domingo, 2 de mayo de 2021

¡¡ """ ,... ESTÁ LAS IZQUIERDAS VARIADAS,....LLENAS DE FASCISMO NACIONAL PATRIÓTICOS CONTRA LA HUMANA HUMANIDAD PROLESTS-MULTIPOP

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A.- ) : Fascismo y antifascismo (y II). El antifascismo / Alejandro Andreassi Cieri | Sociología crítica (wordpress.com)

 Sociología crítica

Fascismo y antifascismo (y II). El antifascismo / Alejandro Andreassi Cieri

Posted on 2021/05/02

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Alejandro Andreassi Cieri Fuente: Conversación sobre la historia
Profesor jubilado del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona
El antifascismo

El aspecto clave que se deriva del desarrollo de la lucha contra el fascismo es la recuperación por parte de las izquierdas y el movimiento antifascista de una articulación dialéctica entre democracia y transformación de la sociedad. La primera es considerada un factor fundamental para la superación del capitalismo y la segunda la condición clave en la profundización de la democracia y en la realización de la igualdad no sólo jurídica sino social. Esta concepción va a ser el resultado de un proceso prolongado de praxis y reflexión en las filas del movimiento antifascista, que exigió hacer un análisis adecuado de sus características. El antifascismo se diferenciaba de los partidos conservadores tradicionales por la capacidad de constituirse en movimientos de masas y por la capacidad de violencia, de militarización de la acción política a través de sus bandas armadas, que no solo eran toleradas sino también apoyadas directamente por las instituciones estatales. 

Rothfront, saludo del Roter Frontkämpferbund (milicias comunistas alemanas del KPD, fundadas en 1924)

Si se habla de movimiento antifascista sin matices se corre el riesgo de transmitir una imagen de unidad desde el principio que no fue tal. El mundo comunista y el socialdemócrata no actuaron conjuntamente durante la década de 1920, y llegaron no sin dificultades a acuerdos de unidad hasta mediados los años treinta. En ese sentido podemos encontrar diversas consideraciones sobre la naturaleza del fascismo, que muestran las dificultades iniciales para entender sus características y su significado político y social, así como las diferencias ideológicas y conflictos en el seno del movimiento obrero europeo, que modulaban dichas interpretaciones. Si bien todos coincidían en destacar la amenaza que representaba para los movimientos emancipatorios, así como para la libertad y los derechos humanos, en general. Podríamos agrupar los primeros diagnósticos sobre el fascismo, de los cuales derivaran respuestas políticas diferentes en dos grandes grupos: En primer lugar, la consideración del fascismo como un instrumento de la fracción más concentrada, agresiva  y poderosa del capitalismo, donde la novedad que representa respecto a otros movimientos contrarrevolucionarios es la extrema violencia y su constitución en movimientos de masas y, en segundo lugar, la definición como un fenómeno claramente contrarrevolucionario, considerado más que una “guardia blanca” al servicio del capital, capaz de penetrar incluso en sectores de la clase obrera y que conservaba cierta autonomía respecto de las clases dominantes aunque acabara coincidiendo con sus intereses.

1932: Karl-Liebknecht-Haus en la Bülowplatz de Berlin con el emblema de Antifaschistischen Aktion (foto: Bundesarchiv B 145 Bild P046279)

Estos diagnósticos no dependían solamente de las orientaciones ideológicas de las organizaciones obreras sino del contexto en que se producían los mismos, por lo tanto, pueden observarse en un mismo autor o en un mismo movimiento diferentes definiciones del fascismo dependiendo de su evolución, así como de la situación de la lucha de clases y de la coyuntura que atravesaba el capitalismo. Por ejemplo, al primer bloque correspondería la definición propuesta por Dimitrov en el VII congreso de la Komintern para impulsar la constitución de los frentes populares; pero también la de Harold Laski, perteneciente al ala izquierda del laborismo.[1]  En cambio, al segundo bloque corresponderían los puntos de vista de un austro-marxista, como Otto Bauer, o los de un miembro de la considerada “ala derecha” del KPD, August Thalheimer.[2]

La designación de Benito Mussolini como primer ministro el 28 de octubre de 1922, luego de la Marcha sobre Roma, había transformado al fascismo de amenaza potencial en terrible realidad.   Zinoviev, en el IV Congreso de la Komintern en diciembre de 1922, declaró que el fascismo era la forma en que se manifestaba la ofensiva política que la burguesía emprendía en el ámbito de la economía contra la clase obrera. Lo definía como una guardia blanca que intentaba ganar el apoyo de las clases medias urbanas y rurales y de algunos sectores obreros decepcionados por los fracasos de la democracia liberal. Con él coincidiría Clara Zetkin, que entendía el fascismo como un fenómeno típico del capitalismo en crisis, que expresaba el recurso a la violencia de las clases dominantes frente al fracaso del Estado burgués tradicional para defender sus intereses, en el pleno del Comité́ Ejecutivo de la Komintern celebrado el 23 de junio de 1923. Zinoviev destacaba su carácter de movimiento de masas gracias a la atracción que ejercía principalmente sobre la pequeña burguesía, ante la que se presentaba como el movimiento que pretendía redimir los padecimientos de ese sector social, que se consideraba amenazado por la proletarización. También señalaba que el ascenso del fascismo era consecuencia del fracaso del movimiento obrero para resolver a favor de la clase obrera y los demás sectores populares la crisis capitalista, produciendo así la frustración y desafección de incluso sectores medios que habían confiado en las fuerzas socialistas para mejorar su situación, los que así eran empujados a creer en la demagogia anticapitalista de los fascistas.[3] En ese congreso de la Komintern se había consagrado el Frente Único como táctica para afrontar en general la contraofensiva capitalista. Esta contraofensiva se verificaba una vez concluida la oleada revolucionaria que había sacudido a Europa en los momentos iniciales de la postguerra y, por lo tanto, también se proponía esta táctica como método adecuado para enfrentar al fascismo.[4]

Cuarto congreso de la Komintern, 1922 (foto: ciml.250x.com)

La táctica del Frente Único, propuesta inicialmente en 1921 por el KPD, consistía en que los partidos comunistas impulsaran amplias coaliciones con otras organizaciones del movimiento obrero, incluso las socialdemócratas consideradas como “reformistas”, tanto a nivel político como sindical. Su objetivo era el de alcanzar reivindicaciones inmediatas, tanto económicas como políticas, que revirtieran las penurias sufridas por las clases populares durante la guerra y la inmediata postguerra, ante la comprobación del agotamiento de la oleada revolucionaria que siguió al final de la Gran Guerra y la concomitante estabilización del capitalismo europeo e internacional. En Alemania tenía como objetivo específico enfrentar a los grupos armados de la extrema derecha, táctica que también se consideraba apropiada para enfrentar al squadrismo fascista en Italia.[5] La defensa de Parma contra el ataque fascista en agosto de 1922 seria un ejemplo de esta confluencia entre fuerzas obreras.

Barricadas levantadas en Parma durante la defensa de los barrios obreros de la ciudad contra las escuadras fascistas, agosto de 1922 (imagen: senzasoste.it)

También Arthur Rosenberg señalaba en 1934, que el carácter de movimiento de masas del fascismo y la utilización de grupos paramilitares violentos para destruir la democracia y las organizaciones de izquierda eran los aspectos que los diferenciaban de los movimientos de la derecha burguesa radical decimonónicos, de los que por otra parte eran ideológicamente sus continuadores. En cambio, este autor no ponía el énfasis en la presencia mayoritariamente pequeño burguesa de sus adherentes, sino que destacaba la capacidad del fascismo de atraer a sectores de las clases asalariadas. Sin embargo, reconocía que la clase obrera industrial propiamente dicha se había mantenido inmune a la atracción fascista conservando su fidelidad a las organizaciones de izquierdas hasta el final.[6]

Pero la convicción de que el fascismo representaba una amenaza letal para la civilización y para los derechos y libertades que se habían conquistado desde 1789, se reforzó con la llegada de los nazis al poder en Alemania y el inicio del rearme alemán, la destrucción del movimiento obrero austriaco en 1934, el expansionismo colonial de la Italia mussoliniana, los incidentes del Extremo Oriente protagonizados por el militarismo japonés y la fuerte ofensiva de las derechas contra la República española. Se constituyó en una amenaza como jamás antes había sido percibida por el movimiento obrero y otros movimientos emancipatorios -incluso frente a la dureza del zarismo y la severidad de la Santa Alianza o el autoritarismo de los imperios alemán y austrohúngaro- e impulsó la unidad entre la socialdemocracia y el movimiento comunista. Esta unidad que tan difícil había resultado hasta 1933, era considerada en ese momento como una necesidad para la supervivencia de las izquierdas y el movimiento obrero.

Mitin antifascista en Viena, 1932 (foto: ciml.250x.com)

La exigencia de unidad va a surgir desde diversas iniciativas, tanto desde la vertiente comunista como desde la socialista. Las más decisivas serán las que se produzcan primero en Francia con la respuesta comunista y socialista ante la asonada protagonizada por la extrema derecha en febrero de 1934 y el pacto de unidad entre el partido socialista (SFIO) y el partido comunista francés (PCF) del 27 de julio del mismo año y, a nivel general, en el VII Congreso de la Komintern, celebrado en Moscú (25/7-20/8-1935) con la consagración del frente-populismo. En este congreso se recuperó la fórmula del frente único aprobada en 1922, a la que se le sumaron dos propuestas: la unificación de los sindicatos y de los partidos comunista y socialista en un “partido único del proletariado” y la de unidad interclasista, en la cual se incluían a las clases medias como parte de la base social de los frentes populares.[7]

VII Congreso de la Comintern. De izquierda a derecha, sentados: Georgi Dimitrov, Palmiro Togliatti, Wilhelm Florin, Duong Van Minh; de pie: Otto Kuusinen, Klement Gottvald, V Pik, Dmitry Manuilsky (foto: marxism.halkcephesi.net)

Paradójicamente la concepción del fascismo que iba a presidir la unidad antifascista era aquella que lo reducía a un instrumento en manos de la sección más concentrada y agresiva del capital, tal como fue definida en el VII Congreso. Esa definición devaluaba su carácter de movimiento de masas, las complejas articulaciones que el fascismo mantenía con el bloque social dominante y el papel de las clases medias y de los trabajadores asalariados no industriales, además de la importancia del componente racista, tal como lo habían definido e interpelado con mayor sutileza pensadores y militantes tanto comunistas como socialdemócratas, como Clara Zetkin, Arthur Rosenberg, Palmiro Togliatti, Otto Bauer o Antonio Gramsci.[8] Todos ellos coincidían en señalar, si bien con diversos matices, que los fascismos:

  • Aseguraban a los empresarios la recuperación total de su poder en la empresa, cuestionado por los avances obreros en Alemania (consejismo y legislación republicana) e Italia (consejismo, sindicalismo y movimientos campesinos campesinos).
  • Observaban que la clase capitalista reconocía el liderazgo político de los fascistas, ya que ese liderazgo se presentaba como garantía del cumplimiento de los objetivos de los que resultaba principalmente beneficiado el gran capital. Ello no excluía que grandes patronos industriales compartieran la ideología fascista (Antonio Benni, Alberto Pirelli, Giovanni Agnelli, Gustav y Alfried Krupp, Fritz Thyssen, Emil Kirdorf, Georg von Schnitzler (Farben), August von Finck Sr. (Allianz)).
  • Garantizaban mediante el expansionismo imperialista y militarista enormes beneficios al capital alemán e italiano, ya sea mediante la conquista de nuevos mercados, la explotación de las regiones conquistadas y la esclavización de las poblaciones sometidas por esas conquistas.
  • Constituían partidos capaces de organizar y encuadrar a las masas en estructuras controladas y subordinadas, a diferencia de los partidos tradicionales de derechas que eran grupos de elite que representaban directamente a grupos de interés (industriales, agrarios, etc.).

Sin embargo, la paradoja sólo es válida ex post, cuando la definición del fascismo que elaboró la Komintern fue cuestionada como demasiado burda por la historiografía y la teoría política posterior, especialmente de la segunda postguerra, porque consideraba al fascismo como un mero instrumento del gran capital.

Para los antifascistas de los años treinta, la definición de la Komintern tenía seguramente una gran capacidad heurística al definir de forma simplificada donde se hallaba el poder económico al que el fascismo podía favorecer con su militarismo y sus pretensiones imperialistas: el bloque del capital que por su carácter concentrado y dominante entraba en contradicción con otros sectores de la burguesía y especialmente de las clases medias, lo que abría la posibilidad de una amplia alianza social y política como factor decisivo para lograr frenar el avance. De acuerdo a la definición, era lícito considerar que dentro de la alianza antifascista cabía un sector de la burguesía desplazado por la alianza fascista con el gran capital. En realidad, la hipótesis Komintern adquirió mayor credibilidad a medida que la agresividad del fascismo, tanto alemán como italiano, se iba proyectando sobre la política europea y mundial. El rearme alemán que beneficiaba a la gran industria germana, la violación de las cláusulas del tratado de Versalles que lo vetaban, la remilitarización de Renania, la invasión de Etiopía y la ocupación de Albania por Italia, y las operaciones del imperio japonés en China, la intervención de las dos potencias fascistas al lado de los militares sublevados contra la Segunda República Española, la anexión de Austria y el mismo año la destrucción de Checoslovaquia no hacían más que confirmar que el fascismo en el poder significaba “la dictadura terrorista descarada de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”[9], tal como rezaba la definición consagrada en el VII Congreso de la Komintern de 1935.

VII congreso de la Internacional Comunista (imagen: marxism.halkcephesi.net)

Esta definición que reducía el fascismo a un mero instrumento del capital, se reforzaba además con las declaraciones favorables al fascismo de personalidades pertenecientes al ámbito conservador antimarxista. Winston Churchill se referirá́ a Mussolini en los siguientes términos en su discurso ante la Liga Antisocialista británica, el 18 de febrero de 1933:

“El genio romano personificado por Mussolini, el más grande legislador vivo, ha demostrado a muchas naciones cómo se puede resistir al avance del socialismo y ha señalado el camino que puede seguir una nación cuando es dirigida valerosamente. Con el régimen fascista, Mussolini ha establecido un centro de orientación por el que no deben dudar en dejarse guiar los países que están comprometidos en la lucha cuerpo a cuerpo con el socialismo”.[10]

Ludwig von Mises, pope del liberalismo económico,

“… veía en el squadrismo mussoliniano un «un remedio momentáneo dada la situación de emergencia» y adecuado al objetivo de salvar la «civilización europea»: «El mérito de tal modo adquirido por el fascismo vivirá́ eterno en la historia»”.[11]

Manifestación del Frente Popular en París, 14 fr julio de 1936. De izquierda a derecha, Thérèse Blum, Léon Blum, Maurice Thorez, Roger Salengro, Maurice Viollette y Pierre Cot (imagen: wikimedia commons)

A pesar de la novedad del planteamiento, la propuesta frentepopulista no surge ex nihilo, sino que reconoce un antecedente que es reconocido en el VII Congreso, y es la propuesta del Frente Único.[12] En 1935 se consideraba al Frente Único como el fundamento del Frente Popular, con dos objetivos muy bien definidos: defender a la clase obrera de los efectos devastadores de la crisis e impedir de este modo la penetración del fascismo en los medios obreros y, al mismo tiempo, agrupar a sectores sociales, como a las clases medias y a los partidos burgueses, dispuestos a enfrentar al fascismo para aumentar la capacidad de respuesta popular. Una consecuencia directa de la lucha antifascista encarada por el frentepopulismo fue la recuperación de la naturaleza esencialmente democrática de los procesos emancipatorios, en la mejor tradición revolucionaria desde 1792 hasta 1917, pasando por 1871. En ese sentido cobraban todo su significado las palabras de Palmiro Togliatti en el V Congreso del PCI en 1945, cuando haciendo balance de la lucha antifascista decía:

“Somos demócratas no sólo en tanto antifascistas sino como socialistas y comunistas. No hay contradicción entre democracia y socialismo”.[13]

Togliatti interviene en el V Congreso del PCI (1945)(imagen: Fondazione Gramsci)
El antifascismo como propuesta no sólo de resistencia sino de transformación social: El proyecto político y social de la Resistencia antifascista

Los defensores de la República española y los movimientos de resistencia al nazismo surgidos en los países ocupados transformaron la propuesta defensiva del Frente Popular en una propuesta propositiva. En ella señalaron claramente no sólo las alianzas de clase necesarias para la acumulación de fuerzas para derrotar a la maquinaria fascista sino la delimitación clara de donde se hallaban los poderes económicos y sociales que habían permitido, impulsado y beneficiado del ascenso de fascismo, y que era necesario desarbolar.

La lucha que emprendió́ la Resistencia no buscaba la vuelta a la situación anterior a septiembre de 1939. Su objetivo era el de la derrota del fascismo no sólo mediante la expulsión de los ejércitos nazis ocupantes, sino también mediante la supresión de las condiciones políticas y sociales que ha juicio de los resistentes habían favorecido el surgimiento de regímenes fascistas o colaboracionistas, mediante la instauración de una democracia avanzada con un profundo contenido de justicia social. Para los movimientos de resistencia era evidente que había que reducir el poder de las elites políticas y sociales de la preguerra, que habían sido en muchos casos colaboracionistas con el ocupante y habían proporcionado los cuadros de los gobiernos títeres y contribuido a la producción de material de guerra nazi. El inmenso esfuerzo de la lucha resistente así́ como los mayores padecimientos sufridos por las clases populares durante la guerra exigían un nuevo proyecto político y social, más equitativo y democrático.[14] Consideraban que era la forma adecuada para impedir en el futuro la reedición de la barbarie fascista. En ese sentido el papel de los comunistas fue esencial, no sólo al dotar al movimiento de resistencia de su eficacia organizativa y la entrega y la abnegación de sus militantes, sino también en la definición de esos objetivos de reconstrucción después de la victoria sobre el fascismo, que conformó lo que en la posguerra se denominaría como “el espíritu de la resistencia”. Es por estas razones que la vinculación entre lucha antifascista y radicalismo social y político fue una condición necesaria para su materialización, ya que ambas se apoyaban y posibilitaban mutuamente.

Miembros de la resistencia comunista -Francs-tireurs et partisans – Main d’œuvre immigré (FTP-MOI)- conocidos como el grupo Manouchian, a punto de ser fusilados por los nazis en Mont-Valérien, 21 de febrero de 1941 (imagen: matthieulepine.wordpress.com)

A pesar de que la resistencia fue un fenómeno general en los países ocupados, en cada uno de ellos adquirió́ obviamente características singulares vinculadas a la especificidad de cada escenario nacional. Sin embargo, es posible establecer una perspectiva general y afirmar, aunque parezca paradójico, que fue la propia experiencia de la resistencia y la lucha partisana la que modeló muchas de las pautas para diseñar los programas de reconstrucción nacional posteriores a la victoria, con las exigencias de cambios estructurales que eran consideradas imprescindibles para que los resultados de la lucha antifascista fueran duraderos. La lucha antifascista clandestina significó  -por las profundas convicciones éticas y morales comprometidas con ella y por su negación radical de la tiranía- una expresión de autonomía critica en cada uno de sus miembros. Mientras que, por el gran número de participantes, en proporción al riesgo elevadísimo que implicaba esa participación, era la expresión de un movimiento de profundo compromiso y contenido democrático.

Huelga general en Amsterdam contra la ocupación nazi, febrero de 1941 (foto: Zinn Education Project)

Podría considerarse a la Resistencia como una nueva forma de polis, la única posible en la noche tenebrosa del fascismo. Las actividades de resistencia en las que se vieron implicados comunistas, socialistas, anarquistas y antifascistas en general, no fueron solamente de carácter armado, sino también movilizaciones pacificas de masas. Ahí están los ejemplos, entre otros, de las huelgas de marzo de 1943 en Turín, anteriores a la caída de Mussolini, o la huelga general realizada en Holanda, iniciada a iniciativa de los obreros ferroviarios para impedir la deportación de los judíos de Ámsterdam, que comenzó́ el 25 de febrero de 1941, tres días después de la primeras redadas hechas por los nazis, y que rápidamente se transformó en una huelga general en la ciudad.[15] La lucha contra la ocupación nazi exigió́ una amplia alianza entre las fuerzas políticas, que imponía de hecho la restauración del proyecto de los frentes populares. La experiencia de muchos de los cuadros de la resistencia en la Guerra Civil española reforzó́ este enfoque, ya que esa había sido su primera gran experiencia de enfrentamiento armado con el fascismo bajo las condiciones de un amplio frente político. Esa política señalaba la importancia que tenía incluso la antes denostada “democracia burguesa” para detener al fascismo, reivindicando como objetivo la plena vigencia de las instituciones democráticas.

Partisanos en la liberación de Venecia, abril de 1945 (imagen de autor desconocido publicada en Storia d’Italia, vol. 8, DeAgostini 1979)

El fascismo había llegado al poder con el apoyo de intereses y estructuras económicas y sociales que negaban la democracia, la reivindicación de esta y la modificación radical de aquellas, especialmente las que representaban a los grupos económicos más poderosos, eran condiciones esenciales para evitar la repetición de la barbarie. Éste sería uno de los más importantes legados de la Resistencia antifascista: la vinculación indisoluble entre democracia y transformación social radical, ya que ambas eran negaciones recíprocamente necesarias del fascismo. Un ejemplo de ello fue el programa elaborado en 1944 por el Consejo nacional de la Resistencia francesa en el que se enumeraban las reformas que debían emprenderse luego de la liberación de Francia, entre las que se contaban: la nacionalización de los grandes medios de producción, la producción de energía, las riquezas del subsuelo y la banca; el salario mínimo y los plenos derechos sindicales, el control obrero de la producción, la seguridad social universal, la igualdad absoluta de los ciudadanos frente a la ley y la independencia de la prensa respecto del Estado y los poderes económicos; principios que fueron recogidos en el preámbulo de la constitución aprobada en 1946.[16] Así́ mismo, la constitución italiana de 1948 enunciaba en su artículo 3º que debían suprimirse “…los obstáculos económicos y sociales que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la participación efectiva de todos los trabajadores en la organización política, económica y social del país”, con el cual se introducían formulaciones que no son ajenas a las actuales teorías republicanas con fundamento socialista.[17]

Por lo tanto, la nueva imagen política que surge de la lucha antifascista no es como algunos autores afirman, una negación de la identidad de clase y de las referencias al socialismo para asumir una identidad nacional representada por una lucha contra el invasor ocupante (aunque en el caso de Italia se tratara de una dictadura fascista propia), sino que, por el contrario, asume que la línea de clivaje social y política que define a las clases pasa por el meridiano del antifascismo. La contradicción básica burguesía-proletariado, fue reemplazada por fascismo-antifascismo. Pero esta antinomia, traducida a las categorías sociales y políticas, quería significar grandes propietarios y capitalistas beneficiarios y promotores del fascismo y representantes políticos del fascismo enfrentados a todas las clases que fueron en un sentido u otro oprimidas o subyugadas por el fascismo: clase obrera industrial y agraria, pequeño campesinado, intelectuales y profesionales. Es decir, la traducción sociológica de los frentes populares de la segunda mitad de los años treinta.

Francia: el Consejo Nacional de la Resistencia, constituido en 1943 bajo la presidencia de Jean Moulin e integrado por Libération-nord et sud, Combat, Franc-tireur, OCM, Front national, PCF, SFIO, Parti radical-socialiste, Parti démocrate Populaire, Fédération républicaine, Alliance démocratique, CGT y CFTC (imagen: fondationresistance.org)

La Resistencia permitió́ a los partidos comunistas, y también a los socialistas, romper el “límite histórico de clase” que les había impedido, incluso antes de la Primera Guerra Mundial, atraer a otros sectores sociales que se habían mostrado indiferentes u hostiles a sus propuestas. Además, ese avance en prestigio de comunistas y socialistas entre otros sectores sociales no obreros cumplía con una de las premisas principales para evitar la reedición del fascismo, ya que precisamente habían sido aquellos sectores pertenecientes a la pequeña y mediana burguesía los que habían constituido la base social atraída mayoritariamente por los movimientos fascistas. Estas palabras de Palmiro Togliatti en 1944 reflejan este nuevo enfoque sobre las derivaciones políticas y sociales de la nueva contradicción social puesta en relieve por la lucha antifascista:

“¿Qué queremos decir nosotros marxistas cuando hablamos de la nación? Hablamos de la clase obrera, del campesinado, de la masa de intelectuales, de las masas de trabajadores no sólo manuales sino intelectuales […] Sólo excluimos de la comunidad nacional aquellos grupos egoístas, esas clases propietarias reaccionarias políticamente incapaces –y lo han demostrado en Italia y en el conjunto de Europa – de elevarse por encima de sus mezquinos intereses, y en cambio los han colocado por encima de los intereses generales del pueblo de su país”.[18]

En términos historiográficos y políticos la Resistencia fue la lucha simultánea por la derrota militar del fascismo y la liberación nacional de los países sometidos y la lucha cultural y política, no sólo por la recuperación de las libertades conculcadas por la tiranía nazi, sino por la construcción de un tipo de democracia avanzada y radical que uniera libertad y justicia social, que contuviera en sí un programa avanzado de conquistas sociales.[19] Su tensión participativa, que auguraba una democracia radical, más profunda que las conocidas en la preguerra, aunque alejada del modelo soviético clásico, quedó frustrada hacia 1947 cuando acabó el proceso de desmantelamiento de los organismos de autoorganización popular, los comités antifascistas, originados en el curso de la lucha resistente que constituían el embrión de esa participación. Algunos autores, como Geoff Eley, los equiparan a los consejos obreros de 1917-21. Un desmantelamiento impuesto por el rechazo rotundo de las clases dominantes y de las instituciones restauradas, con la aquiescencia de la izquierda moderada.[20] El siguiente escenario que se abría era ya la segunda Guerra Fría.

Celebración de la victoria republicana en el referéndum institucional del 2 de junio de 1946 (foto: Federico Patellani)
Fascismo y antifascismo en la actualidad

El crecimiento de organizaciones y partidos de extrema derecha en Europa, en América y Asia, así como la llegada al poder de dirigentes que comparten dicha ideología como Trump en EE.UU, Bolsonaro en Brasil, Salvini en Italia, Modi en la India, o el crecimiento electoral del Front National (ahora Rassemblement national) en Francia, la Alternative für Deutschland en Alemania o Vox en España han provocado un alud de análisis que intentan definir los contornos, las continuidades y diferencias con los fascismos históricos.

Si buscamos exactas coincidencias en contenido y forma, serán difíciles de reconocer. No se trata de una repetición de los movimientos y regímenes fascistas de la Europa de entreguerras. Más que buscar esas coincidencias habría que dirigir la atención a los elementos esenciales que definen la ideología y la política de los dirigentes de las organizaciones actuales, así como las condiciones de su surgimiento, para ver en qué grado son comparables con aquellos. Estos gobiernos y organizaciones, denominados con frecuencia como neofascistas o postfascistas,[21]  comparten entre sí un nacionalismo radical excluyente que se expresa como xenofobia y racismo. Esto último señala explícita o tácitamente una perspectiva no igualitaria, la convicción de que los pueblos no poseen la misma calidad y por lo tanto la negación de la igualdad de la especie humana. La xenofobia y el racismo se expresan en su rechazo a la inmigración, especialmente si procede de países pobres y subdesarrollados, así como un anti-islamismo que ha sustituido en gran parte al antisemitismo propio de los fascismos de los años treinta del siglo pasado, aunque en grupos neonazis minoritarios se mantengan posturas antisemitas. En todo caso es un racismo que es también expresión de aporofobia. Otro componente es la pulsión autoritaria que se manifiesta tanto en los gobernantes como en las organizaciones políticas con apelaciones a las masas y presentándose como “víctimas del sistema”, cuando los recursos del Estado de derecho intentan frenar abusos de poder. Es el caso de las decisiones judiciales que han frenado, al menos momentáneamente, las medidas más racistas de la Administración Trump respecto a la inmigración. Si bien las dictaduras militares que asolaron América Latina en las décadas de 1970 y 1980 recibieron el apoyo de grupos de extrema derecha durante los golpes de Estado y, a partir de la instauración dictatorial, participaron en tareas represivas, los movimientos de extrema derecha actuales se mantienen, por el momento, en los marcos del sistema parlamentario. 

Bolsonaro, junto al primer ministro indio, Narendra Modi, durante una visita oficial a Nueva Deli en enero de 2020 [foto: Alan Santos, PR]

En cuanto a las políticas económicas defendidas por la extrema derecha europea y por los gobiernos de esa orientación se caracterizan por defender el proyecto neoliberal y no existen, por el momento, intentos de intervención estatal en la actividad económica. En realidad, el mayor o menor estatismo ejercido por las dictaduras fascistas de los años treinta no fue una característica exclusiva de las mismas, ya que se recurrió a la intervención estatal en mayor o menor grado en Occidente para superar la gran depresión iniciada en 1929, una vez comprobada la ineficacia de las medidas procíclicas propias del liberalismo ortodoxo usadas en el período previo. Un ejemplo de las cuales es la regulación estatal democrática de la economía del New Deal aplicado por la Administración Roosevelt en los años treinta. En este ámbito, cabe también recordar que el régimen mussoliniano observó una política económica ortodoxamente liberal en sus inicios, cuando su ministro de economía era ministro de Finanzas era Alberto de Stefani. Así mismo, la dictadura nazi, a pesar del papel reservado al Estado en la orientación de la economía especialmente a partir del Plan Cuatrienal de preparación de la economía para la guerra iniciado en 1936, fue una gran privatizadora de empresas que hasta ese momento habían sido públicas.[22] Surgen en los años treinta, en el ámbito de la teoría económica y política como soluciones a la crisis, propuestas que combinan un estado autoritario con una economía liberal de la cual ese estado sería garante y controlador. Son las tesis sostenidas en lo político por Carl Schmitt y en lo económico por la Escuela de Friburgo, donde se originó la corriente del pensamiento económico denominada ordoliberalismo, algunos de cuyos miembros colaboraron con la dictadura nazi.

Salvini (Liga Norte), Vilimsky (FPÖ), Le Pen (AN), Wilders (PVV) y Annemans (VB), en el Parlamento Europeo, en una foto de 2014 (foto: Euractiv)

También cabe agregar que las organizaciones de extrema derecha que campan por sus fueros en Europa, en muchos casos, sin llegar a gobernar, condicionan la agenda de los partidos de derecha tradicional e incuso los socialdemócratas, que en el ámbito de la economía se han rendido a las exigencias del neoliberalismo. Esa evolución de todo el arco político ha tenido el efecto de permitir comprobar a la ciudadanía de forma objetiva la incompatibilidad creciente de la democracia, incuso la representativa, con el capitalismo. Es una consecuencia que puede favorecer que en el futuro surjan propuestas antifascistas que unan indisolublemente democracia y socialismo, al modo del programa de la resistencia antifascista europea.

Hasta aquí similitudes y diferencias en cuanto a contenidos políticos e ideológicos. Falta una reflexión sobre las condiciones de surgimiento de la actual extrema derecha. En ese sentido podemos considerar que están estrechamente vinculadas al despliegue de la actual fase de acumulación capitalista, caracterizada por el neoliberalismo y la globalización. De la transformación cultural operada en la civilización del capitalismo con la hegemonía del neoliberalismo ha resultado  la crisis de los antiguos valores de solidaridad social interclasista existentes en la fase previa correspondiente al capitalismo fordista y el Welfare State, sustituidos por el individualismo, el darwinismo social y la inyección de ansiedad e inseguridad en las clases populares provocada por la ausencia de escenarios alternativos al actual orden de cosas, así como en la pérdida progresiva de las conquistas sociales alcanzadas después de décadas de lucha obrera y popular. Ello conduce en determinados sectores populares a aceptar vínculos verticales de subordinación en sustitución de los antiguos vínculos horizontales desechos, a cambio de una mínima seguridad que les rescate de la ansiedad provocada por la dinámica líquida de la globalización neoliberal: deslocalizaciones, precariedad laboral y social como horizonte insalvable. Éste sería el escenario de larga duración, de transformación estructural, no sólo económica sino cultural (ethos más mores), equivalente al de la segunda mitad del siglo XIX hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, que precedió al ascenso de los fascismos del período de entreguerras, al que se agrega, a diferencia de lo ocurrido en los siglos XIX y XX, la percepción de la inminencia de una catástrofe ecológica que amenaza la supervivencia de la especie humana y que se percibe como un efecto inseparable del actual orden económico y social. Para completar la similitud en la génesis de condiciones de surgimiento nos falta hallar la crisis catalizadora del emergente político y social de la nueva derecha. Esa crisis es la que se inició en 2008-2009, similar en muchos aspectos a la de 1929, y cuyos efectos todavía se padecen a nivel de grandes mayorías sociales, mientras en el horizonte asoma la amenaza de una recaída y su profundización.  

El movimiento antifascista ha coibrado relevancia en Esuados Unidos por su oposición a las políticas de Trump: en la imagen, manifestación de Black Lives Matter (imagen: G. Frey/Getty Images)

Los fascismos históricos adoptaron diversas modalidades y recibieron apoyos de diferentes sectores sociales en su propia evolución, que incluso implicó la eliminación o la neutralización de una parte del movimiento cuando fue necesario para consolidar su control de la situación una vez en el poder. Es lo que sucedió en la Noche de los Cuchillos Largos en junio de 1934 en Alemania, en la que Hitler decidió liquidar a la dirección de las SA privándoles del poder que habían poseído hasta el momento para ganarse el apoyo del ejército, o en la reducción de la influencia del sector sindicalista en el fascismo italiano a partir del Acuerdo del Palacio Vidoni firmado en octubre de 1925 entre la federación de empresarios industriales Confederazione Generale dell’Industria Italiana (Confindustria) y la federación sindical fascista liderada por Rossoni. A su vez los fascismos históricos fueron capaces de aglutinar bajo su dirección y por lo tanto fascistizar a todas las fuerzas políticas pertenecientes al espectro de la derecha y el nacionalismo radical cuando el sistema político y económico se hallaba jaqueado por la Gran Depresión.

Así sucedió en Alemania, o ya en el poder, en Italia, o sea cuando el fascismo pudo presentarse como el último recurso para salvar al sistema vigente. Esto puede suceder hoy en día y marcar la evolución de los actuales partidos o gobiernos de extrema derecha que pueden llegar a convertirse en fascistas.[23] Es un peligro potencial evidente. Por ello las fuerzas de izquierda y los demócratas en general no sólo deben librar la batalla ideológica contra esas organizaciones y poderes políticos, desmintiendo las falacias que utilizan en su discurso habitual y refutando con datos objetivos sus afirmaciones -además de señalar alternativas reales a su discurso e intenciones-, sino que deben librar una batalla sistemática contra el contexto en que surgen: la crisis del capitalismo neoliberal y las respuestas antipopulares de las clases dominantes a esa crisis. La lucha de fondo es contra el propio sistema capitalista, contra esa civilización que genera con su modelo cultural y con sus crisis periódicas y cada vez más graves, el terreno abonado para que resurja la amenaza fascista o el proyecto protofascista que, en la medida en que esas condiciones se mantengan, puede devenir en fascismo sin ambages. 

Quisiera acabar con el recuerdo de un texto de Bertolt Brecht, al final de su obra La resistible ascensión de Arturo Ui, en que señalaba con su peculiar estilo el marco teórico general que todavía nos ayuda a interpretar el presente y medir hasta donde las sombras del pasado cubren nuestra actualidad:

“Habéis aprendido que una cosa es ver
Y otra mirar, y una hacer y otra hablar por hablar.

¡Recordad que ese Ui estuvo a punto de vencer
Y que los pueblos lo pudieron derrotar!
Pero que nadie cante victoria sin saber
¡Qué el vientre en que nació́ aún puede engendrar!”

Manifestación antifascista en Italia, febrero de 2018 (foto: Guglielmo Mangiapane/Reuters)
Notas

[1] H. Laski, prólogo al libro de R. Brady, The Spirit and Structure of German Fascism,

New York, The Citadel Press, 1971 (ed. original 1937), pp. xiii y xvi-xvii.

[2] Gerhard Botz, «Austro-Marxist Interpretation of Fascism», Journal of Contemporary History 11, n.o 4 (1 de octubre de 1976): 133-34.

[3] Clara Zetkin, Com combatre el feixisme i vèncer: 27, trad. Daniel Escribano, Edición: 1 (Tigre de Paper Edicions, 2019), 18-22 y 36-37.

[4] LOS CUATRO PRIMEROS CONGESOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA. (Buenos Aires: Pasado Y Presente, 1973), 182-83.

[5] En 1922, como consecuencia del asesinato de Walter Rathenau, el KPD había firmado el llamado “Acuerdo de Berlín” con el SPD y los sindicatos con el objetivo de defender la República, Jacques Droz, “El socialismo en Alemania” en J. Droz, Historia General del Socialismo, Barcelona, Ediciones Destino, 1985, pp. 306-307.

[6] Arthur Rosemberg, «Der Faschismus als Massenbewegung», en Wolfgang Abendroth, Faschismus und Kapitalismus: Theorien ueber die sozialen Urspruenge und die Funktion des Faschismus (Frankfurt a.M.: Europaeische V., 1972), 75-141.

[7] José Luis Martín Martín Ramos, El Frente Popular (Barcelona: Pasado y Presente, S.L, 2016), 33-46; Serge Berstein, L’histoire de la France au xxe siecle – tome 2 – 1930-1958, Edición: PERRIN (Paris: TEMPUS/PERRIN, 2009), 143-50.

[8] Zetkin, Com combatre el feixisme i vèncer; Arthur Rosenberg, «Der Faschismus als Massenbewegung», pp. 75- 141 y Otto Bauer, «Der Faschismus», 143-167 y Abendroth, Faschismus und Kapitalismus; Palmiro Togliatti, Lezioni sul fascismo (Editori Riuniti, 2019); Antonio Gramsci, Sul fascismo (Ali Ribelli Edizioni, 2019); Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel. 1 1 (México: Era, 1999); Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel. 2 2 (México: Era, 1999); Antonio Gramsci, Qui vol el fi, vol els mitjans: Jacobinisme i bolxevisme 1917-1926, trad. Joan Tafalla y Mercè Tafalla, Edición: 1 (Tigre de Paper Edicions, 2019).

[9] Georgi Dimitrov, La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo: (informe ante el VII Congreso de la Internacional Comunista, 2 de (Madrid: Emiliano Escolar, 1977), 6.

[10] L. Canfora, La democracia. Historia de una ideología, Barcelona, Crítica, 2004, p. 185.

[11] D. Losurdo, Il revisionismo storico. Problemi e miti, Roma-Bari, Laterza, 2002, p. 28.

[12] Dimitrov, La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, 26-34.

[13] Togliatti, Lezioni sul fascismo, Introducción (Edición electrónica).

[14] Por ejemplo, para el colaboracionismo del empresariado francés ver Annie Lacroix-Riz, Industriels et banquiers sous l’occupation. La collaboration économique avec la Reich et Vichy, Paris, Armand Colin, 1999.

[15] Tim Mason consideraba esas huelgas el primer ejemplo de resistencia masiva ofrecida por un pueblo contra la opresión fascista, y que su éxito contribuyó decisivamente a consagrar a PCI como la principal fuerza de resistencia al fascismo. Tim Mason, Nazism, Fascism and the Working Class, Cambridge, Cambridge University Press, 1995, pp. 274-294. Sobre el carácter masivo de la participación de la población en actividades de resistencia en Italia, ver David Travis, “Communism and resistance in Italy, 1943-48”, en Tony Judt (ed.), Resistance and Revolution in Mediterranean Europe, 1939-1948, London and New York, Routledge, 1989, pp. 88-95. Para la huelga general holandesa ver, I. Strobl, Partisanas. La mujer en la resistencia armada contra el fascismo y la ocupación alemana (1936-1945), Barcelona, Virus, 1996, pp. 08-109, y también H. Arendt, Eichmann, en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, 1999, pp. 254-255.

[16] Serge Woliikow, “El espíritu de la Resistencia todavía de actualidad. Hace 60 años, un programa social audaz”, Le Monde Diplomatique, marzo 2004, y también G. Eley, Un mundo que ganar. Historia de la izquierda en Europa, 1850-2000, Barcelona, Crítica, 2003, pp. 288.

[17] Citado por Luciano Canfora, La democracia…, op. cit., p. 208.

[18] Citado por David Travis, “Communism and resistance in Italy, 1943-48”, op. cit., p. 95.

[19] Serge Woliikow, “El espíritu de la Resistencia todavía de actualidad. Hace 60 años, un programa social audaz”, op. cit., p. 24.

[20] Geoff Eley, Un mundo que ganar…, op. cit., pp. 296-297.

[21] Para el concepto de postfascismo ver, Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha (Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2018).

[22] GERMÀ BEL, «Against the mainstream: Nazi privatization in 1930s Germany», The Economic History Review 63, n.o 1 (2010): 34-55; Germá Bel, «Retrospectives: The Coining of “Privatization” and Germany’s National Socialist Party», Journal of Economic Perspectives 20, n.o 3 (septiembre de 2006): 187-94.

[23] Para ver dos enfoques opuestos sobre la naturaleza del gobierno Trump en EE. UU, ver John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, Trump in the White House: Tragedy and Farce (Monthly Review Press, 2017); Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha (Buenos Aires: Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2018).

Fuente: UNAM,...¡¡¡.---



B.- ) : Fascismo y organización del trabajo: capitalismo militarizado, esclavismo y exterminio / Alejandro Andreassi Cieri | Sociología crítica (wordpress.com) // : 

Fascismo y organización del trabajo: capitalismo militarizado, esclavismo y exterminio / Alejandro Andreassi Cieri

Posted on 2021/03/25

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La organización del trabajo es un aspecto clave para comprender el funcionamiento de las sociedades antiguas y modernas, los principios y valores con que se rigen y los objetivos que persiguen. Ese carácter de clave interpretativa lo es por varios motivos:

  1. El trabajo humano ha existido a lo largo de la historia de la especie humana, pero en cada fase o época ha adquirido por su carácter jurídico y/o técnico, un carácter específico que ha señalado y definido a la sociedad y a la época correspondiente. No es lo mismo hablar de trabajo esclavo, servil o libre, porque, aunque las tareas que se realizaran con cada uno de ellos fueran similares, la distinta connotación normativa y axiológica los señala como radicalmente diferentes. La forma en que se ha objetivado el trabajo ha caracterizado -obviamente junto a otras pautas simbólicas- las diferentes épocas de la historia humana.
  2. Especialmente en las sociedades modernas el trabajo es un factor trascendental en el proceso de socialización definitiva de los seres humanos, una socialización que comienza en el ámbito familiar y se complementa en el escolar formativo y culmina con la incorporación al ámbito laboral. Por lo tanto, se comporta como un elemento de integración y cohesión social.
  3. En el proceso de trabajo se verifica la naturaleza más íntima de ese momento civilizatorio al que damos el nombre de capitalismo. Es la piedra fundamental en la que se basa el sistema capitalista, donde se asegura su reproducción y donde se realiza el primum movens del capitalismo: la generación de plusvalía en base a la explotación del trabajo humano asalariado por el capital.

Este libro que aquí resumo tiene como objeto el estudio del trabajo y su organización en los fascismos italiano y alemán. La hipótesis principal del mismo plantea que en el fascismo además de intensificarse la explotación del trabajo humano tal como se produce bajo el capitalismo, la relaciones laborales, que designan el lugar en que cada trabajador se sitúa en el proceso de trabajo así como las condiciones en que lo realiza, son el medio para integrar o excluir a los trabajadores en la comunidad nacional, llegando a una restauración del esclavismo y al exterminio por medio del trabajo como formas extremas de exclusión y de refuerzo de la identidad racial de la sociedad fascista. Ello va a ocurrir en el fascismo alemán, con la utilización como esclavos a los prisioneros de los campos de concentración, así como la consumación del genocidio judío, gitano y de prisioneros políticos mediante el recurso a trabajos forzados hasta la extenuación (recordar la siniestra escalera de la muerte de Mauthausen donde fueron asesinados tantos republicanos españoles). Pero también el fascismo italiano recurrió al trabajo esclavo durante la ocupación de Etiopía, creando una clara segregación de la población autóctona condenada a la servidumbre por el ocupante italiano.

Escalera de la muerte en las canteras del campo de Mauthausen (imagen: deportados.es)

Este enfoque era la consecuencia de un principio ideológico común a los fascismos: la convicción de la desigualdad radical, de base biológica, de los seres humanos. Frente a las ideas procedentes de la Ilustración y la Revolución francesa que proclamaban la igualdad de todos los miembros de la especie humana, sin distinciones raciales ni de ningún tipo, el fascismo consideraba lo contrario y erigía esa desigualdad como principio de organización social. Simultáneamente con esa afirmación se conectaba otro núcleo fundamental de la ideología del fascismo: su negación radical de la democracia. Como la desigualdad era la condición normal de la esencia humana los fascistas deducían que la democracia era antinatural ya que esta se basa en la igualdad política de todos los miembros de la sociedad, el equi-poder de cada ciudadano, o sea la capacidad de autonomía y participación equitativa en la toma de decisiones, que colectivamente se expresa como soberanía popular.

Los fascistas consideraban que la capacidad para trabajar y la calidad del trabajo que podía realizar cualquier persona era algo predeterminado, innato, vinculado a las características raciales de cada individuo, que de este modo se transformaban en un componente de la “naturaleza” humana, en rasgos esenciales, y no en el resultado del conjunto de prácticas y de ideas generadas en el proceso de producción cultural y de devenir histórico. Las características jerárquicas de la organización del trabajo bajo el capitalismo se transformaban según la perspectiva fascista en las condiciones naturales -biológicamente determinadas- de la organización de las relaciones de producción y del proceso de trabajo.

Exposición organizada por el Deutsche Arbeitsfront en 1938 (imagen: Bundersarchiv)

Los movimientos fascistas surgen en Italia y Alemania inmediatamente después del fin de la Primera Guerra Mundial, y por lo tanto han sido considerados producto de la misma. Sin embargo, los elementos seminales de su ideología se conformaron mucho antes, en el último tercio del siglo XIX, acompañando la Segunda Revolución industrial con la entrada en juego de los mayores avances de las ciencias naturales y de la tecnología derivada de ellas. La guerra jugó el papel de catalizador de esas tendencias previas. Me limitaré al examen de una de ellas, tal como lo hace el libro que ahora resumo, y que es producto tanto de esa Segunda Revolución Industrial como de la lucha de clases entre capital y trabajo desarrollada a lo largo del siglo anterior. Me refiero a la llamada Organización Científica del Trabajo (OCT) especialmente en su forma inicial: la metodología y objetivos propuestos por el taylorismo (ya que su impulsor fue el ingeniero norteamericano Frederick Winslow Taylor).

El objetivo declarado por Taylor al proponer su método era el de conseguir algo que había sido perseguido por los empresarios desde el inicio de la industrialización, y que consistía en la subordinación total del trabajo al capital con el objetivo de aumentar significativamente la productividad del trabajo asalariado eliminando cualquier posibilidad de resistencia obrera, para lo cual era necesario sustraer la más mínima parcela de control del proceso de trabajo, que había sido uno de las más importantes recursos de los obreros más cualificados, herederos de las técnicas y métodos del artesanado, para negociar sus condiciones de trabajo y de salario a lo largo del siglo XIX. Para conseguir esa sumisión del trabajo al capital, Taylor proponía que debía someterse al trabajador a una serie de rutinas diseñadas por la dirección de la empresa, y esas rutinas debían basarse en la investigación y determinación “científica” de los movimientos y tiempos que debía emplear cada trabajador en el desempeño de la tarea encomendada. Era una propuesta que transformaba al trabajador en un ente heterónomo sometido a las indicaciones de gerentes, ingenieros y capataces, y por lo tanto completaba el proceso de alienación y deshumanización de la tarea que se incubaba desde los orígenes del capitalismo. Se trataba de separar no sólo física sino mentalmente las tareas de diseño y dirección de las de ejecución del proceso de trabajo, las primeras reservadas a los puestos más altos de la jerarquía empresarial, y los últimos al conjunto de trabajadores asalariados, y todo ello con la legitimación que creía otorgaba una presunta “fundamentación científica”. 

El impacto de esta propuesta anti-obrera que pretendía resolver definitivamente a favor del capital el resultado de la lucha de clases repercutió incluso en la dinámica bélica donde la optimización de procedimientos y la aceleración de ritmos de trabajo se aplicó a las operaciones militares para aumentar la potencia mortífera del armamento, ya de por sí con un poder destructivo sin precedentes, y que además permitía alargando el alcance y la potencia destructiva “desvincular ” al ejecutor de la acción bélica de los resultados de la misma, por ejemplo con la utilización de armas químicas (gases venenosos), la ametralladora o la artillería pesada; un resultado similar a la alienación completa que sufría el obrero taylorizado -obligado a realizar tareas estandarizadas que él no controlaba y cuyos resultados finales ignoraba. Además, la guerra con ese despliegue tecnológico que la transformó en la primera masacre industrializada de la historia produjo como resultado la deshumanización definitiva de una actividad de por sí anti humana como es una guerra. Esa omnipotencia destructiva y al mismo exculpatoria del agente ejecutor inauguraría en la post guerra una militarización y brutalización de la política de la que harían gala los fascismos. Por lo tanto, vemos aquí la conjunción de eventos ideológicos y axiológicos creando el contexto cultural fértil al desarrollo fascista. A ello cabe agregar la pulsación modernizadora tanto del fascismo italiano como del alemán y su preferencia por la ciencia y la tecnología más avanzadas ya que estaban convencidos que sus respectivos programas para recuperar el estatuto de grandes potencias y sus planes de expansión imperial exigían no solo una industria avanzada sino también el respaldo tecno-científico necesario para alcanzar tales objetivos.

El único ingrediente que faltaba para cerrar completar el contexto favorable al desarrollo de los fascismos era el de la crisis en su dimensión no sólo económica sino también política. En Italia se va producir en la inmediata postguerra con la llegada de Mussolini al poder en octubre de 1922, mientras que en Alemania la crisis de 1929 sería la que acabaría favoreciendo la llegada de Hitler al poder en enero de 1933. La crisis de postguerra en Alemania va a ser superada por la República de Weimar, pero el inicio de la Gran Depresión en 1929 va a ser demoledor para la democracia alemana, ya que el empresariado junto a las fuerzas de la derecha y extrema derecha van a optar por una solución autoritaria para afrontar la crisis, facilitando el nombramiento de Hitler como canciller, con la aquiescencia del presidente Hindenburg.

Hitler durante una recepción con grandes empresarios (en primer término, Gustav Krupp) (imagen: Ullstein Bild Dtl.- Getty Images)

La llegada de los nazis al poder va a significar la destrucción de las organizaciones tanto políticas como sindicales del movimiento obrero alemán, cumpliendo con ello con una de las exigencias prioritarias del capital alemán. El empresariado quería volver a las condiciones de producción anteriores a 1918 y exigía eliminar todo el sistema de protección colectiva de los derechos laborales establecidos por la legislación de la República de Weimar, restableciendo la autoridad absoluta e incontestable del empresario sobre sus trabajadores

La formalización legal de la restitución del poder empresarial sobre los trabajadores va a ser la sanción por la dictadura nazi de la ley de organización del trabajo nacional de 20 de junio de 1934 (Gesetz zur Ordnung der nationalen Arbeit – AOG), confeccionada con la colaboración de los representantes del gran capital. La  autoridad absoluta del empresario sobre sus empleados se restablecía mediante la figura del Betriebsführer (líder de empresa) reproduciendo a nivel de la economía la misma estructura jerárquica y autoritaria que los nazis impulsaban para reorganizar la sociedad alemana. La ley representaba los intereses generales del empresariado y los grupos conservadores alemanes y no sólo la ideología nazi, especialmente en la preocupación por eliminar al movimiento obrero, restaurar la disciplina laboral bajo la indiscutible autoridad de los patronos y alcanzar de este modo la máxima potencia productiva, así como la mayor eficiencia, situando de este modo a la empresa capitalista como el corazón del orden social. La ley otorgaba al empresario o director del establecimiento la totalidad del poder de dirección, organización, gestión, decisión y evaluación (Betriebsführer), mientras que sus empleados, el conjunto de la fuerza de trabajo, constituían el séquito (Gefolgschaft) que debía seguir fielmente las directrices de aquel, estableciendo –sin lugar a dudas- que se trataba de una relación fuertemente jerárquica en la que la fuerza de trabajo quedaba incondicionalmente subordinada al poder del patrono.

Simultáneamente los nazis esperaban que los trabajadores aceptasen esa posición subalterna a perpetuidad, ya que la eficacia que esperaban obtener mediante una dirección centralizada y vertical de las empresas aumentaría su productividad y por lo tanto la riqueza total, lo que permitiría a las mismas recompensar a sus trabajadores con adecuados salarios y servicios sociales provistos por las compañías, aumentando así la cohesión de la comunidad de empresa (Betriebsgemeinschaft)[1], que era concebida desde el punto de vista utilitario también como una comunidad de rendimiento o Leistungsgemeinschaft. Esta reorganización de las relaciones laborales era considerada por el fascismo alemán también como una condición sine qua non para recuperar el estatus de gran potencia y sus planes de hegemonía europea y expansión imperial. Ello explica la difusión de los métodos de la OCT en la economía alemana, que además de garantizar, como hemos visto, la anulación de la capacidad obrera de resistencia ante las imposiciones patronales permitía sustituir la negociación colectiva con la regulación de la relación obrero-patronal según resultados, según la eficiencia y productividad individual de cada trabajador.

Organigrama del DAF representando la organización jerarquizada del trabajo (imagen: Wikimedia Commons)

En Italia va a suceder lo mismo. Mussolini va a subordinar los sindicatos italianos a la patronal, primero mediante el llamado Pacto del Palazzo Vidoni, de octubre de 1925, donde quedó muy en claro que la autoridad dentro de la empresa era detentada por el empresario, sin ningún tipo de compensación o control por parte de sus empleados. En ese pacto la patronal lograba alejar a los sindicatos de cualquier interferencia en la gestión de las empresas, a cambio del otorgamiento a los sindicatos fascistas de la exclusiva representación de los trabajadores y la capacidad de firmar convenios; ya que se liquidaban definitivamente las comisiones internas (vestigio de las movilizaciones de del bienio rojo), Esa cuestión quedó refrendada en la “constitución” laboral, la Carta del Lavoro, sancionada al año siguiente, en donde se reconocía explícitamente (art. VII) la autoridad exclusiva del empresario en la conducción de la actividad económica, a la cual debía subordinarse sin reparos el conjunto de trabajadores, y a la empresa privada “como el instrumento más eficaz y útil para los intereses nacionales”. Ese pacto significó a su vez el otorgamiento a la Confindustria de la representación oficial del empresariado como bloque único en el proyecto corporativo, al tiempo que se confirmaba y reconocía por parte de la cúpula fascista la indiscutible y exclusiva autoridad del empresario en la dirección de su establecimiento.[2]

Anuncio de la proclamación de la Carta del Lavoro en la Piazza del Popolo de Roma (1927)(Wikimedia Commons)

Pero antes de alcanzarse este resultado en Italia, la colaboración entre clases que quería consolidar el fascismo, hubieron de superarse varios conflictos.  El sindicalismo fascista intentaba sustituir al sindicalismo socialista, comunista y cristiano en su papel de interlocutores de los empresarios. Estos, que habían apoyado el ascenso fascista con la expectativa de que acabaran con el movimiento obrero y se restaurara la disciplina productiva, no iban a tolerar que surgiera un nuevo poder sindical, aunque fuera patrocinado por la dictadura. Pero en atención a la búsqueda de la colaboración de clases en una relación que exigía que los trabajadores aceptaran de buen grado una posición subalterna respecto a los patronos, implicó que no se pudiera impedir que las organizaciones sindicales fascistas conservaran una cierta iniciativa y se vieran obligadas a realizar acciones en defensa de reivindicaciones laborales, aunque siempre dentro de límites estrictos que no podían poner ni en cuestión la autoridad patronal  dentro de la empresa, ni generar exigencias o expectativas obreras que trastocaran o complicaran los objetivos macroeconómicos.[3] Luego de una serie de huelgas entre febrero y marzo de 1925, especialmente en el sector de la metalurgia, que fueron prácticamente autorizadas por Mussolini y el Gran Consejo con el fin de enviar un mensaje a los patronos para que recordaran que la dictadura fascista era el árbitro que garantizaba la paz laboral que aquellos necesitaban, las huelgas acabaron con un discreto aumento salarial y los sindicatos fascistas se retiraron rápidamente del conflicto (la FIOM dirigida en condiciones de clandestinidad por los socialistas, intentó continuarlas), pero un mes después el Gran Consejo Fascista prohibió las huelgas considerándolas “acto de guerra”, que con la ley de abril de 1926 quedarían definitivamente proscriptas, junto a los lock-outs.

Giuseppe Volpi di Misurata, presidente de Confindustria y ministro de Hacienda, en 1938 (archivo histórico de las Fondazione Fiera Milano)

Alcanzada esta situación en ambas dictaduras fascistas, donde la derrota del movimiento obrero en ambos países era total, era el momento de completar la instauración de los procedimientos recomendados por la OCT. Ya se habían experimentado en las empresas durante la República de Weimar, pero habían recibido el rechazo de las organizaciones sindicales, y en Italia no se introdujeron antes de la instauración de la dictadura fascista, siendo la FIAT la primera empresa en aplicar estos métodos de “racionalización” del trabajo. La OCT era claramente funcional no sólo con las exigencias de productividad del fascismo sino también con la concepción de verticalidad y jerarquía en la organización de la sociedad, donde cada empresa era una “micro sociedad”, una réplica de la comunidad nacional.[4]

De este modo las grandes corporaciones industriales inspiraban la remodelación de la organización social. En la opinión de dirigentes e intelectuales fascistas los grandes colosos empresariales cuyo desarrollo, que consideraban estimulados por la Gran Guerra, ofrecían tanto un modelo militar de organización jerárquica como el mejor ejemplo de la capacidad productiva, eran vistos como un pilar importante de la fuerza política del estado y por lo tanto en su capacidad militar. A su vez un régimen productivista debía reunir las características de una “nación en guerra”, un régimen de colaboración entre todas las clases sociales en un orden basado en la autoridad de las jerarquías naturales.[5]  La OCT aseguraba, según consideraban Taylor y sus epígonos, la eficiencia y el aumento de la producción hasta niveles no conocidos previamente. Por ello los fascismos imponían la “razón productivista”, a la que consideraban el argumento fundamental para la recuperación de Alemania e Italia como grandes potencias con las que satisfacer sus objetivos imperiales.

Falta comentar una última característica de la organización del trabajo en los fascismos, y se trata del esclavismo, del empleo de mano de obra forzada en la producción.  Tanto la dictadura hitleriana como la mussoliniana recurrieron al trabajo esclavo. El fascismo italiano lo hizo tanto en Somalia como en Etiopía, sometiendo a trabajos forzados a la población autóctona, y que en ese momento estaban prohibidos por los tratados internacionales. La Italia mussoliniana estableció un verdadero apartheid en sus colonias con la prohibición de matrimonio o relaciones sexuales entre población autóctona e italianos, así como de la separación espacial y comercial y de servicios entre los mismos en ciudades y pueblos, por lo tanto, haciendo del racismo también un recurso para la organización del trabajo servil que era “justificado” en función de las barreras raciales establecidas. A partir de 1940 también sometió a los italianos de cultura judía a trabajos forzados como consecuencia de la persecución racial iniciada con las leyes antisemitas de 1938.  

Un grupo de personas procedentes de la Unión Soviética deportados a Alemania como trabajadores forzados a su llegada a Meinerzhagen, Sauerland, el 29 de abril de 1944. Fuente: Stadtarchiv Meinerzhagen. https://www.bpb.de/izpb/239456/zwangsarbeiterinnen-und-zwangsarbeiter

Pero el empleo masivo de trabajo esclavo, no sólo en Alemania sino en las zonas de ocupación es un aspecto singular de la barbarie nazi. En primer término, cabe decir respecto a esta cuestión que en el caso del fascismo alemán la utilización de trabajadores forzados se vinculó no sólo a objetivos de producción relacionados con las necesidades bélicas sino también con el genocidio. La utilización de trabajadores esclavos por los nazis respondió a necesidades de mano de obra requerida por el esfuerzo bélico, pero también fue una respuesta ante la misma dictada por el racismo y el darwinismo social que constituían núcleos centrales de su ideología. La magnitud del esclavismo era tal que en 1944 los trabajadores extranjeros representaban el 21 por ciento de la fuerza total de trabajo empleada en la industria.

Para los nazis los prisioneros en sus campos de concentración y exterminio, tanto las víctimas de la represión en Alemania a partir de 1933, opositores políticos (comunistas, socialdemócratas, anarquistas, pacifistas), los considerados “racialmente alógenos” (alemanes de cultura judía y gitana, principalmente) y los considerados “asociales” (todos aquellos ciudadanos que no se adecuaban al modelo de comportamiento exigido por la dictadura[6]), así como los cautivos procedentes de los países ocupados así como los prisioneros de guerra era “material consumible”, cuerpos humanos a disposición del régimen nazi para cumplir sus objetivos, pero al mismo tiempo, especialmente en el caso de judíos y gitanos, planificaban y aplicaban el trabajo forzado realizado en las condiciones inhumanas inimaginables uno de los métodos de su exterminio, que fundamentaban en sus propias convicciones social-darwinistas al considerar que de este modo forzarían una especie de “selección natural” durante al cual los primeros en caer serían los más débiles. Sus convicciones racistas les inducían a establecer una especie de clasificación jerárquica en la cual los judíos, gitanos y soviéticos ocupaban el escalón inferior, respecto a los demás prisioneros.  Antes que en los campos se había comenzado con esa utilización de trabajo esclavo en los guetos donde habían recluido a los judíos que iban deportando desde toda la Europa ocupada, donde la distribución de los escasos comestibles disponibles dentro del gueto eran distribuidos desigualmente diferenciándose entre población “productiva” e “improductiva”, por lo tanto se utilizaba el trabajo de los cautivos como fuente de producción y como un medio de “seleccionar” en la población sometida a los que podían continuar siendo explotados y los que debían ser exterminados. Cuando comenzaron las deportaciones masivas a los campos de exterminio mantuvieron la clasificación de las víctimas en función de su carácter “productivo” o “improductivo”, enviando primero a los campos de la muerte a estos últimos mientras que se les extraía a los primeros hasta la última gota de su rendimiento laboral.[7]

Prisioneros judíos trabajan en una fábrica de IG Farben dependiente del campo de Auschwitz (imagen: holocaustresearchproject.org

Pero no se trató sólo de la explotación el trabajo esclavo mediante la aplicación de la fuerza bruta, sino que esta se combinó con las fórmulas más ortodoxas de la OCT, como métodos que podían aumentar el rendimiento de los trabajadores forzados. Los trabajadores alemanes más cualificados fueron destinados a los trabajos de supervisión de los obreros no cualificados, y de los trabajadores forzados en general, en aquellas empresas donde se habían aplicado métodos de OCT, con lo cual se fragmentó y se impidió la solidaridad intra-clase que podrían haber surgido en circunstancias normales, por la diferente condición jurídica de cada grupo de trabajadores. Las relaciones y condiciones políticas a las que se vieron sometidos unos y otros crearon las barreras suficientes para que los mecanismos de cohesión no funcionaran salvo en contados casos individuales. No sólo se trataba de la fundamental diferencia entre trabajadores libres y esclavos, sino de las jerarquías anexas a estas condiciones. Por ejemplo, como las que establecían que un trabajador judío o un prisionero de guerra ruso obviamente no podía desempeñar tareas de supervisión y estaban destinados a la escala más baja de la jerarquía laboral independientemente de su calificación previa.

La insignia P identificaba al grupo especialmente discriminado de trabajadores polacos. Fuente: DHM, Berlin, A 93/18 (Deutsches Historisches Museum). https://www.bundesarchiv.de/zwangsarbeit/geschichte/auslaendisch/polen/index.html

Los proyectos de explotación de mano de obra esclava comenzaron a formularse entre 1937 y 1939, debido a la gran absorción de mano de obra disponible en la industria armamentística y complementaria durante la ejecución de las diferentes fases del Plan Cuatrienal. Sin embargo el impulso que generalizó la utilización de trabajo esclavo, forzado tanto de los prisioneros de los campos de concentración como de prisioneros de guerra o civiles obligados a trabajar para Alemania en los territorios ocupados, fue la transformación de la Blitzkrieg en guerra total y prolongada entre 1941 y 1942. Todos los autores coinciden en señalar que el motivo fue la exacerbación de esa escasez de mano de obra multiplicada no sólo por las exigencias de hombres por el ejército a medida que se ampliaban y prolongaban las operaciones militares, sino también por las exigencias de la producción de guerra que crecía en paralelo con las actividades militares. Las primeras empresas que adoptaron tal iniciativa fueron las pertenecientes al área estatal o coparticipadas por el estado, como la Volkswagen, perteneciente al DAF y dirigida por Ferdinand Porsche; la fábrica de aviones Heinkel, la empresa Steyr – Daimler – Puch, dirigida por Georg Meindl –especialista en economía y ciencia política y miembro de las SS. Pero rápidamente se unieron empresas privadas de la importancia de la IG Farben, Mercedes Benz y Henschel, que pasaron a constituir casos paradigmáticos de la moderna industria capitalista que combinaba técnicas avanzadas de fabricación con la utilización de mano de obra esclava. Puede afirmarse con rotundidad que en su gran mayoría –las escasas excepciones confirman la regla- los empresarios no fueron obligados por el estado a utilizar trabajo esclavo, sino que su utilización respondió a la iniciativa de los hombres de negocios y dirigentes industriales, a medida que la guerra dificultaba el empleo de trabajadores libres. Vale la pena reproducir estas dos declaraciones, la primera de Robert Antelme, miembro de la resistencia francesa y deportado a los campos deBuchenwald y Dachau; y del un un ejecutivo de la fábrica de motores de aviación de Daimler-Benz, las que  evocan a un mercado de esclavos:

… nos han reunido delante de la iglesia, y unos civiles han venido a buscar a los que eran capaces de trabajar en la fábrica. Hemos visto aparecer bajo los uniformes a rayas a un tornero, a un dibujante, aun electricista, etc. Después de haber seleccionado a todos los especialistas, los civiles han buscado a otros tipos que pudieran hacer trabajos en la fábrica. Para ello han pasado por delante de los que quedaban. Han mirado nuestros hombros, también nuestras cabezas. Los hombros no bastaban, había que tener una cabeza, tal vez una mirada digna de los hombros. Permanecían un momento delante de cada uno. Nos dejábamos mirar. Si lo que veía le gustaba, el civil decía: Komm! El tipo salía de la fila e iba a reunirse con el grupo de los especialistas. Algunas veces el civil se partía de risa ante un compañero y lo señalaba con el dedo a otro civil. El compañero no se movía. Daba risa, pero no gustaba. Los SS se mantenían alejados. Habían traído la carga, pero no seleccionaban, eran los civiles los que seleccionaban. Cuando un compañero contestaba al oír grita su oficio: tornero, el civil aprobaba con la cabeza satisfecho, y se volvía hacia el SS señalando al tipo con el dedo. Ante el civil el SS no entendía de inmediato; él había traído su carga; no había pensado que pudiese contener torneros [….] A los que tenían que trabajar en la fábrica se los aislaba de los demás. Los civiles se ocupaban de ellos con los capos que anotaban sus nombres. Los dos SS los habían abandonado y habían vuelto hacia nosotros, los que quedábamos y no sabíamos hacer nada. Liberados de los civiles que habían hecho una discriminación de valores entre nosotros con la conciencia tranquila, los SS recuperaban a sus verdaderos presos, aquéllos acerca de los cuales no se habían equivocado. Campesinos, empleados, estudiantes, camareros, etc. No sabíamos hacer nada; como los caballos, trabajaríamos afuera acarreando vigas, tablones, construyendo los barracones en los que el kommando se instalaría más tarde. La elección que acababa de producirse era muy importante. Los que iban a trabajar en la fábrica se librarían en parte del frío y de la lluvia. Para los del zaun-kommando, kommando de los tablones, el cautiverio no sería el mismo. Por eso, los que iban a trabajar afuera no iban a dejar nunca de perseguir el sueño de entrar en la fábrica. [8]

Observo a los judíos de acuerdo a su condición física. Generalmente escojo los más jóvenes, porque pienso que serán los más aptos física y mentalmente para nuestro trabajo con las máquinas […] Inevitablemente los separo de sus familias. Se suceden escenas desgarradoras […] Los judíos llevan con ellos sus pertenencias. Los hombres de las SS están provistos de bastones de madera y golpean con ellos a los judíos.[9]

  Por ello los empresarios, enfrentados con la necesidad de utilizar mano de obra esclava no dudaron en hacerlo, aportando a las autoridades del régimen y especialmente a las SS, responsables del aprovisionamiento de trabajadores, las soluciones tanto de seguridad como las medidas técnicas y de organización del trabajo que permitieran un adecuado rendimiento de esa fuerza de trabajo, al tiempo que supieron extraer enormes beneficios de su explotación. [10]

Trabajadores extranjeros en BMW en Allach, alrededor de 1943. Todos los trabajadores extranjeros empleados en la fabricación de motores de aviación estaban obligados a utilizar un rótulo que indicaba de donde procedían. Los prisioneros de guerra soviéticos debían portar un rótulo con la abreviatura “SU”. Fuente: BMW Group Archiv http://www.ausstellung-zwangsarbeit.org/arbeit-bei-bmw.html

El gran salto hacia el uso habitual y masivo de trabajo forzado se produjo tras la asunción por Albert Speer de las responsabilidades como ministro de Armamentos, en 1942. Pocos días después de su designación se aprobaron los decretos que establecían el reclutamiento obligatorio de trabajadores en los territorios ocupados del este lo que daría, junto con la utilización de los prisioneros de los campos de concentración, esa dimensión enorme al uso de trabajo esclavo en la industria alemana, constituyendo un hecho sin precedentes en las modernas sociedades industriales. El modelo impulsado y generalizado por Speer se basó en la experiencia anticipada por las grandes empresas, acordando con las SS las cuotas de trabajadores forzados necesarios y la instalación de las fábricas junto o en el perímetro de los campos de concentración. El compromiso mostrado por gerentes y técnicos en la explotación de mano de obra esclava no estuvo sólo marcada por la inmediata necesidad de fuerza de trabajo provocada por las insaciables exigencias de la producción bélica, sino que se erigía como un proyecto sistemático y de largo alcance para su aplicación en la posguerra y en tareas civiles.[11] Pero en lo inmediato el factor más importante fue el propio desarrollo de las hostilidades, especialmente cuando entre finales de 1941 y comienzos de 1942 comenzó la reacción del Ejército Rojo y los primeros reveses alemanes en la URSS, lo que exigía un refuerzo de los contingentes llamados a filas para cubrir esas bajas.[12] Para otros autores también fue determinante la intención de evitar el empleo masivo de mujeres para sustituir a los hombres que debían marchar al frente.[13] Todo ello hizo apremiante el utilizar a los internos en los campos de concentración creando una dependencia mutua entre Speer y la administración de la industria armamentistas y las SS, quienes se encargaban de proveer la fuerza de trabajo forzada.

Después de la ejecución, los trabajadores forzados son llevados frente a la horca, Michelsneukirchen (Baviera), 18 de abril de 1941. Se ordenó a los hombres y mujeres polacas que trabajaban en la zona que se presentaran en el lugar de la ejecución. Un oficial de la Gestapo les informó sobre la consecuencias de violar las regulaciones alemanas Fuente: Sammlung Vernon Schmidt, Veteran der 90. Inf. Div., U.S. Army http://www.ausstellung-zwangsarbeit.org/arbeit-bei-bmw.html

[1] Entre sus antecedentes inmediatos deben contarse documentos como el Wirtschaftspolitische Grundanschauungen und Ziele der NSDAP (Principios básicos y objetivos económicos del NSDAP) elaborado en marzo de 1931, distribuido como documento interno de discusión e información sobre la línea en economía política nazi, ver Avraham Barkai, Nazi Economics: Ideology, Theory, and Policy, Oxford, Berg, 1990, pp. 34-38.

[2] Mussolini apoyaba directamente a la dirección de la Confindustria al afirmar que “dentro de la fábrica debe existir únicamente la jerarquía directiva; por consiguiente, no cabe hablar siquiera de síndicos”, citado por Roland Sarti, Fascismo y burguesía industrial. Italia 1919-1940, Barcelona, Editorial Fontanella, 1973, p. 107. Ver también, Giovanni Contini, “Enterprise management and employer organisation in Italy. Fiat, public enterprise and Confindustria 1922-1990”, op. cit., pp. 204-205.

[3] Mussolini se decantó claramente a favor de los empresarios cuando el debate sobre los fiduciarios o síndicos de fábrica, a los que aquellos se oponían porque consideraban que podían ejercer funciones de control sobre su gestión, manifestando que “dentro de la fábrica debe existir únicamente la jerarquía directiva; por consiguiente, no cabe hablar siquiera de síndicos”, citado por Roland Sarti, Fascismo y burguesía industrial. Italia 1919-1940, Barcelona, Editorial Fontanella, 1973, p. 107.

[4] Diggins, John P., «Flirtation with Fascism: American Pragmatic Liberals and Mussolini’s Italy”, The American Historical Review, Volume 71, Issue 2, Jan. 1966, p. 487.

[5]  Zeev Sternhell, El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 13-14.

[6] La persecución de los considerados holgazanes y gandules [Arbeitsscheue – Bummelanten], o sea poco dispuestos a adecuarse a la disciplina laboral que exigía el nacionalsocialismo, implicó desde el comienzo de la dictadura un aspecto claramente vinculado a los mecanismos de exclusión y selección social que formaban uno de los núcleos duros del proyecto de ingeniería social nazi. Pero se intensificó cuando la recuperación de los niveles de empleo produjo una escasez relativa de la fuerza de trabajo disponible y hubo que movilizar las últimas reservas asequibles. Por lo tanto podemos fijar que fue a partir de 1936, momento en que Hitler decidió la puesta en marcha del Plan Cuatrienal que debía asegurar la supremacía militar de Alemania,  en que se intensificó la persecución de estos “asociales” y su reclusión en campos de trabajo donde, bajo la vigilancia de las SS, debían realizar trabajos forzados, calculándose que en 1937-38, aproximadamente 15.000 “asociales” o “refractarios al trabajo” fueron encerrados en el campo de concentración de Buchenwald.

[7] Götz Aly, Susanne Heim, Architects of Annihilation. Auschwitz and the Logic of Destruction, London, Weidenfeld & Nicholson, 2002, pp. 186-214.

[8] Robert Antelme, La especie humana, Madrid, Arena Libros, 2001, pp. 41-42.

[9] Citado por Bernard P. Bellon, Mercedes in Peace and War. German Automobile Workers, 1903-1945, New York – Oxford, Columbia University Press, 1990, pp. 245-246.

[10] Franz Neumann, Behemoth. Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1943, pp. 294-308. Neumann denomina la economía alemana en el momento de la guerra como “capitalismo monopólico totalitario” o sea “una economía capitalista privada, que regimenta un estado totalitario”.

[11] Michael T. Allen, The Business of Genocide. The SS, Slave Labor, and the Concentration Camps, Chapel Hill – London, The University of North Carolina Press, 2002, pp. 175-176.

[12] En la Daimler-Benz la utilización de mano de obra procedente de los campos de concentración comenzó en algunas plantas en el verano de 1940, después de la derrota de Francia, y plenamente en enero de 1941, convirtiéndose esta práctica, como afirma Neil Gregor en “…un elemento central de su política laboral”, Daimler Benz in the Third Reich, New Haven and London, Yale University Press, 1998, p. 176.  

[13] Ulrich Herbert, Hitler’s Foreign Workers…, op. cit., p. 384; aunque su afirmación no sería compartida por otros que consideran, como hemos visto que la fuerza de trabajo femenina en Alemania durante la guerra llegó a ser superior a la de otros países beligerantes, lo que restaría fuerza a ese argumento para explicar el reclutamiento de mano de obra forzada, cfr.  Eve Rosenhaft, Rosenhaft, Eve, “Women in Modern Germany”, Gordon Martel (ed.), Modern Germany Reconsidered, 1870-1945, London – New York, Routledge, 1992 y R.J. Overy, War and Economy in the Third Reich, Oxford, Clarendon Press, 1994.

Resumen de Arbeit macht Frei”. El trabajo y su organización en el fascismo (Alemania e Italia), Mataró, El Viejo Topo – FIM, 2004.

Ilustraciones: Conversación sobre la Historia y el autor.
Portada

Prisioneros construyendo la fábrica Krupp en Auschwitz. Fuente: National Archives and Records Administration. http: //auschwitz.net/auschwitz-forced-labour/,...)))...



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DOMINGO, 2 DE MAYO DE 2021

¡¡ """ ,... ESTÁ LAS IZQUIERDAS VARIADAS,....LLENAS DE FASCISMO NACIONAL PATRIOTICOS CONTRA LA HUMANA HUMANIDAD PROLESTS-MULTIPOP

 ¡¡¡ A VER SI ZUS ENTERÁIS,...ENTERADXS FALACISTAS ¡¡¡ : MIENTRAS HAYA ESTADOS,...SEAN DEL TIPPO QUE SEA,....HABRÁ NAZISMO-FASCISMO SANGUINARIXS BUROCRÁT EXPROPIADORES-EXPLOTADORES,....¡¡¡¡¡¡¡¡ ----??¡¡¡¡¡.  ¡¡ EN SPANICUZ,...HAY MUNCHO FRANQUISMOFALANGISMONACIONALPATRITISMO,....EN LOS CONTINENTES NO LES VAN A LA ZAGA,...ENIGUELXXXXENIGUEL BARTOLOMÉ,... QUE HICISTES CHANTAJE A MARTIN MALO,...ARQUITECTO,..>>> " O LUCIANO O YO,...",...Y QUIÉN SE QUEDÓ, SIN TRABAJO Y CALLÓ,...POS YO,.... === TRANQUI,...SIL,....HAY MUNCHO FASCISMO FRANQUISTAS Y VARIADOS Y SUCEDÁNEOS,....QUE LES VAIS A HACER,....SI LA CULTURA Y LA IDEOLOGÍA PROLETS,...NO DA PÁMÁ,.....¡¡¡. ESTA EMBUIDAS EN EL TUÉTANO DE NUESTROS CEREBELUZ,....DE HOMO SAPIENS-SAPIENS-SAPINS-TECNOLÓGICUS,...SAPIEN GATO,....QUE TE COMES MI LUBINA,.....¡¡¡.




SIL,...SIL Y MÁS RESIL,...Y EL FASCISMO Y LA CREACIÓN DE LOS ESTADOS,...Y SUS VARIEDADES ESTATALES,...CIUDADES ESTADOS Y ESTADOS IMPERIALES,... : LOS IMPERIOS,...USURPADORES, EXPROPIADORES, SANGUINARIOAS SAQUEADORES EXCLAVISTAS Y VIOLADORES DE MUJERES Y TODO LO QUE SE LES PRESENTARA,...Y PORQUÉ,...EMPEZÓ A ACTUAR ASIN LA HUMANIDAD,....¡¡¡. POR EJEMPLO,...VAMOS A DICIR,.. : EL IMPERIO HISPANICUS DE LOS REYES CATÓLICOS FUE SOLO COSA DEL PODER MONÁRQUICO,...EL APARATO DE ESTADO Y EMPRESARIOS, COMERCIANTES, EMPRENDEDORES, SAQUEADORES-MERCENARIOS,....O FUE CUESTIÓN DE LA INMENSA MAYORÍA SOCIAL,....¡¡¡¡; --- ¡¡¡ Y MIREN POR DONDE,...LOS DE "RAZÓN COMUNISTA,...", === UNA NUEVA ,...HOJA DE CEBOLLETA,...UN CASCO DE CEBOLLA,...DEL PODER MULTI-IMPERICAPITALISTA HISPANO Y MUNDIAL,...¡¡¡. ER-LUKYDEMÁLAGA. 29006,... CREADOR Y PVOZ. DEL [[GRUPROLMÁ. -2.000 - ]].   "" COMUNISMO PLANETARIO AUTOGESTIONADO "". ]].

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A.- ) : Fascismo y antifascismo (y II). El antifascismo / Alejandro Andreassi Cieri | Sociología crítica (wordpress.com)


 Sociología crítica


Articulos y textos para debate y análisis de la realidad social

Fascismo y antifascismo (y II). El antifascismo / Alejandro Andreassi Cieri

Posted on 2021/05/020


      

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Alejandro Andreassi Cieri Fuente: Conversación sobre la historia

Profesor jubilado del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat Autònoma de Barcelona

El antifascismo

El aspecto clave que se deriva del desarrollo de la lucha contra el fascismo es la recuperación por parte de las izquierdas y el movimiento antifascista de una articulación dialéctica entre democracia y transformación de la sociedad. La primera es considerada un factor fundamental para la superación del capitalismo y la segunda la condición clave en la profundización de la democracia y en la realización de la igualdad no sólo jurídica sino social. Esta concepción va a ser el resultado de un proceso prolongado de praxis y reflexión en las filas del movimiento antifascista, que exigió hacer un análisis adecuado de sus características. El antifascismo se diferenciaba de los partidos conservadores tradicionales por la capacidad de constituirse en movimientos de masas y por la capacidad de violencia, de militarización de la acción política a través de sus bandas armadas, que no solo eran toleradas sino también apoyadas directamente por las instituciones estatales.,...///....


RBC: ¡Viva el Día Internacional de los trabajadores! Comunicado del Partido Comunista de la India (maoísta) | La victoria de los oprimidos y explotados (wordpress.com)

RBC: ¡Viva el Día Internacional de los trabajadores! Comunicado del Partido Comunista de la India (maoísta)

¡Viva el Día Internacional de los trabajadores!
¡Trabajemos por la unidad de los trabajadores revolucionarios y sus organizaciones!

La clase trabajadora del mundo, en especial el proletariado, va a celebrar este año el Primero de Mayo cuando se cumplen150 años de la “Comuna de París”, cuando el proletariado mantuvo en alto la Bandera Roja y alcanzó el poder del Estado por vez primera. Se trata cada año de un gran día festivo para el proletariado mundial. Es el día de los derechos del proletariado mundial. El Primero de Mayo es el día en el que el proletariado evalúa su balance de fuerzas y se compromete a trabajar sin descanso, con una determinación todavía más firme, a movilizar todas sus esfuerzos por conquistar su libertad, independencia, igualdad y fraternidad, para llevar a cabo la Revolución Socialista Mundial. Con motivo del Primero de Mayo, el Comité Central de nuestro Partido transmite su más sincero saludo revolucionario al proletariado internacional, rindiendo un humilde homenaje revolucionario a todos los trabajadores que dieron su vida para conquistar o defender sus derechos.

El imperialismo se enfrenta a una grave crisis en todo el mundo. Las clases dominantes explotadoras están llevando a cabo una serie de ataques y planes para poner el peso de esta crisis sobre los hombros del proletariado, intensificando la explotación de la fuerza de trabajo. Cuando la crisis mundial estaba a punto de estallar de forma más intensa que la crisis financiera y económica de 2008, la pandemia del COVID se extendió por el mundo entero. Este es uno de los virus mortales que los imperialistas crearon en su afán de lucro. Mientras que el mundo contemporáneo está trastornado por la pandemia, decenas de trabajadores migrantes han perdido su medio de vida y están en la calle, las empresas corporativas multinacionales y sus empresas compradoras están compitiendo por el negocio de las vacunas y obteniendo superbeneficios multiplicados. La globalización imperialista ha dado lugar a la expansión de la economía mundial capitalista a un nivel sin precedentes, por lo que las contradicciones entre el imperialismo y las nacionalidades oprimidas y los pueblos oprimidos, entre la burguesía y el proletariado y entre las diferentes fuerzas imperialistas han alcanzado el punto más álgido. Así que asistimos a un aumento de las agresiones imperialistas y los ataques capitalistas contra las nacionalidades y los pueblos oprimidos.

Se está produciendo una redistribución de la riqueza entre los países y mercados del mundo, centrada en, principalmente, en la disputa entre los imperialistas, especialmente los estadounidenses, y los socialimperialistas chinos por la hegemonía mundial y la explotación de las riquezas naturales de los países del mundo. La “guerra comercial” está imponiendo una severa carga económica a los pueblos oprimidos de los países más atrasados. El proletariado, el campesinado, la clase media, las mujeres, las minorías religiosas, las nacionalidades oprimidas, las tribus y otras comunidades que sufren discriminación racial, están sufrindo una explotación y opresión económica, política y sociocultural muy severa. La disparidad entre los ricos y los pobres ha alcanzado un nivel sin precedentes. Los trabajadores del mundo sufren la pobreza, el desempleo, el hambre, las desigualdades y la discriminación racial. Todas estas son las consecuencias nefastas de la globalización imperialista.

Además de los trabajadores de los países atrasados, los trabajadores de los países imperialistas y capitalistas también están sufriendo la más severa explotación debido a las políticas neocoloniales de explotación. La situación y la necesidad de la unidad del proletariado mundial crecen día a día. Es el momento de luchar con firmeza para acabar con las políticas de globalización. Tanto el proletariado de los países imperialistas y capitalistas, como los pueblos de todos los sectores de varios países semicoloniales y neocoloniales, están luchando contra las políticas de globalización imperialista. La vanguardia proletaria, es decir, los Partidos Comunistas Revolucionarios, deben dirigir estas luchas. Hoy es cada vez más necesario avanzar de manera más unida y organizada en esta dirección.

En nuestro país, todas las clases oprimidas, los sectores sociales y las nacionalidades oprimidas, incluidos el proletariado y el campesinado, se enfrentan a la brutal embestida del gobierno de Modi en forma de fascismo hindú brahmánico con apoyo imperialista. Las luchas de los trabajadores, empleados y agricultores se intensifican día adía a día. En interés del capital financiero imperialista, el gobierno de Modi ha introducido la robótica, la impresión 3D y la Inteligencia Artificial, privando a los trabajadores de la seguridad laboral y reduciendo las 44 leyes laborales existentes a 4 códigos para facilitar su explotación. Los trabajadores organizados y no organizados están llevando a cabo campañas de agitación militantes contra esta agresión.

Los agricultores de la India están llevando a cabo una lucha sin precedentes centrada en la capital del país. Los comerciantes están en contra del GST. Miles de trabajadores y empleados, organizados o no, están haciendo huelgas para oponerse a la fusión de los bancos y a la privatización de las empresas del sector público. Los estudiantes, profesores y académicos están en contra de la Política Nacional de Educación 2020 adoptada por las fuerzas reaccionarias hindúes en el poder. Los pueblos indígenas del país, incluidos los de las zonas estratégicas que actúan como fuertes centros del movimiento revolucionario, están luchando militantemente por sus justos derechos. Los trabajadores están emprendiendo luchas unidas contra el orden brahmánico basado en las castas, que es una de las peculiaridades de la India y su explotación, opresión, supresión y discriminación. El Estado está desatando la represión contra las fuerzas democráticas y progresistas que apoyan a la gente que lucha en el país y las está encarcelando. Las fuerzas laicas están luchando contra las políticas violentas comunales de las fuerzas fascistas brahmánicas hindúes. Varias organizaciones de derechos humanos exigen que se retiren las leyes draconianas fascistas que se están aplicando burocráticamente contra el pueblo en lucha.

En general, vemos que los gobiernos de todos los países atrasados del mundo actúan por igual en interés de las empresas corporativas multinacionales. Por lo tanto, se ha vuelto más vital para los partidos y organizaciones proletarias revolucionarias dirigir la lucha de los trabajadores que luchan en todos los países.

Las luchas a gran escala de los pueblos y nacionalidades oprimidos en todo el mundo durante los últimos dos años dejan claro que las condiciones objetivas son cada vez más favorables a la revolución. El proletariado mundial puede dar un paso adelante en la dirección de cumplir su tarea principal de realizar la Revolución Socialista Mundial aprovechando estas condiciones favorables. Hay dos tareas estratégicas para las auténticas organizaciones de vanguardia del proletariado internacional. La primera es lanzar movimientos revolucionarios de los trabajadores y otros sectores oprimidos en los países capitalistas-imperialistas. El proletariado, el campesinado, las demás clases democráticas y los sectores sociales de todos y cada uno de los países semicoloniales y semifeudales deben organizarse y construir y dirigir movimientos democráticos nacionales. La segunda es construir un fuerte Frente Unido de los movimientos comunistas en los países capitalistas y de los movimientos democráticos nacionales de los países neocoloniales y semicoloniales contra el imperialismo y sus compradores. Para ello es imprescindible que los auténticos partidos y organizaciones proletarias establezcan una organización revolucionaria internacional proletaria adecuada a las condiciones concretas contemporáneas. Las fuerzas maoístas deben unirse con todas las fuerzas progresistas y democráticas de cada país y también con todas las fuerzas democráticas antiimperialistas para enfrentar al enemigo. Ambas tareas estratégicas están mutuamente relacionadas y desempeñan un importante papel en el avance de la Revolución Socialista Mundial.

Sin embargo, las organizaciones de vanguardia proletaria no son todavía lo suficientemente fuertes como para ponerse a la altura de las exigencias del pueblo trabajador y proporcionar una dirección unida para sus movimientos en dirección a la ruptura de todas las cadenas. Nuestro Partido anunció su posición respecto a la necesidad y formación de un Foro Internacional para desarrollar la unidad y la solidaridad entre las vanguardias proletarias del mundo. El CC de nuestro Partido hace un llamamiento a las organizaciones hermanas para que respondan a nuestra posición y avancen en los esfuerzos en esta dirección.

Debemos luchar contra todo tipo de embestidas de los imperialistas. Comprometámonos a dirigir las luchas populares antiimperialistas y a luchar por el éxito de la Revolución Socialista Mundial. Unámonos y organicémonos en esta dirección. Esta es la gran necesidad actual.

¡Viva el Primero de Mayo! ¡Viva la Revolución!
¡Viva la Revolución Socialista Mundial! ¡Abajo todos las formas del revisionismo! ¡Abajo el imperialismo! ¡Vivan las revoluciones proletarias!

Abhay
Portavoz del Comité Central 17.4.21

https://www.bannedthought.net/India/CPI-Maoist-Docs/Statements-2021/2021-04-17-CC-StatementOnMayDay-Eng.pdf
Traducido por la Red de Blogs Comunistas (RBC).



PUBLICADO, EDITADO, Y CURRADO POR Lmm/lukyMá. 29006.


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