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LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO NECESITA IDEOLOGÍAhttps://mxporteiro.wordpress.com/2015/11/30/lucha-contra-el-cambio-climatico-necesita-ideologia/

Reproduzco a continuación un documento con el que participé como invitada en encuentro “Terra, un planeta mulher”, celebrado en Brasilia en junio de 2012, como preparativo de la conmemoración de la Cumbre de Río de 1992, Río+20. Lo he actualizado, mínimamente, para hacerlo coincidir con la Cumbre de París de 2015.
CONSTRUYENDO LA MATRIA
Abordamos una cuestión ideológica, pero no circunscrita a la convencional confrontación entre izquierdas y derechas. Es una cuestión de Ciudadanía, responsable y participativa: si sólo hablamos de la conservación del medioambiente, renunciaremos a plantear la reivindicación más plena del Ecologismo que está indisolublemente vinculada a la sostenibilidad. Ello supone también plantearnos un cambio de modelo, no sólo la adaptación del actualmente impuesto. Otro modelo de producción, de consumo, de indicadores del bienestar, de la convivencia con las otras formas de vida, pasar de la irresponsabilidad a la corresponsabilidad consciente, dejar de sentirnos “sujetos pasivos” para convertirnos en “ciudadanos activos” que sabemos que el pensamiento ecológico no limita el progreso, pero sí cuestiona los métodos que se han venido empleando impulsados por una ideología que mercantiliza la felicidad y el progreso humano.
Es preciso integrar la ciencia y la sabiduría: en el ámbito científico, también es preciso hacer una reflexión casi desde el punto de partida. Si bien no es posible decodificar ni descartar el racionalismo sin tener un método alternativo -y mejor- que aplicar, también sería un error ignorar o desvalorizar un contacto directo y práctico con la naturaleza como vía legítima de adquirir conocimiento y de buscar la explicación o la raíz de las cosas. Apostemos por un movimiento holístico que sea fundamento de una acción política que asuma, sin ambages y sin complejos, el reto de incorporar todas las sabidurías y todas las miradas a la búsqueda de las soluciones que necesitamos –urgentemente- encontrar y aplicar.
Se necesita una metodología de inclusión: la alternativa necesita del diálogo. Diálogo, entre sexos, entre culturas, entre sistemas científicos, entre visiones religiosas, entre opciones políticas… para encontrar fórmulas de cooperación respetuosas y tolerantes, asumibles por los pueblos originarios de América Latina o por las paisanas de una aldea europea, asiática, africana, hindú…, pero también por la comunidad científica no dependiente de los señores de la guerra y de las mafias del mercado. Hay que atreverse a buscar entre muchas ideas distintas para encontrar ‘la buena idea’: no es tan importante lo que íntimamente creamos, ni debemos preocuparnos tanto por convencer a los demás de que nuestra idea es la única y la mejor (herencia nefasta de las religiones monoteístas, de los regímenes políticos totalitarios, del populismo engañoso…), como de reconocer los intereses y preocupaciones que tenemos en común, de compartir una misma inquietud, tan plural en su expresión como legítima en su origen, para garantizar una buena vida, una auténtica y satisfactoria vida, en el planeta Tierra.
Lo que no es de recibo es el discurso imperante,  desmotivador y pesimista: ¿Para qué perder el tiempo en la autosalvación? Nos animan a lanzarnos al desenfreno inconsciente del consumismo total que nos marcan el Banco Mundial, las Agencias de Calificación, los índices bursátiles, los gobiernos títeres, las iglesias cómplices. Parece que quisieran que nos fuéramos por el desagüe para terminar cuanto antes con la pesadilla del cambio climático, de la polución asesina, de las migraciones masivas en búsqueda de tierras donde todavía haya agua potable, de generaciones de hombres y mujeres lobotomizados y robotizados por los mercaderes del templo.
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La patrimonialización de los recursos naturales, pincipalmente los energéticos, ha llegado a un punto de desfachatez impensable. Manipulan y se hacen dueños de las nuevas tecnologías. Nos lavan el cerebro, ahora, cuando más información podemos tener, cuando mejor podemos saber, cambian el foco de nuestra atención para que dejemos de preocuparnos por la libertad y estemos sólo obsesionados con la seguridad. Para que el miedo sea simultáneamente el Gran Hermano ‘Orwelliano’ y el Soma ‘Husleyano’, y para que el terror a perder nuestra pobre y ruin riqueza del estándar consumista, nos impida actuar para evitar la pérdida de la grande y necesaria riqueza de una vida justa en la Tierra, con otros modos, con otras compensaciones, con un pensamiento post-ilustrado que sea el sumatorio del conocimiento y del sentimiento en una nueva época cuyo nombre tendremos que buscar.
Deberíamos aspirar a un nuevo orden mundial -humano y sostenible- en lo económico, político, social… Tendremos que trabajar por un pacto global entre los países y los pueblos que de pie a una nueva convivencia sobre el planeta, con visión universal, porque sin ello, no habrá sistema político que logre nada por si solo. Los mercados, los mercaderes, ya han diseñado el suyo: sólo económico, sólo mercantilista. Está comprobado que son los mercados quienes deciden cómo y cuando se hunde un gobierno, dónde se debe focalizar la extracción de determinados recursos estratégicos, qué religiones y qué pueblos han de ser puestos de moda para distraer la atención de otros asuntos más espinosos, cómo se debe ensuciar la democracia hasta convertirla en una repugnante parodia de si misma. En ese nuevo orden mundial, humano y sostenible, habrá que desechar lo inservible: ya no sirve el orden político del antiguo régimen. Los países concebidos como territorios definidos por fronteras artificiales no tienen sentido cuando el problema que nos acucia no entiende de límites dibujados en los mapas. La Amazonia está en Brasil, pero no es de Brasil. El acuífero del Paraná ¿a quién pertenece: a Paraguay, a Argentina, a Brasil, a Uruguay?. ¿Quiénes tienen el título de propiedad de los océanos? Y sobre todo ¿quiénes son los responsables de lo que pase con ello?. Los tribunales internacionales ya pueden actuar ante el genocidio y se sabe cómo pueden funcionar y a quién pueden juzgar. Pero ¿quién puede juzgar un ecocidio?
¿Cómo conseguirlo? Es preciso movilizar con propuestas revolucionarias para lograr un cambio evolutivo. Para ello hay que romper el aturdimiento imperante y prepararnos para una positiva e incruenta revolución basada en principios ecologistas y humanistas. ¿Para qué seguir buscando argumentos originales si los vemos todos los días en los periódicos o en los programas informativos?. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oir. Ni ciego más irrecuperable que quien se pone una venda en los ojos. Hemos desarrollado un extraño instinto suicida asumiendo barbaridades que queremos considerar inamovibles. Estamos embrutecidos. El ‘statu quo’ favorece y consolida la barbarie y la injusticia. Arranca de raíz cualquier propuesta mínimante transformadora, ya no digamos revolucionaria, porque puede aspirar a cambiar el mundo tal y como lo conocemos. El poder combate el impulso humanista y radical de quienes lucharon por la abolición de la esclavitud, de la lucha contra el apartheid, del combate a las mafias de trata y tráfico de mujeres y niños, de la reivindicación de los derechos humanos, de la persecución de los criminales de guerra… porque estos grandes movimientos sociales tienen el aliento y el alcance necesarios para saber que hacen lo que corresponde hacer. Una legitimidad moral que se puede imponer ante la estulticia y la iniquidad.
Reconozcamos la gravedad de la situación: estamos ante una nueva e inédita forma de guerra. Nos vemos obligados a luchar contra una fuerza destructiva que asalta por tierra, mar o aire, cuando menos se le espera. Y las víctimas son incontables. Pero también lo son los causantes: una de las razones de la proliferación de incendios forestales es la especulación urbanística. Destruir paisajes singulares y espacios protegidos ha permitido justificar una nueva ordenación del territorio y autorizar edificaciones que generaron inmensas ganancias. El ladrillo también puede tener un fin criminal. Quién lo iba a imaginar. El petróleo derramado en nuestros mares, también responde a un interés económico, porque alguien permite que sigan navegando y transportando materiales altamente contaminantes por corredores marítimos tan frecuentados, como el del Cantábrico/Atlántico, viejos buques ya descatalogados y destinados al desgüace pero todavía activos por el interés y el lucro de sus beneficios conseguidos a cambio de poca o ninguna inversión en su mantenimiento. Las pruebas nucleares en las islas del Pacífico, propiciadas por potencias extranjeras europeas y norteamericanas, están dañando irremediablemente uno de los pocos macro espacios ecológicos del planeta, pero ninguna autoridad mundial les pone freno. Francia en Mururoa, por ejemplo, es devastadora.
Los temas que figuran en las agendas gubernamentales tienen que ser cambiados. En la agenda de esta nueva tierra deben figurar también, y no como cuestión menor, la equidad de género, la soberanía alimentaria, la erradicación de la violencia en todas sus formas, la alfabetización digital, el modelo de uso poblacional del territorio, la situación de las poblaciones campesinas, la educación en valores desde la cultura de paz, la reorientación de la investigación científica para una agricultura sostenible y saludable, convertir los residuos en elementos útiles en el camino que se abre en una nueva cultura del consumo…
Siguiendo al honorable Mandela: si somos capitanas de nuestras almas, todas juntas podrán retomar el rumbo de esta nave a la deriva.
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Hagamos de la Tierra una Matria para toda la Humanidad, donde todas nuestras patrias particulares tengan sitio y tengan futuro. Las patrias de nuestros pueblos. Las patrias de nuestros ideales. Todas reunidas en la Matria de una tierra viva donde valga la pena vivir. Parece fácil decirlo y difícil hacerlo. Pero esa es la verdad. Como europea no me prestaré al falso debate sobre la hipocresía de estas declaraciones por venir de pueblos que se sirvieron del expolio de otros para ganar una buena vida. Nacer en uno u otro lugar del planeta no es nuestra elección. Ocuparnos de su futuro sí. Es más: es nuestro compromiso moral, irrenunciable y legítimo.
París puede quedarse en una nueva representación teatral o dar pie a una auténtica reflexión conjunta. Cada vez somos más las personas que compartimos una enorme preocupación y responsabilidad ante lo que vemos, sabemos y conocemos, estamos dispuestos a impulsar y demandar acciones de gobierno que frenarán los intereses lobísticos de los deforestadores, de los petrodólares, de los usurpadores de las costas… Y esa responsabilidad es ahora más contundente porque la cuenta atrás hacia el abismo parece haber comenzado ya. Tenemos que hacer frente a la corrupción, a los patronos y a los dominadores, a los depredadores, a los que abusan sin límite y sin conciencia. La nueva ciudadanía del mundo nuevo representa hoy la esperanza de que el futuro aún es posible para la Humanidad. La Cumbre del clima de Río en 1992 fue el comienzo y el altavoz de un nuevo discurso y una propuesta de acción de vanguardia cuyos objetivos están lejos de ser alcanzados. Apostemos porque un nuevo rumbo y un impulso eficaz y decidido para frenar el cambio climático y construir una nueva sociedad.
La Historia de la Humanidad está plagada de utopías cumplidas, pese a lo que el pensamiento neocom y ultra liberal, quieren hacernos creer.
Empezar de nuevo, en la situación actual, puede significar renacer: hemos vuelto al punto de partida para re inventarnos como habitantes del planeta Tierra. Para ser parte de una patria común con alma, aliento, mirada, sensibilidad e inteligencia, incluyente y participada por todas las personas, de todos los territorios, de todas las etnias, de todas las culturas, de todas las edades. Para crear incluso nuevas palabras que nos definan mejor y donde nos sintamos incluidos, concernidos.
De la patria local a la matria total. La Tierra será una Matria o no será. Es el momento de agruparnos todos. Esta podría ser la lucha final. Una estrofa de la Internacional decía algo así: “el día que el triunfo alcancemos , ni esclavos ni hambrientos habrá, la tierra sera el paraíso de toda la humanidad”
María Xosé Porteiro.
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