lunes, 4 de mayo de 2020

VICENTE NAVARRO ¡¡. Alternativas económicas frente a la Pandemia/ CUBA Y ANARCOS, CGT-CNT,...



PENSAMIENTO CRÍTICO

Alternativas económicas frente a la Pandemia Pixabay.


Vicenç Navarro ABRIL 30, 2020  

https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/04/30/alternativas-economicas-frente-a-la-pandemia


Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra y Director del JHU-UPF Public Policy Center 



No hay duda de que el mundo cambiará notablemente tras la aparición de la pandemia, el fenómeno que está teniendo y continuará teniendo mayor impacto en la vida económica y política del mundo occidental desde la II Guerra Mundial. En los países a los dos lados del Atlántico Norte habrá un gran cambio que ya se estaba configurando antes de la aparición de la pandemia, pero que alcanzará su pleno desarrollo durante y después de ella. Sin duda alguna, la COVID-19 ya está afectando muy negativamente la vida económica de los países de esta parte del mundo, creando una crisis sin precedentes.

El trumpismo como defensa del estabishment económico actual

Frente a esta crisis, se perfilan varias alternativas que surgieron ya antes de la pandemia. Una es la defensa a ultranza de los grandes grupos económicos y financieros que dominan la economía de cada país y que, a través de medidas antidemocráticas y autoritarias, quieren mantener su dominio sobre el orden económico actual. Su máximo valedor son las ultraderechas xenófobas, profundamente antidemocráticas y autoritarias, con tintes caudillistas, muy teológicas y poco (en realidad, anti) científicas, que, a través de un nacionalismo chauvinista, racista y machista, intentan movilizar apoyos populares, interpretando "patriotismo" como el compromiso con el mantenimiento del orden económico actual. Esta versión, en EEUU está representada por el trumpismo, que incluso llegó a cuestionar la existencia de la pandemia y que, en respuesta a la crisis económica, ha dado, como señaló un editorial reciente del New York Times (27.04.20) un "apoyo masivo (2 billones de dólares) a la banca, a las grandes empresas del país y a los superricos del país", negando a la vez ayuda financiera a los Estados, forzándolos a imponer políticas de austeridad que harán aumentar el desempleo, como ocurrió hace diez años al principio de la Gran Recesión. El objetivo de la austeridad promovida por el Partido Republicano es, según el New York Times, (en el mismo editorial), "aprovechar la crisis para reducir los salarios de los trabajadores, como también hicieron durante la Gran Recesión". Estas declaraciones son especialmente importantes, pues este rotativo es el principal diario liberal de EEUU (es un síntoma de la enorme derechización de los medios de comunicación españoles que sea impensable que un rotativo liberal español escribiera un editorial semejante al realizado por el New York Times). El trumpismo intenta movilizar a sectores de la población mediante un discurso nacionalista extremista, racista, xenófobo, antiinmigrante y "superpatriótico".

El trumpismo en España

En España, esta alternativa la representa predominantemente, pero no exclusivamente, Vox. Léanse su programa económico y lo verán. Es el ultraneoliberalismo extremo reaccionario. La dimensión ideológica y cultural del trumpismo está ampliamente extendida entre las derechas españolas, como pudimos ver en el programa televisivo La Sexta Noche cuando el director de La Razón, Francisco Marhuenda, acusó al gobierno español nada menos que de ser anticatólico al haber prohibido que la gente vaya a misa los domingos, ignorando que tal medida había sido propuesta por la comunidad científica a fin de evitar la agrupación de personas, con el objetivo de prevenir la expansión de la enfermedad. Ni siquiera Trump ha llegado tan lejos como Marhuenda, pues este ha aconsejado a los Estados prohibir todas las reuniones presenciales, incluyendo las religiosas.

La necesaria alternativa del bien común

Frente a esta alternativa, no creo que la continuidad del sistema económico y político actual (que ha quedado muy desacreditado -ya antes de la pandemia-, perdiendo legitimidad en la mayoría de los países, hecho que ha originado precisamente la aparición del trumpismo, apoyado por los intereses económicos y financieros dominantes que se sienten amenazados con la pérdida de legitimidad del sistema político) sea posible. La alternativa al trumpismo tampoco creo que vaya a ser, en España, un Frente Popular de izquierdas (que no tiene una mayoría amplia en el país), sino que probablemente será una amplia coalición de formaciones políticas y movimientos sociales que combinen su agitación social de protesta con la exigencia de la transformación de las instituciones democráticas (incluidas las representativas) dentro de un marco político (incluso con una reforma constitucional) que exija la materialización de la promesa incumplida del discurso democrático, es decir, que antepongan el bien común por encima de todo lo demás. Esta focalización en el bien común exigirá un cambio de prioridades e instrumentos, de manera que el bienestar y la calidad de vida de la mayoría de la población sean el objetivo principal de cualquier intervención pública, entendiéndose "patriotismo" como el compromiso para alcanzar dicho objetivo. Ello requerirá la participación y colaboración de fuerzas progresistas que no necesariamente sean de izquierdas. Esto será necesario no solo porque hace falta una gran mayoría para llevar a cabo el cambio requerido, sino también porque es importante poder movilizar personas a favor del cambio que estén de acuerdo con las propuestas, siempre y cuando no se las presente como parte de un proyecto de izquierdas, ya que han sido aleccionados para estar en contra. Es importante recordar que, según encuestas fiables, la mayoría de la población europea (países de la UE) está de acuerdo con el principio de que "los recursos deberían asignarse según la necesidad de cada ciudadano, y financiarse según la capacidad y habilidad de cada uno". Y están de acuerdo también que cada política pública debería evaluarse según este principio, definido políticamente por la ciudadanía a través de sus instituciones de democracia representativa y participativa (ver el libro Towards a social investment welfare state?: Ideas, policies and challenges, de Morel, Palier y Palme).  Agrupar y monopolizar tales políticas bajo la etiqueta de "socialistas" les hace perder su capacidad de atracción, al convertirse en un término ideológico que diluye su impacto. Y no hay que olvidar tampoco que la experiencia reciente de partidos políticos que se definían como socialistas (independientemente de su nombre), aplicando a la vez políticas públicas que afectaron negativamente el bien común de las clases populares, ha contribuido a quitar credibilidad y desacreditar este término.
Ni que decir tiene que los partidos y movimientos sociales de izquierda serán (ya lo son en España) de una gran importancia en la configuración de tales propuestas. Pero sería un error querer monopolizarlas, pues hay que crear una alianza mayor para priorizar el bien común; ello significa mejorar la calidad de vida y el bienestar de la mayoría de la población (repito, fin último de cualquier política pública), así como parar el enorme retroceso que representa el trumpismo. Hoy, la necesidad de desarrollar tales políticas para el bien común es enorme. Y en ellas, los servicios y transferencias del Estado del Bienestar (olvidados en la etapa pre-pandemia), deberán adquirir un papel central. La pandemia ha mostrado claramente que la dimensión social del Estado es una inversión enormemente importante en una sociedad, pues la parálisis económica de la pandemia se debe, en gran parte, a las insuficiencias del sector social (resultado de los recortes y subfinanciación) heredadas de la época pre-pandemia. El sufrimiento de la población durante la pandemia ha determinado una sana intolerancia a que ciertos intereses particulares (como aumentar los beneficios económicos de un sector minoritario de la población) determinen u obstaculicen las políticas públicas encaminadas a promover el bien común. La solidaridad deberá ser el eje principal de este período post-pandemia, solidaridad que ha sido, por cierto, esencial para poder resolver la gran crisis humanitaria creada por la pandemia.

La demanda de un nuevo orden económico

Las políticas neoliberales han debilitado el bienestar de las clases populares, que constituyen la mayoría de la población, mediante reformas laborales que provocaron una disminución de los salarios y de la protección social, así como un aumento de la precariedad (que ha afectado, sobre todo, a las mujeres trabajadoras, que son la mayoría de trabajadores en los servicios esenciales, incluyendo sanidad, servicios sociales, restaurantes y comercios). Estas trabajadoras y trabajadores de los servicios esenciales, mal pagados y con escasa protección social, representan casi un 35% de la población laboral (los cuales han hecho un enorme sacrificio, arriesgando su vida para salvar la de miles de ciudadanos), e incluyen, además de servicios sanitarios y sociales, personal de comercio, restaurantes, productores y distribuidores de alimentos y transportes. Añádase a ello la cifra de desempleados, que puede alcanzar a más del 20% de la población laboral, cuya protección social es muy limitada, debiéndose añadir a ello un número indeterminado de personas que están en campos de inmigrantes ilegales, en prisiones, en campos agrícolas, gente sin hogar, etc. El déficit social es enorme y se exige una enorme inversión con mejoramiento del empleo y de las condiciones de trabajo, proveyéndoles de los instrumentos necesarios para poder realizar sus funciones.
Por otro lado, la globalización que el neoliberalismo promulgó aumentó la dependencia nacional de la producción internacional de bienes y servicios esenciales para tal protección, creando una gran dependencia que imposibilitó la accesibilidad a tales bienes y servicios esenciales al interrumpirse la cadena de suministros (desde productos químicos a materiales como ventiladores para evitar la muerte de los pacientes, o mascarillas, batas y guantes para proteger a los profesionales y ciudadanos de ser contagiados). El hecho de que China fuera casi el único fabricante de tales materiales muestra el gran déficit de seguridad y la falta de previsión que existía en la mayoría de los países. De ahí la necesidad de redefinir el sector productivo de la economía para dar prioridad al bien común, en lugar del poder particular que pone como su primer objetivo el aumento de sus beneficios.
Frente a estos déficits, nos encontraremos (en realidad, nos encontramos ya) con un incremento exponencial de las desigualdades económicas, hecho que representa una amenaza para la necesaria solidaridad. De ahí que haya una demanda de inversión social, centrándose en los ciudadanos, más que en las empresas, tal y como ha ocurrido en Dinamarca, que ha apoyado a los trabajadores, manteniendo su capacidad adquisitiva, políticas públicas también llevadas a cabo en Alemania, Australia y el Reino Unido.

Es irresponsable dejar en manos de las empresas privadas con afán de lucro la seguridad del país

En artículos anteriores ya mostré la evidencia de que las políticas públicas neoliberales impuestas a la población por los establishments políticos de la eurozona y del Estado español, con sus reformas laborales regresivas y sus recortes del gasto público social, debilitaron los servicios sanitarios y sociales (como fue el caso en España y en Italia), contribuyendo a que la mortalidad por coronavirus fuera tan elevada. Y ahora, estamos viendo la falta de recursos, como las vacunas anticoronavirus y medicamentos para hacer frente a la pandemia, debido al excesivo poder de la industria farmacéutica, que antepone sus intereses particulares (aumentando astronómicamente sus beneficios) a costa de la falta de estos recursos que favorecerían el bien común.
Hoy nos enfrentamos a un grave problema: no tenemos una vacuna que permita protegernos frente al coronavirus ni tampoco disponemos de medicinas que puedan curar la enfermedad causada por el virus. Ello podría significar que la única manera de protegernos durante varios años sea a través de medidas preventivas de distanciamiento social (lo cual no siempre es posible en amplios sectores de la economía), así como la utilización, en la vida cotidiana, de material protector como mascarillas y guantes. Pero podría haber sido diferente. Y ello se debe a cómo está organizada la producción de vacunas y medicamentos en nuestras sociedades. Tal producción es llevada a cabo por empresas privadas con afán de lucro, cuyo principal objetivo es optimizar sus beneficios. Es un gran error permitir la existencia de tal sistema de producción en este sector tan importante para la sociedad, pues su vida, salud y existencia están supeditadas al comportamiento de tales industrias, como ha quedado mostrado durante esta pandemia. Veamos los datos.

La industria farmacéutica, por ejemplo, no puede continuar tal y como está

Tal industria farmacéutica es la que obtiene mayores beneficios entre todas las empresas en el mundo occidental. En EEUU, sus beneficios son mucho más elevados que los conseguidos por el resto de las empresas más rentables en aquel país (500 empresas de la lista FORTUNE). Se centran exclusivamente en los productos farmacéuticos que les reportan mayores beneficios, como lo son los medicamentos para enfermedades crónicas, por ejemplo. Pero no han dado importancia al desarrollo de vacunas y medicamentos para infecciones víricas o bacterianas, que son minoritarias y tienen una demanda menor en tiempos normales. Solo un 1% (en 2018) del presupuesto destinado a investigación farmacéutica va a este tipo de enfermedades, según datos de Access to Medicine Foundation.
Se sabía, sin embargo, en círculos de salud pública que tendría lugar una pandemia. Aprovecho para aclarar que la gran promoción que se está dando a Bill Gates como profeta de la pandemia es debido al sesgo pro-personalidades millonarias filantrópicas y a la ignorancia de que gran número de expertos en salud pública habían alertado de la elevada probabilidad de tal suceso, siendo todas ellas desoídas por tal industria. En realidad, la OMS había denunciado el comportamiento de tal industria (siendo Trump uno de sus máximos defensores) por su falta de interés en priorizar la investigación para el descubrimiento de nuevas vacunas y medicinas antivirales (The New York Times, 29.04.20). El conocimiento por parte de la población en EEUU de tal tipo de comportamiento, así como el elevado coste de las medicinas, explica la baja popularidad de dicha industria (ver Annual gallups ranking puts pharmaceutical industry last in consumers confidence last year, 2019).
Las alertas de los expertos de salud pública propiciaron ya en el año 2002 que se gastaran 700 millones de dólares en investigación sobre coronavirus en el mayor centro de estudios sanitarios del gobierno federal de EEUU, el NIH, fondos que fueron recortados por la administración Trump. La aparición de la epidemia ha motivado un incremento de fondos para tal investigación (de 1.800 millones de dólares) en el NIH, propuesto y aprobado por el Congreso de EEUU (cuya mayoría pertenece al Partido Demócrata). Y el gobierno federal había subsidiado también a la propia industria farmacéutica para estudios sobre coronavirus, habiéndose esta comprometido a tener, en dos o tres años, una vacuna disponible. En ninguna parte tal subsidio se vio condicionado a que el precio de la vacuna anticoronavirus fuera accesible para la mayoría de la población. En realidad, el ministro de sanidad de la administración Trump, el Sr. Alex Azar (próximo a la industria farmacéutica), ha expresado su percepción de que el elevado precio de tal vacuna (que presumiblemente la industria exigirá) la hará inaccesible para amplios sectores de la población. Tales comportamientos deberían ser inaceptables, pues afectan directamente al bien común. De ahí que se esté creando un clima en defensa de tal bien común que exige una intervención pública que anteponga el interés general al resto, de manera que esta industria esté al servicio de toda la sociedad, y estimulando alternativas financieras de propiedad y gestión que sirvan a una mayoría.

¿Es ello posible?

Soy consciente de que la alternativa que creo necesaria pueda no verse factible en España, desmereciéndola y tildándola de utópica. Aconsejo a los que así opinen que miren lo que ha pasado a los dos lados del Atlántico Norte en momentos de gran crisis. La II Guerra Mundial significó para las poblaciones de los países democráticos que participaron en aquel conflicto un sacrificio que se justificó como necesario para un mundo mejor. Y el establecimiento y posterior expansión del Estado del Bienestar fue el resultado. En España, el fascismo no fue derrotado. Y ese es el origen de nuestro gran retraso social. La estructura oligárquica venció.
Pero fue la presión popular la que forzó una transición, que se hizo en términos muy favorables para los herederos de aquella dictadura. Ahora bien, las fuerzas democráticas, lideradas por las izquierdas, consiguieron forzar la instauración de un sistema democrático que, a pesar de sus enormes insuficiencias, permitió el desarrollo de un Estado del Bienestar cuya escasa financiación se explica por el dominio de los herederos de la dictadura durante el periodo democrático. Pero fue también la presión de las izquierdas la que obligó a que la Constitución (que era una síntesis de la correlación de fuerzas en aquel momento) incluyera una dimensión social muy ignorada por el establishment político-mediático español.
Es muy improbable que la ciudadanía acepte volver al pasado –período pre-pandemia–, pues tal orden económico ha impuesto, e impondrá, un gran sacrificio. En realidad, las derechas de siempre son conscientes de ello y de ahí su enorme hostilidad hacia el gobierno actual. Por eso el reto para las fuerzas democráticas es el de estar a la altura de las demandas populares que exigen un nuevo orden económico favorable al bien común. No hay que ignorar que los aplausos a los trabajadores del sector sanitario y social son también una profunda crítica al sistema económico y político que no los dotó de los instrumentos necesarios para protegerse a sí mismos, así como para curar a la población. Las fuerzas progresistas deberían ser conscientes de ello.////

Releyendo desde el presente el concepto de Revolución


Foto Roberto Chile
Por Abel Prieto Jiménez
Fidel no nos deja un catecismo ni una recopilación de consignas; sino una síntesis magistral de su pensamiento sobre qué es la Revolución, qué debe ser siempre, qué principios no puede abandonar. La describe en todas sus dimensiones; en toda su grandeza redentora, histórica, moral. Y habla igualmente de cómo deben ser los hombres y mujeres que la lleven adelante.
«Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos», dijo una vez. Y con aquella definición extraordinaria del 1ro. de mayo de 2000, nos coloca a los cubanos ante el desafío de hacernos dignos día a día de esa obra mayor.
Ignacio Ramonet afirma que hoy no estamos simplemente ante «una crisis sanitaria»; sino ante un «hecho social total», que sacude relaciones sociales, instituciones y valores. Entretanto, Frei Betto se pregunta «¿Cómo será “el día después” de esta pandemia? ¿Qué cambiará en nuestros países y en nuestras vidas?».
Para Atilio Borón, el escenario pospandemia implica un reto para «todas las fuerzas anticapitalistas del planeta» y «una oportunidad que sería imperdonable desaprovechar». Y recuerda una reunión de intelectuales de la Red En defensa de la Humanidad, en 2012, donde Fidel los convocó a seguir luchando, aun en las condiciones más difíciles.
Ignacio, Betto y Atilio fueron amigos muy cercanos de Fidel. Estoy seguro de que, en medio de esta crisis, han pensado muy a menudo, como muchos otros, en él, y de qué modo hubiera evaluado lo que ocurre y lo que pudiera ocurrir en el futuro.
Lo primero que Fidel nos exigiría, para analizar este «hecho social total», sería apartar las teorizaciones abstractas y armarnos de ese «sentido del momento histórico» que caracterizó a su mirada a la hora de descifrar circunstancias complejas y de tomar decisiones.
En esta época de egoísmo desenfrenado, donde a la barbarie neoliberal se añade la pandemia, resuena con más vigor la apelación de Fidel a los revolucionarios: «desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo». ¿Qué mejor caracterización puede hacerse de los médicos y enfermeros cubanos que enfrentan ahora mismo el coronavirus en más de 20 países?
Súmense otros reclamos de Fidel: capacidad para enfrentar la lucha «con audacia, inteligencia y realismo» y «cambiar todo lo que debe ser cambiado»; valentía para «desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional» y «defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio», y una fe absoluta en «la fuerza de la verdad y las ideas», en la unidad, en la independencia, en «nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo».
Aparte de un grupo de pícaros e irresponsables, la mayoría de nuestro pueblo ha dado muestras sobradas de espíritu solidario, compromiso y disciplina en esta etapa de emergencia. Puede decirse que los preceptos enumerados por Fidel en su concepto de Revolución han venido arraigándose en las fibras más íntimas de gran parte de la sociedad cubana.
Fidel añadió: «no mentir jamás ni violar principios éticos», una expresión de poderosa raíz martiana que contrasta con el paisaje político internacional, donde proliferan las mafias, los golpes bajos, la corrupción, el chantaje, la compraventa de almas y el uso de la crisis con fines electorales; donde habita una Reina con mayúscula: la Mentira.
La campaña del gobierno de los EE. UU., que intenta desacreditar la cooperación médica cubana, se basa en la calumnia, la impotencia y el rencor. Quizá ese encono obsesivo nace también de la comparación inevitable entre la imagen vergonzosa de una superpotencia que no ha sabido lidiar con la epidemia, que cometió torpezas de consecuencias trágicas para su población, y la pequeña Isla bloqueada y agredida que está dando lecciones de generosidad al mundo entero. Martí escribió en sus apuntes sobre «el odio del mezquino al generoso» y «del que envidia una superioridad de espíritu y una largueza de corazón que no posee».
El concepto de Revolución realza la meta innegociable de lograr «igualdad y libertad plenas», el derecho de «ser tratado como ser humano», el deber de «tratar del mismo modo a los demás» y el proceso de «emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos».
La propaganda capitalista emplea hasta el cansancio las banderas de la libertad. Acusa al socialismo y a cualquier gobierno mínimamente progresista de autoritarismo y de reprimir «las libertades ciudadanas». De la igualdad, por razones obvias, no se atreve a hablar. Hay una verdad irrebatible que Fidel reiteró una y otra vez en su prédica revolucionaria: no hay mayor enemigo de la libertad y la democracia auténticas que el capitalismo. Atribuirle a ese sistema una intrínseca naturaleza «democrática» y «liberadora» es una de las estafas más desvergonzadas de la industria hegemónica de dominación informativa y cultural.
Para Fidel, como para Martí, «sin cultura no hay libertad posible». Una persona sumida en la ignorancia, incapaz de entender la lógica represiva y explotadora del sistema, es una víctima indefensa de la publicidad comercial que lo conduce a endeudarse para comprar lo que no necesita, a soñar con un estatus que le está vedado, a vivir de una frustración en otra y a culparse de su destino de «perdedor». Ante los ojos gélidos del sistema no es propiamente un ser humano. Es apenas una cifra, un fantasma, una sombra. En el mejor de los casos, lo ve como consumidor; nunca como ciudadano. Cada cierto tiempo puede suceder que lo vea como votante, y despliega entonces sus instrumentos cada vez más sofisticados de manipulación electoral.
La Revolución no acepta la filosofía neoliberal donde la población se divide en una minoría de privilegiados y una multitud de «desechables». Ahora, con la pandemia, muchos médicos de países desarrollados se han visto obligados a escoger entre pacientes «salvables» e «insalvables». Por eso tiene tanta vigencia la máxima fidelista de «ser tratado y tratar a los demás como seres humanos». La vida y la salud de todos, sin excepción, son sagradas.
La obra educacional, científica y cultural de la Revolución, inclusiva y participativa, ha estimulado la creatividad de los cubanos y los ha preparado para ser capaces de alcanzar la emancipación y vencer definitivamente todo vestigio de colonialismo y dependencia.

Antes de Reconstruir hay que De-construir España

Artículo de opinión de Rafael Fenoy
http://rojoynegro.info/articulo/ideas/antes-reconstruir-hay-construir-espa%C3%B1a
Rafael Fenoy

Con la que está cayendo en esta crisis del Covid-19; con la ruina de millones de personas trabajadoras, sean por cuenta propia (autónomos) o por cuenta ajena afectados por paro endémico o ERTEs; poco se habla de algo que no sea el des-escalamiento. No sólo por poner fin al confinamiento, sino también para reactivar la economía. En muchos sectores productivos, sobre todo del sector terciario y parte del secundario, van ligadas ambas dimensiones, ya que si no hay movilidad de las personas los negocios son inviables.
Y claro, con el stress que produce la incertidumbre de las economías familiares y empresariales, pocas referencias, por no decir ninguna, se hace a que la vuelta a la “normalidad” no es una opción saludable, porque esa normalidad está provocando y acelerando el nefasto cambio climático.
De-construir permite analizar cada elemento de la economía identificando aquellos que deben ser modificados. Los procesos productivos deberían ajustarse a la máxima de contaminación 0 (cero). Porque cualquier actividad que contamine está convirtiéndose en causa de nuevas pandemias y desastres medioambientales que afectaran muy negativamente a la vida humana y de otras especies.
El realizar la de-construcción permitiría establecer lo que ahora debe hacerse, antes de iniciar el des-escalamiento. Pero ni el gobierno, ni la oposición, ni otras voces de ámbito internacional, como la Unión Europea (UE), la ONU, la OMS o el, Fondo monetario internacional (FIM), advierten de esa urgente necesidad de parar en seco el cambio climático. Y posiblemente, pocas mentes rondan en ello porque no acaban de percibir que la salida, de la inmensa y larga crisis económica mundial, provocada por la pandemia, sería más fácil si se modificaran aspectos esenciales del actual modelo económico y social. Una de las primeras consecuencias, extraídas de la paralización de la producción, ha sido la recuperación de la calidad del aire y la reducción drástica de la contaminación de todo tipo. Si esto ha sido así, volver a activar las actividades hasta ahora contaminantes sería ¿Reconstruir o Destruir España? Volver a quemar combustibles fósiles no es una opción. Y ello debe ayudar a planificar una masiva introducción de energías limpias. Esto sin duda generará gran cantidad de empleos activando nuevos sectores económicos. Hasta el momento los grandes países contaminantes no han superado la dialéctica entre lucha contra el cambio climático y mantener industrias y actividades contaminantes. Ahora sería posible superar esa diabólica dialéctica ya que la respuesta a la emergencia climática puede ser la respuesta necesaria para salir de la grave crisis mundial económica creada por la pandemia. Pero para ello es preciso de-construir el actual modelo económico y social y a partir de ese instante reconstruir lo que merezca la pena, cerrar lo que contamina y recrear las nuevas formas de movilidad, producción y relaciones sociales.
Rafael Fenoy



Contra la precariedad, por el reparto de los trabajos y la riqueza

Artículo de opinión sobre el 1º de Mayo.
CGT/LKN, CNT, ESK, Steilas y Solidari


Desde los sindicatos CGT, CNT, ESK, SOLIDARI y STEILAS tenemos muy claro que a pesar de los cantos de sirena que nos llegan desde los poderes establecidos, la situación de las trabajadoras y trabajadores dista mucho de esa supuesta recuperación económica de la que pretenden convencernos.
Para los del IBEX 35, los bancos y las grandes empresas, para quienes han recortado todo lo que podían recorta menos sus sueldos… para los de siempre, la crisis es ya tan solo un recuerdo lejano. Ahora, según ellos, se han recuperado como si alguna vez hubiesen perdido algo. Insisten machaconamente en que hay crecimiento económico y que ya hemos salido de la gente, que nos hemos recuperado pero para nosotras sin embargo la “recuperación” es sinónimo de precarización.
Dicen que la economía se ha recuperado, que baja el paro, pero lo que se les olvida decir es que lo que baja en picado, en realidad, son los derechos laborales que las trabajadoras y trabajadores con tanto esfuerzo han conseguido.
Esta crisis de acumulación capitalista, se ha saldado con un aumento de la parcialidad, los salarios miserables, la eventualidad, los accidentes laborales, la insoportable brecha salarial que sufrimos las mujeres en Nafarroa (el porcentaje más alto de todo el Estado), la inestabilidad, los contratos basura, la subcontratación… Eso es, lo que las trabajadoras y trabajadores con empleo hemos recuperado: precariedad y pérdida de derechos.
Hablamos de pérdida de derechos laborales pero aún hoy, sigue habiendo trabajadoras y trabajadores que no tienen ninguno, que ni siquiera son reconocidos como tales, que trabajan de manera irregular o que se les trata como a trabajadoras de segunda como es el caso de las trabajadoras de hogar, el sector del telemarkeing o las kellys.
Tener trabajo no es sinónimo de tener empleo, trabajo, sobre todo a nosotras, nos sobra. Lo que necesitamos son empleos de calidad y condiciones laborales dignas.
Esta situación de precariedad transciende lo laboral y va mucho más allá, abarcando todos los ámbitos. Y es que fuera del marco laboral, también hemos padecido su recuperación, hemos recuperado la censura, la especulación, las imposiciones, las amenazas, la desprotección social, las macro obras en infraestructuras inútiles... ¿A esto es a lo que llaman progreso y desarrollo?
Pero hay algo con lo que no contaban y que también hemos recuperado porque en realidad, a pesar de sus esfuerzos, nunca lo perdimos; las ganas de luchar y de seguir construyendo una sociedad en la que quepamos todas y todos. Una lucha consciente, solidaria y firme.
La primavera llegó adelantada a Nafarroa el 8 de marzo tiñendo de lila nuestros pueblos y ciudades, demostrando que las mujeres tenemos mucho que decir y que estamos hartas de este sistema capitalista y heteropatriarcal que nos oprime y que nos impide ser personas de pleno derecho. Nuestra lucha tiene que ser también feminista.
Por si alguien tenía alguna duda del hartazgo de las trabajadoras y trabajadores, el 17 de ese mismo mes nuestras pensionistas tomaron el relevo del movimiento feminista para decir alto y claro que ya está bien, que no vamos a soportar ni una más y que hasta aquí hemos llegado.
Es hora de poner la vida de las personas y su bien estar en el centro, de todas las personas, lejos de las garras de sus cuentas de beneficios, de sus intereses empresariales y de sus políticas institucionales. Tenemos que seguir ocupando la calle y respondiendo a sus ataques a través de la movilización para que se enteren que su modelo económico y social basado en la explotación y el capitalismo salvaje ¡ni lo necesitamos ni lo queremos!
Los sindicatos que firmamos este texto lo tenemos claro solo desde la unidad y la lucha vamos a ser capaces de transformar su miseria en vidas que merezcan la pena ser vividas, por eso hacemos un llamamiento a la ciudadanía para que participe en la movilización que hemos convocado este 1 de mayo a las 12:00 del mediodía y que partirá desde la plaza de los Ajos.
CGT/LKN, CNT, ESK, Steilas y Solidari



La “Revolución de colores” que no fructificó en Cuba


Revolución de colores
Por Jorge Wejebe Cobo
El 30 de julio de 2006, el jefe de la Estación CIA de la Sección de Intereses de EE.UU en La Habana (SINA), sintió como música celestial la noticia de la enfermedad del Comandante en Jefe Fidel Castro, por lo que de inmediato se reunió con varios de sus subordinados junto con el opositor, escritor y profesor cubano Raúl  Capote Fernández, de poco menos de 40 años, quien sería el encargado de solicitar la intervención de Estados Unidos ante el supuesto estado de ingobernabilidad que virtualmente se produciría en la Isla ante la situación.
Aunque en esos planes no todo era improvisación. Desde inicios del nuevo siglo en la SINA, un equipo de oficiales de la CIA y especialistas del Departamento de Estado se afanaban en construir y dirigir una organización contrarrevolucionaria de nuevo tipo compuesta por jóvenes profesionales, escritores y artistas bajo el nombre de Proyecto Génesis que, llegado el momento, pudiera erigirse como representante de un movimiento popular contra el gobierno cubano.
Eran métodos previstos para desarrollarse esencialmente en situaciones excepcionales como la falta por razones naturales o por un magnicidio del máximo líder Fidel Castro, crisis internas por el colapso de la economía por las medidas del bloqueo, eventos climatológicos extremos que superen la capacidad de respuesta o crisis sanitarias como las provocadas por la CIA con la epidemia del dengue en la década de 1980 y la fiebre porcina en 1970-71.
Esta estrategia oportunista de Whashington contra Cuba toma hoy como aliada la pandemia de la Covid-19 y dirige acciones para impedir la adquisición de medicinas y medios para enfrentar la enfermedad con firmas estadounidenses, de acuerdo con el bloqueo y persigue que la escalada agresiva conlleve a la aplicación de un cerco naval en el Caribe contra Venezuela y Cuba bajo la falsa acusación de promover el narcotráfico hacia Estados Unidos.
Pero volviendo a 2006, los estadounidenses esperaban, según sus obsoletos fundamentos, que en la Isla con su histórico líder gravemente enfermo se repitiera lo sucedido en 1989 por los movimientos sociales de oposición generalizada que barrieron en corto tiempo con el llamado socialismo real en la Europa Oriental y la URSS.
Aunque esos espías en La Habana no fueron burdos copiadores de historias pasadas y por primera vez incluyeron en sus planes la articulación y organización de sus colaboradores por medio de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), controladas por USA, con lo cual esperaban lograr la manipulación y confusión de grandes sectores de la sociedad, en especial la juventud.
“Génesis” se inspiraba en algunos principios de la llamada “revolución de colores”, aplicadas principalmente en la época pos soviética en algunos ex estados socialistas para derrocar gobiernos incómodos a Estados Unidos y que intentaban mutar actualizada a una versión caribeña.
En esta nueva aventura contra la mayor de las Antillas, el imperio confiaba en su dominio casi absoluto de las TIC, de la Internet y el éxito obtenido en Europa Oriental, lo cual hizo calcular erróneamente a los estrategas de la CIA que el Estado cubano y sus Órganos de Seguridad no comprenderían a tiempo la nueva agresión y reducirían su respuesta cerrando el país a las nuevas tecnologías bajo la mediocre consideración de ser “instrumentos imperialistas”.
Para cuando los funcionarios estadounidenses iniciaron la  selección de los líderes para su proyecto apareció bajo su radar, el escritor y profesor Raúl Capote, autor de una novela titulada El Adversario, cuya trama se basaba en una reflexión ética de gran fuerza simbólica y crítica social, inspirada en la crisis cubana del llamado Periodo Especial en la década de 1990, por lo que el texto fue interpretado por los analistas estadounidenses  como una toma de posición  implícita contra el sistema político cubano.
Así, el autor se convirtió en un prospecto ideal de líder, con una obra “programática” lista para servir de matriz a las campañas mediáticas y que muy oportunamente se publicó por una editorial de Puerto Rico en el 2004.
Para ese tiempo, Capote se convirtió en foco de atención de diplomáticos estadounidenses que se interesaron en habilitarlo con medios de computación, adiestrarlo en el uso de las nuevas tecnologías como el sistema wifi que funcionaría para dirigir a distancia a los supuestos líderes contrarrevolucionarios
Además, lo fueron persuadiendo del brillante futuro que tendría en una Cuba pos socialista. Pero su preparación fundamental como espía recayó en oficiales de la CIA en tránsito en el país para poner a punto el programa Génesis y la selección para el mismo de jóvenes escritores, artistas y profesionales, listos para emerger como fuerza social y política alternativa durante los esperados procesos extraordinarios sobre todo, en las circunstancia de la desaparición pública del máximo líder de la Revolución.
Pero no solamente los oficiales de la Central de inteligencia yanqui se entusiasmaron con los avances de Capote. También la contrainteligencia cubana veía fructificar en él, años de paciente labor y preparación de quien además de joven escritor, era un capacitado agente de la Seguridad preparado en el medio intelectual desde su juventud para enfrentar al espionaje estadounidense y sus planes subversivos en ese importante sector.
El propio Capote, agente Daniel de la contrainteligencia cubana, declaró sobre la tarea que el enemigo le confió: (…) “Esta organización (Génesis) fue definida como una fundación para el “día después”, un tanque de pensamiento que cumpliría un sinnúmero de misiones para impedir el relevo generacional de la Revolución, su continuidad histórica e imposibilitar que en Cuba se pudiera repetir en el futuro un proceso revolucionario, socialista y antiimperialista.”
El plan fracasó no solo por la acción de la contrainteligencia cubana, falló fundamentalmente por el masivo compromiso del pueblo con la Revolución que se patentizó durante aquellos dramáticos días de agosto de 2006, cuando la inmensa mayoría del pueblo y en especial la juventud protagonizó un ejemplo de unidad que hacía imposible cualquier fractura en la sociedad cubana.

JORGE WEJEBE COBO

Periodista especializado en temas históricos, culturales, sociales y políticos. Sus textos son incluidos en las publicaciones Granma, Agencia Cubana de Noticias, Capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad y Las razones de Cuba. Articulista de La Calle del Medio.
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