¡¡ ¿¿ PORQUÉ AUMENTA TANTO LA MAQUINARIA ESTATAL,...DE LOS PAISES "SOCIALISTAS",....CUANDO EL MARXISMO HABLA DE LA EXTINCION DEL ESTADO,...ESTADO Y MINIMA EXPRESION EN LA DICTADURA DEL PROLETARIADO,...??; Y DESPUES SE CONVIERTE EN NUMERO UNO DE LA OPRESIÓN PROLETS-M/POPULARES,...??¡¡¡.
Rodney Arismendi Libro Vigencia del marxismo-leninismo 1984 - Bing // :
Vigencia del marxismo-leninismo
Apuntes
A fines de 1982, después de varios meses de intenso trabajo relacionado con el apoyo a la
lucha clandestina en Uruguay, debimos internarnos en un hospital de Moscú, con vistas a someternos a un sistemático control médico.
Aprovechamos los cuarenta días de permanencia en Kuntzevo, sede de un gran complejo
hospitalario enclavado en un territorio rodeado de bosques, para una relectura metódica de la obra de Antonio Gramsci, y de una nutrida bibliografía -preferentemente
italiana- de estudio y debate, acerca del gran revolucionario y pensador italiano. Nos
interesó sobremanera la lectura de Quaderni del Carcere, en la edición crítica del
Instituto Gramsci, a cargo de Valentino Gerratana. En ella, los Cuadernos se presentan
en su naturalidad y cronología, y se acompañan de un científico aparato informativo de
indiscutible seriedad. Son cuatro nutridos tomos de 3369 páginas.
De esta relectura (en algunos casos primer conocimiento) quedaron doce carpetas de
apuntes semiredactados, entre los cuales una voluminosa que alberga la tentativa de
situar las lecturas privilegiadas del joven Gramsci antes de 1917. De esos apuntes se
separaron solo dos esbozos, que se publican como ensayos independientes: Algunas
cuestiones en debate acerca de la filosofía de Marx (publicado en Revista Internacional y en Estudios y traducido a varios idiomas) y La poblada soledad de Antonio Gramsci, inserto en Araucaria -la importante revista chilena- y en Estudios.
Ambos fueron incorporados por Grijalbo al libro Vigencia del marxismo-leninismo.
Esas doce carpetas han dormitado largamente en cajones de mi escritorio. Dos de ellas
fueron ventiladas y ahora serán publicadas en Estudios N
º
100. El texto primitivo ha sido planchado levemente para esta publicación, y le agregamos, en extenso, notas que
antes estaban solo referidas en las apresuradas redacciones originales, escritas más para mi reflexión personal que para ser publicadas.
Reunimos el contenido de estas dos carpetas por la similitud temática; se nos perdonarán las reiteraciones evidentes, explicables a su nivel de elaboración.
R.A.Algunos aspectos de la teorización leninista que inspiran
la reflexión de Gramsci en los Cuadernos
I. Gramsci en el Moscú de Lenin
a comienzos de los años veinte
Gramsci se pone a escribir los Cuadernos, en el cruel ámbito carcelario, después de
un fecundo contacto con Lenin.
No se puede circunscribir esta relación a las veces de los encuentros personales; no
se debe olvidar que durante más de un año, (desde el 23 de junio de 1922 -fecha del
arribo a Moscú- a noviembre de 1923, ocasión de la partida para Viena) Gramsci trabaja en la Internacional Comunista, participa en junio de 1922 en la Conferencia del
Ejecutivo ampliado; e interviene en noviembre, en el IV Congreso, en el cual informa
Lenin -apenas repuesto de su enfermedad- y en el que se debate la "cuestión italiana", y otra vez, en junio de 1923, nuestro sardo debe hablar en la Tercera Conferencia del Ejecutivo ampliado de la Internacional acerca de la problemática de Italia. Incluso cuando llega la hora de partir para Viena es portador de una misión de la Internacional. En Viena actúa como enlace del Partido Comunista de Italia y los partidos europeos occidentales. Cuando retorna a Italia (el 12 de mayo de 1924) Gramsci
ha vivido inmerso por más de dos años en un rico y formador proceso teórico y político -en su mayor trecho presidido personalmente por Lenin- que acuñó su pensamiento y su metodología, y que ostensiblemente edificó todas sus principales bases
de partida y direcciones de indagación de las que siempre arrancan las reflexiones
de los Cuadernos. Moscú no era entonces sólo el escenario del gigantesco trastrocamiento histórico provocado por la revolución socialista, sino por lo mismo, un crisol
ardiente de investigación y debate, de profundización filosófica y política, y de originales virajes estratégico-tácticos.
Para un espíritu como Gramsci, audaz y creador,
signado por la pasión filosófica y que repugnaba todo dogmatismo, el Moscú de Lenin significó maduración y hallazgo de respuestas, y también elevación en su condición de cuadro dirigente del Partido, enaltecido tiempo después con el cargo de Secretario General.
Pero le significó conocer de primera mano, por un lado, las obras fundamentales de
Lenin, y por otro, asistir al espectáculo de la conducción leninista. En particular, observar a Lenin en el uso de su método de análisis de la realidad y de las correlaciones
de fuerzas, de serenidad científica para estimar críticamente los movimientos sociales advirtiendo los errores y defectos, a veces el retardo en la comprensión de la necesidad de replegarse y pasar de la ofensiva a la defensiva, o adecuarse, en horas de
reflujo, a una táctica correspondiente a los períodos de lento desarrollo social.
Es notorio que Gramsci recién conoció en Moscú gran parte de la obra teórica y política de Lenin. Y así, como en un hermoso sanatorio de las afueras de Moscú, descubrió el amor y la única mujer de su vida, la amplia producción intelectual de Lenin,
terminó de configurar ese Gramsci que deslumbró al mundo al difundirse después de la guerra sus Cartas de la Cárcel y los maravillosos Cuadernos. Y cuál no será su
prestigio que una variada gama de adversarios de su pensamiento consideran hoy
tarea de honor secuestrarlo con vistas a convertirlo en un santón inofensivo o en un
"gran intelectual" con cierto tufillo socialdemócrata.
Togliatti, su compañero y con él fundador del Partido Comunista de Italia, recuerda
qué trabajos de Lenin eran conocidos en Italia antes del viaje de Gramsci a Moscú.
"De los grandes trabajos teóricos –dice- eran conocidos entonces "El imperialismo...",
"El Estado y la revolución", "La revolución proletaria y el renegado Kautsky", el Informe y las tesis para el I y el II Congresos de la IC... menos notorios "Qué hacer?",
"Dos tácticas..." y "Un paso adelante y dos pasos atrás". Dificilísimos de encontrar "El
desarrollo del capitalismo en Rusia" y "El empiriocriticismo".
Se puede retener que en
1922 cuando se traslada a la Unión Soviética ya tuviese conocimiento de todos estos
escritos".
1
A estas obras se suman los riquísimos trabajos de Lenin acerca de la NEP, de la economía política en la época de la dictadura del proletariado, la discusión con Trotsky
y Bujarin acerca de los sindicatos y su connotación filosófica acerca de la dialéctica,
así como los profundos planteamientos estratégicos y tácticos que a partir de "El extremismo..." se continúan en particular en los debates del III Congreso de la IC, proseguidos en el IV.
En el II Congreso (1920, 19 de julio - 7 de agosto) Lenin afrontó una difícil tarea. Por
un lado, debe defender las condiciones de ingreso a la Internacional Comunista dirigidas a preservar la identidad revolucionaria marxista de los nuevos partidos y a excavar un claro deslinde con el reformismo y el oportunismo que corroyeron la II Internacional, y que habían llevado a varios de sus jefes a participar, incluso en la represión de las revoluciones europeas. Por otro lado, debe establecer de manera concreta la estrategia (que integra su teoría de la revolución socialista internacional)
acerca de los problemas nacional y colonial.
Simultáneamente a tan difíciles empeños, Lenin debe abrir la lucha contra el extremismo, "la enfermedad infantil del comunismo", que sectariza a los partidos y que se
presenta como reacción contra el oportunismo socialdemócrata. La célebre obra de
Lenin (La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo) fue escrita en abril
y mayo de 1920 con el propósito de hacerla coincidir con el II Congreso de la Internacional y se convirtió en un tratado de la conducción política, concebida como arte
y como ciencia, y que exigía de cada partido ser una fuerza política real capaz de encarnar las ideas en el movimiento de las grandes masas.
En la crítica del extremismo, el sectarismo y el doctrinarismo, caen envueltas, entre
otras, personalidades del flamante Partido italiano. Algunas, como el interesante y
movedizo Terracini, vuelto a criticar en el III Congreso en un acerbo discurso de Lenin, En defensa de la táctica de la Internacional, que reclama la "conquista de la mayoría de la clase obrera". Pero el exponente por excelencia de tales desviaciones
(semi-anarquista y a la vez defensor de un tipo de partido de corte militarizado) fue
Bordiga, contra cuyas concepciones deberá formarse el grupo de dirección del Partido encabezado por Gramsci.2
Es en el II Congreso que Lenin dio un espaldarazo a "l'Ordine Nuovo", la organización
que junto a Togliatti encabeza Gramsci ("debemos sencillamente decir a los camaradas italianos que es la tendencia de los miembros del Ordine Nuovo y no la mayoría
de los dirigentes del Partido Socialista y su grupo parlamentario, el que responde a
la tendencia de la Internacional").3
En el III y IV Congresos, Lenin advierte acerca del fin de la ola revolucionaria en Europa, de la necesidad de encarar en este marco los problemas de la construcción del
socialismo en la URSS, comprende la pequeñez e inexperiencia de la mayoría de los
jóvenes partidos comunistas, y observa en Europa el resurgimiento de los partidos y
sindicatos dirigidos por reformistas. En las nuevas condiciones, Lenin promueve las
tareas de frente único con los Partidos Socialista y Socialdemócrata y destaca el tema
de las masas y de la labor para conquistar la mayoría de la clase obrera. Zahiere la
llamada "teoría de la ofensiva" -surgida en 1920 en Alemania y extendida a Austria,
Hungría, Italia y otros países- que predicaba en medio de desbordes fraseológicos
emprender acciones de ofensiva sin tener en cuenta las condiciones objetivas ni el
ánimo de las masas. Esta concepción fue adoptada por Trotsky. En los Cuadernos,
Gramsci dirá que Trotsky es el teórico de la ofensiva cuando es menester practicar la
defensiva.4
Gramsci asiste a este debate que se generaliza en toda la Internacional. Y es en este
sacudido curso teórico y práctico, que culmina el nacimiento de un nuevo Gramsci,
es decir, transcurre un cambio cualitativo en sus condiciones de dirigente político.
El
impacto de la revolución rusa lo había definido por los bolcheviques e inauguró el
camino de su identificación con Lenin. En este nuevo período (como lo veremos más
adelante), madura el Gramsci jefe de partido y el profundo pensador de los Cuadernos. El núcleo de sus principales tesis es originario de Lenin o son brillantes desarrollos del pensamiento leninista. Insistiendo sobre esta verdad evidente -proclamada
por Gramsci en alta voz; tanto en Scritti Politici como en los Cuadernos lo dice- no
achicamos el talento y la creatividad gramsciana, ni negamos sus personales aportaciones a las que nos hemos referido taxativamente en otros ensayos. Simplemente
comprobamos que el marxismo y el leninismo deben experimentar un desarrollo
continuo para ser auténticos. Como Lenin lo ejemplificó con respecto a Marx. Como
el movimiento comunista internacional no se ciñó ni se puede ceñir en sus mejores
aportaciones, solo a aquello que escribieran Marx, Engels y Lenin. Su praxis internacional presupone estas "piedras angulares" y "guías" geniales, pero también toda la
experiencia de alrededor de siglo y medio coronados por las siete décadas amanecidas en 1917.
2
P. Togliatti, La formazione del gruppo dirigente del Partito comunista italiano, en ob. cit., pág. 183.
3
V. I. Lenin. Discursos pronunciados en los Congresos de la Internacional Comunista, Ed. Progreso,
Moscú, 1976, p. 65.
4
"...Bronstein (Trotsky) a quien de un modo u otro debe retenerse como el teórico político del ataque frontal en el período en que éste solo es causa de derrota'' (A. Gramsci, Quaderni del Carcere, Ed.
V. Gerratana, T. II, p. 801).II. Maduración y cambio cualitativo:
la dialéctica es la culpable
Gramsci comienza por adherir a Lenin porque éste es la dialéctica en pensamiento y
acción (cuyo paradigma es la Revolución rusa).
Lenin aventa los viejos enfoques mecanicistas que teorizan la autoinhibición de los revolucionarios invocando a un determinismo económico que hipostasia los factores objetivos, el famoso nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, y reduce hasta minimizar el papel del nombre en
la historia, la función de vanguardia de la clase revolucionaria y su partido. Que incluso reduce el desempeño activo y real de las superestructuras negando la dialéctica y que se vuelve coartada del reformismo y la defección socialdemócrata.
Lenin exalta el papel activo de la política, devuelve a la teoría del materialismo su
intrínseco dinamismo, tal como la formularan Marx y Engels, y restituye a la revolución su clásico desempeño de partera de la historia. Gramsci, que repudia el materialismo vulgar y "las incrustaciones positivistas" en el marxismo, saluda a la Revolución rusa con su célebre artículo La revolución contra El Capital: título discutible
pero artículo dirigido contra el chato determinismo que vendían jefes de la II Internacional, en especial en Italia, como un sucedáneo del marxismo.
Lenin en el retorno de la filosofía marxista a las tesis sobre Feuerbach reivindica el
principio de actividad negado por el materialismo vulgar y desarrollado en cambio
unilateralmente por el idealismo. Pero ese retorno no es sólo, o fundamentalmente,
filosófico, sino que es ante todo político. Es decir, encarna en la práctica revolucionaria de la clase obrera y en el desarrollo teórico de la necesidad del partido como unidad de teoría, política y organización.
La lucha teórica se vuelve también un frente de trabajo como lo son los niveles políticos y económicos. Por eso Gramsci bebe ostensiblemente en ¿Qué hacer? 5
y recoge de Dos tácticas… el principio de la hegemonía proletaria en todas las revoluciones
democráticas, que de este modo integran un solo proceso histórico con la revolución
socialista. Y lo correlaciona con la caracterización de las fuerzas motrices de la revolución -en Rusia en la alianza obrero-campesina- y encuentra aquí, la primera pista para su formulación de la teoría del "bloque histórico".
Y Gramsci hace suya integralmente la teoría de Lenin del Partido como vanguardia y
parte de la clase y, por lo tanto, como núcleo rector en todo el bloque histórico revolucionario. La distinción teórica de Lenin entre carácter y fuerzas motrices de la revolución se torna cuestión política concreta como relación entre hegemonía y sistemas de alianzas. Y esta relación dialéctica es la base o la vértebra central de la teoría
gramsciana más amplia del bloque histórico.
El principio de hegemonía que Lenin concibe en su teoría de la revolución rusa -
quizá inspirándose en algunas ideas de Marx acerca de las revoluciones de 1848- se
5 Dice V. Gerratana en las minuciosas notas y explicaciones que componen todo el T. IV de los Cuadernos que: "Entre los libros que Gramsci tenía antes del arresto había una traducción francesa de esta
obra de Lenin "¿Qué hacer?" que no estaba sin embargo entre los libros de la cárcel". La edición francesa era "N. Lénine -"Qué Faire"- Librairie de l'Humanité - París, 1925". Edición para nosotros evocadora pues fue en ella nuestra primera lectura de ¿Qué hacer?manifiesta en la concepción leninista de la revolución socialista internacional de la
época del imperialismo, como unidad de las revoluciones de liberación en las colonias y países dependientes con el movimiento obrero de los países capitalistas desarrollados. Esta teoría -verificada por la Revolución rusa y por todo el proceso revolucionario mundial hasta nuestros días- se fue formulando por Lenin en el fertilísimo
período de 1910 a 1917 y se incluye especialmente en las síntesis teórico-políticas
del II Congreso de la Internacional. En cierto sentido, en la teoría leninista de la revolución socialista internacional está inserta la teoría de la revolución rusa concretada
en Dos tácticas..., de la unidad histórica de las revoluciones democrática y socialista y
del proceso de transformación de la primera en la segunda. Y en cierto modo, la concepción privilegiada de la alianza obrero-campesina. Claro está, se trata de revoluciones -las de las colonias y países dependientes- en que la lucha contra el imperialismo y por la liberación nacional constituye el rasgo dominante.
En su respuesta a Kievski (Piatakov) de 1916, Lenin había escrito:
"La revolución
social no puede advenir sino en la forma de un período en el cual la guerra civil del
proletariado contra la burguesía en los países avanzados, se une a toda una serie de
movimientos democráticos y revolucionarios, comprendidos los movimientos de liberación en las naciones poco desarrolladas, atrasadas y oprimidas".6
Y después de Octubre, Lenin había dicho en su Informe en el II Congreso de toda Rusia
de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente: "…la revolución socialista
no será sólo, ni principalmente, la lucha de los proletarios revolucionarios de cada
país contra su burguesía, si no que, además, será la lucha de todas las colonias y de
todos los países oprimidos por el imperialismo, la lucha de todos los países dependientes contra el imperialismo internacional”.7
Según esta concepción, el principio de hegemonía se ejercería en un sistema de
alianzas que abarcaría naciones enteras o la mayoría de las naciones en la lucha común contra el imperialismo. La revolución rusa supo unir la revolución socialista y
los principios de liberación nacional. Pero adviértase que de una manera mucho más
compleja esta hegemonía del proletariado desde el momento de la existencia de un
Estado socialista triunfante, pasaba a proyectarse a niveles de tanta gravitación
histórica que le permitían a Lenin decir en el II Congreso de la IC, que con la ayuda
de los países socialistas los pueblos atrasados de las colonias y los países dependientes podrían en determinados casos, avanzar hacia el socialismo sin pasar obligatoriamente por un estadio capitalista.
O sea que Gramsci se impregnó directamente de los apasionados debates acerca de
la revolución socialista internacional y el papel hegemónico de la clase obrera, en sus
propias fuentes y de primera mano, en su estadía en Moscú.
Para Gramsci (que es político pero que es, ante todo, o a la vez, filósofo) resulta admirable este modo leninista de entroncar la política y la filosofía y viceversa. Las
páginas de más variada creatividad escritas por Lenin en torno a su teoría del imperialismo, coinciden con ese período de Cuadernos Filosóficos, o sea, cuando Lenin
cala en profundidad el estudio de la dialéctica y se esfuerza a poner a Hegel sobre los
6
V. I. Lenin. Sobre la caricatura del marxismo. Obras Completas, Ed. Cartago, T. XXIII, p. 57.
7
V. I. Lenin. Informe al II Congreso de los pueblos de Oriente. O. C., ed. cit.. T. XXX, p. 154.pies. Togliatti dice, además, que Gramsci no sería Gramsci si no se hubiera detenido
a compenetrarse con El imperialismo…, esa obra cardinal de Lenin, que sintetiza las
bases materiales objetivas de su teoría de !a revolución socialista internacional.
Se ha usado mucho -y referido mil veces más- el título del célebre artículo del joven
Gramsci escrito como salutación fervorosa a la revolución rusa: La revolución contra
El Capital.
La reflexión en todos los casos es obvia: Gramsci se refiere a que la revolución rusa,
en la vida, significó también la derrota del objetivismo barato, del materialismo y el
cientismo vulgares, y de sus hermanos políticos, el reformismo, el realismo pedestre,
el tacticismo, la adecuación liberal y oportunista, la transformación en teoría omnímoda de la estrategia correspondiente a períodos de lento y cansino desarrollo
social. O sea, el oportunismo político y el revisionismo teórico de la mayoría de la
dirección de la II Internacional. Dicho de otra manera, toda esa degeneración que
condujo a la bancarrota de la II Internacional y que hoy es invocado numen tutelar
de la socialdemocracia.
La dialéctica moría y el materialismo, cuando supervivía, había retornado a su pretérito vulgar, emparentándose cada vez más con el positivismo. Y aun los presuntos
ortodoxos como Kautsky repetían orondos que el Partido debía ser ajeno a la filosofía. El materialismo dialéctico e histórico pasaba a ser reminiscencias caprichosas de
esos viejos, Marx y Engels, cuando mucho apropiados para las interminables polémicas de los rusos atrasados, como lo escribiera Bernstein en una de sus cartas.8
No hay duda que más allá del título infeliz, Gramsci insurgía, sintiéndose intelectualmente liberado por la revolución rusa, contra todo ese aquelarre de adaptación
burguesa, mediocridad pedante y renegación revolucionaria. Todos los elogios y
menciones de Gramsci a Lenin en los escritos políticos o en los Cuadernos, vinculan
filosofía y política en sentido dialéctico.
En los Cuadernos, el principio de hegemonía
de la clase obrera acuñado por Lenin, adquiere dimensión "metafísica" y la fundación del Estado socialista equivale a la obra del Marx creador de una concepción
del mundo. La fundación del Estado socialista es para Gramsci una de las maneras de
entender lo que dijeron los clásicos acerca de que el proletariado era el heredero de
la filosofía clásica alemana.9 En todos los casos, las menciones a Lenin tienen un sentido práctico revolucionario. Es que a toda la praxis le otorga una raíz filosófica. Como en Lenin, es inescindible la teoría y la práctica del Partido. La preferencia de Lenin por la frase de Goethe acerca de la gris teoría contrapuesta al árbol verde de la
vida, cobra así un profundo sentido filosófico y político. La teoría es gris cuando es
"fruto estéril", pero no se trata de subsumirla en la práctica, sino de devolverle en su
fértil entrelazamiento con la práctica, en la cual bebe la mejor savia, su función de
parte fundamental del conocimiento y de la transformación del mundo.
Como dice Gramsci, toda la obra de Lenin es filosófica en este sentido.10
8
Eduardo Bernstein. Carta a Victor Adiar. "En mi opinión la doctrina (el materialismo histórico) no es
suficientemente realista y por decirlo en alguna forma está atrasada respecto al desarrollo práctico
del movimiento. A lo sumo podrá ser útil para Rusia" (citado por Aldo Zanardo en Actualidad del pensamiento político de Gramsci", Ed. Grijalbo, México, p. 67).
9 A. Gramsci. Quaderni…, ed. cit. T. II, pp. 881-882.
10
-Quaderni- T. II, pág. 1493. En alusión -al parecer- a Lenin, Gramsci escribe: "Puede ocurrir que una Esa conciencia crítica, inapaciguable, que es Gramsci, con su cerebro trepidante en
las celdas del fascismo, se solaza con ello. Togliatti dice bien que Gramsci conocía
algunas de las críticas de Lenin a Bujarin, seguramente la polémica sobre los sindicatos, y no podía ignorar el debate filosófico en la URSS que involucró a Deborin por la
presencia de un cierto idealismo hegeliano en su obra, y a Bujarin por su ausencia de
compenetración con la dialéctica.
Yo he dicho alguna vez que a Gramsci le deben
haber quedado recuerdos del debate de 1922-23 en Berlín, con la participación de
Lukács, Fogazzari, Revai, y otros. En las posiciones de entonces, autocriticadas muchas veces por Lukács, se pueden hallar ciertas similitudes con algunas tesis filosóficas de Gramsci que ha recogido la llamada "praxiología".
No sé si tuvo en sus manos las Notas de un publicista en que Lenin refuta a Sujánov.
Pero es ostensible que Gramsci retiene de Lenin el concepto profundamente filosófico y de vasta implicación práctica, de que la política no puede dejar de tener primacía sobre la economía. En esta afirmación no existe espacio alguno para contradecir la tesis marxista de que la base económica es en última instancia, el fundamental condicionante. Es sí la reivindicación de la acción transformadora del hombre, que hace la historia aunque no a su capricho. Razonar de otra manera significaría retornar a ese marxismo adulterado que transforma la superestructura en
simple reflejo un tanto especular de los determinantes materiales. Y si bien en el referido artículo La revolución contra El Capital, se puede hallar todavía un cierto hálito idealista y un estilo un tanto bergsoniano, el propósito de Gramsci debe entenderse en referencia al texto leninista. Digamos de paso que este título -formalmente
erróneo- hace sospechar un tanto que hasta Lenin y la revolución rusa, la compenetración de Gramsci con Marx (y El Capital) podría ser insuficiente, aunque su insurgencia explotó contra la pedantería deformadora de muchos chatos divulgadores. Se
sabe que Antonio Labriola estuvo presente en su primera formación, con todos sus
méritos filosóficos, que hace decir en los Cuadernos al propio Gramsci que era el único autor rescatable en la penuria teórica del socialismo italiano.
Por otra parte, Gramsci no es un intelectual puro; no puede encuadrarse en la subdivisión que él mismo hace entre éstos, que poseen miles de lazos con la gran cultura y
que serían preferente mente idealistas y propensos a la desviación revisionista, y
otros intelectuales, más dedicados a la política, más "hombres de acción", que por
necesidad de "iluminar" a las masas recaen en el materialismo vulgar.
En esta división Gramsci quizá desliza algunas de sus prevenciones contra el materialismo porque cuántos de los intelectuales enlazados con el pensamiento más alto y la más elevada reflexión teórica y filosófica han estado y están hoy pensando sobre la base de
una inseparable unidad entre dialéctica y materialismo. Hasta comenzando por el
mismo Gramsci, más allá de ciertas flaquezas en relación a la inseparabilidad de materialismo dialéctico e histórico.
gran personalidad exprese su pensamiento más fecundo no en el lugar que aparentemente es el más
"lógico" desde el punto de vista de la certificación externa, sino en oirá parte que, aparentemente,
podría juzgarse como extraña; un hombre político escribe de filosofía:
puede ocurrir que su "verdadera" filosofía haya que buscarla en cambio, en sus escritos políticos. En cada personalidad hay una
actividad dominante: en ésta es menester buscar su pensamiento "implícito", el cual muy a menudo,
puede hallarse en contradicción al expresado ex profeso".Pese a sus terribles dolencias físicas, que la cárcel marcó como una impronta de tragedia, Gramsci fue un "gran intelectual" no en la acepción gramsciana, sino en esas
medidas arquetípicas que hicieron de Marx, Engels y Lenin científicos del más alto
nivel e inseparablemente revolucionarios teórico-prácticos capaces no sólo de interpretar el mundo sino de transformarlo. Y Gramsci también lo fue, no a pesar de su
condición de revolucionario, sino y hasta preferentemente, por ser un pensador
marxista-leninista y un revolucionario práctico y jefe de partido. Esta difícil condición, "jefe de partido", hace deseable la unidad de cultura y creación con la fecunda
práctica revolucionaria, Gramsci fue nombre de acción hasta en la cárcel y encontró
a través de los Cuadernos una senda de producción intelectual y de colaboración revolucionaria, concretando así el aforismo de Lenin de que sin teoría revolucionaria
no hay práctica revolucionaria.
Desde muy joven participó en el movimiento socialista y obrero, fue periodista desde
el suelto al ensayo, y estuvo entre los fundadores del Partido Comunista Italiano y
fue "su jefe" según el conocido ensayo de Togliatti. Participó en el histórico movimiento revolucionario de los Consejos (forma que tomó en Italia la ola revolucionaria europea encrespada al fin de la guerra y por influencia de la revolución rusa) y
fue su principal teorizador. Es decir que en su corta vida, fue estudiante, militante y
jefe político, miembro del Ejecutivo de la Internacional Comunista, interlocutor de
Lenin, periodista, escritor, parlamentario… y, ya prisionero, el profundo teórico de
los Cuadernos.
Fue un revolucionario práctico entregado apasionadamente a la mutación de la sociedad. Los Cuadernos demostraron que su veta teórica principal era la filosofía, pero
que ella era inseparable de la elaboración política y de un pensamiento siempre listo
para encarnar en la práctica.
Todo este pasado político y revolucionario, todo ese caudal de experiencias y de intercambio y generalización de experiencias, hasta la absorción creativa en el ámbito
excepcional de la Rusia que encabezaba Lenin, de toda la práctica revolucionaria de
Italia y Europa (Revolución rusa, irrupción y derrota de la revolución en varios países de Europa, advenimiento del nuevo e inédito fenómeno del fascismo, fragua del
debate interno del bolchevismo y la III Internacional, proyección en profundidad de
la revolución filosófica significada por el materialismo histórico), acompañaron a este sardo talentoso y muchas veces genial entre los espesos muros de su celda.
Ya lo hemos dicho: junto a la filosofía le asiste la política y ambas hierven casi a diario en el acucioso caldero de esta mentalidad privilegiada. Esta interlocución de filosofía y política -situada por otra parte en el repensamiento de la historia de Italia y
de sus intelectuales- nos dan a luz las notas sobre Maquiavelo, que son de las primeras y de las últimas reflexiones de los Cuadernos, como puede apreciarse en la valiosa edición publicada bajo el cuidado de Valentino Gerratana.
No olvidamos los pocos pero no despreciables sino fundamentales contactos con el
exterior:
las cartas a su mujer, las visitas de Tatiana, su cuñada, las entrevistas con el
destacado economista Piero Sraffa, y desde luego, el empeño permanente del Partido
por acercarse a él: Tatiana y Sraffa fueron muchas veces los mensajeros. ¿Por lo demás, qué cerrojo o barrera pudo impedir jamás la vinculación del comunista preso
con su Partido, con su pueblo, con la vida, con el quehacer transformador? Toda la vida de Gramsci, a pesar del propósito fascista inspirado por Mussolini, fue una existencia plena aunque trágica y martirizada, que venció la crueldad del régimen carcelario y floreció en uno de los más grandes símbolos de la grandeza humana.11
Vivió, pensó, luchó y amó antes del encierro, y construyó su temple revolucionario
forjado de los mejores aceros especialmente después de la verificación fecundante
de su viaje a Rusia soviética y a la Internacional. Y si bien por más de dos lustros las
rejas reticularon su imagen, era un gran triunfador cuando se extinguió, segado por
la enfermedad, agravada ferozmente por la maldad del fascismo.
Se mide en general a Gramsci por los Cuadernos. Estos coronan su labor, es la obra
magna. Pero también hay otros segmentos biográficos y teórico-políticos, en particular, los textos como dirigente del PCI. Los Cuadernos no lo contradicen; en las tesis
principales, desarrollan y profundizan cosas que ya están en los escritos políticos.
Empleando el léxico del propio Gramsci diríamos que son dos momentos de la unidad de ciencia y acción, de teoría y política, que configuraron su personalidad.
Pese a todas las manipulaciones que hoy menudean, a pesar de las reuniones sobre
Gramsci en que intelectuales, no siempre de los "pequeños", se empeñan en separar
a Gramsci de sí mismo, de su condición de comunista, de revolucionario marxistaleninista, su nombre queda en la historia como uno de los grandes triunfos de nuestra teoría y de nuestro ideal de comunistas. En la gran emblemática de nuestros
héroes y nuestros mártires, de esos hombres que Bertolt Brecht llamó los indispensables, Gramsci ocupa un sitial muy destacado.
En las referidas reuniones, tales personajes ofician de criptógrafos afirmando descubrir tras clarísimos pensamientos de raíz marxista y leninista de Gramsci, indicaciones mímicas de que sería contrario a Lenin, al movimiento comunista, a su partido, y que más bien era un antepasado de toda las marxologías y de todas las abdicaciones de la lucha revolucionaria. Enhebran conceptos de una nueva teología, y
algunos de ellos, los mejor inspirados, patinarían en lo que Gramsci llamó despectivamente un "bizantinismo". Gramsci escapa a estos rituales presuntamente innovadores y proclama su palpitante alma revolucionaria de marxista y leninista. Categoría ésta de marxista-leninista que Gramsci, a título expreso, reivindica en sus escritos
políticos, meses antes de ser aprisionado y que reitera en los Cuadernos en esa célebre nota en que parangona e identifica a Marx y a Lenin en la continuidad del pensamiento y la acción, de la ciencia y la vida.12
11 El ministro de gobierno Miguel Isgró proclamó en el proceso de Gramsci (mayo de 1928):
"Debemos impedir que por varios años este cerebro pueda funcionar".
12 La expresión marxista-leninista (o marxista y leninista. Nosotros usamos indistintamente ambas
expresiones; no nos gustan las disputas teologales) aparece en el movimiento comunista luego de la
muerte de Lenin, y tiene cientificidad y validez actual. Gramsci la utiliza por primera vez -me parece en su informe del 3 de julio de 1925 (Scritti Politíci, T. II, pp. 625 en adelante). Pero es importante
recordar que ya en la cárcel (apuntes de filosofía de 1930-32, T. II, pp. 80-81, de la edición citada de V.
Gerratana), Gramsci se siente obligado a expedirse al respecto cuando equipara el papel teórico de
Marx y Lenin: en la parte final de este interesante texto, Gramsci escribe:
"Hacer un paralelo entre
Marx e Ilich para llegar a una jerarquía es estulto y ocioso: expresan dos fases: ciencia-acción, que
(son) homogéneas y heterogéneas al mismo tiempo. Así, históricamente sería absurdo un paralelo
entre Cristo y San Pablo:
Cristo-Weltanschauung; San Pablo organización, acción, expansión de la
Weltanschauung: ambos son necesarios en la misma medida y sin embargo de la misma estatura
histórica. El cristianismo podría llamarse, históricamente, cristianismo-paulismo y sería la expresión Fue discípulo y continuador de Lenin, estudioso de gran calado de Marx y Engels, con
quienes en lo fundamental se consustanció aunque a veces puedan hallarse formulaciones filosóficas contradictorias. Fue fundador y jefe del Partido de los comunistas,
alineado integralmente y sin ninguna cortapisa con la Unión Soviética, y militante de
la III Internacional, cuyos planteamientos centrales aceptó y promovió en casi toda
su vida. En este aspecto se le pueden encontrar diferencias solamente en cuanto a la
sectarización de la línea del VI Congreso, que el VII luego autocriticaría. En cierto
sentido anticipó la necesidad de consignas que facilitaran un frente de todas las
fuerzas democráticas contra el fascismo, asentado en un gran frente de los trabajadores. Además, si se revisan los Escritos Políticos y los propios Cuadernos, se advertirán las opiniones de Gramsci contrarias a Trotsky, con mención expresa de su "teoría de la revolución permanente", su tesis estratégica sobre la ofensiva, y en contraposición el apoyo del italiano a la idea leninista de la construcción del socialismo en
un solo país o en cuanto a la política para afirmar la alianza obrero-campesina, etc.
Se sabe que cuando se inicia la gran discusión general contra el bloque opositor de
Trotsky-Sinoviev, Gramsci envió una carta a la Internacional y a la dirección del Partido Comunista soviético previniendo respecto a las proyecciones internacionales de
la aguda lucha dentro del Partido bolchevique. Pero en esa carta es posible encontrar
una afirmación de plena solidaridad con la dirección del Partido, agrupada mayoritariamente en ese momento en torno a Stalin y otros.13
Hombre de su tiempo, Gramsci siempre consideró que la revolución por las armas y
la dictadura del proletariado eran el camino probado de triunfo de la revolución socialista.
Fue un leninista. Avizor como siempre Togliatti dedicó a este tema más de un ensayo
incuestionable. Ragioneri14 estudió a Gramsci en su relación con el movimiento obrero internacional, y por todo un período los más lúcidos marxistas italianos documen-
más exacta (solo la creencia en la divinidad de Cristo ha impedido que así fuera), pero esta creencia,
es solo un elemento histórico, y no teórico".
13 Gramsci se inquieta vivamente por las repercusiones internacionales de la lucha de tendencias en el
Partido de la URSS. "Compañeros –escribe-, vosotros habéis sido, en estos nueve años de historia
mundial, el elemento organizador y propulsor de las fuerzas revolucionarias de todos los países. La
función que habéis desarrollado no tiene precedente en la historia del género humano” (...) ''Pero vosotros estáis destruyendo vuestra obra, degradáis y corréis el riesgo de anular la función dirigente
que el P. C. de la URSS conquistó por impulso de Lenin" (p. 716). "Repitamos que impresiona el hecho
que la actitud de la oposición embiste toda la línea política del CC tocando el corazón mismo de la
doctrina leninista y de la acción política del Partido de la Unión. Es el principio y la práctica de la hegemonía del proletariado los que son puestos en discusión… la alianza entre los obreros y campesinos" (...) "Son confundidas y puestas en peligro, las pilastras del Estado obrero y campesino" (p. 718).
"La ideología y la práctica de la oposición -dice Gramsci- renace... la tradición de la socialdemocracia y
del sindicalismo que ha impedido organizarse al proletariado occidental". Y agrega: "Una de las características del leninismo es su formidable coherencia” (...) "el leninismo es un sistema unitario de pensamiento y de acción práctica, en el que todo se tiene y se demuestra recíprocamente; de la concepción del mundo hasta el más menudo problema de organización. El núcleo fundamental del leninismo
en acción práctica es la dictadura del proletariado" (p- 642). "Declaramos ahora que retenemos como
fundamentalmente justa la línea política de la mayoría del CC del Partido Comunista de la URSS y que
en tal sentido ciertamente se pronunciará la mayoría del Partido italiano" (p. 717). A. Gramsci, Scritti
Politici, T. II. Edición a cargo de Paolo Spriano.
14 Ernesto Ragioneri. La Terza Internazionale e il Partito Comunista Italiano. Piccola Biblioteca Einaudi
(Ver especialmente pp. 228 a 231 y 261 a 282).taron la filiación leninista de la obra gramsciana. Otros monógrafos e historiadores
han insistido sobre este nexo privilegiado: Gramsci-Lenin. Es que sin ello no se puede entender a Gramsci, como enfatizó Togliatti.
No quiere decir, en cierto sentido ello sería errado, que Gramsci sólo reformula o
glosa a Lenin "en estilo europeo occidental". Gramsci crea, desarrolla y piensa a Lenin. Su reflexión profundiza, concreta el objeto de análisis, y a partir de allí incorpora
y conquista otros territorios. Muchas veces, sobre la base marx-leniniana atesora
nuevas tesis o abre paso a inexorables interrogantes.
En muchos casos, leyendo a Gramsci uno parece estar viendo a Lenin pluma en mano, acotando a Hegel en los Cuadernos filosóficos, en esa obra donde cada nota es una
meditación profunda y una provocación al pensamiento y a la indagación. Lástima
grande, Gramsci no conoció este valioso trabajo, aunque tampoco conoció importantes obras de Marx publicadas en horas de su clausura o después de su muerte. Sin
embargo, en algunas de sus reflexiones parecen hallarse coincidencias esenciales
con la investigación leninista. Por ejemplo, en la valoración del idealismo no como
un simple error sino como fraccionamiento unilateral del proceso en espiral del conocimiento, así como en varias de sus reflexiones gnoseológicas.
Parece evidente que la lectura de los Cuadernos Filosóficos habría significado para
Gramsci -exaltador de la dialéctica en el marxismo- un momento de imprescindible
proyección. Aunque ya Gramsci había apreciado al dialéctico Lenin como lo declara
en algún sugerente texto de los Cuadernos.
Cabe reiterar aquí que Cuadernos Filosóficos no es un momento de rectificación para
Lenin. Por el contrario, todo estudioso serio descarta hoy la versión tan trajinada de
que Lenin autocritica Materialismo y empiriocriticismo en el célebre texto Acerca de
la crítica a Kant que realiza Hegel y que muchos marxistas habrían practicado más
acá de Hegel, apenas si a nivel de Feuerbach o los materialistas de la Ilustración. El
planteamiento de la teoría del conocimiento por Lenin, en su primera obra, sitúa justamente la dialéctica en su identificación con la gnoseología. Y teoriza el carácter activo y creador del conocimiento humano sin caer jamás en una visión especular del
acto del conocer. Recientemente, el profesor L. Geymonat volvió a refutar la referida
crítica a Lenin en coincidencia de lo que escribiéramos al respecto en determinados
ensayos.15
Desde Materialismo y empiriocriticismo hasta los Cuadernos Filosóficos, corrió el
tiempo para Lenin; ni el río ni Lenin son ya los mismos. Lenin es en 1914 más profundo y más erudito en filosofía que en 1908. Pero el fondo teórico es en su esencia
el mismo: en una fecha subraya -como él mismo lo dice de Marx y Engels- la palabra
"materialismo", y en la siguiente la palabra "dialéctica". Pero siempre Lenin es materialista dialéctico o dialéctico materialista, o histórico materialista, como se guste
llamar. Aunque la lectura de Hegel es una inmersión en las profundidades del pen-
15 V. I. Lenin, Cuadernos filosóficos, O.C., Ed. Cartago, T. XXXVIII. Buenos Aires, pp. 173-174. Y Ludovico
Geymonat, Historia del pensamiento filosófico y científico, Ed .Siglo XXI, T. III, Cap. 4, pp. 101 en adelante. Las ideas de L. Geymonat se sintetizan y exponen en esta obra, aunque ya se hablan desarrollado
en ensayos anteriores a los que me remito en estos apuntes.samiento dialéctico la lectura de Lenin es siempre materialista.
Admira la profundidad de las operaciones mentales de Gramsci, uno de los grandes
teóricos del marxismo del período pos-leniniano, como entusiasma su audacia y
frescura política, y su integral definición como comunista.
Cuando reflexiona no se detiene ante ningún monumento, incluso ante las autoridades teóricas y políticas como Marx y Lenin, que alberga en su corazón y que están
nutriendo su pensamiento.
Como antes su maestro Lenin, sabe que el marxismo es eminentemente crítico, y que
el mismo marxismo debe pensarse marxísticamente. Esta apreciación vale no solo
para la historiografía.
Emociona evocar este joven maestro en meditación, repensando toda su pasada experiencia que es la del nacimiento del comunismo en Italia y a la vez, adentrándose
en la gran teoría. Por un lado, rescatando la "filosofía de la praxis" -el materialismo
histórico- con originalidad y dinamismo dialéctico. Por otro, pensando el Estado -a
base de la teoría ya fundada por Marx, Engels y Lenin- y desarrollando una estrategia política en países capitalistas desarrollados de Europa, en períodos de lento desarrollo social.
Gramsci no oculta en texto expreso de los Cuadernos que sus reflexiones acerca de la
estrategia de la "guerra de posiciones", a emprender en la Europa capitalista luego
del reflujo de la ola revolucionaria de pos-guerra, se nutre de dos ideas de Lenin:
1)
Las mayores dificultades para el triunfo de la revolución en Europa en comparación
con la vieja Rusia, y
2) el desarrollo de la estrategia de acumulación de fuerzas en
períodos de lento desarrollo social que se relaciona con la inserción del Partido (la
clase obrera y su bloque histórico) en todos los campos e instituciones de la sociedad burguesa.
Qué distancia sideral entre la recapacitación gramsciana sobre la experiencia de los
Consejos obreros -peculiar pero verdadera expresión de las revoluciones europeas
después de la experiencia de los Soviets- y el mediocre y presuntuoso enfoque de
Korsch -que tuvo su hora de gran moda, como todo aquel que se presta a devaluar el
marxismo-, que alterna la abstracta repetición del objetivo socialista -la "socialización de los medios de producción y de cambio"- con el resbalar hacia el infantilismo
político impregnado de anarcosindicalismo que sirve para enmascarar la función del
renegado.
Gramsci piensa, descubre, avanza y al adelantarse se reencuentra otra vez con Lenin.
Incluso con analogías de Lenin que se "olvidaron" a veces en horas de sectarismo
trágico del movimiento comunista internacional.
Este Gramsci encarcelado -que burla a Mussolini porque sigue pensando- con sus
varias dolencias, derriba barrotes y murallas para situarse en el epicentro de la historia. Merecería un gran drama heroico como lo tuvo Galileo -pienso en Brecht- a un
costo mucho más cómodo.
Asombra que la narrativa, el teatro o el cine italiano no hayan recogido esa imagen
prometeica de Gramsci enfermo y enclaustrado pero siempre vencedor. Tampoco
conozco el gran relato acerca de Dimitrov protagonizando el juicio de Leipzig. Y me-nos sobre el martirologio de los comunistas de los años 20 a los 40.
Gramsci merece el estudio atento de marxistas y leninistas, filósofos y políticos; pero
también de todo científico honrado. Podría ser el héroe de una tragedia esquiliana.
Hay grandeza intelectual y moral en el lema que hizo suyo, recogido de Romain Rolland -tener "el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad". Estilo de
vida o enfoque metodológico que todos deberíamos esforzarnos para hacerlo nuestro.
Gramsci trabajó solo en su celda. Pero la metáfora es su diaria compañera. Le sirve
para burlar la censura, pero también para clarificarse el propio pensamiento. Es
además típica de su estilo literario.
Su proyección del descubrimiento leninista acerca del papel hegemónico de la clase
obrera, inseparable de la teorización del "bloque histórico", no difiere en esencia de
lo que escribieran otros grandes dirigentes de la III Internacional. Pero Gramsci lo
conduce a ámbitos nuevos e insiste en sus raíces filosóficas.
Aunque los Cuadernos equivalen al proyecto deliberado de un testamento intelectual, parece a veces un soliloquio. El autor habla consigo mismo, busca aclarar su
espíritu y madurar su pensamiento. El manuscrito es un interrogatorio permanente.
En Quaderni del Carcere (en la versión científica de Gerratana) se puede explorar el
proceso creador del genial sardo, con notas, fórmulas y pensamientos hechos y rehechos a través de años hasta la última versión. Si no hubiera vivido así no trasmitiría esa fuerza vital de su pensamiento. Es el mismo Gramsci que piensa, corrige, pule,
crea y recrea. Y que siempre relaciona su reflexión con la historia de Italia y la batalla histórica -teórico-política- del movimiento comunista internacional.
Los temas nacen de la vida, de las lecturas y de los recuerdos, o sea también de su
experiencia pretérita intelectual y revolucionaria práctica. Y las lecturas, como estribo de la indagación y del ímpetu intelectual, se vuelven datos para su esa unidad de
ciencia y vida que él siempre encarnara.
Especialmente se interroga en cómo continuar a Lenin; esto surge a veces a texto expreso como cuando habla de hegemonía, del frente único, del desarrollo estratégico,
de la inserción en la sociedad toda. No olvidar que la referencia a Lenin, que yo cito
con frecuencia en otras partes, es de ¿Qué hacer?, bien conocido por Gramsci.
Lenin escribe:
"La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden -basándose en hechos y acontecimientos
políticos concretos y, además, actuales sin falta- a observar a cada una de las otras
clases en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política; si no
aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los
aspectos de la actividad y la vida de todas las clases, sectores y grupos de la población" .16
Lenin condena la charla sobre el asalto al poder en hora de reflujo revolucionario en
Europa; reclama el estudio en cada caso de la correlación de fuerzas,17 marcha con
16 Obras Completas en 12 Tomos. Ed. Progreso, 1975, T. II, p. 66.
17 Dice Lenin acerca del artículo de Lúkacs sobre el parlamentarismo:
"El artículo de Lúkacs es muy
izquierdista y muy malo, su marxismo es puramente verbal; la diferencia entre las tácticas defensiva y las masas, aprendiendo y enseñando a la vez, y siempre considerando cada matiz entre las clases dominantes (¿cuál es el bloque político en el poder? "Lloyd George y
Churchill no son la misma cosa" —escribe en El extremismo…). Está de por medio,
además, la carta de Lenin a los Partidos Comunistas de Alemania, Francia e Italia.
Pero hay otro momento que en Europa fue muy trajinado. Me refiero a la elaboración
por Gramsci de la llamada estrategia de la "guerra de posiciones" que arranca de la
evaluación por Lenin del período de reflujo revolucionario europeo y que fuera tema
de los III y IV Congresos de la IC. "Me parece -dice- que Ilich... había comprendido
que era necesario pasar de la guerra de movimiento a la guerra de posiciones, que
era la única posible en Occidente. (…) Sólo que Ilich no tuvo tiempo en profundizar
su fórmula, aparte que no podía profundizarla sino teóricamente, mientras que la
tarea fundamental era nacional, o sea exigía un reconocimiento del terreno y una determinación de los elementos de trincheras y fortalezas, representados por los elementos de la Sociedad Civil, etc. En Oriente, el Estado lo era todo, la Sociedad Civil
era primitiva y gelatinosa; en Occidente, en cambio, había una correlación eficaz entre el Estado y la Sociedad Civil, y en el temblor del Estado podía de todos modos
verse enseguida una robusta estructura de la sociedad civil".18
Gramsci atribuye, en los Cuadernos, a la inmadurez de los partidos la ausencia de desarrollo de las tesis de Lenin aprobadas en la Internacional. Destaca, con razón, que
no hay línea en abstracto, la tarea política es siempre nacional, históricamente concreta, aunque no debe antagonizarse con las tareas internacionales e internacionalistas.
Gramsci dará todavía mayor nivel teórico a este planteamiento al considerar sus
"ampliaciones" a la teoría de Marx, Engels y Lenin acerca del Estado. Sobre todo esto
volveremos (en otros apuntes) ya que es tema medular en Gramsci y en Lenin.
Gramsci cuando medita está impregnado de Lenin, lo que no lo empuja al dogmatismo doctrinario ni a pretender encapsularse la vida, como tanto sectario que pasó por
el movimiento y que malgastó el nombre del genio de la revolución contemporánea.
Gramsci ya experimentó a través del movimiento de los Consejos Obreros, la necesidad del Partido, como también el hecho de que éste no debe tener nada de las sectas,
debe dominar la política y dirigir a las masas obreras y populares. Y en particular,
debe encontrarse en un solo frente con los campesinos, tal como elaboró Lenin, contra toda la opinión socialdemócrata y menchevique, a partir de fértiles atisbos de
Marx en su estudio de las revoluciones europeas del siglo XIX, en particular en La
guerra civil en Francia.
Poco antes de su prisión, Gramsci trabajó en una obra de aliento que no pudo concluir. Preferentemente, este ensayo:
Alcuni temi delle questione meridionale'',19 se
propone analizar y definir en concreto, en las singularidades de la sociedad y el Estado italianos, el problema estratégico de la alianza obrero-campesina. Sin embargo,
ofensiva es imaginaria; carece de análisis concreto de situaciones concretas bien definidas. Lo esencial, la necesidad de conquistar todas las esferas de trabajo y todas las instituciones donde la burguesía ejerce su influencia sobre las masas, etc., no son tenidas en cuenta" (Obras Completas, T. XXXVI. pp.
259-60). (Ultima edición rusa).
18 Quaderni del Carcere, ed. cit. T. II, p. 866.
19 A. Gramsci. Scritti Politici, T. 2, pp. 720 en adelante.emprende el estudio de la sociedad del Mediodía -agraria en relación al norte industrial- en todos sus estratos sociales, y anticipa sus investigaciones acerca del papel
de los intelectuales, especialmente del "pequeño" y de los aparatos de enlace e influencia de las clases dominantes para ejercer a la vez dominio y dirección de la sociedad. Gramsci ya llega aquí a una definición amplia del intelectual, en cuyas filas
incluye al clero y a ciertos sectores de los funcionarios, profesionales y especialistas.
"El campesino meridional está ligado al gran propietario territorial a través del intelectual" (...) "La sociedad meridional es un gran bloque agrario constituido de tres
estratos sociales:
la gran masa campesina amorfa y disgregada, los intelectuales de la
pequeña y mediana burguesía rural, los grandes propietarios territoriales y los
grandes intelectuales" (p. 734). Y agrega: "Por encima del bloque agrario funciona en
el Mediodía un bloque intelectual que ha servido prácticamente hasta ahora para
impedir que la rotura del bloque agrario se volviera demasiado peligrosa y determinase un derrumbe" (p. 739).
Una lectura atenta de esta obra inconclusa -publicada durante la prisión de Gramsci
en la revista teórica del Partido- advierte nuevamente acerca del madurado bagaje
teórico y político de que dispone Gramsci para la reflexión y los desarrollos de los
Cuadernos.
III. Los Cuadernos como continuidad y desarrollo
de los Escritos Políticos
El historiador Paolo Spriano20 advierte -como nosotros- acerca de la gravitación decisiva, en la evolución del pensamiento de Gramsci, de su estadía en Moscú y de su
trabajo en Viena, en el Buró europeo de la Internacional Comunista. "En la segunda
mitad de 1922 se abre para Gramsci el período de permanencia en Moscú, y después
en Viena hasta mayo de 1924. Es un período (un gran momento) en su experiencia
política que consiente reflejar sobre todo el ‘primer período’ atravesado por el PCI, y
ver problemas y perspectivas de un horizonte más vasto". (Desde este punto de vista
conviene repasar La formazione del gruppo dirigente del PCI, en P. Togliatti-Antonio
Gramsci, ed. cit.).
Es de gran interés para la indagación de la incidencia directa en Gramsci (a través de
qué obras) del pensamiento de Lenin, el ensayo de Togliatti de 1958 publicado bajo
el título Il leninismo n'el pensiero e n'ell'azione di A. Gramsci al que ya me referí en el
primer capítulo. Hallamos aquí la primera tentativa de verificación de qué obras de
Lenin leyó Gramsci.
Cabe pensar que en el período de 1922 a 26 -tesis ésta que Spriano no formula y no
sé si comparte- maduran y se consolidan los fundamentos teóricos que Gramsci comenzó a beber en Lenin y sobre los cuales trabajará posteriormente en los Cuadernos. En 1924, Gramsci y sus principales compañeros, entre ellos Togliatti, pasan a
estar en condiciones de definir la lucha interna en el Partido Comunista Italiano. Este, que fuera fundado el 21 de enero de 1921, llevaba impreso los estigmas del sectarismo y del izquierdismo más rudo, marcados por Bordiga, su figura más influyente.
20 P. Spriano - Introducción a Scritti Politici de Gramsci, T. I, p. XIV.De 1924 a 1926 (Congreso de Lyon en enero de 1926) se procesa y culmina la pugna
interna en que se formará el grupo dirigente del PCI. De esta batalla emerge Gramsci
como Secretario General del Partido. Cuenta para ello, además, con el respaldo de la
Internacional Comunista, cuyas posiciones defiende integralmente. Los trabajos de
Gramsci de este tiempo, exhiben, por un lado, su adhesión a las ideas fundamentales
de Lenin acerca del Partido, y por otro, el preanuncio de la meditación gramsciana
sobre las mutaciones que sobrevienen en la realidad europea y mundial luego de iniciarse el reflujo revolucionario de la gran ola de fines de la guerra y bajo la influencia
de la Revolución rusa. Ambos virajes se prolongan enriquecidos en los Cuadernos.
Cabe destacar el interés del informe de Gramsci de mayo de 1925.21 Este parte de la
base de que todos los partidos de la IC atraviesan una "crisis" desde 1921, es decir,
"desde el inicio del período caracterizado por un enlentecimiento del ritmo revolucionario". Gramsci reitera esta caracterización por la IC y por Lenin, del nuevo momento histórico, que exige cambios en la estrategia y la táctica hacia las grandes masas, y
la construcción de formas de unidad como el frente único. Reclama a la vez, una mayor consolidación ideológica y orgánica de los flamantes y a menudo pequeños partidos comunistas. Se remite a Lenin e invoca 5 puntos necesarios a la eficiencia del
partido revolucionario "en el período de preparación revolucionaria". (No olvidemos
que en Lenin esta expresión -preparación revolucionaria- denomina todo el período
de acumulación de fuerzas, es decir, cuando todavía no existen condiciones objetivas
y subjetivas para conquistar el poder).
Estos 5 puntos son:
1) Todo comunista debe ser marxista. Hoy "diremos marxistaleninista", escribe Gramsci. Lenin ya ha muerto.
2) Todo comunista debe estar en
primera línea de la lucha proletaria;
3) Todo comunista debe aborrecer la pose revolucionaria y las "frases escarlatas"… "debe ser no sólo un revolucionario sino un
político realista";
4) Debe subordinarse siempre a la voluntad del Partido, y
5) debe
ser internacionalista. Estos 5 puntos resumen las recomendaciones de "bolchevización" de los partidos hechas por la IC.
Luego de remitirse al El extremismo... de Lenin, Gramsci invoca lo que llama "los dos
principios políticos del bolchevismo: la alianza entre obreros y campesinos y la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario anticapitalista". El comunista
italiano arranca de dos tesis básicas del leninismo y que se constituirán luego en los
Cuadernos, desarrolladas, en el cimiento de alguna de sus principales reflexiones: la
hegemonía y el bloque histórico.
Inspirándose ostensiblemente en la apreciación de Lenin acerca de la mayor dificultad de la revolución en Europa occidental en relación con la vieja Rusia, Gramsci anticipa (viene del encuentro con Lenin, de la continuada polémica de éste con los "izquierdistas" acerca de la revolución en la Europa capitalista desarrollada) elementos
de su tesis -tan trajinada posteriormente- sobre la "guerra de posiciones" en las condiciones "de la sociedad civil" europea occidental. Dice Gramsci:
"Por algunos aspectos, los partidos revolucionarios de Europa occidental se encuentran hoy sólo en las
condiciones en que se encontraban los bolcheviques rusos hasta la formación de su
Partido. En Rusia no existían antes de la guerra grandes organizaciones de trabaja-
21 La situazione interna del nostro Partito ed i compiti del prossimo Congreso - Scritti Politici, pp. 625 en
adelante.dores que en vez, caracterizaron todo el período europeo de la II Internacional. En
Rusia, el Partido no sólo como afirmación teórica general, sino también como necesidad práctica de organización y de lucha, resumía en sí todos los intereses vitales de
la clase obrera, la célula de fábrica o de calle guiaba a las masas, sea en la lucha por
las reivindicaciones sindicales, sea en la lucha política por derribar el zarismo". "En
Europa occidental, en vez, se viene constituyendo una división del trabajo entre organización sindical y organización política de la clase obrera. En el campo sindical"
se desarrolla e impera a menudo "la tendencia reformista".
Y agrega Gramsci: con el reflujo revolucionario los reformistas se han apoderado del
mecanismo central de los sindicatos cerrándole el paso a las minorías revolucionarias. Es decir que entre las "casamatas" y "fortines" que en la sociedad civil de Europa occidental frenan y dificultan la revolución, se deben señalar la gravitación reformista, integrada al capitalismo y que en el pasado reciente actuó directamente
como fuerza contrarrevolucionaria. Frente a esta situación Lenin no aconsejaba sólo
la lucha ideológica y la automaduración política de los partidos comunistas (que deberían convertirse "en fuerzas políticas reales"), sino que consideraba también índice de madurez la pugna múltiple por la conquista de la mayoría de la clase obrera y
la formación del "frente único" con los partidos de la II Internacional. Justamente, el
cortante discurso de Lenin En defensa de la táctica de la Internacional, dispara contra
las opiniones sectarias, doctrinaristas y fraseológicas de muchas delegaciones europeo-occidentales, entre ellas la mayoría de la delegación italiana. Gramsci, se va alineando junto a estas posiciones del genial revolucionario ruso y procurará defenderlas y aplicarlas sin vacilaciones a su retorno a Italia.
En todo el primer período del Partido italiano Gramsci no había roto radicalmente
con Bordiga. Ahora adopta una posición definitiva, que repercute inmediatamente
en la conformación de la dirección partidaria. Togliatti y otros recuerdan la preocupación de Gramsci por la edificación del Partido como clave de la problemática revolucionaria de su país.
En marzo-abril de 1925 Gramsci retorna a Moscú con el fin de intervenir en la V sesión del Comité Ejecutivo ampliado de la Internacional Comunista. En esos días pronuncia un discurso en la Conferencia de Agitación y Propaganda de la IC. Entre las
preocupaciones de Gramsci sobresale muy vivamente el planteamiento leninista de
la alianza obrero-campesina.
Esta gran línea de búsqueda teórica se continúa en el ensayo La questione meridionale, ensayo incompleto hasta la hora de su detención en noviembre de 1926. Este trabajo tiene un marcado filo creativo: la alianza obrero-campesina se teoriza en concreto (en la Italia contradictoria de norte industrial y sur agrario), pero se lo sitúa no
aisladamente sino en el marco de toda la sociedad meridional, signada por la gravitación de la cuestión vaticana y por el papel especial de los intelectuales, subrayándose ya la importancia a lo que Gramsci llamaría con insistencia más tarde "cambios
moleculares" en la relación de las clases y movimientos políticos.
En los trabajos de 1925-26 Gramsci, pues, comienza a sintetizar en términos italianos la lección leninista. Ha calado la profundidad y coherencia filosófica, política y de
conducción partidaria del leninismo, y como jefe de Partido se siente más seguro,
pero también más urgido, a elaborar lo que podríamos llamar la teoría de la revolu-ción italiana.
La maduración leninista del pensamiento de Gramsci, que claramente se sazona en el
terreno político en ese fértil trecho de 1922-1926, le permite sentar las premisas filosóficas y teórico-políticas de sus más célebres reflexiones (la función hegemónica
de la clase obrera y su sistema de alianzas, la categorización de las fuerzas motrices
de la revolución, y lo que más tarde llamará el bloque histórico en tanto expresión y
pugna del complejo contradictorio de las fuerzas potencialmente revolucionarias, no
sólo en el territorio económico-político, sino en todo el ámbito de la sociedad civil, y
en particular a los niveles superestructurales).
Para este rastreo preliminar, interesa recordar que Gramsci fue encarcelado en noviembre de 1926. En marzo de 1927 comunica a Tatiana -su cuñada- su primer plan
de estudios, aunque sólo en enero de 1929 recibe autorización de escribir. Es sugerente, empero, que ya en noviembre de 1927 había demandado autorización para
recibir las obras de Maquiavelo, motivo metafórico de su reflexión acerca de la política y el Partido. Interesa retener que, puesto a escribir, podemos encontrar ya en el
primer Cuaderno (1929-1930) una reflexión madura sobre la que será su temática
teórico-política fundamental. Inclusive, de su reflexión acerca del Estado y de lo que
-un poco abusivamente- algunos llamaron después su "ampliación" de la teoría del
Estado de Marx y Lenin.
En este comentario que luce de entrada en el primer Cuaderno, Gramsci aborda en
texto acabado, la conceptuación de la relación de hegemonía y sistema de alianzas,
de fuerzas motrices y dirección proletaria, y en forma muy ostensible la fundamentación de la teoría del bloque histórico.
Escribe Gramsci:
"El criterio histórico político en que es necesario fundar la propia
búsqueda es éste: que una clase es dominante de dos modos, esto es 'dirigente' y
'dominante'. Es dirigente de las clases aliadas, y dominante de las clases adversarias.
Por esto, una clase ya antes de ir al poder puede ser 'dirigente' (y debe serlo):
cuando está en el poder se convierte en dominante pero todavía continúa ser dirigente"....
"La dirección política se torna un aspecto del dominio en cuanto a que la absorción
de las élites de las clases enemigas lleva a la decapitación de éstas y a su impotencia.
Esto puede ser ‘una hegemonía política', incluso antes de ir al gobierno y no necesita
contar sólo con el poder y la fuerza material que ello da, para ejercer la dirección y la
hegemonía política.22
Estas apreciaciones de Gramsci, claramente definidas, se continuarán, profundizándose, en toda la longitud de los Cuadernos. En la base de todos los desarrollos sin
embargo persisten y hasta se repiten estas definiciones teóricas. Es decir, aunque
insistir en ello parezca reiterativo, que la estrecha conexión orgánica de los principios de hegemonía y sistemas de alianzas, desde el inicio relacionados con la teoría
del Estado y de la dictadura del proletariado, no se formulan por Gramsci en la meditación de la cárcel, sino que se configuran antes de la prisión, a partir de notorias
teorizaciones de Lenin.
22 A. Gramsci, Quaderni del Carcere, Primo Cuaderno - Tomo I, p. 41. Año 1929-30. Ed. a cargo de Valentino Gerratana. Subrayados míos.Como dijera Togliatti -glosando a su gran amigo- la distinción entre hegemonía y dictadura del proletariado es en Gramsci metodológica y no orgánica. Respondía así a lo
que serían más tarde tentativas de impostar forzadamente una oposición entre
Gramsci y Lenin, con vistas a insertarlo en la buena sociedad burguesa y en un reformismo indecoroso.
Antes de examinar este aspecto -muy relacionado con la teoría del Estado- interesa
evidenciar la inmediata filiación leninista, hasta en el vocabulario, de las guiadoras
frases de Gramsci del primer Cuaderno.
Justamente, en varios de los trabajos de la última porción de su vida, Lenin explica la
doble función de dominación y dirección de la clase obrera al conquistar el poder,
implícita en las tareas principales de la dictadura del proletariado. En particular, en
un profundo ensayo, (muy célebre por su incidencia en la elaboración concreta de
las rutas singulares de transición al socialismo, Economía y Política en la época de la
dictadura del proletariado), Lenin reúne los conceptos de dominación y de dirección
en un texto muy similar al asumido por Gramsci.
"... Bajo el capitalismo –escribe- el proletariado era una clase oprimida, carente de
toda propiedad sobre los medios de producción, la única clase directa y totalmente
contrapuesta a la burguesía, y por lo tanto, la única capaz de ser revolucionaria hasta
el fin. Después de derrocar a la burguesía y de conquistar el poder político, el proletariado ha pasado a ser la clase dominante...".
A esta función dominante el proletariado agrega en unidad dialéctica, la función de
dirección (hegemonía) que consistía en la Rusia de entonces en el arrastrar a su lado
a los campesinos y a grandes estratos de la pequeña burguesía. Dice Lenin: "...Se trata de una masa bastante considerable (en la atrasada Rusia, inmensa) de trabajadores, unida por el interés común de los trabajadores de liberarse de los terratenientes
y los capitalistas; por otra parte, se trata de pequeños patrones y comerciantes individuales" (...) "Con respecto a esta clase -o a estos elementos sociales- la tarea del
proletariado consiste en dirigir, en luchar por someterlos a su influencia" (los subrayados son míos).23
En numerosos artículos y discursos, desde 1917, en que Lenin reivindica la necesidad de que la clase obrera conquiste el poder (como pedía el Manifiesto Comunista:
que se eleve a clase dominante), se reafirma simultáneamente la necesidad del ejercicio de su dirección sobre los vastos sectores de trabajadores, sobre todo el pueblo.
Por lo mismo, Lenin reitera que la "esencia de la dictadura del proletariado no se reduce a la violencia ni consiste fundamentalmente en ella...".24
Y en su avizor artículo La gran iniciativa insiste: "La dictadura del proletariado -
como ya lo dije en más de una ocasión, entre otras en mi discurso de marzo ante el
Soviet de Petrogrado- no es sólo la aplicación de la violencia contra los explotadores;
ni siquiera es fundamentalmente la violencia".25
La violencia, en la acepción marxista de la expresión, es condición del dominio. Pero
sistemáticamente Lenin insiste en la otra faceta, la dirección. Así, en un trabajo por
23 Economía y Política en la época de la dictadura del proletariado. O.C., T. XXX, pp. 109-110.
24 Saludo a los obreros húngaros. O.C., T. XXIX, pp. 381-382.
25 Una gran iniciativa. O. C., T. XXIX, pp. 411-412.demás conocido por los comunistas de Europa occidental,26 el genial revolucionario
advierte: "La revolución proletaria no puede llevarse a cabo sin contar con la simpatía
y apoyo de la inmensa mayoría de los trabajadores hacia su vanguardia, el proletariado". Así ocurre no sólo antes o durante el proceso de conquista del poder: ''esta lucha
prosigue después de la conquista del poder, sólo que bajo otras formas''. Y en célebre
discurso Tareas de las Juventudes Comunistas, subraya otra vez la necesidad de que
"el proletariado transforme, reeduque a una parte de los campesinos...”.27
Adviértase que en Lenin las dos categorías -dominación y dirección- se enlazan orgánicamente. Así ya en su informe de 1917 acerca de la Situación económica de los
obreros de Petrogrado, escribe: "El proletariado debe convertirse en la clase dominante en el sentido de guía de los trabajadores, y la clase dominante políticamente”.28
Al formular su concepción de la dictadura del proletariado, Lenin acuña dos definiciones inseparables: el carácter proletario del Estado pero a la vez, y a diferencia de
Trotsky, como un sistema de poder que comprende la alianza obrero- campesina, y
en torno a ella todo el complejo de las organizaciones de masas con una función rectora del Partido. En ese sistema el poder del Estado y la administración pública son
órganos fundamentales de dominio, pero también de dirección económica, de instrucción pública y servicio social, que está signada por la participación del pueblo a
través de los Soviets en el mecanismo gubernamental y de dirección. Así toda la estructura de los organismos de poder supone el protagonismo del pueblo trabajador
a través de un múltiple cañamazo dentro del cual la clase de vanguardia hegemoniza,
es decir, ejerce la dirección política. Estas tesis integran la teoría leninista de la revolución rusa elaborada ya en lo esencial en Dos tácticas.... El planteamiento cardinal
acerca de la hegemonía del proletariado, lo que supone la doble función de dominio
y dirección, se encuentra listo desde entonces en el morral teórico del leninismo. Y
cuando Lenin, en obra fundamental -El Estado y la revolución- debe definir en 1917
las tareas de la dictadura del proletariado, involucra la categoría dual (o si se quiere
las dos categorías) de dominación y dirección como tareas ineludibles de la vanguardia proletaria. "El proletariado necesita el poder estatal, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia
de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semi-proletarios, en la obra de ‘poner en marcha' la
economía socialista".29 (Subrayados míos)
Como se ve, se viene al suelo toda la especulación irresponsable que procura oponer
a un Gramsci que postula las tareas de dirección y hegemonía del Estado, un Lenin
que privilegia la dominación desnuda y la violencia.
Incluso cuando el talentoso "jefe del Partido Comunista Italiano" rechaza "la identificación de Estado y gobierno", encontramos en Marx esta distinción, y en Lenin el
análisis de la misma en El Estado y la revolución o en La revolución proletaria y el renegado Kautsky. La célebre fórmula de Gramsci:
"Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía vestida de coerción", lleva implícita la distinción le-
26 Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes. O.C., T. XXX, p. 53.
27 Obras Completas, T. XXXI. pp. 280. Tareas de la Unión de juventudes.
28 Lenin. Acerca del Partido y la dictadura del proletariado, pág. 153 - Habana - 1973.
29 El Estado y la revolución, O.C., T. XXV, p. 398.ninista. En otra nota, Gramsci escribe en vez de "vestida", "acorazada de coerción".
Más evidente todavía cuando en la misma reflexión (en sus notas sobre Maquiavelo)
Gramsci alude al proceso de agotamiento del "Estado coerción a medida que se afirman elementos cada vez más conspicuos de sociedad regulada (o Estado ético y sociedad civil)". O sea, lo que hoy llamaríamos fases del socialismo desarrollado en su
avance hacia el estado comunista, con su proyección de la más amplia democracia en
la perspectiva de la "extinción del Estado", como ya previeran Marx y Engels.
Esta verificación y contrastación de textos destruye también la afirmación circulada
como moneda de buena ley en Europa occidental, acerca de que la teoría del Estado
de Lenin (y por extensión la de Marx, que según Althusser habría quedado apenas en
la etapa descriptiva) se reduciría a una concepción del Estado que han dado en llamar instrumental. Aluden con ello a la conocida tesis de Marx y Engels que analizó el
Estado ante todo como aparato de dominación de una clase por otra. Pretenden que
Gramsci habría "ampliado" este concepto incorporando todas las otras formas de
dominación y dirección significadas por los llamados aparatos ideológicos de hegemonía.30 Las citas referidas demuestran que en Marx y Lenin se hallan incorporadas
explícitamente las funciones de hegemonía a la teoría del Estado. Incurren en la
mencionada demasía teórica, autores importantes como Althusser, Poulantzas, C.
Buci-Glucksmann y otros, y tras ellos todo un rebaño que se valen de citas referidas
a citas -teóricos del recocido- para redimensionar a Marx y a Lenin. Olvidan incluso
los estudios de Lenin acerca del capitalismo monopolista de Estado que teoriza las
funciones económico-sociales del Estado.
Con la intención de amplificar el enfoque de Marx y Lenin se cae en verdad en un
mecanismo que absorbe prácticamente todo el ámbito de la superestructura en la
categorización de los llamados aparatos ideológicos de hegemonía.
Gramsci nunca se diferenció de Lenin al reiterar a lo largo de todos los Cuadernos
este concepto matriz de hegemonía. Por el contrario, le atribuyó siempre a Lenin la
paternidad.
Escribe: "La proposición contenida en la "Introducción a la crítica de la economía
Política" respecto a que los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura en el terreno de las ideologías, debe ser considerada como afirmación de valor
gnoseológico y no puramente psicológico y moral. De ello resulta que el principio
teórico-práctico de la hegemonía tiene también un significado gnoseológico; por lo
tanto, en este campo es menester buscar el aporte máximo de Ilic (Lenin) a la filosofía de la praxis. En efecto, Ilich habría hecho progresar la filosofía como filosofía en
cuanto hizo progresar la doctrina y la práctica política. La realización de un aparato
hegemónico, en cuanto crea un nuevo terreno ideológico, determina una reforma de
las conciencias y de los métodos de conocimiento, es un hecho de conciencia, un
hecho filosófico".31
30 Gramsci dice: "...significa que por Estado debe entenderse además del aparato gubernativo también
el aparato 'privado' de hegemonía" (T. II, p. 801). Y anota en otro lugar: "las superestructuras de la
sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna" (op. cit, p. 860). "...Se trata
pues de estudiar, en profundidad, cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden al
sistema de defensa en la guerra de posiciones" (op. cit. p. 860).
31 A. Gramsci. Quaderni..., ed. cit., T. II, pp. 1249-1250.Y en el célebre texto en que Gramsci parangona a Marx y a Lenin, se puede leer: “El
paso de la utopía a la ciencia y de la ciencia a la acción. La fundación de una clase dirigente (esto es, de un Estado) equivale a una weltanschauung. La expresión de que
el proletariado es el heredero de la filosofía clásica alemana ¿cómo debe ser entendida? ¿No quería indicar Marx que la función histórica de su filosofía es convertirse
en teoría de una clase que devendrá Estado?".
"Para Ilich esto ha acontecido realmente en un territorio determinado. He señalado
en otra parte la importancia filosófica del concepto y el hecho de la hegemonía, debidos a Ilich. La hegemonía realizada significa la crítica real de una filosofía, su real
dialéctica".32
Estas afirmaciones -productos de un pensamiento filosófico y político maduro - subrayan una vez más la conexión orgánica de Lenin y Gramsci. Este enlace privilegiado
no se procesa sólo en el terreno de la meditación teórica. Allí culmina, en reflexión
creadora, la unidad intrínseca de la vida y la obra de Gramsci. De un pensamiento
que sintetiza en la hora de la tragedia, la praxis del joven Gramsci elevado por la
conmoción de la Revolución rusa a actor de nivel protagónico del movimiento comunista internacional. ¡Qué impudicia la de toda esa gente -que refractan la presión
de los "aparatos ideológicos" de dominación o hegemonía del capitalismo-, empeñada en descuartizar al comunista Gramsci, al miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional, al leninista inquieto, laborioso y creador, al jefe de Partido, para convertirlo en un "gran intelectual" para todo servicio, que escribió en los Cuadernos textos
sibilinos que pueden servir para un fregado nacional-reformista o socialdemócrata,
o para un barrido marxológico, aislado asépticamente de toda práctica revolucionaria. Frente a todo ese malabarismo indecente, queda en primera instancia un recurso:
leer directamente a Gramsci, situarlo en su tiempo y simultáneamente leer a Lenin.
De esas lecturas surgirá mayor y más espléndido el empeño talentoso de Gramsci,
entroncado naturalmente entre los grandes jefes de la revolución socialista internacional. Y es parte de su nutrido y ejemplarizante martirologio.
En las notas sobre Maquiavelo, Gramsci exaltó al partido de la clase obrera, al Partido Comunista, como "el moderno Príncipe" y el "intelectual colectivo".
La hegemonía del proletariado solo puede ejercerse si se acompaña de la alianza con
los campesinos y las amplias capas medias urbanas, con un papel también de fuerza
motriz de los intelectuales. La construcción de tal hegemonía es el gran desafío al
Partido de la clase obrera, acuciado a forjar así la fuerza social, política e intelectual
de la revolución.
"El Príncipe ocupa en las conciencias el lugar de la divinidad o del imperativo categórico, deviene la base de un laicismo moderno y de una completa laicización de
toda la vida y de todas las relaciones y costumbres".33
En esta segunda definición del papel del Partido, Gramsci resume en otra frase la
continuidad del desempeño del "moderno Príncipe" como "pregonero y organizador
de una reforma intelectual y moral".
Poco antes de ser encarcelado, Gramsci ya hablaba de cómo el Partido para reflejar
32 Ibidem, pp. 881-882.
33 Quaderni..., T. III, p. 1561. "una conciencia superior" debe "asimilar el marxismo y debe asimilarlo en su forma
actual, como leninismo".34
Esta meditación cobró nuevos espacios teóricos, al pensar -pese a Mussolini- en una
década de horrible penumbra carcelaria.
* Publicado en separata de Estudios Nº 100, octubre de 1987.
El original dactilografiado se encuentra en el Archivo de la Fundación Rodney Arismendi, Carpeta 24. Se han corregido errores de edición, en particular ortográficos, de puntuación, etc.
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