ME GUSTARÍA,...PERO A TODO LO QUE SE PUBLICA,...NO PUEDO ENTRARLE ¡¡??. Lmm.
ROLANDO ASTARITA, ESCRIBE SOBRE CAPITALISMO,...:
8 de abril de 2016
ROLANDO ASTARITA, ESCRIBE SOBRE CAPITALISMO,...:
8 de abril de 2016
Rolando Astarita.
rolandoastarita.com
1. Introducción
Hace muchos
años un defensor del sistema capitalista, un señor llamado Mandeville, escribió
un libro que en su momento fue famoso, La fábula de las abejas. Ahí
sostenía que “…para contentar al pueblo aun en su mísera situación, es
necesario que la gran mayoría siga siendo tan ignorante como pobre”.
Mandeville pensaba que el conocimiento por parte del pueblo era peligroso
porque “amplía y multiplica nuestros deseos, y cuanto menos desea un hombre
tanto más fácilmente pueden satisfacerse sus necesidades”.[1] Y
mucha gente sigue pensando así; de hecho, incluso, hace poco en el diario La
Nación, de amplia circulación entre la clase pudiente, apareció un largo
artículo, lleno de elogios a Mandeville y su La fábula de las abejas.
Pues bien, el
objetivo de este pequeño escrito es hacer exactamente lo opuesto de
lo que quería Mandeville. O sea, vamos a explicar, de la manera más sencilla
posible, qué es el sistema capitalista, por qué es un sistema que produce
concentración de la riqueza, por un lado, y al mismo tiempo genera miseria,
desocupación, y trabajos mal pagos y agotadores. Queremos ayudar a ubicar en
una perspectiva amplia las luchas sociales que el pueblo emprende diariamente.
O sea, que los trabajadores, los desocupados, conozcan por qué el actual
sistema económico podría cambiarse, y la sociedad podría organizarse de manera
que millones de personas no tengan que estar en una situación mísera. Que se
conozca por qué tenemos el derecho de conocer para “ampliar y multiplicar
nuestros deseos”, y para que algún día tengamos un mundo libre de miserias y
privaciones.
Empecemos
explicando las clases sociales.
2. Las dos grandes clases
sociales
El sistema
capitalista se caracteriza, en primer lugar, por el hecho de que las fábricas,
los campos, los bancos, los comercios, es decir, los medios para
producir, comerciar y para el intercambio, son propiedad privada de un
grupo social, los capitalistas. Frente a ellos se encuentra una
inmensa mayoría de personas que no son propietarias de ningún medio para
producir, y deben trabajar para los capitalistas por un salario. Son los obreros.
Ser obrero o
capitalista no es algo que podamos elegir a voluntad, porque está determinado
por la forma en que está organizada la sociedad. Para comprender este
importante punto, supongamos dos niños, uno hijo de obreros, el otro de empresarios.
El primero, cuando llegue a adulto, a lo sumo tendrá como herencia la casa de
sus padres; con eso no podrá para mantenerse, y deberá hacer lo mismo que hicieron
sus padres: contratarse como empleado u obrero. Es decir, pertenece a la clase
obrera desde su nacimiento, a la clase que no es propietaria de los medios
para producir. Es una situación que no elige, porque la conformación de la
sociedad lo destina a ese lugar. El segundo, en cambio, cuando llegue a adulto
va a heredar la empresa de sus padres, y estará destinado
"socialmente" a ser empresario. Como vemos, cada uno de estos niños
pertenecerá a grupos sociales distintos. ¿Qué los distingue? El hecho de que
uno de esos grupos es propietario de los medios de
producción, el otro no lo es. Los que no son propietarios están obligados a
trabajar bajo el mando de los que son propietarios.
A los grupos de
personas que se distinguen por la propiedad o no propiedad de los medios de
producción, se los llama CLASES SOCIALES. La clase capitalista es
la clase o grupo de gente propietaria de los medios de producción. La clase
obrera es el grupo que no es propietario de los medios de producción
y debe trabajar por un salario, bajo el mando de los capitalistas. Un obrero
puede ganar más o menos dinero, pero mientras no sea propietario de las
herramientas y máquinas con las que trabaja, y esté obligado a emplearse por un
salario bajo las órdenes del empresario, seguirá perteneciendo a la clase
obrera.
En esta
sociedad existen dos grandes clases sociales, los propietarios de los
medios de producción, que emplean obreros; y los no propietarios de los medios
de producción, que trabajan como asalariados para los primeros.
Entre estas dos
grandes clases sociales existe otra clase, que llamaremos la pequeña
burguesía. Este grupo ocupa una posición intermedia entre la clase obrera y
la clase capitalista, porque por lo general tienen una propiedad (por ejemplo,
un taxi, un pequeño comercio, son profesionales independientes), pero no
emplean obreros, y viven de su trabajo.
También existen
otros sectores, que son más difíciles de clasificar; por ejemplo, los
ladrones, los mendigos. Pero lo importante es que nos concentremos por ahora
en las dos grandes clases, la capitalista y la obrera, para analizar qué
relación existe entre ambas. Esta relación nos mostrará el secreto del
funcionamiento de este sistema capitalista.
Antes de
terminar este punto, queremos refutar una idea que tratan de inculcar, y que
viene a decir que es "natural" que los seres humanos pertenezcan a
clases diferentes. Según este argumento, pareciera que la naturaleza ha
dispuesto que algunos vengan a este mundo siendo propietarios de los medios
para producir y comerciar, y otros no. En el mismo sentido, se nos quiere hacer
creer que hace muchos años, hubo un grupo de gente que ahorraba y trabajaba
mucho, y otro que haraganeaba todo el día. Entonces, el primer grupo se hizo
propietario, y a partir de allí sus hijos y todos sus descendientes ya no
tuvieron que trabajar. Mientras que los del segundo grupo, los holgazanes, se
vieron obligados a trabajar como empleados, y todos sus descendientes también,
y ya no pudieron salir de esa situación.
Como se puede
intuir, todos estos son cuentos para disimular el hecho de que esta sociedad
está dividida en clases, que esta situación ha sido provocada por la evolución
de la historia humana, y por lo tanto es modificable. Veamos ahora qué sucede
cuando un obrero trabaja para el patrón.
3. La explotación I: ¿qué es el valor?
Vamos a
comenzar por una pregunta que está en la base de toda la economía: de dónde
viene el precio de las cosas que compramos o vendemos. Aquí vamos a dar una
explicación muy sencilla, que nos servirá para lo que sigue.
Cuando hablamos
de precio, nos referimos al valor económico que tiene una
mercancía. Por ejemplo, si un reloj tiene un precio muy alto, decimos que
tiene mucho valor; de un producto de mala calidad, decimos que vale muy poco.
Entonces, ¿Qué es lo que da valor a las cosas? ¿Por qué algunas tienen mucho
valor (son caras) y otras no?
En el siglo
pasado, varios economistas llegaron a la conclusión de que lo que otorga valor
a las mercancías (por lo menos, de todas las que se hacen con vistas a la
venta) es el trabajo humano empleado para producirlas.
Por ejemplo, si
un mueble tiene una madera muy pulida, si tiene muchas manos de barniz, es
decir, si tiene muchas horas de trabajo invertidas en su fabricación, tendrá
más valor que otra mesa mal terminada, mal pulida. Supongamos que en la
primera se han empleado 20 horas de trabajo, y en la segunda 10 horas. La
primera tendrá el doble de valor que la segunda y eso se manifestará en el
precio: podemos suponer que la primera costará el doble de dinero que la
segunda. Por ejemplo, si la primera vale 100 pesos y la segunda 50 pesos,[2] esa
diferencia expresará que en la primera se empleó aproximadamente el doble de
tiempo de trabajo para producirla.
La fuente de
valor es el trabajo humano que se invierte en producir, en modificar materias tomadas de la naturaleza, para crear los bienes de
uso que empleamos en nuestras vidas.
Entonces el
valor es una cualidad, una propiedad, de los bienes que compramos o vendemos,
que tiene algo así como dos "caras": por un lado, es el tiempo de
trabajo que se emplea para producir ese bien; ésta sería la cara oculta, la que
no vemos a primera vista, cuando estamos en el mercado. Por otro lado, ese
tiempo de trabajo se nos muestra en el precio, en el dinero que pagamos cuando
lo compramos o que recibimos cuando lo vendemos; esta es la cara visible del
valor, que hace que no nos demos cuenta de que, al comprar o vender cosas,
estamos comprando o vendiendo tiempos de trabajo.
Por eso, cuando
decimos que un bien (una mesa, una camisa, etc.) vale tanto dinero, estamos
diciendo en el fondo que se empleó una cierta cantidad de trabajo para
producirla. A pesar de que esto no aparece a la vista, los empresarios siempre
están calculando los tiempos de trabajo empleados. Por ejemplo, los empresarios
del acero calculan que en Argentina, para producir una tonelada de acero, hoy
hacen falta 11 horas de trabajo, en Brasil 8 y en México 12. Estas diferencias
pueden estar dadas por las diferentes técnicas, o por otros motivos.
Por supuesto,
un trabajo más complejo, más difícil, agrega más valor. Daremos un ejemplo.
Supongamos que un campesino leñador va a un bosque y corta un árbol, y lo
transporta hasta el pueblo, donde vende la madera, y que toda esa operación le
lleva 10 horas de trabajo; supongamos que en cada hora de trabajo los hacheros
generan 5 pesos de valor. Por lo tanto, este campesino podrá vender la madera
en 50 pesos (10 horas de trabajo x 5 pesos = 50 pesos). Pero quien compra ahora
la madera es un artesano, tallador experto, que saca de ella un bonito adorno.
Supongamos que este artesano emplea otras 10 horas de trabajo, pero esta vez,
como su trabajo es más complejo, más difícil, en cada hora de trabajo agrega 15
pesos de valor, en lugar de los 5 que generaba el leñador. Por lo tanto, habrá
sumado a la madera un valor de 150 pesos (10 horas de trabajo x 15 pesos = 150
pesos). El adorno, de conjunto, valdrá 200 pesos = 50 pesos (valor creado por
el leñador) + 150 pesos (valor creado por el tallador). Estos 200 pesos representarán
10 horas de trabajo "simple", del leñador, y 10 horas de trabajo
complejo, del artesano tallador. También podríamos reducir todo a horas de
trabajo simple, por ejemplo, decir que los 200 pesos que vale el adorno
representan 40 horas de un trabajo tan simple como el que realizó el leñador.
4. La
explotación II: ¿qué es el plusvalor?
Conociendo qué
es el valor, podemos saber cómo surge la ganancia del empresario. Veamos qué
sucede cuando el obrero trabaja en una fábrica por un salario.
Supongamos que
en una empresa el obrero utiliza un telar, e hila algodón. El algodón que
emplea diariamente para hacer el hilado tiene un valor de 100 pesos. Supongamos
también que el obrero hace un trabajo simple, durante 10 horas, y crea un nuevo
valor, de 50 pesos. Por otra parte, por el desgaste del telar, los gastos
de luz, agua, y otros, hay que agregar otros 10 pesos de valor. La cuenta es:
100 pesos que
vale el algodón que emplea
+50 pesos que
agrega el obrero con su trabajo diario de 10 horas
+10 pesos de
gastos del telar, y otros gastos
Total: 160
pesos que vale el hilado.
¿Dónde está la
ganancia del dueño de la empresa? ¿De dónde puede salir? Esta era la gran
pregunta que se hacían los economistas en el siglo pasado, y no acertaban a
responder. La respuesta que dio Carlos Marx es la siguiente: el obrero agregó
con su trabajo 50 pesos de valor al hilado. Pero el dueño de la empresa
no le devuelve ese valor que produjo, porque sólo le paga de acuerdo a lo
que necesita para mantenerse él y su familia, que será menos que los 50 pesos
de valor que ha creado. Por ejemplo, si el obrero necesita -en promedio- 25
pesos por día para comer, vestirse, pagar el alquiler, mantener a sus hijos
(aunque sea a nivel mínimo), el dueño de la empresa procurará pagarle sólo esos
25 pesos, que representan 5 horas de trabajo. De esta manera, el obrero habrá
empleado 5 horas en producir un valor igual a su salario, de 25 pesos. Y otras
5 horas habrá trabajado gratis, produciendo un PLUSVALOR o PLUSVALÍA de 25
pesos, que se los apropia el capitalista.
En algunos
casos los obreros, con sus luchas, consiguen aumentos, por ejemplo, llevar la
paga a 27 pesos; en otros casos, el dueño de la empresa logrará bajar el
salario, por ejemplo a 23 pesos. Pero siempre existirá ese plusvalor en favor
del capital. Hagamos ahora las cuentas totales:
El dueño de la
empresa invirtió: 100 pesos en comprar algodón; invirtió antes en las
instalaciones y las máquinas, y esto se lo va cobrando poco a poco, cargando 10
pesos por día en sus costos[3];
además, pagó 25 pesos al obrero: Por lo tanto el costo del hilado para él es de
125 pesos. Pero como el obrero creó un nuevo valor "extra" por 25
pesos, podrá vender el hilado en 150 pesos. Le quedan 25 pesos de ganancia.
Ahora, en cuentas:
100 pesos de
algodón
+10 pesos de
desgastes de la máquina
+25 pesos de
salario del obrero
+25 pesos
de plusvalía
Total: 160
pesos
Observemos
entonces que el capitalista le paga al obrero no de acuerdo al valor que
produjo, sino de acuerdo al valor de los alimentos, de la ropa, de la vivienda,
que necesita para vivir. Por eso Marx dice que el dueño de la empresa le paga
al obrero el valor de su fuerza de trabajo. El valor de la fuerza
de trabajo es el valor de la canasta de bienes que consume el obrero para vivir
y reproducirse.
De esta manera
el dueño de la empresa dispone de una forma de generar ganancias sin tener que
trabajar; o a lo sumo, trabaja en la vigilancia de los trabajadores, en
cuidar que éstos produzcan lo debido. Pero cuando es poderoso, contrata a los
capataces y supervisores para esa tarea. A esto le llamamos explotación,
porque el obrero produce más valor que el que recibe a cambio.
¿Por qué el
capitalista pudo hacer esto? Recordemos lo básico: porque es el dueño de los
medios de producción, es decir, de los medios para crear lo que necesitan los
seres humanos para vivir. Sin herramientas, sin materias primas, sin dinero
para mantenerse mientras produce, el obrero no puede vivir. Por eso está obligado a
vender su fuerza de trabajo al empresario, y a producir plusvalía para éste.
Recordemos lo que decíamos al comienzo: desde su cuna los obreros están
destinados a ir a trabajar por un salario, porque no disponen de los medios
para producir. Y si carecemos de herramientas y de las materias primas, si
tampoco tenemos un pedazo de naturaleza para proveernos, es imposible
alimentarnos, vestirnos, tener vivienda. Estar carente de propiedad es como
estar encadenado al capital; el obrero es libre sólo en apariencia.
5. ¿Qué es
capital?
Ahora estamos
en condiciones de definir qué es capital: es el dinero, los medios
de producción, y las mercancías, que son propiedad de los empresarios y se
utilizan en la extracción de plusvalía. Veamos esto con detenimiento.
Cuando el
empresario decide invertir su dinero, ese dinero es la forma que toma su
capital. Con ese dinero compra el algodón, el telar, el edificio de la
fábrica; por lo tanto, en esta segunda etapa, su capital está compuesto por
algodón, telar, edificio de la fábrica; o sea, el capital del empresario cambia
de forma: antes era dinero, ahora se transformó en medios de producción.
Pero además,
nuestro empresario contrata obreros, y por lo tanto una parte de su dinero se
transforma en el trabajo humano que genera la plusvalía. Así, otra parte de su
capital que tenía la forma dinero, ahora, mientras trabaja el obrero, se ha
transformado en trabajo, que está creando valor.
Posteriormente,
aparece el hilado terminado, que se destinará a la venta. Por consiguiente,
ahora el capital tomó la forma de hilado, existe como hilado; nuevamente el
capital cambió de forma. Por último, cuando el empresario vende el hilado,
habrá obtenido dinero, es decir, su capital ha vuelto a la forma de dinero.
Si lo analizamos
desde el punto de vista del valor, podemos ver que, por ejemplo, había un valor
igual a 1.000 pesos, que estaba en billetes; luego ese valor se transformó en
medios de producción (algodón, telar, etc.), y en trabajo de los obreros; al
salir del proceso de producción, los 1.000 pesos de valor se habían transformado
en hilado, y además se había engendrado una plusvalía, supongamos de otros 50
pesos. Por lo tanto, el valor originario, de 1000 pesos, se ha incrementado;
decimos que el valor se ha valorizado, gracias al trabajo del
obrero.
En vista de
esto, podemos decir que el capital es valor en movimiento y
transformación: primero aparece bajo la forma de dinero, luego de medios de
producción y trabajo, luego de mercancía, y por último de nuevo como dinero.
Capital es entonces valor que genera más valor sustentado por la
explotación de los obreros. El telar es capital porque está dentro de este
movimiento; lo mismo podemos decir del algodón, de la fábrica, o del dinero.
Observemos que
si el capitalista comprara el algodón y el telar, y contratara al obrero para
que le hiciera un hilado para su uso personal, el dinero gastado, el algodón,
el telar o el trabajo noserían capital. En este caso, el
capitalista probablemente estaría mejor vestido, pero no habría incrementado
el valor del dinero que poseía; por el contrario, lo habría gastado. Sólo hay
capital cuando se invierte con vistas a obtener una ganancia.
6. La acumulación de capital
Una vez puesto
en funcionamiento un capital, es decir, una vez que un capitalista inició el
proceso de comprar medios de producción y fuerza de trabajo, para producir
plusvalor, puede seguir acrecentando su capital.
Supongamos que
un capitalista tiene 10.000 pesos iniciales, invertidos en máquinas y materia
prima, con los cuales explota a un obrero. Supongamos que este obrero gana 200
pesos mensuales, y produce otros 200 pesos de plusvalía por mes. Supongamos
también que el capitalista tiene ahorrado dinero, de manera que puede vivir
como vive el obrero, durante varios meses. Si hace trabajar al obrero durante
varios meses, y ahorra la plusvalía, al cabo de 50 meses habrá reunido un fondo
de 10.000 pesos (200 de plusvalía por mes x 50 meses). Con este dinero ahora
podrá comprar otra maquinaria y contratar un segundo obrero, al que le pagará
también 200 pesos y del cual sacará otros 200 pesos de plusvalor. Con dos
obreros bajo su mando, nuestro capitalista podrá utilizar 200 pesos de
plusvalía para consumir y ahorrar otros 200 pesos de plusvalía por mes. O sea,
ya no necesita vivir de su fondo de reserva; ahora vive de la plusvalía.
Así, al cabo de
otros 50 meses tendrá otros 10.000 pesos, con los que podrá contratar
a un tercer obrero. Si todo sigue igual, ahora obtendrá otros 200 pesos de
plusvalía. Ahora podrá consumir un poco más, por ejemplo, vivir con 250 pesos,
y le quedarán 350 para ahorrar. Ahora podrá contratar a un cuarto obrero en
poco más de 28 meses. Si lo hace, y continúan las ventas de sus productos, y
los salarios siguen al mismo nivel, su plusvalía pasará a 800 pesos por mes. Y
después de varios ciclos tendrá necesidad de ampliar su establecimiento, para
contratar más obreros, que le darán más plusvalía. Por supuesto, ya no tendrá
ninguna necesidad de vivir estrechamente. Y dispondrá de un capital de varias
decenas de miles de dólares.
Este ejemplo es
imaginario, pero en líneas generales se reproduce en la vida real. Muchos
capitalistas en sus orígenes vivieron pobremente. De allí que muchos empresarios
nos digan que ellos, o sus padres, o sus abuelos "empezaron desde
cero". Pero esto no es cierto, porque tuvieron la posibilidad de tener un
pequeño capital inicial, y además tuvieron la suerte de que nada interrumpiera
la acumulación. Si se dieron esas condiciones, a partir de la explotación
del obrero el capitalista pudo acumular la plusvalía,
acrecentando más y más su capital. Esto se llama la ACUMULACIÓN DE CAPITAL.
Por otra parte,
los obreros, condenados a vivir con 200 pesos mensuales -el valor de su fuerza
de trabajo- no pueden acumular. Después de varios años habrán perdido su salud
trabajando, y estarán tan pobres como cuando empezaron. En el otro polo, el
capitalista habrá acumulado riqueza. El hijo del obrero estará condenado, con
toda probabilidad, a repetir la historia de su padre. El hijo del capitalista
estará destinado a otra historia, porque iniciará su carrera sobre la base de
la riqueza acumulada.
Volvemos en
cierto sentido al principio, pero ahora viendo cómo este movimiento del
capital reproduce en un polo a los obreros y en el otro a los
capitalistas, es decir, reproduce las clases sociales. Y no sólo las
reproduce, sino que las reproduce de forma ampliada, porque el
capitalista cada vez contrata más obreros, al tiempo que concentra más capital.
Si los
capitalistas se enriquecen cada vez más, si con ello aumentan las fuerzas de la
producción y la riqueza, y si los trabajadores siguen ganando lo mismo,
entonces, en proporción, los trabajadores son cada vez más
pobres. Incluso los obreros pueden aumentar el consumo de bienes, pero no por
ello dejan de ser pobres, porque la pobreza o la riqueza están en relación con
la situación de la sociedad y el desarrollo de la producción. Por ejemplo, en
el siglo 19 prácticamente ningún trabajador tenía reloj; el reloj era para
los ricos y nadie se consideraba extremadamente pobre si no tenía reloj. En
las fábricas hacían sonar unas sirenas para despertar a los obreros a las
mañanas y anunciar la hora de entrada al trabajo. Sin embargo hoy, en Argentina
un obrero que no tenga dinero para comprar un reloj (aunque sea uno "descartable")
es considerado extremadamente pobre. Con relación a la riqueza producida por
las modernas fuerzas productivas, podemos decir que los obreros y las masas
oprimidas son hoy tan o más pobres que lo eran hace cien años.
7. La lucha entre el capital y
el trabajo y el ejército de desocupados
Pero a medida
que ha ido creciendo el número de obreros agrupados bajo el mando de los
capitales, se fueron organizando para luchar por una parte de esa riqueza. Los
sindicatos, los partidos obreros y otras formas de organización surgieron al
calor de este movimiento de los trabajadores. Los obreros pelearon por aumentos
del salario, para que se les pagara mejor el valor de lo único que pueden
vender, su fuerza de trabajo. Esta es una manifestación de la lucha de
clases en la sociedad capitalista, es decir, de la lucha en defensa de
los intereses de clase, unos por aumentar la explotación, otros por ir en el
sentido contrario. Todas las mejoras de los trabajadores se consiguieron
gracias a esa presión, a las huelgas, manifestaciones, incluso revoluciones
contra el sistema explotador. Las mejoras de vida de la clase
obrera no fueron el resultado de la bondad de los empresarios, sino
conquistas que se arrancaron con pelea, es decir, con la lucha de la clase
obrera. Los políticos de la burguesía, así como la iglesia y otros ideólogos,
tratan de frenar y desviar la lucha de clases, predicando la conciliación entre
obreros y patronos. Los actuales dirigentes de los sindicatos, que han pasado
al lado de la patronal, hacen lo mismo. Los revolucionarios, en cambio, mostramos
la raíz de la explotación para fortalecer la conciencia de clase
obrera, para demostrar que la lucha entre el capital y el trabajo es
inevitable y necesaria, y el único camino para acabar con la explotación.
A pesar de las
gigantescas luchas obreras dentro del sistema capitalista, los empresarios
lograron, a lo largo de la historia, mantener a raya los salarios; los
trabajadores muchas veces obligaron a ceder, pero nunca pudieron hacer desaparecer
la plusvalía con la lucha sindical. Tomemos el ejemplo anterior, en donde al
obrero le pagaban 25 pesos diarios por su fuerza de trabajo, y producía 25 de
plusvalía. Dijimos que las luchas obreras podían arrancar aumentos de salario y
disminuir la plusvalía. Por ejemplo llevar el salario a 27 pesos y
la plusvalía a 23 pesos. Tal vez a 30 de salario y 20 de plusvalía; incluso si
la lucha obrera fuera muy fuerte, y los capitalistas estuvieran muy
necesitados de trabajo, los salarios podrían llegar a 35 pesos por día y la
plusvalía bajar a 15. ¿Puede seguirse así hasta acabar con la plusvalía y la
explotación?
La experiencia
nos muestra que no, que esta lucha económica tiene un límite.
Llegado un punto los capitalistas aceleran las innovaciones, introducen
maquinarias que reemplazan la mano de obra y despiden obreros. Marx cuenta un
caso de una zona de Inglaterra en que faltaban cosechadores, y los
trabajadores conseguían más y más aumentos salariales. Pero llegó un momento
en que a los empresarios les convino comprar máquinas cosechadoras, en lugar
de contratar obreros. Al poco tiempo había enormes masas de desocupados, que
peleaban por un puesto de trabajo, y los salarios se desplomaban. Hoy en
todos lados los capitalistas reemplazan a los obreros por máquinas; en las
fábricas automotrices, por ejemplo, en muchas líneas de montaje los robots
hacen el trabajo de varios obreros.
Así se generan
más y más desocupados, es decir, se crea un EJÉRCITO DE DESOCUPADOS, que es la
principal arma que tiene el capital para derrotar las luchas sindicales. Por
eso Marx decía que la maquinaria se ha transformado en un arma poderosa contra
la clase obrera. La maquinaria debería ser un instrumento para liberar al ser
humano de las penalidades del trabajo manual, pero bajo el dominio del capital
se convierte en un instrumento para esclavizar más al obrero; porque crea
desocupados, pero también porque los que conservan el empleo son sometidos a
mayores ritmos de producción, a peores salarios.
Pero existe otra
vía por la cual se crea desocupación. Cuando los capitalistas ven que las
ganancias están disminuyendo, comienzan a interrumpir sus inversiones. Por
ejemplo, el empresario que vende el hilado, en lugar de contratar de nuevo a
los obreros, guarda el dinero a la espera de que mejoren las condiciones para
sus negocios. Cuando muchos capitalistas hacen lo mismo, hablamos de una
crisis, y por todos lados aparecen obreros sin trabajo. En estos períodos se
crean enormes masas de desocupados.
En el mundo
capitalista desde hace por lo menos 20 años que ha estado creciendo la masa de
desocupados, porque se frenaron las inversiones y porque se introducen maquinarias
que desplazan a los obreros. Cuando se habla de la cantidad de robos que
existen actualmente, de que no hay seguridad en las calles, de que las cárceles
están llenas, se pasa por alto la raíz del fenómeno: la explotación capitalista
y las leyes de la acumulación. Estos desocupados y marginados por el sistema
presionan hacia abajo los salarios; y los capitalistas chantajean a los que
tienen trabajo con la amenaza de mandarlos a la miseria si no se someten a sus
exigencias.
El capitalismo
crea constantemente una masa de marginados, de pobres absolutos, que son
utilizados como arma de dominación contra la clase obrera.
Tomar
conciencia de los límites de las luchas por las reivindicaciones económicas es
fundamental para que la clase obrera no siga atada a los políticos de la
burguesía y para empezar a forjar su independencia de clase, esto
es, sus propias organizaciones, con un programa y una estrategia que apunten
contra la explotación del capital.
8. Hablan
defensores del sistema capitalista
Hace años,
cuando el sistema capitalista estaba surgiendo, los defensores del sistema
capitalista eran bastante conscientes de lo que estaba sucediendo.
Para verlo,
volvamos un momento al señor Mandeville, quien escribía:[4]
“La única cosa que puede hacer diligente al hombre que trabaja es un salario
moderado: si fuera demasiado pequeño lo desanimaría o, según su temperamento,
lo empujaría a la desesperación; si fuera demasiado grande se volvería
insolente y perezoso…”
Observemos en
esto tan importante: hay que mantener a la gente de manera que esté siempre “a
raya”; si los salarios son altos, los obreros son “insolentes”, o sea pueden
desafiar al patrón. Mandeville continúa:
“… en una nación
libre, donde no se permite tener esclavos, la riqueza más segura consiste en
una multitud de pobres laboriosos”
Efectivamente, “pobres
laboriosos”, esto es, gente que trabaja y es pobre. Vean más abajo cómo
éste es un rasgo típico del sistema capitalista actual.
Otro autor
defensor del sistema capitalista, llamado Morton Eden, escribía:
“Las personas de posición independiente deben su fortuna casi exclusivamente
al trabajo de otros, no a su capacidad personal, que en absoluto es mejor
que la de los demás. Es… el poder de disponer del trabajo lo que distingue a
los ricos de los pobres…”
Morton Eden
también decía que lo que convenía a los pobres no era una situación “abyecta
o servil”, sino “una relación de dependencia aliviada y liberal”.
Esto para que estén más entusiasmados por trabajar. Pero que nunca ganen lo
suficiente como para liberarse del capitalismo.
Otro teórico,
llamado Storch, escribía:
“El progreso de la riqueza social engendra esa clase útil de
la sociedad que ejerce las ocupaciones más fastidiosas, viles y repugnantes,
que echa sobre sus hombros todo lo que la vida tiene de desagradable y de
esclavizante, proporcionando así a las otras clases el tiempo
libre, la serenidad de espíritu y la dignidad convencional del carácter.”
Una clase hace
las tareas más “fastidiosas”, para que la otra clase tenga tiempo
libre para disfrutar sus countries, Punta del Este, recreaciones de
todo tipo y puedan, además, cultivar sus exquisitos espíritus.
Un reverendo,
llamado Towsend, agregaba:
“… el hambre no sólo constituye una presión pacífica,
silenciosa e incesante, sino que además… provoca los esfuerzos más
intensos”
Este señor “lo tenía
muy claro”, como se dice hoy: la amenaza del hambre es una “presión
silenciosa” que hace trabajar intensamente. ¿Qué trabajador no se
siente reflejado en estas palabras?
Pero además,
estas viejas ideas, ¿se siguen defendiendo hoy? La respuesta es que sí, que se
siguen defendiendo. Por ejemplo, a los alumnos de Ciencias Económicas se les
enseña, en los cursos que dictan los docentes que adhieren a la doctrina “oficial”,
que:
a) Debe existir un nivel de desempleo, que ellos llaman “natural”,
para que la economía funcione de mil maravillas.
b) Que por lo tanto el gobierno no debe intentar bajar esa tasa natural; lo
único que puede hacer es deteriorar más las condiciones de trabajo y bajar
salarios.
c) Que el que está desocupado es porque quiere, porque no acepta trabajar
por el salario que se le ofrece. Hace algunos años, en 2001, un alto
funcionario del Ministerio de Economía dijo que la desocupación en Argentina
era voluntaria. Lo dijo cuando millones de seres humanos estaban desesperados
buscando un trabajo.
Estas teorías
justifican entonces la desocupación y los bajos salarios, porque de lo que se
trata es de mantener sobre los obreros esa “presión pacífica,
silenciosa e incesante” para que hagan los “esfuerzos más
intensos”, de manera que siga aumentando la acumulación de riqueza y el
goce de la clase propietaria de los medios de producción.
9. El racismo,
la discriminación, la xenofobia, ayudan al capital
El capitalismo
no sólo ha dominado a través de la desocupación y la amenaza del hambre. O de
la represión abierta de los trabajadores cuando éstos quisieron cuestionar
seriamente el sistema (aunque este aspecto del problema no lo vamos a tocar en
este curso).
El sistema
capitalista también ha dominado con las divisiones que se producen entre los
trabajadores a partir de la discriminación. De múltiples
maneras en la sociedad se inculca la idea de que, por ejemplo, los negros son
inferiores. Expresiones como “negro villero” son comunes, y meten la idea de
que una persona de piel oscura puede ser sometida a las peores condiciones de
trabajo porque “es un ser inferior”.
De la misma
manera las mujeres son discriminadas sistemáticamente. Por ejemplo, está comprobado
que en promedio, y por igual trabajo, una mujer gana un 30% menos de salario
que el hombre.
Otro ejemplo es
lo que sucede con nuestros hermanos paraguayos, bolivianos, peruanos.
Constantemente en los medios se los presenta como “sucios”, “ladrones”,
incluso como “no ciudadanos”. Hace un tiempo el diario Crónica tituló
una noticia: “Mueren tres ciudadanos y dos bolivianos en un accidente
de tránsito”. De esta manera también a ellos se los presiona para que
acepten las peores condiciones de trabajo.
Todo luchador
social debería combatir por todos los medios estas formas de discriminación,
que dividen al pueblo. Toda división del pueblo trabajador sólo favorece el
dominio del capital. Y no habrá liberación de los trabajadores de la
explotación del capital en tanto no superemos estas lacras.
10. La competencia y la concentración de la riqueza
Si bien los
capitalistas están unidos cuando se trata de mantener la explotación, entre
ellos existe la más feroz competencia. Cada empresario trata de vender más
que sus competidores, sacarle clientes. Para eso, cada uno busca aumentar la
explotación de sus obreros y tecnificarse. Si un capitalista descubre una
técnica mejor para producir, procura que la competencia no la conozca, con la
esperanza de bajar los precios y arruinar a los otros. Los capitalistas que no
logran seguir el ritmo de la renovación tecnológica, se arruinan y son absorbidos
por la competencia o van a la quiebra.
Por eso Marx
decía que la competencia es como un látigo, que obliga a cada empresario a ir
hasta el fondo en la explotación de sus obreros. Esta es una ley de hierro en
la sociedad actual. Por esta razón la explotación no tiene que ver con la buena
o mala voluntad de algunos empresarios individuales. Puede haber dueños de
empresas que consideren inhumanas las condiciones en que viven los trabajadores,
pero seguirán manteniendo los salarios bajos y exigiendo más y más ritmo de
trabajo, argumentando que "si no lo hacemos la competencia nos va
a arruinar". Por eso no hay que esperar que los capitalistas "comprendan" las
necesidades de los trabajadores y modifiquen voluntariamente sus comportamientos.
Hoy este
impulso del sistema capitalista se ve multiplicado por la competencia internacional.
Los capitalistas de todos los países están lanzados a una carrera desesperada
por bajar los costos, por aumentar la explotación, para sobrevivir en el
Mercosur y en otros mercados mundializados. Los empresarios hacen un chantaje a
los trabajadores porque dicen: "si no aceptan todas las condiciones de
trabajo que impongo, voy a invertir en otro país".
Esta lucha
entre los capitalistas por aumentar la explotación para sobrevivir es la razón
principal por la cual en el capitalismo existe un impulso permanente a aumentar
la explotación.
En la lucha
entre los capitales, inevitablemente muchos caen, y son "comidos"
por los más fuertes. Como dice el dicho popular, el pez gordo se come al pez
chico. Todos los días se fusionan capitales, hay empresarios que compran
fábricas en quiebra, hay comercios y bancos que caen en problemas y no pueden
sobrevivir. Millones de cuentapropistas, de pequeños campesinos, aun de
pequeños empresarios, se funden, y van a la pobreza absoluta o a trabajar de
obreros. Un ejemplo es lo que sucedió con la entrada de los hipermercados.
Miles y miles de almaceneros, panaderos, carniceros, se arruinaron y ellos, o
sus hijos, tuvieron que emplearse como asalariados, muchas veces en los mismos
supermercados que los hundieron.
Así los
capitales cada vez más se concentran en pocas manos. Hoy, las 200 corporaciones
más grandes del planeta tienen ventas equivalentes al 28% de la actividad
económica del mundo. En cada país podemos ver cómo un puñado de 300 o 400
empresas tiene un peso descomunal en la economía; algunas compañías transnacionales
tienen ventas anuales por sumas que superan largamente los presupuestos de la
mayoría de los países. En manos de algunas decenas de miles de grandes
capitalistas se concentra el poder de dar trabajo o no a cientos de millones de
desposeídos.
11. ¿Qué es el capitalismo hoy?
Lo que explicamos teóricamente
tiene su reflejo en la realidad del mundo. El sistema capitalista impulsa a
aumentar la explotación. Tengamos entonces una visión global.
En todos los países se procura
que cada producto “contenga el máximo posible de trabajo impago” y para eso
todo capitalista busca acelerar los ritmos de trabajo y reducir el valor de la
fuerza de trabajo. Se desarrolla de así un hambre incesante por el plusvalor,
por el tiempo de trabajo excedente. ¿Por qué puede el capital imponer esto?
Una razón es la amenaza de mudar
plantas o de no invertir si la fuerza laboral no se allana a las exigencias del
capital. Los empresarios muchas veces dicen: si los sindicatos de este país no
aceptan tal o cual condición laboral, o tal o cual salario, nos vamos a otro
país. O sea, es el chantaje de la llamada huelga de inversiones.
“Si no se allanan a lo que pido, no invierto”. También está la presión de las
importaciones. Es que hay empresarios que dicen: “si no se aceptan
estos salarios y condiciones de trabajo, cierro la empresa porque me conviene
importar más barato desde otro país”.
En segundo lugar, como hemos
dicho, por la presión que ejercen el ejército de desocupados. Según la
Organización Internacional del Trabajo, en 2004 había unos 188 millones de
desocupados en el mundo. En Argentina la desocupación, a pesar de que bajó en los
últimos años, sigue siendo muy alta.
A esto se suman las corrientes
migratorias de mano de obra, especialmente hacia los países adelantados. Y la
incorporación a la fuerza laboral de mujeres, niños, inmigrantes y minorías que
en su mayoría tiene bajos índices de sindicalización.
De
esta manera reaparecen formas de explotación que nos retrotraen a las escenas
de Inglaterra de los siglos 18 y 19 en los orígenes del capitalismo industrial.
Por ejemplo, en las fábricas de computadoras de China se imponen condiciones
que pueden calificarse directamente de “carcelarias”; en muchas
empresas los trabajadores o trabajadoras no pueden hablar, no pueden levantarse
para ir a tomar agua o al baño; existen regímenes de castigo durísimos por
faltas leves o distracciones, con jornadas de trabajo que pueden prolongarse
hasta 16 horas. En muchas fábricas las trabajadoras duermen en las empresas, en
condiciones extremadamente precarias. El desgaste físico y nervioso es tan
grande que a veces son “viejas” con apenas 30 años; además hay
problemas auditivos y visuales, debido a las largas horas que pasan probando
monitores y equipos. Sobre los salarios, escuchemos este testimonio de C.,
trabajadora en una empresa china de productos electrónicos:
“He estado en la
fábrica desde hace dos años y medio y lo más que he ganado ha sido un poco más
de 60 dólares (por mes). Eso fue lo que obtuve después de haber trabajado más
de 100 horas extra. … ¿Cómo puede ser eso suficiente para nosotros? Uno tiene
que comprar por lo menos las provisiones diarias y si me compro algo de ropa se
me termina el sueldo. Es incluso peor en la temporada baja, cuando no tenemos
horas extra. Cuando nos obligan a tomar un día porque no hay pedidos y no
tenemos trabajo que hacer, nos lo deducen del sueldo”.
En
muchos sectores y países se repiten estas situaciones. El siguiente es un
testimonio de K., un trabajador del vestido de Bangladesh:
“No he tenido
descanso en dos meses y trabajo desde las 8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la
noche; algunas veces incluso toda la noche. Por eso estoy enfermo. … Tengo
fiebres y no tengo energía. … No pagan las horas extras, dicen que he trabajado
30 o 40 horas en un mes cuando en realidad he hecho 150. No hay registro, de
manera que pueden decir lo que quieren”.
Y
el siguiente es el testimonio de Helena, ex trabajadora nicaragüense de una
maquila:
“Los malos
tratos eran permanentes. Cualquiera puede cometer un error: si te equivocabas,
te golpeaban en las manos, en la cabeza, te trataban de burra, de animal. Si
parabas un segundo para tomar un vaso de agua, aullaban. El salario de base era
de 22 dólares por semana. Yo llegaba a las 7 de la mañana y salía, en general,
a las 9 de la noche; hacía cuatro horas extras, pero me pagaban dos
Seguramente
cada uno de ustedes puede encontrar testimonios semejantes en Argentina.
Indaguemos cómo se trabaja en talleres, en comercios, en empresas del
transporte. Ausencia de derechos sindicales, falta de respeto a cualquier norma
de seguridad o higiene, desconocimiento de francos y licencias por enfermedad,
salarios que muchas veces no alcanzan siquiera para mantenerse con el mínimo de
subsistencia.
Por
otra parte se calcula (datos de 2000) que en el mundo trabajan unos 186
millones de niños y niñas de entre cinco y 14 años; de ellos, 5,7 millones
realizan trabajos forzados; 1,8 millones están en la prostitución y 0,3
millones en conflictos armados.
Pero
si se toman los que trabajan en forma intermitente, la cifra se eleva a entre
365 y 409 millones, y si se agrega el trabajo no contabilizado de las niñas –en
su mayoría hogareño- la cifra oscila entre 425 y 477 millones. Los niños y
niñas realizan trabajos tan diversos como agricultura, confección, fabricación
de ladrillos, actividades mineras, armado de cigarros, cosido de pelotas de béisbol
o pulido de piedras preciosas, entre otros. Casi por regla general están
sometidos a condiciones infrahumanas, son prácticamente esclavos privados de su
niñez y, por supuesto, de todo acceso a la educación; en los países
subdesarrollados uno de cada siete niños o niñas en edad escolar no concurre a
la escuela. Dicen dos economistas del Banco Mundial:
“En los noventa,
luego de la Convención de los Derechos del Niño (1989) y una confluencia de
factores desde la globalización a la recolección sistemática de estadísticas
por la Organización Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y diversos
países, el mundo se hizo consciente de que desde una perspectiva global la
situación del trabajo infantil no era mucho mejor de lo que había sido durante
la Revolución Industrial.”
Aclaremos
que durante al Revolución Industrial, ocurrida en Inglaterra a fines del siglo
17, se registraban abusos terribles de explotación del trabajo infantil. Desde
entonces se nos ha dicho que aquellas épocas habían quedado definitivamente en
el pasado, que en el capitalismo moderno ya no sucedían. Pero vemos que no es
así, que siguen sucediendo y a una escala mayor, porque ahora se
trata del capitalismo en todo el mundo.
Incluso
en países desarrollados como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos muchos
menores en edad escolar están trabajando. En Gran Bretaña algunos estudios
consideran que en los últimos 35 años entre un tercio y dos tercios de los
niños en edad escolar estuvieron en trabajos remunerados; si se toma en cuenta
a quienes alguna vez trabajaron (en lugar de a quienes están trabajando en el
momento de la encuesta) la cifra se eleva a entre el 63 y 77%.
En la Unión Europea de conjunto
en los noventa aproximadamente un 7% de los niños de entre 13 y 17 años
trabajaba.
En lo que respecta a las mujeres,
en promedio reciben un salario equivalente a las dos terceras partes de lo que
reciben los hombres, muchas veces carecen de protección frente a malos tratos y
abusos; y sufren más agudamente la precarización laboral que los hombres,
además de estar obligadas a realizar trabajos por los que no reciben en
absoluto remuneración alguna.
En los países desarrollados
también se registra la tendencia al aumento de la explotación de la clase
obrera en su conjunto. Por ejemplo en Gran Bretaña en los últimos años se
facilitó y abarató el despido de trabajadores, se estableció que los chicos de
13 o 14 años pueden ser empleados hasta 17 horas semanales, se extendió el
contrato temporario, se redujeron las licencias, se suprimió el salario mínimo,
se extendieron los “períodos de prueba” (hasta 24 meses), se suprimió el límite
a la jornada de trabajo (incluso para los jóvenes de 16 a 18 años) y se dio
plena libertad para trabajar los domingos. En algunos sectores los salarios
apenas permiten reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Un obrero típico
de la industria de la confección de Birmingham, con 17 años de antigüedad, a
mediados de la década de 1990 debía destinar dos terceras partes de su salario
a pagar el alojamiento y las facturas de electricidad. En la industria del
vestido son “normales” jornadas de 12 horas por día de lunes a viernes y 8
horas los sábados, y es común encontrar empresas que no pagan las horas extras
ni los días de ausencia por enfermedad. Como resultado de la caída general de
los ingresos de los trabajadores y de la desocupación de largo plazo, a
mediados de la década se constataba que el número de gente sin hogar se había
duplicado, que el 26% de los niños dependía de la ayuda social para vivir, que
13,7 millones de personas vivían en la pobreza, que había 1,1 millones menos de
empleos a tiempo completo que en 1990, que 300 mil personas ganaban menos de
1,5 libras por hora y aproximadamente 1,2 millones menos de 2,5 libras por
hora.
En
lo que respecta a Estados Unidos, a mediados de la década de 1990, sobre los 38
millones de estadounidenses que vivían por debajo de la línea de la pobreza, 22
millones tenían un empleo o estaban ligados a una familia en la cual uno de sus
miembros trabajaba; esto dio origen a la expresión “hacerse pobre
trabajando”. Además, y obligados a compensar los bajos salarios, casi 8
millones de personas tenían doble empleo. Por otro lado la duración media anual
del trabajo aumentó el equivalente de un mes desde la década de 1970; en
algunas empresas del automóvil había asalariados que trabajaban hasta 84 horas
por semana.
En
lo que hace a los procesos de trabajo, a partir 1988 se extendió toyotismo. Con
esta forma de organización de organización laboral la dirección de la empresa
fomenta la competencia entre los trabajadores y debilita la solidaridad
sindical; introduce la multiplicidad de tareas; reduce las calificaciones y
aumenta la “íntercambiabilidad” de los puestos; disminuye la
importancia de la antigüedad o incluso la abandona o modifica; descarga en los
obreros una mayor responsabilidad por el cumplimiento de las tareas, sin
compensación salarial y sin darles mayor autoridad; y fomenta el
sindicalismo de empresa en detrimento de la unión a nivel de rama. El
resultado es el trabajo súper intensivo:
“Mientras en las
plantas manufactureras tradicionales el proceso de trabajo ocupa al obrero con
experiencia aproximadamente 45 segundos por minuto, en las plantas de
producción flexible la cifra es de 57 segundos. Los trabajadores de producción
en las líneas de ensamblaje de Toyota en Japón hacen 20 movimientos cada 18
segundos, o un total de 20.600 movimientos por día” (tomado de un
estudio sobre el toyotismo).
El
ataque a las condiciones laborales abarca también a países con fuerte tradición
sindical y de izquierda. En algunos lugares la ofensiva del capital comenzó por
los trabajadores inmigrantes, aprovechando la inseguridad jurídica a la que
están sometidos.
En
Francia, por ejemplo, el trabajo en negro y la contratación a tiempo parcial de
inmigrantes están extendidos en la construcción (pública o privada), limpieza,
hotelería, gastronomía, confección de ropa y agricultura, entre otras
actividades. Los salarios de estos trabajadores son inferiores hasta un 50% a
la media y carecen de organización.
En Alemania el capital y el
gobierno están empeñados, desde hace años, en una campaña por reducir salarios
sociales y prolongar la jornada laboral.
Además,
se atacan los salarios sociales, los sistemas de jubilación y salud. Italia,
Alemania y Suecia son representativas de la tendencia. Y en todos lados se
tiende al disciplinamiento de la fuerza laboral mediante el desempleo y a la
precarización laboral.
Como resultado de estos procesos
en la mayoría de los países aumentó la desigualdad. Según la OIT, que realizó
un estudio (publicado en 2004) de 73 países, en 12 desarrollados, 15 atrasados
y 21 países con “economías en transición”, aumentó la desigualdad entre el
decenio de 1960 y el decenio de 1990; estos 48 países comprenden el 59% de la
población total de los países bajo estudio. En tres países desarrollados, 12
atrasados y uno con “economía en transición”, que de conjunto representan el
35% de la población bajo estudio, la distribución se mantuvo estable. Por
último, sólo en dos países desarrollados y siete atrasados (y ninguna economía
en transición) mejoró el ingreso.
12. Desarrollo cada vez más
desigual y carencias y padecimientos sociales
Una de las teorías que se han
planteado muchas veces es que a medida que el capitalismo se desarrolla, y se
hace más mundial, los ingresos entre los países tienden a igualarse. Pero la
realidad es otra. Según las Naciones Unidas (Informes sobre el desarrollo
humano) si la diferencia entre el ingreso de los países más ricos y los
más pobres era de alrededor de tres a uno en 1820, había pasado a 35 a 1 en
1950, a 44 a 1 en 1973 y a 72 a 1 en 1992; y a comienzos del nuevo siglo
llegaba a 77 a 1.
Por otra parte, se puede ver la
desigualdad de riqueza e ingresos que se genera en este sistema. Los datos,
también de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, nos dicen
que el 20% de los seres humanos que vive en los países más ricos participa del
86% del consumo privado total; utiliza el 58% de la energía mundial y el 84%
del papel; tiene el 87% de los vehículos; representa el 91% de los usuarios de
Internet y tiene el 74% de las líneas telefónicas totales.
En el otro polo, el 20% de la
población que vive en los países más pobres participa con sólo el 1% del
consumo total; utiliza el 4% de la energía, el 1,1% del papel, tiene menos del
1% de los vehículos y el 1,5% de las líneas telefónicas.
En Argentina también se ha
producido una gran polarización social. Así, en 2006, el 10% más rico de la
población tiene ingresos 31 veces más altos que el 10% más pobre. Esto
significa que en el 10% más rico cada persona gana, en promedio, $2012,
mientras que en el 10% más pobre cada persona gana sólo $64. En el 10% más
pobre que sigue a este estrato, cada persona gana sólo $143. Esta situación se
ha mantenido desde los años noventa, más o menos estable.
Más en general, agreguemos que de
los 4.400 millones de habitantes que están en los países llamados “en
desarrollo”, casi tres quintas partes no tienen las infraestructuras
sanitarias básicas, casi un tercio no tiene acceso al agua potable, una quinta
parte no tiene acceso a servicios modernos de salud; un tercio de los niños
menores de cinco años sufren malnutrición, 30 mil mueren por día por causas
prevenibles y uno de cada siete niños en edad de escuela primaria no asiste a
la escuela.
A comienzos del nuevo siglo había
840 millones de personas en todo el mundo desnutridas, lo que representaba el
14% de la población mundial. Recordemos que en 1980 vivían en condiciones
severas de desnutrición 435 millones de personas, que representaban el 9,6% del
total mundial.
De los 840 millones de personas
que hoy están desnutridas, 10 millones se encuentran en los países
adelantados, 34 millones en los ex países socialistas en transición al
capitalismo y 798 millones en los países atrasados.
En República del Congo, Somalia,
Burundi y Afganistán, más del 70% de la población está desnutrida. Según la
Organización Mundial de la Salud, las posibilidades de vida de un recién nacido
en un país avanzado son 12 veces mayores que las de un recién nacido en un país
atrasado; si éste nace en África subsahariana es 23 veces mayor.
En Argentina, un país “granero
del mundo”, que puede alimentar a 300 millones de personas, hay hambre crónica,
millones que no alcanzan al mínimo calórico diario vital.
La Agencia Católica para el
Desarrollo señala una cifra que en sí misma constituye todo un símbolo de la
desigualdad: la vaca promedio europea recibe un subsidio de 2,2 dólares por
día,más que el ingreso diario que recibe la mitad de la población mundial.
13. Conclusión
Hemos visto por qué y cómo el
sistema capitalista tiende a generar en un polo una riqueza creciente, y cada
vez más concentrada, y en el otro polo masas de gente que está obligada a hacer
trabajos monótonos, repetitivos, o con salarios bajos y condiciones laborales
precarias, sometidos a presión constante. Y también por qué se regeneran,
periódicamente, grandes ejércitos de desocupados.
Todo esto nos obliga a ubicar las
luchas reivindicativas, por mejoras laborales, por seguros de desempleo, por
salud y educación, en una perspectiva correcta. Esto es, peleamos
por mejorar en todo lo posible dentro del sistema; necesitamos
defender reformas que hagan más llevadera la vida bajo el sistema
capitalista. Pero al mismo tiempo hay que tomar conciencia de que estas mejoras
tienen un límite. Como decía una gran socialista europea de principios del
siglo 20, llamada Rosa Luxemburgo, en tanto no se acabe este sistema de
explotación los sindicatos y los trabajadores estarán obligados a recomenzar
siempre sus luchas, porque el hambre por el plusvalor del capital es
insaciable. Lo cual plantea la necesidad de tomar conciencia de que existe
un problema de fondo, que es social, y a él tenemos que apuntar.
NOTAS
[1] Esto lo
tomamos de un libro que escribió Carlos Marx, El Capital, donde cita a
Mandeville.
[2] Esto
siempre es aproximado, porque la primera mercancía puede tener un precio de
101, 102, 99, etc., y lo mismo sucede con la segunda: puede costar 48, 51, 49,
53, etc. Es decir, los precios oscilan alrededor de un promedio.
[3] Calcula que
al cabo de determinado tiempo habrá recuperado esa inversión para comprar de
nuevo máquinas y la fábrica.
[4] Todas las
citas las tomamos de El Capital, de Marx.
- See more at:
http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/# ))....
SE LE HA MANDADO A :
https://www.laizquierdadiario.cl/La-politica-del-imperialismo-en-America-Latina
SE LE HA MANDADO A :
https://www.laizquierdadiario.cl/La-politica-del-imperialismo-en-America-Latina
No hay comentarios:
Publicar un comentario