En respuesta a
@_Dietzgen
Comité por la Reconstitución - Catalunya y el internacionalismo proletario. El debate en el seno de la vanguardia marxista-leninista [ reconstitucion.net/Documentos/Dos]. Textos del debate interno que mantuvieron los viejos círculos de la LR en torno al 9-N y la cuestión nacional.
Comité por la Reconstitución - Línea Proletaria nº0 [ reconstitucion.net/Documentos/LP_]. Número inaugural que dedica el grueso de sus páginas al estudio de la experiencia de la revolución china, ahondando en la significación histórica y universal de la Gran Revolución Cultural Proletaria.
Quiénes somos es algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y cuál nuestra vocación consciente y declarada. Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución. Cualquier camarada o compañero que haya seguido durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!, era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013
............................................................ ......................................................................:
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Éstos son, con toda seguridad, los tres interrogantes
fundamentales que toda subjetividad con determinado grado de conciencia de sí misma se plantea interiormente
en cierto momento de su desarrollo. Son tres preguntas que se dirigen directamente a la búsqueda de aquello que,
desde una perspectiva dialéctica, constituye la esencia de la totalidad de lo real, de la materia; tres cuestiones
interpenetradas que se refieren, en definitiva, a una única determinación: el devenir.
No obstante, concretando el sentido de esta tríada interrogativa, la invocamos en el presente Editorial por
una sencilla razón: damos por hecho que son preguntas que, formuladas en tercera persona y respecto a nosotros
(¿quiénes son?; ¿de dónde vienen?; ¿adónde van?), han rondado o rondan –por mucho que nosotros tengamos
meridianamente claras las respuestas– las mentes más inquietas de entre los proletarios de vanguardia.
Son
inquisiciones perfectamente justas y legítimas, sobre todo en la medida en que Línea Proletaria apareció súbitamente,
sin previo aviso y sin haberse presentado formalmente ante el Movimiento Comunista del Estado español. Sea
como fuere, para los lectores avezados seguramente no constituyamos ningún misterio inextricable. Los indicios,
las pistas y los rastros dejados atrás permiten intuir, a aquél que esté atento, las respuestas a los interrogantes aquí
referidos. Además, como sucede en toda realidad en movimiento –ése y no otro es el sentido del devenir al que
apelábamos más arriba–, su núcleo racional es la contradicción entre sus aspectos opuestos. En nuestro caso, por
tanto, de las tres dudas razonables planteadas sólo dos tienen verdadera relevancia inmediata. Quiénes somos es
algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a
ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado
atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y
cuál nuestra vocación consciente y declarada.
Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar
convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato
que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política
por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución. Cualquier camarada o compañero que haya seguido
durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado
posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga
que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!,
era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013. Era, sin lugar a dudas, toda una declaración
de intenciones; la enunciación de un objetivo que perseguir en un momento en el que se vislumbraba, por fin, su
imponente pero difusa silueta distante en el horizonte.
Si, como venimos diciendo, la lucha de dos líneas es el
verdadero motor que dinamiza el desarrollo de la vanguardia revolucionaria, esta meta desempeñaba –¡y
desempeña aún!– el papel de checkpoint por el que es menester cruzar en el arduo camino de la Reconstitución.
No obstante, como ya hemos señalado puntualmente en otros lugares, esta consigna erigida como un faro en 2013
encontró rápidamente a nuevas masas que guiar, elevar y transformar:
en 2014 comienzan a eclosionar más brotes
rojos –inspirados sin duda por las organizaciones clásicas de la Línea y los grupos ya surgidos en 2010 y 2012–,
en forma de círculos de vanguardia que rompen con el revisionismo; en 2015 todos estos destacamentos crecen
y se acercan mutuamente, estrechando sus lazos ideológicos a través de la lucha y coordinando su actividad
política. Hay que observar, sin embargo, que la coordinación es –por definición– el acompasamiento del quehacer
autónomo de entidades externas por principio. No es otra cosa que la armonización de elementos independientes,
la concertación de lo diverso.
El año 2015 representó, a fin de cuentas, el auge de una voluntad unitaria, de un
contenido esencialmente unívoco bajo la primitiva forma de la dispersión en círculos mayormente locales.
Y no hablamos aquí de un problema organizativo –eslabón final de cualquier proceso de unificación–, sino
principalmente de uno de naturaleza política. Pues, como quedó claro por lo menos desde la publicación del ¿Qué
hacer? de Lenin, los círculos tienden inercialmente a su autorreproducción, al estilo de trabajo artesanal y, como
consecuencia de ello, a la elaboración de “planes” políticos fundamentalmente empiristas, cuya base experiencial
se suele reducir a las estrechas vivencias del propio círculo y su reducido radio de acción. Esta circunstancia,
naturalmente, acostumbra a derivar en masismo, la primera parada en la línea del empirismo político1
.
Así las cosas, la mencionada coordinación supone un momento de transición, una mediación –tan necesaria como, en su
momento, los mismos círculos– hacia un tipo de actividad más elevada y centralizada, que neutralice y termine
suprimiendo las pulsiones localistas para substituirlas por la concepción cabal de una táctica-Plan –el Plan de
Reconstitución– aplicada concretamente en función del grado de desarrollo de la vanguardia marxista-leninista
y el contexto particular de la lucha de clases. Estamos seguros de que nuestros colaboradores, simpatizantes y
amigos en general –¡por no hablar de nuestros adversarios y enemigos!– han podido encontrar, en la sucesión de
nuestras últimas publicaciones y acciones, numerosas manifestaciones de este feliz proceso.
A nadie se le debería
escapar que, precisamente en 2015, el joven Movimiento por la Reconstitución lanzaba, orgulloso pero consciente
de su inmadurez, comunicados unitarios firmados por todas las organizaciones que, por ese entonces, componían
nuestro Movimiento.
En otras palabras: todos los destacamentos se coordinaban para exponer ante la vanguardia y
el conjunto de la clase la misma propaganda y la misma agitación, es decir, el mismo discurso ideológico y político.
Pero ya entrado el año 2016 podemos percibir algunos cambios sustanciales y de importancia notoria. El Primero
de Mayo, señalado día del proletariado internacional, hacen acto de presencia dos novedades que trastocan por
completo la forma que presenta la Línea de Reconstitución: aparece –auspiciado y promocionado por la práctica
totalidad de aquellos viejos círculos– el sitio web de Línea Proletaria y, además, se reparte a lo largo y ancho de
las fronteras del Estado la misma octavilla firmada por el Comité por la Reconstitución, y no ya por la suma de
los destacamentos de vanguardia adheridos a la LR. Estos pequeños pero significativos hitos marcan, así como
2014 y 2015 están jalonados por conquistas aún menores pero también importantes, el cambio material que este
agónico año –y no sólo porque esté terminando; obsérvense los movimientos tectónicos en la lucha de clases
interburguesa que vaticinan el seísmo venidero– representa frente a los anteriores: de la coordinación política de
antaño transitamos hacia la completa unidad política. Esta circunstancia –que al lector despistado o al adversario
malicioso le parecerá un mero cambio de palabras– expresa toda una diferencia de contenido en las relaciones
internas de la vanguardia marxista-leninista, además de prefigurar la dirección de su deseable desenvolvimiento
ulterior. Por lo tanto, no concebimos mejor forma de cerrar el presente curso –en el que se cumple el centenario de la
Insurrección de Pascua, el cincuentenario de la Gran Revolución Cultural Proletaria y ( ¿por qué no reivindicarlo con
orgullo? ) el vigésimo aniversario de la publicación de la Tesis de Reconstitución por parte del Partido Comunista
Revolucionario– que lanzando el primer número (0) del nuevo órgano ideológico y político del Movimiento por la
Reconstitución: Línea Proletaria.
Hasta aquí, creemos haber dejado suficientemente clara la respuesta al primero de los interrogantes que
abrían el presente Editorial. Si a alguien todavía le costaba desentrañar de dónde venimos, de ahora en adelante no
podrá alegar ignorancia a este respecto. Se empieza a dejar sentir también, aunque sólo sea por alusiones y por las
implicaciones de nuestras palabras, quiénes somos. Pero esta identidad nuestra hoy vigente –en la medida en que,
como hemos dicho antes, sólo puede ser definida en la interrelación de nuestra particular historia escrita y nuestro
porvenir proyectado, de la misma manera que el presente sólo es el efímero e inasible punto de encuentro entre el
pasado y el futuro– quedaría mutilada e incompleta si no aclaramos su destino último.
El marxismo de nuestros días,
cuyo radio de acción es aún sólo la vanguardia, adoptó la forma de Línea (es decir, de dirección trazada) y, después,
de Movimiento (esto es, de avance en esa dirección). Pero precisamente por ser movimiento es también transición
entre estadios2
. Parece claro que, a este respecto, el punto de partida han sido los viejos círculos de vanguardia mas,
¿cuál es su punto de llegada? Es decir: ¿Adónde vamos? Aquí es donde cobra sentido nuestra referencia a aquella
justa consigna enarbolada allá por 2013. Todo el sendero que aquí hemos reconstruido no constituye sino el periplo
que era necesario recorrer entre el momento en que esa necesidad es sentida por lo más granado de la vanguardia
teórica, su polo marxista-leninista, y las condiciones imprescindibles para su consecución. No obstante, ¿concluye
aquí, con esta nueva publicación de que se ha dotado nuestro Movimiento, el camino hacia ese referente de la
vanguardia marxista-leninista que nos hemos propuesto construir? Nuestra respuesta a este interrogante debe ser
negativa. Y es que, como también nos enseña la experiencia del marxismo ruso (concretamente en las patadas que
daba un bolchevismo a punto de nacer de las entrañas del viejo iskrismo), ese periódico para toda Rusia del que
circunscrita aquí a los problemas de la vanguardia marxista-leninista en la etapa de reconstitución ideológica.
Ciertamente, podemos identificar también las trazas de una cuestión ya estudiada por nuestra Línea en uno de sus
documentos esenciales y fundamentales, la coloquialmente conocida como Nueva Orientación. Y es que, como allí
queda magníficamente desarrollado, durante el Ciclo de Octubre los Partidos Comunistas centraron sus esfuerzos
más intensamente en la búsqueda del método óptimo para la acumulación de fuerzas de masas que en la definición
de la dirección que la revolución necesitaba; se primó el cómo conquistar a las masas sobre el adónde llevarlas; o, en
otro plano, se antepuso la técnica política de la movilización a la ideología que debía darle sentido.
2. En este sentido, cosa similar ocurre con la revolución en su fase netamente proletaria: esa dirección trazada en
el plano se revela como Programa, y el movimiento que lo recorre es el Partido Comunista en Guerra Popular, que
transita, atravesando por otros hitos mediadores (como la Dictadura del Proletariado), entre la sociedad capitalista
y el Comunismo.
5
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
nos hablaba Lenin a inicios del siglo XX no fue ni podía ser el punto final de la organización de los marxistas
sino, en todo caso, el hito primero y principal, seguramente el decisivo, que venía a hacer las veces de palanca con
la que elevar a los revolucionarios a la posición de su vanguardia a la vez que abría las puertas, hasta ahora selladas,
de una unidad que, desde la base de la definición ideológica y la actividad política común, trascienda y corporice
sus márgenes. ( TIENEN MÁS RETÓRICA QUE CASTELAR,....BLA, BLA Y QUE TE BLA, PARA NO DECIR NADA,...¡¡ ) Lmm.
Ése y no otro es el verdadero sentido leninista del periódico estatal como educador y organizador
colectivo, como magma en el cual fundir las materias primas que después deben ser forjadas en una única y afilada
espada.
Esa espada no es otra que el referente de vanguardia en cuya construcción estamos inmersos. Disponemos ya
de la estructura básica de la empuñadura –la ideología proletaria y sus principios irrenunciables– y hemos reunido
los metales necesarios para producir la aleación revolucionaria que nuestra clase necesita en la presente fase de la
revolución. Pero ahora nos toca demostrar si estamos a la altura de las necesidades del momento; si hemos atesorado
la experiencia necesaria para afrontar esta importante tarea con garantías de éxito; y si, a fin de cuentas, hemos
sabido pertrechar nuestras conciencias con la destreza necesaria para que esa espada cumpla convenientemente
con el propósito para el que fue pergeñada. Ni el futuro ni la victoria están escritos. Pero evitar el fracaso depende
en última instancia sólo de nosotros. Hoy ponemos una humilde piedra más en el largo sendero que nos separa de
nuestro objetivo. Está más cerca que ayer pero más lejos que mañana. Es nuestra responsabilidad no detenernos ni,
tampoco, dar pasos en falso. No hemos dado sino una pequeña zancada más que viene a sumarse a las ya recorridas,
pero hemos asumido con admirable empaque el compromiso que supone encarar el sendero de la emancipación.
¿Seremos capaces de llevarlo hasta sus últimas consecuencias?
Comité por la Reconstitución
Diciembre de 2016 )))....
ÍNDICE
Editorial
En la encrucijada de la historia: la Gran Revolución Cultural Proletaria y el
sujeto revolucionario
El significado histórico del Viento del Este....................
El Partido Comunista de China: la constitución de un verdadero
... en unas condiciones necesarias e históricamente
Entre el viento del Oeste y el viento del Este: 1949-1966
La Gran Revolución Cultural Proletaria
“Cierra y apertura”: la GRCP como condensado de un Ciclo
¿Errores de aplicación o “errores” de base en la conducción de la GRCP?
La bancarrota del revisionismo y las tareas de los comunistas
la nueva farsa electoral del 26-J: ¡Boicot!
Ante el Centenario de la Insurrección irlandesa de 1916. El movimiento
nacional irlandés en la perspectiva de la Revolución Socialista Mundial
El significado histórico del Viento del Este
El Partido Comunista de China: la constitución de un verdadero
Partido Comunista...
... en unas condiciones necesarias e históricamente determinadas
Entre el viento del Oeste y el viento del Este: 1949-1966
La Gran Revolución Cultural Proletaria
“Sella y apertura”: la GRCP como condensado de un Ciclo histórico
3
6
7
10
18
30
34
61
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
73
80
82
84
3
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?
Éstos son, con toda seguridad, los tres interrogantes
fundamentales que toda subjetividad con determinado grado de conciencia de sí misma se plantea interiormente
en cierto momento de su desarrollo. Son tres preguntas que se dirigen directamente a la búsqueda de aquello que,
desde una perspectiva dialéctica, constituye la esencia de la totalidad de lo real, de la materia; tres cuestiones
interpenetradas que se refieren, en definitiva, a una única determinación: el devenir.
No obstante, concretando el sentido de esta tríada interrogativa, la invocamos en el presente Editorial por
una sencilla razón: damos por hecho que son preguntas que, formuladas en tercera persona y respecto a nosotros
(¿quiénes son?; ¿de dónde vienen?; ¿adónde van?), han rondado o rondan –por mucho que nosotros tengamos
meridianamente claras las respuestas– las mentes más inquietas de entre los proletarios de vanguardia. Son
inquisiciones perfectamente justas y legítimas, sobre todo en la medida en que Línea Proletaria apareció súbitamente,
sin previo aviso y sin haberse presentado formalmente ante el Movimiento Comunista del Estado español.
Sea
como fuere, para los lectores avezados seguramente no constituyamos ningún misterio inextricable. Los indicios,
las pistas y los rastros dejados atrás permiten intuir, a aquél que esté atento, las respuestas a los interrogantes aquí
referidos. Además, como sucede en toda realidad en movimiento –ése y no otro es el sentido del devenir al que
apelábamos más arriba–, su núcleo racional es la contradicción entre sus aspectos opuestos. En nuestro caso, por
tanto, de las tres dudas razonables planteadas sólo dos tienen verdadera relevancia inmediata.
Quiénes somos es
algo que, por lo tanto, además de secundario en su interpretación empírica, sólo puede ser respondido atendiendo a
ese movimiento que nos constituye: lo que resulta aquí determinante es, en primera instancia, qué hemos dejado
atrás y qué nos proponemos alcanzar en el futuro; cuál es nuestra aún humilde hoja de servicios a la revolución y
cuál nuestra vocación consciente y declarada.
Habiendo anotado ya estos aspectos preliminares –que creemos ayudarán al lector a situarse y situar
convenientemente la revista que ahora tiene entre sus manos–, nos referiremos brevemente a ese pasado inmediato
que, en su desenvolvimiento y revolucionarización consciente, nos ha permitido llegar a la presente situación política
por la que atraviesa el Movimiento por la Reconstitución.
Cualquier camarada o compañero que haya seguido
durante los últimos años el discurrir de la Línea de Reconstitución (LR) –o que, en su defecto, haya estudiado
posteriormente nuestras pretéritas publicaciones de referencia– encontrará inscrita en rojos caracteres una consiga
que gana actualidad con el transcurso de los días: ¡Construir un referente de la vanguardia marxista-leninista!,
era el grito de guerra enarbolado con decisión ya por el año 2013. Era, sin lugar a dudas, toda una declaración
de intenciones; la enunciación de un objetivo que perseguir en un momento en el que se vislumbraba, por fin, su
imponente pero difusa silueta distante en el horizonte. Si, como venimos diciendo, la lucha de dos líneas es el
verdadero motor que dinamiza el desarrollo de la vanguardia revolucionaria, esta meta desempeñaba –¡y
desempeña aún!– el papel de checkpoint por el que es menester cruzar en el arduo camino de la Reconstitución.
No obstante, como ya hemos señalado puntualmente en otros lugares, esta consigna erigida como un faro en 2013
encontró rápidamente a nuevas masas que guiar, elevar y transformar:
en 2014 comienzan a eclosionar más brotes
rojos –inspirados sin duda por las organizaciones clásicas de la Línea y los grupos ya surgidos en 2010 y 2012–,
en forma de círculos de vanguardia que rompen con el revisionismo; en 2015 todos estos destacamentos crecen
y se acercan mutuamente, estrechando sus lazos ideológicos a través de la lucha y coordinando su actividad
política.
Hay que observar, sin embargo, que la coordinación es –por definición– el acompasamiento del quehacer
autónomo de entidades externas por principio. No es otra cosa que la armonización de elementos independientes,
la concertación de lo diverso.
El año 2015 representó, a fin de cuentas, el auge de una voluntad unitaria, de un
contenido esencialmente unívoco bajo la primitiva forma de la dispersión en círculos mayormente locales.
Y no hablamos aquí de un problema organizativo –eslabón final de cualquier proceso de unificación–, sino
principalmente de uno de naturaleza política. Pues, como quedó claro por lo menos desde la publicación del ¿Qué
hacer? de Lenin, los círculos tienden inercialmente a su autorreproducción, al estilo de trabajo artesanal y, como
consecuencia de ello, a la elaboración de “planes” políticos fundamentalmente empiristas, cuya base experiencial
se suele reducir a las estrechas vivencias del propio círculo y su reducido radio de acción. Esta circunstancia,
naturalmente, acostumbra a derivar en masismo, la primera parada en la línea del empirismo político1
.
Así las
Editorial
1. Los ecos de esta problemática alcanzan mucha más profundidad de la que buscamos con la presente alegoría,
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Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
cosas, la mencionada coordinación supone un momento de transición, una mediación –tan necesaria como, en su
momento, los mismos círculos– hacia un tipo de actividad más elevada y centralizada, que neutralice y termine
suprimiendo las pulsiones localistas para substituirlas por la concepción cabal de una táctica-Plan –el Plan de
Reconstitución– aplicada concretamente en función del grado de desarrollo de la vanguardia marxista-leninista
y el contexto particular de la lucha de clases.
Estamos seguros de que nuestros colaboradores, simpatizantes y
amigos en general –¡por no hablar de nuestros adversarios y enemigos!– han podido encontrar, en la sucesión de
nuestras últimas publicaciones y acciones, numerosas manifestaciones de este feliz proceso.
A nadie se le debería
escapar que, precisamente en 2015, el joven Movimiento por la Reconstitución lanzaba, orgulloso pero consciente
de su inmadurez, comunicados unitarios firmados por todas las organizaciones que, por ese entonces, componían
nuestro Movimiento. En otras palabras: todos los destacamentos se coordinaban para exponer ante la vanguardia y
el conjunto de la clase la misma propaganda y la misma agitación, es decir, el mismo discurso ideológico y político.
Pero ya entrado el año 2016 podemos percibir algunos cambios sustanciales y de importancia notoria. El Primero
de Mayo, señalado día del proletariado internacional, hacen acto de presencia dos novedades que trastocan por
completo la forma que presenta la Línea de Reconstitución:
aparece –auspiciado y promocionado por la práctica
totalidad de aquellos viejos círculos– el sitio web de Línea Proletaria y, además, se reparte a lo largo y ancho de
las fronteras del Estado la misma octavilla firmada por el Comité por la Reconstitución, y no ya por la suma de
los destacamentos de vanguardia adheridos a la LR.
Estos pequeños pero significativos hitos marcan, así como
2014 y 2015 están jalonados por conquistas aún menores pero también importantes, el cambio material que este
agónico año –y no sólo porque esté terminando; obsérvense los movimientos tectónicos en la lucha de clases
interburguesa que vaticinan el seísmo venidero– representa frente a los anteriores: de la coordinación política de
antaño transitamos hacia la completa unidad política. Esta circunstancia –que al lector despistado o al adversario
malicioso le parecerá un mero cambio de palabras– expresa toda una diferencia de contenido en las relaciones
internas de la vanguardia marxista-leninista, además de prefigurar la dirección de su deseable desenvolvimiento
ulterior.
Por lo tanto, no concebimos mejor forma de cerrar el presente curso –en el que se cumple el centenario de la
Insurrección de Pascua, el cincuentenario de la Gran Revolución Cultural Proletaria y (¿por qué no reivindicarlo con
orgullo?) el vigésimo aniversario de la publicación de la Tesis de Reconstitución por parte del Partido Comunista
Revolucionario– que lanzando el primer número (0) del nuevo órgano ideológico y político del Movimiento por la
Reconstitución:
Línea Proletaria.
Hasta aquí, creemos haber dejado suficientemente clara la respuesta al primero de los interrogantes que
abrían el presente Editorial. Si a alguien todavía le costaba desentrañar de dónde venimos, de ahora en adelante no
podrá alegar ignorancia a este respecto.
Se empieza a dejar sentir también, aunque sólo sea por alusiones y por las
implicaciones de nuestras palabras, quiénes somos. Pero esta identidad nuestra hoy vigente –en la medida en que,
como hemos dicho antes, sólo puede ser definida en la interrelación de nuestra particular historia escrita y nuestro
porvenir proyectado, de la misma manera que el presente sólo es el efímero e inasible punto de encuentro entre el
pasado y el futuro– quedaría mutilada e incompleta si no aclaramos su destino último.
El marxismo de nuestros días,
cuyo radio de acción es aún sólo la vanguardia, adoptó la forma de Línea (es decir, de dirección trazada) y, después,
de Movimiento (esto es, de avance en esa dirección). Pero precisamente por ser movimiento es también transición
entre estadios. Parece claro que, a este respecto, el punto de partida han sido los viejos círculos de vanguardia mas,
¿cuál es su punto de llegada? Es decir:
¿Adónde vamos? Aquí es donde cobra sentido nuestra referencia a aquella
justa consigna enarbolada allá por 2013.
Todo el sendero que aquí hemos reconstruido no constituye sino el periplo
que era necesario recorrer entre el momento en que esa necesidad es sentida por lo más granado de la vanguardia
teórica, su polo marxista-leninista, y las condiciones imprescindibles para su consecución. No obstante,
¿concluye
aquí, con esta nueva publicación de que se ha dotado nuestro Movimiento, el camino hacia ese referente de la
vanguardia marxista-leninista que nos hemos propuesto construir?
Nuestra respuesta a este interrogante debe ser
negativa. Y es que, como también nos enseña la experiencia del marxismo ruso (concretamente en las patadas que
daba un bolchevismo a punto de nacer de las entrañas del viejo iskrismo), ese periódico para toda Rusia del que
circunscrita aquí a los problemas de la vanguardia marxista-leninista en la etapa de reconstitución ideológica.
Ciertamente, podemos identificar también las trazas de una cuestión ya estudiada por nuestra Línea en uno de sus
documentos esenciales y fundamentales, la coloquialmente conocida como Nueva Orientación. Y es que, como allí
queda magníficamente desarrollado, durante el Ciclo de Octubre los Partidos Comunistas centraron sus esfuerzos
más intensamente en la búsqueda del método óptimo para la acumulación de fuerzas de masas que en la definición
de la dirección que la revolución necesitaba; se primó el cómo conquistar a las masas sobre el adónde llevarlas; o, en
otro plano, se antepuso la técnica política de la movilización a la ideología que debía darle sentido.
2. En este sentido, cosa similar ocurre con la revolución en su fase netamente proletaria: esa dirección trazada en
el plano se revela como Programa, y el movimiento que lo recorre es el Partido Comunista en Guerra Popular, que
transita, atravesando por otros hitos mediadores (como la Dictadura del Proletariado), entre la sociedad capitalista
y el Comunismo.
5
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
nos hablaba Lenin a inicios del siglo XX no fue ni podía ser el punto final de la organización de los marxistas
sino, en todo caso, el hito primero y principal, seguramente el decisivo, que venía a hacer las veces de palanca con
la que elevar a los revolucionarios a la posición de su vanguardia a la vez que abría las puertas, hasta ahora selladas,
de una unidad que, desde la base de la definición ideológica y la actividad política común, trascienda y corporice
sus márgenes.
Ése y no otro es el verdadero sentido leninista del periódico estatal como educador y organizador
colectivo, como magma en el cual fundir las materias primas que después deben ser forjadas en una única y afilada
espada.
Esa espada no es otra que el referente de vanguardia en cuya construcción estamos inmersos. Disponemos ya
de la estructura básica de la empuñadura –la ideología proletaria y sus principios irrenunciables– y hemos reunido
los metales necesarios para producir la aleación revolucionaria que nuestra clase necesita en la presente fase de la
revolución. Pero ahora nos toca demostrar si estamos a la altura de las necesidades del momento; si hemos atesorado
la experiencia necesaria para afrontar esta importante tarea con garantías de éxito; y si, a fin de cuentas, hemos
sabido pertrechar nuestras conciencias con la destreza necesaria para que esa espada cumpla convenientemente
con el propósito para el que fue pergeñada.
Ni el futuro ni la victoria están escritos. Pero evitar el fracaso depende
en última instancia sólo de nosotros. Hoy ponemos una humilde piedra más en el largo sendero que nos separa de
nuestro objetivo. Está más cerca que ayer pero más lejos que mañana. Es nuestra responsabilidad no detenernos ni,
tampoco, dar pasos en falso.
No hemos dado sino una pequeña zancada más que viene a sumarse a las ya recorridas,
pero hemos asumido con admirable empaque el compromiso que supone encarar el sendero de la emancipación.
¿Seremos capaces de llevarlo hasta sus últimas consecuencias?
Comité por la Reconstitución
Diciembre de 2016
6
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
El Partido es el movimiento revolucionario de la clase
‘para sí misma’. La clase que se autotransforma de
clase explotada en humanidad emancipada es el
Partido, como expresión del movimiento de la clase
en esa transformación.
Tesis de Reconstitución del Partido Comunista
El cambio de concepción del mundo es un cambio
radical.
Mao
¿Cómo se puede hablar de una victoria de la Gran
Revolución Cultural Proletaria si no es transformada
la concepción del mundo?
Mao
El marxismo exige la unidad de la lógica y de la
historia.
Mao
Este año se conmemora el 50º aniversario del
lanzamiento de la Gran Revolución Cultural Proletaria
(GRCP) en China, acontecimiento de extraordinaria y
trascendental importancia en la historia revolucionaria
de nuestra clase proletaria y cuyas lecciones son cruciales
para el porvenir de su revolución.
El enemigo, ya sea en
la forma de social-fascista chino, imperialista occidental
(y no tan occidental) o, simplemente, revisionista, lo
sabe, y por eso, en un ejercicio de transposición de lo
que en ellos está ínsito, cubre este episodio histórico
con el estigma de la infamia y el horror. Frente a ellos
lo reivindicamos con orgullo y a viva voz, sabiendo que
su indignación no es sino la mascarada de un juicioso
pavor.
Pero desde la Línea de Reconstitución (LR)
entendemos que con esto no es suficiente, que hoy día
ya no basta con la reivindicación y la apología de este
acontecimiento, sino que la honra de su memoria exige
que nos acerquemos a él desde el aprovechamiento
de la perspectiva histórica que ya tenemos para, en
primer lugar, comprenderlo. Sólo así evitaremos que
sus lecciones queden reducidas a estereotipada e inerte
palabrería, como suele suceder entre sus defensores
maoístas. Aunque no todo el maoísmo demuestra tan
irreflexiva y perezosa actitud, ello no oculta la falta de
ese balance histórico en profundidad que esta corriente
del movimiento comunista adeuda al acontecimiento
que la alumbró.
Por nuestra parte, trataremos de homenajear
a la GRCP contribuyendo a desbrozar el campo de ese
balance histórico, para que su experiencia práctica
pasada pueda convertirse en precioso patrimonio
teórico de futuro para la revolución proletaria. El
estudio que a continuación presentamos no tiene
ánimo de exhaustividad, ni pretende abarcar todas
las dimensiones de tan rico, complejo y polifacético
hecho revolucionario y sólo representa una muestra
del estadio actual de nuestros conocimientos sobre
la cuestión, sometidos, por supuesto, a rectificación o
modificación siempre que una ulterior profundización o
una certera crítica nos impelan a hacerlo. No obstante,
más allá de sus posibles defectos, que sometemos al
vivificador escrutinio de la vanguardia proletaria, sí
creemos haber avanzado en el establecimiento de la
perspectiva que es genuina de la LR, la única que en
las actuales circunstancias consideramos acorde con
las exigencias revolucionarias del marxismo.
En primer
lugar, el estudio trata de situar el acontecimiento en la
larga perspectiva histórica, tanto respecto al Ciclo de
Octubre como dentro de la Revolución China. Creemos
que esto es una exigencia básica del materialismo
histórico, del estudio científico marxista, tantas veces
arrumbado por el dominio del pragmatismo politicista en
el movimiento comunista o por la irreflexiva adscripción
a una u otra tradición de nuestro movimiento, cuyas
respuestas se pergeñaron en otro momento histórico y
que, a ojos vista, resultan del todo insuficientes para dar
salida a la crisis en la que el comunismo lleva décadas
sumido.
En segundo lugar, el enfoque que ofrecemos
toma como eje fundamental la cuestión cardinal de la
entera obra de la revolución proletaria, que no es otra
que el problema del sujeto revolucionario, del Partido
Comunista, esto es, la necesidad de comprenderlo en la
materialidad de su actuación histórica como condición
para su materialización, para su reconstitución, hoy
en día. Él será el prisma privilegiado desde el que nos
adentraremos en la apasionantemente instructiva y
enriquecedora historia de la Revolución China y su
episodio culminante: la GRCP.
Publicamos también en este número de nuestra
revista, a continuación del presente estudio, el último
epígrafe, titulado ¿Errores de aplicación o “errores”
de base en la conducción de la GRCP?, del capítulo
dedicado a la Revolución China en el trabajo que los
camaradas del Colectivo Conciencia e Transformación
(CCT) dedican a hacer un recorrido por el Ciclo de
EN LA ENCRUCIJADA DE LA HISTORIA: LA GRAN
REVOLUCIÓN CULTURAL PROLETARIA Y EL SUJETO
REVOLUCIONARIO
7
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
Octubre, por considerar que contiene en general útiles
e interesantes elementos críticos.
I. El significado histórico del Viento
del Este
Del mismo modo que el pensamiento racional
sistemático surgió, en los albores de la civilización
occidental, desde el lirismo mitológico, apartándose del
mismo paralelamente a la propia disgregación interna
de la sociedad, a la afirmación de su división clasista,
podría resultar natural que en nuestra época, creadas
ya las condiciones objetivas para el reencuentro de
la sociedad consigo misma, para su reunificación en
un estadio superior de civilización, el Comunismo, se
empiecen a vislumbrar las semillas de la reunificación
de esos dominios del espíritu humano violentamente
segregados por el desarrollo de la división social del
trabajo. Mao Tse-tung1
, la principal figura dirigente de
una de las dos grandes experiencias de construcción y
avance hacia el Comunismo que han marcado el siglo
XX, y la que más lejos acertó a llegar en tal empresa, es
particularmente propenso a tales arrebatos líricos, que
puntean toda su obra teórica.
Ejemplo famoso y sobresaliente de esa
inclinación lírica es su sentencia:
“el viento del Este
prevalece sobre el viento del Oeste”. Dejando a un lado
la interpretación de tales escarceos y de tal hecho, ya sea
la de los sinólogos académicos (el peso de la tradición
china de dirección política, que valora y estimula las
inclinaciones poéticas del gobernante), ya la de los
maoístas (los países oprimidos como foco principal y
vanguardia de la Revolución Proletaria Mundial –RPM–,
aun en nuestros días), y la parte de verdad que puedan
contener, así como la obviedad de que a finales de los
1950 el campo socialista (China fundamentalmente,
a pesar de las propias esperanzas de Mao) se orillaba
hacia el Levante desde el eje atlántico, nos interesa
saber si detrás de tal sentencia hay alguna enseñanza
general y, como exige el marxismo, universalista, que
esquive tanto la edificación estética como la tentación
tercermundista y nos introduzca a una comprensión
global del proceso histórico, que pueda ser de utilidad
también y especialmente para la vanguardia proletaria
en un país imperialista.
Efectivamente, si, teniendo en cuenta el
entrelazamiento histórico de la revolución burguesa y
la revolución proletaria, clave para comprender el Ciclo
revolucionario de Octubre, tomamos como punto de
partida el inicio del segundo gran ciclo de la revolución
burguesa, detonado por la revuelta de las colonias
británicas en Norteamérica, el foco de la revolución
mundial se desplaza constantemente hacia Oriente:
Francia, suelo donde el proletariado toma el testigo
histórico de la burguesía (1848 y 1871), Alemania, Rusia,
China y, en los finales del Ciclo y cruzando el Pacífico, el
Perú.
De nuevo, la Revolución de Octubre es el eje
clave, que abre un Ciclo histórico cualitativamente
diferente. Rusia, eslabón débil de la cadena imperialista,
es un complejo de contradicciones donde los apetitos
y la expansión imperialista junto con algunos centros
urbanos modernos de excepcional importancia, con
una gran concentración de capital y masas proletarias,
se dan la mano con un océano campesino que evoca
el Medievo. Puente entre Oeste y Este, un proletariado
revolucionario excepcionalmente combativo recibe con
avidez de Occidente, de Alemania fundamentalmente,
el marxismo y, a través de su revolución, lo ofrenda a los
pueblos de Oriente.3
Con la distancia respecto a la política
cotidiana a que le había obligado su fatal enfermedad
y ya abandonada su inconsecuente esperanza de un
desenlace victorioso de la revolución proletaria en
Europa, Lenin, en 1923, en su verdadero testamento
político y con una clarividencia casi profética, escribía:
1. Utilizamos para la transcripción de los nombres chinos el sistema Wade-Giles, que, aunque hoy prácticamente
abandonado, fue el más usado hasta principios de la década de 1980, con el fin de evitar confusiones por la razón
de que la mayor parte de la literatura más o menos científica que versa sobre la Revolución China, especialmente las
traducciones de las obras de los dirigentes chinos, ha utilizado esta forma.
2. El primero estaría marcado por el contexto de las guerras religiosas en la Europa de los siglos XVI y XVII, nucleado
fundamentalmente en torno a la Reforma en Alemania, la Guerra de Independencia de las Provincias Unidas contra
los Habsburgo hispánicos y la Revolución Inglesa.
3. “Fue a través de los rusos que los chinos encontraron el marxismo. Antes de la Revolución de Octubre, los chinos
no sólo desconocían a Lenin y Stalin, sino que ni siquiera conocían a Marx y Engels.
Las salvas de los cañones de la
Revolución de Octubre nos trajeron el marxismo-leninismo.” Sobre la dictadura democrática popular; en MAO TSETUNG: Obras Escogidas. Fundamentos. Madrid, 1974, tomo IV, p. 428.
8
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
“El desenlace de la lucha depende, en última
instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc.,
constituyen la mayoría gigantesca de la población.
Y precisamente esta mayoría de la población es la
que se incorpora en los últimos años con inusitada
rapidez a la lucha por su liberación, de modo que,
en este sentido, no puede haber ni sombra de duda
respecto del desenlace final de la lucha a escala
mundial. (…) la siguiente colisión militar entre el
Occidente imperialista contrarrevolucionario y el
Oriente revolucionario y nacionalista, entre los
Estados más civilizados del mundo y los Estados
atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo,
constituyen la mayoría (…)”
4
Lenin pone el foco precisamente en esta
proyección de la revolución mundial hacia los pueblos
de Oriente, cuyos movimientos nacionales, que van
a ser uno de los actores fundamentales a lo largo del
siglo XX, han recibido un formidable impulso a raíz de
los inspiradores ejemplos de las revoluciones rusas de
1905 y 1917, especialmente de Octubre, y también de
la carnicería imperialista de 1914-1918.
Stalin, poco
después, recogiendo la importancia de este hecho,
sintetiza su aspecto de clase fundamental e histórico:
“(…) es asimismo indudable que la base de la
cuestión nacional, su esencia misma, la constituye,
a pesar de todo, el problema campesino. A ello,
precisamente, se debe que los campesinos sean el
ejército básico del movimiento nacional; que sin
este ejército no haya ni pueda haber un movimiento
nacional potente. Es esto, precisamente, lo que se
tiene en cuenta cuando se dice que el problema
nacional es, en esencia, un problema campesino.”
5
Efectivamente, en los países oprimidos la
dominación extranjera imperialista se refleja, entre otras
cuestiones, por el mantenimiento y aprovechamiento
para su beneficio de las formas y relaciones precapitalistas, con el sostén de la feudalidad, la semifeudalidad, en el campo, así como, en consecuencia,
de una oligarquía terrateniente nativa que se convierte
en uno de los puntales sociales fundamentales del
poder imperialista. De ahí que la lucha nacional
consecuentemente anti-imperialista deba apuntar allí a
una transformación radical de las relaciones sociales en
el campo.
6
Aquí emerge con toda su fuerza la enseñanza
fundamental del leninismo, que es la insustituible
importancia primordial del factor subjetivo consciente
en la obra de la RPM. Es desde este prisma como
cabe entender, acreditado por la experiencia de la
Revolución Rusa, el tratamiento leniniano del problema
nacional y democrático.
Así, Lenin emerge como el
dirigente de esa revolución desde la lucha contra toda
forma de economicismo determinista que vincule
unívocamente las tareas de la revolución con el sujeto
que debe acometerlas, o que considere que éste lleva
fatalmente inscrito en un instinto predeterminado
económicamente el carácter de su actuación.
Lenin defenderá con consecuente intransigencia la
capacidad del proletariado para ponerse a la cabeza
de la revolución democrática, esto es, para arrebatar
a la burguesía la dirección de las ingentes masas
campesinas y llevar a término sus tareas históricas de
destrucción de las relaciones pre-capitalistas y feudales,
para acometer inmediatamente el socialismo como
parte del mismo proceso ininterrumpido.
La Revolución
Socialista no emerge mecánicamente del proletariado
como impersonal fuerza productiva del proceso
histórico, sino que depende de la capacidad creativa
y consciente de esta clase social para asir en cada
momento el eslabón clave de la cadena de desarrollo
social. Ésta, precisamente, la defensa de la creatividad
y la acción subjetiva por encima de rígidos esquemas
apriorísticos y de un objetivismo económico dado,
la capacidad del proletariado para atender e integrar,
digerir, en sí a su opuesto, a esas tareas de carácter
burgués que la necesidad histórica pone en su camino,
es la gran enseñanza teórica y filosófica universal
4. Más vale poco y bueno, en LENIN, V.I. Obras Escogidas. Progreso. Moscú, 1977, tomo XII, p. 409.
5. En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia; en STALIN, J. Obras. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú, 1954,
tomo 7, p. 73.
6. Mao sentará esta tesis con toda su consecuencia: “Las dos grandes tareas de la revolución china están
interrelacionadas. Sin derrocar la dominación del imperialismo es imposible acabar con la clase terrateniente feudal,
ya que el imperialismo es el sostén principal de ésta. Y viceversa, no se podrá formar poderosos destacamentos
revolucionarios para poner fin a la dominación imperialista sin ayudar a los campesinos a derrocar a la clase
terrateniente feudal, porque es ésta la principal base social de dominación imperialista en China, y el campesinado,
el contingente principal de la revolución china.” La revolución china y el Partido Comunista de China; en MAO: O.E.,
t. II, pp. 329-330.
9
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
que se esconde tras el enconado combate de Lenin
contra el economicismo y, particular y especialmente
para lo que ahora nos atañe, contra lo que denominó
como economicismo imperialista, jalón clave en
esta lucha general que ocupó la vida del dirigente
bolchevique.
De ahí su enconada defensa del derecho
de autodeterminación, pues su arrumbamiento,
además de debilitar en lo particular la Revolución Rusa,
suponía especialmente la incapacidad del proletariado
para atender al despertar político de lo que en ese
momento era la inmensa mayoría de la población
mundial, certificando la bancarrota prematura de la
RPM.
7 Que el proletariado se probara como clase de
vanguardia a escala universal, que empezara a adquirir
una experiencia histórica clave, pasaba precisamente
por sumergirse en ese viejo mundo agrario, asumir a su
contrario e integrar la tarea democrático-burguesa a la
vez que la transforma y la proyecta hacia la Revolución
Socialista, algo que desde el punto de vista políticoprogramático se traduce como Nueva Democracia.
Ésa, precisamente, es, desde el punto de vista de la
dialéctica, la estructura del sujeto: capacidad de asumir
para sí a lo otro de sí, negación de la negación.
Éste y no otro es el significado histórico, con
implicación universal y universalista, del viento del
Este que efectivamente signó el Ciclo de Octubre. Con
él el proletariado empieza a emerger como sujeto de la
historia.
Primero, germina como clase independiente,
revolucionaria, desde la comprensión y síntesis de toda
la experiencia práctica de la lucha de clases precedente
y la asunción de las más altas cotas alcanzadas por el
saber humano:
es la formación de su cosmovisión
y el material que compone sus fuentes y partes
integrantes.
Segundo, se destaca como sujeto político
históricamente determinado desde la afirmación
de su capacidad de acción autónoma y creativa en
lucha contra toda forma de paralizante y disolvente
espontaneísmo economicista:
es Octubre, momento
de mediación clave y salto cualitativo en este proceso
histórico.
Tercero, ya dispuesto y con un horizonte
propio, independiente y de vanguardia a nivel mundial,
se referencia y se funde con el mundo tal y como es en
la riqueza de su concreción histórica determinada, un
mundo entonces mayoritariamente rural y campesino,
pero ya articulado e integrado bajo la opresiva bóveda
del imperialismo y, por tanto, objetivamente maduro
para la RPM. Prácticamente, podemos observar a
nivel histórico universal los mismos momentos que
conforman los estadios de formación del proletariado
como sujeto también a nivel político particular, esto
es, como Partido Comunista: de la vanguardia teórica,
del estadio de la crítica revolucionaria, a las grandes
masas, a la transformación efectiva del globo, la praxis
revolucionaria, pasando por el momento clave de la
mediación práctica que referencia su proyecto a nivel
mundial.
De este modo, el viento del Este es el camino de
creciente fusión del proceso de la RPM y su horizonte
con el mundo tal como aparece históricamente
determinado; un sendero que ha dotado de una primera
experiencia histórica significativa al proletariado y que
a cada paso, por mor de esa creciente experiencia, ha
ido destacando y potenciando el aspecto subjetivo
consciente de la RPM, mostrando su creciente vigor y
potencialidad, auténtica, por parafrasear a Mao, “arma
mágica” del proletariado. Así, el estandarte bajo el que
el proletariado parisino se dispuso a asaltar los cielos
en 1871 no fue otro que la vieja bandera revolucionaria
nacional de 1792:
defensa de la nación sin la guía del
marxismo, pero a pesar de todo gloriosa Comuna,
primera experiencia de dictadura del proletariado. El
proletariado ruso hace suyo y desarrolla el marxismo
y en este desarrollo forja el principal instrumento de
su revolución, el Partido de Nuevo Tipo, instrumento
de consciencia capaz de cabalgar una revolución
democrática en marcha y desviarla de su rumbo natural
hacia un horizonte superior, demostrando a la vez que
el mantenimiento prolongado del poder proletario no
es ninguna utópica ensoñación.
El proletariado chino
reafirma la universalidad del marxismo, construye
su estrategia general, la Guerra Popular, montado
sobre una guerra campesina también desencadenada
previamente, y más aun, ya en el poder, demuestra
con la GRCP que tampoco el desarrollo de lo nuevo a
gran escala, la construcción del Comunismo, viene dada
por algún impersonal automatismo histórico, sino que
su historia será la de una construcción consciente o no
será.
Finalmente, su mejor discípulo, el proletariado
peruano, asumiendo esa experiencia tal y como
viene dada y encarnado inicialmente en “un puñado
de comunistas” nos da, tal vez, el mejor ejemplo
contemporáneo de lo que la subjetividad revolucionaria,
asentada sobre el creciente conocimiento de las leyes
históricas de la lucha de clases, puede desencadenar:
aquí es la vanguardia la que por mediación de la Guerra
Popular genera la guerra campesina y un estremecedor
7. “Sería un oportunismo imperdonable que, en vísperas de esta acción del Oriente, en los comienzos de su despertar,
menoscabásemos el prestigio que tenemos en él aunque sólo fuese con la menor aspereza e injusticia hecha a nuestras
propias naciones alógenas.”
Contribución al problema de las naciones o sobre la “autonomización”; en LENIN: O.E.,
t. XII, p. 370. Al respecto, como indicativo del peso de la población campesina en el mundo, se calcula que en
1.900 apenas un 13% de la población del globo habitaba en centros urbanos, la mayoría de ella, por supuesto,
en los estados capitalistas desarrollados.
Fuente: https://esa.un.org/unpd/wup/Archive/Files/studies/United%20
Nations%20(1980)%20-%20Patterns%20of%20Urban%20and%20Rural%20Population%20Growth.pdf
10
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
proceso revolucionario que, contradictoriamente, ya
apunta al porvenir de un nuevo Ciclo de la RPM. Desde
la espontaneidad ingenua de la nación en armas hasta
la implantación creativa, planificada y sistemática del
proceso social revolucionario, el soplo oriental ha
consagrado la actividad de la vanguardia como el
elemento clave de la Revolución Comunista, dotando,
a fuer de experiencia revolucionaria, a tal actividad
de un valor cualitativo incomparable al de su posible
magnitud cuantitativa, auténtico equivalente históricosocial de la fisión nuclear en el plano tecno-científico.
II. El Partido Comunista de China: la
constitución de un verdadero Partido
Comunista…
Con el Partido Comunista de China (PCC)
sucede algo habitual durante el Ciclo de Octubre, como
es la falta de una racionalización sistemática de su
completa naturaleza como tal Partido, encontrándose
ésta centrada en el aspecto de la organización de
la vanguardia, que es, precisamente, la forma en
que acabó asentándose esta autocomprensión en la
tradición de la Komintern. Así, por ejemplo, los Estatutos
aprobados por el PCC en su IX Congreso, el Congreso
de la Revolución Cultural, con la perspectiva amplia de
los momentos álgidos de la Revolución China ya a sus
espaldas, en su parte teórica introductoria, señalaba
que el PCC:
“(…) está compuesto por los elementos más
avanzados del proletariado; es una vigorosa
organización de vanguardia que dirige al proletariado
y a las masas revolucionarias en el combate contra el
enemigo de clase.”
8
Como decimos, esto era absolutamente común
a la tradición de la Internacional Comunista (IC), siendo
notable que ello sucediera incluso en su partido matriz,
el Partido Bolchevique, cuyo creador es a su vez el
que, a lo largo de su obra y sin una total agrupación
sistemática de los mismos, establece los elementos
para el correcto entendimiento de la naturaleza del
Partido de Nuevo Tipo. Como la LR ya ha señalado en
numerosas ocasiones, sólo la perspectiva del Ciclo
concluido ha permitido su reunión y comprensión cabal
y multilateral. Ello, en el fondo, no es sino una expresión
del principio materialista que indica que las formas de la
materia se han desarrollado generalmente antes que la
conciencia completa que se pueda tener de las mismas.
En cualquier caso, el que el PCC haya conseguido,
no sólo desarrollar una revolución victoriosa hasta la
conquista del poder, sabiendo concretar y desarrollar
los principios marxistas establecidos en función de
las condiciones específicas de China, sino también
impulsar el proceso de construcción socialista de
forma pionera, más allá de los límites alcanzados por
la experiencia previa, esto es, la soviética, ya es un
indicativo de algo que la LR también ha señalado en
alguna ocasión, a saber:
que no se puede hacer tabla
rasa respecto a todas las secciones de la IC, aun siendo
correcta en general su valoración respecto a las graves
insuficiencias en la constitución de las mismas. Ello nos
lleva a interrogarnos sobre el proceso de constitución del
PCC, a tratar de comprender qué factores le van a dotar
de la fortaleza necesaria para desarrollar e impulsar la
RPM hasta límites entonces inexplorados. La reiterada
insistencia de Mao, cuando habla del Partido, respecto
a la importancia fundamental para el mismo de la teoría
revolucionaria y de su ligazón con las masas, ya es un
indicativo de ello.
9
En esta prospección nos centraremos
fundamentalmente en los elementos de la morfología
constitutiva del Partido, sin atender tanto, aunque en
esencia son factores inseparables, al contenido de la
línea que va a impulsar y enriquecer, fundamentalmente
la Nueva Democracia, por haber sido ésta mucho más
valorada y comprendida por el Movimiento Comunista
Internacional (MCI), especialmente por su ala maoísta.
En octubre de 1939, en plena Guerra de
Resistencia contra el Japón y con el PCC convertido
ya en el bastión referencial de la lucha nacional, Mao
llama a hacer un balance de la historia del PCC con el fin
de asegurar su vigor, la comprensión de las tareas que
afronta y el modo de abordarlas:
“Hacer el balance de la experiencia de los últimos
dieciocho años y de la fresca experiencia actual,
partiendo de nuestra comprensión de la unidad
entre la teoría marxista-leninista y la práctica de la
revolución china, y difundir el resultado en todo el
Partido para que éste se convierta en un partido
sólido como el acero y evite la repetición de los
errores del pasado: ésta es nuestra tarea.”
10
El propio Mao se afana en ello y en los meses
subsiguientes, en este marco, producirá alguno de
los documentos capitales de la Revolución China,
especialmente Sobre la nueva democracia. En él y otros
8.
Documentos del IX Congreso nacional del Partido Comunista de China. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín,
1969, p. 113.
9. Como botón de muestra, véase el apartado dedicado al Partido Comunista en su famosa compilación de citas
conocida como el Libro Rojo. MAO TSE-TUNG:
Citas del Presidente Mao Tse-tung. Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Pekín, 1967, pp. 1-8.
10. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: O. E., t. II, p. 304.
11
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
textos del periodo realiza una excepcional panorámica
sobre la forma en que el comunismo ha arraigado en
China. Para Mao, el momento decisivo, que señala una
auténtica divisoria en el curso de la Revolución China,
es el Movimiento del 4 de Mayo de 1919.
Con éste, a
juicio de Mao, la Revolución China, que arrecia desde
1840, deja de ser una revolución burguesa de viejo tipo,
para pasar a serlo de nuevo, de Nueva Democracia,
llamada a ser dirigida por el proletariado:
“En el frente cultural o ideológico de China, el
periodo anterior al Movimiento del 4 de Mayo y
el que le sigue constituyen dos periodos históricos
diferentes. (…) a partir del Movimiento 4 de Mayo,
las cosas cambiaron.
Surgió en China una fuerza
cultural fresca, totalmente nueva: la cultura e
ideología comunistas, guiadas por los comunistas
chinos, o sea, la concepción comunista del mundo
y la teoría de la revolución social.
El Movimiento del
4 de Mayo tuvo lugar en 1919, y la fundación del
Partido Comunista de China y el comienzo real del
movimiento obrero se produjeron en 1921.
Todo
esto sucedió después de la Primera Guerra Mundial
y de la Revolución de Octubre, esto es, en una
época en que la cuestión nacional y el movimiento
revolucionario de las colonias habían tomado en
el mundo un nuevo cariz. Aquí la conexión entre
la revolución china y la revolución mundial es
sumamente clara. Una fuerza política fresca –el
proletariado y su Partido Comunista— subió a la
escena política china”.
11
Mao comprende que Octubre marca un hito
en el desarrollo de la historia universal, el inicio de un
nuevo Ciclo de la misma, cuyas salvas de artillería van a
tener un profundo impacto en el movimiento de todos
los pueblos del mundo, y naturalmente en el chino.
Pero Mao establece otra conexión fundamental. Así,
a juicio del revolucionario chino, la transformación en
el “frente ideológico”, de la que “surge la concepción
comunista del mundo”, antecede a la fundación del
Partido Comunista y al “comienzo real del movimiento
obrero”. La perspectiva de Mao es rigurosamente
leninista –sin teoría revolucionaria tampoco puede
haber movimiento revolucionario—, pero no se trata en
ningún caso de la visión de un doctrinario, empeñado
en encajar los hechos en su dogma, sino que expresa la
realidad de que, efectivamente, el Movimiento del 4 de
Mayo va a ser, no sólo la ola que deposite el marxismo
en las playas de China, sino también el útero donde
van a nutrirse de experiencia política los iniciadores y
fundadores del comunismo chino.
Efectivamente, el Movimiento del 4 de Mayo,
es fundamentalmente un movimiento intelectual y
estudiantil, algo que el propio Mao se encarga de
subrayar:
“El Movimiento del 4 de Mayo fue la respuesta
al llamamiento de la revolución mundial, de la
Revolución Rusa y de Lenin. Fue parte de la revolución
proletaria mundial en esa época. Si bien el Partido
Comunista no existía aún, había un buen número
de intelectuales que aprobaban la Revolución Rusa
y poseían rudimentos de la ideología comunista.
Al comienzo, el Movimiento del 4 de Mayo fue el
movimiento revolucionario de un frente único de
tres sectores: intelectuales de ideas comunistas,
intelectuales revolucionarios de la pequeña
burguesía e intelectuales de la burguesía (estos
últimos formaban el ala derecha del Movimiento en
aquella época).”
12
Octubre, estableciendo la Revolución Socialista
como referente político mundial efectivo, había
plantado la semilla de la fascinación por el comunismo
entre un nutrido grupo de la juventud intelectual y
revolucionaria nacionalista china. El propio Sun Yat-sen,
fundador del moderno movimiento nacionalista chino,
el Kuomintang (KMT), hablaba en tono comprensivo
y exculpatorio acerca de “el fanatismo y la excesiva
admiración de los jóvenes estudiantes chinos hacia la
revolución rusa”.
13 El Movimiento del 4 Mayo era una
corriente heterogénea, en la que convivían diversas
sensibilidades ideológico-políticas, bajo la bóveda
común de la lucha nacional anti-imperialista.
De
hecho, una de las matrices comunes del Movimiento
era la auténtica revolución cultural y literaria que la
intelectualidad revolucionaria impulsaba contra la vieja
cultura feudal-confuciana y su estereotipada forma
literaria de transmisión, abogando por la adopción de la
lengua vulgar, más asequible para las masas populares.
Así, una de las enseñas enarboladas por el movimiento,
distintivo de su enrolamiento democrático anti-feudal,
era su apertura a las influencias culturales exteriores,
11. Sobre la nueva democracia; Ibídem, pp. 386-387.
12. Ibid., pp. 388-389.
13. Cfr. CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. El socialismo en un solo país (1924-1926). Alianza Editorial.
Madrid, 1976, vol. 3 (II), p. 695.
12
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
en la que el marxismo convivía con otras corrientes
intelectuales occidentales. Todo ello lo convertía en un
terreno fértil para una intensa y rica batalla de ideas,
para una lucha de líneas entre los representantes
intelectuales de las diversas clases representadas en el
movimiento.
14 Es precisamente a través del hervidero
de esta lucha ideológica como los primeros marxistas
chinos, organizados inicialmente a través de una serie
de círculos de estudio
15 que, al calor de Octubre,
florecen entre 1918 y 1920, van a alcanzar esa primera
consistencia y madurez necesarias para plantearse la
fundación formal del PCC.
16 Coetáneo del Movimiento
del 4 de Mayo de 1919, publicado precisamente ese
mes, es el artículo Nuestra concepción del marxismo,
considerado la primera exposición más o menos
completa del marxismo oriunda de China, obra de Li
Ta-chao, reconocido como el principal introductor del
marxismo en el país asiático
17 y uno de los fundadores
del PCC, asesinado por la reacción en 1927.
Como vemos, Mao, ejerciendo como albacea
de la historia del movimiento comunista chino, sitúa
con absoluta nitidez su detonante y su primera
manifestación social en un movimiento exclusivamente
intelectual, sin un carácter de masas amplias. De hecho,
lo subraya a continuación al hablar de los puntos flacos
del Movimiento del 4 de Mayo:
“Su punto débil consistía en que se limitaba a los
intelectuales, sin que participaran los obreros y
campesinos.”
18
Evidentemente, es una verdad innegable que
por separado el socialismo científico y el movimiento
obrero son igualmente débiles, pero la cuestión es que
Mao capta, distingue y sitúa, conceptúa, el momento
fundamentalmente ideológico, el momento de la
vanguardia teórica, en el desarrollo de la revolución y
lo sitúa, necesariamente, en el inicio de la misma. Esto
es algo que pasará a ser patrimonio de su pensamiento
y que jugará, como veremos, un papel clave en la
concepción y lanzamiento de la GRCP. Así, dos décadas
después de este escrito, Mao, ya en el poder, recordaba:
“La revolución china comenzó por la propagación
del marxismo. Gracias a esta propagación nació una
nueva opinión pública que facilitó la revolución.”
19
Por supuesto, la revolución proletaria
necesariamente debe comenzar en el plano ideológico
y hacer su primer pie social sobre un suelo intelectual
–independientemente del origen sociológico de los
que sustenten tal suelo inicial—, por las características
propias de esta capa social, algo que sólo los más zafios
materialistas vulgares pueden cuestionar:
“Los intelectuales y los jóvenes estudiantes,
particularmente sensibles a los acontecimientos,
son los primeros afectados.”
20
Como vemos, la importancia del Movimiento
del 4 de Mayo para el desarrollo de la Revolución
China es difícilmente subestimable. Se trata de un
movimiento extremadamente minoritario a escala
de la sociedad china, pero de vanguardia ideológica,
fundamentalmente urbano y por ello con un rápido
acceso a los elementos más dinámicos e inquietos de
la sociedad china, que, además de esta juventud de
vanguardia, están naturalmente compuestos por el
proletariado.
De hecho, la fundación formal del PCC en
julio de 1921, con el inestimable soporte de la IC, no puede
14. Así, por ejemplo, destaca la llamada “disputa de los ismos”, que enfrenta en esta época a los incipientes marxistas
chinos con los seguidores de, y es algo a destacar particularmente, la filosofía pragmática de Dewey. GUILLERMAZ, J.
Historia del Partido Comunista Chino. Pení. Barcelona, 1970, pp. 69-70.
15. Ibídem, pp. 71 y 73-74.
16. “Tanto ideológicamente como en materia de cuadros, el Movimiento del 4 de Mayo preparó el terreno para la
fundación del Partido Comunista de China en 1921”. MAO: Op. cit., p. 389.
17. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 70.
18. MAO: Op. cit., p. 389.
19. MAO TSE-TUNG: La construcción del socialismo. Fundamentos. Madrid, 1977, p. 78.
20. Sobre la nueva democracia; MAO: O. E., t. II, p. 353.
13
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
ser considerada en ningún caso como la constitución
material efectiva del Partido Comunista en China, pero
sí que representa un hito desde el momento en que
supone la agrupación de un embrión dirigente que, a la
vez que se empieza a dotar de una mínima base marxista
propia, en medio de las condiciones particulares chinas
de la lucha de líneas, y de unos mínimos rudimentos de
cohesión organizativa, se establece como el depositario,
oficialmente reconocido, del horizonte político abierto
por Octubre. Ello precisamente le permite disponer la
proyección de su influencia hacia una primera esfera
social más amplia. Por eso, podemos considerar que,
desde 1921, el proletariado revolucionario chino se
ha dotado, no de su Partido, sino de su movimiento de
vanguardia referencial, de su referente de vanguardia
marxista-leninista. De hecho, hasta 1925 la propia
Komintern describía al PCC como “fundamentalmente
una organización de propaganda”.
21 Ellos van a cumplir
la función crucial de mediadores entre la teoría
revolucionaria y una subsecuente socialización de
cierta amplitud:
“(…) sus tendencias revolucionarias [de los
intelectuales y jóvenes estudiantes] son muy
fuertes. Están dotados, en mayor o menor grado, de
conocimientos científicos capitalistas, poseen una
aguda sensibilidad política y, en la presente etapa
de la revolución china, desempeñan con frecuencia
un papel de vanguardia o sirven de puente con
las masas. (…) En particular, la gran masa de
intelectuales relativamente pobres pueden unirse
con los obreros y campesinos para participar en la
revolución o apoyarla. En China, también fue entre
los intelectuales y los jóvenes estudiantes donde
primero se difundió ampliamente y se aceptó la
ideología marxista-leninista. Sin la participación
de los intelectuales revolucionarios, es imposible
tener éxito en la organización de las fuerzas
revolucionarias.”
22
En las condiciones de efervescencia
revolucionaria que vive la China del momento –no
olvidemos la Revolución de 1911 que ha traído el
derrumbamiento de la monarquía imperial y una
endémica y violenta inestabilidad política—, el
Movimiento del 4 de Mayo se expande rápidamente
hacia los elementos más o menos modernos de la
sociedad urbana, ellos mismos una minoría en la
aplastantemente rural y campesina China de entonces,
pero de una importancia social cualitativamente
decisiva. Continúa Mao:
“Pero, al desarrollarse hasta desembocar en el
Movimiento del 3 de Junio, se convirtió en un
movimiento revolucionario de amplitud nacional,
en el que participaron no sólo los intelectuales,
sino también las amplias masas del proletariado, la
pequeña burguesía y la burguesía.”
23
En este contexto de ebullición y rápida expansión
del movimiento revolucionario, los intelectuales que
componen el PCC se van a dirigir en un primer instante,
fundamental y casi exclusivamente hacia el proletariado
chino, el despertar de cuyo movimiento, irrelevante
hasta la fecha, se da precisamente en este momento.
Es decir, la clase obrera china no conoce una fase de
movimiento económico con conciencia en sí previa
a la aparición y referencialización de su organismo
revolucionario de vanguardia, sino que su entrada en
el ruedo político se hace directamente desde el plano
de la política y su movimiento sindical está fuertemente
caracterizado por este carácter más elevado.
Como venimos señalando, aunque
extremadamente minoritario para el conjunto de la
sociedad en la que está inscrito, al proletariado chino cabe
aplicarle aun más si cabe ese carácter cualitativamente
decisivo. De modo general, el “derrumbe de todas las
murallas de China” por la penetración de las relaciones
capitalistas en los países más o menos atrasados, su
subordinación y dependencia de un mercado y una
estructura económica mundial cada vez más integrada
y entrelazada generan, en sus eslabones débiles,
un auténtico hervidero social. El poder imperialista
redobla y hace más insoportable la explotación de las
vastas masas campesinas a la vez que, con su capital de
exportación introduce, acentuando el desequilibrio de
la economía nacional, una serie de cabezas de puente
capitalistas, a veces extraordinariamente modernas
y con una enorme concentración proletaria: véase
21. Cfr. CARR: Op. cit., p. 687.
22. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 333 (la negrita es nuestra –N. de la R.).
23. Sobre la nueva democracia; Ibídem, p. 389.
14
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
San Petersburgo, véase aun más, Shanghái. No por
casualidad, China será el ejemplo paradigmático, con
un valor y proyección históricas, de estos elementos
y condiciones. Allí se hacina en una serie contada de
ciudades un proletariado de recientísima aparición,
apenas desarraigado de la tierra y de las seguridades y
costumbres de la tradición, y por ello particularmente
inquieto y bullicioso; intranquilidad a la que cabe sumar
el tormentoso marco político chino del momento. Su
concentración
24, su vínculo, aún reciente, con el campo,
su inquietud y las condiciones de un país oprimido,
que impiden o dificultan la aparición de una capa de
aristocracia obrera con relevancia social, sitúan al
proletariado chino en condiciones de aparecer como
tal clase en conjunto, aun a pesar de la inmensa minoría
que representa en la sociedad china, o precisamente por
ello, como elemento de vanguardia del movimiento
nacional y la revolución de forma relativamente
homogénea y compacta. Mao destaca especialmente
algunos de estos elementos cruciales:
“Dado que en la China colonial y semicolonial no
existe, como en Europa, base económica para el
socialreformismo, el proletariado en su conjunto,
salvo unos pocos vendeobreros, es la clase más
revolucionaria. (…) como el proletariado chino,
por su origen, está formado en su mayoría por
campesinos arruinados, tiene vínculos naturales
con las grandes masas campesinas, lo cual le facilita
formar una estrecha alianza con ellas.”
25
Efectivamente, al igual que los móviles
detonantes del Movimiento del 4 de Mayo son
fundamentalmente de carácter nacional antiimperialista –la indignación provocada por las
cláusulas del Tratado de Versalles referentes a China,
el tratamiento de las 21 condiciones del Japón y el
traspaso a este país de las antiguas concesiones chinas
de la derrotada Alemania imperial— y, por ello, dada
esa consecuencia del Movimiento que tanto alaba
Mao, naturalmente anti-feudales
26, la motivación
del despertar del movimiento obrero chino será
también esencialmente nacional e, incluso, serán los
nacionalistas sus primeros promotores y organizadores.
Un hito a este respecto es la huelga que en la primera
mitad de 1922 consigue paralizar completamente HongKong, motivada, no tanto por demandas económicas,
sino por la presencia del imperialismo británico y que
es organizada por el KMT.
27 Éste, por cierto, es un hecho
perfectamente asumido y comprendido por la IC:
“En la medida en que los intelectuales burgueses
nacionalistas atraen hacia el movimiento
revolucionario a la clase obrera para luchar contra el
imperialismo, sus representantes asumen ante todo
un papel dirigente en la acción y en la embrionaria
organización profesional. En un comienzo, la
acción de la clase obrera no supera el marco de
los intereses ‘comunes a todas las naciones’ de la
democracia burguesa (huelgas contra la burocracia y
la administración imperialista en China y en India).”
28
Es este contexto de efervescencia y
referencialización de la lucha nacional, cuando
todos los elementos más modernos y progresivos
de la sociedad china (burguesía nacional, pequeña
burguesía, proletariado) están formando un frente
unido anti-imperialista, lo que permite al proletariado,
poco numeroso pero concentrado en lugares decisivos
respecto a los vínculos económicos y políticos de
dependencia de China con el imperialismo, las grandes
aglomeraciones urbanas más o menos costeras, situarse
en la posición de suministrar la más aguerrida fuerza
social de choque al movimiento nacional. Es por todo
este marco que se encuentra, como clase en conjunto,
en situación de actuar como vanguardia práctica de
un movimiento nacional general. Efectivamente, este
proletariado representa al elemento de avanzada de la
lucha anti-imperialista efectiva, el que más dispuesto
se halla a arrostrar los riesgos prácticos de la misma y,
por su referida composición y situación, como subraya
Mao, el que se encuentra en mejor situación para servir
de mediador y transmisor del movimiento hacia la
aplastante mayoría de la nación, el campesinado, cuyo
despertar supondrá el decisivo punto de no retorno para
la revolución nacional y social china. Precisamente, al
respecto de este despertar, de las formas de encararlo,
se irán acumulando las fricciones entre el KMT y el
PCC que llevarán a la ruptura de su alianza. Pero no
adelantemos acontecimientos.
Como vemos, efectivamente, los comunistas,
apenas nacidos a la independencia organizativa, no
participan de estas primeras expresiones importantes
del proletariado chino, pero inmediatamente, dada
su referida orientación social, se van a significar en su
movimiento y a alcanzar una decisiva influencia en él.
24. Se calcula en unos dos millones el número de obreros industriales en China hacia 1920, a lo que se podrían añadir
unos diez millones de artesanos; ello sobre una población total estimada en alrededor de 450 millones de personas.
Al respecto, hacia esta época, la mitad de este proletariado industrial se concentraba exclusivamente en Shanghái.
GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 55-56 y 144-145.
25. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 336 (la negrita es nuestra –N. de la R.).
26. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 47.
27. CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevique (1917-1923). Alianza Editorial. Madrid, 1974, vol. 3, pp. 541-542. 28. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Pasado y Presente. Buenos Aires, 1973, vol. II, p. 228. 15 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
26. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 47.
27. CARR, E. H. Historia de la Rusia Soviética. La Revolución Bolchevique (1917-1923). Alianza Editorial. Madrid, 1974, vol. 3, pp. 541-542. 28. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Pasado y Presente. Buenos Aires, 1973, vol. II, p. 228. 15 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
Ésta se va a hacer notar en el siguiente jalón decisivo
de la Revolución China, que es el Movimiento del
30 de Mayo de 1925, al que los comunistas ya van a
estar estrechamente vinculados organizativamente
y en el que van a desplegar una acción efectiva. Este
movimiento, de carácter huelguístico fabril, pero
masivo y generalizado, se hace de nuevo bajo la bandera
nacional de lucha anti-imperialista, pero ahora el PCC
es capaz de referenciarse inmediatamente.
De hecho,
1925 es un año clave en el desarrollo de esta primera
etapa de la historia del PCC. Si en enero de 1925, en
el momento de celebrar su IV Congreso, el PCC apenas
sumaba la cifra de un millar de militantes (no olvidemos
que su Congreso fundacional en 1921 representaba
a 57 militantes en total), para finales de este año esa
cifra se ha multiplicado por diez y, a partir de ese
momento, hasta 1927, no dejará de crecer, agrupando
en ese último año a casi 60.000 activistas.
29 Así pues,
a partir de este momento, 1925, podemos considerar
que el comunismo ha penetrado a la vanguardia
práctica y se encuentra en condiciones de conectar con
las grandes masas de la sociedad china, con la fuerza
cuyo peso numérico la convierte en decisiva para el
desenvolvimiento de la lucha de clases revolucionaria
en ese país, el campesinado. Ésta es, precisamente, la
siguiente fase o escalón que señala Mao:
“En el segundo periodo, cuyos jalones lo constituyen
la fundación del Partido Comunista de China, el
Movimiento del 30 de Mayo y la Expedición al
Norte, se continuó y amplió el frente único de las
tres clases, formado durante el Movimiento del 4 de
Mayo, se atrajo a dicho frente al campesinado, y se
estableció en el terreno político un frente único de
todas estas clases”.
30
Paralelamente a esta ampliación de su radio de
influencia social, la línea del comunismo chino se va ir
definiendo y concretando. Si, como hemos visto, ya se
había establecido una primera comprensión general del
marxismo, un fundamento suficiente para referenciarse
crecientemente entre la vanguardia ideológica de
la sociedad china, ahora se trata de su aplicación
a la realidad concreta del país como línea política.
Sucintamente, podemos resumir su desarrollo como
una creciente ampliación que, desde el más cerrado
obrerismo inicial se va a ir extendiendo, primero
hacia la burguesía nacional, hasta llegar finalmente a
comprender al campesinado.
Efectivamente, en un primer momento, son los
delegados de la Komintern los que deben poner sobre
la mesa todo su prestigio e influencia para obligar
31
a los renuentes dirigentes del PCC a abrirse a una
política de colaboración y alianza con el KMT –él mismo
asesorado por los soviéticos—, que será decisiva para
la expansión y el desarrollo del Partido. Este periodo
de colaboración con la burguesía nacional dio al PCC
un primer y precioso bagaje de experiencia política en
la gran lucha de clases, pero culminó en el desastre de
1927 debido a la desviación derechista de su dirección.
Así, si en un primer momento la dirección del PCC,
encabezada por su primer secretario general, Chen Tuhsiu, se había visto arrastrada por la IC a la alianza con el
KMT, ahora esta política se abrazó con fervor unilateral,
amenazando la propia independencia del Partido y
comprometiendo la posibilidad de su expansión hacia
el campesinado, respecto al que se tiene una política
timorata, temerosa de la revolución agraria, que se
evita impulsar decididamente para no perturbar las
relaciones con el KMT.
32 Es precisamente alrededor de
la lucha de líneas en torno a esta cuestión donde Mao
empieza a destacar en el seno del Partido.
De cualquier manera, y a pesar de los
conciliadores esfuerzos del PCC, el KMT, alarmado por
la, a pesar de todo, creciente influencia y prestigio
comunistas, decide romper la alianza. Entre abril y
julio de 1927 se desata una sangrienta cacería anticomunista que costará miles de vidas entre los obreros
revolucionarios y los militantes del PCC y que será
agravada por la reacción del PCC, aún fuertemente
marcado por el influjo obrerista-economicista, cuyo
colofón militar es el putschismo insurreccionalista, que
lanzará durante la segunda mitad de 1927 una serie
de insurrecciones y asaltos armados frontales en las
ciudades que culminarán en el sangriento fracaso de la
29. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 103.
30. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 389.
31. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 91-92; CARR: El socialismo en un solo país, vol. 3 (II), p. 688.
32. Tanto Mao como la historia oficial posterior del PCC condenarán duramente la política de su primer secretario
general; por ejemplo: “El rasgo caracterstico del oportunismo de derecha de Chen Tu-hsiu consistía precisamente en
llevar al proletariado a adaptarse a los intereses egoístas de la burguesía y su partido, lo cual fue la causa subjetiva del
fracaso de la Primera Gran Revolución.” Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: Op. cit., p. 298.
16
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
Comuna de Cantón en diciembre.
Los supervivientes de esta debacle se ven
obligados a pasar a la clandestinidad o a huir al campo,
donde desde finales del año anterior, el campesinado,
despertado por la Expedición al Norte, comienza a
rugir con creciente brío: la guerra campesina es ya una
realidad. Es a este escenario donde los fugitivos del
PCC van a parar, agrupados crecientemente en torno
a Mao, quien ya viene defendiendo el papel decisivo
del campesinado en la Revolución China en la lucha de
líneas en el seno del PCC.
33 De este núcleo va a surgir
el equipo dirigente que se destacará en la historia del
PCC hasta la GRCP, así como la primera base de apoyo
rural del Partido en las montañas de Ching Kang Shan.
A toda la experiencia atesorada en los años anteriores
entre el proletariado urbano y en la colaboración con la
burguesía nacional, la vanguardia marxista china puede
sumar ahora la primera experiencia rural plena. El PCC,
en un sangriento proceso de concreción de su línea
ha llegado ya a lo hondo de la sociedad china, donde
habitan las masas incontables, ahora ya en movimiento.
Mao describe este periodo que acaba de iniciarse de la
siguiente manera:
“(…) la fase de la Guerra Revolucionaria Agraria.
Gracias a la experiencia adquirida durante la primera
fase, a una mejor comprensión de las condiciones
históricas y sociales de China y de las características
y leyes de la revolución china, y también a que
nuestros cuadros habían asimilado mejor la teoría
marxista-leninista y sabían mejor cómo integrarla
con la práctica de la revolución china, nuestro
Partido pudo llevar adelante con éxito, durante diez
años, la lucha revolucionaria agraria. La burguesía
había traicionado, pero el Partido supo apoyarse
firmemente en los campesinos. Las organizaciones
del Partido no sólo volvieron a crecer sino que se
consolidaron.”
34
Así pues, es a través de una profundización
social, que es a la vez ampliación de su radio de acción,
en un descenso desde lo ideológico general a lo más
particular concreto, ganando una preciosa experiencia
en contacto con todas las clases más o menos
progresivas de la sociedad china, como la Línea Política
se encuentra ya en condiciones de comenzar a formular
el Programa concreto de la Revolución China. A eso, a
la cristalización programática, es precisamente a lo que
se está refiriendo Mao cuando habla de la “integración
de la teoría marxista-leninista con la práctica de la
revolución china”. De este modo, desde finales de 1927
podemos considerar que el PCC ha dado ya los pasos
esenciales para su constitución; pero ésta, debido a las
particularidades históricas y políticas en que se enmarca
la Revolución China, será todavía por un tiempo, como
veremos, un proceso problemático.
En cualquier caso, el llamado de Mao a realizar
un balance se produce en un momento especialmente
oportuno. Como decíamos, para 1939, ya en Yenán, el
PCC se ha convertido en el referente de la resistencia
nacional, el partido al que vuelven su mirada todos los
sectores de la sociedad china ansiosos por terminar
radicalmente con el secular y humillante sojuzgamiento
de su país. Efectivamente, tras el de 1925, entre 1937
–inicio de la guerra abierta con Japón— y 1940, época
en la que Mao completa ese balance en el que nos
hemos apoyado para empezar a comprender el proceso
de constitución del PCC, el Partido vive otro momento
decisivo en su crecimiento: durante esos años su número
de militantes asciende vertiginosamente de 40.000
a 800.000.
35 El riesgo de dilución ideológico-política
del comunismo chino como fuerza independiente es
particularmente severo ante ese aluvión de nuevos
miembros, la mayoría atraídos al Partido por motivos
más patrióticos que clasistas. De ahí la apremiante
necesidad sentida
36 de un balance que ordene y
sistematice la historia del Partido y de ahí que sea
ésta la época en que Mao elabora sus obras filosóficas
33. “Hay que poner término inmediatamente a todo comentario contra el movimiento campesino y corregir cuanto antes
todas las medidas erróneas que respecto a él han tomado las autoridades revolucionarias. Sólo así se puede contribuir al
desarrollo futuro de la revolución. Pues el actual ascenso del movimiento campesino es un acontecimiento grandioso.”
Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Junan; en MAO: O. E., t. I, p. 19.
34. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: O. E., t. II, p. 301.
35. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 403.
36. “(…) el nuestro es ya un partido de envergadura nacional y un partido con carácter de masas (…). En la actualidad,
tenemos muchas organizaciones recién formadas en que militan gran número de nuevos miembros del Partido, las cuales
no pueden ser consideradas todavía como organizaciones con un amplio carácter de masas, no están aún consolidadas
en los terrenos ideológico, poltico y organizativo y no están aún bolchevizadas. Al mismo tiempo, surgen la cuestión
de elevar el nivel de los viejos militantes del Partido y la cuestión de avanzar aún más en la consolidación, en estos tres
terrenos, de las viejas organizaciones y en su bolchevización.” MAO: Op. cit., p. 294.
17
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
más célebres.
37 Este trabajo de balance dispondrá al
PCC en posición de profundizar y ultimar su Línea,
cuya más señera muestra probablemente sea Sobre la
nueva democracia, y su Programa, sentando las bases
definitivas que auparán al Partido a la victoria, contra
Japón primero, y contra el KMT después, llevando a la
fundación de la República Popular.
En relación con ello, de las entrañas de este
balance también surgirá un elemento absolutamente
clave en el desarrollo de la Línea y el estilo de trabajo del
PCC, como es la campaña de rectificación en la que el
Partido se embarca desde 1942 y que se puede considerar
como una auténtica semilla de la GRCP. Efectivamente,
se trata de una campaña de elevación ideológica de los
miembros del PCC y de estrechamiento de sus lazos
con las masas, destinada a garantizar la independencia
ideológico-política del comunismo chino; motivación
impuesta por la necesidad de digerir el explosivo
crecimiento cuantitativo del Partido, pero que pasará
a formar parte estructural del bagaje y pensamiento
maoístas. Particularmente, en ella se acuña plenamente
el concepto maoísta de la línea de masas, decisivo y
sobre el que abundaremos.
La campaña de rectificación
se asienta sobre sesiones colectivas de estudio, donde
se intenta fomentar el debate ideológico, aunque éste
se articula sobre un procedimiento muy reglado y
formalizado a priori en función del esquema maoísta
unidad-crítica-unidad, estrechamente vinculado a esa
línea de masas, animando a través de esa discusión a
los militantes a la aplicación de la crítica y la autocrítica
de sus trayectorias y actitudes en sesiones colectivas.
Con esta campaña se consiguió el asentamiento de
la dirección del Partido, una elevación de su nivel
cualitativo, con la multiplicación del número de
cuadros aptos, se fortaleció el enraizamiento del PCC
en las bases de apoyo y, en definitiva, se cohesionó
el movimiento comunista chino en un momento en
que, paradójicamente, era su éxito político la mayor
amenaza a su independencia y desarrollo. Esta
campaña se saldó con una depuración del Partido,
que expulsó de sus filas alrededor de un 5-10% de su
militancia inicial.
38 Aun a pesar de sus defectos –que
también, inevitablemente, pasarán a formar parte de la
concepción maoísta—, esta campaña de rectificación,
y sus motivaciones, era un extraordinario y saludable
revulsivo si se sitúan en el contexto del MCI de la época,
donde los métodos y el estilo de trabajo administrativos
se imponían cada vez más y en que la línea de Frente
Popular diluía crecientemente al movimiento comunista
en las pantanosas aguas de la democracia burguesa,
amenazando su independencia a todos los niveles (es la
época, no lo olvidemos, de la autodisolución de la IC).
En definitiva, en las condiciones históricas
necesarias del Ciclo de Octubre que determinarán la
orientación progresiva de la RPM hacia el Oriente,
impulsada por ese viento del Este, la constitución de
un verdadero Partido Comunista en China, país que
por su composición de clases, la disposición política de
las mismas y su relación con el imperialismo, así como
por las tareas pendientes a resolver por la revolución,
se encontraba en una posición históricamente
paradigmática respecto a la propia estructura social
mundial contemporánea, determina la definitiva
consagración del proletariado como referente universal
y como sujeto histórico.
En China, la RPM alcanza lo hondo
y profundo del mundo de entonces, y este descenso
histórico, que, por su atesoramiento de aprendizaje
revolucionario, es simultáneo y dialéctico ascenso,
eclosiona finalmente con la más elevada experiencia
revolucionaria de todo el Ciclo, la GRCP, creando un
verdadero puente hacia un futuro revolucionario más
elevado, hacia un Segundo Ciclo de la RPM.
En la comprensión del proceso de constitución
del PCC hemos seguido a Mao en una de sus más
reconocidas y brillantes exposiciones ideológicas.
Estrictamente, Mao no acomoda las fases y
periodos del proceso tal y como nosotros los hemos
bosquejado, sino que, inmerso en el Ciclo y sin la
suficiente perspectiva histórica, los ordena necesaria y
correctamente en función de las conquistas alcanzadas
y las exigencias de continuidad de la Revolución China.
No obstante, el rigor del revolucionario chino es tal
que los elementos necesarios para la comprensión
de la constitución de un Partido Comunista están, sin
destacar especialmente, presentes explícitamente, y
no sólo eso, sino que además se encuentran dispuestos
en el orden científicamente preciso. Así, como hemos
visto, Mao establece claramente distinguidos y
secuenciados los momentos clave del proceso social
que signan la constitución de un verdadero Partido
Comunista: de la vanguardia teórica a las grandes
masas, pasando por la mediación de la vanguardia
práctica.
De la ebullición intelectual del Movimiento del
4 de Mayo, donde el marxismo debe abrirse paso como
referente de la Revolución China en pugna con otras
ideologías que aspiran a su hegemonía, a las grandes
masas campesinas, pasando por un proletariado que
ha sido ya activado y encuadrado por el movimiento
nacional. Efectivamente, las características objetivas
de la Revolución China imbricaban necesariamente la
cuestión nacional con la revolución social, así como la
estructura de clases de la sociedad china, oprimida,
atrasada y sin la complejidad de las modernas sociedades
capitalistas, permitía al proletariado jugar, como
37. Sobre la contradicción y Sobre la práctica, ambas de 1937.
38. El PCC, para finales de 1942, contaba sus filas en 736.000 militantes. GUILLERMAZ, Op. cit., p. 411.
18
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
conjunto homogéneo, a la vez que el de activo luchador
social, el rol clave de mediador en el movimiento
nacional. Finalmente, paralelo a este proceso de
profundización-ampliación social en el que nos hemos
centrado, atisbamos a ver las claves del aterrizaje
del marxismo en una realidad específica particular,
los momentos capitales de su proceso ideológicopolítico, en un camino de concreción creciente de la
teoría revolucionaria.
Desde su defensa general como
verdad teórica más abstracta en las luchas ideológicas
del Movimiento del 4 de Mayo, hasta la necesidad de
sus primeras formulaciones programáticas precisas,
coincidentes con la construcción de las primeras bases
de apoyo rurales: de la defensa de la Línea General, tal
y como ha podido ser aprehendida desde el MCI, desde
ese retumbar artillero de Octubre y sus instituciones,
fundamentalmente la Komintern, hasta el inicio de la
formulación del Programa para la revolución agraria,
nudo gordiano de la entera Revolución China, pasando
por el pulido de la Línea Política a través de la dolorosa,
pero enriquecedora, experiencia de la Primera Guerra
Civil Revolucionaria, de la colaboración con el KMT. Un
proceso cuya culminación sólo ha sido posible desde
la experiencia y relación de la vanguardia marxista con
todas las clases progresivas de la sociedad china, así
como, consecuentemente, desde la relación de todas
las clases entre sí.
III. … en unas condiciones necesarias
e históricamente determinadas
III.1. El movimiento nacional del pueblo
chino
Como hemos señalado, las exigencias
objetivas del desenvolvimiento de la Revolución China
otorgaban una preponderancia clave al problema del
sojuzgamiento nacional de China, situando en primer
plano las necesidades de la revolución nacional. Ésa
es, al menos, la perspectiva de Mao, refrendada por la
práctica revolucionaria del PCC:
“Incuestionablemente, las tareas principales
consisten en golpear a estos dos enemigos, o sea,
en realizar una revolución nacional para acabar
con la opresión extranjera del imperialismo y
una revolución democrática para terminar con la
opresión interior de los terratenientes feudales; de
estas tareas, la primordial es la revolución nacional
para derrocar al imperialismo.”
39
Si las bases del Ciclo de Octubre están marcadas
por el entrelazamiento histórico de la revolución
burguesa con la revolución proletaria y si ello ya se
refleja políticamente en el acontecimiento que le da
salida, la Revolución de Octubre, aun más profunda
será la incidencia de esta determinación política, del
peso de la revolución democrática, en el escenario
chino. La estructura socioeconómica del país así como la
forma de su encuadramiento en el sistema imperialista
mundial determinarán este peso del factor democrático
y su marcada inclinación nacional. La revolución
nacional es en China un hecho que lleva décadas en
marcha cuando el comunismo y el proletariado chinos
entran en escena como actores políticos. La propia
composición, situación y peso relativo del proletariado
chino respecto de las otras clases, así como su historia
política, la forma nacional primera de su movilización,
determinan que nuestra clase, la más avanzada, sea,
por ello, la más sensible a las paradojas que genera esta
ineluctable encrucijada histórica. Ello se reflejará en el
carácter dual de su actividad política, primariamente
nacional, pero también de clase. Inevitablemente, este
estigma de bastardía se reflejará a su vez en la fuerza
política llamada a representarlo, el PCC, que se enraíza
fuertemente en el seno del proletariado en estos
decisivos primeros años de infancia del Partido.
40 Si ya
hemos visto cómo entre 1922 y 1925 el proletariado
chino ejerce como fuerza de choque del movimiento
nacional contra el imperialismo, pronto, aun sin dejar a
un lado su implicación nacionalista, su desenvolvimiento
empieza a afectar también a la propia burguesía china.
41
Ello va a ser otro factor, junto a la creciente inquietud
en el agro que lleva al estallido de la guerra campesina,
que agrie y debilite la alianza PCC-KMT, fortaleciendo al
ala derecha de este último partido.
Si esto, si este peso objetivo necesario del
componente nacional, ya era así en el suelo social
natural del PCC, aun se va a marcar más cuando el
Partido desplace su centro de gravedad de masas hacia
el campo y se apoye sobre el ingente campesinado,
“ejército básico del movimiento nacional”, por recordar
a Stalin.
Pero el elemento decisivo respecto al peso de la
orientación nacionalista en el PCC va a ser su relación
con la burguesía nacional. La importancia extraordinaria
39. La revolución china y el PCC; en MAO: Op. cit., p. 329 (la negrita es nuestra –N. de la R.).
40. Ello, por supuesto, además se expresa, no sólo a través de este elemento sociológico, sino también mediante las limitaciones históricas generales del marxismo de Octubre y la forma de su recepción por la vanguardia proletaria china.
41. Un exponente ejemplar es la huelga que, de nuevo en Hong-Kong, se realiza entre la segunda mitad de 1925 y principios de 1926, que no sólo va a afectar a las empresas extranjeras, como era la tónica habitual hasta el momento, sino que también se va a extender a los poco numerosos establecimientos de propiedad china. CARR: Op. cit., pp. 728 y 736. 19 Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
de esta relación la subraya Mao con contundencia: “La revolución china y el Partido Comunista de China se han desarrollado precisamente a través de esta compleja relación con la burguesía. (…) Los fracasos o triunfos del Partido, sus retrocesos o avances, su reducción o ampliación, su desarrollo o consolidación, están todos necesariamente ligados a la relación del Partido con la burguesía y a su relación con la lucha armada.”
42 Dejando por el momento la cuestión de la lucha armada, efectivamente, la relación del PCC con la burguesía nacional va a ser absolutamente decisiva y no sólo en el crucial periodo de nacimiento del Partido. Como hemos visto, el terreno fértil donde se planta la semilla del comunismo chino es el Movimiento del 4 de Mayo. Asimismo, hemos señalado con Mao que es un movimiento político fundamentalmente intelectual, donde junto a los incipientes representantes del proletariado conviven los de diversas capas de la burguesía. Igualmente, hemos observado que es en la lucha ideológica entre estas corrientes teóricas convivientes de matriz occidental como el marxismo se abre paso en China. No obstante, algunos de los elementos de estas tendencias burguesas se van a adherir a ese marxismo que va a conformar el maoísmo.
43 Ello, por supuesto, es inevitable y es el peaje necesario que el marxismo pagó históricamente para referenciarse como ideología hegemónica entre la vanguardia, como su concreción y adaptación, en un proceso de negación de la negación más o menos incompleto, en las condiciones particulares de una realidad específica. Por supuesto, de nuevo, ello no es ninguna particularidad de la Revolución China, sino la expresión en la misma de la alianza general que el marxismo realizó con el materialismo vulgar contra el pensamiento idealista –en su forma dominante propia del sistema feudal; siendo, pues, la expresión filosófica de ese entrelazamiento histórico de las revoluciones burguesa y proletaria que venimos subrayando– en los prolegómenos del Ciclo de Octubre, sobre la que la LR ha insistido en numerosas ocasiones, y que le sirvió para referenciarse en un mundo dominado por unas orientaciones culturales históricamente determinadas. De hecho, Mao es perfectamente consciente de esta alianza, aunque tal vez no tanto de los peajes que se cobrará a largo plazo, especialmente en el plano de la dialéctica: “(…) el proletariado chino, con su pensamiento científico, puede formar un frente único contra el imperialismo, el feudalismo y la superstición con los materialistas y hombres de ciencia de la burguesía china que sean progresistas, pero nunca puede formar un frente único con ningún tipo de idealismo reaccionario.”
44 Pero, como decimos, esta alianza no fue una simple servidumbre para el marxismo, sino que tuvo sus contrapartidas, como, por ejemplo, la potenciación de la difusión del marxismo, aun con todos los límites históricos de éste. En China, el nacionalismo no sólo va a ser la escuela donde se inicien a la actividad política muchos de los futuros dirigentes clave del PCC y la Revolución China, empezando por el propio Mao
45,
sino que el carácter vagamente socializante del ideal
nacionalista que promueve el padre del KMT, Sun Yat-sen,
que será el sostén de la izquierda de este partido y el más
decidido partidario de la alianza con la URSS, expresado
en el tercero de los Tres Principios del Pueblo, el de Vida
del Pueblo, facilitó la incorporación del marxismo por
la intelectualidad china. Elocuentemente, la primera
traducción del Manifiesto Comunista al idioma chino,
en 1906, fue obra del Min pao, el periódico de Sun Yatsen en el exilio.
46
42. Con motivo de la aparición de El Comunista; en MAO: Op. cit., pp. 295 y 296.
43. Se ha señalado que, a pesar de la lucha con esta corriente, el pragmatismo de Dewey va a dejar su huella sobre el
pensamiento de los marxistas chinos. CAVENDISH, P.; GRAY, J. La revolución cultural y la crisis china. Ariel. Barcelona,
1970, pp. 223-224.
. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 396. Ahí mismo, Mao abunda al respecto: “Debemos asimilar todo lo
que hoy nos sea útil, no sólo de la actual cultura socialista y de la nueva democracia de otros pases, sino también de su
pasada cultura, por ejemplo, de la cultura de los países capitalistas en el siglo de las luces.” Ibídem. Ello, esta importante
alusión al materialismo burgués ilustrado en un texto que será referencia durante la GRCP, además de abundar en lo que
indicamos, puede ser útil respecto a la propaganda imperialista en cuanto al supuesto carácter xenófobo y cerrado de
esa gran expresión de la revolución proletaria.
45. El joven Mao será arrojado a la arena de la lucha política con 18 años en la revolución de 1911 y, especialmente, con
el Movimiento del 4 de Mayo de 1919. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 273-275.
46. Ibídem, pp. 33 y 38.
20
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
En este sentido, desde el punto de vista
político del desarrollo concreto de la Revolución
China, esta alianza y esta relación van a ser cruciales.
Efectivamente, desde que se establece el acuerdo de
colaboración entre el PCC y el KMT, que permite la
entrada en esta última organización de los comunistas
a título individual, el amparo de la bóveda nacionalista
va a ser fundamental en el crecimiento del PCC.
Ella no sólo permite y facilita la acción y el contacto
de los comunistas entre las masas, sino que, con la
alianza entre el KMT y la URSS, que había allanado el
camino para el acuerdo del PCC con los nacionalistas,
los asesores soviéticos encabezados por Borodin y
miembros destacados del PCC, como Li Ta-chao, van
a jugar un papel clave en la propia reorganización del
KMT. Desde entonces hasta que las relaciones mutuas
comiencen a agrietarse a partir de 1926, los comunistas
van a estar sobrerrepresentados en los organismos
del KMT respecto a su peso cuantitativo en el mismo.
Así, por ejemplo, en el I Congreso del KMT, celebrado
en enero de 1924, 40 de los 200 delegados presentes
van a ser comunistas, un 20% de los mismos, así como
3 de los 24 miembros que van a componer el primer
Comité Central (CC) del KMT
47; ello en un momento
en que el PCC no alcanzaba la cifra del millar de
militantes mientras que el KMT contaba con varios
cientos de miles. Evidentemente, el peso de la ayuda
soviética jugaba un papel clave en esta desproporción
que irritaba al ala derecha del KMT. El propio Mao
desempeñará varios cargos de importancia en las
estructuras del KMT durante estos años.
48 De hecho, las
primeras experiencias del Partido entre el campesinado
se producen bajo el paraguas de esta colaboración
y, hecho clave, la chispa que va a incendiar el campo,
ya afectado por el Movimiento del 30 de Mayo, y a
precipitar la explosión de la guerra campesina va a
ser la Expedición al Norte, la ansiada empresa, iniciada
por fin en 1926, de reunificación militar de China,
encabezada y dirigida por los nacionalistas.
49
El KMT, cuyos orígenes se remontan hasta
1895 y que empieza a jugar un papel destacado en la
vida política china desde la revolución de 1911, era
para mediados de los 1920 el movimiento clave del
firmamento chino. Sucintamente, podemos considerar
al KMT de la época como el representante de la
burguesía nacional en alianza creciente con un sector
de la burguesía compradora y que se sostiene sobre la
masa de la pequeña burguesía urbana. Sus lazos con el
campo son escasos, y nulos entre en la inmensa masa
del campesinado pobre, pero no su influencia inicial en
el despertar del joven proletariado chino. Aunque la
hegemonía sobre este último pronto le fue arrebatada
por el PCC, el KMT era el representante principal de la
masa urbana de la sociedad china, minoritaria pero,
como hemos dicho, cualitativamente fundamental.
Hasta la muerte de Sun Yat-sen en 1925 podemos decir
que fue su izquierda, la representante del vínculo entre
la burguesía nacional y la pequeña burguesía urbana, la
que hegemonizó el partido. Pero desde ese momento,
a medida que el KMT se extiende con la revolución
nacional y los militaristas del Norte van entrando en
bancarrota, el peso de la burguesía compradora en su
seno no deja de aumentar, a medida que muchos de sus
elementos abandonan a sus representantes militaristas
en quiebra. Paralelamente, como hemos visto, la
extensión de la revolución nacional, que provoca
una creciente actividad de clase del proletariado y el
estallido de la guerra campesina, aumentan el pánico
burgués general en el seno del KMT. El equilibro de
fuerzas se inclina decididamente hacia el ala derecha
de este partido, que en 1927 romperá la alianza con el
PCC, vulnerable en este momento por el dominio de ese
oportunismo de derecha que entrega la dirección de la
revolución nacional al KMT y amenaza la independencia
del comunismo
50, y desatará el terror blanco.
47. CARR: Op. cit., pp. 697-698.
48. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 276-277.
49. CARR: Op. cit., p. 760.
50. En un desesperado, humillante y fracasado intento de mantener la alianza en ví�speras de la ruptura, el CC del PCC
declaraba: “El Kuomintang (…) debe asegurar naturalmente la dirección de la revolución nacional. (…) Las organizaciones
populares, obreras, campesinas y otras, han de ser sometidas a las órdenes y al control de las autoridades del Kuomintang;
las reivindicaciones de los movimientos populares, obreros y campesinos, etc., se adecuarán a las resoluciones del
Congreso o del Comité Ejecutivo del Kuomintang, así� como a los decretos del gobierno. (…) los sindicatos no atentarán
contra los derechos de los patronos en lo referente al empleo y a la gestión”. Cfr. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 162.
21
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
Aunque en un primer momento el KMT
parece el dueño de la situación, su incapacidad para
destruir al PCC, así como para canalizar o reprimir
la guerra campesina, estabilizando la situación en el
campo, le irán haciendo transigir crecientemente,
paralelamente al aumento de la preponderancia de la
burguesía compradora en su seno, con el imperialismo,
especialmente el occidental. Esta política creciente de
componendas y colusión con el imperialismo, cuando
la revolución nacional, avivada por el paso de la guerra
campesina a la Guerra Popular, no ceja, irá haciendo
aumentar las fricciones internas del KMT en torno a la
burguesía nacional, cada vez más disgustada por esta
orientación.
El marco teórico para poder actuar sobre
estas contradicciones internas en el campo de la
burguesía lo establecerá Mao con su tesis del doble
carácter de la burguesía nacional china, que, desde
el análisis de sus vacilaciones, a la vez que abre la
puerta a la colaboración con ella en tanto se muestre
consecuentemente anti-imperialista, establece
firmemente, recogiendo la experiencia inicial del
Partido, la necesidad irrenunciable de mantener la
independencia del movimiento comunista chino a todos
los niveles.
51 Propulsado por el profundo enraizamiento
del PCC en el movimiento y la revolución nacionales,
el Partido sacará provecho de estas contradicciones
con una intensísima propaganda de carácter patriótico
y de denuncia de la conciliación kuomintangista con
el imperialismo.
52 El debilitamiento de la revolución
nacional por la traición del KMT propiciará, además, la
expansión del imperialismo japonés, que se anexiona
Manchuria en 1931. Los siguientes años serán
punteados por una serie de agresiones e incidentes
protagonizados por este imperialismo, ante los que el
KMT se muestra impotente, desatendiendo la defensa
nacional y más preocupado en lanzar sus campañas
de cerco y aniquilamiento contra los comunistas. Ello
favorecerá aun más la extensión de la influencia del PCC
que enarbola una política de consecuente resistencia
anti-japonesa. El Partido llegará incluso, en un acto más
simbólico que efectivo, a declarar unilateralmente la
guerra a Japón en 1932.
53 Esta política tendrá un éxito
impresionante en agudizar las contradicciones internas
del KMT, que se ve sacudido por numerosos incidentes
y revueltas internas más o menos graves que tienen
como causa la inconsecuencia de la resistencia contra
Japón del partido y el gobierno. Destacan la revuelta
de Fukien en 1933 o el incidente de Sian en 1936,
pero el momento decisivo va a ser el Movimiento del
9 de diciembre de 1935, fecha de una manifestación
estudiantil anti-japonesa en Pekín, cuyo impulso se
extiende rápidamente a las principales ciudades y
alcanza también el campo y que porta como principal
consigna el fin de la guerra civil (no olvidemos que en la
última fase de ésta el KMT casi obtiene el éxito militar,
obligando en 1934 al PCC a abandonar las bases de
Kiangsi y a emprender la Larga Marcha). De este modo
se allana la formación del frente único nacional en 1937
a partir de la invasión a gran escala del imperialismo
japonés.
Como decimos, los réditos de la campaña
de resistencia nacional del PCC serán enormes,
consiguiendo establecer entre la opinión pública de
un país embarcado en una larga revolución nacional
la equivalencia entre el anti-patriotismo y el anticomunismo:
“El resultado negativo de las campañas
contrarrevolucionarias de ‘cerco y aniquilamiento’
fue la invasión de nuestro país por el imperialismo
japonés. Esta es la razón principal de que, todavía
hoy, el pueblo de todo el país siga abominando de
esos diez años de anticomunismo.”
54
De hecho, en opinión de Mao, éste será
el acontecimiento político clave que propiciará la
51. MAO: O. E., t. II, pp. 297-298, 326, 332 y 362-364.
52. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 251 y 283.
53. Ibídem, p. 306.
54. Sobre la nueva democracia; en MAO: Op. cit., p. 392.
22
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
victoria final del PCC en 1949. En 1964, ante una
delegación de socialistas japoneses, Mao declaraba
contundentemente:
“Ya conversé en otra oportunidad sobre este particular con amigos japoneses. Pedían mil disculpas por el hecho de que el ejército japonés hubiera atacado a China como agresor. Yo conteste: ¡No! Si vuestro ejército imperial no hubiera invadido como agresor una gran parte de China, nos habría sido imposible llegar a la solidaridad del pueblo chino para enfrentarnos a vosotros. Entonces el Partido Comunista Chino no habría llegado al poder. Por consiguiente, el ejército imperial japonés fue un profesor excelente para nosotros (…). No es necesario pedir perdón. El militarismo japonés nos ha facilitado las cosas. Debido a ello el pueblo chino ha podido tomar el poder.”
55
Desde el punto de vista político, esta línea del PCC
le permitió mantener un enorme prestigio e influencia
entre la intelectualidad de los centros urbanos, de los
que había sido expulsado en 1927, así como impulsar la
descomposición política y el estrechamiento de la base
social del KMT, con la progresiva referencialización del
PCC entre crecientes sectores de la burguesía nacional,
como testimonian los incidentes y revueltas referidas,
así como el señalado y espectacular crecimiento
cuantitativo del Partido Comunista a partir de 1937.
Los beneficios que el PCC va a cosechar de esta política
serán, como vemos, inmensos en lo inmediato,
imposible de ser despreciados o rechazados, pero van a
generar problemas, que se significarán particularmente
en el largo plazo y de los que, como muestra la campaña
de rectificación de 1942, los dirigentes del Partido no
eran del todo desconocedores. En este sentido, una
elocuente muestra son los constantes llamados de
atención respecto al carácter de la militancia del Partido
que, a partir de este momento, serán una constante en
la historia del PCC hasta el mismo final de la GRCP:
“Muchos miembros del Partido se han incorporado
a él en el plano organizativo, pero ideológicamente
no lo han hecho del todo o incluso no lo han hecho
en absoluto.”56
De este modo, podemos concluir que no es sólo
que el PCC pasase simplemente a encabezar la revolución
nacional, sino que el Partido Comunista, dirigiendo la
guerra de liberación nacional, la integró plenamente,
convirtiéndose en el auténtico movimiento nacional
del pueblo chino y arrebatando al KMT ese título que
ostentaba.57
III.2. El indeleble desgarro de una dualidad
Tratadas ya las particularidades en la
constitución del PCC en lo que respecta a la relaciones
del proletariado revolucionario con las otras clases
de la sociedad china, especialmente la burguesía
nacional, en el contexto específico impuesto por la
Revolución China, es necesario referirse, para seguir
profundizando en la comprensión de esta constitución
en su concreción histórica, a la relación del PCC con el
MCI, particularmente con la IC.
Aparte de transmitir inevitablemente las
limitaciones del marxismo propias del paradigma de
Octubre (el peso del economicismo, el espontaneísmo,
la teoría de las fuerzas productivas, etc.), que el
PCC, por supuesto, asumiría, la influencia de la IC
no puede considerarse de ninguna manera como
completamente negativa. Fue ella la que, a través
de sus delegados, como Voitinsky y Maring, dio a los
diseminados círculos de estudio marxista chinos los
primeros resortes de organización y línea política, la
que, con su asesoramiento y ayuda material, impulsó
extraordinariamente la operatividad del Partido,
especialmente en sus primeros y críticos tiempos y, tal
vez la más importante, fue el referente de Octubre, y el
enorme prestigio que éste tenía entre los pueblos del
mundo, particularmente en Oriente, lo que propulsó
rápidamente la popularidad del PCC entre los obreros y
campesinos chinos. La expresión ideológico-política más
condensada de este referente fue la línea establecida
por la Komintern en su II Congreso de 1920 respecto
a la cuestión nacional y colonial que, rompiendo para
siempre con la tónica eurocentrista que había marcado
a la II Internacional, abrió las puertas de la revolución
social a los pueblos de Oriente, conjugándola con sus
necesidades de liberación y desarrollo nacional. La
política de Nueva Democracia, que luego Mao va a
perfeccionar, encuentra sus insustituibles bases allí.
En este sentido, por ejemplo, va a ser precisamente la
IC la primera que llame la atención del PCC, volcado
55. MARTIN, H. (Comp.): Mao íntimo. Escritos, conversaciones y discursos de Mao Tse-tung inéditos para Occidente (1949-
1971). Dopesa. Barcelona, 1975, pp. 45 y 46.
56. Intervenciones en el foro de Yenán sobre arte y literatura; en MAO: O. E., t. III, p. 94.
57. Tal vez la mejor prueba de este hecho es que casi diez años después de la victoria sobre el KMT, en 1957, y después
de consumada prácticamente la estatalización de la economía –algo que también en China no va a dejar de identificarse
erróneamente con su socialización–, Mao continúa hablando de la relación entre el proletariado y la burguesía nacional
como lo que denomina una “contradicción en el seno del pueblo”: “En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera
y la burguesía nacional hace parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera
y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China
tiene doble carácter.” Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo; en Mao: O. E., t. V, p. 421.
23
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
inicialmente en el trabajo sindical entre el proletariado
urbano, hacia la crucial cuestión campesina.
58 También
será la IC la que empuje al PCC a la alianza con el KMT,
permitiéndole, gracias a su influencia y prestigio y a
los de la URSS, tener ese peso desproporcionado en el
aparato nacionalista. Ello será benéfico en la medida en
que sirve de revulsivo al obrerismo inicial del Partido
y, como hemos visto, favorece su expansión inicial, su
referencialización y la adquisición de una primera y
preciosa experiencia política.
No obstante, el otro aspecto de esta política,
que empezará a introducir una distorsión que marcará
una dualidad de profundo calado en la historia del
desarrollo del comunismo chino, es que esta alianza
PCC-KMT corre en paralelo a la alianza URSS-KMT. Aquí
se empezarán a percibir los síntomas de la contradicción,
en la que se debatirá la IC y que, a medida que se acentúe,
marcará su degeneración y final autodisolución, entre
los intereses de desarrollo de la RPM y los intereses de
preservación del Estado soviético en cuanto tal Estado.
En China esta incipiente contradicción provocará, en
momentos críticos, vacilaciones y confusión entre los
comunistas chinos que agravarán y profundizarán las
derivas oportunistas de los propios dirigentes del PCC
en este periodo.
59
Como ya ha indicado la LR, la trayectoria del MCI
durante el Ciclo de Octubre está marcada, a medida que
la RPM entra en crisis y se muestra incapaz de avanzar,
especialmente en los emplazamientos de avanzada del
imperialismo, en las metrópolis, por el reafloramiento
de las viejas concepciones socialdemócratas, cuyo
sustrato último nunca fue completamente depurado:
tras su eclipse leninista, el espontaneísmo y el
economicismo van recuperando su papel hegemónico
y se coronan, cuando aún no se ha abandonado la
vocación revolucionaria y el principio de la violencia
revolucionaria, con su consecuencia insurreccionalista.
Esta primera crisis del MCI, verificada a
mediados de los 1920 con el fracaso de la revolución
proletaria en Europa y agravada en China por el desastre
de 1927, va a producir un periodo de desorientación
en el PCC que, en el entretanto de la configuración de
una alternativa revolucionaria original, va a poner al
Partido chino al borde de la destrucción. Son los años
de las “desviaciones ‘izquierdistas’” de Chü Chiu-pai, Li
Li-san y Wang Ming y sus 28 bolcheviques entre 1927 y
1931. El repliegue teórico general del MCI, propiciado
por esa crisis, va a cristalizar en el PCC en una línea
aventurerista, consagrada en el entreacto de los V y VI
Congresos del Partido en 1927 y 1928
60, que hace suyos
los peores postulados del economicismo pustchista.
Ejemplo elocuente de ello es la resolución del CC del
PCC de junio de 1930, con el Partido bajo el ascendente
de Li Li-san:
“La gran lucha del proletariado es la fuerza decisiva
en cuanto a los éxitos preliminares en una o varias
provincias. Sin una oleada de huelgas por parte de
la clase obrera, sin una insurrección armada de las
ciudades, no puede haber éxito en una o varias
provincias. Es una idea completamente errónea no
conceder una particular atención al trabajo urbano y
confiar en las aldeas para cercar las ciudades. (…) La
táctica de guerrilla es completamente incompatible
con esta línea y debe, por tanto, experimentar
cambios fundamentales.”
61
El resultado de esta pendulación “izquierdista”
del economicismo fueron dos grandes ofensivas
insurreccionales en 1927 y 1930, ambas centradas en el
asalto a las ciudades y con la mira puesta en una victoria
58. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 166-167.
59. Tal vez el ejemplo paradigmático sea el apremio, por parte de la IC, para mantener la alianza con el KMT de
izquierda en un momento, acaecidas ya las matanzas de Shanghái, en que la ruptura total era inminente y que potenció
esa descarnada política conciliadora reseñada que ya había abrazado la dirección del PCC encabezada por Chen Tuhsiu, nada indiferente, por otra parte, a los réditos que la colaboración con el KMT había proporcionado al Partido.
GUILLERMAZ: Op. cit., p. 157.
60. Estrictamente, el V Congreso, celebrado en Hankow en abril de 1927 antes de la ruptura con el KMT de izquierda,
es la última expresión de la desviación derechista de Chen Tu-hsiu, destituido ese verano. No obstante, el fondo común
es el afianzamiento del economicismo en el PCC, que si en su expresión derechista-menchevique entrega la dirección
de la revolución democrática-nacional al KMT, como hemos visto, en su versión “izquierdista”, reacción pendular sobre
un mismo sustrato teórico y expiación ante el fracaso constatado, arroja al proletariado solo al combate en un mal
entendido clase contra clase, que en la realidad china y dado el estado de constitución del PCC en esos años es tanto
como decir que arroja a la vanguardia sola al asalto de las posiciones enemigas.
61. Cfr. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 227.
24
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
rápida y decisiva. La primera agotó al proletariado
urbano y sacrificó sus mejores elementos y la segunda
arrojó al asalto frontal de los centros urbanos a las
incipientes fuerzas guerrilleras que los supervivientes
de 1927 estaban organizando en el campo, saldándose
también con un estruendoso fracaso, que obligó a la
evacuación de la primera base de apoyo rural en Ching
Kang Shan y a la retirada a Kiangsi.
En estos desastres se va a consagrar esa
dualidad en el PCC que hemos indicado. Efectivamente,
el PCC, en tanto sección nacional de la IC, era una correa
de transmisión del Partido Mundial de la Revolución. Ello
situaba a la dirección política del Partido como mediador
entre este Partido Mundial y la realidad nacional
específica de China. Este esquema, absolutamente
correcto y acorde con el internacionalismo proletario,
comienza a agrietarse tan pronto como ese Partido
Mundial experimenta una crisis y no tiene la flexibilidad,
teórica en primer lugar, para afrontar una situación
original, la que afronta la RPM en esos años como
experiencia universal inédita, no sabiéndose abrir
paso creativamente a través de ella. El problema, por
tanto, es fundamentalmente de dirección ideológica,
encuadrado en los límites del paradigma de Octubre, y
no de la forma de estructuración político-organizativa
general de la IC. En cualquier caso, la crisis del MCI
situaba al aparato político de dirección del PCC en
medio de una brecha entre el estancamiento de la RPM
y la necesidad de hallar una salida original al mismo,
en primer lugar sobre el terreno de la práctica de su
revolución nacional. La inmadurez histórica general
del proletariado como clase revolucionaria así como el
prestigio de la URSS orientaban a esta dirección hacia
el primer respecto, a ser precisamente una correa de
transmisión del estancamiento revolucionario general,
lo que se agravaba por el peso añadido que otorgaba
el prestigio de ser los más vinculados con los aparatos
de dirección internacional del proletariado radicados en
la patria socialista. Si a ello le añadimos la desviación
socialchovinista que se empieza a manifestar en esos
años, expresión de esa crisis general, en el desarrollo
de la correcta teoría del socialismo en un solo país, y
que desequilibra definitivamente el tratamiento de
la contradicción RPM-Estado soviético
62, tenemos un
cuadro completo de la gravedad de la situación y de la
amenaza que suponía para la Revolución China.
En este cuadro y con la relación de fuerzas
en el seno del PCC que del mismo resultaba, el
enderezamiento de la situación aconsejará al ala
creativa del Partido Comunista, que ya se empieza a
agrupar en torno a Mao, el no dar una batalla frontal
contra la dirección política del Partido, sino que optará
por una especie de aplicación política de la táctica
de guerrilla. Efectivamente, como hemos dicho, Mao
ya lleva desde 1926 reclamando la necesidad de una
mayor atención al campo, lo que implica una mayor
independencia respecto al KMT y la posibilidad de un
desarrollo creativo de la revolución. Es esta semilla
de potenciación de lo subjetivo proletario lo que
sitúa a Mao en la posición de reunir en un polo a los
experimentados supervivientes de las derrotas de esos
años y de descollar hacia la dirección de la Revolución
China. Un ejemplo es lo que Mao escribía en enero de
1930:
“Parte de los camaradas de nuestro Partido aún no
saben cómo apreciar correctamente la situación
actual, ni cuáles son las acciones que esta situación
exige de nosotros. (...) Al parecer, consideran inútil
dedicarse al duro trabajo de establecer el Poder
en momentos en que el auge revolucionario está
lejano todavía (…). Esta teoría sobre la necesidad
de ganarse primero a las masas a escala nacional y
en todas partes, y establecer después el Poder, no
corresponde a las condiciones reales de la revolución
china.”
63
Todavía en 1927, durante el Levantamiento de
la Cosecha de Otoño, Mao acata disciplinadamente las
órdenes de asalto a las ciudades y debe guiar la retirada
hacia Kiangsi. No obstante, como hemos visto, a pesar
del desastre, la dirección política formal del PCC sigue
orientada hacia las ciudades y hacia su toma directa
e inmediata. Mao entiende que ello representa una
62. Al respecto, véase: Colectivo Fénix: Stalin. Del marxismo al revisionismo.
63. Una sola chispa puede incendiar la pradera; en MAO: O. E., t. I, p. 125. Compárese con la genial aseveración de Lenin:
“(…) nosotros, que nos basamos en la doctrina de Marx y en la experiencia de la revolución rusa, decimos: el proletariado
debe derribar primero a la burguesía y conquistar el poder estatal, utilizando después ese poder estatal, es decir, la
dictadura del proletariado, como instrumento de su clase, a fin de ganarse la simpatía de la mayoría de los trabajadores.”
Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado; en LENIN: O. E., t. X, p. 315.
25
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
amenaza directa al aterrizaje definitivo de la vanguardia
proletaria, quebrantada y debilitada cuantitativamente
por el sangriento desastre de 1927, entre las grandes
masas de la Revolución China, entre el océano del
campesinado, especialmente el pobre, justo en el
momento en que el PCC está en condiciones de hacerlo,
lo que, además, representa congruentemente el único
camino en la situación dada para la supervivencia del
propio Partido: la amenaza de destrucción amenaza al
PCC justo en el instante en que está dando el último
paso de su constitución material.
Así, en 1930 Mao
esquivará mediante lo que podemos denominar una
especie de discreta y sensata “insubordinación” las
directivas putschistas de la dirección política del PCC,
lo que le permite salvaguardar sus fuerzas y asentar
las nuevas bases de apoyo
64 que a partir de 1931 se
conforman como la República Soviética de Kiangsi, de
la que Mao pasará inmediatamente a ser Presidente. En
contraste, Mao, que ya figuraba en el CC del PCC en su
III Congreso en 1923, no será renovado en ese puesto
en el V Congreso, y el VI, celebrado sintomáticamente
en Moscú en el verano de 1928, aunque reintegrará a
Mao en el CC, no contará con la presencia de éste ni con
la de ningún representante de las incipientes bases de
apoyo rurales.
65
De este modo, en los años cruciales de 1927-
1935, Mao, aunque como hemos visto, no soslaya
la exposición pública de su posición crítica, lo que le
permite agrupar políticamente en torno suyo al sector
del PCC más implicado en la continuidad material de la
revolución, no está presente en el aparato de dirección
y elaboración política del Partido, ni tampoco parece
esforzarse mucho por estarlo, sino que opta por un
discreto pero crucial trabajo político de carácter semiautónomo enfocado a la edificación, organización
y asentamiento del Nuevo Poder en el campo y del
correspondiente Ejército Rojo que lo soporte. Ello
culmina definitivamente la constitución del PCC como
Partido de Nuevo Tipo, pues lo asienta entre las grandes
masas campesinas en tanto contingente principal
de la Revolución China que se dota de dirección
proletaria. Pero no obstante, como advertíamos, de
forma problemática, en el sentido de que, debido a las
peculiaridades en el desarrollo histórico concreto de la
Revolución China y a la incardinación de la misma en el
marco general de la RPM durante el Ciclo de Octubre
en un primer momento de estancamiento de ésta,
establece una dualidad en el seno del PCC entre su
aparato de dirección política, por un lado, y el aparato
militar y administrativo estatal del que esta revolución
se empieza a dotar, por el otro. La expresión formal
más evidente de la misma es que Mao gana su título
de Presidente precisamente a la cabeza del segundo
mientras simultáneamente ocupa una discreta posición
secundaria en el primero, bajo la dirección oficial de otros
equipos.
Aunque esta dualidad se subsanará en parte a
partir de la Conferencia de Tsunyi de enero de 1935, en
la primera etapa de la Larga Marcha, que sitúa de facto
a Mao a la cabeza de la dirección política del PCC, en
cierto modo no dejará de prolongarse por la compleja
relación que el PCC mantendrá con la orientación de un
MCI aún centralizado internacionalmente, primero con
la IC y después con la URSS hasta 1950.
66
En definitiva, en estos cruciales y problemáticos
años, Mao se destaca a la dirección de la Revolución
China desde una labor política que podemos decir sin
duda que salva a ésta y al propio PCC de su destrucción,
pero ello se hace al margen del aparato político de
dirección del Partido, en el que Mao no establece
hegemónicamente su línea hasta 1935, de facto, y hasta
su VII Congreso en 1945, formal y oficialmente. Esta
dualidad entre forma (aparato político-organizativo)
y contenido (línea política) experimentada durante un
periodo crucial de la Revolución China, precisamente
el de constitución social-material del PCC, dejará
una profunda huella en la concepción de Mao y sus
seguidores respecto del Partido Comunista y su
función como mecanismo orgánico de transmisión
de la concepción proletaria del mundo y elevación
de las masas hacia esta posición, agravada por la
comprensión organicista del Partido que dominará de
forma general la tradición de la Komintern, algo, todo
ello, que no dejará de tener consecuencias en el futuro.
Aunque, por un lado, esta experiencia ayudará a los
comunistas chinos a desechar la teoría revisionista del
partido monolítico y a acentuar el crucial principio de la
Lucha de Dos Líneas, por otra parte, y junto al enorme
prestigio de Mao atesorado en estos años en su labor
64. El ardid de Mao fue renunciar al asalto sobre el objetivo a él asignado, Nanchang, marchando en cambio, con
sus fuerzas intactas, a cubrir la retirada del primer escalón de asalto, bajo el mando de Peng Teh-huai, que ya había
fracasado en Changsha. GUILLERMAZ: Op. cit., pp. 229-230.
65. Ibídem., p. 202. Hay que decir también que este VI Congreso, realizado bajo el ascendente “izquierdista” no será
tan mal considerado como el anterior por Mao, debido a su mayor atención formal a las cuestiones relacionadas con el
impulso de la revolución en el campo y los problemas políticos y militares que ello conllevaba. No obstante, la inercia
economicista se impondrá y llevará a la sangrienta reedición de los errores en 1930. Ibid., pp. 205-206.
66. Nos referimos al brillante desarrollo de la Revolución de Nueva Democracia en China, que se aparta totalmente de
la línea de Frente Popular auspiciada en esos años por la IC, así como a la actitud de Stalin hacia la Revolución China y
sus perspectivas, que Mao y el PCC afrontan con esa discreción que es producto del estilo de trabajo forjado por esta
dualidad. Para las críticas de los comunistas chinos a Stalin respecto a China, véase por ejemplo: Sobre diez grandes
relaciones; en MAO: O. E., t. V, p. 330.
26
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
de enderezamiento del rumbo de la Revolución China,
agrandado por su dirección victoriosa posterior de la
misma, este foso, esta anómala dualidad, será una de
las principales grietas por la que se cuele la teoría de la
Jefatura, tan cara al maoísmo.
III.3. Soldados y campesinos
Finalmente, para acabar de comprender en
toda su especificidad histórica la constitución de ese
verdadero Partido Comunista que es el PCC, y tras haber
observado este proceso en relación con la burguesía
nacional china y el MCI, debemos echar un vistazo a su
relación con la principal base sociológica que le sirve de
soporte, el campesinado, y la forma de su movilización
y encuadramiento. Y es que Mao no sólo es el dirigente
político de la Revolución China, sino también su teórico,
y su primera gran aportación de calado universal no
es otra que la teoría militar del proletariado, la Guerra
Popular:
precisamente, la principal forma de relación
social que va a establecer con esa masa campesina.
Este hecho es capital y será, a diferencia de lo ocurrido
en la Revolución Rusa, la forma de desarrollo de la
Revolución China durante un periodo muy prolongado.
Como hemos visto, el PCC ha debido de trasladar
su centro de gravedad al campo desde 1927. Pero ello
no se hace de una forma ordenada y sistemática, esto
es, consciente, sino que es la descarnada vía que un
gran número de cuadros supervivientes del desastre
de ese año y del mortífero terror blanco que se desata
encuentran para asegurar su mera supervivencia física.
Asimismo, la situación que encuentran allí es la de
una guerra campesina ya desatada, que lleva meses
rugiendo sin que el PCC haya jugado el papel principal
en su organización, sino que es un producto de la forma
más o menos consecuentemente anti-imperialista
en que la revolución nacional se ha llevado durante
el periodo de alianza PCC-KMT. Esta situación facilita
la conexión inmediata de la vanguardia con la masa
campesina, pero, por otra parte, plantea la cuestión del
tipo de conciencia, nacionalista, que ha servido para
movilizarla. En cualquier caso, Mao, con su anterior
atención hacia el campesinado, tiene ya los rudimentos
para encajar en un esquema teórico la nueva situación y,
por tanto, darle un horizonte de continuidad congruente
con las necesidades objetivas de la Revolución China.
El punto principal que queremos destacar es,
no obstante, que la guerra campesina se potencia
y alcanza el estadio de Guerra Popular de forma
espontánea, es decir, sin que sea el producto de una
línea planificada, sino por la propia necesidad que va
imponiendo una lucha de clases en desarrollo que, de
esta forma, se transforma en ley. Efectivamente, Mao va
reuniendo y sistematizando la experiencia de una lucha
de clases que toma la forma de lucha armada desde el
comienzo, y aun antes de que el PCC se encuentre en
las zonas rurales de forma significativa, que se realiza
contra un adversario cuya potencia militar es en un
principio inconmensurablemente mayor que la que
los comunistas pueden poner en liza, pero cuya base
social, a su vez, es precaria desde el momento en que
su traición a la revolución nacional consecuente les
empuja a una colusión con el imperialismo, siendo por
ello una lucha armada cuya perspectiva de desarrollo
es prolongada y cuya continuidad exige el concurso
de masas y su encuadramiento, esto es, la erección de
un Poder sostenido sobre un Programa de revolución
agraria.
Todo ello es universal, aun excluyendo de la
ecuación la cuestión democrático-campesina en el
marco de una revolución nacional, lo que no puede
ocultar la necesidad de una participación revolucionaria
activa de las masas, con lo que ello exige, esto es, una
transformación revolucionaria inmediata y efectiva y los
instrumentos indispensables para ésta: un Programa
revolucionario y la fuerza material que lo sustente
y asegure, el Poder y sus fusiles. No obstante, Mao
no da este paso de universalización y, por tanto, de
potenciación del sujeto, sino que permanece apegado
al terreno de la Revolución China. Con toda seguridad,
en las condiciones del Ciclo de Octubre, esto era una
necesidad ineluctable y la forma cómo la RPM y su
autocomprensión se hubieron de abrir paso. Habrá
que esperar, no por casualidad, a los prolegómenos
de la GRCP y a la misma para ver publicado un primer
intento de presentar explícitamente la Guerra Popular
como una teoría universal; intento no muy afortunado
dicho sea de paso.
67 En cualquier caso, esta falta
de un esfuerzo teórico universalista coadyuvará a
que, una vez conquistado el poder en todo el país,
no se plantee la posibilidad de darle continuidad
estratégica a la Guerra Popular como una base de
edificación de la República Popular y de construcción
del Comunismo, facilitando el debilitamiento de la línea
proletaria y la situación en que ésta se encontrará en
1966. Igualmente, e íntimamente relacionado con lo
anterior, la misma falta de sistematización universalista
soslayará la necesidad de asentar el vínculo intrínseco
entre la Guerra Popular y el Partido Comunista, la una
como mecanismo de movilización y encuadramiento de
grandes masas, el otro como mecanismo de elevación
orgánica de esas masas a la concepción comunista
del mundo, difuminando la relación jerárquica
entre ambos elementos. A esto último contribuyó
67. Nos referimos al trabajo de Lin Piao ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, publicado en 1965, y su proyección
economicista-tercermundista.
27
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
decisivamente la propia experiencia de la Revolución
China y del PCC en ella, que hemos referido, con las
masas en movimiento y la guerra campesina ya dadas
por la revolución democrática-nacional, y con esa
dualidad forma-contenido en la estructuración del
Partido en un momento crucial de su constitución. De
nuevo, como en el conjunto del Ciclo, la cuestión se
planteaba como ganar la dirección de un movimiento de
masas dado68, lo que, en el desenvolvimiento concreto
de la Revolución China, en que este movimiento se
encuentra ya y literalmente en pie de guerra, pone en
primer plano la cuestión del Ejército. En este contexto
histórico-objetivo, resulta natural la tendencia de Mao
a identificar el Partido con la lucha armada:
“Puede decirse que la historia de nuestro Partido es
una historia de lucha armada. (…) Separadamente
de la lucha armada, de la guerra de guerrillas, no
se podrá comprender nuestra línea política ni, por
consiguiente, la construcción de nuestro Partido.”
69
Aunque la formulación, en especial su segunda
parte, no es en sí misma incorrecta en abstracto, la
cuestión es que durante el Ciclo de Octubre no se alcanzó
a definir con precisión la diferencia entre constitución y
construcción del Partido, tal y como sólo podía hacerlo la
LR con la perspectiva histórica de que hoy disponemos.
Durante el Ciclo –incluyendo a los que aún hoy no han
salido de su marco ideológico—, en que estos dos
conceptos tendieron a usarse de forma intercambiable,
y en medio de ese desgarrador dualismo señalado para
China, la tendencia militarista a identificar el Partido
con el Ejército y a reducir su actividad a la de dirección
de la lucha armada70 sólo podía ser muy aguda. Es cierto
que Mao esquiva esta tentación, y su célebre y reiterada
insistencia en que “el Partido manda al fusil” da fe de
ello. Pero esta aseveración, plenamente congruente
con el marxismo, provenía además del propio marco de
la Revolución China, del aborrecimiento de la tradición
democrático-revolucionaria nativa, de la que el PCC será
heredero, hacia los señores de la guerra y los militaristas,
representantes de la feudalidad, el sojuzgamiento y la
disgregación nacional de China.
De hecho, el principio
de subordinación de lo militar al poder civil también
era común al KMT, al menos durante su periodo
de participación en la revolución democrática. No
obstante, la propia insistencia de Mao indica que la
tendencia estaba allí, objetivamente determinada por
la realidad concreta de la Revolución China (el propio
KMT acabó bajo el control del Generalísimo Chiang Kaishek) y por la historia del desarrollo y evolución del
sujeto proletario revolucionario chino.
Todavía más, esta tendencia sólo podía verse
reforzada por la propia y correcta aplicación de la
estrategia de Guerra Popular, en la que, necesariamente,
es el Ejército Rojo el que abre paso, el que actúa de
propagandista armado, ensancha el espacio del Nuevo
Poder y organiza militarmente a cada vez más masas. La
cuestión es la fortaleza de la premisa para el que este
ejército actúa como mediador, el Partido Comunista, y el
cómo la comprendamos. Y esta premisa está debilitada
desde el momento en que la Guerra Popular no emana
de la médula de su aparato de dirección política como
acción de Línea sistemática y coherente –y esto es una
clave indispensable para comprender lo que queremos
decir cuando hablamos de desarrollo espontáneo
de la Guerra Popular en China. En las circunstancias
objetivas que se fueron dando en la Revolución China
68. “Dentro de poco, centenares de millones de campesinos en las provincias del centro, el Sur y el Norte de China se
levantarán como una tempestad, un huracán, con una fuerza tan impetuosa y violenta que nada, por poderoso que sea,
los podrá contener. Romperán todas las trabas y se lanzarán por el camino de la liberación. (…) Todos los partidos y
camaradas revolucionarios serán sometidos a prueba ante los campesinos y tendrán que decidir a qué lado colocarse.
¿Ponerse al frente de ellos y dirigirlos? ¿Quedarse a su zaga gesticulando y criticándolos? ¿Salirles al paso y combatirlos?
Cada chino es libre de elegir entre estas tres alternativas, sólo que los acontecimientos le obligarán a elegir rápidamente.”
Investigación sobre el movimiento campesino en Junan; en MAO: O. E., t. I, pp. 19-20.
69. Con motivo de la aparición de El Comunista; MAO: O. E., t. II, pp. 295 y 300.
70. “(…) en China, cuando hablamos de la lucha armada, nos referimos en el fondo a la guerra campesina, y la estrecha
relación del Partido con la guerra campesina y su relación con el campesinado son una y la misma cosa.” Ibídem, pp.
295-296.
28
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
y que determinaron esa forma de estructuración de la
Guerra Popular en una relación muy particular con ese
aparato político referido –esa dualidad–, la tendencia
a que fuera el Ejército Popular de Liberación (EPL)
71
el que fuera percibido como la verdadera vanguardia
y no como un instrumento de mediación, el más
importante ciertamente, de la misma hacia las masas
se hacía inevitablemente muy marcada.
72 Aunque ello,
esta tendencia al trastocamiento de la jerarquía de
las instituciones revolucionarias no era, en principio,
especialmente peligroso para la consecución de la
victoria militar sobre los imperialistas y reaccionarios,
en cambio, mostraría su gravedad posteriormente, a la
hora de la construcción socialista.
Pero todavía hay un elemento más que
contribuía, en este apartado, a debilitar la premisa del
Partido Comunista como director histórico de todo el
proceso revolucionario, que no es otro que el propio
peso que el factor democrático-nacional tenía en la
determinación del carácter de la Revolución China, de
sus detonantes, ritmos y metas objetivos. Ya hemos
hablado algo de ello al referirnos a la relación del
PCC con la burguesía nacional, pero aquí la cuestión
es otra. Si la Revolución China tenía asignada una
tarea de construcción nacional, al menos en tanto
lucha anti-imperialista de una semi-colonia y contra
la disgregación del país, si el movimiento nacional,
incluyendo a su “ejército básico” campesino, estaba
ya en marcha en el momento de intervenir el PCC,
entonces la inercia histórica de esta “tempestad
incontenible” había de abrirse paso, obligando al PCC
a ser también orgánicamente el movimiento nacional
chino. Y como el marxismo nos enseña, el objetivo
básico de todo movimiento nacional es conformar su
Estado nacional, con lo que ello supone en cuanto a la
primacía de su principal soporte orgánico, el Ejército
73,
pues como sabemos, el poder nace del fusil. De nuevo,
aquí aparece en toda su crudeza la premisa histórica
general de todo el Ciclo de Octubre: el entrelazamiento
histórico de las revoluciones burguesa y proletaria y
la necesaria inmadurez revolucionaria del proletariado
que la signaba. Ello es la base histórica que determinó
la aparición y racionalización invertida de los
instrumentos e instituciones del proletariado, de la
relación entre el movimiento revolucionario y el Estado
revolucionario, del Partido Comunista con la dictadura
del proletariado. Nuevamente, nada original sucede al
respecto en China, sino que aquí solamente es mayor
la profundidad y el peso de esta marca de lactancia de
nuestra clase.
De cualquier manera, la experiencia de la
Guerra Popular sostenida sobre la guerra campesina
en un marco de revolución nacional, será, como no
podía suceder de otra manera, fundamental en la
maduración de las concepciones y el estilo de trabajo
del PCC y del propio Mao, concepciones que se
imprimieron indeleblemente en su forma de observar
y abordar la lucha de clases y que ya no abandonarían
su dirección de la Revolución China en ninguna
de sus etapas. En particular, su experiencia con el
campesinado y la revolución democrática en el campo
durante el prolongado periodo de 1927-1949 será
decisiva.
Dejando a un lado la importante cuestión del
contenido de la política de revolución agraria del PCC y
su evolución y modulación en función de las vicisitudes
y necesidades de desarrollo de la Revolución China,
nos interesa especialmente resaltar las cuestiones
cruciales de la composición de clases y la forma de
abordar la estructuración del Nuevo Poder en el campo,
especialmente en la fase de la Guerra Anti-japonesa,
pues durante ella se asentarán las semillas de las que
crecerá, sin solución de continuidad, el árbol de la
victoria en 1949 y la fundación de la República Popular.
Respecto a lo primero, el análisis de Mao hacia
1940, en ese crucial periodo de crecimiento del PCC,
establece su composición cuantitativa de la siguiente
manera:
“(…) los campesinos ricos. Representan alrededor
del 5 por ciento de la población rural (ellos y los
terratenientes representan juntos alrededor del 10
por ciento), y se los denomina burguesía rural. (…)
Hablando en términos generales, pueden contribuir
en algo a la lucha antiimperialista de las masas
71. Aunque la denominación oficial de EPL no fue adoptada hasta julio de 1946, ya en plena Tercera Guerra Civil
Revolucionaria, usando las fuerzas armadas revolucionarias otros nominativos anteriormente (Ejército Rojo, VIII
Ejército…), de ahora en adelante, por comodidad, usaremos indistintamente su nombre definitivo cuando nos refiramos
específicamente al ejército de los revolucionarios chinos.
72. Indicativo de esta tendencia objetiva es la particular prevención de Mao: “Los cuadros militares ante todo tienen que
darse cuenta de su propia responsabilidad y ser modestos en su actitud hacia los cuadros civiles; sólo de esta manera
pueden crearse condiciones para el feliz cumplimiento de nuestras tareas de combate y de construcción en las bases de
apoyo.” Rectifiquemos el estilo de trabajo en el Partido; en MAO: O. E., t. III, p. 43.
73. Sin necesidad de recordar Valmy y el 1792, Guillermaz concluye a este respecto: “(…) a pesar del aumento de un
auténtico patriotismo, el ejército [del KMT] no se había convertido todavía en la expresión más pura y más entusiasta
de la nación. Precisamente, por la idea misma del papel del ejército en la sociedad, se afirmó la superioridad de los
comunistas. Y esta superioridad se haría tan grande que llegaría a sorprender a los propios interesados. Esperaban diez
años de guerra civil y fueron suficientes dos para consumar la ruina militar del gobierno.” GUILLERMAZ: Op. cit., p. 372.
Al respecto, un breve apunte sobre Guillermaz. A pesar de su abierto anti-comunismo, esta referencia indudablemente
laudatoria, proviniendo de un historiador burgués, hacia los comunistas chinos es una muestra del carácter más o menos
objetivo de su obra, rica en datos sobre la historia del PCC.
29
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
campesinas y mantenerse neutrales en la lucha
revolucionaria agraria contra los terratenientes.
(…) los campesinos medios. Representan alrededor
del 20 por ciento de la población rural. (…) No sólo
pueden incorporarse a la revolución antiimperialista
y la revolución agraria, sino también aceptar el
socialismo. Por eso, los campesinos medios en
su totalidad pueden ser un aliado confiable del
proletariado y una parte importante de las fuerzas
motrices de la revolución. (…) los campesinos pobres.
Ellos y los asalariados agrícolas representan juntos
alrededor del 70 por ciento de la población rural. Los
campesinos pobres son las vastas masas campesinas
sin tierra o con muy poca tierra, el semiproletariado
rural, la mayor fuerza motriz de la revolución china,
el aliado natural y más confiable del proletariado y
el contingente principal en las filas de la revolución
china.”
74
Independientemente de lo correcto del análisis
de Mao y de su congruencia con una Revolución de
Nueva Democracia, en la que el primer objetivo no
es el capitalismo y la propiedad privada en general75,
con lo que ello permite de agrupamiento en torno
al proletariado de un amplio abanico de fuerzas de
clase heterogéneas, lo que llama la atención es ese
porcentaje del 5-10% de elementos hostiles, junto a
intermedios entre la revolución y la contrarrevolución
de los que puede caber esperar una cierta neutralidad
en determinada etapa de la revolución. Estrictamente,
siguiendo a Mao, el sector innegociablemente hostil,
los terratenientes, representaría el 5% de la población
rural. Es interesante retener estos porcentajes y
subrayar cómo coinciden con el número de depurados
del PCC durante esa “semilla de la GRCP”, referida más
arriba, que fue la campaña de rectificación de 1942:
entre el 5-10% de expulsados, lo que podría ser un
perfecto reflejo de la suma de elementos hostiles y
del sector más derechista de esos intermedios entre
revolución y reacción.
En este sentido, observemos cuál es la
composición de los órganos de Poder en las bases
de apoyo anti-japonesas de este periodo que Mao
recomienda:
“De acuerdo con el principio del Poder de frente
único nacional antijaponés, la distribución de
puestos debe ser de un tercio para los comunistas,
un tercio para los progresistas de izquierda y un
tercio para los elementos intermedios que no son de
izquierda ni de derecha.”
76
De nuevo, en principio no hay nada que objetar
a esta composición heterogénea de la representación
política y la estructura estatal, adecuada para el desarrollo
de las relaciones mercantiles, mecanismo inmediato
para el crecimiento de la producción y, especialmente,
para asegurar la cohesión política del bloque de clases
democrático en este periodo de la revolución. La clave,
por supuesto, es la dirección política del proletariado
revolucionario, asegurada por la preeminencia del
Partido Comunista
77 y, especialmente en China, por
su identificación con los organismos militares de la
revolución. La vocación nacional de esta estructura de
poder es subrayada por Mao
78, pero de nuevo, lo que
nos interesa resaltar es esa estructura tríplice del poder,
fundada sobre la reunión de elementos externos entre
sí, que volveremos a encontrar en el futuro desarrollo
de la Revolución China.
III.4. Recapitulando
En definitiva, y como conclusión, hemos
comprobado, siguiendo escrupulosamente a Mao,
que en China se dio la constitución de un auténtico
Partido Comunista. En el país asiático, efectivamente,
se articula la vinculación del marxismo históricamente
existente con un movimiento de masas donde el
proletariado juega un papel central cualitativamente
determinante, pero cuyo peso cuantitativo debe
hallarse en congruencia con la estructura de clases del
país y la fase objetiva por la que atraviesa la revolución.
Este complejo de relaciones objetivas se desarrolla
en el proceso social que lleva desde una vanguardia
teórica a las grandes masas, imbricado con el proceso
74. La revolución china y el PCC; en MAO: O. E., t. II, p. 335.
75. Ibídem, p. 338.
76. El problema del poder en las bases de apoyo antijaponesas; Ibid., p. 436.
77. Efectivamente, la Revolución de Nueva Democracia es parte de la RPM y prepara el mejor terreno posible para el
paso sin solución de continuidad a la dictadura del proletariado, al socialismo, fundamentalmente por la cuestión de la
hegemonía y dirección políticas del proletariado revolucionario, con el correspondiente sustento ideológico que ello
implica. sta es una de las enseñanzas anti-economicistas clave de la experiencia leninista en la revolución democrática,
y que Mao recoge cuando sitúa los elementos de la Nueva Democracia que anuncian el socialismo primeramente en
factores esencialmente políticos: “el creciente peso específico del proletariado y el Partido Comunista” y la “hegemonía
reconocida del proletariado y del Partido Comunista” (aunque hay que decir que en tercer lugar sitúa el sector estatal de
la economía como “elemento socialista”). La revolución china y el PCC; Ibídem, p. 342.
78. A finales de 1935, tras el Movimiento del 9 de Diciembre y cuando las hostilidades con Japón crecían ostensiblemente,
Mao escribía: “¿Por qué convertir la república de obreros y campesinos en una república popular? Nuestro gobierno no
sólo representa a los obreros y campesinos, sino a toda la nación. (…) la situación actual exige que reemplacemos esta
consigna por la de ‘República popular’. Ello se debe a que la invasión japonesa ha alterado las relaciones de clase en
China y ha creado la posibilidad de que participe en la lucha antijaponesa no sólo la pequeña burguesía sino también la
burguesía nacional.” Sobre la táctica de lucha contra el imperialismo japonés; en MAO: O. E., t. I, p. 181.
30
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
de progresiva concreción ideológica que transita desde
la universalidad general de la teoría marxista-leninista
a su fusión con “la práctica de la revolución china”,
por recordar la fórmula con la que Mao se refiere al
Programa.
No obstante, este esquema universal
inevitablemente sólo forma el esqueleto, la columna
vertebral de un organismo cuyo complejo de fibras y
tejidos adopta la rica forma determinada necesariamente
por el contexto histórico y político concreto en que se
desenvuelve.
Dos elementos son decisivos aquí para
que esta estructura universal adopte las orientaciones
que, para bien o para mal, determinarán el devenir
específico de la Revolución China. Uno, de carácter
objetivo, referido a las condiciones materiales de China,
es ese peso del factor democrático-nacional en ese
hondo y profundo de la RPM en su viraje histórico hacia
Oriente. Ello, por un lado, obliga al PCC a integrar en
sí mismo el movimiento nacional del pueblo chino y
fuerza a una preeminencia de lo militar en su desarrollo
y estructuración, expresión necesaria de la nación en
armas que exige la revolución anti-feudal, anti-colonial
y anti-imperialista, pero, por otro, de acuerdo con
ese viento del Este y con esa profundidad, permite el
afloramiento de la Guerra Popular desde la dirección
comunista de la guerra campesina, contribuyendo
decisivamente a la emergencia del sujeto histórico
proletario.
Esta tendencia objetiva que parece arrastrar al
PCC a su identificación con el Ejército, más que ser la
firme mano que asiera el fusil como su instrumento, es
favorecida por otro elemento, esta vez subjetivo, que
es la historia de la evolución del MCI durante el Ciclo de
Octubre y la forma de integración del PCC en el mismo.
Hacia 1927 el PCC se apresta a encarar el momento
culminante de su constitución, cuando la vanguardia se
ha fundido con la masa del proletariado chino y debe
buscar la manera de conectar con una fuerza decisiva,
esto es, con esa gran masa de la Revolución China que
será el campesinado. Precisamente en ese momento
clave, un primer estancamiento de la RPM se conjuga
congruentemente con el dominio del oportunismo de
derechas en el PCC, favoreciendo el desastre de ese
fatídico año y su expiación “izquierdista” posterior.
El golpe asestado justo en el momento de tomar
definitivamente tierra desequilibra al PCC, tal vez para
siempre, pues no sólo debilita decisivamente su sostén
proletario urbano, expulsándolo de las ciudades por
más de veinte años –lo que, probablemente, no dejará
de tener un impacto a largo plazo en la posterior
construcción socialista–, sino que, e incluso más
decisivo, determina la precariedad de las condiciones
de su conexión y fusión con las grandes masas de la
Revolución China
79, establecida más por la necesidad
de la supervivencia física, que por un plan colectivo
sistematizado. Ese plan estaba germinando en Mao
en la época previa a 1927, pero no puede imponerse y
madurar por medio de un proceso unificado de debate
y elaboración colectiva, sino que, cual salvavidas, debe
cursarse precipitadamente, aun por encima de instancias
claves del propio PCC. Es esa dualidad de estos años
decisivos que, si no afecta a la esencia y al contenido de
la fusión del marxismo existente con la práctica social
concreta como movimiento revolucionario, sí acarrea
deformidades en la forma del organismo que pesarán
sobre el resto de su periplo vital.
Aun con estas taras de nacimiento e infancia,
el cuerpo del proletariado revolucionario chino se
mostrará arrolladoramente vigoroso y solvente para
imponerse sobre sus decrépitos adversarios en la etapa
democrática de la revolución. Pero en ésta consumirá su
juventud y alcanzará la madurez, época en la que todo
organismo ve mermada ya su capacidad de adaptación,
en que su visión del mundo ya está asentada y es más
arduo asimilar nuevas ideas. De este modo, cargado
de cicatrices y con todo el peso de este itinerario a sus
espaldas, es como el proletariado revolucionario chino
deberá encarar la grave responsabilidad del pionero
con la que de nuevo le distinguirá la severa y exigente
historia de la RPM.
IV. Entre el viento del Oeste y el viento
del Este:
1949-1966
Pero antes de llegar a ese momento culminante
y decisivo, queda otro tramo de camino que irá
disponiendo la situación de los actores sobre las
79. Mao, a principios de 1930, en el necesario combate contra el pesimismo resultante de esta situación, reconocía no
obstante el quebranto sufrido: “Después de la derrota de la revolución en 1927, las fuerzas subjetivas de la revolución
han quedado, en efecto, considerablemente debilitadas. Es muy poco lo que resta de ellas, y resulta natural que aquellos
camaradas que juzgan las cosas sólo por las apariencias tengan ideas pesimistas.” Una sola chispa puede incendiar la
pradera; Ibídem, p. 127.
31
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
tablas para la representación final del drama de la
Revolución China. Pasaremos sobre este periodo
rápida y discretamente, limitándonos a señalar sus, a
nuestro juicio, elementos fundamentales y dejando
para el futuro la necesidad de prestarle, en el marco
del completo Balance del Ciclo de Octubre, la atención
debida.
Este periodo está marcado por el borrascoso
soplo de vientos cruzados que entrechocan
violentamente entre sí, desgastando inevitablemente
la salud de nuestro protagonista y de su magullado
organismo.
Si, de acuerdo con la poética metáfora de
Mao, hemos definido el viento del Este como el aire
fresco que oxigena y vigoriza la subjetividad proletaria,
verdeándola y rejuveneciéndola, podemos definir, al
contrario, el viento del Oeste como la fétida atmósfera
de los esquemas anquilosados; como la huracanada
ráfaga que empuja infatigablemente al mundo a lo que
debe ser naturalmente de acuerdo con el avasallador y
alienante objetivismo de la acumulación capitalista y sus
probadas e impersonales dinámicas de reproducción;
viento que domina siempre que se relaja el esfuerzo
consciente de mantener la proa de la revolución hacia
el Levante. Y es que como declaran los maoístas:
“El presidente Mao ha dicho: ‘ir contra la corriente
es un principio del marxismo-leninismo.’”
80
Esquemáticamente, podemos dividir estos
diecisiete años en la historia de la Revolución China
como dominados alternativamente por estos vientos
en colisión en dos periodos interpuestos para cada
uno. El viento del Oeste se impondrá durante la etapa
de 1949-1956 y, de nuevo, en 1959-1962, mientras que
el viento del Este sopla con fuerza para 1956-1959 y,
otra vez, entre 1962-1966 empujando a la tempestad
revolucionaria de la GRCP. Por supuesto, esto es un
esquema, y el dominio de ninguno de los vientos es
siempre pleno, sino que encuentra resistencias y brisas
contrarias aun en sus periodos de preeminencia. No
obstante, la tendencia general es a una continuada
orientación hacia la oscuridad del Poniente en este
prolongado pulso, que forzará a los maoístas a un
intento radical de invertir la marea en 1966.
El primer, y decisivo, periodo de dominio del
viento del Oeste, hasta 1956, se caracteriza por dos
corrientes estrechamente entrelazadas: la adopción
mecánica del esquema soviético de industrialización
acelerada durante el primer plan quinquenal chino,
es decir, el modelo de acumulación intensiva propio
de la revolución industrial que el Partido Bolchevique
trató de aplicar conscientemente, pero que finalmente
contribuyó decisivamente a sumergirlo, y, en segundo
lugar, la tendencia a la estructuración del Estado más
acorde con ese modelo económico de potenciación
y profundización de la división social del trabajo:
un
aparato burocrático cada vez más separado de las masas
e inmerso en su dinámica administrativa autosuficiente,
correlativa a la de su basamento económico.
Como
decimos, ambos aspectos, el económico y el político,
son estrictamente indesligables. En cuanto a lo primero,
su adopción por los revolucionarios chinos se enmarca
en el general estadio de inmadurez e inexperiencia
histórica con el que el proletariado afrontó el Ciclo
de Octubre, potenciado por el prestigio que aún
conservaba la URSS en ese momento como pionera de
la construcción socialista. Otra vez, esta inexperiencia
era más aguda en el caso chino, como el mismo Mao
reconocía.
81
Varios factores confluyen en este proceso, pero
la clave, ya indicada, es que la dirección revolucionaria
china “dejó de lado” la Guerra Popular como una base
estratégica también de construcción socialista. Ya
hemos apuntado alguna razón, quizá la más importante
–esa falta de sistematización universalista de la Guerra
Popular–, pues tiene que ver con la disposición y
comprensión del sujeto revolucionario respecto a
su carácter y al de sus tareas. También las taras de
nacimiento señaladas, alrededor de esa dualidad en
el desarrollo del PCC aparecen aquí: efectivamente, la
derrota de 1927 expulsó al Partido de las ciudades y le
privó de una experiencia valiosísima justo cuando había
80. Cfr. SNOW, E. China: La larga revolución. Alianza Editorial. Madrid, 1974, p. 310.
81. En vísperas de la fundación de la República Popular, en el verano de 1949, Mao escribía: “Los veintiocho años de
vida de nuestro Partido constituyen un largo periodo, en el cual sólo hemos hecho una cosa: hemos logrado la victoria
fundamental en la guerra revolucionaria. (…) Tenemos por delante una seria tarea de construcción económica. Pronto
dejaremos a un lado algunas de las cosas que conocemos bien y nos veremos obligados a ocuparnos de cosas que no
conocemos bien. He aquí la dificultad. Los imperialistas calculan que no seremos capaces de administrar bien nuestra
economía; nos observan desde la orilla, esperando nuestro fracaso. (…) El Partido Comunista de la Unión Soviética es
nuestro mejor maestro y debemos aprender de él.” Sobre la dictadura democrática popular; en MAO: O. E., t. IV, pp. 437-
438.
32
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
de desarrollarse y madurar; ciudades que precisamente
van a convertirse en los centros administrativos
principales del nuevo régimen. Mao era perfectamente
consciente de esta debilidad, que obligará a la
utilización del viejo aparato administrativo.82 También,
por esa dualidad indicada y por el peso objetivo y
directivo del factor militar en la Revolución China, en
las propias bases de apoyo se observa la tendencia del
sector civil del movimiento revolucionario a una cierta
especialización administrativa y burocrática, algo que
también impulsa a Mao a promover esas campañas de
rectificación.
Otros factores que confluyen en esta
inconveniente articulación del nuevo régimen tienen
que ver con la señalada entidad del factor democráticonacional en el triunfo de 1949 y se refieren al peso
necesario de la burguesía nacional en los aparatos de
poder político, incluso en las bases de apoyo rurales
durante la guerra, a pesar de las restricciones formales
83;
y en las administraciones económica y cultural,
tendencia que va a ser profundizada en los primeros
años de la República Popular, por la propia dirección que
toma la organización de la economía84 y esa confusión,
recurrente durante el Ciclo, de la estatalización de
los medios de producción con su socialización. A este
hecho se suma el rápido derrumbamiento del KMT
desde 1948, trufado de deserciones masivas de tropas
y altos mandos que pasan a engrosar las filas del EPL.
Este abrupto colapso hace que gran parte del país caiga
en manos del PCC sin una experiencia de sedimentación
organizativa similar a la que había podido tener en
sus bases de apoyo tradicionales. A todo ello hay que
añadir la avalancha de nuevas incorporaciones al PCC
tras la victoria, inevitablemente motivadas en gran
parte, más que por firmes convicciones ideológicas, por
las ventajas materiales que la incorporación al Partido
podía deparar, con lo que ello tenía de refuerzo de la
tendencia de éste a convertirse en aparato técnico de
gestión administrativa. 85 Indudablemente, no obstante,
el largo periodo de experiencia en las bases de apoyo,
algo de lo que los bolcheviques carecieron por completo,
a pesar de la forma repentina que adopta la liberación
final del conjunto del país, fue un factor objetivo que
ayudó a la línea proletaria a preservar ciertas posiciones
y fortaleza, aun a pesar de sus limitaciones.
Finalmente, como colofón, dado el peso decisivo
de este elemento en la conformación y evolución del
movimiento comunista chino, aparecen las reformas
que durante los 1950 se realizan en el EPL, motivadas
por el prestigio soviético y las supuestas lecciones de
la Guerra de Corea, tendentes a su profesionalización
y especialización técnica para una guerra convencional
regular de grandes unidades.
En definitiva, todo ello, en gran parte inevitable
por los condicionantes históricos objetivos de la
RPM en general y de la propia Revolución China en
particular86, creaba un caldo de cultivo idóneo para el
alumbramiento y desarrollo de una nueva burguesía
y fortalecía las posiciones del revisionismo en el seno
del PCC, exactamente igual a como había sucedido en
la URSS. Esta situación, además, se vio agravada por la
forma en que el PCC asumió el revés de ese auténtico
soplo del “viento del comunismo” que fue el Gran Salto
Adelante y que precarizó las posiciones de la línea
maoísta en la estructura del Partido.87 Ello, a pesar del
contraataque de Mao desde 1962, que allana el terreno
para la GRCP, dejaba a éste en una situación frágil en
la cúpula del PCC incluso en vísperas de la Revolución
Cultural Proletaria.
88
Del otro lado, en la cuenta del viento del Este
cabe anotar dos sucesos de extraordinaria importancia,
que marcan uno de los puntos álgidos en el devenir del
Ciclo de Octubre: el balance que los comunistas chinos
emprenden de la experiencia histórica del socialismo,
de la práctica de la dictadura del proletariado, en el
marco de la Gran Polémica con el revisionismo soviético,
82. “Hay que ser muy prudente en la liquidación de los órganos de dominación del Kuomintang, arrestar sólo a los reaccionarios
principales y no implicar a demasiadas personas.” Telegrama a la comandancia del frente de Luoyang después de la reconquista
de la ciudad; en MAO: Op. cit. p. 255. En este sentido, años más tarde Mao hablará de cómo las fuerzas revolucionarias “se
dispersaron cuando llegaron a las ciudades”; MARTIN: Op. cit., p. 147.
83. GUILLERMAZ: Op. cit., p. 244
84. CAVENDISH; GRAY: Op. cit., p. 43 y 129.
85. Algunas cifras manejadas respecto a este crecimiento hacen pasar la militancia del PCC de menos de 3 millones en
1947 a unos 20 millones en 1958. KAROL, K. S. La segunda revolución china. Seix Barral. Barcelona, 1977, pp. 139-140.
Inevitablemente, las alarmas se disparaban y se repetían las prevenciones en los mismos términos literales que en la época del
gran aluvión de nuevos miembros en Yenán, ya referido. Así, en 1956, Mao se inquietaba así: “En nuestro Partido, por ejemplo,
hay actualmente muchos militantes que en lo orgánico han ingresado al Partido, pero ideológicamente no.” Fortalecer la
unidad del Partido y continuar sus tradiciones; en MAO: O. E., t. V, p. 345.
86. Y que habla a favor de la tesis leniniana sobre la mayor facilidad para comenzar la revolución en los países atrasados, pero
de la mayor dificultad para continuarla y culminarla allí, y en contra del intento de Mao de revisarla en clave economicista.
Véase, por ejemplo: La Tercera Internacional y su lugar en la historia; en LENIN: O. E., t. IX, pp. 408-409; para la crítica del
revolucionario chino: MAO: La construcción del socialismo, p. 77.
87. El propio Mao asumía descarnadamente las responsabilidades al respecto; MARTIN: Op. cit., p. 163
88. “En aquella época, la mayoría no estaba de acuerdo con mi punto de vista y durante un cierto tiempo permanecí aislado.
Decían que mis puntos de vista estaban pasados de moda (…). Tras un cierto debate, conseguí conquistar el consenso de poco
más de la mitad de los compañeros.” Cfr. VV. AA. China después de Mao. El viejo topo. Barcelona, 1978, p. 134.
33
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
y la primera aplicación práctica de las enseñanzas de
las incipientes conclusiones obtenidas: el Gran Salto
Adelante. Nos limitaremos a indicar la importancia
de que la vanguardia proletaria hoy preste especial
atención a estos acontecimientos. El punto de inflexión
que pone en guardia a los comunistas chinos es el XX
Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Aunque pasará un tiempo hasta que se comprenda
el verdadero carácter capitalista de la forma social y
política que ha madurado –efectivamente, “un río no
se congela en una noche de frío”– y se ha venido a
implantar definitivamente en la URSS, los comunistas
chinos se embarcan en un trabajo de estudio y
reflexión que será uno de los pilares fundamentales
que sostendrán el edificio de la GRCP. Una muestra
histórica de la potencialidad del ejercicio de Balance,
sobre la que los comunistas honestos deberían meditar,
es que gracias a la propaganda pública de este debate,
de esta lucha de líneas en el MCI, se creará un estado
de opinión que permitirá que el siguiente ciclo de crisis
social y política que estalle en China se canalice hacia la
izquierda, en una oleada revolucionaria sin precedentes
que tendrá un impacto mundial alrededor de 1968.
De este modo, el ejercicio de balance es soporte de
la más alta experiencia revolucionaria del Ciclo de
Octubre. Compárese a los resultados de casi diez años
de economicismo y productivismo que dieron lugar,
durante la crisis de 1956-1957, a una auténtica floración
derechista, que incluyó, desde las mismas universidades
que diez años más tarde serían un foco revolucionario,
la agitación en pro de la insurrección armada contra el
Estado socialista –no contra su posible degeneración o
usurpación revisionista.
89
Respecto al balance que realiza el PCC, en
el marco del cual podemos encontrar algunos de los
más inspiradores pasajes de Mao, baste señalar que
su columna vertebral es un desplazamiento del eje de
gravedad fundamental de la sociedad de transición,
del socialismo, del periodo histórico de construcción
del Comunismo, desde la problemática productivista y
económica hacia la cuestión del sujeto, de la dirección
ideológica y política y su forma de articulación; esa,
como dicen los revolucionarios chinos, “primacía de la
política”.
Durante este debate, los comunistas chinos
desempolvan algunos de los principios fundamentales del
marxismo, ya antiguos pero que habían sido sepultados
por décadas de rutinarias inquietudes economicistas y
productivistas: la continuación de la lucha de clases y
de la dictadura del proletariado bajo el socialismo, el
principio anti-determinista de que en esta etapa no está
aún decidido quién vencerá, la importancia clave de la
activa implicación de la clase proletaria en su propia
liberación, etc. Asimismo, profundizan en congruencia
con el marxismo respecto a la comprensión de las bases
materiales que propician el surgimiento de una nueva
burguesía en esta sociedad de transición, recuperando
la problemática marxista clave en torno a la división
social del trabajo. No obstante, de nuevo, los límites
objetivos generales del Ciclo de Octubre, sus premisas
compartidas por absolutamente todas las corrientes del
MCI que cristalizaron durante él y su expresión específica
en China ponen barreras a este balance e impiden que
la ruptura con las concepciones economicistas sea
completa. Entre otros límites, cabe destacar el que los
maoístas no consiguieron desembarazarse del todo de
la concepción del socialismo como formación social y
modo de producción específico y sustantivo (en vez de
como sociedad de transición en que conviven en pugna
elementos de lo viejo y de lo nuevo), definido además
fundamentalmente por las relaciones jurídicas de
propiedad.
90 Estos límites tendrán graves consecuencias
en el momento de la última y decisiva prueba de fuerza
entre la revolución y la contrarrevolución en China
91,
pero, en cualquier caso, el balance contribuye al rearme
ideológico de los comunistas chinos y les dispone para
desatar una tormenta revolucionaria sin parangón en la
89. GUILLERMAZ, J. El Partido Comunista Chino en el poder (1949-1973). Península. Barcelona, 1975, p. 156.
90. De hecho, hay que decir que la formulación sobre la “continuidad de la dictadura del proletariado en el socialismo” es
problemática, ya que rigurosamente la esencia de éste, el socialismo, se reduce a aquélla, la dictadura del proletariado; pero
ésta es la manera que los comunistas chinos encontraron para intentar salir del atolladero de la teoría del modo de producción
socialista, residuo que, como se ve, permanecerá en sus concepciones, con su consiguiente fase de transición al mismo –
periodo al que tendía a quedar constreñida la dictadura del proletariado–, cuyos orígenes se encuentran en el economicismo
de la II Internacional y que fueron contradictoriamente incorporadas por los bolcheviques. Al respecto, véase, de nuevo:
Colectivo Fénix: Stalin. Del marxismo al revisionismo.
91. Valga un ejemplo de las consecuencias políticas de esta teoría del supuesto modo de producción socialista: se denuncia
que, de la mano de Jruschov, “la burguesía soviética ha implantado su dictadura”, pero, a la vez, se considera que esta dictadura
sólo “abre el camino para la restauración del capitalismo”. Polémica acerca de la línea general del movimiento comunista
internacional. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1965, pp. 470-471 y 488. Evidentemente, como demostrará la GRCP, la
línea a seguir será muy diferente si se percibe que lo que hay que combatir es todo un entramado de relaciones y estructuras
sociales y políticas, o bien sólo a una “camarilla” de individuos que “abre el camino” para la implantación de tales relaciones.
34
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
historia de la humanidad.
Como decimos, el Gran Salto Adelante en
1958 será una primera aplicación de algunas de estas
lecciones, en un intento a gran escala de implicar
a las masas en la construcción económica y en la
administración del Estado con la creación de millares de
comunas populares. Si bien ha tendido a considerarse
un fracaso, empezando porque la relación de fuerzas
entre las líneas al interior del PCC impuso similar
valoración incluso entre los propios comunistas chinos,
hay que decir que, si ya la categoría de “fracaso” sólo
puede tener un valor relativo desde una perspectiva
dialéctica del desarrollo de la materia, tal juicio se
funda en concepciones productivistas, cuya profesión
de fe compartida debilitaba la línea proletaria dentro
del PCC. Pero incluso en ese dominio el “fracaso” es
relativizable92: efectivamente, el Gran Salto Adelante
culminó la colectivización de la agricultura china que,
tras las calamidades naturales de los primeros años,
solucionó el endémico y secular problema del hambre
en China. En cualquier caso, dejamos la definitiva
valoración de este episodio al desarrollo del Balance de
la experiencia histórica de la RPM que proponemos a la
vanguardia.
Por último, la lucha de dos líneas que la izquierda,
en posición precaria, emprende en la dirección del PCC
permite atisbar a Mao el enraizamiento del revisionismo
en las estructuras del PCC y el Estado, vigorizado por las
orientaciones y factores señalados. Además, esta lucha
permite a los maoístas cobrarse algunas piezas, como la
destitución del impulsor de las reformas de los años 50
en el EPL, Peng Teh-huai, en el Pleno de Lushan de 1959
y su reemplazo por Lin Piao, que desde 1960 impulsará
una política para retornar al EPL a sus tradiciones
de la guerra revolucionaria: supresión de rangos,
reorientación guerrillera, mayor imbricación con las
masas y el trabajo productivo, etc.; además de iniciar
campañas de estudio del pensamiento Mao –expresión
de las cuales será el famoso Libro Rojo de citas, del
que Lin Piao será el compilador– en el interior del EPL.
Desde 1964 estará en marcha la campaña “aprender
del EPL”, que será uno de los centros aglutinantes de los
impulsores de la GRCP dentro del PCC. El otro foco de
acción de la izquierda en estos años que preparan en
lo inmediato la GRCP será el campo, escenario principal
donde se despliegan a partir de 1963 empresas como
el Movimiento de Educación Socialista y los Cuatro
Saneamientos, que, en la tradición de las campañas de
rectificación, buscan mejorar la calidad de los cuadros
del Partido en el campo y asentar la colectivización.
En estas escaramuzas se irá destacando la figura de
Liu Shao-chi como principal figura antagonista de Mao
y cabeza de la línea derechista, bien arraigada en el
aparato del Partido y de la administración del Estado:
tal es ya el peso de las limitaciones del paradigma de
Octubre y tan abrumadoras las consecuencias del
predominio de su expresión.
V. La Gran Revolución Cultural
Proletaria
V.1. La segunda juventud de la revolución
En los inicios de la gran ola revolucionaria
que iba a desatar el mayor movimiento de masas que
ha visto la historia, conmocionando toda China entre
1966 y 1969 y cuyos incandescentes rescoldos no se
apagarían definitivamente hasta 1976, Chiang Ching, en
un discurso ante un entusiasmado auditorio de guardias
rojos, en una sentencia que concentra muchas de las
paradojas que iban a malograr la GRCP, declaraba:
“Vosotros sois la juventud revolucionaria, vosotros
conocéis el pensamiento de Mao mejor que nadie.
Sois la nueva generación revolucionaria. Nosotros
no podemos dirigiros, porque esta situación no tiene
precedentes. ¡Cread el mundo moderno! Nos falta
esta experiencia y nosotros no podemos dirigiros.
Pero os apoyaremos.”
93
Contrariamente a lo que expresaba su esposa,
para Mao la situación en la primavera de 1966 y en los
años precedentes debía de tener un inconfundible aroma
familiar. Efectivamente, aislado del aparato político del
PCC y en minoría en sus órganos de dirección, se veía
obligado a observar cómo se impulsaba una política que
indudable e inevitablemente llevaba a China a repetir lo
sucedido en la URSS, a la restauración del capitalismo.
De nuevo, la misma dualidad, la misma distancia y el
mismo enfrentamiento entre la línea revolucionaria
y el aparato político que debía implementarla que
en los años críticos de 1927-1931. Muchas cosas
habían cambiado desde entonces, empezando por
su indiscutible prestigio y autoridad personales, que
reforzaban su posición y ensanchaban su campo de
maniobra; pero también sus rivales de ahora eran más
poderosos, sostenidos, no ya sobre el ascendente de
su vinculación con unas instituciones revolucionarias
radicadas en un lejano país extranjero, sino sobre un
mastodóntico aparato organizativo que se insertaba
sobre el cuerpo de la administración burocrática
de todo un Estado y cuya capacidad para puentear
administrativamente su prestigio personal estaba más
92. Cosa que también han hecho autores desde el exterior del movimiento comunista. Véase, por ejemplo: KAROL: Op. cit.,
pp. 98-100.
93. Cfr. MEHNERT, K. Pekín y la nueva izquierda. Zero. Madrid, 1972, p. 86.
35
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
que probada.
94
En tales circunstancias el recuerdo de esos
años clave, hacía más de tres décadas –en los que se
hallan algunas de las principales semillas de la actual
situación—, con toda probabilidad se tenía que hacer
sentir en Mao. Y la cuestión es que, más allá de que
obedeciera a un plan determinado sistemáticamente de
antemano, o fuera la forma material que encontró la
izquierda para abrirse paso en la correlación de fuerzas
dada entre las dos líneas en el seno del PCC, la táctica
que objetivamente Mao va a implementar también va
a reproducir casi al detalle su línea de actuación de
1927-1931.
Al igual que en esos años, la línea revolucionaria
se empieza a aglutinar, articular y cohesionar desde
el debate abierto y la crítica de las desviaciones y
del revisionismo. Si entre 1926-1930 fue la crítica
al economicismo, ciego ante el campesinado, y al
insurreccionalismo, ahora había sido la crítica al
economicismo y al productivismo en la construcción
socialista, aun con todas sus limitaciones, proyectada
en la figura de la URSS. Hay que recordar que en ambos
casos, la lucha ideológica apuntaba a la potenciación
del elemento subjetivo y creativo en la revolución
proletaria.
Más aun, al igual que entonces, la táctica de
Mao, más allá de escarceos y escaramuzas, como el
Pleno de Lushan, más que lanzar un ataque frontal
contra el cuerpo político de la línea derechista, parece
decantarse por una acción periférica de acumulación
de fuerzas, que asegure y asiente su retaguardia
estratégica.
Y precisamente, al igual que a finales de
los 1920, va a creer encontrar esa retaguardia, esas
bases de apoyo, en el EPL y en el campo, con esas
designaciones y esas campañas que hemos visto más
arriba. De hecho, precisamente en el Pleno de Lushan
de 1959, en una admonición que indica que Mao no
dejaba de tener muy en cuenta la experiencia de los
años de Revolución de Nueva Democracia, el líder chino
llegaría a decir:
“Si aparecieran 700.000 artículos en la prensa,
reflejando solamente las cosas malas, entonces ya
no sería el proletariado sino el estado burgués (…).
En un caso así me marcharía al campo y dirigiría a
los campesinos con el fin de provocar la caída del
gobierno actual. Si nuestro ejército popular de
liberación no me siguiera, organizaría un ejército
rojo, otro ejército de liberación. Pero creo que el
ejército de liberación me seguiría.”
95
Sólo entonces, aglutinado un sector del PCC,
minoritario en los aparatos pero significativo, y sintiendo
segura su retaguardia tras las campañas de rectificación
en el campo y las nuevas dirección y política en el EPL,
Mao y la izquierda del PCC apuntan a las ciudades,
centros administrativos del Estado y bastiones de la
derecha, que se asienta en ellos.
En esta dirección, con vistas al asalto definitivo,
se empieza a avivar la Revolución Cultural. Señalando
que este concepto puede encontrar bases históricas
en el movimiento comunista previas a la revolución
proletaria en China, especialmente en los últimos
escritos de Lenin de los años 1922-1923, subrayaremos
ahora el hondo calado de esta categoría en la tradición
revolucionaria china. Ella no sólo es una constante en
los escritos de Mao en su dirección de la Revolución
de Nueva Democracia, sino que recordemos que
para el revolucionario chino el paso a esta fase, la
transformación de la vieja revolución burguesa en
una de nuevo tipo dirigida por el proletariado, viene
antecedida por una auténtica revolución cultural, cuya
gran cristalización política será el Movimiento del 4 de
Mayo, movimiento intelectual y urbano que es la matriz
del movimiento comunista chino.
96 Por tanto, esta nueva
alusión y promoción de la revolución cultural quizá
sea mejor entendida si nos quitamos las anteojeras
superestructurales y la comprendemos, no tanto como
una acción dirigida al compartimento de la “cultura” en
el sentido estrecho de la acepción
97 (no obstante, hay
que reconocer que a ello contribuyen las ambigüedades
inducidas por las propias limitaciones del balance chino
de la experiencia soviética, que volveremos a encontrar
más adelante), aunque ésa pueda ser su primera
manifestación fenoménica, sino como un llamamiento
profundo al desarrollo de un verdadero movimiento
revolucionario urbano, a la promoción de una nueva
generación de intelectuales de vanguardia que pueda
94. Además del testimonio antes reproducido respecto a su posición minoritaria en la dirección del PCC hasta las mismas
vísperas de la explosión de la GRCP, el propio Mao se había quejado también de que, desde 1959, el mismo Secretario
General, Teng Hsiao-ping –el calificado como “Jruschov número dos de China” durante la GRCP—, había dejado de informarle.
GUILLERMAZ: EL PCC en el poder, p. 134.
95. MARTIN: Op. cit., p. 158. El contexto son los agrios debates en torno a la valoración de la experiencia del Gran Salto
Adelante y las comunas populares, cuya recepción por la dirección del PCC ya hemos reseñado.
96. Ya señalamos más arriba que para Mao, en un pasaje clave, la transformación en el “frente cultural e ideológico” precede a
la aparición del nuevo movimiento político revolucionario. De hecho, esa periodización de la historia del PCC y de la Revolución
China en su obra de 1940 Sobre la nueva democracia, en la que nos hemos apoyado, viene inmediatamente antecedido
elocuente y significativamente por un epígrafe titulado Características históricas de la revolución cultural de China.
MAO: O.
E., t. II, p. 386.
97. Al respecto, hay que añadir que en el idioma chino, el vocablo “cultura” tiene una acepción inmediata de mayor alcance
que en lenguas como la castellana, acercándose más a lo que en ésta sería el concepto de “civilización”.
DAUBIER, J. Historia
de la revolución cultural proletaria en China. Siglo Veintiuno. Madrid, 1974, p. 29.
36
Línea Proletaria, Nº 0. Diciembre de 2016
participar en un combate político de calado estructural,
como efectivamente sucedió. En cualquier caso, de
nuevo, esta apelación de Mao y la izquierda del PCC a
la Revolución Cultural es una nueva reminiscencia a la
experiencia revolucionaria de 1920 y puede entenderse
como la invocación de un nuevo salto cualitativo en
la Revolución China.
98 Significativamente, el primer
punto de ese auténtico programa de la GRCP que es
la Decisión del CC del PCC sobre la Gran Revolución
Cultural Proletaria, los famosos 16 Puntos del 8 de
agosto de 1966, recoge, en perfecta congruencia con
el marxismo, la reseñada experiencia revolucionaria de
Mao en la constitución del PCC:
“Para derrocar a un régimen, es siempre necesario
ante todo crear la opinión pública y trabajar en
el terreno ideológico. Así proceden las clases
revolucionarias y así también lo hacen las clases
contrarrevolucionarias. La práctica ha demostrado
como totalmente correcta esta tesis del camarada
Mao Tse-tung.”
99
El llamamiento, efectivamente, es un éxito, y
para la primavera de 1966 las universidades chinas son
un hervidero de agitación, encabezada por una nueva
generación de juventud intelectual de vanguardia,
amamantada al calor de los años de polémica pública
contra el revisionismo soviético, en la que encuentra
un horizonte a sus propias inquietudes y perspectivas,
y movilizada por la lucha cultural que se viene
intensificando en los últimos meses (oficialmente,
se dató el inicio de la GRCP con la publicación en
noviembre de 1965 del artículo de Yao Wen-yuan sobre
la obra La destitución de Hai Rui, velada alusión a la
lucha de líneas en el PCC que el futuro miembro de los
cuatro desvela), que también incluye el proyecto para
una radical transformación del sistema de enseñanza.
Es importante añadir que durante la primavera de 1966,
con motivo del 95º aniversario de la Comuna de París,
la izquierda lanza una serie de artículos que repasan
este acontecimiento cardinal de la historia de la RPM
y que van a espolear a estos sectores intelectuales de
vanguardia.100
En la movilización de este sector social va a
jugar un papel clave otro elemento, cuyo rastro también
conduce a los orígenes de la experiencia revolucionaria
china y a esa dualidad fundamental. Efectivamente,
Mao, bloqueado por el aparato oficial del Partido
(significativamente, los textos de la izquierda que animan
el combate cultural no encuentran publicación en los
órganos centrales de Pekín, núcleo de la administración
del país, sino que deben ser publicados en los diarios
locales de ese bastión de la izquierda que es Shanghái),
ha de recurrir a todo su prestigio personal para impulsar
el movimiento revolucionario. Ahí, en la continuidad
de esa dualidad que marca al PCC desde su misma
constitución está, como advertíamos, la base objetiva,
en relación con el desarrollo político de la lucha de clases
y la experiencia histórica de la Revolución China y más
allá de los defectos de carácter e impulsos subjetivos
de cada personaje, de la desviación que conduce a
la teoría de la Jefatura, y que se expresa en ese culto
a la personalidad reconocido por Mao. De nuevo, la
melodía de la GRCP resuena familiar en relación con la
experiencia previa de la Revolución China, pero ahora
el prestigio personal de Mao es inconmensurablemente
mayor que el que podía tener en 1927, hasta el punto
de que puede convertirse en un arma política objetiva.
Precisamente, Mao, en una conversación con Edgar
Snow, justifica ese culto como recurso de movilización
política de masas ante la debilidad de sus posiciones en
el aparato político del PCC:
“En la época de nuestro coloquio de 1965, continuó
diciendo Mao, una buena parte del poder –sobre
la maquinaria propagandística de los comités del
partido locales y de las provincias, y especialmente
dentro del Comité del Partido de la Municipalidad....///.....
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