El PCE y la Internacional Comunista durante los años 20 y 30

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El documento que os presentamos a continuación se enmarca en la labor de síntesis de la historia del movimiento comunista internacional. Quienes apostamos por la Línea de Reconstitución hemos de transmitir en todo momento a la vanguardia ideológica la necesidad de realizar el Balance del Ciclo de Octubre con el propósito de estudiar sus errores y limitaciones y de volver a colocar el marxismo—leninismo como el gran referente hegemónico de la vanguardia de nuestra clase.
Más en concreto, este trabajo pretende seguir arrojando luz sobre la historia del movimiento comunista en el Estado español y las influencias que ejerció sobre él la Internacional Comunista. En lo que concierne a la historia del PCE —un Partido que, como explicaremos más adelante, careció desde el principio de un proceso de constitución de Partido de Nuevo Tipo al estilo del POSDR (b)—, consideramos que aún está pendiente profundizar en el estudio marxista—leninista de su evolución y, especialmente, de su línea y programa desde que se fundara en 1921 hasta que comenzara la Guerra Civil española.
Dado que en otro documento nuestro ya analizamos el papel jugado por el PCE desde mediados de los 30 hasta, principalmente, el final de la Guerra Civil (“El fascismo y el papel de la Internacional Comunista y el PCE durante la Guerra Civil española”), en este texto hemos decidido investigar el periodo que va desde su fundación hasta la consolidación de lo que serían las líneas maestras de la organización tras las directrices dadas por la Internacional Comunista en su VII Congreso, celebrado en agosto de 1935, centrándonos principalmente en la etapa de 1930-1935, por ser estos cinco años los más interesantes en cuanto a la consolidación de la línea frentepopulista del PCE, representada por José Díaz.
Al final del presente trabajo podréis encontrar, en el anexo I, las bases programáticas del Partido Comunista Español, de 1920, un documento nítidamente marxista—leninista que sirve como prueba de lo alejado que estuvo uno de los embriones del PCE de la ulterior involución abiertamente revisionista que sufriría la organización. Por último, hemos elaborado un anexo, centrado en la cuestión de Marruecos y las limitaciones de la II República burguesa española, que esperamos que contribuya a asentar una posición revolucionaria sobre este complejo asunto.
Enlace de descarga del documento completo.

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Entre dos reinados… y dos ciclos revolucionarios (Nueva Praxis)

Publicado en  por yakovsverdlov
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           Un interregno político dentro de un interregno histórico. Este podría ser el titular con el que sintetizar el panorama sociopolítico de estas semanas en el Estado español. La abdicación del desgastado monarca (y no nos referimos aquí exclusiva ni principalmente a su estado de salud) llega cuando el Movimiento Comunista Internacional (MCI), al igual que el patrio, sigue totalmente desubicado ideológica y políticamente, como así lleva siendo las últimas décadas.
          Y aunque la línea proletaria (1) avanza y se desarrolla de forma positiva y esperanzadora, cualitativa y también cuantitativamente, el comunismo dominante, el revisionismo, continúa siendo lo hegemónico en nuestro movimiento; cosa palpable, ésta, si oteamos el estrecho horizonte que se autoimponen la mayoría de los destacamentoscomunistas, escudándose (¡cómo no!) en la coyuntura, pero, eso sí, siempre en nombre de la revolución a la que han renunciado de antemano.
          No deja de ser, pues, paradigmática -e igualmente lamentable- la pasmosa facilidad con la que los partidos y destacamentos revisionistas, radicalizados tras la crisis, recuperan sus veleidades republicanas y desempolvan las concepciones etapistas que nunca abandonaron. Y es que una simple abdicación -aunque compleja (¿o, quizá,complicada?) por su contexto- ha servido para dar al traste con todos esos novísimosprogramas emanados de ciertos históricos congresos; para trocar, triste y muy irónicamente, a ese antirrevisionismo revisionista y dogmático en su contrario (¿o deberíamos decir aquí, más bien, su archienemigo)?; y para que el más descarado oportunismo, ahora en su salsa, sobreinterprete su hediondo papel hasta lo tragicómico. (2)
          Pero no desesperemos aún. Lo cierto es que el polo revolucionario de nuestro movimiento, el que apuesta por la reconstitución ideológica y política del Comunismo, no podía sino prever lo inevitable del titubeo del revisionismo ante escenarios ligera y sólo relativamente novedosos. Y es que el Movimiento Comunista del Estado español (MCEE), así como el MCI, sólo puede actuar en tanto que malogrado apéndice de alguna de las fracciones de la clase burguesa, al menos mientras no apueste consecuentemente porrestituir al marxismo como teoría de vanguardia.
          Y si a este panorama de efervescencia tricolor le sumamos la decisión con la que, al menos aparentemente, ha irrumpido en el panorama político el partido del corifeo televisivo de moda, podemos imaginar la total vacilación con la que el revisionismo encarará los próximos acontecimientos; pues, como vertiente y expresión radicalizada de la aristocracia obrera, las organizaciones aspirantes a partido obrero de viejo cuño se ven ahora en un brete: o rebajan aún más (pero… ¿es esto posible?) sus objetivos inmediatos -aunque manteniendo cierta independencia respecto a otros discursos másdiluidos-; o, por el contrario, participan o se integran de algún modo, como buenos oportunistas, en las estructuras de moda que parecen tener un reluciente futuro medido, como no podía ser de otra forma en el terreno de la política burguesa, en poltronas. De noadaptarse (léase doblegarse) a la realidad (léase lo inmediatamente sensible -y, por tanto, lo único posible… para ellos-) estos destacamentos perderían, casi de un plumazo, la exigua base social con la que cuentan y, obviamente, habrían de olvidarse también de toda potencial nueva clientela, sea ésta sindical, electoral, o de ambos tipos.
          Pero el marxismo revolucionario no conoce de inmediatismos. (3) Tampoco de posibilismo ni de estéril practicismo. Cualquier forma de espontaneísmo político es, al mismo tiempo, causa y consecuencia de la incapacidad de intervención en sentido revolucionario de los comunistas. Es un callejón sin salida; un eterno bucle en el que se repiten una y otra vez los errores ya cometidos y -por si esto fuera poco-, además con mayor ingenuo y criminal entusiasmo en cada ocasión.
       Y todo esto es, a su vez, producto de la asimilación acrítica de un determinadoparadigma que, por caduco e incuestionado, requiere para su dogmático sostén la absoluta renuncia a los principios en cuyo nombre se erige.
       La solución pasa entonces, precisamente, por esforzarse en nadar contracorriente, preservando y defendiendo los objetivos clasistas y revolucionarios, y remontar -para no ahogarnos en él- el amoratado río interclasista que desemboca, necesariamente, en la derrota del proletariado revolucionario.
      Pero veamos un poco más de cerca lo ridículo del pragmático proceder del revisionismo.
Arrepublicanados… ¿otra vez?
       Como decíamos, el espontaneísmo político es lo que prima en nuestro movimiento. Y no podía ser de otra manera. Las concepciones empiristas que reinan en el MCEE son, aparte del legado recogido por pura inercia del pasado ciclo revolucionario, el sello ideológico que garantiza la subordinación de los comunistas a la burguesía. La cuestión es sencilla de resumir: si partimos exclusivamente del movimiento inmediatamente dado,espontáneo, como eje de la acumulación de fuerzas de masas, nos veremos obligados a sustituir (o a conciliar) las necesidades del proletariado revolucionario por las del susodicho movimiento. Y como lo espontáneo sólo puede generar conciencia en sí, y ésta es la conciencia reaccionaria del proletariado, terminaremos haciendo política burguesa en sindicatos, plataformas y parlamentos en nombre de la revolución socialista.
     Demostremos cómo se materializa esto en los diferentes destacamentos revisionistas.
         En primer lugar, el PCPE, ante el problema de la sucesión, llama a levantar la más amplia movilización popular contra este descarado intento de perpetuar la dominación burguesa en España (4). Y al ser incapaces de crear por sí mismos tal movilización de masas, habrán de introducirse subrepticiamente en el movimiento realmente existente para parasitarlo a golpe de cántico y bandera. Por eso mismo, a pesar de la altanería con la que presumían de haber abandonado la defensa de etapas intermedias -democrático-burguesas- antes de la revolución socialista (cuyo contenido únicamente puede materializarse como Dictadura del Proletariado), vienen ahora a proponernos… ¡un programa democrático inmediato (5)! ¡Vuelven las veleidades antimonopolistas que decían, orgullosamente, haber dejado atrás!
          Y todo esto, como si no tuviéramos ya bastante, acompañado de una nefasta epicidad (que sólo mueve a risa) al apelar a esa supuesta partida que -el capitalismo español, dicen-  juega a la desesperada contra la Historia. Pues no, señores. La Historiano va tumbar al capitalismo. Lo hará, precisamente, la lucha consciente delproletariado revolucionario, del que, por cierto, ustedes no forman parte. En el mismo sentido, y envuelto en un indigesto idealismo subjetivo, consideran que las clases dominantes han fracasado y que ahora nos toca a nosotros. Dígannos, se lo suplicamos, en qué han fracasado exactamente las clases dominantes del Estado español. ¿Acaso su misión, en tanto que corporeización del capital, es emancipar o asegurar siquiera una existencia digna al proletariado? Este tipo de alocuciones sólo tienen un posible sentido, profundamente arraigado en el subsconsciente revisionista y velado entre fraseología seudorevolucionaria, y es que el PCPE -insistimos, como ala radicalizada de la aristocracia obrera- considera un fracaso la gestión monopolista del capitalismo… y pretende cooptar a ella dando a su fracción de clase una parte más justa del pastel imperialista en que aspira a sustentar su propia existencia como partido. Pues, como veremos, buena parte de las fuerzas de la izquierda extraparlamentaria están dejándose la piel… ¡en poner su granito de arena para la reestructuración del capitalismo español! Pero sobre este punto volveremos después.
        No obstante, a este respecto es similar el caso de Reconstrucción Comunista (RC). Esta organización revela sus más inconfesables instintos etapistas al abordar la abdicación del rey. Veamos uno de los párrafos finales de su comunicado:
          “Queremos un cambio transformador, no una república con Rajoy o Rubalcaba de presidentes. Queremos una república federal, popular y obrera. Encaminada al socialismo.” (6).
          ¡Ironías de la vida! No entraremos, al menos en esta ocasión, a valorar la opciónfederalista que defienden con tanta porfía, pues daría, probablemente, para un escrito aparte. Ya tendremos ocasión de hacerlo cuando abordemos la cuestión nacional.
        Pero sí nos parece inevitable, leyendo las líneas citadas, esbozar una sonrisa sarcástica. A esto nos referíamos más arriba al decir que cierta tendencia se convertía, irónicamente, en su archienemigo más que en su contrario. Y es que el antimaoísmo local, cuya punta de lanza es, sin duda, RC, tiene uno de sus argumentos estrella en la -infundada- denuncia de la Nueva Democracia como una aberrante desviación interclasista, es decir, conciliacionista. Pues bien, estos mismos señores abogan por una república… ¡encaminada al socialismo! En otras palabras: a diferencia de las revoluciones neodemocráticas, que son revoluciones burguesas de nuevo tipodirigidas por Partidos Comunistas en países semifeudales y/o semicoloniales, RC nos propone una revolución burguesa de viejo tipo, ¡en un país imperialista y sin, siquiera, el concurso del Partido Comunista! De poco sirven las previsibles excusas que pongan para explicar esto; si una república está encaminada hacia el socialismo, es que no es socialista. Y, teniendo en cuenta que el contenido fundamental del socialismo es la Dictadura revolucionaria del Proletariado -y que, evidentemente, no dicen ni una palabra acerca de ello-, podemos concluir que proponen el mismo absurdo que el resto de organizaciones revisionistas: identifican teóricamente la revolución necesaria en el Estado español como indefectiblemente socialista, pero eso no les impide apostar, en la práctica -y de manera oportunista- por formas intermedias y democrático-burguesasde transición hacia el socialismo.
       ¿Quién es, pues, el que disocia aquí teoría y práctica?
       Pero RC no está sola en tamaña reaccionaria empresa. Como hemos demostrado, en el mismo sinsentido cae, por ejemplo, el PCPE, aunque sea éste, conscientemente, mucho más ambiguo al expresarse. En idéntica contradicción sucumbió el programa del PCE(r). Y el inefable PTD, ahora con un plus de oportunismo tras su unidad con los renegados de la UP y los exCJC-CLM, aun con una práctica política mucho más timorata, nos plantea la misma ridícula vía hacia la república democrática previa al socialismo.
        El caso de éste último (el PTD), merece mención aparte. Ya desmontamos su línea política, en sincronía con los camaradas de las Juventudes Comunistas de Almería y Zamora, hace escasos meses. (7) Pero su nefasta deriva se aceleró, precisamente, tras el proceso de unidad por el que pasaron. Dicen ahora, y sin aparente sonrojo, que las fuerzas vivas del pueblo (!) derribaron (!!) en las urnas (!!!) a los sirvientes de la oligarquía financiera y multiplicaron sus apoyos a los partidos políticos que exigen democracia para la mayoría (¡sic!) (8). Eso es, democracia para la mayoría… ¡de las fracciones burguesas no monopolistas! Además, y en consonancia con lo anterior, su horizonte queda limitado a la petición de un referéndum para elegir la forma del Estado burgués español.
       ¡Por una dictadura burguesa… pero democrática y plebiscitaria! Tal podría ser el grito de guerra de esta gente. Consideramos que huelga explayarse más sobre estos señores. Lo que creímos oportuno apuntar ya fue dicho en el documento citado; y toda la predisposición de cara al debate que mostraban no compensa ni por asomo una línea política criminal como la que practican.
        Sin embargo, hay otro rasgo significativo en todos estos comunicados. Toda forma de oportunismo confluye en algo: el culto a la espontaneidad. Y todas las organizaciones con las que aquí hemos confrontado coinciden, precisamente, en diagnosticar el momento actual como una excelsa oportunidad: para el PTD, es la hora del pueblo (9); para el PCPE ahora es nuestro turno (…)  y nos corresponde ahora (…) coger el timón de nuestro futuro (10); y muestra de ello es también el PCOE, que cree que la abdicación es el principio del fin (11) y que el pueblo ha logrado subir varios peldaños en su concienciación (12).
       ¡He ahí el quid de la cuestión! Todos nuestros revisionistas, anclados a la pura inmediatez para ganarse a las amplias masas, no pueden sino apelar a su espontaneidad, azuzada por los acontecimientos políticos en los que no participan de forma independiente y revolucionaria, sino dependiente (de determinadas fracciones burguesas) y reaccionaria. Por esto ven en cada crisis económica, curiosamente, el momento adecuado para dar un barniz de radicalidad a sus programas; por esto, también, carecen de toda iniciativa y dependen de un panorama político externo que no pueden transformar, intentando aprovechar cualquier conato de inestabilidad del Estado o las pugnas interburguesas para, ahí sí, ponerse manos a la obra y hacer políticarecogiendo el descontento (o intentándolo) de ciertos sectores subalternos de la clase dominante. Lástima que esto sea, precisamente, política burguesa, reaccionaria.
         Paralelamente, y como muestra magistralmente la última frase citada del PCOE, se ve la concienciación de las masas como un problema puramente cuantitativo. Es decir, entre la conciencia en sí y la conciencia para sí no hay, según ellos, ningún abismo; la segunda es consecuencia de la progresiva sublimación de la primera. Por eso la expresan como gradación, como simple yuxtaposición de peldaños subidos. Por el contrario, los comunistas revolucionarios sabemos que entre una  y otra media todo unsalto cualitativo, que no puede darse sino a través de la revolucionarización de la conciencia de sectores cada vez más amplios del proletariado y siempre desde la iniciativa de la vanguardia. (13)
¿Etapas de transición… hacia períodos de transición?
Toda esta incomprensión de los mecanismos, requisitos y necesidades de la revolución repercute fatalmente en su línea política. Como hemos visto, a la hora de la verdad todos intentan subirse al tren de la espontaneidad, proponiendo, la mayoría, esas etapas de transición hacia el socialismo. Pero esta simple formulación demuestra palmariamente que tampoco han comprendido lo que es el socialismo.
          Veamos qué decía Marx al respecto:
       “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la  d i c t a d u r a   r e v o l u c i o n a r i a   d e l   p r o l e t a r i a d o.” (14)
         En efecto, el socialismo es ya un período político de transición, en forma dedictadura proletaria, que transforma revolucionariamente la sociedad capitalistaedificando conscientemente el comunismo. Por lo tanto, carece de sentido la apuesta de nuestros revisionistas, que ven necesaria una etapa democrática de transición entre el capitalismo y el socialismo. La cuestión es realmente evidente: si todo Estado es clasista y no es factible imaginar uno al margen o por encima de las clases, al apostar por unointermedio -poco importa que se le adjetive como obrero y/o popular- previo a la Dictadura del Proletariado pero posterior a la forma actual de dictadura burguesa, se está propugnando una simple reforma -más o menos profunda- del Estado burgués. ¡Qué forma más barata de hacer oportunismo!
         Pero toda esta confusión no es casual, sino causal. Y es que todas estas organizaciones han renunciado, implícita o explícitamente, a dotar al proletariado de los instrumentos con los que éste pueda ser un sujeto político independiente y revolucionario. Porque todos los aquí nombrados, excepto el PCPE (15), reconocen la inexistencia, en el Estado español, de Partido Comunista. No obstante, esta circunstancia no parece ser óbice para que su actuar político sea trazado como si, efectivamente, ellos fueran el PC. ¿Cuál es el resultado de que organizaciones -desprovistas además de teoría revolucionaria- que sólo agrupan a pequeños círculos de vanguardia se lancen a por las amplias masas por su cuenta y riesgo y sin un Plan político amplio y audaz? No hará falta ser un gran conocedor del panorama político local para imaginarse el despropósito. Pues, como imaginará el lector, el diagnóstico es claro: un cúmulo de siglas, cuyas diferencias son más bien escasas, luchan entre sí por copar la dirección del movimiento espontáneo. Pero las masas entienden bien que para resistir no necesitan discursos, folclore ni parafernalia comunista. Por eso el rechazo es lógico: para parar un desahucio no es menester una bandera de los CJC; una asamblea universitaria no necesita saber de Hoxha para organizar una jornada de huelga; las asociaciones de vecinos no sienten la necesidad de pasar a llamarse FUP porque lo diga un partido marginal.
En este sentido, y aunque solemos ser nosotros los tildados de monasteriales, podríamos decir que la praxis a la que apelan todos los oportunistas se puede resumir en la locución latina ora et labora; es decir, su concepción de la práctica viene determinada por una relación más mística y religiosa que ideológico-política con la teoría; el rezo, aquí, consiste en la huera repetición de aquello que, creen, son verdades indiscutibles del marxismo-leninismo. No en vano, no dejan de sermonear a las masas con dichas verdadesreveladas y se esfuerzan en convertir a los herejes que blasfeman contra tal o cualdogma de fe al que rinden culto, por cierto, sin ningún resultado positivo.
       Conviene apuntar, también, que a este respecto poco importa el contenido concreto de las verdades que proclaman por doquier. Bien podrían sustituir sus consignasetapistas por otras socialistas (como, con la ambigüedad antedicha, intenta el PCPE) sin que el problema de fondo hubiera sido solucionado. Y es que no se trata, como decimos, de proclamar la necesidad de la revolución. Se trata de ejecutar las tareas que nos permitan ir hilando cada etapa de la revolución con la subsiguiente. En otras palabras, al ser los fines los que determinan los medios, hemos de trabajar por cumplir los objetivos que nos permitan concatenarlos con otros más elevados y siempre en función de estos últimos. En ese sentido, se reconstituye la ideología -sintetizando la práctica social pasada- como medio para poder hegemonizar la vanguardia teórica; construimos la vanguardia comunista para poder ganarnos a la vanguardia práctica y, así, reconstituir el Partido; se reconstituye el Partido para desarrollar la Guerra Popular; ésta se ejecuta en función de la creación de Nuevo Poder; etc… Y todo esto, obviamente, como fases del movimiento que va realizando el Comunismo y subordinadas a éste objetivo final -hasta su victoria total, que depende de la lucha de clase revolucionaria del proletariado y no de ninguna fatalidad histórica, como quieren hacernos creer diferentes organizaciones revisionistas.
Como vemos, nada tiene que ver el ecléctico proceder del revisionismo, siempre a la zaga de los acontecimientos, con una verdadera táctica-Plan consciente como la que acabamos de delinear, que discurre a iniciativa de la vanguardia, y que es la única base sólida y coherente sobre la que edificar un proceso revolucionario.
      Si estas personas quieren realmente luchar por el socialismo, deberían replantearse su praxis política. Después de que infinitas siglas lleven décadas intentando dirigir el movimiento espontáneo, ¿cuántos éxitos revolucionarios se han conseguido?Absolutamente ninguno. Lo mismo es, en definitiva, la fracasada y absurda lucha por laRepública Democrática ya sea mediante el reformismo armado o el pacato economicismo. Lenin ya demostró las idénticas bases de ambas desviaciones. Y es que el socialismo no llega, se construye.
           Pero para poder construirlo hay que saber cómo. Y esto es lo que obvian estas organizaciones, al omitir toda referencia a la Dictadura del Proletariado en contraposición a la dictadura de la burguesía (se dé ésta en su forma monárquica o republicana); mencionan o dejan caer la cuestión del poder obrero, pero esto es más unmantra (la versión radicalizada del poder popular) que una alusión al indispensable -y para ellos desconocido- Nuevo Poder; y, por último, hablan de revolución pero continúan obstaculizando la reconstitución del único organismo social capaz de llevarla a cabo -el Partido Comunista- al dar la ideología por supuesta y negándose a poner al marxismo, de nuevo, a la altura de las circunstancias históricas. ¡Parece valer más para nuestros dogmáticos una concepción estereotipada del marxismo y una práctica ciega que la revolución! ¡Allá ustedes, pues!
        Hay, por tanto, que abandonar toda veleidad masista y afrontar las cuestiones candentes de la revolución; esto es, hoy, afrontar las problemáticas y las necesidades ideológicas de la vanguardia. Es necesario recapitular y cuestionarse toda esa práctica ciega; hemos de entender el momento histórico que vivimos y encarar con decisión el trabajo que tenemos por delante, que no es, precisamente, poco.
¿Proceso constituyente? ¡Reconstitución comunista!
           Mientras escribimos las presentes líneas, en el Parlamento se vota, con holgada mayoría, a favor de la Ley Orgánica que ha de regular la abdicación del rey. Parece que ésta, aun estando prevista desde hace algunos meses, se ha precipitado, entre otras cosas, por los resultados electorales europeos. Pues lo que para algunos es un triunfoanticapitalista, no deja de ser, exclusivamente, el reencuentro de ciertos sectores de lasclases medias con la política parlamentaria. La crisis de representatividad que sacude al Estado español, y que alcanzó su punto álgido con el movimiento 15M, está siendo reabsorbida, cuanto menos parcialmente, por Podemos. Y es que el 25M vimos nacer a laSyriza española.
          Entretanto, el respaldo hacia los dos grandes partidos políticos del gran capital patrio va en declive. El PSOE, siguiendo las huellas del PASOK griego, camina a marchas forzadas hacia su paulatina pero total desaparición de la escena política española. El PP, desgastado por estos años de gobierno en mayoría absoluta, ha perdido credibilidad incluso ante ciertos sectores especialmente reaccionarios y centralistas del capital medio, alarmados, especialmente, por el procés catalán. Y es que el bloquedominante configurado en el Estado español tras la transición, que integraba al gran capital, a las burguesías periféricas y a la aristocracia obrera, hace aguas por todos lados. Como es natural en la democracia burguesa de la etapa imperialista del capitalismo, el dominio del gran capital sobre el resto de fracciones burguesas es indiscutible -aunque nunca absoluto. Y la crisis, obviamente, ha brindado al gran capital la oportunidad de desatar una ofensiva contra las otras fracciones subalternas del bloque dominante que, aunque en una medida infinitamente menor y más en un sentido político que económico, están pagando esta crisis junto al proletariado.
           Así, esta abdicación, que se quiere presentar como la puerta hacia una Segunda Transición, busca refrescar hasta cierto punto el marco político español, salvaguardar a toda costa el orden constitucional emanado del 78 y dar un respiro al aparato de Estado de cara al incierto y relativamente turbulento futuro que tiene por delante.
        Y en esto llegó Podemos. Impulsado por la organización trotskista Izquierda Anticapitalista, cocinado por el trío de enfants terribles (16) de la intelectualidad pequeñoburguesa y servido por ciertos medios de comunicación de masas, dicha formación política parece destinada a aglutinar buena parte del descontento de esasclases medias -pequeña burguesía y aristocracia obrera- que la anquilosada IU no ha sabido absorber por su propia mojigatería y su burocrática institucionalización. Ahora, como es lógico, la coalición que lidera Lara no puede sino mantenerse a la expectativa y darse un aire de modernización, pues los votos -y, por tanto, la iniciativa- que llevan tiempo esperando ver caer del cielo -sin éxito- lo harán previsiblemente del lado de Podemos.
         Por eso, también, el deseo de la República sólo está manifestándose mediante la petición de un inocente Referéndum -no se ve, siquiera, cierto interés por agitar las calles- que, como saben, no va a efectuarse. Y es que es obvio que nuestros pacatos socialdemócratas -los nuevos y los viejos- van a esperar unos meses para tener una mejor posición política y apoyo de masas suficiente en fechas futuras -sembradas de potenciales alianzas o coaliciones- para presentar su órdago republicano al que ya serásu majestad Felipe VI. Y a este respecto, sin ninguna duda, encontrarán de su lado a nuestros ingenuos revisionistas -sin llegar éstos a percatarse, claro- como ala izquierdade la burguesía republicana.
          ¿Acaso no conocemos ya esta historia?
         Conocido es el dicho marxiano -tomado, a su vez, de Hegel- que postula aquello de que la primera como tragedia, la segunda como farsa. Se ve, pues, que Marx no podía siquiera imaginar la incompetencia de los comunistas del Estado español, dispuestos a tropezar con la misma piedra no una ni dos, sino hasta tres veces. Pues no alcanzan a comprender que, de hundirse totalmente el régimen del 78 e iniciarse exitosamente unproceso constituyente que intentara reorganizar -ventajosamente para esas clases medias en rebelión (17)- el bloque dominante, el único que podría salir reforzado sería el Estado burgués y el capitalismo español, nunca el proletariado ni las fuerzas revolucionarias. Y todo esto suponiendo que dicho proceso, sumado al otro procés, no terminara degenerando en una contienda civil -salvando todas las distancias- al estilo ucraniano. Pero no adelantemos acontecimientos.
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Hoy como ayer, la opción genuinamente comunista, realmente revolucionaria, pasa por no adoptar el papel de retaguardia de ninguna de las fracciones burguesas en litigo. Pasa, también, por desarrollar, profundizar y ampliar la alternativa proletaria; por construir un referente de vanguardia marxista-leninista que, asimilando críticamente el legado revolucionario del pasado ciclo, se autocapacite ideológica y políticamente, derrotando, suprimiendo y superando al resto de corrientes teóricas que pugnan por la hegemonía en la vanguardia, para avanzar, a paso firme, hacia la Reconstitución del Partido Comunista.

Nueva Praxis 

Junio de 2014
Notas
(1). Nos referimos aquí, obviamente, a la Línea de Reconstitución del Partido Comunista.
(2). Este párrafo hace  referencia, respectivamente, al PCPE, a RC y al PTD. En las páginas subsiguientes desarrollaremos con más detalle nuestra opinión sobre el modo en que cada uno de estos -y otros- destacamentos afronta el escenario político actual.
(3). En este sentido, conviene apuntar que la dialéctica marxista, instrumento de aprehensión y revolucionarización de las omnipresentes contradicciones, entiende precisamente la mediación dialéctica como instancia necesaria en cualquier proceso de transformación, es decir, de superación/supresión de dichas contradicciones. Para ampliar este punto, recomendamos el apartado Más autocrítica de la primera parte de laNueva Orientación (PCR).
(4). Declaración del CE del PCPE ante la abdicación de Juan Carlos de Borbón. No está de más señalar aquí que identifican la sucesión con la perpetuación del capitalismo. ¿Acaso una República Española no sería capitalista? Sí que admiten teóricamente dicha posibilidad; pero sólo por mantener cierto rigor formal para con la teoría pues, como dijeron en algún lugar (¿o fueron sus juventudes?), para ellos hablar de república es hablar de socialismo. ¡Toda la teoría marxista del Estado liquidada en una frase!
(5). Ibídem. Este programa democrático se limita a pedir restringidas nacionalizaciones (banca y empresas privatizadas), el sostenimiento de lo público, la derogación de algunas leyes concretas (como la del aborto o extranjería), etc.!
(6). Sobre la abdicación del Rey (Reconstrucción Comunista, Junio de 2014).
(7). Véase El sacrificio del nonato. Repuesta al PTD (Nueva Praxis, Abril de 2014) yPolémica con el PTD en torno a la línea revolucionaria (JCA/JCZ, Abril de 2014).
(8). Es la hora del pueblo: ¡Viva la república! (PTD, Junio de 2014).
(9). Ibídem.
(10). PCPE, lugar citado.
(11). La abdicación del Rey, enjuague de la burguesía (PCOE, Junio de 2014).
(12). Ibídem.
(13). A este respecto, nos gustaría introducir una reflexión. Bien conocida es la fórmula, que reinó durante todo el Ciclo de Octubre, según la cual la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero se da llevando la teoría revolucionaria al movimiento espontáneo desde fuera. Sin ser esta tesis falsa de ninguna manera, la creemos, al menos, inoperante. Quizá incluso podamos considerarla una formulación caduca. Decimos esto porque ninguna conceptualización es inocente ni neutral (y mucho menos ahistórica), y tampoco lo es ésta. Dicha tesis pone el peso en el factor espontáneo (pues se concibe como lo determinante), en las masas, ante las cuales la vanguardia ha de inclinarse para encajar, para integrar su teoría en el movimiento dado. En definitiva, implica ver el movimiento revolucionario sencillamente como el movimiento espontáneomás la dirección de los comunistas. En el contexto histórico en el que se acuñó dicha fórmula (popularizada después por Lenin en su ¿Qué hacer?) esto tenía todo el sentido. El movimiento obrero era ascendente y, concretamente en el Imperio Ruso, avanzaba con vigor hacia la revolución burguesa allí pendiente. Por eso era una tesis históricamente necesaria. Pero aquí también se entrelazan lo viejo y lo nuevo. Y es que en nuestra época, con el capitalismo en su fase imperialista ya desarrollada, las cosas no se presentan igual. Tras la escisión definitiva del movimiento obrero en dos alas y, sobre todo, tras el fin del Ciclo de Octubre -entendiendo que ello supone la necesidad de reconstitución ideológica y política-, el proceso de fusión del socialismo científico con las masas difiere sustancialmente. Además, el papel que ha de jugar la conciencia revolucionaria es exponencialmente mayor que entonces: la iniciativa ha de partir, en todo proceso revolucionario que pretenda vencer, desde la vanguardia. Por esto, nos parece mejor fórmula una que invierta la relación entre vanguardia y masas, poniendo el peso en el primero de los elementos y dejando patente la necesidad de la constitución del movimiento desde bases nuevas y no inmediatamente dadas por la vida -idea economista-menchevique. Así, diríamos que la fusión del socialismo científico con el movimiento obrero se da, en ascendente reciprocidad dialéctica -desarrollo en espiral-,trayendo a las masas (es decir, a las que sean nuestras masas en cada momento) a las posiciones de la vanguardia; en otras palabras, transformando a cada expresión particular del movimiento obrero en función de las necesidades de la revolución o, lo que es lo mismo, revolucionando al movimiento obrero en movimiento obrero de nuevo tipo. Creemos que esta fórmula expresa con mayor certeza la esencia del proceso en este nuevo contexto histórico.
(14). K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas en dos tomos, Editorial Progreso, pág. 24 (Crítica al Programa de Gotha).
(15). El PCPE no tiene problema alguno en autodenominarse El Partido Comunista. El resto de organizaciones revisionistas, aun actuando como si lo fueran, tienen al menos la vergüenza suficiente como para no hacer tal ridículo.
(16). Nos referimos aquí a Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón.
(17). Al mismo tiempo, no estará de más apuntar que, precisamente, esas clases medias en rebelión son, en lo fundamental, la base social necesaria para un hipotético y futuro movimiento fascista de masas. Esta circunstancia, sumada al discurso populista de Pablo Iglesias y la presencia en Podemos de personajes como Jorge Verstrynge, hace más que real el peligro a medio-largo plazo de su uso por parte del gran capital para evitar cualquier tipo de reorganización política del bloque dominante. No queremos decir, claro está, que Podemos sea o vaya a convertirse en una formación fascista; decimos, al contrario, que sí puede, efectivamente, brindar al gran capital un atajo hacia la conformación de una base social receptiva y un discurso en buena medida ya elaborado.
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Texto de Nueva Praxis acerca de las elecciones europeas del 25 de mayo

Publicado en  por leojogiches
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CONTRA LAS FALSAS ILUSIONES PARLAMENTARIAS DEL REVISIONISMO
¡BOICOT A LAS ELECCIONES EUROPEAS DEL 25 DE MAYO!
          La mitología griega cuenta entre sus historias más asombrosas con aquélla que reza acerca de Dédalo y su sobrino Perdix. Dédalo era un afamado arquitecto e inventor ateniense, que se veía continuamente superado por los logros que su genial sobrino, tutelado por él mismo, alcanzaba día tras día. Un buen día, y presto a poner a prueba a un nivel superior al confiado Perdix, Dédalo lo mandó subir con él a la torre del templo de Atenea, conminándole allí la resolución de un complejo problema matemático. Asombrado con la rapidez con la que su joven alumno dio con la correcta resolución del mismo, Dédalo, atenazado por la envidia, arrojó a su sobrino desde lo alto de aquella imponente torre, enviándolo a una muerte que parecía segura. Por fortuna para Perdix –fortuna en nombre de diosa, valga la redundancia–, Atenea, apiadándose de aquel ingenioso zagal, lo salvó durante la caída otorgándole un par de alas y convirtiéndolo así en una conocida ave: la perdiz, que, como muchos sabrán –más allá incluso del estrecho círculo de aficionados o expertos en ornitología– se trata de una especie incapaz por sí misma de asentarse o, siquiera, proliferar lugares elevados por temor a su previsible caída desde los mismos.
          Volviendo al mundo real, pero teniendo en mente el sencillo aunque impactante relato que acabamos de referir, nos enfrentamos a una nueva cita electoral por parte de aquéllos que someten a nuestra clase a una institucionalizada esclavitud asalariada. El proletariado, sabedor, pese a todo, de que nadie le ha dado vela en este entierro, se muestra meridianamente alejado de estas patéticas representaciones con las que la burguesía y sus distintas fracciones nos deleitan con frecuencia más deseada de lo normal –así lo consideramos los firmantes de esta misiva–. A la espera de la rearticulación de un movimiento revolucionario independiente, de nuestra clasepropiamente dicho –el Partido Comunista– , ésta trata de defenderse de los envites del capital con lo poco que posee: a saber, con una conciencia en sí que, por su propia naturaleza, no puede ser sino burguesa, en cuanto que reproduce de forma continua las actuales relaciones de dominio capitalista a todos los niveles y sólo alcanza a discernir, debido a su primigenio desarrollo histórico, la contradicción puramente económica entre el obrero y el patrón en el amplio y complejo tablero en el que se desarrolla la lucha de clases, relegando el factor político –¡y ya no hablemos del ideológico-consciente!– al más lamentable de los ostracismos. Como el ave al que Perdix da nombre, nuestra clase se muestra, por sí sola, incapaz de ocupar cotas demasiado eminentes, nunca más altas que las que marcan las estrechas paredes de la fábrica;cotas éstas que, por otra parte, se encuentran dominadas por aquella fracción de la clase obrera que participa del reparto del pastel imperialista y que posee –en virtud de múltiples órganos de representación y negociación, como los sindicatos; instrumentos que, por otra parte y como cabe reseñar, siguen siendo considerados por revisionistas patrios y foráneos como las “formas naturales” de organización de la clase, supuestamente válidas para erigir, a partir de ellas, la ofensiva revolucionaria– una evidente posición de poder como una clase burguesa más en el aparato político del Estado capitalista. Son, precisamente, aquellos sectores de laaristocracia obrera los que, inevitablemente desplazados de la privilegiada posición que tenían anteriormente a la última, y, a su vez, sempiterna crisis del capital, buscan una base social suficiente –normalmente, en visible o velada alianza con la pequeña burguesía y el capital medio– para ejercer presión sobre aquellas fracciones situadas en la cúspide del dominio capitalista y que exclusivizan cada vez más la acumulación de la plusvalía. Las elecciones burguesas no dejan de ser, así, uno de los múltiples terrenos donde esta clase se juega los cuartos –y su posición política, no lo olvidemos–.
          El revisionismo, expresión ideológica por excelencia de la fracción radicalizada de laaristocracia obrera, gusta de otorgar à gogo epítetos descalificativos de lo más variado a los que luchamos por la Reconstitución del Partido Comunista, por la completa independencia de nuestra clase en los terrenos político e ideológico. Y, para justificar ante el conjunto de la vanguardia y ante sus exiguas masas sus ya conocidas –por recurrentes– boutades oportunistas y electoralistas, coronan la disertación haciendo uso de ese oscuro objeto suyo de deseo titulado“La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”,–oscuro en cuanto a la forma en la que esta pléyade de vocingleros descontextualiza el proceso de constitución del Partido por parte de los bolcheviques, no por la indiscutible importancia teórica de la obra de Lenin–. Así, a los ojos de nuestros guardianes del dogma, lógicamente renuentes a constatar la manifiesta contraproducencia de la estrategia parlamentaria en la época actual, bien merecemos el calificativo de izquierdistas. Quizá vaya siendo hora de adentrarnos en la postura leninista sobre el parlamentarismo, con el objeto de diferenciar entre la necesaria flexibilidad táctica durante el desenvolvimiento de las tareas que el Plan revolucionario exige, y las posturas oportunistas –ergo, contrarrevolucionarias– que abanderan los que se refieren a nuestra línea en los términos anteriormente mencionados.
          Si algo caracterizó a la época en la que se constituyó el Partido Bolchevique –constitución cuyos dos principales hitos a nivel histórico-temporal fueron las revoluciones de 1905 y, fundamentalmente, la de 1917– fue la existencia de un movimiento de masas ascendente, en natural consonancia con los últimos vestigios que la ola de revoluciones burguesas iniciada en 1789 mantenía aún con reseñable fulgor. Así, la conformación del bisoño movimiento obrero entronizaba por aquel entonces a la socialdemocracia como una fuerza en franco ascenso y con enorme influencia entre las masas obreras de Rusia, fuerza con la que los dirigentes de la fracción bolchevique del POSDR tuvieron que confrontar durante todo un proceso de lucha de dos líneas en aras del progresivo avance de las posiciones revolucionarias, el cual incluso se llevó a cabo, en momentos muy puntuales, siguiendo los cauces que marcaba la Duma rusa. En la actualidad, y tras la escisión de la clase obrera en dos y la transformación de la socialdemocracia –otrora mecanismo y, a su vez, expresión ideológica de la conformación de la clase en base a sus luchas económicas contra el capital– en su contrario dialéctico, es decir, en una ideología que no puede ofrecer nada progresivo a nuestra clase, sino el encuadramiento de un sector burgués de la misma en la estructura política imperialista y la postración ad eternum del otro sector a las dinámicas que impone la división del trabajo en su fase capitalista, es este sector de la clase, el proletariado, el que, en la actualidad, y con toda lógica ante las expresiones ojipláticas del revisionismo, se muestra totalmente desinteresado del devenir de las luchas intestinas que las fracciones de la burguesía, en su indisimulada rapiña, dirimen en el cuadrilátero parlamentario. Nuestros electoralistas hacen gala de una obvia incomprensión de las tareas más acuciantes a día de hoy, cuando la liquidación del marxismo como ideología revolucionaria de vanguardia nos debe inducir, por necesidad, a otorgar la primacía a la resolución de las contradicciones ideológicas en el seno de la vanguardia, en base a la lucha de dos líneas en torno al Balance del Ciclo de Octubre, colocando la teoría revolucionaria a la altura de las circunstancias históricas y de la posición cualitativamente más elevada que ha alcanzado a nivel político-ideológico el proletariado revolucionario tras el ejercicio de su lucha de clases. La hegemonización de la ideología revolucionaria en el seno de la vanguardia teórica en base a la lucha de dos líneas contra el revisionismo en particular, y contra toda expresión de ideología burguesa en general, cristaliza en forma de Línea General, de Plan que guiará el devenir práctico de la Revolución Proletaria Mundial –con sus consiguientes vicisitudes tácticas–, colocándose la vanguardia marxista-leninista, auténtico núcleo embrionario del Partido Comunista, en una posición cualitativamente más elevada para abordar el acercamiento y la conquista y transformación revolucionarias de aquellos elementos que lideran las luchas parciales y resistenciales de las masas: la vanguardia práctica. En esta fase de la reconstitución del Partido, la última contemplada por dicho proceso previo a la Guerra Popular, sí empieza a ser factible la participación parlamentaria, no como medio de llevar a cabo una pretendida “política –burguesa, en tal situación– de construcción del socialismo dirigida a las grandes masas”, sino como formato plausible de agitación para con aquellos intermediarios entre dichas masas y la vanguardia teórica –los también llamados intérpretes de las masas–, los cuales, a día de hoy, continúan en no despreciable medida imbricados en dinámicas tendentes a azuzar las ilusiones parlamentarias de la clase obrera –o más bien, de cierto sector de la misma–. A medida que avanza la Reconstitución del Partido y éste va generando de forma consciente los organismos necesarios para dar inicio a la Guerra Popular, va tomando forma y, a su vez y en consecuencia, siendo efectiva la relación orgánica de fusión entre vanguardia y masas. Cabe decir, una vez llegados a este punto, y habiendo ahondado en la cuestión de cómo se dará inicio a la guerra abierta contra toda expresión de la ideología y dominación burguesas, que la flexibilidad táctica deja abierta laposibilidad, siempre y cuando se supedite a la correcta puesta en marcha y resolución del Plan revolucionario –y ya se ha mencionado previamente en el texto cómo logra cristalizar dicho Plan–, del empleo efectivo de una táctica parlamentaria, entendida ésta necesariamente no sólo como referente al Parlamento u otros órganos subsidiarios o a menor escala del gobierno burgués, sino como utilización de cualquier espacio controlado o generado por la burguesía y sometido ab origene a las dinámicas de ésta, véase una Universidad, una Biblioteca, etc., así como ciertos mecanismos legales del capital, incluso en estadios incipientes de la Guerra Popular misma, siendo la utilización táctica de estos resortes un paso más –si así lo requieriese el propio Plan– para la acumulación de fuerzas en cada etapa del proceso, teniendo en cuenta que lasmasas que vayamos incorporando progresivamente tendrán un carácter cualitativamente distinto dependiendo de la fase político-militar en la que se encuentre el movimiento revolucionario. A gran escala, las masas –y, he aquí una lección universal que nos ha legado el anterior ciclo revolucionario– únicamente podrán ser transformadas ideológicamente y, en consecuencia, elevadas hacia la posición política de la vanguardia mediante el ejercicio consciente de su propio poder: la dictadura revolucionaria del proletariado hacia el Comunismo, confrontando a todos los niveles con el viejo poder burgués. Las ilusiones parlamentarias de estas grandes masas –ilusiones contra las cuales en su día la fracción bolchevique sí estimó conveniente dirimir la lucha en el terreno parlamentario si la situación así lo requería– hace mucho que se diluyeron. Basta, a tal respecto, con comprobar las cifras de abstención constatadas en todas y cada una de las citas electorales de la burguesía, así como las más que previsibles para la inminente fiesta de la democracia europea que tratamos aquí (en torno a un 60%). Ante este revelador panorama –que ha permitido, por otra parte, superar en buena medida el trabajo sucio parlamentario que la vanguardia tuvo que abordar a mayor escala en tiempos pretéritos–, nuestros electoralistas pretenden acabar con las ilusiones parlamentarias del proletariado… ¡llamando al voto en las urnas! Y lo que es peor: su desentendimiento de las tareas que nos deben ocupar actualmente, así como su preocupante incomprensión del contexto en el que Lenin escribió la obra con la que aducen, no sin denuedo, las más fantasmagóricas razones para justificar su cretinismo parlamentario –etapa aquella en la que el Partido Comunista ya estaba constituido, a diferencia de hoy, y la dirección bolchevique ya controlaba los órganos de nuevo poder (sóviets) con los que confrontar política, ergo, militarmente, al gobierno provisional burgués–. ¿Qué Nuevo Poder han generado –o pretenden generar– estas organizaciones, las cuales no tienen otra cosa que vendernos que repetidos cantos de sirena en todas y cada una de las llamadas a las urnas que la burguesía lleva a cabo? Pues, para ellos todo vale, ya sean elecciones europeas, generales, autonómicas, municipales, etc, para tratar de llevar su conciencia sindicalista hacia nuevas cotas y espacios. ¿Acaso se puede denominar uso revolucionario del parlamento a las llamadas reformistas –por la “Europa social”, en general; por “un futuro sin Troika, sin Deuda y sin Bipartidismo”, como corea el PCE-UJCE; o, por otra parte, aunque, bien mirado, en el mismo lado que estas dos organizaciones, por la educación pública (burguesa) y unas condiciones ligeramente mejores de explotación asalariada bajo la mesa del “trabajo con derechos”,tal cual blande el PCPE,así como las vergonzantes llamadas al voto para IU o Podemos por parte del PTD – que realizan estos señores?
          Llegados a este punto, no es baladí un análisis más profuso acerca de las posturas –e implicaciones ideológicas de las mismas– que defienden, ante este y otros tantos encuentros electorales, varias de las mayores organizaciones del revisionismo español. Por un lado, aquéllas que apuestan por una abstención activa o consciente –principalmente, PCOE y R*C– utilizan dicha táctica como acicate en sus fatalistas pretensiones de agudizar la crisis política [1] que, supuestamente, padece la burguesía –según ellos, ayudados, cómo no, del advenimiento de la pertinente fluctuación económica del capital–. Ciertamente, estos señores –exactamente igual que el PCPE–, no han comprendido que el único mecanismo que puede generar conscientemente la crisis política del capitalismo es el Partido Comunista, resolviendo la misma a favor de los intereses revolucionarios a través de la Guerra Popular. Para nuestros abstencionistas, la revolución se encuentra a tan sólo un empujón –más flojo que el que Perdix sufrió a manos de Dédalo, parece ser–; en consecuencia, sus llamadas a la abstención, con todos los imponentes ropajes con que quieran vestir a ésta, van encaminadas a la acumulación de fuerzas en torno a órganos de lucha económica, auténticos baluartes del Viejo Poder burgués –bien sea el FUP, en el caso del PCOE, o la hegemonización del llamado sindicalismo de clase y combativo, en el caso de R*C–, instrumentos a partir de los cuales estas organizaciones pretenden dar el golpe definitivo a esa –supuestamente existente– crisis política del capital. ¡Los preceptos de la insurrección decimonónica extrapolados al siglo XXI! A todas luces, carecen de plan político independiente de construcción del movimiento revolucionario, confinando a la mínima expresión el problema –de crucial relevancia– de los intermediarios entre el núcleo de vanguardia y las masas no militantes –y su correspondiente cadena de mediaciones en forma de organismos generados por el Partido a distintos niveles ideológico-políticos–, lo cual les lleva, en todo momento, a tener presente la posibilidad de llamar al voto con todas las de la ley en el momento en que dispongan de una base social –y electoral– suficiente, y, por consiguiente, cultivar, de la misma manera que llevan haciendo durante décadas organizaciones más respaldadas a pie de calle, como el PCPE, las ilusiones parlamentarias y los objetivos reformistas [2] que, aparentemente, nuestros abstencionistas critican en la actualidad a dichas organizaciones. Por otra parte encontramos al propio PCPE, que, como principal destacamento del revisionismo español, se alimenta de los mismos presupuestos ideológicos que los denominadosabstencionistas; si bien esta organización, debido a que goza de la posesión de una mayor base social a pie de calle, sí se ve en condiciones efectivas de saltar al terreno de juego con su propia plataforma electoral–que no parlamentaria, ya que el PCPE no puede aspirar, a día de hoy, a conseguir un solo escaño [3] –. A tal respecto, nos ofrecen un sinfín de proclamas cuya finalidad no es otra que el embellecimiento ante las amplias masas de la fachada de la explotación capitalista [4], la cual, esta organización, como fiel representante de cierta fracción radicalizadade aristocracia obrera, considera, al igual que las otras dos anteriormente referidas, como relación puramente económica y remanente de la dictadura exclusiva de los monopolios [5].Como es lógico, su lucha va dirigida contra la oligarquía financiera que ha logrado relegar, dentro del aparato de poder estatal pero hacia una posición menos ventajosa en el reparto de la plusvalía imperialista, a su clase y a otras aquiescentes con ella en mayor o menor medida, tales como la pequeña burguesía y el capital medio, en virtud de la enésima crisis de reproducción del capital. Además, para colmo de males –pensará el PCPE, y de ahí que lo tomen en consideración como un blanco principal de sus críticas ideológicas–, estas dos últimas clases han logrado articular un “nuevo” proyecto político de cierta relevancia –nos referimos a Podemos–, el cual se encuentra, hoy, en perfecta disposición de dar al traste en poco tiempo con el grueso del trabajo de masas que la organización en la que centramos esta parte de nuestra crítica lleva, ardua y pacientemente, desarrollando durante casi treinta años. C’est la vie !
          Frente a las ilusiones parlamentarias del revisionismo, se hace necesario articular una lucha ideológica desde posiciones auténticamente revolucionarias, que no subsuman las tareasnecesariamente actuales del proletariado revolucionario a los intereses de unas u otras fracciones de la clase en el poder. Es por eso que, para este 25 de mayo, nosotros consideramos la consigna del boicot como imprescindible –y acorde con la flexibilidad táctica que mostraron los bolcheviques, quienes difundieron ese mismo lema cuando se hizo necesario– para dejar claro que ni en ésta, ni en ninguna de las subsiguientes citas electorales, los comunistas vamos a ofrecernos comocarne de cañón ni pretender que aquellos sectores más oprimidos y, por consiguiente, apartados de los juegos de la burguesía, emprendan el camino de vuelta a un redil incapaz desde hace mucho de ofrecerles cobijo, y que, por el contrario, hacemos ver a nuestra clase, desde el estudio de la rica experiencia acumulada por el proletariado tras cerca de un siglo de movimiento revolucionario, que el parlamento, aparte de una conquista histórica superada por el devenir de los acontecimientos, supone una conquista política definitivamente relegada por la contradicción principal manifiesta sobre el presente terreno en el que se desenvuelve la lucha de clases: la contradicción existente en el propio seno de la vanguardia teórica, entre el marxismo revolucionario y el revisionismo, en primer nivel, y, de forma subsidiaria, entre el primero y cualesquiera expresiones de ideología burguesa. Si queremos colocarnos en posición y dotar a nuestra clase de los mecanismos con los que pueda ser elevada hasta la posición de tomar el cielo por asalto, debemos ser conscientes de que nuestra claseúnicamente se encuentra en disposición de contar con sus propias fuerzas; de que, a diferencia del joven protagonista del mito con el que hemos dado inicio a esta exposición, ningún atisbo de fortuna podrá salvarles del peor de los finales –¿o deberíamos decir de la más cruda de las realidades? – y de que, para dotar a nuestro Perdix de alas suficientes con las que alcanzar tamaña empresa, la vanguardia debe conscientemente escindirse del movimiento obrero en cuanto espontáneo y económico de la clase, del mar de la conciencia en sí, reconstituir y poner a punto, a la altura de las circunstancias históricas actuales, la ideología revolucionaria, basándose en la síntesis de la práctica social –revolucionaria– anterior, así como también la superación cualitativa de ciertas premisas teóricas que iniciaron el pasado ciclo revolucionario[6], articulando en torno a ellas un movimiento político más elevado. Tales aspectos son recogidos en la concepción leninista del Partido de Nuevo Tipo, el cual constituye una unidad dialéctica entre socialismo científico y movimiento obrero, una fusión de ambos en una totalidad distinta y superior a sus dos partes constitutivas, englobando esta totalidad, así, todo un movimiento en progresiva conformación a un nivel superior e independiente por parte del proletariado revolucionario, a medida que se logra avanzar en las tareas que marca la resolución del Plan. Si se nos permite continuar con las metáforas, la vanguardia, al elevarse en su proceso de escisión-fusión, deberá mejorar lo hecho en vuelo por el malogrado Ícaro –primo de Perdix, por cierto–, habiéndose de construir unas alas harto más resistentes que aquéllas endebles de cera con las que el hijo de Dédalo firmase su trágico final al tratar de acercarse al Sol. El empujón que el revisionismo, ataviado aquí con los ropajes del pérfido Dédalo, ha infligido a nuestro inocente protagonista, no debe impedir que éste se despoje definitivamente de su ancestral “vértigo”, para que, con la ayuda de sus nuevas –en cuanto superiores–, y, a la vez, propias fuerzas bajo renovado potencial, emprenda un vuelo definitivamente más excelso que el que ninguno de los demás genios que anteriormente poblaron Atenas lograse siquiera esbozar.
¡POR LA RECONSTITUCIÓN IDEOLÓGICO-POLÍTICA DEL COMUNISMO!
CONTRA LAS FALSAS ILUSIONES PARLAMENTARIAS DEL REVISIONISMO, ¡NI UN VOTO OBRERO EN LAS URNAS!
ANTE LA FARSA ELECTORAL DEL 25 DE MAYO, ¡BOICOT!
                                            
Nueva Praxis
Mayo de 2014
NOTAS:
[1] A tal respecto, nos parece ilustrativo incluir este extracto del texto referente a la cita electoral del 25 de mayo, elaborado por el PCOE:“La crisis económica está alimentando a la crisis política y, con ella, la deslegitimación de su forma de gobierno y de su instrumento de dominación, que tantos réditos y tanta fortaleza le ha dado y otorga a la burguesía”. La concepción fatalista del capitalismo en su fase imperialista está plenamente enquistada en esta organización, algo que se observa con inusitada frecuencia en no pocos de sus textos. El capitalismo nunca puede generar per se su propia crisis política a nivel general y, mucho menos, ésta sobrevendrá a partir de las crisis cíclicas de sobreproducción del capital. El único instrumento que puede generar dicha crisis política es el Partido Comunista, guiado en todo momento por el factor consciente, que pasa a ser el aspecto principal de la contradicción a resolver y que supone en sí mismo el auténtico factor diferencial entre la revolución proletaria, capaz de articular a nivel histórico una respuesta auténtica y cualitativamente superadora de todas las formas procedentes de las sociedades de clases, y el resto de revoluciones precedentes, como la burguesa, de cuya cosmovisión procede el sustrato insurreccional con que estos abstencionistas pretenden abonarinútilmente el campo de la lucha de clases. (El texto completo del PCOE se puede encontrar aquíhttp://www.pcoe.net/actualidad1/actualidad-nacional/566-elecciones-europeas-piden-el-voto-para-legitimar-la-represion-y-la-explotacion-para-fortalecer-a-los-imperialistas-y-enganar-al-pueblo). La segunda organización en la que centramos aquí nuestra crítica –R*C– también adolece de similares desviaciones ideológicas: El imperialismo en general y el europeo en particular está sumido en una brutal y superior crisis, manifestada ésta en una crisis económica que no encuentra salida alguna y que año tras año impulsa una mayor oleada de explotación y miseria (…) a las trabajadoras y trabajadores (…) La crisis económica ha provocado, como no puede ser de otra forma, una notoria crisis política…” Distintas tapas pero, en definitiva, los mismos libros. ¿Desde cuándo el capitalismo no encuentra salida alguna a sus crisis económicas y políticas? ¿No comprenden que, sumada a la tendencia “natural” hacia el Comunismo –natural con su correspondiente y necesario matiz, puesto que para que esa tendencia se materialice, se requiere la (re)constitución del propio movimiento revolucionario constituido en Partido Comunista–, el capitalismo genera la contratendencia a la reacción y al reforzamiento de todas sus estructuras de clase –y no sólo a nivel económico–? (El texto completo de R*C se puede encontrar aquíhttp://blog.reconstruccioncomunista.org/2014/05/campana-por-la-abstencion-activa.html )
[2] Con vistas a reforzar su campaña “antielectoral” y ganar adeptos para la misma –cuantos más mejor: la cantidad prima aquí sobre la calidad revolucionaria–, estas organizaciones –no son las únicas, pero sí las dos más relevantes en el florido campo de la abstención activa o consciente– no dudan en esgrimir vistosas consignas, tales como “Contra la Europa del capital y la guerra”o “Extender la propaganda comunista y fortalecer la organización revolucionaria”, en el caso de R*C, y “Abajo la Unión Europea criminal y miserable” o “Por la Unión de Repúblicas Socialistas de Europa”, en el caso del PCOE (todos estos lemas pueden encontrarse en los correspondientes textos referidos con anterioridad, así como en este otro artículo del PCOEhttp://www.pcoe.net/actualidad1/actualidad-internacional/564-las-supuestas-opciones-de-las-elecciones-europeas ). Si nos centrarnos en las frases que dedican a la “Europa socialista” o “anticapitalista”, cabe preguntarse: ¿qué queda en el discurso de estos oportunistas, pues, de la concepción leninista acerca de la Revolución en el marco nacional como base de apoyo para la Revolución Proletaria Mundial? Es únicamente este ámbito, el mundial –como mundial es, a su vez y como clase, el proletariado–, el que debe ocupar en exclusiva todos nuestros objetivos, sin circunscribir las distintas tareas revolucionarias a los estrictos espacios geográficos y/o nacionales de explotación y de organización del mercado interno y externo, en los cuales la burguesía confina a nuestra clase.
[3] En las últimas elecciones al Parlamento Europeo, celebradas en junio de 2009, el PCPE obtuvo el 0,10% de los votos (15.221 votos), mientras que en las más recientes al Congreso de los Diputados, en noviembre de 2011, dicha organización fue refrendada por el 0,11% del electorado (26.254 votos) (pueden consultarse todos los datos electorales al respecto aquí http://www.infoelectoral.mir.es/min/busquedaAvanzadaAction.html?vuelta=1&codTipoEleccion=7&codPeriodo=200906&codEstado=99&codComunidad=0&codProvincia=0&codMunicipio=0&codDistrito=0&codSeccion=0&codMesa=0y aquí http://www.infoelectoral.mir.es/min/busquedaAvanzadaAction.html?vuelta=1&codTipoEleccion=2&codPeriodo=201111&codEstado=99&codComunidad=0&codProvincia=0&codMunicipio=0&codDistrito=0&codSeccion=0&codMesa=0) Ya que, como acaba de quedar puesto de manifiesto, esta organización no cuenta con la base socioelectoral suficiente como para hacer su entrada en el Parlamento burgués y poder realizar –en el supuesto caso de que tuviesen la más mínima intención de ello, que no es así debido a que su proceder electoralista no guarda, ni puede guardar relación alguna con la acción de denuncia de las instituciones burguesas– un trabajo genuinamente revolucionario en dichos espacios.
[4] El PCPE, en mayor medida que ninguna otra organización revisionista, distorsiona con no casual frecuencia el concepto de uso revolucionario de las instituciones, y, en un infructuoso intento de justificar teóricamente sus posturas políticas, aluden a citas descontextualizadas de Lenin, como la siguiente: “… mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquier otra institución reaccionaria, estáis obligados a actuar en el seno de dichas instituciones precisamente porque hay todavía en ellas obreros idiotizados …” El empleo sistemático de este tipo de aseveraciones les sirve, en parte, para presentarse ante las masas y hacer pasar por izquierdistas a todos aquellos sectores del Movimiento Comunista que cuestionan sus dinámicas electoralistas, pese a que el PCPE identifica de forma sistemática la participación revolucionaria en el Parlamento –que era lo que razonablemente Lenin defendía en el contexto en que expresó tal aseveración– con la presentación sistemática de un destacamento de vanguardia a toda cita electoral burguesa, aun discerniendo, ellos tan bien como nosotros, la imposibilidad de acceder a un sillón parlamentario a corto y medio plazo. En diversos textos de campaña electoral –adjuntos al término de esta nota– hacen alusión a términos tan socorridos por el oportunismo como “la toma del poder de la clase obrera” –el nuevo poder proletario se construye en contraposición al poder burgués, no se toma de este último–, “la nacionalización de la banca y otros sectores estratégicos” –sin la construcción coetánea del Nuevo Poder, la nacionalización constituye una indisimulable concesión a todos aquellos sectores sociales encuadrados en el aparato estatal imperialista, como son la pequeña burguesía funcionarial y la aristocracia obrera–, una lluvia de demandas encaminadas a mejorar ligeramente las condiciones de esclavitud asalariada –algunas de las cuales han sido previamente mencionadas en esta misiva–, la archiconocida “salida del euro, la UE y la OTAN” y otras tantas diatribas de raigambre antimonopolista y economista similar a las que muestran las organizaciones abstencionistas en sus discursos, y sobre las cuales huelga extenderse en mayor medida. Y, por supuesto, y como guinda del pastel, la teoría de laacumulación de fuerzas a la espera de la entrada en escena de la crisis política definitiva oterminal del capitalismo–similar pretensión que aquélla que ansía una aparición mariana; no en vano, en ambos casos se manejan los mismos niveles de probabilidad–, momento clave en el que nuestros revisionistas se encontrarían prestos y dispuestos para asestar el golpe definitivo –y único– al capitalismo –véase aquí, la oligarquía financiera y aquellos sectores sociales situados por encima de la aristocracia obrera–. Dicha teoría constituye, pues, el auténtico tour de force de la cosmovisión insurreccionalista y fatalista del capitalismo instalada en las cabezas de los dirigentes de esta organización: “…debemos aprovechar las elecciones como medio de propaganda en el proceso de acumulación de fuerzas…” (Algunos de los textos elaborados por el PCPE para la cita electoral del 25 de mayo pueden encontrarse aquí http://www.tintaroja.es/opinion/462-las-elecciones-al-parlamento-europeo-si-que-sirven-al-partido-comunista y aquíhttp://pcpe.es/comunicados/item/3435-la-lucha-contra-la-ue.html )
[5] Las organizaciones abstencionistas arrastran, al igual que el PCPE –al que, curiosamente, critican por ello– esas mismas desviaciones antimonopolistas y economistas. A tal respecto, nos remitiremos a los escritos elaborados por ellos mismos. R*C, sin andar más lejos, declara lo siguiente: “La salida a esta crisis no viene de la mano de la papeleta oportunista, la superación de la crisis corresponde a la propia superación del capitalismo, a su destrucción y a la modificación profunda de las relaciones económicas” –¿Se requiere superar únicamente las relaciones económicas capitalistas? Nuestros “antirrevisionistas” abrazando la revisionistateoría de las fuerzas productivas, ¡qué ironía! – Y, en el siguiente extracto, el correlativo trasfondo antimonopolista: “Poco a poco se acerca la fecha en la que el deslucido y viejo Poder, el Poder de la oligarquía financiera, de las élites económicas, del imperialismo rapaz y de los intereses monopolistas reclaman la repercusión de un acto que tiende a convertirse en un día de victoria para la clase dominante y de pérdida y frustración para la clase obrera y las capas populares”. Nuevamente, observando con detenimiento afirmaciones como ésta, reiteramos nuestra pregunta acerca de si el Estado imperialista pone de manifiesto el poderexclusivo de la oligarquía financiera o, por el contrario, supone la institucionalización del reparto de la gestión política capitalista por parte de diversas clases burguesas en litigio, con sus correspondientes intereses particulares y –esto no lo negamos, ya que es evidente– con sus cualitativamente diferentes fuerzas de clase. El PCOE también nos deja perlas de similar brillo: “…la envoltura del bloque imperialista europeo (UE), es despreciada por los Pueblos, evidenciándonos la profundización de la crisis política, de la insatisfacción de los Pueblos con el Sistema como consecuencia del efecto de las políticas económicas realizadas por los imperialistas que agravan los problemas de la mayoría para beneficiar a la oligarquía” –de nuevo aquí, el manido recurso de la confrontación entre “la mayoría” y la oligarquía– (hemos usado nuevamente los textos referidos en anteriores notas).
[6] A tal respecto, no está de más aclarar que, en efecto, la teoría es ya síntesis de toda la práctica social anterior –y no únicamente aquélla relacionada con el proletariado como clase en sí, económica–. Los clásicos del marxismo incorporaron como habitual esta práctica de síntesis teórica con respecto a etapas anteriores y, en su tarea de resituar la teoría revolucionaria a la altura de las nuevas necesidades históricas que impuso en su día la irrupción del imperialismo, así como el estadosubjetivo alcanzado por la incipiente –e independiente– lucha de clases del proletariado, se vieron naturalmente influidos, durante el desarrollo de la lucha ideológica contra el kautskismo, en particular, y contra los añejos vestigios de la teoría marxista adaptados por la II Internacional, por estas mismas corrientes teóricas; muchas de las cuales se incorporaron de forma natural al paradigma revolucionario que dominó todo proceder durante el ciclo de Octubre. El marxismo, como teoría en necesario proceso de autorrevolucionarización continua, requiere a su vez de la incorporación a la misma del conjunto de saberes y conocimientos alcanzados por la humanidad –por ejemplo, el científico– en su conjunto, negándolos e integrándolos en la cosmovisión proletaria, la cual se encuentra, así, en disposición de superarlos.
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Nuevos textos digitalizados sobre clases sociales, división del trabajo y cuestión nacional

Publicado en  por omakarenko
Continuando con nuestro trabajo de edición, traducción y digitalización de documentos que consideramos acordes a las necesidades que en este periodo debe encarar la vanguardia marxista-leninista en torno a la formación de cuadros, os presentamos tres libros de sumo interés que versan sobre dos cuestiones que aún debemos estudiar más a fondo para encarar con éxito el próximo ciclo revolucionario. Dos de los libros se relacionan con la naturaleza de las clases sociales y la división social del trabajo. El tercero trata de forma muy amplia sobre la cuestión nacional.
Pues bien, el primero de los libros que hemos digitalizado es La división del trabajo manual e intelectual y su supresión en el paso al comunismo en Marx y sus sucesores, de Yannick Maignien (editorial Anagrama, 1977). Este documento es fundamental para profundizar en la cuestión de la división del trabajo, base -recordemos- de toda sociedad de clases según las tesis de Marx y Engels. Por otro lado, resulta muy interesante por el estudio histórico-crítico que ofrece sobre los análisis de Marx, Engels, Lenin, Stalin o Gramsci sobre el asunto.
El segundo de los libros es Clases sociales y alianzas por el poder, de Nicos Poulantzas (editorial Zero, 1973). Este texto es igualmente sumamente interesante, sobre todo porque, más allá de ciertas limitaciones (por ejemplo, al no profundizar en el análisis de la naturaleza y el papel de la aristocracia obrera), es muy válido para avanzar en uno de los grandes temas pendientes hoy en el Estado español: analizar la formación social clasista y sus diferentes formas y aparatos de representación.
Por último, otro libro que sin duda va a interesar a todos los camaradas es Problemas de política nacional e internacionalismo proletario, una selección de la editorial Progreso (1966) sobre los textos más importantes de Vladimir Ilich, Lenin, en torno a la cuestión nacional. Este libro puede ser uno de los documentos fundamentales básicos para que la vanguardia marxista-leninista, en el Estado español especialmente (donde hay un problema nacional evidente e irresuelto), pueda afrontar un estudio lo más completo posible, enmarcado en el Balance del Ciclo de Octubre, sobre el tema nacional y el pasado y el presente del imperialismo y el Movimiento Comunista Internacional.
La división del trabajo manual e intelectual (Yannick Maignien).
Clases sociales y alianzas por el poder (Nicos Poulantzas).
Problemas de política nacional e internacionalismo proletario (Lenin).
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Otro Primero de Mayo… sin el proletariado revolucionario (octavilla de Nueva Praxis)

Publicado en  por leojogiches
Otro Primero de Mayo…
sin el proletariado revolucionario
Otro año más en el que el proletariado revolucionario nada tiene que celebrar. Y van ya no sabemos cuántos. Tal es, sin duda, el precio que nuestra clase ha pagado, paga y pagará -no sabemos durante cuánto tiempo más- como consecuencia directa de la crisis del Movimiento Comunista Internacional, que no hacía sino anunciar el ya más que obvio -a pesar del escepticismo de algunos comunistasanclados en el culto moral e icónico, así como también, y esto es lo verdaderamente dramático, ideológico, a un glorioso pasado- fin del Ciclo revolucionario de Octubre (1917-1989).
Pero por mucho que ese lapso de tiempo -que comprendió hitos tales como la Revolución de Octubre y la Revolución china, por citar sólo dos ejemplos- haya acabado con una dolorosa derrota del proletariado internacional, demostró inequívocamente, al menos, tres cosas: por un lado, que la revolución era enteramente posible; seguidamente, que tal transformación consciente de la realidad era, contrariamente a lo que proclaman convencidos y al unísono burgueses y revisionistas -perdónesenos la redundancia- la única opción realista -por ser necesaria subjetivamente- que tiene la humanidad bajo el modo de producción capitalista; por último, y no por ello menos importante, el pasado Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial (RPM) también abofeteó sin piedad alguna la mayoría de los apriorismos que sostenían, consciente o inconscientemente, los revolucionarios. Y es que eso que llamamos paradigma de octubre -en otras palabras, la formulación de los requisitos, mecanismos y procedimientos de la revolución-, aunque permitió la apertura de ese período de experiencias revolucionarias, también llevaba impreso, en sus acotaciones, las limitaciones y límites históricos de ese modelo de articulación del sujeto revolucionario (el Partido Comunista) y su praxis revolucionaria. Pero tales acotaciones no pudieron ser aprehendidas, precisamente porque habían sido aprendidas para larepresentación de esa grandiosa obra que fue el Ciclo de Octubre.
Nos referimos, en este sentido, al necesario entrelazamiento histórico de los últimos ecos de la revolución burguesa con los albores de la revolución proletaria. Esto se manifiesta, por ejemplo, en cómo la última clase de la historia hereda mecanismos revolucionarios de la burguesía -por ejemplo el insurreccionalismo- ante la falta de experiencia revolucionaria propia. Del mismo modo, integra en su cosmovisión (el Socialismo Científico) elementos ideológicos burgueses -por ejemplo, ciertas concepciones positivistas que merman su capacidad de transformación autoconsciente. Pero a medida que se desarrollaba la lucha de clase del proletariado revolucionario, éste elevaba su propia praxis. A este respecto es notable la diferencia del papel que jugó la conciencia revolucionaria entre la Comuna de París -prefacio del Ciclo de Octubre- y la Guerra Popular en el Perú, último hito de aquél.
El comunismo dominante (el revisionismo), anclado en tal caduco paradigma, que ni quiere ni puede sacar las lecciones pertinentes de todo este riquísimo bagaje histórico -y para el que la crisis ha sido siempre el leitmotiv de la revolución-, se ha visto impotente e incapaz de construir no ya una alternativa real al régimen capitalista, sino siquiera un movimiento de masas relativamente potente. ¡Y van ya 7 años de tal esperadísima crisis!
En su sempiterna acumulación de fuerzas en la lucha sindical en particular, o reformista en general, subsumen y, en última instancia niegan, al desnaturalizarla convirtiéndola en parodia de lo que fue, la ideología revolucionaria del proletariado: el marxismo.
Por todo esto, nuestra opinión es clara. La vía revolucionaria pasa hoy por la asimilación crítica (o Balance) de toda la experiencia revolucionaria legada por el Ciclo que abrió la revolución de Octubre y la rearticulación política que lleve al proletariado a reconstituirse como clase para sí, es decir, como genuino Partido Comunista. Dicho en otras palabras, hemos de resituar la revolución socialista como horizonte plausible; y esto sólo es verosímil si dotamos a la RPM de un punto de partida más alto, nuevo, tomando como eje la ideología revolucionaria desarrollada a partir de la práctica social pasada. Pues, ¿qué clase de comunismo es ese que nos quiere encerrar en la reivindicación económica, parcial y reformista que nunca trasciende -porque no puede- el orden social capitalista, forma actual de la sociedad clasista?
Las condiciones objetivas para la revolución llevan dadas cerca de un siglo. La tarea imperiosa es, pues, la creación de las condiciones subjetivas que permitan a la humanidad, con el proletariado como avanzadilla, su total e incondicional emancipación.
Nueva Praxis

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Artículo de los camaradas de Nueva Praxis en respuesta al PTD

Publicado en  por lypavlichenko
En Marzo de 2013 los camaradas de las Juventudes Comunistas de Almería y Zamora hacían público un interesante -y desde nuestro punto de vista, acertado- documento titulado Reconstitución y movimiento juvenil. Un aporte al combate ideológico , con la intención de plasmar sus puntos de vista en torno a ciertas cuestiones fundamentales para el MCE y enriquecer las reflexiones que acompañarían a los procesos congresuales de las dos mayores organizaciones juveniles -en el aspecto cuantitativo- del campo comunista en el Estado español: los de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y los Colectivos de Jóvenes Comunistas (CJC).
Hasta donde sabemos, el texto no obtuvo respuesta por parte de las susodichas organizaciones. No obstante, dado que en la radiografía que hacían los camaradas de Almería y Zamora del movimiento comunista juvenil se mentaba el abortado proceso de unidad entre los CJC y la extinta UJC-M, el PTD -partido heredero, precisamente, de la experiencia de la UJC-M- creyó conveniente elaborar su particular respuesta al documento antedicho.
Nuestro joven destacamento -que, por otro lado, ya tendrá tiempo de presentarse como es debido, formalmente- consideró oportuno entrar en el debate que ya estaba sobre la mesa por una serie de cuestiones: primero, como destacamento juvenil integrante del movimiento comunista que somos, las problemáticas tratadas nos afectaban directamente; segundo, dada la predisposición de cara al debate que presentan los camaradas del PTD -lo que se refleja, por ejemplo, en la acertada apuesta por el formato de cartas públicas para este tipo de confrontaciones ideológicas-, creímos ésta una buena ocasión para expresar abiertamente nuestros puntos de vista, de modo que el conjunto de la vanguardia pudiera, cuanto menos, conocerlos; y, tercero, dado ese leve reposicionamiento de fuerzas que ya mentaban los camaradas de Almería y Zamora en su documento -y que, valga decir, ha seguido desarrollándose positivamente desde las fechas en las que ellos lo dijeran-, vimos útil sumar nuestras humildes fuerzas al polo del movimiento que apuesta decididamente por la Reconstitución ideológica y política del Comunismo, polo del que nos consideramos parte. Si el presente texto alcanza o no los objetivos que se proponía, le corresponde al conjunto de la vanguardia, y no a nosotros en exclusiva, determinarlo.
Por otro lado, ya explicados los motivos que nos llevaron a la redacción del presente documento, cabe alguna explicación adicional. Como podrá comprobarse, lo publicamos coordinadamente con el trabajo que los camaradas de JCA/JCZ aportan al desarrollo de este combate ideológico. Además, y hasta cierto punto, sendos textos de respuesta -el nuestro   y   el de los camaradas almerienses y zamoranos- se complementan mutuamente.
Esto no es casual, sino fruto de la coincidencia de posiciones ideológicas y de la identificación de la necesidad de desarrollar sistemática y conscientemente la lucha de dos líneas en toda su amplitud, única vía que permitirá -teniendo como centro el Balance del Ciclo de Octubre- la edificación de un referente de vanguardia verdaderamente revolucionario.
El sacrificio del nonato. Respuesta al PTD
En aras de hacer este debate todo lo claro e inteligible posible, estructuraremos nuestra réplica en tres grandes apartados -teoría y conciencia revolucionarias, Reconstitución del Partido Comunista y Nuevo Poder- que coinciden con las cuestiones de mayor relevancia ideológica tratadas por el PTD en su texto y que, a su vez, nos permitirán ir hilando las contenidos de cada uno con el siguiente, en una disposición similar a la que presentan en la realidad.
Teoría y conciencia revolucionarias
Nuestros camaradas del PTD comienzan caracterizando las posiciones fundamentales de las Juventudes Comunistas de Almería y Zamora, que versan sobre las necesidades de la Reconstitución, como una desviación teoricista, lo que, para ellos, es resultado de la simple inversión del practicismo imperante en el MCE. Según dicen, esto quedaría reflejado, en su expresión más elocuente, en frases como esta:
“Pero resulta que la contradicción sobre la que camina la reconstitución del único organismo social que puede desarrollar “praxis revolucionaria” es hoy sobre la teoría revolucionaria y no sobre la forma en que se organizan las luchas económicas de las masas.” (1)
Y, para contraargumentar, comienzan cometiendo un error manifiesto. Para ellos, la teoría revolucionaria es la experiencia sintetizada de la práctica revolucionaria del proletariado internacional. No podemos estar de acuerdo, al menos completamente, con semejante afirmación. La práctica social del Ciclo de Octubre estuvo presidida por el proletariado revolucionario, pero en ningún caso se puede circunscribir a su actividad.
Por tanto, esta formulación obvia la práctica social de todas las clases ajenas al proletariado -aunque aquélla esté, efectivamente, dirigida por la ideología revolucionaria de este último- y, al aceptarla como válida, los camaradas del PTD dejan de lado, implícitamente, toda la experiencia revolucionaria en la que el campesinado haya jugado un papel motriz -quizá, por eso, se permitan el lujo de hablar de Nuevo Poder sin mentar siquiera la Guerra Popular-; supone, también, la irresponsable renuncia a aprender y extraer las lecciones pertinentes de toda actuación pretérita de las clases burguesas; amputa, en cierto sentido, la capacidad de desarrollo de la teoría al dar por supuestos -o, lo que sería peor, como innecesarios- los avances científicos de cada época; etcétera. El marxismo, por el contrario, ha de tener y tiene en cuenta toda la práctica social pasada -en nuestro caso, principalmente la que abarca el Ciclo de Octubre- para sintetizarla pasándola por el tamiz de la crítica revolucionaria. Quitarle ese caracter totalizador a nuestra cosmovisión es mutilarla y convertirla en otra vulgar teoría exclusivamente políticao filosófica, lista para ser instrumentalizada o limitarla a guía para la acción en la reproducción del proletariado como clase subalterna y asalariada, en vez de ocupar el puesto de teoría de vanguardia en la transformación social que le corresponde. (2)
Continuando con su exposición, los camaradas incurren en nuevo error. Primero afirman que la lucha de dos líneas ha de estar a la altura, ha de responder a las cuestiones prácticas candentes e inmediatas del MCE. Hasta ahí podríamos estar de acuerdo. Pero, desgraciadamente, escasas líneas después y tras una vistosa cita de Mao, se contradicen fatalmente diciendo que el estudio y debate acerca de la construcción del socialismo no responde a las tareas inmediatas de la clase obrera del Estado español(ambas negritas son nuestras). Así, vemos como identifican, indiscriminadamente, al Movimiento Comunista con la clase obrera. Habríamos de plantearles a los camaradas algunas preguntas respecto a esto: ¿Bajo qué criterio establecéis esa correspondencia entre el MCE y clase obrera o, en otras palabras, entre el movimiento de la vanguardia y el movimiento de las masas de la clase? ¿No es esto un sinsentido si afirmais -a nuestro juicio con acierto- que no existe en el Estado español Partido Comunista? Si es menester reconstituir políticamente -reconstitución ideológica mediante- el Comunismo, es, precisamente, porque los polos contradictorios que conforman el proletariado se encuentran escindidos, porque la vanguardia y las masas no tienen esos vínculos profundos, objetivos, que articulen ese organismo social que es el Partido de NuevoTipo. Pero estas sutilezas y ambigüedades no son, como veremos después, algo fortuito.
No obstante, abordemos algo más profusamente la cuestión de la lucha de dos líneas y las necesidades concretas, esta vez sí, del MCE. A pesar de los equívocos que hemos señalado, el PTD plantea en su texto que la tarea del proletariado consciente es la creación de su Partido revolucionario. Bien. Mas, ¿cuáles son las necesidades concretas de este proceso?, ¿cuáles son los requerimientos prácticos que presenta? Dicen nuestros camaradas que el punto de partida no es la teoría revolucionaria ni las luchas espontáneas de la clase, sino las tareas prácticas revolucionarias inmediatas del proletariado consciente en cada momento histórico. Pero, desgraciadamente, no esbozan siquiera el esquema del momento histórico que vivimos, por lo que sus buenas intenciones se quedan en el papel y dejan al lector como estaba, deseando la revolución pero sin respuestas a los interrogantes que, indefectiblemente, nos abordan.
Desde nuestro punto de vista, el momento histórico actual se caracteriza por el fin de todo un Ciclo revolucionario que se desarrolló a lo largo del s.XX, concretamente desde Octubre (1917) hasta la caída del Muro de Berlín (1989). Pero ¿qué supone este fin de Ciclo? Dadas las exigencias de la práctica revolucionaria internacional, la ideología proletaria se fue desgastando como consecuencia de las fricciones a las que la lucha de clases la sometía. Incorporó elementos ajenos que pasaron por revolucionarios, sus premisas ideológicas fueron agotándose al tener que afrontar problemáticas totalmente nuevas y, en definitiva, dejó vacíos ideológicos que rellenó el revisionismo y alrededor de los cuales articuló y ganó influencia su discurso contrarrevolucionario. En una palabra: el marxismo perdió, momentánea pero generalmente, su posición de teoría de vanguardia, su capacidad de transformar, en sentido revolucionario, el mundo.
Entonces, ¿cómo repercute esto en el proletariado? Por un lado, disocia a la vanguardia de las masas -cosa que en Estado español ocurrió ya en la primera mitad del siglo pasado-, haciendo imposible toda praxis revolucionaria, concepto en el que creemos que los camaradas no han profundizado lo suficiente.(3) Por otro, y dada la amplitud de esta derrota coyuntural y sus profundísimas implicaciones ideológicas, priva al conjunto de la vanguardia de todo horizonte realmente revolucionario.
El PTD nos ofrece la vía rápida -o la vía suicida- para superar esta situación. Dicen:
Solo mediante intentos de transformar el movimiento espontáneo de la clase obrera en movimiento revolucionario puede la vanguardia proletaria constatar los errores de su línea política de cara a su corrección.” (4)
Esta propuesta -que, por otro lado, no tiene nada de nueva, pues lleva fracasando décadas y décadas- nos revela las limitaciones ideológicas de los camaradas y el estrecho empirismo que profesan. Atrás dejaron aquellas vagas afirmaciones sobre lateoría como experiencia sintetizada: ahora nos ponen sobre la mesa, y sin escrúpulo alguno, la epistemología positivista como instrumento revolucionario. Resulta, pues, que nuestros compañeros arrastran consigo todas las limitaciones que presentaba ese marxismo neonato y decimonónico que estaba profundamente influenciado por todos los recientes descubrimientos científicos -y su metodología- al ser sus portadores, usualmente, miembros del ala más progresista de la burguesía, que se veían naturalmente arrastrados por el ímpetu revolucionario de las masas proletarias.
Frente a esto, la Línea de Reconstitución plantea la lucha de dos líneas en torno al Balance del Ciclo de Octubre. En otras palabras, abogamos por la realización de una verdadera síntesis intelectual de la práctica social del pasado Ciclo sumergida profundamente en la lucha de clases (L2L; -conviene apuntar que esta lucha en lo ideológico, obviamente, continuará siendo imprescindible una vez el Partido sea reconstituido y durante todo el desarrollo del socialismo-) como método para deslindar los campos de la revolución y la reacción, desarrollar -reconstituir- la teoría en vista a las necesidades del nuevo Ciclo revolucionario que hemos de comenzar en un estadio cualitativamente superior al anterior y construir conscientemente, y resituar el marxismo como ideología de vanguardia -revolucionaria- en los procesos de transformación social. Esto se concretiza, en un primer momento, con la hegemonía revolucionaria en la vanguardia teórica, lo que es sinónimo de la recuperación efectiva del horizonte del Comunismo.
En otro subapartado, cuyo contenido está íntimamente ligado con todo lo anterior, los compañeros del PTD nos hablan sobre su concepción acerca de la conciencia revolucionaria. Ésta, dicen, no podría limitarse al conocimiento teórico del Socialismo Científico, sino que tendría que complementarse con la adquisición de un instinto de claseproletario. Apuntábamos algunos párrafos más arriba que su ambigua identificación entre MCE y clase obrera no era algo fortuito; nuestras sospechas se confirman ahora al ver lo que entienden por conciencia revolucionaria, pues dicen que ésta es inalcanzable sin eseinstinto que según ellos se adquiere, cómo no, en el terreno de las luchas espontáneas de la clase.
Pero el marxismo ha resuelto este problema hace tiempo, y de modo diametralmente opuesto a como lo solventan nuestros camaradas. Y es que la conciencia espontánea de la clase, su conciencia en sí, tradeunionista, burguesa, es consustancial al proletariado desde que éste se conforma históricamente como clase, ya entrado el s.XIX. Por lo tanto, este planteamiento es absurdo: está claro que en el plano histórico-universal la conciencia de clase en sí precede y es precondición para el surgimiento de la conciencia de clase para sí; sin embargo, en el terreno político-concreto, la segunda surge fuera del movimiento de la primera, y por eso precisamente el Partido de Nuevo Tipo es la fusiónde la teoría revolucionaria con el movimiento práctico de la clase. Para que no queden dudas al respecto: no existe ninguna clase de instinto revolucionario inherente al proletariado.
Éste se configura como clase social revolucionaria capaz de acabar con el mundo clasista y sus fundamentos -división social del trabajo y apropiación del trabajo ajeno- precisamente negándose como clase en sí. Dicho de otro modo, el proletariado revolucionario lidera el proceso de construcción del Comunismo dejando atrás sus intereses particulares en tanto que parte integrante del modo de producción capitalista, armonizando sus objetivos con los del resto de clases subalternas pero desde fuera y en oposición al viejo mundo. Y, si puede hacer esto, es precisamente por su posición objetiva en este sistema, que crea y no deja de desarrollar un antagonismo social irreconciliable e irreformable entre una inmensa mayoría de productores y una ínfima minoría de apropiadores del trabajo ajeno, lo que se resume en la fórmula de lahumanidad proletarizada que, a su vez, muestra muy gráficamente el carácter universalde nuestra clase.
Por otro lado, al divagar sobre esta cuestión, plasman su interpretación desnaturalizada del marxismo. Al separar la conciencia revolucionaria en un pensar y en un sentir, que se adquieren por vías diferentes, vuelven a subvertir lo que es en realidad el marxismo. Éste es, en tanto que cosmovisión revolucionaria, una unidad dialéctica que comprende los aspectos tanto epistemológicos como ontológicos. En otras palabras, aúna la comprensión científica del mundo y la necesidad de su revolucionarización consciente en un todo coherentemente armonizado. En este sentido no cabe, como hacen los camaradas, separar y diferenciar orgánicamente los aspectos de interiorización de los principios del Socialismo Científico de los de transformación práctica en base a aquéllos. En su lugar -y de forma inconsciente- nos proponen, de nuevo, el marxismo como teoría u opción filosófica al servicio del movimiento espontáneo del proletariado, como instrumento para la reproducción de nuestra clase como clase dependiente y sin trascender el papel que este orden social nos tiene reservado. Por eso, frente al cientificismo burgués que limita el conocimiento de los procesos a la visualización/constatación de la experiencia concreta del laboratorio/campo de trabajo, situamos la cosmovisión integral del Socialismo Científico en términos de ‘aprender transformando’ el objeto, identificándose éste en todo momento con el sujeto y situando, por tanto, los aspectos del ser y la conciencia dentro de un mismo plano de unidad e interrelación contradictoria, teniendo en cuenta, también, que el proletariado es una clase universal, lo que nos permite -y nos obliga a- condensar teóricamente la experiencia pretérita del proletariado internacional. Del mismo modo, somos conscientes de que al no existir, a día de hoy, el organismo social revolucionario (el PC) nuestra capacidad de transformación práctica se ve limitada (la praxis revolucionaria requiere de aquél) y enfocada inexorablemente a su reconstitución.
En fin, de poco sirven sus palabras al final del párrafo -el papel lo aguanta todo- abogando por la no supeditación de la teoría a la espontaneidad: el sacrificio llevaba hecho ya bastante tiempo.
Reconstitución del Partido Comunista
Pasamos ahora a abordar la cuestión del Partido Comunista. Comienzan arguyendo que la vanguardia, al estar dispersa, ve mermada su capacidad de análisis. Concretan este planteamiento de la siguiente forma:
“Los distintos destacamentos comunistas existentes tienen una visión determinada por su más que estrecha realidad cotidiana, lo que los conduce inevitablemente a incurrir en grandes errores de unilateralidad en sus análisis de la realidad material, en la toma de conciencia de su situación y de cómo transformarla. Y esto inevitablemente ocurre en todo destacamento comunista del Estado español a día de hoy.” (5)
Tal alegato nos parece, cuanto menos, aventurado. Y es que lo que hacen los camaradas del PTD es, sin mayor análisis, absolutizar su propia situación como destacamento, extendiéndola indiscriminadamente a todo el movimiento. Es cierto que, en parte, la situación del MCE es como describen, pero no por los motivos que aducen ellos ni del modo incondicional en que lo plantean. Porque, ¿quién se ensimisma en su estrecha realidad y práctica cotidiana?, ¿quién comete errores de unilateralidad en sus análisis de la realidad material por un insuficiente conocimiento de la misma? Precisamente es algo que los que apostamos por la Línea de Reconstitución venimos denunciando desde hace tiempo, pues es característico de todas las organizaciones comunistas que toman lo espontáneo como punto de partida -por mucho que lo nieguen de palabra, como es el caso del propio PTD-. Ese practicismo sistemático que no nos cansaremos de denunciar es premisa y resultado de las concepciones empiristas que reinan en la mayor parte del MCE; esos errores de unilateralidad nacen fundamentalmente de las carencias ideológicas que el polo reconstituyente ha señalado una y otra vez. Y ahora que estas cuestiones se hacen cada vez más obvias, los camaradas del PTD apuestan por cubrirse las propias espaldas alegando, simplemente, que es normal, que a todo el mundo le pasa. Pues no, señores. Los problemas de la vanguardia comunista son lo suficientemente serios como para no conformarse echando balones fuera; nuestra responsabilidad histórica exige un poco más de seriedad a la hora de evaluar nuestra práctica y nuestras deficiencias. En este sentido, los camaradas del PTD, al menos, demuestran ser mucho más honestos que buena parte de nuestro movimiento, al estar predispuestos de buen ánimo al debate. No obstante, como decimos, este tipo de generalizaciones no nos parecen serias. Principalmente, porque atentan contra el marxismo y reflejan un trasfondo ideológico positivista. Lo que subyace a esta tesis es la idea de que sólo la yuxtaposición cuantitativa de elementos de vanguardia con diferentes experiencias particulares puede engendrar posicionamientos ideológicos correctos; que la suma de pequeñas verdadas experimentales desembocará en la capacitación para -como dicen ellos- la creación del Partido Comunista.
Todo lo anterior no quiere decir que nosotros -nos referimos a los que defendemos y aplicamos la Línea de Reconstitución- no podamos caer -y, quizá, caigamos de hecho- en errores de unilateralidad o de cualquier otro tipo. Lo que queremos expresar es que, lo que señala ese extracto del texto del PTD es, precisamente, resultado directo de las posiciones que tanto ellos como la mayor parte del MCE sostienen y se niegan a cuestionar.
En contraposición a ese planteamiento positivista, el polo reconstituyente de nuestro movimiento pone sobre el tapete un Plan en verdadera coherencia con la dialéctica materialista, que parte de la ideología como único motor capaz de resolver conscientemente las contradicciones que separan a la vanguardia comunista de las masas de la clase o, en otro plano, como única vía posible para superar todos los obstáculos y prerrequesitos que impiden la conversión de la conciencia revolucionaria en genuina praxis revolucionaria. Posteriormente manifiestan sus puntos de vista respecto al proceso de creación del PC. Queda resumido en esta frase:
“Aceptamos que el proceso de creación de este partido no se caracteriza por la unidad formal y la convergencia en la práctica de las luchas de resistencia de la clase, sino que esto último debe ir acompañado del estudio y el debate de la experiencia del movimiento comunista, así como de la organización de la lucha de dos líneas” (6)
Como vemos, para nuestros camaradas la reconstitución del Partido Comunista se limita a esa convergencia entre los destacamentos en los frentes de Resistencia (7), lo queacompañan (!) con el estudio y la confrontación ideológica. Pero el modo en que disponen los elementos en esta ecuación no es, tampoco, casual. De esta forma, queda patente que lo principal para ellos es la intervención en los movimientos espontáneos, lo que aderezan con una organizada lucha de dos líneas entre destacamentos.
Inmediatamente después dicen considerar de igual importancia el aspecto teórico y el práctico, así como manifiestan su desacuerdo con que la resolución de la cuestión ideológica sea la primera parte del Plan político (JCZ/JCA).
Ante eso, hemos de realizar nuevas puntualizaciones. Dada la caracterización que hemos hecho en el primer apartado del presente texto, referida al fin del Ciclo revolucionario y a sus consecuencias, conviene expresar la falsedad de la tesis según la cual, en el momento presente, la teoría y la práctica tengan una importancia pareja. Esto no quiere decir, de ninguna de las maneras, que aboguemos por la separación de la teoría y de la práctica. Al contrario, significa que, dado que toda contradicciión tiene un aspect principal, éste es, ahora, la teoría. En otras palabras: la tarea práctica que se le impone incondicionalmente a la vanguardia marxista-leninista es la reconstitución de la ideología proletaria como punto de partida para la rearticulación del movimiento politico revolucionario. Como decíamos en aquel breve diagnóstico del momento histórico actual, el marxismo ha perdido su posición de teoría de vanguardia. Éste es el aspecto crucial, el eje alrededor del cual se articula la incapacidad de intervención política masiva y revolucionaria de los comunistas. Y no es posible resolverlo con más práctica ciega situada a la retaguardia de cada lucha espontánea. Los problemas de la vanguardia no los pueden resolver las masas: es capital comprender esto. Por eso, en la contradicción teoría/práctica -o, en otro plano, la constituida por ideología/política- el aspecto principal lo ocupa la teoría -la ideología-. Por eso nuestros camaradas de Almería y Zamora sitúan correctamente la resolución del problema ideológico -reconstitución ideológica- como premisa necesaria para la reconstitución política del Comunismo como movimiento revolucionario (Partido Comunista). Evidentemente, las cuestiones ideológicas siguen desarrollándose también -en lucha de dos líneas- tras este primer hito, pero la naturaleza de esas problemáticas serán completamente diferentes por el contexto en el que se inscriben. Nos parece que los camaradas del PTD no han reflexionado lo suficiente sobre esto, y por eso no perciben la centralidad de lo ideológico en esta etapa de la reconstitución.
Seguidamente, querríamos anotar algo sobre la cuestión de la práctica. Y es que resulta grotesca la terrible simplificación, la estrechísima concepción del término de que hace gala el conjunto del MCE y, también, particularmente, el PTD. Nos permitiremos aquí trasladar extensamente un célebre párrafo de Lenin, por poco que nos guste recurrir a citas:
“Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica. Y para la socialdemocracia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia. En primer lugar, nuestro partido sólo empieza a organizarse, sólo comienza a formar su fisonomía y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente los últimos tiempos se han distinguido (como predijo hace ya mucho Axelrod a los “economistas”) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas condiciones, un error “sin importancia” a primera vista puede tener las más tristes consecuencias, y sólo gente miope puede considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años” (8).
No obstante, nuestra situación difiere de la socialdemocracia de 1902. Estamos en un momento aún anterior. Para los compañeros del PTD la situación en el Estado español es análoga a la de Rusia en 1895. Tal y como nosotros lo vemos, estaríamos en un momento precendente que, además, presenta particularidades totalmente nuevas en la historia del MCI.
Y es que nuestro movimiento no sólo está disperso ideológica, política y organizativamente en pequeños círculos o destacamentos, sino que, como ya hemos dicho múltiples veces a lo largo del texto -es fundamental comprender esta novedad histórica- es necesario, además, reconstituir la ideología. Ni Lenin ni ninguno de los clásicos tuvo que enfrentarse nunca a los obstáculos que presenta la rearticulación de un movimiento revolucionario tras todo un Ciclo que recorre cerca de tres cuartos de siglo, termina con una derrota general del proletariado y entroniza al revisionismo en la vanguardia teórica por la inoperancia coyuntural del marxismo revolucionario. Cuando asemejan la situación actual a la de Rusia en 1895 y sus Uniones de Lucha, obvian esta coyuntura de repliegue general que marca toda una época.
Además, centrándonos ahora en el plano político, el proletariado no está en la situación de entonces. Por las caracterísiticas propias del imperialismo y de este interregno intercíclico la clase está sumida en un profundo letargo que poco a poco va rompiendo. Pero aquí vemos de nuevo las limitaciones de esa práctica que defienden nuestros camaradas. Por lo superficial del análisis en que basan su actuar, acuden -física o testimonialmente- de forma inmediata a todo conflicto político que estalla en la vida social del Estado español esperando encontrar ahí, por fin, al proletariado, para fundir su socialismo -acientífico- con ese instinto de clase -en sí-. ¿Cuál es el resultado de todo esto? Quedar a la zaga, no ya del proletariado, sino, principalmente, de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía.(9) Esto puede suceder por dos vías, directa o indirectamente. En el primero de los casos, suponiendo que allá donde acudan no se ventile nada de interés para el proletariado; en el segundo, suponiendo que intervengan en una lucha resistencial verdaderamente proletaria: al quedar a la zaga de ese movimiento quedarán también, antes o depués, tras la estela de tal o cual fracción burguesa, pues el proletariado en su movimiento espontáneo no puede evitar sucumbir, por lo general, ante los intereses de clases subalternas pertenecientes al bloque de poder -cuando no ante la misma oligarquía financiera-. Esto se puede constatar con toda claridad en las campañas democráticasque realiza el PTD, en su defensa de lo público y en su republicanismo (10), por poner solo tres ejemplos.
Sin embargo, esto poco tiene que ver con un verdadero proceso de reconstitución partidaria. Lo cierto es que el PTD se muestra incapaz de percibir la gradación de las contradicciones e impotente a la hora de diferenciar la principal de las secundarias. En este sentido, no alcanzan a ver que en la formación social del Estado español -así como en la absoluta mayoría de Estados capitalistas-, a día de hoy, la contradicción principal en la lucha de clases se mueve en el terreno de las facciones burguesas en pugna entre sí, y no, como otrora, entre la burguesía y el proletariado revolucionario. No obstante, habiendo hablado ya lo suficiente de los requisitos ideológicos de este proceso, comentaremos someramente su plasmación política.
Lo que aún no ve la mayor parte de la vanguardia es que la práctica, ese concepto manoseado hasta lo obsceno, no se circunscribe a acudir a las amplias masas de la clase -o intentarlo- esperando una interacción inmediata con ellas. Como decía ya Lenin, el concepto de masas varía según el estado del movimiento revolucionario. Por ello, lo que es fundamental es definir cuáles son nuestras masas en cada momento, lo que se determina en relación a su posición respecto de la vanguardia comunista, es decir, respecto de la conciencia revolucionaria. De tal definición surge la línea de masas que ha regir la actividad consciente de la vanguardia en cada momento. Y actualmente la reconstitución implica la acumulación de fuerzas en torno a la vanguardia. La acumulación de fuerzas de las amplias masas se materializa como Guerra Popular. Curiosamente, como hemos apuntado ya, nuestros camaradas del PTD hablan en su texto de Nuevo Poder pero no dicen ni una palabra de la estrategia militar que posibilite su edificación.
Pero volviendo al momento actual y a la línea de masas adecuada, hemos de remarcar de nuevo que ésta tiene como eje la ideología. En otras palabras, el incipiente movimiento de vanguardia se articula, en lucha de dos líneas, alrededor de las conquistas ideológicas que vamos arrancando de la realización del Balance. Cristaliza, asimismo, en el surgimiento y desarrollo de destacamentos de vanguardia cuya razón de ser, precisamente, es haber sido ganados -ideológicamente- para el Comunismo. Al mismo tiempo, lo que en un principio es un movimiento disperso se va estructurando con tareas y trabajos comunes y planificados que amplían la capacidad de incidencia de la vanguardia revolucionaria y ensanchan su radio de acción en relación a la vanguardia teórica no-marxista ajustando cuentas con ella, negando y asimilando -superando en todo el sentido dialéctico del término- sus doctrinas. La teoría marxista vuelve a estar a la altura de las necesidades históricas -se establece la Línea General de la Revolución Proletaria Mundial- y el Comunismo tórnase en horizonte plausible para el conjunto de la vanguardia -teórica-: se puede dar por reconstituida la ideología. En el transcurso de esta fase nos encontramos, es la defensiva política estratégica.
El equilibrio político estratégico se caracteriza por la aplicación de la Línea General a las condiciones concretas del Estado español. Queda establecida la Línea Política del Comunismo para nuestra realidad estatal internacional. Se termina de hegemonizar la vanguardia teórica en sentido revolucionario y se inicia el acercamiento a la vanguardia práctica, creando organismos que confronten con el oportunismo y el revisionimo en los frentes de resistencia.
En la última fase de la reconstitución, la ofensiva política estratégica, se vinculan las necesidades concretas de las masas con el objetivo estratégico de la Comunismo, lo que se traduce en Programa. Se desarrollan los organismos generados y las fracciones rojas. Llegado este proceso a cierto punto, se puede dar por reconstituido el Partido Comunista y se inician los preparativos de la Guerra Popular.
Como verá el lector, la Línea de Reconstitución (11) -expuesta aquí esquemáticamente-, que sintetiza adecuadamente las últimas y más elevadas experiencias de reconstitución partidaria -como la del PCP- poco tiene que ver con la nebulosa y vaga propuesta que nos ofrece el PTD. Esta organización pretende crear el Partido durante la discusión de un Programa -y mediante la confrontación ideológica que provocaría-, y la elaboración de éste desde la intervención en las luchas espontáneas del proletariado. Como resultado obvio de esta fórmula errónea tendríamos un Programa de mínimos democráticos como señuelo de cara a las masas, la perpetua escisión de éstas con la vanguardia y la sempiterna postración de la última ante la ideología burguesa. En definitiva, el proceso revolucionario queda liquidado antes incluso de dar el primer paso real en el oscurosendero que nos proponen.
Para justificar esta táctica-proceso que se desarrolla sobre la marcha -a diferencia de la Línea de Reconstitución, que plantea una táctica-plan totalmente consciente y que avanza a iniciativa de la vanguardia- traen a colación diferentes relatos históricos que versan sobre las trayectorias de Marx, Engels y Lenin. Pero, entendemos que sin malicia ninguna, lo que nos presentan son más bien las historias particulares de grandes figuras del marxismo y no elementos universales de constitución partidaria. Ninguno de los clásicos fue portador del Comunismo desde el día de su nacimiento, todos ellos llegaron al y asimilaron -o, en el caso de Marx y Engels, fundaron- el Socialismo Científico mediante procesos individuales concretos. No se puede hacer tal ejercicio de prestidigitación (llegan incluso a justificar su practicismo alegando que Marx, antes de haber roto completamente con los hegelianos de izquierda, ya estaba involucrado en política). ¡Esto no es ni puede ser, obviamente, un ejemplo de praxis comunista, señores!; no se puede identificar el desarrollo político-personal de tal o cual individuo como vía incondicional y necesaria de construcción la vanguardia comunista en su conjunto. Aclaremos esto: seguramente -y como dicen ellos mismos a través de una cita de Ludo Martens, aunque dándole un sentido erróneo, pues el PTB no es ni ha sido un Partido de Nuevo Tipo- buena parte de los que hoy componemos los sectores interesados activamente en la reconstitución hemos pasado en algún momento por las luchas de resistencia de la clase -sindicato, movimiento estudiantil, etc.-. Pero nuestras historias individuales no se pueden identificar con el proceso general mediante el cual el Socialismo Científico se fusiona con las masas. Principalmente, porque los elementos de vanguardia en condiciones de desarrollar un incipiente movimiento comunista van, antes o después, a la teoría y no esperan a que ésta les sea traída desde fuera. Es importante comprender esto pues, de lo contrario, y como muestra el caso de los camaradas del PTD, se pasa del materialismo histórico al idealismo histórico de corte teleológico. Como mostraba Lenin:
“Esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros, sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; dicho con otras palabras, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en grado mayor o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar.”(12)
Además, conviene recordar que el contexto en el que se desenvolvieron Marx y Engels era todavía el de acumulación de fuerzas del proletariado en el plano económico. Es la época del partido obrero de viejo cuño y del sindicato. La revolución proletaria, aunque estaba planteada teoréticamente en sus lineamientos fundamentales, no era todavía una posibilidad material inminente. Incluso la Comuna de París, efímera y relativa excepción, confirma esto al haber acontecido sin la influencia masiva de las ideas marxistas y de forma relativamente espontánea, pues el poder, prácticamente, cayó en manos del proletariado en vez de haber sido edificado por éste de forma consciente en contraposición al de la burguesía. Asimismo, el contexto en que viven Lenin y los Bolcheviques dista del nuestro. Precisamente él desarrolla los fundamentos teóricos -y los pone en práctica- del Partido de Nuevo Tipo. Pero la efervescencia del proletariado ruso -e internacional- de principios del s. XX nada tiene que ver con la situación actual de derrota y reflujo del movimiento obrero. Del mismo modo, los requerimientos para la constitución del Partido en ese marco histórico son menos exigentes, en cierto sentido. Lo que ya se ha desprendido del Balance del Ciclo de Octubre es que el paradigma revolucionario establecido en una época determinada -y relativamente válido sólo para la misma-, se vuelve inoperante con el desarrollo de la lucha de clases por los límites históricos obvios que presenta.
En cambio, una experiencia mucho más cercana -aunque, claro está, no extrapolable mecánicamente- a   nuestro contexto es, como   apuntábamos antes, la   de la reconstitución del Partido Comunista del Perú (conocido como Sendero Luminoso). Como nuestros camaradas del PTD conciben la teoría como práctica sintetizada del (¡ysólo del!) proletariado, quizá obvien lo vivido en Perú precisamente por haber sido articulado de forma principal en torno a las masas campesinas como fuerza motriz de la Guerra Popular.
Esperamos sinceramente que los camaradas del PTD reflexionen, a tenor de todo lo expuesto hasta aquí, sobre las implicaciones políticas e ideológicas de una prácticabasada en el inmediatismo ciego y en la insuficiente asimilación de los principios del Socialismo Científico.
Nuevo Poder
Continuando con nuestra exposición pasamos ahora a tratar la cuestión del Nuevo Poder. Los camaradas del PTD, como es de esperar, conciben aquél en el sentido espontaneísta y resistencial que envuelve todos sus postulados, dejando entrever la clásica lógica insurreccional que domina en todo el MCE. Trasladamos aquí el párrafo en que resumen el modo en el que entienden el Nuevo Poder:
“Pero consideramos también que la incorporación de las masas al Nuevo Poder sólo puede impulsarlas la vanguardia revolucionaria interviniendo, introduciendo el elemento consciente desde lo existente y desde las luchas parciales y espontáneas por reformas, por la mejora de sus condiciones de vida a pesar de ser dentro del marco del capitalismo. Se trata de la introducción del elemento consciente empleando como catalizador a esas luchas por reformas que se dan en los diferentes frentes (estudiantil, obrero, anti-imperialista, feminista, democrático, republicano, antifascista…). De la conexión con las inquietudes espontáneas y estrechas de las masas, obreras y populares, y de la elevación de su nivel de conciencia; se las encaminará hacia la conformación de las partes que compongan el Nuevo Poder. En este sentido, el trabajo de fusión del socialismo científico con el movimiento obrero para conformarlas tiene mucho camino que recorrer, adecuándose la táctica en cada momento en virtud a las posibilidades de desarrollo de ese Nuevo Poder. A día de hoy, está pendiente la vinculación con las masas en los frentes por las reformas y el trabajo dentro de los mismos con el objetivo descrito. Sin vinculación con las masas no hay elevación de su nivel de conciencia; sin elevación del nivel de conciencia no hay desarrollo del Nuevo Poder; sin desarrollo del Nuevo Poder no hay contradicción entre el viejo poder y el nuevo, no hay estallido revolucionario para imponer el nuevo poder sobre los escombros del viejo poder burgués.” (13)
Como vemos, y en clara continuidad con todo lo anterior, su comprensión del Nuevo Poder no es sólo limitada, sino también ajena a cualquier postulado leninista. Antes que nada, hemos de señalar que en todo el apartado que dedican al Nuevo Poder, no hacen mención alguna de su vinculación con el Partido Comunista y la Guerra Popular. En sus labios, pareciera que el Nuevo Poder puede surgir independientemente de ambos.
En su esquema, la vanguardia revolucionaria -y no el PC- incorpora a la masas al Nuevo Poder en el transcurso de su intervención en el movimiento espontáneo del proletariado. Según dicen, el elemento consciente se insufla usando como catalizador las luchas por reformas. Una vez más sacrifican la ideología revolucionaria en favor de la espontaneidad y le arrancan todo contenido revolucionario. Al contrario de lo que ellos plantean, el único organismo social capaz de revolucionar las aspiraciones inmediatas del proletariado es el Partido Comunista porque es ya la vinculación objetiva del Socialismo Científico con las masas. Éste (el PC) crea un movimiento revolucionario independiente ideológica y políticamente mediante el cual puede, esta vez sí, incorporar a las amplias masas de la clase al proceso revolucionario. Pero no a través de la propaganda y la intervención en la retaguardia de estos movimientos espontáneos, como nos proponen, sino usando la Guerra Popular y, precisamente, contra esas organizaciones que pugnan por reformas.
Como guinda de este amargo pastel colocan el estallido revolucionario, la anunciada y cuasi bíblica insurrección final en la que tienen fe casi todos los destacamentos del MCE. Este despropósito nace de las concepciones evolucionistas que como hemos visto a lo largo del texto profesan sin reparo alguno, lo que desemboca en este fatalismo histórico propio de una particular visión de la dialéctica hegeliana o de un decimonónico materialismo vulgar. Tal y como ellos ven el problema (el del PC, el del Nuevo Poder, el de la Revolución en conjunto…) todo se resume en una suma plana y simple de hechos positivos que terminan resolviéndose por la propia marcha de los acontecimientos. Nada nos dicen sobre la resolución consciente de contradicciones como elemento fundamental de todo proceso social revolucionario. Como decían los padres de nuestra cosmovisión:
“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.” (14)
Valga decir, entonces, que la revolución no es el acto final que culmina una maduración pacífica del Nuevo Poder. La revolución es, opuestamente, el proceso total y consciente de edificación del Comunismo que arroya todas las relaciones económicas, políticas e ideológicas de opresión y explotación. Y, en ese proceso, el Nuevo Poder constituye la materialización y puesta en práctica de la dictadura de clase ejercida por las masas proletarias alrededor del Partido como eje vertebrador. Así, vemos como para el PTD el Nuevo Poder es exactamente lo mismo que el FOPS del PCPE -aunque, otra vez más, lo nieguen de plabra- o el FUP del PCOE: una estructura de reivindicación económica que no puede subvertir el orden social dado porque parte de él y no dispone de los instrumentos necesarios (pues ha renunciado a ellos desde un primer momento) para destruirlo. En conclusión, podemos decir que no hay Nuevo Poder sin Guerra Popular; no hay Guerra Popular sin Ejécito Rojo -punto sobre el que no hemos entrado en este texto pero del que tampoco se puede, deningún modo, prescindir-; no hay Ejército Rojo sin Partido de Nuevo Tipo reconstituido; y, finalmente, no hay Partido reconstituido sin ideología reconstituida a través del Balance en lucha de dos líneas.
*****
Los camaradas del PTD, a pesar de esa buena voluntad de la que no dudamos, están lejos de poder ofrecer al proletariado una opción distinta o siquiera levemente menos mala-si existiera esto- de la que plantean el grueso de los destacamentos que forman el MCE. Esto es así porque parten, como aquellos, de las mismas premisas ideológicas caducas que se establecieron en el curso del clausurado Ciclo revolucionario de Octubre. Aunque muestran una predisposición de cara al debate que es de agradecer, su práctica política está peligrosa y objetivamente en la extrema derecha del MCE. Les invitamos honestamente a replantearse ese paradigma que han asimilado acríticamente y a evaluar con mayor rigor la historia del MCI y todo el Ciclo pasado, así como su práctica actual, en aras de comprender mejor las necesidades reales que presenta la articulación de un movimiento verdaderamente revolucionario en el Estado español en nuestros días.
Nueva Praxis, Marzo de 2014
NOTAS:
(1) JCA y JCZ, Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico, página 7.
(2) Esta matización no es, de ningún modo, gratuita. Lo que hacen los camaradas del PTD es, en última instancia, reducir la lucha de clases a la pugna entre el obrero y el patrón. Y, como veremos a lo largo del texto, esta concepción errónea domina todos sus postulados: para el el PTD, la revolución no deja de ser la simple extensión, sin mediación dialéctica ni solución de continuidad alguna, de la lucha del proletariado como clase en sí. Contrariamente, el marxismo estudia las relaciones del proletariado con todas las clases sociales y fracciones de clase, y propugna la creación de un movimiento nuevo eindependiente que, en colisión frontal con el viejo mundo, sus estructuras, instituciones, etc., edifique una nueva sociedad. Lo que implica, a su vez, que el proletariado revolucionario se niega a sí mismo como clase con intereses particulares, todo lo contrario de la apuesta que realizan nuestros camaradas.
(3) Decimos esto porque plantean que nuestros quehaceres son las tareas prácticas revolucionarias inmediatas del proletariado consciente en cada momento histórico (?). Tal formulación, además de harto nebulosa e incluso, podríamos decir, vacua, deja ver la incomprensión del PTD respecto a la naturaleza de la praxis revolucionaria. Ésta presenta como condición previa la existencia del PC, por lo que plantear la necesidad de práctica revolucionaria para la constitución del instrumento que posibilite esa misma práctica revolucionaria es un completo sinsentido. Como caracterizan los camaradas del PCR en la Nueva Orientación, nos encontramos en la fase burguesa de la revolución, es decir, en la etapa de rearticulación del movimiento independiente del proletariado revolucionario.   (4) Respuesta del PTD al documento “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de Almería y Zamora.   (5) Ibídem   (6) Ibidem   (7) Para muestra, un botón: tras haber redactado esta respuesta y poco antes de proceder a su publicación, el PTD anunció que se fusionaría en una sola organización con los exCJC Castilla La Mancha y los renegados de UP.
(8) V.I. Lenin ¿Qué hacer?
(9) De hecho, y confirmando la justeza de nuestros análisis, el PTD hizo público este Marzo que se presentaría a las primarias de la iniciativa Podemos, cuya cara visible es el pequeñoburgués oportunista -y chauvinista- de moda en las tertulias del capital, Pablo Iglesias.
(10) Precisamente, mientras ultimamos la redacción de esta misiva, el PTD ha sacado un artículo llamado La república democrática y el socialismo. En él no hacen más que confirmar nuestros análisis y demostrar que, prácticamente, renegaron hace mucho del marxismo. Se enfangan -¡como los que ejecutan esa violencia vanguardista que denuncian!- en sempiternas formas de transición hacia, precisamente, la etapa de transición que es el socialismo. Pero que juzgue el lector, pues aquí ya hemos tratado de desmontar los presupuestos ideológicos en los que el PTD basa toda su práctica reaccionaria.
(11) Para ampliar recomendamos la lectura de El debate cautivo, texto del MAI que polemiza con el PCE(r), donde se expone este punto más profusa y precisamente.
(12) Ibídem
(13) Respuesta del PTD al documento “Reconstitución y movimiento juvenil. Aporte al combate ideológico.”, de las JJCC de Almería y Zamora.
(14) Marx y Engels, La ideología alemana
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Charles Bettelheim sobre la planificación en el Estado proletario, la tesis del “Partido monolítico” y la economía política del socialismo

Publicado en  por yakovsverdlov
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El Balance del Ciclo de Octubre es una tarea fundamental para la reconstitución del movimiento comunista, tanto en nuestro Estado como en el resto del mundo. La publicación de estos fragmentos de la obra de Charles Bettelheim, Las luchas de clases en la URSS, se enmarca en esta tarea urgente de balance histórico que nos permita rearticular el movimiento comunista e iniciar un nuevo ciclo revolucionario que, esta vez sí, suponga el triunfo definitivo del comunismo sobre la sociedad de clases y todas las formas de opresión de unos seres humanos sobre otros.
Los tres textos traducidos del francés al castellano por nuestro blog corresponden al segundo tomo de la obra de Charles Bettelheim (Las luchas de clases en la URSS. Segundo periodo: 1923-1930). Consideramos que los tres epígrafes del libro son muy interesantes y útiles para la discusión y superación desde el comunismo revolucionario de problemas y cuestiones esenciales para la construcción del Estado de dictadura del proletariado y de la sociedad comunista a escala planetaria. Así, los temas tratados en estos puntos tienen que ver con asuntos de tan capital importancia como la problemática de la planificación económica durante la fase de transición socialista, la crítica a la tesis del “Partido monolítico” o el estudio de las categorías de precio, salario y beneficio, y su significación clasista, en la política y la ideología del Estado del proletariado revolucionario.
El desarrollo de los aparatos y de las prácticas de planificación económica
En torno a la tesis política del “Partido monolítico”
Las categorías de precio, salario y beneficio y su significación de clase
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