lunes, 31 de julio de 2023

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1.- [Nueva entrada] INTERNATIONALISM IS NOT A BRAND (EL INTERNACIONALISMO NO ES UNA MARCA)

Recibidos

circolo internazionalista "coalizione operaia"

EL INTERNACIONALISMO NO ES UNA MARCA

levboban

31 de julio

Wir bedanken uns bei den Redakteuren des Blogs leftdis.wordpress.com para die Übersetzung unseres Artikels ins Deutsche, auch wenn sie den Inhalt nur teilweise teilen.


Desde el estallido de la guerra imperialista en Ucrania hemos asistido a la convocatoria de diversas iniciativas antibelicistas “internacionalistas”, a veces enardecidas en tonos entusiastas y triunfalistas… por los propios promotores, como si fueran encuentros con un valor fundacional equiparable al que las conferencias de Zimmerwald y Kienthal durante la Primera Guerra Mundial Imperialista.

Lejos de ostentar un “desprecio” aristocrático y muy apolítico por algunas de estas iniciativas, sin embargo, no podemos dejar de señalar toda una serie de duras críticas que nos llevan a dudar de la profundidad de un internacionalismo proletario tan insistentemente alardeado.

En primer lugar, y como hemos señalado antes, la propia caracterización de la guerra, definida, por tendencias políticas que también parecen haber captado el contraste básico entre las potencias del imperialismo alemán y el estadounidense, como un choque entre la OTAN y la federación rusa. , no puede dejar de suscitar perplejidad.

Una de dos cosas: o bien la guerra que se libra por delegación de Ucrania, y a pesar de que la confrontación militar se refiere a una potencia fuera de la OTAN (en este caso Rusia), revela esencialmente la ocasión de un choque de intereses imperialistas en el marco formal de una alianza militar impuesta por la potencia victoriosa a las burguesías de las potencias europeas derrotadas (ya sea directamente, como Alemania e Italia, o indirectamente, como Gran Bretaña) sobre la base de las relaciones de poder imperantes al final de la Segunda Guerra Mundial, o sigue siendo decididamente complicado explicar por qué una guerra de la OTAN, entendida muy superficialmente como un bloque monolíticamente homogéneo en su oposición a Rusia, ve perjudicadas por el conflicto actual principalmente las aspiraciones centralizadoras del mercado europeo, el Drang nach Osten [1] y las décadas -larga política de relaciones político-económicas amistosas con rusia de un miembro propio de la otan: potencia alemana. Apenas comprensible en este marco quedaría también el papel de Turquía, miembro de pleno derecho de la Alianza Atlántica desde 1952.

En nuestra opinión, es casi imposible considerar a la OTAN per se como un tema de la confrontación bélica en curso en Ucrania, excepto asumiendo que los intereses de las potencias miembros del imperialismo son idénticos y del mismo peso, o pasando por alto la hecho de que la OTAN y su eventual ampliación no son más que un medio para ciertos fines imperialistas y no un fin en sí mismos.

Ciertamente, la de la lucha “anti-OTAN” puede resultar una fórmula mosquicida de seguro efecto adhesivo para toda una galaxia “antagonista”, políticamente criada en el antiamericanismo y en la tesis del poder italiano como “colonia”. ” de los EE.UU.; una galaxia para la que destacar la responsabilidad del sujeto de la OTAN en la guerra actual, al menos en uno de los dos frentes del conflicto, más que de la potencia estadounidense, es funcional a la reivindicación de una salida de la propia OTAN. Una reivindicación enteramente interna a los intereses de fracciones de la burguesía en casa, manifiestamente intrascendentes hoy, pero que en el pasado dejaron su sedimento ideológico en las actuales corrientes políticas “maximalistas”, residuales pero vaporizadas y difundidas.

Sin embargo, la confusión sobre este tema no permite comprender la meta fundamental internacionalista que identifica al principal enemigo del proletariado de todos los países precisamente en la burguesía del propio país. Y de nada sirve un mero reconocimiento verbal de este hecho si luego la consigna recurrente sigue siendo la de una “guerra entre la OTAN y Rusia”.

Se trata, en efecto, de un objetivo y una fórmula autoexcluyentes, ya que o bien el enemigo principal es la propia burguesía y sus intereses necesariamente específicos en el mercado mundial, o bien, por el contrario, se cree que los intereses de la propia burguesía imperialista pueden fusionarse indiscriminadamente en los de una alianza imperialista supranacional, perdiendo toda especificidad. Tal fórmula deja abierta una puerta de entrada a las posiciones ideológicas de quienes quisieran involucrar al proletariado en una lucha puramente burguesa por la reafirmación de los intereses específicos del “propio país”, supuestamente anulados por la imposición externa de una alianza, y, lo que es más importante, dificulta en el proletariado la comprensión de la naturaleza de las alianzas imperialistas -alianzas siempre contraídas entre adversarios, reales y potenciales-, por lo tanto la comprensión de los fines de las alianzas mismas, de los objetivos reales de las guerras imperialistas, y , con ello, el establecimiento de una correcta estrategia revolucionaria del proletariado.

El principal enemigo del proletariado en Italia es la burguesía imperialista italiana, esté o no aliada con los EE.UU. y cualquiera que sea el frente al que preste su apoyo en la guerra de Ucrania; así como el principal enemigo del proletariado americano, alemán, francés, británico, ruso y ucraniano se encuentra en sus respectivos países; así como el principal enemigo del proletariado turco es la burguesía interna, adherente a la OTAN y hasta la fecha no involucrada directamente en el conflicto ucraniano. Sin embargo, no es indiferente para el proletariado consciente poder identificar cuáles son realmente las líneas de demarcación de intereses entre las diversas potencias del imperialismo, incluso dentro de alianzas formales. Por el contrario, esta identificación es crucial para poder reconocer las semillas de futuros conflictos que germinan en el suelo de estas mismas alianzas, listas para explotarlas en formas y direcciones que de otro modo serían completamente incomprensibles e incluso sorprendentes.

Otro elemento que no puede dejar de suscitar dudas sobre la autoridad real de ciertas asambleas “internacionalistas” es la naturaleza de las organizaciones patrocinadoras y participantes.

Confesamos cierta dificultad para creer que es plausible una posición internacionalista coherente y bien definida por parte de los grupos estalinistas, y hablar de que están “inspirados” por el estalinismo sólo revela un torpe intento de despotenciar lo que en realidad sólo puede ser una clara e identidad inequívoca.

También consideramos decididamente astutos los intentos de grupos heterogéneos de autoproclamados “antiestalinistas” de justificar su colaboración cada vez más estrecha con las organizaciones estalinistas citando supuestos “procesos de replanteamiento” en curso por parte de estas últimas. “Repensar” la propia historia contrarrevolucionaria por parte de las organizaciones políticas -suponiendo que esté dentro del ámbito de lo posible- es o un rechazo radical, abierto, sin compromisos ni distinciones, manifestado a través de una batalla política que lleva a una ruptura abrupta, no meramente formal sino en el contenido, con la esfera de origen de uno, o es simplemente una cuestión de "matices" que oculta quizás exclusivamente una remodelación astuta del mismo contenido en deferencia a un clima general y para objetivos políticos contingentes.

Es la concepción misma del socialismo de estas organizaciones lo que necesariamente las hace contrarrevolucionarias. Y es por esta razón fundamental que el reconocimiento del carácter capitalista del “falso socialismo” soviético es una cuestión ineludible para cualquier organización que pretenda pertenecer al campo del internacionalismo proletario revolucionario. El capitalismo de Estado de contrabando bajo la ideología del “socialismo en un solo país” no es compatible con el internacionalismo. Y esto no es una opinión. Solo aquellos que habitualmente practican el intercambio de principios para contar con unas pocas docenas más de adeptos pueden relegar este tema al papel de una mera "disquisición histórica", o posponer balbuceantemente el desenredado de este nudo para una "fecha posterior" frente a la convergencias aparentes en agendas consideradas de prioridad más apremiante. ¿Qué puede ser más prioritario para cualquier corriente que quiera ser revolucionaria que establecer hacia dónde se quiere ir? ¿Qué puede haber menos diferible que establecer rigurosamente la propia identidad revolucionaria, internacionalista y de clase? El “segundo momento” al que uno quisiera confiar la aclaración necesaria -si alguna vez llega- puede llegar demasiado tarde para correr a esconderse -como la historia del movimiento obrero ha ilustrado trágicamente con demasiada frecuencia- y lo que se ha considerado indebidamente un “pasado” superable, que ridículamente pretende asumir un papel pedagógico con sabor a la Ilustración, puede convertirse en un presente dramático por el cual la clase trabajadora pagaría una vez más el precio.

Nada, por lo tanto, puede ser más molesto y menos postergador que la clarificación de la concepción del socialismo y la naturaleza social de la URSS o de los llamados “países socialistas”, ni siquiera el reconocimiento “internacionalista” formal por parte de las organizaciones estalinistas de los “imperialistas”. naturaleza en ambos frentes” de la actual guerra en territorio ucraniano.

Es más que evidente que una organización estalinista acorde con su propia concepción del “socialismo” muy difícilmente podría reconocer en la Rusia actual las connotaciones de ese “Estado dirigente” que para ella fue la URSS, así como es evidente que la antigua Los “desacuerdos” del capitalismo de Estado ruso con la China maoísta y las “reformas” chinas de principios de los 80 hacen perfectamente plausible que los estalinistas más consecuentes de hoy carezcan de simpatía por estos últimos. Por lo tanto, hay más que suficiente para explicar su eventual definición de la guerra actual como imperialista incluso del lado ruso y su eventual negativa a reconocer a China como el baluarte de un “frente antiimperialista” inexistente.

En este sentido, difícilmente tiene el sabor de un mero “retroceso del pasado” recordar que los estalinistas de todo el mundo definieron la Segunda Guerra Mundial como “imperialista en todos los frentes” entre 1939 y 1941, al menos hasta la entrada de su “líder”. estado” en el conflicto “de repente” cambió su naturaleza, transformándolo de la noche a la mañana en una “guerra de la democracia contra el fascismo”. En ausencia de un “Estado líder” que apoyar, no debería costar mucho al más astuto de los estalinistas de hoy reconocer la naturaleza imperialista del conflicto en curso en Ucrania.

Otro tema crítico que se encuentra en los actuales “Zimmerwaldianos” en dieciséis es el frenesí compulsivo de acumular y exhibir evidencia de “contactos” internacionales, especialmente de países militarmente involucrados en el actual conflicto imperialista en Europa del Este. La impresión general es la de una colección muy poco selectiva de declaraciones, manifiestos y testimonios de organizaciones o grupos que pueden recordar, en una lectura muy superficial, una posición internacionalista sobre la guerra, para acreditarse como “catalizadores” y “referentes”. puntos” de un verdadero movimiento contra la guerra a nivel internacional.

De hecho, es paradójico que aquellos que se consideran dignos de adoptar el nombre de internacionalistas alardeen públicamente de vínculos con agrupaciones ucranianas o rusas que descartan apertis verbis el universo represivo y concentracionista soviético, así como la catastrófica hambruna ucraniana de la década de 1930 como puras "tonterías". .” [2]

Para los “antiestalinistas” que no se inmutan ni creen posible dialogar con los que llaman el infierno de los gulags, que costaron la libertad y la vida de miles de auténticos revolucionarios internacionalistas antes incluso de un número difícilmente calculable de otras víctimas de la contrarrevolución estalinista. , "mierdas". que incluso honran con el apelativo de “camaradas” a quienes llaman los millones de muertos por inanición, penurias y enfermedades ocasionados por las despiadadas exigencias de la acumulación capitalista originaria en una economía atrasada que aceleró su paso bajo el empuje de la contienda imperialista mundial; para ellos, los malditos nombres de Vorkuta y Kolyma deberían arderles en la lengua como un tizón abrasador cada vez que pronuncian la palabra “internacionalismo”. En lo que respecta a los comunistas revolucionarios, los estalinistas nunca pueden ser llamados "camaradas", sino sólo enemigos de clase que han masacrado al proletariado revolucionario, mancillado durante las décadas pasadas y futuras el nombre del comunismo, devastado entre la clase obrera mundial la percepción misma de el comunismo como perspectiva de futuro y contra el cual libran una lucha incansable.

Para los internacionalistas genuinos, la mención con admiración y justificación de los riesgos que enfrentan las organizaciones y grupos estalinistas al enfrentar la represión de otras formas políticas de gobierno burgués, ya sea en Ucrania o Rusia, no es un argumento suficiente para mitigar en lo más mínimo la ardua lucha contra el actual expresiones políticas e ideológicas de la peor contrarrevolución de la historia.

Los partidos estalinistas que combatieron a los nazis con innegable valentía y valor en la segunda mitad de la Segunda Guerra Mundial, incluso pagando un alto precio en sangre, son los mismos partidos que, en deferencia a los dictados del “Estado dirigente”, regatearon, negociaron e hizo alianzas con los nazis; los mismos que entregaron a cientos de comunistas alemanes refugiados en la URSS a la Gestapo de Hitler como prenda de buena voluntad al margen de la partición imperialista de Polonia en 1939; los mismos que, atribuyéndose los nombres de maquisards, franc-tireurs o partisanos, asesinaron cobardemente a trotskistas como Pietro Tresso en Francia ya militantes internacionalistas como Fausto Atti y Mario Acquaviva en Italia.

El estalinismo no es una deficiencia de la crítica materialista de las relaciones sociales, es, por el contrario, la expresión política de ciertas relaciones sociales, de relaciones sociales caracterizadas por el capitalismo de Estado, y es la expresión de los intereses de estratos sociales materialmente vinculados a o que consideran el capitalismo de Estado el fin último de su acción política.

El anclaje de los militantes de las agrupaciones políticas estalinistas a una visión muy precisa y falsa del socialismo no se puede menospreciar ni desbaratar con la definición inofensiva y sobre todo benévola de “nostalgia”, a menos que en el fondo se la comparta o se la considere en todo “compatible”. ” con la propia. Una visión del socialismo que no se avergüenza de llamar “igualdad entre los trabajadores” a las disparidades salariales, los sistemas de emulación estachanovista con premios y castigos, favoritismos, espionaje entre trabajadores, listas negras, multas por bajo rendimiento y restricción de la libertad de movimiento incluso dentro de la propia propio país que caracterizó al capitalismo de Estado en los países de la URSS y bajo su esfera de influencia.

No puede haber confrontación sobre el presente, y mucho menos perspectivas de lucha común, si no se “ajustan cuentas” realmente con el pasado, con la naturaleza social de la URSS. Al menos no con fuerzas políticas organizadas sobre la base de estos supuestos.

Por mucho que hayan ocurrido y estén ocurriendo varios episodios de protestas espontáneas de los trabajadores en Ucrania y Rusia, episodios sobre los cuales, muy significativamente, nuestros propios socialimperialistas, defensores de la lucha de "liberación nacional ucraniana", guardan silencio, avergonzados por un problema económico. lucha del proletariado que estalla a pesar de todas las apelaciones a la unión sacrée, estos son, lamentablemente, fenómenos que carecen del anclaje a una conciencia teórica organizada, aunque solo sea de minorías delgadas. Este es un hecho dramático que no puede pasarse por alto con cómodas demostraciones de “optimismo de la voluntad”.

Reconocer que en el estado actual de las cosas lamentablemente todavía parece no haber nada rastreable con lo que interrelacionarse es inaceptable solo para aquellos que no pueden resistir la ansiedad oportunista de la autopromoción y el inmediatismo sin principios. Ansiedad que obliga a cuadrar un muestrario vulgar de contactos internacionales de las “zonas calientes” para exhibir a un público considerado del mismo modo como una masa de posibles “clientes”, a los que se quisiera encandilar con mercadería de más de valor dudoso.

El reconocimiento de la realidad, por difícil y amarga que sea esta realidad, es el primer paso para poner a la clase obrera en condiciones de transformarla en el futuro. El resto es todo humo y espejos.


NOTAS

[1] En alemán, "Empujar hacia el Este".

[2] Ver Nostra intervista ai compagni del Fronte dei lavoratori dell'Ucraina (ml) , blog “il pungolo rosso”, 5 de julio de 2023.


2.- ... -- Lukydemálaga-filosofia prolet universal: ...en esta coyuntura específica, la lucha política por el derrocamiento del capital internacional y por el poder de la humanidad, es la clave, y en ella se debe poner toda la energía y toda la atención,-. x erluky.lmm. iii. (lukyrh.blogspot.com) --

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...  lukyrh.blogspot.comhttps://lukyrh.blogspot.com/2020/07/poder-proletario-popular-universal...PODER PROLETARIO-POPULAR UNIVERSAL PARA SALIR Y …
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El lun, 31 jul 2023 a la(s) 11:01, circolo internazionalista coalizione operaia (comment-reply@wordpress.com) escribió:
levboban publicó:"Wir bedanken uns bei den Redakteuren des Blogs leftdis.wordpress.com für die Übersetzung unseres Artikels ins Deutsche, auch wenn sie den Inhalt nur teilweise teilen.Since the outbreak of the imperialist war in Ukraine we have witnessed the c" circolo internazionalista "coalizione operaia" INTERNATIONALISM IS NOT A BRAND levboban Jul 31 Wir bedanken uns bei den Redakteuren des Blogs leftdis.wordpress.com für die Übersetzung unseres Artikels ins Deutsche, auch wenn sie den Inhalt nur teilweise teilen.Since the outbreak of the imperialist war in Ukraine we have witnessed the calling of various “internationalist” anti-war initiatives, sometimes incensed in enthusiastic and triumphalist tones … by the promoters themselves, as if they were gatherings with a founding value comparable to that which the Zimmerwald and Kienthal conferences had during the First World Imperialist War.Far from flaunting an aristocratic and very un-political “contempt” for some of these initiatives, however, we cannot help but note a whole series of heavy criticisms that lead us to doubt the depth of a proletarian internationalism so insistently flaunted. First and foremost, and as we have noted before, the very characterization of the war, defined, by political tendencies that also seem to have grasped the basic contrast between the powers of German and U.S. imperialism, as a clash between NATO and the Russian federation, cannot fail to raise perplexity.One of two things: either the war being fought by proxy by Ukraine, and despite the fact that the military confrontation concerns a power outside NATO (in this case Russia), essentially reveals the occasion of a clash of imperialist interests within the formal framework of a military alliance imposed by the victorious power on the bourgeoisies of the defeated European powers (either directly, such as Germany and Italy, or indirectly such as Great Britain) on the basis of the prevailing power relations at the end of World War II, or it remains decidedly complicated to explain why a NATO war, understood very superficially as a monolithically homogeneous bloc in its opposition to Russia, sees harmed by the current conflict primarily the centralizing aspirations of the European market, the Drang nach Osten [1] and the decades-long policy of friendly political-economic relations with Russia of a NATO member itself: German power. Scarcely understandable in this framework would also remain the role of Turkey, a full-fledged member of the Atlantic Alliance since way back in 1952.It is hardly possible, in our view, to consider NATO per se as a subject of the ongoing war confrontation in Ukraine, except by assuming that the interests of the member powers of imperialism are identical and of the same weight, or by glossing over the fact that NATO and its eventual enlargement are but a means to certain imperialist ends and not an end in themselves.Certainly, that of the “anti-NATO” struggle may turn out to be a mosquicide formula with a sure adhesive effect for an entire “antagonist” galaxy, politically reared in anti-Americanism and in the thesis of the Italian power as a “colony” of the U.S.; a galaxy for which highlighting the responsibility of the NATO subject in the current war, at least on one of the two fronts of the conflict, rather than of the American power, is functional to the claim of an exit from NATO itself. A claim entirely internal to the interests of fractions of the bourgeoisie at home, manifestly insignificant today, but which in the past left their ideological sediment in the currently residual but vaporized and widespread “maximalist” political currents.However, confusion on this issue does not allow for the understanding of the fundamental internationalist goal that identifies the main enemy of the proletariat of all countries precisely in the bourgeoisie of one’s own country. And of no use is a mere verbal recognition of this fact if then the recurring slogan remains that of a “war between NATO and Russia.”This is indeed a self-excluding goal and formula, since either the main enemy is one’s own bourgeoisie and its necessarily specific interests in the world market, or, on the contrary, one believes that the interests of one’s own imperialist bourgeoisie can merge indiscriminately into those of a supranational imperialist alliance, losing all specificity. Such a formula leaves open an entry point for the ideological positions of those who would like to involve the proletariat in a purely bourgeois struggle for the reaffirmation of the specific interests of “one’s own country,” allegedly nullified by the external imposition of an alliance, and, more importantly, it hinders in the proletariat the understanding of the nature of imperialist alliances – alliances always contracted between adversaries, actual and potential -, thus the understanding of the aims of the alliances themselves, of the real objectives of imperialist wars, and, with that, the setting of a correct revolutionary strategy of the proletariat.The main enemy of the proletariat in Italy is the Italian imperialist bourgeoisie, whether or not it is allied with the U.S. and whatever front it lends its support to in the war in Ukraine; just as the main enemy of the American, German, French, British, Russian and Ukrainian proletariat is to be found in their respective countries; just as the main enemy of the Turkish proletariat is the bourgeoisie at home, adherent to NATO and to date not directly involved in the Ukrainian conflict. However, it is not indifferent for the conscious proletariat to be able to identify what the lines of demarcation of interests between the various powers of imperialism actually are, even within formal alliances. On the contrary, this identification is crucial in order to be able to recognize the seeds of future conflicts germinating in the soil of these same alliances, ready to blow them up in ways and directions otherwise completely incomprehensible and even surprising.Another element that cannot help but raise doubts about the actual authority of certain “internationalist” assemblies is the nature of the sponsoring and participating organizations. We confess some difficulty in believing that a coherent and clear-cut internationalist position on the part of Stalinist groups is plausible, and to speak of their being “inspired” by Stalinism only reveals a clumsy attempt to depotentiate what in reality can only be a clear and unequivocal identity.We also regard as decidedly sly attempts by heterogeneous groupings of self-declared “anti-Stalinists” to justify their increasingly close collaboration with Stalinist organizations by citing alleged “rethinking processes” under way on the part of the latter. “Rethinking” about one’s counterrevolutionary history on the part of political organizations-assuming it is within the realm of possibility-is either a radical, open rejection, without compromise or distinction, manifested through a political battle leading to an abrupt break, not merely formal but in content, with one’s sphere of origin, or it is merely a matter of “nuance” concealing perhaps exclusively a sly reshaping of the same content in deference to a general climate and for contingent political goals.It is the very conception of socialism of these organizations that necessarily makes them counter-revolutionary. And it is for this fundamental reason that the recognition of the capitalist nature of Soviet “false socialism” is an inescapable issue for any organization claiming to belong to the camp of revolutionary proletarian internationalism. State capitalism smuggled under the ideology of “socialism in one country” is not compatible with internationalism. And this is not an opinion. Only those who habitually practice principle-trading in order to count a few dozen more adherents can relegate this issue to the role of a mere “historical disquisition,” or wafflingly postpone the unraveling of this knot to a “later date” in the face of apparent convergences on agendas deemed to be of more pressing priority. What can be more of a priority for any trend that wants to be revolutionary than establishing which direction one wants to go? What can there be less deferrable than rigorously establishing one’s revolutionary, internationalist, class identity? The “second moment” to which one would like to entrust the necessary clarification-if it ever arrives-may come too late to run for cover-as the history of the workers’ movement has too often tragically illustrated-and what has been improperly deemed a surmountable “past,” ridiculously claiming to assume a pedagogical role with an Enlightenment flavor, may become a dramatic present for which the working class would once again pay the price.Nothing, therefore, can be more diriment and less procrastinable than clarification of the conception of socialism and the social nature of the USSR or the so-called “socialist countries,” not even the formal “internationalist” recognition by Stalinist organizations of the “imperialist nature on both fronts” of the present war on Ukrainian territory. It is more than evident that a Stalinist organization consistent with its own conception of “socialism” could very hardly recognize in present-day Russia the connotations of that “leading state” which the USSR was for it, just as it is evident that the old “disagreements” of Russian state capitalism with Maoist China and the Chinese “reforms” of the early 1980s make it perfectly plausible that the most consequential of today’s Stalinists lack any sympathy for the latter. There is thus more than enough to explain their eventual definition of the current war as imperialistic even on the Russian side and their eventual refusal to recognize China as the bulwark of a nonexistent “anti-imperialist front.” In this regard, it hardly has the flavor of a mere “rehashing of the past” to recall that Stalinists around the world defined World War II as “imperialist on all fronts” from 1939 to 1941, at least until the entry of their “lead state” into the conflict “suddenly” changed its nature, transforming it overnight into a “war of democracy against fascism.” In the absence of a “lead state” to support, it should not cost the most astute of today’s Stalinists much to recognize the imperialistic nature of the ongoing conflict in Ukraine.A further critical issue found in the current “Zimmerwaldians” in sixteen is the compulsive frenzy to accumulate and put on display evidence of international “contacts,” especially from countries militarily involved in the current imperialist conflict in Eastern Europe. The overall impression is that of a very unselective collection of statements, manifestos, and testimonies from organizations or groups that can recall, on a very superficial reading, an internationalist position on the war, in order to credit themselves as “catalysts” and “reference points” of a real anti-war movement at the international level.It is indeed paradoxical for those who deem themselves worthy of adopting the name of internationalist to publicly boast of links with Ukrainian or Russian groupings that dismiss apertis verbis the Soviet repressive and concentrationist universe as well as the catastrophic Ukrainian famine of the 1930s as pure “bullshits.”[2]For “anti-Stalinists” who do not flinch or think it possible to dialogue with those who call the hell of the gulags, which cost the freedom and lives of thousands of genuine internationalist revolutionaries before even a hardly calculable number of other victims of Stalinist counterrevolution, “bullshits.” who even honor with the appellation of “comrades” those who call the millions of deaths from starvation, hardship and disease caused by the ruthless demands of the original capitalist accumulation in a backward economy that accelerated its pace under the thrust of world imperialist contention; for them, the bloody names of Vorkuta and Kolyma should burn on their tongues like a scorching brand every time they utter the word “internationalism.” As far as revolutionary communists are concerned, Stalinists can never be called “comrades” but only class enemies who have slaughtered the revolutionary proletariat, besmirched for decades past and still to come the name of communism, devastated among the world’s working class the very perception of communism as a prospect of the future and against whom they wage a tireless struggle.For genuine internationalists, the admiring and justificatory mention of the risks Stalinist organizations and groups face in facing repression by other political forms of bourgeois rule, whether in Ukraine or Russia, is not an argument in the slightest sufficient to mitigate the strenuous struggle against the current political and ideological expressions of the worst form of counterrevolution in history.The Stalinist parties that fought the Nazis with undeniable courage and valor in the second half of World War II, even paying a high price in blood, are the same parties that, in deference to the dictates of the “leading state,” bargained, negotiated and made alliances with the Nazis; the same ones who handed over hundreds of German communists who had taken refuge in the USSR to Hitler’s Gestapo as a pledge of good will on the sidelines of the imperialist partition of Poland in 1939; the same ones who, attributing to themselves the names of maquisards, franc-tireurs or partisans, cowardly murdered Trotskyists like Pietro Tresso in France and internationalist militants like Fausto Atti and Mario Acquaviva in Italy.Stalinism is not a deficiency of the materialist critique of social relations, it is, on the contrary, the political expression of certain social relations, of social relations characterized by state capitalism, and it is the expression of the interests of social strata materially linked to it or that consider state capitalism the ultimate goal of their political action.The anchoring by militants of Stalinist political groups to a very precise and false vision of socialism cannot be belittled or derubricated with the harmless and all in all benevolent definition of “nostalgia,” unless at bottom one shares it or considers it all in all “compatible” with one’s own. A vision of socialism that is not ashamed to call “equality among workers” the wage disparities, the Stachanovist emulation systems with rewards and punishments, favoritism, espionage among workers, blacklists, fines for low performance, and restriction of freedom of movement even within one’s own country that characterized state capitalism in the countries of the USSR and those under its sphere of influence.There can be no confrontation about the present, much less can there be any prospects for common struggle, if one does not really “settle accounts” with the past, with the social nature of the USSR. At least not with political forces organized on the basis of these assumptions.As much as various episodes of spontaneous workers’ protest have occurred and are occurring in Ukraine and Russia as well – episodes about which very significantly our own social-imperialists, proponents of the “Ukrainian national liberation” struggle, are silent, embarrassed by an economic struggle of the proletariat that erupts despite all appeals to the union sacrée – these are unfortunately phenomena lacking the anchorage to an organized theoretical consciousness, even if only of slender minorities. This is a dramatic fact that cannot be bypassed with comfortable displays of “optimism of the will.”Acknowledging that in the present state of affairs there unfortunately still seems to be nothing traceable with which to interrelate is unacceptable only to those who cannot resist the opportunist anxiety of self-promotion and immediatism without principles. An anxiety that compels one to square a raffish sampler of international contacts from the “hot zones” to be exhibited to an audience considered in the same way as a mass of possible “customers,” whom one would like to dazzle with merchandise of more than dubious value. Recognition of reality, however difficult and bitter this reality may turn out to be, is the first step in putting the working class in a position to transform it in the future. The rest is all smoke and mirrors.

NOTES[1] In German, “Push to the East.”[2] See Nostra intervista ai compagni del Fronte dei lavoratori dell’Ucraina (m-l), 

blog “il pungolo rosso”, 

July 5, 2023.

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