AUTORES TROTSKISTAS Y OTROS
Nota: Este artículo, es de divulgación,...le queremos entrar al asunto,...más adelante se hará si es que realmente hemos elaborado algo más interesante que lo ya realizado,... -lukyrh.-
Ucrania: Desgarrada por el imperialismo
Rob Ferguson
La anexión rusa de Crimea, y
las crecientes tensiones entre Oriente y Occidente, marcan una era de
intensificación de la competencia entre las potencias imperialistas rivales.
Rusia, los EE.UU. y las potencias
europeas se enfrentan a su mayor crisis desde la Guerra Fría. Tras el
derrocamiento del presidente ucraniano Yanukovich, el nuevo gobierno pro-occidental en
Kiev ha sellado una alianza con la Unión Europea y Rusia ha anexionado Crimea, puerto de la flota rusa del Mar Negro y su vía hacia el
Mediterráneo. Las tensiones se están extendiendo a otros estados
"tapón" en las fronteras del sur de Rusia.
Barack Obama ha pedido a los
líderes de la UE que aumenten su gasto militar. El
Secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, condenó lo que calificó de
"increíble acto de agresión" de Rusia.
En un comunicado que está más allá de la sátira, Kerry declaró al programa de la CBS Face the Nation, "Simplemente
no se puede en el siglo XXI actuar como se
hacía en el siglo XIX 19, invadiendo otro país con un pretexto totalmente
inventado".
Desde el colapso del imperio
soviético en 1991, el objetivo de Rusia ha sido asegurar que los estados tapón en su flanco sur se mantuvieron dentro de su propia
órbita económica y militar, o por lo menos fueran
"neutrales" y sin acuerdos económicos (y militares) de
"asociación" con Occidente. Ucrania (que
significa "la frontera") fue el eje central de esta estrategia y el
más
importante de los estados tapón con Rusia.
Las tensiones podrían ahora
extenderse. Moldovia y Georgia también quieren firmar acuerdos de asociación con la UE y son vulnerables a la presión de Rusia a
través de su control de los suministros de energía,
importantes mercados en Rusia, y las bases militares en los enclaves separatistas de Transnistria (Moldavia) y Osetia del Sur y Abjasia
(Georgia).
Así, la amenaza económica y
potencialmente militar de la guerra se extiende a través de la región del Cáucaso, e incluso a los estados de Europa del Este. En
Hungría, Rusia está a punto de hacer un
préstamo de 13,7 mil millones de dólares para modernizar la central nuclear de Paks, lo que le permite jugar un papel importante en el sector
energético de Hungría.
Ambas partes desean evitar el
conflicto militar en Ucrania, pero incluso el uso de sanciones económicas podrían tener graves costes económicos y políticos. La
economía europea podría caer en una nueva
recesión si se cortasen los suministros de energía y se recortase el comercio con Rusia.
Esa es la razón por la que la
UE y EE.UU. están divididos sobre las sanciones económicas. Sin embargo, el crecimiento económico de Rusia, sobre el que descansa
el apoyo a Putin, también se tambalea. Una
disminución repentina de los ingresos petroleros podría erosionarla. La reciente caída de la bolsa de Moscú y la fuga masiva de capitales
de Rusia son una advertencia.
Sin embargo, si bien hay
limitaciones reales en ambos lados, los dos están obligados a buscar ventaja, de manera que se podría provocar una mayor confrontación.
Mientras Occidente cementa sus lazos con el nuevo
régimen pro-occidental en Kiev y Rusia responde apoyando y promoviendo la oposición en el Este de Ucrania, el potencial para
una explosión de las tensiones es real. Lo que
a su vez podría arrastrar a Rusia y Occidente a un conflicto más profundo en otras partes de la región.
Cuando Socialist
Review fue a imprenta, el FMI acababa de conceder un crédito de 27 mil millones de dólares a Ucrania. El gobierno de Kiev anunció
inmediatamente un alza del 50 por ciento
de los precios del gas. Esto es sólo el principio. El precio del préstamo es
seguro que será más austeridad y otra
caída en los niveles de vida de la gente común. Es difícil imaginar el impacto en una economía que esta por los suelos.
Ucrania es el único país del
antiguo bloque del Este cuya producción económica se encuentra aún por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 1992.
Durante la crisis de 2008 la economía se contrajo un
15 por ciento y la moneda perdió el 40 por ciento de su valor. Los niveles de vida ya están muy por debajo de sus vecinos, como
Polonia y Hungría.
Por tanto, el acuerdo con el
FMI sólo puede aumentar el peligro de tensiones explosivas dentro de Ucrania, a menos que los trabajadores comiencen a unirse
superando divisiones étnicas y religiosas y luchen
contra a sus propios oligarcas. Sin embargo, ello exige oponerse frontalmente tanto a los EE.UU. / UE como a Rusia.
El único elemento común que los
dos bloques imperialistas comparten es su dependencia de los oligarcas de Ucrania. Ese puñado de capitalistas controlan una
proporción mucho mayor de la economía ucraniana que
incluso sus homólogos rusos y son ellos los que en última instancia determinan la supervivencia de cualquier régimen político en Kiev.
No tenía por qué ser así.
Después del colapso de la Unión Soviética, los neoconservadores norteamericanos declararon el amanecer del "nuevo siglo
americano". En su arrogancia, se obstinaron
en que los EE.UU. fueran la única superpotencia en la escena mundial y hacer frente sin grandes problemas a cualquier desafío a su hegemonía
desde abajo. En ambos casos han fracasado.
En primer lugar, los EE.UU. no
pueden ostentar un predominio indiscutido. Ni siquiera puede garantizar con certeza que sus propios aliados marcharán al paso.
En el caso de China y Rusia, los EE.UU. y la
OTAN están descubriendo que la ventaja de poder que tienen sobre sus rivales parece tener rendimientos decrecientes cuanto más cerca
avanzan hacia su esfera de influencia inmediata.
En segundo lugar, el sueño de
los guerreros de la Guerra Fría de ser capaces de intervenir en todo el mundo a su antojo, sobre todo en Oriente Medio, se
encuentra en ruinas bajo los restos destrozados
de la bandera que ondeaba por encima de George Bush en su discurso televisado a bordo del USS Abraham Lincoln en 2003 cuando afirmo "Misión
Cumplida".
En lugar de un nuevo siglo
americano nos enfrentamos a un mundo de imperialismos rivales, aunque desiguales, incluso si el más fuerte, los EE.UU., se
enfrenta con dificultades para imponer su propia
hegemonía. En este contexto debemos entender la crisis de Ucrania y la competencia entre las potencias a lo largo de la frontera sur de
Rusia.
Influencia
Es también en este contexto
como debemos entender el resurgimiento de la influencia rusa tras su desaparición como segunda superpotencia mundial. Después de
1991, las 15 repúblicas de la antigua Unión
Soviética se convirtieron en estados independientes. Rusia luchó para conservar su influencia sobre lo que se denomina su "exterior
cercano", en el contexto de un colapso
económico catastrófico como resultado de la "terapia de choque"
económica neoliberal.
La producción bruta cayó un 57
por ciento en relación a los niveles de 1991. Los jubilados perdieron sus ahorros de toda la vida en la pira de la
hiperinflación, mientras que una capa de la
vieja "nomenklatura" y los nuevos empresarios se enriquecía con la
privatización de las empresas estatales. Millones de trabajadores no recibieron sus salarios durante meses.
Los sistemas de calefacción se derrumbaron en
Siberia; la gente tenía que encender fuegos en sus apartamentos, ya que tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero. El
personal de ambulancias se vio obligado a pedir el coste
de la gasolina antes de acudir a las llamadas de emergencia.
El colapso afectó profundamente
al complejo industrial-militar y el ejército ruso se convirtió en una caricatura de sí mismo; mal equipados, sin piezas de repuesto
e incluso incapaz de pagar a sus soldados y
reclutas. Rusia volvió a fomentar las divisiones étnicas y nacionales en su "exterior cercano" con el fin de debilitar a los estados
vecinos y someter por la fuerza a muchos de sus
líderes corruptos a la dependencia de un débil Estado ruso aun.
Así, entre 1990 y 1994 Rusia
alimentó una serie de conflictos civiles y separatistas sangrientos en Georgia, Ingushetia y entre Armenia y Azerbaiyán. En total, han
costado más de 170.000 vidas y ha creado cerca
de 1,5 millones de refugiados. No obstante, los resultados siguieron siendo inestables y Chechenia siguió siendo un foco de desafío en
el Cáucaso. La imagen de Chechenia como un
estado terrorista islamista es una parodia de la verdad. La capital Grozny era una ciudad industrial grande, el segundo centro
de refinado de petróleo más grande de la antigua
Unión Soviética. Hasta 1991 sus habitantes eran musulmanes por origen, pero en realidad abrumadoramente seculares en la práctica. Su
primer presidente, un ex general soviético,
Dzhokhar Dudaiev, obtuvo el 85 por ciento de los votos en la elección presidencial de 1991.
Romper con Moscú
En noviembre de 1991 Dudaiev
declaró Chechenia independiente desafiando al Kremlin. Era ir demasiado lejos para Moscú y el presidente ruso, Boris Yeltsin,
envió a la tristemente célebre policía del Ministerio
del Interior. La población la recibió
enfurecida. No en vano había sido la región que había otorgado el mayor índice de votos a Yeltsin en las elecciones presidenciales
de junio. Cientos de miles de
personas acudieron a Grozny de
toda Chechenia y Moscú se vio obligada a retirarse. Chechenia se convirtió en un estado independiente de facto.
En diciembre de 1994 Dudaiev
había perdido popularidad y Chechenia se enfrentaba al aislamiento económico. Yeltsin creyó confiado que la república
rebelde podría ser fácilmente sometida por la fuerza y
lanzó un ataque masivo contra Grozny. Hasta 4.000 proyectiles por hora cayeron sobre la ciudad, en el más intenso bombardeo de
artillería desde la Segunda Guerra Mundial; ni un
solo edificio quedó intacto.
Las tripulaciones de los tanques
rodaron sobre las ruinas, pero en lugar de una rápida y victoriosa ocupación, se encontraron frente a una oposición que
conmocionó al mando del ejército y a Moscú. La
guerra en Chechenia generó una importante oposición dentro de Rusia, con una gran mayoría a favor de la retirada. Los mineros en huelga
llevaban pancartas como "Yeltsin: Asesino de
los chechenos y los mineros".
La victoria en Chechenia fue no
solo un intento de recuperar Chechenia, sino también de reafirmar el dominio ruso sobre el "extranjero cercano".
Sin embargo, dieciocho meses después del
comienzo de la guerra, el general Alexander Lebed negoció la "paz" en
nombre del Kremlin.
La segunda superpotencia del
mundo parecía sufrir su humillación final. La
derrota militar en Chechenia pareció hundir a Rusia en una espiral de caos y
desintegración. Meses antes de las elecciones
de junio de 1996, Yeltsin se enfrentaba a una aparente derrota segura a manos del líder del Partido Comunista, Gennady Ziuganov. Pero entonces los distintos oligarcas de Rusia, superando sus
rivalidades, formaron una alianza. Invirtieron
ilegalmente hasta 2 mil millones de dólares en la campaña de reelección de Yeltsin; el Fondo Monetario Internacional concedió un préstamo de
10 mil millones de dólares para el pago de salarios
y pensiones pendientes y los medios de comunicación emprendieron una campaña sin cuartel contra Ziuganov, llenando portada tras con
los crímenes de Stalin.
Yeltsin obtuvo la victoria por
un escaso margen del 3 por ciento. Sin
embargo, el rescate de un presidente enfermo, cada vez más borracho y con un comportamiento más que extraño no sirvió para resolver la crisis
de Rusia. En 1999 Yeltsin decidió no volverse a
presentar a las elecciones y su sucesor designado no era otro que el ex oficial de la KGB Vladimir Putin. La
imagen popular de Putin puede ser engañosa. Es un autócrata populista, pero no
es independiente ni se sitúa por encima de la clase dominante de
Rusia. En 1999 se alcanzó un creciente consenso entre
la élite rusa, incluyendo a muchos de los más poderosos oligarcas, de que la anarquía de la privatización tenía que ser regulada, que
había que restablecer la economía, en particular
el sector vital de la energía, que había que re imponer la autoridad del Estado sobre las regiones y reconstruir el poderío militar de
Rusia.
Putin tuvo un gran éxito a la
hora de ganar el apoyo de los sectores clave de la clase dominante rusa. Utilizó su posición para acabar con aquellos
oligarcas que no aceptaron el nuevo consenso. Sin
embargo, creer que Putin tiene "el control" de la poderosa elite de
los
negocios de Rusia es un error. Los oligarcas se han beneficiado
más que nunca, bajo su gobierno. Moscú es la
actual capital multimillonaria del mundo, que cuenta con 76 multimillonarios en dólares, en comparación con los 70 de Nueva
York y los 54 de Hong Kong.
Putin llegó a la presidencia en
1999 con el apoyo de los principales medios de comunicación y de los oligarcas por un margen de solo un 3 por ciento en las
urnas unos meses antes. El punto de
inflexión fue una vez más Chechenia. En 1999 Putin lanzó una represalia
sangrienta por la derrota de 1996 que tuvo éxito.
Esta vez, se habían aprendido las lecciones. La operación militar fue cuidadosamente planeada y Putin utilizó las divisiones
dentro de las filas chechenas, apoyando a las fuerzas
militares chechenas leales a Moscú.
El segundo factor clave fue la
escalada mundial de los precios del petróleo y de la energía a partir del 2000, pasando de 30 dólares a un máximo de 140 dólares
por barril. Como el petróleo y el gas fluyó a través
de los gasoductos rusos al "extranjero cercano" y a Europa, se dispararon los ingresos tanto para las arcas estatales como para
los oligarcas privados en beneficio mutuo. Rusia
suministra ahora hasta el 40 por ciento de las necesidades energéticas de algunos estados europeos. Putin
impuso un mayor control del Estado en el sector de la energía, eliminó a todo
oligarca que se pusiera en el camino;
controló los oleoductos que ahora se extienden por toda la región, convirtiéndose en un instrumento geopolítico y estratégico central
en el proyecto de Rusia de reconstruir su influencia
global y su dominación regional. Desde
esta posición de fortaleza Putin ha reequipado y reestructurado las fuerzas
armadas rusas, reduciendo en gran medida
su dependencia de la conscripción. Se puso fin a la elección directa de los gobernadores regionales - que eran imprevisibles y
demasiado a menudo actuaban a instancias de
oligarcas locales - y los gobernadores son nombrados por Moscú, constituyendo lo
que Putin llama a su "poder vertical".
OTAN
Es esta combinación la que ha
llevado al resurgimiento de Rusia como poder regional y sucapacidad para
ejercer un grado de influencia en el exterior, como en Siria. Esta se caracterizado sobre todo por la capacidad de Rusia para frenar en
2008 los intentos de la OTAN para integrar a
Georgia en un partenariado. Rusia utilizó la región separatista de Osetia del Sur para proyectar su potencia militar en la zona. El
resultado fue una victoria significativa para
Putin y una derrota para Occidente.
Sin embargo, hay límites para
el resurgimiento del poder regional de Rusia, como la actual crisis en Ucrania
ha puesto de manifiesto y el crecimiento económico de Rusia sufre enormes
deficiencias subyacentes. La crisis de 2008 golpeó la economía rusa duramente y
no hay perspectivas de recuperación a corto plazo. La productividad está
cayendo y sólo los ingresos del petróleo y el gas permiten una apariencia de
estabilidad y evitan un desplome económico.
El nivel de vida medio ha
aumentado significativamente desde la década de 1990, pero oculta una desigualdad que es una de las más altas del mundo.
Si las circunstancias
económicas empeoran y estalla un conflicto grave en el extranjero cercano, Putin podría perder tanto el apoyo de la élite rusa como
su base popular de apoyo entre los rusos de a pie.
Su apoyo se ha erosionado en la medida que el crecimiento económico se ha debilitado y ha sido un factor clave en las
protestas por las irregularidades de las
elecciones de 2011.
En estas circunstancias, el
peligro de un conflicto étnico y nacional, alentado por las potencias imperialistas rivales aumenta. Tanto Rusia como Occidente se
debaten entre su dependencia mutua de mercados y
energía y la necesidad de fortalecer sus propios intereses económicos rivales y su dominación geopolítica. Occidente
continuará atrayendo a los estados vecinos de Rusia hacia su órbita con
acuerdos
de asociación económica, y en
lo posible militares, con la UE y la OTAN. Al igual que en Crimea, Putin no dudará en explotar el chovinismo gran ruso en los
enclaves rusos y entre las poblaciones rusas en los
estados vecinos de Rusia. Este es el mensaje claro y amenazante de Putin en su reciente discurso tras la amenaza de sanciones de
EE.UU.:
"Millones de personas se
fueron a la cama en un país y despertaron en otros diferentes, convirtiéndose de la noche al día en minorías étnicas en las
antiguas repúblicas de la Unión, mientras
que la nación rusa se convirtió en uno de los grupos étnicos más grandes del
mundo, si no el mayor, dividido por
más fronteras".
La única alternativa que tiene
la clase obrera en toda la región es luchar contra sus propios oligarcas y
gobiernos y oponerse sin concesiones a cualquier intervención imperialista, ya
sea del este o del oeste. Si los trabajadores de Ucrania o de cualquier otro
estado buscan apoyo en uno u otro campo imperialista contra el otro, no serán
capaces de transformar los conflictos nacionales y étnicos en un enfrentamiento
contra su propia clase dominante.
Es vital que los activistas
contra la guerra y los socialistas de toda Europa defiendan también esta posición. Lo que implica dos cosas para nosotros en Gran
Bretaña. Tenemos que resistir los intentos de los
gobernantes occidentales y el FMI de imponer la austeridad en nuestro país o en el extranjero y oponernos a cualquier expansión militar o
amenaza de intervención en el “exterior cercano” de
Rusia. Sin embargo, dentro de las
fronteras de los estados-nación de Europa del Este y el “exterior cercano” de Rusia a menudo los trabajadores se encuentran
arrastrados por la división impuesta por las
potencias imperialistas. No puede haber ninguna preferencia o defensa, por mucho que se condicione, de ninguno de los bandos imperialistas
contra el otro.
Rob Ferguson es especialista en Rusia, activista de Stop the War y articulista
del mensual británico Socialist Review,
editado por el SWP.
Traducciones para www.sinpermiso.info: Enrique
García
En foco
© Ediciones Herramienta.
Rivadavia 3772 - 1º "B" (1204) Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina.
Teléfono (+54 11)4982-4146. Correo electrónico: revista@herramienta.com.ar.
Se autoriza la reproducción de los artículos en cualquier medio a condición de la mención de la fuente. Se agradecerá comunicación y envío de copias. ///.
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Trotskismo
después de Trotski
Los orígenes de la Corriente Socialismo Internacional. Por Tony Cliff. “Los pocos compañeros que empezamos la
corriente socialismo internacional no intentamos usar al marxismo como
sustituto de la realidad, sino al contrario, deseábamos que sirviera como arma
para dominar esta realidad”.
Así relata el autor de este texto como en los años
1946-48 tuvieron que luchar con preguntas muy difíciles. El objetivo era
continuar una tradición —que seguía a Marx, Lenin y Trotski— pero que también
debía enfrentarse a nuevas situaciones. Era una continuación y un nuevo
comienzo. Para Tony Cliff “la firmeza intelectual no implica el dogmatismo;
explicar una realidad cambiante no podía implicar vaguedad. Nuestra crítica del
trotskismo ortodoxo se concibió como un retorno al marxismo clásico.”
En este texto veremos cómo evolucionaron
tres teorías que respondían a los eventos ocurridos poco después del fin de la
Segunda Guerra Mundial: las teorías del capitalismo de Estado, de la economía
armamentista permanente y de la revolución permanente desviada.
1. Reconociendo el problema
2. El capitalismo de Estado
3. La economía armamentista permanente
4. La revolución permanente desviada
5. La herencia
6. Conclusión
7. Notas
1. Reconociendo el problema
2. El capitalismo de Estado
3. La economía armamentista permanente
4. La revolución permanente desviada
5. La herencia
6. Conclusión
7. Notas
Título de la versión original de 1999: Trotskyism
after Trotsky.
El folleto presenta una versión reducida del texto original de Tony Cliff.
La traducción del inglés estuvo a cargo de Marina Rivero, militante de Socialismo Internacional (Uruguay).
Este folleto fue editado por el grupo En lucha, en mayo de 2003. 2ª ed. diciembre de 2004. 3ª ed. enero de 2011.
El folleto presenta una versión reducida del texto original de Tony Cliff.
La traducción del inglés estuvo a cargo de Marina Rivero, militante de Socialismo Internacional (Uruguay).
Este folleto fue editado por el grupo En lucha, en mayo de 2003. 2ª ed. diciembre de 2004. 3ª ed. enero de 2011.
Nota del autor
Varias personas han ayudado en la redacción de este
folleto. Ian Birchall, Rob Ferguson, Al Richardson y el Socialist Platform
Archive ayudaron a localizar documentos del movimiento trotskista durante los
años 1946-47. Debo un gran agradecimiento a Chris Bambery, Alex Callinicos,
Lindsey German, Chris Harman y John Rees por sus consejos y sugerencias. Chanie
Rosenberg merece un especial agradecimiento por participar en la edición del
manuscrito y teclearlo. Agradezco también a Donny Gluckstein por sus críticos y
expertos comentarios, y muchas valiosas sugerencias estilísticas. Y a Rob
Hoveman por controlar el libro muy eficazmente hasta su publicación.
Nota acerca del autor
Tony Cliff nació en Palestina en 1917. Se hizo
trotskista en los años 30. Después de la II Guerra Mundial se trasladó a Gran
Bretaña, donde permaneció hasta su muerte en abril del 2000.
En 1951 fundó, junto a otros activistas, el grupo
Socialist Review, que luego se convertiría en el Socialist Workers Party,
actualmente la mayor organización revolucionaria de Gran Bretaña.
Entre su vastísima producción literaria se destacan:
La naturaleza de clase de la Rusia estalinista (1948), La China de Mao (1957),
Rosa Luxemburg (1959), La revolución permanente desviada (1963), Capitalismo de
Estado en Rusia (1974), Lenin – 4 Vols. (1975-79), Lucha de clases y la
liberación de las mujeres (1984), Marxismo y lucha sindical. La huelga general
de 1926 (1986), Trotski – 4 Vols. (1989-93), El marxismo y el milenio (2000).
Reconociendo el problema
En el Manifiesto Comunista Marx y Engels argumentan
que los comunistas generalizan la experiencia histórica e internacional de la
clase trabajadora. Esta experiencia siempre está cambiando y desarrollándose, y
por esto el marxismo también siempre cambia. En el momento en que el marxismo
deja de cambiar, está muerto. A veces el cambio histórico ocurre lenta y casi
imperceptiblemente, pero otras veces los cambios son radicales.
Consecuentemente, en la historia del marxismo hay también momentos de abruptos
virajes.
Uno no puede comprender la ruptura marcada por la
aparición del Manifiesto, sin tomar en cuenta el trasfondo del advenimiento de
la revolución de 1848.
Otro punto de viraje fue la Comuna de París de 1871,
que inspiró a Marx a escribir en La Guerra Civil en Francia, “La clase
trabajadora no puede tomar la vieja maquinaria estatal y usarla con el fin de
construir el socialismo”.1 Él argumentaba
que la clase trabajadora debía derribar la maquinaria estatal capitalista y
construir un nuevo Estado sin fuerzas policiales, sin un ejército permanente ni
una burocracia; un Estado en que todas las autoridades fueran electas, sus
cargos fueran revocables al instante y sus sueldos fueran iguales al de los
trabajadores que ellos representaran. El Manifiesto Comunista no había
mencionado nada de esto. Ahora Marx reconocía los rasgos centrales de un Estado
obrero. El no sacó estas conclusiones de sus intensos estudios en el Museo
Británico. Su comprensión fluyó de las acciones de los trabajadores parisienses
que tomaron el poder por 74 días y mostraron qué tipo de Estado podía
establecer la clase trabajadora.
De la misma forma, la teoría de la revolución
permanente de Trotski fue un subproducto de la Revolución rusa de 1905. Esta
teoría sostenía que la burguesía de los países atrasados o subdesarrollados,
por hallarse rezagada, era demasiado cobarde y conservadora para resolver las
tareas democrático burguesas, como la independencia nacional y la reforma
agraria. Estas tareas podrían concretarse sólo gracias a una revolución donde
la clase trabajadora se pusiera al frente del campesinado. En el proceso de
resolver estos problemas la revolución realizada por los trabajadores
trascendería los límites de la propiedad burguesa y esto llevaría al
establecimiento de un Estado obrero.
Las ideas de que la burguesía era
contrarrevolucionaria y la clase trabajadora encabezaría al campesinado no
surgieron automáticamente de la brillante inteligencia de Trotski. Ellas fueron
descubiertas en la realidad revolucionaria de 1905 y demostraban cómo en la
práctica los trabajadores, al contrario de la burguesía, lucharon por derrocar
al zarismo con el fin de ejercer el control democrático de la sociedad. En San
Petersburgo, centro de la revolución, incluso se desarrollaron órganos de un
Estado obrero —los consejos de trabajadores, o soviets. Otros desarrollos del
marxismo realizados por figuras como Lenin y Rosa Luxemburg, se originaron
también en la experiencia histórica. El brillante libro de esta última sobre la
huelga de masas, fue un producto de las luchas ocurridas en Rusia y Polonia
durante 1905.
Un nuevo viraje sucedió cuando Stalin intentó aniquilar
la tradición de la Revolución bolchevique. Le tocó a Trotski convertirse en
quien la defendiera, y hasta su asesinato en 1940 lo hizo brillantemente. Sin
embargo, al final de la Segunda Guerra Mundial, la Cuarta Internacional que él
había creado tuvo que enfrentar un nuevo y decisivo desafío: reaccionar a una
situación radicalmente diferente a la imaginada por su fundador. Esto creó
especiales dificultades, porque el movimiento había sido privado del gigante
intelectual que lo había llevado hasta allí.
Los pronósticos de Trotski
Antes de su muerte, Trotski había realizado una serie
de predicciones. Cuatro de éstas serían desafiadas por el desarrollo de la
realidad luego de la Segunda Guerra Mundial.
(1) Había vaticinado que el régimen estalinista en la
Unión Soviética no podría sobrevivir a la guerra. En un artículo del 1 de
febrero de 1935, titulado “El Estado de los trabajadores, termidor y
bonapartismo”, Trotski argumentó que el estalinismo, como toda forma de
bonapartismo, “no puede mantenerse a sí mismo por mucho tiempo. Una esfera
equilibrada en el vértice de una pirámide invariablemente debe caer hacia un
lado u otro”; por lo que “el inevitable derrocamiento del régimen estalinista”
habría de ocurrir.2
Un resultado podía ser la restauración capitalista. En
la tesis “La Guerra y la Cuarta Internacional” (del 10 de junio de 1934)
Trotski escribió que “en el caso de una guerra prolongada que fuera acompañada
por la pasividad del proletariado mundial, las contradicciones sociales
internas en la URSS no sólo podrían llevar a una contrarrevolución burguesa
bonapartista, sino que deberían hacerlo”.3
El 8 de julio de 1936 él proponía una hipótesis
alternativa:
La URSS sólo podrá emerger de una guerra sin ser derrotada bajo una
condición, y es que sea asistida por la revolución en Occidente o en Oriente.
Pero la revolución internacional, la única manera de salvar a la URSS,
significará al mismo tiempo la muerte para la burocracia soviética.4
Cualquiera sea la perspectiva considerada, es claro
que Trotski estaba lo suficientemente convencido de la inestabilidad del
régimen estalinista, como para escribir en el artículo “La URSS en guerra” del
25 de septiembre de 1939, que considerar al régimen soviético como un sistema
de clases estable sería “ponerse en una posición absurda”, porque en aquel
momento se estaba “simplemente a unos años o incluso algunos meses de su
vergonzoso derrumbe”.5
La verdadera realidad al final de la Segunda Guerra
Mundial fue muy diferente. El régimen estalinista no se derrumbó. De hecho,
luego de 1945 se fortaleció, extendiéndose por Europa oriental.
(2) Trotski pensaba que el capitalismo estaba en su
crisis terminal. Como resultado de que la producción no podría expandirse, no
podría haber tampoco ninguna reforma social importante ni una elevación del
nivel de vida de las masas. En 1938, en La agonía del capitalismo y las tareas
de la Cuarta Internacional, Trotski escribió que el mundo occidental estaba:
…en una época de capitalismo en decadencia: no puede haber discusión sobre
reformas sociales sistemáticas y elevación de los niveles de vida de las masas…
cuando cada seria demanda del proletariado e incluso de la pequeña burguesía,
inevitablemente van más allá de los límites de las relaciones de propiedad
capitalistas y del Estado burgués.6
Sin embargo, el mundo capitalista de posguerra no
estaba sumido en el estancamiento y la decadencia. De hecho, el capitalismo
occidental disfrutó de una sólida expansión y junto a esta vino el
florecimiento del reformismo. Como Mike Kidron señaló, “El sistema en su
conjunto nunca ha crecido tan rápido y por tan largo tiempo como desde la
guerra —dos veces más rápido entre 1950 y 1964 que entre 1913 y 1950, y casi la
mitad más rápido que durante la anterior generación”.7
En consecuencia los partidos socialdemócratas y
comunistas, lejos de desintegrarse, emergieron del período de posguerra más
fuertes que nunca antes en número y apoyo. El reformismo floreció en base al
creciente nivel de vida.
En Gran Bretaña, por ejemplo, el gobierno Attlee
representó el cenit del reformismo. Conformado en 1945, no sólo fue el primer
gobierno de mayoría laborista, sino que representó también el punto más alto en
la historia de este partido.
Bajo Attlee los trabajadores y sus familias estuvieron
mucho mejor que antes de la guerra. El gobierno realizó grandes gastos en los
servicios sociales, y al mismo tiempo subsidió los alimentos. Y claro, el pleno
empleo y una inflación relativamente moderada fueron bendiciones invaluables
para todos ellos.
Un factor que aseguraba el apoyo masivo del gobierno
era el pleno empleo. Durante la gestión laborista el desempleo fue sumamente
bajo (excepto durante la crisis del combustible en el invierno de 1947, cuando
se alcanzó un 3%). Había tres y medio millones más de trabajadores empleados en
1951 que en los seis años anteriores.8 Otro factor era el estado de bienestar, cuyo buque insignia era el
Servicio Nacional de Salud.
La popularidad del Partido Laborista se mantuvo alta
entre los trabajadores. En las elecciones generales de octubre de 1951
registraron la votación más alta jamás lograda por un partido en Gran Bretaña.9
Y Gran Bretaña no era la excepción. En toda Europa el
nivel de vida mejoró. El pleno empleo, o el casi pleno empleo, prevaleció. Se
lograron reformas sistemáticas y los partidos reformistas no se extinguieron.
En Alemania, Francia, Noruega, Suecia, Dinamarca y otros países, los partidos
socialdemócratas gobernaron durante mucho tiempo.
(3) Valiéndose de su teoría de la revolución
permanente, Trotski sostuvo que en los países atrasados y subdesarrollados, el
logro de las tareas democrático burguesas —la liberación nacional y la reforma
agraria— sólo podrían avanzar gracias al poder de la clase trabajadora.
Esto también fue refutado por los acontecimientos. En
China, el país más habitado del mundo, Mao condujo un partido estalinista
totalmente divorciado de la clase trabajadora a unificar el país, lograr la
independencia del imperialismo y hacer la reforma agraria. Procesos similares
ocurrieron en países como Cuba y Vietnam.
(4) Finalmente, si los tres pronósticos anteriores
hubieran sido correctos en su totalidad, no habría habido un futuro para el
estalinismo o el reformismo, y el campo habría estado libre para un avance
sumamente rápido de la Cuarta Internacional. En este plano, Trotski estaba muy
seguro de que había un gran futuro para ella en los años venideros. El 10 de
octubre de 1938 él escribió:
La humanidad se ha vuelto más pobre que hace 25 años, mientras los medios
de destrucción se han vuelto infinitamente más poderosos. En los primeros meses
de la guerra, por consiguiente, una reacción tormentosa contra los humos
chovinistas determinará que entren en escena las masas trabajadoras. Las
primeras víctimas de esta reacción, junto con el fascismo, serán los partidos de
la Segunda y la Tercera Internacional. Su derrumbamiento será la condición
indispensable para un movimiento declaradamente revolucionario, que no
encontrará otro eje para su cristalización que la Cuarta Internacional. Sus
templados cuadros llevarán a los trabajadores hacia la gran ofensiva.10
Trotski antes había declarado que:
Cuando el centenario del Manifiesto Comunista sea celebrado [en 1948], la
Cuarta Internacional se habrá vuelto una fuerza revolucionaria decisiva en
nuestro planeta.11
El 18 de octubre de 1938, en un discurso titulado “La
fundación de la Cuarta Internacional”, Trotski subrayó este punto:
¡Diez años! ¡Sólo diez años! Permítanme terminar con un vaticinio: durante
los próximos diez años el programa de la Cuarta Internacional se volverá la
guía de millones, y estos millones de revolucionarios tomarán por asalto el
cielo y la tierra.12
Los repetidos comentarios hechos sobre este tema
prueban de hecho que sus declaraciones sobre la rápida victoria de la Cuarta
Internacional no eran comentarios sin importancia, en sí fueron una constante
hasta su muerte.
Ay… este vaticinio también era infundado, porque sus
previsiones con respecto a la Unión Soviética, al capitalismo occidental y al
Tercer Mundo fueron desmentidas por la realidad posterior a 1945. El espacio
que ocuparía la Cuarta Internacional sería muy pequeño —las organizaciones
trotskistas serían minúsculas y tendrían una influencia muy menor en la clase
trabajadora.
El lugar de Trotski en el marxismo
Es necesario un comentario preliminar sobre la forma
en que los trotskistas como yo vemos a Trotski. Él fue un gigante político
entre nosotros: organizador de la Revolución de Octubre, jefe del Ejército
Rojo, líder junto a Lenin de la Internacional Comunista.
Una y otra vez, valorando la situación de Gran Bretaña
en 1926, o la Revolución china de 1925-27, o la realidad alemana al momento del
surgimiento del nazismo, Francia en 1936 y España entre 1931 y 1938, Trotski
demostró una habilidad fantástica para analizar situaciones complejas, pronosticar
sus desarrollos futuros y sugerir la estrategia necesaria.
Las palabras de Trotski eran a menudo proféticas. En
muchos aspectos sus análisis resistieron la prueba del tiempo en forma
brillante. Nadie entre los grandes pensadores marxistas lo superó en la
habilidad de usar el método histórico materialista, sintetizar los factores
económicos, sociales y políticos, visualizar su interrelación con la sicología
de masas de millones de personas, y valorar la importancia del factor subjetivo
—el papel de los partidos y los líderes de los trabajadores en los grandes
acontecimientos.13 La Historia de
la Revolución Rusa de Trotski sobresale por encima de cualquier otro escrito
histórico marxista. Es un monumento analítico y artístico de riqueza y belleza
sin precedentes.14
Los trabajos de Trotski de los años 1928-40
—artículos, ensayos y libros sobre los acontecimientos en Alemania, Francia y
España— están entre los escritos marxistas más brillantes. Se encuentran a la
misma altura de los mejores escritos históricos de Marx: El Dieciocho Brumario
de Luis Bonaparte y La Lucha de Clases en Francia. Pero Trotski no se limitó a
analizar diferentes situaciones sino que también adelantó líneas claras de
acción para la clase trabajadora. En términos de táctica y estrategia sus
escritos son manuales revolucionarios sumamente valiosos, comparables a lo
mejor de lo producido por Lenin.
Un ejemplo de precioso valor en los trabajos de
Trotski, son sus escritos sobre Alemania en los años precedentes a la toma del
poder por parte de Hitler. Alemania era el país que contaba con el movimiento
obrero más importante del mundo en aquel momento. Estaba entrando en una
profunda depresión y crisis social, siendo este el trasfondo del rápido
crecimiento del movimiento nazi. Enfrentado a esto, Trotski puso toda su
energía y conocimiento a trabajar. En este período escribió innumerables libros
cortos, folletos y artículos que analizaban la situación alemana. Ellos están
entre sus obras más brillantes.
Semejante saber sobre el curso de los acontecimientos
no se encuentra en ninguna otra parte. Advirtió de la catástrofe que seguiría a
la toma del poder por parte de los nazis, la cual no sólo amenazaba a los
alemanes sino a la clase trabajadora a escala internacional. Su llamado a la
acción para detenerlos, para formar un frente de unidad con todas las
organizaciones del movimiento obrero, se volvió más y más desesperado.
Lamentablemente no se tomaron en cuenta sus advertencias proféticas y sus
repetidos llamados. Su voz era un grito en el desierto. Ni el Partido Comunista
(KPD) ni el Partido Socialdemócrata (SPD) le prestaron atención alguna. Si se
hubiera aceptado el análisis de Trotski y sus propuestas para la acción, la
historia subsiguiente del siglo habría sido completamente diferente.
El análisis de Trotski de los acontecimientos alemanes
es particularmente impresionante, si tomamos en cuenta el hecho de que él
estaba alejado de la escena y a una distancia considerable. Aun así, manejó las
cosas como para seguir al día en todos sus detalles. Los escritos de Trotski de
los años 1930-33 son tan concretos que dan claramente la impresión de que el
autor estaba viviendo en Alemania, no lejos en la isla de Prinkipo, en Turquía.15
En los oscuros y terribles días de los años 30,
Trotski fue para nosotros una brillante estrella guía. Con el espantoso avance
de los nazis y los procesos de Moscú que condenaron a los líderes de la
Revolución de Octubre, el Partido Bolchevique y la Internacional Comunista como
agentes nazis, nuestra dependencia de él era ideológica y emocionalmente
profunda y entendible. Estábamos realmente convencidos de la genialidad de su
análisis de la situación general, de la estrategia y de las tácticas que
desarrolló y necesitábamos para enfrentarla.
¿Cómo asumieron los trotskistas la situación
posterior a la Segunda Guerra Mundial?
Después de la guerra fue muy doloroso enfrentar la
realidad de que las previsiones de Trotski con respecto al futuro del régimen
estalinista y la situación económica, social y política del Oeste capitalista, así
como las relativas al Este atrasado y en desarrollo, no eran correctas. Repetir
las palabras de Trotski literalmente, evitando enfrentar la situación real
implicaba ser demasiado respetuosos con Trotski, y al mismo tiempo demasiado
insultantes. Era tratar a Trotski como si fuera una persona suprahistórica. Eso
encajaba con una secta religiosa pero no con los seguidores del socialismo
científico marxista. Con pesar en nuestros corazones tuvimos que recordar el
refrán atribuido a Aristóteles y que dice: “Estimo mucho a Platón, pero más
estimo la verdad”.
Comprensiblemente, pero en forma equivocada, la
dirección de la Cuarta Internacional se negó a aceptar el hecho de que
importantes predicciones de Trotski habían sido refutadas por los hechos.
Enfrentar esta verdad era una condición previa para poder responder a la
pregunta: ¿por qué no se hicieron realidad? Planteando la pregunta correcta,
existe un 90% de posibilidades de encontrar la respuesta correcta. Mucho tiempo
antes de Isaac Newton, las manzanas caían de los árboles. Plantearse la
pregunta: “¿Por qué?”, lo llevó hacia la ley de gravedad.
Recuerden la primera predicción de Trotski. Como he
citado anteriormente, él pensaba que el régimen estalinista no sobreviviría a
la guerra. Como Stalin continuó controlando la Unión Soviética, la conclusión
de James P. Cannon, el líder de los trotskistas de Estados Unidos, fue
entonces: ¡que la guerra no había acabado!
Trotski predijo que el destino de la Unión Soviética se decidiría en la
guerra. Esta sigue siendo nuestra firme convicción. Por esto hemos discrepado
con algunas personas que descuidadamente consideran que la guerra ha terminado.
La guerra sólo ha atravesado su primera fase y ahora se desarrolla un proceso
de reagrupamiento y reorganización para la segunda. La guerra no ha terminado,
y la revolución que nosotros dijimos sería provocada por la guerra en Europa,
no ha quedado fuera de la agenda. Sólo se ha atrasado y pospuesto,
principalmente por la falta de un partido revolucionario suficientemente fuerte.16
Este era un caso extremo de escolasticismo. En los
tiempos medievales los escolásticos, debatiendo sobre si el aceite se
congelaría en el invierno, no realizaban una prueba práctica simple colocando
un recipiente con aceite en la nieve para observarlo, sino que buscaban una
cita de Aristóteles sobre el asunto.
Once meses después del final de la guerra, era claro
incluso para la mayoría de los trotskistas de estrechas miras, que el régimen
estalinista había sobrevivido a la guerra. Pero ellos todavía insistían en que
el régimen estaba en una situación muy delicada. Es así que la Cuarta
Internacional en abril de 1946 declaraba:
Sin ningún miedo a exagerar, uno puede decir que el Kremlin nunca ha
enfrentado una situación más crítica en lo interno y en lo externo que la que
enfrenta en estos días.17
Y en otro lugar expresaba que:
Detrás de la apariencia de un poder nunca antes logrado, se esconde la
realidad de que la URSS y la burocracia soviética han entrado en una fase
crítica de su existencia.19
La predicción de Trotski del derrumbe del estalinismo
era la consecuencia ineludible de su análisis del carácter de clase de la Unión
Soviética. Si la predicción era equivocada, entonces el análisis original
necesariamente se hallaba en cuestionamiento. En ese caso, era necesaria una
nueva explicación de la burocracia estalinista. Una manera de encarar esta
tarea era preguntarse cuál era la naturaleza de clase de los países de Europa
oriental tomados por Stalin, los cuales pronto fueron remodelados a la manera
de réplicas casi exactas de la propia Unión Soviética.
La Cuarta Internacional adoptó en su totalidad la
perspectiva de Trotski de que la Unión Soviética era un Estado obrero, un
Estado obrero degenerado, un Estado obrero deformado por la burocracia
gobernante. Si Polonia, Checoslovaquia, Hungría y los otros países tenían el
mismo carácter que la Unión Soviética, ¿esto no significaba que Stalin había
llevado a cabo una revolución en Europa oriental? Y por consiguiente, ¿acaso no
debería ser considerado un revolucionario en lugar de un contrarrevolucionario?
Pero nada de esto era así.
Al principio el liderazgo de la Cuarta Internacional
resolvió la contradicción muy simplemente: a pesar de las similitudes entre
ellos, los países del Bloque oriental todavía eran países capitalistas,
mientras que la Unión Soviética era un Estado obrero.
Ernest Mandel —uno de sus líderes más notorios—
declaró en septiembre de 1946 que “todas las Democracias Populares” era países
capitalistas. Por esto, el estalinismo no había llevado a cabo una revolución
en Europa oriental, sino una contrarrevolución. Cito solo lo que él escribió
sobre Yugoslavia y Albania: “En estos dos países, la burocracia soviética no
tenía que impulsar ninguna actividad contrarrevolucionaria consistente; los estalinistas
nativos lo hicieron por ella”. En ambos países el estalinismo había construido
“un nuevo aparato estatal burgués”.20
Durante dos largos años la Cuarta Internacional
continuó con la misma línea respecto a Europa oriental. La resolución de su
Segundo Congreso Mundial, de abril de 1948, dice sobre la naturaleza de clase
de las “Democracias Populares” que “estos países conservan una estructura
básicamente capitalista… Así, mientras mantiene una estructura y un
funcionamiento burgués, el Estado en los “países tapón” presenta al mismo
tiempo formas extremas de bonapartismo”. Y continúa, “Las Democracias Populares
son países capitalistas con expresiones extremas de bonapartismo”, “dictaduras
policíacas”, etc.
Como la destrucción del capitalismo sólo puede
llevarse a cabo por la “acción revolucionaria de las masas”, lo que todavía no
era un hecho en estos países porque una revolución exige la destrucción
violenta de la maquinaria estatal burocrática, uno no podía defender a ninguno
de estos Estados y tenía que observar el más “estricto derrotismo
revolucionario”.21
Dos meses después, cuando Tito rompió con Stalin, la
Cuarta Internacional dio un salto mortal: Yugoslavia no era ya un país
capitalista bajo una dictadura policiaco-bonapartista, sino un auténtico Estado
obrero. El 1 de julio de 1948 el Secretariado de la Cuarta Internacional emitió
una “Carta abierta al Partido Comunista de Yugoslavia” donde decía: “Ustedes
tienen en sus manos un enorme poder si perseveran en el camino de la revolución
socialista”. Saludaba “la promesa de resistencia victoriosa para el partido
obrero revolucionario en contra de la maquinaria del Kremlin”. Y al final,
deseaba “Larga vida a la Revolución Socialista Yugoslava”.22
Esto expresaba un análisis tan superficial como el de
la primera posición adoptada, e ignoraba la jactancia de Tito en el V Congreso
del Partido Comunista de Yugoslavia de 1948, sobre que ellos habían sabido
atrapar a los “trotskista-fascistas”, llevándoles ante los Tribunales Populares
y haciéndoles pagar con la pena máxima.23
Con golpes de timón como estos tomados tan fácilmente,
Michel Pablo, secretario general de la Cuarta Internacional, llevó a un extremo
la nueva línea de que el Bloque oriental estaba formado por Estados obreros. En
1949 habló sobre “siglos de Estados obreros degenerados”.24 En abril de 1954 escribió que,
“Atrapada entre la amenaza imperialista y la revolución mundial, la burocracia
soviética se alineó con la revolución mundial”.25 Además, la burocracia soviética
estaba llevando a cabo, y lo continuaría haciendo, la desburocratización y la
“total y real liberalización del régimen”.26 Si iban a haber “siglos de Estados obreros degenerados”, ¿cuál sería
el papel del trotskismo y de la revolución de los trabajadores?
Todavía más allá que Pablo en bautizar diferentes
países como Estados obreros, estaba el trotskista argentino Julián Posadas,
líder de otra versión de la Cuarta Internacional. Además de los países de
Europa oriental, Cuba, China, Vietnam del Norte, Corea del Norte y Mongolia,
Posadas descubrió un número mayor de países donde existían Estados obreros. Él
declaró que:
…la Internacional debe seguir de cerca la evolución de una serie de países
de África [y] Asia que están desarrollando Estados obreros, como Siria, Egipto,
Irak, Malí, Guinea, Congo Brazaville, etc., para determinar cuando hayan pasado
a ser efectivamente Estados obreros.27
Perversamente, Posadas esperaba con entusiasmo una
guerra atómica mundial. Llamó a la Unión Soviética a atacar con armas nucleares
a los Estados Unidos. En una “Conferencia Extraordinaria” de su Cuarta
Internacional, declaraba en 1962:
…la guerra atómica es inevitable. Quizás destruya a la
mitad de la humanidad; así como a inmensas riquezas humanas. […] La guerra
atómica va a provocar un verdadero infierno en la tierra. Pero no impedirá el
comunismo. El comunismo no es una necesidad surgida fruto de la producción
material de mercancías, sino que está en la conciencia de los seres humanos.
Cuando la humanidad reacciona y trabaja en forma comunista, no hay ninguna
bomba atómica capaz de hacer retroceder lo que la conciencia humana ha
adquirido y aprendido…
La historia, en su forma violenta, espasmódica, está demostrando que al
capitalismo le queda poco tiempo. Muy poco tiempo. Nosotros podemos decir de
una manera completamente consciente y certera que si los Estados obreros
cumplen con su deber histórico de ayudar a las revoluciones anticoloniales, al
capitalismo no le quedan diez años de vida. […] Y si los Estados obreros se
lanzan a apoyar con todas sus fuerzas a las revoluciones anticoloniales, al
capitalismo no le quedan cinco años de vida… y la guerra atómica durará muy
poco tiempo.28
¡Media humanidad será eliminada! Pero eso no importa:
¡la victoria del comunismo está asegurada!
Estamos preparándonos para una fase, antes de la
guerra atómica, en que lucharemos por el poder, durante la guerra atómica
lucharemos por el poder y tomaremos el poder, e inmediatamente después de la
guerra atómica estaremos en el poder… la guerra atómica determinará la revolución
simultánea en el mundo entero… La simultaneidad no significa el mismo día y la
misma hora. Los grandes eventos históricos no deben ser medidos por horas o
días, sino por períodos… La clase trabajadora se tendrá que mantener a sí
misma, e inmediatamente tendrá que buscar cohesión y centralización…
Después que la destrucción comience, las masas van a emerger en todos los
países en poco tiempo, en unas horas. El capitalismo no podrá defenderse en una
guerra atómica excepto ocultándose en cuevas e intentando destruir todo lo que
pueda. Las masas, por el contrario, van a salir, tendrán que salir, porque será
la única manera de sobrevivir, derrotando al enemigo… El aparato del
capitalismo, la policía, el ejército, no podrán resistirse… Será necesario
organizar el poder de los trabajadores inmediatamente…29
Según esta lógica, si una bomba nuclear cayera en
Londres, los restos de la clase trabajadora, paralizados por el miedo y la
impotencia, ¡tomarían el poder! ¡Así el marxismo se convierte de doctrina en
talismán! ¡De los Estados obreros en que los obreros no tienen el poder, a una
revolución obrera como resultado de la destrucción atómica de los trabajadores!
Qué retroceso ideológico.
¿Qué hay sobre la segunda predicción de Trotski
respecto al destino del capitalismo mundial? Frente al desarrollo del más
grandioso boom económico en la historia del capitalismo, la conferencia de la
Cuarta Internacional de abril de 1946 declaraba:
…no hay razón alguna para considerar que estamos presenciando una nueva
época de estabilización y desarrollo capitalista… La guerra ha agravado la
desorganización de la economía capitalista y ha destruido las últimas
posibilidades de un equilibrio relativamente estable en las relaciones sociales
y en las relaciones internacionales.30
Además:
El renacimiento de la actividad económica en los países capitalistas
debilitados por la guerra, y en particular los países de Europa continental, se
caracterizará por un ritmo especialmente lento que mantendrá sus economías en
niveles que orillarán el estancamiento y la decadencia.31
Se admitía que “la economía norteamericana pronto
experimentará un boom relativo… “, pero este boom sería de corta vida: “Estados
Unidos se dirigirá entonces hacia una nueva crisis económica más profunda y
extensa que la de 1929-33, con repercusiones devastadoras en la economía
mundial”. Las perspectivas para el capitalismo británico eran de “un largo
período de graves dificultades económicas, convulsiones, y crisis parciales y
generales”.
¿Cuál era la situación de los trabajadores a lo ancho
del mundo? “El proletariado continúa trabajando en peores condiciones de vida
que las existentes antes de la guerra”.32 Una creciente ola revolucionaria era inevitable bajo estas
condiciones, debido a que:
…la resistencia del proletariado exige una mejora en
las condiciones de vida, una mejora que es incompatible con la posibilidad de
relanzar al capitalismo.
Si bien la guerra no generó inmediatamente en Europa un avance
revolucionario del alcance y del ritmo que nosotros anticipamos, es innegable
no obstante que destruyó el equilibrio capitalista a escala mundial, al mismo
tiempo de abrir un largo período revolucionario…33
El estancamiento del capitalismo mundial y el
desempleo masivo generaría una situación revolucionaria general:
Lo que ahora enfrentamos es una crisis mundial que transciende a todo lo
conocido en el pasado, y el desarrollo de un avance revolucionario a escala
mundial que seguramente en tiempos diferentes en distintas partes del mundo,
ejercerá una incesante influencia recíproca de un lugar a otro, y al mismo
tiempo determinará una extensa perspectiva revolucionaria.34
En 1946 la Cuarta Internacional predecía que la ola
revolucionaria sería mucho más amplia que la que siguió a la Primera Guerra
Mundial:
Luego de la Primera Guerra Mundial, la gráfica de la
lucha revolucionaria se caracterizó por un lento comienzo y un crecimiento
precipitado que encontró su máximo en la primavera de 1919 y fue seguido por un
marcado y continuo declive, sólo interrumpido por nuevos y breves picos en
1923.
Ahora la gráfica de la lucha revolucionaria comienza con un lento y tímido
crecimiento, interrumpido por muchas oscilaciones o declives parciales, pero
donde la tendencia general es ascendente. La importancia de este hecho es
obvia. Mientras luego de la Primera Guerra Mundial el movimiento sufrió desde
el inicio la carga de las derrotas, sobre todo en Alemania, el movimiento
presente, al contrario, padece el hecho de que en ningún momento todavía ha
podido poner en el campo de batalla todas las fuerzas del proletariado. Por
consiguiente, las derrotas son transitorias y relativas en su importancia, no
arriesgando los desarrollos sucesivos de los eventos, y pueden neutralizarse
mediante el pasaje de la lucha a estadios más avanzados.35
La otra alternativa a enfrentar, era que si la ola
revolucionaria no llevaba a la victoria de los trabajadores, en muy corto
tiempo la democracia burguesa sería reemplazada por nuevos regímenes fascistas:
Desde el momento en que… las condiciones económicas y sociales amenacen la
existencia de su sistema, la gran burguesía contestará cada acción de las masas
proletarias con más y más grandes contribuciones financieras a los “líderes”
neofascistas. La sola dificultad promoverá esta opción; y si estudiamos
atentamente la situación política de varios países europeos, encontraremos en
la escena política, no una, sino varias figuras que son potenciales Doriots,
Mussolinis y Degrelles de mañana. En este sentido el peligro del fascismo
existe ya en el continente entero.36
En 1947 Mandel escribía un artículo donde sacaba estas
conclusiones:
…las siguientes [son] características del ciclo
productivo bajo la decadencia capitalista:
(a) Las crisis son más largas, más violentas, y llevan
a un estancamiento más duradero que el período de expansión y prosperidad. El
capitalismo ascendente presentaba una larga prosperidad, interrumpida por
interludios breves de crisis. El capitalismo decadente se presenta como una
larga crisis interrumpida por crecimientos más y más inestables y reducidos.
(b) El mercado mundial deja de expandirse globalmente.
No hay más boom de escala mundial. El fraccionamiento del mercado mundial o la
destrucción violenta de un competidor solo permite el desarrollo de febriles
booms en ciertos países capitalistas.
(c) No hay desarrollo del conjunto de las fuerzas
productivas a escala nacional. Incluso durante el período de “prosperidad”
ciertas ramas sólo se desarrollan a expensas de otras. Los avances tecnológicos
no son importantes o sólo son parcialmente incorporados en la producción.
(d) No hay ninguna mejora general en el nivel de vida de los trabajadores
industriales de una expansión a otra. Esto no excluye naturalmente una “mejora”
relativa entre la crisis y la expansión, o una mejora relativa de la posición
de los desempleados o los campesinos, etc., transformados en trabajadores
industriales durante la “expansión”.37
¡Un mundo imaginario!
Alguien que lee hoy por primera vez las anteriores
afirmaciones de Mandel, Pablo, Posadas y de la Cuarta Internacional, puede asustarse
al observar las ilusiones que construyeron sobre la realidad que vivían. No hay
nadie tan ciego como aquel que no quiere ver. Los principales miembros del
movimiento trotskista hicieron enormes esfuerzos para no ver la realidad. En
una mirada retrospectiva uno no puede más que sorprenderse. Pero para entender
la negativa de los líderes trotskistas a enfrentar la realidad, se debe tomar
en cuenta cuánto dolor les provocó esa realidad, al destrozar las enormes
esperanzas que tenían. El movimiento trotskista actuó como lo hacían las sectas
cristianas en los siglos XVI y XVII que se aferraban a las viejas ideas de la
época medieval, cuando ese mundo estaba desintegrándose y el nuevo capitalismo
empezaba a establecerse. La quema de brujas era un acto irracional, pero puede
explicarse racionalmente.
Sin embargo, aunque uno entienda los motivos detrás de
su actitud, no puede justificarse. Para los marxistas la primer regla es que si
uno quiere cambiar la realidad, debe entenderla. El desorden en las filas del
movimiento trotskista, los zigzags, las divisiones, fueron un producto
inevitable de no comprender la situación real en que se encontraba la clase
trabajadora.
Ellos estaban intentando trazar el rumbo con un mapa
que estaba desesperadamente fuera de fecha. Fue así que el trotskismo entró en
un callejón sin salida. La crisis general del movimiento demandaba una
revaloración radical de las perspectivas de la humanidad.
Preservando la esencia del trotskismo,
mientras nos desviamos de seguir al pie de la letra las palabras de Trotski
Los pocos compañeros que empezamos la corriente
socialismo internacional no intentamos usar al marxismo como sustituto de la
realidad, sino al contrario, deseábamos que sirviera como arma para dominar
esta realidad.
En los años 1946-48 tuvimos que luchar con preguntas
muy difíciles. Teníamos la certeza de estar continuando una tradición —que
seguía a Marx, Lenin y Trotski— pero también que debíamos enfrentar nuevas
situaciones. Era una continuación y un nuevo comienzo. La firmeza intelectual
no implica el dogmatismo; explicar una realidad cambiante no podía implicar
vaguedad. Nuestra crítica del trotskismo ortodoxo se concibió como un retorno
al marxismo clásico.
En la discusión que sigue a continuación veremos cómo
evolucionaron tres teorías que respondían a los eventos ocurridos poco después
del fin de la Segunda Guerra Mundial —las teorías del capitalismo de Estado, de
la economía armamentista permanente y de la revolución permanente desviada. Las
tres áreas que éstas se repartieron —la Unión Soviética y Europa oriental, los
países capitalistas avanzados, y el Tercer Mundo— cubrieron el globo entero.
Aquí cada pregunta se tratará inicialmente por
separado. Sólo más tarde será posible encontrar sus interconexiones y así
explicar el modelo total de desarrollo. Sólo estando parados en la cima de una
montaña y mirando hacia abajo, uno puede ver cómo convergen los diferentes
caminos.
El capitalismo de Estado
¿Por qué sobrevivía el régimen
estalinista?
¿Cuál era la naturaleza de las “Democracias Populares”
de Europa oriental? ¿Qué decía sobre la naturaleza del régimen estalinista su
creación? La teoría del capitalismo de Estado fue desarrollada intentando
contestar a estas preguntas.
El primer documento en que definí a la Unión Soviética
como capitalista de estado fue un largo escrito de 142 páginas, redactado en
1948 y titulado “La naturaleza de clase de la Rusia estalinista”. Sin embargo,
para entender el génesis de la teoría es útil considerar a las “Democracias
Populares”, esos países invadidos por el ejército ruso al final de la Segunda
Guerra Mundial. Napoleón dijo, “Une armée dehors c’est l’état qui voyage” (Un
ejército en el extranjero es el Estado en viaje), y esta máxima se aplica muy
bien a lugares como Polonia y Hungría, cuyos gobiernos no eran más que
extensiones del Estado ruso. Por esto, el estudio de los mismos daba una imagen
del régimen de la “madre patria”.
En 1950 se publicó “La naturaleza de clase de las
Democracias Populares”. Su punto de partida era que si los Estados de Europa
oriental eran realmente Estados obreros, debería haber tenido lugar allí una
revolución social; y recíprocamente, si no había ocurrido allí una revolución
social, entonces la naturaleza de los Estados de Europa oriental debía ser
reevaluada.
La discusión se desarrolló alrededor de la teoría del
Estado de Marx y Lenin. Marx frecuentemente repitió la idea de que la
supremacía política de la clase trabajadora es un requisito previo para su
supremacía económica. Los trabajadores no pueden poseer los medios de
producción colectivamente —esto es, volverse la clase económicamente dominante—
a menos que el Estado que posea y controle los medios de producción esté en sus
manos; en otras palabras, a menos que la clase trabajadora conquiste el poder
político.
A este respecto, la clase trabajadora es
fundamentalmente diferente de la burguesía. Esta última tiene la propiedad
sobre la riqueza; por consiguiente, no importa la forma de gobierno, si la
burguesía no es expropiada, no dejará de ser la clase dominante. Un capitalista
puede poseer su propiedad en una monarquía feudal, en una república burguesa,
en una dictadura fascista, en una dictadura militar, bajo Robespierre, Hitler,
Churchill o Attlee. Por el contrario, los trabajadores están separados de los
medios de producción y es este hecho el que los vuelve esclavos de un salario.
Si surge una situación en que el Estado es quien concentra los medios de
producción, pero este se halla totalmente separado de la clase trabajadora,
ella no será la clase dominante.38
El Manifiesto Comunista afirma que:
…el primer paso de la clase trabajadora en la
revolución es elevar al proletariado a la posición de clase dominante, ganar la
batalla por la democracia.
El proletariado usará su supremacía política para arrebatar gradualmente
todo el capital a la burguesía, centralizando todos los instrumentos de
producción en manos del Estado, esto es, del proletariado organizado como clase
dominante…39
La revolución de los trabajadores es la victoria en
“la batalla por la democracia”. El Estado obrero es “el proletariado organizado
como clase dominante”. ¿Cómo puede una “revolución social estalinista” ser
impuesta enteramente desde fuera por los tanques del Ejército Rojo, sin
cuestionar la concepción marxista del papel de la conciencia de la clase
trabajadora en la revolución?
Marx repitió centenares de veces que la revolución de
los trabajadores sería la acción consciente de la propia clase trabajadora. Por
esto, si nosotros aceptamos que las “Democracias Populares” eran Estados obreros,
la afirmación de Marx y Engels de que la revolución socialista es “la historia
consciente de sí misma” estaría refutada.
Lo mismo ocurriría con la siguiente afirmación de
Engels
Sólo desde este punto en adelante [la revolución socialista], los hombres,
con plena conciencia, harán su propia historia; sólo desde este momento las
causas sociales que los hombres han puesto en movimiento tendrán, en forma
dominante, creciente y constante, los efectos buscados por los hombres. Esto
significará para la humanidad el salto del reino de la necesidad al reino de la
libertad.40
Y también estaría equivocada Rosa Luxemburg, cuando al
referirse al lugar de la conciencia de la clase trabajadora en la revolución,
escribía:
En todas las luchas de clases del pasado, se imponían los intereses de las
minorías, y para usar las palabras de Marx, “todo el desarrollo tuvo lugar en
contra de las grandes masas de la población”. Una de las condiciones esenciales
para esto, era la ignorancia de estas masas respecto a los objetivos reales de
la lucha, su alcance material, y sus límites. Esta diferencia fue, de hecho, la
base histórica específica del “papel principal” de la burguesía “ilustrada”, y
del rol que correspondió a las masas como sus dóciles seguidores. Pero, Marx
escribió ya en 1845, “cuando la acción histórica se profundiza, el número de
masas implicadas en ella debe aumentar”. La lucha de clase del proletariado
depende de la más “profunda” de todas las acciones históricas hasta nuestros
días, implica hasta la más baja de todas las capas de la población y, desde el
momento en que la sociedad se dividió en clases, es el primer movimiento que
está de acuerdo con los intereses reales de las masas. Por esto la claridad de
las masas respecto a sus tareas y los métodos son una condición histórica
indispensable para la acción socialista, así como en los períodos anteriores la
ignorancia de las masas era la condición para la acción de la clase dominante.41
Pablo y Mandel buscaron una manera de rodear este
problema hablando del camino “bismarckiano de desarrollo de la revolución
proletaria”, trazando una comparación con la manera en que el capitalismo
alemán creció bajo la dirección política del Canciller del Kaiser y del grupo
de viejos terratenientes, los junkers. Estos trotskistas esperaban demostrar
que la revolución social de la clase trabajadora podía ser llevada adelante sin
la acción revolucionaria de los trabajadores, fruto del “propio impulso” de una
burocracia estatal. Esta idea, si bien era concebible, llevaba a las conclusiones
más absurdas.
Es verdad que la burguesía tomó el poder de muchas y
variadas formas. Hubo sólo un caso puro en que ella de hecho llevó hasta el
final la lucha revolucionaria en contra del feudalismo —este era el de Francia
después de 1789. En el caso de Inglaterra la burguesía logró compromisos con
los terratenientes feudales. En Alemania, Italia, Polonia, Rusia, China y
Sudamérica logró hacerse del poder sin una lucha revolucionaria. En
Norteamérica, la inexistencia casi completa de remanentes feudales permitió a
la burguesía evitar una lucha revolucionaria antifeudal.
El camino “bismarckiano” no era una excepción para la
burguesía, sino casi la regla. Francia era la excepción. Si la revolución de la
clase trabajadora no necesariamente debía concretarse a través de la actividad
de los propios trabajadores, sino que podía hacerlo fruto de la actividad de
una burocracia estatal, la Revolución rusa habría sido indudablemente la
excepción, mientras que el camino “bismarckiano” sería la regla. La conclusión
era entonces —para los trotskistas— que no era necesaria una dirección
revolucionaria independiente.
Pero, el ascenso de la burguesía fue posible mediante
la movilización de las masas y su posterior engaño: es el caso de los
sans-culottes franceses o de los soldados de Bismarck. Si una revolución de la
clase trabajadora puede concretarse de esta forma, la “ley de la menor
resistencia” determinaría que la historia escogiera el camino de la revolución
llevada adelante por pequeñas minorías que engañan a las mayorías.42
Mi trabajo “La naturaleza de clase de las Democracias
Populares” finalizaba señalando que aunque los miembros de la Cuarta
Internacional repetían los conceptos básicos del marxismo —de que la liberación
de la clase trabajadora sólo puede ser obra de la propia clase trabajadora, y
de que los trabajadores no pueden utilizar el aparato estatal burgués, sino que
deben aplastarlo y establecer un nuevo Estado basado en una democracia de los
trabajadores (los soviets, etc.)— persistieron en llamar Estados obreros a las
“Democracias Populares”.
La razón para esto radicaba en concebir a la Unión
Soviética como un Estado obrero degenerado. Para ellos la Unión Soviética era
un Estado de este tipo, aunque los trabajadores estuvieran separados de los
medios de producción, ni que decir del control de la economía, y estuvieran
sometidos a la maquinaria estatal más monstruosamente burocrática y
militarista.
No había razón entonces que impidiera el surgimiento
de nuevos Estados obreros, sin la actividad consciente e independiente de la
clase trabajadora, y sin la destrucción de los aparatos estatales burocráticos
y militaristas. Bastaba con que la burocracia fuera capaz de expropiar a la
burguesía, mientras mantenía “en su lugar” a los trabajadores, para que la
transición del capitalismo a un Estado obrero se consumara.
La teoría marxista-leninista de la revolución había
sido puesta cabeza abajo hasta considerar a las “Democracias Populares” como un
tipo de Estado obrero. ¿Cuál era entonces la naturaleza de los propios Estados
obreros?43
El punto de partida para el análisis de este problema
fue el examen crítico de la caracterización realizada por Trotski de la Unión
Soviética como un Estado obrero degenerado. ¿Puede un Estado que no está bajo
el control de los trabajadores ser un Estado obrero?
En los trabajos de Trotski encontramos dos
definiciones diferentes y bastante contradictorias de Estado obrero.
Según una de ellas, el criterio para definir un Estado
obrero es si la clase trabajadora tiene control directo o indirecto, no importa
con cuantas restricciones, sobre el poder estatal: es decir, si la clase
trabajadora puede librarse de la burocracia a través de reformas, sin la
necesidad de una revolución. En 1931 escribió:
El reconocimiento del actual Estado soviético como un Estado obrero no sólo
significa que la burguesía no puede conquistar el poder por otro camino que no
sea el levantamiento armado, sino también que el proletariado de la URSS no ha
perdido la posibilidad de someter a la burocracia, revivir nuevamente al
partido y transformar el régimen de dictadura, sin una nueva revolución, con
los métodos y por el camino de la reforma.44
Trotski expresó esta idea aun más claramente en una
carta, probablemente escrita a fines de 1928, donde respondía a la pregunta, “¿La
degeneración del aparato y del poder soviético es un hecho?”.
No hay ninguna duda de que la degeneración del aparato soviético se
adelanta considerablemente con respecto al mismo proceso en el aparato del
partido. No obstante, es el partido el que decide. Aunque, en la actualidad,
esto significa el aparato del partido. La pregunta se reduce a lo siguiente:
¿el núcleo proletario del partido, ayudado por la clase trabajadora, es capaz
de triunfar sobre la autocracia del aparato del partido, que está fundida con
el aparato estatal? Quien quiera responder de antemano que no es capaz de
hacerlo, habla por lo tanto no solo de la necesidad de fundar un nuevo partido,
sino también de la necesidad de una segunda y nueva revolución proletaria.45
Y más adelante en la misma carta, Trotski dice:
Si el partido es un cadáver, un nuevo partido debe construirse y esto debe
decirse abiertamente a la clase trabajadora. Si termidor [el movimiento
reaccionario durante la Revolución francesa que detuvo y puso marcha atrás al proceso
revolucionario] se completa, y la dictadura del proletariado se liquida, el
estandarte de la segunda revolución proletaria debe desplegarse. Así es como
actuaríamos nosotros si el camino de la reforma que hoy sostenemos, se
demostrara equivocado.46
La otra definición de Trotski expresa un criterio
fundamentalmente diferente. No importa cual sea la independencia del aparato
estatal respecto de las masas, e incluso si la única manera de deshacerse de la
burocracia es la revolución. Mientras los medios de producción pertenecen al
Estado, el Estado permanece como un Estado obrero con el proletariado como
clase dominante.
Tres conclusiones pueden ser deducidas de lo anterior:
(a) La segunda definición de Trotski del Estado
obrero, niega la primera.
(b) Si la segunda definición es correcta, el
Manifiesto Comunista estaba equivocado al decir que “el primer paso de la clase
trabajadora en la revolución es elevar al proletariado a la posición de clase
dominante”. Además, en este caso, ni la Comuna de Paris ni el gobierno
bolchevique eran Estado obreros, porque el primero no estatizó los medios de
producción y el segundo no lo hizo durante un período.
(c) Si el Estado concentra los medios de producción y
los trabajadores no lo controlan, ellos no poseen los medios de producción
—esto es, ellos no son la clase dominante. La primera definición admite esto;
la segunda lo evita pero no lo refuta.
La definición de la URSS como Estado
obrero y la teoría marxista del Estado
La consideración de que la Unión Soviética era un
Estado obrero degenerado, llevaba inevitablemente a conclusiones directamente
contradictorias con la teoría marxista del Estado. Así lo demuestra un análisis
de lo que Trotski llamó revolución política y contrarrevolución social.
Durante las revoluciones políticas burguesas, por
ejemplo las revoluciones francesas de 1830 y 1848, la forma de gobierno cambió
en mayor o menor medida, pero el tipo de Estado se mantuvo independiente a las
personas y sirviendo a la clase capitalista.
Pero hay una conexión necesariamente mucho más íntima
entre el contenido y la forma en el Estado obrero, que en cualquier otro tipo
de Estado. Por esto, aun cuando asumimos que esas revoluciones políticas puedan
tener lugar en un Estado obrero, una cosa es clara —el mismo aparato del Estado
obrero debe continuar existiendo luego de la revolución política de los
trabajadores, como antes.
Si la Unión Soviética efectivamente era un Estado
obrero, y el partido de los trabajadores llevaba adelante entonces una
revolución política, podría y debería usar el aparato estatal existente para
hacerlo. Por otro lado, para restaurar su poder, la antigua burguesía no podría
usar la maquinaria estatal existente, sino que se vería obligada a aplastarla y
construir otra sobre sus ruinas.
¿Eran éstas las condiciones existentes en la Unión
Soviética?
Trotski evitó parcialmente aplicar las lecciones de la
teoría marxista del Estado, diciendo que el partido revolucionario empezaría
por la restauración de la democracia en los sindicatos y en los soviets.47 Pero ya no habían realmente ni
sindicatos ni soviets en la Unión Soviética, en donde la democracia pudiera
restaurarse. El Estado obrero no se restablecería reformando la maquinaria
estatal estalinista, sino quebrándola y construyendo una nueva.
Si la clase trabajadora tenía que aplastar la
maquinaria estatal existente para tomar el poder, entonces la burguesía podría
usarla y la Unión Soviética no era un Estado obrero. Creer que la clase
trabajadora y la burguesía podían utilizar la misma maquinaria estatal como
instrumento de su supremacía, era sinónimo de refutar el contenido
revolucionario de la teoría del Estado expresada por Marx, Engels, Lenin y el
propio Trotski.
La forma de propiedad considerada
independientemente de las relaciones de producción: una abstracción metafísica
Una característica de la Unión Soviética que Trotski
señaló con el fin de probar que era un Estado obrero —aunque degenerado— era la
ausencia de propiedad privada a gran escala y la predominancia de la propiedad
estatal. Sin embargo, es un axioma del marxismo que la consideración de la
propiedad privada independientemente de las relaciones de producción, implica
crear una abstracción suprahistórica.
La historia de la humanidad conoció la propiedad
privada en el sistema esclavista, el sistema feudal y el sistema capitalista,
todos los cuales son fundamentalmente diferentes entre sí. Marx ridiculizó el
planteo de Proudhon de definir a la propiedad privada independientemente de las
relaciones de producción:
En cada época histórica, la propiedad se ha desarrollado en forma diferente
y bajo tipos de relaciones sociales totalmente diferentes. Por esto, definir la
propiedad burguesa exige presentar al conjunto de las relaciones sociales de
producción burguesas. Tratar de dar una definición de propiedad como una
relación independiente, una categoría aparte —una idea abstracta eterna — no
puede ser más que una ilusión de la metafísica o la jurisprudencia.48
El capitalismo como sistema es la suma total de las
relaciones de producción. Todas las categorías que expresan las relaciones
entre las personas en el proceso de producción capitalista —valor, precio,
salario, etc.— constituyen una parte integral del mismo. Fueron las leyes de
movimiento del sistema capitalista las que definieron el carácter de la
propiedad privada capitalista y su contexto histórico, y la diferenciaron de
otros tipos de propiedad privada. Proudhon aisló la forma de propiedad de las
relaciones de producción, “enredó la totalidad de estas relaciones económicas
[las relaciones capitalistas de producción] con la concepción jurídica general
de la “propiedad”.” Por esto, “Proudhon no pudo ir más allá de la respuesta que
Brissot dio en un trabajo similar ya antes de 1789, en estas palabras: «la
propiedad es un robo».”49
La propiedad privada puede tener distinto carácter
histórico, pudiendo ser la fortaleza de unas clases u otras, como era muy claro
para Marx. Lo mismo se puede aplicar a la propiedad estatal, aunque no parezca
tan evidente. Esto es así, principalmente, porque la historia fue testigo de la
lucha de clases teniendo por base a la propiedad privada. Casos de
diferenciación de clases no basados en la propiedad privada no son ni muy
numerosos ni muy conocidos. Sin embargo han existido.
Como ejemplo tomemos a la Iglesia católica en la Edad
Media. La Iglesia tenía enormes extensiones de tierra, en las cuales trabajaban
cientos de miles de campesinos. Las relaciones entre la Iglesia y los
campesinos eran las mismas relaciones feudales que las existentes entre los
señores y los campesinos. La Iglesia como tal era feudal. Al mismo tiempo
ninguno de los obispos, cardenales, etc. tenía derechos individuales sobre la
propiedad feudal. Eran las relaciones de producción las que definían el
carácter de clase —feudal— de la propiedad de la Iglesia, a pesar de que no era
privada.
La burocracia soviética —¿un gendarme
que interviene en el proceso de distribución?
Otro elemento de la teoría de Trotski sobre la URSS
como un Estado obrero degenerado, era que el régimen estalinista no constituyó
una nueva clase dominante. En lugar de esto, tenía el papel de una burocracia.
Él creía que esto ocurría porque en la Unión Soviética la escasez de productos
obligaba a los consumidores a hacer colas y la función de la burocracia sería
la del gendarme que controlaba dichas colas.
¿Esto era así? ¿La función de la burocracia se
limitaba al proceso de distribución o también estaba implicada en todo el
proceso productivo, del cual lo primero era solo una parte subordinada? El tema
es de enorme importancia teórica.
Antes de intentar responder a estas preguntas,
examinemos el pensamiento de Marx acerca de la conexión entre relaciones de
producción y de distribución. Él escribió que:
Para el individuo la distribución se presenta como
legalmente establecida por la sociedad, determinando su posición en la esfera
de la producción… y por lo tanto ella precede a la propia producción. En el
comienzo el individuo no tiene capital ni es propietario de tierras. Desde su
nacimiento es asignado al trabajo asalariado por las fuerzas sociales de
distribución. Pero esta misma condición de ser asignado al trabajo asalariado
es el resultado de la existencia del capital y la propiedad de la tierra como
agentes independientes de producción.
Desde el punto de vista de la sociedad como un todo,
la distribución parece anteceder y determinar la producción también de otra
manera, como un hecho pre-económico… Un pueblo conquistador divide la tierra
conquistada entre los suyos, estableciendo entonces una cierta división en la
forma de propiedad de la tierra y determinando el carácter de la producción; o
convierte al pueblo conquistado en esclavos, haciendo del trabajo esclavo la
base de la producción. O una nación mediante la revolución divide las grandes
propiedades en pequeñas parcelas de tierra y mediante esta nueva distribución
otorga a la producción un nuevo carácter. O la legislación perpetúa la
propiedad de la tierra de las grandes familias, o distribuye el trabajo como un
privilegio hereditario y lo vincula a castas. En todos estos casos, todos ellos
históricos, no es la distribución la que parece ser organizada y determinada
por la producción, sino la producción por la distribución.
Para la concepción más superficial de la distribución, esta última aparece
como la distribución de productos y hasta este punto como una forma extendida y
casi independiente de producción. Pero la distribución antes de significar
distribución de productos, es primero distribución de los medios de producción,
y segundo, lo que es prácticamente otra forma de decir lo mismo, es una
distribución de los miembros de la sociedad entre los varios tipos de
producción (el sometimiento de los individuos a ciertas condiciones de
producción). La distribución de productos es evidentemente un resultado de esta
distribución que está limitada al proceso de producción y determina la propia
organización de éste último.50
Lo esencial de este extracto de Marx se repite de
tiempo en tiempo a lo largo de sus trabajos, y es suficiente como punto de
partida para el análisis del lugar de la burocracia estalinista en la economía.
¿La burocracia sólo administraba la distribución de
medios de consumo entre las personas, o también administraba la distribución de
las personas en el proceso productivo? ¿La burocracia sólo ejercía el monopolio
sobre el control de la distribución, o también sobre el control de los medios
de producción? ¿Sólo racionalizó los medios de consumo o también distribuyó los
tiempos de trabajo totales de la sociedad entre acumulación y consumo, entre la
producción de medios de producción y la de medios de consumo? ¿Las relaciones
de producción que prevalecían en la Unión Soviética no determinaban las
relaciones de distribución que eran una parte de ellas? Estas preguntas se
responden mirando la realidad histórica concreta.
La URSS estalinista se vuelve un Estado
capitalista
El análisis del capitalismo realizado por Marx,
involucra una teoría de las relaciones entre explotadores y explotados, y de
los explotadores entre sí. Los dos rasgos principales del modo de producción
capitalista son la separación de los trabajadores de los medios de producción,
transformándose la fuerza de trabajo en una mercancía que los trabajadores
deben vender para vivir, y la reinversión de la plusvalía —la acumulación de
capital— a la que están forzados los capitalistas individuales fruto de la
lucha competitiva entre ellos.
Ambos rasgos caracterizaron a la Unión Soviética
durante el primer Plan Quinquenal (1928-32). La colectivización de la
agricultura en aquellos años fue análoga a la expropiación del campesinado
inglés —el cercamiento de los campos que Marx analizó en el capítulo “La
acumulación primitiva de capital” de El Capital. En ambos casos los productores
directos fueron privados de la tierra y por consiguiente fueron obligados a
vender su fuerza de trabajo. ¿Pero la economía soviética estaba obligada a
acumular capital? Sobre esto escribí lo siguiente:
El Estado estalinista está en la misma posición
respecto al tiempo de trabajo total de la sociedad rusa, que lo está un dueño
de fábrica respecto al trabajo de sus empleados. En otros términos, la división
del trabajo se planifica. ¿Pero qué es lo que determina realmente la división
del tiempo de trabajo total de la sociedad rusa? Si la Unión Soviética no
tuviera que competir con otros países, esta división sería completamente
arbitraria. Pero como sí lo tiene que hacer, las decisiones de Stalin están
basadas en factores fuera de su control, a saber: la economía mundial y la
competencia mundial. Desde este punto de vista, el Estado ruso está en una
posición similar a la del dueño de una empresa capitalista que compite con
otras empresas.
La tasa de explotación, —es decir, la relación entre la plusvalía y los
salarios (P/V)— no depende de la voluntad arbitraria del gobierno estalinista,
sino que está dictada por el capitalismo mundial. Lo mismo se aplica a los
adelantos técnicos o, lo que es prácticamente una frase prácticamente
equivalente en la terminología marxista, a la relación entre capital constante
y capital variable, es decir, entre maquinaria, edificios, materiales, etc., de
un lado, y salarios por otro (C/V). Lo mismo, por consiguiente, se aplica a la
división del tiempo total de trabajo de la sociedad rusa entre la producción de
medios de producción y de medios de consumo. De aquí que, cuando se contempla a
Rusia en el marco de la economía internacional, las características básicas del
capitalismo pueden ser observadas: “la anarquía en la división social del
trabajo y el despotismo en el taller, son condiciones tanto en una como en la
otra”.51
Fue durante el primer Plan Quinquenal en que el modo
de producción en la URSS se volvió capitalista. Por primera vez la burocracia
buscó crear rápidamente una clase trabajadora y acumular capital. En otros
términos, buscó completar la misión histórica de la burguesía tan rápidamente
como le fuera posible. Una rápida acumulación de capital sobre la base de un
bajo nivel de producción, de un pequeño ingreso nacional per cápita, reduciendo
drásticamente el consumo de las masas y su nivel de vida. Bajo tales
condiciones, la burocracia se transformó en la personificación del capital,
para quien, la acumulación de este es el principio y la finalidad de todo,
eliminando todos los remanentes del control obrero. Tuvo que sustituir la
convicción en el proceso de trabajo por la coerción para someter a la clase
trabajadora, y constreñir toda la vida social y política dentro de un molde
autoritario.
Era obvio que la burocracia, en el proceso de acumular
capital y someter a los trabajadores, no tardaría en hacer uso de su supremacía
social en las relaciones de producción, para obtener ventajas para sí misma en
las relaciones de distribución. Así fue que la industrialización y la
revolución técnica en la agricultura (“colectivización”) en un país dirigido
bajo las condiciones de un estado de sitio, transformó a la burocracia de capa
bajo la presión y el control directo o indirecto de la clase trabajadora, en
clase dominante.
La dialéctica del desarrollo histórico, llena de
contradicciones y sorpresas, determinó que el primer paso que la burocracia dio
con la intención subjetiva de acelerar la construcción del “socialismo en un
sólo país”, se convirtiera en el cimiento para la construcción del capitalismo
de Estado.52
Durante el primer y segundo Plan Quinquenal, el consumo
fue completamente subordinado a la acumulación. La proporción de bienes de
consumo en el producto total cayó de 67,2% en 1927-28 a 39,0% en 1940; en el
mismo período la proporción de bienes de capital subió de 32,8% a 61,0%. Esto
se halla en contraste con el período 1921-28 cuando, a pesar de la deformación
burocrática del Estado soviético, el consumo no se subordinó a la acumulación,
sino que tuvo lugar un crecimiento más equilibrado de producción, consumo y
acumulación.
Esta caracterización de la Unión Soviética como
capitalista de estado se basó en la teoría de la revolución permanente de
Trotski, tomando al sistema mundial capitalista como marco de referencia
básico. Representa un paso más allá del análisis de Trotski del régimen
estalinista, presente en La Revolución Traicionada y en otros lugares, que toma
en cuenta la presión de capitalismo mundial en el modo de producción y en las
relaciones de producción que prevalecían en la Unión Soviética. La explicación
de Trotski no revelaba la dinámica del sistema. Se restringió a las formas de
propiedad, en lugar de centrarse en las relaciones de producción. No
proporcionó una economía política del sistema. La teoría del capitalismo de
Estado posibilitaba ambas cosas.
Nos permitió la claridad gracias a pararnos sobre los
hombros de un gigante, León Trotski, con su teoría de la revolución permanente,
su oposición a la teoría del “socialismo en un solo país”, y su lucha heroica
en contra de la burocracia estalinista, sin lo cual no hubiera sido posible comprender
al régimen que esta dirigía.
Fue la posibilidad de observar al régimen estalinista
años después de la muerte de Trotski, lo que hizo posible desarrollar la teoría
del capitalismo de Estado. Fue la transformación de Europa oriental bajo el
mando de Stalin, lo que nos llevó a cuestionar si era adecuada la descripción
de Trotski de la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado.
¿Por qué Trotski no renunció a la teoría
de la URSS como un Estado obrero?
Se tiende a mirar el futuro en el marco del pasado.
Durante muchos años los socialistas que luchaban contra la explotación, se
enfrentaron a la clase social que concentraba la propiedad privada: la
burguesía. Cuando Lenin, Trotski y los demás dirigentes bolcheviques decían que
si el Estado obrero de la Unión Soviética permanecía aislado estaba
sentenciado, imaginaban esa condena de una forma bien definida: la restauración
de la propiedad privada —mientras que la propiedad estatal se veía como un
fruto de la lucha llevada adelante por la clase trabajadora. De aquí a la
conclusión de que la propiedad estatal seguía existiendo en la Unión Soviética
fruto del “temor a la clase trabajadora” que tendría la burocracia, había un
solo paso; y a la inversa, se suponía que si la burocracia luchaba por
incrementar sus privilegios (entre ellos el derecho a la herencia), luchaba por
restaurar la propiedad privada.
La experiencia del pasado era el principal impedimento
para que Trotski viera que un triunfo de la reacción no siempre implica la
vuelta al punto de partida, sino que puede llevar también a una caída en
espiral donde se combinen elementos del pasado revolucionario y
prerrevolucionario, subordinándose el primero a este último. En estas
circunstancias el antiguo contenido capitalista de clase volvía a surgir en una
nueva forma “socialista”, sirviendo así como una confirmación de la ley del
desarrollo desigual y combinado —ley a cuyo desarrollo tanto aportó el propio
Trotski.
En resumen, se puede decir que al mismo tiempo en que
Trotski aportó incomparablemente más que cualquier otro marxista a la
comprensión del régimen estalinista, su análisis topó con una grave limitación:
un apego conservador al formalismo, que por naturaleza es contrario al
marxismo, el cual subordina siempre la forma al contenido.
Hacia el final del régimen estalinista
La asunción de que el régimen estalinista era
sustancialmente superior al capitalismo, o de que era más avanzado, estaba
resumido en la aseveración de Trotski de que en la Unión Soviética las fuerzas
productivas se desarrollaron muy dinámicamente, en contraposición a su
“estancamiento y declinación en todo el mundo capitalista”.53 Y es claro que para un marxista el
avance relativo de un régimen sobre otro, está expresado sobre todo en su
habilidad para desarrollar en mayor medida las fuerzas productivas.
En el mismo sentido de la afirmación de Trotski de que
el régimen soviético demostró la habilidad de desarrollar rápidamente las
fuerzas productivas, más allá de lo que el capitalismo fue capaz de lograr,
Ernest Mandel escribía en 1956:
La Unión Soviética mantiene un ritmo similar de crecimiento económico, plan
tras plan, década tras década, sin que el progreso del pasado pese en las
posibilidades de futuro… todas las leyes de desarrollo de la economía
capitalista que provocan un freno en la velocidad del crecimiento económico son
eliminadas.54
En el mismo año, 1956, Isaac Deutscher profetizaba que
luego de diez años… ¡el nivel de vida en la Unión Soviética superaría al de
Europa occidental!
La teoría del capitalismo de Estado en la URSS
apuntaba exactamente en la dirección contraria: la burocracia era y se volvería
cada vez más, un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas. En 1948,
en el trabajo “La naturaleza de clase de la Rusia estalinista”, había señalado
que el papel de la burocracia había sido el de industrializar a la Unión
Soviética elevando la productividad del trabajo, pero también que este proceso
había disparado grandes contradicciones:
La tarea histórica de la burocracia es la de elevar la productividad del trabajo.
Al hacer esto, la burocracia entra en profundas contradicciones. Para elevar la
productividad del trabajo más allá de cierto punto, el nivel de vida de las
masas debe subir, porque trabajadores que están mal alimentados, mal alojados y
son incultos, no son capaces de impulsar una producción moderna.55
Hasta cierto punto la burocracia pudo elevar la
productividad del trabajo mediante la coerción, pero esto no podía continuar
indefinidamente. El fracaso en elevar el nivel de vida podía estar ya ocasionando
un declive en las tasas de crecimiento de la productividad, así como
“desarrollos desiguales de la producción”.56
El método de Stalin para enfrentar cada nuevo fracaso o dificultad era
aumentar la presión y el terror. Pero este rígido método no sólo se volvió más
inhumano sino también más ineficaz. Cada nuevo crujido del látigo aumentó la
tenaz, aunque muda resistencia de la gente… la opresión estalinista se volvió
un freno para el progreso de la industria moderna.57
El libro presentaba un detallado examen de cómo el
régimen estalinista se volvió un obstáculo en todas las ramas de la economía.
Sobre la crisis en la agricultura el mismo dice:
El legado que Stalin dejó al campo es una agricultura
hundida en un pantano de estancamiento que ha perdurado más de un cuarto de
siglo. La producción de granos en 1949-53 era sólo un 12,8% mayor que en
1910-14, mientras que en el mismo período la población había aumentado un 30%.
La productividad del trabajo en la agricultura soviética no llegaba ni a una
quinta parte de la de Estados Unidos.
El estancamiento se volvió una amenaza al régimen por varias razones. En
primer lugar, luego de que el desempleo existente en el campo fue eliminado, se
volvió imposible desviar trabajadores hacia la industria en la escala anterior,
sin aumentar la productividad del trabajo en la agricultura. En segunda
instancia, también se volvió imposible hasta cierto punto desviar importantes
recursos de la agricultura para favorecer el crecimiento de la industria. El
método de Stalin de la “acumulación primitiva de capital” de convirtió de un
acelerador, en un freno que enlenteció toda la economía.58
¿Y qué hay de la industria? Aunque ésta se había
expandido masivamente por más de tres décadas, la tasa de crecimiento estaba
disminuyendo. Una productividad que, en los años treinta había crecido más
rápidamente que en Occidente, estaba ahora estancada en un nivel
considerablemente más bajo que el de Estados Unidos, el mayor rival de la Unión
Soviética:
A finales de 1957, el número de obreros industriales en la URSS era un 12%
mayor que en Estados Unidos… No obstante, según las propias estimaciones
soviéticas, en 1956, la producción realizada anualmente en la industria
soviética era la mitad de la de Estados Unidos.59
Debido a la crisis en la agricultura, el menor nivel
de productividad en la industria no podía seguir siendo compensado por un
masivo crecimiento en el número de obreros industriales. Así que la burocracia
soviética tuvo que prestar creciente atención a la proliferación de una producción
de menor calidad dentro de su economía.
Algunas de las fuentes de pérdida eran explicadas en
el mismo libro: el aislacionismo que llevó a las empresas a producir
internamente mercancías que podían ser producidas en otra parte a menor costo;60 la acumulación de suministros por
gerentes y trabajadores;61 la tendencia de
los gerentes a resistirse a la innovación tecnológica;62 el énfasis en la cantidad a
expensas de la calidad;63 el descuido en
el mantenimiento;64 la proliferación
del papeleo burocrático y los trámites engorrosos;65 el fracaso en establecer un
mecanismo de costos eficiente y racional, que los gerentes requerían para medir
la eficacia de las diferentes fábricas.66 La conclusión era:
Si por la expresión “economía planificada” entendemos una economía en la
que todos los elementos que la componen son ajustados y regulados a un ritmo,
en el que las fricciones se llevan al mínimo, y sobre todo, en el que la
previsión prevalece a la hora de tomar decisiones económicas, entonces la
economía soviética es cualquier cosa menos planificada. En lugar de un plan
real, son desarrollados métodos estrictos de dirección gubernamental para
llenar los huecos dejados en la economía por las decisiones y las actividades
del propio gobierno. Por consiguiente, en lugar de hablar de una economía
soviética planificada, sería mucho más preciso hablar de una economía dirigida
burocráticamente.67
Muchas otras personas ofrecieron descripciones de las
ineficiencias de la industria soviética. Lo que diferenciaba al análisis anterior
era la manera en que el desperdicio y la ineficiencia eran vistos como producto
de la naturaleza del sistema, o sea, del capitalismo de Estado. Las causas
básicas de la anarquía y el derroche en la industria soviética se mantuvieron
como expresiones de la acumulación de capital en una economía aislada —que
poseía altos objetivos de producción, al mismo tiempo de sufrir un pobre
abastecimiento.
Ambas variables presionaron a los gerentes,
alentándolos a hacer trampa, a ocultar las potencialidades de producción,
inflar las necesidades de suministros y equipamiento, a asegurarse la
acumulación de recursos, y en general a actuar conservadoramente. Esto llevó al
derroche, y por ende a una mayor carencia de suministros, y esto a crecientes
presiones sobre los gerentes, que a su vez los llevaban a hacer trampa una vez
más, y así sucesivamente en un círculo vicioso.
Los altos objetivos y los bajos suministros también
llevaron a un creciente departamentalismo, donde se cuidaba el sector propio a
expensas de la economía en general —nuevamente un círculo vicioso. El mismo
problema llevó a los gerentes a priorizar unas cosas u otras. Pero estos
sistemas de prioridades y métodos de “campaña” carecían de una clara medida
cuantitativa y llevaron a distorsiones y al derroche. Para combatir estas
deficiencias se implementaron múltiples sistemas de control, los que en sí
mismos significaban un gasto superfluo y en su falta de sistematización y
armonía provocaron incluso un mayor derroche. Como consecuencia, surgió la necesidad
de un mayor control, más pirámides de papeles y una plétora de burócratas. De
nuevo, otro círculo vicioso. El círculo vicioso resultante del conflicto entre
planes demasiado ambiciosos sobre la base de pobres suministros se aplicó,
mutatis mutandis, al efecto del mecanismo del bajo precio. Esto animó a su vez,
un mayor departamentalismo, más campañas de prioridades y la multiplicación de controles.
Detrás de todos estos problemas subyacen imperativos
capitalistas —la competencia mundial por el poder y el tremendo gasto militar
requerido para sobrevivirla.
La baja productividad no fue causada sólo por la mala
administración descrita anteriormente, sino también por la resistencia de los
trabajadores. Es imposible juzgar exactamente hasta qué punto esta baja
productividad era el resultado de la mala administración y los errores de los
de “arriba”, o de la resistencia de los trabajadores. Los dos aspectos
naturalmente no podían divorciarse. El capitalismo en general, y su
manifestación burocrática vinculada al capitalismo de Estado en particular, se
preocupa más por recortar costos y elevar la eficiencia, que por satisfacer las
necesidades humanas. Su racionalidad era básicamente irracional, al alienar al
trabajador convirtiéndolo en una “cosa”, un objeto manipulado, en lugar de un
sujeto que amolda su vida a sus propios deseos. Por esto, los trabajadores
saboteaban la producción.68
El capítulo sobre los trabajadores soviéticos concluía
con estas palabras:
Una preocupación central de los líderes soviéticos hoy,
es cómo aumentar la productividad del trabajo. La actitud de los trabajadores
hacia su trabajo nunca significó tanto para la sociedad. En su esfuerzo por
convertir al trabajador en una pieza integrante de la maquinaria productiva de
los burócratas, estos han matado lo que más necesitan de él: la productividad y
la habilidad creativa. La explotación racionalizada y acentuada crea un
impedimento terrible para el incremento en la productividad del trabajo.
Mientras más calificado e integrado esté el trabajador, no sólo se
resistirá más a la alienación y a la explotación, sino que también mostrará un
desprecio creciente por sus explotadores y opresores. Los trabajadores han
perdido el respeto por la burocracia como administradora técnica. Ninguna clase
gobernante puede continuar manteniéndose mucho tiempo enfrentando tal desprecio
popular.69
El capitalismo de Estado estaba hundiéndose en una
crisis general cada vez más profunda. Como Marx explicó, cuando un sistema
social se vuelve un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas, la
época de la revolución llega.
Una autopsia al régimen estalinista
La autopsia revela la enfermedad que afectó a una
persona antes de su muerte. De igual forma, el momento de la muerte puede ser
también el momento de la verdad para un sistema social. Cuando en otoño e
invierno de 1989 los regímenes de Europa oriental instalados por el ejército
ruso empezaron a derrumbarse, seguidos por el derrumbe del “comunismo” en la
propia Unión Soviética, el juicio sobre la naturaleza del régimen estalinista
se volvió más sencilla.
La percepción del régimen estalinista como un régimen
“socialista”, o incluso como un “Estado obrero degenerado” —esto es, como una
etapa en la transición del capitalismo al socialismo— implicaba considerarlo
más avanzado que el capitalismo. Para un marxista esto significaba, en primer
lugar, que era capaz de desarrollar más eficazmente que el capitalismo las
fuerzas productivas. Sólo necesitamos recordar las palabras de Trotski:
El socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de
Das Kapital, sino en una arena industrial que comprende a la sexta parte de la
superficie de la tierra, no en el idioma de la dialéctica, sino en el idioma
del acero, el cemento y la electricidad.70
De hecho es el idioma del desarrollo industrial el que
explica los eventos en Europa oriental y en la Unión Soviética. Pero lo que
había ocurrido no era ninguna victoria, sino una reducción en la velocidad del
crecimiento económico a finales de los años 70 y principios de los 80, que
llevó al estancamiento a estos países y a una creciente brecha entre ellos y
los más avanzados de Occidente.
En la Unión Soviética la tasa anual de crecimiento del
producto bruto interno evolucionó según los datos siguientes: durante el primer
Plan Quinquenal (no obstante una demanda exagerada), 19,2%; entre 1950-59,
5,8%; ente 1970-78, 3,7%; entre 1980-82 fue de un 1,5%; y durante sus últimos
tres o cuatro años tuvo un crecimiento negativo.71
Si la productividad del trabajo hubiera sido más dinámica
en Europa oriental y en la Unión Soviética que en Occidente, uno no podría
entender por qué los gobernantes de estos países en determinado momento se
volvieron admiradores del mercado. En tal caso, la reunificación de Alemania
debería haber visto florecer a la industria de Alemana oriental en comparación
con la de Alemania occidental. Pero, la economía de Alemania oriental se ha
derrumbado desde la reunificación. El número de trabajadores empleados en
Alemania oriental en 1989 era de diez millones, mientras que diez años después
sólo era de seis millones. La productividad del trabajo en Alemania oriental
era sólo el 29% del nivel occidental.72
Si la Unión Soviética hubiera sido un Estado obrero
—aunque degenerado— y el capitalismo lo hubiera tomado por asalto, es obvio que
los trabajadores habrían salido a defender su propio Estado. Trotski siempre
consideró axiomático que los trabajadores de la Unión Soviética saldrían en su
defensa si esta era atacada por el capitalismo, a pesar de la corrupta y depravada
burocracia que la dominaba. Una analogía favorita de Trotski era entre la
burocracia soviética y la burocracia sindical. Hay diferentes tipos de
sindicatos —militantes, reformistas, revolucionarios, reaccionarios, católicos—
pero todos son organizaciones que defienden la porción que corresponde a los
trabajadores en la riqueza nacional. Trotski argumentaba que, a pesar de lo
reaccionario que sean los burócratas que dominan los sindicatos, los
trabajadores siempre estarán “apoyando sus pasos progresistas y… defendiéndolos
en contra de la burguesía.”
Cuando llegó la crisis de 1989, los trabajadores de
Europa oriental no defendieron “su” Estado. Si los Estados estalinistas eran
Estados obreros, no se puede explicar por qué sus únicos defensores fueron los
servicios de seguridad, como la Securitate en Rumania, la Stasi en Alemania
oriental, o por qué la clase trabajadora rusa apoyó a Yeltsin, un claro
representante del mercado.
Si el régimen en Europa oriental y la Unión Soviética
era poscapitalista y en 1989 hubo una restauración del capitalismo, ¿cómo es
que esta restauración se logró con tan asombrosa facilidad? Los eventos no
cuadran con la aseveración de Trotski de que la transición de un orden social a
otro debe ser acompañada por la guerra civil. Él escribió que:
La tesis marxista relativa al carácter catastrófico de la transferencia del
poder de una clase a otra se aplica no solo a los períodos revolucionarios,
cuando la historia arremete locamente hacia delante, sino también a los
períodos de contrarrevolución, cuando la sociedad va hacia atrás. Quien afirma
que el gobierno soviético cambió gradualmente de proletario a burgués está
solo, por así decirlo, pasando para atrás el film del reformismo.73
Las revoluciones de 1989 en Europa oriental se destacaron
por la ausencia de violencia y de conflicto social a gran escala. Salvo en
Rumania, no hubo ningún conflicto armado. De hecho, hubo menos choques
violentos en Alemania oriental, Checoslovaquia y Hungría que los que tuvieron
lugar entre los mineros en huelga y la policía en la Gran Bretaña de Thatcher.
La transición de un orden social a otro,
necesariamente va acompañada por el reemplazo de una maquinaria estatal por
otra. Los aparatos estatales fueron escasamente afectados en 1989. En la Unión
Soviética, el ejército, el KGB y la burocracia estatal están todavía en su
lugar. En Polonia, el ejército ayudó a promover el cambio. El General
Jaruzelski, arquitecto del golpe de 1981, y el ministro del interior y
administrador principal de ley marcial, el General Kizcak, jugaron un papel
crucial en las mesas redondas donde se negociaron los acuerdos con Solidaridad,
y en la formación del gobierno de coalición de Mazowiecki.
Si una contrarrevolución hubiera tenido lugar, o si
hubiera ocurrido una restauración del capitalismo, debería haber habido el
reemplazo de una clase dominante por otra. En cambio, fuimos testigos de la
continuidad en la cúspide de las mismas personas. Los miembros de la
nomenklatura que administraban la economía, la sociedad y el Estado durante el
“socialismo”, ahora hacen lo mismo en el capitalismo. Mike Haynes, en un
excelente artículo, “Clase y crisis: la transición en Europa oriental”,
escribe:
En lo que [el Estado] ha tenido éxito, ha sido en cambiar la base
institucional de su poder… En el proceso ha habido una cierta movilidad
ascendente dentro de la clase gobernante y entre los ocasionales nuevos
integrantes. Ha habido también un cambio en el equilibrio de poder entre
secciones dentro de la clase gobernante. Pero, contrariamente a aquellos que
afirman que lo que estaba en juego era la substitución del modo socialista de
producción… por una sociedad capitalista, no hay ninguna evidencia de que un
cambio fundamental haya tenido lugar en la naturaleza de la clase gobernante.
Lo que es más llamativo es cuan pequeño es realmente el cambio ocurrido. Quitar
a un general y promover a un coronel, difícilmente constituye una revolución
social, de la misma manera que vender una empresa estatal a sus gerentes o
renacionalizarla con un grupo similar de personas al mando. Más bien sugiere
que lo que está en juego es una transformación interior dentro de un modo de
producción, en este caso, un cambio en la forma de capitalismo de un
capitalismo estatal fuerte a un modo mixto de Estado y de mercado.74
Chris Harman describió esto como “moverse hacia el
costado”: o sea, cambiar una variante de capitalismo por otra, el capitalismo
de Estado por el capitalismo multinacional. Si la Unión Soviética y los países
de Europa oriental hubieran tenido un orden social y económico poscapitalista,
¿cómo era posible que una economía de mercado capitalista pudiera adherirse al
mismo? Uno puede injertar un limonero en un naranjo, o viceversa, porque los
dos pertenecen a la misma familia de los cítricos; pero no se puede injertar
una papa en un naranjo. Mike Haynes describe el exitoso injerto del capitalismo
de mercado en la economía estalinista, diciendo:
Precisamente porque ambos lados de la transición muestran los mismos rasgos
estructurales, es que posibilitaron el oportunismo individual en la escala que
hemos analizado. No estamos observando meramente sociedades de clase, sino
sociedades de clase arraigadas en un modo común de producción donde lo que ha
cambiando ha sido la forma más que la esencia. A menos que esto sea comprendido
se vuelve imposible entender cómo, ante un cambio en la cima de la sociedad,
las mismas personas, las mismas familias, las mismas redes sociales aún poseen
su buena fortuna en los 90, de al igual forma que lo hacían en los años 80. Es
verdad que cuando ellos charlan y socializan, en ocasiones pueden pensar en
algunos de sus amigos ausentes, pero no pierden de vista el hecho de que a
pesar de los cambios todavía están en la cima. Por debajo de ellos continúa la
misma clase trabajadora, aún llevando la carga de sus riquezas, privilegios e
incompetencia, tal como lo hacía en el pasado.75
Quienes eran las verdaderas víctimas del viejo orden,
son también ahora las víctimas del nuevo.76
Si la expansión del capitalismo de Estado en Europa
oriental cuestionó la teoría de los Estados obreros degenerados, el derrumbe
del régimen estalinista respaldó ese cuestionamiento de forma inequívoca. En
ambos casos la teoría del capitalismo de Estado demostró ser como una
alternativa eficiente. El trabajo de Trotski, al analizar la degeneración de la
Revolución rusa y el surgimiento del estalinismo, como producto de la presión
del capitalismo internacional sobre un Estado obrero en un país atrasado, fue
un esfuerzo pionero. Trotski jugó un papel crucial oponiéndose a la doctrina de
Stalin del “socialismo en un solo país”. Su estudio del régimen estalinista,
completamente marxista, histórico y materialista, fue crucial para el
desarrollo de la teoría del capitalismo de Estado. Es necesario defender el
espíritu del trotskismo, a la vez de rechazar una lectura al pie de la letra de
lo dicho por Trotski.
Mi crítica de su posición tenía la intención de
retornar al marxismo clásico. El desarrollo histórico —sobre todo después de la
muerte de Trotski— ha demostrado que la teoría de un Estado obrero degenerado
no era compatible con la tradición marxista clásica que identifica al
socialismo con la autoemancipación de la clase trabajadora. Para conservar el
espíritu de los escritos de Trotski sobre el régimen estalinista, era preciso
sacrificar una lectura al pie de la letra de sus palabras. El fin del falso
socialismo en la Unión Soviética y en Europa oriental abrió oportunidades para
el redescubrimiento de las ideas realmente revolucionarias de Lenin y Trotski,
y el verdadero legado de la Revolución de Octubre. A pesar de la llamada “caída
del comunismo”, las palabras con las que terminaba mi obra Capitalismo de
Estado en la URSS son tan verdaderas hoy como cuando fueron escritas:
El último capítulo sólo pueden escribirlo las masas, movilizadas en forma
independiente, conscientes de sus objetivos socialistas y de las formas de
alcanzarlos, y encabezadas por un partido marxista revolucionario.
La definición del régimen estalinista como capitalista
de estado continuó la teoría de Trotski de la revolución permanente, tomando al
sistema capitalista mundial como marco de referencia básico:
…cuando se contempla a Rusia en el marco de la economía internacional, las
características básicas del capitalismo pueden ser observadas: “la anarquía en
la división social del trabajo y el despotismo en el taller, son condiciones
tanto en una como en la otra…”.77
Esta teoría pudo explicar el sometimiento de la clase
trabajadora en la Unión Soviética a la dinámica de la acumulación capitalista,
poniendo al régimen estalinista en su contexto global: la situación
internacional de un sistema dominado por la competencia militar.
La economía armamentista permanente
Después de la Segunda Guerra Mundial la economía
capitalista experimentó en Occidente un período de creciente prosperidad. Este
hecho cuestionaba directamente los vaticinios de Trotski, los cuales eran
repetidos mecánicamente por muchos trotskistas. El esfuerzo por resolver esta
contradicción llevó a la formulación de la teoría de la economía armamentista
permanente.
Para entender como surgió la misma, es necesario
realizar una pequeña digresión de naturaleza autobiográfica. Al llegar a Gran
Bretaña en 1946, y ver las condiciones existentes allí desde la perspectiva de
alguien venido de un país colonial, me sorprendió el hecho de que:
…el nivel de vida de los trabajadores era elevado. Cuando visité por
primera vez la casa de un trabajador —una casa común y corriente— pregunté
sobre su empleo y resultó ser un ingeniero. Mi inglés no era muy bueno por lo que
pensé que había querido decir un ingeniero titulado. Pero no, era un trabajador
de mediana calificación. Quedé boquiabierto. Los niños estaban en mejores
condiciones que en los años treinta. La única vez que vi niños sin zapatos en
Europa fue en Dublín. Ya no había niños con raquitismo. Todo ello me ayudó a
comprender que la crisis final no estaba a la vuelta de la esquina.78
Algunos trotskistas tenían muchas dificultades para
relacionar el largo período de prosperidad y las predicciones de Trotski. El primer
artículo polémico que escribí sobre el asunto apareció en 1947 y desafió a
Mandel. Era una crítica de su esfuerzo por negar la existencia de la
recuperación económica de posguerra.80
Una comprensión eficaz del problema no sólo tenía que
lidiar en general con los problemas surgidos del fracaso de las predicciones de
Trotski al respecto. Tenía también que tratar con los profetas de una eterna
prosperidad capitalista, que argumentaban que el sistema seguiría creciendo —en
tanto las políticas económicas keynesianas se siguieran aplicando.
El pleno empleo era una realidad después de la Segunda
Guerra Mundial, pero considerar que era el resultado de las políticas
keynesianas era como creer que el canto del gallo es el causante de la salida
del sol. Desde 1928 en adelante John Maynard Keynes sostuvo que la primera
responsabilidad del gobierno era utilizar las políticas fiscales y monetarias
para asegurar que hubiera suficiente demanda efectiva en la economía, como para
mantener el pleno empleo. En 1936 Keynes desarrolló sus ideas en el libro
Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Pero su sugerencia no fue
llevada a la práctica por los gobiernos del momento. Ni los conservadores, ni
los laboristas, ni los gobiernos nacionales aceptaron el argumento de Keynes.
Las cosas cambiaron ante la amenaza de la guerra. Los
capitalistas, que eran muy renuentes a gastar dinero en obras públicas en
tiempos de paz, tal como Keynes recomendaba, eran ahora muy generosos
derrochando el dinero en el ejército. Así, por ejemplo, los capitalistas
norteamericanos que habían estado muy enojados con Roosevelt por incrementar el
déficit presupuestario anual de U$S 2.000 millones a más de U$S 4.000 millones
(1934, U$S 3.600 millones; 1935, U$S 3.000 millones; 1936, U$S 4.300 millones;
1937, U$S 2.700 millones) no se molestaron por un déficit de U$S 59.000
millones entre 1941 y 1942. Es improbable que Hitler haya leído la Teoría
General de Keynes, pero logró el pleno empleo al movilizar a millones de
personas hacia el ejército y la industria de guerra. Fue la carrera
armamentista, no un economista de Cambridge lo que hizo la diferencia.
Sin embargo, cuando por primera vez en dos décadas se
logró el pleno empleo, se hizo también muy común la idea de que podía
mantenerse gracias a la demanda estatal. Para los líderes políticos de todos
los partidos de la generación de posguerra, la doctrina llevada adelante por
Keynes estaba absolutamente demostrada.
Incluso varios ex-marxistas se declararon tributarios
de Keynes. Entre ellos John Strachey. Entre 1932 y 1935 Strachey escribió tres
libros, La próxima lucha por el poder, La amenaza del fascismo y La naturaleza
de la crisis capitalista, en los que afirmaba ser un marxista ortodoxo (aunque
de hecho estaba muy influenciado por el estalinismo). En 1940 Strachey publicó
un nuevo libro, Un programa para el progreso. En este argumentaba que, mientras
que a la larga el socialismo era el único remedio para la sustitución del
capitalismo, a corto plazo se necesitaba un programa provisional para reformar
al mismo, similar al New Deal de Roosevelt. Su programa incluía seis puntos
principales: expansión de las empresas públicas, bajas tasas de interés para
préstamos de capital, incremento de los servicios sociales, ayudas económicas
para las personas y un sistema tributario redistributivo. Y también el control
estatal del sistema financiero y un estricto control público de la balanza de
pagos.81 Este programa
era tan mi
nimalista que el laborista de derecha Anthony Crosland pudo decir que, “Era incomparablemente más modesto que el programa adoptado por el Partido Laborista en 1937”.82 John Strachey continuó tributando homenaje a algunos de los análisis de Marx y describiendo la sociedad como “capitalista”. Sin embargo concluyó que el desempleo y las crisis eran cosas del pasado. La democracia de masas y las técnicas de intervención económica gubernamental descubiertas por Keynes, según decía, significaban que ahora el capitalismo era planificado.
nimalista que el laborista de derecha Anthony Crosland pudo decir que, “Era incomparablemente más modesto que el programa adoptado por el Partido Laborista en 1937”.82 John Strachey continuó tributando homenaje a algunos de los análisis de Marx y describiendo la sociedad como “capitalista”. Sin embargo concluyó que el desempleo y las crisis eran cosas del pasado. La democracia de masas y las técnicas de intervención económica gubernamental descubiertas por Keynes, según decía, significaban que ahora el capitalismo era planificado.
Crosland también se entusiasmó con un capitalismo
reformado por los métodos keynesianos. Su libro El futuro del socialismo,
publicado en 1956, sostuvo que la anarquía del capitalismo había caducado, así
como también los conflictos de clase. El sistema se estaba volviendo más
racional y democrático. El capitalismo se disolvería apaciblemente. Todos los
discursos sobre la producción dedicada a obtener ganancias en lugar de
satisfacer las necesidades humanas eran, según Crosland, cosas sin sentido. “La
industria privada por fin se humaniza”.83 Una “revolución pacífica” había comenzado; en ella el conflicto de
clases sería inconcebible: “Actualmente uno no puede imaginar una alianza
ofensiva deliberada entre el gobierno y los patrones en contra de los
sindicatos”, escribía Crosland.84 “En Gran Bretaña, estamos en los comienzos de una abundancia
generalizada”.85
Ahora que el keynesianismo garantizaba un crecimiento
sin barreras, decía Crosland, el Estado podría esperar réditos provenientes de
los altos impuestos que podrían financiar reformas sociales y planes de bienestar
comunitario. Los socialistas deberían desviar su atención de los problemas
económicos. ¿Pero hacia qué?
…debemos volver nuestra atención cada vez más hacia otras y, a la larga,
más importantes esferas —de la libertad individual, la felicidad y el empeño
cultural; el cultivo del ocio, la belleza, la gracia, la alegría, la emoción…
más cafés al aire libre, calles más luminosas y alegres por la noche, horas más
avanzadas de cierre para los locales públicos, más teatros con repertorios
locales, mejores y más hospitalarios hoteles y restaurantes… más murales y
cuadros en lugares públicos, mejores diseños para el mobiliario, la vajilla y
la ropa de mujer, estatuas en los nuevos complejos de viviendas públicas, un
alumbrado público mejor diseñado, kioscos de teléfonos, y así sucesivamente.86
Si los trotskistas fueron refutados tempranamente por
las condiciones inmediatas de la prosperidad de posguerra, los keynesianos y
otros apologistas del capitalismo fueron a la larga cuestionados, por las
crisis cada vez más profundas y rebeldes que han sacudido al capitalismo
occidental desde los años setenta.
La teoría de la economía armamentista permanente evitó
las trampas de ambas posiciones. Se originó a partir del desarrollo de la
teoría del capitalismo de Estado. La comprensión de la Unión Soviética se
convirtió en la clave para permitir una comprensión de la prosperidad de
posguerra en el capitalismo occidental. ¿Por qué?
La teoría del capitalismo de Estado identificó a la
competencia militar entre la Unión Soviética y los países capitalistas
occidentales, como el mecanismo principal que proveía de energía a la dinámica
de acumulación de capital en la URSS. La producción de armamento en este país
explica también por qué no padeció el ciclo de prosperidad y depresión. Lo
opuesto también era verdad —del otro lado de la Cortina de Hierro, el gasto
militar se sostuvo a un nivel elevado, aunque la Segunda Guerra Mundial había
terminado.
El trabajo de 1948, La Naturaleza de Clase de la Rusia
Estalinista tiene un capítulo titulado La producción y el consumo de medios de
destrucción. La producción de armas tiene propiedades peculiares. No
proporciona nuevos medios de producción (Departamento I, para usar la
terminología de Marx en El Capital), ni contribuye al consumo de la clase
trabajadora (Departamento IIa). La producción de la industria armamentista, por
consiguiente, no se retroalimenta con mayor producción. Es una forma de consumo
improductivo, análogo al consumo de artículos de lujo por parte de los propios
capitalistas (Departamento IIb o III).87
La producción de armamentos es “el consumo colectivo
de la clase capitalista” que asegura que esa clase, a través de la expansión
militar, “consiga nuevos capitales, nuevas posibilidades de acumulación”. La
habilidad de adquirir nuevas fuentes de acumulación distingue a “la producción
y el consumo de medios de destrucción” de otras formas de consumo de la clase
capitalista.
La Naturaleza de Clase de la Rusia Estalinista
señalaba que las propiedades estabilizadoras de la producción armamentista
explicaban por qué el capitalismo de Estado soviético no experimentó el clásico
ciclo de prosperidad y depresión característico de las economías de mercado.88 El análisis anterior era un puente
hacia la teoría de la economía armamentista permanente, donde se enfatizaba el
papel del gasto militar en la expansión de las economías de mercado de los
países capitalistas.
En mayo de 1957 la discusión se volvió más específica,
con el artículo Perspectivas de una economía de guerra permanente, pues allí se
consideraba desde el efecto del gasto militar en la dinámica de la Unión
Soviética, hasta sus efectos en el capitalismo occidental y japonés.89 El impacto del gasto militar no
era visto como un accidente. El desarrollo económico de la sociedad y el nivel
que sus fuerzas productivas habían alcanzado, era el factor decisivo en la
organización de sus ejércitos. Cuando Marx planteaba, “nuestra teoría de que la
organización del trabajo está condicionada por los medios de producción… no
está en ningún lugar corroborada tan claramente como en la industria del
exterminio humano”.
En los comienzos del capitalismo el atraso de la
economía hacía imposible alimentar y pertrechar grandes ejércitos. Comparados
con los masivos ejércitos movilizados durante la Primera y la Segunda Guerra
Mundial, los ejércitos del capitalismo naciente eran muy pequeños. Incluso
durante las guerras napoleónicas, Francia, que gobernaba prácticamente toda
Europa, en ningún momento tuvo tropas formadas por más de medio millón de
hombres. Las fuerzas armadas británicas del momento, eran menos de una décima
parte de las francesas. Federico el Grande declaraba acerca de las guerras del
siglo XVIII, que “el ciudadano pacífico ni siquiera debe notar que el país está
en guerra”.90 Incluso durante
las guerras del siglo XIX —las guerras napoleónicas, la Guerra del Opio, la
Guerra de Crimea, etc.— la vida de las naciones beligerantes en general, apenas
resultó afectada.
1914: el punto de inflexión
Todo esto cambió con la Primera Guerra Mundial.
Francia, cuya población era sólo mayor en unos 10 millones de personas con
respecto a los tiempos napoleónicos (40 millones, en lugar de 30), movilizó
5.000.000 de soldados. Los otros países beligerantes mostraron similares
incrementos. Junto con el tremendo aumento en el tamaño de los ejércitos,
sobrevino un masivo aumento en el gasto militar. Ambos factores significaron un
cambio en el papel del sector militar en el conjunto de la economía nacional.
Con una proporción importante de la población
movilizada y una gran parte de la economía nacional dedicada a la guerra, no
sólo los soldados estaban comprometidos en la batalla, sino también millones de
obreros industriales, trabajadores agrícolas y campesinos, etc. —de hecho, la
totalidad de la población civil sintió el impacto.
Antes de la Primera Guerra Mundial, aunque los poderes
imperialistas estaban parcialmente preparados para la guerra, las economías
apenas se involucraban en la producción de armamento. Sólo después la clase
gobernante tomó la decisión de enfrentar la situación que tenían por delante:
armamento o mantequilla.
Para 1914 era posible analizar el desarrollo del
capitalismo sin prestar mucha atención a las guerras o a sus preparativos,
puesto que jugaban un papel menor en el desarrollo económico. Inmediatamente
después de la Primera Guerra Mundial, el sector militar de la economía
nuevamente disminuyó. Los grandes ejércitos fueron en gran medida
desmovilizados y la producción de armamento fue drásticamente recortada.
Sin embargo, luego de la gran depresión de los años 30
y la llegada de Hitler al poder, por primera vez en la historia un poderoso
sector militar surgía en tiempos de paz. Entre 1939 y 1944 la producción de
municiones se multiplicó 5 veces en Alemania, 10 veces en Japón, 25 veces en
Gran Bretaña, y 50 veces en los Estados Unidos.91
La economía de guerra
Alemania
|
Gran Bretaña
|
Estados Unidos
|
||||
(billones de marcos)
|
(millones de libras)
|
(millones de dólares)
|
||||
1939
|
1943
|
1938
|
1943
|
1939-40
|
1944-45
|
|
GG§
|
60,0*
|
100,0*
|
1,0
|
5,8
|
16,0
|
95,3
|
IN
|
88,0*
|
125,0*
|
5,2
|
9,5
|
88,6*
|
186,6*
|
GG/IN
|
68,0%
|
80,0%
|
19,2%
|
61,1%
|
18,0%
|
51,0%
|
GG: gasto del gobierno?IN: ingreso nacional
(*) cifras aproximadas
§ principalmente gasto militar
(*) cifras aproximadas
§ principalmente gasto militar
Después de la Primera Guerra Mundial hubo un período
de cerca de 15 años en que ningún país avanzado tuvo un sector militar
relativamente importante. Después de la Segunda Guerra Mundial no hubo tal
interrupción. Poco después de su final, la carrera armamentista comenzó otra
vez.
Armas, prosperidad y depresión
Antes —durante más de un siglo— el capitalismo
atravesó por un ciclo rítmico de prosperidad y depresión. Las depresiones
ocurrían más o menos regularmente cada diez años. Pero desde el advenimiento de
la economía de guerra permanente, este ciclo de algún modo resultó
interrumpido. Para entender cómo ocurrió esto, cómo el sector militar que era
poco mayor al 10% de las economías nacionales podía impedir la depresión
general, debemos primero resumir brevemente las causas de la depresión en el
capitalismo clásico.
La causa básica de las crisis capitalistas de
superproducción, se encuentra en el relativamente bajo poder de compra de las
masas, en comparación con la capacidad de producción de la industria. Como Marx
explicaba:
La razón final de todas las verdaderas crisis se halla siempre en la
pobreza y el restringido consumo de las masas, en oposición a la tendencia de
la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas, como si sus
limites sólo fueran el poder de consumo absoluto de la sociedad.93
En última instancia, la causa de las crisis está en
que una parte cada vez mayor del ingreso de la sociedad cae en manos de la
clase capitalista y una parte cada vez mayor no se dedica a la compra de medios
de consumo, sino a la compra de medios de producción —o sea, a la acumulación
de capital. El aumento relativo de la parte del ingreso nacional que es
dedicada a la acumulación, en comparación con la parte dirigida hacia el
consumo lleva a la superproducción, una situación donde una cantidad creciente
de mercancías producidas no pueden venderse porque los consumidores no tienen
los medios para comprarlos.
Este es un proceso acumulativo. Un aumento en la
acumulación de capital es acompañado por la racionalización y la innovación
tecnológica, produciendo una mayor proporción de explotación. Cuanto mayor es
la proporción de la explotación, mayor es la acumulación de capital en
comparación con los sueldos de los trabajadores y los ingresos de los
capitalistas. La acumulación produce acumulación.
Los efectos del presupuesto militar
Luego de la guerra, los gigantescos gastos militares
afectaron la tendencia a la crisis. Ahora la economía de armamentos tenía una
gran influencia en el poder de compra de la gente, el nivel de acumulación de
capital y la cantidad de mercancías en busca de mercado.
Supongamos que hay 1.000.000 de personas buscando
empleo. Además, 10% de los trabajadores son empleados por el gobierno en la
producción de armamento —unas 100.000 personas. La capacidad de compra de estos
últimos traerá como consecuencia empleos para más personas. Keynes llamó a la
relación numérica entre el tamaño del primer grupo y del segundo:
“multiplicador”. Si el multiplicador es dos, el empleo de 100.000 trabajadores
por el Estado, aumentará el empleo general en 200.000. Si el multiplicador es
tres, el aumento será 300.000 y así sucesivamente. No hay duda de que el efecto
acumulativo de un presupuesto en armamento del 10% del ingreso nacional,
realmente puede estar desproporcionado a su tamaño cuando aumenta la capacidad
de compra de las masas.
De la misma forma, cuando el 10% del ingreso nacional
es destinado al armamento, el capital invertido durante el período de paz en la
fabricación de bienes de capital resulta drásticamente recortado: del 20% del
ingreso nacional al 10% según nuestro ejemplo. El crecimiento del poder
adquisitivo de la gente, junto con la nueva demanda estatal de armamento, ropa
militar, cuarteles, etc., provee de mayores oportunidades de venta y aleja las
crisis de superproducción.
Además, una economía de guerra tiene naturalmente un
gran efecto en la tasa de crecimiento del suministro de bienes no militares
para los consumidores civiles. El pleno empleo no sólo aumenta el número total
de personas que ganan un sueldo, también provoca una escasez en el mercado de
trabajo que permite que los trabajadores ganen salarios más altos.
Paradójicamente, esto no impide que ocurra un crecimiento de los beneficios: el
capital está “trabajando” en mayor grado; hay mucha menos capacidad ociosa o
capital invertido a pérdida. Su producción es mayor. Así fue que en la
industria de Estados Unidos entre los años 1937 y 1942, ¡los salarios subieron
un 70% y los beneficios un 400%!
El aumento del gasto militar no llevó necesariamente a
un recorte en el consumo civil, sino lo contrario. Esto quedó demostrado
claramente en Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque en 1943
Estados Unidos gastó la enorme suma de U$S 83.700 millones en la guerra, el
consumo civil no decayó sino que fue realmente más alto que antes de la guerra,
subiendo de U$S 61.700 millones en 1939 a U$S 70.800 millones en 1943.
Expresado en precios de 1939, esto significaba un aumento del 14,7%.
La teoría de la economía armamentista permanente
demostraba por qué la predicción de Trotski no se había verificado. Pero hizo
más aún. Demostraba que a largo plazo, una prosperidad económica que avanza en
andas de las armas nucleares no podía ser estable y segura. Incluso cuando la
economía capitalista fue próspera como resultado del gasto militar, no todos
los países tuvieron la misma carga de altos presupuestos militares. Hubo
aquellos que obtuvieron pocos beneficios en proporción al gasto militar que
realizaron. En el trabajo de 1948 sobre la Unión Soviética, argumentaba que el
capitalismo en general estaba experimentando una estabilización temporal.
Afirmaba que
…los poderes pueden competir tan furiosamente en el mercado mundial para
fortalecer su posición, que cada uno puede empezar a recortar sus gastos
militares. Estamos viendo que Gran Bretaña ha sido empujada a recortar su “presupuesto
en defensa” debido a la competencia con Alemania Occidental, así como el
deterioro de su balanza internacional de pagos. Hasta ahora ningún país ha
podido igualar a Estados Unidos, forzándolo a abandonar la carrera armamentista
y comenzar a competir en “quien recorta más rápidamente el presupuesto
militar”. Estados Unidos puede permitirse el lujo del presupuesto militar más
grande del mundo y la mayor inversión absoluta en la industria.93
La carga desigual de la carrera armamentista podía
llevar a la desestabilización, aunque el trabajo predijo equivocadamente que la
URSS podría resultar victoriosa:
…con los grandes pasos de la industria soviética, es posible que en otros
diez o veinte años pueda, aun si no alcanza el nivel absoluto de la industria de
Estados Unidos, por lo menos desafiar a los Estados Unidos en el mercado
mundial en ciertas áreas —las de la industria pesada. Entonces Estados Unidos
puede… recortar el presupuesto de defensa para enfrentar su retroceso en el
mercado mundial.94
No obstante el argumento básico era correcto:
De esta manera, la economía de guerra puede servir cada vez menos como una
cura para la superproducción, un estabilizador de la prosperidad capitalista.
Cuando la economía de guerra se vuelve prescindible, el fin de la prosperidad
capitalista seguramente llegará.95
De hecho no fue la Unión Soviética la que obligó a
Estados Unidos a recortar su presupuesto militar, sino principalmente Alemania
Occidental y Japón, los dos países a los que les estaba prohibido mantener grandes
ejércitos porque habían perdido la guerra. No obstante, La Naturaleza de Clase
de la Rusia Estalinista estaba en lo correcto al prever que la estabilización
del capitalismo de mercado a través del gasto militar sólo sería temporal. De
hecho, al desviar la plusvalía de la inversión productiva se tendía a prevenir
las depresiones, pero al precio de largo plazo de una tendencia general hacia
el estancamiento. Esas economías con un nivel relativamente alto de gasto
militar se encontrarían en una desventaja competitiva y por consiguiente, se
verían obligadas a aumentar el nivel de inversión hacia las industrias civiles.
Esto permitió que la tendencia hacia un ciclo económico clásico se reafirmara.96
La creciente rivalidad entre los Estados Unidos de un
lado, Japón y Alemania Occidental del otro, agudizada por la distribución
desigual de la carga armamentista, llevó a una desestabilización de la economía
y a un retorno a las recesiones globales. El pronóstico de que después de
varios años la economía mundial bajaría lentamente su crecimiento se había
hecho realidad: la producción mundial que anualmente creció en un 5,4% entre
los años 1950-1963, y 6% entre los años 1963-1973, declinó a 2,6% entre los
años 1973-1990, y 1,4% entre los años 1990-1996.97
Estados Unidos gastó una proporción mucho mayor de su
ingreso nacional en armamento que Japón o Alemania Occidental. Japón nunca
gastó más del 1% de su ingreso nacional en defensa. Como resultado, logró
acumular más capital e invertir más en la industria para incrementar su
producción. El resultado fue que la industria automotriz japonesa se disparó
más allá de todo límite. La industria de la construcción naval reemplazó a la
industria británica como líder a nivel mundial, y en el área electrónica,
superó a Alemania Occidental, que había ostentado hasta entonces el primer
lugar, etc.
La Guerra de Vietnam exacerbó el retraso industrial de
Estados Unidos en comparación con Alemania Occidental y Japón. El resultado fue
que en 1973 la debilidad del dólar resultó manifiesta cuando ocurrió la
explosión del precio del petróleo. El largo período de prosperidad llegaba a su
fin.
La teoría de la economía armamentista permanente tomó
por descontado que la irracionalidad del capitalismo no disminuiría con el
envejecimiento del sistema. El capitalismo, que en palabras de Marx se cubrió a
lo largo de la historia con sangre y barro, no se volvería más benévolo en la
vejez. De hecho, la economía armamentista permanente es la expresión más
extrema de la bestialidad y la barbarie del sistema.98
La revolución permanente desviada
Un tema importante que los trotskistas de posguerra
tuvieron problemas para comprender, fue el relacionado con el desarrollo del
Tercer Mundo. Trotski desarrolló en Rusia su teoría de la revolución
permanente, vaticinando el debilitamiento del imperialismo y el cambio social
en los países del Tercer Mundo. Los cambios serían impulsados por la clase
trabajadora, la cual se esforzaría por completar las tareas de la revolución
burguesa, al mismo tiempo de llevar adelante la lucha por el socialismo. El
hecho de si la teoría de la revolución permanente de Trotski explicaba
adecuadamente la evolución del Tercer Mundo, fue cuestionado de forma muy clara
por la llegada al poder de Mao en China y de Fidel en Cuba.
¿Funcionaba la teoría en estos casos? No sería
correcto responder a esta pregunta simplemente con un “sí” o con un “no”. Había
mucho en común entre lo ocurrido en estos dos países y la teoría de Trotski,
pero en varios sentidos había también una divergencia radical. De esta realidad
surgió la necesidad de formular una teoría que pudiera abarcar ambos aspectos.
Esta fue la teoría de la revolución permanente desviada.
La subida de Mao al poder
A pesar de la etiqueta “comunista” de la victoria de
Mao sobre el Kuomintang nacionalista en 1949, la clase trabajadora industrial
no jugó ningún papel en ella. Incluso la composición social del propio Partido
Comunista Chino era ajena a la clase trabajadora. El ascenso de Mao dentro del
partido coincidió en el tiempo con el período en que este dejó de ser un
partido formado por trabajadores. Hacia fines de 1926 al menos el 66% de los
miembros del partido eran obreros, otro 22% intelectuales y sólo un 5%
campesinos.99 Hacia noviembre
de 1928 el porcentaje de trabajadores había descendido en más de cuatro quintos
y un informe oficial admitía que el partido “no tiene un sólo núcleo saludable
entre los trabajadores industriales”100. El propio partido afirmaba que los trabajadores comprendían sólo el 10%
de los afiliados en 1928, 3% en 1929, 2,5% en marzo de 1930, 1,6% en septiembre
del mismo año y prácticamente nada hacia su final.101 Desde entonces y hasta la victoria
final de Mao, el partido prácticamente no contó con trabajadores industriales
en sus filas.
Durante algunos años el partido estuvo limitado a
movimientos insurgentes de campesinos en las provincias de China central donde
estableció una República Soviética China. Más tarde, después de la derrota
militar en las provincias de China central (1934) se trasladó al norte de Sensí,
en el noroeste del país. En ambas áreas no había trabajadores industriales. Una
publicación del Comintern no exageraba cuando expresaba que “la región
fronteriza es una de las más atrasadas de China en el campo socioeconómico”102. Chu Teh decía lo mismo: “Las regiones
bajo la dirección de los comunistas son las más atrasadas económicamente de
todo el país…”.103 Ni una sola
ciudad estuvo bajo el control de los comunistas hasta un par de años antes del
establecimiento de la República Popular China.
Era tan poca la relevancia que tenían los trabajadores
en la estrategia del Partido Comunista durante el período de la subida de Mao
al poder, que el partido no creyó necesario convocar un Congreso Nacional de
los sindicatos durante diecinueve años, después del que se realizara en 1929.
Ni tan siquiera se preocupó de buscar apoyo entre los trabajadores, como
demuestra su declaración de no intentar mantener ninguna organización en las
áreas controladas por el Kuomintang durante los años cruciales de 1937-45.104 Cuando en diciembre de 1937 el
gobierno del Kuomintang decretó la pena de muerte para los trabajadores que
fueran a la huelga —e incluso para los que apenas la promovieran— mientras
continuara la guerra contra los japoneses, un miembro del Partido Comunista dijo
a un periodista que el partido estaba “completamente satisfecho” con la
conducta del gobierno respecto a la guerra.105 Incluso después del estallido de la guerra civil entre el Partido
Comunista y el Kuomintang, ninguna organización del partido funcionó en las
áreas de este último, las cuales incluían todos los centros industriales del
país.
La conquista de las ciudades por parte de Mao demostró
más claramente todavía el completo divorcio entre el Partido Comunista y la
clase trabajadora. Los líderes comunistas hicieron todo lo que pudieron para
evitar que los trabajadores se sublevaran en las ciudades, en vísperas de la
toma de éstas por el partido. Antes de la caída de Tientsin y Pekín, por
ejemplo, el general Lin Piao, comandante del frente, publicó una proclama
llamando al pueblo a:
…mantener el orden y continuar con sus ocupaciones. Oficiales del
Kuomintang o personal de policía de provincia, ciudad, país u otros niveles de
las instituciones gubernamentales; personal de distrito, ciudad, pueblo o Pao Chia
[poder municipal]… se les ordena permanecer en sus puestos.106
Al tiempo que cruzaban el río Yangtze, antes de que
las grandes ciudades del sur y centro de China (Shanghai, Hankow, Cantón)
cayeran en poder de Mao, éste y Chu Teh hicieron pública otra proclama:
…se espera que los obreros y empleados de todos los oficios continúen
trabajando y que los negocios funcionen con normalidad… los oficiales de todos
los niveles del gobierno central, provincial, municipal y local del Kuomintang,
o delegados a la “Asamblea Nacional”, miembros de los Yuan Legislativos o de
Control, o de los Consejos Políticos Populares, personal de la policía y jefes
de las organizaciones del Pao Chia… han de permanecer en sus puestos, y
obedecer las ordenes del Ejército Popular de Liberación y del Gobierno Popular.107
La clase trabajadora cumplió y permaneció inerte. Un
informe desde Nanking el 22 de abril de 1949, dos días antes de que el Ejército
Popular de Liberación ocupara la ciudad, describía la situación de esta manera:
La población de Nanking no muestra signos de agitación. Multitudes curiosas
fueron vistas observando a la orilla del río el duelo de fusiles al otro lado
del mismo. Los negocios funcionan con normalidad. Algunas tiendas han cerrado
pero esto se debe a la escasez de comercio. Los cines siguen llenos.
Un mes más tarde un corresponsal del New York Times
escribía desde Shanghai, “las tropas rojas han comenzado a enganchar carteles
en chino instando a la población a que mantenga la calma y asegurándole que no
tiene nada que temer”.108 En Cantón
“después de su entrada, los comunistas tomaron contacto con la comisaría e
instruyeron a los oficiales y hombres para que permanecieran en sus puestos y
mantuvieran el orden”.109
La afirmación de Trotski de que las tareas de la
revolución burguesa como la liberación de la dominación imperialista sólo
podrían ser logradas por los trabajadores, no explicaba lo ocurrido en China.
La revolución de Castro
Otro ejemplo de un desarrollo que no se ajusta a la
situación prevista por Trotski, era el de Cuba. Aquí ni la clase trabajadora ni
el campesinado tuvieron un serio papel, sino que fueron los intelectuales de
clase media los que ocuparon completamente el campo de batalla. El libro de C.
Wright Mills, Escucha Yankee, el cual es un monólogo más o menos auténtico de
los líderes cubanos, trata en un principio de lo que no fue la revolución:
…la revolución no fue una lucha… entre trabajadores asalariados y
capitalistas… Nuestra revolución no es una revolución llevada a cabo por
sindicatos obreros o por trabajadores asalariados de la ciudad, o por partidos
obreros o cualquier otra cosa similar… los trabajadores asalariados de la
ciudad no tenían ninguna conciencia revolucionaria; sus sindicatos eran
parecidos a los sindicatos norteamericanos, movilizándose para conseguir
mayores salarios y mejores condiciones de trabajo. Eso era todo lo que los
movilizaba. Y algunos eran más corruptos que algunos de los [norteamericanos].
Paul Baran, partidario sin críticas de Fidel, después
de algunas entrevistas con líderes cubanos sobre el papel insignificante de los
trabajadores industriales en la revolución, escribió:
Parece que el segmento empleado de la clase trabajadora industrial
permaneció en general pasivo, a lo largo del período revolucionario. Formando
la capa “aristocrática” del proletariado cubano, estos trabajadores obtenían
beneficios del monopolio del comercio exterior y nacional, se les pagaba bien
en términos latinoamericanos, y disfrutaban de un nivel de vida
considerablemente más alto que el de la mayoría del pueblo cubano. El
movimiento sindical estaba dominado por el “sindicalismo amarillo” al estilo de
Estados Unidos y estaba impregnado por la mafia y el gangsterismo.111
La indiferencia de la clase trabajadora industrial
explica el fracaso total de la convocatoria de Fidel a una huelga general el 9
de abril de 1958, dieciséis meses después del inicio del alzamiento y ocho
meses antes de la caída de Batista —el dictador cubano. Los trabajadores
permanecieron indiferentes, y los comunistas la sabotearon. Fue algún tiempo
más tarde que estos últimos se subieron al carro de la revolución.112
No sólo la clase trabajadora estuvo ausente del
levantamiento dirigido por Fidel, sino también el campesinado. Hacia abril de
1958, el número total de hombres armados al mando de Fidel era aproximadamente
de 180 y, en el momento de la caída de Batista había aumentado solamente hasta
803.113 Los cuadros de
Fidel eran intelectuales. Y los campesinos que participaron no eran
trabajadores agrícolas asalariados, inspirados en el colectivismo, como Mills y
Baran afirmaban. El Che describe a los campesinos que se unieron a Fidel en
Sierra Maestra, diciendo que:
Los soldados que componían nuestro primer ejército guerrillero eran gente
de campo que procedían del tipo de clase social que muestra su amor por la
posesión de la tierra de la forma más agresiva, lo cual representa
perfectamente el espíritu catalogado como pequeñoburgués.114
El movimiento liderado por Fidel era de clase media.
Los 82 hombres que bajo su mando invadieron Cuba desde México en diciembre de
1956 y los 12 que sobrevivieron luego de los primeros choques, procedían de esa
clase media. “Las mayores pérdidas las sufrió el movimiento de resistencia
urbano, en gran parte de clase media, el cual creó los ácidos políticos y
psicológicos que corroían las fuerzas armadas de Batista”.115
Sacando conclusiones generales de su experiencia, el
Che expresaba que la clase trabajadora industrial no sería relevante en las
futuras revoluciones socialistas:
Los campesinos, con un ejército compuesto por su propia gente, luchando por
sus propios grandes objetivos, principalmente por una distribución justa de la
tierra, vendrán desde el campo a tomar las ciudades… Este ejército, creado en
el campo, donde las condiciones subjetivas se desarrollan para la toma del
poder, procede a conquistar las ciudades desde fuera…116
En el resto del Tercer Mundo la clase trabajadora no
jugó más que un papel secundario en las transformaciones sociales de posguerra,
e incluso cuando estuvo presente no actuó como una fuerza independiente que
lucha por la revolución socialista, como en el caso de Rusia durante 1917. Por
consiguiente, los procesos de superación de las relaciones socioeconómicas
atrasadas y el logro de la liberación nacional del imperialismo, fueron
encabezados por una variedad de fuerzas principalmente provenientes de la
intelectualidad y del Estado, las cuales jugaron el papel atribuido a la clase
trabajadora en la teoría de la revolución permanente de Trotski. A pesar de que
los desarrollos en África, Asia y América Latina variaron, el capitalismo de
Estado fue, en mayor o menor medida, el resultado dominante.
¿Cuáles eran las fallas de la teoría de
la revolución permanente de Trotski?
Antes de responder, resumamos los elementos básicos de
su teoría:
(1) Una burguesía que llega tarde a la escena
histórica es fundamentalmente diferente de sus antecesoras de hace uno o dos
siglos. Es incapaz de proporcionar una solución democrática consistente al
problema de la opresión del feudalismo y del imperialismo. Es incapaz de llevar
a cabo la completa destrucción del feudalismo, de conseguir una independencia
nacional genuina y la democracia política. La burguesía ya no es
revolucionaria, ni en los países avanzados ni en los atrasados. Es una fuerza
absolutamente conservadora.
(2) El papel revolucionario decisivo recae sobre la
clase trabajadora, a pesar de que pueda ser bastante joven y pequeña en número.
(3) El campesinado es incapaz de una acción
independiente, por esto seguirá a las ciudades y, en vista de los puntos
anteriores, seguirá el liderazgo de la clase trabajadora industrial.
(4) Una auténtica solución para la cuestión agraria y
para la cuestión nacional, una ruptura de las ataduras sociales e imperiales
que impiden el rápido avance económico, supone ir más allá de los límites de la
propiedad privada burguesa. “La revolución democrática se transforma
directamente en socialista, convirtiéndose con ello en revolución permanente”.117
(5) “El triunfo de la revolución socialista es impensable
dentro de las fronteras nacionales de un país… Por lo tanto, la revolución
socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la
palabra: en el sentido de que sólo se completa con la victoria definitiva de la
nueva sociedad en todo el planeta”.118 Es un sueño reaccionario intentar alcanzar el “socialismo en un solo
país”.
(6) Como resultado, la revolución en los países
atrasados conduciría a convulsiones en los países avanzados.
Mientras que la naturaleza conservadora y cobarde de
una burguesía que se desarrolla tarde (primer punto) es una ley absoluta, el
carácter revolucionario de una clase trabajadora joven (segundo punto) no es
inevitable ni absoluto. Si la clase trabajadora no es necesariamente
revolucionaria, entonces los puntos (3) a (5) no se realizan.
Una vez que la constante de la naturaleza
revolucionaria de la clase trabajadora es puesta en duda, siendo esta constante
el pilar central de la teoría de Trotski, toda la estructura se desmorona. Su
tercer punto no se efectiviza, ya que el campesinado no puede seguir a una
clase trabajadora no revolucionaria, y el resto de los elementos que conlleva
también fallan. Pero esto no significa que no pase nada.
Una combinación de circunstancias nacionales e
internacionales hace imperativo para las fuerzas productivas romper las
restricciones del feudalismo y del imperialismo. Las rebeliones campesinas se
expanden más intensamente que con anterioridad. En ellas se arraiga también la
rebelión nacional contra la ruina económica producida por el imperialismo. El
resultado fue un tipo de transformación que incluía elementos de la revolución
permanente mientras se apartaba de ésta en aspectos radicales. A esto le
llamamos: revolución permanente desviada, una teoría que fue presentada por
primera vez en 1963.119
Si las dos principales clases de la sociedad
contemporánea, los capitalistas y los trabajadores, no juegan un papel central
—una porque se había vuelto una fuerza conservadora, y la otra porque se había
alejado de su meta debido al estalinismo y al reformismo— ¿cómo podían ocurrir
procesos tan importantes? El crecimiento de las fuerzas productivas y los
levantamientos campesinos no podrían haber sido capaces por sí mismos de
derrotar a la propiedad privada y al imperialismo. Otros cuatro factores
ayudaron a ello:
(1) La debilidad del imperialismo mundial que fue
resultado del aumento de las contradicciones entre los bloques de poder y la
parálisis que afectaba su intervención fruto del peligro nuclear. Esto limitó
parcialmente su capacidad para intervenir en el Tercer Mundo por temor a
iniciar una guerra.
(2) La creciente importancia del Estado en los países
atrasados. Cuando la sociedad tiene que desarrollar una tarea y la clase social
que tradicionalmente la lleva a cabo no existe, otro grupo de gente —con
frecuencia la burocracia estatal— hará dicha labor. Ello refleja no solo ni
principalmente, la base económica nacional en la cual se sustenta, sino el
carácter supranacional de la actual economía mundial.
(3) El impacto del estalinismo y del reformismo, al
conducir la fuerza del movimiento obrero en una dirección diferente que la
revolución socialista. Frecuentemente los partidos comunistas y otros
movimientos similares, con influencia entre los trabajadores, dedicaron sus
esfuerzos a sostener y colaborar con fuerzas locales que representaban otros
intereses de clase.
(4) La creciente importancia de la intelectualidad
como liderazgo unificador de la nación y sobre todo como manipuladora de las
masas. Este último punto necesita una elaboración especial.
La importancia de los intelectuales en el movimiento
revolucionario está en proporción directa al retraso general —económico, social
y cultural— de las masas de las cuales emerge. Es característico que el
movimiento populista ruso, el cual más que cualquier otro enfatizó la necesidad
de revolucionar los elementos más atrasados de la sociedad, —esto es, a los
campesinos— fuera también el grupo que diera la mayor importancia a la
intelectualidad, a los maestros del “pensamiento crítico”.
La intelectualidad revolucionaria demostró ser un
factor mucho más cohesionador en las naciones emergentes de posguerra que en la
Rusia zarista. Frente a una propiedad privada burguesa nacional demasiado débil
para transformar la situación, y una carga del imperialismo que se consideraba
intolerable, el capitalismo de Estado les pareció la mejor respuesta. A causa
del debilitamiento del imperialismo y la creciente importancia de la
planificación estatal, el ejemplo de la URSS y el trabajo organizado y disciplinado
de los partidos comunistas, proveyeron un programa cohesionador para la
intelectualidad. Como única sección no especializada de la sociedad (porque no
está encerrada en un rol particular dentro de las relaciones de producción), la
intelectualidad era la fuente de un “liderazgo revolucionario profesional” y
simultáneamente parecía representar los intereses de la “nación” en su
conjunto, en contraposición con los intereses de clase. Además, era la sección
de la sociedad más empapada de la cultura nacional, ya que los trabajadores y
los campesinos no tenían ni el tiempo ni la educación requeridas para ello.
También la intelectualidad era sensible al atraso
tecnológico de sus países. Participando en el mundo científico y técnico del
siglo XX, ellos se sintieron asfixiados por el atraso de su propia nación. Este
sentimiento fue acentuado por el “desempleo intelectual” endémico en estos
países. Dado el atraso económico general, la única esperanza para la mayoría de
los estudiantes era un empleo público, pero no había suficientes puestos para
todos ellos.120
La vida espiritual de los intelectuales también estaba
en crisis. En medio de un orden que se desmoronaba, donde el modelo tradicional
estaba en desintegración, ellos se sentían inseguros, sin raíces, carentes de
valores firmes. Las culturas en disolución dieron lugar a un poderoso impulso
en favor de una nueva integración, que tenía que ser absoluta y dinámica para
poder llenar el vacío social y espiritual. La intelectualidad abrazó el
nacionalismo con fervor religioso.
Antes de que un país lograra la libertad política, sus
intelectuales se encontraban bajo doble presión —privilegiados por encima de la
mayoría de la gente, pero aún sometidos a gobernantes extranjeros. Esto explica
los titubeos y vacilaciones tan característicos de su papel en los movimientos
nacionales. Sus ventajas crearon un sentimiento de culpa, de “deuda” hacia las
masas, y al mismo tiempo un sentimiento de separación y superioridad. La
intelectualidad estaba ansiosa de pertenecer sin ser asimilada, sin dejar de
mantenerse aparte y en una posición superior. Estaban en busca de un movimiento
dinámico que unificara la nación, abriéndole nuevas perspectivas, pero que
simultáneamente le diera poder a la propia intelectualidad.
Eran grandes creyentes en la eficiencia, incluyendo la
eficiencia de la ingeniería social. Ansiaban una reforma desde arriba y
deseaban entregar amorosamente un mundo nuevo a las masas agradecidas del
pueblo, antes que presenciar la lucha librada por gente consciente de sus
intereses y libremente asociada para producir un mundo nuevo para ellos mismos.
Se preocuparon mucho por medidas que sacaran a sus naciones del estancamiento,
pero muy poco por la democracia. Encarnaron el impulso de la industrialización,
de la acumulación de capital, del resurgimiento nacional. Su poder estaba en
relación directa con la debilidad de otras clases, y su nulidad política.
Todo ello hace que el capitalismo de Estado resultara
un objetivo atractivo para los intelectuales. De hecho, ellos fueron los
principales portadores de la pancarta del “comunismo” en las naciones
emergentes. “Los partidos comunistas lograron gran aceptación en América Latina
entre estudiantes y clases medias”, escribía un especialista sobre América
Latina.121 A manera de
ejemplo tomemos el caso del Partido Comunista de la India, en cuyo congreso de
marzo/abril de 1958 “aproximadamente el 67% de los delegados procedían de
otras clases que del proletariado y del campesinado (eran de clase media,
propietarios de tierras y pequeños comerciantes). El 72% tenía un buen nivel de
educación.”122 En 1943, ya el
16% de los miembros de este partido eran funcionarios del mismo.123
La revolución permanente desviada
La teoría de Trotski sugería que en el Tercer Mundo
las fuerzas impulsoras del desarrollo social llevarían a la revolución
permanente y a los trabajadores a la lucha por el socialismo. Pero ante la
ausencia del sujeto revolucionario, de la actividad y de la dirección de la
clase trabajadora, el resultado fue un liderazgo y un objetivo diferente —el
capitalismo de Estado. Teniendo en cuenta lo que es de validez universal en la
teoría de Trotski (el carácter conservador de la burguesía) y lo que depende de
la actividad subjetiva de la clase trabajadora, se puede llegar a una versión
de la misma, que por falta de un nombre mejor, llamamos teoría de la revolución
permanente desviada. En ella el tema central de la teoría de Trotski permanece
tan válido como siempre: la clase trabajadora debe seguir su lucha
revolucionaria hasta que triunfe en todo el mundo. Sin alcanzar esta meta no
puede lograr su libertad.
La herencia
El presente ensayo comenzó comparando los pronósticos
de Trotski sobre la evolución de la situación mundial y el verdadero estado de
cosas después de la Segunda Guerra Mundial. A esto siguió la descripción sobre
cómo la gran mayoría de los trotskistas cerró sus ojos ante la realidad,
mientras se mantenían fieles a las palabras de Trotski —aunque se desviaran por
completo del espíritu de las mismas.
¿Por qué ocurrió así? ¿Por qué Mandel, Pablo y otros
líderes trotskistas actuaron de esta forma, creándose un mundo imaginario? La
razón se halla en el aislamiento que sufrieron y en las frágiles bases que
tenían en la clase trabajadora, durante los años de oscura reacción —los años
del nazismo y del estalinismo.
Intentando ser fiel a las enseñanzas de Marx, Lenin,
Trotski y Luxemburg, y adaptándose a la verdadera situación internacional luego
de la Segunda Guerra Mundial, la corriente socialismo internacional se esforzó
por desarrollar tres teorías:
(1) la teoría del capitalismo de Estado, que explica
la dilatada estabilidad de la Unión Soviética estalinista y su posterior
derrumbe;
(2) la teoría de la economía armamentista permanente,
que explica la larga prosperidad del capitalismo occidental y como ella
contenía las semillas de sus futuras crisis;
(3) la teoría de la revolución permanente desviada,
que explica el curso seguido por las revoluciones en el Tercer Mundo.
¿Había conexiones prácticas en el mundo real que
determinaran la existencia de un vínculo entre estas tres teorías?
Efectivamente, sí lo había. El poderío y la supervivencia del régimen
estalinista en la Unión Soviética, era la llave hacia los otros dos
desarrollos.
En primer lugar, la influencia estalinista jugó un
papel crucial al impedir que las profundas tensiones sociales y políticas de
finales de la Segunda Guerra Mundial se convirtieran en revoluciones obreras.
Las tensiones sociales en el continente europeo eran mucho más agudas y más
profundas en ese momento que a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando
detonaron las revoluciones en Rusia, Alemania, Austria, Hungría y había
situaciones potencialmente revolucionarias en muchos otros países.
En 1945, debido al accionar de los partidos comunistas
no se disparó un franco y general proceso revolucionario. Usando su aura
radical, los líderes estalinistas jugaron un papel crucial reprimiendo la
creciente ola revolucionaria y defendiendo al capitalismo.
Los ejemplos de Francia, Italia y Alemania ilustran el
potencial desperdiciado. En agosto de 1944 fue la Resistencia, liderada por el
Partido Comunista, la que liberó París de las tropas nazis; quedando la
situación totalmente bajo su control. Comparando a los comunistas con los demás
grupos políticos rivales, Gabriel Kolko, en Las políticas de guerra explica que
“en la Resistencia, los grupos de ideología gaullista siempre fueron una
pequeña minoría. En muchas partes claves de Francia apenas existieron”.124 Al Partido Socialista también le
faltaba apoyo popular:
Los socialistas habían sido el partido por excelencia de la Tercera
República y su devoción compulsiva por permanecer en la política, incluso
después de Vichy, terminó en la expulsión de las dos terceras partes de sus
miembros de la Asamblea Nacional por colaboracionismo y compromisos. Después de
1941, los socialistas literalmente desaparecieron como partido, y sólo
comenzaron gradualmente a reconstruir sus bases en 1944.125
Esto dejó el campo libre al Partido Comunista: “Los
comunistas dominaron la organización de la Resistencia; los Francs-Tireurs et
Partisans… eran mayoría.126 Ian Birchall
describe la situación en Francia de la siguiente manera:
La liberación de Francia de la ocupación nazi en la segunda mitad del año
1944 dejó al país en un estado de gran confusión. Inicialmente el gobierno
central tenía poco control sobre la situación. En varias municipalidades se
instauraron comités de liberación; en Marsella las autoridades locales
comenzaron un programa de estatización de la propiedad regional sin siquiera
consultar a París. Se crearon tribunales populares y unos 11.000 colaboradores
de los nazis fueron ejecutados.
Los comités de liberación eran principalmente
controlados por el Partido Comunista Francés y el gobierno no podía intervenir.
El ministro del interior suplicaba en vano que dejaran de actuar autónomamente.
Sólo la intervención de Maurice Thorez, el líder del Partido Comunista Francés,
pudo contenerlos. Él afirmó que:
Los comités de liberación locales no deben sustituir a la administración
municipal y departamental. El Consejo Nacional de la Resistencia no ha
sustituido al gobierno.127
Fue Maurice Thorez quien, al regresar a Francia desde
Moscú, realizó la proclama: “Una policía. Un ejército. Un Estado”. Luego la
Resistencia fue desarmada. Kolko escribe:
Thorez disciplinó a la dirección más antigua y militante alrededor de André
Marty y Charles Tillon a quienes finalmente expulsó; prohibió las huelgas y
exigió mayor trabajo a los obreros, y respaldó la disolución de la Resistencia.
Subordinó cada objetivo social al objetivo de ganar la guerra; “la tarea de los
Comités de Liberación no es administrar”, le dijo al Comité Central del partido
en enero de 1945, “sino ayudar a aquellos que administran. Ellos deben, sobre
todo, movilizar, entrenar y organizar a las masas para lograr el máximo
esfuerzo de guerra y apoyar al Gobierno Provisional en la aplicación del
programa establecido por la Resistencia”. En síntesis, en un punto crítico en
la historia del capitalismo francés, el partido se negó a actuar contra él. “La
unidad de la nación”, que Thorez nunca se cansó de reiterar, era “un imperativo
categórico”… El partido ayudó a desarmar a la Resistencia, reavivar una
economía moribunda, y crear la estabilidad suficiente para dar un crucial
respiro al viejo orden: y luego se enorgulleció de los logros obtenidos.128
Mientras tanto, en Italia la ola revolucionaria se
elevó con mayor fuerza. Pierre Broué escribe, “En Italia fue la movilización de
los trabajadores —nadie debería sorprenderse al saber que la misma comenzó en
la planta de Fiat— la que finalmente movió la tierra bajo el régimen fascista y
cavó la tumba de Benito Mussolini”.129
La masiva huelga en la planta de Fiat se convirtió en
una huelga general que al día siguiente derrotó al gobierno. Un año después:
En marzo de 1944… una nueva y aun más impresionante ola de protestas se
extendió a través de la Italia ocupada. En esa época las consignas de los
huelguistas eran más políticas, exigiendo paz inmediata y el fin de la
producción de guerra para Alemania. La cantidad de trabajadores involucrados
excedió las previsiones más optimistas; 300.000 obreros paralizaron la
provincia de Milán. En la ciudad misma los trabajadores del tranvía pararon el
1º de marzo, y sólo fueron forzados a volver el 4 y el 5 por una campaña de
terror desplegada en su contra. La huelga se extendió más allá del triángulo
industrial a las fábricas textiles de Veneto y las ciudades italianas centrales
de Bolonia y Florencia. Las mujeres y los trabajadores peor pagados estaban a la
vanguardia de la agitación. En algún momento de la primera semana de marzo,
miles de trabajadores dejaron sus herramientas.130
El impulso implacable de la lucha industrial, política
y armada de la clase trabajadora italiana, determinó que para 1945 los distritos
de clase trabajadora en Turín, fueran eficaces áreas de exclusión para
fascistas y alemanes.131 De hecho:
Para el 1º de mayo toda el área norte de Italia había sido liberada. El
carácter popular e insurreccional de la liberación, que dejó una impresión
indeleble en la memoria de aquellos que habían participado, fue bienvenido en
la mayoría de los barrios. En otros causó una aguda ansiedad. Un terrible
ajuste de cuentas se estableció, con al menos 12.000 o 15.000 personas
ejecutadas enseguida de la liberación. En cuanto a los industriales norteños,
habían esperado una transición indolora del poder de los fascistas a las
autoridades angloamericanas. En cambio se encontraron con sus fábricas
ocupadas, a los trabajadores armados, y un período de diez días entre la
insurrección y la llegada de los Aliados. Algunos de los más comprometidos con
el antiguo régimen no se atrevieron a esperar y huyeron a Suiza. Durante los
próximos meses el miedo a una revolución social inminente fue muy fuerte entre
los círculos capitalistas.132
Que esta revolución no se materializara se debió ante
todo, al control ejercido por el Partido Comunista Italiano. Broué escribe:
El Partido Comunista Italiano —la sección de la Internacional Comunista
bajo el control directo de Moscú— realizó acercamientos a los notables, a los
fascistas renegados, a los mariscales y a las autoridades de la iglesia, para
proponerles un compromiso que consistía en salvarlos de la presión de las
calles a cambio de un lugar en el gobierno, y el reconocimiento legal de la
Agencia Italiana en Moscú.133
Al igual que Thorez en Francia, el líder comunista
italiano Togliatti, jugó un papel central al volver de su larga estancia en
Moscú. Ginsburg escribe:
A su llegada a Salerno, Togliatti esbozó a sus
camaradas —provocando asombro y alguna oposición— la estrategia que había
proyectado para que el partido siguiera en el futuro cercano. Los comunistas,
dijo, debían dejar de lado su hostilidad hacia la monarquía. En cambio debían
persuadir a todas las fuerzas antifascistas a unirse al gobierno, que ahora
controlaba toda Italia al sur de Salerno. Unirse al gobierno, según Togliatti,
era el primer paso hacia la realización del objetivo principal en ese momento
—la unidad nacional para enfrentar a los nazis y a los fascistas. El primer
objetivo de los comunistas debía ser la liberación de Italia, no la revolución
socialista.
Togliatti insistió en que la unidad de los años de
guerra debía, si era posible, continuar en el período de la reconstrucción.
Esta gran unidad debía incluir no sólo a los socialistas, sino también a los
demócrata-cristianos. En un discurso en Roma en julio de 1944, caracterizó a
los demócrata-cristianos como un partido que tenía en sus bases, “una masa de
obreros, campesinos, intelectuales y personas jóvenes que básicamente comparten
nuestras aspiraciones, porque como nosotros ellos quieren una Italia
democrática y progresista”.134
En abril de 1944, Togliatti argumentó que los partidos del Comité de
Liberación Nacional debían jurar obediencia el rey y unirse al gobierno del
Mariscal Badoglio. Este había sido comandante en jefe de Mussolini y líder de
las tropas italianas que invadieron Abisinia en 1935. ¡Togliatti incluso se
convirtió en uno de los ministros de Badoglio!135
En Alemania la lucha revolucionaria era aun más
difícil que en Francia e Italia. Es verdad que la represión hizo la resistencia
al Tercer Reich sumamente difícil, pero éste era sólo un lado de la ecuación.
El potencial de resistir también fue sistemáticamente socavado desde el campo
antinazi. La desastrosa dirección política del reformista Partido
Socialdemócrata (SPD) y sobre todo del estalinista Partido Comunista (KPD),
dejó a los trabajadores alemanes angustiados y confundidos, mientras a Hitler
le era permitido hacerse del poder sin que se alzara un dedo en su contra.
La firma del pacto entre Hitler y Stalin en 1939
quebró los espíritus de los comunistas alemanes, quienes formaban la única
resistencia masiva al nazismo. Una señal de esto fueron las cifras de captura
de volantes clandestinos por parte de la Gestapo, la cual cayó de 15.922 en
1939 a sólo 1.277 en 1940.
Incluso cuando la guerra estaba encaminada, las
tácticas de los Aliados parecían calculadas para desalentar cualquier revuelta
contra el Tercer Reich y producir en cambio, una sombría lealtad. En el Este,
Stalin afirmaba estar luchando una “Gran Guerra Patriótica” y el blanco dejó de
ser el régimen nazi, pasando a ser todos los alemanes. La propaganda
antialemana rusa, prácticamente racista, minó el desarrollo de un movimiento de
resistencia contra los nazis. Una y otra vez Ilya Ehrenburg, escribía en la
prensa rusa la misma frase, “¡El único alemán bueno, es un alemán muerto!”
Los soldados alemanes terminaron la Primera Guerra
Mundial con una revolución contra el Káiser, pero en las condiciones de la
Segunda Guerra Mundial ninguna revuelta ocurrió, porque como decía un soldado,
“Dios prohíbe que perdamos la guerra. Si la venganza sobreviene, tendremos una
época muy dura”.
Pero la semilla de la revolución todavía estaba allí.
Al final de la Segunda Guerra Mundial la pesada represión fue vencida por los
trabajadores alemanes, y esto les dio una oportunidad efectiva para expresarse.
Fue asombroso lo que se destapó. Un gigantesco movimiento de comités
antifascistas, o “Antifas”, se extendió por Alemania con cada nueva área
liberada al nazismo. Existían más de 500 de estos comités, cuya composición era
abrumadoramente de clase trabajadora. Durante un breve lapso de tiempo, entre
el derrocamiento del régimen nazi y la reimposición del “orden” por las fuerzas
aliadas de ocupación (Rusia en el este, Gran Bretaña y los Estados Unidos en el
oeste), los trabajadores fueron libres en dos sentidos.
No sólo desapareció la tiranía nazi, sino que el
trabajo de la Gestapo había amortiguado temporalmente la influencia de los
líderes reformistas socialdemócratas y estalinistas.
Los “Antifas” crecieron explosivamente. En Leipzig
(Alemania oriental) había 38 comités locales, que decían tener 4.500 activistas
y 150.000 adherentes. A pesar de las distracciones causadas por la devastación
de la guerra (la población había caído en la ciudad de 700.000 a 500.000
personas, por ejemplo), más de 100.000 personas se congregaron en la
manifestación del 1º de Mayo de 1945. En Bremen (Alemania occidental), una
ciudad donde el 55% de las casas eran inhabitables y una tercera parte de la
población había huido, existían 14 grupos locales, que declaraban 4.265
miembros. Quince días después la cifra era de 6.495 miembros. Muchos “Antifas”
fueron organizados en lugares de trabajo. En la región del Ruhr central poco
después de la liberación, una asamblea de representantes de lugares de trabajo
incluyó a 360 delegados de 56 minas y muchas otras empresas.
Los Antifas estaban decididos a terminar con el
nazismo. Se lanzaron a huelgas exigiendo la purga de los activistas nazis. En
Bremen y otros lugares los edificios del sindicato nazi —el Frente Laborista
Alemán— fueron ocupados. Los presos retornados de los campos de concentración
fueron alojados en las viviendas de activistas nazis y los más notorios de
estos últimos fueron entregados a las autoridades. Stuttgart fue más allá y
estableció sus propios “tribunales revolucionarios”.
Existía la conciencia de que el nazismo podía ser
desterrado realmente, sólo si los trabajadores hacían ellos mismos el trabajo.
La mina del Príncipe Regente en Bochum llamó a una huelga general política y
difundió su consigna: “Larga vida al Ejército Rojo”, no en referencia a las
fuerzas soviéticas, sino a la fuerza insurreccional de la revolución alemana de
1918-23. La perspectiva era tan avanzada que “en el futuro Estado no habrá más
patrones como antes. ¡Debemos disponer de las cosas y trabajar como si la
empresa fuera nuestra!” En algunos lugares los trabajadores tomaron sus
fábricas y los directores huyeron. Los “Antifas” prepararon a sus propias
milicias de fábrica y reemplazaron a los jefes de policía y alcaldes con sus
propios candidatos. La situación en Stuttgart y Hannover fue descrita como de
“doble poder”, habiendo los “Antifas” estructurado sus propias fuerzas
policiales, tomado una serie de poderosas posiciones locales y comenzado a
organizar servicios vitales como el aprovisionamiento de comida.
Vale la pena citar el informe presencial de un oficial
de Estados Unidos:
En áreas ampliamente dispersas, bajo diferentes nombres, y al parecer sin
conexión entre ellos, frentes de unidad antinazis emergieron poco después del
colapso del gobierno nazi… Aunque no tienen ningún contacto entre sí, estos
grupos muestran una notable similitud en la manera en que se constituyen y en
su programa. La iniciativa para su creación parece en cada caso provenir de
personas que permanecieron activas durante el período nazi y de alguna forma u
otra estaban en contacto entre sí… la denuncia de los nazis, los esfuerzos por
prevenir un movimiento nazi clandestino, la desnazificación de las autoridades
civiles y la industria privada, la mejora en el alojamiento y provisión del
suministro de alimentos, son las cuestiones centrales que preocupan a las
organizaciones recientemente creadas… La conclusión es por consiguiente
justificada, estos colectivos representan la espontánea conjunción de las
fuerzas de la resistencia antinazi, las que, mientras permanecía el régimen de
terror, eran impotentes.
El informe continúa contrastando este proceso con las
actividades de la izquierda, que enfatizó el desarraigo de todos los restos del
nazismo como condición previa para un nuevo comienzo, y las actividades de la
derecha, que se “concentra en el esfuerzo por conservar aquello que todavía
pudiera ser utilizable de las ruinas del régimen de Hitler”.
Sin embargo, los “Antifas” pudieron existir sólo unas
semanas en cada localidad, porque no sólo tenían la oposición de las fuerzas de
ocupación (incluyendo el ejército ruso) sino también de los estalinistas del
movimiento obrero. En cuanto las fuerzas de ocupación ganaban firme apoyo
local, los “Antifas” eran prohibidos. Esto se aplicó tanto al sector oriental
controlado por los rusos como a occidente.
Los “Antifas” se disolvieron con la connivencia de los
dos partidos formados por trabajadores. Después del acuerdo de Yalta, el KPD
estalinista aceptó que los aliados occidentales tuvieran pleno derecho de
controlar su esfera de influencia, y no toleraría ninguna acción independiente
en el Este. En la región occidental el reformista SPD no tenía interés en
promover ninguna revolución.
Así, el período en cuestión fue breve —sólo unas
semanas durante la primavera de 1945. No obstante, esto demostraba el potencial
para el poder de los trabajadores que fue bloqueado, principalmente por el
estalinismo de arriba y de abajo.136
Conclusión
Si el régimen estalinista no hubiera sobrevivido a la
guerra, como Trotski preveía, es claro que los partidos estalinistas de Francia
e Italia no habrían tenido poder para defender al régimen capitalista en estos
países. De igual manera, la clase trabajadora alemana no habría quedado
paralizada después de la caída de Hitler.
La supervivencia del capitalismo de Estado condujo a
la supervivencia del capitalismo occidental, pues era interés de ambos evitar
la revolución. Pero este era un sistema de hermanos hostiles y los anteriores
aliados en los tiempos de la guerra pronto se vieron envueltos en una masiva y
costosa carrera armamentista: la Guerra fría. Ésta era la base de la economía
armamentista permanente que operaba en occidente.
La conexión entre la existencia del régimen
estalinista en la Unión Soviética y la revolución permanente desviada en China
y Cuba es más obvia. Fue la existencia de una Unión Soviética fuerte la que
inspiró a los ejércitos maoístas a seguir luchando contra el imperialismo
japonés por muchos años, y también contra el Kuomintang de Chiang Kai-shek. Era
el ejemplo de una poderosa y rápida industrialización de la atrasada Unión
Soviética bajo Stalin, la que inspiró a los partidos estalinistas y los
gobiernos emergentes a lo largo del Tercer Mundo, y sirvió de modelo a seguir
por ellos. La política estalinista de aliarse a las fuerzas capitalistas
locales determinó que ese imperialismo no fuera derrocado por una revolución de
los trabajadores. El imperialismo pudo frecuentemente deshacerse políticamente
de las colonias sin tener que renunciar a su completo dominio económico. Allí
donde se llevaron a cabo políticas de capitalismo de Estado, se forjaron
alianzas con el Bloque soviético, pero la situación de los trab
ajadores siguió siendo de explotación y sometimiento al régimen capitalista.
ajadores siguió siendo de explotación y sometimiento al régimen capitalista.
Por consiguiente, una vez que el pronóstico de Trotski
sobre el destino del régimen estalinista en la Unión Soviética no se hizo
realidad, el resto de sus pronósticos —sobre el desarrollo de los países
capitalistas avanzados y atrasados— tampoco se materializó.
La troika —capitalismo de Estado, economía
armamentista permanente y revolución permanente desviada— constituye una
unidad, una totalidad, que capturó los cambios en la situación de la humanidad
después de la Segunda Guerra Mundial. Significa una afirmación general del
trotskismo, a la vez que una parcial negación del mismo.
El marxismo como teoría viva debe continuar y cambiar
al mismo tiempo. Sin embargo, la troika no se concibió como una unidad y no
surgió en un único impulso. Fue el resultado de largas exploraciones en el
desarrollo económico, social y político de tres porciones del globo: la Unión Soviética
y Europa oriental, los países capitalistas de industrialización avanzada, y el
Tercer Mundo. Los caminos de investigación se cruzaron una y otra vez. Pero
sólo al final del proceso, las mutuas relaciones entre las diferentes esferas
de investigación se aclararon. Sólo en la cima de una montaña se puede ver la
relación entre las diferentes sendas diseñadas para alcanzar la cúspide y desde
este punto el análisis se convierte en síntesis, y la dialéctica marxista
emerge victoriosa.
Capturar los cambios reales en la estructura de la
economía, la sociedad y la política mundial, con la masiva desigualdad que lo
desgarra, permite atrapar las posibilidades reales y concretas, de forma que
los revolucionarios se ubiquen en el proceso de cambio.
El régimen estalinista en la Unión Soviética y Europa
oriental ya no existe. El capitalismo mundial ya no es impulsado por una
economía armamentista permanente. En el Tercer Mundo, el crecimiento económico
vía capitalismo de Estado ha sido abandonado, mientras la integración económica
a escala global estrecha el margen de maniobra de las clases dominantes locales
y los grupos que aspiran a jugar ese papel. Alrededor del mundo —en el Oeste,
en el Este, y en los países del Tercer Mundo— millones de trabajadores han sido
despedidos, y decenas de millones de desempleados viven lado a lado con
millonarios y multimillonarios.
La troika —la caracterización de la Unión Soviética
como capitalista de estado, la economía armamentista permanente como
explicación de la prosperidad económica de posguerra en los países capitalistas
avanzados, y la revolución permanente desviada como explicación de las
revoluciones en el Tercer Mundo— podría parecer irrelevante para los marxistas
de hoy. Pero no es así.
En primer lugar, las ideas sobreviven mucho tiempo
después que las condiciones materiales que les dieron nacimiento han
desaparecido; una onda en el agua causada por la caída de una piedra, continúa
aún después de que la piedra dejó de moverse. Igualmente, las ilusiones sobre
el régimen estalinista todavía sobreviven tanto entre los partidarios como
entre los detractores burgueses. La idea de que propiedad estatal y
planificación económica, incluso sin una democracia de los trabajadores, es
igual a socialismo, todavía vive.
Fue el pleno o el casi pleno empleo que siguió a la
irrupción de la Segunda Guerra Mundial, lo que fortaleció la atracción del
keynesianismo. La teoría de la economía armamentista permanente ha sido la
única alternativa marxista seria al keynesianismo, para explicar la situación
de ese momento. El keynesianismo todavía está vivo y aun hoy se presenta como
alternativa a la economía de libre mercado.
Las ideas del maoísmo y del guevarismo son aún
bastante atractivas para algunos activistas, sobre todo en el Tercer Mundo. La
imagen del Che todavía tiene una gran resonancia en América Latina. La idea de
que sólo la clase trabajadora organizada en lucha por el socialismo, impulsada
por marxistas revolucionarios puede hacer triunfar la revolución, no es
ampliamente aceptada en los movimientos de liberación nacional.
Hay otra razón para que las tres teorías que tratamos
deban ser estudiadas. Tiene relación con la naturaleza y la continuidad de la
tradición marxista. Como dijo Trotski, el partido revolucionario es la memoria
de la clase trabajadora. Antes de la muerte de Trotski esta memoria, la
continuidad efectiva del movimiento, fue representada por una gran cantidad de
individuos. Esto se puede demostrar en condiciones concretas.
La Primera Internacional estaba conformada por organizaciones
relativamente grandes, y aunque hubo una interrupción de unas dos décadas entre
el fin de la Primera y el establecimiento de la Segunda Internacional, muchos
miles que eran miembros de la Primera se unieron a la Segunda. La Tercera
Internacional (la Internacional Comunista, o Comintern) surgió como resultado
de las grandes divisiones internas de la Segunda Internacional. El Partido
Socialista Italiano, en su conferencia en Bolonia en septiembre de 1919, votó
por integrarse a la Internacional Comunista, sumando 300.000 miembros. En
Alemania, el Partido Socialdemócrata Independiente que se separó en 1917 del
Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) decidió también unirse a la Internacional
Comunista, agregando otros 300.000 miembros. En 1920 el Partido Socialista
Francés se sumó, agregando unos 140.000 miembros más. En junio de 1919 los
Socialistas Búlgaros votaron por afiliarse, incorporando 35.478 miembros. El
Partido Socialista Yugoslavo, también un gran partido de masas, se integró. El
Partido Socialdemócrata Checoslovaco se dividió en diciembre de 1920; la
Izquierda Comunista se aseguró la mitad de sus miembros y estableció un Partido
Comunista de 350.000 afiliados. Un pequeño grupo separado del Partido
Socialdemócrata Alemán (SPD) sumó mayores fuerzas, y después de su unificación
el partido declaraba tener 400.000 miembros. El Partido Laborista Noruego se
unió al Comintern en la primavera de 1919. En Suecia la mayoría del Partido
Socialista, después de un cisma, se unió al Comintern, sumando otros 17.000.137
Lamentablemente, apenas existía alguna continuidad en
términos de revolucionarios individuales, entre la Internacional Comunista de
Lenin y Trotski a principios de los años veinte y el movimiento trotskista en
los años treinta y después de la Segunda Guerra Mundial. Presionados entre la
masiva influencia de Stalin y el miedo a Hitler, las organizaciones trotskistas
siempre consistieron en grupos diminutos al margen de los movimientos de masas.
De esta manera, el número de trotskistas en Berlín en vísperas de la victoria
de Hitler ¡era sólo de 50!138 A pesar de la
Revolución española de 1936, en septiembre de 1938, según el informe de la
Conferencia Fundacional de la Cuarta Internacional, el número de miembros de la
sección española estaba ¡entre 10 y 30!139
La Primera, Segunda y Tercera Internacionales nacieron
en períodos de avance de la clase trabajadora; las organizaciones trotskistas
nacieron durante un terrible período en la historia de la clase trabajadora: la
victoria del nazismo y del estalinismo. Sin comprender por qué durante dos
generaciones el trotskismo se encontró aislado e impotente, los trotskistas se
inclinaron a perder el rumbo y llegaron a conclusiones completamente pesimistas
sobre el futuro. Entender el pasado aclara que a ese trotskismo, le corresponde
un lugar como eslabón en la continuidad del marxismo.
El estalinismo, ese gran baluarte que impedía el
avance del marxismo revolucionario, ha desaparecido. El capitalismo en los
países avanzados ya no se expande, por lo que las palabras del Programa de
Transición de 1938 de que “no puede haber discusión sobre reformas sociales
sistemáticas y elevación de los niveles de vida de las masas” concuerda con la
realidad nuevamente.140 La teoría
clásica de la revolución permanente, tal como fue defendida por Trotski, está
de vuelta en la agenda.
La troika —capitalismo de Estado, economía
armamentista permanente y revolución permanente desviada— explica por qué
durante largo tiempo, el sistema capitalista persistió, aun cuando adoptó un
sinnúmero de disfraces. Al mismo tiempo, siempre apuntando a los procesos que
minan esta estabilidad, durante un período estos procesos permanecieron a nivel
molecular y escasamente visibles en la superficie. Pero llegado cierto momento,
cantidad se transforma en calidad y el sistema en su totalidad se encuentra
atormentado por las crisis y las inestabilidades. Entonces, como Marx lo
expresó, la humanidad brincará de su asiento y triunfantemente exclamará,
“¡Bien hecho, viejo topo!”.141
Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia
destrucción- Simón Bolivar
jueves, 1 de
mayo de 2014
Dossier.
Ucrania: Nuevo intento imperialista
John Weeks, Rob Ferguson
Sin Permiso
Occidente impuso al mundo post-soviético la
"terapia de choque", con resultados catastróficos. Ahora, intenta
repetir el experimento en Ucrania
En el futuro, la gente estudiará la
desintegración política, la fragmentación social y el colapso económico de la
Unión Soviética - la Gran Desintegración - como un desastre humano comparable a
la Gran Peste del siglo XIV. Durante la Gran Peste, la gente sabía ni la causa
ni la cura de la epidemia. Durante la Gran Desintegración, la causa era
evidente y la cura conocida. El régimen se derrumbó debido a su propio peso
muerto. El desastre económico que siguió, sin embargo, fue el resultado de las
políticas económicas disfuncionales impulsadas por las potencias occidentales.
Ahora, intentan repetir el terrible experimento en Ucrania.
Ucrania entre imperialismos.
Dossier www.sinpermiso.info
Ucrania: Frontera entre
imperialismos. Dossier
!
John Weeks, Rob Ferguson ….
27/4/2014
!
! La economía de la
desintegración de Ucrania
!
!
Occidente impuso al mundo
post-soviético la “terapia de choque”, con resultados catastróficos. Ahora,
intenta repetir el experimento en Ucrania. En el futuro, la gente estudiará la
desintegración política, la fragmentación social y el colapso económico de la
Unión Soviética - la Gran Desintegración - como un desastre humano comparable a
la Gran Peste del siglo XIV. Durante la Gran Peste, la gente sabía ni la causa
ni la cura de la epidemia. Durante la Gran Desintegración, la causa era
evidente y la cura conocida. El régimen se derrumbó debido a su propio peso
muerto. El desastre económico que siguió, sin embargo, fue el resultado de las
políticas económicas disfuncionales impulsadas por las potencias occidentales.
La escala del desastre humano en
los países en transición post-soviéticos se refleja más claramente en las
estadísticas sobre la esperanza media de vida (véase A. Cornia, The Morality Crisis
in Transitional Countries ). En el caso que mejor conozco, la ex soviética
República de Moldavia, entre 1990-1995 la esperanza de vida al nacer se redujo
en casi tres años, hasta situarse por debajo de 66 años. Una caída así, en
tiempos de paz, de las expectativas de vida no tiene precedentes. El único
ejemplo reciente ha sido la epidemia del SIDA en algunos países del África
subsahariana.
La principal causa de esta
disminución de la esperanza media de vida en los países en transición ha sido
la llamada terapia de choque, que desmanteló las instituciones de la economía
planificada, sin sustituirlas por nada. Millones de personas en toda la antigua
Unión Soviética perdieron sus medios de vida, los recortes presupuestarios
destruyeron los servicios de sanidad y la pobreza empujo a la gente a la
embriaguez y las drogas, acortando sus vidas.
El propósito explícito en estas
políticas de ajuste draconianas diseñadas por los gobiernos occidentales era
asegurarse de que la Unión Soviética no podía ser reconstruida. Vladimir Putin
es muy consciente de ello, y espera a frustrarlo.
En la década de 1990, los
políticos de los Estados Unidos y Europa occidental acogieron el colapso de la
Unión Soviética como una liberación. Pero unas elecciones no hacen una democracia,
y 25 años después, por lo menos once de los 15 estados surgidos de la URSS tienen
regímenes autoritarios, incluida la propia Rusia. Los gobiernos de los tres
países bálticos han demostrado ser serios violadores de los derechos civiles, y
toleran la actividad de grupos abiertamente fascistas. Solo la pequeña Moldovia
es una candidata creíble para ingresar en el club de las democracias.
Cada ex república soviética tuvo
su propia transición trágica. Medido por la caída en el ingreso per cápita,
Ucrania fue la que peor lo paso, con excepción de Georgia, que se hundió en un conflicto
civil separatista después de 1990. Los ingresos por persona en Ucrania cayeron
casi un 60% entre 1990 y 1997 y la recuperación no empezó hasta el 2000. A
finales de 2013 seguía un 20% por debajo de 1990 (véase el gráfico).
Ingreso per cápita en Ucrania,
1990-2013
! Todos los años, en comparación
con 1990. Por ejemplo, en 1998 el ingreso per cápita fue de casi un 60% por
debajo de 1990, de -60. En 2013 fue casi un 25% por debajo de, -25. En este
contexto podemos entender las tensiones y los conflictos internos de Ucrania.
Una parte de la oligarquía ve a la Unión Europea como un bloque que ofrece un
futuro económico brillante. Este grupo arrastra consigo al oeste del país, de
habla ucraniana, capitalizando un sentimiento anti-ruso de muchas generaciones.
En el este, los rusófobos constituyen una amplia mayoría y ven a Rusia, donde
el ingreso per cápita en 2013 fue un 20% superior al de 1990, en comparación
con el 20% inferior en Ucrania. La caída de ingresos en el este del país ha sido
aún mayor que la media nacional, debido a la concentración de la industria
pesada anteriormente vinculados a la Unión Soviética en el antiguo bloque
comercial del COMECON.
Sin embargo, a pesar de la
gravedad del sufrimiento económico en Ucrania durante la década de 1990 como
consecuencia de la terapia de choque, los Estados Unidos y sus aliados europeos
tienen previsto repetirla, mediante un programa del Fondo Monetario
Internacional. El Bloomberg View (30 de marzo de 2014) informa que esta terapia
de choque déjà vu promete tener consecuencias aún más nefastas que su
predecesora durante la década de 1990:
"... Rusia ... ha estado
alimentando el este rusófono de Ucrania con una narrativa acerca de cómo una mayor integración con la
Unión Europea va a cerrar sus minas y fábricas, eliminará puestos de trabajo,
aumentará los precios y reducirá sus pensiones. Sin embargo, para poder firmar
el acuerdo con el FMI, el primer ministro interino Arseniy Yatsenyuk tuvo que
informarles a los ucranianos que ese escenario, en parte, se producirá.
Advirtió que la inflación podría subir hasta un 14% este año, mientras la
economía se contrae un 3%”.
"En una situación de este
tipo, la terapia de choque estándar del FMI no es una opción. Las condiciones
de los préstamos del FMI - recorte de las subvenciones para calefacción de los hogares,
por ejemplo - son esenciales, pero el impacto en los ciudadanos comunes debe
ser amortiguado mucho más que lo que gobierno puede permitirse".
Al igual que en la década de
1990, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea presentan al 99% de
los ucranianos un futuro sombrío. Se insta a la población a rechazar la agresión
y proclividades autoritarias de Putin, y aceptar en cambio un programa que
incluso un medio representativo de Wall Street como BV considera que 'no es una
opción´.
El gobierno que aplicará la
terapia de choque versión 2.0 llegó al poder en Ucrania apoyando el derrocamiento
de un presidente elegido constitucionalmente. Hay pocas dudas sobre el alcance
de la corrupción bajo el gobierno del depuesto presidente Viktor Yanukovich.
Pero igualmente esta fuera de toda duda el historial corrupto de los que
aspiran a reemplazarlo.
Un régimen extra-legal en el
poder, oligarcas que respaldan un nuevo programa económico draconiano, un
ingreso per cápita en declive y que inevitablemente disminuirá aún más gracias al
programa económico: no es ninguna sorpresa que los ucranianos en el este del
país miren con nostalgia aunque sin grandes esperanzas a Rusia. Más
sorprendente, es que este segundo programa de terapia de choque encuentre apoyo
en el oeste de Ucrania, lo que trae a la mente el comentario atribuido a Albert
Einstein, de que la “estupidez es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar
resultados diferentes. "
Quienes apoyan la terapia de
choque en Estados Unidos y la UE, es una estupidez con un propósito: imponer su
influencia política en Ucrania. El programa del FMI puede ser el desastre económico
que provoque un desastre aún mayor, la desintegración de Ucrania. Los políticos
de EE.UU. y de la UE y los oligarcas ucranianos puede que consideren este
resultado una solución alternativa a sus objetivos geopolíticos y económicos,
cuando, de hecho, es más probable que sea un desastre humano.
John Weeks es profesor emérito de
la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, y autor del
libro Economics of the 1%: How mainstream economics serves the rich, obscures
reality and distorts policy, Anthem Press (2014). John Weeks es profesor emérito de
la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, y autor del
libro Economics of the 1%: How mainstream economics serves the rich, obscures
reality and distorts policy, Anthem Press (2014)
http://www.opendemocracy.net/od-russia/john-weeks/economics-of-disintegration-in-ukraine
! Ucrania: Desgarrada por el
imperialismo
La anexión rusa de Crimea, y las
crecientes tensiones entre Oriente y Occidente, marcan una era de
intensificación de la competencia entre las potencias imperialistas rivales.
..../... Occidente. Ucrania (que
significa "la frontera") fue el eje central de esta estrategia y el
más importante de los estados tapón con Rusia.
Las tensiones podrían ahora
extenderse. Moldovia y Georgia también quieren firmar acuerdos de asociación
con la UE y son vulnerables a la presión de Rusia a través de su control de los
suministros de energía, importantes mercados en Rusia, y las bases militares en
los enclaves separatistas de Transnistria (Moldavia) y Osetia del Sur y Abjasia
(Georgia). Así, la amenaza económica y potencialmente militar de la guerra se
extiende a través de la región del Cáucaso, e incluso a los estados de Europa
del Este. En Hungría, Rusia está a punto de hacer un préstamo de 13,7 mil
millones de dólares para modernizar la central nuclear de Paks, lo que le
permite jugar un papel importante en el sector energético de Hungría.
Ambas partes desean evitar el
conflicto militar en Ucrania, pero incluso el uso de sanciones económicas
podrían tener graves costes económicos y políticos. La economía europea podría caer
en una nueva recesión si se cortasen los suministros de energía y se recortase
el comercio con Rusia.
Esa es la razón por la que la UE
y EE.UU. están divididos sobre las sanciones económicas. Sin embargo, el
crecimiento económico de Rusia, sobre el que descansa el apoyo a Putin, también
se tambalea. Una disminución repentina de los ingresos petroleros podría
erosionarla. La reciente caída de la bolsa de Moscú y la fuga masiva de
capitales de Rusia son una advertencia.
Sin embargo, si bien hay
limitaciones reales en ambos lados, los dos están obligados a buscar ventaja,
de manera que se podría provocar una mayor confrontación. Mientras Occidente cementa
sus lazos con el nuevo régimen pro-occidental en Kiev y Rusia responde apoyando
y promoviendo la oposición en el Este de Ucrania, el potencial para una
explosión de las tensiones es real. Lo que a su vez podría arrastrar a Rusia y
Occidente a un conflicto más profundo en otras partes de la región.
Cuando Socialist Review fue a
imprenta, el FMI acababa de conceder un crédito de 27 mil millones de dólares a
Ucrania. El gobierno de Kiev anunció inmediatamente un alza del 50 por ciento
de los precios del gas. Esto es sólo el principio. El precio del préstamo es
seguro que será más austeridad y otra caída en los niveles de vida de la gente
común. Es difícil imaginar el impacto en una economía que esta por los suelos.
Ucrania es el único país del
antiguo bloque del Este cuya producción económica se encuentra aún por debajo
de los niveles anteriores a la crisis de 1992. Durante la crisis de 2008 la economía
se contrajo un 15 por ciento y la moneda perdió el 40 por ciento de su valor.
Los niveles de vida ya están muy por debajo de sus vecinos, como Polonia y
Hungría.
Por tanto, el acuerdo con el FMI
sólo puede aumentar el peligro de tensiones explosivas dentro de Ucrania, a
menos que los trabajadores comiencen a unirse superando divisiones étnicas y religiosas
y luchen contra a sus propios oligarcas. Sin embargo, ello exige oponerse frontalmente
tanto a los EE.UU. / UE como a Rusia.
El único elemento común que los
dos bloques imperialistas comparten es su dependencia de los oligarcas de
Ucrania. Ese puñado de capitalistas controlan una proporción mucho mayor de la
economía ucraniana que incluso sus homólogos rusos y son ellos los que en
última instancia determinan la supervivencia de cualquier régimen político en
Kiev.
No tenía por qué ser así. Después
del colapso de la Unión Soviética, los neoconservadores norteamericanos declararon
el amanecer del "nuevo siglo americano". En su arrogancia, se obstinaron
en que los EE.UU. fueran la única superpotencia en la escena mundial y hacer frente
sin grandes problemas a cualquier desafío a su hegemonía desde abajo. En ambos casos
han fracasado.
En primer lugar, los EE.UU. no
pueden ostentar un predominio indiscutido. Ni siquiera puede garantizar con
certeza que sus propios aliados marcharán al paso. En el caso de China y Rusia,
los EE.UU. y la OTAN están descubriendo que la ventaja de poder que tienen
sobre sus rivales parece tener rendimientos decrecientes cuanto más cerca
avanzan hacia su esfera de influencia inmediata.
En segundo lugar, el sueño de los
guerreros de la Guerra Fría de ser capaces de intervenir en todo el mundo a su
antojo, sobre todo en Oriente Medio, se encuentra en ruinas bajo los restos destrozados
de la bandera que ondeaba por encima de George Bush en su discurso televisado a
bordo del USS Abraham Lincoln en 2003 cuando afirmo "Misión Cumplida".
En lugar de un nuevo siglo
americano nos enfrentamos a un mundo de imperialismos rivales, aunque
desiguales, incluso si el más fuerte, los EE.UU., se enfrenta con dificultades
para imponer su propia hegemonía. En este contexto debemos entender la crisis
de Ucrania y la competencia entre las potencias a lo largo de la frontera sur
de Rusia.
Influencia
Es también en este contexto como
debemos entender el resurgimiento de la influencia rusa tras su desaparición
como segunda superpotencia mundial. Después de 1991, las 15 repúblicas de la
antigua Unión Soviética se convirtieron en estados independientes. Rusia luchó
para conservar su influencia sobre lo que se denomina su "exterior
cercano", en el contexto de un colapso económico catastrófico como resultado
de la "terapia de choque" económica neoliberal.
La producción bruta cayó un 57
por ciento en relación a los niveles de 1991. Los jubilados perdieron sus
ahorros de toda la vida en la pira de la hiperinflación, mientras que una capa
de la vieja "nomenklatura" y los nuevos empresarios se enriquecía con
la privatización de las empresas estatales. Millones de trabajadores no
recibieron sus salarios durante meses. Los sistemas de calefacción se
derrumbaron en Siberia; la gente tenía que encender fuegos en sus apartamentos,
ya que tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero. El personal
de ambulancias se vio obligado a pedir el coste de la gasolina antes de acudir
a las llamadas de emergencia.
El colapso afectó profundamente
al complejo industrial-militar y el ejército ruso se convirtió en una
caricatura de sí mismo; mal equipados, sin piezas de repuesto e incluso incapaz
de pagar a sus soldados y reclutas. Rusia volvió a fomentar las divisiones
étnicas y nacionales en su "exterior cercano" con el fin de debilitar
a los estados vecinos y someter por la fuerza a muchos de sus líderes corruptos
a la dependencia de un débil Estado ruso aun.
Así, entre 1990 y 1994 Rusia
alimentó una serie de conflictos civiles y separatistas sangrientos en Georgia,
Ingushetia y entre Armenia y Azerbaiyán. En total, han costado más de 170.000 vidas
y ha creado cerca de 1,5 millones de refugiados. No obstante, los resultados
siguieron siendo inestables y Chechenia siguió siendo un foco de desafío en el
Cáucaso. La imagen de Chechenia como un estado terrorista islamista es una
parodia de la verdad. La capital Grozny era una ciudad industrial grande, el
segundo centro de refinado de petróleo más grande de la antigua Unión
Soviética. Hasta 1991 sus habitantes eran musulmanes por origen, pero en
realidad abrumadóramente seculares en la práctica. Su primer presidente, un ex general
soviético, Dzhokhar Dudaiev, obtuvo el 85 por ciento de los votos en la
elección presidencial de 1991.
Romper con Moscú
En noviembre de 1991 Dudaiev
declaró Chechenia independiente desafíando al Kremlin. Era ir demasiado lejos
para Moscú y el presidente ruso, Boris Yeltsin, envió a la tristemente célebre policía
del Ministerio del Interior. La población la recibió enfurecida. No en vano
había sido la región que había otorgado el mayor índice de votos a Yeltsin en
las elecciones presidenciales de junio. Cientos de miles de personas acudieron
a Grozny de toda Chechenia y Moscú se vio obligada a retirarse.
Chechenia se convirtió en un
estado independiente de facto. En diciembre de 1994 Dudaiev había perdido
popularidad y Chechenia se enfrentaba al aislamiento económico. Yeltsin creyó
confiado que la república rebelde podría ser fácilmente sometida por la fuerza
y lanzó un ataque masivo contra Grozny. Hasta 4.000 proyectiles por hora
cayeron sobre la ciudad, en el más intenso bombardeo de artillería desde la
Segunda Guerra Mundial; ni un solo edificio quedó intacto.
Las tripulaciones de los tanques
rodaron sobre las ruinas, pero en lugar de una rápida y victoriosa ocupación,
se encontraron frente a una oposición que conmocionó al mando del ejército y a
Moscú. La guerra en Chechenia generó una importante oposición dentro de Rusia, con
una gran mayoría a favor de la retirada. Los mineros en huelga llevaban
pancartas como "Yeltsin: Asesino de los chechenos y los mineros".
La victoria en Chechenia fue no
solo un intento de recuperar Chechenia, sino también de reafirmar el dominio
ruso sobre el "extranjero cercano". Sin embargo, dieciocho meses
después del comienzo de la guerra, el general Alexander Lebed negoció la
"paz" en nombre del Kremlin.
La segunda superpotencia del
mundo parecía sufrir su humillación final. La derrota militar en Chechenia
pareció hundir a Rusia en una espiral de caos y desintegración. Meses antes de
las elecciones de junio de 1996, Yeltsin se enfrentaba a una aparente derrota segura
a manos del líder del Partido Comunista, Gennady Ziuganov.
Pero entonces los distintos
oligarcas de Rusia, superando sus rivalidades, formaron una alianza.
Invirtieron ilegalmente hasta 2 mil millones de dólares en la campaña de
reelección de Yeltsin; el Fondo Monetario Internacional concedió un préstamo de
10 mil millones de dólares para el pago de salarios y pensiones pendientes y
los medios de comunicación emprendieron una campaña sin cuartel contra
Ziuganov, llenando portada tras con los crímenes de Stalin.
Yeltsin obtuvo la victoria por un
escaso margen del 3 por ciento. Sin embargo, el rescate de un presidente
enfermo, cada vez más borracho y con un comportamiento más que extraño no
sirvió para resolver la crisis de Rusia. En 1999 Yeltsin decidió no volverse a
presentar a las elecciones y su sucesor designado no era otro que el ex oficial
de la KGB Vladimir Putin.
La imagen popular de Putin puede
ser engañosa. Es un autócrata populista, pero no es independiente ni se sitúa
por encima de la clase dominante de Rusia. En 1999 se alcanzó un creciente
consenso entre la élite rusa, incluyendo a muchos de los más poderosos
oligarcas, de que la anarquía de la privatización tenía que ser regulada, que
había que restablecer la economía, en particular el sector vital de la energía,
que había que re imponer la autoridad del Estado sobre las regiones y
reconstruir el poderío militar de Rusia.
Putin tuvo un gran éxito a la
hora de ganar el apoyo de los sectores clave de la clase dominante rusa.
Utilizó su posición para acabar con aquellos oligarcas que no aceptaron el nuevo
consenso. Sin embargo, creer que Putin tiene "el control" de la
poderosa elite de los negocios de Rusia es un error. Los oligarcas se han
beneficiado más que nunca, bajo su gobierno. Moscú es la actual capital
multimillonaria del mundo, que cuenta con 76 multimillonarios en dólares, en
comparación con los 70 de Nueva York y los 54 de Hong Kong.
Putin llegó a la presidencia en
1999 con el apoyo de los principales medios de comunicación y de los oligarcas
por un margen de solo un 3 por ciento en las urnas unos meses antes. El punto de
inflexión fue una vez más Chechenia. En 1999 Putin lanzó una represalia
sangrienta por la derrota de 1996 que tuvo éxito. Esta vez, se habían aprendido
las lecciones. La operación militar fue cuidadosamente planeada y Putin utilizó
las divisiones dentro de las filas chechenas, apoyando a las fuerzas militares
chechenas leales a Moscú.
El segundo factor clave fue la
escalada mundial de los precios del petróleo y de la energía a partir del 2000,
pasando de 30 dólares a un máximo de 140 dólares por barril. Como el petróleo y
el gas fluyó a través de los gasoductos rusos al "extranjero cercano"
y a Europa, se
dispararon los ingresos tanto
para las arcas estatales como para los oligarcas privados en beneficio mutuo.
Rusia suministra ahora hasta el 40 por ciento de las necesidades energéticas de
algunos estados europeos.
Putin impuso un mayor control del
Estado en el sector de la energía, eliminó a todo oligarca que se pusiera en el
camino; controló los oleoductos que ahora se extienden por toda la región, convirtiéndose
en un instrumento geopolítico y estratégico central en el proyecto de Rusia de reconstruir
su influencia global y su dominación regional.
Desde esta posición de fortaleza
Putin ha reequipado y reestructurado las fuerzas armadas rusas, reduciendo en
gran medida su dependencia de la conscripción. Se puso fin a la elección directa
de los gobernadores regionales - que eran imprevisibles y demasiado a menudo actuaban
a instancias de oligarcas locales - y los gobernadores son nombrados por Moscú,
constituyendo lo que Putin llama a su "poder vertical". OTAN
Es esta combinación la que ha
llevado al resurgimiento de Rusia como poder regional y su capacidad para
ejercer un grado de influencia en el exterior, como en Siria. Esta se caracterizado
sobre todo por la capacidad de Rusia para frenar en 2008 los intentos de la OTAN
para integrar a Georgia en un partenariado. Rusia utilizó la región separatista
de Osetia del Sur para proyectar su potencia militar en la zona. El resultado
fue una victoria significativa para Putin y una derrota para Occidente.
Sin embargo, hay límites para el
resurgimiento del poder regional de Rusia, como la actual crisis en Ucrania ha
puesto de manifiesto y el crecimiento económico de Rusia sufre enormes deficiencias
subyacentes. La crisis de 2008 golpeó la economía rusa duramente y no hay perspectivas
de recuperación a corto plazo. La productividad está cayendo y sólo los
ingresos del petróleo y el gas permiten una apariencia de estabilidad y evitan
un desplome económico.
El nivel de vida medio ha
aumentado significativamente desde la década de 1990, pero oculta una
desigualdad que es una de las más altas del mundo. Si las circunstancias
económicas empeoran y estalla un conflicto grave en el extranjero cercano,
Putin podría perder tanto el apoyo de la élite rusa como su base popular de apoyo
entre los rusos de a pie. Su apoyo se ha erosionado en la medida que el
crecimiento económico se ha debilitado y ha sido un factor clave en las
protestas por las irregularidades de las elecciones de 2011.
En estas circunstancias, el
peligro de un conflicto étnico y nacional, alentado por las potencias imperialistas
rivales aumenta. Tanto Rusia como Occidente se debaten entre su dependencia mutua
de mercados y energía y la necesidad de fortalecer sus propios intereses
económicos rivales y su dominación geopolítica.
Occidente continuará atrayendo a
los estados vecinos de Rusia hacia su órbita con acuerdos de asociación
económica, y en lo posible militares, con la UE y la OTAN. Al igual que en Crimea,
Putin no dudará en explotar el chovinismo gran ruso en los enclaves rusos y
entre las poblaciones rusas en los estados vecinos de Rusia. Este es el mensaje
claro y amenazante de Putin en su reciente discurso tras la amenaza de
sanciones de EE.UU.:
"Millones de personas se
fueron a la cama en un país y despertaron en otros diferentes, convirtiéndose
de la noche al día en minorías étnicas en las antiguas repúblicas de la Unión, mientras
que la nación rusa se convirtió en uno de los grupos étnicos más grandes del
mundo, si no el mayor, dividido por más fronteras".
La única alternativa que tiene la
clase obrera en toda la región es luchar contra sus propios oligarcas y
gobiernos y oponerse sin concesiones a cualquier intervención imperialista, ya
sea del este o del oeste. Si los trabajadores de Ucrania o de cualquier otro
estado buscan apoyo en uno u otro campo imperialista contra el otro, no serán
capaces de transformar los conflictos nacionales y étnicos en un enfrentamiento
contra su propia clase dominante.
"7Ucrania entre
imperialismos. Es vital que los activistas contra la guerra y los socialistas
de toda Europa defiendan también esta posición. Lo que implica dos cosas para
nosotros en Gran Bretaña. Tenemos que resistir los intentos de los gobernantes
occidentales y el FMI de imponer la austeridad en nuestro país o en el
extranjero y oponernos a cualquier expansión militar o amenaza de intervención
en el “exterior cercano” de Rusia.
Sin embargo, dentro de las
fronteras de los estados-nación de Europa del Este y el “exterior cercano” de
Rusia a menudo los trabajadores se encuentran arrastrados por la división impuesta
por las potencias imperialistas. No puede haber ninguna preferencia o defensa,
por mucho que se condicione, de ninguno de los bandos imperialistas contra el
otro.
Rob Ferguson es especialista en
Rusia, activista de Stop the War y articulista del mensual británico Socialist
Review, editado por el SWP.
http://www.socialistreview.org.uk/article.php?articlenumber=12574
! Traducciones para
www.sinpermiso.info: Enrique García
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ENTREVISTA | IGNACIO SOTELO
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Comentarios: 448 | IÑIGO ADURIZ. El politólogo cree que la formación es el resultado de la fragmentación social que ha provocado el capitalismo financiero que analiza en su libro 'España a la salida de la crisis'. Afirma que Pablo Iglesias es "falso como nadie y un dictador nato". Podemos estrecha lazos con Syriza. PUNTADAS SIN HILO.
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