lunes, 9 de agosto de 2021

TECNOPLUTOCRACIA Y PANDEMIA Y ESCRITORES IMPORTANTES,...¡¡¡.

  

PREGUNTO A LA MÁQUINA,... ¡¡ : que significa tecnoplutocracia - Bing // : 

  • 1º BLOQUE ¡¡ : Tecnoburocracia. Capa dirigente formada por los empleado s público s y técnicos, que en el ejercicio de sus funciones utilizan los órganos del estado como instrumento de su propio poder.
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  • LA GENTE TAMBIÉN PREGUNTA
  • Tecnoburocracia - Enciclopedia Juridica

    www.enciclopedia-juridica.com/d/tecnoburocracia/tecnoburocracia.htm

    Tecnoburocracia. Capa dirigente formada por los empleado s público s y técnicos, que en el ejercicio de sus funciones utilizan los órganos del estado como instrumento de su propio poder.

  • SOBRE EL CONCEPTO Y TERMINOLOGÍA DE …

    https://lukyrh.blogspot.com/2021/07/sobre-el-concepto-y-terminologia-de.html

    La tecnoplutocracia dominante global está en la tarea de nueva fase de acumulación que es la colonización interplanetaria,...para ello necesitan un poder global militarizado más que nazismo-fascismo,...por ello tantas guerras permanentes para eliminar lastre social global, obrero-popular; hay opiniones de que le estorban como las 5/6 partes de la humanidad actual,...holocausto y genocidio ...

  • Tecnocracia - Qué es, definición y concepto | 2021 ...

    https://economipedia.com/definiciones/tecnocracia.html

    La tecnocracia es un posicionamiento ideológico, científico y racional, aplicable en campos como el sistema de gobierno y la política, así como la gestión de la …

  • Los problemas de la tecnocracia y el papel de los expertos

    www.cepc.gob.es/Controls/Mav/getData.ashx?MAVqs=~aWQ9OD… · Archivo PDF

    No puede disociarse a la política de la técnica, lo que no significa en, modo alguno que la primera sea, de ahora en adelante, absorbida por la. segunda. i.° Posición de la técnica en las opciones fundamentales 8) La participación de los expertos en la definición de los objetivos

  • https://ca.wikipedia.org/wiki/Tecnocràcia
    Image
    El mot és un neologisme, que va aparèixer als anys 1930 en analogia amb democràcia, teocràcia, plutocràcia, burocràcia. Deriva de dos arrels del grec antic: technè (tècnica) i kratos(força, poder).
  • Tecnocracia - Wikipedia, la enciclopedia libre

    https://es.wikipedia.org/wiki/Tecnocracia_(burocracia)
    • Orígenes filosóficos: siglo XIX
      Por regla general, se atribuye la primera expresión consciente de la ideología tecnocrática al filósofo y sociólogo francés Claude-Henri Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), que en su obra Réorganisation de la société européenne, de 1814, afirma: Saint-Simon es el primero que propone para …
    • Tecnocracia práctica: años 1930
      El término tecnocracia se impone a partir de los primeros años 1930 para indicar la progresiva expansión —alentada por parte de algunos, temida por otros— del poder de los técnicos de producción (químicos, físicos e ingenieros) basado en el supuesto de que quien está capacitado para gobernar el proceso ind…
  • Teocracia - Wikipedia, la enciclopedia libre

    https://es.wikipedia.org/wiki/Teocracia
    • Culturas primitivas y primeras civilizaciones
      Los sistemas teocráticos más antiguos serían las sociedades tribales primitivas donde, en muchos casos, el chamán se sobreponía a las jefaturas o bien ejercía un doble rol como líder espiritual y jefe tribal él mismo. Un sistema similar, ya con casta sacerdotal (los levitas) es el que aparece descrito en e…
    • Cesaropapismo e hierocracia en el cristianismo
      El cesaropapismo, inaugurado en Oriente por los emperadores bizantinos, se dio en Occidente por la práctica política de Carlomagno continuada por los Carolingios, los Otónidas y los Hohenstaufen, aunque tuvo que ceder definitivamente ante el peso que la hierocracia alcanzó con los teóricos de las máxima…
    • Teocracia en el islam
      El califa fue, hasta la abolición del califato otomano en 1924, el máximo gobernante del Imperio islámico y, a la vez, «príncipe de los creyentes» y jerarca máximo del islam, aunque solo era reconocido por un cierto sector, usualmente mayoritario, de los musulmanes, generalmente dentro del sunismo. La relació…
  • Tecnoestructura - Qué es, definición y concepto | 2021 ...

    https://economipedia.com/definiciones/tecnoestructura.html

    Aspectos que probablemente son menos rentables que una medida que desde el directorio pudiera tomarse, considerando la proporcionalidad del riesgo que esas decisiones significan. En síntesis, la tecnoestructura es un componente fundamental en las organizaciones y en el siglo XXI requiere de profesionales cada vez mejor capacitados y especializados.

  • [[ 1.- ]] >>> LA HUMANIDAD ES UNA MOTA DE POLVOOOOOO ...

    https://comandoproletsuniversal.wordpress.com/2021/06/27/1-la...

    27/6/2021 · DOMINGO, 27 DE JUNIO DE 2021 [[ 1.- ]] >>> LA HUMANIDAD ES UNA MOTA DE POLVOOOOOO, SUCIO CON VIRUS-BICHITUS Y TÓK,…¡¡¡.,…—> ANTE LA TECNOPLUTOCRACIA ...

  • La TECNOCRACIA es la única solución. - Foro Coches

    https://www.forocoches.com/foro/showthread.php?t=4683956

    14/12/2015 · La TECNOCRACIA es la única solución. General. INICIO: FORO : Foro Coches > Zona General > General: La TECNOCRACIA 


  • 2º bloque ¡¡ : 

  • Significador - significado de significador diccionario

    https://es.thefreedictionary.com/significador

    Definición de significador en el Diccionario de español en línea. Significado de significador diccionario. traducir significador significado significador traducción de significador Sinónimos de significador, antónimos de significador. Información sobre significador en el Diccionario y Enciclopedia En Línea Gratuito. adj./ s. Que significa.

  • Mustafa Kemal Atatürk - Wikipedia, la enciclopedia libre

    https://es.wikipedia.org/wiki/Atatürk

    Los griegos comprendieron la amenaza que significaban las fuerzas de Kemal para su posición en el oeste de Anatolia, y avanzaron para hacerle frente. Los acontecimientos militares que se desarrollan durante 1921 y 1922 culminaron con la total expulsión de los griegos y la recuperación del área denominada ‘turca’ en el Pacto Nacional de Atatürk.

  • Diario de la peste – Caras y Caretas

    https://carasycaretas.org.ar/2020/05/22/diario-de-la-peste

    22/5/2020 · Traducido significa que la salida no sea un capitalismo feroz y renovado en su versión neoliberal sino un estatismo desarrollista lesivo para los intereses del imperio. En esa línea, el elegido por los EE.UU. en Brasil, ... ATTENTI A LA TECNOPLUTOCRACIA.

  • La web “MARXISMO CRÍTICO”, Y NUESTRA LÍNEA POLÍTICA ...

    https://comandoproletsuniversal.wordpress.com/2021/07/31/la-web...

    31/7/2021 · VIERNES, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2020 LOS 10 ARTÍCULOS MÁS LEÍDOS EN MARXISMO CRÍTICO EN EL 2015 08/01/2016 Deja un comentarioGo to comments Como venimos haciendo desde hace ya 4 años aquí os presentamos los 10 artículos con más visitas de este año 2015 . Seguimos poco a poco con el proyecto pese a las dificultades…

  • Definición y significado de Signature - ¿Qué es Signature?

    https://www.buscapalabra.com/definiciones.html?palabra=signature

    Definición de Signature, descubre el significado y todas las acepciones que tiene Signature también puedes ver su etimología, su categoría gramatical, como es Signature en otros idiomas y refranes donde aparece la palabra Signature. Diccionario de Español

  • Mosaic | El uso de la música en Internet

    https://mosaic.uoc.edu/2004/06/29/el-uso-de-la-musica-en-internet

    29/6/2004 · Hemos asistido a toda una evolución de acontecimientos en esta disciplina, que van desde el caso MP3, pasando por el caso Napster, hasta llegar a las actuales redes peer to peer (P2P), motivada por la reacción de los responsables e impulsores de tales actividades a las reclamaciones judiciales de los titulares de los derechos de autor, que se han significado especialmente en EE.UU. por medio ...

  • Catholic.net - Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

    https://es.catholic.net/op/articulos/3091/cat/644/nuestra-senora-de-la-medalla...

    Nuestra Señora de las Gracias. Apariciones de la Virgen María a Santa Catalina Laboure y la Medalla Milagrosa. París, 1830. Las apariciones. El 1830 es un año clave: tiene lugar en París la ...

  • Miles de personas convocadas por UGT y CCOO ... - Diario16

    https://diario16.com/miles-de-personas-convocadas-por-ugt-y-ccoo...

    27/6/2020 · «Queremos que se pongan los recursos encima de la mesa para garantizar lo fundamental: la salud de las personas y la vida», ha declarado el secretario general de CCOO de Catalunya, Javier Pacheco. «Tenemos que salvar vidas, tenemos que continuar salvando vidas, pero el sindicalismo también tiene que salvar trabajos», ha afirmado el secretario general de UGT de Catalunya, Camil Ros.

  • Jin - 방탄소년단 - Awwwww, no sé qué es más tierno; si la nueva ...

    https://www.facebook.com/Jinxox13/posts/979975519482001

    Awwwww, no sé qué es más tierno; si la nueva versión de RJ con su mochilita, o Jin siendo comparado con mientras se estira. Es tan hermosooooooo 珞 #BTSJIN #방탄소년단진 #BTSジン#ジン …

  • REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: P. PODEMOS ¿¿¡¡ Y UNIDAS ...

    https://lukyrh.blogspot.com/2020/11/p-podemos-y-unidas-podemos-mi-me...

    Por qué necesitamos una revolución real. Una revolución real no significa tratar de hacer algunos cambios dentro de este sistema, significa



  • +++++++++++++++++++++++************** PRIMERA PARTE,...¡¡¡.                                                                  Diario de la peste – Caras y Caretas // : Lunes 9 de Agosto 2021 --                                                  La nueva anormalidad.--  22 de mayo de 2020. DÍA SESENTA Y SEIS DE LA CUARENTENA.  Qué tiene de normal que en el mundo haya ya más de cinco millones de enfermos y más de 330 mil muertos en apenas cinco meses; que en la Argentina, el trozo de tierra que habitamos tenga ya casi 10 mil enfermos y 420 muertos que no pudieron ser abrazados por sus seres queridos en el momento final, que no vimos morir, que no se velaron, que no sabemos su nombre, que son apenas una estadística. Qué tiene de normal que en medio de la peor pandemia del siglo XX haya un fondo de inversión invisible que concentre, por ejemplo, 40 veces el PBI de la Argentina –y ocho veces el de Alemania– y pelee, a pesar de que campea la muerte, la caída brutal de la producción, el péndulo mortal de Edgar Allan Poe sobre la cabeza de millones de posibles desocupados en el mayor desplome del capitalismo de este siglo, unos puntos más, una tasa más alta de interés, unas lonjas más de carne para cobrar sus deudas de la Argentina. El gobierno de Alberto Fernández ya avisó –a través de su ministro de Economía, Martín Guzmán– que no pagará a costa del sudor y la sangre de los argentinos si no es con una quita de la impagable deuda del saqueo macrista que lleve el total a un igualmente lesivo 44 por ciento de lo que el país debe. ¿Qué tiene de nueva y de normal esta realidad de la humanidad replegada en sus pequeños mundos privados azotada por el miedo a morirse? Tal vez tenga de normal la extorsión del capitalismo feroz y cruel de la etapa neoliberal donde parecería anormal que el propio FMI capitaneara el salvataje de los Estados nacionales contra el hambre desmedida de los fondos buitre del mundo. O sea, tal como señaló Joseph Stiglitz, la Argentina tiene razón en negarse a pagar aquello que no podrá sostener a costa de la destrucción de su propia potencia laboral, social, su estabilidad política, es decir, su futuro. Porque la Covid-19 arrancó libras de carne del país. ¿Qué tiene de normal una cuarentena para los argentinos cuando la actividad económica marcó una caída del 11,5 por ciento en marzo respecto de igual mes del año pasado? Cuando el Indec registró bajas del 46,5 por ciento en construcción y del 30,8 en hotelería y restaurantes. Cuando la paralización de actividades produjo bajas en todos los rubros. Y cuando esta evolución está en línea con la casi totalidad de los países, que sufren contracciones incluso peores a la argentina en aquellos casos que no hicieron o demoraron la cuarentena. Y qué tuvo de normal que la ciudad de Buenos Aires, la más rica de la Argentina, dejara estallar la enfermedad en villas miseria –llamados barrios vulnerables, cuando en realidad habría que llamarlos barrios vulnerados por la desigualdad– o en los geriátricos y en los paradores de pobres errantes, como era obvio que así sería, a pesar de la cara de asombro permanente de su gobierno de derecha, muriera Ramona Medina, una líder popular, reclamando agua potable cuando el barrio está a mil metros de las plantas potabilizadoras de la ciudad. “La Argentina fue un país distinto cuando le dimos derechos a la gente. Y fue muy distinto cuando se los sacaron. Sé que tienen problemas y vamos a ayudar a resolverlos, quiero que los que están sufriendo no sufran más”, dijo AF ante los representantes sociales tan heridos de la Villa 31 donde murió Ramona. -- // ---  

    DE BUITRES Y LOBIZONES.

    Entonces, qué tiene de normal, se insiste, que los principales comunicadores que responden a las principales empresas militen la muerte, promoviendo la supremacía de la economía por sobre el cuidado de la vida. Qué tiene de normal que esas empresas (tal como detalló el periodista Horacio Verbitsky), como el Grupo Clarín, Techint, Arcor, Pampa Energía y Aceitera General Deheza, estén entre los mayores responsables de la fuga de capitales durante el gobierno del ex presidente Mauricio Macri. Que según el informe dado a conocer por el Banco Central argentino, que estima esa fuga en 86.000 millones de dólares, hay una notable concentración en unos pocos actores económicos: “Ellos son –los principales accionistas de Clarín, Techint, Arcor, Pampa Energía y Aceitera General Deheza– Héctor Magnetto, Paolo Rocca, Luis Pagani, Marcelo Mindlin y Miguel Acevedo, forman parte de la Asociación Empresarial AEA, participan de IDEA y de la Unión Industrial, las entidades de lobby patronal que presionan al gobierno para que mejore la oferta a los bonistas bajo ley de Nueva York, pague los salarios de sus trabajadores, permita despedirlos, suspenderlos y reducirles su retribución; elimine las retenciones a las exportaciones agropecuarias, reduzca el déficit fiscal y archive el proyecto de ley de contribución extraordinaria para las grandes fortunas”. ¿Qué tiene de normal que el Estado termine pagando a esas empresas el sueldo de sus gerentes para evitar que despidan en masa a trabajadores? El filósofo y asesor presidencial Alejandro Grimson tiene razón cuando asegura: “Hay que tener convicciones y trabajar para construir el futuro, que no está garantizado. Va a estar en disputa, va a haber narrativas distintas para explicar lo que está sucediendo. También puede haber procesos de fortalecimiento de movimientos que ya habían empezado, como los de ultraderecha que en los últimos años aparecieron en varios países. Si tenés un Estado y una salud pública débil, un país librado a los flujos del capital financiero internacional, si te orientás exclusivamente de acuerdo a los deseos de los países centrales, no solamente vas a generar más exclusión sino que vas a tener un país que no va a estar preparado para este tipo de situaciones que, de distintas formas, puede que se repitan en el futuro”. Tal como AF intenta conjurar en la conducción diaria de la Argentina a los heraldos negros de dar como normal la desigualdad, el destrato, la pobreza, sus pares latinoamericanos insisten con esa línea como si el capitalismo entrara en una etapa de deliberación. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aseguró que para hacer frente a la crisis económica que generó la Covid-19 se requiere un modelo del todo nuevo, que definió como Estado de bienestar igualitario y fraterno, basado en democracia, justicia, honestidad y austeridad, y destacó que el coronavirus precipitó el derrumbe del modelo neoliberal. Indicó que el nuevo modelo debe desechar las recetas de los organismos financieros internacionales, supuestamente orientados a revertir las crisis recurrentes, pero que provocan nuevos ciclos de concentración de la riqueza, nuevas espirales de corrupción, crecimiento de la desigualdad, ensanchamiento de los abismos sociales entre las regiones y entre lo urbano y lo rural. Pero el ex presidente José Pepe Mujica no comparte ese optimismo. Cree que el mundo después del coronavirus “va a cambiar para peor porque estos fenómenos críticos por un lado crean pobreza y, por otro, tienden a concentrar la riqueza. Quienes tienen liquidez van a comprar cosas muy valiosas por una ganga. En esta coyuntura desaparecen las pymes y se benefician solamente las empresas grandes. El mundo va a resurgir todavía más pobre y va a haber disputas. Los escalones más bajos de la clase media van a pagar los platos rotos”. El discurso del genocida Jair Bolsonaro, en Brasil, de que mueran todos los que tengan que morir está dirigido, según el intelectual Emir Sader, a los más ricos, que controlan la economía y quieren ganar dinero nuevamente, a cualquier precio. Pero también se dirige a los más pobres, que son la mayoría, y necesitan salir de casa para sobrevivir. “Bolsonaro es responsable por las desgracias que Brasil está experimentando hoy. Desde su aventura de llegar al gobierno a través de mentiras y manipulaciones de internet, pasando por la formación de un gobierno incompetente y ridículo hasta la irrupción de la tragedia de la pandemia.” El filósofo coreano Byung-Chul Han tiene razón cuando concluye que el principio de la globalización es maximizar las ganancias y que “el capital es enemigo del ser humano”. Han nos hace temblar ante la naturalización de esta certeza: “La muerte no es democrática y siempre depende del estatus social. Siempre lo fue y la pandemia no cambió nada al respecto”, como se dijo en el caso de la Villa 31 y la infame muerte de Ramona Medina. Porque, además, “el teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo”. Un estudio realizado por la Universidad de Mar del Plata es revelador respecto de la marca clasista de la Covid-19. El gráfico dado a conocer muestra la curva de evolución de la pandemia en la Argentina de acuerdo a la clase social: baja, media y alta. Allí se ve que mientras al comienzo la clase alta tenía a principios de marzo cuando comenzó la cuarentena el 75 por ciento de los contagios, 25 por ciento la clase media, existía el 0 por ciento en la clase baja. Tres meses después –en este mayo– la curva se invirtió dramáticamente: los contagios en la clase alta eran del 4 por ciento; en la media del 19 y en la baja del 76. Claramente, la Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” –por eso sus comunicadores militan la muerte, es decir, el fin de la cuarentena masiva– porque “el capital es enemigo del ser humano”. Y porque los que morirán primero son los pobres. Pero Grimson llama a no aceptar la normalidad de este capitalismo buitre favorecida por la pandemia. No puede haber una nueva normalidad, como la llaman ahora, donde se acepte lo que no debe ser normal. Y la explotación del hombre por el hombre no debe ser normal. Aunque se inste a aceptar que siglos de capitalismo dan pátina de normalidad al lobizón aterrador de Hobbes.,...  ///,.. ----  

    SOLOS, INCIERTOS Y VIGILADOS.

    Se le llama, entonces, la nueva normalidad, a un mundo de soledad, de incertidumbre, de sentirnos espiados por el fantasma distópico del Gran Hermano. Es la pesadilla tenebrosa de George Orwell. ¿Se llama nueva normalidad a esa distopía? Como sostiene Naomi Klein, se le llama así a un futuro donde nos espera que cada uno de nuestros movimientos, nuestras palabras, nuestras relaciones puedan rastrearse y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre un gobierno y los gigantes tecnológicos. Y algo más, estaremos más solos que nunca. El filósofo coreano Han está convencido de que la pandemia no sustenta a la democracia. “Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes y con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No sólo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital.” Han cree que “sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”. La pandemia no es sólo un problema médico, sino social. La supervivencia, el sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida es el mundo que vaticina. Una híper vigilancia, un híper consumo tecnológico, una híper sociedad del cansancio. La pérdida de libertad, el fin del buen vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo. La preocupación, la incertidumbre y la ansiedad son los sentimientos predominantes entre los argentinos hoy. La mayoría defiende la extensión de la cuarentena si con eso se siente menos expuesto. La mayoría no está deprimida ni tiene miedo de morir. Una especie de estado vegetativo del placer, del sexo, del estar con el otro está suspendida en el tiempo. Las medidas de control por el incremento de contagios y muertes en la Argentina han detonado una serie de mecanismos de control de la población. Se estima que durante mucho tiempo este control y vigilancia estará entre nosotros por lo menos hasta que una vacuna convenza que el otro y la vida tal como la conocimos sean posibles. Mientras tanto, el peligro es aceptar que esta es una nueva normalidad. Se sabe que las palabras cargan, como armas, ideología que disparan sobre las creencias y vidas de la gente. Debemos empezar por saber desde ahora que convivir con el virus, con una pandemia, no es una nueva normalidad sino lo anormal para  la condición humana. Porque jamás habrá “normalidad” con la amenaza viral de la muerte, con la vigilancia extrema de los ciudadanos, con la disolución de los vínculos sociales, con el fin del placer por el cuerpo del otro. Ni con el fin del rito de la muerte. Ni con el teletrabajo o el telesexo. Como no es ni será nueva nunca “una nueva normalidad” la explotación del hombre por el hombre.,... -- ///,... ---  

    LA CONDICIÓN HUMANA EN CUESTIÓN.

    La transgresión del bañista solitario en Mar del Plata fue una humanada, un grito desesperado de libertad. La manera de apagar el incendio de la casa interior. El reto arriesgado y definitivo a la autoridad pero también la confesión de que el otro es ajeno. Que estamos juntos pero esencialmente solos. Y que ni todos obedecerán las reglas. Ni todos arriesgarán todo. Los porteños de Buenos Aires no se pueden tirar al río, contaminado desde hace décadas, ni pueden evitar morir en los asentamientos de la ciudad más rica de la Argentina, desde donde trepa la educada curva de contagios, tan tenida a raya por la sabia decisión del gobierno nacional de cuarentenear a rajatabla. Raya sobrepasada por la presión de los grandes burgueses, y de burgueses pequeños, que querían la apertura porque la economía lo demandaba y coso. Pero esta peste, como siempre ocurrió, lacera y discrimina por clases. No somos todos iguales. El “bichito” tiene atrincheradas, dice el joven biólogo Lucas Altman Levín, a siete mil millones de almas. Escribió, con el talante maldito de Arthur Rimbaud de su Temporada en el infierno (convengamos que el coronavirus es nuestro infierno): “Welcome to the real word: Se acabó la primavera. Se terminó el ‘estamos ganando’. Los métodos medievales para frenar la peste no logran su éxito. El virus es 10 millones de veces más chico que el poro más pequeño de sus tapabocas… Como siempre, se olvidaron del mayor grupo de riesgo, los pobres. Ahora los llaman ‘vulnerables’. Los entregaron. Como siempre el hilo se corta por lo más delgado. Si hubiese una explosión nuclear, también los más perjudicados serían los pobres, los viejos y los enfermos, no es una particularidad de COVI. Siempre imaginamos el apocalipsis como algo rápido y ruidoso. Como siempre, nos equivocamos… Parece que el fin del mundo es lento y silencioso. Nunca pensamos que la hecatombe nos iba a dar tiempo para pensar en ‘la economía’. No hay barbijo ni distanciamiento que pueda frenar a un agente infeccioso genómico, perfecto para contagiarse. Un virus respiratorio, el gran miedo de la humanidad. Los humanos necesitamos respirar y tarde o temprano respiraremos COVI. Finalmente, hagamos lo que hagamos, más tarde o más temprano, 7 de cada 10 personas nos pegaremos la peste. La nueva peste pero a la que combatimos con métodos de hace mil años. Metete en tu cueva, tratá de no pegártelo. Pero ahora está ahí, en todos lados. Mostrando su verdadera cara. Mostrándoles a los que ‘no creían’, qué clase de ‘bicho’ confina en sus cuevitas a 7 mil millones de monos. Una ‘gripe’, como si fuese algo leve, la gripe después de la viruela es el virus más mortal de este mundo. Para los que se ‘aburren’ o ‘no saben qué hacer’ hay una excelente opción, salir a mirar la cara a Godzilla, también pueden bailarle y reírsele, pero finalmente saciará su apetito insaciable de vidas humanas. Esperaban que fuese gigante, rápido y ruidoso, pero resultó que el monstruo es diminuto, paciente y silencioso ¿Qué esperaban? ¿Ganarle 10 a 0? Compañeros, agradezcan si ganamos 1 a 0, en el último minuto, con un gol con la mano. Pensamos que el mundo era nuestro. Hoy el mundo es de COVI. Nosotros volvimos a ser monitos temerosos escondidos en nuestras cuevitas. El panorama es oscuro. El futuro es incierto. Ya estamos en el baile… ¡Let’s go dancing!”.,...--- ///,... ---  La ira melancólica de Lucas, como sólo pueden serlo las distopías, coincide con  la voz veterana del filósofo: José Pablo Feinmann acierta cuando reafirma que el mal y el bien están en constante lucha, y el campo de batalla es el corazón del hombre, dijo, citando a otro maldito: Dostoievski. ¿Tanto como Lucas descree de la condición humana? No. Sólo de la estirpe de los carroñeros del capitalismo. Después de todo, el virus viajó en primera clase desde los aviones a los aeropuertos, y hacia los barrios populares, por ejemplo. En la villa de emergencia 31 de Buenos Aires –o miseria, como le llamó Bernardo Verbitsky, o “de población vulnerable”, como le gusta decir con elegancia obscena a la derecha que gobierna–, la paciente cero fue una empleada doméstica de una mujer que llegó de Alemania, se asegura en la crónica de los contagios que se dispararon allí. Y entonces, de repente, otra vez, los números que inundan las crónicas periodísticas –obsesivamente, casi morbosamente– ya no importan sino cuánto tardará la vacuna, y más específicamente interesa pensar (y pelear) qué mundo nos dejará la ola arrasadora de la pandemia. Porque los buitres del mundo planean sobre nuestros cadáveres, diría Rimbaud, y sobre nuestros destinos. Se trata del capitalismo financiero. Siempre se trata de ellos. El consultor Alfredo Mansilla, director de Celag, tuiteó: “No todos pierden en tiempos de pandemia. Los llamados milmillonarios de Estados Unidos aumentaron su riqueza en 282.000 millones de dólares en sólo 23 días (18/03 hasta 10/04)”. Ni que hablar de los gauchos de la Hiloux en esta patria: se fugaron, durante los poquísimos cuatro años que duró la presidencia de la increíble testa bruta Macri, la friolera de 86 mil millones de dólares, aseguró el Banco Central de la atribulada y acosada por los fondos buitre Argentina. Y algo más, los informes indican que junto con sus amigos del alma y funcionarios ad hoc se repartieron por millones de dólares las mejores tierras de la ciudad que gobiernan todavía y que asola la peste en sus barriadas populares a las que durante trece años fueron incapaces de dotar de infraestructura para que tuvieran, en estos días fatales, agua corriente. Porque, como dijo el periodista argentino Sergio Kiernan, para analizar la catástrofe del prócer macrista, mister Donald Trump en los Estados Unidos que lleva casi 90 mil muertes y un millón de infestados, “las vidas son negras, el dinero es blanco”. Y en la Argentina –con menos muertos (328) e infectados (7.190) al promediar mayo 2020– sigue el debate sobre qué hacer con el saqueo macrista, no sólo por la impunidad de sus jugadores, sino por la pesada herencia de una deuda externa impagable y la resistencia expresada por sus testaferros mediáticos y fondos de inversión buitre y el coro de idiotas cacerolos. Tal vez (otra vez) el filósofo Feinmann tiene razón cuando asegura que rumbo al Match Point del capitalismo no es la pandemia la que viene para crear un nuevo mundo, sino a destruir este que es injusto y se destruirá a sí mismo con pestes o una guerra nuclear en su empecinada carrera hacia la liquidación de lo humano. Y que en nuestro caso depende de la negociación sobre el pago de la deuda externa pero, sobre todo, de la potencia de la política para cambiar el curso del capitalismo argentino.,...--- ///,... ----                                                                                          EL NUEVO GRAN PACTO.                          Porque las cartas están sobre la mesa del tablero de la timba mundial y de la vida de los argentinos aplastados por la deuda externa. La caída del PBI de la Argentina para 2020, antes de la irrupción del coronavirus, estaba estimada en un 1 por ciento. Hay proyecciones que indican que la caída podría llegar al 7 por ciento. El ministro de Economía, Martín Guzmán, prevé un 3,1 por ciento de déficit fiscal primario para este año. La Argentina ofrece pagar el 2,33 por ciento, mientras que en los países centrales hablan de tasas del cero por ciento o incluso negativas. La Argentina no está proponiendo sólo correr los plazos sino crear las condiciones para crecer y generar los recursos para poder afrontar la deuda. Como contó Magdalena Rúa, entre lo fondos de inversión que dominan el mundo está BlackRock, “constituido como el actor más influyente en la integración de las redes globales de capital. Considerando las 205 empresas más grandes del mundo, BlackRock posee una participación significativa directa en casi un tercio de las empresas de la muestra y una participación significativa de forma indirecta en el 45 por ciento de estas. A junio de 2019, los activos bajo administración de BlackRock arrojaban 6,84 billones de dólares lo que duplica el PBI de Alemania de 2019 y equivale a alrededor de 19 veces el PBI argentino de ese mismo año (…) Como es sabido, los grandes fondos de inversión financiera (como BlackRock, Vanguard, Fidelity, Franklin Templeton, PIMCO, entre otros) poseen una proporción relevante de los títulos de deuda argentina con jurisdicción extranjera que están incluidos en la oferta de canje que realizó el gobierno argentino. De esa manera, conjuntamente, poseen el poder para evitar el cumplimiento de la cláusula de acción colectiva (CAC) que establece que si el 75 o el 66 por ciento de los acreedores, dependiendo del bono, aceptasen la propuesta argentina, el resto de los acreedores quedarían sujetos a ese mismo acuerdo”. La propuesta de Asociación Empresaria Argentina (AEA) es que hay que evitar el default como el objetivo principal de la negociación. ¿Qué es AEA? Es una de las asociaciones que reúne a las grandes corporaciones empresariales de la Argentina. Es claro: en lugar de apoyar la propuesta sostenible de reestructuración de la deuda, lo que proponen como prioridad es evitar el default poniendo en un lugar secundario el costo de esa decisión. Dos enfoques de la misma cuestión. Dos puntos de vista enfrentados. Y, por supuesto, como dijo el periodista Horacio Verbitsky: “Sin la menor inquietud por la congruencia lógica, AEA, IDEA, las cámaras menores que danzan a su alrededor como la UIA y los guacamayos mediáticos que les hacen eco, quieren al mismo tiempo que el gobierno mejore la oferta a los acreedores externos (muchos son ellos mismos, disfrazados con barbijo y farfullando en inglés), reduzca retenciones, pague los sueldos de sus trabajadores y detenga la emisión monetaria. Tal como ocurrió con la crisis de 2008, el capitalismo que suceda a esta terrible coyuntura tenga mayores niveles de concentración y sea aún más despiadado. Las grandes empresas argentinas han conseguido que el Estado se haga cargo de la mitad de su plantilla de trabajadores formales, un auxilio que al principio estaba reservado sólo a las pymes”. ¿Qué hacer, entonces para que la pandemia sea una oportunidad de fundar otro mundo, contrariando el pesimismo de la inteligencia, tan gramsciano del filósofo? Desde América latina, el Grupo Puebla definió, a través de  Aloizio Mercadante y Marco Enríquez-Ominami que “tan antiguo como contraer deudas es perdonarlas. Nuestros países latinoamericanos y del Caribe han sido modernizados, en cambio, a través de una historia continua de deudas, que nunca encuentran un momento de redención, y, por tanto, de libertad. Nuestra historia ha sido una de esclavitud por deuda. Hasta hoy. Porque ahora es urgente que nuestros países logren moverse libres de lastres, por la fangosa recesión que nos dejará la pandemia. Por eso proponemos, las y los miembros del Grupo de Puebla, se condonen las deudas de los países latinoamericanos, no sólo porque son deudas materialmente impagables, sino porque son también, en su mayoría, deudas contraídas de manera ilegítima. La deuda externa bruta de América latina al año 2019 es, según Cepal, de 2.071.274 millones de dólares, y el pago de intereses para esta deuda es en promedio el 2,6 por ciento del PBI, lo que equivale a que América latina adeuda el 43,2 por ciento de su PBI. Frente a esta deuda usurera, hacemos un llamado a priorizar moralmente otra deuda, aquella que mantienen nuestros Estados latinoamericanos con sus pueblos, que en su dimensión más urgente es esta: mientras el gasto público en salud recomendado por la OMS es del 6 por ciento, el de América latina es sólo del 2,2. Debemos invertir el orden de las prioridades, y colocar la deuda con la salud de nuestra gente, antes que cualquier otra”.  Y para eso, entonces, están los impuestos a las grandes fortunas que el gobierno de Alberto Fernández y CFK planteó, lanzó al aire, como una carta central, entre todas las medidas encaradas para mitigar la pobreza. Pero hay que “mitigar la riqueza” que reconcentró las fortunas de los tíos patilludos argentinos a niveles desconocidos. Otra vez Feinmann se asoma, con vox populi, a los dilemas del capitalismo en estas tierras. “Se reforzará la idea del Estado interventor y los fanáticos del mercado retrocederán. Pero, ¿alguien cree que la pandemia cambiará a los empresarios que (apoyados por los políticos del PRO y por los radicales) se oponen al necesario y justo impuesto a las grandes fortunas? ¿Que los caceroleros dejarán de ver en esa medida el “regreso del comunismo”? ¿Que los medios de comunicación no seguirán dueños del mercado y mintiendo o inventando la realidad?” No. Tal vez por eso, por esta certeza, los impulsores de la Internacional Progresista (IP), recientemente creada –una organización avalada por más de 40 intelectuales de todo el mundo, entre los que destacan Noam Chomsky, Berni Sanders, Naomi Klein, Yanis Varoufakis, Alicia Castro y Fernando Haddad–, afirman que la crisis sanitaria provocada por el coronavirus y la subsiguiente crisis económica “hacen obligatorio que las fuerzas progresistas del mundo se unan para defender y sostener un Estado de bienestar, los derechos laborales y la cooperación entre países, además de consolidar un mundo más democrático, igualitario, ecologista, pacífico y en el que prime la economía colaborativa”. Y el economista estadounidense Thomas Piketty los acompaña: “La pandemia actual podría acelerar la transición hacia otro modelo económico, hacia una organización más equitativa, más sustentable, de nuestro sistema económico internacional. Esta crisis económica global que tenemos ahora torna aún más relevante un plan de alivio de la deuda. A lo largo de la historia sabemos que cuando la deuda excede un cierto nivel no puedes construir un futuro sustentable”. En síntesis, o se marcha a un nuevo New Deal o se empecina el mundo en la ciénaga de su autodestrucción. Es curioso cómo vuelve a hablarse de los Estados de Bienestar que sostuvieron el desarrollo del capitalismo más pujante durante el siglo XX, luego de la gran crisis de 1929 y que se extendió como receta de reconstrucción de los países devastados por la Segunda Guerra Mundial. Tal como señaló el ex miembro de la Corte Suprema de Justicia argentina, el gran jurista Raúl Zaffaroni, “ante la evidencia de que los Estados –como repúblicas y democracias debilitadas– no podrán superar sanamente la conflictividad inevitable de la post pandemia, nos urge pensar en un nuevo modelo de Estado que tarde o temprano surgirá, así como lo hizo el New Deal de Roosevelt, o sea, en un modelo neoprovidente, con mínima equidad desconcentradora de riqueza, capaz de reconstruir las democracias y las repúblicas, asimilando las experiencias de nuestras accidentadas historias. Debemos pensar con urgencia qué Estado queremos, qué institucionalización es necesaria para reconstruir la democracia y la república, cómo recuperar el Estado para la política, cómo volver a una democracia plural con partidos políticos no mediáticos ni por acciones, cómo establecer cierto orden institucional que impida que cualquier virrey circunstancial ejerza la suma del poder público y, sobre todo, cómo revertir el modelo de sociedad con 30 por ciento de incluidos y el resto excluido, que nos intentó imponer el colonialismo del totalitarismo financiero. Frente a las respuestas demasiado pesimistas, nuestras historias nos enseñan que, con marchas y contramarchas, nuestros pueblos siempre toman conciencia y triunfan. Prueba de esto es que, de no ser por nuestros movimientos populares, quizá no hubiésemos podido escribir estas líneas ni el lector leerlas, porque es muy probable que hubiésemos sido analfabetos, que hubiésemos muerto en la infancia, que tuviésemos menos neuronas por carencia de proteínas en los primeros años o fuésemos desaparecidos por alguna dictadura genocida”. La batalla por un Nuevo Gran Pacto en el mundo y en la Argentina está en marcha, al parecer, y tapizada de resistencias y violencias. Pero vale la pena: es la convocatoria a una gran gesta. A una humanada a gran escala que alivie, como en el caso del bañista en Mar del Plata, el ardor del cuerpo y el destino apocalíptico de su mundo.,...--///,...--- [[[           ]]]]].

    La mariposa, la tortuga y el orden nuevo

    11 de mayo de 2020
    DÍA CINCUENTA Y CUATRO DE LA CUARENTENA.

    Cloé tiene cuatro años. Desde Zurich, le envió un mensaje de voz a su abuela en Buenos Aires: “Cuando se abran las fronteras, traeme los cuentos”. Distancia sobre distancia y la tremenda ausencia-presencia del otro que es ya una voz y no un cuerpo. Un sentimiento insondable de extrañeza del otro, de mancanza del otro. Un agujero de soledad desconocida, no previsible. Un hachazo certero sobre la completud del ser que ni Heidegger previó como la expresión más definitiva de la amputación de lo que conocimos, hasta ahora, como humanidad. Cloé sabe ya que hay fronteras infranqueables. Sabe que el confinamiento es una frontera cerrada. Para ella, algo grave pasó en el afuera. Sabe que no puede tocar ni ver a su abuela ni a otros amigos. No sabe aún –tal vez alguna vez lo sabrá– que acaba de ocurrir la peor tragedia en siglos. Pero nosotros sí sabemos. Sus adultos lo sabemos. Intentamos definirlo por todos los medios. Nos movemos entre la  ciencia y la desesperada búsqueda de una vacuna y la ficción. Entre el deseo y su límite en la realidad. Vamos de la ciencia a las fábulas. De las preguntas al balbuceo. De las certezas a imaginar un mundo nuevo. Un “ordine nuovo”, como describió Antonio Gramsci hace ya un siglo en Turín, al fin de la Gran Guerra, cuando el mundo quedó con millones de cadáveres insepultos y necesitado de pensar el futuro más allá de la muerte. Más allá de las cifras totales, los datos luctuosos de la pandemia tienden hacia las tinieblas: a cinco meses de comenzada la epidemia de Covid-19, el virus infectó a casi cuatro millones de almas y mató a más de 280 mil. Necesitamos explicarnos la conmoción. Y vamos del “efecto mariposa” a la sabiduría de la tortuga de Esopo y más allá a la búsqueda de un nuevo orden que contenga los restos que sobrevivan a la pandemia. Una reflexión del gran periodista Ignacio Ramonet, director del periódico Le Monde Diplomatique en español, definió mejor que nadie este momento en que la humanidad está arrasada, en repliegue hacia la privacidad y la privación del otro humano y en la caída en su vertiginoso ascenso de producción de bienes materiales. La pandemia causó el caos, “el efecto mariposa” (basado en el proverbio chino “el ley perplejidad– una experina… Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y puede influenciar el conjunto”.

    ELOGIO DE LA LENTITUD.

    Y producida, decimos, la conmoción universal, el estremecimiento del mundo, entra a tallar la discusión fabular de Esopo: ¿quién llega antes en esta carrera contra la muerte, una tortuga o una liebre? Y luego, Gramsci: el orden viejo arrasado debe dejar lugar al nuevo orden. ¿Cuál es ese mundo? El capitalismo en su etapa más criminal, llamada neoliberalismo, no puede evitar la catástrofe. Es más, ayudó a producirla desarmando los sistemas de salud pública, endeudando a los Estados nacionales e induciéndolos a la reducción de las condiciones laborales y sociales de su gente, desfinanciando el desarrollo científico. La concentración de la riqueza en manos apenas del uno por ciento de la población mundial, donde impera la consigna brutal de que el mundo es sólo para los más poderosos y los más aptos. En los Estados Unidos, gobernados por el sociópata Donald Trump, en el estado de Washington, por ejemplo, se realizan fiestas para contagiarse de Covid-19: tienen la creencia de que así desarrollarán anticuerpos y se vuelven inmunes a la enfermedad. La OMS manifestó que esta premisa carece de evidencia científica. Pero Trump insiste en buscar lo que llaman pomposamente “inmunidad de rebaño”: si todos se contagian, todos se vuelven inmunes. Hipótesis de tan improbable valor científico como decir que todos los gatos son pardos. Su obsesión es flexibilizar la cuarentena para no desfondar la economía. Trump anunció que el grupo de trabajo sobre coronavirus se disolverá este mes para dar lugar a uno que tenga mayor presencia de asesores económicos. Lo anunció después de que el país superara 1.300.000 contagiados y 78 mil muertes. Al toque aparecieron nuevas proyecciones de los casos para el próximo mes y lo cierto es que no son nada alentadoras: el New York Times publicó un estudio que tenía el sello del Departamento de Salud y Servicios Humanos y el Departamento de Seguridad Nacional y proyectó para junio tres mil muertes por día (un aumento de 75 por ciento) y el número diario de casos llegaría a 200 mil (hoy hay 25 mil por día). La proyección es escalofriante: en un mes, los EE.UU. tendrían más de dos millones de infectados y cerca de 300 mil muertos. Cuando se pase en limpio esa tragedia estadounidense que les está costando más víctimas que la guerra de Vietnam, Trump cree simplonamente que lo salvará del odio social una guerra que intenta por todos los medios descargar con una invasión a Venezuela, desde Colombia. Otras voces, como la del traditore Lenin Moreno, presidente de Ecuador –con 30.298 contagios y 1.654 muertos– grita desde la pila de cadáveres frescos de Guayaquil: “Abran la economía, ábranla con responsabilidad”, les ordena a los alcaldes. “Apuntalen la reactivación, para no perder el tren de la historia”. Los bendice el padre de la panoplia muerte-neoliberalismo en Latinoamérica, Henry Kissinger, mentor de la Doctrina de la Seguridad Nacional, que inundó de sangre dictatorial América latina en los años 70. Considera que “el mundo nunca será el mismo después del coronavirus” y propone estrategias para salvar al “mundo libre” ante el peligro de que “se incendie” y que la “agitación política y económica que ha desatado la pandemia pueda durar por generaciones”. Traducido significa que la salida no sea un capitalismo feroz y renovado en su versión neoliberal sino un estatismo desarrollista lesivo para los intereses del imperio. En esa línea, el elegido por los EE.UU. en Brasil, el déspota evangélico Jair Bolsonaro, baila en la cuerda floja de la demencia política y social cuando se pasea entre manifestaciones de partidarios lanzados en manada, pegoteándose en parques y calles. Desafía la curva de la desgracia del pueblo brasileño con más de 148 mil infectados y más de 10 mil muertos en apenas dos meses. La OMS, históricamente capturada por los intereses de los laboratorios más importantes del mundo, esta vez teme que Brasil sea una bomba epidemiológica. La Argentina también lo teme. El gobierno de Alberto Fernández reafirmó: “Prefiero una fábrica cerrada por la cuarentena y no una cerrada porque los obreros están todos muertos por la pandemia”. Extendió el aislamiento preventivo social y obligatorio (APSO) hasta el 24 de mayo, es decir, una cuarentena programada por etapas de manera científica con los consejos de los epidemiólogos más famosos –entre ellos el equipo de la viróloga Andrea Gamarnik, que en tiempo récord desarrolló un test nacional para medir los anticuerpos producidos por el coronavirus en el país– y en conjunto con los gobernadores de todo el país, propios y de la oposición. Con su paciencia, solvencia y firmeza política, Fernández llevó a la Argentina a ser el país donde el virus fue menos letal desde el inicio de la pandemia el 3 de marzo de 2020: apenas más de 6.000 infectados y, sobre todo, 305 muertos, un 30 por ciento menos que en otras latitudes cuando se compara, por ejemplo, con Suecia, ejemplo que dan los opositores a la cuarentena, a lentificar su apertura para evitar, precisamente la masividad de los contagios y la muerte. Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner resisten las presiones de los tíos patilludos locales que argumentan que Suecia debería ser el ejemplo. Suecia, explicó el Presidente, no es un ejemplo que la Argentina desea imitar, sí Noruega, sí Finlandia. Los suecos tienen 3.000 muertos; Noruega y Finlandia, menos de 300. Las políticas de lentificación de la apertura de la economía y relajamiento de la cuarentena reflejan que a más calma, más lentitud, menos muertos. Los empresarios más importantes del país presionan al gobierno para que flexibilice la cuarentena. “Deben alentarse acciones que posibiliten una vuelta ordenada al trabajo y la producción”, afirmaron a través de un comunicado difundido este miércoles por la Asociación Empresaria Argentina. La entidad está conformada por empresarios como Paolo Rocca (Techint), Marcos Galperín (Mercado Libre), Hector Magnetto (Clarín), Alfredo Coto, Alejandro Bulgheroni, Cristiano Rattazzi, Pablo Roemmers y Luis Pérez Companc, entre otros. Son los diez empresarios que encabezan la lista de los mayores millonarios argentinos. Un ex ministro de Economía de la catástrofe neoliberal del período de Mauricio Macri (apenas cuatro años de demolición fueron suficientes), Adolfo Prat-Gay, operador del capital financiero internacional, dijo suelto de cuerpo que “la cuarentena está destruyendo la economía”. Prat-Gay inauguró el ciclo brutal de endeudamiento de la Argentina durante el macrismo, el más importante de la historia nacional y de Occidente. Alberto Fernández contestó: “Los que dicen que hay que salir ya de la cuarentena sepan que sería llevar a la muerte a miles de argentinos”. Los medios de comunicación iniciaron una campaña de fake news promoviendo el miedo de la sociedad a cierta liberación de presos por el coronavirus. Promovieron cacerolazos raleados pero cuya función era romper la unidad social para debilitar la cuarentena. Una parte de la clase media urbana, identificada con el gobierno macrista, se embarca aun contra sí misma a debilitar al gobierno. El filósofo Ricardo Forster es certero en el análisis de ese sector social: “La clase media, una parte considerable de ella, odia a todos los que son pobres, migrantes, distintos”, mientras que los ricos, ese mundo admirado y soñado al que aspiran ilusoriamente alcanzar, los utiliza astutamente para seguir precarizando sus vidas mientras enriquecen las suyas. Lo admirable, como diría Etienne de La Boétie, es que la fascinación que sienten por quienes los mancillan les oculte su imbecilidad. La Boétie escribió allá por 1548 el Discurso de la servidumbre voluntaria o Contra uno. Muchos argentinos se encuadran en esta tendencia. Pueden romper la cuarentena por el entierro de un crac de fútbol (ocurrió en la peligrosa, por el nivel de contagios, ciudad de Rosario) tal vez porque la muerte, como dice Michel Houellebecq, fue esta vez más discreta que nunca ya que no se ven velorios, ni terapias intensiva desesperantes, ni entierro de los muertos, ni siquiera se escucha a los médicos en los momentos dramáticos en que deben decidir, ante la falta de respiradores, “este vive, este no”. Así, el economista Ricardo Aronskind centra la responsabilidad de responder a la derecha anticuarentena que promueve el comportamiento de miserables e idiotas. “De quien sí cabe esperar el esfuerzo de romper con los comportamientos irracionales, antisociales, es del Estado, acompañado por las organizaciones sociales y políticas que comprendan su rol en este momento histórico. En la pandemia, y en la pos-pandemia, lo mejor que nos puede pasar es que el Estado descubra que es capaz de “plantarse” frente a los intereses facciosos y movilizar el respaldo de la gran mayoría para defender lo público, lo colectivo, el interés general.” En tanto, el gobierno argentino se debate con otra pandemia: la de la deuda externa arrasadora dejada por el saqueo neoliberal del gobierno de Mauricio Macri, el perezoso. El ministro de Economía, Martín Guzmán, afirmó que la Argentina no cambiará la propuesta por el canje de deuda, ya que “forzar una mayor austeridad para pagar más no sólo sería desastroso en términos económicos, sino también inaceptable política y moralmente”. Guzmán también expresó: “No estamos pidiendo a nuestros acreedores que pierdan, sino que ganen menos”. En este camino, mientras evita que su pueblo muera de coronavirus, el gobierno de “los Fernández” también intenta evitar que muera de hambre. Y los antineoliberales del mundo lo acompañan. Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, Thomas Piketty y más de 130 economistas respaldaron la oferta argentina. Con el título “Es esencial la reestructuración de la deuda privada argentina”, 135 académicos, incluyendo Premios Nobel, publicaron un texto solicitando a los acreedores que acepten la oferta argentina. Algunos fragmentos del documento: “La pandemia de Covid-19 ha empujado a la humanidad hacia la peor recesión mundial en los tiempos modernos. En el contexto de esta emergencia global, la Argentina encabeza su proceso de reestructuración de la deuda pública de manera constructiva, de buena fe y con el apoyo de todos los sectores políticos nacionales. En febrero, antes de que la crisis de Covid-19 se agudizara, el FMI concluyó que la deuda pública de la Argentina es ̔insostenible̕ Argentina ha presentado a sus acreedores privados una oferta responsable”.

    EL ORDEN NUEVO O GREEN NEW DEAL.

    Si bien la decisión sanitaria es que los argentinos no mueran en masa, lentificando la curva de infectados todo lo que se pueda, el debate abierto va más allá del horizonte del fin de la pandemia. Un horizonte que no está aún pero que es obligatorio pensar ya que como se sabe ya no hay certezas. Es inútil dejar que muera gente cuando nada impedirá la pérdida del más del 30 por ciento del PBI mundial. No existen estos antecedentes en la historia, tal vez porque no se tienen datos de la peste negra más brutal de la Edad Media en el 1300, que se llevó al 80 por ciento de la población de Europa entonces. Porque el derrumbe de la economía no obedece sólo a la peste sino al decurso criminal del capitalismo. Para los cientistas sociales argentinos Alcira Argumedo y Juan Pablo Olsson, la expansión de Covid-19 es aún más grave que el quiebre financiero de 1929-1930. En su texto “Green New Deal”, sostienen que la expansión de Covid-19 dio el golpe final a la hegemonía del neoliberalismo y de la globalización neoliberal en los países centrales y periféricos de Occidente. Apuntan que en la Argentina es preciso plantear un amplio y profundo debate para la definición de un proyecto nacional de democracia integral, que contemple respuestas capaces de revertir las duras consecuencias de la devastación neoliberal y los factores que alimentan el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad. Consideran necesario debatir algunos puntos básicos: consolidar el sistema de salud pública, recuperar la calidad del sistema público de educación y fortalecer el sistema científico-técnico; control estatal de las finanzas; control del comercio exterior; defensa del agua; reconversión energética y reorientación de producciones contaminantes; desarrollo de industrias públicas en el sector ferroviario y naviero; reducción de la jornada laboral y recalificación de trabajadores en áreas de avanzada con salarios dignos. A ellos se suman intelectuales de los Estados Unidos y Canadá, como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez (una de las creadoras de la idea en febrero de 2019), Noam Chomsky y Naomi Klein, junto a políticos e intelectuales europeos, entre quienes se destaca el economista griego Yanis Varoufakis, que lanzarán la convocatoria de consolidación de un movimiento progresista internacional y la propuesta de debatir el Green New Deal como alternativa global hacia la salida de la crisis internacional. A este proyecto también se refirió favorablemente Maristella Svampa en su texto en La fiebre.  Bernie Sanders señaló que “necesita atención médica si está trabajando o no, si tiene un trabajo que paga bien o mal, si es viejo o un niño. La atención médica debe ser un derecho humano. Si no aprendemos esta lección en este momento, nunca aprenderemos esa lección”. Ocasio Cortez: “El administrador de Trump ahora proyecta 3.000 muertes diarias para junio, y todavía están presionando para ̔reabrir̕. Ahora estamos avanzando hacia un evento de muerte a escala 9/11 pero por día. Todo esto fue evitable con pruebas, rastreo y políticas. En cambio, el Partido Republicano bañó a sus amigos con dinero de rescate”. En palabras de Alcira Argumedo, en los Estados Unidos Steve Bannon (ex jefe de estrategias de la Casa Blanca en la administración de Donald Trump) está llevando adelante la tarea de unir fuerzas entre movimientos políticos europeos de derecha y extrema derecha, con el fin de fortalecerse en conjunto para garantizar la orientación de los cambios. Cuenta para este objetivo con la experiencia en manipulación de conciencias a través de su empresa Cambridge Analytica, que utiliza una masa de datos personales obtenidos a partir de las redes informáticas, combinados con guerras informativas, difamaciones y falsas denuncias de corrupción, a fin de “construir modelos para explotar lo que sabemos de ellos y apuntar a sus demonios internos”. Piketty señaló en una entrevista realizada el 6 de mayo por Alejandro Bercovich en su programa Brotes verdes, que “va a hacer falta todo un set de nuevas políticas sociales, fiscales, de vivienda, de ingreso sostén. Si no tenés un ingreso sostén adecuado para los más pobres en un momento como este va a ser imposible sostener un aislamiento incluso en términos de posibilidades. Lo correcto para hacer frente al virus es acelerar el desarrollo del Estado de bienestar, incluso en la Argentina, Estados Unidos y Europa la seguridad social tienen muchos problemas y no llega a todos. Es mejor enfocarse primero en las transferencias sociales y el ingreso sostén, basado en la deuda o la impresión de dinero, y recién después modificar el sistema impositivo para pagar esa deuda. Seis meses o un año después, porque es algo para hacerlo con tiempo, pero si no está esa posibilidad lo importante es empezar a pensar en reformar los sistemas tributarios en sentido de agregarle mayor distribución con una tasa para que los billonarios paguen”. En ese mismo camino se expresó el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel: “Si hubiéramos globalizado la solidaridad como se globalizó el mercado, la historia sería otra. Falta solidaridad y cooperación. Esos son valores que no pueden ser sustituidos por la búsqueda de las ganancias, motivación exclusiva de quienes, rindiendo culto al mercado, se olvidan del valor de la vida humana. Cuando se repasan los hechos que han puesto en vilo a la humanidad en los últimos cuatro meses, es indispensable mencionar los costosos errores de las políticas neoliberales, que llevaron a la reducción de la gestión y las capacidades de los Estados a excesivas privatizaciones y al olvido de las mayorías. Esta pandemia ha demostrado la fragilidad de un mundo fracturado y excluyente. Ni los más afortunados y poderosos podrían sobrevivir en ausencia de quienes con su trabajo crean y sostienen las riquezas”. Total de casos en Cuba: 1.729 infectados y 73 muertes. En la Argentina, la discusión sobre qué tipo de sociedad y Estado se definirá comienza a vislumbrarse. El New Deal que protagonizó el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt en 1933 luego de la Gran Depresión del capitalismo en 1929 comprendió la puesta en marcha de la reconstrucción del poder del Estado como motor central del crecimiento económico, de la definición de reformas centrales en la salud, la educación, el poder financiero y agrario. En la Argentina, hubo dos momentos parecidos en la historia. Uno, en la fundación del peronismo por Juan Perón durante el Estado de Bienestar en 1945-1955. Otro, cuando Néstor Kirchner debió enfrentar el default y la gran crisis de 2001-2003. La discusión en la Argentina comienza a despuntar. Alberto Fernández se enfrenta en la necesidad de rediscutir, ante la magnitud de la deuda externa del país, un New Deal o nuevo pacto social que reformatee el Estado y la estructura económica y social.

    MATCH POINT.

    Lo cierto es que el destino del capitalismo es como ocurre en un match point y –como en la película de Woody Allen– no se sabe si el anillo que prueba el delito queda del lado en que no pueda dejar de ser encontrado. Sobre ese futuro no hay certeza. Unos son optimistas, otros no. Michel Houellebecq está lejos de ser optimista respecto de la llegada de un mundo mejor después de la pandemia. Dice que todas las tendencias las vemos ahora: que los adultos mayores (70, 80, 85) no valen mucho ya que incluso algunos piensan que es mejor dejarlos morir; lo mismo con las muertes “discretas, en solitario” como estadísticas. Y tampoco hay nada nuevo, subraya, en la evidencia de que Occidente no es la zona más rica y más desarrollada del mundo. “Todas estas tendencias, como he dicho, ya existían antes del coronavirus; sólo se han manifestado con nuevas pruebas. No despertaremos, después del encierro, en un nuevo mundo; será lo mismo, sólo que un poco peor”. El historiador italiano Enzo Traverso les teme a los monstruos de la híper explotación: “En la pos-crisis, se puede anticipar que se desarrollará la enseñanza a distancia, al igual que el trabajo a distancia y esto tendrá considerables implicaciones, tanto sobre nuestra sociabilidad como sobre nuestra percepción del tiempo. La articulación del biopoder y el liberalismo autoritario abre un escenario aterrador”. Para el sociólogo alemán Wolfgang Streeck, el problema del final del capitalismo es que no se sabe qué tipo de sociedad o sociedades lo reemplazarán siendo que una de las peores consecuencias de las políticas de los últimos 40 años ha sido la desocialización de la sociedad, es decir, la fragmentación y la ruptura de los vínculos de solidaridad en las clases populares junto con la pulverización de lo común y de lo público. Streeck piensa que ha sido tan brutal ese proceso que muy difícilmente se pueda imaginar un sujeto social a la altura del desafío allí donde no parece emerger un núcleo sólido y compacto en medio de la fragmentación de la clase trabajadora y el híper individualismo dominante. Noam Chomsky ya advirtió de la estrategia de los grupos de poder ante la crisis, agravada por la pandemia del coronavirus: “Nos podría llevar a Estados altamente autoritarios y represivos, que expandan el manual neoliberal incluso más que ahora. La clase capitalista no cede. Piden más financiación para los combustibles fósiles, destruyen las regulaciones que ofrecen algo de protección. Eso depende de la gente joven. Depende de cómo la población mundial reaccione”. Para evitar el caos, la catástrofe del mundo se llevará puesta a esta forma de capitalismo de manera luctuosa, sostiene el sociólogo francés Michel Wieviorka: “Estamos obligados a mirar lo inmediato, el corto plazo, el término medio y el largo plazo, y ello con una reflexión coherente donde cada momento requiere una reflexión distinta”. Y define que no son las ideas las que faltan, “sino las figuras, los líderes y los actores políticos con suficiente legitimidad y credibilidad como para llevarlas a cabo”, una opinión que el presidente Alberto Fernández aplica a rajatabla al asumir el liderazgo inédito de una Argentina en crisis por dos pandemias: las consecuencia del saqueo neoliberal y del coronavirus.


    Humanadas

    15 de mayo de 2020
    DÍA CINCUENTA Y NUEVE DE LA CUARENTENA.

    Un hombre se tiró desnudo al mar. Ocurrió en las playas desiertas de Mar del Plata, la ciudad donde los humanos retrocedieron y los lobos de mar avanzan por la escollera que mete su largo cuello desolado sobre el oleaje helado de otoño camino hacia el Atlántico Sur. “¡Rompió la cuarentena!”, gritaron en los medios, que difundieron un video de Whatsapp tomado por una vecina que espiaba la escena desde su balcón en la costanera. Maldito transgresor. Sí. ¿Es posible indignarse? Es posible sentir  envidia y tristeza. Tal vez, piedad. ¿Acaso hay un placer sensual igual al que se siente cuando el agua del mar golpea sobre el cuerpo? Cuando la espuma, el yodo, el frío sin igual del agua lame la piel. Más que indignarse campea la comprensión: fue una humanada. Un empecinamiento vital, como mirar durante veinte minutos la paciente trayectoria de una hormiga que lleva sobre sí el triple peso de una hoja minúscula en la terraza a la que se visita escapando de los cuartos hacia el sol. Porque las humanadas –no sólo la transgresión individual sino social más profunda, revolucionaria al fin– van del acto individual al colectivo. Una humanada va en busca de cierta pulsión de que todo, todo, está teñido por la amenaza de la parca a la que hay que conjurar como sea. Aun en los momentos más difíciles de un exilio, en los escondites precarios de los revolucionarios de mi generación que intentaban evitar su muerte o prisión a manos de los dictadores latinoamericanos que tenían su hora de chacales… Aun en esos momentos, lo cotidiano, cocinar unos espaguetis lentamente… Mirar la llama azulada de una estufa en ese invierno largo que impusieron. Esconder los libros prohibidos. Esperar. Esperar. El virus es definitivamente un dictador sangriento a eludir: en el cuerpo y en la cabeza. A veces, con el cansancio del bañista que corrió hacia el mar como si fuera el último acto de su humanidad apremiada. Entonces, se comprende, según contó maravillosamente el periodista Eduardo Febbro desde París, otra y otras humanadas. “Lo trascendente debe ser como el amor: si no lo andamos buscando llega solito y se ancla en el puerto de la vida. Así aparecieron ellos; solitarios, masivos, sembrados en los bancos y las veredas de París. Al principio no cabía una explicación racional para entender por qué había decenas y decenas de libros de todos los géneros que brotaban por la ciudad. Nunca estaban verdaderamente tirados sino prolijamente dispuestos sobre los bancos o en la calle, separados en pilas que hacían de improvisada clasificación por género: guías turísticas, novelas de ciencia ficción, ensayos, libros de poemas, obras técnicas, de arquitectura, varios clásicos, novelas, catálogos de exposiciones, piezas de teatro, libros en inglés y mangas”. Los parisinos abandonan sus libros para que otros los recojan. El virus es como el fanático burócrata de Fahrenheit 451. Y tiene razón el sociólogo Claudio Veliz cuando va en defensa de las humanadas. “Los actuales desvaríos del mundo pos-humano y del control psicopolítico vienen a trastocar, de un modo decisivo, ese entramado erótico, complejo y contradictorio que insistimos en designar como ‘humano’. Más allá de las (veladas o explícitas) intenciones de técnicos, programadores y promotores telemáticos, lo que se proponen interrumpir los dispositivos del neoliberalismo –con el auxilio inestimable de las tecnologías digitales y de los trucos de la percepción artificial– es la posibilidad misma del encuentro, del juego, del asombro, de la seducción…, es decir, de todas aquellas pasiones alegres que no renunciamos a traducir como irremediablemente ‘humanas’, como ‘las huellas preciosas que la praxis nacional-popular forjó para prefigurar nuestros mejores sueños de justicia y de igualdad’. ¿Podremos hacer trizas aquel ‘espejo negro’? ¿Seremos capaces de sentir en lo más hondo de nuestra humanidad desgarrada, el grito que brota de las tripas, y hacerle justicia? ¿Estaremos a tiempo de ‘pulsar el freno de emergencia’ de esta locomotora suicida? Si aún somos capaces de oír ese alarido, de percibir el espanto organizado o de experimentar angustia frente a la amputación de nuestra amorosa sensibilidad palpitante, al menos tendremos motivos para ilusionarnos.”







  • El día después de mañana

    03 de mayo de 2020
    DÍA CUARENTA Y SEIS DE LA CUARENTENA.

    Nadie sabe a ciencia cierta cuándo y cómo terminará la pandemia. Se esgrimen respuestas que suenan desde lógicas a distópicas. Lo que prevalece es el cansancio y el deseo de un límite que, por ahora, no aparece. Que por ahora no nos declare vencidos. En tanto, las cifras escalan: suman más de dos millones los infectados y más de 240 mil muertos en el mundo. Los Estados Unidos llevan la delantera en las cifras luctuosas. Mister Trump asiste a que bajo su gobierno de “sociópata”, como señaló Noam Chomsky, haya más del 50 por ciento de los infectados en el mundo –1.200.000 ya– y cerca de 68.000 muertos. Les costó a los estadounidenses más pérdidas en vidas que la maldita guerra de Vietnam, donde murieron cerca de 58 mil soldados. Claro que más les costó a Vietnam del Norte y del Sur, donde murieron más de dos millones de vietnamitas. ¿Acaso en la mente de esa especie de Nerón de la modernidad se trata de un Excel previsible y admisible? Su par de Brasil, Jair Mesías Bolsonaro, un “patotero y psicópata de opereta”, como lo definieron no pocos intelectuales, compite con él. En el mismo período, sumó cien mil contagiados y cerca de 6.500 muertos. Y, además, se mofó cuando le exigieron cordura en la conducción del gobierno: “¿Qué quieren que haga? Soy Mesías, pero no hago milagros”. Si las cifras pudieran marcar el triunfo del humanismo, como dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Argentina, gobernada por la biopolítica del peronismo del presidente Alberto Fernández, se llevaría los elogios. En el mismo período, hubo poco más de 4.600 infectados y 237 muertos. Los EE.UU. tienen una población cuatro veces mayor a la de la Argentina. No deberían tener más de mil muertos. Porque si la asistencia en la Argentina por la pandemia es superior a la de varios países de mayor desarrollo, como señaló la OMS, ya que el paquete de ayuda comprometido por el Estado nacional, en torno al 5,6 por ciento del PBI durante el trimestre abril-junio, refleja que la respuesta argentina para enfrentar los efectos económicos de la pandemia de coronavirus se encuentra por encima de la de países como Brasil, China, Corea, Italia, España y Francia, si se tiene en cuenta la relación con la capacidad fiscal de cada uno. El jefe de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, destacó el “liderazgo” argentino contra la peste. Pero se sabe que la muerte es apenas el esbozo del drama. Que la economía es apenas la punta del iceberg de la sobrevivencia. La humanidad está en peligro no sólo por la pandemia sino por la locura de quienes tienen todo el poder económico y militar para defenderla. La idea del darwinismo social del capitalismo neoliberal rampante que define a esos dos personajes de esta historia en nuestra América es, definitivamente, que mueran todos los que sea necesario. Sobre todo pobres, viejos, hispanos, negros y enfermos.

    QUEDATE EN CASA.

    En tanto, mientras se asiste a esa película clase D sobre cómo ciertos líderes dejan caer a sus países en la muerte como si pudieran disfrazar sus pulsiones darwinianas amparados en una catástrofe natural, sobrevuelan, se esgrimen, todo tipo de teorías sobre las sociedades, la ciencia, y la economía para el hoy y el día después de la pandemia. El sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin trepa al podio de los se animan a sostener que la humanidad está en peligro de extinción. Sostiene que todo lo que nos está ocurriendo deriva del cambio climático; que hubo otras pandemias antes y también advertencias de que algo grave podía ocurrir; que los desastres naturales –pandemias, incendios, huracanes, inundaciones– van a continuar porque la temperatura en la Tierra sigue subiendo. “Ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de alarma en todo el planeta. Lo que toca ahora es construir las infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. Debemos asumir que estamos en una nueva era. Si no lo hacemos, habrá más pandemias y desastres naturales. Estamos ante la amenaza de una extinción.”  Otros aventuran que la vacuna está cerca. Hay por lo menos cien investigaciones en el mundo para neutralizar el coronavirus con más dudas que certeza en cuanto a su poder de inmunización definitiva en los humanos. Lo cierto es que se nota cansancio y desesperación. ¿Se puede numerar, denominar, esa ecuación tremenda? Un hilo de Twitter de Claudia Cortés, una médica infectóloga de la Universidad de Chile, lo revela: “44 días desde que vi al primer paciente, 43 desde que veo a mis hijas por la ventana, 42 de trabajar casi 24/7, de llevar estadísticas y registrar cada detalle, 40 reuniones por zoom, 39 llamadas a medianoche, 38 lavados de mano cada mañana, 37 cada tarde; 36 veces me pongo y me saco el delantal desechable; que hago 35 recetas; 34 veces que digo ‘diga 33’; 32 mujeres en el equipo; 31 veces que subo a la Unidad de Cuidados Intensivos; 32 que bajo a urgencias; 32 que pido un escáner; 31 que converso con mi marido desde lejos… 30 días que trato de fantasear qué haré cuando todo esto se acabe (y no lo logro); 28 abrazos que quise dar y no pude; 27 sour que quise tomar y no pude; 26 panes triangulares de miga como pura comida que ya odio; 25 minutos que me demora la vuelta a mi casa en toque de queda; 24 horas eternas del día; 23 box de urgencia; 21% de oxígeno que no alcanza; 20 pares de guantes por lo menos cada día; 19 el paciente más joven; 18 teleconferencias; 17 recetas retenidas; 16 metros cuadrados donde habito; 15 guías clínicas a discutir; 14 licencias extendidas; 13 altas; 12 libros que me gustaría leer; 11 cumpleaños de amigos y familiares a los que no iré; 10 de la mañana todas las indicaciones listas; 9 series/películas que me gustaría ver; 8 amigos apoyando a full; 7 años cumplió mi hija chica hace poco; 6 veces que creo que ahora sí me contagié; 5 colegas infectólogas que apañan; 4 que queremos sentarnos en la misma mesa y dormir apretados en la misma cama; tres palabras: quedate en casa”. En esas tres palabras caben muchas preguntas: si el miedo a la muerte puede mantener a raya el deseo de estar con otros. Si el quedate en casa como mandato es cumplible, si la búsqueda de la inmunización es consciente, si se quiere proteger a los otros como a uno mismo o el miedo y la ideología arman la tremenda coartada de admitir las técnicas de darwinismo social bajo formas más domésticas. En esa duda se abre una grieta por donde se filtran los heraldos negros.

    FEOS, SUCIOS Y MALOS.

    Lo cierto es que la violencia asoma en la tensión de esa ecuación más allá del deseo de los ciudadanos. Y el miedo a los otros se despliega como una marea negra en los cuerpos de las sociedades. ¿Cómo entender, si no, lo que ocurrió en la Argentina? Otra vez, el Tánatos neoliberal campea en la crisis pandémica. Así ocurrió con el tratamiento sobre la libertad de los presos en las cárceles o en la constatación brutal de que en la villa o barrios de emergencia de Buenos Aires, la ciudad más rica de la Argentina, vive uno de cada diez infectados de coronavirus. Tal como en la película Brutti, sporchi e cattivi, del gran director italiano Ettore Scola, los habitantes de los márgenes de la ciudad sobran e incomodan para los burgueses pequeños, pequeños. El gobierno de la ciudad, en manos del macrista Horacio Rodríguez Larreta –sinónimo de afiliación neoliberal–, que prefiere poner canteros en las avenidas a construir escuela u hospitales, confirmó que al 30 de abril ya eran 124 los casos de Covid-19 en los barrios más vulnerables. Representaban el 11 por ciento de los 1.123 infectados de la ciudad. Un dirigente social, Ignacio “Nacho” Levy, editor de la famosa revista La Garganta Poderosa dijo que en la Villa 31 –la más grande de la ciudad, que tiene 49 villas, cinco asentamientos y dos barrios populares, es decir, un total de 56, atravesadas por serios problemas habitacionales– en una semana los contagios habían crecido en un 1.900 por ciento, saltando de tres a 57 casos en pocos días. Hecho agravado porque, en medio de la pandemia, faltaba el agua. Pero si los “villeros” revisten en la categoría de ciudadanos de segunda, los presos revisten en la de descartable para quienes el miedo al otro pobre, negro, sucio y feo enfría la piedad. El miedo al otro supera el miedo al virus. O tal vez, la pandemia hacer emerger una ideología del descarte que anida en los partidarios del neoliberalismo. Lo sepan o no. Todos los países del mundo, por ejemplo, tomaron medidas para descomprimir las cárceles de población sobrante. Todos. Al menos 125 países tienen poblaciones de prisioneros que superan las capacidades de sus sistemas correccionales, incluidos veinte que tienen más del doble de los reclusos que pueden albergar, según el Informe Mundial sobre Prisiones, una base de datos del Instituto de Investigación de Política Criminal de la Universidad de Londres. Brasil tiene la tercera población carcelaria más numerosa del mundo, después de Estados Unidos y China. En los últimos veinte días, a raíz de la pandemia, se produjo una oleada mundial de morigeración de las penas de los presos. En EE.UU. la cifra de liberados superaba los 16.000. En Irán, se liberó a 85.000 prisioneros, una cifra por cierto descomunal. Turquía mandó a sus casas a 45.000. Francia, hasta el 13 de abril, había liberado a 9.923 detenidos. Indonesia a 30.000. Brasil a 30.000 presos. México a 6.200 presos, para citar algunos casos. En la Argentina, menos del uno por ciento de la población carcelaria de la provincia de Buenos Aires recibió el beneficio de prisión domiciliaria ante el riesgo de contagio, ya que entre el 17 de marzo y el 17 de abril pasado 439 presos salieron de la cárcel por decisión judicial. Los grandes medios de comunicación cavaron una grieta social al difundir fake news como por ejemplo que un femicida liberado en octubre de 2019 y un hombre excarcelado por problemas mentales son lo que se espera como antecedente de liberación masiva de presos. Así que la clase media de la ciudad de Buenos Aires, la más afectada por la situación de precariedad de parte de su gente en las villas, se sumó a la manipulación mediática, que además contó con la manipulación de jueces adictos a la oposición. Lo cierto es que el Presidente debió explicar que las excarcelaciones son “responsabilidad” de la Justicia y que existe “una campaña mediática” que busca “acusar al Gobierno de querer facilitar la libertad” de personas detenidas con condenas. Fernández tuvo que recordarles a los argentinos que organismos internacionales y de derechos humanos formularon recomendaciones para “evitar el hacinamiento en las cárceles” ante el coronavirus. Ahora bien, son increíbles las fake news y también las teorías conspirativas más locas sobre la pandemia:

    1- EE.UU. tiene un arma biológica y a China se le escapó el virus. Entre las primeras conspiraciones que aparecieron, una explicaba que EE.UU. estaba atacando a China con un arma biológica. Ahora que se propagó por el mundo los mensajes culpan a China de querer imponer su hegemonía mundial o de que se les “escapase” el virus de un laboratorio chino.

    2- Bill Gates quiere controlar el mundo a través del 5G, que es la abreviatura que se refiere a la nueva tecnología que hace que los dispositivos inalámbricos sean más rápidos y estén más conectados. Las teorías pusieron un foco de atención en esta novedad de la tecnología, asegurando que es más poderosa que los anteriores tipos de internet móvil, y que por tanto es más peligrosa para el sistema inmunológico de las personas.

    3- El coronavirus lo trajeron los extraterrestres. Una conspiración menos famosa pero que ya está propagándose por las redes sociales apunta que hay vida en planetas desconocidos y que podrían llegar a la Tierra por un meteorito. Por muy alocada que parezca esta teoría, el astrofísico británico Chandra Wickramasinghe afirmó a principio de año que una bola de fuego que cayó en el norte de China en octubre de 2019 es la fuente más probable de la enfermedad.

    4- El virus puede transmitirse por correo. Otro mito sobre el SARS-CoV-2. Mucha gente piensa que recibir una carta o un paquete de China puede ser el causante de contraer el virus, pero la Organización Mundial de la Salud ya desmintió esta teoría. Los investigadores ya descubrieron que este virus no permanece vivo por mucho tiempo en objetos y superficies.

    5- El virus es comunista. En Brasil, igual que en los EE.UU., los dirigentes restaron importancia al virus durante la pandemia. Una nueva teoría conspiratoria fue creada y difundida por uno de los ministros de Bolsonaro.

    6- La covid-19 es la solución del cambio climático. Otra teoría es que el coronavirus fue creado por los gobiernos para acabar con el cambio climático.

    7- En España el 8M es el causante de la propagación. La manifestación del 8M fue un acto multitudinario de las mujeres. El partido de la ultraderecha española VOX, desde el inicio de la pandemia, apoyó la teoría de que la manifestación feminista fue la causante de la propagación.

    EL TSUNAMI NEOLIBERAL.

    No son sucios o feos. Sólo neoliberales. Ergo, muy malos. Los grandes medios aprovecharon para avalar cacerolazos de protesta contra el gobierno de Alberto Fernández por el tema de saneamiento de cárceles en medio de la discusión sobre la necesidad del impuesto a los ricos. La oposición macrista y sus jueces amigos –un poder casi feudal– tienen el principal libretista de las fake news. Se sabe que la corporación Clarín, hegemónica en medios, tiene intereses directos –con dos mil millones de dólares como fortuna personal de sus dos principales dueños– en oponerse al impuesto a los ricos y al no pago de la desmesurada e impagable deuda externa ya que revista entre los acreedores privados y se identifica con las presiones del capital financiero buitre. Más allá de cómo o cuánto tarde el Congreso para establecer ese impuesto, más allá de que el gobierno de Fernández cuenta con el aval internacional de los países que tienen acreencias soberanas, nucleados en el FMI,  el lobby infernal criollo sobre el gobierno se lanzó y no se detendrá. Como no se detendrá el lobby para abrir rápidamente la economía y terminar con la cuarentena. Como quiso hacer una banda de supremacistas blancos al intentar tomar armas en mano la sede del gobierno en Michigan. Porque está en la naturaleza de rapiña del capital concentrado argentino y su corporación mediática, que es el estado mayor de la línea defensiva de esos intereses, edificando un sentido común de solidaridad ficticia entre el pobre y el rico sobre la cabeza de los ciudadanos: algunos son inocentes, otros partícipes del odio y la grieta donde nunca se salda la historia a favor de los que menos tienen. Es interesante ver el siguiente cuadro:

    Impuesto a las riquezas en Europa y América latina

    cuadro cycFuente: Cepa (Julia Strada, Magdalena Rua y Lucio Garriga Olmo). Publicado en El Cohete a la Luna.

    Tal vez para neutralizar la ofensiva de los buitres y sus medios, el péndulo se movió al revés: avanzaba un pacto de la central sindical y la central industrial UIA-CGT para recortar un cuarto del salario de trabajadores suspendidos por la crisis. Como señaló Alfredo Zaiat, el mejor periodista económico de la Argentina: “En este contexto de crisis global y de reacción rápida e intensa del Gobierno para amortiguar los costos ineludibles de la pandemia, irrumpió un acuerdo UIA-CGT a contramano de lo construido en esta emergencia. Cuando empieza a girar el inmenso dispositivo de protección social, laboral y económica, se anuncia un inoportuno pacto, con el aval oficial, de reducción del 25 por ciento retroactivo a abril para miles de trabajadores y trabajadoras suspendidas. El Gobierno tiene la oportunidad de corregir ese desvío impropio del sendero colectivo que la sociedad está transitando”. Porque la crisis producida por la pandemia no es, como señala el economista paquistaní Umair Haque, de la Bussines School of London, sólo un aumento en el desempleo, “es un tsunami histórico. Nunca antes habíamos visto cifras tan veloces y catastróficas. Nunca antes. Ni durante las recientes crisis financieras, ni durante las guerras, ni siquiera durante la Gran Depresión. Estamos viviendo una catástrofe que no tiene precedentes y que no tiene paralelo. La razón por la cual esta catástrofe se está multiplicando y acelerando, arrasando la economía, es que la respuesta a la misma fue lamentablemente inadecuada. Al ver los efectos de una pandemia (encierro, cuarentena, una sociedad entera que se queda efectivamente en casa), cualquier buena economía (y no hay muchas de esas alrededor) exigía un estímulo a la misma escala que la catástrofe: histórica, masiva, sin precedentes. Esto es lo único que tiene sentido: si la crisis no tiene paralelo en la historia, entonces la respuesta también debe ser así. Pero lo que el gobierno estadounidense, bajo Trump, produjo, fue algo tan débil e inadecuado como para se le pueda creer. No digo eso para causar un efecto determinado. El estímulo que se aprobó fue el equivalente a apoyar tanto a las empresas como a los hogares durante solo una semana. Y sin embargo, ya ha pasado un mes. El estímulo fue como tratar de detener un tsunami con un muro de un solo ladrillo, o un incendio con una pistola de agua”. Se trata, entonces, de apostar al pleno de la producción. Se trata de ver que el mundo ya no será igual luego de la pandemia. Se trata de que el megacapital o el tecnocapital como el de Jeff Bezos, el más rico del mundo, dueño de Amazon, esté viviendo su momento de gloria. Y es posible que el trabajo y la producción como lo conocemos desaparezcan. Se trata, al final, de si una nueva era de hielo sobrevendrá –como muestra la película The Day after Tomorow (2004) de Roland Emmerich– que la historia termina bien. Que no baste con salvar del incendio con que se calientan los personajes a la Biblia de Gutenberg, el primer libro impreso de la humanidad, sino los vínculos de amor social y de solidaridad internacional para no someterse al coronavirus ni al ogro depredador del mundo. Porque, como dice Haque: “El futuro arde en llamas todos los días, minutos y segundos ahora. A medida que la onda expansiva de esta catástrofe se acelera, a los desastres se les agregan líderes incompetentes, ideologías fallidas, políticos débiles y demagogos sociópatas. Hay una lección en eso. Tal vez no para los estadounidenses, para quienes creo que ya es demasiado tarde, sino para el mundo”.


    Civilización o neoliberalismo

    26 de abril de 2020
    Día 39 de la cuarentena.

    La vida cotidiana, la única que tenemos, se despliega entre la incertidumbre y la noia, que es algo más que el aburrimiento tal como lo describió el italiano Alberto Moravia, y la increíble fatiga a pesar del repliegue a la intimidad que siempre supuso el repliegue sereno a lo privado. La noia es la condición metafísica del tiempo sin límite con que transcurre nuestra vida en la cuarentena pero también la desaparición de las fronteras entre lo real y lo virtual, entre el trabajo y el descanso. La abrumadora sensación de soledad golpea no por no estar acompañados –hay una humanidad con la misma malatía–, no por no sentirse parte de un sinnúmero de seres que cada noche, desde las ventanas, aplaude a quienes nos protegen. Es la ausencia de los amigos, los abrazos que faltan, el cansancio de las videoconferencias, los wasap. La virtualidad que agota, que es una solución al confinamiento pero también su trampa. Puede ser la conexión con el otro pero al mismo tiempo la confirmación de la soledad y la incomunicación. Es la trasformación del cuerpo en una abstracción. Sólo funciona la cabeza, y algún músculo en las obligatorias y a veces ridículas clases de gimnasia virtuales. El gran poeta italiano Cesare Pavese tenía razón: lavorare stanca. Puertas adentro, agota la superposición del disfrute y los deberes maternales; la escuela invadiendo cada rincón de la familia; el teletrabajo que despunta como solución y como amenaza y el grito que alguien se anima a predecir como reclamo: “¡Quiero volver a las ocho horas! Quiero volver a viajar en el horario pico sin miedo, en un colectivo atestado de otros argentinos (porque acá estamos escribiendo estas crónicas). Quiero volver al siglo XX de los contactos piel con piel. De los abrazos, de los besos sin tapabocas. Del sexo cuerpo a cuerpo de quienes aún no viven juntos pero se aman”. Ser civilizados cansa. Hubo que pelar para que se declarara inconstitucional que los mayores de 70 años fueran recluidos en sus casas por el gobierno neoliberal de la ciudad de Buenos Aires. Y sí, cansa guardar las normas, ser fiel a quedarse en casa cansa. Pero más cansaría la ausencia de posibilidad de sentirse libre. Más cansa la ausencia del cuerpo sin miedo. Más cansa que la muerte amenace como un hecho sobrenatural. Y cansa, definitivamente, que haya miserables de todo pelaje que, a pesar del esfuerzo sobrehumano que se hace en todo el planeta para conjurar la peste, para protegernos del virus, existan heraldos de la muerte, tíos patilludos que se empeñan en convocarla, día tras día, transpirando petróleo que, además, se derrumbó a valores negativos, por primera vez en dos siglos, como valor supremo de sus angurrias y avaricias. Y, a pesar de tanta ambición por la bolsa y no por la vida, no en todas las latitudes existen estos miserables. Si la razón sirviera para contar la muerte (se duda siempre de la racionalidad de semejante tarea), si las matemáticas sirvieran para cuantificar la vida (también se duda de esto), se podría decir que los irresponsables y los patanes, los heraldos negros del capitalismo estallado, ya cargan sobre sus espaldas miles de muertes por el coronavirus.

    LA MUERTE LES SIENTA BIEN.

    Podría hacerse una reflexión sobre la película  Death becomes her, de Robert Zemeckis, cuando un cirujano plástico, un tal doctor Ernest Menville, vende la posibilidad de la eterna juventud, o sea, la inmortalidad. Ahora no se trata de la eternidad de mujeres que igual se degradan hasta la nada. Se trata de la desesperación del capitalismo por ser eterno. En ese camino, el mundo se topa con los Estados Unidos, que tienen a Donald Trump de jefe y más de 53 mil muertos, además de casi un millón de afectados por la peste. Se sabe que a Trump le gusta ser primero en todo, y lo consiguió al llegar a ser el presidente del país que tiene sobre su dolida gente más de la mitad de todos los casos infectados hasta ahora, y la tercera parte de todos los muertos ocurridos en esa primavera boreal. No hay inocencia en esa cifra. Nunca la muerte de otros que puede ser prevenida y, más, frenada, es inocente. Se presumía que la mayoría de las víctimas serían los pobres, los negros y los hispanos. Un forma de darwinismo oportunista ya que en vez de echarlos con leyes migratorias se deja que el virus haga lo suyo en poblaciones de riesgo. Ante el escándalo de las muertes, Trump propuso –a su manera, como el patán brasileño Jair Bolsonaro (en la cuerda floja por la renuncia de su ministro de Justicia, Sergio Moro, hombre apto para todo servicio en el golpe blando contra Dilma Rousseff y la persecución del gran Lula Da Silva) o como el recuperado pero tardío arrepentido, el primer ministro inglés Boris Johnson– que se les inyectara lavandina o detergente a los estadounidenses, o tal vez rayos solares, como vacuna contra el virus. Unos días antes, la alcaldesa de Las Vegas, Carolyn Goodman, había propuesto reabrir los casinos, restaurantes, hoteles y centros de convenciones, con el único objetivo de reactivar la economía en la ciudad que recibe en condiciones normales a 42 millones de turistas por año. Al defender esa cuestionada iniciativa en un programa televisivo, la alcaldesa redobló la apuesta y propuso a su ciudad como un laboratorio experimental para que científicos evalúen si es cierto que morirían más personas sin medidas de distanciamiento social. Increíble: trató de convertir en una contribución a la humanidad que murieran todos los millones necesarios –recuerda a la frase del dictador Jorge Videla en la Argentina– siempre que eso sirviera para que la “apuesta” en el reino de las apuestas no detuviera la rueda de la fortuna. Moneymoneymoney, otra vez, en el centro y horizonte de los que el gran filósofo y lingüista estadounidense Noam Chomsky llama “bufones sociópatas”, como expresión de lo que considera una “falla masiva y colosal de la versión neoliberal del capitalismo”. O de “filósofos de la muerte”, como los llama el escritor Ariel Dorfman, cuando comparó a Trump con el ideólogo y propagandista del dictador Francisco Franco, heraldo negro del fascismo español, José Millán-Astray. Dorfman recuerda, implícitamente, el enfrentamiento del filósofo republicano Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca en pleno ascenso del fascismo y en vísperas de la Guerra Civil Española. “Venceréis, pero no convenceréis”, dijo Unamuno. Y Millán-Astray le gritó: “¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!”. Dorfman señaló que Trump es una figura más aterradora que Millán-Astray. Que “es la personificación de uno de los jinetes del Apocalipsis, el que cabalga en el caballo blanco de la pestilencia”.

    LO HERALDOS NEGROS Y LA GUILLOTINA.

    No es una poesía del gran César Vallejo ni un cuento del gran inventor de la literatura del terror, Edgar Alan Poe, pero bien podría ser de ambos en su mensaje aterrador. Esta semana que pasó se conoció una carta de lo que se autodenominó Fundación Libertad, pero podría ser llamada nueva internacional negra, con un posible lema: “Muera ahora, pague después”. En línea con ese pensamiento, obsesionados por el avance de los Estados nacionales, que son los que garantizan masivamente la salud, el avance de la ciencia en la producción de vacunas y el cuestionamiento a los valores supremos del mercado (Europa se prepara, de hecho, para una nacionalización masiva de empresas), los varios millonarios del mundo, ex dirigentes de la derecha más cerval, y varios de su intelectuales y voceros y escribas hicieron un llamamiento, muy parecido al que Macri hizo una vez al afirmar que “el populismo es más peligroso que el coronavirus”. Macri, que sigue conspirando con cara de “yo no fui” tanto en la Argentina como dentro del fútbol, que lava fortunas clandestinas, le puso su firma en un texto elaborado por la fundación que preside el neoliberal Mario Vargas Llosa. El documento cuestiona la respuesta del gobierno argentino frente a la Covid-19, se preocupa por un resurgimiento del “estatismo y el intervencionismo” y dice que las cuarentenas “restringen las libertades y derechos básicos”. La peste ya mató 200 mil personas en el mundo. Pero estas almas inquietas –entre ellos los capos de la derecha internacional, como José María Aznar y Sebastián Piñera– están más preocupadas por sus millones de dólares en paraísos fiscales bajo la lupa de los Estados que deben aplicar un impuesto a las grandes fortunas para soportar el peso del crac económico que produce la pandemia. Saben, sin embargo, que el daño que promueven, la inestabilidad política que promueven al convencer a no pocos idiotas (siempre en el sentido griego, al hablar de ciudadanos ignorantes) de que uno se salva solo, puede tener un castigo y le temen. Ejemplo. El híper millonario estadounidense Bill Duker, dedicado a la industria de la tecnología, tiene, entre otras cosas, el mejor velero del mundo. Un yate que bautizó Sibaris –obviamente en alusión a que se considera un sibarita–, que le costó 100 millones de dólares, y atraca en el puerto de Miami Beach. En un video que puede verse en YouTube sobre multimillonarios con yates famosos, Duker confesó que equipar la cocina le costó un millón de dólares, que entre otros lujos tiene cajones forrados con piel de iguana. Y luego confesó: “Si la gente supiera cómo vivimos acá dentro, seguramente volverían a poner en marcha la guillotina”. La frase indica muchas cosas. La tremenda conciencia del despilfarro; la existencia de un mundo de necesidades fuera de ese mundo y la culpa: el derroche debería ser castigado con la guillotina. O, tal vez, evoca y teme la proximidad del terror que desplegó la Revolución Francesa sobre el que se edificó el poder de la burguesía. Porque el magnate de esta historia sabe que ahora él revista en las huestes de la oligarquía financiera, más parecida a la edad media del capitalismo que a la modernidad que impregnó el nacimiento de los Estados modernos en el Renacimiento.

    BIOPOLÍTICA PERONISTA.

    En este otoño austral, en la Argentina, con la jefatura de Alberto Fernández y todo el gobierno integrado por científicos y militantes políticos que creen en el Estado nacional como arma central para combatir la pandemia, la distancia con los heraldos de la muerte es tremenda. Porque, como señaló Dorfman, “la misma ciencia que Trump ha ridiculizado y que ignora en forma antojadiza sigue su lento avance, progresando paso a paso, en forma rigurosa y medida, proponiendo modelos y soluciones que recuerdan las grandes victorias humanas en nuestra lucha perenne contra la muerte. Lo que nos permitirá salir de esta crisis y de las que todavía han de sobrevenir es la gracia de nuestra razón y la luz de nuestro conocimiento y, por cierto, la constancia de la solidaridad y la colaboración que siempre, pese al desvarío criminal de Trump, ha caracterizado a nuestra especie”. Lo cierto es que el primer caso importado se detectó el 3 de marzo. A cincuenta y cinco días de ese momento, los infectados totales ascienden a 3.600 y los muertos a 179. Y no sólo eso, en medio de las consecuencias del desmembramiento de la ciencia y de la salud de cuatro años de gobierno del patético neoliberal –Macri, indeed–, los científicos argentinos del hospital Malbrán que planificaban destruir y demoler pudieron lograr la secuenciación del genoma completo del SARS COV-2 que circula en estas pampas. Y que constituye el primer paso para determinar cómo son las cepas de circulación autóctona, asegurar la calidad del diagnóstico y contribuir a una vacuna contra el virus. Por eso, la gran deudora del sur, decidió –y la comunicación la realizó el ministro de Economía, Martín Guzmán, el impasible– reestructurar su deuda externa con los bonistas privados así: con la emisión de los nuevos títulos en dólares, con una quita del 62 por ciento sobre los intereses y de 5,4 por ciento sobre el capital para comenzar a pagar en 2023. Los acreedores pusieron el grito en el cielo. No lo aceptaron y era previsible. Gerardo Rodríguez, director ejecutivo de Mercados Emergentes de Black Rock, quizá el fondo buitre más grande del planeta, amenazó a Guzmán: “Yo no sé si ustedes tienen claro con quiénes se están metiendo. Nosotros tenemos espalda y podemos sentarnos a esperar a negociar con otro gobierno que entienda a los mercados. Como los entendía el gobierno anterior, por ejemplo”. Guzmán contraatacó: no descartó que también se deba modificar la ley de entidades financieras, sancionada por el dictador Videla y su ministro José Martínez de Hoz en febrero de 1977. Esa ley fue la base del proceso de apertura, desregulación, endeudamiento masivo y valorización financiera del capital. Es decir, la entrada decisiva de la Argentina en el ciclo neoliberal. Esos acreedores que saquearon con tasas usureras permitidas por cómplices como Macri quieren cobrar –como el Shylock de El mercader de Venecia, de Shakespeare– a costa de la vida de los argentinos. Pero el planteo del gobierno de Alberto Fernández fue bancado por buena parte de quienes tensan la cuerda a favor de los Estados nacionales representados en el FMI y los fondos buitre que, como Black Rock, tienen una cartera que supera el PBI de Francia, por ejemplo. La Cepal, voceros del G20 y de la ONU consideran que la oferta del gobierno de AF “es una propuesta pragmática y de buena fe”. Pero claro, la batalla más dura está no sólo en el frente externo sino también en el interno. Como analizó el gran periodista especializado en economía Alfredo Zaiat, “existen intereses políticos del establishment local que confluyen con los de los acreedores. El canal de expresión que tienen son los medios de comunicación con mayor capacidad de penetración en el mercado. Esas grandes empresas de medios que comercializan contenidos, como uno de sus negocios principales, son parte activa del poder económico. Esas firmas mediáticas, como sus principales accionistas y la mayoría de las compañías líderes, han destinado una parte de sus excedentes financieros a comprar títulos públicos. En los balances de cada una de ellas están registradas tenencias de bonos”. Se despliega entonces una coincidencia objetiva entre miembros del establishment local y los grandes fondos acreedores, en relación a cuestiones financieras. Una investigación del periodista Ari Lijalad señaló, por ejemplo, que el Grupo Clarín, el principal grupo de medios de la Argentina, tiene 1.700 millones de pesos en bonos de la deuda. De cualquier manera, la pandemia puso a la Argentina en el centro del debate. Acepten o no, “eso es lo que hay para ustedes” es la frase perfecta para los acreedores buitres o estatales. Y es entendible. La masa de dinero puesta para cuidar la vida, el trabajo y la salud de los argentinos sumó en apenas dos meses casi 850 mil millones de pesos, una cifra que equivale al 3 por ciento del PBI.

    LOS MISERABLES.

    Lo tuvo que decir la canciller alemana Ángela Merkel: “Nunca entendí por qué en la Argentina los ricos no pagan más impuestos”. Alemania instauró un impuesto a la riqueza ante la crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial, que recién eliminó en 1997. Y si la lucha contra la pandemia no es una guerra cabal, por lo menos se le parece en las consecuencias económicas. Por eso, el gobierno de AF y Cristina Fernández de Kirchner impulsaron la necesidad de aplicar un impuesto cercano al uno o dos por ciento de las grandes fortunas. Hubo, primero, un pase de baile judicial. CFK, como presidenta del Senado, y consciente de la resistencia de las no más de 12 mil grandes fortunas de la Argentina, a las que hace de vocero y libretista el poder mediático, tal como se dijo más arriba, pidió a la Corte Suprema que permitiera sesionar virtualmente al Congreso. Los cortesanos se tomaron su tiempo –tiempo que no tienen los millones de pobres de la Argentina y su necesidad de asistencia del Estado, que debe llegar a casi 8 millones de ciudadanos con problemas laborales o desocupados– y finalmente dijeron que ellos no debían autorizar las sesiones virtuales del Legislativo pero que daban el visto bueno para que los legisladores establecieran el reglamento de funcionamiento durante la pandemia. Así que “Listo”, festejó en tuiter CFK. Nadie podrá decir, ahora, agregó, que sesionar virtualmente sea pretexto para declarar inconstitucional el impuesto a las grandes fortunas, que la derecha macrista y sus aliados diz que radicales, es decir, neoliberales a la violeta –porque el Estado es para hacer negocios y no para repartir la plata de los más ricos– resisten con uñas, dientes, tretas y pauteros y corporación mediática al ataque. Lo cierto es que es obscena la resistencia. La lista de los más ricos de la Argentina, publicada por Forbes, en 2019 la encabezan Paolo Rocca (Techint) con más de 9 mil millones dólares, seguido por el petrolero Alejandro Bulgheroni, con cerca de 8 mil millones, y tiene entre sus miembros a los dueños del Grupo Clarín, con dos mil millones entre Héctor Magnetto y los hermanos Noble. Forbes revela que el grupo de no más de 50 ricos tiene cerca de 70.000 millones de dólares. Un impuesto del 1 por ciento sería no más de 700 millones de dólares. Si se piensa que el impuesto lo pagarían unos 12 o 13 mil millonarios, el Estado argentino piensa recaudar entre 2.300 y 3.800 millones de dólares, calculados sobre lo declarado, y cuando se sabe que el 80 por ciento de esos millonarios fugan a las grandes cuevas de evasión del mundo su fortuna. El relevamiento del Estado para pagar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) reveló algo increíble: se supuso que accederían al IFE un millón y medio de trabajadores informales o no registrados. Pero quedaron en condiciones de percibirlo más del triple. Cerca de 4,8 millones de argentinos necesitan ayuda estatal para sobrevivir. El más del 10 por ciento de la población.

    ATTENTI A LA TECNOPLUTOCRACIA.

    Con el teletrabajo impuesto por la pandemia, se retrocede en derechos laborales conquistados. Los repartidores o delivery por apps se declararon en estado de alerta por la híper precarización. Además, el teletrabajo no es para todos. De un total de 11 millones de trabajadores, sólo 3 millones podrían realizar el home-office. Los efectos negativos de la pandemia serán mayores en los estratos de menores recursos. Por la caída de los ingresos ante la imposibilidad del uso del home-office, la pobreza podría aumentar cinco puntos. Los 4,8 millones de trabajadores, que representan el 40 por ciento de los ocupados, tienen nulo potencial de migrar al teletrabajo. En este grupo se destacan el personal doméstico, construcción, agricultura, transporte, servicios de comida, servicios de apoyo edificios y atención a la salud. El potencial de trabajo asciende a 34 por ciento en hombres y desciende a 24 por ciento en mujeres. Pero además, las estadísticas sirven para las radiografías pero no para definir el curso de los acontecimientos. La desigualdad tecnológica sumada a la precarización laboral es un tema de la materialidad de la vida. Además de las condiciones subjetivas de eliminación de la diferencia entre jornada laboral de la del descanso; que el teletrabajador financie los costos operativos de las empresas –luz, servicios, transporte– que redunde en una reducción del salario real y de hecho lo empobrezca. Una nueva mano de obra para un gobierno al que le teme Chomsky cuando habla de que el capitalismo puede reinventarse después de la pandemia con un nuevo sistema, con Estados altamente autoritarios y represivos que expandan el manual neoliberal incluso más que ahora. Una tecnoplutocracia donde los súper ricos usen la tecnología y las consecuencias de la pandemia para un nuevo ciclo de explotación y un retroceso a las primeras etapas de la brutal era de acumulación del capitalismo industrial, donde las jornadas de trabajo eran mayores a doce horas. Y el trabajador no tenía acceso a derechos de protección social. Los sindicatos parecen prevenidos, pero nada está escrito. Transformar en normal la vida pandémica en el trabajo y la producción costará otra vez sangre, sudor y lágrimas. El economista y escritor italiano Christian Marazzi, autor, entre otros libros, de El sitio de los calcetines, señaló la necesidad política de un nuevo Estado social que promueva un modelo antropogenético, basado en las actividades humanas para el hombre, que se apoye en la salud, lo comunitario, la cultura y el medioambiente en vez de en las mercancías. Para él, el coronavirus es “un virus de clase”. Es obvio que produce efectos diferenciados sobre las clases sociales. Y también entre los países. Porque el temor de no pocos intelectuales es que, como señaló Slavoj Zizek, ante el desmoronamiento pandémico de nuestro mundo no haya un final a la vista. ¿O sí lo hay? Por las dudas, Zizek propone la reasignación de recursos. “Tenemos suficientes. La tarea es reasignarlos fuera de la lógica del mercado (…) No importa cómo llamemos al nuevo orden que necesitamos, comunismo o coinmunismo, como lo hace Peter Sloterdijk (una inmunidad colectiva organizada contra ataques virales), el punto es el mismo”. El filósofo esloveno pide a gritos “nuevos guiones”. Se necesita “un horizonte de esperanza. Necesitamos un nuevo Hollywood pospandémico”. Claro que no se trata de vivir una ilusión. Se trata de que el capitalismo se reinvente para la vida y no para la muerte. Y esa batalla, por lo menos en la Argentina, está en pleno desarrollo con el regreso del Estado nacional y la política imponiéndose sobre la voracidad de los tecnoplutócras del gobierno neoliberal que gobernó hasta hace apenas cuatro meses. Hasta hace muy poco, pero que se siente como una eternidad.

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