sábado, 1 de agosto de 2020

Rolando Astarita [Blog] Unidad de acción, diferenciación política y marxismo

Rolando Astarita [Blog]

Unidad de acción, diferenciación política y marxismo  


En esta nota amplío algunas cuestiones referidas a la táctica de unidad de acción, tratadas en otra nota (ver aquí). El disparador es una cuestión planteada por un compañero en “Comentarios” de este blog. El tema es si conviene que los marxistas participen en acciones unitarias con otras organizaciones políticas y sindicales, sin identificarse como marxistas. Pienso que la cuestión trasciende el cómo participar tácticamente en alguna marcha. Es que el problema de cómo intervenir en el movimiento de masas es uno de los más discutidos y difíciles que enfrentan las organizaciones revolucionarias. En ello están involucradas tanto cuestiones teóricas -análisis de coyuntura, objetivos programáticos, etc,- y tácticas, como las que atañen a las consignas de movilización y organización. Las formas de intervención de los socialistas se ubican en el plano de lo táctico, aunque se fundamentan en caracterizaciones más generales sobre las relaciones entre ideología, política y acciones de clase.  


La intervención en un movimiento “ingenuo”  


A grandes rasgos podemos decir que hubo, en el movimiento socialista, dos formas principales de intervención, que partieron de caracterizaciones muy distintas acerca de la situación del movimiento de masas. Una de ellas viene a decir que las masas trabajadoras son hasta cierto punto “ingenuas”; y que si bien pueden tener “ilusiones” en líderes burgueses, esas ilusiones serán superadas con la misma experiencia de lucha. Por lo tanto, los marxistas deberían acompañar la experiencia, pasando a un segundo plano críticas y planteos teóricos, o políticos, más generales. A lo sumo, se trataría de proponer alguna consigna un poco más radical, pero nada que apunte mucho más allá de lo que propone el movimiento, al que se concibe, en principio, como espontáneo.  


Como lo demuestra la historia del movimiento socialista, esta tipo intervenciones tuvo, y tiene, muchas variantes. En el extremo, están aquellos militantes que se integran en organizaciones o partidos de masas para desarrollar “desde adentro” las experiencias y las luchas. Muchas organizaciones adoptaron esta política, a nivel mundial o en Argentina. Por ejemplo, los grupos que se disolvieron en los partidos Comunistas de masas, en los años 1950 y 1960, en la esperanza de radicalizarlos. O antes en los partidos socialdemócratas. También están los que entraron al partido Laborista inglés; o al Partido de los Trabajadores de Brasil, en los 1970 y 1980. En Argentina, el lugar preferido fue el peronismo; varios grupos hicieron entrismo en este movimiento, y también hubo muchos militantes independientes que trataron de llevar a cabo esta experiencia (ver aquí). Otra variante fue la apuesta a formar un partido “de los trabajadores”, con un programa más o menos indefinido, en la esperanza de que pudiera evolucionar hacia el marxismo, a partir de una experiencia en común con los socialistas revolucionarios. Los entrismos en el laborismo inglés, o en el PT de Brasil, tenían esta perspectiva.  


Es en este punto que cobran relevancia las recomendaciones que hizo Engels acerca de cómo debían actuar los socialistas frente a los Knights of Labour (Caballeros del Trabajo), de EEUU. Los KoL era una organización que se había creado en 1876 para organizar a la clase obrera, y que hacia 1880 había impulsado una ola de huelgas. Entonces Engels escribe tres cartas en las que trata la actitud que deberían tomar los marxistas alemanes, residentes en EEUU, con respecto a los KoL. Engels los critica porque habían adoptado una actitud demasiado sectaria, y recomienda que entren a trabajar dentro de los KoL “formando un núcleo de gente que comprenda el movimiento y sus fines, y que en consecuencia tome la dirección, por lo menos de una sección, cuando se produzca la ruptura inminente e inevitable del “orden natural” (carta del 29 de noviembre de 1886 a Sorge). Consideraba que el primer paso “es siempre la organización de los obreros como partido político independiente, no importando cómo, siempre que sea un partido netamente obrero…”. Aunque el programa de los Ko L fuera “muy confuso y deficiente”, se trataba de un mal “inevitable pero transitorio”, ya que si los trabajadores tenían su propio movimiento, habrían de progresar “por sus propios errores y aprendiendo de sus heridas”. Los socialistas debían intervenir entonces para hacer comprender el objetivo final, la necesidad de destruir el sistema asalariado.  


Más clara todavía es la posición en una carta a Florence Wischnewetsky, quien le había pedido una crítica a las posiciones de Henry George, líder por el que votaban los obreros en EEUU. Engels plantea que la crítica sería prematura, que lo importante era “poner en marcha a la clase obrera como clase”, y que si esto se lograba, los trabajadores pronto abandonarían a sus líderes pequeño burgueses reformistas, como George. Por eso recomendaba “entrar en todo movimiento real, aceptar sus puntos de partida prácticos y conducirlos gradualmente al nivel teórico, señalando cómo todo error cometido, todo revés sufrido, es consecuencia necesaria de las concepciones teóricas erróneas del programa original” (carta del 28 de diciembre de 1886). Engels recordaba lo que decía El Manifiesto Comunista acerca de la actitud de los comunistas, que participan del movimiento para “representar el movimiento del futuro en el movimiento del presente”. Por esta razón, también aconsejaba no presentarse a elecciones como socialistas, ya que “uno o dos millones de votos obreros… a favor de un partido obrero de buena fe, valen infinitamente más que cien mil votos obtenidos por una plataforma doctrinariamente perfecta”. Subrayaba que era prematuro “hablar de lleno y exahustivamente ni de Henry George ni de los KoL”. En otra carta, del 27 de enero de 1887, también a Wischnewetski, insistía en las mismas ideas.  


Puede observarse que en estos pasajes existe una tensión entre la idea de “no ceder u ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización” (carta de enero de 1887), y la negativa a criticar exahustivamente a la dirección o el programa de los KoL. ¿Cómo se puede “no ceder” en una posición, si no se explica que se está en contra de una posición opuesta, o muy diferente? En cualquier caso, la táctica que recomienda Engels en estas cartas constituyó una fuente de inspiración para muchas corrientes que apostaron, o apuestan, a alguna forma de evolución espontánea del movimiento de masas. Una idea clave de estas orientaciones es que las críticas -y por ende, las diferencias políticas, ideológicas y teóricas- deben atenuarse, o en alguna medida disimularse para no entorpecer la evolución del movimiento de conjunto. Hay aquí un cierto temor de que los socialistas aparezcan ante las masas trabajadoras como sectarios y dogmáticos. De todas formas, éstos son los marcos más generales en que se encuadra la táctica, ya que existe todo un espacio que va desde militar como tendencia organizada dentro de una organización de masas, hasta participar a título individual, y sin identificación política, en un movimiento. Las intervenciones de los socialistas en el laborismo inglés, en la socialdemocracia europea, en los partidos comunistas europeos o en los movimientos nacionalistas del tercer mundo, cubrieron todo este amplio abanico de posibilidades. También, y en la misma vena táctica, hubo muchos llamados a la formación de “partidos obreros” amplios, en la esperanza de que fueran el puntapié inicial para avanzar a un partido obrero con un programa marxista. Incluso algunos pensaron que el partido Laborista en Argentina, en los 1940, habría sido “el primer intento de organización de organización política independiente de la clase” (González, 1974, p. 37). Con la tan repetida y anunciada “crisis del peronismo”, una y otra vez, a lo largo de la historia, se ha vuelto a adelantar la propuesta del “partido obrero” en Argentina. En la actual coyuntura política argentina, el tema cobra relevancia porque el mismo Moyano en algún momento ha especulado con la formación de un “partido de los trabajadores”.  


Naturalmente, esta orientación general también se puede aplicar a las unidades de acción. Ahora la idea será “no aparecer como sectario”, dar tiempo a que “el movimiento evolucione”, “poner en primer plano la necesidad de avanzar en medidas prácticas”, y similares. De ahí, por ejemplo, el concurrir a una marcha llamada por la burocracia, sin banderas, identificaciones políticas e ideológicas, etc.  


No existe tal ingenuidad  


El punto de vista opuesto es el que sostiene que no existe un movimiento obrero, o de masas, “ingenuo”, o desprovisto de ideología, y que por lo tanto no deberían albergarse ilusiones en que los programas y las direcciones pequeño burguesas o burguesas reformistas sean superadas con la mera movilización. Si bien la experiencia es importante y necesaria, no sería suficiente. La crítica y la clarificación de los objetivos son imprescindibles, sostiene este enfoque, porque la “experiencia” de la explotación no lleva a la conciencia de que hay explotación. Lo mismo puede decirse con respecto al Estado, y en general, con respecto a la civilización burguesa.  


Tengamos en cuenta que esta cuestión estuvo en el centro de muchas diferencias entre los socialdemócratas rusos, en los años prerrevolucionarios. La crítica de Lenin al llamado “economicismo” es, en esencia, la crítica a la idea de que desde el mismo movimiento, y por su mera experiencia, pudiera formarse una conciencia socialista, sin intervención de la teoría (ver ¿Qué hacer?). Pero más significativa para lo que nos ocupa fue la polémica desarrollada en la socialdemocracia rusa, en torno a la consigna de un “partido obrero amplio”. Es que durante 1906 y 1907 Axelrod, Larin y otros dirigentes del ala menchevique realizaron una intensa propaganda a favor de un partido obrero, y citaron las recomendaciones de Engels a los socialistas de EEUU. En oposición a esta política, el argumento avanzado por Lenin fue que en Rusia los trabajadores estaban sujetos a la ideología pequeño burguesa (y por lo tanto, a la ideología burguesa); que no había un movimiento de masas sin ideología o políticas definidas; y que los marxistas debían deslindar posiciones desde el inicio. Por eso, el llamado a un “congreso obrero” amplio beneficiaría a las corrientes pequeño burguesas “porque borra las diferencias entre el proletariado y los pequeños productores” (véase Lenin, 1969a, 1969b y 1969c).  


Observemos entonces que en este argumento el acento está puesto en que no existen los vacíos ideológicos, y que no hay independencia política al margen de los programas y las direcciones que se votan. Para unificar la construcción de un partido sería necesario unificar “la interpretación de los intereses y los objetivos de la clase” (Lenin), pero esto se revelaba imposible porque las diversas corrientes políticas de la clase obrera interpretaban de muy distinto modo los intereses de clase. Las líneas políticas eran irreconciliables.  


De nuevo, y naturalmente, este criterio se aplicaría a las unidades de acción. El punto de partida es que la unidad de acción no se hace con una masa “amorfa”, o “ingenua”; los trabajadores adscriben, o votan, corrientes políticas definidas porque coinciden, en lo esencial, con sus propuestas y programas; o porque las consideran el mal menor; o porque la consideran la única alternativa posible, dadas las circunstancias. En cualquiera de estas variantes (o una combinación de ellas), lo importante es que la situación no podría superarse colocando la crítica en un segundo plano, o desdibujando las delimitaciones de clase.  


¿Qué enseñanzas para el presente?  


Personalmente diré que estoy de acuerdo, en lo básico, con la vieja caracterización de Lenin, y el criterio que se deriva de ello. No existen los vacíos ideológicos en el movimiento de masas. Los trabajadores que “desconfían” o “rechazan” la unidad de acción con los socialistas, no lo hacen porque no conozcan el socialismo, sino porque están de acuerdo con programas, orientaciones y dirigentes políticos que son enemigos del socialismo. Y esto no se deja atrás con mera “práctica”, ni ocultando las diferencias que existen entre los marxistas y los defensores del sistema capitalista. Apuntemos también que en algunas organizaciones de izquierda se advierte incluso una cierta incongruencia, ya que sueñan con que todo el movimiento evolucione con la “práctica en común”, pero mantienen las más terribles polémicas con organizaciones de izquierda que defienden programas muy similares a los suyos. ¿Qué lógica tiene entonces el planteo “unitario”?  


En definitiva, la unidad de acción debe partir de reconocer que el movimiento de masas está dividido por posturas políticas e ideológicas. Precisamente, la táctica se plantea porque no es posible formar un partido en el que se disuelvan las diferencias. Muchos trabajadores en Argentina confían en Moyano, en Scioli, en Cristina Kirchner, en De Gennaro, en Binner, etc. Es imposible que estas diferencias desaparezcan por la mera “experiencia en común”. Pero al mismo tiempo es necesario luchar por reivindicaciones elementales (democráticas, económicas, etc.). En consecuencia, hay que hacer unidad de acción precisamente porque hay diferencias, y esto debería quedar claro, públicamente. No se puede andar con disimulos. Alguna vez Marx dijo que había que aprender a luchar sin ilusiones. Nunca mejor aplicada la recomendación a este asunto. Nadie debería engañarse acerca de la profundidad de las diferencias. Los proyectos políticos y las concepciones ideológicas entre un Moyano, para dar un ejemplo, y los marxistas, son opuestos. Si hay coincidencia en una acción, se coincide desde esas diferencias. Nadie puede acusar a los marxistas de “sectarios” porque no aplaudan a la sociedad burguesa.   


Dicho esto, es importante rescatar un aspecto que está contenido en las viejas recomendaciones de Engels. Se trata de que la intervención en el movimiento no debería hacerse desde criterios sectarios, anteponiendo las diferencias tácticas, o los intereses de grupos (sectas) a los del movimiento. Lo planteado en El Manifiesto Comunista sigue teniendo vigencia, en mi opinión. Los marxistas no se diferencian por lo táctico, sino porque presentan las perspectivas más generales, y un enfoque internacionalista. Para “bajarlo a tierra”, la diferencia no pasa porque los socialistas revolucionarios propongan alguna táctica o consigna “genial” (elaborada en la organización, en el Comité central, etc.). Tampoco pasa por ir a “romper” una movilización convocada en unidad de acción. En todo caso, si están dadas las condiciones para que las bases rompan con sus dirigentes, no hay necesidad de unidad de acción. En definitiva, los marxistas participan del movimiento, explican sus posiciones más generales, y defienden, en todo lo posible, la unidad para obtener, o defender, las conquistas elementales.  


Textos citados  


, E. (1974): ¿Qué es y qué fue el peronismo?”, Buenos Aires, Pluma.  

Lenin, N. (196a): “Prefacio a la traducción rusa del libro Correspondencia de JF Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros”, en Obras Completas, t. 12, Buenos Aires, Cartago.  

Lenin, N. (1969b): “La crisis del menchevismo”, Obras Completas, t. 11.  

Lenin, N. (1969c): “Los combatientes intelectuales contra el dominio de la intelectualidad”, Obras Completas t. 11. 

Marx y Engels, (1973): Correspondencia, Buenos Aires, Cartago. 

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“Unidad de acción, diferenciación política y marxismo“,...¡¡¡¡....



Written by rolandoastarita
24/12/2012 a 14:08
Publicado en General
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41 comentarios

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  1. Compañero Rolando. Su respuesta me parece correcta frente a la pregunta hipotética: ¿Deben los socialistas ocultar su identidad y amortiguar sus diferencias y críticas en los marcos de la unidad de acción? Evidentemente no. Pero el problema resulta ser como se concretiza frente al marco real en que se enmarca dicha respuesta. Lo que dice Solano es que la izquierda (básicamente los partidos que integran el FIT y satélites) se debía haber agrupado bajo las banderas del FIT, es decir, un frente electoral, cuya consigna de máxima es el ‘gobierno de trabajadores’ y si no nada, me empaco como nene caprichoso y pego el portazo. Eso sí, al otro día voy igual, no sea caso que el FIT pierda visibilidad, termine de palmar y no lo podamos resucitar después de las vacaciones, de cara al 2013. Agrega, además, el supuesto de que los obreros con ‘prejuicios’ son una ínfima minoría, algo que no se condice demasiado con el hecho que la mayoría de los trabajadores responden a ideologías y partidos que rechazan el socialismo y por ende, si tienen ‘prejuicios’. El punto es que, más allá de los seudoargumentos que hayan presentado en las conversaciones previas, los ‘participacionistas’ entusiastas (IS-PTS) (típicos paquetes de quienes se quieren mandar alguna maniobra , en este caso sobre el PO -ex entusiásta-) ninguna organización propuso que la izquierda debiera diluir su identidad o no formar bajo su propia bandera. Lo que dijeron es que las agrupaciones clasistas debían encabezar (incluso con los candidatos del FIT al frente, pese a no representar sindicalmente a medio obrero) bajo sus propias banderas ‘clasistas’ formando los partidos de izquierda detrás, por supuesto bajo sus propias banderas y consignas. Desde ya se sabía que IS no iba a entrar en el planteo, pero, lo concreto es que nadie propuso que los partidos se diluyan en la movilización o que solo intervengan como trabajadores en las columnas sindicales. Lo que se rechazó es que todo el mundo forme bajo la bandera del frente electoral, propuesta que hace el PO y ratifica Solano, con evidente reconocimiento de que se estaba frente a un acto de campaña, en que se disputa el futuro voto obrero en crisis con el kirchnerismo. Si respuesta, Rolando, es entonces correcta en términos generales, pero no se aplica frente a la realidad que tenemos bajo análisis, la cosa me parece más compleja que polarizar con el argumento de ocasión que critica PO, para suplantarlo con su propio argumento peregrino. Según su lógica, por ejemplo, Sobrero con los ferroviarios del Sarmiento, que no son todos de IS, ni todos votan al FIT, se debían haber encolumnado tras las banderas del FIT, por que a ellos se les ocurre que los que tienen ‘prejuicios’ son una minoría insignificante. Entiéndase que en esta polémica no estoy defendiendo a ningún grupo en particular, usted y los lectores se habrán dado cuenta hace rato, de como veo la situación de la izquierda, pero hay que dar respuesta al escenario concreto. Una última observación sobre la ‘unidad de acción’. Me parece que correctamente, desde que arrancó esta polémica, usted siempre haya hablado de ‘unidad de acción’ y no de frente obrero. Es obvio que aquí no solo hay clase obrera, sino, burocracia, pequeñoburguesía, fracciones de la burguesía, todo el asunto esta cruzado por una política de recambio burguesa, etc. Sería ilógico entonces, razonar como si se estuviera en presencia de este último y especialmente de partidos obreros de masas o sindicatos colaboracionistas y revolucionarios. Es otro escenario histórico. Lo digo por su alusión a ‘romper movilizaciones’. El frente único obrero fue una táctica concebida para una situación en que los comunistas no eran aún la mayoría dentro de la clase obrera. Era, según Trotski, una táctica para saltar desde, digamos, un tercio, a la mitad o los dos tercios que garantizarían acciones independientes de los reformistas. Como decía León, es obvio que si los comunistas están convencidos de que al lanzar sus consignas, las masas los seguirán, la cuestión del Frente Unido no se plantea. A su vez, bajo una política de Frente Unido, aún siendo minoría, la relación de fuerzas es tal que las consignas son, al decir de Zinoviev : ‘Un planteo a quemarropa a los dirigentes vacilantes para ser resuelto en 24 hs.’ Aquí, en cambio, tenemos dirigentes que llegan a afirmar muy seriamente en su prensa, que Moyano (cuando sacó el paro general) le hizo caso a Sobrero que lo había planteado ….. En el discurso del Primero de Mayo. Que le quiero decir. Las cosas son muy distintas. La izquierda no puede ‘romper movilizaciones de unidad de acción’ sencillamente por que su participación es enteramente secundaria. Aunque ayudó, y en algunos casos su movilización pesa, como en CTA, los paros habrían salido aún sin su concurso y las movilizaciones-actos, también. No cuenta aún con el necesario peso específico como para disputar y tampoco lo tiene como para romper aquello en lo que voluntariamente se mete, incluso si decidiera, como el PO no ir a la noche, para vestirse apurado al amanecer. En su última discurseada, Moyano se los dijo, no me vengan con eso de la revolución inconclusa, de no se que revolución, al ispa se lo hace trabajando (o alguna gilada por el estilo). ¿Cual fue la respuesta desde las huestes clasistas o de los partidos que, supuestamente, hicieron el 20 de diciembre?Silencio sepulcral. Como se condice esto con la ‘implacable diferenciación crítica’ que acompaña la unidad como la sombra al cuerpo. De verdad que no lo se. Puede ser que usted tenga razón y no quede otra que ‘acompañar’ estos ‘actos’, por que la relación de fuerzas no da para más y seguir trabajando pacientemente en la base. Es uno de los caminos posibles, pero no me resulta convincente. Habrá que ver como se sigue desarrollando la cosa.
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    AP
    24/12/2012 at 17:28
    • No me interesa debatir los problemas internos que pueda tener el FIT. No pertenezco a este frente, y no veo el sentido de discutir sus problemas tácticos dado que no coincido con su programa y estrategia.
      En la nota sólo busqué responder a la pregunta que usted formula: “¿Deben los socialistas ocultar su identidad y amortiguar sus diferencias y críticas en los marcos de la unidad de acción?”. Sólo me interesa discutir esta cuestión, porque pienso que puede ser de interés para algunos marxistas, y porque conecta con cuestiones que se discutieron en el movimiento socialista, y hoy pueden volver a estar planteadas (por ejemplo, alguien se puede ilusionar con la posibilidad de un partido obrero basado en sindicatos). No escribí la nota porque piense que pueda interesar, o servir, a las organizaciones del FIT. Éstas tienen sus polémicas, en las que no soy versado, ni deseo meterme.

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      rolandoastarita
      24/12/2012 at 17:54
  2. Compañero Rolando. No era mi intención tratar de involucrarlo en las polémicas del FIT u otros grupos. Además de innecesario en su caso, puede ser pesado, especialmente en vísperas de la cena navideña. Solo quise aclarar que la situación, reflejada en el artículo de Solano que dispara la duda del compañero lector y su ulterior respuesta no se condice con la exposición realista de los hechos, para lo cual hay que explicar un contexto, sobre el cual, especialmente compañeros de otros países, pueden formarse una idea equivocada y pensar que es ese el eje de la polémica o su motivación profunda. La discusión acerca del ‘partido amplio’ o ‘de trabajadores’ sigue teniendo cierta vigencia. El PTS lo venía levantando hasta hace poco. Ahora parece ocupar un lugar secundario. Lo del PPT de Moyano, no creo que pase del armado electoral para formar conspicua de alguna sábana opositora que vaya a formarse con miras al recambio, pero puede volver a poner en vigencia la discusión o alguna táctica por parte de organizaciones de izquierda. También hay otros planteos que creo son merecedores de discusión. Ante la desintegración que experimenta el FIT, Razón y Revolución, vuelve a levantar el planteo, esta vez dirigido a los socialistas en general, de ‘Partido único’ con tendencias y fracciones en su seno, como forma de aglutinar el disperso frente de las agrupaciones políticas y sociales que se identifican con el socialismo. Mas allá de quien lo plantee y siendo que no es la primera vez que surgen inquietudes de este tipo frente a la dispersión de fuerzas. Insisto, más allá de quien lo levante ¿Que opina de esta idea o de un llamamiento de este tipo?
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    AP
    24/12/2012 at 22:04
    • No conozco los argumentos de este grupo para convocar a la formación de un único partido. De todas maneras, no entiendo cómo se podría lograr una confluencia organizativa de aquellos “que se identifican con el socialismo”. Como siempre, hay infinidad de “socialismos”. Entre los que se reivindican socialistas están los que apoyan al gobierno K (de muchas maneras), y los que lo critican; los que defienden socialismos de tipo stalinista, y los que critican estos regímenes; los que identifican el socialismo con una especie de capitalismo de Estado, y los que no; los que abogan por organizaciones de tipo leninista, y los que no, y así podría seguir. Es imposible que todo esto pueda sintetizarse en una única organización. Incluso entre los partidos trotskistas, que en principio coinciden en muchos puntos esenciales, pareciera que no se avanza hacia unidad organizativa alguna; entonces, ¿cómo van a organizarse en un único partido maoistas, guevaristas, socialistas chavistas, trotskistas, socialistas de tendencias anarquistas, admiradores de Stalin, etc, etc.? De todas formas, digo esto en un plano general. Repito, no conozco cuáles son los argumentos de este grupo.
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      rolandoastarita
      25/12/2012 at 14:07
  3. El planteo, tiene antecedentes previos, pero irrumpe después del 19 y 20 D. como consecuencia del balance ‘fuga de la izquierda’. Textualmente es esto: ‘Llamamos a los partidos revolucionarios, y a todos los que tengan como horizonte el socialismo, a un congreso de la izquierda, donde se realice un profundo balance de todo lo actuado por el FIT y de las perspectivas de intervención conjunta. Reiteramos nuestra propuesta: un partido con fracciones y tendencias, que reúna al conjunto de la masa militante, único instrumento para poner en pie una alternativa real.’ Su antecedente directo era la propuesta de unidad de los tres partidos que integraban el FIT, más RyR (antes de que lo echaran) en un solo partido, con programa único, pero cuatro fracciones permanentes correspondientes a las entidades que lo conforman y además tendencias. Según el criterio expuesto, sería la única manera de generar un polo de atracción y unidad de la infinidad de grupos revolucionarios menores y compañeros revolucionarios dispersos que no entrarían a alguno de los partidos, pero su se verían alentados a hacerlo en una instancia unitaria de este tipo. Lo explican así: ‘El problema no es el programa. Ambos se declaran trotskistas, defienden el Programa de transición tal como se formuló originalmente, con la inclusión de campesinos y todo, tienen las mismas consignas generales, etc., etc. Ninguno de los dos habla de construir un ejército sino de fomentar la insurrección proletaria, ergo, tienen la misma estrategia. Tampoco es el núcleo de la divergencia la caracterización de la etapa, porque el PO se adapta a cualquier cosa, desde proclamar que la revolución está a la orden del día desde Lenin para acá, hasta hacer una campaña electoral donde no menciona una sola vez la palabra “socialismo”. Ni siquiera es, más allá de los chisporroteos verbales, una diferencia de orden táctico, toda vez que cuando los desocupados se mueven, como asambleas de desocupados o como fábricas ocupadas, justificándolo de modo diverso, ambos están allí, igual que están hoy en las comisiones internas de las fábricas combativas. ¿Cuál es la diferencia importante, entonces? Ninguna. No hay ninguna diferencia real que no pueda contenerse en el seno de la misma organización, algo que incluye a Izquierda Socialista, que ha hecho mutis por el foro, aprovechando el griterío de los otros.
    El problema real es la escasa presencia de la clase obrera en todos los agrupamientos de la izquierda revolucionaria. Esa mínima presencia, que comparada con la de los ’90 representa, sin embargo, un salto cualitativo, es la que no genera la presión suficiente para romper con el autismo propio de organizaciones que se referencian a sí mismas. Que esto es así lo muestra ese fabuloso proceso de unificación organizativa que se construyó en torno a la ANT a poco que el proletariado argentino dio muestras de voluntad política. Que no haya avanzado más no es el problema. El problema es que no hayamos aprendido nada de ello. Que la “guerra” trotskista no tiene ningún sustento se comprueba con la facilidad con la que abandonaron toda consideración estratégica gracias a Aníbal Fernández, es decir, al 1,5%. En estas condiciones, ninguna agrupación quiere la unidad. El PO porque cree que tarde o temprano se las tragará a todas y, como patrón de gallinero, se cree dueño de todas las gallinas. El PTS porque tiene miedo a su absorción por el PO. Izquierda Socialista porque teme ser fagocitado por cualquiera que pase cerca. Ese es todo el asunto.
    Esa es la razón por la cual propusimos la formación de un partido con tres fracciones, de manera que cada fuerza conservara su estructura y confluyera en una dirección general. Al mismo tiempo, la existencia de tendencias y grupos con cierta autonomía permitiría la confluencia de la miríada de organizaciones desparramadas por la geografía patria. Se puede pensar que una estructura así no suelda monolíticamente posiciones, pero eso no sucede nunca. En todo partido hay tendencias y fracciones de hecho, se expresen o no y eso no los debilita necesariamente.’

    Como se observa, la unidad de los principales partidos trotskistas es la precondición de una inclusión más amplia, que podría integrarse como ‘tendencias’ o grupos con cierta autonomía. Ante el fracaso de esta instancia, ahora el planteo se hace más amplio y es un congreso de partidos revolucionarios (a discutir un balance del FIT?) y a todos los que tengan como horizonte el socialismo.
    Compañero Rolando. El planteo me parece interesante, no por lo que vale en sí mismo, sino por que plantea el debate sobre los caminos posibles para la necesaria unidad de la izquierda revolucionaria. No se si usted la considera posible o incluso necesaria, caso contrario, cual sería el mejor camino para el agrupamiento de los revolucionarios. También si es posible un partido con tan alto grado de heterogeneidad interna.
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    AP
    25/12/2012 at 18:02
    • Pero yo no puedo opinar sobre qué les conviene hacer a los partidos trotskistas. Es un problema de ellos, si se unen o no, si solucionan sus diferencias o no. Lo que usted está planteando son cuestiones internas a ese movimiento. No veo qué tenemos que ver con esto los que no somos trotskistas. Para integrar una organización, hay que estar de acuerdo en el programa y varias cuestiones básicas.
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      rolandoastarita
      25/12/2012 at 23:26
  4. Rolando, los argumentos son estos. Absurdos y maniobreros, típicos de una ‘secta política’ que habla y ‘prescribe’ la desde el púlpito y desde el pedestal: http://www.razonyrevolucion.org/ryr/index.php?option=com_content&view=article&id=2219:la-izquierda-en-fuga-un-balance-del-papel-del-fit-en-relacion-a-las-jornadas-del-19-y-20&catid=234:comunicados-ryr
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    Armando
    25/12/2012 at 22:36
    • Compañero Armando. Le agradezco la referencia completa, aunque también hay que tomar en cuenta formulaciones anteriores, para ello he puesto una extensa cita en el comentario anterior. Me parece, por su rotunda y escueta caracterización que el planteo le parece despreciable, en el sentido de que no merece ocuparse del mismo. Pese a todo, no hay que perder de vista que, lamentablemente, el panorama de la izquierda argentina esta lleno de ‘sectas políticas que prescriben desde el púlpito y el pedestal’ y no obstante, son las que ocupan el espacio marxista y poseen, aunque débil, la mayor inserción en el movimiento obrero y se constituyen en la única propuesta electoral de izquierda. En base a este hecho es menester que quienes nos proclamamos marxistas, debamos ocuparnos de ellas y sus propuestas, aunque fuese en el plano de la crítica teórica, incluso si nos parecen ‘absurdas y maniobreras’. Pueden ser absurdas como respuestas y sin embargo remarcar el interrogante a resolver con una respuesta adecuada. Ejemplo, en mi opinión, en el espectro de la izquierda argentina sobran partidos y agrupaciones revolucionarias. Por solo tomar un caso de divisionismo sectario extremo, el autoproclamado trotskismo, podría bien concentrarse en un solo partido. En este plano, el planteo de R y R, no me parece absurdo. Sin tomar responsabilidad por ello, o sus consecuencias, creo recordar que el compañero Rolando alguna vez también planteó que sería lo más lógico. Incluso permitiría discutir a los que no comulgamos con muchos de sus presupuestos, de cara al movimiento obrero, con una sola corriente de pensamiento y acción, facilitando la clarificación. Sobre las razones de ese ‘divisionismo’ el argumento de R y R , tampoco me parece absurdo en cuanto remite a una lógica de preservación del aparato, se torna absurdo cuando responsabiliza este ‘autismo’ a la débil inserción en el movimiento obrero. De todos modos, insisto, lo importante de estos planteos es que ponen sobre el tapete el problema de la unidad de los revolucionarios y de las formas más convenientes que estas pudiera asumir. No importa si la solución que propone Ry R es restrictiva, maniobrera, imposible o directamente descabellada. La pregunta sigue en pié. Hay un cúmulo de organizaciones que no entraron en el juego K. Sí, las hay. Hay miles de compañeros revolucionarios dispersos sin organización. Sí, los hay. ¿Es correcto explorar la posibilidad de, tal vez no por medio de un partido único, pero sí alguna forma de organización, coordinar sus fuerzas en pos de objetivos comunes? ¿O debemos cerrarnos cada cual en nuestra quinta apostando al crecimiento de nuevas ideas? Le planteo esto como un interrogante. No tengo una respuesta cerrada al respecto.
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      AP
      26/12/2012 at 00:06
  5. Compañero Rolando. Entiendo que el asunto le parezca internista y no insisto más sobre el tema. Igualmente, RyR tampoco se proclama trotskista, aunque presentó críticas, suscribe el programa del FIT que, teóricamente debería ser trotskista. Que se yo, es algo que mucho no se explica. Pero en fin, dejemos de lado a los trotskistas, también dejemos de lado a los estalinistas, y por que no, a los foquistas y anarquistas (aunque hay unos cuantos fenómenos híbridos) nos queda un espacio ‘no trotskista-no estalinista-no foquista-no anarquista’ Supongamos que este espacio no sea una mera entelequia, sino, esté compuesto por pequeñas corrientes e individuos aislados ¿Le parece que sería conveniente que alguien tome la iniciativa de organizarlo? ¿Podría definirse este espacio en torno a un programa lo que implicaría la forma de partido? ¿O, de estar de acuerdo con lo primero, le parece que debería ser un agrupamiento en torno a un conjunto de premisas teóricas con amplia libertad de acción en cuanto a la intervención práctica? ¿Están incluso inmaduras estas ideas, por lo que enfrentaremos con lo que tengamos a mano los duros días por venir? No le exijo una respuesta taxativa, pido una opinión que, como siempre, no considero, una entre tantas.
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    AP
    26/12/2012 at 00:50
    • Primero, insisto en que no puede haber una organización en común si no hay acuerdo en cuestiones básicas, tales como un programa, una coincidencia en caracterizar la situación política, también en las orientaciones tácticas fundamentales y las formas organizativas. Todo esto no se soluciona mágicamente. Si no se soluciona, y se quiere unificar, rápidamente surgirán las dificultades. Por caso, el gobierno K estatiza YPF y la organización debe decir qué piensa del asunto; al día siguiente grupos de izquierda llaman a dar “apoyo crítico al gobierno en su lucha contra Clarín”, y de nuevo hay que dar posición. Y así de seguido. Por eso, si no existen acuerdos fundamentales, la unidad no se mantiene, aunque haya mucha buena voluntad. No digo que se deba acordar en aspectos tácticos (aunque lamentablemente, el sectarismo también lleva a enfrentamientos por tácticas menores), pero sí en cuestiones básicas.
      Lo anterior permite responde su segunda pregunta. Para que haya una organización política (esto es, para que sea más que un círculo de propaganda) debe haber gente dispuesta a formarla. Durante más de una década traté de avanzar en la construcción de una organización política, basada en muchas de las ideas que expreso en este blog. El resultado fue el fracaso. La causa fundamental es que prácticamente nadie coincide con estas ideas.
      En los últimos años la situación no cambió. Incluso diría que cada vez veo más militancia (incluso ex trotskistas) ganada por el programa del socialismo pequeño burgués estatista. Organizaciones, militantes e intelectuales consideran progresiva la pequeña propiedad capitalista frente a la gran propiedad capitalista; progresivo al Estado capitalista frente a la empresa capitalista; progresivo al capital nacional frente al capital extranjero; defienden regímenes stalinistas, o formas de organización stalinistas, etc. No veo la forma en que podría coincidir con esto. Es una realidad que por ahora no se modifica.

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      rolandoastarita
      26/12/2012 at 09:01
    • Compañero AP, estoy completamente de acuerdo con lo que dice Rolando más abajo. Cuando me refería a lo absurdo de las propuestas de esta organización (y que las pontifica desde el púlpito) quería indicar, por ejemplo, su reciente apoyo a los gendarmes en el conflicto salarial y a que existiría, según su eximio dirigente y gurú Eduardo Sartelli, una represión del Estado “buena”…No sé que les habrá parecido el envio de los mismos a ‘romper cabezas’ con motivo de los saqueos. No ví ninguna ‘autocrítica’ reflexiva por ahí de RyR…Esto me exime de mayores comentarios…Con gente así creo que no se podría compartir ninguna organización en común…Saludos.
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      Armando
      26/12/2012 at 21:04
  6. Coincido en que no hay posibilidades objetivas de grandes acuerdos entre organizaciones de izquierda. La prueba es que no se ha podido crear, si siquiera, un campo cultural en donde se establezcan debates más o menos leales, más o menos serios.
    Para acuerdos tácticos no hace falta ningún acuerdo especial, para establecer un campo fértil de debate en donde no se tenga miedo de “perder” el prestigio en la base, tampoco. Esto es parte de una cultura política que hay que construir y que es una tarea que excede en mucho las escasas fuerzas de las pocas personas que no están convencidas de que “su” organización es la revolucionaria, y acomoda a todas las demás entre las oportunistas o las sectarias.
    Con este panorama soy partidario (y quizás aquí discrepo con Rolo) de organizarse, de la manera que se pueda. La posibilidad de mantener viva ciertas ideas, de ejercitarse en el trabajo revolucionario en equipo, de formar discípulos, de formar un puñado de cuadros, de darle la posibilidad de contar con un pensamiento crítico a jóvenes que no se conforman con lo que hay, de poner en la agenda de la izquierda, ciertos debates, o de que alguna vez se pueda construir un partido, etc.. tiene que ver con organizarse en las mejores condiciones posibles.
    En cualquier ciudad del país, en las actuales condiciones, es más útil la actividad de 5 marxistas organizados haciendo lo que se pueda, que 5 compañeros que nunca se ven las caras, aunque piensen parecido y pretendan dar ciertas discusiones en le campo de la izquierda.

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    Roberto
    26/12/2012 at 09:37
  7. Entiendo, puede que las ideas estén, pero no dan más que para la formación de un grupo de propaganda. El salto a la ‘organización política’ no encuentra la masa crítica necesaria. Es todo un diagnóstico y me parece que de largo plazo. Igual, me parece exagerado decir que con estas ideas (me refiero a los ejes que expuso) no coincide prácticamente nadie. Lo que yo veo es que existen unos cuantos grupos y compañeros que tienen aceptación parcial y esto debería implicar un curso de discusión, por que de otro modo la ‘marginalidad’ no se va a romper. No confío demasiado en que esto pueda surgir solo de condiciones objetivas, de esperar que el sustento material de las viejas ideas experimente un quiebre definitivo. Para que la sociedad capitalista se expurgue al grado de que la contradicción ‘capital-trabajo’ se presente en su máximo grado de pureza y esto genere un reflejo ideológico incontrovertible (si es que esto es posible) se necesitaría mucho tiempo y a nosotros se nos va la vida. Hay que mantener el ‘hilo rojo’ del marxismo, pero también, como decía Bakunin, subir la cima y hacer tronar fuerte la campana.
    Saludos.

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    AP
    26/12/2012 at 10:44
  8. Muy buenas
    “Tampoco pasa por ir a “romper” una movilización convocada en unidad de acción. En todo caso, si están dadas las condiciones para que las bases rompan con sus dirigentes, no hay necesidad de unidad de acción. En definitiva, los marxistas participan del movimiento, explican sus posiciones más generales, y defienden, en todo lo posible, la unidad para obtener, o defender, las conquistas elementales.”
    NO comprendo bien su conclusion, si usted afirma que si las bases rompen con sus dirigentes no hay necesidad de unidad de accion, existe esta necesidad y obligación revolucionaria de trabajar sobre las bases , sabiendo que los dirigentes sindicales representan los intereses de la burguesia?
    Como militantes revolucionarios-con los pies sobre la tierra-no podemos reclamar clasismo a una clase obrera que se identifica con el peronismo, debemos trabajar sobre sus conciencias y ese implica marchar o establecer acciones conjuntas.

    En parte de su articulo hay algunas referencias de Lenin y Engels sobre el sectarismo,práctica que ambos teoricos rechazan, por lo que su conclusión no me queda muy en claro.
    Abrazo
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    26/12/2012 at 11:13
    • En las dos notas trato de explicar por qué los marxistas deben trabajar en sindicatos (y otras organizaciones de masas) a pesar de que sus dirigentes expresan muchas veces los intereses de la burguesía (o de fracciones de ésta, o del Estado capitalista, o de la pequeña burguesía, etc.). Esto implica realizar acciones en común por puntos que se consideren progresivos.
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      rolandoastarita
      26/12/2012 at 11:24
  9. Gracias, ahora me queda mas que claro y coincido con esa lectura:-)
    Abrazo

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    maloperobueno
    26/12/2012 at 11:34
  10. Estimado AP
    En primer lugar le digo que siempre leo con atención sus comentarios. Siempre tienen un contenido serio y siempre son respetuosos con quien no esté de acuerdo con Ud.
    En cuanto a la unidad de los revolucionarios que Ud. plantea, y después de algunas décadas de lidiar con este tema, he llegado a una posición absolutamente pesimista. Por lo menos en esta época.
    Mi conclusión es que las organizaciones trotskistas, por ejemplo, han llegado a un nivel tal de dogmatismo, sectarismo y rigidez en sus caracterizaciones que veo muy difícil que cambien. Tienen tradiciones absolutamente burocráticas y un miedo total a cambiar cualquier dogma de fe. Pareciera que pertenecieran a una Iglesia.
    En cuanto a los Programas, nunca los modifican de acuerdo a la realidad. El Comité Central es como el Papa: nunca se equivoca. En estas organizaciones el estudio permanente, científico, de la realidad brilla por su ausencia.
    Tienen una estructura de militantes profesionales, mantenidos por el partido, que me hace pensar que esta es una de las causas fundamentales de la burocratización de estas organizaciones. Su rigidez de pensamiento, al final y en última instancia, se basa en la defensa inconsciente del puesto.
    Con esto no quiero decir que son iguales a cualquier burócrata. Nada de eso. Siempre los he respetado -a los militantes profesionales- por su entrega a la causa, por su participación en las luchas, por su sacrificio. Pero también los he conocido, lamentablemente, en sus posiciones fanáticas, agresiones a compañeros que disienten, etc.
    Estoy de acuerdo con Rolando que para que se forme una organización común se debe estar de acuerdo en cuestiones básicas, fundamentales. Si esos acuerdos no existen, es inútil plantear dicha organización.
    La tradición dice que la unidad de las organizaciones se puede dar en situaciones revolucionarias, cuando existen acuerdos en cuestiones básicas. Valga aquí el ejemplo de la incorporación de Trotski y su gente al partido Bolchevique ruso en 1917.
    Saludos cordiales

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    La duda metódica
    26/12/2012 at 14:54
    • Compañero de La duda metódica, ante todo le agradezco su comentario, es un aliciente para seguir haciendo esfuerzos en pos de aportar al debate de los revolucionarios y también contribuir, con todas las limitaciones que se puedan tener, a la gestación de una cultura más tolerante entre compañeros. Lamentablemente, y creo que es una experiencia que puede hacerse extensiva a muchos compañeros, la lucha por la unidad de los revolucionarios, y no hablo de unidad omnicomprensiva, sino, de avances parciales en ese sentido, ha dejado muchos heridos en el camino, que, como usted dice, son absolutamente pesimistas para esta época y en algunos casos, aunque no el suyo, por la eternidad. Se solía decir antaño que la lucha por la construcción del partido revolucionario progresaba por ‘escisiones y fusiones’ dando por resultado un curso ascendente en la unidad y la concentración de grupos dispersos en verdadero partido político. Pues bien, desde hace décadas, el resultado viene siendo exactamente inverso y esto ha generado una ola de escepticismo respecto, no solo de la unidad entre partidos revolucionarios, sino, de la posibilidad misma de construir partidos revolucionarios, cuya materia prima no siempre es virgen, sino, por lo general, proviene de experiencias políticas anteriores y entraña la escisión individual o colectiva como precondición de la nueva unidad. Es aquí donde quiero detenerme. Yo también soy bastante escéptico acerca de la posibilidad de unir entidades históricas cristalizadas. Incluso de llegar a darse, lo cual es bastante improbable, sería notablemente prudente acerca de que las directrices con que esta unidad muniera a la clase obrera, fueran correctas y aportasen al objetivo revolucionario. La revolución no es una expresión moral de deseos (no solamente) sino, un programa científicamente elaborado y una caracterización adecuada de la realidad sobre la que opera. Caso contrario, se correría el riesgo de que, al decir de Lenin ‘una revolución conducida por estas gentes, perecería en forma segura, y además, harto merecida’. Por ello, es necesaria la unidad detrás de una teoría, un programa y una caracterización correctas. El punto es que, una vez definidas en rasgos generales, se ha de librar una lucha por ganar, tanto el espacio virgen de militancia, o por lo menos de contaminación sectaria, como aquel que se ha cristalizado y frente al cual, se requiere de una herramienta más poderosa y afilada y ello requiere de impactar sobre el vasto sector que está agarrado con alfileres y toda la corola del núcleo duro u aparato propiamente dicho. Esto, solo puede lograrse bregando por la unidad de aquellos que, siendo independientes, toman distancia de los viejos dogmas o prácticas, aunque no tengan una crítica acabada de los mismos o su razón de ser. Es la plataforma desde la cual se pelearía por la unidad de de los revolucionarios, no la unidad de los aparatos. Puede argumentarse que esto concluiría inevitablemente en la construcción de uno, o algunos nuevos aparatos, que también sufrirían la fragmentación, puesto que, hay poderosas razones objetivas que apuntan en ese sentido. Es un riesgo a correr. No veo que exista otro camino. Para combatirlo, la teoría también debe ser ‘de punta’ en materia de organización y debe ir hasta las raíces, no solo de las razones objetivas de la pertinaz reacción sectaria (según Marx. mientras el proletariado no esté en condiciones de dotarse de independencia política, la existencia de sectas, es, hasta cierto punto, justificada) sino, de las concepciones viciadas en materia del rol del partido respecto del poder. Pero ese es un tema que no puedo desarrollar aquí. Comparto enteramente su óptica en torno a que los partidos que se reivindican del trotskismo son entidades, digámoslo con todas las letras, sectarias y burocráticas, lo que no les quita mérito en materia de arrojo, lucha, o tesón militante. Es un lado oscuro, que dificilmente pueda reformarse, por su propio autoimpulso o por la mediación de una prédica externa y que se pone de manifiesto en el corporativismo de aparato escudado tras de una fraseología democrática, tan dulzona como falsa. Ciertamente, la defensa del aparato parte de las alturas y se irradia hacia abajo, convertida en ‘camiseta’ y ‘culto al líder’, también responde a la defensa de un estatus ‘intelectual’ y ciertos privilegios, aunque puedan ser la simple emancipación del trabajo y manutención a costa del partido. Pero a ello se llega, no por la ambición personal (no se descarta como excepción individual) sino, por una concepción acerca del rol del partido y en particular ‘la dirección’, que a su vez se nutre de tendencias profundas arraigadas en la sed de dominio y narcisismo, de las cuales, ninguno de nosotros, cuan humanos que somos, podemos escapar completamente. Para combatirlas, no alcanza con el catecismo de la democracia interna. Se requiere de un proletariado revolucionario, cuya mejor vanguardia, ennoblecida por el método marxista y sus principios humanistas, cuadros conscientes y formados, ejerza la función de vigilancia permanente, Mientras tanto, seremos los mejor que nos propongamos y podamos ser.
      Saludos revolucionarios......////.....

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