domingo, 20 de diciembre de 2020

CIENCIA Y TECNOLOGÍA Ignacio Mártil : "El principal desafío de la transición energética es la renovación del parque automovilístico"

POR LO QUE DECÍAMOS SEMANAS ANTES, EN ESTE BLOG,....LA PRODUCCIÓN DE COBRE, POR EJEMPLO,...PARA LOS AUTOS, Y ESTRUCTURAS DE CREACIÓN DE ENERGÍAS RENOVABLES, REQUIEREN MUCHO,....COBRE -- LOS AUTOS, COMO 8 VECES MÁS, QUE LOS DE COMBUSTIÓN,...¡¡¡¡¡; -- Y POR ELLO LAS MINAS, EL TRANSPORTE DE MATERIALES,....PRODUCEN CONTAMINACIONES DESORBITADAS,.....DONDE EN PUEBLOS CONCRETOS, MUCHAS GENETES DE TIENEN QUE ABANDONAR SUS CASAS POR LA CONTAMINACION EN PLVO.SUSPENSIÓN,...TRÁFICO DE CAMINOESN MAQUINARIAS DE CONTÍNUO,.....Y DECÍAN EN ESE INFORME, QUE PESE A LA CRISIS ECONÓMICA Y A LA UTILIZACIÓN CADA VEZ MAYOR DE LOS AEROGENERADORES, FOTOVOLTÁICAS,...ETC,....LA CONTAMINACIÓN NO HA BAJADO,.....Y ÉSTAS CONTAMINAN MÁS GRAVEMENTE,  SI ESTÁN UNIDAS, CREAN MUCHAS INFECCIONES-ENFERMEDADES A LA HUMANIDAD,.....Y LA MISMA, AGUDIZA Y COMPLICA LA SANACIÓN POR EL CORONAVIRUS,...¡¡¡¡¡.-- 


POR OTRO LADO,...TODAS ESTAS IMNOVACIONES, SE LAS CARGAN AL USUARIO, EN RECIBOS DE LA LUZ, EN IMPUESTOS DIVERSOS, EN AYUDAS DIRECTASE INVERSIONES JOINT-VEENTURE, PÚBLICO-PRIVADA FINANCIERAMENTE,.....YA QUE SON MUCHAS CANTIDADES DE MILES DE MILLONES DE EUROS,....¡¡¡¡, TODO QUEDA EN MANOS DE CAPITAL FINACIERO Y LAS MEGACORPORACIONES-MULTICORPORACIONES,.....AUTOMOVILISTICAS, ELECTRICAS, MINAS TRANSNACIONALES,.....DONDE LAS POBLACIONES CURRANTAS, NO TIENEN NADA QUE DECIR, NI OPINAR,.....SOLO HACE ALGO EN PLAN FLORERO, LA OCU, ALGO ECOL. EN ACCIÓN,...ETC,....Y AHORA, ALGO EL GOBIERNO DE P. SÁNCHEZ, PERO QUE SE PAGARÁ POR OTRAS ERSONAS CURRANTAS,......EL MULTI-IMPRICAPITALISMO NO PIERDE COMBA NIEXPROPIACIONES DE RIQUEZAS CREADAS POR LAS FUERZAS MULTIPLES DE TRABAJO UNIVERSALES E INTERCULTURALES,...E INCLUSO DE OTRAS FRACCIONES PEQ. Y MED. BURGUESAS,....¡¡¡¡, VENIDAS A MENOS, Y LAS QUE SE PUEDAD MANTENER ALGO,....¡¡¡¡. -- MARES, CAMPOS, LLANURAS, MONTES, LLENOS DE AEROGENERADORES,...ALGO "DESAGERADO,....ABERRANTE,....",...¡¡¡¡¡. EN VEZ DE RACIONALIZAR, CONSUMO, PRODUCCIÓN,....EN DEFINTIVA, NO DESTROZAR NI DEGENERAR, ACOGOTAR, MILITARIZAR Y RPIVATIZAR EL NEGOCIO, LAS INSTALACIONES CON SEGURIDAD TAMBIÉN PRIVADA,....¿¿ CUANTO NOS EXPLOTARÁN Y EXPROPIARÁN PARA PODER DESARROLLAR TODAS ESAS FUENTES DE VALOR-GANANCIAS,....Y YA NO DIGAMOS CON LA CONQUISTA-COLONIZACIÓN DEL SISTEMA SOLAR,...ETC,.....PUES HEMOS CALCULADO, QUE YA TIENEN ACUMULADO DE FORMA VISIBLE Y JURÍDICA, COMO 2.900 BILLONES DE DÓLARES,.....( Y TENGAN EN CUENTA, DE QUE EL PIB MUNDIAL : PMB, ES DE UNOS 90 BILLONES DE DÓLARES,...QUE X POR 32 ¡¡??¡¡ :  -- 32X90 = 2.900 BILL/DÓL. + -- ,... -- ); MÁS TODAS LAS RESERVAS DE TODO TIPO A EXPLOTAR Y LOS 3.000 MILLONES DE CURRANTXS A EXPLOTAR EXAGERADAMENTE, CON DICTADURA CÍVICO-MILICO-POLIC-GG.CCIVILESCAS,...ESTRUCTURAS Y ACTITUDES Y ACTIVIDADES COORDINADAS CON GRUPOS E INSTITUCIONES NAZIS, FASCISTOIDES, SOMATENESCAS, MATONXS-MERCENARIAS, ANTIPROLET-ANTICOMUNISTAS-ANTILIBERTARIAS-ANTIPROLET-MUJERES,...ETC,...¡¡; LOS ESPACIOS DIVERSOS,....¡¡¡¡¡.

                                                                                                              lukydemálaga.


file:///C:/Users/PC/Downloads/En-la-Espiral-de-la-Energia-RESUMEN-2a-ed-POR-Manuel-Gonzalez-Campos.pdf

15-15-15.org : ESTUDIO RESUMIDO DE “EN LA ESPIRAL DE LA ENERGÍA” 

El presente estudio resumido de “En la Espiral de la Energía” (segunda edición), comienza transcribiendo literalmente en cada capítulo el “resumen” que figura en el mismo. Después se expone un “desarrollo” resumido de los mismos, algunos muy extensos, abarcando la casi totalidad del contenido, otros esbozando solamente algunas ideas directoras. El objetivo hacer las funciones de lectura alternativa y simplificada del texto original. El espíritu que lo anima es profundizar en ese inmenso caudal ideas y conocimientos que exponen los autores a través de un relato que abarca toda la historia de la humanidad, comprender el momento crítico por el que pasa nuestra civilización y, desde esa comprensión, imaginar con ellos los escenarios futuros para tratar de direccionar el curso de la evolución. Este libro, “En la Espiral de la Energía”, es una fuente de luz, y una herramienta para intentar salir de este punto de bifurcación en el que se encuentra actualmente la humanidad, en estos tiempos de caos y de cambio civilizatorio. Quiero expresar mi agradecimiento a los autores por el inmenso esfuerzo en la elaboración del mismo y por el enorme regalo que nos han hecho.

 INTRODUCCIÓN LA ENERGÍA MARCA UNO DE LOS LÍMITES DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES POSIBLES. 

RESUMEN 

Aclaraciones previas 

El objetivo de este texto es comprender mejor elementos sustanciales de la historia de la humanidad y de los futuros que creemos más probables para que seamos capaces de construir sociedades justas, democráticas y sostenibles en este tiempo de cambio civilizatorio que estamos viviendo. Es una invitación al diálogo colectivo para buscar y construir nuevas estrategias e iniciativas. Uno de los problemas para afrontar la Crisis Global es nuestra incapacidad para comprender sus raíces y mirarla de manera global. No necesitamos conocimientos fraccionados, sino totalizadores. Por ello, hemos abordado, bajo el prisma de la historia, distintas disciplinas como la economía, la ecología, la sociología, la física, la química, la filosofía, la politología, el urbanismo, la psicología, la demografía, la geología o la ingeniería. Y no solo eso, sino que hemos intentado diluir los límites entre esos campos de conocimiento, aunque en muchos casos los hemos abordado por separado para facilitar el análisis. Esta apuesta se debe a que creemos que los aprendizajes importantes en este tiempo histórico están en las fronteras entre los distintos saberes. Consideramos que necesitamos tener perspectiva histórica. Una perspectiva que mire “desde fuera” el discurrir de la humanidad en sus contextos ambientales, y que además enmarque esto en la evolución de la vida y de los sistemas complejos. También es preciso imaginar el futuro, por duro que pueda ser, para poder encararlo con más posibilidades de éxito emancipador. Así, este texto concluye con un ejercicio de política-ficción, pero asentado sobre bases lo más sólidas posibles. Este libro proyecta un sombrío panorama para el vigente metabolismo industrial y para sus órdenes económicos, políticos y culturales. En ese sentido, se podría calificar esta obra como pesimista. Creemos que sería un error autoengañarnos proyectando futuros que tengan importantes similitudes con el statu quo actual. Sin embargo, el texto está preñado de esperanza, la que surge de saber que, 2 mediante el trabajo colectivo consciente, es posible construir un mundo sostenible, justo y democrático sobre las ruinas de esta civilización. Además, el colapso del sistema urbano-agroindustrial puede llegar a ser un alivio para partes importantes de la humanidad y, desde luego, para el resto de los seres vivos. 

La reconstrucción histórica que hemos abordado dista de ser neutral, porque está permeada por el prisma con el que vemos el presente. Esto no está en contradicción con que hemos cuidado al máximo el rigor en los datos. En este libro no vamos a lanzar ninguna propuesta de lo que deberíamos hacer, porque los escenarios que tenemos por delante son radicalmente distintos a los del pasado y nuestra desorientación sobre cómo encararlos es notable. Para despejarla, necesitamos discutir colectivamente con un pensamiento múltiple y complejo. Confiamos en que este libro ayude a esa discusión. Además de no ser neutral, la historia que presentamos no es completa, pues hemos abordado solo los aspectos que consideramos que han contribuido más al devenir de las sociedades humanas y nos ayudan a proyectar el futuro cercano. Hay muchos elementos que se han quedado fuera, pero que son fundamentales para una comprensión completa de la evolución humana. Un ejemplo es todo lo relacionado con la trascendencia religiosa o artística. Por lo tanto, nuestra interpretación del pasado no excluye otras. Otro sesgo del libro es que detalla mucho más los acontecimientos cercanos al presente que los más remotos, pues son momentos históricos clave para proyectar los posibles futuros de la humanidad. Hemos optado por una mirada macro en lo temporal y lo territorial. Esto implica que hemos perdido información de matiz y también la capacidad de explicar muchas de las cosas que solo se entienden desde un análisis micro. Además, hemos empezando el trabajo con el Homo sapiens, por lo que otra limitación de este trabajo es su antropocentrismo. Por último, este libro no es determinista porque no considera que el ser humano haya seguido ni tenga que seguir un camino marcado: nada está escrito de antemano. Además, predecir el futuro es imposible por las limitaciones humanas, por nuestra propia subjetividad y, especialmente, por las características de los sistemas complejos. Así, el último capítulo, en el que hacemos proyecciones de futuro, no pretende explicar cómo será, sino servir de herramienta para su construcción colectiva. 

Cómo leer este libro : 

Si lo que te interesa es el recorrido histórico, este se abarca en los capítulos 1 a 7. En cambio, la justificación y posible proyección del colapso civilizatorio actual se aborda en los capítulos 7 a 9. El libro está estructurado en nueve capítulos que marcan puntos de inflexión centrales en la historia de la humanidad: 

sociedad forrajera (1), 

Revolución Agraria (2), 

inicio de la sociedad dominadora y la época de los Estados exactores (3), 

capitalismo agrario (4), 

Revolución Industrial (5), 

la era del petróleo (6), causas económicas, políticas y sociales de la Crisis Global (7), causas ambientales y de reproducción social (8) y posibles escenarios futuros (9). A su vez, estos capítulos se engloban en cuatro bloques. Los dos primeros hacen referencia al pasado. El primero describe la historia antes del uso masivo de los combustibles fósiles (1 a 4) y el segundo, la etapa en que esto se produce (5 y 6). En los dos últimos bloques, se describe la situación en el siglo XXI (7 y 8) y se hace un ejercicio de política-ficción sobre los probables futuros de la humanidad (9). Podría hablarse de línea divisoria en tres grandes etapas históricas: la de la civilización igualitaria (1 y 2), la dominadora (3 a 8) y el cambio civilizatorio que estamos viviendo en la actualidad (9). Una forma sería en función de los metabolismos: forrajero (1), agrario (2 a 4), industrial (5 a 8) y, probablemente, otra vez el agrario (9). El texto también se puede organizar por los grandes saltos energéticos de la humanidad: el fuego (1), la Revolución Agraria (2), la esclavitud, la servidumbre y la domesticación de los animales (3), la Revolución Industrial (5) y el colapso del metabolismo industrial como salto energético “hacia atrás” (8 y 9). 3 En cada uno de los capítulos abordamos los siguientes temas: el sistema económico; las formas de organización social a nivel político, entre las que destaca el Estado; las agrupaciones sociales; el sistema cultural; las luchas entre grupos sociales que defienden articulaciones basadas en la dominación y los que apuestan por los modelos igualitarios; la relación del ser humano con el entorno; y la cantidad, calidad y tipo de energía (y materiales) disponible, haciendo especial incidencia en el papel de la tecnología. 

Las tesis principales del libro 

La energía tiene múltiples caras Las personas usan la energía a partir de distintas fuentes (carbón, radiación solar), pero sobre todo a través de vectores energéticos que median entre las fuentes y dicho uso (gasolina, electricidad, animales). Los vectores que utiliza la sociedad contemporánea son básicamente calor, electricidad y combustibles procesados. La energía usada por el ser humano puede ser endosomática (producida dentro del cuerpo humano), cuyo origen es la alimentación, o exosomática (generada fuera), como el fuego, la turba, carbón, petróleo, gas o uranio. También es antiguo el uso de las energías renovables de origen solar (hidráulica, solar, eólica) y de trabajo humano y animal. La apropiación humana de energía (y materia) se produce a partir de su uso de funciones ecosistémicas (polinización, fertilización, depuración de agua). Todas estas energías se pueden utilizar para producir trabajo, calor y/o luz. La concepción de la energía es cultural. Son radicalmente distintas las sociedades que consideran el petróleo como un recurso de las que lo entienden como la sangre de la Tierra. La energía va mucho más allá de un concepto físico que se mide en julios, pues es también social, político, económico y cultural. Energía y materia son dos caras de una misma realidad física. Y, dentro de este binomio, el hecho de que la Tierra sea un sistema abierto para la energía y básicamente cerrado para los materiales conlleva que la gestión de estos últimos sea clave, tanto desde el punto de vista de los recursos como del de los residuos. La energía (el entorno en general) determina el marco del devenir histórico, pero son las sociedades quienes toman las decisiones Para aumentar la complejidad, los sistemas necesitan incrementar el flujo y la densidad energética usada. Así, la agricultura gestiona más energía y aumenta la complejidad respecto al forrajeo (más población y comercio, organización colectiva de recursos, especialización de la producción, conocimientos agronómicos). Por otro lado, uno de los rasgos que definen al ser humano como especie es su capacidad de apropiarse de energía exosomática, haciendo uso de otras dos características intrínsecas de la humanidad: su habilidad de cooperación sin parangón gracias al lenguaje simbólico y la empatía, y el desarrollo de herramientas (tecnología). 

La conjunción de estos dos factores (relación entre complejidad y energía, y capacidad de apropiación energética) ha permitido que la historia del Homo sapiens sea una escalada de complejidad (plagada de colapsos cuando no fue posible aumentar el consumo energético) muchísimo más rápida que la biológica. Esto ha sido especialmente patente tras el nacimiento de las sociedades basadas en la dominación. Esta interrelación fuerte entre complejidad y energía es un elemento central de este libro. Otra relación determinante es la existente entre energía y dominación. Una cantidad y una calidad mayor de la energía disponible permiten controlar a más personas y más territorios. Y viceversa. Esto se concreta en múltiples herramientas, entre las que destacan los sistemas económicos (exacción, capitalismo), las organizaciones sociales (Estado) y las subjetividades (Modernidad). Sin embargo, también se han producido momentos históricos en los que, con más energía disponible, la complejidad no ha tomado forma de relaciones de dominación. Por ejemplo, esto es lo que sucedió 4 durante los primeros 4.000 años de sociedades agrícolas. Una sociedad con más energía disponible tiene la posibilidad de estructurarse en base a relaciones de dominación, pero no es la única opción. En esta misma línea, las fuentes energéticas usadas marcan un contexto social que no es neutro. Las renovables están más distribuidas, requieren tecnologías más sencillas y son más autónomas que los combustibles fósiles o que la energía nuclear. Esto significa que, potencialmente, conforman sociedades más democráticas que las energías no renovables. 

Otro elemento fundamental de la evolución social han sido los cambios climáticos, que se pueden leer como modificaciones en la energía y materia disponibles. Estos impulsaron la expansión del Homo sapiens por todo el planeta, influyeron en el salto a la agricultura, estuvieron detrás del desarrollo de la sociedad dominadora, precipitaron el colapso de varias sociedades y están desempeñando un papel clave en las transformaciones actuales. En definitiva, la cantidad y las cualidades de la energía disponible han marcado un contexto básico que ha configurado los límites en los que las sociedades humanas han evolucionado. El ser humano se apropia de parte del trabajo de la naturaleza, de sus funciones ecosistémicas. Esta apropiación puede darse sin realizar cambios sustanciales en el equilibrio ecosistémico (recolección de frutos, caza controlada) o reorganizándolos con nuevas especies y dinámicas (agricultura, ganadería). La reorganización puede producir nuevos equilibrios, o puede generar una desestabilización estructural imposible de mantener en el tiempo, como hace el metabolismo urbano-agro-industrial. La sociedad y la naturaleza han coevolucionado a lo largo de la historia. En realidad, la sociedad y la naturaleza no son dos entes distintos, sino que la sociedad es un subsistema de la naturaleza. Aunque la energía y la relación con el entorno han sido fundamentales en la historia, y consideramos que son absolutamente centrales en los escenarios presentes y venideros de colapso civilizatorio, no determinan el orden social. El entorno y la cantidad y cualidad de la energía disponible marcan los contextos de la acción humana, pero no la gobiernan. En ocasiones, las sociedades han sido capaces de romper los límites mediante desarrollos tecnológicos u organizativos, mientras que en otros han sido los límites quienes han forzado el devenir humano, bien generando crisis, bien por el acoplamiento social a ellos. En definitiva, son los seres humanos, a través de su organización, quienes “definen” el curso de la historia dentro de los márgenes de lo posible. De este modo, la humanidad ha ido evolucionando impulsada por distintos factores. El primero es que las necesidades, y las emociones que generan, son los elementos centrales que activan a los seres humanos. Simplificando, los sistemas de valores se pueden agrupar en individualistas (priorizan el yo) y colectivos (equilibran el yo con el nosotras/os). 

Estos sistemas están fuertemente condicionados por los entornos económicos y sociales que fomentan unos comportamientos u otros. Es decir, el ser humano no es “bueno” o “malo” por naturaleza, sino por contexto. Una expresión social de esta amalgama de necesidades, emociones, valores y contextos ha sido la lucha, entre articular sociedades basadas en la dominación o basadas en la armonía con el entorno y los seres humanos. Ambos polos, entre los que se han situado múltiples opciones intermedias, han influido fuertemente en los cambios sociales. Un segundo factor de cambio social ha sido el entorno. Los aumentos en la energía y materia disponibles, así como los cambios en sus cualidades, produjeron un ensanchamiento de las posibilidades humanas, que permitieron cambios sociales hacia grados mayores de complejidad. A la inversa, el choque contra los límites ambientales, o su estrechamiento fruto de cambios climáticos o agotamiento de recursos, ha forzado reajustes sociales en forma de salto hacia delante, crisis o colapso societario. En tercer lugar, la complejidad socioambiental ha producido emergencias que han condicionado todo el sistema, incluidos los nodos. Es decir, la evolución humana no solo ha sido fruto de los entes individuales, sino de la propia configuración de todo el sistema. 5 Las relaciones con el entorno y entre los seres humanos evolucionaron juntas en dos grandes marcos civilizatorios La evolución de las sociedades humanas, como sistemas complejos que son, no ha sido lineal, sino que ha tenido puntos de bifurcación en los que se han producido cambios profundos que han dado lugar a nuevas situaciones de equilibrio dinámico. Estos momentos y estos cambios han tenido como elemento fundamental un incremento o descenso en el uso energético. El ser humano ha conocido dos grandes marcos civilizatorios. Uno es el que se extendió hasta hace unos 6.000 años y que estuvo caracterizado por una mayoría de sociedades igualitarias, pacíficas y con una relación armónica con la naturaleza. El otro empezó a desplegarse entonces y se ha ido profundizando (con altibajos) hasta hoy mediante la guerra, la coacción y la creación de subjetividades, para lo que ha usado cada vez más energía. Su forma más desarrollada es el capitalismo global. Lo denominamos civilización dominadora. Estos periodos no tienen una separación clara pues nunca han existido formatos puros, sino un gradiente entre ambos. Sostenemos que estos cuatro factores (jerarquías micro y macro, guerra, y explotación ambiental) van unidos, aunque haya momentos en los que puedan haberse desligado parcialmente. 

La dominación no es solo de las personas, sino también de la biosfera. Dentro de estos dos grandes periodos civilizatorios también se han producido otros cambios fundamentales. Durante la civilización igualitaria, se llevó a cabo el tránsito del metabolismo forrajero al agrícola; y en el de la dominadora, el del agrario al industrial, así como la aparición del capitalismo. En todos estos cambios, la energía desempeñó un papel importante. El inevitable colapso del sistema urbano-agro-industrial y la emergencia de una nueva civilización Las sociedades basadas en la dominación tienden a aumentar su complejidad como respuesta a los desafíos que van encarando. Esta “salida” acaba abocándolos tarde o temprano a tres posibles escenarios: salto adelante en la captación de energía y materia; crisis y recuperación; o colapso y reestructuración. El capitalismo global es la forma culminante de la civilización dominadora y, a su vez, la que está generando su colapso. Este es un momento de profundas transformaciones, que empezaron con el cambio de siglo y se prolongarán durante décadas hasta conformar un tercer gran marco civilizatorio. El colapso es inevitable por múltiples razones. El sostenimiento de la gran complejidad del sistema urbano-agro-industrial requiere de un gran flujo de energía de alta calidad. Esto es cada vez más difícil como consecuencia de estar alcanzando los picos de extracción de los combustibles fósiles y, en breve, será imposible. Además, no hay ninguna fuente de energía, ni combinación de ellas, que pueda sustituir al conjunto de los combustibles fósiles, ni en cantidad ni en calidad. El problema también es material, pues se están alcanzando los picos de distintos elementos básicos (fósforo, cobre). Además, hay problemas de acceso a tierra fértil y agua. A esto se suma el aumento del desequilibrio de los ecosistemas debido al cambio climático y la sexta extinción masiva de biodiversidad de la historia de la vida. Todo esto son elementos básicos para la perpetuación social, como también lo está la atención a las labores de cuidados imprescindibles para la reproducción. El detonante del colapso civilizatorio está siendo el final de los combustibles fósiles abundantes, pero en la determinación del nuevo contexto también resultarán claves el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Al colapso también está influyendo poderosamente la incapacidad del capitalismo de acogerse a los límites físicos del planeta. 

La reproducción del capital solo se puede lograr mediante la explotación del trabajo, la inclusión sostenida de más sociedades y facetas de la vida dentro del capitalismo, y la conversión del “trabajo” de la naturaleza en capital. Pero hay más factores, como la ley de rendimientos decrecientes, que supone que los costos de la complejidad crezcan más rápido que sus beneficios, de manera que el problema no es ya sostener el flujo de recursos, sino la necesidad de incrementarlo. También se está produciendo una importante pérdida de resiliencia de todo el sistema por su alta conectividad, la existencia de nodos claves muy vulnerables (finanzas, producción y consumo 6 globales, ciudades), la hiperespecialización, la merma de diversidad, una muy difícil vuelta atrás en muchos de los pasos dados por la humanidad (agricultura, Estado) y la pérdida de colchones de amortiguación (no hay un “afuera” del sistema-mundo, los ecosistemas están totalmente extralimitados). Un último factor que empuja hacia el colapso es que las sociedades contemporáneas no están preparadas para afrontar la situación actual y, sobre todo, que las élites están haciendo todo lo posible por mantener sus posiciones de privilegio. Así pues, sostenemos que se está produciendo una crisis civilizatoria, un hundimiento general de las estructuras de gobierno, los valores, las infraestructuras, las clases y el metabolismo. Lo que surja después será radicalmente distinto. Así, la Crisis Global: energética, política, alimentaria, financiera, productiva, de cuidados, material, urbana, cultural, laboral, etc. La etapa en la que la humanidad inevitablemente está entrando retornará a un metabolismo agrario que, necesariamente, será distinto del pretérito, pues tendrá que desarrollarse en un entorno diferente. La población (que disminuirá) habitará mayoritariamente en entornos rurales, se relacionará de manera local, usará energías solares y materiales biológicos. Los parámetros culturales que emerjan tendrán en su corazón el concepto de límite ambiental. Los formatos sociales futuros están muy abiertos. Creemos probable una primera etapa dura en la que se refuercen las relaciones de dominación. Sin embargo, el nuevo contexto (relocalización económica, menor cantidad de energía disponible, tecnologías más sencillas, supervivencia que requiera una fuerte articulación en colectivo) podrá facilitar, a medio plazo, sociedades más igualitarias, justas y sostenibles; sociedades ecomunitarias. La civilización que surja dependerá de las luchas sociales, especialmente en la primera fase de contexto más duro. Cuanta menor degradación social y ambiental se produzca, más posibilidades de sociedades emancipadas. La historia tiene forma de espiral El devenir del Homo sapiens está salpicado de fuertes discontinuidades y periodos de cambio más paulatino. 

Este libro muestra una visión cíclica de la historia en la que, fruto del aumento de la complejidad de las sociedades humanas, se van repitiendo colapsos, crisis y saltos adelante. En esta evolución, también se producen umbrales de no retorno. Uno fue el salto al metabolismo agrario; otro, la aparición de la identidad individual. También hay tránsitos muy difíciles de revertir. Las sociedades dominadoras son uno de ellos. De este modo, por cíclica no nos referimos a repetitiva, sino a una espiral en la que se vuelve a pasar por etapas similares, pero en contextos y formatos distintos. La tendencia histórica hasta ahora, con altibajos, ha supuesto un aumento de la complejidad. No tenemos nada claro que esta tendencia se vaya a mantener, pues el colapso actual será mayúsculo y la recuperación de altos grados de complejidad con poca energía disponible es improbable. Pero el grado de complejidad no se relaciona con el de bienestar de la población humana y ecosistémica. Es más, en muchos momentos la correlación ha sido inversa. 

7 LA HUMANIDAD ANTES DEL USO MASIVO DE LOS COMBUSTIBLES FÓSILES CAPITULO 1.- PALEOLÍTICO: SOCIEDADES OPULENTAS, APACIBLES Y DE ENCAJE ARMÓNICO CON EL ENTORNO 

RESUMEN 

Describir lo que ocurrió hace miles de años sin registros escritos es complejo y sacar conclusiones generales, arriesgado. Sin embargo, comprender el presente e intentar proyectar el futuro sin mirar al pasado más remoto sería un ejercicio con importantes lagunas. Por eso, nos vamos a aventurar a realizar una descripción de cómo pudieron ser las sociedades humanas durante el Paleolítico. Lo que sigue es un relato hecho a partir de piezas sueltas, fundamentalmente en forma de restos arqueológicos y del estudio de las sociedades forrajeras contemporáneas. El marco que presentamos intenta describir los grandes rasgos de la primera civilización humana, entendiendo que existieron excepciones, probablemente notables, al comportamiento general que se presenta, pues una de las características de esta etapa fue la existencia de una gran diversidad cultural. Este primer capítulo abarca desde el inicio del Homo sapiens, hasta el primer gran cambio energético de la humanidad: la Revolución Agraria. Realmente, sería más correcto hablar del segundo, pues el dominio del fuego fue la primera revolución energética homínida. Esta etapa comprende alrededor del 95% de la historia humana. Se caracteriza por la estabilidad: lo normal en la vida de las personas era que no viviesen cambios culturales. También por la expansión humana por casi todo el planeta. Una expansión que se basó, fundamentalmente, en su capacidad de cooperar. Durante este periodo se desarrolló el primer gran contexto civilizatorio de la humanidad, en el que los seres humanos se concebían prioritariamente como miembros de un grupo y no como individuos. Esto articuló sociedades igualitarias y con una relación armónica con el entorno, en las que no existían ni el patriarcado, ni el Estado. Su sistema económico se basaba en la donación y la reciprocidad. La guerra era un elemento casi desconocido. No pretendemos negar la existencia de tensiones y conflictos sociales durante esta época, sino mostrar cómo su regulación fue radicalmente distinta a la actual. No afirmamos que los seres humanos de entonces fuesen “mejores” que los actuales, sino que las condiciones en las que se desenvolvieron los motivaron a tener este tipo de organización social. 

DESARROLLO 

Este primer capítulo abarca desde el inicio del Homo sapiens, hasta el primer gran cambio energético de la humanidad: la Revolución Agraria. Esta etapa comprende alrededor del 95% de la historia humana La identidad relacional de las sociedades forrajeras Un rasgo fundamental de las primeras sociedades humanas fue su débil concepción de la individualidad. En lugar de entenderse desde egos independientes, concebían egos interdependientes. Su identidad era “relacional”. Esta vinculación al grupo se fundamentaba como estrategia de supervivencia. El lenguaje se desarrolló en el Homo sapiens en su forma simbólica lo que permitió el fortalecimiento de la identidad relacional al multiplicar las capacidades individuales aprendiendo 8 colectivamente, lo que le ha permitido evolucionar mucho más rápido de lo que lo habría hecho mediante la mutación genética. Esta identidad relacional implicó una determinada visión del tiempo y fomentó una cultura articulada en torno a valores igualitarios y una relación armónica con el entorno. Las sociedades paleolíticas se han denominado habitualmente cazadoras-recolectoras. Durante toda esta amplia etapa de la historia, la mayoría de los seres humanos fueron desplazándose por el territorio, garantizando de esa forma su ingesta energética. Los desplazamientos eran cíclicos por un territorio concreto, es decir, que estas poblaciones no eran nómadas. Estas sociedades convivieron en equilibrio con los ecosistemas. Tenían recursos suficientemente disponibles por lo que tenían una economía de la abundancia, que se basaba en la donación y la reciprocidad. Esta economía empujaba a la sociedad hacia el igualitarismo y la cooperación. La propiedad debió de ser comunitaria, en caso de que se concibiese. También hubo comercio, aunque la gran mayoría del intercambio fue local. Fue una economía de valores de uso y no de cambio, ya que el comercio era escaso, que además realizaba la redistribución. El Paleolítico fue un periodo de micro-sociedades formadas por núcleos familiares que se agrupaban en bandas (25-50 miembros). A finales de la etapa forrajera, había miles de culturas distintas que se adaptaban a un planeta con gran diversidad. La mayoría de esas sociedades probablemente fueron igualitarias, desconociendo o teniendo débiles jerarquías. Tanto hombres como mujeres desempeñaron papeles importantes en estas sociedades, con inexistentes o débiles relaciones de dominación entre ambos sexos. Esto enlaza con la débil concepción de la propiedad privada predominante en el Paleolítico que, como veremos, fue un factor importante en el nacimiento posterior del patriarcado. 

Durante los primeros 200.000 años de historia del ser humano, las guerras fueron un fenómeno extraño y, cuando pudieron existir, no marcaron la cultura de estas sociedades forrajeras, aunque esto no implica que no pudiese haber violencia dentro de ellas. Un elemento fundamental para la convivencia pacífica pudo ser la baja densidad de población, y que muchas no concebían la propiedad de la tierra. Pero probablemente la razón principal es que la mejor respuesta para la supervivencia era la cooperación en forma de intercambio de información, recursos y bienes. Durante esta época, es probable que no hubiese una diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. Sus prácticas religiosas estaban íntimamente ligadas a la naturaleza, que fue sacralizada. Fueron religiones míticas y animistas (los fenómenos naturales tenían vida y conciencia). El planeta era una criatura viva. Todo estaba interrelacionado a través de un espíritu-fuerza, con el que los seres humanos intentaban estar a bien a través del sostenimiento de los equilibrios. Las personas se concebían como una parte más de esa madeja. Las religiones paleolíticas eran poco jerárquicas, sin un determinado panteón de dioses y diosas. Si existía la figura social de chamán con poderes especiales para conectarse con los espíritus. Expansión por el mundo moldeándolo El Homo sapiens empezó su andadura sobre este planeta hace unos 200.000 años en África. Es posible que su salida hacia el resto de continentes se produjese en cuatro oleadas asociadas a las grandes glaciaciones. La colonización de América fue la más reciente, comenzó hace al menos 20.000 años atravesando el helado estrecho de Bering. Hace unos 10.000 años el ser humano ya estaba en todo el continente. El proceso de expansión culminó antes del inicio del sedentarismo agrario. En ese lapso de tiempo, el Homo sapiens llegó a todos los territorios potencialmente habitables. Los cambios climáticos pudieron ser el factor clave que empujó los procesos migratorios de los homínidos, pues significaron modificaciones de la materia y energía disponibles por las sociedades. Esta es la concepción con la que se trabaja en todo el libro. 9 Cabría preguntarse por qué el Homo sapiens fue el único homínido que consiguió expandirse por todo el planeta y sobrevivir. Un elemento determinante pudo ser una capacidad de cooperar más desarrollada gracias al desarrollo del lenguaje simbólico. 

El desarrollo de herramientas y el dominio del fuego, la obtención de energía en definitiva, fue otro factor clave de la expansión del ser humano. A pesar de su veneración de la naturaleza, las primeras sociedades moldearon el entorno, aunque esta modificación fue pequeña en comparación con lo sucedido en épocas posteriores. Uno de los impactos de los primeros seres humanos fue su posible contribución a la extinción de determinados mamíferos de gran tamaño. Otro fue la agricultura de las antorchas, consistente en quemar extensiones de terreno para formar pastos. En resumen, una vez apareció el ser humano y empezó a interaccionar con el medio, comenzó una transformación del entorno que en esta gran etapa fue mayoritariamente simbiótica y ausente de prácticas de sobreexplotación. Las primeras formas de energía: el fuego y los músculos A lo largo del libro se analiza cómo la humanidad ha ido utilizando determinados factores para permitirle tener una creciente disponibilidad energética. Las sociedades forrajeras tuvieron poca capacidad de controlar sus fuentes de energía. La primera tecnología que desarrolló el ser humano fueron las herramientas, que permitieron una mayor cantidad de energía disponible y convirtieron las poblaciones en menos vulnerables, más adaptables a los cambios (como los climáticos) que han marcado la historia de la humanidad. Durante este periodo, la fuente de trabajo básico fueron las personas. Hace unos 50.000 años, el ser humano empezó a usar la energía almacenada en el aire y el agua para la navegación. Estas fueron otras fuentes de energía con las que las sociedades realizaron trabajo, en este caso en forma de desplazamiento. En todo caso, fueron fuentes muy secundarias en comparación con la fuerza física humana. En cuanto a la energía en forma de calor, los homínidos realizaron un descubrimiento trascendental, el fuego, que se empezó a utilizar de forma generalizada hace al menos 200.000 años. 

Un rasgo definitorio de la especie humana es que es la única capaz de apropiarse de energía externa (exosomática) ampliando sus potencialidades. Durante todo el periodo también se usó la energía solar directa para la iluminación y la calefacción. Mientras las fuentes de energía principales fueron los alimentos y la madera, no existió prácticamente capacidad para almacenar ni para transportar energía, más allá de los cuerpos humanos. En todo caso, en estas sociedades opulentas esta limitación no era una carencia. Este es un elemento central diferenciador de la sociedad paleolítica. Después del Neolítico, el ser humano empezó una carrera que no solo fue la de utilizar más energía, sino también la de almacenarla y transportarla en cantidades crecientes. La fabricación de herramientas, junto al potencial comunicativo del ser humano y el uso de energía exosomática, son elementos centrales que permiten hablar de humanidad. Además, tanto el control del fuego como la invención de las primeras herramientas significaron pasos de muy difícil vuelta atrás. Este tipo de elecciones sin retorno serán comunes en la historia de la humanidad. La organización social igualitaria estuvo facilitada por la baja necesidad energética de las sociedades forrajeras. Durante miles de años, no fue necesaria una alta complejidad social que requiriese altos consumos de energía para que las sociedades se sostuviesen y evolucionasen. Además, como las fuentes de energía eran renovables y de fácil acceso, su control era mucho más difícil. A esto se añade que no fueron almacenables, lo que limitó la acumulación de poder. Al existir poca energía disponible, la sociedad no tenía capacidad de evolucionar y cambiar de forma acelerada. En la medida que este sistema fue capaz de satisfacer las necesidades de los seres humanos durante cientos de miles de años, no existió un impulso hacia el cambio: la supervivencia dependía, precisamente, de la estabilidad, del equilibrio. 

10 CAPÍTULO 2.- 

EL SALTO A LA AGRICULTURA NO IMPLICÓ NECESARIAMENTE EL SALTO A SOCIEDADES DOMINADORAS. 

RESUMEN 

Este segundo capítulo desarrolla lo acontecido entre dos grandes revoluciones energéticas: la que se produjo con el inicio de la agricultura y la ganadería, que implicó la posibilidad de almacenar y transportar energía, y la que se llevó a cabo con el comienzo del uso de animales de tiro y de la explotación de la fuerza humana por unas pocas personas. Ambos saltos energéticos cambiaron completamente a las sociedades humanas. La Revolución Agraria se produjo en distintos lugares del planeta independientemente y se puede entender como el agotamiento de la economía forrajera en esos sitios. Su origen vino motivado por un cúmulo de factores, entre los que destacan los climáticos en entornos de alta densidad poblacional respecto a los recursos disponibles. En los primeros 4.000 años de agricultura, hubo elementos sociales que cambiaron radicalmente y sentaron las bases del cambio civilizatorio posterior. Entre ellos destacaron el aumento de la especialización social y el sedentarismo. Fruto de estos cambios, algunos hombres (personas de género masculino) empezaron a desarrollar identidades individuales trascendiendo las relacionales. Además, se produjo una intensa modificación del entorno generando agrosistemas en los que los seres humanos cumplieron un papel central. A pesar de estos cambios trascendentales, la mayoría de sociedades en esta amplia etapa siguieron caracterizándose por una relación igualitaria, la poca presencia de guerras y por sostener una concepción no utilitarista de la naturaleza. 

DESARROLLO 

Este capítulo se desarrolla entre el inicio de la agricultura y ganadería, y el comienzo del uso de animales de tiro y de la explotación de la fuerza humana por unas pocas personas. La primera revolución energética: la Revolución Agraria Hasta ese momento, la historia del ser humano había sido la de la ampliación de su presencia geográfica sobre el planeta. A partir del Neolítico, fue la del incremento de la intensidad de uso y explotación de los recursos. Esta lucha por el aumento de la productividad de la tierra, que en un inicio tuvo que ver con la supervivencia, se convertirá posteriormente en un requisito indispensable para mantener las relaciones de poder dentro de las sociedades y entre ellas. Si durante el periodo forrajero el ser humano estaba distribuido de forma aproximadamente igual por todo el planeta, tras la aparición de la agricultura esto dejó de ser así y la zona más densamente poblada pasó a ser Eurasia. La historia de la humanidad se podría leer, bajo esta lógica, como un ciclo en espiral. El ser humano partió de un único centro difusor inicial en África. Después se expandió en muchos “mundos” durante todo el Paleolítico, con conexiones débiles entre las miles de culturas que aparecieron. La siguiente etapa (después del final de la última glaciación), fue la de los tres o cuatro “mundos”, con crecientes conexiones internas. Como veremos, desde la Modernidad y la aparición del capitalismo se produjo una creciente interconexión hacia un único “mundo”. El futuro puede ser el de una nueva diversificación. La aparición de la agricultura fue un proceso paulatino. Se puede considerar que tuvo lugar hace unos 10.000. Los cambios se empezaron a producir en varias zonas del planeta separadas entre sí. 11 Estas regiones estaban en los tres “mundos”, por lo que la Revolución Agraria tiene un carácter planetario. 

En Afroeurasia, una de las zonas fundamentales fue el Creciente Fértil. Otras zonas fueron las regiones interiores del valle del Indo y las colinas alrededor de los valles del Huang He (Amarillo) y el Yangtsé. En América, el proceso se dio en las mesetas de México y en las laderas de los Andes peruanos. Además, también es posible que la agricultura naciese independientemente en el valle del Ganges, Corea, Japón y el sureste de EEUU. La revolución agrícola, según algunos autores, fue impulsada por cambios climáticos. Hace unos 15.000 años, se empezaron a derretir los grandes hielos en un calentamiento que duró hasta hace unos 10.000 años, cuando el clima se estabilizó. En unas zonas hubo estepas que se convirtieron en bosques y nuevos humedales, que pasaron a ser los espacios donde obtener comida era más fácil. Esto facilitó una intensificación y concentración en la consecución de alimentos. Por ello, la población se hizo en parte sedentaria. Este sedentarismo, unido a un crecimiento de la densidad de población y a que estas zonas estaban “encerradas”, hizo que la posibilidad de migrar se limitase. Sin embargo en otras zonas algunas poblaciones migraron, otras diversificaron sus fuentes nutricionales y otras reforzaron las prácticas hortícolas que ya habían empezado. Es decir, que la agricultura no fue inevitable, sino una elección en un contexto complicado. Esta situación no conllevó la aparición de la guerra. Una vez que las sociedades se hicieron sedentarias, el incremento poblacional se hizo mayor. El sedentarismo se tornó irreversible cuando las poblaciones crecieron lo suficiente como para necesitar fuentes de energía más intensivas y acumulables. Las sociedades humanas pasaron de la “extensificación” a la “intensificación”, es decir, a la extracción de más recursos de una misma extensión de tierra, para lo que se hizo imprescindible la agricultura. Otro factor que ayudó a estabilizar este proceso fue que, desde entonces, el ser humano ha disfrutado de un clima cálido y estable. En todo caso, las poblaciones agrícolas coexistieron durante milenios con los grupos forrajeros. En la primera extensión de la agricultura, volvieron a desempeñar un papel relevante los cambios ambientales y también que los productos agrícolas y ganaderos tuvieron una alta valoración social entre los pueblos forrajeros. En definitiva, el cambio estuvo impulsado por alteraciones climáticas que provocaron la falta de acceso a recursos en un contexto de crecimiento poblacional. Estos factores ya estuvieron detrás de las migraciones paleolíticas y seguirían siendo fundamentales en la historia de la humanidad. Conforme las sociedades se fueron haciendo más complejas, su grado de vulnerabilidad aumentó. 

Los agrosistemas como nuevos equilibrios ecosistémicos 

Con la agricultura y la ganadería, el acceso a la energía por el Homo sapiens creció. Los cultivos transformaron de manera importante la superficie de la Tierra, a diferencia de lo ocurrido con el forrajeo. Esta modificación implicó la deforestación, la desviación de los cursos del agua, y la erosión y la pérdida de fertilidad del suelo. En un sentido más profundo, la agricultura supuso la aparición de los ecosistemas agrarios, que supuso la sustitución de unos que se autosostenían por otros que necesitaban el aporte energético es imprescindible en forma de trabajo humano y animal. La modificación fue también de las especies vegetales y animales. La selección continuada de animales y plantas favoreció la extensión de unas frente a otras, que declinaron. Desde el punto de vista ecosistémico, se produjo una pérdida neta de biodiversidad. Así, la acción humana se fue convirtiendo en el principal factor que influyó en la evolución de muchas especies. No sería posible sostener la población mundial sin los cereales que han sido adaptados, o no se pudo mantener la fertilidad del suelo sin el concurso de las heces animales. De este modo, lo más correcto es hablar de “convolución” entre el ser humano y el resto de especies que domesticó. En cualquier caso, el hecho de que el ser humano modifique su entorno no es razón suficiente para afirmar que no se mantenga un equilibrio ni que rebase sus límites. 12 Estas sociedades tenían economías sostenibles y cerraban los ciclos. Tenían una economía local, siendo su estrategia básica de supervivencia adaptarse a las condiciones edáficas y climáticas de su entorno y diversificar los cultivos lo máximo posible. Su fuente de energía era el sol (a través de la biomasa), utilizando los materiales del entorno de origen fundamentalmente renovable. Las sociedades agrarias desarrollaron una inmensa cantidad de conocimientos que eran patrimonio de la comunidad y tenían una visión holística de los procesos. La aparición de la agricultura y ganadería supuso a su vez una revolución energética, pues ambas significaron un gran salto en la capacidad de realizar trabajo. Por un lado, la agricultura permitió el incremento poblacional, es decir, de músculos disponibles. Por otro, el ganado multiplicó la potencia de carga de las sociedades humanas. Esta revolución energética, complementaria a la del fuego, aumentó la capacidad de generar calor, aunque menos trascendental que aquella. Fruto de la Revolución Agraria, no solo se incrementó la energía disponible, sino también su consumo ya que había que conseguir comida para las personas y animales domésticos. Además fue necesario emplear una cantidad importante de energía en la preparación y fertilización de la tierra. Aunque aumentó la energía obtenida, también lo hizo la empleada, por lo que la tasa de retorno energético (TRE) no varió sustancialmente respecto a las sociedades forrajeras. 

El consumo de energía siguió siendo pequeño, lo que paralelamente produjo un bajo grado de concentración de poder. La complejidad social aumenta gracias al incremento de energía disponible La Revolución Agraria conllevó una profunda reconfiguración social, al hacerse sociedades sedentarias, tener energía acumulable, aumentar la densidad de población y cambiar su metabolismo y cosmovisiones. Se desarrollaron sociedades complejas, como la de Creta, el valle del Indo (Harappa) o la “Vieja Europa”. Este incremento de la complejidad acoplado al aumento de la energía disponible será una línea directora de la evolución de la humanidad. Con los primeros asentamientos comenzó un proceso de concentración de la población. Durante el Paleolítico, el ser humano se había expandido cada vez más. Desde el Neolítico se irá contrayendo progresivamente. Es probable que se desarrollase el concepto de propiedad individual (tierra, semillas) frente a la colectiva, lo que desempeñó un papel importante en el devenir civilizatorio. Apareció el comercio y el dinero, en su primera forma como dinero-mercancía (sal, pieles, ganado, grano). Mejoraron las capacidades de cooperación humanas y el aprendizaje colectivo, al desarrollarse núcleos de población mayores interconectados entre sí comercialmente, pero también se empezó la desacralización de la naturaleza. Cambiaron las cosmovisiones, empezándose a quebrar la idea de pertenecer a un todo y surgiendo los “dioses de los cielos”, el teísmo, aunque este es un fenómeno que no se desarrolló hasta que no lo hizo la civilización dominadora. Aumentó la importancia del concepto del tiempo pues los ciclos de las cosechas obligaron a medirlo, aunque siguió siendo circular y no lineal, de acuerdo con los ciclos naturales (día-noche, estaciones, mareas, nacimiento-muerte) o la repetición de las tareas. Se fue perdiendo la conexión con el “aquí y el ahora” y se proyectó más la actividad hacia el futuro. En algunos territorios, el paso del metabolismo forrajero al agrícola produjo a su vez el cambio de una civilización igualitaria a otra dominadora, una quiebra trascendental en la historia de la humanidad que se analiza en el siguiente capítulo. En cualquier caso, durante 4.000 años la mayor parte de las sociedades agrícolas siguieron igualitarias y con identidad relacional y muchas de las primeras sociedades agrarias tuvieron rasgos sociales similares a las forrajeras y no tuvieron Estados. Los excedentes agropecuarios se gastaron en muchas ocasiones en celebraciones que unían a distintos grupos humanos y que tenían un efecto de redistribución de la riqueza. Las guerras siguieron siendo algo extraño y de menor intensidad. 

13 CAPÍTULO 3.- 

CIUDADES, ESTADOS E IMPERIOS AGRARIOS EN UN MAR DE RURALIDAD AESTATAL 

RESUMEN 

Hace unos 6.000 años, comenzó un cambio civilizatorio de gran magnitud que marcó la historia de la humanidad. Las sociedades agrarias se empezaron a volver dominadoras, patriarcales y violentas, creando ciudades y Estados. Además, comenzaron una lenta desacralización de la naturaleza. Estos factores (Estado, patriarcado, guerra y explotación de la naturaleza) nacieron juntos. Por supuesto, el cambio no fue solo social sino también psicológico. Un elemento determinante de esta mutación civilizatoria estuvo en el desarrollo en algunos hombres de una identidad individual que sustituyó a la relacional. A esta civilización, que en realidad comprende una amplia diversidad interna, la denominamos dominadora. Este salto fundamental en la historia de la humanidad estuvo posibilitado, y a su vez permitió, una importante revolución energética: las élites tuvieron a su disposición mayores fuentes de energía a través del esclavismo, la servidumbre y el uso de animales para el trabajo. Este tercer capítulo desarrolla los primeros milenios de las sociedades dominadoras, los que se extienden desde 4000 AEC hasta el inicio del capitalismo, alrededor de 1500 EC. Durante este periodo, los Estados se fueron expandiendo y consolidando en los espacios más fértiles del planeta. Esta expansión no se realizó sin fuertes resistencias, internas y externas, que determinaron el devenir de las distintas sociedades en elementos tan centrales como la religión. En todo caso, al final de esta etapa la mayoría de la superficie del planeta siguió estando habitada por sociedades sin Estado: poblaciones forrajeras, pastoriles nómadas o agrícolas con otros formatos de organización social. La guerra, el comercio, el tipo de dinero, las desigualdades sociales (y especialmente la esclavitud), el patriarcado y la desconexión de la naturaleza evolucionaron juntos durante todo este periodo histórico y se entrelazaron realimentándose mutuamente. Pero la evolución no fue lineal, sino que, por ejemplo, en la primera mitad del II milenio EC estos parámetros disminuyeron en Afroeurasia. Durante esta amplia etapa, muchas de estas sociedades, basadas en la agricultura y el comercio local, tuvieron que enfrentarse al agotamiento de los recursos que tenían disponibles y a cambios climáticos. Esto impulsó colapsos, fuertes reorganizaciones sociales para acoplarse a los límites ambientales o crisis periódicas. En este capítulo, el “mundo” de Papúa–Australia no lo abordamos apenas, pues permaneció fundamentalmente en una civilización igualitaria que encaja en lo descrito en los capítulos anteriores. Lo mismo puede decirse de África subsahariana. América sí será objeto de estudio, pues en la siguiente etapa, la de la aparición del capitalismo y la Modernidad, cumplió un papel fundamental en su implantación. Pero el análisis no será en la profundidad en la que trataremos Afroeurasia, que fue el espacio en el que se desarrolló primordialmente la civilización dominadora. 

DESARROLLO 

La aparición de la individualidad produce un cambio civilizatorio El libro recorre, como se dijo en la introducción, tres formatos civilizatorios. El primero es el que acabamos de describir, caracterizado por sociedades igualitarias integradas por personas con una identidad relacional. El segundo abarca los últimos 6.000 años de historia y está determinado por relaciones de dominación dentro de las sociedades y con el entorno. En ambos periodos han existido multitud de estados intermedios entre la dominación y la igualdad. El tercer modelo civilizatorio es en el que se puede estar entrando en la actualidad. Alrededor de 4000 AEC, se comenzó a percibir un cambio radical en algunas sociedades humanas, aunque en algunos sitios este proceso ya se había iniciado antes. Aparecieron pequeñas ciudades- 14 Estado fortificadas en Mesopotamia, el Estado egipcio, o los primeros Estados en el litoral pacífico peruano. En India también apareció esta organización política, al igual que en China y Sudán. En Centroamérica lo hizo alrededor de 1500 AEC. La aparición de la sociedad dominadora se dio en dos de los “mundos”, lo que implica que es uno de los posibles caminos “naturales” del devenir de las sociedades agrícolas, pero no el único. Desde la aparición de la agricultura se habían ido generando una serie de circunstancias que posibilitaron la eclosión de una identidad individual en los hombres. Una de las posibles causas pudo estar en el aumento el comercio y, con ello, la movilidad masculina. Cuanto mayor es la movilidad de una persona, más se expande su universo y más capacidad de decisión tiene que desarrollar para adaptarse a él. Estos factores fueron generando en algunos hombres una sensación de menor dependencia del colectivo. Además, a medida que la sociedad se fue haciendo más compleja, con mayor especialización, más hombres fueron teniendo trabajos más específicos que les proporcionaron más sensación de control. 

Así, algunos hombres fueron desarrollando una identidad individual que fue sustituyendo a la relacional. Pasaron de “egos interdependientes” a “egos independientes”. Esta identidad individual es necesaria para trabar relaciones de dominación. Con este cambio trascendental se iniciaron lo que se pueden llamar civilizaciones dominadoras. Este cambio solo se operó en algunos hombres, pues la mayoría de la comunidad, especialmente las mujeres, continuó con una identidad relacional. Hay indicios que apuntan a que se produjo esta individualización alrededor de 4000 AEC en varias zonas de Afroeurasia. A partir de este cambio psicológico que dio origen a la civilización dominadora, se abren dos grandes vías de desarrollo de estas, no necesariamente excluyentes. Una fue la vía gradual, por la que la aparición de la civilización dominadora fue resultado de suma de cambios que hizo que el proceso de individualización de algunos hombres desembocase en el uso de mecanismos de coerción y violencia para sostener y desarrollar las jerarquías sociales y la concepción utilitaria de la naturaleza. Otra fue la vía cualitativa, que defiende que esta civilización dominadora fue el resultado de una serie de cambios climáticos, situaciones de escasez y guerras que la precipitaron. En este marco, los hombres con identidad individualizada pudieron asumir la toma de decisiones para salvaguardar la integridad de su grupo que iban más allá de los parámetros culturales de sociedades igualitarias y pacíficas. Comenzó el pillaje de las poblaciones cercanas y la concentración de poder. A partir de los primeros actos de violencia se fue generando una espiral de dominación creciente. Algunos autores sostienen que el origen de la guerra se relaciona con cambios sociales hacia formatos organizativos jerárquicos en un entorno de competencia por los recursos. La aparición de excedentes acumulables fruto de la Revolución Agraria no fue lo que desencadenó la sociedad dominadora, aunque sí la facilitó, sino una situación de carencia alimentaria, de alta población en una situación de clima adverso, en sociedades que habían desarrollado una identidad individual. No fue la primera vez en la historia de la humanidad que los cambios climáticos influyeron de forma decisiva en el devenir futuro. Ya vimos su papel en las migraciones paleolíticas y en el surgimiento de la agricultura. 

Sin embargo, sin necesidad de que ocurriesen cambios climáticos, en otras regiones del planeta se pudo llegar a situaciones similares si se conjugaron poblaciones que llegaban al límite de los recursos disponibles, a la vez que se había desarrollado una identidad individual. Una vez que se establecieron las primeras sociedades basadas en la dominación, estas se empezaron a expandir. Este proceso fue mediante la imposición violenta, pero también mediante la migración de pequeños grupos de sociedades dominadoras a regiones habitadas por poblaciones igualitarias creando relaciones desiguales que dieron lugar a que la cultura de las poblaciones inmigrantes se fuese aceptando por las antiguas igualitarias. 15 Un ejemplo de esto son los pueblos protoindoeuropeos, que fueron determinantes en esta expansión en Eurasia. Mediante la imposición violenta y la mezcla desigual, fueron capaces de extender su idioma y su cultura dominadora desde las islas británicas y la península ibérica hasta el noroeste de India y el centro de China. La aparición de la civilización dominadora no fue universal. En 1600 EC, todavía la mitad de la superficie terrestre estaba habitada por pueblos igualitarios. Incluso en situaciones de estrés similares a las que hemos descrito, muchas sociedades optaron por distintos caminos. El poder de la espada subyuga al cáliz: el surgimiento de la guerra Un indicador claro del cambio civilizatorio y del aumento de energía disponible por los excedentes agrícolas, fue la generalización de la guerra, cuyo origen pudo estar en la necesidad de proveer de recursos a una población demasiado grande para el entorno ambiental, en la aparición de sociedades con jerarquías sociales, en la defensa, el prestigio o el control territorial. 

Guerra y energía se relacionan de manera directa, pues solo con más fuentes energéticas disponibles fue posible profundizar en las estrategias bélicas. 

La guerra, el Estado y las nuevas subjetividades configuraron diferentes tipos de violencia, directas, estructurales o culturales. 

El cambio también se observó en la religión, donde los símbolos bélicos desplazaron a los relacionados con la vida y la reproducción, y los pueblos empezaron a adorar a dioses guerreros masculinos dotando a sus armas de un carácter sagrado El antiguo culto a la Diosa, generadora de vida, fue sustituido por dioses masculinos, que les ayudaban en sus batallas y en sus conquistas. La irrupción y la necesidad de expansión del Estado El Estado estructuró la nueva sociedad dominadora, y concentró el poder en un estrato social escindido del resto de la sociedad. La construcción de los estados habría sido imposible sin la posibilidad de grandes acumulaciones de riqueza y poder en pocas manos, y esta no habría sido posible sin la Revolución Agraria, que permitió la posesión de excedentes energéticos. Tampoco sin la propiedad privada. El Estado se sostuvo porque aportó beneficios a las clases subyugadas, como seguridad frente a terceros, una organización política estable, una cierta redistribución de riqueza, construcción de infraestructuras, mecanismos de conexión con el mundo de las deidades o de regulación de los conflictos. El Estado es una estructura que una vez implantada tiene difícil vuelta atrás. Uno de los elementos que ayudó a la construcción del Estado fue la aparición de la escritura, que además de servir como elemento trasmisor del lenguaje oral, se utilizó como elemento ordenador de los nuevos Estados y como sancionador de la historia. Los usos posteriores de la escritura trascendieron en mucho a los ligados al ejercicio del poder, pero su aparición, como la de otros inventos, tiene que ver con la dominación más que con la cooperación o la expresión artística. Aparecieron los estratos sociales, generalmente clasificados en tres niveles: el primero formado por la elite guerrero-religiosa; el segundo por el cuerpo de funcionarios a su servicio y los comerciantes; y el tercero compuesto por la población encargada de la producción agrícola. 

Los Estados se expandieron a costa de un crisol de pueblos sin Estado. La conquista se convirtió en la vía más rápida para el incremento de poder de los estratos gobernantes. Durante esa época, poder equivalía a tierra y tierra a energía. Esto llevó a la creación de los primeros Imperios. Las dificultades del transporte hicieron muy complicada la gestión de los grandes territorios bajo una única autoridad, lo que puso un límite físico a la expansión de los Estados. Entre los principales estados afroeuroasiáticos podemos citar: China, con la dinastía Han (206 a.C-220 d.C) y posteriores; India, con los Imperios maurya (320- 185 a.C) y gupta (240-550 d.C); Suroeste Asiático y Valle del Nilo, con las ciudades-Estados mesopotámicas (3000 a.C.), Egipto (3150-342 a.C), el Imperios persas (559-330 a.C), el imperio 16 parto (247 a.C-226 d.C) y los califatos musulmanes (a partir del 651 d.C); Mediterráneo, con los Imperios macedonio (334-323 a.C) y romano (27 a.C-476 d.C) La guerra, el dinero y las desigualdades evolucionan juntas Aparecieron nuevas formas de dinero, más allá del dinero-mercancía, como el dinero-crediticio o el dinero-monetario. Surgió la economía de la exacción en la que los súbditos pagaban tributos, en forma de especie, trabajo o dinero, al Estado, que después redistribuía estos recursos proveyendo servicios. A pesar de eso, la donación, la reciprocidad, el trueque y los intercambios a base de dineromercancía siguieron existiendo durante todo este periodo y la economía, en general, siguió basándose en la colaboración. Todos estos formatos económicos se basaron en la agricultura y en el trabajo de reproducción social de las mujeres. El campesinado, las animales y las mujeres, eran los que proporcionaban la energía necesaria a partir de la explotación de la tierra. Todo este periodo civilizatorio que estamos analizando (desde el 4000 AEC hasta en 1500 EC) se podría dividir bajo este punto de vista económico en tres grandes etapas: - La época de los primeros Estados agrarios (3500-800 AEC), en la que funcionó el dineromercancía y el dinero-crediticio. - La etapa del sistema esclavista-guerrero-monetario (800 AEC-600 EC), en el que la agricultura se intensificó, y la población, la urbanización y el comercio crecieron. - La vuelta al dinero crediticio (600-1450 EC), que se produjo con la terminación del sistema esclavista-guerrero-crediticio derivado del colapso de los Imperios o la evolución de los Estados. Una etapa caracterizada por una reruralización social, un descenso o estancamiento demográfico y una perdida de conocimiento. 

A lo largo de todo este gran periodo de tiempo, la guerra, el dinero y las desigualdades fueron evolucionando juntas. El patriarcado como elemento central de las nuevas relaciones de dominación Las sociedades dominadoras se fueron haciendo androcéntricas y el orden social que se asentó sobre el androcentrismo fue el patriarcado. La labor fundamental del sostén emocional femenino fue perdiendo rango social, y los trabajos de las mujeres cada vez tuvieron menos prestigio. En Afroeurasia, hacia 1500 AEC el patriarcado era ya la norma social. El patriarcado no se puede concebir sin la guerra, sin el Estado y sin la explotación de la naturaleza. El patriarcado es funcional a la sociedad dominadora. En su génesis también está que si el Estado se organizaba jerárquicamente, la familia lo tenía que hacer también: el rey estatal equivalía al padre de familia. En el mundo campesino hubo una menor profundización del patriarcado que en los estamentos superiores de la jerarquía. Los nuevos dioses del cambio civilizatorio. Se produjo una transición religiosa en la que los nuevos dioses masculinos y guerreros desplazaron al espíritu-fuerza de las sociedades igualitarias. Las deidades abandonaron la naturaleza, para pasar a los cielos. En un contexto en el que existía una mayor desconexión con el entorno, apareció la casta sacerdotal. El espíritu-fuerza primitivo, de carácter femenino, fue tomando roles guerreros, casándose o siendo la madre de los principales dioses masculinos. En todo caso, han perdurado hasta hoy deidades femeninas con un papel fundamental en distintas religiones, como es el caso del panteón hindú. El siguiente paso fue el salto hacia las religiones universales (o corrientes filosóficas con mensajes totalizadores): hinduismo, zoroastrismo, maniqueísmo, jainismo, budismo, confucionismo, taoísmo, cristianismo e islamismo. 

En la mayoría de los casos las nuevas religiones surgieron, entre otras 17 razones, como respuestas a los estamentos de poder, aunque finalmente se convirtieron en herramientas claves de dominación. A pesar de todo, convivieron durante mucho tiempo dos sistemas religiosos: el de las sociedades igualitarias, que se adaptaba más a las necesidades campesinas y a una identidad relacional, y que siguió presente en una parte mayoritaria de la sociedad; y el nuevo, centrado en los espacios urbanos y vinculado al poder. El mundo agrario fue, durante mucho tiempo, un mundo pagano. Del mismo modo, la visión de que el planeta como una criatura viva perduró en las primeras religiones de las sociedades dominadoras. El orden jerarquizado de las sociedades dominadoras y el Estado necesitaba legitimarse más allá de la fuerza, por lo que fue trascendental controlar los imaginarios colectivos. En este sentido, las religiones cumplieron un papel clave, entrelazando fuertemente lo político y lo religioso y estableciendo normas morales que sostenían las relaciones de dominación. Unas normas que, además, eran difícilmente cuestionables, pues provenían de las divinidades. La estructura política se organizó a imagen y semejanza de la celestial, donde había fuertes jerarquías en los panteones o reinaba un único Dios monoteísta. En China, este papel lo cumplió la filosofía confucionista. Un elemento común de la mayoría de las religiones universales fue la promesa de una recompensa para el alma tras la muerte. El Paraíso sería solo para quienes vivieran “rectamente”, es decir, para quienes aceptaran el orden establecido; para el resto, la condena eterna. Pero, la “vida eterna” también fue un elemento de escape para los estratos sociales más bajos. En contraposición, las sociedades más igualitarias ponían mucho menos énfasis en la vida después de la muerte. Conforme los Estados fueron creciendo y se conformaron imperios, el cemento homogeneizador fue la religión. En esta homogeneización jugaron también un papel importante el dinero y la lengua, que es el elemento clave y unificador de una cultura. Para el mantenimiento de la cohesión social y para la justificación de la guerra también fue necesaria la construcción del “otro/a” culturalmente inferior, cosa se convirtió en un elemento clave en el Imperio romano. Si el inicio de la guerra estuvo ligado a la carencia de recursos, su perpetuación tuvo que ver con las relaciones de poder entre los estamentos dominantes. 

El patriarcado jugó un papel fundamental en el nuevo orden religioso. En el caso del cristianismo, Dios sería “Dios Padre”. El orden patrilineal quedaba así establecido en el Antiguo Testamento, junto con el mito de que Eva fue creada de la costilla de Adán y la culpable de los infortunios de la humanidad mediante el “pecado original”, justificando el nuevo orden patriarcal. Igualmente se justificó la depredación de la naturaleza. La cita del Génesis; “Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados..,” es un ejemplo de la desconexión y visión utilitarista de la naturaleza de las nuevas religiones, especialmente algunas de las universales. Esta desconexión sin embargo no se dio en las religiones orientales. Las religiones universales abandonaron las cosmovisiones igualitarias convirtiéndose en religiones de Estado, cuya principal función fue moral y normativa. La segunda revolución energética: la esclavitud, la servidumbre y la domesticación de los animales La base energética de todos los Estados agrarios fue la biomasa. Al igual que con las sociedades forrajeras, casi toda la biomasa se utilizó para fines energéticos. La civilización dominadora solo fue posible gracias al aumento de la energía disponible en forma de trabajo, en concreto a través de la domesticación de animales y del control humano. Las estructuras sociales que se crearon tuvieron como finalidad el aprovechamiento de estos nuevos vectores para incrementar el poder de los soberanos. Dominar la energía equivalía a dominar las personas Una de las consecuencias de este mayor flujo energético disponible fue que el ritmo de la historia cobró impulso y los cambios sociales empezaron a acortarse. 18 Hace unos 6.500 años, las comunidades agrarias domesticaron muchos animales (caballos, bueyes, ovejas), y posteriormente aprendieron a utilizar su fuerza física y sus productos secundarios (estiércol, leche, huevos, lana). Esta nueva revolución energética conformó de manera profunda la civilización dominadora. La domesticación de animales permitió una mayor expansión de la actividad agrícola-ganadera, potenció el comercio, la comunicación y la guerra. La revolución energética no fue solo por la domesticación de los animales, sino que fue también debida a la esclavitud y al trabajo más o menos forzado de seres humanos. Para el uso del trabajo humano fue necesario el crecimiento poblacional. Además, también se incrementó la tierra cultivada y la productividad de la misma. 

Apareció la metalurgia del bronce y del hierro, así como los molinos de agua y de viento. Se mejoró el transporte mediante veleros y se desarrollaron elementos básicos de la ingeniería, como palancas, poleas. Con estos recursos y fuerza humana y animal, las sociedades afroeuroasiáticas realizaron construcciones de obra civil y monumentos y fueron capaces de transformar su entorno construyendo canales de riego y terrazas de cultivo. El avance energético más significativo del periodo en la generación de calor fue el carbón vegetal, que tenía mayor densidad energética que la madera o los restos agrícolas. El resultado fue una fuerte demanda de madera y una deforestación masiva que resultó especialmente notable en algunas zonas. Lento aumento poblacional y de las ciudades En paralelo al crecimiento de los Estados, también lo hizo la población, aunque esta estuvo condicionada por las relaciones sociales, los límites ecosistémicos y las enfermedades. Las ciudades se convirtieron en espacios de concentración de poder dentro de un océano de ruralidad. Las ciudades y el Estado se realimentaron. En un mundo en el que las fronteras de los Estados eran difusas, las murallas que rodeaban las urbes eran los límites claros tras los que se estructuraba el poder. El tamaño y el número de las ciudades creció durante esta época a pesar de que fueron, en la mayoría de los casos, espacios insalubres donde la población vivía hacinada. Se desarrolló la arquitectura monumental, símbolo e instrumento de poder y atractores del comercio, con grandes templos, palacios. mausoleos, que contrastaban fuertemente con los enterramientos de las sociedades igualitarias. Las ciudades requerían para su sostén del territorio colindante y se adaptaban a los entornos naturales en los que se asentaban, por lo que adoptaron una configuración muy diversa: ciudad árabe, china, japonesa, india, azteca, inca, etc. El territorio, el paisaje cultural urbano y agrícola ligado al entorno, estaban en armonía. El crecimiento urbano tuvo un requisito previo: la disponibilidad material y energética, todo ello asociado a la capacidad de transporte. 

Así, las urbes fueron relativamente pequeñas en esta época. La dominación del ser humano y de la naturaleza no se llevó a cabo sin conflictos y resistencias La estratificación social siempre ha suscitado fuertes resistencias en forma de luchas sociales. Muchas sociedades opusieron fuerte resistencia a la penetración del Estado con insurrecciones armadas y movimientos no-violentos, caracterizados por mecanismos de no colaboración y de desobediencia. Las resistencias se centraron en torno a la apropiación de la producción agrícola (la energía), es decir, el control de la tierra. Las luchas del campesinado también fueron motivadas por el deseo de este de una relación más armónica con la naturaleza. Pero sobre todo, nacieron nuevas religiones para resistir las relaciones de dominación. Las religiones, que fueron herramientas centrales para la opresión, también fueron el campo donde se desarrollaron las principales resistencias. Durante la época del sistema esclavista-guerreromonetario (800 AEC-600 EC), nacieron fuertes movimientos religiosos reformadores que 19 terminaron conformando religiones (o filosofías) universales: zoroastrismo, maniqueísmo, budismo, confucionismo, taoísmo, cristianismo e islamismo. En este marco, predicaron personajes como Zaratustra, Pitágoras, Buda, Confucio, Lao Tse, Jesús y Mahoma. Estos movimientos religiosos crecieron en un contexto que reforzaba los Estados a través del esclavismo y la guerra. Defendieron prácticas no-violentas y plantearon formatos de ayuda mutua proponiendo la caridad, la compasión, la austeridad o la generosidad Las filosofías orientales plantearon la austeridad, la empatía y una relación con la naturaleza más armónica. En algunos casos, enfilaron contra la jerarquía y promulgaron la igualdad de géneros. Sin embargo el confucionismo, sirvió también para el fortalecimiento del Estado. Los movimientos mesiánicos judíos, especialmente el cristianismo, persiguieron y produjeron una profunda transformación dentro del orden esclavista. El primer cristianismo, y muchas de sus herejías, planteó una mayor igualdad social, y promulgó la no-violencia, el amor y la compasión. Propició que las mujeres se liberaran de parte de las ataduras patriarcales y recuperaran cotas de presencia pública en el ámbito religioso. Creó una organización paralela al Estado que consiguió satisfacer muchas de las necesidades de sus integrantes practicando una economía basada en el comunitarismo. El islam, aunque de forma menos marcada, también buscó una serie de valores más igualitarios. 

El resultado de todas estas luchas fue determinante en la crisis del sistema monetario-esclavista-guerrero. En la nueva etapa de vuelta al dinero crediticio (600-1450 EC), la esclavitud disminuyó de forma notable, se consiguieron tasas menores de desigualdad social y el patriarcado se debilitó. Pero todas estas religiones acabaron convirtiéndose en religiones de Estado. En Maurya, Asoka intentó refundar su imperio a partir del budismo; en Roma, Constantino se convirtió al cristianismo; y en China, el emperador Wu-Ti de la dinastía Han abrazó el confucionismo. A partir de ahí, la capacidad subversiva de estas religiones se transformó en instrumento de legitimación de la conquista y la dominación interna. Las religiones universales se expandieron primero entre los resquicios de las estructuras de poder (catacumbas, rutas comerciales), pero luego fueron estas mismas estructuras las que, tras apropiarse de ellas, las promovieron. El medio ambiente como factor clave en la evolución de las sociedades agrarias El extenso periodo histórico que abarca este capítulo estuvo caracterizado por el continuo auge y decadencia de Estados e imperios, que en ocasiones llegaron al colapso. Los cambios climáticos y las plagas fueron factores desencadenantes de estas transformaciones en las distintas fases, favoreciendo las expansiones, incrementando la erosión del suelo, sometiendo a presiones extra a los Gobiernos o desencadenado caídas finales. Esto coloca los límites ambientales en el corazón de las causas últimas de la evolución de los imperios y los Estados agrarios durante toda esta etapa. El texto analiza con detalle dos sociedades que colapsaron durante este periodo, la romana y la maya, y a otra que sufrió crisis periódicas sin llegar a colapsar: China. Finalmente aborda una sociedad que no colapsó y se transformó hacia un funcionamiento en estado estacionario, la de Papúa-Australia, porque corresponde a uno de los lugares del planeta en los que se inventó la agricultura y porque responde a una lógica distinta a la estatal. Esto no quiere decir que todas las sociedades dominadoras colapsasen, como se ve en Egipto o China que tuvieron un aporte extra de fertilidad con las crecidas del Nilo y el loess. Lo que sí insisten los autores es que las sociedades dominadoras tienen una tendencia hacia el colapso. 

Hay otros ejemplos de influencias climáticas en los cambios sociales. Entre ellos podemos citar el enfriamiento climático que se produjo en el periodo 540-660 EC. En el inicio de este cambio se produjo una gran epidemia de peste en el Imperio romano oriental; en Asia central se sucedieron grandes movimientos de poblacionales que desestabilizaron toda Eurasia; y en China terminó la dinastía Wei, favoreciendo con ello la reunificación de China. Un segundo ejemplo es el periodo cálido 800-1300 EC. Aunque se produjo un aumento de la temperatura media, en el Pacífico oriental el clima fue más frío y seco como consecuencia de la 20 Niña. Este cambio climático influyó notablemente en las poblaciones de todo el globo, como la civilización Chimor asentada en la costa peruana, la del Sahel, en la frontera sur del desierto del Sahara, o las poblaciones forrajeras californianas Otros cambios sociales de gran calado en los que variaciones climáticas resultaron centrales fueron el final de la dinastía ptolomeica egipcia; las poblaciones inuits de Groenlandia; las culturas Chavin o Tihuanaco en los Andes. Las alternaciones climáticas no fueron la única causa de los cambios sociales, pero sometieron a las organizaciones a una situación de estrés que hizo aflorar sus vulnerabilidades. Otro factor ambiental decisivo en el devenir de la humanidad, fueron las plagas, como la peste negra que se desarrolló en esa etapa y que cumplió un papel clave. Las pandemias de este bacilo fueron un factor importante en la caída de la dinastía mongola china. Del mismo modo, al igual que había ayudado al ascenso musulmán de los siglos VI-VII, facilitaron su declive en los siglos XIVXV. América y Europa antes de su choque brutal América era un contendiente con mucha diversidad y estados poco poderosos. El pueblo kuna la denominó Abya Yala. En comparación con Afroeurasia, estaba menos poblada, era menos poderosa militarmente y sus Estados se habían desarrollado menos. La economía de sus Estados estuvo basada también en la agricultura. Entre sus dos centros estatales, el mesoamericano y el andino, hubo menos interconexiones que las existentes en Afroeurasia, pero dentro de ellos sí hubo una red comercial. Los Estados más importantes fueron el azteca, maya e inca. Estos Estados mantuvieron elementos de sociedades igualitarias, como la propiedad comunal de la tierra y una economía relativamente redistributiva en el Imperio inca. Aparte de estos grandes Estados, la gran mayoría del continente estuvo poblado por otro tipo de sociedades, como las Cinco Naciones, al sureste de los grandes Lagos Norteamericanos, las poblaciones cheroquis o las poblaciones de la ribera del Amazonas, que desarrollaron sociedades complejas e igualitarias. Una de las razones para explicar la menor implantación del Estado en este “mundo” fue la inexistencia de animales aptos para la agricultura y la guerra. Otros factores fueron la débil conexión entre el área mesoamericana y andina, lo que impidió que se realimentasen; y un menor número de conflictos bélicos que, como hemos visto, son un elemento clave en la conformación de los Estados. 

Veamos ahora la situación de Europa durante el segundo periodo basado en el dinero crediticio (600-1450 d.C.), pues fue el contexto en el que surgió el capitalismo. En torno 1000 EC, Europa era una región periférica de Afroeurasia, ocupando una posición secundaria, pues los polos más fuertes económica y políticamente eran China, la península indostánica y el mundo islámico. Europa era un espacio de Estados relativamente pequeños, débiles, poco urbanizados y autosuficientes, que basaban su economía en la agricultura y el poder de sus élites dominantes en la exacción del excedente agrícola, la mayoría en especie. La sociedad se organizó en feudos, y la economía pasó a estar controlada por los Estados o por los señores feudales, que se fueron haciendo cargo de las minas y los campos. La Iglesia jugó un papel fundamental en este periodo, manteniendo las legitimidades feudales. Los monasterios fueron los grandes reservorios de los conocimientos de la antigua cultura clásica, a los que sustituyeron las universidades, que mantuvieron fuertes vínculos con la Iglesia. Fueron unos siglos cálidos que permitieron un incremento de las cosechas, en especial entre 1100 EC y 1300 EC, lo que hizo que la población y las ciudades creciesen de forma importante. El excedente permitió la liberación de más recursos para otros fines, como la construcción de las grandes catedrales góticas. En la fase final del periodo, se produjo una fuerte crisis económica. Si entre 1150 y 1300 EC, Europa vivió una expansión, hasta 1450 se produciría una contracción. Esta crisis se debió a un 21 enfriamiento del clima, que redujo la productividad de las cosechas y al débil incremento de productividad de la tierra por la falta de innovaciones tecnológicas en un contexto de población creciente. 

Entre los siglos XI y XIII, hubo un ascenso de la calidad de vida de los habitantes. Además el campesinado logró romper en algunos casos las relaciones de servidumbre, Los salarios aumentaron y la esclavitud prácticamente desapareció. Las lenguas habladas por la población empezaron a desplazar de la posición de privilegio al latín. El patriarcado se debilitó y se revalorizó el trabajo de las mujeres y su papel social. En la mayoría de las herejías de la época, las mujeres fueron contempladas iguales a los hombres. Fue una época en la que apareció la devoción hacia las vírgenes negras, que relacionado con el culto a la naturaleza pretérito, y con cultos del antiguo Egipto. Estos cambios se produjeron como consecuencia de un importante proceso de luchas sociales protagonizadas por los movimientos milenaristas y herejías cristianas que pelearon por conseguir más igualdad económica, participación política y laica en la iglesia y más libertad en la gestión del conocimiento. Hacia finales del siglo XIV, hubo revueltas urbanas y campesinas contra los terratenientes. En esta etapa de fuerte movilización social se produjo una importante crisis económica que hizo que los señores feudales y los reyes impusiesen más tributos al campesinado e intentasen recuperar la esclavitud. Esto soliviantó más los ánimos y, a finales del siglo XIV, la negativa a pagar la renta y a realizar peonadas se extendió. A eso se sumó el fuerte descenso poblacional como consecuencia de las plagas de peste bubónica y pulmonar y las hambrunas. Este proceso se produjo en paralelo a una vuelta a la centralidad del mundo agrario frente al urbano. Todo ello configura una imagen de la Edad Media europea como un momento histórico de liberación de los sectores populares, por supuesto dentro del marco de una sociedad jerárquica. Fue un periodo de crisis de un viejo orden del que saldría otro nuevo. 22 CAPÍTULO 4.- EL INICIO DEL CAPITALISMO EN UN MUNDO TODAVÍA NO EUROPEO RESUMEN En este capítulo, vamos a describir una gran transformación mucho más rápida que la transición de la civilización igualitaria a la dominadora o que las revoluciones energéticas previas. Entre la irrupción de la Modernidad y el capitalismo, y su extensión por gran parte del planeta, apenas transcurrieron tres siglos. La Modernidad como sistema de valores, como nueva cosmovisión, y el capitalismo como sistema económico nacieron y se desarrollaron necesariamente juntos. Y hablar del nacimiento del capitalismo y de la Modernidad es hablar de Europa; por ello este será el espacio central de análisis de este capítulo. El capitalismo fue un nuevo sistema económico que supuso un cambio individual, social y de relación con el entorno de gran calado. Necesita del crecimiento continuado y, con ello, la expansión constante del modelo a más territorios y ámbitos de la vida mediante un consumo en alza de materia y energía. Requiere una concentración y acumulación de riqueza que hace mayores e imprescindibles las diferencias sociales, con una fuerte división del trabajo en función del territorio, la clase y el género. Pivota sobre la competencia entre agentes económicos individuales y desiguales, que necesita y fomenta las guerras para su desarrollo. Utiliza el Estado para permitir la acumulación y la reproducción del capital. Crea a su servicio un poderoso sistema técnicocientífico, especialmente para el comercio y la guerra. Y se basa en la explotación de las personas y la naturaleza. Este sistema se desarrolló hasta mediados del siglo XVIII en un formato de base agraria. Este capitalismo no implicó un salto importante en las fuentes energéticas, pero sí una apropiación creciente de las mundiales por las clases capitalistas europeas. Conforme las posibilidades de esta expansión se fueron agotando, la Revolución Industrial fue una consecuencia “inevitable”. Además, también se produjo una transformación en la relación social con la energía. Si durante la etapa de los Estados agrarios, el poder había sido sinónimo de la capacidad de acumulación de energía a través del control del territorio, con el capitalismo fue sinónimo de la capacidad de reproducción del capital. Así, la energía empezó a ocupar un espacio más oculto en la evolución social, pero fundamental, justo igual que le ocurrió al trabajo de cuidados de las mujeres o a la extracción de la plusvalía a través del trabajo asalariado. En todo caso, durante el desarrollo del capitalismo agrario, no todo el planeta estuvo bajo ese régimen socioeconómico, ni siquiera la principal potencia de la época (China). Es más, siguieron existiendo muchos territorios que se rigieron bajo lógicas diversas y distintas a la capitalista, incluso en el seno de los propios Estados capitalistas. Lo que tienen en común todas estas lógicas (incluida la capitalista) es que su base siguió siendo solar. DESARROLLO Este capítulo se desarrolla en el periodo de tiempo que transcurre entre la irrupción del capitalismo y la Modernidad, y la Revolución Industrial, o sea desde finales del XV hasta mediados del XVIII, un periodo en el que se desarrolló el capitalismo agrario. El inicio de la expansión global de Europa Occidental A finales del siglo XV, el planeta todavía se articulaba en tres grandes subsistemas: Afroeurasia, América (Abya Yala) y Papúa-Australia. Desde la península ibérica, se lanzaron las expediciones que cambiaron esto. Primero fue la Corona de Portugal que amplió su radio de influencia por la costa africana hasta llegar a las “Indias Orientales”. En 1492, España, formada por las coronas de 23 Castilla y Aragón, apoyó el intento de Colón de abrir otra nueva vía marítima hacia el este asiático, navegando hacia occidente. En ese intento, llegaron a América. Ambos acontecimientos, y muy especialmente el segundo, junto con la circunnavegación del planeta de Magallanes-Elcano, sentaron las bases del inicio de la Era Moderna, en la que se pasó de tres “mundos”, a uno solo funcionando bajo la lógica del capital. A finales del siglo XVI, la economía-mundo europea incluía Europa, las regiones de América que habían sido conquistadas, Filipinas, las islas atlánticas y algunos enclaves de la costa occidental africana. El texto continúa haciendo un análisis de la conquista de América. En un siglo, España y Portugal fueron capaces de dominar la mayoría del continente americano. Un ejemplo de conquista fue el Imperio Inca, el más grande que existía en la tierra en 1491, que fue conquistado por Pizarro con solo 168 hombres y 62 caballos. También analiza las razones que lanzaron a Europa a una gran expansión territorial, entre las que figura el intento de aumentar la energía disponible para su economía, que al tener base agraria, implicaba expandir el territorio explotado. En la colonización europea, Portugal desempeñó un papel de liderazgo. Esto fue posible por fabricar barcos para largas travesías, una cartografía que recogió toda la información disponible, y una financiación de los banqueros-comerciantes genoveses. El texto continúa con el análisis de por qué se conquistó América en el siglo XV-XVI y no antes, por qué no lo hizo China y por qué “solo” se conquistó América y no África. El nacimiento del capitalismo A finales del siglo XV y principios del XVI, nació el capitalismo, aunque no alcanzó la madurez hasta el siglo XIX. El capitalismo es un sistema cuyo fin es la reproducción ampliada del capital. El capital es un proceso, no una cosa, un proceso de circulación en el cual el dinero se utiliza para crear más dinero a través de la explotación de las personas y de la naturaleza. Como consecuencia de ello, genera unas relaciones sociales y ecosistémicas asimétricas, en la que una clase sale claramente beneficiada a costa del grueso de la población y del resto de seres vivos. El Estado es un instrumento clave en su funcionamiento, por ejemplo garantizando la propiedad privada, aunque en el Estado capitalista la mayoría de la población tendió a ser jurídicamente igual. El principal medio de sometimiento de clases fue el mercado de mano de obra. El capitalismo puso el mercado en el centro. La sociedad pasó de ser “con mercado” a “de mercado”. Esto implicó que la mayoría de las personas tuvieron que vender su fuerza de trabajo (encontrar un trabajo asalariado) para conseguir mercancías. Las relaciones sociales pasaron a estar profundamente condicionadas por la búsqueda de mercancías. El capitalismo no es solo un sistema económico, sino también social. Hasta entonces, en Afroeurasia predominaba el dinero crediticio. Esta nueva fase significará la vuelta del oro y la plata a un lugar central en la economía y, con ellos, un incremento de la guerra, y de la esclavitud. Al hablar de lugar central, nos referimos a la economía de las altas finanzas y del comercio internacional, que fue la que marcó la norma. La economía cotidiana siguió operando en gran parte sin dinero o con monedas locales durante mucho tiempo. Será después de la Revolución Industrial, de un acopio mucho mayor de energía, cuando el capitalismo permeará profundamente toda la sociedad. El capitalismo surgió en Europa como respuesta de las élites dirigentes a la crisis económica profunda y a las revueltas campesinas del final del feudalismo que pusieron en jaque a todo el entramado exactor al cuestionar el modelo de apropiación del excedente agrícola en forma de tributo y de rentas feudales. Se hizo a la población dependiente del mercado, que fuese cada vez menos autosuficiente y tuviese que vender su fuerza de trabajo para conseguir el sustento. 24 En Europa se desposeyó el campesinado de sus tierras privadas y comunales mediante los cercamientos y su consiguiente conversión en proletarios. También se convirtió en capital la riqueza conseguida a través del comercio previo. En África y América, fue la esclavización de la población africana y la servidumbre de la americana, la desposesión de sus tierras, y la apropiación del oro y la plata, que afluyeron a Europa que permitieron, al posibilitar a los capitalistas europeos invertir por encima de sus ahorros. Los cercamientos, unidos a la monetización de los intercambios, resultaron imprescindibles para el desarrollo del capitalismo, pues fueron el principal elemento de disciplinamiento de las revolucionadas clases populares. También permitieron orientar la producción de la tierra hacia el mercado. Se produjo una fuerte represión de los movimientos campesinos articulada en gran parte en el plano religioso mediante la persecución de las herejías. En la contrarrevolución, las élites feudales se aliaron con los primeros capitalistas y el Estado se fortaleció. Se reforzó el patriarcado. La guerra no fue solo dentro de los Estados centrales para el control social, sino también entre las distintas potencias capitalistas y sobre las Periferias. El comercio a largas distancias se desarrolló de forma muy importante en Europa, y entre este continente y América, Asia y África. No hay capitalismo sin mercados internacionales. Hubo un desarrollo militar sin precedentes de Europa que convirtió a los Estados europeos en mucho más fuertes. Los Estados requirieron de más ingresos y la plata americana sirvió para que las potencias europeas penetrasen en Asia. Para esta carrera militar y de reproducción del capital, hizo falta energía. El gran salto energético acoplado al nacimiento del capitalismo fue el derivado de la conquista de América y de la extensión de las redes comerciales. Finalmente, el capitalismo nació de un cambio en el sistema de valores y asimismo lo construyó. Es lo que se denominó Modernidad. El texto sigue ahondando en las razones de por qué el capitalismo no nació en China o en los califatos islámicos. La reproducción del capital se realiza mediante la explotación En este apartado se describe la esencia del capitalismo en su formato desarrollado, aquel que determina profundamente la sociedad y su relación con el entorno, que se fue conformando desde finales del XV hasta mediados del XVIII en forma de capitalismo agrario, pero que requirió del salto energético de los combustibles fósiles para su expresión máxima. A esta fase madura la denominamos capitalismo fosilista. Por lo detallado de la exposición y por la importancia que tiene la lectura completa de la misma para su perfecta comprensión, sólo voy a enumerar algunas de las ideas expuestas. El texto comienza con el análisis del elemento central del capitalismo que es la reproducción ampliada del capital (circulación del capital). Esta se realiza mediante la inversión del dinero (D) en maquinaria, materiales, energía y fuerza de trabajo que generan mercancías en forma de bienes y/o servicios (M) con el objeto de conseguir con su venta más dinero (D’). Así, la circulación del capital se representa por la fórmula D-M-D’. El dinero (D) no es un medio de cambio, sino un fin en sí mismo1 . El análisis continúa mostrando cómo se crea la riqueza en forma de capital en el capitalismo durante la circulación D-M-D’, o sea, la plusvalía, la diferencia entre D y D’, además de la apropiación de riqueza generada fuera del sistema, que convierte en capital. Posteriormente se explica cómo el principal impulsor de la circulación del capital y del aumento de la productividad es la competencia entre capitalistas. El siguiente punto del análisis se centra en el dinero y la deuda. El capitalismo es un sistema que funciona en base a la deuda para financiar la acumulación del capital, no mediante el pago al 1 Cuando la circulación se ajusta a la fórmula M-D-M’, donde el dinero (D) es un medio para conseguir el servicio o bien que se quiere (M’), el sistema no es capitalista. 25 contado. Las deudas en el capitalismo significan traer una plusvalía que se supone que se va a generar en el futuro al presente. A continuación se muestra como el capitalismo genera las condiciones para sufrir crisis periódicas. El análisis continúa explicando por qué el capitalismo requirió la palanca del Estado para su desarrollo. Así, el capitalismo no es solo un sistema económico, sino también político que necesita de un Estado que facilite la acumulación de capital. A continuación se explica que el capitalismo, además de ser un sistema económico, es un sistema sociopolíticoecológico. Los sistemas económicos hasta entonces, aunque habían influido en la conformación social, estuvieron básicamente a su servicio. Con la aparición del capitalismo este orden jerárquico se invirtió, ya que requirió las condiciones sociales, culturales y políticas, no solo económicas, para la reproducción del capital. De este modo, el capitalismo no es solo un sistema económico, sino una forma de relación entre las personas que determina la organización social. A lo largo del texto se analizan distintos ámbitos interdependientes: las relaciones con la naturaleza; los entramados sociales; el sistema de valores; la reproducción de la vida; los procesos de producción y trabajo; las tecnologías; las instituciones; y las formas de habitar. En sus inicios, el capitalismo nació de los intersticios del feudalismo y, conforme fue ganando poder, necesitó conformar estos ámbitos anteriores para permitir la reproducción del capital. Solo cuando todos estuvieron mayoritariamente dentro de una lógica capitalista se puede hablar de este nuevo sistema. Durante los siglos del capitalismo agrario el sistema todavía no estuvo totalmente maduro, esto solo ocurrió tras la Revolución Industrial. El inicio de una nueva articulación del trabajo a escala global La aparición de las clases Los estamentos de los Estados agrarios, que tenían un fundamento familiar, se tornaron en clases, con una base económica. Así, el capitalista es quien emplea una suma de valor como capital, quien tiene como objeto la reproducción del mismo. Por el contrario, los trabajadores, ya sean asalariados, siervos, esclavos o autónomos, viven de su fuerza de trabajo y destinan el fruto de sus esfuerzos al mercado. Capitalistas y proletarios tienen posiciones distintas en las relaciones sociales de producción. Entre ambas clases terminó extendiéndose una relación asalariada, que era la más rentable para el capital. En las sociedades capitalistas ya no hay una relación personal de dominación, sino que esta se hace más abstracta y general. Tanto capitalistas como proletarios estuvieron obligados de participar en el proceso de reproducción del capital. La competencia obligó a la clase capitalista a explotar al máximo a la proletaria. Bourdieu distingue tres tipos de capital: económico, cultural en forma de conocimientos, y social en forma de relaciones. Una persona con un alto capital cultural (un ingeniero, por ejemplo) puede llegar a tener un alto capital económico y, por ello, un alto estatus social y político sin poseer ni gestionar los medios de producción. A la vez, una artesana que mantiene sus medios de producción, tendrá normalmente un bajo capital económico. Así, una persona de clase alta será aquella que tenga un alto capital total (económico, cultural y social), entendiendo que el económico prima en la sociedad capitalista, y es más fácilmente convertible en social y cultural. El texto sigue analizando la burguesía y proletariado y las relaciones entre las mismas. La división internacional de la producción en el sistema-mundo El capitalismo supuso una manera más barata de obtener riqueza y poder a nivel internacional que la exacción. No se convierte en imperio-mundo, sino en sistema-mundo que contiene en su seno distintos estados. En este sistema-mundo capitalista se pueden distinguir tres tipos de territorios: los centrales, los periféricos y los semiperiféricos. En estos tres territorios existe una organización en clases, proletariado explotado y capitalistas. 26 Dos herramientas claves para abordar las relaciones comerciales internacionales en el capitalismo son la “deuda ecológica” y la “regla del notario”, que se empezaron a desplegar en el capitalismo de base agraria, aunque fue a partir de la Revolución Industrial cuando cobraron todo el sentido. La deuda ecológica de las sociedades centrales es aquella acumulada con las periféricas por el expolio de sus recursos, los daños ambientales no reparados, el depósito gratuito o mal pagado de residuos en su territorio, el vertido de contaminantes a espacios globales y la pérdida de soberanía alimentaria. La deuda ecológica ofrece una visión estructural que refleja el (des)orden del mundo. Así, las sociedades periféricas se fueron especializando, de manera forzada, en la extracción de materias primas. En este proceso, el consumo energético y los impactos ambientales en general son muy altos. En contraste, en la fase final del ciclo productivo el impacto ambiental aparente de los productos manufacturados de alta cualificación, en los cuales se especializan las economías centrales, disminuye. Esta especialización regional es lo que se denomina la “regla del notario”. En las primeras fases de construcción de una casa se producen los mayores impactos ambientales; es cuando se remueven los cimientos y se traen más materiales. Sin embargo, es la fase en la que se pagan los salarios comparativamente más bajos. Al contrario, al final, cuando se inscribe la vivienda en la notaría, los impactos bajan notablemente y las remuneraciones se disparan. No es posible que la casa se pueda inscribir en el notario si previamente no se ha construido. Del mismo modo, era imposible que hubiese quienes ganaban mucho en el mercado, si no había quienes tenían salarios de miseria sobre los que se construyó su enriquecimiento. En 1580, las élites europeas habían logrado establecer una red comercial mundial que funcionaba bajo una “regla del notario” incipiente. En las poblaciones periféricas de la economía-mundo, se realizaron dos actividades primarias básicas: minería y agricultura. En el siglo XVI, la América española proporcionaba lo primero y Europa Oriental lo segundo. El Centro tuvo una actividad económica más diversificada. De la ciudad-Estado capitalista al Estado moderno. Los primeros ciclos sistémicos de acumulación La construcción del Estado absolutista En estos siglos, el Estado en Europa Occidental experimentó profundas mutaciones que culminaron con el nacimiento del Estado moderno. Las ciudades-Estado del norte de Italia de los siglos XIII al XV y el imperio de los Habsburgo de los siglos XVI y parte del XVII, fueron formas de Estado no plenamente capitalistas, pero que sentaron las bases para el desarrollo posterior del nuevo modelo. En la mayoría de Europa, el Estado moderno se creó en una primera fase como Estado absolutista. En una segunda etapa, sobre todo tras la Revolución francesa (1798-1799), se conformó el Estadonación centralizado. Los grandes Estados europeos occidentales se constituyeron al tiempo que el dominio colonial. Las conquistas reflejaban la prosperidad comercial y viceversa. A su vez, se producían fuertes conflictos y guerras comerciales entre los principales actores europeos. Los Estados centrales apostaron por construir un Estado que sirviese a la acumulación de riqueza. Gran Bretaña y Francia son los exponentes. La articulación estatal en las regiones centrales se realizó en paralelo al crecimiento de las urbes. El Estado que emergió del tratado de Westfalia, en el se dio por finalizada la guerra de los Treinta Años y la guerra entre España y los Países Bajos, fue el Estado moderno soberano, en el que el poder de la Iglesia y del emperador retrocedieron. Fue un Estado que se puso al servicio de los nuevos intereses dominantes, fomentando el comercio mundial como fuente determinante de ingresos, un Estado enfocado ya claramente a la reproducción del capital. El poder político y militar de los Estados aumentó y fueron acaparando muchos más recursos que sus antecesores. El fortalecimiento del Estado (y del rey) fue en paralelo al debilitamiento de la nobleza, que ya no podía reclutar un ejército capaz de rivalizar con el real. Así, el Estado consiguió el monopolio del uso de la fuerza. 27 En la legitimación de los Gobiernos de los Estados absolutistas, un elemento fundamental fue el del derecho divino que recaía sobre los monarcas. Pero las monarquías absolutistas fueron evolucionando hacia sistemas con participación directa de las clases pudientes y con nuevas formas de legitimación social. Los primeros pasos se dieron en Holanda e Inglaterra. Este formato se expandió durante la Revolución Industrial. Los ciclos sistémicos de acumulación. La fórmula de circulación del capital D-M-D' se puede aplicar no solo al comportamiento del capitalista individual, sino también al desarrollo histórico del sistema, con fases de expansión material (D-M), en las que la economía es mayoritariamente productiva, y otras fases de expansión financiera (M-D'), donde el capital se mueve mayoritariamente en una circulación D-D'. El paso de una a otra se hace inevitable. Un proceso completo D-M-D' sería un ciclo sistémico de acumulación compuesto por esas dos fases. Cada cambio de ciclo sistémico ha venido acompañado de un relevo en la posición hegemónica y también de un cambio en las formas de organizar los procesos de acumulación del capital. Un ciclo se solapa con el siguiente, de forma que la potencia hegemónica del primer ciclo va decayendo en la fase M-D', mientras la nueva potencia hegemónica va ascendiendo basando su economía en una fase D-M. En la historia del capitalismo, se han sucedido cuatro ciclos sistémicos: - Hispano-genovés o genovés a secas (desde el siglo XV hasta principios del XVII) - Holandés (finales del XVI hasta finales del XVIII) - Británico (segunda mitad del XVIII hasta el principio del XX) - Estadounidense (desde finales del XIX). En cada uno de los ciclos sistémicos de acumulación, las potencias fueron capaces de incrementar su control territorial y recursos mediante estructuras políticas cada vez más complejas. Las transiciones de hegemonía no fueron tranquilas: se caracterizaron por una situación de “caos sistémico”, con fuertes conflictos interestatales, intercapitalistas y sociales. El texto continúa analizando en profundidad los dos primeros ciclos de acumulación y el comienzo del tercero, La Modernidad: las sociedades de individuos y la hegemonía de la razón Por la importancia de este apartado, haré un resumen amplio del mismo. La Modernidad se empezó a desarrollar con el Renacimiento, tomó cuerpo con la Ilustración, se consolidó con la Revolución Industrial y alcanzó su cénit con el fordismo. Supuso muchas cosas, como la sustitución de la visión cíclica de la historia por una lineal encabezada por Europa, con el eje director del “progreso”, la entronización de la razón en una visión de la realidad en base a dualidades, o el desarrollo de la identidad individual, hasta el punto asociarse las ideas de persona e individuo. Pero, por encima de todas, fue la adopción social de un nuevo sistema de valores ligado al capitalismo, que fue relegando a un segundo plano a las religiones en su papel de reguladoras de los valores sociales. De este modo, el capitalismo es más que un sistema económico, también es el principal conformador de las subjetividades sociales. Sin embargo, la Modernidad, al mismo tiempo, abrió nuevos caminos de liberación humana: la razón fue una herramienta contra la opresión o la extensión social de la identidad individual ayudó a tomar conciencia de las relaciones de dominación. Así, el movimiento obrero o el de liberación de las mujeres nacen, al menos en parte, de la Modernidad y de sus ideas. Aunque vamos a hablar de la Modernidad en singular y fundamentalmente nos vamos a referir a lo largo de todo el libro a la estructurada por y para las élites, siempre ha habido múltiples modernidades. Uno de los elementos centrales de la Modernidad es la visión dual del mundo, la separación entre pares de opuestos: razón-emoción, mente-cuerpo, cultura-naturaleza, hombre-mujer, público- 28 privado, ciencia-conocimientos, etc. Una separación en pares de opuestos con una clara jerarquía del primer término sobre el segundo. Estos pares de opuestos se pueden resumir en la primacía de la razón, por supuesto masculina. Esto implicó un desarrollo de la responsabilidad individual, una sensación de control del entorno en la que se pusieron las bases para prescindir de la idea de dios. La entronización de la razón resultó clave para el capitalismo pues, permitió la maximización de la producción por encima de las necesidades corporales, el aumento de la competitividad y la disciplina en el trabajo. Esta construcción fue compleja y se extendió hasta el siglo XVIII, pero finalmente las fuerzas liberadoras de la Edad Media terminaron siendo encauzadas por la naciente burguesía hacia la construcción del capitalismo. La Modernidad supuso también la entronización de la ciencia y la tecnología. En la construcción del método científico se unieron Bacon (1561-1626) y Descartes (1596-1650). El primero encaminó el pensamiento moderno hacia el empirismo, el enfoque analítico parcelario y la separación sujeto-objeto. Descartes situó la racionalidad en el centro del conocimiento, con una visión matemática de la realidad, es decir, cuantificable. Posteriormente, Newton (1642-1727) combinó el racionalismo y el empirismo, dándole un empuje definitivo al pensamiento científico hacia el determinismo y la concepción mecanicista del funcionamiento de la naturaleza. La ciencia se convirtió en el único modo “objetivo” de aprehender la realidad. Las humanidades y la religión se convirtieron en conocimientos secundarios que tenían que ser sometidos al método científico. La ciencia pasó a ocupar, en especial tras la Revolución Industrial, el papel de la religión, aunque esta siguió siendo central para las necesidades de trascendencia humana. 

La ciencia se puso al servicio de la industria incipiente y del capitalismo. El método científico surgió en Europa porque ya se habían sentado las bases en las universidades medievales. La navegación y la astronomía fueron los principales campos de desarrollo, seguidos por la física y la balística y, después, la medicina, la botánica y la química. Fruto de la fe en la ciencia, se desarrolló la fe en la tecnología, construyéndose una imagen que solventaba los problemas de la humanidad. La ciencia y la tecnología fueron herramientas básicas para el progreso. El progreso fue la promesa de emancipación de toda la humanidad. Esta promesa de un futuro mejor fue un elemento básico de cohesión social y de la justificación del nuevo sistema económico. Los pueblos conquistados que no se atenían al pensamiento racional europeo no tenían civilización. En la justificación de la conquista siguió siendo clave la cristianización, como durante las Cruzadas. Se rompió con la idea cíclica de la historia, en la que las sociedades evolucionan hasta un clímax, tras el cual declinan y se fue consolidando la concepción lineal del tiempo. La Modernidad supuso una profundización de la ruptura con la naturaleza. La naturaleza se convirtió no en un todo del que el ser humano forma parte, sino en un elemento del que extraer recursos y al que someter. La Tierra dejó de estar viva para concebirse como un objeto inerte sujeto a la explotación para la consecución del progreso. El mercantilismo anterior concebía la riqueza como un juego de suma cero en el que, si había quienes ganaban, era porque otras partes estaban perdiendo. La riqueza se basaba en la extracción y la adquisición por medio del comercio, la guerra o la colonización. Ahora se entendió que la riqueza se basaba en la producción que, por lo tanto, debía crecer. El mineral ya no se extraía ni el trigo se adquiría, sino que ambos se producían. De este modo, se desterraron los límites a la explotación de la naturaleza y de las personas. La riqueza dejó de tener una relación evidente con el entorno: los grandes banqueros podían obtener poder a través de su especulación financiera creando la ficción del crecimiento sin raíces físicas. La ciencia contempló la naturaleza como una enorme maquinaria que podía ser diseccionada y estudiada en partes, pues la mera suma de ellas explicaba el todo. Esta visión mecanicista mostró una imagen distorsionada del comportamiento de lo vivo, que no es atomizado e inconexo, sino que 29 tiene su sentido en la interconexión compleja que da lugar a propiedades distintas de las de las partes. Aunque es cierto que el método científico también permitió notables avances en su comprensión. La Modernidad trajo consigo una nueva concepción del tiempo y del espacio. A partir del siglo XIII se desarrolló un concepto mecánico del tiempo, marcado por las campanas de las iglesias, pero fue con la implantación del capitalismo cuando el control del tiempo cobró toda su importancia. En esta aceleración de la concepción del tiempo se promovieron las culturas del “hacer”, frente a las culturas del “estar”. El tiempo como evolución histórica, se convirtió en una flecha unidireccional que avanza hacia un único futuro posible, el que marcan los Estados europeos. Junto a la cuantificación del tiempo, se unió la del espacio, que se convirtió en el tiempo requerido para recorrerlo. La organización espacio-temporal de las personas se convirtió en una condición esencial para la productividad del trabajo y la organización de las relaciones de poder Centro-Periferias. 

Uno de los elementos centrales de la Modernidad europea fue el desarrollo de la personalidad individual frente a la relacional, especialmente la masculina. Es en ese momento cuando podemos hablar de sociedades de individuos. Algunos opinan que la razón principal fue que los hombres consideraron que la clave de su fuerza y de su supervivencia no era la pertenencia a un grupo, sino su capacidad de razonar. El dinero se fue convirtiendo en un eje central y la necesidad capitalista de competir que exacerba el individualismo se extendió. Mientras las primeras sociedades humanas habían recompensado la cooperación, ahora lo que se incentivaba era la competitividad. La propiedad privada proporcionó el soporte material a las personas para ser individuos. El individualismo no se pudo desarrollar sin aumento de la propiedad privada. La conformación del individualismo se reflejó incluso en la redacción de los Derechos del Hombre, con la libertad personal como eje principal y sin estar acompañada por la solidaridad. La libertad individual cobró un valor inédito en la historia. La libertad dejó de ser una construcción colectiva, la capacidad de hacer más cosas gracias a la organización social y se convirtió en una libertad individual limitada a tener mayor capacidad de compra. Esto condujo a una situación paradójica pues, cuanto más se potenciaba, más se cortaban los lazos en el resto de seres humanos y con el mundo, generando lo que Fromm (2008) sostiene que es el mayor temor del ser humano: el aislamiento, lo que genera “miedo a la libertad”. La cooperación es la respuesta humana más exitosa para la supervivencia. Una de las claves del capitalismo fue su capacidad de encaminar gran parte de esa cooperación hacia la reproducción del capital. De este modo, mientras se extendían las relaciones mercantiles a más territorios y ámbitos de la vida, las relaciones de apoyo mutuo reaparecían en nuevos formatos: organizaciones obreras, cooperativas, asociaciones culturales, etc. Otra de las consecuencias de la Modernidad fue la reconfiguración del papel de las religiones. Hasta este momento, las religiones habían cumplido un papel básico en el sostenimiento y justificación de las relaciones de dominación. Esto cambió con la Modernidad y este papel social de la religión fue sustituido por la razón, la ciencia, el progreso y el nacionalismo. En la conformación de las subjetividades sociales la catedral fue sustituida (o más bien complementada) por la fábrica, la escuela, la universidad, la prisión o el psiquiátrico. Pero la religión siguió siendo un elemento fundamental en el desarrollo de estas nuevas ideas. La reforma protestante de Lutero (1483-1546) fue una herramienta básica en la implantación de la Modernidad al legitimar el interés, proclamar la moral del trabajo y ayudar a expandir la identidad individual al proclamar que la salvación es consecuencia de los actos individuales. Calvino (1507- 1564) lanzó la nueva moral capitalista, que resumía en que el enriquecimiento era señal de una conducta adecuada. Los países protestantes se convirtieron en el centro de la economía-mundo, mientras los católicos pasaron a ocupar la periferia. 30 Una de las herramientas claves usadas por las Iglesias protestantes en la expansión de los nuevos valores fue la imprenta de tipos móviles inventada por Gutemberg en 1455. En cualquier caso, la transmisión oral en los púlpitos continuó siendo el espacio central de adoctrinamiento. 

Los nuevos valores también fueron inculcados a la fuerza y mediante el terror por el Estado y la Iglesia. El espíritu de la Inquisición se terminó implantando en los espacios protestantes tanto como en los católicos con lo que se dio un giro total a las herejías que surgieron durante la Edad Media en busca de la liberación humana. Se luchó por desterrar cualquier concepción animista y orgánica de la naturaleza, cualquier intento de trabajar a los ritmos que imprime el cuerpo y no los de las necesidades de producción, así como valores de apoyo mutuo que impidiesen la competitividad. En todo caso, el papel de la religión en el mantenimiento del “statu quo” fue siendo cada vez menos relevante. La Modernidad también supuso una dosis de liberación humana al hacer a las personas más protagonistas de sus vidas y no tanto elementos supeditados a poderes divinos. De la “Caza de Brujas” a la Modernidad misógina Tras la Edad Media, en la que la dominación de las mujeres había retrocedido apreciablemente, a comienzos del siglo XV la “bruja” se convirtió en el principal sujeto de persecución de la herejía. El sometimiento de las mujeres fue tan decisivo para la acumulación primitiva como la colonización y la expropiación de tierras del campesinado. El sostenimiento del patriarcado necesitó de una represión más fuerte de las mujeres. La Caza de Brujas cumplió un papel en la represión de la cultura popular y la implantación de las nuevas subjetividades capitalistas. También fue importante para quebrar las resistencias populares. Supuso una profundización en la desvinculación con la naturaleza y persiguió destruir cosmovisiones más integrales. De este modo, se entrelazaron nuevamente el sometimiento del entorno, la lucha de clases y la lucha de las mujeres. Se creó una cultura fuertemente misógina. En la Caza de Brujas, el papel de la Iglesia resultó clave en la elaboración de un andamiaje ideológico y no tanto en la realización de los juicios. La persecución terminó a finales del siglo XVII, desarrollado un nuevo sistema de valores y sometidas las mujeres al nuevo patriarcado. Estas prácticas de control social se exportaron a América para el sometimiento de la población esclava, fundamentalmente la negra, emparentando el machismo con el racismo: la negritud y la feminidad fueron rasgos de la brujería. Las resistencias al capitalismo agrario Las resistencias al capitalismo por parte de las clases y los pueblos oprimidos fueron importantes. Estas resistencias a la usurpación de bienes y derechos comunales o a la colonización fueron en gran parte campesinas. Unieron la lucha por la equidad social con la lucha contra la degradación del medio. El poder las enfrentó con brutalidad para generar terror, e intentando separar a las clases oprimidas, para lo cual el racismo fue determinante. En América se produjo el choque entre los Estados inca y azteca con el español, sociedades basadas en la dominación para las que las guerras entre Estados que tenían una larga tradición. Entre 1776 y 1825 la mayoría de las colonias europeas en América se independizaron, la primera de ellas EEUU. En Europa, el proceso de cercamientos no se llevó a cabo sin resistencias. El derribo de las vallas fue una herramienta básica y cotidiana de protesta social. Las reivindicaciones en Europa se vieron fuertemente influidas por el conocimiento de los pueblos sin estado americanos. Al imaginario europeo llegaron referencias de poblaciones igualitarias con un funcionamiento comunitario que vivían en armonía con su entorno. A pesar de que los órganos de poder realizaron una fuerte campaña contra estas poblaciones caricaturizándolas como salvajes, su encanto no pasó desapercibido. 31 En todo caso, como ya señalamos la Modernidad también trajo consigo nuevas ideas, como la libertad y la emancipación, y herramientas, como la imprenta y la racionalidad. La guerra y el comercio determinan el cambio tecnológico Durante esta etapa, se produjo un desarrollo tecnológico importante empujado por las necesidades guerreras y mercantiles. No en vano estos fueron instrumentos básicos para la acumulación del capital. La invención del cañón revolucionó la guerra terrestre y marítima. Para el desarrollo bélico, fue imprescindible la inversión de las nuevas fuentes de riqueza conseguidas en forma de capital. Las guerras fueron un indicativo de la riqueza de los Estados y un mecanismo en su construcción, pues empujaron a la inevitable alianza entre la nobleza, la banca y el comercio. La mejora de la navegación resultó clave en la conquista de América y en la expansión comercial por el globo. Una vez que las flotas europeas aprendieron a navegar por todo el planeta, sus ventajas militares se hicieron irresistibles, pues ninguna otra región desarrolló barcos armados como los europeos. Otro de los avances de esta etapa fue la imprenta de tipos móviles, que revolucionó los sistemas de almacenamiento de datos y de comunicación. La modificación del entorno y el consumo energético aumentan con la colonización y el crecimiento urbano Las transformaciones correspondientes al periodo 1450-1750 sobrepasaron la escala, la velocidad y la capacidad de las civilizaciones premodernas. 

El inicio del capitalismo marcó el comienzo de una época geológica, el Capitaloceno, sobre la que más adelante argumentaremos. Ahora solo señalaremos algunos impactos. El primero fue un crecimiento urbano a costa de bosque. Las ciudades en Europa crecieron de forma importante. Esto se debió a la expulsión del mundo agrario del campesinado a causa de los cercamientos, la monetización y la salarización de las relaciones laborales. También a un aumento demográfico por encima de la migración a las colonias. Crecieron sobre todo las urbes más relacionadas con el comercio transatlántico (Sevilla, Amberes, Ámsterdam, Londres). Asimismo, aumentaron las ciudades americanas, pues la colonización y explotación del territorio ultramarino se llevó a cabo a partir de las urbes. Los alrededores de las ciudades debieron contener una zona boscosa, otra de pastos y una tercera agrícola para servir a las distintas necesidades urbanas. El aumento poblacional y urbano aceleró los procesos de deforestación para impulsar una mayor producción agropecuaria, lo que aumentó la erosión. Los bosques se explotaron a un ritmo claramente superior al de su tasa de crecimiento, por lo que la cubierta forestal europea disminuyó. Otro impacto fueron los cambios ecológicos globales fruto de la expansión europea. Las transformaciones ambientales fueron especialmente significativas en las colonias. La desaparición de las culturas que habitaron en equilibrio con el medio en Abya Yala tuvo importantes repercusiones ecosistémicas. Los nuevos gobernantes europeos desconocían cómo cuidar de la tierra americana sin sobreexplotarla y, lo que es más importante, no tenían interés por hacerlo. De este modo, avances como el cultivo de zonas selváticas del Amazonas sin agotar el suelo desaparecieron para siempre. Los impactos ambientales en América también se debieron a la actividad comercial humana. Esta transformación tuvo que ver primero con la minería de oro y plata, que provocó impactos importantes y que llevó aparejada la creación de ciudades significativas, como Potosí. Un poco más tarde, los cultivos masivos para la exportación (caña de azúcar) produjeron una considerable mutación paisajística y ecosistémica. 32 Este momento histórico marcó un cénit energético sin combustibles fósiles. El capitalismo es fuertemente transformador del entorno por su consumo creciente de materia y energía para sostener su necesidad intrínseca de crecimiento. De este modo, aunque en los primeros siglos del capitalismo no se produjo un salto considerable en el uso de la energía, el nuevo sistema convirtió esta evolución solo en cuestión de tiempo. 

El capitalismo hizo que el papel social de la energía cambiase. Hasta este momento histórico, en las sociedades dominadoras había primado una lógica territorialista, en la que el poder estaba directamente ligado a la cantidad de territorio disponible y a la densidad de población, es decir, a la energía susceptible de ser acumulada. La riqueza era un medio más para la expansión territorial. En cambio, en el capitalismo el poder será sinónimo de la capacidad de movilización de capital (que servirá para movilizar energía). El avance energético más importante en Eurasia fue la introducción de los cultivos americanos (maíz en el sur, patata en el norte), lo que catalizó un importante aumento poblacional. También se incrementó notablemente el uso de las energías eólica e hidráulica. Además, desde el siglo XVI al menos, se usó carbón como combustible en Inglaterra y el norte de Francia, y la turba en las Provincias Unidas, aunque en este periodo no se utilizaron todavía masivamente los combustibles fósiles (excepto la turba). Al final de este periodo, Europa alcanzó su cénit en el consumo energético hasta la fecha, pero no se produjo un avance cualitativo en el uso de energía. Si la Revolución Agraria consiguió triplicar el consumo per cápita de las sociedades forrajeras, la Industrial pudo llegar a multiplicar por 20 ese consumo. Los impactos ambientales asociados al consumo energético siguieron estando íntimamente relacionados con la guerra, no solo porque fue la que permitió la extensión territorial, sino también porque fue el desarrollo de los cañones lo que impulsó la fundición del hierro, para lo que se hizo necesaria la deforestación de amplias extensiones boscosas. Mientras durante los milenios precedentes se había producido una fuerte influencia de los cambios ambientales (cambios climáticos) en las conformaciones sociales, durante los primeros siglos del capitalismo las sociedades tuvieron una mayor capacidad de resistir estos envites. Un ejemplo es que la Pequeña Edad del Hielo que se produjo entre 1400 y 1725, justo durante el primer desarrollo del capitalismo, a pesar de su virulencia, no supuso una influencia social como las que analizamos en el pasado. En factor determinante para este aumento de resiliencia social fue la mayor disponibilidad energética, algo que se haría mucho más patente en la era de los combustibles fósiles. El mundo era mucho más ancho que Europa Las principales arenas exteriores de nueva la economía-mundo capitalista eran China, India, Rusia y el Imperio otomano. China ocupaba el centro económico y demográfico del mundo. Era un gran espacio económicamente autosuficiente y culturalmente autónomo. Europa no pudo incorporarla a su sistema-mundo porque en ella la expansión europea resultaba militar y comercialmente imposible. Pero que China no fuese parte del sistema-mundo no quiere decir que no fuese parte del sistema global de comercio. India fue otra potencia económica. Como China operaban todavía bajo esquemas exactores. Los reinos indios impulsaron desde la religión nuevos procesos igualitarios, como el sijismo fundado por Nanak (1469-1539). 

La independencia de Rusia del sistema-mundo le permitió invertir las ganancias a nivel interno y mantener una industria propia, incluso en el terreno en el que el centro europeo era más competitivo: el textil. El Mediterráneo estuvo controlado por el Imperio otomano durante la primera parte de esta época. Su política se caracterizó por buscar la integración de los pueblos que había ido conquistando, insertando a sus élites en el entramado de poder otomano. 33 A pesar del dominio cada vez más global de los Estados europeos, la mayoría del planeta a finales del XVIII seguía funcionando bajo dinámicas no capitalistas. China e India, como dijimos, que eran las principales economías, operaban todavía bajo esquemas exactores. Por otra parte gran parte del globo no se articulaba en Estados. Incluso en Europa todavía no existían mercados capitalistas estatales (internos) integrados, y el mundo rural todavía no era totalmente capitalista. Aunque los mercados de larga distancia respondían claramente a dinámicas capitalistas, su dimensión era todavía limitada. La producción en estos seguía siendo tradicional y de pequeña escala. En ella, primaba la solidaridad, las reglas de distribución y los arreglos de reciprocidad. Existía además un claro predominio del campesinado y la agricultura no capitalista a escala global, y también en Europa. En definitiva, gran parte del mundo funcionaba todavía como sociedades que adaptaban sus modos de vida al entorno, con un fuerte componente local, y ajenas a la pretendida universalidad de la Modernidad. El cambio más importante era el que se estaba operando en las estructuras de poder global, en el sistema de valores dominante y sobre todo en la configuración de nuevas identidades, como resultado de la irrupción del capitalismo. La Modernidad europea fue colonial desde sus inicios. Pero será a finales del siglo XVIII cuando los modernos Estados mercantiles europeos acabaron eclipsando a los imperios exactores más poderosos. Pero ese dominio que iba a ser ya verdaderamente global no hubiera sido posible sin la Revolución Industrial que estalló en Europa Occidental. Pese a las importantes transformaciones que se habían producido desde el cambio hacia la civilización dominadora, especialmente las generadas por el capitalismo, el grado de transformación social y ambiental del planeta todavía era relativamente pequeño. Hizo falta un salto energético colosal para que el mundo cambiase definitivamente. Este es el objeto del siguiente bloque del libro. 

 34 DOSCIENTOS AÑOS (DE COMBUSTIBLES FÓSILES) ES NADA: LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL RECORRE EL MUNDO CAPÍTULO 5.- CARBÓN MÁS TECNOLOGÍA PERMITEN A EUROPA DOMINAR EL MUNDO RESUMEN 

En el capítulo anterior describimos el gran cambio que supuso la implantación del capitalismo, la Modernidad y la conexión de América y Afroeurasia. Un cambio que no tuvo aparejada una revolución energética, aunque sí implicó un consumo creciente y una modificación en la relación social y económica con la energía. Nos referimos a esa etapa como capitalismo agrario. En este capítulo, abordaremos el salto hacia el capitalismo fosilista, aquel cuya matriz energética son los combustibles fósiles. El capitalismo fosilista es un capitalismo maduro que se extendió a nivel planetario con la interconexión de casi todos los territorios dentro del sistema-mundo, incluidos China e India. También supuso una profunda transformación de las sociedades, sobre todo las de los territorios centrales, en las que permeó definitivamente la visión de la Modernidad, con las ideas de progreso y competitividad como centros de los imaginarios sociales. Es decir, que solo mediante el uso intensivo de energía, el capitalismo y la Modernidad (con sus aspectos liberadores, pero mayoritariamente dominadores) se convirtieron en hegemónicos. Para esta expansión, fueron fundamentales varios factores. Por un lado, las nuevas capacidades productivas, que permitieron el sometimiento del proletariado y la colonización de nuevos mercados. Los que no se abrieron “motu proprio” lo hicieron gracias a la potencia militar alcanzada con la Revolución Industrial. Además, no fueron menos importantes los nuevos medios de transporte, baratos, rápidos y de alta capacidad. Este proceso fue dirigido desde Europa y los nacientes EEUU, que acapararon más poder del que ninguna otra potencia había llegado a conseguir previamente. Uno de los corolarios más importantes de esta etapa fue un importante crecimiento demográfico, que se centró en las ciudades. Fue en estos espacios donde se focalizaron las inversiones de capital, donde se concentraron los mayores impactos ambientales y donde se estructuraron nuevas resistencias: el movimiento obrero. A pesar de todo esto, durante el siglo XIX la mayoría de la población mundial siguió basando su consumo energético en la biomasa, en un metabolismo todavía agrario y no industrial, aunque crecientemente condicionado ya por este. En resumen, lo que aquí describimos es el tercer gran salto energético de la humanidad (tras la agricultura, y la explotación del trabajo humano y animal). Un salto que, como los anteriores, catalizó y permitió importantísimos cambios socioambientales. Estas mutaciones no se terminaron de completar hasta la segunda mitad del siglo XX, con el uso de nuevas fuentes energéticas, y más en concreto del petróleo. Pero esa será la historia del siguiente capítulo. 

DESARROLLO 

La Revolución Industrial, la clave para imponer a escala global la Modernidad 

Con la nueva matriz energética, el carbón, por primera vez en la historia de la humanidad, se cumplieron todos los requisitos para la utilización máxima e ininterrumpida de energía y potencia: abundancia y accesibilidad, alta densidad energética, existencia de convertidores adecuados para permitir una amplia gama de usos, posibilidad de usarlos en el lugar en el que se requira, 35 disponibilidad en el momento que se necesite gracias a la facilidad de almacenaje de los combustibles fósiles. De todas las estrategias utilizadas para conseguir energía (fuego, recolección, caza, agricultura, control de seres humanos y animales, uso de energías renovables), los combustibles fósiles unidos a las máquinas han sido los que más potencia, energía y versatilidad le han proporcionado. La Revolución Industrial supuso la entrada en un cuarto gran periodo energético. El primero había sido la etapa forrajera; el segundo, el salto a la agricultura; el tercero, el uso del trabajo animal y humano forzado. Tal vez sería más adecuado hablar de Revolución Fosilista que de Industrial. Al igual que el paso de la sociedad forrajera a la agrícola había conllevado más horas de trabajo (más energía humana), el salto a la industrial también trajo consigo jornadas más largas y más personas trabajando (crecimiento demográfico, extensión del sistema-mundo). Se pasó de una producción descentralizada a otra basada en grandes fábricas, lo que supuso una mejor organización del trabajo para aumentar la productividad. El gran incremento en el consumo energético se debió al uso de las nuevas máquinas. Este salto también se produjo en el consumo material, que creció enormemente, sobre todo en forma de infraestructuras. El sistema se volvió mucho más intensivo en su explotación del entorno. Con la utilización del carbón de coque en la Revolución Industrial, se pudo expandir el uso a todos los sectores industriales que requerían calefacción. Pero el principal uso del carbón fue en los motores de vapor. El petróleo empezó a explotarse en el último tercio del siglo XIX, pero su explotación masiva y mundial no se abordó hasta el siglo XX, cuando cambió la matriz energética del capitalismo fosilista. Sin la tecnología, el carbón no hubiera permitido los cambios sociales y económicos que se produjeron. Por primera vez en la historia se transformó el calor en energía mecánica con la invención de la máquina de vapor. 

A diferencia de la Revolución Agraria, en este caso hubo un único foco de difusión, el Creciente Carbonífero, que abarcó desde las tierras bajas de Escocia hasta la cuenca del Rin, pasando por Inglaterra, Gales y el norte de Francia y marcó un único modelo de industrialización: el capitalista. Se pueden distinguir tres oleadas en la Revolución Industrial, en las que se desarrollaron las máquinas de vapor estacionarias para bombear agua de las minas de carbón, la industria textil, los hornos de coque de la siderúrgica; los motores de vapor móviles, como las locomotoras y barcos de vapor; y la electricidad, el motor de explosión e inicio de la industria química moderna. Las máquinas se empezaron a acoplar a otras máquinas y se inició la producción de máquinas por medio de máquinas, lo que generó un nuevo sistema de enorme potencia. El tremendo salto productivo que supuso la Revolución Industrial permitió al Reino Unido doblar a China. La revolución en el transporte fue tan importante como en la producción, derivada de la invención del barco de vapor y del ferrocarril y de la mejora de las vías de comunicación. El cambio de la matriz energética transformó el mundo, generándose un nuevo metabolismo: el industrial. La “emancipación” de los ritmos solares permitió un incremento altísimo de la productividad industrial, lo que conllevó también aumentos en la producción agrícola y la extracción. Creció la posibilidad de transportar mercancías de forma rápida y barata a largas distancias. El mundo agrario dejó de estar en el corazón de la economía y la apropiación de biomasa quedó en un papel secundario, y pasó a ser clave la de metales y combustibles fósiles. Se produjo una creciente especialización en cada una de las fases del sistema productivo y el crecimiento, basado en los combustibles fósiles y se hizo exponencial. Con los combustibles fósiles el entorno dejó de estar en el centro de los imaginarios económicos y culturales. Como se ha visto anteriormente los cambios ambientales, especialmente los climáticos, fueron un factor que condicionó de forma importante el orden social y como a medida que las 36 sociedades tuvieron a su disposición cantidades mayores de energía, pudieron aumentar su resiliencia frente a estas variaciones. Se pasó de una energía que se usaba en forma de flujo (energía solar que se utilizaba transformada en biomasa, por ejemplo) a otra en stock (combustibles fósiles), de una energía dispersa y de difícil almacenaje a otra concentrada y fácil de guardar. La era de los combustibles fósiles también se puede leer como una emancipación de los tiempos biológicos. Si hasta entonces la expansión del capitalismo había sido sobre todo espacial (conquista de nuevos territorios e inclusión de nuevos mercados), ahora empezaba a ser también temporal (explotación de minerales o biomasa muy por encima de sus tasas de renovación). Hubo una “emancipación” respecto a la energía solar que estuvo en el centro del forrajero y un “desenganche” respecto a los límites físicos que el sistema basado en la energía solar había impuesto a la humanidad, aunque en realidad era una economía extractora fuertemente anclada a la naturaleza y, por tanto, a sus límites. 

Con la Revolución Industrial se tuvo una nueva concepción del espacio-tiempo gracias a la movilidad motorizada. Hasta la Revolución Industrial, la economía había sido básicamente local. Este panorama cambió radicalmente, al convertirse el transporte de mercancías (ferrocarril), personas e información (telégrafo) en rápido y rentable. También trajo consiguieron nuevas posibilidades para la dominación. El aumento de la productividad produjo un crecimiento de la economía productiva, sobre el que se construyó un desarrollo de la economía financiera sin precedentes, lo que posibilitó una circulación más rápida del capital. La sustitución del trabajo humano por máquinas creó bolsas de personas desempleadas que permitieron al empresariado bajar los sueldos. Se convirtió en capital una cantidad gigantesca de “trabajo” de la naturaleza, en forma de combustibles fósiles y minerales. Se incrementaron también las herramientas de dominación, como la potencia bélica, o el control de los vectores energéticos (carbón y hierro) en contextos en los que vivían las personas, como las metrópolis, el Estado, o la sociedad de la imagen y el consumo. En todo caso, las nuevas fuentes de energía también abrieron caminos para la emancipación humana, aunque fueron menos “exitosos” que los que buscaron la dominación. La industrialización y el uso masivo de la energía, marcaron un punto de no retorno, como ya había ocurrido en las otras revoluciones energéticas anteriores. El capitalismo fosilista significó también un incremento de la inestabilidad social. Las anteriores revoluciones energéticas habían generado una aceleración de los cambios históricos, pero tras la Revolución Industrial, el ritmo del cambio social se incrementó sustancialmente. La Revolución Industrial se produjo en Gran Bretaña porque allí existían los recursos naturales necesarios (carbón, hierro) y porque el capitalismo estaba especialmente desarrollado allí. En el resto de sociedades centrales no hubo condiciones suficientes en un principio (necesidad de cambio en la matriz energética, Estado capitalista fuerte, capital suficiente para dar el salto), aunque después, tuvieron que llevarlo a cabo obligadas por el empuje británico. Capitalismo, industrialización y militarismo van de la mano Durante el ciclo sistémico de acumulación británico (desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta el principio del siglo XX), el poder económico y financiero estuvo en la City de Londres, y el político y el militar recayó en el Gobierno. Mientras que el ciclo holandés no produjo una expansión territorial significativa del sistema-mundo, el británico conjugó la lógica capitalista con la territorialista. Durante este periodo se distinguen dos etapas en el plano productivo y comercial. Una, marcada por la industrialización y el “libre comercio”, y la otra, por la colonización. 37 En cuanto a la primera de ellas, decir que la potencia productiva le hubiera servido de poco al Reino Unido si no hubiera tenido mercados donde colocar sus manufacturas. A nivel interno, esto lo consiguió gracias a la inclusión de su población en el mercado capitalista. Sin embargo, el grueso del tirón de demanda fue a nivel externo. Así, la Revolución Industrial requirió un mejor acceso a los mercados internacionales. Una vez que Reino Unido consiguió la hegemonía comercial en la década de 1840, optó por la liberalización unilateral del comercio, por el “libre comercio”. Esto propició una aceleración de la interrelación en la economía-mundo capitalista. La materia prima que siguió controlando Reino Unido fue el carbón, la principal fuente energética, que incluso exportaba todavía a principios de siglo XX 

En el periodo 1750-1850, el sistema-mundo incorporó nuevas zonas que antes habían sido arenas exteriores: India, el Imperio otomano, Rusia y África Occidental, convirtiéndolas en Periferias. Ninguna se integró por voluntad propia. En esta conversión en Periferia, India fue el espacio clave que dotó a Reino Unido de una gran ventaja. El papel de la Compañía Británica de las Indias Orientales fue determinante durante toda la primera fase de expansión del capitalismo británico en Asia. La incorporación de China al sistema-mundo significó la hegemonía del capitalismo, que fue capaz de subsumir en su seno y en una posición subalterna a la última gran potencia exactora del planeta y antigua primera economía mundial. El ascenso del capitalismo industrial conllevó la desaparición de la esclavitud desde mediados del siglo XIX, aunque esta fue solo una liberación relativa, ya que en muchos casos fue la antigua población esclava la que se convirtió en jornalera, pues no tuvo otra opción que vender su fuerza de trabajo y, lo que es más importante, el aumento del uso de energía no implicó una disminución del trabajo humano. Solo cambiaron las relaciones en las que esta explotación se llevaba a cabo. Entre 1873 y 1896, se produjo lo que se denominó la Larga Depresión, con una caída de la tasa de beneficios, un alza de los salarios y del precio de las materias primas, y un exceso de producción. Esto derivó en una guerra de precios como consecuencia del incremento de la competencia, lo que generó una fuerte deflación. Tras ella, los principales Estados adoptaron medidas proteccionistas. Esto permitió que distintas potencias europeas (Alemania, Francia) y no europeas (EEUU, Japón) consiguiesen rivalizar con la producción británica. El proteccionismo requirió de la creación de nuevos mercados donde colocar la producción estatal ahora fomentada. La expansión también permitió encontrar nuevos espacios donde colocar el capital que no encontraba forma de reproducirse en Europa. Además, aumentó los gastos militares para la conquista animando así la economía. En cuanto a la segunda etapa de este ciclo de acumulación británico, la colonización de las Periferias, decir que entre finales del siglo XIX y principios del XX se incorporó al sistema-mundo prácticamente todo el planeta, incluso aquellas regiones que no habían sido previamente arenas externas. Una incorporación que significó su conversión en Periferias. A pesar de que Reino Unido mantuvo su política de “libre comercio” gracias a su hegemonía, también apostó como ninguna otra potencia por el colonialismo, lo que le reportó unos beneficios gigantescos gracias a crear inmensos mercados cautivos para su producción. 

El poderío militar que permitió la Revolución Industrial fue la herramienta básica para la expansión territorial. El resultado de esta incorporación masiva al sistema-mundo fue un intercambio muy desigual que situó a las Periferias en una fuerte dependencia. Las diferencias a nivel global aumentaron como nunca antes. 38 El patrón oro: el intento de crear un mercado autorregulado a escala mundial al servicio de las finanzas británicas La economía funcionaba con un doble sistema monetario. Por un lado, el dinero crediticio que creaban los bancos centrales en forma de papel-moneda para el comercio estatal y, por otro, el oro como medio de intercambio internacional. La aparición el papel-moneda moderno por el Banco de Inglaterra a finales del siglo XVIII posibilitó una mayor expansión de las esferas mercantil y monetaria. Era una nueva forma de deuda, pues se emitía bajo la promesa de que se reembolsaría la cantidad equivalente en metales preciosos. El papel-moneda supuso una creación artificial de riqueza. El patrón oro organizó el mercado mundial permitiendo saldar el comercio entre los distintos Estados capitalistas en una moneda mundial universalmente aceptada: el oro. El sistema funcionaba de forma que los Estados vinculaban su moneda a este patrón, comprometiéndose todos ellos a ejecutar políticas fiscales y monetarias para garantizar un cambio fijo entre su moneda y el oro. El patrón oro garantizaba que todos los Estados del sistema-mundo capitalista se adhirieran de manera férrea a las políticas liberales, Fue el intento de construir un mercado autorregulador que transcendiese los Estados y abarcase todo el sistema-mundo. Un sistema que bombeaba el ahorro hacia Reino Unido, y más en concreto hacia la City, y que potenciaba con ello su hegemonía económica y militar. El patrón oro empezó a entrar en crisis en las últimas décadas del siglo XIX como resultado de las reformas políticas y sociales que los Estados se vieron obligados a introducir para desactivar al movimiento obrero y como resultado de la Larga Depresión. Dejó de existir en la práctica durante la I Guerra Mundial. El primero que rompió formalmente con él fue Rusia, tras la Revolución Soviética, y luego el resto de los Estados capitalistas, saltando definitivamente por los aires con la Gran Depresión. El colapso final del patrón oro en la década de 1930 fue el fracaso total de la utopía liberal, del laissez faire, del mercado autorregulador a escala estatal y mundial, y de la sociedad de mercado capitalista sin restricciones. Sin embargo, hablar del colapso del patrón oro no es hablar de la crisis de las grandes finanzas, sino todo lo contrario. 

Tras la Larga Depresión, entre 1896 y 1914 se vivió la belle époque: una recuperación económica basada en una economía financierizada. El gran triunfador de la recuperación fue Reino Unido, ya que, aunque su supremacía industrial disminuyó, su dominio del mundo financiero aumentó. La colonización interior: creación de los mercados internos en los Estados-nación Desde finales del siglo XVIII, y sobre todo a lo largo del siglo XIX, se crearon los mercados estatales en los espacios centrales, o lo que es lo mismo una economía y sociedad de mercado que supuso una Gran Transformación. Hasta entonces, los mercados locales habían estado, en general, separados de los mercados de larga distancia, siendo los primeros de índole precapitalista, mientras que los segundos estaban claramente presididos por la lógica del capital. Con la creación de los mercados estatales se rompieron las barreras entre el mercado internacional y el local, fundiéndolos en una única entidad bajo la lógica del la ampliación del capital. La economía de mercado requirió un fuerte impulso estatal. El Estado que lo hizo fue el liberal, del laissez faire. Se pasó de mercados regulados, a un mercado autorregulador, sometido exclusivamente a la lógica del beneficio. Se crearon cuatro grandes mercados: bienes y servicios, mano de obra, tierra (naturaleza) y dinero. La fuerza de trabajo se convirtió finalmente en una mercancía y surgió plenamente la clase obrera moderna. Las viejas formas de sociabilidad y autosuficiencia fueron sacrificadas al mercado autorregulador. Y con ello se cargó contra las dinámicas comunitarias de reciprocidad y de redistribución, así como contra la producción de ámbito local y doméstico, aunque esta no llegó a desaparecer. 39 La independencia de América y el ascenso de EEUU A mediados del siglo XVIII, más de la mitad de América pertenecía a Estados europeos y el territorio restante no estaba controlado por Estado alguno. Pero, a finales de siglo, mientras Gran Bretaña pugnaba por convertirse en el centro del mundo, una de sus principales colonias se rebeló contra el poder de la metrópoli. El levantamiento en 1776 en las colonias del occidente de lo que actualmente es EEUU contra Londres, apoyadas por Francia, abrió la descolonización de América. La descolonización de Hispanoamérica comenzó, como la de EEUU, con un intento por parte de España y Portugal de obtener más beneficios de sus colonias americanas a partir de 1763, lo que motivó un fuerte malestar entre las poblaciones americanas. A principios del siglo XIX y en pocas décadas el sistema de Estados soberanos dejó de estar circunscrito a Europa y alcanzó a toda América, con la salvedad de Canadá, que no alcanzó la independencia hasta principios del siglo XX. La transición de hegemonía de Reino Unido a EEUU se produjo entre 1870 y 1930, un periodo caracterizado por un incremento de la rivalidad entre los Estados centrales (como ejemplifican las dos Guerras Mundiales). El cambio también fue en la matriz energética, pasando del carbón al petróleo. Para la expansión empresarial, EEUU contó al principio con fuertes inversiones británicas. Con la “conquista del oeste” se creó un gran Estado continental gracias al uso de combustibles fósiles y de máquinas, como el tren que atravesó de costa a costa el gigante americano. 

A finales del siglo XIX, una vez que terminó la expansión hacia el oeste, EEUU empezó a intervenir fuera de sus fronteras. Pero la hegemonía estadounidense terminó de plasmarse por la fuerza mediante la victoria en las dos Guerras Mundiales, en las que EEUU actuó después de un fuerte desgaste previo de las potencias europeas, lo que de paso generó una fuerte expansión de su economía. Paralelamente al ascenso estadounidense se produjo un descenso británico. La victoria en la I Guerra Mundial produjo una expansión territorial del Imperio británico. Sin embargo, en la medida en que los costes superaban ya a los beneficios, la suerte del imperio estaba echada. Como antes habían hecho España y las Provincias Unidas, Reino Unido intentó sostener su hegemonía al final por medios militares sin una base económica sólida. En todo caso, la decadencia de Reino Unido vino motivada por el final del patrón oro antes que por el de sus colonias, pues esta era la clave de su dominio sobre el dinero mundial, sobre todo una vez que la hegemonía industrial y comercial ya se habían esfumado. También aparecen razones energéticas detrás del declive británico (y europeo). El petróleo se fue imponiendo en las primeras décadas del siglo XX como una fuente energética superior al carbón. O, lo que es lo mismo, fue expandiéndose la economía petrolera estadounidense sobre la carbonífera británica. La expansión demográfica y urbana europea En 1700, había 610 millones de personas en el mundo que pasaron en 1900 a 1.600 millones. En el inicio de la Revolución Industrial se produjo una migración campo-ciudad en los Estados centrales. Desde 1750, se produjo un fuerte crecimiento de las ciudades en Europa. La industria se concentró en las urbes atrayendo a la población. Durante el siglo XIX no se produjo simplemente un incremento en el tamaño de las ciudades, sino que aconteció una completa reordenación espacial de las mismas, al pasar de un metabolismo agrario a uno industrial. Las ciudades vivieron un crecimiento nunca visto antes. El transporte ferroviario hizo posible trasladar masivamente el carbón a las grandes aglomeraciones urbanas, lo que acentuó el crecimiento de instalaciones fabriles en las ciudades. Así nació la ciudadfábrica. Mientras que en la economía solar el abastecimiento de las ciudades requería áreas que eran 40 50-150 veces su tamaño, en las sociedades industriales, gracias al carbón, este espacio se vio fuertemente reducido y ocultado. El estallido urbano-industrial provocó unas tasas de mortalidad más altas en las ciudades que en el mundo rural, debido a las deplorables condiciones higiénicas urbanas. La fe en el progreso y el dinero como imaginarios centrales Para ejercer la dominación, el control de los imaginarios, ha sido clave. Este aparado, continua donde se dejó la evolución de la Modernidad en el capítulo anterior. El progreso permite legitimar las relaciones de dominación Con la llegada del capitalismo fosilista, el mito del progreso se vio fuertemente reforzado, hasta convertirse en un elemento central de justificación de la dominación sobre los seres humanos y la naturaleza. Un progreso que era económico y tecnológico, y que se usaba como sinónimo de civilización. Su principal indicador era el monetario, pues todo lo reducía a dinero. 

Con la aparición de una cantidad ingente de energía disponible, a pesar de un reparto de la riqueza desigual, no solo las élites aumentaron su consumo energético, sino que también lo hicieron otras capas sociales, desde las pujantes “clases medias” a una parte creciente de las más empobrecidas. El progreso estaba empapado de valores capitalistas, destacando entre ellos la competitividad. La aparición de las teorías darwinistas sobre la competitividad en la evolución de las especies corroboraban la idea. El progreso aceleró el ritmo de la historia que ya se había iniciado durante el capitalismo agrícola. Con la Revolución Industrial se construyó también la idea de crecimiento sin fin. Un crecimiento que basaba su credibilidad en la tremenda productividad conseguida por la utilización de la energía fósil como multiplicador del trabajo humano. Un crecimiento sustentado en la producción (cuando en realidad la economía se basaba en la extracción de recursos naturales y la apropiación del trabajo ajeno) y el consumo en ascenso. La veneración de la trilogía ciencia-tecnología-máquina relegó cualquier consideración sobre los impactos, medioambientales y sociales, locales y mundiales, que su expansión irrefrenable propiciaba. El avance científico era bueno por naturaleza. El universo de la Megamáquina se empezó a conformar en el siglo XIX europeo y terminó de cristalizar con alcance planetario en el siglo XX. La máquina se convirtió en la imagen del mundo, que se representó como un gigantesco sistema de engranajes. La fe en el progreso y en la Máquina fue compartida tanto por las élites capitalistas como por el movimiento comunista. El marxismo, si bien desvelaba los mecanismos de explotación subyacentes a la lógica del capital, mantenía una visión del proceso productivo separada del mundo físico. Dicho irónicamente, no era lo suficientemente materialista. El “desarrollo de las fuerzas productivas” que veneraba era otra criatura del mito del progreso. Una de las consecuencias de esta ideología del progreso fue que reforzó la desconexión con la naturaleza, profundizando el tránsito que había empezado con las primeras sociedades dominadoras. Los elementos del mundo natural, que habían sido sagrados, se convirtieron definitivamente en meros factores de producción de bienes. Los economistas clásicos, de Smith (1723-1790) a Ricardo (1772-1823), plantearon que los factores de creación de riqueza eran el trabajo y el capital, relegando la tierra (la naturaleza) a un segundo lugar. 

Otros economistas, como Malthus (1766-1834) o Stuart Mill (1806-1873), concibieron sin embargo la naturaleza como un limitante hacia el crecimiento continuo. Se postuló que el crecimiento era deseable y necesario para el sistema. La producción (en realidad, extracción y transformación de recursos finitos) se convirtió en la generación de beneficios monetarios, daba lo mismo producir alimento que armamento. Como producir era bueno en sí mismo, no se pusieron contrapesos al desarrollo de la economía. Al no incluir lo que costaría reponer los materiales, sino solo su extracción, se invisibilizaba la degradación del planeta y la injusticia generacional consiguiente. 41 El aumento de la razón y de la complejidad social conllevó un incremento de la abstracción de la realidad. Los físicos termodinámicos desarrollaron el concepto abstracto de energía, una energía que se convertía en trabajo relacionado con la producción. El concepto de trabajo también se hizo más abstracto. Y en este proceso de abstracción, energía y trabajo pasaron a ser conceptos neutros, desprovistos de toda lucha por su control y de cualidades negativas. En el siglo XIX, la Modernidad se hizo hegemónica a escala global como resultado del dominio prácticamente planetario alcanzado por Europa. El eurocentrismo ahondó en la idea de la superioridad europea sobre otros pueblos que ya se había iniciado en los siglos precedentes. Como hijo de la Modernidad, el eurocentrismo consistió en una visión dual de la realidad (racionalirracional, civilizado-primitivo, científico-mítico, europeo-no europeo), a lo que sumó el concepto de “raza”: “negra”, “oriental”, “india” o “mestiza”, todas ellas supeditadas a la “blanca”. De este modo, se fue afianzando también la nueva dualidad Occidente-Oriente, que se hizo más patente al ir llegando el siglo XX y a lo largo de él. La introducción de la discriminación étnica se sumó a las relaciones de explotación de clase y el racismo. El camino europeo se concibió como el único posible por los pueblos: nada se podía hacer contra la “civilización” y el poder de la industria. A finales del siglo XVIII se reescribió la historia de Europa marcando una evolución desde la Grecia clásica hasta la Europa Noroccidental moderna, pasando por el Imperio romano y la Edad Media, una historia que borró al resto de pueblos del planeta. 

En la colonización acabó siendo lícito destruir sociedades enteras, ya que se hacía por su bien: fuera de la Modernidad no había valores y culturas que mereciese la pena conservar, sino un montón de culturas tribales y religiones míticas que debían ser transformadas hacia la racionalidad. Europa alcanzó el monopolio de la creación de subjetividades. Por ejemplo, el método científico se convirtió en el único válido para conseguir el conocimiento. Los pueblos no europeos acabaron aceptando las falsas identidades que les habían asignado, renunciando así a su propio pasado. Desde el inicio del capitalismo, el patriarcado había seguido un proceso ascendente, una vez que se domeñaron las resistencias y avances hacia la igualdad previos (recordemos la Caza de Brujas). El punto álgido de esta escalada fue la época victoriana, en la que el cénit de la industrialización basada en el carbón y el colonialismo británico coincidió con las mayores tasas de represión de las mujeres. Se reconfiguró el modelo de familia. Hasta el siglo XVIII, el concepto de familia había sido el del hogar (personas unidas por el espacio que habitan y que organizan conjuntamente procesos de producción y consumo). Entonces se desarrolló un concepto de familia limitado a las relaciones de parentesco más cercano y orientado a la procreación. De este modo, se separaron los espacios público y privado. Lo público (el mercado y el poder político) se rigió por el culto al beneficio; y la esfera privada, a la que fueron quedando recluidos los cuidados, se supeditó a la primera. Las mujeres, poco a poco fueron siendo relegadas únicamente al ámbito doméstico. Así, se fue construyendo el modelo “hombre ganador de pan / mujer ama de casa”. Se terminó de implantar la visión de que los dos géneros eran distintos y el femenino, inferior. Como la fuente de riqueza era el trabajo (industrial) y el capital, el trabajo de las mujeres, se consideraba improductivo y carecía de importancia. Con ello, se solidificaban nuevas dualidades: económico-no económico, producción-reproducción. Aunque el marxismo sí abordó el papel que cumplían las mujeres en la reproducción de la fuerza de trabajo, no resaltó la importancia trascendental del trabajo que realizaban en la esfera privada para el mantenimiento de la vida y de la sociedad. 

El énfasis en la esfera de la “producción” no permitía analizar ni valorar la de la “reproducción”. Nuevamente, con las mujeres ocurrió algo similar a lo que sufría la naturaleza. Homo económicus: el dinero como centro de la sociedad Entre los pares de opuestos de la Modernidad, se hizo más acusada la disociación entre economía y sociedad, una división que se había empezado a producir en el capitalismo agrario. 42 El nuevo poder del dinero estaba realizando cambios en el imaginario colectivo, configurando una sociedad condicionada por el mercado, y destruyéndose las formas de vida y trabajo que articulaban las comunidades tradicionales, y la cultura campesina. El ideal del Homo economicus, que tiene por motivación fundamental la persecución del dinero y el poder, nació en esa época. Si antes del capitalismo, el dinero era un medio para conseguir bienes y servicios, con el capitalismo fosilista se convirtió en un bien en sí mismo. Esto no quiere decir que todas las personas persigan siempre el máximo beneficio monetario, pues las motivaciones de los actos humanos son múltiples. En la sociedad capitalista, la posesión de bienes se fue convirtiendo en el medio fundamental para obtener reconocimiento social. La consecución de dinero se convirtió en el eje moral director de la sociedad, desplazando progresivamente de este papel a las religiones (aunque sin relegarlas totalmente). Con la entronización del dinero como el valor social supremo, se conformó un mundo en el que todo se traducía en valores cuantitativos, perdiendo sus cualidades. El mundo se convirtió en un mundo “objetivo”, regido por la oferta y la demanda, de acuerdo con la visión cartesiana de la realidad cuantificable. Y, como el dinero era el fin último, los medios para conseguirlo se convirtieron en las cualidades básicas de las nuevas personalidades: tendencia compulsiva hacia el trabajo, pasión por el ahorro, racionalidad, sentido del deber, disposición para convertir la propia vida en un medio para la reproducción del capital. El “trabajo” se convirtió en algo distinto de las actividades de subsistencia, de reproducción y de cuidados cómo había sido natural en las sociedades forrajeras y agrícolas, para tenerlo solo como medio de consecución de dinero. Se fomentó la identidad personal y el individualismo, convirtiéndose el mundo en un espacio de lucha y competencia. En la dilución de la comunidad en individuos, la centralidad del mercado también fue determinante. La antigua economía de reciprocidad que creaba tejido social, se convirtió en una economía que necesita mercantilizar el máximo de relaciones convirtiendo la comunidad en individuos. Las personas se convirtieron en “elementos de producción” sobre los que operaban las leyes inexorables del mercado, con lo que se quitaron implicaciones éticas y emocionales a su explotación. Lo exterior, el resto de seres humanos y la naturaleza, se fue convirtiendo en algo susceptible de ser explotado al servicio del deseo individual. 

El capitalismo y la Modernidad, gratificaron los comportamientos competitivos penalizando los cooperativos. 

Otro de los elementos clave fue la veneración de la juventud. De este modo, la muerte fue desapareciendo de la escena pública o se banalizó, un aspecto que se desarrolló sobre todo en el siglo XX. Se construyó el mito de la “bondad del mercado”, un mito que no se sostiene, ya que los supuestos sobre los que se estructura el mercado ideal son imposibles: competencia perfecta entre los agentes que compran y venden. La obligación moral de devolver las deudas se implantó como un elemento fundamental de control social, obviando que los grandes capitales pueden funcionar sin tener que restituir esas deudas y financiándose sin tener que contraerlas. Resistencias al capitalismo: revueltas campesinas, indígenas, de esclavas, de mujeres y revueltas obreras Las resistencias a un capitalismo que estaba en expansión ocurrieron, al menos, en tres espacios. Uno fue el mundo agrario de las regiones centrales, uno de cuyos ejemplos paradigmáticos fue la Revolución francesa. Otro en el mundo industrial, donde nació un potentísimo movimiento obrero. Un tercero fue en las regiones periféricas, en forma de luchas contra la colonización y por la liberación de la esclavitud o la servidumbre. Y en los tres espacios, pero sobre todo en el urbano, las mujeres se rebelaron contra el patriarcado y el capital. 43 El texto continúa analizando en detalle cada una de estos tres tipos de resistencias, comenzando por las revueltas campesinas en las regiones centrales y la Revolución Francesa. El movimiento obrero se analiza desde sus inicios, hasta la madurez, así como las claves de su éxito. El movimiento de mujeres más tarde, en el siglo XX, conformarían el movimiento feminista. Posteriormente, en Europa y EEUU, se orientaría hacia la consecución de los derechos políticos, principalmente el derecho al voto (movimiento sufragista), la mejora de su educación, la equiparación de derechos laborales o la emancipación jurídica de los hombres. Algunos ejemplos de resistencias en las periferias fueron la rebelión de los Cipayos en la India o la Revolución Mexicana. Posteriormente se analiza el surgimiento del fascismo como un antimovimiento social, al ser un movimiento nacionalista que iba en contra de los movimientos obreros y las personas extranjeras, pero también contra el liberalismo y la intelectualidad. Tuvo un fuerte carácter autoritario, articulándose alrededor de un liderazgo mesiánico. Su estrategia fue hacerse con el Estado, lo que consiguieron especialmente en las zonas donde este estaba más desacreditado. El fascismo no fue anticapitalista, como lo demostró donde tomó el poder forjando alianzas con el gran capital, al que sirvió manteniendo a raya al movimiento obrero. En Europa tuvo gran fuerza pues fue capaz de desmantelar al movimiento obrero más poderoso de la época, el alemán. 

El Estado-nación Las dinámicas que partieron de Europa (los valores de la Modernidad, los movimientos obreros, tuvieron una fuete proyección global y marcaron de forma decisiva la política mundial en el siglo XX. El nuevo formato de Estado-nación irradió al mundo entero, sobre todo en el siglo XX, con la descolonización. En la primera etapa de la construcción del Estado moderno las sendas fueron múltiples, con vías más intensivas en coerción y otras más intensivas en capital. En esta etapa, ambas fueron convergiendo hacia un formato de Estado más homogéneo: el Estado-nación, que intentó maximizar ambas. Esta convergencia se produjo porque solo pudieron tener éxito los Estados con una gran fuerza militar, es decir, los que pudieron movilizar fuertes financiaciones (capital) y grandes ejércitos bien armados (energía). El texto analiza el paso del Estado absolutista a las democracias parlamentarias y el nacimiento en 1776 de la primera “democracia” moderna, la de EEUU. Mientras que Europa estaba dominada por Estados absolutistas, la mayoría monárquicos, en los incipientes EEUU se plasmó un nuevo Estado con división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y con mecanismos de control entre ellos sometidos a la “soberanía popular”. Este modelo terminó siendo la norma a ambos lados del Atlántico Norte. Podemos definir el Estado-nación como aquel cuya población comparte una identidad lingüística, religiosa, cultural y simbólica. Para la construcción nacional era imprescindible la homogeneización de una sociedad diversa a través de la lengua, las costumbres o una educación estatal que fomentase los sentimientos nacionales. El nacionalismo fue principal cemento unificador del nuevo Estado, pero el ejército desempeñó un papel fundamental en la construcción del concepto de nación. El siguiente paso fue el inicio del Estado social. Para aplacar al movimiento obrero se tuvieron que hacer concesiones materiales en forma de lo que posteriormente se conocería como el Estado social, con la aparición de los primeros atisbos de la sanidad y pensiones públicas a finales del siglo XIX. El desarrollo del Estado social experimentó un salto en el periodo de entreguerras, tras la llegada al Gobierno de algunos partidos socialistas en Reino Unido, Francia, Alemania. El texto continúa analizando los mecanismos de relación del Estado con la ciudadanía: la financiación y control de la población. 

El despegue del Capitaloceno 

El capitalismo ya había generado fuertes impactos ambientales desde su inicio, pero ahora se acrecentaron de forma intensa, impactos que están en el corazón de su funcionamiento. Por ello se 44 podría denominar Capitaloceno, a la era geológica en la que el capitalismo se convirtió en el principal agente transformador de la Tierra. En el siglo XIX y principios del XX estos cambios todavía estaban relativamente ocultos, porque la resiliencia de los ecosistemas impidieron que se expresasen en toda su profundidad. Además, al inicio de la explotación intensiva del entorno todavía había muchos recursos y sumideros disponibles. Este capítulo muestra algunos aspectos iniciales del Capitaloceno fosilista, el siguiente lo analiza en mayor detalle. El impacto más claro durante esta época fue la contaminación del aire de las ciudades por metales pesados y partículas en suspensión que mató a millones de personas. También se contaminó el agua y el suelo. La principal causa de esta polución fue el uso masivo de carbón que liberó ingentes cantidades de CO2 a la atmósfera, que iniciaron el efecto invernadero que ahora nos aprisiona. Otro impacto en las colonias fue la extensión de los monocultivos de exportación a costa de las regiones boscosas. A pesar de todo el desarrollo industrial y del consumo de energía fósil, al filo del siglo XX, el grueso de las necesidades energéticas de la humanidad se satisfacían todavía a partir de energías renovables, principalmente provenientes de la biomasa. Desde una mirada global, el régimen agrario siguió vivo durante décadas, coexistiendo con el industrial. Igualmente, aun con todo el crecimiento urbano acontecido en el siglo, tan solo el 15% de la población mundial habitaba en ciudades, e incluso en Europa existía todavía un mundo rural considerable. El uso desigual de los combustibles fósiles a escala mundial, empezó a configurar una fuerte desigualdad también entre Centro y Periferias. El modelo capitalista operaba aún en un mundo “vacío”, en el que quedaba mucho espacio para la expansión. A pesar de la importante extracción y de los impactos ambientales en ascenso en los espacios centrales, la naturaleza se considerara todavía como un bien inagotable. El sueño de la Modernidad estaba en su máximo apogeo, a pesar de las agudas desigualdades sociales que generaba el sistema. La expansión del capitalismo, el industrialismo y el creciente consumo de energía fósil habían logrado socavar de forma importante la autonomía de las comunidades, pero todavía la autonomía predominaba ligeramente a escala mundial. La preponderancia de las energías renovables sobre las fósiles era un buen indicador de ello. Pero iba a ser así ya por poco tiempo, sobre todo, una vez que entró en escena el uso masivo de petróleo.,.../////.... )))... 



https://www.ecologistasenaccion.org/10057/impacto-ambiental/

La perspectiva economicista de la energía solar fotovoltaica olvida un hecho fundamental; el bajo impacto ambiental de esta tecnología al ser comparada con otras fuentes energéticas.

[Fotovoltaica] Impacto ambiental

La perspectiva economicista de la energía solar fotovoltaica (ESFV) olvida un hecho fundamental; el bajo impacto ambiental de esta tecnología al ser comparada con otras fuentes energéticas. Si a los costes estándar de otras fuentes energéticas, les sumamos los costes ambientales derivados y otros costes asociados, las diferencias económicas entre la ESFV y las energías convencionales tienden a desaparecer.

Vamos reseñar los efectos medioambientales de la ESFV, para poder comparar después esta fuente energética con las fuentes de energía convencionales. Como avance de los resultados de este análisis, podemos señalar que los impactos medioambientales de la ESFV son ecológicamente asumibles, supuesto un correcto tratamiento o almacenaje de residuos y una correcta gestión del resto de los impactos ambientales. La adecuada y exigible gestión de los impactos medioambientales de la ESFV, convierten a esta fuente energética en uno de los medios de obtención de energía menos agresivos con el medioambiente.


Impacto medioambiental de la producción de ESFV

La generación de electricidad mediante ESFV requiere la utilización de grandes superficies colectoras y por tanto de una cantidad considerable de materiales para su construcción. La extracción, producción y transporte de estos materiales son los procesos que suponen un mayor impacto ambiental.

La fabricación de un panel solar requiere también la utilización de materiales como aluminio (para los marcos), vidrio (como encapsulante), acero (para estructuras) etc, siendo estos componentes comunes con la industria convencional. El progresivo desarrollo de la tecnología de fabricación de estructuras y paneles solares supondrá una reducción del impacto ambiental debido a estos conceptos.

En la producción del panel solar se produce un gasto energético que genera residuos, como partículas de NOx, SO2, CO2 etc. Esto se debe a que la energía utilizada en la fabricación del panel solar tiene su origen en la mezcla de fuentes energéticas convencionales del país de fabricación. Sin embargo, podemos afirmar que la emisión de estas sustancias debida a la fabricación de paneles solares es reducida, en comparación con la disminución en la emisión de sustancias de este tipo que supone la producción de electricidad por medios fotovoltaicos, en vez de con fuentes convencionales de energía. Un ejemplo de esto es que la producción de la misma cantidad de potencia hora por año en una moderna y eficiente central térmica de carbón, supone la emisión de mas de 20 veces el CO2 que si la producción de la misma cantidad de energía se realizara mediante módulos de Si mono o policristalino fabricados en pequeña escala. La producción de electricidad mediante paneles solares de Si mono o policristalino fabricados en gran escala, disminuye aún más la emisión de CO2, llegándose a reducir hasta cerca de 200 veces la cantidad de CO2 emitida respecto a una central térmica de carbón. La proporción de entre 100 y 200 veces menos cantidad de residuos se mantiene favorable a la ESFV cuando se analizan las emisiones de NOx, SO2 producidas por una central térmica de carbón.

La obtención de silicio de grado metalúrgico es requerida en grandes cantidades para la industria del acero, siendo una pequeña proporción de este material la dedicada a la fabricación de las obleas de silicio. La emisión de polvo de sílice es uno de los inconvenientes de esta industria. La purificación del silicio implica el uso de materiales tales como xilano, mientras el dopado precisa utilizar pequeñas cantidades de compuestos tóxicos, tales como diborano y fosfina. También se precisa utilizar agentes agresivos, tales como el ácido sulfúrico. Todos estos compuestos y procesos son utilizados en la industria metalúrgica y electrónica no constituyendo, por tanto, un nuevo factor a considerar. En la producción masiva de células solares, deberá estar contemplado un correcto tratamiento de los residuos, tarea asumible al ser conocidos y estar desarrollados estos métodos para grandes producciones en industrias similares a la de producción de células, como las industrias electrónicas.

Para el caso de las células con CdS y CdTe, se estima que se precisan menos de 200 kg de compuestos de Cadmio para producir 2 MW anuales de células solares de esta tecnología. A efectos de comparación, hay que considerar que la producción mundial de Cd se sitúa en 20000 TM, teniendo por tanto la producción de células solares de esta tecnología un impacto ambiental muy reducido. Como comparación podemos señalar que mientras las pilas de NiCd están constituidas por un 15 % de su peso en Cd, 1 kW de paneles solares (de tecnología Apolo) contendrá 80 g de Cd en forma de CdS y CdTe (nunca de Cd puro), es decir menos de un 0,1 % en peso. Al final de la vida útil de estos módulos, se plantea la posibilidad del vertido en depósitos controlados pues, según normas de los USA y de la CE, estos paneles serían considerados como un residuo no peligroso. Sin embargo resulta aconsejable poner en funcionamiento los procesos de reciclado ya plenamente identificados, aunque no puestos en práctica. Otra tecnología de lámina delgada, denominada de células CIS supone un contenido aún menor de Cd que en las células de CdTe, reduciendo su contenido en dos ordenes de magnitud respecto a estas.

Otros impactos ambientales de esta fuente energética están relacionados con las infraestructuras necesarias para la operación de la ESFV. Quizás el factor más conocido y esgrimido contra la ESFV es la ocupación de espacio por parte de los paneles solares no integrados en la arquitectura. Hay que añadir también la ocupación de terreno debido a carreteras, líneas de transmisión instalaciones de acondicionamiento y almacenamiento de energía, subestaciones etc. Estos factores afectan, esencialmente a las grandes centrales FV. Desde el movimiento ecologista, apostamos por un desarrollo prioritario de la ESFV integrada en la arquitectura y de un modo mas simple, aprovechando la superficie de tejados y fachadas ya disponibles.

Finalmente se puede señalar la existencia de fuentes contaminantes relacionadas con la producción de ESFV aunque no sean debidas a la producción de paneles solares. Esta contaminación proviene de la fabricación de equipos tales como inversores, reguladores, estructuras de soporte, cables y especialmente acumuladores. Algunos de estos sistemas están presentes, necesariamente, en todas las instalaciones de ESFV, haciendo así depender el análisis del tipo de instalación considerada.


ESFV y Energía Convencional

El impacto medioambiental de las fuentes de energía incluye factores como daños a los bosques por lluvia ácida, contaminación y calentamiento del planeta por efecto invernadero, el impacto sobre la salud humana, animal y vegetal debido a accidentes nucleares o vertidos y escapes de sustancias peligrosas etc. El peso global de estos costes es más alto en las energías convencionales que en las energías renovables.

Uno de los principales argumento esgrimidos en contra de la ESFV es la cantidad de suelo ocupado por sus instalaciones. Sin embargo, este argumento no es un inconveniente real para la implantación de este tipo de energía. La consideración de todos los factores que contribuyen a la ocupación del suelo (minería, construcciones etc), sitúan, en este aspecto a la ESFV en un lugar parecido al de las centrales térmicas e incluso en un mejor lugar que a algunas de las tecnologías actuales para la obtención de energía.

Esta crítica surge de valoraciones interesadas, que no tienen en cuenta todos los factores implicados en la ocupación y destrucción de terrenos para la producción de energía por métodos convencionales. Como ejemplo de la proporción de terreno ocupada por la ESFV, podemos señalar que una planta fotovoltaica ocupa el mismo espacio por kWh producido que el embalse de Iguazu (a pesar de ser este uno de los embalses más compactos del mundo) y bastante menos que los embalses españoles.

En la tabla 1 se presenta la cantidad de suelo ocupado (en m2) por las instalaciones de diferentes tecnologías energéticas para la producción de 1 Gwh de energía durante 30 años. Si bien la ESFV precisa una cantidad de suelo mayor que otras energías renovables, ahorra espacio en comparación con los centrales de producción energética mediante carbón.

La degradación del suelo y la polución del agua son consecuencia, en parte, del uso extensivo de energías de origen químico y orgánico. Un mayor uso de energías alternativas reduciría esta agresión al medioambiente por parte de las energías convencionales.

La desertización tiene su origen en la sobreexplotación de la vegetación para satisfacer las necesidades de alimento y de combustible, en ausencia de otras fuentes de energía. Esta situación, observable especialmente el países en vías de desarrollo, sería paliada por el uso de energías alternativas.

Tabla 1: Cantidad de suelo ocupado (en m2) por una instalación productora de 1 Gwh de energía durante 30 años para varias tecnologías.

TecnologíaEspacio ( m2/GWh en 30 años )
Carbón3642
Térmica solar3561
Fotovoltaica3237
Eólica1335
Geotérmica404

El consumo de agua necesario para la operatividad de una instalación de ESFV resulta ser el más bajo en comparación con cualquier otro tipo de instalación de producción energética (solo se precisa agua durante los procesos de producción de los componentes de los sistemas fotovoltaicos). Este punto es particularmente importante para nuestro país, que sufre sucesivos episodios de sequía.

Los avances industriales en la fabricación de paneles solares se dirigen en el sentido de reducir perdidas de material al cortar las obleas para la fabricación de células solares. Este ahorro de material supone, además de un beneficio económico, disminuir la emisión de contaminantes generados por la producción de la energía necesaria para fabricar las obleas. Asimismo, la progresiva fabricación de volúmenes más importantes de paneles solares, reduce proporcionalmente la inversión energética necesaria.

Tabla 2: Análisis cualitativo de los efectos medioambientales para diferentes tecnologías de producción energética, incluyendo la ESFV.

Carbón
Contaminantes ácidos (SO2, NOx etc54221
CO255521
CH432411
Partículas33112
Metales pesados32112
Almacenamiento de residuos32142
Catástrofes23351
Intrusión visual34432
Ruido21111
Terreno ocupado42222
Seguridad y salud humana33231

Clave:

  1. Despreciable
  2. Despreciable/significativo
  3. Significativo
  4. Significativo/Grande
  5. Grande

Una nueva perspectiva para el ahorro energético y de material en la fabricación de paneles solares se abre con la introducción de paneles solares sin marco de aluminio. Como consecuencia de ello, están siendo desarrollados nuevos conceptos de fijado a las estructuras de soporte, como por ejemplo el pegado de los paneles solares.

La optimización de las estructuras de soporte ha de conducir a la reducción de la inversión energética y de material en la fabricación de sistemas fotovoltaicos.

En conclusión, la ESFV resulta ser, al contrario que la mayoría de las energías convencionales, prácticamente inocua durante la fase de explotación. Durante la fase de fabricación ha de exigirse la correspondiente integración en la cadena de producción de los métodos de control, almacenamiento o reciclado de residuos.

Para terminar, en la tabla 2 se presenta un análisis cualitativo de la importancia de los impactos medioambientales debidos a diferentes tecnologías de generación energética convencional y mediante ESFV. Se observa como los efectos medioambientales debidos a la ESFV son considerablemente menores que los originados por las fuentes energéticas convencionales.

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Ignacio Mártil: "El principal desafío de la transición energética es la renovación del parque automovilístico"

Ignacio Mártil de la plaza con una de sus células solares.
Ignacio Mártil de la plaza con una de sus células solares.  Cedida      
  • Ignacio Mártil de la Plaza es doctor en Física y  Catedrático de Electrónica por la Universidad Complutense de Madrid. Además, es miembro de la Real Sociedad Española de Física y colaborador de Público con su blog 'Un poco de ciencia, por favor'. Especializado en el campo de los materiales semiconductores, Ignacio ha dedicado mucho de su tiempo al estudio de la energía solar fotovoltaica así como a la divulgación sobre energías renovables y calentamiento global. Tras la publicación de su libro 'Energía solar: De la utopía a la esperanza', hablamos con él sobre el futuro de las renovables y sobre el papel de la energía fotovoltaica en la transición energética.

    Cuando parecía que el cambio climático se había colocado bajo el foco mediático llegó el coronavirus. ¿Nos va a costar volver a darnos cuenta de la realidad que vive nuestro planeta?

    Esa es una de las cuestiones con las que empiezo el prólogo de mi libro: parece que el coronavirus ha aparcado los problemas del planeta, pero siguen ahí, al acecho. Según consta en los datos de este año, 2020 volverá a ser uno de los más cálidos de la serie histórica y también de los más secos. Vivimos en lo inmediato y lo inmediato, lógicamente, es el virus, pero dentro de un año, me temo que volveremos a la casilla de salida.

    ¿España es un país privilegiado de cara a afrontar una transición energética?

    Sin duda. Disponemos de unos niveles de irradiación solar muy elevados, ya que, en promedio para todo el territorio, nos llegan 1.500 kWh/m2 al año, una barbaridad que permitiría satisfacer nuestras necesidades energéticas de manera sobrada. El planeta recibe del sol una cantidad de energía equivalente a 7.000 veces nuestro consumo total de energía al año.


    Por otra parte, nuestra orografía es muy montañosa. Esta disposición geográfica, que también complica las comunicaciones, es ideal para la energía eólica, pues en las laderas de las montañas es donde más  viento sopla.  El agua y el gas, principales escollos para el acuerdo de la prohibición de los cortes de suministros básicosALEXIS ROMERO / MANUEL SÁNCHEZ;...)))....


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    El cobre, ganador de la revolución tecnológica en ciernes: así aprovechará la expansión de los coches autónomos y el desarrollo de las ciudades inteligentes. 

    "El cobre no sólo es atractivo como un activo táctico que se valoriza en una recuperación económica cíclica, sino que también amerita clasificarlo como una oportunidad de inversión temática", destaca Mobeen Tahir, director asociado en WisdomTree.                                                                                        Descubre más historias en Business Insider EspañaCiudades inteligentes, vehículos eléctricos y energías renovables. Tres ejes destinados a marcar la revolución tecnológica de las próximas décadas con un denominador común: el cobre¿Será el inicio de una nueva era?. En términos de rentabilidad, el cobre ha estado llevando la posta en los metales industriales desde que la recuperación de los activos cíclicos se aceleró en marzo. “Esto se debe en parte a la interrupción de la producción causada por el COVID-19 en países mineros clave como Chile, lo cual acentuó el déficit de suministro durante el primer semestre del año (según el ICSG)”, explica Mobeen Tahir, director asociado en WisdomTree. 

    Sin embargo, el experto dice que también se debe a que los metales industriales con perspectivas a largo plazo se benefician de los vientos de cola tanto cíclicos como estructurales.  

    “El cobre no sólo es atractivo como un activo táctico que se valoriza en una recuperación económica cíclica, sino que también amerita clasificarlo como una oportunidad de inversión temática, debido a que tiene el potencial de inducir un futuro sostenible”, añade Tahir. 

    Una opinión que comparte el equipo de análisis de JPMorgan en un reciente informe: “Hay que seguir de cerca el comportamiento de metales industriales como el cobre, que tienen mucho camino por recorrer por las nuevas tendencias que ya se están implantando y que sentarán las bases de crecimiento a futuro”. 

    “Hoy en día, el cobre es considerado un barómetro de la economía global y es utilizado extensivamente en dispositivos electrónicos, en el suministro y almacenamiento de electricidad, el transporte, las comunicaciones y el sector manufacturero”, ejemplifica el experto de WisdomTree.  

    El cobre está impulsando la revolución de los vehículos eléctricos y proporcionará energía eléctrica a las ciudades del futuro.  

    Este activo prevalece en tres áreas clave de la movilidad eléctrica: el almacenamiento de energía, la infraestructura de carga y la producción de vehículos.  

    Según el International Copper Study Group (ICSG), los vehículos eléctricos (VE) utilizan aproximadamente cuatro veces más cobre que los automóviles con motores de combustión interna. La firma Wood Mackenzie espera que las ventas mundiales de vehículos eléctricos aumenten, para 2040, del 5% del total de los automóviles vendidos en la actualidad, al 50%.  

    “Por lo tanto, es de esperar que esta revolución tecnológica revitalice la demanda del metal rojo, mientras que los vehículos eléctricos podrían cuadruplicarla durante los próximos 7 años”, afirma Tahir.,...   

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