sábado, 23 de mayo de 2015

REVOLUCIÓN O BARBARIE, UCCP,...ante las elecciones de 24 mayo 2.015 en Estado español,...¡¡.

Intoduzco, de primero, esta idea-conclusión: les reproduzco los trabajos a blog revolución o barbarie, relacionada con mai, con pcr estado español, pcree, y el trabajo de la Unión Comunista para la Construcción del Partido, revista "germen rojo", uccp,...porque al leerlo parece que se acercan y evolucionan a posiciones más marxistas contemporáneas,...por ello casi los estoy considerando , como que estuvieran en mi linea política, filosófica,...ellos dirán, pero que dice este luky,...¿¿; pero nada yo casi a lo mio,...los lectores, si quieren pueden investigar las distintas posiciones y, a ver que pasa ¡¡. Nota adjunta: casi todas las tendencias llamadas libertarias, entre ellos los autollamados nosotros los libertarios,.../ gentes de la casa invisible, malaga/andan que votan y  se estructuran a-con Partido Podemos,...que barbara barbaridad, incongruencia, y sin escrúpulos de linea ética proletaria, o social-popular, como ellos se llaman,...ya que andan en la parte social de los precarios, excluidos, marginales sociales,... (( ya desarrollaré de nuevo, cosas y experiencias nuevas en estos últimos diez o doce años, practicados por estos falsos antisistema,...)) ¡¡

textos de estos grupos marxistas:

Entrada nueva en Revolución o barbarie

Ante el ciclo electoral de 2015: ¡Boicot!

by omakarenko
“Sólo los canallas o los bobos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesíabajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo poder”
V.I. LENIN
El presente curso ha sido señalado por los representantes de la burguesía como el año del cambio, pues en él coinciden elecciones municipales, autonómicas y generales. Todos los partidos toman posiciones, ya que nadie quiere perder su papel en esta perversa farsa tantas veces representada y en donde siempre pierde el proletariado. No tanto porque nuestra clase se juegue algo durante esas jornadas en que se escenifica la fiesta de la dictadura parlamentaria, sino porque el mero desarrollo de las mismas no es más que un medio para que las variadas estratificaciones del capital colaboren entre sí en la ardua tarea de acumular fuerzas para la reacción, encuadrando a las masas en su órgano político predilecto, el Estado burgués y su pléyade de organismos de representación: desde el ayuntamiento, venerado por los feligreses sin aspiraciones de la pequeña burguesía, al parlamento central, a donde tradicionalmente han peregrinado, sin mucha suerte hasta ahora, los que saben que para mendigar limosnas han de tratar con el capital de alta alcurnia.
La caducidad histórica de las instituciones burguesas se demuestra en que desde éstas sólo es posible desarrollar una política que va en contra de la mayoría de la sociedad. El reformismo es reaccionario, pues reproduce la base socioeconómica del capitalismo. Los más piadosos deseos del sindicalista, las éticas proposiciones del pequeño propietario, se traducen siempre en más explotación y miseria para el proletariado, así como para las masas de los pueblos oprimidos.
 Pero tal agotamiento de los instrumentos que la burguesía sostiene para representar su mundo, no sólo se inscribe para la clase obrera en términos negativos. La experiencia acumulada durante todo un periodo de la Revolución Proletaria Mundial (RPM), el Ciclo de Octubre, nos enseña que la clase proletaria, lejos de tener que tomar los instrumentos de dominación de la burguesía, a través del concurso pacífico en las elecciones o violento mediante una insurrección formal, ha de romper violentamente la máquina estatal de la burguesía a través de sus propios medios de lucha: el Partido Comunista representa la organización del proletariado como clase revolucionaria y comporta la existencia de todo un sistema único de organismos de todo tipo, que la vanguardia en fusión con las masas constituye para enfrentarse a la dominación de clase de la burguesía. Este enfrentamiento ha de encauzarse a través de la organización del proletariado revolucionario como clase dominante, siendo así que la tarea del Partido Comunista, una vez está reconstituido, es la de construir los órganos de Nuevo Poder, la dictadura del proletariado, organizando masas a través de la estrategia de Guerra Popular, es decir, mediante la línea militar proletaria como concreción de la línea de masas en ese estadio de desarrollo del proceso revolucionario.
Los medios parlamentarios, sin embargo, no permiten a la vanguardia elevar la conciencia política de las masas de la clase para que comprendan la necesidad inmediata de la revolución socialista, pues tan sólo permiten reproducir el régimen de dominación existente. Esos medios, como recurso táctico de la revolución, se circunscriben al período de acumulación de fuerzas pacífico, o político, en contraposición a la fase militar de la revolución. Más en concreto, sólo pueden servir en la fase inmediatamente anterior a la existencia del Partido Comunista, cuando se trata de que el movimiento de vanguardia comunista se vincule políticamente a la vanguardia práctica de la clase obrera. Es sólo en este período, en función de múltiples contingencias a tener en cuenta en cada momento, cuando la vanguardia marxista-leninista podrá utilizar las viejas instituciones como tribuna y siempre en función de las necesidades concretas del proceso de reconstitución del comunismo.
En la actualidad, en el Estado español multitud de organizaciones que dicen defender los intereses de la mayoría, se afanan por mostrar la validez de las instituciones burguesas como medio central para el desarrollo del movimiento obrero o popular, pues por más vueltas que le den, la estructura parlamentaria siempre aparece como centro desde el que han de aplicarse las demandas de los movimientos de resistencia que ellos dirigen o pretenden dirigir.
Un lugar privilegiado entre quienes defienden la estrategia parlamentaria lo ocupa hoy Podemos. Esta organización se ha destacado como socialdemocracia rediviva durante el último año, desde su sorprendente resultado en las pasadas elecciones europeas. Por los intereses de clase que representa y por la procedencia de sus cuadros políticos, Podemos es fiel reflejo del partido obrero liberal legado por el Ciclo de Octubre, cuya definición pasaría por una contraposición formal a los efectos del capitalismo tardío (proletarización de capas medias, pauperización de las masas, internacionalización de las relaciones capitalistas…), combinada con una defensa a ultranza del Estado Benefactor (cuyos pilares son la sobreexplotación de las masas proletarias y la opresión de otros pueblos). Aunque todo esto cristaliza en Podemos sin el peso social y cultural de ser una organización oportunista nacida al calor de ese ciclo: para defender la reforma del capital, Podemos se agarra a la democracia en general, sin necesidad de referirse complementariamente a Enver Hoxha, a Pyongyang o a la URSS del señor Breznev, como hacen los diversos gremios de la ortodoxia revisionista. De hecho, Podemos ni siquiera pretende hacer suyo el bagaje político y cultural del movimiento obrero, como ha mostrado este último Primero de mayo, suponiendo este deslinde con la tradición obrera la verdadera diferencia entre la nueva socialdemocracia y la vieja socialdemocracia “comunista”, y que hace permisible introducir en el discurso revolucionario esa distinción de matiz entre el oportunismo a lo Podemos y el revisionismo que aún hegemoniza el movimiento comunista existente.
En lo concreto, Podemos se presentó en sociedad para disputar la hegemonía, en nombre del pueblo, a las élites económicas, con el objeto de reimpulsar dentro del sistema democrático-burgués el papel de las llamadas clases medias (aristocracia obrera y pequeña burguesía). Tras un año de pre-campaña electoral, la propuesta de Iglesias y cía. se ha desfondado, mostrando que la reforma desde abajo, si no se presenta como alternativa reaccionaria a un verdadero movimiento revolucionario, como ocurriera durante el Ciclo de Octubre, no tiene recorrido. Y eso que, al contrario que su organización hermana Syriza, Podemos aún no ha gestionado el viejo poder. Lo cómico es que los Iglesias y cía. se han mostrado oportunistas incluso con sus principios burgueses, pues lo que están traicionando con sus patéticas peticiones en las “negociaciones” con la lideresa socialista en Andalucía, es la gradación de las reformas del régimen del 78, es esa fatua lucha contra la corrupción que se ha convertido en leitmotiv de esta nueva vieja socialdemocracia. Del republicanismo tradicional han transitado hacia aquella conservadora concepción de la política que tiene por centro la accidentabilidad de las formas de gobierno. Del ramplón internacionalismo pequeño burgués valedor de la Venezuela bolivariana, han pasado a la primera línea de defensa de la unión monetaria europea, el infranqueable muro defensivo de la Troika. En suma, nuestros nuevos oportunistas, los que hace un año se dieron un bautismo de masas en que se autoproclamaron como ingenieros de la nueva política, son los primeros que acuden a comulgar cuando el capital monopolista dispensa sus ruedas de molino.
Pero lo más importante en relación a los límites del parlamentarismo como política proletaria, es que incluso hoy Podemos plantea su concurso electoral como una combinación entre movimientos sociales e instituciones, poniendo siempre en valor que el parlamento no es el eje central de su acción política, sino sólo un paso más hacia la realización de sus lineamientos programáticos. Más allá de lo absurdo que resulta plantear esto por quienes han utilizado su capacidad de movilización social para servir de válvula de escape a la crisis de las instituciones maquillando a éstas (sólo así puede percibirse la participación en las elecciones al ¡parlamento europeo! ¡la institución más despreciada por las masas!), lo que este discurso demuestra es: en primer lugar que Podemos y lo que representa son un eco de esa concepción política que acabó dominando a los partidos proletarios durante el Ciclo de Octubre, tomados por el inmediatismo político al carecer de una estrategia revolucionaria. Y segundo, que aquella concepción empirista y economicista que se somete al devenir de la democracia burguesa, con los ritmos que el parlamentarismo le impone, lejos de ser la plasmación de la flexibilidad táctica que ha de nutrir el desarrollo de la táctica-plan de la vanguardia revolucionaria, no es más que la muestra del cerril dogmatismo y la estrechez de miras de quienes no conciben más mundo posible que el que el mercado capitalista en su incesante reproducción pone ante sus narices.
La ligazón entre este oportunismo y el revisionismo queda clara en los paralelismos presentes en su quehacer político. Ahí tenemos al Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), como si tres décadas después de “práctica de masas” con nulos resultados, le hubiesen llevado a despertar, una vez más, en 1984. Análisis tras análisis, nuestros revisionistas han llegado invariablemente a la misma conclusión, con independencia del estado concreto de la lucha de clases: siempre que la burguesía convoca elecciones, allí está el PCPE para presentar un “programa mínimo”, concienzudamente preparado para combatir el “izquierdismo” de las masas y presto a ser realizado de urgencia dentro de los márgenes del Estado burgués. Pero qué mejor ejemplo de esa interpenetración entre los postulados de las diversas facciones de la aristocracia obrera radicalizada que la dramática posición del Partido del Trabajo Democrático, atravesado por sus dos eternas pasiones: la de la ortodoxia revisionista que sigue acogiendo en su seno, y la del bravo oportunismo consecuente que se abre camino, como señala el mismo nombre de la organización, como mostró su petición de voto a Podemos en las pasadas europeas y como evidencia su vocación a conquistar las concejalías obreras para desde las instituciones burguesas crear… ¡conciencia sindical!, que al parecer es la nueva tarea de los “comunistas”. ¡El imperialismo los cría y ellos se juntan!
La firmeza de oportunistas y revisionistas para defender dogmáticamente su estrategia parlamentaria contrasta con su eclecticismo generalizado ante el referéndum del 9 de Noviembre en Cataluña. Podemos, exponiendo los límites del nuevo reformismo, nadó en la charca de la ambivalencia respecto al derecho democrático a la autodeterminación, sin ocultar su actitud chovinista-españolista. Y el resto de socialdemócratas “comunistas” reptaron entre la ambigüedad y la férrea defensa delstatu quo, el que garantiza el sometimiento nacional de Cataluña. El revisionismo, instalado en la quietud y el obrerismo más estrecho, fue además incapaz de comprender la significación del referéndum y sus diferencias con una convocatoria convencional: el 9-N tenía un carácter imperativo, en el que el pueblo catalán podía expresar sin mediaciones su posición ante la relación entre Cataluña y el Estado español. El 9-N podía, pues, servir para dar solución a la opresión nacional que sufre Cataluña. Además, aquel referéndum significó una brillante ocasión para laeducación en el internacionalismo proletario de nuestra clase. Elementos todos estos que permitían la incursión de la vanguardia marxista-leninista en la gran política, sin menoscabo del mantenimiento de la independencia política de nuestra clase,en cuyo horizonte más cercano sigue estando la resolución de los problemas ligados a la reconstitución ideológica y política del comunismo.
Pero frente a la estulticia de los representantes de la aristocracia obrera, las posiciones del proletariado revolucionario empiezan a avanzar. Aunque la Línea de Reconstitución (LR) sigue siendo a día de hoy una corriente ideológica en el seno de la vanguardia de la clase proletaria, lo que exige priorizar la reconstitución ideológica del comunismo, el avance del marxismo-leninismo entre los sectores más avezados de la clase obrera es una realidad. Derivada de esta situación, la LR tiene hoy entre sus principales tareas la de articularse como movimiento político de vanguardia, construyendo un referente de la vanguardia marxista-leninista que pueda acometer el Plan de Reconstitución a través del Balance del Ciclo revolucionario y del desarrollo de la lucha de dos líneas. Medios que garantizan esa construcción del movimiento proletario revolucionario sobre bases independientes y ajenas a los parámetros que la inercia del capital impone al oportunismo en sus diversas formas, desde las más neonatas hasta las que siguen parapetándose en los hábitos liquidadores del pasado siglo.
Por ello, ante las sucesivas convocatorias electorales que la clase obrera va a padecer a lo largo de este año, en donde el único cambio posible se sitúa sobre el nombre de quiénes van a gestionar la dictadura del capital durante los próximos años, la consigna a defender desde el comunismo revolucionario es la del boicot: ¡Porque las elecciones no sirven para defender los intereses de las masas proletarias!¡Porque las elecciones no sirven a la vanguardia revolucionaria para reconstituir comunismo!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!
¡Guerra popular hasta el comunismo!
¡Ante la farsa electoral, boicot!
¡Ni un voto obrero en las urnas!


Balanç i Revolució
Cèl·lula Roja
Juventud Comunista de Almería
Juventud Comunista de Zamora
Movimiento Anti-Imperialista
Nueva Dirección Revolucionaria
Nueva Praxis
Revolución o Barbarie
Mayo de 2015
Estado español

omakarenko | 22 mayo, 2015 en 13:34 | Categorías: Sin categoría | URL: http://wp.me/p2Psyb-CB
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La Renta Básica, ¿Remedio Contra la Pobreza o Contra la Lucha de Clases?

La Renta Básica, 
¿Remedio contra la pobreza o contra la lucha de clases?
Pero, todos los métodos de produccón de plusvalía son, al mismo tiempo, métodos de acumulación y todos los progresos de la acumulación se convierten, a su vez, en medios de desarrollo de aquellos métodos. De donde se sigue que, a medida que se acumula capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja. Finalmente, la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejército industrial de reserva en equilibrio con el volumen y la intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a laacumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.
Karl Marx, El Capital, t.1, “Acumulación capitalista”
Estamos asistiendo a la difusión, desde distintos ámbitos, de unas propuestas sobre la necesidad de implantar la Renta Básica (RB) universal o condicionada. Esta debe su paternidad a determinadas iniciativas y estudios realizados por intelectuales pequeñoburgueses con la loable intensión de mitigar las devastadoras consecuencias que la crisis de acumulación capitalista está causando, y se prevé siga causando en el futuro, al conjunto de la población. La idea aparece en la década de los 80, pero es recientemente, en plena crisis, que ha reverdecido con más fuerza y la han hecho suya organizaciones y colectivos, acogiéndola en sus declaraciones como si de una original panacea se tratara para acabar con la pobreza, la exclusión y la miseria social galopante que viven millones de personas bajo el régimen de producción capitalista, tanto en países desarrollados como atrasados económicamente.
Es necesario abordar desde el campo comunista un debate abierto sobre la RB, que tanto se airea mediáticamente y que tantas virtudes se le atribuye. Pues afecta directamente a la posición política que debe adoptar la clase obrera con respecto al sistema capitalista y reflexionar sobre la alternativa que debe impulsar para dejar de ser una clase cautiva al servicio de los intereses de la burguesía.
Esas organizaciones y colectivos promotores de la RB se horrorizan y encuentran inaceptable que, en pleno siglo XXI, exista tanta pobreza y penuria, en un sistema donde se supone reinan las oportunidades y la sobreproducción de mercancías, llegándose al extremo de destruir alimentos y recursos para controlar precios y mercados. Sus talentosas iniciativas les llevan a la concepción de que la pobreza se puede eliminar de la faz de la tierra adoptando audaces medidas económicas con cierta dosis de buena voluntad que corrijan las secuelas que la economía capitalista provoca sobre millones de seres humanos en el mundo, como si de un tsunami se tratara, entendiendo la pobreza como un daño colateral, consecuencia del excesivo afán de riqueza y de codicia de las políticas económicas en manos del capital financiero. Desde esos presupuestos idealistas lanzan al mercadeo político la propuesta de RB: “repartir la riqueza social para acabar con la pobreza”, situando la lucha de clases, para tal fin, dentro del enfrentamiento político, entre las dos corrientes burguesas: de un lado el neoliberalismo representante del capital financiero, y del otro los reformistas, fervientes defensores del llamado Estado de Bienestar, que se encuentra a contracorriente de la tendencia actual del desarrollo del capitalismo imperialista.
Sus objetivos políticos están situados en conseguir mejoras sociales y conquistas parciales, en función del desarrollo del capital y de la dinámica económica de sus negocios, sin refutar la propiedad privada de los medios de producción y al Estado burgués que lo sustenta, es decir, pretenden distribuir la riqueza más equitativamente, pero sin cuestionar el modo en cómo se produce esa riqueza y quien se la apropia. Por supuesto no sólo se trata del dominio económico, a éste le acompaña el político e ideológico, inculcando en el proletariado el respeto a la propiedad privada burguesa, las instituciones y al Estado, dándole a éste un carácter neutral y un papel conciliador en la lucha de clases, manteniendo dicha lucha en los límites de la legalidad burguesa y dentro del marco parlamentario y su juego de mayorías y minorías, materializándose la alianza de clase entre el reformismo y el capitalismo mediante las políticas de PACTO SOCIAL.
La necesaria colaboración de los sindicatos y partidos reformistas con el capital -llevar la ideología burguesa a las filas del movimiento obrero, traicionar y frenar la lucha de la clase obrera- es premiada por la burguesía con reconocimientos y subvenciones millonarias, amén de participación en consejos de administración y otras prebendas.
La pobreza, ¿un daño colateral?
La pobreza, en las sociedades capitalistas, no es una hecho fortuito, casual o transitorio al que están expuestas las personas, como si de un catástrofe natural se tratara, sino un resultado lógico de las condiciones de la producción capitalista, que se caracteriza por la producción de mercancías y la explotación del trabajo asalariado, de modo que imposibilita el acceso directo para todos los individuos a satisfacer sus necesidades sociales, acceso mediatizado por la renta que perciben: salario del trabajo o ganancia del capital. La clase obrera, al depender económicamente del salario, determinado por la cuota de ganancia del capital, podrá obtener sus medios de sustento y de vida en función de ese salario. Su capacidad de consumo nunca podrá superar el valor del salario que perciba, salvo que se endeude con el capital, cuestión que fomenta la burguesía para extender su nivel de producción y venta.
La burguesía al mismo tiempo que explota a la clase obrera, es decir, extrae y se apropia del trabajo no pagado (la plusvalía) mediante el proceso de producción, necesita convertirlo en capital, valorizarse (vender sus mercancías), y así completar y reproducir el ciclo en que vive continuamente el capital. Y es en ese ciclo como nace, por un lado, la pobreza, y por otro  la riqueza, los dos polos en que se traduce la producción capitalista. La pobreza como expresión de la explotación a que está sometida la clase obrera en representación del trabajo asalariado, y la riqueza, expresión de la cuota de ganancia del capital o lo que es lo mismo la cuota de plusvalía. Ambos polos se complementan y se excluyen, no pudiendo existir el uno sin el otro. Políticamente, sólo es posible superar esa situación acometiendo la ruptura del binomio pobreza-riqueza y destruyendo ambos polos, emprendiendo su sustitución por otra forma de producción, de cambio y de distribución, único objetivo del proletariado revolucionario. Frente a este, la propuesta de RB persigue aliviar políticamente la situación de crisis de acumulación en que se encuentra el capital, intentando abordar la contradicción que se le presenta fuera de la esfera de la producción entre la burguesía y el proletariado.
En relación a la pobreza es ilustrativa las posiciones que mantienen algunos intelectuales pequeñoburgueses defensores de la RB, como la respuesta del economista Santiago Niño Becerra a la pregunta: “¿También aumentará la desigualdad?” en la entrevista que publicaba el diario digital Público el día 21-02-15: “Sí, claro, va a aumentar. Sobre la desigualdad, y soy muy heterodoxo en esto, pienso que el problema no es que el señor Amancio Ortega tenga la fortuna que tiene. Me importa muy poco el patrimonio que tenga Amancio Ortega. El problema es que haya gente en España que tenga que vivir con 300 euros al mes. Dejemos al señor Ortega en paz y veamos qué se puede hace por la gente que gana 300 euros”. 
La pobreza a la que está sometida la clase obrera en las sociedades capitalistas es un hecho objetivo de las condiciones capitalistas de producción, aunque no “deseable” para la clase que explota la fuerza de trabajo asalariada. Es una contradicción que se genera en el proceso de producción independientemente de la voluntad de los agentes que intervienen. Se crea y se desarrolla en el corazón mismo del proceso de trabajo, consecuencia de la modificación constante de la composición orgánica del capital, que es impulsada por la competencia desatada entre los capitalistas por abaratar costos de producción y aumentar la productividad del trabajo. Resultado de este proceso de producción nos encontramos con una riqueza social acumulada (a realizar mediante la venta de las mercancías producidas) en manos de los empresarios, de una parte, y de otra, con una expansión de la pobreza debida a la caída de los salarios y la expulsión de los obreros de sus puestos de trabajo, que va en aumento en la medida que se va desarrollando la producción a gran escala.
Si bien es cierto, que la burguesía necesita explotar al mayor número posible de trabajadores asalariados, no es menos cierto, que también necesita que los trabajadores consuman las mercancías producidas para convertir en capital la plusvalía obtenida. Esta es una de las contradicciones en las que se mueve el sistema capitalista y que intenta solucionar como puede. Para ello recurre a la intervención del Estado, la colaboración de reformistas y revisionistas, y los programas asistenciales que amortigüen, escondan o maquillen la pobreza como a los trabajadores en activo con un pie en el pauperismo, sin ingresos fijos ni recursos, que se ven obligados a recurrir a la beneficencia porque esos programas nunca cubren las necesidades de excluidos del proceso de producción. Pero esta lucha económica contra la pobreza demuestra ser más una lucha de carácter burgués que proletaria, dado que el proletariado revolucionario enfoca esta lucha desde el terreno político, es decir, por la eliminación de las condiciones que perpetua el trabajo asalariado.
Por supuesto somos partidarios de conseguir mejoras económicas, sociales y políticas para la clase obrera, siempre y cuando éstas sean arrancadas al capital y su Estado mediante la lucha revolucionaria del proletariado, y no consecuencia de ayudas asistenciales y caridades sociales, que ni cubren las necesidades, ni por supuesto acaban con la pobreza, más bien se utilizan como moneda de cambio para eternizar la explotación de la clase obrera hasta las calendas griegas.
Entonces ¿de qué reparto de la riqueza social nos hablan los promotores de la RB? ¿Qué riqueza existe en la sociedad capitalista aparte de la ganancia que se apropian y reparten los empresarios?
Para este viaje no necesitamos alforjas. Financiación de la RB
Veamos ahora cómo pretenden financiar la RB sus defensores. Los argumentos esgrimidos son también de carácter económico: Al ser un problema social, la solución debe venir de los poderes públicos, por lo tanto permítase recaudar la masa de dinero necesaria vía impuestos, y ya está resuelto el problema de la pobreza. Pero las cosas no son tan sencillas, pues abordan los problemas desde una óptica subjetiva y no objetiva, teniendo en cuenta la naturaleza del problema en cuestión.
Los intelectuales burgueses más consecuentes con su posición de clase junto a sus adláteres reformistas y revisionistas recurren a la RB para atenuar las consecuencias de la pobreza, sabiendo que para ello es necesaria una inversión millonaria; inversión que la burguesía como clase no está dispuesta a desembolsar, salvo que la clase obrera estuviera en condiciones de poner en peligro su dominio, caso que no ocurre en estos momentos. ¿Entonces, por qué se insiste en esta propuesta de RB? La explicación la encontramos en la manera de concebir la lucha de clases a través de la colaboración y el pacto, sin olvidar por supuesto el rédito electoral.
Reformistas y revisionistas conciben los impuestos que recauda la burguesía al modo burgués: es decir, que los consideran necesarios para el normal funcionamiento del Estado capitalista en general. La diferencia con la burguesía radica en que hacen hincapié en la defensa de la titularidad pública de los servicios públicos, bajo la supervisión del Estado capitalista como garante redistribuidor. Los defensores de la RB entienden por riqueza social a repartir los impuestos y el sector público, dejando al margen cualquier mención a la propiedad privada capitalista, discutiéndole si acaso que la emplee en programas que no tengan carácter social, como puede ser el aumento de los gastos militares, espaciales, etc.
Esos impuestos que la burguesía recauda, ya sea directa o indirectamente, no tienen por supuesto una finalidad social, en todo caso, un muy marcado carácter de clase y un móvil claramente reaccionario para mantener el status quo, el orden establecido, y la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. El montante de los impuestos que ingresa proviene mayoritariamente de la extorsión económica de la clase obrera. Por el contrario, la parte mínima que la burguesía aporta proviene de la renta del capital, cuyo origen es la plusvalía que extrae y se apropia del trabajo asalariado, convertida en ganancia del empresario.
Entonces, ¿por qué los rentabásicos no cuestionan uno de los pilares del sustento del Estado burgués? ¿Cómo se puede defender que pagar los impuestos beneficia a la clase obrera?, o repetir que es de izquierdas quien es partidario de la progresividad de los impuestos. Para hacer aceptable dicho sistema fiscal se recurre a la consabida argucia de la progresividad de los tramos, traduciéndolo popularmente en el eslogan de “el que más recibe, más aporta”, lo cual no es más que una tremenda falacia, una mentira que oculta de dónde salen realmente los impuestos. En todo caso podrá existir la progresividad de los impuestos en el seno de la clase obrera, pero no entre la clase obrera y la burguesía, entre explotados y explotadores, dado que la burguesía aporta una parte ínfima de la renta del capital. ¿Por qué tienen que pagar los obreros unos impuestos por trabajar, por ser explotados? Es decir, pagar impuestos por crear la riqueza social que se apropian los capitalistas. Ninguna política proletaria puede aceptar la política de impuestos del Estado burgués, sino la eliminación de dicho sistema fiscal, mediante el cual se articula el aparato político que realiza las funciones políticas-administrativas y represivas necesarias para que pueda funcionar correctamente el régimen económico de la producción capitalista.
Los defensores de la RB insisten con el argumento de que es posible su implantación y factible su financiación mediante una política de lucha contra el fraude fiscal, la persecución y el afloramiento de capitales que permanecen “ocultos” en paraísos fiscales. En definitiva, lo que se plantea es que estos capitales paguen impuestos, declaren sus “rentas” como todo el mundo. Pero una cosa es declarar de donde proceden sus rentas (ganancias) y otra muy distinta es cuánto tienen que tributar. La tributación de las rentas del capital es irrisoria en el sistema fiscal vigente, como cualquiera puede comprobar. Otra de las medidas que contemplan es la de fijar un tipo único del IRPF, que cubra la financiación de la mayor parte de la RB y a la vez consolide y frene las privatizaciones en los servicios públicos y con ello garantizar el Estado de Bienestar. Al final se optaría por una subida de impuestos que fundamentalmente recaería, cómo no, sobre las espaldas de la clase obrera, y de camino paliar el hambre que sufre parte de esa clase, subvencionando con su salario de miseria a su sector más depauperado, ya que es moralmente inaceptable que vivan en esas condiciones. Pero para ese viaje no se necesitan alforjas, dirán los trabajadores, quieren hacer un pan con unas tortas. Lo más razonable sería ir al meollo de la cuestión, a las causas que provocan la pobreza: y esas son la explotación del trabajo asalariado y la propiedad privada capitalista, para eliminarlos y sustituirlos por la propiedad social de los medios de producción y la planificación y control de la producción por sus agentes sociales, de acuerdo a las necesidades de la población sin que haya un aprovechamiento individual del trabajo colectivo de la sociedad.
No hay atajos
Parece ser que la RB asume una concepción de la política que sostiene que también el capitalismo tiene su corazoncito, y es susceptible de apiadarse de sus víctimas. Cuando la realidad es muy distinta, dado  que el régimen de producción capitalista tiene como único y verdadero mandamiento la producción de plusvalor. Por ello la RB propone más bien la colaboración de clases, un pacto social con el propósito de controlar las cifras de pobreza. ¿Es ello posible? La burguesía es clara al respecto: siempre busca la mayor rentabilidad en el terreno económico y el máximo consenso en el terreno político para que sus planes de acumulación de capital se lleven a cabo.
Los obreros conscientes saben que tanto la socialdemocracia como el revisionismo son ideologías burguesas que se introducen en el seno de la clase obrera con la pretensión de taponar y frenar el avance del marxismo-leninismo, impulsando y afianzando la política economicista que encauce la lucha del proletariado hacia posiciones colaboracionistas mediante la promesa de futuras mejoras de sus condiciones de vida, cuando esto sólo es posible de una manera general si se aumenta la rentabilidad del capital, es decir, a través de mayor explotación de la fuerza de trabajo asalariada.
Hoy el principal problema que tiene la lucha de la clase obrera a nivel nacional e internacional no es el tener que mendigar limosnas al capital para poder subsistir, sino cómo romper con el dominio político-ideológico de la burguesía y sus adláteres de todo pelaje, que a través de la defensa de la renta básica pretenden hacer de los obreros unos esclavos satisfechos, y que la pobreza, que afecta a amplios sectores de la clase obrera, cause los mínimos problemas posibles en plena crisis de acumulación de capital. Para lo cual eliminan de sus políticas cualquier referencia a la lucha contra el Estado burgués y sus instituciones, abrazando esperanzados el programa “social” de la burguesía.




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