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"COMUNISMO PLANETARIO AUTOGESTIONADO"
VIERNES, 18 DE DICIEMBRE DE 2020 // "COMUNISMO PLANETARIO
AUTOGESTIONADO "
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Veinte tesis sobre el significado histórico social y la naturaleza de la Revolución rusa de 1917 y de la URSS
1. La experiencia histórica de construcción económica, política, social y cultural de la URSS estuvo esencialmente en contraposición a lo postulado por el proyecto científico, crítico y revolucionario de emancipación humana del socialismo y comunismo de Karl Marx y Friedrich. Engels. 2. El proyecto de Marx y Engels sobre el tránsito de la prehistoria de […]
1. La experiencia histórica de construcción económica, política, social y cultural de la URSS estuvo esencialmente en contraposición a lo postulado por el proyecto científico, crítico y revolucionario de emancipación humana del socialismo y comunismo de Karl Marx y Friedrich. Engels.
2. El proyecto de Marx y Engels sobre el tránsito de la prehistoria de la humanidad (todas las sociedades humanas hasta nuestros días) a la historia verdaderamente humana (la sociedad comunista como punto de partida de la misma) parte del reconocimiento de que «hasta hoy la historia se ha erigido sobre dos relaciones de producción totales y básicas: la inadecuación entre el sujeto humano y la naturaleza y la escasez de fuerzas productivas y bienes»1, y de la necesidad histórica de transformar tales condiciones generales materiales.
La primera condición material general -la inadecuación del hombre con la naturaleza2– tiene que ser transformada de tal forma que haga posible «la libre individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos y en la subordinación de su productividad colectiva, social como patrimonio social»3.
La segunda condición material general de toda la existencia humana hasta nuestros días -«la escasez material»-4 obliga necesariamente a que la toda sociedad y su proyecto civilizatorio se estructure y organice en clases sociales para poder garantizar su reproducción, y ello trae aparejada la explotación económica y la lucha de clases. Este hecho económico material (la escasez material)5, sólo y únicamente puede ser superado definitivamente a través de: a) un alto grado de desarrollo y universalización de las fuerzas productivas del trabajo social (fundamento económico material para transitar del capitalismo al comunismo), y b) de la constitución del sujeto revolucionario comunista: la clase obrera revolucionaria6 (fundamento subjetivo material para ser posible el socialismo y el comunismo). Es decir, que la moderna sociedad capitalista sólo puede ser superada una vez que se hayan desarrollado las suficientes fuerzas productivas materiales para que las use el proletariado mundial en su proyecto de emancipación total. Dando lugar a la construcción de la sociedad socialista mundial, y una vez consolidada la misma, dar paso al inicio del fundamento positivo de la historia, que consistiría en que de ese ahora en adelante los seres humanos elegimos y somos dueños de nuestro destino decidiendo vivir en asociación libre y voluntaria y en armonía con la Naturaleza7.
3. Lo que realmente se construyó en la URSS, no fue una sociedad socialista sino una sociedad capitalista. En donde el intento -después de la revolución de octubre de 1917- de construir una sociedad burguesa de tránsito al socialismo fracasó, debido a causas internas y externas. Las causas internas, básicamente fueron: a) el bajo desarrollo territorial capitalista de las fuerzas productivas técnicas (pues estaban «concentradas» en unas cuantas ciudades, y en el resto sólo existían endebles fuerzas productivas precapitalistas; por ejemplo, la «obshchina» o comuna rural rusa, la cual estaba muy debilitada por la reforma de 1861), y b) específicamente el débil peso de la clase obrera respecto de la inmensa población campesina rusa, y de su proceso de debilitamiento del grado de conciencia histórica y de organización de clase e influencia sobre el resto de la población rusa. Las causas externas que tuvieron el papel decisivo para determinar la derrota de la intención «socialista» de la revolución rusa fueron: a) el fracaso y derrota del movimiento revolucionario comunista en los países de Europa Occidental, en particular, en Alemania, Inglaterra y Francia, debido fundamentalmente a que las fuerzas productivas materiales no estaban lo suficientemente maduras para la revolución socialista, y b) el proletariado europeo occidental no logró desarrollar su conciencia y organización anticapitalista (pues su horizonte fue mayoritariamente reformista) lo suficiente para empujar hacia el socialismo; así también, c) dicha derrota del sujeto proletario revolucionario estuvo determinada por las consecuencias destructivas y de descomposición social que produjo la «Gran Guerra» (primera guerra mundial), entendida ésta como contrarrevolución comunista continental.
4. La contraposición entre la experiencia histórica de la URSS y el proyecto teórico de liberación de la humanidad de Marx y Engels, tiene como base esencial y fundamento económico a la existencia de la escasez material, y la necesidad y posibilidad de hacerle frente y superarla, a partir de las fuerzas productivas específicamente humanas con las que contaba la sociedad rusa (y el resto del mundo capitalista) en ese momento histórico. Es decir, lo que históricamente se mostró, es que la «medida geopolítica mundial de capital»8 en las primeras décadas del siglo XX, no estaba lo suficientemente madura, para hacer posible «la actualidad de la revolución comunista»9.
5. De ahí que, la crítica de la revolución rusa de octubre de 1917, la del Estado bolchevique y la naturaleza de la economía soviética y sus fundamentos económicos, tenga como premisa básica la «crítica de las teorías del Imperialismo»10, en particular, la de Lenin. Porque fue a partir de la caracterización del capitalismo mundial como Imperialismo, fase superior del capitalismo, que se llegó a la conclusión de la actualidad de la revolución proletaria comunista, y por lo tanto, se fundó la estrategia y táctica de la revolución socialista mundial, en particular, la de la revolución rusa; creando la «ilusión» de la necesaria e inminente victoria de la revolución mundial proletaria socialista.
6. Por eso la contraposición entre la experiencia histórica revolucionaria soviética y el proyecto emancipador del proletariado en Marx y Engels, expresó la ausencia de una teoría crítica -por parte de los dirigentes revolucionarios- del desarrollo capitalista. Teoría crítica, que debió mostrar, esencialmente, el grado real de desarrollo de las fuerzas productivas al interior de las relaciones sociales de la producción capitalista. Y, a partir de ahí, evaluar y medir la temporalidad del capitalismo; es decir, qué tanto había cumplido su misión histórica, y ergo, qué tanto se acercaba a su necesario, posible y deseado fin. Y, por lo tanto, qué tan lejos o cerca se encontraba la actualidad de la revolución socialista mundial.
7. El contexto europeo de miseria económica, represión política, de caos y de barbarie social producto de la guerra capitalista imperialista, influyó decisivamente para que los principales teóricos y políticos revolucionarios rusos (Lenin y Trotsky) y europeos (Luxemburg, Pannekoek, Gorter, Lukács, Korsch, etc.) construyeran por la vía de los hechos un doble desconocimiento -y no por ello está cuestionada su autenticidad e intención comunista revolucionaria-. Este doble desconocimiento consistió, por una parte, en el hecho de que no reconocieron consecuentemente, la imperante escasez material en que estaba el mundo capitalista, y, en particular, la sociedad rusa. Por otra parte, y de manera decisiva, no reconocieron que el grado real del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas específicamente humanas -es decir, las fuerzas productivas técnicas y las fuerzas productivas procreativas que se desplegaban y articulaban en esos territorios- eran materialmente insuficientes para resolver y superar la escasez material, y, por tanto, hacían inviable la realización de la revolución europea socialista tendiente a construir una nueva sociedad libre de toda explotación y enajenación total.
8. Tal desconocimiento de la impotencia del grado real del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas para llevar a cabo la construcción socialista en Europa Occidental, y en particular, en Rusia, conllevó a que los revolucionarios rusos y europeos desplegaran prácticamente un voluntarismo revolucionario, que consistía en creer que -casi- sólo bastaba la voluntad de los militantes revolucionarios -organizados en los partidos comunistas, y reunidos en la III Internacional- para organizar las voluntades de las vastas masas obreras, campesinas y de soldados para que derrocaran todos los gobiernos burgueses, y empezaran la ardua tarea de transitar a la todavía joven sociedad capitalista al socialismo.
9. Toda esta falta de condiciones materiales y subjetivas para llevar a cabo la revolución socialista en Europa, y en particular, en Rusia, trajeron enormes consecuencias negativas para el movimiento comunista internacional, tanto de índole político, como económico y social.
10. A nivel político, la toma del poder estatal encabezada por Lenin, Trotsky y los bolcheviques, no fue la realización de «la dictadura revolucionaria del proletariado»11, sino «la dictadura del partido bolchevique sobre el proletariado y el campesinado»12, puesto que la instancia organizativa proletaria genuinamente revolucionaria que resurgió en la revolución rusa de 1917: los soviets, empezaron a ser desnaturalizados -desde su resurgimiento, en febrero de 1917, cuando fueron primeramente controlados por los mencheviques y socialrevolucionarios de derecha, y posteriormente, a partir de septiembre de 1917, por los bolcheviques y los socialrevolucionarios de izquierda- trayendo como resultado la destrucción de la democracia directa y paralelamente el surgimiento del «Estado capitalista soviético»13, y, que en la era de Stalin devino en un Estado burocrático capitalista controlado por el PCUS. Es decir, que, aunque se hayan dado muestras de combatividad revolucionaria contra la autocracia zarista y la subsiguiente contrarrevolución de la burguesía rusa, no logró construirse un incipiente Estado socialista dirigido por los soviets de obreros, campesinos pobres y militares; lo cual mostró claramente, que la constitución del sujeto revolucionario ruso tuvo enormes límites político organizativos y de conciencia de clase.
11. La tesis marxiana engelsiana señala que la dictadura revolucionaria del proletariado es la forma política estatal más desarrollada para el despliegue de la democracia, la libertad y la justicia para la mayor parte de la población. Pero la experiencia del Estado «soviético», casi siempre fue en dirección contraria a este postulado, sobre todo a partir de terminada la guerra civil (el «comunismo de guerra» 1918-1921). Entre los ejemplos paradigmáticos del carácter represor y autoritario del Estado soviético, se encuentran: a) la represión bolchevique, en marzo de 1921, hacia los marineros y obreros de Kronstadt14; b) la represión del movimiento campesino ucraniano Majnovista; c) las deportaciones masivas y trabajos forzosos de la disidencia política en la Siberia rusa de fines de los veinte y todo los treinta; y, d) los procesos de Moscú de 1936-1937, a través de juicios y ejecuciones, no sólo para la disidencia política, sino para la mayoría de la vieja guardia bolchevique.
12. La naturaleza capitalista del Estado soviético estuvo determinada por su contenido social -o sea, por el carácter de las formas de propiedad y las relaciones sociales de producción que dicho Estado guardó y defendió- que se manifestó realmente en el carácter capitalista de la estatalización de los medios de producción social y de la planificación estatal de la economía nacional.
13. El fortalecimiento y consolidación del Estado burocrático capitalista comandado por el PCUS, marchó en sentido contrario a lo postulado por Marx y Engels sobre la tendencia a la extinción del Estado.
14. Los fundamentos de la economía soviética: la estatalización o nacionalización de los medios de producción social, la planificación estatal de la economía nacional y el desarrollo de las fuerzas productivas, fueron de naturaleza capitalista.
15. La nacionalización o estatalización de los medios de producción social, por parte del Estado soviético, no implicó «ni la socialización de los mismos»15, «ni la transformación de las relaciones sociales de producción capitalistas en socialistas»16. Porque la clase obrera soviética no fue la propietaria colectiva ni controlaba directamente los medios de producción social sino que fue «una casta de funcionarios públicos y directores de empresas quienes concentraban las funciones de control y dirección de los mismos»17. Es decir, al no controlar los obreros todo el proceso inmediato de la producción, siguieron reproduciendo la separación radical de los productores directos respecto de las condiciones materiales de la producción, y por consiguiente, prosiguieron refuncionalizando las relaciones sociales de la producción capitalista, y sobre todo, a la subsunción formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, dando lugar a que los «directores de empresas» (a nivel de la producción) en coordinación con una parte de la «burocracia estatal» (a nivel de la circulación y distribución económica) no sólo dirigieran y administraran el proceso de producción material, sino también «el proceso de producción y realización de la plusvalía producida por la clase obrera»18 soviética. Dando lugar a que esta burocracia estatal y los directores de empresas personificarán al capital social soviético, y por lo tanto, esta casta burocrática deviniera en «burguesía burocrática de Estado»19.
16. La planificación estatal de la economía soviética tenía esencialmente un carácter capitalista. Por una parte, a) porque «los planes económicos quinquenales estaban fundamentalmente dirigidos a satisfacer las necesidades de la acumulación del capital social único soviético»20; quedando subordinadas y reprimidas la satisfacción de la mayoría de las necesidades económico materiales del pueblo soviético. Y por otra parte, b) porque al llevarse la planificación económica soviética de una manera centralista, vertical y burocrática, se imposibilitó prácticamente que la clase obrera, los campesinos y demás sectores sociales subalternos se organizaran en «consejos obreros de gestión productiva y en consejos de consumidores para que pudieran autogestionar de forma socialista toda la reproducción económica (producción-distribución-consumo) social»21, y de esa manera «ir superando y destruyendo paulatinamente el mercado»22 como «mecanismo cósico y enajenante de dicha reproducción económica»23 e «invalidando la rectoría de la ley del valor en la economía soviética»24. Realmente esto no era posible, porque la sociedad soviética -como el resto del mundo capitalista- estaba inmerso dentro de una gran escasez material, que sólo con el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas materiales y humanas a nivel planetario, podría crear las condiciones materiales de la revolución comunista para hacerle frente y superar a la escasez material, y por lo tanto, se inicie «una sociedad verdaderamente humana»25.
17. El desarrollo de las fuerzas productivas en la URSS, no tenía un carácter socialista, porque estas fuerzas se desarrollaron realmente dentro del margen de las relaciones sociales de producción capitalistas. De ahí que todo el desarrollo de las mismas (industrialización acelerada, introducción de la agricultura maquinizada, estajanovismo, etc.) se convirtieron en «medios de explotación de la clase obrera soviética»26; es decir, en métodos de extracción de plusvalor relativo, y «de destrucción y depredación del medio ambiente»27. Así, también durante la era estalinista y la II Guerra Mundial empezaron «a desarrollarse fuerzas productivas destructivas, culminando con la construcción de la bomba atómica»28.
18. La sociedad rusa que surgió de la revolución de 1917, lejos de resolver la cuestión social tendiente a que ya no existieran las clases sociales (realización plena de la sociedad socialista), lo que realmente llevó a cabo, fue la reproducción de viejas y nuevas clases, destacando sobre todo, la clase de la burocracia política y del aparato productivo (los «administradores rojos»), que fueron la personificación del capital social.
19. A nivel cultural, la supuesta validez y comprobación de la «Teoría del Socialismo en un solo país» [Stalin dixit] que enarbolaba el marxismo soviético o stalinismo, convirtió a la teoría crítica comunista de Marx y Engels, en una teoría vulgar y dogmática, que dominó el horizonte intelectual de generaciones de revolucionarios de varias partes del mundo, a lo largo del siglo XX.
20. No porque la revolución rusa de octubre de 1917, la construcción del Estado que emanó de ella y la propia economía soviética hayan sido de naturaleza capitalista, se infiera falsamente que el proyecto de emancipación comunista de la humanidad proletarizada está absolutamente cancelado. Sino más bien, todo este proceso histórico revolucionario del siglo XX -que tuvo como punto de partida la gesta heroica de la revolución rusa- debe entenderse y asumirse como un largo y tortuoso proceso histórico de construcción libertaria. En este sentido, el proletariado ha mostrado, en varios momentos (las revoluciones europeas de 1848-1849, la Comuna de París de 1871, la revolución rusa de 1917, la guerra civil española de 1936-1939, el mayo francés de 1968, etc.) su potencial de lucha anticapitalista.
Todo este proceso histórico de lucha proletaria, sólo muestra la permanente necesidad de trascendencia del capitalismo -aunque las condiciones materiales todavía no estén lo suficientemente maduras para su transformación revolucionaria-. Y esto es así, porque es el propio proletariado el que produce y padece toda esta realidad enajenada, opresiva y explotadora capitalista. Y es en este hecho en el que se funda, esencialmente, su actitud y cometido anticapitalista. Pero también es cierto que, aunque exista una necesidad social e histórica de la clase obrera por trascender el capitalismo, esta necesidad no es sinónimo de que el triunfo del socialismo y comunismo estén garantizados, pues ello depende del desarrollo de las fuerzas productivas técnicas y procreativas, en particular, del proletariado en tanto sujeto revolucionario.
Notas:
1 VERAZA URTUZUÁSTEGUI, Jorge. Karl Marx y la técnica desde la perspectiva de la vida. Para una teoría marxista de las fuerzas productivas. México: Editorial Itaca, 2012, p.159.
2 MARX, Carlos. «Manuscritos económico-filosóficos de 1844» en Escritos de juventud de Carlos Marx. Obras Fundamentales de Marx y Engels, tomo 1. México: Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 654-655.
3 MARX, Carlos. Elementos fundamentales para la crítica de la economía Política (borrador) 1857-1858. Volumen 1. México: Siglo XXI Editores, 1971, 85.
4 MARX, Carlos y ENGELS, Federico. «La Ideología Alemana» en Obras Escogidas, Tomo I. Moscú: Editorial Progreso, 1974, 34.
5 ECHEVERRÍA, Bolívar. El discurso crítico de Marx. México: Ediciones Era, 1986, 51.
6 MARX, Carlos. «En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Introducción» en La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la primera época. México: Editorial Grijalbo, 1983, 15.
7 MARX, Carlos. «Manuscritos económico-filosóficos de 1844», Op. Cit., 655, 658-663.
8 VERAZA, Jorge. Revolución mundial y medida geopolítica de capital. México: Editorial Itaca, 1999.
9 LUKÁCS, Georg. «Lenin. Estudio sobre la coherencia de su pensamiento» en Lenin – Marx. Buenos Aires: Editorial Gorla, 2005.
10 VERAZA, Jorge. Para la Crítica a las Teorías del Imperialismo. México: Editorial Itaca, 1987.
11 MARX, Carlos. «Crítica del Programa de Gotha» en Obras Escogidas, Tomo II. Moscú: Editorial Progreso, 1977.
12 WAGNER, Helmut. Tesis sobre el bolchevismo. España: Editado por el Grupo de Comunistas de Consejos de Galiza, 2005.
13 Ibídem.
14 ANWEILER, Oscar. «Introducción» en Documentos de la revolución mundial II.Kronstadt. Madrid: Editorial Zero, 1971.
15 MILIBAND, Ralph. «Bettelheim y la experiencia soviética» en Acerca de la naturaleza social de la Unión Soviética. México: Universidad Autónoma de Puebla, 1979, 130.
16 BETTELHEIM, Charles. Cálculo económico y formas de propiedad. Madrid: Siglo XXI Editores, 1972, 103-106.
17 CHAVANCE, Bernard. «Sobre las relaciones de producción en la URSS» en Acerca de la naturaleza social de la Unión Soviética. México: Universidad Autónoma de Puebla, 1979, 78.
18 MODZELEWSKI, Karol y KURON, Jacek. Revolución política o poder burocrático. Cuadernos de Pasado y Presente No. 22, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1971, 33-64.
19 BETTELHEIM, Charles. Las luchas de clases en la URSS. Primer período, 1917-1923. Madrid: Siglo XXI Editores, 1976, 36.
20 MATTICK, Paul. Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta. México: Ediciones Era, 1975, 272-284.
21 KORSCH, Karl. ¿Qué es la Socialización? Un programa de Socialismo práctico. Cuadernos de Pasado y Presente No 45. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1973, 29-58.
22 CHAVANCE, Bernard. «Sobre las relaciones de producción en la URSS» en Acerca de la naturaleza social de la Unión Soviética. México: Universidad Autónoma de Puebla, 1979, 93.
23 JAGUIN, Aureliano y LA GRASSA, Gianfranco. Proceso productivo capitalista y socialismo en la URSS. Valencia: Editorial Pre-textos, 1978, 23-45.
24 DUTSCHKE, Rudi. La democracia obrera, el comunismo y el problema de la «abolición del trabajo». Barcelona: Icaria Editorial, 1978, pp. 12-15.
25 MARX, Carlos y ENGELS, Federico. «La Ideología Alemana» en Obras Escogidas, Tomo I. Moscú: Editorial Progreso, 1974, p. 34.
26 DUTSCHKE, Rudi. «La democracia obrera, el comunismo…», Op. Cit., pp. 32-37.
27 O’CONNOR, James. Causas ambientales. Ensayos de marxismo ecológico. México: Siglo XXI Editores, 2001, p. 303.
28 VERAZA URTUZUÁSTEGUI, Jorge. «Karl Marx y…», Op. Cit., 47-50. [Primero en EUA que detonó dos y luego en la URSS. MAAC]
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José Luis Ríos Vera Gabino Javier Ángeles Calderón Iván Montero
Índice: Introducción I. Octubre de 1917 en el marco histórico de la actualidad de la revolución II. Tres etapas del imperialismo y la articulación de América Latina - El imperialismo de entreguerras - El periodo de posguerra - La mundialización imperialista del capital y su crisis estructural III: La Actualidad de la revolución en América Latina - El despliegue del militarismo estadounidense - El lugar de América Latina en el imperialismo actual Conclusiones Introducción Hablar sobre la Revolución rusa de 1917 actualmente no es un mero pretexto para reflexionar sobre la idea general de revolución. Por el contrario, las problemáticas y retos que abrió este proceso, inscritos en la lucha contra el metabolismo expansivo del capital, continúan arrojando distintas luces a las fuerzas y movimientos revolucionarios de nuestra época. Un hilo conductor para la intelección de la Revolución rusa lo constituye la noción de actualidad de la revolución y su vínculo con el estadio expansivo del capitalismo, el imperialismo. A nuestro juicio, sobre estos ejes se hace posible establecer un paralelismo entre dos momentos históricos: la Rusia de principios del siglo XX y la América Latina del siglo XXI.
1El presente trabajo forma parte de una compilación de ensayos y artículos referidos al Centenario de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, en proceso de publicación.
La versión actual contiene modificaciones sustantivas.
2 El presente trabajo, por tanto, pretende mostrar no sólo la vigencia objetiva de la revolución –actualidad–, como proceso de transformación radical por parte de los sujetos históricos que brota a partir de las contradicciones históricas y materiales del capitalismo, sino también esbozar algunas particularidades de ambos momentos históricos y su articulación a partir de la lógica expansiva del capital por todo el mundo, el imperialismo, y las contradicciones que desencadena a nivel de las formaciones sociales. Por tal motivo, este ensayo se ha dividido en tres apartados que se sitúan a su vez en tres grandes momentos del imperialismo: el contexto que rodea la Revolución rusa (periodo de entreguerras), la expansión estadounidense de posguerra y, finalmente, la mundialización del capital (y su crisis estructural), en el cual se inscribe actualmente América Latina. Antes de comenzar, consideramos necesario señalar una cuestión que nos obliga a ir a contracorriente de las concepciones hegemónicas actuales en las ciencias sociales y el espíritu de la época. A cien años de la Revolución rusa, prima un ambiente de contrarrevolución en todo el planeta:
la mundialización del capital; el neoliberalismo militarizado mediante las dictaduras; la anexión de nuevas periferias del “este” europeo; el “pensamiento único” y el decreto del “fin de la historia”; la apología de la democracia liberal; el predominio del capital financiero a nivel mundial; la ofensiva contra los derechos sociales y el bienestar común; las intervenciones militaristas de la hegemonía estadounidense imperialista; la crisis de la economía mundial; el extremismo religioso; la proliferación e intensificación de los Estados de excepción; la restauración conservadora en América Latina; procesos de superexplotación, precarización y degradación mundial del mundo del trabajo; las nuevas rivalidades interimperialistas por la hegemonía mundial; la fragmentación de la izquierda. A esto se suma el hecho que de que pocas interpretaciones han osado construir una historicidad objetiva sobre los procesos experimentados en Rusia, desde la revolución de 1917 hasta la abolición de le URSS en 1991. Con todo ello, flota en la atmosfera la idea de imposibilidad de una alternativa real al capitalismo, reduciendo cualquier propuesta libertaria al rincón de las utopías. Esta situación influye así en el estado moral del análisis teórico, histórico y político sobre el tema que nos ocupa, lo que nos obliga a ir a contracorriente de esta nube de pesimismo. 3 I. Octubre de 1917 en el marco histórico de la actualidad de la revolución La Revolución rusa de 1917 se caracterizó principalmente por su desafío antagónico al carácter explotador y de sojuzgamiento del sistema del capital, esto es, por su carácter socialista. De un modo extraordinario, los hombres que la realizaron pretendieron la construcción de relaciones sociales basadas en un proceso de reproducción social autorregulado por ellos mismos y donde los hombres fueran conscientes de su actividad colectiva, esto es, un proceso de reproducción de la vida social fuera de las mediaciones alienantes del capital. Otro rasgo relevante de esta revolución fue el hecho de inscribirse en el marco de consolidación del imperialismo. A este respecto, Lenin decía que el imperialismo era la antesala de la revolución socialista, dada la máxima socialización del trabajo y concentración de medios de producción alcanzada por el capital.2 Este primer momento imperialista corresponde al predominio del capital monopólico y financiero, la correspondiente integración de los grandes industriales y financieros, la transformación política de los Estados capitalistas en Estados imperialistas, la repartición completa del mundo por las grandes economías, el correspondiente saqueo del mundo por parte de un número reducido de países, y las guerras mundiales producto de las luchas interimperialistas.3 De esta forma, las leyes del capitalismo monopolista, esencia de la fase imperialista del capital, condujeron a los antagonismos entre las potencias cuyo desenlace culminó en la Primera Guerra Mundial. En este marco, Rusia se colocó dentro del cuadro de esta guerra como el punto de condensación de contradicciones de la cadena de 2 Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Moscú, Progreso, 1977, p. 9. 3 De acuerdo con Nicos Poulantzas, “el imperialismo, considerado como estadio del conjunto del proceso capitalista, no se limita a modificaciones que afecten tan sólo el dominio económico, […] De hecho, estos datos ’económicos’, determinan, propiamente hablando, una articulación del conjunto del sistema capitalista y, por el mismo, modificaciones profundas de la política y la ideología. Estas modificaciones afectan a la vez cada formación social nacional y las relaciones sociales a escala internacional; más aún: las relaciones particulares entre esos dos sectores que, precisamente, caracterizan el imperialismo, reposan sobre esas modificaciones.” Nicos Poulantzas, Fascismo y dictadura. La tercera internacional frente al fascismo, 21ª ed., Siglo XXI, México, 2005, p 10. 4 operaciones imperialista. Aquí es importante resaltar que estas contradicciones del eslabón ruso no sólo fueron económicas sino también de orden social, político e ideológico, por lo que, no podemos hablar, en ningún sentido, de un orden lineal que va del “atraso” a la “madurez” económica, con el fin de asignar posiciones de debilidad o fuerza a los eslabones de la cadena imperialista. En Rusia se articulaba un vasto conjunto de conflictos y contradicciones, entre los que destacan: las distintas movilizaciones y la creación de organizaciones obreras y campesinas que datan del último tercio del siglo XIX; junto con el declive y la descomposición del régimen feudal ante la revolución de 1905; los inmensos contingentes de campesinos asediados por el feudalismo, a los cuales, se les planteó una alianza con los obreros; la intensificación de la explotación capitalista, el crecimiento de los grandes centros urbanos y el incremento de actividades en la minería y el petróleo; las sólidas contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas de los centros urbanos y las condiciones de estancamiento prevalecientes en el campo; los procesos de simplificación de las clases sociales (trabajadores/propietarios), las luchas intestinas entre las clases y fracciones de las clases dominantes, terratenientes ligados a la autocracia zarista, los constantes conflictos entre los pequeños terratenientes que alimentaban las insurrecciones, la existencia de una burguesía liberal anti-zarista y una pequeña burguesía proclive al cuestionamiento del statu quo; la madurez y radicalización política e ideológica de obreros y sus organizaciones, cuyo marcha decisiva culminó con la formación del partido bolchevique; la conformación de nuevas formas de organización política, los soviets, que fueron consejos de obreros, campesinos y soldados; el demoledor deterioro del régimen zarista en el periodo de la Guerra; la derrota ante las potencias imperialistas y las numerosas muertes de soldados 5 rusos, miembros en su mayoría de las clases campesina y obrera; la hambruna padecida por los millones de campesinos rusos empobrecidos totalmente; la acentuación e intensificación de la conciencia de las masas trabajadoras y de la lucha de clases. Daniel Bensaïd resumió este convulso cuadro del periodo revolucionario: La revolución rusa no fue el resultado de una conspiración sino de la explosión, en el contexto de la guerra, de las contradicciones acumuladas por el conservadurismo autocrático del régimen zarista. Rusia, a comienzos del siglo, era una sociedad bloqueada, un caso ejemplar de desarrollo desigual y combinado, un país a la vez dominante y dependiente, que unía los rasgos feudales de un campo en el que la servidumbre estaba oficialmente abolida desde hacía menos de medio siglo y los rasgos del capitalismo industrial urbano más concentrado. Gran potencia, era una potencia subordinada tecnológica y financieramente. El cuaderno de quejas presentado por el pope Gapone en la revolución de 1905 es un verdadero registro de la miseria que reinaba en el país de los zares. Las tentativas de reformas eran rápidamente bloqueadas por la oligarquía, la cerrazón del déspota y la inconsistencia de una burguesía a la que ya pisaba los talones el naciente movimiento obrero. Las tareas de la revolución democrática correspondían así a una especie de tercer estado en el que, a diferencia de la revolución francesa, el proletariado moderno, aunque minoritario, constituía ya el ala más dinámica. Era en todo eso en lo que la santa Rusia podía representar el eslabón débil de la cadena imperialista. La prueba de la guerra prendió fuego a ese polvorín. 4 La gran guerra imperialista se presentó como “acelerador de la historia”. En su desmesura incontrolable, el imperialismo precipitó al sistema capitalista a un desarrollo parasitario, a un estado de descomposición o agonizante. 5 En este dramático cuadro histórico, irrumpió el pueblo Ruso. Así, en febrero de 1917 depuso al Zar y, como una locomotora incontenible, logró expresar y organizar sus intereses alrededor de los soviets. El ala bolchevique era sólo una (gran) pequeña expresión de la radicalidad de un pueblo revolucionario. La Revolución de octubre 4 D. Bensaïd. “Las cuestiones de Octubre”. Revista Viento Sur, n° 35, Diciembre 1997, pp. 59-66. Tiempo atrás, Louis Althusser plantearía la misma idea: “La desigualdad del desarrollo del capitalismo termina, a través de la guerra de 1914, en la Revolución rusa debido a que Rusia era, en ese período revolucionario abierto a la humanidad, el eslabón más débil de la cadena de Estados imperialistas; porque acumulaba la mayor cantidad de contradicciones históricas entonces posible […] Rusia se encontraba en retardo frente a la revolución burguesa a la víspera de una revolución proletaria; gestando, por lo tanto, dos revoluciones, incapaz, aun postergando una, de contener la otra”. La Revolución teórica de Marx. 25ª ed., México, Siglo XXI, 1999, pp. 76-79. 5 Véase Lenin, “El lugar histórico del imperialismo”, en El imperialismo, Ibíd., pp. 136-142. 6 logró consolidar una nueva correlación de fuerzas. Rompió por primera vez en la historia con la lógica universalizante del sistema del capital, consiguiendo tan sólo en su primer periodo –aproximadamente entre 1917 y 1928– una oleada de victorias revolucionarias de carácter proletario que provocarían profundos efectos en la historia mundial del siglo XX –v. gr. la influencia en distintas revoluciones socialistas, los movimientos de liberación nacional y anticoloniales; la presión externa para establecer los Estados de Bienestar e incluso, su influencia en las propias democracias burguesas, entre otros–. En este proceso, los dirigentes revolucionarios remaron a contracorriente de la ortodoxia marxista de la época –Kautsky, Plejanov–, que esperaba y teorizaba la revolución en los países avanzados y no en la periferia. Esto a diferencia, por ejemplo, de Marx y Engels que veían a Rusia en 1882 como la “vanguardia del movimiento revolucionario de Europa”.6 Con numerosos trabajos, los bolcheviques demostraron la viabilidad de la revolución. Especialmente, en términos teóricos, fue Lenin quien logró discernir el problema fundamental de la época: la actualidad de la revolución. De este modo, nos dice Lukács: Con la mirada del genio supo percibir […] en el lugar y en el momento de sus primeros efectos, el problema fundamental de nuestra época: la inminencia de la revolución. Y todos los fenómenos, tanto rusos como internacionales, los comprendió e hizo inteligibles a partir de esta perspectiva, la perspectiva de la actualidad de la revolución. 7 Otro aporte de Lenin –también señalado por Lukács– fue haber analizado cada particular como un momento de la liberación del proletariado y enlazarlo a los 6 Cfr. Prefacio a la edición rusa de 1882 del Manifiesto del Partido Comunista. También, Domenech, A., El experimento bolchevique, disponible en: http://www.sinpermiso.info/textos/el-experimentobolchevique-la-democracia-y-los-criticos-marxistas-de-su-tiempo-0 7Así también menciona Lukács: “El genio, por el contrario, que penetra en la verdadera esencia de una época, en su verdadera tendencia primordial, viva y efectiva, percibe más allá del conjunto de los acontecimientos de su tiempo la vigencia, precisamente, de esta misma tendencia, de tal modo que aun cuando su intención no sea otra que hablar de los problemas del día tan sólo, está en realidad ocupándose de los problemas decisivos [/] ha vislumbrado Lenin en todo momento los problemas de la época entera: la entrada en la última fase del capitalismo y las posibilidades de orientar la lucha decisiva, convertida ya en inevitable entre burguesía y proletariado a favor de éste, para la salvación de la humanidad”. György Lukács, Lenin. La coherencia de su pensamiento, p.16, disponible en http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/El%20pensamiento%20de%20Lenin.pdf. 7 objetivos globales de la revolución.8 Desde entonces las organizaciones revolucionarias del trabajo han afrontado este desafío: el desciframiento de la actualidad de la revolución.9 En resumen, Rusia experimentaba un cuadro original de conjugación de contradicciones agravadas por el movimiento de la cadena imperialista y la fase monopolista del capitalismo, las cuales llevaron a un proceso de descomposición del régimen capitalista colocando la conflagración mundial en el horizonte inmediato. Ante esto, Lenin y los bolcheviques responderían, en medio de la precipitación de la guerra, con la conversión de ésta en una lucha de clases decisiva, develando con ello, el secreto de la época: la actualidad de la revolución. Ahora bien, en la actualidad observamos –respetando todas las distancias– circunstancias análogas en América Latina: una ofensiva imperialista y rivalidades enconadas al interior de la cadena, acentuación peculiar de sus contradicciones sociales, amenazas de guerra, crisis y descomposición del sistema capitalista mundial, intensificación de las luchas de clases. En suma, elementos importantísimos que de conjunto nos colocan bajo los mismos rasgos generales de principios de siglo XX, es decir, en una época que eleva al primer plano de la escena el combate decisivo de la revolución, lo que hace imperar su innegable contemporaneidad.10 Los siguientes apartados reflexionarán más de cerca sobre esta tesis principal y las razones que muestran en el marco histórico de América Latina el signo –a veces velado, a veces abierto– de los tiempos: la actualidad de la revolución. II. Tres etapas del imperialismo y la articulación de América Latina 8 Esto implica rebasar la idea pesimista de que no hay condiciones para la revolución y apostillarle a cada momento de la liberación proletaria su carácter limitado para enfatizar la imposibilidad de que se pueda logar un proceso revolucionario. Así, la actualidad de la revolución, que tiene un significado muy distinto al de “situación revolucionaria”, descansa en procesos estructurales y coyunturales de alcance totalizante. 9 Como señala Claudio Katz: “Los seguidores de Lenin inauguraron la costumbre de teorizar las revoluciones sobre su propia marcha. Todo el pensamiento marxista fue desarrollado en estricta conexión con esos procesos y distintas teorías (dependencia, desarrollo desigual o combinado, imperialismo) fueron concebidas para esclarecer el momento, la oportunidad o la localización de la revolución”. Claudio Katz, “Las mismas disyuntivas que en 1917”, disponible en: https://katz.lahaine.org/las-mismas-disyuntivas-que-en-1917/ 10 El reciente trabajo de Atilio Boron sostiene este mismo paralelismo entre la época de la revolución de Octubre y el momento actual en América Latina. Véase: “La Revolución Rusa: Logros, derrotas, fracasos. Algunas lecciones para América Latina”. www.lahaine.org 16/11/2017. 8 Para abordar la actualidad de la revolución en América Latina hoy en día, es necesario esbozar la dinámica imperialista durante el siglo XX y su etapa contemporánea, en las últimas tres décadas. De igual forma, es necesario entender el cuadro histórico del capitalismo dependiente latinoamericano y el modo en que se ha vinculado al movimiento de la economía capitalista mundial y sus fases de expansión imperialista, ello con el fin de captar las contradicciones actuales provocadas en la región latinoamericana por el desenvolvimiento del imperialismo.11 Omitiendo los periodos relativos a los imperios coloniales, mediante los cuales se expandieron algunos de los países europeos por todo el mundo, podemos remitirnos a tres grandes fases del imperialismo durante el siglo XX y lo que va del s. XXI. El imperialismo de entreguerras; la expansión estadounidense de posguerra; la mundialización del capital y el despliegue actual de su crisis estructural. Cada uno de estos periodos se articulan y suceden en una lógica de expansión económica y política del capital a nivel mundial, definidos a su vez por desarrollos productivos y tecnológicos, modificaciones de la división internacional del trabajo, crisis, conflictos interimperialistas, etc. El imperialismo de entreguerras En esta etapa emergieron las primeras potencias del sistema capitalista y corresponde a la acentuación de los procesos de concentración y centralización del capital y a la consecuente consolidación del capital monopolista y financiero. La hegemonía económica y política se encontraba en disputa entre los principales países capitalistas –Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos y Alemania, principalmente, y a la postre Japón, Italia, Canadá, y Holanda–. Es la etapa mencionada por Lenin de exportación de capitales, donde las potencias, de la mano de un puñado de monopolios, se diputan zonas de influencia en el mundo y sus mercados. Como se ha comentado, es una etapa de descomposición y de putrefacción del capitalismo, que 11 El nexo teórico-conceptual entre el fenómeno del imperialismo y el capitalismo dependiente en América Latina, en tanto fenómenos inmanentes al capitalismo mundial, se encuentra en la interrelación de la teoría del imperialismo y la teoría de la dependencia –complemento de la primera–. Véase la obra clásica de Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia. México, Edit. Era. 1978; y también Adrián Sotelo Valencia, “Capítulo 1: Imperialismo y dependencia: una revisión históricoconceptual”, en El mundo del trabajo en tensión. México, Plaza y Valdez. 2007. 9 arrojó las dos Guerras Mundiales, pero también el fenómeno del fascismo en Europa a partir de las crisis políticas y de la lucha de clases. Precisamente al inicio de esta etapa imperialista a finales del siglo XIX –quizá poco antes–, América Latina consolidó su articulación al mercado mundial quedando como productora de materias primas y realizando básicamente actividades dirigidas a la exportación de bienes agrícolas y de extracción –lo que se conoció como el patrón agro-minero exportador–. En este periodo, la influencia del capital norteamericano en la región fue preponderante –junto con el inglés, francés, alemán, holandés–. 12 Esta etapa de entreguerras sería importante en América Latina porque le permitió a la región, producto de los conflictos bélicos y la crisis financiera de 1929, emprender procesos de industrialización con los que se integraría de un modo subordinado a una nueva etapa de la economía capitalista mundial. El periodo de posguerra Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, emergió dentro del sistema capitalista, la hegemonía indisputable de Estados Unidos. El desastre ocurrido en Europa y Japón a raíz de la Segunda Guerra Mundial llevó a la economía estadounidense a ocupar un lugar altamente favorable. La conflagración mundial logró estimular el desarrollo productivo y tecnológico de Estados Unidos que le permitió detentar la supremacía militar a nivel mundial. Asimismo, para fines de la década de los cuarenta, la economía estadounidense logró centralizar una gran masa de capital-dinero internacional, al grado de poseer en esos años más de dos terceras partes de las reservas en oro del mundo. En general, el poderío económico, político y militar de esta nueva superpotencia modificó las relaciones antagonistas entre los países imperialistas. Con la reorganización estadounidense de las bases del capitalismo mundial se instaló la 12 El análisis de esta articulación estructural de la economía latinoamericana al capitalismo mundial – sobre la base del intercambio de manufacturas por exportaciones tradicionales, sustentadas en la superexplotación del trabajo como eje de la acumulación de los países dependientes, y que conformará el ciclo del capital latinoamericano y sus distintos estadios históricos– es estudiado en Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, México, Era. 2ª ed., 1974. 10 nueva fase del imperialismo. Estados Unidos desplazaría a Inglaterra y Alemania y definiría su plena hegemonía en Latinoamérica. En 1944, se realizó la conferencia de Bretton Woods, en la que se estableció: a) liberar de todo proteccionismo nacional al comercio mundial, estableciendo las bases para la posterior creación del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), órgano que aseguraría el libre comercio; y b) dar libertad plena a la circulación de capitales, librándolos de los obstáculos monetarios, a través del Fondo Monetario Internacional (FMI). El interés primordial del imperialismo estadounidense consistía en afirmar el desenvolvimiento del mercado mundial, de modo que su economía apuntalara el flujo de mercancías derivadas de la mayor capacidad de su aparato productivo. Asimismo, los intereses se centraron en profundizar el proceso de acumulación de capital – reproducción ampliada del capital– a efecto de orientar hacia la producción en el exterior la enorme cantidad de riqueza emanada de su expansión económica – exportaciones de capital–. En resumen, sobre las bases del liberalismo económico y la expansión monetaria, el capital norteamericano ampliaría sus áreas de acumulación, interviniendo a través de inversiones directas en los aparatos productivos de casi todo el mundo. No obstante, la reestructuración capitalista no se estableció exclusivamente a partir de los organismos multilaterales. La economía estadounidense se concentró a su vez en las relaciones bilaterales, sea mediante su intervención financiera o incluso en sus programas de apoyo económico y militar en el exterior. De tal modo, para principios de la década de los años cincuenta la gran parte de inversiones y créditos otorgados de Estados Unidos en el extranjero, correspondía a endeudamientos de otros Estados. En este sentido, mediante la nueva organización de la economía capitalista a nivel mundial, la economía estadounidense estableció –bajo su dirección– un nuevo estadio de expansión imperialista centrado en la integración de los aparatos productivos nacionales –desnacionalización–, misma que configuró una nueva etapa de concentración y centralización de los capitales –capitalismo monopolista u oligopólico–. El incesante crecimiento de la producción trasnacional en la economía mundial capitalista fue hegemonizado por los grandes monopolios cuya enorme 11 relevancia se caracterizaría por la fuerza de su despliegue hacia el exterior y el monto de sus inversiones, concentrándose la mayoría de éstas en la industria y en segundo término en financiamientos.13 Se impuso así el estadio imperialista dirigido a la internacionalización del capital y reestructuración de los procesos sociales de producción bajo la égida de la corporación trasnacional, al tiempo que dichos procesos de reestructuración productiva fueron establecidos bajo el paradigma fordista. Los espacios geográficos considerados por las inversiones productivas predominantemente estadounidenses, fueron subordinados a una lógica de abasto de materias primas, energía, infraestructura, así como a los diferenciales en la tasa de explotación entre distintos países y la existencia de mercados locales y regionales. Se profundizó la expansión del comercio internacional, así como se ampliaban las exportaciones de capital orientadas con mayor fuerza a la producción industrial. Bajo el predominio estadounidense, los excedentes productivos y de capital de los países imperialistas se colocaron a través de flujos de inversión en los países de la periferia ya bajo la forma de empresas transnacionales y de capital financiero. Bajo la hegemonía imperialista estadounidense se estableció una restructuración de la división internacional del trabajo. América Latina fue convocada a reformular sus relaciones económicas con el exterior. Esta nueva fase del sistema capitalista permitió que la región ocupara un lugar distinto dentro de esta nueva fase de división del trabajo. En términos generales, la región quedó articulada al mercado mundial bajo una modalidad distinta respecto del periodo anterior de entreguerras, ya no sería productora de bienes primarios ni de productos industriales no durables, sino ahora de bienes intermedios y de capital. Los niveles de acumulación logrados en los países centrales en la posguerra los obligaron a exportar sus capitales. La industria latinoamericana fue receptora de una 13 Así, a finales de los sesenta, de las 7,300 empresas trasnacionales, poco más de la tercera parte eran propiedad de Estados Unidos. Así también, EU controlaría el 35% de las empresas filiales. Este país, junto con Gran Bretaña y Alemania concentraban 75% de las empresas matrices. De las 300 corporaciones gigantes, 148 tienen su casa matriz en EU, al que le sigue Alemania (con 47), Gran Bretaña (con 45), Japón (20), Francia (18), Suiza (12). Entre las 25 más grandes, EU predomina con 14 correspondiendo a los sectores del petróleo, material eléctrico, transporte, química, alimentación. Véase, Jesús Martínez Martin, El crecimiento económico en el mundo desarrollado, España. Akal, 1992. 12 gran cantidad de inversiones provenientes de estos países, principalmente de transnacionales estadounidenses,14 lo que a su vez acentúo las condiciones de concentración y centralización del capital –extranjero– existentes en la región y derivando en la conformación de grandes capitales latinoamericanos. Las empresas transnacionales aprovecharon tanto las ventajas de la etapa previa de la industrialización regional y las ofrecidas en ese momento –cierto desarrollo de infraestructura, salarios bajos, abundante fuerza de trabajo, proteccionismo estatal, bajo cobro de impuestos, financiamiento, dependencia tecnológica y financiera de los industriales latinoamericanos–. Principalmente el interés de los grandes monopolios estadounidenses fue convertir a los procesos de industrialización latinoamericanos en mercados para los bienes de capital elaborados por ellos. Para los años cincuenta los capitalismos latinoamericanos buscaban pasar a una segunda fase de industrialización fundada en la producción de bienes intermedios y de capital. Esta situación fue explotada por los grandes monopolios, pues el desarrollo tecnológico acontecido en el periodo de posguerra en los países centrales provocó que un conjunto numeroso de maquinaria y equipo utilizado fueran considerados pronto como obsoletos, por lo que la solución fue su transferencia –sin excluir un abastecimiento renovado– a regiones periféricas con cierta industrialización, entre ellas la latinoamericana. A partir de este punto ocurrieron fuertes modificaciones en la estructura productiva latinoamericana, más propiamente en la alteración de los ejes de producción de mayor crecimiento y dinamismo, ligados a estrechos sectores de alto consumo –ramas de consumo suntuario. Por ende, se produjo el restablecimiento de un aparato productivo dislocado de las necesidades del consumo popular al tiempo que sometido al mercado exterior. En conjunto, estos procesos reconfiguraron el lugar de América Latina en el nuevo estadio imperialista de posguerra y en la redefinición de la división internacional del trabajo hegemonizada por la economía estadounidense. Así, a pesar 14 Apunta Ruy Mauro Marini: “El rasgo significativo del periodo es que ese flujo de capital hacia la periferia se orientó de manera preferente hacia el sector industrial”. Véase, Dialéctica de la dependencia. Era. 2ª edición, 1974. p. 67. 13 de los procesos de industrialización y de sus propios grados de jerarquización e integración logrados, contradictoriamente, la región reproduciría la subordinación a los capitalismos centrales, esto es, con cargo en las dificultades del ejercicio de la soberanía, en los problemas irresolubles para establecer los programas “nacionaldesarrollistas”, en la profundización de la dependencia y en la dinámica histórica de la mayor explotación del trabajador.15 En resumen, durante la posguerra, el sistema capitalista experimentó su mayor fase de expansión conocida como el “boom capitalista” o “los años dorados”.16 Más aún, con esta fase imperialista, se abrió una época de relativa “paz” entre las potencias capitalistas, mas no así en los procesos de lucha de liberación nacional –en la región el mayor ejemplo fue la Revolución Cubana–. Dicha época, si bien resultó en una nueva configuración de las relaciones imperialistas, no condujo a la superación de las contradicciones estructurales del capital ni a las soluciones del antagónico sistema imperialista. Todo lo contrario, como señala István Mészáros, se conformó un “imperialismo global hegemónico”, con Estados Unidos como centro dominante. Un imperialismo estadounidense que tendió “peligrosamente a asumir el papel del Estado 15 Comenta Marini: “La industrialización latinoamericana corresponde así a una nueva división internacional del trabajo, en cuyo marco se transfieren a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial (obsérvese que la siderurgia, que era un signo distintivo de la economía industrial clásica, se ha generalizado a tal punto que países como Brasil ya exportan acero), reservándose a los centros imperialistas las etapas más avanzadas (como la producción de computadoras y la industria electrónica pesada en general, la explotación de nuevas fuentes de energía, como la de origen nuclear, etc.) y el monopolio de la tecnología correspondiente. […] Lo que tenemos así es una nueva jerarquización de la economía capitalista mundial, cuya base es la redefinición de la división internacional del trabajo acaecida en el curso de los últimos cincuenta años.” R. M. Marini, op. cit. p. 68-69. 16 Respecto a los años dorados del capitalismo, de mitad de los cuarenta a principios de los setenta, Eric Hobsbawm comenta: “El mundo industrial, desde luego, se expandió por doquier, por los países capitalistas y socialistas y por el <
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chapa mía en la que nos menciono
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Salvador Espada Hinojosa
23 oct 2021 21:54 (hace 7 horas)
para mí
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Luciano Medianero Morales
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HOLA-CHABALOTXS-HUMANIDAD, DER Lukymá./Lmm. -68/53- Alboranences- euraka ¡¡¡. ¡¡ >> POR SI QUIEREN LEERLO ¡¡ : REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: ¡¡ "",... SUPER-TECNIFICACIÓN Y POBLACIÓN ÓPTIMA ACORDE A LOS NUEVOS PROCESOS GLOBALES, Y YA INTERPLANETARIOS DE PRODUCCIÓN-CIRCULACIÓN,…Y LA DISTRIBUCIÓN, COMO ALGO ALEATORIO, CLASISMO PIRAMIDAL, MÁS SEVERO-AGUDO,…..¡¡¡¡¡. (lukyrh.blogspot.com)
El sáb, 23 oct 2021 a las 21:54, Salvador Espada Hinojosa () escribió:
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