lunes, 23 de agosto de 2021

J.M. ROCA VIDAL,...MI AMIGACHO MADRILEZ,...¡¡ : El filete de Adam, que no costilla.

 El filete de Adam


José Manuel Roca

Adjuntos23 ago 2021 19:20 (hace 10 horas)
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J.M. ROCA VIDAL,...MI AMIGACHO MADRILEZ,...¡¡ : El filete de Adam, que no costilla.

Con cierta sorpresa por su corto vuelo, dada la importancia del tema y el clima reinante en esas filas, leí el otro día en El País (21/8/2021) una entrevista a Ana de Miguel, profesora y filósofa feminista, realizada por Pilar Álvarez, a propósito de su libro “Ética para Celia. Contra la doble verdad”.

El titular era llamativo: “Los grandes pensadores han legitimado que las mujeres son regalos o vasijas”. Tal es el aperitivo de la arremetida contra Homero, Platón, Aristóteles, Hume, Kant, Nietzsche, Smith, Ortega, Levi Strauss y contra quienes escriben libros de ética sin haber puesto una lavadora en su vida. Carambas. ¿Y cómo sabe que no lo han hecho? Aún más, ¿es ello condición indispensable para escribir sobre ética? ¿Debería la historia de la ética ir asociada a la historia del gremio de lavanderas? ¿Quizá a Simone de Beauvoir, citada en el artículo, le sirvió tal práctica para escribir “El segundo sexo”? 

En mi corto alcance sobre su vida, sé que gran parte de ella residió en un hotel para evitarse las labores domésticas y, que, por ello, presumo, utilizaría los servicios de la lavandería, igual que los de la cocina y el comedor. Lo cual no va en demérito de su labor como escritora y feminista. 

No negaré que, en cuanto a sus ideas sobre la mujer, los autores citados merecen un severo repaso, pero sin olvidar el contexto material, social e ideológico de su época, la episteme de su mundo, porque si se olvida y se trivializan sus opiniones con anécdotas, flaco favor se hace a la causa que se quiere defender con tanto ahínco -“escribiendo me hervía la sangre”, dice la autora, aludiendo a su libro.  

La entrevista, junto con aciertos, abusa de argumentos de ese estilo y de afirmaciones generales un tanto dogmáticas -“reflexionar sobre por qué a las mujeres se las excluyó durante miles de años de lo que se consideraba bueno y valioso para los hombres”-. Afirmación excesiva, pues ¿todo lo que excluía a las mujeres era bueno y valioso para los hombres? Me parece que no, aun admitiendo la discriminación. O “En el momento en que un chico se pone en el lugar de una mujer, la prostitución desaparece, la violación desaparece”. Sólo puedo añadir, que ojalá fuese así, pero el asunto -el mundo- es más complejo. O esta otra frase: “Sí, vamos a aprender de ellos (de Aristóteles, Platón, Nietzsche, Levi Strauss), pero sin dejar de señalar que el problema de la humanidad es que estos genios legitimaron que ellas eran juguetes, regalos o vasijas”. Pues vaya con “el problema” de la humanidad. O esta otra: “El humor es el único antídoto que tengo para asumir que los grandes escritores que forjaron mi visión del mundo consideraron que las mujeres somos seres insignificantes”. ¿Insignificantes? 

No he leído el libro y no lo puedo juzgar, pero la entrevista está trufada de frases grandilocuentes con anécdotas, argumentos arteros y falta de información. Por ejemplo: “El sistema de dominación patriarcal es el más invisible, sólo se nos hace visible si lo estudiamos. Pongo un ejemplo. Yo tenía 19 años en el golpe de Estado del 23-F. Estudiaba filosofía y tenía mucha conciencia feminista. Cuando vimos las imágenes, ninguna nos fijamos en que no había mujeres en el Parlamento. Teoría, etimológicamente, viene de ver. Vemos a través de los conceptos. Eso lo saben las científicas: la Tierra es redonda, aunque la vemos plana. No había mujeres y no lo veíamos”. 

La joven estudiante de filosofía, estaba cargada de conciencia feminista, pero andaba escasa de conocimientos de aritmética elemental. Simplemente, no veía mujeres porque no quería contar, o no quería ver lo que la realidad le ofrecía, porque contradecía sus prejuicios. Le faltaba “theorein”.

En el Congreso, en 1981, como resultado de las elecciones generales de 1979, había 18 diputadas, ya sé que no son muchas, pero veníamos de una dictadura -hay atender el contexto, sin el cual pocas cosas se entienden-. Suponiendo que algunas diputadas faltaran en aquella sesión donde se dirimía la elección de un presidente del Gobierno, había un número suficiente para desmentir la ausencia de mujeres en la cámara. Es más, había una diputada que estaba embarazada, creo que era Ana Balletbó, y, por tanto, es un dato significativo, como mujer, futura madre y representante política, que no debería escapar a la mirada de una feminista militante. 

Otra perla: “Homero nos tomaba el pelo. ¿Cómo puede convencernos de que las tres diosas más importantes del Olimpo están peleadas para ver cuál de las tres es la que está más buena y eso, ni más ni menos, es el origen de la guerra de Troya?”. Me cuesta creer que la Ilíada responda a la intención de tomar el pelo a alguien, pero, puestos en este plan, se puede alegar que el teléfono móvil de Homero estaba fuera de cobertura o que el espacio radioeléctrico de Troya estaba saturado y hacía imposible cualquier comunicación sobre el origen del conflicto del rey Príamo con los aqueos. 

Homero no fue un testigo de la guerra de Troya, ni un cronista, un notario o un taquígrafo que levantó acta de lo que sucedido, sino un rapsoda que relata una leyenda donde los deseos de los dioses se mezclan con los intereses de los humanos y las hazañas de los héroes, como, por otra parte, ocurre en las tragedias. El mundo griego era así y si no se tiene en cuenta el papel de la mitología, es difícil entender el pensamiento de la época. Por otra parte, ¿cómo puede sorprender que tres diosas compitieran en belleza, cuando el Olimpo era el escenario de la permanente competición entre los dioses? ¿Tan difícil de imaginar es la competición de tres mujeres por ver quién tiene más capacidad para seducir? En eso hemos cambiado poco con el paso de los siglos, pues, como estamos en verano, basta asomarse a cualquier playa para advertir la competencia entre miles de diosas de todas las edades por exhibir su capacidad de seducir. En invierno ocurre lo mismo; es menos vistoso, pero igualmente comprobable.   

Criticando la homocéntrica visión del mundo y defendiendo la importancia de los cuidados, que han estado a cargo de las mujeres, la autora se mete con las cenas del pobre Adam Smith y liquida de un plumazo la teoría del liberalismo económico. “Adam Smith no comprendía la economía, porque cuando se pregunta a quien debe el filete que está cenando, contesta que no es a la benevolencia del carnicero, sino a su interés egoísta. Como dice Katrine Marçal en el libro “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?”, este hombre le debía el filete a su madre”. 

El razonamiento, digámoslo así, es sorprendente porque invita a entender que la madre de Adam Smith era ganadera o carnicera; de no serlo, la crítica a Smith es simplemente demagógica, porque su madre habría tenido que adquirir, previo pago, el filete en una carnicería, con lo cual habría entendido perfectamente el razonamiento de su hijo, que, en La riqueza de las naciones, es el siguiente: “Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así obtendremos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas”. No sigo por no aburrir, pero recomiendo leer la entrevista. 

En un tema en el que soy un intruso, según mi modesta opinión algunos de los asuntos que aparecen en el artículo merecen un tratamiento más serio, y el intento de hacerlos más asequibles a los jóvenes, que parece ser la preocupación de la profesora, debería huir de la excesiva vulgarización y la anécdota humorística.  


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