La Renta Básica,
¿Remedio contra la pobreza o contra la lucha de clases?
Pero, todos los métodos de produccón de plusvalía son, al mismo tiempo, métodos de acumulación y todos los progresos de la acumulación se convierten, a su vez, en medios de desarrollo de aquellos métodos. De donde se sigue que, a medida que se acumula capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja. Finalmente, la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a laacumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.
Karl Marx, El Capital, t.1, “Acumulación capitalista”
Estamos asistiendo a la difusión, desde distintos ámbitos, de unas propuestas sobre la necesidad de implantar la Renta Básica (RB) universal o condicionada. Esta debe su paternidad a determinadas iniciativas y estudios realizados por intelectuales pequeñoburgueses con la loable intensión de mitigar las devastadoras consecuencias que la crisis de acumulación capitalista está causando, y se prevé siga causando en el futuro, al conjunto de la población. La idea aparece en la década de los 80, pero es recientemente, en plena crisis, que ha reverdecido con más fuerza y la han hecho suya organizaciones y colectivos, acogiéndola en sus declaraciones como si de una original panacea se tratara para acabar con la pobreza, la exclusión y la miseria social galopante que viven millones de personas bajo el régimen de producción capitalista, tanto en países desarrollados como atrasados económicamente.
Es necesario abordar desde el campo comunista un debate abierto sobre la RB, que tanto se airea mediáticamente y que tantas virtudes se le atribuye. Pues afecta directamente a la posición política que debe adoptar la clase obrera con respecto al sistema capitalista y reflexionar sobre la alternativa que debe impulsar para dejar de ser una clase cautiva al servicio de los intereses de la burguesía.
Esas organizaciones y colectivos promotores de la RB se horrorizan y encuentran inaceptable que, en pleno siglo XXI, exista tanta pobreza y penuria, en un sistema donde se supone reinan las oportunidades y la sobreproducción de mercancías, llegándose al extremo de destruir alimentos y recursos para controlar precios y mercados. Sus talentosas iniciativas les llevan a la concepción de que la pobreza se puede eliminar de la faz de la tierra adoptando audaces medidas económicas con cierta dosis de buena voluntad que corrijan las secuelas que la economía capitalista provoca sobre millones de seres humanos en el mundo, como si de un tsunami se tratara, entendiendo la pobreza como un daño colateral, consecuencia del excesivo afán de riqueza y de codicia de las políticas económicas en manos del capital financiero. Desde esos presupuestos idealistas lanzan al mercadeo político la propuesta de RB: “repartir la riqueza social para acabar con la pobreza”, situando la lucha de clases, para tal fin, dentro del enfrentamiento político, entre las dos corrientes burguesas: de un lado el neoliberalismo representante del capital financiero, y del otro los reformistas, fervientes defensores del llamado Estado de Bienestar, que se encuentra a contracorriente de la tendencia actual del desarrollo del capitalismo imperialista.
Sus objetivos políticos están situados en conseguir mejoras sociales y conquistas parciales, en función del desarrollo del capital y de la dinámica económica de sus negocios, sin refutar la propiedad privada de los medios de producción y al Estado burgués que lo sustenta, es decir, pretenden distribuir la riqueza más equitativamente, pero sin cuestionar el modo en cómo se produce esa riqueza y quien se la apropia. Por supuesto no sólo se trata del dominio económico, a éste le acompaña el político e ideológico, inculcando en el proletariado el respeto a la propiedad privada burguesa, las instituciones y al Estado, dándole a éste un carácter neutral y un papel conciliador en la lucha de clases, manteniendo dicha lucha en los límites de la legalidad burguesa y dentro del marco parlamentario y su juego de mayorías y minorías, materializándose la alianza de clase entre el reformismo y el capitalismo mediante las políticas de PACTO SOCIAL.
La necesaria colaboración de los sindicatos y partidos reformistas con el capital -llevar la ideología burguesa a las filas del movimiento obrero, traicionar y frenar la lucha de la clase obrera- es premiada por la burguesía con reconocimientos y subvenciones millonarias, amén de participación en consejos de administración y otras prebendas.
La pobreza, ¿un daño colateral?
La pobreza, en las sociedades capitalistas, no es una hecho fortuito, casual o transitorio al que están expuestas las personas, como si de un catástrofe natural se tratara, sino un resultado lógico de las condiciones de la producción capitalista, que se caracteriza por la producción de mercancías y la explotación del trabajo asalariado, de modo que imposibilita el acceso directo para todos los individuos a satisfacer sus necesidades sociales, acceso mediatizado por la renta que perciben: salario del trabajo o ganancia del capital. La clase obrera, al depender económicamente del salario, determinado por la cuota de ganancia del capital, podrá obtener sus medios de sustento y de vida en función de ese salario. Su capacidad de consumo nunca podrá superar el valor del salario que perciba, salvo que se endeude con el capital, cuestión que fomenta la burguesía para extender su nivel de producción y venta.
La burguesía al mismo tiempo que explota a la clase obrera, es decir, extrae y se apropia del trabajo no pagado (la plusvalía) mediante el proceso de producción, necesita convertirlo en capital, valorizarse (vender sus mercancías), y así completar y reproducir el ciclo en que vive continuamente el capital. Y es en ese ciclo como nace, por un lado, la pobreza, y por otro la riqueza, los dos polos en que se traduce la producción capitalista. La pobreza como expresión de la explotación a que está sometida la clase obrera en representación del trabajo asalariado, y la riqueza, expresión de la cuota de ganancia del capital o lo que es lo mismo la cuota de plusvalía. Ambos polos se complementan y se excluyen, no pudiendo existir el uno sin el otro. Políticamente, sólo es posible superar esa situación acometiendo la ruptura del binomio pobreza-riqueza y destruyendo ambos polos, emprendiendo su sustitución por otra forma de producción, de cambio y de distribución, único objetivo del proletariado revolucionario. Frente a este, la propuesta de RB persigue aliviar políticamente la situación de crisis de acumulación en que se encuentra el capital, intentando abordar la contradicción que se le presenta fuera de la esfera de la producción entre la burguesía y el proletariado.
En relación a la pobreza es ilustrativa las posiciones que mantienen algunos intelectuales pequeñoburgueses defensores de la RB, como la respuesta del economista Santiago Niño Becerra a la pregunta: “¿También aumentará la desigualdad?” en la entrevista que publicaba el diario digital Público el día 21-02-15: “Sí, claro, va a aumentar. Sobre la desigualdad, y soy muy heterodoxo en esto, pienso que el problema no es que el señor Amancio Ortega tenga la fortuna que tiene. Me importa muy poco el patrimonio que tenga Amancio Ortega. El problema es que haya gente en España que tenga que vivir con 300 euros al mes. Dejemos al señor Ortega en paz y veamos qué se puede hace por la gente que gana 300 euros”.
La pobreza a la que está sometida la clase obrera en las sociedades capitalistas es un hecho objetivo de las condiciones capitalistas de producción, aunque no “deseable” para la clase que explota la fuerza de trabajo asalariada. Es una contradicción que se genera en el proceso de producción independientemente de la voluntad de los agentes que intervienen. Se crea y se desarrolla en el corazón mismo del proceso de trabajo, consecuencia de la modificación constante de la composición orgánica del capital, que es impulsada por la competencia desatada entre los capitalistas por abaratar costos de producción y aumentar la productividad del trabajo. Resultado de este proceso de producción nos encontramos con una riqueza social acumulada (a realizar mediante la venta de las mercancías producidas) en manos de los empresarios, de una parte, y de otra, con una expansión de la pobreza debida a la caída de los salarios y la expulsión de los obreros de sus puestos de trabajo, que va en aumento en la medida que se va desarrollando la producción a gran escala.
Si bien es cierto, que la burguesía necesita explotar al mayor número posible de trabajadores asalariados, no es menos cierto, que también necesita que los trabajadores consuman las mercancías producidas para convertir en capital la plusvalía obtenida. Esta es una de las contradicciones en las que se mueve el sistema capitalista y que intenta solucionar como puede. Para ello recurre a la intervención del Estado, la colaboración de reformistas y revisionistas, y los programas asistenciales que amortigüen, escondan o maquillen la pobreza como a los trabajadores en activo con un pie en el pauperismo, sin ingresos fijos ni recursos, que se ven obligados a recurrir a la beneficencia porque esos programas nunca cubren las necesidades de excluidos del proceso de producción. Pero esta lucha económica contra la pobreza demuestra ser más una lucha de carácter burgués que proletaria, dado que el proletariado revolucionario enfoca esta lucha desde el terreno político, es decir, por la eliminación de las condiciones que perpetua el trabajo asalariado.
Por supuesto somos partidarios de conseguir mejoras económicas, sociales y políticas para la clase obrera, siempre y cuando éstas sean arrancadas al capital y su Estado mediante la lucha revolucionaria del proletariado, y no consecuencia de ayudas asistenciales y caridades sociales, que ni cubren las necesidades, ni por supuesto acaban con la pobreza, más bien se utilizan como moneda de cambio para eternizar la explotación de la clase obrera hasta las calendas griegas.
Entonces ¿de qué reparto de la riqueza social nos hablan los promotores de la RB? ¿Qué riqueza existe en la sociedad capitalista aparte de la ganancia que se apropian y reparten los empresarios?
Para este viaje no necesitamos alforjas. Financiación de la RB
Veamos ahora cómo pretenden financiar la RB sus defensores. Los argumentos esgrimidos son también de carácter económico: Al ser un problema social, la solución debe venir de los poderes públicos, por lo tanto permítase recaudar la masa de dinero necesaria vía impuestos, y ya está resuelto el problema de la pobreza. Pero las cosas no son tan sencillas, pues abordan los problemas desde una óptica subjetiva y no objetiva, teniendo en cuenta la naturaleza del problema en cuestión.
Los intelectuales burgueses más consecuentes con su posición de clase junto a sus adláteres reformistas y revisionistas recurren a la RB para atenuar las consecuencias de la pobreza, sabiendo que para ello es necesaria una inversión millonaria; inversión que la burguesía como clase no está dispuesta a desembolsar, salvo que la clase obrera estuviera en condiciones de poner en peligro su dominio, caso que no ocurre en estos momentos. ¿Entonces, por qué se insiste en esta propuesta de RB? La explicación la encontramos en la manera de concebir la lucha de clases a través de la colaboración y el pacto, sin olvidar por supuesto el rédito electoral.
Reformistas y revisionistas conciben los impuestos que recauda la burguesía al modo burgués: es decir, que los consideran necesarios para el normal funcionamiento del Estado capitalista en general. La diferencia con la burguesía radica en que hacen hincapié en la defensa de la titularidad pública de los servicios públicos, bajo la supervisión del Estado capitalista como garante redistribuidor. Los defensores de la RB entienden por riqueza social a repartir los impuestos y el sector público, dejando al margen cualquier mención a la propiedad privada capitalista, discutiéndole si acaso que la emplee en programas que no tengan carácter social, como puede ser el aumento de los gastos militares, espaciales, etc.
Esos impuestos que la burguesía recauda, ya sea directa o indirectamente, no tienen por supuesto una finalidad social, en todo caso, un muy marcado carácter de clase y un móvil claramente reaccionario para mantener el status quo, el orden establecido, y la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. El montante de los impuestos que ingresa proviene mayoritariamente de la extorsión económica de la clase obrera. Por el contrario, la parte mínima que la burguesía aporta proviene de la renta del capital, cuyo origen es la plusvalía que extrae y se apropia del trabajo asalariado, convertida en ganancia del empresario.
Entonces, ¿por qué los rentabásicos no cuestionan uno de los pilares del sustento del Estado burgués? ¿Cómo se puede defender que pagar los impuestos beneficia a la clase obrera?, o repetir que es de izquierdas quien es partidario de la progresividad de los impuestos. Para hacer aceptable dicho sistema fiscal se recurre a la consabida argucia de la progresividad de los tramos, traduciéndolo popularmente en el eslogan de “el que más recibe, más aporta”, lo cual no es más que una tremenda falacia, una mentira que oculta de dónde salen realmente los impuestos. En todo caso podrá existir la progresividad de los impuestos en el seno de la clase obrera, pero no entre la clase obrera y la burguesía, entre explotados y explotadores, dado que la burguesía aporta una parte ínfima de la renta del capital. ¿Por qué tienen que pagar los obreros unos impuestos por trabajar, por ser explotados? Es decir, pagar impuestos por crear la riqueza social que se apropian los capitalistas. Ninguna política proletaria puede aceptar la política de impuestos del Estado burgués, sino la eliminación de dicho sistema fiscal, mediante el cual se articula el aparato político que realiza las funciones políticas-administrativas y represivas necesarias para que pueda funcionar correctamente el régimen económico de la producción capitalista.
Los defensores de la RB insisten con el argumento de que es posible su implantación y factible su financiación mediante una política de lucha contra el fraude fiscal, la persecución y el afloramiento de capitales que permanecen “ocultos” en paraísos fiscales. En definitiva, lo que se plantea es que estos capitales paguen impuestos, declaren sus “rentas” como todo el mundo. Pero una cosa es declarar de donde proceden sus rentas (ganancias) y otra muy distinta es cuánto tienen que tributar. La tributación de las rentas del capital es irrisoria en el sistema fiscal vigente, como cualquiera puede comprobar. Otra de las medidas que contemplan es la de fijar un tipo único del IRPF, que cubra la financiación de la mayor parte de la RB y a la vez consolide y frene las privatizaciones en los servicios públicos y con ello garantizar el Estado de Bienestar. Al final se optaría por una subida de impuestos que fundamentalmente recaería, cómo no, sobre las espaldas de la clase obrera, y de camino paliar el hambre que sufre parte de esa clase, subvencionando con su salario de miseria a su sector más depauperado, ya que es moralmente inaceptable que vivan en esas condiciones. Pero para ese viaje no se necesitan alforjas, dirán los trabajadores, quieren hacer un pan con unas tortas. Lo más razonable sería ir al meollo de la cuestión, a las causas que provocan la pobreza: y esas son la explotación del trabajo asalariado y la propiedad privada capitalista, para eliminarlos y sustituirlos por la propiedad social de los medios de producción y la planificación y control de la producción por sus agentes sociales, de acuerdo a las necesidades de la población sin que haya un aprovechamiento individual del trabajo colectivo de la sociedad.
No hay atajos
Parece ser que la RB asume una concepción de la política que sostiene que también el capitalismo tiene su corazoncito, y es susceptible de apiadarse de sus víctimas. Cuando la realidad es muy distinta, dado que el régimen de producción capitalista tiene como único y verdadero mandamiento la producción de plusvalor. Por ello la RB propone más bien la colaboración de clases, un pacto social con el propósito de controlar las cifras de pobreza. ¿Es ello posible? La burguesía es clara al respecto: siempre busca la mayor rentabilidad en el terreno económico y el máximo consenso en el terreno político para que sus planes de acumulación de capital se lleven a cabo.
Los obreros conscientes saben que tanto la socialdemocracia como el revisionismo son ideologías burguesas que se introducen en el seno de la clase obrera con la pretensión de taponar y frenar el avance del marxismo-leninismo, impulsando y afianzando la política economicista que encauce la lucha del proletariado hacia posiciones colaboracionistas mediante la promesa de futuras mejoras de sus condiciones de vida, cuando esto sólo es posible de una manera general si se aumenta la rentabilidad del capital, es decir, a través de mayor explotación de la fuerza de trabajo asalariada.
Hoy el principal problema que tiene la lucha de la clase obrera a nivel nacional e internacional no es el tener que mendigar limosnas al capital para poder subsistir, sino cómo romper con el dominio político-ideológico de la burguesía y sus adláteres de todo pelaje, que a través de la defensa de la renta básica pretenden hacer de los obreros unos esclavos satisfechos, y que la pobreza, que afecta a amplios sectores de la clase obrera, cause los mínimos problemas posibles en plena crisis de acumulación de capital. Para lo cual eliminan de sus políticas cualquier referencia a la lucha contra el Estado burgués y sus instituciones, abrazando esperanzados el programa “social” de la burguesía.
8 mayo, 2015///.
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