miércoles, 16 de noviembre de 2022

++ X circolo internazionalista "coalizione operaia" : " -- LA CULTURA DE LA DIOSA Y LA SANTA IGNORANCIA: DOS MITOS BURGUESES. -- Y, un comentario de unxs tertulianos, por mí,...Lmm. " ++.

 

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** [Nueva entrada] LA DEA CULTURA E LA SANTA IGNORANZA: DUE MITI BORGHESI (LA CULTURA DE LA DIOSA Y LA SANTA IGNORANCIA: DOS MITOS BURGUESES). -- LA CULTURA DE LA DIOSA Y LA SANTA IGNORANCIA: DOS MITOS BURGUESES. -- 

«… el proletariado, que no quiere ser tratado como un sinvergüenza, tiene mucha más necesidad de su coraje, de su autoconciencia, de su orgullo y espíritu de independencia, que del pan ». K. Marx - F. Engels, El comunismo del «Reinischer Beobachter », 1847.

Hace unos días un trabajador, uno de nuestros lectores, nos contó un episodio que, por pequeño que fuera, no nos pareció insignificante, dada la situación general de nuestra clase.

Una mañana, al comenzar su turno de trabajo, los trabajadores encontraron un bol de arroz y unos canapés en la cantina. Lo que queda de un refrigerio realizado en compañía la tarde anterior por la propiedad.

Sintiéndose mermado en su dignidad y seguro de interpretar el sentir de aquellos compañeros que se habían dirigido a él para desahogar su indignación, el trabajador le pide una explicación al gerente, señalando que lo que se les dio a los trabajadores no era más que las sobras de la banquete señorial.

- "¡Fácil con las palabras!" - Dice el director, en tono paternalista - "Es algo bueno que pensamos que le daríamos a nuestros empleados".

- "Sin duda será buena cosa, pero lo que queda de una comida son sobras" – responde tranquilamente el trabajador.

En este punto el director juega la carta "ecológica":

-"Entonces, ¿tenemos que tirar estas cosas? ¿Así que estás a favor de los desechos?"

-“Para nada”- responde el trabajador- “No hay por qué tirarlo: los gerentes que reciban este producto bien podrían envolver sus sobras y llevárselas a casa, como hacen los que no les gusta el desperdicio. Nosotros pero no comemos tus sobras, porque las sobras se las dan a los perros".

-“Está bien, significa que la próxima vez tiraremos todo”, respondió el director con una “cultura ecológica” y un “enemigo del desperdicio” molesto. Y quién sabe si, para sí mismo, pensó: "¡Ve a hacer algún bien a esta gente ignorante!".

Sin embargo, nuestro lector ignorante de clase trabajadora no lo es. No ignora su ubicación de clase. Si lo hubiera ignorado, probablemente habría recogido, y agradecido, los restos del banquete del maestro. Esta conciencia de la identidad de los propios intereses con los de sus compañeros, con los de todos los demás trabajadores y en oposición a los de otras figuras sociales, y el sentido de la propia dignidad ligado a esta conciencia, no lo obtuvo en la bancas de aulas escolares o universitarias . Ni siquiera lo consiguió por insuflación divina , mientras se inclinaba sobre su banco de trabajo todos los días. Impulsado por su propia condición a la lucha , y por esta lucha urgido a buscar respuestas , se encontró con un ambiente que lo incitó a conquistar laboriosamente esa conciencia, a construir una cultura social : se encontró con la teoría de clases .

En el caso específico fue este obrero, y no otros, quien enfrentó al patrón y reavivó la llama del orgullo de clase en sus compañeros. No porque sea mejor que los demás, sino porque el azar -como individuo- y la necesidad -como miembro de su clase- lo pusieron en contacto con la teoría marxista, permitiéndole no ignorar su condición, su papel.

Desde este punto de vista, y desde la existencia del proletariado, los trabajadores que encarnan el eje de las luchas nunca han sido "ignorantes". Puede que hayan sido mal "educados", pero nunca alardearon de ello, ni mucho menos. La historia del movimiento proletario, a partir de las primeras coaliciones obreras en Inglaterra a finales del siglo XVIII, es irrefutablemente la historia del proceso de autoeducación política de la clase obrera. Sacrificando su escaso tiempo libre, quitándolo de la iglesia y de la taberna, generaciones de trabajadores han aprendido a leer; cuando no sabían leer participaban en círculos de discusión escuchando a sus compañeros más afortunados; leyendo y escuchando aprendieron a pensar y devoraron con avidez a Tom Paine, Babeuf, Godwin, Owen, Weitling, Marx… todos aquellos escritos que intuyeron que podían relacionarse con su condición y que podrían dotarlos de herramientas para ir más allá de su instintiva impaciencia, para comprender su propia acción , comprender sus propias luchas, conducirlas al éxito, convenciendo a los vacilantes o arrastrando a los recalcitrantes [1] .

Mientras pudo, y mientras sintió que era en su propio interés, la burguesía alimentó la superstición de la ignorancia en la que la división del trabajo sumerge inexorablemente a la clase obrera [2] . Cuando los trabajadores, con amargas batallas, lograron imponer una legislación laboral más favorable, esta "primera concesión arrancada de la violencia al capital" [3] les permitió mantener a sus hijos más pequeños alejados de las fábricas y obligó a la burguesía a proporcionarles una educación elemental, "aunque en dosis prudentemente homeopáticas [4] ". Fue por lo tanto el resultado de la presión de nuestra clase , en conjunción con la necesidad capitalista de proporcionar al trabajador el nivel mínimo de habilidades necesarias para obtener una productividad aceptable, sin incluir el costo de estas habilidades en la determinación del valor de su fuerza de trabajo. es decir, de sus salarios, para empujar a la burguesía a abrir escuelas para los hijos de los trabajadores.

Pero toda concesión de la burguesía tiene su precio.

Al tener que hacer de la necesidad una virtud, la clase dominante integró la dieta basada en la superstición con su "cultura", ya sea religiosa o laica. Y de hecho la cultura burguesa no es más que el condimento abrumador de la ideología de la clase dominante con la que ésta contamina esa educación que ya no puede -y ya no le interesa- negar a los trabajadores, quitarles el gusto por lo prohibido . platos cuyo consumo podría socavar la estabilidad social [5] .

Cuando intelectuales muy cultos, muchas veces amamantados por los dulces pechos de las mejores academias burguesas, hacen pasar por "marxismo ortodoxo" y "anticulturismo" [6] "los absurdos más triviales tomados prestados de cierto anarquismo y vienen a magnificar las virtudes de la ignorancia a los trabajadores [7] , al no distinguir -o al pretender no poder distinguir- entre la educación y la " sabiduría interesada " de la clase dominante, nos vemos instintivamente llevados a pensar que esta complacencia "ignorante" muy radical tiene en común con su aparente "enemigo", el mito del saber fino para sí mismo que debe elevar al individuo en una sociedad dividida en clases, mucho más -al menos en términos de resultados- de lo que uno está dispuesto a confesar y que, conscientemente o no, es sólo el enésimo subproducto de una cultura burguesa con la que no se han cortado definitivamente los lazos. Nos lleva a pensar que ni siquiera es una gran novedad ver a quien en este mundo posee algo -por ejemplo la educación- fingir despreciarlo para convencer a quien no lo posee de que no es un gran abuso tener que hacerlo. prescindir de él y que, al fin y al cabo, están mejor así... les guste o no.

Nos parece oírlos, estos "ignorantes educados", con su "marxismo" de tercera mano desempolvado durante décadas, dirigiéndose a los miembros de nuestra clase: "Nosotros, que tenemos la desgracia de ser educados, os confesamos: sois más sabio que nosotros, porque no eres educado. Así que no pierdas el tiempo educándote. ¡La educación es burguesa! ¡No lo necesitas! La única escuela es tu condición social”.

Sin embargo, también nos parece escuchar la respuesta que darían trabajadores como nuestro corresponsal: "Gracias, agradecemos mucho su atención, pero no se ofenderá si no le creemos en su confianza y si preferimos no hacerlo". sigamos las indicaciones que, aunque en su opinión menos sabias que nosotros, no duden en darnos, y si, conscientes de nuestra condición social, preferimos no devolver a nuestros hijos a la escuela de la explotación infantil”.

El materialista premarxista Carlo Pisacane, a menudo citado por efecto por los orgullosos detractores del "educación burgués", tenía razón, siempre que sepa leerlo en su totalidad y sepa comprender lo que lee: es cierto que el proletariado no será libre cuando tenga mayor educación y que tendrá más y mejor educación cuando sea libre. Para los comunistas, que si bien aprecian el Pisacane revolucionario sin embargo prefieren referirse a Marx, ciertamente no será la educación en sí misma y mucho menos la cultura burguesa la que emancipará al proletariado, pero esto no implica que aquellos proletarios obligados por la lucha a educarse para luchar mejor si renuncian a la poca educación que les da la burguesía para ahorrarse el trabajo de forjarse teóricamente, de acuerdo con la fantasía consoladora según la cual el "impersonal y colectivo Sten'ka Razin" [8] , el masas primitivas apocalípticas , la conciencia o “es inútil” (porque el empuje de la necesidad material es suficiente en sí mismo mientras las “tablas” de la teoría son amorosamente custodiadas por logias exclusivas de “salvadores supremos”) o… automáticamente “vendrá por sí mismo” en el día del juicio.

La conciencia de clase es lo más importante que una minoría del proletariado puede conquistar, con inmensos esfuerzos, mientras permanece dentro de las relaciones capitalistas de producción -ciertamente no una "isla de socialismo" económica, ideal o de otro tipo- y es la " única algo que pueda separar la inevitable lucha de clases revolucionaria de la derrota igualmente inevitable que se avecinaría si fracasara o resultara insuficiente.

La tarea de la minoría de trabajadores conscientes, la tarea de los comunistas, no es la de predicar la deserción de los exámenes de primaria, secundaria o preparatoria, ni la de impartir lecciones de marxismo en los bancos de las escuelas dominicales para educar al proletariado en la conciencia de clase. un todo -lo cual es imposible dentro de las relaciones sociales actuales- sino defender con uñas y dientes el grado de conciencia teórica que han logrado conquistar, elevarlo lo más posible, interceptar aquellos elementos que aún en sus momentos menos críticos, capitalistas la sociedad los insta a luchar y cuestionarse, a organizar su educación revolucionaria para ponerla al alcance de quienes no la tienen, ahora y cuando más la necesitan; cuando la clase, educada o no , se verá obligada a luchar por su emancipación; cuando será vital para el logro de esta emancipación conectar el movimiento espontáneo de toda la clase con el nivel más alto de conciencia que una parte de ella ya habrá alcanzado [9] ; en el momento en que, contra todos los engaños e ilusiones sembrados por la burguesía y sus lugartenientes, será necesario dar " forma a sus deseos, señalarle el enemigo " [10] .

La ignorancia no nos otorga más inmunidad frente a la ideología de la clase dominante que la educación burguesa: una ideología burguesa más refinada encuentra un terreno fértil en la educación, pero su versión más cruda tiene raíces no menos sólidas en la falta de educación. Si la "cultura" burguesa moldea a los lugartenientes de la burguesía dentro de nuestra clase, la ignorancia les proporciona trabajo; sólo la conciencia hace revolucionarios. Los riesgos de la educación no se pueden exorcizar con la ignorancia, se combaten con la conciencia teórica.

La "cultura" que nos ofrece la burguesía es la ignorancia. Es la ignorancia de las relaciones sociales y del papel de nuestra clase en ellas. La "cultura" que nos ofrece la burguesía es un condimento hecho con los "sobras" de su pensamiento -no el de sus tiempos "heroicos" sino el nacido del miedo y el egoísmo-, sobras frías, dejadas para moldear en nuestras mesas. envuelto en papel brillante. El proletariado revolucionario no desea más la ignorancia que las sobras de la burguesía.

Publicado en el núm. 108 de Perspectiva Marxista , noviembre 2022


NOTA

[1] “ Es precisamente esta conciencia colectiva, con las teorías, los institutos, la disciplina y los valores comunitarios correspondientes, lo que distingue a la clase obrera del siglo XIX de la mafia del siglo XVIII”. Edward P. Thompson, Industrial Revolution and the Working Class in England , Il Saggiatore, Milán, 1969, Vol I, p. 427.

[2] « El hombre que dedica toda su vida a realizar un pequeño número de operaciones simples... no tiene ocasión de ejercitar su propia inteligencia... y en general se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible para una criatura humana ». A. Smith, La Riqueza de las Naciones , cit. en K. Marx, El Capital , UTET, Turín, 2009, p. 400 [versión digital].

[3] Ibíd ., pág. 501.

[4] Ibíd ., pág. 400.

[5] «… toda educación es domesticada, maleable, servil hacia la política y la religión dominantes […]. Pero que los trabajadores también son capaces de apreciar una "cultura sólida", cuando se les ofrece no mezclada con la sabiduría interesada de la burguesía, lo demuestran las frecuentes conferencias sobre temas de ciencias naturales, estética y economía que a menudo se celebran , y con gran concurrencia de público, en todas las instituciones proletarias, particularmente en las socialistas ”. F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra , Lotta comunista, Milán, 2011, p. 317.

[6] Referencia a la batalla librada en 1912-13 por la izquierda revolucionaria del PSI animada por Amadeo Bordiga contra el intento de relegar la actividad de la federación juvenil del partido a tareas puramente "culturales".

[7] «… ahora podemos actuar. ¿Y qué haremos? ¿Educaremos a la gente? Eso sería estúpido. La gente sabe por sí misma y mejor que nosotros lo que necesita. […] No hay que educar al pueblo, sino levantarlo ». M. Bakunin, cit. en K. Marx, La Alianza de la Democracia Socialista y la Asociación Internacional de Trabajadores , Obras Completas, Lotta Comunista, Milán, 2019, Vol. 23, p. 544.

[8] «… vemos […] aquí por primera vez [Bakunin] celebrando al bandolero ruso como el tipo de verdadero revolucionario, predicando el culto a la ignorancia a la juventud rusa, bajo el pretexto de que la ciencia actual no es más que un ciencia oficial (¿se imagina uno oficial de matemáticas, física, química?), y que esa es la opinión de los mejores hombres de Occidente ». K. Marx, Ibídem , pág. 543.

[9] “ Tenemos pues derecho a decir que si no todo, una parte del proletariado puede ser hoy consciente de la transformación que está preparando ”. A. Bordiga, Nuestra misión , Las Vanguardias , 2 de febrero de 1913.

[10] C. Pisacane, La revolución , Einaudi, Turín, 1970, p. 187. El mucho menos citado Pisacane añade: « Las condiciones indispensables para que un pueblo conquiste una libertad duradera son: el esfuerzo por derrocar la tiranía, determinada por los males presentes; y para evitarles en el futuro el pleno conocimiento de la causa de estos males, investigados por la ciencia ” ( ibid ., p. 83). O bien: “ Los reformadores [léase revolucionarios] son ​​la manifestación de la razón colectiva, obligada por el dolor a examinar los males sociales; son pilotos, que no determinan el destino ya establecido del viaje, sino que indican las rocas contra las que podría estrellarse la nave; ellos son los que estudian, escudriñan, registran las cruentas experiencias hechas por el pueblo, sacan de ellas las consecuencias, se las presentan diciendo: pensad, no os fiéis de ellos, si no queréis sufrir los mismos males ” ( ibíd ., pág. 93). O también: " ¿Cuál es el trabajo y el deber del revolucionario en este devenir de los acontecimientos humanos?" Con la pluma para ocuparse de todos los asuntos que conduzcan al fin anhelado; con la conspiración para conspirar la acción con el mismo fin; y tratar de vincular estrechamente el pensamiento y la acción. Decir armas y no libros es un error, como decir libros y no armas» ( Ibíd ., p. 165).

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* S./H. -- x Luciano mm.-lukydemálaga.-¡¡ : Hace unos días, en ciudad de málaga hablabamos tres compas,...unoi anarko, otro socialdemocrata, relacionado y enfadado con i.u.-podemos,....y cuasi activista social y yo,...comunista proletario autogestionario,...¡¡, sobre de ke hacia falta más kultura en la población,...me decian los dos tertulianos,..¡¡-- Yo, les dije a los dos,... ¿¿ de ke clase de kultura hablaban,...ké kultura les hace falta ala humanidad,...¡¡ ???... PUES NO SUPIERON CONTESTAR ÁGILMENTE Y CUASI POKISIMO DESARROLLO,...-- Yo, les planee, de ke desarrolloba kon mi [[grupoprolmá.-2.000-]], lo ke se reflejaba en lukyrh.blogspot.com.. el comunismo total e integral autogestionado mundialmente o universalmente,...EN LA TEORIA DE LA REVOLUCION SOCIAL DE LA HUMANIDAD, POR NECESIDAD,...¡¡.... La verdad, casi solo se sabe la cultura-formacion, para la actividad productiva y er golfeo,...casi en su totalidad,...¡¡. --- Bueno, gracias por todo,... Y, nos seguimos viendo,... @lucianomediane2 -- lukydemálaga.-Lmm. ¡¡¡. -- 29006 --¡¡.


tribuna

Noviembre 15


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El mar, 15 nov 2022 a la(s) 21:18, circolo internazionalista coalizione operaia (comment-reply@wordpress.com) escribió:
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LA DEA CULTURA E LA SANTA IGNORANZA: DUE MITI BORGHESI

Rostrum

Nov 15

«… il proletariato, che non vuole farsi trattare come una canaglia, ha molta più necessità del suo coraggio, della sua coscienza di sé, del suo orgoglio e spirito di indipendenza, che del pane». K. Marx - F. Engels, Il comunismo del «Reinischer Beobachter», 1847.

Pochi giorni fa un operaio, un nostro lettore, ci ha raccontato un episodio che, per quanto piccolo, abbiamo trovato non insignificante, data la situazione complessiva della nostra classe.

Un mattino, iniziando il turno di lavoro, gli operai hanno trovato nella sala mensa una zuppiera di riso e alcune tartine. Quanto rimasto di un rinfresco tenuto in ditta il pomeriggio antecedente dalla proprietà.

Sentendosi diminuito nella propria dignità e sicuro di interpretare il sentire di quei colleghi che a lui s’erano rivolti per sfogare la propria indignazione, l’operaio chiede spiegazioni al direttore, facendogli notare come quanto elargito agli operai altro non fosse che gli avanzi del banchetto padronale.

- "Piano con le parole!" – Fa il direttore, con tono paternalistico – " È roba buona che abbiamo pensato di regalare ai nostri dipendenti."

- "Sarà indubbiamente roba buona, ma quello che rimane di un pasto sono avanzi" – risponde calmo l'operaio.

A questo punto il direttore gioca la carta "ecologica":

-"Allora questa roba la dobbiamo buttare? Quindi Lei è per lo spreco?"

-"Per niente" – risponde l'operaio – "Non c'è bisogno di buttarla via: i manager destinatari di questa merce potevano benissimo incartare i loro avanzi e portarseli a casa, proprio come fanno quelli a cui non piacciono gli sprechi. Noi però non mangiamo i vostri avanzi, perché gli avanzi si danno ai cani".

-"Va bene, vorrà dire che la prossima volta butteremo via tutto", rispondeva seccato il direttore dotato di "cultura ecologica" e "nemico degli sprechi". E chissà se, tra sé e sé, avrà pensato: "Vai a fare del bene a questi ignoranti!".

Eppure, il nostro lettore operaio, ignorante non è. Non ignora la sua collocazione di classe. Se l'avesse ignorata probabilmente avrebbe raccolto, e con gratitudine, i resti del banchetto padronale. Questa consapevolezza dell’identità dei propri interessi con quelli dei suoi colleghi, con quelli di tutti gli altri operai e in contrapposizione a quelli di altre figure sociali, e il senso della propria dignità legato a questa consapevolezza, non l'ha ottenuta sui banchi di scuola o nelle aule di un'università. Non l'ha ottenuta nemmeno per divina insufflazione, mentre era quotidianamente chino sul suo banco di lavoro. Sospinto dalla propria condizione alla lotta, e da questa lotta sollecitato a cercare risposte, ha incontrato un ambiente che lo ha spronato a conquistarsi faticosamente questa coscienza, a costruirsi una cultura sociale: ha incontrato la teoria di classe.

Nel caso specifico è stato questo operaio, e non altri, ad affrontare a testa alta il padrone e a risvegliare nei suoi compagni la fiammella dell'orgoglio di classe. Non perché sia migliore degli altri, ma perché il caso – in quanto individuo – e la necessità – in quanto membro della sua classe – gli hanno fatto incontrare la teoria marxista, consentendogli di non ignorare la propria condizione, il proprio ruolo.

Da questo punto di vista, e da quando esiste il proletariato, gli operai che incarnano il fulcro delle lotte non sono mai stati “ignoranti”. Potevano essere forse poco “istruiti”, ma non ne hanno mai fatto vanto, tutt’altro. La storia del movimento dei proletari, a partire dalle prime coalizioni operaie dell'Inghilterra di fine '700, è irrefutabilmente la storia del processo di autoeducazione politica della classe operaia. Sacrificando il loro scarso tempo libero, sottraendolo alla chiesa e all’osteria, generazioni di operai hanno imparato a leggere; quando non sapevano leggere hanno partecipato a circoli di discussione ascoltando i loro compagni più fortunati; leggendo e ascoltando hanno imparato a pensare e hanno divorato avidamente Tom Paine, Babeuf, Godwin, Owen, Weitling, Marx… tutti quegli scritti che intuivano potessero riguardare la loro condizione e che potessero dotarli di strumenti per andare oltre la loro istintiva insofferenza, per comprendere il loro proprio agire, comprendere le loro stesse lotte, condurle a buon esito, convincendo gli esitanti o trascinando i recalcitranti[1].

Finché ha potuto, e finché ha ritenuto fosse nel proprio interesse, la borghesia ha nutrito con la superstizione l'ignoranza in cui la classe operaia viene inesorabilmente precipitata dalla divisione del lavoro[2]. Quando gli operai, con aspre battaglie, sono riusciti ad imporre una più favorevole legislazione sul lavoro, questa “prima concessione strappata di violenza al capitale”[3] ha permesso loro di tenere i propri figli più piccoli lontani dalle fabbriche e ha costretto la borghesia a fornirli di un’istruzione elementare, “seppure in dosi prudentemente omeopatiche[4]”. È stato dunque il risultato di una pressione della nostra classe, in concomitanza con l’esigenza capitalistica di fornire all’operaio quel livello minimo di competenze necessarie ad ottenere una produttività accettabile – senza far rientrare il costo di tali competenze nella determinazione del valore della sua forza-lavoro, cioè del suo salario – a spingere la borghesia ad aprire delle scuole per i figli degli operai.

Ma ogni concessione della borghesia ha il suo prezzo.

Dovendo fare di necessità virtù, la classe dominante ha integrato la dieta a base di superstizione con la sua "cultura", religiosa o laica che fosse. E in effetti la cultura borghese non è altro che il soverchiante condimento dell'ideologia della classe dominante con il quale quest’ultima inquina quell'istruzione che non può più – e non è più suo interesse – negare ai lavoratori, per togliere loro il gusto di piatti proibiti il cui consumo potrebbe minare la stabilità sociale[5].

Quando coltissimi intellettuali, spesso allattati dalle alme mammelle delle migliori accademie borghesi, spacciano per “marxismo ortodosso” e per “anticulturismo[6]” le più triviali assurdità mutuate da certo anarchismo e vengono a magnificare agli operai le virtù dell’ignoranza[7], non distinguendo – o fingendo di non saper distinguere – tra istruzione e «interessata sapienza» della classe dominante, istintivamente siamo indotti a pensare che questo radicalissimo compiacimento "ignorantista" abbia in comune con il suo apparente “nemico”, il mito del sapere fine a sé stesso che dovrebbe elevare l'individuo nella società divisa in classi, molto più – quantomeno nei risultati – di quanto si sia disposti a confessare e che, consapevolmente o meno, si tratti solamente dell’ennesimo sottoprodotto di una cultura borghese con la quale non si sono definitivamente tagliati i ponti. Siamo indotti a pensare che non è nemmeno una grande novità vedere chi in questo mondo possiede qualcosa – ad esempio l'istruzione – far mostra di disprezzarla per convincere coloro che non la possiedono che non è poi un gran sopruso doverne fare a meno e che, in fondo, stanno meglio così… che lo vogliano o meno.

Ci pare di sentirli, questi “colti ignorantisti”, con il loro “marxismo” di terza mano lasciato impolverare da decenni, apostrofare i membri della nostra classe: “Noi, che abbiamo la sventura d’essere istruiti vi confessiamo: siete più saggi di noi, perché non siete istruiti. Dunque, non perdete tempo ad educarvi. L’educazione è borghese! Non ne avete bisogno! L’unica scuola è la vostra condizione sociale”. 

Tuttavia, ci sembra di sentire anche la risposta che darebbero operai come il nostro corrispondente: “Grazie, apprezziamo molto la vostra premura, ma non vi offenderete se non vi crediamo sulla fiducia e se preferiamo non seguire le indicazioni che, pur essendo a vostro dire meno saggi di noi, non vi esimete dall’elargirci, e se, consapevoli della nostra condizione sociale, preferiamo non restituire i nostri figli alla scuola dello sfruttamento minorile”.

Il materialista premarxista Carlo Pisacane – spesso citato ad effetto da fieri spregiatori dell’“educazionismo borghese” – aveva ragione, a patto di saperlo leggere per intero e di saper intendere ciò che si legge: è vero che il proletariato non sarà libero quando avrà maggiore istruzione e che avrà maggiore e migliore istruzione quando sarà libero. Per i comunisti, che pur apprezzando il rivoluzionario Pisacane preferiscono tuttavia rifarsi a Marx, non sarà certamente l’istruzione in sé e meno che mai la cultura borghese ad emancipare il proletariato, ma ciò non implica che quei proletari costretti dalla lotta ad educarsi per lottare meglio debbano rinunciare a quel poco di istruzione concessa dalla borghesia per risparmiarsi la fatica di forgiarsi teoricamente, in ossequio alla consolante fantasia secondo la quale allo “Sten’ka Razin impersonale e collettivo”[8], alle apocalittiche masse primigenie, la coscienza o “non serve” (perché la spinta del bisogno materiale è sufficiente a sé stessa mentre le “tavole” della teoria sono amorevolmente custodite da logge esclusive di “supremi salvatori”) oppure… “verrà da sé” automaticamente nel giorno del giudizio.

La coscienza di classe è quanto di più importante una minoranza del proletariato possa conquistare, con immensi sforzi, rimanendo all’interno dei rapporti capitalistici di produzione – non certo qualche "isola di socialismo" economica, ideale o d’altro genere – ed è l'unica cosa che può separare l'inevitabile lotta di classe rivoluzionaria dall'altrettanto inevitabile sconfitta che si profilerebbe qualora venisse a mancare o si rivelasse insufficiente.

Il compito della minoranza di operai coscienti, il compito dei comunisti, non è quello di predicare la diserzione dagli esami di licenza elementare, media o superiore e nemmeno quello di impartire lezioncine di marxismo sui banchi di scuolette domenicali per educare alla coscienza di classe il proletariato nel suo complesso – cosa impossibile all'interno degli attuali rapporti sociali – ma quello di difendere con le unghie e con i denti il grado di coscienza teorica che sono riusciti a conquistare, di elevarlo per quanto possibile, di intercettare quegli elementi che anche nei suoi momenti meno critici la società capitalistica sollecita a lottare e ad interrogarsi, di organizzare la loro educazione rivoluzionaria per metterla a disposizione di chi ne è sprovvisto, ora e nel momento in cui più ne avrà bisogno; nel momento in cui la classe, istruita o meno, sarà costretta a lottare per la propria emancipazione; nel momento in cui sarà vitale per il raggiungimento di questa emancipazione raccordare il movimento spontaneo dell’insieme della classe con il livello più elevato di coscienza che parte di essa avrà già raggiunto[9]; nel momento in cui, contro tutti gli inganni e le illusioni seminate dalla borghesia e dai suoi luogotenenti, occorrerà dare «forma a’ suoi desideri, additargli il nemico»[10].

L’ignoranza non ci garantisce maggiore immunità dall’ideologia della classe dominante di quanto faccia l’istruzione borghese: una più raffinata ideologia borghese trova nell’istruzione un terreno fertile per attecchire, ma la sua versione più grossolana mette radici non meno solide nella mancanza di istruzione. Se la “cultura” borghese plasma i luogotenenti della borghesia in seno alla nostra classe, l’ignoranza le fornisce la manovalanza; solo la coscienza forgia i rivoluzionari. I rischi dell’istruzione non si esorcizzano con l’ignoranza, si combattono con la consapevolezza teorica.

La “cultura” che ci offre la borghesia è ignoranza. È ignoranza dei rapporti sociali e del ruolo della nostra classe in essi. La “cultura” che ci offre la borghesia è un condimento fatto con gli “avanzi” del suo pensiero – non quello dei suoi tempi “eroici” ma quello figlio della paura e del tornaconto –, avanzi freddi, lasciati ad ammuffire sulle nostre tavole avvolti in luccicante carta stagnola. Il proletariato rivoluzionario non desidera l’ignoranza più di quanto non desideri gli avanzi della borghesia.

Pubblicato nel n. 108 di Prospettiva Marxista, novembre 2022


NOTE

[1] «È appunto questa coscienza collettiva, con le teorie, gli istituti, la disciplina e i valori comunitari, ad essa corrispondenti, che distingue la classe operaia ottocentesca dal mob del Settecento». Edward P. Thompson, Rivoluzione industriale e classe operaia in Inghilterra, Il Saggiatore, Milano, 1969, Vol I, p. 427.

[2] «L'uomo di cui l'intera vita è spesa nel compiere un piccolo numero di operazioni semplici… non ha occasione di esercitare la propria intelligenza… e in generale diventa stupido ed ignorante come a creatura umana è possibile». A. Smith, Wealth of Nations, cit. in K. Marx, Il capitale, UTET, Torino, 2009, p. 400 [versione digitale].

[3] Ibidem, p. 501.

[4] Ibidem, p. 400.

[5] «… tutta l’istruzione è addomesticata, malleabile, servile verso la politica e la religione dominanti […]. Ma che gli operai sappiano apprezzare anche una “solida cultura”, quando sia loro offerta non mescolata alla interessata sapienza della borghesia, lo dimostrano le frequenti conferenze su argomenti di scienze naturali, di estetica e di economia che vengono tenute spesso, e con larga affluenza di pubblico, in tutte le istituzioni proletarie, particolarmente in quelle socialiste». F. Engels, La situazione della classe operaia in Inghilterra, Lotta comunista, Milano, 2011, p. 317.

[6] Riferimento alla battaglia condotta nel 1912-13 dalla sinistra rivoluzionaria del PSI animata da Amadeo Bordiga contro il tentativo di relegare l’attività della federazione giovanile del partito a compiti puramente “culturali”.

[7] «…adesso possiamo agire. E cosa faremo? Educheremo il popolo? Sarebbe stupido. Il popolo sa da sé e meglio di noi ciò di cui ha bisogno. […] Noi non dobbiamo educare il popolo, ma sollevarlo». M. Bakunin, cit. in K. Marx, L'Alleanza della democrazia socialista e l'Associazione Internazionale dei Lavoratori, Opere complete, Lotta comunista, Milano, 2019, Vol. 23, p. 544.

[8] «… noi […] vediamo qui per la prima volta [Bakunin] celebrare il brigante russo come il tipo del vero rivoluzionario, predicare alla gioventù russa il culto dell’ignoranza, col pretesto che la scienza attuale non è che una scienza ufficiale (si possono immaginare una matematica, una fisica, una chimica ufficiali?), e che questa è l’opinione dei migliori uomini dell’occidente». K. Marx, Ibidem, p. 543.

[9] «Noi abbiamo dunque il diritto di dire che se non tutto, una parte del proletariato può essere oggi cosciente della trasformazione che esso prepara». A. Bordiga, La nostra missione, L'Avanguardia, 2 febbraio 1913.

[10] C. Pisacane, La Rivoluzione, Einaudi, Torino, 1970, p. 187. Il Pisacane assai meno citato aggiunge: «Le condizioni indispensabili ad un popolo per conquistare una libertà duratura sono: lo sforzo per rovesciare la tirannide, determinato dai mali presenti; e per evitarli in avvenire la piena conoscenza della causa di questi mali, ricercati dalla scienza» (Ibidem, p. 83). Oppure: «I riformatori [leggasi rivoluzionari] sono la manifestazione della ragion collettiva, dal dolore costretta all’esame de’ mali sociali; sono piloti, che non determinano la meta del viaggio già stabilita, ma indicano i scogli contro cui la nave potrebbe rompere; sono quelli che fanno studio, che scrutano, registrano le sanguinose esperienze fatte dal popolo, ne traggono le conseguenze, le presentano ad esso dicendogli: rifletti, non fidarti, se non vuoi soffrire i medesimi mali» (Ibidem, p. 93). O ancora: «Quale è in questo svolgersi delle umane vicende l’opera ed il dovere del rivoluzionario? Con la penna trattare tutte le questioni che conducono al fine bramato; con la congiura far cospirare l’azione al medesimo fine; e cercare di legare strettamente il pensiero e l’azione. Dire fucili e non libri è un errore, come il dire libri e non fucili» (Ibidem, p. 165).

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