lunes, 27 de julio de 2020

SEGUNDA PARTE DE : ECONOMÍA MUNDIAL, CORPORACIONES TRANSNACIONALES Y ECONOMÍAS NACIONALES.


SOLO REPRODUZCO,...    Lmm. : 


SEGUNDA PARTE DE : ECONOMÍA MUNDIAL, CORPORACIONES TRANSNACIONALES Y ECONOMÍAS NACIONALES.



Josefina Morales* 

Crisis, inversión extranjera directa y nuevo patrón manufacturero exportador 

* Investigadora titular de la Unidad de Economía Política del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. 

El trabajo contó con el apoyo en la búsqueda de información de Víctor Medina Corona y Alma Torres Hernández, técnicos académicos del mismo instituto. 

Crisis y nuevo patrón de acumulación 

El capitalismo, como sistema económico-social mundial, experimenta desde hace cuatro décadas la profunda transformación de su patrón de acumulación, al haberse agotado el que consolidó al finalizar la segunda guerra mundial y cuyos ejes de acumulación descansaban en la gran centralización, concentración e integración del capital (del capital bancario al capital industrial, de la integración horizontal a la vertical). Este se alcanzó con la formación de los grandes monopolios devenidos en empresas trasnacionales con subsidiarias en varios países; en las revoluciones industriales previas, que del acero, el ferrocarril y la electricidad habían pasado al petróleo, la industria automotriz, la química y la aeronáutica (definiendo diversos patrones urbanos del trabajo y del consumo); en el proceso productivo caracterizado como el fordismo y en la participación del Estado, tanto en el proceso mismo de la producción como en los mecanismos regulatorios del mercado (del trabajo al de capitales) que conformaron el llamado estado del bienestar. 

Estos procesos impusieron una división internacional del trabajo lesiva para los países estructuralmente dependientes desde la dominación colonial y llevaron a plantear, a algunos autores, al capitalismo monopolista de Estado como fase del capitalismo. La caracterización de esa crisis y de las transformaciones en curso ha alentado una amplia y diversa reflexión crítica que ha revisado la historia del capitalismo, particularmente de sus etapas o fases: bien haciendo hincapié en sus aspectos sistémicos mediante la conformación de la economía mundo (Amin, 2.003; Wallerstein, 1.998), en el modo de regulación (De Bernis, 1.988) o en los mecanismos y medios de extracción de plusvalía y acumulación (del fordismo al toyotismo); bien en la caracterización de las etapas por medio de las teorías de las ondas largas de reproducción (la recuperación de Kondratieff) y de los procesos hegemónicos o de los patrones tecnológicos o energéticos (neoshumpeteriamos); bien en el peso y características del capital financiero que imponen un nueva modalidad al proceso de acumulación trasnacional 

(Benstein, 1.999; Bremmer, 2.003; Chasnais, 1.994 y Guilén, 2.007) 

o en las imbricaciones estructurales de dominación y dependencia entre los países centrales y los dependientes (Amin, 2.003; Marini, 1.993; Osorio, 2.004 y Sotelo, 2.007), con las características del imperialismo que hoy, a partir de un nuevo patrón de acumulación depredador, dominan a la mayoría de países y pueblos de la tierra en donde se reproduce el subdesarrollo (Panitch y Leys, 2.005). La vorágine de los cambios se acentuó, a partir de la última década del siglo XX, con la desintegración del bloque socialista encabezado por la otrora Unión Soviética. Esta había constituido una economía estatal que, si bien logró generalizar un nivel de vida que aseguraba la alimentación básica, la educación y la salud públicas, no pudo mantener su reproducción ampliada y se sumergió en profundas contradicciones y fallas estructurales en su patrón de acumulación, con graves distorsiones acentuadas por la competencia militar con Estados Unidos. Al mismo tiempo su sistema de dominación, en extremo burocratizado y autoritario, no generó la participación social democrática y reprodujo prácticas corruptas. En diversas transiciones nacionales al capitalismo de los países antes socialistas éstas devinieron en prácticas mafiosas de acumulación. La consolidación entonces de Estados Unidos como potencia hegemónica pretendidamente unipolar, en medio de la crisis generalizada en los años ochenta (que la CEPAL consideró para América Latina una década perdida), permitió renovadas prácticas de dominación imperialista. Estas consistieron en la aplicación de la política neoliberal que, a través del “Consenso de Washington” y la renegociación de la deuda (por medio de acuerdos con el Fondo Monetario Internacional) impuso la apertura de los mercados nacionales y la privatización de las empresas, los recursos y la actividad públicos y en la aceleración de los cambios institucionales, para sostener las nuevas modalidades de acumulación de la gran empresa trasnacional. 

Uno de sus ejes es la acelerada concentración y apropiación de la riqueza mundial mediante una acentuada y diversificada explotación, llevando a la multiplicación de los condenados de la tierra, hoy llamados excluidos del sistema. También podemos mencionar la utilización de los mecanismos multinacionales para militarizar el proceso de dominación, que llevó a la invasión de Irak, más de diez años después de la Guerra del Golfo, y a imponer una “lucha global contra el terrorismo”. (Saxe-Fernández, 2.005; Wallerstein, 2.005). ¿Cómo caracterizar la etapa actual del capitalismo mundial? ¿Como crisis estructural de largo plazo, como transición de una fase a otra en la que los profundos cambios no acaban de consolidar una etapa de crecimiento sostenido? ¿Como una nueva etapa compleja con contradicciones que acentúan su desarrollo desigual? ¿O como la de la economía del conocimiento? Entre las características de esta etapa están, en primer lugar, las modificaciones del ciclo corto de acumulación. Este se trastoca, generalizando la simultaneidad de las crisis nacionales en el contexto de una larga tendencia de bajo y desigual crecimiento, siendo éstas resultado de dislocamientos en los procesos de valorización y desvalorización, así como de cambios en el Estado y en la intervención pública para enfrentar la insuficiencia de las contratendencias clásicas para suavizar las recesiones. En segundo lugar, se encuentran las transformaciones de la célula básica de la reproducción del capitalismo, la empresa trasnacional, que fragmenta sus procesos y los dispersa en escala internacional bajo renovados mecanismos de acumulación, extracción de plusvalía y concentración del capital. Y, en tercer lugar se halla el peso del capital financiero, parte intrínseca del capital, que, en aparente disociación del aparato productivo, impone nuevas modalidades al proceso de acumulación y apropiación de la riqueza y engendra nuevas contradicciones. Estas se deben al crecimiento explosivo del capital ficticio que, por su componente profundamente especulativo, provoca un comportamiento turbulento que escapa, periódicamente, de la crisis administrada. En esta crisis de fase se ha replanteado la dinámica de la economía mundial. 

La hegemonía de Estados Unidos ha enfrentado cuestionamientos en el ámbito de la productividad que llevaron a la sobrevaloración de la economía japonesa en los años ochenta; los déficits gemelos reaparecen en los últimos años y, con el surgimiento del euro, se acentúa la devaluación del dólar. El sistema monetario mundial acordado en Bretton Woods, donde se estableció al dólar como moneda internacional de reserva, no ha podido evitar las crisis financieras internacionales recurrentes desde hace casi cuatro décadas. Para Harvey, estamos ante una crisis clásica de sobreacumulación de capital que no se ha resuelto: “Si no se producen devaluaciones sistémicas (e incuso la destrucción) de capital y fuerza de trabajo, deben encontrarse maneras de absorber estos excedentes. La expansión geográfica y la reorganización espacial son opciones posibles.” (Harvey, 2.003:100). Así puede comprenderse mejor el alcance de la nueva reorganización planetaria de la economía capitalista, que expande y profundiza sus relaciones de producción con las políticas neoliberales de liberalización y apertura de nuestras economías periféricas y la conformación de las zonas de libre comercio y de bloques comerciales. Esta situación, continúa el mismo autor, ha llevado a “que la incapacidad de acumular a través de la reproducción ampliada sobre una base sustentable ha sido acompañada por crecientes intentos de acumular mediante la desposesión. Ésta, según mi conclusión, es la marca de lo que algunos llaman “el nuevo imperialismo.” (Ibíd). Esta caracterización pone énfasis en aspectos de la acumulación originaria reconstruida por Marx en El capital, como los elementos de apropiación violenta e ilegal de la riqueza mundial y de la explotación sin límites de la fuerza de trabajo, renovadas características de la acumulación de capital en el imperialismo de hoy. Frente a la crisis, Harvey plantea el ajuste espacio-temporal que lleva a cabo el capital. 

En la dimensión espacial, destaca la apertura de nuevos mercados, nuevas zonas productoras y nuevas posibilidades de recursos y, en la temporal, las inversiones de largo plazo en infraestructura y gastos sociales que “difieren hacia el futuro la entrada en circulación de los excedentes de capital actuales”, y en ellos ubica al sector inmobiliario. El rol de este tipo de inversiones en la estabilización y desestabilización del capitalismo ha sido significativo. Me refiero por ejemplo, a que el origen de la crisis de 1.973 fue el colapso mundial de los mercados inmobiliarios (comenzando con el Herstart Bank en Alemania que arrastró al Franklin Nacional en EUA), seguido casi inmediatamente por la virtual bancarrota de la ciudad de Nueva York en 1.975 (un caso clásico de gastos sociales que superan a los impuestos); a que la década de estancamiento en Japón iniciada a principios de los ’90 comenzó con el colapso de la burbuja especulativa en tierras, propiedades y otros activos que puso en riesgo al conjunto del sistema bancario; a que el comienzo del colapso asiático de 1.997 fue el estallido de la burbuja de propiedad en Tailandia e Indonesia y a que el impulso más importante 87 Josefina Morales para las economías estadounidense y británica, luego del inicio de la recesión generalizada en todos los otros sectores, a partir de mediados de 2.001, ha sido el vigor especulativo sostenido en los mercados inmobiliarios (Harvey, 2.003:101-102) . La emergencia de la crisis financiera en 2007, en el sector inmobiliario estadounidense, obliga a replantearse la valoración de éste, empezando por recuperar su peso mayoritario en el sector financiero y profundizar en la comprensión de su papel en la dinámica de la crisis. Al finalizar la primera década del siglo XXI están a la orden del día las burbujas inmobiliarias en España y México, asociadas a los procesos urbanos –complejos comerciales y modernización de aeropuertos e infraestructura urbana–, así como la creación de infraestructura para la integración en los países atrasados –de puertos, aeropuertos y vías rápidas–, ya sea en México o en China, y los grandes capitales estadounidenses que quieren participar en ella están en primera fila. 

La crisis financiera administrada por los poderosos estados imperialistas acentúa su turbulencia cíclica, recurrente. Tiene varias dimensiones: la deuda (de países, de empresas, de personas); el dólar como moneda internacional de reserva que hoy sólo se mantiene por el peso específico de la economía y el poderío militar y político de Estados Unidos y ha llevado a la generalización de las altas reservas internacionales en cada país, parte de las cuales se encuentran en bonos del tesoro y permiten sostener el déficit de ese gobierno; la administración de las crisis de los mercados de valores dominados por la sobrevaluación escandalosa (recordemos que desde octubre de 1.987, el acuerdo es bajar el switch en las bolsas ante una caída de los precios de las acciones); los nuevos agentes de la especulación financiera (que van de la dirección fraudulenta de los ejecutivos a los nuevos fondos de pensiones y a los derivados de derivados y las burbujas inmobiliarias); el predominio de capitales financieros mundiales en las economías nacionales (baste recordar los casos argentino y mexicano, donde ya no existe una banca nacional), y la pérdida de autonomía y soberanía monetario-financiera en los países subdesarrollados. A lo anterior se suma la insuficiencia de las políticas monetarias y de la intervención estatal en los mercados de divisas de los países más grandes, lo que replantea el desgaste y la crisis de las instituciones financieras internacionales. Por otra parte, el euro en sólo seis años se ha vuelto una moneda de reserva internacional, 25% del total, y casi iguala al dólar en las transacciones comerciales internacionales. Ya que ahí el Estado domina todas las instancias mundiales de coordinación política y económica. 

En medio de la turbulencia financiera se tiende, a veces, a no profundizar en los cambios en la producción y en la realización, en los mecanismos de generación y apropiación de la plusvalía, o, por el contrario, a poner toda la atención en esos cambios y sobrevalorar el peso de la revolución científico-tecnológica, de la innovación, en el actual proceso de acumulación. De este modo, se habla de la nueva economía o de la nueva fase de la economía del conocimiento; y no se diga, a escapársenos la recomposición del capital en términos de clase y de poder. En términos geopolíticos pareciera que Estados Unidos, como potencia en declive, recurre a su potencia militar (Kennedy, 1989), a la guerra irracional contra Irak y Afganistán, para mantener su hegemonía mundial, mostrando características protofascistas en el ejercicio del poder imperialista (Arizmendi, 2.003; Arizmendi y Boltvinik, 2.007). Estas transformaciones llevan a revisar las características leninistas del imperialismo (la militarización y la guerra, la formación de la oligarquía financiera trasnacional, la transformación del Estado, la relación de dominación entre los países imperialistas y los atrasados) para profundizar en esta etapa histórica del imperialismo, particularmente de Estados Unidos,2 e incluso, sin caer en el catastrofismo, a reconceptualizar la crisis general del capitalismo incorporando la dimensión de la crisis ecológica y civilizatoria. El nuevo patrón industrial y la empresa trasnacional Frente a la crisis del viejo patrón de acumulación que tenía como uno de sus ejes al fordismo, el capital trasnacional reestructuró su proceso de acumulación a partir de la reorganización de los procesos de producción y de trabajo con el nuevo modelo toyotista y la revolución cibernética, que a partir de la electrónica y la computación, han transformado el proceso de reproducción de la vida material. La nueva maquinaria electrónica y la nueva organización de la producción desplazan a millones de trabajadores y han trastocado el mundo del trabajo (Castillo, 2.005; Pérez, 2.002 y Sotelo, 2.007). Las transformaciones en la base productiva llevan a caracterizar a los cambios como un nuevo patrón de acumulación con eje en el conocimiento científico y la tecnología, que genera una nueva revolución en los medios de producción y reproducción del capitalismo. Esto da pie a caracterizar de diversas maneras al proceso: de la nueva economía a la economía del conocimiento o del capitalismo informático (Rivera, 2.005).  

Véase la rica discusión abierta sobre el imperialismo a partir del libro de Hardt y Negri (2.002), en particular los trabajos de Borón (2.002) y Social Register (2.004). Para contrarrestar la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, el capital inició, desde los años setenta, una ofensiva contra los contratos colectivos de trabajo, a fin de individualizar las relaciones de trabajo para elevar la explotación y la dominación (Gómez, 1.992). El éxito del modelo japonés que, entre otros elementos, revolucionó el proceso de trabajo con el “justo a tiempo”, cero inventarios, la organización de la producción desde la demanda y la externalización de fragmentos del proceso –la denominada flexibilidad de la producción y del trabajo–, se conjugó con la revolución científico-tecnológica. Esta, a su vez, revolucionó las comunicaciones y el transporte, facilitó la fragmentación del proceso productivo y al mismo tiempo el control centralizado y automatizado del proceso. En esta etapa del capitalismo destacan la dispersión territorial de fragmentos de las cadenas de producción, intensivos en fuerza de trabajo, en los países subdesarrollados. También se acentúa la profundización y extensión internacional de los procesos capitalistas de producción y de los modelos de consumo irracional (Dicken, 1.998). La producción industrial de maquinaria y equipo, el denominado sector I desde la perspectiva de Marx, tiene hoy nuevos sectores estratégicos (Ceceña, 1.995), como la fabricación electrónica de microchips, satélites y fibra óptica, que permiten desde el flujo y control de información masiva hasta la creación de maquinaria automatizada y robotizada. Así mismo figuran la de armamento nuclear, y las ramas de la industria del conocimiento aplicado como la maquinaria automatizada, la producción de software y hardware, la bioquímica, la genética, la ingeniería médica o la nanotecnología, entre otras. Estas se generan en los países desarrollados, pero en alta concentración en Estados Unidos, agudizando la competencia intermonopolista e interimperialista. 

A la par de lo anterior se revolucionan los medios de destrucción masiva para satisfacer el apetito militar del imperialismo, cuya era nuclear, empezó, no hay que olvidarlo, con la bomba atómica lanzada por Estados unidos sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1.945. Con ello se impone un nuevo patrón industrial de acumulación que da un peso creciente a la sobreexplotación e impone una nueva división internacional del trabajo (Castree et al, 2.004), caracterizada por una “desvalorización territorial del trabajo: cuanto más lejos, física y socialmente, está de la empresa-marca […] peor son esas condiciones de trabajo y empleo” (Castillo, 2.005: 70). Los desafíos que enfrentamos para desentrañar los mecanismos actuales de reproducción del capitalismo en escala mundial son enormes, ya que por un lado el discurso ideológico dominante (Guillén, 2.007; SaxeFernández, 1.999) nos presenta los cambios como inéditos, globales, totalizadores, ahistóricos. Al mismo tiempo hay una ofensiva real del capital que ha intensificado los múltiples mecanismos de explotación y dominación, de extracción de plusvalía, relativa y absoluta y, por medio del complejo computacional de las telecomunicaciones satelitales, se diseñan sistemas de información (información, administración y control), sistemas nerviosos del proceso de acumulación, que permiten una planificación empresarial sin precedente de la producción mundial. Estos cambios cualitativos y cuantitativos en la reproducción del capital concentran, centralizan e integran el capital en nuevos niveles, como bien lo ilustra Arturo Guillén (2.007: 98-107) en el cuadro de las cien empresas más grandes, las cuales empleaban, en el 2.003, a 14.6 millones de trabajadores, la mitad de ellos fuera de sus países, y las primeras a más de cuatro millones de personas. Más del 80% de sus ventas, superiores a los 5.5 billones de dólares, fue realizado por las cincuenta empresas más grandes. En esta etapa se registra un salto cualitativo del proceso congénito de internacionalización del capitalismo con la transformación de la empresa trasnacional que hoy organiza centralizadamente la producción, la distribución y el consumo de sus mercancías en escala mundial, generando con ello cadenas de valor trasnacionales que, según Gereffi, pueden diferenciarse por el tipo de empresa que las controla, ya sean productoras o comercializadoras (Gereffi, 2.001). 

Es necesario caracterizar a la empresa trasnacional, la célula de reproducción del capital, para encontrar los mecanismos de explotación y apropiación, de acumulación, pues se han llevado a límites globales las relaciones de propiedad y explotación, de apropiación del excedente y, ahora, del conocimiento con “la propiedad intelectual”. El conocimiento aplicado, “los intangibles”, ejes de la nueva economía del conocimiento, se transforma en la “apropiación del trabajo intelectual”, que da un mayor peso a “la renta” en el proceso de acumulación –de “la renta tecnológica” a la de la “marca”, de la “organización administrativa” a la “logística”. Esta se combina con diversas formas de apropiación de la plusvalía relativa y absoluta –entre las que se generaliza la sobreexplotación–, y con la intensificación de la apropiación del excedente mediante la imposición de precios de producción y de consumo en mercados extremadamente monopolizados y oligopolizados. La revolución científico-tecnológica ha facilitado, como se mencionó, la externalización de partes del proceso productivo, y al mismo tiempo ha permitido acrecentar la capacidad de programación y control de todo el proceso de reproducción del capital. Ha llevado también a la transformación de las empresas trasnacionales para configurar la denominada empresa red, la cual extiende sus tentáculos por diversas partes del mundo, en forma horizontal y descentralizada, al tiempo que mantiene el control del proceso integralmente centralizado y planificado. La reorganización de la empresa trasnacional de manera tal que realiza simultáneamente las fases de preproducción, producción (fragmentada y dispersa mundialmente) y realización (distribución y comercialización mundial), además de requerir la revolución del transporte y la logística, plantea problemas en el proceso de valorización y desvalorización del capital y lleva a la irracionalidad del consumo, sostenido cada vez en mayor medida en el crédito, con lo que volvemos al círculo financiero. 

Estas transformaciones aceleran el proceso de reproducción del capital, configurando un nuevo patrón de acumulación que se caracteriza por un proceso continuo de innovación, deslocalización, recorte de personal, pérdidas y mecanismos complejos de concentración y centralización de capitales. En este nuevo patrón de acumulación se acortan las fases del ciclo de reproducción del capital, lo que impide que se complete el proceso de desvalorización para reiniciar el proceso de acumulación en un nuevo nivel. Esto exige innovación constante que provoca un desempleo permanente para asegurar la creciente tasa de ganancia, aunque las últimas décadas se han caracterizado por un crecimiento rampante de la economía mundial que ha acentuado el crecimiento desigual, con altas tasas en algunas actividades mientras parece sumergir en crisis crónica a diversos sectores productivos y territorios periféricos. Asimismo se ha agudizado la competencia intermonopolista y la recomposición del capital con nuevos niveles cualitativos de concentración y centralización, lo que se manifiesta en los procesos de megafusiones de las grandes empresas trasnacionales y las privatizaciones de las públicas, lo que ha impulsado un crecimiento inusitado de la inversión extranjera directa: sólo en la década de los noventa el flujo anual de IED en el mundo se septuplicó, al pasar de 208 mil millones de dólares en 1.990 a 1.5 billones en 2.000. El intercambio internacional se vuelve uno de los ejes de la reproducción del capital,4 aunque no ha estado sostenido en un crecimiento similar de la producción. El PIB mundial, en dólares de 2.000, ha visto decaer su tasa de crecimiento, de 4.7%, entre 1.960 y 1.975 (in


Proceso que se constata con la lectura cotidiana de los diarios que reportan la enésima restructuración de las empresas automotrices y de aparatos eléctricos y electrónicos que conllevan el reajuste de la planta laboral, despidos masivos en los centros productivos metropolitanos y también en algunos territorios periféricos para su relocalización en otros, principalmente en China. 4 En 1975 el volumen del comercio mundial de mercancías fue diez veces el comercializado en 1.950 y para el año 2.004 fue equivalente a ocho veces el de 1975. 

cluidos los años recesivos de 1.974 y 1.975), a 2.6% en el período 1.990- 2.003 y menos del 3% hasta 2.005 (BM, 2.005). Ahora encontramos que el intercambio está determinado y organizado en gran medida por el mismo capital productivo que funciona a la vez como cadena comercializadora. Además la producción y, con ello el trabajo, tienen una localización dispersa en escala mundial, por lo que en gran parte el comercio internacional es intrafirma. En la última década del siglo XX la IED acumulada en escala mundial fue de 5.2 billones de dólares, la mayor parte destinada a los países desarrollados, recibiendo sólo Estados Unidos cerca de la cuarta parte del total. Sin embargo, hay que tener presente que, de acuerdo con la investigación realizada por Angelina Gutiérrez [2.006], la mayor parte (68.5%) se destinó a los múltiples procesos de fusiones y adquisiciones, esto es a la recomposición del capital; en dicho proceso hay que destacar los procesos privatizadores de la empresa pública, la dinámica de la crisis que ha agudizado la competencia intermonopolista y las nuevas modalidades del capital financiero. Casi toda la IED en Estados Unidos durante el mismo periodo (95%) se destinó a fusiones y adquisiciones: en América Latina el 46.2% en promedio, y en una proporción mayor en Argentina, Brasil, Chile y Colombia. También ha cambiado el destino de esa inversión: 60% se concentró en el sector terciario, del cual comunicaciones y transporte absorbió la tercera parte, el financiero casi la cuarta parte y el de servicios de negocios cerca del 15%. A la distribución de electricidad y agua, la fabricación de equipo eléctrico y electrónico, la producción de petróleo y energía nuclear y la de alimentos, bebidas y tabaco, se destinaron, a cada una, 5%. La recesión de la economía estadounidense, a principios de este siglo, provocó un descenso significativo de los flujos internacionales de inversión y hasta 2.007 su monto superó el mayor registrado siete años atrás. De 1.8 billones, América Latina recibió en ese último año 6%, del cual a Brasil y México se destinó más de la mitad y Chile duplicó el monto de IED que había recibido en 2.005 (CEPAL, 2008). La IED, el desarrollo y el nuevo patrón manufacturero-exportador en América Latina La IED en América Latina registró altas tasas de crecimiento desde la última década del siglo pasado, al acumular entre 1.991 y 2.000 un total de 455.000 millones de dólares. Su presencia ha estado asociada en gran parte a la restructuración industrial de la empresa trasnacional para aumentar su tasa de ganancia (“eficiencia” en términos de la CEPAL). También ha estado vinculada a la búsqueda de mercados en los países dependientes: en manufacturas –alimentos y bebidas, au- 93 Josefina Morales tomotriz, y química– y servicios –financieros, de telecomunicaciones y distribuidores de energía (electricidad y gas) y agua y en la venta al menudeo a través de las grandes cadenas trasnacionales–. Y en los primeros años de este siglo, en particular después del 11 de septiembre de 2.001, estuvo en relación con una renovada adquisición de recursos naturales (petróleo, gas, minería, agua y playas para el sector inmobiliario del turismo depredador). La presencia de las empresas trasnacionales en la región creció marcadamente entre 1.990 (27% de las ventas de las 500 mayores empresas de la región) y 2.000 (41% de esas ventas). No obstante, en 2.005, su participación había disminuido nuevamente a un 25%, aunque en términos absolutos la caída haya sido menos brusca (CEPAL, 2.007 a: 36). Dos aspectos destacan del efecto de la IED en el desarrollo de los países de América Latina: la desnacionalización de los recursos y de las empresas nacionales y una nueva reinserción en la economía mundial a través del patrón manufacturero-exportador, que se refleja en la balanza de pagos y en la transferencia de tecnología. 

El primero de ellos está marcado por el proceso de acumulación por despojo, producto de las privatizaciones transformadas en desnacionalizaciones de la empresa pública, que en el modelo anterior de industrialización por sustitución de importaciones fueron mecanismos estratégicos del proceso de desarrollo nacional, en particular las energéticas, desde la extracción de petróleo y gas hasta la distribución de electricidad. Entre las 50 privatizaciones más grandes realizadas en la década de los noventa, por un total de 99.1 miles de millones de dólares (Gutiérrez, 2.006: 19), correspondieron a América Latina, con un monto total de 50.500 millones de dólares: ocho de Brasil y cuatro de Argentina; ocho fueron adquiridas por capital español y seis por el estadounidense. La más grande del mundo fue la argentina Yacimientos Petrolíferos, que se vendió a Repsol por 13.200 millones de dólares, seguida, pocos años después, por la venta del Banco Nacional de México, en 2.002, por 12.000 millones de dólares. A las privatizaciones siguieron las quiebras y traspasos al capital extranjero, en el mayor número de casos, de empresas otrora públicas. Así, por ejemplo, en México se registró la quiebra de la banca mexicana privatizada, que en pocos años pasó al capital trasnacional y la venta de la principal empresa mexicana de ferrocarriles que pasó a una empresa estadounidense de presencia porfiriana. Incluso, ya en los primeros años de este siglo, se registró la venta de grandes empresas privadas nacionales al capital extranjero. 

América Latina, en medio de la crisis de los años ochenta, inició el cambio de patrón hacia el manufacturero exportador. Durante la década perdida sus exportaciones totales se incrementaron cerca del 50%, destacando el caso de México que las aumentó 126% debido a la apertura que inició a partir de su entrada al GATT en 1.985 (Morales, 2.005). En la siguiente década este proceso se acelera, cuadriplicándose el valor de las exportaciones totales entre 1.990 y 2.005 (CEPAL, 2.002 y 2.007b). Las exportaciones manufactureras pasaron de representar 18% del total en 1980 a 33% en 1.990 y 58% en 2.000, registrando Costa Rica, México y República Dominicana, en el último año, una participación superior con 66, 84 y 96%, respectivamente. En valor, estas exportaciones se multiplicaron 9.6 veces, destacando Chile que lo hizo 25 veces, Perú 20, Honduras y Costa Rica 13 veces; si bien por el monto se encuentran en primer lugar México y Brasil [CEPAL, idem.]. Asimismo es diferente la composición de estas exportaciones, en unos casos de la industria alimenticia, en otros de la automotriz y en otros más de la maquila. Ya en 1.995 era evidente, en América Latina, el peso de las exportaciones manufactureras en las realizadas por las 200 empresas más grandes del sector, con un 48.3% del total, correspondiendo a las empresas extranjeras más de la mitad de ellas. Para el 2.000 llegaron a representar 64.7%, realizando el capital extranjero las dos terceras partes, y para el 2.005 cae su participación en el total, a una ligeramente menor a la registrada una década antes (CEPAL, 2.007 a), por el peso de las primarias que se elevan con el incremento en los últimos años de los precios del gas y del petróleo. “En el sector de las manufacturas, las empresas trasnacionales disminuyeron su participación del 58% en 2.000 al 39% en 2.005 en el total de las 500 mayores y en los servicios del 38 al 23%”. (CEPAL, 2.007 a: 37). El precio del petróleo elevó la participación de las todavía existentes empresas estatales en el sector. En 2.005 la industria metalmecánica contribuyó con 45% de las exportaciones manufactureras, los bienes intermedios con la tercera parte y con 13% los alimentos, bebidas y tabaco. México tiene la mayor contribución de la metalmecánica en sus exportaciones, 72%, mientras Chile, Perú y Colombia tienen la menor, con menos del 6%. Los bienes intermedios representan la mayor proporción de las exportaciones manufactureras en Venezuela, Chile, Perú y Colombia (57%), y la contribución más alta de alimentos, bebidas y tabaco se registra en Argentina y Brasil (CEPAL, 2.007b). En la restructuración industrial del gran capital trasnacional, el nuevo patrón industrial en curso llevó a desplazar hacia los países subdesarrollados fragmentos de las cadenas productivas trasnacionales, por medio de la maquila, procesos fundamentalmente de ensamblaje que en condiciones de liberalización de mercados, al principio en las zonas francas fronterizas, es decir, sin pago de impuestos, realizan la importación masiva de partes que serán ensambladas para su reexportación. 

El Banco Mundial estimaba que había en 1.990, sin incluir a México, 86 zonas exportadoras de manufacturas en el mundo donde laboraban 529.568 personas, e incluyendo a ese país, el número de trabajadores se elevaría a un millón. En 2.002 registraba 3.000 zonas exportadoras en 116 países donde trabajaban 43 millones de personas, 30 de ellos se localizaban en China (BM, 1.998 y 2.004). En América Latina, se registra un gran dinamismo en México, Centroamérica y el Caribe, convirtiendo a esta subregión en exportadora de manufacturas mediante la maquila de la confección, autopartes, partes y equipos eléctricos y electrónicos, y, en los últimos años, los servicios tipo Call Centers. Los datos de esta subregión muestran un gran dinamismo, aunque desigual, desde los años ochenta, que responde en gran medida a su nuevo patrón de reinserción internacional mediante el patrón maquilador, que se refuerza con la apertura y la firma de los tratados de libre comercio. En México, por ejemplo, las exportaciones manufactureras, con maquila, pasaron de representar más de la cuarta parte total en 1.981 al 39%, antes del TLCAN, en 1.993, y al 81% en 2.006, mientras su monto pasó a 6.566 millones de dólares, 42.500 y a 202.734 millones en los mismo años. La mitad de esta exportación corresponde a la maquila y cerca de la cuarta parte a la industria extranjera del automóvil. La reinserción internacional subordinada al imperialismo estadounidense se expresa en el modelo maquilador de México, Centroamérica y la República Dominicana, que responde a la restructuración de la empresa estadounidense trasnacional para recuperar su mercado interno frente a la competencia de las empresas asiáticas. 

En esta subregión latinoamericana los tratados de libre comercio consolidaron procesos iniciados con la industrialización de las zonas fronterizas, zonas francas y la Iniciativa de la Cuenca del Caribe décadas atrás. Las exportaciones maquiladoras en esta región pasaron de 3.771 millones de dólares en 1.980 a 15.818 en 1.990 y superaron los 100.000 millones en 2.005, a pesar de la crisis de este modelo en los primeros años de este siglo. México, desde luego, concentra más del 90% de ellas. El número de trabajadores pasó de 711.058 en 1.990 a 1.848.954 en 2.000 y un poco menos en 2.005, mientras los establecimientos registraron en 2.000 su máximo número, con 5.380. Hay que tener presente que México cuenta con una industria maquiladora diversificada, de la industria de la confección a la de autopartes y electrónica; en Costa Rica, la ubicación de Intel, electrónica, fue definitiva para su crecimiento. La maquila de la confección en la subregión ha entrado en crisis desde 2001 con la crisis estadounidense, el cambio del patrón de consumo y la presencia de China en el mercado mundial. 

Como se señaló, crece el capital extranjero en servicios. La IED acumulada en América Latina entre 1.997 y 2.006 alcanzó un monto de 689.959 millones de dólares, 85% concentrada en Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Venezuela. Los dos primeros recibieron la mayor parte. En estos países se concentró más de la mitad en servicios, menos de la tercera parte en manufacturas y apenas 13% en recursos naturales [CEPAL, 2007b]. Argentina, Colombia, Chile y Venezuela recibieron en recursos naturales una proporción muy superior a la media mencionada, mientras que en México la mitad se destinó a la industria manufacturera, y en Brasil y Venezuela este sector recibió alrededor de la cuarta parte de la IED. Los servicios concentraron más del 40% en Brasil, México, Colombia y Chile. A ello se suma en la última década un proceso creciente de trasnacionalización de empresas de capitales de la región que, en asociaciones con capitales trasnacionales, buscan nuevos mercados, incorporándose al nuevo patrón manufacturero-exportador, bien sea hacia Estados Unidos, caso en gran parte de los grupos mexicanos, o bien hacia otros países de América Latina e incluso para consolidar acuerdos bilaterales o mercados subregionales, tipo los capitales de Brasil y Argentina en el mercosur. Los patrones de inserción internacional de nuestras economías, si bien han transformado profundamente nuestros estados, sociedades y territorios, continúan reproduciendo, con nuevas características, las históricas relaciones de subordinación y dependencia. 

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Introducción 

Las reformas a los sistemas de pensiones que se han llevado a cabo, particularmente en América Latina, se caracterizan por las modificaciones realizadas en las formas de financiamiento de estos seguros y en los requisitos para acceder a este derecho que es parte de la seguridad social. Como ámbito de la política social los cambios que ésta registra responden a los efectuados en el patrón de acumulación, particularmente los registrados con la apertura financiera y con las modificaciones en el tipo y funciones del Estado. Aquí destaca la perspectiva del liberalismo residual y la mercantilización de los servicios públicos, primordialmente de la salud y la educación. El sistema de pensiones que se está imponiendo como proyecto dominante se deriva de la eliminación de las pensiones públicas de beneficio definido, mediante la instrumentación de pensiones en base a una cuenta individual de administración privada. Sostengo como hipótesis que, después de la crisis del limitado estado benefactor latinoamericano, el sistema de pensiones, que se está imponiendo, es aquel 

Berenice P. Ramírez López* El papel de los fondos de pensiones en la acumulación de capital * Investigadora Titular del Instituto de Investigaciones Económicas UNAM y miembro de la Red de Economía Mundial. berenice@servidor.unam.mx. La información estadística fue procesada por el Mtro. Cruz Alvarez. 

que mejor acompaña al proceso de mundialización del capital, ya que se está mostrando como un nuevo proceso de acumulación y, por lo tanto, de despojo que encuentra uno de sus fundamentos en la precarización del trabajo. Dicha precarización se profundiza con la tendencia a eliminar el trabajo protegido con responsabilidades estatales y enfatiza en las responsabilidades exclusivamente individuales y por ello se sitúa en una posición cada vez más lejos de incidir en el mejoramiento de los niveles de bienestar. El crecimiento que la economía mundial ha mostrado en los últimos veinticinco años se basa en un nuevo paradigma tecno-económico, que se acompaña de modificaciones en el espacio productivo mediante la creciente incorporación de grandes segmentos de fuerza de trabajo residente o proveniente de economías dependientes. Ambos fenómenos han contribuido a una mayor precarización del trabajo, debido a las características “flexibles” que se impone al trabajador. Ante los requerimientos de una adecuada rentabilidad, la disminución de los costos laborales es un requisito necesario, por lo que se persigue modificar la seguridad social mediante el establecimiento de seguros privados. Se considera que el ahorro previsional y obligatorio de los trabajadores, administrados por el sector privado acota los costos fiscales de las responsabilidades estatales, dinamiza el mercado financiero y establece mecanismos de transferencia de recursos para que el sector privado pueda obtener, capitalizar y acrecentar sus recursos financieros. Es mediante la imposición de este sistema que se ha ido sustituyendo y eliminando los sistemas intergeneracionales solidarios, mejor conocidos como sistemas de reparto. 

Uno de los aspectos que más llama la atención es la justificación de la reforma desde la perspectiva de que conducirá al desarrollo del sector financiero y del mercado de capitales de los países y que contribuirá a aumentar el ahorro interno. Es así como las pensiones contributivas se observan o consideran exclusivamente en su rol de ahorro financiero, de posibilidades de profundizar el mercado y si es posible derivar de lo anterior seguridad económica en la vejez. No se incluyen las funciones que la seguridad social ha tenido y tiene en cuanto a funciones de distribución del ingreso y de bienestar social. Si estos cambios hacen explícito el interés porque las reformas en pensiones, apoyadas en la gestión del sector privado, coadyuven al desarrollo del mercado de capitales y del sector financiero, este trabajo intenta identificar si en ese objetivo es posible determinar el papel de los fondos de pensiones en la acumulación de capital. Para ello se desarrollarán los siguientes apartados:

a) Características de la acumulación de capital y tendencias de los fondos de pensiones;

b) Papel e importancia de los fondos de pensiones en el financiamiento del Estado y de las empresas;

c) La reforma previsional de Argentina de 2.007 ¿reforma de la reforma o paradigma contrahegemónico? Características de la acumulación de capital y tendencias de los fondos de pensiones Uno de los aspectos poco desarrollados en la REDEM es el de discutir –por falta de tiempo- las hipótesis que los miembros de la red presentan en su análisis de la economía mundial. Con el interés de rescatar las consideraciones que permiten una mejor comprensión del fenómeno de expansión de los fondos de pensión, voy a retomar algunas de los supuestos de los miembros de la REDEM. Theotonio Dos Santos (2.007) señala que hay un enorme excedente de dinero de las economías de los países emergentes derivado de su dinamismo exportador apoyado por una fortaleza ficticia del dólar, que a su vez responde a la política de incentivo al consumo. También dice que parte de los excedentes provienen de las remesas de los trabajadores que se han trasladado a los países centrales, expresando con ello el fenómeno de la exportación de mano de obra. Efectivamente, el dinamismo exportador ha sido solventado, además, por el aumento de los precios del petróleo y de algunos bienes primarios, dando por resultado un leve mejoramiento en los términos de intercambio, pero no hay ninguna alusión acerca de si el enorme excedente de dinero tiene alguna conexión con la expansión de los fondos de pensión. La pregunta crucial para poder identificar las razones de ese excedente de dinero es ¿cómo se está financiando la economía mundial? Orlando Caputo señala que en los últimos años han crecido más los intereses netos sobre las ganancias de las empresas no financieras, pero sostiene que es un error seguir pensando que el capital financiero domina a la economía mundial “son las grandes empresas mundiales productoras de bienes y servicios las que comandan el capitalismo mundial , apoyadas en el capital financiero” (Caputo O, 2.007:19). Tanto Dos Santos como Caputo coinciden en que estamos en presencia de una dinámica intensa en cuanto a generación de riqueza que se expresa en un aumento de la liquidez mundial y que ello se deriva de una buena asociación entre el capital financiero y el productivo, y que dicha vinculación en América Latina, se observa en las cantidades de reservas que no se expresan en inversión productiva, porque los recursos han servido para fortalecer las monedas nacionales, disminuir 

En el 2.006 los términos de intercambio fueron un 31% más altos que el valor promedio de los años noventa. ( CEPAL;2.007:13). 

las exportaciones, aumentar las importaciones y generar verdaderas euforias consumistas de las clases medias (Dos Santos, 2.007). Por su parte Caputo señala que “se puede decir que en América Latina el capital productivo y el capital financiero actúan en forma redoblada tras la persecución de utilidades e intereses elevados” (ídem: 21) y sostiene que el incremento de la pobreza y de la mala distribución del ingreso se deben a una reproducción simple del capitalismo. En América Latina, se ha dejado de lado la inversión productiva, la inversión en creación y ampliación de empresas y lo que ha crecido es la inversión en nuevas zonas residenciales y de turismo. Para sustentarlo ofrece la siguiente información: “en 1.980 la inversión global de América Latina equivalía al 53% de las inversiones globales de E.U., en los últimos años sólo equivale al 20%. Además, de haber constituido las inversiones de los Estados Unidos el 46% de sus totales, ahora sólo representa el 20%” (ídem). Ante estas consideraciones intentemos resumir los aspectos de mayor sustento. Con lo hasta ahora señalado es posible sostener que los países dependientes siguen siendo fuente de financiamiento para la economía mundial, principalmente por los montos de riqueza que transfieren. Una manifestación de dicha riqueza son las reservas internacionales. El enorme crecimiento que éstas manifiestan es un dato que requiere ser analizado, “las reservas internacionales más importantes las tiene en este momento China con 1.066 mil millones de dólares (más de un billón en español o 1trillón en inglés o portugués). En seguida tenemos a Rusia, con 311 mil millones de dólares; en tercer lugar, India, con 193 mil millones de dólares; en cuarto lugar, Brasil con 106 mil millones de dólares, hasta aquí están los BRICs; en quinto lugar, México, con 68 mil millones de dólares; en sexto lugar, Turquía con 59 mil millones de dólares; en séptimo lugar, Argentina con 35 mil millones de dólares; en octavo lugar, Venezuela, con 34 mil millones de dólares; en noveno lugar, Chile con 19 mil millones de dólares; en décimo lugar Colombia con 16 mil millones de dólares.” (Dos Santos: op.cit). 

Las reservas que se han generado se derivan del dinamismo de las exportaciones y de los altos precios del petróleo principalmente. Sin embargo, en el caso de América Latina, el nivel de las reservas internacionales muestra problemas más complejos porque hay que deter

Las reservas internacionales son los activos de la reserva oficial del país que incluyen las tendencias en oro y plata, los Derechos especiales de Giro, la posición de reservas del país en el Fondos Monetario Internacional, y las tendencias de monedas extranjeras oficiales por parte del país. Las reservas internacionales permiten al gobierno hacer frente a sus obligaciones exteriores en moneda extranjera, o le sirven para respaldar su propia unidad monetaria. ( www.shcp.gob.mx) Berenice P. Ramírez López 

minar el papel que juegan en sostener el déficit de los Estados Unidos. “El déficit de cuenta corriente de EU ha sido el indicador más discutido de los desequilibrios globales. Durante los últimos cinco años, EU ha venido absorbiendo más de 2 mil millones de dólares por día de los ahorros de otros países, ya que la provisión fácil de crédito doméstico a un nivel sin precedentes les ha permitido a los hogares gastar más de lo que ganan.” (Jomo K. Sundaram y Rob Vo, 2.007). Falta sustentar con más información la hipótesis que a continuación se expresa, pero es posible señalar que a las grandes cantidades de reservas internacionales de los países latinoamericanos, que en buena parte están financiando el déficit de los Estados Unidos, hay que agregar los montos e impacto de los fondos de pensión. Es importante considerar aquí la dirección que toman estos recursos ya que en buena parte están financiando a la economía mundial. Una evidencia es que la transferencia de recursos de América Latina al mundo ha venido creciendo desde el año 1.999, alcanzando en el 2.006 los 88 mil millones de dólares. Recursos que salen de la región sin posibilidades de ser canalizadas a la inversión productiva local. Los fondos de pensiones están constituidos por el ahorro obligatorio que los trabajadores realizan para financiar su vejez. Pasan a ser parte de los fondos de inversión a nivel mundial y participan como inversionistas clave e institucionales. Una de las cuestiones que más se destaca con las reformas en pensiones es que más que fortalecer la seguridad social se inclinan por desarrollar los mercados de capital y, por lo tanto, están participando en la acumulación del mismo. Como todo proceso que acompaña a la acumulación es un proceso de despojo que se articula mediante la obligatoriedad que impone a los trabajadores y mediante el cobro de comisiones. Estamos hablando de modalidades de explotación de la fuerza de trabajo y de modalidades de despojo y expropiación de ahorro privado. Como parte de un proceso más de la mundialización, los fondos de pensiones han determinado cambios institucionales que se expresan en reformas a las leyes de los mercados de valores, han introducido nuevas clasificaciones de riegos en el ámbito de las inversiones financieras. Van adquiriendo una creciente importancia como accionistas institucionales. 
De acuerdo a la información de Fernando Lefort (2.006), los fondos de pensiones en los Estados Unidos se canalizan sobre el 50% de las acciones, en el Reino Unido tienen el 76.5%, en Francia el 59.8% y en Alemania el 39% de las acciones. Mientras que en Chile participan con el 7% de las acciones y con el 40% de los bonos corporativos. En Argentina estaban en el 5% de las acciones, en Perú en el 9% de las acciones y en el 40% de los bonos. 

El aumento de los activos administrados de los inversionistas institucionales tradicionales de los mercados maduros (fondos de pensiones, compañías de seguros y fondos mutuos) ha sido enorme. Estos activos se incrementaron de alrededor de US$21 billones en 1995 a aproximadamente US$53 billones en 2.005, de los cuales casi la mitad corresponde a Estados Unidos y más de una cuarta parte a Europa (gráfico 1). Los fondos de pensiones en Estados Unidos representan una parte importante de esta base de activos, mientras que —salvo en el caso de Irlanda, los Países Bajos y el Reino Unido— la proporción correspondiente a Europa es relativamente pequeña. No obstante, los fondos mutuos y las compañías de seguros constituyen una proporción importante de los activos administrados tanto en Estados Unidos como en Europa (Ceyla Pazarba, Mangal Goswami y Jack Ree, 2.007:30). 

Gráfica 1 

Activos de los inversionistas institucionales de mercados maduros, 1.990-2.005 

De acuerdo con registros de organismos internacionales, los fondos de pensiones públicos y privados más los seguros de vida crecieron de 2.003 a 2.004 en 3.3 mil billones de dólares, lo que representa el 1.5% del PIB de los países miembros de la OECD (OECD, 2.006:

207). 0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 1.990 1.995 2.000 2.001 2.002 2.003 2.004 2.005 Años Billones de dólares americanos Fondos mutuos Fondos de pensiones Compañías de seguros Activos de los inversionistas institucionales de mercados maduros, .1990-2.005 Fuente: International Financial Services; Londres, OECD; y estimaciones del personal técnico del FMI Fuente: Internactional Financial Services; Londres, OECD; y estimaciones del personal técnico del FMI. Berenice P. Ramírez López 

El crecimiento de los fondos de pensiones en los últimos diez años ha mostrado un comportamiento muy dinámico, aspecto que va relacionado con las reformas instrumentadas en el ámbito de la seguridad social. La puesta en marcha de reformas en las que el ahorro previsional se asumen como obligatorio, las aportaciones definidas y las cuentas individuales se han generalizado. Los fondos de pensiones de los países miembros de la OECD sumaban en 1.994, 5.9 mil billones de dólares, en el 2.004 la cifra asciende a 15.6 mil billones de dólares, mostrando un crecimiento del 10.2 % al año. De los años 2.001- 2.004, Noruega es el país que ha exhibido un mayor crecimiento en los fondos de pensiones, 66%, Australia 57%, Hungría 54% Polonia 48%, República Checa 36%, Islandia 31 % (ídem: 213). En países con sistemas de pensiones maduros como son los Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Holanda y Canadá las tasas de crecimiento van del 4% al 10%. Mientras que en países como Austria, Dinamarca, Irlanda, Alemania, Corea, México, Nueva Zelanda y Portugal, las tasas de crecimiento van del 13% al 19 % (ídem). Las asignaciones de inversión de los fondos de pensiones, se dirigen principalmente a bonos estatales, acciones de corporativos y capital social. En Canadá, Bélgica, Dinamarca y los Estados Unidos, se canaliza en gran magnitud a fondos de inversión colectiva. Gráfica 2 Fondo de Pensiones. Países OECD Fuente: OECD (2.007) Global Pension Statistics. Cuadro trabajado el 5 de noviembre de 2007 por Cruz Álvarez con información obtenida en línea de http://stats.oecd.org/WBOS/Default.aspx?DatasetCode=PNN. 0 2.000.000 4.000.000 6.000.000 8.000.000 10.000.000 12.000.000 14.000.000 16.000.000 2.001 2.002 2.003 2.004 2.005 2.006 Años Millones de dólares Total OECD Alemania Japón Países bajos Reino Unido Estados Unidos Fondo de Pensiones. Países OECD Fuente: OECD(2.007) Global PensionStatistics. Cuadro trabajado el 5 de noviembre de 2.007 por Cruz Álvarez con información obtenida en línea de http://stats.oecd.org/WBOS/Default.aspx?DatasetCode=PNN 

Gráfica 3 

Aseguradoras: monto total de primas 

Los fondos de pensión en América Latina se encuentran activos en once países de la región y ascienden a junio de 2007 (FIAP, 2007) a 248,482 mil millones de dólares, 1.7% del total de los de la OECD, y 8.4 % del PIB regional. Los porcentajes de cotización como porcentaje de la remuneración se establecen en el rango del 4.25%, como es el caso de Costa Rica, al 15.50 %, como es el caso de Colombia. La rentabilidad real promedio anual que han obtenido en el año 2.006, se sitúa desde el 1.20% anual en el caso de El Salvador, al 26.8% en el caso de Perú. México registra 8.4%. La rentabilidad real promedio expresa uno de los mejores negocios internacionales, de ahí que se determine a los fondos de pensiones como nuevas industrias financieras, ya que los periodos de retorno de las inversiones iniciales se logran en muy poco tiempo. Ejemplificando con un caso clásico como es Chile, después de 20 años de que operan los fondos de pensiones, las comisiones por gestión representaron la mitad de los aportes jubilatorios de un trabajador chileno promedio.( Keeping the Promise of Old Age Income Security in Latin America, 2.004: 

gráfica 4). 

Las comisiones por gestión se cobran por administrar los recursos de los trabajadores. 

El cobro se hace con base en el flujo, o sea, sobre un porcentaje de los aportes regulares que hace el trabajador, y/o 

0 500 1000 1500 2000 2500 3000 3500 4000 1.996 1.997 1.998 1.999 2.000 2.001 2.002 2.003 2.004 2.005 Años Miles de millones de dólares americanos NAFTA UE 15 OECD Aseguradoras: monto total de primas Fuente: Insurance Statistics Yearbook, 1.996-2.005. OECD, 2.007; pág. 31. Fuente: Insurance Statistics Yearbooks, 1996-2005. OECD, 2.007; pág. 31. 

el saldo de los fondos administrados. El rendimiento para los ahorradores será el que obtengan de restar al rendimiento de los fondos, las comisiones por administración. Considerando los datos de México a diciembre de 2.006, la tasa de rendimiento para la Siefore fue de 7.74%, pero para el trabajador después de descontar los costos de administración fue de 3.5 %. Las diferencias de rentabilidad muestran una vez más las desiguales condiciones de competencia. Esto es un factor adicional de apropiación del excedente por los diversos mecanismos que se han instrumentado. Analizando el caso de México, tenemos que: la comisión sobre flujo que aplican las Afores se calcula como el porcentaje que resulta del cociente que es la comisión, entre la prima de aportación que sobre el salario base determine, en nuestro caso, la ley del seguro social. Hasta diciembre de 2005 la comisión promedio sobre flujo era de 1.5%, con lo que de cada peso que se aportaba para las subcuentas de retiro, cesantía y vejez, se descontaba de inmediato 23 centavos, ingresando sólo a la cuenta individual 77 centavos. Para recuperar el valor adquisitivo del peso depositado originalmente transcurrirían 65 meses (cinco años y dos meses) si la tasa de rendimiento real fuese del 5% anual, lo cual da idea del importante efecto de estas comisiones, no obstante que su valor numérico no parezca tan significativo. En la comisión sobre saldo, como su nombre lo indica, el cargo se hace anualmente sobre el saldo de la cuenta individual. (Valencia, 2.006). Los ingresos por comisiones representan el 12.3% de los fondos administrados y sobresale un uso poco productivo por el excesivo gasto operativo. Papel e importancia de los fondos de pensiones en el financiamiento del Estado y de las empresas La perspectiva económica convencional señala que los fondos de pensiones deben utilizarse para hacer desarrollo financiero y de esa manera en forma segura y rentable financiar el desarrollo. En América Latina la composición de la cartera sigue destacando una mayoritaria canalización de los ahorros de los trabajadores a bonos gubernamentales que se convierten en deuda pública. Le siguen en orden de importancia los dirigidos a las instituciones financieras, en tercer lugar a las no financieras, en cuarto lugar a las acciones de corporativos, en quinto a los fondos mutuos y de inversión, en sexto lugar a las emisiones extranjeras. Destino que ha crecido de manera muy significativa y que se traduce en una clara participación del ahorro de los trabajadores latinoamericanos en el sistema financiero internacional, aunque indirectamente lo hacían desde la instrumentación de la administración privada si consideramos que la propiedad de las administradoras de fondos de pensión son extranjeras a la región y forman parte de las grandes corporaciones internacionales. México, Uruguay y El Salvador destinan más del 80% de los fondos de pensiones a bonos estatales, Costa Rica y Bolivia, más del 70%, Argentina el 58%, Colombia el 48%, Perú el 21% y Chile el 26.5%. Concentrar una buena parte de los fondos en bonos estatales no hace diferente el sistema de pensiones a uno de reparto, salvo que se ha transferido una parte importante de recursos al sector privado, en particular las contribuciones. El país que destina más recursos al sector empresarial es Perú con el 50% del total de los fondos de pensiones. Chile, 23.2%, Colombia 20%, Bolivia 16.8%, México 12%. Es de llamar la atención que un país con las características de República Dominicana, destine el 96.7% del ahorro de los trabajadores al sector financiero. Colombia, Costa Rica y Perú destinan un 20%, Chile el 30%, porcentaje similar que este país envía al extranjero. Los demás que invierten en el extranjero se mantienen en un rango entre el 8% y el 12% y corresponde a Colombia, Argentina, y Perú. 

Gráfica 4 

Resultados de las administradoras. 

Millones de dólares americanos País Ingresos por comisiones Gastos operativos Resultado operativo Resultado neto Argentina 354,7 304,8 49,9 65,3 Bolivia 12,6 5,4 13,2 7,7 Chile 611,5 294,8 316,7 254,9 Colombia 250,0 277,4 148,7 100,6 Costa Rica 28,8 25,8 3,4 6,9 El Salvador 47,2 24,9 22,2 16,8 México 1.258,3 955,7 302,6 98,2 Perú 168,3 153,5 14,8 27,7 R. Dominicana 19,2 12,0 7,3 8,8 Uruguay 24,2 15,0 9,2 11,2 Total 2.774,9 2.069,2 888,0 599,1 Los ingresos y los gastos son netos del seguro de invalidez y fallecimiento. En Colombia, el ingreso por comisiones del régimen obligatorio fue de 193,8 millones de dólares americanos. En Costa RIca, el ingreso por comisiones del régimen obligatorio fue de 17,2 millones de dólares americanos. Fuente: Boletín Estadístico de la Asociación Internacional de Organismos de Supervisión de Fondos de Pensiones, núm. 16, diciembre de 2.006. 

Gráfica 5 

Composición del total de fondos administrados 2.002-2.006. 

Porcentajes al 31 de diciembre de cada año Fuente: Boletín Estadístico de la Asociación Internacional de Organismos de Supervisión de Fondos de Pensiones, num. 16, diciembre de 2.006. De los análisis realizados se desprende que no hay una relación directa entre sistemas de contribución definida, cuenta individual y administración privada y aumento del ahorro interno, sino que este es consecuencia de políticas macroeconómicas que incentiven inversión, empleo y recuperación de los ingresos. Lo que sí se desprende de las evidencias de funcionamiento de los sistemas de capitalización basados en aportaciones definidas y administración privada es que la cobertura no ha mejorado, por el contrario, en algunas realidades, ha disminuido, particularmente por los efectos registrados en el mercado laboral en el que el subempleo, la flexibilidad y, por lo tanto, la precariedad laboral se han profundizado. En este contexto es de llamar la atención que las densidades de cotización que registran los aportes a la seguridad social con respecto al tiempo total laborado sean del 40%, con lo que se puede proyectar que independientemente del monto de sus ahorros y de la rentabilidad obtenida, si se mantienen esas densidades de cotización no será posible cumplir con los requisitos mínimos de aportes para tener derecho 

Composición del total de fondos administrados 2.002-2.006 

Porcentajes al 31 de diciembre de cada año 55,9 50,9 48,1 46,4 42,2 17,9 15,6 16,7 15,9 14,5 10 9,5 8,4 8,5 8,2 6,4 9,8 10,7 10,6 12,6 1,8 2,3 2,6 3,1 4,2 8 11,9 13,5 15,1 17,9 0 0 0 0,4 0,4 0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90% 100% 2.002 2.003 2.004 2.005 2.006 

Otros Emisores extranjeros Fondos mutuos y de inversión Acciones Instituciones no financieras Instituciones financieras Deuda gubernamental Fuente: Boletín Estadístico de la Asociación Internacional de Organismos de Supervisión de Fondos de Pensiones, núm. 16, diciembre de 2.006.


a una pensión. La inseguridad social es la consecuencia que mejor se identifica con los sistemas de capitalización individual en un contexto de precariedad laboral y de alta polarización salarial. La reforma previsional de Argentina de 2.007 ¿reforma de la reforma o paradigma contrahegemónico? Los resultados que han obtenido las reformas a la seguridad social instrumentadas en 11 países de América Latina han llevado a revisarlas y a reformarlas. Los motivos más evidentes tienen que ver con el incumplimiento de sus principales objetivos, como son ampliar la cobertura y otorgar seguridad económica en la vejez. Es significativo que una de las primeras acciones de la presidente Bachelet haya sido la de introducir cambios a la reforma previsional chilena. En la primera mitad de 2.006, conformó una comisión llamada “Consejo Asesor para la reforma del sistema de pensiones” para que estudiara la posibilidad de introducir modificaciones La Comisión estuvo compuesta por 15 miembros, la mayoría partidarios del sistema de capitalización individual. 

Gráfica 6 

Proporción de afiliados que efectivamente aportan. 

Porcentajes País 2.002 2.003 2.004 2.005 2.006 Argentina 33,2 35,2 35,4 40,3 40,4 Bolivia 46,9 39,0 44,9 47,5 50,1 Chile 51,0 51,9 50,4 51,2 51,5 Colombia 47,6 48,7 49,5 50,6 51,9 Costa Rica 75,2 73,1 68,1 65,3 65,6 El Salvador 47,6 46,3 41,9 39,5 37,5 México 41,7 39,3 38,8 37,6 36,8 Perú 39,4 41,9 39,9 36,2 34,8 R. Dominicana 65,5 35,5 47,2 52,6 Uruguay 45,1 52,7 52,5 55,7 57,5 Total 42,7 42,3 41,6 41,7 41,5 

 Fuente: Boletín estadístico de la Asociación Internacional de Organismos de Supervisión de Fondos de Pensiones, núm. 16, diciembre de 2.006 Berenice 

En el discurso de instalación del Consejo Asesor, Michelle Bachelet hizo alusión a los principales motivos de la reforma: 

El sistema tiene baja cobertura, baja densidad de cotizaciones, deja fuera a un enorme cantidad de trabajadores independientes, prácticamente al 95%, muestra poca competencia y altas comisiones, no da cuenta de las complejidades del trabajo moderno, alta rotación, alta informalidad ¿no es verdad?, y discrimina a la mujer, entre otras de las falencias conocidas. El sistema civil sólo alcanza al 61.3% de la fuerza de trabajo y al 65.9% de las/os trabajadores ocupados. La cobertura es similar a la que había en 1.970 y se ubica 10 puntos por encima de la existente en 1.980. En otras palabras, entre 1.970 y 2.005, es decir en 35 años la cobertura no se amplió. La que había en 1.980 sería inferior a la de 1.970 como consecuencia de la dictadura, sus reformas estructurales y los cambios en las relaciones laborales. Los problemas de desempleo e informalidad determinaron la caída en cobertura si consideramos que en Chile los empresarios no contribuyen en el ahorro previsional de las/os trabajadores. (Arancibia J., 2.007). Además de la baja cobertura, la encuesta de protección social hizo evidente la baja densidad de cotización y las pocas posibilidades para que los trabajadores pudieran cumplir con los requisitos de aportaciones que, para el caso de Chile, es de 20 años para contar con las posibilidades de tener una pensión en la vejez. De esta forma la comisión se planteó como objetivos, avanzar hacia la universalización, elevar la tasa de reemplazo de las pensiones de vejez que alcanzan alrededor de un 45% y eliminar el riesgo de pobreza en la vejez. Para lograr dichos objetivos se pronunciaron por establecer un pilar solidario financiado con recursos públicos con beneficios de vejez, invalidez y sobrevivencia integrados a los beneficios del pilar contributivo, con financiamiento cubierto con recursos fiscales, que reemplace gradualmente a los actuales programas de pensión asistencial y pensión mínima garantizada. El nuevo pilar solidario se estructurará a partir de una pensión básica universal (PBU) para las personas que no obtengan ninguna pensión del sistema contributivo, se reduciría gradualmente en un porcentaje de la pensión que se obtenga del sistema contributivo, hasta desapare

Palabras de la presidenta de la república, Michelle Bachelet Jeria, en ceremonia de constitución del Consejo Asesor Presidencial para la Reforma Previsional, Santiago, 17 de marzo del 2.006. La Encuesta de Protección Social de 2.002 y de 2.004. 

cer completamente cuando la pensión autofinanciada llegue a $200.000 pesos chilenos mensuales. Este pilar reemplazará gradualmente a los programas de pensión mínima y de pensión asistencial actuales. Además, el Consejo Asesor advirtió sobre la necesidad de intensificar la competencia entre las administradoras con precios y rentabilidades adecuadas, así como con el mejoramiento de la gestión de riesgo financiero, con una mejor regulación y transparencia. Hacen alusión a la necesidad de propiciar un aumento en las densidades de cotización, así como en el ahorro voluntario, aspectos que le corresponden a la dinámica económica y que podrán cumplirse siempre y cuando se generen nuevos empleos formales y estables y los ingresos de los trabajadores crezcan. A pesar de los cuestionamientos a las altas comisiones y diferencias tan grandes entre las rentabilidades para las administradoras y rentabilidades para los trabajadores, no se derivaron cambios sustanciales en la capitalización individual y administración privada como eje del sistema de pensiones. Una situación diferente es la que se ha observado en la discusión y reforma del sistema previsional argentino en la que se ha logrado re-introducir para los trabajadores públicos el sistema solidario y de reparto. Cabe recordar que el sistema de seguridad social argentino ha sido catalogado históricamente como el más antiguo y con una de las más amplias cobertura que a pesar de las crisis y reformas que ha enfrentado sigue mostrando esta característica. En la actualidad el 68.3% de los mayores de 65 años tienen una pensión a diferencia de México que sólo cubre al 19%. Su sistema de pensiones se caracteriza por haberle dado protección social primero a los maestros y a la burocracia, pero paulatinamente fue incorporando a los diversos sectores, incluidos trabajadores independientes, empresarios y profesionales. El sistema de seguridad social fue debilitado con las crisis económicas y la hiperinflación sufrida y enfrentó, al igual que el conjunto de los países latinoamericanos, las reformas estructurales entre las que se encuentran las reformas a las pensiones en la perspectiva de introducir los esquemas de capitalización individual y de administración privada. La reforma previsional que introduce la capitalización individual data de 1.994 en el periodo de Menen caracterizado por la instrumentación de reformas estructurales de corte neoliberal en las que destacan principalmente las privatizaciones. Por la tradición de seguridad social y por la fuerza sindical, el sistema que se introduce es de carácter mixto permitiéndose una convivencia entre el sistema de reparto y el de cuenta individual. 5 Resumen Ejecutivo del Informe del Consejo Asesor. 

El sistema mixto debilitó al de reparto y permitió que avanzara la administrada por el sector privado. La reforma del 94 determinó una prima de cotización del 27% del salario base, 11% correspondía a la contribución del trabajador y 16% al patrón “ese aporte del 11% en el caso de aquellos trabajadores que se adhirieron al sistema de capitalización fue a parara a las arcas de la administradoras (AFJP) quienes se quedaron con un 33% de los ahorros, porcentaje que correspondía a la comisión y al seguro de invalidez y muerte. Por lo tanto el Estado paso a percibir sólo el 16% correspondiente a las contribuciones patronales. Con ese 16% debió de hacerse cargo de una parte de la mal llamada “jubilación privada” cuando llegara el momento de pagar los beneficios de la prestación básica universal y seguir afrontando los pagos a jubilados y pensionados anteriores a la reforma y a los que, aún después de la misma, permanecieron dentro del sistema público solidario, de reparto” (Massa S, Fernández, 2.007:159). Con relación al destino de los recursos, Argentina registró una situación similar a la referida a su canalización a bonos gubernamentales, con lo que “las colocaciones en títulos públicos para capitalizar las carteras individuales de los afiliados alcanzaron en términos generales, al 50% del total. Es decir que alrededor de un tercio del aporte personal de los trabajadores terminaron volviendo al Estado, aunque para recibirlos este debió endeudarse a tasas en algunos casos altísimas y para colmo perdió los otros dos tercios, uno en comisiones y el otro en otro tipo de inversiones. En definitiva por cada 100 pesos que recibió el estado antes de la reforma perdió casi 67 pesos, mientras por los otros 33 tuvo que pagar altas tasas de interés” (ídem: 161). La crisis financiera en Argentina que concretamente se expresó en rentabilidades negativas en los fondos de pensiones, más los sucesos políticos e intentos de re-encausar el crecimiento económico rescatando participación y dirección del Estado, condujo a la toma de decisiones estatales en el ámbito de la seguridad social. En primer lugar y para enfrentar el desempleo, que llegó a contabilizar en esta situación al 26% de la población económicamente activa, se empezaron a otorgar retiros anticipados mediante el reconocimiento del estado de desocupación y con modalidades entre aportaciones y años cotizados se benefició a más de 1 millón de personas mediante pensiones de retiro y cobertura médica “el reconocimiento de periodos de cotización a los trabajadores tiene como principal objetivo efectuar una reparación histórica a favor de los mismos en función de los perjuicios sufridos producto de la privatización de la actividad y de las medidas de flexibilización laboral que dificultaron su reinserción en el mercado laboral. Después se reconocieron derechos de pensión a los militares que intervinieron en la guerra de las Malvinas, a los docentes e investigadores cuyos fondos habían sido canalizados a la administración privada. Posteriormente se restituyeron los convenios de corresponsabilidad gremial “convenios que serán administrados por el régimen público de reparto y en consecuencia todos los afiliados que ingresan sus aportes por esa vía quedaran exentos de la obligación de efectuar la opción prevista en la ley 26 222 y que se refiere a escoger entre el régimen de capitalización y el de reparto, ya que se reconoce las especificidades del trabajo temporal y agropecuario”. A partir de enero de 2.008 se igualarán las tasa de contribución, ya que los trabajadores que optaron por el régimen de reparto cubrían el 11% del salario y los de capitalización el 7%, además de generar requisitos inequitativos, contribuía a que los trabajadores se inclinaran por el de menor costo pero de mayor riesgo. Otro aspecto que se modifica es el relacionado con las contingencias de invalidez y muerte correspondientes a los afiliados en actividad, “a partir de 2008 cada administradora abonará las jubilaciones por invalidez y las pensiones por fallecimiento del trabajador en actividad a las que esté obligada y luego colacionará ese monto en un fondo común constituido por el conjunto de las administradoras. Ese fondo será administrado por la superintendencia de administradoras de fondos de jubilación y pensiones y el mismo se integrará con el dinero que aportaran la totalidad de las administradoras de acuerdo con el monto de los fondos que administre cada una, sin importar las obligaciones de pago de prestaciones por invalidez o fallecimiento a las que esté obligada. Por lo tanto el conjunto de administradoras construirá un auténtico fondo de reparto con el objeto de abonar las prestaciones que hasta ese momento eran cubiertas por una póliza de seguros” (ídem: 206). Otro novedad de la Ley reformada es la que fija la tasa máxima de comisión que pueden cobrar las administradoras a sus afiliados. La misma asciende al 1% del salario del trabajador y el poder ejecutivo queda facultado a modificarla a la baja cuando lo crea necesario. Pueden regresar al sistema provisional público de reparto aquellos que al haber optado o que obligatoriamente los enviaron al sistema de capitalización privada y que por razones de riesgo se hubieran quedado sin protección de jubilación o de salud. Los que han sido más beneficiados por esta disposición son los del régimen simplificado. Para su instrumentación, las AFJP deberán transferir aportaciones de los trabajadores al sector público. 

Reflexión final 

Como puede observarse más que considerar cambios contrahegemónicos o de paradigma en las modificaciones a las reformas previsionales, los cambios observados en la organización y funcionamiento de las pensiones y jubilaciones obedecen a la necesidad de dar respuesta ante la caída de la cobertura y a las tendencias que, por la dinámica laboral de alta rotación y precariedad, anuncian un crecimiento de la pobreza en la vejez. No obstante ha habido una revaloración de la participación del Estado aunque prevalece la perspectiva de pasarle la factura, lo que puede ser observado mediante el crecimiento de la deuda pública y después de que el sector privado se benefició ampliamente con el cobro de comisiones. Tal vez el poder del capital financiero a nivel internacional y las derramas que hace a nivel local sea el principal obstáculo para considerar una propuesta contra hegemónica, pero es imprescindible incluir en las discusiones acerca de las alternativas, cómo se van a organizar los sistemas de previsión social en un contexto de modificaciones sustanciales en la organización del trabajo. Cómo construir los derechos sociales y ciudadanos sin que queden atrapados en la perspectiva del estado benefactor de universalidad restringida, o de concesiones de interés corporativo o partidario. Deben ser propuestas que sustenten la construcción de nuevos pactos sociales, que permita ser parte de los espacios en que se exprese la distribución del ingresos y la solidaridad social, mediante una revaloración de lo público, mediante una participación colectiva en el que deberes y derechos le den contenidos a las instituciones de la seguridad social. 

Bibliografía 

Caputo, Orlando 2.007 “El capital productivo y el capital financiero en la economía mundial y en América Latina” en ¿Hacia dónde va el sistema mundial? (Buenos Aires: REDEM-FISYP-CLACSO). 

Ceyla Pazarba, Mangal Goswami y Jack Ree 2.007 “ La nueva cara de los inversionistas” en Finanzas & Desarrollo (Washington D.C: F.M.I). 

Dos Santos, Theotonio 2.007 “Qué hacer con tanto dinero”, en Revista Gloobal Hoy, (Agencia Latinoamericana de información), 3 de mayo. www.gloobal.net 

Jomo K. Sundaram y Rob Vo 2.007 “Cómo contener la turbulencia financiera”, en Finanzas & Desarrollo (Washington D.C: F.M.I.) 9 de octubre.  Keeping the Promise of Old Age Income Security in Latin America 2.004 Oficina del Economista en Jefe de la región del Caribe y América Latina. Washington D.C., Banco Mundial. 

Lefort, Fernando 2.006 “Fondos de Pensiones y Gobierno Corporativo: Lecciones de la Experiencia Internacional” (Chile: Escuela de Administración. Pontificia Universidad Católica de Chile). 

Stiglitz, Josehep 2.007 “La hora de la verdad para Estados Unidos” Project Syndicate. Tomás Massa, Sergio y Fernández Pastor, Miguel 2.007 “De la Exclusión a la inclusión social” (Buenos Aires: TELAM, Prometeo libros)....//...   

La reproducción de la continuación, será mucho más adelante,...Lmm.


Reproduzco, este trabajo,...¡¡ puede ser interesante ¡¡. : 

Común. 

Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI 

Christian Laval y Pierre Dardot — Editorial: Gedisa. Barcelona, España Año: 2015 Páginas: 672 ISBN: 9788497848800 — 

1. Del neoliberalismo a la cultura de lo Común 

El libro Común. 

Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, de Christian Laval y Pierre Dardot, es una llamado a replantearnos como comunidad global, otra alternativa de vida de cara a las nefastas consecuencias producidas por el neoliberalismo en todas las esferas y ámbitos de nuestra cotidianidad, ya sea en la política, la economía o en la cultura. Esta obra surge para contrarrestar el discurso hegemónico dominante, que proclama que no hay otra posibilidad que la actual forma de globalización o “americanización de la modernidad”, y que por lo tanto, tenemos que aceptar los diktats propios del ordenamiento capitalista del mundo, más que como una propuesta de desarrollo común, como una forma de conservar el orden establecido a través de los tiempos. El neoliberalismo, nos dicen Laval y Dardot, ha batallado en los últimos 30 años por imponer sus instituciones alrededor del mundo, con el argumento de que es un sistema “racional” apegado a la naturaleza humana (supuestamente del hombre lobo del hombre), por lo tanto legítimo, al mismo tiempo que la mediatización masiva y continúa generada por los grandes emporios de la comunicación, justifica y reproduce este “credo” que va inscribiendo en la sociedad los valores propios al capitalismo. La aversión −cultural− generada por parte del capitalismo hegemónico a toda alternativa política diversa, hace del libro Común una fuente refrescante 

Echeverría, B. (comp.) (2008). La americanización de la modernidad. México: Era. RESEÑAS 416 CHASQUI 130 · DICIEMBRE 2015-MARZO 2016 / RESEÑAS 417 

en argumentos, con la cual podemos alivianar la carga de apatía, impotencia, y frustración generada por el actual sistema imperante. Para los autores del libro, las prácticas de resistencia, de subjetivación o transformación cultural, deben articularse a una nueva razón política, o a una razón política alternativa, que no puede satisfacerse únicamente con una resistencia al poder que sea puramente defensiva o reactiva, sino que es necesario según estos autores, pensar en una resistencia capaz de proponer y de producir nuevas ideas y nuevas reglas que permitan mejorar la calidad de vida de todos los seres humanos, incluida su relación con la naturaleza. 2. ¿Cómo surge lo Común? Communies, commune, communia o communio, son palabras todas ellas cargadas de la misma articulación, de Cum y de Munus, que significan no sólo lo que es puesto en común, sino también, la obligación de reciprocidad ligada al ejercicio de las responsabilidades públicas. El término común es particularmente apto para designar el principio político de coobligación, para todos aquellos que están comprometidos en una misma actividad, podemos hablar de un actuar en común, o de una utilidad en común de la cosa pública, bajo una perspectiva republicana. El sentido común se entiende como un sentido de la comunidad, un sentido del bien público y del interés común, que comprende como ya lo manifestó Aristóteles en su momento, que son los ciudadanos quienes deliberan en común para determinar qué es lo que le conviene a la ciudad, y qué es justo hacer. Vivir en común poner en común palabras y pensamientos, es producir mediante la deliberación y la legislación, costumbres semejantes y reglas de vida que se aplican a todos aquellos que persiguen un mismo fin. Las reivindicaciones de lo Común volvieron aparecer con fuerza en el escenario político, a partir de las luchas sociales y culturales en contra del neoliberalismo y del orden capitalista y empresarial imperante, surgió de los combates y los movimientos sociales que desde hace algunos decenios están ejerciendo una resistencia a este modelo económico y cultural. 

La idea de los comunes va a ser reposicionada por los movimientos altermundualistas, que retomaron como referencia el antiguo término de commons en oposición a lo que se percibe ahora como la nueva ola de los enclosures o cercamientos (de encerrar o acción de cercar), expresión que nos remite al proceso plurisecular (en Inglaterra) de acaparamiento de las tierras comunales que eran empleadas colectivamente, así como a la supresión de los derechos consuetudinarios (derechos que se rigen por la costumbre), mediante el cercamiento de los campos y los prados. Esto es lo que Marx en el tomo I del Capital denominó en su momento: “La Acumulación Original o la Acumulación por Desposesión”. 

Con la expansión de la globalización y el neoliberalismo en los años 90, aparecieron por todo el mundo nuevas corrientes de pensamiento que retomaron el hilo de la protesta en contra del orden dominante. La gran mayoría de los movimientos de resistencia nos recuerdan, Laval y Dardot, estaban de acuerdo sobre los efectos nocivos, invasivos y destructores del neoliberalismo, todos ellos afirmaban la necesidad de un nuevo orden mundial, construido sobre principios distintos a los de la competencia, el beneficio individual, y la explotación a ultranza de los recursos naturales. Desde entonces, en prácticamente todos los manifiestos, plataformas y declaraciones públicas en nombre de la lucha antiglobalización, aparecen los términos commons o comunes, que han servido para traducir luchas, practicas, derechos y formas de existencia que buscan oponerse a los procesos expandidos de privatización. Vandana Shiva hace referencia a esta nueva tendencia, a partir de la guerra del agua en Bolivia: “Si la globalización es el cercamiento, la privatización de la vida, o el final de los comunes, nuestra agua, nuestra tierra, nuestra biodiversidad, nuestros alimentos, nuestra cultura, nuestra salud, demandan de nosotros recuperar los comunes como deber político, económico y ecológico para nuestra época”. El movimiento commons o comunes surge entonces, para oponerse a la tendencia radical de privatizaciones de nuestra época. Pero debemos ser claros, nos dicen estos autores. Lo Común no proviene de la idea de un comunismo estatal, por el contrario, es una crítica a la visión del Estado que pretende ser propietario de todos los medios de producción y de administración, lo Común nos plantea la apertura hacia otra vía, hacia una alternativa tanto frente al estado como frente al mercado. Los trabajos de Elinor Ostrom, como nos recuerdan Laval y Dardot, han demostrado que el mercado y el Estado no son los únicos sistemas de producción posible, y que hay formas institucionales muy diversas a través del mundo que pueden aportar a sus miembros recursos durables y en cantidades satisfactorias, mediante la creación y la renovación instituida de reglas de gestión lo común. 3. ¿Qué son los Comunes? Lo común debe ser comprendido como un conjunto de prácticas y de valores dirigidos a defender los intereses de la comunidad de cara a la agresión constante de las clases dominantes. La ficción propietaria que se extiende hoy en día al inmenso dominio de la cultura, de las ideas, de la tecnología, de lo viviente, no reconoce valores como los de la cooperación, sin la cual nada sería posible. 



...//...¡¡; estado por su parte no sólo ha integrado las normas de lo privado, sino que concede los espacios de lo Común a este sector, siendo completamente funcional a sus intereses. Podemos apreciar hoy en días en varios lugares del planeta, el abandono del transporte público a la propiedad privada, la privatización de los espacios urbanos en provecho de las grandes empresas inmobiliarias, la entrega de tierras y espacios públicos a los grandes consorcios comerciales. La cultura de propiedad privada no es solamente un dispositivo que extraer provecho del trabajo ajeno, sino termina convirtiéndose en una amenaza afecta las condiciones de vida de la sociedad. La gran apropiación o cercamiento capitalista La defensa de lo común no busca únicamente un acceso libre a recursos comunitarios confiscados por los intereses privados, lo que plantea, es la protección de los bienes comunes naturales, culturales, urbanos, rurales, etc. Las privatizaciones hoy en día han incurrido en campos en los que en el siglo XIX eran impensables. Como señalan Laval y Dardot, hoy en día es completamente normal ver a las compañías públicas, los transportes, empresas nacionales de petróleo, gas, electricidad, astilleros, la distribución de agua, los correos, teléfonos, la televisión, ceder espacios a los procesos de privatización, tal como ocurre con la seguridad social, la jubilación, la enseñanza superior, la educación escolar; todos estos servicios relacionados directamente con los derechos humanos han sido reconducidos al ámbito de la competencia mercantil. Los daños y perjuicios sociales en estas últimas tres décadas son considerables, tenemos un incremento exponencial de las desigualdades, se han quintuplicado los patrimonios de los más ricos, se ha expandido la especulación inmobiliaria, se ha acelerado la segregación urbana, se han afectado los modos de integración de las clases populares a la sociedad en su conjunto, y los dispositivos de redistribución han sufrido una disminución notable de su alcance integrador; en pocas palabras, la sociedad se ha polarizado, fragmentado y despolitizado. A lo que nos enfrentamos hoy en día, nos dicen Laval y Dardot, es a un formidable refuerzo mundial de los derechos de propiedad, o a una nueva ola expansiva del capitalismo. Así tenemos el desarrollo de patentes sobre lo viviente, bajo la presión de empresas de biotecnología, o la monopolización por parte de los gigantes de la informática, como Microsof, de las patentes de los programas más utilizados en el mundo. Si el término cercamiento o enclosure nos remonta al siglo XIII en Inglaterra en donde se procedió a la destrucción de los commons rurales, este concepto ya no puede ser pensando únicamente para la tierra, el campo o los recursos naturales, ahora también padecemos estos cercamientos al interior de la economía inmaterial (conocimiento, ciencia, tecnologías, innovaciones, tics, etc.). El capitalismo cognitivo pone de manifiesto el aumento de patentes y la carrera acelerada por el dominio y control de la esfera intelectual, esto lo coloca como la tercera forma histórica del capitalismo, después del mercantilismo y el capitalismo industrial. En nuestros días existe ya un mercado mundial de los derechos de propiedad sobre el conocimiento, bajo el lema neoliberal que sostiene que un país o empresa que no instaura cercamientos o enclousures, perderá su posición en el mercado. El otorgamiento de patentes a las secuencias del genoma, la ampliación y extensión de los derechos del copyright, la protección reforzada de las marcas registradas, son algunos de los ejemplos de todas las políticas y estrategias que van dirigidas en contra de las tendencias desarrollistas en muchos casos propias de los países del sur, justamente, para evitar la aceleración de la transferencia tecnológica y los progresos en materia de salud pública. 

Con estos instrumentos jurídicos, los países céntricos se dotan de medios de presión y de instrumentos de sanción para imponer reglas que les garantizaran la remuneración de sus rentas tecnológicas y de sus marcas de prestigio. El refuerzo de los derechos de propiedad intelectual terminó expandiendo el proceso de mercantilización, al vasto mundo del dominio inmaterial. De esta forma el conocimiento ha sido cosificado y mercantilizado razón por la cual, como sostienen Laval y Dardot, es fundamental hoy en día hablar de la recuperación de los comunes del conocimiento o de comunes de la información. La productividad del conocimiento debe ser garantizada por reglas bastante parecidas a las que se utilizan en la protección y renovación del stock de los productos naturales, de lo contario, la creación de cercamientos por parte del mercado como la propiedad intelectual y las patentes, puede conducir a un bloqueo al acceso del conocimiento y un agotamiento de los flujos de información. Lo Común y la política Lo que plantean estos autores, es que la dimensión institucional de la “democracia real” se institucionalice. Saben que no basta con “conquistar el poder” y “ocupar las posiciones” del Estado para poder cambiar o alterar esta tendencia. Sin embargo, hay que tener presente que lo común no proviene del Estado. El Estado no puede ser en ningún caso propietario de lo común, sólo desde el interior de los movimientos sociales o a través de las luchas que transforman, o remodelan la realidad, es que pueden surgir formas políticas nuevas, recordemos siempre que las instituciones nacen de los conflictos. Hoy en día todo requiere ser re-significado políticamente: el hospital, la escuela, la vivienda, la ciudad, la cultura. Y dentro de esta lógica de resignificación, lo autores plantean la necesidad de transformar los servicios públicos en comunes instituidos. Esto quiere decir que ya no pertenecerían al Estado como sujeto propietario, o único gestor y responsable, sino que correspondería a la sociedad, que sería la llamada a brindarse a sí misma ese derecho en el marco de la realización de sus derechos y la satisfacción de sus necesidades. El derecho de lo Común nos dicen Laval y Dardot, inaugura el presente de las prácticas sobre el porvenir, el objetivo es poder servirse también de las buenas tradiciones y prácticas que fueron sofocadas por el tren de la historia, recuperar viejas costumbres, o instaurar nuevas a través de la producción de reglas susceptibles de convertirse en costumbres a fuerza de ser practicadas. Los Comunes y las estrategias de resistencia. 

El paradigma de los comunes tiene dos aspectos: uno defensivo y uno ofensivo. Se presenta de entrada como un movimiento de defensa de los comunes, entendiendo por comunes todos los recursos existentes que debe permanecer a disposición de la sociedad en su conjunto y de las generaciones venideras. No podemos perder de vista que los paisajes, el agua, el aire, las ideas, la ciencia, las ondas de radio, el internet, y también las relaciones sociales como la educación, el compromiso cívico, son todos ellos recursos comunes, que demandan de nosotros estrategias de protección en contra del avasallamiento de los mercados. La vertiente ofensiva por su parte, se focaliza en la promoción de prácticas de puesta en común que puedan desarrollarse sobre la base de la recuperación de los recursos comunes existentes. Los comunes deben ser el terreno desde donde nacen nuevas prácticas sociales de puesta en común, (por ejemplo: activar ferias ciudadanas donde se pueda compartir música, libros, películas, poemas, eventos varios, etc.), esto puede desarrollarse sobre la base de los comunes existentes, son estos lo que nos pueden proporcionar las pistas eficaces (un cine, un hangar para la música, un sala para recitales, etc.) para repensar un nuevo orden social, nuestra gobernanza política, y nuestra gestión ecológica. Para Laval y Dardot es indispensable posicionar, cuantas veces sea necesario, que la riqueza no la hacen únicamente los managers o quienes poseen el capital, como pretende hacernos creer la vulgata neoliberal, sino que también puede provenir de la comunidad o sociedades cuyos miembros ponen en común sus saberes y competencias para crear nuevas experiencias de vida para la comunidad. 7. ¿Cómo y dónde dar la lucha por los comunes? La dinámica de los comunes puede tener un poder de atracción, en la medida en que seamos capaces de hacer valer y reconocer por parte de la sociedad, otras dinámicas como son: la solidaridad, la cooperación, el intercambio, el respeto del otro, el respeto del entorno, y de la biodiversidad. Proponer la defensa de los comunes, es proponer al mismo tiempo un sistema de instituciones que permitan una gestión de lo común de acuerdo con reglas instauradas por las propias las comunidades −concernidas−. Aquí puede ser útil recuperar las formas colectivas de ponerse de acuerdo y de crear reglas de cooperación que no se pueden reducir al mercado o a la dirección estatal. 
El espíritu hacker, nos dicen Laval y Dardot, es un claro ejemplo de una nueva ética de trabajo que hace pasar la búsqueda de la eficacia y de la ganancia a un segundo término, por detrás de la pasión y de la solidaridad. Algunos señalan al hacker como el anti-homo-economicus, puesto que lo perciben en oposición del trabajador alienado de la industria. El hacker vendría a ser una artista de lo común, en ellos el juego compartido y creativo es su principal motivación, de esta forma rompen la frontera entre el trabajo y el ocio, haciendo de este último ya no un tiempo de pasividad y aislamiento sino un momento de actuación colectiva. Como sabemos, en nuestros días la reproducción del capital ya no depende exclusivamente del capital fijo, sino sobre todo de la puesta en común de los saberes poseídos e incorporados por los propios trabajadores, de esta forma, la producción se vuelve biopolítica, en el sentido en que produciendo cosas inmateriales (conocimientos, imágenes, marcas, afectos, etc.), se produce al mismo tiempo la subjetividad humana. El capitalismo cognitivo del siglo XXI se basa justamente en el trabajo de cooperación de los cerebros reunidos en red mediante ordenadores, es por eso que el capitalismo solo pude reproducirse hoy en día, colocando cercamientos al conocimiento y extrayendo de él beneficios parasitarios crecientes. El lugar de la plusvalía hoy en día nos dicen estos autores, se encuentra en lo Común. 

El capital en el siglo XXI adopta una forma más líquida y volátil, basta recordar la preeminencia del capital financiero frente al productivo. De esta manera el capital se ha convertido en una poder rentista y parasitario que se ha separado de la producción. La contradicción se sitúa hoy en día entre el capitalismo rentista, que busca a toda costa apoderarse de la cooperación cognitiva y el trabajador colectivo del general intellect o sociedad del conocimiento.  

Propuestas Políticas 

Una política de lo común, como señalan en el libro Laval y Dardot, tiene por objeto crear instituciones de autogobierno que permitan el despliegue más libre posible del actuar en común, dentro de los límites que se impongan la sociedades a sí mismas, es decir, de acuerdo a las reglas de justicia que se establezcan y las que consideren y consientan en común acuerdo. Una política de lo común debe tomar en cuenta el carácter mundial de las luchas que se libran hoy en día frente a los modos de dominación que estructu ran nuestros modos de vida, de trabajo y nuestro imaginario. No puede haber institución de lo común a escala del conjunto de la sociedad, sin que el derecho de propiedad o dominium absoluto del propietario sobre la tierra, el capital, o la patente, sea sometido al derecho de uso de lo común. Queda claro para Laval y Dardot, que no podrá darse una república de los comunes, mientras tengamos unas monarquías en las empresas. Debemos empujar, señalan Laval y Dardot como ya lo sostenía Jaures en su tiempo, a que todos los seres humanos pasen del estado de conflicto y competencia brutal, al estado de cooperación, y solidaridad, para que todas las energías ya no se canalicen en luchas estériles, sino que se coordinen para grandes acciones en común. Recuperar la iniciativa de lo Común es fundamental para poder otorgar otro sentido al trabajo, para poder fecundar los planos de la invención científica y técnica, y superar la fragmentación de la vida cotidiana (trabajo-tiempo libre). Por ello nos dicen Laval y Dardot, es imprescindible recuperar la economía social, tanto de la tutela burocrática como de las dinámicas de la competencia propias de la esfera de lo privado. Tenemos que entender que las alternativas al capitalismo requieren absolutamente de un mayor fortalecimiento de la sociedad civil. No obstante, como señalan estos autores, es igualmente importante precautelar a los servicios públicos organizados por el Estado, ya que estos contribuyen a generar condiciones comunes en toda actividad social, colectiva e individual. El servicio público es la traducción de una necesidad objetiva que debe ser satisfecha para beneficio de toda la sociedad. De lo que se trata entonces, es de crear y de garantizar no sólo bienes en el sentido de las cosas, sino en el acceso a condiciones, a servicios, y a instituciones. Salud, educación, alimentación, alojamiento y trabajo, son derechos fundamentales que deben ser universalizados y materializados en la práctica cotidiana. )).////.




Christian Laval y Pierre Dardot, 

Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo xxi, Barcelona, Gedisa, 2.015. 

La noción de lo común ha pasado por distintas reelaboraciones durante las últimas décadas a partir de la convergencia de discursos y teorías de múltiples disciplinas académicas, movimientos sociales y activismos que evidencian la univocidad e insuficiencia de la dicotomía público/privado. Estos planteamientos coinciden en un argumento central: la privatización y el cerco progresivo de esferas fundamentales para la vida supone un gran riesgo para la humanidad y, en consecuencia, es necesario instituir una racionalidad que se rija por criterios diferentes a los del mercado. Este es el asunto que aborda Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo xxi problematizando la captura del término por los comunismos de Estado y rescatando su importancia para pensar en la posibilidad de otro modelo económico y social. 

En su anterior libro, Laval y Dardot1 explicaban que el neoliberalismo no es un modelo económico sino una racionalidad que abarca cada vez más áreas de la vida, estrechando el marco de posibilidades en el que nos movemos. Para construir una alternativa se requiere pensar en nuevas formas de vida. No se puede combatir esta gubernamentalidad sin otro imaginario y sin antes responder a la pregunta de cuáles son las formas de vida deseables. Común, escrito dos años después, supone el intento de responderla. Los autores estuvieron atentos a los movimientos sociales que surgieron en todo el mundo como el 15M de España en 2011 o las protestas y ocupación de la plaza Taksim de Estambul en 2013. Lavat y Dardot encontraron una 

Laval, C. & Dardot, P. (2013). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal. Barcelona: Gedisa. L. M. Marín Moreno | Christian Laval y Pierre Dardot, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo xxi, Barcelona, Gedisa, 2015, 672 pp. | Perfiles Latinoamericanos, 26(51) | Flacso México | pp. 409-417 doi: 10.18504/pl2651-017-2018 410 • 

hebra que unía las motivaciones de los diferentes movimientos de indignados: la experimentación de emergentes formas de vida en la ocupación de las plazas y la reivindicación de lo público. Una pancarta con las palabras “Comuna de Taksim” evocaba en Estambul la experiencia de la comuna de París y evidenciaba la demanda por una democracia en su sentido más radical. La referencia a estos movimientos sociales, sin embargo, ocupa pocas páginas del libro, que no es un estudio sobre luchas sociales sino un intento de articular y definir lo común como principio político que sirva de referencia teórica y práctica. Ante la amenaza de expolio permanente de bienes y espacios comunes, los autores proponen pensar en un “más allá del capitalismo” y recuerdan, citando a Cornelius Castoriadis, que esto solo será posible “cuando una reconstrucción ideológica radical se encuentre con un movimiento social real” (p. 20). El libro de Laval y Dardot contrapone el principio de lo común al de la competencia, que es la forma de vida privilegiada de la razón neoliberal. El derecho absoluto de propiedad, cuyo principal argumento de defensa es la preservación de la vida, es cuestionado por los autores cuando afirman que es justamente el absolutismo de la propiedad el que se constituye en una amenaza para la humanidad y el planeta. Lo público estatal y lo privado se desvelan no solo como incapaces de ofrecer soluciones a los problemas actuales sino como cómplices y responsables de los procesos de apropiación, de desigualdad y de deterioro de recursos. El cercamiento progresivo de todas las áreas de la vida está expresado en la transferencia de bienes públicos a los privados, en la extensión de la mercantilización y la propiedad privada a través de patentes y propiedad intelectual sobre lo viviente (semillas, plantas, genoma humano); en la privatización e introducción de criterios de rentabilidad en los sistemas de educación, salud y pensiones; o en la especulación financiera e inmobiliaria. Estas nuevas olas de apropiación de riqueza que tienen lugar por la acción del Estado y de multinacionales están justificadas con discursos técnicos y económicos de rendimiento, de efectividad e incluso de transparencia; no obstante, son la causa de los crecientes niveles de desigualdad social y acumulación de recursos en pocas manos. En consecuencia, “protestar contra la enclosure de los comunes significa reanudar la crítica de la propiedad privada como condición absoluta de la riqueza social” (p. 127). 

Laval y Dardot identifican bajo lo común el principio político fundamental de convergencia de movimientos sociales en contra del neoliberalismo y sus lógicas de acumulación, privatización y cercamientos. Al plantear que ciertos bienes, recursos y espacios deben ser comunes y cuestionar el derecho absoluto de propiedad, es posible establecer conexiones entre diferentes luchas sociales que cuestionan políticas globales/locales validadoras del aprisonamiento de lo común en todas sus manifestaciones: lo genético, las semillas, el agua, la información, la biodiversidad, los sistemas de alimentación, la neutralidad del Internet, 

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la educación, los medios de comunicación, entre otras. Lo que reivindican estos movimientos sociales es el uso común de recursos y espacios tangibles e intangibles. Vandana Shiva afirma que “recuperar los comunes es el deber político, económico y ecológico de nuestra época” (p. 110); Peter Linebaugh, mediante una analogía, relaciona la historia de la destrucción de los comunes en Inglaterra con la coyuntura neoliberal y los movimientos sociales contemporáneos; Naomi Klein define diferentes luchas bajo la defensa de los comunes; Phillippe Aigrain promueve una coalición de bienes comunes que agrupa luchas de bienes ambientales e informacionales. A partir de estas referencias cobran valor palabras como interdependencia, coalición o articulación para denotar que no se trata de luchas aisladas sino de prácticas contemporáneas unidas y conectadas por un hilo común. De esta manera, reivindicaciones que aparentemente no tienen relación se enlazan en una narrativa capaz de oponerse a los postulados neoliberales. Esta concatenación de estudios diversos tiene uno de sus más importantes antecedentes en el trabajo de la Premio Nobel de Economía Elinor Ostrom, quien marcó un hito en la reflexión sobre lo común con su publicación Governing the Commons en 1990. La autora recopiló allí varios estudios de caso sobre la gestión colectiva de bienes comunes (bosques, sistemas de riego, pesquerías) y planteó que bajo ciertas condiciones eran mejor gobernados por las comunidades que por el Estado y el mercado. Mostró que no había fundamento científico en las políticas públicas que recomendaban la privatización o estatización como única vía de buena administración, con la falsa creencia de que si el trabajo estaba a cargo de las comunidades, sobreexplotarían y agotarían los recursos. Por el contrario, sus investigaciones evidenciaron que estos bienes comunes pueden ser gestionados de forma exitosa por comunidades que coproducen juntas las reglas de uso, para lo que retomó teorías de acción colectiva y de autogobierno. 

Laval y Dardot reconocen el importante aporte de Ostrom, sin embargo, dan un giro a esta concepción de la economía política. Al postular que ciertas esferas deben ser inapropiables, se preguntan si la noción de bienes comunes, que responde a una tradición neoclásica que escinde lo económico y lo político, es la más adecuada en esta construcción. Los bienes proporcionan un marco de interpretación restringido a la lógica del mercado; al igual que las mercancías, pueden ser comprados, vendidos o poseídos. Laval y Dardot, en cambio, proponen un tránsito de la categoría bienes comunes a la de comunes que definen como “objetos de naturaleza muy diversa de los que se ocupa la actividad colectiva de los individuos” (p. 25). Los comunes autorizan un uso político y reivindicativo más amplio al comprender todo aquello que las comunidades consideren como fundamental para la vida y que no debe ser privatizado o convertirse en objeto de lucro. La propuesta de Laval y Dardot abre un camino para la investigación de temas filosóficos, jurídicos, económicos, políticos e interdisciplinarios sobre 

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lo común a partir de una relectura de las prácticas sociales que se oponen a la privatización de todas las esferas de la vida. En América Latina, una teoría de lo común contribuye al análisis transversal de diversas luchas sociales que defienden la tierra en Brasil, los municipios libres de minería en Colombia, el agua en Cochabamba, la gratuidad de la educación en Chile o las fábricas autogestionadas en Argentina, por mencionar solo algunas. Al conceptualizar estas reivindicaciones como comunes es posible conectar las luchas habituales por bienes, espacios y recursos como la tierra o el agua con nuevas luchas por intangibles como el Internet, la información o los medios de comunicación. Al respecto, los autores problematizan el auge del capitalismo cognitivo que usurpa el discurso de lo común creando comunidades de intereses alrededor de proyectos lucrativos en la web facilitando la concentración de capitales. Así, el discurso redentor que ve en el acceso a Internet y a la información un sinónimo de cambio social o político solo reproduce las dinámicas de concentración: “es en términos de una batalla que atraviesa todo el campo de las nuevas tecnologías como hay que abordar la cuestión de los comunes del conocimiento, rechazando todo profetismo que quiera ver en la tecnología digital el advenimiento inexorable de una sociedad libre” (p. 212). En ese sentido, los autores se alejan de cualquier espontaneidad que pretenda generar cambios sin la necesidad de instituirlos de manera conjunta. Cuestionan las conclusiones de Hardt y Negri en Imperio, Multitud y Commonwealth donde argumentan que lo común podría surgir de forma espontánea a través de una comunidad reticular operando bajo principios de código abierto, de la que pueda esperarse la superación del capitalismo y el surgimiento de un comunismo informacional a través de las posibilidades del Internet y las nuevas tecnologías. Por el contrario, afirman que es mediante la creación de instituciones con reglas coproducidas por parte de las comunidades como puede articularse una propuesta política en la que lo común sea el centro. En este punto coinciden con Elinor Ostrom, quien entendió la administración de lo común a través del establecimiento de instituciones y sistemas que no son impuestos desde arriba sino que responden a las características, particularidades y modos de hacer de las comunidades. Las principales propuestas de Laval y Dardot se sintetizan en tres postulados que orientan toda su argumentación: 

1) Lo común es un principio político que motiva la construcción y resguardo de esferas comunes de las que depende la vida. 

2) El núcleo de lo común es un derecho de inapropiabilidad que debe instituirse en oposición al derecho absoluto de propiedad. 

3) El autogobierno es un modo de construcción y gestión de lo común a través de prácticas sociales de comunidades comprometidas en la defensa de los comunes. Estas cuestiones se abordan en las tres partes del libro. La primera define lo común, la segunda muestra cómo fundar un derecho de lo común y la tercera articula 

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nueve propuestas políticas para imaginar una organización social y política a través del autogobierno. ¿Qué es lo común? En los cinco primeros capítulos, los autores invocan la pertinencia de inventar un concepto nuevo, pero acudiendo al pasado. Laval y Dardot recuperan de la etimología de la palabra común su raíz latina munus que designa un oficio o tarea pública. Todas las palabras que comparten esta raíz remiten a un significado de puesta en común de cargos o tareas. De ahí coligen que lo común supone una coobligación de personas comprometidas en una misma actividad pública. Esa es una primera clave para entender lo común como un principio político, como sustantivo y no como adjetivo y que “debe ser pensado como una coactividad, no como una copertenencia, copropiedad o coposesión” (p. 37). Así, rechazan que lo común se equipare al comunismo de Estado. Describen tres concepciones históricas del comunismo: la primera remitía a la comunidad y sus valores de igualdad; la segunda, definida por Marx, se refiere a la autoorganización de la sociedad de acuerdo con las fuerzas y facultades de sus miembros; y la tercera es la de los Estados comunistas que a través de un partido controlaban la riqueza y el poder social. Esta última forma de comunismo terminaría revelándose como el rostro “de un Estado terrorista que acaparó no sólo el monopolio de la violencia arbitraria, sino también el monopolio del discurso sobre el mundo social, el pensamiento, el arte y la cultura, así como sobre el porvenir de las sociedades” (p. 92). Este monopolio de lo común por el Estado significó su destrucción. En consecuencia lo común no debe concebirse como un “origen a restaurar, ni considerarse dado inmediatamente en el proceso de producción, ni impuesto exteriormente, desde arriba” (p. 107). Los autores exponen dos modelos para entender lo común: el de Marx, en el que lo común se produce a partir de las relaciones de cooperación entre obreros, y el de Proudhon, en el que la relación social es la que genera riqueza colectiva. Concluyen que hay que inventar otro modelo teórico de lo común que dé cuenta de las prácticas colectivas y de las luchas políticas. Un derecho de lo común La inquietud por otro modelo teórico sobre lo común conduce a la segunda parte del libro “Derecho e institución de lo común”, compuesta por cinco capítulos. Aquí sostienen la tesis de que lo común debe instituirse como 

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inapropiable. Aristóteles distingue dos tipos de “puesta en común”: la de todos los bienes (que sería impracticable) y la de las palabras, los pensamientos y las acciones. La segunda puesta en común es inapropiable porque no es un bien que se puede adquirir, comprar o intercambiar. Este intercambio de palabras presupone la definición de lo justo y hace posible la existencia de una comunidad política. La justicia entonces no procede de un orden político establecido sino de la actividad de deliberación y puesta en común. Para pertenecer a una comunidad política hay que comunicarse, poner en común y participar: “la pertenencia es la consecuencia, no la causa, de la participación” (p. 269). Por tanto, la única política capaz de retomar el sentido de la palabra griega koinonein, que significa “poner en común”, sería aquella que convierte lo común en su objeto, principio y centro. Lo común debe instituirse a través del derecho. ¿Cuál sería este derecho?, ¿de dónde vendría su fundamento? Los autores concluyen que la Common Law, el derecho consuetudinario de la pobreza y el derecho proletario aportan un fundamento para tal derecho. Proudhon, “uno de los primeros teóricos de la institución de lo común” (p. 419), plantea una alternativa a la propiedad privada e impele a los obreros a crear “nuevas formas de institución” (p. 420) que se construirían desde abajo a partir de la interacción social. Se trataría de un derecho social creado a partir de la sociedad y no uno creado o dictado por legisladores: “así el derecho está destinado a devolver a la sociedad la plena posesión de su fuerza colectiva. Esta recuperación es el verdadero objetivo que debe perseguir el movimiento social” (p. 421). Un nuevo derecho no saldría de la nada, sino de las prácticas sociales, se construiría sobre las ruinas del derecho romano que separa derecho público y privado, funcionaría con contratos y acuerdos entre la sociedad. Se diferenciaría del liberalismo en que los contratos serían el resultado de relaciones sociales basadas en el verdadero valor del trabajo, en la equidad y en el principio de mutualismo que se traduce en beneficios justos (p. 426). El fundamento del derecho de lo común provendría de la constitución social definida como “la autoorganización jurídica de la sociedad que, partiendo de la constatación de los derechos particulares de las diferentes agrupaciones, hace de todo ello un derecho común formalizado de los coproductores de toda la sociedad” (p. 426). El derecho social se fundaría en la experiencia, en las acciones y en las relaciones sociales y económicas. Laval y Dardot postulan entonces que es necesario establecer un derecho de inapropiabilidad que se oponga al derecho de propiedad. Se trata de una inversión del método: “inventar reglas de derecho capaces de convertirse a la larga en costumbres” (p. 460), pues nadie puede decretar una costumbre, pero sí es posible a través de la práctica colectiva establecer reglas. A esto llaman la “praxis instituyente”, de ahí que el significado de institución merezca una re

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visión. Desde la sociología primó su asimilación como “conjunto de actos instituidos”, sin embargo, esta comprensión dejaba de lado la institución como acción de instituir. Si la institución es algo que ya está dado y solo es cuestión de transmitir sus reglas, se sacrifica la dinámica por la estática. Para Cornelius Castoriadis no es la modificación o transformación de lo instituido lo que produce el cambio sino lo nuevo mismo y eso nuevo puede producirse a partir de la nada y a través de lo imaginario: “contra la reducción sociológica de la institución a lo instituido, Castoriadis hace valer la primacía de lo instituyente sobre lo instituido: el segundo nunca es más que el resultado del ejercicio del poder instituyente como poder de creación” (p. 477). De esta manera, la emancipación surge de una sociedad instituyente y la historia se da a partir de lo no causal o la “novedad radical” (p. 480), y no de la causalidad como lo ha explicado la sociología. Laval y Dardot tienen en cuenta la condición ineludible de que cualquier creación de los hombres está determinada por las condiciones existentes y las generaciones anteriores, pero esto es precisamente lo que hace posible el cambio, ya que estas condiciones no son inmodificables. Entonces la “praxis instituyente” haría posible el surgimiento de nuevas reglas de derecho a través de la creación de instituciones y de una actividad continuada que permita repensar la institución para evitar que se convierta en instituida. Esta praxis no solo crea reglas sino que produce un sujeto colectivo a partir de “un ejercicio que hay que renovar sin cesar más allá del acto creador” (p. 505). Autogobierno de lo común La última parte del libro presenta nueve propuestas políticas y una conclusión sobre la revolución en el siglo xxi. Las luchas, movimientos y prácticas sociales tienen el reto de crear nuevas instituciones con la doble característica de oponerse al capitalismo, al comunismo de Estado y desarrollar una forma de autogobierno. Estas nuevas instituciones no surgen de fórmulas o teorías preconcebidas sino de la experimentación y de la imaginación. Sus propuestas políticas, como ellos mismos lo advierten, son un acto de imaginación. Las primeras dos enuncian la necesidad de construir una política de lo común que conciba “una nueva institución de los poderes en la sociedad” (p. 519) y que organice lo común en instituciones y sistemas de autogobierno. Proponen que en todos los ámbitos donde los seres humanos actúan y toman decisiones pueden definir las reglas y formas de actuar. Este modelo federativo se organizaría bajo el principio de la cooperación y el autogobierno, debería ser transversal a lo local, lo nacional y lo global. Esto implica someter el derecho absoluto de la propiedad al derecho de uso y de inapropiabilidad como “el eje de la 

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transformación social y política” (p. 524). El derecho de uso no sería equiparable al derecho que tiene lugar en un marco capitalista en que unos pocos poseen la propiedad y determinan las condiciones de acceso. Por el contrario, el derecho de uso e inapropiabilidad iría aparejado con la coproducción de reglas. Para explicar cómo funcionaría refieren la experiencia de Vandana Shiva y la gestión colectiva de semillas que son resguardadas, cuidadas y usadas por las comunidades, pensando en su uso y beneficio para el consumo de alimentos y no para el lucro. El banco de semillas que Shiva puso en marcha con comunidades campesinas va en contra del derecho de propiedad que privatiza las semillas a través de patentes. La tercera, cuarta y quinta propuestas están dirigidas a la modificación de las condiciones de trabajo. Plantean anteponer una alternativa al trabajo individualizado y de competencia que impone la empresa donde la colaboración no deja de ser un discurso del management. El trabajo debería estar orientado a la recuperación de los vínculos, la solidaridad, el verdadero actuar en común que recobre la “finalidad social de toda actividad laboral”, esto sería posible pensando la empresa como una “institución democrática” (p. 555). La pregunta es cómo instituir una empresa común. La empresa como institución democrática se lograría mediante la gestión cooperativa, de ahí la necesidad de no construir una economía social separada de otra economía de mercado. La economía tendría que ser toda social, tener en cuenta los aportes de la sociedad civil y demostrar que la cooperación además de ser buena socialmente, es más efectiva que la competencia. Laval y Dardot proponen la creación de organizaciones cooperativas y autogestionadas que formen un modelo de oposición y de construcción económica: “la sociedad futura también debería basarse ni más ni menos que en la economía de mercado, en un principio de libertad económica. Pero en este caso la libertad será para todos y no solo para los poseedores de capitales” (p. 573). Las últimas cuatro propuestas esbozan el orden que podría tener esta sociedad basada en lo común. Formulan la fundación de una democracia social que devuelva a la sociedad el control de las instituciones democráticas confiscadas por un Estado que se ha dedicado a poner las instituciones y recursos públicos al servicio del mercado a través del discurso de austeridad. Abogan por la conversión de los servicios públicos en instituciones de lo común, gobernadas democráticamente por organizaciones de ciudadanos y usuarios con la participación del gobierno y la premisa de servir a las necesidades colectivas. Exponen el caso de la remunicipalización del agua en Nápoles, que tras un referendo en 2.011 decidió que el agua se administraría de forma colectiva y no a través de empresas privadas. Esta democracia social también debe replantear el papel de los organismos internacionales que actúan en alianza con oligopolios. Habría que cuestionar el discurso de estos organismos internacionales que equiparan derechos fundamen- 

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Lmm.

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