jueves, 15 de octubre de 2020

BORRADOR // RECONST. COMUNISTA; "" Alrededor del internacionalismo proletario: respuesta a los camaradas de Balanç i Revolució "".

 Hola-salud,...de Lmm,...desde es.esp. : "" COMO NO SE INGLÉS,...PUES NO ME ENTERO DE NADA,...VEO LAS FORMAS DE CONTAR Y DECIR SU DISCURSO,...¡¡¡. LE PONE SENTIMIENTO Y FORTALEZA,... ME IMAGINO QUE ESE DISCURSO, O SIMILAR ESTARÁ ESCRITO,...SI PUEDES DARME UNA RESEÑA DEL DISCURSO,...PUES LO LEERÉ,..¡¡¡¡.   GRACIAS POR TODO,...Y ABAJO TRUMP-PENCE Y VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIAL PROLET-POP. UNIVERSAL E INTERCULTURAL,...   facebook.com/chano2020/    lukyrh.blogspot.com            Lmm.,...))))....


RNL Show Ep30- Amy Coney Barrett+ Christian Theocracy+ Stealing the Election= Fascism! Stand Up...

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Episode 30 of The RNL Show—Revolution, Nothing Less! “Amy Coney Barrett + Christian Theocracy + Stealing the Elections = Fascism! Stand Up. Get in the Streets!” Andy Zee begins with a welcome to those who are stepping out into the streets and a hats off to Demi Lovato and her new song “Commander in Chief.” Today’s episode will get into what we are facing with the fascist rolling coup going forward with the fight to impose Christian fascism— concentrated in the hearings for Amy Coney Barrett. A fight that is being thinly disguised under talk of “religious freedom.” We will also get into what an abortion is and give a sense of how deeply this and birth control are being threatened. All this heightens the importance for us all to take on the call from RefuseFascism.org to grow day-after-day nonviolent protests across the country to demand Trump/Pence Out Now! Episode 30 features: -The pledge From Refuse Fascism, We Pledge: In the name of humanity, we refuse to accept a fascist America. -Update from Sunsara Taylor in DC on the ground during the Amy Coney Barrett hearings. -A powerful interview with Sunsara and Mark Joseph Stern, staff writer at SLATE.com covering courts and the law, about what is at stake in the confirmation of Amy Coney Barrett to the Supreme Court. -Video of a young Amy Coney Barrett supporter interviewed on the ground in DC followed by a short scientific video called “A Fetus Is Not a Baby.” -A Dispatch from The RNL Show team in LA reporting on Refuse Fascism LA’s dramatic 48-hour action calling attention to the immigrants who are still in cages, disrupting the normalcy and calling on others to take up the fight to drive the Trump/Pence regime out through voting in this election and most of all through mass sustained protest in the streets.



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Alrededor del internacionalismo proletario:

respuesta a los camaradas de Balanç i Revolució


La motivación de este documento es contestar desde el Movimiento por la Reconstitución como creciente conjunto a la respuesta crítica de los camaradas de Balanç i Revolució (BiR), recibida en diciembre del pasado año y que, además de apuntar al comunicado conjunto del Movimiento con motivo de las elecciones al Parlament del 27-S, que los camaradas de BiR suscribieron, continuaba el debate motivado por la discusión de dicho comunicado.

Al igual que los camaradas de BiR, “entendemos que es mejor ir siempre hasta el final; aclararlo todo con tiempo” (p. 51[1]), y más tratándose, como es el caso, de cuestiones de calado que atañen a los principios ideológicos del proletariado revolucionario. Esta comunión entre nosotros respecto a la crucial importancia del debate entre revolucionarios, de abordar hasta el fondo los matices y las diferencias de principio, nos anima en esta respuesta a la vez que nos insufla optimismo respecto a la feliz resolución de esta discusión. Tanto el tiempo como el espacio que dedicamos a esta contestación deben entenderse como expresión de esta consideración, así como del aprecio que guardamos hacia los camaradas de BiR y del deseo indudable de que podamos caminar juntos por la abrupta, pero luminosa y promisoria, senda de la reconstitución del comunismo y la revolución proletaria.

A continuación vamos a expresar calificativos ideológico-políticos indudablemente ásperos, pero que no son el resultado de ningún orgullo zaherido por la crítica anterior, sino que aparecen como el resultado necesario del contraste crítico, de desarrollar ciertas líneas lógicas ineluctables desde los presupuestos del marxismo. Insistimos, ello no menoscaba nuestro aprecio por los camaradas y nuestro deseo de profundizar la unidad política con ellos —inseparable, por supuesto, de la unidad de principios—, pues los errores que juzgamos cometen tienen una explicación objetiva que trataremos de exponer en el lugar apropiado de este documento.

Aun más, antes de empezar el apartado propiamente crítico de esta respuesta, nos gustaría alabar y saludar la voluntad unitaria y la presentación de su trabajo particular en tanto destacamento como una parte subordinada a un todo mayor (el trabajo del conjunto de nuestro Movimiento), expresadas por los camaradas de BiR al principio de su documento. Asimismo, queremos alabar y saludar calurosamente el espíritu crítico y el ánimo de debate que muestra el texto de los camaradas, sin dejarse intimidar por un supuesto principio de autoridad en el desarrollo de su razonamiento, extendiendo su crítica a las posiciones que juzgan erróneas, sin importar si han sido emitidas por algún destacamento con cierta solera en la Línea de Reconstitución (LR). Efectivamente, no hay ni puede haber entre nosotros ningún Aristóteles, ningún otro principio de autoridad distinto del contraste crítico y la coherencia racional de nuestra cosmovisión (inseparable de la experiencia histórica de la lucha de clases y la revolución proletaria).

Este espíritu científico es indudablemente saludable, siempre, no obstante, que no se caiga en una pelea por palabras, en logomaquia vacía, que sustituya a la lucha entre ideas, conceptos y políticas. Este defectuoso estilo de trabajo conduciría inevitablemente a la degradación del concepto de lucha de dos líneas, abocándonos a esa caricatura de intelectualismo donde a buen seguro gustarían de vernos nuestros enemigos obreristas. Y es que, efectivamente, los camaradas de BiR no tienen “ninguna duda que en toda la LR se comparte esta visión, estos elementos internacionalistas” (p. 52), que han sido fehacientemente demostrados en la práctica, como reconocen los camaradas de BiR cuando hablan de la “ocasión inmejorable para la intervención internacionalista de la vanguardia comunista y la solución de la cuestión catalana (9-N)” (p. 53). Cabe preguntarse, si no hay dudas y esto se ha demostrado en la práctica política, cuál es el origen de esta disputa, qué anima a los camaradas a prolongar la polémica. En cualquier caso, lo que aparentemente empezó por una disputa sobre matices de palabras (“fusión” o “síntesis”, “rector” o “liderazgo”), ha desvelado que, efectivamente, hay una lógica política tras ella, llegándose hasta una confrontación de principios. Y es que como decía Lenin:

“(…) toda pequeña discrepancia puede hacerse grande si se insiste en ella, si se coloca en primer plano, si comenzamos a buscar todas las raíces y todas las ramificaciones de la misma.”[2]

Efectivamente, los camaradas de BiR se han empeñado en buscar las “raíces y ramificaciones” de la disputa, escalando desde una aparente disputa por pequeñeces hasta alcanzar la cota de una lucha de dos líneas en el sentido fuerte y riguroso del concepto, esto es, un enfrentamiento entre dos concepciones del mundo opuestas, entre las concepciones de las dos clases principales de la sociedad contemporánea. Esto se refiere especialmente a la primera de las dos críticas que plantea BiR, la de la definición y el contenido del concepto de internacionalismo proletario, siendo a la que dedicaremos, con diferencia, más espacio y atención. La segunda, referida al Procés en Catalunya, tiene menos calado, pues se refiere a un tema de análisis de la realidad política, no a una cuestión de principios, y aquí la divergencia entre nosotros es prácticamente inexistente, pivotando casi completamente alrededor, esta vez sí, de una pelea por palabras (aunque hay que decir que en algunos matices, inevitablemente, se dejan ver efectos relacionados con la cuestión de fondo anterior).

I. La revisión del concepto de internacionalismo por BiR

Sin más prolegómenos, pasemos a atender a la raíz teórica de la polémica. Ésta, a nuestro juicio, se encuentra en la revisión unilateral por parte de los camaradas de BiR del concepto de internacionalismo que nos lega el marxismo y que es parte de su consistencia intrínseca como cosmovisión del proletariado en tanto clase independiente. Desde esta revisión, los camaradas desatan una tormenta de rigor lógico que, no obstante, les lleva a conclusiones erróneas. Y es que, efectivamente, si la premisa es errónea, la corrección formal del pensamiento no puede evitar conclusiones falsas. Si decimos, por ejemplo, “todos los hombres son inmortales”, podemos situar el segundo término del razonamiento, “Sócrates es un hombre”, y continuar con todo rigor hasta su culminación lógica, sin que ello impida ni por un instante el resultado de administrarle la cicuta al filósofo en su fría celda. Igualmente, estas premisas erróneas llevan a los camaradas a sugerir acusaciones, cuanto menos imprudentes, hacia la LR, como cuando dejan entrever que ella pueda verse aquejada de luxemburguismo o espontaneísmo. Subrayamos la cuestión del rigor lógico de la argumentación de BiR porque lo que sin duda alguna es en general una inestimable virtud intelectual, de la que los camaradas pueden congratularse, resulta en este caso un agravante, pues este vigor lógico hace aparecer las premisas de los camaradas perfectamente entrelazadas, sirviéndonos la semilla de una línea alternativa completa, algunas de cuyas primeras consecuencias empiezan a extraer, como veremos, los propios camaradas. En efecto, no se trata de errores aislados, cuya lenidad vendría de suyo dada por su propio aislamiento, sino de un engarce bien hilado y, por ello, potencialmente desarrollable a mayores de una forma coherente. Trataremos de continuar la lógica ineluctable de la argumentación de BiR a fin de mostrar sus desastrosas y liquidadoras consecuencias finales, que estamos seguros que los camaradas no han advertido.

El origen de la polémica y de la argumentación de los camaradas de BiR reside en su briosa afirmación de la inseparabilidad del internacionalismo y la democracia, siendo que conforman una unidad intrínseca, casi podríamos decir dada, puesta, inconcebible de forma separada y que no cabe observar como opuestos externos. Como señalan los camaradas:

“Nuestra crítica iba dirigida al hecho de contraponer democracia con internacionalismo, de establecer una relación externa y polarizada entre ellos.” (p. 51)

De este modo, los camaradas concluían sentenciosamente: “no hay internacionalismo sin democracia” (p. 51). Para ser más exactos, según BiR la democracia es un componente intrínseco del internacionalismo, que resultaría entonces de la combinación de aquélla con otro elemento. ¿Cuál es ese elemento? Los propios camaradas nos informan al respecto:

“Más sencillamente, el internacionalismo no puede sintetizarse con la democracia porque ésta ya es parte o momento de aquél; lo que se fusiona con la democracia es el espíritu universal de la clase de los explotados, que no es lo mismo que internacionalismo.” (pp. 51-52)

Como vemos, el otro elemento lo constituye “el espíritu universal de la clase de los explotados”. Desde aquí, los camaradas nos dan una muestra de esa consistencia argumental indicada cuando señalan que la identificación de este espíritu con el internacionalismo sería luxemburguismo, del mismo modo que, en consonancia, su separación de la democracia nos haría reos del mismo error. En definitiva, los camaradas de BiR nos presentan su concepción de internacionalismo en lo que podríamos resumir con una sencilla fórmula: “espíritu universal de la clase de los explotados” + democracia = internacionalismo (entendemos que proletario, como indican, por ejemplo, sin mucha insistencia los camaradas en la misma primera página [p. 51] de su documento, siendo este tipo de internacionalismo el único que puede ser objeto de nuestro interés desde el punto de vista de una polémica de principios en el seno de la vanguardia proletaria).

Toda la cuestión estriba en esta fórmula y en qué entendemos por ese “espíritu universal de la clase de los explotados”. Consecuentemente con la posición que este concepto ocupa en la argumentación de los camaradas, así como por la relación explícita que ellos mismos establecen, podemos entender que este “espíritu universal” cabe identificarse y asimilarse con la conciencia de clase en sí del proletariado, con la conciencia que emana de su posición objetiva en el proceso capitalista y con su movimiento económico y espontáneo. Para probar que esta interpretación no emana de alguna extralimitación deductiva por nuestra parte[3], veamos cómo la sitúan los propios camaradas. En primer lugar, aparece en esa operación de equiparación entre este “espíritu universal” y el internacionalismo, propia, según los camaradas, del “’internacionalismo’ vulgar luxemburguista”:

“Identificar ambos términos es precisamente luxemburguismo, pues implica que el tratamiento revolucionario de la cuestión nacional, el internacionalismo, puede realizarse desde ese carácter universal del proletariado directamente, cuando lo cierto es que esto es solo una base que necesita el elemento democrático como mediación para alcanzar la unidad dialéctica superior internacionalista.” (p. 52)

Efectivamente, con todo rigor cabe situar que la base fundamental de los errores de Rosa Luxemburgo, común en mayor o menor medida entre el grueso de la izquierda de la II Internacional, es el doctrinarismo obrerista, el considerar que la clase obrera, por su situación objetiva dada y en su movimiento económico-espontáneo como tal, es en sí y de por sí revolucionaria. El que los camaradas invoquen el nombre de Luxemburgo para hablar de un “internacionalismo vulgar” identificado con el “espíritu universal de los explotados” indica con claridad que éste no es otro que ese movimiento económico-espontáneo. Aun más, la gráfica referencia, de nítidas resonancias infraestructurales, a que éste es “sólo una base” que “necesita el elemento democrático” para operar, refuerza ese carácter objetivista y económico que referimos. Pero los camaradas hacen también una vinculación explícita. En efecto, cuando critican el “desacierto” del posicionamiento de los camaradas del Movimiento Anti-Imperialista (MAI) ante el 9-N y sacan desafortunadas conclusiones acerca del supuesto espontaneísmo implícito en el mismo, los camaradas de BiR señalan:

“(…) el internacionalismo se presenta ya de por sí como un supuesto espíritu universal esencial del proletariado al que solo hace falta unir algo externo (el aspecto democrático) para tener un internacionalismo ‘verdadero’. Como si hubiera un internacionalismo genuino a la clase en sí que tuviera que elevarse, añadiéndole democracia, a un internacionalismo de verdad.” (p. 52)

Como vemos, clara y explícitamente, el furor anti-espontaneísta y anti-esencialista de los camaradas vincula directamente ese “espíritu universal” con la “clase en sí”. De ahí parte consecuentemente toda su crítica a las supuestas concesiones —o, cuanto menos, apertura— de la LR al espontaneísmo[4].

En definitiva, se trata de que ese “espíritu universal de la clase de los explotados” está caracterizado por la espontaneidad y la ausencia de conciencia (obviamente, en el sentido leninista, plenamente restaurado por la LR, del concepto y que, sin duda, los camaradas comparten, que define la conciencia por oposición a la espontaneidad[5], como conciencia revolucionaria, para sí, lo cual, por supuesto, no quiere decir que los momentos del proceso de la materia social estén exentos de algún tipo de subjetividad, de algún tipo de conciencia de sí). Precisamente, esta identificación de los camaradas representa la frágil base de su castillo de naipes conceptual que al desmoronarse les hará incurrir exactamente en los mismos “desaciertos” que achacan a la LR. Y es que, efectivamente, qué es el movimiento económico-espontáneo de la clase obrera con únicamente conciencia en sí sino el movimiento burgués del proletariado. Lenin es claro e insistente al respecto; permítasenos citarlo extensamente:

“Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su movimiento, el problema se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio (…). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea separarse de ella significa fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha precisamente hacia la subordinación suya a la ideología burguesa (…) pues el movimiento obrero espontáneo es tradeunionismo (…) y el tradeunionismo no es otra cosa que el sojuzgamiento ideológico de los obreros por la burguesía.
(…) también nosotros, como todos los burgueses del Occidente de Europa, queremos incorporar a los obreros a la política, pero sólo y precisamente a la política tradeunionista y no a la política socialdemócrata. La política tradeunionista de la clase obrera es cabalmente la política burguesa de la clase obrera.
(…) todo culto a la espontaneidad del movimiento de masas, todo rebajamiento de la política socialdemócrata al nivel de la política tradeunionista significa precisamente preparar el terreno para convertir el movimiento obrero en un instrumento de la democracia burguesa. El movimiento obrero espontáneo sólo puede crear por sí mismo el tradeunionismo (y lo crea de manera inevitable), y la política tradeunionista de la clase obrera no es otra cosa que la política burguesa de la clase obrera.”[6]

Tenemos, pues, que el primer término que operan los camaradas de BiR en su fórmula para derivar el internacionalismo es un elemento inequívocamente burgués, el proletariado en su movimiento social como variable del capital. Tanto Lenin como la historia del movimiento obrero, como también la realidad que nos circunda, muestran fehacientemente su carácter burgués, cuyo desvelamiento y puesta en claro es, precisamente, uno de los arietes de la LR. Pero, ¿qué hay del segundo término? Ése que operaría la “mediación” hacia la “unidad dialéctica” consumada del internacionalismo, esto es, la democracia. Aquí debería haber menos dudas al caracterizarla como un inequívoco principio burgués, y no sólo eso, sino como el principio político burgués por excelencia. Por si acaso, otra vez Lenin vuelve a clarificarlo:

“En general, la democracia política no es más que una de las formas posibles (aunque sea normal teóricamente para el capitalismo “puro”) de superestructura sobre el capitalismo.”[7]

Efectivamente, no sólo es que sea un principio político burgués, sino que es el “normal teóricamente” para el “capitalismo puro”. Evidentemente, en una discusión teórica, de principios, como en la que estamos embarcados, esta indicación de Lenin es particularmente relevante. Y es que no debería ser difícil comprender que la premisa de la producción capitalista es el intercambio mercantil, que emana de la división social del trabajo entre productores independientes, esto es, que la unidad y homogeneidad del proceso capitalista procede dialéctica e intrínsecamente de una heterogénea pluralidad de productores-propietarios de base. Consecuentemente, la superestructura más consistente respecto a esta base es la fundada en el pluralismo político, en la igualdad formal de todas las manifestaciones políticas[8].

En definitiva, la propuesta para la conceptualización del internacionalismo de los camaradas de BiR pretende hacerlo derivar de la suma “dialéctica” del movimiento económico-espontáneo del proletariado y la democracia. Subrayémoslo, de la suma de un movimiento burgués y un principio político burgués resultaría, según BiR, el internacionalismo ¿proletario? Esto, camaradas, no es dialéctica, ¡esto es alquimia! ¡De la combinación de diversos latones burgueses emanaría transmutado el oro proletario! Ello lleva a caer de lleno a los camaradas de BiR en eso que denuncian, como hemos visto con su sugerencia de que la LR daría pábulo a una concepción “esencialista-espontaneísta” del proletariado, al que sólo habría que “unir” la democracia para tener, no sólo un internacionalismo más “verdadero”, sino, en este caso, el único concebible. Y no sólo caen en ella, sino que la empeoran, porque deniegan la sustantividad del elemento proletario revolucionario, su preferencia, que en su fórmula ya no aparecería como elemento primario e independiente, sino como el producto de la combinación de los elementos inmediatos del mundo burgués, esto es, servidos hic et nunc, aquí y ahora, por la estructura sociopolítica del régimen burgués.

La conclusión política inmediatamente necesaria es que los camaradas incurren de lleno en una desviación nacionalista. Y es que si seguimos la lógica ineluctable por ellos planteada, no es que la democracia sea para BiR un componente intrínseco del internacionalismo, no es que ella sea un elemento inseparable de éste, sino que lo agota y se identifica con él, es decir, la democracia subsume el internacionalismo, éste es disuelto en ella. Efectivamente, si la plataforma objetiva de toda operación internacionalista es el proletariado en tanto objeto, en tanto variable “económica inconsciente”, que, insistimos, “sólo es la base” para la operación democrática, tenemos que esto, la democracia, es lo que corresponde a la esfera de la actividad, al plano de la acción política de la vanguardia; es precisamente la democracia lo que viene aportado por el factor consciente. BiR, en su cruzada anti-espontaneísta y debido a lo erróneo de sus premisas, ha acabado presentándonos con toda seriedad la teoría revisionista del despegue del proletariado desde su conciencia en sí a la conciencia para sí, degradándola incluso, pues en el elemento mediador brilla por su ausencia cualquier contenido teórico-ideológico, cosmológico, sino que éste es un instrumento genuinamente político, la democracia, que remite inmediatamente a la esfera del Estado. Resulta así abierta de par en par la puerta para un reduccionismo pragmático-politicista de la actividad y el papel de la vanguardia proletaria, muy habitual durante el ocaso del Ciclo de Octubre: la política por la política, hija legítima del movimiento por el movimiento, elementos ambos perfectamente representados en la fórmula “internacionalista” de los camaradas.

Y decimos que es una desviación nacionalista, porque, precisamente, ¿a qué se refiere la democracia en la cuestión nacional? Los propios camaradas nos responden:

“(…) el internacionalismo exige la democracia (el contenido democrático, el derecho a la autodeterminación, la igualdad de derechos nacionales, etc.) en síntesis con la tarea revolucionaria de fusión en un movimiento único internacional.” (p. 51)

Ya vamos viendo en qué consiste esa “tarea revolucionaria” de “síntesis” en la concepción que nos presentan los camaradas, y tendremos oportunidad de hablar más de ese contenido del “movimiento único internacional” al que se refieren, pero, efectivamente, como bien señalan los camaradas, la democracia en la cuestión nacional es eso: igualdad de derechos entre las naciones, derecho a la autodeterminación, que, como nos enseña Lenin, se refiere exclusivamente al derecho político de la nación a formar un Estado propio[9]. Así pues, evidentemente, la democracia en la cuestión nacional y su manifestación suprema, el derecho de autodeterminación, tienen como horizonte necesario el Estado nacional. Esta verdad no se refiere, además, exclusivamente a un concepto meramente positivo-politológico, sino que tiene una profunda carga histórica, pues, efectivamente, nación y democracia son conceptos íntimamente emparejados por la experiencia histórica, el apogeo de cuya comunión viene dado por la era de la revolución democrática burguesa[10]. Como vemos, los camaradas identifican el internacionalismo con el elemento democrático, haciendo pivotar alrededor de éste la actividad consciente de la vanguardia, siendo, además, que es un concepto político que se refiere fundamentalmente al plano del Estado[11], y que, como vemos, centrado en el tema concreto de la cuestión nacional, apunta con toda la poderosa inercia del proceso histórico hacia el Estado nacional.

Los propios camaradas de BiR reconocen, en una nueva muestra de ese rigor lógico que les caracteriza, esta deriva, la implacable fuerza arrastrante de la potente carga histórico-material que guardan los conceptos políticos —y en la que se han visto atrapados—, cuando empiezan a disponer algunas de las consecuencias necesarias de sus planteamientos de partida:

“Además, en la fórmula de internacionalismo con democracia, queda al aire un internacionalismo entre no iguales: un internacionalismo unitario en desigualdad de condiciones. Y esto, como sabemos, da pie a multitud de concepciones: internacionalismo ‘parcial’, ‘imperialista’ con aquellos que solo comparten una situación económica/política dada, internacionalismo ‘vulgar’ luxemburguista, etc.” (p. 52)

De este modo, los camaradas nos advierten contra un “internacionalismo entre no iguales”. Desde la posición del proletariado como clase independiente, desde la posición del comunismo revolucionario, la primera reacción ante esta prevención de los camaradas no es otra que la de la perplejidad y el estupor: ¿acaso esta “no igualdad” no es lo que hay en nuestro mundo? ¿Acaso no existe la opresión nacional? La precaución y alerta ante esta criatura del “internacionalismo entre desiguales” conduce, con toda evidencia, necesariamente a la búsqueda y la proclamación de la necesidad de un internacionalismo entre iguales. ¿Y qué puede ser éste si usamos con propiedad las herramientas de las que nos ha dotado BiR, con toda su carga histórica y el lugar preciso que ocuparían en la concepción marxista? Por usar el rigor lógico con que nos han aleccionado los camaradas, ello, la necesidad de un internacionalismo entre iguales, fruto necesario de la subsunción del internacionalismo en la democracia y de la inercia política estatal de este concepto referido a la cuestión nacional, en la afortunada expresión que ellos mismos emplean, “daría pie”, desde el punto de vista programático, a la proclamación y necesidad estratégica de Estados nacionales, a su emergencia por doquier como tarea proletaria, para asegurar la “igualdad democrática-nacional” entre los obreros, como paso previo al socialismo, siendo previo precisamente para evitar la existencia de desiguales nacionales, de nacionales que hayan carecido de Estado propio en tanto tales, que empañen este socialismo. La otra posibilidad es peor aún (aunque puede que más congruente con la “inseparabilidad internacionalismo-democracia”), pues desfiguraría y vaciaría completamente el contenido cualitativo del socialismo como estadio de transición a la sociedad comunista, como proceso de disolución de las naciones, y sería designar el socialismo como el lugar para el cultivo de este “internacionalismo entre iguales”, etapa histórica que, por tanto, debería dar lugar al florecimiento de las naciones, a su pleno y verdadero desarrollo, lo que nos situaría de lleno en las posiciones del austromarxismo combatidas por los bolcheviques[12].

Y es que, como vemos, los camaradas sólo avituallan a la vanguardia proletaria con lo dado, con el movimiento social burgués y los principios políticos burgueses; no sitúan el elemento proletario de forma revolucionaria, esto es, independientemente, sino como subproducto de eso dado. Situado el factor consciente-transformador en el apartado político-democrático, encorsetado en el politiqueo maniobrero “creador”, sólo queda, consecuentemente, una transformación de corto vuelo, más cuantitativa que cualitativa, dedicada a reordenar lo dado para que sea lo más igualitario posible, que deje lo menos posible a la “no igualdad” entre eso dado, las naciones en este caso. Con toda lógica y coherencia, emergen inquietudes sobre la “desigualdad” del internacionalismo proletario, sólo razonables si se ha abandonado el punto de vista de clase, independiente de lo dado inmediatamente, y se escora uno hacia el radicalismo pequeño-burgués, de reordenación “radical” de lo inmediatamente puesto, sin trascenderlo, sin superar sus presupuestos, nacionales en este caso, pero cuya lógica es proyectable a todos los campos que permita una cosmovisión íntegra. En definitiva, la introducción de un concepto genuinamente burgués en el corazón de un principio sustantivamente proletario y la sublimación del primero en tanto base del elemento subjetivo de actividad consciente escoran, desvían, lógica y necesariamente, el tratamiento proletario revolucionario de la cuestión nacional hacia el aspecto secundario de su dialéctica, hacia los derechos de las naciones y su igualdad. Y es que, efectivamente, toda la problemática de los camaradas está orientada al “tratamiento” (p. 52) de la cuestión nacional, a la resolución de su dimensión política, y con su insistencia en la inseparabilidad de la democracia y el internacionalismo, obvian precisamente la condición de ese tratamiento y se desentienden de la fundamental indicación de Stalin:

“Eso [la defensa consecuente del derecho de autodeterminación], naturalmente, no quiere decir que la socialdemocracia vaya a defender todas las reivindicaciones de una nación, sean cuales fueren. (…) El deber de la socialdemocracia, que defiende los intereses del proletariado, y los derechos de la nación, integrada por diversas clases, son dos cosas distintas. Los derechos de las naciones y los principios de la socialdemocracia pueden ir o no ‘ir en contra’ los unos de los otros, de la misma manera, por ejemplo, que la pirámide de Cheops y… la famosa Conferencia de los liquidadores. Son, sencillamente, magnitudes incomparables.”[13]

Para los camaradas de BiR, como vemos, no sólo no son “magnitudes incomparables”, sino que forman una unidad orgánica inextricable. Las consecuencias políticas a que “da pie” esta concepción de BiR son ineluctables y necesarias, y las inquietudes dimanantes, expresadas elocuentemente por los camaradas, lógicas y coherentes. Sin embargo, ello desvía el eje de la posición proletaria en la cuestión nacional, como vemos, hacia el aspecto del derecho de las naciones, cuya sublimación, con esa operación de incardinación central en el aparato de principios del proletariado, ¿en qué acabaría diferenciando el internacionalismo proletario del “internacionalismo” de los Movimientos de Liberación Nacional capitaneados por la pequeña burguesía radical? Ellos también están dispuestos a hablar de una “solidaridad internacional”, de un “internacionalismo”, eso sí, sobre la premisa innegociable de la igualdad (de su erección en Estado) de sus respectivos cotos y valladares nacionales. Ellos son los campeones de ese “internacionalismo entre iguales”, proyección del mundo burgués dado y de la centralidad histórica que en él ocupa la figura del Estado-nación[14]. Incluso, como buenos positivistas –en tanto sometidos a lo dado, a lo puesto—, los nacionalistas radicales pueden ignorar la carga histórico-material, colmatada por la lucha de clases, que el concepto de internacionalismo tiene para el proletariado, y escudarse, en un ejercicio de vulgaridad y pobreza conceptual, en su descomposición analítico-semántica: internacionalismo significa entonces entre naciones, en la que éstas son la premisa de cualquier relación subsiguiente[15].

Más aun, pues, como hemos señalado, el buen engarce conceptual, aunque parta de premisas erróneas, de los camaradas permite extender su lógica argumental más allá de la cuestión nacional –basta con sustituir internacionalismo por marxismo y hacer derivar éste, como desgraciadamente hacen los camaradas, de lo inmediatamente dispuesto por el mundo burgués—, ¿qué diferenciaría, entonces, este internacionalismo-marxismo respecto de la socialdemocracia? Y ello tanto en el plano semántico, esto es, “añadir” democracia al movimiento social, como históricamente, es decir, identificar el socialismo con la democracia.

II. En torno al internacionalismo proletario y la posición del marxismo

Ya estamos viendo que ese aparentemente pequeño desplazamiento de la democracia que operan los camaradas, desde la exterioridad respecto a lo sustantivamente proletario a imbricarla en el seno mismo de éste, abre la puerta, “da pie”, a gigantescos corrimientos de tierra cuando desarrollamos esa lógica operativa en el plano más amplio, históricamente significativo, de la política proletaria general y de los elementos que deben configurar su programa revolucionario. Y es que, efectivamente, como decía Lenin, la época de definición de los matices es crucial y puede determinar el recorrido del movimiento revolucionario del proletariado por décadas. Aún tendremos tiempo de sondear más consecuencias sísmicas de este matiz, de este desplazamiento que opera BiR, en otros elementos cruciales del aparataje político del proletariado.

Más arriba, empezábamos la crítica de la posición de los camaradas de BiR señalando el, a nuestro juicio, origen de su error, que no era otro sino la revisión unilateral del concepto de internacionalismo propio del marxismo. Ya hemos ido adelantando algunos de sus elementos en la crítica desarrollada hasta ahora, pero veámoslo ejemplificado en una definición de los clásicos. Así, por ejemplo, dice Stalin:

“En este momento difícil incumbía a la socialdemocracia una alta misión: hacer frente al nacionalismo, proteger a las masas contra la epidemia general. Pues la socialdemocracia, y solamente ella, podía hacerlo contraponiendo al nacionalismo el arma probada del internacionalismo, la unidad e indivisibilidad de la lucha de clases.”[16]

Efectivamente, como vemos, Stalin sitúa al lado “internacionalismo” y “unidad e indivisibilidad de la lucha de clases”. Stalin es reo del mismo “desacierto” cometido por la LR, al no situar el elemento democrático en la definición de principio del concepto, sino que, en todo caso, la democracia tendría que operar posteriormente, a modo de elemento “externo” y “polarizado”. Así, la fórmula de Stalin aparece, a diferencia de la de los camaradas, más monolítica, más orgánicamente unitaria: unidad e indivisibilidad de la lucha de clases = internacionalismo.

La cuestión que se plantea inmediatamente es: ¿de dónde emana esta conciencia —subrayamos la palabra, adelantando acontecimientos, para remarcar el significado fuerte, riguroso, de conciencia desde la óptica leninista— de unicidad de la lucha de clases? Los camaradas de BiR parecen sugerir que esta conciencia surge del movimiento económico-espontáneo del proletariado, de su conciencia de clase en sí:

“En las condiciones actuales, en los inicios, como sucedió en la experiencia de los bolcheviques, tenemos que luchar contra toda espontaneidad y poner al orden del día la creación consciente, su papel rector: un internacionalismo creador, que de forma original conjuga las tareas unitarias con las tareas democráticas para formar un único movimiento internacional revolucionario, y no un internacionalismo supuestamente ya en el ‘corazón’ de la clase que hace falta desvelar y acabar de pulir añadiendo la democracia.” (p. 52)

Evidentemente, a estas alturas, ya hemos visto que ese saludable ensalzamiento anti-espontaneísta de la conciencia y el canto al “internacionalismo creador” han quedado bastante desdibujados por la significación y contenido objetivos de los elementos que los camaradas ponen a disposición de las maniobras de la vanguardia. Desgraciadamente, son los camaradas los que entonan objetivamente un canto al espontaneísmo tras toda esa fraseología “consciente”. Pero ya abundaremos aun más en ello; fijémonos ahora en esa “conjugación de las tareas unitarias con las tareas democráticas”. Independientemente de que el verbo “conjugar” ya sugiera ciertas connotaciones de exterioridad entre ambos planos, podemos ver que respecto a las “tareas democráticas” el desvelo de los camaradas está claro: ellas son las que enarbola la vanguardia en su actividad consciente, celosa y prevenida contra cualquier “desigualdad internacionalista”. Pero, ¿qué hay de las “tareas unitarias”? Los camaradas de BiR no nos dan más opción en su texto que identificar éstas como una demanda del movimiento espontáneo de la clase obrera. Y, efectivamente, ello es perfectamente coherente con la lógica conceptual por ellos esgrimida. Precisamente, este movimiento “económico e inconsciente” de la clase obrera era, en tanto “espíritu universal”, el otro elemento que se conjugaba con la democracia para dar el internacionalismo que, en tanto producto consciente, no estaba al principio de su fórmula, en una tremebunda exterioridad respecto a la democracia, sino que sólo aparecía al final de la misma, como producto de la conjunción de esos otros elementos. Consecuentemente, con todo el rigor lógico propio de los camaradas, podemos concluir que las tareas unitarias vienen identificadas con el movimiento económico-espontáneo del proletariado. Ante esto, es lícito preguntar ¿quién dibuja “un internacionalismo supuestamente ya en el ‘corazón’ [en su esencia objetiva como clase económica] de la clase que hace falta desvelar y acabar de pulir añadiendo la democracia”? No son otros que, desgraciadamente, los camaradas de BiR.

Cabe inquirir, acaso, si esa conciencia de unidad de la lucha de clases surge precisamente de ahí, de la conciencia en sí del proletariado sostenida por su movimiento económico-espontáneo. La experiencia histórica del último siglo de lucha de clases y de andadura del movimiento obrero demuestra rotunda y fehacientemente que no, que en sí mismo, dejado a sus condiciones objetivas “puras”, a su espontaneidad, el movimiento económico de la clase obrera deviene necesaria e inevitablemente en movimiento corporativo y, dado el tema que nos ocupa primariamente, nacionalista. Por si la aplastante evidencia de la realidad circundante no bastara, dejemos que hablen los teóricos de este movimiento, algunos de ellos nada exentos de lucidez y perspicacia (sólo cabe, a este respecto, lamentar la mediocridad de los revisionistas actuales, pésimos adversarios para la forja de las armas teóricas del futuro Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial). Citemos con cierta extensión al conspicuo teórico socialdemócrata, destacado representante de la escuela austromarxista, Otto Bauer:

“En la medida en que la clase obrera se conquista una participación más intensa en los bienes culturales, cae con mayor intensidad en cada país bajo la influencia de su herencia cultural nacional específica, de su tradición cultural específica.
Pero de todos los movimientos históricos que así generan la nación moderna de la era capitalista, el movimiento obrero es, con mucho, el de mayor significación. Su efecto inmediato resulta ya enormemente grande. Es él quien expugnó para los obreros una abreviación tal de la jornada laboral que incluso puede penetrar en ellos un pedazo de nuestra cultura nacional; quien elevó el salario de los obreros hasta tal punto que la plena depauperación física y espiritual no los excluye totalmente de la comunidad cultural de la nación.
(…) Ahora bien, esta política evolucionista nacional [no sólo el desarrollo de la nación, sino el desarrollo del conjunto del pueblo en nación] es la política de la moderna clase obrera. (…) A este fin sirve ya la política democrática del proletariado.”[17]

¡El movimiento económico-espontáneo de la clase obrera como principal factor nacionalizador de masas, al servicio de lo cual está la “política democrática” del partido obrero! Sobran las palabras sobre algo refrendado por toda la experiencia histórica posterior. Como vemos, el “internacionalismo creador” que nos proponen los camaradas de BiR, lejos de toda originalidad, es un camino ya muy trillado y cuyos efectos conocemos sobradamente.

La cuestión es, pues, si esta conciencia propia del internacionalismo proletario no surge del movimiento económico-espontáneo de la clase, de dónde emana. La respuesta es que de un principio superior y anterior. Económicamente surge de la creciente universalidad de las condiciones y relaciones de producción capitalista, que es, parece, el único aspecto que, en su desnudez inconsciente y con una perspectiva errada, observan los camaradas de BiR. Pero éste es sólo un aspecto; y es que históricamente el internacionalismo precede al nacionalismo, antecede al principio de nacionalidad, primera gran cristalización política universal del nacionalismo, principio que arraiga especialmente desde la década de 1830 vigorizado por las jóvenes naciones de inspiración mazziniana. Como se sabe, este principio reza: “a cada nación un Estado”, fórmula de impecable democratismo, pues otorga a cada nación el mismo derecho y aspiración a un Estado propio, independientemente de otras consideraciones. Así pues, plena igualdad entre naciones, de la que incluso emana un “internacionalismo entre iguales”, representado por aquella Joven Europa decimonónica. No obstante, como decimos, el internacionalismo en la era contemporánea antecede a este principio de nacionalidad. En el plano político viene representado por el vigoroso internacionalismo jacobino, expresión del máximo apogeo de la revolución democrática burguesa, y que se sustenta sobre la fórmula de la nación-contrato (frente a la nación-etnia/cultura del romanticismo alemán, fruto en gran parte de una posterior reacción contra la Revolución Francesa, y que, en su conjunción con el principio de nacionalidad, aporta gran parte del ideario del nacionalismo ulterior), siendo que la nación es para éste fundamentalmente ley, derecho, acuerdo subjetivo independientemente de las características culturales objetivas o de índole similar de los sujetos contratantes. Más allá, y por eso mismo, tiende a considerar, con todas las contradicciones propias de la materialidad del proceso histórico, que la libertad conquistada por la nación revolucionaria francesa es un principio universal que corresponde a todos los pueblos del mundo[18]. En el orden teórico aparece ya desde el siglo XVIII con el cosmopolitismo del racionalismo alemán, cuya máxima expresión es el pensamiento universalista que signa su desarrollo desde Kant a Hegel.

Si nos detenemos a reflexionar sobre los tres elementos señalados, veremos sin dificultad que esas condiciones universales de la producción capitalista fueron estudiadas por la economía política inglesa, que el jacobinismo y el Sol de 1793 fueron el referente y la inspiración de todo el socialismo francés de la primera mitad del siglo XIX y que ese racionalismo alemán, cosmopolita y universalista, también se conoce en nuestra tradición como filosofía clásica alemana. Economía política inglesa, socialismo francés y filosofía clásica alemana: ¡hemos topado nada menos que con las tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo!

Efectivamente es sobre esta base del socialismo científico, y no otra, sobre la que se sostiene el internacionalismo proletario. Con ello, nos hemos retrotraído hasta la raíz de la polémica con los camaradas de BiR y, más aun, al problema base que está en el origen de la LR, que no es otra que restaurar la respuesta científica a la gran cuestión: ¿de dónde emana el marxismo? A esta pregunta caben dos respuestas fundamentales. La primera, cultivada por todo el revisionismo economicista, y especialmente vigorosa a medida que el Ciclo de Octubre decaía, es que nuestra cosmovisión surge espontáneamente de la inmediatez material capitalista, de las condiciones dadas, particularmente del movimiento del proletariado en tanto capital variable, aunque también de la experiencia política de los obreros con el principio “normal” del capitalismo “puro”, la democracia y la paciente lucha por este tipo de reformas, esferas ambas privilegiadas para la inevitable acumulación de fuerzas de clase para la “revolución”. Y es que el obrero, para el revisionismo, sería, por el mero hecho de ser tal, revolucionario, internacionalista y proclive a las “tareas unitarias”, como le dictaría el “espíritu universal” inmanente y esencial a sus condiciones materiales económicas de existencia.

La segunda, la respuesta del marxismo genuino, cuya personificación hoy es la LR, asevera, por el contrario, que el socialismo científico emana de todo el proceso social contemporáneo[19], más aun, de todo el decurso histórico, estructurando el secular anhelo de emancipación de los explotados[20] de forma científica una vez que ese proceso histórico ha creado las condiciones materiales para ello, para ser comprendido y comprehendido por sí mismo. Su fuente no es inmediata, no es ningún elemento dado en la proximidad empíricamente sensible, sino que incluye ésta, así como su negación y la negación de esta negación. Conecta en visión totalizadora la negatividad del proceso histórico con el presente y es capaz desde ahí de proyectar las tendencias de progreso futuro, entresacando y sustantivizando sus pivotes rectores. Es, por lo tanto, un fruto mediato de todo el conjunto del desarrollo histórico y de su comprensión, el producto más elevado, la forma superior de conciencia, que ha generado hasta ahora la humanidad.

Por ello, por el grado de desarrollo material históricamente conquistado por la humanidad, y porque es expresión de éste como globalidad, el marxismo no necesita apelar a ningún elemento material dado, porque se refiere a la totalidad de los mismos y al proceso de su negación, aunque aísle y señale al proletariado, por mor de su situación material en este proceso, como “pivote rector” necesario y único de progreso, como palanca de la negación de esa negación. Una vez conquistado este estadio de desarrollo es el arraigo del marxismo entre sectores crecientes de la clase obrera lo que designa a éstos como proletariado revolucionario, pues es el marxismo el que les informa de su posición en el proceso histórico y del rol que pueden jugar en el desarrollo futuro de la materia social, determinando un salto cualitativo en el devenir de ésta: la revolución social proletaria. No hay esencialismo inmanente ninguno, pues la percepción de esta posición no es dada en sí por su situación económica, sino que es un proceso mediado por la conciencia, para sí, que en la actualidad resumimos como reconstitución del Partido Comunista. Por todo ello, desde una perspectiva revolucionaria, el marxismo aparece como factor sustantivo y como principio, también en el orden de sucesión, de la política revolucionaria del proletariado y de su Línea General (el problema de la guía ideológica); ya se sabe, sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. El suelo social donde empieza a prender esta conciencia, independientemente de su extensión —reducidísima al principio— y del origen sociológico de sus portadores, es ya el proletariado revolucionario, o más exactamente, su vanguardia (vanguardia teórica marxista-leninista para más concreción del “pivote rector” de su desarrollo en la actualidad), la expresión de su conciencia revolucionaria, aunque aún no haya conseguido fusionarse con las amplias masas de la clase. Es expresión de la virtualidad de la revolución social y punto de arranque necesario de su proceso. Precisamente, la lucha por la sustantividad de este momento y de este espacio de vanguardia, por su legitimidad y necesidad, la lucha por evitar su disolución prematura en el proceso de reproducción capitalista (del que forma parte el movimiento económico de la clase obrera), es el caballo de batalla que ha distinguido a la LR.

De este modo, el sujeto, signado por el atributo de la conciencia, se sitúa en el origen e inicio del proceso de desarrollo revolucionario, es condición a la vez que resultado dialéctico del mismo; no es producto de la combinación de elementos de lo dado. Que la conciencia y el sujeto se sitúen al principio, como si el marxismo y la LR ignoraran el proceso histórico-material que está en su base, podría dar lugar a la problemática pseudomaterialista, materialista vulgar y mecanicista, sobre la primacía de la materia sobre el espíritu, ya que ignora, como escuela filosófica caduca que es, el reconocimiento de la materialidad de la subjetividad por el marxismo, operación que es, precisamente, lo que da nacimiento al materialismo dialéctico. Esta problemática podía estar justificada en el siglo XIX, en las mocedades del proletariado, cuando éste era una novedad histórica. De acuerdo con el espíritu de la época, era preciso legitimar a nuestra clase como sujeto histórico centrando la atención en las condiciones materiales de producción que le daban lugar, definiendo su fisonomía inmediata, pues carecía de la suficiente experiencia propia como clase independiente (revolucionaria). Ello fue absolutamente necesario y ayudó a sentar las bases materialistas de nuestra cosmovisión. Pero hoy, con todo un Ciclo revolucionario a nuestras espaldas, cuando el siglo XX ha sido conmovido por la práctica revolucionaria del proletariado, esta pseudopolémica es espuria, signo de positivismo filosófico y de reacción política, pues sólo observa la materia social como inmediatez, no en su forma superior como desenvolvimiento histórico (materialismo histórico), y, especialmente, como praxis revolucionaria material desarrollada históricamente por el proletariado. Ésa es la materia social sobre la que se apoya, en primer lugar, la Reconstitución del comunismo, la única que puede propiciar una práctica social de vanguardia, y es la credencial que aporta el marxismo para reclamar su preeminencia en la ordenación de los dispositivos políticos de la revolución proletaria.

Los camaradas de BiR, como vemos, han descarrilado hacia la primera opción. Tan ardorosa ha sido su furia anti-esencialista que han acabado desintegrando al sujeto proletario entre fragmentos del mundo burgués, enterrándolo bajo sus escombros, en una operación que recuerda a las combinaciones de estructuras y descomposiciones analíticas del estructuralismo. Además, el freno no ha sido echado a tiempo y en su carrera se han topado de bruces con aquello que buscaban evitar, pues han acabado, contra toda enseñanza teórica o histórica, situando el “aspecto unitario”, el internacionalismo en realidad, en un “espíritu universal” obrero identificado esencialmente con sus condiciones económicas. Han vaciado de contenido, desustantivizado, a la vanguardia proletaria y su rol, que ya no es origen, vanguardia, del proceso revolucionario, precisamente por el atributo de su conciencia, sino que sólo le han otorgado la fútil arma política de la democracia, abriendo la puerta a toda clase de pragmatismo político y quedándose, como consecuencia subsiguiente, en el umbral del cretinismo parlamentario. La conciencia sólo emergería al final de todo este maniobrerismo político “creador”, que es el subsidiario espacio al que ha quedado relegada la vanguardia: con ello, no sólo han privado a ésta de cualquier rol sustancial, sino que han separado unilateralmente al proletariado de su conciencia revolucionaria, reduciéndolo, contra todas las indicaciones de Marx en su primeriza crítica de la economía política, a mero factor económico, esto es, han acabado “viendo en el proletario sólo al obrero”[21]. De este modo, si extendemos la revisión del principio proletario del internacionalismo, tal y como nos ha planteado BiR, al conjunto del marxismo, como coherentemente cabe hacer, la consecuencia necesaria, con seguridad indeseada por nuestros camaradas, es su liquidación en tanto teoría revolucionaria y la del proletariado como sujeto independiente y rector del proceso social.

Los camaradas de BiR sugieren que la formulación del internacionalismo por la LR —y, como hemos visto, por el marxismo en general— abre la puerta al espontaneísmo, pero son ellos quienes eliminan al sujeto consciente como factor primario y decisivo del proceso social revolucionario, no situándolo en su origen de forma diferenciada, independiente, con personalidad propia, sino como derivado de las combinaciones de elementos del mundo burgués tal y como viene dado en su inmediatez. Más arriba señalábamos que la operación que los camaradas nos proponían para dar lugar al internacionalismo no era dialéctica, sino alquimia. Y, efectivamente, no era tal, puesto que para hablar de dialéctica, para considerar como tal una contradicción, hace falta la existencia de opuestos, de elementos de igual entidad y calidad pero antagónicos, por ejemplo, el proletariado y la burguesía, por ejemplo, el principio de clase del comunismo y el principio nacional, por ejemplo, el internacionalismo y la democracia. Al contrario, el movimiento económico-espontáneo de la clase obrera y la democracia no sólo no son opuestos, no sólo comparten una identidad burguesa fundamental, sino que casan perfectamente el uno con el otro; su relación mutua no es de contradicción sino de linealidad causal, como demuestra la experiencia histórica resumida en el concepto socialdemocracia.

Respecto a la crítica principal de los camaradas a la LR, la de separar, “contraponer”, el internacionalismo y la democracia y “relacionarlos externa y polarizadamente”, no sólo reivindicamos los cargos, sino que, gustosos, estamos dispuestos a proporcionarles munición más antigua sobre este “desacierto” de la LR. Así, por ejemplo, el Partido Comunista Revolucionario, tratando la cuestión nacional en el contexto de los debates en el movimiento socialista en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, concluía así un apartado:

“(…) establecida la diferenciación estratégica que, para la política proletaria, existe entre el principio nacional y el principio de clase, entre democracia y comunismo”[22].

Esta “diferenciación estratégica” nos lleva al asunto, suscitado por la crítica de los camaradas de BiR, de dónde se enmarca la cuestión nacional en los momentos de desarrollo de la ideología proletaria, en la Línea General o bien en la Línea Política. Efectivamente, si definimos la primera como la manifestación más abstracta y general del recorrido de la revolución proletaria, de sus etapas, requisitos y tareas en función de las leyes conocidas de la transformación social, esto es, su proyección más universal, veremos enseguida que la mera concepción de una Línea General presupone el internacionalismo, presupone la universalidad de condiciones e intereses del proletariado, así como la universalidad de cada una de sus experiencias revolucionarias particulares. El internacionalismo es, por tanto, premisa y componente intrínseco de la Línea General. Por cierto, el que la reconstitución ideológica del comunismo, primera etapa estratégica de la Reconstitución del comunismo, pivote como eje central en torno a estas experiencias revolucionarias internacionales del proletariado (Balance) es una muestra de la naturaleza internacionalista de la LR y el marxismo, que penetra hasta lo más hondo de sus fundamentos gnoseológicos. Es precisamente, desde esta base, a través del engarce de la serie de elementos y etapas que van conformando la Línea General, como el sujeto revolucionario empieza a formar su fisonomía y delimitar sus contornos. Ella expresa los principios de clase, que no se refieren fundamentalmente a su aspecto como variable económica, como mero obrero, sino que dibujan al proletariado como sujeto político, como clase revolucionaria en acción histórica, sostenida precisamente sobre la premisa de la “unidad e indivisibilidad de la lucha de clases” revolucionaria.

Sólo desde ahí, desde esta mediación por la conciencia, expresada como asimilación de la experiencia histórica de la praxis revolucionaria, puede el sujeto sentar las bases de su independencia y observar con perspectiva la realidad material inmediata que pretende transformar. Esta perspectiva es la que sitúa al proletariado en disposición de trascender, de superar, los presupuestos de esa realidad, condición imprescriptible para su transformación. Asegurado así el fundamento de la independencia de clase, le permite relativizar históricamente los elementos de la realidad más concreta e inmediata, operando sobre ellos de cara a su transformación y superación, sin verse arrastrado y subsumido por los mismos. Precisamente, la nación y la democracia son dos de estos elementos concretos, formas históricas relativas a la sociedad de clases tal y como se articula en el capitalismo (no en otras formaciones de clase). Así, la lucha de clases se ha desvelado como el principio histórico universal propio del estadio de transición de la humanidad desde la igualdad en estado de necesidad a la igualdad en estado de libertad, del comunismo primitivo al Comunismo, principio que ha ido demostrando crecientemente su naturaleza y proyección a lo largo de esta transición histórica, apareciendo en toda su desnudez y potencialidad en la época del capitalismo. La nación y la democracia, principios íntimamente emparejados por la historia, sólo aparecen, en cambio, como momentos concretos en que se expresa, se enmascara, esta lucha de clases: el derrocamiento del feudalismo y la lucha por la reproducción del capitalismo una vez asentado éste. Asimismo, el marxismo nos enseña que la proyección de la lucha de clases proletaria apunta a la disolución y abolición de estas formas, la nación y la democracia. También apunta, por supuesto, a la abolición de las clases, pero sólo desde su misma lucha: es por ello un principio superior, más autosuficiente, más determinante, fundamental. Precisamente, de aquí deriva el elemento que conforma el otro aspecto del internacionalismo proletario como principio sustantivo, el que vincula esa “unidad e indivisibilidad de la lucha de clases”, desplegable inmediatamente (hoy personificada primordialmente en el proceso de Reconstitución del comunismo), con el horizonte de su culminación, precisamente con la disolución de las barreras nacionales, con la fusión de la humanidad en conjunto orgánico cualitativamente superior en el Comunismo. De este modo, con toda coherencia, la unidad e indivisibilidad de la lucha de clases se complementa y completa con la fusión de las naciones en una unidad superior:

“En lugar de todo nacionalismo, el marxismo propugna el internacionalismo, la fusión de todas las naciones en esa unidad superior que se va desarrollando en nuestra presencia.”[23]

Por esta razón, el proletariado consciente no puede hacer derivar mecánicamente sus principios genuinos, cada vez más contundentemente definidos, de la inmediatez de elementos históricamente pretéritos, ni siquiera colocarlos en paridad en el orden de su jerarquía, sino que su relación, realmente existente (el materialismo nos enseña que nada nace de la nada), es precisamente histórica. Desde este punto de vista, la democracia forma parte del bagaje del proletariado, pero no como rudimento político propio, sino como elemento del proceso histórico que ha de “digerir” para convertirse en sujeto de progreso a escala universal. La relación, efectivamente, del proletariado con la democracia no es ni mucho menos la de la identidad inmediata (atributo portado nada menos que por su vanguardia de forma acrítica[24], según los camaradas de BiR), sino la de la superación-integración: la Aufhebung dialéctica, la negación de la negación, que es ni más ni menos que esa digestión de la que hablamos. Por ello, su posición en el bagaje proletario no es, por decirlo así, tal y como plantearían los camaradas, vertical-política-inmediata, sino horizontal-histórica-mediata. Efectivamente, la revolución proletaria emerge históricamente desde la revolución burguesa, democrática, y lleva adherida a sí muchos de sus principios, de los cuales se va desprendiendo (negando)-integrando-superando (Aufhebung) a medida que el proletariado desarrolla su praxis propia como clase independiente, revolucionaria. Ello se refleja a escala del proceso político de constitución del sujeto proletario (hoy, la reconstitución del Partido Comunista) en la posibilidad de dominar los principios y herramientas institucionales de la democracia burguesa como momento de su superación-abolición. Es un momento de la educación[25] del proletariado como clase revolucionaria, que le dota de destreza y maestría para las maniobras que exige la lucha de clases a gran escala.

Pero en todo momento la premisa-condición de esta actividad son los principios de clase, expresados políticamente como Línea General, y entre los que se enclava cardinalmente el internacionalismo, que vienen crecientemente esclarecidos, precisados y definidos por mor de la experiencia histórica universal de la revolución proletaria. Ello es lo que permite operar, utilizar, estas problemáticas, cuyo tratamiento se realiza siempre con la vista puesta en el desarrollo revolucionario de nuestra clase, de su solidaridad internacional y de su disposición para el derrocamiento del capitalismo. Por tanto, este tratamiento, que era lo que desvelaba y estaba en el centro de las inquietudes de nuestros camaradas, se enmarca de lleno en la Línea Política de la revolución proletaria, signada por el creciente grado de concreción, expresión del progresivo, por decirlo de algún modo, aterrizaje de la Línea General (que, insistimos, no se alimenta de concreción particular sino de totalidad histórica, siendo la premisa, la condición, para operar en cada situación concreta revolucionariamente, desde la independencia de clase). La Línea Política representa el ajuste de la Línea General universal en función de las condiciones concretas que enfrenta en un lugar determinado; por ejemplo, dado el tema que nos ocupa, si existe opresión nacional y movimientos nacionales democráticos de masas, la correlación concreta del equilibrio interestatal imperialista, etc. En función de estos factores, siempre en relación con la correlación de fuerzas del proletariado en la lucha de clases (que ha empezado antes, independientemente de esos factores en su concreción inmediata; en nuestro caso, como lucha de dos líneas por la reconstitución del comunismo), el proletariado revolucionario debe maniobrar e incidir en determinados aspectos, por ejemplo en el innegable derecho de autodeterminación, para su desarrollo político de clase y como palanca para la extensión de su perspectiva entre sectores más amplios de las masas. Decía Lenin que no se podía ganar a las vastas masas desde los principios puros del comunismo[26]; para ello hace falta operar políticamente, la experiencia política de las masas. Como nos enseña la experiencia histórica de la revolución proletaria, esta experiencia es fundamentalmente rodaje con el Nuevo Poder. No obstante, en la gradación que la Línea General establece entre la ideología y la guerra de clases, la Guerra Popular, base de la Dictadura del Proletariado, evidentemente, el aspecto más convencionalmente político de la actividad proletaria va cobrando un protagonismo creciente, a medida que el comunismo se expande entre cada vez mayores sectores de las masas. Es ahí donde la maniobra, la cuestión política de la democracia, cobra particular relevancia como forma de sortear los obstáculos (por ejemplo, la opresión nacional[27]) que determinada realidad concreta particular pueda oponer a la extensión y, por tanto, concreción de la ideología revolucionaria. Pero ésta debe ser previa, sustantiva condición para su misma extensión y concreción, no posterior, como resultado de la maniobra con lo particular dado, tal y como plantean los camaradas de BiR, que han confundido el principio con su extensión entre las masas, reduciendo la ideología a maniobra política; han confundido el principio general del internacionalismo con la resolución particular por el proletariado –siempre en función de la extensión de esa conciencia— de la cuestión nacional, con su tratamiento, tal y como se puede dar en un momento u otro, en un lugar determinado u otro.

En este sentido, nos gustaría aclarar que no estamos de acuerdo con la caracterización que hacen los camaradas de BiR del internacionalismo de Luxemburgo como “vulgar” (p. 52), sino que nosotros lo calificaríamos como internacionalismo (sin comillas) doctrinario o abstracto. Y ello precisamente porque, debido a su doctrinarismo obrerista, negaba la posibilidad de extensión de éste entre las masas desde la mediación de la actividad política de la vanguardia consciente, pero no porque la revolucionaria polaca no fuera realmente internacionalista, sino porque sus concepciones impedían una proyección más amplia del mismo, con lo que, en última instancia, hacía el juego al statu quo establecido. En cualquier caso, la fórmula, más baueriana que luxemburguista, más derechista que “izquierdista”, de movimiento obrero económico más democracia nos parece que no sólo no concreta ni mejora las posiciones de Luxemburgo (no olvidemos que ella defendía sus tesis primeramente en una nación entonces oprimida, Polonia, donde, debido al sojuzgamiento nacional, los movimientos nacionalistas estaban en auge, lo que, en todo caso, es un atenuante respecto a los errores de la revolucionaria[28]), sino que las empeora y, especialmente, en un entorno con fuerte hegemonía del nacionalismo puede ser letal para la confianza internacionalista entre los obreros de diferentes naciones, ya que, como hemos visto, abre la puerta a un descarrilamiento de las concepciones de la vanguardia, precisamente el foco ideológico-político primario del internacionalismo, hacia el aspecto secundario del tratamiento de la cuestión nacional, a la absolutización de los derechos de las naciones, al nacionalismo en definitiva.

III. La división internacionalista del trabajo y la organización de los revolucionarios

Ello efectivamente, nos lleva a abundar sobre las consecuencias de la revisión del concepto marxista de internacionalismo que han efectuado los camaradas de BiR en el pilar maestro de todo el edificio de la revolución proletaria: el Partido revolucionario. Además de las consecuencias programáticas de esta revisión y el descarrilamiento nacionalista a que “daría pie”, ya hemos señalado la liquidación efectiva tanto de la conciencia como de la organización revolucionarias que se desprendería de la disposición de elementos en el esquema de los camaradas. Efectivamente, ellos ya no se sitúan al principio, como elemento raíz y rector de todo el proceso revolucionario, sino que la vanguardia sólo aparece secundariamente, armada con el instrumento de la política, que es arbitrariamente separada del elemento ideológico, de la consciencia (pragmatismo), emergiendo ésta sólo al final de toda la operación. Al contrario, hemos indicado que el plan marxista correcto debe necesariamente situar estos elementos al principio, dotados de sustantividad, tanto como elementos guía de todo el proceso, como por el área de tareas específicas que corresponde a su edificación, siendo la condición de cualquier maniobra política ulterior. Y es que son condición de tratamiento de la cuestión nacional –y de cualquier otra problemática— porque además ellos prefiguran materialmente la solución a este problema, como se deduce coherentemente de la completitud del principio internacionalista proletario como vinculación histórica entre presente (unidad de la lucha de clases) y futuro (fusión de las naciones en unidad superior) que hemos indicado. Es decir, el internacionalismo no sólo aparece como convicción consciente, sino como materialidad político-organizativa, previa e independientemente de cualquier operación democrática a escala de amplias masas. Oigamos, una vez más, a Stalin:

“El tipo de organización no influye solamente en el trabajo práctico. Imprime un sello indeleble a toda la vida espiritual del obrero. El obrero vive la vida de su organización; en ella se desarrolla espiritualmente y se educa. Por eso, al actuar dentro de su organización y encontrarse siempre allí con sus camaradas de otras nacionalidades, librando a su lado una lucha común bajo la dirección de una colectividad común, se va penetrando profundamente de la idea de que los obreros son, ante todo, miembros de una sola familia de clase, miembros del ejército único del socialismo. Y esto no puede por menos de tener una importancia educativa enorme para las grandes capas de la clase obrera. Por eso, el tipo internacional de organización es una escuela de sentimientos de camaradería, una propaganda inmensa a favor del internacionalismo.”[29]

Veamos, también, cómo Lenin recoge perfecta y elocuentemente el espíritu de este principio:

“En Rusia y en el Cáucaso han trabajado juntos los socialdemócratas georgianos + los armenios + los tártaros + los rusos, en una organización socialdemócrata única, más de diez años. Esto no es una frase, sino la solución proletaria del problema nacional. La única solución.”[30]

Como vemos, la organización revolucionaria no sólo es la fuente material de conciencia internacionalista de los obreros, empezando por sus elementos de avanzada, previa a toda maniobra democrática a nivel de Estado, a nivel de amplias masas, sino que, según Lenin, es la “única solución proletaria al problema nacional”. Fíjense camaradas, y permítannos que insistamos, la organización revolucionaria es un centro de unión internacional de nuestra clase, un foco de internacionalismo entre los proletarios de diversas nacionalidades, previo, y que no espera a la realización del derecho de autodeterminación en el Estado de que se trate: de hecho, por seguir el ejemplo concreto, los escritos de Lenin y Stalin son de 1913, varios años antes de la Revolución de Octubre y de la realización del derecho de autodeterminación en los territorios del antiguo imperio zarista, derecho realizado, precisamente, por mor de esa organización internacionalista que habían conseguido forjar los bolcheviques. Así que, camaradas, más bien, y ateniéndonos a la experiencia estrictamente empírica de la revolución proletaria, no sólo el internacionalismo es separable de la democracia, no sólo es previo al ejercicio de ésta, sino que, a la inversa del esquema que nos presentaban, es la única garantía sólida para la materialización de la democracia en la cuestión nacional[31].

Toda esta cuestión enlaza directamente con otra gran problemática que los camaradas de BiR nos plantean en su breve texto, que es la cuestión, absolutamente clave desde el punto de vista de la organización de los revolucionarios en un Estado, como el español, que es cárcel de naciones, de la división internacionalista del trabajo entre los revolucionarios. Recordemos cómo plantea Lenin la cuestión de principio:

“A gentes que no han penetrado en el problema, les parece ‘contradictorio’ que los socialdemócratas de las naciones opresoras exijan la ‘libertad de separación’ y los socialdemócratas de las naciones oprimidas la ‘libertad de unión’. Pero, a poco que se reflexione, se ve que, partiendo de la situación dada, no hay ni puede haber otro camino hacia el internacionalismo y la fusión de las naciones, no hay ni puede haber otro camino que conduzca a este fin.”[32]

De este modo, Lenin plantea que la tarea, de carácter agitativo y propagandístico, es un trabajo eminentemente ideológico y, por supuesto, también político. Veamos, en cambio, como enfocan los camaradas de BiR la cuestión de esta división internacionalista del trabajo:

“(…) la elaboración de un texto de la misma temática que el comunicado unitario pero de mayor profundización y amplitud respondía a la aplicación del principio de distribución funcional del trabajo en una realidad plurinacional. Pensamos, pues, que la exigencia de un mayor ahondamiento en la cuestión por parte de BiR viene motivada por nuestra particular localización en el centro del actual escenario de la lucha de clases en el Estado español y por la necesidad de erigir una posición internacionalista que sirva de referente en medio del nacionalismo en que está encharcada la vanguardia catalana.” (p. 51)

Los camaradas de BiR, que nos han presentado la cuestión nacional como fundamentalmente un problema de tratamiento eminentemente político y focalizado en las grandes masas, sorprendentemente, plantean ahora que la división internacionalista del trabajo es una tarea más bien epistemológica, de conocimiento más “profundo y amplio” de la realidad nacional específica de que se trate. Evidentemente, los camaradas están planteando aquí una cuestión específica relacionada con la publicación de un texto, y no cabe dudar de su voluntad internacionalista y de que su trabajo en otras esferas tiene un cariz más ajustado al espíritu leninista. No obstante, la cuestión importante de principio es que la introducción de este matiz epistemológico supone, de nuevo, la revisión del principio leninista de división internacionalista del trabajo, cuyas consecuencias van en la misma dirección que su revisión del concepto general de internacionalismo, esto es, hacia el nacionalismo.

Y es que, efectivamente, la sugerencia de que una de las tareas de los revolucionarios de nación oprimida sea despejar el conocimiento de su realidad a los revolucionarios extranjeros supone abrir las puertas de par en par al empirismo nacionalista. Exactamente; es empirismo porque de principio[33] presupone que para el conocimiento de una realidad es necesaria la inmersión sensible en la misma. Ello, por supuesto, va contra los fundamentos de la ciencia que, al contrario, señalan que el conocimiento objetivo de algo presupone la exterioridad al respecto del sujeto cognoscente. Por razones históricas, el nacimiento de la ciencia moderna estuvo muy vinculado al empirismo, cuya huella permanece indeleble, pero hace ya mucho tiempo que la epistemología científica viene demoliendo el inductivismo ingenuo de sus orígenes. Y no sólo eso, sino que cada vez ha ido dotando de mayor entidad al sujeto cognoscente, que de mero reproductor de ideas-copia ha pasado a ser un elemento sustantivo (valga como ejemplo la teoría kuhniana de los paradigmas). Si ello ya resulta así en la ciencia, en esa forma superior de conciencia que integra a ésta pero que no se limita a ella, que es el marxismo, este hecho es todavía más acusado, pues aquí el conocimiento es transformación, es praxis revolucionaria, que sólo nos dota de auténtico saber desde la transformación recíproca sujeto-objeto. Asimismo, el planteamiento es nacionalista porque establece el marco gnoseológico según las fronteras nacionales, sugiriendo que sólo los nativos pueden aportar un conocimiento “profundo y amplio” de esa realidad.

Por supuesto, si seguimos su lógica hasta el final, ello “daría pie” al principio de que “sólo los comunistas de un lugar tienen verdadero derecho a hablar sobre lo que allí sucede”. Si se conoce en alguna medida la literatura polémica de la LR, se sabrá que este argumento banal era el sostenido por los prachandistas ibéricos para intentar combatir la crítica internacionalista de la LR a la liquidación de la guerra popular en Nepal[34]. Y es que, efectivamente, la estrechez empirista casa muy bien con el nacionalismo, y es un factor liquidador del internacionalismo. La consecuencia evidente de esta puerta que abren los camaradas, si nos internamos más allá del umbral que despeja ante nosotros, es que, dado que el marco teórico-gnoseológico es nacional, la derivación lógica subsiguiente será establecer como nacional también el marco práctico-político. Y es que si sólo puede saber el que allí está, consecuentemente sólo puede actuar el mismo: la tesis nacionalista del marco de actuación está servida.

El puerto de llegada de este pasaje es ineluctable para la configuración de la organización y el Partido revolucionarios en un Estado de realidad plurinacional como el español: el marco de actuación nacional lleva necesariamente, si no al aislamiento organizativo de los destacamentos nacionales del proletariado, al menos a la federación de secciones nacionales, reconocidas en igualdad por tal atributo nacional. La sombra del “internacionalismo entre iguales” que sugerían los camaradas planea con toda fuerza sobre esta posibilidad. Y, evidentemente, si la lógica del internacionalismo marxista plantea que la organización del proletariado revolucionario es una prefiguración de la solución del problema nacional a gran escala, la misma lógica opera en su revisión democratista, que pondría el acento y el peso en este factor de la igualdad de derechos nacionales, lo que también se reflejaría en el seno de la organización de clase del proletariado revolucionario.

De este modo, como vemos, la lógica ineluctable de la operación de revisión de los camaradas de BiR, no sólo destruye el carácter rector y primario de la conciencia y organización revolucionarias en general, y del internacionalismo en particular, sino que destruye la naturaleza internacionalista del agrupamiento proletario en su aspecto más puramente organizativo. El modelo resultante se parecería más a alguna clase de “federación de peor tipo”[35], tal como la socialdemocracia austríaca —incapaz de evitar el auge de los odios nacionales tras la caída del imperio Habsburgo—, que al Partido Bolchevique, cuya estructura fue simiente de la convivencia libre y pacífica por varias décadas entre los pueblos de la antigua Rusia zarista —azuzados y enemistados en grado enorme por la opresión nacional rusa— que no optaron por la separación, despejando el terreno para una lucha de clase mancomunada que inició históricamente la construcción del socialismo. Y es que, efectivamente, la organización internacionalista de tipo bolchevique establece la plena igualdad entre sus miembros, pero no por tal o cual característica diferencial de los oprimidos, ya sea de nación, género, etc., susceptible de transformarse en plataforma de reivindicaciones corporativas, sino que es una igualdad revolucionaria, hermanamiento entre luchadores, y de clase, sostenida sobre el universalismo de la lucha de clases, precisamente, sobre la conciencia de su “unidad e indivisibilidad”.

IV. Las bases objetivas de los errores de los camaradas de BiR

Como habíamos indicado, hemos sido indudablemente ásperos a la hora de caracterizar las posiciones ideológicas y políticas a que conducía la lógica de la argumentación de los camaradas de BiR. Creemos que esta aspereza está en perfecta consonancia con las consecuencias lógicas de desarrollar los presupuestos que planteaban los camaradas y entendemos que estas caracterizaciones no han sido gratuitas, sino que nos hemos esforzado por explicarlas argumentalmente, sin escatimar espacio para ello, entendiendo que este esfuerzo es una muestra de consideración hacia los camaradas. Efectivamente, los hemos caracterizado en todo momento como camaradas, a pesar de la gravedad de muchas de las implicaciones de sus presupuestos —algo inadmisible de disimular en el terreno de la clarificación ideológica y de principios—, así como del perfecto engarce lógico entre los mismos, que sirven los cimientos de una línea alternativa completa, como hemos tratado de demostrar. A pesar de ello, el tratamiento como camaradas en ningún caso ha sido parte de una cortesía vacua y gratuita. Nos tomamos muy en serio el concepto y el significado de la camaradería, la de compañeros de lucha en el más profundo de los sentidos y por la más grandiosa de las causas, y no somos prolijos al expedir tal caracterización. Efectivamente, en todo momento estamos convencidos de la voluntad revolucionaria e internacionalista de los camaradas, de que son comunistas consecuentes y de que, por tanto, son miembros honestos del Movimiento por la Reconstitución. Ello es así, además de por la voluntad en tal sentido de los camaradas reiterada muchas veces, entre ellas en el propio escrito crítico que estamos respondiendo y por nuestro convencimiento de que ni los propios camaradas de BiR se han percatado de todas las consecuencias posibles y plausibles de sus planteamientos, porque también creemos poder señalar las bases objetivas de los errores de los camaradas. A nuestro juicio, éstas son de dos tipos.

La primera y fundamental, tiene que ver con el desenvolvimiento objetivo del Movimiento por la Reconstitución en el último periodo y con su incursión a la palestra de la gran lucha de clases, así como con el ambiente objetivo en que operan los camaradas. Aquí nos referimos fundamentalmente a la campaña política que la LR emprendió con motivo del 9-N de 2014 y la celebración ilegal de un referéndum por la autodeterminación en Catalunya. Como se sabe, el Movimiento por la Reconstitución optó mayoritariamente por apoyar el SÍ a la independencia nacional en dicho referéndum. Ello se hacía con la vista puesta únicamente en el desarrollo de la unidad internacionalista de nuestra clase y en el deslindamiento de campos en tal sentido en el seno de su vanguardia. La correlación de fuerzas de clase, y en concreto la inexistencia de movimiento proletario revolucionario efectivo, así como la situación objetiva y las concepciones que la derrota del Ciclo de Octubre han convertido en hegemónicas entre la vanguardia, nos impulsaban a una acción rotunda para restaurar el contenido efectivo del concepto del derecho a la autodeterminación (derecho a un Estado nacional propio), y a mostrar nuestro apoyo, como exige el marxismo, a ese elemento democrático que todo movimiento nacional contra la opresión conlleva. El que el grueso del posicionamiento de la LR proviniera principalmente de la nación opresora y la ilegalidad del referéndum, que lo aislaba de otras maniobras institucionales de las distintas fracciones burguesas que operan alrededor del Procés, hacían la ocasión extremadamente propicia para un posicionamiento en tal sentido, sin comprometer la independencia de clase de la vanguardia —algo especialmente frágil en los primeros momentos de su recomposición—, permitiendo poner una importante piedra en el arduo camino del restablecimiento de la confianza mutua entre los obreros de distintas naciones, quebrada por la opresión nacional, el nacionalismo y el revisionismo; restablecimiento necesario para la imprescindible lucha común contra el capitalismo. En este sentido, el posicionamiento era indudablemente justo y lo consideramos un hito internacionalista en el desarrollo de la vanguardia proletaria en el Estado español.

No obstante, en todo momento teníamos presente que era una maniobra peligrosa. Y no precisamente por la unidad del aborrecido Estado burgués español, que desafiábamos abiertamente, nos es por completo indiferente (a diferencia de la unidad, ideológica y política en primer lugar, entre nuestra clase más allá de las barreras nacionales) y cuyo destino no puede ser otro que, más o menos fragmentado para entonces, su completa destrucción a manos del proletariado revolucionario. Este peligro venía precisamente de la juventud e inmadurez política, necesaria e inevitable, de nuestro Movimiento. Efectivamente, la Reconstitución del comunismo apenas ha dado los primeros pasos y la nueva Línea General que apenas empieza a emerger con nitidez está lejos de haberse asentado en el seno de la vanguardia proletaria. Aún queda mucho terreno por labrar en esa primera estación política objetiva del proceso de Reconstitución. No obstante la maniobra de nuestro Movimiento, exigida por la gravedad de la crisis política del Estado y el enconamiento de la cuestión nacional, representaba objetivamente una incursión desde esa Línea General, aún sin asentar, a la Línea Política. Ello, por cierto, es una muestra, contra las insidias de sus detractores, de que la LR no adolece de “esquematismo”, ni de que su orientación es “libresca”, sino que sabe disponerse y orientarse en la situación política concreta, sin someterse a esquemas prefijados. De cualquier manera, asimismo, la maniobra incidía justamente en el aspecto democrático de la cuestión nacional, se movía hacia la periferia, hacía el aspecto secundario, cuando el centro de cohesión de nuestro Movimiento, su base fundamental, es aún necesariamente frágil. De este modo, lo que era una maniobra política indudablemente justa tenía el riesgo de desorientar y confundir a sectores de nuestro Movimiento. Efectivamente, éste es orgullosamente joven en todos los aspectos y sus miembros se están formando y educando, sobre todo, en la teoría revolucionaria. Ello, evidentemente, es completamente correcto y es nuestro objetivo: formar, en primer lugar, a los teóricos del proletariado, a su Estado Mayor de estrategas. No obstante, dada la inexperiencia política, insistimos, absolutamente necesaria, de nuestro Movimiento como conjunto, esta repentina y puntual salida desde la Línea General, desde el acostumbrado nicho de la reflexión teórica más general, hacia la Línea Política, terreno de adaptación a lo más inmediato, ha provocado que algunos camaradas, por inercia de la saludable actividad principal en la que están embarcados, hayan sido proclives a erigir doctrina de una acción política más bien táctica, a elaborar teoría de una maniobra política, llegando al extremo de sustituir los principios por esa maniobra política, aun más, a erigir la maniobra política en principio. Creemos que esto es lo que les ha sucedido a los camaradas de BiR, expresándose el peligro objetivo de la incursión a través de ellos. Y es que si este peligro existía objetivamente para todo el Movimiento, el sentido de la maniobra, incisiva en el aspecto democrático de la cuestión nacional, así como la situación geográfica de los camaradas, enclavados en el seno de la nación oprimida y, por tanto, más expuestos a la poderosa influencia del gran movimiento nacional catalán, los hacía más proclives objetivamente, independientemente de su honesta voluntad revolucionaria, a ser presas de los riesgos de la acción de la LR, a que éstos se expresaran particularmente a través de los camaradas[36]. Esta experiencia ha sido particularmente edificante para el Movimiento por la Reconstitución, una experiencia en vivo, respecto a aquello que plantea la Nueva Orientación sobre cómo, durante el Ciclo de Octubre, los expedientes y compromisos de toda índole de acciones políticas iban quedando adheridos a la teoría marxista, sin que se hiciera un posterior esfuerzo de depuración crítica de los mismos, quebrantando y debilitando su coherencia interna como cosmovisión[37]. Por ello, no nos cabe duda de que la feliz resolución de esta polémica y la asimilación de la experiencia política objetiva que representa serán enormemente beneficiosas para el desarrollo y maduración política de nuestro Movimiento, dotándonos de más perspectiva y destreza ante situaciones futuras similares.

La segunda base de los errores, ésta más secundaria y subjetiva, entendemos que tiene que ver con ciertos defectos de estilo de trabajo que creemos percibir en la crítica de los camaradas. Ya habíamos señalado algo al principio de este documento, al indicar que teníamos la impresión de que esta polémica se había iniciado por logomaquia, aunque después, efectivamente, haya mostrado que había toda una lógica política agazapada tras la misma. También hemos señalado ciertos errores de empirismo epistemológico en las posiciones de los camaradas, pero entendemos que éstos se conectan con ciertos problemas de empirismo metodológico, con cierta fijación estática en las palabras, desligándolas del contexto más amplio que les da sentido. Si la tendencia nominalista es intrínseca al empirismo, los propios camaradas dan cierta muestra de ello, cuando, además de ciertas atribuciones arbitrarias y subjetivas de significado a las palabras[38] (que ya hemos indicado que son algo más que una realidad semántica, sino que tienen una carga histórica y material), parten del marco textual como realidad suficiente, desentendiéndose del marco ideológico-político que le da plena coherencia. Así, esta atención al texto sin contexto ha llevado a los camaradas de BiR, de perseguir a las palabras a perseguir supuestas desviaciones luxemburguistas en la LR, precisamente ella que se ha mostrado en la práctica política (9-N) como el primer combatiente contra el pseudoizquierdismo ante la cuestión nacional en el Estado español, especialmente en la nación opresora. Esta persecución ha llevado a los camaradas peligrosamente cerca del nacionalismo, lo que, de por sí, es una nueva muestra de la corrección de la postura mayoritaria de la LR ante el 9-N, forjada en gran medida precisamente en el contraste contra ciertas tentaciones luxemburguistas. Ello ha generado una situación algo paradójica, con nuestros camaradas ejerciendo de fiscales contra el “luxemburguismo” de aquellos que han defendido desde la nación opresora el derecho a la separación de las naciones con toda contundencia, ¡apoyando la separación, la independencia! (posicionamiento que seguimos reivindicando con pleno orgullo), mientras a la espalda de nuestros camaradas el nacionalismo “rojo” está en todo su vigor. Efectivamente, esto sí podría considerarse “internacionalismo entre desiguales”, aunque no en el sentido que le dan nuestros camaradas. Aunque, insistimos, no dudamos de la voluntad internacionalista de BiR, como evidencian las saludables críticas al nacionalismo que aparecen esporádicamente en sus trabajos dedicados a otros menesteres, como ese análisis de la realidad, se echa de menos un trabajo sistemático de lucha de dos líneas contra la estrechez de los nacionalistas disfrazados de marxistas en la nación oprimida, que acompase el trabajo internacionalista a lo que ya ha sido hecho, y va a seguir haciéndose, desde la nación opresora.

En cualquier caso, donde probablemente este empirismo metodológico, de aislamiento del texto, y aun de solitarias palabras en el mismo, de cualquier otro marco de coherencia, alcance su paroxismo sea en la crítica de los camaradas al supuesto esencialismo obrerista de la consigna “¡ni un voto obrero en las urnas!”. Aquí es suficiente la aparición de la mera palabra “obrero” para comparecer ante el tribunal anti-esencialista. Ello es una confesión invertida de eso que ya hemos apuntado, que los camaradas parecen no ver en nuestra clase más que su faceta como variable económica del capital. Si a ello le sumamos la introducción de elementos fundamentalmente burgueses en el aparato de principios proletario, tenemos que el anti-esencialismo de los camaradas ha pasado al otro extremo y se concreta como desubjetivación de la lucha de clases: la subjetividad proletaria es, como ya hemos indicado, desintegrada entre pedazos del mundo burgués y se niega a la vanguardia la posibilidad de actuar, de ir trabajando independiente y conscientemente por situar la perspectiva revolucionaria en el único suelo social masivo donde cabe que prenda con solidez. En definitiva, hay una perfecta coherencia entre el celo por la igualdad democrática de las naciones —aquí no parece haber esencias que demoler— y el arrumbamiento y cuestionamiento de la sustantividad del principio de clase, coherencia que sólo cabe conceptualizar como desviación nacionalista.

Para acabar, y en relación con esta última cuestión de estilo de trabajo, cabe apuntar algo sobre el asunto Mas. Éste es un tema por completo secundario, ya que se refiere al análisis de la realidad política particular y no a una cuestión de principios. Además, estamos convencidos de la fundamental identidad del análisis de los camaradas con el de la LR en conjunto. Para ésta cabe ver, desde cierta perspectiva, la historia del Procés como un forcejeo por su hegemonía y dirección entre la mediana y la pequeña burguesías catalanistas. Aquí la disputa entre nosotros sí es pura logomaquia. Dicen los camaradas:

“(…) esto no puede de ninguna manera llevar a decir que Mas y CDC son la ‘principal fuerza rectora del movimiento nacionalista’, cuando precisamente la historia reciente de Mas y CDC es la capitulación permanente ante ERC-CUP-entidades de la PB [pequeña burguesía]. Un movimiento que florece comiéndose a CiU, ante el cual CDC logra reaccionar apoderándose de su ‘liderazgo’. Y es cierto: junto a la apariencia de los acontecimientos, la inteligencia y audacia políticas de Mas, hijas de la capacidad de Pujol, logran concentrar la ‘fuerza’ y la ‘dirección’ en que converge el movimiento nacionalista en él y CDC.” (p. 53)

Como se ve, toda la disputa es que no cabe hablar de “fuerza rectora” sino de “liderazgo”. Con cierta perplejidad, tenemos que indicar a los camaradas que en cualquier diccionario encontrarán que “rector” y “líder” son esencialmente sinónimos. Parece que el origen de esta confusión tiene que ver con ese nominalismo subjetivo que muestran los camaradas, pues da la impresión de que, arbitrariamente, han decidido dotar a la palabra “rector”, en vez de su verdadero significado, el sentido de “raíz” u “origen”:

“Esto podría dar pie a entender que el movimiento nacional surge, tiene su raíz, su carácter de clase en la fracción del capital que representa CDC, y esto es totalmente erróneo. Y precisamente porque este es el análisis que hace todo el MCEe -entendiendo que el Procés es cosa de la alta burguesía, de CDC, etc.- es necesario delimitar bien los campos con el revisionismo.” (p. 53)

La crítica de los camaradas a la LR acaba donde ésta empezó, hace ya más de un año. Veamos, ya que es el que estamos utilizando, lo que decía el posicionamiento del MAI ante el 9-N:

“Lejos del discurso patentado en Madrid, y que parecen haber comprado algunos revisionistas, de que el Procés es una maniobra orquestada por Artur Mas y sus adláteres, lo cierto es que éste ha intentado, con escasa suerte, subirse a un torrente ya en marcha y canalizarlo, de cara a instrumentalizarlo para sus particulares intereses de clase.”[39]

Como se ve, la LR no ha sugerido que el Procés tuviera su “causa” o “raíz” en las maniobras del astut, por lo que parece que el “campo” ya estaba “delimitado” con el revisionismo en este aspecto. Lo que cabría matizar, transcurrido todo este tiempo, respecto al posicionamiento del MAI es, en todo caso, eso de la “escasa suerte” de la mediana burguesía, a través de sus representantes, en instrumentalizar el movimiento. Efectivamente, la participación de la mediana burguesía es lo que ha dotado al movimiento independentista catalán de su carácter nacional general, lo que lo ha potenciado hasta poner en el orden del día la cuestión de la independencia nacional. Los representantes de ERC, por ejemplo, lo saben, de ahí su timidez y circunspección cuando les han servido la cabeza política de Mas en bandeja. Los camaradas de BiR hablan de “capitulación permanente” de la mediana burguesía frente a la pequeña burguesía catalanista. Esto, si, como hacen los camaradas, se admite que la primera tiene el “liderazgo” del Procés, sólo puede comprenderse por el hecho de que, debido a la agudeza de la crisis política del Estado español, el grueso de la mediana burguesía ha pasado de un nacionalismo moderado respecto al statu quo del Estado a abrazar formalmente el independentismo. Con ello los camaradas nos presentan un esquema rígido, estático, de los intereses de las clases, donde éstas no pueden maniobrar ni desplazar sus posiciones según les convenga en función de la lucha de clases, sino que a cada fracción le corresponde unívocamente, le corresponde esencialmente, un programa político determinado a priori. Así, la independencia nacional sería, esencialmente y de una vez por todas, el programa de un sector de la pequeña burguesía catalanista, siendo cualquier desplazamiento en este sentido de otra fracción de la clase burguesa, una “capitulación” de ésta, independientemente de la correlación entre todas las clases en pugna y de que esta fracción integrada al independentismo tenga el “liderazgo” de su movimiento, esto es, la posición idónea para su instrumentalización. De nuevo, la eliminación del factor de la subjetividad en la lucha de clases (menos importante en el caso de la burguesía –pues su programa universal es la acumulación de plusvalía en la mayor cantidad posible, siendo fundamentalmente accidentalista respecto a las formas políticas, nacionales o de otro tipo, que se la puedan propiciar— que en el del proletariado, protagonista de una obra histórica de construcción consciente) aparece tras las concepciones de los camaradas, cuyo fervor anti-esencialista presenta una faz algo tuerta, sólo fijado en el proletariado, sin aplicar tal rigor crítico a las cuestiones que atañen a la burguesía y sus naciones.

Por lo demás, esta insistencia de los camaradas en “deslindar” a sectores “más altos” de la burguesía respecto al Procés, como tratando de sugerir la existencia de un movimiento nacional popular nítidamente diferenciado de la “alta burguesía” catalana (que, por cierto, no creemos que sea independentista en absoluto), bien distinguido del carácter de clase necesaria y fundamentalmente burgués de todo movimiento nacional, no hace sino reforzar, unido a todo lo demás que hemos ido indicando, la impresión señalada respecto a la desviación nacionalista que ha aquejado a los camaradas de BiR.

Después de todo lo dicho, queremos subrayar que la posición aquí defendida es inseparable e indesligable de la defensa del derecho de autodeterminación y la igualdad democrática entre las naciones que los destacamentos de la LR sostienen, como en su mayoría ejemplificaron con toda consecuencia ante el 9-N. Sin embargo, el que los camaradas de BiR hayan absolutizado el aspecto democrático, secundario en la contradicción que establece la dialéctica del correcto planteamiento marxista en la cuestión nacional, nos ha obligado ahora a poner el acento en el principal y fundamental, la sustantividad en sí del principio internacionalista proletario, la unidad e indivisibilidad de la lucha de clases y la tendencia a la asimilación y fusión de las naciones, ese “motor de la transformación del capitalismo en socialismo” que caracterizó Lenin. Este aspecto primordial es el que vincula la actividad autónoma que los comunistas podemos desplegar ya, aquí y ahora —independientemente de la plasmación del problema nacional en la esfera del Estado burgués—, de unidad internacionalista en el seno de la clase obrera y su vanguardia, con el horizonte final de fusión de la humanidad en el Comunismo. Esta defensa marxista de la asimilación y fusión de las naciones[40] sólo puede realizarse consecuentemente desde el tratamiento democrático de las mismas, desde la lucha contra toda opresión y privilegio entre las naciones, para evitar el encastillamiento y el repliegue del proletariado sobre sus particularidades nacionales y permitir, precisamente, su unidad de clase en la lucha contra el capitalismo por encima de estas barreras.

Como punto y final de esta respuesta, nos gustaría reiterar una vez más nuestra consideración camaraderil hacia BiR, a los que, insistimos, consideramos parte del Movimiento por la Reconstitución y camaradas honestos y valiosos. Confiamos que esta polémica, en la que nos hemos esforzado por “ir hasta el final” respecto a las implicaciones de las posiciones que nos planteaban los camaradas, sirva para profundizar ideológicamente en nuestra cosmovisión (a nosotros ya nos ha servido en tal sentido), demostrando la potencia de la lucha de dos líneas, y para avanzar en la cohesión política de los camaradas de BiR con el conjunto del Movimiento, en que podamos avanzar más estrechamente unidos por el difícil pero enriquecedor y necesario sendero de la Reconstitución del comunismo y la reanudación de la Revolución Proletaria Mundial.

Comité por la Reconstitución
Febrero de 2016




Notas:

[1]. Se citará el documento de los camaradas de BiR (Sobre el debate alrededor del 27-S) indicando al final de la cita entre paréntesis la página del Dossier donde se encuentra. N. de la Edit.

[2]. Un paso adelante, dos pasos atrás; en LENIN, V.I. Obras Escogidas. Progreso. Moscú, 1975, tomo II, p. 323.

[3]. Ello, aunque ya claro, como veremos por el propio texto de BiR, quedó absolutamente confirmado durante los debates que han conducido a este documento, cuando los defensores de las posturas de BiR calificaron ese “espíritu” de la clase universal como “algo económico e inconsciente”.

[4]. No obstante, a pesar de este, sin duda saludable, fervor anti-espontaneísta, los camaradas se permiten hacer alguna cesión a ese mismo espontaneísmo: “Recalcamos que en ciertos momentos de ascensión revolucionaria, con las amplias masas en acción y puestas en movimiento por la revolución, entonces sí que su espíritu universal ‘puede’ equipararse al internacionalismo, o a una forma dominante de internacionalismo; pero solo en condiciones muy específicas y con la conquista de las masas en una etapa madura.” (p. 52). En cualquier caso, vuelven a apuntar hacia esa identificación espíritu universal-clase en sí que estamos demostrando.

[5]. Por ejemplo: “Si bien es verdad que los motines eran simples levantamientos de gente oprimida, no lo es menos que las huelgas sistemáticas representaban ya embriones de la lucha de clases, pero embriones nada más. Aquellas huelgas eran en el fondo lucha tradeunionista, aún no eran lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos; sin embargo, los obreros no tenían, ni podían tener, conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este sentido, las huelgas de los años 90, aunque significaban un progreso gigantesco en comparación con los ‘motines’, seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.” ¿Qué hacer?; en LENIN: O. E., t. II, pp. 27-28.

[6]. Ibídem, pp. 36-37, 81 y 92.

[7]. Balance de la discusión sobre la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. VI, p. 23 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

[8]. Marx también nos explicita la vinculación necesaria entre el igualitarismo abstracto y formal de la burguesía y el valor como nivelador abstracto, rasurador del trabajo útil cualitativamente diferente, que se encuentra en la base del modo de producción capitalista: “El secreto de la expresión de valor, la igualdad e idéntica validez de todos los trabajos, porque y en tanto son trabajo humano en general, sólo puede descifrarse cuando el concepto de la igualdad humana ha adquirido ya la firmeza de un prejuicio popular. Pero esto sólo es posible en una sociedad donde la forma mercancía es la forma general del producto del trabajo, o sea, donde también la relación de los hombres entre sí, en su calidad de propietarios de mercancías, es la relación social dominante. ” MARX, K. El capital. Akal. Madrid, 2007, Libro I, tomo I, p. 87.

[9]. “(…) la autodeterminación de las naciones’, en el programa de los marxistas, no puede tener, desde el punto de vista histórico-económico, otra significación que la autodeterminación política, la independencia estatal, la formación de un Estado nacional.” El derecho de las naciones a la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. V, p. 103.

[10]. “La nación no es simplemente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se constituyen en naciones. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc. se constituyen en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal.” STALIN, J. El marxismo y la cuestión nacional. Fundamentos. Madrid, 1976, p. 31.

[11]. La identificación unilateral del Partido Proletario de Nuevo Tipo con esa misma esfera política del Estado significaría la reducción del instrumento clave de la revolución proletaria y su encajonamiento en los límites de la concepción del mundo y de la política de la burguesía, donde, efectivamente, los partidos son entendidos como gestores del Estado, como apéndices subordinados de éste, como partes de su entramado, cuya significación y sustantividad está vacía de por sí en ausencia del elemento estatal, primario tanto en el orden político-lógico formal burgués como en el histórico-concreto material. Para el proletariado, por el contrario, el Partido ocupa la posición de preeminencia sobre el Estado, es precisamente el primero el que genera el segundo, el Nuevo Poder y el Estado de Dictadura del Proletariado, abriendo con ello, coherentemente, el horizonte de su extinción final en el Comunismo. Para el proletariado el Partido no es una mera magnitud política, sino que es una magnitud histórica, que tiene su cimiento en una cosmovisión global alternativa, siendo el lugar donde se dan cita los elementos sustantivamente genuinos de ésta, como, por ejemplo, la fusión de conocimiento y transformación que signa la praxis revolucionaria. Cabe decir en esta línea, también, que la política proletaria tiene una proyección histórica y es, por tanto, irreductible y antagónica de cualquier concepción pragmática –burguesa— de la misma; de ahí que la fortaleza política del proletariado resida en la solidez de sus principios. En definitiva, se trata de si el partido es gestor del orden dado, a través de sus elementos inmediatos —el movimiento social y la política-Estado, por apelar a los rudimentos operativos que los camaradas de BiR conceden a la vanguardia—, o es agente y puntal clave de transformación del mismo. En este sentido, para empezar a despejar y asentar esta concepción nueva y superior de la política que entraña el Partido de nuevo tipo del proletariado, y que, por ejemplo, contiene elementos para enfrentar de raíz y principio la visión de la política abanderada por esos politólogos académicos metidos hoy a “promotores del cambio”, tal vez resulte útil el artículo: El partido revolucionario del proletariado y las tareas actuales de los comunistas; en LA FORJA, nº 27, agosto de 2003, pp. 26-40.

[12]. “El objetivo del socialismo no consiste sólo en acabar con el fraccionamiento de la humanidad en Estados pequeños y con todo aislamiento de las naciones, no consiste sólo en acercar las naciones, sino también en fundirlas.” La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. V, p. 353. “(…) la tendencia histórica universal del capitalismo a romper las barreras nacionales, a borrar las diferencias nacionales, a llevar a las naciones a la asimilación, tendencia que cada decenio se manifiesta con mayor pujanza y constituye uno de los más poderosos motores de la transformación del capitalismo en socialismo. (…) Quien no esté lleno de prejuicios nacionalistas no podrá menos de ver en este proceso de asimilación de las naciones por el capitalismo un grandioso progreso histórico, una destrucción del anquilosamiento nacional de los rincones perdidos”. Notas críticas sobre el problema nacional; en LENIN: O. E., t. V, pp. 32 y 34.

[13]. STALIN: Op. cit., pp. 39 y 87.

[14]."(…) la tendencia de todo movimiento nacional es formar Estados nacionales, que son los que mejor cumplen estas exigencias del capitalismo contemporáneo. (…) el Estado nacional es por ello lo típico, lo normal en el periodo capitalista. (…) Lo cual no quiere decir, naturalmente, que semejante Estado, erigido sobre las relaciones burguesas, pueda excluir la explotación y la opresión de las naciones.” El derecho de las naciones a la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. V, pp. 99 y 103.

[15]. El internacionalismo proletario, como enseguida abundaremos, se diferencia de cualquier variedad de “internacionalismo” de raigambre radical pequeño-burguesa, precisamente en su organicidad, en su sustantiva unicidad. Por ejemplo, Kautsky, en la época en que aún era referenciado por Lenin y en que éste apelaba a su autoridad, allá por 1908, indicaba agudamente: “Es necesario tomar conciencia ya mismo de que nuestro internacionalismo no representa una clase especial de nacionalismo, que sólo se diferenciaría del nacionalismo burgués por el hecho de no actuar agresivamente como éste, permitiendo, por el contrario, a cada nación los mismos derechos que reivindica para sí misma y reconociendo la total soberanía de cada país. Esta concepción que transfiere el punto de vista del anarquismo del individuo a las naciones no responde a la estrecha comunidad cultural que existe entre las naciones de la sociedad contemporánea. Éstas, en efecto, constituyen, económica y culturalmente, un único cuerpo social cuyo desarrollo descansa en el concurso armónico de sus partes, posible únicamente cuando cada una de ellas se subordina al todo. La Internacional Socialista no constituye un conglomerado de naciones soberanas donde cada una de ellas actúa de acuerdo a su libre arbitrio bajo el supuesto de no lesionar la igualdad de derechos de las demás, sino que conforma un organismo cuyo funcionamiento es tanto más perfecto cuanto más fácilmente se entienden sus partes y cuanto más unánimemente actúen según un plan común.” KAUTSKY: Nacionalidad e internacionalidad; en VV.AA. La Segunda Internacional y el problema nacional y colonial. Pasado y Presente. México D. F., 1978, vol. 2, p. 142. Dejemos a un lado los defectos del tipo de formulación, propios de la II Internacional, y el hecho de que ésta, efectivamente, se descubrió en 1914 como ese “conglomerado de naciones soberanas”, que ayudó a conducir a los obreros europeos al matadero fratricida de la guerra imperialista, y fijémonos en el espíritu del principio que plantea, el de la organicidad independiente del internacionalismo proletario, que es además el más congruente con las bases materiales de la sociedad contemporánea. Ese espíritu de orgánica “subordinación de la parte al todo” es perfectamente recogido por Lenin unos años más tarde, en plena matanza imperialista y tras haber roto políticamente con Kautsky: “Las distintas reivindicaciones de la democracia, incluyendo la de la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento democrático (hoy socialista) mundial. Puede suceder que, en un caso dado, una partícula se halle en contradicción con el todo; entonces hay que desecharla.” Balance de la discusión sobre la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. VI, p. 39 (la negrita es nuestra –N. de la R.). Los camaradas de BiR, por el contrario, al introducir la democracia y sus reivindicaciones en el plano irrenunciable de los principios propios del proletariado, realizan, precisamente, la operación de “absolutización” de las mismas.

[16]. STALIN: Op. cit., p. 19 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

[17]. BAUER, O. La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia. Siglo Veintiuno. México D. F., 1979, pp. 20, 102 y 164.

[18]. Por cierto, abundan, como expresión de la influencia del nacionalismo de pequeña-nación teñido de “rojo”, las invectivas contra el jacobinismo, identificado con la opresión nacional. Este sólo planteamiento ya debería bastar para demostrar que el que lo hace ha abandonado el punto de vista de clase del proletariado y adoptado el del nacionalismo pequeño-burgués, situándose en la batalla de la interpretación histórica entre las filas de la Vendée frente a la Convención jacobina. Y es que aislar, por un lado, la célebre centralización jacobina de la majestuosa movilización de masas, las medidas de control económico y el Terror revolucionario con que la vanguardia de la burguesía democrática francesa hizo frente a la reacción aristocrática y barrió el feudalismo, e identificarla exclusivamente, por otro lado, con la lucha contra los particularismos, que eran, en ese contexto histórico concreto, punto de apoyo y soporte natural del fraccionamiento feudal y del privilegio corporativo nobiliario, indica que el punto de vista de la lucha de clases no rige la comprensión del proceso histórico universal, que pesan más las demandas particularistas de determinada cultura nacional, con su repugnante e inevitable ensimismamiento e indiferencia respecto las vicisitudes de la marcha de la civilización humana como conjunto. No creemos necesario recordar las célebres reivindicaciones de Lenin respecto a la Montaña francesa y sus alabanzas de la consecuencia revolucionaria de los jacobinos. Por supuesto, esta reivindicación histórica, propia de todo comunista que “se ha alzado hasta la comprensión del proceso histórico como conjunto” y cuya perspectiva se asienta en el principio universalista de la lucha de clases, no es óbice para la denuncia de la utilización mistificadora del episodio jacobino como elemento legitimador del chovinismo de gran-nación y para la defensa del derecho de autodeterminación de las naciones, también de las oprimidas por el Estado burgués francés.

[19]. ¿Qué hacer?; en LENIN: O. E., t. II, p. 36.

[20]. “(…) donde reside su potencia como ideología (…) en algo permanente como son unos graníticos cimientos incólumes e inamovibles en forma de principios revolucionarios y de clase claramente definidos. Y es en estos principios donde anida el valor universal del marxismo, el ámbito a través del cual conecta, desde la práctica revolucionaria del proletariado, con la secular tradición que ha mantenido vivo el ideal emancipatorio de la humanidad.” La nueva orientación en el camino de la Reconstitución del Partido Comunista. Balance y rectificación; en LA FORJA, nº 31, marzo de 2005, pp. 6 y 7.

[21]. “(…) en la Economía Política, el proletario, es decir, aquel que, desprovisto de capital y de rentas de la tierra, vive sólo de su trabajo, de un trabajo unilateral y abstracto, es considerado únicamente como obrero.” MARX, K. Manuscritos: economía y filosofía. Alianza. Madrid, 1999, p. 59.

[22]. Nacionalismo y bolchevismo; en LA FORJA, nº 17, octubre de 1998, p. 15 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

[23]. Notas críticas sobre el problema nacional; en LENIN: O. E., t. V, p. 38 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

[24]. Conviene insistir y recordar la crítica de Marx al igualitarismo formal-abstracto, propio del derecho (éste, por cierto, bandera de la revolución democrática) burgués (y donde encaja perfectamente, por ejemplo, el derecho de autodeterminación) y la superación del mismo que supone el igualitarismo material-concreto comunista: “A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. (…) En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando se les enfoque desde un punto de vista igual, siempre y cuando se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso concreto, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás. (…) A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.” Crítica del Programa de Gotha; en MARX, C.; ENGELS, F. Obras Escogidas. Ayuso. Madrid, 1975, tomo II, p. 16. Este esbozo crítico es una base ideal para desarrollar una crítica sistemática de la democracia burguesa y prevenirnos de sus efectos aturdidores, evitando identificar su igualdad formal, apoyada en las determinaciones sociales que constriñen los horizontes de la potencialidad humana, tales como la nación, con la verdadera igualdad de la humanidad emancipada; así evitaremos una excesiva preocupación por problemáticas ajenas a nuestra clase, como el “internacionalismo entre iguales”, ¡como si el encorsetamiento en los confines de la nación, por muy “igual” que ésta sea respecto a las demás, no fuera en sí mismo una maldición para el proletariado! Siempre, por supuesto, que veamos en él algo más que al obrero (entonces, como tal, los privilegios corporativos de pertenecer a tal o cual grupo nacional sí pueden ser una ventaja en la implacable y embrutecedora competencia por el salario).

[25]. “(…) el proletariado, no educado en la lucha por la democracia, es incapaz de realizar una revolución económica. (…) La solución marxista del problema democrático consiste en que el proletariado que desarrolla su lucha de clases, utilice todas las instituciones y aspiraciones democráticas en contra de la burguesía a fin de preparar el triunfo del proletariado sobre la burguesía y derrocarla.” La solución marxista del problema democrático (respuesta a P. Kievski); en LENIN, V.I. Una caricatura del marxismo. R. Torres. Barcelona, 1976, pp. 82 y 84 (la negrita es nuestra –N. de la R.). Como se ve, se trata de “educar” y “preparar”, de “utilizar” con la condición de que el proletariado esté desarrollando su lucha de clases independiente (es decir, no son subcategorías del mismo elemento, sino más bien elementos que operan “polarizadamente”, con cierta “exterioridad”, que presuponen el sujeto que opere el útil). Y estamos hablando de una formulación leniniana de hace un siglo. Hoy, a la luz de toda la experiencia posterior de la Revolución Proletaria Mundial, creemos que la LR ha conseguido integrar políticamente tanto el espíritu leninista de esta indicación como el “momento democrático” de forma más coherente y orgánica, como parte de la digestión histórica que da lugar al sujeto proletario. Así, por ejemplo, la posibilidad de un protagonismo destacable de la participación y utilización de las instituciones democráticas de la burguesía, vendría consignado, coherentemente, en el momento posterior a la reconstitución ideológica (en que la Línea General se ha establecido con todo detalle y coherencia y es el referente hegemónico de la vanguardia teórica, esto es, aparece como condición para la “utilización” de la democracia), cuando la vanguardia teórica busca la fusión con la vanguardia práctica para la reconstitución inminente del Partido Comunista (por tanto, tampoco es el final del proceso, ni un principio “absoluto” siempre presente, sino que sólo forma parte de la “educación” del proletariado y de la “preparación” del derrocamiento de la burguesía a través de la Guerra Popular). Para una mayor explicación en un plano más político: Respuesta a un camarada; en EL MARTINETE, nº 21, septiembre de 2008, pp. 48-51.

[26]. “Y para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de los trabajadores y oprimidos por el capital lleguen a adoptar esa posición, la propaganda y la agitación son insuficientes por sí solas. Para ello es imprescindible la propia experiencia política de las masas. (…) cuando se trata de poner en orden de batalla (…) a ejércitos de millones de hombres, de disponer todas las fuerzas de clase de una sociedad para la lucha final y decisiva, no se logrará nada sólo con los hábitos del propagandista, con la simple repetición de las verdades del comunismo ‘puro’”. La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo; en LENIN: O. E., t. XI, pp. 74 y 75. Pero Lenin, ahí mismo, se cuida de advertir la preeminencia y anterioridad del momento sustantivamente ideológico concerniente a la vanguardia, que no es, por tanto, resultado de una combinación previa de elementos: “La vanguardia proletaria ha sido conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia la victoria. (…) Mientras se trate (y en la medida en que se trata aún ahora) de ganar para la causa del comunismo a la vanguardia del proletariado, la propaganda debe ocupar el primer lugar”. Ibídem. Obsérvese como el Plan de Reconstitución recoge perfectamente el espíritu de los planteamientos leninianos.

[27]. Hay que subrayar que, efectivamente, el internacionalismo y el principio democrático de la autodeterminación de las naciones, no sólo son “externos” (la vanguardia proletaria desde que es tal ha trascendido, superado, la problemática nacional; no así las masas a las que debe llegar, de ahí que inexcusablemente deba defender su tratamiento democrático, como condición precisamente para la superación, no la realización, también por estas masas del principio nacional –que en lo concreto esta realización pueda darse es fundamentalmente indiferente para la vanguardia, debido precisamente a su internacionalismo), sino que su relación sí es contradictoria: uno plantea la universalidad de las condiciones, intereses y problemas, así como el modo de afrontarlos, en que está envuelta la humanidad como conjunto, apuntando a su realización como tal conjunto concreto; mientras que el otro tiene como horizonte la realización y culminación política de lo que es particularidad, se dirige al apuntalamiento de lo diferencial de un grupo humano específico respecto a los demás.

[28]. Lenin reconocía este hecho, aun en medio de la lucha contra la errónea negación del derecho de autodeterminación por parte de la izquierda polaca: “No es una paradoja, sino un hecho, que el proletariado polaco, como tal, puede coadyuvar ahora a la causa del socialismo y la libertad, incluida también la polaca, sólo mediante la lucha conjunta con el proletariado de los países vecinos, contra los estrechos nacionalistas polacos. Es imposible negar el gran mérito histórico de los socialdemócratas polacos en la lucha contra estos últimos.” Balance de la discusión sobre la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. VI, p. 49 (la negrita es nuestra –N. de la R.). Igualmente, Lenin pone otro aleccionador ejemplo: “Karl Rádek, un socialdemócrata polaco que ha contraído méritos singularmente grandes con su lucha enérgica en defensa del internacionalismo en la socialdemocracia alemana después de empezada la guerra, se levanta furioso contra la autodeterminación (…)”. Ibídem, p. 47. “Méritos internacionalistas” y oposición “furiosa” a la autodeterminación en la misma persona, según Lenin, y estamos seguros de que los camaradas no piensan que el revolucionario ruso era un “internacionalista” vulgar. En todo caso, cabe entresacar que el internacionalismo doctrinario, abstracto, es menos grave en la nación oprimida, pues al menos asegura, aun con las limitaciones que pueda conllevar, cierto trabajo de propaganda en pro de la libertad de unión, que es la función internacionalista esencial en ese tipo de territorios. Donde es absolutamente inadmisible es en la nación opresora, y, a pesar del celo anti-luxemburguista de los camaradas de BiR, aproximándose peligrosamente al nacionalismo, como hemos visto, no creemos que se le pueda reprochar tal doctrinarismo a los destacamentos “españoles” de la LR, como éstos demostraron fehacientemente ante el 9-N.

[29]. STALIN: Op. cit., pp. 95-96.

[30]. LENIN: Carta a Gorki (febrero de 1913); Cfr. EL MARTINETE, nº 27, abril de 2015, p. 16 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

[31]. Hecho del que Lenin, el incansable batallador por la inclusión del derecho democrático de autodeterminación en el programa revolucionario, fue perfectamente consciente siempre: “(…) debilitar los vínculos y la alianza existentes hoy en día dentro de un mismo Estado entre el proletariado ucranio y el proletariado ruso sería una traición directa al socialismo y una política estúpida incluso desde el punto de vista de los ‘objetivos nacionales’ burgueses de los ucranios. (…) Si los proletarios rusos y ucranios van unidos, la libertad de Ucrania es posible; sin esa unidad no se puede hablar siquiera de tal libertad.” Notas críticas sobre el problema nacional; en LENIN: O. E., t. V, pp. 34 y 35. Este principio clave, condición de toda la acción, fue, por supuesto, recogido por los destacamentos de la LR en su posicionamiento ante el 9-N; ya que los camaradas han traído a colación al MAI, veamos a modo de ejemplo algunos pasajes de su posicionamiento: “(…) el proletariado, empezando por sus elementos más conscientes, debe encuadrarse inmediatamente en organizaciones internacionales de clase únicas. (…) Mientras la unidad del Estado español siga vigente, y con ella la alianza internacional de la burguesía sobre la que se sostiene, la obligación de los proletarios de avanzada es permanecer y perseverar en la unidad orgánica internacional para el impulso de las tareas de desarrollo revolucionario de nuestra clase.” Ante el 9-N en Cataluña. Un posicionamiento por la unidad internacionalista del proletariado; en EL MARTINENTE, nº 27, abril de 2015, pp. 18 y 29.

[32]. Balance de la discusión sobre la autodeterminación; en LENIN: O. E., t. VI, p. 45. Ahí mismo, tras sentar con toda contundencia y exactitud que sin una propaganda a favor de la libertad de separación en el seno de la nación opresora no puede haber internacionalismo, Lenin habla más detenidamente de las tareas de los revolucionarios en el seno de la nación oprimida: “(…) el socialdemócrata de una nación pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la primera palabra de nuestra fórmula general: ‘unión voluntaria’ de las naciones. Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor de la independencia política de su nación como a favor de su incorporación al Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la estrechez de criterio, el aislamiento, el particularismo de pequeña nación, por que se tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general.” Ibídem.

[33]. Aquí se pueden situar todos los matices que se deseen. Si, efectivamente, el contacto inmediato sensible con la realidad puede aportar una mayor e importante riqueza de detalles y matiz a su comprensión; al mismo tiempo, cabe que esa realidad, con todo su peso y potencia material, distorsione la percepción de la misma de quien está inmerso en ella, factor, desde luego, nada desdeñable para un materialista marxista que sabe que la percepción está mediatizada por la concepción del mundo, que antes del dato está la cosmovisión, y que determinadas hegemonías ideológico-políticas pueden empujar en una dirección específica al observador de la materia social si no tiene suficiente distancia –que no tiene por qué ser primera ni principalmente geográfica— respecto a ella. En todo caso, aquí nos estamos refiriendo a la cuestión de principio.

[34]. Véase, por ejemplo: La ignorancia es atrevida; en EL MARTINETE, nº 20, septiembre de 2007, p. 40; y Sobre el Ciclo revolucionario, el maoísmo y el internacionalismo; en EL MARTINETE, nº 25, diciembre de 2011, p. 41.

[35]. La expresión la usa Lenin para caracterizar el periodo de desarrollo político del proletariado revolucionario ruso que sigue al IV Congreso del POSDR (de Unificación), que había unificado formalmente a los diferentes fragmentos del socialismo en Rusia, bolcheviques y mencheviques, pero también a distintas agrupaciones proletarias nacionales. En la práctica, los distintos grupos siguieron actuando por su cuenta. Al final de este periodo, Lenin escribiría elocuentemente: “El que espere un simple restablecimiento de la ‘federación de peor tipo’, la de 1907 a 1911, se engaña a sí mismo y a los demás. Restablecer esa federación es cosa ya imposible. Ese engendro no resucitará ya. El Partido se ha distanciado de él para siempre. ¿En qué dirección? ¿Hacia la federación ‘austríaca’? ¿O bien hacia la renuncia completa a la federación, hacia la unidad de hecho? Nosotros optamos por lo segundo. Somos enemigos de ‘adaptar el socialismo al nacionalismo’.” LENIN: Los “problemas espinosos” de nuestro Partido. Los problemas “liquidacionista” y “nacional”. (1912); Cfr. LA FORJA, nº 17, octubre de 1998, p. 5. Stalin también es contundente respecto al principio federativo nacional en la organización revolucionaria: “Organizados sobre la base de la nacionalidad, los obreros se encierran en sus cascarones nacionales, separándose unos de otros con barreras en el terreno de la organización. No se subraya lo que es común a los obreros, sino lo que diferencia a unos de otros. Aquí, el obrero es, ante todo, miembro de su nación: judío, polaco, etc. No es de extrañar que el federalismo nacional en la organización inculque a los obreros el espíritu del aislamiento nacional. Por eso, el tipo nacional de organización es una escuela de estrechez nacional y de rutina. Tenemos, pues, ante nosotros, dos tipos de organización distintos por principio: el tipo de unión internacional y el del ‘deslindamiento’ de los obreros por nacionalidades.” STALIN: Op. cit., p. 96.

[36]. Hay que decir que esto no ha sido privativo de los camaradas de BiR y que algún otro destacamento de la vanguardia proletaria, aunque estrictamente no podamos considerarlo —ni ellos se consideren así— parte del Movimiento por la Reconstitución, ha actuado de forma semejante, como, por ejemplo, Kimetz, que, indudablemente influido por el posicionamiento de la LR el 9-N, tampoco ha podido evitar extralimitarse estableciendo doctrina a partir de una maniobra. No por casualidad se trata de otro destacamento de vanguardia radicado en una nación oprimida con un fuerte (aunque no tan masivo como el catalán en la actualidad) movimiento nacional. Al respecto, véase: Polemizando sobre la cuestión nacional; en ENBOR, nº 10, pp. 35 y 36. Aun con todo, hay que señalar que mientras la extralimitación de Kimetz los lleva hacia la izquierda, dadas las posiciones que ocupaba este destacamento anteriormente, la de nuestros camaradas apunta inquietantemente hacia la derecha por eso mismo, por su posición en el seno de la LR.

[37]. “La obra de Octubre nos ha legado un tesoro de experiencias revolucionarias. Pero también nos aporta un sinnúmero de elementos ideológicos y políticos, insertos en el discurso revolucionario, que más bien son hijos de la necesidad práctica del momento o del acuerdo coyuntural del marxismo y el proletariado revolucionario con otras fuerzas políticas y sociales ante determinadas circunstancias que, si bien fueron pasajeras, dejaron una huella permanente en el discurso marxista sin recibir la pertinente crítica depuradora una vez superadas esas coyunturas. El marxismo que nos lega Octubre, pues, está cargado de resonancias del pasado, de expedientes agregados por las dificultades de cada momento político, arrastra los sedimentos aluviales que han ido depositando las alianzas políticas, compromisos ideológicos y, no las menos veces, su deficitaria comprensión e inadecuada aplicación.” La nueva orientación en el camino de la Reconstitución del Partido Comunista. Balance y rectificación; en LA FORJA, nº 31, marzo de 2005, p. 6.

[38]. Ya no se trata sólo de la revisión unilateral del concepto proletario de internacionalismo, sino que, por ejemplo, cuando los camaradas deducen de la cita del posicionamiento del MAI que el internacionalismo de éste se basa en un esencialismo obrerista, algo necesariamente economicista, obvian el fragmento anterior de la frase. Veámoslo; dicen los camaradas del MAI: “En síntesis, esta dialéctica tiene en cuenta los dos aspectos del problema nacional desde el punto de vista de la revolución proletaria. Por un lado, el democrático (…) por otro, el revolucionario-socialista (el contenido esencial del proletariado como clase universal con intereses fundamentalmente idénticos en todo el mundo), expresado en la defensa de la unidad internacional de su lucha de clase.” (citado por BiR, p. 52). Desde aquí, los camaradas de BiR la emprenden briosos contra esa expresión, “espíritu universal de clase”, como fuente de todo tipo de espontaneísmo. Pero, como podemos ver, antes del paréntesis se habla, subrayado, del aspecto revolucionario-socialista. ¿Acaso la LR en general y el MAI en particular no se han desarrollado luchando precisamente contra quienes plantean el revolucionarismo esencial del obrero? ¿Acaso no han destacado por marcar la frontera, infranqueable espontáneamente, que separa las condiciones de existencia de los obreros de su conciencia revolucionaria? Evidentemente, en el caso concreto del 9-N, este “espíritu revolucionario-socialista” venía puesto no por otra cosa que por la vanguardia marxista-leninista, sus concepciones, su posicionamiento y su proceso de organización-articulación. Claro está, por otra parte, que hay una perfecta conexión lógica entre la liquidación de la sustantividad de la vanguardia en el esquema de los camaradas y su inadvertencia de que ésta era la única interpretación legítima de ese elemento por parte de la LR. Sólo cabe preguntar, ¿acaso es necesario adjuntar la Nueva Orientación antes de cada nuevo documento de la LR? Ello, desde luego, sin aclarar demasiado a los que quieran entender, generaría terribles problemas logísticos a nuestros sufridos propagandistas.

[39]. Ante el 9-N en Cataluña. Un posicionamiento por la unidad internacionalista del proletariado; en EL MARTINETE, nº 27, abril de 2015, p. 24.

[40]. “No es marxista, ni siquiera demócrata, quien no acepta ni defiende la igualdad de derechos de las naciones y los idiomas, quien no lucha contra toda opresión y desigualdad nacional. Esto es indudable. Pero es igualmente indudable que el seudomarxista que pone de vuelta y media a los marxistas de otra nación, acusándolos de ‘asimilistas’, es de hecho un simple pequeño burgués nacionalista.” Notas críticas sobre el problema nacional; en LENIN: O. E., t. V, p. 32.,....))))....



La encrucijada del nacionalismo

Documento sobre la cuestión nacional catalana y las tareas de los comunistas

I.  Introducción

Balanç i Revolució (BiR) se presenta como grupo o destacamento de vanguardia en territorio catalán para la reconstitución ideológico-política del comunismo, con el objetivo de formar un Partido Comunista de Nuevo Tipo en el Estado español para la Revolución Proletaria Mundial. Debido al carácter del momento actual —derrota y repliegue del comunismo, expresado con el fin del último Ciclo Revolucionario (1917-1989)—, nuestra tarea se centra elementalmente en la formación polifacética de cuadros revolucionarios, mediante el balance o síntesis del pasado Ciclo Revolucionario, la lucha de dos líneas y el trabajo teórico-ideológico general, en dirección consciente hacia la formación y organización de la vanguardia teórica marxista (reconstitución ideológica) como una premisa básica para la formación del Partido Comunista (reconstitución política).

Actualmente, la línea revolucionaria se encuentra en plena derrota y repliegue, incapaz de tratar las tareas y contradicciones del momento actual y, por consiguiente, el revisionismo es la línea dominante en el Movimiento Comunista Internacional, en todo el abanico de corrientes que lo conforman. En el Estado español en concreto se reproduce, en líneas generales, esta situación en la amplia multiplicidad de organizaciones “comunistas”; la revolución proletaria ya no está en el horizonte del movimiento comunista ni de las masas. En este panorama, la Línea de Reconstitución plantea encarar la rearticulación del movimiento revolucionario por el comunismo no desde la reproducción mecánica de arquetipos asimilados, sino desde la reconstitución ideológico-política del comunismo para situar la teoría revolucionaria en un punto más elevado, superando así dialécticamente las limitaciones y errores de la praxis acumulada. El Movimiento por la Reconstitución, en la línea de masas y tareas de la actualidad, ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. En este contexto general, Balanç i Revolució (BiR) se presenta como destacamento por la Reconstitución en territorio catalán, aspirando a agrupar y formar la vanguardia teórico-ideológica catalana en el proceso general por la reconstitución del Partido Comunista.

Debido a la singular intersección de diversas contradicciones inmediatas en el Estado español, como son, entre otras, la reorganización del Poder con la ofensiva característica del gran capital en el contexto de crisis sistémica, la correspondiente respuesta de la mediana-pequeña burguesía y la aristocracia obrera, y la cuestión nacional catalana —estrechamente relacionada con el punto anterior—, desde Balanç i Revolució (BiR) creemos conveniente presentarnos mediante un documento donde se exponen nuestras líneas generales de forma vinculada a nuestro posicionamiento sobre el “proceso soberanista”. Es decir, creemos que la inmediatez del 9-N nos ofrece una gran oportunidad para presentarnos y abordar la cuestión, siendo éste un tema realmente polémico, amplio, pendiente de un profundo debate y copado por los análisis revisionistas dominantes.

La cuestión nacional catalana, o general en el Estado español, es algo que exige un escrupuloso estudio histórico, un balance crítico y un posicionamiento claro que rompa con la línea revisionista dominante. Así, para poder entrar de lleno en las tareas actuales respecto a esta cuestión, hace falta profundizar previamente en ella mediante el análisis concreto e histórico de la situación concreta. Esto equivale, en términos marxistas, al análisis histórico de la configuración del Estado español y el encaje de las diversas naciones en él según la organización de la producción e intercambio mercantil capitalistas y la lucha y correlación de clases. Se esbozarán aquí unas líneas generales orientativas; nuestra aportación pretende ser un grano de arena que contribuya al debate profundo y conjunto de la vanguardia comunista sobre el tema.

II. Análisis general del Estado español

El Estado español es un Estado plurinacional desarrollado sobre la alianza de las grandes burguesías monopolistas de las diversas naciones, que constituyen la columna vertebral del Poder burgués. En el Estado español existe una nación privilegiada-dominante —nación castellana— y un conjunto de naciones oprimidas a las cuales no se les reconoce su carácter nacional, su igualdad de derechos respecto a la nación opresora ni su derecho a la autodeterminación. Así, los rasgos nacionales de la nación opresora tienen un carácter predominante sobre las diversas naciones oprimidas, hecho derivado tanto de la situación pre-jurídica del Estado burgués de sumisión violenta de los territorios, como de las exigencias idiomáticas del modo de producción y del intercambio capitalista, en favor de la lengua mayoritaria, y del carácter general del Estado español. No obstante, las diversas naciones oprimidas presentan cierta «autonomía nacional», reflejo de la forma de desarrollo capitalista en el Estado español y de la alianza interburguesa de su configuración.

Como se puede comprender, entonces, el Estado español es un caso realmente particular de configuración estatal en el proceso de desarrollo capitalista, ya que rompe el esquema dominante de Estado-nación. Esta particularidad histórica en la formación del Estado español moderno está íntimamente relacionada con la articulación e interrelación de las naciones periféricas del Estado —Catalunya y Euskadi, principalmente— en su desarrollo capitalista. Las premisas y formas para la organización social capitalista —masas de campesinos separados de la tierra y trabajadores de los instrumentos de trabajo, producción de mercancías y mercado correspondiente y acumulación originaria de capital— se manifestaron con especial preponderancia en territorio catalán y vasco; su situación geográfica de cara al mercado mediterráneo y atlántico, la fuertemente desarrollada producción manufacturera y, en el caso catalán, un peso considerablemente importante en el mercado colonial y una abundante mano de obra ofrecieron las bases para un desarrollo capitalista más rápido que en otras partes del Estado. Así lo prueban, por ejemplo, la introducción inicial de la máquina de vapor en estos territorios —año 1833, fábrica textil Bonaplata—, la alta tasa de industrialización respecto al resto del Estado y las primeras formas primitivas de movimiento obrero económico —Societat de Protecció Mútua dels Teixidors del Cotó de Barcelona; quema de maquinaria de la fabrica Bonaplata el año 1835, etc.—.

Esta contradicción aparente, este choque de intereses, entre unas regiones periféricas relativamente avanzadas y una mayoría del Estado relativamente atrasada y sometida profundamente a las convulsiones feudales y semi-feudales, llevó a las burguesías nacionales nacientes a abrazar opciones federalistas de organización estatal y la forma de república democrática. Los primeros pasos del catalanismo político o política nacional burguesa catalana, con la figura de Valentí Almirall y la celebración de los Congressos Catalanistes de 1880 y 1883 (fundación del Centre Català, la primera organización política catalanista), se inclinaban en este sentido de denuncia de la sujeción y dependencia de las estructuras dinásticas españolas y a favor de una organización regionalista-federalista del Estado. Es decir, se intentaba arrancar concesiones a un Estado centralista y comparativamente atrasado en favor del desarrollo propio de Catalunya —mediante participaciones puntuales, como en las Cortes de Cádiz, la I República, etc.—. Así, el primer nacionalismo catalán tomaba forma de la mano de una fuerte burguesía naciente en contradicción aparente con el estado de cosas en el resto del Estado español.

Sin embargo, el dominio y agresividad del imperialismo inglés, holandés, etc., y la debilidad y estrechez del mercado colonial español, y posteriormente su pérdida a raíz del Desastre de 1898, sumado todo a los problemas de comunicación del Estado con el exterior y su fuerte dependencia económica, llevó a les naciones periféricas a adoptar un fuerte proteccionismo y a centrarse en el mercado interno español. Esto significaba, entonces, la necesidad para las burguesías periféricas del desarrollo capitalista en todo el Estado, de la forja del mercado interno y del crecimiento de la demanda, y un interés vital por su parte en la participación para la organización de los asuntos del Estado. De estas fechas, de finales del siglo XIX y principios del XX, en la segunda etapa de la Restauración, son las consignas «catalanitzar Espanya» o «fer política a Madrid». En el año 1901 se formó la Lliga Regionalista, partido político de la gran burguesía catalana con importante presencia en Madrid, y, poco antes, en 1895, el homólogo para la gran burguesía vasca, el Partido Nacionalista Vasco. Con todo esto, entonces, las líneas generales del Poder burgués en España se definieron como un amplio y fuerte bloque de grandes burguesías de diversas naciones, de modo que la adecuación del desarrollo capitalista se apartaba del esquema Estado-nación. En otras palabras, de concesiones y exigencias puntuales por unos proyectos propios, la gran burguesía catalana y de otras naciones pasó a integrarse en la estructuración moderna del Estado español como bloque articulado de grandes burguesías. Dentro de este bloque, orgánicamente unido en torno a la nación poderosa, la nación asimilista y conveniente para el desarrollo socio-económico, las grandes burguesías nacionales —a menudo acompañadas, crítica o acríticamente, por las medianas-pequeñas burguesías— han tendido a desarrollar o exigir instrumentos propios de Poder en sus regiones, por medio de Estatutos de Autonomía, etc.; unos instrumentos que, en su conjunto articulado, constituyen un arraigado Estado burgués, un verdadero ideal capitalista o gran capitalista colectivo, como diría Friedrich Engels. Hay que apuntar, además, que la opresión nacional en el Estado español no es una opresión de naciones imperialistas sobre naciones saqueadas —de tipo colonial o semi-colonial—, porque precisamente la alianza de sus grandes burguesías configura un Estado imperialista y el capitalismo está plenamente desarrollado, sino una opresión o sujeción de tipo político, una sumisión política según la estructura configurativa del Estado burgués.

Por tanto, en general, en los últimos dos siglos la gran burguesía catalana ha sido una facción vitalmente interesada en el pactismo para integrarse en el bloque dominante del Estado español. Esto conduce a una primera conclusión importante, a saber: las pretensiones independentistas, no predominantes históricamente en las reclamaciones nacionales catalanas, han provenido y provienen generalmente de sectores de la mediana y pequeña burguesía. En su afán de «lucha» contra el gran capital, la mediana-pequeña burguesía catalana tiende históricamente a integrarse o combatir la alianza de la gran burguesía catalana con la gran burguesía del resto del Estado español [1]; excluida del bloque dominante, especialmente en períodos de crisis, la mediana-pequeña burguesía catalana arremete contra el statu quo del pactismo entre grandes burguesías, ya sea reivindicando formar parte de este como en sentido rupturista-independentista —franca expresión de lucha e identidad de contrarios—. La contradicción interburguesa entre gran burguesía y mediana-pequeña burguesía, entre gran y mediano-pequeño capital, es la contradicción principal que impulsa la orientación del nacionalismo catalán entre dos polos.  Tal contradicción ha tenido y tiene especial fuerza en la situación nacional catalana; la fuerza y arraigo de la mediana-pequeña burguesía en Catalunya aviva el fuego de la cuestión nacional.

Con perspectiva histórica, esta contradicción interburguesa se ha desplegado continua e incansablemente bajo diversas formas. Claros ejemplos son la separación de Solidaritat Catalana —amplia plataforma unitaria de opciones catalanistas variadas— en el año 1907 por el choque irremediable de intereses; y el conflicto rabassaire de los años 30, entre rabassaires —campesinos arrendatarios no-propietarios— y grandes propietarios, traducido en las exigencias de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y de organizaciones campesinas como Unió de Rabassaires, referentes históricos de la mediana burguesía catalana,  respecto a una legislación a favor del acceso a la propiedad de los rabassaires, y la férrea oposición de la Lliga Regionalista (en general, gran burguesía y terratenientes). La Llei de Contractes de Conreu, aprobada el año 1934, fue recurrida dos veces por la Lliga Regionalista ante el Tribunal de Garantías Constitucionales. La reproducción de esta contradicción llevó incluso al abandono del Parlamento catalán por parte de la Lliga Regionalista.

Todo esto, si se emplea para estudiar la situación concreta del momento actual, permite explicar que el «proceso soberanista» se caracteriza por la intensificación de la contradicción interburguesa principal entre la mediana-pequeña burguesía catalana, con ciertos sectores radicalizados y arrastrando a amplios sectores de la aristocracia obrera, y la gran burguesía pactista catalana, debido a la reacción-ofensiva del bloque dominante del gran capital del Estado español contra otras facciones burguesas (mediana-pequeña burguesía, aristocracia obrera, etc.) para ganar cuota de mercado, fortalecer monopolios, etc [2]. En respuesta a esta ofensiva, la mediana-pequeña burguesía catalana (con mucha fuerza en Catalunya, como se ha comentado), arrastrando a amplios sectores de la aristocracia obrera catalana, entra en contradicción con el bloque dominante del gran capital en que está incluida la gran burguesía catalana adoptando la línea rupturista-independentista.

Después de haber ofrecido algunas pinceladas generales e históricas sobre el transcurso de la contradicción interburguesa principal mencionada, pasaremos ahora a analizar los choques e intereses de tal contradicción en la actualidad. La gran burguesía catalana, así como el resto de grandes burguesías nacionales, no tiene un carácter secesionista; puede dividirse en fracciones más catalanistas o españolistas, pero no cae, en líneas generales, en el saco de la línea rupturista-independentista. Importantes representantes de la gran burguesía monopolista catalana, integrada como parte elemental del bloque dominante del Estado español, como Isidre Fainé (CaixaBank) o Javier Godó (Grupo Godó), claman abiertamente por un «gran pacto» y se han reunido varias veces con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para abordar la cuestión nacional [3] (lúcido ejercicio para probar la posición de la gran burguesía catalana es leer las editoriales del diario La Vanguardia). La gran patronal catalana, Foment del Treball Nacional, ante el «proceso soberanista» comparte posición, en líneas generales, con la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) —claro ejemplo, de nuevo, del bloque entre grandes burguesías nacionales—; se mantiene «al margen», rechaza el camino independentista —incluso el pacto fiscal—, a la vez que urge a realizar «grandes pactos» [4]. La precipitación de los acontecimientos les ha llevado a aceptar, en septiembre de 2014, un posible marco legal y acordado por el bloque dominante para el «proceso soberanista» y algún tipo de «pacto fiscal» para solucionar el problema [5]. Sería un clamoroso error, como lo hacen la mayoría de organizaciones «comunistas», identificar el «proceso soberanista» como una orientación política de la gran burguesía monopolista catalana; esto lleva a una posición realmente incómoda, impotente para comprender la fuerza y ​​el papel de la mediana-pequeña burguesía y su contradicción con la gran burguesía y, a la vez, ambigua en torno a unos propósitos imaginarios de la gran burguesía catalana.

La mediana-pequeña burguesía catalana ha sido la principal fuerza de clase impulsora del camino independentista, proceso emanado de las contradicciones y correlaciones explicadas anteriormente. Su posición e intereses, en «oposición» al bloque dominante de grandes burguesías para integrarse o combatir la alianza de la gran burguesía catalana con la gran burguesía del resto del Estado español, dependen en gran medida de la postura del Gobierno y de las fuerzas políticas del bloque dominante. Si el transcurso de los acontecimientos permiten mejorar su posición en la negociación y estructuración político-económica del Estado español, amplias capas de la mediana-pequeña burguesía —en especial, la mediana burguesía— renunciarán al camino independentista; pero, si la inflexibilidad de la ofensiva del gran capital del bloque dominante permanece férrea, la mediana-pequeña burguesía catalana, excluida y enfrentada vivamente contra el gran capital del bloque dominante, aspirará como proyecto político a romper con el Estado español para configurar la República Catalana [6]. El desarrollo progresivo del «proceso soberanista», ya en un lapso de tiempo reciente, así lo prueba; desde un Estatuto de Autonomía recortado hasta un pacto fiscal negado, esto es, con la continua postura rígida del bloque dominante del gran capital, la mediana-pequeña burguesía ha ido basculando a favor de la independencia política de Catalunya. Así, toda la patronal y varias organizaciones de la mediana-pequeña burguesía catalana se han unido al Pacto Nacional por el Derecho a Decidir—PIMEC, Fepime, Círculo Catalán de Negocios, CECOT, etc.—, a pesar de las iniciales reticencias y vacilaciones explicadas —el Círculo Catalán de Negocios abandonó PIMEC por su negación inicial a tratar la línea independentista [7]—.

Por otra parte, en la actual coyuntura política de polarización, es decir, de intensificación de la contradicción entre gran burguesía catalana y bloque dominante del gran capital en España, y la mediana-pequeña burguesía catalana, el papel de la burguesía catalana no-monopolista, o de segunda línea, es realmente difícil de trazar. Se puede advertir cierto distanciamiento respecto a la gran burguesía monopolista, pero la «capa de transición» entre ellas es fina y característicamente permeable. En cuanto a la aristocracia obrera catalana, la proporcionalidad de intereses con la mediana-pequeña burguesía —sobre todo con los sectores más radicalizados— la ha arrastrado tras la basculación independentista de esta. Así, los sindicatos monopolistas de CCOO y UGT en Catalunya se han alineado a favor del «proceso soberanista», adhiriéndose al Pacto Nacional por el Derecho a Decidir. Sin embargo, esta posición entra en contradicción con el posicionamiento de CCOO y UGT en el ámbito estatal —manifestación de la contradicción secundaria entre mediana-pequeña burguesía y aristocracia obrera de Catalunya y el resto del Estado español—. Además, el seguidismo al bloque independentista ha suscitado discrepancias en sus propias organizaciones [8]. Cabe señalar, sin embargo, que no hay ninguna muralla china entre clases y que, por tanto, sería erróneo concebir una absolutización de sus posiciones —así, por ejemplo, la gran burguesía catalana puede aprovechar la deriva de la mediana-pequeña burguesía catalana para mejorar su articulación en el bloque dominante, puede haber fracciones claramente españolistas de la media burguesía catalana (representadas por Ciutadans (C ‘s), Unión Progreso y Democracia (UPyD) …), etc.—.

Si se echa un vistazo a la correlación política adyacente se puede ver cómo, desde el periodo de los años 80 hasta bien entrado el siglo XXI, Convergència i Unió (CiU) ha representado a la gran burguesía monopolista —junto a otras fuerzas parlamentarias como el partido Socialista de Catalunya (PSC)—, pactista e integrada en el bloque dominante del Estado español —Jordi Pujol era visto como «hombre de Estado» y dicha formación política jugó un papel importante en la configuración y desarrollo vigentes en el Estado español—. En el actual escenario, ante la intensificación de la contradicción entre la gran burguesía y otras capas burguesas inferiores catalanas, CiU ha manifestado claras vacilaciones respecto a su papel histórico. Así, una contradicción secundaria latente en esta organización política, como es la existente entre la línea «conservadora-pactista» de la gran burguesía que históricamente ha representado y la línea «independentista» cercana a la mediana burguesía, ha pasado a primer plano. Actualmente, de la mano de Convergencia Democrática de Catalunya (CDC), parece que en lucha de contrarios con la línea de Unión Democrática de Catalunya (UDC) de los intereses de la burguesía catalana monopolista puede tomar preponderancia la segunda línea —la práctica del futuro inmediato dirá mucho—. Por lo tanto, podría decirse que CiU representa el ala conservadora del «bloque soberanista», correspondiente a la mediana burguesía acomodada y a sectores de la burguesía no monopolista (gran burguesía de segunda línea); hecho que junto con la intersección con la gran burguesía pactista define a CiU y sus contradicciones internas actuales.

Por otra parte, la fuerza política parlamentaria directriz de la línea independentista es ERC, representante histórica de amplias capas de la mediana burguesía principalmente —lo que no excluye vacilaciones hacia otras facciones de clase—. La evolución interna y de su línea política sigue un camino similar a la basculación de la mediana burguesía catalana anteriormente explicada. Además, ERC invitó a numerosas organizaciones de la mediana burguesía a incorporarse al Pacto Nacional, una muestra clara del fortalecimiento y el tejido político-económico que está construyendo. En cuanto a Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), la indecisión y vacilaciones internas muestran la contradicción entre una línea más cercana a la mediana burguesía y otra a la pequeña —e incluso a la aristocracia obrera—;  esto se ha acentuado en la actual coyuntura de crisis y ofensiva del gran capital del bloque dominante y los movimientos, entre otros, de CiU. Por tanto, no hay una posición común respecto a la independencia de Catalunya, sino un conglomerado por sectores.

Como fuerzas políticas extra-parlamentarias, cabe señalar el papel que realizan la Asamblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, actuando como mecanismo de equilibrio entre los partidos políticos en el movimiento soberanista. Su carácter del bloque de mediana-pequeña burguesía, aunque heterogéneo —Òmnium es más cercano a capas altas de la media burguesía y, ANC se encuentra más próxima o vinculada a sectores de la pequeña burguesía—, se evidencia a través de su importancia en la respuesta independentista de la mediana-pequeña burguesía a la ofensiva del gran capital.

En el ala radicalizada o de izquierda del «bloque soberanista» se encuentran las fuerzas correspondientes a la aristocracia obrera y sectores radicalizados de la pequeña-burguesía. En el primer caso, hay que mencionar a Esquerra Unida i Alternativa (EUiA); en el segundo, aunque con un amplio abanico de relaciones con otros sectores, se encuentra la izquierda independentista. En ella, de la misma forma que en otras organizaciones, se pueden discernir varias contradicciones definitorias. En este caso, según el grado de subordinación a otros sectores del «bloque soberanista» se pueden identificar el ala derechista, representada por Moviment de Defensa de la Terra (MDT) y que confía en la capacidad del «proceso soberanista» para generar una desestabilización aprovechable por la enigmática «revolución» o «transformación social» [9]; el ala izquierdista, representada principalmente por Endavant i Arran [10], críticos y escépticos con el seguidismo a CiU y ERC y la deriva rupturista del «proceso soberanista»; y el ala centrista, basculante y catalizadora entre las dos tendencias anteriores, que ocupa la Candidatura d’Unitat Popular (CUP).

No sería imprudente afirmar, pues, que el resultado del «proceso soberanista» dependerá en gran parte del desarrollo de las contradicciones entre las facciones políticas protagonistas y de las contradicciones en su seno; todo ello en el tablero general de la contradicción principal entre el bloque dominante de las grandes burguesías del Estado español y la mediana-pequeña burguesía catalana y otros sectores inferiores.

En todo este entramado de contradicciones, de intereses y correlaciones de fuerzas de clase, hay que destacar con especial énfasis la situación del proletariado de todo el Estado español, tanto de la nación opresora como de las naciones oprimidas. Esta clase social, la clase social de los desposeídos, no dispone de independencia político-ideológica. En otras palabras, el proletariado es carne de cañón para los intereses de las facciones de clase y los nacionalismos burgueses, tanto de la nación opresora como de la nación oprimida; es aprovechado, manejado y entregado como arma de poder por las respectivas burguesías. La división y enfrentamiento del proletariado de las diferentes naciones del Estado español es una carta jugada por los nacionalismos. Así pues, el proletariado no tiene una línea ni una organización revolucionaria para oponerse a las clases reaccionarias; en ello radica la falta de independencia del proletariado, esposado a los intereses de la burguesía y a la inmediatez de las condiciones actuales. Esto es un hecho. Cabe preguntarse, pues, a qué se debe. En líneas generales, a la derrota actual de la línea revolucionaria, del marxismo —hecho que culmina el último Ciclo revolucionario—. Y, yendo más allá, la derrota o crisis de la línea revolucionaria no debe atribuirse exclusiva o primariamente a factores externos, sino a su propia dinámica dialéctica, al transcurso de sus contradicciones teórico-prácticas, sobre las que pueden actuar e influenciar los factores externos. Es decir, la derrota de la línea revolucionaria en el último Ciclo es una consecuencia de su debilidad, de sus limitaciones y errores; de la incapacidad para resolver y superar (dialécticamente) las contradicciones que surgían y se desarrollaban. El marxismo o teoría revolucionaria no es algo compacto, hermético en sí mismo, acabado y ahistórico, preexistente de la práctica concreta, sino que se encuentra dialécticamente unido a ella (unidad de teoría y práctica); por tanto, se enriquece con ella, se desarrolla de acuerdo a las conclusiones que la práctica puede ofrecer y las necesidades que presenta. De aquí se desprende, ante las condiciones objetivas de innegable derrota y repliegue y para poder rearticular el movimiento práctico-revolucionario, la imperiosa exigencia de sintetizar la praxis acumulada para situar la teoría revolucionaria en un punto más alto, con mayor capacidad para afrontar las tareas prácticas actuales y superar las limitaciones de la práctica revolucionaria anterior [11]. O, dicho de otra forma, la imperiosa exigencia de reconstitución ideológica del marxismo como teoría revolucionaria de vanguardia para las exigencias prácticas de reconstitución del comunismo como movimiento revolucionario de masas.

Hasta aquí se ha ofrecido un análisis general, muy general, sobre la configuración histórica del Estado español, el encaje de las naciones en él y las correlaciones de fuerzas de clase en el «proceso soberanista», y también se ha tratado la necesidad de reconstitución del comunismo ante el panorama de profunda crisis de la línea revolucionaria y la consecuente falta de independencia del proletariado. A continuación se tratarán nuestro posicionamiento y las tareas respecto a la cuestión nacional en general y el derecho a la autodeterminación de Catalunya.

III. Cuestión nacional desde el marxismo

Nuestro trabajo, y entendemos que así debe ser para todos los comunistas, se encamina hacia la Revolución Comunista Mundial, hacia la revolución internacional de la clase trabajadora contra el orden social existente. Tal es el objetivo que está a la orden del día, por el que debemos trabajar decididamente todos los comunistas a partir de las tareas del momento actual de reconstitución ideológico-política. El contenido de esta revolución es la lucha internacional del proletariado revolucionario contra el yugo del capital y las clases poseedoras, mediante la guerra revolucionaria de masas o Guerra Popular a partir del Partido Comunista de Nuevo Tipo. El contenido de esta revolución puede tomar forma únicamente si se basa en el internacionalismo proletario, es decir, en la más estrecha colaboración, acción y fusión del proletariado revolucionario de todas las naciones. Sólo una fuerza revolucionaria que fusione al proletariado de todas las naciones contra las clases dominantes puede hacer añicos el poder burgués. Así, nuestro trabajo en la etapa actual se encamina hacia la organización única de la vanguardia teórica marxista de todo el Estado español para la reconstitución política del Partido Comunista de todo el Estado español, por la reconstitución política de la organización revolucionaria de Nuevo Tipo única y central de toda la clase trabajadora del Estado español, que fusione en un mismo cuerpo articulado tanto al proletariado de las naciones oprimidas como de la nación opresora (es preciso señalar que, en caso de independencia de Catalunya, se debería estudiar la opción de forjar el Partido Comunista en la República Catalana, por exigencias del marco político objetivo de lucha, o poder articular un Partido para dos Estados diferentes según la situación que se diera). A su vez, la forma política más adecuada para el Estado-Comuna de transición revolucionaria, por el que nos inclinamos, es un Estado-Comuna unitario y lo más grande posible, que centralice y fusione el esfuerzo del proletariado revolucionario del máximo número de naciones posible [12].

Estas consignas son únicamente factibles con el reconocimiento, defensa y respeto del derecho a la autodeterminación de todas las naciones, de su derecho de libre separación política para convertirse en Estado propio o libre adhesión para unirse a otro Estado. Un movimiento revolucionario internacional basado en la fusión del proletariado revolucionario de naciones opresoras y oprimidas, y la configuración de los Estado-Comuna de transición lo más grandes posibles, son pura fraseología barata si no se basan en la libre unión de los diferentes elementos. No hay libre y fuerte alianza o fusión válidas si es mediante la coacción; sólo bajo el reconocimiento y defensa de la igualdad de derechos de todas las naciones y de su derecho a la autodeterminación puede una fuerza revolucionaria internacionalista tomar forma. Difícilmente es concebible un movimiento revolucionario unitario del proletariado de naciones opresoras y naciones oprimidas si la vanguardia comunista y el proletariado revolucionario de las naciones opresoras no reconocen y luchan decididamente por el derecho a la autodeterminación y la igualdad de derechos de las naciones oprimidas; y un Estado-Comuna revolucionario centralista es difícilmente concebible también si no se basa en la libre adhesión e igualdad de derechos de las naciones que lo conforman. Por tanto, entendemos la necesidad de defender la plena igualdad de derechos y el derecho a la autodeterminación de todas las naciones y el principio internacionalista incondicional de acercamiento y fusión del proletariado internacional —en sentido revolucionario, una cosa no se entiende sin la otra—. Todo ello, la defensa del derecho a la autodeterminación y la plena igualdad entre naciones, implica aceptar el resultado del mandato imperativo de las masas en referendos efectivos; implica un programa y unos hechos concretos y no sólo proclamarlo alegremente de palabra y negarlo en la práctica, como es habitual en los análisis revisionistas.

La defensa de la igualdad de derechos y del derecho a la autodeterminación de todas las naciones, esto es, la reivindicación democrática respecto a las naciones, debe tratarse desde la línea y los objetivos revolucionarios, es decir, desde la lucha revolucionaria totalizadora contra la organización social existente. Las reivindicaciones de tipo democrático, sean del tipo que sean, deben subordinarse por completo al trabajo por la Revolución Comunista, a la lucha revolucionaria y sus tareas y objetivos, y no a la inversa. Si así fuera, si se diera un carácter absoluto y primario a las reivindicaciones democráticas burguesas e inmediatas, el trabajo revolucionario se convertiría en un trabajo basado en un conjunto de luchas parciales cuantitativas, con una orientación espontaneísta e inmediata enmarcada y reproducida en las condiciones dadas. De esa manera se postergarían indefinidamente la línea y el trabajo por la Revolución y se subordinarían los objetivos, formas y tareas a la lucha democrático-burguesa nacional, o a cualquier otra lucha democrática parcial [13]. Grandes ejemplos de todo ello son los lemas «independència per canviar-ho tot», «independència i socialisme», etc.

Por otra parte, la reivindicación democrática por la igualdad de derechos de todas las naciones y su derecho a la autodeterminación debe entenderse en su marco base correspondiente, esto es, en el desarrollo histórico de las naciones y de los Estados en general. Así, la aplicación de estas reivindicaciones, la solución para la cuestión nacional —que no superación del problema nacional, factible únicamente en la fusión de todas las naciones en el comunismo—, puede darse efectivamente dentro del capitalismo e imperialismo. La separación de una u otra nación para convertirse en Estado propio, así como cualquier modificación formal de las fronteras entre Estados capitalistas, es una acción factible y que se ha repetido ampliamente en el marco capitalista internacional. Dicho de otra forma, Catalunya —y Escocia, etc.— puede convertirse en un Estado propio dentro del marco imperialista, puede separarse políticamente de España (en sentido de viabilidad de la aplicación del derecho a la autodeterminación). Tal es el significado del derecho a la autodeterminación, tal es su orientación y amplitud: relación entre Estados, entre naciones. Postergar su aplicación hasta que llegue el socialismo, es decir, admitir su inviabilidad en el marco capitalista, o peor aún, negarlo incluso en el socialismo, denota una clara incomprensión de la naturaleza democrático-burguesa y del marco político de la reivindicación del derecho a la autodeterminación. Es más, esta postura, tal y como se ha explicado antes, obstaculiza la libre unión del proletariado internacional y divide sus esfuerzos, potencia los nacionalismos burgueses y perpetúa la opresión nacional. Y aún hay más: condicionar la defensa del derecho a la autodeterminación, esto es, someter la reivindicación democrática de libre separación de las naciones a criterios unilaterales, equivale a potenciar y defender de facto el nacionalismo burgués de la nación opresora y la opresión nacional ejercida. Todo ello, a pesar de llenarse la boca de internacionalismo y defensa del derecho a la autodeterminación, significa renunciar de facto al derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas en el Estado español —parece que el luxemburguismo aún no ha sido suficientemente combatido—.

Como se ve, el punto cardinal, definitivo, del trato del derecho a la autodeterminación de las naciones gira en torno a la lucha incansable entre nacionalismo e internacionalismo, entre el enfoque burgués y el enfoque revolucionario de la cuestión. Como ya dijera Lenin, «Nacionalismo burgués e internacionalismo proletario: tales son las dos consignas antagónicas irreconciliables, que corresponden a los dos grandes campos de clase del mundo capitalista y expresan dos políticas (es más, dos concepciones) en el problema nacional» [14]. El nacionalismo propugna un enfoque estrictamente exclusivista y circunscrito a la propia nación, tanto en objetivos como en formas, de la cuestión nacional; el internacionalismo propugna un enfoque desde la amplia visión de la necesidad de unidad incondicional del proletariado de naciones opresoras y naciones oprimidas en la línea revolucionaria por el comunismo (sin embargo, aun con apariencia internacionalista y práctica nacionalista, hay organizaciones autodenominadas «revolucionarias», «marxista-leninistas» e «internacionalistas» que proclaman abiertamente que «el nostre objectiu final: la unificació total dels Països Catalans» [15] o que «el nostre treball serà de base dels Països Catalans, de Salses a Guardamar i de Fraga a Maó, en el que treballarem per comarques» [16] ¡Brillante y honesta expresión de internacionalismo!). En general, el nacionalismo se centra en el «correcto», «justo», «libre», etc., desarrollo de la nación en cuestión, mientras que el internacionalismo postula la necesidad de acercamiento y fusión de todas las naciones y del proletariado de todas las naciones en el marco de lucha revolucionaria internacional contra el poder burgués. El nacionalismo se inclina por la «cultura nacional», mientras que el internacionalismo lo hace por la fusión internacional de la cultura proletaria y universal. En definitiva, el nacionalismo es la consigna burguesa y practicista de enfocar la cuestión nacional y el trabajo político en general; el internacionalismo es la consigna proletaria y de principios de tratar la cuestión nacional y el trabajo político en general desde la lucha revolucionaria por el comunismo.

Cabe destacar, por tanto, que la consigna de la plena igualdad entre todas las naciones y de su derecho a la autodeterminación no equivale, ni mucho menos, a identificarse o apoyar los movimientos y aspiraciones nacionalistas de las distintas capas de la burguesía. Por un lado, puede apoyarse esta consigna, elemento básico y elemental como se ha explicado anteriormente, sin posicionarse a favor de la separación política de tal o cual nación por los intereses concretos del movimiento revolucionario y el proletariado (más adelante trataremos nuestro posicionamiento concreto ante el ejercicio del derecho a la autodeterminación de Catalunya). Por otra parte, puede aplicarse tal consigna –y así hemos de aplicarla– de forma totalmente opuesta, desde la línea revolucionaria e internacionalista, como se ha visto. Es más, en la época actual de capitalismo maduro, el imperialismo, cuando la organización mercantil-capitalista de la sociedad se ha impuesto y desarrollado por encima de viejas formas de producción y la fusión internacional del capital en estructuras comunes, el borrado de las barreras nacionales y la múltiple asimilación entre naciones son ya una tendencia histórica universal del capitalismo [17], la actitud del proletariado hacia los movimientos nacionalistas burgueses —la mayoría de los cuales carecen ya de contenido revolucionario— debe ser claramente diferente respecto a la primera época del capitalismo. En la etapa de intensas luchas revolucionarias entre las formas capitalistas y formas feudales y semi-feudales, en la etapa de configuración y consolidación del sistema político-económico capitalista, los múltiples movimientos nacionales de la burguesía tenían un carácter revolucionario para destruir lo «viejo» y desarrollar lo «nuevo», para crear Estados nacionales frente los vestigios aristocráticos. En esta etapa de capitalismo naciente, centrado en el desarrollo interior de las naciones y los Estados, de los mercados nacionales y primarios, el proletariado luchó a menudo junto a capas de la burguesía nacional contra las viejas formas de organización social —las revoluciones de 1848 en toda Europa son un claro ejemplo—. Con el asentamiento del sistema capitalista y el desarrollo de sus formas y contradicciones, con la superación del estrecho marco del mercado nacional y la configuración monopolista, los movimientos nacionalistas han perdido, en la mayoría de casos, su vertiente revolucionaria para el proletariado. Por lo tanto, para tratar la cuestión nacional, la distinción entre la línea burguesa y la línea proletaria, entre el nacionalismo y el internacionalismo, es extremadamente necesaria, así como también potenciar la lucha de líneas entre ellas. Así, en la consigna del derecho a la autodeterminación e igualdad de todas las naciones el proletariado puede y debe oponer y aplicar la política internacionalista, su política independiente de clase.

Adentrémonos más, sin embargo, en la anterior concepción unilateral de identificar el pleno reconocimiento de los derechos y libertades de todas las naciones con apoyar movimientos nacionalistas burgueses. Y es que si se rechaza la consigna democrática de plena igualdad entre todas las naciones y de su derecho a la autodeterminación bajo el argumento de que es una consigna apoyada o impulsada por sectores de la burguesía nacional —o cualquier otro motivo—, se acepta de facto la consigna nacionalista-reaccionaria de las burguesías de las naciones opresoras y la opresión nacional —vuelve a aparecer el fantasma del luxemburguismo—. En lugar de hacer de la cuestión nacional una cuestión proletaria, de subordinarla a los objetivos revolucionarios y tratarla desde el internacionalismo, se encasilla en el campo de la burguesía, se renuncia a ella, se entiende como algo nocivoextrañoajeno. A su vez, intentar implantar o adecuar en el orden de cosas actual los ideales de organización política revolucionaria de los Estados y las naciones, esto es, negar el derecho a la autodeterminación en tanto los comunistas aspiramos a la fusión de las naciones, denota un estrecho punto de vista sobre las tareas revolucionarias, todo obstaculizando la articulación de la libre unión del proletariado de varias naciones, y legitima de nuevo la opresión nacional.

Por tanto, en definitiva, desde Balanç i Revolució (BiR) reconocemos, aceptamos y defendemos con todas las consecuencias resultantes la aplicación del derecho a la autodeterminación para Catalunya y el resto de naciones del Estado español —es decir, su derecho a la libre separación política del Estado español—, en base y a partir de la política internacionalista de fusión del proletariado catalán con el resto del proletariado del Estado español en una organización revolucionaria única y central para la lucha por el comunismo. Las tareas que se nos presentan al conjunto de la vanguardia teórica marxista del Estado español respecto a la cuestión nacional pueden enfocarse —y deben enfocarse— desde dos puntos diferentes, pero de denominador común (unidad dialéctica). Por un lado, en la nación opresora la vanguardia teórica marxista debe poner énfasis en la necesidad de reconocer, aceptar y luchar por el derecho a la autodeterminación de todas las naciones del Estado oprimidas por su nación, sin olvidar las tareas por la organización central y única de todo el proletariado. Por otra parte, en las naciones oprimidas la vanguardia teórica marxista debe poner énfasis en la necesidad de la organización única y central de la clase trabajadora de todo el Estado, en la fuerza y conveniencia de la fusión del proletariado de las diversas naciones para la lucha revolucionaria, sin olvidar la defensa y lucha por el derecho a la autodeterminación de la propia nación. En ambos casos, esto se debe realizar en una constante lucha de dos líneas contra los nacionalismos respectivos que recluyen, dividen y enfrentan al proletariado y contra las formas revisionistas de enfocar la cuestión nacional —que, al fin y al cabo, como se ha visto, terminan en el campo de los nacionalismos—. Estas tareas concretas de la vanguardia teórica marxista en formación se adecuan al momento actual de reconstitución ideológico-política del comunismo y a sus tareas y objetivos generales.

IV. Posicionamiento

Una hipotética separación política de Catalunya en Estado independiente forzaría —si no lo está consiguiendo ya el «proceso soberanista»— una clara agudización de las contradicciones en el bloque dominante del Estado español, principalmente, y en las estructuras monopolistas europeas, secundariamente, en virtud de la reestructuración político-económica adyacente y las nuevas correlaciones de fuerzas que surgirían. Es importante resaltar esto, no en el sentido mecanicista y vulgar compartido por sectores revisionistas según el cual la agudización objetiva podría propiciar automática y mecánicamente algún tipo de movimiento revolucionario —es necesario el salto cualitativo de la conciencia social proletaria a partir de la fusión en las masas de la teoría revolucionaria, por medio de la acción y mediación del Partido Comunista de Nuevo tipo—, sino en el sentido de debilidad del enemigo de clase y contexto de politización, de caldo de cultivo para trabajar la conciencia revolucionaria. En el mismo sentido, probablemente la independencia política como Estado de Catalunya aliviaría las tensiones nacionalistas entre el proletariado de las diferentes naciones y pondría a la orden del día otras cuestiones. Dicho de otra forma, con la resolución de la opresión nacional respecto a Catalunya y la separación en Estado independiente, los objetivos y las tareas para la acción conjunta del proletariado de Catalunya y las demás naciones del Estado español encontrarían probablemente un mejor escenario, más distendido en términos nacionalistas.

Por otra parte, entendemos que únicamente la franca y directa expresión democrática de las masas por mandato imperativo en referéndum puede aplicar el derecho a la autodeterminación. Otros caminos o formas de intentar «conducir» la aplicación del derecho a la autodeterminación, otros caminos o formas que releguen el protagonismo directo de las masas, son herramientas útiles para la mediana-pequeña burguesía catalana y otros sectores en la negociación por sus intereses frente al bloque del gran capital. Así, la pseudo-consulta del nuevo 9-N se presenta como mecanismo para utilizar el movimiento y la participación de masas como carne de cañón ante el Estado español en tal negociación. Por lo tanto, rechazamos esta forma o camino estratégico de las facciones burguesas independentistas como ejercicio del derecho a la autodeterminación; no obstante, en tanto ejercicio participativo, entendemos que la libertad de voto es la consigna adecuada. En la misma línea, la celebración de elecciones plebiscitarias como mecanismo parlamentario sustitutivo del mandato imperativo de las masas en referéndum efectivo es una expresión aún más lúcida del uso y maniobras consecuentes por parte de la mediana-pequeña burguesía catalana en su relación contractual con el bloque dominante. En el momento actual de redacción del documento, parece claro que el Estado español impugnará y suspenderá también la pseudo-consulta, en la línea general de la ofensiva-respuesta del bloque dominante contra las reivindicaciones de la mediana-pequeña burguesía (hay que dejar claro que el Estado también utiliza todo este tira y afloja para tapar sus propias corruptelas). Además, dada la falta de voluntad, el legalismo burgués y la debilidad de las fuerzas políticas consecuentemente independentistas para poder convocar un referéndum efectivo, se puede llegar a la conclusión de que el referéndum efectivo no se celebrará.

Así, desde Balanç i Revolució (BiR) instamos al boicot ante unas elecciones plebiscitarias y a la libre participación y voto en cualquier ejercicio participativo, desde los objetivos y tareas internacionalistas de trabajo para la Revolución Comunista desarrollados anteriormente. Del mismo modo, instamos a las masas a cuestionarse, enfrentarse y desobedecer el marco legal burgués para poder aplicar debidamente el derecho a la autodeterminación de Catalunya.

La nación, como formación histórica burguesa, es uno de los grandes Minotauros en el inmenso laberinto del sistema capitalista. Muchos son los que, mansos, se postran ante él, mientras que otros tantos tratan de esquivarlo. Confrontarlo forma parte de las tareas históricas e ineludibles de los comunistas, y no hay mejor manera que enarbolando de manera efectiva el derecho a la autodeterminación. Eso hacemos nosotros, plenamente conscientes de que al mismo tiempo retomamos la senda que nos marca ese hilo rojo de Ariadna, con el objetivo de salir del odioso laberinto y llegar a nuestra meta: la humanidad plenamente emancipada, donde las naciones y la explotación del hombre por el hombre no serán más que polvo, reliquias antediluvianas procedentes de la noche de los tiempos.

Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho de autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones; tal es el programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del mundo entero
V. I. Lenin
¡Proletarios del mundo, uníos!

3 de noviembre de 2014, Catalunya.


Notas

[1]

Las razones materiales de la contradicción interburguesa entre la gran burguesía y la mediana-pequeña burguesía radican en el hecho de que la segunda requiere para su desarrollo un marco económico de acción más local, más autónomo, y unos mecanismos anti-monopolistas que garanticen la protección respecto al gran capital, en contraposición a los intereses y mecanismos internacionales de la burguesía financiera.

[2]

En el contexto de crisis actual, la ofensiva del gran capital, manifestada en una aceleración de la concentración del capital, se acentúa y presenta un escenario de proletarización de capas bajas de la mediana-pequeña burguesía y radicalización de la aristocracia obrera. Esto significa la intensificación en diferentes ámbitos de la oposición de intereses entre el bloque monopolista y la mediana-pequeña burguesía y sectores inferiores.

[3]

http://www.directe.cat/noticia/291788/reunio-secreta-de-rajoy-amb-faine-i-godo-per-aturar-el-proces-sobiranista

[4]

http://www.elsingular.cat/cat/notices/2013/02/foment_del_treball_plega_veles_eludeix_el_sobiranisme_i_el_pacte_fiscal_92829.php

[5]

http://www.diaridegirona.cat/catalunya/2014/09/16/gay-montella-reitera-foment-treball/687879.html

[6]

La República Catalana como objetivo del proyecto político de amplias capas de la mediana-pequeña burguesía catalana y otras facciones inferiores es la homóloga de la III República anhelada por la mediana-pequeña burguesía de la nación opresora. Las divergencias entre la mediana-pequeña burguesía catalana y su contraparte en la nación opresora, en su oposición al gran capital, se manifiestan también en la actitud de sus respectivos partidos políticos hacia el proceso soberanista.

[7]

http://www.324.cat/noticia/2419380/economia/El-Cercle-Catala-de-Negocis-abandona-la-PIMEC-per-haver-impedit-la-votacio-sobre-lestat-propi

[8]

http://www.eltriangle.eu/cat/notices/2014/03/crisi-a-ugt-i-ccoo-pel-sobiranisme-38697.php

[9]

http://www.llibertat.cat/2014/09/que-cal-fer-27821

[10]

Esta dualidad de líneas puede situarse fuera de la provincia de Girona, del Alt Maresme, zonas como Badalona,​​etc., para que en estos lugares la hegemonía del MDT no es cuestionada por las organizaciones de raíz, SEPC o CUP.

[11]

La reconstitución ideológica del comunismo, por tanto, no es un ejercicio académico, y por eso mismo es algo que no se realiza desde la teoría para la teoría, es decir, en función del ensamblaje completo de un supuesto corpus teórico preestablecido y que permaneciera como entelequia teórica oculta que fuera necesario desvelar y recuperar del limbo del pensamiento puro. Al contrario, la reconstitución ideológica se realiza desde la teoría para la práctica, es decir, en función de los intereses concretos y reales del movimiento de Reconstitución política, en función de los problemas reales que la vanguardia necesita resolver para dar continuidad a ese movimiento y para ampliarlo en su base. Nueva Orientación en el camino de la reconstitución del partido comunista (I) – El Martinete, nº 19, pág. 126. Año de publicación: 2006.

[12]

La centralización política, desde el punto de vista del marxismo, corresponde al sistema de organización económica comunista de propiedad social de todo el pueblo sobre los medios de producción, así como a los intereses inmediatos de la Revolución Comunista mencionados en el texto.

[13]

Otras luchas parciales que amplios sectores del revisionismo presentan como ámbito de lucha o camino para la acumulación de fuerzas hasta el momento en que tenga lugar una crisis revolucionaria son el republicanismo, el feminismo, las mareas de colores, etc.

[14]

V. I. Lenin, «Notas críticas sobre el problema nacional», 1913; pág. 18, Volumen VI, Obras Escogidas; Edición Progreso, Moscú, 1973.

[15]

Front Revolucionari dels Països Catalans (FRPC), «Comunicat davant el referèndum del 9N al Principat», julio de 2014; http://frpc.noblogs.org/post/2014/07/28/comunicat-davant-el-referendum-del-9n-al-principat/

[16]

Front Revolucionari dels Països Catalans (FRPC), «Manifest fundacional del FRPC», abril de 2014; http://frpc.noblogs.org/post/2014/04/

[17]

La gran burguesía lo explica así: «el objetivo de asegurar el adecuado funcionamiento del mercado único y profundizar en su desarrollo exige el establecimiento de normas homogéneas y la coordinación de un cierto número de instrumentos de política económica, lo que reduce la capacidad de las autoridades nacionales para influir de forma autónoma sobre sus economías. [...]. Las vertientes de la política económica más relevantes para el funcionamiento de un mercado único son las que han sido objeto de un mayor grado de centralización. [...]. El mercado único exige eliminar las restricciones que limitan la concurrencia y, en particular, las prácticas proteccionistas que, de un modo u otro, las autoridades nacionales pueden intentar introducir o mantener para reforzar la posición en el mercado de las empresas autóctonas ». («El análisis de la economía española», Servicios de Estudios del Banco de España; pàg. 67, Alianza Editorial, Madrid, 2005).,...///...)))....




6 LF Nº 35 / Octubre 2006fracción emergente dentro de la clase capitalista, que se sostiene sobre la acumulación rápida y fácil, sobre todo a partir del sector de la construcción, del que se cuelgan otras ramas de la economía, como el turismo, permitiendo una dinámica muy activa regida por la especulación y, todo ello, sin interferencias por conflictos de clase ni social ni políticamente importantes. Las modificaciones legislativas, liberalización de alquileres, contratos basura, cambios en la ley del suelo, y las sucesivas reformas laborales pactadas con los sindicatos, ahora correas de transmisión de los intereses de la burguesía en lugar de serlo de las organizaciones comunistas revolucionarias, alimenta la pujanza de este nuevo sector de la clase burguesa que buscará la expresión política de sus intereses fundamentalmente entre las corrientes del PP, cuya dirección tratará de integrar la incorporación del modelo económico americano con el resurgir de una doctrina nacionalista españolista como bandera ideológica y aglutinante de masas. Para este resurgir ideológico y para otorgar un espacio político a estos nuevos sectores económicos emergentes de la burguesía, el PP terminará poniendo en cuestión el pacto constitucional. El Estado de monarquía parlamentaria que surge de la Constitución de 1978 se sostiene sobre la alianza de tres clases principalmente, que son las que conforman desde entonces el bloque hegemónico: la oligarquía financiera (fusión de bancos y monopolios), la aristocracia obrera y las burguesías nacionales periféricas. Los nuevos sectores emergentes de la burguesía, formados y enriquecidos rápidamente en pocos lustros, consiguen ejercer su influencia en el partido del gobierno y, desde aquí, iniciar una ofensiva para reclamar un lugar dentro del bloque dominante, lo cual implica la reorganización de la relaciones de clase en su seno. Los giros del Gobierno Aznar en casi todos los ámbitos de la política persiguen ese objetivo, destacando los criterios en política económica, que descaradamente primaban los intereses de los nuevos ricos en detrimento de otros sectores económicos (destaca el asunto del Plan Hidrológico Nacional, auténtico expolio de los agricultores de las riberas del río Ebro para favorecer el boom turístico-inmobiliario del sureste levantino). Pero será la presión ejercida sobre las burguesías de las naciones periféricas del Estado, con el fin de desplazarlas de su posición de codominio dentro del bloque hegemónico, cuando el liderazgo del PP empieza a ser contestado por elementos importantes de la poderosa oligarquía financiera, cuyos intereses estratégicos, que habían configurado la política del Estado durante décadas, también empezaban a ser lesionados por la ruptura del
LF Nº 35 / Octubre 2006 7 consenso, los giros de 180 grados en política y la actitud de apisonadora practicados por la mayoría absoluta del gobierno. Cuando la tradicional vocación europeísta en política exterior del Estado imperialista español es también subvertida por el gobierno, involucrándose directamente en la Guerra de Irak como aliado de EE. UU., se da la señal para el contraataque de la poderosa clase dominante tradicional, que acepta el reto de la confrontación política que habían estado provocando los sectores que ahora representaba el gobierno y que moviliza a las masas y pone en cabeza de esta maniobra al otro gran partido del sistema. El 11-M y la pésima gestión de la crisis por parte del Ministerio del Interior terminaron de resquebrajar las posiciones sociales y políticas representadas por el aznarismo. Sin embargo, no ha sido derrotado del todo. La estrategia de desgaste y confrontación que aplica el PP desde la oposición dan cuenta de que la fisura entre las fracciones de la clase dominante sigue abierta y puede dirigirse hacia la fractura. La vanguardia del proletariado debería reflexionar sobre esto y optar por planes políticos que favoreciesen esta tendencia a la profundización de las contradicciones entre los enemigos del proletariado, en lugar de levantar banderas, como la de la III República, que o bien las amortiguan, o bien ponen al proletariado del lado y al servicio de uno de los contrincantes. Las tendencias hacia la III RepúblicaDurante este periodo de tiempo, los últimos 6 años transcurridos entre la mayoría absoluta del PP y el actual gobierno de Zapatero, se van produciendo acontecimientos que muestran las tendencias convergentes a favorecer una recomposición de la izquierda radical bajo la bandera estratégica de la III República. 1ª tendencia. El estado descrito de las contradicciones de clase en el Estado español refleja una situación peculiar dentro del contexto europeo. Así, mientras en Alemania toda la burguesía puede ponerse de acuerdo en una gran coalición, formando un gobierno de concentración para explotar al proletariado, ir desmontando el Estado del bienestar y recuperar el papel de liderazgo en la reactivación europea, demostrando que la contradicción principal es la que define la confrontación entre burguesía y proletariado, en el Estado español, a más de dos años de las últimas elecciones, la contradicción principal sigue situándose en el seno de la burguesía: la fisura en el seno de la clase dominante se va abriendo en todos los temas de
8 LF Nº 35 / Octubre 2006importancia, llegando incluso a involucrar al Parlamento europeo en el caso del proceso de paz vasco. Es previsible que el enconamiento prosiga y se acreciente ante el próximo proceso electoral. También es previsible y probable una fomentada polarización de las masas en la calle por los temas más sensibles y sensibleros: terrorismo, nacionalismo, memoria histórica, corrupción... Pero quien levantará la bandera del pueblo, de la izquierda, del antitotalitarismo, del talante y el diálogo, será el PSOE, que volverá a atizar el peligro fascista representado por el PP. El análisis superficial de esta tendencia provoca un lógico pero primario anhelo de regeneración democrática, cuya representación edulcorada vendría dada por el reclamo de una III República. Se trataría de una bandera lo suficientemente flexible bajo la que se puedan cobijar todo tipo de descontentos, desde los parciales y sectoriales a los de miras más generales. Esta tendencia, aparentemente espontánea, está consiguiendo enganchar a todo un sector que, aunque pequeño numéricamente, es siempre activo y está representado por una legión de pequeñas organizaciones que se convertirían en las fuerzas de choque contra una derecha que mantiene su radicalización, al igual que ya ocurrió en las movilizaciones contra la guerra. 2ª tendencia. La aceptación de la quiebra del pacto de silencio acordado en la Transición ha abierto el baúl de las contradicciones desde el seno de la clase dominante a la sociedad civil. Unas contradicciones que no superan el marco establecido dentro de los esquemas de pensamiento que recorren el bloque hegemónico. Esta ruptura, provocada por el PP con la recuperación ideológica del españolismo más rancio, basado en la popularización de los principios vigentes durante la dictadura franquista, libera al PSOE para generar un nuevo discurso ideológico que contrarreste al anterior. Se provoca, así, la apertura del régimen de silencio a la voz de los vencidos, que ya pueden volver a expresarse, al amparo institucional, sobre la República, la Guerra Civil y la Dictadura. De ahí el resurgir de la llamada memoria histórica, del recuerdo democrático y socialmente positivo de la II República y el rescate del olvido de las victimas de la guerra y la represión, amparado por primera vez en treinta años por el discurso institucional del partido en el gobierno y concretado en hechos determinados, incluso de carácter legislativo. En esta tarea, el gobierno ha obtenido el apoyo de los representantes políticos de las burguesías de las naciones periféricas que conforman la parte del bloque hegemónico que ha sido agredida por el PP. A destacar es el caso de ERC y del BNG, por paradigmático e ilustrativo de la fuerza y dominio del bloque hegemónico a
LF Nº 35 / Octubre 2006 9 pesar del enfrentamiento interno que sufre. Tratándose de partidos que se declaran independentistas y republicanos, han empleado su éxito electoral entregándose al gobierno autonómico, institución del Estado español, junto a partidos que apuntalan al régimen desde la Transición, contribuyendo a la estabilidad del panorama político en el resto del Estado, y su reiterada predilección por el pragmatismo frente a los principios les ha llevado a sustentar la intervención imperialista internacional en el Líbano, donde se dirime un conflicto de autodeterminación histórico y de los más candentes del momento en el mundo, con lo que han quedado al descubierto sus intereses de clase hegemónica, europeísta e imperialista, prevaleciendo sobre su programa nacional supuestamente liberador, y sentando un precedente que los invalida como partidos capaces de liderar cualquier deseo rupturista del Estado desde el punto de vista independentista. ERC y BNG quieren entrar a formar parte, así, de la coalición de clase del imperialismo español y, en la práctica, están justificando el dominio del Estado español sobre las propias Catalunya y Galiza. La domesticación de ERC y BNG es precisamente uno de los componentes que suponen hasta el momento el mayor éxito del gobierno de Zapatero: la reincorporación de las burguesías nacionales al bloque político y económico dominante en el Estado. El gobierno ha conseguido arrastrar a CiU al pacto de descafeinamiento del Estatut rompiendo el consenso entre las fuerzas parlamentarias catalanas y relegando a futuros lejanos la cuestión nacional, incorpora al Bloque al gobierno de Galiza y logra abrir un proceso de paz en Euskal Herria empujando a los nacionalistas vascos, radicales o no, a un escenario en el que les ha arrebatado la iniciativa democrática. 3ª tendencia. El continuo e imparable deterioro del PCE y su coalición IU deja todo un sector a su izquierda que, ante la peligrosa posibilidad de radicalización, debe ser encauzado por la vía institucional y parlamentaria. La escisión de Corriente Roja en el año 2005, se hace precisamente bajo la consigna de la recomposición de la izquierda ante la cada vez más evidente liquidación del PCE como mero apéndice del PSOE y enarbolando el objetivo estratégico de la III República. El PCE, que no quiere perder este posible tirón, está atrapado entre proseguir con su posibilismo de asistente del PSOE o entregarse al oportunismo republicanista. Se ha apuntado decidida y oportunistamente al carro sentimental del republicanismo, manteniendo la histórica contradicción de no cuestionar en absoluto el régimen burgués.
10 LF Nº 35 / Octubre 20064ª Tendencia. En esta supuesta atmósfera de recuperación republicanista, se produce una euforia, en muchos grupos que abanderan el proyecto republicano, que está basada en la propia voluntad de confundir la situación política objetiva con los deseos tantos años reivindicados y reprimidos. Para otros grupos, por el contrario, lo que los mueve hacia la III es el más puro oportunismo político, después de su renuncia decidida y continuada del marxismo-leninismo. Renuncia debida a su incapacidad para comprender las tareas necesarias para reconstituir ideológica y políticamente el comunismo y abrir la vía revolucionaria en el Estado español. El tirón mediático y la generación de una corriente sentimental sociopolítica, despierta sueños de posibilidades de éxito electoral. Se constituye así una tendencia objetiva en la que van desembocando todos los colectivos revisionistas del movimiento comunista en el Estado español. La verdad de la apuesta republicana Mientras la mayoría de estos colectivos, desde los trotskistas a los marxistas de todo tipo, abrazan la solución republicana como supervivencia colectiva, vendiéndola como solución de los problemas sociales y políticos en el Estado español, otro grupo de organizaciones se encuadra bajo la estela de sus respectivas pequeñas burguesías nacionales y optan por anteponer la nación a la clase, rechazan la República del Estado español pero abrazan una república para su nación, convirtiéndose en revolucionarios chovinistas. Están cayendo, unos y otros, de lleno en la trampa que les está tendiendo uno de los sectores en pugna del bloque hegemónico. El programa abertzale para la solución del conflicto vasco, por ejemplo, no pone en cuestión en ningún momento la correlación de clases y se basa en el reconocimiento de los derechos democráticos básicos del pueblo vasco en un mundo donde los derechos de autodeterminación son pisoteados más que nunca desde la última gran guerra. Con diferentes argumentaciones, basadas en distintos análisis de la realidad objetiva, los propagadores de la III, pretenden difundir la idea de la República como la panacea capaz de resolver todos los problemas de orden democrático que aquejan a la sociedad. Identifican democracia con justicia social. La adjetiven como República popular, federativa, confederal o de trabajadores, no son más que diferentes apelativos con un denominador común: establecer, en aras de un aglutinamiento masivo, un
LF Nº 35 / Octubre 2006 11 proyecto de programa democrático mínimo para la unidad de acción y la participación electoral. Para que este programa sea asumible por un amplio espectro de organizaciones de la izquierda es necesario rebajarlo al máximo para convertirlo en un programa de mínimos, y esto es lo que en primer lugar acordaron unos cuantos de estos grupos en un encuentro estatal, allá por octubre de 2003, los llamados Ocho puntos, donde no sólo no se cuestiona el carácter de clase del Estado, que sólo se democratiza, sino que se deja a la decisión de una contienda electoral la elección entre monarquía y república. El llamado déficit democrático, característica de las sociedades capitalistas avanzadas, es fruto directo de la derrota del proletariado en la aguda lucha de clases que sostuvo contra la burguesía durante el primer Ciclo revolucionario. La incorporación de un sector de ese proletariado al bloque hegemónico a cambio de parte de los beneficios de la explotación imperialista, permite socavar los derechos democráticos más básicos en nombre de consensos que permiten mantener la estabilidad del propio régimen democrático burgués y de cada uno de los distintos sectores que de él se benefician. Se está demostrando que en las actuales sociedades de democracia burguesa, el capital no necesita recurrir al fascismo para reprimir con igual dureza y efectividad al proletariado. Con el inicio de la época del imperialismo, la etapa progresista de las sociedades democrático burguesas toca a su fin. La burguesía, otrora revolucionaria, ahora es reaccionaria. El proletariado medio ha sido absorbido por el sistema y, a cambio de una parte del pastel, ha asumido el papel de gendarme entre los sectores más conscientes y apartados del festín. Esto indica que el Estado español es ya una sociedad capitalista madura, en la que la democracia burguesa ya tuvo su gran época de máxima expresión durante la II República. En ese periodo, la democracia republicana mostró sus enormes contradicciones y desembocó, debido a la presión popular y al grado de libertad alcanzado, en el fascismo como recurso de salvación de la burguesía más reaccionaria, cuando ya el proletariado reclamaba extender la democracia a todos los ámbitos de la sociedad y no sólo a las formas de expresión institucionalizadas y se aprestaba a realizar la revolución. Después de la II Guerra Mundial, el proletariado europeo es mayoritariamente incorporado al bloque dirigente por lo que, después de la dictadura franquista, la transición nació en un momento en que los principios democrático burgueses más puros estaban en franco retroceso en todo el entorno europeo, con Estados represores, una
12 LF Nº 35 / Octubre 2006clase obrera débil y mayoritariamente sumisa y la mayoría de sus organizaciones domesticadas. También en el Estado español la correlación de fuerzas era desfavorable a las revolucionarias. La mayoría de la población no movió un dedo para hacer caer la Dictadura y, aunque muy activa, la minoría revolucionaria no supo romper el clima dominante del que la sociedad estaba impregnada. Franco dejó todo atado y bien atado. Es por todo ello que fue imposible la ruptura. La Transición representa ese acuerdo deleznable por traer una democracia cercenada a lo burgués y basada, no en principios elevados libertad, igualdad, fraternidad sino en las inviolables leyes de mercado y del capital, a cambio de participar en la gestión de parte de los beneficios como miembro del club de los países imperialistas. La lógica de la democracia bajo el dominio del capital es la lógica capitalista. Por la democracia, luchar por la Dictadura del Proletariado Primero deberíamos saber, como marxistas revolucionarios, que el sistema democrático, tome éste el aspecto de monarquía parlamentaria o el de república, no es más que el modo en como la burguesía establece su sistema de explotación. Deberíamos también aceptar la teoría marxista del Estado y saber que en una sociedad dividida en clases, la democracia la disfrutan las clases dominantes en contra de las oprimidas. No explicar esto a las masas y, en cambio, identificar la forma supersetructural del régimen con su base estructural clasista, es engañarlas. Así pues, desde el punto de vista de los principios marxistas sobre el Estado, llamar a la democratización es llamar actualmente a la derrota del movimiento de masas, es llamar a la continuación del modelo escogido por la burguesía de subyugación del proletariado, es renegar en los hechos, en la práctica, de la lucha por la transformación social, por el salto cualitativo que supone la revolución comunista. No es posible luchar por la democracia sin luchar por acabar con el capitalismo. Lucha por la Dictadura del Proletariado es el único camino de las masas hacia la democracia. Democracia para el pueblo trabajador y dictadura contra las clases reaccionarias. En una sociedad de capitalismo imperialista no existe etapa de transición al socialismo, el único camino es la revolución comunista. La república es una cuestión secundaria que manipula a su antojo la clase dominante al servicio de la lucha entablada en su seno. La alternativa
LF Nº 35 / Octubre 2006 13 republicana es la única que el régimen burgués va a permitir al proletariado radicalizado. Ésta será su alternativa para recomponer su dominio en caso necesario y conseguir derrotar y defraudar de nuevo las esperanzas populares. Sólo existe democracia para la clase obrera imponiendo la Dictadura del Proletariado. Los seguidores de la causa republicana son seguidores de una causa ajena al proletariado, ya fracasada, y que hoy, como en su día, es generada por intereses de la burguesía. Los seguidores de la causa republicana caen en esta trampa porque hace mucho que ya no son independientes del dominio ideológico de la burguesía, hace mucho que llevan renegando del marxismo y, por ello, convertidos en revisionistas y oportunistas, están acostumbrados a depender de los giros políticos que les marca la burguesía, a acudir allí donde la burguesía les genera un conflicto que indefectiblemente perderán una y otra vez, están acostumbrados a no llevar la iniciativa revolucionaria a las masas, están acostumbrados a resistir donde las masas quieren resistir y a huir donde las masas huyen, están acostumbrados a su estilo de vida dependiente y a las migajas que reciben de su compromisos con el poder. Están acostumbrados a ir, en definitiva, a remolque de los acontecimientos. Viven de gestas del pasado que ni tan siquiera han protagonizado o confunden sus mediocres currículos con grandes luchas heroicas que otros libraron por ellos. Se reclaman de ideologías y políticas que más desconocen cuanto más las citan. Se emboscan para autojustificar sus fracasos en una visión idealizada del obrero medio. Ensalzan al proletario como individuo de una clase económica que defiende sus intereses burgueses para mantenerse en un puesto de trabajo del cual no es dueño, sin darse cuenta de que al elogiarle, muestran su amor por su condición de esclavo asalariado. Son los que idolatran esta esclavitud asalariada del obrero medio pero temen al obrero comunista revolucionario, que odia su condición de clase, que lucha por romper la cadena de producción y con ella las cadenas que le atan a su dependencia, para liberarse en su integración consciente en la lucha revolucionaria. Mientras el revisionismo de toda laya se encamina hacia la nueva charca republicana, el proletariado consciente, revolucionario, sólo puede seguir el camino de la revolución comunista. Para seguir esta senda es imprescindible cumplir los requisitos previos de reconstitución ideológica y política del comunismo. De ello, en LA FORJA, venimos hablando sin descanso.

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