domingo, 26 de julio de 2020

II LA IZOUIERDA RADICAL EN ESPAÑA DURANTE LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Tesis presentada para la obtención del grado de doctor por: CONSUELO LAIZ CASTRO



( IRONÍA DEL DESASTRE Y DE LA REPRESIÓN IMPERIALISTA,...LO MISMO UN SOLDADO YANQUEE ASESINA A MILES, QUE TIRA  UNA ESTATUA,...QUE ASESINA Y OPRIME A SU  PROPIO PUEBLO AMERICANO,...DIRIGIDO POR TRUMP,...DELEGADO GLOBAL DEL MULTIIMPERIALISMO Y DEL MULTICAPITALISMO,...NO JODAN LA POCA U MUCHA LISTEZA E INTELECTUALIDAD DE LAS POBLACIONES,...¡¡¡¡.   Lmm. ),...



UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y DE LA ADMINISTRACIÓN.

II LA IZOUIERDA RADICAL EN ESPAÑA DURANTE LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA   -- Tesis presentada para la obtención del grado de doctor por: CONSUELO LAIZ CASTRO  -- 


INTRODUCCIÓN   
http://webs.ucm.es/BUCM/tesis//19911996/S/1/S1007101.pdf 


1. Razón del tema Interés del estudio de los partidos políticos de la izquierda radical En los primeros años setenta existía un alto grado de radicalización política en España. Tanto los grupos de derecha como los de izquierda tenían comportamientos violentos; sus extremos practicaban la violencia y los más moderados la defendían. En los años noventa la sociedad española está pacificada y las formas de actuación política excluyen la violencia, a excepción de ETA y su grupo KAS. Lo anterior sugiere las preguntas de quiénes fueron aquellos grupos revolucionarios de la izquierda, cómo evo1ucionaron y porqué, y si tuvieron alguna influencia perdurable en la nueva sociedad española que se generó con la democracia. Las ideas políticas arraigan y prosperan en la sociedad cuando existen condiciones de la realidad que las hacen verosímiles, pero si aquéllas se alejan de ésta, pierden su eficacia. Entonces sus promotores deben modificar el discurso si desean seguir influyendo directa o indirectamente en la toma de decisiones del poder político y si no, sólo pueden disponer de pequeños grupos de fervientes seguidores o desaparecer. Este hecho es constatable en los partidos que vamos a estudiar y da cuenta de los problemas de adecuación con los que se encuentran los partidos de la izquierda radical a la llegada de la democracia. Durante la dictadura del general Franco se constituyen distintos grupos políticos a la izquierda del partido comunista que obtienen cierta influencia social, pero en los años de la transición política no logran ajustar su discurso a las nuevas condiciones de la democracia y por ello desaparecen como tales. Con este estudio pretendemos explicar: porqué en la segunda mitad de los años sesenta, aparecen unos partidos de izquierda radical que se presentan como alternativas a la izquierda tradicional; porqué evolucionan como lo hacen; y porqué todos ellos desaparecen como tales alternativas, en un proceso que se desarrolla en el plazo máximo de quince años de la historia de España. 

Hasta la actualidad los estudios sobre los partidos de la izquierda radical española son incompletos y parcelados y en la mayor parte de los casos, constituyen un aspecto secundario de otros temas de investigación. Por otra parte, en la extensa literatura sobre la transición política a la democracia y la configuración del sistema de partidos, los de la izquierda radical no tienen cabida al no haber obtenido representación parlamentaria, razón por la que tampoco en dichas obras son analizados. El resultado es que existe un desconocimiento sobre estos partidos, las razones de su aparición y conducta política, y la función que cumplieron durante los últimos años de la 2 dictadura y en el cambio de régimen. Desconocimiento que con el paso del tiempo se incrementa, al considerar como un todo homogéneo las posiciones de la izquierda antifranquista. Más exactamente, se suelen identificar con las que correspondieron entonces al Partido Comunista de España, debido a su hegemonía política en aquellos años entre los sectores de la izquierda. Fuera ya de la literatura científica, sorprende comprobar que entre los antiguos miembros y líderes de los partidos aquí estudiados, tampoco los ha habido que hayan tratado de dar explicación de sus propuestas políticas o relatado la historia de sus partidos, si exceptuamos algunos trabajos realizados por miembros de las organizaciones que recurrieron a la práctica de la violencia. En las elecciones generales de 1977 las candidaturas de los partidos de la izquierda radical, aún no legalizados, obtienen alrededor de trescientos mil votos, que representan el 15% de la opción comunista, en la que los votos al PCE representan el 85% restante con 1.718.026 votos. 

En las elecciones legislativas de 1979, ya legalizados los partidos, la izquierda radical obtiene algo más del medio millón de votos, que representan el 23% de la opción comunista, en la que el PCE representa el 77% de la opción con 1.911.217 votos.’ Este es el techo electoral de estos partidos y también de la opción comunista que a partir de las elecciones municipales del mismo año inicia un agudo descenso en beneficio del PSOE. Así, en términos electorales estos partidos no lograron alcanzar significación política, razón que ha contribuido a que no hayan sido estudiados. No obstante, conviene recordar los análisis que entonces se hicieron sobre la posible consolidación electoral de algunos de estos partidos. Así, Michael Buse señala que en 1979, «el Partido de los Trabajadores, por ejemplo, constituido sobre la base de las organizaciones maoístas PTE y ORT, se situaba, con sus 320.000 votos, por delante incluso del Partido Nacionalista Vasco, instalándose, después de las elecciones, en el séptimo puesto dentro del “ranking” español.»2 y que, «Desde esta posición, consolidada a través de una buena implantación en los ámbitos locales, con 889 cargos municipales, entre ellos 71 alcaldes, parece posible que estas agrupaciones [leguena estructurar una organización básica y a acentuar su presencia en el electorado.».3 Predicción sobre la orientación del voto PTE-ORT, que entonces parecía ajustada a la acción que estos partidos desarrollaban. Pero no sólo no acentúan su presencia, sino que un año después de alcanzar esa posición, nada despreciable, y ocupando los cargos políticos señalados, estos partidos se disuelven. 

Consideramos que tiene interés explicar la acelerada crisis que se produce en los partidos aquí estudiados; y también lo tiene, conocer las funciones que estos partidos cumplieron en la esterilidad ideológica de la dictadura. Cómo diseminaron en la sociedad opiniones contrarias a las instituciones políticas y a los valores dominantes, cómo extendieron ciertas pautas culturales entre los sectores obreros y populares de la población, realizaron campañas de alfabetización en los barrios y en los pueblos e introdujeron una visión nueva de la función de la mujer en la 3 sociedad; quizá no sea exagerado afirmar que, a excepción del PCE, la única cultura política opuesta al régimen, difundida entonces, estaba a cargo de estos partidos. Los demás sectores de la oposición al franquismo no salieron de sus cenáculos y tertulias. En realidad estos partidos son un fenómeno que transcurre en el último tramo de la dictadura de Franco y que se explica en el transcurso de la transición. Por eso, apoyándonos en las culturas políticas que se forman en esas dos etapas de la sociedad española, es como podemos encontrar la respuesta a su fulminante desarrollo y disolución. Ellos mismos contienen los elementos de la transición a una sociedad modernizada, de una parte conectan con la sociedad católica española, si bien la parte más renovada de la misma, y de otra, sus lecturas y contactos con otras formas políticas extranjeras, facilitan la actual articulación de la sociedad civil en partidos, en sindicatos y en los llamados, nuevos movimientos sociales. Otra utilidad que puede aportar el estudio de estos partidos es conocer la participación que tuvieron en la renovación de las élites políticas y el carácter de la misma. Causas muy diversas, como el franquismo, la religión, la debilidad de la ideología liberal y la intervención, en muchos casos directa, de sectores del clero bajo en los mismos partidos aquí analizados, les condujeron a una nueva filosofía totalizadora de la vida, en que la nueva doctrina adoptada era la figura inversa de la educación y costumbres recibidas. En una sociedad con gran influencia de la religión, es posible que aparezcan proyectos políticos laicos, pero corren el riesgo de ser aplicados según la moral religiosa que aún domina por encima de las normas éticas y cívicas de una sociedad democrática industrializada y consolidada. Teniendo en cuenta que a la salida del franquismo la cultura liberal apenas estaba representada en la burguesía, la acelerada transformación social y liberalización de las costumbres de la sociedad española, parece proceder en mayor medida de los partidos que operaban en los sectores obreros y populares, que de las ideas que hubieran podido transmitir las burguesías liberales, a excepción, probablemente, del caso de Cataluña. Si ello es así, implica una serie de consecuencias en la cultura política de los españoles, que serían objeto de otro estudio. 

Los grupos políticos estudiados, mantienen unos aparatos organizativos partidistas durante los últimos cinco años de la dictadura en condiciones de clandestinidad, pero a pesar de esas condiciones, las principales ciudades españolas, Barcelona, Bilbao, Vigo, Oviedo, Santander, Logroño, Madrid, Valencia, Sevilla, Murcia, entre otras, estaban salpicadas de la actividad política de esos grupos, que sólo tenían que competir con la actividad que, a su vez, desarrollaban el PCE y la Iglesia católica. En 1975, las opciones políticas se amplían con la presencia de nuevos partidos, la acción se transforma y la competencia entre las distintas fuerzas exige programas concretos y flexibles. Trataremos de explicar cómo entre 1975 y 1978 la izquierda radical que no practica la violencia, realiza un gran esfuerzo para ajustar y conformar su discurso a la nueva situación política, a pesar de las líneas revolucionarias que habían defendido. 4 La idea de partido político con la que se opera El elemento nuclear de este estudio gira alrededor de las organizaciones políticas que se forman en la segunda mitad de los años sesenta y que se sitúan a la izquierda del Partido Comunista de España. Aunque proceden de distintas corrientes de pensamiento, dichas organizaciones expresan un interés especial por el marxismo y en todas se manifiesta una actitud revolucionaria. Al transformarse en partidos se dotan de una ideología marxista y leninista, entendida como doctrina para alcanzar el socialismo por medio de la revolución social, la cual ha sido abandonada por el revisionismo de los partidos comunistas tradicionales. La línea de reconciliación nacional de los comunistas españoles, las decisiones adoptadas en el XX Congreso del PCUS, la resolución de los partidos comunistas europeos de integrarse en la vida política parlamentaria de las democracias occidentales y en definitiva, su abandono del proyecto revolucionario, son los móviles que guían a estas organizaciones a crear nuevos partidos. Éstos se forman en oposición al movimiento comunista internacional que sigue la dirección soviética, pero, a la vez, es en su doctrina donde encuentran las fuentes revolucionarias de su ideología. 

El nacimiento de los partidos de la izquierda radical española corre parejo al surgimiento en Europa occidental y también en Estados Unidos, de una serie de grupos y partidos que suelen identificarse como «nueva izquierda» y que se desarrollan entre el final de los años sesenta y principios de los setenta. Este fenómeno de intensa actividad organizativa es, en muchos casos, el resultado de la crisis de los movimientos sociales que tienen lugar entre 1965 y 1968. Las luchas estudiantiles que se extienden por Europa durante los años sesenta, tienen su máxima expresión en el movimiento francés de mayo de 1968 y tras él, los movimientos se agotan y sus líderes manifiestan la necesidad de la organización y la explicación ideológica. A pesar de la diversidad y pluralidad de las ideas de esa nueva izquierda, toda ella pretende un cambio acelerado y total de la sociedad capitalista y tiene, en este sentido, una actitud generalmente revolucionaria. Por otra parte, siguiendo a Richard Gombin,’ es posible diferenciar dos grandes grupos de partidos, entre otros de menor importancia, el grupo de los que ofrecen una alternativa radical al marxismo-leninismo como teoría del movimiento obrero y de su evolución, fracción del movimiento revolucionario que Gombin designa como «gauchisme», y el grupo de los numerosos partidos que nacen en oposición al comunismo, pero que no proponen nuevas alternativas, sino que pretenden recuperar las fuentes leninistas o revolucionarias del comunismo. Es el caso, como dice Gombin, «de bus les mouvements (en géneral anciens d’ailleurs) qui accusent le P.C. d’avoir trahi le marxisme-léninisme, soit récemment (1956) soit depuis 1925 ou méme 1923.») Desde este punto de vista, las nuevas organizaciones que se reclaman fieles a la doctrina marxista y leninista, ofrecen una alternativa en relación con los partidos comunistas tradicionales, pero no en relación con la doctrina comunista, como así lo señala Gombin. 5 El argumento expuesto induce a Gombin, a identificar a ese grupo de partidos con el término de «extrémisme»A en el sentido de que llegan hasta el «extremo» de la doctrina comunista. Pero si bien el término expresa una realidad que concuerda con las clasificaciones de los partidos que atienden a la dimensión derecha e izquierda, situándose los partidos mencionados en la extrema izquierda, preferimos identificar a los partidos españoles que poseen características semejantes a las descritas por Gombin para los partidos de comunismo extremo, por el carácter revolucionario y el radicalismo de sus propuestas. Con ello, pretendemos destacar las diferencias existentes entre los dos grupos principales que se observan en el marxismo, según sea la interpretación que éstos hagan de la revolución social. Popper’ distingue en el marxismo entre un ala radical y un ala moderada, que corresponden de forma aproximada a los partidos comunista y demócrata social y que se diferencian respectivamente por el rechazo o la aceptación de la reformas graduales y la consiguiente aceptación o rechazo de la revolución. 

Este criterio es el que nos parece más adecuado para comprender las sucesivas rupturas que se producen a lo largo de la historia del comunismo, pues consideramos que una vez abandonado el proyecto revolucionario por los partidos comunistas tradicionales, son estos nuevos partidos, que reclaman para sí la ortodoxia marxista, los que se configuran como el nuevo ala radical del marxismo, cuya característica principal es que defienden un proyecto de revolución social, siguiendo el modelo marxista. Dentro del fenómeno izquierdista europeo, este grupo de partidos puede identificarse como el «gauchisme d’obédience marxiste»,8 de acuerdo con la expresión utilizada por Franqois Furet. Según lo expuesto, las organizaciones y partidos que se crean en España durante la segunda mitad de los años sesenta y primeros de los setenta, forman parte de ese mismo fenómeno izquierdista, más general, que se produce en Europa en los mismos años y su característica principal es la defensa de la revolución. En el caso de los partidos españoles aquí estudiados, el modelo revolucionario de los mismos está tomado de la tradición marxista. Si estuviéramos analizando estos partidos en un contexto político de democracia constitucional, emplearíamos, siguiendo a Giovanni Sartori, las formulaciones sobre la oposición y los partidos «antisistema», pero dado que operan en un régimen de dictadura que prohibe todo partido político, esta clasificación no resulta operativa. Su rasgo más específico, desde una clasificación que atiende a la ideología, es que son partidos revolucionarios que pretenden la transformación total del orden social. No se trata de una revolución política, sino de una revolución social total que logre la emancipación de todos los hombres en el camino hacia el socialismo y el comunismo. Una de las premisas de la predicción de Marx sobre la, para él, inevitable revolución social y advenimiento del socialismo, se fundamenta en la creencia de que el capitalismo provocará un incremento cada vez mayor de la riqueza y de la pobreza. Dicho incremento se caracteriza por la concentración del capital en pocas manos y la extensión de la pobreza de la clase obrera, a la vez que hace desaparecer progresivamente las clases intermedias de la sociedad 6 y agudiza el enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado, únicas clases sobrevivientes. Es en el curso de ese enfrentamiento cuando el proletariado alcanza una mayor conciencia de clase, que, según Marx, se resuelve inexorablemente por medio de la revolución social, única forma de acabar con la explotación del capitalismo. 

El razonamiento implica que la clase obrera sólo puede evolucionar hacia un aumento de su conciencia de clase en el curso de la explotación capitalista y que necesariamente adquiere el conocimiento de ser la clase destinada, según las leyes de la historia, a reemplazar el capitalismo por la sociedad socialista. Este planteamiento de la revolución se manifiesta con frecuencia en los discursos de los partidos estudiados, donde abundan las referencias al incremento progresivo de la toma de conciencia de la clase obrera. Las razones principales de ese progreso están basadas en las supuestas condiciones de vida, cada vez menos tolerables, que sufren los trabajadores por la explotación capitalista; el otro argumento empleado con frecuencia es la sobreexplotación y opresión que sufre la clase obren española como consecuencia de la falta de libertades públicas y las dificultades existentes para hacer valer sus derechos económicos y políticos en un régimen de dictadura y dominio del imperialismo. Estos partidos, a diferencia de sus homónimos europeos, están muy condicionados por la existencia de la dictadura y por el deficiente desarrollo económico español, características que, hasta 1974, les inducen a creer posible el triunfo de la revolución en España con ocasión del cambio de régimen. Así, elaboran programas en los que aparecen unidos en un mismo objetivo el triunfo de la revolución y la caída de la dictadura. Al negar estos partidos la posibilidad de las reformas graduales y pacíficas del capitalismo, admitidas por los partidos socialistas que pertenecen al ala moderada del marxismo, su proyecto revolucionario está concebido como una transformación radical de la sociedad, violenta si fuera necesario. Para estos partidos la revoluci6n social, siguiendo la definición que ofrece Popper, <‘es una tentativa por parte de un proletariado considerablemente unido de conquistar en forma absoluta el poder político, puesta en práctica con el firme propósito de no detenerse ante la violencia en caso de que ésta sea necesaria para alcanzar los fines propuestos y para resistir todo esfuerzo de los adversarios tendiente a devolverles su influencia política.».9 Por tanto, independiente de la posible ambigúedad que contenga la doctrina marxista sobre el carácter violento o no violento de la revolución, en el caso de los partidos estudiados todos la admiten y la consideran un hecho probable. Hasta aquí hemos explicado que los partidos con los que se opera son partidos revolucionarios, porque siguen la interpretación radical del marxismo. Pero también es necesario señalar que estos partidos de la izquierda radical española, incorporan a esa interpretación marxista de la historia de la lucha de clases y de la revolución, los principios del marxismo bolchevique, es decir, las concepciones leninistas que constituyen la base de la doctrina comunista. 

La revolución del proletariado, según Lenin, sólo podrá triunfar si está dirigida por el propio partido de vanguardia de la clase, centralizado y provisto de los elementos más 7 revolucionarios de la misma, y si estos profesionales de la revolución han logrado educar, elevar y extender la conciencia política y la actividad revolucionaria de las masas. De otra parte, Lenin elimina toda posibilidad de obtener mejoras para los trabajadores durante una posible etapa intermedia de democracia burguesa, dado que la considera, exclusivamente, como el instrumento de dominación de los capitalistas. Poco antes de la revolución de 1917, Lenin elabora su concepción del Estado, entendiendo que «Todo Estado es una “fuerza especial para la represión” de la clase oprimida»,’0 que «la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática.»” y que el Estado burgués «no puede substituirse por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la “extinción”, sino sólo, por regla general, mediante la revolución violenta.»,’2 porque, efectivamente, si el Estado es sólo el instrumento de dominación violenta de una clase, sólo por la violencia se podrá despojar a dicha clase de su dominio. Esta concepción leninista supone, de acuerdo con Frangois Furet, que «L’État n’a plus aucune réalité sui generis, mais est totalement défini par l’exercice d’une violence de classe. La liquidation du juridique et du politique, amorcé par la philosophie marxiste, trouve paradoxalement son champion le plus radical chez un nouveau fondateur d’empire.».’3 La consecuencia es que todos los partidos de la izquierda radical y también otros que no pertenecen a ella, rechazan la democracia burguesa; como dice Guy Hermet sobre los comunistas españoles, «Pour les trotskystes comme pour les manistes-léninistes et autres variétés de dissidents, y compris ceux de la tendance «droitiére» animée par F. Claudin, le passage au socialisme doit s’effectuer d~s la chute du franquisme, sous l’hégémonie du prolétariat.».’’ 

Por último, seguimos aquí también a Furet, para señalar la completa deslegitimación que sufre el Estado democrático por medio de la teoría de Lenin sobre el imperialismo. Esta teoría substituye al Estado nacional, como objeto central de crítica o de análisis, por el capitalismo mundial. Así, muchos de los partidos estudiados se apoyan en ella para despojar al Estado de su propia entidad soberana y acabar atribuyendo la mayor parte de los males de la sociedad actual a los Estados Unidos de Norteamérica, superpotencia que representa a dicho capitalismo. Para los partidos de la izquierda radical, conquistar la democracia no constituye un objetivo ni siquiera secundario en sus primeros programas revolucionarios, porque, según ellos, tras la apariencia «formal» de la democracia, lo único real son los intereses de los capitalistas. La democracia para estos partidos no sólo no supone la emancipación de la clase obren, sino que sus formas de explotación, más veladas y ocultas que las de la dictadura, son más difíciles de desenmascarar y por ello también más peijudiciales para la toma de conciencia revolucionaria de las masas. Razón por la que encontramos, que cuando los discursos de los partidos analizados se radicalizan fusionando significados distintos, suelen hacer referencia a los procesos de «fascistización» de la sociedad capitalista mundial, llamando con ello la atención sobre el carácter secundario que tienen los Estados nacionales en ese proceso. La pérdida de la legitimidad y de 8 la soberanía del Estado en la doctrina marxista, es un largo proceso que comenzó con Marx y que se prolonga hasta la actualidad. Como dice Frangois Furet: Dans Marx, VÉtat est l’agent de la société civile, mais il est porteur de l’illusion communautaire qui est aussi une part de l’histoire comme le montre la Révolution frangaise. Dans Lénine, il n’est plus que l’instrument de l’oppression des masses par l’oligarchie propiétaire et bourgeoise, mais il conserve son róle d’acteur collectif national. Dans le post-léninisme, il perd méme ce sens primordial, puiqu’il aliéne son indépendance á la mondialisation de l’économie capitaliste.’5 

A partir de los elementos descritos, la revolución preconizada por los partidos de la izquierda radical, igual puede ser la insurrección armada de los trabajadores para acabar con el poder del Estado burgués e imponer la dictadura del proletariado, que el inicio de la guerra contra cualquier objetivo que represente los intereses del capitalismo; y en ambos casos, la decisión sobre la estrategia más adecuada corresponde al partido de los revolucionarios, que es el que tiene el conocimiento de la doctrina del socialismo científico y la experiencia revolucionaria. A modo de resumen, en este estudio se opera con partidos revolucionarios que interpretan la revolución como una transformación del orden social, por medio de un cambio total y radical de todas las circunstancias de la sociedad, y posiblemente violento. Este proyecto, si bien está contenido en la doctrina marxista bajo unas determinadas condiciones, los partidos estudiados encuentran en los textos de Lenin las teorías más contundentes sobre esta vía al socialismo. Las afirmaciones taxativas de Lenin sobre la necesidad de destruir el Estado burgués, saltar la etapa de la democracia parlamentaria y dirigir la revolución por medio de un partido de activistas profesionales, se convierten en líneas maestras de la acción política de estos partidos, cuyo rasgo principal es el voluntarismo, en oposición a la interpretación, también marxista, que deposita la esperanza de la extinción del capitalismo en el determinismo histórico. De otra parte, la teoría de Lenin sobre el imperialismo, mencionada más arriba, tiene una importancia primordial en el tercermundismo de la mayor parte de los partidos estudiados. La teoría del imperialismo, además de disolver los pocos vínculos que quedaban entre Estado nacional y sociedad en la concepción del Estado marxista, permite unificar el sentido de todas las luchas y reivindicaciones de las distintas clases y pueblos oprimidos en un único y común enemigo, el capitalismo mundial. En los años cincuenta y sesenta, el marxismo y más exactamente la teoría del imperialismo, confluye con las ideas sobre la liberación nacional y social que nacen en los países incursos en procesos de descolonización, de independencia, o que sufren algún tipo de colonialismo político o económico. Esta confluencia da lugar a variadas teorías y movimientos terceristas que comparten un común antiimperialismo y neutralismo, en principio tanto hacia los 9 Estados Unidos de Norteamérica como hacia la entonces Unión Soviética. 

Así, frente a los países capitalistas, el Tercer Mundo se convierte en protagonista de unos movimientos sociales de marcado carácter nacional, antiimperialistas, que aglutinan diversas corrientes y grupos, los cuales luchan contra el pasado colonial, por la «liberación» de sus pueblos y cuyas doctrinas, en algunos casos, están inspiradas en un marxismo más o menos difuso. Los intelectuales próximos a la izquierda radical europea se ocupan de integrar en el marxismo los programas de liberación nacional del Tercer Mundo, más allá de lo que los principios rectores de dicha doctrina parecían admitir. Dada la amplitud, diversidad y contenidos diferentes de las teorías y movimientos del Tercer Mundo, debemos señalar que en este estudio, empleamos el término tercermundismo para referimos a la afinidad que manifiestan los partidos estudiados con las luchas y movimientos tercermundistas de carácter antiimperialista y revolucionano. Al final de los años sesenta, los partidos izquierdistas europeos ven en las luchas del Tercer Mundo la nueva esperanza para el triunfo de la revolución fracasada en Occidente. La guerra de Argelia contra la metrópoli, la revolución cubana, la guerra de Vietnam, la lucha de Mao Zedong en la guerra de China contra el Japón, todas son consideradas partes de un mismo conflicto de los pueblos contra el imperialismo, el cual puede tomar diferentes formas según cada lugar, pero constituye siempre un sólo enemigo a los ojos de esos partidos. De acuerdo con Gérard Chaliand, consideramos que «Le tiers-mondisme, issu de la conception léniniste de l’impérialisme, se fondait d’une part sur les potentialités révolutionnaires des peuples d’Asie, d’Afrique et d’Amérique latine, et d’autre part sur la crise que les régimes révolutionnaires ne manqueraient pas de provoquer en faisant cesser le pillage des mati~res premiéres.»;’6 el tercermundismo nace así de una confluencia de situaciones que afectan tanto a Europa como al Tercer Mundo y de las que cabe destacar, como señala Chaliand, la descolonización, la crisis de lo político engendrada por el estalinismo y el final del papel revolucionario atribuido hasta entonces al proletariado. 

La unidad y solidaridad de la clase obrera en la lucha por su emancipación, es entonces substituida por la unión de todos los colonizados bajo la dirección de las masas campesinas. La revolución ya no es obrera sino campesina, pero su objetivo sigue siendo el socialismo, si bien pasando por la liberación de la nación y la construcción de un «hombre nuevo», como dice Frantz Fanon y anteriormente también Mao Zedong. En 1961, Fanon reivindica el papel revolucionario principal de los campesinos en los países colonizados e incluso incluye a todos los sectores desarraigados de esos países. El máximo defensor de la descolonización como un fenómeno revolucionario y violento, dice así: La paysannerie est laissée systématiquement de cóté par la propagande de la pluplart des partis nationalistes. Or il est clair que, dans les pays coloniaux, seule la paysannerie est 10 révolutionnaire. Elle n’a rien á perdre et tout á gagner. Le paysan, le déclassé, l’affaxné est l’exploité qui découvre le plus vite que la violence, seule, paye.’7 Fanon circunscribe la función revolucionaria de los campesinos a los países del Tercer Mundo. Pero dada la imposibilidad de hacer triunfar la revolución proletaria en Europa, algunos partidosrevolucionarios ensayan esos modelos en los países occidentales, bien como avanzadillas de la misma revolución tercermundista, bien por creer en la existencia de una explotación imperialista y capitalista mundial que justifica una interpretación unificadora de todas las luchas y reivindicaciones de los pueblos, cualquiera que sea el lugar y las condiciones en que se produzcan. En este segundo sentido, la realidad está determinada por la contradicción entre el imperialismo capitalista y los pueblos, interpretación que encontramos en algunos de los partidos aquí estudiados; en ella carecen de importancia, en último análisis, la política, las diferencias entre los distintos tipos de Estados, los grados de democracia, o las formas específicas que toma la explotación. Las distintas luchas políticas, sociales o culturales se fusionan en un discurso que integra significados diferentes o incluso contradictorios; y como dice el profesor Wieviorka, «Estas diversas figuras de la fusión ideológica no son necesariamente violentas. Sin embargo, constituyen a menudo el camino obligado que conduce a las armas.>’.’8 La influencia del tercermundismo en las organizaciones y partidos de la izquierda radical española comienza ya a manifestarse desde la fundación del Frente de Liberación Popular, constituido en 1958. A sólo cuatro años del inicio de la rebelión argelina contra Francia, dirigida por el Frente de Liberación Nacional, el FLP toma un nombre que denota su afinidad con estas luchas. Desde entonces se observa cómo los términos emancipación y clase obrera suelen ser substituidos por los de liberación y pueblo, o popular, y en algunos casos la liberación es a la vez popular y nacional. No obstante, existen importantes diferencias en este genérico tercermundismo que afecta a todos los partidos de la izquierda radical. Para algunos constituye una etapa inicial de su historia; para otros es la vía de acceso a una filiación maoísta, que en el contexto de crisis del comunismo soviético, agotamiento de los proyectos revolucionarios en Europa y extensión de los mismos en el Tercer Mundo con ocasión de la descolonización, aparece como el modelo más completo de liberación popular, además de representar la continuidad con el comunismo revolucionario; y para otros en fin, los trotsquistas, las luchas revolucionarias del Tercer Mundo, nacidas fuera de la influencia del stalinismo, reflejan la crisis del imperialismo y del stalinismo y el ascenso de la revolución mundial. Por último, cuando el discurso fusiona los distintos significados de las luchas y convierte al imperialismo, bajo sus diferentes formas, en el principal enemigo contra el que combatir, la vía que toma la acción suele ser el recurso a la violencia. 11 En cuanto al tipo de organización de los partidos estudiados, analizamos partidos que poseen una estructura con articulación fuerte y centralizada, que como dice Maurice Duverger, «corrigen el efecto de este término»’9 con el nombre de centralismo democrática, que además constituye un sistema más flexible y por ello más eficaz, que el centralismo autocrático. El centralismo democrático, como sistema de obtención de información desde la base hasta el centro directivo y de transmisión de las decisiones desde el centro a la base, por medio de una serie de organismos intermedios, rige el funcionamiento de estas organizaciones. Este tipo especial de articulación centralizada, junto con la más rigurosa disciplina en la aplicación de las decisiones, son características comunes a todos los partidos que se organizan siguiendo la teoría del partido de Lenin. No obstante conviene mencionar algunas diferencias en la aplicación del centralismo democrático por parte de los partidos trotsquistas. 

Al menos en lo que se refiere a la LCR, este partido reconoce el derecho de tendencia y concede una atención especial a los métodos democráticos en el interior del mismo. De otra parte, los partidos que evolucionan a grupos violentos, no sólo aumentan la centralidad de la decisiones sino que se dotan de una organización paralela con fines militares, directamente dependiente de la dirección y separada del resto de la organización. En unos casos, esa organización paralela constituye las denominadas secciones técnicas, o frente militar y en otros casos, toma un nombre propio y diferente al del grupo que la promueve y dirige. La articulación de la estructura fuerte y centralizada de las organizaciones de la izquierda radical estudiada, se corresponde con un determinado tipo de miembros, que se caracterizan por su alto grado de participación y entera dedicación al trabajo del partido. Como señala Duverger, «los partidos modernos, a base de células y de milicias, centralizados y organizados, encuadran masas fanáticas, en las que una fe religiosa se superpone a una disciplina casi militar».20 De las tipologías de los partidos enunciadas por Maurice Duverger en 1951, los aquí estudiados, corresponden a los partidos de fieles, tercera categoría entre los partidos de cuadros y los partidos de masas. Como partidos de fieles poseen algunas propiedades semejantes a los partidos de masas, de los que son un tipo especial, como señala Duverger. La financiación por medio de las cuotas de sus miembros, la centralización, la estructura fuertemente articulada y la adhesión reglamentada, formal y con padrinazgo son rasgos comunes. Sin embargo como partidos de fieles controlan rigurosamente el ingreso de los nuevos militantes e incluso el de sus simpatizantes, no sólo por razones de seguridad, sino también de calidad; en los casos estudiados este tipo de adhesión adquiere caracteres exagerados debido a las condiciones de clandestinidad, razón por la que las precauciones que toman se asemejan mucho a las descritas sobre los primeros tiempos de la historia de los partidos comunistas. Además vigilan la ideología, formación y disciplina de sus militantes y siempre están dispuestos a las depuraciones y 12 expulsiones con tal de conservar la «pureza» ideológica del partido y la calidad de sus miembros en cuanto a entrega, obediencia y formación. Son partidos organizados siguiendo la teoría de Lenin, lo que supone, como dice Duverger, que «No es ya la concepción de un partido de clase: es la concepción de un partido de élite.t21 

Todas las organizaciones estudiadas se consideran, o proyectan ser, el partido de los revolucionarios descrito por Lenin. Un partido que sólo reúne a los elementos más avanzados de la clase obrera, aquéllos que tienen mayor conciencia revolucionaria, que sean la vanguardia de la clase. En realidad, estos partidos tienen los mismos rasgos que Duverger atribuye a los partidos comunistas, aunque más exagerados debido a su juventud, al tamaño reducido de sus organizaciones y a la extremada ideologización que reciben sus miembros. Al igual que en dichos partidos, la naturaleza de la participación de los miembros es totalitaria, en cuanto que los militantes se comprometen con una entrega total al partido y se adhieren a su doctrina, no sólo como conjunto de ideas políticas, sino como explicación global de la realidad que afecta a todos los ámbitos de la vida. Y como en aquéllos, consideran al partido el único y verdadero depositario de la ortodoxia marxista y el único legitimado para dirigir a las masas. Desde un análisis del sistema de partidos, una vez iniciada la transición política a la democracia y celebradas las primeras consultas electorales, los partidos de la izquierda radical española no obtienen representación parlamentaria y se sitúan en el límite del sistema político o en el exterior del mismo en relación con las demás fuerzas políticas. Pero dado que la mayor parte de la historia de estos partidos transcurre durante la dictadura, no hacemos referencia al carácter leal o desleal, antirrégimen, o antisistema, de sus programas hasta el momento en que definen sus posiciones sobre la Constitución de 1978. Excepto los partidos que forman parte del consenso constitucional, los demás se convierten en partidos desleales al sistema político y practican el «oportunismo institucional» ,22 entendido según la definición del profesor Cotarelo. Los partidos que optan por la práctica de la violencia o incrementan la acción terrorista, pierden la condición de tales, porque, de acuerdo con Philippe Raynaud,23 no existen partidos terroristas, ya que el terrorismo encierra una exterioridad al movimiento social real, necesaria para proteger a sus militantes. Nos resta hacer algunas observaciones sobre el uso del término radical, dados los distintos significados que contiene esta palabra y su derivado, el radicalismo. De una parte, el radicalismo, como señala Arturo Colombo, es un «movimiento heterogéneo de ideas, surgido en tierra inglesa hacia fines del siglo XVIII y posteriormente difundido también en el continente europeo, con el preciso objetivo de abandonar toda hipótesis retardataria y toda táctica moderada para dar paso a un proceso de robusta (y por tanto “radical) renovación en los diversos sectores de la vida civil y del ordenamiento politico.t~ 13 Jeremy Bentham primero y John Stuart Mill después, dan un gran impulso a este movimiento de reformadores ingleses, cuyos principios rectores Bentham sintetiza en «la consecución de la máxima felicidad de la mayoría, como medida del valor de toda acción política»? 

De otra parte, a mediados del siglo XIX los radicales forman partidos políticos de carácter liberal y reformista, que eran partidarios de reformas profundas en un sentido democrático: «sufragio universal, separación entre iglesia y estado, laicidad y obligatoriedad de la enseñanza»?6 Obviamente no son estos partidos el objeto de este estudio. El significado que tiene aquí el término, en un primer sentido, es el que hemos visto al clasificar los partidos dentro del ala radical del marxismo, siguiendo la distinción que hace Karl R. Popper entre los dos grupos principales del mismo, según sea la interpretación que hagan de la revolución social. Un segundo sentido más general, pero que no es contradictorio con el primero, nos lo ofrece la etimología de la palabra. El adjetivo radical da como uno de sus significados: fundamental, de raíz; y sus sinónimos son: esencial, substancial y básico. Otro significado hace referencia a aquel que es partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático y su correspondiente sinónimo es extremista. Ninguno de los adjetivos mencionados son ajenos a la forma de hacer política de estos partidos. Ellos quieren ser expresión de los aspectos fundamentales, originarios y puros del marxismo y del leninismo; ir a la raíz, a la esencia de la doctrina, abandonada por el revisionismo de los partidos comunistas tradicionales. Además intentan ir a la raíz del mal social, de la injusticia y de la desigualdad, porque consideran que de nada sirven la luchas parciales, que retardan la verdadera transformación social y que son insuficientes contra un sistema social decidido a explotar a los trabajadores. En este sentido, el radicalismo es, sobre todo, una actitud política extrema aplicable a cualquier filiación doctrinal y quienes la tienen y aplican son radicales en ella. El profesor Carlos Ollero al explicar que es el radicalismo, dice: «Aquí radicalismo significa una actitud, un medio de encararse con la realidad política, una especial incapacidad de adaptación y flexibilidad.».” Este contenido del término es el que creemos que nos permite hablar de izquierda radical, frente a aquélla otra que ha dejado de ser inflexible, para abordar los problemas políticos con realismo. .......///....... 





Un creciente clamor popular en las calles israelíes pide la salida

 de Netanyahu

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  • Escrito por Laura Fernández Palomo
  • Publicado en Internacional

Jerusalén (Israel), 25/07 / 2020.- Las personas asisten a una protesta contra los cargos de corrupción del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fuera de su residencia en Jerusalén, Israel, el 25 de julio de 2020. Netanyahu se enfrenta a un camino en curso con acusaciones presentadas por el Estado contra él Oficina del Fiscal por cargos de fraude, soborno y abuso de confianza. (Protestas, Estados Unidos, Jerusalén) EFE / EPA / ABIR SULTANJerusalén (Israel), 25/07 / 2020.- Las personas asisten a una protesta contra los cargos de corrupción del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fuera de su residencia en Jerusalén, Israel, el 25 de julio de 2020. Netanyahu se enfrenta a un camino en curso con acusaciones presentadas por el Estado contra él Oficina del Fiscal por cargos de fraude, soborno y abuso de confianza. (Protestas, Estados Unidos, Jerusalén) EFE / EPA / ABIR SULTAN
Miles de israelíes volvieron a pedir hoy en las calles la salida del primer ministro, Benjamín Netanyahu, cuestionado por su juicio por corrupción y su gestión de la pandemia de coronavirus, que no ha logrado evitar una peligrosa segunda ola.
Las protestas en Israel han pasado de ser semanales a casi diarias y congregan en cada convocatoria a sectores más variados, especialmente jóvenes, hoy centradas en Tel Aviv, frente a la residencia oficial del primer ministro en Jerusalén y frente a su residencia privada de la localidad costera de Cesárea.
Además, cientos de manifestantes con banderas israelíes y negras -insignia del movimiento que comenzó liderando las protestas- formaron largas filas en decenas de puentes e intersecciones de todo Israel.
"Cansados y frustrados", advertían en muchos de los carteles que portaban. El clamor popular contra Netanyahu no cesa y parece haber cogido fuerza en un movimiento trasversal, aunque el primer ministro lo ha calificado de "izquierda anarquista". "No permaneceremos en silencio y no nos rendiremos", corearon hoy los manifestantes.
HACIA UN MOVIMIENTO POPULAR
La Policía israelí movilizó a cientos de efectivos y bloqueó los accesos a las residencias de Netanyahu para impedir que se acercaran los manifestantes después de una semana con fuertes altercados, detenciones y dispersión con cañones de agua durante las protestas.
"Sacudiéndolos de sus sillas" fue el emblema principal en la protesta de Tel Aviv, con demandas socio económicas y alusiones a los casos de corrupción que implican a Netanyahu, que se repitieron en las numerosas protestas calificadas por los organizadores como "un llanto de la nación".
El movimiento antigubernamental conocido como Bandera Negra convoca desde marzo protestas por el proceso judicial de Netanyahu en el que está acusado de fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos separados de corrupción.
Pero desde hace dos semanas se están uniendo diferentes colectivos, grupos de jóvenes, desempleados y sectores afectados por la crisis económica provocada por la pandemia.
"Los miembros del partido Yesh Atid protestan esta noche en los puentes y cruces de Israel", publicó la formación centrista en sus redes sociales después de que su líder y jefe de la oposición, Yair Lapid, acusara esta semana a Netanyahu de haber "perdido el control" y le exigiera dimitir.
El primer ministro acusó al Canal 12 de "echar gasolina" por dar cobertura a las protestas, publicó el digital Times of Israel.
PÉRDIDA DE POPULARIDAD
Hasta los conductores que pasaban en coche junto a los manifestantes mostraban su apoyo, en un momento en el que las encuestas reflejan una pérdida progresiva de popularidad del jefe de Gobierno, especialmente entre los jóvenes.
El 78% de los jóvenes cree que el Ejecutivo está desconectado del interés público, según una encuesta publicada ayer por el diario Yediot Ahronot. Netanyahu lidera un Gobierno de unidad con el centrista Beny Gantz que se creó en marzo con carácter de emergencia para combatir la pandemia de coronavirus y reactivar la actividad económica.
Sin embargo, los dos líderes han mostrado continuos desacuerdos para abordar esta peligrosa segunda ola que está registrando cifras máximas de contagios con una media de dos mil infectados diarios en un país de casi nueve millones de habitantes.
El cierre prematuro que impuso Israel en marzo llevó al Gobierno a precipitar la apertura en abril cuando el país superó el 20% de paro frente al 4% que tenía en febrero y ahora intenta evitar otro cierre pero no consigue parar la propagación del virus.
La confianza en Netanyahu ha caído del 50% de entonces al 30% actual, sobre todo entre los votantes de su partido derechista Likud, reflejó un sondeo esta semana del Instituto por la Democracia de Israel.
El primer ministro considera que las manifestaciones están promovidas por "la izquierda anarquista para derrocar al gobierno de derecha y su líder", declaró durante la celebración de las protestas a las que se seguían sumando más ciudadanos según avanzaba la noche. EFE.

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