sábado, 6 de marzo de 2021

"",... COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN DEL 11M/ATENTADOS DE ATOCHA-MADRID,...2.004 // LA REVISTA "NUEVA SOCIEDAD",...Y EL G.C.P.INTERN. DE MÁLAGA.

  https://www.youtube.com/watch?v=YaUGFxfObUE

INTRODUCCIÓN,...QUERÍA MENCIONAR ALGUNOS LIBROS,...REVISTAS ,...ARTÍCULOS,...¡¡; Y BUSCAR UN TRABAJO,...QUE CREO, QUE ESTÁ EN EL BLOG,...SOBRE EL ATENTADO DEL 11 M 2.004 EN MADRID, LLAMADO LOS ATENTADOS DE ATOCHA,...¡¡¡. 

TENGO DOS PORTADAS DEL "NUEVA SOCIEDAD", REVISTA POLITICA,..ETC,... DEL GRUPO COMUNISTA PROLETARIO INTERNACIONALISTA DE MÁLAGA,... UNO EL N.- 8,...DONDE SE DICE 11-M, MADRID,..... Y EL N.-9, DICE : "" ¿ DONDE ESTÁN LAS CINTAS DEL 11-M ? "",... Y YA DENTRO POS SE DESARROLLAN LOS REFERIDOS ARTÍCULOS,...¡¡¡¡.


PORTADA DEL N.- 8 DE NUEVA SOCIEDAD" ¡¡ : 




"" EN BLOG REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD ¡¡ : 

JUEVES, 13 DE MARZO 2014 // BLOG : REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD.

INSISTIMOS CON EL 11M-2.004 EN LOS TRENES DE MADRID, CERCA DE 200 MUERTOS Y MILES Y MILLONES DE AFECTADOS,...NO SOLO EN MADRID, EN TODO EL MUNDO,...





TODOS SE HAN REUNIDO EN LAS CATEDRALES, LOS CAPITALISTAS Y LAS CLASES OBRERAS Y POPULARES,...REPRESENTADAS AQUELLAS POR LAS CLASES QUE CREARON EL ATENTADO CONTRA EL PROLETARIADO INTERNACIONAL VIVIENTE EN MADRID,...

TODOS JUNTOS EN LAS CORTES GENERALES,...SOLO MURIERON OBREROS,...HABÍA QUE ACOGOTAR A LOS OBREROS,...SÍ DE TODOS LOS PAÍSES QUE VAN EN LOS TRENES A SUS TRABAJOS, A SUS ESTUDIOS, A SUS COMPRAS Y QUEHACERES,...HABÍA QUE ACOJONAR A LOS OBREROS EN MADRID,...PARA QUE LOS DE AQUÍ SE SUBLEVARAN CONTRA LOS FORÁNEOS,...CONTRA CIERTOS ÁRABES,...O CIERTOS VASCOS,...EL PODER MUNDIAL CAPIIMPERIALISTA ORGANIZA Y PERPETRA LOS ATENTADOS,...PARA CREAR UNIDAD POPULAR OCCIDENTAL CONTRA TODO LO SEPARATISTA SIN CONTROLAR POR ELLOS,...CONTRA TODO LO EXTERIOR QUE NO CONTROLEN O QUIERAN CONTROLAR, HAYA PETRÓLEO, URANIO O GAS,...//... ""








[[HTTPS://ES.WIKIPEDIA.ORG/WIKI/ATENTADOS_DEL_11_DE_MARZO_DE_2004

HTTPS://ES.WIKIPEDIA.ORG/WIKI/%C3%8D%C3%B1IGO_ERREJ%C3%B3N

Errejón junto con otros diputados autonómicos y concejales en la madrileña Puerta del Sol en marzo de 2019, durante un acto de recuerdo a las víctimas de los atentados del 11-M.,...¡¡¡.

Los atentados del 11 de marzo de 2004 en España, conocidos por el numerónimo 11M, fueron una serie de ataques terroristas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid llevados a cabo por Al Qaeda y el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, tal como reveló la posterior investigación policial, sentenció la Audiencia Nacional y reiteró el Tribunal Supremo.1​ Fallecieron 193 personas y alrededor de dos mil resultaron heridas.

Entre las 07:36 y las 07:40 (CET) del 11 de marzo de 2004, en hora punta, se produjeron diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de Madrid. Más tarde, y tras un intento de desactivación, la policía detonó de forma controlada dos artefactos que no habían estallado. Tras ello desactivaron un tercero que permitiría, debido a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores.

Los atentados se produjeron tres días antes de las elecciones generales de 2004. Los dos principales partidos políticos españoles —Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE)— se acusaron mutuamente de ocultar o distorsionar información relativa a los atentados por razones electorales.2​ Esta fue una de las causas por las que surgieron especulaciones sobre la investigación policial e instrucción sumarial, posteriormente denominadas teorías de la conspiración del 11M.

Es el mayor atentado de la historia de España y el segundo mayor atentado cometido en Europa por detrás del atentado de Lockerbie de 1988. Este no fue el primer atentado de corte yihadista perpetrado en España: en 1985 se produjo el atentado del restaurante El Descanso, que causó 18 muertes.,...///...

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JUEVES, 13 DE MARZO 2014 // BLOG : REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD.

INSISTIMOS CON EL 11M-2.004 EN LOS TRENES DE MADRID, CERCA DE 200 MUERTOS Y MILES Y MILLONES DE AFECTADOS,...NO SOLO EN MADRID, EN TODO EL MUNDO,...



TODOS SE HAN REUNIDO EN LAS CATEDRALES, LOS CAPITALISTAS Y LAS CLASES OBRERAS Y POPULARES,...REPRESENTADAS AQUELLAS POR LAS CLASES QUE CREARON EL ATENTADO CONTRA EL PROLETARIADO INTERNACIONAL VIVIENTE EN MADRID,...

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https://docs.google.com/document/d/1sbSu6eeCpsMOXdDLE9OWEi4Xl5y77G1K/edit

2.4. Dudas razonables


El modo en que fueron perpetrados los atentados y la respuesta gubernamental a los mismos pusieron sobre el tapete cuestiones importantes. 

La primera es preguntarse dónde estaban las acciones preventivas contra el terrorismo con las que Aznar, un año antes, alardeaba de ser precavido para apoyar la guerra preventiva de Bush contra Iraq. El asunto es más grave si tenemos en cuenta, como luego se ha sabido, que varios de los autores del atentado del 11 de marzo se hallaban bajo vigilancia policial por su relación con los atentados del 11 de septiembre en EE.UU. De lo cual se deduce que Aznar o bien confiaba en que Al Qaeda no se atreviera a actuar en España por tener el aliado más poderoso del mundo, o bien confiaba en que las medidas de seguridad adoptadas por el amigo americano (a la postre poco eficaces ante un enemigo que el informe oficial sobre el 11-S califica de sofisticado, paciente, disciplinado y leal) sirvieran de escudo a sus aliados, mientras el Gobierno español, centrado de manera obsesiva en ETA, ignorando tanto la amplia lista de atentados perpetrados por fanáticos islamistas como los abortados por los servicios de inteligencia en territorio europeo, y persiguiendo el equilibrio presupuestario -el aireado (y maquillado) déficit cero- había ido reduciendo los cuerpos de seguridad.

En el primer caso la presunción era vana, como los hechos dramáticamente han mostrado, y en el segundo, también, pues, a pesar de contar con 15 agencias de espionaje, las medidas de seguridad adoptadas por Bush contra el tipo de terrorismo practicado por Al Qaeda fueron casi nulas, según opiniones de responsables de la seguridad norteamericana, a pesar de haber recibido varios avisos de los servicios de espionaje durante el verano de 2001. En una entrevista, el ex coordinador de Seguridad con Clinton y Bush sr, Richard Clarke afirma que en cuarenta ocasiones la CIA advirtió al actual presidente de que Al Qaeda preparaba un ataque contra Estados Unidos. Avisos que Bush ignoró porque lo que verdaderamente le interesaba era desviar la atención hacia el régimen de Sadam Hussein y hallar un motivo para invadir Iraq. “La guerra de Iraq supone una desviación de recursos en la lucha mundial contra el terrorismo, y al tiempo la hace más difícil porque enfurece al mundo musulmán”, añade Clarke.  

En vista de lo cual cabe albergar no pocas dudas sobre el verdadero motivo que tuvo Aznar para apoyar sin condiciones la, entonces ilegal e impopular y hoy desventurada, operación de Bush en Iraq. ¿Trataba Aznar realmente de luchar contra el terrorismo de Al Qaeda o ayudaba a extender del peor modo posible la hegemonía norteamericana? 

 Si Aznar creía que ocupando militarmente Iraq el problema quedaba resuelto, se equivocó por completo (aún persiste en el error), porque mucho tiempo después de que Bush declarase el final de la breve guerra, no parece que los presuntamente derrotados se hayan dado realmente por vencidos ni que los presuntos vencedores, salvo detener a Hussein, hayan alcanzado los objetivos que teóricamente les llevaron a Iraq. La clandestina ceremonia de traspaso de los limitados poderes del procónsul norteamericano Paul Bremer a las nuevas autoridades iraquíes y las dificultades del gobierno provisional abundan en lo mismo. Y la elemental concepción del terrorismo que tiene Aznar –“todos los terrorismos son iguales”– para vincular la política interior y la exterior, reveló su inconsistencia: ETA no es lo mismo que Al Qaeda, cuyo desafío no se detiene en Europa ni en los Estados Unidos. sino que incluye el orden mundial, porque su fanatismo –aniquilar aquello que no se comparte– es mayor y más difícil de combatir que el de ETA. “Una cosa es perseguir a un puñado de fanáticos por las montañas de Afganistán y otra muy distinta luchar contra el fanatismo”, señala el escritor israelí Amos Oz

Aznar, igual que Bush, olvidaba una recomendación de Clausewitz: El primer acto de discernimiento, el mayor y más decisivo que ejecutan un estadista y un jefe militar, es el de establecer correctamente la clase de guerra que están librando. Y Aznar no sabía con quien se enfrentaba. Y si lo sabía, no actuó en consecuencia, pues los servicios secretos de varios países europeos también habían advertido sobre movimientos de sujetos vinculados al islamismo radical. Y una de las pruebas es que días antes de que se produjera el atentado en Madrid, la ciudad de París estaba en situación de alerta. Además de que, a finales del febrero, la opinión pública pudo conocer la noticia de que Ramzi Binalshibh, miembro de la célula de Hamburgo que perpetró el atentado contra las Torres Gemelas confinado en Guantánamo, había confirmado que se había reunido con Mohamed Atta en Tarragona, en julio de 2001, para ultimar los detalles de la operación. Gracias a sus contactos en España, Binalshibh pudo escapar hasta que fue detenido el año 2002 en Pakistán.  

Hay otros motivos que explican la actitud de Aznar, además de su devoción por la política ultraliberal -y ferozmente desigualitaria- de la Casa Blanca, y uno de ellos es su moral profundamente maniquea, que intelectualmente le conduce a elaborar representaciones bipolares de la realidad.

 En este tema, como en otros, Aznar ha dividido el mundo en dos bandos: el de los terroristas y el de quienes les combaten, y además sólo concibe un modo de hacerlo: el patrocinado por el trío (en realidad cuarteto) de las Azores. 

Empero, el terrorismo es un fenómeno más complejo. En el caso del practicado por grupos fanáticos islamistas, no es, como pretende el equipo de la Casa Blanca, influido aún por el paradigma bipolar de la guerra fría y por las teorías de Huntington sobre el choque de civilizaciones, un movimiento unificado y mucho menos expresión de uno o más Estados, noción ésta bastante ajena a las interpretaciones más extremas del islamismo, sino un método de lucha –de una lucha que, según Kepel, también se libra en el corazón del Islam–, aplicado con diverso grado de intensidad, adoptado por grupos y movimientos con distintos propósitos, que requieren, por tanto, tratamientos diferentes para ser combatidos. 

En el caso de Al Qaeda, la confusión puede ser mayor, ya que, desde un punto de vista occidental, una primera impresión puede ofrecer la apariencia de un nuevo enfrentamiento entre la modernidad occidental y el arcaísmo asiático, sin percibir que tanto los métodos como la ideología y los componentes de esa maraña de grupos tienen mucho de occidentales; son híbridos; o como escribe John Gray, son un subproducto de la globalización. Y puntualiza: “No hay estereotipo que resulte más pasmoso que el que describe a Al Qaeda como un retroceso a los tiempos medievales (...) Pese a que afirmen ser los exponentes de una tradición indígena, sus fundadores han reinterpretado el islam a la luz del pensamiento occidental contemporáneo. 

Se puede compartir del todo o en parte la tesis de Gray, pero lo que está bastante claro es que, a la vista de los resultados, existe no poca confusión sobre lo que representa Al Qaeda en relación con occidente. Y retornando al caso de España, no sólo por los objetivos sino también por los procedimientos, existe gran diferencia entre el terrorismo de ETA, un método cruento al servicio de un proyecto teñido de etnicismo, fundado en peculiaridades locales, que defiende un programa totalitario de colectivismo nacional, y el de los grupos cercanos a Al Qaeda, que, sin visos de racismo, impulsan un proyecto religioso transnacional inspirado en valores morales que estiman de aplicación universal. 

Ambos proyectos son excluyentes, pues ambos pretenden erigir regímenes políticos de tipo totalitario para restaurar comunidades definidas por un solo principio a partir de las sociedades existentes. En el caso de ETA, se trata de construir la nación nacionalista vasca, a partir de las definiciones raciales de Sabino Arana y de los postulados colectivistas de la llamada izquierda abertzale. En el caso del islamismo radical, se trata de configurar sociedades homogéneas a partir de la estricta aplicación de la ley islámica. En el caso de ETA se trata de restaurar la comunidad (trans)histórica vasca; en el caso del islamismo radical de restaurar la Umma o comunidad de los creyentes. Y ambos proyectos son excluyentes. La boina y la burka no son compatibles, al decir de los expertos

El otro motivo es la poca cintura política de Aznar (una de las habilidades de la maquiaveliana virtud), su escasa capacidad para enfrentarse simultáneamente a problemas no previstos, pero la razón que mejor explica su reacción y la del PP ante los atentados del 11 de marzo es la aversión hacia ETA (lógicamente fundada en haber escapado milagrosamente de un atentado) y el nacionalismo, al haber convertido el combatirlos en uno de los ejes principales de su política. Se puede decir que ETA, y por añadidura los partidos nacionalistas, han proporcionado el pretexto necesario para que el Gobierno de Aznar haya podido expresar con toda su energía -sin complejos- la carga de centralismo y autoritarismo que encerraba su programa, en el que la unidad de España se entendía como uniformidad, autoridad y disciplina. 

Al vincular las demandas nacionalistas con el terrorismo de ETA y presentarse como el máximo garante de la unidad de España, el Partido Popular había logrado capitalizar en su exclusivo beneficio la lucha contra el terrorismo como expresión violenta del separatismo, de tal modo que, dando por supuesto que un acontecimiento de la magnitud de estos atentados necesariamente debería influir en la intención de voto de los electores, también cabría esperar que los ciudadanos entregaran su confianza al partido que más se había distinguido en la lucha contra ETA. Esta es la razón que parece explicar la insistencia del Gobierno en atribuir los atentados a la organización vasca, reforzada, además, por otra: atribuir, tres días antes de las elecciones, la autoría a algún grupo de fanáticos islamistas podía suponer el retorno a la escena política de aquello que a toda costa se quería evitar: el recuerdo del multitudinario rechazo a la invasión de Iraq, que en el momento álgido de la movilización ciudadana, en el invierno de 2003, las encuestas habían estimado en el 91%. 

La utilización política de los atentados en favor del PP, como si la campaña electoral no hubiera estado suspendida, es la razón del persistente silencio del Gobierno sobre los verdaderos autores de la matanza y de la orientación de la información ofrecida a la opinión pública con la intención de mantener a los electores, hasta pasada la jornada electoral, en la creencia de que habían sido provocados por ETA. La identificación y detención de cómplices pocas horas después de perpetrados los atentados indica que los servicios de inteligencia y/o de la policía disponían de mucha información previa, pero la decisión de no hacerla pública fue política: el Gobierno la vetó.

Muy poco tiempo después de perpetrados los atentados, la policía ya había descartado la autoría de ETA. El descubrimiento de la furgoneta con ropas, objetos y detonadores que habían utilizado los asesinos para desplazarse a la estación de Alcalá de Henares orientó las sospechas hacia un grupo islamista, y la desactivación de una bomba sin explotar, hallada en una bolsa en uno de los trenes, confirmó que no se trataba de uno de los artefactos habitualmente utilizados por ETA.

Con ello llegamos a la peor de las conclusiones: que cuando conviene no todos los terrorismos son iguales. Con los atentados de unos se pueden ganar las elecciones y con las barbaridades de otros se pueden perder. Esta es la idea que prevaleció en el Gobierno ante los brutales atentados del día 11 de marzo, y, como impulsadas por un resorte, actuaron las viejas lógicas del PP, las probadas malas mañas –la opacidad, la manipulación de la información y el ventajismo– que tan buenos resultados habían dado hasta la fecha. 

Veamos la secuencia de los hechos.


2.5. La información gubernamental sobre los atentados


El día 11 de marzo de 2004 será de los que no se olviden en mucho tiempo. La brutalidad de los atentados conmociona toda Europa y más lejos. La ciudad de Madrid, desde muy temprano, se sumerge en un torbellino de perplejidad, tristeza, dolor, socorros frenéticos y solidaridad a raudales. A medida que transcurre el día y se percibe el alcance de la tragedia en toda su magnitud la actividad ciudadana se va paralizando. La gente regresa pronto a sus casas y la hostelería y la industria del ocio cierran sus establecimientos (bares, teatros, cafeterías, cines, discotecas, bingos) y los que quedan abiertos están faltos de público. 

La campaña electoral se suspende, se establece la comunicación entre los responsables políticos (en algunos casos rota desde hace tiempo), se hacen las primeras declaraciones y se apuntan las explicaciones iniciales sobre unos hechos terribles, cuya autoría, al principio, y quizá por seguir una dilatada y macabra costumbre, apunta a ETA. 

Diversas muestras de solidaridad y apoyo llegarán muy pronto desde todos los lugares de España y muchos del extranjero, pero los primeros en expresar su pesar y su rechazo son los vascos, se diría que, empujados, como escribirá Kepa Aulestia al día siguiente, por el “sentimiento de culpa de pertenecer a una colectividad en cuyo nombre unos pocos podían cometer tal atrocidad”.  

A las 9,30 de la mañana, un consternado Ibarretxe dice ante las cámaras de televisión: “Los terroristas son simplemente alimañas... Qué monstruosidad, qué espanto tan grande...ETA está escribiendo sus últimas páginas”. Pero Arnaldo Otegi (de Sozialista Abertzaleak, una de las versiones de Herri Batasuna) le corrige: “No contemplo ni como hipótesis que ETA esté detrás de esos atentados. Porque ETA a lo largo de su historia siempre ha avisado de la colocación de los explosivos [...] porque es una acción que se ha hecho buscando ese alto número de víctimas, pero además buscando un alto número de víctimas entre trabajadores y población civil. Otegi rechaza el atentado y lo atribuye a un operativo de la resistencia árabe. Lo cual no aclara mucho, porque Otegi es un habitual exculpador de las barbaridades de ETA, y porque ésta no siempre ha avisado de sus intenciones –recuérdense las bombas trampa– ni ha asumido todos los crímenes cometidos (los de la cafetería Rolando, en Madrid, por ejemplo). Y también ha atentado contra civiles y trabajadores. Con su delirante trayectoria, cabe imaginar que, a pesar de su debilidad, sus dirigentes puedan haber pensado que con una bestialidad de tal magnitud la hagan salir de su declive.  

Aznar convoca parcialmente al Gobierno, pero no al Gabinete de crisis (que se reúne por vez primera el 17 de marzo). En la reunión, de la que no existe acta, están presentes los vicepresidentes Rodrigo Rato y Javier Arenas, el ministro del Interior, Ángel Acebes, el ministro portavoz Eduardo Zaplana, el secretario General de Presidencia Javier Zarzalejos y el secretario de Estado de Comunicación, Alfredo Timmermans. Ni la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, ni los responsables de Defensa, Federico Trillo, y de Hacienda, Cristóbal Montoro, miembros natos del gabinete de crisis, han sido convocados.

Inexplicablemente tampoco lo ha sido el jefe de los servicios de inteligencia (CNI), Jorge Dezcallar –fuera de juego hasta el día 16–. Su ausencia, la de los responsables de Exteriores y Defensa, y la presencia de dos altos cargos relacionados con la información (Zaplana y Timmermans) dejan traslucir las intenciones de cómo el Presidente pretende abordar la crisis.

Aznar tampoco reúne el Pacto Antiterrorista ni cita a representantes de otros partidos, a los que les hace llegar su opinión -“Espero que no haya dudas de que ha sido un atentado”, indica por teléfono a Zapatero- y la invitación para acudir a una manifestación convocada para el día 12. Con estas decisiones, el Gobierno piensa afrontar la crisis en solitario y obtener los posibles réditos electorales, si los hay, también en solitario. Para ello, despliega una intensa actividad en el campo de la información. Aznar en persona telefonea a los directores de varios periódicos de Madrid y Barcelona (volverá a hacerlo por la tarde) indicándoles que el Gobierno no duda de la autoría de ETA. Desde La Moncloa se transmite el mismo mensaje a los corresponsales de la prensa extranjera. 

A las 13.30, el ministro del Interior anuncia la cifra de muertos en ese momento -173 y 600 heridos- e indica su creencia de que ETA es la autora del atentado, calificando de “intolerable cualquier intoxicación por parte de miserables” que apunte hacia otros autores. Poco después interviene Zapatero, que acepta la versión del Gobierno -“Estamos ante el atentado más horrendo de ETA”- y llama a la unidad democrática frente al terrorismo.  

A las 14.30 interviene Aznar. Se refiere al 11 de marzo como una fecha en la historia de la infamia y califica a los autores de asesinos fanáticos. Habla de la banda terrorista pero no cita a ETA. Anuncia tres días de luto oficial e invita a los ciudadanos a acudir, al día siguiente, a la manifestación convocada con el lema Con las víctimas del terrorismo, con la Constitución, por la derrota del terrorismo. La alusión a la Constitución, convertida otra vez en patrimonio particular del PP, trata de reforzar la idea de que se trata de dar una respuesta a aquellos que no la aceptan: ETA.

Esa idea de quienes son los autores se traslada al Consejo de Seguridad de la ONU, donde, en ausencia de Inocencio Arias, la representante española, Ana Menéndez, presenta una resolución urgente condenando a ETA por los atentados de Madrid, que a pesar de las dudas de los presentes se aprueba. Cuatro días después, conocidos los verdaderos autores, Arias se verá obligado a pedir disculpas. 

Sin embargo, esa misma tarde, el Ministerio de Asuntos Exteriores envía un mensaje a todas las embajadas españolas señalando a ETA como la autora de los atentados y advirtiendo de la intención de otras fuerzas políticas de desviar las sospechas hacia otros grupos terroristas (Otto Schilly, ministro del Interior de Alemania, criticará, días después, a su homólogo Ángel Acebes, porque hubo retrasos, imprecisiones y quizá cosas inciertas en la información del gobierno español sobre los atentados). 

A las 20.15, poco después de que la policía haya difundido las fotografías de nueve miembros de ETA presuntamente relacionados con el atentado, Acebes anuncia el hallazgo de la furgoneta y la apertura de una segunda línea de investigación, pero recalca que la línea esencial sigue siendo ETA. Opinión que Aznar confirma en otra ronda de llamadas a los directores de varios diarios. 

A las 20.30, el Rey, en una comparecencia extraordinaria –la primera desde el intento de golpe de estado de febrero de 1981– habla por televisión. Muestra su repulsa, condena el atentado, pero no menciona a ETA, y exhorta a la unidad. 

A las 21.30, la agencia Reuters comunica que el londinense Al-Quds Al-Arabi, diario propalestino impreso en lengua árabe, ha recibido una nota en la que un grupo cercano a Al Qaeda se hace responsable de los atentados de Madrid.   

Esa misma noche, la desactivación de la bomba hallada en una mochila en el apeadero de El Pozo permite obtener nuevos datos, que dirigen definitivamente la investigación policial hacia grupos islamistas próximos a la red de Ben Laden.

No obstante, al día siguiente, a las 11.30, en una comparecencia de prensa previa a la reunión del Consejo de Ministros, Aznar insiste, por un lado, en que el Gobierno ha dado toda la información de que dispone y en que “mantendrá siempre su compromiso de transparencia”, y, por otro, en mantener la autoría de ETA -“No concedo el beneficio de la duda a quien mantiene su voluntad criminal y ha estado siempre (…) dispuesto a descargarla sobre personas inocentes”- pero sin citarla -“La banda terrorista tan bien conocida en nuestro país”-, y cuando se le solicita que aclare cuál de las dos líneas de investigación es la prioritaria, se escabulle: “Estamos ante un atentado terrorista terrible. No me pidan que juegue a las quinielas”. En la rueda de prensa posterior al Consejo, ante las preguntas de los periodistas insistiendo en lo mismo, indica que “el Ejecutivo ha dado toda la información. No hay ningún aspecto que conozca el Gobierno que no se haya puesto en conocimiento de la opinión pública”.

Con los indicios aparecidos y la información proveniente del extranjero -junto con la de Madrid, han caído las bolsas de Nueva York y Tokio, efecto que los atentados de ETA nunca han producido- las dudas sobre la autoría del ETA se extienden. En los mismos periódicos las opiniones se dividen. En canales de televisión extranjeros se atribuye el atentado a grupos de fanáticos islamistas y, en primera plana, el diario gallego La voz de Galicia atribuye a Al Qaeda la autoría del atentado. 

El diario abertzale Gara publica un editorial que lleva por título "Barbaridad inadmisible". Por la tarde, en llamadas telefónicas efectuadas a este diario y a Euskal Televista, un portavoz de ETA afirma que la banda no es responsable de los atentados de Madrid (volverá a desmentirlo el domingo), pero el ministro del Interior, que estimó verosímil el anuncio de ETA de declarar una tregua en Cataluña porque le permitía criticar al Gobierno tripartito catalán y al PSOE, no concede el menor crédito a estos avisos. Tampoco Urdaci, jefe de informativos de TVE, pues, aduce, al no haber sido grabada la llamada no se puede analizar la voz y comprobar si coincide con la de otros mensajes de ETA. Y tampoco Rajoy, que en diversas declaraciones ha seguido defendiendo la hipótesis central del Gobierno, le concede el menor crédito. 

A las 18.30, el ministro del Interior comunica el hallazgo de una bolsa de deporte conteniendo explosivo (goma 2), pero, como luego se ha sabido, el mecanismo para hacerla estallar es el mismo que los utilizados en los atentados de Bali y de Casablanca. En ese momento, en medios policiales se disipan las dudas que pudieran existir acerca de quienes son los autores del atentado, pero de eso no se informa a la opinión pública.

Esa tarde, multitudinarias manifestaciones bajo el mismo lema se producen en todo el país. En la que, pese a la intensa lluvia, tiene lugar en un entristecido Madrid, grupos de manifestantes gritan “¿Quién ha sido?” ante la presencia de Aznar, creando una situación de gran tensión y perplejidad en la cabecera del cortejo, en la que junto al Gobierno aparecen, por vez primera, el príncipe y las infantas, así como representantes de los principales partidos y sindicatos, ex presidentes del gobierno, altos cargos de la Unión Europea y primeros ministros de varios gabinetes extranjeros. En otros muchos lugares de España y en una veintena de ciudades del extranjero se efectúan concentraciones similares. En Barcelona, Rato y Piqué son insultados por unos manifestantes que les llaman asesinos. 

Como suele ocurrir en situaciones de emergencia, millones de personas, más de dos en Madrid, han acudido a manifestarse en solidaridad con las víctimas y contra el terrorismo respaldando la interesada convocatoria del Gobierno –Con las víctimas del terrorismo, con la Constitución–, pero también ha empezado a percibirse la desconfianza hacia la información proporcionada por el ministro del Interior y crece la sospecha de que la poca claridad sobre la autoría de los atentados sea utilizada en beneficio del Partido Popular en las elecciones del próximo domingo.

La reserva de una parte importante de la ciudadanía está justificada, porque la manipulación informativa no ha terminado.

La noche del día 12, después de asistir a las multitudinarias manifestaciones, los espectadores de Telemadrid, la cadena autonómica madrileña controlada por el gobierno de Esperanza Aguirre, ven alterada la programación. Sin previo aviso, se reemplaza la película norteamericana Vidas paralelas por Asesinato en febrero, que reconstruye el asesinato del diputado vasco Fernando Buesa y de su escolta, Jorge Díaz, a manos de ETA, en febrero del año 2000. 

El sábado, día 13, jornada de reflexión, lo que no obsta para que el diario El Mundo publique una entrevista a Mariano Rajoy, Zaplana comparece en La Moncloa indicando que el Gobierno está informando con total transparencia y vuelve a reafirmar la autoría de ETA, trasladando la carga de la prueba a quienes opinan lo contrario: “Algunos parece que quieren descartar que pueda ser la banda criminal y asesina ETA, cuando todo apunta, salvo que se demuestre lo contrario, y hay líneas de investigación en marcha de las que se ha dado cuenta, que, desde luego, no nos debería causar ninguna sorpresa que fueran los criminales y asesinos de la banda terrorista ETA”. Poco después, Acebes vuelve a informar en parecidos términos -“la prioridad es la banda que lleva 30 años y 900 muertos en España”-, pero añade que puede existir una colaboración entre grupos terroristas.

A primera hora de la tarde del sábado, la policía, que ha seguido las pistas halladas en la mochila no explosionada, detiene a tres marroquíes y a dos indios en un locutorio telefónico del barrio madrileño de Lavapiés. La noticia llega a las redacciones de diversos medios de comunicación. No se difunde, en espera de la confirmación oficial, pero se extiende como un rumor a través de los teléfonos móviles. Pero lo que difunde EFE, la agencia estatal de noticias, en un intento desesperado de su director, Miguel Platón, por ayudar al PP, desde la sede central en Madrid a sus corresponsales en 140 ciudades de más de cien países, es un teletipo en el que se indica que la pista islámica queda descartada y que todos los indicios apuntan a ETA.

Desde primera hora de esa misma tarde, miles de mensajes -“Hoy, a las 18, en la sede del PP. Por la verdad. Pásalo”- se difunden a través de los teléfonos móviles convocando concentraciones ante las sedes del Partido Popular en las principales ciudades españolas. La llamada tiene éxito y miles de personas acuden a concentrarse ante las sedes del PP pidiendo la verdad: “¡Queremos la verdad antes de votar!” En Madrid, ante la afluencia de gente, se corta el tráfico de la calle Génova, ocupada por los manifestantes que se dirigen hacia las ventanas de la sede del partido Popular con gritos de “¡Mentirosos! ¡Mañana se va a notar a la hora de votar!”. En Santiago de Compostela ocurre algo similar y en Barcelona se monta una cacerolada en la Vía Layetana, exigiendo la verdad. Pronto se producen concentraciones en otros puntos de España.

A las 19.30, en la sede del canal autonómico de televisión, Telemadrid, se recibe un aviso indicando que en una papelera próxima a la mezquita de la M-30 está depositada una cinta de vídeo, que la policía recoge y analiza: como se sabrá después, un portavoz de Al Qaeda en Europa confirma la autoría de los atentados. Poco después, algunas emisoras –la SER– filtran la noticia de las cinco detenciones.

Acebes, en la comparecencia realizada media hora después, confirma las cinco detenciones de Lavapiés, pero señala que todavía es prematuro vincular los atentados con el perpetrado contra la Casa de España en Casablanca. No descarta a ETA. 

A las ocho y media, Rajoy aparece en la televisión pública presentándose como candidato a la presidencia del Gobierno y calificando de ilegales e ilegítimas las concentraciones frente a las sedes del Partido Popular durante la jornada de reflexión. Comunica que han sido denunciadas a la Junta Electoral Central y acusa a ciertos partidos de haberlas convocado. Por si alguien no se había enterado todavía, la aparición de Rajoy amplifica la convocatoria. Miles de personas se arremolinan ante las sedes del PP hasta bien entrada la noche. Luego se producirán manifestaciones espontáneas dentro de un clima pacífico, muy alejado de lo que Ana Botella, en su libro de recuerdos sobre sus ocho años en La Moncloa, llama la furia organizada. 

A las nueve, aparece brevemente en televisión el portavoz del PSOE, Pérez Rubalcaba, que celebra las detenciones de los presuntos terroristas islamistas, pero lamenta la opacidad del Gobierno –Los españoles merecen un Gobierno que les diga siempre la verdad– y rechaza que el PSOE haya convocado las concentraciones ante las sedes del PP. La intervención de Rubalcaba provoca una declaración institucional del portavoz del Gobierno. Zaplana asegura que el Gobierno está actuando con total transparencia. 

Durante toda la tarde ha habido fuertes tensiones en los estudios de RTVE en Torrespaña por el control ejercido por A. Urdaci sobre la edición del programa Informe semanal dedicado a los atentados, que debe emitirse esa noche por la primera cadena. Algunos redactores son partidarios de ofrecer como noticia las concentraciones antes las sedes del Partido Popular, pero Urdaci decide actuar más como comisario político del Gobierno que como jefe de informativos de la cadena pública de televisión y veta la propuesta. En cambio, CNN+ decide que, por ser insólitas esas concentraciones en una jornada de reflexión, sí son noticia y las difunde.

A las 11 de la noche, la programación nocturna de TVE-1 queda alterada por sorpresa. En lugar de la película anunciada -Shakespeare in love–, la primera cadena exhibe la película Asesinato en febrero, cedida antes a Telemadrid, con el fin de que los espectadores concluyan la jornada de reflexión con la idea metida en la cabeza de que ha sido ETA la autora de los atentados del día 11.  

Pasada la media noche, el ministro del Interior anuncia que la cinta de vídeo hallada en una papelera junto a la mezquita es una grabación de Al Qaeda reclamando la autoría de los atentados del 11 de marzo en Madrid. 


J. M. Roca

Fragmento del capítulo II del libro colectivo con Luis M. Sáenz, Juan M. Verán y Enrique del Olmo: La derecha furiosa, Madrid, SEPHA, 2005. 

Prólogo de Rosa Regás. 




EL JUICIO DEL 11 DE MARZO 


José M. Roca


Tras una larga etapa de instrucción, el 15 de febrero comenzó el juicio por los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, que, con independencia de las sentencias con que concluya, constituye una forma legal, democrática (ni los ciudadanos han visto reducidos sus derechos civiles ni los acusados han sido privados de ellos ni recluidos en un limbo jurídico) y eficaz de luchar contra el terrorismo islamista, frente a aquellos que, puestos a elegir entre la acción de los jueces o un nuevo desembarco de Normandía, prefieren hacerlo mediante costosas aventuras militares de resultados inciertos. 

A las dificultades propias de un caso como éste, el primero en magnitud que se produce en España y de un tipo de terrorismo distinto en sus fines y formas de actuar del practicado por ETA, se añaden las propias del número de implicados -29 acusados- y afectados y que, por las circunstancias en que se produjeron los hechos, en vísperas de unas elecciones generales y en un país metido en una impopular guerra neocolonial, está cargado de interpretaciones políticas y cuya resolución tendrá indefectiblemente consecuencias políticas.   

Teniendo en cuenta el estado emocional de muchos testigos, las imprecisiones de la memoria en momentos traumáticos, los impedimentos sicológicos de algunos declarantes y la conmoción social en unas circunstancias que exigían la espontánea colaboración ciudadana y la movilización urgente de diversos servicios públicos, el juez Del Olmo, basándose en pruebas y testimonios, ha podido reconstruir los hechos que condujeron a aquel día aciago y, en un plazo de tiempo razonable, instruir el sumario 20/04, que comprende 50.000 registros telefónicos, 116 declaraciones y 200 pruebas de ADN, prevé la comparecencia de 650 testigos y la colaboración de 98 peritos, recogido en un expediente de 93.000 folios, por el cual se han llevado al banquillo 29 personas acusadas de 191 asesinatos consumados y 1.824 en grado de tentativa. 

Ello no ha impedido que en el PP, sin otro apoyo que las delirantes fábulas de sus servicios auxiliares de propaganda, hayan puesto en duda la instrucción del sumario. No sabemos que hubieran dicho de haber ocurrido lo mismo que en EE.UU. (la verdadera patria de Aznar), donde el juicio por los atentados del 11 de septiembre de 2001 se saldó con un único condenado, el franco-magrebí Zacarías Moussaoui, aunque hay otros dos autores huidos. 

En espera de las sentencias, las primeras sesiones de la vista del proceso del 11-M permiten, de momento, extraer algunas conclusiones.


El silencio de los lobos


La primera de ellas ha sido mostrar que el fanatismo religioso es compatible con el cálculo para cometer atentados y con el disimulo en el juicio. 

El testimonio de los acusados ha permitido comprobar que movidos por sus ideas pueden matar y estar dispuestos a morir en nombre de su fe, pero no a morir inútil o prematuramente. Los autores dejaron las bombas en los trenes, pero se bajaron, en algunos casos de manera precipitada (lo que facilitó luego su identificación por testigos), porque entonces no estaban dispuestos a morir. Con esta forma de actuar dejaron claro que su intención el once de marzo era matar más que morir, incluso más que morir matando. Los que se suicidaron en Leganés, salvo Abdelmajid Bouchar, huido y detenido en Serbia, lo decidieron al verse acorralados por la policía.    

Todos los acusados, autores, cómplices y colaboradores se han declarado inocentes e incluso han condenado los atentados, así que no nos encontramos ante mártires que aceptan su sacrificio proclamando orgullosamente su fe, sino ante la coordinada estrategia de los abogados defensores, recomendada por un manual hallado entre los restos del piso de Leganés, de negarlo todo para no facilitar la tarea a los jueces de los infieles. 

Ninguno de ellos ha reconocido tener relación con ETA, lo que, unido a las declaraciones de otros testigos, algunos muy allegados, de los artificieros de la policía y de los peritos designados por el tribunal sobre el explosivo utilizado deja en nada la teoría de la conspiración puesta en circulación por expertos en ácido bórico, investigadores de pacotilla y émulos de Saturnino Calleja. 

Por el contrario, lo que va quedando meridianamente claro es que el atentado fue una respuesta a la participación de tropas españolas en la invasión de Iraq.

Otra de las brumas que se van despejando es que los autores, más que a una organización centralizada, pertenecen a un movimiento, a una corriente que defiende una interpretación muy regresiva del Islám y sigue las directrices de Al Qaeda, pero actúa de manera autónoma y valiéndose de sus propios medios.   

El testimonio de amigos y familiares de los acusados relata la vida cotidiana de individuos que, captados por promotores de la yihad, van derivando hacia el fanatismo, se vuelven extraños a sus familias, actúan misteriosamente y, por fin, se ven enredados en el atentado.

Algunos de los implicados, presentes o huidos, están casados con mujeres españolas, otros tienen familia y formas legales de vida aquí, otros se movían en terrenos cercanos a la marginalidad, la delincuencia y el tráfico de drogas antes de ser captados para la causa de la yihad. Unos y otros fueron ayudados por delincuentes españoles y tipos como Trashorras, dispuestos a hacer lo que sea por dinero o a contar las mentiras más disparatadas (Si El Mundo me paga, les cuento hasta la guerra civil), lo cual derriba otra de las explicaciones dadas por el PP, que, por boca de Acebes, insistía en que un atentado como el del 11 de marzo no podía ser perpetrado por un grupo de pequeños delincuentes, sino que se debía a una extensa trama dirigida por una gran inteligencia.

La explicación, propia de alguien aficionado a las películas de James Bond, que cree que Al Qaeda es una especie de Spectra islamista, suena a coartada, pues, si se une a la inexplicable facilidad con que los islamistas se hicieron con dinamita robada en una mina, en un país sometido desde hace cuarenta años al azote de otro tipo de terrorismo, dice bien poco de la capacidad de Acebes como máximo responsable de los servicios de inteligencia y de seguridad y le califica como el ministro más incompetente de la Unión Europea. 


El ruido de los embusteros


Frente al obstinado silencio de los que, como implicados, saben lo que ocurrió el 11 de marzo, se alza el ruido de los embusteros, de los que no quieren saber lo sucedido, porque les aterran las consecuencias de la verdad y prefieren atribuir sus tribulaciones en la oposición a una conspiración para echarlos del Gobierno, de ahí su predilección no por la verdad del 11-M sino por las fábulas sobre los verdaderos e inalcanzables autores del atentado. 

Respondiendo a esa intención, en el PP aplicaron pronto la estrategia de deslegitimar al Gobierno salido de las elecciones del 14 de marzo mediante la puesta en circulación de la teoría de la conspiración, la obstrucción de los trabajos de la Comisión parlamentaria del 11-M y la instrucción del sumario por el juez Del Olmo, con la eficaz colaboración de la prensa afín, que esparció toda clase de dislates y pistas falsas tratando de desviar la investigación con sus delirios. Incluso Rajoy llegó a solicitar la nulidad del sumario instruido por Del Olmo.   

Durante tres años hemos asistido a la producción de ruido con una campaña de descrédito contra los jueces y policías que han intervenido en el caso, a la continua propalación de patrañas, de supuestas novedades, de testimonios inapelables que luego se han revelado remuneradas historietas de mentirosos compulsivos, al descubrimiento de sustancias que jamás podrían explosionar y de mochilas colocadas por manos misteriosas, pero, una vez iniciado el juicio, en el PP han dejado su labor de obstrucción a los letrados de la acusación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que, por su actuación en la vista, debería llamarse Asociación Defensora de los Encausados del 11-M, porque sus intervenciones hacen causa común con la de los abogados defensores. Intentando desesperadamente hallar algún vínculo entre ETA y Al Qaeda, se diría que están más interesados en que los acusados queden en libertad que en colaborar para que se les castigue por aquel horrendo crimen.   

La Iglesia, a través de sus medios y especialmente de la COPE, también se ha apuntado a difundir dudas sobre los autores de la matanza solicitando que se sepa toda la verdad, que no es la verdad jurídica y mucho menos la evangélica, sino la que le conviene al Partido Popular. Más directo, el obispo de Jaca ha acusado veladamente al PSOE de estar detrás del atentado.


Contrarreloj 


Durante tres años, en el Partido Popular han hecho todo lo posible para hacernos olvidar que gobernaban Aznar, Acebes y Rajoy, cuando el atentado se perpetró, que las primeras actuaciones policiales fueron de su competencia y que la información sobre los atentados, entre los días 11 y 14 de marzo, llegó desde el Gobierno de Aznar.

Hay que recordar que Acebes, siendo todavía ministro del Interior, dijo que los autores del atentado estaban muertos o en la cárcel. Luego cambió de opinión; como es esperable que cuando se conozca la sentencia, en el PP digan que nunca defendieron la autoría de ETA en el atentado.

Ahora tienen prisa. Han apretado el acelerador de las movilizaciones callejeras con otros pretextos, pues son conscientes de que lo que se va sabiendo en el juicio les perjudica. Saben de sobra que la teoría de la conspiración era un recurso instrumental que, pronto o tarde, estaba abocada al fracaso, que era una teoría de tente mientras cobro, es decir, mientras obligaban a Zapatero a convocar elecciones anticipadas y colocaban a Rajoy en La Moncloa. Una vez en el gobierno sería más fácil echar tierra sobre el asunto.



https://docs.google.com/document/d/1sbSu6eeCpsMOXdDLE9OWEi4Xl5y77G1K/edit


Iraq. Cinco años en guerra

José M. Roca


En el quinto aniversario del comienzo de la guerra de Iraq, el presidente Bush se ha reafirmado en su decisión de invadir el país, pues se trata de una guerra noble, necesaria y justa. Y confía en vencer: No aceptaremos más resultado que la victoria. Es lógico, pues cree que está ganando una guerra que concluyó oficialmente el 1 de mayo de 2003.

Los estrategas del Pentágono habían previsto un largo período de acumulación y preparación de fuerzas para librar una guerra corta, rápida y eficaz como un puñetazo, que acabase en muy poco tiempo con el régimen de Sadam Husein y permitiera instaurar un simulacro de régimen democrático con un gobierno manufacturado por la Casa Blanca.   

El diseño de tal operación no contemplaba que el régimen baaz tuviese apoyos sociales y que una parte de la población pudiera ofrecer resistencia, ni que la invasión pudiera desatar la violencia entre facciones religiosas, y si lo había previsto, no importó. Lo importante era acabar con un régimen como el de Hitler, según la propaganda de aquellos días, para devolver la libertad a los iraquíes e instaurar la democracia en el cercano Oriente. Pero el motivo aducido no era altruista.

La invasión, decidida de antemano -en época de Reagan, los halcones ya querían aumentar la presencia militar en el Golfo Pérsico (ver antecedentes en “Elecciones en EE.UU.” Iniciativa Socialista nº 74)- y puesta en marcha tras una intensa campaña de propaganda con alusiones a la Biblia (Dios me pidió que acabara con la tiranía de Sadam, confesó Bush en una visita al Sinaí, influido sin duda por las leyendas del lugar), pretendía conseguir rápidamente un país dócil, dispuesto a aceptar el papel que EE.UU. le adjudicara en la zona y a poner sus bienes a disposición de empresas transnacionales, por medio de uno de esos tramposos programas de ayuda para reconstruir los desastres provocados por una guerra decidida a miles de kilómetros de distancia, a cambio de aceptar medidas neoliberales que enajenan la riqueza nacional. 

La invasión preparaba una guerra, teóricamente rápida, quirúrgica, pero no por ello menos injusta, ilegítima, ilegal y agresiva, que contó con la oposición de numerosos gobiernos y llevó la división a organizaciones internacionales, como la UE, la OEA y la ONU, pero todo ello importaba poco ante la magnitud y la urgencia del proyecto diseñado por los neoconservadores, que, llevados de su mesiánica fe, pretendían no sólo aumentar las reservas de petróleo, poniendo los pozos iraquíes bajo custodia del ejército norteamericano, sino proteger a Israel, asegurar su presencia en la zona y afirmar la hegemonía de EE.UU. por medio de un acto de fuerza, como Richard Perle, director de la Junta de Programas del Pentágono, aseguraba días después de comenzar la invasión: El reino del terror de Sadam Hussein está a punto de terminar. El líder iraquí desaparecerá pronto, pero no se hundirá solo: en una despedida irónica, arrastrará consigo a la ONU. Bueno, no a toda la ONU (...) Lo que morirá será la fantasía de que la ONU es la base del nuevo orden mundial. (El Mundo, 22-III-2003). Ese era el quid del asunto: dilucidar quien era el indiscutible amo del mundo.

Siguiendo los planes, las operaciones militares se desarrollaron bien, es decir mal, porque se alcanzaron los objetivos militares previstos, pero sólo eso. Las tropas de la alianza entraron muy pronto en las zonas petrolíferas y en las grandes ciudades, pero no pudieron controlar todo el territorio ni el interior de las ciudades, donde aún hay barrios en poder de unas u otras facciones resistentes, que actúan siguiendo intereses muy distintos, unos religiosos y otros no tanto. Y ni siquiera en los barrios bajo custodia occidental -la zona verde de Bagdad- el control es total, y los atentados son frecuentes.

Pero en el orden civil, la cosa no marcha mejor. Gran parte de la culpa reside en cómo se instaló la primera administración.

Paul Bremer, hijo del presidente de Christian Dior, educado en las mejores universidades de EE.UU. y Europa, que ostentó cargos en varias embajadas, fue el encargado de dirigir la primera administración del Iraq ocupado, sin tener experiencia de haber hecho algo parecido (y si la tenía no se notó) ni tener idea de los problemas de la zona. 

Aquí se muestra la mesiánica ideología que ha guiado la invasión, pues sus estrategas, más que como líderes políticos, han actuado como profetas de la religión formada por los tres preceptos -la Biblia, el mercado y el imperio- que configuran el destino americano y, por tanto, el del resto del mundo. En ella, más que el conocimiento preciso de las situaciones, lo que parecer importar es tener el respaldo de una gran fuerza militar y una voluntad resuelta. Fuimos a la guerra sin entender a la sociedad iraquí, admite el excoronel Tim Collins, exjefe de las tropas británicas en Iraq. 

Así, no bastaba sacar a Sadam Hussein del poder y deshacer su gobierno, sino que había que desmantelar todos los resortes del Estado, incluyendo fuerzas armadas y funcionarios, para crear un país nuevo a imagen y semejanza de los ideologizados asesores de la Casa Blanca, en el que no quedaran rastros del régimen baazista. El resultado fue provocar la paralización y el caos en el país, que afecta incluso a las zonas teóricamente controladas.

Hubo arrogancia e incompetencia, ha señalado Collins, refiriéndose al mandato de Bremer, y en particular a la desmovilización del ejército y cuerpos de policía iraquíes, que dejaron el país en manos de facciones religiosas y de bandas armadas en los lugares a los que no llegaba la protección de las tropas invasoras, cuya misión no era esa y que debían además ocuparse de una larga e irregular guerra que no estaba prevista.  

Cinco años después de la invasión, el país está destrozado, no sólo porque está virtualmente dividido entre kurdos (20% de la población), árabes sunníes (15%), árabes chiíes (60%) y cristianos (3%), sino por la lucha entre facciones armadas, pues junto a las fuerzas regulares invasoras combaten los empleados de las empresas de seguridad (la privatización de la guerra) y el nuevo ejército iraquí, dirigido por el primer ministro (chiíta) Nuri al Maliki, que se enfrentan a restos dispersos del ejército y de la policía baazistas organizados en bandas, a los kurdos (que a su vez se enfrentan a los turcos), a facciones religiosas que luchan entre sí (chiíes contra sunníes) y dentro del mismo credo (las milicias de Al Sader luchan contra las fuerzas de Al Maliki), a bandas de delincuentes y a terroristas de Al Qaeda, que han acudido al conflicto como moscas a la miel, pues el sufrido país les procura un excelente campo de entrenamiento. 

La población no combatiente sobrevive como puede, pues, además de sufrir los llamados efectos colaterales de la invasión, es blanco del terrorismo sectario, y hablar de vida cotidiana es una broma macabra, pues no funcionan los servicios públicos, colegios, sanidad (la falta de camas y equipos hospitalarios es espantosa), el suministro eléctrico, el telefónico y el agua corriente. A muchos de los que por suerte tienen empleo (el paro alcanza al 60% de la población activa), la tercera parte del sueldo se les va en comprar agua, ¡en Mesopotamia!, la tierra donde nació el regadío. 

La mitad de la población sobrevive (¿) con menos de un dólar al día, aunque algunos tienen la suerte de recibir raciones gratuitas de comida proporcionadas por el Gobierno, que el Banco Mundial ya ha propuesto suprimir. 

A pesar de lo que afirma Bush -Ahora hay que consolidar la victoria y sellar la derrota de los extremistas-, los signos de tal victoria no se perciben. Esta guerra, o lo que sea, no tiene por ahora un claro ganador, aunque el premio Nobel Joseph Stiglitz afirma que hay dos vencedores: las empresas privadas de defensa y las compañías petrolíferas. Por cierto, al empezar la guerra, el barril de brent costaba 30 dólares, ahora ha superado los 103 $. Lo cual ha tenido repercusión directa en la economía de todo el mundo y de modo indirecto en la subida del precio de las materias primas empleadas en la fabricación de biocombustibles.  

En estos días, las bajas norteamericanas han alcanzado la cifra de 4.000 muertos, 30.000 heridos físicos y no se sabe cuántos heridos síquicos, las bajas de la población iraquí pueden llegar a 300.000, unas 90.000 víctimas están identificadas. Se estima en 2.600.000 las personas refugiadas en países vecinos y en otras 2.400.000, las desplazadas en el interior del país. 

A los Estados Unidos, la invasión les ha costado un notable deterioro político, acentuado por el descubrimiento de abusos, corrupción y torturas, hasta ahora 500.000 millones de $, unos 320.000 millones de euros, pero en el presupuesto federal para 2008, los gastos de defensa han aumentado un 12%, por lo que el Pentágono recibirá la cantidad de 622.000 millones de dólares, que supondrán una merma en los gastos sociales, especialmente de los destinados a sanidad.    

En la sociedad norteamericana y, por supuesto, en su clase política se alzan voces pidiendo el regreso de las tropas, pero sin menoscabo del prestigio de Estados Unidos. Lo cual es difícil de conseguir, pues salir precipitadamente del avispero como exigen algunos parece tan contraproducente como quedarse sin fecha de retorno, que es lo que acordaron el pasado noviembre Bush y Al Maliki, que perder el gobierno si la falta la protección del imperio.

Mientras, G. Bush (jr.) dice que llora: Los iraquíes me observan. Las tropas me observan. La gente me observa. Aún así, lloro. Tengo el hombro de Dios para llorar. Y lloro mucho. Por su causa, otros lloran también sin tanta ceremonia.

Y Paul Bremer ha montado una empresa de seguridad e imparte conferencias sobre su experiencia en Iraq. ¡Y se las pagan! 




Criao, Publicado-editado,... por Lmm/. 29006.

GRUPO PROLETARIO "NUEVO" ( G.C.P.INTERN.MÁ. -- 2.000 -- ). 

[[ grupromá.2000 ]]

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