sábado, 11 de septiembre de 2021

¡¡ "",... LXs liozus intelectxs "¿¡¡ humanxs??¡¡"; ke dehambulan y ponen bien las manos y llegan a llenaar sakos, y conseguir sus tesorillus eurakus, dólares, rublos, yuanes,...¡¡¡.

 

 ¡¡,... "" Los intelectuales e ideólogos orgánicos del sistema dominante, defensores de la relación de propiedad, asumen la tarea del desarrollo y la sistematización de estos conceptos descontextualizadores. Sabemos bien la cantidad de trabajos filosóficos, “científicos” y culturales que se han dedicado a la producción de la “raza” y de las prácticas tendentes a la racialización del conjunto de ordenamientos y políticas[21].


“Construyendo desde Marx: reflexiones sobre la clase y la raza”: Himani Bannerji | (marxismocritico.com) // :


¡¡,... "" Los intelectuales e ideólogos orgánicos del sistema dominante, defensores de la relación de propiedad, asumen la tarea del desarrollo y la sistematización de estos conceptos descontextualizadores. Sabemos bien la cantidad de trabajos filosóficos, “científicos” y culturales que se han dedicado a la producción de la “raza” y de las prácticas tendentes a la racialización del conjunto de ordenamientos y políticas[21]. 


No hace falta decir que entretenerse en las diferencias promovidas por el poder en la vida cotidiana, la historia y las relaciones sociales sólo puede ser útil a efectos de reproducir la dominación y mantener la hegemonía, no para construir la resistencia.

Las formas ideológicas se disfrazan de saber. Simplemente producen discursividades, incorporando pedazos de ideas descontextualizadas, eventos o experiencias materiales de la conciencia más espontánea. El modus operandi de este “saber dominante” se basa en epistemologías esencializadoras, homogeneizadoras (i.e., la especificación) y aespaciales y atemporales universalizaciones. El truco más poderoso de la ideología consiste, como hemos apuntado, en separar un concepto de sus relaciones sociales originales y mediadas, utilizadas de tal manera que incluso conceptos críticos tales como “clase” o la categoría feminista de “mujer” pueden volverse oscuros y servir el interés de las relaciones de dominación a través de la exclusión y la invisibilidad del poder en las relaciones de diferencia. Enfrentamientos que han conseguido escindir el mundo de la teoría feminista revelan que la implementación de la categoría “mujer” de forma desocializada (es decir, sin clase ni “raza”) y dehistoricizada (es decir, sin colonialismo ni imperialismo) ha ayudado a camuflar la agenda política de la clase media y ocultar la relación de dominación que algunos grupos sociales de mujeres tienen con respecto a otros[22].

 

Conclusión

“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con las que se encuentran directamente, que existen y que transmite el pasado”. (El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Obras escogidas de Marx y Engels. Tomo 1. Pág. 250)

Varias consecuencias se desprenden de la práctica ideológica, de marxistas y no marxistas, de disociar la “raza” de la clase y del género. Los movimientos sociales han ignorado la tarea de elaborar una política que dé cuenta de la totalidad social. Los marxistas han conseguido en el mejor de los casos compromisos pequeño burgueses debido a su lectura ideológico/economicista de la clase y la costumbre de separar la clase de la cultura y de las relaciones sociales de género/patriarcado. Haciendo de la “raza” un asunto que no tiene nada que ver con la clase o incluso que es contrario a una posición de clase, se han marginado los sectores más desposeídos de la población, los elementos prescindibles para el capital en occidente y otros lugares. De este modo, la “raza” y el género se han convertido e identificado principalmente con la política liberal, con la de los derechos civiles y la ciudadanía, no con las luchas por el socialismo. El movimiento de las mujeres y lo que queda del movimiento obrero son por consiguiente movimientos sociales o anticapitalistas incompletos o no totalmente representativos, y como tales participan de la reproducción de la organización del capital y de la burguesía dominante.

Otra consecuencia ha sido la promiscuidad o mezcla de coaliciones políticas basadas en la clase, el género y la “raza” que carecen de coherencia interna y un entendimiento común, creando así posibilidades poco convincentes de asociación y relaciones audaces. Esta incapacidad para crear movimientos anticapitalistas o de clase ha dejado espacio para el desarrollo culturalista de la “raza” que, con la ayuda del multiculturalismo oficial, han tenido a los movimientos sociales como rehenes de la política fundamentalista de la “identidad”. Las opresiones creadas por las relaciones de dominación social y la desigualdad no desaparecen por el simple hecho de invisibilizarlas. Despojadas de su plena concreción socio-histórica o realidad en los niveles de la sociedad civil y el Estado, surgen fórmulas ideológicas de “raza” reificadas e identidades etno-nacionalistas, o actos de simple desesperación. 

 


 

Para entender mejor lo nocivo que puede llegar a ser la política de la ideología, hay que recordar El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, en el que Marx habla del desplazamiento y sustitución de identidades culturales que logran hacer el trabajo de la clase dominante en la etapa de construcción de la hegemonía. Las máscaras de dios de las actuales agencias políticas fundamentalistas, solo sirven para recordarnos las máscaras romanas usadas por sucesivos protagonistas de la revolución francesa. Incluso las formas e identidades socioculturales basadas en una versión de la clase no integrada o discriminatoria pueden inducir a formas de fascismo no de emancipación social. El nacionalismo, imperialismo y multiculturalismo oficial actual recurren a las “políticas de identidad” para desatar guerras, genocidios, opresión generalizada y control social. Los pronunciamientos en defensa de la supuesta civilización (cristiana) de Bush y Blair, su capitalismo y ambición militaristas, disfrazados con las máscaras de la democracia y la libertad, y los discursos feministas colaboracionistas según los cuales se pretendería salvar a las mujeres musulmanas, son proyectos de identidad ideológica devastadores. Tales juegos de manos legitimadores, que han llevado a una gran parte de los norteamericanos (sobre todo blancos) a identificarse con diversos mitos de dominación, sólo pueden ser impugnados a través del análisis social “concreto”.

Los marxistas occidentales con su llamamiento en defensa de una política social, deben admitir su responsabilidad en el debilitamiento de la lucha de clases. La debilitan al abordarla a través de las “políticas de identidad” y su actitud defensiva propia del liberalismo “tolerante” respecto a la cuestión de la “raza”. El rechazo de la indignación popular respecto a la injusticia social situándola en una posición marginal en la lucha de clases anticapitalista los ha llevado por un sendero que no conduce a una transformación social real. La incapacidad de ver el capitalismo colonial y la política imperialista de los últimos 500 años como “política de la identidad” racista y colonialista, ha vuelto el marxismo occidental políticamente ineficaz. Si los movimientos feministas antirracistas que desafían la hegemonía contienen algún elemento de recuperación de identidades culturales perdidas, eso no es en sí mismo negativo. La cuestión es evaluar sobre qué punto de vista se elabora esa “identidad” y qué culturas, historias y relaciones sociales evoca. ¿De qué identidad estamos hablando: la de los opresores o la de los oprimidos? Los teóricos de la izquierda y los marxistas no tienen por qué temer a la “identidad”. Hay suficiente fundamento en la obra de Marx para mostrar que es posible crear movimientos sociales eligiendo entre cultura, economía y sociedad o “raza”, clase y género para organizar una política de la revolución social.  Yendo más allá de los gestos de interseccionalidad, coalición interclasista y cohesión social, los marxistas pueden recurrir a una compresión no fragmentada de lo social que podría cambiar el mundo tal como lo conocemos.

NOTAS

[1]   Sobre la teorización de la relación entre “raza”, género y clase, el punto de partida para este ensayo es Davis (1983), Bannerji (1993, 1995), B. Smith et al. (1982) y Silvera (1983).

[2]   La noción de “interseccionalidad” más utilizada es la de las teorías críticas de la raza y las teorías jurídicas. Véase, por ejemplo, Crenshaw (1989) y Collins (1998).

[3]   Ver Terkel (1992) y Bannerji, “In the Matter of X” (1995: 121-158).

[4]   Hay que hacer un examen de la historia laboral canadiense o de los textos de estudios laborales para observar cómo la “raza” en sus diversas formas se ha incorporado en la teorización de la clase, el trabajo o la política de clase. Sería interesante ver si, en este campo, hay textos comparables a “Wages of whiteness” (1992) de Roediger, o “Racial Oppresion in Canada” (1988) de Li y Bolaria. Esta es una invitación a indagar. Los historiadores feministas negros han comenzado el proyecto, pero se debe profundizar más.

[5]  Por ejemplo, la Red de Metro por la Justicia Social.

[6]    Un ejemplo clásico de esta formulación se puede ver en Laclau y Mouffe (2001).

[7]    Me refiero a antologías como “The Empires Strikes Back” (Centro de Birmingham, 1982).

[8]    Para comprender mi uso del término ver Bannerji, “Introducing Racism” (1995:41-54).

[9]    Marx and Engels (1970: 121). Además, mi uso de la noción de “lo social” necesita unas palabras de reconocimiento de la deuda que tengo con el trabajo de Marx, así como el de Dorothy E. Smith, que, en todas sus obras, pero sobre todo en “Writing the Social” (1999), ha ofrecido una perspectiva relacional y constitutiva. En ensayos como “Ideological Practices of Sociology”, D. Smith (1990) ha trabajado sobre Marx y su propio método “reflexivo”. Ver también Bannerji, “But Who Speaks for Us?” (1995).

[10] En su primera tesis, Marx (1970:121, énfasis añadido) dice: “El defecto fundamental de todo el materialismo anterior… es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal”. (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm)

[11]     Dos formulaciones interesantes de este método de exclusión deben ser encontrados en los textos ya clásicos, Spelman (1988) y B.  Smith et al. (1982).

[12]    En este libro, Thompson (1974: 9) socializa el concepto de clase, rescatándolo del economicismo. Introduce en el aspecto social-relacional el elemento de la subjetividad consciente. La” clase” es para él un “proceso activo, que debe tanto a la acción como al condicionamiento. La clase obrera no surgió como el sol, a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación”. Además, coincido con esta afirmación de que la clase es “un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia prima de la experiencia como a la conciencia.” (Ibid.)

[13]   Ver Althusser y Balibar (1973: 48-70), especialmente las consideraciones de Althusser sobre ciencia y teoría, en el prefacio, “Del Capital a la filosofía de Marx”.

[14]   Gramsci (1971). Especialmente su tratamiento de la relación entre el Estado y la sociedad civil en diferentes ensayos.

[15]     En los análisis clásicos de Marx (1970: 26, 44, 49, 52) sobre las implicaciones de la propiedad o las nociones morales, así como las relaciones familiares, y el enfoque constitutivo-reflexivo de lo social, donde analiza la familia como momento de la propiedad, dice, por ejemplo, que se trata de “la primera forma… donde la esposa y los hijos son esclavos del marido”. Ver también Marx y Engels (1972a) o Marx y Engels (1972b). Las teorizaciones posteriores han conservado lo esencial de este planteamiento. En el contexto estadounidense Angela Davis (1983) es un buen ejemplo.

[16]     Para una discusión ampliada de la “sociedad civil”, “History: Fundamental Conditions” (1970: 57-60), 1970: 48-52). Ambos implican discusiones sobre la construcción de lo social, donde la organización de las relaciones sociales involucra todos los aspectos básicos de la vida, incluido el de la conciencia. Aquí la producción y el consumo son impensables de forma separada y sin una forma de conciencia intrínseca, activa y material.

[17]    Junto con la discusión sobre las “relaciones históricas primarias”, Marx habla de “conciencia … que aquí hace su aparición en forma de capas agitadas de aire, sonidos, en resumen, de lenguaje. El lenguaje es tan antiguo como la conciencia, el lenguaje es conciencia práctica que también existe para los otros hombres, y solo por esa razón, existe realmente también individualmente; el lenguaje, como la conciencia, surge sólo de la necesidad de la interacción con otros hombres» (1970: 51; el énfasis es nuestro).

[18]    Para una comprensión clara del concepto de diferencia, Gates (1985) es particularmente útil. Aunque los autores de los ensayos no son marxistas, proporcionan ejemplos de materialismo cultural con una base sólida en la historia cultural.

[19]    Ver, por ejemplo, la perspectiva de Hegel de la “sociedad civil” en la introducción a Marx de C.J. Arthur (1970:5).

[20]    Sobre la importancia del concepto de mediación ver Marx (1973: 331-333).

[21]    Este proceso ideológico del que habla Marx se aborda de diferentes maneras en Harding (1993) o en Dua y Robertson (1999).

[22]    Este tema también ha sido abordado en escritos feministas postcoloniales. Ver Midgley (1998), Ware (1993) y McClintock (1995).

 

REFERENCIAS

Althusser, L. y Balibar, E. (1973) Reading Capital. B. Brewster (traductor). London: New Left Review.

Backhouse, C. (1999) Colour-Coded: A Legal History of Racism in Canada, 1900-1950. Toronto: University of Toronto Press.

Bannerji, H. (1995) Thinking Through :Essays on Feminism, Marxism and Anti-Racism. Toronto: Women’s Press.

– (1993) Returning the Gaze: Essays on Racism, Feminism and Politics. Toronto: Sister Vision Press.

Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies (1982) The Empire Strikes Back: Race and Racism in 70s Britain. Birmingham: Hutchinson.

Collins, P. Hill (1998) Fighting Words: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Crenshaw, K. (1989) “Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics”. University of Chicago Legal Forum.

Davis, Angela Y. (1983) Women, Race and Class. New York: Vintage.

Dua, E. y Robertson, A. (1999) Scratching the Surface: Canadian Anti-Racist Feminist Thougt. Toronto: Women’s Press.

Engels, F. (1969) Socialism: Utopian and Scientific. E. Aveling (traductor). New York: International Publishers.

Gates, H. Jr. (1985) “Race” Writing and Difference. Chicago: Chicago University Press.

Gould, S.J. (1981) The Mismeasure of Man. New York: Norton.

Gramsci, A. (1971) Selections from the Prison Notebooks. Q. Hoare y G. Nowell Smith (traductores y editores). London: Lawrence and Wishart.

Harding, S. (1993) The Racial Economy of Science: Toward a Democratic Future. Bloomington: Indiana University Press.

Jordan, J. (1989) Moving Towards Home: Political Essays. London: Virago

Laclau, E. y Mouffe. C. (2001) Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical Democratic Politics. London: Verso.

Li, P. y Singh Bolaria, B. (1988) Racial Oppression in Canada. Toronto: Garamond Press.

Lukács, G. (1980) The Ontology of Social Being. Vol. 3: Labor. D. Fernbach (traductor). London: Merlin Press.

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Marx, K., Engels, F. (1972a) “The Manifesto of the Communist Party”. R. Tucker (ed.), Marx-Engels Reader. New York: Norton: 331-362.

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– (1972c) “The Holy Family (excerpts)”. R. Tucker (ed.), Marx-Engels Reader. New York: Norton: 104-106.

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– (1970) The German Ideology, C.J. Arthur (ed.) New York: International Publishers.

McClintock, A. (1995) Imperial Leather: Race, Gender and Sexuality in the Colonial Contest. London Routledge.

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– (1990) Conceptual Practices of Power: A Feminist Sociology of Knowledge. Toronto: University of Toronto Press.

Spelman, E. (1988) Inessential Woman: Problems of Exclusion in Feminist Thought. Boston: Beacon Press.

Terkel, S. (1992) Race: How Blacks and Whites Think and Fell About the American Obsession. New York: Nez Press.

Thompson, E.P. (1974) The Making of the English Working Class. Harmondsworth: Penguin Books.

Ware, V. (1993) Beyond the Pale: White Women, Racism and History. London: Verso.

Himani Bannerji es profesora asociada en el Departamento de sociología de la Universidad de York, Toronto. Su investigación se centra en el marxismo, el feminismo y la teoría antirracistas. Está especialmente interesada en la lectura del discurso colonial a través del concepto de ideología de Marx en relación con un análisis reflexivo del género, la raza y la clase. Entre sus múltiples publicaciones están Unsetting Relations: The University as a Site for Feminist Struggle (The Women’s Press), Returning the Gaze (Sister Vision Press) y Thinking Through: Essays in Marxism, Feminism and Anti-Racism.

Artículo descargable en pdf: “Construyendo desde Marx” Himani Bannerji

 

Traducción de Isabel Benítez e Ivan Gordillo para Marxismo Crítico

Nota sobre la traducción: Se han mantenido las referencias bibliográficas del texto original en inglés excepto en el caso de los Grundrisse y la Ideología Alemana que han sido sustituidas, cuando ha sido posible localizar el fragmento exacto, por la versión en castellano editada por Akal. (I.Benítez)

Artículo originalmente publicado en: Social Justice Vol 32 No. 4 (2005). Building from Marx: Reflections on Class and Race. http://davidmcnally.org/wp-content/uploads/2011/01/Bannerji-Building-from-Marx.pdf



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