sábado, 16 de mayo de 2020

ESCRIBEN SOBRE PODEMOS,...

UNIDOS PODEMOS, PARLAMENTARISMO: A:.
Opinión.
Anticomunismo y prefascismo.Por Jean Paul Marat -18/06/2016.
El anticomunismo no es algo nuevo. Existe desde que surgieron las primeras organizaciones obreras, incluso antes: desde que los primeros teóricos comunistas empezaron a difundir sus ideas. 
El anticomunismo español tiene su propia historia.El franquismo fue ante todo anticomunista. Centinela de Occidente se hacía llamar el Caudillo, por aquello de la vigilar y combatir la masonería y el comunismo internacionales. 
La España heredada de Franco, primero por Suárez, luego por Felipe González vino marcada por aquél sello. El Felipe González de “hay que ser socialistas antes que marxistas”– cuyo liderazgo en un nuevo PSOE tolerado por el franquismo agonizante fue diseñado por la CIA, según cuenta Alfredo Grimaldos en su libro “Claves de la Transición”-, fue un gran anticomunista de feria. Su famosa frase“Prefiero morir apuñalado en el metro de Nueva York que de aburrimiento en las seguras calles de Moscú” era toda una declaración de principios. Luego navegaría en el Azor de Franco y diría lo de “gato blanco, gato negro, qué más da; lo importante es que cace ratones”, citando a Deng Xiaoping, para explicar su política social-liberal. Hoy es socio de Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo, y apoya a los guarimberos y terroristas que quieren acabar con la revolución bolivariana para favorecer sus intereses económicos en Venezuela. Un “socialista” de la catadura moral de Bettino Craxi o de Carlos Andrés Pérez.
Eran los años del “pragmatismo” en los que Alfonso Guerra era ya un precursor de la política espectáculo que proclamaba “prefiero un minuto de televisión que 10.000 militantes”. En estos días Pablo Iglesias afirma en una entrevista concedida a El País que la televisión es una “productora de sentido común, ese concepto con el que Podemos sustituye cualquier argumento político. Y aclara que su partido “no se explica sin la televisión”. ¡Vaya, como que nació en un plató! La televisión y las redes sociales, son los gran entontecedores de masas, donde algo es verdad porque sale en ellas y se repite.
Ese vaciamiento de la identidad política y la reideologización subsiguiente, a la que están siendo sometidas las clases populares, han permitido a Pablo Iglesias hacer gala de su cinismo anticomunista sin inmutarse al declarar que “Marx y Engels eran socialdemócratas”, negando de un plumazo el carácter comunista y revolucionario de ambos.
Leamos que decía  Marx de la socialdemocracia en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”:“A las reivindicaciones sociales del proletario se les limó la punta revolucionaria y se les dio un giro democrático; a las exigencias democráticas de la pequeña burguesía se les despojó de la forma meramente política y se afiló su punta socialista. Así nació la socialdemocracia. La nueva Montaña [el partido de la pequeña burguesía], fruto de esta combinación, contenía, prescindiendo de algunos figurantes de la clase obrera y de algunos sectarios socialistas, los mismos elementos que la vieja, sólo que más fuertes en número. Pero, en el transcurso del proceso, había cambiado, con la clase que representaba. El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía”.
Engels tampoco fue especialmente amable con la socialdemocracia en su prefacio a la edición polaca de 1892 del “Manifiesto Comunista” (1848);
“Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularlo Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialista a dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos, particularmente los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, que no eran ya sino simples sectas en proceso de extinción paulatina. De otra parte, toda suerte decuranderos sociales que aspiraban a suprimir, con sus variadas panaceas yemplastos de toda suerte, las lacras sociales sin dañar en lo más mínimo al capital ni a la ganancia. En ambos casos, gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases “instruidas”. En cambio, la parte de los obreros que, convencida de la insuficiencia de las revoluciones meramente políticas, exigía una transformación radical de la sociedad, se llamaba entonces comunista. Era un comunismo apenas elaborado, sólo instintivo, a veces un poco tosco; pero fue asaz pujante para crear dos sistemas de comunismo utópico: en Francia, el “icario”, de Cabet, y en Alemania, el de Weitling. El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, muy respetable; el comunismo era precisamente lo contrario. Y como nosotros ya en aquel tiempo sosteníamos muy decididamente el criterio de que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma”, no pudimos vacilar un instante sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Y posteriormente no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella.
Que Marx y Engels estuvieran ligados al Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (SDAP) dirigido por Wilhelm Liebknecht, uno de sus seguidores, se debe a que la orientación de este partido era entonces revolucionaria. La fusión posterior del SDAP con la secta lassalleana, adoptando el ultrarreformista Programa de Gotha, fue combatido duramente por ambos pensadores revolucionarios, que llegaron a plantearse su continuidad o no en lo que luego se llamaría SPD.
Para que se me entienda: mientras la socialdemocracia de los herederos de Lassalle, Kaustky, Berstein y demás pandilla es gradualista y reformista, no cuestiona el orden democrático burgués, ni el sistema capitalista, los comunistas buscamos la ruptura radical con el capitalismo por vía revolucionaria y planteamos que, tras la toma (no la ocupación electoral) del Estado, este debe ser destruido en su estructura burguesa para ser sustituido por un Estado de la clase trabajadora.
Tras la majadería del farsante Pablo Iglesias sobre la supuesta condición socialdemócrata de Marx y Engels para escamotear que eran comunistas (como hizo en su día el 15M con su “sin banderas”, para obligar a los comunistas a prescindir de ellas y de sus propuestas), Alberto Garzón se permitió el lujo de declararse de tal ideología. Con ello sólo quería cubrir un supuesto flanco izquierdo electoral a la coalición. Garzón, el PCE e IU, de comunista sólo tienen el nombre pues, en cuanto a definición de lo que es ser socialdemócrata, los tres cumplen al dedillo tales requisitos.
Hoy la pantalla, el vídeo de youtube o la última simpleza viralizada en twitter, son el soma desde el que se trata a la audiencia, no como público, ni siquiera como personas, sino como epsilones cuya función excluye el pensar y se centra en repetir como reflejos condicionados los eslóganes de una absurda campaña plagada de elipsis, ocultaciones y mentiras y en aplaudir a unos líderes mezquinos a la altura de un tiempo mediocre.
Es en ese contexto de desmemoria, vacío de contenidos, disimulos, engaños, cinismo y reideologización reaccionaria, donde todos corren para situarse más y más a la derecha, las 4 candidaturas principales de esta campaña vomitan su anticomunismo más repulsivo. Unos (PP, PSOE, Ciudadanos) acusando a los otros de comunistas, bolivarianos, “extremistas”. Los otros (Unidos Podemos) girando, ante cada acusación de radicales por sus tres competidores, otros 30 grados a la derecha y añadiendo una ristra de nuevos insultos a los comunistas para tranquilizar a los sectores más reaccionarios (amplios) de sus potenciales votantes y al capital, que ya le ve como su caballo de refresco:Pablo Echenique (ex votante de Ciudadanos y partidario de la invasión de Irak en su día): “El comunismo es algo viejo, que no funcionó”
Íñigo Errejón: “Los comunistas y los socialdemócratas son especies del pasado” . Seguramente su ideología peronista, que reconoce un “hilo” común con Marine Le Pen, de “la necesidad de volver a reconstruir comunidad y sentirse parte de algo” sea algo muy moderno para él.
Owen Jones (esa especie de Errejón británico), una de las referencias europeas de Podemos: “Venezuela es un Estado horrible”
Pablo Iglesias: “Lo que temen realmente de nosotros es que somos la fuerza política de la ley, el orden y la democracia”. Ni el Clint Eastwood de Harry el Sucio se habría expresado así. Sin duda Ronald Reagan tenía frases muy parecidas. José Antonio Primo de Rivera, en el acto de la fundación de la Falange en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de Octubre de 1933, proclamó: “El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas”. Así se define Podemos.
¿Se sorprenden ustedes de que la cuenta de Zaragoza en Común (marca blanca podemita) en twitter expresara su entusiasmo ante el gol de Piqué al equipo de la República Checa con un “Arriba España”? Este tuit lo borraron luego pero demostraba que en sus filas hay quienes emulan con entusiasmo patriótico a los antiguos cachorros de Fuerza Nueva, los Guerrilleros de Cristo Rey o al desaparecido diario del los “excombatientes” (de Franco, claro está) “El Alcazar”. No debe nadie extrañarse entonces de que el ultraderechista Ricardo Sáenz de Ynestrillas haya declarado ya en dos ocasiones (generales anteriores y autonómicas) haber votado a Podemos.
Escribí hace más de año y medio un texto titulado “El lado fascista de Podemos del que no hablan La Sexta, Cuatro o Público”. No decía que Podemos como partido lo fuese sino que había un significado sector fascista en su interior. Hoy ya no estoy tan seguro de esa afirmación. Ese partido de ideología involutiva, con un líder saltimbanqui que afirmó en su día ser comunista, luego bolivariano -que no es lo mismo- después socialdemócrata y que acaba de admitir que hay un sector peronista en la organización (“Yo diría que sí, que Podemos tiene rasgos peronistas. Seguramente, la lectura que hace Gramsci del Mezzogiorno italiano es algo que enseña Ernesto Laclau, padre intelectual de Errejón, a entender Argentina”) está experimentando una metamorfosis en la que las palabras “patria” y “patriotismo” son ya un clásico de su lenguaje político. No vale decir que en América Latina la expresión “patria” es muy usada por los movimientos progresistas. Allí la descolonización española fue sustituida por el imperialismo norteamericano. Reivindicar aquella es un modo de reclamar la soberanía antiimperialista de los pueblos. En Europa en cambio, sabemos muy bien lo que significaron en el siglo XX las invocaciones nacionalistas a la patria, y en España particularmente. De ahí que cobre sentido la frase de Samuel Johnson“El patriotismo es el último refugio de los canallas”, especialmente hoy cuando los fascismos europeos vuelven a invocarlo. Pero hacerse fascista no es cosa de un día. Nadie se acuesta una noche “socialdemócrata” y se levanta a la mañana siguiente diciendo “Hoy tengo ganas de invadir Polonia”. Por mucho que haya dormido toda la noche con los cascos puestos mientras suena “La Walkiria” de Wagner.
Así pues, que el director del CNI (servicios secretos españoles) afirme “Con Podemos actuaría igual que con los demás gobiernos” tampoco debe ser causa de asombro. Las cloacas del Estado burgués, como primero hicieron con Felipe González, han homologado como a uno de los suyos a Pablo Iglesias. Y es que si llevas en tus filas a un amigo de los USA, según reveló Wikileaks, el ex JUJEM con Zapatero, Julio Rodríguez, encargado de la parte española de los bombardeos a Libia, te ha bendecido en reunión el embajador del Imperio e Infovaticana informa en campaña que el Papa te recibirá en Septiembre, está claro para qué sirves, a quiénes y a qué intereses.


B :
  • Los últimos sondeos dejan a Unidos Podemos a un paso del empate técnico con el PP

Todos los sondeos y encuestas publicados en las últimas semanas apuntan que la coalición conformada por Izquierda Unida (antiguo Partido Comunista de España y otros grupúsculos en vías de extinción) y la emergente Podemos podría obtener entre el 23 y el 27% de los votos en las próximas elecciones generales, es decir, si contamos con una participación similar a los comicios de diciembre de 2015 -73% y más de 25 millones de votos-, el movimiento recién formado Unidos Podemos podría obtener entre 5,5 millones de sufragios y un máximo que no superaría -opinión personal- a los 7,5.
Parece claro, pese a que el soldado Pedro Sánchez se empeña en sobrevivir a un campo minado en donde se fue internando sin tener el mapa de salida, se producirá el ‘sorpasso’, que era el sueño del que fuera líder de los comunistas Julio Anguita,  y que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se verá relegado, por primera vez en casi cuatro décadas, a una tercera posición y a un papel secundario en el sistema político.
La crisis de la socialdemocracia europea, familia ideológica a la que pertenece el PSOE desde que comenzara el liderazgo de Felipe González, allá por las elecciones de 1977 y que se extendería por dos largas décadas, no es algo novedoso ni un fenómeno nuevo. Tras la caída del Muro de Berlín y los drásticos cambios en el mundo socialista, en 1989, los partidos socialdemócratas no supieron adaptarse a las nuevas circunstancias, siguieron las políticas más neoliberales auspiciadas por los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher, no abordaron adecuadamente la reforma del Estado de Bienestar y, sobre todo, no supieron crear un discurso que les diferenciara, en el fondo y en la forma, de una derecha europea que se creía triunfante y victoriosa sobre las ruinas del postcomunismo en el viejo continente.
El PSOE no fue ajeno a ese proceso de inflación ideológica, pero sus problemas eran más domésticos que otra cosa y no ha hecho más que perder votos desde las elecciones del 2008. Nada más comenzar la crisis económica global, que comenzó a golpear con fuerza a la economía española en sus comienzos, el autista ejecutivo del máximo líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, negó la mayor: la crisis, y se opuso, a través de un suerte de artimañas y vulgares trampas de trilero, a tomar medias de choque y hacer frente de una forma rotunda y contundente al evidente naufragio. Mientras la economía española se hundía en los mares de la recesión económica y la mayor catástrofe en términos globales en todos los mercados, el capitán Zapatero, ajeno al temporal y a los malos augurios, se dirigía con un rumbo firme y sin titubear hacia un iceberg de proporciones desconocidas y que provocaría la mayor hecatombe conocida en la historia de nuestro país.

EL ORIGEN DE LOS VOTOS DE UNIDOS PODEMOS

Luego el PSOE no levantó la cabeza y no fue capaz de ganar las elecciones generales siguientes, en 2011, en que el Partido Popular (PP) se alzó con la mayoría absoluta y Mariano Rajoy, tras dos fracasos anteriores, se acabó convirtiendo en presidente de Gobierno. Paralelamente a la recesión económica creciente, la corrupción se hizo omnipresente en los dos grandes partidos -PP y PSOE- que hasta ahora habían conducido el país desde la Transición política.
Fue creciendo el malestar popular, las protestas en la calle contra una forma de hacer política absolutamente envilecida y ceñida a los peores hábitos democráticos, y, poco  a poco, se fue generando un cambio político y generacional que las dos grandes fuerzas no fueron capaces de calibrar y manejar.
De esas turbulencias, de ese malestar por la mala salud democrática en un país que aparecía minado por la corrupción, el prebendismo, el clientelismo y una clara ligazón entre la política y los turbios negocios, por decirlo de una forma simple, nació un movimiento popular de protestas que acabó confluyendo en Podemos. De aquellos barros vienen los actuales lodos.
Llegados a este punto, y con la marea en favor de Unidos Podemos, en alza ahora, conviene preguntarse de dónde proviene ese gran movimiento social de cambio que ahora está en marcha y que incluso amenaza con alterar el mapa español vigente hasta hoy. En primer lugar, el PSOE ha perdido 1,5 millones de votos desde el 2011 hasta las elecciones del 2015, Izquierda Unida antes de coligarse perdió otros 700.000 y 2,5 millones el PP, que, sin embargo, en su gran mayoría han alimentado a la nueva fuerza de centro emergente, Ciudadanos.
Luego, en segundo lugar, la participación del 2011 al 2015 aumentó en unos 850.000 votos más, que fueron a parar a  Podemos en su momento y alguna parte de ellos a Ciudadanos. Pero también Podemos fue capaz de arañar en otros nichos electorales, incluso algunos consolidados y tradicionales, como fue el caso de la izquierda abertzale, EH-Bildu, que perdió más de 120.000 votos de unas elecciones a otras, Coalición Canaria, que vio reducida su fuerza al 50%, el histórico Bloque Nacionalista Galego (BNG), que se desangró en casi 120.000 votos y perdió su presencia parlamentaria quizá para siempre, y el grupo navarro Geroa Bai, que dejó en el camino escaño y más de 10.000 votos.
Si sumamos estos votos, agregando incluso algunos de antiguos votantes del PP, llegaríamos hasta los casi 3,5 millones de votos. ¿Dónde está el resto? Una buena parte proviene de partidos tradicionales, como lo son el Partido Nacionalista Vasco (PNV), Convergencia i Unió -hoy DiL-, la coalición navarra UPN-PP y otros partidos nacionalistas de menor entidad, como Compromís y otros que dieron origen a En Marea, que ya existían antes de la presentación de Podemos y se adhirieron después al nuevo proyecto izquierdista.
En tercer lugar, y para concluir, entre las elecciones del año 2011 y las del 2015, Unión Progreso y Democracia (UPYD), cuya máxima líder fuera Rosa Díez, perdió más de un millón de votos que fueron a parar a  las filas de Ciudadanos y Podemos casi con toda seguridad; era un voto de malestar y cabreo que tenía difícil encaje en las dos grandes fuerzas del sistema que arrastraban una enorme erosión política.
Ahora, con este bagaje a sus espaldas y con nuevos electores que incorporará de la difunta IU y otras fuerzas, Unidos Podemos podría ganar en una buena parte de las comunidades autónomas españolas, incluyendo a Asturias, Baleares, Cataluña, Euskadi y Navarra, y acercarse a los 90-100 diputados por delante del PSOE. El 26 de junio tendremos la respuesta.

POLÍTICA > ESPAÑA.DATOS CTXT / LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA.7. Málaga: Unidos Podemos, a 4.000 votos de arrebatarle un escaño al PP.ANTONIO GARCÍA MALDONADO / JLM.17 DE JUNIO DE 2016
Aquí Málaga: ni la crisis, ni Celia Villalobos llamando al chófer al grito de “¡Manolo, coño!” a las puertas del Congreso, ni las coaliciones electorales, ni las imputaciones de Griñán y Chaves por los ERE consiguen que escuchemos a Mercedes Sosa. Aquí impugnamos su sentencia de que todo cambia. O al menos no cambia tanto como en otras partes. Quizá porque Málaga ya está inmersa en su sino: la semestral temporada de estío turístico. La participación bajará por cansancio político, pero sobre todo por este hecho estructural de nuestra provincia. La estimación de Jaime Miquel & Asociados para Público es clara en la apariencia de estabilidad, aunque amerita un matiz importante. En principio, se mantienen los escaños y los puestos del 20D: primero, el PP con 4 escaños; segundo el PSOE con 3; y luego Unidos Podemos y Ciudadanos, con 2 para cada partido. Varían ligeramente los apoyos. Sube algo el PP (del 29% al 30,4%); se mantiene el PSOE (26,5%, frente al 26,9% el 20D); Unidos Podemos consigue más que Podemos (del 17,1% al 21%) aunque lejos del 24% que sale al sumar los votos de IU en diciembre; y Ciudadanos, que sostiene al sempiterno alcalde popular, Francisco de la Torre, pasa del 17,1% al 19,4%.
Todos ganan, en el peor de los casos se mantienen, todos contentos y nadie se molesta. El reparto de escaños es tan importante como el de clavos ardiendo, y parece que en esto último, los malagueños seremos keynesianos. Una maravillosa metáfora andaluza del carácter mediterráneo. Aquí está interiorizado –distinto es que la mayoría esté equivocada o no– que lo importante no es tanto tener a Carolina España (PP), Miguel Ángel Heredia (PSOE), Alberto Montero (UP) o Irene Rivera (C´s) en el Congreso como que los británicos, los alemanes, los franceses y los nórdicos sigan llegando y consumiendo, comprando casas cerca del mar y echando la monedilla al cantaor que se afana en complacerles en la calle Alcazabilla. La gente (der taco o der tajo) parece más preocupada del Brexit del 23J que del presidente tras el 26J.
No obstante, el cuarto escaño del PP está a 4.000 votos de pasar a manos de Unidos Podemos, y de esto son bien conscientes en la cúpula de los partidos. Todos han incluido Málaga en lugar preferente para visitas de pesos pesados. Esa lucha reñida que podría cambiar el panorama de estabilidad que presenta el sondeo, y aunque no se traduce en ninguna tensión electoral en la sociedad, ha aumentado la crispación y polarización en los debates a los que han acudido los cuatro cabezas de lista en distintos medios provinciales.
Hay algunas particularidades políticas en la provincia y en la capital malagueñas que merecen reseñarse. A la mencionada inclinación de Villalobos por el belenestebanismo merdellón (del merde des gens, que clamaban los franceses napoleónicos), se une la insistencia del PSOE con cabezas de lista poco atractivos desde que perdiera la Alcaldía de Málaga en 1995. Por más habilidad política que demuestren luego, como es el caso del cabeza de lista, Miguel Ángel Heredia –tenido por un competente y trabajador parlamentario, secretario general del Grupo Socialista en el Congreso–, es un comentario usual entre los malagueños que votan al PSOE que lo raro es que aguante tan bien electoralmente.
En Málaga, como en el resto de Andalucía, el suelo de voto al PSOE está por encima de la media nacional, aunque por debajo de la andaluza. El PSOE ha ganado en todas las elecciones en votos y diputados, excepto en año 2000 y en las pasadas del 2011 y 2015. Se puede establecer que, cuando el PSOE gana en la provincia de Málaga, gana y gobierna en España, con la excepción de 1996. La provincia de Málaga es uno de nuestros Ohio.
El pico electoral de los socialistas coincide con el comienzo del felipismo en 1982 (62,2%). El declive coincide con el del PSOE nacional, y su recuperación con la llegada Zapatero, hasta la irrupción de los nuevos partidos. En 2015 pisó un nuevo suelo, con el 26,9%, menos de la mitad de su mejor resultado histórico. No se puede decir lo mismo del PP, que hasta 1993 no consiguió pasar del 24% de los votos en unas generales. Izquierda Unida ha fluctuado entre uno y ninguno, aunque con porcentajes de voto nada desdeñables de entre el 9% y el 16% de los votos. No es de extrañar, pues, que con una coalición que compensa efectos de la ley electoral y reúne electorados similares, sean capaces de competir con unos partidos muy arraigados. Aunque, de momento, los grandes siguen estando en cabeza y a cierta distancia. El sorpasso no parece probable en la provincia de Málaga, y es imposible en Andalucía en general.
Hay un hecho relevante en el voto en la provincia, que se pone claramente de manifiesto en las elecciones municipales. El grueso de la población se encuentra en la capital y los municipios de la Costa del Sol, donde el voto al PP ha sido abrumadoramente mayoritario desde mediados de los 90 a la hora de elegir alcaldes y concejales, y más equilibrado en generales y regionales. Málaga capital concentra más de la mitad de la población provincial, y el PP resiste bien desde su llegada a la alcaldía en 1995, con Celia Villalobos y el apoyo de Izquierda Unida. Hubo pinza.
Gobierna ahora el PP tanto el Ayuntamiento como la Diputación con apoyo de Ciudadanos, y es un estado de opinión extendido que, con Francisco de la Torre, ha mejorado la ciudad y la imagen que proyecta el alcalde. Nadie se lo imagina imprecando a su chófer. Contrariamente al prejuicio sobre el supuesto voto cautivo andaluz, el diferente comportamiento según el ámbito de las elecciones –en general en toda Andalucía– muestra que el votante es más pragmático de lo que el cliché pinta.       
Aunque todo eso queda en un plano irrelevante al lado del hecho básico de que la provincia de Málaga vive la política como un asunto menor, así el último escaño penda de un hilo. Le concede la importancia justa, y opina, y vota, pero sin perder de vista qué mano mece el bolsillo para que tintinee. Y más aún en estas fechas.  

AUTOR

  • Antonio García Maldonado / JLM

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