domingo, 30 de mayo de 2021

¡¡ ",... Contribución a la crítica de la economía política,...¡¡¡. CARLOS MARX,... ¡¡ - REVOLUCIÓN SOCIAL, PODER ORGAS Y PARIPÉS DEMAGÓGICOS,...LITERATURA SOCIALMENTE NECESARIA EN EL PLANETA TERRÓÍCOLA,...¡¡¡.

 

CONTRIBUCIÓN  A LA CRÍTICA 

DE LA ECONOMÍA POLÍTICA 

Carlos Marx 

Edición: Alberto Corazón Editor, Madrid 1970. 

Lengua: Castellano.  

Digitalización: Koba.  

Distribución: http://bolchetvo.blogspot.com/


Índice  

PREFACIO ................................................................1  CONTRIBUCIÓN A LA CRÍTICA DE LA  ECONOMÍA POLÍTICA ..........................................3  CAPITULO I. LA MERCANCÍA .............................3  A. Noticia histórica del análisis de la mercancía .....14  CAPITULO II. El DINERO O LA CIRCULACIÓN  SIMPLE ...................................................................19  I. Medida de los valores ...........................................19  B. Teorías sobre la unidad de medida del dinero .....24  II. Instrumentos de circulación ................................29  a) La metamorfosis de las mercancías .....................29  b) La circulación del dinero .....................................34  c) La moneda. El signo del valor .............................38  III. El dinero ............................................................44  a) Tesaurización .......................................................46  b) Instrumento de pago ............................................51  c) La moneda universal ............................................56  IV. Los metales preciosos ........................................58  C. Teorías sobre los instrumentos de circulación y  sobre la moneda .......................................................60 

CO TRIBUCIÓ  A LA CRÍTICA DE LA ECO OMÍA POLÍTICA  

PREFACIO  

Examino el sistema de la economía burguesa por  el orden siguiente: Capital, Propiedad, Trabajo  asalariado; Estado, Comercio exterior, Mercado  mundial. Bajo los tres primeros títulos estudio las  condiciones económicas de existencia de las tres  grandes clases en las cuales se divide la sociedad  burguesa moderna; el enlace de los otros tres títulos  salta a la vista. La primera sección del primer libro,  que trata del capital, comprende los capítulos  siguientes: 1.° La mercancía. 2.° La moneda o la  circulación simple. 3.° El capital en general. Los dos  primeros capítulos forman el contenido de este  volumen. Tengo a la vista el conjunto de materiales en forma de monografías escritas con largos  intervalos para mi propia ilustración, no para la  imprenta, y cuya ininterrumpida elaboración, según  el plan indicado, dependerá de las circunstancias.  

Suprimo un prólogo general que había esbozado  porque, después de reflexionar bien, me parece que  anticipar resultados que quedan todavía por  demostrar podría desconcertar, y porque el lector que  tenga la bondad de seguirme tendrá que decidirse a  elevarse de lo particular a lo general. En cambio,  algunas indicaciones sobre el curso de mis propios  estudios político-económicos podrían encajar muy  bien aquí.  

Mi estudio profesional era la jurisprudencia, que  sin embargo no continué mas que de un modo  accesorio respecto a la filosofía e historia, como una  disciplina subordinada. Por los años 1842-1843, en  calidad de redactor en la Rheinische Zeitung,1 me vi  obligado por primera vez a dar mi opinión sobre los llamados intereses materiales. Las discusiones del  Landtag renano sobre los delitos forestales y el  parcelamiento de la propiedad rústica, la polémica  que M. von Schapper, primer presidente a la sazón de  la provincia renana, entabló con la Rheinische  Zeitung, respecto a las condiciones de vida de los  aldeanos del Mosela, y por último las discusiones  sobre el librecambio y la protección, me dieron los 

  

1 Rheinische Zeitung: Gaceta renana, diario demócrata,  publicado en Colonia desde el 1 de enero de 1842 al 31 de  marzo de 1843. A partir del 15 de octubre de 1842, Marx  ocupó el cargo de redactor jefe.  

primeros motivos para ocuparme de las cuestiones  económicas. Por otra parte, en esta época en que el afán de «avanzar» vencía a menudo a la verdadera  sabiduría, se había hecho oír en la Rheinische  Zeitung un eco debilitado, por decirlo así, filosófico,  del socialismo y del comunismo franceses. Me  pronuncié contra este tinglado, pero al mismo tiempo  confesé claramente, en una controversia con la  Allgemeine Augsburger Zeitung,2 que los estudios  que yo había hecho hasta entonces no me permitían  arriesgar un juicio respecto de la naturaleza de las  tendencias francesas. La ilusión de los gerentes de la  Rheinische Zeitung, que creían conseguir desviar la  sentencia de muerte pronunciada contra su periódico imprimiéndole una tendencia más moderada, me  ofreció la ocasión, que me apresuré a aprovechar, de  dejar la escena pública y retirarme a mi gabinete de  estudio.  

El primer trabajo que emprendí para resolver las  dudas que me asaltaban fue una revisión crítica de la  Rechtsphilosophie de Hegel, trabajo cuyos  preliminares aparecieron en los Deutsch-franzosische  Jahrbücher,3 publicados en París en 1844. Mis  investigaciones dieron este resultado: que las  relaciones jurídicas, así como las formas de Estado,  no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la  llamada evolución general del espíritu humano; que  se originan más bien en las condiciones materiales de  existencia que Hegel, siguiendo el ejemplo de los  ingleses y franceses del siglo XVIII, comprendía bajo  el nombre de «sociedad civil»; pero que la anatomía de la sociedad hay que buscarla en la economía  política. Había comenzado el estudio de ésta en París  y lo continuaba en Bruselas, donde me había  establecido a consecuencia de una sentencia de  expulsión dictada por el señor Guizot contra mí. El 

  

2 Allgemeine Augsburger Zeitung: Gaceta General de  Augusta. Diario dirigido por G. Kolb. Importante en la  polémica MarxVogt.  

3 Deutsch-Franzosische Jahrbücher, Anales franco alemanes. Se publicaron en París, un año después de la  prohibición de la Rheinische Zeitung por parte del  Gobierno de Prusia (1843). Por disidencia entre Marx y  Ruge, que eran los editores, la publicación cesó tras la  aparición del primer volumen. 

2 Carlos Marx  

resultado general a que llegué y que, una vez  obtenido, me sirvió de guía para mis estudios, puede  formularse brevemente de este modo: en la  producción social de su existencia, los hombres  entran en relaciones determinadas, necesarias,  independientes de su voluntad; estas relaciones de  producción corresponden a un grado determinado de  desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El  conjunto de estas relaciones de producción constituye  la estructura económica de la sociedad, la base real,  sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y  política y a la que corresponden formas sociales  determinadas de conciencia. El modo de producción  de la vida material condiciona el proceso de vida  social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la  realidad; por el contrario, la realidad social es la que  determina su conciencia. Durante el curso de su  desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad  entran en contradicción con las relaciones de  producción existentes, o, lo cual no es más que su  expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en  cuyo interior se habían movido hasta entonces. De  formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas  fuerzas. Entonces se abre una era de revolución  social. El cambio que se ha producido en la base  económica trastorna más o menos lenta o  rápidamente toda la colosal superestructura. Al  considerar tales trastornos importa siempre distinguir  entre el trastorno material de las condiciones  económicas de producción -que se debe comprobar  fielmente con ayuda de las ciencias físicas y  naturales- y las formas jurídicas, políticas, religiosas,  artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas  ideológicas, bajo las cuales los hombres adquieren  conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como  no se juzga a un individuo por la idea que él tenga de  sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de  trastorno por la conciencia de sí misma; es preciso,  por el contrario, explicar esta conciencia por las  contradicciones de la vida material, por el conflicto  que existe entre las fuerzas productoras sociales y las  relaciones de producción. Una sociedad no  desaparece nunca antes de que sean desarrolladas  todas las fuerzas productoras que pueda contener, y las relaciones de producción nuevas y superiores no se sustituyen jamás en ella antes de que las  condiciones materiales de existencia de esas  relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad no se  propone nunca más que los problemas que puede  resolver, pues, mirando de más cerca, se verá  siempre que el problema mismo no se presenta más  que cuando las condiciones materiales para  resolverlo existen o se encuentran en estado de  existir. Esbozados a grandes rasgos, los modos de  producción asiáticos, antiguos, feudales y burgueses  

modernos pueden ser designados como otras tantas  épocas progresivas de la formación social  económica. Las relaciones burguesas de producción  son la última forma antagónica del proceso de  producción social, no en el sentido de un  antagonismo individual, sino en el de un  antagonismo que nace de las condiciones sociales de existencia de los individuos; las fuerzas productoras  que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa  crean al mismo tiempo las condiciones materiales  para resolver este antagonismo. Con esta formación  social termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana.  

Friedrich Engels con quien (desde la publicación  en los Deutsch-Franzosische Jahrbücher, de su  genial esbozo de una crítica de las categorías  económicos) sostenía una constante correspondencia, 

en la que intercambiábamos nuestras ideas, habla  llegado por otro camino -comparad su La situación  de la clase obrera en Inglaterra.- al mismo resultado  que yo. Y cuando, en la primavera de 1845, vino,  también él, a domiciliarse en Bruselas, acordamos  contrastar conjuntamente nuestro punto de vista con el ideológico de la filosofía alemana; en realidad, 

liquidar con nuestra conciencia filosófica anterior. El  manuscrito4, dos gruesos volúmenes en octavo, hacía  largo tiempo que se encontraba en poder del editor, en Westfalia, cuando nos advirtieron que un cambio  de circunstancias ponía un obstáculo a la impresión.  Abandonamos el manuscrito a la roedora crítica de  los ratones tanto más a gusto cuanto que habíamos  alcanzado nuestro principal fin, aclarar nuestras  propias ideas  

De los trabajos dispersos que hemos sometido al  público en esta época y en los cuales hemos expuesto  nuestros puntos de vista sobre diversas cuestiones, no  mencionaremos que el Manifiesto del Partido  Comunista, redactado por Engels y yo en  colaboración, y el Discurso sobre el libre cambio,  publicado por mí. Nuestros puntos de vista decisivos  han sido expuestos científicamente por primera vez, aunque bajo la forma de una polémica, en mi escrito,  aparecido en 1847, y dirigido contra Proudhon:  Miseria de la Filosofía,5 etc. La tirada de una  disertación sobre el trabajo asalariado, escrita en alemán y compuesta de conferencias que yo había  dirigido al grupo de obreros alemanes de Bruselas,  fue interrumpida por la revolución de febrero y mi  consiguiente expulsión.  

La publicación de la *eue Rheinische Zeitung,6 en  1848-49, y los acontecimientos posteriores  interrumpieron mis estudios económicos, que no  

  

4 Marx se refiere aquí a la Ideología Alemana5 Miseria de la filosofía, escrita en francés por Marx en  1846-47.  

6 *eue Rheinische Zeitung: Nueva Gaceta Renana, diario  demócrata, publicado en Colonia bajo la dirección de  Marx en 1848-49. 

Contribución a la crítica de la economía política 3  

pude proseguir hasta 1850, en Londres. La  prodigiosa cantidad de materiales para la historia de  la Economía política amontonada en el British  Museum; la situación tan favorable que ofrece  Londres para la observación de la sociedad burguesa,  y en fin, la nueva fase de desarrollo en que ésta  parecía entrar por el descubrimiento del oro  californiano y australiano, me decidieron a comenzar  de nuevo por el principio y a someter a un examen  crítico los nuevos materiales. Estos estudios me  llevaron por sí mismos a investigaciones que  parecían alejarme de mi objeto y en las que, sin  embargo, tuve que detenerme más o menos tiempo.  Pero lo que abrevió sobre todo el tiempo de que  disponía fue la imperiosa necesidad de producir un  trabajo remunerador. Mi colaboración, comenzada  hacía ocho años, en la *ew York Tribune 7, el primer  periódico angloamericano, trajo consigo, ya que no  me ocupo más que excepcionalmente de periodismo  propiamente dicho, una extraordinaria dispersión de mis estudios. Sin embargo, los artículos sobre los  acontecimientos económicos notables que tenían  lugar en Inglaterra y en el continente, formaban una  parte tan considerable de mis aportaciones, que tuve  que familiarizarme con detalles prácticos que no son  del dominio de la ciencia propia de la economía  política.  

Con este esbozo del curso de mis estudios en el  terreno de la economía política he querido hacer ver  únicamente que mis opiniones, de cualquier manera  que se juzguen por otra parte, y aunque concuerden  tan poco con los prejuicios interesados de las clases  dominantes, son el fruto de largos y concienzudos  estudios. Pero en el umbral de la ciencia, como a la  entrada del infierno, una obligación se impone:  

Qui si convien lasciare ogni sospetto  

ogni viltà convien che qui sia morta.  

CARLOS MARX  

Londres, enero de 1859.  

CO TRIBUCIÓ  A LA CRÍTICA DE LA  ECO OMÍA POLÍTICA  

CAPITULO I. LA MERCA CÍA  

A primera vista la riqueza de la sociedad burguesa  aparece como una inmensa acumulación de  mercancías, siendo la mercancía aislada la forma  elemental de esta riqueza. Pero cada mercancía se  manifiesta bajo el doble aspecto de valor de uso y  valor de cambio8.  

  

7 *ew York Tribune: Órgano democrático-burgués,  fundado en 1841. Marx colaboró en él desde 1851. A  partir de 1855 fue el único corresponsal de Europa. 8 Aristóteles, De República, Libro I. cap. 9: Toda  propiedad tiene dos usos, que le pertenecen esencialmente,  sin pertenecerle, sin embargo, del mismo modo: uno es  especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede servir  a la vez como calzado o para efectuar un cambio o  trueque. Por lo menos se puede obtener de aquél este doble  

La mercancía, en el idioma de los economistas  ingleses, es, en primer lugar, «una cosa cualquiera,  necesaria, útil o agradable a la vida», objeto de  necesidades humanas, medio de existencia en la más  lata acepción de la palabra. La forma bajo la cual la  mercancía es un valor de uso coincide con su  existencia material tangible. El trigo, por ejemplo, es  un valor de uso especial, que se distingue de los  valores de uso: algodón, vidrio, papel, etc. El valor  de uso no tiene valor más que para el uso, y no  adquiere realidad más que en el proceso de consumo. Un mismo valor de uso puede utilizarse de diferentes  maneras. No obstante, la suma de sus empleos  posibles la da su carácter de objeto con propiedades  definidas. Además, no sólo está determinado  cualitativamente, sino también cuantitativamente.  Los valores de uso diferentes tienen medidas  distintas, con arreglo a sus particularidades naturales;  por ejemplo: una fanega de trigo, una resma de papel,  un metro de tela, etc.  

Cualquiera que sea la forma social de la riqueza,  los valores de uso constituyen siempre su contenido,  que en un primer momento, resulta indiferente a esa forma. Al probar el trigo no se conoce quién lo ha  cultivado: siervo ruso, modesto aldeano francés o  capitalista inglés. Aunque el valor de uso sea objeto  de necesidades sociales y se enlace, por consiguiente,  a la sociedad, no expresa, sin embargo, una relación  de producción social. Sea esta mercancía considerada  en su valor en uso: un diamante, por ejemplo.  Mirando el diamante no se aprecia que es una  mercancía. Cuando sirve como valor de uso, estético o mecánico, sobre la garganta de una dama o en la  mano del tallista, es diamante y no mercancía. Parece  necesario que la mercancía sea un valor de uso, pero  es indiferente que el valor de uso sea una mercancía.  El valor de uso en esta indiferencia a la  determinación económica formal, es decir, el valor  de uso como tal, se halla fuera de la esfera de  investigación de la economía política9.  

Entra en ella solamente cuando él mismo es  determinación de forma económica. Directamente es  la base material con que se manifiesta una relación determinada: el valor de cambio.  

El valor de cambio aparece primeramente como  una relación cuantitativa en la que los valores de uso  son intercambiables. En tal relación estos valores  constituyen una magnitud idéntica de cambio. De  

  

uso. El que cambia un zapato que otro necesita, por dinero  o por alimentos, emplea indudablemente este zapato como  tal zapato; pero, sin embargo, no lo emplea con su utilidad  característica; porque no fue hecho para el cambio. Otro  tanto podré decir de todas las demás propiedades.  

9 Por eso los compiladores alemanes tratan con amore del  valor de uso fijado bajo el nombre de «bien». Por ejemplo,  L. Stein, System der Staatswissenschaften, vol. I. capítulo  de los «Bienes». Ideas sensatas pueden encontrarse en los  Ansoeisungen zur Waarenkunde

4 Carlos Marx  

este modo, un volumen de Propercio y ocho onzas de  rapé pueden tener el mismo valor de cambio, a pesar de lo dispar de los valores de uso del tabaco y de la  legía. Considerado como valor de cambio, un valor  de uso vale exactamente lo que otro, con tal de que se  presente en proporción conveniente. El valor de  cambio de un palacio puede expresarse en un número  determinado de cajas de betún. Los fabricantes de  betún de Londres, inversamente, han expresado en  palacio el valor de cambio de sus cajas de betún  multiplicadas. Indiferentes, pues, a su modo natural  de existencia, sin miramientos para la naturaleza  específica de la necesidad para la cual son valores de  uso, las mercancías, en cantidades determinadas, se superponen, se suplen en el cambio, se reputan como equivalentes y representan así, a despecho de su  variada apariencia, la misma unidad.  

Los valores de uso son inmediatamente medios de  existencia. A la inversa, estos medios de existencia  son productos de la vida social, resultado de la fuerza  vital gastada por el hombre, del trabajo objetivado.  Como materialización del trabajo social, todas las  mercancías son cristalizaciones de la misma unidad. Ahora necesitamos considerar el carácter  determinado de esta unidad, es decir, del trabajo, que  se manifiesta en el valor del cambio.  

Supongamos que una onza de oro, una tonelada  de hierro, una medida de trigo y veinte metros de  seda representan valores de cambio de la misma  magnitud. Gracias a esta equivalencia, en la que está  eliminada la diferencia cualitativa de su valor de uso,  aquéllos representan un mismo volumen de un  trabajo idéntico. Es preciso que el trabajo que se  realiza en ellos de un modo idéntico sea asimismo  trabajo uniforme, no diferenciado, simple, al cual le  es tan indiferente manifestarse en el oro, en el hierro,  en el trigo y en la seda, como indiferente es al  oxígeno hallarse en el óxido de hierro, en la  atmósfera, en el jugo de las raíces o en la sangre del  hombre. Pero cavar el suelo para obtener el oro,  extraer el hierro de la mina, cultivar el trigo o tejer la  seda, son clases de trabajo que se distinguen  cualitativamente las unas de las otras. Efectivamente,  lo que parece ser materialmente una diferencia de los  valores de uso, surge en el proceso de producción  como una diferencia de la actividad que crea los  valores de uso. Indiferente a la sustancia particular de  los valores de uso, el trabajo, creador del valor de  cambio, es indiferente a la forma particular del  trabajo mismo. Los diferentes valores de uso son,  además, los productos de la actividad de distintos  individuos; es decir, el resultado de trabajos que  difieren individualmente. Como valores de cambio,  no obstante, representan trabajo homogéneo no  diferenciado; es decir, trabajo en el que está borrada  la individualidad de los trabajadores. El trabajo que  crea el valor de cambio es, pues, trabajo general abstracto.  

Si una onza de oro, una tonelada de hierro, un  quarter de trigo y veinte metros de seda son valores  de cambio equivalentes o de magnitud igual, una  onza de oro, media tonelada de hierro, tres bushels de  trigo y cinco metros de seda serán valores de cambio  de magnitud completamente distinta, y esta  diferencia cuantitativa es la única de que pueden ser  susceptibles, considerados como valores de cambio.  Puesto que son valores de cambio de distinta  magnitud, representan cantidades más o menos  grandes de ese trabajo simple, uniforme, general abstracto que constituye la sustancia del valor de  cambio. La cuestión es saber cómo se han de medir  estas cantidades. O mejor dicho, se trata de saber  cuál es el modo de existencia cuantitativa de este  mismo trabajo, puesto que las diferencias de  magnitud de las mercancías como valores de cambio  no son más que diferencias de magnitud de trabajo  realizado en ellas. De la misma manera que el tiempo  es la expresión cuantitativa del movimiento, el  tiempo de trabajo es la expresión cuantitativa del  trabajo. Conocida su calidad, la única diferencia de  que el trabajo es susceptible es la diferencia de su  propia duración. Como tiempo de trabajo, tiene su  patrón en las medidas naturales del tiempo: hora, día,  semana, etc. El tiempo de trabajo es la sustancia vital  del trabajo, indiferente a su forma, contenido,  individualidad; es su expresión viva cuantitativa, al  mismo tiempo que su medida inmanente. El tiempo  de trabajo objetivado en los valores de uso de las  mercancías es, no solamente la sustancia que hace de  ellos valores de cambio, y por consiguiente de las  mercancías, sino que asimismo es la medida de su  valor determinado. Las cantidades correlativas de los  diferentes valores de uso, en los cuales se objetiva  idéntico tiempo de trabajo, son equivalentes, o, dicho  de otro modo: todos los valores de uso son  equivalentes en las proporciones en que contienen el  mismo tiempo de trabajo consumado, objetivado.  Consideradas como valores de cambio, las  mercancías no son más que medidas determinadas de  tiempos de trabajo coagulado.  

Para mejor comprender el hecho de que el valor  de cambio está determinado por el tiempo de trabajo,  importa establecer los siguientes puntos principales:  1. la reducción del trabajo al trabajo simple, sin  calidad, por decirlo así; 2. el modo específico por el  que el trabajo creador del valor de cambio, y por  consiguiente, productor de mercancías, es trabajo  social y por fin, 3. la diferencia entre el trabajo en  cuanto que produce valores de uso y el trabajo en  cuanto que produce valores de cambio.  

Para medir los valores de cambio de las  mercancías mediante el tiempo de trabajo  incorporado a ellas, es necesario que los diferentes  trabajos sean reducidos al trabajo no diferenciado, 

uniforme, simple en una palabra: al trabajo que es  idéntico por la calidad y no se distingue más que por 

Contribución a la crítica de la economía política 5  

la cantidad.  

Esta reducción presenta la apariencia de una  abstracción; pero es una abstracción que tiene lugar  todos los días en el proceso de producción social. La  conversión de todas las mercancías en tiempos de  trabajo no supone una abstracción mayor ni menos  real que la conversión de todos los cuerpos orgánicos  en aire. En realidad, el trabajo así medido con el  tiempo no aparece como trabajo de distintos  individuos, sino que los diferentes individuos que  trabajan aparecen más bien como simples órganos  del trabajo. O también podría decirse: el trabajo, tal como se manifiesta en los valores de cambio, es  trabajo humano general. Esta abstracción del trabajo  humano general existe en el trabajo medio que cada  individuo medio de una sociedad dada puede realizar,  un gasto productivo determinado de músculos,  nervios, cerebro humanos, etc. Es trabajo simple10,  para cuya realización cada individuo medio puede ser  adiestrado, y cuyo trabajo tiene que efectuar, sea bajo  una u otra forma. El carácter de este trabajo medio difiere en los distintos países y en épocas de diversa  cultura, pero resulta dado una sociedad determinada.  El trabajo simple constituye con mucho la masa más  considerable del conjunto del trabajo de la sociedad  burguesa como puede uno convencerse consultando  cualquier estadística. Que A produzca hierro durante  seis horas y tela durante seis horas, y que B produzca  también hierro durante seis horas y tela durante seis  horas, o que A produzca hierro durante doce horas y  que B produzca tela durante doce horas,  evidentemente no existe en estos casos más que un  empleo distinto del mismo tiempo de trabajo. Pero  ¿qué ocurrirá con el trabajo complicado que se eleva  por encima del nivel medio, en cuanto que es trabajo  de mayor intensidad, de peso específico superior?  Esta clase de trabajo se resuelve en trabajo simple compuesto, en trabajo simple de potencia más  elevada. De tal modo que un día de trabajo  complicado equivale a tres días de trabajo simple.  Las leyes que regulan esta reducción no  corresponden a esta parte de nuestro estudio. Pero  está claro que esta reducción tiene lugar; pues en  tanto que es valor de cambio el producto del trabajo  más complicado, es, en proporción determinada, el  equivalente del producto del trabajo medio simple;  forma, pues, ecuación con un «quantum»  determinado de este trabajo simple.  

La determinación del valor de cambio por el  tiempo de trabajo supone, además, que en una  mercancía dada, sea una tonelada de hierro, por  ejemplo, se objetiva una cantidad igual de trabajo,  sin que importe que sea trabajo de A o de B; es decir,  que los diferentes individuos gastan un mismo  trabajo para producir idéntico valor de uso,  determinado cualitativa y cuantitativamente. En otros    

10 Los economistas ingleses dicen «unskilled labour»  (trabajo no cualificado).  

términos: se supone que el tiempo de trabajo  contenido en una mercancía es el tiempo de trabajo  necesario para su producción, o el tiempo de trabajo  exigido para producir un nuevo ejemplar de la misma 

mercancía en las condiciones generales de  producción dadas.  

Del análisis del valor resulta que para crear valor de cambio es preciso que el trabajo esté determinado  socialmente, que sea trabajo social, no simplemente  social, sino de un modo especial. Se trata de un modo  específico de sociabilidad. Primeramente la  simplicidad no diferenciada del trabajo es igualdad 

de los trabajos individuales que se relacionan los  unos con los otros, en cuanto que trabajo igual, y esto  por la reducción efectiva de todos los trabajos a  trabajo homogéneo. El trabajo de cada individuo,  aunque se manifiesta en tantos valores de cambio,  posee este carácter social de igualdad, y se manifiesta  en el valor de cambio sólo en la medida en que se  refiere al trabajo de los demás individuos de trabajo  idéntico.  

Además, en el valor de cambio, el tiempo de  trabajo del individuo aislado aparece directamente  como tiempo de trabajo general, y este carácter  general del trabajo aislado reviste un carácter social.  El tiempo de trabajo representado en el valor de  cambio es el tiempo de trabajo del individuo, pero  del individuo que no se distingue de los demás  individuos en tanto que realizan un trabajo Igual, de  tal manera que el tiempo de trabajo gastado por uno en producir una mercancía determinada es el tiempo  de trabajo necesario que cualquier otro emplearía en  producir la misma mercancía. Es el tiempo de trabajo  del individuo, pero no es su tiempo de trabajo, puesto  que es el tiempo de trabajo común a todos, y, por  tanto, es indiferente que sea el tiempo de trabajo de  tal o cual individuo. Como tiempo de trabajo general  se realiza en forma de un producto general, de un  equivalente general, de un «quantum» dado de  trabajo materializado, que es indiferente a la forma  determinada de valor de uso bajo la cual representa directamente el producto de un individuo y puede ser  convertido, a voluntad, en cualquier otra forma de  valor de uso en que se exprese el producto de otro  individuo. Es magnitud social sólo en la medida en  que es tal magnitud general. Para que el resultado del  trabajo individual sea un valor de cambio, es preciso  que constituya un equivalente general; es necesario  que el tiempo de trabajo del individuo represente  tiempo de trabajo general, o que el tiempo de trabajo  general represente el del individuo. El efecto es el  mismo que si los diferentes individuos hubiesen  reunido sus tiempos de trabajo y representado  cantidades distintas del tiempo de trabajo a su común  disposición por valores diversos de cambio. El  tiempo de trabajo del individuo es de este modo, en realidad, el tiempo de trabajo que debe de gastar la  sociedad para producir un valor de uso determinado;

6 Carlos Marx  

es decir, para satisfacer una necesidad concreta. Pero  ahora no se trata más que de la forma específica bajo  la cual el trabajo adquiere un carácter social. Por ejemplo, un obrero que hila objetiviza un trabajo  dado en 100 libras de hilo de lino. Suponed que 100 metros de tela, producto del tejedor, representen un  «quantum» idéntico de tiempo de trabajo. Puesto que estos dos productos representan un mismo  «quantum» de tiempo de trabajo general, y son, por  tanto, equivalentes de todo valor de uso que contenga  igual cantidad de tiempo de trabajo, son equivalentes  el uno del otro. Por la sola razón de que el tiempo de  trabajo del que hila y el tiempo de trabajo del que teje se presentan como tiempos de trabajo general, y  que sus productos, por consiguiente, representan  equivalentes generales, el trabajo del tejedor y el del  que hila realizan en este caso el trabajo del uno para  el trabajo del otro; es decir, se objetiviza la existencia  social de su trabajo para ambos. Por el contrario, en  la industria patriarcal-rural, en la cual el que hilaba y  el que tejía vivían bajo el mismo techo, en la que la  parte femenina de la familia hilaba y la masculina  tejía para las necesidades de la familia, hilo y tela  eran productos sociales, hilar y tejer eran trabajos  sociales en el seno de la familia. Pero su carácter social no consistía en el hecho de que el hilo,  equivalente general, se cambiase por la tela,  equivalente general, o que ambos se cambiasen el  uno por el otro como expresiones equivalentes del  mismo tiempo el trabajo general. Era la organización  familiar, con su división del trabajo, la que marcaba  el producto del trabajo con su característico sello social. O bien, consideremos las corveas y los  tributos en especie de la Edad Media. Lo que  constituye aquí el lazo social, son los trabajos  determinados de los individuos en su forma natural, es la particularidad y no la generalidad del trabajo. O  consideremos, por fin, el trabajo en común bajo su  forma primitiva, tal como lo encontramos en el  umbral de la historia de todos los pueblos  civilizados11. En este caso, el carácter social del  trabajo no se deriva claramente de que el trabajo del  individuo revista la forma abstracta de la generalidad  o de que su producto revista la forma de un  equivalente general. La comunidad, en la que se  

  

11 Es un prejuicio ridículo, y muy difundido en los últimos  tiempos, considerar que la forma de la propiedad común  espontánea es la forma específicamente eslava o, más,  exclusivamente rusa. Se trata de la forma originaria cuya  existencia podemos comprobar en los romanos, germanos,  celtas, de la que encontramos un muestrario de múltiples  intentos en la India, aún en estado ruinoso. Un estudio más  detallado de las formas de propiedad común asiáticas,  indias en particular, demostraría cómo a partir de las  diferentes formas de propiedad común espontánea derivan  formas distintas de su desarrollo. Así, por ejemplo, los  diferentes tipos originales de la propiedad privada romana  y germánica pueden derivarse de formas diferentes de  propiedad común india.  

subentiende la producción, es la que impide que el  trabajo del individuo sea trabajo privado, la que más  bien hace aparecer el trabajo individual como  función de un miembro del organismo social. Se  comprende que el trabajo que se realiza en el valor de  cambio es el trabajo del individuo aislado. Para que  se convierta en trabajo social le es preciso adoptar la  forma de su inmediato opuesto, la forma de la  generalidad abstracta.  

En fin, lo que caracteriza al trabajo que crea valor  de cambio es que las relaciones sociales de las  personas aparecen, por decirlo así, invertidas, como  la relación social de las cosas. Puesto que un valor de  uso se relaciona con el otro como un valor de  cambio, el trabajo de une persona se relaciona con el  de otra como con el trabajo igual y general. Si es, pues, correcto decir que el valor de cambio es una  relación entre las personas12, conviene añadir: una  relación oculta bajo el velo de las cosas. Lo mismo que una libra de oro y una libra de hierro, a pesar de  la diferencia de sus cualidades físicas y químicas, 

representan el mismo «quantum» de peso, dos  valores de uso que contengan el mismo tiempo de  trabajo representan idéntico valor de cambio. El  valor de cambio parece ser así una determinación de 

los valores de uso en la sociedad, determinación que  les corresponde por su cualidad de objetos y gracias a  la cual se suplen en el proceso del cambio en  proporciones cuantitativas determinadas y forman  equivalentes, lo mismo que las sustancias químicas  simples se combinan en proporciones cuantitativas  determinadas y forman equivalentes químicos.  Únicamente el hábito de la vida cotidiana puede  hacer parecer como cosa banal y corriente el hecho  de que una relación de producción revista la forma de  un objeto de manera que las relaciones de las  personas en su trabajo se manifiesten como una  relación en la que las cosas entren en relaciones entre  sí y con las personas. En la mercancía, esta  mistificación es aún simplicísima. Más o menos  vagamente, todo el mundo sospecha que la relación  entre mercancías, en cuanto valores de cambio, es  más bien una relación entre personas en su actividad  productora recíproca. En las relaciones de  producción más elevadas, esta apariencia de  simplicidad desaparece. Todas las ilusiones del  sistema monetario provienen de que no se ve que el  dinero representa una relación de producción social y  de que la realiza bajo la forma de un objeto natural  de propiedades determinadas. La misma ilusión se  descubre entre los economistas que se ríen con tanto  desdén de las ilusiones del sistema monetario, en  cuanto se ocupan de las categorías económicas  

  

12 «La richezza è una raggione tra due persone» (La  riqueza es una relación entre dos personas). Galliani. Della  moneta, p. 221. t. III de la compilación de Custodi,  Scrittori classici Italiani di Economia política. Parte  moderna. Milán. 1803. 

Contribución a la crítica de la economía política 7  

superiores, por ejemplo, el capital. La descubren al  confesar cándidamente su asombro cuando tan pronto  se les aparece como una relación social lo que ya  ellos creían tener como un objeto palpable, como les  inquieta bajo la forma de un objeto lo que apenas  habían señalado como una relación social.  

No siendo, en realidad, el valor de cambio de las  mercancías más que la relación de los trabajos  individuales, considerados iguales y generales, y  nada más que la expresión objetiva de una forma  social específica del trabajo, es una tautología  afirmar que el trabajo es la única fuente del valor, y.  por lo tanto, de la riqueza, en cuanto que consiste en  valores de cambio. Es asimismo una tautología decir que la materia como tal no tiene valor de cambio13,  puesto que no contiene trabajo y que el valor de  cambio como tal no contiene materia. Así, pues,  cuando William Petty dice: «el trabajo es el padre, y  la tierra la madre de la riqueza», o cuando el obispo  Berkeley pregunta14: «Si los cuatro elementos y el  trabajo humano que encierran no son la verdadera  fuente de la riqueza»; o cuando el americano Thomas  Cooper expone, vulgarizando: «Quitadle a un pan el  trabajo que en él se ha puesto, el trabajo de panadero,  del molinero, del labrador, etc.; y ¿qué queda?  Algunos granos de hierbas salvajes impropios para  cualquier uso humano»15, no se trata, en todos estos  conceptos, del trabajo abstracto, como fuente del  valor de cambio, sino del trabajo concreto, como  fuente de riquezas materiales; en una palabra: del  trabajo productor de valores de uso. Supuesto el  valor de uso de la mercancía, se supone también la  utilidad particular, el fin determinado del trabajo que  ha absorbido; pero aquí se detiene cualquier  consideración del trabajo como trabajo útil. Lo que nos interesa en el pan, como valor de uso, son sus  propiedades alimenticias, y de ningún modo los  trabajos del labrador, del molinero, del panadero,  etcétera. Si gracias a algún invento desaparecieran los 19/20 de estos trabajos, el pan rendiría el mismo  servicio que antes. Si cayese del cielo ya cocido, no  perdería por eso ni un átomo de su valor de uso.  Mientras el trabajo que crea el valor de cambio se  realiza en la igualdad de las mercancías como  equivalentes generales, el trabajo, en cuanto  

  

13 «In its natural state... matter is always destitute of  value» (En su estado natural, la materia está siempre  desprovista de valor). Mac Culloch, A discourse on the  Rise, Progress etc., of Political Economy, segunda edición,  Edimburgo. 1825, pág. 48. Se ve cómo hasta un Mac  Culloch se eleva por encima del fetichismo de los  «pensadores» alemanes que declaran que la materia y media docena de disparates son los elementos del valor.  Por ejemplo L. Stein, el c., tomo I, pág. 110.  

14 Berkeley. The Querist, London, 1750. «Whether the  four elements, and man's Labour therein, be not the true  source of weallh?»  

15 Th. Cooper, Lectures on the Elements of Political  Economy, London, 1831.  

actividad productora apropiada para un fin, se realiza  en la infinita variedad de sus valores de uso. Mientras  el trabajo, creador del valor de cambio, es trabajo general-abstracto e igual, el trabajo creador del valor  de uso es trabajo concreto y especial que, en lo que  concierne a la forma y a la materia, se descompone  en modos de trabajo infinitamente varios.  

En tanto que produce valores de uso, resulta falso  decir que el trabajo es la fuente única de la riqueza  producida por él, es decir, de la riqueza material. Puesto que dicho trabajo es la actividad que adapta la  materia a tal o cual fin, se sobrentiende que la  materia le es necesaria. La proporción entre el trabajo  y la materia es muy distinta en los diferentes valores  de uso, pero el valor de uso contiene siempre un  «substratum» natural. Actividad útil que busca la  apropiación de los productos de la naturaleza bajo  una u otra forma, el trabajo es la natural condición de  la existencia humana, la condición, independiente de  todas las formas sociales, del intercambio de la  materia entre el hombre y la naturaleza. Por el  contrario, el trabajo que crea el valor de cambio es  una forma de trabajo específicamente social. El  trabajo material del sastre, por ejemplo, considerado  como actividad productora particular, produce  efectivamente el traje, pero no el valor de cambio del  traje. Produce este valor, no porque sea trabajo de sastre, sino porque es trabajo general-abstracto, y  éste se enlaza con un edificio social que el sastre no  ha construido. Así es como las mujeres producían el vestido en la industria doméstica de la antigüedad, sin producir el valor de cambio del traje. El  legislador Moisés sabía tan bien como Adam  Smith16, el funcionario de Aduanas, que el trabajo es  una fuente de riqueza material.  

Consideremos ahora algunas proposiciones que  resultan de la reducción del valor de cambio a tiempo  de trabajo.  

Como valor de uso, la mercancía ejerce una  acción causal. El trigo, por ejemplo, obra porque es  un alimento. Una máquina suple al trabajo en  proporciones determinadas. Esa acción de la  mercancía, por la cual sólo ella es un valor de uso, un  objeto de consumo, puede llamarse su servicio,  servicio que presta como valor de uso. Pero en  calidad de valor de cambio, la mercancía no se  considera más que desde el punto de vista del  resultado. No se trata del servicio que presta, sino del  

  

16 F. List, que no ha podido comprender nunca la  diferencia entre el trabajo que ayuda a crear una utilidad,  un valor de uso, y el trabajo que es una forma social  determinada de la riqueza y crea el valor de cambio -es  verdad que su inteligencia interesada y práctica no, está  hecha para la comprensión- no ve en los economistas ingleses modernos más que plagiarios de Moisés el  egipcio. (Columbia, 1820, pág. 99.) 

8 Carlos Marx  

servicio17 que le ha sido prestado por haber sido  producida. De este modo, el valor de cambio de una  máquina no está determinado por el «quantum» de  tiempo de trabajo que suple, sino por el «quantum»  de tiempo de trabajo que en ella se realiza, y que, por  consiguiente, se requiere para producir una nueva  máquina de la misma clase.  

Así, pues, si el «quantum» de trabajo exigido para  la producción de mercancías quedase constante, su  valor de cambio sería invariable. Pero la facilidad y  la dificultad de la producción varían sin cesar. Si su  fuerza productora aumenta, el trabajo produce el  mismo valor de uso en menos tiempo. Si disminuye  la fuerza productora del trabajo, hace falta más  tiempo para producir el mismo valor de uso. La  magnitud de tiempo de trabajo contenida en una  mercancía, o sea su valor de cambio, es variable por  consiguiente; aumenta o disminuye en razón inversa  al aumento o disminución de la fuerza productora del  trabajo. La fuerza productora del trabajo, que una  industria manufacturera aplica en un grado  determinado de antemano, se encuentra en la  agricultura y en la industria extractiva condicionada  por circunstancias naturales que no se pueden  intervenir. Un mismo trabajo dará un producto más o  menos grande de diferentes metales según la  abundancia o la escasez de estos metales en la  corteza terrestre. Un mismo trabajo puede, si el  tiempo es favorable, convertirse en dos fanegas de  trigo; si es adverso, en una fanega solamente. Las  condiciones naturales de escasez o abundancia  parecen determinar aquí el valor de cambio de las  mercancías, porque determinan la fuerza productora, ligada a condiciones naturales, de un trabajo concreto  particular.  

Varios valores de uso diferentes contienen en  volúmenes desiguales el mismo tiempo de trabajo o  el mismo valor de cambio. Cuanto más pequeño es el  volumen de su valor de uso, comparado con otros  valores de uso, bajo el cual una mercancía contiene un «quantum» determinado tiempo de trabajo, mayor  es su valor de cambio específico. Si nos encontramos  con que en épocas de cultura diferentes y alejadas  unas de otras, ciertos valores de uso forman entre  ellos una serie de valores de cambio específicos que  conservan unos respecto a otros, si no exactamente la  misma relación numérica, cuando menos la relación  general de superioridad e inferioridad, como, por  ejemplo, el oro, la plata, el cobre, el hierro, o el trigo,  el centeno, la cebada, la avena; únicamente se puede  deducir que el desarrollo progresivo de las fuerzas productivas sociales influye de una manera casi  

  

17 Se comprende qué «servicio» ha podido prestar la  categoría «servicio» a economistas de la clase de J. B. Soy  y F. Bastiat, cuya razonadora inteligencia, como ha observado muy bien Malthus, hace constantemente  abstracción de la forma determinada específica de las  relaciones económicas.  

uniforme, sobre el tiempo de trabajo que exige la  producción de esas diferentes mercancías.  El valor de cambio de una mercancía no se  manifiesta en su propio valor de uso. Sin embargo,  como materialización del tiempo de trabajo social,  general, el valor de uso de una mercancía entra en  relaciones de proporcionalidad con los valores de uso  de otras mercancías. El valor de cambio de una  mercancía se manifiesta así en el valor de uso de las  demás mercancías. Es un equivalente, en realidad, el  valor de cambio de una mercancía expresado en el  valor de uso de otra mercancía. Si yo digo que un  metro de tela vale dos libras de café, el valor de  cambio de la tela está expresado en el valor de uso del café, y esto en un «quantum» determinado de este  valor de uso. Dada esta proporción, puedo expresar el  valor de cada «quantum» de tela en café. Es evidente  que el valor de cambio de una mercancía, por  ejemplo, de la tela, no está agotado por la proporción  en la que una mercancía particular, por ejemplo. el café, forma su equivalente. El «quantum» de tiempo  de trabajo general representado en un metro de tela es realizado simultáneamente en los más diversos  volúmenes de valores de uso de todas las demás  mercancías. Dentro de la proporción en la que el  valor de uso de cualquier otra mercancía representa un tiempo de trabajo de igual magnitud, constituye  un equivalente del metro de tela. El valor de cambio  de esta mercancía aislada no se expresa, pues, de un  modo agotador más que en las innumerables  ecuaciones en las que los valores de uso de todas las  demás mercancías constituyen su equivalente.  Únicamente se expresa de esa manera como  equivalente general en la suma de dichas ecuaciones  o en la totalidad de las diferentes proporciones en las  que una mercancía es susceptible de cambio por  cualquier otra mercancía. La serie de ecuaciones:  1 metro de tela = 1/2 libra de té  

1 metro de tela = 2 libras de café  

1 metro de tela = 8 libras de pan  

1 metro de tela = 6 metros de algodón  

se puede representar así:  

1 metro de tela = 1/8 de libra de té + 1/2 libra de café + 2 libras de pan + 1 y 1/2 metro de algodón.  Si tuviéramos a la vista la suma completa de las  ecuaciones en las que se halla agotada la expresión del valor de un metro de tela, podríamos representar  su valor de cambio bajo la forma de una serie. En  realidad, esta serie es interminable, puesto que el círculo de las mercancías nunca está definitivamente  cerrado, sino que se va extendiendo siempre. Ahora  bien; si una mercancía mide así su valor de cambio  con los valores de uso de todas las demás  mercancías, los valores de cambio de las mismas se  miden inversamente con el valor de uso de aquella  mercancía aislada que se mide con ellos18. Si el valor    

18 Es propio de las medidas tener tal relación con los  objetos medidos, que la cosa medida viene a ser en cierto 

Contribución a la crítica de la economía política 9  

de cambio de 1 metro de tela se expresa en 1/2 libra  de té, en 2 libras de café, en 6 metros de algodón y en  8 libras de pan, se deduce que café, té, algodón, pan,  etc., son iguales entre sí en la proporción en que son  iguales a un tercer objeto, la tela; ésta les sirve, pues,  de medida común de sus valores de cambio. Cada  mercancía como tiempo de trabajo general concreto,  es decir, como «quantum» de tiempo de trabajo  general, expresa su valor de cambio sucesivamente  en cantidades determinadas de valores de uso de  todas las demás mercancías, y los valores de cambio de las demás mercancías se miden inversamente con  el valor de uso de aquella mercancía exclusiva. Pero  a título de valor de cambio, cada mercancía es  asimismo la mercancía exclusiva que sirve de medida común de los valores de cambio de todas las demás  mercancías, la cual, por otra parte, no es más que una  de las numerosas mercancías en cuya serie completa  cualquier otra mercancía representa directamente su valor de cambio.  

La magnitud del valor de una mercancía no  resulta afectada porque existan al lado de ella pocas o  muchas mercancías de otra clase. Pero la magnitud  de la serie de ecuaciones en las cuales se realiza su  valor de cambio depende de la variedad más o menos  grande de las demás mercancías. La serie de  ecuaciones en las que se representa, por ejemplo, el  valor del café, expresa la esfera de sus posibilidades  de cambio, los límites dentro de los cuales actúa  como valor de cambio. Al valor de cambio de una  mercancía, como materialización del tiempo de  trabajo social general, corresponde la expresión de su  equivalencia en valores de uso infinitamente  variados.  

Hemos visto que el valor de cambio de una  mercancía varía con la cantidad de tiempo de trabajo  incorporado a ella. El valor de cambio realizado, es  decir, expresado en valores de uso de otras  mercancías, debe de depender igualmente de las  proporciones en las cuales varía el tiempo de trabajo  empleado en la producción de todas las demás  mercancías. Si el tiempo de trabajo necesario para  producir una fanega de trigo continuase siendo el  mismo mientras que el tiempo de trabajo exigido  para producir las demás mercancías se doblase, el  valor de cambio de la fanega de trigo, expresado en sus equivalentes, hubiera bajado la mitad. El  resultado sería prácticamente el mismo que si el  tiempo necesario para producir la fanega de trigo  hubiese bajado la mitad, y el tiempo de trabajo  necesario para la producción de las demás  mercancías no hubiese variado. El valor de las  mercancías está determinado por la proporción en  que pueden ser producidas en el mismo tiempo de  trabajo. Para ver de qué variaciones es susceptible   

modo la medida de la cosa que sirve para medir.  Montanari, Della moneta, pág. 41. Compilación de  Custodio vol. III. Parte antica.  

esta proporción, tomemos dos mercancías, A y B. 1.º  Supongamos que el tiempo de trabajo exigido para la producción de B sigue siendo el mismo. En este caso,  el valor de cambio de A, expresado en B, baja o sube  directamente según que disminuya o aumente el  tiempo de trabajo necesario para la producción de A.  2.º Supongamos que el tiempo de trabajo exigido  para la producción de A sea el mismo. El valor de  cambio de A expresado en B baja o sube en razón  inversa al alza o baja del tiempo de trabajo exigido  para producir B. 3.º Que el tiempo de trabajo  necesario para la producción de B y de A disminuya o  aumente en igual proporción. La expresión de la  equivalencia de A en B sigue siendo la misma. Si, por  cualquier circunstancia, la fuerza productora de todos  los trabajos disminuyese en una medida igual, de  manera que todas las mercancías exigiesen en la  misma proporción más tiempo de trabajo para su  producción, el valor de todas las mercancías habrá  aumentado; la expresión real de su valor de cambio  no habrá variado y la riqueza efectiva de la sociedad  habrá disminuido, puesto que ahora necesitará más  tiempo de trabajo para crear la misma masa de  valores de uso. 4.° El tiempo de trabajo necesario  para la producción de A y de B puede aumentar o  disminuir para ambos, pero de un modo desigual; el  tiempo de trabajo exigido para A puede aumentar,  mientras que el necesario para A disminuye, o  viceversa. Todos estos casos pueden sencillamente  reducirse a lo siguiente: que el tiempo de trabajo  necesario para la producción de una mercancía no  varía, mientras que el que hace falta para producir las  demás aumenta o disminuye.  

El valor de cambio de cada mercancía se expresa  en el valor de uso de otra cualquiera, sea  integralmente, sea por fracciones de este valor de  uso. Como valor de cambio, cada mercancía es tan  divisible como el tiempo de trabajo que representa. La equivalencia de las mercancías es tan  independiente de la divisibilidad física de sus valores  de cambio como indiferente es la suma de los valores  de cambio de las mercancías a la variación de forma 

que sufren los valores de uso de las mismas en su  refundición en una nueva mercancía.  

Hasta aquí hemos considerado la mercancía desde  el doble punto de vista de valor de uso y de valor de  cambio, unilateralmente cada vez. Pero, como  mercancía, es inmediatamente unidad de valor de uso  y de valor de cambio; al mismo tiempo no es  mercancía más que en relación con las demás  mercancías. La relación real de unas mercancías con  otras es su proceso de cambio. Este último es un  proceso social en el que intervienen individuos  independientes unos de otros, pero lo hacen  únicamente en su calidad de poseedores de  mercancías; existen los unos para los otros porque  sus mercancías existen también, de modo que no  aparecen sino como los agentes conscientes del 

10 Carlos Marx  

proceso de cambio.  

La mercancía es valor de uso, trigo, tela,  diamante, máquina, efe.; pero al mismo tiempo,  como mercancía, no es valor de uso. Si fuese valor de  uso para su poseedor, es decir, un inmediato medio  de satisfacción de sus propias necesidades, no sería  mercancía. Para su poseedor es más bien no-valor de  uso, o sea simple soporte material del valor de  cambio, o simple medio de cambio; y siendo el  soporte activo del valor de cambio, el valor de uso llega a ser medio de cambio19. Para su poseedor no es  ya valor de uso porque es valor de cambio. Como  valor de uso es preciso que llegue a serlo, en primer  lugar, para los demás. No siendo valor de uso para su  propio poseedor, lo es para los poseedores de las  demás mercancías. De lo contrario, su trabajo habrá sido inútil y el producto del mismo no será una  mercancía. Por otra parte, es necesario que llegue a  ser valor de uso por si misma, pues sus medios de  subsistencia existen fuera de ella en los valores de  uso de las otras mercancías. Para convertirse en valor  de uso, es preciso que la mercancía se halle frente a  la necesidad especial que puede satisfacer. Los  valores de uso de las mercancías llegan a ser, pues,  tales porque cambian universalmente de sitio,  pasando de la mano en que son medio de cambio a  aquella en que son objeto de utilidad. Gracias  únicamente a esta enajenación universal de las  mercancías. el trabajo que contienen se convierte en  trabajo útil. En este proceso en el que las mercancías  se relacionan unas con otras en calidad de valores de  uso, no adquieren ninguna nueva determinación de  forma económica. Desaparece más bien la forma  determinada que les caracteriza como tales  mercancías. El pan, al pasar de la mano del panadero  a la del consumidor, no varía su modo de ser como  pan. Es lo inverso; es el consumidor el primero que se relaciona con el pan como con un valor de uso,  como con este alimento determinado, mientras que  en la mano del panadero era el soporte de una  relación económica, un objeto sensible:  suprasensible. La único transformación que sufren  las mercancías en su conversión en valores de uso es,  pues, la alteración de su existencia formal en la que  eran «no-valor» de uso para sus poseedores y valores  de uso para los no-poseedores. Para llegar a hacerse  valores de uso es preciso que las mercancías sean  universalmente enajenadas, que entren en el proceso de cambio; pero su manera de ser para el cambio es  su forma de valor. Para tener realidad como valores de uso, es indispensable, pues, que tengan realidad como valores de cambio.  

Si desde el punto de vista del valor de uso la  mercancía aislada parecía un objeto independiente,  como valor de cambio, por el contrario, era desde el  

  

19 Aristóteles concibe el valor de cambio bajo esta forma  determinada. (Véase el pasaje citado al comienzo del  capitulo.)  

primer momento considerada en relación con las  demás mercancías. Sin embargo, esta relación no era más que teórica, no existía más que en el  pensamiento. No se realiza más que en los procesos  de cambio. Por otra parte, la mercancía es  indudablemente un valor de cambio por cuanto que  se encuentra incorporada a ella una cantidad  determinada de tiempo de trabajo, porque dicha  mercancía es tiempo de trabajo materializado. Pero  tal como es inmediatamente, no es más que tiempo  de trabajo individual materializado que posee un  contenido particular; no es tiempo de trabajo general.  En primer lugar, no puede ser materialización del  tiempo de trabajo general, puesto que representa  tiempo de trabajo aplicado a un fin útil determinado,  porque representa un valor de uso. Esta era la  condición material con la cual se admitía como  social, general, el tiempo de trabajo contenido en las  mercancías. Si la mercancía únicamente puede  convertirse en valor de uso realizándose como valor de cambio, no puede, por otra parte, realizarse como  valor de cambio, si no es con la condición de que no  cese, en su enajenación, de ser valor de uso. Una  mercancía no puede ser enajenada a título de valor de  uso sino en beneficio de aquel para el cual constituye  una utilidad, es decir, el objeto de una necesidad  determinada. Por otra parte, no puede ser enajenada más que por otra mercancía, o si nos colocamos del  lado del poseedor de la otra mercancía, éste tampoco  puede enajenar, es decir, realizar la suya, si no es  poniéndola en contacto con la necesidad especial  cuyo objeto constituye. En la enajenación universal de las mercancías en calidad de valores de uso, se  relacionan unas con otras, en virtud de su diferencia  material, como objetos particulares que por sus  propiedades específicas satisfacen necesidades  también particulares. Pero como simples valores de  uso, son objetos sin interés unos para otros y sin  relación entre ellos; los valores de uso no pueden  cambiarse sino relacionándolos con necesidades  particulares. No son intercambiables sino en cuanto son equivalentes, y no son equivalentes sino en  cuanto representan cantidades iguales de tiempo de  trabajo materializado, de tal manera que cualquier  consideración de las cualidades naturales que poseen  los valores de uso, y partiendo de la relación de las  mercancías con las necesidades particulares, queda  eliminada. Como valor de cambio, una mercancía se  manifiesta más bien en que reemplaza como  equivalente a una cantidad determinada de cualquier otra mercancía, sin que importe que sea o no sea un valor de uso para el poseedor de la otra mercancía. Pero no llega a ser mercancía para éste más que en el  momento en que es para él valor de uso y no se  convierte en valor de cambio para su propio poseedor  más que en el instante en que es mercancía para el  otro. La misma relación debe ser, pues, la de las  mercancías que constituyen magnitudes de igual 

Contribución a la crítica de la economía política 11  

esencia y no difieren más que cuantitativamente;  deben de ponerse en ecuación como materia de  tiempo de trabajo general y al mismo tiempo en su  relación como objetos cualitativamente distintos,  como valores de uso especiales para necesidades  también especiales; en una palabra: una relación que  les distinga como valores reales de uso. Pero este  modo de ponerlas en ecuación y esta diferenciación  se excluyen recíprocamente y se llega así no  solamente a un círculo vicioso de problemas en el  que la solución de uno presupone la del otro, sino a  todo un conjunto de postulados contradictorios,  puesto que la realización de una condición está  directamente ligada a la realización de su opuesta.  

El proceso de cambio de las mercancías debe de  ser en conjunto el desarrollo y la solución de estas  contradicciones, que, sin embargo, no pueden  manifestarse en el proceso de esta simple manera.  Hemos visto únicamente que las mercancías se  relacionaban unas con otras como valores de uso, es decir, que aparecían como tales valores en el interior 

del proceso de cambio. Por el contrario, el valor de  cambio tal como lo hemos considerado hasta ahora  no era más que una abstracción que hacíamos, o si se  quiere, una abstracción hecha por el poseedor  individual de las mercancías; bajo la forma de valor  de uso posee las mercancías en su granero, bajo la  forma de valor de cambio las tiene en su conciencia.  Pero, en los límites del proceso de cambio, las  mercancías deben de ser unas para otras no  solamente valores de uso, sino también valores de  cambio, y este modo de existencia debe de revestir la  forma de su relación recíproca propia. La dificultad  que en primer lugar nos detenía era que en calidad de  valor de cambio, de trabajo materializado, se hacía preciso que la mercancía fuese previamente  enajenada como valor de uso, que hubiese  encontrado adquirente, mientras que, por el contrario,  su enajenación bajo la forma de valor de uso supone su existencia en forma de valor de cambio. Pero  supongamos que esta dificultad se halle resuelta; que  la mercancía se haya despojado de su valor de uso  particular y por enajenación de éste haya cumplido la  condición material de ser trabajo útil social en vez de  trabajo particular hecho para sí misma. En su calidad  de valor de cambio es preciso entonces que en el  proceso de cambio se convierta en equivalente  general, tiempo de trabajo general materializado para  las demás mercancías y que adquiera así, no la acción  limitada de un valor de uso particular, sino la  facultad de representarse inmediatamente en todos  los valores de uso considerados como equivalentes  suyos. Pero cada mercancía es la mercancía que al  enajenar su valor de uso particular debe de  manifestarse como la materialización directa del  tiempo de trabajo general. Por otra parte, en el  proceso de cambio, únicamente se confrontan las  mercancías particulares, los trabajos de los  

individuos privados incorporados a valores de uso  particulares. El mismo tiempo de trabajo general es una abstracción que, como tal, no existe para la  mercancía.  

Consideremos el sistema de ecuaciones en los  cuales encuentra su expresión real el valor de cambio  de una mercancía; por ejemplo:  

1 metro de tela = 2 libras de café  

1 metro de tela = 1/2 libra de té  

1 metro de tela = 8 libras de pan, etc.  

Estas ecuaciones enuncian solamente que un  tiempo de trabajo social, general, de la misma  magnitud, se concreta en un metro de tela, dos libras  de café, media libra de té, etc. Pero, en realidad, los  trabajos individuales representados en estos valores  particulares de uso no se convierten en trabajo  general, por consiguiente, en trabajo social, solo  porque se cambian realmente entre ellos  proporcionalmente a la duración del tiempo de  trabajo que contienen. El tiempo de trabajo social no  existe en estas mercancías, por decirlo así, más que  en estado latente, y no se manifiesta sino en su  proceso de cambio. El punto de partida no es trabajo  individual considerado como trabajo común, sino  que, al contrario, se parte de trabajos particulares de  individuos privados, trabajos que no revisten el  carácter de trabajo social general en el proceso del  cambio sino cuando se despojan de su carácter  primitivo. El trabajo social general no es, pues, una  presuposición preparada, sino un resultado que se  obtiene. Y de aquí se deriva una nueva dificultad:  que las mercancías, por una parte, deben de entrar en  el proceso de cambio como tiempo de trabajo general realizado, y que, por otra parte, la realización del  tiempo de trabajo de los individuos como tiempos de trabajo general no es más que el producto del proceso  de cambio.  

Cada mercancía debe, por enajenación de su valor  de uso, o sea de su modo primitivo de existencia,  adquirir su forma de existencia adecuada de valor de  cambio. Es necesario que la mercancía duplique su  existencia en el proceso de cambio. Por otra parte, su  segundo modo de existencia, en forma de valor de  cambio, no puede ser sino otra mercancía, puesto que  en el proceso de cambio no hay más que mercancías  que se confrontan. ¿Cómo representar  inmediatamente una mercancía particular en forma  de tiempo de trabajo material realizado, o, lo que es  igual, cómo imprimir inmediatamente el carácter de  generalidad al tiempo de trabajo individual,  materializado en una mercancía particular? La  expresión concreta del valor de cambio de una  mercancía, es decir, de cualquier mercancía como  equivalente general, se representa por medio de una interminable serie de ecuaciones, tales como:  

1 metro de tela = 2 libras de café  

1 metro de tela = 1/2 libra de té  

1 metro de tela = 8 libras de pan 

12 Carlos Marx  

1 metro de tela = 6 metros de algodón  

1 metro de tela = etc.  

Esta representación era teórica, por cuanto que la  mercancía estaba únicamente pensada como una  cantidad determinada de tiempo de trabajo general  realizado. El funcionamiento de una mercancía  particular como equivalente general se convierte de una simple abstracción en resultado social del  proceso de cambio mismo por simple inversión de la  serie de ecuaciones antes expresada. Así, por  ejemplo:  

2 libras de café = 1 metro de tela  

1/2 libra de té = 1 metro de tela  

8 libras de pan = 1 metro de tela  

6 metros de algodón = 1 metro de tela  

En tanto que el café, el té, el pan, el algodón, en una palabra, en tanto que todas las mercancías  expresan en tela el tiempo de trabajo que contienen,  el valor de cambio de la tela se manifiesta,  inversamente, en todas las demás mercancías en  cuanto equivalentes suyos, y el tiempo de trabajo  materializado en ella misma se convierte  inmediatamente en tiempo de trabajo general, que  queda representado igualmente en distintos  volúmenes de todas las demás mercancías. En este  caso, la tela se hace equivalente general por la acción  universal que sobre ella ejercen todas las demás  mercancías. En cuento valor de cambio, cada  mercancía se ha convertido en medida de los valores de todas las mercancías. Aquí, inversamente, debido a que todas las demás mercancías miden su valor de  cambio con una mercancía particular, la mercancía  excluida se convierte en existencia adecuada del  valor de cambio, se convierte en existencia de este último en cuanto equivalente general. Por el  contrario, la infinita serie, o las innumerables  ecuaciones que representaban el valor de cambio de  cada mercancía, se reduce a una sola ecuación con  dos términos solamente. Dos libras de café igual a un  metro de tela es ahora la expresión que agota el valor  de cambio del café, puesto que en esta expresión la tela aparece inmediatamente como equivalente de  una cantidad determinada de cualquier otra  mercancía. Dentro de los límites del proceso de  cambio, las mercancías existen, pues, ahora las unas  para las otras, o se manifiestan las unas ante las otras  como valores de cambio en forma de tela. El hecho  de que todas las mercancías consideradas como  valores de cambio se relacionen unas con otras como cantidades distintas de tiempo de trabajo general  realizado, se presenta ahora en esta forma: que, como  valores de cambio, las mercancías no representan  más que cantidades diferentes del mismo objeto, de  la tela. Por su parte, el tiempo en trabajo general reviste la forma de una cosa particular, de una  mercancía aparte y distinta de todas las demás  mercancías. Al mismo tiempo, la ecuación en la que  la mercancía se presenta a la mercancía como valor  

de cambio, por ejemplo: dos libras de café igual a un  metro de tela, es una identidad que queda por  realizar. Únicamente por su enajenación a título de valor de uso, la cual se efectúa sólo en cuanto se  confirma en el proceso de cambio como objeto de  una necesidad, la mercancía se transforma realmente 

de su existencia de café en su existencia de tela, toma  el aspecto de equivalente general y se convierte  realmente en valor de cambio para todas las  mercancías. Inversamente, debido a que todas las  mercancías, gracias a su enajenación en calidad de  valores de uso, se transforman en tela, ésta viene a  ser la existencia metamorfoseada del resto de las  mercancías, y precisamente porque éstas se han  metamorfoseado en ella viene a ser la objetivación inmediata del tiempo de trabajo general; es decir,  producto de la enajenación general, eliminación de  los trabajos individuales. Si las mercancías duplican  así su existencia para ser valores de cambio unas para  otras, la mercancía excluida en calidad de  equivalente universal duplica su valor de uso.  Además de su valor de uso especial, como mercancía  particular que es adquiere un valor de uso general. Su  mismo valor de uso es una determinación formal, es  decir, que resulta del papel específico que desempeña  en el proceso de cambio, a consecuencia de la acción  universal que las demás mercancías ejercen sobre  aquélla. El valor de uso de cada mercancía, puesto  que es objeto de una necesidad especial, tiene un  valor distinto en las diferentes manos; tiene un valor  distinto en manos de quien lo enajena que en manos  de quien lo adquiere. La mercancía a título de  equivalente general es ahora el objeto de una  necesidad general engendrada por el mismo proceso  de cambio, y posee para cada cual el mismo valor de uso, que es el de ser portador del valor de cambio, medio de cambio universal. Así queda resuelta en  una sola mercancía la contradicción que encierra la mercancía como tal: ser, bajo la forma de valor de  uso particular, equivalente general al mismo tiempo,  y, por consecuencia, valor de uso para cada uno;  valor de uso general. En tanto que ahora, todas las demás mercancías expresan su valor de cambio como  una ecuación ideal, que queda por establecer, con la  mercancía excluida, el valor de uso de ésta, aunque real, aparece en el proceso mismo como existencia  puramente formal, no realizándose sino por su  transformación en valor de uso real. En su origen, la  mercancía se presentaba como una mercancía en  general, como un tiempo de trabajo general  objetivado en un valor de uso particular. En el  proceso de cambio todas las mercancías se refieren a  la mercancía exclusiva como a la mercancía en  general, como a la mercancía, como a un tiempo de  trabajo general concretado en un valor de uso  particular. Como mercancías particulares, se  conducen antitéticamente respecto a una mercancía 

Contribución a la crítica de la economía política 13  

particular considerada como la mercancía general20.  El hecho de que los poseedores de mercancías se  refieran mutuamente a los propios trabajos como  trabajo social general, se presenta de la siguiente 

forma: se refieren a sus propias mercancías como a  valores de cambio; la relación de las mercancías unas  con otras como valores de cambio, reviste, en el  proceso de cambio, la forma de una relación general 

con una mercancía particular como la adecuada  expresión de su valor; lo que inversamente parece ser  la relación específica de esta mercancía particular con todas las demás mercancías, y por tanto el  carácter determinado, y, por decirlo así, naturalmente  social de una cosa. La mercancía particular que de  este modo representa la forma adecuada del valor de 

todas las mercancías, o el valor de cambio de las  mercancías, que aparece como una mercancía  particular, exclusiva, es el dinero. El dinero es una  cristalización del valor de cambio de las mercancías,  producido por ellas en el proceso de cambio mismo.  En tanto, pues, que las mercancías, dentro de los  límites del proceso de cambio, se convierten en  valores de uso las unas para las otras, despojándose  de toda determinación de forma y relacionándose  unas con otras bajo su forma material inmediata, les  es necesario, para presentarse recíprocamente como  valores de cambio, adquirir una nueva determinación  formal, evolucionar para llegar a constituir el dinero.  El dinero es tan símbolo como el valor de uso bajo la  forma de una mercancía. Lo que caracteriza a todas  las formas sociales del trabajo creador del valor de  cambio, es la inversión, la mistificación  prosaicamente real y no imaginaria que supone el  hecho de que una relación de producción social  aparezca como algo separado de los individuos, y  que las relaciones determinadas en que entren estos individuos en el proceso de producción de su vida  social aparezcan como propiedades específicos de un objeto. Únicamente en el dinero es donde este hecho llama la atención más que en la mercancía.  

Las propiedades físicas necesarias de la mercancía  particular, en la cual debe cristalizar la forma  moneda de todas las mercancías, por lo mismo que  están determinadas directamente por la naturaleza del  valor de cambio, son la divisibilidad, la  homogeneidad, la uniformidad de todos los  ejemplares de esta mercancía. Como materia del  tiempo de trabajo general debe de ser mercancía  homogénea y capaz de representar diferencias  puramente cuantitativas. La otra propiedad necesaria  es la duración de su valor de uso, dado que la  mercancía debe de subsistir durante el proceso de  cambio. Los metales preciosos poseen estas  cualidades en grado superior. No siendo la moneda el  producto de la reflexión o convención, sino que se ha  formado casi instintivamente en el proceso de    

20 Idéntica expresión encontramos en Genovesi [Nota del  manuscrito].  

cambio, mercancías muy diferentes, más o menos  adecuadas, se han sucedido en el ejercicio de la  función del dinero. La necesidad sentida en un cierto  grado de desarrollo del proceso de cambio de  distribuir opuestamente a las mercancías los oficios  de valores de cambio y de valores de uso, de manera que una mercancía es medio de cambio, mientras que  otra se enajena a título de valor de uso, arroja como  consecuencia que en todas partes desempeñan  accidentalmente y en primer lugar el oficio de dinero  las mercancías que poseen utilidad más general. Si  no satisfacen necesidades inmediatas, el hecho de ser  la parte constitutiva materialmente más importante de  la riqueza, les asegura un carácter más general que el  que poseen los demás valores de uso.  

El trueque directo, forma primitiva del proceso de  cambio, representa la transformación inicial más bien  de los valores de uso en mercancías que la de las  mercancías en dinero. El valor de cambio no reviste 

una forma independiente, sino que está ligado  directamente al valor de uso. Esto se manifiesta de dos modos. La producción misma está toda ella  organizada con base en el valor de uso y no en el  valor de cambio; únicamente cuando los valores de  uso sobrepasan la medida en que son necesarios para 

el consumo, cesan de ser valores de uso y se  convierten en medios de cambio: en mercancías. Por  otra parte, no se convierten en mercancías más que  en los límites del valor de uso inmediato, aunque  distribuidos opuestamente, de modo que las  mercancías que han de cambiarse entre sus  respectivos poseedores deben de ser para todos dos  valores de uso, pues cada mercancía es un valor de  uso para quien no la posee. En efecto, el proceso de  cambio de las mercancías no aparece originariamente en el seno de las comunidades primitivas21, sino  donde éstas terminan: en sus fronteras, en los raros  puntos de contacto con otras comunidades. Allí  comienza el comercio por el trueque, y de allí se  extiende al interior de la comunidad, sobre la que  obra a modo de disolvente. Los valores particulares de uso, que, en el trueque entre comunidades  distintas, se convierten en mercancías, como los  esclavos, el ganado, los metales, constituyen a  menudo la primera moneda en el interior de la  comunidad. Hemos visto que el valor de cambio de  una mercancía se manifiesta de una manera tanto más completa cuanto más larga es la serie de los  equivalentes, o cuanto mayor es la esfera de cambio  de la mercancía. La gradual extensión del trueque, el  

  

21 Aristóteles observa lo mismo en la familia privada considerada como comunidad primitiva. Pero la forma primitiva de la familia es la familia de la tribu, en cuyo  análisis histórico solamente se desarrolla la familia  privada. «Dado que en la comunidad originaria (ésta es la  familia) evidentemente, no existía necesidad alguna de  esto (es decir, de cambio)». De República ed. cit, vol. X,  pág. 14. 

14 Carlos Marx  

desarrollo de los cambios y la multiplicación de las  mercancías cambiadas, obligan a evolucionar a la  mercancía hacia el valor de cambio, incitan a la  constitución del dinero y, por consiguiente, ejercen  una acción destructora sobre el trueque directo. Los  economistas tienen el hábito de hacer derivar el  dinero de las dificultades exteriores, contra las cuales  se estrella el trueque desarrollado: pero olvidan que  estas dificultades nacen del desarrollo del valor de  cambio, surgen del trabajo social, considerado como trabajo general.  

Por ejemplo, las mercancías bajo la forma de  valores de uso no son divisibles a voluntad, como  deben serlo bajo la forma de valores de cambio. O  sea, que la mercancía de A puede ser valor de uso  para B, mientras que la de B no es valor de uso para  A. O también que los poseedores de mercancías  pueden necesitar mercancías indivisibles que tienen que cambiar recíprocamente en proporciones  distintas de valor. En otros términos: con el pretexto  de estudiar el trueque simple, los economistas  consideran ciertos aspectos de la contradicción que encierra la mercancía como unidad inmediata de  valor de uso y de valor de cambio. Por otra parte, se  atienen lógicamente al trueque como la forma  adecuada del proceso de cambio de las mercancías,  que no presentaría sino ciertos inconvenientes  técnicos, y, para evitarlos, el dinero sería un  expediente hábilmente ideado. Partiendo de esta  consideración, del todo superficial, un ingenioso  economista inglés ha podido afirmar, con razón, que el dinero no es más que un instrumento material, tal  como un navío o una máquina de vapor, pero no  representa una relación de producción social, y, por  lo tanto, no constituye una categoría económica.  Sería, pues, un abuso tratar del dinero en la economía  política, ya que nada de común tiene con la  tecnología22. En el mundo del comercio hay implícita  una división desarrollada del trabajo, o más bien se  manifiesta directamente en la multiplicidad de los  valores de uso que se confrontan bajo la forma de  mercancías especiales, y que realizan otras tantas  clases diversas de trabajo. La división del trabajo como totalidad de todos los modos productivos  especiales de ocupación es el aspecto general del  trabajo social de la parte material, considerado como  trabajo creador de los valores de uso. Pero, como tal,  desde el punto de vista de las mercancías, y en los límites del proceso de cambio, no existe más que en 

  

22 El dinero no es, en realidad, más que el instrumento para  efectuar la compra y la venta (pero ¿qué entienden ustedes  por comprar y vender?, y el estudio del dinero no forma  parte de la ciencia de la economía política como no la  podría formar el de los navíos o el de las máquinas de  vapor, o el de cualquier otro instrumento que sirva para  facilitar la producción y la distribución de la riqueza.) Th.  Hodgskin, Popular Political Economy, etc., Londres.  1827, págs. 178-179.  

su resultado, en la particularización de las mercancías  mismas.  

El intercambio de mercancías es el proceso en el  cual el cambio social de la materia, es decir, el  cambio de los productos particulares de los  individuos privados, crea al mismo tiempo relaciones  sociales determinadas de producción, en las que  entran los individuos en este intercambio. Las  relaciones progresivas de unas mercancías con otras cristalizan en determinaciones distintas del  equivalente general, y de este modo el proceso de  cambio es al mismo tiempo el proceso de formación  del dinero. El conjunto de este proceso, que se  manifiesta como el movimiento de diferentes  procesos, es la circulación.  

A.  oticia histórica del análisis de la mercancía  El análisis de la mercancía como trabajo bajo dos  aspectos, el análisis del valor de uso como trabajo real, o actividad productiva conforme a su fin, el  

análisis del valor de cambio como tiempo de trabajo o trabajo social equivalente, constituye el análisis  crítico de las investigaciones realizadas durante más  de ciento cincuenta años por la economía clásica, que  comienza en Inglaterra con William Petty, en Francia  con Boisguillebert23 y termina con Ricardo en  Inglaterra y Sismondi en Francia.  

Petty resuelve el valor de uso en trabajo sin  disimular que la naturaleza condiciona su fuerza  creadora. El trabajo real lo concibe de golpe en su conjunto social como división del trabajo24. Para él,  

  

23 Un estudio comparativo de las obras y de los  temperamentos de Petty y de Boisguillebert, además de la  luz que arrojaría sobre la contradicción social de Inglaterra  y Francia hacia el fin del siglo XVII y comienzos del  XVIII sería la exposición genética del contraste nacional  entre la economía política inglesa y la francesa. El mismo  contraste se repite definitivamente entre Ricardo y Sismondi.  

24 Petty ha considerado la división del trabajo como fuerza  productora también, y lo ha hecho con un plan más  ambicioso que Adam Smith. (Véase An essay concerning  the multiplication of mankind, etc., tercera edición, 1686,  págs. 35-36.) Muestra las ventajas de la división del  trabajo para la producción, no solamente con el ejemplo de  la fabricación de un reloj, como Adam Smith lo hizo más  tarde con la de una aguja, considera también una ciudad y  un país entero desde el punto de vista de las grandes  fábricas. El Spectator del 26 de noviembre de 1711 se  refiere a esta «illustration of the admirable sir William  Petty». Es, pues, erróneo que Mac Culloch presuma que el  Spectator confunde a Pelty con un escritor cuarenta años  más joven. (Véase Mac Culloch, The Literature of  Political economy, a classified catalogue, Londres, 1845,  pág. 105.) Pelty sabe que es el fundador de una nueva  ciencia. Dice de su método que no es «el rutinario». En  lugar de componer una serie de palabras comparativas y  superlativas y argumentos especulativos, ha emprendido la  tarea de hablar in terms of number, weight and measure (en términos de número, peso y medida), de servirse

Contribución a la crítica de la economía política 15  

  

únicamente de argumentos nacidos de la experiencia  material y de no considerar más que las causas que have  visible foundations in nature (tienen fundamentos visibles  en la naturaleza). Deja para otros el estudio de las causas  que dependen de las mutable minds, opinions, appetites  and passions of particular men (opciones de las opiniones,  apetitos y pasiones variables, de los hombres particulares)  (Political Arithmetic, etc., Londres, 1699; prólogo). Su  osadía genial se muestra en su proposición de transportar a  todos los habitantes y bienes muebles de Irlanda y Escocia  al resto de la Gran Bretaña. Se ahorrarla de este modo  tiempo de trabajo y «el rey y sus súbditos serían más ricos  y más fuertes» (Pol. Arith., cap. IV). Y también en el  capitulo de su Aritmética Política, donde demuestra, en  una época en la cual Holanda desempeñaba un papel  preponderante como nación comercial y Francia parecía en  camino de ser la primera potencia comercial, que  Inglaterra estaba llamada a conquistar el mercado mundial:  That the King of England's subjects have stock competent  and convenient to drive the trade of the whole commercial  world (cap. X). (Que los súbditos del rey de Inglaterra  tienen un «stock» suficiente y propio para impulsar el  comercio del mundo entero.) That the impediments of  England's greatness are contingent and removeable. (Que  los obstáculos a la grandeza de Inglaterra son contingentes  y susceptibles de vencerse.) Un «humour» original llena  todas sus obras. Así, muestra que no eran cosas de brujería  cuando Holanda, que era entonces el país modelo para los  economistas ingleses, como Inglaterra lo es ahora para los  economistas del continente, conquistó el mercado del  mundo «without such angelical wits and judgments as  some attribute to the Hollanders» (pág. 175-176). (Sin este  espíritu y este juicio angélicos que algunos atribuyen a los  holandeses.) Defiende la libertad de conciencia que es la  condición del comercio, «porque los pobres son laboriosos  y consideran el trabajo y la industria como un deber para  con Dios mientras se les permita creer que si poseen  menos riqueza, tienen en cambio más ingenio e  inteligencia para las cosas divinas, que consideran como  pertenecientes exclusivamente a ellos». El comercio «no  está, pues, ligado a una clase cualquiera de religión; lo ha  estado más bien siempre a la parte heterodoxa del  conjunto». Preconiza contribuciones públicas en favor de  los ladrones, porque es mejor para el público gravarse a sí  mismo en provecho de los ladrones que dejarse gravar por  ellos. Por el contrario, rechaza los impuestos que  transfieren la riqueza de las personas industriosas a los que  «no hacen más que comer, beber, cantar, jugar, danzar y  hacer metafísica». Las obras de Petty son raras en las  librerías y no existen sino esparcidas en ediciones antiguas  y malas, cosa tanto más extraña cuanto que William Petty  es no solamente el padre de la economía política inglesa,  sino también el antepasado Henry Petty alias Marquis of  Lansdoume, el Néstor de los Whigs ingleses. Verdad es  que la familia Lansdowne no sabría publicar una edición  completa de las obras de Petty sin que les precediera una  biografía, y aquí sí que encaja, como en la mayor parte de  los origines de las grandes familias whigs, la frase sabida:  the less said of them the better (cuanto menos se diga de  ellos. mejor). El cirujano del ejército, audaz pensador, pero  sustancialmente frívolo como hombre, tan dispuesto a la  rapiña en Irlanda bajo la égida de Cromwell como  decidido a arrastrarse para obtener de Carlos II el título de  

como para su compatriota Hobbes, esta concepción  del origen de la riqueza material no queda más o  menos estéril, sino que le conduce a la Aritmética  Política, primera forma bajo la cual la economía  política se destaca como ciencia independiente.  

Sin embargo, toma el valor de cambio por lo que  éste parece ser en el proceso de cambio de las  mercancías como dinero, y el dinero mismo por una  mercancía existente: el oro y la plata. Imbuido por las  nociones del sistema monetario, declara que la clase  particular de trabajo concreto que proporciona oro y  plata es trabajo que crea valor de cambio. Estima,  efectivamente, que el trabajo burgués no tiene que  producir valor de uso inmediato, sino una mercancía,  un valor de uso capaz, por su enajenación, de  manifestarse en el proceso de cambio bajo la forma  de oro y plata, o sea dinero, valor de cambio, trabajo  general objetivado. Su ejemplo, por otra parte, es una  prueba concluyente de que se puede a la vez  reconocer el trabajo como fuente de la riqueza  material y desconocer la forma social particular bajo  la cual el trabajo es origen del valor de cambio.  

Boisguilleberf reduce, por su parte, si no de  manera consciente. por lo menos de hecho, el valor  de cambio de una mercancía a tiempo de trabajo,  determinando «el justo valor», por la exacta  proporción en que el tiempo de trabajo de los  individuos se encuentra repartido entre las distintas  ramas de la industria y representa la libre  competencia como proceso social que crea esa justa  proporción. Al mismo tiempo, y en contraste con  Petty, combate al dinero con fanatismo, porque con  su intervención turba el equilibrio natural o la  armonía del cambio de las mercancías, y. cual  Moloch fantástico, pide en sacrificio toda la riqueza  natural. Pero, si por una parte esta polémica contra el  dinero se relaciona con circunstancias históricas  determinadas, puesto que Boisguillebert hace la  guerra a la pasión del oro ciegamente destructora de  la corte de un Luis XIV25, de sus arrendatarios  generales y de su nobleza, mientras que Petty exalto  en la pasión del oro el impulso enérgico que lleva a  un pueblo a desarrollar la industria y conquistar el  mercado universal, se manifiesta aquí, no obstante, el  profundo antagonismo de principios que se vuelve a  encontrar como un contraste permanente entre la    

barón, indispensable en el pillaje, es un retrato de  antepasado que no resulta muy conveniente para exponerlo  públicamente. Además Petty, en la mayor parte de los  escritos que publicó, intenta demostrar que Inglaterra  había llegado a su apogeo bajo Carlos II, opinión  heterodoxa para los explotadores hereditarios de la Glorious revolutio.  

25 En contraposición al «arte negro de las finanzas» de la  época. Boisguillebert dice: «La ciencia financiera no es  más que el conocimiento profundo de los intereses de la  agricultura y del comercio» (Le détail de la France, 1697.  Edición Eugene Daire, Economistes financiers du XVIII  siecle, París, 1843, vol. I. pág. 241.) 

16 Carlos Marx  

verdadera economía inglesa y la verdadera economía  francesa26.  

Boisguillebert, en efecto, no tiene presente sino el  contenido material de la riqueza, el valor de uso, el  disfrute27, la forma burguesa del trabajo -la  producción de los valores de uso en calidad de  mercancías y el proceso de cambio de éstas- es para él la forma social natural en que el trabajo individual  alcanza este fin. Cuando el carácter específico de la  riqueza burguesa se le revela en el dinero, cree  entonces en la injerencia de elementos usurpadores  extraños y se indigna contra el trabajo burgués bajo  una de sus formas, alabándolo en cambio como  utopista bajo otra de ellas28. Boisguillebert nos ofrece  la prueba de que se puede considerar el tiempo de  trabajo como medida del valor de las mercancías, y, sin embargo, confundir el trabajo objetivado en valor  de cambio de ellas y medido con el tiempo, con la  actividad natural inmediata de los individuos.  

El primer análisis consciente y de una claridad  casi banal del valor de cambio es debido a un hombre  del Nuevo Mundo, donde las relaciones burguesas de  producción, importadas al mismo tiempo que sus  agentes, crecían rápidamente en un terreno que  compensaba con una superabundancia de humus su  falta de tradición histórica. Este hombre es Benjamín  Franklin, que en el primer trabajo de su juventud,  escrito en 1719 y editado en 1721, formulaba la ley fundamental de la economía política moderna29.  Afirma la necesidad de buscar una medida de los  valores distinta de los metales preciosos. Esta medida  sería el trabajo. «Por medio del trabajo se puede  medir el valor del dinero tan bien como el de  cualquier otra cosa. Supongamos, por ejemplo, que  un hombre se ocupe en producir trigo, mientras que  otro extrae y purifica la plata. Al fin del año o de  cualquier otro período de tiempo determinado, el  producto total de trigo y el de plata son los precios  

  

26 No en la economía de los países latinos, pues los  italianos, en las dos escuelas napolitana y milanesa,  renuevan la oposición entre la economía inglesa y la  francesa, mientras que los españoles de la época anterior, o  bien son simples mercantilistas, y mercantilistas  modificados, como Ustáriz, o bien, como Jovellanos  (véanse sus Obras. Barcelona, 1839-1840), sostienen, con  Adam Smith, el «justo medio».  

27 «La verdadera riqueza..., disfrute completo, no  solamente de las necesidades de la vida, sino de todo lo  superfluo y de todo cuanto puede agradar a la  sensualidad.» (Boisguillebert, Dissertation sur la nature  de la richesse, etc., pág. 403.) Si. Petty era un aventurero  frívolo, rapaz y sin carácter, Boisguillebert, aunque  intendente de Luis XIV, defendió a las clases oprimidas  con tanto valor como inteligencia.  

28 El socialismo francés bajo la forma proudhoniana  padece la misma enfermedad racional hereditaria.  29 Franklin B., The works of, etc., ed. I. Sparks, vol. II,  Boston, 1836: A modest inquiry into the nature ami  necessity of a paper currency.  

naturales del uno y del otro, y si el producto del uno  es de 20 fanegas y el del otro 20 onzas, una onza de  plata vale el trabajo empleado en la producción de  una fanega de trigo. Pero supongamos que por el  descubrimiento de minas más próximas, más  accesibles y de mayor rendimiento pueda un hombre  producir ahora 40 onzas de plata con la misma  facilidad que las 20 onzas de antes y que el trabajo  que era necesario para producir las 20 fanegas de  trigo permanezca invariable; en estas condiciones,  dos onzas de plata no valdrán más que el mismo  trabajo empleado en la producción de una fanega de  trigo, y esta fanega que antes valía una onza valdrá  ahora dos, caeteris paribus. De modo que la riqueza  de un país debe ser estimada teniendo en cuenta la  cantidad de trabajo que sus habitantes pueden  comprar.»30 Como los economistas, Franklin  considera el trabajo unilateralmente como medida de los valores. La transformación de los productos  reales en valores de cambio se entiende, entonces por  sí sola, y se trata, pues, únicamente de encontrar una  medida para la magnitud de su valor. «El comercio - dice-, como no es, en general, otra cosa que el  cambio de trabajo por trabajo, por medio de éste se fija lo más exactamente el valor de las cosas»31. Si  aquí se reemplaza la palabra trabajo por trabajo real,  se descubre en seguida que hay confusión de trabajo de una forma con el trabajo de otra. Por el hecho de  que el comercio, por ejemplo, consista en el cambio de trabajo de zapatero, de minero, de tejedor, de  pintor, etc., ¿queda el valor de las botas valorado lo  más exactamente en trabajo de pintor? Franklin  pensaba, por el contrario, que el valor de las botas, de  los productos mineros, de los hilados, de los cuadros,  etc., está determinado por trabajo abstracto, que no  posee cualidad especial y se puede medir, por tanto,  mediante de la simple cantidad32. Pero no desarrolla  el trabajo contenido en el valor de cambio como  trabajo general abstracto, como trabajo social que  procede de la enajenación universal de trabajos  individuales, y forzosamente equivocado, ve en la  moneda la forma de existencia inmediata de este  trabajo enajenado. Por eso el dinero y el trabajo  creador del valor de cambio no tienen para él  conexión interna, sino que el dinero es más bien un instrumento introducido en el cambio desde fuera  para comodidad técnica33. El análisis del valor de  cambio hecho por Franklin no influyó de una manera  

  

30 «Thus the riches of a country are to be valued by the  quantity of labour its inhabitants are able to purchase»  (pág. 265).  

31 «Trade in general being nothing else but the exchange of  labour for labour, the value of hall things is, as I said  before, most justly measured by labour» (pág. 267). 32 «Remarks and facts relative to the American paper  money», (1764).  

33 Véase «Papers on American politics. Remarks ar facts  relative to the American paper money», 1764. 

Contribución a la crítica de la economía política 17  

inmediata sobre la marcha general de la ciencia  porque sólo trataba cuestiones especiales de  economía política en determinadas ocasiones  prácticas.  

La antítesis entre trabajo útil real y trabajo creador  de valor de cambio ejercitó el ingenio de Europa  durante el siglo XVIII bajo la forma del siguiente  problema: ¿Qué clase particular de trabajo real es el  origen de la riqueza social? Quedaba entendido que  todo trabajo que se convierte en valores de uso o  facilita productos, no crea inmediatamente la riqueza  por este solo hecho. Para los fisiócratas, como para  sus adversarios, sin embargo, la cuestión palpitante  no consiste en saber qué trabajo crea el valor, sino  qué trabajo crea la plusvalía. Tratan, pues, el  problema bajo una forma complicada antes de  haberlo resuelto en su forma elemental. Del mismo  modo la marcha histórica de las ciencias conduce  siempre por caminos de través, por idas y venidas, a  sus verdaderos puntos de partida. A diferencia de los  demás arquitectos, la ciencia no construye  únicamente castillos en el aire, sino que edifica un  cierto número de pisos habitables del edificio antes  de haber colocado los cimientos. Sin detenernos más en los fisiócratas, y dejando a un lado toda una serie  de economistas italianos, que, con resultados más o menos felices, han presentido el análisis exacto de la  mercancía34, fijémonos en el primer británico que ha  tratado del sistema general de la economía burguesa:  en Sir James Steuart35. Según él, las categorías  abstractas de la economía política se encuentran aún  en vías de separación de su contenido material, y por  ello aparecen difusas y oscilantes, y lo mismo ocurre  con las del valor de cambio. En cierto lugar  determina el valor real por el tiempo de trabajo  («what a workman can perform in a day») (lo que un  obrero puede realizar en un día); pero, en cambio,  junto a esta definición, figuran confusamente el  salario y las materias primas36. En otro lugar se  debate más penosamente aún contra el contenido  material de su tema. Llama a la materia natural  contenida en una mercancía, la plata, por ejemplo,  contenida en una filigrana, su valor intrínseco (intrinsic worth), mientras que designa el tiempo de  trabajo que contiene, como su valor útil (useful  value).  

  

34 Galiani, Della moneta, vol. III. Scrittori classici Italiani  di Economia politica (editado por Cuslodi). «La fatica,  dice, è l'unica che dà valore alla cosa» (pág. 74). (La fatiga  únicamente da valor a las cosas.) Designar el trabajo con  la palabra fatica (fatiga) es característico del lenguaje  meridional.  

35 La obra de Steuart. An Inquiry into the Principles of  Political economy being an essay on the science of  domestic policy in free nations publicado por primera vez  en Londres en dos volúmenes en 4.°, en 1767, diez años  antes que Wealth of *ations, de Adam Smith. Cito de la  edición de Dublín de 1770.  

36 Steuart, lib. I, págs. 181-183.  

«La primera -dice- es algo que es real en sí; el  valor de uso, por el contrario, debe de ser valorado  teniendo en cuenta el trabajo que ha costado  producirlo. El trabajo aplicado a la modificación de  la materia representa una porción del tiempo de un  hombre. etc.»37. Lo que distingue a Steuart de sus  predecesores y de los que le siguen, es que diferencia  rigurosamente el trabajo específicamente social que se manifiesta en el valor de cambio y el trabajo real  que tiene por objeto los valores de uso. Al trabajo - dice- que por su enajenación crea un equivalente  general (universal equivalent), lo llamo industria. No  solamente distingue el trabajo bajo la forma de  industria del trabajo concreto, sino también de las demás formas sociales del trabajo. Para él, la  industria es la forma burguesa del trabajo en  contraste con sus formas antiguas y medievales. Lo  que le interesa especialmente es el contraste entre el  trabajo burgués y el trabajo feudal; este último lo había observado en su decadencia, tanto en Escocia  misma, como en sus viajes por el continente.  Naturalmente que Steuart sabía muy bien que en las  épocas preburguesas también el producto había  revestido la forma de mercancía, y ésta la forma de dinero; pero demuestra detalladamente que la  mercancía como forma fundamental elemental de la  riqueza y la enajenación como forma dominante de la apropiación, no pertenecen más que al período de  producción burguesa, y que el carácter del trabajo  que crea el valor de cambio es, por consiguiente,  específicamente burgués38.  

Después de haber sido sucesivamente declaradas  como verdaderas fuentes de la riqueza las formas  particulares del trabajo concreto, tales como la  agricultura, la Industria, la navegación, el comercio,  etc., Adam Smith proclamó el trabajo en general, y, además, bajo su aspecto social total de división del  trabajo, como la única fuente de la riqueza material o  de los valores de uso. Mientras desatiende  completamente el elemento natural, éste le persigue 

en la esfera de la riqueza puramente social, en la  esfera del valor de cambio. Sin duda Adam Smith  determina el valor de la mercancía por el tiempo de trabajo que contiene, pero para relegar en seguida la  realidad de esta determinación del valor a los tiempos  preadamitas. En otros términos: lo que le parece  cierto desde el punto de vista de la simple mercancía,    

37 Steuart, lib. I, págs. 361-362. «Represents a portion of a  man's time.»  

38 Considera la forma patriarcal de la agricultura aplicada  directamente a la producción de los valores de uso para el  poseedor del suelo como un «abuso», no en Esparta y en  Roma, ni siquiera en Atenas, sino en los países industriales  del siglo XVIII. «This abusive agriculture is not trade but  a direct means of subsisting». Esta agricultura abusiva no  es comercio, sino un medio directo de subsistencia.) Del  mismo modo que la agricultura burguesa limpia el país de  bocas superfluas, la Industria burguesa limpia la fábrica de  manos superfluas. 

18 Carlos Marx  

se le hace oscuro en cuanto ésta es reemplazada por las formas superiores y más complicadas del capital,  del trabajo asalariado, de la renta de la tierra. Expresa  esto diciendo: el valor de las mercancías era medido  por el tiempo de trabajo contenido en las mismas en el paradise lost (paraíso perdido) de la burguesía,  donde los hombres no se confrontaban aún como  capitalistas, obreros asalariados, propietarios  rústicos, granjeros, usureros, etc., sino únicamente  como simples productores y cambistas de  mercancías. Confunde continuamente la  determinación del valor de las mercancías por el  tiempo de trabajo que contienen, con la  determinación de sus valores por el valor del trabajo;  vacila al elaborar los detalles y toma la ecuación  objetiva que el proceso social establece  violentamente entre los trabajos distintos por la  igualdad de derecho subjetivo de los trabajos  individuales39. Trata de efectuar el tránsito del  trabajo real al trabajo que crea el valor de cambio, es  decir, al trabajo burgués en su forma fundamental por  medio de la división del trabajo. Pero, si bien es  cierto que el cambio privado supone la división del trabajo, resulta falso decir que la división del trabajo  supone el cambio privado. Entre los peruanos, por  ejemplo, el trabajo se encontraba extraordinariamente  dividido, a pesar de que no se efectuaba cambio  privado, cambio de productos en forma de  mercancías.  

Contrariamente a Adam Smith, David Ricardo  elabora con claridad la determinación del valor de la  mercancía por el tiempo de trabajo, y demuestra que esta ley rige hasta en las relaciones de producción burguesa, que son las que en apariencia la  contradicen más. Las investigaciones de Ricardo se  limitan exclusivamente a la magnitud del valor, y en  lo que concierne a ésta, presiente, por lo menos, que  la realización de la ley depende de determinadas  condiciones históricas. Así, dice, que la  determinación de la magnitud del valor por el tiempo  de trabajo no es válida más que para aquellas  mercancías que «pueden ser aumentadas  voluntariamente por la industria, y cuya producción 

  

39 Dice Adam Smith: «Se puede decir que cantidades  iguales de trabajo tienen en todo tiempo y lugar un valor  igual para el trabajador. En su estado normal de fuerza,  actividad y preparación y con el grado medio de habilidad  que puede poseer, es siempre preciso que dé la misma  porción de su reposo, de su libertad y de su dicha. Cualquiera que sea la cantidad de mercancías que obtenga  en recompensa de su trabajo, el precio que pague será  siempre el mismo. Este precio puede, en efecto, comprar  una cantidad mayor o menor de estas mercancías, pero lo  que varía es su valor y no el del trabajo con que se  compran. Siendo, pues, el trabajo lo único que no varia  nunca en su propio valor..., es el precio real de las  mercancías.» Wealth of Nations, Lib. I, Cap. V.  

está regida por una competencia ilimitada»40. Lo  cual, en realidad, significa, únicamente, que la ley del  valor supone para su completo desarrollo la sociedad  de la gran producción industrial y de la libre  competencia, es decir, la sociedad burguesa moderna.  Por lo demás, Ricardo considera la forma burguesa  del trabajo como la natural y eterna del trabajo social.  Según él, el pescador y el cazador primitivos  cambian en seguida pescados y caza como  poseedores de mercancías proporcionalmente al  tiempo de trabajo realizado en estos valores de  cambio. A este propósito comete un anacronismo,  que consiste en que, para valorar sus instrumentos de  trabajo, el pescador y el cazador primitivos consultan  las tablas de anualidades en curso en 1817 en la  Bolsa de Londres. Los «Paralelogramos del Sr.  Owen» parecen ser, para él, la única forma de  sociedad, aparte de la forma burguesa. Aunque  envuelto en este horizonte burgués, Ricardo hace lo disección de la economía burguesa -la cual es muy  distinta en sus profundidades de como aparece en la superficie- con una agudeza teórica tal que Lord  Brougham ha dicho de él: «Mr. Ricardo seemed as if  he had dropped from another planet.» (El Sr. Ricardo  parece que ha caído de otro planeta). Sismondi, en  una polémica directa con Ricardo, insiste en el  carácter específicamente social del trabajo creador del valor de cambio41, al mismo tiempo que observa  que el «carácter de nuestro programa económico» es  reducir la magnitud del valor al tiempo de trabajo  necesario, «a la relación entre la necesidad de toda lo  sociedad y la cantidad de trabajo que basta para  satisfacer dicha necesidad»42. Sismondi no se  encuentra ya atrapado en la noción de Boisguillebert,  según la cual el trabajo creador del valor de cambio  está falsificado por el dinero, sino que, así como  Boisguillebert denunciaba al dinero, aquél denuncia al gran capital industrial. Si con Ricardo la economía  política saca sin temor sus últimas consecuencias y queda de este modo acabada, con Sismondi cierra  esta conclusión, puesto que representa las dudas que  aquélla tiene de sí misma  

Como Ricardo, al dar su forma acabada a la  economía política, ha sido el que más claramente ha formulado y desarrollado la determinación del valor de cambio por el tiempo de trabajo, es natural que  sobre él se haya concentrado la polémica de los  economistas. Si se le despoja de su forma, a menudo burda43, puede resumirse esta polémica en los puntos  

  

40 Ricardo, On the principles of political economy and  taxation, tercera edición, Londres, 1821, pág. 3.  41 Sismondi, Etudes sur l'Economie politique, t. II,  Bruselas, 1837: «El comercio ha reducido todo al contraste  entre el valor de uso y de cambio» (pág. 161).  42 Sismondi, págs. 163-166.  

43 Resulta quizá la más burda la de las anotaciones de J. B.  Say a la traducción francesa por Constancio de Ricardo, y  



siguientes:  

1.° El trabajo mismo tiene un valor de cambio, y  trabajos diferentes tienen distintos valores de cambio.  Hacer del valor de cambio la medida de sí mismo es  un círculo vicioso, puesto que el valor de cambio que  sirve para medir necesitará a su vez una medida. Esta  objeción se reduce al problema siguiente: dado el  tiempo de trabajo, como medida inmanente del valor  de cambio, desarrollar el salario obrero sobre esta base. La respuesta nos la da la teoría del trabajo  asalariado.  

2.° Si el valor de cambio de un producto es igual  al tiempo de trabajo que contiene, el valor de cambio  de un día de trabajo es igual a su producto. O el  salario del trabajo debe ser igual al producto del  trabajo44. Pero el caso es que sucede lo contrario.  Ergo. Esta objeción se reduce al problema: ¿Cómo es  que la producción, sobre la base del valor de cambio  creado por el solo tiempo de trabajo conduce al  resultado de que el valor de cambio del trabajo es  menor que el valor de cambio de su producto?  Resolveremos este problema en el estudio del capital.  

3.° Los precios de venta de las mercancías bajan o  suben respecto de su valor de cambio con arreglo a la  relación variable de la oferta y de la demanda.  Precisamente por esto es por lo que el valor de  cambio de las mercancías está determinado por la  relación entre la oferta y la demanda y no por el  tiempo de trabajo contenido en ellas. Esta conclusión  singular no hace más que renovar la pregunta:  ¿Cómo es que sobre la base del valor de cambio se  desarrolla un precio de venta distinto de dicho valor?;  o más exactamente: ¿cómo es que la ley del valor de cambio no se realiza sino en perjuicio propio? Este problema está resuelto en la teoría de la competencia.  

4.° La última contradicción, la que más sorprende  en apariencia, cuando no está expuesta, como es  corriente, en forma de ejemplos raros, es la siguiente:  Si el valor de cambio no es otra cosa que el tiempo 

  

la más pedantemente pretenciosa la de la Theory of  Exchange, Londres. 1858. del Sr. Mac Leod.  44 Esta objeción hecha a Ricardo por los economistas  burgueses fue renovada más tarde por los socialistas.  Supuesta la corrección teórica de la fórmula, se reprochó a  la práctica que contradecía la teoría y se invitó a la  sociedad burguesa a sacar prácticamente la pretendida  consecuencia de su principio teórico. Por lo menos de este  modo, los socialistas ingleses tergiversaron la fórmula del  valor de cambio contra la economía política.  Corresponderla a Proudhon no solamente proclamar el principio fundamental de la antigua sociedad como  principio de la sociedad nueva, sino hasta hacerse pasar  por el inventor de la fórmula en la que Ricardo ha  resumido el resultado total de la economía clásica inglesa.  Se ha demostrado que hasta la interpretación utopista de la  fórmula de Ricardo había caldo en el olvido cuando  Proudhon la «descubrió» desde el otro lado del Canal de la  Mancha. (Véase mi libro Misere de la Philosophie, etc.,  París, 1847. párrafo sobre el valor constituido.)  

de trabajo contenido en una mercancía, ¿cómo  pueden poseer valor de cambio las mercancías que no contienen trabajo? O en otros términos: ¿De dónde  procede el valor de cambio de las simples fuerzas de  la naturaleza? Este problema se halla resuelto en la  teoría de la renta de la tierra.  

CAPITULO II. El DI ERO O LA  CIRCULACIÓ  SIMPLE  

En un debate parlamentario sobre las Bank-Acts de Sir Robert Peel, introducidas en 1844 y 1845,  Gladstone hacía notar que la especulación sobre la  esencia del dinero ha hecho perder la cabeza a más  personas que el amor. Hablaba de británicos a los  británicos. Por el contrario, los holandeses, gentes  que, sin hacer caso de las dudas de Petty, han poseído  siempre un ingenio «celeste» para las especulaciones  con el dinero, no han perdido nunca la cabeza en  semejante menester.  

La dificultad capital del análisis de la moneda se  ha vencido tan pronto como se ha llegado a  comprender que ésta tiene su origen en la misma  mercancía. Supuesto esto, no se trata más que de  concebir claramente sus formas particulares  determinadas, lo cual resulta algo difícil, porque  todas las relaciones burgueses, «doradas» o  «plateadas», aparecen como relaciones monetarias, y la forma de dinero, por consiguiente, parece poseer un contenido infinitamente diversificado, que le es 

extraño.  

En el estudio que sigue conviene retener que se  trata solamente de las formas del dinero que nacen  inmediatamente del cambio de las mercancías, y no  de las que pertenecen a un grado más elevado del  proceso de producción, como, por ejemplo, la  moneda de crédito. Con el fin de simplificar, se  supone siempre que el oro es la mercancía-dinero.  

I. Medida de los valores  

El primer proceso de la circulación es una especie  de proceso teórico preparatorio de la circulación real.  Las mercancías que existen como valores de uso se  crean en primer lugar la forma bajo la cual se  aparecen idealmente unas a otras como valor de  cambio, como cantidades determinadas de tiempo de  trabajo general objetivado.  

Ya hemos visto que el primer acto necesario de  este proceso consiste en que las mercancías excluyan  a una específica, supongamos el oro, como materia  inmediata del tiempo de trabajo general, o  equivalente general. Volvamos, por un momento, a la forma bajo la cual las mercancías transforman el oro  en dinero.  

1 tonelada de hierro = 2 onzas de oro  

1 fanega de trigo = 1 onza de oro  

1 quintal de café = 1/4 de onza de oro  

1 quintal de potasa = 1/2 onza de oro  

1 tonelada de madera = 1 1/2 onzas de oro 

20 Carlos Marx  

Y mercancía = X onzas de oro  

En esta serie de ecuaciones, el hierro, el trigo, el  café, la potasa, etc., se manifiestan unas a otras como  materialización de trabajo uniforme, es decir, como trabajo materializado en oro, en el que está  completamente eliminada toda particularidad de los  trabajos reales representados en sus diferentes  valores de uso. Como valor, son idénticas, son  materialización del mismo trabajo o la misma materia  de trabajo: oro. Como materialización uniforme del  mismo trabajo, no presentan más que una diferencia, una diferencia cuantitativa; son valores de  magnitudes distintas, porque sus valores de uso  contienen un tiempo desigual de trabajo. Como  mercancías aisladas, se relacionan unas con otras  como objetivación del tiempo de trabajo general,  relacionándose con éste como con una mercancía  excluida: el oro. La misma relación evolutiva  mediante la cual representan valores de cambio las  unas para las otras, expresa también el tiempo de  trabajo contenido en el oro como tiempo de trabajo  general, del que una cantidad determinada se expresa  en cantidades distintas de hierro, trigo, café. etc.; en  resumen: se expresa en los valores de uso de todas  las mercancías o se desarrolla inmediatamente en la interminable serie de los equivalentes mercancías.  Como todas ellas expresan sus valores de cambio en  oro, éste expresa inmediatamente su valor de cambio en todas las mercancías. Dándose a sí mismas y unas con respecto a otras la forma de valor de cambio, las  mercancías dan al oro la forma de equivalente  general, o de dinero.  

Precisamente porque todas las mercancías miden  en oro sus valores de cambio, según la relación  proporcional en la cual una cantidad determinada de oro y otra de mercancías contienen el mismo tiempo  de trabajo, el oro se convierte en medidas de valores,  y únicamente en virtud de esta función de medida de 

valores, en la que su propio valor se mide  directamente en el círculo entero de los equivalentes  de mercancías, se convierte en equivalente general o  dinero. Por otra parte, el valor de cambio de todas las  mercancías se expresa ahora en oro. Hay que  distinguir en esta expresión un elemento cualitativo y  otro cuantitativo. El valor de cambio de la mercancía  existe como materialización de un mismo tiempo de  trabajo homogéneo; la magnitud de valor de la  mercancía está completamente representada, puesto  que en la relación proporcional en que las mercancías  están puestas en ecuación con el oro, también lo  están unas con otras. Por una parte, aparece el  carácter general del tiempo de trabajo que contienen,  por otra aparece la cantidad de este tiempo de trabajo  en su equivalente oro. El valor de cambio de las  mercancías, expresado así, a la vez como  equivalencia general y como grado de esta  equivalencia en una mercancía específica o en una  sola ecuación de las mercancías con otra específica,  

es el precio. El precio es la forma metamorfoseada,  bajo la cual aparece el valor de cambio de las  mercancías dentro de los límites del proceso de  circulación.  

Por el mismo proceso en virtud del cual las  mercancías expresan sus valores como precio oro,  expresan también el oro como medida de los valores, y, por lo tanto, como moneda. Si aquéllas midieran  universalmente sus valores en plata, en trigo o en  cobre, y los representaran, por consiguiente, como  precio plata, precio trigo o precio cobre, plata, trigo y  cobre se convertirían en medida de valores, y, por  tanto, en equivalente general. Para que las  mercancías aparezcan en la circulación bajo la forma  de precio, se las supone como valores de cambio. El oro no llega a ser medida de valores, sino porque  todas las mercancías estiman en él su valor de  cambio. Pero la universalidad de esta progresiva  relación, la única de donde obtiene el oro su carácter  de medida, presupone que cada mercancía aislada se  mide en oro, proporcionalmente al tiempo de trabajo contenido en uno y otra o sea que la verdadera  medida entre mercancía y oro es el trabajo mismo, o que la mercancía y el oro son iguales como valores  de cambio por el trueque directo.  

En la esfera de la circulación simple no podemos  exponer cómo puede establecerse prácticamente esta  ecuación. Pero es evidente que en los países  productores de oro y plata se incorpora directamente  un tiempo de trabajo determinado a una cantidad  también determinada de oro y plata, mientras que en los países que no producen oro ni plata se obtiene el  mismo resultado indirectamente, por medio de un  cambio directo o indirecto de mercancías del país; es  decir, cambiando una porción determinada de trabajo nacional medio, por un «quantum» también  determinado de tiempo de trabajo concretado en oro  y plata de los países mineros. Para poder servir como  medida de valores, el oro debe de ser virtualmente un  valor variable, puesto que solamente como tiempo de  trabajo materializado puede el oro convertirse en  equivalente de otras mercancías, y porque el mismo  tiempo de trabajo se realiza, sin embargo, siguiendo  la variación de las fuerzas productoras del trabajo real, en volúmenes distintos de los mismos valores de  uso. Cuando se evalúan todas las mercancías en oro, lo mismo que cuando se representa el valor de  cambio de cada mercancía en el valor de uso de otra,  se supone que el oro, en un momento determinado,  representa un «quantum» dado de tiempo de trabajo.  En cuanto al cambio de valor del oro, se rige por la  ley de los valores de cambio que hemos desarrollado antes. Si el valor del oro permanece constante, no es  posible un alza general de precios sino en el caso de  que haya un alza de los valores de cambio de todas  las mercancías. Lo contrario ocurre en el caso de una  baja general de los precios de las mercancías. Si el  valor de una onza de oro aumenta o disminuye, 

Contribución a la crítica de la economía política 21  

porque el tiempo de trabajo necesario para su  producción varía, disminuye o aumenta  uniformemente para todas las mercancías y, por  consiguiente, dicha onza representa respecto a todas  éstas, lo mismo antes que ahora, un tiempo de trabajo  de magnitud determinada. Los mismos valores de  cambio se estiman ahora como cantidad de oro más  grandes o más pequeños que antes; pero se estiman  en relación a sus magnitudes de valor y conservan,  por tanto, la misma relación de valor los unos  respecto a los otros. La relación de 2 : 4 : 8 es la  misma que 1 : 2 : 4 ó que 4 : 8 : 16. La distinta  cantidad de oro en que se estiman los valores de  cambio siguiendo la variación del oro, no le impide servir de medida de valor, como tampoco el valor  quince veces menor de la plata con relación al oro  impide a aquélla que pueda sustituir al oro en esta función. Siendo el tiempo de trabajo la medida entre  el oro y la mercancía y convirtiéndose aquél en  medida de valores únicamente cuando todas las  mercancías se miden con él, es una simple apariencia  del proceso de la circulación la que hace creer que es  dinero la que convierte a la mercancía en  conmensurable45. Es más bien la conmensurabilidad  de las mercancías como tiempo de trabajo  materializado la que convierte al oro en dinero.  

El aspecto concreto que revisten las mercancías  en el proceso de cambio es el de sus valores de uso.  Llegarán a ser equivalente general real gracias a su  enajenación. La determinación de su precio y su  transformación puramente ideal en equivalente  general constituye una ecuación con el oro que hay  que realizar. Pero como en sus precios las mercancías  no se transforman en oro más que idealmente, como  no se convierten más que en oro maginario, y como  su modo de ser bajo la forma de dinero no está  todavía separado realmente de su verdadero modo de  

  

45 Ciertamente que Aristóteles ve que el valor de cambio  de las mercancías se presupone en su precio: «Está claro  que el cambio ha existido antes que el dinero, pues es  indiferente que se den cinco jergones por una casa, o tanto  dinero como valgan los jergones.» Por otra parte, como las  mercancías no adquieren sino en el precio la forma de  valor de cambio unas respecto de otras, las hace  conmensurables mediante el dinero. «Por ello,  precisamente, todo debe ser apreciado. En tales  circunstancias, el cambio puede tener lugar siempre, y con  él puede existir fa comunidad. El dinero, por ser una  medida, hace todo conmensurable e igual. Sin el cambio  no habría comunidad y sin igualdad no existiría el cambio  y sin conmensurabilidad no podría haber igualdad.» No se  le oculta que estos objetos distintos medidos por medio del  dinero son magnitudes completamente inconmensurables.  Lo que busca es la unidad de las mercancías como valores  de cambio, que no podía encontrar por su cualidad de  griego antiguo. Sale del apuro haciendo conmensurable  mediante el dinero, en la medida que lo exige la necesidad  práctica, lo que de por sí no lo es. (Arist., Ethic, *icom.,  cap. VIII, edición Bekkeri, Oxonii, 1837.)  

ser, el oro no se ha transformado aún más que en  dinero ideal, no es todavía más que medida de  valores, les cantidades determinadas de oro no sirven  todavía más que de denominaciones para las  cantidades dadas de tiempo de trabajo. La forma  determinada bajo la cual el oro cristaliza en dinero  depende en cada caso del modo determinado según el  cual las mercancías manifiestan unas a otras su  propio valor de cambio.  

Las mercancías se confrontan ahora bajo un doble  aspecto; son reales como valores de uso, ideales  como valores de cambio. La doble forma de trabajo  que contienen se manifiesta en que el trabajo  concreto particular, que es su valor de uso, existe realmente, mientras que el tiempo de trabajo general 

abstracto adquiere en el precio de las mercancías una  existencia imaginaria en la que éstas son materia  uniforme de la misma sustancia de valor y diferentes  solamente por la cantidad.  

La diferencia entre el valor de cambio y el precio  aparece, por una parte, como puramente nominal; el  trabajo, dice Adam Smith, es el precio real; el dinero  es el precio nominal de las mercancías. En lugar de 

valorar una fanega de trigo en treinta jornadas de  trabajo, se valora ahora en una onza de oro, siempre  que una onza de oro sea el producto de treinta  jornadas de trabajo. Por otra parte, esta diferencia se  halla tan lejos de ser una simple diferencia de  nombre, que en ella, por el contrario, están  concentrados todos los peligros que amenazan a la  mercancía durante el proceso de circulación real. Las  treinta jornadas de trabajo están incorporadas a la fanega de trigo; por tanto, no hay necesidad de que éste se halle representado en tiempo de trabajo. Pero  el oro es una mercancía distinta del trigo y  únicamente en la circulación es donde se puede  comprobar si la fanega de trigo se convierte  realmente en oro, como así parecía anticiparse en su  precio. Esto depende de que su valor de uso se  confirme o no, según se compruebe o no que la  cantidad de tiempo de trabajo que contiene es la  cantidad que emplea necesariamente la sociedad para producir una fanega de trigo. La mercancía, como tal,  es valor de cambio, posee un precio. En esta  diferencia entre valor de cambio y precio se ve que el  trabajo particular, individual, que contiene la  mercancía, debe de manifestarse exclusivamente en  el proceso de la enajenación como su opuesto, como  trabajo general-abstracto, impersonal, y que no es  trabajo social sino bajo esta forma, es decir, como dinero. Que sea o no susceptible de manifestarse así  parece cosa fortuita. Aunque en el precio, el valor de  cambio de la mercancía no adquiera sino idealmente  una existencia diferente de ella, y aunque el doble carácter del trabajo que contiene no sea más que un modo distinto de expresión; aunque, por otra parte, la  materia del tiempo de trabajo general, el oro, no se  enfrente con la mercancía real sino a título de medida 

22 Carlos Marx  

figurada de valor, sin embargo, en la existencia del  valor de cambio como precio, o del oro como medida  de valor, está contenida la necesidad de la  enajenación de la mercancía por oro sonante, la  posibilidad de su no-enajenación, en una palabra,  toda la contradicción resultante de que el producto sea mercancía o de que el trabajo especial del  individuo privado debe, para producir un efecto  social, manifestarse en su inmediato opuesto, el  trabajo general-abstracto. Por eso los utopistas que  quieren la mercancía pero no dinero, la producción  basada en el cambio privado sin las condiciones  necesarias de esta producción, son consecuentes  cuando «aniquilan» dinero, no solamente bajo su  forma palpable, sino sobre la forma etérea y  quimérica de medida de valores. En la indivisible  medida de los valores se halla emboscado el dinero  sólido.  

Dando por supuesto el proceso en virtud del cual  el oro se ha convertido en medida de valores y el  valor de cambio en precio, las mercancías no son ya más que imaginarias cantidades de oro de diversa  magnitud. Precisamente porque son tales cantidades  de una misma cosa, del oro, se igualan, se comparan 

y se miden entre sí, y así se desarrolla de una manera  técnica la necesidad de relacionarlas con una  cantidad determinada de oro considerada como  unidad de medida. Esta unidad de medida se  convierte en patrón porque se divide en partes  alícuotas y éstas a su vez en otras nuevas46. Pero las  cantidades de oro como tales se miden mediante el  peso. El patrón existe ya en las medidas generales de  pesos de los metales, las cuales sirven también  originalmente como patrón de precios en toda  circulación metálica. Como consecuencia del hecho  de que las mercancías no se relacionen ya unas con  otras como valores de cambio que deban de medirse  por el tiempo de trabajo, sino como magnitudes de la  misma denominación, medidas en oro, éste se  transforma de medida de los valores en patrón de  precios. La mutua comparación de los precios de las  mercancías como cantidades distintas de oro  cristaliza así en las cifras señaladas en una cantidad  de oro imaginaria y que le representan como patrón  de partes alícuotas. El oro, como medida de valores y  como patrón de precios, tiene una forma determinada completamente distinta y la confusión de una y otra 

  

46 El hecho singular de que la unidad de medida de la moneda inglesa, la onza de oro, no esté subdividida en  partes alícuotas, se explica del modo siguiente: «En su  origen nuestra moneda estaba adaptada exclusivamente a  la plata; por eso, una onza de plata puede siempre ser  dividida en un número de partes alícuotas; pero habiendo  sido introducido el oro en un periodo posterior, en un  sistema de moneda adaptado exclusivamente a la plata,  una onza de oro no podría ser acuñada en un número de  monedas alícuotas.» Mac Laren, History of the currency,  pág. 16. Londres. 1858.  

ha originado las más extravagantes teorías. El oro es  medida de valores porque es tiempo de trabajo  materializado; es patrón de precios porque es un  determinado peso de metal. El oro se convierte en  medida de valores porque está relacionado  proporcionalmente como valor de cambio con las  mercancías en cuanto valores de cambio; en el patrón  de precios, un «quantum» de oro determinado sirve  de unidad a otros «quanta» de oro. El oro es medida del valor porque su valor es variable; es patrón de precios porque es fijo como unidad invariable de  peso. En este caso, como en todos aquellos en que se  determina la medida de magnitudes de la misma  denominación, la fijeza y la precisión de las  relaciones de medida son decisivas. La necesidad de fijar un «quantum» de oro como unidad de medida y  partes alícuotas como subdivisiones de esta unidad, 

ha hecho pensar que un «quantum» de oro  determinado, cuyo valor es naturalmente variable, se  relacionaba como valor fijo con los valores de  cambio de las mercancías. Se olvidaba que los  valores de cambio de las mercancías están  transformados en «quanta» de oro antes de que éste  se desarrolle como patrón de precios. Cualesquiera  que sean las variaciones del valor del oro, cantidades  distintas de oro representan siempre entre sí la misma  relación de valor: si el valor del oro bajase 1.000 por  100,12 onzas de oro tendrían ahora, como antes, un  valor doce veces mayor que una onza de oro, y en los  precios lo interesante es la relación de las diferentes  «quanta» de oro entre sí. Como, por otra parte, una onza de oro no cambia de peso porque su valor suba  o baje, el peso de sus partes alícuotas tampoco  cambiará, y de este modo el oro como patrón fijo de precios rinde siempre el mismo servicio, cualquiera que sea la variación de su valor47.  

Del mismo modo que ocurrió con un proceso  histórico que explicaremos más adelante al hablar de  la naturaleza de la circulación metálica, se conservó  el mismo nombre de peso para un peso siempre  decreciente de los metales preciosos en su función de  patrón de precios. Así, la libra esterlina inglesa  designa un tercio menos de su peso original; la libra  

  

47 «El dinero puede continuamente cambiar de valor y  servir, sin embargo, de medida de valor tan bien como si  permaneciese perfectamente estacionario. Suponed, por  ejemplo, que su valor haya bajado. Antes de la baja, una  guinea hubiera comprado 3 fanegas de trigo ó 6 días de  trabajo; después, solamente hubiera comprado 2 fanegas  de trigo ó 4 días de trabajo. En los dos casos, dadas las  relaciones del trigo y del trabajo con el dinero, pueden  deducirse las suyas recíprocas; en otros términos, podemos  hacer constar que una fanega de trigo vale 2 días de  trabajo. Esto es lo que significa medir el valor y puede  hacerse lo mismo antes que después de la baja. La  excelencia de una cosa como medida de valor es  completamente independiente de la variabilidad de su  propio valor.» (Bayley, Money and its vicissitudes, pág.  11. Londres, 1837). 

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anterior a la Unión no designaba más que 1/36; la  libra francesa, 1/74; el maravedí español, menos de 1/1000; el reis portugués, una proporción aún mucho menor. Así es como los nombres monetarios de los  pesos de los metales se separaron históricamente de sus nombres generales de pesos48. Siendo, por una  parte, puramente convencional la determinación de la  unidad de medida, de sus partes alícuotas y de los  nombres de éstas, y debiendo, por otra parte, poseer  en la circulación el carácter de universalidad y de necesidad, era preciso que aquella determinación  tomase determinación legal. La operación puramente  formal correspondió, pues, a los gobiernos49. El  metal determinado que servía de materia al dinero  estaba dado socialmente. En países distintos, el  

  

48 «Le monete le quali oggl sono ideali sono le piu antiche  d'ogni nazione, e tutti furono un tempo reali; e perche  erano reali con essi si contava.» (Las monedas que hoy son  ideales son las más antiguas de cada nación, y todas eran  reales en cierta época (esta última afirmación no es exacta  en un sentido tan lato), y porque eran reales se contaban.)  (Galiani, Delia moneta, pág. 153).  

49 El romántico A. Müller dice: «En nuestra opinión, todo  soberano independiente posee el derecho de designar la  moneda de metal, atribuirle un valor nominal, un rango, un  estado y una ley» (A. H. Müller, Die Elemente der  Staasthunst, pág. 276, vol. II. Berlín, 1809.) En cuanto a la  ley de la moneda, el señor consejero áulico tiene razón:  olvida únicamente el contenido. El párrafo siguiente será  una muestra de cuán confusas eran sus «ideas»: «Todo el  mundo comprende la importancia que tiene la  determinación exacta del precio monetario, sobre todo en  un país como Inglaterra, donde el Gobierno, con una liberalidad grandiosa, fabrica gratuitamente la moneda  (Müller parece que cree que el Gobierno inglés sufraga los  gastos de acuñación de su propio bolsillo), donde no cobra  derecho de señorío, etc., y, por tanto, si estableciese el  precio monetario del oro muy por encima del precio de  mercado, si en lugar de pagar ahora 1 onza de oro con 3  libras 17 s. 10 1/2 d., fijase el precio monetario de una  onza de oro en 3 libras 19s. todo el dinero afluirla a la  Casa de la Moneda y el dinero que saliese de ésta serlo  cambiado en el mercado por el oro más barato, y éste  volverla de nuevo a la Casa de la Moneda y el desorden se  adueñaría del sistema monetario» (págs. 280-281). Para  mantener el orden en la moneda inglesa, el Sr. Müller cae  en el «desorden», Mientras que shillings y pence no son  más que partes determinadas de una onza de oro,  representadas por fichas de plata y cobre, Müller se  imagina que la onza de oro está estimada en oro, plata y  cobre, y de este modo hace obsequio a los ingleses de un  triple Standard of value (patrón de valor). El empleo de la  plata como medida monetaria al lado del oro fue abolido  formalmente en 1816 por 56, Jorge III, c. 68 [la 68.' ley  del 56.0 año del reinado de Jorge III]. Legalmente lo había  sido ya en 1734 por 14, Jorge II, c. 42, y prácticamente  mucho antes de esta época. Dos circunstancias han  influido especialmente en Müller para que tenga una concepción llamada superior de la economía política. Por  una parte, su ignorancia grande en cuestiones económicas  y por la otra, su actitud de simple aficionado entusiasta  respecto de la filosofía.  

patrón legal de precios es, naturalmente, diferente.  En Inglaterra, por ejemplo, la onza como peso de  metal está dividida en pennyweighth, grains y carats  troy, pero como unidad de medida de la moneda, se  halla dividida en 3 7/8 sovereingns, el sovereign en  20 shillings, el shilling en 12 pence, de modo que  100 libras de oro de 22 quilates (1.200 onzas),  equivalen 4.672 sovereings y 10 shillings. Sin  embargo, en el mercado mundial, donde las fronteras desaparecen, estos caracteres nacionales de medidas de la moneda desaparecen también y dejan paso a las 

medidas generales de pesos de los metales.  El precio de una mercancía o el «quantum» de oro  en que está idealmente metamorfoseada, se expresa  ahora en los nombres monetarios del patrón oro. En  lugar de decir que la fanega de trigo es igual a una  onza de oro, se diría en Inglaterra, que es igual a 3  libras 17 chelines 10 1/2 peniques. Todos los precios  se expresan así en las mismas denominaciones. La  forma especial que da a la mercancía su valor de  cambio queda transformada en denominaciones  monetarias con las cuales se dicen unas a otras lo que  valen. Por su parte, el dinero se convierte en dinero  contante50.  

La transformación de la mercancía en moneda  contante, imaginativamente, verbalmente,  gráficamente, tiene lugar cada vez que una clase  cualquiera de riqueza queda determinada desde el  punto de vista del valor de cambio51. Esta  transformación exige la materia oro; pero únicamente  como materia figurada. Para estimar el valor de 1.000  balas de algodón en un número determinado de onzas  de oro y expresar después este número de onzas con  los nombres contantes de la misma, en libras,  chelines y peniques, no hace falta ni un solo átomo de oro efectivo. Antes de la Bank-Act (1845) de Sir Robert Peel, no circulaba en Escocia ni una sola onza  de oro, aunque ésta, expresada como patrón contante inglés en 3 libras 10 chelines 1/2 peniques, servía 

como medida legal de los precios. Así es también  como el dinero sirve de medida de precios en el  cambio de mercancías entre Siberia y China, aunque  el comercio no sea en realidad más que un trueque.  En cuanto a la moneda, como tal moneda contante, es indiferente, por tanto, que su unidad de medida o las  fracciones de ésta estén o no acuñadas. En Inglaterra,  en tiempos de Guillermo el Conquistador, una libra, 

que entonces era de plata pura y el chelín 1/20 de  

  

50 Como preguntasen a Anacharsis para qué servía el  dinero entre los griegos, respondió: «Lo utilizan para  contar», (Athen, Deipn. 1, IV, 49, v. 2 ed. Schwelghäuser,  1802).  

51 G. Garnier, uno de los primeros traductores franceses de  Adam Smith, ha tenido la curiosa idea de establecer una  proporción entre el uso de la moneda contante y el de la  moneda real. La proporción es de 10 a 1. (G. Garnier,  Historia de la moneda desde la más remota antigüedad,  etc., t. I, pág. 78.) 

24 Carlos Marx  

libra no existía sino como moneda contante, mientras  que el penique 1/240 de libra de plata, era la mayor  moneda de plata. En la Inglaterra actual, por el  contrario, no existen ni chelines ni peniques, aunque  éstos sean los nombres contantes legales de partes  determinadas de una onza de oro. La moneda como  tal moneda contante puede, en general, no existir más  que idealmente, en tanto que el dinero que realmente  existe está acuñado con arreglo a otro patrón  completamente distinto. En muchas colonias inglesas de Norteamérica, la moneda circulante consistía  hasta bastante antes del siglo XVIII en monedas  españolas y portuguesas, mientras que lo moneda  contante era por todas partes la misma que en  Inglaterra52.  

Precisamente porque el oro, como patrón de  precios, se presenta con los mismos nombres que los precios de las mercancías, y porque una onza de oro,  lo mismo que una tonelada de hierro, está expresada en 4 libras 17 chelines 10 1/2 peniques, se ha dado a  estas expresiones el nombre de precio monetario.  Esto es lo que ha originado la peregrina noción de  que el valor del oro podía ser expresado en su propia  sustancia y que, a diferencia de los demás  mercancías, recibía del Estado un precio fijo. Se  confundía la fijación de los nombres de moneda  contante por medio de pesos determinados de oro,  con la fijación del valor de estos pesos53. Cuando el  oro sirve de elemento para la determinación del  precio y, por tanto, de moneda contante, no  solamente no tiene precio fijo, sino que carece de  precio. Para que se expresase en una mercancía  especifica como el equivalente general, sería preciso  que esta otra mercancía representase en el proceso de  circulación el mismo papel exclusivo que el oro. Pero  dos mercancías que excluyen a todas las demás se  excluyen mutuamente. En todos los lugares en donde  el oro y la plata se mantienen legalmente a título de  moneda, es decir, como medida de valor, se ha  intentado siempre en vano tratarlos como a una  misma y única materia. Suponer que la misma  cantidad de trabajo se objetive inmutablemente en la  misma proporción de oro y de plata, es suponer en  

  

52 El acta de Maryland de 1723 que designaba al tabaco  como moneda legal, pero reducía su valor a la moneda de  oro inglesa, es decir, un penique por libra de tabaco, hace  pensar en las leges barbarorum, en las que inversamente  bueyes, vacas, etc., equivalían a sumas determinadas de  moneda. En este caso no es el oro ni la plata, sino el buey  y la vaca los que constituyen la materia real de la moneda  contante.  

53 Así en los Familiar words de David Urquhart leemos:  «Quieren que el oro se mida por sí mismo. ¿Cómo es  posible que una sustancia cualquiera sea la medida de su  propio valor en otros objetos? El valor del oro será  establecido por su propio peso, bajo una falsa  denominación de este peso, y una onza valdrá tantas libras  y fracciones de libras. Esto es falsificar una medida, pero  no establecer un patrón.»  

realidad, que el oro y la plata son la misma sustancia  y que un «quantum» dado de plata, del metal que  vale menos, es una fracción inmutable de un  «quantum» dado de oro. Desde el reinado de  Eduardo III hasta los tiempos de Jorge II, la historia  del dinero en Inglaterra se desarrolla en una serie continua de perturbaciones nacidas del choque entre 

la relación del valor legal de la plata y del oro, y las  oscilaciones de su valor real. Tan pronto era el oro el  que subía de estimación, como lo era la plata. El  metal estimado por debajo de su valor se retiraba de  la circulación y era fundido y exportado. Se  cambiaba de nuevo legalmente la relación de valor de  los dos metales; pero, como anteriormente, el valor nominal no concordaba con la relación de valor real.  En nuestra misma época, una débil y pasajera baja  del oro con relación a la plata, producida por un  pedido de plata hecho por India y China, ha  originado en Francia el mismo fenómeno, pero en  mayor escala, es decir, la exportación de plata y su  sustitución por el oro en la circulación. Durante los  años 1855, 1856 y 1857, el excedente de la  importación de oro en Francia sobre su exportación  ascendió a 41.580.000 libras, mientras que el  excedente de la exportación de plata sobre su  importación ascendió a 14.740.000 libras. En  realidad, en los países como Francia en donde ambos metales son medidas legales de valor y tienen curso forzoso, de modo que todo el mundo puede pagar a  su gusto, sea con uno, sea con otro, el metal en alza  supone un agio y mide su precio, como cualquier otra  mercancía, con el metal encarecido, mientras que  este último es el que únicamente se emplea como  medida de valor. Toda la experiencia facilitada por la  historia sobre este punto se reduce simplemente al  hecho de que cuando dos mercancías ejercen  legalmente la función de medida de valor, en  realidad, la que la ejerce es una sola54.  

B. Teorías sobre la unidad de medida del  dinero  

El hecho de que las mercancías en cuanto precios  no son transformadas en oro sino idealmente, y que  éste, por consiguiente, se transforma en moneda  también idealmente, ha dado lugar a la doctrina de la  unidad ideal de la medida del dinero. Precisamente  porque en la determinación del precio no hay más  que oro y plata figurados, y porque éstos no  funcionan sino como moneda contante, se ha  sostenido que los nombres libra, chelín, penique,  thaler, franco, etc., en lugar de designar fracciones de  

  

54 «El dinero es la medida del comercio, y debería, como  cualquier otra medida, ser mantenido también estable e  invariable en lo posible. Esto no se puede conseguir si  vuestra moneda se compone de dos metales cuya relación  de valor varia siempre.» (John Locke, Some  considerations on the Lowering of interest, etc. 1691, pág.  65, de sus Works. séptima edición, Londres, 1768, v. III. 

Contribución a la crítica de la economía política 25  

peso de oro o plata o trabajo objetivado de un modo cualquiera, designaban más bien átomos ideales de  valor. Según esto, cuando el valor de una onza  subiese, querría decir que contendría más átomos y  debería de ser acuñada y calculada en un número  mayor de chelines. Esta doctrina data de fines del  siglo XVII y ha resurgido durante la última crisis  comercial en Inglaterra; en el Parlamento hasta ha  sido desarrollada en dos informes especiales que  constituyen el apéndice del informe del Comité de la  Banca en 1858.  

A raíz del advenimiento de Guillermo III, el  precio monetario de una onza de plata era de 5  chelines 2 peniques; llamaban peniques a 1/62 de una  onza de plata y chelín a 12 de estos peniques. De  acuerdo con este patrón, un peso de plata de seis  onzas, por ejemplo, se acuñaba en 31 monedas que  llevaban el nombre de chelín. Pero el precio de venta de la onza de plata rebasó su precio monetario de 5 

chelines 2 peniques y se elevó a 6 chelines 3  peniques, es decir, que para comprar una onza de  plata bruta, había que pagar 6 chelines, y 3 peniques.  ¿Cómo podía elevarse el precio de venta de una onza 

de plata por encima de su precio monetario, si éste no  era otra cosa que la denominación contante de las  partes alícuotas de una onza de plata? La solución del  enigma era fácil. De 5.600.000 libras de moneda de  plata que circulaban entonces, cuatro millones  estaban gastados, roídos, estropeados. Una  experiencia que se hizo demostró que 57.200 libras  de plata, que debían de haber pesado 220.000 onzas, no pesaban más que 141.000. La moneda continuaba  en funciones según el mismo patrón, pero los  chelines ligeros que circulaban realmente  representaban partes alícuotas de onza más pequeñas que las que indicaba su denominación. Había que  pagar, pues, en el mercado, una cantidad superior de  estos chelines, más ligeros, por una onza de plata  bruta. Cuando a consecuencia de la perturbación que se produjo, se decidió la fundición general. Lowndes,  el secretary to the treasury, declaró que habiendo  aumentado el valor de la onza de plata, había que  acuñarla en adelante en 6 chelines 3 peniques y no en  5 chelines 2 peniques, como anteriormente.  Afirmaba, pues, en realidad, que puesto que el valor  de la onza había aumentado, el de sus partes alícuotas  había disminuido. Pero su falsa teoría no servía más  que para predicar un fin práctico justificado, las  deudas del Estado habían sido contraídas en chelines  ligeros; ¿debían de pagarse en chelines pesados? En lugar de decir pagad cuatro onzas de plata por cinco  que habéis recibido nominalmente, pero que, en  realidad son cuatro, decía al revés: pagad cinco onzas  de plata nominalmente, pero reducid el contenido  metálico a cuatro onzas y llamad chelín a lo que  hasta ahora habéis llamado 4/5 de chelín.  Prácticamente, Lowndes se refería al contenido  metálico, mientras que en realidad se atenía a la  

denominación contante. Sus adversarios, que no  retenían más que la denominación contante y que  declaraban que un chelín con pérdida de peso de 25 a  30 por 100 era idéntico a un chelín pesado,  pretendían, por el contrario, atenerse al contenido metálico.  

John Locke, que defendía la nueva burguesía bajo  todas sus formas, los industriales contra las clases  obreras y las indigentes, los usureros comerciantes contra los usureros al antiguo estilo, los aristócratas  de las finanzas contra los deudores al Estado, y que,  en una obra especial, había demostrado que la  inteligencia burguesa es la humana normal, recogió  también el guante lanzado por Lowndes. John Locke  ganó la partida; y el dinero tomado a préstamo a 10 ó  14 chelines la guinea, fue pagado en guineas de 20  chelines55.  

Sir James Steuart resume irónicamente la  transacción en los siguientes términos: «El gobierno  

  

55 Locke dice, entre otras cosas: (John Locke, Some  considerations on the Lowering of Interest, etc., 1691,  págs. 136-145, passun.) «Llamad ahora corona a lo que  antes no era sino parte de una corona... Una misma  cantidad de dinero tiene siempre idéntico valor que otra  cantidad igual de dinero. Si podéis rebajar 1/20 de peso de  plata a una moneda sin disminuir su valor, lo mismo podréis quitarle 19/20 sin que su valor baje. Y así un solo  farthing, que lleve el nombre de corona, comprará tanta  cantidad de seda o de cualquier otra mercancía, como una  corona que contengo 20 veces más plata... Todo lo más  que podéis hacer es dar o una cantidad menor de plato la  figura y el nombre de una cantidad mayor... Pero es el  dinero y no los nombres, quien paga las deudas y compra  las mercancías. Si elevar el valor de la moneda no  significa otra cosa que dar nombres o las partes alícuotas  de uno pieza de plata, por ejemplo, llamar penique a la  octava parte de una onza de plata, entonces podéis, en  efecto, elevar la moneda tanta como queráis.» Locke respondía al mismo tiempo a Lowndes que el alza del precio de venta por encima del precio monetario no  provenía del «alza del valor de la plata, sino del menor  peso de las monedas de plata.» 77 chelines carcomidos no  pesaban un gramo más que 62 chelines de peso cabal. Por  fin hacía valer con razón que, hecha abstracción de la  pérdida de peso de lo moneda circulante, el precio de  venta de la plata bruto en Inglaterra podio rebosar algo el  precio monetario, porque la exportación de la plata bruta  estaba permitida y la de la moneda de plata estaba  prohibida (pág. 54-116, passim.) Locke se guardaba bien  de abordar la cuestión palpitante de las deudas públicas,  así como también evitaba cuidadosamente discutir el delicadísimo punto económico. Este era el siguiente: el  curso del cambio, así como la relación entre la plata bruta  y la acuñada demostraban que lo moneda circulante se  hallaba lejos de ser depreciada en lo proporción de su  pérdida real de plata. Volveremos a esta cuestión bajo su  forma general en la sección de «Medios de circulación»,  Nicolás Barban, en A discourse concerning coining the  money ligther in answer to Mr. Locke's considerations,  etc. Londres, 1696, hizo inútiles tentativas para atraer a  Locke a un terreno escabroso. 

26 Carlos Marx  

ganó considerablemente en los impuestos, los  acreedores en el capital y los intereses, y la nación,  principal engañada, se sentía a gusto porque su  standard (el patrón de su propio valor) no había  sufrido depreciación56. Steuart creía que con el futuro  desarrollo comercial no se mostraría tan cándida la nación. Se equivocaba. Unos ciento veinte años  después, se renovó el mismo quid pro quo.  

Era de rigor que el obispo Berkeley, el  representante de un idealismo místico en la filosofía  inglesa, diese un giro teórico a la doctrina de la  unidad de medida ideal del dinero, lo que  negligentemente había dejado de hacer el práctico  secretary to the treasury. Berkeley pregunta: «¿Es  que los nombres libra, libra esterlina, corona, etc.,  no deben de ser considerados como simples nombres  de relación? (es decir, la relación del valor abstracto  como tal). ¿Es que el oro, la plata o el papel son otra  cosa que simples vales o señales para contarlo,  registrarlo y transmitirlo? (la relación del valor). El  poder de controlar la industriosidad de las demás (el  trabajo social), ¿no es riqueza? Y el dinero, en  realidad, ¿es otra cosa que la señalo signo de la  transmisión o registro de tal poder y hay que dar tan  gran importancia a la materia de que están formados esos signos?»57. Hay en todo esto confusión, por una  parte, entre la medida de los valores y el patrón de  precios, y por otra, entre el oro y la plata como  medida y como medio o instrumento de circulación.  Del hecho de que los metales preciosos puedan ser  reemplazados por señales en el acto de la circulación,  Berkeley deduce que estas señales, por su parte, no representan nada, es decir, que representan el  abstracto concepto de valor.  

La doctrina de la unidad de medida ideal del  dinero está tan completamente desarrollada por Sir  James Steuart que sus sucesores -sucesores  inconscientes, puesto que no le conocen- no  encuentran una frase, ni siquiera un ejemplo nuevos.  «La moneda contante -dice- no es nada más que un  patrón arbitrario de partes iguales, inventado para medir el valor relativo de los objetos que hay que  vender. La moneda contante difiere por completo de  la moneda acuñada (money coin), que es el precio58,  y podría existir sin necesidad de que hubiese en el mundo una sustancia que fuese su equivalente  proporcional para todas las mercancías. La moneda  contante rinde el mismo servicio respecto al valor de  los objetos que los grados, minutos, segundos, etc.,  

  

56 Steuart, t. II, pág. 154.  

57 The Querist. En las Queries on Money hay, además,  ingenio. Berkeley observo con razón que precisamente el  desarrollo de las colonias de Norteamérica ofrece una  prueba claro como la luz de que el oro y lo plata no son tan  necesarios para la riqueza de una nación como se imaginan  las gentes vulgares de todas clases.  

58 Precio significa aquí equivalente real. Lo mismo que  paro los economistas ingleses del siglo XVII.  

respecto de los ángulos o escalas en los mapas. En  todas estas invenciones se toma siempre como  unidad la misma denominación. Del mismo modo  que la utilidad de todas estas invenciones se halla 

limitada a la indicación de la proporción, así ocurre  también con la unidad de dinero. Por tanto, no puede  tener una proporción determinado inmutablemente  respecto a una parte cualquiera del valor, es decir,  que no puede ser fijada en un «quantum»  determinado de oro, plata o cualquier otra mercancía.  Una vez dada la unidad, se puede elevar, mediante la  multiplicación, hasta el valor más grande. Como el  valor de las mercancías depende de un concurso  general de circunstancias que obran sobre ellas y  sobre el capricho de los hombres, su valor debería ser  considerado como variable únicamente en sus  relaciones recíprocas. Todo aquello que turba y  embrolle la comprobación del cambio de proporción  por medio de un patrón general determinado e  inmutable, debe de perjudicar al comercio. El dinero  no es más que un patrón ideal de partes iguales. A la  pregunta: ¿cuál debe ser la unidad de medida del  valor de una parte?, respondo con esta otra pregunta:  ¿cuál es la magnitud normal de un grado, de un  minuto, de un segundo? No la tienen, pero tan pronto  como una parte esté determinada, el resto entero, de  acuerdo con la naturaleza de una escala, debe de  seguir proporcionalmente. Hay dos ejemplos de esta  clase de moneda. La Banca de Ámsterdam nos ofrece  uno de ellos, y la costa de Angola el otro59.  

Steuart se atiene simplemente al papel que  representa la moneda en la circulación a título de  patrón de precios y de moneda contante. En efecto;  si distintas mercancías están señaladas en el precio  corriente a 15 s., 20 s., 36 s., respectivamente, no es  el contenido en dinero ni el nombre chelín lo que me  interesa cuando se trata de comparar la magnitud de su valor. Las relaciones numéricas 15, 20, 36 lo dicen  ahora todo, y el número 1 es la única unidad de  medida. Sólo la proporción numérica abstracta es la expresión puramente abstracta de la proporción. Para  ser consecuente hubiese sido necesario que Steuart  abandonase no solamente el oro y la plata, sino  también sus nombres de pila legales. Como no  comprende la transformación de la medida de valores en patrón de precios, cree, como es natural, que el 

«quantum» de oro determinado que sirve de unidad  de medida no se halla relacionado como medida con  otros «quanta» de oro, sino con los valores en cuanto  tales valores. Precisamente porque las mercancías,  gracias a la transformación de sus valores de cambio  en precio, se presentan como magnitudes de la  misma denominación, niega la cualidad de la medida  que los reduce a la misma denominación y porque en  esta comparación de diferentes «quanta» de oro, la  magnitud del «quantum» de oro que sirve de unidad  de medida es convencional, niega que debe ser fijada    

59 Steuart, t. II, págs. 154, 299. 

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en general. En lugar de llamar grado a 1/360 de  círculo, puede llamarlo a 1/180; el ángulo recto será  medido entonces con 45 grados en lugar de serlo con 90; los ángulos agudos y obtusos, de una manera  correspondiente. La medida del ángulo seguiría  siendo, sin embargo, ahora como antes, en primer  lugar, una figura matemática determinada  cualitativamente, el círculo: en segundo lugar, una 

sección de círculo determinada cuantitativamente. En  lo concerniente a los ejemplos económicos de Steuart  se ataca a sí mismo con uno y nada prueba con el  otro. El dinero de la Banca de Ámsterdam no era otra  cosa que la denominación contante de los doblones  españoles que, gracias a su perezoso estacionamiento  en los sótanos del Banco, conservaban orondos su  buen peso, mientras que la revoltosa moneda  circulante había adelgazado por el áspero roce con el  mundo exterior. En cuanto a los idealistas africanos,  nos vemos obligados a abandonarles a su suerte, en  espera de que viajeros críticos nos den más amplios informes de ellos60. Según Steuart, podría calificarse  de moneda aproximadamente ideal el talón francés:  Propiedad nacional. Talón de 100 francos. Es cierto  que el valor de uso que debía de representar el talón  se halla especificado en este caso: es decir, las tierras  confiscadas; pero habían olvidado la determinación  cuantitativa de la unidad de medida, y la palabra  «franco», por consiguiente, no tenía sentido. La  cantidad de tierra representada por el talón de un  franco dependía del resultado de las subastas  públicas. Sin embargo, en la práctica, el talón franco  circulaba como signo de valor de la moneda de plata y su depreciación se medía con este patrón de plata.  

La época de la suspensión de pagos al contado por  el Banco de Inglaterra fue, casi tan fecunda en partes  de guerra como en teorías sobre el dinero. La  depreciación de los billetes de Banco y la elevación  del precio de venta del oro por encima de su precio monetario reanimaron la doctrina de la medida  monetaria ideal entre ciertos defensores de la banca.  Lord Castlereagh encontró la expresión confusa  clásica que podía corresponder a aquella confusa  visión. Y dio de la unidad de medida de la moneda  esta definición: A sense of value in reference to  currency as compared with commodities. Cuando  algunos años después de la paz de París, las  circunstancias permitieron la reanudación de los  pagos al contado el problema que Lowndes había  provocado bajo Guillermo III surgió de nuevo en  

  

60 Con ocasión de la última crisis comercial, en ciertos  círculos ingleses se alababa con exaltación a la moneda  ideal africana, después de haber transferido su residencia  de la costa al corazón de Berbería. Se atribuía el hecho de  que los berberiscos se hallen exentos de crisis comerciales  a la unidad de medida de sus bar. ¡No hubiese sido más  sencillo decir que el comercio y la industria son las  condiciones sine qua non de las crisis comerciales e  industriales!  

forma apenas modificada. Una deuda pública enorme  y una masa de deudas particulares, de obligaciones  firmes, etc., acumuladas durante más de veinte años,  se habían contraído en billetes de banco depreciados.  Había que pagarlos en billetes de banco, de los cuales  4.672 £ 10 s. representaban no nominalmente, pero sí  realmente, 100 libras de oro de 22 quilates. Thomas Attwood, un banquero de Birmingham, salió a escena  como un Lowndes redivivus. Los acreedores debían  de recibir nominalmente tantos chelines como  nominalmente habían prestado; pero si según la  antigua ley de moneda se llamaba chelín a 1/78 de  onza de oro, ahora había que bautizar con el nombre de chelín, por ejemplo, a 1/90 de onza. Los  partidarios de Attwood son llamados los little  Shillingmen de la escuela de Birmingham. La disputa  sobre la medida monetaria ideal, comenzada en 1819, continuó entre Sir Robert Peel y Attwood, cuyo  juicio, por lo mismo que se ejerce sobre la moneda  en su función de medida, se resume y termina en la  cita siguiente: «En su polémica con la Cámara de  Comercio de Birmingham, Sir Robert Peel pregunta:  ¿Qué es lo que representará vuestro billete de una  libra? ¿Qué es una libra? Inversamente, ¿qué  debemos de entender por unidad de medida actual del valor? ¿Es que 3 £ 17 s. 10 1/2 d. significan una onza  de oro o bien su valor? Si es la onza lo que  significan, ¿por qué no llamar a las cosas por su  nombre, y en lugar de decir £, s., d., no decimos  onza, penniweight y grain? Entonces volvemos al  sistema de trueque directo... O ¿es que significan el  valor? Si una onza = 3 £ 17 s, 10/2 d., ¿por qué en  distintas épocas valía tan pronto 5 £ 4 s., como 3 £  17 s. 9 d.?... La expresión libra (£) se refiere al valor,  pero no al valor fijado en una parte invariable de  peso de oro. La libra es una unidad ideal..., el trabajo  es la sustancia en que se resuelven los gastos de  producción y da al oro como al hierro su valor  relativo. Cualquiera que sea, pues, la denominación  contante especial empleada para designar el trabajo  diario o semanal de hombre, dicha denominación  expresa el valor de la mercancía producida»61. En  estas últimas palabras se disipa la vaga concepción de la medida monetaria ideal, y se hace claro el  pensamiento que contiene. Los nombres contantes de  oro, Libra, chelín, etc., serían los nombres de  determinados «quanta» de tiempos de trabajo. Siendo el tiempo de trabajo la sustancia y medida inmanente  de los valores, estos nombres, en realidad,  representarían la proporción de valor mismo. En  otros términos, se afirma que el tiempo de trabajo es  la verdadera unidad de medida del dinero.  

Salimos así de la escuela de Birmingham, pero  observemos de paso que la doctrina de la medida  ideal de la moneda adquiere nueva importancia en la polémica sobre la convertibilidad o no    

61 The Currency question, the Gemini Letters. Londres,  1844. págs. 260-272, passim. 

28 Carlos Marx  

convertibilidad de los billetes de banco. Si el oro o la  plata son los que dan al papel su denominación, la  convertibilidad del billete, es decir, su carácter de  cambiable por oro o plata constituye una ley  económica, cualquiera que sea la jurídica. El billete  de un thaler prusiano, aunque legalmente  inconvertible, sería depreciado en seguida si en el tráfico ordinario valiese menos de un thaler y, por 

consiguiente, no fuese convertible prácticamente.  También los consecuentes defensores del papel moneda inconvertible en Inglaterra recurrieron a la medida ideal del dinero. Si los nombres contantes de  dinero Libra, chelín, etc., son denominaciones de una  de terminada suma de átomos de valor, parte de los  cuales absorbe o cede durante el curso del cambio  con otras mercancías, también un billete de banco  inglés de 5 £, por ejemplo, es tan independiente de su  relación con el oro como de la de dicho billete con el  hierro y con el algodón. Puesto que su ley habría  dejado de igualarlo teóricamente con un «quantum»  determinado de oro o de cualquier otra mercancía, la  exigencia de su convertibilidad, es decir, de su  ecuación práctica con un «quantum» determinado de  un artículo especificado, quedaría excluida o causa de su mismo concepto.  

John Gray es el primero que ha desarrollado  sistemáticamente la doctrina del tiempo de trabajo  considerado como unidad de medida inmediata del  dinero62. Según su sistema, hace certificar por un  banco central, con ayuda de sus sucursales, el tiempo  de trabajo consumido en la producción de las  diferentes mercancías. A cambio de la mercancía, el productor recibe un certificado oficial de su valor, es  decir, un recibo del tiempo de trabajo que contiene su  mercancía63, y estos billetes de banco de una semana,  de un día, de una hora de trabajo, etc., sirven al  mismo tiempo de bono poro un equivalente de todas  las mercancías almacenadas en los muelles del  Banco64. Este es el principio fundamental aplicado  

  

62 John Gray. The Social System. A Treatise en the  Principle of Exchange, Edimburgo, 1831. Véase del  mismo autor: Lectures en the nature and use of money,  Edimburgo, 1848. Después de la revolución de febrero  Gray dirigió al Gobierno provisional una Memoria donde  explica que Francia no necesita una «organización del  trabajo», sino una «organización del cambio», cuyo plan  desarrollado podría encontrarse en su sistema monetario El  buen John no sospechaba que dieciséis años después de la  publicación del Social System, Proudhon, el inventor,  pretendería patentar el mismo descubrimiento.  

63 Gray, The Social System, etc. «El dinero no debería ser  sino un recibo, un documento donde se hiciera constar que  su poseedor, o bien ha contribuido con un cierto valor al  stock de la riqueza nacional, o bien que ha adquirido un  derecho al mismo valor de alguien que haya contribuido a  aquella riqueza.»  

64 «Cuando un objeto haya sido estimado en cierto valor,  que se almacene en un Banco y pueda retirarse cuando sea  necesario; únicamente habría que estipular, de común  

con cuidado en todos sus detalles y siempre apoyado en instituciones inglesas establecidas. «Con este  sistema -dice Gray- sería siempre tan fácil vender por  dinero como lo es ahora comprar por dinero; la  producción sería el manantial uniforme e inagotable de la demanda65. Los metales preciosos perderían su  «privilegio» sobre las demás mercancías y ocuparían el lugar que les corresponde en el mercado al lado de  la mantequilla, de los huevos, de las telas, etc., y su  valor no nos interesaría más que el de los  diamantes66. ¿Debemos de conservar nuestra medida  ficticia de los valores, el oro, o bien recurrir a la  medida de los valores, el trabajo, y dar así la libertad  a las fuerzas productoras del país!»67.  

Puesto que el tiempo es la medida inmanente de  los valores, ¿por qué añadirle otra medida externa? ¿Por qué el valor de cambio se convierte en el  precio? ¿Por qué todas las mercancías estiman su  valor en una mercancía exclusiva que queda así  transformada en la forma adecuada del valor de  cambio, en dinero? Este era el problema que Gray  tenía que solucionar. En lugar de resolverlo, se figura  que las mercancías pueden relacionarse directamente unas con otras como productos del trabajo social.  Pero solamente pueden relacionarse entre sí en  calidad de mercancías. Las mercancías son los  productos inmediatos de trabajos privados, aislados,  independientes, los cuales en el proceso de cambio  privado deben confirmarse como trabajo social  general, mediante su propia enajenación, o dicho de otro modo, el trabajo, sobre la base de la producción  de mercancías, no se convierte en trabajo social sino  por la enajenación universal de los trabajos  individuales. Pero admitiendo que el tiempo de  trabajo contenido en las mercancías sea tiempo de  trabajo inmediatamente social, Gray supone que es  tiempo de trabajo común o tiempo de trabajo de  individuos asociados directamente. Entonces, en  realidad, una mercancía específica, tal como el oro y  la plata, no podría enfrentarse con las demás  mercancías como encarnación del trabajo general; el valor de cambio no se convertiría en precio, pero  tampoco el valor de uso llegaría a ser valor de  cambio; el producto no se haría mercancía, y de este  modo quedaría suprimida la base misma de la  producción burguesa. Pero no es éste el pensamiento de Gray. Los productos deben ser creados como  mercancías, pero no deben de ser cambiados como  mercancías. Gray encarga a un Banco Nacional la  realización de este piadoso deseo. Por un lado, la  

  

acuerdo, que el que almacene un objeto cualquiera en el  Banco Nacional propuesto, podrá retirar del mismo un  valor igual de todo lo que pueda contener, en lugar de  verse obligado a retirar un objeto idéntico al que ha  depositado.» (Op. cit. pág. 68).  

65 Página 16.  

66 Gray, Lectures on money, etc., pág. 182.  

67 Página 169. 

Contribución a la crítica de la economía política 29  

sociedad en forma de banco hace a los individuos  independientes de las condiciones del cambio  privado, y por otro les deja que continúen  produciendo sobre la misma base de cambio. Sin  embargo, la lógica interna induce a Gray a negar, una  tras otra, las condiciones de la producción burguesa,  aunque su deseo sea únicamente «reformar el dinero  procedente del cambio de las mercancías». De este  modo transforma el capital en capital nacional68, la  propiedad de la tierra en propiedad nacional69, y si se  analiza de cerca su banco, se descubre que éste no  sólo recibe mercancías con una mano y entrega  certificados de trabajo con la otra, sino que hasta regula la producción misma. En su última obra:  Lectures o money, en la que Gray trata ansiosamente  de presentar su moneda de trabajo como una reforma  puramente burguesa, se embrolla en contrasentidos  aún más estridentes.  

Toda mercancía es inmediatamente dinero. Esta  es la teoría de Gray, deducida de su análisis  incompleto, y falsa por tanto, de la mercancía. La  construcción «orgánica» del «dinero-trabajo», del  «banco nacional», de los «muelles de mercancías»,  no es más que una fantasmagoría en que se presento  el dogma, con la ayuda de un truco, como ley que  gobierna al mundo. Sin duda que el dogma que  enseña que la mercancía es inmediatamente moneda  y que el trabajo particular del individuo privado en  ella contenido es inmediatamente trabajo social, no se convierte en verdad por el hecho de que un banco crea en él y opere de conformidad con esta creencia.  La bancarrota sería la que, en este caso, asumiría las  funciones de la crítica práctica. Lo que Gray no dice  y constituye un secreto para él mismo, o sea que el dinero-trabajo es una frase de estilo económico que 

disimula el deseo piadoso de desembarazarse del  dinero, y con el dinero del valor de cambio, y con el  valor de cambio de la mercancía y con la mercancía  de la forma burguesa de la producción, es lo mismo  que ha sido afirmado sin ambages por algunos  socialistas ingleses que han escrito antes y después  de Gray70. Pero quedaba reservado al Sr. Proudhon  ya sus discípulos sermonear en serio acerca de la  degradación del dinero y la exaltación de la  mercancía como el eje del socialismo, reduciendo  éste a un desconocimiento elemental de la conexión  

  

68 «The business of every country ought to be conducted  on a national capital.» (Los asuntos de un país deberla  atenderse por medio de un capital nacional.) John Gray,  The Social System, etc., página 171.  

69 «The land lo be transformed into national property». (La  tierra deberá ser transformada en propiedad nacional): pág.  298.  

70 Véase, por ejemplo, W. Thomson, An inquiry into the  distribution of wealth, etc.; Londres, 1827. Bray, Labour's  wrongs and labour's remedy; Leeds, 1839.  

necesaria entre la mercancía y el dinero71.  

II. Instrumentos de circulación  

Después de que la mercancía, en el proceso que  de termina el precio, ha recibido la forma que la  capacita para circular y cuando el oro ha adquirido su  carácter de dinero, la circulación hará resurgir y  resolverá todas juntas las contradicciones que  encerraba el proceso de cambio de las mercancías. El  cambio real de éstas, es decir, el cambio social de la  materia, se opera en una metamorfosis en la que se  despliega el doble carácter de la mercancía como  valor de uso y de cambio, pero donde su propia  metamorfosis cristaliza al mismo tiempo en las  formas determinadas del dinero. Describir esta  metamorfosis es describir la circulación. Del mismo modo que la mercancía sólo es valor de cambio  cuando se coloca en el mundo de las mercancías, con una división del trabajo efectivamente desarrollada,  así también la circulación supone actos universales de cambio y el curso ininterrumpido de su  renovación. Queda sentado, además, que las  mercancías entran en el proceso de cambio como  mercancías de precios determinados o que se  presentan en él las unas con respecto a las otras,  como existencias dobles, reales como valores de uso,  ideales -en el precio- como valores de cambio.  

En las calles más animadas de Londres, los  establecimientos se suceden unos a otros, y detrás de  las lunas de sus escaparates se ofrecen tentadoras  todas las riquezas del Universo: chales de la India,  revólveres americanos, porcelanas chinas, corsés de París, pieles de Rusia, productos de los trópicos; pero  todas estas cosas mundanas ostentan debajo de ellas 

unas fatales etiquetas blancas que llevan grabadas  cifras árabes seguidas de los caracteres lacónicos £.  s., d. Así aparece la mercancía en la circulación.  

a) La metamorfosis de las mercancías  

Cuando se le considera más de cerca, el proceso  de la circulación presenta dos formas distintas de  ciclos. Si llamamos M a la mercancía y D al dinero,  podemos expresar estas dos formas así:  

M-D-M  

D-M-D  

En esta primera sección nos ocuparemos  exclusivamente de la primera forma, de la forma  inmediata de la circulación de las mercancías.  

El ciclo M-D-M se descompone en el movimiento  M-D, cambio de la mercancía por el dinero o vender;  en el movimiento opuesto D-M, cambio del dinero  por la mercancía o comprar; y en la unión de los dos  movimientos M-D-M, cambiar la mercancía por el  dinero para cambiar el dinero por la mercancía, o sea  vender para comprar. Como resultado final, en el  

  

71 Se puede considerar a Alfred Darimon, Sobre la  Reforma de los Bancos, como el compendio de esta  melodramática teoría de la moneda. París, 1856. 

30 Carlos Marx  

cual se extingue el proceso mismo, tenemos M-M,  cambio de mercancía por mercancía, la circulación  real de la materia.  

Si se parte del extremo de la primera mercancía,  M-D-M representa su transformación en oro y su  nueva transformación de oro en mercancía,  movimiento en el cual la mercancía aparece  primeramente bajo la forma de valor de uso  particular; después se despoja de esta forma y se  reviste de la de valor de cambio o equivalente  general, sin enlace alguno con su primitivo modo de ser; pierde de nuevo su última forma y se queda  finalmente como valor de uso real que responde a las  necesidades particulares. En este último estado cae de la circulación al consumo. El conjunto de la  circulación M-D-M es, pues, en primer lugar, la serie  total de metamorfosis que sufre cada mercancía para llegar a ser valor de uso inmediato para su poseedor.  La primera metamorfosis se realiza en la primera  mitad de la circulación M-D, la segunda en la otra  mitad D-M, y el conjunto de la circulación forma el  curriculum vitae de la mercancía. Pero la circulación  M-D-M no es la transformación total de una  mercancía aislada, sino porque es al mismo tiempo la  suma de las metamorfosis unilaterales determinadas  de otras mercancías, pues cada metamorfosis de la  primera mercancía es su transformación en otra, o  también transformación de la otra mercancía en ella,  o sea transformación bilateral, que se realizan en el  mismo grado de la circulación. En primer lugar  tenemos que considerar aisladamente cada uno de los dos procesos de cambio en los cuales se descompone  la circulación M-D-M.  

M-D, o venta: M, la mercancía, entra en el  proceso de circulación no solamente como un valor  de uso particular, por ejemplo, una tonelada de  hierro, sino también como un valor de uso de un  precio determinado, supongamos 3 £, 17 s. 10 1/2 d.,  o sea una onza de oro. Este precio, que es, por una parte, el exponente del «quantum» de tiempo de  trabajo contenido en el hierro, es decir, de su  magnitud de valor, expresa al mismo tiempo el buen  deseo que tiene el hierro de convertirse en oro, o sea  de investir al tiempo de trabajo que él contiene de la  forma de tiempo de trabajo social general. Si no  resulta esta transubstanciación, la tonelada de hierro  no solamente deja de ser mercancía, sino también  producto, pues precisamente es mercancía porque  constituye un no-valor de uso para su poseedor, o  dicho de otro modo, porque su trabajo no es trabajo real sino en cuanto es trabajo útil para los demás, y  no es útil a sí mismo sino en cuanto es trabajo  general-abstracto.  

La misión del hierro o de su poseedor consiste,  pues, en descubrir en el mundo de las mercancías el lugar en donde el hierro atrae al oro. Esta dificultad,  el salto mortale72 de la mercancía, queda vencida si    

72 En italiano en el original.  

la venta se efectúa realmente, como suponemos aquí  en el análisis de la circulación simple. La tonelada de  hierro, por su enajenación, es decir, por su paso de la  mano en que no es útil a aquella en que lo es, se  concreta como valor de uso, realiza a la vez su  precio, y, de oro imaginario que era, se convierte en  oro real. El nombre de onza de oro real reemplaza  ahora al otro nombre: onza de oro o 3 £, 17 s. 10 1/2  d.; pero la tonelada de hierro ha evacuado su sitio. En  virtud de la venta M-D, no solamente se ha  transformado realmente en oro la mercancía que ya  lo había sido idealmente en su precio, sino que por el  mismo proceso, el oro, que, como medida de los  valores, no era otra cosa que dinero ideal y que en realidad no figuraba sino como nombre monetario de  las mercancías mismas, se ha transformado en  moneda real73. El oro, que se había hecho idealmente  equivalente general porque todas las mercancías  median con él sus valores, ahora, como producto de  la enajenación universal de las mercancías -cuyo  proceso es la venta M-D-, se transforma en  mercancía absolutamente enajenable, dinero real.  Pero si el oro se convierte en dinero real en la venta  es porque los valores de cambio de las mercancías  eran ya idealmente oro en los precios. En la venta M D, así como en la compra D-M, dos mercancías se  confrontan, unidades de valor de cambio y de valor  de uso, pero en la mercancía su valor de cambio no  existe sino idealmente como precio, mientras que en el oro, aunque sea él mismo valor de uso real, su  valor de uso no existe más que como soporte del  valor de cambio, o sea únicamente como valor de uso formal que no se relaciona con ninguna necesidad  individual real. La antítesis de valor de uso y de valor  de cambio está, pues, distribuida opuestamente en  dos extremos de M-D, hasta tal punto que, respecto  del oro, la mercancía es valor de uso que debe de  realizar en el oro su valor de cambio ideal, el precio;  y respecto de la mercancía, el oro es valor de cambio  que debe materializar en la mercancía su valor de uso  formal. Solamente, a causa de este desdoblamiento  de la mercancía en mercancía y en oro, y por la  relación doble también y antitética, en la que cada extremo es idealmente lo que su opuesto es  realmente, y realmente lo que su opuesto es  idealmente, solamente, pues, por la representación de  las mercancías como opuestas bipolares, se resuelven  las contradicciones contenidas en su proceso de  cambio.  

Hasta ahora hemos considerado a M-D como  venta, metamorfosis de la mercancía en dinero. Pero 

  

73 El dinero es de dos clases, ideal y real, y sirve para dos  usos diferentes, para valorar los objetos y para comprarlos.  Para valorar los objetos, la moneda ideal es tan buena y  quizá mejor aún que la moneda real... El otro uso de la  moneda es el de comprar estos mismos objetos que  aprecia..., los precios y los contratos se valoran en moneda  ideal y se ejecutan en moneda real.» Galiani, pág. 112. 

Contribución a la crítica de la economía política 31  

colocándonos en el otro extremo, el proceso aparece más bien como D-M, como compra, metamorfosis  del dinero en mercancía. La venta existe al mismo  tiempo que su contrario, la compra; es una u otra  según que se observe el proceso por un lado o por el  opuesto. En la realidad el proceso no se distingue  sino porque en M-D la iniciativa parte de la  mercancía o vendedor, y en D-M del dinero o del  comprador. Representando la primera metamorfosis  de la mercancía, su transformación en dinero, como  el resultado de haber recorrido el primer grado de la  circulación M-D, se subentiende que otra mercancía  se ha transformado ya en dinero y se encuentra ya,  por lo tanto, en el segundo grado de la circulación D M. Nos aventuramos así en un círculo vicioso de  hipótesis. Este círculo vicioso constituye la  circulación misma. Si en M-D dejamos de considerar  a D como la metamorfosis ya efectuada de otra  mercancía, excluimos el acto del cambio del proceso de la circulación. Pero fuera de éste la forma M-D desaparece y ya no existen más que dos mercancías  distintas frente a frente, por ejemplo, el hierro y el  oro, cuyo cambio no es un acto especial de la  circulación, sino un acto de trueque directo. En su 

origen, el oro es una mercancía como otra cualquiera.  Su valor relativo, el del hierro o cualquier otra  mercancía, se manifiesta aquí en las cantidades en  que se cambian recíprocamente. Pero esta operación  está prevista en el proceso de la circulación, ya que el  valor propio del oro está determinado en el precio de  las mercancías. Nada hay, pues, más erróneo que  figurarse que en el interior del proceso de  circulación el oro y la mercancía entran en la  proporción del trueque inmediato y que, por  consiguiente, su valor relativo queda establecido por  su cambio a título de simples mercancías. Si parece que en el proceso de circulación el oro se cambia  como simple mercancía por otras mercancías, esta  apariencia proviene de que en los precios está ya  puesta en ecuación una cantidad determinada de  mercancías con un «quantum» de oro también  determinado, es decir, está ya relacionada con el oro  como moneda, equivalente general, y por esta razón es inmediatamente cambiable por oro. Siempre que el precio de una mercancía se realice en el oro, se  cambia por él en calidad de mercancía, de  materialización particular del tiempo de trabajo; pero  cuando es su precio el que se realiza en el oro, se  cambia por él como dinero y no como mercancía, es  decir, como materialización general del tiempo de  trabajo. Sin embargo, en una y otra relación el  «quantum» de oro por el cual se cambia la mercancía en el proceso de circulación no es determinado por el  cambio; es este el que queda determinado por el  precio de las mercancías, es decir, por su valor de cambio estimado en oro74.  

  

74 Naturalmente que esto no impide que el precio de las  mercancías esté más alto o más bajo que su valor. Pero  

En el proceso de circulación el oro aparece como  el resultado de la venta M-D. Pero M-D, venta, como  es al mismo tiempo D-M, compra, resulta que  mientras M, mercancía, de donde arranca el proceso,  efectúa su primera metamorfosis, la otra mercancía, D, que confronta con ella por ser el otro extremo,  realiza su segunda metamorfosis y recorre la segunda  mitad de la circulación, mientras la primera  mercancía se encuentra todavía en la primera mitad  de su curso.  

El dinero, resultado del primer proceso de  circulación, de la venta, es el punto de partida del  segundo. En el lugar que ocupaba la mercancía bajo  su primera forma ha aparecido su equivalente de oro.  Este resultado puede constituir en primer lugar una parada, puesto que la mercancía bajo esta segunda  forma tiene una existencia propia, duradera. La  mercancía que, en la mano de su poseedor, no  constituye un valor de uso, ahora existe bajo una  forma utilizable siempre, porque es siempre  cambiable, y las circunstancias son las que deciden el  momento y el punto de la superficie del mundo  comercial en que debe de entrar en la circulación. Su  estado de crisálida de oro forma en su vida una fase  independiente en la que puede detenerse más o  menos tiempo. Mientras que en el trueque, el cambio de un valor de uso particular está inmediatamente  ligado al cambio de otro valor de uso particular, el  carácter general del trabajo, creador del valor de  cambio, aparece en la separación y en la disyunción indiferente de la compra y de la venta.  

D-M, la compra, es el movimiento inverso de M D, y al mismo tiempo la segunda metamorfosis, la  última de la mercancía. Bajo la forma de oro o de  equivalente general, la mercancía puede ser  representada inmediatamente en los valores de uso de  todas las demás mercancías que, en sus precios,  aspiran todas al oro como a su Más Allá, al mismo  tiempo que indican la nota que hay que dar para que 

sus cuerpos, los valores de uso, pasen al lado de la  moneda, y su alma, el valor de cambio, vaya a  alojarse al oro mismo. El producto general de la  enajenación de las mercancías es la mercancía  absolutamente enajenable. Para la transformación del  oro en mercancía no existe ya barrera cualitativa,  sino solamente la cuantitativa, la de su propia  cantidad o magnitud de valor. «Con dinero contante  todo se consigue.» Mientras que en el movimiento  M-D, la mercancía, por la enajenación como valor de  uso, realiza su propio precio y el valor de uso del dinero de otros, en el movimiento M-D realiza, por  su enajenación como valor de cambio, su propio  valor de uso y el precio de la otra mercancía.  Mientras que por la realización de su precio la  mercancía convierte el oro en moneda real, por su    

esta consideración es extraña a la circulación simple y  pertenece a otra esfera distinta en la que estudiaremos la  relación del valor con el precio de venta. 

32 Carlos Marx  

nueva transformación convierte el oro en su propia  forma puramente fugitiva de dinero. Como la  circulación de las mercancías supone la división  desarrollada del trabajo, y por tanto la multiplicidad  de las necesidades del productor aislado, en razón  inversa a la particularidad de su producto, la compra,  M-D, se expresará bien sea en una ecuación con una  mercancía equivalente o bien se dispersará en una  serie de mercancías equivalentes, circunscrita ahora  por el círculo de las necesidades del comprador y la  magnitud de su suma de dinero. Siendo la venta al  mismo tiempo compra y ésta a la vez venta, M-D, es  la vez M-D, pero en este caso la iniciativa  corresponde al oro y al comprador.  

Si ahora volvemos a la circulación total M-D-M,  veremos que una mercancía recorre en ella la serie  completa de sus metamorfosis. Pero al mismo tiempo  que la mercancía comienza la primera mitad de la  circulación y realiza la primera metamorfosis, una  segunda mercancía entra en la segunda mitad de la  circulación, efectúa su segunda metamorfosis y sale de la circulación, mientras una tercera mercancía  entra en la circulación, recorre la primera mitad de su  curso y realiza la primera metamorfosis. La  circulación total M-D-M, que es la metamorfosis  completa de una mercancía, es, pues, en conjunto el término de la metamorfosis total de una segunda y el  comienzo de la metamorfosis total de una tercera  mercancía; es una serie sin principio ni fin. A fin de  distinguir las mercancías, y para mayor claridad,  designemos M, en los dos extremos, de distinta  manera, por ejemplo, M’-D-M’’. En efecto, el primer  miembro de M’-D supone que D es el resultado de  otro M-D, luego aquél es el último miembro de M-D M, mientras que el segundo miembro de D-M’’ es en  su resultado M’’-D, luego representa él mismo el  primer miembro de M’’-D-M’’’, y así sucesivamente.  Además, ocurre que el último miembro D-M, aunque  M sea el resultado de una sola venta, puede  representarse por D-M’ + D-M’’ + DM’’’ + etc.,  puede escindirse en una masa de compras, o sea de  ventas, o sea en una masa de primeros miembros de  nuevas metamorfosis totales de mercancías. Y puesto que la metamorfosis total de una mercancía aislada  no aparece únicamente como un anillo de una cadena  de metamorfosis sin comienzo ni fin, sino de un gran  número de estas cadenas, el proceso de circulación  del mundo de las mercancías se manifiesta -puesto  que cada mercancía recorre la circulación M-D-M como una confusión de cadenas infinitamente  enredadas de este movimiento que termina y vuelve a comenzar siempre sobre una infinita diversidad de  puntos. Pero cada venta o compra particular  constituye al mismo tiempo un acto indiferente y  aislado, cuyo acto complementario puede ser  separado en el tiempo y en el espacio y no necesita volverse a unir inmediatamente al primero para  seguirle. Puesto que cada proceso de circulación  

particular, M-D o D-M, en tanto que es  transformación de una mercancía en valor de uso, y  de otra en dinero, es decir, en tanto que es primero y  segundo grado de la circulación, constituye un punto  independiente de parada en dos direcciones; como,  por otra parte, todas las mercancías comienzan su  segunda metamorfosis bajo la forma que les es  común, de equivalente general, de oro, y se colocan en el punto de partida de la segunda mitad de la  circulación: en la circulación real un D-M cualquiera  se coloca al lado de un M-D, el segundo capítulo en  la carrera de una mercancía toca al primer capítulo de  otra. A, por ejemplo, vende hierro por 2 £; efectúa,  pues, M-D la primera metamorfosis de la mercancía  hierro, pero deja la compra para más tarde.  Simultáneamente B, que quince días antes había  vendido dos fanegas de trigo por 6 £, con este mismo  dinero compra un traje en casa de Moses and Son, y  efectúa D-M, o la segunda metamorfosis de la  mercancía trigo. Si estos dos actos D-M y M-D aparecen aquí como anillos de una cadena, es porque una mercancía expresada en oro se parece a otra, y  porque en el oro no se reconoce si hay hierro o trigo  metamorfoseados. En el proceso de circulación real, M-D-M aparece como una confusión de una infinidad  de miembros, fortuitamente yuxtapuestos o  sucesivos, de diferentes metamorfosis totales. El  proceso de circulación real no se presenta como  metamorfosis total de la mercancía, como  movimiento suyo en fases opuestas, sino como un  simple agregado de numerosas compras y ventas que  se efectúan simultánea o sucesivamente de un modo  accidental. Queda así eliminada la determinación  formal del proceso, y tanto más completamente  cuanto que cada acto aislado de circulación, por  ejemplo la venta, es al mismo tiempo su contraria, la  compra, o viceversa. Por otra parte, el proceso de  circulación es el movimiento de las metamorfosis del  mundo de las mercancías, y por consiguiente, debe  reflejarlo también en su movimiento total.  Examinaremos cómo lo refleja en la sección  siguiente. Baste aquí con observar que en M-D-M los  dos extremos M no guardan la misma relación formal  con D. El primer extremo M es una mercancía  particular y se relaciona con el dinero como con la mercancía general, mientras que el dinero es una  mercancía general, y se relaciona con el segundo  extremo M como con la mercancía singular, M-D-M puede, pues, reducirse por lógica abstracta al  silogismo P-G-S, en el que la particularidad forma el  término mayor, la generalidad el mediano y la  singularidad el menor.  

Los cambistas entraron en el proceso de  circulación en calidad de guardianes de mercancías. Dentro de los límites del proceso se enfrentan bajo el  aspecto antitético de comprador y vendedor: el uno, azúcar personificado; el otro, oro personificado.  Cuando el azúcar se transforma en oro, el vendedor 

Contribución a la crítica de la economía política 33  

se convierte en comprador. Estos caracteres sociales  determinados no tienen su origen en la individualidad  humana en general, sino en las relaciones de cambio que existen entre dos hombres que producen sus  productos bajo la forma determinada de mercancías.  Son tan pocas las relaciones puramente individuales 

que se expresan en la relación del comprador con el vendedor, que uno y otro entran en esta relación  precisamente porque queda negado su trabajo  individual, es decir, porque se convierte en dinero,  porque no es el trabajo de ningún individuo. Es tan  absurdo, por consiguiente, concebir caracteres  económicos burgueses de compradores y vendedores  como formas sociales eternas de la individualidad  humana, como deplorar el hecho de que tales formas  aniquilen la individualidad75. Son expresiones  necesarias de la individualidad en cierto grado social  de la producción. Además, en la oposición de  compradores y vendedores, la naturaleza antagónica  de la producción burguesa se expresa todavía de  manera tan superficial y formal que esta oposición  pertenece también a formas de sociedad pre burguesas, puesto que únicamente exige que los  individuos se relacionen unos con otros como  tenedores de mercancías.  

Si ahora consideramos el resultado de M-D-M, se  reduce a la permuta de la materia M-M. Se ha  cambiado mercancía por mercancía, valor de uso por  valor de uso, y la transformación de la mercancía en  dinero, o la mercancía bajo la forma de dinero, no  sirve más que de intermediario en esta permuta de la  materia. El dinero se presenta de este modo como  simple instrumento o medio de cambio de las  mercancías; pero no como instrumento de cambio en  general, sino como medio de cambio caracterizado  por el proceso de circulación, es decir, como    

75 El siguiente extracto de las Leçons sur l'industrie et  finances, del Sr. Isaac Pereire (París, 1832) muestra hasta qué punto impresiono o las buenas almas incluso la forma  más superficial del antagonismo que se manifiesto en la  compra y la venta. El hecho de que este mismo Isaac,  como inventor y dictador del Crédito mobiliario, lleve  fama de haber sido el terror de la Bolsa de París, enseña  también el caso que debe hacerse de la crítica sentimental  de la

Economía. Pereire, que entonces era un apóstol de  Saint-Simon, dice: «Precisamente porque los individuos se  hallan aislados, separados unos de otros, sea en sus  trabajos, sea para el consumo, hay entre ellos cambio de  los productos de su respectiva industria. De la necesidad  del cambio se ha derivado la de determinar el valor relativo de los objetos. Las ideas de valor y de cambio se  hallan, pues, inmediatamente enlazados, y ambos, en su  formo actual, expresan el individualismo y el  antagonismo... Hay que fijar el valor de los productos,  porque hay venta y compra; en otros términos,  antagonismo entre los diversos miembros de la sociedad.  Nos ocupamos del precio del valor, sólo porque existe  venta y compra, es decir, porque cada individuo se ve  obligado a luchar para procurarse los objetos necesarios  para la conservación de su vida» (págs. 2-3).  

instrumento o medio de circulación76.  

Pretender deducir que solamente existe la unidad  y no la separación de la compra y la venta,  fundándose en que el proceso de circulación de las  mercancías se extingue en M-M, y por consiguiente  no parece ser otra cosa que el trueque efectuado por  intermedio del dinero, o en que M-D-M en general no  se escinde únicamente en dos procesos aislados, sino  que representa su unidad en movimiento, es una  manera de pensar cuya crítica corresponde a la lógica  y no a la economía. Del mismo modo que la  separación en el proceso de cambio de la compra y la  venta derriba las barreras -localmente consagradas  por el tiempo, sacralizadas por la larga tradición o  por un sentimiento estúpido- de la circulación de la  materia social, constituye asimismo la forma general  de la ruptura de sus momentos conexos, que se  oponen ahora unos a otros; en una palabra, es la  posibilidad general de las crisis comerciales, pero solamente porque el antagonismo entre mercancía y  dinero es la forma abstracta y general de todos los antagonismos contenidos en el trabajo burgués. La  circulación de la moneda puede tener lugar sin crisis,  pero éstas no pueden existir sin aquélla. Lo que  equivale a decir que donde el trabajo basado sobre el  cambio privado no haya evolucionado todavía hacia  la formación del dinero, no puede naturalmente  producir fenómenos que suponen el completo  desarrollo del proceso de producción burguesa.  Podemos, pues, medir la profundidad de la crítica  que pretende suprimir los «inconvenientes» de la  producción burguesa mediante la abolición del  «privilegio» de los metales preciosos y la  introducción de un llamado «sistema monetario  racional». Para dar una idea, por otra parte, de la apologética economista bastará con citar un pasaje  famoso por su extraordinaria agudeza. He aquí lo que  dice James Mill, padre de John Stuart Mill, el  conocidísimo economista inglés: «No pueden faltar  nunca compradores para todas las mercancías. Quien  pone a la venta una mercancía desea obtener a  cambio otra; luego es comprador por el solo hecho de  ser vendedor. Los compradores y vendedores de toda  clase de mercancías, considerados en conjunto,  deben, pues, por necesidad metafísica, equilibrarse.  Si hay más vendedores que compradores de una  mercancía, es preciso que haya más compradores que  vendedores de otra mercancía.»77 Mill establece el  

  

76 «El dinero no es más que el medio y la preparación,  mientras que las mercancías útiles para la vida son el  objeto y fin.» (Boisguillebert, Le détail de la France,  1697. Economistes financiers du XVIII siécle, de Eugéne  Daire, vol. I, París, 1843, pág. 210.  

77 En noviembre de 1807 apareció en Inglaterra una obra  de William Spence con el título de Britain independent of  commerce, cuyo principio desarrolló William Cobbet en su  Political Register, bajo la forma de Perish commerce,  James Mill respondió en 1808, en su Defence of 

34 Carlos Marx  

equilibrio porque transforma el proceso de  circulación en trueque directo, pero vuelve a  introducir en éste, de contrabando, las figuras de  compradores y vendedores tomadas en el proceso de  circulación. Empleando su confuso lenguaje, diremos que en ciertos períodos, durante los cuales no pueden  venderse las mercancías, como sucedió en Londres y  en Hamburgo en la crisis comercial de 1857-58, hay  más compradores que vendedores de una mercancía,  el dinero, y más vendedores que compradores de  todo el dinero restante: las mercancías. El equilibrio  metafísico de compras y ventas se reduce a que cada compra es una venta y cada venta una compra, lo  cual resulta un mediano consuelo para los poseedores  de mercancías que no pueden vender, ni, por lo tanto,  comprar78. La separación de venta y compra hace  posibles, junto al comercio propiamente dicho,  numerosas transacciones ficticias anteriores al  cambio definitivo entre productores y consumidores  de mercancías. También permite penetrar en el  proceso de producción y explotar esta separación a  una multitud de parásitos. Lo que equivale a decir  una vez más que con el dinero como forma universal  del trabajo en el sistema burgués se da la posibilidad  del desarrollo de sus contradicciones.  

b) La circulación del dinero  

  

commerce, que contiene ya el pasaje tomado a sus  Elements of Political Economy, antes, citado. En su  polémica con Sismondi y Malthus sobre las crisis  comerciales, J. B. Say se apropia este agradable hallazgo,  y como resultada imposible decir con qué novedad ha 

enriquecido a la economía política este cómico «príncipe  de la ciencia» -su mérito ha consistido más bien en la  imparcialidad con que ha comprendido mal a sus  contemporáneos Malthus, Sismondi y Ricardo- sus  admiradores del continente han alborotado y asegurado  que es él quien ha desenterrado este tesoro del equilibrio  metafísico de las compras y ventas.  

78 Los ejemplos siguientes mostrarán de qué manera los  economistas representan los diferentes aspectos de la  mercando: «Si poseemos el dinero, no tenemos que hacer  más que un solo cambio para procurarnos el objeto de  nuestro deseo, mientas que con otros productos hay que  hacer dos, y el primero (procurarse el dinero) es  infinitamente más difícil que el segundo. G. Opúyke, A  treatise on political economy: Nueva York, 1851, págs.  277-278.  

«La mayor facilidad que existe para vender la moneda es  consecuencia natural de la dificultad de vender las mercancías.» Corbet Th., An Inquiry into the causes and  modes of the wealth of individuals, etc.; Londres, 1841,  pág. 117. «El dinero posee la cualidad de ser siempre  cambiable por los objetos que mide». Bossanquet,  Metallic, Paper and Credit Currency, etc.; Londres, 1842,  pág. 100.  

«El dinero siempre puede comprar las demás mercancías,  mientras que las demás mercancías no siempre pueden comprar el dinero.» Th. Tooke, An Inquiry into the  currency principle, segunda edición, Londres, 1844, pág.  10.  

La circulación real se anuncia en primer lugar  como una masa de compras y ventas accidentalmente  paralelas. En la compra y en la venta, la mercancía y  el oro dinero se confrontan siempre en la misma  relación, el vendedor al lado de la mercancía, el  comprador al lado del dinero. El dinero, que sirve de  instrumento de circulación, aparece, pues, siempre  como instrumento de compra, y de ahí que sus  distintos caracteres en las fases opuestas de la  metamorfosis de las mercancías se hayan hecho  irreconocibles.  

El mismo acto hace pasar el dinero a la mano del  vendedor y la mercancía a la del comprador. La  mercancía y el dinero corren, pues, en opuesta  dirección, y este cambio de lugar, en el que la  mercancía pasa a un lado y el dinero al otro, se  efectúa simultáneamente en un número  indeterminado de puntos sobre toda la superficie de la sociedad burguesa. Pero el primer paso que da la 

mercancía en la circulación es también el último79. Es  lo mismo que se desplace por haber atraído al oro  (M-D) o por haber sido atraída por él (D-M); el caso  es que por este solo movimiento, por este cambio de 

lugar único, cae de la circulación al consumo. La  circulación es un movimiento continuado de  mercancías, pero de mercancías siempre distintas, y cada mercancía se mueve sólo una vez. Cada  mercancía comienza la segunda mitad de su  circulación, no como la misma mercancía, sino como  otra distinta, como oro. El movimiento de la  mercancía metamorfoseada es, pues, el movimiento  del oro. La misma moneda o el mismo oro que en el  acto M-D ha cambiado de sitio una vez con una  mercancía, aparece inversamente como punto de  partida de M-D y cambia de lugar por segunda vez  con otra mercancía. Lo mismo que ha pasado de la  mano del comprador B a la del vendedor A, pasa  ahora de la mano de A, convertido en comprador, a la  de C. El movimiento formal de una mercancía, su  transformación en dinero y su nueva transformación  de dinero en mercancía, o el movimiento de la  metamorfosis total de la mercancía, aparece, pues,  como movimiento exterior de la misma moneda, que  por dos veces cambia de sitio con dos mercancías  distintas. Por muy fortuitas y dispersas que sean las  compras y ventas simultáneas, siempre, en la  circulación real un comprador se enfrenta con un  vendedor, y el dinero que se desliza en el sitio que  ocupaba la mercancía vendida ha tenido que cambiar  ya de sitio con otra mercancía antes de pasar a la  mano del comprador. Por otra parte este dinero pasa de nuevo, tarde o temprano, de la mano del vendedor,  convertido en comprador, a la de un nuevo vendedor, 

  

79 La misma mercando puede ser comprada y vendida  varias veces. En este caso ya no circula a titulo de simple  mercancía, sino que tiene un destino que no existe todavía  desde el punto de vista de la circulación simple, de la  simple oposición entre mercancía y dinero. 

Contribución a la crítica de la economía política 35  

y por medio de estos repetidos desplazamientos  expresa la concatenación de las metamorfosis de las mercancías. Las mismas monedas se mueven, pues,  siempre en una dirección opuesta a la de las  mercancías movidas, una más a menudo, otra menos,  de un punto de la circulación a otro, y describen, por  consiguiente, un arco de circulación más o menos  grande. Estos diferentes movimientos de la misma  moneda tienen que sucederse en el tiempo e  inversamente, la multiplicidad y la dispersión de  compras y ventas se presentan en el simultáneo  cambio de lugar de las mercancías y del dinero,  cambio que se efectúa paralela y contiguamente.  

La circulación de las mercancías M-D-M, bajo su  forma simple se realiza por el paso del dinero de la  mano del comprador a la del vendedor y de la mano  de éste, convertido en comprador, a la de un nuevo  vendedor. La metamorfosis de la mercancía se  termina aquí, así como el movimiento del dinero,  como expresión que es de ella. Pero como continúan  produciéndose siempre nuevos valores de uso en  forma de mercancías que tienen que ser lanzados  siempre de nuevo a la circulación, M-D-M se repite y  se renueva entre los mismos cambistas. El dinero que  han gastado en comprar vuelve de nuevo a ellos tan  pronto como venden mercancías. La constante  renovación de la circulación de mercancías se refleja  en ésta de tal modo que el oro no sólo rueda  incesantemente de una mano a otra por toda la  superficie de la sociedad burguesa, sino que hasta  describe una suma de distintos y pequeños ciclos que  parten de un número infinito de diferentes puntos y vuelven a los mismos para volver a comenzar el  movimiento.  

Si el cambio de forma de las mercancías aparece  como un simple cambio de lugar del dinero, y si la  continuidad del movimiento de la circulación  corresponde por completo al dinero, puesto que la  mercancía no da nunca más que un paso en dirección  opuesta a la del dinero, mientras que éste da siempre  el segundo por la mercancía, y dice B donde la  mercancía ha dicho A, entonces, el movimiento  entero ofrece la apariencia de que procede del  dinero. Pero en la venta, la mercancía hace salir al  dinero de su posición y, por consiguiente, le hace  circular del mismo modo que éste obliga a circular a  la mercancía. Porque como, además, el dinero se le  enfrenta como instrumento de compra, pero como tal  no mueve a las mercancías sino cuando realiza sus  precios, el movimiento entero de la circulación toma  esta apariencia: que la moneda cambia de lugar con  las mercancías realizando sus precios, sea en actos especiales de la circulación que se realizan  simultáneamente, juntos, sea sucesivamente, puesto  que la misma moneda realiza diferentes precios de  mercancías, unos después de otros. Si consideramos, por ejemplo, M-D-M’-D-M’’-D-M’’’, etc., sin tener  en cuenta momentos cualitativos, sólo comprobamos  

la misma operación monótona. D, después de haber  realizado el premio de M, realiza sucesivamente los  de M’-M’’ y las mercancías M,-M’’-M’’’, etc., se  colocan siempre en el lugar que abandona el dinero. 

Al realizar sus precios, el dinero parece, pues, que  pone en circulación a las mercancías. En esta función  de realización de precios, el dinero mismo circula  siempre, tan pronto cambiando de lugar solamente,  como recorriendo un pequeño arco de circulación, o  describiendo un pequeño círculo en el que coinciden el punto de salida y el de llegada. Cuando es  instrumento de circulación posee la suya propia. Por  eso el movimiento formal de las mercancías  evolutivas aparece como movimiento propio suyo, en  tanto que es mediador de cambio de las mercancías  inmóviles por sí mismas. El movimiento del proceso  de circulación de las mercancías se manifiesta, pues,  en el movimiento del dinero en cuanto instrumento  de circulación, en la circulación del dinero.  

Si los poseedores de mercancías representaban los  productos de sus trabajos privados como productos  del trabajo social transformando un objeto, el oro, en  tiempo de trabajo general concretado, y, por  consiguiente, en dinero, ahora su propio movimiento universal, por medio del cual se opera la circulación  de materia de sus trabajos, se yergue ante ellos como  movimiento particular de una cosa, como curso del  oro. Para los cambistas el movimiento social es, por  una parte, una necesidad exterior, y por otra un  proceso puramente formal que permite retirar a cada individuo, a cambio del valor de uso que lanza a la 

circulación, otros valores de uso de la misma  magnitud de valor. La utilidad de la mercancía  comienza al salir de la circulación, mientras que la  utilidad del dinero, como instrumento de la  circulación, estriba en su circulación. El movimiento  de la mercancía en la circulación no es más que un  movimiento accidental, en tanto que la función del  dinero consiste en moverse en la circulación sin  descanso. Esta función específica del dinero en la  circulación le da, como instrumento de circulación  que es, una determinación formal nueva que debemos  desarrollar ahora con más detalle.  

En primer lugar, es claro que el curso de la  moneda es un movimiento infinitamente disperso,  puesto que en él se refleja la infinita dispersión de  compras y ventas del proceso de la circulación, así 

como la separación fortuita de las fases integrantes  de la metamorfosis de las mercancías. En los  pequeños circuitos del dinero en los que coinciden  los puntos de salida y llegada hay, es verdad, un  movimiento de vuelta, un verdadero movimiento  circular, pero, en primer lugar, hay tantos puntos de  salida como mercancías, y además estos circuitos,  por su multiplicidad indeterminada, se sustraen a  toda intervención, a todo cálculo, a toda medida. El  lapso de tiempo entre la salida y la vuelta al punto de  partida tampoco está más determinado. Por eso 

36 Carlos Marx  

mismo es indiferente que semejante círculo sea o no descrito en un caso dado. El hecho económico más  universalmente conocido es que se puede gastar  dinero con una mano sin que vuelva a la otra. El  dinero parte de puntos variados hasta el infinito y vuelve a puntos infinitamente variados; pero la  coincidencia del punto de salida y de llegada es  fortuita, porque el movimiento M-D-M no implica  necesariamente que el comprador vuelva a ser  vendedor. El curso de la moneda representa menos  aún un movimiento que irradia de un centro hacia  todos los puntos de la periferia y que vuelve de todos  esos puntos al centro. El llamado movimiento  circular del dinero, cuya imagen flota delante de los  ojos, se reduce al hecho de que sobre todos los  puntos se comprueba su aparición y desaparición, su desplazamiento incesante. En una forma superior  mediadora de la circulación del dinero, por ejemplo,  la circulación de los billetes, veremos que las  condiciones de gasto del dinero encierran las de su reflujo. En la circulación simple, al contrario, el 

mismo comprador se hace vendedor por casualidad.  Cuando los verdaderos movimientos circulares se  muestran en estado crónico, no son más que el reflejo  de procesos de producción más profundos. Por  ejemplo, el fabricante toma dinero de su banquero el  viernes; lo envía a sus obreros el sábado; éstos gastan  su mayor parte en las tiendas o almacenes, etc., y el  lunes estos últimos lo vuelven a traer a los  banqueros.  

Hemos visto que en las compras y ventas  múltiples que se efectúan juntas indistintamente, el  dinero realiza simultáneamente una cantidad dada de precios y que no cambia de lugar con la mercancía  más que una sola vez. Por otra parte, una misma  moneda, por lo mismo que en su movimiento aparece  el movimiento de las metamorfosis totales de las  mercancías y la concatenación de aquéllas, realiza los  precios de diferentes mercancías y da así un número 

más o menos grande de vueltas. Si consideramos,  pues, el proceso de circulación en un país durante un  período dado de tiempo, por ejemplo, de un día, la  masa de oro necesaria para la realización de los  precios, y, por tanto, para la circulación de las  mercancías, estará determinada por el doble  momento de la suma total de estos precios y el  número medio de vueltas de las mismas monedas.  Este número de vueltas -o la velocidad media del  curso del dinero- está determinado igualmente por la  velocidad media con que las mercancías recorren las diferentes fases de su metamorfosis, por la velocidad  con que se encadenan estas metamorfosis, y por la  velocidad con que las mercancías, que han realizado sus metamorfosis, son reemplazadas por otras  mercancías en el proceso de circulación. Mientras, en  virtud de la fijación de precios, el valor de cambio de  todas las mercancías se había transformado  idealmente en un quantum de oro del mismo valor, y  

mientras en los dos actos aislados de la circulación  D-M y M-D existía la misma suma de valor bajo dos  formas, bajo la de mercancía y la de oro, la existencia  funcional del oro como instrumento de circulación  está determinada, no por su relación aislada con las  mercancías particulares que permanecen en reposo,  sino por su existencia agitada en el mundo de las  mercancías en movimiento; está determinada por su  función de expresar, en su propio cambio de lugar, el  cambio formal de las mercancías y representar, pues,  así, por la rapidez de su cambio de lugar la rapidez  del cambio formal de las mercancías. La presencia  real en el proceso de circulación, es decir, la masa  real de oro que circula está determinada ahora por su  actividad funcional en el mismo proceso total.  

La circulación del dinero supone la de las  mercancías; el dinero hace circular mercancías que  tienen precios, es decir, que están ya puestas  idealmente en ecuación con cantidades determinadas  de oro. En la determinación del precio de las  mercancías la magnitud del valor del quantum de oro  que sirve de unidad de medida, o el valor del oro, se  supone dada. Admitido esto, el quantum de oro que  se requiere para la circulación está determinado,  primeramente, por la suma total de los precios de las  mercancías que hay que realizar. Esta suma total está  determinada a su vez: 1.° Por el nivel de los precios,  por la elevación o depresión relativas de los valores  de cambio de las mercancías estimadas en oro; y 2.° Por la masa de las mercancías circulantes a precios determinados, o sea, por el número de compras y  ventas con precios dados80. Si una fanega de trigo  cuesta 60 chelines, hace falta doble cantidad de oro  para hacerla circular o realizar su precio, que si  costase 30 chelines. La circulación de 500 fanegas a  60 chelines exige doble cantidad de oro que la  circulación de 250 fanegas al mismo precio. Por  último, la circulación de 10 fanegas a 100 chelines exige la mitad de oro que la circulación de 40  fanegas a 50 chelines. Se deduce de esto que la  cantidad de oro que se requiere para la circulación puede bajar, a pesar del alza de los precios, si la masa  circulante de mercancías sufre una disminución en  proporción menor que el aumento de la suma total de precios, y que, a la inversa, la masa de los  instrumentos de circulación puede aumentar si  disminuye la masa de las mercancías circulantes;    

80 La masa del dinero es indiferente, «con tal de que haya  bastante para mantener los precios adquiridos por las  mercancías». Boisguillebert, Le détail de la France, pág.  210. «Si la circulación de mercancías por valor de 400  millones de libras esterlinas exige una masa de oro de 40  millones... y suponiendo que esta proporción de 1/10 sea el  nivel adecuado..., en el caso de que el valor de las  mercancías circulantes subiera a 450 millones..., la masa  de oro, para quedar a nivel, debería de ascender a 45  millones.» W. Blake, Observations on the effects produced  by the expenditure of Government, etcétera; Londres,  1823. págs. 80-81. 

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pero la suma de sus precios aumenta en una  proporción mayor. Así, concienzudos estudios de  detalle efectuados por los ingleses han demostrado  que en Inglaterra, en los primeros grados de un  encarecimiento de cereales, la masa del dinero  circulante aumenta, porque la suma de los precios de  la masa de cereales disminuida es mayor que la suma de los precios de la masa de aquéllos antes de la  disminución; pero que al mismo tiempo las demás  mercancías continúan circulando tranquilamente,  durante cierto tiempo, con sus antiguos precios. En un grado superior de encarecimiento de los cereales 

la masa del dinero disminuye por el contrario, ya sea  porque al mismo tiempo que los cereales se vendan  menos mercancías a sus antiguos precios, ya porque  se vendan mercancías en igual cantidad, pero a  precios más bajos.  

Hemos visto que la cantidad de dinero circulante  no está determinada solamente por la suma total de  los precios de las mercancías que hay que realizar, sino también por la rapidez con que el dinero circule  o efectúe el trabajo de esta realización. Si el mismo  soberano hace diez compras de mercancías en el  mismo día, al precio de 1 soberano la mercancía cada  vez, y cambia de mano, por tanto, 10 veces, hace  exactamente el mismo trabajo que 10 soberanos cada  uno de los cuales hubiera circulado solamente una  vez en el día81. La rapidez del curso del oro puede así  suplir a su cantidad, o sea, que lo presencio del oro  en la circulación no está sólo determinada por su  presencia o título de equivalente al lado de la  mercancía, sino también por su presencia en el  movimiento de la metamorfosis de los mercancías.  Sin embargo, la rapidez del curso del dinero no suple  a su cantidad sino hasta cierto grado, puesto que en  cada período de tiempo dado se efectúan juntamente  un infinito número de compras y ventas  independientes.  

Si el conjunto de los precios de las mercancías  circulantes aumenta, pero en menor proporción que  el crecimiento de velocidad del curso de lo moneda, disminuye la masa de los medios de circulación. Si, por el contrario, la velocidad de la circulación  disminuye en mayor proporción que la baja del  precio total de lo masa de mercancías que circulo,  aumentará la masa de los medios de circulación.  Cantidad creciente de los instrumentos de circulación  con bajo general de precios; cantidad decreciente de  los medios de circulación, con alza general de  precios, es uno de los fenómenos mejor observados  en la historia de los precios de las mercancías. Pero  los causas que producen una elevación en el nivel de  los precios y una elevación mayor aún en el grado de  rapidez del curso de la moneda, no entran en el  dominio de la circulación simple. A modo de  

  

81 «Es la rapidez de circulación del dinero y no la cantidad  de los metales lo que hace que aparezca poco o mucho  dinero.» Galliani, pág. 99.  

ilustración se puede recordar que durante el período  en que predomino el crédito es cuando la velocidad  del curso de lo moneda crece más rápidamente que  los precios de las mercancías, mientras que al  disminuir el crédito, los precios de las mercancías disminuyen con más lentitud que la velocidad de la  circulación. El carácter superficial y formal de la 

circulación simple del dinero salta a la vista si se  considera que todos los factores que determinan la  cantidad de los medios de circulación, tales como:  masa de mercancías circulantes, precios, alza o bajo  de los mismos, número de compras y ventas  simultáneas, velocidad del curso de la moneda,  dependen del proceso de la metamorfosis de las  mercancías, el cual depende, asimismo, del carácter de conjunto del modo de producción, de la densidad  de población, de la proporción entre la ciudad y el campo, del desarrollo de los medios de trasporte, de  lo mayor o menor división del trabajo, del crédito, 

etc., en una palabra, de circunstancias que se  encuentran todas fuera de la circulación simple del dinero y que no hacen más que reflejarse en ella.  

Dada lo velocidad de lo circulación, la masa de  los instrumentos de circulación está determinado  simplemente por los precios de las mercancías. Los  precios no son altos o bajos porque circule más o  menos dinero, sino que circula más o menos porque  aquéllos son altos o bajos. Esta es una de las más  importantes leyes económicas, y su demostración  detallada por medio de la historia de los precios de  las mercancías es quizá el único mérito de la  economía inglesa posterior a Ricardo. Si la  experiencia muestra ahora que el nivel de la  circulación metálica, o la masa de oro o de plata que  circula en un país determinado, se halla expuesta  efectivamente a flujos y reflujos temporales, a veces  violentísimos82, pero que en conjunto queda la misma  durante períodos de tiempo bastante largos, y que los  desniveles no conducen más que a débiles  oscilaciones, se explica este fenómeno sencillamente  por la naturaleza antagónica de las condiciones que determinan la masa de dinero que circula. Su  

  

82 En 1858, Inglaterra presentó un ejemplo de baja  extraordinaria de la circulación metálica, como puede  verse por el extracto siguiente del London Economist:  «Como consecuencia de la dispersión que caracteriza a la  circulación simple, es imposible procurarse datos muy  exactos acerca de la cantidad de moneda que fluctúa en el  mercado y en manos de las clases que no la depositan en la  banca. Pero quizá la actividad o inactividad de las monedas de las grandes naciones comerciales podría  facilitar indicaciones útiles sobre las variaciones de dicha  cantidad. Acuñarán mucha cuando necesiten mucha, poca  cuando ocurra lo contrario... La moneda inglesa acuñada  era en 1855: 9.245.000 libras, 1856: 6.476.000 libras,  1857: 5.293.855 libras. En el año 1858, la Casa de la  Moneda no ha tenido casi trabajo.» Economist, Julio 10,  1858. Pero en la misma época había cerca de 18 millones  de libras esterlinas oro en los sótanos del Banco. 

38 Carlos Marx  

simultánea modificación paraliza su efecto y deja las  cosas en su primitivo estado.  

La ley que establece que la cantidad de los medios  de circulación queda determinada merced a la  velocidad del curso del dinero y a la suma de los  precios de las mercancías, puede expresarse también 

del modo siguiente: dados los valores de cambio de  las mercancías y la velocidad media de sus  metamorfosis, la cantidad de oro que circula depende  de su propio valor. Por consiguiente, si el valor del  oro, es decir, el tiempo de trabajo exigido para su producción, aumentase o disminuyese, los precios de 

las mercancías aumentarían o disminuirían en razón  inversa, y a este alza o baja generales de los precios,  permaneciendo constante la velocidad de circulación,  correspondería una cantidad de oro más o menos  grande para hacer circular la misma cantidad de  mercancías. Idéntico cambio tendría lugar si la  antigua medida del valor fuese suplantada por un  metal de un valor más o menos grande. Así, por  ejemplo, cuando Holanda, por delicadeza hacia los  rentistas, y por temor a las consecuencias de los  descubrimientos en California y Australia, sustituyó  la moneda de oro por la de plata, necesitó catorce o  quince veces más cantidad de plata que antes de oro para hacer circular la misma cantidad de mercancías.  

Puesto que el «quantum» de oro que circula  depende de la suma variable de los precios de las  mercancías y de la velocidad también variable de la circulación, se deduce que la masa de los medios de circulación metálica debe de ser capaz de contraerse  y dilatarse; en una palabra: que para responder a la  necesidad del proceso de circulación, el oro, en  calidad de instrumento de circulación, debe de entrar  en el proceso unas veces y retirarse otras. Ya  veremos más adelante cómo el mismo proceso de  circulación realiza estas condiciones.  

c) La moneda. El signo del valor  

En su función de instrumento de circulación, el  oro adquiere una forma propia, se convierte en  moneda. Para que su curso no se detenga por  dificultades técnicas, el oro está acuñado con arreglo  al patrón de moneda circulante. Las piezas de oro  cuya acuñación y figura indican que contienen  fracciones de peso de oro representadas por la  denominación corriente del dinero, libras esterlinas,  chelines, etc., son monedas. Lo mismo que para la  determinación del precio monetario, el trabajo  técnico de la acuñación incumbe al Estado. Como  moneda circulante y como tal moneda, el dinero  adquiere un carácter local y político, habla diferentes  idiomas y lleva distintos uniformes nacionales. La  esfera en la cual el dinero circula como moneda es  una esfera interior de la circulación de las  mercancías, circunscrita por las fronteras de una  comunidad, y que se separa de la circulación general del mundo de las mercancías. Sin embargo, el oro en 

lingote y el acuñado no se distinguen entre sí más de  lo que se distinguen su denominación monetaria y su denominación de peso. Lo que en el último caso era  diferencia de nombre aparece ahora como simple  diferencia de figura. La moneda de oro puede ser  echada al crisol y convertida en oro sans phrase, e  inversamente; basta enviar el lingote a la Casa de la  Moneda para que tome la forma monetaria. La  operación de convertir y volver a convertir una figura  en otra es puramente técnica.  

Con 100 libras ó 1.200 onzas troy de oro de 22  quilates se obtienen en la Casa de la Moneda inglesa  4.672 y media libras o soberanos de oro, y si se  colocan éstos sobre uno de los platillos de la balanza  y en el otro 100 libras de oro en lingote, hay  equilibrio de peso y se obtiene la prueba de que el soberano no es otra cosa que la parte de peso de oro  indicada con aquel nombre en el precio monetario  inglés, con figura e inscripción propias. Los 4.672 y  medio soberanos de oro son lanzados a la circulación  desde diversos puntos, y arrastrados por ella, realizan  en un día un número determinado de vueltas; unos  más, otros, menos. Si el número medio de vueltas  diarias de cada onza fuese 10, las 1.200 onzas de oro  realizarían una suma total de precios de mercancías que ascenderían a 12.000 onzas ó 46.725 soberanos.  Por muchas vueltas que se le dé, una onza de oro no pesará nunca como diez onzas. Pero aquí, en el  proceso de circulación, una onza pesa efectivamente como diez onzas. Lo existencia de la moneda, dentro 

de los límites del proceso de circulación, es igual al  «quantum» de oro que contiene multiplicado por el  número de vueltas que da. Además de su existencia  real como pieza de oro de un peso determinado, la  moneda adquiere una existencia ideal que nace de su función. Pero aunque el soberano recorra el círculo 

uno o diez veces, en cada compra o venta aisladas,  actúa como un solo soberano. Puede decirse de él  como del general, que, gracias a su oportuna  presencia en diez puntos distintos en un día de  batalla, reemplaza a diez generales; pero, sin  embargo, en cada uno de estos diez puntos distintos es un mismo y único general. La idealización del  instrumento de circulación, que durante el curso de la  moneda se produce porque la rapidez suple a la  cantidad, no se refiere sino a la existencia funcional  de la moneda en el proceso de circulación, pero no  afecta a la existencia de la moneda individual.  

No obstante, el curso de la moneda es un  movimiento exterior, y el soberano, aunque non olet,  frecuenta una sociedad muy heterogénea. Por el roce de toda clase manos, bolsos, bolsillos, portamonedas,  cinturones, cajas y arcas, la moneda se gasta, deja un  átomo aquí, otro allí, y a causa de este desgaste, en su  carrera pierde más y más de su contenido.  Detengamos el soberano en el momento en que su  carácter genuino, puro, no se halla más que  ligeramente rozado. «Un panadero que recibo hoy del

Contribución a la crítica de la economía política 39  

Banco un soberano reluciente y nuevo y al día  siguiente lo remita al molinero, no le da el mismo  «verdadero» soberano; éste es más ligero que el que había recibido»83. «Es evidente que las especies, por  la naturaleza misma de las cosas, tienen que  depreciarse pieza por pieza, a consecuencia del  desgaste habitual e inevitable. Excluir enteramente 

de la circulación en un momento cualquiera, aunque  no fuese más que por un sólo día, las monedas  menudas, constituye una imposibilidad física»84.  Jacob estima que de los 380 millones de libras  esterlinas que existían en Europa en 1809, 19  millones habían desaparecido a causa del desgaste85 en 1829, o sea, en un período de tiempo de veinte  años. Por tanto, así como la mercancía al dar el  primer paso en el seno de la circulación, sale de ella,  la moneda, tras dar algunos pasos en el ámbito de la  circulación, representa un peso metálico superior al  que realmente tiene. Cuanto más tiempo dura el  curso de una moneda, permaneciendo constante la  velocidad de la circulación, o cuanto más rápida es su  circulación en el mismo espacio de tiempo, más se  destaca su función monetaria de su sustancia  metálica. Lo que queda es magni nominis umbra. El  cuerpo de la moneda no es más que una sombra. Así  como al principio ganaba peso en el proceso, ahora lo  pierde; pero sin embargo sigue valiendo el  "quantum" de oro primitivo en cada compra o venta  aislada. El soberano, que ahora no es más que un  simulacro de soberano, un simulacro de oro, continúa  llenando la función de la pieza de oro legítima. En tanto que otros seres pierden su idealismo por su roce  con el mundo exterior, la moneda se idealiza por la práctica, y su cuerpo de oro o de plata no es más que  un fantasma. Esta segunda idealización de la moneda metálico, ocasionada por el proceso mismo de la  circulación, o la escisión entre su contenido nominal  y su contenido real, es explotada en parte por los  Gobiernos, en parte por los aventureros particulares,  que falsifican las monedas por todos los  procedimientos. Toda la historia de la acuñación,  desde el comienzo de la Edad Media hasta bien  entrado el siglo XVIII, se reduce a la historia de estas  falsificaciones bilaterales y antagónicas, y la  voluminosa recopilación de economistas italianos de Custodi se refiere en gran parte a este particular.  

La existencia ficticia del oro en el interior de sus  funciones choca con su existencia real. En la  

  

83 Dodd, Curiosities of industry, etc.; Londres, 1854.  84 The currency question reviewed, etc., by a banker,  Edimburgo, 1845, pág. 69, etc ... «Si un escudo un poco  usado se reputase como un valor algo menor que un  escudo nuevo, la circulación se detendría a cada momento,  y no habría un solo pago que no fuese discutido»; G.  Garnier, t. I, pág. 24.  

85 Jacob W., An inquiry into the production and  consumption of the precious metals; Londres, 1831, vol. II,  cap. XXVI.  

circulación una moneda de oro ha perdido más, otra  menos, de su sustancia metálica, y un soberano vale ahora en realidad más que otro. Precisamente porque en su función monetaria valen tanto uno como otro, y  porque el soberano que es un cuarto de onza vale más  que el que no presenta el aspecto de ser un cuarto de  onza, por todo esto, los soberanos de peso sufren  entre las manos de tenedores poco escrupulosas  operaciones quirúrgicas, y se les cercena  artificialmente lo que la circulación quitaba  naturalmente a sus hermanos ligeros, roídos y  estropeados, y el sobrante de su grasa de oro va a  fundirse al crisol. Si 4.672 y medio soberanos de oro  puestos sobre el platillo de la balanza no pesan por  término medio más que 800 onzas en lugar de 1.200,  llevados al mercado no comprarán más que 800  onzas de oro, a menos que el precio de venta del oro  se elevase por encima de su precio monetario. Cada  moneda, aunque tuviese su peso, valdría menos bajo  su forma de moneda que bajo su forma de lingote.  Los soberanos de peso serían transformados de  nuevo en su forma de lingote, bajo la cual a mayor  cantidad de oro corresponde más valor. Tan pronto  como esta pérdida de contenido metálico hubiese  alcanzado a un número suficiente de soberanos como  para poder ocasionar un alza persistente del precio de  venta del oro por encima de su precio monetario, los  nombres contantes de las monedas seguirían siendo  los mismos, pero designarían en lo sucesivo un  «quantum» de oro menor. En otros términos: el  patrón de moneda cambiaría, y en adelante el oro  sería acuñado conforme a este nuevo patrón. Por su  idealización como instrumento de circulación, el oro  cambiaría de rechazo las relaciones legalmente  establecidas en las cuales figuraba como patrón de  los precios. Al repetirse la misma revolución al cabo  de cierto tiempo, el oro en su función de patrón de precios e instrumento de circulación quedaría  sometido a un cambio continuo, de tal manera que el cambio en una de las formas traería como  consecuencia obligada el de la otra, y viceversa. Esto  explica el fenómeno antes mencionado: que en la  historia de todos los pueblos modernos el mismo  nombre monetario quedaba unido a un contenido  metálico que iba disminuyendo siempre. La  contradicción entre el oro que sirve de moneda y el oro que sirve de patrón de precios, existe también  entre el oro monetario y el oro equivalente general,  bajo cuya forma circula no solamente dentro de los  límites nacionales, sino también en el mercado  mundial. Como equivalente en el acto aislado M-D,  pasa en seguida del movimiento al reposo, mientras  que como moneda su sustancia natural está en  perpetuo conflicto con su función. La transformación  de un soberano de oro en oro ficticio no puede  evitarse por completo, pero la legislación trata de impedir que se implante como moneda,  desmonetizándolo cuando la pérdida de sustancia ha 

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alcanzado cierto grado. Según la ley inglesa, por  ejemplo, un soberano que haya perdido más de 0,747  gramos de peso no es ya un soberano legal. El Banco de Inglaterra, que desde 1844 a 1848 no habrá pesado  menos de 48 millones de soberanos de oro, posee una máquina, la balanza de M. Cotton, que no solamente  descubre una diferencia de 1/100 de gramo entre dos soberanos, sino que, como un ser inteligente, lanza la  pieza ligera sobre una plancha, donde es cogida por otra máquina, que la despedaza con crueldad  completamente oriental. En estas condiciones, las  monedas no podrían circular de ningún modo si su  curso no quedara restringido a determinados sectores  de la circulación, dentro de cuyos límites se gastan  menos rápidamente.  

Una moneda de oro cuyo valor en la circulación  se repute como de 1/4 de onza, cuando en realidad no  pese más que 1/5 de onza, queda de hecho convertida en un simple signo o símbolo para 1/20 de onza de  oro, y así toda moneda de oro queda más o menos  transformada por el proceso mismo de la circulación 

en un simple signo o símbolo de su sustancia. Pero  nada puede ser su propio símbolo. Unas uvas  pintadas no son símbolo de uvas reales, sino de  simulacros de uvas. Y menos aún puede ser un  soberano falto de peso símbolo de un soberano con  peso cabal, del mismo modo que un caballo flaco no  puede ser el símbolo de un caballo gordo. Puesto que  el oro se convierte en símbolo de sí mismo, pero no puede servir como tal, en los sectores de la  circulación donde se gasta más de prisa, es decir, en  aquellos en que las compras y ventas se renuevan  constantemente en las mínimas proporciones, reviste una forma de aparición simbólica de plata o cobre  separada de su forma de oro. Una determinada  proporción de la totalidad de la moneda de oro,  aunque no fuesen las mismas monedas, circularía  siempre en estos sectores como moneda. En esta  proporción es reemplazado el oro por fichas de plata  o de cobre. En tanto que una mercancía específica  puede sólo funcionar como medida de los valores, y  por consiguiente como dinero en el interior de un  país, diferentes mercancías pueden servir de moneda al lado del dinero. Estos medios de circulación  subsidiarios, fichas de plata o de cobre, por ejemplo,  representan en la circulación fracciones determinadas  de la moneda de oro. No está, pues, determinado su  propio contenido de plata o de cobre en razón del  valor de la plata y del cobre con respecto al oro, sino  que está fijado arbitrariamente por la ley no pueden  ser gastadas sino en las cantidades en que las  fracciones diminutivas de la pieza de oro que  representan, circularían de un modo continuo, bien  fuera para cambiar piezas de oro de nombre más  elevado, bien fuera para realizar precios bajos de  mercancías correspondientes. En la circulación  pormenorizada de las mercancías, las fichas de plata  y de cobre corresponderían también a círculos  

particulares. La rapidez de su curso está en razón  inversa del precio que realizan en cada compra y en cada venta, o de la magnitud de la fracción de oro  que representa. Si se considera la enorme extensión del pequeño comercio cotidiano en un país como  Inglaterra, la proporción relativamente insignificante  de la cantidad total de la moneda menuda, muestra  claramente la rapidez y continuidad de su curso. De un informe parlamentario publicado recientemente  resulta que en 1857 la Casa de la Moneda inglesa  acuñó oro por valor de 4.859.000 £, plata por un  valor nominal de 733.000 £, y por valor metálico de 363.000 £. La suma total de oro acuñado en un plazo de diez años, que terminaba el 31 de diciembre de  1857, fue de 55.239.000 £, la de plata solamente de 2.434.000 £. Las monedas de cobre no representaban  en 1857 más que un valor nominal de 6.720 £, con un valor metálico de 3.492 libras, de las cuales 3.136 en  peniques, 2.464 en medios peniques y 1.120 en  farthings. El valor total de las monedas de cobre  acuñadas en estos diez últimos años era de 141.477 £  en valor nominal, y teniendo un valor metálico de  73.503 £. Como quiera que se impide a las monedas  de oro que se fijen en su función de monedas,  determinando legalmente la pérdida metálica que las desmonetiza, se impide inversamente a las fichas de plata y cobre que pasen de sus esferas de circulación  a la esfera de las monedas de oro y que se fijen como  moneda, determinando el precio que realizan  legalmente. En Inglaterra el cobre puede ser de pago  obligado hasta la suma de seis peniques solamente, y  la plata hasta la de 40 chelines. Si la emisión de  fichas de plata y cobre fuese mayor de lo que exigen  las necesidades de sus esferas de circulación, no  daría como consecuencia un alza en los precios de las  mercancías, sino que resultaría una acumulación de  estas fichas en las manos de los vendedores al detall,  quienes se verían obligados finalmente a venderlas  como metal. Así fue como en 1798 las monedas de  cobre gastadas por los particulares se habían  acumulado en cantidad de 20.350 libras en manos de  los tenderos, quienes intentaban en vano volver a  ponerlas en circulación, y a fin de cuentas tuvieron  que lanzarlas al mercado del cobre en calidad de  mercancías86.  

Las fichas de plata y cobre que representan las  monedas de oro en las esferas determinadas de la  circulación interior poseen un contenido de plata o cobre determinado legalmente, pero aprehendidas por la circulación, se desgastan como las monedas de  oro, y a consecuencia de la rapidez y continuidad de  sus cursos, se idealizan aún más de prisa, hasta llegar  a no ser más que sombras. Si se trazase ahora una  nueva línea de desmetalización más allá de la cual las  fichas de plata y cobre perdiesen su carácter de  

  

86 David Buchanan. Observations on the subjects treated  of in doctor Smith's Inquiry on the Wealth of *ations, etc.;  Edimburgo, 1814, pág. 31. 

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moneda, tendrían que ser reemplazadas a su vez en el  interior de círculos determinados de su propia esfera  de circulación por otra moneda simbólica: el hierro o  el plomo. Y representar la moneda simbólica por otra  moneda simbólica constituiría un proceso sin fin. Por  eso en todos los países en que la circulación es  intensa, el mismo curso de la moneda exige que el  carácter monetario de las fichas de plata y cobre se  haga independiente del grado de su pérdida metálica.  Resulta, pues, como es natural, que son símbolos de las monedas de oro, no porque sean símbolos  compuestos de plata y cobre, no porque tengan un  valor, sino precisamente porque no lo tienen.  

Y de este modo, objetos relativamente sin valor,  como el papel, pueden servir como símbolos de la  moneda de oro. Si la moneda subsidiaria consiste en fichas de metal, plata, cobre, etc., es, sobre todo,  porque en la mayor parte de los países los metales de  menor valor servían de moneda; por ejemplo, la plata  en Inglaterra, el cobre en la República de la antigua  Roma, en Suecia, en Escocia, etcétera, antes de que 

el proceso de circulación los degradase al rango de moneda menuda y los reemplazase por metales más  preciosos. Es natural, por otra parte, que el símbolo  del dinero, nacido inmediatamente de la circulación metálica, sea un metal. Del mismo modo que la  porción de oro que debería de circular siempre como moneda fraccionaria es reemplazada por fichas de  metal, así también la porción de oro que es absorbida  siempre como moneda en la esfera de la circulación  privada, y que debe circular constantemente, puede  ser reemplazada por fichas sin valor. El nivel mínimo  de la masa de moneda circulante nunca disminuye y  se determina en cada país empíricamente. La  diferencia, insignificante en su origen, entre el  contenido nominal y el metálico de las especies de  metal, puede, pues, evolucionar hasta llegar a una  escisión absoluta. El nombre monetario del dinero se  desprende de su sustancia y existe fuera de aquél,  inscrito sobre billetes de papel sin valor. De la misma  manera que el valor de cambio de las mercancías  cristaliza en dinero áureo por el proceso de su  cambio, la moneda se sublima en su curso, hasta  llegar a ser su propio símbolo, primeramente en  forma de monedas de oro depreciada, después como  moneda metálica subsidiaria, y, por fin, en forma de  insignias sin valor; papel, simple signo de valor.  

Pero si la moneda de oro ha creado a sus  representantes, el metal primeramente, el papel  después, ha sido porque continuaba ejerciendo su  función de moneda, a pesar de su pérdida de metal.  Si las monedas dejaban de circular no era porque se desgastaran, sino que se desgastaban, hasta llegar a  ser símbolos, porque continuaban circulando. Si los 

simples signos de valor pueden reemplazar a la  moneda es porque durante el proceso, el dinero de  oro se convierte en signo de su propio valor.  En tanto que el movimiento M-D-M es unidad  

evolutiva de otros dos: M-D, D-M, que se convierten  directamente uno en otro, o mientras la mercancía  recorre el proceso de su metamorfosis total, su valor  de cambio evoluciona hacia el precio y el dinero para  anular en seguida esta forma, para volver a ser  mercancía, o más bien valor de uso. Procede, pues, a  una autonomización aparente de su valor de cambio.  Hemos visto, por otra parte, que el oro, cuando sirve  solamente de moneda, o siempre que circula, no  representa en realidad más que la concatenación de  las metamorfosis de las mercancías y su ser dinero,  puramente fugaz, que no realiza el precio de una  mercancía sino para realizar el de otra, pero que no  aparece en ninguna parte como realización estable  del valor de cambio ni como mercancía en reposo. La realidad que reviste el valor de cambio de las  mercancías en este proceso, y al cual representa el oro durante su curso, es la de la chispa eléctrica. Aunque sea oro real, funciona únicamente como  simulacro de oro, y puede ser reemplazado por  signos en esta función.  

El signo de valor, el papel, por ejemplo, que  funciona como moneda, es signo del «quantum» de  oro expresado en su nombre monetario; es decir,  signo de oro. Lo mismo que el signo que le  reemplaza, un «quantum» de oro determinado no  expresa ya por sí una relación de valor. El signo de  oro representa valor, porque un «quantum» de oro  determinado posee, como materialización de tiempo  de trabajo, un valor determinado. Pero la magnitud  de valor que representa depende en cada caso del  valor del «quantum» de oro que a su vez representa. En lo que respecta a las mercancías, el signo de valor  representa la realidad de su precio, es signum pretii y  signo de su valor, porque éste está expresado en su precio. En el proceso M-D-M, en tanto que se  manifiesta como unidad evolutiva o conversión  inmediata de las dos metamorfosis una en otra -y así  es como se manifiesta en la esfera de la circulación  donde funciona el signo de valor-, el valor de cambio  de las mercancías no adquiere en el precio y en el  dinero más que una existencia ideal, imaginaria,  simbólica. De modo que el valor de cambio aparece  como existencia solamente en el pensamiento, o  representada en los objetos, pero no tiene realidad,  salvo en las mercancías mismas, en tanto que  materializan un «quantum» de tiempo de trabajo  determinado. En apariencia, el signo de valor  representa inmediatamente el valor de las  mercancías, porque no se presenta como signo de  oro, sino como signo del valor de cambio, expresado simplemente en el precio, pero que no existe más que  en la mercancía. Pero es una falsa apariencia.  Directamente, el signo de valor no es más que signo  de precio, o sea signo de oro, y sólo indirectamente  es signo del valor de las mercancías. El oro no ha  vendido su sombra, como Peter Schlemihl, sino que  compra con su sombra. Asimismo el signo de valor 

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tiene acción efectiva en tanto que representa, en el  interior del proceso, el precio de una mercancía  respecto de otra, o bien porque representa el oro respecto de cada cambista. Un objeto determinado,  relativamente sin valor: un trozo de cuero, de papel.  etc., se convierte por rutina en signo de la moneda,  pero no se sostiene como tal sino porque su  existencia simbólica está garantizada por el  consentimiento general de los cambistas, porque  adquiere una existencia legal de convención, y, por tanto, curso forzoso. El papel moneda del Estado de 

curso forzoso es la forma acabada del signo de valor y la única forma de papel moneda que procede  inmediatamente de la circulación metálica o de la  misma circulación simple de las mercancías. La  moneda de crédito pertenece a una esfera más  elevada del proceso de producción social, y está  regida por leyes muy distintas. El papel moneda  simbólico, en realidad no difiere en nada de las  monedas metálicas subsidiarias; únicamente actúa en una esfera de circulación más extendida. Si el  desarrollo puramente técnico del patrón de precios, o  del precio de la moneda, y posteriormente la  transformación del oro bruto en oro acuñado, han  suscitado ya la intervención del Estado y han  ocasionado así la separación de la circulación interior  de la general de las mercancías, esta separación se termina por la evolución de la moneda hacia el signo  de valor. La moneda en general, como simple  instrumento de circulación, no puede tener una  existencia independiente sino en la circulación  interior.  

Lo que hemos expuesto ha demostrado que la  existencia monetaria del oro como signo de valor  separado de la misma sustancia de oro, tiene su  origen en el proceso de circulación y no se deriva de  una convención o de la intervención del Estado.  Rusia ofrece un ejemplo claro de la formación  natural del signo de valor. En la época en que los  cueros y pieles de adorno servían de dinero en dicho  país, la incompatibilidad de esta materia perecedera y  voluminosa, con su oficio de instrumento de  circulación, creó la costumbre de reemplazarlos por trocitos de cuero estampillados, que se convertían así  en letras pagaderas en cueros o pieles de adorno. Más  tarde, bajo el nombre de copeks, llegaron a ser  simples signos de fracciones del rublo de plata, y su  uso se sostuvo parcialmente hasta 1700, cuando  Pedro el Grande ordenó su recogida y pago con  moneda menuda de cobre emitida por el Estado87.  

  

87 Henry Storch, Cours d'economie politique, etc., anotado  por J. B. Say, París, 1823, t. IV, pág. 179. Storch publicó  su obra en Petersburgo, en francés. J. B. Say preparó en  seguida una reimpresión de la misma en París, completada  con pretendidas notas que, en realidad, no contienen más  que lugares comunes. Storch (véanse sus Considérations  sur la nature du revenu national, París, 1824) tomó a mal  estas adiciones de su obra por el «príncipe de la ciencia».  

Algunos autores de la antigüedad que han podido  observar los fenómenos de la circulación metálica, ya  conciben la moneda como símbolo o signo de valor.  Así lo hacen Platón88 y Aristóteles89. En los países en  que el crédito no está desarrollado, como en China, el  papel moneda de curso forzoso aparece pronto90. Los  que han preconizado los primeros el papel moneda,  hacen notar expresamente que la transformación de  la moneda metálica en signos de valor se efectúa en el mismo proceso de circulación. Así lo han hecho  

  

88 Platón, De Rep., libro II. (Monedas símbolo de cambio.)  Opera omnia, etc., ed. G. Stallbumius; Londres, 1850, pág.  304. Platón considera la moneda únicamente como medida  de valor y signo de valor, pero pide, además del signo de  valor que sirve para la circulación interior, un signo para el  comercio con Grecia y el exterior. (Véase también el 5.°  libro de sus Leyes.)  

89 Aristóteles, (Ethic. *icom., lib. V, cap. VIII.) «En la  satisfacción de las necesidades, el dinero se convierte, por  convención, en medio de cambio. Lleva su nombre porque  no procede de la naturaleza, sino de la ley, y de nosotros  depende cambiarlo o anularlo.  

Aristóteles tenía una concepción del dinero  incomparablemente más profunda y comprensiva que  Platón. En el hermoso párrafo que sigue expone cómo el  trueque entre dos comunidades crea la necesidad de  asignar a una mercancía específica, o sea, una sustancia  que tenga valor, el carácter de dinero.»  

«A medida que estas relaciones... se transformaron, desarrollándose por la importación de objetos que no se  tenían y por la exportación de los que sobraban, la necesidad introdujo el uso del dinero... Se convino en dar  y recibir en los cambios una materia que, útil por si  misma, fuese fácilmente manejable en los usos habituales  de la vida; tal fue el hierro, la plata o cualquier otra  sustancia análoga. (Política de Aristóteles, traducida por J.  Barthelemy Saint-Hilacire, lib. I, cap. III.) Citado por  Miguel Chevalier, que o no ha leído o no ha comprendido  a Aristóteles, para demostrar que, según Aristóteles, el  medio de circulación deberla ser una sustancia que tuviese  valor intrínseco. Pero Aristóteles dice expresamente que el  dinero como simple medio de circulación parece que debe  su existencia solamente a la convención o a la ley, como  ya lo indicaría así su nombre [nómisma], y que en realidad  debe su utilidad como numerario exclusivamente a su función y no a un valor de uso intrínseco.»  

«Este dinero no es en si mismo más que una cosa  absolutamente vana, que tiene un valor legal, pero no  natural, puesto que un cambio de convención entre los que  lo usan puede depreciarlo por completo y hacerlo  absolutamente incapaz de satisfacer ninguna de nuestras  necesidades.  

90 «Este emperador (de Catay o de la China) puede gastar  cuanto quiera sin calcular. Porque no gasta ni fabrica  moneda, sino cuero o papel impreso. Y cuando esta  moneda ha rodado tanto tiempo que ya comienza a  gastarse, la llevan al tesoro del emperador y reemplazan la  moneda vieja por nueva. Y esta moneda circula por todo el  país y por todas sus provincias...; no fabrican moneda de  oro ni de plata, y por eso» opina Mandeville «puede gastar  escandalosamente.» Mandeville (Sir John), Voyages and  Travels, Londres 1705, P. 105. 

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Benjamín Franklin91 y el obispo Berkeley92.  Sería hacer una pregunta absurda querer saber  cuántas resmas de papel, cortadas en billetes, podrían  circular a título de moneda. Las fichas sin valor no  son signos de valor sino porque representan el oro en  el proceso de la circulación, y no lo representan sino  en la medida en que el oro entra como dinero en  dicho proceso, cantidad determinada por su propio  valor, suponiendo dados los valores de cambio de las  mercancías y la rapidez de sus metamorfosis. Los  billetes con el nombre de 5 libras no podrían circular  más que en número cinco veces menor que los  billetes con el nombre de 1 libra, y si todos los pagos  se efectuasen en billetes de un chelín, tendrían que  circular 20 veces más billetes de chelín que billetes  de libra. Si las especies de oro estuviesen  representadas por billetes de nombres diferentes; por  ejemplo: billetes de 5 libras, de una libra, de 10  chelines, la cantidad de estas distintas clases de  signos de valor estaría determinada no solamente por  el «quantum» de oro necesario para la circulación  total, sino también por el requerido para la esfera de  circulación de cada clase particular. Si el nivel  mínimo de la circulación fuese 14 millones de libras  (que es la provisión del Banco de Inglaterra para la  moneda de crédito, pero no para la moneda), podrían circular 14 millones de cédulas, y cada billete sería el  signo de valor de 1 libra. Si el valor del oro bajase o  subiese porque el tiempo de trabajo exigido para su producción hubiese disminuido o aumentado,  permaneciendo idéntico el valor de cambio de la  misma cantidad de mercancías, el número circulante  de billetes de libra aumentaría o disminuiría en razón  inversa a la variación del valor del oro. Si el oro fuese reemplazado por la plata en el oficio de medida  de valores, la relación del oro a la plata sería como 1  : 15, y en el caso en que en el futuro cada billete representase el mismo «quantum» de plata que en  otro tiempo representaba el oro, en lugar de 14  millones tendrían que circular 210 millones de  

  

91 Benjamin Franklin, Remarks and facts relative the  American paper money, 1764, pág 348. «En el momento  actual, hasta la misma moneda de plata en Inglaterra debe  una parte de su valor al curso forzoso, la parte que  constituye la diferencia entre su peso real y su  denominación. Gran número de chelines y de piezas de  seis peniques que circulan actualmente han perdido a  consecuencia del desgaste un 5, 10, 20 por 100 de su peso,  y algunas de las piezas de seis peniques, hasta el 50 por  100. Para enjugar esta diferencia entre lo real y lo  nominal, no tienen ustedes valor intrínseco, no tienen  ustedes papel, no tienen ustedes nada. El curso forzoso, la  certidumbre de que pueden ustedes fácilmente volver a  darlos por el mismo valor, es lo que hace pasar 3 peniques  por 6 peniques.»  

92 Berkeley, pág. 56: «Si se conservase el nombre de la  moneda después de que su metal ha desaparecido, ¿no podría mantenerse la circulación del comercio a pesar de  todo?»  

billetes de una libra. La cantidad de billetes de papel  está, pues, determinada por la cantidad de moneda de  oro que sustituyen en la circulación, y como son  signos de valor porque lo sustituyen, el valor de esos  billetes queda determinado sencillamente por su  cantidad. Así como la cantidad de oro circulante  depende de los precios de las mercancías, el valor de  los billetes de papel que circulan depende inversa y  exclusivamente de su propia cantidad.  

La intervención del Estado que emite el papel  moneda de curso forzoso -y no consideramos más  que esta clase de papel moneda-, parece que anula la  ley económica. El Estado, que en precio monetario  daba solamente un nombre de pila a un peso de oro  determinado, y en la acuñación no hacía más que  marcar el oro con su señal, parece que ahora, por la  magia de su sello, metamorfosea el papel en oro.  Puesto que los billetes de papel tienen curso forzoso,  nadie puede impedir al Estado que lance a la  circulación el número de billetes que quiera e  imprima en ellos nombres cualesquiera de numerario, como una libra, cinco libras, diez libras. Resulta  imposible retirar los billetes de la circulación una vez  arrastrados por ella, puesto que las fronteras  nacionales detienen sus cursos y porque fuera de la circulación pierden todo valor: el valor de uso y el de  cambio. Suprimida su existencia funcional, se  transforman en miserables trozos de papel. Sin  embargo, este poder del Estado no es más que pura  apariencia. Le es factible lanzar a la circulación la  cantidad que quiera de billetes de papel con nombres  cualesquiera de moneda, pero su intervención cesa en  este acto mecánico. Absorbido por la circulación, el  signo de valor o el papel moneda sufre sus leyes  inmanentes.  

Si la suma de oro requerida por la circulación de  mercancías fuese de 14 millones de libras y el Estado  lanzase a la circulación 210 millones de billetes  llevando cada uno el nombre de una libra, estos 210 

millones representarían oro por importe de 14  millones de libras esterlinas. Lo mismo sucedería si  el Estado hubiese representado con billetes de una  libra a un metal de un valor quince veces menor o a 

una parte de peso de oro 15 veces más pequeña.  Solamente habría cambiado el nombre del patrón de  precios, que, naturalmente, es convencional, fuera  porque hubiera tenido lugar directamente por el  cambio de ley de la moneda, fuera indirectamente, 

por la multiplicación de los billetes en la proporción  exigida por un nuevo patrón más bajo. Como el  nombre libra indicaría en lo sucesivo un «quantum»  de oro 15 veces menor, todos los precios de las  mercancías se elevarían 15 veces, y entonces, en  realidad, los 210 millones de billetes de libra serían  tan necesarios como los 14 millones de antes. El  «quantum» de oro que representa cada signo aislado  habría disminuido en la proporción en que habría  aumentado la suma total de los signos de valor. El 

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alza de los precios no sería más que una reacción del  proceso de circulación, el cual iguala obligadamente  los signos de valor al «quantum» de oro que  pretenden reemplazar en la circulación.  

En la historia de la falsificación de la moneda por los gobiernos en Inglaterra y Francia, se comprueba con frecuencia que no hay relación entre el alza de los precios y la falsificación de la moneda de plata.  

Sencillamente porque la proporción en que habían  aumentado las monedas no correspondía a aquella en  que habían sido falsificadas. No habiendo sido  emitida una masa correspondiente de la aleación  inferior, los valores de cambio de las mercancías  debían de ser estimados en adelante según esta  aleación, tomada como medida de los valores, y ser  realizados por especies que correspondiesen a esta  unidad de medida inferior. Esto soluciona la  dificultad, que no había sido resuelta en el duelo  entre Locke y Lowndes. La relación en que el signo  de valor, sea en papel, oro o plata alterados,  representa pesos de oro y de plata, calculados según  el precio monetario, no depende de su propia materia,  sino de la cantidad de signos que circulan. La  dificultad de comprender esta relación estriba en que  el dinero, en sus dos funciones de medida de los  valores e instrumento de circulación, no solamente  está sometido a leyes contrarias, sino a leyes que  parecen hallarse en contradicción con el antagonismo  de estas dos funciones. En su función de medida de  los valores, por la que el dinero sirve únicamente de  moneda contante y el oro no es más que oro ideal,  todo depende del material natural. Evaluados en  metal plata o expresados en precio plata, los valores  de cambio se presentan, como es natural, de un modo muy distinto que cuando se hallan evaluados en oro y  expresados en precio oro. Inversamente, en su  función de instrumento de circulación, en la que el dinero no solamente está imaginado, sino que tiene  que existir como un objeto real al lado de las demás  mercancías, la materia resulta indiferente y todo  depende de su cantidad. Lo decisivo para la unidad  de medida es que sea una libra de oro, de plata o de  cobre, mientras que la simple cantidad hace de la  moneda la realización adecuada de cada una de estas unidades cualquiera que sea su materia. Pero, para el  sentido común, resulta una contradicción que  respecto de la moneda ideal, dependa todo de su  sustancia material, y en cuanto a la real, todo  dependa de una relación numérica ideal.  

El alza o baja de los precios de las mercancías  correspondientes al alza o baja de la masa de los  billetes -la baja tiene lugar cuando los billetes de  papel constituyen el medio de circulación exclusivo 

no es, pues, más que el restablecimiento violento, por  el proceso de circulación, de la ley violada  mecánicamente desde fuera: que el «quantum» de  oro circulante está determinado por los precios de las  mercancías y la cantidad de los signos de valor  

circulantes por la cantidad de especies de oro que  sustituyen en la circulación. Por otra parte, una masa  cualquiera de billetes de papel es absorbida, y en  cierto modo digerida, por el proceso de circulación,  porque el signo de valor, cualquiera que sea la ley de  oro que represente al entrar en la circulación, queda  reducido en el interior de la misma al signo del  «quantum» de oro que podría circular en su lugar.  

En la circulación de los signos de valor aparecen  invertidas todas las leyes de la circulación de la  moneda real. Mientras que el oro circula porque tiene  valor, el papel tiene valor porque circula. Mientras  que el valor de cambio de las mercancías, dada la  cantidad de oro circulante, depende de su propio  valor, el valor del papel depende de la cantidad que  circula. En tanto que la cantidad de oro circulante aumenta o disminuye con el alza o baja de los precios  de las mercancías, éstos parecen subir o bajar según  cambie la cantidad de papel circulante. Mientras que  la circulación de las mercancías no puede absorber  sino cantidades determinadas de monedas de oro, y,  por consiguiente, la contracción y expansión  alternativas de la moneda circulante se manifiestan como una ley necesaria, el papel moneda parece que  entra en la circulación en proporciones  indeterminadas. En tanto que el Estado, al emitir  moneda que tenga solamente una falta de 1/100 de  gramo en su contenido metálico falsifica las monedas  de oro y plata, y por consiguiente perturba su función  de instrumento de circulación, realiza en cambio una  operación perfectamente correcta cuando emite  billetes de papel sin valor, que no tienen del metal  más que el nombre monetario. Mientras que el oro  acuñado no representa visiblemente el valor de las  mercancías, sino porque éste es él mismo valorado en  oro o expresado en precio, el signo de valor parece que representa inmediatamente el valor de las  mercancías. Por tanto, salta a la vista la razón por la  que los observadores que estudiaban unilateralmente los fenómenos de la circulación del dinero,  considerando solamente la circulación del papel  moneda de curso forzoso, tenían que desconocer  todas las leyes inmanentes de la circulación del  dinero. En efecto, no solamente aparecen invertidas estas leyes en la circulación del signo de valor, sino  hasta extinguidas, puesto que el papel moneda, si está  emitido en cantidad exacta, realiza movimientos que no le son peculiares como signo de valor, mientras  que su movimiento propio, en lugar de derivarse  directamente de la metamorfosis de las mercancías,  procede de la violación de su proporción exacta con el oro.  

III. El dinero  

El dinero, a diferencia de la moneda, que es el  resultado del proceso de circulación bajo la forma M D-M, constituye el punto de partida del proceso de  circulación bajo la forma D-M-D, es decir, cambio 

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del dinero por la mercancía para cambiar mercancía  por dinero. En lo forma D-M-D el dinero constituye  el punto inicial y final del movimiento. En la primera  forma, el dinero es mediador del cambio de las  mercancías, en la última, la mercancía es la  mediadora que hace que el dinero se convierta en  dinero. El dinero, que en la primera forma aparece  como simple medio, es, en la última, el objeto final  de la circulación, y la mercancía, que en la primera  forma era el objeto final, en lo segunda es simple  medio. Puesto que el mismo dinero es ya el resultado  de la circulación M-D-M, en la forma D-M-D el  resultado de la circulación parece ser al mismo  tiempo su punto de partida. Mientras que en M-D-M,  el contenido real es el cambio orgánico, en el  segundo proceso D-M- D el contenido real está  constituido por la existencia formal de la mercancía  misma, surgida en el primer proceso.  

En la forma M-D-M los dos extremos son  mercancías de idéntico valor, pero al mismo tiempo  son valores de uso cualitativamente diferentes. Su  cambio M-M es una permutación real de la materia.  En la forma D-M-D, por el contrario, los dos  extremos son oro, y oro de la misma magnitud de  valor. Cambiar oro por mercancía para cambiar la  mercancía por oro, o si consideramos D-D, cambiar  oro por oro, parece absurdo. Pero si se traduce D-M D por la fórmula: comprar para vender, lo cual  significa solamente cambiar oro por oro, por efecto 

de un movimiento mediador se reconoce en seguida  la forma dominante de la producción burguesa. No  obstante, en la práctica no se compre para vender: se  compra barato para vender más caro. Se cambia  dinero por mercancía para cambiar a continuación la misma mercancía por mayor cantidad de dinero, de  manera que los extremos D-D difieran, si no  cualitativa, sí cuantitativamente. Esta diferencia  cuantitativa supone el cambio de no equivalentes, en  tanto que la mercancía y el dinero, como tales, no son  sino formas antitéticas de la mercancía misma; es  decir, distintos modos de existencia de la misma  magnitud de valor. El ciclo D-M-D oculta bajo fas  formas de dinero y mercancía relaciones de  producción más desarrolladas, y en la circulación  simple no es más que el reflejo de un movimiento  superior. Nos es preciso, pues, desarrollar el dinero, a  diferencia del medio de circulación, a partir de la forma inmediata de la circulación de las mercancías M-D-M. El oro, es decir, la mercancía específica que  sirve de medida de valor y de medio de circulación, se convierte en dinero sin ulterior intervención de la  sociedad. En Inglaterra, donde el metal plata no es medida de valores ni medio de circulación  dominante, no se transforma en dinero y en Holanda, 

el oro dejó de ser dinero tan pronto como fue  destronado como medida de valor. Una mercancía se  convierte en dinero en tanto que es unidad de medida  de valor y de instrumento de circulación, o dicho de  

otro modo: el dinero es la unidad de medida de valor  y de medio de circulación. Pero, como tal, el oro  tiene de nuevo una existencia independiente,  diferenciada de su propia existencia en estas dos  funciones. Como medida de valor, el oro no es más  que dinero ideal u oro ideal; como simple medio de  circulación, es dinero simbólico; y oro simbólico; en  su simple corporeidad metálica, el oro es dinero, o sea, el dinero es oro real.  

Consideremos ahora la mercancía oro en reposo,  la cual es dinero en su relación con otras mercancías.  Todas las mercancías representan en sus precios una determinada suma de oro; no son sino oro imaginado  o moneda imaginada, representantes del oro; e  inversamente, el dinero en el signo de valor, era  simple representante de los precios de las  mercancías93.  

Como las mercancías no son así más que moneda  imaginaria, la moneda (o dinero) es la única  mercancía real. Contrariamente a las mercancías que no hacen más que representar la existencia  independiente del valor de cambio, del trabajo social  general, de la riqueza abstracta, el oro es la existencia  material de la riqueza abstracta. Bajo la forma de  valor de uso cada mercancía no expresa sino un  momento de la riqueza material, por su relación con una necesidad especial, nada más que un lado aislado  de la riqueza. Pero el dinero satisface cualquier  necesidad, teniendo en cuenta que es inmediatamente 

convertible en el objeto de aquélla. Su propio valor  de uso está realizado en la interminable serie de  valores de uso que forman su equivalente. En su  sustancia metálica nativa, el oro encierra toda la  riqueza material que se desarrolla en el mundo de las  mercancías. Si las mercancías representan en sus  precios el equivalente general o la riqueza abstracta:  oro, este último, en su valor de uso, representa los  valores de uso de todas las mercancías. El oro es,  pues, el representante material de la riqueza  material. Es el «resumen de todas las cosas»  (Boisguillebert), el compendio de la riqueza social.  Es, en conjunto, la encarnación inmediata del trabajo  general, por la forma, y el agregado de todos los  trabajos concretos, por el contenido. El oro es la  riqueza universal individualizada94. Bajo su aspecto  de mediador de la circulación sufrió toda clase de  afrentas; fue roído, aplastado hasta el extremo de  llegar a ser un pedazo de papel simbólico. Como  

  

93 «Non solo i metalli ricchi son segni delle cose... ma  vicendevolmente le cose... sono segni dell'oro e  dell'argenio» (No solamente los metales preciosos son los  signos de las cosas, sino que también las cosas son,  reciprocamente, los signos del oro y de la plata); A.  Genovesi, Lezione di Economia civile (1765). pág. 281, en  Custodi, Part. Mod., t. VIII.  

94 Petly. «Gold and silver are universal wealth.» Pol.  Arith., página 242. (El oro y la plata son la riqueza  universal.) 

46 Carlos Marx  

moneda vuelve a adquirir su esplendor de oro95. De  servidor se convierte en amo. De simple peón llega a  ser dios de las mercancías96.  

a) Tesaurización  

El oro se había separado primeramente en calidad  de moneda del medio de circulación, porque la  mercancía interrumpía el proceso de su metamorfosis y permanecía en el estado de crisálida del oro. Esto  tiene lugar cada vez que la venta no se transforma en  compra. El carácter independiente que adquiere el  oro bajo la forma de moneda es, pues, ante todo, la 

expresión sensible de la escisión del proceso de  circulación o de la metamorfosis de la mercancía en dos actos separados, que se cumplen  indiferentemente uno al lado del otro. La moneda  misma se convierte en dinero en cuanto su curso se  interrumpe. En manos del vendedor que la percibe a  cambio de su mercancía, es dinero; en cuanto sale de  su mano, vuelve a ser moneda. Cada cual es  vendedor de la mercancía particular que produce,  pero es comprador de todas las demás mercancías, de las cuales necesita para su existencia social. Mientras  que su presencia como vendedor depende del tiempo  de trabajo que exige la producción de su mercancía, 

su aparición en el papel de comprador está  condicionada por la constante renovación de las  necesidades de la vida. En efecto, la circulación M D-M no es sino la unidad evolutiva de la compra y la  venta en tanto que es a la vez el proceso perpetuo de  su escisión. Para que el dinero circule  constantemente bajo la forma de moneda es  necesario que la moneda se coagule sin cesar en  dinero. El curso continuo de la moneda está  condicionado por su continua acumulación en grande  

  

95 E Misselden, Free Trade or the means to make Trade  florish, etcetera; Londres, 1622. «La materia natural del  comercio es la mercancía que los comerciantes, atendiendo  a los fines del comercio, han llamado «commodity». La  materia artificial del comercio es el dinero que ha recibido  el nombre de «nervio de la guerra y del Estado». El dinero,  aunque en la naturaleza y en el tiempo viene detrás de la  mercancía, se ha convertido en la cosa principal.»  Compara la mercancía y el dinero con los dos nietos de  Jacob, quien, al bendecirlos, puso su mano derecha sobre  el más joven y su izquierda sobre el mayor. Boisguillebert:  «He aquí el esclavo del comercio convertido en su tirano...  La miseria de los pueblos procede de que se ha convertido  en amo, o más bien en tirano, el que era un esclavo» (págs.  389-395).  

96 Boisguillebert: «Han hecho un ídolo de estos metales (el  oro y la plata); y dejando a un lado el objeto y la intención  para los que habían sido llamados al comercio, o sea para  servir en él de prendas en el cambio y la tradición 

recíproca, se les ha relevado casi de este servicio para  hacer de ellos divinidades a las cuales se han sacrificado y  se sacrifican siempre bienes y necesidades preciosas, y  hasta hombres, como jamás inmoló a estas falsas  divinidades la ciega antigüedad», etc.; Dissertation sur la  nature des richesses, etc., pág. 395.  

o pequeña cantidad en los fondos de reserva que de  todas partes y en conjunto provienen de la  circulación, y la condicionan; fondos de reserva de moneda cuya constitución, distribución, disolución y  reconstitución cambian constantemente, cuya  existencia desaparece siempre y cuya desaparición  subsiste. Esta transformación incesante de la moneda  en dinero y del dinero en moneda, la expresa Adam  Smith de esta manera: cada poseedor de mercancías  debe de tener siempre en reserva, al lado de la  mercancía particular que vende, una cierta cantidad de mercancía general, con la cual compra. Hemos  visto que en la circulación M-D-M, el segundo  miembro, D-M, se fracciona en una serie de compras  que no se efectúan de una vez, sino sucesivamente en  el tiempo, de modo que una porción de D circula a  título de moneda mientras que la otra reposa bajo la  forma de dinero. El dinero aquí no es, en realidad, sino moneda en suspenso, y las partes constitutivas de la masa de moneda que circula varían siempre, y  aparecen tan pronto en una forma como en otra. La  primera metamorfosis del medio de circulación en  dinero no representa, pues, más que un momento  técnico del curso monetario mismo97.  

La forma primitiva de la riqueza es la de lo  superfluo o excedente, la parte de los productos que  no se requiere inmediatamente como valor de uso, o  también la posesión de productos cuyo valor de uso  se sale del cuadro de lo simplemente necesario. Al  considerar la transición de la mercancía a dinero,  hemos visto que este superfluo o excedente de los  productos constituye, en un grado poco desarrollado de la producción, la esfera propiamente dicha del  cambio de las mercancías. Los productos superfluos  se convierten en productos cambiables o mercancías. La forma adecuada de existencia de este superfluo es  el oro o la plata; es la primera forma bajo la cual la  riqueza queda fijada como riqueza social abstracta. Las mercancías pueden ser conservadas no solamente  bajo la forma de oro y de plata, es decir, en la materia  del dinero, sino que también el oro y la plata son  riquezas en forma preservada.  

Todo valor de uso, como tal, sirve porque es  consumido, es decir, destruido. Pero el valor de uso  del oro que sirve de dinero consiste en servir de  soporte del valor de cambio, en ser, como primera  materia amorfa, la materialización del tiempo de    

97 Boisgulilebert presiente en la primera inmovilización  del perpetuum mobile es decir, en la negación de su  existencia funcional como medio de circulación, su  existencia independiente respecto a las mercancías. «El  dinero, dice, debe estar en continuo movimiento, lo cual  solamente puede ocurrir siendo mueble, pues tan pronto  como deja de serlo, todo está perdido.» Le détail de la  France pág. 231. No se da cuenta de que esta detención es la condición de su movimiento. Lo que quiere en realidad  es que la forma valor de las mercancías aparezca como  forma puramente fugaz de su cambio de materia, sin  fijarse nunca como finalidad en si misma. 

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trabajo general. En el metal amorfo el valor de  cambio posee una forma imperecedera. El oro o la  plata, inmovilizados así bajo la forma de dinero,  constituyen el tesoro. En los pueblos en que la  circulación es exclusivamente metálica, como en los antiguos, todo el mundo atesora, desde el individuo 

hasta el Estado, que guarda su tesoro de Estado. En los tiempos más remotos estos tesoros, bajo la  guardia de los reyes y sacerdotes, sirven más bien  para prestar testimonio de su poderío. En Grecia y  Roma la política ordena que se constituyan tesoros  públicos considerados como la forma siempre segura  y accesible de la sobreabundancia. El rápido  transporte de semejantes tesoros de un país a otro por  los conquistadores, y su difusión parcial y súbita en  la circulación, constituyen una particularidad de la  economía antigua.  

Siendo tiempo de trabajo objetivado, el oro  garantiza su propia magnitud de valor; siendo  materialización del tiempo de trabajo general, el  proceso de circulación le garantiza su eficacia  constante como valor de cambio. Por el simple hecho de que el poseedor de mercancías pueda fijar la  mercancía bajo su aspecto de valor de cambio, o sea,  fijar el valor de cambio mismo bajo la forma de  mercancía, el cambio de las mercancías, con el fin de  recobrarlas bajo el aspecto transformado del oro,  llega a ser el motivo propio de la circulación. La  metamorfosis de la mercancía M-D se realiza a fin de  convertirla de riqueza natural particular en riqueza  social general. En lugar del cambio de la materia, el  cambio de forma es el que se convierte en finalidad propia. El valor de cambio se transforma de simple  forma en contenido del movimiento. La mercancía se  mantiene como riqueza, como mercancía, porque se  mantiene en la esfera de circulación y permanece en este estado fluido precisamente porque se solidifica  en oro o plata. Y sigue fluyendo como cristal del  proceso de circulación. Sin embargo, el oro y la plata  se fijan en forma de moneda sólo en cuanto no son  medio de circulación. Se conviertan en moneda como  no-medios de circulación. Así, pues, el único medio  de mantener constantemente la mercancía en la  esfera de circulación es retirarla de ésta bajo la forma  de oro.  

El poseedor de mercancías no puede retirar de la  circulación bajo la forma de moneda más que aquello que trae a la circulación bajo la forma de mercancías.  Vender sin cesar, lanzar continuamente mercancías a la circulación es la primera condición de la  tesaurización, desde el punto de vista de la  circulación de mercancías. Por otra parte, la moneda  desaparece continuamente como medio de  circulación en el proceso de circulación mismo,  porque aquélla se realiza continuamente en valores  de uso y se resuelve en goces efímeros. Hay que  arrancarla, pues, de la corriente devoradora de la  circulación o hay que detener la mercancía en su  

primera metamorfosis e impedir a la moneda que  cumpla su función de medio de compra. El poseedor  de mercancías que se convierta ahora en atesorador, debe de vender todo lo que pueda y comprar lo  menos posible, como así lo enseñaba el viejo Catón: «Patrem familias vendacem non emacem esse», Si la  asiduidad en el trabajo es la condición positiva, el  ahorro es la condición negativa del atesoramiento.  Cuanto menos equivalente de la mercancía bajo la  forma de mercancía particular o de valores de uso se  sustrae de la circulación, más se le quita bajo la  forma de dinero o de valores de cambio98. La  apropiación de la riqueza bajo su forma general  implica, pues, el renunciamiento a la riqueza en su realidad sustancial. El móvil impulsor del  atesoramiento es la avaricia, que no ambiciona la  mercancía como valor de uso, sino el valor de uso  como mercancía. Para apoderarse de lo superfluo  bajo su forma general hay que considerarlas  necesidades particulares como lujo y superfluo. Así es como en 1593 las Cortes de Valladolid dirigieron 

una petición a Felipe II, en la que, entre otras cosas,  se decía: «Las Cortes de Valladolid del año 1586  rogaron a vuestra majestad que no permitiera más la importación en el reino de bujías, vidriería, bisutería,  cuchillería y otros objetos semejantes que envían  desde el extranjero con el fin de cambiar por oro esos  objetos tan inútiles para la vida del hombre, como si  los españoles fuesen indios.» El atesorador desdeña 

los goces terrestres, temporales y transitorios, para  correr en pos del tesoro eterno, que no puede ser  roído ni por las hormigas ni por la roña, y que es al  mismo tiempo y completamente celeste y terrestre.  «La causa general más lejana -dice Misselden en el  escrito antes citado- es el gran exceso en que este país consume mercancías de los países extranjeros,  que resultan «discommodities», en lugar de  «commodities», puesto que nos privan de los tesoros,  que de otro modo serían importados en vez de estos  juguetes (toys). Consumimos en abundancia vinos de  España, de Francia, del Rhin, de Levante; pasas de  España, uvas de Corinto, limones y batistas de  Hainault, sederías de Italia, azúcar y tabaco de las  Indias Orientales, especias de las Indias  Occidentales; todo esto no constituye para nosotros una necesidad absoluta, y, sin embargo, se compra  con oro sólido.» Bajo la forma de oro y de plata la riqueza es imperecedera, tanto porque el valor de  cambio existe en el indestructible metal, como  porque, sobre todo, se impide al oro que tome, como medio de circulación, la forma dinero puramente  fugitiva de la mercancía. El contenido perecedero es  así sacrificado a la forma imperecedera. «Si el  impuesto despoja del dinero a quien lo gasta en beber  y comer y lo da a quien lo emplea en mejorar la  

  

98 «Cuanto más aumenta en mercancías el  almacenamiento, tanto más disminuye en tesoro». E.  Misselden. pág. 7. 

48 Carlos Marx  

tierra, en la pesca, en los trabajos de minas, en la  industria o a quien lo gasta en vestidos, resulta  siempre de todo esto una ventaja para la comunidad, pues los vestidos son menos perecederos que los  alimentos y las bebidas. Si el dinero se gasta en  muebles, la ventaja crece; se hace mayor si se emplea  en construir casas, y resulta máxima si se introduce  en el país oro y plata, puesto que son las únicas cosas  imperecederas y estimadas como riqueza en todos  tiempos y lugares; todo lo demás no es más que  riqueza pro hic et nunc»99. Debido al acaparamiento  del dinero, arrancado de la corriente de la circulación  y preservado del cambio social de la materia, se  establecen entre la riqueza social, bajo la forma de un  tesoro subterráneo imperecedero, y el poseedor de  mercancías, relaciones particulares y secretas. El  doctor Bernier, que ha vivido durante algún tiempo  en Delhi, en la corte de Aurenzebs, cuenta que los  comerciantes entierran su dinero profundamente y en secreto, sobre todo los paganos no mahometanos, que manejan casi todo el comercio y todo el dinero,  «imbuidos por la creencia de que el oro y la plata que  esconden durante su vida les servirá en el otro mundo  después de su muerte»100. Además, el atesorador, por  poco que su ascetismo se refuerce con una enérgica  aplicación al trabajo, ha de ser, en religión,  eminentemente protestante, y aún más puritano. «Lo  que no se puede negar, es la necesidad de comprar y vender; ya no es posible pasarse sin ello, pero se  puede comprar en forma cristiana, especialmente las cosas que sirven para las necesidades y el honor,  pues así es como los patriarcas han comprado y  vendido ganado, lana, trigo, manteca, leche y otros bienes. Son dones de Dios que pone en su tierra y  reparte entre los hombres. Pero el comercio exterior  que trae de Calcuta y de las Indias y otros países  mercancías, sedas preciosas, joyería y especias que no sirven sino de suntuosidad y no tienen utilidad, que se llevan el dinero del país y de los bolsillos de  las gentes, no debería de ser tolerado si tuviéramos  un gobierno de príncipes. Pero no quiero ahora  escribir acerca de esto último, porque estimo que en  definitiva, cuando no tengamos ya dinero, cesará  todo ello forzosamente, así como la glotonería y los  adornos; que de nada sirve enseñar si la necesidad y  pobreza no nos obliga»101.  

  

99 Pelly. Political Arith., pág. 196.  

100 François Bernier, Voyage contenant la description des  états du Grand Mogol; edición de París, 1830, t. I, págs.  312-14.  

101 Doctor Martin Lutero: Bücher vom Kaufhandel und  Wucher, 1524. En el mismo lugar dice Lutero: «Dios nos  ha obligado a los alemanes a lanzar nuestro dinero a los  países extranjeros, para hacer rico a todo el mundo,  mientras quedamos mendigos. Inglaterra tendría menos  oro si Alemania le dejase sus tejidos y el rey de Portugal  también tendría menos, si se le dejaran sin comprar las  especias. Cuenta lo que la feria de Francfort trasiega sin  necesidad y sin razón a las tierras alemanas y te  

En épocas en que la circulación social orgánica se  halla perturbada, el atesoramiento del dinero tiene lugar hasta en la sociedad burguesa desarrollada. El  nexo social bajo su forma compacta -para el cambista  este nexo es la mercancía y la expresión adecuada de  la mercancía es el dinero- está preservado del  movimiento social. El nervus rerum social es  enterrado al lado del cuerpo del cual es nervio.  

Pero el tesoro sería sólo metal inútil, su alma de  dinero volaría y quedaría como ceniza extinguida de la circulación, como su caput mortuum, si no  tendiese constantemente hacia el retorno a la  circulación. El dinero o el valor de cambio  concretado es, desde el punto de vista de su calidad,  la encarnación de la riqueza abstracta; por otra parte,  toda suma dada de dinero es una magnitud de valor  cuantitativamente limitada. El límite cuantitativo del  valor de cambio contradice su universalidad  cualitativa, y el atesorador siente el límite como una  barrera que, en realidad, se convierte al mismo  tiempo en barrera cualitativa, o sea, convierte el  tesoro en representante limitado de la riqueza  material. El dinero, considerado como equivalente  general, se manifiesta inmediatamente, como ya lo  hemos visto, en forma de una ecuación cuyo primer  miembro lo forma él mismo y cuyo segundo  miembro está constituido por la interminable serie de  mercancías. De la magnitud del valor de cambio  depende la medida en la cual se realiza  aproximadamente el dinero en dicha serie infinita de  mercancías y responde a su concepto de valor de  cambio. El movimiento automático del valor de  cambio en cuanto valor de cambio no puede ser, en  

  

asombrarás, y te preguntarás cómo es posible que quede  todavía un solo céntimo en los países alemanes. Francfort  es el pozo de oro y de plata por donde se escapa del país  alemán todo lo que germina y, crece, todo lo amonedado y  acuñado en nuestro país; si se taponase el agujero, ya no se  oiría, como ahora, la queja de que por todas partes no hay  más que deudas y ningún dinero, que los campos y  ciudades han sido despojados por la usura. Pero déjalo, no  tiene remedio. Los alemanes tenemos que ser alemanes.  No cambiaremos mientras no haga falta.»  

Misseldén, en la obra antes citada, quiere, por lo menos,  retener el oro y la plata en el círculo de la cristiandad.  «La otra causa lejana de la falta de dinero es el comercio  que se hace fuera de la cristiandad, con Turquía, Persia y  las Indias orientales. La mayor parte de este comercio se  efectúa con dinero contante, pero de manera distinta a la  habitual del que se efectúa dentro de los límites de la  cristiandad; pues aunque aquel comercio se haga con dinero contante, este dinero queda siempre encerrado en el  recinto de la cristiandad. Hay, en efecto, flujo y reflujo,  marea ascendente y descendente de las monedas de la cristiandad que comercia, pues a veces hay más en un sitio  que en otro, según que un país carezca de él y a otro le  sobre; el dinero corre de un lado a otro y gira en el círculo  de la cristiandad. Pero el dinero con que se trafica fuera de  la cristiandad, en los países citados, sale continuamente al  exterior y no vuelve jamás.» 

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general, otro que el de sobrepasar sus límites  cuantitativos. Ahora bien: tan pronto como queda  franqueado un límite cuantitativo del tesoro, se crea  una nueva barrera, que hay que destruir a su vez. Lo  que aparece como barrera no es un límite  determinado del tesoro, sino cualquier límite. El  atesoramiento no tiene, pues, límites inmanentes;  carece de medida en sí mismo; es más bien un  proceso sin fin, en el que cada resultado obtenido  sirve de motivo para comenzar de nuevo. Si el tesoro  aumenta porque se conserva, también se conserva  porque aumenta.  

El dinero no es únicamente una finalidad de la  pasión de enriquecerse, es su finalidad por  excelencia. La pasión es esencialmente auri sacra  fames. La pasión de enriquecerse, contrariamente a la  de las riquezas naturales particulares, tales como  vestidos, adornos, ganados, etc., no puede existir sino  cuando la riqueza general, como tal, se ha  individualizado en un objeto especial, y puede por  consiguiente, ser fijada bajo la forma de una  mercancía aislada. El dinero parece ser, pues, tanto la  finalidad como el origen de la pasión de  enriquecerse102. En el fondo, lo que resulta finalidad  es el valor de cambio como tal, y, por tanto, su  aumento. La avaricia tiene cautivo al tesoro,  impidiendo que la moneda se transforme en medio de  circulación, pero la sed del oro mantiene el alma  monetaria del tesoro en constante afinidad con la  circulación.  

Ahora bien; la actividad, gracias a la cual se  constituye el tesoro, consiste por una parte en retirar  el dinero de la circulación mediante la venta repetida  sin cesar, y por otra parte, en almacenar  sencillamente, en acumular. En efecto; únicamente  en la esfera de la circulación simple y bajo la forma  de atesoramiento se produce la acumulación de la  riqueza como tal, mientras que las demás formas  llamadas de acumulación, como veremos más tarde,  se denominan así por abuso, porque se tiene en la  memoria la acumulación simple del dinero. Todas las demás mercancías son o bien acumuladas en calidad  de valores de uso, y entonces la manera de  amontonarse está determinada por la particularidad  de su valor de uso: el acaparamiento de cereales  exige, por ejemplo, disposiciones preparatorias  especiales: si acaparo ovejas me hago pastor, el  acaparamiento de esclavos y de tierras implica  relaciones de dominio y sujeción; el  aprovisionamiento de la riqueza particular exige  procesos especiales, distintos del simple acto de la  acumulación, y desarrolla aspectos particulares de la  individualidad. O bien la riqueza bajo la forma de  

  

102 «A nummo prima origo avaritiae... haec paulatim  exarsit rabie quadam, non jam avaritia, sed fames auris»;  Plin., Hist. nat., I. XXXIII, cap. XIV. (El dinero es la  fuente primera de la avaricia; ésta se convierte en una  especie de rabia que ya no es avaricia. sino sed de oro.)  

mercancías es acumulada a título de valor de cambio,  y entonces la acumulación es una operación  comercial o específicamente económica. El que la  realizase convierte en tratante en granos, en  ganadero, etcétera. El oro y la plata son moneda no gracias a una actividad cualquiera del individuo que  los acumula, sino porque son cristales del proceso de  circulación que se efectúa sin la cooperación del  individuo. Todo su trabajo consiste en ponerlos a un  lado, en amontonar peso y más peso, una actividad  sin contenido, que aplicada a las demás mercancías, las depreciaría103.  

Nuestro atesorador aparece como mártir del valor  de cambio, como santo asceta encaramado sobre el  capitel de su columna de metal. Solamente se  preocupa de la riqueza bajo la forma social y por eso  la entierra y esconde a la sociedad. Busca la  mercancía bajo la forma en que puede siempre  circular: por eso la retira de la circulación. Se  entusiasma por el valor de cambio, y por eso no  cambia. La forma fluida de la riqueza y su  petrificación, el elixir de vida y la piedra filosofal se  mezclan en una loca alquimia. Como quiere  satisfacer todas las necesidades sociales, apenas  concede lo necesario a su naturaleza. Como quiere  fijar la riqueza en su corporeidad metálica, se  volatiza para él hasta no ser más que un puro  fantasma cerebral. En realidad, acaparar dinero por dinero es la forma bárbara de la producción por la  producción, es decir, el desarrollo de las fuerzas  productivas más allá de los límites de las necesidades  habituales. Cuanto menos desarrollada se halla la  

  

103 Horacio no comprende la filosofía del atesoramiento  cuando dice (Sat, I II, Sato III):  

«Si quis emat citharas, emptas comportet in unum  nec studio clthcrce, nec Musae deditus ulli;  

si scalpra et formas, non sutor; nautlca vela.  

aversus mercatoris; delirus et amens  

undique dicatur merito. Qui discrepat lstls,  

qui nummos aurumque recondit, nescuis uti  

composilis, metuensque velut contingere sacrum 1  (Que un hombre sin disposición para la música, sin afición  a las musas, compre cítaras y las almacene, o se rodee de  cuchillas y hormas sin ser zapatero, o, en fin, de velas y  aparejos sin entender el comercio. y en todas partes le  llamarán loco e insensato, y no seré sin razón. ¿Y no lo  parecerá así el avaro que enterrase sus escudos y su oro y  que, sin saber servirse de los tesoros que acumula, se  creyese sacrílego al tocarlos?) (Oeuvres de Horacio.  Traducción de la colección Panckoucke.)  

El Sr. Senior comprende mejor: «El dinero parece ser la  única cosa que se desea universalmente, y es así porque el  dinero es una riqueza abstracta, y los hombres, al poseerla,  pueden satisfacer todas sus necesidades, de cualquier clase  que sean.» Principes fondamentale de l' Econ. pol.; pol.;  traducido por el conde Juan Arrivabene; París, 1836, pág.  221. Y también Storch: «Puesto que el dinero representa  todas las riquezas, basta con acumularlo para procurarse  cualquier clase de riqueza existente en el mundo» (t. II.  pág. 166. 

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producción de mercancías, más importante es la  primera cristalización del valor de cambio en dinero,  el atesoramiento, el cual, por esta razón, desempeña  un importante papel entre los pueblos antiguos, en  Asia actualmente, y entre los pueblos agrícolas  modernos, en donde el valor de cambio no se ha  apoderado todavía de todas las relaciones de la  producción.  

Vamos a examinar la función específicamente  económica del atesoramiento en el recinto de la  misma circulación metálica, pero primeramente  mencionaremos otra forma del atesoramiento.  

Hecha abstracción completa de sus propiedades  estéticas, estando compuestas las mercancías de oro y  plata del material que es también el material del  dinero, son convertibles en dinero, del mismo modo  que la moneda de oro o los lingotes de oro se pueden  convertir en dichas mercancías. Precisamente porque el oro y la plata son la materia de la riqueza abstracta,  la ostentación suprema de la riqueza consiste en  servirse de ella bajo la forma de valores de uso  concretos, y si el poseedor de mercancías esconde su  tesoro, se siente impulsado a presentarse, en donde pueda hacerlo con seguridad, como un hombre rico104 

a los ojos de los demás comerciantes. Se dora a sí  mismo y a su casa105. En Asia, especialmente en la  India, en donde el atesoramiento no es, como en la  economía burguesa, como una función subordinada  del mecanismo de la producción total, ni la riqueza el  objeto final, las mercancías de oro y plata no son  propiamente más que una forma estética de los  tesoros. En la Inglaterra de la Edad Media las  mercancías de oro y plata eran consideradas  legalmente como simples formas del tesoro, porque  su valor sólo había aumentado ligeramente por el  tosco trabajo que se les había añadido. Estaban  destinadas a ser lanzadas de nuevo a la circulación, y  su refinamiento estaba, por consiguiente, tan  prohibido como el de la misma moneda. El empleo  creciente del oro y la plata para los objetos de lujo, al  mismo tiempo que el aumento de la riqueza, es una  cosa tan sencilla que los antiguos la comprendían106 perfectamente, mientras que, por el contrario, los  economistas modernos han establecido la siguiente  falsa proposición: que el uso de las mercancías de  oro y de plata no aumenta proporcionalmente al  crecimiento de las riquezas. Sino sólo  

  

104 Está escrito en castellano en el original (N. del T.)  105 Para mostrar hasta qué punto permanece inalterado el  hombre intimo (the inner man) que existe en el poseedor  de mercancías, aunque esté civilizado y convertido en  capitalista, basta con citar el ejemplo de un representante  londinense de una casa de banca cosmopolita. Este  individuo hizo poner en un cuadro colgado de la pared,  como apropiado blasón familiar, un billete de banco de  100.000 £. La argucia estriba en la mirada altiva y burlona  que lanzaría el billete sobre la circulación.  

106 Véase el párrafo de Jenofonte que se cita más adelante.  

proporcionalmente a la depreciación de los metales  preciosos. Por eso sus indicaciones, exactas en  cuanto al empleo del oro australiano y californiano,  dejan siempre una laguna, porque el consumo  acrecentado del oro, como primera materia, no está  justificado en su imaginación por una baja  correspondiente de su valor. En el transcurso de 1810  a 1830, la producción media anual de los metales  preciosos había disminuido más de la mitad a  consecuencia de la lucha de las colonias americanas contra España y de la interrupción del trabajo de las  minas ocasionada por las revoluciones. La  disminución de las monedas circulantes en Europa  representaba casi 1/6, si se comparan los años 1829 y  1809. Aunque la cantidad de la producción hubiese,  pues, disminuido y los gastos de producción  aumentado, por mucho que hubiesen variado, el  consumo de los metales preciosos en forma de  objetos de lujo aumentó, sin embargo, de una manera extraordinaria; en Inglaterra, durante la guerra; en el  continente, después de la paz de París. Dicho  consumo iba en aumento juntamente con el  crecimiento de la riqueza general107. Puede  establecerse como ley general que la conversión del dinero áureo y argénteo en objetos conversión en  lingotes, o en moneda, tiene lugar en períodos de  agitación108. La importancia de la proporción del  tesoro de plata y oro existente en forma de artículos  de lujo, con el metal precioso que sirve de moneda, se comprende viendo que en 1829 la proporción era  en Inglaterra, según Jacob, de 2 a 1, mientras que en  toda Europa y América había 1/4 más de metal  precioso en forma de objetos de lujo que en forma de  moneda.  

Hemos visto que la circulación del dinero no es  más que la manifestación de la metamorfosis de las  mercancías o del cambio de forma, mediante el cual  se realiza el cambio orgánico social. Era, pues,  necesario que con las variaciones de las sumas de los  precios de las mercancías circulantes, o la extensión  de sus metamorfosis simultáneas por una parte, y la rapidez repetida de su cambio de forma por otra,  hubiese expansión y contracción de la cantidad de  dinero circulante, lo cual es posible solamente a  condición de que la cantidad total de dinero en un  país esté en relación siempre variable con la cantidad  de dinero circulante. La tesaurización cumple esto  condición. Si los precios bajan o si la rapidez de la  circulación aumenta, los depósitos de tesoros  absorben la parte de dinero retirada de la circulación;  si los precios suben o disminuye la rapidez de la  

  

107 Jacob, t. II. caps. XV y XVI.  

108 «En épocas de disturbios e inseguridad y especialmente  durante las conmociones interiores y las invasiones, los  objetos de oro y plata son convertidos rápidamente en  moneda mientras que en épocas de tranquilidad y  prosperidad la moneda es convertida en vajilla de oro y  plata y en alhajas.» (Ivi T. II, pág. 367.) 

Contribución a la crítica de la economía política 51  circulación, los tesoros se abren y afluyen en parte  

hacia la circulación. La fijación del dinero circulante  en tesoro, y la difusión de los tesoros en la  circulación es un movimiento oscilatorio en continuo  cambio, y en el que el predominio de una u otra  tendencia está determinado exclusivamente por las  fluctuaciones de la circulación de las mercancías. De  este modo, los tesoros sirven de canales de  distribución y derivación del dinero circulante, de tal  suerte que no circula jamás a título de moneda sino el  «quantum» de dinero determinado por las  necesidades inmediatas de la circulación. Si la  circulación total se extiende súbitamente, y la unidad  fluida de venta y compra predomina, pero de manera  que la suma total de los precios que han de realizarse  aumente con más rapidez aún que la velocidad del  curso de la moneda, los tesoros se vacían  prontamente; tan pronto como el movimiento total se detiene de manera desusada, o el movimiento de  compra y venta se consolida, el medio de circulación  se fija en moneda en proporciones impresionantes y  los depósitos de tesoros van llenándose por encima  del nivel medio. En los países donde la circulación es  puramente metálica o que se encuentran en un grado  de producción poco desarrollado, los tesoros están  infinitamente desparramados y diseminados sobre  toda la superficie del país, mientras que en las  sociedades burguesas desarrolladas se hallan  concentrados en los depósitos de los bancos. No hay que confundir el tesoro con la moneda de reserva,  pues ésta forma parte constitutiva de la cantidad total  de moneda que siempre está en circulación, mientras que la relación activa entre el tesoro y el medio de  circulación supone el alza o baja de esta cantidad  total. Las mercancías de oro y plata constituyen,  como hemos visto, tanto un canal de derivación de  los metales preciosos, como los manantiales  alimentadores latentes. En épocas normales,  únicamente la primera función tiene importancia para  la economía de la circulación metálica109.  

  

109 En el siguiente párrafo. Jenofonte desarrolla el dinero  bajo las formas específicas de dinero y de tesoro:  «También es la única empresa en que no existe el temor de  prodigar el número de trabajadores; cuanto más produce el  mineral y más dinero da, se ven más gentes que se dedican  a este oficio. Y efectivamente, cuando se ha adquirido  todo el material necesario para un hogar, no se compra  nada más; pero en cuanto al dinero, jamás posee nadie lo  bastante para no querer más: hasta tal punto que los que  tienen mucho disfrutan tanto enterrando el superfluo como  usándolo. Más aún: en las ciudades florecientes es donde  más se necesita el dinero; los hombres quieren gastarlo  para tener hermosas armas, buenos caballos, casas,  muebles espléndidos; las mujeres no piensan más que en  las ricas telas, en los adornos de oro. Si, por el contrario,  una ciudad está atacada por el hambre o por la guerra,  como la tierra se halla entonces menos cultivada, hace  falta el dinero para los víveres y para los soldados. XÉN.  De vectig. C. IV. (Traducción de Eugenio Talbot.)  

b) Instrumento de pago  

Hasta ahora, el dinero se distinguía del medio de  circulación bajo las dos formas de dinero en reserva  y tesoro. En la transformación pasajera del de la  moneda en dinero, la primera forma reflejaba el  hecho de que el segundo miembro de M-D-M, la  compra D-M, tiene que fraccionarse, en el interior de  una determinada esfera de circulación, en una serie de compras sucesivas. Ahora bien; la tesaurización  consistía simplemente en el aislamiento del acto M-D que no evolucionaba hacia D-M; no era más que el  desarrollo independiente de la primera metamorfosis 

de la mercancía, el dinero evolucionado hacia la  existencia enajenada de todos las mercancías, en  oposición al medio de circulación que es el modo de existencia de la mercancía bajo su forma siempre  enajenable. Dinero de reserva y tesoro eran dinero  porque no eran medios de circulación, y no eran  medios de circulación únicamente porque no  circulaban. En la función en que ahora consideramos 

al dinero, circula o entra en la circulación, pero sin  servir de instrumento de circulación. Como medio de circulación, el dinero era siempre instrumento de  

compra: ahora obra como no-medio de compra.  Desde el momento en que por el atesoramiento el  dinero corporifica la riqueza social abstracta, se  convierte en representante tangible de la riqueza  material, adquiere en este carácter determinado de  dinero funciones particulares en el proceso de  circulación. Si el dinero circula en calidad de simple  medio de circulación y, por tanto, de medio de  compra, se entiende que mercancía y dinero se  encuentran una enfrente de otro, que la misma  magnitud de valor está presente de manera doble, en uno de los extremos bajo la forma de mercancía, en  la mano del vendedor, en el otro extremo bajo la  forma de dinero, en la mano del comprador. Esta  existencia simultánea de los dos equivalentes en  extremos opuestos, y su cambio simultáneo de lugar, o su enajenación recíproca, supone que vendedor y  comprador entran en relación porque son poseedores  de equivalentes. Sin embargo, el proceso de la  metamorfosis de las mercancías, el cual produce  diferentes definiciones formales del dinero, modifica  también a los cambistas, o modifica los caracteres  sociales bajo los cuales se presentan los unos a los  otros. En el proceso de la metamorfosis de la  mercancía, el poseedor de las mercancías cambia de  piel cada vez que la mercancía se mueve y el dinero reviste formas nuevas. En origen, los poseedores de mercancías se enfrentaban como cambistas; uno se  

  

Aristóteles, en el capítulo XIX, libro I de la República desarrolla los dos movimientos opuestos de la circulación,  M-D-M y D-M-D, bajo los nombres de «Económica» y  «Crematística». Los trágicos griegos, especialmente Eurípides, oponen las dos formas como derecho y  provecho. 

52 Carlos Marx  

convertía en vendedor, el otro en comprador;  después, alternativamente, cada uno comprador y  vendedor; luego se transformaban en atesoradores,  finalmente en gentes ricas. De modo que los  cambistas no salen del proceso de circulación tal  como entraron en él. En realidad, las diferentes  definiciones formales que reviste el dinero en el  proceso de circulación no son sino las metamorfosis cristalizadas de la misma mercancía, las cuales, por  su parte, no son sino la expresión objetiva de las  cambiantes relaciones sociales en las cuales efectúan  su cambio orgánico los poseedores de mercancías. En el proceso de circulación se crean nuevas relaciones  comerciales, y los portadores de estas relaciones  modificadas, los poseedores de mercancías,  adquieren nuevos caracteres económicos. Así como  en la circulación interior el dinero se idealiza y el  simple papel, representante del oro, cumple la  función de moneda, así también, este proceso, da al comprador o al vendedor que en él entra como  simple representante de dinero o de mercancía, es  decir, representante del dinero futuro o de la  mercancía futura, la eficacia del vendedor o del  comprador real.  

Todas las definiciones formales en las cuales se  desarrolla el oro convertido en dinero no son sino el  desarrollo de los destinos encerrados en la  metamorfosis de las mercancías. Pero estas formas en  la circulación simple del dinero, en la que éste era  moneda y el movimiento M-D-M unidad evolutiva,  no se habían separado bajo un aspecto independiente,  o no eran sino simples virtualidades, como, por  ejemplo, la detención de la metamorfosis de la  mercancía. Ya hemos visto que en el proceso M-D la  mercancía, como valor de uso real y valor de cambio ideal, se relacionaba con el dinero como valor de uso  solamente ideal. Enajenando la mercancía a título de  valor de uso, el vendedor realizaba en ella el valor de  cambio así como el valor de uso de la moneda.  Inversamente, enajenando la moneda a título de valor  de cambio, el comprador realizaba su valor de uso y el precio de la mercancía. Por consiguiente, la  mercancía y la moneda habían cambiado de lugar. En  su realización, el proceso vivo de esta oposición  bipolar se escinde de nuevo. El vendedor enajena  realmente la mercancía, y en principio no concreta su  precio sino idealmente. La ha vendido a su precio,  que, sin embargo, no quedará concretado sino en una época ulterior determinada. El comprador que  compra representa moneda futura, mientras que el  vendedor que vende posee una mercancía actual,  presente. En lo que concierne al vendedor, la  mercancía como valor de uso es enajenada realmente  sin que haya sido concretada realmente como precio: en lo que respecta al comprador, la moneda es  concretada realmente en el valor de uso de la  mercancía sin que haya sido enajenada realmente  como valor de cambio. Así como antes era el signo  

de valor, ahora el comprador mismo es quien  representa simbólicamente el dinero. Pero así como  antes el simbolismo general del signo de valor  suponía la garantía y el curso forzoso del Estado, el  simbolismo personal del comprador suscita ahora  contratos privados legalmente válidos entre los  cambistas.  

En el proceso D-M, por el contrario, el dinero  puede ser enajenado como instrumento de compra  real, y el precio de la mercancía puede así ser  realizado antes de que lo sea el valor de uso del  dinero o de que la mercancía sea enajenada. Esto  tiene lugar todos los días bajo la forma de pagos  anticipados. Y también en la forma en que el  gobierno inglés compra el opio de los Ryots en la  India, o la forma en que los comerciantes extranjeros  establecidos en Rusia compran gran parte de los  productos rusos. Pero en estos casos el dinero no es  más que instrumento de compra y no adquiere una  nueva forma determinada110. Por eso no nos  detenemos en este último caso, pero observamos, sin embargo, con respecto al aspecto transformado bajo  el cual se presentan aquí los dos procesos D-M y M D, que la diferencia que parecía imaginaria en la  circulación se convierte ahora en diferencia real,  puesto que en una de las formas solamente se halla  presente la mercancía y en la otra únicamente el  dinero; pero en las dos formas sólo está presente el  extremo de donde parte la iniciativa. Además, las dos  formas tienen de común que, en una y otra, uno de  los equivalentes no existe sino en la común voluntad  del comprador y del vendedor, voluntad que une a los  dos y adquiere formas legales determinadas.  

Vendedores y compradores se transforman en  acreedores y deudores. Si el poseedor de mercancías,  en su papel de guardián del tesoro, era un tipo más bien cómico, ahora resulta terrible, pues ya no es a sí  mismo, sino a su prójimo, al que identifica con una suma determinada de dinero y hace de él, y no de sí mismo, el mártir del valor de cambio. De creyente se  convierte en acreedor, y cae de la religión a la  jurisprudencia.  

«I stay here on my bond!»  

En la forma modificada M-D, en la que la  mercancía se halla presente y el dinero solamente  representado, el dinero sirve en primer lugar de  medida de valores. El valor de cambio de la  mercancía está evaluado en dinero, considerado  como medida de éste; pero siendo valor de cambio  medido contractualmente, el precio no existe  solamente en la imaginación del vendedor, sino  también como medida de la obligación del  comprador. En segundo lugar, el dinero sirve aquí de  instrumento de compra, aun cuando no proyecte ante  

  

110 Naturalmente el capital se anticipa también bajo la  forma de dinero y el dinero anticipado puede ser capital,  pero este punto de vista se halla fuera del horizonte de la  circulación simple. 

Contribución a la crítica de la economía política 53  

él más que la sombra de su existencia futura.  Trasiega la mercancía de la mano del vendedor a la  del comprador. Al vencimiento del término fijado  para la ejecución del contrato, el dinero comienza a  circular, puesto que se desplaza y pasa de la mano  del antiguo comprador a la del antiguo vendedor.  Pero no entra en circulación en calidad de medio de circulación o de medio de compra. Tal era su función  antes de estar presente y tal parece ser su función cuando ya no lo está. Entra en la circulación a título  de único equivalente adecuado de la mercancía, de  realización absoluta de valor de cambio, de última  palabra del proceso de cambio, es decir, como dinero  y como dinero también en la función determinada de  medio de pago general. En esta función de pago, el  dinero es la mercancía absoluta; pero en el recinto de  la circulación misma y no, como el tesoro, fuera de ella. La diferencia entre instrumento de compra e  instrumento de pago se hace sentir muy  desagradablemente en las épocas de crisis  comerciales111.  

En origen, transformar el producto en dinero no  parece que sea en la circulación más que una  necesidad individual para el poseedor de mercancías,  puesto que su producto no constituye para él un valor  de uso, sino que únicamente lo será cuando lo haya  enajenado. Ahora bien; para pagar al vencer el plazo  es necesario que previamente haya vendido  mercancías. Por el movimiento del proceso de  circulación, la venta se ha transformado para él en una necesidad social. De antiguo comprador de una  mercancía se convierte por fuerza en vendedor de  otra mercancía, no para adquirir dinero en calidad de  instrumento de compra, sino en calidad de  instrumento de pago, la forma absoluta del valor de cambio. Finalizar con la metamorfosis de la  mercancía en dinero, o establecer como finalidad  propia la primera metamorfosis de la mercancía, lo  que en la tesaurización parecía ser un capricho del poseedor de mercancías, es ahora una función  económica. El motivo y contenido de la venta que se ha de pagar es el contenido que dimana de la forma  del proceso de circulación.  

En esta forma de venta, la mercancía efectúa su  desplazamiento y circula, mientras aplaza su primera  metamorfosis, su transformación en dinero. Para el  vendedor, por el contrario, la que se realiza es la 

segunda metamorfosis, es decir, la transformación  del dinero en mercancía antes de que se cumpla la  primera metamorfosis, antes de que la mercancía se  haya transformado en dinero. La primera  metamorfosis aparece, pues, aquí cronológicamente  después de la segunda, y por eso el dinero, que es el  aspecto de la mercancía en su primera metamorfosis, adquiere una nueva forma. El dinero o la evolución  

  

111 Lutero hace notar la diferencia entre el medio de  compra y el medio de pago. (Nota de la segunda edición.  Confróntese Das Kapital, vol. I, nota 96, 4.ª ed., pág. 99).  

independiente del valor de cambio no es ya la forma intermedia de la circulación de las mercancías, si no  su resultado final.  

No es necesario exponer con detalle que tales  ventas a plazo, en las que los dos extremos de la  venta están separados cronológicamente, nacen  espontáneamente de la circulación simple de las  mercancías. En primer lugar, el desarrollo de la  circulación exige que los mismos cambistas se  enfrenten varias veces como vendedores y  compradores. Esta confrontación repetida no es  puramente fortuita: una mercancía, por ejemplo, es  ordenada en un plazo determinado, en el cual debe de  ser entregada y pagada, en este caso, la venta se  efectúa idealmente, es decir, jurídicamente, sin que  mercancía ni dinero aparezcan materialmente. Las  dos formas del dinero, medio de circulación e  instrumento de pago, coinciden aquí todavía puesto  que, por una parte, mercancía y dinero cambian de  lugar simultáneamente, y por otra parte, el dinero no  compra la mercancía, sino que realiza únicamente el precio de la mercancía, vendida anteriormente.  Además, de la naturaleza de toda una serie de valores  de uso resulta que no son realmente enajenados por  la entrega efectiva, sino solamente por la cesión de la  mercancía durante un tiempo determinado; así,  cuando se abandona el disfrute de una casa durante  un mes, el valor de uso de la casa se entrega al  expirar dicho período, aunque haya cambiado de  mano al comenzar el mes. Puesto que en este caso el abandono efectivo del valor de uso y su enajenación real se hallan separados en el tiempo, la realización  de su precio tiene lugar más tarde que su cambio de lugar. Finalmente, como las mercancías están  producidas en épocas distintas y exigen para su  producción duraciones de tiempos diferentes, resulta  que un individuo entra en escena como vendedor  cuando otro no puede todavía presentarse como  comprador, y como el acto de compra y de venta se  renueva frecuentemente entre los mismos poseedores  de mercancías, los dos momentos de la venta se  escinden conforme a las condiciones de producción  de sus mercancías. De este modo se crea una relación  de acreedor a deudor entre los cambistas que, aunque  constituyan la base natural del sistema de crédito, puede ser, sin embargo, completamente desarrollada  antes de que este último existe. Además es evidente que con el perfeccionamiento del sistema de crédito y  de la producción burguesa en general, la función del  dinero, como medio de pago, ganará en extensión en  perjuicio de su función como medio de compra y más  aún como elemento de tesaurización. En Inglaterra,  el dinero como moneda está confinado casi  exclusivamente en la esfera del comercio al por  menor, entre productores y consumidores, en tanto  que a título de instrumento de pago reina en la esfera 

54 Carlos Marx  

de las grandes transacciones comerciales112.  Como medio universal de pago, el dinero se  convierte en lo mercancía universal de los contratos,  en un primer momento, solamente en el interior de la  esfera de circulación de las mercancías113. Pero a  medida que se establece en esta función, todas las  demás formas de pago se resuelven poco a poco en  pagos en dinero. El grado de desarrollo que el dinero  hoya adquirido como instrumento de pago exclusivo,  indica hasta qué grado el valor de cambio se ha  apoderado de la producción en extensión y  profundidad114.  

La cantidad de dinero que circula en calidad de  instrumento de pago está determinada en primer  lugar por el importe de los pagos; por la suma de los  precios de las mercancías enajenadas y no de las que  deberán de serlo, como en la circulación simple del dinero. Sin embargo, la suma así determinada está  

  

112 A pesar de la exagerada idea que tiene de sus  definiciones doctrinarias, el Sr. Macleod comprende tan  mal las relaciones económicas más elementales que deriva  el dinero en general de su forma más desarrollada, la de  instrumento de pago. Dice entre otras cosas: como las  gentes no siempre tienen necesidad de sus servicios recíprocos al mismo tiempo, ni en igual grado, «quedaría  cierta diferencia o una suma de servicios resultantes del  primero al segundo débito». El poseedor de esta deuda o  crédito necesita los servicios de un tercero, que no exige  inmediatamente los del segundo, y «transfiere al tercero la  deuda que le debe el primero. Las deudas cambian así de  mano...: medio de circulación... Cuando una persona ha  recibido una obligación expresada en moneda de curso  legal, puede pedir los servicios no solamente del deudor  original, sino de la comunidad trabajadora entera». Macleod, Theory and practical of Banking, etc.; Londres,  1855, v. I, cap. I.  

113 Bailey, loc. cit., pág. 3. «El dinero es la mercancía  general de los contratos; aquella en la cual se efectúan la  mayor parte de los contratos (relativos a la propiedad) que  deben perfeccionarse más tarde».  

114 Senior, loc. cit., pág. 221, dice: «Como el valor de  cualquier cosa varia en un periodo de tiempo dado, las  gentes escogen como instrumento de pago un objeto cuyo  valor varíe lo menos posible y que conserve el mayor  tiempo posible una capacidad media dada para comprar  cosas. Así es como el dinero se convierte en expresión o  representante de los valores.» Viceversa. Como el oro, la  plata, etc., se han convertido en moneda, es decir, materialización del valor de cambio autonomizado, se  transforman en medios de pago universales. Precisamente  en el momento en que la consideración sobre la duración  del valor de la moneda, mencionada por Senior, entra en  juego, es decir, en los períodos en que por la fuerza de las  circunstancias se impone la moneda como instrumento de  pago, es cuando se descubre la fluctuación en el valor de la  moneda. Época tal era la de Isabel en Inglaterra cuando  Lord Burleigh y Sir Thomas Smith, en vista de la  depreciación de los metales preciosos, hicieron aprobar un  acta parlamentaria que obligaba a las universidades de  Oxford y Cambridge a pagarles un tercio de sus rentas de  la tierra en trigo o malta.  

doblemente modificada: en primer lugar, por la  rapidez con que la misma pieza de moneda repite la  misma función o con que la masa de pagos se  manifiesta como una cadena de pagos que  evoluciona. A paga a B, B paga a C, y así  sucesivamente. La rapidez con que la misma pieza de moneda repite su función de instrumento de pago  depende, por una parte, del encadenamiento de las  relaciones de acreedor a deudor entre los poseedores  de mercancías, de manera que el mismo poseedor de  mercancías es acreedor respecto a uno, deudor  respecto a otro, etc., etc., y por otra parte del tiempo  que separa los diferentes términos de pago. Esta  cadena de pagos o primera metamorfosis  suplementaria de las mercancías difiere  cualitativamente de la cadena de metamorfosis que se  manifiesta en la circulación del dinero en cuanto  medio de circulación. Esta última cadena, no sólo  aparece en sucesión temporal, sino que se forma  primeramente en aquélla. La mercancía se convierte  en dinero, después vuelve a ser mercancía y permite así a otra mercancía que se transforme en dinero, etc.  Otro cambista puede ser vendedor porque el  vendedor se transforma en comprador. Este  encadenamiento nace fortuitamente en el proceso de  cambio de las mercancías. Pero si la moneda con la  cual A paga a B pasa de B a C, de C a D, etc., con  intervalos de tiempo que se suceden rápidamente en  este encadenamiento no hace más que salir al exterior  un encadenamiento social que ya existía. La misma  moneda no circula por diferentes manos porque sirve de instrumento de pago, sino que circula como medio de pago porque estas diferentes manos han sido  previamente entrelazadas en un apretón. La rapidez  con que circula el dinero en calidad de medio de  pago, mejor aún que la rapidez con que circula el  dinero en calidad de moneda o de medio de compra,  muestra cuán profundamente han sido arrastrados los individuos al proceso de circulación.  

Como la suma de los precios de las compras y  ventas tiene lugar simultáneamente, y por tanto  conjuntamente en el espacio, constituye el límite  dentro del cual la rapidez de la circulación puede  suplir a la masa monetaria. Esta barrera no existe  para el dinero que desempeña el oficio de  instrumento de pago. Si en el mismo sitio hay  concentración de pagos que han de efectuarse al  mismo tiempo, lo que, en principio, no se produce  espontáneamente más que en los grandes focos de la  circulación de mercancías, los pagos se compensan,  como magnitudes negativas y positivas, puesto que A debe pagar a B y ser pagado por C, etc., La suma  total de dinero requerido a título de instrumento de  pago quedará, pues, determinada, no por la suma de  los precios de los pagos que hay que realizar  simultáneamente, sino por la concentración más o  menos grande de éstos, y por la magnitud del saldo  que quede después de su neutralización recíproca 

Contribución a la crítica de la economía política 55  

como magnitudes negativas y positivas. En ausencia  de todo desarrollo del sistema de crédito se toman  disposiciones especiales para estas compensaciones, como, por ejemplo, en la antigua Roma. Pero aquí no tenemos que exponerlas, así como tampoco los  términos de pago generales que se establecen por  todas partes en los círculos sociales determinados. Observemos únicamente que la influencia específica  que ejercen estos términos sobre las fluctuaciones  periódicas en la cantidad de moneda corriente no ha sido examinada científicamente hasta estos últimos  tiempos.  

En la medida en que los pagos se compensan  como magnitudes positivas y negativas, el dinero real  no interviene. Se desarrolla aquí únicamente bajo su  forma de medida de los valores, por una parle en los  precios de las mercancías, por otra en la magnitud de  las obligaciones recíprocas. Independientemente de  su existencia ideal, el valor de cambio no adquiere,  pues, aquí una existencia independiente, ni siquiera  la de signo de valor; el dinero no es más que una  moneda ideal. La función del dinero como  instrumento de pago encierra, pues, uno  contradicción. Por una parte, como los pagos se  compensan, el dinero no sirve de medida sino  idealmente; por otra parte, como el pago debe de  efectuarse realmente, el dinero entra en la circulación  no a título de medio de circulación transitoria, sino  como la manera de ser constante del equivalente  general, como la mercancía absoluta, en una palabra,  como dinero. En todos los sitios en donde se ha  desarrollado la cadena de pagos y un sistema  artificial de compensarlos, sucede, con motivo de  sacudidas que detienen el curso de los pagos y  perturban el mecanismo de su compensación, que el  dinero de pronto pierde su aspecto etéreo, quimérico,  de medida de valor y reviste la forma de dinero  sólido, o instrumento de pago. Cuando la producción burguesa está desarrollada y el poseedor de  mercancías lleva mucho tiempo convertido en  capitalista que conoce a su Adam Smith y se ríe con aire de superioridad de la creencia de que solamente  el oro y la plata es dinero, y considera que el dinero 

en general es, a diferencia de las demás mercancías,  la mercancía absoluta, el dinero reaparece de pronto,  no en calidad de mediador de la circulación, sino  como la única forma adecuada del valor de cambio,  como la riqueza única, exactamente tal como la  concibe el atesorador. Bajo este aspecto de  encarnación exclusiva de la riqueza no se revela,  como en el sistema monetario, en la depreciación  puramente imaginaria, sino en la depreciación y el  no-valor reales de toda riqueza material. Este es el  momento especial de las crisis del mercado mundial  que se llama crisis monetaria. El summum bonum al  que en tales momentos se llama a grandes gritos,  como riqueza única, es el dinero, el dinero contante,  y todas las mercancías, precisamente porque son  

valores de uso, parecen a su lado cosas inútiles,  futesas, juguetes, o como dice nuestro doctor Martín  Lutero, puro adorno y glotonería. Esta súbita  conversión del sistema de crédito en sistema  monetario añade el espanto teórico al pánico  práctico, y los agentes de la circulación permanecen  consternados ante el impenetrable misterio de sus  propias relaciones económicas115. Los pagos, por su  parte, hacen necesario un fondo de reserva, una  acumulación de dinero a título de instrumento de  pago. La constitución de este fondo de reserva no es  ya, como en la tesaurización, una actividad exterior a  la circulación, ni un simple estancamiento técnico de  las especies como en la reserva monetaria, sino que el dinero debe de ser amasado gradualmente, para  que exista en los plazos de pagos futuros  determinados. Si la tesaurización en su forma  abstracta, que significa enriquecimiento, disminuye con el desarrollo de la producción burguesa, la  tesaurización directamente exigida por el proceso del  cambio, aumenta, o más bien una parte de los tesoros  que se constituyen en la esfera de la circulación de  las mercancías es absorbida como fondo de reserva  de instrumentos de pago. Cuanto más desarrollada se encuentra la producción burguesa, más queda  limitado al mínimum necesario este fondo de reserva.  Locke, en su escrito sobre la rebaja de las tasas del  interés116, facilita aclaraciones interesantes sobre la  magnitud de este fondo de reserva en su época. Hace ver qué parte importante de la totalidad del dinero circulante era absorbida en Inglaterra por los  depósitos de instrumentos de pago, precisamente en  la época en que la Banca comenzaba a desarrollarse.  

La ley sobre la cantidad del dinero circulante, tal como resultaba del examen de la circulación simple  del dinero, queda esencialmente modificada por la  circulación del instrumento de pago. Dada la  velocidad de circulación del dinero, sea como medio de circulación, sea como instrumento de pago, la  suma total del dinero circulante en un período de  tiempo dado estará determinada por la suma total de los precios de las mercancías que hay que realizar, más la suma total de los pagos vencidos en la misma  época, menos los pagos que se anulen recíprocamente  

  

115 Boisguillebert, que quisiera impedir que las relaciones  burguesas de producción se erigieran contra los mismos  burgueses, trata con predilección de aquellas formas del  dinero en las que éste no es más que ideal.  

Así es como ha tratado del medio de circulación y del  instrumento de pago. No ve, una vez más, que el dinero  convierte inmediatamente su forma ideal en su realidad  exterior; que en la medida del valor, nada más que  imaginada, existe ya el dinero sólido en estado latente.  Que el dinero, dice, no es más que una simple forma de las  mismas mercancías se ve en el gran comercio, en el que el  cambio se efectúa sin la intervención del dinero, después  de que «las mercancías han sido apreciadas». Le Détail de  la France, pág. 210.  

116 Locke, loc. cit., págs. 17-18. 

56 Carlos Marx  por compensación. La ley general que dice que la  

cantidad de moneda circulante depende de los  precios de las mercancías, no queda por ello afectada  en lo más mínimo, puesto que el importe de los  pagos está determinado por los gastos fijados por  contrato. Lo que vuelve a surgir de una manera  sorprendente es que, precisamente cuando la  velocidad de circulación y la economía de los pagos se suponen constantes, la suma de los precios de una  masa de mercancías circulantes en un período  determinado, por ejemplo un día, y la cantidad del  dinero que circula en el mismo día, no coinciden de ningún modo; pues circula una masa de mercancías  cuyo precio no será concretado en dinero sino  posteriormente, y circula una cantidad de dinero a la  que no corresponden ya mercancías que salieron hace tiempo de la circulación. Esta última masa dependerá  de la magnitud de la suma de los valores de los pagos  que venzan el mismo día, aunque hayan sido  contratados en períodos diferentes.  

Hemos visto que el cambio en el valor del oro y la  plata no afecta a su función de medida de los valores  o de moneda contante. Sin embargo, este cambio  adquiere una importancia decisiva para el oro bajo la  forma de tesoro, pues con el alza o baja del valor del  oro o de la plata aumenta o disminuye la magnitud de  valor del tesoro de oro o plata. Y esta importancia es  todavía mayor en cuanto al dinero que desempeña el  oficio de instrumento de pago. El pago no se efectúa  sino después de la venta de la mercancía; el dinero ejerce en dos períodos diferentes dos funciones  distintas; primeramente sirve de medida de los  valores, después de instrumento de pago que  responde a dicha medida. Si, en este intervalo, hay una variación en el valor de los metales preciosos, o  en el tiempo de trabajo que exige su producción, el mismo «quantum» de oro o de plata que sirve de  instrumento de pago valdrá más o menos que en la  época en que servía de medida de valor y en la cual quedó concluso el contrato. La función de una  mercancía especial, tal como el oro o la plata, como  dinero o valor de cambio materializado, se halla aquí  en pugna con su naturaleza de mercancía particular, cuya magnitud de valor depende de la variación de  sus gastos de producción. La gran revolución social 

que produjo la caída en Europa del valor de los  metales preciosos, es un hecho tan conocido como la revolución inversa, determinada, en los primeros  tiempos de la república en la antigua Roma, por el  alza del valor del cobre, en cuyo metal estaban  contraídas las deudas de los plebeyos. Sin seguir por  más tiempo las oscilaciones del valor de los metales  preciosos en su influencia sobre el sistema  económico burgués, se puede hacer constar, desde  luego, que la baja del valor de los metales precisos  favorece a los deudores a costa de los acreedores, y  que un alza de su valor favorece, por el contrario, a  los acreedores a expensas de los deudores.  

c) La moneda universal  

El oro se convierte en dinero diferente de la  moneda, primeramente al retirarse de la circulación bajo la forma de tesoro, después entrando en ella  como no-medio de circulación, y por fin franqueando las barreras de la circulación interior para  desempeñar en el mundo de las mercancías la  función de equivalente general. De este modo llego a  ser la moneda universal. De lo misma manera que los  medidas de pesos generales de los metales preciosos servían de medidas de valor primitivas, los nombres contantes de la moneda son, en el interior del  mercado universal, transformados de nuevo en los  nombres de pesos correspondientes. Del mismo  modo que el metal bruto amorfo (aes rude) ero la  forma primitiva del medio de circulación, y así como  la forma acuñada era, o su vez, en origen, simple  signo oficial del peso contenido en las piezas de  metal, así también el metal precioso, convertido en moneda universal, se despoja de su figura y sello y reviste de nuevo la forma indiferente del lingote; y  aunque las especies nacionales, tales como  imperiales rusos, escudos mejicanos y soberanos  ingleses circulen en el extranjero su título se hace  indiferente y no se tiene en cuenta más que su  contenido.  

Transformados en moneda internacional, los  metales preciosos cumplen de nuevo su función  primitiva de medios de cambio, la cual, del mismo  modo que el cambio de las mercancías, no se origina 

en el seno de las comunidades primitivas, sino en los  puntos de contacto de las distintas comunidades.  Bajo la forma de moneda universal, el dinero vuelve,  pues, a tomar su forma primitiva. Cuando se retira de  la circulación interior se despoja de las formas  particulares nacidas del desarrollo del proceso de  cambio en esta esfera particular, se despoja de las formas locales de que se había revestido cuando era 

patrón de precios, numerario, moneda de pago y  signo de valor.  

Hemos visto que en la circulación interior de un  país una sola mercancía sirve de medida de los  valores. Pero como en un país es el oro, y en otro la  plata, los que cumplen esta función, una doble  medida de valores es válida en el mercado universal,  y el dinero dobla así su existencia en todas las demás  funciones. La conversión de los valores de las  mercancías del precio oro en precio plata, y  viceversa, queda determinada cada vez por el valor  relativo de los dos metales, que varía continuamente  y cuya fijación, por consiguiente, aparece como un  proceso continuo. Los poseedores de mercancías en  cada esfera interior de circulación se ven obligados a  emplear alternativamente el oro y la plata para la  circulación exterior y a cambiar así el metal que sirve  de dinero en el interior por el metal que necesitan en  calidad de dinero en el exterior. Cada nación emplea, 

Contribución a la crítica de la economía política 57  

pues, los dos metales, oro y plata, en concepto de  moneda universal.  

En la circulación internacional de las mercancías  el oro y la plata no aparecen como instrumentos de  circulación, sino como medios de cambio  universales. Ahora bien, el medio de cambio  universal funciona únicamente en las dos formas  desarrolladas de instrumento de compra y de  instrumento de pago, cuya relación sufre, sin  embargo, una inversión en el mercado mundial. En la esfera de circulación interior, el dinero, cuando era  moneda y representaba el mediador de la unidad  evolutiva M-D-M, o la forma puramente fugitiva del  valor de cambio en la perpetua variación de lugar de  las mercancías, servía exclusivamente de instrumento  de compra. En el mercado mundial ocurre al  contrario. Aquí el oro y la plata son instrumentos de  compra solamente cuando el cambio de la materia es  unilateral y la compra y la venta se desunen. El  comercio limítrofe de Kiachta, por ejemplo, es  práctica y contractualmente el trueque, en el que el  dinero no sirve sino de medida de valor. La guerra de  1857-58 hizo que los chinos se decidieran a vender  sin comprar. Entonces, de pronto, el dinero se  convirtió en instrumento de compra. En  consideración a los términos del contrato, los rusos  transformaron las monedas francesas de cinco  francos en artículos groseros de plata que sirvieron  de instrumentos de cambio. El dinero sirve  continuamente de medio de compra entre Europa y  América, por una parte, y Asia por otra, en donde se  deposita como tesoro. Además, los metales preciosos sirven de instrumentos de compra internacionales tan  pronto como el equilibrio tradicional de cambio de la  materia entre dos naciones se rompe súbitamente; por  ejemplo, una mala cosecha que obligue a una de ellas  a comprar en proporción extraordinaria. Finalmente  los metales preciosos son instrumento internacional de compra en los países productores de oro y plata, en donde son producto directo y mercancía, y no la  forma metamorfoseada de la mercancía. Cuanto más  se desarrolle el cambio de las mercancías entre las diferentes esferas nacionales de circulación tanto  mejor hace oficio de instrumento de pago la moneda  universal para equilibrar los balances internacionales.  Lo mismo que en la circulación interior, la  circulación internacional exige una cantidad siempre  variable de oro y de plata. Una parte de los tesoros  acumulados sirve, pues, en cada nación de fondo de  reserva de la moneda universal, cuyo fondo unas  veces se llena y otras se vacía, siguiendo las  oscilaciones del cambio de las mercancías117. Sin  

  

117 «El dinero acumulado sustituye a la suma que para  estar efectivamente en la circulación y hacer frente a todas  las perturbaciones eventuales del comercio, se aleja y sale  de la esfera de la misma circulación, G. R. Carli, Notas a  Verri, Meditazione sulla Economia Politica, pág. 196, t.  XV. Colección de Custodi.  

hablar de los movimientos particulares que ejecuta en  su vaivén entre las esferas de circulación nacionales,  la moneda universal posee también un movimiento  general, cuyos puntos de partida se encuentran en los  orígenes de la producción, desde donde los ríos de  oro y plata se difunden en distintas direcciones por el  mercado del mundo. El oro y la plata entran en la  circulación universal bajo la forma de mercancías y se cambian, proporcionalmente al tiempo de trabajo  que contienen, por mercancías equivalentes antes de caer en las esferas interiores de la circulación. En  éstas aparecen, pues, con una magnitud de valor  dada. Toda alza o baja en sus gastos de producción  afecta, pues, uniformemente en el mercado mundial a su valor relativo. el cual es completamente  independiente de la cantidad de oro y plata que  absorben las diferentes esferas de la circulación. El  río metálico recogido por cada esfera particular entra,  en parte, directamente en la circulación interior perra  reemplazar a las monedas metálicas gastadas, en  parte, queda varado en los diferentes depósitos de  dinero, de instrumentos de pago y de moneda  universal, y en parte queda transformado en artículos  de lujo. El resto finalmente, se convierte en tesoro.  Cuando la producción, burguesa está desarrollada, la  constitución de los tesoros queda limitada al mínimo  que exigen los diversos procesos de la circulación  para el libre juego de su mecanismo. Únicamente la  riqueza que se deja improductiva se convierte en este  caso en tesoro en cuanto tal, a menos que sea la  forma momentánea de un excedente en el saldo de  los pagos, resultado de una interrupción del recambio  orgánico y, por consiguiente, la fijación de la  mercancía en su primera metamorfosis.  

Si el oro y la plata, en concepto de dinero, están  concebidos como la mercancía general, adquieren en  la moneda universal la forma adecuada de existencia de la mercancía universal. Se convierten en la figura  metamorfoseada de todas las mercancías, y, por  tanto, en la mercancía universalmente enajenable en 

la misma proporción en que todos los productos se  enajenan por el oro y la plata. Se realizan como  materia del tiempo de trabajo general en la medida en  que el recambio orgánico de los trabajos concretos se  extiende sobre toda la superficie de la tierra. Se  transforman en equivalente general en la medida en  que se desarrolle la serie de los equivalentes  particulares que constituyen su esfera de cambio.  Comoquiera que en la circulación mundial las  mercancías despliegan universalmente su propio  valor de cambio, la forma de éste, metamorfoseada  en oro y plata, aparece como moneda universal.  Mientras por su industria generalizada y su comercio  universal las naciones de cambistas convierten el oro  en dinero adecuado, la industria y el comercio no se  les presentan sino como un medio para sustraer al  mercado mundial el dinero, bajo la forma de oro y  plata. Como moneda universal, el oro y la plata son, 

58 Carlos Marx  

pues, en conjunto, el producto de la circulación  general de las mercancías y el medio de extender  siempre su esfera. Así como a costa de los  alquimistas, que trataban de fabricar oro, nació la 

química, del mismo modo, a expensas de los  poseedores de mercancías, que corren detrás de la  mercancía bajo su forma encantada, brotan las  fuentes de la industria mundial, del comercio  mundial. El oro y la plata ayudan a crear el mercado  del mundo, puesto que, concebidos como dinero,  anticipan su existencia. Y lo que demuestra bien a las  claras que su mágico efecto no se limita a la infancia  de la sociedad burguesa, es un efecto necesario de la  inversión que el trabajo social experimentó en el  ánimo de los individuos que sobrellevan el mundo de las mercancías, como pone de manifiesto la  influencia extraordinaria que ejerció el  descubrimiento de nuevos países auríferos sobre el  comercio mundial de mediados del siglo XIX.  

El dinero, al evolucionar, se transforma en  moneda universal y el poseedor de mercancías se  hace cosmopolita. Las relaciones cosmopolitas no  son, en su origen, más que las relaciones entre  poseedores de mercancías. La mercancía en sí y por  sí es superior a cualquier barrera religiosa, política y  lingüística. Su lengua universal es el precio y su  comunidad el dinero. Pero al mismo tiempo que se  desarrolla la moneda universal, opuesta a la moneda nacional, se desarrolla el cosmopolitismo de los  cambistas como un dogma de la razón práctica,  opuestamente a los prejuicios hereditarios, religiosos,  nacionales y todos los demás que establecen  obstáculos a la circulación de la materia de la  humanidad. Como quiera que el mismo oro que llega  a Inglaterra bajo la forma de eagles118 americanas se  convierte en soberanos, tres días después circula en  París en forma de luises, y al cabo de algunas  semanas se vuelve a encontrar, transformado en  ducados, en Venecia, pero conservando siempre el  mismo valor; los poseedores de mercancías terminan  por comprender que la nacionalidad «is but the  guine's stamp»:119 La idea sublime en la cual se  resuelve para él el mundo entero es la de un mercado,  un mercado mundial120.  

IV. Los metales preciosos  

El proceso burgués de producción se apodera en  primer lugar de la circulación metálica como de un  

  

118 Moneda de diez dólares.  

119 No es más que la huella de la Guinea.  

120 Montanari, Della moneta (1683), loc. cit., pág. 40: «Las  comunicaciones de los pueblos entre sí se extienden hasta  tal punto sobre todo el globo terrestre que casi se puede  decir que el mundo entero es una sola ciudad donde se  celebra una perpetua feria de todas las mercancías y donde  cualquier hombre, mediante dinero y desde su casa, puede  surtirse y disfrutar de todo lo que producen la tierra, los  animales y la industria humana. Invención maravillosa.»  

órgano transmitido del todo acabado, el cual, aunque  se transforma poco a poco, conserva siempre, sin  embargo, su estructura fundamental. La pregunta de  saber por qué el oro y la plata sirven de material del  dinero en lugar de otras mercancías sobrepasa los  límites del sistema burgués. No haremos, pues, sino un resumen de los puntos esenciales.  

Puesto que el tiempo de trabajo general mismo no  admite sino diferencias puramente cuantitativas, es necesario que el objeto que habrá de ser su  encarnación específica sea capaz de representar  diferencias puramente cuantitativas, dando por  supuestas la identidad, la homogeneidad de la  calidad. Esta es la primera condición para que una  mercancía haga oficio de medida de valor. Si evalúo,  por ejemplo, todas las mercancías en bueyes, pieles,  cereales. etc., tengo que medirlas, en realidad, con el  buey medio ideal, la piel media ideal, puesto que  entre buey y buey, grano y grano, piel y piel hay  diferencia cualitativa. El oro y la plata, por el  contrario, como son cuerpos simples, son siempre  idénticos a sí mismos e iguales «quanta» de estos  metales representan valores de magnitud idéntica121.  La otra condición que debe cumplir la mercancía que sirve de equivalente general, y que se deduce  directamente de la función de representar diferencias  puramente cuantitativas, es que se pueda dividir en partes cualesquiera y volver a reunir estas partes de  manera que la moneda contante pueda ser  representada también de un modo sensible. El oro y  la plata poseen estas cualidades en un grado superior.  

En calidad de medio de circulación el oro y la  plata ofrecen la ventaja sobre los demás mercancías de que a su peso específico elevado, que representa un peso relativamente grande en poco espacio,  corresponde su peso específico económico que les  permite encerrar mucho tiempo de trabajo, es decir, un gran valor de cambio bajo un pequeño volumen.  Esto asegura la facilidad del transporte, el paso de  una mano a otra y de un país a otro, la facultad de aparecer y desaparecer con igual rapidez: en una  palabra, la movilidad material, el sine qua non de la  mercancía que debe servir de perpetuum mobile en el  proceso de circulación.  

El alto valor específico de los metales preciosos,  su duración, su relativa indestructibilidad, su  inalterabilidad en contacto con el aire y,  especialmente, en cuanto al oro, su indisolubilidad en  los ácidos, excepto en el agua regia, todas estas  propiedades naturales hacen de los metales preciosos  la materia natural de la tesaurización. Por eso Pedro  Martir, que parece haber sido un gran aficionado al  chocolate, observa, al hablar de los sacos de cacao,  

  

121 «Los metales poseen la singular propiedad de que todo  en ellos queda reducido a la cantidad, no habiendo  recibido de la naturaleza. ni en su estructura ni en su forma  externa, diversidad de cualidad.» Galliani, loc. cit., pág.  130. 

Contribución a la crítica de la economía política 59  

que constituían una de las monedas mejicanas: O  felicem monetam, quae suavem utilemque praebet  humano generi potum, et a tartarea peste avaritiae  su os immunes servat possessores, quod suffodi aut  diu servari nequat.122  

La gran importancia de los metales en general, en  el interior del proceso inmediato de producción, está  ligada a su función de instrumento de producción.  Independientemente de su rareza, la gran  maleabilidad del oro y la plata comparados con el  hierro y hasta con el cobre (en el estado endurecido  en que lo empleaban los antiguos) impide que se les utilice para herramientas y les despoja en una gran 

medida de la cualidad sobre la cual reposa el valor de  cambio de los metales en general. Inútiles en el  proceso inmediato de producción, no son  indispensables como medios de existencia, como  objetos de consumo. Pueden entrar en el proceso de  circulación social en cualquier cantidad, sin  perjudicar a los procesos de la producción y del  consumo inmediatos. Su valor de uso individual no  está en pugna con su función económica. Por otra  parte el oro y la plata no son únicamente objetos  negativamente superfluos, es decir, no indispensables, sino que sus cualidades estéticas  hacen de ellos la materia natural del lujo, del adorno,  de la suntuosidad, de las necesidades de los días de  gala; en una palabra, la forma positiva de la  superfluidad y de la riqueza. Se presentan, por  decirlo así, como luz solidificada, extraída del mundo  subterráneo; la plata reflejando todos los rayos  luminosos en su mezcla primitiva, el oro reflejando únicamente la más elevada potencia del color, el rojo.  Ahora bien, el sentido del color es la forma más  popular del sentido estético en general. La conexión  etimológica, en las diferentes lenguas  indogermánicas, de los nombres de los metales  preciosos con las relaciones de los colores ha sido demostrada por Jakob Grimm (Véase su Geschichte  der deutschen Sprache). Finalmente la facultad que  poseen el oro y la plata de pasar de la forma de  moneda a la de lingote, de ésta a la de artículos de  lujo e inversamente; la ventaja que tienen sobre las  demás mercancías de no quedar fijadas en valores de uso una vez dadas, determinadas, hacen de estos  metales la materia natural de la moneda que  perpetuamente debe dar vueltas de una a otra formas determinadas.  

La naturaleza no produce dinero, ni banqueros, ni  procesos de cambio. Pero puesto que la producción  burguesa tiene que cristalizar la riqueza como fetiche  bajo la forma de un objeto aislado, el oro y la plata  son su encarnación adecuada. El oro y la plata no son  

  

122 «¡Oh bienaventurada moneda, que da al género humano  un brebaje dulce y útil e inmuniza a sus poseedores contra  la peste infernal de la avaricia, puesto que no puede ser  enterrada ni conservarse mucho tiempo!» De orbe novo  (Alcalá. 1530, dec. 5. cap. 4).  

naturalmente moneda, sino que la moneda es  naturalmente oro y plata. Por una parte el cristal dinero de oro y plata no es únicamente el producto  del proceso de la circulación; en realidad es su único  producto estable. Por otra parte, el oro y la plata son  productos naturales terminados, productos de la  circulación y productos naturales; lo son  inmediatamente y no están separados por ninguna  diferencia formal. El producto general del proceso  social, es decir, el proceso social mismo considerado  como un producto es un producto natural particular, un metal hundido en las profundidades de la tierra y  de las cuales se puede extraer123.  

Hemos visto que el oro y lo plata no pueden  satisfacer la condición requerida por su cualidad de  dinero, ser una magnitud permanente de valor.  Poseen, sin embargo, como ya observó Aristóteles,  una magnitud de valor más permanente que la media  de las demás mercancías. Independientemente del  efecto general de un alza o de una baja de los metales  preciosos, las fluctuaciones de la relación de valor  del oro y la plata son de una importancia especial, puesto que los dos sirven conjuntamente en el  mercado universal, de material del dinero. Las causas  puramente económicas de estas fluctuaciones -las  conquistas y otras perturbaciones políticas que  ejercían una gran influencia sobre el valor de los  metales en el mundo antiguo, no obran hoy sino de  una manera local y pasajera- deben ser referidas a la  variación del tiempo de trabajo que exige la  producción de estos metales. Este tiempo dependerá  a su vez de su rareza natural relativa, así como de la  dificultad más o menos grande de obtenerlos en  estado de metal puro. El oro es, en efecto, el primer  metal que el hombre descubre. La misma naturaleza  lo crea bajo la forma cristalina pura, sin  combinaciones químicas con otros cuerpos, o, como  decían los alquimistas, en estado virgen, y la  naturaleza misma, en los grandes lavados de oro de  los ríos, se encarga del trabajo técnico. El trabajo  exigido al hombre, bien sea para extraer el oro de los  ríos, o de los terrenos de aluvión, es uno de los más  rudimentarios, mientras que la producción de la plata  supone el trabajo de la mina y generalmente un  desarrollo relativamente grande de la técnica. A pesar  de su menor rareza absoluta, el valor original de la  plata es, pues, relativamente mayor que el del oro. La  afirmación de Strabon de que en una tribu árabe  daban diez libras de oro por una de hierro y dos  

  

123 En el año 760 una multitud de pobres emigrantes se estableció al sur de Praga para lavar las arenas auríferas, y  tres hombres podían extraer en un día tres marcos de oro.  Como consecuencia de esto hubo una afluencia  extraordinaria a los «diggings». y el número de brazos  sustraído a la agricultura fue tan grande que el siguiente  año se abolió el hambre sobre el país. (M. G. Korner,  Abhandlungen van dem Alterhum des böhmischen  Bergwerks, Schneeberg. 1758.) 

60 Carlos Marx  

libras de oro por una de plata me parece de todo  punto increíble. Pero en la proporción en que se  desarrollan las fuerzas productoras del trabajo social  y por consiguiente, el producto del trabajo simple es  encarecido en relación al del trabajo complicado, en  la proporción en que se excava la corteza terrestre en  mayor extensión y se agotan las primeras fuentes del  oro, el valor de la plata decrece en relación al del oro.  En determinado grado del desarrollo de la tecnología  y de los medios de comunicación, el descubrimiento  de los nuevos países auríferos y argentíferos pesará  en la balanza como último resorte. En la antigua Asia  la relación del oro a la plata era de 6 a 1, o de 8 a 1;  esta misma relación existía en China y Japón a  comienzos del siglo XIX; 10 a 1, que era la relación  en tiempos de Jenofonte, puede ser considerada como la media del período medio de la antigüedad. La  explotación de las minas de plata de España por  Cartago, y más tarde por Roma, produjo en la  antigüedad una acción análoga a la que ejerció en la  Europa moderna el descubrimiento de las minas  americanas. En la época del imperio romano puede  ser considerada como relación media 15 ó 16 a 1,  aunque se observe frecuentemente en Roma mayor  depreciación de la plata. El mismo movimiento, que  comienza por la depreciación relativa del oro y  termina por la baja del valor de la plata, se repite en  la época siguiente, que se extiende desde la Edad  Media hasta los tiempos más recientes. Lo mismo  que en tiempo de Jenofonte, la relación media en la Edad Media es de 10 a 1 y vuelve a ser de 16 o de 15  a 1, a consecuencia del descubrimiento de las minas americanas. El descubrimiento de las minas de oro  australianas, californianas y colombianas hace  verosímil una nueva baja del valor del oro124.  

  

124 Hasta ahora los descubrimientos australianos y otros no  han afectado a la relación del valor del oro y de la plata.  Las afirmaciones contrarias de Miguel Chevalier valen lo  que el socialismo de este ex sansimonista. La cota de la  plata en el mercado de Londres muestra, es cierto, que el  precio oro medio de la plata de 1850 a 1858 excede casi en  un 3 por 100 del precio de 1830 a 1850. Pero esta alza se  explica sencillamente por la demanda de plata que hacía  Asia. De 1852 a 1858 el precio de la plata en los diferentes  años y meses varía solamente por la demanda, y de  ninguna manera por la llegada del oro de las minas  recientemente descubiertas. He aquí una relación de los  precios de la plata en el mercado de Londres:  

Precio de la onza de plata  

AÑO MARZO JULIO NOVIEMBRE  

C. Teorías sobre los instrumentos de  circulación y sobre la moneda  

En tanto que en los siglos XVI y XVII, en la  infancia de la sociedad burguesa moderna, la pasión universal del oro lanzaba a los pueblos y a los  príncipes a cruzadas más allá de los mares en busca del Graal de oro125, los primeros intérpretes del  mundo moderno, los padres del sistema monetario,  una de cuyas variantes es el sistema mercantil,  proclamaron el oro y la plata, es decir, el dinero  como la única riqueza. Declaraban, con razón, que la  vocación de la sociedad burguesa es hacer dinero, o 

sea, desde el punto de vista de la circulación simple  de la mercancía, formar el eterno tesoro al que no  roen ni los insectos ni la roña. Decir que una tonelada  de hierro al precio de tres libras tiene la misma  magnitud de valor que tres libras de oro no es  respetar el sistema monetario. No se trata aquí de la  magnitud del valor de cambio, sino de su forma  adecuada. Si el sistema monetario y mercantil declara  que el comercio mundial y las ramas especiales del  trabajo nacional que desembocan directamente en el  comercio mundial son las únicas fuentes verdaderas  de la riqueza y del dinero, conviene observar que en  aquella época la mayor parte de la producción  nacional poseía todavía formas feudales y servía de manantial inmediato de subsistencia a los mismos  productores. Los productos, en gran parte, no se  transformaban en mercancías, ni, por consiguiente,  en dinero; no entraban en el cambio social general de  la materia; no aparecían como materialización del  trabajo general abstracto, y. en realidad, no creaban  riqueza burguesa. El dinero, como finalidad de la  circulación, es el valor de cambio o riqueza abstracta,  y no un elemento material cualquiera de la riqueza, que constituye el fin y el móvil activo de la  producción. Tal como convenía a aquel grado  primitivo de la producción burguesa, aquellos  profetas desconocidos se atuvieron a su forma sólida,  palpable y deslumbradora del valor de cambio, a su  cualidad de mercancía general opuesta a todas las  mercancías particulares. La esfera económica  burguesa propiamente dicha de aquella época era la  esfera de la circulación de las mercancías. Y desde el  punto de vista de esta esfera elemental juzgaban todo  el proceso complicado de la producción burguesa, y  confundían el dinero con el capital. La inextinguible  lucha que sostienen los economistas modernos contra el sistema monetario y mercantilista, proviene de que  este sistema propala de un modo ingenuamente brutal el secreto de la producción burguesa, o sea que ésta  

1852 60 1/8  peniques  

61 1/4  peniques  

61 7/8 peniques  

se halla bajo el dominio del valor de cambio. Ricardo  observa en algún pasaje, para hacer de ello, es cierto,  

1853 61 3/8 61 1/2 61 7/8  1854 61 7/8 61 3/4 61 1/2  1855 60 7/8 61 1/2 60 7/8  1856 60 61 1/4 62 1/8  1857 61 3/4 61 5/8 6 1/2  

1958 61 5/8  

  

125 «¡El oro es una cosa maravillosa! Quien lo posea es  dueño de todo lo que desee. Gracias al oro hasta se pueden  abrir a las almas las puertas del Paraíso.» Colombe, Carta  desde Jamaica, 1503 (nota de la segunda ed. Véase El  Capital, vol. I. cap. III. 1). 

Contribución a la crítica de la economía política 61  

una aplicación falsa, que aun en las épocas de  hambre, se importan cereales, no porque la nación  tenga hambre, sino porque el negociante en trigos  gana dinero. En su crítica del sistema monetario y  mercantilista, la economía peca, pues, porque  combate este sistema como una ilusión, como una  falsa teoría, y porque no lo reconoce como una forma  bárbara de su propio principio fundamental. Además  este sistema no solamente guarda un derecho  histórico, sino también su pleno derecho de  ciudadanía, en determinadas esferas de la economía  moderna. En todos los grados del proceso burgués de producción en los que la riqueza reviste la forma  elemental de la mercancía, el valor de cambio reviste  la forma elemental de dinero, y en todas las fases del  proceso de producción la riqueza vuelve a tomar  siempre momentáneamente la forma elemental  general de la mercancía. Hasta en la más desarrollada  economía burguesa, las funciones específicas del oro  y la plata como dinero, diferentemente de su función  como medio de circulación, y opuestamente a las  demás mercancías, no son anuladas, sino solamente  restringidas; el sistema monetario y mercantil  conserva, pues, su derecho. El punto de vista católico  de que el oro y la plata, como encarnación inmediata  del trabajo social y, por tanto, en cuanto existencia de  la riqueza abstracta, se contraponen al resto de las  mercancías profanas, hiere naturalmente el pundonor protestante de la economía burguesa y el temor a los  prejuicios del sistema monetario le impidió juzgar los  fenómenos de la circulación de la moneda durante  largo tiempo, como lo demostrará lo que a  continuación se expone.  

Contrariamente al sistema monetario y  mercantilista, que no conoce el dinero más que en su  definición formal de producto cristalizado de la  circulación, era de rigor que la economía clásica lo  concibiese primeramente bajo la forma fluida del  valor de cambio que nace de la circulación de las  mercancías. Tal circulación, se concebía  exclusivamente bajo la forma M-D-M, y como ésta, a  su vez, exclusivamente como unidad evolutiva de  venta y compra, el dinero se afirmaba en su  definición formal como dinero. Si se aísla el mismo medio de circulación en su función de moneda, se  transforma, como hemos visto, en signo de valor.  Pero siendo la circulación metálica la forma  dominante de la circulación que la economía clásica encuentra en primer lugar, toma también la moneda  metálica por simple signo de valor. De conformidad  con la ley de la circulación de los signos de valor se  establece el principio de que los precios de las  mercancías dependen de la masa de moneda  circulante, pero que ésta no depende de aquéllos.  Entre los economistas italianos del siglo XVII esta opinión está anunciada más o menos claramente: tan  pronto es afirmada como negada por Locke y  desarrollada con precisión en el Spectador (número  

del 19 de octubre de 1711), por Montesquieu y por  Hume. Siendo éste indiscutiblemente el representante  más importante de esta teoría en el siglo XVIII,  comenzaremos por él nuestro examen.  

Dadas ciertas condiciones, un aumento o  disminución en la cantidad, sea de la moneda  metálica circulante, sea de los signos de valor  circulantes, parece obrar uniformemente sobre los  precios de las mercancías. Si hay alza o baja del  valor del oro y de la plata en que están estimados los  valores de cambio de las mercancías como precios,  éstos suben o bajan, porque ha variado su medida de valor y circula más o menos oro y plata, porque ha  habido alza o baja de los precios. El fenómeno  visible es la variación de los precios -quedando igual  el valor de cambio de las mercancías-, con aumento o  disminución de la cantidad de medios de circulación.  Y si, por otra parte, la cantidad de los signos de valor  circulantes pasa o desciende de su nivel necesario, vuelven a él violentamente, obligados por la baja o el  alza de los precios de las mercancías. En los dos  casos parece que la misma causa ha producido el  mismo efecto, y Hume se atiene a esta apariencia.  

Todo examen científico de la relación entre el  número de medios de circulación y el movimiento de  los precios de las mercancías debe suponer que el  valor de la materia monetaria es dado. Hume, por el 

contrario, estudia exclusivamente épocas de  revolución en la medida de los mismos metales  preciosos, es decir, revoluciones en la medida de los  valores. El alza de los precios de las mercancías,  simultáneamente con el aumento de la moneda  metálica desde el descubrimiento de las minas  americanas, constituye el fondo histórico de su  teoría, así como la polémica contra el sistema  monetario y mercantil facilita el motivo práctico. La  aportación de metales preciosos puede aumentarse  naturalmente sin que varíen sus gastos de  producción. Por otra parte, la disminución de su  valor, es decir, del tiempo de trabajo exigido para su  producción, no se mostrará, en un primer momento,  más que por el aumento de su cantidad. Así, pues,  decían los discípulos de Hume, el valor disminuido  de los metales preciosos se manifiesta en la masa  creciente de los medios de circulación y ésta se  comprueba en el alza de los precios de las  mercancías. Pero lo que aumenta, en realidad, son los  precios de las mercancías exportadas, las cuales se cambian por oro y plata en cuanto tales mercancías, y  no en cuanto medios de circulación. También el  precio de las mercancías que están valoradas en oro y  plata de valor disminuido, se eleva en relación a  todas las demás mercancías cuyo valor de cambio  continúa valorándose en oro y plata según el patrón de sus antiguos gastos de producción. Esta doble  estimación de los valores de cambio de las  mercancías en el mismo país no puede ser,  naturalmente, sino temporal, y los precios oro o plata 

62 Carlos Marx  

deben compensarse en proporciones determinadas  por los mismos valores de cambio, de manera que, en resumidas cuentas, los valores de cambio de todas las  mercancías son estimados de conformidad con el  nuevo valor de la materia de la moneda. No se trata aquí de desarrollar este proceso ni de examinar de  qué modo el valor de cambio de las mercancías se  establece en el seno de las fluctuaciones de los  precios del mercado. Nuevas investigaciones críticas  sobre el movimiento de los precios de las mercancías  en el siglo XVI han demostrado de una manera  sorprendente que esta compensación es muy  gradual126 en las épocas en que la producción  burguesa se halla poco desarrollada y se extiende en  largos períodos; pero de todos modos no va al mismo paso que el aumento de la moneda corriente. Son del 

todo impertinentes las referencias, tan estimadas por  los discípulos de Hume, al alza de los precios en la  Roma antigua como consecuencia de la conquista de  Macedonia. Egipto y Asia Menor. El brusco y  violento transporte de un país a otro de los tesoros  monetarios almacenados, característica propia del  mundo antiguo; la reducción temporal, en  determinado país, de los gastos de producción de los  metales preciosos gracias al simple procedimiento  del pillaje, no afectan a las leyes inmanentes de la  circulación del dinero; como tampoco afecta a la ley  general que regula el precio del trigo la distribución  gratuita del trigo egipcio o siciliano en Roma. Los materiales que exige una observación detallada del  curso de la moneda, por una parte, una historia  exacta de los precios de las mercancías, y por otra,  estadísticas oficiales continuadas sobre la expansión  y contracción del medio circulante, la afluencia y  curso de los metales preciosos, etcétera; todos estos  materiales que se acumulan cuando la Banca se  encuentra plenamente desarrollada, han faltado a  Hume y a los demás escritores del siglo XVIII. La  teoría de la circulación, de Hume, puede resumirse en  las siguientes proposiciones: 1.º Los precios de las  mercancías en un país están determinados por la  masa de dinero que se encuentra en él (dinero real o  simbólico). 2.º El dinero que circula en un país  representa todas las mercancías que se encuentran en  él. En la proporción en que crece el número de los  representantes, es decir, del dinero, vuelve más o  menos de la cosa representada a cada representante  particular. 3.º Si las mercancías aumentan, sus  precios disminuyen o sube el valor del dinero. Si el  dinero aumenta, entonces, a la inversa, es el precio de  las mercancías el que sube y el valor del dinero el que disminuye127.  

«La carestía de todo -dice Hume- como  

  

126 Hume admite además que esta compensación es  gradual, aunque esto no esté de acuerdo con su principio.  Véase David Hume, Essays and treatises on several  subjects, ed. Londres, 1777, volumen I. pág. 300.  

127 Véase Steuart, t. I, págs. 394-400.  

consecuencia de una superabundancia de dinero es  una desventaja para cualquier comercio establecido, puesto que permite a los países más pobres suplantar  a los más ricos en todos los mercados extranjeros128,  por medio de la venta con rebaja de las mercancías. Considerando una nación en sí misma, la escasez o  abundancia de moneda para contar o para representar las mercancías no puede ejercer ninguna influencia, ni buena ni mala, como tampoco se alteraría el  balance de un comerciante si emplease en la  contabilidad el sistema de contar árabe, que exige  pocas cifras, en lugar del sistema romano, que  necesita un número más considerable. Una cantidad  mayor de dinero -como ocurre con las cifras  romanas- constituye más bien un estorbo y da más  trabajo, tanto para la conservación como para el  transporte»129. Para probar lo que fuera, Hume  debería de haber demostrado que en un determinado 

sistema de numeración, la masa de las cifras  empleadas no depende de la magnitud del valor de  las cifras, sino que, por el contrario, la magnitud de  su valor depende de la masa de los caracteres  empleados. Verdaderamente no es una ventaja  estimar o «contar» los valores de las mercancías en oro o plata depreciados, y por eso a los pueblos les ha  resultado siempre más cómodo contar en plata que en 

cobre y mejor en oro que en plata, cuando aumentaba la suma de los valores de las mercancías en  circulación. A medida que se hacían más ricos,  convertían los metales menos preciosos en dinero  subsidiario y los más preciosos en dinero. Por otra parte, olvida Hume que, para contar los valores en  oro y plata, no es preciso que estén presentes el oro y  la plata. Para él, la moneda contante y el instrumento  de circulación se confunden, y ambos son dinero.  Fundándose en que una variación de valor en la  medida de los valores o de los metales preciosos que  sirven de moneda contante hace subir o bajar los  precios de las mercancías y, por consiguiente, la  masa de la moneda circulante, permaneciendo  constante la velocidad del curso, deduce Hume que el  alza o baja de los precios de las mercancías depende  de la cantidad de moneda que circula. El hecho de  que en los siglos XVI y XVII no solamente  aumentaba la cantidad de oro y de plata, sino que  disminuían simultáneamente los gastos de  producción, hubiera podido comprobarlo Hume con  el cierre de las minas europeas. Durante los siglos XVI y XVII, los precios de las mercancías en Europa subieron a medida que aumentaba la masa de oro y  plata importada de América; luego los precios de las  mercancías de cada país están determinadas por la  masa de oro y plata que en él existe. Esta era la  primera «consecuencia necesaria» de Hume. Durante  los siglos XVI y XVII, los precios no subieron en la  misma proporción en que aumentaban los metales    

128 David Hume, pág. 300.  

129 David Hume, pág. 303. 

Contribución a la crítica de la economía política 63  

preciosos; transcurrió más de medio siglo antes de  que se produjera cualquier variación, y aun entonces  pasó todavía tiempo antes de que los valores de  cambio de las mercancías fuesen generalmente  estimados de conformidad con el valor disminuido  del oro y la plata, es decir, antes de que la revolución  alcanzase a los precios generales de las mercancías.  Así, pues, deduce Hume –quien, en perfecta  contradicción con los principios de su filosofía,  trasforma, sin crítica, hechos observados  incompletamente en proposiciones generales-, así,  pues, el precio de las mercancías o el valor de la  moneda está determinado no por la masa absoluta de  la moneda existente en un país, sino más bien por la  cantidad de oro y plata que entra realmente en la  circulación; finalmente, todo el oro y la plata que se  encuentran en un país deben de ser absorbidos por la  circulación a título de dinero130. Es evidente que si el  oro y la plata poseen un valor propio, hecha  abstracción de todas las demás leyes de la  circulación, no puede circular más que una cantidad determinada de oro y de plata como equivalente de  una suma dada de valores de mercancías. Si toda  cantidad de oro y plata que pueda encontrarse en un país tiene que servir de instrumento de circulación en  el cambio de mercancías, sin consideración a la suma  de los valores de las mercancías, el oro y la plata no  poseen ningún valor inmanente, y entonces, en  realidad, no son verdaderas mercancías. Esta es la  «tercera consecuencia necesaria» de Hume. En el  proceso de circulación hace entrar a las mercancías sin precios, y al oro y la plata sin valor. Así es que no  habla nunca del valor de las mercancías, del valor del  oro, sino solamente de su cantidad relativa.  

Locke ya había dicho que el oro y la plata no  tienen sino un valor convencional o imaginario; la  primera forma brutal de contradicción a la tesis del  sistema monetario de que solamente el oro y la plata  tienen valor verdadero. El hecho de que la existencia 

dinero del oro y la plata se derive solamente de su función en el proceso social de cambio131 lo  interpreta así: deben su propio valor, y por tanto su,...  

  

130 Ibídem, págs. 307. 308. 303. «Es evidente que los  precios dependen menos de la cantidad absoluta de  mercancías y de la del dinero que se encuentran en un país  que de la cantidad de mercancías que pueden ser traídas al  mercado y del dinero que circula. Si las especies están  encerradas en cajas, el efecto es el mismo en lo que  concierne al precio, que si estuviesen destruidas; si las  mercancías se hallan amontonadas en los almacenes y graneros, el efecto es parecido. Como en estos casos no se  encuentran nunca el dinero y las mercancías, no pueden  obrar los unos sobre los otros. El conjunto de los precios  alcanza, en definitiva, una justa proporción con la nueva  cantidad de dinero que se halla en el reino.»  

131 Véanse Law y Franklin respecto al aumento de valor que se considera que adquieren el oro y la plata en su  función como moneda. Véase también Forbonnais. (Nota  de la segunda edición.)  



,... magnitud de valor, a una función social. El oro y la  plata son, pues, cosas sin valor; pero, sin embargo,  adquieren en el interior del proceso de circulación una magnitud de valor ficticia, a título de  representantes de las mercancías. El proceso los  transforma, no en moneda, sino en valor. Y su valor está determinado por la proporción entre su propia  masa y la masa de las mercancías, debiendo de  superponerse las dos masas. Así, pues, en tanto que Hume introduce el oro y la plata en el mundo de las mercancías como no-mercancías, aquéllos  transforma, por el contrario, al aparecer bajo la forma  determinada de moneda, en meras mercancías que se  cambian por otras mercancías mediante el trueque  simple. Si el mundo de las mercancías consistiese en  una mercancía única, por ejemplo un millón de  fanegas de trigo, se comprendería fácilmente que una  fanega de trigo se cambie por dos onzas de oro si hay  una existencia de 20 millones de onzas de oro, y que,  por consiguiente, el precio de las mercancías y el  valor del dinero suba o baje en razón inversa a la  cantidad de dinero existente132. Pero el mundo de las  mercancías se compone de una variedad infinita de  valores de uso, cuyo valor relativo no está  determinado de ningún modo por su cantidad  relativa. ¿Cómo se imagina entonces Hume este  cambio entre la masa de las mercancías y la masa del  oro? Se contesta con una representación vaga y vacía  de ideas, diciendo que cada mercancía, parte alícuota  de la masa total de las mercancías, se cambia por una  parte alícuota correspondiente de la masa de oro. El  progresivo movimiento de las mercancías que tiene  su origen en la antinomia que contienen de valor de cambio y valor de uso, que aparece en la circulación  de la moneda y cristaliza en las diferentes formas  determinadas de ésta, queda, pues, extinguido y en su  lugar aparece la igualdad mecánica imaginaria entre la masa de peso de los metales preciosos existente en  un país y la masa de mercancías que al mismo tiempo se encuentran en él. 

 

Sir James Steuart comienza su examen de la  moneda y del dinero por una crítica detallada de  Hume y de Montesquieu133. El es, en efecto, el  primero que hace la pregunta: la cantidad de dinero circulante, ¿está determinada por los precios de las  mercancías o bien los precios de las mercancías están  determinados por la cantidad de dinero circulante?  Aunque su exposición se halle oscurecida por una  concepción fantástica de la medida de los valores,  por una representación fluctuante del valor de  cambio en general y por ideas del sistema mercantil,  descubre las formas determinadas esenciales del  dinero así como las leyes generales de su circulación,  porque no coloca mecánicamente a un lado las,...   

  

132 Esta ficción se encuentra textualmente en Montesquieu  (nota de la segunda edición). El párrafo en cuestión queda  citado en Das Kapital, vol. I, 1.º Sección, nota 80.  133 Steuart, t. I. pág. 399 seq. 

64 Carlos Marx  

,... mercancías y al otro el dinero, sino que deduce  efectivamente las diferentes funciones de los  diferentes momentos del cambio de las mercancías.  «El uso de la moneda en la circulación interior tiene  dos fines principales: pago de lo que se debe, compra  de aquello que se necesita; los dos reunidos  constituyen la demanda de dinero contante (ready  money demands). El estado del comercio y de las  manufacturas, el modo de existencia y los gastos  habituales de los habitantes, tomados en conjunto,  regulan y determinan la masa de la demanda de  dinero contante, es decir, la masa de las  enajenaciones. Para efectuar estos múltiples pagos  hace falta cierta proporción de moneda. Esta  proporción puede aumentar y disminuir según las  circunstancias, aunque la cantidad de las  enajenaciones permanezca la misma. En todo caso, la circulación de un país no puede absorber más que  una cantidad determinada de dinero134. El predio de  venta de la mercancía está determinado por la  complicada operación de la demanda y de la  competencia (demand and competition), que son  completamente independientes de la masa de oro y  plata que existan en un país. ¿Y qué ocurre con el oro  y la plata que no sirven de moneda? Quedan  amontonados bajo la forma de tesoro o empleados en  la producción de artículos de lujo. Si la masa de oro y  plata desciende por debajo del nivel necesario para la  circulación, se la reemplaza por dinero simbólico o se recurre a otros expedientes. Si un favorable curso  del cambio trae como consecuencia una  superabundancia de dinero en el país y detiene la  demanda para su exportación al extranjero, se  acumulará en las cajas, en donde resulta tan inútil como si hubiera quedado en las minas»135


La segunda ley descubierta por Steuart es el  reflujo a su punto de partida de la circulación  fundada en el crédito. Finalmente desarrolla los  efectos que produce en los diferentes países la  diferencia de la tasa del interés sobre la exportación e  importación internacionales de los metales preciosos.  Siendo extraños a nuestro tema, que es la circulación  simple, indicamos estos dos últimos puntos  únicamente para completar nuestro resumen136. El,...   

 

136 «La moneda adicional será puesta bajo llave o  transformada en vajillas de oro y plata. En cuanto al papel  moneda, tan pronto como haya servido para satisfacer la  demanda de quien lo ha pedido a préstamo, volverá a quien lo ha emitido y será realizado… Aunque las  monedas de un país hayan, pues, aumentado o disminuido  en una proporción tan grande como se quiera, no por eso  las mercancías dejarán de subir y bajar según los  principios de la demanda y de la competencia, y éstos  dependerán constantemente de las disponibilidades de los  que posean la propiedad o equivalentes cualesquiera que  ofrecer, pero nunca de la cantidad de moneda que poseen.  Por muy pequeña que sea la cantidad de monedas en un país, mientras haya propiedad real en el país y una competencia entre los que la poseen, los precios se elevarán a consecuencia del trueque, de dinero simbólico,  de las mutuas prestaciones y de otras mil invenciones... Si  este país tiene relaciones con otras naciones, es necesario  que exista una proporción entre los precios de diversos  géneros de mercancía, en una y otra parte y un aumento o  una disminución súbita de las especies, admitiendo que  pudiese ella misma ocasionar el alza o la baja de los  precios seria obstaculizada en su acción por la  competencia extranjera); loc. cit., t. I. págs. 400-402. «La  circulación de cada país debe ser proporcionada a la  industria de los habitantes que producen las mercancías  que se llevan al mercado... Si el dinero de un país desciende por debajo de la proporción del precio del  trabajo que se ha de vender, se recurrirá a invenciones  como el dinero simbólico, para facilitar un equivalente del  dinero. Pero si las monedas están por encima de la  proporción del trabajo no influirán en el alza de los precios  y no entrarán en la circulación, serán atesoradas...  Cualquiera que sea la cantidad de dinero en un país, en  relación con el resto del universo, no puede nunca  permanecer en la circulación más que la cantidad poco  más o menos proporcional al consumo de los ricos y al  trabajo industrioso de los habitantes pobres, y esta  proporción no está determinada por la cantidad de dinero  que efectivamente se encuentra en el país» (loc, cit., págs.  403-408. passim).  

«Todas las naciones tratarán de lanzar las monedas que no  son necesarias para su propia circulación, al país en el que  el interés de la moneda esté elevado con relación al suyo»;  loc. cit., t. II, pág. 25. «La nación más rica de Europa  puede ser la más pobre en monedas circulantes»; loc. cit.,  t. II, pág. 6.  

(Véase la polémica contra Steuart, según Arthur Young.  En El Capital, trad. francesa, vol. 1, pág. 51, dice Marx:  «La teoría de Hume, según la cual «los precios dependen  de la abundancia de la moneda», fue defendida contra sir  James Steuart y otros, por A. Young en su Political  Arithmetic; Londres, 1774, págs. 112 y siguientes, y en un  capítulo especial: Prices depend on quantity of money,  pág. 112 sqq.» (Nota de Kautsky. segunda ed.)  

137 Steuart, loc. cit., t. II, pág. 370. Luis Blanc transforma  «la moneda de la sociedad», que significa sencillamente la  moneda del interior o nacional en moneda socialista, lo  cual no significa nada, y por consiguiente convierte a Juan  Law en socialista. (Véase su primer volumen de la  Revolución francesa.) 

  


,... dinero, simbólico y la moneda de crédito -Steuart no  distingue todavía entre estas dos formas de moneda pueden suplir a los metales preciosos en el mercado mundial, en calidad de instrumento de compra o  medio de pago. Los billetes de papel son, por  consiguiente, la moneda de la sociedad, mientras que  el oro y la plata son la moneda del mundo (money of  the world)137.  

Una particularidad de las naciones que tienen un  desarrollo «histórico», según la escuela de derecho histórico, es la de olvidar constantemente su propia  historia. Así, la polémica sobre la relación entre los  precios de las mercancías y la cantidad de medios de  circulación ha agitado continuamente al Parlamento  


,... durante este medio siglo y ha hecho surgir millares de libelos grandes y pequeños, y no obstante, Steuart  ha quedado más olvidado aún que Spinoza, al parecer de Moses Mendelson, en tiempo de Lessing. Hasta el  historiador más reciente de la «currency», Maclaren,  convierte a Adam Smith en inventor de la teoría de  Steuart y a Ricardo en el de la teoría de Hume138. En  tanto que Ricardo refinaba la teoría de Hume, Adam  Smith registraba los resultados de las investigaciones  de Steuart como «hechos muertos». Adam Smith ha  aplicado su sentencia escocesa: Mony mickles mak a  muckle a la riqueza espiritual, y se toma un trabajo  mezquino para ocultar las fuentes a las cuales debe lo  poco de que, verdaderamente, sabe sacar mucho. Más  de una vez lima una proposición porque una fórmula  aguda le obligaría a contar con sus antecesores. Así  sucede con la teoría del dinero. Adopta tácitamente la  teoría de Steuart al decir: el oro y la plata que se  encuentran en un país sirven en parte de moneda, en parte son acumulados como fondo de reserva en los  países que carecen de bancos y como reserva de  banca en los países que poseen una circulación de  crédito; en parte sirven de tesoro para equilibrar los  pagos internacionales, en parte son convertidos en  artículos de lujo. Pasa en silencio la cuestión de la  moneda circulante considerando falsamente al dinero como una simple mercancía139. Su vulgarizador, el  insípido J. B. Say, a quien los franceses han erigido  en príncipe de la ciencia -Hohann Christoph  Gottsched ha erigido también a su Schönaich en  Homero y Pietro Aretino se proclamó también a sí  mismo terror principum et lux mundi- Say, dándose  mucha importancia, ha elevado a dogma este  desprecio, que no es del todo sincero, de Adam  

  

138 Maclaren, loc. cit., pág. 43 seq. El patriotismo ha  llevado a un autor alemán (Gustav Julius, fallecido demasiado pronto) a oponer el viejo Busch a la escuela de  Ricardo, como si fuese una autoridad. Busch ha traducido  el inglés genial de Stewart al «petois» hamburgués y ha  falseado el original todo lo que ha podido.  

139 Esto no es exacto. Adam Smith expresa correctamente  la ley en varias ocasiones. Véase El Capital, vol. 1,  sección 1, nota 78, cuarta ed., pág. 87 (nota de Kautsky).  He aquí la nota en la que Marx dice: «En mi libro Zur  Kritik, etc., pág. 183, he dicho que Adam Smith pasó en  silencio esta cuestión de la cantidad de la moneda  corriente. Sin embargo, esto no es cierto mientras trata de  la cuestión del dinero ex professo, En ocasiones, por  ejemplo, en su crítica de los sistemas anteriores de  economía política, se expresa correctamente respecto a  este punto: «La cantidad de moneda en cada país está  regulada por el valor de las mercancías que tiene que hacer  circular ... El valor de los artículos comprados y vendidos  anual mente en un país requiere cierta cantidad de moneda  para hacerlos circular y distribuirlos a sus consumidores, y  no puede emplear más. El canal de la circulación atrae  necesariamente una suma suficiente para llenarlo y no  admite ya más.»)  

Smith140. Por lo demás, su actitud de polemista  respecto de las ilusiones del sistema mercantil ha  impedido a Adam Smith concebir objetivamente los  fenómenos de la circulación metálica, cuando  precisamente sus consideraciones sobre la moneda de crédito son originales y profundas. Del mismo modo  que en las teorías geológicas del siglo XVIII hay  siempre una corriente inferior que tiene su origen en  la crítica o en la apologética de la tradición bíblica  del diluvio, así también detrás de todas las teorías de  la moneda del siglo XVIII se esconde una lucha  sorda contra el sistema monetario, el espectro que  había velado sobre la cuna de la economía burguesa  y que continuaba proyectando su sombro sobre lo  legislación.  

No fueron los fenómenos de la circulación  metálica, sino más bien los de la circulación de los  billetes de banco los que, durante el siglo XIX,  dieron el impulso a las investigaciones sobre la  naturaleza de la moneda. Se remontaron a los  primeros para descubrir las leyes de los últimos. La  suspensión de los pagos en contante del Banco de  Inglaterra a partir de 1797, el alza posterior de los  precios de muchas mercancías, el descenso del precio  monetario del oro por debajo de su precio de venta, la depreciación de los billetes de banco,  especialmente desde 1809, facilitaron los motivos  prácticos inmediatos de una lucha en el interior del  Parlamento y un torneo teórico fuera de él, tan  apasionado el uno como la otra. Lo que servía de  fondo histórico al debate era la historia del papel moneda en el siglo XVIII, la bancarrota del Banco de  Law, la depreciación, unida a la cantidad creciente de  los signos de valor, de los billetes de banco  provinciales de las colonias inglesas de  Norteamérica, que se manifestaba desde comienzos  hasta mediados del siglo XVIII; más tarde, el papel moneda (continental bilis) de curso forzoso, emitido  por el gobierno central de América durante la guerra  de la independencia; y finalmente, la experiencia,  hecha en mayor escala aún, de los talones franceses.  La mayor parte de los escritores ingleses de esta  época confunden la circulación de los billetes de  banco, que está regida por leyes muy distintas, con la  circulación de los signos de valor o de los papeles del  Estado de curso forzoso, y al pretender explicar los  fenómenos de esta circulación forzada mediante las  

  

140 Por eso la diferencia entre «currency» y «money», es  decir, entre el medio de circulación y el dinero no se  encuentra en «Weallh of Nations». Engañado por la  aparente imparcialidad de Adam Smith, que conocía  demasiado bien a su Hume y a su Steuart, el honrado 

Maclaren dice: (Maclaren, loc. cit., pág. 44.) «La teoría de  la dependencia de los precios de la cantidad de los medios  de circulación no había llamado lo atención todavía, y el  doctor Smith, lo mismo que Locke (Locke varío en su 

manera de ver) considero la moneda metálico nada más  que como una mercancía.» 

66 Carlos Marx  

leyes de la circulación metálica, en realidad lo que  hacen es deducir inversamente las leyes de esta  última de los fenómenos de la primera.  

Dejamos a un lado los numerosos escritores del  período de 1800-1809, para prestar nuestra atención a  Ricardo, porque resume a sus predecesores al mismo  tiempo que formula sus puntos de vista con más  precisión, y porque la forma que ha dado a la teoría  del dinero es lo que domina hasta este momento en la  legislación inglesa de los Bancos. Ricardo, lo mismo  que sus predecesores, confunde la circulación de los  billetes de banco o de la moneda de crédito con la  circulación de los simples signos de valor. Lo que le  preocupa es la depreciación del papel-moneda  acompañada del alza simultánea de los precios de las  mercancías. Lo que constituía para Hume las minas  americanas, eran para Ricardo las prensas de los  billetes de Threadneedle Street, y él mismo, en un  pasaje, identifica intencionadamente los dos factores.  Sus primeros escritos que tratan solamente de la  cuestión del dinero aparecen en el momento en que  reinaba la más violenta polémica entre la banca de  Inglaterra, a la que defendían los ministros y el  partido de la guerra, y sus adversarios, a cuyo  alrededor se agrupaban la oposición parlamentaria,  los «whigs» y el partido de la paz. Sus escritos  aparecen como precursores directos del célebre  informe del Bullion committee de 1811, en el que son  adoptados los puntos de vista de Ricardo141. Ricardo  y sus partidarios que declaran que el dinero no es  más que un signo de valor, se llaman «bullionists»  (los hombres de los lingotes de oro), y esta curiosa  circunstancia se debe no solamente al nombre de  aquel comité, sino también al contenido de su misma doctrina. En sus obras sobre la Economía Política.  Ricardo ha repetido y desarrollado los mismos  puntos de vista, pero en ninguna parte ha estudiado la  naturaleza del dinero en sí mismo, como lo ha hecho con el valor de cambio, con el beneficio, con la renta,  etc.  

Ricardo determina primeramente el valor del oro  y de la plata, así como el de todas las demás  mercancías, con arreglo al «quantum», de tiempo de  trabajo en ellas objetivado142. En ellos, en tanto que  son mercancías de un valor determinado, están  medidos los valores de todas las demás  mercancías143. Ahora bien, en un país la cantidad de,...  

  

141 David Ricardo: «The high price of Bullion, a proof of  the depreciation of Banhnotes», cuarta edición; Londres,  1811. (La primera edición apareció en 1809.) Y también:  «Reply to M. Bosanquet's practical observations on the  report of the bullion commitee»; Londres, 1811.  

142 David Ricardo: On the principles of political economy,  etc., pág. 77. «El valor de los metales preciosos, así como  el de todas las demás mercancías, depende de la cantidad  de trabajo necesaria para obtenerlos y para llevarlos al  mercado.»  

143 Loc. cit., págs. 77, 180, 181.  


,... los medios de circulación viene determinada, por un lado, por el valor de la unidad de medida monetaria y, por otro, por la suma de los valores de cambio de  las mercancías. Esta cantidad se modifica por la  economía practicada al efectuar los pagos144. Como  queda así determinada la cantidad de moneda de un  valor dado que puede circular, y como su valor en la  circulación no aparece sino en su cantidad, los  simples signos de valor, si son emitidos en la  proporción determinada por el valor de la moneda,  pueden reemplazarla en la circulación y «la moneda  circulante se hallará en el más perfecto estado cuando  consista enteramente en papel-moneda de un valor  igual al oro que pretende representar»145. Hasta aquí  Ricardo determina, pues, dado el valor de la moneda,  la cantidad de medios de circulación por los precios  de las mercancías, y la moneda, como signo de valor,  es para él el signo de un «quantum» de oro  determinado y no como para Hume, el representante  sin valor de las mercancías.

 

En cuanto Ricardo se desvía de la marcha lineal  de su exposición para girar hacia la opinión contraria,  se vuelve hacia la circulación internacional de los metales preciosos y embrolla así el problema con la introducción de consideraciones extrañas. Para seguir  su propio razonamiento íntimo, separemos en primer  lugar los puntos artificiales y situemos las minas de  oro y plata en el interior de los países donde los  metales preciosos circulan a título de moneda. La  única proposición que dimana del anterior desarrollo  de Ricardo es que, dado el valor del oro, la cantidad  de moneda circulante resulta determinada por los  precios de las mercancías. Así, pues, en un  determinado momento, la masa de oro que circula en  un país está simplemente determinada por el valor de  cambio delas mercancías que circulan. Supongamos  que la suma de estos valores disminuye, sea porque  se producen menos mercancías con los antiguos  valores, sea porque a consecuencia de una mayor  fuerza productora del trabajo, la misma masa de  mercancías contiene menor valor de cambio. O  supongamos, por el contrario, que aumente la suma  de los valores porque la masa de mercancías haya  aumentado, permaneciendo los mismos los gastos de  producción, o bien porque el valor de la misma o de una masa menor de mercancías aumente a  consecuencia de una disminución de una fuerza,...  

  

144 Ricardo, loc. cit., pág. 421: «La cantidad de moneda  empleada en un país depende de su valor. Si sólo circulase  el oro, haría falta quince veces menos que si se emplease  únicamente la plata.» Véase también: Proposals for an  economical and secure currency; Ricardo, Londres, 1816,  págs. 17, 18, donde dice: «La cantidad de billetes que  circulan depende de la cantidad requerida para la  circulación del país, y esta cantidad está regulada por el  valor del patrón de la moneda, el importe de los pagos y la  economía practicada en su realización.»  145 Ricardo. Principles of political economy, pág. 432-433. 

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,... productora del trabajo. ¿Qué ocurre en ambos casos  con la cantidad dada del metal circulante? Si el oro  es moneda porque corre como instrumento de  circulación, si se ve obligado a estacionarse en la circulación bajo la forma de papel-moneda de curso  forzoso emitido por el Estado (y esto es lo que  Ricardo tiene en la imaginación), entonces, en el  primer caso, habrá superabundancia en la cantidad de  moneda circulante en relación con el valor de cambio  del metal; en el segundo caso, la cantidad  descendería por debajo de su nivel normal. Aunque  poseyendo un valor propio, el oro, en el primer caso,  se convertiría en signo de un metal de un valor de  cambio inferior al suyo; en el último caso, en signo  de un metal de un valor superior. En el primer caso,  el oro estaría, como signo de valor, por debajo de su  valor real; en el segundo caso, por encima de dicho valor (una abstracción más del papel-moneda de  curso forzoso). En el primer caso, sería lo mismo que  si las mercancías estuviesen estimadas en un metal de  valor inferior; en el segundo, como si lo estuviesen  en un metal de valor superior. En el primer caso, los  precios de las mercancías subirían; en el segundo,  bajarían. En los dos casos, el movimiento de los  precios de los mercancías, su alza o su baja, sería efecto de la expansión o de la contracción relativa de  la masa de oro circulante por encima o por debajo del  nivel correspondiente a su propio valor, es decir, la  cantidad normal que se determina por la razón de su propio valor al valor de las mercancías que tienen  que circular. 

 

El mismo proceso tendría lugar si la suma de los  precios de las mercancías en circulación  permaneciese idéntica, pero si la masa de oro  circulante viniese a encontrarse por debajo o por  encima del nivel normal; por debajo, si las especies  de oro gastadas en la circulación no fuesen  reemplazadas por una nueva producción  correspondiente de las minas; por encima, si el nuevo  rendimiento de las minas excediese de las  necesidades de la circulación. Se entiende, en ambos  casos, que los gastos de producción del oro, su valor,  permanecen constantes.  


En resumen :


La moneda circulante se encuentra en  su nivel normal cuando su cantidad, dado el valor de  las mercancías, se halla determinada por su propio  valor metálico. La moneda excede, el oro cae por  debajo de su propio valor metálico y los precios de las mercancías suben porque la suma de los valores  de cambio de la masa de las mercancías disminuye o  porque aumenta el rendimiento de las minas de oro.  La moneda se contrae y desciende por debajo de su  nivel normal, el oro se elevo por encima de su propio  valor metálico y los precios de las mercancías bajan  por que la suma de los valores de cambio de la masa de las mercancías aumenta o porque el rendimiento  de las minas de oro no compenso la masa de oro  gastada por el uso. En los dos casos el oro circulante es signo de valor, de un valor superior o inferior al  que contiene realmente. Puede llegar a ser un signo sobrepreciado o depreciado de sí mismo. Si las  mercancías fueran estimadas generalmente en este  nuevo valor de la moneda y los precios de las  mercancías bajaran o subieran, en general,  proporcionalmente, la cantidad de oro circulante  correspondería de nuevo a las necesidades de la  circulación (consecuencia que Ricardo hace resaltar con especial satisfacción), pero estaría en  contradicción con los gastos de producción de los  metales preciosos y, por tanto, con su relación, como  mercancías, con las demás mercancías. Según la  teoría de los valores de cambio en general de  Ricardo, el alza del oro por encima de su valor de  cambio, es decir, del valor determinado por el tiempo  de trabajo que contiene, acarrearía un aumento de la  producción de oro hasta que su abundancia le hubiese  hecho bajar de nuevo a su magnitud de valor normal. Gracias a estos movimientos inversos, la  contradicción entre el valor metálico del oro y su  valor como medio de circulación se compensaría, el  nivel normal de la masa de oro circulante se fijaría y  la subida de precios de las mercancías respondería de  nuevo a la medida de los valores (un descenso del  oro por debajo de su valor determinaría,  inversamente, una disminución de su producción  hasta que volviese a su magnitud de valor exacta).  Estas fluctuaciones en el valor del oro circulante  alcanzarían igualmente al oro en barras, puesto que,  en hipótesis, todo el oro que no está utilizado en los  artículos de lujo se halla en circulación. Puesto que el  oro mismo, sea bajo la forma de moneda, sea en  barra, puede llegar a ser signo de valor de un valor  metálico mayor o menor que el suyo propio, es  evidente que los billetes de banco convertibles que circulan compartan la misma suerte. Aun cuando los  billetes de banco sean convertibles y su valor real,  por consiguiente, corresponda a su valor nominal, la  masa total de la moneda circulante, oro o billetes (the  aggregate currency consisting of metal and of  convertibles notes) puede ser sobrepreciada o  depreciada, según que su cantidad total, por las  razones desarrolladas anteriormente, se eleve por  encima o descienda por debajo del nivel determinado por el valor de cambio de las mercancías que circulen  y por el valor metálico del oro. Desde este punto de  vista el papel moneda inconvertible no tiene otra  ventaja sobre el papel convertible que la de poder ser  depreciado doblemente. Puede descender por debajo  del valor del metal cuyo representante se reputa, por  haber sido emitido en número excesivo; o también  puede caer porque el metal que representa haya  descendido por debajo de su propio valor. Esta  depreciación, no del papel respecto del oro, si no del  oro y del papel juntos, o de la masa total de los  medios de circulación de un país, es uno de los  principales descubrimientos de Ricardo, que Lord Overstone y Compañía han aprovechado y del que  han hecho un elemento fundamental de la legislación sobre la Banca de sir Robert Peel. 

 

Lo que había que demostrar es que el precio de las  mercancías o el valor del oro depende de la masa de oro que circula. La demostración consiste en que se supone lo que hay que demostrar: que toda cantidad  del metal precioso que sirve de dinero, cualquiera  que sea la relación con su valor intrínseco, tiene que  hacerse medio de circulación, moneda; y de este  modo, signo de valor de las mercancías en  circulación, cualquiera que sea la suma total de su valor. En otros términos, la demostración consiste en  hacer abstracción de todas las funciones del dinero,  salvo de la que realiza como medio de circulación.  Cuando se ve apurado, como en su polémica con  Bosanquet, Ricardo, enteramente dominado por el  fenómeno de la depreciación del signo del valor por su cantidad, se refugia en las afirmaciones  dogmáticas146.  


Si Ricardo hubiese establecido esta teoría de un  modo abstracto, como lo hemos hecho nosotros, sin  introducir en ella hechos concretos e incidentes que  desvían de la cuestión, el fallo de la teoría resultaría  evidente. Si no sucede así es porque da un tinte  internacional a todo su desarrollo. Cosa fácil será  probarle que la magnitud aparente de la escala no  afecta en nada a la pequeñez de las ideas  fundamentales.  


La primera proposición era ésta: la cantidad de  dinero metálico circulante es normal cuando se halla  determinada por la suma de los valores de las  mercancías circulantes estimada en el valor metálico  del dinero. Desde el punto de vista internacional esto  se formula así: en el estado normal de la circulación  cada país posee una masa de dinero que corresponde  a su riqueza e industria. El dinero circula con un  valor que responde al suyo verdadero o a sus gastos de producción: es decir, tiene un solo e idéntico valor  en todos los países147. Luego la moneda no sería  nunca exportada o importada de un país a otro148. Se  establecería un equilibrio entre las currencies (las  masas totales de la moneda circulante) de los  diversos países. El nivel normal de la currency nacional es expresado ahora como equilibrio  internacional de las currencies, y, en realidad,  solamente se enuncia que la nacionalidad no afecta a,...   

  

146 David Ricardo: Reply to M. Bosanquet's practical  observations, etc., pág. 49. «Que el precio de las  mercancías subiría o bajaría proporcionalmente al  crecimiento o disminución de la moneda, lo estimo como  un hecho incontestable.»  

147 David Ricardo: The high price of Bullion, etc.: «Money  would hove the same value in al countries.» En su  Economía política Ricardo ha modificado esta  proposición, pero no de una manera que valga la pena  hacer constar aquí.  

148 Loc. cit., págs. 3-4.  


,... la ley económica general. Ya estamos otra vez en el mismo punto fatal. ¿Cómo se ha perturbado el nivel  normal? Pregunta que ahora se formula de este  modo: ¿Cómo se ha turbado el equilibrio de las  currencies, o cómo la moneda deja de tener el mismo  valor en todos los países, o, finalmente, cómo deja de  tener su propio valor en cada país? Precedentemente el nivel normal se perturbaba porque la masa de oro en circulación aumentaba o disminuía sin que  hubiese variación en la suma de las mercancías, o  porque la cantidad de la moneda circulante  permanecía la misma en tanto que los valores de  cambio de las mercancías subían o bajaban; ahora el nivel internacional, determinado por el valor del  metal, se perturba porque la masa de oro que posee  un país aumenta a consecuencia del descubrimiento  de minas de oro149 nuevas o porque la suma de los  valores de cambio de las mercancías que circulan ha aumentado o disminuido en determinado país. 


Anteriormente la producción de los metales preciosos  disminuía o aumentaba, según que fuese necesario  contraer o extender la currency y bajar o subir los  precios de las mercancías; ahora lo que produce este  efecto es la importación o la exportación de un país a  otro. En los países donde los precios hubiesen subido  y el valor del oro, a consecuencia de la obstrucción  de la circulación, hubiere descendido por debajo de su valor metálico, el oro estaría depreciado en  relación con los demás países, y, por consiguiente, los precios de las mercancías, comparados con los de  los demás países, habrían subido. Así, pues, se  exportaría oro, se importarían mercancías y  viceversa. Precedentemente la producción de oro era la que continuaba hasta el restablecimiento de la  razón normal entre el metal y la mercancía; ahora lo  que continuaría hasta que el equilibrio se hubiese  restablecido entre las currencies internacionales sería  la importación y exportación de oro, y con ellas, el  alza o la baja de las mercancías. Como en el primer caso, la producción del oro no aumentaba o no  disminuía precisamente porque el oro se encontraba  por encima o por debajo de su valor. El movimiento  internacional del oro tendría lugar únicamente por  esta razón. Como en el primer caso, cada variación  en su producción afectaría a la cantidad de metal  circulante y, por tanto a los precios, sucedería lo mismo respecto de la importación y de la  exportación. Tan pronto como el valor relativo del  oro y de la mercancía, o la cantidad normal de los  medios de circulación, quedasen restablecidos, la  producción en el primer caso, y la exportación y la importación en el segundo, no tendrían ya lugar,  salvo para reemplazar las especies gastadas y  satisfacer la demanda para los artículos de lujo. 

 

De todo esto se deduce que «la tentación de  importar oro a cambio de mercancías, o lo que se  llama un balance desfavorable, se produce únicamente a consecuencia de una superabundancia  de los instrumentos de circulación»150. El oro se  exportaría o importaría porque sería sobrepreciado o  depreciado, según la expansión o contracción de la  masa de los medios de circulación por encima o por  debajo de su nivel normal151. Otra consecuencia:  puesto que, en el primer caso, la producción de oro no aumenta o no disminuye, en el segundo caso el  oro no es importado ni exportado, porque su cantidad  se encuentra por encima o por debajo de su nivel  normal, porque es estimado en más o en menos de su  valor metálico; porque los precios, por consiguiente,  son demasiado elevados o demasiado bajos, obrando  como correctivo cada uno de estos movimientos152.  Obligan a los precios a volver a su nivel normal por  la expansión o contracción del dinero circulante; en  el primer caso el nivel entre el valor del oro y el de  las mercancías; en el segundo caso, el nivel  internacional de las currencies. O dicho de otro  modo: el dinero no circula en los diferentes países sino en tanto que circula en cada país a título de  moneda. El dinero no es más que moneda; por eso la  cantidad de oro que existe en un país debe entrar en  la circulación y puede, por consiguiente, siendo su propio signo de valor, subir o bajar por encima o por  debajo de su valor. Y ya hemos vuelto felizmente,  gracias al rodeo de esta complicación internacional,  al simple dogma de donde habíamos salido.  

Algunos ejemplos mostrarán cómo Ricardo  interpreta arbitrariamente los fenómenos reales en el  sentido de su teoría abstracta. Afirma que en épocas  de malas cosechas, frecuentes en Inglaterra durante el  período de 1800-1820, el oro se exporta, no porque  se necesite trigo y el oro sea moneda y, por tanto, un  medio de compra y de pago siempre eficaz en el  mercado mundial, sino porque el oro se halla  depreciado en su valor en relación con las demás  mercancías, y por consiguiente la currency del país  en donde se produce la mala cosecha se encontraría  depreciada en relación con las demás currencies nacionales. Así, pues, la cantidad dada del dinero  circulante habría sobrepasado su nivel normal y se  produciría un alza en los precios de todas las  mercancías, porque la mala cosecha habría hecho  disminuir la masa de las mercancías circulantes153.  

  

150 «An unfavourable balance of trade never arises but  from a redundant currency»; Ricardo, loc. cit., págs. 11- 12.  

151 «La exportación de dinero metálico es originada por su  baratura y no es el efecto, sino la causa de un balance  desfavorable, loc. cit., pág. 14.  

152 Loc. cit., pág. 17.  

153 Ricardo, loc. cit., págs. 74, 75: «Inglaterra, a  consecuencia de una mala cosecha, se encontraría en el  caso de un país que hubiera sido privado de una parte de  sus mercancías y tuviera necesidad de una cantidad menor  de medios de circulación. La currency que antes resultaba  adecuada para los pagos resultaría excesiva y  relativamente barata en proporción a su producción  

Contrariamente a esta interpretación paradójica, se ha  demostrado por medio de las estadísticas que, desde 1793 hasta estos últimos tiempos, la cantidad de  instrumentos de circulación, en el caso de malas  cosechas, no era excesiva, sino que resultaba  insuficiente, y, consecuentemente, debía circular y 

circulaba más dinero que antes154. Ricardo afirmaba  también, en la época del bloqueo continental  napoleónico y de los decretos de bloqueo inglés, que  los ingleses exportaban oro en lugar de mercancías, 

porque su moneda se hallaba depreciada en relación  con la moneda de los países continentales, y, por  consiguiente, los precios de sus mercancías eran más  elevados; constituía, pues, una especulación más  ventajosa exportar oro que mercancías. Según decía, en el mercado inglés las mercancías estaban caras y 

el dinero barato, mientras que en el continente las mercancías eran baratas el dinero caro. «El mal -dice  un escritor inglés- estribaba en el precio ruinoso de  nuestros objetos manufacturados y de nuestros  productos coloniales, por la influencia del sistema continental durante los seis últimos años de la guerra.  Los precios del azúcar y del café, por ejemplo,  estimados en oro, con respecto a los del continente,  eran cuatro o cinco veces más elevados que los  mismos precios estimados en billetes de banco en  Inglaterra. Era la época en que los químicos  franceses descubrían el azúcar de remolacha y  sustituían el café por la achicoria y los granjeros 

ingleses hacían experiencias de engorde de los  bueyes con melaza y jarabe; era el tiempo en que  Inglaterra se posesionaba de Heligoland y establecía  en la isla un depósito de mercancías para facilitar el  contrabando en el Norte de Europa y los objetos  ligeros de fabricación británica entraban en Alemania  pasando por Turquía. Casi todas las mercancías del    

disminuida. La exportación de esta suma equilibraría el  valor de la currency con el de las currencies de los demás  países». La confusión entre la moneda y la mercancía y el  dinero adquiere un aspecto ridículo en el siguiente párrafo:  (loc. cit., página 75). «Si podemos suponer que, después  de una mala cosecha, cuando Inglaterra necesita efectuar,  una importación extraordinaria de trigo, se encuentra un  exceso de este artículo en otra nación que no tenga necesidad de otra mercancía, se deduce  incontestablemente que esta nación no exportará su trigo a  cambio de mercancías; pero tampoco lo exportará a  cambio de dinero, puesto que este último es una mercancía  que ninguna nación necesita nunca de un modo absoluto,  sino relativo».  

Pushkin, en su poema heroico, presenta el padre de su  héroe como un hombre incapaz de comprender que la  mercancía es dinero. Los rusos han comprendido siempre  que el dinero es mercancía, como lo demuestran no  solamente las importaciones inglesas de trigo de 1838- 1842, sino también toda su historia comercial.  

154 Véase Thomas Tooke, History of Prices, y James  Wilson, Capital, currency and banking. (Este último libro  es una reimpresión de una serie de artículos publicados en  1844, 1845 y 1847 en el London Economist.) 

70 Carlos Marx  

mundo entero se encontraban acumuladas en nuestros  depósitos, de donde no se podían retirar sino en  pequeñas cantidades, por medio de una autorización  francesa, por la cual los comerciantes de Hamburgo y  Ámsterdam habían pagado a Napoleón una suma de  40.000 a 50.000 £. ¡Singulares comerciantes debían  ser para pagar parecidas sumas por la libertad de  transportar un cargamento de mercancías desde un  mercado caro a otro barato. ¿Qué alternativa le  quedaba a un comerciante? O tenía que comprar café  a 6 peniques en billetes de banco y expedirlo a una plaza, donde podría inmediatamente vender la libra a  3 ó 4 chelines en oro, o bien comprar oro con billetes  de banco a 5 libras la onza y enviarlo sobre una plaza  donde fuese evaluado en 3 libras, 17 chelines. 1 1/2  peniques. Es, pues, absurdo decir que enviando oro  en lugar de café creían hacer una operación mercantil  más ventajosa. No existía país en el mundo que  ofreciese entonces una cantidad tan grande de  mercancías deseables como Inglaterra. Bonaparte  examinaba siempre atentamente los precios  corrientes ingleses. Mientras comprobó que en  Inglaterra el oro estaba caro y el café barato, creyó  que su sistema continental funcionaba bien»155.  

Precisamente en la época en que Ricardo exponía  por primera vez su teoría de la moneda y el Bullion  committe la incorporaba a su informe parlamentario,  se produjo en 1810 una baja ruinosa en los precios de  todas las mercancías inglesas, comparados con los de  1808 y 1809, y un alza relativa en el valor del oro.  Los productos agrícolas eran una excepción, porque  su importación encontraba obstáculos y porque la  masa disponible en el interior había quedado  reducida a causa de las malas cosechas156. Ricardo  desconocía hasta tal punto el papel de los metales  preciosos como instrumento de pago internacional  que en un informe ante el Comité de la Cámara de  los Lores (1819) elijo lo siguiente: «That drainsfox  reportation would cease altogether so soon as cash  payments should be resumed, and the currency be  restored to its metallic level»157. Murió a tiempo; la  víspera misma de la explosión de la crisis de 1825, que daba un mentís a su profecía.  

El período durante el cual Ricardo desarrolló sus  actividades literarias era, en general, poco favorable  para la observación de los metales preciosos en su  función de moneda universal. Antes de la  introducción del sistema continental, la balanza  comercial era casi siempre favorable a Inglaterra, y  bajo este sistema las transacciones con el continente  europeo fueron demasiado insignificantes para  

  

155 James Deacon Hume, Letters on the corn lasos.  Londres. 1834, págs. 29-31.  

156 Thomas Tooke, History of prices, etc.; Londres. 1848.  pág. 110.  

157 «Que las sangrías para la exportación cesarían del todo  tan pronto como se reanudaran los pagos en contante y la  currency hubiera vuelto a su nivel metálico.»  

afectar el curso del cambio inglés. Los envíos de  dinero tenían, en su mayor parte, un carácter político,  y Ricardo pareció no hacer ningún caso del papel que  representaban los subsidios en la exportación del oro  inglés158.  

Entre los contemporáneos de Ricardo que  formaron su escuela. James Mill es el más eminente. Ha intentado exponer la teoría de la moneda de  Ricardo sobre la base de la circulación metálica  simple, sin introducir las intempestivas  complicaciones internacionales, detrás de las cuales  esconde Ricardo la pobreza de su concepción, y sin  meterse en polémicas a favor de la Banca de  Inglaterra. Sus principales proposiciones son las  siguientes159: Por el valor del dinero hay que entender  aquí la proporción en que se cambia por otras  mercancías o la cantidad de dinero que se cambia por  una cierta cantidad de otros objetos... La cantidad total de dinero que se encuentra en un país es la que  determina qué porción de esta cantidad es la que  deberá cambiarse por una cierta porción de las  mercancías de ese país. Si suponemos que todas las  mercancías del país están a un lado y todo el dinero  al otro, y que se cambian de una sola vez, es  evidente... que el valor del dinero dependerá  enteramente de su cantidad. Ya veremos cómo el  caso es absolutamente idéntico en el estado actual de  los hechos. La totalidad de las mercancías de un país  no se cambia de una vez por la totalidad de la  moneda; las mercancías se cambian por porciones, a  menudo en pequeñas porciones y en distintas épocas  durante el curso del año. La misma pieza de moneda  que ha servido hoy para un cambio podrá servir  mañana para otro. Cierta parte del dinero se empleará  en muchos actos de cambio, otras en un pequeño  número, algunas que ya se encuentran atesoradas, en ninguno. Dentro de toda esta variedad se establecerá  cierta media basada en el número de cambios para  los cuales haya servido cada pieza si todas las piezas  hubieran efectuado un número igual; esta media  puede ser un número cualquiera, supongamos que sea  diez. Si cada moneda existente en el país realizase diez compras, sería exactamente igual que si todas  las monedas estuviesen multiplicadas por diez y cada  una realizase solamente una compra. El valor de  todas las mercancías en el país es igual a diez veces  el valor de toda la moneda... Si la cantidad de la  moneda, en lugar de efectuar diez cambios durante el  año, fuese diez veces mayor y no realizase más que  un solo al año, es evidente que toda adición hecha a  la cantidad total produciría una disminución de valor  proporcional en cada moneda considerada  separadamente. Como se supone que la masa de las  mercancías por la cual se ha cambiado todo el dinero  de una sola vez permanece constante, el valor de la 

  

158 Véase W. Blake, Las observaciones, etc., citadas  anteriormente.  

159 James Mill. Elements of political economy. 

Contribución a la crítica de la economía política 71  

masa total del dinero no ha aumentado, tras el  aumento de su cantidad, por encima del que poseía  antes. Si se supone un aumento de un décimo, el  valor de toda parte alícuota de la masa total, el de una  onza, por ejemplo, habrá disminuido en un décimo.  Cualquiera que sea el grado de aumento o  disminución de la cantidad de moneda,  permaneciendo constante la de las demás cosas, el  valor de la masa total y de cada parte disminuye o  aumenta recíprocamente en la misma proporción.  Esta proposición, evidentemente, es universalmente  verdadera. Todas las veces que haya subido o bajado el valor del dinero (permaneciendo constantes la  cantidad de mercancías por las cuales se cambia  dicho valor, y la rapidez de la circulación), el cambio  debe depender únicamente de una disminución o de  un aumento de la cantidad. Si la cantidad de  mercancías disminuye en tanto que permanece  constante la cantidad de moneda, es lo mismo que si la cantidad de moneda hubiese aumentado y  viceversa... Cambios semejantes son producidos por  una variación cualquiera en la rapidez de la  circulación... Un aumento del número de estas  compras produce el mismo efecto que un aumento de  la cantidad de la moneda; una disminución produce  el efecto contrario... Si hay alguna porción de los productos anuales que no se cambia, como la que el  productor consume, no se cuenta, pues lo que no se  cambia por dinero es como si no existiese con  relación al dinero… Cuando el aumento y la  disminución del dinero pueden producirse  libremente, la cantidad total del dinero existente en  un país estará regulada por el valor de los metales nobles... El oro y la plata son, en realidad,  mercancías… Lo que determina el valor de las  mercancías, así como el de los productos ordinarios,  es el coste de producción»160.  

Toda la sagacidad de Mill se resuelve en una serie  de suposiciones tan arbitrarias como absurdas.  Quiere demostrar que los precios de las mercancías o  el valor de la moneda está determinado por «la  cantidad total de moneda que existe en un país». Si se supone que la masa y el valor de cambio de las  mercancías permanecen los mismos, así como la  velocidad de la circulación y el valor de los metales  preciosos determinado por los gastos de producción, 

y si se supone, al mismo tiempo, que con todo eso la  cantidad de la moneda circulante se eleva o  desciende proporcionalmente a la masa de dinero  existente en un país, resulta, en efecto, «evidente»  que se ha supuesto lo que se pretendía demostrar. Por  otra parte, Mill comete el mismo error que Hume, al hacer circular valores de uso y no mercancías de un 

valor de cambio dado, y por eso su proposición es  falsa aun cuando se le concedan todos sus  «presupuestos». La velocidad de valor de los metales  nobles, y al igual también la cantidad de las    

160 Loc. cit., págs. 128-136 passim.  

mercancías en circulación y, sin embargo, si su valor  de cambio varía, puede ser requerida por la  circulación una masa de dinero más grande o más  pequeña. Mill advierte que una parte del dinero  existente en el país circula, en tanto que la otra queda  estacionaria. Con ayuda de un cálculo de medias  sumamente cómico, supone que, verdaderamente,  todo el dinero que se encuentra en un país, circula.  Suponed que en un país circulan 10 millones de  thalers dos veces por año; luego podrían circular 20  millones si cada thaler efectuase solamente una  compra. Y si la suma total del dinero existente en el  país bajo todas sus formas asciende a 100 millones, se puede suponer que los 100 millones pueden  circular, si cada moneda efectúa una compra cada  cinco años. También podría suponerse que todo el  dinero del mundo circula en Hampstead; pero cada  parte alícuota de este dinero, en lugar de efectuar tres  giros en un año, realiza uno en tres millones de años.  Tanto vale una como otra suposición para determinar la relación entre la suma de los precios de las  mercancías y la cantidad de los medios de  circulación. Mill comprende que es para él de una  importancia capital poner las mercancías en contacto  directo, no con el «quantum» de dinero que circula, sino con el «stock» total de dinero que, cada vez,  existe en un país. Conviene que la masa total de las  mercancías de un país no se cambie «de una vez» por la masa total del dinero, sino que diferentes  porciones de mercancías se cambien por diferentes  porciones de dinero en distintas épocas del año. Para  eliminar esta desproporción supone Mill que no  existe. Por lo demás, toda esta concepción del  contacto directo de la mercancía y del dinero y de su  cambio inmediato, es una abstracción del  movimiento de las compras y ventas simples o del  dinero en su función de instrumento de compra. En el  movimiento del dinero, cuando desempeña el oficio  de instrumento de pago, ya desaparece esta  presentación simultánea de la mercancía y el dinero.  

Las crisis comerciales durante el siglo XIX,  especialmente las grandes crisis de 1825 y 1836, no suscitaron un nuevo desarrollo sino más bien nuevas aplicaciones de la teoría ricardiana del papel moneda.  Ya no eran los fenómenos económicos aislados, tales como, en Hume, la depreciación de los metales  preciosos en los siglos XVI y XVII, o en Ricardo la depreciación del papel-moneda en el siglo XVIII y  comienzos del XIX, sino que se trataba de las  grandes tormentas del mercado mundial en las cuales se descargan todos los elementos de lucha del  proceso burgués de producción, cuyo origen y  remedio se buscaba en la esfera más superficial y  más abstracta de este proceso, la esfera de la  circulación del dinero. La hipótesis teórica de donde  nace la escuela de los meteorólogos de la economía  se reduce en realidad a este dogma: que Ricardo ha  descubierto las leyes de la circulación puramente 

72 Carlos Marx  

metálica. Lo único que les quedaba por hacer era  someter a estas leyes la circulación del crédito o de  los billetes de banco.  

El fenómeno más general, más palpable, de las  crisis comerciales es la baja súbita, general, de los  precios de las mercancías, sucediendo a un alza  general, bastante prolongada, de dichos precios.  Puede decirse que una baja general de los precios de  las mercancías es un alza del valor relativo del dinero  comparado con todas las mercancías, e inversamente  puede también decirse que un alza general de los  precios es una baja del valor relativo del dinero. Los  dos modos de expresión enuncian el fenómeno pero  no lo explican. Que yo proponga el problema así:  explicar el alza general periódica, alternando con la  baja general, de los precios; o que formule el mismo  problema de este otro modo: explicar el alza y la baja  periódicas del valor relativo de la moneda comparado  con las mercancías; la diferente fraseología deja  subsistir el problema tan completamente como lo  dejaría su traducción del alemán al inglés.  

La teoría del dinero de Ricardo era, pues,  singularmente oportuna, puesto que daba la  apariencia de una relación causal a una tautología. ¿De dónde proviene la baja general periódica de los precios de las mercancías? Del alza periódica del  valor relativo del dinero. ¿De dónde viene,  inversamente, el alza general periódica de los precios  de las mercancías? De una baja periódica del valor  relativo del dinero. Con la misma exactitud podría  decirse que el alza y la baja periódicas de los precios  proceden de su alza y de su baja periódicas. El  problema está propuesto admitiendo la hipótesis de  que el valor inmanente del dinero, es decir, su valor  determinado por los gastos de producción de los  metales preciosos, no varia. Si esta tautología  pretende ser algo más que tautología, reposa sobre el  desconocimiento de las más elementales nociones. Si el valor de cambio de A medido en B baja, ya  sabemos que esto puede provenir lo mismo de la baja del valor de A que del alza del valor de B. Lo mismo  sucede, pero a la inversa, si sube el valor de cambio  de A medido en B. Una vez concedida la  transformación de la tautología en relación causal, todo lo demás continúa sin dificultad. El alza de los  precios de las mercancías proviene de la baja del  valor del dinero, pero la baja del valor del dinero,  Ricardo nos lo ha enseñado, es debida al  desbordamiento de la circulación, es decir, que la  masa del dinero circulante sobrepasa del nivel  determinado por su propio valor inmanente y los  valores inmanentes de las mercancías. Del mismo  modo, inversamente, la baja general de los precios de  las mercancías procede del alza del valor del dinero  por encima de su valor inmanente a consecuencia de  una circulación insuficiente. Luego los precios suben  y bajan periódicamente, porque también  periódicamente hay exceso o defecto de dinero  

circulante. Si, ahora, se demuestra que el alza de los  precios ha coincidido con una circulación disminuida  y la baja con una circulación aumentada, se puede  afirmar, no obstante, que a consecuencia de una  disminución o de un aumento cualesquiera -no  demostrable por las estadísticas- de la masa de las mercancías circulantes, la cantidad de dinero que  circula ha aumentado, si no absoluta, por lo menos  relativamente. Ahora bien; hemos visto que, según  Ricardo, estas fluctuaciones generales de los precios  tienen que producirse también en una circulación  puramente metálica, pero se compensan por su  alternancia. Así, una circulación insuficiente acarrea  la baja de los precios de las mercancías, la baja de los  precios de las mercancías trae como consecuencia la exportación, esta exportación hace afluir el dinero hacia el interior y esta afluencia del dinero, a su vez,  provoca el alza de los precios de las mercancías.  Ocurre lo contrario cuando se trata de una circulación  exuberante por la que las mercancías son importadas y el dinero es exportado. Pero como a pesar de estas  fluctuaciones generales de los precios, que resultan  de la naturaleza de la circulación metálica, según  Ricardo, su forma violenta y aguda, su forma de  crisis, corresponde a las épocas del sistema del  crédito desarrollado, resulta clarísimo que la emisión  de los billetes de banco no está regulada exactamente  por las leyes de la circulación metálica. La  circulación metálica se remedia mediante la  importación y exportación de los metales nobles que circulan inmediatamente a título de moneda y que,  mediante su flujo o reflujo, hacen bajar o subir los  precios de las mercancías. Mediante una imitación de  las leyes de la circulación metálica, los bancos,  ahora, tienen que producir artificialmente el mismo efecto sobre los precios de las mercancías. Si el oro  afluye desde el exterior, es una prueba de que la  circulación es insuficiente, de que el valor del dinero  es demasiado elevado y de que los precios de las  mercancías son demasiado bajos, y de que, por  consiguiente, hay que lanzar a la circulación billetes  de banco proporcionalmente al oro nuevamente  importado. Por el contrario, habrá que retirarlos de la  circulación proporcionalmente al oro que salga del  país. En otros términos, la emisión de los billetes de  banco debe regularse según la importación o  exportación de los metales nobles, o sea, por el curso  de los cambios. La falsa hipótesis de Ricardo según la cual el oro no es más que moneda y, por  consiguiente, todo oro importado aumenta el dinero  circulante y, por lo tanto, hace subir los precios; según la cual, también, todo oro exportado disminuye  la moneda y hace bajar los precios, esta hipótesis  teórica se convierte aquí en la experiencia práctica  de hacer circular tanta moneda como oro haya cada  vez. Lord Overstone (el banquero Jones Lloyd), el  coronel Torrens, Norman, Clay, Arbuthnot y otros  innumerables escritores, conocidos en Inglaterra bajo 

Contribución a la crítica de la economía política 73  

el nombre de Escuela del «currency principie», han  hecho algo más que predicar esta doctrina: han hecho  de ella, por medio de los Bank Acts de 1844-1845 de sir Robert Peel, la base de la actual legislación de la  banca inglesa y escocesa. Su ignominioso fracaso, en  teoría y en la práctica, tras las experiencias  practicadas a escala nacional, no podrá ser estudiado  sino en la teoría del crédito161. Pero se puede ver,  desde luego, que la teoría de Ricardo que aísla la  moneda bajo su forma fluida de instrumento de  circulación, conduce al resultado de atribuir al  aumento y a la disminución de los metales nobles  una influencia absoluta sobre la economía burguesa  tal como la superstición del sistema monetario no la  había soñado jamás. Así es como Ricardo, que  proclama el papel-moneda como la forma más  acabada del dinero, llegó a ser el profeta de los  bullionistas.  

Después de que la teoría de Hume, o antítesis  abstracta del sistema monetario, hubo sido  desarrollada hasta su última consecuencia, la  concepción concreta del dinero que Steuart había  tenido fue reintegrada en sus derechos por Thomas  Tooke162. Tooke no deduce sus principios de une  teoría cualquiera, sino de un análisis concienzudo de  la historia de los precios de las mercancías desde  1793 a 1836. En la primera edición de su historia de  los precios, aparecida en 1823, Tooke está todavía  completamente imbuido por la teoría de Ricardo y se esfuerza vanamente en poner de acuerdo los hechos  con esta teoría. Hasta se podría considerar su libelo  On the Currency, que apareció después de la crisis de  

  

161 Algunos meses antes de la explosión de la crisis  comercial de 1857 se constituyó un comité de la Cámara  de los Comunes para abrir una información sobre los efectos de los Bank Acts de 1844 y 1845. En su informe,  Lord Overstone, padre teórico de dichas leyes, se permitió  lanzar la siguiente fanfarronada: «Gracias a la observancia  pronta y estricta de los principios de la ley de 1844. todo  ha sucedido con regularidad y facilidad; el sistema 

monetario ha quedado firme y equilibrado; la prosperidad  del país es incontestable; la confianza pública en la  sensatez del acta de 1844 aumenta de dia en día, y si el  comité desea otros detalles prácticos de la seguridad de los  principios sobre los cuales reposa, o de los beneficiosos  resultados que ha dado, la verdadera y suficiente respuesta  al comité, es ésta: mirad a vuestro alrededor; ved el estado  actual del comercio del país: ved la satisfacción del  pueblo: ved la riqueza y prosperidad que reinan en cada  clase de la comunidad, y después de haber mirado en torno  vuestro, podrá invitarse lealmente al comité a que decida si  es que debe oponerse al mantenimiento de un acta que  tales resultados ha producido.» Así es como se expresó  Overstone el 14 de julio de 1857; el 12 de noviembre del  mismo año el Ministerio tuvo que suspender, bajo su propia responsabilidad, la ley milagrosa de 1844.  

162 Tooke ignoraba por completo la obra de Steuart, como  lo prueba la History of prices, from 1839 till 1847:  Londres, 1848; donde resume la historia de las teorías de  la moneda.  

1825, como la primera exposición consecuente de los puntos de vista que Overstone ha hecho prevalecer  más tarde. Sin embargo, investigaciones sostenidas  sobre la historia de los precios le obligaron a  reconocer que esta conexión directa entre los precios  y la cantidad de los medios de circulación,  subentendida por la teoría, es una quimera; que la  expansión y la contracción de los medios de  circulación, permaneciendo constante el valor de los  metales nobles, son siempre el efecto, pero nunca la  causa de las fluctuaciones de los precios; que la  circulación del dinero, en general, no es sino un  movimiento secundario y que el dinero en el proceso de producción real reviste todavía otras formas  determinadas muy distintas de la del medio de  circulación. Como sus investigaciones de detalle no pertenecen a la esfera de la circulación metálica  simple, no pueden ser discutidas aquí, como tampoco 

las investigaciones del mismo orden de ideas de  Wilson y Fullarton163. Estos escritores no consideran  el dinero bajo un aspecto único; lo conciben en sus diferentes momentos, pero de un modo mecánico, sin  ningún enlace vivo, bien sea entre estos momentos, o  bien con el sistema total de las categorías  económicas. Por eso confunden erróneamente el  dinero, distinguiéndolo del instrumento de  circulación, con el capital, hasta con la mercancía,  aunque, por otra parte, se ven obligados, en  ocasiones, a diferenciar uno de otro164. Cuando, por  ejemplo, se envía oro al extranjero, lo que se envía en  realidad es capital; pero lo mismo sucede cuando se exporta hierro, algodón, trigo, en una palabra,  cualquier mercancía. Los dos son capital, y por tanto  no se distinguen como capital, sino como dinero y  mercancía. La función del oro cuando sirve de medio de cambio internacional no se deriva, pues, de su  forma capital, sino de su función específica como  dinero. Y análogamente, cuando el oro, o los billetes  de banco en su lugar, sirven de instrumentos de pago  en el comercio interior, son al mismo tiempo capital.  

Pero el capital bajo la forma de mercancías no podría  reemplazarlos, como así lo demuestran las crisis de una manera palpable. Una vez más ocurre esto  porque el oro, en cuanto dinero, se distingue de la mercancía, y no porque existe bajo la forma de  capital se transforma el oro en instrumento de pago.  

Aun en los casos en que el capital es exportado  directamente como capital, para prestar a interés  cierta suma al extranjero, depende de la coyuntura  que sea exportado como mercancías u oro, y si es  exportado en la última forma, se debe a la forma  específica determinada que revisten los metales  nobles en cuanto dinero respecto de las mercancías. 

Estos escritores, en general no consideran en primer  lugar al dinero bajo su aspecto abstracto, tal como se  

desarrolla en el medio de la circulación simple de las  mercancías y tal como sale de las relaciones incluso  

de las mercancías en movimiento. Oscilan, pues,  continuamente entre las formas abstractas que  adquiere el dinero opuestamente a la mercancía y sus  formas determinadas bajo las cuales se ocultan  relaciones más concretas, tales como el capital, la renta y otras165.  

  

163 La obra más importante de Tooke, además de la History  of prices, que su colaborador ha editado en seis  volúmenes, es: An Inquiry into the currency principle, the  conection of currency with prices, etc.; segunda edición;  Londres. 1844. Ya hemos citado la obra de Wilson. Nos  queda por mencionar, por último, a John Fullarton: On the  regulation of currencies, segunda edición; Londres, 1845.  

164 «Conviene distinguir entre el dinero como mercando, es  decir, como capital, y el dinero como medio de  circulación.»Tooke «An Inquiry into the currency  principle, etc., pág. 10. «Puede disponerse del oro y de la  plata para realizar a su llegada casi la exacta suma  necesaria...; el oro y la plata poseen una ventaja infinita  sobre todas las demás mercancías, porque sirven  universalmente de dinero... El pago de las deudas en el  extranjero y en el interior no se contrata, en general, en té,  café, azúcar o índigo, sino en monedas, y el pago, sea en la  misma moneda designada, sea en lingote que puede  prontamente convertirse en dicha moneda en el mercado, o  en la moneda del país a que haya sido expedido, ofrecerá  siempre al expedidor el medio más seguro, más directo,  más exacto para cumplir aquel fin sin el riesgo de  decepción causado por la fluctuación de los precios.»  (Fullarton, loc. cit., págs. 132-133.) «Cualquier otro objeto  (distinto del oro y la plata) podría sobrepasar por la  cantidad o la cualidad la demanda habitual del país adonde  es expedido.» Tooke, An Inquiry, etc. 

74 Carlos Marx  



165 Estudiaremos la transformación del dinero en capital en  el capitulo tercero, que trata del capital y cierra esta  

primera sección. 


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