lunes, 4 de mayo de 2020

GERMEN ROJO, UCCP, PASA A COLECTIVO POR LA RECONSTRUCCIÓN DEL COMUNISMO ¡¡.



La Unión Comunista para la Construcción del Partido, se ha convertido en Colectivo por la Reconstitución del Comunismo ( colectivorc ); su web, es https://www.colectivorc.org/  : 

"Reflexiones sobre la Internacional Comunista de nuevo tipo"


DEBATE
Valgan estas líneas como aporte al debate para la tarea de forjar la futura Internacional Comunista, el partido Proletario Mundial de nuevo tipo. Así como una contribución a la conmemoración del centenario de la fundación de la IIIª Internacional, el germen de lo que Lenin llamaría: la república soviética universal.
Este documento ha sido elaborado como respuesta a la propuesta de la Unión Obrera Comunista (MLM) de Colombia sobre Propuesta de formulación de una línea general para la unidad del Movimiento Comunista Internacional que se editó en su revista teórica Negación de la Negación nº 5 de Agosto de 2.016, donde se llama a la discusión internacional de los comunistas.
Hemos de decir que compartimos gran parte de lo que en el extenso documento se desarrolla, y si bien hay aspectos que no compartimos, nos han aportado argumentos y determinación para contribuir a su propósito de perseverar en la construcción de las condiciones subjetivas de la revolución socialista, a la vez que se desarrolle una lucha feroz con la línea revisionista y oportunista en el seno del proletariado revolucionario.
Vamos a dividir nuestra aportación al debate propuesto por los camaradas de la UOC (MLM) en dos partes separadas para despejar las posibles interferencias que se puedan dar durante la discusión, ya que son temas que consideramos fundamentales. El primer tema, que es el que exponemos a continuación, está relacionado con la reconstitución del Partido Comunista, mientras que el segundo, que publicaremos posteriormente una vez se haya debatido el primero, va a estar dedicado al Balance Histórico de la Internacional Comunista, siguiendo el hilo conductor del documento que publicó la UOC (MLM) con el título ¡La unidad internacional de los comunistas exige las derrota del revisionismo y de toda forma de oportunismo!, en respuesta a una publicación del año 1.984 de una organización española ya desaparecida (Unión de Lucha Marxista-Leninista) titulada Sobre los partidos m-l como herederos de los errores del periodo 1.935-1.956 y que se reprodujo el 24 de Enero de 2.018 en el Blog Dazibao Rojo. Vayamos sin más preámbulo al tema que nos ocupa en estos momentos.
La reflexión sobre la Internacional Comunista es un tema que debemos asumir los comunistas comprometidos con la superación del régimen capitalista de producción si queremos estar a la altura de las tareas que nos exige la revolución socialista, máxime cuando esta revolución adquiere un carácter general sin tener que atender a un mayor o menor desarrollo económico de cada país en cuestión, pues se ha llegado a la situación, determinada por la fase imperialista del capital, en la que los distintos países constituyen un eslabón de la cadena imperialista de un único sistema económico mundial, ocupando cada país el lugar que le corresponde por el desarrollo de sus fuerzas productivas en el contexto general de ese sistema.
La fase imperialista del capital, como resultado del desarrollo objetivo del proceso de producción capitalista, impulsa de una manera general el carácter universal de la Revolución Proletaria Mundial (RPM). Ello no suprime, sino que hace más necesario, que la revolución proletaria se realice en cada país, debido a la organización nacional del proceso de producción capitalista que entra en competencia con la cada vez más internacionalización de la producción impulsada por los mecanismos del desarrollo capitalista, siendo su motor el capital monopolista que hace que en su actuación haya una mayor concentración y centralización de los medios de producción, transcendiendo las barreras que imponen las fronteras nacionales, lo que hace que se conjugue dialécticamente el carácter universal de la revolución proletaria con el carácter particular de su realización. Con ello se cumple los dos aspectos que define a toda contradicción: 
1) que lo particular está ligado a lo universal, y 
2) que lo universal reside en lo particular. Las tesis acerca de la RPM y la revolución proletaria en su solo país están desarrolladas desde el punto de vista teórico porque dependen de las condiciones objetivas del desarrollo capitalista de acuerdo a un sistema que tiene un carácter mundial, pero no así de su realización, es decir, tratadas desde el punto de vista de su aspecto subjetivo.
Como hemos dicho, el imperialismo como etapa superior y final del capitalismo, aporta al desarrollo histórico de la sociedad dos aspectos que son esenciales para comprender el tránsito al socialismo como consecuencia de la maduración de las contradicciones internas del sistema capitalista, por un lado, y la emergencia del sujeto revolucionario perfectamente internacionalizado, producto del sistema mundial y de la internacionalización de su carácter como clase por compartir los mismos intereses económicos y políticos, por otro. La implosión del sistema capitalista por la acción del sujeto revolucionario -ya no es necesaria cualquier etapa intermedia a la construcción del socialismo-, y la constatación de que dicha revolución es parte del sistema mundial de la revolución proletaria -no atendiendo sólo a las condiciones concretas de ese país, sino parte de las contradicciones generales del capitalismo a nivel mundial y su interrelación con las de cada país concreto.
El imperialismo, como modelo de producción internacionalizado, encadenó a todos los países -con sus modos específicos de producción- en una sola economía mundial, donde la economía de cada país es un eslabón de una sola cadena, que obedece y sirve a la producción, la realización de la plusvalía, la acumulación y la centralización del capital mundial.1
Este análisis lo consideramos correcto.
El capitalismo imperialista ha creado y ampliado la base material para la construcción del socialismo en todo el mundo, acentuando la lucha revolucionaria del proletariado por el derrocamiento del poder capitalista y por la expropiación de la burguesía en todos los países!2
Esta conclusión es correcta pero incompleta si no va acompañada del avance de la conciencia proletaria y del desarrollo de la praxis revolucionaria (existencia del partido comunista como movimiento revolucionario). De lo contrario, siendo cierto el párrafo, puede llevar a reforzar la idea del determinismo histórico.
Entendemos que la IC no puede ser sólo fruto de la necesidad de su objetivación debido al desarrollo de las relaciones capitalistas de producción, sino, sobre todo, resultado de la dialéctica de la conciencia proletaria que aborda la realidad social desde el punto de vista de su transformación revolucionaria. Desde este aspecto es como queremos abordar su reconstitución dado que, desde su necesidad, no hay tema de discusión: es asumido por todas las organizaciones consecuentes con su objetivo de existencia.
El funcionamiento del sistema capitalista de producción despliega unas férreas leyes, a las cuales está sometida irremediablemente la acción de todos los capitales. Una de esas leyes es la caída tendencial de la cuota de ganancia, lo que obliga a los distintos capitales a una mayor explotación del trabajo asalariado, tanto desde el punto de vista intensivo como desde el extensivo, con el objeto de amortiguar, en la medida de lo posible, dicha tendencia en la competencia entre ellos, lo que empuja y acelera la repetición de las crisis económicas (en el imperialismo adquiere un carácter mundial) debido a la tendencia de los capitales a producir más, por su actuación privada e individual, chocando con la realidad social de no poder consumir todo lo producido por la envoltura capitalista de la producción (mercancías). Durante las crisis económicas se pone en evidencia en toda su expresión el carácter capitalista de la producción (tendencia a la extensión de la producción como norma general de la producción y tendencia a restringir el consumo general por parte de las masas obreras como expresión del doble carácter del trabajo en el capitalismo: como productor de valores de uso y como productor de valores de cambio, lo que indica que el consumo está mediado por la compra y venta de valores de cambio).
Que estén dadas estas condiciones materiales (organización mundial de la producción como un mismo sistema debido a la concentración y centralización de los medios de producción) no implica que la IC surja como un hecho necesario, pues ello depende del desarrollo que haya alcanzado la conciencia revolucionaria en el seno de la clase obrera (tarea de la vanguardia m-l) que se va reconstituyendo mediante la lucha de dos líneas y la fusión con una parte de las masas proletarias como movimiento revolucionario, es decir, como partido comunista. Para comprender correctamente este proceso – el de su reconstitución -, hay que tener en cuenta que la clase proletaria no nace revolucionaria (la explotación no constituye una condición necesaria para la formación de la conciencia de clase), sino que se hace a través de su praxis por destruir las condiciones materiales y políticas de las relaciones capitalistas, creando las condiciones que van a dar objetividad a relaciones sociales sin ninguna base para que se pueda desarrollar cualquier tipo de explotación económica u opresión política, bajo la organización de un sistema de relaciones ideológicas y políticas encaminadas a la destrucción del mundo burgués.
El capitalismo, como todos los anteriores modos de producción, nació, se desarrolló y se está muriendo. El sistema económico social capitalista ya dio todo lo que tenía para dar y creó las condiciones para avanzar al socialismo; sobrevive, únicamente, gracias al oxígeno proporcionado por el oportunismo.3
Compartimos el espíritu de este párrafo pero lo consideramos incompleto, tanto en su primera como en su segunda parte, dado que para que se comprenda en toda su amplitud y no cree ningún tipo de dudas al leer cualquier formulación o expresión relativa a la teoría del tránsito de un modo de producción a otro, y en especial el tránsito del capitalismo al socialismo, se tienen que dar tanto las condiciones objetivas -creadas por el propio desarrollo del régimen capitalista de producción- como las subjetivas -creadas por el desarrollo de la conciencia revolucionaria, esto es, la construcción y reconstitución del partido comunista como movimiento revolucionario-. Hay que hacer siempre hincapié en este último aspecto pues de lo contrario se le está ofreciendo, sin ser con ello consciente, munición ideológica al revisionismo y al oportunismo para que proyecten una visión deformada y manipulada de la teoría de la revolución proletaria. Sin los dos aspectos que hemos señalado es imposible dicho tránsito ya que se articula la puesta en marcha y desarrollo de la guerra popular, como condición necesaria del desarrollo de la conciencia revolucionaria (reconstitución del partido comunista), a la existencia de las condiciones objetivas como medio para la destrucción del viejo poder burgués y construcción del nuevo poder proletario. Con estas premisas tanto el revisionismo como el oportunismo son tigres de papel, pues poco tienen que hacer con el avance imparable del movimiento revolucionario dado que han sido derrotados temporalmente por la incorporación de las amplias masas a las tareas revolucionarias, no como movimiento espontáneo dirigido por el partido sino como movimiento revolucionario fundido al partido mediante praxis revolucionaria.
Esta praxis comprende la asimilación de la teoría marxista -por tanto del papel histórico del proletariado en la sociedad capitalista-, y la praxis dirigida a transformar la realidad social en una dirección determinada -de acuerdo a sus intereses de clase- que coincide con el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad, constreñida hasta ese momento por el carácter capitalista de los medios de producción -para que se despliegue sin ninguna traba artificial, esto es, condicionada por el capital. Dada la complejidad de la producción capitalista, la explotación del trabajo ajeno no es visible a simple vista, no puede ser observado por los trabajadores sobre los que recae la explotación de su fuerza de trabajo. Dicha realidad no es evidente por el simple despliegue de su fuerza de trabajo como ocurría en el modo de producción esclavista o feudal, Y esto dificulta la simple toma de conciencia de su explotación, paso previo para la toma de conciencia política para la lucha por la eliminación de las relaciones económicas en donde reside la explotación asalariada. La importancia del descubrimiento científico del concepto plusvalía es que enseña al proletariado el camino para conseguir su liberación como clase explotada y, por tanto, -como clase determinada por el desarrollo del proceso histórico- a eliminar las condiciones de explotación de una clase por otra: las relaciones económicas basadas en la propiedad privada de los medios de producción. Desde ese preciso instante la lucha por la liberación del proletariado se convierte en una tarea colectiva: por un lado, en una tarea comprensiva (conocer los mecanismos sociales de la explotación capitalista, fruto del estudio científico); por otro, una tarea política (actuación como clase en donde cada proletario no es más que una parte necesaria del todo).
Por tanto, si ello es así, como nosotros pensamos, sólo cabe centrarse en preparar la revolución proletaria desde el punto de vista subjetivo, es decir, desde la creación de las condiciones ideológicas y políticas del sujeto que tiene que llevar a cabo dicho proceso revolucionario para que, de acuerdo con las condiciones generales y particulares en donde se desarrolle la praxis revolucionaria, pueda concretarse de una manera efectiva la revolución proletaria. En ello debemos centrar el debate fundamentalmente.
La construcción o, mejor dicho, su reconstitución no puede ser obra del proceso en que se desarrollan las contradicciones del sistema capitalista, como así se ha creído y actuado durante mucho tiempo. Nuestro colectivo ha sido víctima -asumiendo los errores del pasado como ciertos- y verdugo -reproduciendo esta concepción como acertada- de este error común a muchas organizaciones comunistas en el proceso de construcción del sujeto revolucionario. Hemos reproducido la concepción cientifista del marxismo y la organicista del partido comunista que tanto daño han producido al desarrollo del marxismo como praxis revolucionaria.
El movimiento espontáneo de las masas no es otra cosa que eso, movimiento obligado de los obreros comunes por su empeoramiento de sus condiciones de vida y trabajo al servicio del capital. Esta fracción numerosa de la clase no conforma el germen de la revolución proletaria, sino el destacamento que seguirá a la zaga al movimiento revolucionario hasta su lenta pero paulatina incorporación mediante la praxis revolucionaria. Como decimos, la reconstitución del sujeto no es fruto del proceso, como se ha crecido durante tanto tiempo, sino obra consciente del elemento activo del prepartido, es decir de la vanguardia ideológica del proletariado, de su voluntad y certeza para reconstituir el sujeto revolucionario. Entender que dicho partido es fruto del proceso significa quedarse atrapado en el fetichismo del movimiento espontáneo de las masas, pues se constituye como el elemento determinante en la relación de las masas y la vanguardia, el que le indica que está maduro para asumir la dirección de la vanguardia, cuando ello no es más que puro idealismo basado en la errónea percepción de que la revolución la hacen las masas dirigidas por el «partido» como destacamento de vanguardia separada de las masas: relación metafísica vanguardia/masas que antecede a toda concepción mecanicista de los dos elementos que constituyen cualquier realidad, ya sea material o social.
El partido como relación social
Hay que hacer un esfuerzo para lograr enterrar de una vez para siempre la concepción organicista del partido, es decir, la consideración de que el partido comunista es la estructura organizada de la vanguardia en torno a una línea política que acoja los principios del m-l y el análisis materialista de la realidad concreta. Esta concepción la consideramos errónea de principio a fin, y así se lo manifestamos a los camaradas de la UOC (MLM).
El partido es el destacamento organizado, de vanguardia y el jefe político de la clase obrera.4
En el esfuerzo por construir el Partido Comunista Revolucionario de Colombia debemos vincularnos a las masas para fundir el socialismo con su movimiento espontáneo, de dirigir todas sus manifestaciones hacia el objetivo de la conquista del poder político.5
Reafirmamos la exhortación a todos los comunistas revolucionarios en Colombia a ponernos de cara ante un periodo de trabajo tesonero por concretar la unidad de los comunistas revolucionarios en un solo Partido. Reafirmamos nuestra confianza en que este llamado será bien recibido por nuestros camaradas de otras organizaciones y todos los revolucionarios que en Colombia luchan por su construcción6
Hasta ahora hemos dicho que la IC es una necesidad para la organización del proletariado a nivel planetario, pues hunde sus raíces en un hecho objetivo, es decir, en el carácter internacional del trabajo como consecuencia de la internacionalización de las condiciones de la producción capitalista, aunque como una condición extraña a su propia conciencia colectiva, derivado, por así decirlo, de su etapa de dependencia ideológica y política de la burguesía. Repetimos, eso no es todo ya que la IC es, además, una condición intrínseca de la naturaleza propia del proletariado como clase independiente de la burguesía, en donde no solo define su objetivo histórico sino que emplea su praxis revolucionaria para hacerla realidad como emancipación de la Humanidad, pues de lo que se trata es de eliminar las clases sociales. Por eso, el primer paso del proceso revolucionario es la reconstitución del Partido Comunista, el sujeto que lo va a dirigir, pues ello va a depender tanto del contenido como de la forma del proceso.
Entendemos que la concepción organicista del partido, que ha sido dominante en el seno del movimiento comunista, pertenece a un esquema antiguo de la construcción del partido, más propio del partido obrero que del revolucionario, todavía atrapado en la ideología pre revolucionaria que se centra en el fenómeno de la estructura de lo real que en su contenido entendido como relación social, aunque ha tenido de positivo que intenta escapar de la visión del mundo burgués pero sin conseguirlo en toda su amplitud al quedarse a medio camino: concibe al nuevo partido como un partido de clase (obrero) pero no de la clase (revolucionario), solo expresión de la vanguardia que se lo transmite a la clase considerándola como movimiento espontáneo.
Es muy importante para tal tarea tener claro que el Partido Comunista no puede ser considerado como la Vanguardia organizada políticamente, ya que ello es simplemente una parte, aunque la principal del proceso de reconstitución del partido. Hablamos de reconstitución pues hablar de la difícil pero simple constitución no nos sirve en las actuales circunstancias, dado que es necesario realizar un exhaustivo Balance del Ciclo de Octubre con el propósito de corregir y eliminar aspectos que se daban como correctos pero que se han ido demostrando erróneos, como por ejemplo el tema que estamos tratando, el tema del partido. Considerar la autoproclamación de la vanguardia como partido, como ha ocurrido en multitud de ocasiones, es un error monumental que ha tenido graves consecuencias para el Movimiento Comunista pues ha permitido que se desarrollaran y fortalecieran concepciones y prácticas claramente revisionistas y oportunistas en las filas de multitudes de organizaciones.
Como decimos, la existencia o no del partido no puede depender de la apreciación subjetiva de la vanguardia, sino del resultado objetivo de un proceso social entre la vanguardia y parte de las masas, en donde el elemento determinante es la ideología dado que constituye el cemento que va a fusionar y no simplemente unir las dos partes que conforman la reconstitución del partido como movimiento revolucionario que actúa sin dependencia del movimiento espontáneo de las masas pero aspirando a atraérselo mediante una línea de masas acertada basada en los principios de la revolución proletaria.
Es misión del Partido llevar la conciencia socialista al movimiento obrero, guiar al proletariado al frente de las masas trabajadoras, a la conquista del poder político y construir, sobre las ruinas del viejo Estado reaccionario, el nuevo Estado de Dictadura del Proletariado7
De la lectura se deduce que el Partido es considerado la vanguardia de la clase con respecto a las masas, sin tener en cuenta que partido y vanguardia son dos realidades cualitativamente distintas. Efectivamente, el partido es la vanguardia de la clase, pero es otra cosa muy distinta a la vanguardia organizada. Al identificar el partido con la vanguardia organizada políticamente se está dando por entendido que entre vanguardia y masas no hay ningún intermediario y, por lo tanto, se puede establecer una relación directa de tú a tú entre ambas partes, cuando en realidad es a través de ese intermediario como se hace posible y efectiva la articulación política entre la vanguardia y masas para construir el partido. Hay que tener en cuenta que tanto la vanguardia como las masas no son totalidades homogéneas, existen distintos niveles en su interior que los diferencian como partes de la totalidad, determinándose relaciones políticas específicas para resolver dichas diferencias.
Repetimos. Debemos desechar por completo esta errónea concepción para centrarnos en la idea del partido como relación social, relación que establece la vanguardia m-l con las masas, que se especifica como Línea de masas y, posteriormente, como Praxis revolucionaria. En este sentido, el partido es el sistema de relaciones sociales de la clase como praxis revolucionaria. Esta praxis es resultado de la multiplicidad de relaciones entre la vanguardia y los distintos niveles políticos de las masas cuando ya está constituido el partido, es decir, la fusión de la conciencia revolucionaria y el movimiento de la clase como clase para sí. Desde esa etapa del proceso de reconstitución del partido, la clase ya no sería la existencia de dos elementos separados (la vanguardia y las masas, el movimiento de la conciencia revolucionaria y el movimiento espontáneo de las masas), sino la unidad dialéctica de sus dos elementos como praxis revolucionaria que actúa para transformar la realidad social.
El Partido o, lo que es lo mismo, la relación social de la vanguardia y las masas como praxis revolucionaria, es lo que transforma a la clase como simple movimiento de masas en movimiento revolucionario. En este sentido, el partido transforma a la clase cualitativamente, de clase en sí en clase para sí, a la vez que la clase asimila a la vanguardia como parte integrante suya.
Como nos encontramos en los principios de la reconstitución del partido allá donde no se haya producido, debemos centrarnos en la Vanguardia Ideológica (aspecto principal del movimiento revolucionario, resultado de la fusión práctica que se va reconstituyendo mediante la lucha de dos líneas en el seno de la Vanguardia y su Línea de masas (entre ella con una parte de las masas a través de la difusión del ml y su aplicación a los problemas concretos de la revolución proletaria (sistema de relaciones ideológicas, políticas y organizativas). La Vanguardia no puede esperar pacientemente a que las «masas» hagan explosivas sus relaciones económicas con la burguesía porque nunca ocurrirá el salto cualitativo de lo económico a lo político, como tampoco ocurrirá lo contrario, que la Vanguardia con acciones alejadas y no comprendidas por las «masas» va a conseguir que éstas sigan mágicamente la senda marcada por la «vanguardia» pues no hay ligazón ideológica y política ni organizativa, es decir, lo contrario al concepto de fusión que debe prevalecer entre las relaciones vanguardia – masas.
La dialéctica de la conciencia
El concepto de clase está determinado en un principio por las relaciones sociales de producción: aparece ante los individuos que se preguntan sobre ello como una totalidad abstracta. En este sentido, pertenecen a una clase aquellos individuos que realizan una determinada función a tenor del lugar que ocupan en la producción: es una determinación externa a la conciencia y voluntad de los individuos que les viene impuesta por su condición social. Pero esta determinación no abarca todavía la totalidad del concepto. Si todo concepto es expresión de una realidad material o social, fruto de relaciones objetivas, en el caso del concepto clase social es fruto de las relaciones sociales entre distintas clases y entre los elementos que conforman las clases; lo que define a los pertenecientes a una clase no es su lugar en la producción, sino su posición ante las condiciones de la producción. La clase es tal en la medida que es totalidad en acción, y la pertenencia a esa clase ya no depende de la función que realiza sino de la posición que adopta como parte de la clase.
Así, conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios del proceso social de producción, crece la masa de la miseria, de la esclavización asalariada, de la degeneración, de la opresión y la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo del propio proceso capitalista de producción.8
Todas estas teorías tienen una esencia revisionista común: conciliar con el imperialismo, impedir la unión de las principales fuerzas de la sociedad contra el imperialismo, apagar el ímpetu revolucionario de las masas obreras y campesinas en los países oprimidos, en fin, estropear la verdadera lucha antiimperialista.9
La razón principal de la tardanza del triunfo revolucionario en los países imperialistas, está en la situación de postración del movimiento obrero durante casi un siglo, escindido por el imperialismo, relegado a un lugar sin importancia social por la socialdemocracia, engañado y desgastado en la lucha parlamentaria por una revolución deformada en movimiento democrático burgués contra los «excesos» del capital monopolista, abatido y amordazado por la traición y degeneración oportunista de sus partidos en cada país, por el peso que tuvo entre los comunistas la línea errónea de condicionar el triunfo de la revolución en los países imperialistas, a la victoria en los países oprimidos.10
Como es oportunismo de «izquierda» desconocer que la fuerza objetiva del movimiento de masas contra el sistema capitalista, contra el dominio de los monopolios y el capital financiero, es de hecho, una tendencia incipiente hacia la conciencias de la necesidad de derrotar y sepultar al imperialismo.11
No se puede perder de vista para sacar conclusiones sobre este aspecto una cosa importante, a saber: dentro de la clase obrera existen dos esferas de conciencia, la espontánea (masas) y la revolucionaria (vanguardia), y dentro de la espontánea, la inconsciente (amplias masas) y la consciente (determinadas masas). Las amplias masas forman parte de la clase (es una condición objetiva) pero no por ello tienen conciencia de clase, ni mucho menos conciencia revolucionaria, ya que ello es fruto del conocimiento científico de la realidad social y de la aceptación de una teoría revolucionaria. Lo que determina su nivel de conciencia es su posición política, que depende no de su actividad reivindicativa sino de su comprensión del proceso histórico como un proceso de lucha de clases y su resolución ligado a sus intereses de la clase a la que objetivamente pertenece. Por eso, si esto no está claro, la comprensión y aceptación de la propaganda revolucionaria difundida por la vanguardia no tiene de por sí un impacto positivo, si no está posicionada la conciencia políticamente, lo que excluye a las amplias masas, si no es a través de la intermediación de una parte de la clase: los que tienen conciencia de clase. Este es el proceso general de la formación de la conciencia, proceso en donde el proletariado va elevando su nivel de conciencia.
La conciencia de la clase se puede considerar, a grandes rasgos, el sistema ideológico que da lugar a una representación organizada de las condiciones de existencia del ser humano con su entorno natural y social que le condiciona y, sobre todo, los medios para transformarlo con el objeto de adecuarlo a sus necesidades. La premisa de la conciencia de clase proletaria en el capitalismo es la aceptación y asunción de que la sociedad está dividida en clases sociales determinada por las condiciones en que producen sus bienes materiales. Dichas clases chocan y se enfrentan por la defensa de sus intereses, que en el caso de la burguesía y el proletariado son además irreconciliables, condición de su lucha como reflejo de la contradicción fundamental del capitalismo entre el carácter social de la producción, fruto del desarrollo de las fuerzas productivas, y el carácter privado de la apropiación, consecuencia de la propiedad privada capitalista de los medios de producción.
La explotación económica a que está sometido el proletariado no es germen o condición de la conciencia de clase, puesto que como hemos dicho ésta no está dada sino que se hace a través de un proceso de interiorización de la teoría marxista de la lucha de clases. Ello es así porque, por un lado no se podría explicar que un no obrero pudiese adquirir conciencia de clase proletaria, lo cual no es cierto dado que la citada conciencia tiene su expresión práctica como posición política, la cual no depende de la pertenencia a una clase sino de su praxis; y, por otro lado, si la conciencia de clase fuera innata en los obreros por ser obreros, todos estos por ser explotados la tendrían latente hasta que se desplegase en el transcurso de su vida social a través de su actividad de manera espontánea o natural.
Lo característico de la conciencia de clase en el capitalismo es que dicha representación ideológica no puede adquirirla el proletariado de manera espontánea mediante su lucha reivindicativa de carácter económico si no va unida a una mínima comprensión de la teoría marxista de la lucha de clases, que se va asumiendo a través de un proceso intelectual impulsado por la voluntad del individuo interesado en aprehender dicha teoría. Sin este proceso intelectual, teórico, la lucha espontánea se queda en una mera lucha reivindicativa sin ningún rescoldo, pues cesa la acción tal cual empezó hasta que comienza una nueva que se repite exactamente como el proceso anterior.
Si no existe conciencia de clase, las orientaciones y dirección que le puede impulsar la vanguardia revolucionaria a la lucha espontánea no aportan elementos políticos para la formación de la conciencia si no va acompañado del proceso educacional de la teoría marxista de la lucha de clases que no se aprende como expresión del proceso de la lucha espontánea, economicista. En otras palabras, esa conciencia le viene de fuera del movimiento espontáneo, de la convicción de que la lucha de clases es necesaria pues constituye el motor de los cambios sociales y, sobre todo, la condición de la liberación del proletariado si está guiado por la teoría marxista de la revolución. En la formación de la conciencia de clase es fundamental que el individuo asimile y haga suyo que su actividad está sujeta a los intereses económicos de su clase, pues él no es si no parte de la clase a la que pertenece. En este proceso de formación y asimilación de la conciencia de clase se van creando los elementos ideológicos y políticos que desligan y desechan la estrecha concepción práctica de la lucha por sus intereses económicos, por defender sus condiciones de vida y trabajo sin atender a la clase a la que pertenece. Ello no es posible sin tener en su cabeza el concepto de clase como sustituto de obrero: es el salto cualitativo en el concepto y la práctica social de obrero para convertirse en clase.
Otra cosa muy distinta es que una vez reconstituido el partido (movimiento revolucionario), éste ya si dirige a las amplias masas para con su dirección ir a la conquista del poder político puesto que va liberando espacios políticos y desarrollando centro de poder proletario ejerciendo su propio poder frente al poder de clase de la burguesía centralizado en los aparatos del Estado burgués.
La dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo
Cualquier construcción mental es una burda especulación del pensamiento, una pura ficción, si no tiene su base en la realidad material. Por ejemplo, la producción del socialismo científico como cosmovisión y teoría de la revolución proletaria no se podría haber formulado si no existiera el capitalismo. Sin embargo, que el capitalismo se haya desarrollado hasta el imperialismo, no implica que el socialismo esté a la vuelta de la esquina debido a la tendencia del desarrollo capitalista hacia la Revolución Proletaria Mundial: pensar de esa forma sería determinismo histórico. Para que ello sea posible en el tiempo hace falta la existencia y desarrollo del elemento consciente, es decir, el Partido Comunista como hemos dicho anteriormente, esto es, fusión y no unión del socialismo científico y las masas explotadas en movimiento revolucionario. La importante diferencia entre fusión y unión es lo que nos va a aportar los elementos ideológicos para la comprensión de la esencia del Partido Comunista como sujeto revolucionario, puesto que la fusión no es la mera unión, entendida como suma cuantitativa (relación externa de los dos elementos), sino el proceso de transformación de los elementos (vanguardia proletaria y masas explotadas) que da como resultado una cualidad distinta.
Con la unión no se contempla a las masas, a determinadas masas, como parte del Partido, mientras que en la fusión si se la contempla, ya que es parte integrante, transformada, de la nueva sustancia, el partido comunista. En la unión, a lo que se aspira es a conseguir que el «partido» ya constituido como la vanguardia organizada políticamente dirija a las masas, mientras que en la fusión las masas forman parte integrante del Partido mediante la praxis del movimiento revolucionario. Esto hay que tenerlo en cuenta si lo que se trata es de comprender correctamente la dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo en el proceso de 1) construcción del sujeto, y 2) transformación de la realidad social, objeto del sujeto revolucionario, lo cual no se puede dar sin ese sujeto dado que el movimiento de la vanguardia y de las masas no está fusionado, esto es, no existe como movimiento revolucionario, lo que significa que no hay praxis revolucionaria, sino movimiento de la conciencia crítica de la vanguardia y movimiento espontáneo de las masas. Esto es lo que no se comprende por parte de los camaradas de la UOC (MLM) a tenor de los documentos elaborados.
La revolución no es el producto de los deseos subjetivos de los comunistas, sino de la unión de la rebeldía y la fuerza espontánea demoledora de las masas con el plan consciente de los comunistas. Si la táctica de los comunistas no encaja en la realidad y se encuentra divorciada de la lucha revolucionaria de las masas, sus consignas y llamadas terminan convertidas en frase hueras y deseos candorosos sobre el futuro luminoso.12
… Huelga Política de Masas es objetivamente la lucha del movimiento de masas, no contra un patrón o conjunto de patronos, sino contra el Estado y las medidas políticas de los gobernantes, por el contenido económico y político de sus reivindicaciones comunes a amplios sectores del pueblo,…13
Las HPM no dependen de los deseos subjetivos de los revolucionarios sino que son formas históricas de lucha que obedecen a la exacerbación de las contradicciones económicas, políticas y sociales creadas en condiciones como la actual,…14
La tendencia principal del movimiento de masas es hacia la HPM. 15
La tendencia objetiva ascendente del movimiento de masas hacia la generalización de las HPM es en la actualidad la forma de lucha base de la táctica revolucionaria para dirigir el movimiento en la conquista de sus reivindicaciones inmediatas, para lograr el máximo avance ahora en la perspectiva revolucionaria de demoler el poder político y económico de la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, aprovechando la división, inestabilidad y desprestigio de los gobernantes.16
El actual sigue siendo un período táctico de preparación y acumulación general de fuerzas para la revolución, un período para fortalecer la confianza de las masas en el poder que emana de sus propias fuerzas, para reorganizar las filas de las clases revolucionarias, para reorganizar las filas de las clases revolucionarias, para organizar el Partido de vanguardia del proletariado y bajo su dirección el Frente de clases basado en la alianza obrera-campesina y el ejército popular como parte del pueblo armado .17
La política de Reestructuración del Movimiento Sindical es conscientemente promovida y defendida por los revolucionarios en miras a una verdadera Central Sindical Revolucionaria.18
La línea de Reestructuración del Movimiento Sindical es una posición correcta porque se corresponde con la realidad objetiva del movimiento, responde al propósito consciente de no pocos sectores de base, cuenta con el potencial respaldo de las nuevas organizaciones de obreros tercerizados de hecho tratados como «ilegales» por los patronos y el gobierno, de viejas organizaciones que pueden retornar al camino correcto y de la mayoría de obreros que están por fuera del movimiento sindical.19
El plan general de la Táctica revolucionaria en este período, que en esencia es el plan de construcción del Partido, hace necesarias varias tareas a la vez, no como tareas paralelas sino íntimamente relacionadas. La construcción y desarrollo de la organización de los m-l-m de Colombia – que implica la discusión programáticas en sus filas – no puede hacerse sino en medio de la lucha por dirigir revolucionariamente el movimiento espontáneo de las masas, a la vez que como parte de la lucha por construir la unidad internacional de los comunistas. En otras palabras, la tarea central de la Táctica Revolucionaria en todo el período ha conjugado distintos procesos inseparables: la unión de todos los m-l-m en un solo partido, la unión de todo el pueblo en una gran huelga política de masas, y la unión de los m-l-m en una sola organización internacional. 20
El marxismo es una ciencia, la ciencia de la revolución proletaria. Esta ciencia se apoya en la concepción dialéctica del mundo, el Materialismo Dialéctico, que concibe las cosas en continuo movimiento propulsado por sus contradicciones internas, que constituyen las causas de sus cambios internos. La aplicación de esta concepción al conocimiento y transformación de la sociedad nos aporta el Materialismo Histórico, que concibe las condiciones de producción la base de las formas de vida y pensar de cada sociedad concreta y la lucha de clases el motor del proceso histórico, los cambios de unos modos de producción a otros.
Con el análisis profundo de Marx y las aportaciones importantísimas de Engels, ambos contribuyeron de una manera decisiva al conocimiento de la estructura económica del régimen capitalista de producción, así como al papel que el proletariado va a desempeñar en dicho régimen. Para ello contribuyó de una manera decisiva el descubrimiento teórico de dos aspectos: 
1) que en las sociedades divididas en clases el trabajo humano tiene un doble carácter de clase (por un lado, como trabajo concreto, productor de valores de uso; por otro lado, como trabajo abstracto, productor de valores de cambio), esencial para producir el concepto plusvalía y el desentrañamiento de que el trabajo humano, en determinadas condiciones sociales, constituye el contenido del valor, es decir, la fuente de donde emana la explotación del trabajo ajeno, y 
2) que la fuerza de trabajo asalariado también adquiere un doble carácter (por un lado, como productor dependiente del capital y creador de plusvalía para el capital; por otro lado, como creador de condiciones materiales y espirituales independientes del capital) que en determinadas condiciones ligadas al desarrollo político de la clase en consonancia al desarrollo material del capital hay un salto cualitativo para que se produzca el concepto sujeto revolucionario y el desentrañamiento de que el proletariado al constituirse como clase revolucionaria, síntesis de la conciencia y la acción de clase como praxis revolucionaria, es la condición de donde emana la transformación de la sociedad capitalista hacia el comunismo.
La correcta o incorrecta comprensión de este segundo aspecto es lo que determina la delgada línea entre ml y otras teorías no ml sobre la construcción del partido de nuevo tipo y el modo en que establece su estrecha relación con las amplias masas obreras y populares para hacer realidad la revolución proletaria. Las distintas versiones revisionistas consideran que la clase obrera adquiere su «conciencia revolucionaria» a través del propio desenvolvimiento de las lucha de clases, ya que entienden que la conciencia revolucionaria, necesaria para participar conscientemente en el proceso revolucionario, está dado en la conciencia del obrero de por sí, puesto que es depositario de esa conciencia que en su participación directa va desvelándose por su propia acción junto a otros compañeros de clase y por la propaganda y agitación de los principios generales de la teoría marxista como labor del partido constituido. Sin embargo la realidad es otra cosa muy distinta ya que el obrero medio solo puede aspirar a consolidar una conciencia de clase puesto que la conciencia revolucionaria es fruto de una comprensión, asimilación y puesta en práctica de la lucha de clases, es decir, aportada desde fuera del movimiento político reformista de una parte de la clase. La conciencia revolucionaria entre los sectores más avanzados de las masas sólo puede ser creada a partir de la teoría de vanguardia como síntesis de la vanguardia política del proletariado y parte de las masas que siguen la línea general de la revolución como movimiento revolucionario.
Estamos de acuerdo que la conciencia revolucionaria está formada por la creencia y práctica del papel de la lucha de clases en el desarrollo histórico de la sociedad y el papel concreto del proletariado en la construcción de una nueva sociedad que elimine las condiciones de existencia de las clases sociales. También estamos de acuerdo que la conciencia de clase proletaria es la pertenencia consciente a esa clase, es decir, la asunción de que tiene que asumir el papel de individuo de esa clase como clase social, actuar colectivamente como individuo de esa clase. Tanto un tipo de conciencia como otra no puede ser adquirida como resultado del proceso de la lucha espontánea si no está unida necesariamente a la comprensión del papel de las clases en la lucha de clases, esto es, se asume los principios del socialismo científico.
Y esto es lo que no tiene en cuenta la UOC (MLM), a nuestro entender, por lo expresado en los párrafos que hemos reproducido, aunque hay muchos más. No sitúan el aspecto esencial para la formación de la conciencia de clase, estadio intermedio para la formación de la conciencia revolucionaria, en la toma de posición política, es decir, en la comprensión, asimilación y aceptación de los principios del socialismo científico sino en el desarrollo de las condiciones materiales en que vive el ser social, en la exacerbación de las contradicciones sociales. Se sitúa en la condición externa (realidad material) en lugar de la condición interna: la teoría marxista y la experiencia histórica de la lucha de clases.
Con ello se cede a la concepción espontaneísta de la formación de la conciencia de clase debido a la excesiva valoración que se le da a la lucha economicista, otorgándole a las amplias masas una cualidad que no poseen pues el «ímpetu revolucionario» que se observa sólo puede ser fruto de la maduración de una posición y una práctica políticas a partir de la asimilación de la teoría marxista. En la formación de la conciencia revolucionaria no tienen nada que ver las condiciones materiales de existencia del individuo o clases, puesto que ello depende de la asimilación y puesta en práctica de la teoría marxista. Por eso, tanto burgueses, proletarios o campesinos pueden adoptar individualmente una posición de clase revolucionaria sin que la extracción de clase sea determinante, dependiendo para ello sólo de la voluntad y la predisposición del individuo. Otra cosa muy distinta es qué clase puede y tiene que acometer la revolución socialista. Lógicamente la burguesía no puede acometer dicha tarea por ir contra sus intereses como clase. Sólo puede acometerla la clase que no tiene nada que perder por no tener ninguna propiedad social.
El desarrollo del capitalismo en su actual etapa imperialista ha conseguido, entre otros aspectos, convertir a la organización básica de la clase obrera, el sindicato, en un aparato más del Estado burgués para encuadrar y disciplinar a los obreros en el cumplimiento de los planes de la economía capitalista. Un tipo de sindicato obrero más propio de la política reformista que de la revolucionaria como se pone de manifiesto en la evolución del desarrollo capitalista, que ha cumplido una etapa histórica mientras no se ha configurado una etapa superior de la construcción del partido de nuevo tipo. La función del sindicalismo moderno está más ligada a las funciones de los distintos aparatos del Estado burgués bajo el dominio actual del capital financiero: planificar la economía a nivel mundial en donde los obreros son una pata de las fuerzas productivas.
Tampoco se puede caer en el error, muy común de la argumentación revisionista, de separar políticamente a los jefes de las bases de estos aparatos sindicales, pues tanto unos como otros defienden los mismos intereses materiales: el de la aristocracia obrera. Los jefes, élites de los sindicatos, y las bases, masas sindicales, forman una unidad en la defensa del sistema capitalista, aunque con diferentes funciones: los primeros, dirigiendo la conciliación de clases mediante el pacto social; los segundos, poniendo en marcha los acuerdos alcanzados entre los trabajadores no sindicalizados, esperando recibir alguno prebenda que les otorgue la patronal.
¿Quiere decir esto que no se debe hacer trabajo comunista en los sindicatos? No, lo que quiere decir es que el sindicato no se puede entender como una estructura obrera que puede desarrollarse como escuela de comunismo pues ello es imposible dado la naturaleza y funciones de la estructura sindical que cumple en la etapa imperialista. El sindicato obrero es fruto de una etapa histórica del capital, organización propia de la formación de la clase en sí, de acuerdo a la organización política de esa etapa: el partido obrero. La etapa actual no se corresponde con dicha organización, sino con la organización del Partido Comunista como movimiento revolucionario y la línea de masas y estructura organizativa apropiada a esta etapa histórica.
Conclusiones
A pesar de no ser exhaustivo en nuestras apreciaciones, creemos que es interesante haceros llegar nuestros desacuerdos con determinadas posiciones pues ello puede propiciar un valioso debate ideológico en torno a la concepción general del marxismo y a aspectos particulares de esta teoría general, en concreto sobre la construcción del partido comunista, el proceso de formación de la conciencia proletaria y la consideración marxista sobre las masas explotadas, en concreto el proletariado, y su papel en la revolución socialista.
No podemos ocultar que aún estando de acuerdo con muchos aspectos de vuestras posiciones ideológicas, no compartimos algunos planteamientos que consideramos erróneos que pueden perjudicar la línea general de vuestra organización, como por ejemplo:
1) Una influencia determinista en la concepción y valoración de la RPM, pues se la da una excesiva preponderancia a la tendencia objetiva de la decadencia del imperialismo; dejando en un segundo plano la formación del sujeto revolucionario que dará al traste con el sistema capitalista. Esto es debido, fundamentalmente, a la incomprensión de cómo se construye el partido comunista, ya que no se tiene una idea clara del propio concepto.
2) Una influencia obrerista que se pone de manifiesto en la valorización del movimiento espontáneo de las masas, considerándolo revolucionario por el hecho de luchar contra la explotación. Esto es debido a la incomprensión del proceso de transformación de la clase en sí en clase para sí.
Colectivo por la Reconstitución del Comunismo
Mayo 2019


1  UOC (MLM): Negación de la Negación 5. Propuesta de Formulación de una Línea General para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional. Agosto 2.016pág. 20.
2  Ibídem, pág. 21.
3  Ibídem, pág.16.
4  Ibídem, pág. 140.
5  UOC (MLM): Negación de la Negación, 2: Compendio de Línea de masas. 1- Consideraciones generales. Mayo de 2003, pág. 4
6  www.revolucionobrera.com/construyendo/a-preparar-el-congreso-del-partido. Febrero, 2.016.
7  UOC (MLM): Negación de la Negación 5. Propuesta de Formulación de una Línea General para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional. Agosto 2.016,pág. 140....//...




" La lucha contra el imperialismo es la lucha contra el capitalismo "

NUESTRA CLASE




Es necesario reflexionar sobre el asunto de Venezuela pues los comunistas debemos fijar una posición certera sobre los acontecimientos que se están desencadenando, sin olvidar que están relacionados por un lazo común con otros que se han ido desarrollando en otros países en los últimos años a través de la injerencia económica y política, unas veces, y/o la intervención militar, en otros muchos casos, como está ocurriendo en Siria, por poner un ejemplo reciente, lo que ha supuesto cientos de miles de muertos y la destrucción material de ciudades debido a los intereses económicos y geopolíticos que se disputan los distintos bloques hegemónicos imperialistas (unos con más claridad y energía que otros, dependiendo de su posición y fortaleza en la zona, pero todos con los mismos propósitos) y los gobiernos y estados que gravitan a su alrededor como satélites que les acompañan jugando un papel subalterno pero necesario para preservar sus intereses.

En Venezuela se vuelve a repetir el patrón clásico del capitalismo imperialista, concretándose en la guerra de rapiña por conquistar nuevos y mayores recursos naturales y su extensión por explotar mayor fuerza de trabajo asalariada, que se agrava por el enfrentamiento interimperialista, fruto de la fase superior pero agonizante del capital, lo que conlleva a mayores enfrentamientos bélicos locales y con el riesgo cada vez más acentuado de convertirse en continentales, siendo el proletariado la clase expuesta principalmente a soportar la penuria, miseria y muerte de dichos enfrentamientos interburgueses.

Todas las guerras en donde ondee la bandera del capital tienen ese propósito, ya sea que se desarrolle envuelto con la vestimenta militar-invasora, ya sea envuelta en el ropaje democrático legalista para hacer cumplir los derechos humanos universales pues de lo que se trata es de ensanchar la influencia económica y poderío político-militar en el enfrentamiento de unos capitales con otros. Siguiendo esta lógica que determina el funcionamiento del capital a través de férreas leyes económicas a nivel internacional, no se puede esgrimir la bondad o maldad de un bloque imperialista u otro, pues, dada su naturaleza interna, son empujados irremediablemente a actuar por conseguir el fin previsto: ser más fuerte que el adversario para poder dominar la escena económica y política como capital, es decir, como productor de plusvalía y su posterior acumulación de capital, dispuesto a actuar nuevamente como tal. NO HAY CAPITALES MEJORES O PEORES, SEAN NACIONALES O INTERNACIONALES, GRANDES O PEQUEÑOS, NI GUERRAS JUSTAS E INJUSTAS BAJO EL IMPERIO DEL CAPITAL, ESTANDO AMPARADAS EN UN MANDADO LEGAL O ILEGAL, PUES PERSIGUEN UNAS Y OTRAS EL MISMO OBJETIVO.

No hay que olvidar las leyes del orden social capitalista para comprender lo que está ocurriendo en Venezuela, así como en otros lugares del mundo, esto es, para comprender que los recursos naturales del planeta son codiciados por capitales que se organizan internacionalmente para luchar unos contra otros con el objeto de apropiárselos. Hay que tener en cuenta que Venezuela cuenta con las mayores reservas petrolíferas del mundo y otros recursos minerales, y, a la vez, es un país incómodo desde el punto de vista político para el dominio del capital imperialista norteamericano en la zona. Los triunfos electorales de las fuerzas pro norteamericanas en Colombia y Brasil han favorecido la táctica del gobierno de Trump presionando la pinza que le hacen desde las fronteras de volver a la carga para derribar al gobierno de Maduro, representante de la fracción de la burguesía venezolana nacionalista que controla la industria petrolera venezolana nacionalizada, en fuerte oposición a la otra fracción de la burguesía venezolana pro norteamericana alineada con los intereses del imperialismo norteamericano para repartirse el negocio del petróleo mediante la privatización del sector energético, entre otros. En esta lucha no se puede perder de vista el papel de los otros capitales imperialistas con los cuantiosos negocios que tienen tanto la burguesía española como la europea agrupadas en la Unión Europea. China y Rusia están jugando un papel solapado pero no menos importante para sus intereses imperialistas puesto que apoyan al gobierno de Maduro no con vista a favorecer la independencia de Venezuela, sino de atraérselo a sus posiciones políticas internacionales e intereses económicos en oposición a la U.E. y EE.UU. De ahí sus diferentes posiciones ante el desarrollo de los acontecimientos. Lo que está claro es que ninguno de los actores que participan activamente en los acontecimientos se posiciona con el pueblo al margen de sus distintos “representantes legales”, pues no entra en sus planes la verdadera independencia de la clase obrera para poder liberarse del dominio de la burguesía, ya sea nacional o internacional, verdadera responsable de su explotación y opresión de clase.

Venezuela es un ejemplo viviente hacia donde se dirige el socialismo siglo XXI, ese engendro democrático burgués que se quiere vender al proletariado como un régimen bondadoso que se desvive por el progreso de la Humanidad en lucha abierta contra el imperialismo. Se presentan como salvadores de patrias en la defensa de la soberanía nacional, cuando no son más que reacciones pequeño-burguesas contra el capital monopolista. Los ideólogos del socialismo del siglo XXI critican a la burguesía imperialista, amparándose en las pésimas condiciones de vida del proletariado, para descargar la culpa de los males de la Humanidad sobre ellos, sin reparar que la explotación del proletariado es consecuencia del régimen de producción capitalista en donde la actual fase del desarrollo capitalista es incomprensible sin el dominio del capital monopolista. ¿Es que se propone la existencia de la propiedad privada capitalista sin la existencia del capital financiero o sometido al Estado democrático burgués? Si es así es no comprender la naturaleza del capital y las leyes de su desarrollo o, comprenderlo, y ocultarlo para que el proletariado acepte y se someta a dicho régimen como algo natural, como pueden ser las catástrofes naturales. Estos ideólogos que defienden esta teoría reaccionaria se afanan por demostrar la cara criminal del capital imperialista de una manera hipócrita, pues ocultan bajo el manto de su antiimperialismo yanqui y defensa de la patria bolivariana las verdaderas causas de la explotación y opresión del proletariado: la existencia de las relaciones capitalistas. Con dicho socialismo burgués se pretende encubrir los intereses de la burguesía nacional venezolana frente a la rapiña del capital internacional pero sin luchar por la liberación del proletariado en su lucha contra el sistema capitalista y por la construcción de la sociedad comunista, sociedad libre de clases sociales. 

El socialismo del siglo XXI no puede ser la vía de la liberación del proletariado pues basa su acción en la teoría y las directrices burguesas de respeto a las clases sociales y su desenvolvimiento por medio de mecanismos democráticos burgueses, lo que imposibilita el asalto al poder político y la destrucción de las relaciones sociales capitalistas, núcleo económico de la existencia de clases y mecanismo social para la explotación y opresión del proletariado. Este tipo de socialismo es una variante de la clásica teoría revisionista que niega tanto la revolución proletaria m-l (guerra popular), como la construcción del socialismo a través de la Dictadura del Proletariado, situándose en la conquistas democráticas del Estado burgués para mediante transformaciones democráticas eliminar las diferencias sociales. El revisionismo pretende eliminar la explotación asalariada conciliando el capital con la revolución democrática en otro engendro bautizado como propiedad estatal socialista o nacionalización de los sectores estratégicos como propiedad estatal. En el fondo, el revisionismo niega la lucha de clases como oposición antagónica del proletariado y la burguesía y su consecuencia: la eliminación de un polo, en este caso, la burguesía, representante de las relaciones capitalistas de producción, para eliminar la contradicción. Y, con ello, negar también el otro polo, el proletariado, al construir las condiciones materiales y políticas para crear un nuevo orden social en donde no existan clases sociales.

La posición del proletariado revolucionario ante los acontecimientos de Venezuela es apoyar la no intervención económica o militar pues en las actuales circunstancias cualquier intervención sería por parte del imperialismo de uno u otro signo, ya que el comunismo revolucionario no tiene capacidad política de intervención efectiva, aunque sí de posicionarse para esclarecer la línea de intervención revolucionaria. Si no se puede apoyar al gobierno de Maduro pues no representa a los intereses estratégicos del proletariado venezolano, sino, por el contrario, a la fracción burguesa nacional que detenta los resortes del poder económico y político (su programa de gobierno y su acción política así lo evidencia) tampoco se puede apoyar a ningún tipo de imperialismo por las razones que hemos esgrimido anteriormente.

¿Cuál debe ser, pues, la posición del proletariado revolucionario antes los acontecimientos que se están desarrollando? En primer lugar esclarecer políticamente la situación desde el punto de vista de los intereses estratégicos del proletariado. En segundo lugar subrayar que la única manera realmente revolucionaria de lucha contra el capital es preparar e impulsar la Revolución Proletaria Mundial, de acuerdo a la fase actual del desarrollo capitalista. Para ello es imprescindible la reconstitución de partidos comunistas en cada país como el partido que organice al proletariado a nivel mundial, es decir, reconstituir un sistema de partidos bajo la matriz de un gran movimiento revolucionario, fusión de la vanguardia del proletariado y la parte de las masas explotadas por el capital que una los principios del socialismo a la lucha de clases por transformar de raíz a la sociedad.

La esencia del internacionalismo proletario no es promover la neutralidad o no injerencia política en pro de la soberanía nacional, pues ello es un principio de la legalidad burguesa que se salta precisamente el capital monopolista por la fuerza de los hechos consumados, sino favorecer el apoyo y la intervención revolucionaria a los intereses de la clase obrera en cualquier parte del mundo sin tener en cuenta las fronteras nacionales. Este principio es absoluto, incondicional, siempre y cuando sea para defender los intereses del proletariado como clase internacional, como así ha ocurrido en la historia del movimiento comunista.

¡¡POR LA REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL!!
¡¡ VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!! ////.


" El Covid-19 y las tripas del capitalismo "

NUESTRA CLASE


Para hacer cualquier análisis político o, simplemente, exponer un punto de vista sobre una cuestión general o particular con un mínimo de coherencia es necesario tener en cuenta la realidad social. En nuestro caso esa realidad social es que nos relacionamos en un régimen de producción capitalista, en el cual todos los fenómenos sociales se encuentran atravesados por la ley general del capital, esto es, su revalorización.
Este simple y general punto de partida es determinante si lo que queremos es comprender correctamente las múltiples contradicciones sociales que van surgiendo, como es el caso que nos ocupa (la pandemia desencadenada por el Covid-19) y, sobre todo, para comprender la posición y el estilo de trabajo que adopta la burguesía a través de sus distintos gobiernos en el intento de atajar la situación creada, que lógicamente y debido a su mandato de servir a la clase dominante va dirigido fundamentalmente a minimizar los daños causados de manera transitoria a su régimen de producción. Hay que decir que dicho objetivo se oculta con habilidad detrás de una cínica escenografía para convencer a la opinión pública que lo prioritario es la salud de la población (sobre todo de los ancianos, como si ello le importase un comino), creando un estado de alarma que en lugar de conseguirlo causa más bien un miedo pavoroso a lo desconocido, cuando lo que se debería hacer es una movilización general sobre las condiciones de existencia del virus y los efectos economicos y sociales que va a provocar sobre la población, en especial sobre el proletariado que es la clase que va a sufrir las consecuencias mayoritariamente.
Pero claro la posición y el estilo de cómo se aborda la situación pertenece a los intereses de la clase que lo afronta, ya que como decimos al principio vivimos en una sociedad dividida en clases en donde cada una tiene intereses y objetivos inmediatos y estratégicos radicalmente distintos. En este sentido, si el proletariado tuviera la dirección política de la sociedad, esto es, estuviera en la fase de construcción del socialismo a través de la Dictadura del Proletariado su actuación sería completamente distinta pues hubiera desplegado unas medidas en donde el confinamiento sería una parte pero no la principal del conjunto de las acciones, que repetimos, ahora, tiene el objetivo supremo de proteger el régimen capitalista de producción y no la salud de las personas. Más adelante veremos cómo se tendría que comportar desde un punto de vista revolucionario.
El régimen capitalista de producción ya ha alcanzado su fase superior, esto es, la fase imperialista, en donde el punto de vista burgués en lo que respecta a la ciencia es su aplicación a la economía con el objeto de aumentar su capacidad productiva en la revalorización del capital. Esta es la función que tiene la tecnología en el capitalismo. La ciencia en general (en donde la sanitaria es un negocio particular más, en el caso que actúe como unidad de producción privada; en el caso que lo haga como unidad de producción pública se comporta también al servicio del capital, esta vez social, es decir, en el conjunto de la clase, pues actúa como aparato para la conservación y mantenimiento de la fuerza de trabajo asalariada) y economía en particular unidas para un fin común. El imperialismo ha conseguido por fin el sueño del gran burgués: someter a la clase obrera mundial a una mayor explotación a la vez que somete a las distinas economías locales y nacionales a un sistema general de producción, distribución y consumo, que facilita la finalidad señalada: sumisión del trabajo al capital para centralizar y concentrar la plusvalía en favor de la burguesía a costa de un mayor empobrecimiento de la mayoría de la población.
El paradigma de esta sociedad magnificada por la burguesía son los soportes tecnológicos que llegan al gran público para utilizarlo en la cotidianidad gris del obrero común: móviles, táblets, portátiles, etc. conectados a la gran vía de la «información y la divulgación del conocimiento». Estos soportes proyectan tal fascinación sobre la realidad social como, en su momento, el whisky y el rifle de los vaqueros americanos en la mente del pueblo indio: nubla su vista mostrando su adoración sobre objetos que iban a actuar como instrumentos de exterminio de su pueblo. Ahora no se llega a tal extremo pero ¿hay algún proletario que no desea tener uno en los términos que se emplea por la burguesía? La fascinación por tales soportes enreda de tal forma que hace perder el juicio al que lo posee pues dichos objetos bajo el dominio de la burguesía tienen la capacidad de empañar la verdadera realidad social en la que vive la clase obrera: la lucha por vender su fuerza de trabajo para poder subsistir enmarcada en una espiral de créditos, pago de hipotecas, alquileres, compra de víveres, etc. a costa de dejar sus energías vitales en el proceso de producción capitalista. El drama en que vive el obrero en el imperialismo es exactamente igual que el obrero de principio del capitalismo, aunque ahora agravado ideológicamente por la creencia de vivir en mejores condiciones cuando en realidad está más encadenado al sistema general por los mecanismo crediticios que impone el capital. Este sistema crediticio se convierte en una palanca poderosa a favor del sistema y en contra de cualquier reacción del proletariado por el temor a perder lo poco que posee, que es más aparente que real, lo que fortalece el dominio de la burguesía.
Paralelamente a los procesos de concentración y centralización de la economía mundial en su forma capìtalista (como consecuencia de la generalización de las relaciones capitalistas de producción hasta formar un sistema mundial en donde las distintas economías locales y nacionales constituyen un eslabón de la misma cadena, diferenciándose según sus distintas capacidades productivas y su capacidad de penetración en otras latitudes), las enfermedades también se hacen generales constituyéndose en pandemias por las formas de producir y vivir las distintas poblaciones, que tienden a homogeneizarse por la acción del capital. No hace falta que sea un virus o bacteria quienes propaguen la enfermedad pues las hambrunas, miserias, guerras, etc. son también pandemias características y consecuencias directas de las formas de producción del capitalismo, diferenciado cualitativamente de otros modos de producción, que si bien conformaban también sociedades divididas en clases, no tenían la suficiente capacidad productiva para producir en abundancia para satisfacer las necesidades sociales. El capitalismo, en este sentido es diferente, pues sí tiene esa capacidad debido al grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas (esta es su aportación a la sociedad desde el punto de vista histórico). El capitalismo es, en este sentido, un régimen de producción paradójico y, por tanto, más criminal que ningún otro, pues teniendo capacidad de producción hay grandes capas de la población, precisamente de las explotadas, que no pueden satisfacer sus necesidades más vitales. Y todo por la división de la sociedad en clases, por la existencia de la propiedad privada y la forma capalista de explotación de la fuerza de trabajo (según los datos oficiales de la FAO, octubre 2018, cada año se tira a la basura en el mundo 1300 millones de toneladas de alimentos, mientras nueve millones de personas mueren por enfermedades o causas asociadas al hambre y la malnutrición severa, de los cuales más de cinco millones son niños menores de cinco años).
Marx y Engels ya dejaron claro en el Manifiesto Comunista que el Estado siempre tiene un carácter de clase pues es una expresión de las relaciones sociales de producción, una consecuencia del desarrollo histórico de la sociedad, del tránsito de la sociedad primitiva comunista a la sociedad dividida en clases. Y como el Estado burgués no es una excepción su función general es actuar como la representación del capitalista colectivo, encargándose del funcionamiento general del régimen de producción capitalista pensando en los intereses del conjunto de la clase. Lenin, Stalin y Mao al profundizar en el Estado desarrollaron el concepto como la expresión política del modo de producción dominante, al cual había que destruir construyendo otro nuevo de acuerdo a los intereses del proletariado en la edificación del socialismo. Bueno pues el Covid-19 está poniendo de manifiesto lo acertado de dicho principio general de la teoría m-l al sacar a flote las tripas del capitalismo en la crisis sanitaria desatada por la pandemia en donde todas las intervenciones de los gobiernos del mundo capitalista, con una u otra actuación, ponen a disposición del capital todas sus instituciones nacionales e internacionales con las finalidad de salvaguardar el régimen de producción y evitar cualquier intento de conato de levantamiento popular por el posible descontento de la población que se pueda producir (Estado de alarma o emergencia).
La particularidad de esta pandemia es el modo silencioso del contagio de la enfermedad, así como la rapidez de su propagación, actuando de una manera expeditiva sobre la capacidad de la fuerza de trabajo para reproducirse en el proceso productivo y en una cantidad ingente. El efecto de la enfermedad repercute directamente en el proceso de producción de plusvalía pues como se ha podido observar se ha recurrido directamente al confinamiento como medida profiláctica, lo que evidencia el daño que le hace a la burguesía la paralización de la economía. Sin embargo, se ve atenuado por su poca letalidad lo que favorece que la pandemia no actúe peligrosamente sobre el proceso pues se estima que no se va a producir una caída brusca de la fuerza de trabajo disponible, sino más bien todo lo contrario, de ahí que el sistema productivo sufrirá de estrés pero no de colapso, lo que es una buena noticia para la burguesía dentro del tremendo golpe que ha supuesto para la producción de plusvalía. Pero ¿y para la clase obrera? En el otro extremo de la frialidad social el panorama es completamente diferente pues sobre la clase obrera reacaerá todo el peso de la reconstrucción del aparato productivo paralizado durante el periodo de hibernación económica: de manera inmediata recortándole el salario un treinta por ciento a los trabajadores afectados por los ERTE`s, y a continuación viendo cómo se confisca parte de su trabajo de manera gratuita a través de medidas directas e indirectas que se propondrán y se desarrollarán en el Pacto Social que se está fraguando en el Parlamento con el beneplácito de los distintos sindicatos y organizaciones patronales.
Las tripas del capitalismo están en hibernación, aunque en estado de alerta para cuando el Estado consiga enderezar la situación (estabilización y caída de los contagios) para empezar a funcionar nuevamente a pleno rendimiento. A partir de este punto empezarán las verdaderas consecuencias dolorosas para la clase obrera, aunque en estos momentos ya lo está pasando canuta, como dice el refrán castizo: castigada por la enfermedad, confinada en sus casas de pocas dimensiones, vigilada en las calles, reducido el salario una gran parte de sus efectivos y cobrando con retraso. La respuesta del Estado burgués para la clase obrera se queda en relegarla al parasitismo y al consumismo desaforado ante el miedo que se le ha metido en el cuerpo ante la epidemia mientras el Parlamento legisla a sus anchas y a sus espaldas como siempre. El protagonismo que le otorga es para aplaudir desde sus balcones sus ocurrencias.
¿Es este el protagonismo que debe tener el proletariado para defenderse de la pandemia? Nosotros entendemos que no, que ante la pandemia deberíamos tener una posición más activa que meterse simplemente en las casas a esperar que todo pase con las decisiones que otros tomen por nosotros, ya sean científicos o políticos de tres al cuarto que solo tienen entre ceja y ceja la recuperación de la economía capitalista. Pero tampoco estamos de acuerdo con elaborar una serie de reivindicaciones en un papel con el objeto de paliar los efectos de la pandemia, como hacen algunas organizaciones comunistas, porque ello, entre otras cosas, es completamente inútil: ni se pueden realizar porque depende completamente de las intenciones de los gobiernos ni son asumibles por el régimen político porque va en contra de sus intereses, lo que crea falsas ilusiones entre las masas en el Estado burgués, pues lo presentan como neutral, conciliador entre las clases, que si no hace las cosas como es «debido» y ellos piensan es por la torpeza de los gobiernos y no por su carácter de clase y servilismo al régimen de producción capitalista.
Si se quiere hacer agitación y propaganda para las amplias masas en relación con el Covid-19, lo más acertado es denunciar el carácter de clase del Estado capitalista y la posición burguesa del gobierno de turno de acuerdo a su función en los aparatos del Estado, que junto con el Parlamento legislan y dirigen políticamente a la sociedad. Lo que no es acertado es que junto a ello se inserten una serie de propuestas agrupadas en una plataforma para que el Estado las asuma e impulse para detener el desarrollo de la pandemia, cuando se sabe que eso no es posible ya que la burguesía sabe cuales son las medidas que tienen que desarrollar de acuerdo a sus intereses de clase, que dicho sea de paso, nada tienen que ver con la preservación de la salud pública porque esta pandemia no va a conseguir diezmar sobremaneramente la capacidad de reacción de la fuerza de trabajo para seguir completando el ciclo de revalorización del capital. Si lo que se quiere es hacer propaganda dirigida a los obreros más conscientes de su papel de clase y a la vanguardia familiarizada con el marxismo-leninismo, ésta tiene que estar dedicada a cuál debería ser la posición del proletariado revolucionario si estuviera dirigiendo la sociedad para que se comprendiese in situ los diferentes caracteres sociales y el papel de la clase obrera, según su tarea histórica y organización social, en el capitalismo y el socialismo.
¿Entonces qué hacer? Lo mismo que no se proponen peticiones al gobierno de la burguesía para paliar la explotación de la fuerza de trabajo, o propuestas para reformar la legislación constitucional, no se puede aparecer ante la pandemia con peticiones irreales e inútiles, como ya ha sido desmostrado históricamente en multitud de ocasiones: ello, en el mejor de los casos, es oportunismo puro y duro, camino ya andado hace mucho tiempo por el revisionismo. Lo que sí podemos hacer a nivel propagandístico es denunciar al régimen capitalista por su incapacidad para resolver la situación desde los intereses de la clase obrera pues es un régimen que tiene como único objetivo la revalorización del capital, y por el carácter de clase de las medidas políticas que aplican los distintos gobiernos burgueses que van encaminadas a preservar tal objetivo. Es una denuncia para que las masas explotadas comprendan o, al menos, así lo decimos porque es obligación de los comunistas, en las manos de quién están. Ante la situación que sufren directamente no hay velo que lo encubra, a no sea por la propaganda que desde determinados sectores del proletariado le hagan llegar con las estúpidas reivindicaciones que se elaboran apresuradamente y sin ton ni son.
Esto en cuanto a lo inmediato y situándose en el nivel de las amplias masas, que es lo que se puede hacer dada las fuerzas reales con que contamos. En cuanto a las masas más avanzadas, consecuentes con una posición de clase, lo apropiado es elevar la propaganda política a un estadio superior en donde se sitúe el papel de las masas proletarias de acuerdo al tipo de la sociedad que tienen que defender, en donde lo individual, el papel del individuo, no existe separado de lo colectivo, la sociedad no concebida como resultado de fantásticas palabras o proyectos nacidos de la cabeza, sino fruto, por un lado de la lucha de clases contra la explotación de la fuerza de trabajo en distintos modos de producción y, por otro lado, del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, por la modernización e invento de los instrumentos de trabajo y a la concentración y centralización de los medios de producción. Es decir, por el devenir de la economía y la lucha de clases que desencadena. En la sociedad socialista supuestamente no existiría el confinamiento colectivo de la población (desactivada como está ahora y perseguida por el ejército y las fuerzas represivas del Estado) , sino activada para realizar las tareas necesarias socialmente (producción de lo necesario y de acuerdo a un plan general), lo que no elimina el confinamiento pero con una perspectiva y contenido distinto. Claro que para ello, el proletariado tendría que estar educado y organizado de diferente forma a como lo está en la sociedad burguesa. En primer lugar, el Estado tendría una función distinta, función destinada a eliminar la propiedad privada capitalista y a instaurar la propiedad colectiva socialista, en donde los individuos en todo momento deben ser agentes activos ( partícipes y conocedores) de la planificación que rige el principio de la producción social, siendo los cargos que ostentan la dirección de los múltiples procesos revocables en todo momento, ejerciendo su labor según el criterio de conocimiento, eficacia y revocabilidad. En segundo lugar, la organización de la clase seguiría el estímulo de colaboración colectiva y aportación social basado en el principio de centralismo democrático, es decir, según el funcionamiento de realizar centralizadamente lo que planifique el Estado discutido, corregido, aprobado e impulsado por las Consejos o Comités obreros, que a su vez los discute, corrige, aprueba e impulsa entre las masas, elevándose hasta la organización superior del Partido como relación dialéctica entre vanguardia y masas.
Sin esta tarea en la construcción de la sociedad socialista (Dictadura del Proletariado) el socialismo tiene el camino asegurado para retroceder al capitalismo en lugar de avanzar hacia el comunismo, sociedad sin clases sociales y, por tanto, sin necesidad del Estado. El socialismo no es punto final, sino fase necesaria de un proceso para la extinción de las clases. El socialismo tampoco es capitalismo socializado, en donde se «transforma» la propiedad privada en propiedad socialista por medio de decretos jurídicos, sino relaciones sociales de producción en continua transformación regida por el principio de la propiedad social colectiva y la centralización democrática de la vida social.
La tarea de la construcción del socialismo pasa hoy por la reconstitución del comunismo, tanto desde el punto de vista ideológico (Balance del Ciclo de Octubre), como desde el punto de vista político (Reconstitución del partido comunista, concebido como relación dialéctica entre vanguardia y masas proletarias que se expresa como movimiento revolucionario que tiene como punto de partido la reconstitución de la vanguardia m-l, tarea en la que nos encontramos actualmente).
Colectivo por la Reconstitución del Comunismo
Abril, 2020////

La inmadurez política del voto obrero y el crimen del revisionismo en las elecciones burguesas

NUESTRA CLASE

La tendencia histórica del capital (de la libre competencia al monopolio) coloca a la sociedad en un mar de contradicciones irresolubles y en un dilema de imposible solución dentro del sistema capitalista. La libre competencia engendra el monopolio pero éste no elimina la competencia sino que la hace más aguda e incontrolable, sometiendo a los monopolios a una lucha sin cuartel por el reparto del mundo y la explotación internacional del trabajo asalariado. Lo esencial en la comprensión del imperialismo es que constituye la fase superior y última del capitalismo, en donde no puede superar sus propios límites dado que su desarrollo está sometido a la ley general del capital: crecer más para ser más productivo, que se encuentra con el obstáculo de la revalorización del capital social. El imperialismo es, en este sentido, punto final del capitalismo – no puede superar los estrechos límites con los que la propiedad privada capitalista somete a la producción social – y fin de la sociedad capitalista, siempre y cuando el proletariado asuma la dirección de la sociedad. El imperialismo, por su propia dinámica, no puede ir más allá. Su lugar histórico es el presente pero a caballo con el pasado, tránsito de una nueva sociedad que tiene que construir el proletariado destruyendo los fundamentos y prácticas capitalistas.

Una cosa es la tendencia general y otra muy distinta la realidad social, el estado de las contradicciones sociales en donde se inserta el sujeto histórico que ha de dar solución a dichas contradicciones desde el punto de vista de los intereses del proletariado. Lo que no se puede ocultar es que el proletariado revolucionario ha sufrido un revés en su lucha por derrotar a la burguesía a nivel internacional, fruto de errores todavía no resueltos y que atenazan la reconstitución del partido comunista: entre ellos la concepción organicista del partido – en el que se llega a confundir partido con vanguardia – y la exaltación al movimiento espontáneo de las masas – en donde se somete la labor del partido a seguir a este movimiento para dirigirlo. Es necesario el Balance histórico del Ciclo de Octubre como medio para la reconstitución ideológica y política del Comunismo. Ante tal ausencia se desenvuelven las contradicciones del imperialismo, asumiendo la contradicción interimperialista el papel dominante, al desarrollo de la cual somete las otras contradicciones generales, entre ella la principal, esto es, la constituida por la Burguesía/Proletariado.

La crisis ideológica y política en las que vive la vanguardia proletaria viene de lejos, motivada por una interpretación parcializada del marxismo-leninismo y por la perniciosa e interesada influencia del revisionismo entre sus filas, al cual hay que combatirlo de manera integral mediante el rearme ideológico del comunismo revolucionario. El revisionismo y el oportunismo trabajan sin descanso para hacer el trabajo ideológico que la burguesía necesita en el seno del proletariado: su labor en este terreno es crear desconfianza en la idea de la revolución social y la construcción del socialismo, debido a que son «fruto de una ilusión» sin ninguna base material. Esto siempre está presente en su trabajo político, sea más o menos intenso.

En estos momentos de «calma» en los enfrentamientos de clase, sus esfuerzos se dirigen a justificar las bondades de la democracia burguesa por ser un sistema político en donde se pueden discutir abiertamente las diferencias sociales y las formas de resolverlas pacíficamente. La base teórica y/o ideológica para despotricar de palabra de la democracia burguesa, pero apoyarla de hecho mediante la participación en los comicios burgueses, es la idea que se «fabrican» del Estado. El revisionismo adopta como suyo la concepción burguesa de que el Estado es el órgano que concilia las clases y, por tanto, el destinado a conciliar sus conflictos: se diferencia de los ideólogos burgueses en que el Estado capitalista, además de cumplir esa función, puede evolucionar hacia otro modelo de sociedad mediante el control y regulación política de la mayoría social representada en el Parlamento. El revisionismo niega la evidencia de que el Estado burgués más democrático no puede ser más que una democracia para los explotadores y una dictadura paras los explotados. Y, al revés, el Estado proletario no es más que una democracia para el proletariado y una dictadura que somete a la burguesía, es decir, exclusión de la democracia como la entiende la burguesía (mayoría y minoría).

Se alejan conscientemente de la concepción marxista sobre el Estado, que lo considera un producto histórico, resultado del desarrollo de la sociedad que al llegar a cierto grado se hizo necesario construir un Poder para que concilie las contradicciones que alumbra ese desarrollo. Antes que el Estado existen las clases, producto de la división de la sociedad entre propietarios privados y desposeídos de medios de producción, entre explotadores y explotados. Lo importante de la concepción marxista del Estado es que ese Poder, al ser fruto de las contradicciones irreconciliables de clases, es de todo punto necesario hasta que desaparezcan las clases. Por tanto, dicho poder tiene siempre un carácter que se lo imprime la clase que domina la sociedad y somete a las otras clases al interés de la clase dominante.

Tanto el revisionismo como el oportunismo recurren a la democracia en general como la panacea en que se desenvuelve la plena libertad individual para ocultar su servilismo ante la burguesía. Se apalancan en los aparatos del Estado viviendo a costa del trabajo asalariado de los demás haciendo creer que realizan un servicio a la sociedad. Se apoyan en determinadas citas del marxismo para aparecer revolucionarios de palabra con el propósito de tergiversarlo ante los obreros más conscientes. Hacen grandes planes y programas políticos con el objeto de justificar la necesidad de la colaboración y subordinación de los obreros a la burguesía por el bien de la «economía nacional». 

Llaman a votar en las elecciones con el propósito de cortar el paso a la derecha más reaccionaria y crear poder obrero. Y todo en nombre de la clase obrera, que es lo más ruin.
Mientras la sociedad capitalista se debate en su putrefacción frente a la revolución proletaria mundial, se convoca cada cierto tiempo al proletariado para que con su colaboración convalide y afiance las viejas instituciones burguesas desde donde se irradia el poder colectivo de la burguesía: ¡ Obediencia al orden constitucional ! El sistema democrático burgués, asentado en el sufragio universal, consigue embaucar a millones de obreros sin ningún sentido de clase para que asistan con su voto a las urnas pensando que contribuyen a hacer efectiva la democracia al elegir a un gobierno representativo de la mayoría de los electores. Dichos obreros asumen como suyo el discurso burgués de que son buenos ciudadanos por el hecho de votar pues piensan que es un derecho que le otorga la sociedad al que no pueden rechazar. Imbuidos en esa creencia pasan por alto que la democracia burguesa lo degrada de ejemplar ciudadano de la jornada electoral a simple obrero asalariado.

De ciudadano responsable…

En esta difusa dicotomía se debaten estos obreros sin conciencia de clase: entre los derechos ilusorios que le otorga la legislación burguesa de los derechos universales del ser humano y el derecho efectivo del capital a explotar fuerza de trabajo ajena. Los derechos universales del ciudadano y el derecho de la propiedad privada capitalista son dos conceptos antitéticos pues el proletario no es un ciudadano abstracto sino sometido a las relaciones sociales capitalistas, lo que lo hace concreto, es decir, con obligaciones y derechos distintos que el burgués. El concepto ciudadano tiene un contenido burgués que sirve para designar a personas jurídicas con los mismos derechos, y eso no ocurre entre el capitalista y el obrero, pues al primero se le reconoce la capacidad jurídica de explotar fuerza de trabajo ajena, mientras que al segundo sólo es propietario de su fuerza de trabajo, lo que le obliga económicamente a venderla para que sea explotada. El derecho burgués tiene sentido jurídico en la desigualdad real de las clases sociales.

…A trabajador asalariado y/o parado.

El antiimperialismo no anticapitalista no tiene sentido histórico pues promulga un capitalismo sin monopolios, cuando precisamente el monopolio es engendrado por el desarrollo de las relaciones capitalistas, expresión real del desarrollo de la libre competencia capitalista. Ser consecuente en la actual época histórica. Lo único que tiene sentido en la actual época histórica es ser antiimperialista siendo anticapitalista, y más certeramente siendo comunista pues los comunistas nos basamos en el materialismo dialéctico aplicado como praxis revolucionaria que determina que el proceso histórico está impulsado por la lucha de clases como expresión social de la contradicción económica entre la propiedad privada de los medios de producción y la explotación privada del trabajo social. Esta lucha de clases en el capitalismo alcanza su cénit cuando se abre paso la revolución a nivel internacional.

Para ello es necesario que el proletariado como clase se constituya en partido político de nuevo tipo, es decir, en sujeto consciente de su cometido histórico: la revolución socialista. La derrota de la burguesía es un acto necesario, proceso que tiene su inicio en la reconstitución del partido, concebido como movimiento revolucionario, fusión de la vanguardia proletaria y el sector del proletariado con conciencia de clase, que a través de la Guerra Popular construirá el nuevo Estado proletario a la vez que destruirá el viejo Estado burgués.

Sin esta concepción de la lucha de clases es imposible posicionarse correctamente ante las distintas manifestaciones sociales de la burguesía. Por ejemplo las convocatorias electorales. El próximo 28 de Abril se abre un nuevo proceso electoral para elegir en los distintos estamentos del Estado al cuerpo de funcionarios-políticos que a las órdenes de la burguesía jurarán o prometerán lealtad y obediencia a la Constitución. Todos los partidos que concurren a las elecciones contribuirán de una u otra forma a fortalecer el sistema capitalista pues con su participación entran a formar parte interesada en el Estado, o a embellecerlo ante los ojos de los millones de explotados por este sistema al darle a entender que es neutral pues sirve para conciliar la vida social, buscando el entendimiento entre las clases y el bien común al imponer que se cumpla la ley.

Ahora bien, el proletariado ha de tomar conciencia de que para cambiar el estado actual de explotación y dominio no se puede ser respetuoso con el Estado que sirve a la burguesía para su dominación sobre nuestra clase.

El Estado burgués, como cualquier otro Estado, no es neutral. Ello nos indica, al menos a los proletarios, que tenemos que desconfiar de los principios y fines de dicho Estado, rechazando la colaboración con sus directrices mediante su boicoteo. BOICOT y DESTRUCCIÓN son las consignas de los explotados contra el Estado burgués. BOICOT durante el proceso de reconstitución del partido. DESTRUCCIÓN en los momentos de lucha decidida mediante Guerra Popular. Ante el Estado burgués no cabe ningún argumento que justifique la colaboración. El proletariado como clase habrá alcanzado su madurez cuando se haya constituido como partido comunista y, entonces, ya no tendrá duda de cómo comportarse y qué hacer con el Poder colectivo de la burguesía: destruirlo construyendo otro apropiado a su tarea histórica, la construcción del comunismo, con lo que se extinguirá todo Estado.






Boicot a la farsa electoral

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El proletariado para derrotar a la burguesía
tiene que estar dirigido por una teoría
revolucionaria con su partido al frente.
Para que las amplias masas obreras puedan
contribuir a derrotar a sus enemigos de clase,
tienen que ser educadas políticamente para que
desplieguen el odio de clase contra el Estado
capitalista, asumiendo que representan como
clase el porvenir de la Humanidad.

A partir de Diciembre empezará a leerse en voz alta el guión electoral que ha elaborado la burguesía para los próximos cuatro años. El pistoletazo de salida pondrá en marcha la campaña electoral para elegir al Parlamento Andaluz que designará al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Andalucía, entregando el testigo a otras elecciones para que durante el año 2019 se despliegue todo el guión de la farsa electoral mediante las elecciones a los Parlamentos Autonómicos, las elecciones a los gobiernos locales, las elecciones al Parlamento europeo y, con toda probabilidad, las elecciones generales, en donde se elegirán a los representantes del Parlamento español.
En todas las convocatorias, sin excepción, mantendremos la misma consigna, el BOICOT, que representa el rechazo activo al sistema económico burgués y su forma de representación política, ya sea en su formato nacional como internacional. En cada acción del Estado se pone a prueba carácter de clase (órgano de gobierno colectivo de donde se despliega la política general de la burguesía), no siendo menos las convocatorias electorales, en donde invita a las distintas clases a que participen y consientan los resultados de las urnas, instrumento por medio del cual legitima la explotación y opresión del proletariado, clase interesada precisamente en eliminar sus condiciones de dependencia de la burguesía y, por tanto, del Estado capitalista.
Como toda posición política viene precedida por una irremediable posición de clase que, en última instancia, la determina; hay que estar alerta a los mensajes que se despliegan durante las campañas electorales para que no hagan el efecto que persiguen: hacer digerible el programa con el que se presentan para captar el voto alejándolo de sus contrincantes electorales.
Desde la otra trinchera hay que tener claro un aspecto importante, si lo que se pretende es desenmascarar a la burguesía. No se puede andar con medias tintas, ni llamar a las cosas por otro nombre si lo que intentamos es despejar las dudas que muchos obreros tienen a la hora de qué hacer cuando la burguesía convoca elecciones representativas para elegir a los representantes del pueblo. Hay que tener claro, y así hay que decírselo a los obreros, que la liturgia del voto no se efectúa para elegir a los susodichos representantes, sino más bien a los funcionarios del capital que en su «neutral» función aplicarán lo que verdaderamente se ha elegido por medio del sufragio universal: el programa que el Parlamento, entendido como aparato colectivo de la clase dominante aplicará con la legitimidad que le otorga el resultado de las urnas la política general de la burguesía.
Convoca a dicha farsa a todos los ciudadanos sin excepción aunque con el convencimiento de que ya conoce previamente su resultado, que no será otro que su victoria pues la clase que le puede despojar de su cetro está ausente de la convocatoria. Está ausente en la convocatoria pero gestándose desde los distintos destacamentos de vanguardia su presencia en la lucha de clases que dependerá de sí mismo, es decir, de su proceso de reconstitución como partido político, el cuál dará cuenta de su poder indestructible pues estará constituido por el movimiento revolucionario que caminará hacia la destrucción del viejo poder burgués y la construcción del nuevo poder proletario a través de la guerra popular, genuino instrumento proletario para acabar con el poder de la burguesía.
Esta ausencia como clase independiente de la burguesía favorece que millones de obreros participen en la farsa electoral burguesa pues es notorio que sus voluntades están influenciadas y dirigidas por la ideológica dominante, la cual los somete como autómatas a cumplir los requisitos que le impone el capital. La burguesía y sus colabores revisionistas utilizan argumentos persuasorios para que cumplan con su deber de buenos ciudadanos a favor del parlamentarismo burgués al impulsarlos hacia las urnas con la coartada de que hay que ejercer la democracia, es decir, hacer efectivo el derecho a opinar que tienen todos los ciudadanos sin distinción. ¿Quién se va a resistir a ejercer su derecho a opinar y elegir como le designa los mandamientos de la democracia burguesa? Es como si se le pidiera a un buen católico que negara la existencia de Dios, si en ello precisamente reside su fé, sus creencias más elementales pero a la vez más férreas de comportarse individual y socialmente.
Este argumento, como otros muchos, cala en el obrero común pues no es consciente de su situación real al estar sometido al desenvolvimiento de las relaciones capitalistas de producción, lo que le impide reconocer los ocultos grilletes que le atan al capital, condicionándolo a ser fiel a sus condiciones de explotación y opresión: piensa que la sociedad en la que vive es la única posible, agradeciéndole a su patrón que lo emplee pues es el medio que le garantiza el sustento para vivir. Es incapaz de pensar en un futuro que no sea semejante al presente, si no es con algunos retoques que mejoren sus condiciones de existencia. El obrero común, por las propias condiciones del régimen capitalista, encajona su mente a pensar solo sobre su presente, trabajar por un salario mayor, dándole gracias al patrón que lo contrata), impidiéndose reflexionar sobre su futuro, a no sea para aspirar a ser tan rico como su patrón, es decir, explotar a otros, pues otro futuro no es posible en su cabeza dominada por su proceso de reproducción vital, convertir su salario en medios de consumo.
Para que los millones de obreros común empiecen a desnudarse de su piel de autómata, es decir, empiecen a descifrar el conjunto de relaciones sociales que lo convierten en una pieza necesaria del régimen de producción (productor de plusvalía), es necesario que se ponga en marcha un proceso social que revolucione y ponga en jaque la realidad en que vive y que cree eterna: hace falta que la teoría revolucionaria marxista-leninista que nace del estudio del desarrollo capitalista y de la síntesis de la experiencia histórica de la lucha del proletariado contra la burguesía tome el mando de la lucha de clases y se haga entendible a las masas explotadas como movimiento revolucionario por construir un futuro inimaginable hasta ese momento pero real pues serán ellos, con su actividad revolucionaria, sus artífices. Es a partir de ese momento, cuando el proletariado empieza a caminar políticamente para construir su poder de clase con independencia de la burguesía y en competencia declarada para conquistar su poder de clase. Es entonces cuando los obreros común en unión a su partido comunista empezará a romper sus cadenas ideológicas y políticas que le atan al capital incorporándose al movimiento revolucionario que arrasará de la faz de la tierra el caduco orden burgués.
Mientras tanto, cualquier acto que participe junto a la burguesía no es sino que colaboracionismo, es decir, presta su colaboración para que la burguesía realice su tarea social: explotar la fuerza de trabajo social en su propio interés. Hasta que no llegue el momento de su verdadera independencia de la burguesía, su tarea debe encaminarse a reconstituir la vanguardia proletaria, la punta de lanza de ese movimiento revolucionario elaborando su línea a través del análisis del Balance de su experiencia histórica como clase revolucionaria, así al menos es como ha ocurrido con el triunfo de las dos grandes revoluciones que ha protagonizado. En esta tarea no cabe participar en las elecciones burguesa pues no sería sino como comparsa de la burguesía dando legitimidad a los resultados electorales, a la vez que debilitaría su tarea principal, tanto la de la vanguardia política al desentenderse de su aspecto esencial en estos momentos, como la de los obreros más avanzados al educarlos en la colaboración de clases y no en el conocimiento y debilidades del enemigo para en un futuro penetrar en sus entrañas con el objeto de destruirlo.
Si consideramos la decisión como el resultado de la capacidad de razonar sobre un asunto concreto, el obrero común no tiene decisión sobre la realidad social pues no la conoce, lo cual lo incapacita para decidir libremente. Su «decisión» al depositar su voto consiste exclusivamente en ejecutar la opinión que le transmite la burguesía, clase a la que se encuentra supeditado pues decide sobre esta o aquellas candidaturas, este o aquellos programas. El obrero común, es en este sentido una marioneta de la burguesía, un autómata que ejecuta las órdenes que le transmite la burguesía. Es en pocas palabras el juguete favorito de la burguesía en periodo electoral.
Si no es razonado el voto del obrero común (por desconocimiento de la realidad social), ni independiente, tampoco tiene por que ser respetado, al cual se debe sumisión. En el mejor de los casos debe ser motivo de reflexión con el objetivo de combatirlo, es decir, tenerlo en cuenta para hacer que se transforme en su contrario: en un no voto. ¿Cómo? Aportando argumentos que ponga en evidencia su contenido de clase y para qué utiliza la burguesía dicho voto. Aunque esto no sea lo principal de la actual propaganda de la vanguardia proletaria, se debe tener en cuenta para hacer propaganda revolucionaria, ya que debemos aprovechar cualquier coyuntura para la educación política de las amplias masas obreras desde una posición de clase proletaria dejando bien claro cual debe ser la alternativa del proletariado revolucionario al capitalismo en general y de una manera particular a las manifestaciones concretas del parlamentarismo burgués.////

" Boicot a la farsa electoral "

NUESTRA CLASE

Este obrero común piensa que los grandes partidos que concurren a las elecciones tienen programas distintos porque unos son de derechas y otros de izquierdas, ajustándose unos y otros a sus planteamientos ideológicos, lo que les convierten en motivo político para ser diferenciados y votados. Así se establece la diferencia para la elección en el obrero común. Este es el mundo ideológico en el que viven (a todas luces un mundo ficticio), pero tremendamente eficaz desde el punto de vista de los intereses de la burguesía, que le hace creer que si son partidarios de los partidos de izquierda o derecha están votando realidades notablemente diferenciadas, cuando en realidad no es más que una trampa ideológica que le tiende el sistema electoral para acoger el conjunto de votos con el objeto de entregarlos indiscriminadamente en la estructura del sistema social, es decir, utilizar los votos de las distintas marcas electorales en una bolsa común. ¿Qué diferencia sustancial hay entre el PP y C’s o entre PSOE y Podemos o entre sus coaliciones respectivas? Todos sin distinción defienden el sistema capitalista como el único posible, diferenciándose en que unos son más «sociales» que otros, como si ello fuera un signo que marcara la diferencia sustancial por el que unos u otros votantes obreros se decante hacia una u otra candidatura.
Las distintas opciones socialdemócratas y revisionistas que concurren a las elecciones burguesas al amparo de la marca electoral izquierda recurre para captar el voto del obrero común a una manipulación política de la realidad que se abre con el escenario electoral. Aporta el concepto de Estado de Bienestar con el objeto de captar la atención de la franja electoral que constituye el obrero común en donde se esconde el programa de la burguesía con otro formato que el de la derecha. Este Estado no es otra cosa que la tradicional sociedad burguesa con pequeños retoques «sociales» haciendo creer al obrero común que es un modelo social que se aparta del capitalismo salvaje que no respeta los derechos humanos (categoría sociológica que da contenido al ciudadano burgués). Lo que consigue la burguesía, a través de estas corrientes de la izquierda sociológica, es encandilar al obrero común con los «regalitos» que ofrece envueltos en papel de celofán colgados en el árbol transgénico del Estado de Bienestar. En esta ficción de la realidad social funciona el marketing como vehículo de convencimiento que se despliega por medio de eslóganes publicitarios para hacer creer a los cándidos votantes que se cumplirán las distintas promesas que ofrecen unas y otras candidaturas.
El Estado de Bienestar es un concepto que maneja esta izquierda para borrar la naturaleza y el carácter burgués del Estado capitalista, que no es más que la organización político-militar de la burguesía con el objeto de concentrar su poder contra el proletariado, al que explota mediante relaciones capitalistas de producción y oprime a través de los distintos aparatos y funciones de esta organización colectiva. El contenido del Estado de Bienestar no es otra cosa que el conjunto de medidas que aplica el Estado burgués para mantener las condiciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo social, adecuándola al mantenimiento de la reproducción del capital en las sociedades imperialistas. Es falso que a la burguesía le interesa una clase obrera depauperada, propio del ansia acumulador de la burguesía, aunque también es cierto que no tiene remedio para que se depaupere ya que es una ley que se cumple en el sistema capitalista, es un hecho objetivo puesto que el capital se desarrolla en esa dirección por las condiciones de la propia producción: contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación.
Las migajas que recibe la clase obrera del Estado burgués también tiene un efecto político-ideológico pues contenta al obrero común sedando su alegato por querer mejorar sus condiciones de existencia, integrándolo al proyecto burgués de la reproducción del capital mediante el voto a la alternativa electoral socialdemócrata, a la cual se adhiere el revisionismo y el oportunismo como un mal menor para, entre otras cosas, esconder sus vergüenzas, el abandono a la teoría revolucionaria y su adhesión al proyecto capitalista; en definitiva su abandono a la revolución proletaria que podrían haber tenido en un momento histórico, única alternativa que tiene el proletariado de construir una nueva sociedad sin clases, el comunismo. En este sentido, el Estado de Bienestar no es un proyecto genuinamente obrero, sino burgués bajo la marca socialdemocracia para que pueda ser asimilado por el electorado obrero sin ningunas pretensiones revolucionarias, es decir, la aristocracia obrera que abandera las reivindicaciones políticas y económicas del obrero común. No dudamos que en su origen, cuando aparecen las reivindicaciones que dan contenido al Estado de Bienestar (pensiones, sanidad pública universal, educación pública generalizada, etc.), pudiera tener algún sentido dentro del seno de la clase obrera, es decir, cuando se trataba de amortiguar las condiciones infrahumanas del despegue capitalista, pero hoy no tiene sentido que se defienda como una reivindicación estratégica, es decir, al margen y en sustitución de la revolución proletaria mundial, que es como lo presenta la socialdemocracia y sus adláteres políticos: el revisionismo y el oportunismo. ¿No es más bien que tanto la socialdemocracia como el revisionismo y el oportunismo plantean el estado de bienestar como una reivindicación estratégica justamente contra la Revolución Proletaria?
El programa político de esta alternativa burguesa con tintes progresistas u obreristas no difiere en lo sustancial del programa de la derecha tradicional o moderna en cuanto a su expresión: en esencia son dos caras de la misma sociedad capitalista, que se aplicará una u otra dependiendo de la coyuntura política a través del voto mayoritario de los electores que se inclinan hacia uno u otra alternativa programática entrelazadas a un tronco común: el sistema capitalista. Dos programas, semejante en su contenido aunque diferente en cuanto a su forma.
El revisionismo y el oportunismo no tiene más opción que presentarse a las elecciones convocadas por la burguesía para seguir dirigiendo a la sociedad renovando a sus representantes porque su programa político no contempla la revolución proletaria, de la cual abjuraron por irrealizable, al menos la concebida por la teoría marxista-leninista. Es razonable su elección dentro de esta lógica, puesto que si abandonan esa alternativa no le queda más opción que abrazar la hoja de ruta de la burguesía: participar en la farsa electoral para encumbrar el parlamentarismo burgués. De ello depende su existencia y su reproducción como sujeto político colaboracionista del orden burgués, por ello son «respetados» por la burguesía.
Al proletariado no le queda otra opción si quiere liberarse de su explotación que seguir las pautas que le marca la teoría marxista y aprender de su experiencia histórica: reconstituir su partido a través de la lucha de dos líneas con el objetivo de derrotar a la burguesía construyendo su propio Estado mediante la guerra popular revolucionaria.

FRENTE A LAS ELECCIONES BURGUESAS,
GUERRA POPULAR REVOLUCIONARIA

LA ÚNICA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO
ES LA REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL


Formación

Es nuestra intención impulsar una labor continuada para reforzar la formación 
marxista-leninista que permita actuar positivamente sobre la militancia comunista. 
Para ello vamos a desplegar el estudio y exposición de diferentes textos teóricos 
e históricos con el interés de desarrollar un amplio debate en el seno de la vanguardia.


Lmm.

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