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Arrizabalo Montoro, Xabier (2014); Capitalismo y economía mundial, IME-Arcis-UdeC,
Madrid, 78-83 y 89-94.
CAPÍTULO 2
Desarrollo histórico del capitalismo y desarrollo teórico de la ciencia económica:
el método marxista
(…)
2.3. Culminación de la economía como ciencia: la crítica marxista de la economía política
En el transcurso del siglo XIX se extienden las relaciones capitalistas de producción y, por ende, el conflicto
entre las dos clases que las protagonizan. En concreto esto significa la progresiva constitución del movimiento
obrero que, incluso antes de su configuración abiertamente política con la creación de los primeros partidos
obreros en los últimos lustros del siglo, participa decisivamente en experiencias tan señaladas como las
revoluciones de 1848 (que se desencadenan en primer lugar en París, apenas un mes después de la
redacción del Manifiesto Comunista por Marx y Engels) o la Comuna de París en 1871.
El escenario del último tercio del siglo XIX se caracteriza cada vez más por la explicitación de la lucha de
clases propia del capitalismo. Máxime en un contexto en el que las fluctuaciones de la evolución económica,
jalonada de crisis fruto de sus contradicciones, tienen efectos sociales importantes. Ante ello, la economía
como disciplina no podía permanecer inalterada. La vieja economía burguesa, que en su momento había
albergado la economía política de aquellos autores interesados en explicar efectivamente el trasfondo real del
capitalismo (en especial para argumentar su potencia frente a las limitaciones del anterior orden, el feudal), se
topa frontalmente con sus límites, lo que se materializará en la degeneración neoclásica. Pero,
simultáneamente, irrumpe en la disciplina la propuesta metodológica de Marx que supondrá la culminación del
proceso acumulativo de conocimiento científico en este campo.
Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895) eran dirigentes del incipiente movimiento obrero y, de hecho, ambos
participaron destacadamente en la constitución de la Primera Internacional en 1864. Pero también eran
intelectuales que llegaron a la economía a partir de la constatación de que, en la reproducción social, la base
económica (es decir, la producción de los medios de vida de la sociedad) ocupa un papel central y que, más
aún, para poder cambiar el orden vigente ha de desvelarse la explotación que constituye su fundamento. Para
hacerlo, parten de la línea argumental de los fisiócratas y la economía política clásica de cara a, criticando sus
limitaciones, levantar un poderoso método de análisis1
.
La continuación, por parte de Marx, del proceso acumulativo de conocimiento, que había llevado a cabo la
mejor tradición de la economía política, es una “continuación superadora”, que la trasciende de forma acorde
al contexto histórico en el que se sitúa y a su propia posición de clase. Así, la aplicación de un modo dialéctico
de pensar a una concepción materialista del mundo le lleva, en relación la cuestión central de cómo se
reproducen las sociedades en el tiempo, a formular expresamente la noción de estructura económica:
en la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de
sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio [Uberbau, superestructura] jurídico y
político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social (1857-1858: 4).
El engarce de Marx con esa tradición de análisis económico se produce a partir de la consideración, desde
una perspectiva dinámica, de la actividad económica como un proceso de reproducción social centrado en la
producción y renovación de las bases materiales de su propia existencia como sociedad.
Marx destaca de
1 Crítica de la economía política es, precisamente, el subtítulo de El Capital, su principal obra en este campo. Tanto su elaboración como su
publicación fueron complejas. De hecho, Marx sólo publicó en vida el primer libro, en 1867. Posteriormente, Engels editaría los libros
segundo y tercero, respectivamente en 1885 y 1894. Y muerto también Engels, entre 1905 y 1910 Kautsky publicaría una primera versión,
adaptada por él, de las “Teorías sobre la plusvalía” también conocidas como “Libro IV” de “El capital”. Sin embargo, la versión literal de Marx
de esta obra no vería la luz hasta 1956 por la editorial Dietz de la RDA. Además, en 1933 se publicó en Moscú originalmente el capítulo VI
del libro I. Por otra parte, deben tenerse en cuenta también los trabajos preparatorios y especialmente la “Introducción a la crítica de la
economía política” de 1857, los “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política” (conocidos como “Grundrisse” o
“Manuscritos de 1857-1858”), la “Contribución a la crítica de la economía política” de 1859 y los “Manuscritos de 1861-1863”.
forma explícita el carácter reproductivo del proceso económico, incluso distinguiendo sus dos posibles
modalidades:
la que únicamente permite mantener el punto de partida, o reproducción simple, y la que hace
posible el crecimiento económico al que define precisamente como reproducción ampliada. A su vez, como los
fisiócratas y los clásicos, pone en relación la producción y la circulación en el marco de la mencionada
reproducción, sobre la base de las nociones de excedente y acumulación.
Al respecto, hay un aspecto crucial que plantea Marx, al identificar las relaciones de distribución como
expresión de las relaciones de producción. O dicho de otro modo, si hay salarios y ganancias, es porque
“previamente” existen unas determinadas relaciones entre capitalistas y asalariados en el ámbito de la
producción. Y si hay distintas modalidades de ganancia y renta (ganancia productiva, comercial y financiera o
interés, además de renta de la tierra) es por los vínculos que se establecen entre los distintos tipos de
capitales, que provocan un reparto de la plusvalía obtenida en el proceso de producción. A diferencia de sus
antecesores, Marx lleva hasta sus últimas consecuencias la distinción entre la base técnica sobre la que se
asienta el proceso económico y el carácter social de éste, para hacer hincapié en un aspecto crucial que se
constituye así en una de sus principales aportaciones:
el carácter histórico, en tanto que social, de la forma de
organización particular de cada sociedad.
Esto permite una importante clarificación, al diferenciar entre el contenido general de toda sociedad y su
concreción histórica en cada sociedad y específicamente en la capitalista. Por ejemplos, las nociones de bien,
trabajo o excedente, comunes a cualquier sociedad y su concreción en las formas históricas de mercancía,
trabajo asalariado o plusvalía, específicas de una determinada economía históricamente acotada, la capitalista
(excepto la mercancía que es común también, como su propio nombre indica, a cualquier otra economía de
mercado). De ahí procede su preocupación por la dimensión genética de los procesos sociales, imprescindible
para su comprensión:
[los economistas clásicos] no están interesados en desarrollar genéticamente las diferentes formas, sino en
reducirlas a unidad analíticamente puesto que parten de ellas como de premisas dadas. Ahora bien, el análisis
[es] una premisa necesaria de la exposición genética, para llegar a comprender el proceso real de estructuración,
en sus diferentes etapas. Por último, la economía clásica falla, revela sus defectos, al no enfocar la forma
fundamental del capital, la producción encaminada a la apropiación de trabajo ajeno, como una forma histórica,
sino [como] una forma natural de la producción social, enfoque que, sin embargo, su propio análisis la pone en
camino de abandonar (Marx, 1905-1910, III: 443).
En el debate entre teorías objetivas y teorías subjetivas del valor, la posición de Marx ilustra perfectamente esa
“continuación superadora”. De entrada rechaza tajantemente las subjetivas por su simplismo, que les hace
contentarse, interesadamente, con una aproximación superficial. Decimos “interesadamente” porque de esa
forma eluden el conflictivo trasfondo de las relaciones capitalistas de producción, inevitablemente basado en la
explotación. Por así decirlo, a los economistas vulgares Marx no les concede siquiera interlocución: no hay
debate posible con quienes no consideran siquiera que las mercancías no llegan al mercado “caídas del cielo”.
Con los economistas políticos sí establece una interlocución, de cara a apoyarse en sus avances como
palanca para su superación, profundizando así en el proceso acumulativo de conocimiento en el plano de la
economía. Comparte con ellos que la explicación de los precios se sitúa en primer lugar en el campo de la
producción, de la producción de valores, a la vez señala las limitaciones de una consideración de éstos como
una noción meramente técnica. De modo que concluye con la ley del valor que explicaremos con detalle en el
capítulo siguiente, pero que podemos anticipar telegráficamente diciendo que consiste en el hecho de que los
precios se determinan por el “tiempo de trabajo socialmente necesario” para su producción, efectivamente
convalidado socialmente en el mercado (lo que integra el hecho real de que el intercambio influya en los
precios efectivos, pero de una forma secundaria, subordinada). La consideración de la dimensión que se
expresa en ese “socialmente” es decisiva para situar la ley del valor en el imprescindible plano del carácter
social, no técnico, de los procesos económicos.
A su vez, esta formulación permite comprender que la ganancia, fuerza motriz de la acumulación como salta
claramente a la vista, no es más que el excedente apropiado privadamente. A la forma particular de excedente
que es la capitalista, por adoptar la forma de una masa de valores acrecentada, se le denomina plusvalía o
plusvalor.
Es decir, Marx va más allá de la superficie, en la que simplemente se constata la existencia de
fenómenos aparentes, para, remontándola, encontrar sus claves explicativas. Nos remitimos a la frase del libro
III de El Capital reproducida en el capítulo anterior, en la que se argumenta la necesidad de la ciencia porque
la manifestación de los fenómenos y su esencia no coinciden directamente, ya que si lo hicieran la ciencia
estaría de más pues bastaría con la mera observación para obtener su explicación.
Siguiendo con el ejemplo, la plusvalía no es directamente observable en tanto que tal (lo que se observa es su
expresión, la ganancia; o mejor dicho, sus distintas expresiones, las distintas modalidades de ganancia). Es la
construcción teórica la que hace posible ir más allá de esa manifestación de los fenómenos para explicarlos
cabalmente, mediante la captación de sus relaciones profundas subyacentes. Como resulta evidente, esto se
relaciona con el lugar del “factor económico” en el proceso general de reproducción social y, desde luego, con
el propio carácter histórico del capitalismo. Por eso la primera frase de El capital es crucial, ya que acota
históricamente su objeto al referirse a “la forma” en la que “se presenta la riqueza” en el caso de “las
sociedades en las que domina el modo de producción capitalista” (la cita completa está reproducida en este
mismo capítulo, justo antes del inicio del apartado 1.1).
Así, partiendo de la consideración histórica de la economía de mercado y de su máxima expresión, el
capitalismo, se abordan también sus propios límites, sus límites históricos. En términos teóricos esto se
expresa en la culminación de El capital:
la ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia. Esta ley explica,
de manera dialéctica, el carácter intrínsecamente contradictorio de la acumulación capitalista, del que se
derivan importantes implicaciones y, en particular, la necesidad de un aumento creciente de la explotación.
Este carácter intrínsecamente contradictorio se debe a que los problemas de la acumulación, sus
interrupciones con la forma de crisis cada vez más sistemáticas, se deben a factores endógenos a la
acumulación capitalista, consustanciales al normal desarrollo de dicha acumulación. A su vez, la explicación
dialéctica e histórica permite detectar que la contradicción es creciente y que, por tanto, se conecta
directamente con la cuestión de los límites históricos del modo de producción capitalista. Esto permite a su vez
comprender el peculiar vínculo histórico de las relaciones capitalistas de producción con las fuerzas
productivas, concretado en la exigencia que aquellas imponen, de una destrucción creciente de éstas, en el
marco de lo que se caracteriza en el capítulo cuarto como estadio imperialista del capitalismo.
El análisis económico marxista no es, ni puede ser, una teoría económica más, en particular en cuanto a la
intervención del Estado. Necesariamente tiene un estatus diferente al respecto. En las sociedades regidas por
las relaciones capitalistas de producción, el Estado, como parte de la superestructura, es un Estado burgués,
capitalista. Y por tanto, su función esencial no puede ser otra que la de favorecer el proceso de acumulación
capitalista (con independencia de que, para preservarlo, la clase dominante, la burguesía, pueda llegar a tener
que hacer concesiones, que incluso institucionalicen conquistas obreras que en nada favorecen la
acumulación, sino al contrario; pero estas concesiones serán siempre “un mal menor”, un peaje a pagar tratar
de evitar el riesgo de una explosión revolucionaria). La orientación declaradamente emancipatoria del
marxismo imposibilita cualquier planteamiento acerca de la deseabilidad de tal o cual política económica que,
al fin y al cabo, no dejaría de ser la deseabilidad de una mejor explotación (distinta es la cuestión de las
reivindicaciones transitorias para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores que, además, muestran
tanto la necesidad de la organización independiente de la clase trabajadora como la imposibilidad de un
capitalismo sin explotación e incluso sin explotación creciente). Asimismo resulta absurda, por ingenua o por
tramposa, cualquier formulación de supuestas “economías marxistas” (en ningún momento Marx diseña cómo
debe construirse la sociedad socialista, a la manera como sí lo hacían los “socialistas utópicos” en su época).
La máxima expresión de esta disparatada formulación de una supuesta “economía marxista” tuvo lugar en la
Unión Soviética desde finales de los años veinte, a partir del control del partido y el Estado por parte de la
burocracia estalinista. Obedecía exclusivamente a su búsqueda de una fraudulenta legitimación ante los ojos
de los trabajadores de todo el mundo, al apelar a una supuesta base marxista del no menos supuesto
“socialismo en un solo país”. Esta cuestión, ciertamente importante, es abordada con detalle en el capítulo
sexto.
En resumen, el método marxista supone la culminación, a finales del siglo XIX, del proceso acumulativo de
conocimiento que había ido nutriendo la pretensión real de constituir la economía política como ciencia. Un
punto de partida crucial para lograr esa culminación es la distinción entre, por una parte, los contenidos
genéricos de toda sociedad y, por otra parte, la forma que toman en cada modo de producción particular. La
aportación que supone permite superar las limitaciones de sus antecesores de la mejor tradición previa de la
economía política, jalonada por autores como Petty, Cantillon, Quesnay, Smith y Ricardo. El desarrollo del
planteamiento de Marx se plasma en el esquema expositivo que sigue en El Capital: arrancar con las
formulaciones más generales para, con una paulatina reducción del nivel de abstracción, llegar sólidamente a
las cuestiones más directamente conectadas con lo concreto, lo histórico. Ciertamente, la incomprensión de
este esquema, interesada o no, ha sido fuente de numerosas confusiones (como por ejemplo, la que cree ver
en ella varias teorías de la crisis o el sentido de los esquemas de reproducción, cuestiones ambas que se
abordan en el capítulo siguiente). Es un método verdaderamente potente para el análisis:
desde el punto de vista del método, el proceder de Marx es similar al de los clásicos; si bien Marx, como filósofo y
científico de amplias miras, era mucho más consciente y explícito a este respecto. Así, “El Capital” es una
espléndida muestra de la combinación de abstracción y conocimiento factual e institucional que Marx siempre
puso en práctica. Y el llamado Prólogo a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” un ejemplo de pieza
metodológica magistral (Ramos, 1988: 82-83).
Ni que decir tiene que el debate sobre la validez del método de análisis económico no puede resolverse en un
supuesto terreno epistemológico aséptico o neutral. La existencia de poderosos intereses tras estas
cuestiones implica que el conocimiento social es también él, como ya se ha señalado, un producto social. Marx
lo explica con elocuencia en la segunda de las Tesis sobre Feuerbach, ya mencionada en el apartado 4 del
capítulo primero, al plantear que se convierte en un problema meramente escolástico el debate acerca de la
realidad del pensamiento desconectado de la práctica2
.
Obviamente éste es el único terreno en el que puede
comprenderse el lugar marginal que ocupa hoy el método marxista en el ámbito académico y político
dominante. Y el lugar central que, contrariamente, ocupa la expresión más degenerada de la economía
burguesa, su versión “neoclásica”.
(…)
3. La delimitación del método científico: ni dogmático ni ecléctico
A lo largo de los apartados anteriores hemos abordado los aspectos más relevantes del recorrido histórico del
análisis económico, siempre en conexión con el propio recorrido histórico de la realidad económica. De todo ello
extraemos dos conclusiones centrales: por una parte, las ineludibles limitaciones con que se topan los enfoques
burgueses, debido a las contradicciones crecientes a las que se enfrenta el orden económico a cuya defensa
consagran sus análisis. Por otra parte, el lugar histórico del marxismo en tanto que culminación del proceso
acumulativo de conocimiento que configura el análisis económico como científico, razón por la cual lo
adoptamos como referencia.
No se puede comprender el marxismo sin considerar su objetivo explícito de intervención en la sociedad de
cara a su transformación, que le hace situar al conocimiento no como una pura especulación teórica, sino como
una base para dicha intervención. Aunque en este libro nos limitamos a su dimensión analítica, dejando
relativamente aparte sus implicaciones prácticas en cuanto a la intervención política, sí hemos de precisar lo
que el marxismo no es ni puede ser: ni un tipo de sociedad, modo de producción o sistema económico (y, por
tanto, no puede hablarse de qué tal o cual economía o sociedad es marxista); ni tampoco una orientación de
política económica (y por consiguiente, tampoco puede haber “medidas marxistas”).
Como explica Engels, “toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas
hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación, y el método para dicha investigación”3
. Dicho
método parte de una concepción materialista del mundo y un modo dialéctico de pensar para, aplicado a la
comprensión de la sociedad capitalista (objeto de su obra económica magna, El Capital), permitir la formulación
de las leyes que rigen su desarrollo histórico.
En este plano analítico, por tanto, es un método: ni más, ni menos. Ni es “más” que un método, porque no es un
dogma ni un catecismo. Ni es “menos” que un método y por consiguiente tampoco es una formulación ecléctica.
El marxismo no es un conjunto cerrado de dogmas perfectamente establecido y configurado. Todo lo contrario:
desde el propio subtítulo de El Capital ya mencionado, se formula expresamente como crítico y, por tanto, se
sitúa en las antípodas del dogmatismo, aportando así la base para la discusión entre aquellos planteamientos
teóricos que efectivamente se den por objetivo la explicación de fondo de los fenómenos económicos. Además,
esta crítica va más allá del plano metodológico, teórico o formal para convertirse también en una crítica del
propio objeto, la economía capitalista.
Conviene precisar un punto para evitar riesgos de confusión: determinadas experiencias históricas cuyos
responsables decían inspirarse en el marxismo, especialmente la de la Unión Soviética desde finales de los
años veinte, no sólo no tienen ninguna base en Marx (quien precisamente criticaba la aspiración de los
socialistas utópicos de diseñar a priori y “en el papel” una sociedad socialista), sino que constituyen su
negación:
El marxismo (…) no tiene nada de dogma, es decir, de conjunto de recetas totalmente preparadas de manera que
bastaría con aplicarlas en tal o cual situación. Sin embargo, sí es efectivamente un dogma, por no decir un
catecismo, aquello a lo que ha sido reducido en la URSS a partir de finales de los años veinte con la concentración
de todos los poderes en las manos de un aparato burocrático represivo y totalitario dirigido por Iósif Stalin. Desde
entonces se impuso a todos la obligación coercitiva de reconocer y aplicar la interpretación oficial unilateral del
marxismo, la del Estado. Como es sabido, este régimen, a partir de los años cincuenta, fue trasplantado a los
países satélites de la URSS en Europa del Este y en China y después a diversos países a lo largo del mundo,
Cuba, Vietnam, etc. Este régimen es el que comenzó a hundirse en 1989. A esta religión de Estado que es el
2 Marx y Engels (1845-46: 666).
3 Carta de Engels a Werner Sombart del 11 de marzo de 1895; tomada de Marx, Karl y Engels, Friedrich (1845-1895); Obras escogidas, tres
tomos, Progreso, Moscú, 1976, pág. 534.
estalinismo se le dio un nombre. Su autor le bautizó como marxismo-leninismo para hacer pasar mejor su
contenido, asociándolo fraudulentamente a los nombres de Marx y del principal dirigente de la revolución de
Octubre de 1917 en Rusia, Vladimir Lenin; y con este vocablo ha sido vehículo de los principios a los que tanto
Lenin como Marx se oponían severamente. La transformación del marxismo en dogma de Estado esterilizó el
desarrollo del pensamiento marxista durante décadas haciendo retroceder la idea misma de socialismo ante
millones de trabajadores y trabajadoras, en el Este como en el Oeste, al asimilarse a esta monstruosa caricatura del
socialismo que eran las sociedades burocráticas y totalitarias construidas en nombre del marxismo y del socialismo
(Gill, 1996: 18-19).
La noción de dogma, como verdad absoluta e inmutable y, por ello, no susceptible de ser criticada, es
incompatible con el método científico que se requiere para la comprensión de los fenómenos históricos que son
los económicos. Este método ha de ser crítico, lo que constituye el antónimo de dogmático. Sin embargo, a
menudo se sostiene que lo opuesto al dogmatismo (siempre rechazado, al menos formalmente) es
precisamente el eclecticismo. La noción de eclecticismo se suele plantear de forma deliberadamente ambigua.
Bajo una presentación difícilmente cuestionable a primera vista (la incorporación a un marco teórico de
elementos procedentes de otros planteamientos teóricos), sería una muestra de apertura de miras. Incluso Marx
sería supuestamente, en tal caso, un ecléctico:
lo original no son los componentes, sino la hipótesis central que los conecta entre sí (…) Poco importa, pues, que
Spinoza y Feuerbach defendieran anteriormente el materialismo histórico; Saint-Simon y Guizot, la lucha de
clases; Sismondi, las crisis económicas; Moses Hess y Babeuf, el surgimiento del proletariado; y Fourier y algunos
posricardianos, como Bray, Thompson y Hodgskinson, los conceptos de explotación y plusvalía (Samuelson 1980:
916).
Pero el trasfondo es distinto. Porque una cosa es la procedencia de los distintos elementos a partir de los
cuales se construye un método de análisis (y nosotros mismos identificamos el marxismo como culminación de
un largo recorrido histórico, sin el cual no habría podido existir de la forma que se planteó). O la incorporación
de nuevos elementos, especialmente instrumentales, a un marco teórico articulado como tal. Y otra cosa, muy
diferente a ambas, es que en cualquier marco teórico se puedan agregar o combinar cualesquiera elementos,
incluso los más opuestos. No hay conciliación posible entre formulaciones excluyentes como, por ejemplo,
aquellas que sitúan la explicación de los precios de las mercancías en el terreno del trabajo necesario para
producirlas y aquellas otras que, por el contrario, la centran en su apreciación subjetiva en el mercado.
Este eclecticismo que admite casi cualquier combinación de elementos teóricos de cualquier procedencia, por
contradictoria que resulte como tal, es el que se entroniza como deseable.
Detrás de ello hay un afán
puramente acomodaticio, de cara a poder disponer de “teorías de quita y pon”, de modo que, según las
circunstancias particulares de cada momento, se pueda recurrir ad hoc a aquellas acordes a los intereses en
cada caso de quien las formula. Se impugna así la base misma de un método científico, una ordenada y
consistente articulación interna, cuestionando finalmente su capacidad explicativa de la realidad4
.
Por tanto, de igual modo que el antónimo de dogmático es crítico, a lo que se opone ecléctico es a definido,
articulado, consistente internamente. Es decir, a lo que define un marco teórico merecedor de tal nombre. Éste
no se construye a partir de la combinación de las “mejores aportaciones” de cada enfoque para componer una
referencia configurada prácticamente “a la carta”. Los diferentes marcos teóricos no pueden "trocearse" a
voluntad para seleccionar lo “mejor” de cada uno de ellos, sino que han de ser coherentes y consistentes
internamente. Lo que admite, desde luego, la incorporación de ciertos aspectos concretos e instrumentales de
otros. Pero estando siempre subordinada esta incorporación al hecho central de que el núcleo básico de un
enfoque no puede ser fragmentado y manejado a voluntad de cada cual, para compatibilizarlo con fragmentos
procedentes de otros enfoques (en el marxismo la consistencia interna se basa en la teoría laboral del valor).
En resumen, la moda del eclecticismo no obedece a necesidades científicas (la razonable integración en un
marco teórico de elementos que, procedentes de otras perspectivas, sin embargo son compatibles con aquella
y la enriquecen) sino a razones políticas vinculadas a intereses particulares a los que no favorece que se
desvele el trasfondo real de los problemas económicos. De modo que, defendiendo que todo es
compatibilizable, se prepara el terreno para amputar de cualquier enfoque heterodoxo su componente más
crítico, haciéndolo así inofensivo para dichos intereses5
.
4
Este fenómeno se encuentra muy extendido en el ámbito universitario, en el que los intereses políticos y, cada vez más,
empresariales, determinan en gran medida el enfoque con el que se presentan los proyectos de investigación para su posible
financiación. Las sucesivas contrarreformas en las universidades españolas (LOU y Plan Bolonia, por citar sólo las más recientes) han
agudizado esto, dando lugar a toda una “industria de proyectos de investigación”, tan ajustada a intereses de capitales privados como
financiada por ellos. En este ámbito adquiere pleno sentido la identificación de ecléctico con acomodaticio (Moliner, María, 1998;
Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, pág. 1050).
5 Hay una interesante afirmación de Schumpeter al respecto (aunque parte de su contenido no lo compartamos en absoluto), ya que además
Nuestra posición es, por tanto, favorable a la incorporación de todos aquellos planteamientos o técnicas
instrumentales que puedan coadyuvar a afinar la comprensión de los fenómenos económicos, lo que no
equivale, ni remotamente, a defender la viabilidad de un método que combine cualesquiera ingredientes “a la
carta”. Esa disposición rigurosa y a la vez abierta que sostenemos, permite y recomienda la aceptación inclusiva
de técnicas de análisis y, eventualmente, de aquellos complementos de índole teórica o conceptual siempre y
cuando tengan cabida coherente en el marco teórico general del que se parte. Pero sólo en este caso, porque
no puede valer todo cuando se exige, como obviamente debe hacerse, que el enfoque teórico sea internamente
consistente, coherente, articulado y definido. De manera que el eclecticismo, entendido como la selección a
voluntad de distintos aspectos de cada enfoque o posición para componer un enfoque nuevo, resultado de la
síntesis de los anteriores, tiene como límite tajante la incompatibilidad de los núcleos teóricos básicos de cada
uno de ellos. De hecho, esta incompatibilidad constituye una dificultad insalvable para buena parte de las
posibilidades que ocasionalmente se plantean (como los intentos de conciliar el enfoque marxista y el
neoclásico6
).
Cosa distinta sería, obviamente, la necesidad de abandonar un marco teórico general si se
constatara su invalidez para el análisis (lo que, desde luego, no se verifica para el marxismo en la actualidad; al
contrario, pues sólo a partir de su método de análisis se puede comprender una situación tan grave como la
presente, directamente relacionada con el carácter creciente de las contradicciones capitalistas, cuya
explicación teórica formuló Marx como ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia).
El método marxista, culminación de la mejor tradición del pensamiento económico, es contrario a los intereses
de la clase dominante y, por ello, siempre ha sido objeto del rechazo de las instituciones de ella, del capital y
sus propagandistas, adoptando este rechazo distintas formas:
las primeras obras publicadas de Marx fueron víctimas primero de una „conspiración de silencio‟, al haber optado
sus adversarios por ignorar la nueva teoría antes que enfrentarse a ella. Después fueron los ataques directos, las
impugnaciones de la validez científica del marxismo. Siguieron los diversos intentos de corrección de los „errores‟
de Marx, de „renovación‟ de la teoría marxista o de su reinterpretación para conciliarla con la teoría „aprobada‟, por
el establecimiento de puentes con la teoría del crecimiento neoclásico, por las aproximaciones con la teoría de
Keynes, etc. Para hacer la teoría marxista aceptable a los ojos de la ciencia económica oficial, que la acogería
entonces como una pieza constitutiva entre otras, era necesario desnaturalizar el contenido, purgar la especificidad.
Otros quisieron reducir el alcance de la teoría de Marx pretendiendo limitarla a un estudio histórico, hoy caduco, del
capitalismo del siglo XIX. Así, situada en el museo, quedaría sin capacidad de perjudicar (Gill, 1996: 19).
Y también ha sido objeto de rechazo de aquellos que, proclamándose representantes de los intereses de la
clase obrera, se han orientado en realidad a favor del mantenimiento de un orden burgués “reformado”. Es el
caso de Bernstein, figura destacada del reformismo que defiende la amputación en Marx de todo lo que apunta
a la explotación consustancial al capitalismo, para así poder defender la viabilidad de una gestión progresista de
éste. Se convierte así en un gran ecléctico en el sentido referido de carente de rigor y acomodaticio:
Bernstein es tal vez el mejor representante de aquéllos para quienes las tesis de Marx sobre la plusvalía y la
ganancia pueden coexistir con la teoría marginalista del valor. La plusvalía es para él, como para Lexis y
Winiarski, efectivamente un hecho empírico, que no necesita ser explicado mediante la ley del valor, teoría que
se revela desde entonces inútil. Puede reemplazarse pues por la teoría marginalista, sin que se discuta el
hecho de la existencia de la plusvalía, que se reduce a una distribución no equitativa de los ingresos7.
Por último, precisaremos asimismo una consideración sobre las relaciones entre universalidad, validez y
vigencia de las teorías económicas, ya que a menudo es fuente de confusiones. En realidad, la cuestión
referente a la universalidad admite pocas dudas: como se ha expuesto también en el capítulo anterior, en el
campo de lo social el carácter necesariamente universal de las leyes presenta una acotación histórica por el
propio carácter histórico de su objeto. Sin embargo, mezclando esta acotación obvia con cuestiones de otra
índole, suele plantearse la pérdida de vigencia de determinados enfoques como consecuencia de los cambios
acaecidos en una realidad (sin que ésta desaparezca como tal, puesto que si efectivamente desapareciera,
entonces el tema resultaría puramente ocioso). Lo cual es incorrecto:
una ley que explica, por ejemplo, el
de recalcar la ausencia de engarce entre la escuela “neoclásica” y la clásica, aborda el carácter limitado del eclecticismo: “(…) es
comprensible que algunos autores ingleses y la mayoría de los no ingleses rebajaran a Marshall a la condición de ecléctico que intentaba
reconciliar y combinar (o buscar un compromiso entre) los principios analíticos de la „escuela clásica‟ inglesa (lo que quiere decir ricardismo) y
los principios analíticos de la „escuela de la utilidad marginal‟ (en el sentido, principalmente, de Jevons y los austríacos). No menos
comprensible es que Marshall mismo y los marshallianos se negaran, un tanto irritados, a aceptar esta interpretación. Y con razón. La
potente máquina analítica de Marshall puede resultar anticuada hoy día, pero fue el resultado de un esfuerzo creador, no de un esfuerzo
sintético; así tendrán que admitirlo sobre todo los que como yo, consideren nula la importancia del ricardismo en ese aparato” (Schumpeter,
Joseph A., 1954; Historia del análisis económico, Ariel, Barcelona, 1971, pág. 916.
6
Véanse Morishima, Michio (1973); La teoría económica de Marx (Una teoría dual del valor y el crecimiento), Tecnos, Madrid, 1977 y
Roemer, John E. (1981); Analytical foundations of Marxian economic theory, Cambridge University Press.
7 Tomado de Dostaler, Gilles (1978); Valor y precio (Historia de un debate), Terra Nova, México, 1980: 128. Véase el apartado
completo “La revisión económica: Bernstein” (ibídem: 121-130).
funcionamiento del capitalismo, puede o no ser válida. Pero no puede ser válida según los casos (salvo que
fuera un caso particular de una ley más amplia; mas entonces no se trataría ya de una ley). Cosa distinta es que
previamente no se haya podido demostrar su invalidez. Sin embargo, esto no significa que antes fuera válida y
ahora haya dejado serlo sino, mucho más sencillamente, que en algún momento se tomó por válida a pesar de
que no lo era (como consecuencia, probablemente, de la incapacidad, en aquel momento, de probar su
invalidez).
Por nuestra parte, adoptamos como referencia el método marxista porque, como hemos explicado
detalladamente, se trata del más potente analíticamente para la comprensión de la economía capitalista que
constituye nuestro objeto de estudio.,...)))...
11 ene 2021 — ¡¡§ TEORÍA SOBRE LA PLUSVALÍA IMPERIALISTA§ BASE-ABAJO-ALTERNATIVOS, SUMA… Y PODER POLÍTICO … (( BLOG REVOLUCIÓN ...
10 ene 2021 — ¡¡§ TEORÍA SOBRE LA PLUSVALÍA IMPERIALISTA§ BASE-ABAJO-ALTERNATIVOS, SUMA… Y PODER POLÍTICO … (( BLOG REVOLUCIÓN ...
3 jul 2020 — Bob Avakian sobre:UN HERMOSO LEVANTAMIENTO: LO BUENO Y LO MALO ... salud, de lukyrh.blogspot.com : Luciano Medianero Morales ... 22 DE JUNIO DE 2020 BLOG REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD ... TEORÍA SOBRE LA PLUSVALÍA IMPERIALISTA, DE LUKY DE MÁLAGA, Lmm : LUKYRH.
28 jun 2020 — Hay libros cortos que son grandes libros. Tal es el caso de {Karl Marx 1881-1883. El último viaje del Moro}, de Marcello Musto.
Falta: BLOG HUMANIDAD/
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20 may 2013 — Estamos reunidos aquí para reflexionar sobre una interrogante ... La respuesta es simple e inmediata: para avanzar al comunismo mediante la revolución socialista. ... la plusvalía y del conjunto de la crítica marxista de la economía política. ... 2º En el blog:lukyrh.blogspot.com expongo temáticas, que creo ...
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24 dic 2012 — Rolando Astarita [Blog] Marxismo & Economía El paro general del ... aunque se fundamentan en caracterizaciones más generales sobre las ...
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23 mar 2011 — Tres cuestiones, por lo menos, me impulsaron a realizar esta revisión crítica. En primer lugar, el comprobar que la tesis del monopolio (los ...
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28 mar 2017 — ¿Qué papel tuvieron los anarquistas en la Revolución rusa? ... de Cataluña, donde son los sóviets de esa zona los que tienen un control sobre la producción. ... y un después en la Historia de la humanidad de la Edad Contemporánea. ... en mi blog lukyrh.blogspot.com : TEORIA POLITICA O SOCIALISMO ...
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15 oct 2020 — «Es necesario preservar el liderazgo absoluto del Partido sobre el Ejército, observar ... autoridades chinas sienten sobre la situación internacional y la situación en torno a China. ... LA PLUSVALIA IMPERIALISTA Y LA LEY DEL VALOR MARXISTA,… ... REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD/Blog. lukyrh.com
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10 ene 2021 — Por todo esto la apuesta por lo público debe ser clara, sobre todo cuando ... REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: IMPERIALISMO Y …lukyrh.blogspot.com/2013/08/ ... TEORÍA SOBRE LA PLUSVALÍA IMPERIALISTA§ ... (( BLOG REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD JUEVES, 26 DE DICIEMBRE 2013 )).
16 may 2013 — En este breve trabajo sobre el imperialismo y la economía de guerra, ... trabajo, una explotación creciente que permite la extracción de una plusvalía que se ... hay nada progresivo que pueda aportar el capitalismo a la Humanidad), ... Por ello os recomiendo que entren en dicho blog: lukyrh.blogspot.com).
REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD/lukyrh.blogspot.com. ... una plusvalía; es su lógica, la impone de varias maneras, judicial, por fuerza, por ... si quieren pueden aprender en blog revolucion de la humanidad/lukyrh.com ... imperialista,...y lo ...
ESTO VIENE DEL BLOG REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD,. ... Y EN ESA LUCHA SE HA CREADO UN ESTADO MUNDIAL IMPERIALISTA,. ... Y SOBRE TODO LA DE F. ENGELS, YA QUE FUE EL QUE DESARROLLÓ MÁS EL ASUNTO,. ... Luciano Medianero Morales Saludos de Lmm,...editor de lukyrh.blogspot.com ...
20 may 2011 — XIX y sobre todo a partir de la Larga Depresión de 1870-1896. ... y les apoyaba en sus intentonas expansionistas (imperialismo). ... a la autodestrucción de la 2ª G.M. que casi acaba con la humanidad. ... la tercera revolución industrial (micro-informática, robotización, . ... SOY EL EDITOR DE: LUKYRH.
8 jun 2011 — Se organizaron movimientos de información en blogs y otros medios ... dos enunciados a la humanidad; que dejan entrever sumariamente, ...
16 jun 2019 — Reflexiones sobre la Internacional Comunista de nuevo tipo ... subjetivas de la revolución socialista, a la vez que se desarrolle una lucha feroz con la ... 1935-1956 y que se reprodujo el 24 de Enero de 2018 en el Blog Dazibao Rojo. ... El capitalismo imperialista ha creado y ampliado la base material.
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ESCRITO POR VALLEBAEZA
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