lunes, 7 de diciembre de 2020

PARA ANALIZAR Y ESTUDIAR ¡¡ : Por Yesurún Moreno/alicia.melchor. El declive estadounidense en el advenimiento de la nueva era geo-política postideológica













PREGUNTEEEÉ A LA MÁQUINA POR PARTIDO PROLETARIO.ORG,....Y SALIERON ESTAS WEBs,...YO TENGO ARCHIVADA UNA WEB, DESDE HACE ALGUNOS AÑOS ¡¡ : http://partidoproletario.wix.com/partido-proletario#/!las-corporaciones-monoplicas-tras-marte/c1gkr;...Y POR LO QUE SE VE,...ES UNA COSA DE PUBLICIDAD WEN,......ETC,.....

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La dictadura del proletariado es un concepto político propio del marxismo que se refiere a un ... El Partido como instrumento de la dictadura del proletariado. ... Paul Saba, "The Paris Commune: First Proletarian Dictatorship", Marxists.org ...
Significa que los partidos de la II Internacional son inservibles para la lucha revolucionaria del proletariado, que no son partidos combativos del proletariado y ...
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de M HARNECKER · ‎Citado por 7 · ‎Artículos relacionados
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hace 4 días — La fuerza fundamental dirigente y orientadora dentro del sistema de la dictadura del proletariado es el Partido Comunista, destacamento de ...
l proceso en el cual se llegan a unir las masas proletarias, la vanguardia obrera y el partido revolucionario, depende de la transformación de la lucha elemental ...

Traducción: www.jaimelago.org ... Marx y Engels pensaron que la futura revolución social y el partido proletario que surgiría deberían tener un carácter ...


PARTIDO PROLETARIO MARXISTA ESPAÑOL : PROGRAMA ELECTORAL : PROGRAMA ELECTORAL DEL PARTIDO PROLETARIO MARXISTA ESPAÑOL;... : 

https://sites.google.com/view/partidoproletariomarxista/


Declaración de Intenciones


España es un país que ha sido azotado en los 82 años por una serie de personas, partidos e ideologías que solamente se han lucrado de los puestos en los que se encontraban, coartando la libertad y la verdadera democracia, e implantado el capitalismo, una ideología que solo beneficia a los ricos, que divide al pueblo en clases, que trae crisis y que ha acabado de manera indirecta con millones de personas.

Pero ha llegado el momento del verdadero cambio: el de los verdaderos comunistas.

Partidos han enarbolado esta denominación para luego, al llegar a tener representación parlamentaria, han vendido su ideología al mejor postor, que es el posmodernismo y la burguesía.

Ha llegado el momento de reconstruir la sociedad y los partidos en los valores del marxismo-leninismo, y para ello pretendemos, desde la mayor de las humildades, la alianza, unión y educación de todos los partidos realmente comunistas en España para que la sociedad no se trague más las falacias y calumnias que el capitalismo ha generado sobre nuestra ideología.

Buscamos el progreso para España, la implantación de una República Socialista centralista y unitaria que vele por los intereses de los pueblos que existen en nuestro país.

Porque nosotros somos los verdaderos patriotas, los que queremos lo mejor para nuestro país y no pararemos de luchar hasta que eso ocurra.

Porque queremos lo mejor para los trabajadores y trabajadoras españoles y lucharemos por los derechos y por una reforma laboral y unos salarios dignos.

Porque queremos la igualdad social y económica, y porque lucharemos por acabar con la violencia de genero y la pobreza.


Ha llegado el Partido Proletario Marxista Español. Ha llegado el verdadero cambio.,.../////.


https://sites.google.com/view/partidoproletariomarxista/


PRINCIPALES OBJETIVOS:

1. El principal objetivo del Partido Proletario Marxista Español es la implantación

del socialismo en España mediante una República, la lucha por el progreso para

todos los españoles y españolas y defender los derechos de los trabajadores de

nuestro país.

2. La izquierda y el comunismo en España se han desviado de las ideas ortodoxas

del marxismo-leninismo, y creemos que es hora de que un partido represente

los intereses de los comunistas y, sobre todo, de la clase trabajadora española.

3. Creemos en la unión, alianza y hermandad entre partidos y asociaciones

políticas de corte comunista con el objetivo de luchar juntos por educar a la

clase trabajadora en las ideas del marxismo.

4. Los trabajadores son los que mantienen a flote, actualmente, la economía

capitalista de nuestro país, y por lo tanto debemos defenderlos de los

empresarios burgueses que solo buscan explotarlos, darles un salario indigno y

acumular cantidades intransigentes de capital a través de la plusvalía que

genera la mano de obra.


5. En España ha llegado últimamente una corriente de posmodernismo e

izquierdismo infantil que solo entorpece y nubla la visión del pueblo sobre la

cuestión nacional. Nuestro objetivo es luchar contra los reaccionarismos e

nacionalismos y mantener la unión del país.

6. Por último, buscamos ser el partido elegido por los españoles y españolas para

defender sus intereses en el parlamento, y de eso ha nacido nuestro partido:

del descontento de un grupo de personas que pretende cambiar la sociedad a

mejor.

7. Éstas serán nuestras medidas si llegamos al poder:


1. TRABAJO

Desde el momento en el que el PPME tenga representación parlamentaria nos

propondremos derrogar la reforma laboral del PP que no defiende y que explota a

los trabajadores y trabajadoras españoles. Llegados al poder, crearemos una

reforma laboral que dé más importancia a los trabajadores a la hora de negociar

su salario, que garantice un salario mínimo interprofesional de 1200 euros

(ponemos esta divisa como futuro equivalente) y jornada laboral de 35 horas

semanales.

Para ello, tendremos como objetivo que toda la población española trabaje

mediante planes quinquenales que le den importancia al empleo en el sector

primario, a las empresas estatales del sector secundario y a las iniciativas del

sector terciario; mayor inclusión de los trabajadores en la administración de

empresas, programas para que los parados de larga duración encuentren trabajo

más fácilmente, la obligación de que los contratos temporales no sean inferiores a

5 meses y la eliminación de las ETT.

2. BANCOS

El principal objetivo del PPME en cuanto a sector financiero es implantar una

economía de planificación estatal que permita a nuestro país salir de la zona euro.

Para ello, nos encargaremos de eliminar la propiedad privada (perteneciente a las

empresas o grandes monopolios) mediante la expropiación de empresas privadas,

siempre respetando la propiedad personal, que es el patrimonio que gana un

trabajador o trabajadora con su propio trabajo y esfuerzo.

Una vez conseguida esa meta, se creará un Banco Central controlado por el

estado y que emita su propia moneda.

Para que los trabajadores se encuentren satisfechos con el sistema económico,

implantaremos un impuesto a las transacciones financieras, unos tipos de interés

que se destinen a la inversión en distintos sectores financieros, una elevación de

las sanciones y penas de cárcel por prevaricación fiscal con el fin de acabar con la

corrupción y la creación de un comité que decida qué parte de la deuda contraída

por las instituciones capitalistas previas a la llegada del PPME debemos asumir y

devolver al Banco y qué parte consideramos ilegítima y digna de denuncia y

rechazo de cumplimiento de pago.

3. HACIENDA E IMPUESTOS

España está actualmente asolada por la corrupción que distintos partidos han

llevado a cabo, vaciando las arcas públicas. Es por tanto que estamos

decididamente comprometidos a endurecer las penas por prevaricación fiscal,

corrupción, evasión fiscal y tráfico de influencias, llegando a imponer la cadena

perpetua a los principales cabecillas de tales organizaciones de carácter criminal

y, por supuesto, retirándoles todo su patrimonio previamente adquirido

ilícitamente.

El Estado será el único encargado, pues, de recaudar impuestos.

4. AUTÓNOMOS

En cada una de las comarcas se creará un órgano de control de autónomos,

supervisado por el gobierno central, con el objetivo de que los autónomos

queden registrados en éste y sean regulados y protegidos ante posibles abusos.

También regularemos los impuestos que deban pagar estos autónomos en

función del volumen de su empresa (Pequeña = 0-50 empleados / Mediana = 50-

150 empleados / Grande = +150 empleados) y los ingresos de tal persona.


5. JUBILADOS Y PENSIONES

Desde mediados del siglo XX, los pensionistas españoles se han visto con un

sistema de pensiones injusto y que hacía que muchos ancianos vivieran en la

pobreza o dependieran prácticamente de sus descendientes (si tenían o éstos

querían). Para ello, primero se buscará reducir la edad de jubilación a 60 años (55

si han sido profesiones de gran esfuerzo o riesgo) y garantizar unas pensiones

mínimas de 1050 euros mensuales sin importar lo que hayan cotizado a lo largo

de su carrera laboral. En todo momento, gracias a un Servicio de Atención al

Pensionista disponible en todos los ayuntamientos, el jubilado podrá consultar y

expresar toda queja o duda sobre su pensión.

6. VIVIENDA

Bien es cierto que el derecho a una vivienda digna está recogido en la

Constitución de 1978, pero el capitalismo, mediante la especulación inmobiliario,

ha dificultado y encarecido la adquisición o incluso el alquiler de viviendas. Los

bancos y demás instituciones inmobiliarias se lucran a base del dinero que

muchos trabajadores y trabajadoras destinan (en ocasiones hasta límites de

pobreza), para poder pagar una vivienda donde llevar una vida digna. Debido a

esto, desde el PPME defendemos el derecho de todos los españoles y españolas a

una vivienda digna, y defenderemos la no mercantílización de este derecho

mediante la nacionalización del sector inmobiliario. El Ministerio de Viviendas y

Obras Públicas se encargará de expropiar viviendas en manos de bancos o

entidades inmobiliarias y de disponerlas a los trabajadores y trabajadoras que las

soliciten con una cuantía mensual conforme a los ingresos de éstos y del salario

mínimo interprofesional, y de que los terrenos y viviendas heredadas sigan siendo

gravadas por el Impuesto de Sucesiones.

7. ENERGÍA Y TELECOMUNICACIONES

La luz y la electricidad, junto a las telecomunicaciones, son para nosotros un

derecho fundamental que debe estar blindado para que el pueblo lo pueda

disfrutar. Es por tanto que creemos nacionalizar las empresas eléctricas y de

infraestructuras con el fin de evitar abusos y corrupción. Se buscará la

autosuficiencia energética mediante la inversión en energías renovables y energía

nuclear y en el sector de telecomunicaciones se impondrán cuotas máximas de

pago que deberán ser respetadas por todas y cada una de las empresas

existentes.

8. TRANSPORTE PÚBLICO

El transporte público es una buena manera de reducir gastos personales y de

contribuir a la preservación del medio ambiente. Es por tanto que debe existir

una empresa estatal que se encargue de regular las licencias de los conductores

de este tipo de transporte, y así evitar que las VTCs ejerzan competencia en este

sector, y que por tanto tenga prohibido actuar en nuestro país. También

buscamos que el 80% sea eléctrico o en su defecto híbrido, y que cada ciudad con

más de 100.000 habitantes tenga un servicio de autobuses y tranvía o metro

(dependiendo de lo que se precise) municipal.


9. EDUCACIÓN

El PPME apuesta por una educación en los valores del marxismo y el

internacionalismo a los niños desde que comienzan primaria, siempre respetando

sus propias ideas políticas y no adoctrinando ni imponiendo un pensamiento por

la fuerza, sino fomentando el pensamiento crítico en cada alumno (para ello, se

creará una asignatura desde 6o de primaria que se llamará Educación Ciudadana y

Pensamiento Crítico) y exponiendo datos completamente objetivos y sin

manipular.

También se llevará a cabo una estatalización de la educación, acabando así con las

escuelas concertadas y privadas, que adulteran las notas y el rendimiento de sus

alumnos y que se llegan a parcializar con ciertas ideologías políticas y/o religiosas.

Siempre desde nuestra defensa a la educación pública, universal y gratuita,

apostaremos por la existencia de un centro de educación primaria y secundaria en

todo municipio con una población superior a 750 habitantes. También se

establecerá un ratio mínimo de 25 alumnos por clase, se promocionarán

programas de intercambio de estudiantes a nivel internacional en Bachillerato y

en los estudios universitarios y se impartirá el catalán, euskera, gallego y

asturleonés como segunda lengua extranjera bajo optativa en las comarcas que

así lo pidan. Se seguirá impartiendo el inglés como primera lengua extranjera y se

dejará de lado el francés en favor de lenguas como el chino o el alemán, según la

optativa que quieran elegir los centros y se priorizarán las respuestas a las

propuestas, dudas, quejas o solicitaciones de material necesario para los centros

de los directores de los centros educativos.

10. CÁRCELES

Desde el PPME creemos que el actual sistema penitenciario es deficiente y solo se

encarga de hacinar presos, generar más delincuentes y, en ocasiones, dar más

privilegios a determinados reclusos. Por eso creemos que este sistema debe ser

sustituido por uno con campos de trabajo, donde los presos podrán generar

riqueza para el estado mientras cumplen su condena y su deuda con la sociedad.

Dentro de estos campos se respetarán los derechos de estos presos y se les dará

un sitio normal donde dormir y 5 comidas diarias (únicamente no recibirán

sueldo). También se remodelarán las cárceles con mayores quejas en cuanto a

comodidades y se crearán planes de reeducación en sociedad y de rehabilitación

para los presos que acaban de cumplir su condena.


11. FUERZAS Y CUERPOS DE SEGURIDAD DEL ESTADO

Las FFCCSS deben velar por la seguridad de todos los españoles y españolas, por

lo que consideramos su labor como indispensable para mantener el orden y la paz

en nuestro país. Es por tanto que queremos aumentar la plantilla y la inversión en

infraestructuras para que puedan luchar contra todos los problemas que azotan a

España.

Para ello, pretendemos unificar la Guardia Civil, la Policía Nacional, los Mossos

d ́Escuadra, la Ertzaintza, la Policía Foral de Navarra y las diferentes Policías

Locales en un único órgano: la Guardia Nacional, que tendrá dependencias en

cada uno de los municipios y núcleos de población superiores a 100 habitantes,

con plantilla variable dependiendo de las circunstancias. También haremos una

realidad la equiparación salarial de todos los cuerpos, incluyendo cada uno de los

rangos de las Fuerzas Armadas. Entre jóvenes y adultos, buscaremos concienciar

sobre la importancia de la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas y se crearán

campañas de voluntariado para estas últimas. Por último, se blindará la

reinserción en el mercado laboral de los miembros de la Guardia Nacional y las

Fuerzas Armadas que hayan cumplido con sus labores y hayan terminado su

carrera militar.

12. INMIGRACIÓN Y EMIGRACIÓN

Bien es sabido que la inmigración es un tema candente y un problema para el

mundo, ya que las personas que abandonan forzosamente sus países en busca de

un futuro mejor y en unas condiciones inhumanas de transporte son a causa de

guerras generadas por el capitalismo, los intereses económicos y el imperialismo.

Aun así, lo que el capitalismo crea también es fuente de lucro para éste,

y es por tanto que la Guardia Nacional se encargará de luchar contra las mafias y

organizaciones que se lucran del éxodo masivo de personas hacia países que,

actualmente, no puede mantenerlos. Es por tanto que se elevará la vigilancia en

puntos calientes de inmigración ilegal, se cerrarán los CIEs por sus condiciones

inhumanas de hacinar a los inmigrantes y se destinará, por un período máximo de

2 años, a los inmigrantes ilegales a los campos de trabajo para que generen

riqueza al estado y puedan insertarse en la sociedad mediante Planes de

Integración Sociolingüística que harán que puedan estar preparados para que,

cuando pase ese período, trabajar y llevar una vida digna. 6 años después de

llegar a España podrán solicitar la nacionalidad española si no tienen

antecedentes.


13. SANIDAD

La sanidad debe ser pública, universal y totalmente gratuita para garantizar el

derecho de todos los españoles y españolas a cuidar de su salud, y por tanto

todas las clínicas privadas pasarán a pertenecer al Estado. Los copagos, por tanto,

quedarán prohibidos, sancionados y penados.

Se mejorará el Sistema de Atención a la Dependencia, con el objetivo de evitar

que personas que no pueden cuidarse por si mismas tengan a un voluntario a su

cargo, y, en cierto modo, recreo que les pueda evadir de su mal. Este servicio

servirá también para que delincuentes menores puedan realizar trabajos a la

comunidad bajo una estricta vigilancia policial debido al peligro que puede llegar

a entrañar.

Las farmacias estarán en fuerte contacto con los centros de salud y, por lo tanto,

serán también controladas por el Estado.

El aborto debe ser un derecho de cada mujer debido a que solo ellas pueden

decidir sobre su cuerpo. La estatalización de las clínicas de métodos de aborto

hará que este proceso sea mucho más seguro y evite negligencias médicas. Sin

embargo, éste solo se practicará hasta que el feto esté 3 meses en el útero.


14. TRANSPORTE PÚBLICO

El transporte público es una buena manera de reducir gastos personales y de

contribuir a la preservación del medio ambiente. Es por tanto que debe existir

una empresa estatal que se encargue de regular las licencias de los conductores

de este tipo de transporte, y así evitar que las VTCs ejerzan competencia en este

sector, y que por tanto tenga prohibido actuar en nuestro país. También

buscamos que el 80% sea eléctrico o en su defecto híbrido, y que cada ciudad con

más de 100.000 habitantes tenga un servicio de autobuses y tranvía o metro

(dependiendo de lo que se precise) municipal.


15. ORGANIZACIÓN TERRITORIAL

El PPME apuesta por una República Socialista, Centralista y Unitaria. Por lo tanto,

nuestro objetivo es centralizar el estado y dividirlo en comarcas (con un Consejo

Comarcal con un delegado del gobierno central) con el fin de especificar los

planes de gobierno a las necesidades de los ciudadanos de esa comarca. El

Consejo Comarcal estará formado, por defecto, por el alcalde de cada uno de los

municipios que forma la comarca junto a dos concejales. Con fines meramente

visuales y representativos, estas comarcas se agruparán en regiones, y con fines

electorales, estas regiones se agruparán en Zonas de Asociación Parlamentaria, a

la hora de agrupar a los diputados en el hemiciclo.

16. LEY ELECTORAL Y PODERES DEL ESTADO

Nuestra opinión sobre el modelo de gobierno español es que es una partitocracia,

y con la implantación del socialismo debemos velar por que el Partido Proletario

Marxista Español sea el partido único que vele por los intereses de los

trabajadores y trabajadoras y que regule las funciones del Estado.

Para ello, primero haremos una reforma en la Ley Electoral, donde se implante un

sistema electoral de circunscripción única, donde cada persona tenga un voto de

igual valor que los demás.

En España solo se darán dos elecciones: las Comarcales y las Municipales. Para

ello, haremos que, cada 4 años, se den estas dos elecciones a lo largo del año.

Primero se darán las Elecciones Municipales, donde se deberán presentar, como

mínimo, 3 listas electorales. Una de esas listas saldrá ganadora por sufragio

universal, y el Pleno Municipal se irá rellenando con los distintos candidatos a

alcalde y concejal de esa y las demás listas.

Tras formar el Consejo Comarcal mediante el procedimiento especificado en el

punto anterior, se realizarán las Elecciones Comarcales, donde se presentará un

candidato al Parlamento, que será también elegido por sufragio universal por los

habitantes de dicha comarca. Así cada comarca, por defecto, tendrá 1

representante parlamentario (a excepciones) que podrá velar por los intereses de

los habitantes de su comarca desde Madrid y que podrá trasladar sus quejas al

Gobierno Central. Gracias a estas Elecciones Comarcales, se formará el Congreso

Supremo, el único órgano legislativo.

Es por tanto que, mediante modelos preliminares previamente elaborados por

miembros del PPME, se deberá conformar un parlamento de, al menos, 450

diputados. Es por tanto que se llevará a cabo una reforma estructural en el

existente Congreso de los Diputados, cambiándole el nombre y ampliando el

número de escaños.

Las pensiones vitalicias de los diputados serán derogadas, y su sueldo será

conforme Salario Bruto Mediano de España, sin posibilidad de percibir salario por

otro trabajo mientras lleve a cabo sus funciones parlamentarias.


También se apoyará la creación de Asambleas Comarcales de Trabajadores,

donde se reunirán trabajadores de todos los gremios con la intención de debatir y

velar por sus intereses.

Aún así, se unificarán todos los sindicatos existentes en uno solo: el Sindicato

General de Trabajadores, con demarcaciones comarcales y controlado por el

Estado.

En cuanto a partidos, todos los partidos y asociaciones políticas capitalistas,

fascistas, secesionistas o que hagan apología al terrorismo serán ilegalizadas y

sancionadas por intentar desestabilizar el Estado.

17. POLÍTICA EXTERIOR Y COMERCIO

España, bajo nuestro gobierno, saldrá de la Unión Europea debido a que es una

asociación capitalista que pretende una globalización con el coste del

empobrecimiento de la población trabajadora. También estamos en contra del

Euro debido a que ha aumentado exponencial y excesivamente los precios de

antaño y ha reducido los salarios de los trabajadores y trabajadoras.

También saldremos de la OTAN y desmantelaremos las bases estadounidenses en

España.

Estos dos procesos se deberán llevar en un máximo de 10 años.

Desde el Gobierno se buscará negociar con el Reino Unido para derogar el

Tratado de Utretch, firmado en 1713 al fin de la Guerra de Sucesión Española, con

el objetivo de recuperar Gibraltar, un enclave británico en un terreno histórica y

lingüísticamente español.

Por otro lado, cooperaremos con los estados socialistas actualmente existentes y

nos comprometeremos a ayudar a la creación de estados socialistas allí donde se

demande tal ideología, con el fin de un mundo obrero global, y por tanto la

implantación final del comunismo.

Desde el punto de vista hispánico, y siempre respetando la voluntariedad de

afiliación al pacto que va a ser nombrado, pretendemos crear un Pacto Hispánico

por la Cooperación Socio-Económica en el que los países de habla hispana puedan

realizar intercambios comerciales con nosotros e influenciarse en las ideas del

socialismo implantado hipotéticamente en España.


18. DROGAS, ADICCIONES Y MENDICIDAD

Desde el PPME mantendremos mano dura ante todo tipo de estupefacientes, y

nos oponemos pues ferviermente a la legalización del cannabis. También

controlaremos el comercio del tabaco y elevaremos su precio e impondremos

duras sanciones a los pequeños establecimientos que venda alcohol a menores.

También pretenderemos ayudar a los drogodependientes sintecho mediante la

estatalización del Proyecto Hombre, que además se encargará de darles

rehabilitación, ayuda psíquica y una vivienda digna gratuitamente a cambio de

servicios a la comunidad.

Frente a la creciente popularidad de las casas de apuestas, nos encargaremos de

prohibirlas, así como servicios que estén probados de generar ludopatía. Es por

tanto que se luchará contra toda forma de juegos de azar donde haya personas

que se lucren de la enfermedad mental de otros como son los ludópatas. Para

ellos también se ampliará el alcance del Proyecto Hombre ya mencionado.

19. RELIGIÓN

El Estado debe ser laico, aunque respetando la libertad religiosa siempre y cuando

no sean sectas o asociaciones religiosas que promuevan la violencia o el odio, que

por ende serán ilegalizadas.

Impondremos también que la Iglesia pague el IBI y recuperaremos el patrimonio

eclesiástico del que la Iglesia se haya apoderado de manera ilícita.

Nuestro principal objetivo es el de separar completamente la Iglesia del Estado

20. IGUALDAD

Es inaceptable que haya personas por debajo de otras, y es por tanto que el

Estado, mediante la eliminación de la propiedad privada, se encargue de que solo

exista una sola clase social: el proletariado. Es decir, los trabajadores y

trabajadoras de nuestro país. También lucharemos por erradicar la pobreza

completamente gracias a la reforma económica y laboral previamente

mencionada, y la Guardia Nacional será implacable ante cualquier atisbo de

violencia de género.


21. FAMILIA

La familia es el principal motor económico de nuestra sociedad, y los hijos que

generen serán los encargados de mantener nuestra economía mediante su

trabajo. La familia, conforme a la situación actual, no entiende de género y

nosotros no nos opondremos a una familia siempre y cuando sea legal y ambos

mayores de edad. También buscamos la igualdad en la familia, y la conciliación

laboral. Esto se logrará mediante permisos de paternidad de hasta 6 meses y

permisos de maternidad de hasta 24 meses, con la obligación a las empresas de

que haya una guardería con sala de lactancia y de cambio de pañales y con ayudas

a las familias conforme los hijos que tengan.

22. SEXO

La prostitución genera desigualdad, abusos y grandes fortunas que acumulan los

dueños de estas mujeres, así que estará totalmente prohibida y perseguida, así

como la pornografía tanto física como online.

23. ADOPCIÓN Y GESTACIÓN SUBROGADA

La gestación subrogada estará prohibida en el territorio y el recibimiento desde el

extranjero de bebés nacidos en vientres de alquiler también. Sin embargo, se

creará el Departamento de Adopción dentro del Ministerio de Sanidad con el

objetivo de regularizar la situación de los niños sin familia y con la intención de

agilizar y mejorar los trámites de adopción en España.,...)))....


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https://www.google.com/maps/place/Calle+Quince+de+Agosto,+11,+28026+Madrid/@40.3870835,-3.7104059,3a,37.5y,176.28h,90t/data=!3m7!1e1!3m5!1s_p1FSuFmYkhhQazJj-LiPA!2e0!6s%2F%2Fgeo1.ggpht.com%2Fcbk%3Fpanoid%3D_p1FSuFmYkhhQazJj-LiPA%26output%3Dthumbnail%26cb_client%3Dmaps_sv.tactile.gps%26thumb%3D2%26w%3D203%26h%3D100%26yaw%3D176.27533%26pitch%3D0%26thumbfov%3D100!7i16384!8i8192!4m5!3m4!1s0xd4227b12a4dd765:0x75052834829e0f5a!8m2!3d40.3869898!4d-3.7103723. :


6.3- Asalto a la nación: así influyó la red europea de Soros en Cataluña (Parte I)

Por Andrei Kononov.


Resumen: El partido europeísta radical DiEM 25, dirigido por figuras tan carismáticas como Yanis Varoufakis o Julian Assange, promueve la idea supuestamente progresista de una Europa federal donde países como España no tendrían cabida, cediendo su puesto a regiones autónomas como Cataluña. No obstante, esta investigación demuestra que detrás de semejante planteamiento se hallan factores que nada tienen que ver con los valores de la izquierda y sí con los oscuros intereses del capitalismo financiero global. Analizando el pasado y el presente del nutrido grupo conformado por los valedores de esta formación (que abarca un amplio espectro compuesto por políticos, activistas, abogados, filósofos o incluso conocidos actores de cine), este trabajo desenmascara a DiEM 25 y ofrece una explicación plausible de su apoyo explícito al separatismo catalán, al mismo tiempo que demuestra con todo lujo de detalles sus vínculos con el magnate y especulador George Soros.


Palabras clave: Soros, Unión Europea, geopolítica, Imperialismo, Cataluña



FOTO1: Yannis Varoufakis (izquierda) y Julián Assange (derecha).


I. Introducción.


Cuando en septiembre de 2017 el periodista García-Ferreras preguntó a Gabriel Rufián cuáles eran las “entidades supranacionales” que criticaban la actitud de España ante el proceso separatista que estaba en marcha en Cataluña, el líder de Esquerra Republicana respondió con ese aire de ufana indolencia que lo caracteriza: «Assange y Varoufakis, por ejemplo» (The Huffington Post, 2017).


Si bien resulta grotesco equiparar la opinión de ambos personajes con la de cualquier organización oficial como la ONU, el Banco Mundial o el FMI, no es menos cierto que tanto el exministro de finanzas griego como el fundador de Wikileaks fueron, y en la actualidad siguen siendo, dos figuras extremadamente influyentes a nivel internacional. Y tampoco es baladí el hecho de que, sin el apoyo expreso de ambos personajes al proceso de independencia de Cataluña, este movimiento social y político nunca habría llegado a gozar del apoyo y la promoción que obtuvo de amplios sectores vinculados al espectro ideológico de la izquierda, sobre todo en los días anteriores y posteriores al 1-O.


Sin embargo, como veremos en esta investigación, Varoufakis y Assange sólo son la punta del iceberg de una bien intrincada red internacional compuesta por personajes del más variado pelaje (desde conocidos filósofos, pasando por editores de importantes medios de comunicación, prestigiosos abogados, políticos y hasta algúna que otra celebridad proveniente del mundo del cine), quienes unen sus esfuerzos en favor de causas como las del paneuropeísmo, el ecologismo o el derecho a la independencia de Cataluña, y que suelen tener en común una relación más que directa con los fondos del conocido multimillonario y especulador George Soros.



II. El laberinto del minotauro Varoufakis.


Qué duda cabe que el economista griego Yanis Varoufakis se ha destacado en los últimos años por una acérrima y explícita defensa del “derecho a decidir” de Cataluña. Así lo expresó, sin pelos en la lengua, en una entrevista realizada en 2017:


“El pueblo de Cataluña tiene el derecho, y el deber histórico para con ellos mismos, de elegir lo que Cataluña quiere ser, y cómo desean ser integrados tanto en España como en la Unión Europea. El pueblo de Cataluña merece el derecho a iniciar un proceso que les ayude a determinar su futuro y sus acuerdos constitucionales” (Varoufakis, 2017).


Y es que Varoufakis nunca ha titubeado a la hora de mostrarse a favor de la causa separatista. Por ejemplo, cuando apostó por un “referéndum de independencia” en Cataluña en su visita a Madrid (Cordero, 2019), cuando habló de “presos políticos” para referirse a los líderes separatistas encarcelados (Altamira, 2017), o cuando acusó a Madrid de “querer aplastar” la voluntad del pueblo catalán (Urabayen, 2017)... La hemeroteca es extraordinariamente prolífica en este sentido.


Lo más sorprendente es que todas las veces que se le ha preguntado por semejante apoyo, Varoufakis siempre ha respondido lo mismo: que él es ante todo europeísta, y que por tanto, rechaza cualquier clase de nacionalismo. Su razonamiento es, literalmente, que «si tuviéramos una UE apropiada, no importaría que Cataluña se independizase (elplural.com, 2017)».


Así lo expresó el propio exministro griego en una editorial que escribió para fijar la posición de DiEM 25, el partido paneuropeo que lidera junto a Julian Assange, sobre el proceso separatista catalán:

“No estoy tomando partido sobre si Cataluña debe ser independiente o no [...] Lo que nosotros estamos promoviendo en DiEM 25 resolvería el problema. Queremos una verdadera Unión Europea que se convierta en una sola jurisdicción, un país si quieres llamarlo así. En ese escenario, ¡qué más da si Cataluña es parte de España!” (DiEM 25, 2017).

Sin embargo, la biografía de esta icónica figura para la izquierda contemporánea está repleta de lagunas, puntos oscuros sin aclarar y sospechosas contradicciones. Un ejemplo de ello fue cuando Varoufakis admitió en una entrevista fechada en 2018 que aquel ejecutivo griego del que él había formado parte como ministro de finanzas se hallaba en manos del especulador George Soros. Es más, Yanis llegó a revelar que fue precisamente este magnate quien exigió su despido fulminante

“Varoufakis ha detallado en una entrevista con la empresa privada Skai TV que George Soros telefoneó a Alexis Tsipras en julio de 2015 y exigió que lo despidieran. Según el ex ministro ese es el único “contacto” que ha tenido con Soros en su vida. Según cuenta Varoufakis, un especulador multimillonario habría llegado a tener tanto poder que podía derribar ministros y manipular gobiernos a su antojo" (Digital Sevilla, 2018).

Varoufakis atacó a su vez al ministro de Defensa Panos Kammenos, quien recientemente afirmó que Soros había financiado el Acuerdo de Prespes, y quien al parecer también habría atacado a Varoufakis. "Kammenos dijo sobre mí que yo era un empleado de Soros", dijo el ex ministro de finanzas. El ex ministro subrayó que Kammenos es un populista de extrema derecha como Orban o Salvini. “Cuando quieren manchar la reputación y el honor de alguien, todos estos neofascistas usan el nombre de Soros" añadió. Esta actitud es reflejo de antisemitismo porque "Soros es de origen judío", dijo el ex ministro Al describir a Soros como una figura "controvertida", Varoufakis dijo que el multimillonario "hizo algunas cosas buenas, pero también algunas extrañas" Tras la entrevista, Varoufakis tuiteó que relató el incidente con Soros en su libro "Adultos en la habitación".”


Llegados hasta este punto, resulta muy reveladora la calculada y sospechosa ambigüedad que aflora en el discurso de Varoufakis cuando habla sobre Soros: por una parte, sostiene que en ningún caso aprueba su actividad como especulador, pero por la otra admite que este magnate “hizo algunas cosas buenas”. Además, lejos de cargar contra las innumerables tropelías de Soros y sumarse a sus detractores (algo que es aún más obligado para todo el que se sienta identificado con la izquierda radical), Varoufakis no duda en oponerse a ellos, afirmando que quienes lo atacan suelen ser “de extrema derecha”, y que la animadversión que suscita en ellos es producto de su “antisemitismo”. Es decir, al mismo tiempo que este economista afirma rechazar la actividad de Soros, sus argumentos parecen indican que más bien lo está defendiendo de sus enemigos.


No es menos reseñable, empero, que Varoufakis deje constancia en esa misma entrevista que tras aquel incidente no ha vuelto a tener la menor relación con Soros... Y es que multitud de hechos que se han producido de un tiempo a esta parte sugieren justamente todo lo contrario. Esto se aprecia claramente en la activa y variada colaboración que el exministro heleno mantiene a día de hoy con multitud de medios, instituciones y think tanks directamente controlados por Soros. El caso más obvio es quizá el de su activa participación como editor en la web Open Democracy (Open Democracy, s.f.), un medio pretendidamente “progresista” del Reino Unido que entre sus financiadores más prominentes figura una lista repleta de fundaciones globalistas como la Open Society de George Soros, la Fundación Ford o la Rockefeller Brothers Fund (Open Democracy, s.f.).


También podemos mencionar la colaboración de Varoufakis con el Institute for New Economic Thinking (INET, s.f.) cuyo fundador (y actual miembro destacado de su plantilla) es el mismísimo George Soros (INET, s.f.).


Otro de los tanques de ideas de ámbito progresista en el que Varoufakis suele colaborar es Krytyka Polityczna, una plataforma polaco-ucraniana donde el exministro griego expone sus ideas paneuropeas. Es justamente en su web donde Yanis expresó la siguiente reflexión sobre Cataluña y el futuro de Europa

“En lugar de obstaculizar la gobernanza democrática local y regional, la UE debería fomentarla. Los tratados de la UE podrían modificarse para consagrar el derecho de los gobiernos regionales y ayuntamientos, como los de Cataluña y Barcelona, ​​a la autonomía fiscal e incluso a su propio dinero fiscal" (Varoufakis, 2017).

Por supuesto, este hecho sería anecdótico si no fuera porque entre los socios y financiadores de Krytyka Polityczna se halla, de nuevo, la Open Society de George Soros (Crytyca Polityczna, s.f.).


Pero si hay un medio con el que Varoufakis colabora de forma asidua es con Project Syndicate, donde se ha convertido con el tiempo en uno de los columnistas más activos y destacados (Project Syndicate, s.f.). En dicha tribuna, el presunto economista de “izquierda radical” ha descrito con pelos y señales que la Europa a la que él aspira debe aprovechar la crisis en Cataluña para cambiar el actual estatus de los Estados-nación, sustituyendo este modelo por otro en el que las ciudades y las regiones serían los actores principales:

“La crisis de Cataluña es un fuerte indicio de la historia de que Europa necesita desarrollar un nuevo tipo de soberanía, que fortalezca las ciudades y regiones, disuelva el particularismo nacional y defienda las normas democráticas. Imaginar una democracia paneuropea es el requisito previo para imaginar una Europa que valga la pena salvar (Varoufakis, 2017).”

De nuevo, un rápido vistazo al apartado de financiación disponible en la web de Project Syndicate es suficiente para constatar que dicha plataforma «ha recibido el apoyo de la Open Society Foundations, así como de otras entidades similares como la Bill & Melinda Gates Foundation» (Project Syndicate).


Por todo ello, resulta curioso que Varoufakis sostenga aún a día de hoy que su relación con Soros fue puntual y anecdótica, cuando toda su actividad política y mediática indica que sigue estando muy vinculada al magnate de origen húngaro.



III. La "República Europea" de Marsili, Guérot y... ¿George Soros?


Como ya hemos explicado anteriormente, se suele admitir que Varoufakis es el fundador y principal dirigente del partido paneuropeo DiEM25. No obstante, esas mismas fuentes señalan que fue el croata Sracko Horvat, un pensador de la escuela del muy influyente filósofo Slavoj Zizek (del cual hablaremos posteriormente), el cofundador de dicha formación. Ahora bien, tampoco parece atribuible a la casualidad que el propio Horvat haya apoyado en diversas ocasiones la causa de la independencia de Cataluña desde su cuenta de Twitter (Horvat, 2017).

Una mirada más atenta a la actividad reciente de Horvat revela que en 2017 participó en una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona que, bajo el título de Guerra y Utopía, contó con la colaboración del diario catalán filoseparatista Ara y con la financiación de la Open Society Foundations (CCCB, 2017). Además, no hace mucho que este intelectual croata participó en la Beca Cosecha Anfibia, donde la revista argentina Anfibia convoca cada año a «directores, editores y periodistas líderes de América Latina». Casualmente, en su web se deja constancia de que dicha beca cuenta con una cuantiosa financiación por parte de la Open Society (Vizzon, s.f.).


Pero lo que resulta más sorprendente es que en 2016, el propio Horvat desveló en un artículo de su propia cosecha que existía una tercera persona, además de él y Varoufakis, que había jugado un papel clave para la puesta en marcha del proyecto paneuropeo que ambos lideraban, mencionando al italiano Lorenzo Marsili como «cofundador de Alternativas Europeas y uno de los iniciadores de DiEM 25» (Horvat, 2016). De forma análoga, tanto en una entrevista para el diario italiano La Stampa (Fioravanti, 2018) como en su perfil como colaborador de Al-Jazeera, Lorenzo Marsili es descrito como «fundador de DiEM 25»:

“Lorenzo Marsili es escritor, activista político y fundador de la ONG internacional European Alternatives. Es copresidente de la European Media Initiative, una campaña internacional que exige una mejor protección de la libertad de los medios de comunicación a nivel europeo. Junto con Yanis Varoufakis, es uno de los iniciadores de DiEM 25. Su último libro se llama 'Ciudadanos de ninguna parte: cómo salvar a Europa de sí misma'” (Al Jazeera, s.f.).

El dato que tanto Horvat como Al-Jazeera brindan sobre Marsili es muy importante, ya que no sólo ambos confirman la decisiva implicación de este italiano en la creación de DiEM 25, sino que previamente nos indican que fue fundador de European Alternatives, una ONG que recibe la mayor parte de su financiación de manos de la Open Society Foundations de George Soros (European Alternatives, s.f.).


¿Acaso es la conexión demasiado obvia que Lorenzo Marsili mantiene con Soros (al ser el fundador y principal dirigente de una organización europea cuya financiación procede directamente de la Open Society) lo que explica que haya preferido que su protagonismo pase a un segundo plano, a pesar de que su participación en la gestación de DiEM25 fue más que notoria?


Buceando por la web de European Alternatives, observamos el no menos llamativo hecho de que la intelectual franco-alemana Ulrike Guérot es parte integrante de su consejo asesor (European Alternatives, s.f.). Por otra parte, la web de Open Democracy, donde colabora la señora Guérot, nos muestra que su currículum profesional es de lo más interesante (Open Democracy, s.f.):

“Ulrike Guérot es Asociada Senior para Alemania en la Iniciativa de Sociedad Abierta para Europa (OSIFE). Anteriormente, trabajó como jefa de la oficina de Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), jefa de la unidad de la Unión Europea en el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP) y como investigadora transatlántica senior del German Marshall Fund (GMF). Ella bloguea para el ECFR aquí.”


Curioso que en dicha web se mencione la participación de Guérot en el European Council of Foreign Relations (ECFR, s.f.), ya que se trata de una institución financiada tanto por la Open Society de Soros como por las principales empresas del IBEX35 español (ECFR, s.f.).

Hace unos meses, Lorenzo Marsili y Ulrike Guérot publicaron un artículo conjunto desde el que alertaban del peligro de decadencia del proyecto europeo y llamaban en su lugar a construir una suerte de “república europea”:

“El colapso de la Unión Europea se ha venido anunciando durante los últimos años. Pero no hace falta que Europa colapse para morir. Europa muere cada vez que se encoge de hombros frente a la política de 'los Estados-nación primero'. Su desintegración no es un acontecimiento repentino, sino un proceso caracterizado por el menoscabo de sus vínculos, la merma de su confianza y la renacionalización de la política. El fin de Europa podría sobrevenir, no con un estallido, sino con un gemido” (Marsili y Guérot, 2020).

Y añaden más adelante:

“Necesitamos un programa de transformación ecológica y económica. No podemos dejar que se ahoguen en la deuda a algunos países de una Unión Europea Europa secuestrada por usureros mientras el medioambiente colapsa. Al igual que el New Deal Rooseveltiano permitió la creación de instituciones federales modernas en Estados Unidos, un New Green Deal europeo que contase con importantes recursos federales abordaría de inmediato la crisis provocada por el coronavirus, sustituiría nuestro modelo de producción tóxico y crearía las instituciones necesarias para una verdadera unión económica.”
FOTO 2: Lorenzo Marsili (izquierda) y Ulrike Guérot (derecha)

Ahora bien, ¿qué clase de “República Europea” es la que persiguen estos intelectuales? La respuesta la tenemos en la inmensa cantidad de artículos que la señora Guérot ha publicado en diversos medios (Guérot, 2017), desde donde llama a construir dicho proyecto paneuropeo bajo la premisa de que han de ser las regiones las que lleven la batuta en detrimento de los actuales Estados nacionales:

“En la república no se trata de que la gente abandone su patria o su identidad sino de preguntarse: ¿La nación es realmente la patria o más bien el Súd Tirol, tu bosque, tu cocina, el traje regional? Robert Menasse afirma: la patria es la región, la nación es una ficción. Las naciones son relatos construidos. Las naciones estuvieron muy bien durante doscientos, trescientos años, nos ayudaron a construir la vida en comunidad. Pero ya no son adecuadas para el futuro. Si hiciéramos una república europea compuesta de regiones autóctonas, Bohemia, Mähren, Cataluña, Escocia, Tirol, Baviera, Saarland, Sajonia etc., podríamos poner en pie un sistema parecido al norteamericano. Cada región envía dos senadores al senado, las regiones se verían representadas. Los valones tendrían voz sin que hubiera un veto. Habría representatividad desde Laponia al Algarve, que funcionaría con una condición: una persona un voto. Todos iguales ante la ley. Habría elecciones trasnacionales en las que lo político estaría por delante de lo nacional.”

En su artículo La República europea como federación de regiones, Guérot nos explica cómo las aspiraciones independentistas que tienen lugar en Cataluña pueden favorecer y acelerar este proyecto europeísta radical:

"Las regiones son el hogar, las naciones son una ficción", escribe el escritor austriaco Robert Menasse. Lo nacional suele ser solo una narrativa; lo regional es una lengua, una cocina, una cultura. Si se promovieran las regiones en el sistema político de una república europea, esta "unidad en la diversidad" se lograría sin crear una identidad europea opresiva y artificial, y sin tener que huir a la esfera nacional. Desde esta perspectiva, las aspiraciones catalanas pueden convertirse en un avance hacia una Europa totalmente diferente. Si así fuera, si fuera posible ahora, ante la crisis de España en la UE, habría que tener el coraje para repensar Europa. O dicho de otro modo, acercar Europa a lo que debería ser en el espíritu de los Padres Fundadores: no una integración de los estados-nación, sino una unidad de los pueblos más allá de las naciones” (Guérot, 2017).

En algunos vídeos disponibles en Internet incluso podemos ver a la propia Ulrike Guérot explicando su proyecto paneuropeo con pelos y señales, siempre con el logotipo del sorosiano think tank ECFR de fondo (Guérot, 2018).


FOTO 3: Ulrike Guérot explica su proyecto de República Europea en la sede del ECFR

La pregunta parece aquí demasiado obvia como para no plantearla: ¿Qué hay detrás de Yanis Varoufakis y de su partido DiEM 25? ¿Qué relación hay entre su persistente fijación por apoyar la independencia de Cataluña y los numerosos vínculos que relacionan a él y sus colaboradores con el magnate George Soros? No se lo pierdan, porque esta investigación no ha hecho más que empezar y aún tiene que ofrecer sus resultados más sorprendentes.



IV. Julian Assange, ¿un agente doble a sueldo del globalismo?


Cuando el partido DiEM 25 fue lanzado de forma oficial, muchos medios destacaron que, junto a la presencia del siempre polémico Yanis Varoufakis, esta recién creada formación había logrado el fichaje de otro personaje de gran relevancia: nada menos que el periodista y activista Julian Assange, conocido por ser el fundador del portal de filtraciones Wikileaks. De esta manera, Julian pasó a ser un miembro destacado del Comité Asesor de DiEM 25, tal y como relató la web de este partido (Claudín, 2016). No obstante, cuando se produjo el arresto de Assange en marzo de 2019, la misma web de DiEM 25 se refirió a él como “fundador” de este movimiento, por lo que su vinculación podría ser aún más estrecha (Almagro, 2019).


Sea como fuere, el hecho cierto es que Assange y Varoufakis se hallan unidos por una larga amistad, a la cual hay que sumar la presencia del excéntrico filósofo Slavoj Zizek (otro destacado miembro de DiEM 25, como veremos más adelante), formando así una especie de “triunvirato antisistema” de lo más peculiar. No son pocos quienes sitúan el evento de 2015 titulado Europa ha muerto. ¡Larga vida a Europa!, donde se dieron cita Varoufakis, Assange y Zizek para discutir sobre el futuro de Europa, como uno de los catalizadores que alumbraron la idea que finalmente inspiró la creación de DiEM 25 (Zizek, Varoufakis y Assange, 2015). Lo extraño del asunto es que aquel lema europeísta fue exactamente el mismo que utilizaría un año después Ulrike Guérot para su documental sobre Europa, donde exponía con todo lujo de detalles su plan eurorregionalista para el continente (Guérot, 2017).


Sea casualidad o no, lo que sí quedó bien contrastada fue la incesante y descarada actividad que Julian Assange exhibió en su acérrima defensa de la independencia de Cataluña, la cual alcanzó su punto álgido a partir de 2017. Y es que el periodista y activista australiano llegó a publicar un tuit cada trece minutos a favor de la causa separatista (Pardo, 2019), una actividad que supuso todo un espaldarazo a las pretensiones de los nacionalistas catalanes, quienes vieron en Julian a un importante aliado de cara a su objetivo de internacionalizar el Procés (Segura, 2017). Tan es así que hasta Oriol Soler, un estrecho colaborador de Puigdemont, se reunió con Assange cuando éste aún seguía refugiado en la embajada de Ecuador en Londres (el Periódico, 2017).

Pero, ¿qué se esconde detrás de este apoyo a la independencia de Cataluña? ¿Es Assange un agente de Rusia para desestabilizar Europa a través de España? ¿O quizás estamos ante un simple idealista romántico que cree estar respaldando una causa justa y revolucionaria?


En este punto, debemos tener en consideración la reciente decisión del juez que ordenó la detención de Oriol Soler y de otros líderes separatistas, aduciendo que se hallaban en contacto con Julian Assange y Wikileaks como parte de una supuesta "trama rusa" o estrategia dirigida por el Kremlin para fragmentar y debilitar a la Unión Europea (Europa Press, 2020). Sin embargo, como vamos a comprobar a continuación (y tal y como ya hemos visto en el caso de Varoufakis), tanto la biografía de este controvertido personaje como los orígenes de Wikileaks están sobrados de puntos oscuros e inquietantes conexiones. Y es que a pesar de que numerosos medios occidentales han vinculado a Assange con la política exterior del gobierno ruso, existen multitud de evidencias que indican que estamos ante un doble agente que en realidad trabajaría para los intereses angloamericanos vinculados al capitalismo financiero internacional.


En primer lugar, en la propia web de Wikileaks se informa que esta plataforma ha recibido galardones de la prensa corporativa mundialista como The Economist o Time, y también de parte de ONGs fuertemente vinculadas al aparataje injerencista del imperialismo occidental, como ocurre con Amnistía Internacional. Pero a pesar de ello, unas líneas más abajo, Wikileaks se desmarca tajantemente de cualquier influencia, aseverando que está «totalmente financiado por su editor, las ventas de sus publicaciones y el público en general» (Wikileaks, 2015).


No obstante, ya desde sus primeros inicios Wikileaks mostró una preocupante inclinación favorable a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos. Aún a día de hoy, en su página de Internet se puede leer:

“Nuestro principal interés se centra en los países con regímenes totalitarios como China, Rusia, la Eurasia Central, el Próximo Oriente y África Subsahariana" (Wikileaks, 2015).

Y es que como muy bien observó el profesor Michel Chossudovzky:

“Desde un principio, el enfoque geopolítico de WikiLeaks en los «regímenes opresivos de Eurasia y Medio Oriente era «atractivo» para las elites estadounidenses, puesto que parecía coincidir con los objetivos de la política exterior estadounidense. Más aún, la composición del equipo de WikiLeaks (que incluía disidentes chinos), sin mencionar la metodología de «exponer secretos» de gobiernos extranjeros, estaban a tono con las prácticas de las operaciones encubiertas de EE.UU. (y con el apoyo de Freedom House) en pos de desencadenar «cambios de régimen» y promover «revoluciones de colores» en diferentes partes del mundo" (Chossudovsky, 2010).

Analizando más a fondo, los vínculos de Wikileaks con el aparataje injerencista del Deep State estadounidense y George Soros empiezan a emerger desde todas partes. En primer lugar, pocos recuerdan que tanto el proyecto de Wikileaks como la propia figura de Julian Assange surgieron a la palestra gracias a la labor del británico Centre of Investigative Journalism (CIJ), cuyo director fue el ya fallecido Gavin MacFayden. Para muchos, MacFayden fue el “mentor” de Assange y una figura clave que hizo posible el surgimiento de Wikileaks (Russian Today, 2016).

Curiosamente, según informó en su día el Observatorio de Cibermedios, el CIJ recibió financiación del Open Society Institute, entre otros donantes

“A lo largo de los años, CIJ ha recibido el apoyo de varias fundaciones, entre las que se incluyen: City University London, Democratie en Media, Lorana Sullivan Foundation, Open Society Institute, Park Foundation, Reva and David Logan Foundation, David and Elaine Potter Foundation , la Fundación Roddick y varios fideicomisos privados más pequeños” (Codina, 2017).

La veracidad de este hecho se puede comprobar fácilmente gracias a la web de Wayback Machine, que es capaz de archivar el aspecto que mostraba cualquier página de Internet en el pasado. Gracias a esta herramienta, descubrimos que la web del CIJ mostraba en 2010 al Open Society Institute de Soros y a la Fundación Ford (fuertemente vinculada a su vez con la CIA) como unos de sus donantes más prominentes (CIJ, s.f.). Por cierto, el conocido embajador de Wikileaks fue Joseph Farrell, otro periodista de investigación que también procede del CIJ, demostrando hasta qué punto esta plataforma de reporteros ha sido clave para la gestación del famoso portal de filtraciones (CIJ, s.f.).


Por otro lado, debemos comentar que el primer abogado de Julian Assange fue el británico Mark Stephens (Gardner, 2010), quien hasta el pasado mes de septiembre estuvo a la cabeza del comité de dirección de Global Witness (Global Witness, 2020), una ONG que dice estar «comprometida contra el cambio climático». Pues bien, su página web no oculta que recibe sus honorarios de, entre otros, la Open Society de George Soros, la de su hijo Alexander Soros y también la de la Fundación Ford (Global Witness, s.f.).


Cabe decir que, desde entonces, los diferentes abogados que han ayudado a Julian Assange han destacado por sus sorprendentes conexiones. Ahí tenemos el caso de la letrada en Derecho Internacional Amal Alamuddin, quien al poco de triunfar en los tribunales defendiendo al mediático líder de Wikileaks, inició una relación sentimental con el conocido actor de Hollywood George Clooney, personaje que además es miembro del elitista Council of Foreign Relations (CFR, s.f.). Nada más formalizar su matrimonio, George y Jamal Clooney se encargaron a través de su fundación de la producción del polémico y oscarizado film White Helmets (el País, 2017), donde ensalzan la labor de una supuesta ONG siria dedicada al rescate de civiles que ha sido acusada de recibir financiación de diferentes gobiernos occidentales y que mantiene inquietantes vínculos con la filial de Al-Qaeda en ese país (Russia Today, 2018).


Otro de los abogados de Assange y amigo personal de los Clooney es el británico Ben Emmerson, el cual también se ha hecho célebre por haber defendido con notable éxito a Abu Qatada, temible y sanguinario terrorista de Al-Qaeda. Actualmente, Emmerson ejerce como abogado de Puigdemont ante Naciones Unidas y se ha convertido en uno de los principales portavoces del independentismo catalán en el exterior (La Vanguardia, 2018).


Curiosamente, la trayectoria profesional de los inseparables Jamal Clooney y Ben Emmerson está marcada por una evidente tendencia antirrusa: En 2014, Jamal defendió a la anterior Primera Ministra ucraniana Julia Timoshenko y se mostró “encantada” de llevar a Bashar Al Assad, actual presidente de Siria apoyado por Moscú, ante los tribunales internacionales por presuntos crímenes de guerra (Middle Eat Eye, 2016). Por su parte, Ben Emmerson, quien desde su cuenta de Twitter ha mostrado públicamente su apoyo a la labor filantrópica de George Soros (Emmerson, 2018), representó a la mujer de Alexander Litvinenko culpando a Putin de su asesinato, y compareció ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para acusar a Rusia de cometer crímenes de guerra en Georgia (2008). Más adelante, representó a Ucrania en el caso del conflicto de Crimea, donde «calificó de "fantoche" al régimen establecido en Crimea por el Gobierno ruso y de "ilegal y antidemocrático" el referéndum de autodeterminación celebrado en Crimea el 6 de marzo de 2014» (La Vanguardia, 2019).


FOTO 4: Ben Emmerson, abogado de Wikileaks y de Puigdemont, apoyando a George Soros

Pero ellos no son, ni muchos menos, los únicos abogados de Assange y Wikileaks que mantienen inquietantes conexiones con el Deep State de Estados Unidos y muestran un sospechoso sesgo antirruso. Para conocer más información al respecto, remitimos al lector al formidable artículo de investigación que la periodista Lucy Komisar publicó en 2019 (Komisar, 2019).


Por supuesto, es obligado mencionar aquí al conocido juez español Baltasar Garzón, director de la defensa jurídica de Julian Assange a nivel internacional. Pero de él hablaremos con más detenimiento en un apartado posterior de esta investigación.



V. Wikileaks y su conexión con Soros y la Primavera Árabe


No es muy conocido el hecho de que, antes de pedir asilo en la embajada ecuatoriana en Londres, Assange estuvo refugiado, allá por 2010, en la mansión del también reportero Vaughan Smith. Este suceso fue narrado por el diario El País como pueden leer a continuación:

“Assange exprimirá su recobrada libertad en el campo. En la que será la residencia en que debe estar localizable, la mansión de su amigo y protector Vaughan Smith, fundador del prestigioso Frontline club, foro que lucha por una prensa independiente. Pasará las navidades en esa mansión de estilo georgiano ubicada en una finca de 250 hectáreas de bosque, en Bungay, pequeño pueblo situado a unos 140 kilómetros de la capital británica, en los límites de Norfolk y Suffolk” (Elola, 2010).

¿Cuál es el problema aquí? Pues que el Frontline Club, ese espacio fundado por Vaughan Smith para promocionar el periodismo independiente, está financiado por la Open Society de Soros. Así lo explicó Eric Pfanner en un artículo publicado para The New York Times y fechado en 2006:

“El Sr. Smith creó Frontline pidiendo prestados hasta 3 millones de libras (unos 5,7 millones de dólares) contra el patrimonio de su familia en Norfolk, Inglaterra, y ha recibido financiamiento para sus eventos del Open Society Institute, una organización filantrópica creada por el inversionista y filántropo multimillonario George Soros. Aunque Frontline aún no ha alcanzado el punto de equilibrio, el Sr. Smith está sopesando la posibilidad de abrir un club en Nueva York o Washington, quizás con un socio comercial local" (Pfanner, 2010).

Y que conste que no se trata de ningún secreto, ya que incluso en la actualidad, la web de este foro admite dicha financiación en el apartado de “socios internacionales” (Frontline Club, s.f.).


FOTO 5: Wikileaks organizando eventos con la participación de miembros de la Open Society

Pero no es sólo que toda la vida profesional de Assange ha estado directamente ligada a organizaciones controladas por Soros, sino que este mismo fenómeno ocurre con sus ayudantes más destacados. Observemos el caso de Jacob Appelbaum, el “hacktivista” lugarteniente de Assange y también cofundador de Wikileaks. Este personaje fue justamente quien, junto al exagente de la NSA Edward Snowden, desarrolló el navegador Tor, una herramienta que con el tiempo se reveló como clave para que cuajara el proyecto de Wikileaks (Máiquez, 2010).


En un artículo de The Guardian publicado en 2016 se menciona, entre otros apuntes biográficos, que Appelbaum llegó a trabajar para el Open Society Institute de George Soros (Loll, 2016). Pero lo que resulta más perturbador es que, tal y como consta en la web de Tor, este proyecto impulsado por Appelbaum y Snowden ha contado con las donaciones de fundaciones globalistas como la Fundación Ford, la Omidyar Network, Human Rights Watch o la red transnacional de periodistas y blogueros HIVOS (las dos últimas financiadas directamente por la Open Society de George Soros (Tor Project, s.f.)). No obstante, la mayor parte de su financiación procede nada menos que del gobierno de Estados Unidos, como explicó el ruso Yasha Lavine en una entrevista para La Marea. Este experto incluso llega al extremo de calificar a Tor como «una trampa, una herramienta de la inteligencia estadounidense y una herramienta del 'soft-power'» (Ferrero, 2014).


Además, sabemos que Jacob no tardó en exprimir el potencial de su navegador y en 2009 viajó hasta Beirut para enseñar a manejar Tor a un nutrido grupo de blogueros árabes (York, 2009). Como ya habrá adivinado el lector, aquel evento de Beirut fue financiado por la Open Society, según expone la web de Global Voices, la principal organizadora del evento (Global Voices, s.f.).

Hasta disponemos de un documento gráfico que acredita la participación de Jacob en esa reunión, a través de la cuenta de Flickr de una de las activistas asistente a este encuentro: la bloguera Jillian York (York, 2009). Todo esto no es de extrañar en absoluto, ya que el propio Appelbaum se jactó en una entrevista concedida a una revista científica de haber sido una de las figuras clave que prendió la mecha de la Primavera Árabe. En ella, este experimentado hacker presumió de que la capitación que él ofreció a estos blogueros fue decisiva para que, apenas dos años después, tales protestas acabaran detonando (Pollock, 2011).


Todo lo anterior debería recordarnos el papel desestabilizador de Wikileaks a la hora de propiciar las revueltas de la Primavera Árabe, unas algaradas cuyo modus operandi recuerda poderosamente a las imperialistas “revoluciones de color” que unos años antes se produjeron en determinados países del este de Europa. De hecho, el propio Assange presumió en 2011 de que el protagonismo de Wikileaks fue fundamental para conseguir indignar a la población del mundo árabe, logrando que las revueltas que convulsionaban a esos países prendieran, se consolidaran y tuvieran éxito (Democracy Now, 2011). Entre esas revueltas podemos destacar la que se produjo en Siria, dado que éstas pronto derivaron en un cruento conflicto bélico. Aquí Wikileaks se encargó de soliviantar a los opositores sirios (muchos de ellos ligados a grupos de islamistas radicales y terroristas, que además recibieron el apoyo de las potencias occidentales) al hacer públicos los correos electrónicos internos del gobierno de Al-Assad (Syria Files, s.f.).


Con ello, la plataforma impulsada por Assange demostraba que era perfectamente capaz de alinearse con la política exterior del imperialismo estadounidense si así lo consideraba oportuno.



VI. Wikileaks y sus “peculiares” colaboradores.


El portal Wikileaks nos informa de que sus activistas no trabajan solos, sino que cuentan con la participación de multitud de «socios y colaboradores» (Wikileaks, s.f.). Lo sorprendente es que, si de esta nutrida lista exceptuamos a los medios de comunicación, centrándonos sólo en las ONGs, plataformas y fundaciones que aparecen en su página web oficial, descubriremos que casi todas las entidades que aparecen como colaboradoras de Wikileaks están directamente vinculadas a la Open Society de George Soros. Así, además de la imagen corporativa del anteriormente mencionado CIJ, podremos observar la presencia de los logotipos de:


-CIPER: Se trata del Centro de Investigación Periodística, una red de “reporteros independientes” chilena que cuenta con la financiación de la Open Society Foundations, tal y como consta en la parte inferior de su web (CIPER, s.f.).


-Privacy International: Estamos ante una ONG dedicada a propósitos “caritativos” que recibe fondos tanto de la Open Society Foundations como de la Ford Foundation (Privacy Internatinal, s.f.).


-Nawaat: Es una red de reporteros, activistas y blogueros árabes que cuenta entre sus socios y financiadores con la Open Society Foundations y la National Endowment of Democracy (NED) (Nawaat, s.f.).


-Transparency Toolkit: Colectivo de hacktivistas que, según sus propias palabras, se dedica a “vigilar a los vigiladores”. En 2017, este grupo recibió el apoyo financiero de la Open Society Foundations de George Soros, según se comprueba en las capturas realizadas por ex usuarios de Wikileaks en algunos foros de Internet (Above Top Secret, 2017).


-Courage Foundation: Estamos ante una asociación que no expone la identidad de sus donantes, pero que se define como «una organización internacional que apoya a quienes arriesgan la vida o la libertad para hacer contribuciones significativas al registro histórico». Además, es la entidad encargada de recabar fondos para la defensa de Assange a través de su iniciativa Defend WikiLeaks.


FOTO 6: La lista de socios de Wikileaks está repleta de organizaciones financiadas por Soros

El dato intrigante es que, como desveló en su día el escritor francés Aymeric Monville (Monville, 2020), la dirección de la sede de la Courage Foundation, a la que se supone que van destinados los fondos de los donantes que desean contribuir a la causa de la libertad de Assange (Defend Wikileaks, s.f.), es el 201 de Varick Street de Nueva York (Estados Unidos), es decir, exactamente la misma dirección donde se halla la sede del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Este dependencia gubernamental fue creada por George Bush en 2003, justo tras los atentados del 11-S. A este respecto, Monville hace la siguiente reflexión:

“Dado que una oficina de correos también se encuentra en el mismo edificio, uno puede imaginar que la fundación Courage está representada por un simple buzón, que es independiente de la "prestigiosa" organización que posee la misma dirección. Sin embargo, ¿qué organización con un enfoque hostil o, al menos, crítico con el imperialismo estadounidense consideraría apropiado tener su buzón en lugares equivalentes, por ejemplo, a la Place Beauvau donde se encuentra el Ministerio del Interior de Francia?”.

Por cierto, tampoco es baladí que alguien como la abogada Renata Ávila sea la fiduciaria de la Courage Foundation (Ávila, 2018). Quédense con este nombre, porque hablaremos de ella y de su relación con Wikileaks y el partido DiEM 25 en la segunda parte de esta apasionante investigación.



VII. Bibliografía.


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Sobre el autor:

Investigador experto en geopolítica que ha realizado numerosos informes de inteligencia mediante el uso de fuentes abiertas (OSINT) para diversos portales online dedicados a esta temática. Podéis seguirme a través de mi cuenta de Twitter: https://twitter.com/andrei_kononov?lang=es


6.4- El declive estadounidense en el advenimiento de la nueva era geo-

política postideológica

Por Yesurún Moreno/alicia.melchor.


Resumen: “El imperio estadounidense se convertirá en un gigante militar, un agente económico de segunda fila, un esquizofrénico político y un fantasma ideológico. El resultado es un monstruo deforme y perturbado que se tambalea torpemente por el mundo”. Michael Mann, Incoherent Empire. Parece que Michael Mann vaticinó con fidelidad lo que ocurriría respecto a la posición geopolítica preeminente de EEUU. Efectivamente, “lo que estamos observando ahora es, con toda claridad, la crisis terminal de la centralidad financiera y de la hegemonía estadounidense” (Gandásegui, 2019: p.129). Una crisis terminal de la centralidad de EEUU que vino precedida de una “crisis señal”: la Guerra de Vietnam [0].


Palabras clave: Imperio Estadounidense, geopolítica, Nuevo Orden Mundial, militarismo, postideología.



Para poder comprender este declive del hegemón hemos de atender a dos conceptos esenciales: (I) el imperialismo y (II) la hegemonía.


En cuanto al primero, tenemos la obligación teórica de definirlo “en relación a la ‘formación económico-social’ con la que coexiste en un momento histórico determinado (…) En otras palabras, la definición de imperialismo debe estar determinada históricamente” (Arrighi, 1978: p.12). Esto es, suele traer problemas seguir creyendo “que hay únicamente un tipo de capitalismo que se reproduce históricamente, mientras que el capitalismo se ha transformado a sí mismo sustantivamente -sobre todo a escala global- de modos inesperados” (Harvey, 2009: p.131).


Así, con arreglo a lo que David Harvey denomina “lógica territorialista” y “lógica capitalista” obtenemos aquella tipología sui géneris[1] (“en relación a la ‘formación económico-social’ con la que coexiste”), el imperialismo capitalista[2]. Este autor, además destaca que “lo que distingue al imperialismo de tipo capitalista de otras variantes es que en él predomina típicamente la lógica capitalista”[3]. En este sentido, el imperialismo es la dominación entendida expresamente como la ausencia de hegemonía, una “lucha entre países que aspiran a encabezar la apropiación del valor generado por las relaciones sociales que florecen en el sistema mundo-capitalista en expansión” (Gandásegui, 2019: p.1). G. Arrighi recuerda que cuando la credibilidad “se desvanece, la hegemonía pasa a ser pura dominación”, (Arrighi, 2005a: p.28).


Por el contrario, entendemos la dominación cultural precisamente como sinónimo de hegemonía. En oposición a la dominación descarnada encontramos una dominación sofisticada donde “el compromiso ideológico (cultura) juega un papel de primer orden” (Gandásegui, 2019: p.15). De este modo, el concepto de hegemonía fue empleado por Antonio Gramsci “en sentido de dirección cultural” (Gandásegui, 2019: p.13). Aunque conviene recordar que Gramsci concibe la teoría de la hegemonía no como burdo consenso, sino “como ‘un complemento de la doctrina del Estado-fuerza’” (Kohan, 2002: p.51). En resumen, Gramsci no prevé la hegemonía como una suerte de dominación totalmente despojada de la fuerza. Esto entronca con la aguda observación del teórico Benedict Anderson (1981):

“las condiciones normales de subordinación ideológica de las masas -las rutinas diarias de la democracia parlamentaria- están constituidas por una fuerza silenciosa y ausente que les confiere su valor corriente: el monopolio del estado sobre la violencia legítima. Desprovisto de éste, el sistema de control cultural se volvería frágil instantáneamente, puesto que los límites de las posibles acciones contra él desaparecerían”[4].

No obstante, ¿cómo se constituye la hegemonía[5]?


El filósofo argentino Néstor Kohan (2002) plantea el siguiente esquema; (I) Formación de la hegemonía, (II) Realización de la hegemonía y (III) Reproducción de la hegemonía. Resumidamente; (I) Configuración, (II) Consolidación y (III) Reproducción.


Hechas estas apreciaciones, debemos destacar el carácter violento de lo que hemos acordado en llamar “imperialismo capitalista”. Kohan explica que “En el capitalismo desarrollado (…) la violencia puede llegar a cumplir un papel y una misión centrales como palanca económica” (Kohan, 2002: p.26). Arrighi va más allá al columbrar que “el imperialismo o la tendencia a la guerra entre países capitalistas, es una consecuencia necesaria de la transformación del capitalismo en capital monopolista o financiero” (Arrighi, 1978: p.15). Pero, esta necesariedad se da en dos sentidos. Veamos.


(I) Necesariamente se da (Irreversible). Es decir, siempre a lo largo de la historia del capitalismo se han repetido escenarios de guerra imperialista.


(II) Es necesario que se dé (deseable). Para que el capitalismo pueda seguir expandiéndose y perdure deben darse guerras que hagan posible la acumulación ampliada de capital. Carlos Bardem dice -en relación con el esclavismo de la época colonial- algo así como que la historia carbura con sangre y fuego.


Lo que queda perfilado en Kohan, es decir, que “las guerras que ha vivido [el capitalismo] no son un ‘accidente de la historia’” (Kohan, 2002: p.26), en el texto La geometría del imperialismo de G. Arrighi se acaba de desarrollar cuando éste argumenta que “Lenin, basándose en la tesis del ‘desarrollo desigual’ (…) sostiene que la tendencia a la guerra entre los estados imperialistas se ha convertido en una característica permanente y definitiva del sistema capitalista mundial”[6] (Arrighi, 1978: pp.13-14).



I. Marcos teóricos de la transición en la hegemonía (Bracher y Agnew).


“Intentar entender el curso de la historia implica imponer algún orden en ella”.

John Agnew, Geopolítica. Una re-visión de la política mundial.


Nuestro enfoque se basa en dos marcos teóricos.

  1. Por un lado, La Ley Física del Poder enunciada por Karl Dietrich Bracher[7] (analogía que éste empleó para describir el derrumbe de Weimar): a) Pérdida de poder; b) Vacío de poder; c) Toma de poder.

¿Existe la posibilidad de que China pueda emerger en un determinado momento como una nueva potencia hegemónica que sustituya a EEUU sin alterar las estructuras del capitalismo y del territorialismo? (Gandásegui, 2019: pp.18-19).


Bien, dejamos aquí apuntada la respuesta en base a la reflexión que aporta el italiano G. Arrighi en su diálogo con D. Harvey de que: “Una estructura completamente estable de desigualdades puede persistir con algunos países ascendiendo y otros descendiendo” (Harvey, 2009: p.113). Huelga decir que “los Estados del centro, especialmente los Estados hegemónicos, tienen una ventaja estructural en la economía-mundo” (Taylor y Flint, 2002: p.149).


En otras palabras, si hay un cambio en el signo de la hegemonía dentro del sistema-mundo capitalista, este no puede ir nunca en contra de la lógica capitalista de acumulación. Por lo tanto, sí puede emerger China[8] como la nueva potencia hegemónica siempre y cuando respete estos parámetros de acumulación inherentes al modo de producción capitalista. En caso contrario, hablaríamos de algo distinto al sistema-mundo capitalista[9]. Y, en consecuencia, de algo al margen de las estructuras del capitalismo y del territorialismo. Bajo la premisa de que “los procesos políticos precipitan de hecho la caída definitiva” (Linz, 1993: p.16) surge un marco más general sobre el que se engloba este primero.

  1. Con arreglo al concepto de “Eras geopolíticas” de John Agnew, es decir: a) Geopolítica civilizatoria (civilizational); b) Geopolítica naturalizadora (naturalized); c) Geopolítica ideológica (ideological).

A todas luces “es evidente que dividir en períodos el discurso geopolítico simplifica un flujo de prácticas y representaciones que es en realidad muy complejo” (Agnew, 2005: p.102). Sin embargo, el geógrafo político John Agnew nos da las claves para esta tarea.


Llegados a este punto debemos interrogarnos, ¿se ha trascendido esa última era geopolítica? ¿Nos encontramos en el advenimiento de una geopolítica post-ideológica? no hablamos en términos de un optimismo fukuyamiano, sino de la apertura a un panorama distinto [10] que se inaugura y en donde “se están configurando diversos escenarios geopolíticos” (Agnew, 2005: p.137). Fue “La desaparición de la Unión Soviética en su papel de Otro ideológico [la que] eliminó el fundamento de la geopolítica ideológica de la Guerra Fría” (Agnew, 2005: p.137).


Conectando ambas cuestiones que se derivan lógicamente de los marcos empleados, las preguntas precisas deberían ser de este estilo: ¿Estamos presenciando una transición/cambio de era geopolítica? En caso afirmativo, ¿qué papel tendrán China y Rusia? ¿y el resto de las potencias? ¿Con el declive estadounidense presenciaremos el paso de la unipolaridad norteamericana al multipolarismo? ¿Resurgirá un escenario bipolar entre EEUU y alguno de sus contendientes?



II. Crónica de una muerte anunciada.


“La edad dorada de las décadas de 1950 y 1960 concluyó con un largo periodo de expansión financiera que culminó en un resurgimiento de las prácticas imperialistas. La auténtica novedad (…) es el intento de la potencia hegemónica declinante de resistirse al declive convirtiéndose en un Estado mundial”.


Giovanni Arrighi, Comprender la hegemonía.


Si aceptamos que nos encontramos en un escenario de deflación de poder en el que la pérdida de poder estadounidense se ha consumado, el vacío de poder es inminente y en paralelo asistimos a la apertura de una nueva era geopolítica que, tras la caída del mundo unipolar americanizado, determinará quién o quiénes tomarán el poder, aceptamos también que este momentum debe resolverse -en uno u otro signo- en las próximas décadas.


El hecho de que las recetas de Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski sigan reutilizándose manidas, despojadas de todo sentido, muestra, por un lado, la talla intelectual y geoestratégica de ambos pensadores y, por otro la falta de creatividad e ingenio existente. Si bien es cierto que ambos “dejaron profundas huellas y siguen estando en el centro de la geopolítica de EEUU”, crearon también un “mundo dicotómico (…) en términos de ‘nosotros’ y los ‘otros’” (Gandásegui, 2019: p.4) que se revela a día de hoy aparentemente irresoluble.


Cualquier observador mínimamente perspicaz entiende que “China y EEUU, dos países en extremos opuestos de la tierra, cada uno con su propia pretensión de excepcionalidad histórica, forman juntos el centro de gravedad en el sistema internacional actual” (Gandásegui, 2019: p.5). No es desdeñable, para nada, la alta probabilidad de que este equilibrio se quiebre en cualquier momento.


Es evidente que “en la lucha entre las clases por la hegemonía, el compromiso ideológico (cultura) juega un papel de primer orden” (Gandásegui, 2019: p.15) y en este aspecto Estados Unidos, mediante su colosal maquinaria propagandística (Hollywood, Netflix, Apple, Google, think tanks, lobbies, etc.) sigue teniendo ventaja sobre su principal competidor, China (en donde esas formas de vida “neoliberales” han impregnado incluso a su propia sociedad) que se presentaba como su proyecto político antagónico. Fruto de la creciente financiarización de las economías, la interdependencia está servida:

“el capital se libera de su ‘compromiso’ con la producción y la acumulación (…) se acelera la formación de las estructuras y las estrategias de los Estados y de los capitales que deberán suceder al antiguo hegemón (…) dando curso al movimiento continuo de internacionalización de las estructuras e instituciones capitalistas” (Suwandi et al., Arrighi) (Gandásegui, 2019: p.18).
Efectivamente, la composición del capital y la estructura de la Economía-mundo capitalista actuales están dando lugar a “fases de expansión financiera cuyo agotamiento precipita a continuación un periodo de caos interestatal que se resuelve mediante la emergencia de una nueva potencia hegemónica capaz de restaurar el orden global y de reiniciar de nuevo el ciclo”[11] (Harvey, 2009: p.105).

No hay recetas mágicas, el declive estadounidense es inexorable. Parafraseando al maestro, estamos frente a la crónica de una muerte anunciada, la de la hegemonía mundial de EEUU.

Atendiendo de nuevo a la máxima de que “los procesos políticos precipitan de hecho la caída definitiva” (Linz, 1993: p.16) en su caída libre como hegemón a EEUU sólo le queda “crear caos”[12] (Harvey, 2009: p.119).


En las últimas semanas, Donald Trump (45º presidente de los Estados Unidos) ha echado por tierra su “populismo de Estado-nación” desarrollado por S. Miller y J. Sessions[13] como respuesta a la globalización que EEUU había promocionado -a partir de la Segunda Guerra Mundial-.


Hasta el pasado 3 de enero de 2020 (atentado al general iraní Q. Suleimani) Trump inteligentemente se había desvinculado del proyecto iniciado por la Administración neoconservadora de Bush de “El nuevo siglo americano”, tratando de incentivar y fortalecer su economía nacional. En efecto, “la adopción por la Administración de Bush del Proyecto de Nuevo Siglo Americano constituye (…) un intento de mantener la posición hegemónica de EEUU bajo las condiciones de una integración económica global sin precedentes” (Arrighi, 2005a: p.27) hecho que a medida que se consolidaba hacía reflotar “una tensión inherente entre el mundo globalizado patrocinado por Estados Unidos (…) y su papel como fuerza imperial de la política mundial” (Agnew, 2005: p.150).


Al adherirse al Proyecto (neoimperialista) del Nuevo Siglo Americano han saltado los cierres de una caja de pandora que se puso en marcha mucho antes de Bush. Esa fatídica noche dio como resultado un giro de 180 grados, “virando el multilateralismo de la administración globalista de Obama-Clinton por un unilateralismo más belicista” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.8).

La torpeza de la jugada reside en que si esa -anterior- estrategia[14] (de enfrentarse al unipolarismo financiero global) surgía efecto y “sus políticas mostraban coherencia con lo expresado a lo largo de la campaña de 2016, buscando consolidar ese nacionalismo industrialista” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.6) del Make America Great Again y del America First, ahora está repitiendo los pasos de esa “crisis señal”[15] que supuso la Guerra de Vietnam (1955-1975) y sus derivados, aunque por otras vías.


Tanto Iraq como Afganistán fueron un punto de inflexión[16]. Tras la decisión por parte del Gobierno de los EEUU de hacer estallar conflagraciones y conflictos bélicos, guerras estratégicas y guerras proxy a lo largo y ancho del Medio Oriente[17], se comenzó a ver con malos ojos tener que subsidiar desde “occidente” las guerras que éste iniciaba[18].


Cada vez se hacía más latente el hecho de que “podría resultar que esta base económica a largo plazo del poder estadounidense actuara contra el modelo neoimperial implícito en la militarización de la política exterior de Estados Unidos a partir de 2001”[19] (Agnew, 2005: p.148). En efecto, como apuntábamos al inicio del epígrafe, “El propio éxito de apertura de la economía mundial que llevó a cabo Estados Unidos le hace vulnerable en la actualidad” (Agnew, 2005: p.149).


Todavía no se habían resarcido del legado de Bush y pese a los esfuerzos de la Administración Trump esta superpotencia pasaría “De ser un país acreedor a convertirse en el principal deudor del mundo”[20] (Arrighi, 2005a: p.66). Este dato es fundamental.


Repetir la vieja estrategia de la desestabilización del “pivote geográfico de la historia” (Mckinder, 1919) es sintomático. Síntoma de debilidad, síntoma de querer aparentar estar en un estado de forma irreal. En el artículo Trump: gobierno, política exterior y geoestrategia mundial publicado en 2018 se apunta la notoria debilidad: “La intempestiva marcha “cumplidora de promesas de campaña”, acción tras acción, puede malinterpretarse como una implacable fortaleza, pero no es así. Al contrario, prueba en realidad que Trump no tiene demasiado margen de acción” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.21).


El ataque contra el general Q. Suleimani representa la ruptura de la hasta entonces alianza táctica con el establishment republicano y el “Continentalismo” que le brindaba cierta estabilidad interna a EEUU.


La “teoría del loco” de H. Kissinger se ha reciclado y revestido de vigencia en la Administración Trump. La irracionalidad diplomática consuma aquellas proféticas palabras con las que decidí encabezar este texto.


Eso es Donald Trump, eso es su administración y eso exactamente representan al haberse distanciado de una primera estrategia anti-globalista. El resultado es un periodo que se extingue, se consume y da coces, lo que Ranajit Guha llamó en su momento “dominio sin hegemonía”.

Pocos meses después de su elección, Donald Trump ya en 2017 decidió bombardear Siria en plena Cumbre (China-EE UU) hecho que “Algunos analistas leían como una demostración de supremacía frente a Corea del Norte, Irán y las naciones díscolas y peligrosas para EUA, en donde entran la misma China y Rusia” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.14); envió el portaaviones USS Carl Vinson (equipado con armamento nuclear) a la península coreana “para amedrentar a Corea del Norte, y por extensión a China” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.14) y lanzó la llamada “madre de todas las bombas” (no nucleares) contra posiciones del Estado Islámico. Todo ello, no puede sino ser parte de un discurso mitificado que trata de proyectar una fortaleza -en realidad menguante- hacia el exterior a la vez que un mensaje de tranquilidad y confianza hacia los “estamentos del Deep State”[21] que ven peligrar sus privilegios derivados de la centralidad estadounidense.


En paralelo a esos actos de absoluta irresponsabilidad, que culminan con la decisión de ejecutar al líder militar iraní, Trump lleva repitiendo el mantra (desde el 16 de noviembre de 2019) de que “no necesita petróleo ni gas de Oriente Medio” con la añadidura de que ahora “producen su propio gas”. Personalmente, considero que tratar de reafirmar el mensaje de que EEUU no es dependiente económicamente, cuando a todas luces lo es, se circunscribe en esa misma lógica de tratar de proyectar (hacia el exterior y el interior) esa sombra que se desvanece a cada minuto, su supuesta autonomía.


Cada paso que da puede que sea efectivo en clave interna y a corto plazo, pero se acaban sus apoyos a nivel internacional y se revelan los límites de un proyecto de “ambición exagerada en la aplicación de la red extorsionadora estadounidense a escala mundial (…) unos Estados Unidos que tratan de incluir por la fuerza a todo el mundo en su propia agenda de política exterior” (Arrighi, 2005b: p.52).


De todos modos, EEUU se encuentra en un callejón sin salida, si decide volver a la senda iniciada “frente al [proyecto] del capital financiero global, necesariamente debe conformar un esquema de poder de carácter multipolar” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.7). En definitiva, si hay algún país capaz de sustituir a Estados Unidos en el mercado mundial es China.



III. Escenarios probables en la nueva era geopolítica.


“Los de arriba dicen: la paz y la guerra son de naturaleza distinta. Pero su paz y su guerra son como viento y tormenta. La guerra nace de su paz como el hijo de la madre. Su guerra mata lo que sobrevive a su paz”.


Bertold Brecht, Catón de guerra alemán.

Para finalizar me gustaría, tan sólo dejar apuntados en este apartado los distintos escenarios que se intuye puedan aflorar tras el declive estadounidense en base a las observaciones de Giovanni Arrighi en El largo siglo XX y John Agnew en Geopolítica. Una re-visión de la política mundial.


Lo interesante es que ambos (con expresiones distintas) coinciden en 3 escenarios de los que -tras las conclusiones que hemos ido extrayendo a lo largo del texto- deberíamos descartar al menos uno. Veamos.

  1. Imperio mundial de Estados Unidos (G. Arrighi)/Dominio imperial de Estados Unidos (J. Agnew). A estas alturas sería embarazoso defender la posibilidad misma de este escenario. Se han quebrado los consensos y “la base geopolítica del orden mundial de la posguerra que ellos mismos pretendían construir y dirigir”[22] (Mccormick, 1989: pp.33-35).

Sí merecen atención:

  1. Sociedad de mercado mundial sin hegemón (G. Arrighi)/Economía global transnacional y desterritorializada: globalización (J. Agnew)[23].

  2. Guerra mundial aniquiladora (Arrighi)/Guerras culturales: civilizaciones (J. Agnew).

La decisión de Donald Trump de ejecutar a Q. Suleimani puede hacer peligrar la consolidación de un escenario de equilibrio multipolar relativo y recrudecer las relaciones entre el trinomio EEUU-China-Rusia ya que el Golfo Pérsico es un enclave geoestratégico fundamental para el dominio de la región eurasiática, “no sólo constituye un intento de controlar el grifo global de petróleo (…) sino también una potente cabeza de puente militar de Estados Unidos en la masa territorial eurasiática” (Arrighi, 2005a: p.30).


Tal y como explicamos en el primer epígrafe, el leitmotiv de la economía-mundo capitalista es su pulsión imperialista. Esta se encuentra en el ADN del mismo y explica por qué “en todos los casos las guerras fueron ingredientes esenciales del cambio de guardia en el puesto de mando del capitalismo mundial” (Arrighi, 2005b: p.39).


En cualquier caso, el (des)orden mundial existente no sugiere que esta posibilidad pueda ser descartada. Son muchos los autores que han abordado el peligro de una solución letal, lo que se conoce con la fórmula de destrucción mutua asegurada, pero, me gustaría concluir con una de las reflexiones más espeluznantes que podemos extraer:

“Si el funcionamiento del libre mercado amenaza socavar el orden en la jerarquía, los neoconservadores están dispuestos a ‘transformar la guerra de baja intensidad emprendida por el neoliberalismo en todo el globo en una dramática confrontación que supuestamente resolverá todos los problemas de una vez y para siempre” (Arrighi, 2005a: p.24).

En la búsqueda por la rentabilidad, el capital monopolístico necesita de crisis y de guerras, de centro y periferia. Si G. Arrighi está en lo cierto y “En los tres casos, el capitalismo, tal y como se había desarrollado históricamente, desaparecerá’” (Arrighi, 2006) la pregunta entonces seguirá retrotrayéndose hacia sí misma, una y otra vez, sin respuesta, hasta que el “otoño” braudeliano estadounidense dé lugar a “la primavera [marxiana] de otra ubicación” (Harvey, 2009: p.105).

¿Existe la posibilidad de que el/los nuevo(s) hegemón(es) (presumiblemente China) pueda(n) emerger en un determinado momento como una nueva potencia hegemónica que sustituya a EEUU sin alterar las estructuras del capitalismo y del territorialismo? ¿Qué papel tendrá la regionalización? ¿Qué escenario plantea la gestión del Covid-19? ¿El nuevo eje del mal (China, Venezuela, Cuba) saldrá reforzado ante la opinión pública tras acudir a las llamadas de socorro de la Lombardía?



IV. Bibliografía.


AGNEW, John (2005). Geopolítica. Una re-visión de la política mundial. (1ª Edición). Trama Editorial: Madrid. ISBN: 84-89239-54-1.

ARRIGHI, Giovanni (1978). La geometría del imperialismo. (1ª Edición). Siglo XXI editores: Madrid. ISBN: 968-23-0352.

ARRIGHI, Giovanni (2005a). Comprender la hegemonía 1. Publicado en revista: New left review, ISSN 1575-9776 Nº. 32, págs. 20-74.

ARRIGHI, Giovanni (2005b). Comprender la hegemonía 2. Publicado en revista: New left review, ISSN 1575-9776 Nº. 33, págs. 24-54.

ARRIGHI, Giovanni (2014). El largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época. (2ª Edición). Akal: Madrid. ISBN: 978-84-460-3993-8.

CAIRO CAIROU, Heriberto (2001). Territorialidad y fronteras del estado-nacion: las condiciones de la política en un mundo fragmentado. Publicado en revista: Política y sociedad, nº 36. ISSN 1130-8001.

DIERCKXSENS, Wim., FORMENTO, Walter., & BILMES, Julián (2018). Trump Gobierno, política exterior y geoestrategia mundial. La haine, proyecto de desobediencia informativa.

GANDÁSEGUI, Marco A. (2019). El ocaso del imperio. La crisis de hegemonía. Conceptos fundamentales de la geopolítica del siglo XXI. Geopolítica del siglo XXI: América Latina en disputa, Seminario 1946.

HARVEY, David (2009). Las sinuosas sendas del capital. Entrevista a Giovanni Arrighi. Publicado en: Centro de Estudios Latinoamericanos “Justo Arosemena”. Tareas, núm. 133, sep-dic, 2009, pp. 91-135, Panamá. E-ISSN: 0494-7061.

KOHAN, Néstor (2002). Gramsci y Marx. Hegemonía y poder en la teoría marxista. Cátedra Che Guevara - Colectivo AMAUTA.

LINZ, Juan (1993). La quiebra de las democracias. Alianza Editorial: Madrid. ISBN: 84-206-2497-7.

TAYLOR, Peter y FLINT, Colin (2002). Geografía política: economía-mundo, estado-nación y localidad. (2ª Edición). Trama Editorial: Madrid. ISBN: 84-89239-32-0.



[0] Giovanni Arrighi, en una interesante entrevista con David Harvey explica al respecto que: “La tendencia recurrente hacia la financiarización era, como señaló Braudel, un signo del otoño de una expansión material particular que se centraba en un Estado determinado. En The Long Twentieth Century denominé el inicio de la financiarización la crisis-señal de un régimen de acumulación y señalé que a lo largo del tiempo -habitualmente tras medio siglo- se produce la crisis terminal” (Harvey, 2009: p.128).

[1] “Harvey define el imperialismo de tipo capitalista como una ‘fusión contradictoria’ de dos componentes: El primer elemento se refiere a ‘las estrategias políticas, diplomáticas y militares empleadas por un Estado (…) impulsado por una ‘lógica territorial del poder’ (…) El segundo elemento, en cambio, se refiere a los flujos de poder económico ‘que atraviesan un espacio continuo, y por ende las entidades territoriales (…) La fuerza impulsora de esos procesos es una ‘lógica capitalista del poder” (Arrighi, 2005a: p.24).

[2] G. Arrighi en Comprender la hegemonía deja apuntada una tesis fundamental, “Uno de los rasgos característicos más esenciales (…) del capitalismo histórico es la ‘producción de espacios’ (…) ha sido la condición más fundamental para la formación y el alcance cada vez más global del capitalismo como sistema social e histórico” (Arrighi, 2005a: pp.30-31).

[3] D. Harvey, op. cit., pp. 33-34 [ibid., p. 43].

[4] Cfr. Perry Anderson: Las antinomias de Antonio Gramsci. El Estado y la revolución en Occidente [1977]. Barcelona, Fontamara, 1981.p.73.

[5] En resumen, para Gramsci “hegemonía, en general, (…) es la capacidad de una sociedad, basada económicamente sobre la explotación de clase, de ocultar esta situación y mistificar esa explotación (…) Un consenso manipulado, un consenso de aliados subalternos. Es una relación estructurada sobre la explotación de clase” (Gandásegui, 2019: pp.15-16).

[6] Si bien es cierto que en la terminología del imperialismo hay una “adhesión al paradigma de Lenin” (Arrighi, 1978: p.20) sin las previas aportaciones del economista inglés, hoy en día no podríamos disputar este concepto. Lo interesante de esta herencia hobsoniana en Lenin es que “la teoría de Hobson se caracteriza precisamente por la conexión que establece entre ‘imperialismo’ y ‘capitalismo’” (Arrighi, 1978: p.37). No obstante, estoy más próximo a la concepción de H. Arendt de que “el imperialismo debe considerarse como ‘la primera etapa del dominio político de la burguesía más que la última etapa del capitalismo”. H. ARENDT, The Origins of Totalitarianism [1951], Nueva York, 1966, p. 138. Hubo claras reticencias a que esta última lectura nos llegara incólume ya que no se quería o no se podía reconocer que el imperialismo como etapa monopolista del capitalismo no había sido, después de todo, la última etapa del capitalismo, poco a poco se fue ampliando el significado de los dos sinónimos de manera que pudiera incluir “toda la variedad de fenómenos que han caracterizado al capitalismo de la posguerra” (Arrighi, 1978: p.18).

[7] Juan Linz sostiene que: “El mérito especial de Karl Dietrich Bracher en su brillante descripción de la caída de la república de Weimar fue destacar el carácter de secuencias y pautas del proceso del derrumbamiento a través de las fases de pérdida de poder, vacío de poder y toma de poder” (Linz, 1993: pp.15-16). Bracher, «Auflösung einer Demokratie».

[8] En efecto, “La sociedad de mercado mundial y el mayor peso de China en la economía global no son mutuamente excluyentes” (Gandásegui, 2019: p.19).

[9] Insistimos en que hay una inevitabilidad de la escalada de violencia con la sobreacumulación que se soluciona mediante la financiarización que a su vez “produce una aceleración de la historia social” (Harvey, 2009: p.108).

[10] Aquella “era efectiva porque los dos Estados que se arrogaban el aura de la modernidad se enfrentaron globalmente” (Agnew, 2005: p.137).

[11] Ciclo original: 0) expansión material; 1) expansión financiera; 2) nueva expansión material; 3) solución espacial; 4) irrupción del nuevo hegemón; 5) Reiniciado. Este ciclo “traducido” en los términos en los que veníamos trabajando sería: 1) Pérdida de poder; 2) Vacío de poder; 3) Crisis-señal/Belle époque/Crisis-terminal; 4) Toma de poder; 5) Reiniciado (cuyo residuo puede ser guerra, cambio de equilibrio o polaridad e incluso una hipotética ruptura del sistema-mundo tal y como lo entendemos).

[12] G. Arrighi plantea en la entrevista con Harvey que “Lo que las potencias declinantes hacen es muy importante, porque ellas tienen la capacidad de crear caos” (Harvey, 2009: p.119).

[13] “Bannon, Sessions y Miller serían pues parte de los ideólogos del importante componente WASP del nuevo gobierno, idea que sintetiza el núcleo duro de la base social del ‘trumpismo’” (Gandásegui, 2019: p.3).

[14] “La nueva política exterior de Trump pasó a concentrarse en reducir las cargas financieras que le implica a EUA ser árbitro mundial” (Gandásegui, 2019: p.4). EEUU contaba entonces con un déficit comercial global de 750.000 millones de dólares; con China (347.000 millones), con Japón (69.000 millones), con Alemania (65.000 millones) y con México (63.000 millones). Así, con el ánimo de revertir esa gravosa situación “Trump avanzaba [paulatinamente] desarmando el diseño geoestratégico globalista de la administración de su predecesor Obama” (Gandásegui, 2019: p.6).

[15] Arrighi, en su obra El largo siglo XX sostiene que “la Guerra de Vietnam fue el acontecimiento decisivo de lo que podemos llamar la ‘crisis-señal’ de la hegemonía estadounidense” (Arrighi, 2005a: p.47). También en G. Arrighi, The Long Twentieth Century, cit., pp. 215-217, 300 y 320-322 [El largo siglo XX, cit., pp. 256-258, 360 y 386-388]; «The Social and Political Economy of Global Turbulence», cit., pp. 61-62 [58].

[16] De hecho, “el fracaso en Iraq plantea un desafío al poder estadounidense aún más serio que su fracaso en Vietnam” (Arrighi, 2005a: p.47).

[17] Es preciso señalar que “la lógica específicamente territorial que trataba de imponer el proyecto imperial neoconservador era profundamente incoherente con la lógica capitalista de poder. Aunque los gastos militares podían impulsar la economía estadounidense de modo inmediato, a más largo plazo incrementarían la deuda exterior estadounidense y, con ella, la vulnerabilidad frente a la fuga de capitales (…) tanto más si la inversión en China y otros centros emergentes de acumulación del capital ofreciera salidas más rentables” (Arrighi, 2005a: p.45).

[18] Dando lugar a que fueran otros países los que las financiaran (países asiáticos con clara preponderancia china. La belle époque que se dejaba atrás se basaba en dos consensos: “la capacidad de Estados Unidos para presentarse a sí mismo como garante en última instancia de las funciones globales de mercado y como potencia político-militar indispensable; y la capacidad y voluntad del resto del mundo de proporcionar a Estados Unidos el capital necesario” (Arrighi, 2005a: p.60) para tal empresa.

[19] El 11 de Septiembre (según explica David Harvey en Spaces of Capital y The Limits to Capital): “el malvado enemigo externo se convirtió en chivo expiatorio para exorcizar o domeñar los diablos que acechaban en el interior” (Arrighi, 2005a: p.37). D. Harvey, op. cit., p. 17

[20] Véase por ejemplo: https://www.expansion.com/economia/2019/11/02/5dbcd4b7e5fdea6a7a8b45c0.html.

[21] Según el periodista Thierry Meyssan, “los bombardeos en Siria y Afganistán estaban destinados a convencer al Estado Profundo norteamericano (a su rama continentalista, diríamos nosotros) de que la Casa Blanca enarbolaba nuevamente la política imperial” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.14).

[22] T. MCCORMICK, America’s Half-Century: United States Foreign Policy in the Cold War, Baltimore, 1989, pp. 33-35. [23] De forma contraintuitiva es más probable pasar de un sistema-mundo unipolar a uno multipolar directamente (sin pasar por el escenario bipolar) que a un simple intercambio de hegemón. Es más, “Un informe reciente del National Intelligence Council predecía el fin del dominio global de Estados Unidos en 2025 y la emergencia de un mundo más fragmentado, más multipolar y potencialmente más conflictivo” (Harvey, 2009: p.118). ¿Hay espacio para el optimismo? La deriva de las cosas lleva a pensar que la transición en la hegemonía puede hacerse de forma ordenada y pacífica. Esto “no parece descabellado teniendo en cuenta el verdadero conflicto del gobierno de Trump, que no es con la China multipolar, sino con el globalismo financiero asentado en las áreas próximas a Hong Kong y Shanghái” (Dierckxsens; Formento & Bilmes, 2018: p.13).,...)))....

6.5.-

6.6- Enver Hoxha y el PTA como paradigmas de la deshonestidad y el dogmatismo en su crítica a Mao

Por Héctor B. M.


Resumen: Durante las siguientes líneas se realizará un breve análisis sobre las contradicciones en el pensamiento de Enver Hoxha y el Partido del Trabajo de Albania —a partir de ahora PTA—, centrándose en lo relativo a sus críticas a Mao Tse-tung y visualizando actitudes dogmáticas y oportunistas ubicadas fuera de todo contexto socialista científico. En esta crítica se demostrará que quien se erigió como paladín en la lucha contra el revisionismo utilizó su posición de manera deshonesta y dogmática, violando los principios más elementales de la ideología que decía defender. Sirva el siguiente texto para verificar que las figuras de Hoxha y el PTA trataron de ganar prestigio a costa de Mao Tse-tung mediante la distorsión de la realidad, la manipulación de diversas citas y la más descarnada mentira. Cabe señalar, asimismo, que no todos los aportes históricos de Enver Hoxha y el PTA son criticables por su posicionamiento dogmático y su desconexión del socialismo científico. Al contrario; el líder albanés demostró hilar muy fino en más de una ocasión, lo cual, no obstante, le pone aún más en evidencia. Prescindir voluntariamente de herramientas dialécticas a la hora de exponer una tesis —como constatar la verdad en los hechos— no sólo es un error; es una violación de los principios más básicos del socialismo científico y una demostración de oportunismo ideológico.


Palabras clave: Albania, Enver Hoxha, Dogmatismo, Mao, Marxismo.





I. El papel de la manipulación de citas dentro de la táctica de Hoxha respecto a la teoría de Mao Tse-tung.


Uno de los elementos más habituales de la argumentación de Enver Hoxha es la tendencia a descontextualizar, o directamente amputar y modificar las citas de sus rivales políticos para provocar un desequilibrio dialéctico a su favor. Este tipo de prácticas deshonestas desorientaron a muchos revolucionarios que deseaban descubrir la verdad en los hechos, facilitando aún más la fragmentación del Movimiento Comunista Internacional, y por tanto, la capacidad de la clase obrera para librarse del yugo imperialista. Desgraciadamente, la mayoría de los seguidores de Hoxha dieron por justas sus palabras sobre China sin analizar los hechos, y menos aún los textos originales en los que Mao Tse-tung desarrolló su teoría. Lamentablemente para todos, este abyecto manual de estilo ha sido incorporado a los principios de muchas organizaciones comunistas que, bien voluntariamente o por un déficit en su capacidad para crear teoría, analizan la realidad obviando los hechos históricos y se centran en el culto a las citas para argumentar sus críticas. Tal caracterización del debate político ha de ser denunciada por quienes defendemos los principios fundamentales del socialismo científico, y es que la apreciación de la realidad en torno a los textos no sirve de nada si estos carecen de elementos consustanciales a la verdad en los hechos. Es más, la historia nos demuestra que grandes maestros del socialismo científico como Stalin se equivocaron en algunos de sus análisis y posteriores directrices, idealizando situaciones en base a los informes que les llegaban de mano de sus colaboradores. Tal es el caso del telegrama enviado por la Komintern a la sección china en octubre de 1926, en el que se instaba a constreñir el movimiento campesino hasta que Shanghai fuera tomada. A pesar, e independientemente de que Stalin reconociera su error y que el telegrama fuera invalidado semanas después, el daño ya estaba hecho y los derechistas encabezados por Chen Duxui medraron dentro del PCCh provocando un auténtico desastre en las filas revolucionarias. En relación a esa misma cuestión, Mao teorizó sobre la táctica de cercar las ciudades por el campo. Esto merece nuestra atención para descubrir las manipulaciones de Hoxha en su crítica.


Durante la Revolución China de 1924 a 1927, los errores en la dirección del PCCh dirigido por Chen Duxui estuvieron a punto de aniquilar al Movimiento Comunista Chino. Ante la debilidad del proletariado urbano, Mao teorizó que las circunstancias de aquel periodo invitaban a organizar un repliegue que dotase al movimiento de diversas bases rurales desde las cuales el campo rodeara la ciudad. En ese aspecto, Mao admitió correctamente que el campesinado debía ser la principal —que no la dirigente— fuerza de la revolución democrática contra la autarquía y los traidores. El posterior aventurerismo de Wang Ming y su facción —los 28 bolcheviques— derivó en una aplastante derrota del movimiento popular en manos del ejército de Chiang Kai-shek. Tras la derrota, los líderes del PCCh, encabezados por Mao y Zhou Enlai organizaron lo que conocemos como La Larga Marcha. En su obra «El Imperialismo y la Revolución», Enver Hoxha nos traza un esquema que, lejos de ver la verdad en los hechos y admitir las debilidades del Movimiento Comunista en los núcleos urbanos, critica las decisiones de Mao tildándolas de nacionalistas y campesinas. En otras palabras: según Hoxha, la observación de las condiciones de China y el uso del socialismo científico para resolver tales condiciones es una actitud pequeñoburguesa y campesina. Aquí es donde Hoxha desata su deshonestidad y manipula las palabras de Mao descaradamente.


Veamos cuál es la opinión del líder albanés sobre la situación:

Mao Tse-tung expresaba esta teoría pequeñoburguesa en la tesis global «el campo debe asediar la ciudad». «...el campo revolucionario, escribía él, puede asediar las ciudades... el trabajo en el campo debe desempeñar el papel principal en el movimiento revolucionario chino, mientras que el trabajo en la ciudad debe desempeñar un papel de segundo orden». Mao ha expuesto esta misma idea cuando ha escrito sobre el papel del campesinado en el poder. Ha indicado que todos los partidos y demás fuerzas políticas deben someterse al campesinado y a sus puntos de vista. «...millones de campesinos se pondrán en pie, serán impetuosos e indomables como un verdadero huracán, escribía él, y no habrá fuerza capaz de contenerlos... Pondrán a prueba a todos los partidos y grupos revolucionarios, a todos los revolucionarios, con el objetivo de que acepten o rechacen sus puntos de vista». Según Mao resulta que es el campesinado y no la clase obrera quien debe ejercer la hegemonía en la revolución. (Hoxha, 1976). [1]

En estas líneas estamos presenciando una miserable manipulación de las palabras de Mao Tse-tung, así como una tremenda falta de entendimiento de las características de la sociedad china. En primer lugar, cabe señalar que Hoxha no entiende que los grupos comunistas estaban prácticamente aniquilados en la China urbana y que el repliegue de fuerzas debía culminar con la fortificación de un eje en el que los campesinos fueran la principal fuerza, y cabe repetir, no la fuerza dirigente —Hoxha no distingue lo cuantitativo de lo cualitativo. Lanzarse a tomar las ciudades no sólo hubiera sido un nuevo suicidio, sino la culminación del programa trotskista del ya difunto Chen Duxui. Asimismo; vamos a ver como la traducción de las obras escogidas de Mao Tse-tung al albanés relativas a este punto están absolutamente deformadas y distan de decir lo mismo que otras ediciones, como las traducciones al castellano o al inglés. Obsérvese las negritas de la cita anterior, las dos traducciones correctas y la parte más importante omitida a continuación para desenmascarar la tremenda manipulación.

En mi reciente viaje a Junán, he investigado sobre el terreno la situación de cinco distritos: Siangtan, Siangsiang, Jengshan, Liling y Changshá. Durante treinta y dos días, del 4 de enero al 5 de febrero, en las aldeas y capitales de distrito, reuní en conferencias de investigación a campesinos con experiencia y camaradas dedicados al movimiento campesino y escuché atentamente sus informaciones, lo que me permitió recoger abundante material. Muchos de los cómos y porqués del movimiento campesino resultaron ser exactamente lo contrario de lo que yo había oído decir a los shenshi en Jankou y Changshá. Vi y oí muchas cosas sorprendentes, de las que hasta ese momento no estaba enterado. Creo que cosas semejantes ocurren también en muchos otros lugares. Hay que poner término inmediatamente a todo comentario contra el movimiento campesino y corregir cuanto antes todas las medidas erróneas que respecto a él han tomado las autoridades revolucionarias. Sólo así se puede contribuir al desarrollo futuro de la revolución. Pues el actual ascenso del movimiento campesino es un acontecimiento grandioso. Dentro de poco, centenares de millones de campesinos en las provincias del centro, el Sur y el Norte de China se levantarán como una tempestad, un huracán, con una fuerza tan impetuosa y violenta que nada, por poderoso que sea, los podrá contener. Romperán todas las trabas y se lanzarán por el camino de la liberación. Sepultarán a todos los imperialistas, caudillos militares, funcionarios corruptos, déspotas locales y shenshi malvados. Todos los partidos y camaradas revolucionarios serán sometidos a prueba ante los campesinos y tendrán que decidir a qué lado colocarse. ¿Ponerse al frente de ellos y dirigirlos? ¿Quedarse a su zaga gesticulando y criticándolos? ¿Salirles al paso y combatirlos? Cada chino es libre de optar entre estas tres alternativas, sólo que los acontecimientos le obligarán a elegir rápidamente. (Mao, 1927). [2]

La misma cita, en su edición en inglés:

During my recent visit to Hunan I made a first-hand investigation of conditions in the five counties of Hsiangtan, Hsianghsiang, Hengshan, Liling and Changsha. In the thirty-two days from January 4 to February 5, I called together fact-finding conferences in villages and county towns, which were attended by experienced peasants and by comrades working in the peasant movement, and I listened attentively to their reports and collected a great deal of material. Many of the hows and whys of the peasant movement were the exact opposite of what the gentry in Hankow and Changsha are saying. I saw and heard of many strange things of which I had hitherto been unaware. I believe the same is true of many other places, too. All talk directed against the peasant movement must be speedily set right. All the wrong measures taken by the revolutionary authorities concerning the peasant movement must be speedily changed. Only thus can the future of the revolution be benefited. For the present upsurge of the peasant movement is a colossal event. In a very short time, in China's central, southern and northern provinces, several hundred million peasants will rise like a mighty storm, like a hurricane, a force so swift and violent that no power, however great, will be able to hold it back. They will smash all the trammels that bind them and rush forward along the road to liberation. They will sweep all the imperialists, warlords, corrupt officials, local tyrants and evil gentry into their graves. Every revolutionary party and every revolutionary comrade will be put to the test, to be accepted or rejected as they decide. There are three alternatives. To march at their head and lead them? To trail behind them, gesticulating and criticizing? Or to stand in their way and oppose them? Every Chinese is free to choose, but events will force you to make the choice quickly. (Mao, 1927). [3]

En estas palabras, Mao Tse-tung deja clarísimo que los comunistas deben «ponerse al frente de ellos y dirigirlos», y no «quedarse a su zaga gesticulando y criticándolos, o salirles al paso y combatirlos». Hoxha se pone en evidencia como un auténtico falsificador cuyo propósito no es el de criticar una línea incorrecta desde la camaradería; el líder albanés toma el camino de la difamación y la mentira para justificar su dogmatismo y aislamiento. Lo más curioso de todo es que Stalin, a quien Hoxha idolatraba de manera oportunista, observó la situación desde la misma perspectiva que Mao Tse-tung criticando duramente las decisiones de Wang Ming y el PCCh. En el siguiente fragmento Stalin refuta los planteamientos de Hoxha:

Yo sé que entre los kuomintanistas e incluso entre los comunistas chinos hay quienes no estiman posible el desencadenamiento de la revolución en el campo, temerosos de que la incorporación del campesinado a la revolución rompa el frente único antiimperialista. Esto es un profundísimo extravío, camaradas. El frente antiimperialista en China será tanto más fuerte y poderoso cuanto antes y más a fondo se incorpore el campesinado chino a la revolución. Los autores de las tesis, en particular Tang Pingsian y Rafes, están sobrados de razón al afirmar que una condición de todo punto imprescindible para el triunfo de la revolución china es satisfacer en el acto las reivindicaciones campesinas más apremiantes. Yo creo que es hora de acabar con la inercia y la “neutralidad” respecto al campesinado que se observa en los actos de ciertos elementos del Kuomintang. Yo creo que tanto el Partido Comunista de China como el Kuomintang, y, en consecuencia, el poder de Cantón, deben pasar sin más dilaciones de las palabras a los hechos y plantear el cumplimiento inmediato de las reivindicaciones más urgentes del campesinado. (Stalin, 1926). [4]

Es más que evidente que la táctica de Mao Tse-tung coincide con la de Stalin, por mucho que Hoxha trate de objetar que el primero planteó la hegemonía para el campesinado, cuando la verdad es que siempre dejó bien claro que la clase dirigente en las revoluciones chinas no debía ser otra que el proletariado. El estudio de las contradicciones en la sociedad china, y la debilidad de la clase obrera para llevar adelante una revolución socialista dieron pie a un planteamiento científico correcto por parte de Mao Tse-tung, pues no cabía otra opción que apoyar a los campesinos y dejar de desconfiar en ellos —algo propio de trotskistas. La cuestión principal que subyace en esta materia es que los hechos sucedieron acorde a los planteamientos de Mao Tse-tung, pues el campesinado facilitó la lucha revolucionaria a partir de ese momento, salvaguardando el futuro de la revolución bajo dirección del PCCh y el proletariado avanzado. Enver Hoxha, no sólo mutila los textos para dar forma a sus mentiras, sino que llega al límite de creerse sus propias patrañas obviando y dejando de lado la verdad en los hechos históricos acontecidos en China y los informes de la Komintern al respecto. Pero vamos a ir más allá y daremos la palabra a Stalin para que nos aclare, aún más si cabe, su opinión al respecto: "La Internacional Comunista consideraba y sigue considerando que la base de la revolución en China, en el período actual, es la revolución agrario-campesina" (Stalin, 1927). [5]


Es decir, el pensamiento de Stalin en lo relativo a la revolución en China es antagónico al de Enver Hoxha, ¡tanto es así que las posiciones del albanés coinciden por completo con las de la oposición trotskista! Pero Hoxha no se queda aquí, y vuelve a la carga con sus manipulaciones y medias verdades para, de nuevo, demostrar su falta de escrúpulos en esta materia. Observemos que aduce al respecto:

Mao Tse-tung nunca ha podido comprender y explicar correctamente los estrechos vínculos que existen entre la revolución democrático-burguesa y la revolución proletaria. En oposición a la teoría marxista-leninista, que ha argumentado científicamente que entre la revolución democrático- burguesa y la revolución socialista no se levanta una muralla china, que ambas revoluciones no deben estar separadas por un largo período de tiempo, Mao Tse-tung afirmaba: «La transformación de nuestra revolución en revolución socialista es una cuestión que pertenece al futuro... Que cuando se haga esta transición... puede necesitarse un período bastante largo. Dado que para tal paso no se dan todas las condiciones políticas y económicas necesarias, dado que esta transición no puede aportar beneficios, sino perjuicios, a la mayoría aplastante de nuestro pueblo, no debe hablarse de ella. (Hoxha,1976). [6]

Algunos se preguntarán por el contenido que Enver Hoxha deja sin rellenar utilizando unos puntos suspensivos… Pues bien, en la obra de Mao Tse-tung podemos encontrar que los puntos suspensivos son precisamente lo que contradice lo defendido por el albanés. Para que quede claro el nivel de las deformaciones y las omisiones intencionadas, adjunto las traducciones de la obra de Mao Tse-tung tanto en castellano como en inglés:

La transformación de la revolución se efectuará en el futuro. La revolución democrática se transformará indefectiblemente en una revolución socialista. ¿Cuándo se producirá esta transformación? Eso depende de la presencia de las condiciones necesarias y puede requerir un tiempo bastante largo. No debemos plantear a la ligera esta transformación antes de que estén dadas todas las condiciones políticas y económicas necesarias y de que tal transformación sea beneficiosa y no perjudicial para la aplastante mayoría del pueblo. Es erróneo dudar de este punto y querer que la transformación se efectúe dentro de poco, como lo hicieron en el pasado algunos camaradas que sostenían que esta transformación comenzaría el mismo día en que la revolución democrática empezase a triunfar en las provincias importantes. Creían tal cosa porque no lograban ver qué tipo de país es China política y económicamente, porque no comprendían que, en comparación con Rusia, China encontrará más dificultades y necesitará más tiempo y esfuerzos para dar cima a su revolución democrática en los terrenos político y económico. (Mao, 1935). [7]

La misma cita, en su edición en inglés:

The change in the revolution will come later. In the future the democratic revolution will inevitably be transformed into a socialist revolution. As to when the transition will take place, that will depend on the presence of the necessary conditions, and it may take quite a long time. We should not hold forth about transition until all the necessary political and economic conditions are present and until it is advantageous and not detrimental to the overwhelming majority of the people throughout China. It is wrong to have any doubts on this matter and expect the transition to take place soon, as some of our comrades did when they maintained that the transition in the revolution would begin the moment the democratic revolution began to triumph in key provinces. They did so because they failed to understand what kind of country China is politically and economically and to realize that, compared with Russia, China will find it more difficult, and require much more time and effort, to complete her democratic revolution politically and economically. (Mao, 1935) [8]

Pero no crean ustedes que Enver Hoxha termina sus manipulaciones y amputaciones ahí; no amigos. El albanés continúa su diatriba contra Mao Tse-tung del siguiente modo:

A esta concepción antimarxista, que no está por la transformación de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista, se ha atenido Mao Tse-tung a lo largo de toda la revolución, inclusive después de la liberación. Así, en 1940 Mao Tse-tung dice: «La revolución china debe atravesar necesariamente... la fase de la nueva democracia y solamente después, la fase del socialismo. De estas dos fases, la primera será relativamente larga... (Hoxha, 1976). [9]

¿Qué tendrán las Obras Escogidas de Mao Tse-tung en su edición albanesa, que el bueno de Enver Hoxha siempre acababa poniendo puntos suspensivos en las partes clave de su discurso para hacerle pasar por un contrarrevolucionario? Habrá que ver otra vez que nos dijo de verdad Mao Tse-tung para conocer su auténtico mensaje. Eso sí, hagámoslo en su traducción autorizada de Ediciones en Lenguas Extranjeras:

No cabe duda de que la actual revolución, que es la primera etapa, se desarrollará hasta llegar al socialismo, que es la segunda. Sólo con el socialismo conocerá China la verdadera felicidad. Pero todavía no es el momento de realizar el socialismo. Luchar contra el imperialismo y el feudalismo es la actual tarea de la revolución china, y mientras no se la haya cumplido, no se puede hablar de socialismo. La revolución china pasará forzosamente por dos etapas: primero, la de la nueva democracia, y luego, la del socialismo. Además, la primera llevará bastante tiempo, no puede consumarse de la noche a la mañana. No somos utopistas y no podemos apartarnos de las condiciones reales que enfrentamos. (Mao, 1939). [10]

La misma cita, en su edición en inglés:

Without a doubt, the present revolution is the first step, which will develop into the second step, that of socialism, at a later date. And China will attain true happiness only when she enters the socialist era. But today is not yet the time to introduce socialism. The present task of the revolution in China is to fight imperialism and feudalism, and socialism is out of the question until this task is completed. The Chinese revolution cannot avoid taking the two steps, first of New Democracy and then of socialism. Moreover, the first step will need quite a long time and cannot be accomplished overnight. We are not utopians and cannot divorce ourselves from the actual conditions confronting us. (Mao, 1939). [11]

Así es, señoras y señores. Una vez más, Enver Hoxha consigue demostrar que su argumentación se basa en medias verdades y manipulaciones destinadas a confundir a aquellos que no busquen la verdad más allá de sus palabras. Estamos ante alguien que utiliza la mentira compulsivamente que tuvo el poder de un Estado durante décadas, ejerciendo una brutal represión contra cualquiera que osara desafiar su dogmatismo y su oportunismo ideológico.


Como la argumentación en torno a citas se está convirtiendo en algo tedioso, desde aquí se invita a los lectores a cotejar las referencias en la obra «El Imperialismo y la Revolución» de Enver Hoxha con las traducciones autorizadas. Podemos hallar decenas de ejemplos en los que la traducción es incorrecta o en los que Hoxha mutila a propósito las palabras de Mao Tse-tung para emprender ataques contra él. Vamos a proseguir con otras cuestiones para desmontar la legendaria figura del "azote" del revisionismo, no sin antes aclarar que los esfuerzos manipuladores de Hoxha y su tendencia a obviar la verdad en los hechos se dan en hechos tan importantes como la construcción del partido y la lucha de líneas, la creación de un proceso revolucionario que incluya a la burguesía nacional hasta que su papel histórico se acabe y comience la lucha definida por el socialismo, o la reeducación de los elementos recuperables para la revolución. En este caso, la política china se diferenciaba claramente de la albanesa, consistente como bien dejó claro Hoxha en poner una bala en la cabeza de todo elemento que opusiera resistencia al progreso. Durante toda su actividad revolucionaria, Lenin declaró que el socialismo no puede crearse sin utilizar el material humano proveniente del capitalismo, y que por tanto:

Es imposible expulsar y aniquilar a los intelectuales burgueses, hay que vencerlos, transformarlos, asimilárselos, reeducarlos, como hay que reeducar, con una lucha prolongada, sobre la base de la dictadura del proletariado, a los proletarios mismos, que no se desembarazan de sus prejuicios pequeñoburgueses de golpe, por un milagro, por gracia del Espíritu Santo o por el efecto mágico de una consigna, de una resolución, de un decreto, sino únicamente por medio de una lucha de masas prolongada y difícil contra las influencias pequenoburguesas que existen entre las masas. (Lenin, 1920). [12]

Vemos pues, que lo que Hoxha identifica como revisionismo no es más que una aplicación del socialismo científico a unas condiciones determinadas por la realidad. Al obviar la verdad en los hechos, Hoxha se pone del lado de los curas y los imanes, alardeando de un izquierdismo dogmático que intenta dar credibilidad a sus citas manipuladas —como un loco que se cree sus propios delirios, pero rigiendo toda una maquinaria estatal y el destino de millones. En otras palabras; Hoxha monta una mentira en torno a su figura para elevarse como estandarte en la lucha contra el revisionismo “sin darse cuenta” de que sus actitudes son dogmáticas y oportunistas. Aún cabe pensar si se dio cuenta o no, ya que, como aquí se ha dicho con anterioridad, disponía de herramientas intelectuales y dialécticas para atender a la verdad en los hechos y ponerlos encima de la mesa, en vez de vomitar citas sacadas de contexto, ¡sin tener en cuenta ese mismo contexto!


Asimismo, Hoxha critica la existencia de diversos partidos sometidos bajo el liderazgo del PCCh en la política China. Hoxha trata de desconocer el hecho histórico de que en el campo revolucionario hubo países en los que varios partidos patriotas se encaminaron del lado de partidos comunistas con el fin de proseguir hacia el socialismo. Tanto es así, que la RDA fue un país en el que se dio una situación de estas características sin que Stalin pusiera pegas para ello. En ese país, el Partido Socialista Unificado de Alemania convivió junto a los demócratas cristianos de la CDU y el SPD aún con Stalin vivo. Como en la China de Mao Tse-tung; estos partidos asumieron el liderazgo de la clase obrera y el Partido Socialista Unificado de Alemania. Por tanto, acusar a la China de Mao Tse-tung de ser un engendro revisionista —también a base de manipulaciones y citas falsificadas— es hacer lo mismo con Stalin, ya que éste no sólo consintió sino que apoyó a la RDA sin fisuras. Es más; los partidos patriotas chinos siempre estuvieron del lado del PCCh contra el imperialismo, mientras que los partidos de la RDA estuvieron con la burguesía imperialista hasta ser sometidos por el Ejército Rojo. El experimento norcoreano es otro ejemplo de país con diversos partidos, sometidos al Partido del Trabajo de Corea, pero no es necesario extenderse en esta materia al haber dejado clara la posición y las contradicciones oportunistas de Hoxha.



II. La lucha de clases dentro del socialismo según Hoxha y el PTA.


En primer lugar, y para aproximarnos al pensamiento de Enver Hoxha en esta materia, cabe analizar cuál es la caracterización de clase dentro del socialismo que éste y el PTA hacen mediante la Constitución de su propio país. En el artículo 16 de la Constitución de la República Socialista Popular de Albania de 1976 se establece lo siguiente:


«En la República Socialista Popular de Albania no hay clases explotadoras. La propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre han sido liquidadas y están prohibidas». (Constitución República Socialista Popular de Albania, 1976). [13]


Independientemente de toda la jurisprudencia y los formalismos que el PTA quisiera utilizar, asegurar esto es una auténtica barbaridad ya que la erradicación de la explotación del hombre por el hombre y las clases sociales no sólo se da cuando los medios de producción han sido tomados por el proletariado. En Una Gran Iniciativa, Lenin aseveró que, para que la explotación y las clases desaparezcan no basta con eso, ya que hay que terminar con las diferencias entre la ciudad y el campo, así como resolver la contradicción entre el trabajo simple y el trabajo complejo. Asimismo, todos los países socialistas tuvieron una Segunda Economía, y en lugares como la URSS ésta supuso una extracción de riqueza absolutamente exagerada —según Gregory Grossman la economía sumergida abarcaba hasta un 10% del PIB de la URSS en 1977. Negar que los elementos recalcitrantes dentro del Estado pueden formar clases sociales parasitarias que podrían ser equiparables a un tipo de burguesía es anticientífico y propio de quien quiere mirar hacia otro lado. En Albania, muy a nuestro pesar, las bandas criminales siempre estuvieron presentes, las contradicciones entre el campo y la ciudad eran de una magnitud brutal, y tanto intelectuales como militares del alto rango formaron una elite que no sólo decidía el destino de los proletarios, ¡también vivía a su costa! Analizar el oportunismo de Enver Hoxha entorno a su caracterización de la lucha de clases dentro del socialismo es de vital importancia para entender como éste y sus seguidores justificaban sus ataques a China. La afirmación por parte del PTA en torno a la inexistencia de explotadores en Albania define claramente que el líder albanés no sabía, o bien no quería buscar la verdad en los hechos. Cabe decantarse por la segunda opción, ya que Enver Hoxha supo analizar la realidad de manera brillante en más de una ocasión.


Veamos, a continuación, una afirmación de tal error en un documento político publicado en el número dos de Albania Hoy, escrito por el miembro del CC del PTA Foto Çami:

Se sabe que las clases explotadoras han aparecido en la historia junto a la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción, y que existen mientras exista esta propiedad. En el socialismo, con la liquidación de la propiedad privada y el establecimiento de las relaciones socialistas de producción en la ciudad y el campo, las clases explotadoras como tales son liquidadas, y junto con ellas también desaparece la explotación del hombre por el hombre. Durante un tiempo sólo perduran sus remanentes individuales, pero no llegan a constituir una clase en sí misma, ya que ahora están privados de todo poder político y de los medios de producción. (Çami, 1980). [14]

Más adelante asegura:

Los defensores del “pensamiento Mao Tse-tung” afirman que “si no existieran clases antagónicas en el socialismo no habría necesidad de la dictadura del proletariado hasta la etapa del comunismo”. La existencia de la dictadura del proletariado hasta la instauración del comunismo no está necesariamente vinculada con la existencia de clases antagónicas. Sobre este punto, los revisionistas jruschovistas declararon la liquidación de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética, como consecuencia de la liquidación de las clases explotadoras. (Çami, 1980). [15]

Cabe señalar que quien escribe este texto no es un defensor del pensamiento Mao Tse-tung como teoría aglutinante del todo, sino un seguidor de las prácticas positivas de este gran líder, así como un gran detractor de aquellas negativas. Como podemos observar, estas afirmaciones publicadas en la propaganda del PTA son claramente erróneas y oportunistas ya que obvian la tradición socialista científica y, lo que es más grave aún: la realidad interna de Albania. En 1980 —fecha de la publicación del número dos de Albania Hoy— las condiciones de vida en el país eran absolutamente desiguales entre el campo y la ciudad, Albania era el país más pobre de Europa y se hallaba en medio de una crisis política que fue zanjada mediante una depuración masiva dentro del Partido, en la cual los aduladores incapaces de hablar con sinceridad a Hoxha se hicieron con el poder, mientras que aquellos que osaban plantear reformas para salir del agujero acaban enterrados en fosas comunes y acusados de formar parte del espionaje extranjero. Más adelante nos centraremos en las diversas purgas de Hoxha.



III. La represión contra los comunistas albaneses por parte de Hoxha.


Una vez establecida una línea respecto a la concepción de la lucha de clases dentro del socialismo por parte de Hoxha y el PTA, vamos a analizar la represión del líder albanés para descubrir cómo la deformación y la distorsión del socialismo científico son una constante que le ayudó a justificar crímenes horrendos. Hemos visto como el PTA daba por hecha la inexistencia de clases sociales explotadoras dentro del socialismo, dando la espalda a las concepciones más básicas de la teoría en torno a la lucha de clases. Ahora veremos cómo justificó sus errores contra sus propios compañeros.


Si hay una particularidad por la cual podemos definir a Hoxha es por su intolerancia a las críticas. Jamás supo asumir ningún tipo de divergencia, hasta el punto de liquidar a sus mejores colaboradores, incluyendo a economistas de alto nivel, ministros, etc. Básicamente, el hoxhismo es una corriente oportunista de izquierda que entiende cualquier divergencia ideológica como una traición a la clase obrera. Tanto es así, que para cuando Enver Hoxha murió sólo quedaban auténticos inútiles y lamebotas en el PTA, ya que liquidó a los mejores comunistas de Albania bajo el pretexto de que eran traidores. La más mínima divergencia en la política hacia Yugoslavia, cualquier acercamiento a la URSS revisionista con el fin de limar asperezas y fortalecer la unidad del campo socialista, buscar alternativas económicas descentralizadoras… todo ello era proclive a terminar con una bala en la cabeza del cuadro que protagonizase tal sugerencia. Es más, Hoxha se jactaba de ello, pues despreciaba la reeducación y el debate dentro de la organización hasta el punto de definir tales conceptos como oportunistas. En otras palabras: el GULAG, según Hoxha, era oportunismo puro y duro, por lo que la creencia marxista de la concienciación mediante la educación socialista y el trabajo con el fin de dar la vuelta a la mentalidad de personas reaccionarias por las condiciones materiales en las que estas se desenvolvieron, es incorrecta. Bala en la cabeza y punto… Hoxha mandó liquidar a Xoxe por pedir que Albania se uniera a la Federación Balcánica, un proyecto discutido a tres bandas entre Albania, Bulgaria y Yugoslavia. Asimismo, mandó liquidar a Petrit Dume, Beqir Balluku, Abdyl Këllezi —gran economista que podría haber ayudado al desarrollo de Albania—, Hito Kato, Koço Theobdhosi, Lipe Nashi bajo la acusación de que formaban parte de un complot chino organizado, ¡ni más ni menos que por Zhou Enlai! Dicho complot consistiría en retrasar el envío de la maquinaria industrial y, aparentemente, destruir a la dirigencia albanesa. Fue tras esa polémica que Hoxha denominó social-imperialismo a China. También, a principios de los años 1980 llevó adelante una purga absolutamente demencial que se llevó por delante a los ministros de Interior y Sanidad bajo la acusación de que un comando organizado por la mafia albanesa lo intentó matar —curioso que Hoxha defendiese que en Albania no había explotación del hombre por el hombre al mismo tiempo que acusaba a otros de estar aliados con el lumpenproletariado.


Finalmente, Ramiz Alia, el adulador número uno de Hoxha, se hizo con el poder para terminar con el sueño de un pueblo que, si bien creyó en el socialismo durante las primeras fases del proceso albanés, terminó por hastiarse y emigrar por toda Europa, principalmente a Yugoslavia, que era un país vecino en el que había minorías albanesas con las que poder convivir, en que que sus derechos como nación eran mayores que en su propio país, y en el que su calidad de vida era infinitamente superior.



IV. Bibliografía.


[1] Hoxha, E. (1976). El Imperialismo y la Revolución. Editorial Nentori, Tirana.

https://www.marxists.org/espanol/enver/imprev/01.htm


[2] Mao, T. (1927). Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Hunan. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/libros/oe/tomo1/index.htm


[3] Ídem (edición en inglés). Mao, T. (1927). Report on an investigation of the peasant movement in Hunan. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/reference/archive/mao/selected-works/volume-1/mswv1_2.htm


[4] Stalin, I. (1926). Las perspectivas de la Revolución en China. Editorial Nentori, Tirana.

https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf


[5] Stalin, I. (1927). La fisonomía política de la oposición rusa. Editorial Nentori, Tirana.

https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2010-15.pdf


[6] Hoxha, E. (1976). El Imperialismo y la Revolución. Editorial Nentori, Tirana.

https://www.marxists.org/espanol/enver/imprev/01.htm


[7] Mao, T. (1935). Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/TAJI35s.html


[8] Ídem (edición en inglés). Mao, T. (1935). On tactics against Japanese imperialism. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/reference/archive/mao/selected-works/volume-1/mswv1_11.htm


[9] Hoxha, E. (1976). El Imperialismo y la Revolución. Editorial Nentori, Tirana.

https://www.marxists.org/espanol/enver/imprev/01.htm


[10] Mao, T. (1939). Sobre la Nueva Democracia. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/ND40s.html


[11] Ídem (edición en inglés). Mao, T. (1939). On New Democracy. Ediciones en lenguas extranjeras.

https://www.marxists.org/reference/archive/mao/selected-works/volume-2/mswv2_26.htm


[12] Lenin, V. (1920). El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Editorial Progreso

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas11-12.pdf


[13] Art. 16. Constitución de la República Socialista Popular de Albania. (1976).

http://ciml.250x.com/archive/albania/spanish/conctitucion_spanish.pdf


[14] Çami, F. (1980). Problemas del socialismo a la luz de la teoría marxista-leninista y la experiencia histórica del Partido del Trabajo de Albania. Albania Today II.

https://www.revolutionarydemocracy.org/archive/socialismpla.htm


[15] ídem.


Sobre el autor:

Héctor B.M. es Tripulante de Cabina de Pasajeros, músico con una amplia trayectoria internacional y divulgador sobre temáticas relacionadas con el socialismo científico.


Twitter: https://twitter.com/ecidlm,...)))...

6.7- Entrevista a Guillermo del Valle

Por Santiago Armesilla y Guillermo del Valle.


Resumen: Entrevistamos a Guillermo del Valle, Licenciado en Derecho por la UAM y Máster en Práctica Jurídica por la Escuela de Práctica Jurídica de la UCM. Abogado ejerciente, colegiado en el ICAM, especializado en derecho procesal penal, civil y laboral, desde octubre de 2012 trabaja como autónomo en un despacho de abogados de Madrid. También es abogado del Turno de Oficio Penal desde noviembre de 2015. Hablamos con él de su paso por la política activa, sobre Historia de España y por su evolución ideológica desde el liberalismo al socialismo.


Palabras Clave: Guillermo del Valle, federalismo, liberalismo, jacobinismo, socialismo.





1) Para la mayoría de las personas que te conocen eres una referencia por tu actividad en redes sociales, sobre todo en Twitter, por tu canal de YouTube y, ahora, por el canal El Jacobino y, mayormente, por tus intervenciones en televisión contundentes contra la izquierda indefinida y el separatismo. Digamos que eso ha generado tanto simpatías como antipatías por tu persona y tus ideas políticas. Pero poco saben más de tu trayectoria vital, que explica bastante bien tus intervenciones actuales. En Diario 16 publicaste un artículo, titulado "La mano invisible no llega a Vallecas" en el que explicas cómo tu trabajo como abogado en ese barrio obrero de Madrid te alejó de tu liberalismo inicial. Es una transformación peculiar, poco común. ¿Tan fuerte fue el impacto de aquella experiencia?


Lo primero de todo, Santiago, un placer estar con vosotros en La Razón Comunista, gracias por la amabilidad a la hora de invitarme y por el proyecto necesario y serio que hacéis. Bueno, creo que es lógico cuando tienes cierta exposición pública que se genere algo de controversia, pero en mi caso no es excesiva, ya que me considero bastante poco conocido. Mi trayectoria puede no ser la habitual, estamos acostumbrados a ver a diversos personajes en evoluciones muy neoliberales desde presuntas militancias comunistas, aunque tal vez su comunismo originario, como alguna vez has sostenido tú, no era tal, sino una mezcla entre indefinición y sectarismo, no habiendo abandonado sobre todo el segundo elemento. En mi caso, me movía en las coordenadas de un liberalismo sui generis (no tanto austriaco), más o menos teórico, y evoluciono hacia posiciones de izquierda materialista, socialista, por una lectura y análisis de la última crisis, de los profundos desequilibrios que causa un sistema de capitalismo financiero que patrocina la libre circulación de capitales, la desregulación de los mercados financieros y laborales, la pérdida de soberanía de determinados Estados, su subsunción en la hegemonía de otros... no es una evolución exclusivamente debida a esa experiencia vallecana. Pero sí, yo hago una abogacía social, en la que la precariedad la vives de cerca, en primera persona, no es nada personal, es algo colectivo y generalizado: muchos abogados de pequeño despacho, desde luego los del Turno de Oficio, son precarios. Fontarrón es un barrio de clase trabajadora, en Puente de Vallecas, y la realidad social es inentendible si no la abordas desde un enfoque materialista, de clase. El idealismo neoliberal, de esa libertad "negativa", esa presunta ausencia de interferencias, como si hubiera un libre mercado que discurriera ajeno al Estado, al que se le atribuya una suerte de omnisciencia y perfección natural, es un disparate ideológico. Partimos enormemente condicionados por la estructura socioeconómica en la que nacemos y crecemos, por la clase social, y mi trabajo me ha ayudado a verlo en primera persona. Sí, no tiene nada de meritorio, tal vez fuera un zoquete no viéndolo antes con esa claridad, pero mejor eso que no verlo nunca. Lo que siempre tuve claro, tal vez por familia - mi padre es donostiarra y en casa siempre se ha aborrecido el nacionalismo fragmentario -, es la posición antinacionalista, el desprecio por ese proyecto de fractura territorial, posición a la que hoy encuentro mucha mayor lógica desde las coordenadas de esa izquierda definida.


2) Se puede decir, por tanto, que tu evolución fue a la vez teórica y práctica. Estoy seguro que, si por ti fuera, llevarías a Fontarrón a gente como Juan Ramón Rallo, Miguel Anxo Bastos o Jesús Huerta de Soto para que viesen, in situ, los efectos reales del capitalismo realmente existente, más que del capitalismo ideal que solo existe en sus textos y en sus cabezas. Quizás por eso, por ese fundamentalismo liberal o de mercado, sean impermeables a esa realidad social que viviste. ¿Estás de acuerdo con esto?


Sin duda, son impermeables a la realidad, viven instalados en el mito del libre mercado, como si la economía discurriera en una esfera metafísica, y no estuviera condicionada por el Estado, como si la economía no fuera en definitiva política. Eso les lleva a fundamentalismos tan absolutos como el de sostener que el Estado es el demonio, o algo así, palabras que vino a pronunciar en una conferencia Huerta de Soto. Ya no es que el mito del emprendedor hecho a sí mismo que triunfa en el garaje sea un reduccionismo absurdo si no se contextualiza en la sociedad política donde esos fenómenos ocurren, nunca en sociedad políticas con Estados fallidos o ausentes como... qué se yo, Burundi (países de los que nunca hablan, por cierto, los del África subsahariana, donde hay verdaderos Estados mínimos, para deleite del "minarquismo"). Va más allá. Parece que, aunque lo silencien, ese emprendimiento individual no es ajeno a las condiciones estructurales y materiales de la sociedad política donde germina. Pero digo que el reduccionismo no se queda solo ahí, sino que desborda la contradicción cuando este mismo señor, investido a veces de conferenciante evangélico cuando dice esas sandeces, es catedrático en una universidad pública, y allí han montado el Máster de Escuela Austríaca. Orden espontáneo, ma non troppo que dirían los italianos. Bastos también da clases en la pública, y llama la atención dado que ambos son anarcocapitalistas. La realidad social y económica de la clase trabajadora en muchas ocasiones les es ajena por voluntad o decisión propia, es una venda en los ojos deliberada y voluntaria. Fíjate en la pandemia, el propio Rallo ha venido exigiendo... ¡planificación central! Parece que la mano invisible y la responsabilidad individual a secas no funcionan. No tienen problemas en cabalgar contradicciones, que diría el otro, aunque a veces vayan más allá del absurdo.


3) Huerta de Soto, además, como profesor titular. Los ancaps son como los separatistas o los podemitas. Son enemigos declarados del Estado español pero viven de él. Son como garrapatas chupasangres. Y no solo enemigos del Estado español actual, el cual les ha dado todas las prebendas y bendiciones posibles, sino de cualquier forma de Estado español, les daría igual si fuese nacionalcatólico franquista o republicano y bolchevique. El anarcocapitalismo me parece una ideología anticivilización, muy propia de los tiempos postmodernos que corren, pero la izquierda indefinida y el separatismo también me lo parecen. Tienen muchos vasos comunicantes. Cuando se tradujo La acció humana de Mises al catalán, para el deleite de otro ancap, Xavier Sala i Martín, ahí se ve la conexión, que no es meramente editorial y sociológica. ¿Ves tú también esos vasos comunicantes?


Indudablemente. No es casual que todos los citados mantengan tesis a favor de la secesión. Tiene cierta coherencia ideológica. Son enemigos declarados del Estado, de cualquier Estado, y también de la idea de soberanía o de nación política. No hay más que escuchar o leer a Huerta o Bastos defendiendo una suerte de nacionalismo liberal, que no deja de ser una especie de reproducción de las tesis de Mises a favor de la secesión. Los Estados se convierten en clubes privados de libre asociación y desasociación. Un verdadero disparate. La tónica general sería plebiscitaria para estos austríacos, ir convocando constantes consultas para recabar la aceptación sobre la pertenencia o no a un Estado de sus partes. Además la última unidad administrativa investida de semejante potestad no sería necesariamente la región o autonomía, en España, sino, según la tesis de marras, el barrio, la ciudad, la calle. Ya no es la perversa Europa de las Regiones, sino más bien de las ciudades-Estado, una especie de unidades políticas minúsculas, territorio fértil para la deslocalización, el secreto bancario, el fraude o la elusión fiscal (hegemonizadas y amparadas, por supuesto, por la potencia geopolítica de turno en las coordenadas del capitalismo financiero). En sus versiones más lunáticas, lo que defendía el también ancap Hermann-Hoppe. Por eso todos ellos, por supuesto también Sala i Martín y el propio Rallo, han defendido la posibilidad de fragmentación de España, de privatización de nuestro territorio político, en donde nadie debería ser acreedor de privilegio alguno. Es imposible que no haya vasos comunicantes, porque al final el derecho a decidir de Podemos o de Errejón converge a la perfección con las tesis plebiscitarias y secesionistas de la Escuela Austríaca, de Mises, de Rothbard, de Hoppe, y de todos los replicantes españoles de estas tesis. Suena provocador pero podemos afirmarlo sin vergüenza: la supuesta izquierda está más cerca de la Escuela Austríaca que del marxismo. Igual que el federalismo asimétrico del PSOE es esencialmente igual al del PP cuando Lacalle defiende que el cupo vasco no es el problema, sino la solución. Como se comprenderá, es imposible enfrentar cualquier desafío secesionista desde la óptica del neoliberalismo.


4) Quisiera conectar esta respuesta con la que diste a la primera pregunta. Tanto en el anarquismo como en el liberalismo, el modelo de sociedad política siempre es federal y confederal. De hecho, el proyecto de Europa de las regiones, que es tanto étnico como económico, basaría el control de las nuevas unidades federadas, las regiones de los Estados-nación miembros hoy de la UE, en ciudades “globalizadas” y especializadas en base a la nueva división internacional del trabajo que pueda prepararse a raíz de dicha regionalización. Luxemburgo, Irlanda, los Países Bajos y la City de Londres funcionan ya como paraísos fiscales. Y aunque el Reino Unido ya no está en la UE, lo cierto es que en la UE existen paraísos fiscales. Por lo que la división internacional del trabajo, que beneficia muchísimo al capital financiero, tiene como referentes unidades políticas pequeñas que, incluso, podrían incluso ser más pequeñas en el futuro. Unas serían paraísos fiscales, otras prostíbulos gigantes, otras regiones-hoteles y otras, principalmente las del eje fluvial Rin-Ródano-Po, serían regiones-industria. El neofeudalismo juega a conseguir este tipo de regionalización-especialización, donde lo peor del Medievo se combina con lo peor del capitalismo. Y aquí se ve otra vez la conexión entre los anarco-capitalistas, la izquierda indefinida y el secesionismo étnico. Cada uno de ellos, por caminos distintos, camina hacia el mismo punto de encuentro. Como decía, quisiera conectar esto con tu primera respuesta. Supongo que en algún momento tu patriotismo español chocaría con ese liberalismo que profesabas hace años, y no ya solo por tu reflexión personal y por tu encuentro con la realidad obrera en Vallecas. Sino que también el federalismo típicamente liberal también comenzaría a ser revisado por ti. Además de pedirte que valores este escenario de convergencia nefasta para la soberanía nacional y para los trabajadores españoles, quisiera preguntarte ¿cuándo abandonas el federalismo liberal y abrazas el jacobinismo como forma más racional de defender la soberanía política y la independencia económica de España y de sus trabajadores?


Curiosamente cuando me muevo en las coordenadas de ese liberalismo primigenio que voy abandonando, no siento tentación federal alguna. Es una época muy inicial, en la que los gobiernos nefastos de Zapatero comienzan, amparados en un progresismo moral y de las costumbres, a implementar políticas regresivas a todos los niveles. Fiscales (eliminación Impuesto de Patrimonio, subida IVA), laborales (la infame reforma laboral de 2010), luego el artículo 135 CE. Pero sobre todo, lo que me resulta visible en aquel momento, la revisión de los Estatutos de Autonomía en clave nacional-fragmentaria, para reconocer singularidades identitarias en una dinámica claramente lesiva para la igualdad y la redistribución dentro del Estado. Se viene a apadrinar esas políticas bajo la fórmula federal-asimétrica. El liberalismo español creo que enfrenta una gran contradicción, de la que yo también era partícipe: parece tener más claro que la izquierda indefinida la inconveniencia de hacer saltar por los aires la unidad nacional de forma abrupta, a través de un referéndum, incluso se opone de forma vehemente a ello, pero en cambio acepta las coordenadas del Estado autonómico, con sus hechos diferenciales, el reconocimiento en su artículo 2 del término "nacionalidades", la Disposición Adicional Primera y su reconocimiento de los derechos históricos de los territorios forales, la estrecha relación de todo ello con los regímenes fiscales diferenciados y privilegiados del concierto económico y el convenio navarro. Pero esa defensa del Estado autonómico ya en 2009 no la tengo nada clara, si por Estado Autonómico aceptamos todo el pack: vaciamiento del Estado central a través de las leyes de delegación y transferencia, desigualdades múltiples, cupos, conciertos, convenios, Plan Ibarretxe, cesiones constantes a los nacionalistas y allanamiento del terreno para el Prusés, que no surge de la nada, sino de treinta décadas de cesión y disolución del Estado.


Paradójicamente, mi experiencia política formalmente federal es en un partido, UPYD, que se definía como defensor de un federalismo simétrico y cooperativo - cosa que mucha gente no terminó, con razón, de comprender -, y que al mismo tiempo propugna revertir la cesión competencial a las CCAA de la educación, sanidad o justicia; blindar esas competencias esenciales para el Estado central; eliminar la referencia a las nacionalidades del artículo 2 CE, que es un gigantesco equívoco que abre la puerta a la "nación de naciones", idea reaccionaria por excelencia; o eliminar esa Disposición Adicional Primera. ¿Qué federalismo era ese? No tuvo sentido aquella definición. España es un Estado formalmente unitario, aunque profundamente descentralizado. Invocar el federalismo implicaría la condición previa de desgajar las partes hoy formalmente unidas y luego, con una dosis de voluntarismo ingente, propiciar su unión. ¿Qué sentido tiene desunir lo ya unido? ¿Y en base a qué? ¿Cuáles son esas partes que van a decidir, esos territorios prepolíticos supuestamente ungidos de un derecho especial para decidir "vivir aparte"? La fórmula federal de UPYD, que con todas sus limitaciones - en temas económicos principalmente, en su tibieza "centrista" - era un partido bastante jacobino, no dejaba de ser un brindis al sol nominal, sin mayor contenido. Se pretendía recentralizar, y yo milito ahí por eso. En España el federalismo acepta la bilateralidad, el trato diferencial, la plurinacionalidad, y desde luego una serie de asimetrías basadas en supuestos derechos históricos infumables, como bien dices la conjunción de la rémora neofeudal con la tensión secesionista, tan neoliberal. A mi lo que me atrajo de aquella experiencia presuntamente federal era que se dijera lo mismo en cada punto de España, que se defendiera en la ciudad de San Sebastián, donde más mató ETA, la eliminación radical del concierto económico vasco o de las Diputaciones Forales. Eso no es fácil. Llamar a eso federalismo fue un dislate. Me recuerda a lo que dijiste en la entrevista para mi canal y para El Jacobino de nuestro admirado y querido Paco Frutos, al que vamos a echar tanto en falta. Hubo un tiempo en que mantuvo la definición federal por inercia, sin mucho sentido, ya era jacobino.


Y no se proponía lo que cuento por fastidiar, sino por la clara convicción de que no hay nada más reaccionario que ese estatus privilegiado basado en una compensación/pacto de las élites de la Restauración a cambio de la eliminación de los fueros para institucionalizar, después de la Tercera Guerra Carlista, el concierto económico: un claro trato de favor para una parte de España en detrimento de las demás, especialmente de las más pobres.


En suma, esa experiencia me pilla abandonando el consenso autonomista, y posteriormente acabo de aquilatar una posición centralista. No es un capricho, es racional en términos geopolíticos, necesitamos un Estado fuerte y no una soberanía mutilada por intereses de élites y oligarquías autonómicas o nacionalistas, y desde luego en términos redistributivos e igualitarios: no me sirve de nada la defensa de la unidad de España si la España que queremos es una en la que el Estado central no pueda imponer políticas de salud pública y deba recabar aquiescencia previa de 17 taifas, o hacer efectivos impuestos progresivos hoy derogados por la competencia autonómica tan insolidaria y neoliberal, o garantizar la libre movilidad de los trabajadores por todo el territorio nacional porque en partes del mismo lenguas cooficiales pero no comunes se utilizan como barreras de entrada que privatizan parte del mercado laboral, infligiendo un perjuicio inaceptable a la clase trabajadora. En suma, he mantenido siempre, en aquel pasado y en este presente materialista, posiciones bastante antinacionalistas, pero con una evolución constante hacia la reafirmación de lo nocivo de la descentralización para España, pues en nuestro país la descentralización ha significado centrigufación del Estado. Quizás es la procedencia de la izquierda indefinida un lastre mayor en cuanto al compromiso que se le presupone con el federalismo, una unión simbiótica y absurda de aquél con la izquierda o el republicanismo, que tampoco es exacta ni racional. La II República escapa de la definición federal, prohíbe la federación de las regiones y no por capricho, sino por el desastre de la experiencia republicana primera y su naufragio cantonalista.


5) Sin embargo, la Segunda República permitió los primeros antecedentes de lo que hoy se conoce como “Estatutos de autonomía”, si bien no llegando a lo que hoy significa dicho término. Pero bueno. UPYD fue considerado por la izquierda indefinida y el secesionismo como un partido de “extrema derecha”. Y tampoco es que el campo conservador hiciera mucho por darle algún apoyo, más aún cuando se dedicó a realizar denuncias judiciales a casos de corrupción que, con el tiempo, se han destapado a una escala mucho mayor de la que en UPYD pensaron, y ya con UPYD prácticamente desaparecido. Aquel no era más que un partido socialdemócrata, una escisión del PSOE sin la deriva zapaterista. Algo parecido a lo que es Vox respecto del PP, un partido liberal-conservador que añora la época de Aznar, y que al final parece coquetear con la llamada alt-right. ¿Qué fue, a tu juicio, lo que falló en UPYD? ¿Fueron solo errores internos o también la presión externa fulminó aquel experimento?


Tienes toda la razón. Los restos del PCE y el podemismo pueden estar en un gobierno con ministros abiertamente neoliberales, algunos de ellos como Castells elegidos por los propios podemitas, y no pasa nada. No olvidemos que el PSOE es quién acomete las políticas de desindustrialización en España, de privatización de empresas públicas - como perfectamente habéis documentado en La Razón Comunista -, reformas laborales abiertamente diseñadas contra la clase trabajadora y políticas fiscales esencialmente regresivas. Podemos nacía para "tomar el cielo por asalto", [ejem], y al final le complementa mayorías al PSOE con unas tragaderas enormes y sin tener otra agenda propia que la plurinacionalidad. Y todo ello de repente se convierte en progresista.


Pues bien, UPYD era un partido en materia económica similar al PSOE, socialdemócrata tibio, porque desde la Tercera Vía Blair/Giddens, la socialdemocracia se ha convertido en una mera gestora acrítica del neoliberalismo. Pero vamos, Anchuelo, responsable económico de esa formación, sin ser socialista ni siquiera socialdemócrata, estaba a la izquierda de Calviño. Lo cual no es mucho decir, ciertamente. Lo pongo de manifiesto para resaltar la trampa: unos eran de "extrema derecha" y el PSOE el elemento central "del bloque progresista". Así, sin ruborizarse.

Hubo planteamientos programáticos muy nocivos en esa formación, UPYD,: contrato único con indemnización irrisoria - supuestamente todos fijos, a la hora de la verdad todos temporales en términos indemnizatorios -, mochila austríaca, (o en otro orden de cosas, los vientres de alquiler, con su eufemística fórmula de gestación subrogada, una idea enormemente neoliberal y totalmente repudiable para mí), ideas genuinamente neoliberales que atacan a la clase trabajadora y que son lo peor que se puede hacer en materia laboral. Ese sapo era intragable y no duré mucho. Sí, el antinacionalismo es esencial, pero no puede ser lo único. El problema de la "transversalidad", fórmula verdaderamente absurda y forzada, es que admite que quepa allí todo, y hay una cierta convivencia forzada entre ideas más socialdemócratas clásicas, como las de mi amigo Luis de Velasco (arrinconado en el primer PSOE de González por estar en el flanco izquierdo frente a los neoliberales Boyer y Solchaga), y otros genuinamente liberales. Eso no es conciliable. Al menos si quieres preocuparte de la producción, de subordinarla al bien común, al interés general, de redistribuir la riqueza de verdad, de meter mano a nuestro mercado de trabajo, de recuperar la negociación colectiva, de derogar efectivamente las reformas laborales neoliberales del PP y del PSOE.


UPYD no planteaba alternativas ahí, y para mí eso fue lo peor, la muestra definitiva de su insuficiencia, de su incapacidad de ocupar la izquierda definida, de armar un discurso verdaderamente materialista y socialista. Aunque los progres oficiales y sus acólitos nazi-secesionistas tachen todo lo que les moleste de "extrema derecha", lo cierto y verdad es que conseguimos ir mucho más allá en Plataforma Ahora, mejoramos todo aquello, definimos el proyecto mucho mejor. Nuestro responsable de Ideas Políticas y Programa era Rafael Rodríguez Prieto, profesor en la Universidad Pablo de Olavide, al que conoces, uno de los principales organizadores del Primer Congreso Internacional sobre el pensamiento y la praxis de Rosa Luxemburgo. Digo esto porque hay quien se queda en la superficie de las opciones políticas y no analiza de verdad sus posicionamientos políticos. En Plataforma Ahora, en colaboración con gente procedente de IU, del PCE, de diferentes opciones políticas de otro signo, avanzamos bastante a la hora de aquilatar posicionamientos materialistas: de defender una producción socialmente útil, como hicimos en un editorial que preparó Rafa, en otros documentos importantes que tuve la suerte de poder trabajar con él y otros compañeros fantásticos. Vivienda pública, fiscalidad radicalmente progresiva, reversión de privatizaciones de empresas en sectores estratégicos. E igualmente fuimos críticos con Maastricht, con una unión monetaria que supone la pérdida de soberanía en esta y otras materias de España, y que ni ha ido ni irá acompañada de una unión fiscal porque ni a Alemania ni a los países del norte de Europa les interesan estas transferencias.


En definitiva, UPYD naufragó por su transversalidad forzada y por su incapacidad para ocupar el espacio huérfano de una izquierda materialista y patriótica, por su renuncia a defender con tanta contundencia a la clase trabajadora frente al neoliberalismo, como a la nación política frente a las tensiones nacional-fragmentarias de corte etnicista. Lo segundo lo hizo, lo primero claramente no. Y por supuesto hubo elementos exógenos, unos poderes financieros y económicos a los que no sentó nada bien la lucha judicial contra la corrupción. Que hay centros de poder que se mueven, que tienen sus cauces de reacción política es obvio, sorprenderse ante ello resulta de todo punto de vista naif. Más allá de eso, las limitaciones políticas e ideológicas creo que fueron bastante corregidas en la época de Plataforma Ahora, proyecto que sin embargo no tuvo el músculo suficiente para adoptar forma electoral.


6) La pregunta obvia, ahora, es ¿qué falló en Ahora Plataforma? Seguían defendiendo un modelo federal de Estado, quizás por la inercia de personalidades que venían de UPYD, PSOE e Izquierda Unida. Recuerdo que ahí estaba Rodrigo Vázquez de Prada, director de Crónica Popular, por el cual siento un gran cariño y respeto. Y la relación de España con la UE tampoco estaba clara. Ahora Plataforma podría haber sido tomada como una suerte de UPYD 2.0. pero, como dices, cambiando ciertas cosas.


Fallaron muchas cosas, pero hay que aclarar algo con el federalismo porque siempre hay cierta confusión con ese tema. Lo primero, el gran Rodrigo Vázquez de Prada al que también admiro y respeto mucho, era militante de una formación política llamada Convergencia de la Izquierda, que a su vez constituyó la plataforma La Izquierda Hoy (principalmente gentes de IUCM cuando el ínclito Garzón les desfedera y se carga la organización). Con La Izquierda Hoy y con Izquierda en Positivo convocamos aquel acto por la unidad de la izquierda no nacionalista en la Fundación Diario Madrid. La organización política en la que militaba Rodrigo y otros históricos de la izquierda como Marisa Castro efectivamente mantenía la definición federal. Se nos ha "cargado con el muerto" de que nosotros también lo éramos, lo que se puede decir es que nosotros no proponíamos un discurso antieuropeísta, sino uno crítico con esta UE con su unión monetaria, libre circulación de capitales, sin unión fiscal ni presupuesto ni transferencias de ningún tipo, solo vergonzantes limosnas y la infame condicionalidad. Curiosamente en la línea de lo que Martín Seco ha defendido en "Contra el euro", y no creo que sea, precisamente, un libro de referencia del europeísmo acrítico. Plataforma Ahora trata de liderar una convergencia de esas tres fuerzas políticas y de otras a través de la iniciativa Izquierda no Nacionalista, ahí está una charla que Pedro Insua y yo tenemos en La Redacción Abierta, en la que me entrevista Rafael Núñez Huesca, y yo defiendo varias veces una España integral, intento enganchar nostálgicamente con la II República, sin negar sus problemas, al tiempo que critico abiertamente las autonomías, eh, no ya el principio federal, directamente las autonomías. Ni Rafa Rodríguez Prieto es federalista, ni nuestros editoriales defienden el federalismo, más allá por supuesto de que colaboráramos con una fuerza política que criticaba el federalismo asimétrico del PSOE, pero que mantenía la definición federal, como era la Izquierda Hoy (Izquierda en Positivo no se reconoció federal nunca). Lo hablábamos antes, si UPYD mantenía una definición federal por inercia, carente de mayor contenido sustantivo, mucha mayor fue la inercia de quienes procedían del PSOE, de IU o del PCE. Pero yo quiero ser optimista en el sentido de que todos ellos están en posiciones muy adecuadas hoy, muy jacobinas. Ahí están personas como Ángel Pérez, como Marisa Castro, como Rodrigo Vázquez de Prada, Vicente Serrano de ACP, otros en la Comisión Octubre, cada vez con discursos más jacobinos. ¿Qué en su momento fueron federalistas? Ha habido un gran cáncer con el tema territorial en la izquierda, claro que lo ha habido: plurinacionalidades, conciertos, derechos históricos, una retórica infame que hay que enviar al basurero de la Historia. Pero quienes lo reconozcan y estén dispuesto a enviarla allí donde merece estar, bienvenidos.


Plataforma Ahora no creo que pudiera ser una UPYD 2.0, había gente allí como Rafa, Arturo, Javi Maurín que jamás habrían estado en UPYD. Pero avanzamos mucho en posiciones centralistas, indudablemente, aunque ese acto que seguro recuerdas en la Calle Larra, en que tratamos de unir estas tres organizaciones, hay personas que siguen sosteniendo una propuesta recentralizadora sólo a medias. Pero oye, yo propongo quitarle la competencia de fiscalidad a las CCAA y se valora mi discurso (¡cómo no va a ser un paso adelante eso, que gente del PCE aplauda la eliminación del concierto económico vasco o del convenio navarro!), o defiendo en la tele eliminarlas directamente y organizar el Estado en provincias o departamentos, de acuerdo única y exclusivamente al interés general definido por el Estado central, y estas ideas se respaldan y se aplauden. Algunos militaron en organizaciones que dejaban hacer a los Madrazos de la vida, y hoy estamos aquí, en El Jacobino, en La Razón Comunista, defendiendo un Estado centralizado y fuerte, sin lo cual no puede haber socialismo. Necesitamos salir de La Vida de Brian, de la escisión de la escisión, todo aquél que defienda estas ideas con claridad, es bienvenido. Pero sin sesteos neoliberales, federalismos disgregadores que terminan siendo confederalismos neofeudales y reaccionarios.


Plataforma Ahora no tuvo un duro de financiación, dejémoslo claro, y la política voluntarista de los fines de semana y a la salida de nuestros trabajos es una política jodida. Además, a la izquierda reaccionaria que diría Félix Ovejero - otro de nuestros fundadores, que de federalista no tiene un pelo - le interesó acallar la iniciativa, no darnos voz ni espacio mediático, siendo que nos llamaban a tertulias y debates sólo cadenas tan sumamente conservadoras o liberales como esRadio o Intereconomía. Como lo de Izquierda no Nacionalista no salió adelante, votamos y aprobamos la disolución de Plataforma Ahora y a otra cosa. El fin de la Historia es un cuento, así que a seguir trabajando.


7) Vamos, que el federalismo venía, precisamente, de personas que arrastraban ya esa inercia. Quedó claro, al menos. Quisiera ahora saber cómo, en ese trayecto político y vital, llegas al marxismo y al materialismo. ¿Cómo fue tu contacto con Marx y con Bueno?


Llego a Marx de una forma muy poco original, leyendo el Manifiesto Comunista en primero de carrera, a raíz de un trabajo que realizamos en Teoría del Derecho. A partir de ahí, quizás Félix Ovejero, uno de los discípulos más brillantes de otro marxista, Manuel Sacristán, es uno de mis maestros, una de las personas que me ayudan más a entender y profundizar en el socialismo, en el republicanismo, en la incompatibilidad de toda la tradición materialista, ilustrada, con la secesión y la fragmentación de España, con la privatización del territorio político. Como suele decir Félix, comunismo en estado puro: lo que es de todos, sobre lo que decidimos conjuntamente todos, y lo que por tanto no puede ser privativo de nadie. Pero vamos, quede claro que yo no soy un experto, ni de lejos, ni por asomo. Soy un simple abogado, un analista político que trata de pensar y escribir con cierto rigor, sin más, no soy un académico ni un intelectual, aunque este último sea un término muy desgastado. Hay que asumir las propias limitaciones para tratar de desbordarlas.


Sin duda me interesaron especialmente los escritos de Marx sobre España, que creo que demasiados marxistas autoproclamados desconocen. Será por la tesis que sostienes en tu ensayo El marxismo y la cuestión nacional española de que en España, por diversas razones, nunca hubo un marxismo netamente español ni en español. Te lo he dicho alguna vez y me consta que a personas como Ángel Pérez, como Vicente Serrano, como a bastantes otros, les ha parecido un libro esencial: vas a las fuentes y desmontas la peregrina idea de un derecho de autodeterminación en España, fórmula fraudulenta que más bien encubre la secesión neoliberal de la que hablábamos antes, o tesis eminentemente racistas del nacionalismo etnicista, usadas como fundamento espurio de la fragmentación territorial de la nación política. En ese sentido, el pensamiento de Rosa Luxemburgo desde el marxismo contra las pulsiones nacional-fragmentarias me parece de una vitalidad y actualidad tremenda en los tiempos presentes.

Curiosamente a Bueno llego, de forma muy superficial, porque en casa de mis padres pululaban ya dos ensayos suyos, aunque lo que me aproxima al materialismo filosófico es acercarme a la obra, primero, de Pedro Insua, y después a Bueno. No entiendo cómo personas tan rigurosas analíticamente, tan brillantes, tan solventes como Pedro, no están en la universidad española. Otro tanto podemos decir contigo. La universidad española, tengo experiencias en carne propia dentro de mi familia, se lo debería hacer mirar.


Volviendo a Marx, de forma interdisciplinar abstraerse de la obra de Marx es negar cuestiones tan esenciales como el propio análisis de clase social, el materialismo histórico, esa lucha de clases que explica el devenir de la Historia, el concepto de plusvalor o la propia concepción de la economía como política. Hay elementos en Marx, sin dogmatismos ni maniqueísmos, que son imposibles de inobservar.


Accedí bastante a El Catoblepas, y sobre todo atendí al rigor de un sistema de pensamiento articulado, racionalista, que destaca con luz propia en un tiempo de supercherías anticientíficas, de posmodernismo e irracionalidad. Tampoco soy, en modo alguno, un experto en materialismo filosófico, pero es realmente interesante adentrarse en sistemas de pensamientos que escapan del idealismo, de la metafísica que parece invadirlo todo, en un tiempo en que rebrotan con especial virulencia la apelación a los "sentimientos o las identidades", a las magulladas más insensatas, a un serie de ideas tóxicas que embarran el debate político, tanto por parte de la izquierda indefinida como del neoliberalismo hegemónico, que se complementan y retroalimentan.


8) Me llama la atención que utilices el término neoliberalismo tanto, como haciendo una diferencia con el liberalismo original. No niego que no la haya, pero me gustaría saber por qué utilizas más el término neoliberalismo que liberalismo como foco de tus críticas.


Bueno, liberalismo es un concepto realmente amplio que, por ejemplo, nos puede remitir al docetismo o al Trienio Liberal, contra el Antiguo Régimen, contra los privilegios de trono y altar. Es verdad que en su acepción habitual sí debe ser foco de nuestras críticas, porque hay una tendencia indudable a desligar estado y mercado, a desgajar ambas realidades. Pero a partir de Menger, uno de los fundadores de la Escuela Austríaca y de la teoría marginalista, creo que podemos hablar de neoliberalismo. Ya no se desgajan ambas realidades sino que se acomete un claro desideratum contra el estado, contra lo político. El Estado aparece como un problema, no como una realidad inescindible del mercado, sin la que carece de sentido hablar de mercado: ahí están las leyes, las instituciones políticas, los tribunales de justicia, la riqueza de la nación que no es ajena a ninguna "acción empresarial". En la Escuela Austríaca, y otras escuelas paralelas con importantes vasos comunicantes, se aboga por esa preeminencia hasta el punto de "estrangular" al Estado. En el caso de Von Mises es paradigmático, también en Hayek, tal vez dos de los pensadores austriacos más representativos. Se esgrime una primera línea de acción política minarquista, un Estado mínimo que "sólo" provea servicios públicos de justicia, seguridad y defensa. Y la segunda línea, que entronca con Mises, pasando por Rothbard, que es de la que participan los Huerta o Bastos, que es directamente anarcocapitalista.


Sí, sé que ellos no se definen como neoliberales, pero creo que hay una vuelta de tuerca al liberalismo clásico, a la pretensión originaria de "limitación de poder", al respeto, de cierta manera, al espacio propio de mercado y Estado. Ahora lo que se produce es un decantamiento, una toma de partido claramente contra el Estado, reafirmando el mito liberal, llevándolo a un extremo. Por eso, volviendo a la teoría del Derecho que mencionaba antes, estas escuelas son ya no detractoras de Marx, sino directamente del propio Kelsen, del positivismo jurídico. En la Escuela Austríaca y otras similares, se cultiva un iusnaturalismo muy claro, todo son instituciones "evolutivas", empezando por el derecho. Es la tesis del jurista Bruno Leoni.

Se cultiva la falacia naturalista, se describe el mercado con una armonía perfecta, se le confiere poderes casi divinos, y se trata de borrar al Estado del mapa. Es una distopía a la que nunca se llega, claro, que siempre choca con el principio de realidad. Cuando vienen mal dadas, el orden espontáneo no funciona, piden un rescate público o políticas de planificación central. Estado, en definitiva.


9) Está claro que el liberalismo decimonónico español, que bebe de tradiciones históricas muy distintas al liberalismo actual, católicas, no es santo de devoción de los liberales actuales, aunque no quieran llamarse neoliberales porque este término surge en Alemania hacia 1920, alrededor de la revista Ordo, de la que luego parte el modelo de la llamada “economía social de mercado”, un nombre que, dicho, así tampoco significa nada, pero que permitió a la Alemania occidental industrializarse, Plan Marshall y otanización mediante. Lo comento, entre otras cosas, porque la palabra liberal surge en España, y ha sido la influencia foránea la que la ha vaciado de su significado original, patriota y, por qué no decirlo, intervencionista. Un liberalismo que, además, respecto al altar era de derechas, en tanto que la Constitución de 1812 es confesional e integrista católica, pero respecto al trono era de izquierdas, porque negaba la soberanía regia y afirmaba la soberanía nacional “de ambos hemisferios”. Nosotros somos más herederos del liberalismo español decimonónico, que construyeron la nación política española entre la Guerra de Independencia y el Sexenio Democrático, que los liberales actuales, que no son más que una estafa política. ¿Estás de acuerdo con mi atrevimiento?


Sí, desde luego. Fíjate que el propio Rallo en alguna conferencia arremetía directamente contra la idea de soberanía nacional. Creo que con eso está todo dicho. La mejor tradición revolucionaria del liberalismo decimonónico, que por cierto tiene un cariz indudablemente jacobino y centralista, frente a los rescoldos neofeudales del Antiguo Régimen - de la reacción en su forma más pura -, nada tiene que ver con los liberales, neoliberales y libertarios actuales, enemigos declarados de la nación política, devotos de un fundamentalismo de mercado providencialista, de un abstencionismo demencial en política económica, fiscal, comercial o laboral, de la desregulación de los mercados financiero y laboral, del desguace por piezas del Estado. Que estén en contra de la idea de soberanía delimita una clara línea de fricción, de separación y de no retorno con ese liberalismo decimonónico revolucionario. No hay nexo posible entre el doceañismo, entre todo el proceso revolucionario del que hablaba Marx en sus escritos sobre España con, digamos, la Mont Pelerin Society, con esa deriva tan anglosajona de la derecha española de haberse imbuido del fundamentalismo de mercado de Thatcher y Reagan. Recuerdo cómo en una conferencia de prensa la dama de hierro sacó del bolso "Los fundamentos de la libertad" de Hayek y dijo "This is what we believe". Como si fuera la Biblia, y en cierta medida lo es. Sustituyen la idea de Dios por la del mercado. Es de un providencialismo que espanta. Llama la atención cómo una derecha reaccionaria, conservadora, anclada en esos vestigios feudales, luego conservadora hasta límites extremos, nacional-católica, de repente se haya vuelto "revolucionaria", digámoslo con todo el sarcasmo que se quiera. Es como un gran salto al vacío, una charlotada. La revolución fiscal de Lacalle, fórmulas así. Acuérdate que lo decían... venimos a hacer la revolución, contra el Estado que nos asfixia, que nos dice cuántas copas de vino tiene que beberse Mr. Aznar. Aunque por inercia (¡y por ausencia de alternativas!) la clase trabajadora vota en gran medida al PP (y al PSOE, claro), aquí en Madrid hay un PP asilvestrado en términos libertarios, una mezcla de coaching empresarial de garrafón, el del emprendedor exitoso del garaje, y los mantras ideológicos de siempre, los impuestos bajos o nulos y la sacrosanta libertad como latiguillo constante ante las veleidades del gobierno "comunista", ese que sólo habita en sus cabezas. La defensa de la unidad política es inviable con esa gente, con quienes creen que el cupo vasco es la solución y no el problema, o con quienes defienden para España el vaciamiento social del Estado y su centrifugación territorial. Son dos dinámicas convergentes e infames. Ese vaciamiento social del Estado - su estrangulamiento neoliberal - y la centrifugación territorial son dos caras de la misma moneda: un proyecto deliberado contra la clase trabajadora.


10) Está más que claro que los autodenominados liberales hoy en España no solo son vendepatrias, pues prefieren que nuestra riqueza se la repartan potencias y empresas extranjeras a que las controle el Estado español y, desde él, nuestros trabajadores. Pero también son rompepatrias. Ahí tienes a Rallo, a Fernando Díaz Villanueva o a Adrià Núñez Pradas, el youtuber ancap Libertad y lo que Surja, defendiendo la balcanización de España, aduciendo que la nación española seguiría existiendo si desaparece el Estado español, cuando sin Estado no hay nación. Parecen tener una idea de nación más parecida a la del romanticismo alemán que a la nación política de la Revolución Francesa o de la Constitución de Cádiz. O ahí tienes a Daniel Lacalle IIIº, que quiere aplicar el cupo vasco a cada Comunidad Autónoma. Es decir, estos sujetos están más cerca, realmente, de Bildu o de Quim Torra que de Riego, Argüelles o El Empecinado, que son los nuestros, realmente. Y encima ahí tienes a Vox, que aparece como el único partido “patriota” de España, cuando su programa electoral es pro-UE, pro-Euro, abren las puertas al federalismo y a la descentralización administrativa, además de ser económicamente austriacos. ¿Le queda poco tiempo a España para implosionar entre tanto falso patriota?


Espero que no, aunque la situación es francamente difícil, qué duda cabe. España enfrenta esas dos amenazas de disolución que son claras, la social y la territorial. Hoy es un país roto socialmente, agrietado, erosionado. El célebre IMV no se cobra, no llega a casi nadie, no hablemos ya de las prestaciones derivadas de los ERTEs. Está siendo durísimo. Escucho hablar de demasiadas bazofias intelectuales, cosas tan espantosas y anticientíficas como la teoría queer, pura homeopatía conceptual. De terraplanismo puro y duro, de magufadas sin límite. Espero que no nos tiemble el pulso, ya está bien de comprensión con la irracionalidad: si alguien pretende guarecerse en el relativismo posmoderno para esparcir la chatarra antivacunas, contundencia y dureza, privación de la patria potestad si tienen hijos y derecho penal. Mientras tanto, la clase trabajadora no tiene quien la escriba. Demasiado partidillo, demasiada discusión de adolescente en redes sociales sobre estética y culto al líder de turno, que me resuenan a cosas de tribus urbanas o de sectas. Pero la erosión social no se conjura con esas idioteces, perdona la crudeza. Tenemos un problema de especulación de suelo increíble, ¿dónde están los parques de vivienda pública? Con la deuda pública que tenemos, ¿cuándo vamos a desmontar el Estado autonómico y recuperar para el Estado central los servicios públicos y blindarlos frente a privatizaciones y dumpings internos? ¿Cuándo vamos a meternos con una ineludible reforma fiscal para tener una fiscalidad fuertemente progresiva, de verdad? No puede ser que la carga fiscal recaiga en la imposición indirecta y en las rentas del trabajo, mientras que el Impuesto de Patrimonio es prácticamente inexistente, y el de Sucesiones lo mismo, derogados por la competencia descarnada y descarada entre taifas, al tiempo que las rentas del capital y las grandes fortunas se deslocalizan a conveniencia. La desindustrialización de España ha sido letal. Un país de servicios, con una dependencia exterior muy seria, pero no en grado medio, sino en grado extremo. Y un mercado de trabajo que da miedo, lo veo a diario con mis clientes. Lo hablábamos el otro día en El Jacobino: negociación colectiva destrozada, TRADEs, falsos autónomos por doquier, falsos becarios, destrucción de las relaciones laborales para sustituirlas por relaciones mercantiles o privadas, desregulación ubicua, abaratamiento de despido. Y ahora nos quieren colar el contrato único con indemnización creciente empezando por.. ¡12 días! O la mochila austríaca. Y la joya de la corona: la privatización de las pensiones, eso que defienden los patriotas del sindicato Solidaridad. Tiene narices el patriotismo que profesan.


Esto no ocurre por generación espontánea. Lo contaba mi amigo Luis de Velasco en su libro sobre el PSOE, sobre esas dos décadas que él vivió en primera persona, los 80 y los 90, en que se cocina el pastel: el Estado no podía ya producir, tampoco regular, tampoco redistribuir. Qué socialdemocracia más rara. Qué neoliberalismo más crudo.


Y claro todos esos problemas materiales flagrantes van entretejidos con la otra amenaza, producto de décadas de borrado del Estado: el secesionismo, pero no sólo, también los cantonalismos que existen en muchísimas regiones, el qué hay de lo mío más cerril e insolidario.

Y sin embargo, creo que no vamos a perder la batalla. Algo se mueve culturalmente, frente al liberalismo hegemónico, en este mundo líquido e individualista - verdaderamente es una patochada lo del “marxismo cultural”, una falta de respeto a Marx. Se aquilata un buen trabajo teórico, y hace falta combinarlo con la praxis política, yo creo que hay motivos para la esperanza sin querer caer en un optimismo infantil. Tenemos que coordinarnos, dar la batalla. Podemos se hunde, y los espacios en política se ocupan. Es un momento idóneo para hacerlo, para que esa izquierda materialista, jacobina, tome la alternativa frente a los populismos de baratillo.


11) En este terreno nos encontraremos tanto La Razón Comunista como El Jacobino, sin duda. Para terminar esta entrevista, ¿ves coherente que alguien se defina como “patriota español” al mismo tiempo que defiende el federalismo y el derecho de autodeterminación?


Ciertamente hay demasiados patriotas de hojalata, que diría el otro, en España. Hemos hablado de los minarquistas, esos que defienden una nación sin Estado, ese gran disparate. Los que quieren liberalizar el suelo y privatizar las pensiones, o consideran que la familia o el individuo son esferas impenetrables por el Estado, en materia fiscal ("los impuestos son un robo") o educativa ("la libertad absoluta de los padres para educar sin intromisión estatal"). Mitos oscuros que luego hacen colisionar esa verborrea patriótica con un contenido que sea realmente creíble. ¿Cómo vas a ser creíble contra la secesión si te pasas toda la vida alertando de la perfidia de Papá Estado? Es un dislate enorme. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con los que viven enfangados en el mundo del federalismo, como si fuera un sortilegio mágico que resolviera todos los males. Por no hablar del inexistente derecho de autodeterminación. No, mire usted, ese derecho de autodeterminación que mete hasta en la sopa, ilustre reaccionario, es un engaño porque no hay derecho de autodeterminación para las regiones ricas de una democracia liberal... suena hasta obsceno, suena a tomadura de pelo. ¿Colonias, pueblos oprimidos? Qué vergüenza. Opresión como mucho es la que sufren los no nacionalistas por esos lares, la última la persecución del español en San Sebastián, una más de una larga lista. Opresión la de las víctimas del terrorismo. Opresión la de los exiliados, los del éxodo vasco, expulsados de su tierra. Opresión la de los padres de Balaguer que no podían escolarizar a su hijo en castellano.

Lo que quieren colar con eso de la autodeterminación es el privilegio de secesión, con sus diferentes disfraces, el supuesto derecho a decidir quién decide y quién no. Y en base a una supuesta identidad cultural. Un despropósito. Si alguien delimita previamente que hay un demos que puede decidir aparte de los demás conciudadanos, si aceptamos eso, ya estamos perdidos. Estamos validando la privatización de lo que es de todos. Daría igual el resultado. Que esto es una cosa de la que muchos no se percatan. No es un tema cuantitativo. Si votan ellos solos, ya son un demos autoconstituido aparte, aparte de todos los españoles. Ya se habría consumado la secesión. Qué credibilidad patriótica van a tener los que están dispuestos aceptar la apropiación indebida de unos pocos sobre lo que es de todos. Pues ninguna. Y el federalismo, sortilegio para no enfrentarse al nacionalismo fragmentario, de génesis identitaria y racista, antítesis de la modernidad, reacción pura. Que se hable de federalismo para reunir lo separado, pues bueno, pero descoser lo formalmente unido - aunque cada vez más agrietado a cuenta de desigualdades y privilegios - para una vez consumada la ruptura apelar, con un atracón de voluntarismo, de nuevo a su unión... es un colosal sinsentido. ¿Y qué pueblos se separarían? ¿Los que enumera Iceta, sin tener muy claro el número y la extensión, dependiendo del día? ¿Y por qué se iban a querer unir si antes se han separado? ¿Cuáles son esas unidades de decisión? ¿Qué filtros culturales hay que pasar para decidir? ¿La lengua? ¿Hay tantos Estados como lenguas en el mundo, eso quieren contarnos? ¿El Valle de Arán puede desgajarse también imagino? ¿O nos vamos a la pureza, a los ocho apellidos? ¿La frenología, o eso está ya feo? Uno lee a Sabino Arana, a Castelao, a Prat de la Riba y sólo percibe eso, racismo. Al final el nacionalismo que quiere filtrar nuestra condición de ciudadanos a través de la identidad, que quiere extranjerizar caprichosamente a millones de compatriotas es una ideología siamesa al racismo. Si fuera racismo a secas, no tendríamos contemplaciones; como la propuesta es la secesión y se esconde en una retórica plebiscitaria, supuestamente democrática, aunque sea negación de la democracia, parece que tiene un halo de respetabilidad. Pero no, tenemos que ser firmes y contundentes para desarticular esa ideología reaccionaria y, por añadidura, todas las fórmulas diseñadas para blanquearla. En ese camino nos vamos a encontrar, seguro.


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6.8.- )


6.9- Argentina, el país que agoniza en la dependencia

Por Joel Flores.


Resumen: Este artículo continúa el anterior del mismo autor, publicado en esta revista, titulado "Argentina, ¡hay vida después del coronavirus?". En este artículo se analizan las consecuencias de continuar profundizando el camino del liberalismo en Argentina. La faz progresista del gobierno actual no obstaculiza, sino más bien facilita, la senda liberal que el Estado argentino adoptó a partir de 1976. Esto se está profundizando ampliamente por los cambios producidos a escala global, tanto en la esfera de lo económico como de la política. El contexto mundial de pandemia está siendo aprovechado para aplicar una reforma laboral de hecho en el país, mientras que se excluye y aísla pronunciadamente a los sectores de trabajadores que el modelo liberal, vigente en Argentina, desplaza a la marginalidad permanente. La cuarta Revolución Industrial golpea a la Argentina y a su clase trabajadora de un modo brutal. Esto debido a la subordinación absoluta a los esquemas económicos de la división internacional del trabajo planteada por los grandes Estados y organizaciones internacionales del comercio, finanzas, salud, etc. Las consecuencias de este derrotero pueden ser nefastas en grado sumo para la salud y vida de los argentinos. Intentaremos demostrarlo.


Palabras clave: Argentina, coronavirus, deuda externa, dependencia, salud pública.





I. Introducción: El rol ejemplificador de una Argentina sometida.


Como decíamos en el anterior artículo publicado en esta misma revista, ¨Argentina: ¿Hay vida después del coronavirus?¨(1), Argentina está siendo utilizada como caso testigo de lo que se viene preparando en el mundo: La necesidad de un reseteo económico fue planteada ya en Enero de 2016, en el Foro de Davos. Allí se planteaba que, en cinco años, se iban a perder entre 5 y 7 millones de puestos laborales con la Cuarta Revolución Industrial. Los líderes acordaron allí la necesidad de un gobierno mundial (usando la frase “liderazgo holístico”) y, entre otras cosas nefastas que se plantearon, la simpática Melinda Gates dijo: “Los objetivos son solo deseos, a menos que tengas un plan”. (2)


Con estos eufemismos no tan eufemísticos, se planteaba casi directamente lo que hoy estamos viendo ocurrir en el mundo. Si, como muy atinadamente plantea Santiago Armesilla, estamos en medio de una Guerra Fría (3), dicha guerra está siendo ejecutada, a nivel de lucha de clases, de un modo desigual, y es la población “de a pie” la que sufre pasivamente sus peores consecuencias en todos los aspectos: Pérdida de puestos laborales, deterioro de estado de salud física y psíquica, encierro, pauperización absoluta de toda la población, depresión y suicidios.


Esto tiene un trasfondo económico complejo pero que, a los fines de este artículo, podríamos resumir en un gigantesco efecto económico producido por la enorme especulación financiera de los últimos años. Si bien en 2008 se produce una crisis financiera de proporciones, a partir del endeudamiento y la burbuja inmobiliaria; lo que tiene de especial la crisis del año 2020 es que se emplea la inteligencia artificial a la hora de especular. En la actualidad se trata de dinero virtual que va de un lugar al otro siguiendo unos algoritmos, los mercados dependen de programas informáticos que siguen unas variables predeterminadas. (4)


En resumidas cuentas, tanto si se analiza el funcionamiento del capitalismo actual, con su exacerbada inclinación a crear burbujas que tarde o temprano se pinchan, como si leemos la postura política de sus principales ejecutores (la oligarquía financiera), se hace muy notorio que este sistema no daba para más y que la propia elite que lo usufructúa ha decidido cambiarlo y/o resetearlo. Se plantea la hipótesis de que Argentina está en el centro (o al menos es uno de los centros) de dicho proceso de reseteo económico.


II. Argentina, de semicolonia al desguace de su Estado.


Las razones por las cuales le ha tocado a Argentina ser ese caso testigo para el mundo pueden ser muchas y variadas. Entre ellas, que se trata de un país con una potencialidad tremenda si tenemos en cuenta su extensión (casi cuatro millones de km2), su condición de país bioceánico o sus riquezas mineras aún por aprovechar en la inmensa cordillera de los Andes.


Respecto de esto último, es curioso que siendo la cordillera de los Andes la línea divisoria entre Argentina y Chile; sea este último país quien valore y extraiga un 10% de su PIB anual, mientras que en el caso de Argentina, apenas si se obtiene un 1% del PBI de ese recurso que es tan preciado en el mundo. Esto puede explicarse simplemente por el ridículo porcentaje de regalías que se recaudan (las provincias tienen libertad de cobrar el 3% o menos de lo que las compañías mineras declaran haber extraído) llevándose toda la riqueza en litio, oro, plata etc. compañías disfrazadas de canadienses, australianas, pero en realidad británicas.


Por poner un ejemplo a modo de comparación: Un país como Tanzania tiene una participación del 16% en las riquezas que la actividad minera genera. Habría que analizar qué motivo tiene el hecho que el estado argentino tenga un poder de negociación tan sensiblemente menor al de un país como Tanzania...


Respecto de su condición de país bioceánico (y de la importancia de sus ríos interiores además) la extensión territorial marítima (6.500.000 km2 de mar, 63% del territorio nacional) y el ejercicio de la soberanía en el Atlántico Sur, son muy importantes para comprender la posición estratégica de Argentina en el concierto mundial.


El 92% de lo que se produce en la Argentina se exporta por flete marítimo. Esos fletes en manos de las multinacionales del transporte y los granos constituyen un estado semicolonial para la Argentina en el comercio exterior, manteniéndola subordinada a la división internacional del trabajo como productora de alimentos y materias primas, pagando por año unos siete mil millones de dólares en concepto de fletes marítimos. Desde el año 2002 se presenta año a año un proyecto de ley para hacer renacer la industria naval argentina, lo cual evitaría esa sangría anual en dólares (además de la recuperación de miles de puestos laborales), lo cual es sistemáticamente ninguneado por la casta política en general.


Antes de la desgraciada década de los 90 y del aciago tratado de Madrid, la Argentina tenía abiertos los Astilleros Domecq García (hoy, Almirante Storni), Astilleros Sanym, Astilleros Astarsa, Astilleros Alianza, Astilleros Príncipe-Menghi-Penco, Astilleros Mestrina, Astilleros Corrientes y Astilleros Río Santiago, todos capaces de construir buques de gran porte. Esta industria, que le daba rasgos de país independiente a la Argentina, se ha venido destruyendo concienzudamente a partir de aquel vergonzoso tratado de Madrid y de la profundización liberal de los años 90s, perdiéndose miles y miles de puestos laborales, más una ingente cantidad de divisas anuales al entregar la soberanía del transporte marítimo y de los grandes ríos interiores.


III. El peso de la deuda.


La pérdida de soberanía argentina se profundizó a partir de la derrota en Malvinas, y más aún, cuando se llevaron a cabo los acuerdos de Madrid, donde se acordó que abandonara sus aspiraciones de ser un país con soberanía, basado en la ciencia y el desarrollo industrial para ser nuevamente un simple abastecedor de granos. (5)


Sin embargo, es claro que el tema de la deuda argentina es un lastre tan pesado, que pone a esta nación en el lugar central de las decisiones financieras y sus consecuencias para el mundo.

La deuda Argentina tiene acreedores externos e internos y ronda su valor total el 90% de su PBI anual, en términos absolutos unos 330 mil millones de dólares. Los principales acreedores privados, con cerca de un 40% de la deuda total, son Allianz Group, Black Rock, Northern Trust, Alliance Bernstein y HSBC. Se destaca el fondo de inversión Black Rock, co-propietario de unas 17000 empresas occidentales y acreedores de deuda pública argentina en unos 2 mil millones de dólares (6). Dicho grupo tiene inversiones varias en el país, con participación accionaria en YPF, Telefónica, Coca-Cola, Bayer y Chevron. Se calcula en 3.000 millones de dólares la tenencia de títulos, en su mayor parte con legislación extranjera.


El motivo por el que se destaca, es que este fondo de inversión Black Rock rechazó durante meses de default argentino cada nueva propuesta de negociación de parte del gobierno argentino, generando así mayor zozobra, si cabe, a la situación financiera del país. El acuerdo al que se llegó a principios del mes de agosto resulta un “beneficio” político para la administración actual, ya que lo único que logró es no pagar durante su mandato y dejar una bomba de tiempo aún mayor para los años venideros. Se trata del mismo modus operandi que la administración Macri la cual endeudo al país de manera exorbitante.


Este hecho coincide, no casualmente, con la noticia de que el pueblo Argentino pasará a ser utilizado como conejillo de indias para negocio de las farmacéuticas. Recordamos los 14 niños muertos por vacunas contra el neumococo en 2008 en el norte argentino (7) el cual no es un buen antecedente, desde luego.


La multinacional que iba a realizar las pruebas de vacunas en 30.000 mil argentinos es Pfizer, en cuyo paquete accionario se encuentra el mismo fondo de inversión Black Rock (8). Sin embargo, la semana pasada se abrochó un gigantesco negocio con la farmacéutica Astra Zeneca en el que participarán Gran Bretaña, el magnate mexicano Carlos Slim, Hugo Sigman y…si, otra vez el fondo de inversiones Black Rock.


Astra Zeneca es una empresa farmacéutica global con sede en Londres, propiedad de la histórica familia banquera europea Wallenberg y del megafondo financiero BlackRock. Si, Black Rock, ese fondo de inversiones que tiene atado de manos y pies a Argentina y que, evidentemente, le impone condiciones.


Pero prosigamos. Decíamos en número anterior que Argentina estaba inmersa en una crisis profunda, y que esta le daba al país la posibilidad de tomar uno de los dos rumbos posibles para transitar la mencionada crisis: “En el caso de nuestro país, aún navegamos a dos aguas entre lo que está caducando y lo que está naciendo: Si bien hay un discurso oficial de "estado interventor", de supuestamente dar más importancia a la vida que a la economía, como si hubiera vida sin producción”. (9) Agregamos, un trimestre después, que solo se ha profundizado en el liberalismo y que no se ha tomado una sola medida en favor de los trabajadores. De hecho, se calcula entre novecientos y un millón de puestos laborales perdidos en lo que va de la eterna cuarentena. Los gobiernos que más abrazaron la “libertad económica” tienen a sus países en estado de liquidación, literalmente. Esto es lo que está ocurriendo en Argentina.


Ya en esta segunda mitad de año es factible afirmar, sin temor a equivocarnos, que el rumbo tomado es el de la entrega de los restos de soberanía que le quedaban al país, transformando lo que una vez fue un estado-nación semicolonial en una especie de cáscara de estado que recubre la realidad materialmente existente. Realidad palpable en todos y cada uno de los aspectos.

Teniendo en cuenta que Argentina está transitando la cuarentena más larga del mundo, ya que la medida gubernamental se tomó aún en el verano austral (19 de marzo), cuando apenas había 100 contagiados distribuidos entre CABA, Gran Buenos Aires y algunas localidades de la provincia del Chaco. Debe tenerse en cuenta que el AMBA (CABA más el conurbano bonaerense) representa 3300 km2 que, sobre un total de 3 millones 700 mil km2 de territorio argentino, ocupando alrededor del 0,1 del total de su superficie.


Pasados ya cinco meses de cuarentena estricta tenemos los siguientes datos oficiales: Una letalidad del 1,84% en un promedio de edad de 73 años (la esperanza de vida en Argentina es de 76,4 años), arrojando una cifra oficial de 5000 muertes. Vale aclarar que, en Argentina, fallecen 32.000 personas por gripe por Neumonía e Influenza en 2018 (10)


El grupo mayoritario BlackRock va por más, y exige, antes de firmar, mayores seguridades contractuales. Por ejemplo, no hacerse cargo de las consecuencias que pudiera tener para la salud de los argentinos esta flamante vacuna.


En ese sentido, recomendamos apasionadamente leer el informe de científicos argentinos agrupados en la Junta Argentina de Revisión Científica, el cual plantea la posibilidad altamente plausible de que la vacuna que se nos quiere imponer en toda Latinoamérica, y en Argentina en particular, tenga fines eugenésicos a implementar en escala antes nunca vista. En cuanto a la obligatoriedad o no de la vacuna, hay que decir que ya fue presentado al Congreso de la Nación, por la diputada nacional Beatriz Ávila, el proyecto para hacer la vacuna “gratuita y obligatoria”. (11). Dejamos la inquietud al lector de averiguar cuáles son los motivos que llevan al elenco gobernante, encabezado por los Fernández, a desoír absolutamente todos los comentarios y opiniones basados en conocimientos científicos; de parte de la Agrupación Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios (13) y de la Junta Argentina de Revisión Científica.


Y volviendo al destacado informe de los médicos y científicos argentinos, que podrán consultar al final del artículo, este demuestra la relación entre el receptor de membrana ACE 2 y los aparatos reproductivos masculino y femenino. Esto último viene siendo negado por estudios posteriores, pero de ser cierto, estaríamos hablando de un intento masivo para esterilizar a buena parte de la humanidad; principalmente al pueblo de Hispanoamérica.



No es casual entonces, pensar en Argentina como uno de los pioneros de semejante plan eugenésico. Laboratorios de México y de Argentina participarán en la elaboración de esta vacuna para toda Hispanoamérica, utilizando la fórmula británica, por supuesto.

Tampoco escapa a nuestra mirada la correlación existente entre la dominación bicentenaria de Gran Bretaña sobre nuestro país, el reseteo económico mundial y las gravísimas consecuencias de todo esto para la vida de quienes habitamos lo que aún es Argentina.



IV. Bibliografía.


1 https://www.larazoncomunista.com/post/4-5-argentina-hay-vida-despu%C3%A9s-del-coronavirus.


2 http://ceal.co/algunas-conclusiones-foro-economico-mundial-davos-2016/


3 https://www.larazoncomunista.com/post/4-2-de-la-peste-negra-al-coronavirus-el-resurgimiento-de-china-en-la-segunda-guerra-fr%C3%ADa


4 Alfredo Zaiat. «Historia de los cracs bursátiles: la inteligencia artificial y el coronavirus potencian la debacle actual». Sputnik. (Publicado el 17 de marzo de 2020). Consultado en https://mundo.sputniknews.com/firmas/202003171090813832. -historia-de-los-cracs-bursátiles-la-inteligencia-artificial-y-el-coronavirus-potencian-la-debacle/


5 https://dossiergeopolitico.com/2019/04/01/tratado-de-madrid-el-versalles-argentino/


6 https://www.pagina12.com.ar/258436-el-fondo-black-rock-dueno-de-casi-todo


7 https://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2008/08/14/mueren-14-bebes-incluidos-ensayo-vacuna-argentina/0003_7059414.htm


8 http://kontrainfo.com/argentina-conejillo-de-indias-pfizer-probara-su-vacuna-contra-el-covid19-en-buenos-aires/?fbclid=IwAR3FOC8JIh9fQrKjnUT56hBwfklAVhIDW8mhqJDkilJmqTDDKtAU8lgDCqs


9-https://www.larazoncomunista.com/post/4-5-argentina-hay-vida-despu%C3%A9s-del-coronavirus.


10 https://www.telam.com.ar/notas/202002/435411-casi-32-mil-personas-mueren-por-ano-en-argentina-por-neumonia-e-influenza.html


11 https://kontrainfo.com/diputada-presento-un-proyecto-para-que-la-vacuna-sea-obligatoria-en-todo-el-territorio-nacional/


12 https://elarconte.com/wp-content/uploads/2020/08/INF.01.01.CTV-CRONOLOGIA-TARGET-VACUNA-version-final-2.pdf?fbclid=IwAR1Lw3wS_RydP4bp5Yjwi4JgXr57GI6K44H8A4B6k7d1wIIkvspdzuPW37M


13 https://www.infobae.com/sociedad/2020/07/16/un-grupo-de-medicos-y-especialistas-cuestionaron-a-los-infectologos-que-asesoran-a-alberto-fernandez/


Sobre el autor:

Joel Flores es profesor de Historia en Buenos Aires, Argentina.

Joelbulshufi@gmail.com,...)))...

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I. Las condiciones objetivas como requisito fundamental

1) Qué es la revolución
La revolución es la gran convulsión que implica un cambio en la capa conjuntiva, la capa basal y la capa cortical y en sus correspondientes ramas estructurativasoperativas determinativas de un Estado concreto. Un cambio en las capas y ramas del poder de dicho Estado supone, asimismo, una modificación de la superestructura ideológica. Una revolución trae consigo una nueva filosofía y una reestructuración de las filosofías hasta entonces vigentes, pues se piensa desde una nueva implantación. La revolución es «el viejo topo» que se abre rápidamente debajo de la tierra: «¡Bien has hozado, viejo topo!» (Marx, 2003d: 158). «Viejo topo» es una expresión que Marx tomó de la traducción estándar al alemán del Hamlet de Shakespeare; expresión que también empleó Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía refiriéndose al progreso del Espíritu en la historia de la filosofía: «¡Bien has trabajado, inteligente topo!» (Hegel, 1995: 513). Es decir, la revolución es como un enorme topo que socava el orden social al ir avanzado bajo tierra y emerger positivamentepara imponer un cambio cualitativo y con ello, para perseverar y prosperar en el poder, destruir lo que tenga que destruir y conservar lo que tenga que conservar de las instituciones del Estado que ha conquistado. Y toda revolución supone la quiebra de un Estado y el nacimiento de otro; o más bien, como ya hemos dicho, una profunda reestructuración de las capas y ramas del poder del Estado conquistado. «Las revoluciones en la sociedad son el equivalente de los saltos en la naturaleza. No caen un día del cielo, sino que son preparadas por todo el curso precedente del desarrollo, así como el agua hirviendo es preparada por el proceso térmico o la explosión de la caldera de vapor, por la presión creciente del vapor en sus paredes. Una revolución en la sociedad significa su reconstrucción, “un cambio estructural del sistema”. Ocurre como consecuencia inevitable de las contradicciones entre la estructura de la sociedad y las exigencias de su desarrollo… en la sociedad, al igual que en la naturaleza, tienen lugar cambios bruscos. En la sociedad, al igual que en la naturaleza, la evolución (desarrollo gradual) conduce a la revolución (salto): “Los cambios violentos presuponen una evolución anterior y los cambios graduales conducen a cambios bruscos. Estos son dos momentos necesarios del mismo proceso” [Plejánov]» (Bujarin, 1974: 174). La revolución (en general) no es una ofensiva caótica dirigida contra el orden en general, sino contra un orden establecido en particular, es decir, contra un estado de cosas determinado, y por ello consiste en una tarea práctica que trata de eliminar las contradicciones. La revolución no acaba con el gobierno en general, sino con un gobierno concreto en particular, de ahí que su triunfo trae aparejado un trastrocamiento político. La revolución no puede ser un acto de todo el pueblo sino de una parte del mismo, sin perjuicio de que sus resultados puedan afectar al conjunto de la sociedad y su territorio; y, sin embargo, Engels dijo al ser entrevistado en 1878 que «Las revoluciones no las hace un partido, sino la nación entera» (citado por Enzensberger, 1999: 376). La revolución es un «movimiento práctico», esto es, una actividad «crítico-práctica» (Marx, 2012d: 405). Como bien se ha dicho, «la revolución no es otra cosa que la lucha por el Poder; una lucha política que las clases sostienen no con las manos vacías, sino por medio de “instituciones políticas concretas” (partidos, etc.)» (Trotsky, 2001: 86). Por ello a Marx la revolución proletaria no se le presentó como un ideal puesto en un futuro más o menos lejano o cercano sino como una necesidad histórica, lo que vendría a dar de sí el desarrollo de las fuerzas de producción en la historia. En La sagrada familia, junto a Engels, afirmaba que el proletariado, en cuanto tal, trabaja por su propia extinción, y por ello es el partido de la destrucción frente a la burguesía propietaria que venía a ser el partido conservador. Pero el proletariado destruye el Estado burgués para construir el Estado proletario que, dictadura del proletariado mediante, paulatinamente se iría extinguiendo (cosa que se desmintió en la política real de la historia en cuanto los revolucionarios tomaron el poder y no tuvieron más remedio que construir el Estado socialista para defenderse del «cerco capitalista»). Como apunta Lenin, la revolución supone la violenta demolición de una estructura política caduca al venir a ser incompatible con las nuevas relaciones de producción que fueron el detonante de su colapso. Desde el marxismo-leninismo la revolución se interpreta como una ruptura violenta respecto a la estructura política hasta entonces vigente al quedarse anticuada. Dicha ruptura es el resultado de un antagonismo de clases en el que la clase que asciende construye una nueva estructura que destruye la anterior, cuya inutilidad se hace evidente en la praxis de la política real. Según Marx, la revolución llega en el momento en el que entran en contradicción las fuerzas y las relaciones de producción, y al darse dichas condiciones la resolución de este conflicto estalla en forma de revolución no ya de modo accidental sino de modo necesario: la revolución es una necesidad histórica, y para Marx –en el caso de la revolución proletaria– una especie de imperativo categórico porque en el régimen burgués el hombre no es tratado humanamente, pues con sus prolongadas horas de trabajo forzado mortifica su cuerpo y pudre su alma. Así pues, los factores objetivos que derivan en una gran crisis indican que el capitalismo ya ha cumplido su misión histórica y que ya es turno de la revolución socialista y del consecuente comunismo final (que en realidad no fue la consecuencia de la revolución, pues tal consecuencia, tras 74 años de existencia, fue más bien el final del comunismo, la distaxia de todo un Imperio que puso en jaque al Imperio capitalista y los Estados asociados al mismo en la batalla geopolítica de la Guerra Fría). Ahora bien, las revoluciones –como dijo Lenin– son como Saturno, pues devoran a sus propios hijos (aunque la expresión la usó por primera vez el diputado girondino Pierre Victurniem Vergriaud en la primavera de 1793). «Cosa singular: en las tres grandes revoluciones burguesas son los campesinos los que suministran las tropas de combate, y ellos también, precisamente, la clase, que, después de alcanzar el triunfo, sale arruinada infaliblemente por las consecuencias económicas de este triunfo» (Engels, 1981c: 109). Engels se refiere a las revoluciones de Inglaterra (1644), Francia (1789-1793) y Alemania (1848-1849). En la Revolución Francesa, la «Gran Revolución», la burguesía francesa no pudo consolidar su poder como lo hizo la aristocracia en la Edad Media y sólo durante tres años, los años de la Segunda República (1848-1851), gobernó toda la burguesía. «Hasta ahora [Engels escribe en 1892], una dominación de la burguesía mantenida durante largos años sólo ha sido posible en países como Norteamérica, que nunca conocieron el feudalismo y donde la sociedad se ha construido desde el primer momento sobre una base burguesa. Pero hasta en Francia y en Norteamérica llaman ya a la puerta con recios golpes los sucesores de la burguesía: los obreros» (Engels, 1981c: 115, corchetes míos).
2) Cuándo es posible la revolución
En rigor, la revolución sólo es posible cuando la clase dominante está incapacitada para seguir dominando a las clases dominadas, pues en el instante en que los explotados quieren el poder del Estado y los explotadores no pueden perseverar en el mismo entonces el triunfo de la revolución se pone a línea de tiro. Cuando el equilibrio entre las fuerzas productivas y los fundamentos de la estructura económica de una determinada sociedad política se rompen entonces estalla la revolución (aunque no siempre). Por ello la cuestión está en determinar qué tipo de relaciones productivas hace que se rompan el equilibrio para que se ponga en marcha la revolución, esto es, la reestructuración de la sociedad política. «La revolución, por lo tanto, se produce cuando se da un conflicto agudo entre las fuerzas productivas en crecimiento, las que no pueden estar más tiempo dentro del marco de las relaciones de producción imperante y lo que constituye el lazo fundamental de estas relaciones de producción, es decir las relaciones de propiedad, la concentración de los instrumentos de trabajo. Entonces este marco estalla» (Bujarin, 1974: 327). Pero Marx avisaba que si no se tenían en cuenta las condiciones objetivas entonces «la vieja mierda» volvería con nueva forma. Dichas condiciones objetivas son las condiciones materiales: «Cuando las condiciones materiales de vida de la sociedad se han desarrollado suficientemente para hacer de las modificación de su forma política oficial una necesidad vital, toda la fisonomía del viejo poder político se transforma» (Marx, 2013: 271). El joven Marx de los Manuscritos parisinos de 1844 sostenía que la revolución sobrevendría necesariamente con la reducción al mínimo de los salarios, pues entonces los obreros se organizarían y sublevarían por la simple razón de no morirse de hambre. Tras acabar de escribir los Manuscritos, en agosto de 1844 escribía en Vörwarts: «Una revuelta o revolución política no viene a ser más que la tendencia de las clases sin influencia política alguna para poner fin a su aislamiento del Estado y del poder. Su objetivo es el del Estado, el de una unidad abstracta que no existe más que cuando ella se siente separada de la vida real y no se sabría imaginar sin la oposición organizada entre la idea general y la existencia individual del hombre. Una revolución con alma política organiza pues, según la naturaleza limitada y dividida de esta alma, a un grupo dominante en la sociedad a expensas de la sociedad misma… Toda revolución disuelve a la antigua sociedad; en esta medida ella es social. Toda revolución abate al antiguo poder; en esta medida ella es política» (citado por Guichard, 1975: 144). Tras las revoluciones de 1848-1849 Marx pensaba que la revolución se desencadenaría a raíz de una gran crisis económica capitalista, una crisis tan grande que colapsase el sistema. Los ciclos comerciales del capitalismo llegan a un punto en donde las superproducciones y sobreespeculaciones desembocan en crisis comerciales e industriales. Así lo expresó para el New York Tribune el 14 de junio de 1853: «Desde principios del siglo XIX no ha habido en Europa revolución importante que no se haya visto precedida de una crisis comercial y financiera. Esto es verdad tanto de la revolución de 1789 como la de 1848. Todos los días vemos disputas más temibles entre los poderes gobernantes y sus súbditos, entre el Estado y la sociedad, y entre las distintas clases; conflictos entre las potencias existentes que alcanzan ese clímax en que todos desenvainan su espada y recurren a la razón última de los príncipes. Todos los días llegan a las capitales europeas alarmantes despachos hablando de guerra universal, pero los despachos del día siguiente los desmienten con garantías de paz que duran más o menos una semana. Podemos estar seguros, sin embargo, de que, con independencia de la temperatura que alcance el conflicto entre las potencias europeas, por amenazador que pueda parecer el horizonte diplomático, sean cuales sean los movimientos que pueda intentar alguna facción entusiasta en algún país o en otro, el viento de la prosperidad instiga por igual la rabia de los príncipes y la furia de los pueblos. No es probable que las guerras o las revolucionessiembren la discordia en Europa a no ser que sea resultado de una crisis comercial e industrial generalizada de la cual, como siempre, dará la señal de alarma Inglaterra, representante de la industria europea en el mercado mundial» (Marx, 2013: 146-147). Pero como la recesión mundial y crisis global de agosto de 1857 no engendró un nuevo 1848 entonces Marx llegó a la conclusión de que el estallido de la revolución con el consecuente final del capitalismo estaría en el escándalo que supondría la acumulación del capital en pocas manos y la acumulación de la miseria. De modo que, en dicha polarización entre unos sujetos cada vez más ricos frente a otros cada vez más pobres, se encontraría el detonante para el desencadenamiento de la revolución. Marx creía, pues, que para que estallase la revolución las condiciones de los trabajadores debían de ser insoportables, acumulándose escandalosamente la riqueza en un extremo y la miseria en otro, siendo dicha acentuación de la miseria el factor determinante de la voluntad revolucionaria, y la miseria en el sistema capitalista se acentuaría con la misma necesidad que la gran industria devoraría a la pequeña industria y del mismo modo que, mutatis mutandis, el latifundio devora al minifundio (situación que, en los extremos que planteaba Marx, jamás se dio, como supo objetarle Edward Berntein en Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia en 1899). Durante las décadas de 1850 y 1860 Marx creía que una gran guerra europea podría ser determinante para el estallido de la revolución (y de hecho sería así, al menos en Rusia). Tras la guerra franco-prusiana, Marx creía que podría desencadenarse una gran guerra entre las grandes potencias, pero ésta no llegaría hasta 43 años después. Pero en la década de 1870 desconfiaba de la posibilidad de estallido revolucionario en dicha guerra, pues sospechaba que ésta pudiese tener consecuencias reaccionarias. Engels también se lo temía y decía que «sería nuestra mayor desgracia, podría retrasar veinte años el movimiento [socialista de Alemania]» (citado por Sperber, 2013: 486). En septiembre de 1877 Marx le dijo a su admirador estadounidense Friedrich Adolph Sorge que veía próxima una revolución burguesa en Rusia: «Si la madre naturaleza no nos es especialmente desfavorable, ¡estallaremos de júbilo!» (Citado por Sperber, 2013: 504). En 1880, ante el nacimiento de Marcel, el hijo de su hija Jenny, afirmó que el recién nacido y sus coetáneos «tendrán ante sí el período más revolucionario que se haya visto jamás. Qué pena ser “viejo” y sólo ser capaz de prever y no de ver». También se lo dijo al emigrado y ultrarrevolucionario alemán Johann Most: «Yo no voy a ver el triunfo de nuestra causa, pero tú eres bastante joven, todavía vivirás para ver la victoria del pueblo» (citado por Sperber, 2013: 504). Esa revolución que Marx anunciaba era precisamente la revolución rusa que, a su juicio, acabaría de paso con la monarquía prusiana. Para Marx la revolución burguesa rusa vendría a ser la culminación del período inaugurado en 1789 con la Revolución Francesa, acabándose así con los regímenes autoritarios y la implantación mundial de regímenes democráticos y republicanos pero todavía burgueses, situación que allanaría el camino a la clase proletaria para que realizase efectivamente su revolución que venía a ser la revolución de la supuesta clase universal, la revolución de la emancipación de la Humanidad (una visión escatológica de la historia que fue triturada por los acontecimientos de la política real). El 20 de abril de 1892 Engels dijo que el triunfo de la clase obrera «solo puede asegurarse mediante la cooperación, por lo menos, de Inglaterra, Francia y Alemania», es decir, a través de la solidaridad de los proletarios de estas naciones contra sus respectivos patrones; y también afirmó que los progresos de la clase obrera alemana no tenían precedente: «El movimiento obrero alemán avanza con velocidad acelerada. Y si la burguesía alemana ha dado pruebas de su carencia lamentable de capacidad política, de disciplina, de bravura, de energía y de perseverancia, la clase obrera de Alemania ha demostrado que posee en grado abundante todas estas cualidades. Hace ya casi cuatrocientos años que Alemania fue el punto de arranque del primer gran alzamiento de la clase media de Europa; tal como están hoy las cosas, ¿es descabellado pensar que Alemania vaya a ser también el escenario del primer gran triunfo del proletariado europeo?» (Engels, 1981c: 120). En 1895, el último año de su vida, en el prólogo de la reedición del texto de Marx Las luchas de clase en Francia, sostiene: «Ha pasado la época de revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de masas inconscientes. Allí donde se trate de transformar a fondo la organización social deben intervenir directamente las masas, tras haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que las masas comprendan se impone una labor larga y perseverante […] Nosotros, los “revolucionarios”, los “subversivos”, prosperamos mucho más con medios legales que con medios ilegales. Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos. Exclaman desesperados, con Odilon Barrot: La légalité nous tue, la legalidad nos mata, mientras nosotros echamos, con esta legalidad, músculos vigorosos y carrillos colorados y parece que nos ha alcanzado el soplo de la eterna juventud. Y si nosotros no somos tan locos que nos dejemos arrastrar al combate callejero, para darles gusto, a la postre no tendrán más camino que romper ellos mismos esta legalidad tan fatal para ellos» (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm). En 1891 el joven Lenin seguía a Marx y a Chernishevsky con su máxima de «cuanto peor, mejor», y por ello se opuso a la ayuda humanitaria para frenar la hambruna de aquel año, puesto que la hambruna forzaría a millones de campesinos pobres a sublevarse y unirse al proletariado (en sintonía con la teoría de la pauperización extrema de Marx). Por lo tanto, mientras peor fuese la situación mejor sería para la revolución. Es decir, el «cuanto peor, mejor» se convirtió en el lema de la autenticidad revolucionaria, frente al gradualismo reformista, que trataba de llegar al socialismo por la vía pacífica (no violenta, no revolucionaria). Asimismo, Lenin advertía a las masas obreras y campesinas de que no cayesen en el revolucionarismo abstracto, vacío y meramente verbal de los anarquistas y otros oportunistas «filisteos». Esto es, que no se dejasen llevar por cantos de sirena de la sofística pseudorevolucionaria. Como se temía, al no llevarse a cabo la solidaridad proletaria internacional, los proletarios franceses, así como los alemanes, terminaron tomando partido por los burgueses de sus respectivas naciones y se resolvió el conflicto en una Gran Guerra. La fecha clave es el 4 de agosto de 1914 cuando los diputados del Partido Socialdemócrata Alemán votaron en el Reichstag a favor de los créditos de guerra. Y así el conflicto internacional trituró la Idea del proletariado universal, que mostró ser una paraidea. Pero, como hemos anunciado, fue precisamente esa gran guerra la que desencadenó la revolución realmente existente llevándose a cabo precisamente contra el tirano más odiado por Marx: el Zar de todas las Rusias. Si bien es cierto que los bolcheviques harían su revolución no directamente contra el Zar –sin perjuicio de que parte de ellos participaron en la Revolución de Febrero– sino contra el Gobierno provisional de Kerensky. Aunque el Zar sí fue ejecutado, junto a toda su familia, por los bolcheviques, y no de modo gratuito como si fuesen una banda de sádicos sedientos de sangre, como se dice desde coordenadas negrolegendarias y maniqueas, sino por prudencia política. También fue consecuencia de otra gran guerra, la mayor que los siglos hayan visto, la revolución china. Luego la historia ha mostrado que las condiciones para que se lleve a cabo la revolución (o las revoluciones) son las de una hecatombe mundial, es decir, las de un momento histórico en el que el reparto de las potencias por los recursos del planeta en una guerra mundial o dos guerras mundiales (lo que Churchill denominó «Segunda guerra de los treinta años») desembocan en un nuevo orden que no sólo repercute en la dialéctica de Estados sino también, obviamente, en la dialéctica de clases. Así, parafraseando, se podría decir: si quieres la revolución prepárate para la guerra. En 1920 Lenin ponía como condiciones objetivas para la revolución una situación en la que los gobernantes sean incapaces de gobernar, los gobernados se niegan a seguir viviendo como viven y existe un partido revolucionario decidido a aprovecharse de las circunstancias. «La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas ellas, y en particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de vivir como antes y reclamen cambios, para la revolución es necesario que los explotadores no puedan vivir ni gobernar como antes. Sólo cuando las “capas bajas” no quieren lo viejo y las “capas altas” no pueden sostenerlo al modo antiguo, sólo entonces puede triunfar la revolución. En otros términos, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores). Por consiguiente, para la revolución hay que lograr, primero, que la mayoría de los obreros (o en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda profundamente la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases gobernantes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política hasta a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es la decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para la lucha política, representantes de la masa trabajadora y oprimida, antes apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su derrumbamiento rápido por los revolucionarios» (Lenin, 1975k: 88-89). Por eso «las revoluciones no son nunca otra cosa que motines de esclavos que quieren dejar de serlo» (Trotsky, 2006: 413). «Han de sobrevivir condiciones completamente excepcionales, independientes de la voluntad de los hombres o de los partidos, para arrancar al descontento las cadenas del conservadurismo y llevar a las masas a la insurrección» (Trotsky, 2007: 4). «La preparación histórica de la revolución conduce, en el período prerrevolucionario, a una situación en la cual la clase llamada a implantar el nuevo sistema social, si bien no es aún dueña del país, reúne de hecho en sus manos una parte considerable del poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en manos de sus antiguos detentadores. De aquí arranca la dualidad de poderes de toda revolución» (Trotsky, 2007: 180-181). «Al igual que la guerra, la gente no hace por gusto la revolución. Sin embargo, la diferencia radica en que, en una guerra, el papel decisivo es el de la coacción; en una revolución no hay otra coacción que la de las circunstancias. La revolución se produce cuando no queda ya otro camino. La insurrección, elevándose por encima de la revolución como una cresta en la cadena montañosa de los acontecimientos, no puede ser provocada artificialmente, lo mismo que la revolución en su conjunto. Las masas atacan y retroceden antes de decidirse a dar el último asalto» (Trotsky, 2007: 821). En 1924 escribía Stalin en Los fundamentos del leninismo que la furiosa competencia entre las distintas potencias imperialistas «entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas, guerras por la conquista de territorios ajenos. Esta circunstancia tiene, a su vez, la particularidad de que lleva al mutuo debilitamiento de los imperialistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el momento de la revolución proletaria y hace de esta revolución una necesidad práctica» (Stalin, 1977d: 5).

II. La conciencia revolucionaria como requisito fundamental

1. La ignorancia jamás ha sido de provecho para nadie
La revolución no es algo que simplemente estalle y se desate, pues es imprescindible el requerimiento de su planificación y organización. Por tanto, no requiere sólo voluntad, sino también inteligencia. Los revolucionarios han de combatir con la espada en una mano y la pluma en la otra. Por ello, frente al blanquismo, el marxismo no trataba de poner en marcha una praxis aligerada de teoría, sino poner en marcha una praxis cargada de teoría (y no ya sólo de saberes de primer grado, sino también de saberes de segundo grado). Las condiciones objetivas, aun siendo estrictamente necesarias, no son suficientes para que se desencadene la revolución; pues es imprescindible además que haya voluntad política y por lo tanto acción política; y no sólo eso, sino además una teoría política con suficiente potencia para poner en marcha a millones de personas involucradas en un proceso que repercute en la nación revolucionaria y en su entorno, es decir, a un nivel no ya meramente nacional sino internacional e incluso geopolítico, como fue el caso de la Unión Soviética. Como dijo Andreu Nin, «no hay nada tan fecundo como la revolución. La revolución ofrece un campo de acción inmenso a la actividad creadora de las masas, las cuales, en esas circunstancias, llevan a la práctica en pocas horas todos los planes y proyectos que los dirigentes del movimiento han meditado durante días y semanas en sus despachos» (Nin, 2006). Ya en 1843 el joven Marx dejó dicho que «el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que la fuerza material tiene que derrocarse mediante la fuerza material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominen, y argumenta y demuestra ad hominen cuando se hace radical, ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz para el hombre, es el hombre mismo» (Marx, 1970b: 109). «No basta con que el pensamiento se esfuerce por su realización; es necesario que la misma realidad se esfuerce por hacerse pensamiento» (Marx y Engels, 1974: 101). En 1844 un filósofo alemán dejó dicho lo siguiente: «Los obreros disponen de un poder formidable; cuando lleguen a darse cuenta de él y se decidan a usarlo, nada podrá resistirles; bastará que cesen en todo trabajo y se apropien todos los productos; esos productos de su trabajo, que advertirían ser de ellos dado que vienen de ellos. Tal es, por otra parte, el sentido de los motines obreros que vemos estallar casi por todas partes. El Estado está fundado sobre la esclavitud del trabajo. Que el trabajo sea libre, y el Estado se hunde» (Stirner, 2014: 178). Como escribió Pável Vasílievich Ánnenkov en 1880, el 30 de marzo de 1846 Marx y Engels se reunieron en Bruselas en una sesión plenaria del comité de corresponsales comunistas junto a Philippe Gigot, Louis Heilberg, Sebastian Seiler, Edgar von Westphalen, Wilhelm Weitling, Joseph Weydemeyer y el propio Ánnenkov. La discusión de la sesión consistía en saber cuál era la mejor forma de hacer propaganda política en Alemania. Marx afirmó «que el despertar unas esperanzas fantásticas nunca llevaría a la salvación de los que sufrían, sino que conduciría a su fracaso. Y esto todavía era más válido en Alemania, donde el dirigirse a los obreros sin unas doctrinas concretas y unas ideas rigurosamente científicas equivalía a un juego vacío e inconsciente con la propaganda, que presupone por una parte un apóstol entusiasmado y por otra unos asnos que le prestan atención boquiabiertos. Y, señalándome de pronto con un brusco gesto, continuó: “Aquí, entre nosotros, se encuentra un ruso. En su país, Weitling, quizás estuviera indicado su papel. Sólo allí pueden constituirse con éxito asociaciones entre apóstoles absurdos y discípulos igualmente absurdos». Y sigue Ánnenkov: «Marx continuó desarrollando su opinión de que en un país civilizado como Alemania era imposible lograr algo sin una doctrina sólida, concreta, y que hasta el momento no se había conseguido más que ruido, arrebatos perniciosos y fracasos de la causa misma que uno ha tomado en sus manos». Y añade: «Las pálidas mejillas de Weitling se colorearon y sus palabras adquirieron viveza. Con voz trémula por la excitación, comenzó a demostrar que una persona que había logrado reunir en torno a sí a centenares de personas en nombre de la idea de la justicia, la solidaridad y el amor fraterno, no podía ser tildada de persona sin contenido, ociosa; que él, Weitling, se consolaba frente a los ataques de hoy con los centenares de cartas y manifestaciones de adhesión y gratitud que recibía desde todos los rincones de su patria, y que su modesta labor de preparación para la tarea común tenía mayor importancia que la crítica y los análisis de gabinete, que se efectuaban lejos de los sufrimientos del mundo y de las vicisitudes del pueblo». «Estas palabras despertaron definitivamente la rabia de Marx, quien, en su exasperación, golpeó la mesa con el puño con tal fuerza que la lámpara comenzó a tambalearse, y dando un salto gritó: –Hasta ahora, la ignorancia jamás ha sido de provecho para nadie» (citado por Enzensberger, 1999: 60). Annenkov no comenta del todo los motivos de la acalorada polémica, y según una carta que le envió Weitling a Moses Hess el 31 de marzo de 1846, Marx llegó a las siguientes conclusiones:

«1. En el seno del Partido Comunista debe llevarse a cabo una purga.

»2. Ésta puede efectuarse criticando a los que no sean aptos y separándolos de las fuentes de dinero.

»3. Esta purga es, en los momentos actuales, la principal tarea que pueda realizarse en interés del comunismo.

»4. Aquel que tenga el poder de procurarse influencia sobre los financieros, también posee los medios de alejar a los demás y hace bien en utilizarlos.

»5. El “comunismo de artesanos”, “el comunismo filosófico” (esta distinción la utilizó primero Marx o quien fuera, yo no) deben ser combatidos. Debe ridiculizarse el sentimiento. Eso sólo es una fantasía. Nada de propaganda oral, ninguna constitución de propaganda clandestina. En resumen, en adelante no debe utilizarse el término propaganda.

»6. Por de pronto no puede hablarse de la realización del comunismo. Ante todo ha de subir al poder la burguesía» (citado por Enzensberger, 1999: 61).

Esta doctrina se oponía a la de Weitling porque éste defendía que en todas las épocas el comunismo había sido posible, y precisamente por ese planteamiento y por sus pretensiones de liderazgo había sido rechazado en Londres por la Liga de los Justos, decidiendo pues marcharse hacia Bruselas para unirse a Marx y Engels. Como le escribía Georg Weerth a Wilhelm Weerth el 18 de noviembre de 1846 en Bruselas, «A Marx se le considera, por así decirlo, el jefe del Partido Comunista. Ahora bien, muchos de los soi-disant comunistas y socialistas se extrañarían si tuvieran exacto conocimiento de las actividades de esos hombres. Porque hay que tener en cuenta que Marx trabaja día y noche para conseguir que los obreros de América, Francia, Alemania, etc., olviden sus absurdos sistemas, invitándoles al estudio de las condiciones actuales. Esto ya lo ha logrado con los obreros de Londres gracias a su actuación personal. Y si en el futuro fueran bien las cosas, también los alemanes enviarán a los agitadores y héroes comunistas al diablo» (citado por Enzensberger, 1999: 65). Una revolución sin una severa preparación es propio de un «revolucionarismo vulgar» que «no comprende que la palabra es también un acto» (Lenin, 1976b: 66). Pero para que la revolución sea tal hay que pasar de las palabras a los hechos (aunque las palabras también valen como hechos, en tanto «actos»), y por eso la crítica de las armas ha de ser el sucesor –esto es, el ejecutor testamentario y el colofón– del arma de la crítica: la teoría ha de manifestarse en praxis, y de su efectividad dependerá su verdad. Y así fue como en los días que fueron de abril a octubre en 1917 Lenin mostró que sus palabras no eran las de un simple fanático presuntuoso sino las de un clarividente analista y un audaz activista, a pesar de estar imbuido en el mito tenebroso de la revolución mundial (creencia que precisamente le motivó a llevar a cabo la insurrección de Octubre al creer que la Rusia soviética estaría resguardada por el proletariado europeo que se sublevaría en diferentes países, cosa que no fue así). En la noche del 16 (29) de octubre de 1917, en una reunión del comité central del partido bolchevique en los arrabales de la parte norte de Petrogrado, Lenin afirmaba lo siguiente: «Es imposible guiarse por el estado de ánimo de las masas. Porque es variable y no se puede cambiar con precisión; debemos guiarnos por una valoración y una análisis objetivos de la revolución» (citado por Service, 2001: 344).
2. Conciencia revolucionaria
Marx deja claro que la revolución no es un juego de niños o de jóvenes idealistas justicieros y bienintencionados, y no es cosa de voluntaristas y moralistas filisteos; no se trata, pues, de una mera cuestión de deseos subjetivos sino de condiciones objetivas y de conciencia crítica. La revolución no es cosa de ingenuo entusiasmo, y tampoco es una cuestión de coger las armas porque sí, sin ton ni sonde modo temerario, con tal de acabar con la explotación y la injusticia social y política. La revolución, por el contrario, requiere un estudio detallado de la sociedad y del Estado, del funcionamiento de sus instituciones (infraestructurales y supraestructurales), es decir, de sus condiciones materiales, y también de sus resortes socioculturales, científicos, políticos, económicos, artísticos, filosóficos y, en suma, ideológicos en sentido lato. Dicho de otro modo: la revolución es imposible sin conciencia revolucionaria, sin perjuicio de que las condiciones para que se ponga en marcha un proceso revolucionario estén «por encima de la voluntad» de las clases sociales y los partidos políticos. Por todo ello, la teoría materialista de la historia se consideró como el modo más eficaz de impregnar revolucionariamente a las masas, aunque también las masas podrían quedar impregnadas de conciencia revolucionaria a través de una propaganda que bien pudiera ser mitológica (en el sentido que le damos a los mitos tenebrosos, en tanto oscurantistas y confusionarios); pues, como se ha dicho, «Todas las revoluciones se cimientan, en parte, sobre mitos» (Figes y Kolonitskii, 2001: 46). Según Marx, el proletariado, al alcanzar conciencia de sí, de su fuerza revolucionaria, alcanza conciencia del progreso, esto es, de la situación política, económica y social que a la sazón traería la revolución que superaría el antagonismo de clases, y sólo el proletariado es revolucionario si tiene conciencia de su hegemonía y la aplica. El hecho de que haya ideas revolucionarias demuestra que existe una clase revolucionaria. Por tanto, la revolución sólo puede impulsarse si y sólo sihay una teoría revolucionaria detrás que la sustente, es decir, un sistema de ideas más o menos sólido y potente que sepa reducir al absurdo, por vía apagógica, las otras propuestas o alternativas que se presentan o salen al paso. A diferencia de la gran lección que supuso la Comuna de París –que como observó Lenin fue un levantamiento espontáneo, indisciplinado, heterogéneo y confuso-, la revolución tiene que ser premeditada, disciplinada, homogénea en la medida de lo posible y con objetivos claros y distintos. Pero siempre con realismo político y al margen de fantasías escatológicas; fantasías de las que, al fin y al cabo, el marxismo-leninismo no se libró, pecando de optimismo metafísico y progresismo histórico (siempre en sintonía con la ontología monista del Diamat). Aunque ese optimismo escatológico también era útil como ideología (al fin y al cabo conciencia falsa) o idea-fuerza para movilizar a las masas, como objetivo aureolar. De hecho, como hemos dicho, Lenin no se habría lanzado a la aventura de la insurrección de Octubre sin creer en el mito de la revolución mundial, frente los «esquiroles» Kámenev y Zinóviev que no estaban tan seguros del estallido de la revolución, al menos, en Europa (fundamentalmente Alemania); con lo cual, dicho sea de paso, los acontecimientos les dieron la razón. En 1850, comentando un artículo de Eccarius, hacía Marx la siguiente reflexión: «El proletariado, antes de arrancar su triunfo de las barricadas y en los frentes de batalla, anuncia el advenimiento de su régimen por una serie de victorias intelectuales» (citado por Mehring, 1967: 215-216). Si bien es cierto que Marx consideró mucho más importante el movimiento real que una docena de programas, eso no niega la enorme importancia que tiene un programa revolucionario para la actividad cohesionada del Partido, puesto que «la necesidad de un programa surge de las exigencias del movimiento mismo» (Lenin, 1974d: 233). Ya el joven Lenin dejó dicho en su Quiénes son los «amigos del pueblo» de 1894 que «la tarea directa de la ciencia, según Marx, consiste en dar una verdadera consigna de la lucha, es decir, saber presentar objetivamente dicha lucha como producto de determinado sistema de relaciones de producción, saber comprender la necesidad de esa lucha, su contenido, el curso y las condiciones de su desarrollo. No se puede dar “una consigna de lucha” sin estudiar en todos sus detalles cada una de sus formas, sin seguir cada uno de sus pasos, en su tránsito de una forma a otra, para saber determinar la situación en cada momento concreto, sin perder de vista el carácter general de la lucha, su objetivo general: la destrucción completa y definitiva de toda explotación y de toda opresión» (Lenin, 1974a: 346). La cuestión es que el requisito imprescindible para albergar una conciencia revolucionaria es que los obreros adquieran conciencia de clase. Conciencia de clase no quiere decir odio, sentimiento de opresión ni sentimiento de venganza contra la clase capitalista. Que los obreros tengan conciencia de clase significa que «éstos comprendan que para lograr sus objetivos les es indispensable influir en los asuntos de Estado, tal como lo han hecho y siguen haciéndolo los terratenientes y capitalistas» (Lenin, 1974b: 104). Para ello es imprescindible que tengan fuerza de voluntad para «estudiar, estudiar, y estudiar, y llegar a ser socialdemócratas conscientes, “una intelectualidad obrera”» (Lenin, 1974d: 287). Lenin consideraba que la conciencia de los defectos del movimiento socialdemócrata era tan importante o más que la corrección de los defectos. Aunque la misión de la vanguardia revolucionaria no consiste en descender al nivel de comprensión de las capas inferiores, sino elevar el nivel de conciencia de los obreros. Por eso la tarea de la socialdemocracia no consistía en rebajar a los revolucionarios al nivel de los artesanos sino en ascender al nivel de revolucionarios a los artesanos, es decir, elevarlos hacia la conciencia revolucionaria para que así actuasen de modo revolucionario. Como comentaba Wilhelm Liebknecht en 1896, «Desprovisto de toda vanidad, Marx no concedía ningún valor al aplauso de la multitud. La multitud era para él esa masa inconsciente que se provee de pensamientos y sentimientos procedentes de las clases dominantes. Y mientras el socialismo no haya impregnado espiritualmente a las masas, el aplauso de la multitud sólo podría estar dirigido a los apolíticos o a los enemigos del socialismo… Mientras los demás emigrantes forjaban planes para la revolución universal y se embriagaban día tras día y noche tras noche con sueños como “Mañana será el día señalado”, nosotros –el “hatajo de bribones”, los “bandidos”, la “escoria de la humanidad”– pasamos el tiempo en el Museo Británico para aumentar nuestros conocimientos y preparar las armas y la munición para las batallas del futuro» (citado por Enzensberger, 1999: 173-174). Y como lo cita Franziska Kugelmann después de 1900, refiriéndose a septiembre/octubre de 1869, cuando alguien le comentaba a Marx el entusiasmo que los trabajadores sentían por su figura, éste mostraba sus dudas: «Esa gente sólo tiene el único y comprensible deseo de salir de su miseria; pero muy poco de entre ellos tienen entendimiento para esta posibilidad» (citado por Enzensberger, 1999: 259-260). En 1902, en su ¿Qué hacer?, Lenin dejaba por escrito una de sus más célebres máximas: «Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario» (Lenin, 1974e: 376). Es decir, la revolución sólo es posible a través de la conciencia revolucionaria o la teoría revolucionaria que se aplicaría con la crítica de las armas y la organización obrera a través del Partido. «Un revolucionario blando, vacilante con las cuestiones teóricas, limitado en su horizonte, que justifica su inercia por la espontaneidad del movimiento de masas, más semejante a un secretario y de trade-union que a un tribuno popular, sin un plan audaz y de gran extensión, que imponga respeto a sus adversarios, inexperimentado e inhábil en su oficio (la lucha contra la policía política), ¡no es un revolucionario, sino un mísero artesano!» (Lenin, 1974e: 473). Porque, como dirá en 1905, «sin la conciencia y la organización de las masas, sin su preparación y su educación por medio de la lucha de clases abierta contra toda la burguesía, ni hablar se puede de revolución socialista» (Lenin, 1976b: 11). Asimismo, los intereses de la revolución han de intercalarse a través de la propaganda, la agitación, la planificación y la organización mediante la infiltración en instituciones no revolucionarias e incluso reaccionarias para impregnar a las masas que no han comprendido de modo inmediato la necesidad de una acción revolucionaria los intereses y beneficios que les reportaría la revolución.
3. Periódico
Por todo esto, para el movimiento revolucionario era imprescindible la publicación de un periódico. Como escribía Lenin en Iskra en mayo de 1901 en un artículo titulado «¿Por dónde empezar?», «Sin un órgano político es inconcebible, en la Europa contemporánea, un movimiento que merezca el nombre de político. Sin él, nuestra tarea, la tarea de concentrar todos los elementos de descontento político y de protesta, de fecundar con ellos el movimiento revolucionario del proletariado, es totalmente irrealizable» (Lenin, 1974e: 17-18). «El papel del periódico no se limita, sin embargo, a difundir, a educar políticamente y a ganar aliados políticos. El periódico es no sólo un propagandista y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo. En este último sentido puede compararse con el andamiaje levantado en un edificio de construcción, que marca sus contornos, facilita el contacto entre los diversos grupos de obreros, les ayuda a distribuir las tareas y a ver el resultado final obtenido gracias a su trabajo organizado. Con ayuda del periódico y en relación con él, se irá formando por sí misma la organización permanente, que se ocupe no sólo del trabajo local, sino del trabajo general y regular, que acostumbre a sus miembros a seguir atentamente los acontecimientos políticos, a valorar su significación y su influencia sobre los diversos sectores de la población, a elaborar los métodos adecuados que permitan al partido revolucionario influir sobre esos acontecimientos. Ya la sola tarea técnica de asegurar la necesaria provisión de materiales para el periódico y su debida difusión, obligará a crear una red de agentes locales de un partido único, que mantendrán entre sí un contacto vivo, que conocerán el estado general de las cosas, que se acostumbrarán a ejercer regularmente funciones parciales dentro del trabajo general de toda Rusia, que irán probando sus fuerzas en la organización de diversas acciones revolucionarias» (Lenin, 1974e: 19). «Hasta ahora, la mayoría de nuestras organizaciones locales piensan casi exclusivamente en órganos locales y trabajan de un modo activo casi exclusivamente para ellos. Esto no es normal. Tiene que suceder al contario: la mayoría de las organizaciones locales deben pensar, sobre todo, en un órgano destinado a toda Rusia y trabajar principalmente para él. Mientras no ocurra así, no podremos publicar ni un solo periódico que sea cuando menos capaz de proporcionar efectivamente al movimiento una agitación en todos los sentidos en la prensa. Y cuando esto sea así, se establecerán por sí mismas las relaciones normales entre el órgano central indispensable y los indispensables órganos locales» (Lenin, 1974e: 496). Por tanto, «no existe otro medio de educar fuertes organizaciones políticas que un periódico para toda Rusia» (Lenin, 1974e: 506). El periódico destinado a toda Rusia, a fin de que fuese difundido con frecuencia y regularidad, no era una manifestación de «literaturismo», pues se trataba ni más ni menos que del «hilo fundamental» para que se desarrollasen, profundizasen y extendiesen las ideas de la socialdemocracia revolucionaria. Por eso el periódico era «la chispa» por la que podría prender el fuego revolucionario (como efectivamente lo fue). «Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle de forma que atizase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio» (Lenin, 1974e: 515). «La organización que se forme por sí misma en torno a este periódico, la organización de sus colaboradores (en la acepción más amplia del término, es decir, de todos los que trabajen para él) estará precisamente dispuesta a todo, desde salvar el honor, el prestigio y la continuidad del partido en los momentos de mayor “depresión” revolucionaria, hasta preparar, fijar y llevar a la práctica la insurrección armada de todo el pueblo» (Lenin, 1974e: 521). «En una palabra, “el plan de un periódico político para toda Rusia”, lejos de ser el fruto de un trabajo de gabinete de personas contaminadas de doctrinarismo y literaturismo (como le ha parecido a gente que ha meditado poco en él), es, por el contrario, el plan más práctico para empezar a prepararse en todas partes e inmediatamente para la insurrección, sin olvidar al mismo tiempo ni un instante la labor ordinaria de todos los días» (Lenin, 1974e: 523). Lo que a Lenin principalmente le importaba con la difusión de un periódico para toda Rusia era que los socialdemócratas o revolucionarios profesionales educasen a las masas obreras y las educasen con éxito. El periódico para toda Rusia era un «lazo de unión efectivo» que hacía el balance de toda la actividad revolucionaria en sus aspectos más variados, «incitando con ello a la gente a seguir infatigablemente hacia adelante, por todos los numerosos caminos que llevan a la revolución, como todos los caminos llevan a Roma…Y cuanto más perfecta sea la preparación de cada tornillo aislado, cuanta mayor cantidad de trabajadores aislados participen en la obra común, tanto más densa se hará nuestra red y tanto menos confusión provocarán en las filas comunes los inevitables reveses» (Lenin, 1974e: 513). Como se ha dicho, y con razón, «Marx tuvo mucho más éxito en su proyecto de creación de un periódico político radical que en la organización de la clase obrera» (Sperber, 2013: 220). Lo que ya era todo un logro, porque sirvió como una especie de preparatio evangelica revolucionaria; pues, como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no es posible la acción revolucionaria. Dicho de otro modo: sin periódico revolucionario no es posible la política revolucionaria y sin partido revolucionario no es posible la política revolucionaria.
4. Amordazar a la prensa burguesa
Una vez que la revolución se ha llevado a cabo, como ocurrió en Rusia, llega el momento de la dictadura del proletariado. Y esta dictadura, al igual que la revolución, no sólo se basa en la mera fuerza sino también en las letras, en la palabra y en la propaganda (como contrapropaganda –pensando a la contra– de los enemigos políticos, la reacción contrarrevolucionaria). Los revolucionarios, si quieren seguir adelante con la revolución, si quieren que la génesis de la misma desemboque en una estructura victoriosa o eutáxica, tienen que seguir educando al pueblo (en esta ocasión desde el poder); y para ello es fundamental amordazar a la prensa burguesa o contrarrevolucionaria. Y ésta es cuestión tan importante como la expropiación de la propiedad privada de los capitalistas. Esto lo sabían muy bien los bolcheviques cuando llevaron a cabo la insurrección de Octubre y el 27 de octubre (9 de noviembre) de 1917 el nuevo gobierno aplicó la ley de la censura de la prensa burguesa y reaccionaria que sería justificada dentro de la lucha contra los enemigos de la revolución: «La supresión de los periódicos burgueses fue dictada no sólo por necesidades puramente militares en el curso de la insurrección y del aplastamiento de las intentonas contrarrevolucionarias, sino fue también una medida de transición necesaria para establecer el nuevo régimen en el terreno de la prensa, un régimen en el que los capitalistas –propietarios de las imprentas y del papel– no pueden convertirse en fabricantes exclusivos de la opinión pública… El restablecimiento de la llamada “libertad de prensa”, o sea, la simple restitución de las imprentas y del papel a los capitalistas, envenenadores de la conciencia del pueblo, sería una capitulación inadmisible ante la voluntad del capital, la entrega de una de las posiciones más importantes de la revolución obrera y campesina, o sea, una medida de carácter indiscutiblemente contrarrevolucionario… La actitud de los socialistas en el problema de la libertad de prensa debe ser el reflejo exacto de su actitud en el problema de la libertad de comercio… El poder de la democracia actualmente en Rusia exige la abolición total del dominio de la propiedad privada sobre la prensa, exactamente igual que sobre la industria… Si no nos hemos detenido ante la nacionalización de los bancos, ¿por qué razón hemos de tolerar los periódicos de los financieros?» (citado por Reed, 2011: 267-268). Lenin añadía que en medio de la guerra civil era imposible «abolir las medidas represivas contra la prensa» (citado por Reed, 2011: 269). Y en «El decreto sobre la prensa», escrito por el mismo Lenin, se decía: «Todo el mundo sabe que la prensa burguesa es una de las armas más poderosas de la burguesía. Sobre todo en el momento crítico, cuando el nuevo poder de los obreros y campesinos, se encuentra en proceso de consolidación, era imposible dejar enteramente esta arma en manos del enemigo, pues, en tales manos, no es menos peligrosa que las bombas y las ametralladoras. Por eso se adoptaron medidas temporales y extraordinarias para cortar la avalancha de inmundicia y de calumnias en las que la prensa amarilla y verde habría ahogado gustosamente la joven victoria del pueblo» (citado por Reed, 2011: 362, subrayado mío). Ya el 5 (18) de marzo de 1917 el Comité Ejecutivo del Soviet, al que los tipógrafos acataban exclusivamente a sus disposiciones, suprimió la prensa monárquica y de derecha e hizo someter al Soviet la salida de nuevos periódicos. Pero el 10 (23) de marzo, bajo la petición de los partidos burgueses, esta decisión fue anulada y al renunciar a ejercer la censura sobre la prensa reaccionaria el Soviet renunció a toda lucha revolucionaria seria, y el Gobierno provisional, a su vez, no renunció a clausurar los periódicos bolcheviques que iban censurando uno tras otro. Comentaba Trotski al respecto: «Cuando la revolución toma o puede tomar el carácter de guerra civil, ninguno de los campos beligerantes admite la existencia de prensa enemiga en la órbita de su influencia, de la misma manera que no se desprende voluntariamente del control sobre los arsenales, los ferrocarriles o las imprentas. En la lucha revolucionaria la prensa no es más que una de tantas armas. Por lo menos, el derecho a la palabra no es más respetable que el derecho a la vida, que la revolución se arroga también. Puede afirmarse como ley que un gobierno revolucionario es tanto más liberal, tolerante y “generoso” con la reacción, cuanto más mezquino es su programa, cuanto más enlazado se halla con el pesado y más conservador es su papel. Y a la inversa: cuanto más grandiosos son los fines y mayor la suma de derechos conquistados e intereses lesionados, más intenso es el poder revolucionario y más dictatorial. Podrá ser esto un mal o un bien; el hecho es que si hasta ahora la humanidad ha conseguido avanzar, ha sido siguiendo este camino. El Soviet tenía razón cuando quería mantener en sus manos el control sobre la prensa. ¿Por qué renunció tan fácilmente a ejercerlo? Porque había renunciado a toda lucha seria. El Soviet no aludía para nada a la paz, ni a la tierra, ni siquiera a la república. Cuando entregó el poder a la burguesía conservadora no tenía motivos para temer nada de la prensa de derechas ni para pensar que se vería en el trance de luchar contra ella. En cambio, pocos meses después, el gobierno, apoyado por el Soviet, adoptaba una actitud de implacable represión contra la prensa de izquierdas. Los periódicos de los bolcheviques se veían suspendidos, sin empacho, uno tras otro» (Trotsky, 2007: 204).
5. Contra la libertad de reunión
Asimismo –como se dice en la sesión del 4 de marzo de 1919 del Primer Congreso de la Internacional Comunista– «La “libertad de reunión” puede ser tomada como modelo de las reivindicaciones de la “democracia pura”. Cada obrero consciente, que no haya roto con su clase, comprenderá en seguida que sería una estupidez prometer la libertad de reunión a los explotadores en un periodo y en una situación en que los explotadores se resisten a su derrocamiento y defienden sus privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dio “libertad de reunión” a los monárquicos y los nobles, que llamaban, en su ayuda a tropas extranjeras y “se reunían” para organizar intentonas de restauración. Si la burguesía actual, que hace ya mucho que es reaccionaria, exige del proletariado que éste le garantice de antemano la “libertad de reunión” para los explotadores, sea cual fuere la resistencia que presten los capitalistas a su expropiación, los obreros no podrán sino reírse del fariseísmo de la burguesía» (Lenin, 1976s: 91).
6. La lucha por la cultura o revolución cultural
Lenin sabía muy bien que «la insurrección no es siempre oportuna; sin ciertas premisas entre las masas, es una aventura» (Lenin, 1976j: 17). La revolución comunista no puede llevarse a cabo sin una revolución cultural, y para ello primero había que erradicar el analfabetismo, que era visto como uno de los principales enemigos de la Revolución de Octubre. Según dijo el gran revolucionario ruso el 17 de octubre de 1921, «El analfabetismo está al margen de la política, hay que enseñarle primero las letras. Sin eso no puede haber política, sin eso sólo hay rumores, chismes, cuentos y prejuicios, pero no política» (Lenin, 1980e: 302-303). El 31 de octubre de 1922 Lenin reconocía en un discurso pronunciado en la cuarta sesión del Comité Ejecutivo Central de Rusia de la novena legislatura: «Hay que tener en cuenta que en comparación con todos los Estados en los cuales se despliega hoy una furiosa competencia capitalista, en los que hay millones y decenas de millones de parados, en los que los capitalistas organizan con sus propias fuerzas poderosas alianzas capitalistas y la campaña contra la clase obrera, en comparación con ellos somos los menos cultos, las fuerzas productivas de nuestro país están menos desarrolladas que todas las demás… Esto es muy desagradable, tal vez, tener que reconocerlo. Pero pienso que precisamente porque no ocultamos estas cosas con frases bonitas y palabras banales, y las reconocemos sin ambages, precisamente porque tenemos conciencia de ello y no tememos decir desde la tribuna que para corregirlo se dedican más energías que en cualquier otro Estado, lograremos alcanzar a los demás países con tal rapidez en la que ni siquiera soñaron ellos… Deberían pasar años y años para que consigamos mejorar nuestro aparato estatal y elevarlo –no en el sentido de algunas personas, sino en todo su volumen– a los peldaños superiores de la cultura. Estoy seguro de que si en lo sucesivo consagramos nuestras fuerzas a esta labor, nos acercaremos de manera necesaria e inevitable a los mejores resultados. (Prolongados aplausos)» (Lenin, 1980e: 367-371). Y el 2 de marzo de 1923 afirmaba en su artículo «Más vale poco y bueno»: «se necesitan conocimientos, educación e instrucción, pues los que tenemos son irrisorios en comparación con todos los demás Estados… Para revocar nuestra admiración pública tenemos que fijarnos a toda costa como tarea: primero, aprender; segundo, aprender; tercero, aprender; y después, comprobar que lo aprendido no quede reducido a letra muerta o a una frase de moda (cosa que, no hay por qué ocultarlo, ocurre con demasiada frecuencia en nuestro país), que lo aprendido se haga efectivamente carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, que llegue a ser plena y verdaderamente un elemento integrante de la vida diaria. En pocas palabras, no debemos presentar las mismas reivindicaciones que la Europa Occidental burguesa, sino las que puede presentar con dignidad y decoro un país que ha asumido la misión de desarrollarse y hacerse socialista» (Lenin, 1980e: 384-385). Asimismo la revolución es interpretada como un arma crítica que destruye los dogmas y mistificaciones de la sociedad burguesa y del clero, las cuales a través de la explotación embrutecen y entontecen a los trabajadores. De hecho, la revolución acelera el proceso de aprendizaje de las masas. «Toda revolución enseña y, además, con gran rapidez. En eso está su fuerza. Cada semana revelaba a las masas algo nuevo. Dos meses equivalían a una época» (Trotsky, 2007: 357). A su vez, durante la guerra civil el Ejército Rojo fue un canal importante para la difusión de la alfabetización que haría inteligible la propaganda bolchevique.
La revolución proletaria, Daniel Miguel López Rodríguez

III. La revolución la planea la élite de intelectuales y no los obreros

1. Lenin frente a Marx
Lenin sustituyó la alianza con la burguesía por la alianza con el campesinado, lo cual era lo más apropiado en el contexto de Rusia y, en un principio, casi se podría decir que lo acaecido en octubre de 1917 fue una revolución socialista en el entorno urbano y una revolución capitalista en el entorno rural. «El marxismo no tenía una ortodoxia definible. Marx fue un escritor demasiado escurridizo y no dejó un legado claro y definido. Sus seguidores lucharon porque se les reconociera como intérpretes auténticos de sus “doctrinas”, y Lenin era uno más de ellos. Lo que pasaba en su caso era que había dado por supuesto que podía utilizar abiertamente ciertas ideas y prácticas de los socialistas agrarios rusos en su adaptación del marxismo a las circunstancias específicas del Imperio ruso. Pero cuando estalló la polémica en torno a ¿Qué hacer? dejó de reconocer en público esa deuda. Necesitaba ser prudente si quería ratificar sus credenciales “ortodoxas”… y necesitaba sobre todo ser muy cauto si se proponía plantear más propuestas polémicas sobre la organización del partido» (Service, 2001: 150). En una epístola dirigida a los líderes del Partido Obrero Alemán en el que denunciaba el oportunismo del recién fundado órgano, el Sozial-Demokrat, Marx dejaba claro lo siguiente: «Hemos formulado, con motivo de la creación de la Internacional, la divisa de nuestro combate: la emancipación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera. Por consiguiente, no podemos emprender un camino junto a personas que declaran abiertamente que los obreros son demasiado incultos como para poder liberarse por sí mismos, y que deben ser liberados desde arriba, o sea, por los pequeños y los grandes burgueses filántropos» (citado por Muñoz, 2012: L). Luego el proletariado es «una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que parte la consciencia de la necesidad de una revolución radical» (Marx, 2012a: 208). Porque, como se ha comentado, «el proletariado, y no los intelectuales, constituyen la clase universal en la etapa de la madurez del capitalismo; es la clase capaz de llevar adelante la revolución y los intelectuales sólo tienen su futuro, en cuanto clase a su vez universal, cuando funden sus destinos con los del proletariado… así como el proletariado sólo alcanza su condición de clase universal cuando asume la misión de anular las clases, así el intelectual sólo alcanza su verdadera realización (no epifenoménica) cuando se anula como clase separada, poniéndose al servicio del proletariado» (Bueno, 2012: 2). No obstante, el leninismo fue tan heterodoxo con el marxismo clásico como lo fue la Iglesia ortodoxa rusa contra la Iglesia católica romana. Cuestión diferente es –como se ha dicho– «que Lenin fuera consciente de su propia heterodoxia. Ocurre que el contenido de lo que se hace puede no coincidir y de hecho a menudo no coincide, con lo que el actor piensa de su obra» (Díez del Corral, 2003: 125). Es decir, una cosa son los finis operantis de los bolcheviques, sus planes y programas, sus expectativas; y otra cosa son los finis operis, el resultado objetivo de la revolución rusa que va más allá de la voluntad de los sujetos implicados en la trama (y que no resultó ser lo que los revolucionarios esperaban). Lo importante no es lo que los bolcheviques dijeron o pensaron, lo importante es lo que efectivamente hicieron (que no fue poco, quede aquí constancia de ello). Así pues, Marx llegó a decir que la tarea de la revolución socialista consistía en ser algo que debían hacer los propios obreros, cosa que vendría a corregir Lenin, pues para éste sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario, y dicha teoría sólo pueden llevarla a cabo las élites intelectuales, cuya condición social es paradójicamente burguesa (lo que les permite tener tiempo para estudiar y meditar objetivamente sobre las complejidades de la revolución): «la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Por su posición social, también los fundadores del socialismo científico contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa. Exactamente del mismo modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independientemente en absoluto del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas» (Lenin, 1974e: 382-383). En Marx el proletariado es sujeto y objeto de la espontaneidad y por ello es instigado e instigador. En cambio, para Lenin, como expuso en ¿Qué hacer?, la espontaneidad en el movimiento obrero no sería beneficiosa para los intereses del proletariado y sí para los intereses de la burguesía o de la reacción en general. Mientras que en el Manifiesto comunista Marx y Engels contaban con la espontaneidad de las masas proletarias y lo veía como una ventaja, Lenin consideraba tal espontaneidad como perjudicial para dichas masas y el polo opuesto a la conciencia revolucionaria; por lo tanto, más que un beneficio suponía un lastre. De modo que si Marx creía que el «hombre nuevo» surgiría espontáneamente de la nueva sociedad, Lenin creía que la nueva sociedad haría brotar al «hombre nuevo» de modo consciente. He aquí una especie de Ümstilpung o vuelta del revés. No obstante, en 1850, según reflejan las actas de la sesión del Comité Central de la Liga de los Comunistas del 15 de septiembre de aquel año, Marx afirmaba que «Siempre me he opuesto a la opinión momentánea del proletariado. Nos debemos a un Partido que, por su propio bien, todavía no debe alcanzar el poder. Si el proletariado ocupara el poder, tomaría unas medidas claramente pequeñoburguesas, pero no proletarias. Nuestro Partido sólo podrá hacerse cargo del gobierno cuando la situación permita que lleve a la práctica sus puntos de vista» (citado por Enzensberger, 1999: 156-157). Si la élite revolucionaria debía ser una vanguardia que guiase al proletariado, entonces es de entender que, en este sentido, Lenin no confiaba mucho en la espontaneidad de las masas y pensaba que el proletariado abandonado a su suerte sólo quiere reformas, ya que los obreros tiende espontáneamente a ser trade unions: «Si el socialismo puede ser realizado solamente cuando lo permita el desarrollo intelectual de las masas populares, entonces no veremos el socialismo ni dentro de quinientos años… El partido político socialista es la vanguardia de la clase obrera; no debe permitir que lo detenga el bajo desarrollo de las masas, sino debe conducir a las masas tras de sí, utilizando los Soviets como órganos de iniciativa revolucionaria» (citado por Reed, 2011: 296). Lenin pensaba que la ideología revolucionaria –tanto populista, anarquista o marxista– no fue un producto espontáneo de las masas populares y por ello debía ser introducida desde el exterior para que existiese el movimiento obrero organizado de cara a derrocar el orden por entonces vigente. Ya entre 1888 y 1889 el programa de Hainfeld de la socialdemocracia austriaca afirmaba explícitamente: «La conciencia socialista es llevada a la lucha de clases proletaria desde afuera, no es algo que orgánicamente se desarrolle a partir de la lucha de clases» (citado por Mandel, 1976: 70). Por lo demás, Lenin sostenía que no había que guiarse por el estado de ánimo de las masas, el cual es voluble e inconmensurable, y por tanto había que guiarse por los análisis y apreciaciones objetivas de la revolución. De modo que para que el proletariado sea efectivamente revolucionario ha de ser concienciado, es decir, ha de ser transformado en clase revolucionaria no sólo «en sí» sino además «para sí» –cosa que ya dijo Marx– por el partido portador de esa conciencia, es decir, portador de la teoría revolucionaria que garantiza la misión histórica del supuesto proletariado universal. Por ello, antes de la Revolución de Octubre los bolcheviques reivindicaban la jornada laboral de ocho horas, y así anunciaban la nueva vida de los obreros como «ciudadanos»: «Ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de ocio y libertad. El trabajador necesita estas ocho horas para convertirse en un ciudadano consciente. En estas ocho horas de ocio, el obrero forja las armas de la revolución. Por tanto, la jornada de ocho horas es la primera defensa y la primera exigencia de la revolución» (citado por Figes y Kolonitskii, 20001: 154). Para Marx, como bien se sabe, no es la conciencia la que determina al ser social sino el ser social el que determina a la conciencia, lo cual supone que el proletariado por el simple hecho de serlo ya es revolucionario y por tanto no es revolucionario a causa de una conciencia exterior, y por ello no es una mera clase en sí sino que con el movimiento obrero en marcha ya es una clase para sí. Pero para Lenin, como expone en ¿Qué hacer?, los obreros, por el simple hecho de serlo, aun puesto ya en marcha el movimiento obrero (en un maremágnum de partidos y sindicatos que traen la oscuridad y la confusión), no tienen conciencia revolucionaria, y sólo puede ser clase revolucionaria siempre y cuando estén dirigidos por una vanguardia o élite que los organicen y representen de cara a la revolución, que tenga planteamientos claros y distintos de la obra revolucionaria. «La conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patronos. La única esfera en que se puede encontrar estos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas las clases y capas con el estado y el gobierno, la esfera de las relaciones de todas las clases entre sí. Por eso, a la pregunta: “¿qué hacer para aportar a los obreros conocimientos políticos?”, no se puede dar únicamente la respuesta con la que se contentan, en la mayoría de los casos, los militantes dedicados al trabajo práctico, sin hablar ya de los que se inclinan hacia el economismo, a saber: “Hay que ir a los obreros”. Para aportar a los obreros conocimientos políticos, los socialdemócratas deben ir a todas las clases de la población, deben enviar a todas partes destacamentos de su ejército» (Lenin, 1974e: 429). Ante la espontaneidad de las masas en 1905 y después en 1917 Lenin tuvo que matizar sus tesis de 1902 plasmadas en ¿Qué hacer? Sobre las enseñanzas recibidas en la revolución de 1905 escribió en 1910: «La primera y fundamental enseñanza es que sólo la lucha revolucionaria de las masas es capaz de conseguir mejoras algo serias en la vida de los obreros y en la dirección del Estado. Ni la “simpatía” hacia los obreros por parte de la gente culta ni la lucha heroica de terroristas individuales han podido minar el absolutismo zarista ni la omnipotencia de los capitalistas. Sólo la lucha de los mismos obreros, sólo la lucha conjunta de millones de hombres ha podido hacerlo, y cuando esta lucha se debilitaba, se comenzaba inmediatamente a arrebatar a los obreros lo que éstos habían conquistado. La revolución rusa ha confirmado lo que se canta en el himno internacional de los obreros. “Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador; nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor» (Lenin, 1976g: 24-25).
2. El Partido
Todo esto nos lleva a que el proletariado ha de ser organizado por un partido que vendría a ser el medio por el que la clase obrera se sirve para luchar contra la clase burguesa y sus aliados. Si la clase proletaria era interpretada como unidad económica, el Partido era interpretado como una unidad política e ideológica. El Partido es una parte de la sociedad política y una parte del movimiento obrero, es decir, se trata de una parte por la que se toma partido, de acuerdo con el «espíritu de partido». Cosa que, según Zinóviev, prueba incluso la etimología de la palabra: «La palabra ‘partido’ viene del latín parso parte; y los marxistas decimos hoy que el partido es una parte de una determinada clase» (citado por Carr, 1972a: 32). Lenin no subestimaba la iniciativa de las masas, pero sí comprendía sus limitaciones, pues una revolución no puede llevarse a cabo desde la improvisación, y la espontaneidad de las masas tiende hacia la improvisación y ésta hace que acabe en la capitulación y el fracaso. Aunque es cierto que sin la influencia de la vanguardia revolucionaria no se han producido acciones espontáneas, aunque sea de modo improvisado, desorganizado, intermitente y sin ninguna planificación, a diferencia de la organización revolucionaria que coordina, planifica y sincroniza la intervención de los elementos de vanguardia en el estallido «espontáneo» de las masas. El Partido, si realmente es revolucionario y proletario, debe ligar a los líderes con la clase y las masas obreras en un todo único e indisoluble. Pero el Partido no debe descender al nivel de los obreros, sino más bien es la clase obrera la que debe ascender o es ascendida por el Partido a su nivel; para que así, con conciencia de los acontecimientos, afrontar con garantías, tras una profunda preparación, las dificultades de la revolución. Por tanto, la conciencia de clase (de una clase potencialmente revolucionaria) no ha surgido de manera espontánea en el proletariado sino que ha sido introducida desde fuera precisamente por la intelectualidad burguesa. De hecho, como apunta Lenin, Marx y Engels eran intelectuales burgueses. Asimismo, aunque los obreros fuesen constantemente mencionados por las organizaciones socialdemócratas, eran una rareza dentro de un movimiento que estaba en manos de la intelligentsia rusa, en la que había personas de origen noble como Plejánov o el mismísimo Lenin, e intelectuales judíos, como Trotski o Mártov. La sustitución de la clase proletaria por el Partido en las tareas de la revolución ha sido considerada la más importante innovación de Lenin a la teoría y práctica del marxismo. De hecho, en el II Congreso del POSDR del verano de 1903 más de las nueve décimas parte de la delegación pertenecía a la intelligentsia y sólo cuatro delegados de más de cuarenta con derecho a voto decían ser trabajadores. A juicio de Lenin, la planificación y la acción del proletariado dependen de la intelectualidad de los jefes del Partido. Ello ha hecho que muchos historiadores interpreten la «dictadura del proletariado» como la «dictadura sobre el proletariado», como ya hicieron Plejánov contra Lenin y Trotski contra Stalin. Para Lenin la célebre consigna «todo el poder a los soviets» debía entenderse como «todo el poder a los soviets bajo la guía del partido revolucionario»; es decir, «todo el poder a los soviets bolchevizados». Y, finalmente, en la política real, «todo el poder a los soviets» se transformó en «todo el poder al Sovnarkom», el cual era la vanguardia o élite que ejercía el poder en nombre del proletariado, e incluso en contra del mismo según los casos y las combinaciones de alianzas (aunque el vector ascendente fue tan importante en el desarrollo de la revolución como el vector descendente, como no podía ser de otro modo). Por consiguiente es esta élite burguesa la que con conciencia revolucionaria y por mediación del Partido hace a su vez a la clase obrera una clase revolucionaria, la cual paradójicamente vendría a ser un producto de una élite de intelectuales burgueses. Así pues, frente a lo que pensaba Marx, la conciencia revolucionaria no es connatural a la clase obrera, pues en este caso el Partido y el proletariado vendrían a ser una y la misma cosa, pero si la clase obrera se piensa como una masa heterogénea imposibilitada para por sí misma tomar conciencia de su condición y asimismo dividida en diferentes facciones, entonces sólo una organización profesional y enteramente dedicada a ello es capaz de organizarse por mediación de un órgano como es el Partido y así afrontar los retos de la revolución. El Partido trata de transformar la lucha espontánea de los oprimidos contra los opresores en una lucha consciente y organizada por la propaganda y la agitación. Como decía el veterano socialdemócrata alemán Whilhem Liebknecht, «Studieren, propagandieren, organisieren» (citado por Lenin, 1974d: 224). Lo cual es imposible desde la acción local y aislada sino que requiere una acción que implique y unifique a todos los obreros revolucionarios de la nación. Para ello era imprescindible que el Partido dispusiese de un periódico, un «órgano» que unifique la dirección ideológica del Partido y que se publicase y se distribuyese con regularidad, principalmente en los centros industriales, las aldeas y ciudades fabriles, y en los barrios de las grandes ciudades. De hecho el Partido brotó de la estructura organizadora del periódico. Si bien Lenin no consideraba al Partido como una organización de masas, eso no quiere decir que pensase que fuese posible la acción revolucionaria al margen de la intervención de las masas. Su estrategia no consistía en imitar al blanquismo, pues no se trataba de tomar el poder por una minoría sino de canalizar a la mayoría por medio de la inteligencia del Partido, que haría consciente la espontaneidad de las masas (también Marx había rechazado la teoría de Blanqui, al sostener ésta los requisitos de una minoría selecta rigurosamente disciplinada para organizar y comandar la revolución). Por eso «conciencia» venía a ser lo opuesto a «espontaneidad»; y así el Partido, en tanto parte, era la vanguardia de la clase obrera que defendía sus intereses. Frente al «seguidismo», que consistía en el arrastre del Partido por el movimiento obrero, lo que suponía la doctrina de la espontaneidad, Lenin postulaba la doctrina del Partido como depositario de la teoría y la conciencia revolucionaria. Si la clase social (en este caso el proletariado) es un grupo económico que carece de perfiles definido, esto es, de organización y programa, el Partido supone una organización bien trabada con un propósito deliberado. Como decía Trotski, el Partido es «el único instrumento históricamente dado que la clase obrera poseía» para asegurar el progreso del socialismo (citado por Deutscher, 1969: 70). Sin el Partido el movimiento obrero está condenado a la inconsciencia y a la impotencia. O lo que es lo mismo: sin el Partido el movimiento obrero carecería de inteligencia y voluntad, de ideas y de fuerza. Y como advertía Lenin en ¿Qué hacer?, «el movimiento obrero espontáneo es trade-unionismo, es Nur-Gewerk-shaftterei[partidarios de la lucha exclusivamente sindical], y el trade-unionismo implica precisamente la esclavización ideológica de los obreros por la burguesía, es decir, «La política trade-unionista de la clase obrera es precisamente la política burguesa de la clase obrera» (Lenin, 1974e: 433). «Por esto es por lo que nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consiste en combatir la espontaneidad, consiste en apartar el movimiento obrero de esta tendencia espontánea del trade-unionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria» (Lenin, 1974e: 392, corchetes míos). «La clase obrera va de modo espontáneo hacia el socialismo, pero la ideología burguesa, la más difundida (y constantemente resucita en formas más diversas) se impone, no obstante, espontáneamente más que nada al obrero» (Lenin, 1974e: 393). De ahí que la espontaneidad de las masas obrera sea corregida y guiada por la conciencia socialdemócrata revolucionaria en el trabajo teórico, político y de organización. Por eso, frente al trade-unionismo y el «economismo», el movimiento socialdemócrata de Rusia, impregnado de marxismo revolucionario, dirigía «la lucha de clase obrera no sólo para obtener condiciones ventajosas de venta de la fuerza de trabajo, sino para que sea destruido el régimen social que obliga a los desposeídos a vender su fuerza de trabajo a los ricos» (Lenin, 1974e: 407). Todavía en 1920 consideraba fundamental el papel del Partido: «La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres, es la fuerza más terrible. Sin un partido férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todo lo que haya de honrado dentro de la clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada, que “vencer” a millones y millones de pequeños patronos, estos últimos, con su actividad corruptora invisible, inaprehensible, de todos los días, producen los mismos resultados que la burguesía necesita, que determinan la restauración de la misma. El que debilita, por poco que sea, la disciplina férrea del partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura) ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado» (Lenin, 1975k: 33-34). En el informe sobre la guerra y la paz del 7 de marzo de 1923 pronunciado en el Séptimo Congreso del PC (b) R afirmará: «Las masas se cuentan por millones de hombres, y la política empieza allí donde hay millones; la política seria empieza sólo allí donde hay no miles, sino millones de hombres» (citado por Salem, 2010: 95). Pero para «arrastrar» a esas masas es suficiente con un partido pequeño pero muy disciplinado, aunque para que ese partido triunfe es imprescindible contar con la simpatía y el favor de las masas. Como escribió un gran líder bolchevique en 1924, tras siete años de experiencia en el poder desde la Revolución de Octubre, «Ningún ejército en guerra puede prescindir de un Estado Mayor experto, si no quiere verse condenado a la derrota. ¿Acaso no está claro que el proletariado tampoco puede, con mayor razón, prescindir de este Estado Mayor, si no quiere entregarse a merced de sus enemigos jurados? Pero ¿dónde encontrar ese Estado Mayor? Sólo el Partido revolucionario del proletariado puede ser ese Estado Mayor. Sin un partido revolucionario, la clase obrera es como un ejército sin Estado Mayor. El Partido es el Estado Mayor de combate del proletariado» (Stalin, 1977d: 101-102).
3. Hombres-partido
Lenin, por tanto, era partidario de una élite revolucionaria, de una «vanguardia proletaria políticamente consciente» que dirige a la clase obrera, es decir, una élite de profesionales de la revolución que dedican su vida entera en pro de la Causa, y no aficionados que se dedican a ello en sus ratos libres. La vanguardia son «los elementos selectos de los obreros asalariados» (Lenin, 1976h: 38). Estos revolucionarios profesionales son «verdaderos dirigentes políticos» y «el ejército permanente de luchadores probados» (Lenin, 1974e:515). De todos modos, «siempre y en todas partes una clase determinada tiene por guía a sus representantes de vanguardia, es decir, a sus representantes más capaces» (Lenin, 1974d: 298). «De acuerdo con el concepto leninista de la organización, no existe una vanguardia autoproclamada. Más bien, la vanguardia debe ganar su reconocimiento como vanguardia (o sea, el derecho histórico de actuar como vanguardia) a través de sus intentos de establecer contactos con la parte avanzada de la clase y su verdadera lucha» (Mandel, 1976: 15). «La mayor parte de la masa es activa únicamente durante la lucha; después de ésta, tarde o temprano, se retira a la vida privada (o “a la lucha de la supervivencia”). Lo que distingue a la vanguardia obrera de las masas es el hecho de que ni aun durante el periodo de calma abandona el frente de la lucha de clases, sino que continúa el combate, por decirlo así, “con otros medios”. Intenta solidificar los fondos de resistencia formados durante la lucha en fondos de resistencia permanentes, o sea, en sindicatos. Publicando periódicos obreros y organizando grupos de educación para éstos, tiende a cristalizar y a elevar la conciencia de clase creada durante la lucha. Por lo tanto, ayuda a darle forma al factor continuidad oponiéndose a la necesaria discontinuidad en la acción de las masas, y al factor conciencia, oponiéndose al espontaneísmo que lleva consigo el movimiento de masas» (Mandel, 1976: 19-20). Según Lenin, para el revolucionario su vida ha de fusionarse con la vida del Partido, y por eso ha de ser un «hombre-partido», y por ello quería en sus filas a marxistas auténticos y no consentía a todo individuo que fuese «marxista de una hora» (Lenin, 1975h: 263). Por eso Lenin exigía que la socialdemocracia rusa tuviese «la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales» (Lenin, 1974e: 487). Lo cual suponía que el Partido había de ser purificado de elementos sospechosos o no decididamente entregados a la Causa, y estos eran los hombres-partidos; lo cuales simboliza además el advenimiento del «hombre nuevo» del comunismo venidero, el hombre-especie de la futura sociedad total, en la que cada uno hará según sus capacidades y recibirá según sus necesidades. Para Lenin, frente a Mártov, no era suficiente colaborar y dejarse guiar por el Partido, pues lo que él dictaba era la exclusiva inclusión de hombres-partidos, esto es, de hombres que participasen directamente en las actividades del Partido y se hiciesen uno con él. Lenin mismo dejó de jugar al ajedrez, de escuchar a Beethoven, de patinar sobre el hielo y además decidió abandonar a su amante Inessa Armand para centrarse exclusivamente en las tareas de la revolución o de los preparativos para la misma desde la organización severa del Partido. Lenin, como Don Quijote, podría decir: «Mi descanso es el Partido» o «mi descanso es la revolución»; aunque también es verdad que se iba de vez en cuando de vacaciones para recuperar fuerzas, lo cual es aconsejable y prudente. «Los revolucionarios están hechos, a fin de cuentas, de la misma madera que los demás hombres. Pero por fuerza, tiene que poseer alguna cualidad personal relevante que permita a las circunstancias históricas destacarlos sobre el fondo común y articularlos en un grupo aparte. El trato constante, la labor teórica, la lucha bajo una bandera común, la disciplina colectiva, el endurecimiento bajo el fuego de los peligros, van formando paulatinamente el tipo revolucionario» (Trotsky, 2006: 551). En resolución, se trataba de profesionalizar la revolución por mediación de una élite de vanguardia que no se dedicaba a la tarea de la revolución en sus tardes libres sino que dedicaba su vida a ello para racionalizar la avalancha del movimiento obrero y ganarlo para su causa. La «vanGuardia» revolucionaria resultaron ser los marineros de Kronstadt, los trabajadores de Vyborg y la guarnición de Petrogrado; brazo armado de la Revolución de Octubre que era supervisado por los líderes del partido bolchevique. Aunque Lenin deja claro que «para ser vanguardia es necesario precisamente atraer a otras clases» (Lenin, 1974e: 438), y avisaba de que «no basta colocar la etiqueta de “vanguardia” sobre una teoría y una práctica de retaguardia» (Lenin, 1974e: 439). Así pues, Lenin afirma: «1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estables y que asegure la continuidad; 2) que cuanto más extensa sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que constituye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida tendrá que ser ésta (ya que tanto más fácilmente podrá toda clase de demagogos arrastrar a las capas atrasadas de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, fundamentalmente, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias; 4) que en el país de la autocracia, cuanto más restrinjamos el contingente de los miembros de una organización de este tipo, hasta no incluir en ella más que aquellos afiliados que se ocupen profesionalmente de actividades revolucionarias y que tengan ya una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía política, más difícil será “cazar” a esta organización, y 5) mayor será el número de personas tanto de la clase obrera como de las demás clases de la sociedad que podrán participar en el movimiento y colaborar activamente en él» (Lenin, 1974e: 470-471). Ante la pregunta de por qué Lenin había hecho del Partido un caos, el menchevique Fiódor Dan respondía con las siguientes palabras: «Bueno, es porque no hay nadie que esté tan obsesionado veinticuatro horas al día con la revolución, que no tenga otros pensamientos que los que se relacionan con ella y hasta cuando esté dormido sueñe con la revolución. ¡Quién va a poder enfrentarse a él!» (Citado por Service, 2001: 214). Como comenta Robert Service, «Dan lo había resumido muy bien. Lenin era problemático porque le gustaba dividir y le gustaba dividir porque creía que sólo sus ideas harían avanzar de verdad la causa de la revolución» (Service, 2001: 214). Como decía Sergei Kirov, «Un bolchevique debería amar a su trabajo más que a su mujer». Y como Stalin le comentó a Abel Yunikidze, «Un verdadero bolchevique no debe tener ni puede tener una familia, pues su obligación es entregarse por entero al Partido» (Kirov y Stalin citados por Montefiore, 2010a: 51). De modo que la dedicación a la revolución ha de ser un ejercicio continuo y por tanto no se trata de un mero pasatiempo. Ya en 1866 rezaba el Catecismo revolucionario de Nechaév-Bakunin: «El revolucionario es un hombre perdido. No tiene intereses propios, ni sentimientos, ni hábitos, ni propiedades; no tiene ni siquiera un nombre. Todo en él está absorbido por un único y exclusivo interés, por un solo pensamiento, por una sola pasión: la revolución». Para él «es moral todo lo que permite el triunfo de la revolución e inmoral todo lo que lo obstaculiza» (citado por Díez del Corral, 2003: 40). Y también leemos: «Todos los sentimientos suaves y tiernos de la familia, de la amistad y del amor, e incluso toda gratitud y honor, deben ser rechazados, y en su lugar debe existir la pasión fría y racional del trabajo por la revolución» (citado por Figes, 2000: 172-173). Lenin apostaba, pues, por la intelectualidad revolucionaria formada en el marxismo, lo cual implicaba a auténticos especialistas de la revolución y del marxismo: hombres-partido que, al fin y al cabo, venían a ser fundamentalistas de la revolución. Lenin pretendía que las masas obreras y campesinas fuesen canalizadas por esta intelligentsia y así evitasen el economicismo y el reformismo que ya estaba poniendo en duda la teoría revolucionaria del marxismo, como lo hacía Bernstein en su celebrada obra Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia de 1899. «El proyecto de convertir a la inteliguentsia en la punta de lanza de la revolución proletaria convenía aún más a las condiciones rusas que a las alemanas; y no sólo porque la debilidad y el atraso del proletariado ruso hacía aún más necesario que en el caso del proletariado alemán y –a fortiori– europeo del desempeño de ese papel dirigente, sino porque además la inteliguentsia rusa no poseía, a diferencia de sus homólogas europeas, raíces sociales en la burguesía comercial y no se hallaba, por consiguiente, comprometida por fuertes lazos de lealtad con esa burguesía. La inteliguentsia rusa, carente de raíces económicas, había ya mostrado cómo su capacidad para el pensamiento abstracto revolucionario podía ponerse al servicio de la realidad política de la revolución social. El movimiento de “ida hacia el pueblo” de la década de los 70 había constituido un total fracaso porque se había dirigido exclusivamente hacia el sector más atrasado de la población: el campesinado. Sin embargo, esa empresa tiene su sitio en la historia como el primer intento, quijotesco y desesperado, de tender un puente entre las masas y la inteliguentsia revolucionaria; en la nueva situación, la tentativa podía ser repetida, tomando ahora como objetivo a las masas proletarias. Fue, sin embargo, en el momento en que Lenin pasó a ocuparse de los detalles de la organización del partido cuando las condiciones rusas más claramente influyeron en su pensamiento. La propia naturaleza del Estado ruso impedía la formación de cualquier género de partido socialista –e incluso democrático– a imagen y semejanza de los modelos occidentales, y empujaba a todo movimiento democrático o socialista a una vida secreta y conspirativa. Los grupos revolucionarios aislados, formados por obreros y estudiantes bien intencionados pero amateurs, eran fáciles víctimas para la policía zarista. Esa forma de trabajar era comparable a “un combate librado por grupos de campesinos armados con garrotes contra un ejército moderno”» (Carr, 1972a: 34). Entre abril y junio de 1917, a raíz del descontento con el segundo Gobierno provisional (que incluía a dos mencheviques y tres socialistas revolucionarios), las filas del minúsculo partido bolchevique se fueron incrementando en general de miles de obreros que desconocía las doctrinas del marxismo y asimismo ignoraban una disciplina de partido tan férrea como era la del leninismo, lo cual supuso un problema para el Comité Central del Partido, que recelaba del reclutamiento masivo de militantes, a fortiori si éstos no eran especialistas en el marxismo y la revolución. En el Quinto Congreso de toda Rusia de los soviets dirá el 5 de julio de 1918: «Nosotros sabemos que una revolución no es verdaderamente una revolución más que en el día en que decenas de millones de hombres se levantan bajo un impulso unánime» (citado por Salem, 2010: 94). Como expuso en el folleto El izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo, que Lenin preparó para exponerlo en el Segundo Congreso de la Komintern, para que la revolución fuese posible era imprescindible una crisis nacional general que afecte a todos los sectores económicos y políticos, de modo que la revolución no es cosa exclusiva de un partido dirigido por una élite de vanguardia revolucionaria sino también de la participación activa de decenas de millones de personas (lo que llamamos vector ascendente del Estado o sociedad política). Con lo cual, si en febrero de 1917, cuando estalló la revolución, el partido bolchevique tenía 23.000 militantes, cuando se llevó a cabo la Revolución de Octubre posiblemente superase los 100.000.
4. Diferencias entre bolchevismo y menchevismo
Todo esto supuso la ruptura entre mencheviques (menshinstvo, minoría) y bolcheviques (bol’shinstvo, mayoría) que se llevó a cabo en las últimas jornadas del II Congreso del POSDR, del 19 al 23 de agosto de 1903. Un cisma que, por sus repercusiones, no sólo sería trascendental para la historia del movimiento obrero ruso, sino también para la historia universal. Como a finales de 1903 y principios de 1904 comentaba Pavel Axelrod, las posiciones de mencheviques y bolcheviques eran completamente opuestas: los primeros pensaban en un partido de masas controlado por las bases y los segundos en una jerarquía organizada controlada por la cúspide. Si para los mencheviques la revolución debía llevarla a cabo la clase obrera apoyada por la intelectualidad, para los bolcheviques la revolución debía ser organizada por la élite o vanguardia revolucionaria, los intelectuales marxistas, y apoyada por la clase obrera y también campesina. A juicio de Lenin, los mencheviques eran representantes del individualismo burgués-intelectual y los bolcheviques de la organización y disciplina proletaria de los hombres-partido (fanatizados por la Causa y –como hemos dicho– fundamentalistas de la revolución). Lenin empleó la famosa tesis 11 sobre (contra) Feuerbach de Marx y llegó a la conclusión de que los mencheviques se limitaban a interpretar el mundo y los bolcheviques trataban de transformarlo. Desde el materialismo filosófico podríamos decir que, a grandes rasgos, los mencheviques representaban la implantacióngnóstica y los bolcheviques ejercitan la implantación política de la filosofía. Los mencheviques estarían clasificados en la cuarta generación de izquierda (la socialdemocracia, que en ocasiones podía tender hacia una especie del socialgnosticismo) y los bolcheviques en la quinta generación de izquierda (el comunismo que conquistó y reconstruyó el Imperio de los zares en un Imperio generador aunque, tras 74 años de historia, concluyó distáxicamente). Frente a la consideración extensiva del Partido que propuso Yuli Mártov en el citado II Congreso, Lenin proponía una militancia restrictiva de cuadros absolutamente comprometidos; pues prefería un partido compuesto por gente seria, entregada, competente y eficaz a un partido numeroso pero lleno de cantamañanas y, lo que era aún peor, elementos dudosos o directamente traidores (espías e infiltrados de la burguesía y reacción nacional e internacional). Lenin exigía una mayor militancia, lo que hacía que el Partido se centralizase y concentrase en una estructura disciplinada y jerarquizada. Lo que principalmente plantea Lenin en el ¿Qué hacer? es la cuestión organizativa del Partido. Se le reprochó que quisiese volver a una camarilla de conspiradores que actuaban en secreto; camarilla que quedaría sometida a un centralismo extremo y degradante. Plejánov acusaría a Lenin de fomentar «un espíritu sectario de exclusivismo» (citado por Carr, 1972a: 48). En definitiva, Lenin quería imponer, y desde luego impuso, en las direcciones del Partido centralismo, disciplina y activismo. Mártov, en cambio, propuso una aceptación más flexible en la que tuviese cabida gente cercana al Partido aunque no fuesen revolucionarios profesionales. «Mártov quería un partido cuyos miembros dispusieran de un margen para expresarse con independencia de la jefatura central; para Lenin lo que hacía falta era jefatura, jefatura y más jefatura… y todo lo demás, por el momento al menos, debía subordinarse a ese imperativo» (Service, 2001: 166). «Lenin no era un demócrata incondicional y no hacía ningún secreto de ello. Lo prioritario era disciplina y unidad, y por eso explicaría más tarde, en su versión de los estatutos del partido, que a todo aquel que no estuviese dispuesto a militar activamente bajo la dirección de una de las organizaciones oficialmente reconocidas del partido debería negársele el ingreso» (Service, 2001: 149). De modo que Lenin quería un partido de calidad y no de mera cantidad. «La calidad es antes que la cantidad y sobre todo el partido tiene que conservarse puro. Su crecimiento fue durante bastante tiempo extremadamente lento; en vísperas de la Revolución de 1905 el ala bolchevique del partido no contaba con más de 8.400 miembros. Antes de la Revolución de Febrero de 1917 el número era de 23.600 y un año después, tras dos revoluciones, se había elevado a 115.000; desde ese momento se elevó derechamente a 313.000 y a principios de 1919 a las cifras respectivas de 431.000 y 585.000 en enero de 1920 y enero de 1921» (Carr, 1972a: 222). En octubre de 1921 de 650.000 miembros fueron expulsados 150.000, un 24%. «Los cálculos demuestran que la purga cayó de un modo ligeramente más severo sobre los intelectuales que sobre los trabajadores y los campesinos y, en consecuencia, la proporción de obreros y campesinos en el partido se elevó en las provincias industriales del 47 al 53 por 100 y en las agrícolas del 31 al 48 por 100» (Carr, 1972a: 224). El número de obreros a principios del bolchevismo era minúsculo, y como dijo Zinóviev éstos constituían un «fenómeno aislado» (citado por Carr, 1972a: 32). En 1905 Lenin era muy consciente de que la fracción bolchevique ejercía una influencia sobre el proletariado «insuficiente en sumo grado», y sobre la masa campesina «muy insignificante» (Lenin, 1976b: 49). Fue a raíz de la revolución fallida de 1905 cuando los obreros ingresaron considerablemente en las filas del Partido. Al estallar la revolución de 1905 los mencheviques celebraron una conferencia en Ginebra en la que se acordó que el Partido «no debe plantearse como objetivo la conquista del poder o la participación en un gobierno provisional, sino que debe seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema» (citado por Carr, 1972a: 62-63). Lenin le reprochaba a los mencheviques que éstos dejasen en un rincón al proletariado en la revolución burguesa y que fuese exclusivamente la burguesía la que estuviese al frente de modo activo. El proletariado quedaría así totalmente entregado a la tutela de la burguesía, «¡¡reservándonos la plena “libertad de crítica”!!» (Lenin, 1976b: 99). Pues con esto el proletariado quedaría reducido a ser un mero apéndice de las clases burguesas, y por ello el menchevismo quedó como la continuación de economismo al ser el «ala intelectual-oportunista del Partido» (Lenin, 1976b: 118), lo cual les hizo ganar las simpatías de los liberales. «Acaso la expresión más elocuente de esta disensión entre el ala intelectual-oportunista y el ala proletario-revolucionaria del Partido era la pregunta: dürfen wir siegen?, “¿nos atreveremos a vencer?”, ¿nos está permitido vencer, no es peligroso vencer, conviene que venzamos? Por extraño que parezca a primera vista, esta pregunta fue, sin embargo, formulada, y debía serlo, pues los oportunistas temían la victoria, intimidaban al proletariado con la perspectiva de la misma, pronosticaban toda clase de calamidades como consecuencia de ella, ridiculizaban las consignas que incitaban directamente a obtenerla» (Lenin, 1976b: 114-115). La posición de los mencheviques, como la expuso Irakli Tsereteli tras la Revolución de Febrero, consistía en presentarse como la oposición socialista parlamentaria en una república burguesa y presionar al gobierno para que llevase a cabo una política interior y exterior verdaderamente democrática (reformista). Posición que no se cumplió en la política real, pues los mencheviques (precisamente Tsereteli) entraron en el Gobierno provisional a principios de mayo de 1917. Lenin puso en correspondencia a los mencheviques con los girondinos que vacilaban entre la revolución y la contrarrevolución y a los bolcheviques con los jacobinos que eran decididamente revolucionarios. De hecho, antes de la escisión, Lenin llamaba a la corriente oportunista la «Gironda socialista»; con lo cual la corriente decididamente revolucionaria, la que él encabezaría, venía a ser la «Montaña socialista». Y así lo expuso el 21 de septiembre (4 de octubre) de 1901 en su discurso en el congreso de «unificación» de las organizaciones del POSDR en el extranjero refiriéndose a la Conferencia de Ginebra de junio de 1901: «Mírese la Conferencia de Ginebra, ¿acaso no representa, en sí misma, un choque entre la Montaña y la Gironda? ¿No es acaso Iskra la Montaña? ¿No ha dicho ya en su primera declaración en nombre de sus redactores, que no desea ninguna unificación orgánica sin una definición ideológica previa?» (Lenin, 1974e: 227). Y en 1905 añadía: «Los girondinos de la socialdemocracia rusa actual, los neoiskristas, no se funden con los elementos de Osvobozhdenie, pero de hecho, como consecuencia del carácter de sus consignas, marchan a la cola de los mismos. Y los elementos de Osvobozhdenie, esto es, los representantes de la burguesía liberal, quieren deshacerse de la autocracia suavemente, a la manera reformista, haciendo concesiones, sin ofender a la aristocracia, a la nobleza, a la corte, cautelosamente, sin romper nada, amablemente y cortésmente, de un modo señorial, poniéndose guantes blancos (como los que se puso, sacados de manos de un bachibuzuk, el señor Petrunkévich en la recepción de los “representantes del pueblo” (?) por Nicolás el Sanguinario. Véase Proletari, núm. 5.)» (Lenin, 1976b: 51). «Los jacobinos de la socialdemocracia moderna –bolcheviques, partidarios de Vperiod, congresistas o partidarios de Proletari no sé ya cómo decirlo– quieren elevar con sus consignas a la pequeña burguesía revolucionaria y republicana y, sobre todo, a los campesinos hasta el nivel del democratismo consecuente del proletariado, el cual conserva sus rasgos especiales de clase completos. Quieren que el pueblo, es decir, el proletariado y los campesinos, ajuste las cuentas a la monarquía y a la aristocracia “a lo plebeyo”, aniquilando implacablemente a los enemigos de la libertad, aplastando por la fuerza su resistencia, no haciendo ninguna concesión a la herencia maldita del feudalismo, del asiatismo, del escarnio para el hombre» (Lenin, 1976b: 51-52). «Esto no significa, en modo alguno, que queramos sin falta imitar a los jacobinos de 1793, adoptar sus concepciones, su programa, sus consignas, sus métodos de acción. Nada de esto. Tenemos no un programa viejo, sino nuevo: el programa mínimo del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Tenemos una consigna nueva: la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos [de ahí que el escudo de la Unión Soviética fuese la combinación de la hoz y el martillo]. Tendremos también, si vivimos hasta la victoria auténtica de la revolución, nuevos métodos de acción, que corresponderán al carácter y a los fines del Partido de la clase obrera, partido que aspira a la revolución socialista completa. Con nuestra comparación, queremos únicamente aclarar que los representantes de la clase avanzada del siglo XX, del proletariado, esto es, los socialdemócratas, se dividen asimismo en las dos alas (oportunista y revolucionaria) en que se dividían también los representantes de la clase avanzada del siglo XVIII, la burguesía, esto es, girondinos y jacobinos» (Lenin, 1976b: 52, corchetes míos). En resumen: «De las dos tendencias que se señalaban en la doctrina marxista, los bolcheviques representaban, en primer lugar, el elemento revolucionario y voluntarista, y los mencheviques, el evolutivo y determinista. Los bolcheviques hablaban de la necesidad de actuar para cambiar el mundo, y los mencheviques, de la necesidad de estudiar las fuerzas que lo estaban transformando para obrar conforme a dichas fuerzas. Los bolcheviques ponían su fe en una minoría consciente que arrastrara a las masas y las galvanizara; los mencheviques, más que precavidos, aguardaban el momento en que las fuerzas ocultas del cambio maduraran y penetraran en la conciencia de las masas. Esta última divergencia se reflejó directamente en las diversas opiniones de unos y otros con respecto a la organización más conveniente para el partido. Sobre todas estas cuestiones, las opiniones de los mencheviques coincidían, mucho más que la de los bolcheviques, con las corrientes dominantes en el marxismo occidental; y esto fue suficiente para que el bolchevismo, sin ponernos a considerar sus fuentes de inspiración, asumiera cierto tono ruso, no occidental» (Carr, 1974a: 30). «Así, puede asegurarse que hay un tipo psicológico de bolchevique perfectamente distinto del tipo menchevique. Y un ojo muy experto podría llegar incluso –con un margen pequeño de errores– a distinguir a simple vista y por el aspecto a un bolchevique de un menchevique» (Trotsky, 2006: 551).

IV. Las armas y la violencia como requisitos fundamentales y necesarios en la génesis y estructura de la revolución

1. El papel de la violencia
La revolución requiere hombres fuertes física e intelectualmente, es decir, hombres inteligentes y violentos (o sin temor a los complejos desafíos que requieren determinado comportamiento violento). Y Marx lo deja bien claro al final del Manifiesto comunista: «Los comunistas consideran indigno ocultar sus puntos de vista e intenciones. Declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados mediante la subversión violenta de todo orden social preexistente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen otra cosa que perder en ella que sus cadenas. Tienen un mundo que ganar» (Marx, 2012a: 621, subrayado mío). Y antes, en 1845, Engels advertía que una revolución de los proletarios ingleses contra los patrones haría de la Revolución Francesa un «juego de niños» (Engels, 1976a: 49). Si bien es cierto que nunca llegó tal revolución. Ya en los tiempos de la Revolución Francesa dejó dicho el jacobino Jean-Paul Marat: «Es mediante la violencia como se debe establecer la libertad, y llega el momento de organizar momentáneamente el despotismo de la libertad para aplastar el despotismo de los reyes» (citado por Salem, 2010: 72). Como decía refiriéndose al Gran Terror el novelista francés André Malraux, «limpiar establos exige mancharse» (citado por Escohotado, 2017c: 240). Un revolucionario tiene que tener un corazón de piedra (y en general todo político). Como decía Napoleón, frase que subrayó Stalin en una biografía que leía sobre el político francés: «El corazón de un hombre de Estado está en su cerebro» (citado por Santos, 2012: 304). Como le escribía el 17 de noviembre de 1875 Friedrich Engels a Piotr Lavrovich Lavrov: «En Alemania el falso sentimentalismo ha causado y causa todavía un daño inaudito, y el odio es –al menos por el momento– más necesario que el amor» (citado por Escohotado, 2017b: 473). Tras su primera ruptura con Plejánov a principios de 1900, Lenin llegó a la siguiente conclusión: «es necesario comportarse con todos “sin sentimentalismo”, hay que tener una piedra en lugar de corazón» (Lenin, 1974d: 350). De modo que, efectivamente, un revolucionario tiene que tener un corazón de piedra y no andarse con sensiblería quejica porque el papel de la violencia viene a ser en todo el proceso revolucionario algo fundamental y necesario, pues la violencia tiene un protagonismo muy importante; y no ya sólo en la historia de las revoluciones, sino en la historia en general. «La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica» (Marx, 2003a: 730). Y como añade Engels, «la violencia desempeña también otro papel en la historia [además del agente del mal], un papel revolucionario; de que, según la expresión de Marx, es la comadrona de toda vieja sociedad que anda grávida de otra nueva; de que es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe las formas políticas enrigidecidas y muertas» (Engels, 1968: 177 y citado por Lenin, 1993: 31, los corchetes son de Lenin). Engels sabía muy bien que «sin la fuerza y sin una decisión despiadada de hierro no se consigue nada en la historia; y si Alejandro, César y Napoleón hubiesen tenido la capacidad de sentir la compasión a la que ahora apela el paneslavismo a favor de su carroña de clientes, ¿qué hubiese sido de la historia? ¿Y no valen los persas, celtas y alemanes cristianos tanto como los checos, vogules y seresanios?» (Engels, 2008c: 69). La revolución no es un ejercicio de individuos aislados, sino de las multitudinarias masas del pueblo. Ya lo advertía el joven Marx el 8 de mayo de 1842 en las páginas de la Gaceta Renana: «La revolución de un pueblo es total, es decir que cada esfera hace la revolución a su manera» (Marx, 1983: 62). Pero no se lleva a cabo de un día para otro sino durante meses y años en un «torbellino revolucionario». Y el torbellino revolucionario supone «la aplicación por el pueblo de la violencia contra quienes ejercen la violencia sobre el pueblo» (Lenin, 1980e: 8). La revolución supone entonces una situación complicada en extremo y sin tal situación es imposible. «Tales revoluciones no existen, y los suspiros por una revolución de ese tipo no son más que lamentaciones reaccionarias de intelectuales burgueses. Aun en el caso de que la revolución comience en una situación que, al parecer, no será muy complicada, ella misma, al desarrollarse, crea siempre situaciones complicadas en extremo. Porque una revolución verdadera, una revolución profunda, “popular”, según la expresión de Marx [en la carta a Ludwig Kugelmann del 12 de abril de 1871, en plena Comuna de París], es un proceso increíblemente complicado y doloroso de agonía de un régimen social caduco y de alumbramiento de un régimen social nuevo, de un nuevo modo de vida de decenas de millones de personas. La revolución es la lucha de clases y la guerra civil más enconadas, más furiosos, más encarnizadas. En la historia no ha habido ni una sola gran revolución sin guerra civil, y sólo un hombre enfundado puede pensar que es posible una guerra civil sin una “situación complicada en extremo”» (Lenin, 1980e: 69-70, corchetes míos). Puesto que «quienquiera que luche efectivamente contra la opresión de clase tiene que reconocer por fuerza la revolución. Y quien reconoce la revolución reconoce la guerra civil» (Trotsky, 2008: 114). En una conferencia que ofreció en Londres el 21 de septiembre de 1871 Marx dejó dicho: «Debemos decir a los gobiernos: sabemos que son potencias armadas dirigidas contra los proletarios. Actuaremos contra ustedes con los medios pacíficos, cuando ello sea posible, y con las armas, si resulta necesario» (citado por Gemkow, 1975: 332). Y un años después, el 8 de septiembre de 1872, el día después de la clausura del V Congreso de la AIT en la Haya, en un discurso que dio en un banquete en Ámsterdam, del cual no se ha conservado ninguna transcripción y simplemente es conocido por los resúmenes que se publicaron en la prensa holandesa, Marx afirmó que todos los países llegarían a la revolución proletaria de modo violento: «la palanca de nuestra revolución será la violencia» (citado por Muñoz, 2012: XLVI). Sin embargo, añadió que en el Reino Unido, Estados Unidos y tal vez Holanda podrían llegar a implantar el socialismo sin revolución violenta, es decir, por medios pacíficos. De todos modos, por medios pacíficos no llegó la revolución comunista a Estados Unidos, Inglaterra u Holanda como todo el mundo sabe, porque dicha revolución apenas se asomó por estos países (por lo demás totalmente capitalistas). Un año antes, en 1871, el año de la Comuna de París, Marx abordó esta cuestión en una entrevista que le concedió al periodista estadounidense del New York World R. Landor. Landor afirmó que, en vista de la larga historia de cambios políticos pacíficos en el Reino Unido, cabría pensar que sus trabajadores podían acceder al poder sin revolución, es decir, sin violencia. A lo que Marx le contestó: «En este aspecto, yo no soy tan optimista como usted. La clase media inglesa siempre se ha mostrado bastante dispuesta a aceptar el veredicto de la mayoría, mientras ha tenido el monopolio del poder de voto. Pero atienda, en cuanto se encuentre en minoría en aquellas cuestiones que considera fundamentales, asistiremos aquí a otra guerra de los propietarios de esclavos» (citado por Sperber, 2013: 501). Ya en 1845, en La situación de la clase obrera en Inglaterra, Engels decía que «Si la clase poseedora está afectada por tal insensatez, si se ciega por una ventaja momentánea, porque ya no tiene ojos para ver las señales evidentes del tiempo, se han perdido todas las esperanzas de una pacífica solución de la cuestión social en Inglaterra. Única vía de salida posible, resulta la revolución violenta, que ciertamente no ha de tardar» (Engels, 1976a: 293). Pero dicha revolución nunca se realizó en territorio británico y ni siquiera se planteó la posibilidad. Según Marx, si los obreros llegan pacíficamente al poder (digamos, democráticamente, a través de un partido que los «represente») entonces los capitalistas, que serían la minoría, podrían en marcha una serie de planes y programas que desembocarían en la reconquista del poder, pero no ya democráticamente de cara a las siguientes elecciones, sino mediante la lucha armada en la guerra civil; del mismo modo –pensaba Marx– que los esclavistas del sur, aun estando en minoría, iniciaron una guerra contra los antiesclavistas que llegaron al poder democráticamente en Estados Unidos. Cuando fue entrevistado en 1878 y el periodista le preguntó si «el asesinato y el derramamiento de sangre son imprescindibles para la consecución de sus principios», Marx respondió que «Ningún gran movimiento ha nacido sin derramamiento de sangre. Los Estados Unidos de Norteamérica alcanzaron su independencia con derramamiento de sangre, Napoleón conquistó Francia con acontecimientos sangrientos, y fue vencido del mismo modo. Italia, Inglaterra, Alemania y cualquier otro país ofrecen ejemplos similares. En lo que se refiere el crimen alevoso, ya se sabe que no es nada nuevo. Orsini ha intentado asesinar a Napoleón, pero los reyes han matado más gente que cualquier otra persona. Los jesuitas han matado, y lo mismo los puritanos bajo Cromwell. Y todo ello sucedió antes de que nadie oyera hablar de los socialistas» (citado por Enzensberger, 1999: 377). Marx siempre apostó por la revolución violenta, pero no se cerró a nuevos métodos revolucionarios no menos violentos ateniéndose a las circunstancias del lugar donde se iba a incubar y desarrollar la revolución, como por ejemplo el terrorismo ruso contra el zarismo. Marx no aconsejaba el terrorismo como estrategia revolucionaria europea o mundial, pero sí lo dio por bueno y lo aconsejó en la Rusia zarista, por lo tanto su apoyo al terrorismo revolucionario estaba restringido a Rusia. El apoyo de Marx a los terroristas rusos, sobre todo en lo que al atentado contra Alejandro I en 1881 se refiere, no es muy diferente a la teoría del tiranicidio de Francisco Suárez. En 1917, antes de la Revolución de Octubre, Lenin, refiriéndose a la Appassionata de Beethoven, decía que no podía escuchar música a menudo porque le hacía «querer decir cosas amables y estúpidas y acariciar la cabeza de las personas. Pero ahora hay que golpear, golpear sin piedad» (citado por Montefiore, 2010b: 399). Como le dijo a su amante Inessa Armand, la revolución es «una campaña de combate tras otra» (citado por Montefiore, 2010b: 399). A su regreso de Finlandia afirmó: «¡Mejor morir como hombres que dejar pasar al enemigo» (citado por Montefiore, 2010b: 421). Poco tiempo después de la Revolución de Octubre, hablando con Máximo Gorki sobre el carácter violento de la misma le diría Lenin: «¿Y qué quiere usted? ¿Acaso cabe aquí la bondad y la generosidad? Europa nos bloquea, estamos privados de la ayuda del proletariado europeo, con la que contábamos; sobre nosotros, como un oso, avanza desde todas partes la contrarrevolución. ¿Es que no tenemos entonces derecho a luchar, a resistir?» (Citado por Díez del Corral, 2003: 341). Tenían tanto derecho como tantas fuerzas tuviesen. Como se ha dicho, «la Revolución de Octubre se transformó en una más de las revoluciones en las cuales el protagonismo de las masas fue desplazado por la actuación de los “de arriba”, que manejaron el timón con mano férrea» (Saborido, 2006: 158), puesto que para los bolcheviques la violencia suponía un «saqueo a los saqueadores». Como le dijo Stalin a Alexandr Yakovlev, vicecomisario de la Industria de Aviación: «la coacción es la partera de la Revolución» (citado por Santos, 2012: 494). En la entrevista que H. G. Wells le hizo a Stalin en 1934, éste afirmaba que «la revolución, el relevo de un sistema por otro, ha sido siempre una lucha, una lucha penosa y cruel, una lucha de vida o muerte… Los comunistas no glorifican, de ninguna manera, la aplicación de la violencia. Pero ellos, los comunistas, no tienen la intención de dejarse sorprender, no se pueden fiar de que el viejo mundo se saldrá del escenario voluntariamente, ven, que el viejo sistema se defiende por la violencia y, por eso mismo, los comunistas le dicen a la clase obrera: ¡Contestad a la violencia con la violencia, haced todo lo que esté en vuestras fuerzas para impedir que os aplaste el viejo orden moribundo, no dejéis que os aten las manos, aquellas manos, con las que derribaréis el viejo sistema! Ud. ve, por lo tanto, que los comunistas no consideran la sustitución de un sistema social por otro simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un proceso complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden cerrar los ojos ante los hechos… ricas experiencias históricas; esas experiencias enseñan, que una clase agotada no abandona el escenario voluntariamente. Piense en la historia de Inglaterra en el siglo XVII. ¿No decían en aquel entonces muchos que el viejo sistema social estaba podrido? Pero, a pesar de ello, ¿no fue necesario un Cromwell para anonadarlo por la fuerza?» (Stalin, 2002). En consecuencia la violencia no es un componente accidental de la revolución política, sino esencial, pues a través de ella se sustenta la misma. La política en general, y la política revolucionaria en particular, no pueden regirse o plegarse a normas, dictados o «imperativos» éticos. Los problemas políticos, económicos y sociales no estarían bien entendidos si se interpretasen desde un diagnóstico ético (y que conste que este diagnóstico no es siempre inocente, muchas veces es interesado y de mala fe). Por tanto, «condenar la violencia, en general, o la violencia humana en particular, es un completo sinsentido, por muchas manifestaciones rebosantes de emoción pacifista que se organicen en contra de la violencia. El horror ante la violencia, en general, y su satanización como mal radical, tiene como correlato la metafísica (o la mitología) de la tranquilidad o paz primordial (paradisíaca), una paz de “relajación” y “disfrute” –dos términos que han alcanzado una alta frecuencia en el lenguaje cotidiano de nuestros días– que habría sido rota por un principio violento (satánico) a través del cual se introdujo el desorden, o el mal, en el Mundo» (Bueno, 2005a: 86-87). Y desde luego que Marx no condenaba la violencia en general y no tenía ningún complejo en decir, ya desde joven, cosas como éstas: «en la refriega no se trata de saber si el enemigo es un enemigo noble y del mismo rango o un enemigo inferior, sino que se trata de zurrarle» (Marx, 1970b: 104). La consigna de mayo del 68 «Cuando pienso en la revolución, me entran ganas de hacer el amor» es ajena al espíritu del marxismo-leninismo, y de hecho vendría a ser su polo opuesto (y, en general, de toda revolución seria que se precie). De hecho, el lugar donde a uno menos se le apetecería hacer el amor es en medio de una revolución. No es posible mezclar la concupiscencia con las barricadas, no cabe en tales circunstancias unos groseros «orgasmos revolucionarios». Como escribía Marx en 1860: «Las tormentas levantan siempre basura, las épocas revolucionarias no huelen nunca a agua de rosas, y nadie puede librarse en ellas de verse salpicado de lodo; es natural. No hay escape» (citado por Mehring, 1967: 233). «Donde se maneja el hacha, saltan astillas» (Lenin, 1980e: 71). De ahí que «la revolución es precisamente una revolución porque no se contenta con limosnas ni con pagos a plazos» (Trotsky, 2007: 714).
2. La conjugación entre inteligencia y violencia para poner en marcha la revolución
¿Cómo se piensa y se hace dicha revolución obrera? La crítica de la economía política comunista a la economía política capitalista es llevada a cabo a través de una nueva ontología, así como el paso del capitalismo al comunismo exige una praxis revolucionaria que viene a ser solidaria de dicha ontología. Por lo tanto, «El Capital, al margen del comunismo, pierde su nervio revolucionario y se reduce a un modelo interesante, entre otros, para el análisis de la sociedad capitalista» (Bueno, 1973: 33). Es decir, El Capital ha de ser implantado políticamente, y ello implica la revolución y por consiguiente la violencia, si no quiere ser un mero adorno de biblioteca o un pasatiempo de eruditos gnósticamente implantados. Frente al oportunismo y el reformismo de la socialdemocracia, el marxismo-leninismo postulaba que la clase obrera o es revolucionaria o no es nada. El comunismo y su revolución sólo eran posible en la época de la revolución industrial y no en otra época, porque sólo podía realizarse a través de las fuerzas productivas de dicha revolución industrial en donde la gran industria capitalista reproduce de manera monstruosa la división del trabajo que unilateraliza la fuerza de trabajo del obrero. No es hasta la introducción de las máquinas en las fábricas cuando el obrero «combate contra el medio de trabajo mismo, contra el modo material de la existencia del capital. Su revuelta se dirige contra esa forma determinada del medio de producción en cuanto fundamento material del modo de producción capitalista» (Marx, 2003a: 424). Parafraseando a Kant, se podría decir que, a la hora de llevar a cabo la revolución, la inteligencia sin violencia es vacía, pero la violencia sin inteligencia es ciega. Es decir, se trata de llevar a cabo las ideas a través de la fuerza, y son inútiles –como decía el propio Marx– las ideas sin fuerzas y las fuerzas sin ideas. «Las ideas se convierten en una fuerza cuando prenden en las masas» (Lenin, 1980e: 80). La revolución es posible entonces con la fuerza de la lógica y con la lógica de la fuerza, y sólo se lleva a cabo, si es que se lleva, utilizando la fuerza de los argumentos junto con los argumentos de la fuerza. De modo que las letras en la críticay las armas en la prácticahan de ir de la mano para el planteamiento, desarrollo y ejecución de una actividad y puesta en escena verdaderamente revolucionaria. «No basta que la idea clame por realizarse; es necesario que la realidad misma clame por la idea» (Mehring, 1967: 78). Como decía Karl Radek en 1919, «La dictadura sin voluntad de aplicar el terror es un cuchillo sin hoja» (citado por Nettl, 1974: 536). Y como ya dejó por escrito Louis Auguste Blanqui, «¡Armas y organización son los ingredientes decisivos del progreso, y los únicos medios serios capaces de abolir la miseria! Quien tiene armas tiene pan […] y ante proletarios armados todo obstáculo, toda resistencia y toda imposibilidad desaparecerá» (citado por Escohotado, 2017b: 150). Por tanto, sólo con la violencia inteligente o la inteligencia violenta el movimiento revolucionario puede abrir su camino, porque si no entonces no será revolucionario sino «reformista» (para Lenin, con buena parte de razón, «oportunista», puesto que la concesión de reformas distrae a la clase obrera de la lucha revolucionaria, aunque bien es cierto que también es posible que las reformas favorezcan a los obreros con lo justo para no sublevarse). Aunque, eso sí, la violencia no puede producir dinero sino, a lo sumo, apoderarse del dinero ya hecho. «En último término, las grandes cuestiones de la libertad política y de la lucha de clases las resuelve únicamente la fuerza, y nosotros debemos preocuparnos de la preparación y organización de esta fuerza y de su empleo activo, no sólo defensivo, sino también ofensivo» (Lenin, 1976b: 13).
La revolución proletaria, Daniel Miguel López Rodríguez
3. Sin las armas las letras son meras palabras
De modo que, la teoría, por sí sola, por muy revolucionaria y atractiva que se presente a los ojos de los lectores y oyentes que reflexionan objetivamente sobre el procedimiento de la revolución, no es posible sin las armas. Dicho de otro modo: un discurso de letras por sí solo es condición necesariapara llevar a cabo la revolución, pero no es condición suficiente, porque dicho discurso debe ser respaldado o escoltado por la fuerza. Es decir, la revolución se hace (o se hizo), levantando barricadas, tendiendo alambradas y disponiendo de todo tipo de armas, con hombres dispuestos a dar su vida por la Causa. Sin armas las palabras en los mítines proselitistas son flatus vocis y las letras impresas en los periódicos, en los panfletos y en los libros papel mojado. La revolución no vino a traer la paz sino la espada. Como decía Stalin, «¡por mucha conciencia de clase que se tenga, no se puede responder a las balas con las manos nada más!» (citado por Trotsky, 2008: 95). Y como decía Trotski, «Concepción revolucionaria sin voluntad revolucionaria es lo mismo que un reloj con el muelle roto… Pero, por otra parte, la ausencia de una amplia concepción política condena al político de más voluntad de la indecisión ante acontecimientos importantes y complejos» (Trotsky, 2007: 247). Para los marxistas revolucionar no es meramente interpretar sino fundamentalmente transformar (cosa obvia). La revolución es una tarea encargada a «una organización militar de agentes» (Lenin, 1974e: 522). «Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases» (Lenin, 1980g: 69-70). Y esa salida de la lucha de clases se llama «dictadura del proletariado», lo cual implica armar al proletariado, pues las armas garantizan tal dictadura. Sin las armas las letras serán papel mojado y las voces palabras que se las lleva el viento y por tanto pura cháchara, un simple tema de conversación. Pero como sabía Maquiavelo los profetas desarmados ni vencen ni convencen (y si convencen engañan, sin perjuicio de los méritos que pueda haber en la mentira política, por otra parte muy útil para los fines de la revolución). «La letra mata, el espíritu vivifica» (2 Cor 3.6). Parafraseando a Thomas de Kempis, cabría decir que «más vale sentir la revolución que saberla definir»; es decir, como decía Lenin el 30 de noviembre (13 de diciembre) de 1917: «es más agradable y más provechoso vivir la “experiencia de la revolución” que escribir acerca de ella» (Lenin, 1993: 175). En las revoluciones (ya burguesas o proletarias) no cabe el diálogo, como si en dicha circunstancia fuese cierto aquello de «hablando se entiende la gente». Los llamados «logros sociales» no han sido precisamente fruto de un diálogo habermasiano, sino de años de luchas en las que se derrama sangre, sudor y lágrimas. La gente feliz ni planea ni hace revoluciones, como tampoco escribe apocalipsis ni cree realmente en los mismos. No cabe el diálogo con las manos vacías sino el diálogo de los puños y las pistolas, como en 1905, en plena revolución o «ensayo general», dijo Stalin parafraseando a Napoleón: «¡Camaradas! ¿Creéis que podemos derrotar al zar con las manos vacías? ¡Nunca! Necesitamos tres cosas. Primero: ¡Pistolas! Segundo: ¡Pistolas! Y tercero: ¡Pistolas y más pistolas!» (citado por Montefiore, 2010b: 195). O como decía Trotski en plena Revolución de Octubre: «es particularmente necesario ¡trabajar, trabajar y trabajar! ¡Hemos decidido antes morir que rendirnos!» (citado por Reed, 2011: 128). Tras la victoria de la Revolución de Octubre, cuando los bolcheviques trazaban la nueva política del país en el Instituto Smolny, Kamenev y Trotski querían abolir la ejecución capital en el ejército, a lo que Lenin les replicó: «¡Qué absurdo! ¿Cómo vais a hacer una revolución sin fusilar a nadie?» (citado por Montefiore, 2010b: 441). Como dijo Stalin, «La abolición de las clases no se consigue mediante la eliminación de la lucha de clases sino mediante su estimulación» (citado por Service, 2010: 191, aunque es posible que la cita sea apócrifa). Y en eso el Vozhd siguió muy bien a su maestro, Lenin, cuando dirigiéndose al pleno del Comité Central de febrero-marzo de 1937, en pleno Terror, dijo: «cuanto más se avanza hacia el socialismo, más encarnizada es la lucha de los residuos de las clases moribundas» (citado por Werth, 2010: 269). En plena Revolución de Octubre Trotski dejó claro que en un momento tan crítico como aquél «sólo es posible el comunicado que hacemos ya con la boca de los cañones» (citado por Reed, 2011: 229). Y pocos días después, en un discurso ante los marinos de Kronstadt decía el mismo Trotski: «Os digo que las cabezas tienen que rodar, y la sangre tiene que correr […] La fuerza de la Revolución francesa estaba en la máquina que rebajaba en una cabeza la altura de los enemigos del pueblo. Era una máquina estupenda. Debemos tener una en cada ciudad» (citado por Rojas, 2012: 84). Aunque, a decir verdad, es posible que en el rodaje de la película de Eisenstein Octubre (1927) hubiese habido más heridos que en la toma del Palacio de Invierno del 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917. (La insurrección de Octubre sólo costó seis muertos, todos insurrectos). Lenin sabía muy bien que «el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución» (Lenin, 1976p: 158). Por eso recomendaba: «¡Fíate de la decisión revolucionaria, pero no sueltes el fusil!» (Citado por Reed, 2011: 297). «¡Proletario, aprende a manejar el fusil!», se le hace decir a Lenin en la Película Octubre (1927) de Sergei Eisenstein. «La revolución enseña que hay que hacer caso de un fusil» (Trotsky, 2007: 835). Algo muy parecido dijo Mao: «El poder está en la boca del fusil» (citado por Courtois y Panné, 2010a: 372). Y dicen justo a continuación los autores de El libro negro del comunismo: «Después ha quedado demostrado que esto era la quintaesencia de la visión comunista sobre la toma del poder y sobre su mantenimiento». No sólo del comunismo sino también del capitalismo, del nacionalsocialismo, del fascismo, etc., etc. (por no hablar de los reinos e Imperios de la antigüedad). Pero los autores del libro negrolegendario viven de los «100 millones de muertos» del comunismo, y no tienen más remedio que defenderlo (aunque lo hagan posicionados desde un dualismo maniqueo con fuertes dosis de fundamentalismo democrático ingenuo). Aunque el primer objetivo de la destrucción revolucionaria es el ejército, lo primero que llevan a cabo las fuerzas revolucionarias es construir un nuevo ejército, a fin a los propósitos de la revolución. En el siglo XVII la Revolución Inglesa destruyó el poder estatal de la monarquía feudal al destruir a su ejército y fundar el ejército revolucionario de los puritanos y la dictadura de Cromwell. A finales del siglo XVIII la Revolución Francesa desintegró el ejército real y organizó el ejército revolucionario. Y la Revolución Rusa de 1917 destruyó la organización estatal de los latifundios feudales y de la burguesía y a su vez se destruyó el ejército zarista y, tras la Revolución de Octubre, el 23 de febrero de 1918 se fundó el Ejército Rojo. Lenin lo tenía muy claro: «La partida está ganada. Si hemos conseguido establecer orden en el ejército quiere decir que hemos podido imponerlo en todos los demás lugares. Y la revolución –en orden– será invencible» (Service, 2010b: 302). En agosto de 1918, durante la guerra civil rusa, le telegrafió Trotsky a Lenin: «No mandar más que a aquellos comunistas que sean disciplinados, que estén dispuestos a pasar privaciones y resueltos incluso a morir. Agitadores de poca monta no nos hacen falta aquí» (Trotsky, 2006: 478). Trotski lo tenía muy claro: «Advierto que cualquier destacamento de tropas que emprenda retirada por su cuenta, provocará en primer lugar el fusilamiento del comisario y en segundo lugar, el del comandante. Los soldados bravos y valientes serán colocados en puestos de mando. Los cobardes, los egoístas y los traidores, no escaparán a las balas del pelotón. Así os lo garantizo ante todo el Ejército Rojo» (Trotsky, 2006: 436). «Sin represalias es imposible poner un ejército en pie. Es una quimera pretender que se van a lanzar a muchedumbres de hombres a la muerte si la pena capital no figura entre las armas de que dispone el mando. Mientras estos monos sin cola orgullosos de su técnica que se llaman hombres guerreen y levanten ejércitos para la guerra, no habrá un solo mando que pueda renunciar al recurso de colocar a sus hombres entre la eventualidad de la muerte que les aguarda, si avanzan, y la seguridad del fusilamiento que acecha en la retaguardia, si retroceden» (Trotsky, 2006: 447). Porque «De la marcha de las operaciones militares dependía la suerte de la revolución» (Trotsky, 2006: 492). Y «hubo momentos en que todo el territorio de la república que no estaba ocupado por los blancos, tenía el carácter de territorio militar o de zona fortificada» (Trotsky, 2006: 510). «En su última parte, el problema de la insurrección, que ha entrado en la historia bajo el signo de Octubre, tenía un carácter puramente militar. La solución debía venir, en su última etapa, de los fusiles, de las bayonetas, de las ametralladoras y quizá incluso de los cañones. El partido bolchevique trabajó en este sentido» (Trotsky, 2007: 833). «La escuela de Lenin era una escuela de realismo revolucionario» (Trotsky, 2007: 646). Y «el partido de Lenin era el único partido que estaba dotado de realismo político en la revolución» (Trotsky, 2007: 650). En marzo de 1919, en el Primer Congreso de la Komintern, afirmó Trotski: «Kautski siempre nos ha acusado de cultivar el militarismo, pero a mí me parece que si queremos que el poder siga en manos de los obreros, entonces tenemos que enseñarles cómo utilizar las armas que ellos mismos forjan. Si a este se le llama militarismo, pues que se le llame así. Nosotros hemos creado nuestro propio militarismo socialista, y no vamos a renunciar a él» (citado por Service, 2010b: 334-335). Por lo tanto, las armas y las letras son los requisitos para llevar a cabo la revolución, lo demás es retórica o, peor aún, demagogia, palabras de promesas que se transforman en palabrería y paparrucha, en farsa y, en última instancia, un fraude político. Pero todo esto ya lo dijo muy bien el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha en el siglo XVI: «Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar según son las razones que cada una de su parte alega; y entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrán sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeto a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrían sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios y, finalmente, si por ellas no fuesen, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas» (Cervantes, 2004: 325). En consecuencia las leyes la sostienen las armas, pues –como se dijo un siglo después– «el hombre armado es más autónomo que el desarmado» (Espinosa, 2004b: 163).
4. La insurrección armada
El 22 de enero de 1867 afirmó Marx en un mitin que dio en el Cambridge Hall de Londres: «En cuanto a la revolución social ¿qué quiere decir sino lucha de clases? Es posible que la lucha entre trabajadores y capitalistas sea menos cruel y sangrienta que las luchas entre los señores feudales y los capitalistas de Inglaterra y Francia. Esperemos que así sea. Pero de todas maneras, aunque una crisis de esta clase puede aumentar la energía de los pueblos occidentales, atraerá, como todos los conflictos internos, también la agresión exterior. Este conflicto dará a Rusia otra vez el papel que jugó en la guerra antijacobina y la Santa Alianza, el de salvador del Orden elegido por la Providencia. Llevará a las filas de Rusia a todas las clases privilegiadas de Europa» (Marx, 2008d: 114-115). El momento álgido de la lucha de clases es la insurrección revolucionaria en el que se da un «viraje brusco» que «infunde al pueblo todo en poco tiempo las más profundas y preciosas enseñanzas» (Lenin, 1976q: 61). «La revolución enseña a todas las clases con una rapidez y una profundidad que no se dan nunca en época normales y pacíficas. Y los capitalistas, los elementos mejor organizados de todos, los más expertos en materia de lucha de clases y de política, fueron quienes más velozmente aprendieron. Cuando vieron que la posición del gobierno era insostenible, echaron mano de un método que desde 1848 había venido practicándose constantemente por los capitalistas de otros países para engañar, dividir y debilitar a los obreros. Este método es el de los llamados “gobiernos de coalición”, o sea los gobiernos mixtos formados por elementos de la burguesía y por tránsfugas del socialismo» (Lenin, 1976q: 71). La insurrección revolucionaria es la prolongación de la política revolucionaria por otros medios. Llegado a un punto en la política revolucionaria la insurrección tiene que desencadenarse, la insurrección es el resultado de una larga preparación. «Lo que la revolución en su conjunto es respecto de la evolución, la insurrección armada lo es en relación a la revolución misma: el punto crítico en que la cantidad acumulada se convierte por explosión en calidad. Pero la insurrección misma no es un acto homogéneo e indivisible: hay en ella puntos críticos, crisis e impulsos internos» (Trotsky, 2007: 907). En 1894 el joven Lenin sabía muy bien que para expropiar a las «sanguijuelas» que monopolizan los medios de producción y dirigen la economía social rusa se requiere «lucha, lucha y lucha, y no una mezquina moral filistea» (Lenin, 1974a: 254), porque «la insurrección es, en el fondo, la “repuesta” más enérgica, más uniforme y más conveniente de todo el pueblo al gobierno» (Lenin, 1974e: 522-523). Si Plejánov había dicho, en referencia a la insurrección moscovita de 1905, que «no se debía haber empuñado las armas», Lenin, por el contrario, afirmaba que «lo que se debió hacer fue explicar a las masas la imposibilidad de una huelga puramente pacífica y la necesidad de una lucha armada intrépida e implacable. Y hoy debemos, en fin, reconocer públicamente, y proclamar bien alto, la insuficiencia de las huelgas políticas; debemos llevar a cabo la agitación entre las más grandes masas en favor de la insurrección armada sin disimular esta cuestión por miedo de ningún “grado preliminar”, sin cubrirla con ningún velo. Ocultar a las masas la necesidad de una guerra encarnizada, sangrienta y exterminadora como tarea inmediata de la acción próxima es engañarse a sí mismo y engañar al pueblo» (Lenin, 1976u: 14-15). Y advierte que «si la revolución no gana a las masas y al ejército mismo, no se puede pensar en una lucha seria. De suyo se comprende que el trabajo en el ejército es necesario» (Lenin, 1976u: 15). Como dijo Trotski: «¡La insurrección es un derecho inalienable de cada revolucionario!» (citado por Reed, 2011: 96), y «las masas populares sublevadas no han manifestado nunca una gran inclinación hacia el platonismo ni hacia el kantismo» (Trotsky, 2007: 223). La insurrección armada, la revolución puesta en marcha hacia la toma del poder del Estado, no es otra cosa que la guerra civil, el momento culmen de la dialéctica de clases. Cuando el 4 de junio de 1918 un delegado del Soviet gritó «Viva la guerra civil», Trotski se volvió a él y le respondió: «Sí, viva la guerra civil. La guerra civil en favor de los niños, de los ancianos, de los obreros y del Ejército Rojo, la guerra civil en nombre de la lucha directa y despiadada contra la contrarrevolución» (citado por Figes, 2000: 674). Trotski estaba dispuestos a admitir que «la guerra civil no es una escuela de conducta humanitaria. Los idealistas y los pacifistas siempre han culpado a la revolución por sus “excesos”. El meollo del asunto es que los “excesos” se derivan de la naturaleza misma de la revolución, que es en sí misma un “exceso” de la historia. Que quienes así lo deseen, rechacen (en sus mezquinos artículos periodísticos) la revolución por ese motivo. Yo no la rechazo» (citado por Deutscher, 1969: 395). Y en otra ocasión llegó a decir: «Tenemos que acabar de una vez por todas con esa charla papista-cuáquera acerca de la santidad de la vida humana» (citado por Figes, 2000: 701). Ya en 1902 Karl Kaustsky había pronosticado: «La futura revolución… se parecerá menos a una insurrección por sorpresa contra el gobierno y más a una guerra civil prolongada» (citado por Lenin, 1976h: 52). Y reflexionando sobre la revolución o «ensayo general de 1905» dejó por escrito Lenin: «sólo los más duros combates, las guerras civiles, pueden emancipar al género humano del yugo del capital», y «sólo los proletarios con conciencia de clase pueden actuar y actuarán como jefes de la inmensa mayoría de los explotados» (Lenin, 1976h: 56). Si –como dijo el socialista francés Jean Jaurès– el capitalismo trae dentro de sí la guerra como la nube trae la tormenta, el comunismo también trae consigo la revolución (es decir, la guerra) como la nube trae consigo la tormenta. Lo demás es música celestial o pensamiento infantil: izquierdismo (enfermedad infantil en el comunismo, como decía Lenin) y pensamiento Alicia, como dice Gustavo Bueno.
5. El terror
Como observó Marx, los tres grandes principios de la Gran Revolución (libertad, igualdad y fraternidad) se transformaron con Napoleón en artillería, infantería y caballería (con intención de exportar la revolución allende las fronteras francesas). En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad el Terror pudo realizarse mediante la tiranía, la desigualdad y el fratricidio, y así los revolucionarios franceses definían el Terror como «justicia rápida, severa, inflexible». Por lo tanto, no cabe aquí hablar de una revolución pacífica (que vendría a ser una contradictio in terminis), sino de una revolución violenta (que vendría a ser un pleonasmo); una revolución pacífica es, como dijo Lenin citando a Robespierre, una «revolución sin revolución». Luego la revolución no es un festín de libertad, igualdad y fraternidad. La violencia revolucionaria es el trabajo sucio que ha de llevarse a cabo en toda verdadera revolución. Como dijo Stalin, «La política es un negocio sucio. Todos hicimos trabajos sucios para la Revolución» (citado por Montefiore, 2010b: 261). Decía Louis Antoine de Saint-Just, mano derecha de Robespierre, parafraseando a éste refiriéndose al Terror: «El barco revolucionario solo llegará a puerto en un mar enrojecido por torrentes de sangre […] No solo debemos castigar a los traidores sino a cualquiera que no sea entusiasta. La República debe protección a los buenos ciudadanos. A los malos solo les debe la muerte» (citado por Escohotado, 2017a: 509). Y añadía: «Golpea rápido y duro, osa, he ahí el secreto del éxito» (citado por Escohotado, 2017a: 518). «La revolución es una gran devoradora de hombres y de caracteres. Lleva a los más valientes a su exterminación y agota a los más débiles» (Trotsky, 2006: 440). «Si está justificado que haya víctimas –y no sabemos quién habría que obtener el permiso-, nunca lo estará tanto como cuando las víctimas sirvan para imprimir un avance a la humanidad» (Trotsky, 2006: 638). «No se puede dar respiro al enemigo. Las revoluciones exigen, más que ninguna otra cosa, remate y coronación» (Trotsky, 2007: 119). Y «toda revolución es arbitraria» (Trotsky, 2007: 121). Los revolucionarios no pueden andarse con medias tintas y, como el cirujano que maneja el bisturí, no debe vacilar pues vacilar equivale a perder. El ejemplo más claro de revolución vacilante (no ya en su génesis, en el golpe contra el zarismo, sino en su estructura, en la gestión y desarrollo del gobierno «provisional», palabra muy significativa) fue la Revolución de Febrero, y el ejemplo más claro de revolución decidida fue la Revolución de Octubre (con todos sus errores). «A través del inmenso caos de la revolución de Febrero se veían resplandecer los rasgos acerados de la de Octubre» (Trotsky, 2007: 231). Marx concluía su Miseria de la filosofía con una cita de la novela de George Sand, Jean Ziska. Épissode de la guerra des hussiste (1843): «El combate o la muerte: la lucha sanguinaria o la nada. Así está planteada la cuestión infaliblemente» (Marx, 2004a: 299). A principios de siglo decía Lenin en las páginas de Iskra: «En principio, nunca hemos renunciado ni podemos renunciar al terror. El terror es una de las formas de la acción militar que puede ser perfectamente aplicable, y hasta indispensable, en un determinado estado de las fuerzas y en determinadas condiciones» (Lenin, 1974e: 15). Y a finales de 1899 tenía muy claro que «renunciar a la toma del poder por la vía revolucionaria sería, por parte del proletariado, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista práctico y político, una locura; significaría una vergonzosa concesión a la burguesía y a todas las clases poseedoras. Es muy probable –y más que probable– que la burguesía no hará concesiones pacíficas al proletariado; en el momento decisivo recurrirá a la violencia para defender sus privilegios. Entonces no le quedará a la clase obrera otro camino que la revolución para la realización de sus objetivos» (Lenin, 1974d: 282). Ante las críticas de Mártov durante el Segundo Congreso del POSDR en 1903, Lenin replicó: «No me asusta lo más mínimo esas terribles palabras acerca de la “ley marcial” y “las leyes de excepción contra grupos y personas determinadas”, etcétera. Cuando nos tropezamos con elementos inestables y perturbadores, no sólo podemos sino que además debemos proclamar la “ley marcial”, los estatutos del partido y la política de “centralismo” que acaban de ser aprobados en el Congreso no son sino la “ley marcial” para hacer frente a los numerosos focos de indisciplina política. Contra la indisciplina política se necesitan leyes especiales e incluso excepcionales; y el paso dado por el Congreso, al crear una sólida base para tales leyes medidas, ha indicado el camino político justo a seguir» (citado por Carr, 1972a: 50). Como le escribió Máximo Gorki, el más importante novelista ruso, a su mujer tras los sucesos del Domingo Sangriento del 9 (22) de enero de 1905, «sólo la sangre puede cambiar el color de la historia» (citado por Figes, 2000: 222). Ya en el poder, desde las páginas de Pravda, atizaba: «Si el enemigo no se rinde, debe ser exterminado» (citado por Montefiore, 2010a: 79). La Revolución de Octubre fue un golpe de Estado con el respaldo de buena parte de la masa urbana, y «el significado de este golpe consiste, sobre todo, en el hecho de que tendremos nuestro propio órgano de poder, en el cual la burguesía no tendrá ninguna participación» (citado por Saborido, 2006: 94). En sus notas manuscritas, Lenin ordenaba sin piedad fusilar, asesinar y ahorcar a «los que nos chupan la sangre… a las arañas… a las sanguijuelas», y se hacía la siguiente pregunta: «¿Cómo puede hacerse una revolución sin pelotones de fusilamiento? Si no podemos fusilar a los saboteadores de la Guardia Blanca, ¿qué clase de revolución va a ser ésta? ¡Nada más que palabrería y paparrucha!» (Citado por Montefiore, 2010b: 444). El 18 de diciembre de 1918 escribía Lenin en Pravda: «cuando se nos reprocha nuestra crueldad, no cabe sino sorprenderse de cómo la gente puede olvidar los principios más elementales del marxismo» (citado por Conquest, 1974: 663). «“¡Absurdo! –clamó-. ¿Cómo contáis que una revolución siga adelante sin ejecuciones? ¿Creéis de veras que podéis tratar con todos esos enemigos después de desarmaros? ¿Qué otras medidas de represión existen? ¿La prisión? ¿Quién da importancia a eso durante una guerra civil, cuando ambas partes confían en vencer?”. Kamenev trató de argumentar que se trataba sólo de revocar la pena de muerte instituida por Kerensky, especialmente contra los desertores. Pero Lenin se mostró irreconciliable. Se daba clara cuenta de que tras el decreto de abolición se ocultaba una actitud frívola frente a las dificultades inauditas que nos aguardaban. “Una equivocación –reiteró-, blandura imperdonable, ilusiones pacifistas”, etc. Propuso que se revocase inmediatamente el decreto, pero se le objetó que ello produciría una impresión desfavorable. Alguien sugirió que sería mejor recurrir a las ejecuciones cuando se viera que no había otro remedio. Finalmente, el asunto se dejó como estaba» (Trotsky, 2008: 386). Además de esto, hay que decir que Lenin –lejos de condenar moralmente a Fanni Kaplán por los disparos que recibió el 30 de agosto de 1918 tras asistir a una reunión obrera en una fábrica, que le hirió en el omóplato y en el cuello y que casi le cuesta la vida y que le terminaría costando seis años después– le comentó a Trotski desde la más admirable objetividad: «qué se le va a hacer, es una pelea. Y en una pelea cada uno actúa como puede» (citado por Díez del Corral, 2003: 352). Aunque, eso sí, Kaplán sería ejecutada tres días después del atentado en los calabozos del Kremlin sin proceso y sin publicidad. Kaplan confesó que la idea había sido exclusivamente suya y que «hace ya tiempo que decidí matar a Lenin; lo considero un traidor a la revolución» (citada por Saborido, 2006: 115). Lenin, como Marx, sostenía que el vencedor en una revolución podía colgar a los contrarrevolucionarios pero jamás condenarlos, podía quitárselos de en medio como a enemigos vencido pero no juzgarlos como si fuesen delincuentes. Por su parte, Trotski afirmaba cosas no menos contundentes: «cuando la sangre se ha vertido ya, no hay más que un camino: la lucha sin cuartel. Sería pueril creer que podemos vencer por otros medios… ¡Por cada revolucionario muerto nosotros mataremos a cinco contrarrevolucionarios!» (Citado por Reed, 2011: 211-212). Y respecto a la ejecución del Zar y toda su familia así lo justico diecisiete años después del zaricidio: pues resulta que los bolcheviques no podían dejar a los ejércitos blancos «una bandera viva en torno a la cual agruparse», por ello sus hijos «cayeron víctima del principio que constituye el eje de la monarquía: la sucesión dinástica» (citado por Deutscher, 1969: 262). La importancia del terror era algo de lo que era muy consciente Stalin, el cual citaba en privado un adagio de Gengis Khan que rezaba: «Las muertes de los derrotados son necesarias para la tranquilidad de los vencedores» (citado por Service, 2010a: 219). Otros estadistas a los que admiraba el Zar Rojo eran Iván el Terrible y Pedro el Grande, pero le objetaba maquiavélicamente al primero que hubiese infravalorado a una de las cinco grandes familias feudales. «Si hubiera aniquilado a esas cinco familias, no se habrían producido los años turbulentos [el Primer período de desórdenes en Rusia, siglo XVII]. Pero Iván el Terrible podía ejecutar a alguien y perder luego mucho tiempo arrepintiéndose rezando. En este sentido Dios le supuso un estorbo. ¡Tendría que haber actuado con más decisión todavía!» (Citado por Service, 2010a: 219 y por Santos, 2012: 270, corchetes míos). «Iván el Terrible mató a demasiados pocos boyardos. Habría debido matarlos a todos para poder crear un estado fuerte» (citado por Montefiore, 2010a: 229). Stalin sabía muy bien que «la coacción es la partera de la Revolución» (citado por Santos, 2012: 494). Cuando el 31 de junio de 1934 Hitler llevó a cabo la purga del ala izquierda de su Partido, las S.A. de Ernst Röhm, en lo que se llamaría «la noche de los cuchillos largos», Stalin comentó sobre Hitler: «Qué hombre más listo, así es como hay que tratar a la oposición, pasándolos a todos a cuchillo de una sola vez», y les comunicó a los servicios de inteligencia del Ejército Rojo: «Los acontecimiento de Alemania […] debe conducir a la consolidación del régimen y al fortalecimiento del poder personal de Hitler» (citado por Rayfield, 2003: 300). «¡Qué tipo ese Hitler! ¡Magnífico! ¡Ésa es una proeza que requiere habilidad!» (citado por Rojas, 2012: 122). Decíamos «maquiavélicamente» porque el gran filósofo político florentino hablaba del buen uso de la crueldad «cuando se ejerce una sola vez dictándolo la necesidad de consolidar el poder, y cuando únicamente por utilidad del pueblo se recurre a un medio violento. Crueldades mal empleadas son aquellas que, aunque poco considerables al principio, van luego creciendo en lugar de acabarse… Necesítase, pues, que el usurpador de un estado cometa de un golpe todas cuantas crueldades exija su propia seguridad para no repetirlas: de este modo se asegurará la obediencia de sus súbditos, y todavía podrá adquirir su afecto, como si les hubiera hecho siempre beneficios. Si, mal aconsejado o por timidez, obrase de otra manera, necesitaría tener continuamente en la mano el puñal y se encontraría siempre imposibilitado de contar con la confianza de unos súbditos a quienes tantas y repetidas veces hubiese ofendido; porque, vuelvo a decir, estas ofensas deben hacerse todas de una vez, a fin de que hieran menos siendo menor el intervalo de tiempo en que se sientan» (Maquiavelo, 2004: 68-69). Por su parte, Lenin le había dicho a Molotov que Maquiavelo «decía acertadamente que si es necesario recurrir a ciertas brutalidades con la finalidad de conseguir un objetivo político determinado, deben ejecutarse de la forma más enérgica y en el plazo más breve posible porque las masas no tolerarán la aplicación prolongada de la brutalidad» (citado por Service, 2001: 427). En julio de 1915, en Monastyrskoe, en el exilio, Kámenev le regaló a Stalin precisamente El Príncipe de Maquiavelo. Durante un simposio, Kámenev les preguntó a sus camaradas cuál era para ellos el mayor placer de la vida. Unos se decantaron por las mujeres, otros por el materialismo dialéctico. Cuando le llegó el turno a Stalin sin inmutarse lo más mínimo dijo: «Para mí el mayor placer que puede sentir uno es elegir a la víctima, preparar los planes minuciosamente, tomar venganza de manera implacable, y luego irse a la cama. ¡No hay nada más dulce en el mundo!» (Citado por Montefiore, 2010b: 378). Antes de la toma del poder en la Revolución de Octubre, según Víktor Chernov, el líder de los Socialistas Revolucionarios o eseristas, él y Lenin tuvieron el siguiente diálogo: «Yo le dije: “Vladímir Ilich, tú si llegas al poder empezarás por ahorcar a los mencheviques al día siguiente”. Y él me miró y dijo: “No ahorcaremos al primer menchevique hasta después de que hayamos ahorcado al último socialista revolucionario”. Luego frunció el ceño y soltó una carcajada» (citado por Service, 2001: 207). Un tanto ingenuo fue el programa del Partido Comunista Alemán que elaboró Rosa Luxemburgo: «En las revoluciones burguesas el derramamiento de sangre, el terror y el asesinato político eran armas indispensables de las clases que se levantaban, pero la revolución proletaria no necesita del terror para lograr sus propósitos y odia y abomina el asesinato» (citado por Carr, 1972a: 173). Pero en otro lugar dijo que la enseñanza básica y la ley vital de toda revolución «es la de avanzar con extrema celeridad y decisión, abatiendo con mano férrea todos los obstáculos y planteándose siempre metas ulteriores, o ser rechazada rápidamente hacia atrás de las débiles posiciones de partida para ser luego aplastada por la contrarrevolución. Detenerse, marca el paso, resignarse con el primer objetivo logrado, son fenómenos desconocidos en las revoluciones. Y quien trata de transferir esta sabiduría de entre casa de las batracomiomaquias parlamentarias a la táctica revolucionaria de muestra solamente cuán alejado está de la psicología, de la ley vital misma de la revolución, y cómo toda la experiencia histórica sigue siendo para él un libro cerrado con siete sellos… el “justo medio” no es una solución que tenga vigencia en un período revolucionario, cuya ley natural exige una rápida decisión: o la locomotora es lanzada a todo vapor por la pendiente histórica hasta la cumbre, o la fuerza de la gravedad la arrastrará de nuevo hacia abajo y se despeñará en el abismo, con todos aquellos que con sus débiles fuerzas pretendían retenerla a mitad de camino» (Luxemburg, 1975: 40-43-44). En 1918 Lenin declaró que «pedir que se renuncie a toda represión en tiempo de guerra civil es pedir que se abandone ésta». Y según un periodista eserista añadió: «Protestáis contra el bando y débil terror que estamos aplicando contra nuestro enemigos de clase, pero habéis de saber que, antes de que transcurra el mes, el terror asumirá formas muy violentas siguiendo el ejemplo de los grandes revolucionarios franceses. La guillotina estará lista para nuestros enemigos, no ya simplemente la prisión» (citado por Carr, 1972a: 175). El 11 de agosto de 1918 un implacable Lenin dio una orden para un ahorcamiento masivo de Kulaks. La cita –dirigida a los camaradas Kuraev, Bosch, Minkin y demás comunistas del Penza, conocida como «Telegrama a los comunistas de Penza»– no tiene desperdicio:

«¡Camaradas! La insurrección de cinco distritos de kulaks debería sofocarse implacablemente. Los intereses de toda la revolución exigen hacerlo porque se está librando en este momento “la última batalla decisiva” contra los kulaks. Es necesario dar un ejemplo.

1) Ahorcar (y asegurarse de se haga a plena vista de todosa un mínimo de cien kulaks ricos y explotadores conocidos.

2) Publicar sus nombres.

3) Requisarles todo el grano que tengan.

4) Designar rehenes de acuerdo con el telegrama de ayer.

Hacerlo de tal modo que en cien kilómetros a la redonda la gente pueda ver, temblar, saber, gritar: están ahorcando y ahorcarán a los kulaks explotadores.

A la recepción de telegrama, puesta en práctica.

Vuestro, Lenin.

Buscad gente dura de verdad» (citado por Service, 2001: 413).

Uno de los jefes del ELAS (el Ejército de Liberación Nacional griego durante la Segunda Guerra Mundial), Aris Velouchiotis, afirmó que «Las revoluciones vencen cuando los ríos se tiñen de sangre». Pero añade de modo ingenuo u optimista: «Vale la pena verterla, siempre que la recompensa sea la perfección de la sociedad humana» (citado por Courtois y Panné, 2010a: 430). El jefe del NKVD, Lavrenti Beria, afirmaba que la única manera de sobrevivir era «dar siempre primero» (citado por Montefiore, 2010a: 564). Así pues, en la revolución, como en la guerra, o matas o te matan, y la crueldad puede llegar a convertirse en prudencia, por retorcido que esto parezca a mentalidades bienintencionadas del moralismo filisteo del fundamentalismo democrático del mercado pletórico imbuido del síndrome del pacifismo fundamentalista. Toda esta crueldad es imprescindible para que, una vez en el poder, los revolucionarios puedan reprimir a los contrarrevolucionarios de modo inmisericorde y con decidida contundencia. Una crueldad que no es gratuita o sádica, sino necesaria para los intereses de la revolución, si es que éstos se quieren defender. El Terror no es otra cosa que la defensa de la revolución. Y, en caso de no saber defender la revolución por falta de aplicación del Terror o por su mala aplicación, los revolucionarios (más bien pretendientes incualificados) serían reprimidos por el Terror de los contrarrevolucionarios, el Terror blanco, tan violento, cruel y letal como el rojo. Sobre la crueldad ya Stalin le comentó al director de cine Sergei Eisenstein al corregirle algunos puntos de su película La conjura de los boyardos: «Iván el Terrible era muy cruel. Podéis presentarlo como un personaje cruel. Pero debéis mostrar por qué necesitaba ser cruel» (citado por Montefiore, 2010a: 584). Y, efectivamente, Stalin necesitaba ser cruel si se quería preservar la eutaxia del Estado revolucionario. Crueldad que, por cierto, no es explicada por muchos historiadores, entre ellos Montefiore, como si la crueldad llevada a cabo en el estalinismo fuese producto de la locura subjetiva de un sádico sediento de sangre y de sus cómplices igualmente sedientos (que –como narra muy bien Montefiore– apagan su sed hasta altas horas de la madrugada con dosis de alcohol, tabaco y cine). E incluso se llega a decir, desde el psicologismo más ramplón, que Stalin era cruel porque su padre le pegaba cuando era pequeño (igual que pasaba con Hitler) y por eso exteriorizaba en el poder lo que de pequeño tenía reprimido. El problema de los historiadores negrolegendarios (el hecho de ser negrolegendarios pone en cuestión su condición de historiadores) es que creen en una extraña fuerza que vendría a ser el mal absoluto, que se encarna en sujetos operatorios como Hitler, Mussolini, Franco, Lenin, Mao y por supuesto Stalin. No haber interpretado el Terror en términos de eutaxia (o de distaxia, si no se aplica o se aplica sin eficacia) ha bloqueado el entendimiento de estos –llamémoslos así– autores. Y este bloqueo es propio del cerrojo ideológico que se sumerge encapsulado en dogmas y mitos convenciones que son oscurantistas y confusionarios y, por tanto, tenebrosos. El Terror tiene su lógica, la denominada «lógica del Terror», y por no se trataba de un sinsentido absurdo llevado a cabo por sujetos endemoniados (ateos materialistas) que por pura maldad y caprichos sádicos se dedicaban a matar por mor de matar, mara mayor gloria del mal absoluto. Y el otro problema de los autores negrolegendarios está en que inflan el número de víctimas de modo tan abultado, absurdo y descabellado que se quedan tan panchos. Pero hete aquí que estos señores venden libros a través del mercado pletórico de bienes y servicios y, al igual que los gurús del supermercado espiritual, abren su mercado del Terror demonizando a los líderes «totalitarios» representantes del mal absoluto en la Tierra. Ya es hora de llevar a cabo una historia y filosofía del Terror de modo contramaniqueo. Está la tarea por hacer.

V. Final: ¿Es posible la revolución a día de hoy?

Con el tiempo el modus operandis de los revolucionarios van ajustándose a las circunstancias históricas y geopolíticas del momento. En 1917 la Revolución de Octubre fue posible a través de la insurrección armada, pero todas las insurrecciones armadas para implantar un régimen comunista llevadas a cabo durante los años veinte y treinta fracasaron (y la de Octubre fue seguida por una guerra civil de dos años, posiblemente la más feroz guerra civil de todos los tiempos). En los años cuarenta, a través de la extraordinaria coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, la estrategia de los partidos comunistas consistía en las guerras de liberación nacional (o, como en Europa del Este, iban siendo impuestos por el derecho que les otorgaba la fuerza del Ejército Rojo). En los años cincuenta y sesenta la toma del poder se realizaba a través de guerrillas de descolonización en las que intervenían auténticos ejércitos rojos (pensamos en Yugoslavia, China, Corea del Norte, Vietnam, Camboya, fracasando en Hispanoamérica excepto en Cuba, el partido colombiano las FARC entregó las armas en 2017 y parece integrarse en la normalidad de la política democrática). También el terrorismo procedimental, aunque en menor medida, fue empleado como táctica (y no como estrategia) por diferentes partidos comunistas. Pero tampoco obtuvo frutos victoriosos. Luego, a medida que la situación geopolítica va mutando, no hay que caer en la ingenuidad y en el anacronismo de que a día de hoy sea posible una revolución a modo de insurrección armada como las que fueron posibles en el siglo XX, porque ya no estamos en 1917 o en 1936 (a pesar de que algunos todavía viven como si estuviésemos en tan señaladas fechas). El socialismo revolucionario del siglo XXI ni está ni se le espera. Aun así, cierto sector de la progresía actúa como si la Unión Soviética y el muro de Berlín no hubiesen caído, como si fuese posible la revolución internacional al margen de una plataforma (un Imperio) con planes programas efectivos a través de los cuales sea posible al menos plantearse la revolución (violenta, claro). (China y Corea del Norte son ya otra historia, harina de otro costal y, geopolíticamente hablando, enemigos de España y la Unión Europea, es decir, de Estados Unidos). La duda que nos queda es si habrá revolución, aunque por supuesto desconocemos la naturaleza de la misma, mediante o tras la hipotética Tercera Guerra Mundial que no sería muy descabellado decir que se avecina aunque nadie sabe ni el día ni la hora (aunque cabría decir que ya está en marcha). La progresía de hoy día cree en la revolución sin que se rompa un sólo cristal y sin que se derrame ni una sola gota de sangre (y, al menos en España, no organiza insurrecciones sino caceroladas). En eso siguen a Proudhon: «prefiero abrasar la Propiedad a fuego lento en vez de darle un nuevo impulso realizando un san Bartolomé con los propietarios» (Proudhon, 2004a: 63). La negación de la revolución, de la acción armada, venía a ser la propuesta del reformismo pequeñoburgués. Pero la revolución proletaria consiste precisamente en un san Bartolomé con los burgueses, ¿o es que acaso cabe hacerlo a través del diálogo? La progresía de hoy tiene como uno de sus ingenuos lemas el de «No a la Guerra» (que también viene a decir «No a la Revolución», porque ¿acaso es posible una revolución política sin guerra o sin que se rompa un solo cristal ni se derrame una gota de sangre, aun siendo posible la guerra sin revolución?). De todos modos el sujeto de la revolución, el proletariado, mostró a lo largo de la historia que no existía como totalidad atributiva y por tanto como sujeto político propiamente hablando. El proletariado no configura una unidad política y por tanto es absurdo hablar de una revolución política del proletariado porque éste ni está ni se le espera porque ni existe ni puede existir. La tesis más errónea del marxismo está en el imperativo proselitista con el que cierra el Manifiesto comunista (el célebre «¡Proletarios de todas las naciones, uníos!»), que postula, aureolarmente, un proletariado universal que vendría a emancipar al Género Humano de toda explotación y miseria tras la victoriosa revolución mundial. Pero si tal entidad no es posible, si tal proletariado universal, como tal, no es partícipe de las ramas estructurativasoperativas y determinativas y de las capas conjuntivasbasales y corticales de la política real de la dialéctica de Estados, entonces es imposible la revolución porque no hay cuerpos humanos, ni instituciones ni consenso ideológico que la sustente, es decir, que sustente al proletariado universal; porque no hay partido político que tenga la soberbia pretensión de autoproclamarse como «representante» de un supuesto proletariado universal. La emancipación de los obreros ha de ser hecha por los obreros mismos, dijo Marx (cosa que, como hemos visto, enmendó Lenin). Pero si los obreros no forman una unidad política efectiva y políticamente implantada eso hace que el marxismo ya sea una fase superada en la política del presente en marcha, y eso lo hace evidente el propio hundimiento del Imperio Soviético. Apostar en 2017, a cien años de la Revolución de Octubre y veinticinco de la caída de la Unión Soviética, por una revolución proletaria es escándalo y necedad, impostura o ignorancia. Luego el siglo XXI será revolucionario o no lo será, pero, y sin que dispongamos de la ciencia media, no será marxista ni leninista y ni siquiera estalinista. Y si no, al tiempo.

Cartagena (España), a 7 de noviembre de 2017.

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Traducción de César Vidal, Ediciones B, Barcelona 2010.,...)))...



https://iniciativacomunista.org/iv-congreso-el-partido-comunista/

LES MANDAMOS ESTE TRABAJO,...el día 7/12/2.020, por email ¡¡. :


Hola, saludos de lukydemálaga,...editor de lukyrh.blogspot.com // fui militante de la ucco,....en década de los setenta, hasta finales de 81,...siglo XX. pasado

Luciano Medianero Morales lukymlg@gmail.com

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VIERNES, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2020 // BLOG // REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD.

SEGUIR INVESTIGANDO : //. MUJER : VALOR GLOBAL TRABAJO FORMAL, INFORMAL Y REAL-TOTAL-GLOBAL : DATOS Y ANÁLISIS DE UN MARXSTA, CRÍTICO,...



MUJER : VALOR GLOBAL TRABAJO FORMAL, INFORMAL Y REAL-TOTAL-GLOBAL : DATOS Y ANÁLISIS DE UN MARXSTA, CRÍTICO,...--- : Muy interesante! Hola, jóven,...maestro : he copiado esto, para decirte el mejor dicho-piropo, magaleño,...: 

SALVADOR ESPADA HINOJOSA

(es:) Maestro en Ciencia (MSc, Master of Science) por la Universidad de Cádiz
Doctorando en simbiosis en la Universidad de Viena (Austria)
pelo regüerto mirada direrta


,..// ,...: ES ASÍ,..." MORENA DE PELO JUERTO,...CÁ VE QUE TE VEO,...ME DÁ UN CHASQUEO EL CIPÓ,...QUE COMO NO TE CACE CONYÓ, TE TIRO UN PIEDRO ¡¡¡¡ ". CREO, QUE SE INVENTÓ POR HUELIN,...EN EL REBALAE DE LOS Y ENTRE LOS MARENGOS ¡¡¡¡. TAMBIÉN CREO, QUE SE LO ESCUCHÉ DECIR AUN TAL RAFAEL, "EL PALITO,...", COMPAÑERO DE TRABAJO CON S.M. PERALTA. ¡¡¡¡.


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SALVADR E.H. ME CONTESTA A ESTA PREGUNTA QUE TO LE HAGO,...¡¡---  : 
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Salvador Espada Hinojosa

vie., 25 sept. 17:20 (hace 6 horas)
 
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 7 horas / semana más que el hombre escuché por ahí
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24 millones de mujeres en España
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POR OTRA PARTE,...CREO QUE TUS DATOS, SON COMO SI FUESEN OFICIALES-INSTITUCIONALES, CUASI ¡¡¡¡....--- CREO, QUE HAY QUE LLEGAR A MÁS REALIDAD,..."" ¡ MIRA UNA LÓGICA TONTUELA,...UNA VÍA : VER LA CANTIDAD DE HOMBRES TRABAJADORES : 60% DE 23 MILLONES,...MÁS EL SECTOR CAPITALISTA VARIADO, +3,5 MILLONES,...TENEMOS MÁS DE 12 MILL. DE CLASE TRABAJADORA Y 2 DE CLASES CAPIT. TENEMOS COMO +15 MILL.,...: SI NO HACEN NADA EN CASA Y SE LO HACE UN SERVICIO DOMÉSTICO POR EJEMPLO,..: TENEMOS 15 MILL. X 14 PAGAS A 1.500 EUROS DE SALARIO MEDIO MENSUAL ¡¡¡¡; CREO QUE ME DA UNOS MÁS DE 300.OOO MILL/EUROS,...      EL ASUNTO POR OTRA VÍA,... : LAS MUJERES TRABAJADORAS HACEN COMO DOBLE JORNADA,...UNA DE ELLAS ES EN SU CASA" ¡¡, Y ESE RABAJO " SOCIAL-DOMÉSTICO",...ES ASIMILABLE AL POR CUENTA AJENA,...TENEMOS QUE LAS MUJERES RINDEN EL DOBLE -- YA QUE HACEN DOBLE JORNADA,...--- LAS RENTAS DEL TRABAJO EN ESPAÑA ES DE UN ....RESPECTO A UN BILLÓN 200.000 MILL/E EN 2.019....----TENEMOS QUE LAS RENTAS O COSTES SALARIALES, MEJOR DICHO POR TRABAJADOR, MEDIO,...ES DE APROXIMADAMENTE LA MITAD POR MITAD,...O SEA, TENEMOS 662.238 MILL./E PARA EL CONJUNTO LABORAL,...COMO EL HOMBRE SEGÚN PARECE ES EL 60 POR CIENTO DE LA FUERZA DE TRABAJO EN ACCIÓN,... ¡¡??¡¡; --COMPROBAR MEJOR -- PORQUE HAY MUCHO TRABAJO SUMERGIDO-IRREGULAR,...¡¡. BIEN RESULTA QUE 60/% DE 622.000 + -- IGUAL A : 373.200 MILL./EUROS. DE RENTA SALARIAL : COSTOS REALES TOTALES DE LA EMPRESA, SALARIOS, SEGURIDAD SOCIAL,...ETC,...¡¡¡¡. VES,...EL SERVICIO DOMÉSTICO A PAGAR POR EL VARÓN COMO MÍNIMO SERÍA DE 300.000 MILL/EUROS,...Y LOS VARONES DE CLASES TRABAJADORAS QUITANDO A LOS EMPRESARIOS ( QUE SON COMO 3,5 MILLONES; ¡¡??¡¡. ),...CONSIGUEN 373.200 MILL/E.

POR OTRA PARTE LA MUJER TRABAJADORA, ES DEL 40 % EN ESPAÑA,...Y LE CORRESPONDEN 40%/622.500: 100 = 248.800 MILL./EUROS.   ALGO CERCANO, CUASI,...A LOS 300.000 MILL/E, ARRIBA PLANTEADO,...¡¡¡¡¡.

LA MUJER QUE NO DESEMPEÑA LABOR POR CUENTA AJENA, NO TRABAJA EN EMPRESA CAPITALISTA,,...ETC,..CREA UN VALOR MÍNIMO,...VER ESTA WEB,..

Las mujeres, líderes en labores del hogar aun trabajando a jornada completa fuera de casa  

EFE 04.05.2017 

Cocinan, limpian y cuidan de los hijos más que ellos. Ellos copan el tiempo de ocio con los más pequeños de la casa. Seis de cada diez mujeres renuncian a su carrera profesional tras ser madres.  La reducción de jornada por cuidado de hijos, lo que más litigios genera. 


...---LO QUE SE DICE,...LO QUE DECÍA MÁS ARRIBA...--- : DOBLE JORNADA + -- ...--- CASI CREA EL DOBLE VALOR DE LO QUE RECIBE POR SU TRABAJO POR CUENTA  AJENA ¡¡??¡¡. HE VISTO ALGO SOBRE EL TRABAJO DOMÉSTICO,...SON LOS SECTORES MENOS CONSIDERADOS, MENOS FORMADOS,...Y HAY IRREGULARES, EXPLOTACIÓN DESMESURADA,...COMO UNOS MIL EUROS MENSUALES,...Y HORAS DE TRABAJO SIN CONTROL,...EN GENERAL,...---LA MUJER SIN TRABAJO POR CUENTA AJENA,...NO SE SABE BIEN CUANTAS SON,...HAY QUE SEGUIR INVESTIGANDO,...( SALVA DA UN DATO,...¡¡--- : SON 9.6 MILLONES DE MUJERES EN SUS LABORES ¡¡. ESTO DÁ UN VALOR : 9,6 X 13 PAGAS HIPOTÉTICAS X 2.000 EUROS,...--- : 249.600 MILL/EU.DE VALOR CREADO, SIN REMUNERAR SOCIALMENTE ""; QUE DEBERÍA SER EL CAPITAL,...POR MEDIO DE SU AGENTE DE BOLSA Y DE GESTIÓN, EL PAPI ESTADO,...¡¡ OTRA COSA ES SI EL PAPI ESTADO CAPITALISTA-IMPERIALISTA DE DERECHO Y POR LA IZQUIERDA"", SERÁ CAPÁZ DE SACÁRSELOS A LOS CAPITALISTAS,...YA QUE LAS MUJERES MANTIENEN LA REPRODUCIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO GLOBAL E UNIVERSAL,...); PERO DEBE CREAR UN VALOR REAL, SOCIALMENTE NECESARIO Y ÚTIL,...COMO DE NOS DOS MIL EUROS MÍNIMO,...Y LA QUE TRABAJA EN POR CUENTA AJENA Y EN SU CASA A LA VEZ,...PUES CREARÁ UN VALOR DE AL MENOS DE 25.000 EUROS POR C.AJE. Y OTROS 20.000-25.000 EUROS/ANUALES,...O SEA, UN VALOR SOCIALMENTE ÚTIL Y NECESARIO DE 45.000 EUROS COMO MÍNIMO,...AL AÑO,...¡¡¡¡.    SI TENEMOS QUE LA POBLACIÓN ACTIVA ESPAÑOLA ES DE 23 MILLONES DE PERSONAS,...AQUÍ, NO SE INCLUYE LAS QUE NO ESTÁN CENSADAS EN EL INEM,...---Y EL I.N. DE EST.; SOBRE ESOS 23 MILLONES Y SIENDO LA MUJER Y HOMBRE MITAD  POR MITAD + --  : TENEMOS QUE 11,5 MILL/MUJ. X 45.000 EUROS,...---= 517.500 MILL./EUROS,...---Y SALTÓ LA BANCA,..Y LA BANCADA DE LOS PARTITOCRÁTICOS,...¡¡¡¡. A VER QUE DICE EL JOVEN C. MARX,...O CHONSQUI,...O SAMIN AMIR,...O LOS DEL C.A.E.S, ( CENTRO ASESORIA,...ESTUDIOS SINDICALES ""¡¡??¡¡) -- CAES Abogadas y Abogados Madrid - CAES

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Y QUE DICE EL POPE DE LA RENTA BÁSICA,...EL SR. CATALÁN,...REY DE LA RENTA BÁSICA UNIVERSAL,...Y P. IGLESIAS,...REY DEL "IMPUESTO MINUSVALÍAS VARIABLES,..."--- : I.M.V. ---¡¡¡¡.



VALOR TRABAJO NO PAGADO Y REALIZADO SOCIALMENTE POR LA MUJER,...SEGÚN PARECE DE FORMA ACADEMICISTA, OFICIALES, DE AQUELLA MANERA,... . DATOS DE SALVADOR E.H. : 
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Salvador Espada Hinojosa

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El Partido Comunista

Para hacer la revolución, se necesita un partido revolucionario. Sin un partido revolucionario, sin un partido creado conforme a la teoría revolucionaria marxista-leninista y al estilo revolucionario marxista-leninista, es imposible conducir a la clase obrera y las amplias masas populares a la victoria sobre el imperialismo y sus lacayos.

– Fuerzas revolucionarias del mundo uníos, luchad contra la agresión imperialista. Mao Zedong

La situación con la que nos encontramos los y las comunistas a día de hoy es crítica. El marxismo ha sufrido un retroceso enorme en cuanto a influencia y reconocimiento entre las clases oprimidas; la inmensa mayoría de los autodenominados Estados socialistas han desaparecido; la inmensa mayoría de los Partidos Comunistas históricos se han disuelto o han abrazado sin complejos la socialdemocracia más vulgar; finalmente, las clases proletarias se encuentran en una situación de debilidad casi sin precedentes, sufriendo el asalto constante de un imperialismo que se cree sin enemigos.

Aunque sea típico considerar la caída del Muro de Berlín como punto de inflexión en el retroceso comunista, la realidad es que la situación actual es el resultado de un proceso de larga duración. No es éste el lugar para un análisis en profundidad de esta cuestión, pero es importante explicitar que rechazamos cualquier análisis superficial o que asigne el grueso de las responsabilidades a agentes externos y no al propio movimiento del proyecto comunista.

Es también muy común abordar cada uno de los aspectos antes mencionados de manera unilateral, y de hecho merece la pena enumerar algunos de los callejones sin salida más habituales a los que puede llevar esa práctica.

Aquellos/as que ven como absolutamente central el derrumbe ideológico, separado de sus causas y contexto histórico, suelen caer en un teoricismo que se mira el ombligo de manera permanente. Pretenden superar en el plano de lo ideal contradicciones que también, o sobre todo, existen en el mundo material.

Aquellos/as que dan una importancia excesiva a la existencia o supervivencia de Estados auto-denominados socialistas pueden en ocasiones centrar todas sus energías en defendera Estados que obien todavía resisten a través de las décadas (Cuba, Corea del Norte, etc.) o bien han abierto nuevasvías de cambio que se perciben como fundamentales (Venezuela, Bolivia, etc.).

Aquellos/as que sobredimensionan la necesidad imperiosa de reconstruir (o reconstituir) el Partido Comunista pueden verse llevados a procesos frenéticos de aglutinación de siglas o crecimiento cuantitativo. Suelen confundir el autodenominarse como algo con la existencia objetiva de ese algo.

Por último, la grave situación de la clase obrera, el deterioro constante de sus derechos y calidad de vida, pueden llevar a algunos/as a querer participar, dirigir o “hegemonizar” todas las luchas de resistencia espontánea que surjan. Caen en el practicismo y el seguidismo, obviando la necesidad de la organización y teoría revolucionaria.

Por contra, nosotros/as planteamos que los distintos aspectos de la situación actual forman un todo difícilmente separable. Cualquier intento de solucionarlos de manera aislada, o siguiendo algún tipo de plan absolutamente lineal y mecánico, estará condenado al fracaso.

Obviamente es imposible delinear en un único documento los pasos a seguir para salir de esta encrucijada. Estos serán por fuerza el fruto de un proceso colectivo. Dicho eso, desde Iniciativa Comunista no renunciamos a aportar nuestro grano de arena desde nuestra perspectiva y situación material concreta.

El análisis dialéctico de la realidad

Cualquier desarrollo real es siempre el resultado de la interacción y el condicionamiento múltiple de todos los aspectos necesarios de un fenómeno dado. En el problema concreto que estamos tratando no es difícil ver que existe una relación estrecha entre teoría revolucionaria, organización revolucionaria (sea un Partido o no), las estructuras sociales existentes (sean un Estado o no) y la situación general a todos los niveles de las clases oprimidas.

Esta característica típica de todo desarrollo concreto, en la que las causas se vuelven consecuenciasy viceversa, nos lleva a la famosa descripción de todo movimiento dialéctico como un círculo en expansión que gira sobre sí mismo. O, más concretamente, como una espiral, un sistema relativamente cerrado que se desarrolla históricamente según sus propias leyes internas y abarcando cada vez más fenómenos en sí mismo. Esta circularidad siempre ha supuesto un gran obstáculo a la hora de entender la realidad, requerimiento imprescindible para su transformación. Tanto es así que pasados más de 150 años desde que Marx y Engels comenzasen a edificar el materialismo dialéctico como tal todavía es rara la ocasión en la que tratamos de hacer un esfuerzo consciente para continuar la tarea urgente de desarrollarlo y utilizarlo consecuentemente.

No vamos a explorar aquí en profundidad estas puntualizaciones filosóficas, pero creemos que es necesario pasar por encima de las mismas para poder decir: el análisis, teorización, implantación y transformación de nuestra realidad entendida como un proceso interdependiente y desde una perspectiva revolucionaria no es una tarea ni mucho menos sencilla. La complejidad de lo concreto y nuestras limitaciones inherentes nos imponen unas restricciones severas a la hora de llevar a cabo esta tarea. A esto debemos añadir la dificultad coyuntural añadida de que el declive relativo del marxismo desde su posición anterior hegemónica en el movimiento revolucionario nos presente a una (o varias) generaciones que deben comenzar la tarea de la liberación de su clase prácticamente desde cero.

La centralidad del Partido y la teoría revolucionaria

El aislar ciertos elementos (teoría, Partido, Estado, lucha social, etc.) de la totalidad es ya de por sí una abstracción, pero una completamente necesaria para poder avanzar en el análisis. También, o más bien precisamente, un tipo de abstracción completamente coherente con el realizado por otras ciencias, si bien el hecho diferenciador marxista sería el no olvidar el carácter temporal de estas abstracciones mentales.

Para bien o para mal en nuestro ascenso de lo concreto a su comprensión tenemos que abstraer todavía un poco más. Abstraemos, en el sentido de tomar por separado temporalmente elementos de una totalidad, y decimos que en la situación actual consideramos el binomio Partido/teoría revolucionaria como central (o, si se quiere, como “contradicción principal” en el análisis científico de la praxis revolucionaria). Afirmamos esto por dos razones. Primero, como ya dijese Lenin hace más de un siglo, porque no puede existir un movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria (cabe incluso mencionar la frase que sigue a este famoso principio: “jamás se insistirá lo bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica”). Segundo, porque como hemos aprendido los/as comunistas sin una organización revolucionaria de vanguardia no puede existir una verdadera dirección y orientación de las luchas de la clase hacia su conciencia para sí. La inoperancia absoluta del espontaneísmo a la hora de presentar una batalla contundente a la clase dominante, incluso aunque el resultado final sea una victoria de corte reformista, es buena pruebo de ello, también en nuestros días. Consideramos por tanto la tarea de reconstituir el Partido Comunista desde la perspectiva del socialismo científico como una cuestión absolutamente fundamental y de la máxima urgencia.

Como hemos dicho la abstracción de los factores es siempre algo temporal, y desde Iniciativa Comunista no olvidamos la importancia de los otros aspectos de nuestra realidad. Creemos que es imposible avanzar en el desarrollo de la teoría revolucionaria y la reconstitución del Partido Comunista sin un contacto estrecho y constante con la realidad concreta, sin un análisis de e identificación con las luchas y movimientos espontáneos de resistencia. No simplemente por una cuestión de principio, sino por ser éstos un factor inseparable en el desarrollo dialéctico (en su génesis y su verificación) de la teoría y la organización revolucionaria. En este sentido reivindicamos como fundamental la llamada “línea de masas” para los/as comunistas. Reivindicamos también la importancia de los acontecimientos a nivel internacional, ya sean estos en los Estados autodenominados socialistas, antimperialistas, o a menor escala. No sirve el desentendimiento absoluto, ni tampoco las críticas fáciles desde posiciones idealistas que nunca encuentran la realidad al gusto de sus deseos. Como habitantes de un Estado imperialista consideramos fundamental el mantener una posición de confrontación firme principalmente contra “nuestro” propio imperialismo, sin que ello implique un seguidismo absoluto de los que pudieran ser sus adversarios coyunturales. Estos dos matices sobre lo que hemos identificado como contradicción principal suponen una de las señas de identidad de Iniciativa Comunista, siendo un eje diferenciador con otros destacamentos comunistas.

Línea de Trabajo

Dado que hemos identificado como centrales las cuestiones de la definición teórica y la reconstitución del Partido debemos definir una serie de tareas y objetivos concretos para avanzar por ese camino.

Rechazamos la aceptación dogmática de cuerpos teóricos entendidos como un todo finalizado que “sólo” debe de ser reimplementado. Es fundamental la autocrítica constante y el análisis concreto, ya que entre las razones del colapso del Movimiento Comunista Internacional sin duda habrá deficiencias de carácter teórico. Por otra parte también rechazamos los intentos, algunas veces indistinguibles de un post-marxismo militante, de dar un salto al vacío y negarse a dar un sólo paso hasta haber “reconstituido” el comunismo desde sus mismos cimientos. El devenir histórico nos obliga siempre, y hoy en día más que nunca, a adoptar una postura autocrítica con el marxismo, y a prestar especial atención a la brecha entre teoría y práctica. Pero esto no implica renunciar a algunos principios fundamentales que han sido corroborados una y mil veces por la historia.

Creemos que se pueden identificar una serie de principios de mínimos, que históricamente es coherente denominar (fundamentos del) marxismo-leninismo, y que pueden servir como punto departida para cualquier desarrollo posterior. Estos son:

  • La lucha de clases como motor de la historia; la necesidad de la dictadura del proletariado como etapa de transición hacia la abolición de las clases sociales y toda opresión, el comunismo.
  • El análisis desde una perspectiva marxista de todos los tipos de opresión estructural (de género,de raza, etc.). La lucha constante por su superación y la primacía del papel de las/os oprimi-das/os en la misma.
  • La necesidad del Partido de vanguardia basado en el centralismo democrático como forma propia de organización del proletariado.
  • La necesidad de la combinación de todas las formas de lucha en el enfrentamiento prolongado que llevará al derrocamiento de la burguesía como clase dominante.
  • La necesidad de la línea de masas. Sólo un Partido conectado orgánicamente con las masas puede impulsar y dirigir sus posiciones hacia una conciencia revolucionaria (conciencia para sí). Son ellas las que deben ser protagonistas de la revolución y la construcción del socialismo.
  • La necesidad del enfrentamiento político contra el oportunismo y el revisionismo. Desde nuestra posición como comunistas en un país imperialista se hace doblemente importante el combatir esas manifestaciones de los intereses de clase burgueses en el movimiento comunista.
  • La inevitabilidad de la lucha de dos líneas dentro del Partido (o su embrión), como expresión ideológica de la lucha de clases en su seno, sin que eso signifique que permitamos la existencia de fracciones en nuestra organización.

Dentro de nuestra propuesta por desarrollar las bases necesarias para la reconstitución del Partido Comunista destacamos la importancia del análisis concreto de la realidad. En ese sentido recordamos la urgencia de un análisis de clases del Estado español ajustado a nuestra situación actual. Creemos también necesario un balance del papel de los Partidos Comunistas en los centros imperialistasen el último siglo. A la vista de su persistente deriva hacia posiciones reformistas, revisionistas y complacientes con su postura privilegiada dentro del imperialismo vemos como insuficientes la mayor parte de análisis que se contentan con hablar de traiciones o el poder de la hegemonía burguesa. Si alguna vez vamos a forjar un movimiento auténticamente revolucionario en el seno del imperialismo necesitaremos una visión científica y ajustada a la realidad de las causas materiales de la práctica política histórica de los movimientos comunistas “occidentales”.

También buscamos impulsar el acercamiento a otros destacamentos, organizaciones y colectivos que deseen trabajar con nosotros/as por la reconstitución del Partido. Queremos evitar perder el tiempo con falsos procesos de “unidad”, pero no tememos el debate y la confrontación. Es seguro que algunas de nuestras tesis necesitarán ser revisadas y modificadas, y consideramos imposible llegar anuestros objetivos sin pasar por ese proceso. Por ello potenciaremos el contacto directo con otras organizaciones, la creación de espacios de coordinación comunista, el debate y el estudio colectivo e individual. Todo ello conectado de una manera permanente a nuestra realidad en toda su concreción,tanto a nivel internacional como al nivel de nuestro Estado.








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