elecciones —en las cuales Johnson había hecho campaña con anuncios sobre el peligro extremo de lo que Goldwater haría en Vietnam— el mismo Johnson empezó la enorme escalada de la guerra de Vietnam, tanto en términos de bombardear a ese país como en términos de iniciar el proceso de enviar ola tras ola de tropas de Estados Unidos a Vietnam (lo que, a fines de los años 1960, ya alcanzaba el nivel de 500.000).

Y, por supuesto, aquellos de nosotros que nos habíamos dejado persuadir y embaucar para que votáramos a favor de Johnson nos sentimos amargamente traicionados por esto. Eso ofreció una lección muy profunda. En el momento en que se celebraban las elecciones en 1972 (y he hablado un poco de esto en mi autobiografía) 10 , una vez más, incluso dentro de la Unión Revolucionaria (la UR, el precursor de nuestro Partido), así como en términos más amplios entre los que se oponían a la guerra de Vietnam, se dio un gran debate y lucha acerca de si era necesario apoyar al “candidato contra la guerra” George McGovern — o, para decirlo de otra manera, de si era necesario votar en contra de Nixon. Dentro de la propia UR, salieron argumentos de que era “nuestro deber internacionalista para con el pueblo vietnamita” votar a favor de McGovern y echar a Nixon, porque de lo contrario, Nixon escalaría de nuevo la guerra en Vietnam, pero al contrario McGovern pondría fin a la guerra. Bueno, al final, yo (y la dirección de Unión Revolucionaria en general) no aceptamos eso. Sí examinamos la cuestión en serio — no simplemente asumimos un enfoque dogmático. Recuerdo que pasamos muchas noches bregando con la pregunta:

¿Se trata de un conjunto particular de circunstancias que exija una excepción al enfoque general de no darles apoyo, de ni siquiera taparse las narices y votar en apoyo a los candidatos electorales burgueses?

Pero llegué a la conclusión —sobre la base de mucha intensa reflexión y forcejeo con otros— de que, no, apoyar a McGovern no era “nuestro deber internacionalista para con el pueblo vietnamita”, que al contrario, nuestro deber internacionalista mejor se serviría continuando la construcción de la resistencia de masas contra la guerra y las políticas generales del gobierno —y, en lo más fundamental, la oposición al sistema en su conjunto— lo que es lo que nos propusimos hacer. Pero muchas personas sí se dejaron envolver en el proyecto de McGovern. Podría ser muy interesante para aquellos de ustedes que todavía no habían nacido en ese momento (o que aún no estaban políticamente conscientes y activos) ver películas de la Convención Demócrata de 1972, si es posible conseguirlas. Ahí Jerry Rubin y mucha otra “gente del movimiento”, recibían la bienvenida de parte del regazo mortífero de la política burguesa “de la corriente mayoritaria” y, concretamente, del Partido Demócrata — para volver a sus sofocantes confines. De hecho, algunos de ellos se sentían cierta sensación de alivio al creer que, después de años de luchar por cambiar las cosas desde fuera de dichos confines —junto con todas las dificultades, sacrificios y, sí, peligros reales acompañantes— tal vez podría haber una vía desde la cual cambiar las cosas “desde adentro”. Pero, por supuesto, lo que ocurrió en realidad es que Nixon aplastó a McGovern en las elecciones. Mediante los mecanismos de la política electoral burguesa y las dinámicas de la política burguesa en un sentido más general, más o menos se arreglaron las cosas de esta manera. Sin entrar en mucho detalle aquí, cabe señalar que McGovern apenas había empezado su campaña, después de la Convención Demócrata, cuando se divulgó que su compañero de campaña (nominado para la vice presidencia), Thomas Eagleton, había sido un “enfermo mental”, tal como se imaginaba en la población en ese momento.

Resultó que en cierto momento Eagleton había pedido ayuda psiquiátrica y eso lo hizo “no apto” para ser vice presidente y el segundo en la línea sucesoria a ser jefe de estado. Así que tuvieron que sustituirlo con Sargent Shriver (del clan Kennedy). Y en términos más generales, toda la campaña de McGovern fue una debacle, desde el principio. Nixon terminó por ganar casi todos los estados en las elecciones presidenciales de ese año. Esto desmoralizó a muchas personas — en esencia porque habían aceptado y se habían encerrado dentro de los términos de la política electoral burguesa. Sin embargo, unos meses después de las elecciones de 1972, Nixon se vio obligado a firmar un “acuerdo de paz” sobre Vietnam. Si bien eso se dio en el contexto de factores internacionales más grandes —incluida la contienda entre Estados Unidos y la Unión Soviética (la que en ese entonces era un país social-imperialista: socialista de nombre e imperialista de hecho), así como el papel internacional de China en ese momento, que en ese entonces era un país socialista pero que adoptaba determinadas medidas tácticas, incluida una “apertura hacia el oeste”, como parte de hacer frente a la amenaza muy real de un ataque por parte de la Unión Soviética—, Nixon se vio obligado a firmar ese “acuerdo de paz”, en un grado importante debido a la continua lucha del pueblo vietnamita y en Estados Unidos a la enorme oposición popular a la agresión contra Vietnam. Este acuerdo condujo, en primer lugar, a la retirada de las tropas estadounidenses de Vietnam —y a un intento de Nixon de llevar a cabo la “vietnamización” (de hacer que el ejército del gobierno sudvietnamita dependiente de Estados Unidos combatiera con más firmeza en la guerra, con el apoyo de la fuerza aérea estadounidense)— y luego condujo, sólo un par de años más tarde, a la derrota final y muy bienvenida del imperialismo estadounidense y su gobierno títere en Vietnam del Sur. Todos ustedes han visto las escenas de personas en la arrebatiña para subirse a los helicópteros en el techo de la embajada estadounidense en 1975, mientras que las tropas del Frente de Liberación Nacional (el llamado “Vietcong”) derribaban los portones de esa embajada. Ahora, la importante lección proveniente de lo que discutimos aquí es de que en ninguno de los dos casos —ni en 1964 ni en 1972— es que las elecciones generaron los cambios decisivos que se dieron.

Muy por el contrario. En 1964 la gente votó en masa por alguien que supuestamente no iba a escalar la guerra de Vietnam — y quien luego escaló esa guerra en una enorme escala. En 1972 mucha gente votó contra Nixon porque él iba a escalar aún más la guerra — pero él se vio obligado a retirar las tropas estadounidenses, y eso llevó a la derrota definitiva de Estados Unidos y su gobierno títere en Vietnam del Sur. En ambos casos, la persuasiva presión y la aparente lógica de que era crucial votar por un demócrata —o al menos votar en contra del republicano— con el fin de evitar desastres reales, no se confirmó para nada en realidad. Ello, por una razón muy básica: en realidad las elecciones no son la dinámica por medio de la cual se toman las decisiones esenciales sobre las políticas del gobierno y el rumbo de la sociedad — en realidad los votos de la población en las elecciones no son las fuerzas que realmente impulsan los cambios de un tipo u otro. Eso es lo que se ilustra dramáticamente al examinar —y, en particular, al examinar científicamente— estas dos elecciones, que en efecto constituyeron el principio y el fin de la fuerte injerencia de Estados Unidos en Vietnam (las elecciones de 1964 hacia el principio y las elecciones de 1972 hacia el final). Así que lancemos un reto: que alguien explique cómo es que taparse las narices y votar a favor del demócrata (o votar con entusiasmo a favor del demócrata) en uno o ambos procesos electorales condujo a los cambios de un tipo u otro o fue responsable de unos cambios semejantes — los cambios negativos en 1964 con la escalada de la guerra de Vietnam por parte de Estados Unidos y ocho años más tarde con el cambio positivo de parte del imperialismo de Estados Unidos en camino a su derrota decisiva en su intento de imponer su dominación sobre Vietnam mediante la devastación general de ese país y Bob Avakian 34 la masacre de millones de sus habitantes.

No, nada de eso sucedió mediante las elecciones, porque en realidad las elecciones no constituyen la base ni el vehículo por medio del cual en realidad se operen cambios importantes de uno u otro tipo en la sociedad (y en el mundo). Es obvio que esto tiene mucha relevancia ahora, cuando existe un odio generalizado, en ciertas formas sin precedentes por su magnitud y en algunos sentidos por su profundidad, por todo el régimen relacionado con George W. Bush, pero a las personas les cuesta mucho trabajo romper con la noción de que el único camino posible para cambiar la marcha de los sucesos es dejarse embaucar una vez más por la dinámica de la política burguesa — que se creó para servir y sólo puede servir a los intereses de la clase dominante y que no ha proporcionado ni proporciona los medios y canales por medio de los cuales se podría llevar a cabo los cambios a favor de los intereses del pueblo. A la luz de todo esto, podemos ver el error fundamental que se refleja en la afirmación de Dahl de que “la capacidad de los ciudadanos para vetar la reelección de los funcionarios o sus medidas es un arma poderosa, a menudo esgrimida, para impedirles adoptar políticas objetables a juicio de muchos”. De hecho, las formas por medio de las cuales esto sucede son un enorme auge de lucha y resistencia en combinación con otros factores — entre ellos la resistencia, la lucha y la revolución en otras partes del mundo así como otras contradicciones que enfrentan los imperialistas, incluso sin una revolución para derrocarlos. Ésa es la base sobre la cual se impide que los funcionarios sigan imponiendo políticas objetables a juicio de un gran número de personas, y los mecanismos por medio de los cuales se da eso.

¿Es realmente cierto que las personas solamente pueden ser peones de las elites?

Y aquí llegamos a la cuestión fundamental: Lo que Dahl defiende como una “sociedad buena” —o, tal como la gente como él lo ve, la mejor sociedad posible— es aquella en la que el papel de las masas de personas, de los ciudadanos, se reduce a actuar como un “freno” a las elites quienes en realidad toman las decisiones políticas. Ésta es otra expresión de la noción de que el mejor sistema político posible es aquel en el que no hay ninguna elite supuestamente monolítica y uniforme, sino que hay elites que se compiten entre sí, y la “libertad” de las masas de personas —incluida la conservación de sus derechos humanos y libertades— en última instancia reside en su capacidad de elegir entre las elites que se compiten entre sí y tal vez maniobrar entre éstas. Según esta suposición, eso de alguna manera, en particular por medio de las elecciones, llevará a las elites a competirse entre sí por el apoyo de la gente de modo que de alguna manera se exprese la voluntad del pueblo al fijar el rumbo de la sociedad, en la medida en que realmente sea posible en una sociedad moderna y compleja. Bueno, para refutar eso más a fondo, para demostrar lo que representa en realidad —y para dejar en claro que es posible tener un tipo de sociedad radicalmente diferente y mucho mejor, en la que el papel del pueblo es en realidad el de tomar las decisiones, mediante un proceso general que se lleva a cabo en una forma cualitativamente diferente y en una dimensión mucho mayor que cualquiera que los gobernantes y los teóricos políticos del capitalismo (y las anteriores formas de la sociedad en general) hayan practicado o hasta concebido—, comencemos con lo siguiente, abordando la naturaleza y papel esencial de las elecciones como la máxima expresión de la democracia en la sociedad burguesa:

En síntesis: las elecciones son controladas por la burguesía; no son de ningún modo el medio por el cual se toman las decisiones básicas; y realmente se efectúan con el propósito primordial de legitimar el sistema, y las políticas y las acciones de la clase dominante —dándoles la fachada de un “mandato popular”— y de canalizar, confinar y controlar la actividad política de las masas populares. (Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?, p. 85) Para ilustrar esto más —y enfatizar más lo que tiene de incorrecto la noción de influenciar a las elites que se compiten entre sí en una manera que beneficie al pueblo—, veamos un argumento similar que hizo Malcolm X. Pese a lo mucho que quiero a Malcolm, es necesario señalar las limitaciones de su punto de vista y enfoque al respecto — que de fondo se derivan del hecho de que él no había asumido el punto de vista científico, materialista y dialéctico del comunismo (aunque su desarrollo estaba en evolución cuando resultó asesinado). En un discurso que, en esos días, escuché una y otra vez y que aún disfruto en muchos sentidos, “El voto o la bala”, Malcolm arma todo un argumento acerca de cómo los negros no deben depender servil y lealmente de los demócratas. Con su típica agudeza y mordaz ingenio, habla de cómo los demócratas y los republicanos son de la misma especie —ambos son caninos, ambos son de la misma familia que el perro: uno es un lobo y el otro es un zorro— y ambos están en contra de ustedes, la gente. Pero al final, lo que propone Malcolm es un recurso conocido: sostiene que los negros, en particular, no deben ser meramente una cola de los demócratas — quienes simplemente dan por sentado el apoyo de los negros y nunca hacen nada por ellos— pero al contrario los negros deberían formar un bloque de electores y recompensar o castigar a los que actúan o que no actúan en formas que beneficien a los negros.

Malcolm habla de que, en el momento en que Lyndon Johnson llegó a la presidencia, tras el asesinato de Kennedy, volvió en avión a Washington, D.C., y lo primero que hizo, al aterrizar su avión, fue buscar a su amigo Richard [Ricardito] Russell. Como lo cuenta Malcolm, Johnson “se baja del avión y ¿qué hace? Dice: ‘¿Dónde está Ricardito?’ Ahora bien, ¿quién es Ricardito? Bueno, ese gastado racista, segregacionista sureño, supremacista blanco Richard Russell. No, ese tipo es simplemente muy astuto, pues su mejor amigo sigue siendo el viejo Ricardito”. [risas] No debemos confiar en esos demócratas, insiste Malcolm. Y luego dice que algunas personas afirman que Johnson puede manejar a los segregacionistas sureños porque él es de Texas y los conoce. Bueno, dice Malcolm, si ése es el argumento, ¿qué hay de Eastland —un senador que fue uno de los más descarados segregacionistas del Sur— ése conoce aún mejor a los sureños. ¿¡Por qué no tenemos a Eastland por presidente!? Sí, con mucha agudeza Malcolm descuartiza esta idea de confiar en los demócratas — es genial escucharlo, incluso hoy. Pero luego, al final, ¿qué dice? Bueno, sostiene, si los negros forman un bloque, pues los republicanos tendrán que pedir nuestro apoyo y los demócratas también tendrán que pedir nuestro apoyo, y apoyaremos a quien haga más por nosotros. Pero, ¿cuál es la verdadera dinámica cuando se ha intentado hacer esto? Los demócratas piden su apoyo, y uno les hace un montón de exigencias e insiste:

“Ahora, si no hacen esto y no hacen aquello y no hacen eso otro a favor de nuestros intereses, pues…pues...” [risas] ¿Qué hará uno? ¿Votará por los republicanos? Fíjese que eso es muy cierto, ahí están el lobo y el zorro, y uno de ellos finge estar a su favor y el otro ni siquiera finge estar a su favor, tal como Malcolm explicó. Pero ésas son sus opciones, siempre y cuando uno juegue según las reglas del juego que ellos han creado. Por eso, ¿qué influencia realmente tiene usted sobre este juego? Si el papel del Partido Demócrata es el de hablar, al menos en algunas ocasiones, de modo que hace que uno crea que tal vez al aplicarles suficiente presión, pueda hacer que ellos adopten algunas de las cosas que uno cree que son muy importantes —y si uno intenta presionarlos para que en realidad hagan eso debido a su amenaza de votar a favor de los republicanos— bueno, pues, ellos se reirán a carcajadas ya sea abiertamente o a puertas cerradas, porque saben que uno no puede salir y votar por los republicanos, quienes ni siquiera fingen estar a favor de lo que a uno le es importante. Por lo tanto, incluso según esos términos y a ese nivel, uno no tiene ninguna influencia sobre ellos. Ellos lo tienen a uno —uno no los tienen a ellos— siempre y cuando uno esté considerando que las cosas se concentren y se expresen únicamente (o de su mejor manera posible) dentro de estos límites, sí, muy mortíferos de las elecciones burguesas (y la política burguesa en general). Únicamente al zafarse de dichos límites es posible en realidad empezar a influenciar las cosas de una manera importante — al enfrentarse a la operación general de esta maquinaria, al zafarse de la misma y al desafiarla de una manera seria. Lo siguiente de Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr? contribuye a un balance concentrado de los puntos cruciales que están en consideración acá: Muchos dirán: En un país democrático como Estados Unidos

¿cómo es que el sistema político puede “servir para mantener el dominio de la burguesía sobre el proletariado” cuando todos tienen el derecho de elegir a los dirigentes políticos mediante elecciones?

La respuesta a esto es que las elecciones en tal sociedad y el “proceso democrático” en su conjunto son una farsa —y más que una farsa— son una pantalla y en realidad un instrumento con el cual la clase dominante explotadora y opresora lleva a cabo la dominación. (Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?, p. 85) Para tener una fundamentación más profunda y más sólida para entender correctamente esta cuestión y para reconocer más plenamente cómo las apologías de la democracia burguesa, como la de Robert A. Dahl, representan distorsiones fundamentales de la realidad, es crucial volver una vez más a la cuestión del punto de vista y el método — a la importancia decisiva del materialismo dialéctico y, por otro lado, la llamativa falta de materialismo (y la falta de dialéctica basada en el materialismo) en los puntos de vista y análisis democrático burgueses. Una de las verdades más básicas que el materialismo dialéctico pone de manifiesto es que la superestructura política e ideológica/cultural de cualquier sociedad —y esto sin duda incluye a Estados Unidos— corresponde y en lo fundamental sólo puede corresponder al carácter de la base económica de esa sociedad — en otras palabras, a las relaciones sociales subyacentes y, sobre todo, a las relaciones de producción subyacentes y a las relaciones de clase y a las formas de explotación y dominación que están arraigadas en esas relaciones de producción. En una sociedad capitalista, tal como Estados Unidos, la clase capitalista predomina en la propiedad de los medios más importantes de producción; al mismo tiempo, existe un gran grupo de personas —la clase obrera o el proletariado— que cuenta con millones y millones de personas en Estados Unidos hoy, que no posee medios de producción y por lo tanto sólo puede vivir en la medida en que ese grupo trabaje para la clase capitalista y que la clase capitalista que monopoliza la propiedad de los medios de producción explote a ese grupo; a la vez que otras personas son propietarios de una pequeña cantidad de los medios de producción y tal vez empleen a unas pocas personas, y de esa manera, constituyen una parte de la clase media (o pequeña burguesía)11 .

Si la superestructura —y en particular los procesos políticos, las instituciones, las políticas y demás— entra en cualquier tipo de conflicto serio con la dinámica de la base económica capitalista subyacente y su proceso de acumulación, pues el funcionamiento general de la sociedad se verá seriamente trastornado y, a menos que uno esté preparado para seguir hasta su conclusión final —en otras palabras, hasta el derrocamiento del sistema—, se verá obligado a retroceder de eso y ajustar las cosas (adoptar o aceptar políticas) de modo que la superestructura una vez más vuelva a estar en sintonía con la naturaleza y funcionamiento fundamentales de la base económica subyacente y el proceso general de acumulación capitalista (tal como se lleva a cabo y toma forma no sólo en el país en particular sino hoy más que nunca a escala internacional).Es crucial entender esto para poder comprender cómo y por qué las cosas suceden en la sociedad (y en el mundo) de la manera en que lo hacen, lo que incluye cómo y por qué los políticos actúan de la manera en que lo hacen.

¿Por qué es que, en repetidas ocasiones, hasta las personas que en alguna medida tienen mejor criterio al parecer son incapaces de evitar, una y otra vez, votar por los políticos que prometen una cosa y hacen otra y en realidad nunca actúan en aras de los intereses fundamentales del pueblo?

Esto me trae a la mente la experiencia de “Charlie Brown con Lucy” en la caricatura “Peanuts” (Snoopy, Rabanitos o Carlitos): la escena en que Lucy va a sujetar el balón para que Charlie Brown (Carlitos) lo patee, y al último minuto ella mueve el balón y él hace una sonora patada al aire sin hacer contacto. Una y otra vez él sigue dejándose engañar así y ella sigue haciéndolo. Muchísimas personas que se han metido en la política establecida de una u otra manera han tenido esta clase de experiencia — en repetidas ocasiones. Recuerde, durante “el espectáculo ambulante” de los candidatos demócratas antes de las últimas elecciones presidenciales en 2004, Dennis Kucinich y Al Sharpton expresaron algo de lo que la gente quería escuchar, pero la revista Time declaró a inicios del proceso que, aunque a menudo Sharpton contaba con la mejor respuesta popular, no fue un candidato serio.

¿Por qué no fue un candidato serio, sobre todo si contaba con la mejor respuesta popular?

Bueno, Sharpton para nada es un revolucionario, pero hasta lo que Sharpton dijo durante ese espectáculo ambulante (por sincero que pudiera haber sido o no) estaba fuera de lo aceptable de lo que el Partido Demócrata podía buscar en serio y en realidad, incluso en unas elecciones, mucho menos lo que en realidad podía hacer en la gestión del gobierno. Desde el principio, los representantes conscientes de la clase dominante estaban muy conscientes de todo esto. Sharpton, cualquiera que fuesen sus intenciones individuales, objetivamente cumplió una función de atraer de nuevo a la gente hacia el marco electoral burgués, en particular a las personas con muchas inclinaciones progresistas que estaban (y aún hoy están) muy inconformes —o hasta profundamente consternadas— por el rumbo general de la situación. En realidad, Sharpton expresaba y defendía la orientación de las “elites que se compiten entre sí”. Por ejemplo, al tiempo que se entrevistaba en uno de los principales canales de noticias, Sharpton sostuvo explícitamente que el papel de las masas es influir en lo que las elites hacen. Sin embargo, “no era un candidato serio”, ni lo era Kucinich, porque lo que estaban planteando, por limitado que fuera en términos de un cambio real, no tenía nada que ver con lo que la verdadera dinámica del sistema engendraba o requería. Así que se llegó a tener a Kerry como el candidato demócrata, y todos sabemos de qué se trataba eso. Eso es el mismo número de “Lucy y Charlie Brown”, una y otra vez. Quizá esta vez ellos en realidad sujetarán el balón... No, esta vez ellos harán lo que siempre hacen, otra vez dejándole a uno en la depre, cuando de nuevo hacen lo que hacen — y no lo que ellos le animan a uno a imaginar que harán.

Así es su función — es decir, la que está en conformidad con el verdadero funcionamiento de la base económica a la cualestos políticos, en un sentido general y fundamental, tienen que ajustarse y a la que tienen que servir. Mediante mucha complejidad y lucha, se determinan la política y las políticas de las campañas y la gestión del gobierno entre aquellos que representan a la clase dominante capitalista y el sistema capitalista, cuyas dinámicas fundamentales configuran todo esto y sientan sus términos y límites básicos)12 . En relación con todo esto, es crucial comprender que lo que caracteriza al sistema político en Estados Unidos —y en las democracias burguesas en general— es un monopolio del poder político de parte de un grupo de personas (que, sí, ocupan una posición de elite) —no un monopolio del poder político de parte de unas elites que de alguna forma están desligadas de la base económica subyacente— pero en lo más esencial son una expresión de relaciones específicas de dominación de clase y, fundamentalmente, de específicas relaciones de producción explotadoras. Los representantes políticos de los partidos políticos establecidos (los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos) son en un sentido fundamental y general la expresión, en la superestructura política-ideológica, de las relaciones de producción subyacentes del capitalismo y de las dinámicas de la acumulación capitalista, en particular, la manera en que esto toma forma y opera en esta era del imperialismo capitalista altamente globalizado. Son la expresión, en el ámbito político, del monopolio de la propiedad sobre los medios de producción por parte de la clase capitalista — la que, mediante ese control sobre la economía, también ejerce un monopolio del poder político, expresado en una forma fundamental y concentrada como el monopolio de la fuerza armada “legítima”, el control de las fuerzas armadas y la policía establecidas del país, junto con el control de los tribunales, las burocracias y las instituciones y los procesos de gobernanza en su conjunto. Esta realidad fundamental —de que todo esto está arraigado en las relaciones de producción subyacentes y en el proceso de acumulación del sistema capitalista imperialista— es la razón fundamental por la cual las “elites políticas” no tienen la libertad de actuar de la manera que quieran —de la manera que ellas mismas tal vez quisieran— y, en un sentido básico y general, no pueden tomar decisiones basadas en la “presión desde las masas” que se ejerce sobre ellas.

Si bien, frente a una enorme oposición política y resistencia —especialmente en sus manifestaciones fuera del marco y procesos políticos establecidos y en oposición a los mismos—, a corto plazo pueden verse obligados a hacer determinadas concesiones, y luego obrarán para revertir eso a corto plazo o con el tiempo y en todo caso no tienen la libertad de actuar en una forma que sea contraria a los intereses fundamentales de clase que representan y a las relaciones de producción en las que se basan esos intereses de clase. Para repetir, por todo esto, para decirlo simplemente, ellos actúan de la manera que actúan — en repetidas ocasiones. Por eso, dicen una cosa y hacen otra. Por eso, ellos hacen que uno vote en su favor y luego le “venden” a uno todo el tiempo. Por ello, durante muchos años, los demócratas no han tenido ninguna “madera” para oponerse a lo Bob Avakian 40 que el régimen de Bush ha estado insistiendo en hacer. Lo que existe y se expresa en el sistema político es, ante todo y en esencia, un monopolio del poder político, no para unas “elites sin raíces” que flotan libremente en el aire sino para una clase. Y cuando o en la medida en que las “elites políticas” “se compiten entre sí” en realidad, lo hacen en lo más fundamental según los términos de esa clase y del sistema en el cual esa clase domina, y a fin de ganarse la aprobación y el apoyo de esa clase dominante (o de ciertos sectores de la misma). Esa clase dominante fundamentalmente y en última instancia —inclusive mediante la lucha en sus propias filas— determina lo que serán los parámetros y los límites de la política “aceptable”, quiénes serán los candidatos que se compiten entre sí y cuáles políticas llevarán a cabo en los hechos. Es importante enfatizar el aspecto de la lucha en las filas de esta clase dominante porque es necesario tener un conocimiento vivo, científico —dialéctico así como materialista— y no burdo, dogmático y mecánico al respecto. Como señalé en un artículo que salió en el periódico de nuestro Partido, Revolución, en 200513 , no existe un “comité de la clase dominante” único en sesión permanente que decide todas estas cosas.

En particular en un país imperialista grande y complejo como Estados Unidos, que opera según los principios de gobierno democrático-burgués, la situación es mucho más compleja que eso, y se toman las decisiones mediante procesos mucho más complejos. Pero, en términos fundamentales, los intereses de la clase dominante capitalista imperialista determinan el carácter y los límites de la toma de decisiones políticas, incluido el proceso electoral y las funciones concretas que sirve. Para repetir, es crucial captar esto profundamente a fin de comprender por qué los políticos actúan de la manera que actúan y, en oposición a eso, cuáles son los verdaderos mecanismos para llevar a cabo el cambio social y político, incluso sin una revolución — y, a la larga, para hacer una revolución con el fin de cambiar cualitativa y radicalmente todo el carácter de la sociedad y tener esa clase de impacto cualitativo y radical sobre el mundo en su conjunto. La sociedad capitalista, la democracia burguesa y la dictadura Todo esto ilustra el hecho esencial de que de lo que se trata es de una dictadura. Hay muchas ideas falsas entre las personas —y muchas ideas falsas deliberadamente propagadas— de lo que es la dictadura y de lo que no lo es. Es común y cunde en la población —y es un resultado de la influencia de los representantes políticos y teóricos burgueses, los portavoces de los medios de comunicación, los comentaristas y los “expertos” y lo demás— que por dictadura se entiende el dominio de un Líder (con la L en mayúscula) todopoderoso y esencialmente maníaco, como un Hitler (o, como por lo común se expresa en estos días, un Stalin o un Mao); o se dice que en una dictadura un pequeño grupo de personas ejercen el poder sin permitir que las masas de personas tengan ningún derecho, ninguna libre expresión de ideas, ningún derecho al disentimiento político y así sucesivamente. Por otra parte, se dice que la dictadura no se refiere a una sociedad donde se celebran elecciones con candidatos y partidos que se compiten entre sí y donde se permite que la gente tenga ciertas libertades civiles y derechos humanos (recuerde los argumentos de Robert A. Dahl citados anteriormente). Pero en realidad y como cuestión de análisis científico: una dictadura es un sistema de dominio de clase, un monopolio del poder político, expresado en forma concentrada mediante un monopolio de la fuerza armada para mantener y reforzar ese monopolio del poder político — que se ejerce a fin de conservar y servir al sistema económico subyacente y sus relaciones de producción y las correspondientes relaciones sociales y de clase. Esa es la esencia de lo que es una dictadura.

Una dictadura puede dejar —en el caso de la democracia burguesa, por ejemplo— que las personas voten sobre cuál grupo de la clase dominante ejercerá las funciones de esta dictadura sobre ellas mismas. ¡Qué ardid tan brillante! — no sólo ejercen la dictadura sino que hacen que aquellos que están bajo su dominio participen en fomentar y reforzar la ilusión de que no están dominados. A veces se oye a algunos individuos, incluida alguna gente progresista, que dicen: “Me niego a reconocer que me están gobernando”. Bueno, que se niegue a reconocerlo o no, a uno lo están gobernando. Su negativa a reconocerlo sólo le perjudica a uno y a otros que están en la misma situación, porque no se puede cambiar la realidad si se ha negado a aceptar lo que es la realidad. Por mucho que Huey Newton, especialmente en sus primeros años en la dirección del Partido Panteras Negras, contribuyera al desarrollo de un movimiento revolucionario en Estados Unidos (y ayudara a inspirar a las personas que estaban construyendo este tipo de movimiento en otros países también), en lo fundamental se equivocó —y le dio expresión a una idea falsa que, en una u otra forma, tiene mucha influencia en estos días— al decir:

“El poder es la capacidad de definir los fenómenos y de hacerlos comportarse como uno desee”.

No se ejerce el poder teniendo alguna capacidad abstracta de definir los fenómenos de la manera en que uno desee y así hacer que esos fenómenos se comporten de una manera deseada. Se ejerce la influencia política y en lo fundamental se ejerce el poder político reconociendo la realidad esencial con la que se está lidiando —en qué está arraigado el poder político existente, qué refuerza y a qué sirve; cuáles son las contradicciones en eso y los potenciales caminos de transformación; y dónde están los intereses de uno en relación a eso— y actuando en consecuencia. De hecho, la democracia burguesa es una forma muy eficaz de la dictadura. Hay que darle crédito a la burguesía: realmente ha descubierto y ha “perfeccionado” algo con mucha astucia por lo que se refiere a la perpetuación de su dominio y sus intereses. Tiene sentido que la burguesía se aferre decidida y obstinadamente a esto, tanto tiempo como sea posible, porque supone el ejercicio de la dictadura a la vez que permite y fomenta que las personas tengan la sensación de que ellas mismas estén ejerciendo el poder el que de hecho se ejerce sobre ellas mismas. No obstante, ésta es una dictadura, y cuandoquiera que un grupo cualquiera (o a veces hasta un individuo) actúe de cualquier forma importante en oposición a los intereses Bob Avakian 42 reales que están dictando, acto seguido sale el filoso lado de esta dictadura. Toda la historia de Estados Unidos en realidad es testimonio de eso. En los tiempos de aguda crisis social y de auge popular de oposición, este fenómeno resulta más claro — despeja más la apariencia externa y camuflaje. Por ejemplo, en los grandes auges de lucha de la década de 1960 y en los primeros años de los años 1970 en Estados Unidos, muchas personas se hicieron frente a esta dictadura y comenzaron a tener al menos un sentido de la misma.

Recuerdo que yo mismo estaba en situaciones de franca ley marcial, donde la gente no podía congregarse en grupos de más de unos pocos —la policía desbarataba por la fuerza cualquier intento de hacerlo— sobre todo si el intento parecía tener algún propósito político opositor; y no se permitía hacer cosas como distribuir abiertamente literatura política opositora. Bueno, en esas condiciones era mucho más difícil sostener que no hay dictadura en Estados Unidos. Por ejemplo, vimos lo que ocurrió en la rebelión de Los Ángeles de 1992. Cuando se sublevaron las masas populares, el gobierno no dijo:

“Celebremos una votación para decidir si creemos que su rebelión está justificada o no”.

Enviaron a la Guardia Nacional y luego al Ejército. ¿Por qué? “Para reestablecer el orden”. Desde el punto de vista del funcionamiento de este sistema, fue lógico hacer eso — movilizar a la fuerza militar bruta con la amenaza de utilizarla al por mayor con el fin de reprimir una rebelión que amenazaba a los intereses de la clase dominante y al “orden” que requieren esta clase dominante y este sistema. A la clase dominante no le importaba —o la clase dominante no aceptaba— que esta rebelión fuera justa, que fuera una expresión de furia popular completamente justificada por los años tras años de brutal opresión. De hecho, la rebelión confundió y suscitó sentimientos contradictorios entre muchas personas que tal vez pudieran haberse identificado con el sentimiento de indignación o al menos pudieran haber comprendido dicho sentimiento que llevó a la rebelión —que surgió a raíz de la paliza a Rodney King y más específicamente, de la absolución de los policías pescados en vídeo dándole la paliza—, porque la cuestión se planteaba de forma muy aguda: ¿hacia dónde irá esta rebelión? Muchas personas, especialmente la gente blanca de la clase media, tenían el siguiente sentimiento:

“Existe caos en las calles... ¿Van a venir a mi casa y prenderle fuego o llevarse mis cosas?”

De hecho, algunas personas que se consideran progresistas se dejaron llevar por ello — pero en lo fundamental se dejaron llevar por una lógica que correspondía a las necesidades del sistema. El sistema burgués —cuyo funcionamiento opresor era la causa fundamental de la rebelión en primer lugar— requería que se volviera a establecer el orden mediante la fuerza franca y bruta. En otras palabras, era necesario ejercer agresivamente la dictadura para servir y reforzar los intereses de clase de la clase dominante burguesa (capitalista) y las relaciones sociales y de producción de las cuales la burguesía en sí, a su vez, es en última instancia y fundamentalmente una expresión. Si uno no quiere ver que se restablezca el orden de esa manera, tendría que afirmar que más vale tener caos y desorden, cuando menos por un tiempo, que tener el forzoso restablecimiento y apuntalamiento de la injusticia. Para asumir esa posición —y sostenerla de manera profunda y consecuente—, se necesita un punto de vista radical, rayando en un punto de vista revolucionario. Se necesita una comprensión científica de las relaciones y las dinámicas reales que están en juego, y cómo lo que existe, y luego lo que se estaba afirmando agresivamente, es el ejercicio real de la dictadura —incluso con ciertas formas democráticas— al servicio de los intereses de una clase específica, que es en sí la encarnación de relaciones sociales específicas, y sobre todo, relaciones de producción específicas y las dinámicas subyacentes de la acumulación capitalista por medio de esas relaciones de producción.

Mientras que esta dictadura tiene el monopolio del poder político —expresado en una forma concentrada como un monopolio de la fuerza armada—, también tiene el monopolio de crear opinión pública, de modo que la manera en que las personas se inclinan a actuar concuerde políticamente con los intereses de la clase que ejerce el poder político —la dictadura— sobre ellas. Algo de esto salió en la película Bulworth. En esa película el personaje que representa Warren Beatty, el senador Bulworth, está medio perdido, pero al estar medio perdido se acerca a la verdad — se ha perdido las inhibiciones. Bueno, va a un debate entre los candidatos y ahí están los tipos Jim Lehrer de los medios de comunicación que van a hacerles las preguntas a los candidatos. Empiezan a hacerles las preguntas, pero Bulworth responde: ¡N’ombre, esto es requete-ridículo — la misma gente que nos paga está pagándoles a ustedes para que nos hagan las preguntas! [risas] Bueno, en términos un tanto populistas, eso es una reflexión básica, si no un análisis rigurosamente científico, de lo que realmente sucede. Ésa sí es la “misma gente” —en el sentido de la misma clase que ejerce el poder político— que también monopoliza y controla los medios de comunicación y las maneras de crear opinión pública de diversas formas — no sólo en los medios de comunicación pero en un sentido general también en la cultura, incluido el “entretenimiento popular” (aunque sí se expresa cierta oposición en el ámbito de la cultura, el “mensaje” dominante que se queda de manifiesto en diversas formas al servicio de la clase dominante abruma en una enorme medida a esa oposición). El libro Edad oscura americana de Morris Berman tiene una importante sección en la que el autor Morris Berman habla de las mentiras que contó el régimen de Bush al ir a la guerra de Irak. Al leerla, de referencia, apunté la palabra “mentiras” al lado de cada lugar en el que el autor describe estas mentiras: ocupan página tras página tras página. El autor también denuncia el papel de los medios de comunicación grandes en la propagación de estas mentiras y en atacar vilmente a las personas que tratan de refutarlas. Pregunta retóricamente: ¿Qué se puede pensar de la NBC, que despidió a Phil Donahue (además de al veterano periodista de guerra, Peter Arnett), el único presentador de televisión que se opuso a la guerra? ¿O de la CNN, que acusó a Scott Ritter, que Bob Avakian 44 encabezó la inspección de armas de la ONU entre 1991 y 1998, de ser “un apologista y defensor de Sadam Hussein”, porque afirmó que aún no se había demostrado que Hussein fuera “una amenaza para Estados Unidos por la que mereciera la pena de ir a la guerra”? (Kyra Phillips casi lo llamó traidor durante su entrevista, y Paula Zahn le dijo a los televidentes de la CNN que había “bebido del Kool-Aid de Sadam Hussein”.) (Morris Berman, Edad oscura americana. La fase final del imperio, Sexto Piso, 2007, pp. 296-297.) Bueno, esto concuerda a la perfección con el papel esencial de estos medios de comunicación, el que es moldear y crear opinión pública de modo que cuando las personas piensen y actúen en lo político, estén condicionadas a pensar y actuar dentro de los límites y al servicio de los intereses del sistema capitalista imperialista. Citemos de nuevo Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?: la muy cacareada libertad de expresión en los “países democráticos” no es contraria sino complementaria y está incluida dentro del ejercicio de la dictadura de la burguesía, por dos razones básicas: primero, porque la clase dominante tiene el monopolio de los medios para crear opinión pública y, segundo, porque con su monopolio de las fuerzas armadas puede suprimir, tan violentamente como sea necesario, cualquier expresión de ideas o acciones que desafíe seriamente al orden establecido. Lo que Marx y Engels escribieron en el Manifiesto del Partido Comunista es más cierto que nunca aplicado a la situación actual: “Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante”. (Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?, p. 71) La dictadura no se refiere a un poder indiscutible Pero todo eso no quiere decir que la clase dominante de los imperialistas lo tiene todo en el bolsillo. Hay profundas contradicciones en su sistema que, especialmente en estos días, están manifestándose en términos muy agudos. En aquellos momentos sobre todo, en que estas contradicciones se intensifiquen y se expresen agudamente, se agudizan las divisiones al interior de la propia clase dominante y se presentan oportunidades mucho mayores para que la resistencia de masas se desarrolle y tenga efecto. También se plantea más nítidamente la necesidad de una revolución; y la mayor intensificación de estas contradicciones hasta podría conducir a una oportunidad para hacer la revolución. Ahora bien, en el momento actual, quizá esto no parezca tan cierto, porque por las razones que he analizado anteriormente14 , a un sector de la clase dominante (representado en general por el Partido Demócrata) le cuesta dificultades reales formular y luchar de manera firme por un programa sistemático y coherente que en realidad representaría una El comunismo y la democracia jeffersoniana 45 alternativa al programa dominante representado ahora en una forma concentrada por el régimen de Bush. No obstante, hoy existen importantes conflictos en el seno de la clase dominante. Debido al hecho de que existen verdaderas dificultades para la clase dominante —y, sobre todo ante eso, algunas diferencias reales a su interior—, pudo recibir atención la crítica a la guerra de Irak de alguien como el congresista Murtha, por ejemplo. Como se sabe, Murtha no es en modo alguno un representante del pueblo y, desde luego, no habla en nombre de los oprimidos del mundo, pero sí habla con gran preocupación acerca de los problemas serios que ve que ya están presentándose, y problemas potencialmente mucho mayores, para la clase dominante estadounidense. Quizá ataquen a Murtha, lo echen a un lado, pero no obstante él recibió cierta atención y consideración, porque existe suficiente conflicto al interior de la clase dominante de modo que se estima que los argumentos como el suyo figuran en el ámbito del “discurso legítimo”, según los criterios de la clase dominante (y Murtha tiene ciertas credenciales y conexiones específicas —su asociación desde hace mucho tiempo con los militares, etc.— que le dan mayores posibilidades de decir estas cosas). Vi a Murtha hace poco en el programa de Paula Zahn: hablaba acerca de los asesinatos de civiles cometidos por soldados estadounidenses en Haditha, Irak, y Zahn lo criticó con los colmillos pelados. Pero era interesante lo que sucedió. Él se enojó mucho y respondió en consecuencia, en lugar de retroceder — lo que se convirtió en un enfrentamiento muy fuerte, que a mi parecer no era principalmente un montaje. Pero la posibilidad de que alguien como Murtha exprese sus opiniones y que lo tomen en serio en un contexto determinado, aunque a la vez en cierta medida también lo tienen marginado, es una expresión del hecho de que existen importantes conflictos en el seno de la clase dominante en este momento; y las advertencias expresadas por Murtha, junto con otras figuras de la clase dominante, representan preocupaciones acerca de las contradicciones mucho mayores que podrían surgir y estallar15 . Así que no debemos simplemente mirar la manera en que se manifiestan en este momento las contradicciones al interior de la clase dominante y ver únicamente el importante elemento de parálisis por parte de un sector de la clase dominante (agrupado en torno a los demócratas). Tenemos que mirar más allá, hacia las dinámicas más profundas y el potencial de que todo esto se exprese mucho más agudamente. Eso, desde luego, tendrá efectos muy contradictorios. Por un lado, podría presentar (para hacerle eco a la frase de Lenin) más grietas, fisuras y oportunidades para la irrupción en gran escala de la furia de las masas. Del otro lado, es muy probable que lleve a una represión aún más despiadada, incluida la represión a tales estallidos de masas y brotes de resistencia política y esfuerzos concertados por afectar y cambiar la política gubernamental. Pero, al igual que nosotros reconocemos y enfatizamos el profundo punto de que (parafraseando a Marx) lo importante no es lo que las masas de personas están pensando y haciendo en un momento dado, sino lo que el verdadero funcionamiento y dinámicas del sistema les presentarán —y las maneras en que esto podría impulsarlas por el camino Bob Avakian 46 de pensar y de actuar de forma diferente—, todo eso también se aplica a la clase dominante y las divisiones y conflictos a su interior. La forma en que se expresan esas divisiones y conflictos no dependerá principalmente de lo que se manifieste en la superficie en un momento dado o de la voluntad de los representantes individuales de la clase dominante, sino de lo que en realidad son las dinámicas subyacentes e impulsoras. Al volver a examinar la gran estrategia más amplia de la fuerza que impera al interior de la clase dominante en este momento (ahora agrupada en el régimen de Bush y en torno al mismo) y las cosas con las cuales va a toparse mientras ellos prosiguen eso y buscan pasar de una ofensiva a otra, será posible ver el potencial de que se agudicen y se intensifiquen muchísimo las contradicciones en el mundo y en la propia sociedad estadounidense —lo que incluye al interior de la clase dominante estadounidense— y a la vez será posible tener un sentido de la dialéctica potencial —la relación de estire y afloje y la interacción mutua— entre eso y lo que pasa entre las masas de personas. Esto es algo muy importante: si bien la clase dominante ejerce la dictadura, no es cierto que tiene una libertad absoluta y no tiene problemas y dificultades, que no se topa con la necesidad. De hecho, en estos tiempos la clase dominante imperialista estadounidense tiene ante sí una gran necesidad, y la forma en que el núcleo que hoy está en el poder (en una frase, el régimen de Bush) está promoviendo agresivamente su programa (lo que hemos llamado su monstruosidad inexorable de guerra y represión) le está creando mayor necesidad. Debemos tener en cuenta que aquellos que están agrupados en torno a Cheney y otras personas alineadas con ellos, formularon por primera vez hace una década y pico la gran estrategia que, después de que Bush tomara posesión, se articuló en una estrategia de seguridad nacional. Estas fuerzas han estado poniendo argumentos a favor de esta estrategia desde principios de los años 1990 — por un lado, insistiendo en que hay una oportunidad de dar un salto para imponer la hegemonía estadounidense a todo el mundo de un modo sin precedentes, de una forma la cual a su juicio no sería posible desafiar y ni siquiera sería posible desafiar, y por otro lado, advirtiendo que se evaporará esta oportunidad después de cierto tiempo — surgirán otras potencias regionales, y mundiales, y (argumentan) si no tomamos la iniciativa ahora, no seremos capaces de continuar el tipo de impulso que será necesario para hacer esto. Al elaborar y promover esta estrategia, reconocieron que sería difícil hacer que el pueblo estadounidense la apoyara — no se trata de que dejarán que el pueblo decida, sino que sí quieren hacer esto embaucando al pueblo de modo que éste los apoye en la mayor medida posible. No sería fácil hacer esto, reconocieron, salvo con algo parecido a un nuevo Pearl Harbor — lo que se dio posteriormente el 11 de septiembre de 2001 [11-9]. Esto sí enfatiza que la posibilidad de que estas fuerzas de la clase dominante pudieran haber desempeñado algún papel en los sucesos del 11-9 no es algo que simplemente se debe descartar, pero sí es necesario examinar esto de manera seria y científica. No obstante, independientemente de lo que de hecho pasó, el 11 de septiembre les presentó su “nuevo Pearl Harbor”. Pero en importantes sentidos incluso esto se ha convertido en su contrario. Hoy no es la misma situación que cuando Estados Unidos invadió a Afganistán, poco después del 11 El comunismo y la democracia jeffersoniana 47 de septiembre de 2001. El régimen de Bush se topó con una oposición política mucho más masiva cuando cambió su centro de atención de Afganistán a Irak. Muchas personas estaban confundidas: ¿qué tiene que ver eso con la “guerra contra el terror”? Bueno, si uno cree que ésta en realidad constituye una guerra contra el terror, tal vez esto sí confunda; pero si uno entiende que, en lo fundamental y en lo esencial, ésta es una guerra por imperio, puede ver que la guerra de Irak tiene muchísimo que ver. Pero el régimen de Bush —como la fuerza impulsora de la clase dominante en su conjunto— se topó con una contradicción muy aguda, porque estaban librando una guerra por imperio en nombre de una “guerra contra el terror”. En un sentido importante, esa contradicción se les salió por la culata — no impidió que prosiguieran agresivamente la guerra en Irak, y la “guerra contra el terror” en general, pero les generó toda clase de dificultades, incluso al interior de Estados Unidos, además de las dificultades que han tenido para realmente imponer su voluntad “en el terreno” (y desde el aire) en Irak. De la mano con eso, las dificultades han continuado y crecido, dificultades que les ha costado para “pacificar a Afganistán” después de su éxito inicial de derrocar al Talibán: existe un creciente resurgimiento de la resistencia en Afganistán que, por desgracia, todavía se compone en gran parte del Talibán y otras fuerzas reaccionarias aliadas con él. Al mismo tiempo, existe la posibilidad real de un ataque estadounidense a Irán, que augura gran peligro no sólo para el pueblo de Irán, de toda esa región y, de hecho, para el pueblo de todo el mundo, sino también para los imperialistas estadounidenses mismos. Así que, no lo tienen todo en el bolsillo. De acuerdo a la naturaleza de la realidad, y a la naturaleza de su sistema como expresión específica de la realidad, la realidad está llena de contradicciones y éstas la impulsan; y aunque se lidien con ciertas contradicciones —o se resuelvan, o se resuelvan de manera parcial o se atenúen—, esto genera nuevas contradicciones (o nuevas formas de antiguas contradicciones). Uno entra a Irak y luego le sale el problema de “estar metido y no poder salir así no más”, es decir, la manera en que se ha desenvuelto la situación — la realidad de que, aunque la situación no evolucione de la manera que uno tenía planeado, en vista de que ya está comprometido con esto y ha convertido la situación en un importante frente de su llamado “guerra contra el terror”, no simplemente puede salir sin causarle a sí mismo problemas aún mayores. Por esto existe una fuerte presión —y no sólo una presión sobre el régimen de Bush, sino sobre la clase dominante en general— a proseguir agresivamente esa guerra, incluso con las dificultades con las que ellos se han topado como resultado de librar esta guerra en primer lugar. Así que había cierta necesidad de no perder lo que consideraban una “ventana de oportunidad” —en particular con el colapso de la Unión Soviética y “el triunfo de Estados Unidos en la guerra fría”— y luego han creado una nueva necesidad para sí mismos —no sólo para otros, sino para sí mismos también— al continuar y proseguir este camino, incluida la guerra de Irak. Es muy importante comprender así estas dinámicas y no simplemente ver, tal como muchas personas lo hacen espontáneamente, lo poderosos que son estos imperialistas. De lo contrario, incluso un reconocimiento de la forma en que la clase dominante domina la Bob Avakian 48 sociedad puede llevar al derrotismo: “Está bien, estoy de acuerdo con ustedes, ellos lo manejan todo, controlan todo, dictan todo — no existe ninguna maldita cosa que podemos hacer”. No. Ellos sí lo monopolizan todo, lo dominan todo, lo dictan todo — pero todo esto está acribillado de contradicciones, lo que tiene el potencial —y no sólo en algún sentido histórico abstracto— de volverse muy agudo. El comunismo y el capitalismo: Dos visiones fundamentalmente opuestas de la libertad Para sintetizar un punto básico que he venido analizando desde diferentes ángulos: el dominio político en la sociedad estadounidense, al igual que en todas las sociedades capitalistas, es la democracia en su forma externa, cuya esencia interna es la dictadura — la dictadura de la clase capitalista (la burguesía). Y en un país como Estados Unidos, los dos partidos políticos “tradicionales” —los demócratas no menos que los republicanos— son partidos de la clase dominante, que sirven a los intereses de esa clase dominante y al sistema en el que esa clase domina y del que esa misma clase es una expresión. El papel esencial de ambos partidos es de buscar imponer los intereses de la clase dominante de capitalistas imperialistas en contra de los intereses de las masas de personas. Las diferencias que estos partidos tengan, no importa en donde se den ni cuál sea su grado, se dan en este contexto y con ese propósito. Pero ¿existe alguna alternativa a esto que realmente pueda encarnar un tipo radicalmente diferente de poder político — y que, más allá de eso, por fin podría llevar a eliminar la situación en la que una parte de la sociedad ejerce el poder, es decir una dictadura, sobre otras partes? La respuesta es sí — el camino hacia tal sociedad se encuentra en la revolución comunista. Hace más de 150 años Carlos Marx señaló, de forma muy sucinta, cuál es el camino básico y cuáles son las metas básicas de la revolución comunista. Esa revolución, señaló, debe derrocar el dominio de los capitalistas —la dictadura de la burguesía— y establecer la dictadura de la clase anteriormente explotada en la sociedad capitalista, el proletariado. Pero, Marx enfatizó, esto no constituye el fin de la revolución; esto es sólo el primer paso, o salto, hacia una meta muchísimo más grande y a una transformación mucho más histórico-mundial en la sociedad humana. Marx dejó en claro que la dictadura del proletariado debe llevar —y es el tránsito necesario— a la abolición de todas las diferencias de clase, de todas las relaciones de producción en las que esas diferencias de clase se basan, de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y a la revolucionarización de todas las ideas que corresponden a esas relaciones sociales (esto es lo que llamamos con frecuencia las “4 Todas”). Para decirlo de otra forma (poniéndolo en el lenguaje del Manifiesto Comunista), la revolución comunista implica dos rupturas radicales: la ruptura radical con todas las relaciones tradicionales de propiedad —con las relaciones económicas explotadoras de producción, El comunismo y la democracia jeffersoniana 49 y con las relaciones sociales opresivas, tales como las relaciones entre el hombre y la mujer, que históricamente han sido y en un sentido real siguen siendo, relaciones de propiedad que están ligadas a las divisiones antagónicas de clases y que hoy se manifiestan esencialmente como relaciones de intercambio de mercancías— y, junto con eso, la ruptura radical con todas las ideas tradicionales, con todas las ideas que acompañan y refuerzan las relaciones de explotación y opresión. La revolución comunista tiene que abarcar la ruptura radical con todo eso, para crear relaciones sociales, políticas y de producción fundamentalmente diferentes y liberadoras, y las ideas correspondientes. De acuerdo con esto, la democracia que surge con la dictadura del proletariado, como una transición al comunismo, es radicalmente diferente de la que surge bajo la dictadura de la burguesía. La democracia socialista, con la dictadura del proletariado, no sólo hace realmente posible que el poder político sea ejercido por las masas de personas, con la creciente participación de la gran mayoría de la sociedad en la toma de decisiones significativas —algo que nunca podrá darse en una sociedad gobernada por una clase explotadora, incluida la burguesía— sino que también proporcionará la base para un florecimiento de la individualidad y de los derechos de los individuos, en una escala sin precedentes y de una forma que además, nunca podrá ocurrir bajo el dominio de una clase explotadora, donde los individuos encuentran que su posición en la sociedad y su libertad se definan y limiten —se conformen y circunscriban— por las relaciones sociales y de producción opresivas y explotadoras prevalecientes. Al mismo tiempo, con la dictadura del proletariado, el papel de las masas de personas no se limita al creciente ejercicio del poder político, en algún sentido estático, sino que en lo más fundamental reside en continuar transformando la sociedad hacia la realización de las “4 Todas” y de las “Dos Rupturas Radicales” y, conjuntamente con la lucha revolucionaria en todo el mundo, avanzar más allá de la división de la sociedad en clases, más allá de una situación en la que hay grupos de personas con intereses antagónicamente opuestos y en consecuencia la existencia de un estado, una dictadura, que impone los intereses de la clase dominante al resto de la sociedad. La continuación de la transformación revolucionaria de la sociedad con la dictadura del proletariado tiene como meta la realización del avance realmente histórico-mundial a donde sea posible superar y dejar atrás todas esas divisiones y antagonismos, y las instituciones y estructuras correspondientes, así como todas las costumbres, las tradiciones y las formas de pensar acompañantes. La democracia que buscamos poner en marcha, bajo el dominio del proletariado —que, de manera concentrada por medio de su partido de vanguardia, dirige a las amplias masas de personas de diferentes capas a ejercer el poder político en la sociedad socialista— se inspira por esas transformaciones histórico-mundiales, y nada menos que eso, y las tiene como meta. La democracia en una sociedad socialista, en todo momento y de manera progresiva, debe ser una expresión del avance hacia esas metas; y, a su vez, una parte necesaria de este avance es encontrar las formas de darle continuamente una mayor expresión a la democracia en ese contexto, y en la consecución de esos objetivos. Bob Avakian 50 El comunismo: Una visión positiva —y no simplemente una visión negativa— de la libertad En la sección final del libro El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo!, hablé sobre las visiones fundamentalmente opuestas de la libertad encarnadas en las perspectivas burguesa y comunista, y volví a hablar de esto de forma más profunda en un reciente discurso, algunos de cuyos pasajes han sido publicados recientemente bajo el título “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad”. Acá quiero centrarme en algunos aspectos específicos de esto: los conceptos de la libertad negativa, y por otro lado el concepto de la libertad positiva, y las nociones y distorsiones relacionadas respecto a “los horrores utópicos-totalitarios” 16 . En Edad oscura americana, Morris Berman hace referencia a la discusión del historiador Isaiah Berlin sobre estos diferentes conceptos de la libertad. En términos básicos, la libertad positiva es un concepto que asocia la libertad con tratar de lograr un objetivo — lograr el cambio— con respecto a la sociedad y la gente en la sociedad. De otro lado, como escribe Berman: La libertad negativa significa que puedo hacer lo que quiera mientras no interfiera en los derechos de otros. Este concepto yace en el corazón de la política democrática liberal; tiene que ver con la gente al nivel de lo que dice que quiere. (Edad oscura americana, p. 102). Berman prosigue: Hasta aquí no hay problema… El problema es que Berlin no examinó el aspecto nocivo de la libertad negativa, lo cual hizo que su análisis fuera parcial… La libertad negativa es esencialmente una posición de ausencia; corresponde perfectamente con la economía del laissez-faire. (Edad oscura americana, p. 103, énfasis en el original). Y Berman hace importantes críticas a la economía del laissez-faire y a la sociedad basada en ésta. Pero, al mismo tiempo, en esencia acepta nociones completamente distorsionadas sobre el totalitarismo — nociones que, como sabemos, se aplican sobre todo al comunismo. Al hacer referencia, y al concordar en gran medida con la conferencia que pronunció Isaiah Berlin en la Universidad de Oxford en Inglaterra en 1958 titulada “Dos conceptos de la libertad”, Berman escribe: Utilizando el comunismo como el peor escenario, Berlin dedicó la mayor parte de la conferencia (y, en realidad, de su vida) a centrarse en el inconveniente de la libertad positiva, que ciertamente es real. Todos los esquemas políticos utópicos tienden a su opuesto totalitario, dijo, debido a la arrogancia inherente El comunismo y la democracia jeffersoniana 51 a la postura que sostiene que yo sé mejor que nadie cuáles son sus “verdaderos” deseos, cuál es su potencial oculto y estoy dispuesto a coaccionar a la gente para que viva de la forma en que “debe” hacerlo. (Edad oscura americana, p. 103). En esta caracterización de lo que constituye la libertad positiva —y que a su vez es un punto de vista muy difundido— no es una libertad la que simplemente deja que uno haga lo que quiera, es una libertad que le dice qué es lo que debe querer, y qué debe hacer — una “libertad” la cual le impondrán a uno aquellos que de manera arrogante creen saber mejor que uno qué es lo que uno realmente debería querer y por lo tanto lo que uno debería hacer. Hay tantas cosas erróneas con esto, en particular como una caracterización del comunismo, que es difícil saber por dónde empezar para refutarla. Pero para comenzar con algo muy básico: como debería saber cualquiera que haya tenido cualquier conocimiento importante del comunismo, el comunismo no es un sistema “utópico”, ni en su concepción ni en la forma en que sus objetivos se han expresado en la sociedad socialista hasta ahora (en la Unión Soviética en la Revolución de Octubre de 1917 a mediados de la década del 1950, y en China de 1949 a 1976). De hecho, una breve lectura de Marx y Engels mostrará esto muy rápida y agudamente. Marx y Engels dedicaron un gran esfuerzo a diferenciar de forma explícita sus teorías y posiciones políticas a las de los utopistas. Por ejemplo, en el Manifiesto Comunista hay toda una sección que critica a las ideas y los programas socialistas utópicos, y los contraponen con el enfoque científico que Marx y Engels estaban desarrollando. Engels escribió un libro cuyo título señala explícitamente esta profunda diferencia — de hecho esto era parte de una obra más grande, Anti-Dühring, pero fue publicado de forma separada, bajo el título de Del socialismo utópico al socialismo científico. ¡Con esto, Engels no quería decir que el socialismo que promovía fuera tanto utópico como científico! Su propósito general era promover el socialismo científico (que ha sido asociado con su principal fundador, Marx, y ha llegado a llamarse el comunismo) y diferenciarlo de las diversas formas del socialismo utópico, filosóficamente idealista. El concepto del comunismo como “el peor escenario del totalitarismo” —un concepto basado en la noción de que los líderes de tal sociedad piensan que “saben” mejor que la propia gente qué es bueno para la gente y qué quiere o necesita la gente, o qué debería querer y necesitar la gente— no tiene nada que ver con lo que realmente es el comunismo. Esto no quiere decir que las personas que se llaman comunistas nunca hayan actuado de esta forma. Pero la cuestión es que esto no tiene nada que ver con los principios del comunismo ni con una lucha revolucionaria basada en esos principios y que tenga como meta la creación de un mundo comunista. Bob Avakian 52 La necesidad y la libertad Para tener una valoración correcta de esto, lo fundamental es entender que nunca ha habido, y nunca podrá haber, una sociedad o un mundo —no podría existir la humanidad— sin la necesidad y, si vamos al caso, sin una u otra forma de coacción. La pregunta es: ¿Cuál es la relación entre, por una parte, la necesidad y la coacción y, por la otra, la libertad, y entre la emancipación consciente propia por una parte y las condiciones materiales subyacentes por la otra? En varios discursos y escritos (como “Puntos sobre el socialismo y el comunismo”) he enfatizado la comprensión materialista dialéctica científica de que la libertad realmente no reside en el ejercicio de cierto “libre arbitrio” independiente de todas las condiciones o restricciones sociales subyacentes, sino que más bien reside en el reconocimiento, y más que eso en la transformación, de la necesidad — tanto de la necesidad impuesta por la naturaleza como de la necesidad impuesta por las relaciones sociales en cualquier momento dado, incluidas las relaciones internacionales. Pues bien, en la revolución comunista —en la lucha hacia el objetivo final de un mundo comunista— existe la necesidad de la dirección. De hecho, esto no es exclusivo del comunismo, es cierto en todas las sociedades, y en todas las luchas por cambiar la sociedad; pero en la revolución comunista la necesidad y el papel de la dirección no se disfrazan sino que se expresan y se defienden de forma abierta. Esto se debe a todas las razones que Lenin analizó de manera extensa y convincente, sobre todo en obras como ¿Qué hacer? Esto tiene que ver con las divisiones antagónicas fundamentales en la sociedad capitalista, que hacen que sea necesaria y posible la revolución comunista —y de forma más particular tiene que ver con las formas en que estas mismísimas relaciones explotadoras y opresivas sirven para privarles a las masas populares de acceso y entrenamiento significativos en el ámbito de la teoría y del trabajo con las ideas. Junto con esto, está la realidad de que, en cualquier momento dado y de una u otra forma, “se van a establecer los términos”. Esto es otra forma de hablar de la existencia y el papel de la necesidad. En el sentido más amplio, la realidad objetiva “establecerá los términos” y, sí, éstos se establecerán por medio de las acciones conscientes de los seres humanos — como individuos, pero, en lo más esencial y con mayor impacto, como fuerzas sociales. Esto se expresa de muchas formas en la sociedad capitalista. Existe la necesidad, en un nivel básico, de que la gente encuentre trabajo para poder vivir. Alguna gente, especialmente de las capas medias más privilegiadas, tiene toda clase de ilusiones sobre la libertad que tiene, pero, a veces, también tiene que enfrentarse a la realidad — por ejemplo, en situaciones en que, de repente, se elimina el trabajo que ha tenido por muchos años y resulta despedida. En tales circunstancias, tal vez tenga que empacar sus cosas y mudarse de una ciudad a otra — no porque siempre haya tenido un sueño, desde cuando tenía tres años de edad, de vivir en esa nueva ciudad, sino porque es la única manera que puede conseguir su sustento, al menos acorde con el tipo de vida al que se ha El comunismo y la democracia jeffersoniana 53 acostumbrado y que cree que necesita. Y, lo quiera reconocer o no, siempre tendrá que hacer frente a la necesidad (“los términos”) que se les imponen política y socialmente. Para dar una mayor ilustración de esto, tomemos algunas de las mejores aspiraciones de algunas de las personas que son generalmente progresistas. No les gustan —de hecho se consternan, y quizás se consternen profundamente— por las muchas desigualdades sociales que existen: entre el hombre y la mujer, la opresión a las nacionalidades minoritarias, y de otras maneras. Pero se han establecido estos términos, se han establecido e implementado estas relaciones, como resultado de la propia naturaleza y mediante las dinámicas de este sistema, y la gente no tiene el derecho de simplemente “elegir” abolirlas porque las odian, aunque sí las odian. La gente se ve obligada a responder a las condiciones y términos que establecen e imponen las fuerzas que están por encima y más allá de la gente como individuos. De hecho, esto siempre será cierto para los seres humanos en cualquier sociedad. La diferencia está en que en la sociedad comunista, se habrán eliminado las divisiones de clase y otras relaciones sociales opresivas; estas relaciones, y la perspectiva que acompaña esto, ya no serán un obstáculo y ya no interferirán con los esfuerzos de los seres humanos —ya sea de forma individual, y sobre todo, de forma colectiva y cooperativa— por responder a la necesidad que enfrenten en cualquier momento dado. Pero en la actualidad aún estamos en la era de la historia humana en que los intentos de cualquier individuo o de cualquier grupo de responder a la necesidad no sólo deben enfrentarse a esa necesidad en un sentido general, sino que al intentar hacerlo, enfrentan obstáculos impuestos por las divisiones sociales y de clase y las correspondientes ideas y perspectivas. La diferencia esencial con respecto a la sociedad comunista no es que ya no enfrentaríamos la necesidad, o que no se establecerían los términos —no solo por la naturaleza sino también de manera social— sino que los seres humanos, de forma individual y sobre todo de forma colectiva, podrían enfrentar y abordar la transformación de esta necesidad sin la traba de las divisiones de clase y otras relaciones sociales opresivas y las ideas correspondientes, lo que incluye las formas en que se distorsiona el conocimiento de la realidad por el prisma de estas relaciones antagónicas sociales y de clase, y las ideas y perspectivas que les corresponden. A manera de conclusión sobre este punto, el comunismo no simple ni más esencialmente, concibe y abarca la “libertad negativa” —es decir, las formas en las que las personas, en la sociedad socialista así como en la sociedad comunista, podrán proseguir sus inclinaciones individuales particulares sin interferencia de las instituciones de la sociedad, siempre y cuando esto no perjudique a otros, o a la sociedad en general, en una forma que se ha determinado socialmente que es inaceptable— sino que, más allá de eso, el comunismo concibe y encarnará toda una nueva dimensión de la libertad positiva: las personas proseguirán, y realizarán, de forma individual pero sobre todo en común y por medio de sus interacciones mutuas —lo que incluirá mediante la lucha no antagónica— la continua transformación de la sociedad y la naturaleza (y la relación entre ambas) para Bob Avakian 54 realzar continuamente la vida material e intelectual y cultural de la sociedad en su conjunto así como de los individuos que componen la sociedad. El papel de la dirección en el proceso de ir más allá de las divisiones sociales que hacen que sea necesaria la dirección institucionalizada La verdadera dificultad se encuentra entre hoy y la sociedad comunista, al menos según la perspectiva con la que vemos las cosas ahora. Tal vez las personas en la sociedad comunista verán todo esto de forma diferente, y nuestras dificultades de hoy les parecerán muy distintas a la manera en que a nosotros nos parecen hoy. Pero desde nuestra perspectiva en este momento, en el proceso entre hoy y la realización del comunismo se presentan contradicciones agudas y pesan dificultades. Uno de los principales aspectos de esto es que se requiere una dirección para “analizar y resolver” estas contradicciones — para luchar sobre estas contradicciones y resolverlas. Y, en efecto, la dirección sí abarca el establecimiento de algunos términos. Tomemos un ejemplo agudo de cómo se necesita establecer los términos: la cuestión de la evolución. Debo decir que estoy harto y hastiado de escuchar estos argumentos creacionistas ridículos que atacan a la evolución. ¡CÁLLENSE LA BOCA, CARAJO! [risas] Como se señala en el libro La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo — Saber qué es real y por qué importa17 , cada vez que la ciencia hace un nuevo descubrimiento que confirma más el hecho ya bien establecido de la evolución, los creacionistas tratan de convertirlo en otro ataque a la evolución. Una de las principales dimensiones de esto es el artilugio de los creacionistas del “dios de las lagunas”: se encuentra un nuevo fósil, y ahora, insisten, hay dos nuevas lagunas ¡una a cada lado del fósil! [risas] Estos creacionistas buscan —o en todo caso a menudo de hecho logran— cansar a los científicos y a otros que argumentarán, de forma científica y honesta, a favor de la evolución y por qué es importante que la gente conozca de la evolución y comprenda que éste es uno de los hechos mejor establecidos de toda la ciencia. Los creacionistas simplemente no están interesados en eso. Tienen una agenda y se rigen por esa agenda, así que no van a asumir, o no van a motivarse, por un enfoque científico de esto — pues rechazan el método científico. Alegan que tienen una “verdad superior” que es más grande que todo lo que la ciencia pueda descubrir. ¿Cuál es la relevancia de esto para las contradicciones en las que me estoy centrando aquí, que están vinculadas con la transición socialista del presente al futuro, de la sociedad capitalista a la sociedad comunista? Pues bien, cuando lleguemos a la sociedad socialista, se tratará la cuestión de la evolución como un asunto cabalmente establecido. Si, sobre todo en las primeras etapas del socialismo, hay alguna gente que no está de acuerdo con esto —que no acepta el hecho científico bien establecido de la evolución—, pues podrá tener su punto de vista, por completamente erróneo que sea, pero habrá un “veredicto” definitivo sobre esta cuestión en la sociedad, y esto se reflejará en cosas como la política sobre los currículos escolares. Por cierto, actualmente hay una política El comunismo y la democracia jeffersoniana 55 gubernamental sobre los currículos escolares, por si alguien no lo sabía. [risas] Y hoy hay batallas muy reales sobre lo que debe ser ese currículo básico. Esto también será cierto en la sociedad socialista, pero se dará sobre una base completamente diferente y con términos radicalmente diferentes. En la sociedad socialista, los científicos no estarán absortos en cosas como tener que luchar contra los creacionistas sobre las teorías científicas, como la evolución, las cuales desde hace mucho tiempo se han establecido muy firmemente como verdaderas y válidas. Después de sus experiencias agotadoras al tratar de debatir de manera honesta con los creacionistas, Stephen J. Gould finalmente concluyó que ya no valía la pena debatir con ellos, porque no se puede tener un debate honesto con ellos — y esto sólo obedece a los propósitos de ellos, hace que sus ideas se parezcan a algo legítimo digno del debate, al tiempo que cansan a los científicos que tratan de adentrarse en esto sobre una base sincera y racional. Pues bien, en la sociedad socialista habrá mucho espacio y posibilidades para vigorosos debates sobre todo tipo de cuestiones, inclusive en el campo de las ciencias —y como he recalcado, esto será mucho más rico entre menos interferencia tenga de parte de las relaciones de mercancías y sus reflejos en el pensar de la gente— pero la gente, y en particular las instituciones públicas, no se ocuparán, ni se echarán a perder, en debates interminables con gente que simplemente no puede aceptar los hechos y teorías bien establecidos, aun mucho tiempo después de que se han verificado una y otra vez por métodos científicos. Esto es un punto que va en contra de John Stuart Mill, y en particular va en contra del sesgo y las limitaciones de Mill. Llega un momento en que se tiene que concluir el debate y decir: Ya basta con esto, porque se puede conocer la verdad sobre esto, se ha establecido mediante muchos caminos muy amplios y formas entrelazadas que se refuerzan mutuamente; ya es hora de pronunciar el veredicto al respecto y pasar a prestar atención a otras cosas. Eso ocurre en cualquier campo en cualquier sociedad, pero ocurrirá de forma radicalmente diferente por medios radicalmente diferentes y sobre una base radicalmente diferente en la sociedad socialista, y aún más en la sociedad comunista. Una vez más, la noción del comunismo como “utopismo convertido en horror totalitario”, en donde algunas personas actúan según la suposición de que saben mejor que otras y buscan imponer sus ideas a otras, en realidad se contrapone mucho a la esencia de lo que es el comunismo —y no sólo eso, esa noción es muy contraria a la realidad. Sí, en la sociedad socialista todavía será cierto —y esto tendrá una expresión institucionalizada— de que algunos individuos, y más esencialmente algunos grupos de personas, ejercerán una influencia desproporcionada sobre la sociedad. Esto no se deberá a que los comunistas hayan inventado e impuesto esto, y lo hayan institucionalizado con la llegada de la revolución socialista, sino porque esto se heredará de los miles de años de las sociedades divididas en clases, en las que tales divisiones existen de formas profundas y encarnan, y sirven para reforzar, relaciones fundamentales de opresión y explotación. Las acciones para superar todo esto requerirán todo un período histórico. Y aunque a lo largo de toda esa transición habrá una situación en la que ciertos individuos y grupos ejerzan una influencia desproporcionada sobre el rumbo de la sociedad, esto ocurrirá cada vez Bob Avakian 56 menos entre más se desarrolle esta transición. El proceso de superar e ir más allá de eso es, en un sentido real, un elemento esencial para realizar las metas de la revolución comunista, y es una expresión concentrada de esas metas. Pero no nos toca abolir esto mediante el mero ejercicio de la voluntad o el deseo de hacerlo. Todo esto está arraigado en la realidad material subyacente, en profundas contradicciones materiales —en otras palabras, la necesidad— la que tenemos que transformar durante toda una era histórica de lucha. Y mientras exista esa influencia desproporcionada de los individuos y los grupos, siempre habrá el potencial de que esa influencia desproporcionada se ejerza de formas que vayan en contra de los intereses de las masas de personas y en contra de los mismos objetivos en cuyo nombre se está ejerciendo esa influencia. De manera más específica, existe el potencial de que los comunistas se conviertan en revisionistas — en unas personas que, en vez de defender y luchar por las metas y los objetivos del comunismo y por avanzar hacia el comunismo, al contrario lleguen a representar y luchar por políticas que, independientemente de sus intenciones, objetivamente llevan de vuelta al camino del capitalismo. Esto puede ocurrir, y hemos experimentado de manera amarga que esto ha ocurrido, primero en la Unión Soviética y posteriormente en China. Pero es importante enfatizar que, si bien estas contradicciones tienen una expresión particular en la sociedad socialista, en un sentido más amplio y más general, son manifestaciones de las contradicciones más fundamentales que caracterizan una sociedad dividida en clases. Esto no es algo creado por el socialismo mediante un “utopismo” que resulta transformado en horrores totalitarios. Es algo que se heredará —y que no es posible evitar que se herede— de los miles de años de las sociedades divididas en clases, de los miles de años en los que aún no se han hecho las dos rupturas radicales de las que se habla en el Manifiesto Comunista: toda una época de la historia humana en que las relaciones de propiedad tradicionales, y las ideas tradicionales que les corresponden, han imperado y se han impuesto, de acuerdo con las condiciones materiales y contradicciones subyacentes. Veamos un importante ejemplo de la experiencia de la sociedad socialista que constituye una fuerte refutación de la idea de que el comunismo consta de “un utopismo convertido en un horror totalitario” — en donde aquellos que tienen el poder buscan decidir para el resto de la población qué es lo que ésta debe querer, y la obligan a actuar en consecuencia. Raymond Lotta ha señalado que en la China socialista (durante los años de Mao), había una política en la esfera de productos de consumo según la cual la gente que trabajaba en el sector de consumo hizo repetidas encuestas a los consumidores potenciales, a las masas de personas, para hacer investigaciones entre ellos, para saber qué tipo de productos de consumo, con qué calidad y en qué cantidades, etc., querían ver, y para determinar, junto con estos consumidores potenciales —así como con los sectores de la economía que producían estos artículos de consumo— mejores formas de producir las cosas, que sacaban lecciones de estas investigaciones18 . Ahora bien, esto no quiere El comunismo y la democracia jeffersoniana 57 decir que simplemente hicieran un “muestreo” o una encuesta y después actuaran en total y directa concordancia con eso, y a la vez ignoraran las necesidades y capacidades más grandes de la economía; lo que esto quiere decir es que de forma repetida aprendieron de las opiniones de las masas, en este caso sus opiniones sobre los artículos de consumo, e incorporaban eso en un plan general e integral que tomaba en cuenta todas las diferentes dimensiones de la economía, y todas las contradicciones que encierra el desarrollo de la economía según criterios socialistas, cada vez más en pro de los intereses de las masas de personas — y no meramente con respecto a sus necesidades más inmediatas y cortoplacistas sino también con respecto a sus necesidades e intereses más grandes de continuar la transformación de la sociedad y del mundo, hacia el objetivo de realizar el comunismo, con la abolición de las divisiones de clase y de todas las relaciones de explotación y opresión, y la realización de una abundancia común para la humanidad y el florecimiento de los seres humanos en ese contexto general. Bueno, según otra idea muy propagada, en la China socialista todas las masas vestían uniformes grises y azules —que todos eran un montón de hormigas azules y grises— porque Mao y otros jefes comunistas creían que si todos vistieran uniformes sencillos y se vieran iguales, sería más fácil controlarlos y tratarlos como una sola masa indiferenciada sin individualidades, cada persona intercambiable por otra. Pues bien, aparte de que en un sentido general esto es una burda distorsión, desconoce —o revela un burdo desconocimiento— de cuál era la realidad, la necesidad, que tenían que enfrentar, y transformar, a medida que la revolución china triunfaba, avanzaba y entraba al socialismo. Cuando fui a China a comienzos de los años 1970, una de las cosas que noté era que muchos niños se vestían ropa llamativamente hermosa, muy variada, de múltiples colores, mientras que muchos de los adultos aún vestían ropas mucho más sencillas. Esto era una cuestión de orientación y política consciente, y era parte de una transición. Pero en estas distorsiones y calumnias contra Mao y la China socialista, se expresa el redomado idealismo encerrado en estos ataques, de ignorar por completo cómo eran las condiciones para las masas de personas antes de la revolución, y por qué, para comenzar, era necesaria y ocurrió esta revolución. Las masas campesinas en la China prerrevolucionaria, que constituían el grueso de la población, sufrían una terrible opresión y eran extremadamente pobres. Una manifestación de esto es que tenían muy pocas piezas de ropa, con frecuencia hecha de algodón; esto era lo único que tenían para ponerse, incluso en el invierno, que en muchas partes de China es muy crudo e intenso. Dado que en muy pocas ocasiones tenían para comprar ropa nueva, tuvieron que depender de remendar ropa vieja (acolchándola), a medida que se desgastaba y rasgaba — y después de un tiempo lo que muchos campesinos vestían traía más remiendos que ropa. Grandes cantidades de gente pasaban hambre, muchos se veían obligados a vender a sus propios hijos, con frecuencia vendían a sus hijas para la prostitución, o incluso asfixiaban a sus hijas al nacer debido a que las cosas estaban tan desesperadas en general y las niñas eran consideradas de menos valor que los niños — esto era parte de las relaciones generales de una sociedad que sometía a Bob Avakian 58 las mujeres a la degradación y al abuso en todo momento. Estas son los tipos de condiciones que, en primer lugar, hicieron necesaria la revolución en primer lugar, y estas son las condiciones en las que, una vez establecido el nuevo estado revolucionario, la revolución se puso a superar. Y cuando, luego del triunfo de la revolución, en la nueva sociedad socialista comenzaron a producir en masa ropa para el pueblo, lo primero que se ocuparon de hacer no fue producir colorantes y pasar la ropa por otra línea de producción para teñirla de muchos diferentes colores; lo primero que se ocuparon de hacer fue que todos tuvieran ropa con qué abrigarse en el invierno, así como por otras necesidades, que los habilitaran para llevar una vida digna de un ser humano. En ese momento, a finales de 1949, había cerca de quinientos millones de personas en China, y esta cifra creció a ochocientos millones de personas, en el trascurso de las varias décadas del socialismo en China. Se trata de muchas personas para las cuales producir ropa. Los imperialistas nunca se habían preocupado por eso, ni hablar de las clases explotadoras de China alineadas con el imperialismo, que gobernaban en los tiempos antes de la revolución. Pero con el triunfo de la revolución, esto fue una de las principales cosas de las cuales se ocupó el nuevo gobierno socialista. Así que cuando produjeron en masa ropa para el pueblo, al principio lo hicieron con unos cuantos colores sencillos, ya que la meta era darles ropa suficiente a todos. Luego, una vez cumplida esa necesidad básica, comenzaron a emprender y desarrollar los procesos de teñido y producir ropa de muchos diferentes colores, y lo hicieron primero para los niños, porque los niños son el futuro, porque los niños son los primeros que deben tener los colores brillantes que corresponden al brillante futuro que podrían ver por adelante, mientras durara el socialismo. Y luego, comenzaron a expandir la producción de ropa de múltiples colores para otros. Esto es la realidad, y esta realidad encarna exactamente lo opuesto de lo que contienen estos ataques inescrupulosos contra la “China maoísta” y contra la experiencia de la sociedad socialista y el comunismo en general. Para hacerle eco a la frase brillantemente incisiva de Mark Twain (quien dijo que lo que se necesita para tener éxito en Estados Unidos es una combinación perfecta de ignorancia y arrogancia), estos ataques representan una expresión perfecta de ignorar —o de suponer de manera arrogante que no es necesario conocer y tomar en cuenta— la necesidad que enfrenta la gente, y cómo la gente se estaba poniendo a transformar esa necesidad de una forma completamente nueva y radicalmente diferente como resultado de haberse puesto en pie en una revolución dirigida por una vanguardia comunista, tomando el poder y comenzando a revolucionar cada vez más conscientemente la sociedad de acuerdo con sus intereses fundamentales, incluso con los errores que se cometieron y las deficiencias y limitaciones claras que se dieron — de lo cual podemos y debemos aprender, para hacerlo aún mejor en la próxima ola de revoluciones socialistas. El comunismo y la democracia jeffersoniana 59 Una comprensión científica de la sociedad, y de los cambios revolucionarios en la sociedad — Una respuesta básica a las calumnias contra el comunismo Aun con solamente una comprensión básica de lo que implica hacer una revolución y luego la transición socialista hacia el objetivo final del comunismo en todo el mundo, se ve muy nítidamente la superficialidad de estos tipos de ataques y calumnias contra el comunismo y la sociedad socialista. Pero precisamente desde un punto de vista materialista científico, podemos entender que mientras no se logre avanzar realmente al comunismo, en todas las situaciones en las que la sociedad esté dividida en clases y existan las desigualdades sociales correspondientes, alguien —o, mejor dicho, cierto grupo de personas— va a tener una influencia más grande que otras personas sobre los asuntos del estado y el rumbo de la sociedad y sobre la interacción e interconexión de esa sociedad con el resto del mundo; y en las varias formas en que esa influencia y papel más grande se institucionalizarán, como de hecho ocurre en todas las otras formas de sociedades, aunque de formas fundamentalmente diferentes y con efectos fundamentalmente diferentes. Todo esto, repito, es un reflejo, y en ciertas formas una concentración, de las relaciones sociales, y sobre todo de las relaciones de producción, subyacentes. Pero aquí es importante subrayar dos puntos básicos: Uno, esta desigualdad en la influencia y la toma de decisiones es mucho menor en la sociedad socialista que bajo el capitalismo, o bajo cualquier otro sistema gobernado por clases explotadoras — y, como la experiencia ha resaltado, en particular mediante la Revolución Cultural de China, una de las principales tareas de la revolución socialista, y uno de los ámbitos más agudos de la lucha de clases en la sociedad socialista, se configura precisamente en términos de continuar o no continuar reduciendo esta diferencia, junto con otras desigualdades sociales. Y, dos, con la realización del comunismo —y únicamente en la sociedad comunista— se superará plena y definitivamente esta discrepancia, esta brecha. Para decirlo sin rodeos, es pasmosa la superficialidad del análisis del comunismo, como lo articula gente como Isaiah Berlin — y el inmenso abismo que hay entre este análisis y lo que realmente es el comunismo y sus metas. Y también es pasmosa la falta total de materialismo reflejada en toda esta línea de pensamiento —una falta de comprender que, en cualquier situación y en cualquier sociedad, los deseos y las necesidades se condicionan y determinan de manera social, y no son ninguna expresión de la voluntad de los individuos divorciada de las relaciones sociales prevalecientes — y en lo más fundamental de las relaciones de producción prevalecientes. En “Puntos sobre el socialismo y el comunismo”, di el ejemplo de los jóvenes de las comunidades marginadas de las ciudades de Estados Unidos que están decididos a tener, y están convencidos de Bob Avakian 60 que necesitan, rines muy caros para sus carros. Eso no es una idea innata en ellos, ni es una idea con la que nacieron, ni es alguna noción que desarrollaron en ausencia y divorciados de las condiciones sociales que los rodean y de las ideas que acompañan esas condiciones sociales. La gente que vivía en el siglo 18 no tenía la idea de tener rines para las llantas de sus carros — y en la futura sociedad comunista, que irá más allá de toda esta economía loca basada en los carros, esa idea no surgiría (o, en todo caso, no representaría ningún fenómeno social significativo). Los deseos y las necesidades se forman en lo fundamental por las relaciones sociales y de producción prevalecientes y por la superestructura que en esencia corresponde y sirve a esas relaciones sociales y de producción. La manía de ir de compras en esta sociedad, entre amplias capas de la población —y en particular las mujeres, a las cuales la publicidad, y en un sentido más amplio el funcionamiento de la sociedad en general, específicamente singularizan e influencian de esta manera—, es un fenómeno que se condiciona de manera social y se determina de manera social. No hay un gen que hace que la gente vaya de compras. El comunismo no tiene que ver con decirles a las personas qué es lo que ellas “realmente” quieren, en contraposición a lo que “creen” que quieren. En lo fundamental tiene que ver con transformar las relaciones sociales y de producción y, junto con eso, la superestructura de política e ideología. Tiene que ver con realizar las “4 Todas”, a las que ya he hecho referencia. La lucha por alcanzar el comunismo sí encierra y requiere un grupo dirigente consciente y organizado, una vanguardia, que, si va a dirigir el avance al comunismo, debe basarse en una comprensión científica de la sociedad humana y su desarrollo histórico (y no en un ideal utópico), y en el hecho de que este desarrollo histórico, si bien no sigue ningún plan predeterminado ni ninguna voluntad trascendental, no obstante ha llevado a la humanidad a una situación en la que existe la posibilidad —no la inevitabilidad sino la posibilidad— de dar el salto al comunismo; una vanguardia que, sobre esa base, y con la aplicación del punto de vista y metodología científica del comunismo, lleve esta comprensión a las masas de personas, las capacite para asumirla y las movilice para emprender una lucha cada vez más consciente sobre esta base: primero para derrocar el sistema capitalista y establecer el sistema socialista, con la dictadura del proletariado; y después, mientras defiende el estado socialista contra las amenazas y ataques de parte de los estados reaccionarios y de las fuerzas reaccionarias que queden, en el país y a nivel internacional, para avanzar a todo lo largo del período de la transición socialista al comunismo como parte de esta misma lucha en todo el mundo y de la mano con ella. Bueno pues, eso, por cierto, es una declaración muy sintetizada del carácter fundamental y las metas de la revolución comunista, y como tal no puede sino incluir cierto grado de simplificación excesiva. Pero presenta el quid del asunto, y está un millón de veces más cerca de la realidad de lo que es el comunismo y de lo que son los comunistas, a diferencia de las nociones muy tontas —y a la vez muy nocivas— propagadas a la ligera, El comunismo y la democracia jeffersoniana 61 sobre unos totalitaristas utópicos que piensan que saben lo que es bueno para la gente y que luego se ponen a obligar a la gente a actuar según esta noción utópica, sin importar si les guste o no. Tal superficialidad y distorsión, basada en una falta de la dialéctica materialista, lleva a demasiadas personas, entre ellas demasiadas personas que de hecho en otros casos son pensadores críticos, a suspender el pensamiento crítico y aceptar de manera acrítica las más grotescas distorsiones y ataques al comunismo y a la experiencia de las revoluciones y de las sociedades socialistas dirigidas por los comunistas — los escabrosos cuentos de “la tiranía cruel y sanguinaria y masacres en masa por parte de los regímenes comunistas totalitarios” en la Unión Soviética y en China. Y esto, irónicamente, hace que la gente que adopta este punto de vista, pero que está profundamente descontenta con el actual estado del mundo, termine en un callejón sin salida mortal, en un punto muerto, con lo que con frecuencia parece ser una angustia genuinamente desesperante sobre la posibilidad (o como ellos lo ven, la imposibilidad) de un futuro mejor para la humanidad. Por ejemplo, casi al final de Edad oscura americana, Morris Berman expresa una frustración con las limitaciones de la democracia burguesa como un modelo en Estados Unidos y a nivel internacional: Sin embargo, si realmente eres un radical, buscas otra cosa, ¿pero qué? Quizá sea momento de averiguarlo. Mi creencia personal es que no hay forma de mantener la edad oscura a raya; todas las pruebas apuntan en esa dirección. Pero con toda certeza puedes hacer tu mejor esfuerzo por mantenerla fuera de su mente, que en cierta forma es una contribución. Entonces lo que se necesita es estudio y pensamiento a largo plazo, en un esfuerzo por concebir alguna alternativa seria a la democracia burguesa global. (Edad oscura americana, p. 438) Luego, Berman se muestra de acuerdo con la idea de que lo que se necesita ahora, específicamente para los radicales, no es la acción sino la teoría. Pues bien, una parte de esto es muy erróneo. De hecho, hoy existe una gran necesidad de la acción —de la movilización de la resistencia de masas y del trabajo político muy activo y audaz con el fin de repolarizar las cosas, no sólo para forjar la resistencia sino, en lo más fundamental, para construir un movimiento revolucionario— para realmente crear una alternativa verdaderamente radical a la democracia burguesa y a todos los horrores del sistema capitalista imperialista del que la democracia burguesa es una expresión externa. No obstante, al mismo tiempo es muy cierto y muy importante que, en relación dialéctica con este tipo de acción política, de forma muy definida y muy profunda existe una necesidad para tener la teoría y para forcejear en la esfera de la teoría y el pensamiento estratégico en el sentido más amplio y más profundo. Bob Avakian 62 Pero, de nuevo, una gran ironía aquí es que, siempre que Berman y otros como él se traguen las calumnias y las distorsiones sobre la teoría y la orientación estratégica verdaderamente radicales y verdaderamente emancipadoras del comunismo y de la revolución comunista, relegarán su búsqueda de una alternativa radical al fracaso definitivo y fundamental y a una mayor frustración y alienación y cinismo sin rumbo que inevitablemente acompañará esto. Entre otras cosas, esto ilustra una vez más y le añade mayor énfasis a la gran importancia de todo el proyecto “Pongamos las Cosas en Claro” con respecto a la experiencia histórica de las revoluciones y de los países dirigidos por los comunistas, de la sociedad socialista y de la dictadura del proletariado. La transición al futuro — la realidad, la sombra y el regocijo Al concebir el futuro del comunismo, y luego al enfrentar las contradicciones y retos que se encuentran en el camino de la revolución que hace época y que tiene que realizarse para llegar al comunismo, y que en un sentido real la definen, se me vino a la mente una frase del poeta T. S. Eliot: “entre la idea y la realidad cae la sombra”. Cuando se aplica a las cuestiones que estamos tratando acá, esto es una forma de expresar las contradicciones profundas y a menudo agudas entre lo que nos proponemos alcanzar y lo que tenemos que hacer para alcanzarlo. Ahora bien, como un aparte —pero que es algo que sí está relacionado con la cuestión de la transformación social— el sentido de la alienación que era una característica llamativa en la obra de T. S. Eliot, tal como se expresa en poemas con títulos como “La tierra baldía”, era en últimas una alienación reaccionaria. La alienación de Eliot no sólo se suscitó, en una medida importante, por la Primera Guerra Mundial en sentido general y todos los horrores —la destrucción y la matanza— que ocurrieron como resultado y en el curso de esa guerra, en especial en Europa (T. S. Eliot nació en Estados Unidos pero se mudó a Inglaterra y de hecho llegó a ser un poeta inglés), sino que también se suscitó, en un sentido real, por el debilitamiento de Inglaterra y del imperio británico en el curso de esa guerra. Solía oírse [BA canta con acento británico]: “Reina Gran Bretaña, reina Gran Bretaña sobre las olas — los británicos nunca jamás serán esclavos”. [risas] Pero, después de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña ya no reinaba sobre tantas olas (o lo que se podía conquistar dominando “las olas”); todavía tenía un gran imperio colonial, pero había sufrido pérdidas reales y se veían disminuidas las perspectivas de seguir siendo la potencia mundial líder, mientras el precio muy real de todo esto se personificaba muy marcadamente en la presencia de ex combatientes heridos por todo Londres y otras partes de Gran Bretaña. Todo esto se combinó en gente como T. S. Eliot para darle expresión a un sentimiento muy pesimista — una cierta sensación de pérdida de propósito, de un propósito que se había asociado con el destino del imperio británico, y no sólo con la cultura inglesa en un sentido general. Eliot tenía una orientación de mirar hacia el pasado. De cierto momento en adelante, se describía, en lo político, como El comunismo y la democracia jeffersoniana 63 monárquico —en otras palabras como un partidario de la realeza— y como un tradicionalista religioso. Pero el hecho es que, al menos en Estados Unidos, en particular a comienzos de los años 1960 —pero como parte de todo el fenómeno de la “generación de los años 1960”, y los intelectuales de esa generación en particular— a menudo T.S. Eliot era muy popular, porque la alienación que traía su poesía tenía resonancia con lo que objetivamente era un tipo muy diferente de alienación que muchos jóvenes de ese entonces —en particular de la clase media, aunque no sólo ellos— estaban sintiendo en el contexto de una cultura muy represiva y asfixiante en la sociedad estadounidense y en una situación en la que, para muchos de estos jóvenes, comenzaba a caer el velo que cubría parte de la naturaleza verdaderamente nefanda de Estados Unidos, y su historia y su papel en el mundo. Independientemente de todo eso, todavía tiene cierto valor plantear las cosas en términos de ese verso de T. S. Eliot: “entre la idea y la realidad cae la sombra”. En esto —entre la idea y la realidad— muchos ubican el problema con el comunismo, incluso muchas personas que buscan una alternativa radical. Y aquí, de hecho, hay una contradicción real, profunda y a veces muy aguda: entre la visión del comunismo y los principios específicos que guían la sociedad comunista, por una parte y, por la otra, lo que se requiere para llegar a esa sociedad. Si de alguna manera pudiéramos saltar de un solo brinco derecho al comunismo, no me cabe duda de que de buena gana muchas personas darían ese salto. La idea —o el “ideal”, como lo conciben— del comunismo, en un sentido general y algo abstracto atrae a muchas personas. La idea de que habría abundancia para todos, de que se podría aplicar el principio comunista de cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades, de que nadie pasaría penurias y que la gente no tendría que luchar y forcejear en una competencia entre sí por conseguir sus necesidades básicas o deseos más amplios; que el sistema político estaría al servicio de estos tipos de principios; y la gente estaría motivada ideológicamente por este tipo de orientación: todo eso es muy atractivo — especialmente si se separa de las contradicciones reales y agudas que son parte del proceso de llegar a ese punto. Pero, por cierto, no podemos hacer eso. De nuevo, lo que implica y se requiere es el comunismo científico, y no el utopismo. Un enfoque científico lleva a entender que, para realmente dar el primer gran salto en el camino hacia el comunismo —es decir, para derrocar el sistema existente y el poder estatal existente, que es el que impone las relaciones básicas de ese sistema—, se requiere una lucha monumental y, para ser honestos, un sacrificio monumental, en medio del caos y trastornos a escala masiva. Y, sí, esto abarcará una destrucción muy real —la que no iniciarán y realizarán principalmente las fuerzas revolucionarias, sino las fuerzas del viejo orden. Bob Avakian 64 Para que haya una revolución, tiene que haber un grupo grande e importante de personas en la sociedad para quienes la vida ya es un infierno al tiempo que, al acercarse una situación revolucionaria, un creciente número de personas graviten no sólo a la idea sino a la realidad concreta de la lucha por crear una sociedad radicalmente diferente. Al mismo tiempo, existen contradicciones objetivamente importantes ligadas al hecho de que, de acuerdo con sus principios y métodos básicos, y para triunfar, la revolución comunista no puede descartar, ni tratar como si estuvieran en el campo del enemigo —y así hacer que pasaran al campo del enemigo— a todos aquellos cuya situación, “en tiempos normales”, no los haga buscar de forma desesperada una alternativa radical, entre ellos aquellos que quizá estén profundamente descontentos y hasta indignados con el rumbo de las cosas, pero cuya vida diaria por lo general es tal que tenderán a echarse atrás ante la idea de trastornos y tumulto, y ante la perspectiva de la destrucción que las fuerzas de la reacción descargarán en contra de un levantamiento revolucionario. En particular en Estados Unidos hoy, hay una gama muy amplia de personas que cae en esa categoría. Pero también hay, en la base de esta sociedad —en el proletariado y en particular en sus sectores más abajo y a lo hondo, y otros que a diario sufren la discriminación, brutalización y degradación a causa del funcionamiento de este sistema y la maquinaria de violencia “legítima” organizada que mantiene este sistema en marcha— decenas de millones de personas no sólo empobrecidas sino que con mayor receptividad gravitarán y hay mayor receptividad para ganarlas a una orientación de no sólo luchar para defenderse de la injusticia y la opresión que sufren en un sentido más directo, sino también para crear un mundo en el que algo muchísimo mejor habría abolido y reemplazado todas las relaciones opresivas y explotadoras. Por cierto, esto no significa que estas decenas de millones de personas espontáneamente entiendan la necesidad de una revolución guiada por esa orientación y que tiene esas metas, ni que ya van por ese camino, sin una dirección comunista; la cuestión básica es que su posición en la sociedad, y las formas en que las afectan las dinámicas del sistema, las hacen gravitar con mayor receptividad hacia esa perspectiva y a asumir esa posición. La verdad es que los que trabajan para tal revolución en un país como Estados Unidos, enfrentan dificultades muy reales y retos formidables, debido al poder concentrado de la clase dominante reaccionaria — pero también, en un sentido cualitativamente diferente, debido a la existencia de una gran clase media en Estados Unidos y los privilegios relativos que tienen partes importantes de esa clase media (el “gran centro blando” al que me he referido)19 . Pero, en el contexto estratégico, hay una forma y una base para ganar a grandes sectores de ese centro. Adentrarnos más en una discusión estratégica de cómo se puede hacer esto —y además, explorar las dimensiones particulares de esto— rebasa el ámbito de esta presentación20 . Lo que es importante resaltar aquí es esto: únicamente si se pone en una perspectiva más amplia y se deja de lado la apariencia inmediata y superficial de las cosas —únicamente si “se sube a la cima de la montaña” y se tiene una visión panorámica de los fenómenos El comunismo y la democracia jeffersoniana 65 sociales y sus contradicciones subyacentes y dinámicas impulsoras—, realmente se puede ver la posibilidad de esto, y se puede tener una base sólida para trabajar por hacerlo realidad. Si se ve esto de forma estrecha, en el contexto de algún aspecto particular de las cosas —incluso si esto se aborda desde dentro de la realidad inmediata de las masas explotadas y empobrecidas en la base de la sociedad, si se ve el mundo simplemente por ese prisma—, no se podrá ver la posibilidad de una revolución ni reconocer el tipo de revolución que es necesaria y posible. Espontáneamente, las masas que se encuentran en esa posición no ven esto por su cuenta, en parte debido al funcionamiento del sistema, lo que incluye la forma en que los de arriba crean opinión pública, pero también porque sin un enfoque científico, y sin un punto de vista estratégico basado en ese enfoque, las masas no pueden ver la posibilidad de una verdadera salida. Vistas las cosas simplemente desde dentro de la situación inmediata de cualquier sector de la sociedad, incluidos los sectores más abajo y a lo hondo del proletariado empobrecido y explotado, la perspectiva es demasiado estrecha. Esto es otra expresión del planteamiento esencial de Lenin en ¿Qué hacer?: es necesario llevar esta comprensión, este método y enfoque científico “desde fuera” — desde afuera del ámbito de la situación y las experiencias inmediatas de la gente, incluso de los sectores más explotados de la población. Es necesario sistematizar este entendimiento en un enfoque científico consciente de conocer y transformar la realidad, y es necesario llevar eso a las masas, y conseguir que ellas lo asuman y conseguir que ellas se transformen con eso en una poderosa fuerza políticorevolucionaria (y que ese entendimiento se desarrolle continuamente, por medio del continuo intercambio entre la teoría y la práctica). En el proceso de la revolución comunista, operan toda clase de contradicciones profundas y agudas, que incluye lo que muchas personas utilizan para atacar al proyecto en su conjunto: en el hecho mismo de que es necesario llevar esta comprensión “desde fuera” está la contradicción de que aquellos que primero asumen esta perspectiva y metodología científica por lo general representan un muy pequeño porcentaje de la población, y provienen de forma predominante de la intelectualidad en primer lugar. Y la cuestión sí se plantea de manera aguda: ¿puede darse un salto al punto en que un creciente número de las masas realmente asuman esto? Si esto no ocurre en algún momento, pues por supuesto será imposible que se dé una revolución, en particular una revolución comunista. Esa es una contradicción — que indica un profundo salto y transformación que es necesario efectuar, como parte crucial de llegar a donde una revolución sea realmente posible. Por cierto, este salto tampoco es simple cuestión de voluntad, o deseo, sino que depende en grado importante del desarrollo de la situación objetiva, y de los efectos de los cambios importantes en la sociedad y en el mundo sobre las masas de personas, al tiempo que depende del trabajo consciente de los que, en cualquier momento dado, han asumido esta perspectiva y método científico revolucionario, y están decididos a perseverar para llevar esto a sectores más amplios de las masas de personas y a Bob Avakian 66 desarrollar la lucha para ganar a un número creciente de ellas a que también asuman y apliquen esto. Pero luego todavía se requiere otro salto, un salto mucho más profundo: aunque un sector de las masas se ponga al frente para formar la columna vertebral del movimiento revolucionario, aún no se habrá eliminado la contradicción entre los que hacen el trabajo intelectual y los que hacen el trabajo manual —entre el trabajo intelectual y el trabajo manual—, entre los que están acostumbrados a trabajar en la esfera de las ideas y, por otra parte, las amplias masas de personas que, en la sociedad capitalista (y en todas las sociedades gobernadas por clases explotadoras), en gran medida y en esencia están excluidas de esta esfera. Eso no se puede superar hasta que se haga una revolución y se avance y entre en la etapa socialista, hasta que se derroque al sistema capitalista y se comience a avanzar por la transición socialista hacia el comunismo, como parte de toda una revolución verdaderamente histórico-mundial en todo el mundo. Todo esto es una expresión del hecho de que, cuando se está haciendo una revolución, la revolución misma está llena de contradicciones profundas y con frecuencia agudas, que abarcan no sólo toda la lucha, sacrificio, trastorno, caos y destrucción que van a darse en una revolución así —todo lo cual en gran medida lo causan las fuerzas del viejo orden, pero que hay que enfrentar y derrotar— sino también la contradicción que se lleva como un germen al interior de lo que se está haciendo: que los que estarán dirigiendo este proceso, en el necesario primer gran salto de tomar el poder, y por cierto tiempo después, objetiva y necesariamente juegan un papel diferente al de las masas de personas ampliamente que son, y que deben ser, participantes activos en esta revolución; pero, por otra parte, a menos que filas mucho más amplias y continuamente crecientes de las propias masas asuman las tareas y los retos de esta revolución de una forma cada vez más consciente, la revolución no continuará avanzando hacia el objetivo final del comunismo, sino que al contrario sufrirá un revés y dará marcha atrás. A menos que se maneje correctamente ésta y otras contradicciones profundamente arraigadas que se dan en el desarrollo del proceso de arrancar de raíz la explotación y eliminar todas las divisiones opresivas de la sociedad (y del mundo), aunque sin sofocar sino al contrario con realmente energizar más la vida intelectual y cultural, y alentar la efervescencia y la vitalidad en la sociedad — a menos que se maneje todo esto de forma correcta, la revolución se convertirá en su contrario en un momento u otro. Esto es una lección crucial que hay que sacar de la experiencia de la sociedad socialista hasta ahora — lo que incluye la amarga experiencia del revés del socialismo, y la restauración del capitalismo, primero en la Unión Soviética y luego en China. No hay ninguna solución fácil para esto. No habrá ninguna revolución a menos que las masas básicas, en las comunidades marginadas de las ciudades, en las maquiladoras, en los cultivos, etc., hagan suya esta perspectiva revolucionaria, y luchen —no de forma ciega, sino conscientemente y con un entendimiento cada vez más profundo del enfoque y método científico necesario— para poder conocer la realidad y transformarla de El comunismo y la democracia jeffersoniana 67 acuerdo con sus intereses más fundamentales y en últimas los intereses de la humanidad en su conjunto. Sin embargo, por un largo tiempo seguirá habiendo diferencias reales entre las masas, en la dimensión más amplia, y por otra parte aquellos que por sus experiencias de vida —y, en general, por su posición más privilegiada en la sociedad— han podido adquirir más habilidades en el forcejeo con la teoría y el trabajo con las ideas: no es posible hacer desaparecer esa contradicción con puros deseos, ni se puede dejar atrás en un corto período de tiempo. Y se va a reproducir, incluso después del derrocamiento del viejo orden y del establecimiento de la nueva sociedad socialista. En esa nueva sociedad socialista, se abrirán las puertas para que un creciente número de las masas empiecen a participar en la esfera del trabajo con las ideas y a desarrollar su habilidad en esa esfera. Sectores enteros de la población que en el pasado en efecto estaban excluidos y privados de un acceso a esta esfera del trabajo con las ideas, encontrarán que se vayan superando progresivamente los obstáculos a esto. Y desde una edad muy temprana, las nuevas generaciones de las masas contarán con el estímulo y las bases, entrenamiento y “herramientas” necesarios para hacer esto. Pero no será posible hacer que esto ocurra de un solo golpe y sin distinciones — debido a las necesidades de la vida y de transformar la sociedad. La gente tiene que comer. Hay que tener la capacidad de defender la revolución y el nuevo poder estatal que esta revolución ha creado. Tenemos la responsabilidad de apoyar y acudir en ayuda a la lucha revolucionaria en todo el mundo. Al mismo tiempo, tenemos que desarrollar ciertas relaciones con otros países, incluida una dimensión del comercio incluso con algunos países que aún están dominados por el imperialismo y gobernados por clases explotadoras que son acérrimos enemigos de la revolución que encarnamos. Todos estos factores se harán valer e impedirán que se superen, en un plazo corto de tiempo, las contradicciones profundamente arraigadas que, de hecho, se pasen al proceso revolucionario y sigan desarrollándose ahí. En la historia de nuestro movimiento, y en las sociedades socialistas que han existido, se han cometido errores —en un momento en un sentido y en otro momento en otro sentido (y a veces se rebotan o “dan la voltereta” del uno al otro): los errores en el sentido de tratar virtual, si no literalmente, como enemigos, a las personas que han tenido posiciones más privilegiadas; o los errores, por otra parte, de darles rienda suelta en una medida excesiva a aquellos que objetivamente continúan ocupando una posición más privilegiada en la sociedad socialista. En la Unión Soviética muchos ingenieros y técnicos y muchas otras personas que tuvieron posiciones de dirección en la industria, y cosas por el estilo, provenían de la clase obrera. Recibieron una educación y entrenamiento para ocupar esos papeles. Pero una vez llegados a esas posiciones, ocuparon objetivamente un lugar diferente en la sociedad al de las amplias masas de personas, de cuyas filas habían salido. De nuevo, no es posible deshacerse de esas contradicciones de un solo golpe, ni por medio de ningún “atajo”, en uno u otro sentido. Incluso con el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de una nueva sociedad socialista, no se puede simplemente decir “ya” [chasquea los dedos] y llegar al Bob Avakian 68 comunismo. Hay que trabajar sobre todas estas contradicciones y resolverlas, y hacerlo de forma correcta — y, si bien tenemos un caudal de experiencia sintetizada, y de teoría en general, para guiarnos en este proceso, aún habrá un importante aspecto de enfrentar y aprender a lidiar con las experiencias que sean genuinamente nuevas. Pero sin continuar basándose cada vez más y más profundamente en el materialismo y la dialéctica, y en todo el método y enfoque que se deriva de eso, ni siquiera se tendrá la oportunidad de hacerlo. Estas son algunas de las lecciones esenciales que hemos sacado de la primera etapa de la revolución proletaria y la sociedad socialista — en particular con respecto a la relación entre la democracia y la dictadura, y las formas radicalmente diferentes en las que éstas se expresan en la sociedad socialista, en contraposición a la sociedad capitalista, pero también en términos de las contradicciones subyacentes que operan en la superación, finalmente, de toda la esfera de las relaciones burguesas, y las correspondientes formas de pensar — incluida la noción burguesa históricamente restringida y limitada de la libertad. Piénsese en lo que realmente implicará esto. Si se quiere tener una sociedad en la que las personas estén debatiendo los asuntos del estado y los asuntos del mundo —algo que sí queremos—, pues se tendrá una situación en la que las personas estarán debatiendo si la política exterior del gobierno socialista debería ser lo que es. Sin embargo, al hacerlo, estarán hablando de todo tipo de cosas sensibles. Y no nos olvidemos que aún cuando tengamos el poder estatal, aún estaremos lidiando con poderosos enemigos que están viendo cómo abalanzarse contra nosotros y destruir todo lo que hayamos logrado. Por más que los capitalistas, por medio de sus representantes y apologistas, hablen sobre un “libre mercado de ideas” y la noción de permitir que todos realicen sus sueños, no creen en esto cuando algo afecte a sus intereses fundamentales. Nunca ha habido un caso en el que los comunistas hayan dirigido a las masas de personas y estas masas se hayan puesto de pie para hacer una revolución y se hayan propuesto construir una sociedad radicalmente diferente, y la burguesía se haya sentado de brazos cruzados y haya dicho: “Bueno, veamos si funciona. Ellos dicen que pueden hacer una sociedad mejor — Quedémonos a un lado, quitémonos de su camino y veamos si realmente lo pueden hacer. Y después, la compararemos con nuestro modelo de sociedad y veremos cuál le gusta a la gente”. Bueno, aparentemente durante un discurso de Raymond Lotta en la UCLA [Universidad de California-Los Ángeles], los Jóvenes Republicanos que intentaron perturbar la reunión se quedaron reducidos a lloriquear en estos términos. Cuando plantearon sus argumentos, y éstos fueron rebatidos y refutados de forma poderosa, volvieron a echar mano de: “Bueno pues, por qué nosotros simplemente hacemos nuestras cosas capitalistas y ustedes hacen sus cosas comunistas, y veremos cuál resulta mejor”. Pero eso fue un lapsus momentáneo de parte de ellos [risas]. Y, de todos modos, la clase dominante burguesa no responde así a los intentos de las masas de personas de ir más allá del capitalismo y crear El comunismo y la democracia jeffersoniana 69 un mundo nuevo sin relaciones capitalistas. Se abalanzarán con saña contra cualquier intento semejante — buscarán debilidades y les sacarán provecho, tratarán de realzar, de forma negativa, las contradicciones que tengamos que enfrentar. Dondequiera que se abra una brecha importante, y realmente se establezca una sociedad socialista, los imperialistas y reaccionarios que queden buscarán, por todos los medios que puedan, estrangular esta nueva sociedad en lo económico y aislarla en lo diplomático y lo político, mientras la amenazan —y, si lo pueden hacer, de hecho la atacan— en lo militar, todo ello con el fin de maniobrar para eliminar esta nueva sociedad. ¿Realmente queremos disentimiento político y efervescencia intelectual en la sociedad socialista? Sí, claro — y de una forma mucho mayor de lo que se ha dado en las anteriores sociedades socialistas. Pero esto será “alborotado” y estará lleno de riesgos. Es por eso que en varias ocasiones he hablado de cómo esto implicará el fenómeno de una y otra vez “ir al borde de ser descuartizado”. En el proceso de tener discusiones y debates públicos sobre asuntos como la política exterior del estado socialista no sólo participará gente que exprese desacuerdos con esa política en un momento dado, sino que también algunas personas que casi lleguen a divulgar, si no literalmente divulguen, secretos del estado — lo cual puede hacer mucho daño. ¿Cómo analizar todo esto? ¿Cómo manejar correctamente estas contradicciones, a menudo intensas? ¿Cómo impedir que se hagan daños estratégicos, sin apagar las luces y sin crear una atmósfera asfixiante, sin hacer que todos se sientan intimidados y temerosos de levantar la cabeza, y mucho menos expresar cualquier desacuerdo y objeción o manifestar disentimiento y oposición política? Lo que estamos diciendo acá con la Nueva Síntesis, y el “núcleo sólido con mucha elasticidad”, no es un juego. Será realmente regocijante en un sentido muy fundamental. Pero esto no es, y no será, un juego. En muchos casos, esto será sumamente intenso, y se requerirá que volvamos a basarnos continuamente, más y más profundamente, en un enfoque científico de la realidad, para poder analizar las cosas y manejarlas correctamente21 . Por eso algunos han dicho sobre la Nueva Síntesis que estoy planteando: “Creo que ustedes quieren hacer eso, pero no van a poder hacerlo”. Bueno, tenemos que demostrar que se equivoquen al respecto. No porque queramos tener la razón y queramos que ellos estén equivocados, sino porque tenemos que hacer esto a fin de poder ir a donde necesitamos ir. Tenemos que hacer todo esto como parte de alcanzar el objetivo fundamental de superar y dejar atrás estas contradicciones basadas en la historia y profundamente arraigadas que han caracterizado la sociedad humana por miles de años, como las contradicciones entre el hombre y la mujer, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, así como las contradicciones entre diferentes naciones y nacionalidades y entre diferentes regiones —y entre diferentes partes del mundo— con todas sus diferencias económicas, sociales y culturales. Esto es un proceso muy complejo. Para llevarlo adelante, en medio de todos los obstáculos y peligros, y de todas las curvas, giros y vaivenes, hace falta un núcleo de personas que realmente sí entiendan profundamente, y sigan entendiendo más profundamente, el método y enfoque científico esencial para lidiar con todas estas contradicciones — y hace falta ampliar continuamente este núcleo. Bob Avakian 70 Otra vez, todo esto puede ser, y de muchas formas será, sumamente regocijante; pero también va a poner los pelos muy de punta. Debemos entender esa unidad de contrarios y aprender la manera de manejarla bien. No solo el objetivo final, sino el camino hacia ese objetivo, debe ser verdadera y profundamente liberador Otra forma de analizar esto es que, si bien no podemos saltar simplemente al comunismo de un solo brinco, por otra parte no sólo el objetivo final del comunismo, sino también todo el camino hacia ese objetivo —no sólo la idea, o el “ideal” del comunismo, sino el proceso revolucionario y la transición general al comunismo— deberá ser, y definitivamente podrá ser, muchísimo mejor de lo que es el mundo bajo este sistema. Hace poco hablé con alguien que me dio otra ilustración poderosa de las condiciones verdaderamente horrorosas de las masas de personas en el mundo de hoy, en este caso el trabajo infantil. Se refería a una imagen vívida de unos niños en la India, muchos de ellos menores de 5 años, que trabajaban en unas condiciones muy sucias y peligrosas, en la fabricación de fósforos, y el sulfuro de los fósforos les cubría todo el cuerpo. Multipliquen eso un millón de veces: ésta es la realidad de las masas de personas de todo el mundo cuya vida se roba, sea de forma lenta o más rápidamente, para crear la riqueza de la que prospera este sistema y de la que sus apologistas alardean. Este es el mundo dominado y moldeado por el imperialismo capitalista — un mundo que de hecho, y sin ninguna exageración ni hipérbole, es un horror para la gran mayoría de la humanidad. En oposición a esto, la lucha por la revolución, así como por el objetivo final del comunismo, es —y se tiene que hacer nacer, de una forma viva, como— algo mucho, pero muchísimo mejor, algo realmente liberador. Incluso con toda su lucha y sacrificio; incluso con todo el trastorno; incluso con toda la violencia y destrucción, todo causado en gran parte por las fuerzas del viejo orden para impedir esta transformación radical del mundo; nuestra revolución no sólo llevará a un futuro radicalmente diferente y mucho mejor para la humanidad, sino que el mismo proceso de esta revolución debe, y puede, encarnar cada vez más elementos de ese futuro y en sí ser profundamente edificante para un creciente número de personas quienes cada vez más conscientemente participen e impulsen esta revolución, y para la gran mayoría de las personas. A la luz de esto podemos ver la importancia de lo siguiente: En un país como Estados Unidos, solo se puede hacer una revolución para tumbar este sistema cuando se dé un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva, de modo que toda la sociedad esté en una profunda crisis, debido fundamentalmente a la naturaleza y al funcionamiento del sistema, y cuando junto con eso surja un pueblo revolucionario, de millones y millones de personas, consciente de la necesidad de un cambio revolucionario y resuelto a luchar por él. En tal lucha, el pueblo revolucionario y quienes lo El comunismo y la democracia jeffersoniana 71 dirigen tendrán que enfrentar la fuerza represiva violenta de la maquinaria del estado que encarna e impone el sistema de explotación y opresión, y para triunfar, la lucha revolucionaria tendrá que enfrentar y derrotar esa fuerza represiva violenta del viejo orden de explotación y opresión. (De “Puntos esenciales de orientación revolucionaria — en oposición a los alardes y poses infantiles y tergiversaciones de la revolución”, un Anexo de Revolución y comunismo: Un fundamento y orientación estratégico, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008). Y: En última instancia, como lo expresó una vez Engels, el proletariado tiene que conquistar su emancipación en el campo de batalla. Pero no solo se trata de ganar en este sentido sino de cómo ganaremos en el sentido global. Una de las maneras significativas aunque quizás sutil y a veces poco notada, en que el enemigo, hasta derrotado, pretende tomar represalias contra la revolución y sembrar las semillas de su futura destrucción, consiste en lo que obligaría a los revolucionarios a convertirse para así derrotarlo. La cosa se desenvolverá así: tendremos que confrontarlo en las trincheras y derrotarlo en medio de una horripilante destrucción; pero en el proceso no debemos borrar la diferencia fundamental entre el enemigo y nosotros. Aquí es ilustrativo el ejemplo de Marx: vez tras vez él luchó enconadamente contra los ideólogos y apologistas de la burguesía pero nunca luchó rebajándose al nivel que ellos lo hacían ni desde su óptica; con Marx, el método es tan estimulante como es de inspiradora la meta. Debemos tener la capacidad de mantener nuestra firmeza de principios pero al mismo tiempo nuestra flexibilidad, nuestro materialismo y nuestra dialéctica, nuestro realismo y nuestro romanticismo, nuestra solemne claridad de metas y nuestro sentido del humor. (Bob Avakian, Para una cosecha de dragones, Sobre la “crisis del marxismo” y la fuerza del marxismo — ahora más que nunca, Asir Editores, Bogotá, 1989, p. 165). Superar el desequilibrio en el mundo En esta revolución verdaderamente histórico-mundial, enfrentamos el reto no sólo de superar las desigualdades sociales y relaciones opresivas y explotadoras profundamente arraigadas en cualquier país particular, sino de superar el profundo desequilibrio en el mundo. Esto por dos razones básicas. La primera y la más fundamental, porque esto es lo que es, y debe ser, toda nuestra lucha: crear un mundo completamente nuevo, y no crear algún tipo de “imperialismo comunista” perverso que se ceba del resto del mundo quizá de una forma nueva — lo que para nada sería comunista sino que, de hecho, sería imperialista. Y en segundo lugar, porque a menos que y hasta que se supere y deje atrás este desequilibrio, no será posible eliminar las relaciones de opresión y explotación, y las desigualdades sociales acompañantes, de ninguna forma duradera en ninguna parte del Bob Avakian 72 mundo. El mundo está demasiado interconectado y entretejido como para forjar, en un sentido largoplacista, alguna parte del mundo que de alguna forma sea una zona libre de todo eso. Esto es mucho más cierto hoy que nunca antes en la historia. Y esto subraya de manera mucho más poderosa la importancia estratégica y el significado del hecho de que nuestra orientación tiene que ser la del internacionalismo proletario como la concepción que nos guía, y nada menos que eso — y no el patriotismo ni el nacionalismo en ninguna de sus formas. Incluso el nacionalismo de un pueblo oprimido o de una nación oprimida —a pesar de que puede impulsar y sí impulsa luchas con las que hay que unirse— no puede llevar las cosas a donde tienen que ir, no puede llevar a arrancar de raíz la opresión de ese pueblo o nación, ni hablar de todas las relaciones opresivas y todas las profundas desigualdades sociales que aún caracterizan y malogran al mundo. Por estas razones fundamentales, la superación del desequilibrio en el mundo es una parte esencial e integral de la revolución comunista. No habrá ningún comunismo sin eso. No habrá ninguna ruptura radical y duradera con las relaciones de propiedad tradicionales y con las ideas tradicionales. No se realizarán las “4 Todas” —y luego no se avanzará de ahí a una era completamente nueva de la historia humana— sin hacer esto a nivel mundial y sin superar el desequilibrio grande y en muchos sentidos creciente en el mundo. Este es un punto de orientación básica, y al mismo tiempo es una expresión de la complejidad y, claro, de la dificultad, de lo que nos estamos proponiendo hacer. Esta es otra contradicción clave que, desde el comienzo —incluso antes que el capitalismoimperialismo sea derrocado y se cree un nuevo poder estatal revolucionario, y luego a un nivel completamente nuevo con el establecimiento de un estado socialista, ahora por aquí y ahora por allá— hay que tratar, de forma consecuente y sistemática, y hay que manejar en una relación correcta con todas las otras contradicciones que hay que enfrentar y transformar en el avance al comunismo. Esto añade toda otra dimensión al fenómeno de “ir al borde de ser descuartizado”, para poder hacer lo que hay que hacer. Habrá una presión constante para que únicamente se aborden los problemas que existen en cualquier sociedad socialista particular. Esta presión se fortalecerá debido a la necesidad muy real de lidiar con los problemas y necesidades a menudo agudos y apremiantes: dar de comer a la población; darle servicios de salud dignos y vivienda digna a la gente y ofrecer una educación que contribuya a habilitar a la gente para, de forma más profunda, conocer y transformar el mundo. Todo esto, y más, se tendrá que abordar al tiempo que también se defiende el estado socialista particular de las amenazas y los ataques de varios tipos por parte de poderosos enemigos. Cómo hacer todo eso sin reforzar —sino al contrario, como hacer todo eso trabajando por superar, en el mayor grado posible en cada momento— no solo las divisiones y desigualdades sociales que queden en el país socialista particular, sino también el gigantesco desequilibrio en el mundo: esto capta de forma concentrada los retos que implicará la realización de la transición al comunismo, lo que incluye el reto de manejar la contradicción entre, por necesidad, repetidamente ir “al borde de ser descuartizado” sin El comunismo y la democracia jeffersoniana 73 de hecho pasar ese borde, sin perder la revolución sino al contrario, desarrollar el avance revolucionario hacia el comunismo. Un espíritu de triunfo con una base científica Bueno, no digo todo esto desde el punto de vista del pesimismo ni con el ánimo de fomentar o alentar el pesimismo. Creo firmemente que existe una base material para avanzar al comunismo. Junto con eso, estoy convencido de que entre más profundamente uno se base en el materialismo y en la dialéctica —y por lo tanto entre más uno entienda realmente las contradicciones y dinámicas subyacentes e impulsoras y capte la complejidad de lo que hay que enfrentar y superar—, tanto más posible es realmente ver la base para el tipo de cambio revolucionario profundo que representa la revolución comunista y actuar conscientemente para hacerlo realidad. Y en oposición a eso, entre más uno proceda sobre la base de ignorar estas contradicciones, o de ser ignorante de estas contradicciones, más resulta en una posición de desmoralizarse. Salir al mundo y tratar de eludir estas contradicciones no llevará a nada bueno — es decir, no llevará a nada bueno dejarlas a un lado y a la vez tratar de seguir adelante con un optimismo ciego y despreocupado… hasta que se tope con los obstáculos profundos y muy reales que hay que superar. El único camino hacia adelante está en enfrentar y “trabajar y solucionar” estas contradicciones de forma cada vez más consciente. Y si las fuerzas revolucionarias conscientes olvidan estas contradicciones, la realidad —y, a su modo, las masas de personas— les harán acordarse de ellas. Cuando se les plantea la meta de la revolución y el comunismo, las personas dicen esto todo el tiempo: “Sí, pero y ¿qué hay con esto?” y “¿qué hay con aquello?” o “la gente que enfrentamos de plano es demasiado poderosa” o “Estas personas que me rodean de plano están atrapadas en todas estas otras necedades”. Mucho de esto es cierto — y, si uno solo ve la superficie y lo que está ocurriendo a su alrededor inmediato en cualquier momento determinado, esto tiende a reforzar la idea de que la revolución no es posible. Pero ¿cuáles son las contradicciones más profundas y las fuerzas impulsoras más profundas que van a estar moldeando e influenciando lo que las personas estén enfrentando, más allá de la forma en que están viendo el mundo en un momento dado? Si no se entiende esto, ¿cómo se puede ver la posibilidad de lidiar con todo lo que uno tiene que enfrentar? ¿Cómo se va a ver más allá de la superficie, a ver las fuentes más profundas y las fuerzas impulsoras que van a moldear la realidad que las personas están enfrentando? ¿Cuántas personas en Nueva Orleáns, un año, o incluso unos cuantos días, antes de que azotara el huracán Katrina y luego de que cedieron los diques, esperaban estar lidiando con lo que de repente enfrentaban? Pues bien, el funcionamiento del sistema imperialista mismo, y sus efectos en todo el mundo, continuarán causando mayores trastornos y perturbaciones, con frecuencia en una escala aún mayor de lo que ocurrió con Katrina. Va Bob Avakian 74 a seguir cambiando, a menudo de formas repentinas y dramáticas, la forma en que las masas de personas se encuentran enfrentadas con la realidad, y tienen que lidiar con ella. Sin embargo los imperialistas no cuentan con pura libertad, y por otra parte aquellos que se les oponen tampoco cuentan con pura necesidad. En cada caso —aunque esto encierra particularidades muy distintas— existe la libertad y la necesidad. Y una vez más es muy importante tener claramente en mente que la libertad no parte de ignorar o buscar eludir la necesidad sino de reconocer y transformar la necesidad, sobre la base de las contradicciones esenciales y fundamentales en juego y de los posibles caminos del cambio asociados con todo esto. Para transformar la necesidad en la libertad de forma que concuerde con los intereses más fundamentales de la gran mayoría de la gente de todo el mundo, y en últimas de toda la humanidad, se requiere comprender y aplicar la metodología y el enfoque del comunismo, lo que hace posible y proporciona los medios para poder seguir explorando para llegar a conocer las fuerzas impulsoras y subyacentes; determinar lo que es un fenómeno temporal y secundario y cuál es una expresión más significativa y fundamental de la realidad subyacente; poder analizar de forma repetida todo esto y manejar de forma correcta todos los aspectos diferentes de esto y sus interrelaciones; identificar y aprehender las oportunidades para hacer rupturas radicales y dar saltos revolucionarios para cambiar la sociedad y el mundo. Es de esta forma, con esta base científica y con la aplicación de este método y enfoque científico, que podemos, y debemos, tener un espíritu de triunfo —y una orientación con una intensidad apasionada (para tomar prestada una frase de un poema de Yeats)— por la revolución y el comunismo. Con la adopción y la aplicación de este enfoque y método científico, y sobre esa base, con la realización de la lucha para enfrentar, transformar y con el tiempo ir más allá de las contradicciones que definen la época actual en la que la humanidad todavía está atrapada: de esta forma podemos hacer que sea una realidad que no sólo el objetivo final, sino el camino hacia ese objetivo —no meramente cierta idea abstracta o algún ideal utópico del comunismo, sino el objetivo del comunismo científicamente establecido, y el proceso revolucionario y la transición viva al comunismo— realmente sea radicalmente diferente y muchísimo mejor que el mundo lo es bajo este sistema. La bancarrota de los ideales democrático-burgueses, y el potencial liberador de la revolución comunista Cuando sopesamos esto incluso en contraste con las expresiones más ideales de la democracia burguesa, ya sea representada por Jefferson o por otros, podemos ver las claras limitaciones históricas —y hoy la miseria total, la bancarrota absoluta— de la democracia burguesa, y todo lo que está ligado a eso, todas la relaciones de opresión y explotación que son una parte integral del sistema capitalista y que son inseparables del funcionamiento de la democracia burguesa / dictadura burguesa. Podemos entender la El comunismo y la democracia jeffersoniana 75 forma en que no sólo el objetivo del comunismo, sino también la lucha por el comunismo, encarnan algo que va mucho más allá del estrecho horizonte del concepto burgués de los derechos, algo que representa la lucha por una libertad, por una emancipación de la humanidad, que se halla en centrarse en una dimensión completamente distinta más allá incluso de la expresión más ideal de la democracia burguesa, o de cualquier otra cosa que haya existido hasta ahora en la historia humana. Una comprensión de eso resalta la necesidad, y debe elevar nuestra determinación, de luchar sobre todas las contradicciones y resolverlas, tales como que se presentan en el camino por realmente hacer que esto nazca. Notas 1 Isaac Kramnick y R. Laurence Moore, The Godless Constitution: A Moral Defense of the Secular State [La Constitución sin Dios: Una defensa moral del estado secular], W.W. Norton & Company, Nueva York / Londres, 2005, pp. 106-07. 2 En esta conexión, hay varias obras de particular relevancia: Garry Wills, Negro President: Jefferson and the Slave Power [Presidente negro: Jefferson y el poder de la esclavitud], Houghton Mifflin Company, 2003; Roger G. Kennedy, Jefferson’s Lost Cause: Land, Farmers, Slavery, and the Louisiana Purchase [La causa perdida de Jefferson: La tierra, los agricultores, la esclavitud y la Compra de Luisiana], Oxford University Press, 2003; y David Brion Davis, Inhuman Bondage: The Rise and Fall of Slavery in the New World [Servidumbre infrahumano: El auge y la caída de la esclavitud en el Nuevo Mundo], Oxford University Press, 2006 (en especial el capítulo 14, “La política de la esclavitud en Estados Unidos”). Aquí debo decir que Davis, al igual que demasiados otros hoy, repite a lo largo de este libro un anticomunismo tan conocido y aparentemente de rigor — un anticomunismo que no se basa en hechos reales, sino que francamente es más vacío, se traga y regurgita muchas de las burdas distorsiones y calumnias acerca de todo el proyecto comunista y de la experiencia de los países socialistas, incluso habla de esto como si fuera peor, de muchas formas, que la esclavitud clásica. Desafortunadamente, esto se da en medio de lo que no obstante son algunos discernimientos y análisis muy valiosos en este libro de Davis y los malogra — unos discernimientos y análisis de los que no obstante aún es importante aprender. Entre otras cosas, esto ilustra la gran importancia del proyecto Pongamos las Cosas en Claro (y su página web thisiscommunism.org) y la necesidad de luchar con gente como Davis, así como de forma más general, sobre cuál es la verdadera realidad de la experiencia histórica del movimiento comunista y de la sociedad socialista — y metodológicamente, la necesidad de aplicar de manera consecuente un enfoque de pensar de manera crítica, lo que incluye específicamente respecto a los ataques y la calumnias contra el comunismo, en vez de aceptar todo esto de manera acrítica. 3 Estas citas son del libro de Edmund S. Morgan, Esclavitud y libertad en los Estados Unidos, de la colonia a la independencia, citado por David Brion Davis en Inhuman Bondage, the Rise and Fall of Slavery in the New World, p. 135. Nota de la redacción: Tomamos la traducción de las citas de Morgan de: Edmund Morgan, Esclavitud y libertad en los Estados Unidos, de la colonia a la independencia (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2009), p. 375. 4 El título completo de este discurso es Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es. Bob Avakian 76 5 En un sentido más grande y más abarcador, el carácter específico de la sociedad estadounidense, y su desarrollo histórico, es una expresión particular de las contradicciones fundamentales en toda sociedad humana: las contradicciones entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción y entre la base económica en cualquier momento dado y la superestructura de política (que incluye las instituciones, las estructuras y los procesos políticos) y de ideología. Las fuerzas de producción se refieren a la tierra, la materia prima, la maquinaria y otras tecnologías, junto con la gente y sus conocimientos y habilidades, que se pueden utilizar en la producción, mientras que las relaciones de producción se refieren a las relaciones en que entran las personas en el proceso de llevar a cabo la producción en una sociedad determinada. En un sentido fundamental, el carácter de las fuerzas de producción determina el carácter de las relaciones de producción. Como señaló Carlos Marx, para poder llevar a cabo la producción — para poder producir, y reproducir, los requisitos materiales para la vida— las personas entran en unas relaciones de producción muy definidas, y una economía no puede funcionar (y no se puede entender), aparte de estas relaciones entre las personas en la producción; pero en un sentido básico, estas relaciones de producción son independientes de la voluntad de los individuos — se determinan fundamentalmente por el carácter de las fuerzas de producción en un momento dado, y no por las ideas o los planes de las personas. Al mismo tiempo, es un fenómeno general que las fuerzas de producción continúan desarrollándose, y esto tiende a hacer surgir cambios en las relaciones de producción; por ejemplo, la creación y el desarrollo de los computadores y otras “tecnologías de la informática” han conducido a cambios significativos en la forma en que se lleva a cabo la producción, incluso en el sistema capitalista. Pero cuando las fuerzas de producción se han desarrollado de tal forma que las relaciones de producción existentes en su conjunto se hayan convertido, en un sentido cualitativo y profundo, en un obstáculo, en una traba, para las fuerzas de producción, en ese momento surge la necesidad objetiva de hacer una revolución en la sociedad, para poder crear nuevas relaciones de producción que puedan desencadenar más las fuerzas de producción de una manera cualitativa. La actual época en la historia es una época en la que semejante revolución es necesaria y se requiere — para derrocar el capitalismo y reemplazar sus relaciones de producción con relaciones socializadas de producción, que correspondan al carácter socializado de la forma en que se lleva a cabo la producción en el mundo de hoy (el hecho de que realizan, y sólo pueden realizar la producción en gran escala hoy grandes grupos de personas, organizadas en redes altamente desarrolladas, que trabajen en conjunto —y hoy esto ocurre cada vez más a una escala internacional— a diferencia de unos individuos aislados que trabajan cada quien por su lado para hacer sus propios productos). Semejante revolución —para transformar la base económica de la sociedad (las relaciones de producción) — únicamente puede y debe darse en la superestructura, es decir, por medio de una lucha política (e ideológica) que, siempre que la sociedad esté dividida entre explotados y explotadores, llega a concentrarse en una lucha total por el poder en la sociedad, tal como se encarne en las instituciones del poder político y se exprese en última instancia en el monopolio de la fuerza armada. Lo que es radicalmente nuevo y único en la revolución comunista es que su objetivo es el de derrocar el sistema capitalista de explotación y resolver la contradicción fundamental que caracteriza el capitalismo —entre el carácter socializado de la producción y la apropiación como capital poseído de manera privada de lo que se produce con estos medios socializados— y esta revolución no sólo pondrá fin a la explotación capitalista, sino a toda explotación, a la división de la sociedad en clases y a todas las relaciones sociales opresivas, y por lo tanto pondrá fin a la necesidad, y a la existencia, del estado, un aparato El comunismo y la democracia jeffersoniana 77 represivo utilizado por la clase dominante para ejercer su dominio sobre aquellos a los que explota y oprime. 6 La red internacional general de dominación y explotación imperialista también encierra, todavía hoy, una importante dimensión de esclavitud literal. Además de otras formas de esclavitud absoluta, un importante aspecto de esto es la “industria del sexo” y el “comercio internacional del sexo”, en el que una enorme cantidad de mujeres, en especial mujeres jóvenes e incluso muchas muchachas muy jóvenes, están atrapadas a la fuerza, mientras que las grandes organizaciones delincuenciales y muchos capitalistas “legítimos” obtienen gigantescas ganancias de esto. 7 Como se señaló anteriormente, la producción e intercambio de mercancías en el capitalismo —y esto es un rasgo determinante del capitalismo, lo que lo diferencia a las otras formas de la producción e intercambio de mercancías— incluye el intercambio de fuerza de trabajo (la capacidad de trabajar) por salarios, una relación que implica el derecho de los capitalistas de emplear la fuerza de trabajo de los trabajadores asalariados en la producción, y de apropiarse los productos producidos en este proceso. Durante este proceso de producción, por medio del empleo y el uso de la fuerza de trabajo, los trabajadores crean más valor del que se les paga en la forma de salarios: tal es una cualidad única de esta mercancía particular, o sea la fuerza de trabajo, que le permite crear un valor adicional por medio de su uso, y esta plusvalía (lo que los trabajadores producen en el curso de trabajar, más allá del valor igual a sus salarios) es la fuente de las ganancias de los capitalistas y de la capacidad de los capitalistas de invertir a una escala ampliada. 8 Se refiere a John Stuart Mill, Sobre la libertad. Una discusión del concepto de la libertad de Mill —y específicamente de sus ideas sobre la contienda entre ideas— se encuentra en mi libro Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr? (Editorial Tadrui, Bogotá, 2015); véase, en particular, el capítulo 7, “La democracia y la revolución comunista”. [Nota de la redacción: Todas las citas de esta obra son de esta edición, con leves revisiones.] 9 Véase, por ejemplo, “El arte y la creación artística — el núcleo sólido con mucha elasticidad”, en inglés, en Bob Avakian, Observations on Art and Culture, Science and Philosophy (Observaciones sobre el arte y la cultura, la ciencia y la filosofía), Insight Press, Chicago, 2005, pp. 103-106. (Hay pasajes de este libro en español en www.revcom.us.) 10 Bob Avakian, From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist, Una autobiografía de Bob Avakian, Insight Press, Chicago, 2005, en inglés; hay pasajes de este libro en español en www.revcom.us. 11 Aquí cabría referirse a lo siguiente, que habla de las características esenciales de la base económica (las relaciones de producción), en general y específicamente en la sociedad capitalista: Las relaciones de producción, en cualquier sistema económico, constan, en primer lugar, del sistema de propiedad de los medios de producción (la tierra y la materia prima, la maquinaria y la tecnología en general, etc.). Además de este sistema de propiedad, y en correspondencia esencial al mismo, están las relaciones entre las personas en el proceso de producción (la “división del trabajo” en la sociedad en su conjunto) y el sistema de distribución de la riqueza que se produce. Veamos el ejemplo de la sociedad capitalista: un pequeño grupo, la clase capitalista, acapara la propiedad de los medios de producción, mientras la mayoría posee Bob Avakian 78 pocos medios de producción o ninguno; la “división del trabajo” en la sociedad, o sea, los diferentes papeles que distintos grupos de personas juegan en el proceso general de producción, que incluye la profunda división entre los que realizan el trabajo intelectual y los que realizan el trabajo manual (en suma, la contradicción mental/manual), corresponde a las relaciones de propiedad (y carencia de propiedad) de los medios de producción; y la distribución de la riqueza que se produce también corresponde a eso, de manera que la riqueza acumulada por los capitalistas coincide, en un sentido básico, con el capital que poseen (los medios de producción que son de su propiedad o están bajo su control) y su papel como explotadores de la fuerza de trabajo (es decir, la capacidad de trabajar) de otros, quienes no poseen medios de producción; mientras los que no son grandes capitalistas pero tal vez posean una cantidad limitada de medios de producción y/o han acumulado más conocimientos y destrezas, reciben una porción de la riqueza en conformidad con eso; y los de abajo de la sociedad encuentran que su reducida parte de la distribución de la riqueza social se determina por el hecho de que no poseen medios de producción y no han podido adquirir muchos conocimientos y destrezas más allá de lo básico. No es sorprendente que estas relaciones y divisiones —altamente desiguales— en la sociedad sigan reproduciéndose e incluso tiendan a acentuarse mediante el funcionamiento del sistema capitalista, el proceso continuo de acumulación capitalista y las relaciones sociales, la política, y la ideología y la cultura que corresponden esencialmente a la naturaleza básica y el funcionamiento de este sistema y que lo refuerzan y defienden. Y sobre todo en el mundo actual, este funcionamiento del sistema capitalista sucede no solamente en países capitalistas específicos sino sobre todo a escala mundial. (Bob Avakian, ¡FUERA CON TODOS LOS DIOSES! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo, JB Books, Chicago, 2009, nota al pie de la página, pp. 169-170, corregido). 12 Si bien el discurso del cual se toma este texto, que se dio en 2006, y que por lo tanto, no habla de la actual campaña presidencial/elecciones de 2008, los principios y análisis básicos discutidos aquí se aplican a las elecciones y política burguesas en general, y el “fenómeno Obama” en las elecciones de 2008 es una ilustración y confirmación gráfica y muy concentrada de estos principios y análisis. 13 Véase “El ‘ELLOS’ no existe —pero se está dando una cierta dinámica— La dinámica interna de la clase dominante y el reto para los revolucionarios”, Revolución #7, 26 de junio de 2005; véase también Bob Avakian, La guerra civil que se perfila y la repolarización para la revolución en la época actual, RCP Publications, Chicago, 2005, que también se puede conseguir en www.revcom.us. 14 Véase, por ejemplo, “La pirámide del poder y la lucha por cambiar de base el mundo”, en Obrero Revolucionario [ahora Revolución] #1231, 7 de marzo de 2004, que se puede descargar en www.revcom.us, y también se halla el folleto La guerra civil que se perfila y la repolarización para la revolución en la época actual (RCP Publications, Chicago, 2005); véase también la charla filmada de Bob Avakian, Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es (http://revolutiontalk.net/2003-inicio), los dvd de la cual se pueden pedir en www.revcom.us. 15 En el momento de pronunciar este discurso —antes de las elecciones al Congreso en 2006—, John Murtha, un congresista por Pensilvania de larga trayectoria, fue uno de los muy pocos miembros del Partido Demócrata quienes en ese entonces no sólo planteaban serias críticas a la El comunismo y la democracia jeffersoniana 79 guerra estadounidense en Irak, sino que declaraban que no sería posible ganar esa guerra y que era necesario que Estados Unidos saliera (que al menos sacara sus fuerzas principales) de Irak. Desde ese momento, y en particular con la emergente candidatura de Barack Obama, los líderes del Partido Demócrata han venido reclamando un calendario para sacar al menos la mayoría de las fuerzas estadounidenses de Irak — si bien eso ha ido de la mano con advertencias, de parte de Obama inclusive, acerca de la importancia de no precipitarse, o ser omisos, al sacar a las fuerzas estadounidenses de Irak, y de prestar atención a las opiniones de los “generales en el terreno” en Irak acerca de cuándo sacar a dichos soldados y/o qué clase de “fuerza residual” dejar en Irak, aun después de sacar a (la mayoría de) las fuerzas estadounidenses en ese país. Estos dirigentes del Partido Demócrata y para repetir Obama en particular, también han insistido en que es necesario librar más vigorosamente la guerra de Afganistán, lo que incluye el traslado de una cantidad importante de fuerzas estadounidenses de Irak a Afganistán, a la vez que Obama ha mencionado la posibilidad de lanzar ataques directos dentro de Pakistán en relación a la guerra de Afganistán (o como extensión de la misma) y él —junto con la dirigencia del Partido Demócrata en general— ha insistido constantemente en la posible necesidad de ir a la guerra con Irán y hasta la posibilidad de emplear armas nucleares para atacar a Irán (“todas las opciones tienen que estar en consideración”), si Irán no se somete a las demandas estadounidenses de suspender el enriquecimiento de uranio, a pesar de que, de acuerdo al Tratado de No Proliferación Nuclear, Irán tiene el derecho a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos, y no ha habido pruebas concluyentes de que Irán ha estado desarrollando armas nucleares. La candidatura de Obama, y la posición general del Partido Demócrata en este momento (en 2008), encarna alguna noción de una “rectificación del rumbo” en relación al programa que el régimen de Bush ha promovido muy agresivamente, pero no representa ningún tipo de abandono fundamental de ese programa — no es “un programa sistemático y coherente que en realidad representaría una alternativa al programa dominante representado ahora en una forma concentrada por el régimen de Bush”. Tal como ha señalado el comentarista burgués establecido Andrew Sullivan, al argumentar a favor de la candidatura de Obama, lo que está “en consideración” en las actuales elecciones presidenciales (2008) son “en general opciones menores de política”. (Véase “Goodbye to All That: Why Obama Matters” [Adiós a todo eso: Por qué importa Obama], Atlantic Monthly, diciembre 2007, énfasis añadido.) La candidatura de Obama no tiene que ver en ningún sentido esencial con el cambio de la sociedad estadounidense ni de su papel en el mundo —lo que Obama no podría hacer aunque quisiera, y no lo quiere hacer—, pero secundariamente tiene que ver con la aplicación de ciertos ajustes tácticos al rumbo establecido por el régimen de Bush, y principalmente se trata de cambiar la forma en que las personas de todo el mundo, así como en Estados Unidos, ven a Estados Unidos y lo que está haciendo en el mundo — a fin de “mejorar las apariencias” y hacerlo con otro estilo y tono, “mellando suavemente ciertas aristas toscas” de la forma en que Bush y su régimen han suscitado el antagonismo de una buena parte del resto del mundo al promover un programa que, en una medida muy grande, tienen en común todos los sectores de la clase dominante y sus representantes, aunque con ciertas divergencias secundarias entre sí. 16 El falso comunismo ha muerto… ¡Viva el auténtico comunismo! fue publicado originalmente en 1992; RCP Publications publicó una segunda edición en inglés en 2004, a la que agregó como apéndice “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, el cual fue publicado originalmente en 1992 en la revista Un Mundo Que Ganar [hay pasajes de este ensayo en www.revcom.us]. “Puntos sobre el socialismo y el comunismo: Una clase de estado Bob Avakian 80 radicalmente nuevo, una visión radicalmente diferente y mucho más amplia de libertad” está disponible en www.revcom.us. 17 Ardea Skybreak, La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo — Saber qué es real y por qué importa, Tadrui, Bogotá, 2006. 18 Véase, por ejemplo, Raymond Lotta, “Prólogo” y “Epílogo” a Maoist Economics and the Revolutionary Road to Communism: The Shanghai Textbook [La economía maoísta y el camino revolucionario al comunismo: El manual de economía política de Shangái], Banner Press, Nueva York, 1994, en inglés; y véase también thisiscommunism.org, el sitio web del proyecto Pongamos las Cosas en Claro, en inglés. 19 Esto es una referencia a: “Por qué estamos en esta situación… y qué hacer al respecto: Un sistema totalmente podrido y la necesidad de la revolución”, una de las 7 Charlas que Bob Avakian pronunció en 2006, en inglés. Los audioarchivos de estas charlas se pueden encontrar en el Internet en bobavakian.net y en revcom.us. 20 En varias obras mías, se ha hablado del enfoque estratégico de la revolución en un país como Estados Unidos y de las metas básicas de esa revolución. Y esto se presenta de forma concentrada en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008, y en la Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, agosto de 2008, que estás disponibles en www.revcom.us. 21 “Ser descuartizado” se refiere (metafóricamente aquí) a una forma común de ejecución en la sociedad feudal, que literalmente desmiembra el cuerpo de una persona en cuatro partes. En varios discursos y escritos en los últimos años, he hablado del concepto de “ir al borde de ser descuartizado” así como del principio del “núcleo sólido con mucha elasticidad”. Véase por ejemplo “Conversación de Bob Avakian con unos camaradas sobre epistemología: Sobre conocer y cambiar el mundo”, en Observaciones sobre arte y cultura, ciencia y filosofía (hay una versión de este artículo en español en www.revcom.us). Se habla de la Nueva Síntesis, mencionada aquí, en “Hacer la revolución y emancipar a la humanidad”, que está disponible en revcom.us (véase también Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución) y se analiza a fondo en “Una nueva concepción de la revolución y el comunismo: ¿Qué es la nueva síntesis de Bob Avakian?”, que también está disponible en revcom.us.  )))....                              Lmm.

No hay comentarios:

Publicar un comentario