Va de cojones -NO ES CIENTÍFICO LO DE O LA POSIBILIDAD DE HACER REVOLUCIÓN SOCIAL, NO POLÍTICA ¡¡ Y CREAR SOCIALISMO COMUNISMO,...COMO SE DICE POR LOS COMUNISTAS OFICIALES DE LOS DIVERSOS TEMPERAMENTOS, NADA DE NADA ¡¡ ¡¡: "" Como casi ultima introducción,...a realizar,...casi me temo lo peor,...¡¡¡: Llevo un tiempo reinando,...----,... no es posible el comunismo, casi idealizado por los marxistas posteriores a C.Marx-F. Engels,...éstos dejaron claro que el mismo era pura necesidad,...los antagonismos de clase llegan a la continuación y reproducción del capitalismo,...es casi una raya en el agua, el que se dieran sociedades con pretensiones oficiales socialistas,...que al final era capitalismo de otro tipo, burocrático,...y terminaron en vulgar y más aguerrido imperialismo,...( desde el estado cubano, hasta la urss, r.p china,...). EL COMUNISMO COMO LUCHA DEBE SER TOTAL-UNIVERSAL,...CON OTRAS RAZONES DE RELACIONES SOCIALES,...LAS CUALES LA SOCIEDAD NO TIENE, NI TENDRÁ,...LA MISMA SE REPITE TENGA EL RÉGIMEN POLÍTICO QUE TENGA,... --Comentenme, no seáis cerrados de molleras,...¡¡.--
Así no te esmeres no escribas tanto, ni plantee las cosas idóneas para gobernar las gentes del m15m-p.podemos,...señorita marian martínez-bascuñán,...no te molestes,...yo tampoco me molesto,...me salen las palabras con cierta naturalidad: hagamos lo que hagamos, el curso está marcado,...es imparable,...ni soy pesimista ni optimista, me creo así,...algo agnóstico,...quizás,...Las gentes quieren vivir,...se desesperan por vivir,...pero vivir como toda la vida,...no quieren ni saben el cambio transformador,...Miren que lastima -idealizando yo el asunto -, de los escritos de una feminista podemista,...: solo como técnicamente, marketing,...para estar algo más arriba socialmente,...en la sociedad asesina e hipócrita euro-americana ( EE.UU. de N.A. con la Unión Europea, en comunidad de intereses y entrelazada en realidad ).
Como escribo para mi ¡¡, pues me permito estas palabras valorativas,...he subrayado algo de esta escritora,...como comprenderán no voy a entrar más en detalle,...solo reflejo esta idea,...feminista y social-imperialista de nuevo estilo, tipo, realidad,... COMO AQUEL QUE DICE, NOS QUEDA DOS TELEDIARIOS ¡¡.
MIENTRAS ESTÁN DESANGRANDO AL MUNDO,...LAS POLITIQUERAS Y POLITICUCHOS "EMERGENTES" PATALEANDO Y COMIENDO EL COCO CON SUS ALTERNAS PROPUESTAS DEMOPARTICIPATIVAS,...Y LLORANDO SIN SABER CAUSA, EFECTO,...EL PORQUÉ,...CON EL ASUNTO DE LOS REFUGIADOS,...LA FILANTROPIA HIPÓCRITA Y VIVIR COMO MÍNIMO DIGNAMENTE LA QUE Y EL QUE PUEDA,...MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS,...PERO ELLAS Y ELLOS SE VEN COMO ESTRELLAS SON LAS ESTRELLAS DE LA TELEVISIÓN POLÍTICA: POLIT-TELEVASURA,...¡¡.--En verdad no se para que me molesto en escribir estas cosas,...Miren hoy he estado trabajando, con mi trapicheo,...aceite, miel, melocotones de Periana, chirimoyas y mango,...la tarea empezó sobre las seis de la madrugada,...he terminado sobre las 5 de la tarde,...( tres días de trabajo, y creo que ya casi he recuperado lo invertido el viernes,...así que como dije, no gano nada,...¡¡; hoy la policía local y la guardia civil, me han perdonado la vida, no me han multado y quitado el género, por puro milagro,...en la zona de calahonda-Mijas-calipso; pero me están dando cuartelillo,...quizás el domingo próximo o el siguiente me darán el zarpazo,... ) he comido algo,...reventado estoy,...y para qué,...para escribir estas palabrejas,...Mañana Lunes tengo cita en los juzgados, parece que alguien me ha denunciado,...creo que fue a causa de la acción del 4 de septiembre,...vino la policía local,...tomo datos de mi carnet de identidad,...quizás sea esto, ya comentaré algo, del asunto ¡¡.
SI DE DIERA ALGÚN TIPO O VARIEDAD DE COMUNISMO GLOBAL, SERÍA UNA PURA CASUALIDAD,...LA DEFENSA DE LUCHA POR SOBREVIVIR DE LA HUMANIDAD QUIZÁS LES LLEVE A ESTABLECER UNA SOCIEDAD DIGAMOS ATÍPICA,...MUCHA TECNOLOGÍA SIN PODER USAR,...POCOS MEDIOS DE VIDA Y DE REPORDUCCIÓN,...VIDA CASI CAVERNÍCOLA,...OLVIDENSE DE LOS RASCACIELOS, YATES, JUMBO, AVES,...NO SE PODRÁN USAR,...CASI SERÁN DESTRUIDOS,...SERÁN INUTILIZADOS,...HECATOMBE TOTAL Y SI QUEDA ALGO HUMANO,...SERÁ ESTO, MÁS O MENOS:
UNA LISTA ESCRIBE, SOBRE COMO TREPAR MEJOR,...y es feminista, salvoconducto de la modelo de trepadora institucionalista,...burguesía de estado en acción política,...¡¡:
¿Por qué Podemos no debe confluir con Izquierda Unida?Máriam Martínez-Bascuñán
Máriam Martínez-Bascuñán
Profesora Contratada Doctora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se centra en teoría política y social y teoría feminista. Ha publicado trabajos sobre teoría política de las migraciones como “¿Es el multiculturalismo bueno para los inmigrantes?” en la REIS, no135, 2011, y también “On Immigration Politics in the Context of European Societies and the Structural Inequality Approach”, en The Philosophy of Iris Marion Young, Ann Ferguson and Mechthild Nagel (eds.), New York: Oxford University Press, 2009. Ha trabajado en profundidad cuestiones sobre democracia deliberativa y comunicativa con especial interés en el impacto de la revolución tecnológica en la teoría política contemporánea como “¿Puede la deliberación ser democrática?” en la RECP, No. 24, Diciembre 2010. Y trabajos sobre temas relevantes de actualidad como “Crisis sistémica y nuevos desafíos: El 15 M en situación” en Circunstancia, Año XI-No 31-Mayo 2013. En la mayoría de sus análisis incorpora la perspectiva de género, y en relación a ello ha publicado numerosos trabajos y un libro titulado “Género, emancipación y diferencia(s): La teoría política de Iris Marion Young” en Plaza & Janés, 2012.
-
Para Podemos, un frente de izquierdas es un límite, más que un horizonte de posibilidad. Su opción de experimentar con la oportunidad de crear un nuevo espacio político, de salirse de los porcentajes demoscópicos dados a partir de las categorías de izquierda/derecha, tiene que ver con la hipótesis lanzada por la formación de que existe una nueva cultura política que ahora más que nunca, permite desestabilizar un modelo de sistema de partidos.
Máriam Martínez-Bascuñán
Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre si Podemos debería concurrir a las próximas elecciones generales con Izquierda Unida y otras candidaturas de unidad popular, bajo el formato de una coalición electoral hecha a escala nacional. A este respecto, la posición de la formación que lidera Pablo Iglesias ha sido la de una rotunda negativa. La fórmula que se está negociando estos últimos días es la de un “pacto asimétrico” que integrara en las listas de Podemos a algunas de esas candidaturas y personalidades relevantes de otras formaciones políticas sobre la base de acuerdos programáticos hechos además, territorio por territorio.
Esta opción por la que ha optado Podemos es distinta a la propuesta de una candidatura conjunta o “de confluencia” con Izquierda Unida, o con plataformas de Ahora en Común, con Compromís, Anova y otras formaciones políticas. Desde muchos sectores de la izquierda, pero especialmente, desde la Izquierda Unida liderada por Garzón, se ha dicho que una candidatura de confluencia a modo de frente de izquierdas o de unidad popular de todos ellos favorecería la suma electoral. Puesto que las reglas del juego comprenden un sistema electoral que beneficia a los partidos mayoritarios frente a los partidos más pequeños que obtienen menos escaños por sus votos, se dice que la estrategia más inteligente que debería articularse para concurrir a las generales es la de una coalición electoralista a nivel nacional, viendo cuántas de esas formaciones ponemos juntas en una lista para así tener más votos. El modelo debe ser el que llevó a Ada Colau o Manuela Carmena a la alcaldía de Barcelona y Madrid respectivamente, se añade.
Sin embargo, las matemáticas que se aplican a la hora de transformar los votos en escaños no rigen para la lógica del comportamiento electoral; nadie garantiza que por el hecho de sumar fuerzas políticas vayas a fagocitar a los potenciales votantes que pudieran tener esas fuerzas políticas por separado. Sobre el grado de incertidumbre que implica esa premisa, giran al menos cuatro niveles de análisis que refuerzan la posición de Podemos para mantener su marca y descartar un frente común de izquierdas a nivel nacional.
Dialéctica movimiento/partido
Uno de los mayores atractivos de las candidaturas de unidad popular que en las pasadas elecciones autonómicas del 24 de mayo se hicieron con buena parte de las ciudades más importantes de nuestro país como Madrid, Barcelona o Valencia, fue el hecho de constituirse como actores políticos “híbridos” a medio camino entre movimientos sociales y partidos políticos. El reto de Podemos, sin embargo, fue siempre el de erigirse como un partido político que supiera mantener el impulso de esos movimientos sociales y de la nueva cultura política surgida al calor del 15M. Una nueva cultura política que no se explica necesariamente bajo las claves de los valores de la izquierda, y que en ese momento consiguió granjearse más del 80% del apoyo de la población, aunque no todo el mundo ocupara las plazas. Es en el 15M donde Podemos identifica los nuevos caminos del cambio político que busca “representar”, como intermediario político, sin quitarle su propia voz al movimiento, pero siendo distinto de ese movimiento. Es ahí de donde obtiene su principal fuente de legitimidad y de capital político que debe preservar manteniéndolo en tensión con el mayor grado de eficacia en la acción política sistémica.
Dialéctica acción/legitimación
Esa dialéctica acción/legitimación implica el reto de representar un movimiento sin quitarle su voz, de salir de verdad del ámbito de los movimientos sociales, sin perder la conexión con ellos. Podemos no quiere ser un partido político tradicional porque en nuestra democracia, más que el bipartidismo, lo que de verdad se ha quebrado ha sido el vínculo entre representantes y ciudadanía. La correlación directa que existe entre la corrupción percibida y la menor confianza política es lo que ha marcado esa fractura con los partidos políticos. Por tanto, si Podemos es “palanca del cambio”, tal y como ellos afirman, no puede configurarse como algo viejo, como algo que hace tiempo que entró en crisis y que son los partidos políticos de masas. Pero Podemos sabe que para acumular fuerza electoral debe organizarse como partido político. Sabe que en la era de la política mediática es necesario disponer de la cabeza visible de un líder eficaz en ese mundo, de una organización jerárquica, de mecanismos formales de decisión y de una clara estructura interna de mando. Los imperativos de la eficacia obligan a que para poder competir electoralmente por el ejercicio del poder institucional Podemos deba convertirse en una “maquinaria compleja” que transforme toda esa energía del electorado, en votos.
La nueva cultura política
En un contexto en el que la mayoría de los ciudadanos no confía en sus gobiernos ni en sus parlamentos, y en el que además se desprecia a los políticos y a los partidos, tal y como han mostrado numerosos estudios entre los que se incluye la última Encuesta Social Europea, la pretensión de Podemos no puede ser la de convertirse en una suerte de “nueva” Izquierda Unida.
Fuente: Encuesta Social Europea
Para Podemos, un frente de izquierdas es un límite, más que un horizonte de posibilidad. Su opción de experimentar con la oportunidad de crear un nuevo espacio político, de salirse de los porcentajes demoscópicos dados a partir de las categorías de izquierda/derecha, tiene que ver con la hipótesis lanzada por la formación de que existe una nueva cultura política que ahora más que nunca, permite desestabilizar un modelo de sistema de partidos. Y que esta desestabilización puede ir más allá de la mera alternancia de partidos: evitar eso de “cambiamos Podemos por lo que antes estaba en el lugar de Izquierda Unida”. Que lo consigan es otra historia, pero es un hecho empíricamente probado que es un buen momento para intentarlo desde la lógica que imponen las “escalas de la democracia”.
Escalas de la democracia
La característica de la gobernanza actual es el gobierno multinivel. Esto quiere decir que hay que ajustar el discurso y las estrategias políticas a cada uno de esos niveles, con coherencia, pero bajo el ensamblaje de cada una de esas escalas. No es lo mismo construir una estructura organizativa desde el nivel local, que desde el nivel estatal. Los mecanismos de participación son distintos, los límites y las posibilidades son distintas, los discursos también deben ser distintos. Por eso, la afirmación de que “hay que aplicar a nivel estatal el modelo que dio la alcaldía a Colau” carece de sentido teórico y práctico. La vida local puede basarse en una mayor conexión de la gente con sus instituciones locales a través de mecanismos como presupuestos participativos, redes de voluntariado y activismo, foros deliberativos, etc. Pero a medida que se asciende de nivel, el Estado se vuelve más tecnocrático por una mera cuestión de eficiencia en la gobernanza y de estabilidad, elementos que también pueden ser vistos como valores dentro de un sistema democrático. Mantener todos esos niveles conectados en red es distinto de mantener el mismo modelo de organización política para cada uno de esos niveles por separado, además de ser imposible desde un punto de vista empírico.
Lo interesante del caso Podemos es que se va enfrentando a todas estas tensiones en la carrera electoral, y que las va resolviendo bajo su marca. Muchos ejemplos de estas tensiones reales vistas a la luz de la impecabilidad de ciertos discursos hacen que sea más fácil subirlas a la superficie. Mirar de frente estas tensiones es mucho más productivo desde un punto de vista intelectual y político. Al menos para quien toma con toda su seriedad entender el juego de la política y su conexión con el poder...//...--.
CIRCUNSTANCIA. AÑO XI - Nº 31 - MAYO 2013
Miscelánea
CRISIS SISTÉMICA Y NUEVOS DESAFÍOS. EL 15-M EN SITUACIÓN. (*)
Máriam Martínez Bascuñán
Introducción
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
Bibliografía
(*) Este trabajo se inserta en el proyecto I+D Las consecuencias políticas de la crisis económica. CSO2011-28041 del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.
Introducción
El 15 de Mayo de 2011 miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades españolas bajo un lema común: democracia real ya. Los mensajes, los gritos y pancartas parecían poner de manifiesto el déficit democrático en el que se había instalado “el sistema”. La puesta en marcha espontánea de estos cauces de participación llevaron a una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad en la que vivimos. Sacaron a la luz cuestiones que parecían mostrar una notable crisis materializada en temas como el concepto de representación o el divorcio creciente entre ciudadanos y políticos. La llamada a una democracia real suponía la apelación a una ciudadanía corresponsable en gran medida de sus propias denuncias.
El 15 M surge en España posiblemente como colofón de una “megacrisis” que dura ya casi 3 años, y que ha debilitado como nunca el papel de los estados como actores políticos con capacidad de acción. Se ha hablado de la crisis más grave desde la del 1929, del fin del capitalismo, del fin de la economía de mercado (Touraine, 2011: 21). Se dice que el Estado ya no es una pieza central de las democracias representativas, y que la elección de gobiernos no constituye sino la expresión debilitada de la opinión pública.
Es cierto en todo caso, que conforme pasa el tiempo, se deben ir dejando a un lado los diagnósticos apocalípticos para prestar atención a análisis más moderados que no nos impiden ver sin embargo, que la percepción generalizada es que la crisis se ha instalado en nuestras vidas de forma casi permanente y en los tres principales niveles de organización; el social, el político, y el económico. No es posible por tanto hablar de una crisis económica analizada desde términos estrictamente económicos. Parece que la crisis se ha vuelto más política que económica, y buena muestra de ello ha sido el surgimiento del 15 M.
Este artículo busca reflexionar de manera crítica sobre algunos de estos aspectos a la luz de las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15 M, tratando de percibir esos problemas a través de categorías, sin perder de vista el hecho de que analizar es simplificar. Esto supone llevar a cabo una ruptura de realidades complejas para desbrozarlas en pequeños trazos interpretativos. Esas categorías sin embargo, ordenan nuestra experiencia, pero no consisten simplemente en clasificar el mundo, porque esas clasificaciones y análisis nos posicionan en relación a los significados que damos, y cuando clasificamos excluimos e incluimos. Seleccionamos temas y cosas que dividen el mundo, que discriminan (Minow, 1990). Por eso se piensa que la identificación de estos temas es fundamental para analizar un movimiento como el 15 M, y más aún, la identificación de los problemas que el Movimiento ha puesto sobre la mesa, pues se piensa que es sintomático de un estado de cosas que muestra las carencias y anhelos de una parte relevante de la sociedad, a partir de una crisis que no puede explicarse en términos meramente financieros. Ello conduce irremediablemente a pensar en una cuestión más profunda como lo es el poder del propio lenguaje y el presupuesto erróneamente asumido de que las categorías encajan naturalmente dentro del mundo. Eslóganes como “lo llaman democracia y no lo es” muestran la percepción de esos desajustes entre las palabras y las cosas y la responsabilidad del observador social a la hora de interpretarlas. De discernir, por ejemplo, sobre si realmente hay un potencial transformador en el movimiento, o por el contrario podría quedarse en un puñado de propuestas de escaso calado. De comprobar si efectivamente, esos grupos que han salido a la calle podrían ser característicos de un “estado de desintegración del sistema” (Marcuse, 1968: 21). De reparar en cómo se modifican los “paisajes de problemas” a partir de la percepción de los riesgos (Beck, 2008). De observar cómo los ciudadanos experimentan las instituciones democráticas. De ver si es posible extraer una definición clara de los desafíos actuales y de cuáles son los márgenes reales para la acción política. De hacer en definitiva, una reflexión más o menos sistemática sobre la democracia actual existente, identificando no solo esas sensaciones de insatisfacción y frustración, sino las posibilidades de transformación experimentadas como carencias por una buena parte de la ciudadanía actual.
Teniendo en cuenta todo ello, el artículo se centrará en cuestiones cuyo lenguaje social trata de ajustarse al rol o significado de la discusión pública en los procesos de toma de decisiones, la crisis del concepto de representación vista a través del diálogo entre las instituciones políticas y la sociedad civil y el papel de los media en esa práctica democrática. Para ello se intentará conceptualizar, en primer lugar, algunas de las demandas y reivindicaciones con la intención, en segundo lugar, de esbozar las posibles patologías de los sistemas democráticos que dicho movimiento podría haber puesto de manifiesto. Se piensa, por último que al poner en diálogo crítico ambas aproximaciones analíticas (demandas democráticas/patologías democráticas; lo que se pide y lo que se denuncia) se facilita el camino para, en conformidad con la teoría política normativa, formular algunos ideales democráticos que este artículo pretende poner en conexión con el marco deliberativo, y ver, en definitiva, si el Movimiento 15 M implica la toma de conciencia de las fuerzas que impiden las posibilidades para el cambio. De esta manera, el análisis se hará a partir de cuatro ejes temáticos:
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
3. Crisis de la lógica sistémica Vs. Revitalización de la Sociedad Civil.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
Una de las críticas del Movimiento 15-M que más eco han tenido ha sido la del grito del “no nos representan”. Con ello se ha puesto de manifiesto que los verdaderos intereses de la ciudadanía no son tenidos en cuenta y que el proceso democrático de celebración de elecciones no es más que un ritual vacío. Desde el ámbito académico la crítica formulada por el Movimiento puede conceptualizarse como una crisis del modelo representativo de democracia como autorizacióny del sistema de control de gobernantes por parte de los gobernados como accountability ( Pitkin, 1971)
Es ampliamente asumido de acuerdo con el viejo sueño de autenticidad rousseaniano, y especialmente en sectores de la izquierda radical, el presupuesto de que participación y representación son dos nociones contrapuestas, y que la mediación del Estado implica alienación y un déficit democrático (Barber, 1984: 146). Se piensa con frecuencia que la representación aleja y separa al gobierno en relación a los ciudadanos votantes (Negri, 2004). En este artículo se pretende demostrar que el Movimiento 15 M ha puesto de manifiesto justamente lo contrario, esto es, que el concepto de representación hace inevitable interpretar la noción misma de democracia (Urbinati, 2007: 267), y que en el modelo representativo de democracia lo contrario a la representación no es la participación directa, sino la exclusión de la representación misma (Kymblicka y Shapiro, 1997: 3-19). En sociedades de masas como las nuestras, representación y participación se necesitan recíprocamente para ampliar y profundizar en los procesos democráticos de toma de decisiones (Plotke, 1997: 19-34). Sostener lo contrario implica no tomar conciencia de la complejidad de nuestras sociedades. Pero, ¿cómo interpretar la noción de democracia representativa a la luz de las críticas formuladas por el 15 M?
Con el eslogan “No nos representan” el Movimiento ha puesto de manifiesto una distorsión de la realidad que muchas veces se aprecia en los políticos. Según Vallespín, tal distorsión se pone de manifiesto a partir de una doble expresión. Por un lado, los políticos tienden a hacer una “lectura de la realidad partidista”, de manera que ésta acaba por doblegarse a su estrategia política concreta. Se dejan guiar por su propio interés de parte. Y de otro, los políticos tienden a interiorizar de tal forma su propia perspectiva de las cosas, que al final se les acaba por desvanecer un acceso a la realidad más amplio (Vallespín, 2011: 12). Así las cosas, se critica la idea de representación derivada de un interés partidista y de una perspectiva social particular que confiere un conocimiento situado derivado de esa posición social. Con frecuencia, la exclusiva dedicación a la política tiende a encerrar a quienes la practican en un mundo aparte completamente desconectado del mundo exterior. El hecho de que gran parte de ellos sean “políticos de carrera” contribuye a homogeneizarlos y a sumirlos más en su propio entorno (Vallespín, Ibid). Este perspectivismo limitado implica la aproximación a la discusión pública y al proceso de toma de decisiones bajo unas condiciones que efectivamente determinan la forma sesgada con la que miran o entienden lo que es realmente importante para la gente corriente. Así las cosas, se denuncia la carencia de un conocimiento social ampliado que debería presuponerse en la clase política, esto es, una forma de pensar y ver las cosas de manera que se tiene en cuenta y es posible comprender la perspectiva de otros (Benhabib, 1999: 335, y Disch, 1993).
El problema normativo más grande que resulta de esto es la amenaza de una desconexión entre el representante y la gente que representan. Cuando se produce esta desconexión, los representados pierden la sensación de control sobre los procesos de toma de decisiones, experimentan una desafección política y pierden el interés por la participación dentro de los cauces que brinda la sociedad civil (Young, 2000: 132). Parece que con su crítica, el 15 M ha puesto de manifiesto además otra cosa; que el modelo que hacía compatible el Estado de bienestar keynesiano con la democracia competitiva de partidos se ha agotado. Ese modelo competitivo de partidos había ayudado a estabilizar la lucha de clases y había funcionado en definitiva como bloque de contención del conflicto social (Offe, 1992). La lógica capitalista de esa democracia competitiva de partidos habría terminado por cristalizar en una oligarquía de dirigentes y en una mercantilización de la política institucional a partir de los imperativos de esa competencia. Esto habría implicado hablar de procesos electorales en términos de mercado, con estados de campaña electoral continuos y la priorización de aquellas ofertas que fueran realizables a más corto plazo.
Todas estas críticas son lo suficientemente poderosas como para poner de manifiesto la necesidad de repensar el sistema democrático, pero en muchas ocasiones adolecen de cierta consistencia cuando se ciñen al estricto ámbito de la representatividad. En el discurso teórico y práctico sobre representación política se tiende a asumir que por lo general, el representante debe mantener una relación de sustitución o identidad con el representado. La crítica al fenómeno de “la distorsión” que sufren los políticos no debe hacer perder de vista que representación no implica sustitución o identificación (Pitkin, 1971). De esta forma, el representante no habla por el representado, sino como el representado pudiera hablar. Teniendo claro esto, el modelo de democracia representativa debe velar en primera instancia por esa conexión entre las esferas de la sociedad civil y los representantes. Sólo así se asegurará un grado óptimo de democracia en los procesos de toma de decisiones.
La crítica del 15 M ha ayudado a situar el proceso democrático fuera del modelo neo-schumpeteriano de democracia como mercado económico de competición de élites, para reivindicar la influencia que la ciudadanía debiera tener en ese proceso (Beitz, 1983: 75). La crítica del movimiento ha puesto de manifiesto además que el derecho igualitario del voto no ha venido garantizando esa igualdad de influencia en el proceso legislativo. Sacar a la política del modelo neo-schumpeteriano no debe provocar sin embargo, una suerte de efecto de péndulo que lleve a elevar el modelo asambleario de democracia directa a la única forma de democracia real. En la misma ekklesia ateniense, la presencia directa de todos los ciudadanos no era obstáculo para que la gran mayoría de ellos se abstuviera de la participación activa dentro de la misma. Muchas de las medidas tomadas por Pericles, en este sentido se encaminaban a desalentar la incomparecencia, no el silencio (Yunis, 1996: 43). Numerosos estudios hechos desde la academia han mostrado evidencia empírica de que la cuestión de la presencia no siempre garantiza la voz en estos foros (Mansbridge, 1993, Hansen, 1996). La voz y visibilidad en el proceso político se garantiza más bien trasladando a un lenguaje político los reclamos de los ciudadanos dentro de un proceso institucional que va más allá del tiempo y del espacio (Phillips, 1995). En las sociedades actuales, la noción de representación debe vincularse al tema de la voz antes que al mero sistema procedimental de proporcionalidad en la cámara de los diputados. Reducir el proceso democrático a la inmediatez de las relaciones cara a cara puede ser un argumento falaz porque se pierde de vista que la exclusión política se produce bajo la forma de silencio aunque tu presencia esté garantizada, porque tu voz no sea lo suficientemente fuerte como para ser oída (Urbinati, 1997: 268), o porque queda distorsionada por factores como el rol que juegan las lógicas de la sociedad mediática en la actualidad. Al análisis de estos factores pasamos ahora.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
Existen buenas razones para pensar que nuestras democracias son imperfectas. Que antes que sus propuestas, los candidatos con frecuencia son atacados personalmente, que a los votantes se les desanima a ejercer su derecho de voto por muchos motivos, que los lobbys muchas veces determinan las políticas públicas que deberían diseñar los políticos elegidos democráticamente… Esta falta de contenido político hace más fácil entender el hecho, por ejemplo, de que las cuestiones de marketing político y las relativas a la imagen de los candidatos son cada vez con más frecuencia, los temas que ocupan mayor espacio y protagonismo.
El eslogan “democracia real ya” puede interpretarse como la reivindicación compartida por los indignados de un orden político del que se sientan realmente dueños y partícipes desde la base de un “gobierno que parta verdaderamente del pueblo” (Manifiesto 15 M)[1]. No es desdeñable el hecho de que la reivindicación aparezca unos meses después de que los partidos políticos pasen a ser considerados por los españoles como el tercer problema que tiene el país detrás del paro y las vicisitudes de carácter económico.[2]
En realidad, esta crítica recuerda a toda esa revisión que en los años 80 y bien entrados los 90 se hizo del marco elitista y pluralista de democracia de Schumpeter (Vallespín, 2011:13). La democracia, bajo este modelo, se convierte en un proceso competitivo a partir del cual los partidos políticos y sus candidatos ofrecen sus programas y propuestas esperando satisfacer el máximo número de preferencias individuales posible (Sunstein, 1991: 3-34). La democracia se asume como una competición abierta y justa en la que las elecciones y las decisiones legislativas se ven como el producto del mayor número de preferencias compartidas por los individuos. Tal y como Mansbridge describe el proceso, la actividad de los políticos bien podría asemejarse a la de un conjunto de empresarios o brokers buscando fórmulas para comprar la mayor cantidad de votos posible (Mansbridge, 1980: 17). Junto a esas preferencias individuales, compiten en el mercado toda una miríada de grupos de interés que acaban presionando a quiénes ejercen el poder para que sus intereses también se vean satisfechos. Según estas críticas, pues, la democracia deja de ser el gobierno de todos, para pasar a manos de quienes tienen la capacidad, mediante lobbies u otras formas de acceso a las instancias de decisión, de condicionar los procesos políticos de toma de decisión. Las reclamaciones del 15 M de “no atender sólo a los dictados de los grandes poderes económicos” (Manifiesto 15- M) tienen que ver pues con unas críticas que no son nuevas.
A pesar de este fenómeno de “oligarquización” de la política, el modelo no se consideró nunca contrario a la democracia porque se entendía que esas demandas de presión provenían de grupos “plurales” (Vallespín, Ibid.). Hoy es cuestionable hablar de pluralismo en esos términos[3] de mercado porque se piensa que el razonamiento político se basa en un razonamiento estratégico sobre los mejores medios para conseguir las preferencias, cualesquiera que éstas sean. No hay por tanto un razonamiento en términos de normatividad y objetividad en sentido de apelar a principios generales, más allá de esas preferencias particulares (Miller, 1993: 13-52). El resultado es que no hay forma de evaluar la legitimidad de esas preferencias en un lenguaje de justicia social, de manera que las reivindicaciones de un lobby de petróleo “valen” lo mismo que las de un grupo ecologista cuando no más debido a ciertos condicionantes económicos u estratégicos.
Dentro del marco de esta revisión crítica, muchos teóricos y teóricas pusieron sus esperanzas en la existencia de una sociedad civil, que junto a una labor de denuncia mediática supieran contrarrestar la influencia de esos poderes invisibles antes que fomentar la idea ingenua de negarlos. Sin lugar a dudas, uno de los méritos que hay que arrogar al Movimiento es el de haber sacado a la luz pública esta legión de interconexiones entre el poder económico y el poder político. La crítica formulada tiene el valor añadido además de haber supuesto la revitalización de un espacio público que se encontraba completamente banalizado(Vallespín, 2011: 18) y haber ampliado una discusión que tiene que ver con una forma de organización social en la que, en términos de Marcuse, cualquier propuesta alternativa se presenta, la mayoría de las veces, a ojos de esa sociedad, como inimaginable o irracional (Marcuse, 1972).
Numerosas ciudades españolas han visto en los últimos tiempos cómo un conjunto de ciudadanos corrientes descentralizados en networks y grupos divididos por barrios urbanos abrían una ventana de oportunidad fuera de las instituciones del Estado, para discutir asuntos cotidianos que sin embargo conciernen a políticas macro. La asamblea será el eje axial de un diálogo que aproxima a los interlocutores para desarrollar y discutir visiones y puntos de vista sobre las cosas, e imaginar formas de acción política bajo boycotts, marchas y manifestaciones. En este sentido, la sociedad civil sirve como una escuela de democracia porque activa mecanismos de politización de ciudadanos, así como procesos legales democráticos, al tiempo que se piensa que la “democracia institucional” tiende a perpetuar las desigualdades económicas y políticas.
La acción política en la sociedad civil se manifiesta de forma desordenada y lúdica. De alguna manera anuncia una ruptura con las necesidades dominantes de una sociedad y un sistema que ellos consideran represivo. Desarrolla un lenguaje que pone voz a experiencias que muchas veces no encuentran expresión cuando tratan de articularse a través de pautas hegemónicas de la política institucional. En este sentido, la vía institucional, antes que encauzar, muchas veces funciona con un efecto de sordina ante las demandas de ciertos grupos sociales (Minow, 1990; 49-79). Se dice por ello que la actividad de la sociedad civil debe ser autónoma de la ejercida por el Estado (Young, 2000; 155). Y en ese curso, el uso de las nuevas tecnologías habría ayudado a fortalecer la emergencia del movimiento con independencia de que la continuidad del mismo quede garantizada.
Efectivamente, las nuevas tecnologías constituyen posiblemente un signo de identidad del movimiento entre otras cosas porque han contribuido a darle ese carácter de democracia horizontal y transversal que buscaba, sin líderes personificados o rostros visibles que “actúen” como representantes del movimiento. Sin lugar a dudas, la potencialidad del uso de las nuevas tecnologías para la formación del movimiento como red social es incuestionable. Algunos especialistas han hablado de las redes sociales como un nuevo sujeto político nacido al calor de las revueltas árabes de 2011.[4] Pero si las potencialidades son muchas, no menos son los problemas que surgen al hilo de su aparición como forma de acción política. Es fácil suponer que el carácter informal que las regla puede fomentar la participación y un ambiente de mayor recepción plural. En ese sentido, uno de los mitos alimentados por el movimiento ha sido el de pensar que la horizontalidad y la ausencia de líderes contribuye a una mayor democratización del mismo. Esa asociación entre democracia y horizontalidad sin embargo es cuestionable al menos por tres motivos. En primer lugar, la falta de concreción puede ser buena en términos de participación, pero puede presentar serios problemas a la hora de elaborar un proyecto político con efecto real. Además, la ausencia de estructuras y de líderes visibles en cualquier movimiento puede acabar por convertirlo en “una cortina de humo que favorece a los fuertes o a aquellas personas que pueden establecer su hegemonía incuestionable sobre los demás”. En ese sentido es importante no perder de vista el hecho de que “la falta de estructura no impide la creación de estructuras informales”. Es precisamente esa estructura informal de los grupos no estructurados la que acaba propiciando el desarrollo de una élite hegemónica. Estos peligros han hecho por ejemplo, que en las últimas décadas, muchos movimientos feministas centraran sus esfuerzos en formalizar estructuras de decisión y los mecanismos de selección de los representantes (Freeman, 1973). Y ello apunta al tercero de los problemas, la ausencia de líderes y representantes implica algo tan poco democrático como la ausencia de responsabilidad o de rendición de cuentas. No hay que perder de vista el hecho de que asignar responsabilidad a un conjunto de agentes determinado, implica a su vez absolver a otros agentes de esa responsabilidad de la que podrían ser candidatos potenciales. (Young, 2004: 368). Los acontecimientos referidos a las supuestas agresiones a los diputados catalanes por algunos miembros del Movimiento en el mes de junio de 2011 así lo corroboran.
A pesar de ello, las redes sociales han ofrecido una nada desdeñable herramienta política y de superación de los modos de comunicación convencionales, fuera de instituciones, de partidos o de sindicatos. En relación a ello, el Movimiento 15 M habría recuperado la idea de un marco de sociedad civil tal y como habría sido conceptualizada por teóricos políticos a partir de la emergencia de los llamados movimientos sociales surgidos en la década de los 80. Esa idea de sociedad civil recuperada por el 15 M trataría de devolver la acción política a lo que se ha convertido en “mera gestión sistémica” (Vallespín, 2011: 14). Al análisis de este aspecto pasamos ahora.
3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
La idea de sociedad civil nombra “el espacio no coercitivo de asociacionismo humano” (Walzer, 1995: 7). Esto es, aquel espacio de la vida social que queda fuera de las instituciones estatales. Según esto, el Estado y la economía (economía capitalista) pertenecen a esferas diferentes de la vida asociativa (Cohen y Arato: 1992), porque tanto el Estado como la economía coordinan un poder sistémico (Habermas: 1996). Frente a ello, la sociedad civil dispone una acción espontánea y voluntaria surgida no por una rentabilidad lucrativa, y no coordinada por las instituciones estatales. A partir de la distinción habermasiana sobre la que se alinea su teoría social que establece el sistema y mundo de la vida (Habermas, 1984). Cohen y Arato distinguen, pues, entre la lógica sistémica del Estado y de la economía, frente a la sociedad civil de la acción e interacción comunicativa. El mundo de la vida comprendería así la acción comunicativa, la producción de contenidos simbólicos en sus dimensiones social, cultural y motivacional. La lógica sistémica encierra la coacción de las estructuras que acaban disolviendo al sujeto y su posibilidad de acción. La lógica sistémica, desde la lectura de Cohen y Arato, está regida por el beneficio del mercado, la rutina burocrática que objetiva las necesidades humanas y que coordina una acción que no requiere necesariamente de la comunicación. Este espacio queda regido por unos imperativos que ordenan fines particulares dentro del sistema. Frente a ello, el mundo de la vida se rige fundamentalmente por una interacción comunicativa ante unos imperativos sistémicos guiados por una racionalidad instrumental. La sociedad civil pertenece a este mundo de la vida porque coordina la acción de los actores a partir de aspectos desordenados e informales que salen de esa lógica sistémica y que priorizan la comunicación. Hay una coordinación de la acción social a partir de redes sociales, asociaciones privadas, familiares, culturales etc. Pero quizás, el aspecto más importante de la sociedad civil es que puede promocionar y ensanchar el grado democrático de una sociedad determinada. Tal y como Cohen y Arato la conceptualizan, la sociedad civil presenta un gran potencial para limitar el poder y democratizar su ejercicio. Uno de los más importantes, sin duda, es el de presentar ante debate público las propuestas sobre lo que debería hacerse para mejorar las condiciones vitales de la gente, las políticas institucionales que deberían adoptarse en ese sentido, las preocupaciones prioritarias de la vida social en general. Todo ello implica una actividad política porque se produce una acción que consigue politizar la vida social, que hace emerger cuestiones sobre cómo debería organizarse aquélla. Al mismo tiempo, consigue aumentar el grado democrático porque puede multiplicar los foros de discusión política y los temas a tratar, y además dar voz a más colectivos que permanecen invisibles o silenciados dentro de la lógica sistémica (jóvenes adolescentes y desempleados en el caso del 15 M).
Esa comunicación pública no se produce a partir de un único tema discutido por la sociedad como un todo, sino descentralizado y mediatizado por numerosos actores que aparecen de forma dispersa por factores de tiempo y de espacio (Habermas, 1996: 304-7). A través de redes sociales, análisis críticos, debates, foros de internet, performances artísticas etc. se logra hilar un tejido comunicativo que terminará por llevar su influencia a la configuración y formación de políticas públicas. En ese sentido hablamos de un espacio social generado por una acción comunicativa que transfiere la información al sistema burocrático y legislativo del Estado para que éste lleve a cabo el cambio regulatorio que la sociedad demanda (Habermas, 1996: 151-168).
En el momento en que aparece el 15 M, la situación de funcionamiento de la democracia es bien distinto al descrito hasta aquí. Es sin duda un tiempo que vive la “crisis de la política” frente al imperalismo de la economía o colonización de la política por la economía (Vallespín, 2011:14). Esta colonización del mundo de la política por la economía no consiste solamente en el hecho de que algunas personas tengan más dinero que otras dentro de nuestras sociedades, y por tanto, acceso a mayor cantidad de recursos y de bienes. Existe además una suerte de dominación económica que se da cuando un contexto institucional determinado, formado por ciertas estructuras y procedimientos corporativos, otorgan un poder de influencia desmesurado a un conjunto de personas que tienen la potestad de tomar decisiones que afectarán a millones de personas. Hablamos por ejemplo, de la gente que trabaja en las Agencias de Calificación, y que no son necesariamente lo más ricos, o tan siquiera, los más privilegiados. Esta situación pues, ocurre con ese ente abstracto llamado “mercados” y la subordinación de la política a los mismos, debido a una estructura de poder de toma de decisiones que no se pone bajo cuestión ni discusión colectiva. Asistimos a un momento, pues, en el que la política pierde su autonomía con el consiguiente perjuicio que esto conlleva para la democracia. Además, tal y como ha señalado el sociólogo francés Touraine, la tendencia hacia la separación entre el sistema económico y los actores sociales acaba por transformar a estos actores sociales en “parados, excluidos o ahorradores arruinados, incapaces todos ellos de reaccionar políticamente” (2011: 11). Cuando la dimensión económica –el tener- se independiza de la política –el hacer- se termina por configurar un modelo antropológico ajustado a una lógica sistémica en la que se da como rasgo característico esa dominación de la economía sobre los actores sociales, esto es, la separación entre sistema y actores. El modelo perpetúa de esta forma los intereses objetivos del sistema. El resultado es lo que el autor denomina bajo la rúbrica de “situación postsocial”, que puede conllevar el riesgo real de desaparición de los actores y de la acción política como tal, debido especialmente a la impotencia cada vez más manifiesta ante aquellos que solamente piensan en incrementar sus propios beneficios.
En ese sentido, tanto la naturaleza de la acción política a la que tradicionalmente se había presupuesto la capacidad de organizar de forma autónoma una sociedad, como la estructura de control político, aparecen completamente diluidas. Ejemplos palpables de ello han sido la sujeción de los gobernantes griegos a los requerimientos de un sistema que obliga a obedecer imperativos distintos de los que deseaban sus ciudadanos, o el cambio de política que sufre el programa de Zapatero a partir de mayo de 2010 debido a los recortes que se le imponen desde fuera. Por ello, tal y como Vallespín señala “si la acción política no cuenta, si no cabe intervenir salvo para evitar consecuencias más lesivas, la impotencia de la política acaba creando una gran crisis en la democracia que se traduce en ese divorcio creciente entre la ciudadanía y la clase política y una acuciada crisis de legitimidad del sistema” (2011: 11). La percepción es que ya no se gobierna para la ciudadanía, sino para administrar esos condicionantes sistémicos (Ibid.). La impresión generalizada es que incluso el sistema está por encima de la gente o contra ella. Recuérdese en este sentido uno de los eslóganes del Movimiento que reza “no somos antisistema, el sistema está contra nosotros”. La paradoja de esta situación es que al mismo tiempo que se pone en evidencia la superioridad del Estado sobre la del sistema económico (especialmente a partir de las inyecciones de fondos públicos hechas a las principales entidades bancarias para evitar la catástrofe), vivimos en un momento de debilidad política sin parangón. Momento contradictorio que se manifiesta en esa superioridad del Estado al tiempo que se afirma una debilidad política indiscutible (Touraine, 2011:24).
En relación a ello, es posible advertir que el 15 M ha sabido reapropiarse de la acción política que es pensable en la sociedad civil del mundo de la vida en primer lugar porque no ha sido monopolizado, hasta el momento, por ninguna sigla o grupo institucional. El Movimiento surge además con una vocación política que trata de llevar a la esfera pública un sentimiento generalizado de descontento que aspira influenciar en la formación o implementación de políticas estatales como la reforma de la ley electoral, el despliegue de nuevas formas de participación directa, mayor carga fiscal para los ricos, una reformulación o cancelación de las ayudas económico-financieras procedentes de recursos públicos destinados a paliar la quiebra de los bancos y cajas de ahorro etc. Esa articulación de nuevas formas de participación surge de la reacción contra un sistema que reduce la participación ciudadana a un voto ejercido cada cuatro años. Que toma conciencia de que aquellas decisiones que más nos afectan se escapan al control democrático directo. Con ello se pone de manifiesto que la política nos deja de ser perceptible bajo el paradigma de la acción, tanto en su dimensión decisoria como en la comunicativa. En este sentido cobra fuerza la idea de la repolitización de una esfera pública que había sufrido una creciente despolitización paradójicamente desde la aparición de los estados de bienestar capitalistas (Habermas, 1987: 343-346)
El movimiento además, guarda sintonía con los tradicionales movimientos sociales asociados con la política de izquierdas, tales como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo. Hay un cuestionamiento de la sociedad patriarcal, una contestación del modelo capitalista que recuerda las reivindicaciones de los altermundialistas de los 90, además de la asunción de perspectivas que tienen que ver con la ética ecológica del decrecimiento, o las protestas antimilitaristas de reducción del gasto militar. Como ya apuntábamos anteriormente, casi con toda probabilidad, el rasgo más novedoso que ofrece este movimiento es el de situar su génesis en las posibilidades que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías. En ese sentido el movimiento cobra una novedosa forma de actuación real y virtual que ha servido para conservar el espíritu lúdico, espontáneo, creativo y desordenado de los tradicionales movimientos sociales, con una forma de interactuar a partir de networks que mantienen vigente esa retroalimentación entre lo real y lo virtual. A pesar de todo ello, en este artículo se mantiene la tesis de que lo que a primera vista parece como una contestación al sistema como un todo, constituye más bien un intento de regeneración del mismo. Quizás uno de los aspectos de regeneración democrática más visible ha sido el de la puesta en marcha de un sistema de cooperación social a partir de la difusión del Movimiento en asambleas de barrio, comisiones e internet. Ello ha supuesto una activación importante de la dimensión participativa de la democracia que apunta hacia la repolitización de un modelo de ciudadano que había sido construido en torno a la idea de que las personas son clientes o consumidoras de las políticas públicas estatales (Taylor, 1985). Al análisis de ello pasamos ahora.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
La movilización del 15 de mayo surge en un contexto incuestionable de apatía o sentimiento generalizado de descontento. El barómetro del mes de junio del CIS registraba una encuesta en la que el 55 por ciento de los ciudadanos entrevistados decían tener poco interés o nada por la política. Lo paradójico de esta encuesta es que al mismo tiempo que reconoce ese desinterés de la ciudadanía por la política, la mayoría de los encuestados (70%) refrenda los acontecimientos protagonizados por las movilizaciones del 15 M. Esta paradoja expresa esa tensión entre una ciudadanía que se siente apática con la política institucional, pero que tiene ganas de un cambio.
El alto porcentaje de indiferencia y rechazo por la política es un fenómeno que se venía gestando desde el desarrollo de las sociedades de bienestar capitalistas. Esa orientación al bienestar construye a los ciudadanos del mismo modo que a clientes y consumidores reforzando su despolitización (Habermas, 1987: 350). Se tiende a suprimir la distinción entre la esfera pública y la actividad económica privada. El Estado se convierte progresivamente en gestor y distribuidor de los procesos económicos. Esas funciones del Estado quedan prefijadas dentro de una estructura de poder que no se somete a discusión, basada en la distribución de bienestar social sobre el fondo de acumulación de capital privado (Cohen y Rogers, 1983). En ese contexto, las demandas insurgentes de los movimientos sociales se mantuvieron siempre dentro de los límites de ese pluralismo basado en los intereses de grupo de los que hablábamos antes. Los intereses de grupo se convierten en el vehículo de resolución de conflictos, haciendo que los mecanismos de participación y de control de la ciudadanía sean progresivamente más difíciles o incluso carentes de sentido (Walzer, 1982). La política basada en los intereses de grupo deja fuera de los procesos de toma de decisiones a los ciudadanos, en un contexto además, en el que es extraño que los gobiernos informen o pongan en conocimiento público las medidas que adoptan, o traten de llevarlas si quiera a discusión pública. En esa estructura de toma de decisiones basada en los intereses de grupo, con frecuencia tales decisiones se toman en privado y muchas veces, a partir de procesos complejos e informales influenciados por intereses específicos que quieren conseguir acceso a organismos públicos, con unos efectos oligárquicos que resultan casi inevitables (Offe, 1984: 173). Esta lógica, según Manin, vulnera los requisitos que debe cumplir la formación de una opinión pública, a saber, la publicidad de las decisiones gubernamentales para que la ciudadanía pueda formar su propio criterio sobre los temas políticos, y la libertad de éstos para expresar sus opiniones en cualquier momento, y con independencia de los gobernantes ( 1998: 206-207).
La pérdida de control y de información sobre los procesos de toma de decisión política ha ido fomentando progresivamente un desinterés por lo público que ha terminado por redundar en ese déficit de democracia, desafección política y crisis de participación. ¿Pero cuáles son las causas más concretas de este procesode despolitización de las masas?
En Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973) Habermas centra su análisis en una economía capitalista, de crisis cíclicas y autodestructivas que gestionan la vida económica de las sociedades posindustriales desde la Segunda Guerra Mundial. La política económica entonces fija su objetivo en la contención de las luchas de clase, al tiempo que mantiene una tasa de crecimiento constante, junto con los niveles de consumo. Ese capitalismo financiero que “acumula y no produce nada” genera un modelo de individuo que quiere por encima de todo mejorar su nivel de vida en términos de consumo, y un modelo político convertido en gestión técnica sobre medios, diluyendo la discusión pública sobre fines (Touraine, 2011: 29). El elemento deliberativo de la política desaparece, junto con el participativo, reducido ahora a una elección periódica y rutinaria de personas que llevarán a cabo la mera gestión y administración de la vida de las gentes. Ello implica la aparición de una visión tecnocrática de la política puesta en manos de gestores; un predominio de la visión técnica de la política sobre la dimensión comunicativa de la misma, resultando de este modo que “el poder político se legitima a sí mismo a través del recurso a su eficiente gestión administrativa” (Ureña, 1979: 73). Este modelo acaba asumiendo implícitamente que los individuos son agentes ubicados en la esfera social, como átomos que se relacionan con los objetos que poseen. El modelo pues crea un tipo de persona que presupone esta concepción estática de la sociedad que además acaba por diluir la discusión sobre el contexto institucional en el que esos individuos se desenvuelven. Esto es importante, porque ese contexto institucional termina condicionando la aptitud de la gente para participar y para ejercer sus capacidades. Presuponer el contexto institucional en el que tiene lugar “la gestión” de la política, implica no prestar atención a la “concepción y creación en sí mismas”. Esto es, olvidar la dimensión participativa y deliberativa sobre cómo se “designan los bienes sociales, qué significado se les otorga y cómo se construye colectivamente” (Walzer, 1983: 7). Esto supone abandonar un modelo social formado por individuos relacionados externamente con esos bienes que poseen, y pasar a otro modelo social que prime la dimensión ciudadana de los mismos. Tomando como punto de referencia ese desarrollo teórico que parte de la ética comunicativa de Habermas, el modelo social que se habría reivindicado por el Movimiento podría tener que ver con una concepción de la sociedad en el que las personas deliberan sobre problemas y cuestiones de una manera colectiva. Con un espacio público heterogéneo donde la opinión pública hace las veces de una asamblea para la expresión de los asuntos públicos y el debate sobre ideas. Una ciudadanía politizada democratiza la opinión pública porque ayuda a crear “un marco en el que la voluntad del pueblo es una de las consideraciones en el proceso de toma de decisiones” (Manin, 1998: 210).
Seguir el modelo de la ética comunicativa de Habermas en el ideal de ciudadanía implica llevar esa ética a cuestiones procedimentales de participación en la deliberación y toma de decisiones, tal y como los miembros del 15 M han ensayado en el proceso de descentralización de asambleas de barrios. Supone, pues, reivindicar un modelo de política como “la actividad a través de la cual grupos de gente relativamente grandes y permanentes deciden lo que harán colectivamente, establecen cómo van a vivir juntos y deciden su futuro, cualquiera que sea la medida en que esté en su poder hacerlo” (Pitkin, 1981: 343). La política, pues, comprende los aspectos de la organización institucional y la acción pública. En relación a esos aspectos, el Movimiento ha señalado que éstos deberían estar sujetos a la evaluación y a la toma de decisiones colectiva con independencia de que además incluyan la iniciativa y las acciones del gobierno y del Estado. Los políticos podrán hacer caso omiso de los deseos de la opinión pública, pero como señalaba Manin, el mero hecho de democratizar esa opinión pública ya supone que los imputs o demandas sean tenidos en cuenta dentro la caja del sistema político de toma de decisiones.
Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
En conformidad con lo planteado en este artículo es posible afirmar que hasta el momento actual, el Movimiento del 15 M parece contener no pocos elementos de profundización de procesos democráticos más que de alejamiento de los mismos. Un conjunto de ciudadanos percibe un problema que filtra en la esfera de la sociedad civil (mundo de la vida) a partir de una discusión pública dirigida a los gobernantes (sistema). El tema o issue incipiente estimula un debate público desafiando no sólo la misma agenda política, sino la propia estructura de poder de toma de decisiones. Las marchas, las pancartas, las acciones etc. logran envolver a partidos políticos de intereses diversos, a la sociedad civil en su conjunto, y muy especialmente a los media.
Hasta el momento, pues, todo parece indicar que a veces, esa democracia cuestionada, contiene los debidos cauces en términos de publicidad e imparcialidad para conseguir objetivos políticos que se articulan bajo la forma de reclamos de justicia. La experiencia del 15 M muestra también que la participación activa, la movilización y determinación de la llamada sociedad civil no tiene por qué estar reñida con la representación política. Es posible afirmar que la dimensión participativa de la democracia puede complementar a la representativa. Si los representantes saben escuchar debidamente las demandas de una ciudadanía activa es posible afirmar también que el sistema democrático sólo funciona cuando ambos, representantes y representados, trabajan juntos. Y de la misma manera, el elemento de la deliberación pública ha de ser característico de lo político (Arendt, 1958 -1993-).
Hasta ahora, por tanto, todo parece confirmar la máxima de Marcuse según la cual el sistema democrático proporciona el marco de actuación para transformar las cosas, al tiempo que es capaz de preservar el estatus quo y contener esas condiciones para el cambio. Un sistema, en definitiva, capaz de contener un cambio cualitativo para el futuro previsible, pero al mismo tiempo, un sistema en el que existen fuerzas que pueden romper esta contención (Marcuse, 1972: 25). La experiencia del 15 M demuestra también otra cosa; que la democracia es una cuestión de grado, que algunos países son democráticos en algunos aspectos y que el grado de democracia de muchos países depende de la práctica democrática de la gente que los habita.
Bibliografía
ARENDT, H. (1993): La condición humana, Paidós, Barcelona.
MARCUSE, Herber (1969): Un ensayo sobre la liberación, Editor Joaquín Mortiz.
BARBER, B. Strong Democracy, Berkeley: University of California Press, 1984.
BECK, U. La sociedad del riesgo mundial: En busca de la seguridad perdida, Paidós, 2008.
BENHABIB, S.: “Sexual Difference and Collective Identities: The New Global Constellation”, A Journal of Women in Culture and Society, 24/2, Invierno, 1999.
BEITZ, C. “Procedural Equality in Democratic Theory: A Preliminary Examination”, en Nomos XXV. Liberal Democracy, eds. J. Rolando Pennock y Jonh W. Chapman, New York: New York University Press, 1983.
COHEN Y ARATO, Civil Society and Political Theory, Cambridge: MIT Press, 1992.
COHEN Y ROGERS, On Democracy, Nueva York, Penguin, 1983.
DISH, L.: “More Truth than Fact: Storytelling as Critical Understanding in the Writings of Hannah Arendt”, Political Theory, 21/4, Noviembre, 1993.
FREEMAN, J.: “The Tyranny of Structurelessness”, Berkeley Journal of Sociology, Vol. 17, 1973, pp. 151-165
HABERMAS, J.: The Theory of Communicative Action, Boston: Beacon Press, 1984.
HABERMAS, J.: Teoría y Praxis, Madrid, Tecnos, 1987.
HABERMAS, J.: Between Facts and Norms, Cambridge: MIT Press, 1996
HANSEN, H.: The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, Oxford y Cambridge University Press, 1996.
MANIN, B.: Los principios del gobierno representativo, Madrid, Editorial Alianza, 1998.
MANSBRIDGE, J: Beyond Adversary Democracy, New York Basic Books, 1980.
MANSBRIDGE, J: “Self-Interest and Political Transformation”, en George E. Marcus and Russell L. Hason (eds.), Reconsidering the Democratic Public, University Park: Pennsylvania State University Press, 1993.
MILLER, D.: “Deliberative Democracy and Social Choice”, en David Held (ed.), Prospects for Democracy, Oxford Polity Press, 1993.
MINNOW, M.: Making All the Difference, New York, Cornell University Press, 1990.
NEGRI, T: Multitud, Barcelona, Debate, 2004.
OFFE, C: Contradictions of the Welfare State, Cambridge, MIT Press, 1984.
OFFE, C: Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Madrid, Sistema, 1992.
PHILLIPS, A: The Politics of Presence, Oxford University Press, 1995.
PITKIN, H.: The Concept of Representation, University of California Press, 1971.
PITKIN, H: “Justice: On Relating Public and Private”, Political Theory, 9, Agosto 1981: 327-352.
PLOTKE, D: “Representation is Democracy”, Constellations, 4/1, April, 1997.
SUNSTEIN, C.: “Preferences and Politics”, Philosophy and Public Affairs, 20, Invierno, 1991: 3-34.
TAYLOR, C.: “The Nature and Scope of Distributive Justice”, en Philosophy and the Human Sciences, Cambridge, Cambridge University Press.
TOURAINE, A.: Después de la crisis: Por un futuro sin marginación, Barcelona, Paidós, 2011.
URBINATI, NADIA: “Politics as Deferred Presence”, Constellations, Vol. 14, nº 2, 2007.
UREÑA, E.M: La teoría crítica de la sociedad de Habermas, Tecnos, Madrid, 1978.
KYMLICKA, WILL, y SHAPIRO, IAN: Ethnicity and Group Rights, Nomos 29, New York, New York University Press, 1997.
VALLESPÍN, F.: “La fatiga democratica”, en Claves de la Razón Práctica, Nº 215, 2011, pp.10-18.
WALZER, M: “Politics in the Welfare State: Concerning the Role of American Radicals”, en Irving Howe (ed.), Beyond the Welfare State, Nueva York, Schocken, 1982.
WALZER, M: Spheres of Justice, New York, Basic, 1983.
WALZER, M: “The Idea of Civil Society”, en Toward a Global Civil Society, Walzer (ed.), Berhahan Books, 1995.
YOUNG, I.: “Responsability and Global Labor Justice”, The Journal of Political Philosophy, Volumen 12, no 4, 2004, pp. 365-388.
YUNIS, H.: Taming Democracy. Models of Political Rhetoric in Classical Athens, Ithaca: Cornell University Press, 1996.
[1] Véase la fuente en http://www.democraciarealya.es/manifiesto-comun/
[2] Estudio 2095 del Banco de Datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Barómetro de junio de 2011.
[3] Especialmente a partir de la aparición del marco deliberativo de democracia. Léase a este respecto, por ejemplo el trabajo de James Bohman titulado “TheComing of Age of Deliberative Democracy”, en The Journal of Political Philosophy, Vol. 6, No. 4, Diciembre de 1998, pp. 400-425.
[4] Josep Ramoneda, “Un nuevo sujeto político”, 20-2-2011
Resumen:
Este artículo tiene como objeto realizar el análisis de algunos aspectos deficitarios de la democracia liberal que han quedado puestos de manifiesto a partir del hito de la crisis financiera de 2007. Para ello se lleva a cabo la conceptualización de esas carencias democráticas a la luz de las reivindicaciones surgidas al hilo de las protestas articuladas por el conocido movimiento 15 M, desde una consideración crítica con dicho movimiento también. Por último, se ha pretendido poner en conexión esas patologías democráticas con algunos ideales de la democracia deliberativa para exponer los factores que impiden las posibilidades para el cambio, y apuntar, desde una perspectiva normativa, algunas directrices para su mejora.
Palabras clave:
Acción, sistema, crisis de representación, sociedad civil, Movimiento 15 M
Abstract:
This article has the objective of analyzing some of the short falling aspects of liberal democracy which have been highlighted since the watershed of the 2007 financial crisis. In order to do so, we will carry out a conceptualization of those democratic shortfalls in light of the claims that have emerged in the slipstream of the well known 15 M movement, though form a critical consideration of this movement as well. Lastly, it has been intended to connect those democratic pathologies with some ideals of the deliberative democracy, to expose those factors which inhibit the possibilities of change, and to point, from a normative perspective, towards some guidelines for improvement.
Key words:
Action, system, crisis of representation, civil society, Movimiento 15 M.
Fecha de recepción: 09/04/2012
Fecha de aceptación: 11/05/2013Máriam Martínez-Bascuñán - Eldiario.es
- Imágenes de Máriam Martínez-BascuñánDenunciar imágenesMás imágenes de Máriam Martínez-Bascuñán
www.eldiario.es/autores/mariam_martinez-bascunan/
Máriam Martínez-Bascuñán. Profesora Contratada Doctora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se centra en teoría política y ...
Artículos escritos por Máriam Martínez-Bascuñán | EL PAÍS
elpais.com › Más temas
Máriam Martínez-Bascuñán. La brecha generacional nos anticipa la verdadera fuerza de transformación que está viviendo nuestro país. El aumento en el ...
Máriam Martínez-Bascuñán - Universidad Autónoma de ...
https://www.uam.es/ss/.../Martinez-Bascunan_Ramirez,_Mariam.htm
MARIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración Pública por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máriam Martínez-Bascuñán Ramírez - Dialnet
dialnet.unirioja.es/servlet/extaut?codigo=2423908
Página que presenta los registros bibliográficos que hay en Dialnet correspondientes a publicaciones de Máriam Martínez-Bascuñán Ramírez (no es una ...
Máriam Martínez-Basc (@MariamMartinezB) | Twitter
https://twitter.com/mariammartinezb
The latest Tweets from Máriam Martínez-Basc (@MariamMartinezB). Profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid Escribo en @el_pais ...
Máriam Martínez-Bascuñán | Plaza y Valdés Editores
www.plazayvaldes.es/autor/mariam-martinez-bascunan/1445/
Máriam Martínez-Bascuñán es actualmente profesora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, donde imparte clases de Teoría Política, ...
Máriam Martínez-Bascuñán Archives - Caffe Reggio
www.caffereggio.net/tag/mariam-martinez-bascunan/
Archivo del articulista | Máriam Martínez-Bascuñán. El año electoral del voto joven, deMáriam Martínez-Bascuñán en El País. el 22 mayo, 2015 en Ciencia, ...
Máriam Martínez-Bascuñán | La Maleta de Portbou
www.lamaletadeportbou.com/autor/mariam-martinez-bascunan/
Máriam Martínez-Bascuñán. Profesora titular de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido visiting researcher ...
Máriam Martínez-Bascuñán, Analísta en Agenda Pública
agendapublica.es/analistas/mariam-martinez-bascunan/
Máriam Martínez-Bascuñán. Profesora Contratada Doctora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se centra en teoría política y ...//.
CIRCUNSTANCIA. AÑO XI - Nº 31 - MAYO 2013
Miscelánea
CRISIS SISTÉMICA Y NUEVOS DESAFÍOS. EL 15-M EN SITUACIÓN. (*)
Máriam Martínez Bascuñán
Introducción
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
Bibliografía
(*) Este trabajo se inserta en el proyecto I+D Las consecuencias políticas de la crisis económica. CSO2011-28041 del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.
Introducción
El 15 de Mayo de 2011 miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades españolas bajo un lema común: democracia real ya. Los mensajes, los gritos y pancartas parecían poner de manifiesto el déficit democrático en el que se había instalado “el sistema”. La puesta en marcha espontánea de estos cauces de participación llevaron a una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad en la que vivimos. Sacaron a la luz cuestiones que parecían mostrar una notable crisis materializada en temas como el concepto de representación o el divorcio creciente entre ciudadanos y políticos. La llamada a una democracia real suponía la apelación a una ciudadanía corresponsable en gran medida de sus propias denuncias.
El 15 M surge en España posiblemente como colofón de una “megacrisis” que dura ya casi 3 años, y que ha debilitado como nunca el papel de los estados como actores políticos con capacidad de acción. Se ha hablado de la crisis más grave desde la del 1929, del fin del capitalismo, del fin de la economía de mercado (Touraine, 2011: 21). Se dice que el Estado ya no es una pieza central de las democracias representativas, y que la elección de gobiernos no constituye sino la expresión debilitada de la opinión pública.
Es cierto en todo caso, que conforme pasa el tiempo, se deben ir dejando a un lado los diagnósticos apocalípticos para prestar atención a análisis más moderados que no nos impiden ver sin embargo, que la percepción generalizada es que la crisis se ha instalado en nuestras vidas de forma casi permanente y en los tres principales niveles de organización; el social, el político, y el económico. No es posible por tanto hablar de una crisis económica analizada desde términos estrictamente económicos. Parece que la crisis se ha vuelto más política que económica, y buena muestra de ello ha sido el surgimiento del 15 M.
Este artículo busca reflexionar de manera crítica sobre algunos de estos aspectos a la luz de las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15 M, tratando de percibir esos problemas a través de categorías, sin perder de vista el hecho de que analizar es simplificar. Esto supone llevar a cabo una ruptura de realidades complejas para desbrozarlas en pequeños trazos interpretativos. Esas categorías sin embargo, ordenan nuestra experiencia, pero no consisten simplemente en clasificar el mundo, porque esas clasificaciones y análisis nos posicionan en relación a los significados que damos, y cuando clasificamos excluimos e incluimos. Seleccionamos temas y cosas que dividen el mundo, que discriminan (Minow, 1990). Por eso se piensa que la identificación de estos temas es fundamental para analizar un movimiento como el 15 M, y más aún, la identificación de los problemas que el Movimiento ha puesto sobre la mesa, pues se piensa que es sintomático de un estado de cosas que muestra las carencias y anhelos de una parte relevante de la sociedad, a partir de una crisis que no puede explicarse en términos meramente financieros. Ello conduce irremediablemente a pensar en una cuestión más profunda como lo es el poder del propio lenguaje y el presupuesto erróneamente asumido de que las categorías encajan naturalmente dentro del mundo. Eslóganes como “lo llaman democracia y no lo es” muestran la percepción de esos desajustes entre las palabras y las cosas y la responsabilidad del observador social a la hora de interpretarlas. De discernir, por ejemplo, sobre si realmente hay un potencial transformador en el movimiento, o por el contrario podría quedarse en un puñado de propuestas de escaso calado. De comprobar si efectivamente, esos grupos que han salido a la calle podrían ser característicos de un “estado de desintegración del sistema” (Marcuse, 1968: 21). De reparar en cómo se modifican los “paisajes de problemas” a partir de la percepción de los riesgos (Beck, 2008). De observar cómo los ciudadanos experimentan las instituciones democráticas. De ver si es posible extraer una definición clara de los desafíos actuales y de cuáles son los márgenes reales para la acción política. De hacer en definitiva, una reflexión más o menos sistemática sobre la democracia actual existente, identificando no solo esas sensaciones de insatisfacción y frustración, sino las posibilidades de transformación experimentadas como carencias por una buena parte de la ciudadanía actual.
Teniendo en cuenta todo ello, el artículo se centrará en cuestiones cuyo lenguaje social trata de ajustarse al rol o significado de la discusión pública en los procesos de toma de decisiones, la crisis del concepto de representación vista a través del diálogo entre las instituciones políticas y la sociedad civil y el papel de los media en esa práctica democrática. Para ello se intentará conceptualizar, en primer lugar, algunas de las demandas y reivindicaciones con la intención, en segundo lugar, de esbozar las posibles patologías de los sistemas democráticos que dicho movimiento podría haber puesto de manifiesto. Se piensa, por último que al poner en diálogo crítico ambas aproximaciones analíticas (demandas democráticas/patologías democráticas; lo que se pide y lo que se denuncia) se facilita el camino para, en conformidad con la teoría política normativa, formular algunos ideales democráticos que este artículo pretende poner en conexión con el marco deliberativo, y ver, en definitiva, si el Movimiento 15 M implica la toma de conciencia de las fuerzas que impiden las posibilidades para el cambio. De esta manera, el análisis se hará a partir de cuatro ejes temáticos:
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
3. Crisis de la lógica sistémica Vs. Revitalización de la Sociedad Civil.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
Una de las críticas del Movimiento 15-M que más eco han tenido ha sido la del grito del “no nos representan”. Con ello se ha puesto de manifiesto que los verdaderos intereses de la ciudadanía no son tenidos en cuenta y que el proceso democrático de celebración de elecciones no es más que un ritual vacío. Desde el ámbito académico la crítica formulada por el Movimiento puede conceptualizarse como una crisis del modelo representativo de democracia como autorizacióny del sistema de control de gobernantes por parte de los gobernados como accountability ( Pitkin, 1971)
Es ampliamente asumido de acuerdo con el viejo sueño de autenticidad rousseaniano, y especialmente en sectores de la izquierda radical, el presupuesto de que participación y representación son dos nociones contrapuestas, y que la mediación del Estado implica alienación y un déficit democrático (Barber, 1984: 146). Se piensa con frecuencia que la representación aleja y separa al gobierno en relación a los ciudadanos votantes (Negri, 2004). En este artículo se pretende demostrar que el Movimiento 15 M ha puesto de manifiesto justamente lo contrario, esto es, que el concepto de representación hace inevitable interpretar la noción misma de democracia (Urbinati, 2007: 267), y que en el modelo representativo de democracia lo contrario a la representación no es la participación directa, sino la exclusión de la representación misma (Kymblicka y Shapiro, 1997: 3-19). En sociedades de masas como las nuestras, representación y participación se necesitan recíprocamente para ampliar y profundizar en los procesos democráticos de toma de decisiones (Plotke, 1997: 19-34). Sostener lo contrario implica no tomar conciencia de la complejidad de nuestras sociedades. Pero, ¿cómo interpretar la noción de democracia representativa a la luz de las críticas formuladas por el 15 M?
Con el eslogan “No nos representan” el Movimiento ha puesto de manifiesto una distorsión de la realidad que muchas veces se aprecia en los políticos. Según Vallespín, tal distorsión se pone de manifiesto a partir de una doble expresión. Por un lado, los políticos tienden a hacer una “lectura de la realidad partidista”, de manera que ésta acaba por doblegarse a su estrategia política concreta. Se dejan guiar por su propio interés de parte. Y de otro, los políticos tienden a interiorizar de tal forma su propia perspectiva de las cosas, que al final se les acaba por desvanecer un acceso a la realidad más amplio (Vallespín, 2011: 12). Así las cosas, se critica la idea de representación derivada de un interés partidista y de una perspectiva social particular que confiere un conocimiento situado derivado de esa posición social. Con frecuencia, la exclusiva dedicación a la política tiende a encerrar a quienes la practican en un mundo aparte completamente desconectado del mundo exterior. El hecho de que gran parte de ellos sean “políticos de carrera” contribuye a homogeneizarlos y a sumirlos más en su propio entorno (Vallespín, Ibid). Este perspectivismo limitado implica la aproximación a la discusión pública y al proceso de toma de decisiones bajo unas condiciones que efectivamente determinan la forma sesgada con la que miran o entienden lo que es realmente importante para la gente corriente. Así las cosas, se denuncia la carencia de un conocimiento social ampliado que debería presuponerse en la clase política, esto es, una forma de pensar y ver las cosas de manera que se tiene en cuenta y es posible comprender la perspectiva de otros (Benhabib, 1999: 335, y Disch, 1993).
El problema normativo más grande que resulta de esto es la amenaza de una desconexión entre el representante y la gente que representan. Cuando se produce esta desconexión, los representados pierden la sensación de control sobre los procesos de toma de decisiones, experimentan una desafección política y pierden el interés por la participación dentro de los cauces que brinda la sociedad civil (Young, 2000: 132). Parece que con su crítica, el 15 M ha puesto de manifiesto además otra cosa; que el modelo que hacía compatible el Estado de bienestar keynesiano con la democracia competitiva de partidos se ha agotado. Ese modelo competitivo de partidos había ayudado a estabilizar la lucha de clases y había funcionado en definitiva como bloque de contención del conflicto social (Offe, 1992). La lógica capitalista de esa democracia competitiva de partidos habría terminado por cristalizar en una oligarquía de dirigentes y en una mercantilización de la política institucional a partir de los imperativos de esa competencia. Esto habría implicado hablar de procesos electorales en términos de mercado, con estados de campaña electoral continuos y la priorización de aquellas ofertas que fueran realizables a más corto plazo.
Todas estas críticas son lo suficientemente poderosas como para poner de manifiesto la necesidad de repensar el sistema democrático, pero en muchas ocasiones adolecen de cierta consistencia cuando se ciñen al estricto ámbito de la representatividad. En el discurso teórico y práctico sobre representación política se tiende a asumir que por lo general, el representante debe mantener una relación de sustitución o identidad con el representado. La crítica al fenómeno de “la distorsión” que sufren los políticos no debe hacer perder de vista que representación no implica sustitución o identificación (Pitkin, 1971). De esta forma, el representante no habla por el representado, sino como el representado pudiera hablar. Teniendo claro esto, el modelo de democracia representativa debe velar en primera instancia por esa conexión entre las esferas de la sociedad civil y los representantes. Sólo así se asegurará un grado óptimo de democracia en los procesos de toma de decisiones.
La crítica del 15 M ha ayudado a situar el proceso democrático fuera del modelo neo-schumpeteriano de democracia como mercado económico de competición de élites, para reivindicar la influencia que la ciudadanía debiera tener en ese proceso (Beitz, 1983: 75). La crítica del movimiento ha puesto de manifiesto además que el derecho igualitario del voto no ha venido garantizando esa igualdad de influencia en el proceso legislativo. Sacar a la política del modelo neo-schumpeteriano no debe provocar sin embargo, una suerte de efecto de péndulo que lleve a elevar el modelo asambleario de democracia directa a la única forma de democracia real. En la misma ekklesia ateniense, la presencia directa de todos los ciudadanos no era obstáculo para que la gran mayoría de ellos se abstuviera de la participación activa dentro de la misma. Muchas de las medidas tomadas por Pericles, en este sentido se encaminaban a desalentar la incomparecencia, no el silencio (Yunis, 1996: 43). Numerosos estudios hechos desde la academia han mostrado evidencia empírica de que la cuestión de la presencia no siempre garantiza la voz en estos foros (Mansbridge, 1993, Hansen, 1996). La voz y visibilidad en el proceso político se garantiza más bien trasladando a un lenguaje político los reclamos de los ciudadanos dentro de un proceso institucional que va más allá del tiempo y del espacio (Phillips, 1995). En las sociedades actuales, la noción de representación debe vincularse al tema de la voz antes que al mero sistema procedimental de proporcionalidad en la cámara de los diputados. Reducir el proceso democrático a la inmediatez de las relaciones cara a cara puede ser un argumento falaz porque se pierde de vista que la exclusión política se produce bajo la forma de silencio aunque tu presencia esté garantizada, porque tu voz no sea lo suficientemente fuerte como para ser oída (Urbinati, 1997: 268), o porque queda distorsionada por factores como el rol que juegan las lógicas de la sociedad mediática en la actualidad. Al análisis de estos factores pasamos ahora.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
Existen buenas razones para pensar que nuestras democracias son imperfectas. Que antes que sus propuestas, los candidatos con frecuencia son atacados personalmente, que a los votantes se les desanima a ejercer su derecho de voto por muchos motivos, que los lobbys muchas veces determinan las políticas públicas que deberían diseñar los políticos elegidos democráticamente… Esta falta de contenido político hace más fácil entender el hecho, por ejemplo, de que las cuestiones de marketing político y las relativas a la imagen de los candidatos son cada vez con más frecuencia, los temas que ocupan mayor espacio y protagonismo.
El eslogan “democracia real ya” puede interpretarse como la reivindicación compartida por los indignados de un orden político del que se sientan realmente dueños y partícipes desde la base de un “gobierno que parta verdaderamente del pueblo” (Manifiesto 15 M)[1]. No es desdeñable el hecho de que la reivindicación aparezca unos meses después de que los partidos políticos pasen a ser considerados por los españoles como el tercer problema que tiene el país detrás del paro y las vicisitudes de carácter económico.[2]
En realidad, esta crítica recuerda a toda esa revisión que en los años 80 y bien entrados los 90 se hizo del marco elitista y pluralista de democracia de Schumpeter (Vallespín, 2011:13). La democracia, bajo este modelo, se convierte en un proceso competitivo a partir del cual los partidos políticos y sus candidatos ofrecen sus programas y propuestas esperando satisfacer el máximo número de preferencias individuales posible (Sunstein, 1991: 3-34). La democracia se asume como una competición abierta y justa en la que las elecciones y las decisiones legislativas se ven como el producto del mayor número de preferencias compartidas por los individuos. Tal y como Mansbridge describe el proceso, la actividad de los políticos bien podría asemejarse a la de un conjunto de empresarios o brokers buscando fórmulas para comprar la mayor cantidad de votos posible (Mansbridge, 1980: 17). Junto a esas preferencias individuales, compiten en el mercado toda una miríada de grupos de interés que acaban presionando a quiénes ejercen el poder para que sus intereses también se vean satisfechos. Según estas críticas, pues, la democracia deja de ser el gobierno de todos, para pasar a manos de quienes tienen la capacidad, mediante lobbies u otras formas de acceso a las instancias de decisión, de condicionar los procesos políticos de toma de decisión. Las reclamaciones del 15 M de “no atender sólo a los dictados de los grandes poderes económicos” (Manifiesto 15- M) tienen que ver pues con unas críticas que no son nuevas.
A pesar de este fenómeno de “oligarquización” de la política, el modelo no se consideró nunca contrario a la democracia porque se entendía que esas demandas de presión provenían de grupos “plurales” (Vallespín, Ibid.). Hoy es cuestionable hablar de pluralismo en esos términos[3] de mercado porque se piensa que el razonamiento político se basa en un razonamiento estratégico sobre los mejores medios para conseguir las preferencias, cualesquiera que éstas sean. No hay por tanto un razonamiento en términos de normatividad y objetividad en sentido de apelar a principios generales, más allá de esas preferencias particulares (Miller, 1993: 13-52). El resultado es que no hay forma de evaluar la legitimidad de esas preferencias en un lenguaje de justicia social, de manera que las reivindicaciones de un lobby de petróleo “valen” lo mismo que las de un grupo ecologista cuando no más debido a ciertos condicionantes económicos u estratégicos.
Dentro del marco de esta revisión crítica, muchos teóricos y teóricas pusieron sus esperanzas en la existencia de una sociedad civil, que junto a una labor de denuncia mediática supieran contrarrestar la influencia de esos poderes invisibles antes que fomentar la idea ingenua de negarlos. Sin lugar a dudas, uno de los méritos que hay que arrogar al Movimiento es el de haber sacado a la luz pública esta legión de interconexiones entre el poder económico y el poder político. La crítica formulada tiene el valor añadido además de haber supuesto la revitalización de un espacio público que se encontraba completamente banalizado(Vallespín, 2011: 18) y haber ampliado una discusión que tiene que ver con una forma de organización social en la que, en términos de Marcuse, cualquier propuesta alternativa se presenta, la mayoría de las veces, a ojos de esa sociedad, como inimaginable o irracional (Marcuse, 1972).
Numerosas ciudades españolas han visto en los últimos tiempos cómo un conjunto de ciudadanos corrientes descentralizados en networks y grupos divididos por barrios urbanos abrían una ventana de oportunidad fuera de las instituciones del Estado, para discutir asuntos cotidianos que sin embargo conciernen a políticas macro. La asamblea será el eje axial de un diálogo que aproxima a los interlocutores para desarrollar y discutir visiones y puntos de vista sobre las cosas, e imaginar formas de acción política bajo boycotts, marchas y manifestaciones. En este sentido, la sociedad civil sirve como una escuela de democracia porque activa mecanismos de politización de ciudadanos, así como procesos legales democráticos, al tiempo que se piensa que la “democracia institucional” tiende a perpetuar las desigualdades económicas y políticas.
La acción política en la sociedad civil se manifiesta de forma desordenada y lúdica. De alguna manera anuncia una ruptura con las necesidades dominantes de una sociedad y un sistema que ellos consideran represivo. Desarrolla un lenguaje que pone voz a experiencias que muchas veces no encuentran expresión cuando tratan de articularse a través de pautas hegemónicas de la política institucional. En este sentido, la vía institucional, antes que encauzar, muchas veces funciona con un efecto de sordina ante las demandas de ciertos grupos sociales (Minow, 1990; 49-79). Se dice por ello que la actividad de la sociedad civil debe ser autónoma de la ejercida por el Estado (Young, 2000; 155). Y en ese curso, el uso de las nuevas tecnologías habría ayudado a fortalecer la emergencia del movimiento con independencia de que la continuidad del mismo quede garantizada.
Efectivamente, las nuevas tecnologías constituyen posiblemente un signo de identidad del movimiento entre otras cosas porque han contribuido a darle ese carácter de democracia horizontal y transversal que buscaba, sin líderes personificados o rostros visibles que “actúen” como representantes del movimiento. Sin lugar a dudas, la potencialidad del uso de las nuevas tecnologías para la formación del movimiento como red social es incuestionable. Algunos especialistas han hablado de las redes sociales como un nuevo sujeto político nacido al calor de las revueltas árabes de 2011.[4] Pero si las potencialidades son muchas, no menos son los problemas que surgen al hilo de su aparición como forma de acción política. Es fácil suponer que el carácter informal que las regla puede fomentar la participación y un ambiente de mayor recepción plural. En ese sentido, uno de los mitos alimentados por el movimiento ha sido el de pensar que la horizontalidad y la ausencia de líderes contribuye a una mayor democratización del mismo. Esa asociación entre democracia y horizontalidad sin embargo es cuestionable al menos por tres motivos. En primer lugar, la falta de concreción puede ser buena en términos de participación, pero puede presentar serios problemas a la hora de elaborar un proyecto político con efecto real. Además, la ausencia de estructuras y de líderes visibles en cualquier movimiento puede acabar por convertirlo en “una cortina de humo que favorece a los fuertes o a aquellas personas que pueden establecer su hegemonía incuestionable sobre los demás”. En ese sentido es importante no perder de vista el hecho de que “la falta de estructura no impide la creación de estructuras informales”. Es precisamente esa estructura informal de los grupos no estructurados la que acaba propiciando el desarrollo de una élite hegemónica. Estos peligros han hecho por ejemplo, que en las últimas décadas, muchos movimientos feministas centraran sus esfuerzos en formalizar estructuras de decisión y los mecanismos de selección de los representantes (Freeman, 1973). Y ello apunta al tercero de los problemas, la ausencia de líderes y representantes implica algo tan poco democrático como la ausencia de responsabilidad o de rendición de cuentas. No hay que perder de vista el hecho de que asignar responsabilidad a un conjunto de agentes determinado, implica a su vez absolver a otros agentes de esa responsabilidad de la que podrían ser candidatos potenciales. (Young, 2004: 368). Los acontecimientos referidos a las supuestas agresiones a los diputados catalanes por algunos miembros del Movimiento en el mes de junio de 2011 así lo corroboran.
A pesar de ello, las redes sociales han ofrecido una nada desdeñable herramienta política y de superación de los modos de comunicación convencionales, fuera de instituciones, de partidos o de sindicatos. En relación a ello, el Movimiento 15 M habría recuperado la idea de un marco de sociedad civil tal y como habría sido conceptualizada por teóricos políticos a partir de la emergencia de los llamados movimientos sociales surgidos en la década de los 80. Esa idea de sociedad civil recuperada por el 15 M trataría de devolver la acción política a lo que se ha convertido en “mera gestión sistémica” (Vallespín, 2011: 14). Al análisis de este aspecto pasamos ahora.
3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
La idea de sociedad civil nombra “el espacio no coercitivo de asociacionismo humano” (Walzer, 1995: 7). Esto es, aquel espacio de la vida social que queda fuera de las instituciones estatales. Según esto, el Estado y la economía (economía capitalista) pertenecen a esferas diferentes de la vida asociativa (Cohen y Arato: 1992), porque tanto el Estado como la economía coordinan un poder sistémico (Habermas: 1996). Frente a ello, la sociedad civil dispone una acción espontánea y voluntaria surgida no por una rentabilidad lucrativa, y no coordinada por las instituciones estatales. A partir de la distinción habermasiana sobre la que se alinea su teoría social que establece el sistema y mundo de la vida (Habermas, 1984). Cohen y Arato distinguen, pues, entre la lógica sistémica del Estado y de la economía, frente a la sociedad civil de la acción e interacción comunicativa. El mundo de la vida comprendería así la acción comunicativa, la producción de contenidos simbólicos en sus dimensiones social, cultural y motivacional. La lógica sistémica encierra la coacción de las estructuras que acaban disolviendo al sujeto y su posibilidad de acción. La lógica sistémica, desde la lectura de Cohen y Arato, está regida por el beneficio del mercado, la rutina burocrática que objetiva las necesidades humanas y que coordina una acción que no requiere necesariamente de la comunicación. Este espacio queda regido por unos imperativos que ordenan fines particulares dentro del sistema. Frente a ello, el mundo de la vida se rige fundamentalmente por una interacción comunicativa ante unos imperativos sistémicos guiados por una racionalidad instrumental. La sociedad civil pertenece a este mundo de la vida porque coordina la acción de los actores a partir de aspectos desordenados e informales que salen de esa lógica sistémica y que priorizan la comunicación. Hay una coordinación de la acción social a partir de redes sociales, asociaciones privadas, familiares, culturales etc. Pero quizás, el aspecto más importante de la sociedad civil es que puede promocionar y ensanchar el grado democrático de una sociedad determinada. Tal y como Cohen y Arato la conceptualizan, la sociedad civil presenta un gran potencial para limitar el poder y democratizar su ejercicio. Uno de los más importantes, sin duda, es el de presentar ante debate público las propuestas sobre lo que debería hacerse para mejorar las condiciones vitales de la gente, las políticas institucionales que deberían adoptarse en ese sentido, las preocupaciones prioritarias de la vida social en general. Todo ello implica una actividad política porque se produce una acción que consigue politizar la vida social, que hace emerger cuestiones sobre cómo debería organizarse aquélla. Al mismo tiempo, consigue aumentar el grado democrático porque puede multiplicar los foros de discusión política y los temas a tratar, y además dar voz a más colectivos que permanecen invisibles o silenciados dentro de la lógica sistémica (jóvenes adolescentes y desempleados en el caso del 15 M).
Esa comunicación pública no se produce a partir de un único tema discutido por la sociedad como un todo, sino descentralizado y mediatizado por numerosos actores que aparecen de forma dispersa por factores de tiempo y de espacio (Habermas, 1996: 304-7). A través de redes sociales, análisis críticos, debates, foros de internet, performances artísticas etc. se logra hilar un tejido comunicativo que terminará por llevar su influencia a la configuración y formación de políticas públicas. En ese sentido hablamos de un espacio social generado por una acción comunicativa que transfiere la información al sistema burocrático y legislativo del Estado para que éste lleve a cabo el cambio regulatorio que la sociedad demanda (Habermas, 1996: 151-168).
En el momento en que aparece el 15 M, la situación de funcionamiento de la democracia es bien distinto al descrito hasta aquí. Es sin duda un tiempo que vive la “crisis de la política” frente al imperalismo de la economía o colonización de la política por la economía (Vallespín, 2011:14). Esta colonización del mundo de la política por la economía no consiste solamente en el hecho de que algunas personas tengan más dinero que otras dentro de nuestras sociedades, y por tanto, acceso a mayor cantidad de recursos y de bienes. Existe además una suerte de dominación económica que se da cuando un contexto institucional determinado, formado por ciertas estructuras y procedimientos corporativos, otorgan un poder de influencia desmesurado a un conjunto de personas que tienen la potestad de tomar decisiones que afectarán a millones de personas. Hablamos por ejemplo, de la gente que trabaja en las Agencias de Calificación, y que no son necesariamente lo más ricos, o tan siquiera, los más privilegiados. Esta situación pues, ocurre con ese ente abstracto llamado “mercados” y la subordinación de la política a los mismos, debido a una estructura de poder de toma de decisiones que no se pone bajo cuestión ni discusión colectiva. Asistimos a un momento, pues, en el que la política pierde su autonomía con el consiguiente perjuicio que esto conlleva para la democracia. Además, tal y como ha señalado el sociólogo francés Touraine, la tendencia hacia la separación entre el sistema económico y los actores sociales acaba por transformar a estos actores sociales en “parados, excluidos o ahorradores arruinados, incapaces todos ellos de reaccionar políticamente” (2011: 11). Cuando la dimensión económica –el tener- se independiza de la política –el hacer- se termina por configurar un modelo antropológico ajustado a una lógica sistémica en la que se da como rasgo característico esa dominación de la economía sobre los actores sociales, esto es, la separación entre sistema y actores. El modelo perpetúa de esta forma los intereses objetivos del sistema. El resultado es lo que el autor denomina bajo la rúbrica de “situación postsocial”, que puede conllevar el riesgo real de desaparición de los actores y de la acción política como tal, debido especialmente a la impotencia cada vez más manifiesta ante aquellos que solamente piensan en incrementar sus propios beneficios.
En ese sentido, tanto la naturaleza de la acción política a la que tradicionalmente se había presupuesto la capacidad de organizar de forma autónoma una sociedad, como la estructura de control político, aparecen completamente diluidas. Ejemplos palpables de ello han sido la sujeción de los gobernantes griegos a los requerimientos de un sistema que obliga a obedecer imperativos distintos de los que deseaban sus ciudadanos, o el cambio de política que sufre el programa de Zapatero a partir de mayo de 2010 debido a los recortes que se le imponen desde fuera. Por ello, tal y como Vallespín señala “si la acción política no cuenta, si no cabe intervenir salvo para evitar consecuencias más lesivas, la impotencia de la política acaba creando una gran crisis en la democracia que se traduce en ese divorcio creciente entre la ciudadanía y la clase política y una acuciada crisis de legitimidad del sistema” (2011: 11). La percepción es que ya no se gobierna para la ciudadanía, sino para administrar esos condicionantes sistémicos (Ibid.). La impresión generalizada es que incluso el sistema está por encima de la gente o contra ella. Recuérdese en este sentido uno de los eslóganes del Movimiento que reza “no somos antisistema, el sistema está contra nosotros”. La paradoja de esta situación es que al mismo tiempo que se pone en evidencia la superioridad del Estado sobre la del sistema económico (especialmente a partir de las inyecciones de fondos públicos hechas a las principales entidades bancarias para evitar la catástrofe), vivimos en un momento de debilidad política sin parangón. Momento contradictorio que se manifiesta en esa superioridad del Estado al tiempo que se afirma una debilidad política indiscutible (Touraine, 2011:24).
En relación a ello, es posible advertir que el 15 M ha sabido reapropiarse de la acción política que es pensable en la sociedad civil del mundo de la vida en primer lugar porque no ha sido monopolizado, hasta el momento, por ninguna sigla o grupo institucional. El Movimiento surge además con una vocación política que trata de llevar a la esfera pública un sentimiento generalizado de descontento que aspira influenciar en la formación o implementación de políticas estatales como la reforma de la ley electoral, el despliegue de nuevas formas de participación directa, mayor carga fiscal para los ricos, una reformulación o cancelación de las ayudas económico-financieras procedentes de recursos públicos destinados a paliar la quiebra de los bancos y cajas de ahorro etc. Esa articulación de nuevas formas de participación surge de la reacción contra un sistema que reduce la participación ciudadana a un voto ejercido cada cuatro años. Que toma conciencia de que aquellas decisiones que más nos afectan se escapan al control democrático directo. Con ello se pone de manifiesto que la política nos deja de ser perceptible bajo el paradigma de la acción, tanto en su dimensión decisoria como en la comunicativa. En este sentido cobra fuerza la idea de la repolitización de una esfera pública que había sufrido una creciente despolitización paradójicamente desde la aparición de los estados de bienestar capitalistas (Habermas, 1987: 343-346)
El movimiento además, guarda sintonía con los tradicionales movimientos sociales asociados con la política de izquierdas, tales como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo. Hay un cuestionamiento de la sociedad patriarcal, una contestación del modelo capitalista que recuerda las reivindicaciones de los altermundialistas de los 90, además de la asunción de perspectivas que tienen que ver con la ética ecológica del decrecimiento, o las protestas antimilitaristas de reducción del gasto militar. Como ya apuntábamos anteriormente, casi con toda probabilidad, el rasgo más novedoso que ofrece este movimiento es el de situar su génesis en las posibilidades que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías. En ese sentido el movimiento cobra una novedosa forma de actuación real y virtual que ha servido para conservar el espíritu lúdico, espontáneo, creativo y desordenado de los tradicionales movimientos sociales, con una forma de interactuar a partir de networks que mantienen vigente esa retroalimentación entre lo real y lo virtual. A pesar de todo ello, en este artículo se mantiene la tesis de que lo que a primera vista parece como una contestación al sistema como un todo, constituye más bien un intento de regeneración del mismo. Quizás uno de los aspectos de regeneración democrática más visible ha sido el de la puesta en marcha de un sistema de cooperación social a partir de la difusión del Movimiento en asambleas de barrio, comisiones e internet. Ello ha supuesto una activación importante de la dimensión participativa de la democracia que apunta hacia la repolitización de un modelo de ciudadano que había sido construido en torno a la idea de que las personas son clientes o consumidoras de las políticas públicas estatales (Taylor, 1985). Al análisis de ello pasamos ahora.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
La movilización del 15 de mayo surge en un contexto incuestionable de apatía o sentimiento generalizado de descontento. El barómetro del mes de junio del CIS registraba una encuesta en la que el 55 por ciento de los ciudadanos entrevistados decían tener poco interés o nada por la política. Lo paradójico de esta encuesta es que al mismo tiempo que reconoce ese desinterés de la ciudadanía por la política, la mayoría de los encuestados (70%) refrenda los acontecimientos protagonizados por las movilizaciones del 15 M. Esta paradoja expresa esa tensión entre una ciudadanía que se siente apática con la política institucional, pero que tiene ganas de un cambio.
El alto porcentaje de indiferencia y rechazo por la política es un fenómeno que se venía gestando desde el desarrollo de las sociedades de bienestar capitalistas. Esa orientación al bienestar construye a los ciudadanos del mismo modo que a clientes y consumidores reforzando su despolitización (Habermas, 1987: 350). Se tiende a suprimir la distinción entre la esfera pública y la actividad económica privada. El Estado se convierte progresivamente en gestor y distribuidor de los procesos económicos. Esas funciones del Estado quedan prefijadas dentro de una estructura de poder que no se somete a discusión, basada en la distribución de bienestar social sobre el fondo de acumulación de capital privado (Cohen y Rogers, 1983). En ese contexto, las demandas insurgentes de los movimientos sociales se mantuvieron siempre dentro de los límites de ese pluralismo basado en los intereses de grupo de los que hablábamos antes. Los intereses de grupo se convierten en el vehículo de resolución de conflictos, haciendo que los mecanismos de participación y de control de la ciudadanía sean progresivamente más difíciles o incluso carentes de sentido (Walzer, 1982). La política basada en los intereses de grupo deja fuera de los procesos de toma de decisiones a los ciudadanos, en un contexto además, en el que es extraño que los gobiernos informen o pongan en conocimiento público las medidas que adoptan, o traten de llevarlas si quiera a discusión pública. En esa estructura de toma de decisiones basada en los intereses de grupo, con frecuencia tales decisiones se toman en privado y muchas veces, a partir de procesos complejos e informales influenciados por intereses específicos que quieren conseguir acceso a organismos públicos, con unos efectos oligárquicos que resultan casi inevitables (Offe, 1984: 173). Esta lógica, según Manin, vulnera los requisitos que debe cumplir la formación de una opinión pública, a saber, la publicidad de las decisiones gubernamentales para que la ciudadanía pueda formar su propio criterio sobre los temas políticos, y la libertad de éstos para expresar sus opiniones en cualquier momento, y con independencia de los gobernantes ( 1998: 206-207).
La pérdida de control y de información sobre los procesos de toma de decisión política ha ido fomentando progresivamente un desinterés por lo público que ha terminado por redundar en ese déficit de democracia, desafección política y crisis de participación. ¿Pero cuáles son las causas más concretas de este procesode despolitización de las masas?
En Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973) Habermas centra su análisis en una economía capitalista, de crisis cíclicas y autodestructivas que gestionan la vida económica de las sociedades posindustriales desde la Segunda Guerra Mundial. La política económica entonces fija su objetivo en la contención de las luchas de clase, al tiempo que mantiene una tasa de crecimiento constante, junto con los niveles de consumo. Ese capitalismo financiero que “acumula y no produce nada” genera un modelo de individuo que quiere por encima de todo mejorar su nivel de vida en términos de consumo, y un modelo político convertido en gestión técnica sobre medios, diluyendo la discusión pública sobre fines (Touraine, 2011: 29). El elemento deliberativo de la política desaparece, junto con el participativo, reducido ahora a una elección periódica y rutinaria de personas que llevarán a cabo la mera gestión y administración de la vida de las gentes. Ello implica la aparición de una visión tecnocrática de la política puesta en manos de gestores; un predominio de la visión técnica de la política sobre la dimensión comunicativa de la misma, resultando de este modo que “el poder político se legitima a sí mismo a través del recurso a su eficiente gestión administrativa” (Ureña, 1979: 73). Este modelo acaba asumiendo implícitamente que los individuos son agentes ubicados en la esfera social, como átomos que se relacionan con los objetos que poseen. El modelo pues crea un tipo de persona que presupone esta concepción estática de la sociedad que además acaba por diluir la discusión sobre el contexto institucional en el que esos individuos se desenvuelven. Esto es importante, porque ese contexto institucional termina condicionando la aptitud de la gente para participar y para ejercer sus capacidades. Presuponer el contexto institucional en el que tiene lugar “la gestión” de la política, implica no prestar atención a la “concepción y creación en sí mismas”. Esto es, olvidar la dimensión participativa y deliberativa sobre cómo se “designan los bienes sociales, qué significado se les otorga y cómo se construye colectivamente” (Walzer, 1983: 7). Esto supone abandonar un modelo social formado por individuos relacionados externamente con esos bienes que poseen, y pasar a otro modelo social que prime la dimensión ciudadana de los mismos. Tomando como punto de referencia ese desarrollo teórico que parte de la ética comunicativa de Habermas, el modelo social que se habría reivindicado por el Movimiento podría tener que ver con una concepción de la sociedad en el que las personas deliberan sobre problemas y cuestiones de una manera colectiva. Con un espacio público heterogéneo donde la opinión pública hace las veces de una asamblea para la expresión de los asuntos públicos y el debate sobre ideas. Una ciudadanía politizada democratiza la opinión pública porque ayuda a crear “un marco en el que la voluntad del pueblo es una de las consideraciones en el proceso de toma de decisiones” (Manin, 1998: 210).
Seguir el modelo de la ética comunicativa de Habermas en el ideal de ciudadanía implica llevar esa ética a cuestiones procedimentales de participación en la deliberación y toma de decisiones, tal y como los miembros del 15 M han ensayado en el proceso de descentralización de asambleas de barrios. Supone, pues, reivindicar un modelo de política como “la actividad a través de la cual grupos de gente relativamente grandes y permanentes deciden lo que harán colectivamente, establecen cómo van a vivir juntos y deciden su futuro, cualquiera que sea la medida en que esté en su poder hacerlo” (Pitkin, 1981: 343). La política, pues, comprende los aspectos de la organización institucional y la acción pública. En relación a esos aspectos, el Movimiento ha señalado que éstos deberían estar sujetos a la evaluación y a la toma de decisiones colectiva con independencia de que además incluyan la iniciativa y las acciones del gobierno y del Estado. Los políticos podrán hacer caso omiso de los deseos de la opinión pública, pero como señalaba Manin, el mero hecho de democratizar esa opinión pública ya supone que los imputs o demandas sean tenidos en cuenta dentro la caja del sistema político de toma de decisiones.
Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
En conformidad con lo planteado en este artículo es posible afirmar que hasta el momento actual, el Movimiento del 15 M parece contener no pocos elementos de profundización de procesos democráticos más que de alejamiento de los mismos. Un conjunto de ciudadanos percibe un problema que filtra en la esfera de la sociedad civil (mundo de la vida) a partir de una discusión pública dirigida a los gobernantes (sistema). El tema o issue incipiente estimula un debate público desafiando no sólo la misma agenda política, sino la propia estructura de poder de toma de decisiones. Las marchas, las pancartas, las acciones etc. logran envolver a partidos políticos de intereses diversos, a la sociedad civil en su conjunto, y muy especialmente a los media.
Hasta el momento, pues, todo parece indicar que a veces, esa democracia cuestionada, contiene los debidos cauces en términos de publicidad e imparcialidad para conseguir objetivos políticos que se articulan bajo la forma de reclamos de justicia. La experiencia del 15 M muestra también que la participación activa, la movilización y determinación de la llamada sociedad civil no tiene por qué estar reñida con la representación política. Es posible afirmar que la dimensión participativa de la democracia puede complementar a la representativa. Si los representantes saben escuchar debidamente las demandas de una ciudadanía activa es posible afirmar también que el sistema democrático sólo funciona cuando ambos, representantes y representados, trabajan juntos. Y de la misma manera, el elemento de la deliberación pública ha de ser característico de lo político (Arendt, 1958 -1993-).
Hasta ahora, por tanto, todo parece confirmar la máxima de Marcuse según la cual el sistema democrático proporciona el marco de actuación para transformar las cosas, al tiempo que es capaz de preservar el estatus quo y contener esas condiciones para el cambio. Un sistema, en definitiva, capaz de contener un cambio cualitativo para el futuro previsible, pero al mismo tiempo, un sistema en el que existen fuerzas que pueden romper esta contención (Marcuse, 1972: 25). La experiencia del 15 M demuestra también otra cosa; que la democracia es una cuestión de grado, que algunos países son democráticos en algunos aspectos y que el grado de democracia de muchos países depende de la práctica democrática de la gente que los habita.
Bibliografía
ARENDT, H. (1993): La condición humana, Paidós, Barcelona.
MARCUSE, Herber (1969): Un ensayo sobre la liberación, Editor Joaquín Mortiz.
BARBER, B. Strong Democracy, Berkeley: University of California Press, 1984.
BECK, U. La sociedad del riesgo mundial: En busca de la seguridad perdida, Paidós, 2008.
BENHABIB, S.: “Sexual Difference and Collective Identities: The New Global Constellation”, A Journal of Women in Culture and Society, 24/2, Invierno, 1999.
BEITZ, C. “Procedural Equality in Democratic Theory: A Preliminary Examination”, en Nomos XXV. Liberal Democracy, eds. J. Rolando Pennock y Jonh W. Chapman, New York: New York University Press, 1983.
COHEN Y ARATO, Civil Society and Political Theory, Cambridge: MIT Press, 1992.
COHEN Y ROGERS, On Democracy, Nueva York, Penguin, 1983.
DISH, L.: “More Truth than Fact: Storytelling as Critical Understanding in the Writings of Hannah Arendt”, Political Theory, 21/4, Noviembre, 1993.
FREEMAN, J.: “The Tyranny of Structurelessness”, Berkeley Journal of Sociology, Vol. 17, 1973, pp. 151-165
HABERMAS, J.: The Theory of Communicative Action, Boston: Beacon Press, 1984.
HABERMAS, J.: Teoría y Praxis, Madrid, Tecnos, 1987.
HABERMAS, J.: Between Facts and Norms, Cambridge: MIT Press, 1996
HANSEN, H.: The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, Oxford y Cambridge University Press, 1996.
MANIN, B.: Los principios del gobierno representativo, Madrid, Editorial Alianza, 1998.
MANSBRIDGE, J: Beyond Adversary Democracy, New York Basic Books, 1980.
MANSBRIDGE, J: “Self-Interest and Political Transformation”, en George E. Marcus and Russell L. Hason (eds.), Reconsidering the Democratic Public, University Park: Pennsylvania State University Press, 1993.
MILLER, D.: “Deliberative Democracy and Social Choice”, en David Held (ed.), Prospects for Democracy, Oxford Polity Press, 1993.
MINNOW, M.: Making All the Difference, New York, Cornell University Press, 1990.
NEGRI, T: Multitud, Barcelona, Debate, 2004.
OFFE, C: Contradictions of the Welfare State, Cambridge, MIT Press, 1984.
OFFE, C: Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Madrid, Sistema, 1992.
PHILLIPS, A: The Politics of Presence, Oxford University Press, 1995.
PITKIN, H.: The Concept of Representation, University of California Press, 1971.
PITKIN, H: “Justice: On Relating Public and Private”, Political Theory, 9, Agosto 1981: 327-352.
PLOTKE, D: “Representation is Democracy”, Constellations, 4/1, April, 1997.
SUNSTEIN, C.: “Preferences and Politics”, Philosophy and Public Affairs, 20, Invierno, 1991: 3-34.
TAYLOR, C.: “The Nature and Scope of Distributive Justice”, en Philosophy and the Human Sciences, Cambridge, Cambridge University Press.
TOURAINE, A.: Después de la crisis: Por un futuro sin marginación, Barcelona, Paidós, 2011.
URBINATI, NADIA: “Politics as Deferred Presence”, Constellations, Vol. 14, nº 2, 2007.
UREÑA, E.M: La teoría crítica de la sociedad de Habermas, Tecnos, Madrid, 1978.
KYMLICKA, WILL, y SHAPIRO, IAN: Ethnicity and Group Rights, Nomos 29, New York, New York University Press, 1997.
VALLESPÍN, F.: “La fatiga democratica”, en Claves de la Razón Práctica, Nº 215, 2011, pp.10-18.
WALZER, M: “Politics in the Welfare State: Concerning the Role of American Radicals”, en Irving Howe (ed.), Beyond the Welfare State, Nueva York, Schocken, 1982.
WALZER, M: Spheres of Justice, New York, Basic, 1983.
WALZER, M: “The Idea of Civil Society”, en Toward a Global Civil Society, Walzer (ed.), Berhahan Books, 1995.
YOUNG, I.: “Responsability and Global Labor Justice”, The Journal of Political Philosophy, Volumen 12, no 4, 2004, pp. 365-388.
YUNIS, H.: Taming Democracy. Models of Political Rhetoric in Classical Athens, Ithaca: Cornell University Press, 1996.
[1] Véase la fuente en http://www.democraciarealya.es/manifiesto-comun/
[2] Estudio 2095 del Banco de Datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Barómetro de junio de 2011.
[3] Especialmente a partir de la aparición del marco deliberativo de democracia. Léase a este respecto, por ejemplo el trabajo de James Bohman titulado “TheComing of Age of Deliberative Democracy”, en The Journal of Political Philosophy, Vol. 6, No. 4, Diciembre de 1998, pp. 400-425.
[4] Josep Ramoneda, “Un nuevo sujeto político”, 20-2-2011
Resumen:
Este artículo tiene como objeto realizar el análisis de algunos aspectos deficitarios de la democracia liberal que han quedado puestos de manifiesto a partir del hito de la crisis financiera de 2007. Para ello se lleva a cabo la conceptualización de esas carencias democráticas a la luz de las reivindicaciones surgidas al hilo de las protestas articuladas por el conocido movimiento 15 M, desde una consideración crítica con dicho movimiento también. Por último, se ha pretendido poner en conexión esas patologías democráticas con algunos ideales de la democracia deliberativa para exponer los factores que impiden las posibilidades para el cambio, y apuntar, desde una perspectiva normativa, algunas directrices para su mejora.
Palabras clave:
Acción, sistema, crisis de representación, sociedad civil, Movimiento 15 M
Abstract:
This article has the objective of analyzing some of the short falling aspects of liberal democracy which have been highlighted since the watershed of the 2007 financial crisis. In order to do so, we will carry out a conceptualization of those democratic shortfalls in light of the claims that have emerged in the slipstream of the well known 15 M movement, though form a critical consideration of this movement as well. Lastly, it has been intended to connect those democratic pathologies with some ideals of the deliberative democracy, to expose those factors which inhibit the possibilities of change, and to point, from a normative perspective, towards some guidelines for improvement.
Key words:
Action, system, crisis of representation, civil society, Movimiento 15 M.
Fecha de recepción: 09/04/2012
Fecha de aceptación: 11/05/2013...//. LEAN, SI QUIEREN ESTO: Filosofía marxista, Teoría crítica acumulada > “El origen del eslogan ‘Socialismo o Barbarie’ de Rosa Luxemburg”: Ian Angus/
No hay comentarios:
Publicar un comentario