miércoles, 17 de junio de 2020

Línea Proletaria apareció súbitamente, sin previo aviso y sin haberse presentado formalmente ante el Movimiento Comunista del Estado español.









Comunista
@_Dietzgen
En respuesta a
@_Dietzgen
Comité por la Reconstitución - Catalunya y el internacionalismo proletario. El debate en el seno de la vanguardia marxista-leninista [reconstitucion.net/Documentos/Dos]. Textos del debate interno que mantuvieron los viejos círculos de la LR en torno al 9-N y la cuestión nacional.



Comunista
@_Dietzgen
Comité por la Reconstitución - Línea Proletaria nº0 [reconstitucion.net/Documentos/LP_]. Número inaugural que dedica el grueso de sus páginas al estudio de la experiencia de la revolución china, ahondando en la significación histórica y universal de la Gran Revolución Cultural Proletaria.

Quiénes somos es algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y cuál nuestra vocación consciente y declarada. Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución. Cualquier camarada o compañero que haya seguido durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!, era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013

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¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Éstos son, con toda seguridad, los tres interrogantes fundamentales que toda subjetividad con determinado grado de conciencia de sí misma se plantea interiormente en cierto momento de su desarrollo. Son tres preguntas que se dirigen directamente a la búsqueda de aquello que, desde una perspectiva dialéctica, constituye la esencia de la totalidad de lo real, de la materia; tres cuestiones interpenetradas que se refieren, en definitiva, a una única determinación: el devenir. 

No obstante, concretando el sentido de esta tríada interrogativa, la invocamos en el presente Editorial por una sencilla razón: damos por hecho que son preguntas que, formuladas en tercera persona y respecto a nosotros (¿quiénes son?; ¿de dónde vienen?; ¿adónde van?), han rondado o rondan –por mucho que nosotros tengamos meridianamente claras las respuestas– las mentes más inquietas de entre los proletarios de vanguardia. 

Son inquisiciones perfectamente justas y legítimas, sobre todo en la medida en que Línea Proletaria apareció súbitamente, sin previo aviso y sin haberse presentado formalmente ante el Movimiento Comunista del Estado español. Sea como fuere, para los lectores avezados seguramente no constituyamos ningún misterio inextricable. Los indicios, las pistas y los rastros dejados atrás permiten intuir, a aquél que esté atento, las respuestas a los interrogantes aquí referidos. Además, como sucede en toda realidad en movimiento –ése y no otro es el sentido del devenir al que apelábamos más arriba–, su núcleo racional es la contradicción entre sus aspectos opuestos. En nuestro caso, por tanto, de las tres dudas razonables planteadas sólo dos tienen verdadera relevancia inmediata. Quiénes somos es algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y cuál nuestra vocación consciente y declarada. Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución. Cualquier camarada o compañero que haya seguido durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!, era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013. Era, sin lugar a dudas, toda una declaración de intenciones; la enunciación de un objetivo que perseguir en un momento en el que se vislumbraba, por fin, su imponente pero difusa silueta distante en el horizonte. 

Si, como venimos diciendo, la lucha de dos líneas es el verdadero motor que dinamiza el desarrollo de la vanguardia revolucionaria, esta meta desempeñaba –¡y desempeña aún!– el papel de checkpoint por el que es menester cruzar en el arduo camino de la Reconstitución. No obstante, como ya hemos señalado puntualmente en otros lugares, esta consigna erigida como un faro en 2013 encontró rápidamente a nuevas masas que guiar, elevar y transformar: 

en 2014 comienzan a eclosionar más brotes rojos –inspirados sin duda por las organizaciones clásicas de la Línea y los grupos ya surgidos en 2010 y 2012–, en forma de círculos de vanguardia que rompen con el revisionismo; en 2015 todos estos destacamentos crecen y se acercan mutuamente, estrechando sus lazos ideológicos a través de la lucha y coordinando su actividad política. Hay que observar, sin embargo, que la coordinación es –por definición– el acompasamiento del quehacer autónomo de entidades externas por principio. No es otra cosa que la armonización de elementos independientes, la concertación de lo diverso. 

El año 2015 representó, a fin de cuentas, el auge de una voluntad unitaria, de un contenido esencialmente unívoco bajo la primitiva forma de la dispersión en círculos mayormente locales. Y no hablamos aquí de un problema organizativo –eslabón final de cualquier proceso de unificación–, sino principalmente de uno de naturaleza política. Pues, como quedó claro por lo menos desde la publicación del ¿Qué hacer? de Lenin, los círculos tienden inercialmente a su autorreproducción, al estilo de trabajo artesanal y, como consecuencia de ello, a la elaboración de “planes” políticos fundamentalmente empiristas, cuya base experiencial se suele reducir a las estrechas vivencias del propio círculo y su reducido radio de acción. Esta circunstancia, naturalmente, acostumbra a derivar en masismo, la primera parada en la línea del empirismo político1 . 

Así las cosas, la mencionada coordinación supone un momento de transición, una mediación –tan necesaria como, en su momento, los mismos círculos– hacia un tipo de actividad más elevada y centralizada, que neutralice y termine suprimiendo las pulsiones localistas para substituirlas por la concepción cabal de una táctica-Plan –el Plan de Reconstitución– aplicada concretamente en función del grado de desarrollo de la vanguardia marxista-leninista y el contexto particular de la lucha de clases. Estamos seguros de que nuestros colaboradores, simpatizantes y amigos en general –¡por no hablar de nuestros adversarios y enemigos!– han podido encontrar, en la sucesión de nuestras últimas publicaciones y acciones, numerosas manifestaciones de este feliz proceso. 

A nadie se le debería escapar que, precisamente en 2015, el joven Movimiento por la Reconstitución lanzaba, orgulloso pero consciente de su inmadurez, comunicados unitarios firmados por todas las organizaciones que, por ese entonces, componían nuestro Movimiento. 

En otras palabras: todos los destacamentos se coordinaban para exponer ante la vanguardia y el conjunto de la clase la misma propaganda y la misma agitación, es decir, el mismo discurso ideológico y político. 

Pero ya entrado el año 2016 podemos percibir algunos cambios sustanciales y de importancia notoria. El Primero de Mayo, señalado día del proletariado internacional, hacen acto de presencia dos novedades que trastocan por completo la forma que presenta la Línea de Reconstitución: aparece –auspiciado y promocionado por la práctica totalidad de aquellos viejos círculos– el sitio web de Línea Proletaria y, además, se reparte a lo largo y ancho de las fronteras del Estado la misma octavilla firmada por el Comité por la Reconstitución, y no ya por la suma de los destacamentos de vanguardia adheridos a la LR. Estos pequeños pero significativos hitos marcan, así como 2014 y 2015 están jalonados por conquistas aún menores pero también importantes, el cambio material que este agónico año –y no sólo porque esté terminando; obsérvense los movimientos tectónicos en la lucha de clases interburguesa que vaticinan el seísmo venidero– representa frente a los anteriores: de la coordinación política de antaño transitamos hacia la completa unidad política. Esta circunstancia –que al lector despistado o al adversario malicioso le parecerá un mero cambio de palabras– expresa toda una diferencia de contenido en las relaciones internas de la vanguardia marxista-leninista, además de prefigurar la dirección de su deseable desenvolvimiento ulterior. Por lo tanto, no concebimos mejor forma de cerrar el presente curso –en el que se cumple el centenario de la Insurrección de Pascua, el cincuentenario de la Gran Revolución Cultural Proletaria y  ( ¿por qué no reivindicarlo con orgullo? ) el vigésimo aniversario de la publicación de la Tesis de Reconstitución por parte del Partido Comunista Revolucionario– que lanzando el primer número (0) del nuevo órgano ideológico y político del Movimiento por la Reconstitución: Línea Proletaria. Hasta aquí, creemos haber dejado suficientemente clara la respuesta al primero de los interrogantes que abrían el presente Editorial. Si a alguien todavía le costaba desentrañar de dónde venimos, de ahora en adelante no podrá alegar ignorancia a este respecto. Se empieza a dejar sentir también, aunque sólo sea por alusiones y por las implicaciones de nuestras palabras, quiénes somos. Pero esta identidad nuestra hoy vigente –en la medida en que, como hemos dicho antes, sólo puede ser definida en la interrelación de nuestra particular historia escrita y nuestro porvenir proyectado, de la misma manera que el presente sólo es el efímero e inasible punto de encuentro entre el pasado y el futuro– quedaría mutilada e incompleta si no aclaramos su destino último. 

El marxismo de nuestros días, cuyo radio de acción es aún sólo la vanguardia, adoptó la forma de Línea (es decir, de dirección trazada) y, después, de Movimiento (esto es, de avance en esa dirección). Pero precisamente por ser movimiento es también transición entre estadios2 . Parece claro que, a este respecto, el punto de partida han sido los viejos círculos de vanguardia mas, ¿cuál es su punto de llegada? Es decir: ¿Adónde vamos? Aquí es donde cobra sentido nuestra referencia a aquella justa consigna enarbolada allá por 2013. Todo el sendero que aquí hemos reconstruido no constituye sino el periplo que era necesario recorrer entre el momento en que esa necesidad es sentida por lo más granado de la vanguardia teórica, su polo marxista-leninista, y las condiciones imprescindibles para su consecución. No obstante, ¿concluye aquí, con esta nueva publicación de que se ha dotado nuestro Movimiento, el camino hacia ese referente de la vanguardia marxista-leninista que nos hemos propuesto construir? Nuestra respuesta a este interrogante debe ser negativa. Y es que, como también nos enseña la experiencia del marxismo ruso (concretamente en las patadas que daba un bolchevismo a punto de nacer de las entrañas del viejo iskrismo), ese periódico para toda Rusia del que circunscrita aquí a los problemas de la vanguardia marxista-leninista en la etapa de reconstitución ideológica. Ciertamente, podemos identificar también las trazas de una cuestión ya estudiada por nuestra Línea en uno de sus documentos esenciales y fundamentales, la coloquialmente conocida como Nueva Orientación. Y es que, como allí queda magníficamente desarrollado, durante el Ciclo de Octubre los Partidos Comunistas centraron sus esfuerzos más intensamente en la búsqueda del método óptimo para la acumulación de fuerzas de masas que en la definición de la dirección que la revolución necesitaba; se primó el cómo conquistar a las masas sobre el adónde llevarlas; o, en otro plano, se antepuso la técnica política de la movilización a la ideología que debía darle sentido. 2. En este sentido, cosa similar ocurre con la revolución en su fase netamente proletaria: esa dirección trazada en el plano se revela como Programa, y el movimiento que lo recorre es el Partido Comunista en Guerra Popular, que transita, atravesando por otros hitos mediadores (como la Dictadura del Proletariado), entre la sociedad capitalista y el Comunismo. 5 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 nos hablaba Lenin a inicios del siglo XX no fue ni podía ser el punto final de la organización de los marxistas sino, en todo caso, el hito primero y principal, seguramente el decisivo, que venía a hacer las veces de palanca con la que elevar a los revolucionarios a la posición de su vanguardia a la vez que abría las puertas, hasta ahora selladas, de una unidad que, desde la base de la definición ideológica y la actividad política común, trascienda y corporice sus márgenes. ( TIENEN MÁS RETÓRICA QUE CASTELAR,....BLA, BLA Y QUE TE BLA, PARA NO DECIR NADA,...¡¡ ) Lmm.


Ése y no otro es el verdadero sentido leninista del periódico estatal como educador y organizador colectivo, como magma en el cual fundir las materias primas que después deben ser forjadas en una única y afilada espada. Esa espada no es otra que el referente de vanguardia en cuya construcción estamos inmersos. Disponemos ya de la estructura básica de la empuñadura –la ideología proletaria y sus principios irrenunciables– y hemos reunido los metales necesarios para producir la aleación revolucionaria que nuestra clase necesita en la presente fase de la revolución. Pero ahora nos toca demostrar si estamos a la altura de las necesidades del momento; si hemos atesorado la experiencia necesaria para afrontar esta importante tarea con garantías de éxito; y si, a fin de cuentas, hemos sabido pertrechar nuestras conciencias con la destreza necesaria para que esa espada cumpla convenientemente con el propósito para el que fue pergeñada. Ni el futuro ni la victoria están escritos. Pero evitar el fracaso depende en última instancia sólo de nosotros. Hoy ponemos una humilde piedra más en el largo sendero que nos separa de nuestro objetivo. Está más cerca que ayer pero más lejos que mañana. Es nuestra responsabilidad no detenernos ni, tampoco, dar pasos en falso. No hemos dado sino una pequeña zancada más que viene a sumarse a las ya recorridas, pero hemos asumido con admirable empaque el compromiso que supone encarar el sendero de la emancipación. ¿Seremos capaces de llevarlo hasta sus últimas consecuencias? 

Comité por la Reconstitución Diciembre de 2016 )))....





ÍNDICE 

Editorial 

En la encrucijada de la historia: la Gran Revolución Cultural Proletaria y el sujeto revolucionario 

 El significado histórico del Viento del Este.................... 

 El Partido Comunista de China: la constitución de un verdadero ... en unas condiciones necesarias e históricamente Entre el viento del Oeste y el viento del Este: 1949-1966 

 La Gran Revolución Cultural Proletaria “Cierra y apertura”: la GRCP como condensado de un Ciclo ¿Errores de aplicación o “errores” de base en la conducción de la GRCP? 

La bancarrota del revisionismo y las tareas de los comunistas 

la nueva farsa electoral del 26-J: ¡Boicot! 

Ante el Centenario de la Insurrección irlandesa de 1916. El movimiento nacional irlandés en la perspectiva de la Revolución Socialista Mundial 

El significado histórico del Viento del Este El Partido Comunista de China: la constitución de un verdadero Partido Comunista... ... en unas condiciones necesarias e históricamente determinadas 

Entre el viento del Oeste y el viento del Este: 1949-1966 La Gran Revolución Cultural Proletaria “Sella y apertura”: la GRCP como condensado de un Ciclo histórico 3 6 7 10 18 30 34 61 I. II. III. IV. V. VI. 73 80 82 84 3 

Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? 

Éstos son, con toda seguridad, los tres interrogantes fundamentales que toda subjetividad con determinado grado de conciencia de sí misma se plantea interiormente en cierto momento de su desarrollo. Son tres preguntas que se dirigen directamente a la búsqueda de aquello que, desde una perspectiva dialéctica, constituye la esencia de la totalidad de lo real, de la materia; tres cuestiones interpenetradas que se refieren, en definitiva, a una única determinación: el devenir. No obstante, concretando el sentido de esta tríada interrogativa, la invocamos en el presente Editorial por una sencilla razón: damos por hecho que son preguntas que, formuladas en tercera persona y respecto a nosotros (¿quiénes son?; ¿de dónde vienen?; ¿adónde van?), han rondado o rondan –por mucho que nosotros tengamos meridianamente claras las respuestas– las mentes más inquietas de entre los proletarios de vanguardia. Son inquisiciones perfectamente justas y legítimas, sobre todo en la medida en que Línea Proletaria apareció súbitamente, sin previo aviso y sin haberse presentado formalmente ante el Movimiento Comunista del Estado español. 

Sea como fuere, para los lectores avezados seguramente no constituyamos ningún misterio inextricable. Los indicios, las pistas y los rastros dejados atrás permiten intuir, a aquél que esté atento, las respuestas a los interrogantes aquí referidos. Además, como sucede en toda realidad en movimiento –ése y no otro es el sentido del devenir al que apelábamos más arriba–, su núcleo racional es la contradicción entre sus aspectos opuestos. En nuestro caso, por tanto, de las tres dudas razonables planteadas sólo dos tienen verdadera relevancia inmediata. 

Quiénes somos es algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y cuál nuestra vocación consciente y declarada. Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución. 

Cualquier camarada o compañero que haya seguido durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!, era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013. Era, sin lugar a dudas, toda una declaración de intenciones; la enunciación de un objetivo que perseguir en un momento en el que se vislumbraba, por fin, su imponente pero difusa silueta distante en el horizonte. Si, como venimos diciendo, la lucha de dos líneas es el verdadero motor que dinamiza el desarrollo de la vanguardia revolucionaria, esta meta desempeñaba –¡y desempeña aún!– el papel de checkpoint por el que es menester cruzar en el arduo camino de la Reconstitución. 

No obstante, como ya hemos señalado puntualmente en otros lugares, esta consigna erigida como un faro en 2013 encontró rápidamente a nuevas masas que guiar, elevar y transformar: 

en 2014 comienzan a eclosionar más brotes rojos –inspirados sin duda por las organizaciones clásicas de la Línea y los grupos ya surgidos en 2010 y 2012–, en forma de círculos de vanguardia que rompen con el revisionismo; en 2015 todos estos destacamentos crecen y se acercan mutuamente, estrechando sus lazos ideológicos a través de la lucha y coordinando su actividad política. 

Hay que observar, sin embargo, que la coordinación es –por definición– el acompasamiento del quehacer autónomo de entidades externas por principio. No es otra cosa que la armonización de elementos independientes, la concertación de lo diverso. 

El año 2015 representó, a fin de cuentas, el auge de una voluntad unitaria, de un contenido esencialmente unívoco bajo la primitiva forma de la dispersión en círculos mayormente locales. Y no hablamos aquí de un problema organizativo –eslabón final de cualquier proceso de unificación–, sino principalmente de uno de naturaleza política. Pues, como quedó claro por lo menos desde la publicación del ¿Qué hacer? de Lenin, los círculos tienden inercialmente a su autorreproducción, al estilo de trabajo artesanal y, como consecuencia de ello, a la elaboración de “planes” políticos fundamentalmente empiristas, cuya base experiencial se suele reducir a las estrechas vivencias del propio círculo y su reducido radio de acción. Esta circunstancia, naturalmente, acostumbra a derivar en masismo, la primera parada en la línea del empirismo político1 . 

Así las Editorial 1. Los ecos de esta problemática alcanzan mucha más profundidad de la que buscamos con la presente alegoría, 4 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 cosas, la mencionada coordinación supone un momento de transición, una mediación –tan necesaria como, en su momento, los mismos círculos– hacia un tipo de actividad más elevada y centralizada, que neutralice y termine suprimiendo las pulsiones localistas para substituirlas por la concepción cabal de una táctica-Plan –el Plan de Reconstitución– aplicada concretamente en función del grado de desarrollo de la vanguardia marxista-leninista y el contexto particular de la lucha de clases. 

Estamos seguros de que nuestros colaboradores, simpatizantes y amigos en general –¡por no hablar de nuestros adversarios y enemigos!– han podido encontrar, en la sucesión de nuestras últimas publicaciones y acciones, numerosas manifestaciones de este feliz proceso. 

A nadie se le debería escapar que, precisamente en 2015, el joven Movimiento por la Reconstitución lanzaba, orgulloso pero consciente de su inmadurez, comunicados unitarios firmados por todas las organizaciones que, por ese entonces, componían nuestro Movimiento. En otras palabras: todos los destacamentos se coordinaban para exponer ante la vanguardia y el conjunto de la clase la misma propaganda y la misma agitación, es decir, el mismo discurso ideológico y político. 

Pero ya entrado el año 2016 podemos percibir algunos cambios sustanciales y de importancia notoria. El Primero de Mayo, señalado día del proletariado internacional, hacen acto de presencia dos novedades que trastocan por completo la forma que presenta la Línea de Reconstitución: 

aparece –auspiciado y promocionado por la práctica totalidad de aquellos viejos círculos– el sitio web de Línea Proletaria y, además, se reparte a lo largo y ancho de las fronteras del Estado la misma octavilla firmada por el Comité por la Reconstitución, y no ya por la suma de los destacamentos de vanguardia adheridos a la LR. 

Estos pequeños pero significativos hitos marcan, así como 2014 y 2015 están jalonados por conquistas aún menores pero también importantes, el cambio material que este agónico año –y no sólo porque esté terminando; obsérvense los movimientos tectónicos en la lucha de clases interburguesa que vaticinan el seísmo venidero– representa frente a los anteriores: de la coordinación política de antaño transitamos hacia la completa unidad política. Esta circunstancia –que al lector despistado o al adversario malicioso le parecerá un mero cambio de palabras– expresa toda una diferencia de contenido en las relaciones internas de la vanguardia marxista-leninista, además de prefigurar la dirección de su deseable desenvolvimiento ulterior. 

Por lo tanto, no concebimos mejor forma de cerrar el presente curso –en el que se cumple el centenario de la Insurrección de Pascua, el cincuentenario de la Gran Revolución Cultural Proletaria y (¿por qué no reivindicarlo con orgullo?) el vigésimo aniversario de la publicación de la Tesis de Reconstitución por parte del Partido Comunista Revolucionario– que lanzando el primer número (0) del nuevo órgano ideológico y político del Movimiento por la Reconstitución: 

Línea Proletaria. Hasta aquí, creemos haber dejado suficientemente clara la respuesta al primero de los interrogantes que abrían el presente Editorial. Si a alguien todavía le costaba desentrañar de dónde venimos, de ahora en adelante no podrá alegar ignorancia a este respecto. 

Se empieza a dejar sentir también, aunque sólo sea por alusiones y por las implicaciones de nuestras palabras, quiénes somos. Pero esta identidad nuestra hoy vigente –en la medida en que, como hemos dicho antes, sólo puede ser definida en la interrelación de nuestra particular historia escrita y nuestro porvenir proyectado, de la misma manera que el presente sólo es el efímero e inasible punto de encuentro entre el pasado y el futuro– quedaría mutilada e incompleta si no aclaramos su destino último. 

El marxismo de nuestros días, cuyo radio de acción es aún sólo la vanguardia, adoptó la forma de Línea (es decir, de dirección trazada) y, después, de Movimiento (esto es, de avance en esa dirección). Pero precisamente por ser movimiento es también transición entre estadios. Parece claro que, a este respecto, el punto de partida han sido los viejos círculos de vanguardia mas, 

¿cuál es su punto de llegada? Es decir: 

¿Adónde vamos? Aquí es donde cobra sentido nuestra referencia a aquella justa consigna enarbolada allá por 2013. 

Todo el sendero que aquí hemos reconstruido no constituye sino el periplo que era necesario recorrer entre el momento en que esa necesidad es sentida por lo más granado de la vanguardia teórica, su polo marxista-leninista, y las condiciones imprescindibles para su consecución. No obstante, 

¿concluye aquí, con esta nueva publicación de que se ha dotado nuestro Movimiento, el camino hacia ese referente de la vanguardia marxista-leninista que nos hemos propuesto construir? 

Nuestra respuesta a este interrogante debe ser negativa. Y es que, como también nos enseña la experiencia del marxismo ruso (concretamente en las patadas que daba un bolchevismo a punto de nacer de las entrañas del viejo iskrismo), ese periódico para toda Rusia del que circunscrita aquí a los problemas de la vanguardia marxista-leninista en la etapa de reconstitución ideológica. Ciertamente, podemos identificar también las trazas de una cuestión ya estudiada por nuestra Línea en uno de sus documentos esenciales y fundamentales, la coloquialmente conocida como Nueva Orientación. Y es que, como allí queda magníficamente desarrollado, durante el Ciclo de Octubre los Partidos Comunistas centraron sus esfuerzos más intensamente en la búsqueda del método óptimo para la acumulación de fuerzas de masas que en la definición de la dirección que la revolución necesitaba; se primó el cómo conquistar a las masas sobre el adónde llevarlas; o, en otro plano, se antepuso la técnica política de la movilización a la ideología que debía darle sentido. 2. En este sentido, cosa similar ocurre con la revolución en su fase netamente proletaria: esa dirección trazada en el plano se revela como Programa, y el movimiento que lo recorre es el Partido Comunista en Guerra Popular, que transita, atravesando por otros hitos mediadores (como la Dictadura del Proletariado), entre la sociedad capitalista y el Comunismo. 

5 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 nos hablaba Lenin a inicios del siglo XX no fue ni podía ser el punto final de la organización de los marxistas sino, en todo caso, el hito primero y principal, seguramente el decisivo, que venía a hacer las veces de palanca con la que elevar a los revolucionarios a la posición de su vanguardia a la vez que abría las puertas, hasta ahora selladas, de una unidad que, desde la base de la definición ideológica y la actividad política común, trascienda y corporice sus márgenes. 

Ése y no otro es el verdadero sentido leninista del periódico estatal como educador y organizador colectivo, como magma en el cual fundir las materias primas que después deben ser forjadas en una única y afilada espada. Esa espada no es otra que el referente de vanguardia en cuya construcción estamos inmersos. Disponemos ya de la estructura básica de la empuñadura –la ideología proletaria y sus principios irrenunciables– y hemos reunido los metales necesarios para producir la aleación revolucionaria que nuestra clase necesita en la presente fase de la revolución. Pero ahora nos toca demostrar si estamos a la altura de las necesidades del momento; si hemos atesorado la experiencia necesaria para afrontar esta importante tarea con garantías de éxito; y si, a fin de cuentas, hemos sabido pertrechar nuestras conciencias con la destreza necesaria para que esa espada cumpla convenientemente con el propósito para el que fue pergeñada. 

Ni el futuro ni la victoria están escritos. Pero evitar el fracaso depende en última instancia sólo de nosotros. Hoy ponemos una humilde piedra más en el largo sendero que nos separa de nuestro objetivo. Está más cerca que ayer pero más lejos que mañana. Es nuestra responsabilidad no detenernos ni, tampoco, dar pasos en falso. 

No hemos dado sino una pequeña zancada más que viene a sumarse a las ya recorridas, pero hemos asumido con admirable empaque el compromiso que supone encarar el sendero de la emancipación. 

¿Seremos capaces de llevarlo hasta sus últimas consecuencias? 

Comité por la Reconstitución Diciembre de 2016 6 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

El Partido es el movimiento revolucionario de la clase ‘para sí misma’. La clase que se autotransforma de clase explotada en humanidad emancipada es el Partido, como expresión del movimiento de la clase en esa transformación. Tesis de Reconstitución del Partido Comunista El cambio de concepción del mundo es un cambio radical. Mao 

¿Cómo se puede hablar de una victoria de la Gran Revolución Cultural Proletaria si no es transformada la concepción del mundo? 

Mao El marxismo exige la unidad de la lógica y de la historia. Mao Este año se conmemora el 50º aniversario del lanzamiento de la Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) en China, acontecimiento de extraordinaria y trascendental importancia en la historia revolucionaria de nuestra clase proletaria y cuyas lecciones son cruciales para el porvenir de su revolución. 

El enemigo, ya sea en la forma de social-fascista chino, imperialista occidental (y no tan occidental) o, simplemente, revisionista, lo sabe, y por eso, en un ejercicio de transposición de lo que en ellos está ínsito, cubre este episodio histórico con el estigma de la infamia y el horror. Frente a ellos lo reivindicamos con orgullo y a viva voz, sabiendo que su indignación no es sino la mascarada de un juicioso pavor. 

Pero desde la Línea de Reconstitución (LR) entendemos que con esto no es suficiente, que hoy día ya no basta con la reivindicación y la apología de este acontecimiento, sino que la honra de su memoria exige que nos acerquemos a él desde el aprovechamiento de la perspectiva histórica que ya tenemos para, en primer lugar, comprenderlo. Sólo así evitaremos que sus lecciones queden reducidas a estereotipada e inerte palabrería, como suele suceder entre sus defensores maoístas. Aunque no todo el maoísmo demuestra tan irreflexiva y perezosa actitud, ello no oculta la falta de ese balance histórico en profundidad que esta corriente del movimiento comunista adeuda al acontecimiento que la alumbró. 

Por nuestra parte, trataremos de homenajear a la GRCP contribuyendo a desbrozar el campo de ese balance histórico, para que su experiencia práctica pasada pueda convertirse en precioso patrimonio teórico de futuro para la revolución proletaria. El estudio que a continuación presentamos no tiene ánimo de exhaustividad, ni pretende abarcar todas las dimensiones de tan rico, complejo y polifacético hecho revolucionario y sólo representa una muestra del estadio actual de nuestros conocimientos sobre la cuestión, sometidos, por supuesto, a rectificación o modificación siempre que una ulterior profundización o una certera crítica nos impelan a hacerlo. No obstante, más allá de sus posibles defectos, que sometemos al vivificador escrutinio de la vanguardia proletaria, sí creemos haber avanzado en el establecimiento de la perspectiva que es genuina de la LR, la única que en las actuales circunstancias consideramos acorde con las exigencias revolucionarias del marxismo. 

En primer lugar, el estudio trata de situar el acontecimiento en la larga perspectiva histórica, tanto respecto al Ciclo de Octubre como dentro de la Revolución China. Creemos que esto es una exigencia básica del materialismo histórico, del estudio científico marxista, tantas veces arrumbado por el dominio del pragmatismo politicista en el movimiento comunista o por la irreflexiva adscripción a una u otra tradición de nuestro movimiento, cuyas respuestas se pergeñaron en otro momento histórico y que, a ojos vista, resultan del todo insuficientes para dar salida a la crisis en la que el comunismo lleva décadas sumido. 

En segundo lugar, el enfoque que ofrecemos toma como eje fundamental la cuestión cardinal de la entera obra de la revolución proletaria, que no es otra que el problema del sujeto revolucionario, del Partido Comunista, esto es, la necesidad de comprenderlo en la materialidad de su actuación histórica como condición para su materialización, para su reconstitución, hoy en día. Él será el prisma privilegiado desde el que nos adentraremos en la apasionantemente instructiva y enriquecedora historia de la Revolución China y su episodio culminante: la GRCP. Publicamos también en este número de nuestra revista, a continuación del presente estudio, el último epígrafe, titulado ¿Errores de aplicación o “errores” de base en la conducción de la GRCP?, del capítulo dedicado a la Revolución China en el trabajo que los camaradas del Colectivo Conciencia e Transformación (CCT) dedican a hacer un recorrido por el Ciclo de 

EN LA ENCRUCIJADA DE LA HISTORIA: LA GRAN REVOLUCIÓN CULTURAL PROLETARIA Y EL SUJETO REVOLUCIONARIO 7 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 Octubre, por considerar que contiene en general útiles e interesantes elementos críticos. 

I. El significado histórico del Viento del Este Del mismo modo que el pensamiento racional sistemático surgió, en los albores de la civilización occidental, desde el lirismo mitológico, apartándose del mismo paralelamente a la propia disgregación interna de la sociedad, a la afirmación de su división clasista, podría resultar natural que en nuestra época, creadas ya las condiciones objetivas para el reencuentro de la sociedad consigo misma, para su reunificación en un estadio superior de civilización, el Comunismo, se empiecen a vislumbrar las semillas de la reunificación de esos dominios del espíritu humano violentamente segregados por el desarrollo de la división social del trabajo. Mao Tse-tung1 , la principal figura dirigente de una de las dos grandes experiencias de construcción y avance hacia el Comunismo que han marcado el siglo XX, y la que más lejos acertó a llegar en tal empresa, es particularmente propenso a tales arrebatos líricos, que puntean toda su obra teórica. Ejemplo famoso y sobresaliente de esa inclinación lírica es su sentencia:

 “el viento del Este prevalece sobre el viento del Oeste”. Dejando a un lado la interpretación de tales escarceos y de tal hecho, ya sea la de los sinólogos académicos (el peso de la tradición china de dirección política, que valora y estimula las inclinaciones poéticas del gobernante), ya la de los maoístas (los países oprimidos como foco principal y vanguardia de la Revolución Proletaria Mundial –RPM–, aun en nuestros días), y la parte de verdad que puedan contener, así como la obviedad de que a finales de los 1950 el campo socialista (China fundamentalmente, a pesar de las propias esperanzas de Mao) se orillaba hacia el Levante desde el eje atlántico, nos interesa saber si detrás de tal sentencia hay alguna enseñanza general y, como exige el marxismo, universalista, que esquive tanto la edificación estética como la tentación tercermundista y nos introduzca a una comprensión global del proceso histórico, que pueda ser de utilidad también y especialmente para la vanguardia proletaria en un país imperialista. 

Efectivamente, si, teniendo en cuenta el entrelazamiento histórico de la revolución burguesa y la revolución proletaria, clave para comprender el Ciclo revolucionario de Octubre, tomamos como punto de partida el inicio del segundo gran ciclo de la revolución burguesa, detonado por la revuelta de las colonias británicas en Norteamérica, el foco de la revolución mundial se desplaza constantemente hacia Oriente: Francia, suelo donde el proletariado toma el testigo histórico de la burguesía (1848 y 1871), Alemania, Rusia, China y, en los finales del Ciclo y cruzando el Pacífico, el Perú. 

De nuevo, la Revolución de Octubre es el eje clave, que abre un Ciclo histórico cualitativamente diferente. Rusia, eslabón débil de la cadena imperialista, es un complejo de contradicciones donde los apetitos y la expansión imperialista junto con algunos centros urbanos modernos de excepcional importancia, con una gran concentración de capital y masas proletarias, se dan la mano con un océano campesino que evoca el Medievo. Puente entre Oeste y Este, un proletariado revolucionario excepcionalmente combativo recibe con avidez de Occidente, de Alemania fundamentalmente, el marxismo y, a través de su revolución, lo ofrenda a los pueblos de Oriente.3 Con la distancia respecto a la política cotidiana a que le había obligado su fatal enfermedad y ya abandonada su inconsecuente esperanza de un desenlace victorioso de la revolución proletaria en Europa, Lenin, en 1923, en su verdadero testamento político y con una clarividencia casi profética, escribía: 

1. Utilizamos para la transcripción de los nombres chinos el sistema Wade-Giles, que, aunque hoy prácticamente abandonado, fue el más usado hasta principios de la década de 1980, con el fin de evitar confusiones por la razón de que la mayor parte de la literatura más o menos científica que versa sobre la Revolución China, especialmente las traducciones de las obras de los dirigentes chinos, ha utilizado esta forma. 

2. El primero estaría marcado por el contexto de las guerras religiosas en la Europa de los siglos XVI y XVII, nucleado fundamentalmente en torno a la Reforma en Alemania, la Guerra de Independencia de las Provincias Unidas contra los Habsburgo hispánicos y la Revolución Inglesa. 

3. “Fue a través de los rusos que los chinos encontraron el marxismo. Antes de la Revolución de Octubre, los chinos no sólo desconocían a Lenin y Stalin, sino que ni siquiera conocían a Marx y Engels. 

Las salvas de los cañones de la Revolución de Octubre nos trajeron el marxismo-leninismo.” Sobre la dictadura democrática popular; en MAO TSETUNG: Obras Escogidas. Fundamentos. Madrid, 1974, tomo IV, p. 428. 8 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

“El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto del desenlace final de la lucha a escala mundial. (…) la siguiente colisión militar entre el Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría (…)”

4 Lenin pone el foco precisamente en esta proyección de la revolución mundial hacia los pueblos de Oriente, cuyos movimientos nacionales, que van a ser uno de los actores fundamentales a lo largo del siglo XX, han recibido un formidable impulso a raíz de los inspiradores ejemplos de las revoluciones rusas de 1905 y 1917, especialmente de Octubre, y también de la carnicería imperialista de 1914-1918. 

Stalin, poco después, recogiendo la importancia de este hecho, sintetiza su aspecto de clase fundamental e histórico: “(…) es asimismo indudable que la base de la cuestión nacional, su esencia misma, la constituye, a pesar de todo, el problema campesino. A ello, precisamente, se debe que los campesinos sean el ejército básico del movimiento nacional; que sin este ejército no haya ni pueda haber un movimiento nacional potente. Es esto, precisamente, lo que se tiene en cuenta cuando se dice que el problema nacional es, en esencia, un problema campesino.”

5 Efectivamente, en los países oprimidos la dominación extranjera imperialista se refleja, entre otras cuestiones, por el mantenimiento y aprovechamiento para su beneficio de las formas y relaciones precapitalistas, con el sostén de la feudalidad, la semifeudalidad, en el campo, así como, en consecuencia, de una oligarquía terrateniente nativa que se convierte en uno de los puntales sociales fundamentales del poder imperialista. De ahí que la lucha nacional consecuentemente anti-imperialista deba apuntar allí a una transformación radical de las relaciones sociales en el campo.

6 Aquí emerge con toda su fuerza la enseñanza fundamental del leninismo, que es la insustituible importancia primordial del factor subjetivo consciente en la obra de la RPM. Es desde este prisma como cabe entender, acreditado por la experiencia de la Revolución Rusa, el tratamiento leniniano del problema nacional y democrático. 

Así, Lenin emerge como el dirigente de esa revolución desde la lucha contra toda forma de economicismo determinista que vincule unívocamente las tareas de la revolución con el sujeto que debe acometerlas, o que considere que éste lleva fatalmente inscrito en un instinto predeterminado económicamente el carácter de su actuación. 

Lenin defenderá con consecuente intransigencia la capacidad del proletariado para ponerse a la cabeza de la revolución democrática, esto es, para arrebatar a la burguesía la dirección de las ingentes masas campesinas y llevar a término sus tareas históricas de destrucción de las relaciones pre-capitalistas y feudales, para acometer inmediatamente el socialismo como parte del mismo proceso ininterrumpido. 

La Revolución Socialista no emerge mecánicamente del proletariado como impersonal fuerza productiva del proceso histórico, sino que depende de la capacidad creativa y consciente de esta clase social para asir en cada momento el eslabón clave de la cadena de desarrollo social. Ésta, precisamente, la defensa de la creatividad y la acción subjetiva por encima de rígidos esquemas apriorísticos y de un objetivismo económico dado, la capacidad del proletariado para atender e integrar, digerir, en sí a su opuesto, a esas tareas de carácter burgués que la necesidad histórica pone en su camino, es la gran enseñanza teórica y filosófica universal 

4. Más vale poco y bueno, en LENIN, V.I. Obras Escogidas. Progreso. Moscú, 1977, tomo XII, p. 409. 

5. En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia; en STALIN, J. Obras. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú, 1954, tomo 7, p. 73. 

6. Mao sentará esta tesis con toda su consecuencia: “Las dos grandes tareas de la revolución china están interrelacionadas. Sin derrocar la dominación del imperialismo es imposible acabar con la clase terrateniente feudal, ya que el imperialismo es el sostén principal de ésta. Y viceversa, no se podrá formar poderosos destacamentos revolucionarios para poner fin a la dominación imperialista sin ayudar a los campesinos a derrocar a la clase terrateniente feudal, porque es ésta la principal base social de dominación imperialista en China, y el campesinado, el contingente principal de la revolución china.” La revolución china y el Partido Comunista de China; en MAO: O.E., t. II, pp. 329-330. 9 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 que se esconde tras el enconado combate de Lenin contra el economicismo y, particular y especialmente para lo que ahora nos atañe, contra lo que denominó como economicismo imperialista, jalón clave en esta lucha general que ocupó la vida del dirigente bolchevique. 

De ahí su enconada defensa del derecho de autodeterminación, pues su arrumbamiento, además de debilitar en lo particular la Revolución Rusa, suponía especialmente la incapacidad del proletariado para atender al despertar político de lo que en ese momento era la inmensa mayoría de la población mundial, certificando la bancarrota prematura de la RPM.

7 Que el proletariado se probara como clase de vanguardia a escala universal, que empezara a adquirir una experiencia histórica clave, pasaba precisamente por sumergirse en ese viejo mundo agrario, asumir a su contrario e integrar la tarea democrático-burguesa a la vez que la transforma y la proyecta hacia la Revolución Socialista, algo que desde el punto de vista políticoprogramático se traduce como Nueva Democracia. Ésa, precisamente, es, desde el punto de vista de la dialéctica, la estructura del sujeto: capacidad de asumir para sí a lo otro de sí, negación de la negación. Éste y no otro es el significado histórico, con implicación universal y universalista, del viento del Este que efectivamente signó el Ciclo de Octubre. Con él el proletariado empieza a emerger como sujeto de la historia. 

Primero, germina como clase independiente, revolucionaria, desde la comprensión y síntesis de toda la experiencia práctica de la lucha de clases precedente y la asunción de las más altas cotas alcanzadas por el saber humano: 

es la formación de su cosmovisión y el material que compone sus fuentes y partes integrantes. 

Segundo, se destaca como sujeto político históricamente determinado desde la afirmación de su capacidad de acción autónoma y creativa en lucha contra toda forma de paralizante y disolvente espontaneísmo economicista: 

es Octubre, momento de mediación clave y salto cualitativo en este proceso histórico. 

Tercero, ya dispuesto y con un horizonte propio, independiente y de vanguardia a nivel mundial, se referencia y se funde con el mundo tal y como es en la riqueza de su concreción histórica determinada, un mundo entonces mayoritariamente rural y campesino, pero ya articulado e integrado bajo la opresiva bóveda del imperialismo y, por tanto, objetivamente maduro para la RPM. Prácticamente, podemos observar a nivel histórico universal los mismos momentos que conforman los estadios de formación del proletariado como sujeto también a nivel político particular, esto es, como Partido Comunista: de la vanguardia teórica, del estadio de la crítica revolucionaria, a las grandes masas, a la transformación efectiva del globo, la praxis revolucionaria, pasando por el momento clave de la mediación práctica que referencia su proyecto a nivel mundial. De este modo, el viento del Este es el camino de creciente fusión del proceso de la RPM y su horizonte con el mundo tal como aparece históricamente determinado; un sendero que ha dotado de una primera experiencia histórica significativa al proletariado y que a cada paso, por mor de esa creciente experiencia, ha ido destacando y potenciando el aspecto subjetivo consciente de la RPM, mostrando su creciente vigor y potencialidad, auténtica, por parafrasear a Mao, “arma mágica” del proletariado. Así, el estandarte bajo el que el proletariado parisino se dispuso a asaltar los cielos en 1871 no fue otro que la vieja bandera revolucionaria nacional de 1792: 

defensa de la nación sin la guía del marxismo, pero a pesar de todo gloriosa Comuna, primera experiencia de dictadura del proletariado. El proletariado ruso hace suyo y desarrolla el marxismo y en este desarrollo forja el principal instrumento de su revolución, el Partido de Nuevo Tipo, instrumento de consciencia capaz de cabalgar una revolución democrática en marcha y desviarla de su rumbo natural hacia un horizonte superior, demostrando a la vez que el mantenimiento prolongado del poder proletario no es ninguna utópica ensoñación.

 El proletariado chino reafirma la universalidad del marxismo, construye su estrategia general, la Guerra Popular, montado sobre una guerra campesina también desencadenada previamente, y más aun, ya en el poder, demuestra con la GRCP que tampoco el desarrollo de lo nuevo a gran escala, la construcción del Comunismo, viene dada por algún impersonal automatismo histórico, sino que su historia será la de una construcción consciente o no será. 

Finalmente, su mejor discípulo, el proletariado peruano, asumiendo esa experiencia tal y como viene dada y encarnado inicialmente en “un puñado de comunistas” nos da, tal vez, el mejor ejemplo contemporáneo de lo que la subjetividad revolucionaria, asentada sobre el creciente conocimiento de las leyes históricas de la lucha de clases, puede desencadenar: aquí es la vanguardia la que por mediación de la Guerra Popular genera la guerra campesina y un estremecedor 

7. “Sería un oportunismo imperdonable que, en vísperas de esta acción del Oriente, en los comienzos de su despertar, menoscabásemos el prestigio que tenemos en él aunque sólo fuese con la menor aspereza e injusticia hecha a nuestras propias naciones alógenas.” 

Contribución al problema de las naciones o sobre la “autonomización”; en LENIN: O.E., t. XII, p. 370. Al respecto, como indicativo del peso de la población campesina en el mundo, se calcula que en 1.900 apenas un 13% de la población del globo habitaba en centros urbanos, la mayoría de ella, por supuesto, en los estados capitalistas desarrollados. 

Fuente: https://esa.un.org/unpd/wup/Archive/Files/studies/United%20 Nations%20(1980)%20-%20Patterns%20of%20Urban%20and%20Rural%20Population%20Growth.pdf 

10 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 proceso revolucionario que, contradictoriamente, ya apunta al porvenir de un nuevo Ciclo de la RPM. Desde la espontaneidad ingenua de la nación en armas hasta la implantación creativa, planificada y sistemática del proceso social revolucionario, el soplo oriental ha consagrado la actividad de la vanguardia como el elemento clave de la Revolución Comunista, dotando, a fuer de experiencia revolucionaria, a tal actividad de un valor cualitativo incomparable al de su posible magnitud cuantitativa, auténtico equivalente históricosocial de la fisión nuclear en el plano tecno-científico. 

II. El Partido Comunista de China: la constitución de un verdadero Partido Comunista… Con el Partido Comunista de China (PCC) sucede algo habitual durante el Ciclo de Octubre, como es la falta de una racionalización sistemática de su completa naturaleza como tal Partido, encontrándose ésta centrada en el aspecto de la organización de la vanguardia, que es, precisamente, la forma en que acabó asentándose esta autocomprensión en la tradición de la Komintern. Así, por ejemplo, los Estatutos aprobados por el PCC en su IX Congreso, el Congreso de la Revolución Cultural, con la perspectiva amplia de los momentos álgidos de la Revolución China ya a sus espaldas, en su parte teórica introductoria, señalaba que el PCC:

 “(…) está compuesto por los elementos más avanzados del proletariado; es una vigorosa organización de vanguardia que dirige al proletariado y a las masas revolucionarias en el combate contra el enemigo de clase.”

8 Como decimos, esto era absolutamente común a la tradición de la Internacional Comunista (IC), siendo notable que ello sucediera incluso en su partido matriz, el Partido Bolchevique, cuyo creador es a su vez el que, a lo largo de su obra y sin una total agrupación sistemática de los mismos, establece los elementos para el correcto entendimiento de la naturaleza del Partido de Nuevo Tipo. Como la LR ya ha señalado en numerosas ocasiones, sólo la perspectiva del Ciclo concluido ha permitido su reunión y comprensión cabal y multilateral. Ello, en el fondo, no es sino una expresión del principio materialista que indica que las formas de la materia se han desarrollado generalmente antes que la conciencia completa que se pueda tener de las mismas. 

En cualquier caso, el que el PCC haya conseguido, no sólo desarrollar una revolución victoriosa hasta la conquista del poder, sabiendo concretar y desarrollar los principios marxistas establecidos en función de las condiciones específicas de China, sino también impulsar el proceso de construcción socialista de forma pionera, más allá de los límites alcanzados por la experiencia previa, esto es, la soviética, ya es un indicativo de algo que la LR también ha señalado en alguna ocasión, a saber: 

que no se puede hacer tabla rasa respecto a todas las secciones de la IC, aun siendo correcta en general su valoración respecto a las graves insuficiencias en la constitución de las mismas. Ello nos lleva a interrogarnos sobre el proceso de constitución del PCC, a tratar de comprender qué factores le van a dotar de la fortaleza necesaria para desarrollar e impulsar la RPM hasta límites entonces inexplorados. La reiterada insistencia de Mao, cuando habla del Partido, respecto a la importancia fundamental para el mismo de la teoría revolucionaria y de su ligazón con las masas, ya es un indicativo de ello.

9 En esta prospección nos centraremos fundamentalmente en los elementos de la morfología constitutiva del Partido, sin atender tanto, aunque en esencia son factores inseparables, al contenido de la línea que va a impulsar y enriquecer, fundamentalmente la Nueva Democracia, por haber sido ésta mucho más valorada y comprendida por el Movimiento Comunista Internacional (MCI), especialmente por su ala maoísta. 

En octubre de 1939, en plena Guerra de Resistencia contra el Japón y con el PCC convertido ya en el bastión referencial de la lucha nacional, Mao llama a hacer un balance de la historia del PCC con el fin de asegurar su vigor, la comprensión de las tareas que afronta y el modo de abordarlas: 

“Hacer el balance de la experiencia de los últimos dieciocho años y de la fresca experiencia actual, partiendo de nuestra comprensión de la unidad entre la teoría marxista-leninista y la práctica de la revolución china, y difundir el resultado en todo el Partido para que éste se convierta en un partido sólido como el acero y evite la repetición de los errores del pasado: ésta es nuestra tarea.”

10 El propio Mao se afana en ello y en los meses subsiguientes, en este marco, producirá alguno de los documentos capitales de la Revolución China, especialmente Sobre la nueva democracia. En él y otros 8. 

Documentos del IX Congreso nacional del Partido Comunista de China. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1969, p. 113. 9. Como botón de muestra, véase el apartado dedicado al Partido Comunista en su famosa compilación de citas conocida como el Libro Rojo. MAO TSE-TUNG: 

Citas del Presidente Mao Tse-tung. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1967, pp. 1-8. 10. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: O. E., t. II, p. 304. 11 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 textos del periodo realiza una excepcional panorámica sobre la forma en que el comunismo ha arraigado en China. Para Mao, el momento decisivo, que señala una auténtica divisoria en el curso de la Revolución China, es el Movimiento del 4 de Mayo de 1919. 

Con éste, a juicio de Mao, la Revolución China, que arrecia desde 1840, deja de ser una revolución burguesa de viejo tipo, para pasar a serlo de nuevo, de Nueva Democracia, llamada a ser dirigida por el proletariado: “En el frente cultural o ideológico de China, el periodo anterior al Movimiento del 4 de Mayo y el que le sigue constituyen dos periodos históricos diferentes. (…) a partir del Movimiento 4 de Mayo, las cosas cambiaron. 

Surgió en China una fuerza cultural fresca, totalmente nueva: la cultura e ideología comunistas, guiadas por los comunistas chinos, o sea, la concepción comunista del mundo y la teoría de la revolución social. 

El Movimiento del 4 de Mayo tuvo lugar en 1919, y la fundación del Partido Comunista de China y el comienzo real del movimiento obrero se produjeron en 1921. 

Todo esto sucedió después de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución de Octubre, esto es, en una época en que la cuestión nacional y el movimiento revolucionario de las colonias habían tomado en el mundo un nuevo cariz. Aquí la conexión entre la revolución china y la revolución mundial es sumamente clara. Una fuerza política fresca –el proletariado y su Partido Comunista— subió a la escena política china”.

11 Mao comprende que Octubre marca un hito en el desarrollo de la historia universal, el inicio de un nuevo Ciclo de la misma, cuyas salvas de artillería van a tener un profundo impacto en el movimiento de todos los pueblos del mundo, y naturalmente en el chino. Pero Mao establece otra conexión fundamental. Así, a juicio del revolucionario chino, la transformación en el “frente ideológico”, de la que “surge la concepción comunista del mundo”, antecede a la fundación del Partido Comunista y al “comienzo real del movimiento obrero”. La perspectiva de Mao es rigurosamente leninista –sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario—, pero no se trata en ningún caso de la visión de un doctrinario, empeñado en encajar los hechos en su dogma, sino que expresa la realidad de que, efectivamente, el Movimiento del 4 de Mayo va a ser, no sólo la ola que deposite el marxismo en las playas de China, sino también el útero donde van a nutrirse de experiencia política los iniciadores y fundadores del comunismo chino. 

Efectivamente, el Movimiento del 4 de Mayo, es fundamentalmente un movimiento intelectual y estudiantil, algo que el propio Mao se encarga de subrayar:

 “El Movimiento del 4 de Mayo fue la respuesta al llamamiento de la revolución mundial, de la Revolución Rusa y de Lenin. Fue parte de la revolución proletaria mundial en esa época. Si bien el Partido Comunista no existía aún, había un buen número de intelectuales que aprobaban la Revolución Rusa y poseían rudimentos de la ideología comunista. 

Al comienzo, el Movimiento del 4 de Mayo fue el movimiento revolucionario de un frente único de tres sectores: intelectuales de ideas comunistas, intelectuales revolucionarios de la pequeña burguesía e intelectuales de la burguesía (estos últimos formaban el ala derecha del Movimiento en aquella época).”

12 Octubre, estableciendo la Revolución Socialista como referente político mundial efectivo, había plantado la semilla de la fascinación por el comunismo entre un nutrido grupo de la juventud intelectual y revolucionaria nacionalista china. El propio Sun Yat-sen, fundador del moderno movimiento nacionalista chino, el Kuomintang (KMT), hablaba en tono comprensivo y exculpatorio acerca de “el fanatismo y la excesiva admiración de los jóvenes estudiantes chinos hacia la revolución rusa”.

13 El Movimiento del 4 Mayo era una corriente heterogénea, en la que convivían diversas sensibilidades ideológico-políticas, bajo la bóveda común de la lucha nacional anti-imperialista. 

De hecho, una de las matrices comunes del Movimiento era la auténtica revolución cultural y literaria que la intelectualidad revolucionaria impulsaba contra la vieja cultura feudal-confuciana y su estereotipada forma literaria de transmisión, abogando por la adopción de la lengua vulgar, más asequible para las masas populares. Así, una de las enseñas enarboladas por el movimiento, distintivo de su enrolamiento democrático anti-feudal, era su apertura a las influencias culturales exteriores, 

11. Sobre la nueva democracia; Ibídem, pp. 386-387. 12. Ibid., pp. 388-389. 13. Cfr. CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. El socialismo en un solo país (1924-1926). Alianza Editorial. Madrid, 1976, vol. 3 (II), p. 695. 12 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

en la que el marxismo convivía con otras corrientes intelectuales occidentales. Todo ello lo convertía en un terreno fértil para una intensa y rica batalla de ideas, para una lucha de líneas entre los representantes intelectuales de las diversas clases representadas en el movimiento.

14 Es precisamente a través del hervidero de esta lucha ideológica como los primeros marxistas chinos, organizados inicialmente a través de una serie de círculos de estudio

15 que, al calor de Octubre, florecen entre 1918 y 1920, van a alcanzar esa primera consistencia y madurez necesarias para plantearse la fundación formal del PCC.

16 Coetáneo del Movimiento del 4 de Mayo de 1919, publicado precisamente ese mes, es el artículo Nuestra concepción del marxismo, considerado la primera exposición más o menos completa del marxismo oriunda de China, obra de Li Ta-chao, reconocido como el principal introductor del marxismo en el país asiático

17 y uno de los fundadores del PCC, asesinado por la reacción en 1927. Como vemos, Mao, ejerciendo como albacea de la historia del movimiento comunista chino, sitúa con absoluta nitidez su detonante y su primera manifestación social en un movimiento exclusivamente intelectual, sin un carácter de masas amplias. De hecho, lo subraya a continuación al hablar de los puntos flacos del Movimiento del 4 de Mayo: “Su punto débil consistía en que se limitaba a los intelectuales, sin que participaran los obreros y campesinos.”

18 Evidentemente, es una verdad innegable que por separado el socialismo científico y el movimiento obrero son igualmente débiles, pero la cuestión es que Mao capta, distingue y sitúa, conceptúa, el momento fundamentalmente ideológico, el momento de la vanguardia teórica, en el desarrollo de la revolución y lo sitúa, necesariamente, en el inicio de la misma. Esto es algo que pasará a ser patrimonio de su pensamiento y que jugará, como veremos, un papel clave en la concepción y lanzamiento de la GRCP. Así, dos décadas después de este escrito, Mao, ya en el poder, recordaba: “La revolución china comenzó por la propagación del marxismo. Gracias a esta propagación nació una nueva opinión pública que facilitó la revolución.”

19 Por supuesto, la revolución proletaria necesariamente debe comenzar en el plano ideológico y hacer su primer pie social sobre un suelo intelectual –independientemente del origen sociológico de los que sustenten tal suelo inicial—, por las características propias de esta capa social, algo que sólo los más zafios materialistas vulgares pueden cuestionar: “Los intelectuales y los jóvenes estudiantes, particularmente sensibles a los acontecimientos, son los primeros afectados.”

20 Como vemos, la importancia del Movimiento del 4 de Mayo para el desarrollo de la Revolución China es difícilmente subestimable. Se trata de un movimiento extremadamente minoritario a escala de la sociedad china, pero de vanguardia ideológica, fundamentalmente urbano y por ello con un rápido acceso a los elementos más dinámicos e inquietos de la sociedad china, que, además de esta juventud de vanguardia, están naturalmente compuestos por el proletariado. 

De hecho, la fundación formal del PCC en julio de 1921, con el inestimable soporte de la IC, no puede 

14. Así, por ejemplo, destaca la llamada “disputa de los ismos”, que enfrenta en esta época a los incipientes marxistas chinos con los seguidores de, y es algo a destacar particularmente, la filosofía pragmática de Dewey. GUILLERMAZ, J. Historia del Partido Comunista Chino. Pení. Barcelona, 1970, pp. 69-70. 15. Ibídem, pp. 71 y 73-74. 16. “Tanto ideológicamente como en materia de cuadros, el Movimiento del 4 de Mayo preparó el terreno para la fundación del Partido Comunista de China en 1921”. MAO: Op. cit., p. 389. 17. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 70. 18. MAO: Op. cit., p. 389. 19. MAO TSE-TUNG: La construcción del socialismo. Fundamentos. Madrid, 1977, p. 78. 20. Sobre la nueva democracia; MAO: O. E., t. II, p. 353. 13 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

ser considerada en ningún caso como la constitución material efectiva del Partido Comunista en China, pero sí que representa un hito desde el momento en que supone la agrupación de un embrión dirigente que, a la vez que se empieza a dotar de una mínima base marxista propia, en medio de las condiciones particulares chinas de la lucha de líneas, y de unos mínimos rudimentos de cohesión organizativa, se establece como el depositario, oficialmente reconocido, del horizonte político abierto por Octubre. Ello precisamente le permite disponer la proyección de su influencia hacia una primera esfera social más amplia. Por eso, podemos considerar que, desde 1921, el proletariado revolucionario chino se ha dotado, no de su Partido, sino de su movimiento de vanguardia referencial, de su referente de vanguardia marxista-leninista. De hecho, hasta 1925 la propia Komintern describía al PCC como “fundamentalmente una organización de propaganda”.

21 Ellos van a cumplir la función crucial de mediadores entre la teoría revolucionaria y una subsecuente socialización de cierta amplitud: “(…) sus tendencias revolucionarias [de los intelectuales y jóvenes estudiantes] son muy fuertes. Están dotados, en mayor o menor grado, de conocimientos científicos capitalistas, poseen una aguda sensibilidad política y, en la presente etapa de la revolución china, desempeñan con frecuencia un papel de vanguardia o sirven de puente con las masas. (…) En particular, la gran masa de intelectuales relativamente pobres pueden unirse con los obreros y campesinos para participar en la revolución o apoyarla. En China, también fue entre los intelectuales y los jóvenes estudiantes donde primero se difundió ampliamente y se aceptó la ideología marxista-leninista. Sin la participación de los intelectuales revolucionarios, es imposible tener éxito en la organización de las fuerzas revolucionarias.”

22 En las condiciones de efervescencia revolucionaria que vive la China del momento –no olvidemos la Revolución de 1911 que ha traído el derrumbamiento de la monarquía imperial y una endémica y violenta inestabilidad política—, el Movimiento del 4 de Mayo se expande rápidamente hacia los elementos más o menos modernos de la sociedad urbana, ellos mismos una minoría en la aplastantemente rural y campesina China de entonces, pero de una importancia social cualitativamente decisiva. Continúa Mao: “Pero, al desarrollarse hasta desembocar en el Movimiento del 3 de Junio, se convirtió en un movimiento revolucionario de amplitud nacional, en el que participaron no sólo los intelectuales, sino también las amplias masas del proletariado, la pequeña burguesía y la burguesía.”

23 En este contexto de ebullición y rápida expansión del movimiento revolucionario, los intelectuales que componen el PCC se van a dirigir en un primer instante, fundamental y casi exclusivamente hacia el proletariado chino, el despertar de cuyo movimiento, irrelevante hasta la fecha, se da precisamente en este momento. Es decir, la clase obrera china no conoce una fase de movimiento económico con conciencia en sí previa a la aparición y referencialización de su organismo revolucionario de vanguardia, sino que su entrada en el ruedo político se hace directamente desde el plano de la política y su movimiento sindical está fuertemente caracterizado por este carácter más elevado. Como venimos señalando, aunque extremadamente minoritario para el conjunto de la sociedad en la que está inscrito, al proletariado chino cabe aplicarle aun más si cabe ese carácter cualitativamente decisivo. De modo general, el “derrumbe de todas las murallas de China” por la penetración de las relaciones capitalistas en los países más o menos atrasados, su subordinación y dependencia de un mercado y una estructura económica mundial cada vez más integrada y entrelazada generan, en sus eslabones débiles, un auténtico hervidero social. El poder imperialista redobla y hace más insoportable la explotación de las vastas masas campesinas a la vez que, con su capital de exportación introduce, acentuando el desequilibrio de la economía nacional, una serie de cabezas de puente capitalistas, a veces extraordinariamente modernas y con una enorme concentración proletaria: véase 

21. Cfr. CARR: Op. cit., p. 687. 

22. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 333 (la negrita es nuestra –N. de la R.). 

23. Sobre la nueva democracia; Ibídem, p. 389. 14 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

San Petersburgo, véase aun más, Shanghái. No por casualidad, China será el ejemplo paradigmático, con un valor y proyección históricas, de estos elementos y condiciones. Allí se hacina en una serie contada de ciudades un proletariado de recientísima aparición, apenas desarraigado de la tierra y de las seguridades y costumbres de la tradición, y por ello particularmente inquieto y bullicioso; intranquilidad a la que cabe sumar el tormentoso marco político chino del momento. Su concentración

24, su vínculo, aún reciente, con el campo, su inquietud y las condiciones de un país oprimido, que impiden o dificultan la aparición de una capa de aristocracia obrera con relevancia social, sitúan al proletariado chino en condiciones de aparecer como tal clase en conjunto, aun a pesar de la inmensa minoría que representa en la sociedad china, o precisamente por ello, como elemento de vanguardia del movimiento nacional y la revolución de forma relativamente homogénea y compacta. Mao destaca especialmente algunos de estos elementos cruciales: “Dado que en la China colonial y semicolonial no existe, como en Europa, base económica para el socialreformismo, el proletariado en su conjunto, salvo unos pocos vendeobreros, es la clase más revolucionaria. (…) como el proletariado chino, por su origen, está formado en su mayoría por campesinos arruinados, tiene vínculos naturales con las grandes masas campesinas, lo cual le facilita formar una estrecha alianza con ellas.”

25 Efectivamente, al igual que los móviles detonantes del Movimiento del 4 de Mayo son fundamentalmente de carácter nacional antiimperialista –la indignación provocada por las cláusulas del Tratado de Versalles referentes a China, el tratamiento de las 21 condiciones del Japón y el traspaso a este país de las antiguas concesiones chinas de la derrotada Alemania imperial— y, por ello, dada esa consecuencia del Movimiento que tanto alaba Mao, naturalmente anti-feudales

26, la motivación del despertar del movimiento obrero chino será también esencialmente nacional e, incluso, serán los nacionalistas sus primeros promotores y organizadores. Un hito a este respecto es la huelga que en la primera mitad de 1922 consigue paralizar completamente HongKong, motivada, no tanto por demandas económicas, sino por la presencia del imperialismo británico y que es organizada por el KMT.

27 Éste, por cierto, es un hecho perfectamente asumido y comprendido por la IC: “En la medida en que los intelectuales burgueses nacionalistas atraen hacia el movimiento revolucionario a la clase obrera para luchar contra el imperialismo, sus representantes asumen ante todo un papel dirigente en la acción y en la embrionaria organización profesional. En un comienzo, la acción de la clase obrera no supera el marco de los intereses ‘comunes a todas las naciones’ de la democracia burguesa (huelgas contra la burocracia y la administración imperialista en China y en India).”

28 Es este contexto de efervescencia y referencialización de la lucha nacional, cuando todos los elementos más modernos y progresivos de la sociedad china (burguesía nacional, pequeña burguesía, proletariado) están formando un frente unido anti-imperialista, lo que permite al proletariado, poco numeroso pero concentrado en lugares decisivos respecto a los vínculos económicos y políticos de dependencia de China con el imperialismo, las grandes aglomeraciones urbanas más o menos costeras, situarse en la posición de suministrar la más aguerrida fuerza social de choque al movimiento nacional. Es por todo este marco que se encuentra, como clase en conjunto, en situación de actuar como vanguardia práctica de un movimiento nacional general. Efectivamente, este proletariado representa al elemento de avanzada de la lucha anti-imperialista efectiva, el que más dispuesto se halla a arrostrar los riesgos prácticos de la misma y, por su referida composición y situación, como subraya Mao, el que se encuentra en mejor situación para servir de mediador y transmisor del movimiento hacia la aplastante mayoría de la nación, el campesinado, cuyo despertar supondrá el decisivo punto de no retorno para la revolución nacional y social china. Precisamente, al respecto de este despertar, de las formas de encararlo, se irán acumulando las fricciones entre el KMT y el PCC que llevarán a la ruptura de su alianza. Pero no adelantemos acontecimientos. Como vemos, efectivamente, los comunistas, apenas nacidos a la independencia organizativa, no participan de estas primeras expresiones importantes del proletariado chino, pero inmediatamente, dada su referida orientación social, se van a significar en su movimiento y a alcanzar una decisiva influencia en él. 

24. Se calcula en unos dos millones el número de obreros industriales en China hacia 1920, a lo que se podrían añadir unos diez millones de artesanos; ello sobre una población total estimada en alrededor de 450 millones de personas. Al respecto, hacia esta época, la mitad de este proletariado industrial se concentraba exclusivamente en Shanghái. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 55-56 y 144-145. 

25. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 336 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

26. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 47.

27. CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevique (1917-1923). Alianza Editorial. Madrid, 1974, vol. 3, pp. 541-542. 28. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Pasado y Presente. Buenos Aires, 1973, vol. II, p. 228. 15 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

Ésta se va a hacer notar en el siguiente jalón decisivo de la Revolución China, que es el Movimiento del 30 de Mayo de 1925, al que los comunistas ya van a estar estrechamente vinculados organizativamente y en el que van a desplegar una acción efectiva. Este movimiento, de carácter huelguístico fabril, pero masivo y generalizado, se hace de nuevo bajo la bandera nacional de lucha anti-imperialista, pero ahora el PCC es capaz de referenciarse inmediatamente. 

De hecho, 1925 es un año clave en el desarrollo de esta primera etapa de la historia del PCC. Si en enero de 1925, en el momento de celebrar su IV Congreso, el PCC apenas sumaba la cifra de un millar de militantes (no olvidemos que su Congreso fundacional en 1921 representaba a 57 militantes en total), para finales de este año esa cifra se ha multiplicado por diez y, a partir de ese momento, hasta 1927, no dejará de crecer, agrupando en ese último año a casi 60.000 activistas.

29 Así pues, a partir de este momento, 1925, podemos considerar que el comunismo ha penetrado a la vanguardia práctica y se encuentra en condiciones de conectar con las grandes masas de la sociedad china, con la fuerza cuyo peso numérico la convierte en decisiva para el desenvolvimiento de la lucha de clases revolucionaria en ese país, el campesinado. Ésta es, precisamente, la siguiente fase o escalón que señala Mao: 

“En el segundo periodo, cuyos jalones lo constituyen la fundación del Partido Comunista de China, el Movimiento del 30 de Mayo y la Expedición al Norte, se continuó y amplió el frente único de las tres clases, formado durante el Movimiento del 4 de Mayo, se atrajo a dicho frente al campesinado, y se estableció en el terreno político un frente único de todas estas clases”.

30 Paralelamente a esta ampliación de su radio de influencia social, la línea del comunismo chino se va ir definiendo y concretando. Si, como hemos visto, ya se había establecido una primera comprensión general del marxismo, un fundamento suficiente para referenciarse crecientemente entre la vanguardia ideológica de la sociedad china, ahora se trata de su aplicación a la realidad concreta del país como línea política. Sucintamente, podemos resumir su desarrollo como una creciente ampliación que, desde el más cerrado obrerismo inicial se va a ir extendiendo, primero hacia la burguesía nacional, hasta llegar finalmente a comprender al campesinado. Efectivamente, en un primer momento, son los delegados de la Komintern los que deben poner sobre la mesa todo su prestigio e influencia para obligar

31 a los renuentes dirigentes del PCC a abrirse a una política de colaboración y alianza con el KMT –él mismo asesorado por los soviéticos—, que será decisiva para la expansión y el desarrollo del Partido. Este periodo de colaboración con la burguesía nacional dio al PCC un primer y precioso bagaje de experiencia política en la gran lucha de clases, pero culminó en el desastre de 1927 debido a la desviación derechista de su dirección. Así, si en un primer momento la dirección del PCC, encabezada por su primer secretario general, Chen Tuhsiu, se había visto arrastrada por la IC a la alianza con el KMT, ahora esta política se abrazó con fervor unilateral, amenazando la propia independencia del Partido y comprometiendo la posibilidad de su expansión hacia el campesinado, respecto al que se tiene una política timorata, temerosa de la revolución agraria, que se evita impulsar decididamente para no perturbar las relaciones con el KMT.

32 Es precisamente alrededor de la lucha de líneas en torno a esta cuestión donde Mao empieza a destacar en el seno del Partido. De cualquier manera, y a pesar de los conciliadores esfuerzos del PCC, el KMT, alarmado por la, a pesar de todo, creciente influencia y prestigio comunistas, decide romper la alianza. Entre abril y julio de 1927 se desata una sangrienta cacería anticomunista que costará miles de vidas entre los obreros revolucionarios y los militantes del PCC y que será agravada por la reacción del PCC, aún fuertemente marcado por el influjo obrerista-economicista, cuyo colofón militar es el putschismo insurreccionalista, que lanzará durante la segunda mitad de 1927 una serie de insurrecciones y asaltos armados frontales en las ciudades que culminarán en el sangriento fracaso de la 

29. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 103. 

30. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 389. 

31. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 91-92; CARR: El socialismo en un solo país, vol. 3 (II), p. 688. 

32. Tanto Mao como la historia oficial posterior del PCC condenarán duramente la política de su primer secretario general; por ejemplo: “El rasgo caracterstico del oportunismo de derecha de Chen Tu-hsiu consistía precisamente en llevar al proletariado a adaptarse a los intereses egoístas de la burguesía y su partido, lo cual fue la causa subjetiva del fracaso de la Primera Gran Revolución.” Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: Op. cit., p. 298. 16 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 Comuna de Cantón en diciembre. Los supervivientes de esta debacle se ven obligados a pasar a la clandestinidad o a huir al campo, donde desde finales del año anterior, el campesinado, despertado por la Expedición al Norte, comienza a rugir con creciente brío: la guerra campesina es ya una realidad. Es a este escenario donde los fugitivos del PCC van a parar, agrupados crecientemente en torno a Mao, quien ya viene defendiendo el papel decisivo del campesinado en la Revolución China en la lucha de líneas en el seno del PCC.


33 De este núcleo va a surgir el equipo dirigente que se destacará en la historia del PCC hasta la GRCP, así como la primera base de apoyo rural del Partido en las montañas de Ching Kang Shan. A toda la experiencia atesorada en los años anteriores entre el proletariado urbano y en la colaboración con la burguesía nacional, la vanguardia marxista china puede sumar ahora la primera experiencia rural plena. El PCC, en un sangriento proceso de concreción de su línea ha llegado ya a lo hondo de la sociedad china, donde habitan las masas incontables, ahora ya en movimiento. Mao describe este periodo que acaba de iniciarse de la siguiente manera: “(…) la fase de la Guerra Revolucionaria Agraria. Gracias a la experiencia adquirida durante la primera fase, a una mejor comprensión de las condiciones históricas y sociales de China y de las características y leyes de la revolución china, y también a que nuestros cuadros habían asimilado mejor la teoría marxista-leninista y sabían mejor cómo integrarla con la práctica de la revolución china, nuestro Partido pudo llevar adelante con éxito, durante diez años, la lucha revolucionaria agraria. La burguesía había traicionado, pero el Partido supo apoyarse firmemente en los campesinos. Las organizaciones del Partido no sólo volvieron a crecer sino que se consolidaron.”

34 Así pues, es a través de una profundización social, que es a la vez ampliación de su radio de acción, en un descenso desde lo ideológico general a lo más particular concreto, ganando una preciosa experiencia en contacto con todas las clases más o menos progresivas de la sociedad china, como la Línea Política se encuentra ya en condiciones de comenzar a formular el Programa concreto de la Revolución China. A eso, a la cristalización programática, es precisamente a lo que se está refiriendo Mao cuando habla de la “integración de la teoría marxista-leninista con la práctica de la revolución china”. De este modo, desde finales de 1927 podemos considerar que el PCC ha dado ya los pasos esenciales para su constitución; pero ésta, debido a las particularidades históricas y políticas en que se enmarca la Revolución China, será todavía por un tiempo, como veremos, un proceso problemático. En cualquier caso, el llamado de Mao a realizar un balance se produce en un momento especialmente oportuno. Como decíamos, para 1939, ya en Yenán, el PCC se ha convertido en el referente de la resistencia nacional, el partido al que vuelven su mirada todos los sectores de la sociedad china ansiosos por terminar radicalmente con el secular y humillante sojuzgamiento de su país. Efectivamente, tras el de 1925, entre 1937 –inicio de la guerra abierta con Japón— y 1940, época en la que Mao completa ese balance en el que nos hemos apoyado para empezar a comprender el proceso de constitución del PCC, el Partido vive otro momento decisivo en su crecimiento: durante esos años su número de militantes asciende vertiginosamente de 40.000 a 800.000.

35 El riesgo de dilución ideológico-política del comunismo chino como fuerza independiente es particularmente severo ante ese aluvión de nuevos miembros, la mayoría atraídos al Partido por motivos más patrióticos que clasistas. De ahí la apremiante necesidad sentida

36 de un balance que ordene y sistematice la historia del Partido y de ahí que sea ésta la época en que Mao elabora sus obras filosóficas 

33. “Hay que poner término inmediatamente a todo comentario contra el movimiento campesino y corregir cuanto antes todas las medidas erróneas que respecto a él han tomado las autoridades revolucionarias. Sólo así se puede contribuir al desarrollo futuro de la revolución. Pues el actual ascenso del movimiento campesino es un acontecimiento grandioso.” Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Junan; en MAO: O. E., t. I, p. 19. 34. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: O. E., t. II, p. 301. 

35. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 403. 

36. “(…) el nuestro es ya un partido de envergadura nacional y un partido con carácter de masas (…). En la actualidad, tenemos muchas organizaciones recién formadas en que militan gran número de nuevos miembros del Partido, las cuales no pueden ser consideradas todavía como organizaciones con un amplio carácter de masas, no están aún consolidadas en los terrenos ideológico, poltico y organizativo y no están aún bolchevizadas. Al mismo tiempo, surgen la cuestión de elevar el nivel de los viejos militantes del Partido y la cuestión de avanzar aún más en la consolidación, en estos tres terrenos, de las viejas organizaciones y en su bolchevización.” MAO: Op. cit., p. 294. 17 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 más célebres.

37 Este trabajo de balance dispondrá al PCC en posición de profundizar y ultimar su Línea, cuya más señera muestra probablemente sea Sobre la nueva democracia, y su Programa, sentando las bases definitivas que auparán al Partido a la victoria, contra Japón primero, y contra el KMT después, llevando a la fundación de la República Popular. En relación con ello, de las entrañas de este balance también surgirá un elemento absolutamente clave en el desarrollo de la Línea y el estilo de trabajo del PCC, como es la campaña de rectificación en la que el Partido se embarca desde 1942 y que se puede considerar como una auténtica semilla de la GRCP. Efectivamente, se trata de una campaña de elevación ideológica de los miembros del PCC y de estrechamiento de sus lazos con las masas, destinada a garantizar la independencia ideológico-política del comunismo chino; motivación impuesta por la necesidad de digerir el explosivo crecimiento cuantitativo del Partido, pero que pasará a formar parte estructural del bagaje y pensamiento maoístas. Particularmente, en ella se acuña plenamente el concepto maoísta de la línea de masas, decisivo y sobre el que abundaremos. 

La campaña de rectificación se asienta sobre sesiones colectivas de estudio, donde se intenta fomentar el debate ideológico, aunque éste se articula sobre un procedimiento muy reglado y formalizado a priori en función del esquema maoísta unidad-crítica-unidad, estrechamente vinculado a esa línea de masas, animando a través de esa discusión a los militantes a la aplicación de la crítica y la autocrítica de sus trayectorias y actitudes en sesiones colectivas. Con esta campaña se consiguió el asentamiento de la dirección del Partido, una elevación de su nivel cualitativo, con la multiplicación del número de cuadros aptos, se fortaleció el enraizamiento del PCC en las bases de apoyo y, en definitiva, se cohesionó el movimiento comunista chino en un momento en que, paradójicamente, era su éxito político la mayor amenaza a su independencia y desarrollo. Esta campaña se saldó con una depuración del Partido, que expulsó de sus filas alrededor de un 5-10% de su militancia inicial.

38 Aun a pesar de sus defectos –que también, inevitablemente, pasarán a formar parte de la concepción maoísta—, esta campaña de rectificación, y sus motivaciones, era un extraordinario y saludable revulsivo si se sitúan en el contexto del MCI de la época, donde los métodos y el estilo de trabajo administrativos se imponían cada vez más y en que la línea de Frente Popular diluía crecientemente al movimiento comunista en las pantanosas aguas de la democracia burguesa, amenazando su independencia a todos los niveles (es la época, no lo olvidemos, de la autodisolución de la IC). En definitiva, en las condiciones históricas necesarias del Ciclo de Octubre que determinarán la orientación progresiva de la RPM hacia el Oriente, impulsada por ese viento del Este, la constitución de un verdadero Partido Comunista en China, país que por su composición de clases, la disposición política de las mismas y su relación con el imperialismo, así como por las tareas pendientes a resolver por la revolución, se encontraba en una posición históricamente paradigmática respecto a la propia estructura social mundial contemporánea, determina la definitiva consagración del proletariado como referente universal y como sujeto histórico. 

En China, la RPM alcanza lo hondo y profundo del mundo de entonces, y este descenso histórico, que, por su atesoramiento de aprendizaje revolucionario, es simultáneo y dialéctico ascenso, eclosiona finalmente con la más elevada experiencia revolucionaria de todo el Ciclo, la GRCP, creando un verdadero puente hacia un futuro revolucionario más elevado, hacia un Segundo Ciclo de la RPM. En la comprensión del proceso de constitución del PCC hemos seguido a Mao en una de sus más reconocidas y brillantes exposiciones ideológicas. Estrictamente, Mao no acomoda las fases y periodos del proceso tal y como nosotros los hemos bosquejado, sino que, inmerso en el Ciclo y sin la suficiente perspectiva histórica, los ordena necesaria y correctamente en función de las conquistas alcanzadas y las exigencias de continuidad de la Revolución China. No obstante, el rigor del revolucionario chino es tal que los elementos necesarios para la comprensión de la constitución de un Partido Comunista están, sin destacar especialmente, presentes explícitamente, y no sólo eso, sino que además se encuentran dispuestos en el orden científicamente preciso. Así, como hemos visto, Mao establece claramente distinguidos y secuenciados los momentos clave del proceso social que signan la constitución de un verdadero Partido Comunista: de la vanguardia teórica a las grandes masas, pasando por la mediación de la vanguardia práctica. 

De la ebullición intelectual del Movimiento del 4 de Mayo, donde el marxismo debe abrirse paso como referente de la Revolución China en pugna con otras ideologías que aspiran a su hegemonía, a las grandes masas campesinas, pasando por un proletariado que ha sido ya activado y encuadrado por el movimiento nacional. Efectivamente, las características objetivas de la Revolución China imbricaban necesariamente la cuestión nacional con la revolución social, así como la estructura de clases de la sociedad china, oprimida, atrasada y sin la complejidad de las modernas sociedades capitalistas, permitía al proletariado jugar, como 

37. Sobre la contradicción y Sobre la práctica, ambas de 1937. 

38. El PCC, para finales de 1942, contaba sus filas en 736.000 militantes. GUILLERMAZ, Op. cit., p. 411. 18 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

conjunto homogéneo, a la vez que el de activo luchador social, el rol clave de mediador en el movimiento nacional. Finalmente, paralelo a este proceso de profundización-ampliación social en el que nos hemos centrado, atisbamos a ver las claves del aterrizaje del marxismo en una realidad específica particular, los momentos capitales de su proceso ideológicopolítico, en un camino de concreción creciente de la teoría revolucionaria. 

Desde su defensa general como verdad teórica más abstracta en las luchas ideológicas del Movimiento del 4 de Mayo, hasta la necesidad de sus primeras formulaciones programáticas precisas, coincidentes con la construcción de las primeras bases de apoyo rurales: de la defensa de la Línea General, tal y como ha podido ser aprehendida desde el MCI, desde ese retumbar artillero de Octubre y sus instituciones, fundamentalmente la Komintern, hasta el inicio de la formulación del Programa para la revolución agraria, nudo gordiano de la entera Revolución China, pasando por el pulido de la Línea Política a través de la dolorosa, pero enriquecedora, experiencia de la Primera Guerra Civil Revolucionaria, de la colaboración con el KMT. Un proceso cuya culminación sólo ha sido posible desde la experiencia y relación de la vanguardia marxista con todas las clases progresivas de la sociedad china, así como, consecuentemente, desde la relación de todas las clases entre sí. 

III. … en unas condiciones necesarias e históricamente determinadas 

III.1. El movimiento nacional del pueblo chino Como hemos señalado, las exigencias objetivas del desenvolvimiento de la Revolución China otorgaban una preponderancia clave al problema del sojuzgamiento nacional de China, situando en primer plano las necesidades de la revolución nacional. Ésa es, al menos, la perspectiva de Mao, refrendada por la práctica revolucionaria del PCC:

 “Incuestionablemente, las tareas principales consisten en golpear a estos dos enemigos, o sea, en realizar una revolución nacional para acabar con la opresión extranjera del imperialismo y una revolución democrática para terminar con la opresión interior de los terratenientes feudales; de estas tareas, la primordial es la revolución nacional para derrocar al imperialismo.”

39 Si las bases del Ciclo de Octubre están marcadas por el entrelazamiento histórico de la revolución burguesa con la revolución proletaria y si ello ya se refleja políticamente en el acontecimiento que le da salida, la Revolución de Octubre, aun más profunda será la incidencia de esta determinación política, del peso de la revolución democrática, en el escenario chino. La estructura socioeconómica del país así como la forma de su encuadramiento en el sistema imperialista mundial determinarán este peso del factor democrático y su marcada inclinación nacional. La revolución nacional es en China un hecho que lleva décadas en marcha cuando el comunismo y el proletariado chinos entran en escena como actores políticos. La propia composición, situación y peso relativo del proletariado chino respecto de las otras clases, así como su historia política, la forma nacional primera de su movilización, determinan que nuestra clase, la más avanzada, sea, por ello, la más sensible a las paradojas que genera esta ineluctable encrucijada histórica. Ello se reflejará en el carácter dual de su actividad política, primariamente nacional, pero también de clase. Inevitablemente, este estigma de bastardía se reflejará a su vez en la fuerza política llamada a representarlo, el PCC, que se enraíza fuertemente en el seno del proletariado en estos decisivos primeros años de infancia del Partido.

40 Si ya hemos visto cómo entre 1922 y 1925 el proletariado chino ejerce como fuerza de choque del movimiento nacional contra el imperialismo, pronto, aun sin dejar a un lado su implicación nacionalista, su desenvolvimiento empieza a afectar también a la propia burguesía china.

41 Ello va a ser otro factor, junto a la creciente inquietud en el agro que lleva al estallido de la guerra campesina, que agrie y debilite la alianza PCC-KMT, fortaleciendo al ala derecha de este último partido. Si esto, si este peso objetivo necesario del componente nacional, ya era así en el suelo social natural del PCC, aun se va a marcar más cuando el Partido desplace su centro de gravedad de masas hacia el campo y se apoye sobre el ingente campesinado, “ejército básico del movimiento nacional”, por recordar a Stalin. Pero el elemento decisivo respecto al peso de la orientación nacionalista en el PCC va a ser su relación con la burguesía nacional. La importancia extraordinaria 

39. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 329 (la negrita es nuestra –N. de la R.).

40. Ello, por supuesto, además se expresa, no sólo a través de este elemento sociológico, sino también mediante las limitaciones históricas generales del marxismo de Octubre y la forma de su recepción por la vanguardia proletaria china.

41. Un exponente ejemplar es la huelga que, de nuevo en Hong-Kong, se realiza entre la segunda mitad de 1925 y principios de 1926, que no sólo va a afectar a las empresas extranjeras, como era la tónica habitual hasta el momento, sino que también se va a extender a los poco numerosos establecimientos de propiedad china. CARR: Op. cit., pp. 728 y 736. 19 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016

de esta relación la subraya Mao con contundencia: “La revolución china y el Partido Comunista de China se han desarrollado precisamente a través de esta compleja relación con la burguesía. (…) Los fracasos o triunfos del Partido, sus retrocesos o avances, su reducción o ampliación, su desarrollo o consolidación, están todos necesariamente ligados a la relación del Partido con la burguesía y a su relación con la lucha armada.”

42 Dejando por el momento la cuestión de la lucha armada, efectivamente, la relación del PCC con la burguesía nacional va a ser absolutamente decisiva y no sólo en el crucial periodo de nacimiento del Partido. Como hemos visto, el terreno fértil donde se planta la semilla del comunismo chino es el Movimiento del 4 de Mayo. Asimismo, hemos señalado con Mao que es un movimiento político fundamentalmente intelectual, donde junto a los incipientes representantes del proletariado conviven los de diversas capas de la burguesía. Igualmente, hemos observado que es en la lucha ideológica entre estas corrientes teóricas convivientes de matriz occidental como el marxismo se abre paso en China. No obstante, algunos de los elementos de estas tendencias burguesas se van a adherir a ese marxismo que va a conformar el maoísmo.

43 Ello, por supuesto, es inevitable y es el peaje necesario que el marxismo pagó históricamente para referenciarse como ideología hegemónica entre la vanguardia, como su concreción y adaptación, en un proceso de negación de la negación más o menos incompleto, en las condiciones particulares de una realidad específica. Por supuesto, de nuevo, ello no es ninguna particularidad de la Revolución China, sino la expresión en la misma de la alianza general que el marxismo realizó con el materialismo vulgar contra el pensamiento idealista –en su forma dominante propia del sistema feudal; siendo, pues, la expresión filosófica de ese entrelazamiento histórico de las revoluciones burguesa y proletaria que venimos subrayando– en los prolegómenos del Ciclo de Octubre, sobre la que la LR ha insistido en numerosas ocasiones, y que le sirvió para referenciarse en un mundo dominado por unas orientaciones culturales históricamente determinadas. De hecho, Mao es perfectamente consciente de esta alianza, aunque tal vez no tanto de los peajes que se cobrará a largo plazo, especialmente en el plano de la dialéctica: “(…) el proletariado chino, con su pensamiento científico, puede formar un frente único contra el imperialismo, el feudalismo y la superstición con los materialistas y hombres de ciencia de la burguesía china que sean progresistas, pero nunca puede formar un frente único con ningún tipo de idealismo reaccionario.”

44 Pero, como decimos, esta alianza no fue una simple servidumbre para el marxismo, sino que tuvo sus contrapartidas, como, por ejemplo, la potenciación de la difusión del marxismo, aun con todos los límites históricos de éste. En China, el nacionalismo no sólo va a ser la escuela donde se inicien a la actividad política muchos de los futuros dirigentes clave del PCC y la Revolución China, empezando por el propio Mao

45, sino que el carácter vagamente socializante del ideal nacionalista que promueve el padre del KMT, Sun Yat-sen, que será el sostén de la izquierda de este partido y el más decidido partidario de la alianza con la URSS, expresado en el tercero de los Tres Principios del Pueblo, el de Vida del Pueblo, facilitó la incorporación del marxismo por la intelectualidad china. Elocuentemente, la primera traducción del Manifiesto Comunista al idioma chino, en 1906, fue obra del Min pao, el periódico de Sun Yatsen en el exilio.

46 42. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: Op. cit., pp. 295 y 296. 

43. Se ha señalado que, a pesar de la lucha con esta corriente, el pragmatismo de Dewey va a dejar su huella sobre el pensamiento de los marxistas chinos. CAVENDISH, P.; GRAY, J. La revolución cultural y la crisis china. Ariel. Barcelona, 1970, pp. 223-224. 

. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 396. Ahí mismo, Mao abunda al respecto: “Debemos asimilar todo lo que hoy nos sea útil, no sólo de la actual cultura socialista y de la nueva democracia de otros pases, sino también de su pasada cultura, por ejemplo, de la cultura de los países capitalistas en el siglo de las luces.” Ibídem. Ello, esta importante alusión al materialismo burgués ilustrado en un texto que será referencia durante la GRCP, además de abundar en lo que indicamos, puede ser útil respecto a la propaganda imperialista en cuanto al supuesto carácter xenófobo y cerrado de esa gran expresión de la revolución proletaria. 

45. El joven Mao será arrojado a la arena de la lucha política con 18 años en la revolución de 1911 y, especialmente, con el Movimiento del 4 de Mayo de 1919. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 273-275. 

46. Ibídem, pp. 33 y 38. 20 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 En este sentido, desde el punto de vista político del desarrollo concreto de la Revolución China, esta alianza y esta relación van a ser cruciales. Efectivamente, desde que se establece el acuerdo de colaboración entre el PCC y el KMT, que permite la entrada en esta última organización de los comunistas a título individual, el amparo de la bóveda nacionalista va a ser fundamental en el crecimiento del PCC. Ella no sólo permite y facilita la acción y el contacto de los comunistas entre las masas, sino que, con la alianza entre el KMT y la URSS, que había allanado el camino para el acuerdo del PCC con los nacionalistas, los asesores soviéticos encabezados por Borodin y miembros destacados del PCC, como Li Ta-chao, van a jugar un papel clave en la propia reorganización del KMT. Desde entonces hasta que las relaciones mutuas comiencen a agrietarse a partir de 1926, los comunistas van a estar sobrerrepresentados en los organismos del KMT respecto a su peso cuantitativo en el mismo. 

Así, por ejemplo, en el I Congreso del KMT, celebrado en enero de 1924, 40 de los 200 delegados presentes van a ser comunistas, un 20% de los mismos, así como 3 de los 24 miembros que van a componer el primer Comité Central (CC) del KMT

47; ello en un momento en que el PCC no alcanzaba la cifra del millar de militantes mientras que el KMT contaba con varios cientos de miles. Evidentemente, el peso de la ayuda soviética jugaba un papel clave en esta desproporción que irritaba al ala derecha del KMT. El propio Mao desempeñará varios cargos de importancia en las estructuras del KMT durante estos años.

48 De hecho, las primeras experiencias del Partido entre el campesinado se producen bajo el paraguas de esta colaboración y, hecho clave, la chispa que va a incendiar el campo, ya afectado por el Movimiento del 30 de Mayo, y a precipitar la explosión de la guerra campesina va a ser la Expedición al Norte, la ansiada empresa, iniciada por fin en 1926, de reunificación militar de China, encabezada y dirigida por los nacionalistas. 

49 El KMT, cuyos orígenes se remontan hasta 1895 y que empieza a jugar un papel destacado en la vida política china desde la revolución de 1911, era para mediados de los 1920 el movimiento clave del firmamento chino. Sucintamente, podemos considerar al KMT de la época como el representante de la burguesía nacional en alianza creciente con un sector de la burguesía compradora y que se sostiene sobre la masa de la pequeña burguesía urbana. Sus lazos con el campo son escasos, y nulos entre en la inmensa masa del campesinado pobre, pero no su influencia inicial en el despertar del joven proletariado chino. Aunque la hegemonía sobre este último pronto le fue arrebatada por el PCC, el KMT era el representante principal de la masa urbana de la sociedad china, minoritaria pero, como hemos dicho, cualitativamente fundamental. Hasta la muerte de Sun Yat-sen en 1925 podemos decir que fue su izquierda, la representante del vínculo entre la burguesía nacional y la pequeña burguesía urbana, la que hegemonizó el partido. Pero desde ese momento, a medida que el KMT se extiende con la revolución nacional y los militaristas del Norte van entrando en bancarrota, el peso de la burguesía compradora en su seno no deja de aumentar, a medida que muchos de sus elementos abandonan a sus representantes militaristas en quiebra. Paralelamente, como hemos visto, la extensión de la revolución nacional, que provoca una creciente actividad de clase del proletariado y el estallido de la guerra campesina, aumentan el pánico burgués general en el seno del KMT. El equilibro de fuerzas se inclina decididamente hacia el ala derecha de este partido, que en 1927 romperá la alianza con el PCC, vulnerable en este momento por el dominio de ese oportunismo de derecha que entrega la dirección de la revolución nacional al KMT y amenaza la independencia del comunismo

50, y desatará el terror blanco. 

47. CARR: Op. cit., pp. 697-698. 

48. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 276-277. 49. CARR: Op. cit., p. 760. 50. En un desesperado, humillante y fracasado intento de mantener la alianza en ví�speras de la ruptura, el CC del PCC declaraba: “El Kuomintang (…) debe asegurar naturalmente la dirección de la revolución nacional. (…) Las organizaciones populares, obreras, campesinas y otras, han de ser sometidas a las órdenes y al control de las autoridades del Kuomintang; las reivindicaciones de los movimientos populares, obreros y campesinos, etc., se adecuarán a las resoluciones del Congreso o del Comité Ejecutivo del Kuomintang, así� como a los decretos del gobierno. (…) los sindicatos no atentarán contra los derechos de los patronos en lo referente al empleo y a la gestión”. Cfr. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 162. 21 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

Aunque en un primer momento el KMT parece el dueño de la situación, su incapacidad para destruir al PCC, así como para canalizar o reprimir la guerra campesina, estabilizando la situación en el campo, le irán haciendo transigir crecientemente, paralelamente al aumento de la preponderancia de la burguesía compradora en su seno, con el imperialismo, especialmente el occidental. Esta política creciente de componendas y colusión con el imperialismo, cuando la revolución nacional, avivada por el paso de la guerra campesina a la Guerra Popular, no ceja, irá haciendo aumentar las fricciones internas del KMT en torno a la burguesía nacional, cada vez más disgustada por esta orientación. El marco teórico para poder actuar sobre estas contradicciones internas en el campo de la burguesía lo establecerá Mao con su tesis del doble carácter de la burguesía nacional china, que, desde el análisis de sus vacilaciones, a la vez que abre la puerta a la colaboración con ella en tanto se muestre consecuentemente anti-imperialista, establece firmemente, recogiendo la experiencia inicial del Partido, la necesidad irrenunciable de mantener la independencia del movimiento comunista chino a todos los niveles.

51 Propulsado por el profundo enraizamiento del PCC en el movimiento y la revolución nacionales, el Partido sacará provecho de estas contradicciones con una intensísima propaganda de carácter patriótico y de denuncia de la conciliación kuomintangista con el imperialismo.

52 El debilitamiento de la revolución nacional por la traición del KMT propiciará, además, la expansión del imperialismo japonés, que se anexiona Manchuria en 1931. Los siguientes años serán punteados por una serie de agresiones e incidentes protagonizados por este imperialismo, ante los que el KMT se muestra impotente, desatendiendo la defensa nacional y más preocupado en lanzar sus campañas de cerco y aniquilamiento contra los comunistas. Ello favorecerá aun más la extensión de la influencia del PCC que enarbola una política de consecuente resistencia anti-japonesa. El Partido llegará incluso, en un acto más simbólico que efectivo, a declarar unilateralmente la guerra a Japón en 1932.

53 Esta política tendrá un éxito impresionante en agudizar las contradicciones internas del KMT, que se ve sacudido por numerosos incidentes y revueltas internas más o menos graves que tienen como causa la inconsecuencia de la resistencia contra Japón del partido y el gobierno. Destacan la revuelta de Fukien en 1933 o el incidente de Sian en 1936, pero el momento decisivo va a ser el Movimiento del 9 de diciembre de 1935, fecha de una manifestación estudiantil anti-japonesa en Pekín, cuyo impulso se extiende rápidamente a las principales ciudades y alcanza también el campo y que porta como principal consigna el fin de la guerra civil (no olvidemos que en la última fase de ésta el KMT casi obtiene el éxito militar, obligando en 1934 al PCC a abandonar las bases de Kiangsi y a emprender la Larga Marcha). De este modo se allana la formación del frente único nacional en 1937 a partir de la invasión a gran escala del imperialismo japonés. Como decimos, los réditos de la campaña de resistencia nacional del PCC serán enormes, consiguiendo establecer entre la opinión pública de un país embarcado en una larga revolución nacional la equivalencia entre el anti-patriotismo y el anticomunismo: 

“El resultado negativo de las campañas contrarrevolucionarias de ‘cerco y aniquilamiento’ fue la invasión de nuestro país por el imperialismo japonés. Esta es la razón principal de que, todavía hoy, el pueblo de todo el país siga abominando de esos diez años de anticomunismo.”

54 De hecho, en opinión de Mao, éste será el acontecimiento político clave que propiciará la 51. MAO: O. E., t. II, pp. 297-298, 326, 332 y 362-364. 

52. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 251 y 283. 53. Ibídem, p. 306. 54. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 392. 22 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

victoria final del PCC en 1949. En 1964, ante una delegación de socialistas japoneses, Mao declaraba contundentemente: 

“Ya conversé en otra oportunidad sobre este particular con amigos japoneses. Pedían mil disculpas por el hecho de que el ejército japonés hubiera atacado a China como agresor. Yo conteste: ¡No! Si vuestro ejército imperial no hubiera invadido como agresor una gran parte de China, nos habría sido imposible llegar a la solidaridad del pueblo chino para enfrentarnos a vosotros. Entonces el Partido Comunista Chino no habría llegado al poder. Por consiguiente, el ejército imperial japonés fue un profesor excelente para nosotros (…). No es necesario pedir perdón. El militarismo japonés nos ha facilitado las cosas. Debido a ello el pueblo chino ha podido tomar el poder.”

55 Desde el punto de vista político, esta línea del PCC le permitió mantener un enorme prestigio e influencia entre la intelectualidad de los centros urbanos, de los que había sido expulsado en 1927, así como impulsar la descomposición política y el estrechamiento de la base social del KMT, con la progresiva referencialización del PCC entre crecientes sectores de la burguesía nacional, como testimonian los incidentes y revueltas referidas, así como el señalado y espectacular crecimiento cuantitativo del Partido Comunista a partir de 1937. Los beneficios que el PCC va a cosechar de esta política serán, como vemos, inmensos en lo inmediato, imposible de ser despreciados o rechazados, pero van a generar problemas, que se significarán particularmente en el largo plazo y de los que, como muestra la campaña de rectificación de 1942, los dirigentes del Partido no eran del todo desconocedores. En este sentido, una elocuente muestra son los constantes llamados de atención respecto al carácter de la militancia del Partido que, a partir de este momento, serán una constante en la historia del PCC hasta el mismo final de la GRCP: “Muchos miembros del Partido se han incorporado a él en el plano organizativo, pero ideológicamente no lo han hecho del todo o incluso no lo han hecho en absoluto.”56 De este modo, podemos concluir que no es sólo que el PCC pasase simplemente a encabezar la revolución nacional, sino que el Partido Comunista, dirigiendo la guerra de liberación nacional, la integró plenamente, convirtiéndose en el auténtico movimiento nacional del pueblo chino y arrebatando al KMT ese título que ostentaba.57 

III.2. El indeleble desgarro de una dualidad Tratadas ya las particularidades en la constitución del PCC en lo que respecta a la relaciones del proletariado revolucionario con las otras clases de la sociedad china, especialmente la burguesía nacional, en el contexto específico impuesto por la Revolución China, es necesario referirse, para seguir profundizando en la comprensión de esta constitución en su concreción histórica, a la relación del PCC con el MCI, particularmente con la IC. Aparte de transmitir inevitablemente las limitaciones del marxismo propias del paradigma de Octubre (el peso del economicismo, el espontaneísmo, la teoría de las fuerzas productivas, etc.), que el PCC, por supuesto, asumiría, la influencia de la IC no puede considerarse de ninguna manera como completamente negativa. Fue ella la que, a través de sus delegados, como Voitinsky y Maring, dio a los diseminados círculos de estudio marxista chinos los primeros resortes de organización y línea política, la que, con su asesoramiento y ayuda material, impulsó extraordinariamente la operatividad del Partido, especialmente en sus primeros y críticos tiempos y, tal vez la más importante, fue el referente de Octubre, y el enorme prestigio que éste tenía entre los pueblos del mundo, particularmente en Oriente, lo que propulsó rápidamente la popularidad del PCC entre los obreros y campesinos chinos. La expresión ideológico-política más condensada de este referente fue la línea establecida por la Komintern en su II Congreso de 1920 respecto a la cuestión nacional y colonial que, rompiendo para siempre con la tónica eurocentrista que había marcado a la II Internacional, abrió las puertas de la revolución social a los pueblos de Oriente, conjugándola con sus necesidades de liberación y desarrollo nacional. La política de Nueva Democracia, que luego Mao va a perfeccionar, encuentra sus insustituibles bases allí. En este sentido, por ejemplo, va a ser precisamente la IC la primera que llame la atención del PCC, volcado 

55. MARTIN, H. (Comp.): Mao íntimo. Escritos, conversaciones y discursos de Mao Tse-tung inéditos para Occidente (1949- 1971). Dopesa. Barcelona, 1975, pp. 45 y 46. 

56. Intervenciones en el foro de Yenán sobre arte y literatura; en MAO: O. E., t. III, p. 94. 57. Tal vez la mejor prueba de este hecho es que casi diez años después de la victoria sobre el KMT, en 1957, y después de consumada prácticamente la estatalización de la economía –algo que también en China no va a dejar de identificarse erróneamente con su socialización–, Mao continúa hablando de la relación entre el proletariado y la burguesía nacional como lo que denomina una “contradicción en el seno del pueblo”: “En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter.” Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo; en Mao: O. E., t. V, p. 421. 23 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016

 inicialmente en el trabajo sindical entre el proletariado urbano, hacia la crucial cuestión campesina.

58 También será la IC la que empuje al PCC a la alianza con el KMT, permitiéndole, gracias a su influencia y prestigio y a los de la URSS, tener ese peso desproporcionado en el aparato nacionalista. Ello será benéfico en la medida en que sirve de revulsivo al obrerismo inicial del Partido y, como hemos visto, favorece su expansión inicial, su referencialización y la adquisición de una primera y preciosa experiencia política. No obstante, el otro aspecto de esta política, que empezará a introducir una distorsión que marcará una dualidad de profundo calado en la historia del desarrollo del comunismo chino, es que esta alianza PCC-KMT corre en paralelo a la alianza URSS-KMT. Aquí se empezarán a percibir los síntomas de la contradicción, en la que se debatirá la IC y que, a medida que se acentúe, marcará su degeneración y final autodisolución, entre los intereses de desarrollo de la RPM y los intereses de preservación del Estado soviético en cuanto tal Estado. En China esta incipiente contradicción provocará, en momentos críticos, vacilaciones y confusión entre los comunistas chinos que agravarán y profundizarán las derivas oportunistas de los propios dirigentes del PCC en este periodo.

59 Como ya ha indicado la LR, la trayectoria del MCI durante el Ciclo de Octubre está marcada, a medida que la RPM entra en crisis y se muestra incapaz de avanzar, especialmente en los emplazamientos de avanzada del imperialismo, en las metrópolis, por el reafloramiento de las viejas concepciones socialdemócratas, cuyo sustrato último nunca fue completamente depurado: tras su eclipse leninista, el espontaneísmo y el economicismo van recuperando su papel hegemónico y se coronan, cuando aún no se ha abandonado la vocación revolucionaria y el principio de la violencia revolucionaria, con su consecuencia insurreccionalista. Esta primera crisis del MCI, verificada a mediados de los 1920 con el fracaso de la revolución proletaria en Europa y agravada en China por el desastre de 1927, va a producir un periodo de desorientación en el PCC que, en el entretanto de la configuración de una alternativa revolucionaria original, va a poner al Partido chino al borde de la destrucción. Son los años de las “desviaciones ‘izquierdistas’” de Chü Chiu-pai, Li Li-san y Wang Ming y sus 28 bolcheviques entre 1927 y 1931. El repliegue teórico general del MCI, propiciado por esa crisis, va a cristalizar en el PCC en una línea aventurerista, consagrada en el entreacto de los V y VI Congresos del Partido en 1927 y 1928

60, que hace suyos los peores postulados del economicismo pustchista. Ejemplo elocuente de ello es la resolución del CC del PCC de junio de 1930, con el Partido bajo el ascendente de Li Li-san: 

“La gran lucha del proletariado es la fuerza decisiva en cuanto a los éxitos preliminares en una o varias provincias. Sin una oleada de huelgas por parte de la clase obrera, sin una insurrección armada de las ciudades, no puede haber éxito en una o varias provincias. Es una idea completamente errónea no conceder una particular atención al trabajo urbano y confiar en las aldeas para cercar las ciudades. (…) La táctica de guerrilla es completamente incompatible con esta línea y debe, por tanto, experimentar cambios fundamentales.”

61 El resultado de esta pendulación “izquierdista” del economicismo fueron dos grandes ofensivas insurreccionales en 1927 y 1930, ambas centradas en el asalto a las ciudades y con la mira puesta en una victoria 58. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 166-167. 

59. Tal vez el ejemplo paradigmático sea el apremio, por parte de la IC, para mantener la alianza con el KMT de izquierda en un momento, acaecidas ya las matanzas de Shanghái, en que la ruptura total era inminente y que potenció esa descarnada política conciliadora reseñada que ya había abrazado la dirección del PCC encabezada por Chen Tuhsiu, nada indiferente, por otra parte, a los réditos que la colaboración con el KMT había proporcionado al Partido. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 157. 

60. Estrictamente, el V Congreso, celebrado en Hankow en abril de 1927 antes de la ruptura con el KMT de izquierda, es la última expresión de la desviación derechista de Chen Tu-hsiu, destituido ese verano. No obstante, el fondo común es el afianzamiento del economicismo en el PCC, que si en su expresión derechista-menchevique entrega la dirección de la revolución democrática-nacional al KMT, como hemos visto, en su versión “izquierdista”, reacción pendular sobre un mismo sustrato teórico y expiación ante el fracaso constatado, arroja al proletariado solo al combate en un mal entendido clase contra clase, que en la realidad china y dado el estado de constitución del PCC en esos años es tanto como decir que arroja a la vanguardia sola al asalto de las posiciones enemigas. 

61. Cfr. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 227. 24 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

rápida y decisiva. La primera agotó al proletariado urbano y sacrificó sus mejores elementos y la segunda arrojó al asalto frontal de los centros urbanos a las incipientes fuerzas guerrilleras que los supervivientes de 1927 estaban organizando en el campo, saldándose también con un estruendoso fracaso, que obligó a la evacuación de la primera base de apoyo rural en Ching Kang Shan y a la retirada a Kiangsi. En estos desastres se va a consagrar esa dualidad en el PCC que hemos indicado. Efectivamente, el PCC, en tanto sección nacional de la IC, era una correa de transmisión del Partido Mundial de la Revolución. Ello situaba a la dirección política del Partido como mediador entre este Partido Mundial y la realidad nacional específica de China. Este esquema, absolutamente correcto y acorde con el internacionalismo proletario, comienza a agrietarse tan pronto como ese Partido Mundial experimenta una crisis y no tiene la flexibilidad, teórica en primer lugar, para afrontar una situación original, la que afronta la RPM en esos años como experiencia universal inédita, no sabiéndose abrir paso creativamente a través de ella. El problema, por tanto, es fundamentalmente de dirección ideológica, encuadrado en los límites del paradigma de Octubre, y no de la forma de estructuración político-organizativa general de la IC. En cualquier caso, la crisis del MCI situaba al aparato político de dirección del PCC en medio de una brecha entre el estancamiento de la RPM y la necesidad de hallar una salida original al mismo, en primer lugar sobre el terreno de la práctica de su revolución nacional. La inmadurez histórica general del proletariado como clase revolucionaria así como el prestigio de la URSS orientaban a esta dirección hacia el primer respecto, a ser precisamente una correa de transmisión del estancamiento revolucionario general, lo que se agravaba por el peso añadido que otorgaba el prestigio de ser los más vinculados con los aparatos de dirección internacional del proletariado radicados en la patria socialista. Si a ello le añadimos la desviación socialchovinista que se empieza a manifestar en esos años, expresión de esa crisis general, en el desarrollo de la correcta teoría del socialismo en un solo país, y que desequilibra definitivamente el tratamiento de la contradicción RPM-Estado soviético

62, tenemos un cuadro completo de la gravedad de la situación y de la amenaza que suponía para la Revolución China. En este cuadro y con la relación de fuerzas en el seno del PCC que del mismo resultaba, el enderezamiento de la situación aconsejará al ala creativa del Partido Comunista, que ya se empieza a agrupar en torno a Mao, el no dar una batalla frontal contra la dirección política del Partido, sino que optará por una especie de aplicación política de la táctica de guerrilla. Efectivamente, como hemos dicho, Mao ya lleva desde 1926 reclamando la necesidad de una mayor atención al campo, lo que implica una mayor independencia respecto al KMT y la posibilidad de un desarrollo creativo de la revolución. Es esta semilla de potenciación de lo subjetivo proletario lo que sitúa a Mao en la posición de reunir en un polo a los experimentados supervivientes de las derrotas de esos años y de descollar hacia la dirección de la Revolución China. Un ejemplo es lo que Mao escribía en enero de 1930: “Parte de los camaradas de nuestro Partido aún no saben cómo apreciar correctamente la situación actual, ni cuáles son las acciones que esta situación exige de nosotros. (...) Al parecer, consideran inútil dedicarse al duro trabajo de establecer el Poder en momentos en que el auge revolucionario está lejano todavía (…). Esta teoría sobre la necesidad de ganarse primero a las masas a escala nacional y en todas partes, y establecer después el Poder, no corresponde a las condiciones reales de la revolución china.” 

63 Todavía en 1927, durante el Levantamiento de la Cosecha de Otoño, Mao acata disciplinadamente las órdenes de asalto a las ciudades y debe guiar la retirada hacia Kiangsi. No obstante, como hemos visto, a pesar del desastre, la dirección política formal del PCC sigue orientada hacia las ciudades y hacia su toma directa e inmediata. Mao entiende que ello representa una 

62. Al respecto, véase: Colectivo Fénix: Stalin. Del marxismo al revisionismo.

 63. Una sola chispa puede incendiar la pradera; en MAO: O. E., t. I, p. 125. Compárese con la genial aseveración de Lenin: “(…) nosotros, que nos basamos en la doctrina de Marx y en la experiencia de la revolución rusa, decimos: el proletariado debe derribar primero a la burguesía y conquistar el poder estatal, utilizando después ese poder estatal, es decir, la dictadura del proletariado, como instrumento de su clase, a fin de ganarse la simpatía de la mayoría de los trabajadores.” Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado; en LENIN: O. E., t. X, p. 315. 25 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

amenaza directa al aterrizaje definitivo de la vanguardia proletaria, quebrantada y debilitada cuantitativamente por el sangriento desastre de 1927, entre las grandes masas de la Revolución China, entre el océano del campesinado, especialmente el pobre, justo en el momento en que el PCC está en condiciones de hacerlo, lo que, además, representa congruentemente el único camino en la situación dada para la supervivencia del propio Partido: la amenaza de destrucción amenaza al PCC justo en el instante en que está dando el último paso de su constitución material. 

Así, en 1930 Mao esquivará mediante lo que podemos denominar una especie de discreta y sensata “insubordinación” las directivas putschistas de la dirección política del PCC, lo que le permite salvaguardar sus fuerzas y asentar las nuevas bases de apoyo

64 que a partir de 1931 se conforman como la República Soviética de Kiangsi, de la que Mao pasará inmediatamente a ser Presidente. En contraste, Mao, que ya figuraba en el CC del PCC en su III Congreso en 1923, no será renovado en ese puesto en el V Congreso, y el VI, celebrado sintomáticamente en Moscú en el verano de 1928, aunque reintegrará a Mao en el CC, no contará con la presencia de éste ni con la de ningún representante de las incipientes bases de apoyo rurales.

65 De este modo, en los años cruciales de 1927- 1935, Mao, aunque como hemos visto, no soslaya la exposición pública de su posición crítica, lo que le permite agrupar políticamente en torno suyo al sector del PCC más implicado en la continuidad material de la revolución, no está presente en el aparato de dirección y elaboración política del Partido, ni tampoco parece esforzarse mucho por estarlo, sino que opta por un discreto pero crucial trabajo político de carácter semiautónomo enfocado a la edificación, organización y asentamiento del Nuevo Poder en el campo y del correspondiente Ejército Rojo que lo soporte. Ello culmina definitivamente la constitución del PCC como Partido de Nuevo Tipo, pues lo asienta entre las grandes masas campesinas en tanto contingente principal de la Revolución China que se dota de dirección proletaria. Pero no obstante, como advertíamos, de forma problemática, en el sentido de que, debido a las peculiaridades en el desarrollo histórico concreto de la Revolución China y a la incardinación de la misma en el marco general de la RPM durante el Ciclo de Octubre en un primer momento de estancamiento de ésta, establece una dualidad en el seno del PCC entre su aparato de dirección política, por un lado, y el aparato militar y administrativo estatal del que esta revolución se empieza a dotar, por el otro. La expresión formal más evidente de la misma es que Mao gana su título de Presidente precisamente a la cabeza del segundo mientras simultáneamente ocupa una discreta posición secundaria en el primero, bajo la dirección oficial de otros equipos. 

Aunque esta dualidad se subsanará en parte a partir de la Conferencia de Tsunyi de enero de 1935, en la primera etapa de la Larga Marcha, que sitúa de facto a Mao a la cabeza de la dirección política del PCC, en cierto modo no dejará de prolongarse por la compleja relación que el PCC mantendrá con la orientación de un MCI aún centralizado internacionalmente, primero con la IC y después con la URSS hasta 1950.

66 En definitiva, en estos cruciales y problemáticos años, Mao se destaca a la dirección de la Revolución China desde una labor política que podemos decir sin duda que salva a ésta y al propio PCC de su destrucción, pero ello se hace al margen del aparato político de dirección del Partido, en el que Mao no establece hegemónicamente su línea hasta 1935, de facto, y hasta su VII Congreso en 1945, formal y oficialmente. Esta dualidad entre forma (aparato político-organizativo) y contenido (línea política) experimentada durante un periodo crucial de la Revolución China, precisamente el de constitución social-material del PCC, dejará una profunda huella en la concepción de Mao y sus seguidores respecto del Partido Comunista y su función como mecanismo orgánico de transmisión de la concepción proletaria del mundo y elevación de las masas hacia esta posición, agravada por la comprensión organicista del Partido que dominará de forma general la tradición de la Komintern, algo, todo ello, que no dejará de tener consecuencias en el futuro. Aunque, por un lado, esta experiencia ayudará a los comunistas chinos a desechar la teoría revisionista del partido monolítico y a acentuar el crucial principio de la Lucha de Dos Líneas, por otra parte, y junto al enorme prestigio de Mao atesorado en estos años en su labor 

64. El ardid de Mao fue renunciar al asalto sobre el objetivo a él asignado, Nanchang, marchando en cambio, con sus fuerzas intactas, a cubrir la retirada del primer escalón de asalto, bajo el mando de Peng Teh-huai, que ya había fracasado en Changsha. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 229-230. 

65. Ibídem., p. 202. Hay que decir también que este VI Congreso, realizado bajo el ascendente “izquierdista” no será tan mal considerado como el anterior por Mao, debido a su mayor atención formal a las cuestiones relacionadas con el impulso de la revolución en el campo y los problemas políticos y militares que ello conllevaba. No obstante, la inercia economicista se impondrá y llevará a la sangrienta reedición de los errores en 1930. Ibid., pp. 205-206. 

66. Nos referimos al brillante desarrollo de la Revolución de Nueva Democracia en China, que se aparta totalmente de la línea de Frente Popular auspiciada en esos años por la IC, así como a la actitud de Stalin hacia la Revolución China y sus perspectivas, que Mao y el PCC afrontan con esa discreción que es producto del estilo de trabajo forjado por esta dualidad. Para las críticas de los comunistas chinos a Stalin respecto a China, véase por ejemplo: Sobre diez grandes relaciones; en MAO: O. E., t. V, p. 330. 26 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

de enderezamiento del rumbo de la Revolución China, agrandado por su dirección victoriosa posterior de la misma, este foso, esta anómala dualidad, será una de las principales grietas por la que se cuele la teoría de la Jefatura, tan cara al maoísmo. 

III.3. Soldados y campesinos Finalmente, para acabar de comprender en toda su especificidad histórica la constitución de ese verdadero Partido Comunista que es el PCC, y tras haber observado este proceso en relación con la burguesía nacional china y el MCI, debemos echar un vistazo a su relación con la principal base sociológica que le sirve de soporte, el campesinado, y la forma de su movilización y encuadramiento. Y es que Mao no sólo es el dirigente político de la Revolución China, sino también su teórico, y su primera gran aportación de calado universal no es otra que la teoría militar del proletariado, la Guerra Popular: 

precisamente, la principal forma de relación social que va a establecer con esa masa campesina. Este hecho es capital y será, a diferencia de lo ocurrido en la Revolución Rusa, la forma de desarrollo de la Revolución China durante un periodo muy prolongado. Como hemos visto, el PCC ha debido de trasladar su centro de gravedad al campo desde 1927. Pero ello no se hace de una forma ordenada y sistemática, esto es, consciente, sino que es la descarnada vía que un gran número de cuadros supervivientes del desastre de ese año y del mortífero terror blanco que se desata encuentran para asegurar su mera supervivencia física. Asimismo, la situación que encuentran allí es la de una guerra campesina ya desatada, que lleva meses rugiendo sin que el PCC haya jugado el papel principal en su organización, sino que es un producto de la forma más o menos consecuentemente anti-imperialista en que la revolución nacional se ha llevado durante el periodo de alianza PCC-KMT. Esta situación facilita la conexión inmediata de la vanguardia con la masa campesina, pero, por otra parte, plantea la cuestión del tipo de conciencia, nacionalista, que ha servido para movilizarla. En cualquier caso, Mao, con su anterior atención hacia el campesinado, tiene ya los rudimentos para encajar en un esquema teórico la nueva situación y, por tanto, darle un horizonte de continuidad congruente con las necesidades objetivas de la Revolución China. 

El punto principal que queremos destacar es, no obstante, que la guerra campesina se potencia y alcanza el estadio de Guerra Popular de forma espontánea, es decir, sin que sea el producto de una línea planificada, sino por la propia necesidad que va imponiendo una lucha de clases en desarrollo que, de esta forma, se transforma en ley. Efectivamente, Mao va reuniendo y sistematizando la experiencia de una lucha de clases que toma la forma de lucha armada desde el comienzo, y aun antes de que el PCC se encuentre en las zonas rurales de forma significativa, que se realiza contra un adversario cuya potencia militar es en un principio inconmensurablemente mayor que la que los comunistas pueden poner en liza, pero cuya base social, a su vez, es precaria desde el momento en que su traición a la revolución nacional consecuente les empuja a una colusión con el imperialismo, siendo por ello una lucha armada cuya perspectiva de desarrollo es prolongada y cuya continuidad exige el concurso de masas y su encuadramiento, esto es, la erección de un Poder sostenido sobre un Programa de revolución agraria. 

Todo ello es universal, aun excluyendo de la ecuación la cuestión democrático-campesina en el marco de una revolución nacional, lo que no puede ocultar la necesidad de una participación revolucionaria activa de las masas, con lo que ello exige, esto es, una transformación revolucionaria inmediata y efectiva y los instrumentos indispensables para ésta: un Programa revolucionario y la fuerza material que lo sustente y asegure, el Poder y sus fusiles. No obstante, Mao no da este paso de universalización y, por tanto, de potenciación del sujeto, sino que permanece apegado al terreno de la Revolución China. Con toda seguridad, en las condiciones del Ciclo de Octubre, esto era una necesidad ineluctable y la forma cómo la RPM y su autocomprensión se hubieron de abrir paso. Habrá que esperar, no por casualidad, a los prolegómenos de la GRCP y a la misma para ver publicado un primer intento de presentar explícitamente la Guerra Popular como una teoría universal; intento no muy afortunado dicho sea de paso.

67 En cualquier caso, esta falta de un esfuerzo teórico universalista coadyuvará a que, una vez conquistado el poder en todo el país, no se plantee la posibilidad de darle continuidad estratégica a la Guerra Popular como una base de edificación de la República Popular y de construcción del Comunismo, facilitando el debilitamiento de la línea proletaria y la situación en que ésta se encontrará en 1966. Igualmente, e íntimamente relacionado con lo anterior, la misma falta de sistematización universalista soslayará la necesidad de asentar el vínculo intrínseco entre la Guerra Popular y el Partido Comunista, la una como mecanismo de movilización y encuadramiento de grandes masas, el otro como mecanismo de elevación orgánica de esas masas a la concepción comunista del mundo, difuminando la relación jerárquica entre ambos elementos. A esto último contribuyó 67. Nos referimos al trabajo de Lin Piao ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, publicado en 1965, y su proyección economicista-tercermundista. 27 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016

 decisivamente la propia experiencia de la Revolución China y del PCC en ella, que hemos referido, con las masas en movimiento y la guerra campesina ya dadas por la revolución democrática-nacional, y con esa dualidad forma-contenido en la estructuración del Partido en un momento crucial de su constitución. De nuevo, como en el conjunto del Ciclo, la cuestión se planteaba como ganar la dirección de un movimiento de masas dado68, lo que, en el desenvolvimiento concreto de la Revolución China, en que este movimiento se encuentra ya y literalmente en pie de guerra, pone en primer plano la cuestión del Ejército. En este contexto histórico-objetivo, resulta natural la tendencia de Mao a identificar el Partido con la lucha armada: 

“Puede decirse que la historia de nuestro Partido es una historia de lucha armada. (…) Separadamente de la lucha armada, de la guerra de guerrillas, no se podrá comprender nuestra línea política ni, por consiguiente, la construcción de nuestro Partido.”

69 Aunque la formulación, en especial su segunda parte, no es en sí misma incorrecta en abstracto, la cuestión es que durante el Ciclo de Octubre no se alcanzó a definir con precisión la diferencia entre constitución y construcción del Partido, tal y como sólo podía hacerlo la LR con la perspectiva histórica de que hoy disponemos. Durante el Ciclo –incluyendo a los que aún hoy no han salido de su marco ideológico—, en que estos dos conceptos tendieron a usarse de forma intercambiable, y en medio de ese desgarrador dualismo señalado para China, la tendencia militarista a identificar el Partido con el Ejército y a reducir su actividad a la de dirección de la lucha armada70 sólo podía ser muy aguda. Es cierto que Mao esquiva esta tentación, y su célebre y reiterada insistencia en que “el Partido manda al fusil” da fe de ello. Pero esta aseveración, plenamente congruente con el marxismo, provenía además del propio marco de la Revolución China, del aborrecimiento de la tradición democrático-revolucionaria nativa, de la que el PCC será heredero, hacia los señores de la guerra y los militaristas, representantes de la feudalidad, el sojuzgamiento y la disgregación nacional de China. 

De hecho, el principio de subordinación de lo militar al poder civil también era común al KMT, al menos durante su periodo de participación en la revolución democrática. No obstante, la propia insistencia de Mao indica que la tendencia estaba allí, objetivamente determinada por la realidad concreta de la Revolución China (el propio KMT acabó bajo el control del Generalísimo Chiang Kaishek) y por la historia del desarrollo y evolución del sujeto proletario revolucionario chino. Todavía más, esta tendencia sólo podía verse reforzada por la propia y correcta aplicación de la estrategia de Guerra Popular, en la que, necesariamente, es el Ejército Rojo el que abre paso, el que actúa de propagandista armado, ensancha el espacio del Nuevo Poder y organiza militarmente a cada vez más masas. La cuestión es la fortaleza de la premisa para el que este ejército actúa como mediador, el Partido Comunista, y el cómo la comprendamos. Y esta premisa está debilitada desde el momento en que la Guerra Popular no emana de la médula de su aparato de dirección política como acción de Línea sistemática y coherente –y esto es una clave indispensable para comprender lo que queremos decir cuando hablamos de desarrollo espontáneo de la Guerra Popular en China. En las circunstancias objetivas que se fueron dando en la Revolución China 

68. “Dentro de poco, centenares de millones de campesinos en las provincias del centro, el Sur y el Norte de China se levantarán como una tempestad, un huracán, con una fuerza tan impetuosa y violenta que nada, por poderoso que sea, los podrá contener. Romperán todas las trabas y se lanzarán por el camino de la liberación. (…) Todos los partidos y camaradas revolucionarios serán sometidos a prueba ante los campesinos y tendrán que decidir a qué lado colocarse. ¿Ponerse al frente de ellos y dirigirlos? ¿Quedarse a su zaga gesticulando y criticándolos? ¿Salirles al paso y combatirlos? Cada chino es libre de elegir entre estas tres alternativas, sólo que los acontecimientos le obligarán a elegir rápidamente.” Investigación sobre el movimiento campesino en Junan; en MAO: O. E., t. I, pp. 19-20. 69. Con motivo de la aparición de El Comunista; MAO: O. E., t. II, pp. 295 y 300. 70. “(…) en China, cuando hablamos de la lucha armada, nos referimos en el fondo a la guerra campesina, y la estrecha relación del Partido con la guerra campesina y su relación con el campesinado son una y la misma cosa.” Ibídem, pp. 295-296. 28 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

y que determinaron esa forma de estructuración de la Guerra Popular en una relación muy particular con ese aparato político referido –esa dualidad–, la tendencia a que fuera el Ejército Popular de Liberación (EPL)

71 el que fuera percibido como la verdadera vanguardia y no como un instrumento de mediación, el más importante ciertamente, de la misma hacia las masas se hacía inevitablemente muy marcada.

72 Aunque ello, esta tendencia al trastocamiento de la jerarquía de las instituciones revolucionarias no era, en principio, especialmente peligroso para la consecución de la victoria militar sobre los imperialistas y reaccionarios, en cambio, mostraría su gravedad posteriormente, a la hora de la construcción socialista. Pero todavía hay un elemento más que contribuía, en este apartado, a debilitar la premisa del Partido Comunista como director histórico de todo el proceso revolucionario, que no es otro que el propio peso que el factor democrático-nacional tenía en la determinación del carácter de la Revolución China, de sus detonantes, ritmos y metas objetivos. Ya hemos hablado algo de ello al referirnos a la relación del PCC con la burguesía nacional, pero aquí la cuestión es otra. Si la Revolución China tenía asignada una tarea de construcción nacional, al menos en tanto lucha anti-imperialista de una semi-colonia y contra la disgregación del país, si el movimiento nacional, incluyendo a su “ejército básico” campesino, estaba ya en marcha en el momento de intervenir el PCC, entonces la inercia histórica de esta “tempestad incontenible” había de abrirse paso, obligando al PCC a ser también orgánicamente el movimiento nacional chino. Y como el marxismo nos enseña, el objetivo básico de todo movimiento nacional es conformar su Estado nacional, con lo que ello supone en cuanto a la primacía de su principal soporte orgánico, el Ejército

73, pues como sabemos, el poder nace del fusil. De nuevo, aquí aparece en toda su crudeza la premisa histórica general de todo el Ciclo de Octubre: el entrelazamiento histórico de las revoluciones burguesa y proletaria y la necesaria inmadurez revolucionaria del proletariado que la signaba. Ello es la base histórica que determinó la aparición y racionalización invertida de los instrumentos e instituciones del proletariado, de la relación entre el movimiento revolucionario y el Estado revolucionario, del Partido Comunista con la dictadura del proletariado. Nuevamente, nada original sucede al respecto en China, sino que aquí solamente es mayor la profundidad y el peso de esta marca de lactancia de nuestra clase. De cualquier manera, la experiencia de la Guerra Popular sostenida sobre la guerra campesina en un marco de revolución nacional, será, como no podía suceder de otra manera, fundamental en la maduración de las concepciones y el estilo de trabajo del PCC y del propio Mao, concepciones que se imprimieron indeleblemente en su forma de observar y abordar la lucha de clases y que ya no abandonarían su dirección de la Revolución China en ninguna de sus etapas. En particular, su experiencia con el campesinado y la revolución democrática en el campo durante el prolongado periodo de 1927-1949 será decisiva. 

Dejando a un lado la importante cuestión del contenido de la política de revolución agraria del PCC y su evolución y modulación en función de las vicisitudes y necesidades de desarrollo de la Revolución China, nos interesa especialmente resaltar las cuestiones cruciales de la composición de clases y la forma de abordar la estructuración del Nuevo Poder en el campo, especialmente en la fase de la Guerra Anti-japonesa, pues durante ella se asentarán las semillas de las que crecerá, sin solución de continuidad, el árbol de la victoria en 1949 y la fundación de la República Popular. Respecto a lo primero, el análisis de Mao hacia 1940, en ese crucial periodo de crecimiento del PCC, establece su composición cuantitativa de la siguiente manera: “(…) los campesinos ricos. Representan alrededor del 5 por ciento de la población rural (ellos y los terratenientes representan juntos alrededor del 10 por ciento), y se los denomina burguesía rural. (…) Hablando en términos generales, pueden contribuir en algo a la lucha antiimperialista de las masas 

71. Aunque la denominación oficial de EPL no fue adoptada hasta julio de 1946, ya en plena Tercera Guerra Civil Revolucionaria, usando las fuerzas armadas revolucionarias otros nominativos anteriormente (Ejército Rojo, VIII Ejército…), de ahora en adelante, por comodidad, usaremos indistintamente su nombre definitivo cuando nos refiramos específicamente al ejército de los revolucionarios chinos. 72. Indicativo de esta tendencia objetiva es la particular prevención de Mao: “Los cuadros militares ante todo tienen que darse cuenta de su propia responsabilidad y ser modestos en su actitud hacia los cuadros civiles; sólo de esta manera pueden crearse condiciones para el feliz cumplimiento de nuestras tareas de combate y de construcción en las bases de apoyo.” Rectifiquemos el estilo de trabajo en el Partido; en MAO: O. E., t. III, p. 43. 

73. Sin necesidad de recordar Valmy y el 1792, Guillermaz concluye a este respecto: “(…) a pesar del aumento de un auténtico patriotismo, el ejército [del KMT] no se había convertido todavía en la expresión más pura y más entusiasta de la nación. Precisamente, por la idea misma del papel del ejército en la sociedad, se afirmó la superioridad de los comunistas. Y esta superioridad se haría tan grande que llegaría a sorprender a los propios interesados. Esperaban diez años de guerra civil y fueron suficientes dos para consumar la ruina militar del gobierno.” GUILLERMAZ: Op. cit., p. 372. Al respecto, un breve apunte sobre Guillermaz. A pesar de su abierto anti-comunismo, esta referencia indudablemente laudatoria, proviniendo de un historiador burgués, hacia los comunistas chinos es una muestra del carácter más o menos objetivo de su obra, rica en datos sobre la historia del PCC. 29 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

campesinas y mantenerse neutrales en la lucha revolucionaria agraria contra los terratenientes. (…) los campesinos medios. Representan alrededor del 20 por ciento de la población rural. (…) No sólo pueden incorporarse a la revolución antiimperialista y la revolución agraria, sino también aceptar el socialismo. Por eso, los campesinos medios en su totalidad pueden ser un aliado confiable del proletariado y una parte importante de las fuerzas motrices de la revolución. (…) los campesinos pobres. Ellos y los asalariados agrícolas representan juntos alrededor del 70 por ciento de la población rural. Los campesinos pobres son las vastas masas campesinas sin tierra o con muy poca tierra, el semiproletariado rural, la mayor fuerza motriz de la revolución china, el aliado natural y más confiable del proletariado y el contingente principal en las filas de la revolución china.”

74 Independientemente de lo correcto del análisis de Mao y de su congruencia con una Revolución de Nueva Democracia, en la que el primer objetivo no es el capitalismo y la propiedad privada en general75, con lo que ello permite de agrupamiento en torno al proletariado de un amplio abanico de fuerzas de clase heterogéneas, lo que llama la atención es ese porcentaje del 5-10% de elementos hostiles, junto a intermedios entre la revolución y la contrarrevolución de los que puede caber esperar una cierta neutralidad en determinada etapa de la revolución. Estrictamente, siguiendo a Mao, el sector innegociablemente hostil, los terratenientes, representaría el 5% de la población rural. Es interesante retener estos porcentajes y subrayar cómo coinciden con el número de depurados del PCC durante esa “semilla de la GRCP”, referida más arriba, que fue la campaña de rectificación de 1942: 

entre el 5-10% de expulsados, lo que podría ser un perfecto reflejo de la suma de elementos hostiles y del sector más derechista de esos intermedios entre revolución y reacción. En este sentido, observemos cuál es la composición de los órganos de Poder en las bases de apoyo anti-japonesas de este periodo que Mao recomienda: 

“De acuerdo con el principio del Poder de frente único nacional antijaponés, la distribución de puestos debe ser de un tercio para los comunistas, un tercio para los progresistas de izquierda y un tercio para los elementos intermedios que no son de izquierda ni de derecha.”

76 De nuevo, en principio no hay nada que objetar a esta composición heterogénea de la representación política y la estructura estatal, adecuada para el desarrollo de las relaciones mercantiles, mecanismo inmediato para el crecimiento de la producción y, especialmente, para asegurar la cohesión política del bloque de clases democrático en este periodo de la revolución. La clave, por supuesto, es la dirección política del proletariado revolucionario, asegurada por la preeminencia del Partido Comunista

77 y, especialmente en China, por su identificación con los organismos militares de la revolución. La vocación nacional de esta estructura de poder es subrayada por Mao

78, pero de nuevo, lo que nos interesa resaltar es esa estructura tríplice del poder, fundada sobre la reunión de elementos externos entre sí, que volveremos a encontrar en el futuro desarrollo de la Revolución China. 

III.4. Recapitulando En definitiva, y como conclusión, hemos comprobado, siguiendo escrupulosamente a Mao, que en China se dio la constitución de un auténtico Partido Comunista. En el país asiático, efectivamente, se articula la vinculación del marxismo históricamente existente con un movimiento de masas donde el proletariado juega un papel central cualitativamente determinante, pero cuyo peso cuantitativo debe hallarse en congruencia con la estructura de clases del país y la fase objetiva por la que atraviesa la revolución. Este complejo de relaciones objetivas se desarrolla en el proceso social que lleva desde una vanguardia teórica a las grandes masas, imbricado con el proceso 

74. La revolución china y el PCC; en MAO: O. E., t. II, p. 335. 

75. Ibídem, p. 338. 

76. El problema del poder en las bases de apoyo antijaponesas; Ibid., p. 436. 

77. Efectivamente, la Revolución de Nueva Democracia es parte de la RPM y prepara el mejor terreno posible para el paso sin solución de continuidad a la dictadura del proletariado, al socialismo, fundamentalmente por la cuestión de la hegemonía y dirección políticas del proletariado revolucionario, con el correspondiente sustento ideológico que ello implica.  sta es una de las enseñanzas anti-economicistas clave de la experiencia leninista en la revolución democrática, y que Mao recoge cuando sitúa los elementos de la Nueva Democracia que anuncian el socialismo primeramente en factores esencialmente políticos: “el creciente peso específico del proletariado y el Partido Comunista” y la “hegemonía reconocida del proletariado y del Partido Comunista” (aunque hay que decir que en tercer lugar sitúa el sector estatal de la economía como “elemento socialista”). La revolución china y el PCC; Ibídem, p. 342. 

78. A finales de 1935, tras el Movimiento del 9 de Diciembre y cuando las hostilidades con Japón crecían ostensiblemente, Mao escribía: “¿Por qué convertir la república de obreros y campesinos en una república popular? Nuestro gobierno no sólo representa a los obreros y campesinos, sino a toda la nación. (…) la situación actual exige que reemplacemos esta consigna por la de ‘República popular’. Ello se debe a que la invasión japonesa ha alterado las relaciones de clase en China y ha creado la posibilidad de que participe en la lucha antijaponesa no sólo la pequeña burguesía sino también la burguesía nacional.” Sobre la táctica de lucha contra el imperialismo japonés; en MAO: O. E., t. I, p. 181. 30 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

de progresiva concreción ideológica que transita desde la universalidad general de la teoría marxista-leninista a su fusión con “la práctica de la revolución china”, por recordar la fórmula con la que Mao se refiere al Programa. No obstante, este esquema universal inevitablemente sólo forma el esqueleto, la columna vertebral de un organismo cuyo complejo de fibras y tejidos adopta la rica forma determinada necesariamente por el contexto histórico y político concreto en que se desenvuelve. 

Dos elementos son decisivos aquí para que esta estructura universal adopte las orientaciones que, para bien o para mal, determinarán el devenir específico de la Revolución China. Uno, de carácter objetivo, referido a las condiciones materiales de China, es ese peso del factor democrático-nacional en ese hondo y profundo de la RPM en su viraje histórico hacia Oriente. Ello, por un lado, obliga al PCC a integrar en sí mismo el movimiento nacional del pueblo chino y fuerza a una preeminencia de lo militar en su desarrollo y estructuración, expresión necesaria de la nación en armas que exige la revolución anti-feudal, anti-colonial y anti-imperialista, pero, por otro, de acuerdo con ese viento del Este y con esa profundidad, permite el afloramiento de la Guerra Popular desde la dirección comunista de la guerra campesina, contribuyendo decisivamente a la emergencia del sujeto histórico proletario. Esta tendencia objetiva que parece arrastrar al PCC a su identificación con el Ejército, más que ser la firme mano que asiera el fusil como su instrumento, es favorecida por otro elemento, esta vez subjetivo, que es la historia de la evolución del MCI durante el Ciclo de Octubre y la forma de integración del PCC en el mismo. 

Hacia 1927 el PCC se apresta a encarar el momento culminante de su constitución, cuando la vanguardia se ha fundido con la masa del proletariado chino y debe buscar la manera de conectar con una fuerza decisiva, esto es, con esa gran masa de la Revolución China que será el campesinado. Precisamente en ese momento clave, un primer estancamiento de la RPM se conjuga congruentemente con el dominio del oportunismo de derechas en el PCC, favoreciendo el desastre de ese fatídico año y su expiación “izquierdista” posterior. El golpe asestado justo en el momento de tomar definitivamente tierra desequilibra al PCC, tal vez para siempre, pues no sólo debilita decisivamente su sostén proletario urbano, expulsándolo de las ciudades por más de veinte años –lo que, probablemente, no dejará de tener un impacto a largo plazo en la posterior construcción socialista–, sino que, e incluso más decisivo, determina la precariedad de las condiciones de su conexión y fusión con las grandes masas de la Revolución China

79, establecida más por la necesidad de la supervivencia física, que por un plan colectivo sistematizado. Ese plan estaba germinando en Mao en la época previa a 1927, pero no puede imponerse y madurar por medio de un proceso unificado de debate y elaboración colectiva, sino que, cual salvavidas, debe cursarse precipitadamente, aun por encima de instancias claves del propio PCC. Es esa dualidad de estos años decisivos que, si no afecta a la esencia y al contenido de la fusión del marxismo existente con la práctica social concreta como movimiento revolucionario, sí acarrea deformidades en la forma del organismo que pesarán sobre el resto de su periplo vital. Aun con estas taras de nacimiento e infancia, el cuerpo del proletariado revolucionario chino se mostrará arrolladoramente vigoroso y solvente para imponerse sobre sus decrépitos adversarios en la etapa democrática de la revolución. Pero en ésta consumirá su juventud y alcanzará la madurez, época en la que todo organismo ve mermada ya su capacidad de adaptación, en que su visión del mundo ya está asentada y es más arduo asimilar nuevas ideas. De este modo, cargado de cicatrices y con todo el peso de este itinerario a sus espaldas, es como el proletariado revolucionario chino deberá encarar la grave responsabilidad del pionero con la que de nuevo le distinguirá la severa y exigente historia de la RPM. IV. Entre el viento del Oeste y el viento del Este:

 1949-1966 Pero antes de llegar a ese momento culminante y decisivo, queda otro tramo de camino que irá disponiendo la situación de los actores sobre las 

79. Mao, a principios de 1930, en el necesario combate contra el pesimismo resultante de esta situación, reconocía no obstante el quebranto sufrido: “Después de la derrota de la revolución en 1927, las fuerzas subjetivas de la revolución han quedado, en efecto, considerablemente debilitadas. Es muy poco lo que resta de ellas, y resulta natural que aquellos camaradas que juzgan las cosas sólo por las apariencias tengan ideas pesimistas.” Una sola chispa puede incendiar la pradera; Ibídem, p. 127. 31 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 tablas para la representación final del drama de la Revolución China. Pasaremos sobre este periodo rápida y discretamente, limitándonos a señalar sus, a nuestro juicio, elementos fundamentales y dejando para el futuro la necesidad de prestarle, en el marco del completo Balance del Ciclo de Octubre, la atención debida. Este periodo está marcado por el borrascoso soplo de vientos cruzados que entrechocan violentamente entre sí, desgastando inevitablemente la salud de nuestro protagonista y de su magullado organismo. 

Si, de acuerdo con la poética metáfora de Mao, hemos definido el viento del Este como el aire fresco que oxigena y vigoriza la subjetividad proletaria, verdeándola y rejuveneciéndola, podemos definir, al contrario, el viento del Oeste como la fétida atmósfera de los esquemas anquilosados; como la huracanada ráfaga que empuja infatigablemente al mundo a lo que debe ser naturalmente de acuerdo con el avasallador y alienante objetivismo de la acumulación capitalista y sus probadas e impersonales dinámicas de reproducción; viento que domina siempre que se relaja el esfuerzo consciente de mantener la proa de la revolución hacia el Levante. Y es que como declaran los maoístas: 

“El presidente Mao ha dicho: ‘ir contra la corriente es un principio del marxismo-leninismo.’”

80 Esquemáticamente, podemos dividir estos diecisiete años en la historia de la Revolución China como dominados alternativamente por estos vientos en colisión en dos periodos interpuestos para cada uno. El viento del Oeste se impondrá durante la etapa de 1949-1956 y, de nuevo, en 1959-1962, mientras que el viento del Este sopla con fuerza para 1956-1959 y, otra vez, entre 1962-1966 empujando a la tempestad revolucionaria de la GRCP. Por supuesto, esto es un esquema, y el dominio de ninguno de los vientos es siempre pleno, sino que encuentra resistencias y brisas contrarias aun en sus periodos de preeminencia. No obstante, la tendencia general es a una continuada orientación hacia la oscuridad del Poniente en este prolongado pulso, que forzará a los maoístas a un intento radical de invertir la marea en 1966. El primer, y decisivo, periodo de dominio del viento del Oeste, hasta 1956, se caracteriza por dos corrientes estrechamente entrelazadas: la adopción mecánica del esquema soviético de industrialización acelerada durante el primer plan quinquenal chino, es decir, el modelo de acumulación intensiva propio de la revolución industrial que el Partido Bolchevique trató de aplicar conscientemente, pero que finalmente contribuyó decisivamente a sumergirlo, y, en segundo lugar, la tendencia a la estructuración del Estado más acorde con ese modelo económico de potenciación y profundización de la división social del trabajo:

 un aparato burocrático cada vez más separado de las masas e inmerso en su dinámica administrativa autosuficiente, correlativa a la de su basamento económico. 

Como decimos, ambos aspectos, el económico y el político, son estrictamente indesligables. En cuanto a lo primero, su adopción por los revolucionarios chinos se enmarca en el general estadio de inmadurez e inexperiencia histórica con el que el proletariado afrontó el Ciclo de Octubre, potenciado por el prestigio que aún conservaba la URSS en ese momento como pionera de la construcción socialista. Otra vez, esta inexperiencia era más aguda en el caso chino, como el mismo Mao reconocía.

81 Varios factores confluyen en este proceso, pero la clave, ya indicada, es que la dirección revolucionaria china “dejó de lado” la Guerra Popular como una base estratégica también de construcción socialista. Ya hemos apuntado alguna razón, quizá la más importante –esa falta de sistematización universalista de la Guerra Popular–, pues tiene que ver con la disposición y comprensión del sujeto revolucionario respecto a su carácter y al de sus tareas. También las taras de nacimiento señaladas, alrededor de esa dualidad en el desarrollo del PCC aparecen aquí: efectivamente, la derrota de 1927 expulsó al Partido de las ciudades y le privó de una experiencia valiosísima justo cuando había 

80. Cfr. SNOW, E. China: La larga revolución. Alianza Editorial. Madrid, 1974, p. 310. 

81. En vísperas de la fundación de la República Popular, en el verano de 1949, Mao escribía: “Los veintiocho años de vida de nuestro Partido constituyen un largo periodo, en el cual sólo hemos hecho una cosa: hemos logrado la victoria fundamental en la guerra revolucionaria. (…) Tenemos por delante una seria tarea de construcción económica. Pronto dejaremos a un lado algunas de las cosas que conocemos bien y nos veremos obligados a ocuparnos de cosas que no conocemos bien. He aquí la dificultad. Los imperialistas calculan que no seremos capaces de administrar bien nuestra economía; nos observan desde la orilla, esperando nuestro fracaso. (…) El Partido Comunista de la Unión Soviética es nuestro mejor maestro y debemos aprender de él.” Sobre la dictadura democrática popular; en MAO: O. E., t. IV, pp. 437- 438. 32 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

de desarrollarse y madurar; ciudades que precisamente van a convertirse en los centros administrativos principales del nuevo régimen. Mao era perfectamente consciente de esta debilidad, que obligará a la utilización del viejo aparato administrativo.82 También, por esa dualidad indicada y por el peso objetivo y directivo del factor militar en la Revolución China, en las propias bases de apoyo se observa la tendencia del sector civil del movimiento revolucionario a una cierta especialización administrativa y burocrática, algo que también impulsa a Mao a promover esas campañas de rectificación. Otros factores que confluyen en esta inconveniente articulación del nuevo régimen tienen que ver con la señalada entidad del factor democráticonacional en el triunfo de 1949 y se refieren al peso necesario de la burguesía nacional en los aparatos de poder político, incluso en las bases de apoyo rurales durante la guerra, a pesar de las restricciones formales

83; y en las administraciones económica y cultural, tendencia que va a ser profundizada en los primeros años de la República Popular, por la propia dirección que toma la organización de la economía84 y esa confusión, recurrente durante el Ciclo, de la estatalización de los medios de producción con su socialización. A este hecho se suma el rápido derrumbamiento del KMT desde 1948, trufado de deserciones masivas de tropas y altos mandos que pasan a engrosar las filas del EPL. Este abrupto colapso hace que gran parte del país caiga en manos del PCC sin una experiencia de sedimentación organizativa similar a la que había podido tener en sus bases de apoyo tradicionales. A todo ello hay que añadir la avalancha de nuevas incorporaciones al PCC tras la victoria, inevitablemente motivadas en gran parte, más que por firmes convicciones ideológicas, por las ventajas materiales que la incorporación al Partido podía deparar, con lo que ello tenía de refuerzo de la tendencia de éste a convertirse en aparato técnico de gestión administrativa. 85 Indudablemente, no obstante, el largo periodo de experiencia en las bases de apoyo, algo de lo que los bolcheviques carecieron por completo, a pesar de la forma repentina que adopta la liberación final del conjunto del país, fue un factor objetivo que ayudó a la línea proletaria a preservar ciertas posiciones y fortaleza, aun a pesar de sus limitaciones. Finalmente, como colofón, dado el peso decisivo de este elemento en la conformación y evolución del movimiento comunista chino, aparecen las reformas que durante los 1950 se realizan en el EPL, motivadas por el prestigio soviético y las supuestas lecciones de la Guerra de Corea, tendentes a su profesionalización y especialización técnica para una guerra convencional regular de grandes unidades. En definitiva, todo ello, en gran parte inevitable por los condicionantes históricos objetivos de la RPM en general y de la propia Revolución China en particular86, creaba un caldo de cultivo idóneo para el alumbramiento y desarrollo de una nueva burguesía y fortalecía las posiciones del revisionismo en el seno del PCC, exactamente igual a como había sucedido en la URSS. Esta situación, además, se vio agravada por la forma en que el PCC asumió el revés de ese auténtico soplo del “viento del comunismo” que fue el Gran Salto Adelante y que precarizó las posiciones de la línea maoísta en la estructura del Partido.87 Ello, a pesar del contraataque de Mao desde 1962, que allana el terreno para la GRCP, dejaba a éste en una situación frágil en la cúpula del PCC incluso en vísperas de la Revolución Cultural Proletaria.

88 Del otro lado, en la cuenta del viento del Este cabe anotar dos sucesos de extraordinaria importancia, que marcan uno de los puntos álgidos en el devenir del Ciclo de Octubre: el balance que los comunistas chinos emprenden de la experiencia histórica del socialismo, de la práctica de la dictadura del proletariado, en el marco de la Gran Polémica con el revisionismo soviético, 

82. “Hay que ser muy prudente en la liquidación de los órganos de dominación del Kuomintang, arrestar sólo a los reaccionarios principales y no implicar a demasiadas personas.” Telegrama a la comandancia del frente de Luoyang después de la reconquista de la ciudad; en MAO: Op. cit. p. 255. En este sentido, años más tarde Mao hablará de cómo las fuerzas revolucionarias “se dispersaron cuando llegaron a las ciudades”; MARTIN: Op. cit., p. 147. 

83. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 244 

84. CAVENDISH; GRAY: Op. cit., p. 43 y 129. 

85. Algunas cifras manejadas respecto a este crecimiento hacen pasar la militancia del PCC de menos de 3 millones en 1947 a unos 20 millones en 1958. KAROL, K. S. La segunda revolución china. Seix Barral. Barcelona, 1977, pp. 139-140. Inevitablemente, las alarmas se disparaban y se repetían las prevenciones en los mismos términos literales que en la época del gran aluvión de nuevos miembros en Yenán, ya referido. Así, en 1956, Mao se inquietaba así: “En nuestro Partido, por ejemplo, hay actualmente muchos militantes que en lo orgánico han ingresado al Partido, pero ideológicamente no.” Fortalecer la unidad del Partido y continuar sus tradiciones; en MAO: O. E., t. V, p. 345. 

86. Y que habla a favor de la tesis leniniana sobre la mayor facilidad para comenzar la revolución en los países atrasados, pero de la mayor dificultad para continuarla y culminarla allí, y en contra del intento de Mao de revisarla en clave economicista. Véase, por ejemplo: La Tercera Internacional y su lugar en la historia; en LENIN: O. E., t. IX, pp. 408-409; para la crítica del revolucionario chino: MAO: La construcción del socialismo, p. 77. 87. El propio Mao asumía descarnadamente las responsabilidades al respecto; MARTIN: Op. cit., p. 163 

88. “En aquella época, la mayoría no estaba de acuerdo con mi punto de vista y durante un cierto tiempo permanecí aislado. Decían que mis puntos de vista estaban pasados de moda (…). Tras un cierto debate, conseguí conquistar el consenso de poco más de la mitad de los compañeros.” Cfr. VV. AA. China después de Mao. El viejo topo. Barcelona, 1978, p. 134. 33 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

y la primera aplicación práctica de las enseñanzas de las incipientes conclusiones obtenidas: el Gran Salto Adelante. Nos limitaremos a indicar la importancia de que la vanguardia proletaria hoy preste especial atención a estos acontecimientos. El punto de inflexión que pone en guardia a los comunistas chinos es el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Aunque pasará un tiempo hasta que se comprenda el verdadero carácter capitalista de la forma social y política que ha madurado –efectivamente, “un río no se congela en una noche de frío”– y se ha venido a implantar definitivamente en la URSS, los comunistas chinos se embarcan en un trabajo de estudio y reflexión que será uno de los pilares fundamentales que sostendrán el edificio de la GRCP. Una muestra histórica de la potencialidad del ejercicio de Balance, sobre la que los comunistas honestos deberían meditar, es que gracias a la propaganda pública de este debate, de esta lucha de líneas en el MCI, se creará un estado de opinión que permitirá que el siguiente ciclo de crisis social y política que estalle en China se canalice hacia la izquierda, en una oleada revolucionaria sin precedentes que tendrá un impacto mundial alrededor de 1968. 

De este modo, el ejercicio de balance es soporte de la más alta experiencia revolucionaria del Ciclo de Octubre. Compárese a los resultados de casi diez años de economicismo y productivismo que dieron lugar, durante la crisis de 1956-1957, a una auténtica floración derechista, que incluyó, desde las mismas universidades que diez años más tarde serían un foco revolucionario, la agitación en pro de la insurrección armada contra el Estado socialista –no contra su posible degeneración o usurpación revisionista.

89 Respecto al balance que realiza el PCC, en el marco del cual podemos encontrar algunos de los más inspiradores pasajes de Mao, baste señalar que su columna vertebral es un desplazamiento del eje de gravedad fundamental de la sociedad de transición, del socialismo, del periodo histórico de construcción del Comunismo, desde la problemática productivista y económica hacia la cuestión del sujeto, de la dirección ideológica y política y su forma de articulación; esa, como dicen los revolucionarios chinos, “primacía de la política”. 

Durante este debate, los comunistas chinos desempolvan algunos de los principios fundamentales del marxismo, ya antiguos pero que habían sido sepultados por décadas de rutinarias inquietudes economicistas y productivistas: la continuación de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado bajo el socialismo, el principio anti-determinista de que en esta etapa no está aún decidido quién vencerá, la importancia clave de la activa implicación de la clase proletaria en su propia liberación, etc. Asimismo, profundizan en congruencia con el marxismo respecto a la comprensión de las bases materiales que propician el surgimiento de una nueva burguesía en esta sociedad de transición, recuperando la problemática marxista clave en torno a la división social del trabajo. No obstante, de nuevo, los límites objetivos generales del Ciclo de Octubre, sus premisas compartidas por absolutamente todas las corrientes del MCI que cristalizaron durante él y su expresión específica en China ponen barreras a este balance e impiden que la ruptura con las concepciones economicistas sea completa. Entre otros límites, cabe destacar el que los maoístas no consiguieron desembarazarse del todo de la concepción del socialismo como formación social y modo de producción específico y sustantivo (en vez de como sociedad de transición en que conviven en pugna elementos de lo viejo y de lo nuevo), definido además fundamentalmente por las relaciones jurídicas de propiedad.

90 Estos límites tendrán graves consecuencias en el momento de la última y decisiva prueba de fuerza entre la revolución y la contrarrevolución en China

91, pero, en cualquier caso, el balance contribuye al rearme ideológico de los comunistas chinos y les dispone para desatar una tormenta revolucionaria sin parangón en la 89. GUILLERMAZ, J. El Partido Comunista Chino en el poder (1949-1973). Península. Barcelona, 1975, p. 156. 

90. De hecho, hay que decir que la formulación sobre la “continuidad de la dictadura del proletariado en el socialismo” es problemática, ya que rigurosamente la esencia de éste, el socialismo, se reduce a aquélla, la dictadura del proletariado; pero ésta es la manera que los comunistas chinos encontraron para intentar salir del atolladero de la teoría del modo de producción socialista, residuo que, como se ve, permanecerá en sus concepciones, con su consiguiente fase de transición al mismo – periodo al que tendía a quedar constreñida la dictadura del proletariado–, cuyos orígenes se encuentran en el economicismo de la II Internacional y que fueron contradictoriamente incorporadas por los bolcheviques. Al respecto, véase, de nuevo: Colectivo Fénix: Stalin. Del marxismo al revisionismo. 

91. Valga un ejemplo de las consecuencias políticas de esta teoría del supuesto modo de producción socialista: se denuncia que, de la mano de Jruschov, “la burguesía soviética ha implantado su dictadura”, pero, a la vez, se considera que esta dictadura sólo “abre el camino para la restauración del capitalismo”. Polémica acerca de la línea general del movimiento comunista internacional. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1965, pp. 470-471 y 488. Evidentemente, como demostrará la GRCP, la línea a seguir será muy diferente si se percibe que lo que hay que combatir es todo un entramado de relaciones y estructuras sociales y políticas, o bien sólo a una “camarilla” de individuos que “abre el camino” para la implantación de tales relaciones. 34 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

historia de la humanidad. Como decimos, el Gran Salto Adelante en 1958 será una primera aplicación de algunas de estas lecciones, en un intento a gran escala de implicar a las masas en la construcción económica y en la administración del Estado con la creación de millares de comunas populares. Si bien ha tendido a considerarse un fracaso, empezando porque la relación de fuerzas entre las líneas al interior del PCC impuso similar valoración incluso entre los propios comunistas chinos, hay que decir que, si ya la categoría de “fracaso” sólo puede tener un valor relativo desde una perspectiva dialéctica del desarrollo de la materia, tal juicio se funda en concepciones productivistas, cuya profesión de fe compartida debilitaba la línea proletaria dentro del PCC. Pero incluso en ese dominio el “fracaso” es relativizable92: efectivamente, el Gran Salto Adelante culminó la colectivización de la agricultura china que, tras las calamidades naturales de los primeros años, solucionó el endémico y secular problema del hambre en China. En cualquier caso, dejamos la definitiva valoración de este episodio al desarrollo del Balance de la experiencia histórica de la RPM que proponemos a la vanguardia. Por último, la lucha de dos líneas que la izquierda, en posición precaria, emprende en la dirección del PCC permite atisbar a Mao el enraizamiento del revisionismo en las estructuras del PCC y el Estado, vigorizado por las orientaciones y factores señalados. Además, esta lucha permite a los maoístas cobrarse algunas piezas, como la destitución del impulsor de las reformas de los años 50 en el EPL, Peng Teh-huai, en el Pleno de Lushan de 1959 y su reemplazo por Lin Piao, que desde 1960 impulsará una política para retornar al EPL a sus tradiciones de la guerra revolucionaria: supresión de rangos, reorientación guerrillera, mayor imbricación con las masas y el trabajo productivo, etc.; además de iniciar campañas de estudio del pensamiento Mao –expresión de las cuales será el famoso Libro Rojo de citas, del que Lin Piao será el compilador– en el interior del EPL. 

Desde 1964 estará en marcha la campaña “aprender del EPL”, que será uno de los centros aglutinantes de los impulsores de la GRCP dentro del PCC. El otro foco de acción de la izquierda en estos años que preparan en lo inmediato la GRCP será el campo, escenario principal donde se despliegan a partir de 1963 empresas como el Movimiento de Educación Socialista y los Cuatro Saneamientos, que, en la tradición de las campañas de rectificación, buscan mejorar la calidad de los cuadros del Partido en el campo y asentar la colectivización. En estas escaramuzas se irá destacando la figura de Liu Shao-chi como principal figura antagonista de Mao y cabeza de la línea derechista, bien arraigada en el aparato del Partido y de la administración del Estado: tal es ya el peso de las limitaciones del paradigma de Octubre y tan abrumadoras las consecuencias del predominio de su expresión. 

V. La Gran Revolución Cultural Proletaria V.1. La segunda juventud de la revolución En los inicios de la gran ola revolucionaria que iba a desatar el mayor movimiento de masas que ha visto la historia, conmocionando toda China entre 1966 y 1969 y cuyos incandescentes rescoldos no se apagarían definitivamente hasta 1976, Chiang Ching, en un discurso ante un entusiasmado auditorio de guardias rojos, en una sentencia que concentra muchas de las paradojas que iban a malograr la GRCP, declaraba: “Vosotros sois la juventud revolucionaria, vosotros conocéis el pensamiento de Mao mejor que nadie. Sois la nueva generación revolucionaria. Nosotros no podemos dirigiros, porque esta situación no tiene precedentes. ¡Cread el mundo moderno! Nos falta esta experiencia y nosotros no podemos dirigiros. Pero os apoyaremos.” 

93 Contrariamente a lo que expresaba su esposa, para Mao la situación en la primavera de 1966 y en los años precedentes debía de tener un inconfundible aroma familiar. Efectivamente, aislado del aparato político del PCC y en minoría en sus órganos de dirección, se veía obligado a observar cómo se impulsaba una política que indudable e inevitablemente llevaba a China a repetir lo sucedido en la URSS, a la restauración del capitalismo. 


De nuevo, la misma dualidad, la misma distancia y el mismo enfrentamiento entre la línea revolucionaria y el aparato político que debía implementarla que en los años críticos de 1927-1931. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, empezando por su indiscutible prestigio y autoridad personales, que reforzaban su posición y ensanchaban su campo de maniobra; pero también sus rivales de ahora eran más poderosos, sostenidos, no ya sobre el ascendente de su vinculación con unas instituciones revolucionarias radicadas en un lejano país extranjero, sino sobre un mastodóntico aparato organizativo que se insertaba sobre el cuerpo de la administración burocrática de todo un Estado y cuya capacidad para puentear administrativamente su prestigio personal estaba más 92. Cosa que también han hecho autores desde el exterior del movimiento comunista. Véase, por ejemplo: KAROL: Op. cit., pp. 98-100. 93. Cfr. MEHNERT, K. Pekín y la nueva izquierda. Zero. Madrid, 1972, p. 86. 35 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 

que probada. 

94 En tales circunstancias el recuerdo de esos años clave, hacía más de tres décadas –en los que se hallan algunas de las principales semillas de la actual situación—, con toda probabilidad se tenía que hacer sentir en Mao. Y la cuestión es que, más allá de que obedeciera a un plan determinado sistemáticamente de antemano, o fuera la forma material que encontró la izquierda para abrirse paso en la correlación de fuerzas dada entre las dos líneas en el seno del PCC, la táctica que objetivamente Mao va a implementar también va a reproducir casi al detalle su línea de actuación de 1927-1931. Al igual que en esos años, la línea revolucionaria se empieza a aglutinar, articular y cohesionar desde el debate abierto y la crítica de las desviaciones y del revisionismo. Si entre 1926-1930 fue la crítica al economicismo, ciego ante el campesinado, y al insurreccionalismo, ahora había sido la crítica al economicismo y al productivismo en la construcción socialista, aun con todas sus limitaciones, proyectada en la figura de la URSS. Hay que recordar que en ambos casos, la lucha ideológica apuntaba a la potenciación del elemento subjetivo y creativo en la revolución proletaria. Más aun, al igual que entonces, la táctica de Mao, más allá de escarceos y escaramuzas, como el Pleno de Lushan, más que lanzar un ataque frontal contra el cuerpo político de la línea derechista, parece decantarse por una acción periférica de acumulación de fuerzas, que asegure y asiente su retaguardia estratégica. 

Y precisamente, al igual que a finales de los 1920, va a creer encontrar esa retaguardia, esas bases de apoyo, en el EPL y en el campo, con esas designaciones y esas campañas que hemos visto más arriba. De hecho, precisamente en el Pleno de Lushan de 1959, en una admonición que indica que Mao no dejaba de tener muy en cuenta la experiencia de los años de Revolución de Nueva Democracia, el líder chino llegaría a decir:

 “Si aparecieran 700.000 artículos en la prensa, reflejando solamente las cosas malas, entonces ya no sería el proletariado sino el estado burgués (…). En un caso así me marcharía al campo y dirigiría a los campesinos con el fin de provocar la caída del gobierno actual. Si nuestro ejército popular de liberación no me siguiera, organizaría un ejército rojo, otro ejército de liberación. Pero creo que el ejército de liberación me seguiría.”

95 Sólo entonces, aglutinado un sector del PCC, minoritario en los aparatos pero significativo, y sintiendo segura su retaguardia tras las campañas de rectificación en el campo y las nuevas dirección y política en el EPL, Mao y la izquierda del PCC apuntan a las ciudades, centros administrativos del Estado y bastiones de la derecha, que se asienta en ellos. En esta dirección, con vistas al asalto definitivo, se empieza a avivar la Revolución Cultural. Señalando que este concepto puede encontrar bases históricas en el movimiento comunista previas a la revolución proletaria en China, especialmente en los últimos escritos de Lenin de los años 1922-1923, subrayaremos ahora el hondo calado de esta categoría en la tradición revolucionaria china. Ella no sólo es una constante en los escritos de Mao en su dirección de la Revolución de Nueva Democracia, sino que recordemos que para el revolucionario chino el paso a esta fase, la transformación de la vieja revolución burguesa en una de nuevo tipo dirigida por el proletariado, viene antecedida por una auténtica revolución cultural, cuya gran cristalización política será el Movimiento del 4 de Mayo, movimiento intelectual y urbano que es la matriz del movimiento comunista chino.

96 Por tanto, esta nueva alusión y promoción de la revolución cultural quizá sea mejor entendida si nos quitamos las anteojeras superestructurales y la comprendemos, no tanto como una acción dirigida al compartimento de la “cultura” en el sentido estrecho de la acepción

97 (no obstante, hay que reconocer que a ello contribuyen las ambigüedades inducidas por las propias limitaciones del balance chino de la experiencia soviética, que volveremos a encontrar más adelante), aunque ésa pueda ser su primera manifestación fenoménica, sino como un llamamiento profundo al desarrollo de un verdadero movimiento revolucionario urbano, a la promoción de una nueva generación de intelectuales de vanguardia que pueda 

94. Además del testimonio antes reproducido respecto a su posición minoritaria en la dirección del PCC hasta las mismas vísperas de la explosión de la GRCP, el propio Mao se había quejado también de que, desde 1959, el mismo Secretario General, Teng Hsiao-ping –el calificado como “Jruschov número dos de China” durante la GRCP—, había dejado de informarle. 

GUILLERMAZ: EL PCC en el poder, p. 134. 

95. MARTIN: Op. cit., p. 158. El contexto son los agrios debates en torno a la valoración de la experiencia del Gran Salto Adelante y las comunas populares, cuya recepción por la dirección del PCC ya hemos reseñado. 

96. Ya señalamos más arriba que para Mao, en un pasaje clave, la transformación en el “frente cultural e ideológico” precede a la aparición del nuevo movimiento político revolucionario. De hecho, esa periodización de la historia del PCC y de la Revolución China en su obra de 1940 Sobre la nueva democracia, en la que nos hemos apoyado, viene inmediatamente antecedido elocuente y significativamente por un epígrafe titulado Características históricas de la revolución cultural de China. 

MAO: O. E., t. II, p. 386. 

97. Al respecto, hay que añadir que en el idioma chino, el vocablo “cultura” tiene una acepción inmediata de mayor alcance que en lenguas como la castellana, acercándose más a lo que en ésta sería el concepto de “civilización”. 

DAUBIER, J. Historia de la revolución cultural proletaria en China. Siglo Veintiuno. Madrid, 1974, p. 29. 36 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016 participar en un combate político de calado estructural, como efectivamente sucedió. En cualquier caso, de nuevo, esta apelación de Mao y la izquierda del PCC a la Revolución Cultural es una nueva reminiscencia a la experiencia revolucionaria de 1920 y puede entenderse como la invocación de un nuevo salto cualitativo en la Revolución China.

98 Significativamente, el primer punto de ese auténtico programa de la GRCP que es la Decisión del CC del PCC sobre la Gran Revolución Cultural Proletaria, los famosos 16 Puntos del 8 de agosto de 1966, recoge, en perfecta congruencia con el marxismo, la reseñada experiencia revolucionaria de Mao en la constitución del PCC: “Para derrocar a un régimen, es siempre necesario ante todo crear la opinión pública y trabajar en el terreno ideológico. Así proceden las clases revolucionarias y así también lo hacen las clases contrarrevolucionarias. La práctica ha demostrado como totalmente correcta esta tesis del camarada Mao Tse-tung.”

99 El llamamiento, efectivamente, es un éxito, y para la primavera de 1966 las universidades chinas son un hervidero de agitación, encabezada por una nueva generación de juventud intelectual de vanguardia, amamantada al calor de los años de polémica pública contra el revisionismo soviético, en la que encuentra un horizonte a sus propias inquietudes y perspectivas, y movilizada por la lucha cultural que se viene intensificando en los últimos meses (oficialmente, se dató el inicio de la GRCP con la publicación en noviembre de 1965 del artículo de Yao Wen-yuan sobre la obra La destitución de Hai Rui, velada alusión a la lucha de líneas en el PCC que el futuro miembro de los cuatro desvela), que también incluye el proyecto para una radical transformación del sistema de enseñanza. Es importante añadir que durante la primavera de 1966, con motivo del 95º aniversario de la Comuna de París, la izquierda lanza una serie de artículos que repasan este acontecimiento cardinal de la historia de la RPM y que van a espolear a estos sectores intelectuales de vanguardia.100 En la movilización de este sector social va a jugar un papel clave otro elemento, cuyo rastro también conduce a los orígenes de la experiencia revolucionaria china y a esa dualidad fundamental. Efectivamente, Mao, bloqueado por el aparato oficial del Partido (significativamente, los textos de la izquierda que animan el combate cultural no encuentran publicación en los órganos centrales de Pekín, núcleo de la administración del país, sino que deben ser publicados en los diarios locales de ese bastión de la izquierda que es Shanghái), ha de recurrir a todo su prestigio personal para impulsar el movimiento revolucionario. Ahí, en la continuidad de esa dualidad que marca al PCC desde su misma constitución está, como advertíamos, la base objetiva, en relación con el desarrollo político de la lucha de clases y la experiencia histórica de la Revolución China y más allá de los defectos de carácter e impulsos subjetivos de cada personaje, de la desviación que conduce a la teoría de la Jefatura, y que se expresa en ese culto a la personalidad reconocido por Mao. De nuevo, la melodía de la GRCP resuena familiar en relación con la experiencia previa de la Revolución China, pero ahora el prestigio personal de Mao es inconmensurablemente mayor que el que podía tener en 1927, hasta el punto de que puede convertirse en un arma política objetiva. Precisamente, Mao, en una conversación con Edgar Snow, justifica ese culto como recurso de movilización política de masas ante la debilidad de sus posiciones en el aparato político del PCC: 

“En la época de nuestro coloquio de 1965, continuó diciendo Mao, una buena parte del poder –sobre la maquinaria propagandística de los comités del partido locales y de las provincias, y especialmente dentro del Comité del Partido de la Municipalidad....///.....

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