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Hablan de democracia, libertad, etc, etc, pero sabemos bien que uds. solo se acomodan en la tecnoplutocracia que impuso el san jaimito. Pa desgracia de uds.
DIVERSOS AUTORES:
Rudolf Hilferding
Fecha de nacimiento: 10 de agosto de 1877, Viena, Austria
Fecha de la muerte: 11 de febrero de 1941, París, Francia
Pareja: Margarete Hilferding (1904–)
Partido: Partido Socialdemócrata de Alemania
Educación: Universidad de Viena
Libros: El capital financiero
LA NOCIÓN DEL CAPITAL FINANCIERO EN HILFERDING Y SU
IMPORTANCIA PARA LA COMPRENSIÓN DEL CAPITALISMO
CONTEMPORÁNEO
Por: Arturo Guillén*
Rudolf Hilferding (1877-1941) fue unos de los teóricos marxistas más importantes
del amanecer del siglo XX, junto con Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo, y el más agudo
estudioso de esa corriente, en su tiempo, de la esfera financiera de la economía: ¡El teórico
marxista de las finanzas por excelencia! El sesgo productivista que se produjo en el
marxismo (la apreciación correcta pero parcial e insuficiente, de considerar a Marx como el
teórico de la producción), así como la ubicación de Hilferding, después del triunfo de la
revolución bolchevique en Rusia, como oportunista y reformista, relegaron su obra a un
segundo plano en el seno del “marxismo oficial”.
Sin embargo a cien años de la publicación de su obra cumbre “El capital
financiero” de 1910 (1973), la revaloración de sus aportes para la comprensión del
capitalismo de su época, al margen de algunos errores en la comprensión de algunos
fenómenos1
, resulta esencial para entender los fenómenos contemporáneos. A quienes
desde la economía política concebimos “el presente como historia”, su estudio del capital
financiero como categoría básica del capitalismo monopolista, resulta de primer orden para
comprender los procesos de financiarización y las crisis recurrentes que le acompañan
desde la década de los ochenta del siglo pasado.
Esta breve nota tiene como objetivo principal, como lo plantea su título, analizar la
definición de capital financiero propuesta por Hilferding, ubicarla en su real dimensión, así
como contribuir a la comprensión de esta nueva forma de capital, y lo que su desarrollo
significó para la configuración ulterior del sistema capitalista.
*
Profesor - Investigador Titular del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana
Iztapalapa. Coordinador del Posgrado en Estudios Sociales, Línea Economía Social de la misma universidad.
Coordinador General de la “Red Eurolatinoamericana de Estudios para el Desarrollo Celso Furtado”
1
Se pueden señalar entre otros errores, la carencia de una teoría general de la moneda mencionada por de S.
De Brunhoff (1973), la consideración del precio de monopolio como un elemento subjetivo, más que objetivo
(Guillén, 1981) determinado por la ley del valor, y el desliz de sus últimos años de creer que el desarrollo del
capital financiero conducía a la formación de un “capitalismo organizado” más estable, en el que las crisis
generales de sobreproducción serían superadas. Sobre las críticas a Hilferding, véase M. Pierre (2010).
2
La definición de la categoría de capital financiero se ubica principalmente en el
capitulo XIV de su obra intitulado “Los monopolios capitalistas y los bancos.
Transformación del capital en capital financiero”. La frase más citada de este capítulo es
aquella en la que Hilferding define al capital financiero de la siguiente manera:
“La dependencia de la industria con respecto a los bancos es, pues, la consecuencia
de las relaciones de propiedad. Una parte cada vez mayor del capital de la industria no
pertenece a los industriales que lo emplean. No pueden disponer de él más que a través del
Banco, que frente a ellos representa el propietario. Por otro lado el banco tiene que fijar en
la industria una parte cada vez mayor de sus capitales. Así, se convierte en capitalista
industrial en proporciones cada vez mayores. Llamo capital financiero al capital bancario,
esto es, capital en forma de dinero, que de este modo se transforma realmente en capital
industrial” (Hilferding, 19: 254).
Esta primera definición en la que Hilferding alude principalmente al papel del
crédito en el proceso de expansión de las grandes corporaciones que se organizan bajo la
forma de sociedades anónimas, y que resalta en su parte final con cursivas, ha dado lugar a
diversas críticas (de Lenin y de Bujarin, por ejemplo). Se ha asumido que el capital
financiero desemboca y significa, como el propio Hilferding lo sugiere en esa cita, la
dominación de la industria por parte de la banca. Por ejemplo Paul Sweezy (1981: 286),
plantea que Hilferding “erró en el sentido de sobreestimar la importancia de la dominación
financiera en la última etapa del desarrollo capitalista”. En su opinión “la dominación del
capital bancario es una fase transitoria del desarrollo capitalista, que coincide
aproximadamente con la transición del capitalismo de competencia al monopolista (Ibíd.:
295). Sweezy sostenía también, con cierta razón, en que la dominación de la banca sobre la
industria era un fenómeno más característico del modelo alemán del desarrollo, que del
estadounidense. Tenía razón también en postular, como lo hace con Baran en el Capital
monopolista (1982), que el capitalismo estadounidense de la posguerra dependió
fundamentalmente del financiamiento con recursos propios de los grupos monopolistas,
más que del acceso a los mercados financieros.
Sin embargo, me parece que el debate sobre la “dominación” de la banca es
engañoso y oscurece lo esencial del aporte hilferdiano. Tal debate impidió una lectura más
3
cuidadosa del propio Hilferding que otorga a la categoría de capital financiero, como trataré
de demostrar, un significado más profundo. Tan sólo unos cuantos párrafos adelante de la
multicitada y descuidada definición inicial, Hilferding afirma:
“El capital financiero se desarrolla con el auge de la sociedad por acciones y alcanza
su apogeo con la monopolización de la industria (…) Pero son los bancos los que disponen
del capital bancario y el dominio sobre ellos lo tienen los propietarios de la mayoría de las
acciones bancarias. Es evidente que, con la concentración creciente de la propiedad, se
identifican cada vez más los propietarios del capital ficticio, que da el poder sobre los
bancos y los del capital (real), que da el poder sobre la industria. Y tanto más cuanto que
hemos visto cómo el gran Banco se apodera cada vez más del capital ficticio2
” (Hilferding,
Ibídem).
Esta nueva aproximación al concepto pone de relieve por lo menos dos cosas
claves: primero, que el capital financiero es el resultado del proceso de concentración y
centralización del capital, así como del surgimiento de la sociedad por acciones; y segundo,
que el surgimiento de estas no solamente implica la separación de la propiedad y la el
control de la empresa – lo que modifica las formas de gestión de la misma- sino ,quizá más
importante el control por parte del capital financiero de la emisión y propiedad del capital
ficticio, es decir aquél capital en forma de acciones, obligaciones y toda clase de títulos
financieros que como brillantemente lo había intuido Marx duplica el capital real invertido
en la producción. La proliferación del capital ficticio provoca, entre otras cosas, el
desarrollo de las bolsas de valores como espacio privilegiado para su movimiento.
Y por si hubiera dudas sobre la idea de Hilferding que lo definitorio del poder de la
nueva oligarquía financiera, reside en su control del capital ficticio, agrega:
“Crece el poder de los bancos, se convierten en fundadores, y finalmente en
dominadores de la industria, apoderándose de los beneficios como capital financiero, igual
que arrebataba antes el usurero con su “interés” el rendimiento del trabajo de los
campesinos y la renta del latifundista. El hegeliano podría hablar de la negación de la
negación: el capital bancario fue la negación del capital usurero y es negado a su vez por el
2
Cursivas mías
4
capital financiero. El capital financiero es la síntesis del capital usurero y del capital
bancario y, como estos, aunque en un grado infinitamente superior del desarrollo
económico, se apropia de los frutos de la producción social (Ibíd.: 255)”.
En otras palabras, el capital financiero es un nuevo segmento del capital – el
dominante en la época de los monopolios y de las sociedades anónimas – no el viejo capital
bancario al servicio de la industria. Lo que surge de esa fusión del capital bancario y el
capital industrial es una nueva fracción de la burguesía: la oligarquía financiera que domina
no sólo el accionar de los bancos, sino que determina, también, el modus operandi de la
esfera productiva de la economía. Esa oligarquía financiera se apropia de la plusvalía social
por mecanismos financieros nuevos que antes no estaban en manos de las distintas
fracciones separadas del capital. Es por ello que la dicotomía entre economía real y
economía financiera como esferas separadas de la economía – en las que se solaza, por
ejemplo, la economía neoclásica – es totalmente falsa, desde que existe el capital
financiero, y con él se abre la era del imperialismo moderno. Esa dicotomía sólo podía
tener alguna realidad en la fase de la competencia entre pequeñas y medianas empresas, en
la que la burguesía se fragmentaba en estancos relativamente separados: burguesía
industrial, burguesía comercial, burguesía bancaría. Estos segmentos si bien no desaparecen
durante la era del capital monopolista, se subordinan todos ellos al accionar del capital
financiero.
Como dice el propio Hilferding en otra parte de su monumental obra, resumiendo su
concepto de capital financiero:
“El capital financiero significa la unificación del capital. Los antiguos sectores
separados del capital industrial, comercial y bancario se hallan bajo la dirección común de
la alta finanza, en la que están vinculados personalmente los señores de la industria y de los
Bancos. Esa unión tiene como base la eliminación de la libre competencia del capitalista
individual por las grandes uniones monopolistas. Con ello cambia incluso la naturaleza de
la relación de la clase capitalista con el poder del Estado (Ibíd.: 337)”.
Quizás el aspecto más revolucionario de su teoría es el descubrimiento de la
categoría que rotula como “ganancia del fundador”, es decir la ganancia - auténticamente
5
una renta monopólica -, de la que se apropia el capital financiero por el mero hecho de
negociar el capital ficticio, es decir, la emisión de acciones y de los títulos de deuda pública
y privada. Considerando todas las diferencias que existen en la actualidad respecto a la
época de nuestro autor, esta ganancia de fundador juega un papel de primer orden en el
capitalismo de nuestros días y fue fundamental, por ejemplo, en todo el proceso de
bursatilización y de creación de derivados que acompañó el boom inmobiliario de 1990-
2007, y que desembocó en la actual crisis global que ya dura más de tres años.
El régimen de acumulación con dominación financiera (Chesnais, 1994; Serfati,
1996; y Guillén, 2007) que rige al capitalismo desde los años ochenta del siglo pasado, y en
el cual, como afirma Serfati (2010), se “desdibujan las fronteras entre las actividades
financieras y las no financieras”, comenzando por las empresas transnacionales “no
financieras”, tiene en la “ganancia de fundador” descubierta por Hilferding, su principal
fuente de ingreso. Baste señalar que considerando solamente a las empresas financieras,
estas obtuvieron en 2009 42% de sus ingresos por la vía de comisiones y 58% por intereses,
contra 20% y 80% respectivamente, en 1980 (citado en Foster y Magdoff, 2009: 55).
Como bien lo entendió Hilferding, el surgimiento del capital financiero reduce a la
mayoría de los propietarios de acciones a conformarse con recibir un dividendo que se
aproxima al nivel de la tasa de interés, mientras que un puñado de grandes capitalistas,
aquellos que tienen acceso a la emisión y colocación primaria del capital ficticio, logran
apoderarse de grandes ganancias bajo la forma de “ganancia de fundador”. O para decirlo
en sus términos se produce “la progresiva reducción del dividendo al interés, mientras que
en la ganancia de fundador aparece capitalizada la ganancia total del empresario, un
proceso que tiene como supuesto un desarrollo relativamente elevado de los bancos y de su
unión con la industria, así como un correspondiente desarrollo del capital ficticio, de la
Bolsa (Hilferding, Ibíd.: 138)”.
Aunque Hilferding no lo dice explícitamente, habría que considerar a la ganancia de
fundador como uno de los principales mecanismos que contrarrestan la tendencia
descendente de la tasa general de ganancia en el capitalismo monopolista, cuestión que
6
había sido intuida genialmente por Marx al incluir al surgimiento de las sociedades por
acciones entre los factores contrarrestantes de la caída tendencial del beneficio3
.
Quizá el mejor homenaje que se pueda rendir al Capital financiero a cien años de su
publicación es el reconocimiento de parte de Paul Sweezy -hombre en su vida poco
receptivo a las críticas - de que se había equivocado en su evaluación de la obra de
Hilferding, y de que el desarrollo del capitalismo de las últimas décadas del siglo XX y de
las primera del presente siglo, comprobaba la justeza de su análisis. Incluso Sweezy calificó
la época reciente del capitalismo, como el “triunfo del capital financiero”, y sugirió sustituir
la categoría de capital monopolista por la de “capital monopolista-financiero” (Sweezy,
1994).
“Tradicionalmente - afirmó Sweezy- la expansión financiera ha ido de la mano con
prosperidad en la economía real. Es realmente posible que esto no sea ya no sea más cierto,
que ahora en la parte final del siglo veinte, lo opuesto es más bien el caso: en otras palabras,
que ahora la expansión financiera se alimenta no solamente de una economía real saludable,
sino de una economía estancada”.
Y como advierte este autor “avanzar en la comprensión de la sociedad capitalista de
nuestros días (…) será posible sólo sobre la base de una teoría más adecuada de la
acumulación de capital, con especial énfasis en la interacción de sus aspectos reales y
financieros” (citado en Ibíd.: 68). Y para avanzar en ello – agregaría yo –, repensar a
Hilferding y a su obra, resulta imprescindible.
BIBLIOGRAFIA
Baran P. y P.Sweezy. (1982). El capital monopolista. México, Siglo XXI editores.
3
“A los cinco puntos anteriores (se refiere Marx a las otras contratendencias que limitan la baja de la tasa de
ganancia A.G.), aún puede agregárseles el siguiente (…) Con el progreso de la producción capitalista, que va
de la mano de la aceleración de la acumulación, una parte del capital sólo se calcula y emplea como capital
que devenga interés. No en el sentido de que cualquier capitalista que presta capital se conforma con los
intereses (…) sino en el sentido de que esos capitales, a pesar de estar invertidos en grandes empresas
productivas, una vez deducidos todos los costos sólo arrojan pequeños o medianos intereses, los así llamados
dividendos (…) Por lo tanto, no entran en la nivelación de la tasa general de ganancia, ya que arrojan una tasa
menor que la tasa media de ganancia (Marx, 1976, T.III.V.VI: 307)”.
7
Chesnais, F. (1994). La mondialisation du capital. París, Syros
Guillén, A. (1981). Imperialismo y ley del valor. México, 1981, Editorial Nuestro Tiempo.
------ (2007). Mito y realidad de la globalización neoliberal. México, Miguel Ángel Porrúa
editores-UAMI.
Foster J.M. y F. Magdoff (2009). The Great Financial Crisis. Nueva York, Monthly
Review Press.
Hilferding, Rudolf (1973). El capital financiero. México, 1973, Ediciones el Caballito.
Marx, C. (1976). El Capital. T.III. Vol. VI. México, Siglo XXI editores.
Pierre M. (2010). “El capital financiero de Hilferding: lecciones y legados para el análisis
contemporáneo”en Revista Memoria Num.246, CEMOS, septiembre.
Serfati C. (2010). “Transnational corporations as financial groups”. Ponencia presentada en
el coloquio internacional “The economic crisis and the renewal of the European
model(s)”organizado por la EAEPE. Bordeaux, Francia,
------ (1996). “Le rôle actif des groupes à dominante industrielle dans la financiarisation de
l’économie » en F.Chesnais coordinador La mondialisation financière, genèse, enjeux et
coûts. París, Syros, 1996.
Sweezy, P. (1994). "The triumph of financial capital", Monthly Review, junio, 1994.
http://www.monthlyreview.org/940600sweezy.php
(1983). Teoría del desarrollo capitalista. México, F.C.E.
TRADUCCIÓN DE VICENTE ROMANO
2
Primera edición: Rudolf Hilferding: Das Finanzkapital, Munich, Willi
Weismann Verlag, 1910.
Traducción: Vicente Romano
Primera edición en castellano: El Capital Financiero, Ed. Tecnos, 1963.
Imagen de Portada: John Heartfiel, Fotomontaje en la revista A-I-Z, nº 5 de
1934.
FEBRERO 2010
3
INTRODUCCIÓN
Este cuaderno del CAUM recoge una selección de textos del libro El
Capital Financiero de Rudolf Hilferding, publicado en Alemania en 1910,
justo hace ahora un siglo. Esta obra sigue siendo hoy un texto de primer
orden en la tradición del pensamiento económico marxista. En la actualidad
adquiere un destacado relieve ya que las ideas que el autor expuso entonces
pueden sernos de gran ayuda para comprender las características de la crisis
en la que hoy se encuentra el capitalismo.
Rudolf Hilferding (1877 – 1941) nació en Austria en una familia judía de
clase media, estudió medicina pero desde muy joven se trasladó a Alemania
e ingresó en el Partido Socialdemócrata (SPD), militando en el ala de
izquierdas y realizando una intensa actividad como propagandista y teórico.
Su primera importante contribución a la teoría económica fue el ensayo
Böhm-Bawerks Marx Kritik, publicado en 1904 en los Marx Studien. Esta
obra consiste en una defensa de la teoría marxista del valor y la lógica
insoslayable que informa los textos de El Capital.
En demasiadas ocasiones Hilferding ha sido clasificado como un simple
revisionista, continuador sin más de las teorías de Bernstein, pero esto es un
claro error, el pensamiento de Hilferding se sitúa en la línea de la
profundización y el desarrollo de las ideas de Marx, especialmente de El
Capital; naturalmente ante la evidencia de un capitalismo que, ya a principio
del siglo XX, había experimentado importantes transformaciones. Se puede
afirmar que El Capital Financiero constituye un desarrollo de los fenómenos
que Marx empezó a estudiar en los tomos IIº y IIIº de su obra, en donde trata
de la circulación del capital, de la ley de la baja de la tasa de ganancias, del
crédito, del capital financiero, del capital ficticio y de las crisis, entre otros
temas.
Como se podrá constatar con la lectura de este cuaderno a principios del
siglo XX el capital había experimentado un importante proceso de
concentración, la aparición de cartels y truts conllevaba el predominio del
capital financiero sobre la industria y el final de la época librecambista. Esto
había determinado una nueva utilización del Estado burgués: el estado
proteccionista, el imperialismo, la competencia feroz entre los estados, el
militarismo, la carrera de armamentos y finalmente empujaría al mundo
hasta el holocausto de la Primera Guerra Mundial. Estas ideas de Hilferding
tuvieron gran repercusión sobre el socialismo revolucionario posterior; es
evidente su influencia sobre Rosa Luxemburgo, especialmente en La
acumulación del capital. (Una contribución a la explicación económica del
4
imperialismo), de 1913, y sobre Lenin en El imperialismo, fase superior del
capitalismo, de 1916.
Hilferding pensaba que la concentración del capital, la preponderancia del
capital financiero y el imperialismo eran inevitables, pero siendo un marxista
como era, sabia que este nuevo nivel del capital podía significar su contrario
si el proletariado, organizado políticamente como clase, daba el paso a la
socialización del capital financiero, dentro del proceso revolucionario. Un
gran paso en este sentido seria la socialización de los seis mayores bancos
alemanes.
Hilferding participó en la revolución alemana de noviembre de 1918.
Posteriormente fue ministro de finanzas en 1923 y de nuevo entre 1928 y
1929, su paso por el gobierno fue sumamente polémico, nunca aceptado por
la gran burguesía alemana que le consideraba un peligroso socialista que
aspiraba a la socialización de la banca. En 1933 ante el ascenso nazi huyo a
Francia pero las autoridades colaboracionistas de Vichy le detuvieron y le
entregaron a la Gestapo. Fue torturado y asesinado en París en febrero de
1941.
La magnífica traducción que hoy presentamos fue realizada por Vicente
Romano en 1963, el libro editado por Tecnos, es hoy literalmente
inencontrable, lo que nos muestra de nuevo la desidia de los editores hacia
las obras socialistas, este ha sido un acicate más para editar este cuaderno
por el CAUM. Vaya por adelantado todo nuestro reconocimiento y
admiración hacia la labor de Vicente como periodista, investigador social y
de la comunicación, profesor y traductor (verdadero agitador de la
conciencia social) en su incansable tarea de estudio y difusión del
socialismo.
Taller de Pensamiento Crítico del CAUM
5
RUDOLF HILFERDING
EL CAPITAL FINANCIERO Y LAS CRISIS
1910
LAS CONDICIONES GENERALES DE LA CRISIS
Es una ley empírica el que la producción capitalista está comprendida en un
círculo de prosperidad y depresión. El paso de una fase a otra se realiza
críticamente. En un momento determinado de la prosperidad surge un
estancamiento en una serie de ramas de la producción; en consecuencia,
disminuyen los precios. El estancamiento y la reducción de precios se
extienden; la producción se limita; este estado de cosas dura más o menos
tiempo. Los precios y el beneficio son bajos; poco a poco empieza a
ampliarse la producción, suben los precios y aumenta el beneficio. El
volumen de la producción es mayor que nunca, hasta que vuelve a variar la
situación. La repetición periódica de este proceso plantea la cuestión de sus
causas, que tienen que averiguarse mediante el análisis del mecanismo de la
producción capitalista.
La posibilidad general de la crisis se da con la duplicación de la mercancía
en mercancía y dinero. Esto implica que el río de la circulación de
mercancías puede experimentar una interrupción al convertirse el dinero en
tesoro en vez de emplearlo para la circulación de mercancías. El proceso
M1-D-M2 se para, porque D, que ha realizado la mercancía M1, no realiza
M2, M2 queda invendible y con ello se da el estancamiento.
Pero mientras el dinero no actúe más que como medio de circulación,
mientras la mercancía se venda directamente por dinero y éste por
mercancía, la transformación del dinero en tesoro no es más que un proceso
aislado, individual, que significa la invendibilidad de una mercancía, pero no
un estancamiento general. Esto cambia con el desarrollo de la función del
dinero como medio de pago, y aún más con el desarrollo del crédito de
circulación. Estancamiento de la venta significa ahora que no se puede
realizar el pago prometido. Pero, como hemos visto, esta promesa de pago ha
servido de medio de circulación o de pago a toda una serie de posteriores
transacciones. La incapacidad de pago de uno hace también a los demás
incapaces de pago. La concatenación de las obligaciones de pago que ha
6
motivado el dinero como medio de pago se ha roto, y el estancamiento en un
punto se propaga a todos los demás; se hace general. Así, el crédito de pago
desarrolla una solidaridad de las ramas de la producción y da pie a que el
estancamiento parcial se transforme en general.
Pero esta posibilidad general de la crisis es únicamente su condición
general: sin circulación de dinero y sin el desarrollo de su función como
medio de pago es también imposible la crisis. Sin embargo, la posibilidad
está muy lejos todavía de ser realidad. La producción simple de mercancías
o, mejor dicho, la producción mercantil precapitalista no conoce ninguna
crisis. Las perturbaciones de la economía no son crisis económico-regulares,
sino catástrofes que brotan de causas especiales, naturales o históricas, esto
es, casuales desde el punto de vista económico, como, por ejemplo, malas
cosechas, sequía, epidemias, guerras. Lo que tienen de común es que nacen
de un déficit de la producción, pero en ningún modo de cualquier
superproducción. Esto es natural si pensamos que es esencialmente una
producción con miras a las necesidades propias; que la producción y el
consumo están unidos como medio y fin, y la circulación de mercancías
desempeña un papel relativamente pequeño. Pues la producción capitalista
generaliza, en primer lugar, la producción de mercancías, hace que todos los
productos posibles tomen la forma de mercancía y convierte—esto es lo
decisivo— la venta de la mercancía en condición previa para volver a
empezar la reproducción1
.
Esta transformación de los productos en mercancías es la que, sin embargo,
ocasiona la dependencia de los productores con respecto del mercado y la
que hace de la irregularidad de la producción, causada por la independencia
de las economías particulares (irregularidad existente ya en principio en la
producción mercantil simple), aquella anarquía en la producción capitalista
que crea la segunda condición general de las crisis con la generalización de
la producción de mercancías, con la ampliación de los mercados locales y
dispersos hasta convertirlos en un mercado mundial.
1
Prescindiendo de los residuos de la antigua producción propia, como se mantiene, por
ejemplo, en la economía campesina, la producción propia juega también un papel en la
sociedad capitalista en los casos en que el producto de la empresa misma se convierte
de nuevo en un elemento de la reproducción; por ejemplo, el cereal para la siembra, el
carbón para la mina, etc. Con el incremento de la combinación crece el volumen de esta
forma de producción propia. Es producción propia precisamente porque la mercancía no
está destinada al mercado, sino que se utiliza como elemento del capital constante en la
misma empresa. Pero es, toto coelo, distinta de la producción propia de antiguas
formaciones sociales, encaminada a cubrir las necesidades, ya que no sirve para el
consumo, sino para la producción de mercancías.
7
La tercera condición general la produce el capitalismo con su separación
entre producción y consumo. En primer lugar, separa a los productores de su
producto y lo reduce a aquella parte del valor producido que representa un
equivalente del valor de la fuerza de trabajo. Crea asi en los jornaleros una
clase cuyo consumo no está en ninguna relación directa con la producción
total, sino únicamente con la parte de la producción total que es igual al
capital empleado en salarios. El producto que crean los obreros no es, sin
embargo, de su propiedad. Por eso su producción no sirve al fin del
consumo. Por el contrario, su consumo y el volumen de éste dependen de la
producción, sobre la que no tienen ninguna influencia. Ahora bien, la
producción de los capitalistas no persigue lo cobertura de las necesidades,
sino el beneficio. La realización y aumento del beneficio es el fin inmanente
de la producción capitalista. Esto significa que el factor decisivo del
volumen, reducción o aumento de la producción no es el consumo y su
crecimiento, sino la realización del beneficio. Se produce para conseguir un
beneficio determinado, para obtener un determinado grado de explotación
del capital. De esta forma, la producción no depende del consumo, sino de la
necesidad de explotación del capital, y un empeoramiento de la posibilidad
de explotación significa una limitación de la producción.
Subsiste, incluso en la forma de producción capitalista, una relación general
entre producción y consumo que es común, como condición natural, a todas
las formas sociales. Pero mientras en la economía encaminada a cubrir las
necesidades el consumo determina la expansión de la producción que, bajo
estas condiciones, encuentra su límite en el nivel alcanzado por la técnica, en
la producción capitalista, por el contrario, el consumo está determinado por
el volumen de la producción. El cual, a su vez, está limitado por la
correspondiente posibilidad de explotación, por el grado de explotación del
capital, por la necesidad de que el capital y su incremento produzcan una
determinada tasa de beneficios. La expansión de la producción choca aquí
contra una barrerá puramente social, originada únicamente en esta
determinada estructura social y sólo propia de ella. Es cierto que la
posibilidad de crisis brota ya de la posibilidad de la producción no regulada,
esto es, de la producción de mercancías en general. Pero, en realidad, brota
únicamente de una producción no regulada que, al mismo tiempo, elimina la
relación directa entre producción y consumo, relación que caracteriza a otras
formas sociales e interpone entre la producción y el consumo la condición de
la explotación del capital a una tasa determinada.
La expresión "superproducción de mercancías" dice, en general, tan poco
como la expresión "subconsumo". En sentido estricto no se puede hablar de
subconsumo más que en sentido fisiológico; la expresión no tiene, en
8
cambio, ningún sentido en economía, donde únicamente podría significar
que la sociedad consume menos de lo que produce. Pero no es posible
comprender cómo puede ocurrir tal cosa si se ha producido en la proporción
justa. Como el producto total es igual al capital constante más el variable
más la plusvalía (c + v + pv), tanto v como pv se consumen, los elementos
del capital constante consumido tienen que compensarse mutuamente; así,
pues, la producción puede ampliarse hasta el infinito sin conducir por eso a
la superproducción de mercancías; es decir, a que se produzcan más
mercancías para las que, a este respecto y para esta concepción, sólo entraría
en consideración el valor de uso, esto es, a producir más bienes de los que se
podrían consumir2
.
Además, hay algo que es evidente: como las crisis en su sucesión periódica
son producto de la sociedad capitalista, su causa tiene que estar implícita en
el carácter del capital. Tiene que tratarse de una perturbación que dimana del
carácter específico de la sociedad. La estrecha base que las relaciones de
consumo ofrecen a la producción capitalista es, sin embargo, condición
general de la crisis, precisamente porque la imposibilidad de ampliarla es
una premisa general del estancamiento. Si el consumo se pudiera ampliar a
discreción no sería posible la superproducción. Pero en el mundo capitalista
la ampliación del consumo significa reducción de la tasa de beneficios. Pues
la ampliación del consumo de las grandes masas va unida al aumento de los
salarios. Y esto significa una reducción de la tasa de plusvalía y, por eso,
disminución de la tasa de beneficios. Por eso, si mediante la acumulación, la
2
"Es una pura tautología decir que las crisis se producen por falta de un consumo
solvente o de consumidores solventes. El sistema capitalista no conoce otra forma de
consumo que la del que paga, prescindiendo de la sub forma pauperis o la del pícaro. El
que las mercancías sean invendibles no quiere decir sino que no se encontraron
compradores solventes para ellas, esto es, consumidores (a no ser que las mercancías se
compren en última instancia con motivo del consumo productivo o individual). Pero si
se le quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación más profunda al
decir que la clase obrera recibe una parte demasiado pequeña de su propio producto y
que este inconveniente se arreglaría tan pronto como recibiera una parte mayor, sólo
hay que considerar que las crisis se preparan siempre por un periodo en el que el salario
sube generalmente y la clase obrera recibe realmente una porción mayor de la parte del
producto anual destinada para el consumo. Ese periodo tendría que alejar, en cambio, la
crisis—desde el punto de vista de estos caballeros de sano y 'sencillo' sentido común
(!)—. Por tanto parece que la 'producción capitalista supone condiciones independientes
de la buena o mala voluntad, condiciones que no permiten más que momentáneamente
aquella prosperidad relativa de la clase obrera y, siempre como ave precursora de una
crisis. Engels anota, además, en la observación: "Ad notam para cualquier partidario de
la teoría de las crisis de Rodbertus" (Marx, El capital, II, pág. 406).
9
demanda de obreros aumenta tanto que tiene lugar una disminución de la
tasa de beneficios —de tal forma que (como límite extremo) el capital
aumentado no produciría ningún beneficio mayor que el no acrecentado—,
entonces la acumulación tiene que dejar de realizarse, puesto que no se
alcanzaría su objetivo: el aumento del beneficio. En este punto interviene
precisamente el presupuesto necesario de la acumulación, el del aumento del
consumo, e interviene, en contradicción con el otro, el de la realización del
beneficio. Las condiciones de explotación del capital se oponen a la
ampliación del consumo y, como son las decisivas, la contradicción aumenta
hasta desembocar en la crisis. Pero, por eso precisamente, la estrecha base
del consumo es únicamente una condición general de la crisis que no se
explica por la expresión "subconsumo". La cual explica menos todavía el
carácter periódico de la crisis, puesto que una periodicidad no puede
explicarse en general por un fenómeno continuo. Así, pues, no existe
ninguna contradicción con el pasaje anteriormente citado cuando Marx dice:
"Toda la masa de mercancías, el producto total, tanto la parte que sustituye
al capital constante y al variable como la que representa la plusvalía, tiene
que ser vendida. Si no ocurre esto, o sucede sólo en parte, o únicamente a
precios que están por debajo de los precios de producción, no se puede negar
que el obrero es explotado, pero su explotación no se realiza como tal en
favor del capitalista, no puede estar unida con ninguna realización total o
parcial de la plusvalía arrebatada ni con la pérdida total o parcial de su
capital. Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no
son idénticas. No sólo se deshacen local y temporalmente, sino también
lógicamente. Las unas sólo están limitadas por la fuerza productiva de la
sociedad, las otras por la proporcionalidad de las distintas ramas de la
producción y por la fuerza de consumo de la sociedad. Pero esta última no
está determinada ni por la fuerza productiva absoluta ni por la fuerza de
consumo absoluta, sino por la fuerza de consumo sobre la base de relaciones
antagónicas de distribución, las cuales quedan reducidas por el consumo de
la gran masa de la sociedad a un mínimo, variable únicamente dentro de
unos límites más o menos estrechos. Está limitada, además, por el instinto de
acumulación, el instinto del aumento del capital y de la producción de
plusvalía a una escala más amplia. Esto es una ley de la producción
capitalista, que viene dada por las continuas revoluciones en los métodos de
producción, por la continua devaluación del capital existente que las
acompaña, por la lucha de competencia general y por la necesidad de
mejorar la producción y ampliar su escala, simplemente como medio de
conservación y en evitación de la ruina. Por eso el mercado tiene que
ampliarse constantemente, de forma que sus relaciones y las condiciones que
10
las regulan toman cada vez más la forma de una ley natural independiente de
los fabricantes y cada vez son más incontrolables. La contradicción interna
procura igualarse mediante la expansión del campo externo de la producción.
Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva tanto más entra en
colisión con la estrecha base sobre la que se asientan las relaciones de
consumo. En circunstancias contradictorias no es ninguna contradicción que
un exceso de capital vaya unido a un exceso creciente de población; pues
aunque, unidos ambos factores, aumentaría la masa de la plusvalía
producida, también aumenta con ello la contradicción entre las condiciones
en las que se produce esta plusvalía, y las condiciones en las que se realiza"3
.
La crisis periódica es propia del capitalismo, y, por tanto, no se puede
derivar más que de particularidades capitalistas especiales4
.
La crisis es, en general, una perturbación de la circulación. Se manifiesta
como una imposibilidad de vender las mercancías, como imposibilidad de
realizar el valor de las mercancías (o su precio de producción) en dinero. Por
eso no se puede explicar nada más que por las condiciones específicamente
capitalistas de la circulación de mercancías, y no por las condiciones de la
simple circulación mercantil. Ahora bien, lo específicamente capitalista en la
circulación de mercancías es que éstas se han producido como producto del
capital, como capital mercantil y tienen que realizarse como tales. Por eso,
esta realización lleva implícitas condiciones que únicamente corresponden al
capital en cuanto tal y que son precisamente sus condiciones de explotación.
El análisis de estas condiciones de explotación, tanto desde el punto de
vista del capital individual como —lo más importante aquí— desde el punto
de vista del capital social, lo ha hecho ya Marx en el segundo volumen de El
capital, realizando con ello un intento que, salvo Quesnay, jamás se había
emprendido en la economía política. Cuando Marx califica el Tableau
éccnomique de Quesnay como la idea más genial de que se había hecho
deudora hasta entonces la Economía Política, su propio análisis del proceso
social de producción es seguramente la realización más genial de la idea
genial; así como, desde el punto de vista de la razón pura económica, por así
decirlo, los análisis tan ignorados del volumen segundo son los más
brillantes de la admirable obra. Pero, sobre todo, no es posible un
3
Marx, El capital, III, págs. 225 y sigs.
4
"Pero sólo se trata de seguir el desarrollo ulterior de la crisis potencial —la crisis real
sólo puede representarse por el movimiento real de la producción, competencia y
crédito capitalistas--, en tanto proceda de las determinaciones formales del capital,
determinaciones que le son propias como capital y que no están incluidas en su simple
existencia como mercancía y dinero" (Marx, Teorías sobre la plusvalía, II, 2, pág. 286).
11
reconocimiento de las causas de las crisis más que cuando se tienen
presentes los resultados del análisis marxista. (…)
LAS CAUSAS DE LA CRISIS
Si se considera la complicación de las relaciones de proporcionalidad que
tienen que cumplirse en un sistema de producción por anárquico que sea,
surge la pregunta inevitable de quién cuida del mantenimiento de esas
relaciones. Es evidente que esta función la tiene que cumplir la ley de
precios, puesto que éstos son, en definitiva, los que regulan la producción
capitalista; las variaciones de precios son decisivas para la ampliación o la
limitación de la producción, la iniciación de una nueva producción, etc.
También resulta de ahí la necesidad de una ley objetiva del valor como único
regulador posible de la economía capitalista. La perturbación de estas
proporciones tiene que explicarse, pues, por la perturbación en la regulación
específica de esta producción, esto es, por una perturbación en las
formaciones de precios, de tal forma que los precios ya no dejan reconocer
correctamente las necesidades de la producción. Como esta perturbación es
periódica, también tiene que demostrarse que la perturbación en la ley del
precio se manifiesta periódicamente.
Lo que les interesa a los capitalistas no es el nivel absoluto del precio de su
producto, sino la relación del precio de mercado con el coste; en otras
palabras: el nivel del beneficio. De este nivel depende en qué ramas de la
producción invierten su capital. Si el beneficio disminuye considerablemente
se abandonan entonces por completo las reinversiones. Sobre todo, en los
casos en que se trate de inversión ampliada de capital fijo, puesto que el
capital así invertido está fijado para largo tiempo y el precio del capital fijo
es decisivo para el cálculo de la tasa de beneficios.
Ya sabemos que la composición orgánica del capital varía. Por causas
técnicas crece la parte de capital constante más de prisa que la del variable.
Además, la parte de capital fijo crece con mayor rapidez que la circulante.
Pero la disminución relativa de la parte de capital variable tiene como
consecuencia una reducción de la tasa de beneficios. La crisis significa
escasez de venta. Y ésta presupone en la sociedad capitalista: cese de
reinversión de capital; éste supone, a su vez, reducción de !a tasa de
beneficios; esta reducción de la tasa de beneficios viene determinada por el
cambio de la composición orgánica del capital que ha tenido lugar en la
reinversión del capital. La crisis no tiene otra significación más que la de ser
el momento en que se verifica la reducción de la tasa de beneficios. Pero a la
crisis le antecede el periodo de prosperidad, en el que los precios y los
12
beneficios son altos. ¿Cómo tiene lugar este derrumbe del mundo capitalista,
el tránsito de la felicidad de una actividad febrilmente intensa, de elevados
beneficios y de la acumulación aumentada a la desesperación del
estancamiento, de los beneficios desaparecidos y del capital congelado en
masa?
Todo ciclo industrial empieza con una expansión de la producción, cuyas
causas varían según los momentos históricos concretos en particular, pero
que se atribuyen, en general, a la apertura de nuevos mercados, nacimiento
de nuevas ramas de la producción, introducción de técnica nueva, demanda
creciente a causa del aumento de población. Nace así una demanda
aumentada que, en primer lugar, motiva un alza de los precios y de los
beneficios en ramas de la producción particular. En consecuencia, la
producción se extiende en estas esferas, y su producción acrecentada
representa un incremento de la demanda en los sectores que suministran los
medios de producción para estas ramas. Tiene lugar en grandes proporciones
nueva inversión de capital fijo y sustitución de las instalaciones antiguas y
técnicamente superadas. El proceso se generaliza, cada rama industrial crea
con su expansión una demanda para las otras, los sectores de la producción
se alimentan mutuamente, la industria se convierte en el mejor cliente de la
industria.
Así, empieza el ciclo con la renovación y el crecimiento del capital fijo, que
constituyen la base principal de la prosperidad incipiente, durante la cual las
ampliaciones continúan y, al mismo tiempo, se produce la mayor tensión de
todas las fuerzas productivas existentes. "Por consiguiente, en la misma
medida en que con el desarrollo de la forma de producción capitalista se
desarrolla el volumen de valor y la duración del capital fijo empleado se
desarrolla también la vida de la industria y del capital industrial en cada
inversión particular en una de muchos años, de diez por término medio.
Mientras, por un lado, el desarrollo del capital fijo amplía esta vida, la
acorta, por otro, la continua revolución de los medios de producción, la cual
también aumenta continuamente con el desarrollo de la forma de producción
capitalista. Por eso, también crece en ella el cambio de los medios de
producción y la necesidad de su continua sustitución a consecuencia del
desgaste moral, mucho antes de que se hayan agotado físicamente. Se puede
admitir que para las ramas decisivas de la gran industria este ciclo de vida es
ahora, por término medio, de diez años. Sin embargo, no nos importa aquí el
número determinado. Resulta lo siguiente: con esta serie de ciclos de
votaciones interdependientes, que abarcan varios años y en los que el capital
está inmovilizado por su parte fija, resulta una base material de las crisis
periódicas, en las que el negocio experimenta períodos sucesivos de
13
distensión, actividad normal, caída vertical y crisis. Ciertamente, los
períodos en que se invierte capital son muy diferentes y dispersos. No
obstante, la crisis constituye siempre el punto de partida para una gran
reinversión. Por tanto —considerando toda la sociedad—, representa
también más o menos una nueva base material para el próximo ciclo"5
.
(…)
La modificación de la composición orgánica del capital, que provoca, en
última instancia, la reducción de la tasa de beneficios, será mayor donde sea
más grande el empleo de la maquinaria y del capital fijo, prescindiendo de
las revoluciones técnicas y considerando, por de pronto, únicamente el
promedio de los continuos cambios técnicos. Pues cuanto mayor sea la masa
empleada de maquinaria, adelantos científicos, etc., mayor y más frecuente
será la posibilidad de una instalación racional, de una técnica mejorada, de
formas de procedimiento más científicas. Tanto más fuertes actuarán aquí las
tendencias hacia una más elevada composición orgánica del capital. Pero la
composición orgánica más elevada del capital no es más que la expresión
económica de la productividad aumentada. Y ésta significa menor precio por
la misma cantidad de mercancías. Por eso, los capitales recientemente
invertidos trabajan al principio con beneficio extraordinario. De ahí que el
capital afluya a estas inversiones. Aquí se manifiesta ya un factor de
perturbación. Cuanto mayor sea el beneficio obtenido en estas nuevas
inversiones, tanto más capital afluirá a estos sectores. Una corrección no
puede producirse hasta que los nuevos productos de estos sectores lleguen al
mercado y su excesiva oferta provoque la baja del precio. Entretanto, la
demanda de estos sectores habrá hecho aumentar igualmente el precio de los
productos de otros sectores, provocando en ellos una afluencia de capital,
aunque en proporciones menores, puesto que es menor el beneficio
extraordinario a causa de que las mejoras técnicas también son menores.
Esto, a su vez, origina que, como el incremento de capital no ha seguido en
la misma proporción, el alza de precios sea aquí relativamente más fuerte. En
los primeros sectores de la producción el beneficio extraordinario es
importante, en los segundos es menor; poco a poco se va igualando con la
disminución del beneficio extraordinario, debida a más afluencia de capital a
los primeros, y con el alza de precios, debida a una afluencia relativamente
inferior a los segundos.
Con el desarrollo de la producción capitalista crece el volumen del capital
fijo, y de la mano de este crecimiento se produce una diferenciación
creciente de las distintas industrias por lo que se refiere al volumen del
5
Marx, El capital, II, pág. 164.
14
capital fijo empleado. No obstante, cuanto mayor sea el volumen del capital
fijo más largo será el tiempo necesario para crear nuevas inversiones; por eso
también será tanto mayor la diferencia del tiempo durante el que se puede
ampliar la producción en algunas ramas de la industria. Pero cuanto más
largo sea el tiempo para la reinversión, tanto más difícil será la adecuación a
las necesidades del consumo; tanto más tiempo permanecerá la oferta detrás
de la demanda, tanto más subirán los precios y tanto más general se hará el
impulso acumulativo en esas industrias.
Cuanto mayor sea la masa del capital fijo, tanto mayor será el tiempo
necesario para que se realicen los nuevos cambios y para que aumente la
capacidad de rendimiento. Hasta este momento la oferta permanecerá detrás
de la demanda. El aumento del número de los altos hornos, la explotación de
nuevas minas de carbón, el tendido de nuevos ferrocarriles, exige más
tiempo que el incremento de los productos textiles o de la fabricación de
papel. Por consiguiente, mientras que con el aumento de la composición
orgánica aumentan las causas que a largo plazo tienen que producir una
reducción de la tasa de beneficios, tiene lugar, precisamente en estos
sectores, un alza de precios más fuerte que en otras ramas de la producción
durante la buena coyuntura, a consecuencia de las variaciones sufridas en las
relaciones de competencia, del desplazamiento de la relación entre la oferta y
la demanda, ya que la oferta crece más despacio que la demanda. El
beneficio no sólo disminuye, sino que el cambio de la composición orgánica
va acompañado, en primer lugar, de precios y beneficios en alza; los precios
tendrán generalmente la tendencia al aumento tanto más cuanto más
desarrollada esté la composición orgánica. El capital afluye a los sectores
que tienen el beneficio más elevado. Por eso se desviará a estos sectores,
sobre todo, el capital destinado a la acumulación, y esta desviación durará
hasta que se hayan realizado las nuevas inversiones y se haga sentir la
competencia más fuerte de las nuevas empresas. Existe, pues, la tendencia a
la inversión y acumulación excesivas del capital en los sectores con la
composición orgánica más elevada, en relación con las de composición más
baja. Una desproporción que aparece cuando los productos de los primeros
sectores llegan al mercado. La venta de estos productos nuevos está
obstruida, porque la producción en los sectores de composición más baja no
se incrementó en la misma forma, con igual rapidez, sino más de prisa y, por
tanto, con menor intensidad. Esto explica el hecho de que las crisis se
manifiesten con mayor fuerza en las ramas de la producción técnicamente
más desarrolladas, esto es, en los primeros períodos, especialmente en la
industria textil (del algodón), y sólo luego en las industrias pesadas. La crisis
es, por lo general, más fuerte allí donde la rotación del capital dura más
15
tiempo y las mejoras e innovaciones técnicas son más grandes, lo cual
sucede, generalmente, cuando la composición orgánica es más elevada.
La crisis misma produce, por de pronto, una reducción de precios y
beneficios por debajo del nivel normal, es decir, por debajo de los precios de
producción y del beneficio medio. La producción se contrae, las empresas
más débiles se hunden y, finalmente, sólo continúan en servicio aquellas que
consiguen también el beneficio medio con precios bajos. Este beneficio
medio tiene ahora, no obstante, otro nivel. Ya no corresponde a la
composición orgánica en el punto de partida del ciclo industrial, sino a la
nueva composición orgánica del capital, más elevada.
EL CRÉDITO EN EL DESARROLLO DEL CICLO
Las variaciones en el nivel del tipo de interés, que son ocasionadas, en
primer lugar, por los cambios de las relaciones de proporcionalidad durante
el transcurso de la coyuntura, influyen, por su parte, del modo más fuerte
sobre la actividad de constitución de empresas, sobre la especulación de
mercancías y de valores y, con ello, sobre el tenor de los negocios bursátiles.
Al principio de la prosperidad el tipo de interés es bajo, y ello, en igualdad
de condiciones, motiva una cotización elevada del capital ficticio. En aquella
parte del capital ficticio que produce un rendimiento fijo y seguro (esto es,
por ejemplo, en los títulos de deuda del Estado y corporaciones públicas, en
algunas cédulas hipotecarias, etcétera), la cotización aumenta directamente a
consecuencia de la reducción del tipo de interés. En las acciones la
disminución del dividendo y la mayor inseguridad del rendimiento
contrarrestan el alza de la cotización determinada por la baja del tipo de
interés. La prosperidad anula esta contratendencia; las cotizaciones de las
acciones suben, aunque el tipo de interés sea permanentemente bajo, porque
su rendimiento y su seguridad aumentan. Al mismo tiempo crece la
especulación, que anhela descontar para sí las cotizaciones crecientes. Así,
aumenta la demanda de acciones y la cotización vuelve a subir. La expansión
de la producción significa también una mayor actividad de fundación: se
fundan nuevas sociedades por acciones y las existentes incrementan su
capital. La actividad emisora de los Bancos se anima. El elevado curso de las
acciones y el tipo bajo de interés ocasionan grandes ganancias de emisión.
La Bolsa se hace rápidamente con las nuevas acciones y las vende fácilmente
al público, es decir, a los capitalistas que disponen de capital de préstamo. Es
el período en que la actividad fundadora es más animada y las ganancias de
los Bancos, por la actividad emisora, son mayores. El líquido monetario
16
favorece la especulación, que depende en sus operaciones de la utilización
del crédito. Como el interés es bajo, la especulación puede aprovechar
también pequeñas oscilaciones en las cotizaciones, como las que reinan en el
primer periodo de la prosperidad. La actividad bursátil es animada, las
transacciones son importantes dadas las oscilaciones relativamente pequeñas,
pero que, finalmente, se suman todas en un incremento del nivel de la
cotización. Este nivel aumentado, por un lado, el cual resulta del aumento de
la masa de los efectos y del alza de los cambios, y el incremento de las
transacciones, por otro, significan una mayor utilización del crédito para la
nivelación de los saldos, que requerirán cantidades más grandes, y tanto más
cuanto que en estos períodos la especulación al alza supera a la especulación
a la baja; las compras sobrepasan a las ventas y, finalmente, se aumenta el
saldo que hay que nivelar. A la demanda aumentada de crédito, que la Bolsa
ejerce, no se opone aquí ninguna oferta aumentada, algo distinto a lo que
sucede con los capitalistas productivos, cuya demanda creciente se satisface
en un principio con una expansión del crédito de circulación. Por
consiguiente, la demanda aumentada actúa directamente provocando el alza
del tipo de interés. (…)
Existe un desarrollo inmenso entre las funciones del dinero como medio de
circulación y de pago y la función como capital de préstamo.
El dinero, en su manifestación áurea, es el primer amor ardiente del
capitalismo. La teoría mercantilista es su breviario de amor. Es una pasión
fuerte y grande, transfigurada por todo el resplandor del romanticismo. Por
la posesión ansiada de la amada ejecuta toda clase de heroicidades, descubre
nuevos continentes, lleva a cabo continuamente nuevas guerras, instala el
nuevo Estado y, por devaneos románticos, destruye la base de todo
romanticismo, la Edad Media. Con el paso del tiempo, se hace viejo y
razona. La teoría clásica le enseña a menospreciar la apariencia romántica y
a fundar un hogar propio, la fábrica capitalista, hogar serio. Mira con horror
las locuras de su juventud, que le hacían despreciar la felicidad hogareña.
Ricardo le enseña los perjuicios de su costosa liason con el oro. Con él se
queja de la improductividad del high price of bullion. Las cartas de desaire a
la amada las escribe ahora en papel, billetes de Banco y letras de cambio. De
todas formas, procura mantener para sí ciertos derechos y la escuela
Currency exige del humilde papel que se rija según las costumbres de su
brillante antecesor. Y cada vez son más refinadas las necesidades del que se
ha hecho viejo. Ha disfrutado su juventud, ya no le gusta la pasión costosa e
intensa; le sube a la cara un sonrojo místico: solamente la fe hace feliz. John
Law anuncia el nuevo Evangelio: el snob desprecia la carne y busca refugio
en el espíritu; vuelve a experimentar las felicidades supremas; pero, de
17
pronto, el que tanto tiempo había vivido sobriamente se siente estremecido
por un antiguo prurito; la confianza en la satisfacción mediante la fe ha
desaparecido súbitamente; ansioso reclama la certeza de si podrá mantener
su fuerza. El crédito quiebra, y el abandonado vuelve desesperado a su
primer amor: al oro. Estremecido por la fiebre de la crisis, ningún sacrificio
por conseguir la amada es demasiado grande. Cuando ya se creía liberado de
su dominio sufre el desengaño más terrible y reconoce, estremecido por el
pánico, su dependencia. No obstante, son crisis saludables. Poco a poco va
comprendiendo el carácter de la Temidísima, de la que no se puede separar.
Naturalmente, abandona el esfuerzo inútil de renunciar y, más celoso que
nunca, intenta retenerla y, sobre todo, impedir su peligrosa inclinación a los
viajes por el extranjero. Pero cada vez se hace más intenso su dominio, ahora
se deja atar cada vez menos por las cadenas áureas.
La amada, antes tan exigente, se conforma ahora, humilde, con el papel de
permanecer en reserva para que el Incorregible se refugie en ella a cada
nueva decepción. Aunque crecen sus exigencias y a veces las niega por
completo, este estado de cosas no dura mucho y se vuelve a la antigua
situación. El oro ha perdido definitivamente la soberanía absoluta...
CAPITAL MONETARIO Y CAPITAL PRODUCTIVO DURANTE LA
DEPRESIÓN
Si consideramos los procesos de acumulación después de la crisis, se
observa, por de pronto, el siguiente período de reproducción a escala
restringida. La producción social experimenta una limitación. No importa
que, a causa de la "solidaridad de las ramas de la producción", rompiera la
superproducción en este o aquel sector. La superproducción en los sectoresclave
significa superproducción general. Por tanto, no tiene lugar ninguna
acumulación productiva, ninguna nueva transformación aumentada de
beneficio en capital, ninguna utilización aumentada de medios de
producción. Por ende, la acumulación productiva ha desaparecido. Pero ¿qué
pasa con la acumulación individual y con la de los sectores individuales de la
industria? Aunque a escala más restringida, la producción prosigue. Es
igualmente seguro que se obtiene beneficio en gran número de empresas,
sobre todo en las más rentables técnicamente dentro de los sectores
individuales, y luego en los que producen alimentos indispensables cuyo
consumo no puede reducirse demasiado. Se puede acumular una parte de
este beneficio. Ahora ha descendido la tasa de beneficios y su reducción
puede acarrear, además, la de la tasa de acumulación. También ha
18
descendido la masa de beneficios y esta circunstancia disminuye igualmente
la posibilidad de acumulación. Si, además, una parte de la clase capitalista
obtiene beneficios, la otra parte sufre pérdidas, que tienen que cubrirse con
capital adicional si no se quiere ir a la bancarrota. Pero durante la depresión
no se amplía la verdadera producción. Si, por consiguiente, tiene lugar
acumulación, no puede tratarse únicamente de acumulación en forma de
dinero. ¿De dónde les afluye el dinero a los capitalistas acumuladores?
(…)
La pura acumulación monetaria a escala social no es posible en el supuesto
de una producción disminuida o constante. Solamente puede tener lugar
acumulación individual, lo cual no significa más que el hecho de que la
acumulación de uno es únicamente la distribución variada del capital
monetario de los otros, un cambio que, por su parte, tiene que conducir a
nuevas perturbaciones de la reproducción. No cambia nada si consideramos
incluso la clase de los productores de oro; aquí es muy posible la
acumulación directa de dinero. Pero esta acumulación monetaria encuentra
sus límites directamente en la magnitud del beneficio acumulado, que se
obtiene en esta rama de la producción. La venta de las otras industrias se
reduce, al mismo tiempo, en el importe de este dinero acumulado, puesto que
el dinero se acumula y se retiene en forma de tesoro. Además, figure como
quiera este factor cuantitativamente carece de importancia para significar
una acumulación general.
El crédito no introduce ningún cambio en estás relaciones (…). Por
consiguiente, no es verdad que el capital congelado en tiempo de depresión
se compone de capital monetario acumulado en forma de dinero o de crédito.
Es capital monetario liberado mediante la limitación de la producción, el
cual ha servido antes para la realización de las operaciones y se ha hecho
superfluo con la reducción de la producción. Su congelación corresponde a
la congelación del capital de producción. Las fuerzas productivas sólo se han
explotado parcialmente debido a la limitación de la producción. El capital
constante reproducido está almacenado y no encuentra ningún empleo en la
producción. El capital monetario y las posibilidades de la organización
crediticia existente se han hecho demasiado grandes en proporción a la venta
limitada. Descansa ocioso en los Bancos y espera su utilización, cuyo
supuesto es la expansión de la producción.
Además, es también una idea curiosa que los teóricos de las crisis señalen
precisamente la congelación del capital monetario como el acicate más fuerte
para el aumento de la reproducción. Como si la paralización de la
maquinaria con su peligro de desgaste moral y material, la menor
explotación del capital fijo en general, que no sólo significa carencia de
19
ganancias, sino pérdida continua, no fuera un acicate mucho más fuerte para
la expansión de la producción que el escaso interés del capital monetario. No
se trata de que el motivo de la acumulación se refuerce después de la crisis
bajo la influencia de la liquidez monetaria, sino de que si la ampliación de la
reproducción es posible o no objetivamente. Lo normal es que,
inmediatamente después de la crisis, exista una gran liquidez monetaria y, a
pesar de todo, pueden pasar años hasta que se imponga por completo la
prosperidad6
.
Es muy divertido ver cómo cambian las opiniones de los comentaristas
económicos de la prensa burguesa con los respectivos fenómenos de
coyuntura. La última crisis la atribuyen los periódicos alemanes casi
exclusivamente al encarecimiento del dinero o a la falta de capital monetario.
Ahora, cuando a pesar de la continua liquidez monetaria internacional dura
todavía la depresión, se empieza a descubrir poco a poco que la prosperidad
no depende únicamente de la situación del mercado monetario7
.
Las opiniones erróneas sobre las causas de la liquidez monetaria durante la
depresión y su importancia para su vencimiento estriban, en última instancia,
en que, además de las determinaciones formales económicas, se pasa por alto
la determinación material de la producción social, tal como la describe el
análisis de Marx en el segundo volumen de El capital. Solamente se opera
con conceptos económicos, capital, beneficio, acumulación, etc., y se cree
poseer la solución del problema cuando se han averiguado las relaciones
cuantitativas que regulan la reproducción simple y la reproducción ampliada
o aquellas de las cuales surgen los desequilibrios. Se pasa por alto que a
estas relaciones cuantitativas corresponden condiciones cualitativas, que no
sólo se enfrentan sumas de valor que son mutuamente conmensurables, sino
6
Este fue el caso, por ejemplo, en el periodo de depresión después de 1890. Todo el año
1893 fue un año con una oferta de dinero extraordinariamente abundante y con un
interés bajo. A finales de febrero de 1894 el descuento bancario de Londres ascendía al
2 por 100 y el descuento privado al 1 por 100 a mediados de marzo. A mediados de
enero de 1895 el descuento privado de Londres era del 0,5 y del 7 al 8 por 100. Pero, a
pesar de la liquidez monetaria anormalmente fuerte y muy duradera, no se impuso la
prosperidad hasta la segunda mitad del año 1895.
7
En general, empieza a reinar la mala costumbre, nacida de la despreocupación de la
observación teórica de deducir consecuencias generales de algunas observaciones de
pocos años, y de elevar a "leyes" generales los fenómenos de una fase parcial de un
ciclo industrial o, en el mejor de los casos, de un ciclo determinado, particularmente
característico. Otros rechazan todo conocimiento general y se consuelan con la filosofía
practica de qui vivra, verra. Reducen conscientemente el conocimiento del sistema
económico a charlas de comadres.
20
también valores de uso de determinada especie, que tienen que cumplir
determinadas propiedades en la producción y en el consumo; que en el
análisis del proceso de reproducción no sólo se enfrentan partes de capital en
general (de tal forma que el capital industrial no puede "igualar" un exceso o
un defecto con una parte correspondiente de capital monetario), ni tampoco
únicamente capital fijo o capital circulante, sino que se trata, al mismo
tiempo, de máquinas, materias primas, fuerza de trabajo de una especie muy
determinada (técnicamente determinada), que tienen que existir como
valores de uso de esta clase específica para evitar perturbaciones.
Realmente, en la crisis encontramos, de un lado, capital industrial inactivo,
edificios, máquinas, etc., y, de otro, capital monetario congelado. La misma
causa que congela el capital industrial congela también el capital monetario.
El dinero no entra en circulación, no actúa como capital monetario porque el
capital industrial tampoco actúa; el dinero está desocupado porque la
industria también lo está. La Pronix no paraliza la producción porque le falte
capital (capital monetario), ni tampoco la empieza porque disponga de él en
exceso; más bien existe dinero en exceso porque se ha reducido la
producción. La "falta" de capital monetario no es más que un síntoma del
estancamiento del proceso de circulación, debido a una superproducción ya
existente,
El crédito, en primer lugar, sustituye al dinero como medio de circulación
y, en segundo, facilita la transferencia de dinero, Pero teóricamente se puede
prescindir de aquél subordinando la necesaria cantidad a una circulación
puramente metálica.
La explicación de los fenómenos de coyuntura por los cambios del tipo de
interés en vez de, por el contrario, explicar los fenómenos del mercado
monetario por la coyuntura de la producción es una actitud propia de casi
todos los teóricos modernos de las crisis8
. Las razones de esto son fáciles de
encontrar. Los fenómenos del mercado monetario son bien manifiestos, se
comentan diariamente en los periódicos y actúan de un modo decisivo en la
marcha de la Bolsa y de la especulación. Además, la oferta de capital de
préstamo se manifiesta siempre como una magnitud determinada y tiene que
ser así, pues de otro modo sería inexplicable cómo la demanda y la oferta
pueden determinar el interés. Se pasa por alto que la oferta del capital de
préstamo depende del estado de la producción, es decir, primero, de su
8
Y no desde hoy. "La superficialidad de la economía política se muestra, entre otras
cosas, en que hace de la expansión y la contracción del crédito la causa de los períodos
alternativos del ciclo industrial, cuando no son más que un mero sintonía" (Marx, El
capital, I, pág. 698).
21
volumen, y, segundo, de la proporcionalidad de las ramas de la producción,
la cual actúa de un modo decisivo sobre el tiempo de rotación de las
mercancías y con ello sobre la velocidad de rotación del dinero de crédito.
También se omite en general la diferencia funcional entre crédito de
circulación y crédito de capital (bancario). Y tanto más cuanto que esta
diferencia parece borrada por la emisión de billetes de Banco, y, con el
desarrollo de la Banca, todo crédito se presenta como crédito bancario. Pero,
si se omite esta diferencia, entonces el desarrollo de los fenómenos del
mercado monetario se presenta bajo una luz muy diferente; la relación de
dependencia parece consistir ahora únicamente en que la expansión de la
producción requiere más capital. El capital se identifica de un modo más o
menos oscuro con capital monetario. La producción se amplía, la demanda
de capital monetario crece, el tipo de interés sube. Finalmente, surge una
escasez de capital monetario, el elevado tipo de interés hace desaparecer la
ganancia de la producción, cesan las nuevas inversiones y empieza la crisis.
Entonces se acumula capital monetario durante la depresión en vez de
transformarlo en capital de inversión —absurda idea, puesto que las
máquinas, diques, ferrocarriles, etc., no se hacen de oro—. El tipo de interés
desciende, los capitalistas monetarios no se contentan con el bajo interés y
vuelven a invertir el dinero en la producción: ha vuelto a empezar la
prosperidad.
Prescindiendo de la bárbara confusión que sirve de base a esta idea de los
economistas, quienes, porque llaman capital al dinero, las máquinas y la
fuerza de trabajo, hacen que un capital, el dinero, se transforme
inmediatamente en el otro, maquinaria, fuerza de trabajo, etc., o, como ellos
dicen también, el capital de circulación en capital de inversión;
prescindiendo de esta confusión, repetirnos, esta famosa "teoría" no tiene en
cuenta que sus afirmaciones son aritméticamente puros disparates. Las
variaciones del tipo de interés en los países capitalistas desarrollados son
variaciones de a lo sumo el 5 por 100, si tomamos como base las
oscilaciones de los tipos de descuento oficiales del 2 al 7 por 100, sin contar
con que, a nuestro juicio, el volumen de estas oscilaciones es elevado a
límites supriores a la medida racional económica por la legislación bancaria
restrictiva o por la falta de una política de descuento. Los capitalistas
productivos toman el capital monetario para ampliar la producción; es decir,
el valor prestado, transformado en capital productivo, se explota, produce
beneficios, Su nivel depende, caeteris paribus, de los precios. Pero las
oscilaciones de los precios de las mercancías durante el período de coyuntura
son una cosa muy distinta a las oscilaciones del 5 por 100. Una simple
ojeada sobre una tabla de precios dice que no son nada raras las del 50 y el
22
100 por 100. Puede que los beneficios no aumenten en la misma proporción
en que crecen los precios de coste. Pero, en todo caso, los aumentos del
beneficio de los industriales durante la prosperidad y la alta coyuntura son
incomparablemente mayores del 5 por 100. Si los beneficios de los
industriales no descendieran por otras razones, un tipo de interés del 7 por
100 no paralizaría realmente la acumulación. Si, por ejemplo, el sindicato
carbonero de Westfalia-Renania pudiera vender a precios de alta coyuntura
toda su extracción, no dudaría un momento en pagar un interés del 10 por
100 por el capital recibido en préstamo, que no es más que una parte de su
capital, ya que también para esta parte obtendría ganancias de empresario
por encima del interés9
.
La idea curiosa de que el interés se traga poco a poco la ganancia de
empresario corrobora todavía con el desconcierto absoluto que reina sobre
categorías tales como beneficio, ganancia de empresario, honorarios de
administración, interés, dividendo, etc. Con la proliferación de la sociedad
por acciones ha aumentado aún más este absurdo. El dividendo es
considerado como interés, pero como un interés extrañamente variable frente
al interés del préstamo, que es fijo en todo momento. La diferencia entre
capital de préstamo y capital productivo ya no es la existente entre el capital
que es productor de intereses y el que lo es de beneficios. Sólo que el capital
"líquido" produce siempre un interés determinado en todo momento, que se
anota diariamente en la Bolsa, mientras que el capital "fijo" produce un
interés que no se sabe explicar si no es como dividendo. La diversidad en la
certeza del rendimiento es atribuida todavía a la diversidad existente entre
capital "líquida", es decir, el capital monetario, y el "fijo", es decir, el capital
industrial. Si se confunden así todas las diferencias cualitativas, entonces no
9 He aquí un ejemplo de que un interés elevado no produce por sí solo ninguna crisis: en
el año 1864 la balanza de pagos de Inglaterra era pasiva. Debido a la guerra civil
americana se estancó la importación de algodón. En cambio, aumentó la importación de
algodón de India Oriental y de Egipto, y se amplió la importación de estos países: la de
la India Oriental pasó de 15 millones de libras (1860) a 52 millones (1864); la de Egipto
de 10 millones de libras a casi 20 millones. El Banco elevó su descuento para impedir la
salida de metal. Durante el año 1864 el descuento osciló del 6 al 9 por 100. A pesar de
todo, la crisis se limito exclusivamente al mercado monetario. En el mercado de
mercancías se registró únicamente un alza insignificante, y, "a pesar de un nivel de
descuento que en tiempos anteriores solamente se aplicaba en situaciones de apuro
monetario extremo, la industria y el comercio no han experimentado ninguna
conmoción de importancia”. “A pesar de la escasez continua de algodón el comercio
inglés no se sintió agobiado en modo alguno durante este tiempo” (Tugan-Baranowsky,
Studien zur Theorie und Geschichte der Handelskrisen in England, pág. 139).
23
constituye ningún milagro que, en cuanto a las diferencias cuantitativas,
surjan las ideas más peregrinas y se crea haber encontrado en las
oscilaciones del tipo de interés una explicación satisfactoria para poder
aclarar el mecanismo de la marcha alternativa de la coyuntura. (…)
EL PROLETARIADO Y EL IMPERIALISMO
La política económica del proletariado está en contradicción fundamental
con la de los capitalistas, y toda actitud en cada una de las cuestiones está
caracterizada por este antagonismo. La lucha del trabajo asalariado contra el
capital es, en primer lugar, una lucha por la parte de nuevo valor del
producto anual creado por la clase obrera (inclusive por los empleados y
directores de producción productivos). Esta lucha se presenta directamente
como lucha por el contrato de trabajo y se continúa en las luchas por la
política económica del Estado. En la política comercial el interés de los
trabajadores exige, ante todo, la expansión del mercado interior. Cuanto
mayor sea el salario, tanto mayor será la parte del nuevo valor que constituye
directamente demanda de mercancía de artículos de consumo. Pero la
expansión de las industrias de artículos de consumo, de las industrias de
manufacturas en general, supone una ampliación de los sectores con una
composición orgánica más baja, o sea, las industrias con gran capacidad de
trabajo. Esta circunstancia motiva el rápido crecimiento de la demanda de
trabajo y con ello una posición más favorable de los trabajadores en el
mercado de trabajo, un fortalecimiento de la organización sindical y un
aumento de las perspectivas de victoria en las nuevas luchas de salarios. El
interés de los empresarios es lo contrario. La ampliación del mercado
interior, debida al aumento de salarios, significa para ellos una reducción de
la tasa de beneficios, con la perspectiva de nueva reducción, que, a su vez,
provoca un retraso de la acumulación; al mismo tiempo, su capital es empujado
a las industrias manufactureras, en las que la competencia es mayor y
la capacidad de cartelización menor. Su interés consiste, desde luego, en
ampliar el mercado, pero no a costa de la tasa de beneficios; esto se consigue
cuando con mercado interior permanente se amplía el mercado exterior. Una
parte del nuevo producto deja de formar parte de los ingresos de los
trabajadores y no incrementa la demanda de productos interiores; pero se
invierte como capital que sirve para la producción dirigida al mercado
exterior, Por consiguiente, en este caso la tasa de beneficios es mayor y la
acumulación más rápida. De ahí que la política comercial de los empresarios
siempre tenga presente, ante todo, el mercado exterior y la de los
trabajadores el interior, y se resuelva especialmente en política de salarios.
24
Mientras los aranceles proteccionistas sean aranceles educativos,
especialmente para las industrias manufactureras, no están en contradicción
con los intereses del trabajo asalariado. En verdad perjudican a los obreros
como consumidores, pero aceleran el desarrollo industrial y pueden
indemnizar al trabajador como productor en caso de que los sindicatos
obreros estén bastante desarrollados para explotar la situación. Los que
sufren durante este período del arancel proteccionista son los artesanos,
industriales domésticos y campesinos antes que los obreros fabriles. Sin
embargo, la situación es distinta tan pronto como el arancel proteccionista se
convierta en arancel proteccionista de cartel. Sabemos que los cartels se
desenvuelven, sobre todo, en las ramas de la producción orgánicamente más
desarrolladas. La creación de beneficio extra en estos sectores paraliza el
desarrollo de las industrias de productos manufacturados y de artículos de
consumo. Al mismo tiempo, el encarecimiento de todos los comestibles, que
lleva consigo la unión necesaria con los aranceles agrarios, significa una
reducción del salario real y con ello una reducción también del mercado
interior, en tanto está determinado por la demanda de los trabajadores de
productos industriales. El trabajador es perjudicado como consumidor y
como productor por el perjuicio de las industrias con elevada capacidad dé
trabajo. Pero, al mismo tiempo, la cartelización significa un fortalecimiento
de los empresarios en su posición en el mercado de trabajo, y un
debilitamiento de los sindicatos. Entonces el arancel proteccionista de cartel
es el estímulo más fuerte para el aumento de la exportación de capital y
conduce necesariamente a la política expansionista del imperialismo.
Hemos visto que la exportación de capital es la condición de la rápida
expansión del capitalismo. Esta expansión es socialmente la condición vital
del mantenimiento de la sociedad capitalista en general y, al mismo tiempo,
es económicamente la condición del mantenimiento y, a veces del aumento
de la tasa de beneficios. Esta política expansionista une a todas las capas de
los propietarios al servicio del capital financiero. Arancel proteccionista y
expansión se convierten así en la exigencia común de la clase dominante.
Pero el abandono por parte de las clases capitalistas de la política
librecambista significa su completa inutilidad. Pues el librecambio no es
ninguna reivindicación positiva del proletariado; para éste no es más que la
defensa de la política de arancel proteccionista, que significa la cartelización
más rápida y dura, el establecimiento de la organización de empresarios, la
agravación de los antagonismos nacionales, el aumento de los armamentos,
la subida de los impuestos, el encarecimiento del coste de vida, la ampliación
del poder del Estado, el debilitamiento de la democracia, la aparición de una
ideologia violenta, enemiga de los obreros. Tan pronto como la burguesía
25
abandona el librecambio, la lucha por el librecambio es inútil, puesto que el
proletariado sólo es demasiado débil para imponer su política a la clase
dominante.
Pero esto no puede significar que el proletariado se convierta ahora a la
política moderna de arancel proteccionista, a la que el imperialismo esta
unido inseparablemente. El hecho de que haya reconocido la necesidad de
esta política para la clase capitalista y con ello para su victoria, mientras la
clase capitalista ejerza su dominización, no es ninguna razón para que el
proletariado renuncie ahora a su política propia y capitule ante la política de
sus enemigos o se pierda incluso en ilusiones sobre el provecho aparente que
significa la generalización y el aumento de la explotación para su situación
de clase, Ello no impide al proletariado reconocer que la política
imperialista, es la que generaliza la revolución, que significa el capitalismo,
y con ello generaliza al mismo tiempo las condiciones para el triunfo del
socialismo. Sin embargo, la convicción de que la política del capital
financiero tiene que conducir a conflictos bélicos y con ello al estallido de
tormentas revolucionarias, esta convicción no puede desviar al proletariado
de su enemistad encarnizada contra el militarismo y la política de guerra. Y
no puede apartarlo porque al fin y al cabo la política expansionista del
capital es la fomentadora más poderosa de su triunfo final, y por eso
tampoco puede apoyar esta política. Por el contrario, el triunfo no puede salir
sino de la lucha continua contra esta política, porque únicamente el
proletariado puede ser entonces el heredero de la derrota a que tiene que
conducir esta política, teniendo en cuenta que se trata de un colapso político
y social y no económico, que no es en ningún modo un concepto racional.
Arancel proteccionista y cartels significan encarecimiento del coste de vida,
las organizaciones de empresarios fortalecen la fuerza de resistencia del
capital contra el asalto de los sindicatos; la política colonial y de armamentos
aumenta cada vez más la carga de impuestos que ha de pagar el proletariado;
el resultado necesario de esta política, el choque violento de los Estados
capitalistas, significa un incremento inmenso de la miseria. Pero todas estas
fuerzas revolucionadoras de las masas populares sólo pueden ponerse al
servicio de una nueva ordenación de la economía cuando la clase que tiene
que ser la creadora de la nueva sociedad anticipe en su conciencia toda esta
política y sus resultados necesarios. Pero esto sólo puede ocurrir cuando se
expliquen una y otra vez las consecuencias necesarias de esta política contra
los intereses de las masas populares, lo que, a su vez, sólo puede ocurrir en el
combate continuo y encarnizado contra la política imperialista.
No obstante, si el capital no puede hacer otra política que la imperialista, el
proletariado no puede oponer a la imperialista una política que fue la del
26
tiempo del dominio absoluto del capital industrial. No es asunto del
proletariado oponer a la política capitalista más progresiva la trasnochada de
la era del librecambio y de la enemistad hacía el Estado. La respuesta del
proletariado a la política económica del capital financiero, al imperialismo,
no puede ser el librecambio, sino únicamente el socialismo. El único
objetivo de la política proletaria no puede ser ahora el ideal reaccionario de
la restauración de la libre competencia, sino la completa eliminación de la
competencia con la supresión del capitalismo. Al dilema burgués: ¿arancel
proteccionista o librecambio? escapa el proletariado con la respuesta: ni
arancel proteccionista ni librecambio, sino socialismo, organización de la
producción, regulación consciente de la economía no por y en beneficio de
los magnates capitalistas, sino por y en beneficio de la totalidad de la
sociedad, a la que al fin se somete también la economía, como se ha
sometido la naturaleza desde que se dio con sus leyes de movimiento. El
socialismo deja de ser un ideal lejano, deja incluso de ser una "meta final"
que actúa de punto cardinal sobre las "reivindicaciones actuales", y se
convierte en un componente esencial de la política práctica inmediata del
proletariado. Precisamente en aquellos países en que se ha establecido de
forma más perfecta la política de la burguesía, en los que las
reivindicaciones político-democráticas de la clase obrera se han realizado en
sus partes socialmente más importantes, el socialismo tiene que avanzar al
primer plano de la propaganda como única respuesta al imperialismo, para
asegurar la independencia de la política de los trabajadores y demostrar su
superioridad para la salvaguardia de sus intereses proletarios.
El capital financiero pone progresivamente la disposición de la producción
social en manos de un pequeño número de asociaciones capitalistas. Separa
la dirección de la producción de la propiedad y socializa la producción hasta
el límite que se ha de alcanzar dentro del capitalismo. Las barreras de la
socialización capitalista se forman, en primer lugar, por la división del
mercado mundial en las esferas económicas nacionales de los Estados
individuales, que sólo se puede vencer esforzada e imperfectamente con la
cartelización internacional. Al mismo tiempo, esta división prolonga la
duración de la lucha de competencia que llevan a cabo entre si los cartels y
trusts con la ayuda de los medios de poder estatales. En segundo lugar,
tenemos que mencionarlo a efectos de completar la visión, por la formación
de rentas sobre bienes raíces, que paraliza la concentración en la agricultura;
en tercer lugar, por las medidas político-económicas para la prolongación de
la vida de las empresas pequeñas y medianas.
Con arreglo a su tendencia el capital financiero significa la creación del
control social sobre la producción. Pero es una socialización en forma
27
antagónica; la dominación sobre la producción social queda en manos de una
oligarquía. La lucha por la desposesión de esta oligarquía constituye la
última fase de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
La función socializadora del capital financiero facilita extraordinariamente
la superación del capitalismo. Tan pronto como el capital financiero haya
puesto bajo su control las ramas más importantes de la producción, basta que
la sociedad se apodere del capital financiero a través de su órgano
consciente de ejecución, el Estado conquistado por el proletariado, para
disponer inmediatamente de las ramas más importantes de la producción. De
estas ramas de la producción dependen todas las demás, y la dominación
sobre la gran industria significa también el control social más eficaz sin
ninguna otra socialización inmediata. La sociedad que dispone de las
minas, de la industria siderúrgica hacia abajo hasta la industria de
máquinas, de la industria eléctrica y química, que domina el sistema de
transportes, tiene en sus manos con el dominio de estos sectores más
importantes de la producción la distribución de las materias primas a las
otras industrias, así como el transporte de sus productos, y así puede
dominarlas también. La posesión de seis grandes Bancos berlineses
significaría ya hoy la posesión de los sectores más importantes de las
grandes industrias y, en el tiempo de transición, mientras el arreglo
capitalista resultase todavía oportuno, significaría también facilitar
extraordinariamente la política del socialismo en sus principios. La
expropiación no necesita extenderse al gran número de pequeños
establecimientos industriales y agrícolas, puesto que con la posesión de
la gran industria, de la que dependen desde hace tiempo, los socializaría
mediatamente. Por eso es posible madurar el proceso de expropiación en un
desarrollo más lento precisamente cuando, debido a su descentralización, sea
costoso y políticamente peligroso, o sea, hacer del antiguo acto de
expropiación del poder estatal una socialización paulatina a través de
ventajas económicas que otorga la sociedad conscientemente, porque el
capital financiero, en tanto sea necesaria para el socialismo, ha procurado ya
la expropiación.
Si el capital financiero crea así, en cuanto a la organización, las últimas
condiciones para el socialismo, políticamente facilita también la transición.
La acción de la misma clase capitalista, tal como se presenta en la política
imperialista, indica necesariamente al proletariado el camino de la política
independiente de clase, que solamente puede terminar con la definitiva
superación del capitalismo. Mientras reinaba el principio del laisser faire,
mientras la intervención del Estado en los asuntos económicos estaba oculta
y con ello el carácter del Estado como organización de la opresión de clases,
28
se necesitaba un grado de inteligencia relativamente alto para comprender la
necesidad de la lucha política, y sobre todo la necesidad del objetivo final
político, la conquista del poder del Estado. No es una casualidad que
precisamente en Inglaterra, el país clásico de la no intervención, estuviera
también tan dificultado el nacimiento de una acción política independiente
de la clase obrera. Esto está cambiando ahora, La clase capitalista toma
posesión de la organización estatal directamente, de un modo descarado y
palmario, y la convierte en instrumento de sus intereses de explotación en
una forma que incluso es perceptible hasta para el último proletario, quien ha
de reconocer ahora que la conquista del poder político por el proletariado es
su interés próximo, personal. La posesión manifiesta del Estado por la clase
capitalista impone necesariamente a todo proletario el deseo de conquista del
poder político como único medio para poner fin a su explotación10
.
La lucha contra el imperialismo incrementa todos tos antagonismos de clase
dentro de la sociedad burguesa. Pero el proletariado, el enemigo más
decisivo del imperialismo, recibe refuerzos de todas las otras clases. El
imperialismo, que al principio fue apoyado por todas las otras clases, pone
en fuga finalmente a sus partidarios. Cuanto más avanza la monopolización
tanto más pesa la carga de los beneficios extra sobre las otras clases. El
encarecimiento provocado por los trusts reduce el nivel de vida de aquéllas,
y tanto más cuanto que la tendencia creciente de los precios de los alimentos
también lleva a las alturas los víveres más necesarios. Al mismo tiempo
crece la presión de los impuestos, que alcanza también a las capas medias. E
10 “El sistema moderno de arancel proteccionista, y ésta es su significación histórica.
inicia la última fase del capitalismo. Para detener la caída de la tasa de beneficios, esta
ley de movimiento del capitalismo, el capital suprime la libre competencia, se organiza
y mediante su organización se pone en situación de hacerse con el poder del Estado,
para ponerlo inmediata y directamente al servicio de sus intereses de explotación. Ya no
es únicamente el elemento obrero sólo, es toda la población la que está sometida al
ansia de beneficios de la clase capitalista. Todos los medios de poder de que dispone la
sociedad se reúnen conscientemente para transformarlos en medios de explotación de la
sociedad por el capital. Es el primer grado directo de la sociedad socialista, porque es su
completa negación: socialización consciente de todos los factores potenciales
económicos, existentes en la sociedad actual; pero no es una reunión hecha en interés de
la totalidad, sino para aumentar de una forma inaudita hasta ahora el grado de
explotación de la totalidad. Pero lo claro y evidente de esta situación es precisamente lo
que hace imposible su duración. Frente a la acción de la clase capitalista, a la que la
concentración de los medios de producción ha llevado a la concentración de su
conciencia y su conducta, despierta la acción del proletariado, que sólo necesita tomar
conciencia de su poder para hacerlo irresistible." (Rudolf Hilferding, Der
Funktionswandel des Schutzzolls, Neue Zeit, XXI, 2).
29
incluso estas son cada vez más rebeldes. Los empleados ven desaparecer día
a día sus perspectivas de carrera y se sienten cada vez más como proletarios
explotados. También las capas medias del comercio y de la industria
descubren su dependencia de los cartels, que los transforman en simples
agentes a comisión. Sin embargo, todos estos antagonismos tienen que
agravarse hasta lo insoportable en el momento en que la expansión del
capital entre en un periodo de avance lento. Y este es el caso cuando el
desarrollo de las sociedades por acciones y los cartels no sucede tan rápido,
y se retarda el nacimiento de ganancias de fundador y con ello el estímulo a
la exportación de capital. Pero tiene que retardarse cuando la rápida
colonización de los países extranjeros sufre una demora debido a la
introducción del capitalismo. La colonización del Extremo Oriente, el rápido
desarrollo del Canadá, África del Sur y América latina, han contribuido a
que el desarrollo del capitalismo haya sido tan engañosamente vertiginoso y
desde 1895 únicamente interrumpido por cortas depresiones. Pero si se
retarda este desarrollo, la presión de los cartels sobre el mercado interior
tiene que manifestarse con mucha mayor gravedad; pues son precisamente
los períodos de depresión en los que la concentración se realiza más
rápidamente. Al mismo tiempo, con la expansión más lenta de! mercado
mundial, se agrava aún más el antagonismo entre las naciones capitalistas
entre sí, y tanto más cuanto que se ocultan, a la competencia de otros países
grandes mercados, libres hasta ahora de la competencia, mediante la
expansión de los aranceles proteccionistas, como, por ejemplo, en Inglaterra.
El peligro de guerra aumenta los armamentos y la presión de los impuestos y
empuja a las clases medias, amenazadas cada vez más en su vida, a engrosar
las filas del proletariado, que cosecha los frutos del debilitamiento del poder
del Estado y del choque bélico11
.
Es una ley histórica que: en las formaciones sociales basadas en
antagonismos de clases, las grandes revoluciones sociales no se producen
hasta que la clase dominante ha alcanzado el nivel más alto posible de
concentración de su poder. Al mismo tiempo, el poder económico de la clase
dominante significa siempre poder sobre los hombres, disposición de fuerza
de trabajo humana. Pero de esta forma el dominador económico depende del
poder de los dominados. Pues al aumentar él mismo en poder incrementa al
mismo tiempo la fuerza de los que se le enfrentan como enemigos de clase.
Pero, en cuanto dominados, parecen impotentes. Su poder, que no se podrá
manifestar hasta la lucha, hasta la caída del poder de la clase dominante, es
11 Véase Karl Kautsky, Der Weg zur Macht, especialmente el capitulo final,
(Una nueva era de las revoluciones).
30
latente, mientras que el poder de los dominadores es el único que salta a la
vista. En el choque de los dos poderes, esto es, en el período revolucionario,
es cuando se muestra como real el poder de los sometidos.
Poder económico significa, al mismo tiempo, poder político. El dominio de
la economía concede simultáneamente la disposición de los medios de poder
del Estado. Cuanto más fuerte sea la concentración en la esfera económica,
tanto más ilimitada será la dominación del Estado, Esta rígida reunión de
todos los medios de poder del Estado se presenta como su mayor despliegue
de poder; el Estado resulta ser el instrumento insuperable de la conservación
del dominio económico, pero con ello aparece también la conquista del
poder político como condición previa de la liberación económica. La
revolución burguesa no se inició hasta que el Estado absoluto reunió en su
seno todos los medios de poder tras el vencimiento de los poderes
territoriales interestatales de los grandes terratenientes, mientras que la
concentración del poder político en manos de unos cuantos grandes
latifundistas había constituido la condición para el triunfo de la monarquía
absoluta. Así pues, la victoria del proletariado está unida a la concentración
del poder económico en manos de unos pocos magnates capitalistas o
asociaciones de magnates y a su dominio sobré el poder del Estado.
El capital financiero en su perfección significa el grado más elevado de
poder económico y político en manos de la oligarquía capitalista. Es la
culminación de la dictadura de los magnates capitalistas. Al mismo tiempo,
la dictadura de los dominadores capitalistas nacionales de un país hace que la
situación sea cada vez más insostenible con respecto a los intereses
capitalistas del otro, y la dominación del capital dentro del país es cada vez
más incompatible con los intereses de los explotados por el capital
financiero, y también con las masas populares llamadas a la lucha. En el
choque violento de los intereses hostiles, la dictadura de los magnates
capitalistas se convierte, finalmente, en la dictadura del proletariado..../.:
Rudolf Hilferding
El capital financierohttps://www.marxists.org/archive/hilferding/1910/finkap/index.htm
Un estudio de la última fase del desarrollo capitalista
Escrito: 1910 Primera publicación: Rudolf Hilferding, Das Finanzkapital. Eine Studie über die Jüngste Entwicklung des Kapitalismus, Viena, Wiener Volksbuchhandlung, 1910 (Marx-Studien, vol III.) Fuente: Rudolf Hilferding, capital financiero. Un estudio de la última fase del desarrollo capitalista. Ed. Tom Bottomore (Routledge y Kegan Paul, Londres, 1981) cortesía de Routledge. Traducido: Editado por Tom Bottomore de traducciones hechas por el profesor Morris Watnick y el Sr. Sam Gordon. Transcripción / Marcado: Steve Palmer Revisar:
Copyright: Rudolf Hilferding © 1910; Morris Watnick© 1981; Sam Gordon © 1981; Tom Bottomore © 1981.
CAPITAL FINANCIERO
Prefacio
Parte I Moneda y crédito
1. La necesidad de dinero
2. El dinero en el proceso de circulación
3. El dinero como medio de pago. El dinero del crédito
4. El dinero en la circulación del capital industrial
5. Los bancos y el crédito industrial
6. La tasa de interés
Parte II La movilización de capital. Capital ficticio
7. La sociedad anónima
8. La bolsa de valores
9. El intercambio de mercancías
10. El capital bancario y el beneficio del banco
Parte III El capital financiero y la restricción de la libre competencia
11. La superación de los obstáculos a la equiparación de las tasas de ganancia
12. Los cárteles y trusts
13. Los monopolios capitalistas y el comercio
14. Los monopolios capitalistas y los bancos.
La transformación de capital en capital financiero
15. Determinación del precio por los monopolios capitalistas y
la tendencia histórica del capital financiero
Parte IV El capital financiero y la crisis
16. Las condiciones generales de la crisis
17. Las causas de la crisis
18. Las condiciones de crédito en el transcurso del ciclo económico
19. el capital dinero y el capital productivo durante la depresión
20. Los cambios en el carácter de las crisis. Los carteles y las crisis
Parte V La política económica del capital financiero
21. La reorientación de la política comercial
22. La exportación de capital y la lucha por el territorio económico
23. El capital financiero y las clases
24. El conflicto por el contrato de trabajo
25. El proletariado y el imperialismo (**)
Bibliografía
25
El proletariado y el imperialismo
La política económica del proletariado es fundamentalmente opuesta a la de los capitalistas, y la posición adoptada en cada asunto en particular está marcada por este antagonismo. La lucha del trabajo asalariado contra el capital es ante todo una lucha por esa parte del nuevo valor en el producto anual creado por la clase obrera (incluidos los asalariados productivos y los responsables de la producción). La causa inmediata de esta lucha es el contrato de trabajo, y luego se prolonga en los conflictos por la política económica del Estado. En política comercial, los intereses de los trabajadores requieren, en primer lugar, una expansión del mercado interno.Cuanto mayor sea su salario, más grande es que parte del nuevo valor que constituye una demanda directa de los productos básicos, y más particularmente para los bienes de consumo. Pero la expansión de las industrias y de las industrias de bienes terminados, en general, bienes de consumo, significa una ampliación de esas esferas que tienen generalmente una composición orgánica inferior del capital, o en otras palabras, de las industrias que son capaces de emplear un gran número de trabajadores . Esto provoca un rápido aumento en la demanda de mano de obra y, por tanto, una posición más favorable para el trabajador en el mercado laboral, fortalece las organizaciones sindicales, y mejora sus posibilidades de victoria en las nuevas luchas salariales. Los intereses de los empleadores son justo lo contrario.Una ampliación del mercado interno a través de aumentos de salarios significa una caída en su tasa de ganancia, con la perspectiva de nuevas reducciones, y esto a su vez reduce la velocidad de acumulación. Al mismo tiempo, su capital es forzado en las industrias de bienes terminados donde la competencia es más aguda y las posibilidades de cartelización más limitado. Es cierto, por supuesto, que tienen un interés en la expansión del mercado, pero no a expensas de la tasa de ganancia; y pueden alcanzar su fin por la ampliación del mercado externo, mientras que el mercado interno sigue siendo el mismo. Una parte del nuevo producto no y luego ir a los ingresos de los trabajadores, y no aumenta la demanda de productos nacionales, pero se invierte como capital empleado en la producción para el mercado externo.En ese caso, la tasa de ganancia es mayor y acumulación más rápida. La política comercial de los empresarios es consecuencia dirige principalmente al mercado externo, la de los trabajadores en el mercado interno, que se manifiesta sobre todo en la forma de una política salarial.
Mientras los aranceles proteccionistas son los aranceles 'educativos', principalmente para las industrias de bienes terminados, no entren en conflicto con los intereses del trabajo asalariado. Por supuesto, hacen daño al trabajador como consumidor, pero también promover el desarrollo industrial y, por tanto, pueden recompensarle como productor, si los sindicatos se han desarrollado lo suficiente como para tomar ventaja de la situación. Los que más sufren en este periodo son los artesanos, quienes se dedican a la producción nacional, y de los campesinos, en lugar de trabajadores de la fábrica. Es una cuestión diferente, sin embargo, cuando el arancel proteccionista se convierte en una tarifa de cárteles. Sabemos que los cárteles surgen principalmente en aquellas ramas de la producción que tienen la más alta composición orgánica del capital, y la generación de beneficios adicionales en estas esferas obstaculiza el desarrollo de las industrias de bienes de consumo y bienes terminados. Al mismo tiempo, el aumento de los precios de los alimentos que es causada por la combinación inevitable de los aranceles agrícolas con los aranceles industriales implica una disminución de los salarios reales y por lo tanto una contracción del mercado interno, en la medida en que está determinada por la demanda de los trabajadores de productos industriales. Así, el trabajador sufra tanto como consumidor y como productor a través del daño causado a aquellas industrias que son mano de obra intensiva. Cartelización también fortalece la posición de los empleadores en el mercado laboral y debilita la de los sindicatos. Además, la tarifa cártel proporciona el incentivo más fuerte para aumentar las exportaciones de capital, y conduce necesariamente a la política expansionista del imperialismo.
Hemos visto que la exportación de capital es una condición para la rápida expansión del capitalismo. En términos sociales, esta expansión es una condición esencial para la perpetuación de la sociedad capitalista en su conjunto, mientras que económicamente es una condición para el mantenimiento, ya veces el aumento, la tasa de ganancia. La política de expansión une a todos los estratos de las clases propietarias en el servicio del capital financiero. Los aranceles de protección y expansión se convierten así en la demanda común de la clase dominante. El abandono de la política de libre comercio para las clases capitalistas hace que sea una causa perdida.Por el libre comercio no es una demanda positiva del proletariado, sólo un medio de defensa contra una política proteccionista que implica la cartelización más rápida y completa, acompañada de un aumento en la fuerza de las organizaciones de empleadores, la intensificación de los antagonismos nacionales, el aumento de los armamentos, un creciente carga de impuestos, un aumento en el costo de vida, un crecimiento en el poder del Estado, el debilitamiento de la democracia, y el surgimiento de una ideología que glorifica la fuerza y es hostil a la mano de obra. Una vez que la burguesía ha abandonado el libre comercio la lucha por la que se hace bastante inútil, porque sólo el proletariado es ciertamente demasiado débil para imponer su política a los gobernantes.
Pero esto no significa en absoluto que el proletariado debe ahora convertirse convertido a la política proteccionista moderna que está indisolublemente ligado con el imperialismo. El hecho de que se ha reconocido la necesidad de esta política para la clase capitalista, y por tanto su ascenso siempre y cuando la clase capitalista ejerce el poder, no hay razón para que el proletariado renunciar a una política propia y capitular a la política de sus enemigos o sucumbir a las ilusiones sobre los supuestos beneficios que la generalización y la intensificación de la explotación significaría para su situación como clase. Pero esto no impide que el proletariado de percibir que la política imperialista se propaga la revolución que supone el capitalismo, y con ella las condiciones para la victoria del socialismo. Sin embargo, por muy fuerte su convicción de que la política del capital financiero está obligado a conducir hacia la guerra, y por tanto al desencadenamiento de las tormentas revolucionarias, no puede abandonar su implacable hostilidad hacia el militarismo y la política de guerra, ni puede en la política de ninguna forma de capital de apoyo de la expansión de la base de que esta política puede llegar a ser, al final, el factor más potente de su propio triunfo final. Por el contrario, la victoria puede venir sólo de una lucha sin tregua contra esa política, porque sólo entonces será el proletariado ser el beneficiario de la caída a la que debe conducir, un colapso que será política y social, no económica; a la idea de un colapso meramente económico no tiene sentido.
Aranceles proteccionistas y los cárteles significan un aumento en el costo de vida. Las organizaciones de empleadores aumentan el poder del capital para resistir la embestida de los sindicatos. Armamento y plomo política colonial a un rápido crecimiento de la carga de impuestos sobre el proletariado. El resultado inevitable de esta política, una violenta colisión entre los estados capitalistas, traerá un aumento sin precedentes en la miseria. Todas estas fuerzas que revolucionan la masa de la gente sólo se pueden hacer para servir a una reconstrucción de la economía si la clase que está destinado a convertirse en el creador de una nueva sociedad prevé en el pensamiento de la política en su conjunto y su resultado necesario. Esto sólo puede suceder si las inevitables consecuencias de tal política, contraria a los intereses de la masa del pueblo, se explican a la gente una y otra vez; y esto, a su vez, sólo puede lograrse a través de una constante, la lucha sin cuartel contra la política del imperialismo.
Mientras que el capital puede perseguir ninguna otra política que la de imperialismo, el proletariado no puede oponerse a ella una política derivada de la época en que el capital industrial era soberano; es inútil para el proletariado para oponerse a la política del capitalismo avanzado, con una política anticuada de la era del libre comercio y de hostilidad hacia el Estado. La respuesta del proletariado a la política económica del capital financiero - el imperialismo - no puede ser libre comercio, pero sólo el socialismo. El objetivo de la política proletaria no puede ser el ideal ahora reaccionario de restablecimiento de la libre competencia por el derrocamiento del capitalismo. El proletariado evita el dilema burgués - proteccionismo o libre comercio - con una solución de su propio; ni el proteccionismo ni el libre comercio, pero el socialismo, la organización de la producción, el control consciente de la economía no por y para el beneficio de los magnates capitalistas sino por y para la sociedad en su conjunto, que luego, al fin de subordinación de la economía a sí mismo, ya que ha sido capaz de naturaleza subordinada desde que descubrió las leyes del movimiento del mundo natural. El socialismo deja de ser un ideal lejano, un "objetivo final", que sirve sólo como un principio rector de las demandas inmediatas,[1] y se convierte en un componente esencial de la política práctica inmediata del proletariado. Es precisamente en aquellos países en los que la política de la burguesía se ha puesto en efecto más plenamente, y donde se han dado cuenta de los aspectos sociales más importantes de las demandas políticas democráticas de la clase obrera, que el socialismo debe dar el lugar más prominente en propaganda, como la única alternativa al imperialismo, con el fin de garantizar la independencia de la política de la clase obrera y para demostrar su superioridad en la defensa de los intereses proletarios.
El capital financiero pone el control sobre la producción social cada vez más en manos de un pequeño número de grandes asociaciones capitalistas, separa la gestión de la producción de la propiedad, y socializa la producción en la medida en que esto es posible en el capitalismo. Los límites de la socialización capitalista se constituyen, en primer lugar, por la división del mercado mundial en territorios económicos nacionales de los estados individuales, una división que sólo puede ser superado parcialmente y con gran dificultad a través de la cartelización internacional y que también prolonga la duración de la lucha competitiva que los cárteles y trusts libran contra los otros con la ayuda del poder del Estado. La socialización también está limitada por otro factor que debe ser mencionado aquí en aras de la exhaustividad; a saber, la formación de la renta del suelo, lo cual es un obstáculo para la concentración en la agricultura; y, finalmente, a través de medidas de política económica destinada a prolongar la vida de medianas y pequeñas empresas.
La tendencia del capital financiero es establecer el control social de la producción, pero es una forma antagónica de socialización, ya que el control de la producción social sigue siendo creados en una oligarquía. La lucha para desposeer a esta oligarquía constituye la fase final de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
La función socializadora del capital financiero facilita enormemente la tarea de superar el capitalismo. Una vez que el capital financiero ha traído la mayor cantidad de ramas importancia de la producción bajo su control, es suficiente para que la sociedad, a través de su órgano ejecutivo consciente - el estado conquistado por la clase obrera - para aprovechar el capital financiero con el fin de hacerse con el control inmediato de estas ramas de la producción . Puesto que todas las otras ramas de la producción dependen de ellos, el control de la gran industria ya proporciona la forma más eficaz de control social, incluso sin ningún tipo de socialización más. Una sociedad que tiene el control de la minería del carbón, la industria del hierro y el acero, la máquina herramienta, la electricidad, y las industrias químicas, y se ejecuta el sistema de transporte, es capaz, en virtud de su control de estas esferas más importantes de la producción, para determinar la distribución de materias primas para otras industrias y el transporte de sus productos. Incluso hoy en día, la toma de posesión de los seis grandes bancos berlineses significaría la toma de posesión de las esferas más importantes de la industria a gran escala, y facilitaría en gran medida las fases iniciales de la política socialista durante el período de transición, cuando la contabilidad capitalista aún podría resultar útil. No hay necesidad en absoluto de ampliar el proceso de expropiación de la gran mayoría de las explotaciones campesinas y pequeñas empresas, ya que como consecuencia de la incautación de la gran industria, en la que han sido durante mucho tiempo dependiente, estarían indirectamente socializados solo como la industria es directamente socializado. Por tanto, es posible permitir que el proceso de expropiación para madurar lentamente, precisamente en esas esferas de la producción descentralizada en la que sería un largo proceso y políticamente peligroso. En otras palabras, ya que el capital financiero ya ha logrado la expropiación en la medida requerida por el socialismo, es posible prescindir de un acto repentino de expropiación por parte del Estado, y para sustituir un proceso gradual de socialización a través de los beneficios económicos que la sociedad va a conferir.
Mientras creando así las condiciones previas de organización finales para el socialismo, el capital financiero; también hace más fácil la transición en un sentido político. La acción de la propia clase capitalista, como se revela en la política del imperialismo, necesariamente dirige al proletariado en el camino de la política de clase independiente, que sólo puede terminar en el derrocamiento final del capitalismo. Siempre y cuando los principios del laissez-faire era dominante, y la intervención del Estado en los asuntos económicos, así como el carácter del Estado como una organización de la dominación de clase, se ocultan, se requiere un nivel relativamente madura de entendimiento para apreciar la necesidad de lucha política, y sobre todo la necesidad de que el objetivo político último, la conquista del poder del Estado. No es casualidad, entonces, que en Inglaterra, el país clásico de la no intervención, la aparición de la acción política obrera independiente era tan difícil. Pero esto está cambiando. La clase capitalista se apodera de la posesión del aparato estatal de manera directa, sin disfraz y palpable, y lo convierte en el instrumento de sus intereses de explotación de una manera que es evidente para todos los trabajadores, que ahora deben reconocer que la conquista del poder político por el proletariado es su propio interés personal más inmediato. La incautación flagrante del Estado por la clase capitalista obliga directamente cada proletariado a luchar por la conquista del poder político como el único medio de poner fin a su propia explotación. [2]
La lucha contra el imperialismo intensifica todas las contradicciones de clase dentro de la sociedad burguesa. El proletariado, como el enemigo más decisivo del imperialismo, las ganancias apoyo de otras clases. El imperialismo, que fue inicialmente apoyado por todas las demás clases, con el tiempo repele sus seguidores.Cuanto más avanza la monopolización mayor es la carga que el beneficio adicional impone a todas las demás clases. El aumento en el costo de la vida provocada por los fideicomisos reduce los niveles de vida, y más aún porque la tendencia alcista de los precios de los alimentos aumenta el costo de las necesidades más esenciales de la vida. Al mismo tiempo, la presión fiscal aumenta, y esto también llega a las clases medias, que son cada vez más en la revuelta. Los empleados de cuello blanco ver sus perspectivas de carrera se desvanecen, y empiezan a considerarse cada vez más como proletarios explotados. Incluso las capas medias en el comercio y la industria tomar conciencia de su dependencia de los cárteles, que los transforman en meros agentes que trabajan a comisión. Todas estas contradicciones están obligados a ser insoportablemente agudo en el momento en que la expansión del capital entra en un período de desarrollo más lento. Este es el caso cuando el desarrollo de las empresas y los cárteles ya no avanza tan rápidamente, y cuando la aparición de los beneficios del nuevo promotor, junto con la unidad para la exportación de capital, se ralentiza. Y se ve obligada a reducir la velocidad cuando la apertura rápida de países extranjeros por la introducción del capitalismo disminuye. La apertura del Lejano Oriente, y el rápido desarrollo de Canadá, Sudáfrica y América del Sur, han hecho una contribución importante al ritmo vertiginoso de desarrollo capitalista, sólo interrumpido por breves depresiones, desde 1895. Una vez que este desarrollo comienza a disminuir Sin embargo, el mercado nacional está obligado a sentir la presión de los cárteles aún más aguda, ya que es durante los períodos de depresión que la concentración avanza más rápidamente. Al mismo tiempo, ya que la expansión del mercado mundial se ralentiza, los conflictos entre las naciones capitalistas más de su parte en ella se harán más aguda, y más aún cuando los grandes mercados que anteriormente estaban abiertos a la competencia, como Inglaterra, para ejemplo, están cerrados a otros países por la difusión de los aranceles proteccionistas. El peligro de una guerra aumenta armamentos y la carga fiscal, y, finalmente, impulsa las capas medias, cuyo nivel de vida es cada vez más amenazada, en las filas del proletariado, que por lo tanto recoge la cosecha de la caída en el poder del Estado, y del colisiones de guerra. [3]
Es una ley histórica que, en todas las formas de sociedad basada en la clase antagonismos las grandes convulsiones sociales sólo se producen cuando la clase dominante ya ha alcanzado el más alto nivel posible de concentración de su poder. El poder económico de la clase dominante siempre implica al mismo tiempo el poder sobre las personas, la eliminación de más de la fuerza de trabajo humana. Pero eso sí hace el gobernante económico depende del poder de los gobernados, y en el aumento de su propio poder se incrementa al mismo tiempo el poder de los que están opuestos a él como enemigos de clase. Como sujetos, sin embargo, este último parece ser impotente. Su poder es sólo potencial, y sólo puede materializarse en la lucha para derrocar el poder de la clase dominante, mientras que el poder del gobernante es evidente. Sólo en caso de colisión entre las dos potencias, en los períodos revolucionarios, ¿el poder de los sujetos demostrar ser una realidad.
El poder económico también significa poder político. Dominación de la economía da el control de los instrumentos de poder del Estado. Cuanto mayor es el grado de concentración en la esfera económica, más sin límites es el control del Estado. La concentración rigurosa de todos los instrumentos del poder del Estado toma la forma de un despliegue extrema del poder del Estado, que se convierte en el instrumento invencible para mantener la dominación económica; y al mismo tiempo de la conquista del poder político se convierte en una condición de la liberación económica. La revolución burguesa sólo comenzó cuando el Estado absolutista, después de haber superado el poder regional autónomo de los grandes terratenientes, había concentrado en sus manos todos los medios de poder; y la concentración del poder político en manos de algunos de los mayores terratenientes era en sí misma una condición previa para la victoria de la monarquía absoluta. De la misma manera la victoria del proletariado está ligada a la concentración del poder económico en manos de unos pocos magnates capitalistas, o asociaciones de magnates, y con su dominio del Estado.
El capital financiero, en su madurez, es la etapa más alta de la concentración del poder económico y político en manos de la oligarquía capitalista. Es el clímax de la dictadura de los magnates del capital. Al mismo tiempo que hace la dictadura de los señores capitalistas de un país cada vez más incompatibles con los intereses capitalistas de otros países, y el dominio interno de capitales cada vez más incompatible con los intereses de la masa del pueblo, explotados por el capital financiero, sino también convocado a la batalla en contra de ella. En el choque violento de estos intereses hostiles a la dictadura de los magnates del capital finalmente se transformará en la dictadura del proletariado.
Notas al pie
[1] La alusión es al argumento de Bernstein en el socialismo evolutivo. [Ed.]
[2] "El moderno sistema de aranceles proteccionistas - y éste es su significado histórico - marca el comienzo de la fase final del capitalismo. Con el fin de comprobar la caída de la tasa de ganancia, que es la ley de movimiento del capitalismo, el capital elimina la libre competencia, se organiza, y, gracias a esta organización, es capaz de tomar el poder estatal para utilizarlo directamente en la promoción de su los intereses de explotación. Ya no son los trabajadores por sí solos, sino a toda la población, que están subordinados al deseo de lucro de la clase capitalista. Todos los instrumentos de poder a disposición de la sociedad están conscientemente movilizados y se convierten en medios por los que el capital puede explotar la sociedad. Es el precursor inmediato de la sociedad socialista, porque es la negación completa de esa sociedad; una socialización consciente de todas las potencialidades económicas de la sociedad moderna, en una forma que no benefician a la sociedad en su conjunto, pero tiene la intención de aumentar la tasa de explotación de toda la sociedad en un grado sin precedentes. Pero es sólo la claridad y la auto-evidencia de esta situación que hace imposible su continuación. Despierta el proletariado a la acción contra las actividades de la clase capitalista, que ha concentrado su pensamiento y acción, junto con la concentración de los medios de producción, un proletariado que sólo necesita ser consciente de su poder para que sea irresistible. "Rudolf Hilferding, 'Der Funktionswechsel des Schutzzolles', Die Neue Zeit, XXI, 2 (1902-3).
[3] Véase Karl Kautsky, El camino del poder, especialmente el capítulo final, "Una nueva era de las revoluciones".
LENIN: EL IMPERIALISMO FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO,...:
V. I. LENIN
EL IMPERIALISMO,
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Preparado © por la Internet a David J. Romagnolo, djr@marx2mao.org (Junio de 1998)
NOTA DEL EDITOR
Se ha tomado como base de la presente edición de El imperialismo, fase superior del capitalismo el texto de la edición española de las Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Este folleto ha sido editado después de haber sido confrontado con la versión china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original ruso de las Obras Completas de Lenin, t. XXII.
Las notas incluidas al final del folleto han sido redactadas y traducidas según las de la edición china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín.
C O N T E N T S
PROLOGO |
1
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PROLOGO A LAS EDICIONES FRANCESA Y ALEMANA |
3
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3
4 6 7 8 | |||
I.
| LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y LOS MONOPOLIOS |
12
| |
II.
| LOS BANCOS Y SU NUEVO PAPEL |
33
| |
III.
| EL CAPITAL FINANCIERO Y LA OLIGARQUIA FINANCIERA |
56
| |
IV.
| LA EXPORTACION DE CAPITAL |
76
| |
V.
| EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS ASOCIACIONES DE CAPITALISTAS |
83
| |
VI.
| EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS |
95
| |
VII.
| EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO | 111 | |
VIII.
| EL PARASITISMO Y LA DESCOMPOSICIÓN DEL CAPITALISMO |
126
| |
IX.
| LA CRITICA DEL IMPERIALISMO |
140
| |
X.
| EL LUGAR HISTORICO DEL IMPERIALISMO |
158
| |
NOTAS |
167
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(Ensayo popular )
PROLOGO
El folleto que ofrezco a la atención del lector fue escrito en Zurich durante la primavera de 1916. En las condiciones en que me veía obligado a trabajar tuve que tropezar, naturalmente, con una cierta insuficiencia de materiales franceses e ingleses y con una gran carestía de materiales rusos. Sin embargo, la obra inglesa más importante sobre el imperialismo, el libro de J. A. Hobson, ha sido utilizada con la atención que, a mi juicio, merece.
El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto, no sólo me vi precisado a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico -- sobre todo económico --, sino también a formular las indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura "legal".
Produce pena releer ahora, en los días de libertad, los pasajes del folleto desnaturalizados, comprimidos, contenidos
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en un anillo de hierro por la preocupación de la censura zarista. Para decir que el imperialismo es el preludio de la revolución socialista, que el socialchovinismo (socialismo de palabra, chovinismo de hecho) es una traición completa al socialismo, el paso completo al lado de la burguesía, que esa escisión del movimiento obrero está relacionada con las condiciones objetivas del imperialismo, etc., me vi obligado a hablar en un lenguaje servil, y por esto no tengo más remedio que remitir a los lectores que se interesen por el problema a la colección de mis artículos de 1914-1917, publicados en el extranjero, que serán reeditados en breve. Vale la pena, particularmente, señalar un pasaje de las páginas 119-120[2]: para hacer comprender al lector, en forma adaptada a la censura, el modo indecoroso de cómo mienten los capitalistas y los socialchovinistas que se han pasado al lado de aquéllos (y contra los cuales lucha con tanta inconsecuencia Kautsky), en lo que se refiere a la cuestión de las anexiones, el descaro con que encubren las anexiones de sus capitalistas, me vi precisado a tomar el ejemplo. . . ¡del Japón! El lector atento sustituirá fácilmente el Japón por Rusia, y Corea, por Finlandia, Polonia, Curlandia, Ucrania, Jiva, Bujará, Estlandia y otros territorios del imperio zarista no poblados por grandes rusos.
Quiero abrigar la esperanza de que mi folleto ayudará a orientar en la cuestión económica fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada en la apreciación de la guerra y de la política actuales, a saber: la cuestión de la esencia económica del imperialismo.
EL AUTOR
Petrogrado, 26 de abril de 1917
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I
Este libro, como ha quedado dicho en el prólogo de la edición rusa, fue escrito en 1916, teniendo en cuenta la censura zarista. Actualmente, no tengo la posibilidad de rehacer todo el texto; por otra parte, sería inútil, ya que el fin principal del libro, hoy como ayer, consiste en ofrecer, con ayuda de los datos generales irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los sabios burgueses de todos los países, un cuadro de conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones internacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la primera guerra mundial imperialista.
Hasta cierto grado será incluso útil a muchos comunistas de los países capitalistas avanzados persuadirse por el ejemplo de este libro, legal, desde et punto de vista de la censura zarista, de que es posible -- y necesario -- aprovechar hasta esos pequeños resquicios de legalidad que todavía les quedan a éstos, por ejemplo, en la América actual o en Francia,
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después de los recientes encarcelamientos de casi todos los comunistas, para demostrar todo el embuste de las concepciones y de las esperanzas socialpacifistas en cuanto a la "democracia mundial".
Intentaré dar en este prólogo los complementos más indispensables a este libro censurado.
En esta obra hemos probado que la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las colonias, de las "esferas de influencia" del capital financiero, etc.
Pues la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero carácter de clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia diplomática de la misma, sino en el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas las potencias beligerantes. Para reflejar esa situación objetiva, no hay que tomar ejemplos y datos aislados (dada la infinita complejidad de los fenómenos de la vida social, se puede siempre encontrar un número cualquiera de ejemplos o datos aislados, susceptibles de confirmar cualquier tesis), sino indefectiblemente el conjunto de los datos sobre los fundamentos de la vida económica de todas las potencias beligerantes y del mundo entero.
Me he apoyado precisamente en estos datos generales irrefutables al describir el reparto del mundo en 1876 y en 1914 (§ VI) y el reparto de los ferrocarriles en todo el globo en 1890 y en 1913 (§ VII). Los ferrocarriles constituyen el
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balance de las principales ramas de la industria capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el índice más notable del desarrollo del comercio mundial y de la civilización democráticoburguesa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los sindicatos patronales, los cartels, los trusts, los bancos y la oligarquía financiera. La distribución de la red ferroviaria, la desigualdad de esa distribución y de su desarrollo, constituyen el balance del capitalismo moderno, monopolista, en la escala mundial. Y este balance demuestra la absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de producción.
La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple, natural, democrática, cultural, civilizadora: se presenta como tal ante los ojos de los profesores burgueses, pagados para embellecer la esclavitud capitalista, y ante los ojos de los filisteos pequeñoburgueses. En realidad, los múltiples lazos capitalistas, por medio de los cuales esas empresas se hallan ligadas a la propiedad privada sobre los medios de producción en general, han transformado esa construcción en un medio para oprimir a mil millones de seres (en las colonias y en las semicolonias), es decir, a más de la mitad de la población de la tierra en los países dependientes y a los esclavos asalariados del capital en los países "civilizados".
La propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño patrono, la libre concurrencia, la democracia, todas esas consignas por medio de las cuales los capitalistas y su prensa engañan a los obreros y a los campesinos, pertenecen a un pasado lejano. El capitalismo se ha transformado en un
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sistema universal de opresión colonial y de estrangulacion financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países "avanzados". Este "botín" se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.
La paz de Brest-Litovsk, dictada por la monárquica Alemania, y la paz aún más brutal e infame de Versalles, impuesta por las repúblicas "democráticas" de América y de Francia y por la "libre" Inglaterra, han prestado un servicio extremadamente útil a la humanidad, al desenmascarar al mismo tiempo a los coolíes de la pluma a sueldo del imperialismo y a los pequeños burgueses reaccionarios -- aunque se llamen pacifistas y socialistas --, que celebraban el "wilsonismo" y trataban de hacer ver que la paz y las reformas son posibles bajo el imperialismo.
Decenas de millones de cadáveres y de mutilados, víctimas de la guerra -- esa guerra que se hizo para resolver la cuestión de si el grupo inglés o alemán de bandoleros financieros recibiría una mayor parte del botín --, y encima, estos dos "tratados de paz" hacen abrir, con una rapidez desconocida hasta ahora, los ojos de millones y decenas de millones de hombres atemorizados, aplastados, embaucados y engañados por la burguesía. Sobre la ruina mundial creada por la guerra, se agranda así la crisis revolucionaria mundial, que, por largas y duras que sean las peripecias que atraviese, no podrá terminar sino con la revolución proletaria y su victoria.
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El Manifiesto de Basilea de la II Internacional, que, en 1912, caracterizó precisamente la guerra que estalló en 1914 y no la guerra en general (hay diferentes clases de guerra; hay también guerras revolucionarias), ha quedado como un monumento que denuncia toda la vergonzosa bancarrota, toda la traición de los héroes de la II Internacional.
Por eso, uno el texto de ese Manifiesto como apéndice a esta edición, advirtiendo una y otra vez a los lectores que los héroes de la II Internacional rehuyen con empeño todos los pasajes del Manifiesto que hablan precisa, clara y directamente de la relación entre esta guerra que se avecinaba y la revolución proletaria, con el mismo empeño con que un ladrón evita el lugar donde cometió el robo.
Hemos prestado en este libro una atención especial a la crítica del "kautskismo", esa corriente ideológica internacional representada en todos los países del mundo por los "teóricos más eminentes", por los jefes de la II Internacional (Otto Bauer y Cía. en Austria, Ramsay MacDonald y otros en Ingíaterra, Albert Thomas en Francia, etc., etc.) y por un número infinito de socialistas, de reformistas, de pacifistas, de demócratas burgueses y de clérigos.
Esa corriente ideológica, de una parte, es el producto de la descomposición, de la putrefacción de la II Internacional y, de otra parte, es el fruto inevitable de la ideología de los pequeños burgueses, a quienes todo el ambiente los hace prisioneros de los prejuicios burgueses y democráticos.
En Kautsky y las gentes de su calaña, tales concepciones significan precisamente la abjuración completa de los funda-
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mentos revolucionarios del marxismo, defendidos por Kautsky durante decenas de años, sobre todo, dicho sea de paso, en la lucha contra el oportunismo socialista (de Bernstein, Millerand, Hyndman, Gompers, etc.). Por eso, no es un hecho casual que los "kautskistas" de todo el mundo se hayan unido hoy, práctica y políticamente, a los oportunistas más extremos (a través de la II Internacional o Internacional amarilla) y a los gobiernos burgueses (a través de los gobiernos de coalición burgueses con participación socialista).
El movimiento proletario revolucionario en general, que crece en todo el mundo, y el movimiento comunista en particular, no puede dejar de analizar y desenmascarar los errores teóricos del "kautskismo". Esto es tanto más necesario cuanto que el pacifismo, y el "democratismo" en general -- que no sienten pretensiones de marxismo, pero que, enteramente al igual que Kautsky y Cía., disimulan la profundidad de las contradicciones del imperialismo y la ineluctabilidad de la crisis revolucionaria engendrada por éste -- son corrientes que se hallan todavía extraordinariamente extendidas por todo el mundo. La lucha contra tales tendencias es el deber del partido del proletariado, que debe arrancar a la burguesía los pequeños propietarios que ella engaña y los millones de trabajadores cuyas condiciones de vida son más o menos pequeñoburguesas.
Es menester decir unas palabras a propósito del capítulo VIII: "El parasitismo y la descomposición del capitalismo". Como lo hacemos ya constar en este libro, Hilferding, antiguo "marxista", actualmente compañero de armas de Kautsky y
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uno de los principales representantes de la política burguesa, reformista, en el seno del "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania"[4], ha dado en esta cuestión un paso atrás con respecto al inglés Hobson, pacifista y reformista declarado. La escisión internacional de todo el movimiento obrero aparece ahora de una manera plena (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre las dos tendencias es también un hecho evidente: en Rusia, apoyo de Kolchak y de Denikin por los mencheviques y los "socialistas-revolucionarios" contra los bolcheviques; en Alemania, Scheidemann, Noske y Cía. con la burguesía contra los espartaquistas[5]; y lo mismo en Finlandia, en Polonia, en Hungria, etc. ¿Dónde está la base económica de este fenómeno histórico-mundial?
Se encuentra precisamente en el parasitismo y en la descomposición del capitalismo, inherentes a su fase histórica superior, es decir, al imperialismo. Como lo demostramos en este libro, el capitalismo ha destacado ahora un puñado (menos de una décima parte de la población de la tierra, menos de un quinto, calculando "por todo lo alto") de Estados particularmente ricos y poderosos, que saquean a todo el mundo con el simple "recorte del cupón". La exportación de capital da ingresos que se elevan a ocho o diez mil millones de francos anuales, de acuerdo con los precios de antes de la guerra y según las estadísticas burguesas de entonces. Naturalmente, ahora eso representa mucho más.
Es evidente que una supetganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a los obreros de su "propio" país) permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Los capitalistas de los países "avanzados" los
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corrompen, y lo hacen de mil maneras, directas e indirectas, abiertas y ocultas.
Esta capa de obreros aburguesados o de "aristocracia obrera", completamente pequeños burgueses en cuanto a su manera de vivir, por la cuantía de sus emolumentos y por toda su mentalidad, es el apoyo principal de la Segunda Internacional, y, hoy día, el principal apoyo social (no militar) de la burguesía. Pues éstos son los verdaderos agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero, los lugartenientes obreros de la clase capitalista (labour lieutenants of the capitalist class), los verdaderos portadores del reformismo y del chovinismo. En la guerra civil entre el proletariado y la burguesía se ponen inevitablemente, en número no despreciable, al lado de la burguesía, al lado de los "versalleses" contra los "comuneros".
Sin haber comprendido las raíces económicas de ese fenómeno, sin haber alcanzado a ver su importancia política y social, es imposible dar el menor paso hacia la solución de las tareas prácticas del movimiento comunista y de la revolución social que se avecina.
El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto ha sido confirmado, en una escala mundial, desde 1917.
N. LENIN
6 de julio de 1920
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Durante los últimos quince o veinte años, sobre todo después de la guerra hispano-americana (1898) y de la anglo-boer (1899-1902), la literatura económica, así como la política, del Viejo y del Nuevo Mundo, consagra una atención creciente al concepto de "imperialismo" para caracterizar la época que atravesamos. En 1902, apareció en Londres y Nueva York la obra del economista inglés J. A. Hobson, "El imperialismo". El autor, que está situado en el punto de vista del socialreformismo y del pacifismo burgueses -- punto de vista que coincide, en el fonda, con la posición actual del ex-marxista C. Kautsky -- hace una descripción excelente y detallada de las particularidades económicas y políticas fundamentales del imperialismo. En 1910, se publicó en Viena la obra del marxista austriaco Rudolf Hilferding, "El capital financiero" (traducción rusa: Moscú 1912). A pesar del error del autor en la cuestión de la teoría del dinero y de cierta tendencia a conciliar el marxismo con el oportunismo, la obra mencionada constituye un análisis tebrico extremadamente valioso de la "fase moderna de desarrollo del capitalismo" (así está concebido el subtítulo de la obra de Hilferding). En el fondo, lo que se ha dicho acerca del imperialismo durante estos últimos años -- sobre todo en el número inmenso de artículos sobre este tema publicados en
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periódicos y revistas, así como en las resoluciones tomadas, por ejemplo, en los Congresos de Chemnitz y de Basilea, que se celebraron en otoño de 1912 -- salía apenas del círculo de ideas expuestas o, para decirlo mejor, resumidas en los dos trabajos mencionados. . .
En las páginas que siguen nos proponemos exponer someramente, en la forma más popular posible, el lazo y la correlación entre las particularidades económicas fundamentales del imperialismo. No nos detendremos, tanto como lo merece, en el aspecto no económico de la cuestión. Las indicaciones bibliográficas y otras notas que no a todos los lectores pueden interesar, las damos al final del folleto.
El incremento enorme de la industria y el proceso notablemente rápido de concentración de la producción en empresas cada vez más grandes constituyen una de las particularidades más características del capitalismo. Las estadísticas industriales modernas suministran los datos más completos y exactos sobre este proceso.
En Alemania, por ejemplo, de cada mil empresas industriales, en 1882, tres eran empresas grandes, es decir, que contaban con más de 50 obreros; en 1895, seis, y en 1907, nueve. De cada cien obreros les correspondían, respectivamente, 22, 30 y 37. Pero la concentración de la producción es mucho más intensa que la de los obreros, pues el trabajo en las grandes empresas es mucho más productivo, como lo indican los datos relativos a las máquinas de vapor y a los motores eléctricos. Si tomamos lo que en Alemania se llama
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industria en el sentido amplio de esta palabra, es decir, incluyendo el comercio, las vías de comunicación, etc., obtendremos el cuadro siguiente: grandes empresas, 30.588 sobre un total de 3.265.623, es decir, el 0,9% . En ellas están empleados 5,7 millones de obreros sobre un total de 14,4 millones, es decir, el 39,4%; caballos de fuerza de vapor, 6,6 millones sobre 8,8, es decir, el 75,3%; de fuerza eléctrica 1,2 millones de kilovatios sobre 1,5 millones, o sea el 77,2%.
¡Menos de una centésima parte de las empresas tienen más de 3/4 de la cantidad total de la fuerza de vapor y eléctrica! ¡A los 2,97 millones de pequeñas empresas (hasta 5 obreros asalariados) que constituyen el 91% de todas las empresas, corresponde únicamente el 7% de la fuerza eléctrica y de vapor! Las decenas de miles de grandes empresas lo son todo; los millones de pequeñas empresas no son nada.
En 1907, había en Alemania 586 establecimientos que contaban con mil obreros y más. A esos establecimientos corres pondía casi la décima parte (1,38 millones) del número total de obreros y casi el tercio (32%) del total de la fuerza eléctrica y de vapor*. El capital monetario y los bancos, como veremos, hacen todavía más aplastante este predominio de un puñado de grandes empresas, y decimos aplastante en el sentido más literal de la palabra, es decir, que millones de pequeños, medianos e incluso una parte de los grandes "patronos" se hallan de hecho completamente sometidos a unos pocos centenares de financieros millonarios.
En otro país avanzado del capitalismo contemporáneo, en los Estados Unidos, el incremento de la concentración de la producción es todavía más intenso. En este país, la estadís-
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tica considera aparte a la industria en la acepción estrecha de la palabra y agrupa los establecimientos de acuerdo con el valor de la producción anual. En 1904, había 1.900 grandes empresas (sobre 216.180, es decir, el 0,9%), con una producción de 1 millón de dólares y más; en ellas, el número de obreros era de 1,4 millones (sobre 5,5 millones, es decir el 25,6%), y la producción, de 5.600 millones (sobre 14.800 millones, o sea, el 38%). Cinco años después, en 1909, las cifras correspondientes eran las siguientes: 3.060 estableci mientos (sobre 268.491, es decir, el 1,1%) con dos millones de obreros (sobre 6,6 millones, es decir el 30,5%) y 9.000 millones de producción anual (sobre 20.700 millones, o sea el 43,8%)[*]
¡Casi la mitad de la producción global de todas las empresas del país en las manos de la centésima parte del número total de empresas! Y esas tres mil empresas gigantescas abrazan 258 ramas industriales. De aquí se deduce claramente que la concentración, al llegar a un grado determinado de su desarrollo, por sí misma conduce, puede decirse, de lleno al monopolio, ya que a unas cuantas decenas de em presas gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí, y, por otra parte, la competencia, que se hace cada vez más difícil, y la tendencia al monopolio, nacen precisamente de las grandes proporciones de las empresas. Esta transformación de la competencia en monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importantes -- por no decir el más importante -- de la economía del capitalismo moderno, y es necesario que nos detengamos a estudiarlo con mayor detaile Pero antes debemos eliminar un equívoco posible.
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La estadística norteamericana dice: 3.000 empresas gigantescas en 250 ramas industriales. Al parecer, corresponden 12 grandes empresas a cada rama de la producción.
Pero no es así. No en cada rama de la industria hay grandes empresas; por otra parte, una particularidad extremadamente importante del capitalismo, que ha alcanzado su más alto grado de desarrollo, es la llamada combinación, o sea la reunión, en una sola empresa, de distintas ramas de la industria que representan en sí o bien fases sucesivas de la elaboración de una materia prima (por ejemplo, la fundición del mineral de hierro, la transformación del hierro en acero y, en ciertos casos, la elaboración de tales o cuales productos de acero), o bien distintas ramas que desempeñan unas con relación a otras un papel auxiliar (por ejemplo, la utilización de los residuos o de los productos accesorios, producción de artículos de embalaje, etc.).
"La combinación -- dice Hilferding -- nivela las diferencias de coyuntura y garantiza, por tanto, a la empresa combinada una norma de beneficio más estable. En segundo lugar, la combinación determina la eliminación del comercio. En tercer lugar, hace posible el perfeccionamiento técnico y, por consiguiente, la obtención de ganancias suplementarias en comparación con las empresas 'puras' (es decir, no combinadas). En cuarto lugar, consolida la posición de la empresa combinada en comparación con la 'pura', la refuer~a en la lucha de competencia durante las fuertes depresiones (estancamiento de los negocios, crisis), cuando la disminución del precio de la materia prima va a la zaga con respecto a la disminución de los precios de los artículos manufacturados"*.
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El economista burgués alemán Heymann, que ha consagrado una obra especial a las empresas "mixtas" o combinadas en la industria siderúrgica alemana, dice: "Las empresas puras perecen, aplastadas por el precio elevado de los materiales y el bajo precio de los artículos manufacturados". Resulta lo siguiente:
"Por una parte, han quedado grandes compañías hulleras, con una extracción de carbón que se cifra en varios millones de toneladas, sólidamente organizadas en su sindicato hullero; luego, estrechamente ligadas a ellas, las grandes fundiciones de acero con su sindicato. Estas empresas gigantescas, con una producción de acero de 400.000 toneladas por año, con una extracción inmensa de mineral de hierro y de hulla, con la producción de artículos de acero, con 10.000 obreros alojados en los cuarteles de las colonias obreras, que cuentan a veces con ferrocarriles y puertos propios, son los representantes típicos de la industria siderúrgica alemana. Y la concentración continúa avanzando sin cesar. Las empresas van ganando en importancia cada día; cada vez es mayor el número de establecimientos de una o varias ramas de la industria que se agrupan en empresas gigantescas, apoyadas y dirigidas por media docena de grandes bancos berlineses. En lo que se refiere a la industria minera alemana, ha sido demostrada con exactitud la doctrina de Carlos Marx sobre la concentración; es verdad que esto se refiere a un país en el cual la industria se halla defendida por derechos arancelarios proteccionistas y por las tarifas de transporte. La industria minera de Alemania está madura para la expropiación"*.
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Tal es la conclusión a que se vio obligado a llegar un economista burgués, concienzudo, por excepción. Hay que observar que considera a Alemania como un caso especial a consecuencia de la protección de su industria por elevadas tarifas arancelarias. Pero esta circunstancia no ha podido más que acelerar la concentración y la constitución de asociaciones monopolistas patronales, cartels, sindicatos, etc. Es extraordinariamente importante hacer notar que, en el país del librecambio, en Inglaterra, la concentración conduce también al monopolio, aunque un poco más tarde y acaso en otra forma. He aquí lo que escribe el profesor Hermann Levy, en su estudio especial sobre los "Monopolios, cartels y trusts", hecho a base de los datos del desarrollo económico de la Gran Bretaña:
"En la Gran Bretaña, precisamente las grandes proporciones de las empresas y su alto nivel técnico son las que traen aparejada la tendencia al monopolio. Por una parte, la concentración ha determinado el empleo de enormes sumas de capitaí en las empresas; por eso, las nuevas empresas se hallan ante exigencias cada vez más elevadas en lo que concierne a la cuantía del capital necesario, y esta circunstancia dificulta su aparición. Pero por otra parte (y este punto lo consideramos como el más importante), cada nueva empresa que quiere mantenerse al nivel de las empresas gigantescas, creadas por la concentración, representa un aumento tan enorme de la oferta de mercancías, que su venta lucrativa es posible sólo a condición de un aumento extraordinario de la demanda, pues, en caso contrario, esa abundancia de productos rebaja su precio a un nivel desventajoso para la nueva fábrica y para las asocia ciones monopolistas". En Inglaterra, las asociaciones mo-
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nopolistas de patronos, cartels y trusts, surgen en la mayor parte de los casos -- a diferencia de los otros países, en los que los aranceles proteccionistas facilitan la cartelización -- únicamente cuando el número de las principales empresas competidoras se reduce a "un par de docenas" . . . "La influencia de la concentración en el nacimiento de los monopolios en la gran industria aparece en este caso con una claridad cristalina"[*].
Medio siglo atrás, cuando Marx escribió "El Capital", la libre concurrencia era considerada por la mayor parte de los economistas como una "ley natural". La ciencia oficial intentó aniquilar por la conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que "el marxismo ha sido refutado". Pero los hechos son testarudos -- como dice un refrán inglés -- y, de grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta. Los hechos demuestran que las diferencias entre los diversos países capitalistas, por ejemplo, en lo que se refiere al proteccionismo o al librecambio, condicionan únicamente diferencias no esenciales en la forma de los monopolios o en el momento de su aparición, pero que el engendramiento del monopolio por la concentración de la producción es una ley general y fundamental de la fase actual de desarrollo del capitalismo.
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Por lo que a Europa se refiere, se puede fijar con bastante exactitud el momento en que se produjo la sustitución definitiva del viejo capitalismo por el nuevo: fue precisamente a principios del siglo XX. En uno de los trabajos de recopilación más recientes sobre la historia de la "formación de los monopolios", leemos:
"Se pueden citar algunos ejemplos de monopolios capitalistas de la época anterior a 1860; se pueden descubrir en ellos los gérmenes de las formas que son tan corrientes en la actualidad; pero esto constituye indiscutibler~ente la época prehistórica de los cartels. El verdadero comienzo de los monopolios contemporáneos lo hallamos no antes de la década de 1860. El primer gran período de desarrollo del monopolio empieza con la depresión internacional de la industria en la década del 70, y se prolonga hasta principios de la última década del siglo". "Si se examina la cuestión en lo que se refiere a Europa, la libre concurrencia alcanza el punto culminante de desarrollo en los años 1860-1880. Por aquel entonces, Inglaterra terminaba la edificación de su organización capitalista de viejo estilo. En Alemania, dicha organización entablaba una lucha decidida contra la industria artesana y doméstica, y empezaba a crear sus formas de existencia".
"Empieza una transformación profunda con el crac de 1873, o más exactamente, con la depresión que le siguió y que -- con una pausa apenas perceptible, a principios de la década del 80, y con un auge extraordinariamente vigoroso, pero breve, hacia 1889 -- llena veintidós años de la historia económica europea". "Durante el corto período de auge de 1889-1890, fueron utilizados en gran escala los cartels para aprovechar la coyuntura. Una política irreflexiva
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elevaba los precios todavía con mayor rapidez y aun en mayores proporciones de lo que hubiera sucedido sin los cartels, y casi todos esos cartels perecieron sin gloria 'enterrados en la fosa del crac'. Transcurrieron otros cinco años de malos negocios y precios bajos, pero en la industria reinaba ya un estado de espíritu distinto del anterior: la depresión no era considerada ya como una cosa natural, sino, sencillamente, como una pausa ante una nueva coyuntura favorable".
"Y el movimiento de los cartels entró en su segunda época. En vez de ser un fenómeno pasajero, los cartels se convierten en una de las bases de toda la vida económica, conquistan una esfera industrial tras otra, y, en primer lugar, la de la transformación de materias primas. Ya a principios de la década del 90, los cartels consiguieron en la organización del sindicato del cok, el que sirvió de modelo al sindicato hullero, una técnica tal de los cartels, que, en esencia, no ha sido sobrepasada por el movimiento. El gran auge de fines del siglo XIX y la crisis de 1900 a 1903 se desarrollan ya enteramente por primera vez -- al menos en lo que se refiere a las industrias minera y siderúrgica -- bajo el signo de los cartels. Y si entonces esto parecía aún algo nuevo, ahora es una verdad evidente para todo el mundo que grandes sectores de la vida económica son, por regla general, sustraídos a la libre concurrencia"*.
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Así, pues, el balance principal de la historia de los monopolios es el siguiente:
1. 1860-1880, punto culminante de desarrollo de la libre concurrencia. Los monopolios no constituyen más que gérmenes apenas perceptibles.
2. Después de la crisis de 1873, largo período de desarrollo de los cartels, pero éstos constituyen todavia una excepción, no son aún sólidos, aun representan un fenómeno pasajero.
3. Auge de fines del siglo XIX y crisis de 1900-1903; los cartels se convierten en una de las bases de toda la vida económica. El capitalismo se ha transformado en imperialismo.
Los cartels se ponen de acuerdo entre sí respecto a las condiciones de venta, a los plazos de pago, etc. Se reparten los mercados de venta. Fijan la cantidad de productos a fabricar. Establecen los precios. Distribuyen las ganancias entre las distintas empresas, etc.
El número de cartels era en Alemania aproximadamente de 250 en 1896, y de 385, en 1905, abarcando cerca de 12.000 establecimientos*. Pero todo el mundo reconoce que estas cifras son inferiores a la realidad. De los datos de la esta dística de la industria alemana de 1907 que hemos citado más arriba se deduce que hasta esos 12.000 grandes establecimientos concentran seguramente más de la mitad de toda la fuerza motriz de vapor y eléctrica. En los Estados Unidos, el número de trusts era, en 1900, de 185; en 1907, de 250.
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La estadística norteamericana divide todas las empresas industriales en empresas pertenecientes a personas aisladas, a firmas y a corporaciones. A las últimas pertenecían, en 1904, el 23,6%; en 1909, el 25,9%, es decir, más de la cuarta parte del total de las empresas. En dichos establecimientos estaban ocupados, en 1904, el 70,6% de obreros; en 1909, el 75,6%, las tres cuartas partes del número total. La cuantía de la producción era, respectivamente, de 10,9 y de 16,3 mil millones de dólares, o sea el 73,7% y el 79% de la suma total.
En las manos de los cartels y trusts se encuentran a menudo las siete o las ocho décimas partes de toda la producción de una rama industrial determinada; el sindicato hullero del Rhin y Westfalia, en el momento de su constitución, en 1893, concentraba el 86,7% de toda la producción del carbón en aquella cuenca, y en 1910, el 95,4%*. El monopolio constituido en esta forma proporciona beneficios gigantescos y conduce a la creación de unidades técnicas de producción de proporciones inmensas. El famoso trust del petróleo de Estados Unidos ("Standard Oil Company") fue fundado en 1900.
"Su capital era de 150 millones de dólares. Fueron emitidas acciones ordinarias por valor de 100 millones de dólares y acciones privilegiadas por valor de 106 millones de dólares. Estas últimas percibieron los siguientes dividendos: en el período 1900-1907: 48, 48, 45, 44, 36, 40, 40, 40% o sea, en total, 367 millones de dólares. Desde 1882 a 1907, obtuviéronse 889 millones de dólares de beneficio neto de los que 606 millones fueron distribuidos en dividendos,
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y el resto pasó al capital de reserva"[*]. "En todas las empresas del trust del acero ("United States Steel Corporation") estaban ocupados, en 1907, no menos de 210.180 obreros y empleados. La empresa más importante de la industria minera alemana, la Sociedad Minera de Gelsenkirchen ("Gelsenkirchener Bergwerksgesellschaft") tenía, en 1908, 46.048 obreros y empleados"[**].
Ya en 1902, el trust del acero producía 9 millones de toneladas de acero[***]. Su producción constituía, en 1901, el 66,3% y, en 1908, el 56,1 % de toda la producción de acero de los Estados Unidos[****]. Sus extracciones de mineral de hierro, el 43,9% y el 46,3%, respectivamente.
El informe de la comisión gubernamental norteamericana sobre los trusts dice:
"La superioridad de los trusts sobre sus competidores se basa en las grandes proporciones de sus empresas y en su excelente instalación técnica. El trust del tabaco, desde el momento mismo de su fundación, consagró todos sus esfuerzos a sustituir en todas partes en vasta escala el trabajo manual por el trabajo mecánico. Con este objeto, adquirió todas las patentes que tenían una relación cualquiera con la elaboración del tabaco y empleó para esto sumas enormes. Muchas patentes resultaban al principio inservibles y tuvieron que ser modificadas por los ingenieros que se hallaban al servicio del trust. A fines de 1906,
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fueron constituidas dos sociedades filiales con el único objeto de adquirir patentes. Con este mismo objeto, el trust creó fundiciones, fábricas de construcción de maquinaria y talleres de reparación propios. Uno de dichos establecimientos, en Brooklyn, da ocupación, por término medio, a 300 obreros; en él se experimentan y se perfeccionan los inventos relacionados con la producción de cigarrillos, cigarros pequeños, tabaco rapé, papel de estaño para el embalaje, cajas, etc."*.
"Hay otros trusts que tienen también a su servicio a los llamados developping engineers (ingenieros para el desarrollo de la técnica), cuya misión consiste en inventar nuevos procedimientos de producción y en comprobar los perfeccionamientos técnicos. El trust del acero abona a sus ingenieros y obreros premios importantes por los inventos susceptibles de elevar la técnica o reducir los gastos"**.
Del mismo modo está organizado todo cuanto se refiere a los perfeccionamientos técnicos en la gran industria alemana por ejemplo, en la industria química, la cual se ha desarro llado en proporciones gigantescas durante estas últimas décadas. El proceso de concentración de la producción creó ya en l908 en dicha industria dos "grupos" principales, que, a su manera, evolucionaban hacia el monopolio. Al principio, esos grupos constituían "alianzas dobles" de dos pares de grandes fabricas con un capital de 20 a 21 millones de marcos cada una; de una parte, la antigua fábrica de Meister, en
* Report of the Commissioner of Corporations on the Tobacco Industry, Washington, 1909, pág. 266. Citado del libro del Dr. Paul Tafel: "Die nordamerikanischen Trusts und ihre Wirkungen auf den Fortschritt des Technik" Stuttg., 1913, pág. 48.
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Höchst, y la de Cassella, en Francfort del Main; de otra parte, la fábrica de anilina y sosa en Ludwigshafen y la antigua fábrica de Bayer, en Elberfeld. Uno de los grupos en 1905 y el otro en 1908 se pusieron de acuerdo, cada uno por su cuenta, con otra gran fábrica, a consecuencia de lo cual resultaron dos "alianzas triples" con un capital de 40 a 50 millones de marcos cada una, y entre las cuales se inició ya una "aproximación", se estipularon "acuerdos" sobre los precios, etc.[*]
La competencia se convierte en monopolio. De aquí resulta un gigantesco progreso de la socialización de la producción. Se efectúa también, en particular, la socialización del proceso de inventos y perfeccionamientos técnicos.
Esto no tiene ya nada que ver con la antigua libre concurrencia de patronos dispersos, que no se conocían entre sí y que producían para un mercado ignorado. La concentración ha llegado hasta tal punto, que se puede hacer un cálculo aproximado de todas las fuentes de materias primas (por ejemplo, yacimientos de minerales de hierro) en un país, y aun, como veremos, en varios países, en todo el mundo. No sólo se realiza este cálculo, sino que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de dichas fuentes. Se efectúa el cálculo aproximado del mercado, el que, según el acuerdo estipulado, las asociaciones mencionadas se "reparten" entre sí. Se monopoliza la mano de obra calificada, se toman los mejores ingenieros, y las vías y los medios de comunicación -- las líneas férreas en América, las compañías navieras en Europa y América -- van a parar a manos de los
* Riesser, obra cit., págs. 547 y siguientes de la tercera edición. Los periódicos dan cuenta (junio de 1916) de la constitucion de un nuevo trust gigantesco, que agrupa a la industria quimica de Alemania.
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monopolios citados. El capitalismo, en su fase imperialista conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de concurrencia y la socialización completa.
La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada. Los medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un número reducido de individuos. El marco general de la libre concurrencia formalmente reconocida persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más sensible, más insoportable.
El economista alemán Kestner ha consagrado una obra especial a la "lucha entre los cartels y los outsiders", es decir, empresarios que no formaban parte de los cartels. El autor ha titulado dicha obra: "La organización forzosa", cuando hubiera debido hablar, naturalmente, para no embellecer el capitalismo, de la subordinación forzosa a las asociaciones monopolistas. Es instructivo echar una simple ojeada aunque no sea más que a la enumeración de los medios a que acuden dichas asociaciones en la lucha moderna, novísima civilizada por la "organización": 1) privación de las materias primas (. . . "uno de los procedimientos más importantes para obligar a entrar en el cartel"); 2) privación de mano de obra mediante "alianzas" (esto es, mediante acuerdos entre los capitalistas y los sindicatos obreros para que estos últimos acepten trabajo solamente en las empresas cartelizadas); 3) privación de medios de transporte; 4) privación de mercados; 5) acuerdo con los compradores para sostener relaciones comerciales únicamente con los cartels; 6) disminución siste-
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mática de los precios (con objeto de arruinar a los "outsiders", es decir, a las empresas que no se someten a los monopolistas, se gastan millones para vender, durante un tiempo determinado, a precios inferiores al coste: en la industria de la bencina se ha dado el caso de bajar el precio de 40 a 22 marcos, es decir, ¡casi a la mitad!); 7) privación de crédito; 8) declaración del boicot.
Nos hallamos en presencia, no ya de una lucha de competencia entre grandes y pequeñas empresas, entre establecimientos técnicamente atrasados y establecimientos de técnica avanzada. Nos hallamos ante la estrangulación, por los monopolistas, de todos aquellos que no se someten al monopolio, a su yugo, a su arbitrariedad. He aquí cómo se refleja este proceso en la conciencia de un economista burgués.
"Aun en el terreno de la actividad económica pura -- escribe Kestner --, se produce cierto desplazamiento de la actividad comercial, en el sentido tradicional de la palabra, hacia una actividad organizadora especulativa. Consigue los mayores éxitos, no el comerciante que, basándose en su experiencia técnica y comercial, sabe determinar mejor las necesidades del comprador, encontrar y, por decirlo así, "descubrir" la demanda que se halla en estado latente, sino el genio [?!] especulador que por anticipado sabe tener en cuenta o intuir el desenvolvimiento en el terreno de la organización, la posibilidad de determinados lazos entre las diferentes empresas y los bancos" . . .
Traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal, que, aunque la producción de mercancías sigue "reinando" como antes y
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siendo considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales van a parar a los "genios" de las maquinaciones financieras. En la base de estas maquinaciones y de estos chanchullos se halla la socialización de la producción; pero el inmenso progreso logrado por la humanidad, que ha llegado a dicha socialización, beneficia . . . a los especuladores. Más adelante veremos cómo, "basándose en esto", la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia "libre", "pacífica", "honrada".
"La elevación persistente de los precios, como resultado de la constitución de los cartels -- dice Kestner --, hasta ahora se ha observado sólo en lo que se refiere a los principales medios de producción, sobre todo a la hulla, el hierro, la potasa, y, por el contrario, no se ha observado nunca en lo que se refiere a los artículos manufacturados. Como consecuencia de ello, el aumento de los beneficios se ha limitado igualmente a la industria de los medios de producción. Hay que completar esta observación con la de que la industria de transformación de las materias primas (y no de productos semimanufacturados) no sólo obtiene, como resultado de la constitución de cartels, ventajas en forma de las ganancias elevadas, en perjuicio de la industria dedicada a la transformación ulterior de los productos semimanufacturados, sino que ha pasado a mantener, con respecto a esta última industria, relaciones de dominación, que no existían bajo la libre concurrencia"*.
Las palabras subrayadas por nosotros muestran el fondo de la cuestión, que de tan mala gana y sólo de vez en cuando
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reconocen los economistas burgueses y que se empeñan tanto en no ver y pasar por alto los defensores actuales del oportunismo, con C. Kautsky al frente. Las relaciones de dominación y de violencia -- violencia que va ligada a dicha dominación --: he aquí lo típico en la "nueva fase del desarrollo del capitalismo", he aquí lo que inevitablemente tenía que derivarse y se ha derivado de la constitución de los monopolios económicos todopoderosos.
Citaremos otro ejemplo de los manejos de los cartels. Allí donde es posible apoderarse de todas o de las más importantes fuentes de materias primas, la aparición de cartels y la constitución de monopolios es sobremanera fácil. Pero sería un error pensar que los monopolios no surgen también en otras ramas de la producción en las cuales la conquista de todas las fuentes de materias primas es imposible. En la industria del cemento, la materia prima existe en todas partes. Sin embargo, también esta industria está extremadamente cartelizada en Alemania. Las fábricas se han agrupado en sindicatos regionales: el de Alemania del Sur, el renanowestfaliano, etc. Los precios establecidos son precios de monopolio: ¡de 230 a 280 marcos por vagón, cuando el valor de coste es de 180 marcos! Las empresas dan dividendos del 12 al 16%; además, no hay que olvidar que los "genios" de la especulación contemporánea saben canalizar hacia sus bolsillos grandes sumas de ganancias, aparte de las que se reparten en concepto de dividendo. Para eliminar la competencia en una industria tan lucrativa, los monopolistas se valen incluso de artimañas diversas: hacen circular rumores falsos sobre la mala situación de la industria; publican en los periódicos anuncios anónimos: "¡Capitalistas! ¡No colo-
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quéis vuestros capitales en la industria del cemento!"; por ultimo, compran empresas "outsiders" (es decir, que no forman parte de los sindicatos), abonando 60, 80, 150 mil marcos al que "cede"[*]. El monopolio se abre camino en todas partes, valiéndose de todos los medios, empezando por el pago de una "modesta" indemnización al que cede y terminando por el "procedimiento" americano del empleo de la dinamita contra el competidor.
La supresión de las crisis por los cartels es una fábula de los economistas burgueses, los cuales lo que hacen es embellecer el capitalismo a toda costa. Al revés, el monopolio que se crea en variasramas de la industria aumenta y agrava el caos propio de todo el sistema de la producción capitalista en su conjunto. La desproporción entre el desarrollo de la agricultura y el de la industria, desproporción que es característica del capitalismo en general, se acentúa aún más. La situación privilegiada en que se halla la industria más cartelizada, la llamada industria pesada, particularmente el hierro y la hulla, determina en las demás ramas de la industria "la falta mayor aún de coordinación sistemática", como lo reconoce Jeidels, autor de uno de los mejores trabajos sobre "las relaciones entre los grandes bancos alemanes y la industria"**.
"Cuanto más desarrollada está la economía nacional -- escribe Liefmann, defensor acérrimo del capitalismo -- tanto más se entrega a empresas arriesgadas o, en el extranjero, a empresas que exigen largo tiempo para su
** Jeidels, "Das Verhältnis der deutschen Grossbanken zur Industrie, mit besonderer Berücksichtigung der Eisenindustrie", Leipzig, 1905, pág. 271.
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El aumento del riesgo es consecuencia, al fin y al cabo, del aumento gigantesco de capital, el cual, por decirlo así, desborda el vaso y se vierte hacia el extranjero, etc. Y junto con esto 106 progresos extremadamente rápidos de la técnica traen aparejados consigo cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de la economía nacional, de caos, de crisis.
"Probablemente -- se ve obligado a reconocer el mismo Liefmann -- la humanidad asistirá en un futuro próximo a nuevas y grandes revoluciones en el terreno de la técnica, que harán sentir sus efectos también sobre la organización de la economía nacional . . . [la electricidad, la navegación aérea]. Habitualmente, y por regla general, en estos períodos de radicales transformaciones económicas se desarrolla una fuerte especulación" . . .**
Y las crisis -- las crisis de toda clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas -- aumentan a su vez en proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio. He aquí unas reflexiones extraordinariamente instructivas de Jeidels sobre la significación de la crisis de 1900, la cual, como sabemos, desempeñó el papel de punto crucial en la historia de los monopolios modernos:
"La crisis de 1900 se produjo en un momento en que, al lado de gigantescas empresas en las ramas principales
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de la industria, existían todavía muchos establecimientos con una organización anticuada, según el criterio actual, establecimientos 'puros' [esto es, no combinados], que se habían elevado sobre las olas del auge industrial. La baja de los precios, la disminución de la demanda, llevaron a esas empresas 'puras' a una situación calamitosa que o no conocieron en modo alguno las gigantescas empresas combinadas o que sólo conocieron durante un breve período. Como consecuencia de esto, la crisis de 1900 determinó la concentración de la industria en proporciones incomparablemente mayores que la crisis de 1873, la cual efectuó también una determinada selección de las mejores empresas, pero, dado el nivel técnico de entonces, esta selección no pudo crear un monopolio de las empresas que habían conseguido salir victoriosas de la crisis. Precisamente de un tal monopolio persistente, y, además, en un alto grado, gozan las empresas gigantescas de la industria siderúrgica y eléctrica actuales, gracias a su técnica complicadísima, a su extensa organización, a la potencia de su capital, y, en menor grado, también las empresas de construcción de máquinas, determinadas ramas de la industria metalúrgica, las vías de comunicación, etc."*.
El monopolio es la última palabra de la "fase más reciente del desarrollo del capitalismo". Pero nuestro concepto de la fuerza efectiva y de la significación de los monopolios contemporáneos sería en extremo insuficiente, incompleto, reducido, si no tomáramos en consideración el papel de los bancos.
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La operación fundamental y primordial de los bancos consiste en servir de intermediarios para los pagos. En relación con ello, los bancos convierten el capital monetario inactivo en activo, esto es, que rinde beneficio; reúnen toda clase de ingresos metálicos y los ponen a disposición de la clase de los capitalistas.
A medida que van desarrollándose los bancos y que va acentuándose su concentración en un número reducido de establecimientos, de modestos intermediarios que eran antes, se convierten en monopolistas omnipotentes que disponen de casi todo el capital monetario de todos los capitalistas y pequeños patronos, así como de la mayor parte de los medios de producción y de las fuentes de materias primas de uno o de varios países. Esta transformación de los numerosos y modestos intermediarios en un puñado de monopolistas constituye uno de los procesos fundamentales de la transformación del capitalismo en imperialismo capitalista, y por esto debemos detenernos, en primer término, en la concentración de los bancos.
En el año económico de 1907 a 1908, los depósitos de todos los bancos anónimos de Alemania que poseían un capital de más de un millón de marcos eran de 7.000 millones de marcos; en el año económico de 1912 a 1913, de 9.800 millones; un aumento de un 40% en cinco años. Además, de esos 2.800 millones de aumento, 2.750 millones correspondían a 57 bancos con un capital de más de 10 millones de marcos. La distribución de los depósitos entre los bancos grandes y pequeños era la siguiente:*
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Años
|
En los gran-
des bancos berlineses, en número de 9 |
En los 48
bancos res- tantes con un capital de más de 10 millones |
En 115 ban-
cos con un capital de 1 a 10 millones |
En los peque-
ños bancos con menos de 1 millón |
1907/8 . . . . 1912/13 . . . |
47
49 |
32,5
36 |
16,5
12 |
4
3 |
Los pequeños bancos van siendo eliminados por los grandes, de los cuales nueve concentran casi la mitad de todos los depósitos. Pero aquí no se tiene todavía mucho en cuenta, por ejemplo, la transformación de una serie de pequeños bancos en agencias efectivas de los grandes, etc., de lo cual trataremos más adelante.
A fines de 1913, Schulze-Gaevernitz fijaba los depósitos de los nueve grandes bancos berlineses en 5.100 millones de marcos sobre un total de cerca de 10.000 millones. Tomando en consideración no sólo los depósitos, sino todo el capital bancario, ese mismo autor escribía:
"A fines de 1909, los nueve grandes bancos berlineses, junto con los bancos adheridos a ellos, administraban 11.300 millones de marcos, esto es, cerca del 83% de la suma del capital bancario alemán. El 'Banco Alemán' ("Deutsche Bank"), que administra, junto con los bancos adheridos a él, cerca de 3.000 millones de marcos, representa, al lado de la administración prusiana de las líneas férreas del Estado, Ia aglomeración de capital más considerable, con la parti-
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Hemos subrayado la indicación relativa a los bancos "adheridos", porque esto se refiere a una de las particularidades características más importantes de la concentración capitalista moderna. Los grandes establecimientos, particularmente los bancos, no sólo absorben directamente a los pequeños, sino que los "incorporan", los subordinan, los incluyen en "su" grupo, en su consorcio (konzern) -- según el término técnico -- por medio de la "participación" en su capital, de la compra o del cambio de acciones, del sistema de crédito, etc., etc. El profesor Liefmann ha consagrado un voluminoso "trabajo" de medio millar de páginas a la descripción de las "sociedades contemporáneas de participación y financiación"**, pero, por desgracia, agregando razonamientos "teóricos" de calidad más que inferior a un material bruto, a menudo mal digerido. El resultado a que conduce este sistema de "participación", desde el punto de vista de la concentración, se halla indicado mejor que en ninguna otra parte en la obra del "financiero" Riesser sobre los grandes bancos alemanes. Pero antes de examinar sus datos daremos un ejemplo concreto del sistema de "participación".
El "grupo" del "Banco Alemán" es uno de los más importantes, por no decir el más importante, de los grupos de grandes bancos. Para darse cuenta de los hilos principales
* Schulze-Gaevernitz, "Die deutsche Kreditbank", en "Grundriss der Sozialökonomik", Tüb., 1915, págs. 12 y 137.
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que atan entre sí a los bancos del grupo mencionado, hay que distinguir la "participación" de primero, segundo y tercer grado, o, lo que es lo mismo, la dependencia (de los bancos más pequeños con respecto al "Banco Alemán") de primero, segundo y tercer grado. Resulta lo siguiente[*]:
El "Banco Alemán"
participa |
Dependencia de
primer grado |
Dependencia de
segundo grado |
Dependencia de
tercer grado |
De un modo per- manente Durante un tiempo indeterminado De vez en cuando |
en 17 bancos
" 5 " " 8 " |
de los cuales 9
participan en 34 --- de los cuales 5 participan en 14 |
de los cuales 4
participan en 7 --- de los cuales 2 participan en 2 |
Total . . . . . |
en 30 bancos
|
de los cuales 14
participan en 48 |
de los cuales 6
participan en 9 |
Entre los ocho bancos de "dependencia de primer grado" sometidos al "Banco Alemán" "de vez en cuando", figuran tres bancos extranjeros: uno austriaco (la "Sociedad Bancaria", de Viena -- "Bankverein" --) y dos rusos (el "Banco Comercial Siberiano" -- "Sibirski Torgovi Bank" -- y el "Banco Ruso para el Comercio Exterior" -- "Russki Bank dliá vneshnei torgovli" --). En total forman parte del grupo del "Banco Alemán", directa o indirectamente, parcial o totalmente, 87 bancos, y el capital total, propio o ajeno, de que dispone el grupo se calcula en dos o tres mil millones de marcos.
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Es evidente que un banco que se halla al frente de un grupo tal y que se pone de acuerdo con media docena de otros, casi tan importantes como él, para operaciones financieras singularmente grandes y lucrativas, tales como, por ejemplo, los empréstitos de Estado, ha superado ya el papel de "intermediario" y se ha convertido en la alianza de un puñado de monopolistas.
Los datos de Riesser que damos a continuación, en forma abreviada, muestran la rapidez con que a fines del siglo XIX y principios del XX se ha efectuado la concentración de los negocios bancarios en Alemania:
Años
|
Sucursales
en Alemania |
Cajas de de-
posito y ofi- cinas de cambio |
Participación
permanente en los bancos anónimos alemanes |
Total de
estable- cimientos |
1895 . . . 1900 . . . 1911 . . . | 16 21 104 | 14 40 276 | 1 8 63 | 42 80 450 |
Estos datos nos permiten ver cómo se extiende la espesa red de canales que abrazan a todo el país, que centralizan todos los capitales e ingresos monetarios, que convierten a los millares y millares de explotaciones dispersas en una explotación capitalista única, nacional en un principio y mundial después. La "descentralización" de que en el pasaje que hemos reproducido más arriba, hablaba Schulze-Gaevernitz en nombre de la economía política burguesa de nuestros días,
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consiste, en realidad, en la subordinación a un centro único de un número cada día mayor de unidades económicas que antes eran relativamente "independientes", o, más exactamente, que tenían un carácter estrictamente local. Se trata, pues, en efecto, de la centralización, del reforzamiento del papel, de la importancia y del poder de los gigantes monopolistas.
En los países capitalistas más viejos, dicha "red bancaria" es todavía más espesa. En Inglaterra (comprendida Irlanda), en Iglo, el número de sucursales de todos los bancos era de 7.151. Cuatro grandes bancos contaban con más de 400 sucursales cada uno (de 447 a 689); otros cuatro, con más de 200, y 11 con más de 100 cada uno.
En Francia, los tres bancos más importantes: el "Crédit Lyonnais", el "Comptoir National" y la "Société Générale" han desarrollado sus operaciones y la red de sus sucursales del modo siguiente:*
Años
|
Número de sucursales
y de cajas |
Capitales (en mi-
llones francos) | |||
En pro-
vincias |
En París
|
Total
|
Propios
|
Ajenos
| |
1870 . . . . . 1890 . . . . . 1909 . . . . . | 47 192 1,033 | 17 66 196 | 64 258 1,229 | 200 265 887 | 427 1,245 4,363 |
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Para caracterizar las "relaciones" de un gran banco moderno, Riesser suministra datos sobre el número de cartas enviadas y recibidas por la "Sociedad de Descuento" ("Disconto-Gesellschaft"), uno de los bancos más importantes de Alemania y de todo el mundo (su capital ascendía, en 1914, a 300 millones de marcos):
Años
|
Numero de cartas
recibidas |
Numero de cartas
remitidas |
1852 . . . . . 1870 . . . . . 1900 . . . . . | 6.135 85.800 533.102 | 6.292 87.513 626.043 |
En el gran banco parisién "Crédit Lyonnais", el número de cuentas corrientes, que en 1875 era de 28.535, pasó a 633.539, en 1912*.
Estas simples cifras muestran, quizá con mayor evidencia que largos razonamientos, cómo la concentración del capital y el aumento del giro de los bancos transforman radicalmente la importancia de estos últimos. Los capitalistas dispersos vienen a formar un capitalista colectivo. Al llevar una cuenta corriente para varios capitalistas, el banco, al parecer, realiza una operación puramente técnica, únicamente auxiliar. Pero cuando esta operación crece en proporciones gigantescas, resulta que un puñado de monopolistas subordina las operaciones comerciales e industriales de toda la sociedad capitalista, obteniendo la posibilidad -- por medio de sus
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relaciones bancarias, de las cuentas corrientes y otras operaciones financieras --, primero, de enterarse con exactitud del estado de los negocios de los distintos capitalistas, y, después, de controlarlos, de ejercer influencia sobre ellos mediante la ampliación o la restricción del crédito, facilitándolo o dificultándolo y, finalmente, de determinar enteramente su destino, de determinar su rentabilidad, de privarles de capital o de permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones inmensas, etc.
Acabamos de aludir al capital de 300 millones de marcos de la "Sociedad de Descuento" de Berlín. Este aumento del capital de dicha sociedad fue uno de los episodios de la lucha por la hegemonía entre los dos bancos berlineses más importantes: el "Banco Alemán" y la "Sociedad de Descuento".
En 1870, el primero, todavía un novato, no contaba más que con un capital de 15 millones, mientras que el del segundo se elevaba a 30 millones. En 1908, el primero tenía un capital de 200 millones; el del segundo era de 170 millones. En 1914, el primero elevó su capital a 250 millones; el segundo, mediante la fusión con otro banco importantísimo, la "Alianza Bancaria de Schaffhausen", a 300 millones. Y, naturalmente, esta lucha por la hegemonía se desarrolla paralelamente a los "acuerdos", cada ve~ más frecuentes y más sólidos, entre los dos bancos. He aquí a qué conclusiones hace llegar este desarrollo de los bancos a los especialistas en cuestiones bancarias, que examinan los problemas económicos desde un punto de vista que no va más allá, ni mucho menos, de los límites del reformismo burgués más moderado y puntual:
"Los demás bancos seguirán el mismo camino -- decía la revista alemana 'Die Bank', con motivo de la elevación
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del capital de la 'Sociedad de Descuento' a 300 millones --, y los trescientos individuos que en el momento actual rigen los destinos económicos de Alemania se verán reducidos con el tiempo a 50, 25 0 menos. No hay que esperar que el movimiento moderno de concentración quede circunscrito a los bancos. Las estrechas relaciones entre diferentes bancos conducen asimismo, de un modo natural, al acercamiento entre los sindicatos de industriales que se hallan protegidos por estos bancos. . . Un buen día nos despertaremos, y ante nuestros ojos asombrados no habrá más que trusts, y nos hallaremos en la necesidad de reemplazar los monopolios privados por los monopolios de Estado. Y, sin embargo, en realidad, nosotros no tendremos nada que reprocharnos, a no ser el haber dejado que la marcha de las cosas se desarrollara libremente, acelerada un poco por el uso de las acciones"*.
He aquí un ejemplo de la impotencia del periodismo burgués, del cual la ciencia burguesa se distingue sólo por una menor franqueza y por la tendencia a velar la esencia de las cosas, a ocultar el bosque tras los árboles. "Asombrarse" de las consecuencias de la concentración, hacer "reproches" al gobierno de la Alemania capitalista o a la "sociedad" capitalista ("nosotros"), temer la "aceleración" de la concentración como consecuencia de la introducción de las acciones, del mismo modo que un especialista alemán en cartels, Tschierschky, teme los trusts norteamericanos y "prefiere" los cartels alemanes, porque, según él, no son tan susceptibles "de acelerar de un modo tan excesivo como los trusts el
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progreso técnico y económico"[*], ¿no es todo esto una prueba de impotencia?
Pero los hechos no dejan de ser hechos. En Alemania no hay trusts, sino "solamente" cartels, pero dirigen el país no más de 300 magnates del capital, y su número disminuye sin cesar. Los bancos, en todo caso, en todos los países capitalistas, cualquiera que sea la diferencia entre las legislaciones bancarias, intensifican y aceleran enormemente el proceso de concentración del capital y de constitución de monopolios.
"Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción", escribía Marx, hace medio siglo, en "El Capital" (trad. rusa, t. III, parte II, pág. 144). Los datos que hemos reproducido referentes al incremento del capital bancario, al aumento del número de oficinas de cambio y sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas corrientes, etc., nos muestran concretamente esa "contabilidad general" de toda la clase de los capitalistas y aun no sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen, aunque no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios, de los funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc. La "distribución general de los medios de producción": he aquí lo que brota, desde el punto de vista formal, de los bancos modernos, de los que los más importantes en número de 3 a 6 en Francia, y de 6 a 8 en Alemania, disponen de miles y miles de millones. Pero, por su contenido, esa distribución de los medios de producción no es "general", ni mucho menos, sino privada, esto es, conforme a los intereses del gran capital, y, en primer lugar, del capital monopolista más
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grande, el cual obra en unas condiciones en las que la masa de la población vive semihambrienta; condiciones en las que todo el desarrollo de la agricultura se retrasa irremediablemente con respecto al de la industria, una parte de la cual, la "industria pesada", percibe un tributo de todas las demás ramas industriales.
En lo que se refiere a la socialización de la economía capitalista, empiezan a competir con los bancos las cajas de ahorro y los establecimientos postales, los cuales son más "descentralizados", es decir, atraen al círculo de su influencia a un número mayor de localidades, a un número mayor de puntos recónditos, a sectores más vastos de la población. He aquí los datos recogidos por la comisión norteamericana encargada de investigar el desarrollo comparado de los depósitos en los bancos y en las cajas de ahorro:[*]
DEPOSITOS (EN MILES DE MILLIONES OF MARCOS)
Inglaterra
|
Francia
|
Alemania
| |||||
En los
bancos |
En las
cajas de ahorro |
En los
bancos |
En las
cajas de ahorro |
En los
bancos |
En las
socieda- des de crédito |
En las
cajas de ahorro | |
1880 . . . . 1888 . . . . 1909 . . . . | 8,4 12,4 23,2 | 1,6 2,0 4,2 | ? 1,5 3,7 | 0,9 2,1 4,2 | 0,5 1,1 7,1 | 0,4 0,4 2,2 | 2,6 4,5 13,9 |
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Las cajas de ahorro, que pagan el 4 y el 4 1/4% a los depositarios, se ven obligadas a buscar la manera de colocar de un modo "remunerativo" sus capitales, lanzarse a operaciones sobre las letras de cambio, las hipotecas y otras. Las fronteras existentes entre los bancos y las cajas de ahorro "van desapareciendo cada vez más". Las Cámaras de Comercio de Bochum y de Erfurt, por ejemplo, exigen que se "prohiba" a las cajas de ahorro realizar operaciones "puramente" bancarias, tales como el descuento de letras; exigen la limitación de la actividad "bancaria" de los establecimientos postales* Los magnates bancarios temen verse alcanzados por el monopolio del Estado cuando menos lo esperen. Pero, naturalmente, dicho temor no va más allá de los límites de la competencia entre dos jefes de despacho de una misma cancillería, porque de un lado, son de hecho, y al fin y al cabo, esos mismos magnates del capital bancario los que disponen de los miles de millones que constituyen el capital de las cajas de ahorro, y, de otro lado, el monopolio del Estado en la sociedad capitalista no es más que un medio de elevar y asegurar los ingresos de los millonarios que están a punto de quebrar en tal o cual rama de la industria.
La sustitución del viejo capitalismo, en el cual reina la Iibre concurrencia, por el nuevo capitaíismo, en el que domina el monopolio, se expresa, entre otras cosas, por la disminución de la importancia de la Bolsa.
"Hace ya tiempo -- dice la revista 'Die Bank' -- que la Bolsa ha dejado de ser el intermediario necesario de la circulación, como ío era antes, cuando los bancos no podían
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"<<Todo banco es una Bolsa>>. Este aforismo moderno es tanto más justo cuanto más grande es el banco, cuanto mayores son los éxitos de la concentración en los negocios bancarios"[**]. "Si antes, en los años del 70, la Bolsa, con sus excesos de juventud" [alusión "delicada" al crac bolsista de 1873, a los escándalos de Gründer[6], etc.], "abrió la época de la industrialización de Alemania, en el momento actual los bancos y la industria 'se las pueden arreglar de un modo independiente'. La dominación de nuestros grandes bancos sobre la Bolsa . . . no es otra cosa que la expresión de la organización completa del Estado industrial alemán. Si se restringe de este modo el campo de acción de las leyes económicas que funcionan automáticamente y se ensancha extraordinariamente el de la regulación consciente a través de los bancos, aumenta así en proporciones gigantescas la responsabilidad por la economía nacional de unas cuantas cabezas dirigentes", dice el profesor alemán Schulze-Gaevernitz***, apologista del imperialismo alemán, quien es considerado como una autoridad por los imperialistas de todos los países y que se esfuerza en disimular una "pequeñez", a saber, que esa "regulación consciente" a través de los bancos se basa en el despojo del público por un puñado de monopolistas "completamente organizados". La tarea del profesor burgués consiste no en poner al des cubierto todo el mecanismo y en desenmascarar todas las
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artimañas de los monopolistas bancarios, sino en embellecerlos.
Del mismo modo, Riesser, economista y financiero más prestigioso todavía, sale del paso por medio de frases que no dicen nada, con respecto a hechos que es imposible negar:
"La Bolsa va perdiendo cada día más la cualidad, absolutamente indispensable para toda la economía y para la circulación de los valores, no sólo de ser el instrumento más fiel de evaluación, sino también el regulador casi automático de los movimientos económicos que convergen hacia ella"[*].
En otros términos: el viejo capitalismo, el capitalismo de la libre concurrencia, con su regulador absolutamente indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo capitalismo, que tiene los rasgos evidentes de un fenómeno transitorio, que representa una especie de mescolanza de la libre concurrencia y del monopolio. Surge de un modo natural la pregunta: ¿a quétiende la "transición" de este nuevo capitalismo? Pero los sabios burgueses tienen miedo de hacerse esta pregunta.
"Treinta años atrás, los empresarios que competían libremente entre sí realizaban las 9/10 de la labor económica que no pertenece a la esfera del trabajo físico de los "obreros". En la actualidad, son los funcionarios los que realizan las 9/10de esa labor económica intelectual. Los bancos se hallan al frente de esta evolución"**.
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Esta confesión de Schulze-Gaevernitz lleva una y otra vez a la cuestión de saber a qué tiende esta transición del nuevo capitalismo, del capitalismo en su fase imperialista.
Entre el reducido número de bancos que, como consecuencia del proceso de concentración, se queda al frente de toda la economía capitalista, se observa y se acentúa cada día más, como es natural, la tendencia a llegar a un acuerdo monopolista, al trust de los bancos. En los Estados Unidos, no son nueve, sino dos grandes bancos, de los multimillonarios Rockefeller y Morgan, los que dominan sobre un capital de 11.000 millones de marcos*. En Alemania, la absorción, a que hemos aludido antes, de la "Alianza Bancaria Schaffhausen" por la "Sociedad de Descuento", provocó las siguientes reflexiones por parte del periódico de los intereses bursátiles, la "Gaceta de Francfort"[7]:
"Con el incremento de la concentración de los bancos, se restringe el círculo de instituciones a las cuales uno se puede dirigir en demanda de crédito, como consecuencia de lo cual aumenta la dependencia de la gran industria con respecto a un reducido número de grupos bancarios. Como resultado de la estrecha relación entre la industria y el mundo financiero, la libertad de movimiento de las sociedades industriales que tienen necesidad del capital bancario se ve restringida. Por eso, la gran industria asiste con cierta perplejidad a la trustificación de los bancos (unificación o transformación en trusts), cada día más intensa; en efecto, a menudo se ha podido observar el germen de acuerdos determinados entre los consorcios de
* "Die Bank", 1912, I, pág. 435.
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grandes bancos, acuerdos cuya finalidad es limitar la competencia"[*].
Una y otra vez más se ve que la última palabra en el desarrollo de los bancos es el monopolio.
En cuanto a la estrecha relación existente entre los bancos y la industria, es precisamente en esta esfera donde se manifiesta, acaso con más evidencia que en ninguna otra parte, el nuevo papel de los bancos. Si el banco descuenta las letras de un empresario, le abre una cuenta corriente, etc., esas operaciones, consideradas aisladamente, no disminuyen en lo más mínimo la independencia de dicho empresario y el banco no pasa de ser un modesto intermediario. Pero si estas operaciones son cada vez más frecuentes e importantes, si el banco "reúne" en sus manos inmensos capitales, si las cuentas corrientes de una empresa permiten al banco -- y es así como sucede -- enterarse, de un modo cada vez más detallado y completo, de la situación económica de su cliente, el resultado es una dependencia cada día más completa del capitalista industrial con respecto al banco.
Paralelamente se desarrolla, por decirlo así, la unión personal de los bancos con las más grandes empresas industriales y comerciales, la fusión de los unos y de las otras por la posesión de las acciones, la entrada de los directores de los bancos en los consejos de vigilancia (o administración) de las empresas industriales y comerciales, y viceversa. El economista alemán Jeidels ha reunido datos muy detallados sobre esta forma de concentración de los capitales y de las empresas. Seis grandes bancos berlineses estaban representados, por sus directores, en 344 sociedades industriales, y por los miembros de sus consejos de administración, en otras
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407, o sea, en total, 751 sociedades. En 289 sociedades tenían a dos de sus miembros en los consejos de administración u ocupaban en ellos la presidencia. Entre esas sociedades mercantiles e industriales hallamos las ramas industriales más variadas: compañías de seguros, vías de comunicación, restoranes, teatros, industria artística, etc. Por otra parte, en los consejos de administración de esos seis bancos había (en 1910) 51 grandes industriales, entre ellos el director de la firma Krupp, el de la gigantesca sociedad marítima "Hapag" (Hamburgo-América), etc., etc. Cada uno de los seis bancos, desde 1895 a 1910, participó en la emisión de acciones y obligaciones para varios centenares de sociedades industriales, más concretamente, de 281 a 419*.
"La unión personal" de los bancos y la industria se completa con la "unión personal" de ambas con el gobierno. "Los puestos en los consejos de administración -- escribe Jeidels -- son confiados voluntariamente a personalidades de renombre, así como a antiguos funcionarios del Estado, los cuales pueden proporcionar no pocas facilidades (!!) en las relaciones con las autoridades. . . En el consejo de administración de un banco importante hallamos generalmente a un miembro del parlamento o del ayuntamiento de Berlín".
Los grandes monopolios capitalistas van surgiendo y desarrollándose, por decir así, a toda máquina, siguiendo todos los caminos "naturales" y "sobrenaturales". Se establece sistemáticamente una determinada división del trabajo entre algunos centenares de reyes financieros de la sociedad capitalista actual.
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"Paralelamente a esta extensión del campo de acción de algunos grandes industriales [que entran en los consejos de administración de los bancos, etc.] y al hecho de que se confíe a los directores de los bancos de provincias únicamente la administración de una zona industrial determinada, se produce cierto aumento de la especialización entre los dirigentes de los grandes bancos. Tal especialización en general es concebible únicamente en el caso de que la empresa bancaria, y particularmente sus relaciones industriales, tengan grandes dimensiones. Esta división del trabajo se efectúa en dos sentidos: de una parte, la relación con la industria en su conjunto se confía, como ocupación especial, a uno de los directores; de otra parte, cada director es encargado del control de empresas aisladas o de grupos de empresas afines por su producción o por sus intereses [el capitalismo ha llegado ya a ejercer el control organizado sobre las empresas aisladas]. . . La especialidad de uno es la industria alemana, o simplemente la de la Alemania occidental [la Alemania occidental es la parte más incdustrial del país]; la de otro, las relaciones con los industriales y los gobiernos extranjeros, los informes sobre los industriales, etc., sobre los negocios bursátiles, etc. Además de esto, cada uno de los directores de banco, a menudo queda encargado de una localidad o de una rama especial de industria; uno trabaja principalmente en los consejos de administración de las sociedades eléctricas, otro en las fábricas químicas, azucareras o de cerveza, el tercero en un cierto número de empresas aisladas y, paralelamente, en el consejo de administración de sociedades de seguros. . . En una palabra, es indudable que en los grandes bancos, a medida que aumentan las proporciones y la variedad de sus operaciones, se establece una división
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del trabajo cada vez mayor entre los directores, con el fin (que consiguen) de elevarlos un poco, por decirlo así, por encima de los negocios puramente bancarios, de hacerlos más aptos para tener un juicio propio sobre los asuntos, para orientarse mejor sobre las cuestiones generales de la industria y sobre las cuestiones especiales de sus diversas ramas, de prepararlos para su actividad en la esfera industrial de la influencia del banco. Este sistema de los bancos se halla completado por la tendencia de los mismos a elegir para sus consejos de administración a gente que conozca bien la industria, a empresarios, a antiguos funcionarios, particularmente a los que hayan trabajado en los departamentos de ferrocarriles, minas", etc.[*]
En los bancos franceses hallamos instituciones similares, sólo que en una forma un poco diferenee. Por ejemplo, uno de los tres grandes bancos franceses, el "Crédit Lyonnais", ha organizado una sección especial dedicada a recoger informaciones financieras: "Service des études financieres". En dicha sección trabajan permanentemente so personas: ingenieros, estadísticos, economistas, abogados, etc. Cuesta de 600 a 700 mil francos anuales. La sección se halla dividida a su vez en ocho subsecciones: una recoge datos especiales sobre las empresas industriales, otra estudia la estadística general, otra las sociedades ferroviarias y navieras, otra los fondos, otra los balances financieros, etc.**
Resulta, de una parte, una fusión cada día mayor, o según la acertada expresión de N. Bujarin, la ensambladura de los capitales bancario e industrial, y de otra, la transformación
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de los bancos en instituciones de un "caracter" verdaderamente "universal". Juzgamos necesario reproducir los términos exactos relativos a esta cuestión empleados por Jeidels, el escritor que mejor la ha estudiado:
"Como resultado del examen de las relaciones industriales en su conjunto, obtenemos el carácter universal de los establecimientos financieros que trabajan para la industria. En oposición a otras formas de los bancos, en oposición a las exigencias, formuladas a veces en la literatura, de que los bancos deben especializarse en una esfera determinada de negocios o en una rama industrial determinada a fin de pisar terreno firme, los grandes bancos tienden a hacer sus relaciones con los establecimientos industriales lo más variadas posible, tanto desde el punto de vista del lugar como del género de la producción; se esfuerzan en eliminar la distribución desigual del capital entre las distintas regioncs o ramas de la industria, desigualdad que halla su explicación en la historia de diversos establecimientos. . . Una tendencia con6iste en convertir la relación con la industria en un fenómeno de orden general; la otra, en trocarla en sólida e intensiva; ambas están realizadas en seis grandes bancos no de un modo completo, pero ya en proporciones considerables y en un grado igual".
En los medios comerciales e industriales se oyen con frecuencia lamentaciones contra el "terrorismo" de los bancos. Y no tiene nada de sorprendente que surjan tales lamentaciones cuando los grandes bancos "mandan" tal como lo demuestra el ejemplo siguiente: El 19 de noviembre de Igol, uno de los bancos berlineses llamados bancos D (el nombre de los cuatro bancos más importantes empieza por la letra D) se dirigió a la administración del "Sindicato del cemento de
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la Alemania del Norte, del Oeste y del Centro", con la carta siguiente:
"Según la nota publicada por ustedes el 18 del mes actual en el periódico tal, se ve que debemos admitir la posibilidad de que la asamblea general de su sindicato, que debe celebrarse el 30 de este mes, adopte resoluciones susceptibles de determinar en su empresa modificaciones que son inaceptables para nosotros. Por esto, sintiéndolo profundamente, nos vemos obligados a retirarles el crédito de que hasta ahora gozaban. . . Pero si dicha asamblea general no toma resoluciones inaceptables para nosotros y se nos da garantías a este respecto para lo futuro, estamos dispuestos a entablar negociaciones con el fin de abrir un nuevo crédito"[*].
En esencia, se trata de las mismas lamentaciones del pequeño capital con respecto al yugo del grande, ¡pero, en este caso, ha pasado a la categoría de "pequeño" capital todo un sindicato! La vieja lucha entre el pequeño y el gran capital se reproduce en un nuevo e inconmensurablemente más elevado grado de desarrollo. Es evidente que, disponiendo de miles de millones, las empresas de los grandes bancos pueden también hacer avanzar el progreso técnico, valiéndose de medios incomparablemente superiores a los anteriores. Los bancos crean, por ejemplo, sociedades especiales de investigación técnica, de cuyos resultados se aprovechan, naturalmente sólo las empresas industriales "amigas". Entre ellas figuran la "Sociedad para el estudio del problema de los ferrocarriles eléctricos", la "Oficina central de investigaciones científico-técnicas", etc.
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Los dirigentes mismos de los grandes bancos no pueden dejar de ver que están creándose nuevas condiciones de la economía nacional, pero ellos son impotentes ante las mismas.
"El que haya observado durante los últimos años -- dice Jeidels -- el cambio de personas en los cargos de directores y miembros de los consejos de administracion de los grandes bancos, no habrá podido dejar de darse cuenta de que el poder pasa paulatinamente a manos de hombres que consideran que el fin necesario y cada vez más vital de los grandes bancos consiste en intervenir activamente en el desenvolvimiento general de la industria; y que entre estos hombres y los viejos directores de los bancos, se producen con este motivo divergencias en el terreno de los negocios y, a menudo, en el terreno personal. Se trata, en el fondo de saber si no perjudica a los bancos, en su calidad de instituciones de crédito, esa intervención de los mismos en el proceso industrial de la producción, si no se sacrifican los principios firmes y el beneficio seguro a una actividad que no tiene nada de común con el papel de intermediario para la facilitación de créditos y que coloca a los bancos en un terreno en el que se hallan todavía más expuestos que antes al dominio ciego de la coyuntura industrial. Así hablan muchos de los viejos directores de bancos, mientras que la mayoría de los jóvenes considera la intervención activa en los problemas de la industria como una necesidad semejante a la que ha originado, junto con la gran industria moderna, los grandes bancos y las empresas industriales bancarias modernas. En lo único en que están de acuerdo las dos partes es en que no existen principios firmes ni fines concretos para la nueva actividad de los grandes bancos"*.
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El viejo capitalismo lla caducado. El nuevo constituye una etapa de transición hacia algo distinto. Encontrar "principios firmes y fines concretos" para la "conciliación" del monopolio con la libre concurrencia, es, naturalmente, imposible. Las confesiones de los prácticos tienen un sentido bien distinto de los himnos oficiales a las excelencias del capitalismo "organizado", entonados por sus apologistas, tales como Schulze-Gaevernitz, Liefmann y otros "teóricos".
Jeidels nos da una respuesta bastante exacta a la cuestión importante de saber a qué período se refieren con precisión los comienzos de la "nueva actividad" de los grandes bancos:
"Las relaciones entre las empresas industriales con su nuevo contenido, sus nuevas formas, sus nuevos órganos, a saber: los grandes bancos organizados de un modo a la vez centralizado y descentralizado, se forman, como fenómeno característico de la economía nacional, hacia los años del go; en cierto sentido, puede incluso ser considerado como punto de partida el año 1897, con sus grandes "fusiones" de empresas que introdujeron por vez primera la nueva forma de organización descentralizada, por razones de la política industrial de los bancos. Este punto de partida se puede tal vez llevar incluso a un período más reciente, pues únicamente la crisis de 1900 aceleró en proporciones gigantescas el proceso de concentración tanto de la industria como de la banca, consolidó dicho proceso, convirtió por primera vez las relaciones con la industria en verdadero monopolio de los grandes bancos y dio a dichas relaciones un carácter incomparablemente más estrecho y más intenso"*.
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En resumen, el siglo XX señala el punto de viraje del viejo al nuevo capitalismo, de la dominación del capital en general a la dominación del capital financiero.
"Una parte cada día mayor del capital industrial -- escribe Hilferding -- no pertenece a los industriales que lo utilizan. Pueden disponer del capital únicamente por mediación del banco, que representa, con respecto a ellos, al propietario de dicho capital. Por otra parte, el banco también se ve obligado a colocar en la industria una parte cada vez más grande de su capital. Gracias a esto, se convierte, en proporciones crecientes, en capitalista industrial. Este capital bancario, por consiguiente, capital en forma de dinero, que por este procedimiento se trueca de he cho en capital industrial, es lo que llamo capital financiero". "El capital financiero es el capital que se halla a disposición de los bancos y que es utilizado por los industriales"*.
Esta definición no es completa, por cuanto no se indica en ella uno de los hechos más importantes, a saber: el aumento de la concentración de la producción y del capital en un grado tan elevado, que conduce y ha conducido al monopolio. Pero en toda la exposición de Hilferding, en general, y en particular en los dos capítulos que preceden a aquél del cual hemos entresacado esta definición, se subraya el papel de los monopolios capitalistas.
Concentración de la producción; monopolios que se derivan de la misma; fusión o ensambladura de los bancos con la
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industria: he aquí la historia de la aparición del capital financiero y el contenido de dicho concepto.
Ahora pasaremos a describir cómo el poder de los monopolios capitalistas se convierte indefectiblemente, en las condiciones generales de la producción de mercancías y de la propiedad privada, en la dominación de la oligarquía financiera. Señalemos que los representantes de la ciencia burguesa alemana -- y no sólo de la alemana --, tales como Riesser, Schulze-Gaevernitz, Liefmann y otros, son todos unos apologistas del imperialismo y del capital financiero. No ponen al descubierto, sino que disimulan y embellecen el "mecanismo" de la formación de las oligarquías, sus procedimientos, la cuantía de sus ingresos "lícitos e ilícitos", sus relaciones con los parlamentos, etc., etc. Se quitan de encima las "cuestiones malditas" por medio de frases altisonantes y oscuras, de invocaciones al "sentido de la responsabilidad" de los directores de los bancos; por medio de elogios al "sentimiento del deber" de los funcionarios prusianos; por medio del análisis en serio de las minucias de proyectos de ley nada serios sobre el "control" y la "reglamentación", por medio de infantiles juegos teóricos, tales como la siguiente definición "científica" a que ha llegado el profesor Liefmann: . . . "el comercio es una actividad profesional encaminada a reunir bienes, conservarlosy ponerlos a disposición" * (en cursiva y en gruesos caracteres en la obra del profesor) . . . ¡Resulta que el comercio existía entre los hombres primitivos, los cuales no conocían todavía el cambio, y que también existirá en la sociedad socialista!
Pero los monstruosos hechos relativos a la monstruosa dominación de la oligarquía financiera son tan evidentes, que
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en todos los países capitalistas -- en América, en Francia, en Alemania -- ha surgido una literatura que se coloca en el punto de vista burgués y que, no obstante, traza un cuadro aproximadamente exacto y hace una crítica -- pequeñoburguesa, naturalmente -- de la oligarquía financiera.
Hay que consagrar una atención preferente al "sistema de participación", del que ya hemos hablado brevemente más arriba. He aquí cómo describe la esencia del asunto el economista alemán Heymann, el cual ha sido uno de los primeros, si no el primero, en prestarle atención:
"El director controla la sociedad fundamental (textualmente, la 'sociedad madre'); ésta, a su vez, ejerce el dominio sobre las sociedades que dependen de ella ('sociedades filiales'); estas últimas, sobre las 'sociedades nietas', etc. De esta forma, es posible, sin poseer un capital demasiado grande, dominar sobre ramas gigantescas de la producción. En efecto: si la posesión del 50% del capital es siempre suficiente para controlar una sociedad anónima, al dirigente le basta poseer sólo un millón para tener la posibilidad de controlar 8 millones de capital de las 'sociedades nietas'. Y si esta 'combinación' va todavía más lejos, con un millón se pueden controlar dieciséis, treinta y dos millones, etc."*
En efecto, la experiencia demuestra que basta con poseer el 40% de las acciones para disponer de los negocios de una sociedad anónima**, pues cierta parte de los pequeños accionistas dispersos no tienen en la práctica ninguna posibilidad de tomar parte en las asambleas generales, etc. La
* Hans Gídeon Heymann, "Die gemischten Werke im deutschen Grosseisengewerbe", St., 1904, págs. 268-269.
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"democratización" de la posesión de las acciones, de la cual los sofistas burgueses y los pretendidos socialdemócratas que son oportunistas esperan (o afirman que esperan) la "democratización del capital", el acrecentamiento del papel y de la importancia de la pequeña producción, etc., es en realidad uno de los modos de reforzar el poder de la oligarquía financiera. Por eso, entre otras cosas, en los países capitalistas más adelantados o más viejos y "experimentados", la legislación autoriza la emisión de acciones más pequeñas. En Alemania, la ley no permite acciones de menos de mil marcos, y los magnates financieros de dicho país vuelven los ojos con envidia hacia Inglaterra, donde la ley consiente acciones hasta de una libra esterlina (es decir, de 20 marcos, o alrededor de 10 rublos). Siemens, uno de los "reyes financieros" e industriales más poderosos de Alemania, declaraba el 7 de junio de 1900, en el Reichstag, que "la acción de una libra esterlina es la base del imperialismo británico"*. Este negociante tiene una concepción considerablemente más profunda, más "marxista" de lo que es el imperialismo, que cierto escritor poco honorable que se considera como el fundador del marxismo ruso[8] y que supone que el imperialismo es un defecto propio de uno de los pueblos. . .
Pero el "sistema de participación" no sólo sirve para aumentar en proporciones gigantescas el poderío de los monopolistas, sino que, además, permite llevar a cabo impunemente toda clase de negocios oscuros y sucios y robar al público, pues los dirigentes de las "sociedades madres", formalmente, según la ley, no responden por la "sociedad filial", que es considerada como "independiente" ya través de la cual se puede "hacer pasar" todo. He aquí un ejemplo que entresa-
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camos del número de mayo de 1914, de la revista alemana 'Die Bank":
"La 'Sociedad anónima de acero para resortes', de Cassel, hace unos años, era considerada como una de las empresas más lucrativas de Alemania. Como consecuencia de la mala administración, los dividendos descendieron del 15% al 0%. Como se pudo comprobar después, la administración, sin informar a los accionistas, había hecho un préstamo de seis millones de marcos a una de sus 'sociedades filiales', 'Hassia', cuyo capital nominal era únicamente de algunos centenares de miles de marcos. Ese préstamo, tres veces superior al capital en acciones de la 'sociedad madre', no figuraba en los balances de ésta; jurídicamente, tal silencio era completamente legal y podía continuar durante dos años, pues con ello no se vulneraba ni un solo artículo de la legislación comercial. El presidente del consejo de administración, que en calidad de personalidad responsable firmó los balances falsos, era y sigue siendo presidente de la Cámara de Comercio de Cassel. Los accionistas se enteraron de este préstamo a la sociedad 'Hassia' sólo mucho tiempo después, cuando resultó que dicho préstamo había sido un error. . . [el autor debiera haber colocado esta palabra entre comillas] . . . y cuando las acciones del 'acero para resortes', a consecuencia de que empezaron a deshacerse de ellas los enterados, vieron bajar su precio aproximadamente en un 100%. . .
. . . Este ejemplo típico de equilibrismo en los balances, el más común en las sociedades anónimas, nos explica por qué las direcciones de éstas emprenden negocios arriesgados con mucha más facilidad que los negociantes particulares. La técnica moderna de elaboración de los balances
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no sólo les da posibilidad de ocultar al accionista medio la operación arriesgada, sino que incluso permite a los individuos principalmente interesados descargarse de la responsabilidad por medio de la venta oportuna de las acciones en el caso de que fracase el experimento, mientras que el negociante particular responde con su piel de todo lo que hace . . .
Los balances de muchas sociedades anónimas se parecen a los palimpsestos de la Edad Media, de los cuales era necesario borrar lo que llevaban escrito para descubrir los signos escritos debajo y que daban el contenido real del manuscrito. [El palimpsesto era un pergamino en el cual el texto fundamental estaba cubierto por otro manuscrito.]
El medio más sencillo y, por esto, más comúnmente empleado para hacer indescifrable un balance, consiste en dividir una empresa en varias partes por medio de la creación de 'sociedades filiales' o de la incorporación de establecimientos de este género. Las ventajas de este sistema, desde el punto de vista de diversos fines -- legales e ilegales --, son tan evidentes, que en la actualidad constituyen una excepción las grandes sociedades que no lo adoptan"*.
Como ejemplo de sociedad monopolista de gran importancia, que aplica en gran escala dicho sistema, el autor cita la famosa "Sociedad General de Electricidad" (A.E.G., de la cual volveremos a hablar más adelante). En 1912, se calculaba que esta sociedad participaba en otras 175 a 200, dominándolas, claro está, y reuniendo entre todas ellas un capital de cerca de 1.500 millones de marcos **.
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Cualesquiera reglas de control, de publicación de balances, de elaboración de esquemas precisos para los mismos, de institución de control, etc., con lo que distraen la atención del público los profesores y funcionarios bien intencionados, esto es, que tienen la buena intención de defender y de embellecer el capitalismo, no pueden tener aquí ninguna importancia, pues la propiedad privada es sagrada, a nadie se le puede prohibir comprar, vender, permutar, hipotecar acciones, etc.
Se puede juzgar de las proporciones que el "sistema de la participación" ha alcanzado en los grandes bancos rusos por los datos comunicados por E. Agahd, quien durante quince años fue funcionario del Banco Ruso-Chino y que en mayo de 1914 publicó una obra con el título, no del todo exacto, "Los grandes bancos y el mercado mundial"*. El autor divide los grandes bancos rusos en dos grupos funda mentales: a) los que funcionan con el "sistema de participa ción", y b) los "independientes", entendiendo, sin embargo, arbitrariamente por "independencia" la independencia con respecto a los bancos extranjeros. El autor divide el primer grupo en tres subgrupos: 1) participación alemana, 2) inglesa y 3) francesa, entendiendo por ello la "participación" y el dominio de los más grandes bancos extranjeros de la nacio nalidad correspondiente. Los capitales de los bancos los divide en "productivos" (los invertidos en el comercio y en la industria) y en "especulativos" (los empleados en las operaciones bursátiles y financieras), suponiendo, de acuerdo con el punto de vista pequeñoburgués reformista que le es
* E. Agahd, "Grossbanken und Weltmarkt. Die wirtschaftliche und politische Bedeutung der Grossbanken im Weltmarkt unter Berucksichtigung ihres Einflusses auf Russlands Volkswirtschaft und die deutsch-russischen Beziehungen", Berlín, 1914.
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propio, que, bajo el capitalismo, es posible separar la primera forma de inversión de la segunda y suprimir esta última.
Los datos del autor son los siguientes:
Grupos de bancos rusos
|
Capitales colcados
|
Total
| |
Produc-
tivos |
Especula-
tivos | ||
a 1) 4 bancos: Comercial Siberiano, Ruso, Internacional y de Descuento . . . . a 2) 2 bancos: Comercial e Industrial y Ruso- Inglés . . . . . . . . . . . a 3) 5 bancos: Ruso-Asiático, Privado de San Petersburgo, Del Azov y del Don, Unión de Moscú y Comercial Ruso-Francés . . | 413,7 239,3 711,8 | 859,9 169,1 661,2 |
1.272,8
408,4 1.373,0 |
(11 bancos) Total : . . . . . . a) =
b) 8 bancos: Comercial de Moscú, Comercialdel Volga y del Kama, I. W. Junker y Cía., Comercial de San Petersburgo (antes Wawelberg), De Moscú (antes Riabush- inski), de Descuento de Moscú, Comercial de Moscú y Privado de Moscú . . . . . |
1.364,8
504,2 |
1.689,4
391,1 |
3.054,2
895,3 |
(19 bancos) Total : . . . . . . . . .
|
1.869,0
|
2.080,5
|
3.949,5
|
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De estos datos resulta que del total aproximado de 4 mil millones de rublos que constituyen el capital "activo" de los grandes bancos, más de los 3/4, más de 3 mil millones, corresponden a bancos que, en el fondo, son "sociedades filiales" de los bancos extranjeros, en primer lugar, de los parisienses (el famoso trío bancario: "Unión Parisiense", "Banco de París y de los Países Bajos", "Sociedad General") y de los berlineses (particularmente el "Banco Alemán" y la "Sociedad de Descuento"). Dos de los bancos rusos más importantes, el "Ruso" ("Banco Ruso de Comercio Exterior") y el "Internacional" ("Banco Comercial Internacional de San Peters burgo") vieron pasar sus capitales, en el período comprendido entre 1906 y 1912, de 44 a 98 millones de rublos, y las reservas, de 15 a 39 millones, "trabajando en los 3/4 con capitales alemanes"; el primer banco pertenece al "consorcio" del "Banco Alemán", de Berlín; el segundo, a la "Sociedad de Descuento", de la misma capital. El bueno de Agahd se indigna profundamente de que los bancos berlineses tengan en sus manos la mayoría de las acciones y de que, a consecuencia de ello, los accionistas rusos sean impotentes. Y, naturalmente, el país que exporta el capital se queda con la nata: por ejemplo, el "Banco Alemán", de Berlín, introduciendo en esta ciudad las acciones del Banco Comercial Siberiano, guardó durante un año dichas acciones en cartera y después las vendió al curso de 193 por 100, es decir, casi al doble, "obteniendo" de este modo un beneficio de cerca de 6 millones de rublos, calificado por Hilferding de "beneficio de constitución".
El autor estima en 8.235 millones de rublos la "potencia" de los bancos petersburgueses más importantes. La "participación" o, para decirlo mejor, el dominio de los bancos extranjeros lo fija en las proporciones siguientes: bancos fran-
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ceses, 55%; ingleses, 10%; alemanes, 35%. De esta suma, de 8.235 millones de capital activo, 3.687 millones, esto es, más del 40%, corresponden, según los cálculos del autor, a los sindicatos: el "Produgol"[9], el "Prodamet"[10] y los sindicatos del petróleo, de la metalurgia y del cemento. Por consiguiente, la fusión del capital bancario e industrial, con motivo de la constitución de los monopolios capitalistas, ha dado también en Rusia un gran paso adelante.
El capital financiero, concentrado en un puño y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del Estado, etc., consolidando la dominación de la oligarquía financiera, imponiendo a toda la sociedad los tributos en provecho de los monopolistas. He aquí uno de los innumerables ejemplos de los "negocios" de los trusts americanos, citado por Hilferding: En 1887, Havemeyer constituyó el trust del azúcar mediante la fusión de 15 pequeñas compañías, cuyo capital total era de 6,5 millones de dólares. Pero el capital del trust, "diluido", según expresión norteamericana, fue determinado en 50 millones de dólares. La "sobrecapitalización" calculaba de antemano los futuros beneficios monopolistas, del mismo modo que, también en América, el trust del acero calcula los futuros beneficios monopolistas acaparando un número cada vez más considerable de yacimientos de mineral de hierro. Y, en efecto, el trust del azúcar fijó precios de monopolio y percibió tales beneficios, que pudo pagar un dividendo del 10% al capital siete veces "diluido", es decir, ¡casi el 70% del capital aportado efectivamente al ser constituido el trust! En 1909, su capital era de 90 millones de dólares. En veintidós años, el capital fue más que decuplicado.
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En Francia, la dominación de la "oligarquía financiera" ("Contra la oligarquía financiera en Francia" es el título del conocido libro de Lysis, cuya quinta edición apareció en 1908) ha adoptado una forma sólo un poco modificada. Los cuatro bancos más importantes gozan no del monopolio relativo, sino "del monopolio absoluto" para la emisión de valores. De hecho, se trata de un "trust de los grandes bancos". Y el monopolio garantiza beneficios monopolistas de las emi siones. Al hacerse los empréstitos, el país que los negocia percibe habitualmente no más del 90% del total; el 10% restante va a parar a los bancos y demás intermediarios. El beneficio de los bancos en el empréstito ruso-chino de 400 millones de francos fue del 8%; en el ruso (1904) de 800 millones, del 10%; en el marroquí (1904) de 62,5 millones, del 18,75%. El capitalismo, que inició su desarrollo con e pequeño capital usurario, llega al final de este desarrollo con un capital usurario gigantesco. "Los franceses son los usureros de Europa", dice Lysis. Todas las condiciones de la vida económica sufren una modificación profunda a consecuencia de esta transformación del capitalismo. Con el estancamiento de la población, de la industria, del comercio y del transporte marítimo, "el país" puede enriquecerse por medio de las operaciones usurarias. "Cincuenta individuos, que representan un capital de 8 millones de francos, pueden disponer de dos mil millones colocados en cuatro bancos". El sistema de la "participación", que ya conocemos, conduce a las mismas consecuencias: uno de los bancos más importantes, la "Sociedad General" (Société Générale) emitió 64.000 obligaciones de la "sociedad filial", "Refinerías de azúcar de Egipto". El curso de la emisión era del 150%, es decir, que el banco se beneficiaba en cincuenta céntimos por cada franco. Los dividendos de dicha sociedad resultaron ficticios,
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el "público" perdió de 90 a 100 millones de francos; "uno de los directores de la 'Sociedad General' era miembro de la administración de las 'Refinerías'. No tiene nada de sorprendente que el autor se vea obligado a llegar a la siguiente conclusión: "la República francesa es una monarquía financiera"; "es el dominio completo de la oligarquía financiera, que reina sobre la prensa y sobre el gobierno"[*].
Los beneficios excepcionalmente elevados que proporciona la emisión de valores, como una de las operaciones principales del capital financiero, desempeñan un papel muy importante en el desarrollo y consolidación de la oligarquía financiera. "En el interior del país no hay ningún 'negocio' que dé, ni aproximadamente, un beneficio tan elevado como el servir de intermediario para la emisión de los empréstitos extranjeros", dice la revista alemana "Die Bank"[**].
"No hay ninguna operación bancaria que produzca beneficios tan elevados como las emisiones". En la emisión de valores industriales, según los datos de "El Economista Alemán", el beneficio anual fue, por término medio, el siguiente:
1895 . . . . . 38,6%
1896 . . . . . 38,6% 1897 . . . . . 66,7% |
1898 . . . . . 67,7%
1899 . . . . . 66,9% 1900 . . . . . 55,2% |
"En diez años, de 1891 a 1900, la emisión de valores industriales alemanes produjo un 'beneficio' de más de mil millones "***.
* Lysis, "Contre l'oligarchie financière en France", 5a edición, París, 1908, págs 11, 12, 26, 39, 40, 48.
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Si durante los períodos de auge industrial los beneficios del capital financiero son inconmensurables, durante los períodos de decadencia se arruinan las pequeñas empresas y las empresas inconsistentes, mientras que los grandes bancos "participan" en la adquisición de las mismas a bajo precio o en su "saneamiento" y "reorganización" lucrativos. Al efectuarse el "saneamiento" de las empresas que trabajan con pérdida, "el capital anónimo sufre una baja, esto es, los beneficios son distribuidos sobre un capital menor y se calculan en lo sucesivo a base de ese capital. O, si la rentabilidad ha quedado reducida a cero, se incorpora nuevo capital, el cual, al unirse con el capital viejo, menos lucrativo produce ya un beneficio suficiente. Conviene decir -- añade Hilferding -- que todos esos saneamientos y reorganizaciones tienen una doble importancia para los bancos: primero, como operación lucrativa, y segundo, como ocasión propicia para colocar a esas sociedades necesitadas bajo su dependencia"*
He aquí un ejemplo: la sociedad anónima minera "Unión" de Dortmund, fundada en 1872. Fue emitido un capital en acciones por cerca de 40 millones de marcos, y, cuando el primer año se percibió un dividendo del 12%, el curso se elevó hasta el 170%. El capital financiero se quedó con la nata, embolsándose la pequeñez de unos 28 millones de marcos. Desempeñó el papel principal en la fundación de dicha sociedad ese mismo gran banco alemán "Sociedad de Descuento", que sin contratiempos alcanzó un capital de 300 millones. Después, los dividendos de la "Unión" descendieron hasta cero. Los accionistas tuvieron que consentir en hacer pasar el capital "a pérdidas y ganancias", es decir, en perder una parte de su capital, a fin de no perderlo todo.
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Como resultado de una serie de "saneamientos", de los libros de la sociedad "Unión" desaparecen, en el transcurso de treinta años, más de 73 millones de marcos. "En la actualidad, los accionistas primitivos de esta sociedad tienen en sus manos únicamente el 5% del valor nominal de sus acciones"[*], y a cada nuevo "saneamiento" los bancos seguían "embolsándose ganancias".
Una de las operaciones particularmente lucrativas del capital financiero es también la especulación con terrenos en las afueras de las grandes ciudades que crecen rápidamente. El monopolio de los bancos se funde en este caso con el monopolio de la renta del suelo y con el monopolio de las vías de comunicación, pues el aumento de los precios de los terrenos, la posibilidad de venderlos ventajosamente por partes, etc., dependen principalmente de los buenos medios de comunicación con el centro de la ciudad, y dichas vías de comunicación se hallan en marlos de grandes cornpañías, ligadas, por el sistema de la participación y por la distribu ción de los puestos directivos, con esos mismos bancos. Resulta de todo ello lo que el escritor alemán L. Eschwege, colaborador de la revista "Die Bank", que se ha especializado en el estudio de las operaciones relacionadas con la venta e hipoteca de terrenos, etc., ha calificado de "charca": la furiosa especulación con los terrenos de las afueras de las ciudades, los cracs de las sociedades de construcciones, como, por ejemplo, la firma berlinesa "Boswau y Knauer", que había embolsado hasta 100 millones de marcos por mediación del banco "más importante y respetable", el "Banco Alemán", el cual, naturalmente, obraba según el sistema de la "participación", esto es, en secreto, en la sombra, y salió
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del paso no perdiendo "más" que 12 millones de marcos; después, la ruina de los pequeños patronos y de los obreros que no consiguen percibir ni un céntimo de las sociedades de construcción ficticias; los trapicheos fraudulentos con la "honrada" policía berlinesa y la administración para tener en sus manos el servicio de información sobre los terrenos y las autorizaciones del municipio para construir, etc.[*]
Los "hábitos norteamericanos" de los que tan hipócritamente se lamentan los profesores europeos y los burgueses bien intencionados, en la época del capital financiero se han convertido en hábitos de toda ciudad importante de cualquier país.
En Berlín, a principios de 1914, se hablaba de la fundación de un "trust del transporte", esto es, una "comunidad de intereses" de las tres empresas berlinesas de transporte: los ferrocarriles eléctticos urbanos, la sociedad de tranvías y la de autobuses.
"Que este propósito existe -- decía la revista 'Die Bank' -- lo sabíamos desde que fue del dominio público que la mayoría de las acciones de la sociedad de ómnibus había sido adquirida por las otras dos sociedades del transporte. . . Se puede dar entero crédito a quienes persiguen dicho propósito, cuando afirman que, mediante la regulación uniforme de los transportes, tienen la esperanza de obtener economías de una parte de las cuales, en resumidas cuentas, se beneficiaría el público. Pero la cuestión se complica a consecuencia de que, detrás de ese trust del transporte en formación, están los bancos, que, si quieren,
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pueden subordinar los medios de comunicación monopolizados por ellos a los intereses de su tráfico de terrenos. Para convencerse de lo justificado de esta suposición basta recordar que, ya al ser fundada la sociedad del ferrocarril eléctrico urbano, se hallaban mezclados en ella los intereses del gran banco que patrocinó la constitución de dicha sociedad. Esto es: los intereses de la mencionada empresa de transporte estaban íntimamente relacionados con los del comercio de terrenos. La cuestión es que la línea oriental de dicho ferrocarril debía pasar por los terrenos que más tarde ese banco, cuando la construcción del ferrocarril estaba ya asegurada, vendió con un enorme beneficio para sí y para algunas personas que intervinieron en la venta". . .[*]
El monopolio, una vez que está constituido y maneja miles de millones, penetra de un modo absolutamente inevitable en todos los aspectos de la vida social, independientemente del régimen político y de otras "particularidades". En la literatura económica alemana son habituales los autobombos serviles a la honradez de los funcionarios prusianos y las alusiones al "Panamá" francés[11] o a la venalidad política norteamericana. Pero el hecho es que aun la literatura burguesa consagrada a los asuntos bancarios de Alemania, se ve constantemente obligada a salirse de los límites de las operaciones puramente bancarias y a escribir, por ejemplo, sobre la "tendencia a entrar en los bancos", a propósito de los casos, cada día más frecuentes, de funcionarios que pasan al servicio de los bancos. "¿Qué se puede decir de la incorruptibilidad del funcionario de Estado cuya secreta aspiración
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nuevo reparto si se modifica la relación de fuerzas, a consecuencia de la desigualdad del desarrollo, de las guerras, de los cracs, etc.
La industria del petróleo nos ofrece un ejemplo instructivo de intento de un nuevo reparto de este género, de la lucha por el mismo.
"El mercado petrolero del mundo -- escribía Jeidels, en 1905 -- aun actualmente se halla repartido entre dos grandes grupos financieros: el trust norteamericano 'Standard Oil C.ƒ', de Rockefeller, y los dueños del petróleo ruso de Bakú Rothschild y Nobel. Estos dos grupos están íntimamente ligados entre sí, pero su situación de monopolio se halla amenazada, hace ya algunos años, por cinco enemigos:[*] 1) el agotamiento de los yacimientos norteamericanos de petróleo; 2) la competencia de la firma Mantaschev en Bakú; 3) los yacimientos de Austria; 4) los de Rumania; 5) los yacimientos de petróleo transoceánicos, particularmente en las colonias holandesas (las riquísimas firmas Samuel y Shell, enlazadas también con el capital inglés). Las tres últimas series de empresas están relacionadas con los grandes bancos alemanes, con el más importante de ellos, el "Banco Alemán", al frente. Estos bancos han desarrollado de un modo sistemático e independiente la industria petrolífera, por ejemplo, en Rumania, a fin de tener "su" punto de apoyo. En 1907, se calculaba que, en la industria petrolífera rumana, había capitales extranjeros por valor de 185 millones de francos, de los cuales 74 millones eran alemanes**.
Empezó lo que en la literatura económica ha sido calificado de lucha por el "reparto del mundo". Por una parte, el
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"Standard Oil", de Rockefeller, deseando apoderarse de todo, fundó una "sociedad filial" en la misma Holanda, adquiriendo los yacimientos de la India holandesa y aspirando de este modo a asestar el golpe a su enemigo principal: el trust holandés-británico "Shell". Por otra parte, el "Banco Alemán" y otros bancos berlineses dirigían todos sus esfuerzos a "salvaguardar" "para sí" Rumania y a unirla a Rusia contra Rockefeller Este último poseía un capital incomparablemente más cuantioso y una magnífica organización del transporte y del abastecimiento de petróleo a los consumidores. La lucha debía terminar y terminó en 1907, con la derrota completa del "Banco Alemán", al cual le quedaban dos caminos: o liquidar con millones de pérdida sus "intereses petrolíferos" o someterse. Escogió el segundo y pactó un acuerdo muy poco ventajoso para él, con el "Standard Oil". En dicho acuerdo, se comprometía "a no hacer nada en perjuicio de los intereses norteamericanos", estipulándose, sin embargo, que el acuerdo perdería su vigor en el caso de que en Alemania llegara a aprobarse una ley estableciendo el monopolio del Estado sobre el petróleo.
Entonces empieza la "comedia del petróleo". Uno de los reyes financieros de Alemania, von Gwinner, director del "Banco Alemán", por mediación de su secretario privado, Stauss, organiza una campaña de agitación en favor del monopolio del petróleo Se pone en juego todo el gigantesco aparato del más importante banco berlinés, todas las vastas "relaciones" de que dispone, la prensa se llena de gritos "patrióticos" contra el "yugo" del trust norteamericano, y el Reichstag, casi por unanimidad, adopta, el 15 de marzo de 1911, una resolución invitando al gobierno a elaborar un proyecto de monopolio del petróleo. El gobierno acogió esta idea "popular", y el "Banco Alemán", que quería
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engañar a su "partenaire" norteamericano y arreglar sus negocios por mediación del monopolio de Estado, parecía haber ganado la partida. Los reyes alemanes del petróleo se frotaban ya las manos de gusto pensando en sus beneficios gigantescos, que no serían inferiores a los de los azucareros rusos. . . Pero, en primer lugar, los grandes bancos alemanes se malquistaron entre sí a causa del reparto del botín, y la "Sociedad de Descuento" puso al descubierto las miras interesadas del "Banco Alemán"; en segundo lugar, el gobierno se asustó ante la idea de una lucha con Rockefeller, pues era muy dudoso que Alemania pudiera procurarse petróleo sin contar con él (la productividad de Rumania no es muy considerable); en tercer lugar, casi al mismo tiempo, en 1913, se votaba un crédito de mil millones para los preparativos de guerra de Alemania. El proyecto de monopolio fue aplazado. Por el momento el "Standard Oil" de Rockefeller salió victorioso de la lucha.
La revista berlinesa "Die Bank" escribía a este propósito que Alemania no podría luchar con el "Standard Oil" más que introduciendo el monopolio de la electricidad y convirtiendo la fuerza hidráulica en electricidad barata.
Pero -- añadía -- "el monopolio de la electricidad vendrá cuando constituya una necesidad de los productores, precisamente cuando nos hallemos en vísperas del gran crac de turno en la industria eléctrica, y cuando las gigantescas centrales eléctricas caras que se están construyendo actualmente en todas partes por los 'consorcios' privados de la industria eléctrica y para las cuales dichos 'consorcios' obtienen ya ahora algunos monopolios de los municipios, del Estado, etc., no puedan ya trabajar con beneficio. Entonces será necesario poner en marcha las fuerzas hidráulicas; pero no será posible convertirlas en electricidad barata por cuenta
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del Estado, síno que se hará preciso entregarlas también a un 'monopolio privado controlado por el Estado', pues la industria privada ha concertado ya una serie de transacciones y estipulado grandes indemnizaciones. . . Así ocurrió con el monopolio de la potasa, así sucede con el monopolio del petróleo, así será con el monopolio de la electricidad. Es hora ya de que nuestros socialistas de Estado, que se dejan deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin, que en Alemania los monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han dado como resultado, proporcionar beneficios a los consumidores o, por lo menos, poner a disposición del Estado una parte de los beneficios patronales, sino que han servido para sanear a costa del Estado la industria privada, que ha llegado casi al borde de la bancarrota"[*].
Estas son las confesiones preciosas que se ven obligados a hacer los economistas burgueses de Alemania. Aquí vemos patentemente cómo, en la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del mundo.
En la navegación comercial, el proceso gigantesco de concentración ha conducido asimismo al reparto del mundo. En Alemania, se han destacado dos grandes sociedades: "Hamburg-Amerika-Linie" y el "Lloyd de la Alemania del Norte", ambas con un capital de 200 millones de marcos (acciones y obligaciones) cada una y poseyendo buques por un valor de 185 a 189 millones de marcos. Por otra parte, en Norteamérica, el 1 de enero de 1903, se fundó el llamado
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trust Morgan, "Compañía internacional de comercio maritimo", que une a las compañías navieras norteamericanas e inglesas, en número de nueve, y que dispone de un capital de 120 millones de dólares (480 millones de marcos). Ya en 1903, entre los colosos alemanes y ese trust angloamericano se concertó un tratado sobre el reparto del mundo en relación con el reparto de los beneficios. Las sociedades alemanas renunciaron a la competencia en los transportes entre Inglaterra y Norteamérica. Se fijó de un modo preciso los puertos "reservados" a cada uno, se creó un comité de control común, etc. El tratado fue concertado para veinte años, con la prudente reserva de que perdería su vigor en caso de guerra[*].
Es también extraordinariamente instructiva la historia de la constitución del cartel internacional del rail. Por primera vez, las fábricas de railes inglesas, belgas y alemanas inten taron ya en 1884, constituir dicho cartel en un período de decadencia intensa de los negocios industriales. Se pusieron de acuerdo para que los países firmantes del tratado no com pitieran en sus mercados interiores, y los mercados exteriores se distribuyeran con arreglo a la proporción siguiente: Inglaterra, el 66%; Alemania, el 27%; Bélgica, el 7%. La India quedó enteramente a merced de Inglaterra. Se hizo una guerra común contra una firma inglesa que se había quedado al margen del acuerdo. Los gastos de dicha guerra fueron cubiertos con un tanto por ciento de las ventas generales. Pero en 1886, cuando salieron del cartel dos firmas inglesas, éste se desmoronó. Es un hecho característico el de que no fue posible conseguir el acuerdo durante los años de prosperidad industrial que siguieron.
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A principios de 1904, fue fundado el sindicato del acero de Alemania. En noviembre del mismo año reanudó su existencia el cartel internacional del rail, con la proporción siguiente: Inglaterra, el 53,5%; Alemania, el 28,83%; Bélgica, el 17,67%. Más tarde se adhirió Francia con el 4,8%, 5,8% y 6,4%, en el primero, segundo y tercer año, respectivamente, sobre el 100% es decir, con el 104,8% en total, y así sucesivamente. En 1905, se adhirió el "Trust del acero" de los Estados Unidos ("Corporación del acero"); después, Austria y España.
"En el momento actual -- decía Vogelstein en 1910 -- el reparto del mundo está terminado, y los grandes consumidores, en primer lugar los ferrocarriles del Estado, pueden vivir -- puesto que el mundo está ya repartido, sin tener en cuenta sus intereses --, como el poeta, en los cielos de Júpiter"[*].
Recordemos también el sindicato internacional del zinc, fundado en 1909, que distribuyó exactamente el volumen de la producción entre tres grupos de fábricas: alemanas, belgas, francesas, españolas, inglesas; después el trust internacional de la pólvora, esa "estrecha asociación, completamente moderna -- según las palabras de Liefmann --, entre todas las fábricas alemanas de explosivos, que más tarde, juntas con las fábricas de dinamita francesas y norteamericanas, organi zadas de un modo análogo, se han repartido, por decirlo así, todo el mundo"**.
Según Liefmann, en 1897 había cerca de 40 cartels inter nacionales con la participación de Alemania, y en 1910, ya había cerca de un centenar.
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Algunos escritores burgueses (a los cuales se ha unido ahora C. Kautsky, que ha traicionado completamente su posición marxista, por ejemplo, de 1909) han expresado la opinión de que los cartels internacionales, siendo como son una de las expresiones de mayor relieve de la internacionalización del capital, permiten abrigar la esperanza de la paz entre los pueblos bajo el capitalismo. Esta opinión es, desde el punto de vista teórico, completamente absurda, y, desde el punto de vista práctico, un sofisma, un medio de defensa poco honrado del oportunismo de la peor especie. Los cartels internacionales muestran hasta qué grado han crecido ahora los monopolios capitalistas y cuáles son los objetivos de la lucha que se desarrolla entre los grupos capitalistas. Esta última circunstancia es la más importante, sólo ella nos aclara el sentido histórico-económico de los acontecimientos pues la forma de lucha puede cambiar y cambia constantemente como consecuencia de diversas causas, relativamente particulares y temporales, pero la esencia de la lucha, su contenido de clase no puede cambiar, mientras subsistan las clases. Se comprende que a los intereses de la burguesía alemana, por ejemplo, a la cual se ha pasado en realidad Kautsky en sus razonamientos teóricos (como veremos más abajo), convenga velar el contenido de la lucha económica actual (por el reparto del mundo) y subrayar ya esta ya la otra forma de dicha lucha. Este es el mismo error en que incurre Kautsky. Y se trata, naturalmente, no sólo de la burguesía alemana, sino de la burguesía internacional. Los capitalistas reparten el mundo, no como consecuencia de su particular perversidad, sino porque el grado de concentración a que se ha llegado les obliga a seguir este camino para obtener beneficios; y se lo reparten "según el capital"; "según la fuerza"; otro procedimiento de reparto es impo-
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sible en el sistema de la producción de mercancías y del capitalismo. La fuerza varía a su vez en consonancia con el desarrollo económico y político; para comprender lo que está aconteciendo, hay que saber cuáles son los problemas que se solucionan con el cambio de las fuerzas, pero saber si dichos cambios son "puramente" económicos o extraeconómicos (por ejemplo, militares), es una cuestión secundaria que no puede hacer variar en nada la concepción fundamental sobre la época actual del capitalismo. Sustituir la cuestión del contenido de la lucha y de las transacciones entre los grupos capitalistas por la cuestión de la forma de esta lucha y de estas transacciones (hoy pacífica, mañana no pacífica, pasado mañana otra vez no pacífica) significa descender hasta el papel de sofista.
La época del capitalismo moderno nos muestra que entre los grupos capitalistas se están estableciendo determinadas relaciones sobre le base del reparto económico del mundo, y que, al mismo tiempo, en conexión con esto, se están estableciendo entre los grupos políticos, entre los Estados, determinadas relaciones sobre la base del reparto territorial del mundo, de la lucha por las colonias, de la "lucha por el territorio económico".
En su libro sobre el "desarrollo territorial de las colonias europeas"*, el geógrafo A. Supan establece el siguiente breve resumen de dicho desarrollo a fines del siglo XIX:
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1876
|
1900
|
Aumento
| |
In Africa . . . . . " Polynesia . . . . " Asia . . . . . . " Australia . . . . " América . . . . . |
10,8%
56,8% 51,5% 100,0% 27,5% |
90,4%
98,9% 56,6% 100,0% 27,2% |
+79.6%
+42.1% + 5,1% -- - 0,3% |
"El rasgo característico de este período -- concluye dicho autor -- es, por consiguiente, el reparto de Africa y Polinesia".
Como ni en Asia ni en América hay tierras desocupadas, es decir, que no pertenezcan a ningún Estado, hay que ampliar la conclusión de Supan y decir que el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo de la Tierra, definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirla de nuevo -- al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables --, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un "amo" a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un "dueño".
Vivimos, por consiguiente, en una época singular de la política colonial del mundo que se halla íntimamente rela-
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cionada con la "novisima fase de desarrollo del capitalismo", con el capital financiero. Por eso es necesario detenerse ante todo más detalladamente en los hechos concretos, para formarnos una idea lo más precisa posible de la diferencia existente entre esta época y las precedentes, así como de la situación actual. Ante todo, surgen dos cuestiones de carácter práctico: ¿se observa una acentuación de la política colonial, una exacerbación de la lucha por las colonias precisamente en el período del capital financiero? ¿Cómo se halla precisamente repartido el mundo en la actualidad desde este punto de vista?
El escritor norteamericano Morris, en su libro sobre la historia de la colonización[*], intenta resumir los datos concretos sobre la extensión de las posesiones coloniales de Inglaterra, Francia y Alemania durante distintos períodos del siglo XIX. He aquí, brevemente expuestos, los resultados obtenidos:
EXTENSION DE LAS POSESIONES COLONIALES
Años
|
Inglaterra
|
Francia
|
Alemania
| |||
Superficie
(en millones de millas cuadradas) |
Población
(en millo- nes) |
Superficie
(en millones de millas cuadradas) |
Población
(en millo- nes) |
Superficie
(en millones de millas cuadradas) |
Población
(en millo- nes) | |
1815-30 . . 1860 . . . 1880 . . . 1899 . . . |
?
2,5 7,7 9,3 |
126,4
145,1 267,9 309,0 |
0,02
0,2 0,7 3,7 |
0,5
3,5 7,5 56,4 |
--
-- -- 1,0 |
---
--- --- 14,7 |
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Para Inglaterra el período de intensificación enorme de; las conquistas coloniales corresponde a los años 1860-1880, y es muy considerable durante los últimos veinte años del siglo XIX. Para Francia y Alemania, corresponde precisamente a estos veinte años. Hemos visto más arriba que el período del desarrollo máximo del capitalismo anterior al monopolista, el capitalismo en el que predomina la libre concurrencia, va de 1860 a 1880. Ahora vemos que es precisamente después de este período cuando empieza el enorme "auge" de las conquistas coloniales, se exacerba hasta el grado máximo la lucha por el reparto territorial del mundo. Es indudable, por consiguiente, el hecho de que el paso del capitalismo a la fase de capitalismo monopolista, al capital financiero, se halla relacionado con la exacerbación de la lucha por el reparto del mundo.
Hobson, en su obra sobre el imperialismo, destaca el período de 1884-1900 como período de intensa "expansión" (ensanchamiento territorial) de los principales Estados europeos. Según sus cálculos, Inglaterra adquirió durante ese período 3.700.000 millas cuadradas con una población de 57 millones de habitantes; Francia, 3.600.000 millas cuadradas con 36,5 millones de habitantes; Alemania, 1.000.000 de millas cuadradas con 14,7 millones de habitantes; Bélgica, 900.000 millas cuadradas con 30 millones de habitantes; Portugal, 800.000 millas cuadradas con 9 millones de habitantes. La caza de las colonias a fines del siglo XIX, sobre todo desde la década del 80, por parte de todos los Estados capitalistas, constituye un hecho universalmente conocido de la historia de la diplomacia y de la política exterior.
En la época de mayor florecimiento de la libre concurrencia en Inglaterra, en los años 1840-1860, los dirigentes políticos burgueses de este país eran adversarios de la política colonial
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y consideraban como útil e inevitable la emancipación de las colonias y su separación completa de Inglaterra. M. Beer indica en un artículo, publicado en 1898, sobre "el imperialismo inglés moderno"[*], que en 1852 un hombre de Estado inglés como Disraeli, tan inclinado en general al imperialismo, decía que "las colonias son una rueda de molino que llevamos atada al cuello". ¡En cambio, a fines del siglo XIX, los héroes del día en Inglaterra eran Cecil Rhodes y Joseph Chamberlain, los cuales predicaban abiertamente el imperialismo y aplicaban la política imperialista con el mayor cinismo!
No carece de interés saber que la ligazón existente entre las raíces puramente económicas, por decirlo así, y las social-políticas del imperialismo moderno era, ya en aquel entonces, clara para esos dirigentes políticos de la burguesía inglesa. Chamberlain predicaba el imperialismo como una "política justa, prudente y económica", indicando sobre todo la competencia con que ahora tropieza Inglaterra en el mercado mundial por parte de Alemania, EE.UU. y Bélgica. La salvación está en el monopolio, decían los capitalistas, fundando cartels, sindicatos, trusts. La salvación está en el monopolio, repetían los jefes políticos de la burguesía, apresurándose a apoderarse de las partes del mundo todavía no repartidas. Y Cecil Rhodes, según cuenta su íntimo amigo, el periodista Stead, le decía a éste en 1895 a propósito de sus ideas imperialistas: "Ayer estuve en el East-End londinense (barriada obrera) y asistí a una asamblea de los desocupados. Al oir, en dicha reunión, discursos exaltados cuya nota dominante era: ¡pan!, ¡pan! y al reflexionar, cuando regresaba a casa, sobre lo que había oído, me convencí, más que nunca,
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de la importancia del imperialismo. . . La idea que yo acaricio representa la solución del problema social, a saber: para salvar a los cuarenta millones de habitantes del Rein Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los político coloniales, debemos posesionarnos de nuevos territorios para colocar en ellos el exceso de población, para encontrar nuevo mercados en los cuales colocar los productos de nuestra fábricas y de nuestras minas. El imperio, lo he dicho siempre, es una cuestión de estómago. Si no queréis la guerra civil, debéis convertiros en imperialistas"[*].
Así hablaba, en 1895, Cecil Rhodes, millonario, rey financiero, principal culpable de la guerra anglo-boer. Esta defensa del imperialismo es simplemente un poco grosera, cínica, pero, en el fondo, no se diferencia de la "teoría" de los señores Máslov, Sudekum, Pótresov, David, del fundador del marxismo ruso, etc., etc. Cecil Rhodes era un socialchovinista algo más honrado. . .
Para dar un panorama lo más exacto posible del reparto territorial del mundo y de los cambios habidos en este aspecto durante las últimas décadas, utilizaremos los datos suministrados por Supan, en la obra mencionada, sobre las posesiones coloniales de todas las potencias del mundo. Supan compara los años 1876 y 1900; nosotros tomaremos el año 1876 -- punto de comparación elegido muy acertadamente, ya que puede considerarse, en términos generales, que es precisamente entonces cuando termina el desarrollo del capitalismo de la Europa occidental en su fase premonopolista y el año 1914, sustituyendo las cifras de Supan por las más recientes de Hubner, que entresacamos de sus "Tablas geográfico-estadísticas". Supan estudia sólo las
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colonias; nosotros consideramos útil (para que el cuadro del reparto del mundo sea completo) agregar unos cuantos datos sobre los países no coloniales y semicoloniales, entre los cuales incluímos a Persia, China y Turquía; el primero de estos países se ha transformado casi por completo en colonia; el segundo y el tercero se van transformando en tales.
Como resultado, obtendremos lo siguiente:
PAISES
|
Colonias
|
Metrópolis
|
Total
| |||||
1876
|
1914
|
1914
|
1914
| |||||
Km.2
|
Habit.
|
Km.2
|
Habit.
|
Km.2
|
Habit.
|
Km.2
|
Habit.
| |
Inglaterra . . Rusia . . . Francia . . . Alemania . . Estados Unidos . . . Japón . . . |
22,5
17,0 0,9 -- -- -- |
251,9
15,9 6,0 -- -- -- |
33,5
17,4 10,6 2,9 0,3 0,3 |
393,5
33,2 55,5 12,3 9,7 19,2 |
0,3
5,4 0,5 0,5 9,4 0,4 |
46,5
136,2 39,6 64,9 97,0 53,0 |
33,8
22,8 11,1 3,4 9,7 0,7 |
440,0
169,4 95,1 77,2 106,7 72,2 |
Total para 6
grandes po- tencias . . | 40,4 | 273,8 | 65,0 | 523,4 | 16,5 | 437,2 | 81,5 | 960,6 |
Colonias de las demás potencias (Bélgica, Holanda, etc.) . . . . . Semicolonias (Persia, China, Turquía) . . . . . . . . . . Demás países . . . . . . . . . . . . . . . . . . |
9,9
14,5 28,0 |
45,3
361,2 289,9 | ||||||
Superficie y población totales de la Tierra . . . . . .
|
133,9
|
1.657,0
|
Se ve claramente cómo a fines del siglo XIX y en los albores del siglo XX se hallaba ya "terminado" el reparto del mundo. Las posesiones coloniales se ensancharon en proporciones gigantescas después de 1876: en más de una vez y media, de 40 a 65 millones de kilómetros cuadrados para las
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seis potencias más importantes; el aumento representa 25 millones de kilómetros cuadrados, una vez y media más que la superficie de las metrópolis (16,5 millones). Tres potencias no poseían en 1876 ninguna colonia, y la cuarta, Francia, casi no las tenía. Para el año 1914, esas cuatro potencias habían adquirido colonias con una superficie de 14,1 millones de kilómetros cuadrados, es decir, aproximadamente una vez y media más que la superficie de Europa, con una población de casi loo millones de habitantes. La desigualdad en la ampliación de las posesiones coloniales es muy grande. Si se comparan, por ejemplo, Francia, Alemania y el Japón, cuya diferencia no es muy considerable en cuanto a la superficie y la población, resulta que el primero de dichos países ha adquirido casi tres veces más colonias (desde el punto de vista de la superficie) que el segundo y tercero juntos. Pero por la cuantía del capital financiero, Francia, a principios del período que nos ocupa, era acaso también varias veces más rica que Alemania y el Japón juntos. Las dimensiones de las posesiones coloniales se hallan influenciadas no sólo por las condiciones puramente económicas, sino también, a base de éstas, por las condiciones geográficas y otras. Por considerable que haya sido durante las últimas décadas la nivelación del mundo, la igualación de las condiciones económicas y de vida de los distintos países bajo la presión de la gran industria, del cambio y del capital financiero, la diferencia sigue siendo, sin embargo, respetable, y entre los seis países mencionados observamos, por una parte, países capitalistas jóvenes, que han progresado con una rapidez extraordinaria (Estados Unidos, Alemania, el Japón); por otra parte, países de viejo tipo capitalista, que durante los últimos años han progresado mucho más lentamente que los anteriores (Francia e Inglaterra); en tercer lugar, un país, el más atrasado desde
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el punto de vista económico (Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se halla envuelto, por así decirlo, en una red particularmente densa de relaciones precapitalistas.
Al lado de las posesiones coloniales de las grandes potencias, hemos colocado las colonias menos importantes de los Estados pequeños y que son, por decirlo así, el obieto inmediato del "nuevo reparto" de las colonias, posible y probable. La mayor parte de esos pequeños Estados conservan sus colonias únicamente gracias a que entre las grandes potencias existen intereses contrapuestos, ro~amientos, etc., que dificultan el acuerdo para el raparto del botín. En cuanto a los Estados "semicoloniales", nos dan el ejemplo de las formas de transición que hallamos en todas las esferas de la naturaleza y de la sociedad. El capital financiero es una fuerza tan considerable, por decirlo así tan decisiva en todas las relaciones económicas e internacionales, que es capaz de subordinar, y en efecto subordina, incluso a los Estados que gozan de una independencia política completa, como lo veremos más adelante. Pero, naturalmente, para el capital financiero la subordinación más beneficiosa y más "cómoda" es aquella que trae aparejada consigo la pérdida de la independencia política de los países y de los pueblos sometidos. Los países semicoloniales son típicos, en este sentido, como "caso intermedio". Se comprende, pues, que la lucha por esos países semidependientes haya tenido que exacerbarse particularmente en la época del capital financiero, cuando el resto del mundo se hallaba ya repartido.
La política colonial y el imperialismo existian ya antes de la fase actual del capitalismo y aun antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a cabo una política colonial y realizó el imperialismo. Pero los razonamientos
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"generales" sobre el imperialismo, que olvidan o relegan a segundo término la diferencia radical de las formaciones económico-sociales, se convierten inevitablemente en banalidades vacuas o en fanfarronadas, tales como la de comparar "la Gran Roma con la Gran Bretaña"[*]. Incluso la política colonial capitalista de las fases anteriores del capitalismo se diferencia esencialmente de la política colonial del capital financiero.
La particularidad fundamental del capitalismo moderno consiste en la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la máxima solidez cuando reúnen en sus manos todas las fuentes de materias primas, y ya hemos visto con qué furor los grupos internacionales de capitalistas dirigen sus esfuerzos a arrebatar al adversario toda posibilidad de competencia, a acaparar, por ejemplo, las tierras que contienen mineral de hierro, los yacimientos de petróleo, etc. La posesión de colonias es lo único que garantiza de una manera completa el éxito del monopolio contra todas las contingencias de la lucha con el adversario, sin excluir la de que el adversario desee defenderse por medio de una ley sobre el monopolio de Estado. Cuanto más adelantado se halla el desarrollo del capitalismo, cuanto con mayor agudeza se siente la insuficiencia de materias primas, cuanto más dura es la competencia y la caza de las fuentes de materias primas en todo el mundo, tanto más encarnizada es la lucha por la adquisición de colonias.
"Se puede aventurar la afirmación‹escribe Schilder --, que a algunos puede parecer paradójica, de que el creci-
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miento de la población urbana e industrial en un futuro más o menos próximo puede más bien hallar obstáculos en la insuficiencia de materias primas para la industria, que en la de productos alimenticios".
Así, por ejemplo, aumenta la escasez de madera, que va encareciendo cada vez más, de pieles, de materias primas para la industria textil.
"Las asociaciones industriales intentan establecer el equilibrio entre la agricultura y la industria en los límites de toda la economía mundial; como ejemplo se puede citar la unión internacional de asociaciones de fabricantes de hilados de algodón de los países industriales más importantes, fundada en 1904, y la unión de asociaciones europeas de fabricantes de hilados de lino, constituida en 1910, según el tipo de la anterior"*.
Claro que los reformistas burgueses, y entre ellos los kautskianos actuales sobre todo, intentan atenuar la importancia de esos hechos, indicando que las materias primas "podrían ser" adquiridas en el mercado libre sin una política colonial "cara y peligrosa", que la oferta de materias primas "podría ser" aumentada en proporciones gigantescas con el "simple" mejoramiento de las condiciones de la agricultura en general. Pero esas indicaciones se convierten en una apología del imperialismo, en el embellecimiento del mismo, pues se fundan en el olvido de la particularidad principal del capitalismo moderno: los monopolios. El mercado libre pasa cada vez más al dominio de la historia, los sindicatos y trusts monopolistas van reduciéndolo de día en día, y el "simple" mejo-
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ramiento de las condiciones de la agricultura se reduce al mejoramiento de la situación de las masas, a la elevación de los salarios y a la disminución de los beneficios. ¿Dónde existen, como no sea en la fantasía de los reformistas dulzones, trusts capaces de preocuparse de la situación de las masas y no de la conquista de colonias?
Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias primas descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se desarrolla con una rapidez increíble en nuestros días y las tierras hoy inservibles pueden ser convertidas mañana en tierras útiles, si se descubren nuevos procedimientos (a cuyo efecto un banco importante puede organizar una expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten grandes capitales. Lo mismo se puede decir con respecto a la exploración de riquezas minerales, a los nuevos métodos de elaboración y utilización de tales o cuales materias primas, etc., etc. De aquí la tendencia inevitable del capital financiero de ampliar el territorio económico y aun el territorio en general. Del mismo modo que los trusts capitalizan sus bienes en el doble o en el triple de su valor, calculando los beneficios "posibles" en el futuro (y no los beneficios presentes) y teniendo en cuenta los resultados ulteriores del monopolio, el capital financiero manifiesta en general la tendencia a apoderarse de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier medio, teniendo en cuenta las fuentes posibles de materias primas y ante el temor de quedarse atrás en la lucha rabiosa por las últimas porciones del mundo todavía no repartidas o por un nuevo reparto de las ya repartidas.
Los capitalistas ingleses se esfuerzan por todos los medios para desarrollar la producción de algodón en su colonia,
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Egipto (en 1904, de los 2,3 millones de hectáreas de tierra cultivada en Egipto, 0,6, esto es, más de la cuarta parte, estaba destinada ya al algodón); los rusos hacen lo mismo en la suya, el Turquestán, pues de este modo les es más fácil vencer a sus competidores extranjeros, les es más fácil monopolizar las fuentes de materias primas, crear un trust textil menos costoso y más lucrativo, con producción "combinada", con la concentración en una sola mano de todas las fases de la producción y de la transformación del algodón.
Los intereses de la exportación del capital empujan del mismo modo a la conquista de colonias, pues en el mercado colonial es más fácil (y a veces sólo en él es posible) suprimir al competidor por medios monopolistas, garantizarse encargos, consolidar las "relaciones" existentes, etc.
La superestructura extraeconómica, que brota sobre la base del capital financiero, la política, la ideología de éste, refuerzan la tendencia a las conquistas coloniales. "El capital financiero quiere, no la libertad, sino la dominación", dice con razón Hilferding. Y un escritor burgués francés, como si desarrollara y completara las ideas de Cecil Rhodes[12], que hemos citado más arriba, escribe que hay que añadir las causas de orden social a las causas económicas de la política colonial contemporánea:
"A consecuencia de la complejidad creciente de la vida y de las dificultades que pesan no sólo sobre las masas obreras, sino también sobre las clases medias, en todos los países de vieja civilización se están acumulando 'la impaciencia, la irritación, el odio, que ponen en peligro la tranquilidad pública; hay que hallar una aplicación a la energía sacada de un determinado cause de clase, encon-
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trarle aplicación fuera del país, a fin de que no se produzca la explosión en el interior'"[*].
Puesto que hablamos de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual se reduce a la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, crean toda una serie de formas de transición de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países: los que poseen colonias y los países coloniales, sino también las formas variadas de países dependientes políticamente independientes, desde un punto de vista formal, pero, en realidad, envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Una de estas formas, la semicolonia, la hemos indicado ya antes. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.
"La América del Sur, y sobre todo la Argentina -- dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico --, se halla en una situación tal de dependencia financiera con respecto a Londres, que se la debe calificar de colonia comercial inglesa"**.
Según Schilder, los capitales invertidos por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos suministrados por el cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, fueron, en 1909, de
* Wahl, "La France aux colonies", cit. por Henri Russier, "Le Partage de l'Océanie", París, 1905, pág. 165.
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8.750 millones de francos. No es difícil imaginarse qué fuerte lazo se establece entre el capital financiero -- y su fiel "amigo", la diplomacia -- de Inglaterra y la burguesía argentina, los círculos dirigentes de toda su vida económica y política.
El ejemplo de Portugal nos muestra una forma un poco distinta de dependencia financiera y diplomática bajo la independencia política. Portugal es un Estado independiente, soberano, pero en realidad, durante más de doscientos años, desde la época de la guerra de sucesión de España (1701-1714), se halla bajo el protectorado de Inglaterra. Inglaterra lo defendió y defendió las posesiones coloniales del mismo para reforzar su propia posición en la lucha con sus adversarios: España y Francia. Inglaterra obtuvo en compensación ventajas comerciales, mejores condiciones para la exportación de mercancias y, sobre todo, para la exportación de capitales a Portugal y sus colonias, la posibilidad de utilizar los puertos y las islas de Portugal, sus cables, etc., etc.*. Este género de relaciones entre algunos grandes y pequeños Estados ha existido siempre, pero en la época del imperialismo capitalista se convierte en sistema general, entran a formar parte del conjunto de relaciones que rigen el "reparto del mundo", pasan a ser eslabones en la cadena de las operaciones del capital financiero mundial.
Para terminar con la cuestión del reparto del mundo, debemos todavia hacer notar lo siguiente: No sólo la literatura norteamericana, después de la guerra hispano-americana, y la inglesa, después de la guerra anglo-boer, plantearon esta cuestión de un modo completamente abierto y definido, a fines del siglo XIX y a principios del XX; no sólo la litera-
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desarrollo del "imperialismo británico", ha juzgado sistemáticamente este hecho. También la literatura burguesa de Francia ha planteado la cuestión de un modo suficientemente claro y vasto, en tanto que esto es concebible desde el punto de vista burgués. Remitámonos al historiador Driault, el cual, en su libro "Los problemas políticos y sociales de fines del siglo XIX", en el capítulo sobre "las grandes potencias y el reparto del mundo", decía lo siguiente:
"En el transcurso de los últimos años, todos los territorios libres de la Tierra, a excepción de China, han sido ocupados por las potencias de Europa y por los Estados Unidos. Debido a esto se han producido ya varios conflictos y ciertos desplazamientos de influencia que no son más que precursores de explosiones mucho más terribles en un futuro próximo. Pues hay que apresurarse: las naciones que no se han provisto corren el riesgo de no percibir nunca su porción y de no tomar parte en la explotación gigantesca de la Tierra, que será uno de los hechos más esenciales del próximo siglo [esto es, del siglo XX]. He aquí por qué toda Europa y América, durante los últimos tiempos, fueron presas de la fiebre de expansión colonial, del 'imperialismo', el cual constituye el rasgo característico más notable de fines del siglo XIX" Y el autor añade: "Con un reparto tal del mundo, con esa caza rabiosa de las riquezas y de los grandes mercados de la Tierra la importancia relativa de los imperios creados en este siglo XIX es completamente desproporcionada al puesto que ocupan en Europa las naciones que los han creado. Las potencias predominantes en Europa, que son los árbitros de su destino, no predominan igualmente en todo el mundo. Y debido a que el poderío colonial, la esperanza de poseer riquezas todavía ignoradas tendrá, evidentemente, una repercusión en la im-
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portancia relativa de las potencias europeas, la cuestión colonial -- el 'imperialismo', si queréis --, que ha transformado ya las condiciones políticas de Europa misma, las irá modificando cada vez más"[*].
Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba sobre el imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia, pero esta última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido
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y surge el monopolio: cartels, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior.
Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido.
Pero las definiciones excesivamente breves, si bien son cómodas, pues resumen lo principal, son, no obstante, insuficientes, ya que es necesario deducir de ellas especialmente rasgos muy esenciales del fenómeno que hay que definir. Por eso, sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papei decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital ban-
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cario con el industrial y la creación, sobre la base de este "capital financiero", de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes.
Más adelante veremos cómo se puede y se debe definir de otro modo el imperialismo, si se tienen en cuenta no sólo las nociones fundamentales puramente económicas (a las cuales se limita la definición que hemos dado), sino también el lugar histórico de esta fase del capitalismo en relación con el capitalismo en general o la relación del imperialismo y de las dos tendencias fundamentales del movimiento obrero. Lo que hay que consignar inmediatamente es que, interpretado en el sentido mencionado, el imperialismo representa en sí, indudablemente, una fase particular de desarrollo del capitalismo. Para dar al lector una idea lo más fundamentada posible del imperialismo, nos hemos esforzado deliberadamente en reproducir el mayor número posible de opiniones de economistasburgueses, que se ven obligados a reconocer los hechos de la economía capitalista moderna establecidos de una manera particularmente incontrovertible. Con el mismo fin hemos reproducido datos estadísticos detallados que permiten ver hasta qué punto ha crecido el capital banca-
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rio, etc., en qué precisamente se ha expresado la transformación de la cantidad en calidad, el tránsito del capitalismo desarrollado al imperialismo. Huelga decir, naturalmente, que en la naturaleza y en la sociedad todos los límites son convencionales y mudables, que sería absurdo discutir, por ejemplo, sobre el año o la década precisos en que se instauró "definitivamente" el imperialismo.
Pero sobre la definición del imperialismo nos vemos obligados a discutir ante todo con C. Kautsky, con el principal teórico marxista de la época de la llamada Segunda Internacional, es decir, de los veinticinco años comprendidos entre 1889 y 1914.
Kautsky se pronunció decididamente, en 1915, e incluso en noviembre de 1914, contra las ideas fundamentales expresadas en nuestra definición del imperialismo, declarando que por imperialismo hay que entender, no una "fase" o un grado de la economía, sino una política, precisamente una política determinada, la política "preferida" por el capital financiero; que no se puede "identificar" el imperialismo con el "capitalismo contemporáneo"; que, si se incluyen en la noción de imperialismo "todos los fenómenos del capitalismo contemporáneo" -- cartels, proteccionismo, dominación de los financieros, política colonial --, en ese caso la cuestión de la necesidad del imperialismo para el capitalismo se convierte en "la tautología más trivial", pues entonces, "naturalmente, el imperialismo es una necesidad vital para el capitalismo", etc. Expresaremos todavía con más exactitud el pensamiento de Kautsky si reproducimos la definición del imperialismo dada por él, directamente opuesta a la esencia de las ideas explanadas por nosotros (pues las objeciones procedentes del campo de los marxistas alemanes, los cuales han defendido semejantes ideas durante toda una serie de años, son ya conocidas
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desde hace mucho tiempo por Kautsky como objeción de una tendencia determinada en el marxismo).
La definición de Kautsky está concebida así:
"El imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste en la tendencia de cada nación industrial capitalista a someter y anexionarse regiones agrarias, cada vez mayores [la cursiva es de Kautsky], sean cuales sean las naciones que las pueblan"[*].
Esta definición no sirve absolutamente para nada, puesto que es unilateral, es decir, destaca arbitrariamente tan sólo el problema nacional (si bien extraordinariamente importante, tanto por sí mismo como por su relación con el imperialismo), enlazándolo arbitraria y erróneamente sólo con el capital industrial en los países que se anexionan otras naciones, colocando en primer término, de la misma forma arbitraria y errónea, la anexión de las regiones agrarias.
El imperialismo es una tendencia a las anexiones; he aquí a lo que se reduce la parte política de la definición de Kautsky. Es justa, pero extremadamente incompleta, pues en el aspecto político es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción. Pero lo que en este caso nos interesa es el aspecto económico que Kautsky mismo ha introducido en su definición. Las inexactitudes de la definición de Kautsky saltan a la vista. Lo característico del imperialismo no es justamente el capital industrial, sino el capital financiero. No es un fenómeno casual que, en Francia precisamente, el desarrollo particularmente rápido del capital financiero, que coincidió con un debilitamiento del capital
* "Die Neue Zeit", 11 de septiembre de 1914, II (año 32), pág. 909; 1915, II, págs. 107 y siguientes.
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industrial, provocara a partir de la década del 80 del siglo pasado una intensificación extrema de la política anexionista (colonial). Lo característico para el imperialismo consiste precisamente en la tendencia a la anexión no sólo de las regiones agrarias, sino también de las más industriales (apetitos alemanes respecto a Bélgica, los de los franceses en cuanto a la Lorena), pues, en primer lugar, el reparto definitivo de la Tierra obliga, al proceder a un nuevo reparto, a tender la mano hacia toda clase de territorios; en segundo lugar, para el imperialismo es sustancial la rivalidad de varias grandes potencias en la aspiración a la hegemonía, esto es, a apoderarse de territorios no tanto directamente para sí, como para el debilitamiento del adversario y el quebrantamiento de su hegemonía (para Alemania, Bélgica tiene una importancia especial como punto de apoyo contra Inglaterra; para Inglaterra, la tiene Bagdad como punto de apoyo contra Alemania, etc.).
Kautsky se remite particularmente -- y reiteradas veces -- al ejemplo de los ingleses, los cuales, según él, han establecido la significación puramente política de la palabra "imperialismo" en la acepción de Kautsky.
En la obra del inglés Hobson, "El imperialismo", publicada en 1902, leemos lo siguiente:
"El nuevo imperialismo se distingue del viejo, primero, en que, en vez de las aspiraciones de un solo imperio creciente, sostiene la teoría y la práctica de imperios rivales, guiado cada uno de ellos por idénticos apetitos de expansión política y de beneficio comercial; segundo, en que los intereses financieros o relativos a la inversión del capital predominan sobre los comerciales"*.
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Como vemos, Kautsky de hecho carece por completo de razón al remitirse a los ingleses en general (en los únicos en que podría apoyarse sería en los imperialistas ingleses vulgares o en los apologistas declarados del imperialismo). Vemos que Kautsky, que pretende continuar defendiendo el marxismo, en realidad da un paso atrás con relación al social-liberal Hobson, el cual tiene en cuenta, con más acierto que él, las dos particularidades "histórico-concretas" (¡Kautsky, con su definición, se mofa precisamente de lo histórico-concreto!) del imperialismo contemporáneo: 1) concurrencia de varios imperialismos; 2) predominio del financiero sobre el comerciante. Si lo esencial consiste en que un país industrial se anexiona un país agrario, en este caso se concede el papel principal al comerciante.
La definición de Kautsky no sólo es errónea y no marxista, sino que sirve de base a todo un sistema de concepciones que rompe totalmente con la teoría marxista y con la práctica marxista, de lo cual hablaremos más adelante. Carece absolutamente de seriedad la discusión sobre palabras promovida por Kautsky: ¿hay que calificar de imperialismo o de fase del capital financiero la fase actual del capitalismo? Llamadlo como queráis, esto es indiferente. Lo esencial consiste en que Kautsky separa la política del imperialismo de su economía, hablando de las anexiones como de una política "preferida" por el capital financiero y oponiendo a la misma otra política burguesa posible, según él, sobre la misma base del capital financiero. Resulta que los monopolios en la economía son compatibles con el modo de obrar no monopolista, no violento, no anexionista en política. Resulta que el reparto territorial del mundo, terminado precisamente en la época del capital financiero y que constituye la base del caracter particular de las formas actuales de rivalidad entre los más grandes Estados
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capitalistas, es compatible con una política no imperialista. Resulta que de este modo se disimulan, se atenúan las contradicciones más radicales de la fase actual del capitalismo en vez de ponerlas al descubierto en toda su profundidad; resulta un reformismo burgués en lugar del marxismo.
Kautsky discute con el apologista alemán del imperialismo y de las anexiones, Cunow, el cual razona de un modo burdo y cínico: el imperialismo es el capitalismo contemporáneo; el desarrollo del capitalismo es inevitable y progresivo; por consiguiente, el imperialismo es progresivo ¡y hay que arrastrarse ante el imperialismo y glorificarlo! Este razona miento se parece, en cierto modo, a la caricatura que trazaban los populistas contra los marxistas rusos en los años 1894-1895: si los marxistas consideran que el capitalismo es en Rusia inevitable y progresivo, deben consagrarse a abrir tabernas y a fomentar el capitalismo. Kautsky objeta a Cunow: no, el imperialismo no es el capitalismo contemporáneo, sino solamente una de las formas de la política del mismo; podemos y debemos luchar contra esa política, luchar contra el imperialismo, contra las anexiones, etc.
La objeción parece completamente plausible, pero, en realidad, equivale a una defensa más sutil, más velada (y, por esto, más peligrosa) de la conciliación con el imperialismo, pues una "lucha" contra la política de los trusts y de los bancos que deje intactas las bases de la economía de los unos y de los otros, se reduce al reformismo burgués y al pacifismo, a los buenos propósitos inofensivos. Velar con palabras las contradicciones existentes, olvidar las más importantes, en vez de descubrirlas en toda su profundidad: he aquí en qué consiste la teoría de Kautsky, la cual no tiene nada que ver con el marxismo. ¡Y, naturalmente, semejante
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"teoría" no sirve más que para la defensa de la idea de la unidad con los Cunow!
"Desde el punto de vista puramente económico -- escribe Kautsky --, no es imposible que el capitalismo pase todavía por una nueva fase: la aplicación de la política de los cartels a la pol{tica exterior, la fase del ultraimperialismo"[*], esto es, el superimperialismo, la unión de los imperialismos de todo el mundo, y no la lucha de los mismos, la fase de la cesación de las guerras bajo el capitalismo, la fase de la "explotación general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente"[**].
Será preciso que nos detengamos más adelante en esta "teoria del ultraimperialismo", con el fin de hacer ver en detalle hasta qué punto rompe irremediable y decididamente con el marxismo. Lo que aquí debemos hacer, de acuerdo con el plan general de este trabajo, es echar una ojeada a los datos económicos precisos que se refieren a esta cuestión. ¿Es posible el "ultraimperialismo", "desde el punto de vista puramente económico", o es un ultradisparate?
Si se entiende por punto de vista puramente económico la "pura" abstracción, todo cuanto se pueda decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible, pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido, como la indicación de que "el desarrollo va hacia" la producción de los artkulos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la "teoría" del ultraim-
* "Die Neue Zeit", 1914, II (año 32), pág. 921, 11 de septiembre, 1914; 1915, II, págs. 107 y siguientes.
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perialismo es tan absurda como lo sería la de la "ultraagricultura".
Pero si se habla de las condiciones "puramente económicas" de la época del capital financiero como de una época históricamente concreta que se refiere a principios del siglo XX, la mejor respuesta a las abstracciones muertas del "ultraimperialismo" (que sirven exclusivamente al fin más reaccionario: distraer la atención del carácter profundo de las contradicciones existentes) es la oposición a las mismac de la realidad económica concreta de la economía mundial moderna. Las divagaciones inconsistentes de Kautsky sobre el ultraimperialismo estimulan, entre otras cosas, la idea profundamente errónea y que echa agua al molino de los apologistas del imperialismo, según la cual la dominación del capital financiero atenúa la desigualdad y las contradicciones de la economía mundial, cuando, en realidad, lo que hace es acentuarlas.
R. Calwer, en su opúsculo "Introducción a la economía mundial"*, ha intentado resumir los principales datos puramente económicos que permiten formarse una idea concreta de las interrelaciones de la economía mundial en los albores del siglo XX. Calwer divide al mundo en cinco "regiones económicas principales": 1) la centro-europea (toda Europa, con excepción de Rusia e Inglaterra); 2) la británica; 3) la rusa; 4) la oriental-asiática, y 5) la americana, incluyendo las colonias en las "regiones" de los Estados a los cuales pertenecen, y "dejando de lado" algunos países no incluidos en las regiones, por ejemplo: Persia, Afganistán, Arabia, en Asia; Marruecos y Abisinia, en Africa, etc.
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He aquí, en forma resumida, los datos económicos sobre las regiones citadas, suministrados por dicho autor:
Regiones
económicas principales del mundo |
Exten-
sión (en millones de kilo- metros cuad- rados |
Pobla-
ción (en mill- ones) |
Vias de co-
municación |
Comercio
|
Industria
| |||
Vias
férreas (en miles de kilo- metros) |
Flota
comercial (en mill- ones de tonela- das) |
Exporta-
ción e im- portación (en mill- ones de marcos) |
Extrac-
ción de carbón de piedra (en mill- ones de tonela- das) |
Produc-
ción de hierro fundido (en mill- ones de tonela- das) |
Número
de husos de la industria algodo- mera (en millones) | |||
1) Centro- europa . . 2) Británica . 3) Rusa . . . 4) Oriental- asiática . 5) Americana | 27,6 (23,6)* 28,9 (28,6)* 22 12 30 | 388 (146) 398 (355) 131 389 148 | 204 140 63 8 379 | 8 11 1 1 6 | 41 25 3 2 14 | 251 249 16 8 245 | 15 9 3 0.02 14 | 26 51 7 2 19 |
Vemos tres regiones con un capitalismo muy desarrollado (alto desarrollo de las vías de comunicación, del comercio y
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de la industria): la centro-europea, la británica y la americana. Entre ellas, tres Estados que ejercen el dominio del mundo: Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos. La rivalidad imperialista y la lucha entre ellos se hallan extremadamente exacerbadas a consecuencia de que Alemania dispone de una región insignificante y de pocas colonias; la creación de una "Europa Central" es todavía cosa del futuro, y se está engendrando en una lucha desesperada. Por el momento, el rasgo característico de toda Europa es el fraccionamiento político. En las regiones británica y americana, por el contrario, es muy elevada la concentración política, pero hay una desproporción enorme entre la inmensidad de las colonias de la primera y la insignificancia de las de la segunda. Y en las colonias, el capitalismo no hace más que empezar a desarrollarse. La lucha por la América del Sur se va exacerbando cada día más.
Hay dos regiones, en las que el capitalismo está débilmente desarrollado: la de Rusia y la oriental-asiática. En la primera, es extremadamente débil la densidad de la población; en la segunda, muy elevada; en la primera, la concentración política es grande; en la segunda, no existe. El reparto de China no ha hecho más que empezar, y la lucha por dicho país entre el Japón, los Estados Unidos, etc. es cada día más intensa.
Comparad con esta realidad -- con la variedad gigantesca de condiciones económicas y políticas, con la desproporción extrema en la rapidez de desarrollo de los distintos países, etc., con la lucha rabiosa entre los Estados imperialistas -- el cuento estúpido de Kautsky sobre el ultraimperialismo "pacífico". ¿No es esto un intento reaccionario de un asustado
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filisteo de ocultarse la terrible realidad? ¿Es que los cartels internacionales, en los que Kautsky ve los gérmenes del "ultraimperialismo" (como la producción de tabletas en los laboratorios "puede" ser considerada como el germen de la ultraagricultura), no nos muestran el ejemplo de una partición y un nuevo reparto del mundo, el tránsito del reparto pacífico al no pacífico, y a la inversa? ¿Es que el capital financiero norteamericano y otros, que se repartían pacíficamente todo el mundo, con la participación de Alemania, en el sindicato internacional del rail, pongamos por caso, o en el trust internacional de la marina mercante, no reparten actualmente de nuevo el mundo sobre la base de las nuevas relaciones de fuerzas, relaciones que se modifican de una manera absolutamente nopacífica?
El capital financiero y los trusts no atenúan, sino que acentúan la diferencia entre el ritmo de crecimiento de las distintas partes de la economía mundial. Y si la correlación de fuerzas ha cambiado, ¿cómo pueden resolverse las con tradicciones, bajo el capitalismo, si no es por la fuerza? En la estadística de las vías férreas* hallamos datos extraordina riamente exactos sobre la diferencia de ritmo en el creci miento del capitalismo y del capital financiero en toda la economía mundial. Durante las últimas décadas de des arrollo imperialista, la longitud de las líneas férreas ha cam biado del modo siguiente:
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1890
|
1913
|
+
| ||||||||||
Europa . . . . . . Estados Unidos . . . . Todas las colonias . . . Estados independientes y semiindependientes de Asia y América . . |
|
|
| |||||||||
Total . . . . .
|
617
| 1,104 |
Las vías férreas se han desarrollado, por consiguiente, con mayor rapidez que en ninguna otra parte, en las colonias y en los Estados independientes (y semiindependientes) de Asia y América. Es sabido que el capital financiero de los cuatro o cinco Estados capitalistas más importantes ordena y manda aquí de un modo absoluto. Doscientos mil kilómetros de nuevas líneas férreas en las colonias y en otros países de Asia y América, significan más de 40 mil millones de marcos de nuevas inversiones de capital en condiciones particularmente ventajosas, con garantías especiales de rendimiento, con pedidos lucrativos para las fundiciones de acero, etc., etc.
Donde más rápidamente crece el capitalismo es en las colonias y en los países transoceánicos. Entre ellos aparecen nuevas potencias imperialistas (Japón). La lucha de los imperialismos mundiales se agudiza. Crece el tributo que el capital financiero percibe de las empresas coloniales y ultraoceánicas, particularmente lucrativas. En el reparto de este "botín", una parte excepcionalmente grande va a parar a manos de países que no siempre ocupan un lugar preeminente,
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desde el punto de vista del ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas. En las potencias más importantes, tomadas junto con sus colonias, la longitud de las líneas férreas era la siguiente:
1890
|
1913
| ||
Estados Unidos . . . . Imperio británico . . . Rusia . . . . . . . Alemania . . . . . . Francia . . . . . . |
268
107 32 43 41 |
413
208 78 68 63 |
+145
+101 + 46 + 25 + 22 |
Total en 5 potencias . . |
491
|
830
|
+ 339
|
Así, pues, cerca del 80% de todas las líneas férreas se halla concentrado en las cinco potencias más importantes. Pero la concentración de la propiedad de dichas líneas, la concentración del capital financiero es incomparablemente mayor aún; pues, por ejemplo, una masa enorme de las acciones y obligaciones de los ferrocarriles americanos, rusos y otros pertenece a los millonarios ingleses y franceses.
Gracias a sus colonias, Inglaterra ha aumentado "su" red ferroviaria en 100 mil kilómetros, cuatro veces más que Alemania. Sin embargo, todo el mundo sabe que el desarrollo de las fuerzas productivas de Alemania, en este mismo período, y sobre todo el desarrollo de la producción hullera y siderúrgica, ha sido incomparablemente más rápido que en Inglaterra, dejando ya a un lado a Francia y Rusia. En 1892, Alemania producía 4,9 millones de toneladas de hierro fundido, contra 6,8 en Inglaterra, mientras que en 1912 pro-
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Ante esto, cabe preguntar: en el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber que no sea la guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación del capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las "esferas de influencia" para el capital financiero, por otra?
Conviene ahora que nos detengamos en otro aspecto, muy importante, del imperialismo, al cual, en los razonamientos sobre este tema, no se concede la atención debida en la mayor parte de los casos. Uno de los defectos del marxista Hilferding consiste en que, en comparación con el no marxista Hobson, ha dado un paso atrás. Nos referimos al parasitismo, propio del imperialismo.
Como hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposi-
* V. también Edgar Crummond, "The Economic Relations of the British and German Empires", en el "Journal of the Royal Statistical Society" Julio de 1914, págs, 777 y siguientes.
pág. 127
ción. Puesto que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico y, por consiguiente, de todo progreso, de todo movimiento hacia adelante, surgiendo así, además, la posibilidad económica de contener artificialmente el progreso técnico. Ejemplo: en los Estados Unidos, un tal Owens inventó una máquina que produjo una revolución en la fabricación de botellas. El cartel alemán de fabricantes de botellas compró la patente a Owens y la guardó bajo llave, retrasando su aplicación. Naturalmente, bajo el capitalismo, el monopolio no puede nunca eliminar del mercado mundial de un modo completo y por un período muy prolongado la competencia (en esto consiste, dicho sea de paso, una de las causas de lo absurdo de la teoría deí ultraimperialismo). Desde luego, la posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios por medio de la introducción de mejoras técnicas obra en favor de las modificaciones. Pero la tendencia al estancamiento y a la descomposición inherente al monopolio, sigue obrando a su vez, y en ciertas ramas de la industria, en ciertos países, por períodos determinados llega a imponerse.
El monopolio de la posesión de colonias particularmente vastas, ricas o favorablemente situadas, obra en el mismo sentido.
Prosigamos. El imperialismo es la enorme acumulación en unos pocos países de capital monetario, el cual, como hemos visto, alcanza la suma de 100 a 150 mil millones de francos en valores. De aquí el incremento extraordinario de la clase o, mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del "corte del cupón", completamente alejados de la participación en toda empresa y cuya profesión es la ociosidad. La exportación del capital, una de las bases económicas
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mas esenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector rentista respecto a la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el país, que vive de la explotación del trabajo de varios países y colonias ultraoceánicos.
"En 1893 -- dice Hobson -- el capital británico invettido en el extranjero representaba cerca del 15~0 de toda la riqueza del Reino Unido"[*].
Recordemos que, para el año 1915, dicho capital aumentó aproximadamente en dos veces y media.
"El imperialismo agresivo -- dice más adelante Hobson --, que cuesta tan caro a los contribuyentes y tiene tan poca importancia para el industrial y el comerciante. . . , es una fuente de grandes beneficios para el capitalista que busca el modo de invertir su capital" . . . [En inglés esta noción se expresa con una sola palabra: "investor", rentista]. "El estadístico Giffen estima en 18 millones de libras esterlinas, calculando a razón de un 2,5% sobre un giro total de 800 millones de libras esterlinas, el beneficio anual percibido en 1899 por la Gran Bretaña de su comercio exterior y colonial".
Por grande que sea esta suma, no puede explicar el imperialismo agresivo de la Gran Bretaña. Lo que lo explica son los 90 ó 100 millones de libras esterlinas que representan el beneficio del capital "invertido", el beneficio del sector de los rentistas.
¡El beneficio de los rentistas es cinco veces mayor que el beneficio del comercio exterior del país más "comercial" del mundo! ¡He aquí la esencia del imperialismo y del parasitismo imperialista!
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Por este motivo, la noción de "Estado-rentista" (Rentnerstaat ) o Estado-usurero ha pasado a ser de uso general en la literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores.
"Entre el capital invertido en el extranjero -- escribe Schulze-Gaevernitz -- se halla, en primer lugar, el capital colocado en los países políticamente dependientes o alia dos: Inglaterra hace préstamos a Egipto, Japón, China y América del Sur. En caso extremo, su escuadra desempeña el papel de alguacil. La fuerza política de Inglaterra la pone a cubierto de la indignación de sus deudores"*.
Sartorius von Waltershausen, en su obra "El sistema económico de inversión de capital en el extranjero", presenta a Holanda como modelo de "Estado-rentista" e indica que Inglaterra y Francia van tomando asimismo este carácter**. A juicio de Schilder, hay cinco países industriales que son "Estados acreedores bien definidos": Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Suiza. Si no incluye a Holanda en este grupo es únicamente por ser "poco industrial"***. Los Estados Unidos son acreedores solamente con referencia a América.
"Inglaterra -- dice Schulze-Gaevernitz -- se está convirtiendo paulatinamente de Estado industrial en Estado-acreedor. A pesar del aumento absoluto de la producción y de la exportación industriales, aumenta la importancia relativa para toda la economía nacional de los ingresos
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Con respecto a Alemania, el editor de la revista berlinesa "Die Bank", A. Lansburgh, escribía en 1911 lo siguiente, en el artículo "Alemania, Estado-rentista":
"En Alemania la gente se ríe de buena gana de la tendencia a convertirse en rentista que se observa en Francia. Pero, al hacerlo, se olvidan de que, por lo que se refiere a la burguesía, las condiciones alemanas se parecen cada día más a las de Francia"**.
El Estado-rentista es el Estado del capitalismo parasitario y en descomposictón, y esta circunstancia no puede dejar de reflejarse tanto en todas las condiciones político-sociales de los países correspondientes en general, como en las dos tendencias fundamentales del movimiento obrero en particular. Para mostrarlo de un modo más evidente, cedemos la palabra a Hobson, el cual es un testigo "seguro", ya que no se le puede considerar como sospechoso de apasionamiento por la "ortodoxia marxista" y, por otra parte, es un inglés bien informado de la situación del país más rico en colonias, en capital financiero y en experiencia imperialista.
Describiendo, bajo la viva impresión de la guerra anglo-boer, el lazo que une al imperialismo con los intereses de los
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"financieros", el aumento de los beneficios resultantes de las contratas, de los suministros de guerra, etc., Hobson decía:
"Los orientadores de esta política netamente parasitaria son los capitalistas; pero los mismos motivos ejercen también su acción sobre categorías especiales de obreros. En muchas ciudades, las ramas más importantes de la industria dependen de los pedidos del Estado; el imperialismo de los centros de las industrias metalúrgica y naviera depende, en gran parte, de este hecho".
Las circunstancias de dos órdenes, a juicio del autor, han debilitado la fuerza de los viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2) la formación de ejércitos con soldados de los pueblos dependientes.
"La primera es costumbre del parasitismo económico, en virtud del cual el Estado dominante utiliza sus provincias, sus colonias y los países dependientes, con el objeto de enriquecer a su clase dirigente y corromper a las clases inferiores a fin de que permanezcan tranquilas".
Para que sea económicamente posible esa corrupción, sea cual sea la forma en que se realice, es necesario -- añadiremos por nuestra cuenta -- un beneficio monopolista elevado.
En lo que se refiere a la segunda circunstancia, Hobson dice:
"Uno de los síntomas más extraños de la ceguera del imperialismo es la despreocupación con que la Gran Bretaña, Francia y otras naciones imperialistas emprenden este camino. Gran Bretaña ha ido más lejos que ningún otro país. La mayor parte de los combates por medio de los cuales conquistamos nuestro imperio indio, fueron sostenidos por tropas indígenas. En la India, como durante los últimos tiempos en Egipto, grandes ejércitos permanentes
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se hallan bajo el mando de los ingleses; casi todas nuestras guerras de conquista en Africa, con excepción del Sur, han sido llevadas a cabo para nosotros por los indígenas".
La perspectiva del reparto de China suscita en Hobson la siguiente apreciación económica:
"La mayor parte de la Europa occidental podría tomar entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertas partes de esos países: el sur de Inglaterra, la Riviera, los sitios de Italia y Suiza más frecuentados por los turistas y poblados por ricachos, es decir: un puñado de ricos aristócratas que percibirían dividendos y pensiones del Lejano Oriente, con un grupo un poco más considerable de empleados y de comerciantes y un número mayor de domésticos y de obreros ocupados en la industria del transporte y en la industria dedicada a la última fase de preparación de artículos de fácil alteración. En cambio, las ramas principales de la industria desaparecerían y los productos alimenticios de gran consumo, los artículos semimanufacturados corrientes afluirían, como un tributo, de Asia y Africa. . . He aquí qué posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta de los Estados occidentales una federación europea de las grandes potencias: dicha federación no sólo no haría avanzar la civilización mundial, sino que podría implicar un peligro gigantesco de parasitismo occidental: formar un grupo de naciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores percibirían enormes tributos de Asia y Africa, por medio de los cuales mantendrían a grandes masas domesticadas de empleados y criados, ocupados no ya en la producción agrícola e industrial de artículos de gran consumo, sino en el servicio personal o en el trabajo industrial secundario, bajo el control de
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una nueva aristocracia financiera. Que los que se hallan dispuestos a rechazar esta teoría [debería decirse: perspectiva], como poco digna de ser examinada, reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales de las regiones del sur de Inglaterra que se hallan ya en esta situación. Que piensen en las proporciones enormes que podría adquirir dicho sistema, si China fuese sometida al control económico de tales grupos financieros, de los 'capital investors', de sus agentes políticos y empleados comerciales e industriales, que agotarán el más grande depósito potencial de beneficios que jamás ha conocido el mundo, con objeto de consumir dichos beneficios en Europa. Naturalmente, la situación es excesivamente compleja, el juego de las fuerzas mundiales es demasiado difícil de calcular para que resulte muy verosímil esa u otra interpretación única del futuro. Pero las influencias que inspiran al imperialismo de la Europa occidental en la actualidad se orientan en este sentido, y si no chocan con una resistencia, si no son desviadas hacia otra parte, se desarrollarán precisamente en el sentido de la culminación de este proceso"*.
El autor tiene toda la razón: si las fuerzas del imperialismo no tropezaran con resistencia alguna, conducirían indefectiblemente a esto. La significación de los "Estados Unidos de Europa", en la situación imperialista actual, es apreciada acertadamente por este autor. Convendría únicamente añadir que también en el interior del movimiento obrero, los oportunistas, temporalmente vencedores ahora en la mayoría de los países, "trabajan" de una manera sistemática y firme precisamente en esta dirección. El imperialismo, que significa el reparto del mundo y la explotación no sólo de China
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e implica ganancias monopolistas elevadas para un puñado de países los más ricos, crea la posibilidad económica de la corrupción de las capas superiores del proletariado y con ello nutre, da forma, refuerza el oportunismo. Lo que no hay que olvidar son las fuerzas que contrarrestan al imperialismo en general y al oportunismo en particular, y que, naturalmente, no puede ver el social-liberal Hobson.
El oportunista alemán Gerhard Hildebrand, el cual fue a su tiempo excluido del Partido por su defensa del imperialismo y que en la actualidad podría ser jefe del llamado Partido "Socialdemócrata" de Alemania, completa muy bien a Hobson al preconizar los "Estados Unidos de Europa occidental" (sin Rusia), con el objeto de llevar a cabo una acción "común" . . . contra los negros africanos, contra el "gran movimiento islamita", para mantener "un fuerte ejército y una escuadra potente" contra la "coalición chino-japonesa", etc.*
La descripción del "imperialismo británico" que nos da Schulze-Gaevernitz nos muestra los mismos rasgos de parasitismo. La renta nacional de Inglaterra, en el período de 1865-1898, casi se duplicó mientras que la renta procedente "del extranjero", durante ese mismo período, aumentó en nueve veces. Si el "mérito" del imperialismo consiste en que "educa al negro para el trabajo" (no es posible evitar la coerción. . .), el "peligro" del imperialismo consiste en que "Europa descargue el trabajo físico -- al principio el agrícola y el minero, después el trabajo industrial más brutal -- sobre las espaldas de la población de color, y se reserve para sí el papel de rentista, preparando acaso, de este modo, la
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emancipación económica y, después, política de las razas de color".
En Inglaterra, se priva a Ia agricultura de una parte de tierra cada día mayor para dedicarla al deporte, a las diversiones de los ricachos. Por lo que se refiere a Escocia -- el sitio más aristocrático para la caza y otros deportes -- se dice que "vive de su pasado y de mister Carnégie" (multimillonario norteamericano). Sólo en las carreras de caballos y en la caza de zorros gasta anualmente Inglaterra 14 millones de libras esterlinas (unos 130 millones de rublos). El número de rentistas ingleses es de cerca de un millón. El tanto por ciento de la población productora disminuye:
Años
|
Población de
Inglaterra (en millones de habitantes) |
Número de obreros
en las ramas prin- cipales de la indus- tria (en millones) |
Tanto por cien-
to con res- pecto a la población |
1851 . . . .
1901 . . . . |
17,9
32,5 |
4,1
4,9 |
23
15 |
El investigador burgués del "imperialismo británico de principios del siglo XX", al hablar de la clase obrera inglesa, se ve obligado a establecer sistemáticamente una diferencia entre las "capas superiores " de los obreros y la "capa proletaria inferior propiamente dicha ". La capa superior suministra la masa de los miembros de las cooperativas y de los sindicatos, de las sociedades deportivas y de las numerosas sectas religiosas. El derecho electoral se halla adaptado al nivel de dicha categoría. Dicho derecho sigue siendo en Inglaterra ¡¡"lo suficientemente limitado para excluir a la
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capa proletaria interior propiamente dicha"!! Para colorear la situación de la clase obrera inglesa, ordinariamente se habla sólo de dicha capa superior, la cual constituye la minoría del proletariado: por ejemplo, "la cuestión del paro forzoso es principalmente un problema que afecta a Londres y a la capa proletaria inferior, de la cual los políticos hacen poco caso ". . .[*] Se debería decir: de la cual los políticastros burgueses y los oportunistas "socialistas" hacen poco caso.
Entre las particularidades del imperialismo relacionadas con los fenómenos de que hemos hablado, figura la disminución de la emigración de los países imperialistas y el aumento de la inmigración (afluencia de obreros y transmigraciones) a estos últimos, procedente de los países más atrasados, donde el nivel de los salarios es más bajo. La emigración de Inglaterra, como lo hace observar Hobson, disminuye a partir de 1884: en este año, el número de emigrantes fue de 242.000, y de 169.000 en 1900. La emigración de Alemania alcanzó el máximo entre 1881 y 1890: 1.453.000, descendiendo en las dos décadas siguientes hasta 544.000 y 341.000. Por el contrario, aumentó el número de obreros llegados a Alemania procedentes de Austria, Italia, Rusia y otros países. Según el censo de 1907, en Alemania había 1.342.294 extranjeros, de los cuales 440.800 eran obreros industriales y 257.329 agrícolas**. En Francia, una "parte considerable" de los obreros mineros está constituida por extranjeros: polacos, italianos, españoles***. En los Estados Unidos, los inmigrados de la Europa oriental y meridional ocupan los puestos peor retribuidos, mientras que los obreros norteamericanos su-
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ministran el tanto por ciento mayor de capataces y de los obreros que tienen un trabajo mejor retribuido[*]. El imperialismo tiene la tendencia a formar categorías privilegiadas también entre los obreros y a divorciarlas de la gran masa del proletariado.
Es preciso hacer notar que, en Inglaterra, la tendencia del imperialismo a escindir a los obreros y a acentuar el oportunismo entre ellos, a engendrar una descomposición temporal del movimiento obrero, se manifestó Mucho antes de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Esto se explica porque, desde mediados del siglo pasado, existían en Inglaterra dos importantes rasgos distintivos del imperialismo: inmensas posesiones coloniales y situación de monopolio en el mercado mundial. Durante decenas de años, Marx y Engels estudiaron sistemáticamente ese lazo existente entre el oportunismo en el movimiento obrero y las particularidades imperialistas del capitalisrno inglés. Engels escribía, por ejemplo, a Marx el 7 de octubre de 1858:
"El proletariado inglés se va aburguesanda de hecho cada día más; por lo que se ve, esta nación, la más burguesa de todas, aspira a tener, en resumidas cuentas, al lado de la burguesía una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico".
Casi un cuarto de siglo después, en su carta del 11 de agosto de 1881, habla de "las peores tradeuniones inglesas que consienten ser dirigidas por individuos vendidos a la
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burguesía o que, por lo menos, son pagados por ella". Y en la carta del 12 de septiembre de 1882 a Kautsky, Engels escribía:
"Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial. Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, no hay más que radicales conservadores y liberales, y los obreros se aprovechan, junto con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial"*. [Engels desarrolla la misma idea en el prólogo a la segunda edición de "La situación de la clase obrera en Inglaterra", 1892.]
He aquí, claramente indicadas, las causas y las consecuencias. Causas: 1) explotación del mundo entero por dicho país; 2) su situación de monopolio en el mercado mundial; 3) su monopolio colonial. Consecuencias: 1) aburguesamiento de una parte del proletariado inglés; 2) una parte de dicho proletariado se deja dirigir por gentes compradas por la burguesía o, cuando menos, pagadas por la misma. El imperialismo de comienzos del siglo XX terminó el reparto del mundo entre un puñado de Estados, cada uno de los cuales explota actualmente (en el sentido de la obtención de superganancias) una parte "del mundo entero" poco más pequeña que la que explotaba Inglaterra en 1858; cada uno de ellos ocupa una posición de monopolio en el mercado mundial, gracias a los trusts, a los cartels, al capital financie-
* "Briefwechsel von Marx und Engels", vol. II, pág. 290; IV, pág. 453; K. Kautsky, "Sozialismus und Kolonialpolitik", Berlín, 1907, pág. 79. Este folleto fue escrito en los tiempos, tan remotos ya, en que Kautsky era marxista.
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ro, a las relaciones entre acreedor y deudor; cada uno de ellos dispone hasta cierto punto de un monopolio colonial (como hemos visto, de los 75 millones de kilómetros cuadrados de todas las colonias del mundo, 65 millones, es decir, el 86%, se hallan concentrados en manos de seis potencias; 61 millones, esto es, el 81%, están concentrados en manos de tres potencias).
El rasgo distintivo de la situación actual consiste en la existencia de condiciones económicas y políticas tales, que forzosamente han tenido que acentuar la inconciliabilidad del oportunismo con los intereses generales y vitales del movimiento obrero: el imperialismo embrionario se ha convertido en un sistema dominante; los monopolios capitalistas han pasado al primer plano en la economía nacional y en la política; el reparto del mundo se ha llevado a su término; pero, por otra parte, en vez del monopolio indiviso de Inglaterra, vemos la lucha por la participación en él entre un pequeño número de potencias imperialistas, lucha que caracteriza todo el comienzo del siglo XX. El oportunismo no puede ahora resultar completamente victorioso en el movimiento obrero de un país durante decenas de años, como triunfó en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XIX, pero, en una serie de países, ha alcanzado su plena madurez, la ha sobrepasado y se ha descompuesto, fundiéndose del todo, bajo la forma del socialchovinismo, con la política burguesa*.
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Entendemos la crítica del imperialismo en el sentido amplio de esta palabra, como posición de las distintas clases de la sociedad ante la política del imperialismo en relación con la ideología general de las mismas.
Las gigantescas proporciones del capital financiero, concentrado en unas pocas manos, que ha creado una red extraordinariamente vasta y densa de relaciones y enlaces, que ha sometido no sólo a la masa de los capitalistas y empresarios medianos y pequeños, sino a los más insignificantes, por una parte, y la exacerbación, por otra, de la lucha con otros grupos nacionales de financieros por el reparto del mundo y por el dominio sobre otros países: todo esto provoca el paso en bloque de todas las clases poseyentes al lado del imperialismo. El signo de nuestro tiempo es el entusiasmo "general" por las perspectivas de este último, la defensa porfiada del mismo, su embellecimiento por todos los medios. La ideología imperialista penetra, incluso, en el seno de la clase obrera, la cual no está separada de las demás clases por una muralla china. Si los jefes del llamado Partido "Socialdemócrata" actual de Alemania han sido con justicia calificados de "socialimperialistas", esto es, de socialistas de palabra e imperialistas de hecho, Hobson hacía notar ya en 1902 la existencia de "imperialistas fabianos" en Inglaterra, pertenecientes a la oportunista "Sociedad Fabiana".
Los sabios y los publicistas burgueses ordinariamente defienden el imperialismo en una forma un poco encubierta, velando la dominación completa del imperialismo y sus raíces profundas, esforzándose en colocar en primer plano las particularidades y los detalles secundarios, esforzándose en distraer la atención de lo esencial por medio de proyectos de
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"reformas" faltos de toda seriedad, tales como el control policiaco de los trusts o de los bancos, etc. Es menos frecuente que den abiertamente la cara los imperialistas cínicos, declarados, que tienen el valor de considerar como absurda la idea de reformar las características fundamentales del imperialismo.
Daremos un ejemplo. Los imperialistas alemanes, en las ediciones del "Archivo de la Economía Mundial", se esfuerzan en seguir de cerca los movimientos de liberación nacional de las colonias, particularmente, como es natural, de las no alemanas, señalan la fermentación y las protestas en la India, el movimiento en Natal (Africa del Sur), en la India holandesa, etc. Uno de ellos, en una nota a propósito de una publicación inglesa que informaba sobre la Conferencia de naciones y razas sometidas, que se celebró del 28 al 30 de junio de 1910 y en la cual participaron representantes de distintos pueblos de Asia, Africa y Europa que se hallan bajo la dominación extranjera, al comentar los discursos pronunciados en dicha Conferencia, se expresa así:
"Hay que luchar contra el imperialismo, se nos dice; los Estados dominantes deben reconocer el derecho a la independencia de los pueblos sometidos; un tribunal internacional debe velar por el cumplimiento de los tratados concertados entre las grandes potencias y los pueblos débiles. La Conferencia no va más allá de esos buenos deseos. No vemos ni la menor huella de comprensión de la verdad de que el imperialismo está indisolublemente ligado al capitalismo en su forma actual ni, por tanto, la menor huella de comprensión de que, por ello (¡¡ !!), la lucha directa contra el imperialismo está condenada al fracaso, a no ser
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Como la enmienda reformista de las bases del imperialismo es un engaño, un "buen deseo", como los representantes burgueses de las naciones oprimidas no van "más allá", hacia adelante, el representante burgués de la nación opresora va "más allá", hacia atrás, hacia el servilismo con respecto al imperialismo, cubierto con una pretensión de "cientifismo". ¡Vaya una "lógica"!
Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son la de saber si es posible modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como consecuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre concurrencia, a principios del siglo XX, en casi todos los países imperialistas, aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al imperialismo. Y la ruptura con el marxismo por parte de Kautsky y de la vasta corriente internacional del kautskismo consiste precisamente en que Kautsky no sólo no se ha preocupado, no ha sabido enfrentarse a esa oposición pequeñoburguesa, reformista, en lo económico fundamentalmente reaccionaria, sino que, por el contrario, se ha fundido prácticamente con ella.
En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó una oposición de los "antiimperialistas", los últimos mohicanos de la democracia burguesa, los
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cuales calificaban de "criminal" dicha guerra, consideraban como una violación de la Constitución la anexión de tierras ajenas, denunciaban como "un engaño de los patrioteros" la actitud hacia el jefe de los indígenas filipinos Aguinaldo (al cual prometieron la libertad de su país y después desembarcaron tropas norteamericanas y se anexionaron las Filipinas), citaban las palabras de Lincoln: "cuando el blanco se gobierna a sí mismo, esto se llama autonomía; cuando se gobierna a sí mismo y, al mismo tiempo, gobierna a otros, no es ya autonomía, esto se llama despotismo"[*]. Pero mientras toda esa crítica tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y los trusts, y, por consiguiente, entre el imperialismo y los fundamentos del capitalismo; mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capitalismo y su desarrollo, no pasaba de ser una "aspirasión inocente".
Igual es la posición fundamental de Hobson en su crítica del imperialismo. Hobson se ha anticipado a Kautsky al levantarse contra la "inevitabilidad del imperialismo" y al invocar la necesidad de "elevar la capacidad de consumo" de la población (¡bajo el régimen capitalistat). Mantienen una posición pequeñoburguesa en la crítica del imperialismo, de la omnipotencia de los bancos, de la oligarquía financiera, etc., Agahd, A. Lansburgh, L. Eschwege, citados reiteradas veces por nosotros, y, entre los escritores franceses, Víctor Bérard, autor de la obra superficial "Inglaterra y el imperialismo", aparecida en 1900. Todos ellos, sin ninguna pretensión de marxismo, ni mucho menos, oponen al imperialismo la libre concurrencia y la democracia, condenan la aventura del ferrocarril de Bagdad, que conduce a conflictos y a la guerra,
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Por parte de los economistas burgueses esa ingenuidad no tiene nada de sorprendente; además, para ellos es ventajoso aparecer tan ingenuos y hablar "seriamente" de la paz bajo el imperialismo. Pero ¿qué es lo que le queda del marxismo a Kautsky, cuando en 1914, 1915 y 1916 adopta ese mismo punto de vista burgués-reformista y afirma que "todo el mundo está de acuerdo" (imperialistas, pseudosocialistas y social-pacifistas) en lo que se refiere a la paz? En vez de analizar y de poner al descubierto en toda su profundidad las contradicciones del imperialismo, vemos únicamente la "aspiración inocente" reformista de evitarlas, de deshacerse de ellas.
He aquí una pequeña muestra de la crítica económica del imperialismo por Kautsky. Este toma los datos sobre la exportación y la importación de Inglaterra en Egipto en 1872 y 1912: resulta que esa exportación e importación aumentó menos que la exportación y la importación generales de Inglaterra. Y Kautsky saca de ello la conclusión siguiente:
"No tenemos fundamento alguno para suponer que, sin la ocupación militar de Egipto, el comercio con dicho país hubiera crecido menos bajo la influencia del simple peso
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de los factores económicos". "Como mejor puede el capital realizar su tendencia a la expansión es, no por medio de los métodos violentos del imperialismo, sino por la democracia pacífica"[*].
Este razonamiento de Kautsky, repetido en todos los tonos por su escudero ruso (y encubridor ruso de los socialchovinistas), señor Spectator[13], constituye la base de la crítica kautskiana del imperialismo y por esto debemos detenernos más detalladamente en él. Empecemos por una cita de Hilferding, cuyas conclusiones Kautsky ha declarado muchas veces, por ejemplo, en abril de 1915, que eran "aceptadas unánimemente por todos los teóricos socialistas".
"No incumbe al proletariado -- dice Hilferding -- oponer a la política capitalista más progresiva la era del librecambio, que se ha quedado atrás, y la actitud hostil frente al Estado. La respuesta del proletariado a la política económica del capital financiero, al imperialismo, puede ser no el librecambio, sino solamente el socialismo. El fin de la política proletaria no puede ser actualmente la restauración de la libre concurrencia -- que se ha convertido en un ideal reaccionario --, sino únicamente la destrucción completa de la competencia por medio de la supresión del capitalismo"**.
Kautsky ha roto con el marxismo al defender para la época del capital financiero un "ideal reaccionario", la "democracia pacífica", "el simple peso de los factores económicos", pues este ideal arrastraobjetivamente hacia
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atrás, del capitalismo monopolista al capitalismo no monopolista, y es un engaño reformista.
El comercio con Egipto (o con otra colonia o semicolonia) "hubiera crecido" más sin la ocupación militar, sin el imperialismo, sin el capital financiero. ¿Qué significa esto? ¿Que el capitalismo se desarrollaría más rápidamente si la libre concurrencia no se viera limitada por los monopolios en general ni por las "relaciones" o el yugo (esto es, monopolio asimismo) del capital financiero, ni por la posesión monopolista de las colonias por parte de países aislados?
Los razonamientos de Kautsky no pueden tener otro sentido, y este "sentido" es un sin sentido. Admitamos que sí, que la libre concurrencia, sin monopolios de ninguna especie desarrollar í a el capitalismo y el comercio más rápidamente. Pero cuanto más rápido es el desarrollo del comercio y del capitalismo, más intensa es la concentración de la producción y del capital, que engendra el monopolio. ¡Y los monopolios han nacido y a precisamente d e la libre concurrencia! Aun en el caso de que los monopolios retrasaran actualmente el desarrollo, esto no sería, a pesar de todo, un argumento en favor de la libre concurrencia, la cual es imposible después de haber engendrado los monopolios.
Por más vueltas que deis a los razonamientos de Kautsky, no hallaréis en él más que reaccionarismo y reformismo burgués.
Si se corrige este razonamiento y se dice, como Spectator, que el comercio de las colonias inglesas con Inglaterra se desarrolla en la actualidad más lentamente que con otros países, esto tampoco salva a Kautsky, pues Inglaterra va siendo batida también por el monopolio, también por el imperialismo, pero de otros países (Estados Unidos,
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Alemania). Es sabido que los cartels han conducido al establecimiento de aranceles proteccionistas de un tipo nuevo, original: se protegen (como lo hizo ya observar Engels en el III tomo de "El Capital") precisamente los productos susceptibles de ser exportados. Es conocido asimismo el sistema, propio de los cartels y del capital financiero, de "exportación a precios tirados", el "dumping", como dicen los ingleses: en el interior del país, el cartel vende sus productos a un precio monopolista elevado, y en el extranjero los vende a un precio tres veces más bajo con objeto de arruinar al competidor, ampliar hasta el máximo su propia producción, etc. Si Alemania desarrolla más rápidamente que Inglaterra su comercio con las colonias inglesas, esto demuestra solamente que el imperialismo alemán es más lozano, más fuerte, mejor organizado que el inglés, superior a él, pero no demuestra, ni mucho menos, la "preponderancia" del librecambio porque no es él el que lucha contra el proteccionismo, contra la dependencia colonial, sino que un imperialismo lucha contra otro, un monopolio contra otro, un capital financiero contra otro. La preponderancia del imperialismo alemán sobre el inglés es más fuerte que la muralla de las fronteras coloniales o de los aranceles proteccionistas: sacar de ahí un "argumento" en favor del librecambio y de la "democracia pacífica" equivale a sostener una trivialidad, a olvidar los rasgos y las propiedades fundamentales del imperialismo, a sustituir el marxismo por el reformismo pequeñoburgués.
Es interesante hacer notar que incluso el economista burgués A. Lansburgh, que critica el imperialismo de una manera tan pequeñoburguesa como Kautsky, ha elaborado, sin embargo, de un modo más científico que él los datos de la estadística comercial. Lansburgh no sólo ha comparado
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un país tomado al azar, y no sólo una colonia con los demás países, sino la exportación de un país imperialista: 1) en los países que dependen financieramente de él, que han recibido empréstitos, y 2) en los países financieramente independientes. El resultado obtenido es el siguiente:
Países
|
1889
|
1908
|
Aumento
|
Rumania . . . . . . Portugal . . . . . . Argentina . . . . . . Brasil . . . . . . . Chile . . . . . . . Turquía . . . . . . . |
48,2
19,0 60,7 48,7 28,3 29,9 |
70,8
32,8 147,0 84,5 52,4 64,0 |
47%
73% 143% 73% 85% 114% |
Total . . . . |
234,8
|
451,5
|
92%
|
A los países financieramnete independientes de Alemania
Países
|
1889
|
1908
|
Aumento
|
Gran Bretaña . . . . . Francia . . . . . . . Bélgica . . . . . . . Suiza . . . . . . . Australia . . . . . . India holandesa . . . . |
651,8
210,2 137,2 177,4 21,2 8,8 |
997,4
437,9 322,8 401,1 64,5 40,7 |
53%
108% 135% 127% 205% 363% |
Total . . . . |
1,206.6
|
2,264.4
|
87%
|
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Lansburgh no dedujo las conclusiones, y por esto no se dio cuenta, lo que es algo extraño, de que si estas cifras demuestran algo es precisamente contra él, pues la exportación a los países financieramente dependientes ha crecido, a pesar de todo, más rápidamente, aunque no de un modo muy consi derable, que la exportación a los países financieramente independientes (subrayamos "si" porque la estadística de Lansburgh dista mucho de ser completa).
Refiriéndose a la relación existente entre la exportación y los empréstitos, Lansburgh dice:
"En 1890-91, fue concertado el empréstito rumano por mediación de los bancos alemanes, los cuales, en los años anteriores, adelantaban ya dinero a cuenta del mismo. El empréstito sirvió principalmente para la adquisición de material ferroviario, el cual se recibía de Alemania. En 1891, la exportación alemana a Rumania fue de 55 millones de marcos. Al año siguiente descendió hasta 39,4 y, con intervalos, hasta 25,4 millones, en 1900. Unicamente en estos últimos años ha sido nuevamente alcanzado el nivel de 1891, gracias a otros dos nuevos empréstitos.
La exportación alemana a Portugal aumentó, a consecuencia de los empréstitos de 1888-89, hasta 21,1 millones de marcos (1890); después, en los dos años siguientes, descendió hasta 16,2 y 7,4 millones, y alcanzó su antiguo nivel únicamente en 1903.
Son todavía más expresivos los datos relativos al comercio germano-argentino. A consecuencia de los empréstitos de 1888 y 1890, la exportación alemana a la Argentina alcanzó, en 1889, la cifra de 60,7 millones de marcos. Dos años más tarde, la cxportación era sólo de 18,6 millones, esto es, menos de la tercera parte. Sólo en 1901 es
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La exportación a Chile aumentó, a consecuencia del empréstito de 1889, hasta 45,2 millones de marcos (1892) y descendió un año despues a 22,5 millones. Después de un nuevo empréstito, concertado por medio de los bancos alemanes en 1906, la exportación se elevó hasta 84,7 millones de marcos (1907), para descender de nuevo a 52,4 millones en 1908"[*].
Lansburgh deduce de estos hechos una divertida moral pequeñoburguesa: cuán inconsistente y desigual es la exportación relacionada con los empréstitos, lo mal que está exportar capitales al extranjero en vez de desarrollar la industria patria de un modo "natural" y "armónico", lo "caras" que le resultan a Krupp las propinas de muchos millones al ser concertados los empréstitos extranjeros, etc. Pero los hechos hablan con claridad: el aumento de la exportación está precisamente relacionado con las maquinaciones del capital financiero, que no se preocupa de la moral burguesa y saca al buey dos cueros: primero, el beneficio del empréstito, y segundo, un beneficio de ese mismo empréstito, cuando éste es invertido en la compra de los artículos de Krupp o de material ferroviario del sindicato del acero, etc.
Repetimos que no consideramos perfecta, ni mucho menos, la estadística de Lansburgh, pero era indispensable reproducirla, porque es más científica que la de Kautsky y de Spectator, ya que Lansburgh indica una manera justa de enfocar la cuestión. Para razonar sobre la significación del
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capital financiero en lo que se refiere a la exportación, etc. es indispensable saber destacar ésta especial y únicamente en su relación con las maquinaciones de los financieros, especial y únicamente en su relación con la venta de los productos de los cartels, etc. Limitarse a cornparar sencillamente las colonias en general con los países no coloniales, un imperialismo con otro, una semicolonia o colonia (Egipto) con todos los demás países significa dejar de lado y escamotear precisamente la esencia de la cuestión.
La crítica teórica del imperialismo hecha por Kautsly no tiene nada de común con el marxismo; sirve únicamente como punto de partida para predicar la paz y la unidad con los oportunistas y los socialchovinistas, porque dicha crítica deja de lado y escamotea justamente las contradicciones más profundas y radicales del imperialismo: las contradicciones entre los monopolios y la libre concurrencia que existe paralelamente con ellos, entre las "operaciones" gigantescas (y las ganancias gigantescas) del capital financiero y el comercio "honrado" en el mercado libre, entre los cartels y trusts, de una parte, y la industria no cartelizada, por otra, etc.
Lleva absolutamente el mismo sello reaccionario la famosa teoría del "ultraimperialismo", inventada por Kautsky. Comparad su razonamiento sobre este tema en 1915 con el de Hobson en 1902:
Kautsky:
". . . ¿No puede la política imperialista actual ser desalojada por otra nueva, ultraimperialista, que colocaría en el sitio de la lucha de los capitales financieros nacionales entre sí la explotación común de todo el mundo por el capital financiero unido internacionalmente? Una semejante nueva fase del capitalismo, en todo caso, es conce-
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Hobson:
"El cristianismo, que se ha consolidado en un número limitado de grandes imperios federales, cada uno de los cuales dispone de varias colonias no civilizadas y de varios países dependientes, les parece a muchos como la evolución más legítima de las tendencias actuales, una evolución, además, que haría concebir las mayores esperanzas en una paz permanente sobre la base sólida del interimperialismo".
Kautsky califica de ultraimperialismo o superimperialismo lo que Hobson, 13 años antes, calificaba de interimperialismo. Si exceptuamos la creación de una nueva y sapientísima palabreja por medio de la sustitución de un prefijo latino por otro, el progreso del pensamiento "científico" en Kautsky consiste únicamente en la pretensión de hacer pasar por marxista lo que Hobson describe, en esencia, como manifestación hipócrita de los curitas ingleses. Después de la guerra anglo-boer era natural que este honorable estamento dirigiera sus mayores esfuerzos en el sentido de consolar a los pequeños burgueses y a los obreros ingleses, los cuales habían tenido no pocos muertos en los combates surafricanos y fueron obligados a pagar impuestos elevados a fin de garantizar mayores utilidades a los financieros ingleses. Y ¿qué consuelo podía ser mayor que el de que el imperialismo no era tan malo, que se hallaba muy cerca del inter o ultraimperialismo, capaz de asegurar la paz permanente? Cualesquiera que fueran las buenas intenciones de íos curitas ingleses o del dulzón de Kautsky, el sentido objetivo, esto
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es, el verdadero sentido social de su "teoría" es uno, y sólo uno: el consuelo archirreaccionario de las masas por medio de la esperanza en la posibilidad de la paz permanente bajo el capitalismo, distrayenclo la atención de las agudas contradicciones y de los agudos problemas de la actualidad y dirigiendo dicha atención hacia las falsas perspectivas de un pretendido nuevo "ultraimperialismo" futuro. Excepción hecha del engaño de las masas, la teoría "marxista" de Kautsky no da más de sí.
En efecto, basta confrontar con claridad los hechos generalmente conocidos, indiscutibles, para convencerse hasta qué punto son falsas las perspectivas que Kautsky se esfuerza en inculcar a los obreros alemanes (y a los de todos los países). Tomemos el ejemplo de la India, de la Indochina y de China. Es sabido que esos tres países coloniales y semicoloniales, con una población de 600 a 700 millones de almas, se hallan sometidos a la explotación del capital financiero de varias potencias imperialistas: Inglaterra, Francia, Japón, Estados Unidos, etc. Supongamos que dichos países imperialistas forman alianzas, los unos contra los otros, con objeto de defender o extender sus posesiones, sus intereses y sus "esferas de influencia" en los mencionados países asiáticos. Esas alianzas serán alianzas "inter" o "ultraimperialistas". Supongamos que todas las potencias imperialistas constituyen una alianza para el reparto "pacífico" de dichos países asiáticos. Esa será una alianza del "capital financiero unido internacionalmente". En la historia del siglo XX, hallamos ejemplos concretos de una tal alianza, por ejemplo, en las relaciones de las potencias con China Cabe preguntar: ¿es "concebible" suponer que, en las condiciones de conservación del capitalismo (y son precisamente estas condiciones las que presupone Kautsky), dichas alianzas no sean de corta
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duración, que excluyan los rozamientos, los conflictos y la lucha en todas las formas imaginables?
Basta formular claramente la pregunta para que sea imposible darle otra respuesta que no sea negativa, pues bajo el capitalismo no se concibe otro fundamento para el reparto de las esferas de influencia, de los intereses, de las colonias, etc., que la fuerza de los participantes en el reparto, la fuerza económica general, financiera, militar, etc. Y la fuerza no se modifica de un modo idéntico en esos participantes del reparto, ya que es imposible, bajo el capitalismo, el desarrollo igual de las distintas empresas, trusts, ramas industriales y países. Hace medio siglo, la fuerza capitalista de Alemania era de una absoluta insignificancia en comparación con la de la Inglaterra de aquel entonces; lo mismo se puede decir del Japón en comparación con Rusia. ¿Es "concebible" que dentro de unos diez o veinte años, permanezca invariable la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas? Es absolutamente inconcebible.
Por esto, las alianzas "interimperialistas" o "ultraimperialistas" en la realidad capitalista, y no en la vulgar fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del "marxista" alemán Kautsky -- sea cual fuera su forma: una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, o una alianza general de todas las potencias imperialistas -- no pueden constituir, inevitablemente, más que "treguas" entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobreuna y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la economía y la política mundiales. Y el sapientísimo Kautsky, para tranquilizar a los obreros y reconciliarlos con los socialchovi-
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nistas, que se han pasado a la burguesía, separa dos eslabones de una sola y misma cadena, separa la actual alianza pacífica (ultraimperialista y aun ultra-ultraimperialista) de todas las potencias para la "pacificación" de China (acordaos del aplastamiento de la insurrección de los "boxers") del conflicto bélico de mañana, que preparará para pasado mañana otra alianza "pacífica" general para el reparto, supongamos, de Turquía, etc., etc. En vez del enlace vivo entre los períodos de paz imperialista y de guerras imperialistas, Kautsky ofrece a los obreros una abstracción muerta, a fin de recon ciliarlos con sus jefes muertos.
El norteamericano Hill, en su "Historia de la diplomacia en el desenvolvimiento internacional de Europa", indica, en el prólogo, los períodos siguientes en la historia moderna de la diplomacia: 1) era de las revoluciones; 2) movimiento constitucional; 3) era del "imperialismo comercial"* de nuestros días. Otro escritor divide la historia de la "política mundial" de la Gran Bretaña, a partir de 1870, en cuatro períodos: 1) primer período asiático (lucha contra el movimiento de Rusia en el Asia Central en dirección a la India); 2) período africano (aproximadamente, de 1885 a 1902): lucha contra Francia por el reparto de Africa (incidente de Fachoda, en 1898, a punto de producir la guerra con Francia); 3) segundo período asiático (tratado con el Japón contra Rusia); 4) período "europeo", caracterizado principalmente por la lucha contra Alemania**. "Las escaramuzas políticas de los destacamentos de vanguardia se libran en el terreno financiero", escribía ya en 1905 el "financiero"
* David Jayne Hill, "A History of the Diplomacy in the international development of Europe", vol. I, pág. 10.
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Riesser, indicando cómo el capital financiero francés, al operar en Italia, preparó la alianza política de dichos países, cómo se desarrollaba la lucha entre Alemania e Inglaterra por Persia, la lucha de todos los capitales europeos por los empréstitos chinos, etc. He aquí la realidad viva de las alianzas "ultraimperialistas" pacíficas con su indisoluble lazo de unión con los conflictos simplemente imperialistas.
La atenuación por Kautsky de las contradicciones más profundas del imperialismo, atenuación que se convierte inevitablemente en un embellecimiento del imperialismo, no pasa sin imprimir su sello también a la crítica, hecha por este escritor, de las propiedades políticas del imperialismo. El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, los cuales traen aparejada por todas partes la tendencia a la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere el régimen político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta esfera también: tal es el resultado de dicha tendencia. Particularmente se intensifica también la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, esto es, a la violación de la independencia nacional (pues la anexión no es sino la violación del derecho de las naciones a su autodeterminación). Hilferding hace observar con acierto la relación entre el imperialismo y la intensificación de la opresión nacional:
se desmorona el aislamiento agrario milenario de las 'naciones sin historia', las cuales se ven arrastradas a la vorágine capitalista. El propio capitalismo poco a poco proporciona a los sometidos, medios y procedimientos adecuados de emancipación. Y dichas naciones formulan el fin que en otros tiempos era considerado como el más elevado por las naciones europeas: la creación de un Estado nacional único como instrumento de libertad económica y cultural. Este movimiento por la independencia amenaza al capital europeo en sus zonas de explotación más preciadas, que prometen las perspectivas más brillantes, y el capital europeo puede mantener su dominación sólo aumentando continuamente sus fuerzas militares"[*].
A esto hay que añadir que no sólo en los países nuevamente descubiertos, sino incluso en los viejos, el imperialismo conduce a las anexiones, a la intensificación de la opresión nacional, y por consiguiente, también, a la intensificación de la resistencia. Al hacer objeciones a la intensificación de la reacción política por el imperialismo, Kautsky deja en la sombra la cuestión acerca de la imposibilidad de la unidad con los oportunistas en la época del imperialismo, cuestión que ha adquirido particular importancia vital. Al oponerse a las anexiones, da a sus objeciones una forma tal, que resulta la más inofensiva para los oportunistas y fácilmente aceptable por ellos. Kautsky se dirige directamente al auditorio alemán y, sin embargo, escamotea precisamente lo más esencial y más actual, por ejemplo, que Alsacia-Lorena es una anexión de Alemania. Para apreciar esta "desviación del pensamiento" de Kautsky, tomemos un ejemplo. Supongamos
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que un japonés condena la anexión de Filipinas por los norteamericanos. Cabe la pregunta: ¿serán muchos los que crean que esto se hace por hostilidad a las anexiones en general y no por el deseo del Japón de anexionarse él mismo las Filipinas? ¿Y no será preciso reconocer que la "lucha" del japonés contra las anexiones puede ser considerada como sincera y políticamente honrada sólo en el caso de que se levante contra la anexión de Corea por el Japón, de que exija la libertad de Corea de separarse del Japón?
Tanto el análisis teórico como la crítica económica y política del imperialismo hechos por Kautsky se hallan totalmente impregnados de un espíritu en absoluto inconciliable con el marxismo, de un espíritu que escamotea y pule las contradicciones más fundamentales, de la tendencia a mantener a toda costa la unidad, que se está desmoronando, con el oportunismo en el movimiento obrero europeo.
Como hemos visto, el imperialismo, por su esencia económica, es el capitalismo monopolista. Con ello queda ya determinado el lugar histórico del imperialismo, pues el monopolio, que nace única y precisamente de la libre concurrencia, es el tránsito del capitalismo a un orden social-económico más elevado. Hay que poner de relieve particularmente cuatro variedades principales del monopolio o manifestaciones principales del capitalismo monopolista característicos del período que nos ocupa.
Primero: El monopolio es un producto de la concentración de la producción en un grado muy elevado de su desarrollo.
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Son las alianzas monopolistas de los capitalistas, cartels, sindicatos, trusts. Hemos visto, qué inmenso papel desempeñan en la vida económica contemporánea. Hacia principios del siglo XX, alcanzaron pleno predominio en los países avanzados, y si los primeros pasos en el sentido de la cartelización fueron dados con anterioridad por los países con tarifas arancelarias proteccionistas elevadas (Alemania, Estados Unidos), Inglaterra, con su sistema de librecambio, mostró, sólo un poco más tarde, ese mismo hecho fundamental: el nacimiento del monopolio como consecuencia de la concentración de la producción.
Segundo: Los monopolios han conducido a la conquista recrudecida de las más importantes fuentes de materias primas, particularmente para la industria fundamental y más cartelizada de la sociedad capitalista: la hullera y la siderúrgica. La posesión monopolista de las fuentes más importantes de materias primas ha aumentado en proporciones inmensas el poderío del gran capital y ha agudizado las contradicciones entre la industria cartelizada y la no cartelizada.
Tercero: El monopolio ha surgido de los bancos, los cuales, de modestas empresas intermediarias que eran antes, se han convertido en monopolistas del capital financiero. Tres o cinco bancos más importantes de cualquiera de las naciones capitalistas más avanzadas han realizado la "unión personal" del capital industrial y bancario, han concentrado en sus manos miles y miles de millones que constituyen la mayor parte de los capitales y de los ingresos en dinero de todo el país. Una oligarquía financiera que tiende una espesa red de relaciones de dependencia sobre todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa
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contemporánea sin excepción: he aquí la manifestación de más relieve de este monopolio.
Cuarto: El monopolio ha nacido de la política colonial. A los numerosos "viejos" motivos de la política colonial, el capital financiero ha añadido la lucha por las fuentes de materias primas, por la exportación de capital, por las "esferas de influencia", esto es, las esferas de transacciones lucrativas, concesiones, beneficios monopolistas, etc., y, finalmente, por el territorio económico en general. Cuando las potencias europeas ocupaban, por ejemplo, con sus colonias, una décima parte de África, como fue aún el caso en 1876, la política colonial podía desarrollarse de un modo no monopolista, por la "libre conquista", por decirlo así, de territorios. Pero cuando resultó que las 9/10 de África estaban ocupadas (hacia 1900), cuando resultó que todo el mundo estaba repartido, empezó inevitablemente la era de posesión monopolista de las colonias y, por consiguiente, de lucha particularmente aguda por la partición y el nuevo reparto del mundo.
Todo el mundo conoce hasta qué punto el capital monopolista ha agudizado todas las contradicciones del capitalismo. Basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los cartels. Esta agudización de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero mundial.
Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con más relieve,
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como una de las tendencias del imperialismo, la creación de "Estados-rentistas", de Estados-usureros, cuya burguesía vive cada día más de la exportación del capital y de "cortar el cupón". Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición descarta el rápido crecimiento del capitalismo. No; ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en la época del imperialismo, con mayor o menor fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no sólo es cada vez más desigual, sino que esa desigualdad se manifiesta asimismo, de un modo particular, en la descomposición de los países más fuertes en capital (Inglaterra).
En lo que se refiere a la rapidez del desarrollo económico de Alemania, el autor de las investigaciones sobre los grandes bancos alemanes, Riesser, dice:
"El progreso, no muy lento, de la época precedente (1848-1870) se halla en relación con la rapidez del desarrollo de toda la economía en Alemania y particularmente de sus bancos en la época actual (1870-1905), aproximadamente como la rapidez de movimiento de un coche de posta de los viejos buenos tiempos se halla relacionado con la rapidez del automóvil moderno, el cual lleva una marcha tal, que resulta un peligro tanto para el tranquilo transeúnte, como para las personas que van en el automóvil".
A su vez, ese capital financiero que ha crecido con una rapidez tan extraordinaria, precisamente porque ha crecido de este modo, no tiene ningún inconveniente en pasar a una posesión más "pacífica" de las colonias que deben ser arrebatadas, no sólo por medios pacíficos, a las naciones más ricas. Y en los Estados Unidos, el desarrollo económico
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durante estos últimos decenios ha sido aún más rápido que en Alemania, y, precisamente, gracias a esta circunstancia, los rasgos parasitarios del capitalismo norteamericano contemporáneo se han manifestado con particular relieve. De otra parte, la comparación, por ejemplo, de la burguesía republicana norteamericana con la burguesía monárquica japonesa o alemana muestra que las más grandes diferencias políticas se atenúan extraordinariamente en la época del imperialismo no porque, en general, dicha diferencia no sea importante, sino porque en todos esos casos se trata de una burguesía con rasgos definidos de parasitismo.
La obtención de elevadas ganancias monopolistas por los capitalistas de una de las numerosas ramas de la industria de uno de los numerosos países, etc., da a los mismos la posibilidad económica de sobornar a ciertos sectores obreros y, temporalmente, a una minoría bastante considerable de los mismos, atrayéndolos al lado de la burguesía de una determinada rama industrial o de una determinada nación contra todas las demás. El antagonismo cada día más intenso de las naciones imperialistas, provocado por el reparto del mundo, refuerza esta tendencia. Es así como se crea el lazo entre el imperialismo y el oportunismo, el cual se ha manifestado, antes que en ninguna otra parte y de un modo más claro, en Inglaterra, debido a que varios de los rasgos imperialistas del desarrollo aparecieron en dicho país mucho antes que en otros. A algunos escritores, por ejemplo, a L. Mártov, les place esquivar el hecho de la relación entre el imperialismo y el oportunismo en el movimiento obrero -- hecho que salta actualmente a la vista de un modo particularmente evidente -- por medio de razonamientos llenos de "optimismo oficial" (en el espíritu de Kautsky y Huysmans) tales como: la causa de los adversarios del capitalismo sería
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una causa perdida si precisamente el capitalismo avanzado condujera al reforzamiento del oportunismo o si precisamente los obreros mejor retribuidos se inclinaran al oportunismo, etc. No hay que dejarse engañar sobre la significación de ese "optimismo": es un optimismo con respecto al oportunismo, es un optimismo que sirve de tapadera al oportunismo. En realidad, la rapidez particular y el carácter singularmente repulsivo del desarrollo del oportunismo no sirve en modo alguno de garantía de su victoria sólida, del mismo modo que la rapidez de desarrollo de un tumor maligno en un cuerpo sano no puede hacer más que contribuir a que dicho tumor reviente más de prisa, a librar del mismo al organismo. Lo más peligroso en este sentido son las gentes que no desean comprender que la lucha contra el imperialismo, si no se halla ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo, es una frase vacía y falsa.
De todo lo que llevamos dicho más arriba sobre la esencia económica del imperialismo, se desprende que hay que calificarlo de capitalismo de transición o, más propiamente, agonizante. Es, en este sentido, extremadamente instructivo que los términos más corrientes empleados por los economistas burgueses que describen el capitalismo moderno son: "entrelazamiento", "ausencia de aislamiento", etc.; los bancos son "unas empresas que, por sus fines y desarrollo, no tienen un carácter puramente de economía privada, sino que cada día más se van saliendo de la esfera de la regulación de la economía puramente privada". ¡Y es ese mismo Riesser, al cual pertenecen las últimas palabras, quien con la mayor seriedad del mundo declara que las "predicciones" de los marxistas respecto a la "socialización" "no se han realizado"!
¿Qué significa, pues, la palabreja "entrelazamiento"? Dicha palabra expresa únicamente el rasgo más acusado del pro-
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ceso que se está desarrollando ante nosotros; muestra que los árboles impiden al observador ver el bosque, que copia servilmente lo exterior, lo accidental, lo caótico, indica que el observador es un hombre aplastado por los materiales y que no comprende nada del sentido y de la significación de los mismos. Se "entrelazan casualmente" la posesión de acciones, las relaciones de los propietarios privados. Pero lo que constituye la base de dicho entrelazamiento, lo que se halla debajo del mismo, son las relaciones sociales de la producción que se están modificando. Cuando una gran empresa se convierte en gigantesca y organiza sistemáticamente, sobre la base de un cálculo exacto de múltiples datos, el abastecimiento en la proporción de los 2/3 o de los 3/4 de la materia prima de todo lo necesario para una población de varias decenas de millones; cuando se organiza sistemáticamente el transporte de dichas materias primas a los puntos de producción más cómodos, que se hallan a veces a una distancia de centenares y de miles de kilómetros uno de otro- cuando desde un centro se dirige la elaboración del material en todas sus diversas fases hasta la obtención de una serie de productos diversos terminados; cuando la distribución de dichos productos se efectúa según un solo plan entre decenas y centenares de millones de consumidores (venta de petróleo en América y en Alemania por el "Trust del Petróleo" americano), aparece entonces con evidencia que nos hallamos ante una socialización de la producción y no ante un simple "entrelazamiento"; que las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo (en el peor de los casos, si la curación del tumor opor-
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tunista se prolonga demasiado), pero que, sin embargo, será ineluctablemente suprimida.
El entusiasta partidario del imperialismo alemán, Schulze-Gaevernitz, exclama:
"Si, en fin de cuentas, la dirección de los bancos alemanes se halla en las manos de una docena de individuos, la actividad de los mismos es ya actualmente más importante para el bienestar popular que la actividad de la mayoría de los ministros [en este caso, es más ventajoso olvidar el 'entrelazamiento' existente entre banqueros, ministros, industriales, rentistas, etc.]. . . Si se reflexiona hasta el fin sobre el desarrollo de las tendencias que hemos visto, llegamos a la conclusión siguiente: el capital monetario de la nación está unido en bancos; los bancos, unidos entre sí en el cartel; el capital de la nación, que busca el modo de ser aplicado, ha tomado la forma de títulos de valor. Entonces se cumplen las palabras geniales de Saint-Simon: 'La anarquía actual en la producción, que es una consecuencia del hecho de que las relaciones económicas se desarrollan sin una regulación uniforme, debe dejar su puesto a la organización de la producción. La producción no será dirigida por patronos aislados, independientes uno del otro, que ignoran las necesidades económicas de los hombres; la producción se hallará en manos de una institución social determinada. El comité central de administración, que tendrá la posibilidad de enfocar la vasta esfera de la economía social desde un punto de vista más elevado, la regulará del modo que resulte útil para la sociedad entera, entregará los medios de producción a las manos apropiadas para ello y se preocupará, sobre todo, de que exista una armonía constante entre la producción y el
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No hay nada que decir: excelente "refutación" de Marx, que da un paso atrás, del análisis científico exacto de Marx a la conjetura -- genial, pero conjetura al fin -- de Saint-Simon.
Escrito en enero-junio de 1916.
Publicado por primera vez en forma de
folleto en Petrogrado, en abril de 1917.
Impreso según el manuscrito y confron-
tado con el texto del folleto.
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[1] "El imperialismo, fase superior del capitalismo " fue escrito en la primera mitad de 1916. El estudio de publicaciones de distintos países acerca del imperialismo lo inició Lenin en Berna, en 1916; el libro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines de este mes, Lenin se trasladó a Zurich y siguió trabajando en el libro, en la biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos, apuntes, observaciones y cuadros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta. Estos materiales fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos sobre el imperialismo.
El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin termino el trabajo y envió el manuscrito a la Editorial Parus. Los elementos mencheviques atrincherados en la Editorial suprimieron de él la dura crítica que se hacía de las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos (Mártov, etc.). Cuando Lenin decía "transformación" (del capitalismo en imperialismo capitalista) ellos pusieron "conversión", el "carácter reaccionario" (de la teoría del "ultraimperialismo") lo sustituyeron por el "carácter atrasado", etc. Con el título de El imperialismo, etapa contemporánea del capitalismo la Editorial Parus lo imprimió a principios de 1917 en Petrogrado.
A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del libro, que vio la luz en septiembre de 1917.
Con respecto a la significación del libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, véase el Compendio de Historia del Pártido Comunista (bolchevique) de la URSS. [pág. 1]
pág. 168
[2] Véase: págs, 156-157 del presente folleto. [pág. 2]
[3] El presente prólogo fue publicado por primera vez, bajo el título de El imperialismo y el capitalismo, en el N.ƒ 18 de la revista La Internacional Comunista, correspondiente al mes de octubre de 1921. [pág. 3]
[4] "Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania ", partido centrista fundado en abril de 1917. Lo fundamental en él era la organización kautskiana "Confraternidad del Trabajo". Los "independientes" propugnaban la "unidad" con los socialchovinistas descarados, a los cuales justificaban y defendían, y reivindicaban el abandono de la lucha de clases.
El Partido Socialdemócrata Independiente se escindió en octubre de 1920, en el Congreso de Halle. Una parte considerable de él se fundió en diciembre de 1920 con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron su partido, al que dieron el viejo nombre de Partido Socialdemócrata Independiente; éste subsistió hasta 1922. [pág. 9]
[5] Espartaquistas, miembros de la unión Espartaco, que se formó durante la Primera Guerra Mundial. Al comenzar la conflagración, los socialdemócratas alemanes de izquierda formaron el grupo Internacional, que dirigían K. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin y otros, grupo que empezo a llamarse también unión Espartaco. Los esparta quistas mantuvieron entre las masas la propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, denunciando la política rapaz del imperialismo alemán y la traición de los jefes de la socialdemocracia. Pero los espartaquistas, los alemanes de izquierda no estaban exentos de errores semimencheviques en importantísimos problemas de la teoría y la política: fomentaban la teoría semimenchevique del imperialismo, impugnaban el principio de la libre determinación de las naciones en su interpretación marxista (es decir, hasta la separación y la formación de Estados independientes), negaban la posibilidad de las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo, no estimaban suficientemente el papel del partido revolucionario y se inclinaban ante la espontaneidad del movimiento. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el "economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su carta Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo. En 1917, los espartaquistas ingresaron en el partido centrista de los "independientes" sin perder su autonomía en materia de organización. Después de la revolución alemana de noviembre de 1918, los espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaban el Partido Comunista de Alemania. [pág. 9]
pág. 169
[6] Los escándalos de Gründer se produjeron en el período de fundación intensa (Gründer en alemán significa fundador) de sociedades anónimas en Alemania a principios de los años 70 del siglo pasado. El creciente proceso de fundación de estas sociedades iba acompañado de fraudulentas maniobras de los negociantes burgueses enriquecidos y de una especulación desenfrenada sobre tierras y valores en la Bolsa. [pág. 45]
[7] "Gaceta de Francfort " ("Frankfurter Zeitung"): Periódico burgues aleman que editóse desde 1856 en Francfort de Main. [pág. 47]
[8] Lenin se refiere a G. V. Plejánov. [pág. 59]
[9] Produgol : "Sociedad Rusa de comercio del combustible mineral de la cuenca del Donetz". Fue fundada en el año 1906. [pág. 65]
[10] Prodamet : "Sociedad para la venta de artículos de las fábricas metalúrgicas rusas". Fue fundada en el año 1901. [pág. 65]
[11] El Panamá francés, expresión aparecida en Francia en 1892-1893, cuando se descubrieron abusos enormes y la venalidad de gobernantes funcionarios y periódicos, a quienes había comprado la compañía francesa para la apertura del Canal de Panamá. [pág. 71]
[12] Véase: págs. 99-100 del presente folleto. [pág. 107]
[13] Spectator, seudónimo del menchevique S. M. Najimson. [pág. 145]
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La globalización económica
Definición.
La globalización económica consiste en la creación de un mercado mundial en el que se suprimen todas las barreras arancelarias para permitir la libre circulación de los capitales: financiero, comercial y productivo.
El capital financiero, es el dinero, los préstamos y créditos internacionales y la inversión extranjera. Su característica es que no ocupa un lugar determinado y que gracias a la tecnología puede trasladarse de un lugar a otro con rapidez.
El capital productivo, lo constituyen el dinero invertido en materias primas, bienes de capital (maquinaria, herramientas, edificios, terrenos, vehículos, etc,) y la mano de obra.
El capital comercial, son los bienes y servicios que finalmente se compran y se venden en el mercado internacional. En este mercado internacional, los principales vendedores son las empresas multinacionales como por ejemplo: la Shell, la Coca Cola, Sony, IBM, Unilever, Phelps Dodge, etc. Los compradores son las poblaciones de cada país y también hay muchísimos vendedores de su fuerza de trabajo, estos son los que constituyen la mano de obra, ya que ellos venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
La globalización entonces, vendría a ser como la etapa de culminación del proceso histórico de expansión del capitalismo, con dos objetivos: la libre movilidad del capital y la creación de un solo mercado mundial.
Principales agentes
Los principales agentes o impulsadores de la globalización son los bancos y las empresas multinacionales.
Las empresas multinacionales son empresas muy grandes que operan en muchos países del mundo a través de sus filiales. Son como un “pulpo” que hace llegar sus tentáculos a varios países del mundo. Las empresas multinacionales tienen su sede en los países desarrollados, son muy poderosas y controlan prácticamente el mercado de los principales rubros de exportación. Las empresas multinacionales aprovechan la mano de obra barata de los países en vías de desarrollo y de acuerdo a esto se trasladan hacia estos países.
Los bancos multinacionales, son el apoyo financiero de las empresas multinacionales, solo que aquí se trata de hacer crecer el capital financiero a través de las inversiones en los diferentes países. Estas inversiones se realizan en las bolsas de valores de todo el mundo, principalmente en Nueva Cork, Londres, Tokio, París, Frankfurt, Ámsterdam, Singapur, Hong Kong, etc. Los bancos multinacionales actuan unidos en grandes consorcios financieros y algunos abarcan bancos de muchos lugares. Por ejemplo. El consorcio financiero ORION, comprende los siguientes bancos: Westminster Bank (Gran Bretaña), Westdeutshche Landesbank (Alemania), Crédito Italiano (Italia), Banco de Santander (España), Chase Maniatan Bank (USA), Mitsubishi’s Bank (Japón) y Orio Royal Bank (Canadá).
Los otros agentes de la globalización son: los tecnócratas internacionales, que son los intelectuales que trabajan para las multinacionales y las financieras; los gobiernos, que con sus políticas ayudan a las multinacionales a realizar sus operaciones; y, los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que condicionan sus préstamos a que los países adopten métodos orientados a eliminar las barreras a la libre circulación del capital.
Ventajas y Desventajas
Algunas ventajas de la globalización son:
Ø Se disminuyen los costos de producción y por lo tanto se ofrecen productos a precios menores.
Ø Aumenta el empleo en los lugares donde llegan las multinacionales, especialmente en los países subdesarrollados.
Ø Aumenta la competitividad entre los empresarios y se eleva la calidad de los productos.
Ø Se descubren e implementan mejoras tecnológicas que ayudan a la producción y a la rapidez de las transacciones económicas.
Ø Mayor accesibilidad a bienes que antes no se podían obtener en los países subdesarrollados.
Algunas desventajas de la globalización son las siguientes:
Ø Mayor desigualdad económica entre los países desarrollados y subdesarrollados debido a concentración de capital en los países desarrollados(acumulación externa de capital).
Ø Desigualdad económica dentro de cada nación ya que la globalización beneficia a las empresas grandes y poderosas.
Ø En los países desarrollados aumentará el desempleo y la pobreza porque las empresas grandes emigran hacia otros lugares en busca de mano de obra y materia prima barata.
Ø Mayor injerencia económica de parte de los países desarrollados hacia los países subdesarrollados o en vías de desarrollo.
Ø Degradación del medio ambiente por la explotación de los recursos.
Ø Menor oportunidad de competir con esos grandes monstruos que son las empresas multinacionales.
Ø Mayor fuga de capitales porque cuando las empresas multinacionales lo decidan, se trasladan hacia otros países que les ofrezcan mejores ventajas en su producción.
PREGUNTAS:
Elija la respuesta correcta:
1) ¿Cuál de las siguientes afirmaciones explica mejor el proceso de globalización?
a) El crecimiento del comercio mundial durante los últimos años ha llevado a la creación de una economía global, en la cual las grandes empresas multinacionales producen y exportan bienes y servicios en los diferentes mercados a nivel mundial.
b) La carrera armamentista y la amenaza nuclear a nivel mundial han llevado a la creación de complejos sistemas globales de defensa estratégica en las naciones occidentales.
c) Las nuevas tecnologías de información llegan a los diferentes países del mundo enmarcado dentro del mercado global.
d) El surgimientos de nuevas políticas a nivel mundial en los últimos años, ha llevado a la creación de organismos globales para ayudar a los países subdesarrollados.
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2) Son los intelectuales que trabajan para las grandes empresas multinacionales y forman parte de los agentes de la globalización económica.
a) Los burócratas
b) Los consorcios
c) Los políticos
d) Los tecnócratas
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3) Una desventaja de la globalización es:
a) Existe mayor competitividad entre las empresas lo que provoca una disminución de precios y mejora la calidad de los bienes y servicios
b) Aumento de la pobreza en los países desarrollados porque las empresas multinacionales emigran a otros países donde la mano de obra y las materias primas son más baratas.
c) Aumenta el uso de la información a nivel mundial.
d) Se forman grandes consorcios financieros movilizando y haciendo crecer el capital.
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4) El principal objetivo de la globalización económica es la libre movilidad del capital financiero, capital productivo y capital comercial. El capital productivo está constituido por:
a) El dinero invertido en materias primas, bienes de capital (maquinaria, herramientas, edificios, terrenos, vehículos, etc,) y la mano de obra.
b) Los bienes y servicios finales que se comercializan a nivle mundial.
c) El dinero que se invierte en las principales bolsas de valores del mundo.
d) El dinero invertido en la mano de obra en los países subdesarrollados.
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5) Los principales agentes de la globalización económica son:
a) Los grandes consorcios financieros a nivel mundial
b) Los gobiernos y los tecnócratas
c) Los bancos y empresas multinacionales
d) Los pobladores de los diferentes países del mundo
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