domingo, 13 de septiembre de 2015

NUEVAS ELUCUBRACIONES ELECTORAS-INSTITUCIONALISTAS,...PERO QUE SON MUY LISTAS ¡¡.Creo que el capi-imperialismo colonial interplanetario acaba con toda sociedad humana ¡¡: luky de Málaga.

 Va de cojones -NO ES CIENTÍFICO LO DE O LA POSIBILIDAD DE HACER REVOLUCIÓN SOCIAL, NO POLÍTICA ¡¡ Y CREAR SOCIALISMO COMUNISMO,...COMO SE DICE POR LOS COMUNISTAS OFICIALES DE LOS DIVERSOS TEMPERAMENTOS, NADA DE NADA ¡¡ ¡¡: "" Como casi ultima introducción,...a realizar,...casi me temo lo peor,...¡¡¡: Llevo un tiempo reinando,...----,...  no es posible el comunismo, casi idealizado por los marxistas posteriores a C.Marx-F. Engels,...éstos dejaron claro que el mismo era pura necesidad,...los antagonismos de clase llegan a la continuación y reproducción del capitalismo,...es casi una raya en el agua, el que se dieran sociedades con pretensiones oficiales socialistas,...que al final era capitalismo de otro tipo, burocrático,...y terminaron en vulgar y más aguerrido imperialismo,...( desde el estado cubano, hasta la urss, r.p china,...). EL COMUNISMO COMO LUCHA DEBE SER TOTAL-UNIVERSAL,...CON OTRAS RAZONES DE RELACIONES SOCIALES,...LAS CUALES LA SOCIEDAD NO TIENE, NI TENDRÁ,...LA MISMA SE REPITE TENGA EL RÉGIMEN POLÍTICO QUE TENGA,... --Comentenme, no seáis cerrados de molleras,...¡¡.--

Así no te esmeres no escribas tanto, ni plantee las cosas idóneas para gobernar las gentes del m15m-p.podemos,...señorita marian martínez-bascuñán,...no te molestes,...yo tampoco me molesto,...me salen las palabras con cierta naturalidad: hagamos lo que hagamos, el curso está marcado,...es imparable,...ni soy pesimista ni optimista, me creo así,...algo agnóstico,...quizás,...Las gentes quieren vivir,...se desesperan por vivir,...pero vivir como toda la vida,...no quieren ni saben el cambio transformador,...Miren que lastima -idealizando yo el asunto -, de los escritos de una feminista podemista,...: solo como técnicamente, marketing,...para estar algo más arriba socialmente,...en la sociedad asesina e hipócrita euro-americana  ( EE.UU. de N.A. con la Unión Europea, en comunidad de intereses y entrelazada en realidad ).

Como escribo para mi ¡¡, pues me permito estas palabras valorativas,...he subrayado algo de esta escritora,...como comprenderán no voy a entrar más en detalle,...solo reflejo esta idea,...feminista y social-imperialista de nuevo estilo, tipo, realidad,... COMO AQUEL QUE DICE, NOS QUEDA DOS TELEDIARIOS ¡¡.

MIENTRAS ESTÁN DESANGRANDO AL MUNDO,...LAS POLITIQUERAS Y POLITICUCHOS "EMERGENTES" PATALEANDO Y COMIENDO EL COCO CON SUS ALTERNAS PROPUESTAS DEMOPARTICIPATIVAS,...Y LLORANDO SIN SABER CAUSA, EFECTO,...EL PORQUÉ,...CON EL ASUNTO DE LOS REFUGIADOS,...LA FILANTROPIA HIPÓCRITA Y VIVIR COMO MÍNIMO DIGNAMENTE LA QUE Y EL QUE PUEDA,...MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS,...PERO ELLAS Y ELLOS SE VEN COMO ESTRELLAS SON LAS ESTRELLAS DE LA TELEVISIÓN POLÍTICA: POLIT-TELEVASURA,...¡¡.--En verdad no se para que me molesto en escribir estas cosas,...Miren hoy he estado trabajando, con mi trapicheo,...aceite, miel, melocotones de Periana, chirimoyas y mango,...la tarea empezó sobre las seis de la madrugada,...he terminado sobre las 5 de la tarde,...( tres días de trabajo, y creo que ya casi he recuperado lo invertido el viernes,...así que como dije, no gano nada,...¡¡; hoy la policía local y la guardia civil, me han perdonado la vida, no me han multado y quitado el género, por puro milagro,...en la zona de calahonda-Mijas-calipso; pero me están dando cuartelillo,...quizás el domingo próximo o el siguiente me darán el zarpazo,... ) he comido algo,...reventado estoy,...y para qué,...para escribir estas palabrejas,...Mañana Lunes tengo cita en los juzgados, parece que alguien me ha denunciado,...creo que fue a causa de la acción del 4 de septiembre,...vino la policía local,...tomo datos de mi carnet de identidad,...quizás sea esto, ya comentaré algo, del asunto ¡¡.

SI DE DIERA ALGÚN TIPO O VARIEDAD DE COMUNISMO GLOBAL, SERÍA UNA PURA CASUALIDAD,...LA DEFENSA DE LUCHA POR SOBREVIVIR DE LA HUMANIDAD QUIZÁS LES LLEVE A ESTABLECER UNA SOCIEDAD DIGAMOS ATÍPICA,...MUCHA TECNOLOGÍA SIN PODER USAR,...POCOS MEDIOS DE VIDA Y DE REPORDUCCIÓN,...VIDA CASI CAVERNÍCOLA,...OLVIDENSE DE LOS RASCACIELOS, YATES, JUMBO, AVES,...NO SE PODRÁN USAR,...CASI SERÁN DESTRUIDOS,...SERÁN INUTILIZADOS,...HECATOMBE TOTAL Y SI QUEDA ALGO HUMANO,...SERÁ ESTO, MÁS O MENOS: 


UNA LISTA ESCRIBE, SOBRE COMO TREPAR MEJOR,...y es feminista, salvoconducto de la modelo de trepadora institucionalista,...burguesía de estado en acción política,...¡¡:

¿Por qué Podemos no debe confluir con Izquierda Unida?

Máriam Martínez-Bascuñán

Profesora Contratada Doctora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se centra en teoría política y social y teoría feminista. Ha publicado trabajos sobre teoría política de las migraciones como “¿Es el multiculturalismo bueno para los inmigrantes?” en la REIS, no135, 2011, y también “On Immigration Politics in the Context of European Societies and the Structural Inequality Approach”, en The Philosophy of Iris Marion Young, Ann Ferguson and Mechthild Nagel (eds.), New York: Oxford University Press, 2009. Ha trabajado en profundidad cuestiones sobre democracia deliberativa y comunicativa con especial interés en el impacto de la revolución tecnológica en la teoría política contemporánea como “¿Puede la deliberación ser democrática?” en la RECP, No. 24, Diciembre 2010. Y trabajos sobre temas relevantes de actualidad como “Crisis sistémica y nuevos desafíos: El 15 M en situación” en Circunstancia, Año XI-No 31-Mayo 2013. En la mayoría de sus análisis incorpora la perspectiva de género, y en relación a ello ha publicado numerosos trabajos y un libro titulado “Género, emancipación y diferencia(s): La teoría política de Iris Marion Young” en Plaza & Janés, 2012.

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Para Podemos, un frente de izquierdas es un límite, más que un horizonte de posibilidad. Su opción de experimentar con la oportunidad de crear un nuevo espacio político, de salirse de los porcentajes demoscópicos dados a partir de las categorías de izquierda/derecha, tiene que ver con la hipótesis lanzada por la formación de que existe una nueva cultura política que ahora más que nunca, permite desestabilizar un modelo de sistema de partidos.
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Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre si Podemos debería concurrir a las próximas elecciones generales con Izquierda Unida y otras candidaturas de unidad popular, bajo el formato de una coalición electoral hecha a escala nacional. A este respecto, la posición de la formación que lidera Pablo Iglesias ha sido la de una rotunda negativa. La fórmula que se está negociando estos últimos días es la de un “pacto asimétrico” que integrara en las listas de Podemos a algunas de esas candidaturas y personalidades relevantes de otras formaciones políticas sobre la base de acuerdos programáticos hechos además, territorio por territorio.
Esta opción por la que ha optado Podemos es distinta a la propuesta de una candidatura conjunta o “de confluencia” con Izquierda Unida, o con plataformas de Ahora en Común, con Compromís, Anova y otras formaciones políticas. Desde muchos sectores de la izquierda, pero especialmente, desde la Izquierda Unida liderada por Garzón, se ha dicho que una candidatura de confluencia a modo de frente de izquierdas o de unidad popular de todos ellos favorecería la suma electoral. Puesto que las reglas del juego comprenden un sistema electoral que beneficia a los partidos mayoritarios frente a los partidos más pequeños que obtienen menos escaños por sus votos, se dice que la estrategia más inteligente que debería articularse para concurrir a las generales es la de una coalición electoralista a nivel nacional, viendo cuántas de esas formaciones ponemos juntas en una lista para así tener más votos. El modelo debe ser el que llevó a Ada Colau o Manuela Carmena a la alcaldía de Barcelona y Madrid respectivamente, se añade.
Sin embargo, las matemáticas que se aplican a la hora de transformar los votos en escaños no rigen para la lógica del comportamiento electoral; nadie garantiza que por el hecho de sumar fuerzas políticas vayas a fagocitar a los potenciales votantes que pudieran tener esas fuerzas políticas por separado. Sobre el grado de incertidumbre que implica esa premisa, giran al menos cuatro niveles de análisis  que refuerzan la posición de Podemos para mantener su marca y descartar un frente común de izquierdas a nivel nacional.
Dialéctica movimiento/partido
Uno de los mayores atractivos de las candidaturas de unidad popular que en las pasadas elecciones autonómicas del 24 de mayo se hicieron con buena parte de las ciudades más importantes de nuestro país como Madrid, Barcelona o Valencia, fue el hecho de constituirse como actores políticos “híbridos” a medio camino entre movimientos sociales y partidos políticos. El reto de Podemos, sin embargo, fue siempre el de erigirse como un partido político que supiera mantener el impulso de esos movimientos sociales y de la nueva cultura política surgida al calor del 15M. Una nueva cultura política que no se explica necesariamente bajo las claves de los valores de la izquierda, y que en ese momento consiguió granjearse más del 80% del apoyo de la población, aunque no todo el mundo ocupara las plazas. Es en el 15M donde Podemos identifica los nuevos caminos del cambio político que busca “representar”, como intermediario político, sin quitarle su propia voz al movimiento, pero siendo distinto de ese movimiento. Es ahí de donde obtiene su principal fuente de legitimidad y de capital político que debe preservar manteniéndolo en tensión con el mayor grado de eficacia en la acción política sistémica. 
Dialéctica acción/legitimación
Esa dialéctica acción/legitimación implica el reto de representar un movimiento sin quitarle su voz, de salir de verdad del ámbito de los movimientos sociales, sin perder la conexión con ellos. Podemos no quiere ser un partido político tradicional porque en nuestra democracia, más que el bipartidismo, lo que de verdad se ha quebrado ha sido el vínculo entre representantes y ciudadanía. La correlación directa que existe entre la corrupción percibida y la menor confianza política es lo que ha marcado esa fractura con los partidos políticos. Por tanto, si Podemos es “palanca del cambio”, tal y como ellos afirman, no puede configurarse como algo viejo, como algo que hace tiempo que entró en crisis y que son los partidos políticos de masas. Pero Podemos sabe que para acumular fuerza electoral debe organizarse como partido político. Sabe que en la era de la política mediática es necesario disponer de la cabeza visible de un líder eficaz en ese mundo, de una organización jerárquica, de mecanismos formales de decisión y de una clara estructura interna de mando. Los imperativos de la eficacia obligan a que para poder competir electoralmente por el ejercicio del poder institucional Podemos deba convertirse en una “maquinaria compleja” que transforme toda esa energía del electorado, en votos.
La nueva cultura política
En un contexto en el que la mayoría de los ciudadanos no confía en sus gobiernos ni en sus parlamentos, y en el que además se desprecia a los políticos y a los partidos, tal y como han mostrado numerosos estudios entre los que se incluye la última Encuesta Social Europea, la pretensión de Podemos no puede ser la de convertirse en una suerte de “nueva” Izquierda Unida.
mariam
Fuente: Encuesta Social Europea
Para Podemos, un frente de izquierdas es un límite, más que un horizonte de posibilidad. Su opción de experimentar con la oportunidad de crear un nuevo espacio político, de salirse de los porcentajes demoscópicos dados a partir de las categorías de izquierda/derecha, tiene que ver con la hipótesis lanzada por la formación de que existe una nueva cultura política que ahora más que nunca, permite desestabilizar un modelo de sistema de partidos. Y que esta desestabilización puede ir más allá de la mera alternancia de partidos: evitar eso de “cambiamos Podemos por lo que antes estaba en el lugar de Izquierda Unida”. Que lo consigan es otra historia, pero es un hecho empíricamente probado que es un buen momento para intentarlo desde la lógica que imponen las “escalas de la democracia”.
Escalas de la democracia
La característica de la gobernanza actual es el gobierno multinivel. Esto quiere decir que hay que ajustar el discurso y las estrategias políticas a cada uno de esos niveles, con coherencia, pero bajo el ensamblaje de cada una de esas escalas. No es lo mismo construir una estructura organizativa desde el nivel local, que desde el nivel estatal. Los mecanismos de participación son distintos, los límites y las posibilidades son distintas, los discursos también deben ser distintos. Por eso, la afirmación de que “hay que aplicar a nivel estatal el modelo que dio la alcaldía a Colau” carece de sentido teórico y práctico. La vida local puede basarse en una mayor conexión de la gente con sus instituciones locales a través de mecanismos como presupuestos participativos, redes de voluntariado y activismo, foros deliberativos, etc. Pero a medida que se asciende de nivel, el Estado se vuelve más tecnocrático por una mera cuestión de eficiencia en la gobernanza y de estabilidad, elementos que también pueden ser vistos como valores dentro de un sistema democrático. Mantener todos esos niveles conectados en red es distinto de mantener el mismo modelo de organización política para cada uno de esos niveles por separado, además de ser imposible desde un punto de vista empírico.
Lo interesante del caso Podemos es que se va enfrentando a todas estas tensiones en la carrera electoral, y que las va resolviendo bajo su marca. Muchos ejemplos de estas tensiones reales vistas a la luz de la impecabilidad de ciertos discursos hacen que sea más fácil subirlas a la superficie. Mirar de frente estas tensiones es mucho más productivo desde un punto de vista intelectual y político. Al menos para quien toma con toda su seriedad entender el juego de la política y su conexión con el poder...//...--.
CIRCUNSTANCIA. AÑO XI - Nº 31 - MAYO 2013

Miscelánea

CRISIS SISTÉMICA Y NUEVOS DESAFÍOS. EL 15-M EN SITUACIÓN. (*)
 
Máriam Martínez Bascuñán



Introducción
1.  Crisis del concepto de representación Vs.  Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil. 
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
Bibliografía

(*) Este trabajo se inserta en el proyecto I+D Las consecuencias políticas de la crisis económica. CSO2011-28041 del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.

Introducción
El 15 de Mayo de 2011 miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades españolas bajo un lema común: democracia real ya. Los mensajes, los gritos y pancartas parecían poner de manifiesto el déficit democrático en el que se había instalado “el sistema”. La puesta en marcha espontánea de estos cauces de participación llevaron a una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad en la que vivimos.  Sacaron a la luz cuestiones que parecían mostrar una notable crisis materializada en temas como el concepto de representación o el divorcio creciente entre ciudadanos y políticos. La llamada a una democracia real suponía la apelación a una ciudadanía corresponsable en gran medida de sus propias denuncias.
El 15 M surge  en España posiblemente como colofón de una “megacrisis” que dura ya casi 3 años, y que ha debilitado como nunca el papel de los estados como actores políticos con capacidad de acción. Se ha hablado de la crisis más grave desde la del 1929, del fin del capitalismo, del fin de la economía de mercado (Touraine, 2011: 21). Se dice que el Estado ya no es una pieza central de las democracias representativas, y que la elección de gobiernos no constituye sino la expresión debilitada de la opinión pública.
Es cierto en todo caso, que conforme pasa el tiempo, se deben ir dejando a un lado los diagnósticos apocalípticos para prestar atención a análisis más moderados que no nos impiden ver sin embargo, que la percepción generalizada es que la crisis se ha instalado en nuestras vidas de forma casi permanente y en los tres principales niveles de organización; el social, el político, y el económico. No es posible por tanto hablar de una crisis económica analizada desde términos estrictamente económicos. Parece que la crisis se ha vuelto más política que económica, y buena muestra de ello ha sido el surgimiento del 15 M.
Este artículo busca reflexionar de manera crítica sobre algunos de estos aspectos a la luz de las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15 M, tratando de percibir esos problemas a través de categorías, sin perder de vista el hecho de que analizar es simplificar. Esto supone llevar a cabo una ruptura de realidades complejas para desbrozarlas en pequeños trazos interpretativos. Esas categorías sin embargo, ordenan nuestra experiencia, pero no consisten simplemente en clasificar el mundo, porque esas clasificaciones y análisis nos posicionan en relación a los significados que damos, y cuando clasificamos excluimos e incluimos. Seleccionamos temas y cosas que dividen el mundo, que discriminan (Minow, 1990). Por eso se piensa que la identificación de estos temas es fundamental para analizar un movimiento como el 15 M, y más aún, la identificación de los problemas que el Movimiento ha puesto sobre la mesa, pues se piensa que es sintomático de un estado de cosas que muestra las carencias y anhelos de una parte relevante de la sociedad, a partir de una crisis que no puede explicarse en términos meramente financieros. Ello conduce irremediablemente a pensar en una cuestión más profunda como lo es el poder del propio lenguaje y el presupuesto erróneamente asumido de que las categorías encajan naturalmente dentro del mundo. Eslóganes como “lo llaman democracia y no lo es” muestran la percepción de esos desajustes entre las palabras y las cosas y la responsabilidad del observador social a la hora de interpretarlas. De discernir,  por ejemplo, sobre si realmente hay un potencial transformador en el movimiento, o por el contrario podría quedarse en un puñado de propuestas de escaso calado. De comprobar si efectivamente, esos grupos que han salido a la calle podrían ser característicos de un “estado de desintegración del sistema” (Marcuse, 1968: 21). De reparar en cómo se modifican los “paisajes de problemas”  a partir de la percepción de los riesgos (Beck, 2008). De observar cómo los ciudadanos experimentan las instituciones democráticas. De ver si es posible extraer una definición clara de los desafíos actuales y de cuáles son los márgenes reales para la acción política. De hacer  en definitiva, una reflexión más o menos sistemática sobre la democracia actual existente, identificando no solo esas sensaciones de insatisfacción y frustración, sino las posibilidades de transformación experimentadas como carencias por una buena parte de la ciudadanía actual.
Teniendo en cuenta todo ello, el artículo se centrará en cuestiones cuyo lenguaje social trata de ajustarse al rol o significado de la discusión pública en los procesos de toma de decisiones, la crisis del concepto de representación vista a través del diálogo entre las instituciones políticas y la sociedad civil y el papel de los media en esa práctica democrática. Para ello se intentará conceptualizar, en primer lugar, algunas de las demandas y reivindicaciones con la intención, en segundo lugar, de esbozar las posibles patologías de los sistemas democráticos que dicho movimiento podría haber puesto de manifiesto. Se piensa, por último que al poner en diálogo crítico ambas aproximaciones analíticas (demandas democráticas/patologías democráticas; lo que se pide y lo que se denuncia) se facilita el camino para, en conformidad con la teoría política normativa, formular algunos ideales democráticos que este artículo pretende poner en conexión con el marco deliberativo, y ver, en definitiva, si el Movimiento 15 M implica la toma de conciencia de las fuerzas que impiden las posibilidades para el cambio. De esta manera, el análisis se hará a partir de cuatro ejes temáticos:
1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.  
3. Crisis de la lógica sistémica Vs. Revitalización de la Sociedad Civil.
4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.

1.  Crisis del concepto de representación Vs.  Apuntes para una representación más inclusiva.

Una de las críticas del Movimiento 15-M que más eco han tenido ha sido la del grito del “no nos representan”. Con ello se ha puesto de manifiesto que los verdaderos intereses de la ciudadanía no son tenidos en cuenta y que el proceso democrático de celebración de elecciones no es más que un ritual vacío. Desde el ámbito académico la crítica formulada  por el Movimiento puede conceptualizarse como una crisis del modelo representativo de democracia como autorizacióny del sistema de control de gobernantes por parte de los gobernados como accountability ( Pitkin, 1971)
Es ampliamente asumido de acuerdo con el viejo sueño de autenticidad rousseaniano, y especialmente en sectores de la izquierda radical, el presupuesto de que participación y representación son dos nociones contrapuestas, y que la mediación del Estado implica alienación y un déficit democrático (Barber, 1984: 146). Se piensa con frecuencia que la representación aleja y separa al gobierno en relación a los ciudadanos votantes (Negri, 2004). En este artículo se pretende demostrar que el Movimiento 15 M ha puesto de manifiesto justamente lo contrario, esto es, que el concepto de representación hace inevitable interpretar la noción misma de democracia (Urbinati, 2007: 267), y que en el modelo representativo de democracia lo contrario a la representación no es la participación directa, sino la exclusión de la representación misma (Kymblicka y Shapiro, 1997: 3-19). En sociedades de masas como las nuestras, representación y participación se necesitan recíprocamente para ampliar y profundizar en los procesos democráticos de toma de decisiones (Plotke, 1997: 19-34). Sostener lo contrario implica no tomar conciencia de la complejidad de nuestras sociedades. Pero, ¿cómo interpretar la noción de democracia representativa a la luz de las críticas formuladas por el 15 M?
Con el eslogan “No nos representan” el Movimiento ha puesto de manifiesto una distorsión de la realidad que muchas veces se aprecia en los políticos. Según Vallespín, tal distorsión se pone de manifiesto a partir de una doble expresión. Por un lado, los políticos tienden a hacer una “lectura de la realidad partidista”, de manera que ésta acaba por doblegarse a su estrategia política concreta. Se dejan guiar por su propio interés de parte. Y de otro, los políticos tienden a interiorizar de tal forma su propia perspectiva de las cosas, que al final se les acaba por desvanecer un acceso a la realidad más amplio (Vallespín, 2011: 12). Así las cosas, se critica la idea de representación derivada de un interés partidista y de una perspectiva social particular que confiere un conocimiento situado derivado de esa posición social. Con frecuencia, la exclusiva dedicación a la política tiende a encerrar a quienes la practican en un mundo aparte completamente desconectado del mundo exterior. El hecho de que gran parte de ellos sean “políticos de carrera” contribuye a homogeneizarlos y a sumirlos más en su propio entorno (Vallespín, Ibid). Este perspectivismo limitado implica la aproximación a la discusión pública y al proceso de toma de decisiones bajo unas condiciones que efectivamente determinan la forma sesgada con la que miran o entienden lo que es realmente importante para la gente corriente. Así las cosas, se denuncia la carencia de un conocimiento social ampliado que debería presuponerse en la clase política, esto es, una forma de pensar y ver las cosas de manera que se tiene en cuenta y es posible comprender la perspectiva de otros (Benhabib, 1999: 335, y Disch, 1993).
El problema normativo más grande que resulta de esto es la amenaza de una desconexión entre el representante y la gente que representan. Cuando se produce esta desconexión, los representados pierden la sensación de control sobre los procesos de toma de decisiones, experimentan una desafección política y pierden el interés por la participación dentro de los cauces que brinda la sociedad civil (Young, 2000: 132). Parece que con su crítica, el 15 M ha puesto de manifiesto además otra cosa; que el modelo que hacía compatible el Estado de bienestar keynesiano con la democracia competitiva de partidos se ha agotado. Ese modelo competitivo de partidos había ayudado a estabilizar la lucha de clases y había funcionado en definitiva como bloque de contención del conflicto social (Offe, 1992). La lógica capitalista de esa democracia competitiva de partidos habría terminado por cristalizar en una oligarquía de dirigentes y en una mercantilización de la política institucional a partir de los imperativos de esa competencia. Esto habría implicado hablar de procesos electorales en términos de mercado, con estados de campaña electoral continuos y la priorización de aquellas ofertas que fueran realizables a más corto plazo.
Todas estas críticas son lo suficientemente poderosas como para poner de manifiesto la necesidad de repensar el sistema democrático, pero en muchas ocasiones adolecen de cierta consistencia cuando se ciñen al estricto ámbito de la representatividad. En el discurso teórico y práctico sobre representación política se tiende a asumir que por lo general, el representante debe mantener una relación de sustitución o identidad con el representado. La crítica al fenómeno de “la distorsión” que sufren los políticos no debe hacer perder de vista que representación no implica sustitución o identificación (Pitkin, 1971). De esta forma, el representante no habla por el representado, sino como el representado pudiera hablar. Teniendo claro esto, el modelo de democracia representativa debe velar en primera instancia por esa conexión entre las esferas de la sociedad civil y los representantes. Sólo así se asegurará un grado óptimo de democracia en los procesos de toma de decisiones.
La crítica del 15 M ha ayudado a situar el proceso democrático fuera del modelo neo-schumpeteriano de democracia como mercado económico de competición de élites, para reivindicar la influencia que la ciudadanía debiera tener en ese proceso (Beitz, 1983: 75). La crítica del movimiento ha puesto de manifiesto además que el derecho igualitario del voto no ha venido garantizando esa igualdad de influencia en el proceso legislativo. Sacar a la política del modelo neo-schumpeteriano no debe provocar sin embargo, una suerte de efecto de péndulo que lleve a elevar el modelo asambleario de democracia directa a la única forma de democracia real. En la misma ekklesia ateniense, la presencia directa de todos los ciudadanos no era obstáculo para que la gran mayoría de ellos se abstuviera de la participación activa dentro de la misma. Muchas de las medidas tomadas por Pericles, en este sentido se encaminaban a desalentar la incomparecencia, no el silencio (Yunis, 1996: 43). Numerosos estudios hechos desde la academia han mostrado evidencia empírica de que la cuestión de la presencia no siempre garantiza la voz en estos foros (Mansbridge, 1993, Hansen, 1996). La voz y visibilidad en el proceso político se garantiza más bien trasladando a un lenguaje político los reclamos de los ciudadanos dentro de un proceso institucional que va más allá del tiempo y del espacio (Phillips, 1995). En las sociedades actuales, la noción de representación debe vincularse al tema de la voz antes que al mero sistema procedimental de proporcionalidad en la cámara de los diputados. Reducir el proceso democrático a la inmediatez de las relaciones cara a cara puede ser un argumento falaz porque se pierde de vista que la exclusión política se produce bajo la forma de silencio aunque tu presencia esté garantizada, porque tu voz no sea lo suficientemente fuerte como para ser oída (Urbinati, 1997: 268), o porque queda distorsionada por factores como el rol que juegan las lógicas de la sociedad mediática en la actualidad. Al análisis de estos factores pasamos ahora.


2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
Existen buenas razones para pensar que nuestras democracias son imperfectas. Que antes que sus propuestas, los candidatos con frecuencia son atacados personalmente, que a los votantes se les desanima a ejercer su derecho de voto por muchos motivos, que los lobbys muchas veces determinan las políticas públicas que deberían diseñar los políticos elegidos democráticamente… Esta falta de contenido político hace más fácil entender el hecho, por ejemplo, de que las cuestiones de marketing político y las relativas a la imagen de los candidatos son cada vez con más frecuencia, los temas que ocupan mayor espacio y protagonismo.
El eslogan “democracia real ya” puede interpretarse como la reivindicación compartida por los indignados de un orden político del que se sientan realmente dueños y partícipes desde la base de un “gobierno que parta verdaderamente del pueblo” (Manifiesto 15 M)[1]. No es desdeñable el hecho de que la reivindicación aparezca unos meses después de que los partidos políticos pasen a ser considerados por los españoles como el tercer problema que tiene el país detrás del paro y las vicisitudes de carácter económico.[2]
En realidad, esta crítica recuerda a toda esa revisión que en los años 80 y bien entrados los 90 se hizo del marco elitista y pluralista de democracia de Schumpeter (Vallespín, 2011:13). La democracia, bajo este modelo, se convierte en un proceso competitivo a partir del cual los partidos políticos y sus candidatos ofrecen sus programas y propuestas esperando satisfacer el máximo número de preferencias individuales posible (Sunstein, 1991: 3-34). La democracia se asume como una competición abierta y justa en la que las elecciones y las decisiones legislativas se ven como el producto del mayor número de preferencias compartidas por los individuos. Tal y como Mansbridge describe el proceso, la actividad de los políticos bien podría asemejarse a la de un conjunto de empresarios o brokers buscando fórmulas para comprar la mayor cantidad de votos posible  (Mansbridge, 1980: 17). Junto a esas preferencias individuales, compiten en el mercado toda una miríada de grupos de interés que acaban presionando a quiénes ejercen el poder para que sus intereses también se vean satisfechos. Según estas críticas, pues, la democracia deja de ser el gobierno de todos, para pasar a manos de quienes tienen la capacidad, mediante lobbies u otras formas de acceso a las instancias de decisión, de condicionar los procesos políticos de toma de decisión. Las reclamaciones del 15 M de “no atender sólo a los dictados de los grandes poderes económicos” (Manifiesto 15- M)  tienen que ver pues con unas críticas que no son nuevas.
A pesar de este fenómeno de “oligarquización” de la política, el modelo no se consideró nunca contrario a la democracia porque se entendía que esas demandas de presión provenían de grupos “plurales” (Vallespín, Ibid.). Hoy es cuestionable hablar de pluralismo en esos términos[3] de mercado porque se piensa  que  el razonamiento político se basa en un razonamiento estratégico sobre los mejores medios para conseguir las preferencias, cualesquiera que éstas sean. No hay por tanto un razonamiento en términos de normatividad y objetividad en sentido de apelar a principios generales, más allá de esas preferencias particulares (Miller, 1993: 13-52). El resultado es que no hay forma de evaluar la legitimidad de esas preferencias en un lenguaje de justicia social, de manera que las reivindicaciones de un lobby de petróleo “valen” lo mismo que las de un grupo ecologista cuando no más debido a ciertos condicionantes económicos u estratégicos.  
Dentro del marco de esta revisión crítica, muchos teóricos y teóricas pusieron sus esperanzas en la existencia de una sociedad civil, que junto a una labor de denuncia mediática supieran contrarrestar la influencia de esos poderes invisibles antes que fomentar la idea ingenua de negarlos. Sin lugar a dudas, uno de los méritos que hay que arrogar al Movimiento es el de haber sacado a la luz pública esta legión de interconexiones entre el poder económico y el poder político. La crítica formulada tiene el valor añadido además de haber supuesto la revitalización de un espacio público que se encontraba completamente banalizado(Vallespín, 2011: 18) y haber ampliado una discusión que tiene que ver con una forma de organización social en la que, en términos de Marcuse, cualquier propuesta alternativa se presenta, la mayoría de las veces, a ojos de esa sociedad, como inimaginable o irracional (Marcuse, 1972).
Numerosas ciudades españolas han visto en los últimos tiempos cómo un conjunto de ciudadanos corrientes descentralizados en networks y grupos divididos por barrios urbanos abrían una ventana de oportunidad fuera de las instituciones del Estado, para discutir asuntos cotidianos que sin embargo conciernen a políticas macro. La asamblea será el eje axial de un diálogo que aproxima a los interlocutores para desarrollar y discutir visiones y puntos de vista sobre las cosas, e imaginar formas de acción política bajo boycotts, marchas y manifestaciones. En este sentido, la sociedad civil sirve como una escuela de democracia porque activa mecanismos de politización de ciudadanos, así como procesos legales democráticos, al tiempo que se piensa que la “democracia institucional” tiende a perpetuar las desigualdades económicas y políticas.
La acción política en la sociedad civil se manifiesta de forma desordenada y lúdica. De alguna manera anuncia una ruptura con las necesidades dominantes de una sociedad y un sistema que ellos consideran represivo. Desarrolla un lenguaje que pone voz a experiencias que muchas veces no encuentran expresión cuando tratan de articularse a través de pautas hegemónicas de la política institucional. En este sentido, la vía institucional, antes que encauzar, muchas veces funciona con un efecto de sordina ante las demandas de ciertos grupos sociales (Minow, 1990; 49-79). Se dice por ello que la actividad de la sociedad civil debe ser autónoma de la ejercida por el Estado (Young, 2000; 155). Y en ese curso, el uso de las nuevas tecnologías habría ayudado a fortalecer la emergencia del movimiento con independencia de que la continuidad del mismo quede garantizada.
Efectivamente, las nuevas tecnologías constituyen posiblemente un signo de identidad del movimiento entre otras cosas porque han contribuido a darle ese carácter de democracia horizontal y transversal que buscaba, sin líderes personificados o rostros visibles que “actúen” como representantes del movimiento. Sin lugar a dudas, la potencialidad del uso de las nuevas tecnologías para la formación del movimiento como red social es incuestionable. Algunos especialistas han hablado de las redes sociales como un nuevo sujeto político nacido al calor de las revueltas árabes de 2011.[4] Pero si las potencialidades son muchas, no menos son los problemas que surgen al hilo de su aparición como forma de acción política. Es fácil suponer que el carácter informal que las regla puede fomentar la participación y un ambiente de mayor recepción plural. En ese sentido, uno de los mitos alimentados por el movimiento ha sido el de pensar que la horizontalidad y la ausencia de líderes contribuye a una mayor democratización del mismo. Esa asociación entre democracia y horizontalidad sin embargo es cuestionable al menos por tres motivos. En primer lugar, la falta de concreción puede ser buena en términos de participación, pero puede presentar serios problemas a la hora de elaborar un proyecto político con efecto real. Además,  la ausencia de estructuras y de líderes visibles en cualquier movimiento puede acabar por convertirlo en “una cortina de humo que favorece a los fuertes o a aquellas personas que pueden establecer su hegemonía incuestionable sobre los demás”. En ese sentido es importante no perder de vista el hecho de que “la falta de estructura no impide la creación de estructuras informales”. Es precisamente esa estructura informal de los grupos no estructurados la que acaba propiciando el desarrollo de una élite hegemónica. Estos peligros han hecho por ejemplo, que en las últimas décadas, muchos movimientos feministas centraran sus esfuerzos en formalizar estructuras de decisión y los mecanismos de selección de los representantes (Freeman, 1973). Y ello apunta al tercero de los problemas, la ausencia de líderes y representantes implica algo tan poco democrático como la ausencia de responsabilidad o de rendición de cuentas. No hay que perder de vista el hecho de que asignar responsabilidad a un conjunto de agentes determinado, implica a su vez absolver a otros agentes de esa responsabilidad de la que podrían ser candidatos potenciales. (Young, 2004: 368). Los acontecimientos referidos a las supuestas agresiones a los diputados catalanes por algunos miembros del Movimiento en el mes de junio de 2011 así lo corroboran.  
A pesar de ello, las redes sociales han ofrecido una nada desdeñable herramienta política y de superación de los modos de comunicación convencionales, fuera de instituciones, de partidos o de sindicatos. En relación a ello,  el Movimiento 15 M habría recuperado la idea de un marco de sociedad civil tal y como habría sido conceptualizada por teóricos políticos a partir de la emergencia de los llamados movimientos sociales surgidos en la década de los 80. Esa idea de sociedad civil recuperada por el 15 M trataría de devolver la acción política a lo que se ha convertido en “mera gestión sistémica” (Vallespín, 2011: 14). Al análisis de este aspecto pasamos ahora.


3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
La idea de sociedad civil nombra “el espacio no coercitivo de asociacionismo humano” (Walzer, 1995: 7). Esto es, aquel espacio de la vida social que queda fuera de las instituciones estatales. Según esto, el Estado y la economía (economía capitalista) pertenecen a esferas diferentes de la vida asociativa (Cohen y Arato: 1992), porque tanto el Estado como la economía coordinan un poder sistémico (Habermas: 1996). Frente a ello, la sociedad civil dispone una acción espontánea y voluntaria surgida no por una rentabilidad lucrativa, y no coordinada por las instituciones estatales. A partir de la distinción habermasiana sobre la que se alinea su teoría social que establece el sistema y mundo de la vida (Habermas, 1984). Cohen y Arato distinguen, pues, entre la lógica sistémica del Estado y de la economía, frente a la sociedad civil de la acción e interacción comunicativa. El mundo de la vida comprendería así la acción comunicativa, la producción de contenidos simbólicos en sus dimensiones social, cultural y motivacional. La lógica sistémica encierra la coacción de las estructuras que acaban disolviendo al sujeto y su posibilidad de acción. La lógica sistémica, desde la lectura de Cohen y Arato, está regida por el beneficio del mercado, la rutina burocrática que objetiva las necesidades humanas y que coordina una acción que no requiere necesariamente de la comunicación.  Este espacio queda regido por unos imperativos que ordenan fines particulares dentro del sistema. Frente a ello, el mundo de la vida se rige fundamentalmente por una interacción comunicativa ante unos imperativos sistémicos guiados por una racionalidad instrumental. La sociedad civil pertenece a este mundo de la vida porque coordina la acción de los actores a partir de aspectos desordenados e informales que salen de esa lógica sistémica y que priorizan la comunicación. Hay una coordinación de la acción social a partir de redes sociales, asociaciones privadas, familiares, culturales etc. Pero quizás, el aspecto más importante de la sociedad civil es que puede promocionar y ensanchar el grado democrático de una sociedad determinada. Tal y como Cohen y Arato la conceptualizan, la sociedad civil presenta un gran potencial para limitar el poder y democratizar su ejercicio. Uno de los más importantes, sin duda, es el de presentar ante debate público las propuestas sobre lo que debería hacerse para mejorar las condiciones vitales de la gente, las políticas institucionales que deberían adoptarse en ese sentido, las preocupaciones prioritarias de la vida social en general. Todo ello implica una actividad política porque se produce una acción que consigue politizar la vida social, que hace emerger cuestiones sobre cómo debería organizarse aquélla. Al mismo tiempo, consigue aumentar el grado democrático porque puede multiplicar los foros de discusión política y los temas a tratar, y además dar voz a más colectivos que permanecen invisibles o silenciados dentro de la lógica sistémica (jóvenes adolescentes y desempleados en el caso del 15 M).
Esa comunicación pública no se produce a partir de un único tema discutido por la sociedad como un todo, sino descentralizado y mediatizado por numerosos actores que aparecen de forma dispersa por factores de tiempo y de espacio (Habermas, 1996: 304-7). A través de redes sociales, análisis críticos, debates, foros de internet, performances artísticas etc. se logra hilar un tejido comunicativo que terminará por llevar su influencia a la configuración y formación de políticas públicas. En ese sentido hablamos de un espacio social generado por una acción comunicativa que transfiere la información al sistema burocrático y legislativo del Estado para que éste lleve a cabo el cambio regulatorio que la sociedad demanda (Habermas, 1996: 151-168).
En el momento en que aparece el 15 M, la situación de funcionamiento de la democracia es bien distinto al descrito hasta aquí. Es sin duda un tiempo que vive la “crisis de la política” frente al imperalismo de la economía o colonización de la política por la economía (Vallespín, 2011:14). Esta colonización del mundo de la política por la economía no consiste solamente en el hecho de que algunas personas tengan más dinero que otras dentro de nuestras sociedades, y por tanto, acceso a mayor cantidad de recursos y de bienes. Existe además una suerte de dominación económica que se da cuando un contexto institucional determinado, formado por ciertas estructuras y procedimientos corporativos, otorgan un poder de influencia desmesurado a un conjunto de personas que tienen la potestad de tomar decisiones que afectarán a millones de personas. Hablamos por ejemplo, de la gente que trabaja en las Agencias de Calificación, y que no son necesariamente lo más ricos, o tan siquiera, los más privilegiados. Esta situación pues, ocurre con ese ente abstracto llamado “mercados”  y la subordinación de la política a los mismos, debido a una estructura de poder de toma de decisiones que no se pone bajo cuestión ni discusión colectiva. Asistimos a un momento, pues, en el que la política pierde su autonomía con el consiguiente perjuicio que esto conlleva para la democracia. Además, tal y como ha señalado el sociólogo francés Touraine, la tendencia hacia la separación entre el sistema económico y los actores sociales acaba por transformar a estos actores sociales en “parados, excluidos o ahorradores arruinados, incapaces todos ellos de reaccionar políticamente” (2011: 11). Cuando la dimensión económica –el tener- se independiza de la política –el hacer- se termina por configurar un modelo antropológico ajustado a una lógica sistémica en la que se da como rasgo característico esa dominación de la economía sobre los actores sociales, esto es, la separación entre sistema y actores.  El modelo perpetúa de esta forma los intereses objetivos del sistema. El resultado es lo que el autor denomina bajo la rúbrica de “situación postsocial”, que puede conllevar el riesgo real de desaparición de los actores y de la acción política como tal, debido especialmente a la impotencia cada vez más manifiesta ante aquellos que solamente piensan en incrementar sus propios beneficios.
En ese sentido, tanto la naturaleza de la acción política a la que tradicionalmente se había presupuesto la capacidad de organizar de forma autónoma una sociedad, como la estructura de control político, aparecen completamente diluidas. Ejemplos palpables de ello han sido la sujeción de los gobernantes griegos a los requerimientos de un sistema que obliga a obedecer imperativos distintos de los que deseaban sus ciudadanos, o el cambio de política que sufre el programa de Zapatero a partir de mayo de 2010 debido a los recortes que se le imponen desde fuera. Por ello, tal y como Vallespín señala “si la acción política no cuenta, si no cabe intervenir salvo para evitar consecuencias más lesivas, la impotencia de la política acaba creando una gran crisis en la democracia que se traduce en ese divorcio creciente entre la ciudadanía y la clase política y una acuciada crisis de legitimidad del sistema” (2011: 11). La percepción es que ya no se gobierna para la ciudadanía, sino para administrar esos condicionantes sistémicos (Ibid.). La impresión generalizada es que incluso el sistema está por encima de la gente o contra ella. Recuérdese en este sentido uno de los eslóganes del Movimiento que reza “no somos antisistema, el sistema está contra nosotros”. La paradoja de esta situación es que al mismo tiempo que se pone en evidencia la superioridad del Estado sobre la del sistema económico (especialmente a partir de las inyecciones de fondos públicos hechas a las principales entidades bancarias para evitar la catástrofe), vivimos en un momento de debilidad política sin parangón. Momento contradictorio que se manifiesta en esa superioridad del Estado al tiempo que se afirma una debilidad política indiscutible (Touraine, 2011:24).
En relación a ello, es posible advertir que el 15 M ha sabido reapropiarse de la acción política que es pensable en la sociedad civil del mundo de la vida en primer lugar porque no ha sido monopolizado, hasta el momento, por ninguna sigla o grupo institucional. El Movimiento surge además con una vocación política que trata de llevar a la esfera pública un sentimiento generalizado de descontento que aspira influenciar en la formación o implementación de políticas estatales como la reforma de la ley electoral, el despliegue de nuevas formas de participación directa, mayor carga fiscal para los ricos, una reformulación o cancelación de las ayudas económico-financieras procedentes de recursos públicos destinados a paliar la quiebra de los bancos y cajas de ahorro etc. Esa articulación de nuevas formas de participación surge de la reacción contra un sistema que reduce la participación ciudadana a un voto ejercido cada cuatro años. Que toma conciencia de que aquellas decisiones que más nos afectan se escapan al control democrático directo. Con ello se pone de manifiesto que la política nos deja de ser perceptible bajo el paradigma de la acción, tanto en su dimensión decisoria como en la comunicativa. En este sentido cobra fuerza la idea de la repolitización de una esfera pública que había sufrido una creciente despolitización paradójicamente desde la aparición de los estados de bienestar capitalistas (Habermas, 1987: 343-346)
El movimiento además, guarda sintonía con los tradicionales movimientos sociales asociados con la política de izquierdas, tales como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo. Hay un cuestionamiento de la sociedad patriarcal, una contestación del modelo capitalista que recuerda las reivindicaciones de los altermundialistas de los 90, además de la asunción de perspectivas que tienen que ver con la ética ecológica del decrecimiento, o las protestas antimilitaristas de reducción del gasto militar. Como ya apuntábamos anteriormente, casi con toda probabilidad, el rasgo más novedoso que ofrece este movimiento es el de situar su génesis en las posibilidades que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías. En ese sentido el movimiento cobra una novedosa forma de actuación real y virtual que ha servido para conservar el espíritu lúdico, espontáneo, creativo y desordenado de los tradicionales movimientos sociales, con una forma de interactuar a partir de networks que mantienen vigente esa retroalimentación entre lo real y lo virtual. A pesar de todo ello, en este artículo se mantiene la tesis de que lo que a primera vista parece como una contestación al sistema como un todo, constituye más bien un intento de regeneración del mismo. Quizás uno de los aspectos de regeneración democrática más visible ha sido el de la puesta en marcha de un sistema de cooperación social a partir de la difusión del Movimiento en asambleas de barrio, comisiones e internet. Ello ha supuesto una activación importante de la dimensión participativa de la democracia que apunta hacia la repolitización de un modelo de ciudadano que había sido construido en torno a la idea de que las personas son clientes o consumidoras de las políticas públicas estatales (Taylor, 1985). Al análisis de ello pasamos ahora.


4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
 La movilización del 15 de mayo surge en un contexto incuestionable de apatía o sentimiento generalizado de descontento. El barómetro del mes de junio del CIS registraba una encuesta en la que el 55 por ciento de los ciudadanos entrevistados decían tener poco interés o nada por la política. Lo paradójico de esta encuesta es que al mismo tiempo que reconoce ese desinterés de la ciudadanía por la política, la mayoría de los encuestados (70%) refrenda los acontecimientos protagonizados por las movilizaciones del 15 M. Esta paradoja expresa esa tensión entre una ciudadanía que se siente apática con la política institucional, pero que tiene ganas de un cambio.
El alto porcentaje de indiferencia y rechazo por la política es un fenómeno que se venía gestando desde el desarrollo de las sociedades de bienestar capitalistas. Esa orientación al bienestar construye a los ciudadanos del mismo modo que a clientes y consumidores reforzando su despolitización (Habermas, 1987: 350). Se tiende a suprimir la distinción entre la esfera pública y la actividad económica privada. El Estado se convierte progresivamente en gestor  y distribuidor de los procesos económicos. Esas funciones del Estado quedan prefijadas dentro de una estructura de poder que no se somete a discusión, basada en la distribución de bienestar social sobre el fondo de acumulación de capital privado (Cohen y Rogers, 1983). En ese contexto, las demandas insurgentes de los movimientos sociales se mantuvieron siempre dentro de los límites de ese pluralismo basado en los intereses de grupo de los que hablábamos antes. Los intereses de grupo se convierten en el vehículo de resolución de conflictos, haciendo que los mecanismos de participación y de control de la ciudadanía sean progresivamente más difíciles o incluso carentes de sentido (Walzer, 1982). La política basada en los intereses de grupo deja fuera de los procesos de toma de decisiones a los ciudadanos, en un contexto además, en el que es extraño que los gobiernos informen o pongan en conocimiento público las medidas que adoptan, o traten de llevarlas si quiera a discusión pública. En esa estructura de toma de decisiones basada en los intereses de grupo, con frecuencia tales decisiones se toman en privado y muchas veces, a partir de procesos complejos e informales influenciados por intereses específicos que quieren conseguir acceso a organismos públicos, con unos efectos oligárquicos que resultan casi inevitables (Offe, 1984: 173). Esta lógica, según Manin, vulnera los requisitos que debe cumplir la formación de una opinión pública, a saber, la publicidad de las decisiones gubernamentales para que la ciudadanía pueda formar su propio criterio sobre los temas políticos, y la libertad de éstos para expresar sus opiniones en cualquier momento, y con independencia de los gobernantes ( 1998: 206-207).
La pérdida de control y de información sobre los procesos de toma de decisión política ha ido fomentando progresivamente un desinterés por lo público que ha terminado por redundar en ese  déficit de democracia, desafección política y crisis de participación. ¿Pero cuáles son las causas más concretas de este procesode despolitización de las masas?
En Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973) Habermas centra su análisis en una economía capitalista, de crisis cíclicas y autodestructivas que gestionan la vida económica de las sociedades posindustriales desde la Segunda Guerra Mundial. La política económica entonces fija su objetivo en la contención de las luchas de clase, al tiempo que mantiene una tasa de crecimiento constante, junto con los niveles de consumo. Ese capitalismo financiero que “acumula y no produce nada” genera un modelo de individuo que quiere por encima de todo mejorar su nivel de vida en términos de consumo, y un modelo político convertido en gestión técnica sobre medios, diluyendo la discusión pública sobre fines (Touraine, 2011: 29). El elemento deliberativo de la política desaparece, junto con el participativo, reducido ahora a una elección periódica y rutinaria de personas que llevarán a cabo la mera gestión y administración de la vida de las gentes. Ello implica la aparición de una visión tecnocrática de la política puesta en manos de gestores; un predominio de la visión técnica de la política sobre la dimensión comunicativa de la misma, resultando de este modo que “el poder político se legitima a sí mismo a través del recurso a su eficiente gestión administrativa” (Ureña, 1979: 73). Este modelo acaba asumiendo implícitamente que los individuos son agentes ubicados en la esfera social, como átomos que se relacionan con los objetos que poseen. El modelo pues crea un tipo de persona que presupone esta concepción estática de la sociedad que además acaba por diluir la discusión sobre el contexto institucional en el que esos individuos se desenvuelven. Esto es importante, porque ese contexto institucional termina condicionando la aptitud de la gente para participar y para ejercer sus capacidades. Presuponer el contexto institucional en el que tiene lugar “la gestión” de la política, implica no prestar atención a la “concepción y creación en sí mismas”. Esto es, olvidar la dimensión participativa y deliberativa sobre cómo se “designan los bienes sociales, qué significado se les otorga y cómo se construye colectivamente” (Walzer, 1983: 7). Esto supone abandonar un modelo social formado por individuos relacionados externamente con esos bienes que poseen, y pasar a otro modelo social que prime la dimensión ciudadana de los mismos. Tomando como punto de referencia ese desarrollo teórico que parte de la ética comunicativa de Habermas, el modelo social que se habría reivindicado por el Movimiento podría tener que ver con una concepción de la sociedad en el que las personas deliberan sobre problemas y cuestiones de una manera colectiva. Con un espacio público heterogéneo donde la opinión pública hace las veces de una asamblea para la expresión de los asuntos públicos y el debate sobre ideas. Una ciudadanía politizada democratiza la opinión pública porque ayuda a crear “un marco en el que la voluntad del pueblo es una de las consideraciones en el proceso de toma de decisiones” (Manin, 1998: 210).
 Seguir el modelo de la ética comunicativa de Habermas en el ideal de ciudadanía implica llevar esa ética a cuestiones procedimentales de participación en la deliberación y toma de decisiones, tal y como los miembros del 15 M han ensayado en el proceso de descentralización de asambleas de barrios. Supone, pues, reivindicar un modelo de política como “la actividad a través de la cual grupos de gente relativamente grandes y permanentes deciden lo que harán colectivamente, establecen cómo van a vivir juntos y deciden su futuro, cualquiera que sea la medida en que esté en su poder hacerlo” (Pitkin, 1981: 343). La política, pues, comprende los aspectos de la organización institucional y la acción pública. En relación a esos aspectos, el Movimiento ha señalado que éstos deberían estar sujetos a la evaluación y a la toma de decisiones colectiva con independencia de que además incluyan la iniciativa y las acciones del gobierno y del Estado. Los políticos podrán hacer caso omiso de los deseos de la opinión pública, pero como señalaba Manin, el mero hecho de democratizar esa opinión pública ya supone que los imputs o demandas sean tenidos en cuenta dentro la caja del sistema político de toma de decisiones.


Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
En conformidad con lo planteado en este artículo es posible afirmar que hasta el momento actual, el Movimiento del 15 M parece contener no pocos elementos de profundización de procesos democráticos más que de alejamiento de los mismos. Un conjunto de ciudadanos percibe un problema que filtra en la esfera de la sociedad civil (mundo de la vida) a partir de una discusión pública dirigida a los gobernantes (sistema). El tema o issue incipiente estimula un debate público desafiando no sólo la misma agenda política, sino la propia estructura de poder de toma de decisiones. Las marchas, las pancartas, las acciones etc. logran envolver a partidos políticos de intereses diversos, a la sociedad civil en su conjunto, y muy especialmente a los media.
Hasta el momento, pues, todo parece indicar que a veces, esa democracia cuestionada, contiene los debidos cauces en términos de publicidad e imparcialidad para conseguir objetivos políticos que se articulan bajo la forma de reclamos de justicia. La experiencia del 15 M muestra también que la participación activa, la movilización y determinación de la llamada sociedad civil no tiene por qué estar reñida con la representación política. Es posible afirmar que la dimensión participativa de la democracia puede complementar a la representativa. Si los representantes saben escuchar debidamente las demandas de una ciudadanía activa es posible afirmar también que el sistema democrático sólo funciona cuando ambos, representantes y representados, trabajan juntos. Y de la misma manera, el elemento de la deliberación pública ha de ser característico de lo político (Arendt, 1958 -1993-).
Hasta ahora, por tanto, todo parece confirmar la  máxima de Marcuse según la cual el sistema democrático proporciona el marco de actuación para transformar las cosas, al tiempo que es capaz de preservar el estatus quo y contener esas condiciones para el cambio. Un sistema, en definitiva, capaz de contener un cambio cualitativo para el futuro previsible, pero al mismo tiempo, un sistema en el que existen fuerzas que pueden romper esta contención (Marcuse, 1972: 25). La experiencia del 15 M demuestra también otra cosa; que la democracia es una cuestión de grado, que algunos países son democráticos en algunos aspectos y que el grado de democracia de muchos países depende de la práctica democrática de la gente que los habita. 


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[2] Estudio 2095 del Banco de Datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Barómetro de junio de 2011.
[3] Especialmente a partir de la aparición del marco deliberativo de democracia. Léase a este respecto, por ejemplo  el trabajo de James Bohman titulado “TheComing of Age of Deliberative Democracy”, en The Journal of Political Philosophy, Vol. 6, No. 4, Diciembre de 1998, pp. 400-425.
[4] Josep Ramoneda, “Un nuevo sujeto político”, 20-2-2011




Resumen:
Este artículo tiene como objeto realizar el análisis de algunos aspectos deficitarios de la democracia liberal que han quedado puestos de manifiesto a partir del hito de la crisis financiera de 2007. Para ello se lleva a cabo la conceptualización de esas carencias democráticas a la luz de las reivindicaciones surgidas al hilo de las protestas articuladas por el conocido movimiento 15 M, desde una consideración crítica con dicho movimiento también.  Por último, se ha pretendido poner en conexión esas patologías democráticas con algunos ideales de la democracia deliberativa para exponer los factores que impiden las posibilidades para el cambio, y apuntar, desde una perspectiva normativa, algunas directrices para su mejora.

Palabras clave:
Acción, sistema, crisis de representación, sociedad civil, Movimiento 15 M

Abstract:
This article has the objective of analyzing some of the short falling aspects of liberal democracy which have been highlighted since the watershed of the 2007 financial crisis. In order to do so, we will carry out a conceptualization of those democratic shortfalls in light of the claims that have emerged in the slipstream of the well known 15 M movement, though form a critical consideration of this movement as well. Lastly, it has been intended to connect those democratic pathologies with some ideals of the deliberative democracy, to expose those factors which inhibit the possibilities of change, and to point, from a normative perspective, towards some guidelines for improvement. 

Key words:
Action, system, crisis of representation, civil society, Movimiento 15 M.



Fecha de recepción: 09/04/2012

Fecha de aceptación: 11/05/2013Máriam Martínez-Bascuñán - Eldiario.es
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    Máriam Martínez-Bascuñán. Profesora Contratada Doctora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. Su trabajo se centra en teoría política y ...

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    CIRCUNSTANCIA. AÑO XI - Nº 31 - MAYO 2013

    Miscelánea

    CRISIS SISTÉMICA Y NUEVOS DESAFÍOS. EL 15-M EN SITUACIÓN. (*)
     
    Máriam Martínez Bascuñán



    Introducción
    1.  Crisis del concepto de representación Vs.  Apuntes para una representación más inclusiva.
    2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
    3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil. 
    4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
    Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
    Bibliografía

    (*) Este trabajo se inserta en el proyecto I+D Las consecuencias políticas de la crisis económica. CSO2011-28041 del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.

    Introducción
    El 15 de Mayo de 2011 miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades españolas bajo un lema común: democracia real ya. Los mensajes, los gritos y pancartas parecían poner de manifiesto el déficit democrático en el que se había instalado “el sistema”. La puesta en marcha espontánea de estos cauces de participación llevaron a una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad en la que vivimos.  Sacaron a la luz cuestiones que parecían mostrar una notable crisis materializada en temas como el concepto de representación o el divorcio creciente entre ciudadanos y políticos. La llamada a una democracia real suponía la apelación a una ciudadanía corresponsable en gran medida de sus propias denuncias.
    El 15 M surge  en España posiblemente como colofón de una “megacrisis” que dura ya casi 3 años, y que ha debilitado como nunca el papel de los estados como actores políticos con capacidad de acción. Se ha hablado de la crisis más grave desde la del 1929, del fin del capitalismo, del fin de la economía de mercado (Touraine, 2011: 21). Se dice que el Estado ya no es una pieza central de las democracias representativas, y que la elección de gobiernos no constituye sino la expresión debilitada de la opinión pública.
    Es cierto en todo caso, que conforme pasa el tiempo, se deben ir dejando a un lado los diagnósticos apocalípticos para prestar atención a análisis más moderados que no nos impiden ver sin embargo, que la percepción generalizada es que la crisis se ha instalado en nuestras vidas de forma casi permanente y en los tres principales niveles de organización; el social, el político, y el económico. No es posible por tanto hablar de una crisis económica analizada desde términos estrictamente económicos. Parece que la crisis se ha vuelto más política que económica, y buena muestra de ello ha sido el surgimiento del 15 M.
    Este artículo busca reflexionar de manera crítica sobre algunos de estos aspectos a la luz de las reivindicaciones y propuestas del Movimiento 15 M, tratando de percibir esos problemas a través de categorías, sin perder de vista el hecho de que analizar es simplificar. Esto supone llevar a cabo una ruptura de realidades complejas para desbrozarlas en pequeños trazos interpretativos. Esas categorías sin embargo, ordenan nuestra experiencia, pero no consisten simplemente en clasificar el mundo, porque esas clasificaciones y análisis nos posicionan en relación a los significados que damos, y cuando clasificamos excluimos e incluimos. Seleccionamos temas y cosas que dividen el mundo, que discriminan (Minow, 1990). Por eso se piensa que la identificación de estos temas es fundamental para analizar un movimiento como el 15 M, y más aún, la identificación de los problemas que el Movimiento ha puesto sobre la mesa, pues se piensa que es sintomático de un estado de cosas que muestra las carencias y anhelos de una parte relevante de la sociedad, a partir de una crisis que no puede explicarse en términos meramente financieros. Ello conduce irremediablemente a pensar en una cuestión más profunda como lo es el poder del propio lenguaje y el presupuesto erróneamente asumido de que las categorías encajan naturalmente dentro del mundo. Eslóganes como “lo llaman democracia y no lo es” muestran la percepción de esos desajustes entre las palabras y las cosas y la responsabilidad del observador social a la hora de interpretarlas. De discernir,  por ejemplo, sobre si realmente hay un potencial transformador en el movimiento, o por el contrario podría quedarse en un puñado de propuestas de escaso calado. De comprobar si efectivamente, esos grupos que han salido a la calle podrían ser característicos de un “estado de desintegración del sistema” (Marcuse, 1968: 21). De reparar en cómo se modifican los “paisajes de problemas”  a partir de la percepción de los riesgos (Beck, 2008). De observar cómo los ciudadanos experimentan las instituciones democráticas. De ver si es posible extraer una definición clara de los desafíos actuales y de cuáles son los márgenes reales para la acción política. De hacer  en definitiva, una reflexión más o menos sistemática sobre la democracia actual existente, identificando no solo esas sensaciones de insatisfacción y frustración, sino las posibilidades de transformación experimentadas como carencias por una buena parte de la ciudadanía actual.
    Teniendo en cuenta todo ello, el artículo se centrará en cuestiones cuyo lenguaje social trata de ajustarse al rol o significado de la discusión pública en los procesos de toma de decisiones, la crisis del concepto de representación vista a través del diálogo entre las instituciones políticas y la sociedad civil y el papel de los media en esa práctica democrática. Para ello se intentará conceptualizar, en primer lugar, algunas de las demandas y reivindicaciones con la intención, en segundo lugar, de esbozar las posibles patologías de los sistemas democráticos que dicho movimiento podría haber puesto de manifiesto. Se piensa, por último que al poner en diálogo crítico ambas aproximaciones analíticas (demandas democráticas/patologías democráticas; lo que se pide y lo que se denuncia) se facilita el camino para, en conformidad con la teoría política normativa, formular algunos ideales democráticos que este artículo pretende poner en conexión con el marco deliberativo, y ver, en definitiva, si el Movimiento 15 M implica la toma de conciencia de las fuerzas que impiden las posibilidades para el cambio. De esta manera, el análisis se hará a partir de cuatro ejes temáticos:
    1. Crisis del concepto de representación Vs. Apuntes para una representación más inclusiva.
    2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.  
    3. Crisis de la lógica sistémica Vs. Revitalización de la Sociedad Civil.
    4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.

    1.  Crisis del concepto de representación Vs.  Apuntes para una representación más inclusiva.

    Una de las críticas del Movimiento 15-M que más eco han tenido ha sido la del grito del “no nos representan”. Con ello se ha puesto de manifiesto que los verdaderos intereses de la ciudadanía no son tenidos en cuenta y que el proceso democrático de celebración de elecciones no es más que un ritual vacío. Desde el ámbito académico la crítica formulada  por el Movimiento puede conceptualizarse como una crisis del modelo representativo de democracia como autorizacióny del sistema de control de gobernantes por parte de los gobernados como accountability ( Pitkin, 1971)
    Es ampliamente asumido de acuerdo con el viejo sueño de autenticidad rousseaniano, y especialmente en sectores de la izquierda radical, el presupuesto de que participación y representación son dos nociones contrapuestas, y que la mediación del Estado implica alienación y un déficit democrático (Barber, 1984: 146). Se piensa con frecuencia que la representación aleja y separa al gobierno en relación a los ciudadanos votantes (Negri, 2004). En este artículo se pretende demostrar que el Movimiento 15 M ha puesto de manifiesto justamente lo contrario, esto es, que el concepto de representación hace inevitable interpretar la noción misma de democracia (Urbinati, 2007: 267), y que en el modelo representativo de democracia lo contrario a la representación no es la participación directa, sino la exclusión de la representación misma (Kymblicka y Shapiro, 1997: 3-19). En sociedades de masas como las nuestras, representación y participación se necesitan recíprocamente para ampliar y profundizar en los procesos democráticos de toma de decisiones (Plotke, 1997: 19-34). Sostener lo contrario implica no tomar conciencia de la complejidad de nuestras sociedades. Pero, ¿cómo interpretar la noción de democracia representativa a la luz de las críticas formuladas por el 15 M?
    Con el eslogan “No nos representan” el Movimiento ha puesto de manifiesto una distorsión de la realidad que muchas veces se aprecia en los políticos. Según Vallespín, tal distorsión se pone de manifiesto a partir de una doble expresión. Por un lado, los políticos tienden a hacer una “lectura de la realidad partidista”, de manera que ésta acaba por doblegarse a su estrategia política concreta. Se dejan guiar por su propio interés de parte. Y de otro, los políticos tienden a interiorizar de tal forma su propia perspectiva de las cosas, que al final se les acaba por desvanecer un acceso a la realidad más amplio (Vallespín, 2011: 12). Así las cosas, se critica la idea de representación derivada de un interés partidista y de una perspectiva social particular que confiere un conocimiento situado derivado de esa posición social. Con frecuencia, la exclusiva dedicación a la política tiende a encerrar a quienes la practican en un mundo aparte completamente desconectado del mundo exterior. El hecho de que gran parte de ellos sean “políticos de carrera” contribuye a homogeneizarlos y a sumirlos más en su propio entorno (Vallespín, Ibid). Este perspectivismo limitado implica la aproximación a la discusión pública y al proceso de toma de decisiones bajo unas condiciones que efectivamente determinan la forma sesgada con la que miran o entienden lo que es realmente importante para la gente corriente. Así las cosas, se denuncia la carencia de un conocimiento social ampliado que debería presuponerse en la clase política, esto es, una forma de pensar y ver las cosas de manera que se tiene en cuenta y es posible comprender la perspectiva de otros (Benhabib, 1999: 335, y Disch, 1993).
    El problema normativo más grande que resulta de esto es la amenaza de una desconexión entre el representante y la gente que representan. Cuando se produce esta desconexión, los representados pierden la sensación de control sobre los procesos de toma de decisiones, experimentan una desafección política y pierden el interés por la participación dentro de los cauces que brinda la sociedad civil (Young, 2000: 132). Parece que con su crítica, el 15 M ha puesto de manifiesto además otra cosa; que el modelo que hacía compatible el Estado de bienestar keynesiano con la democracia competitiva de partidos se ha agotado. Ese modelo competitivo de partidos había ayudado a estabilizar la lucha de clases y había funcionado en definitiva como bloque de contención del conflicto social (Offe, 1992). La lógica capitalista de esa democracia competitiva de partidos habría terminado por cristalizar en una oligarquía de dirigentes y en una mercantilización de la política institucional a partir de los imperativos de esa competencia. Esto habría implicado hablar de procesos electorales en términos de mercado, con estados de campaña electoral continuos y la priorización de aquellas ofertas que fueran realizables a más corto plazo.
    Todas estas críticas son lo suficientemente poderosas como para poner de manifiesto la necesidad de repensar el sistema democrático, pero en muchas ocasiones adolecen de cierta consistencia cuando se ciñen al estricto ámbito de la representatividad. En el discurso teórico y práctico sobre representación política se tiende a asumir que por lo general, el representante debe mantener una relación de sustitución o identidad con el representado. La crítica al fenómeno de “la distorsión” que sufren los políticos no debe hacer perder de vista que representación no implica sustitución o identificación (Pitkin, 1971). De esta forma, el representante no habla por el representado, sino como el representado pudiera hablar. Teniendo claro esto, el modelo de democracia representativa debe velar en primera instancia por esa conexión entre las esferas de la sociedad civil y los representantes. Sólo así se asegurará un grado óptimo de democracia en los procesos de toma de decisiones.
    La crítica del 15 M ha ayudado a situar el proceso democrático fuera del modelo neo-schumpeteriano de democracia como mercado económico de competición de élites, para reivindicar la influencia que la ciudadanía debiera tener en ese proceso (Beitz, 1983: 75). La crítica del movimiento ha puesto de manifiesto además que el derecho igualitario del voto no ha venido garantizando esa igualdad de influencia en el proceso legislativo. Sacar a la política del modelo neo-schumpeteriano no debe provocar sin embargo, una suerte de efecto de péndulo que lleve a elevar el modelo asambleario de democracia directa a la única forma de democracia real. En la misma ekklesia ateniense, la presencia directa de todos los ciudadanos no era obstáculo para que la gran mayoría de ellos se abstuviera de la participación activa dentro de la misma. Muchas de las medidas tomadas por Pericles, en este sentido se encaminaban a desalentar la incomparecencia, no el silencio (Yunis, 1996: 43). Numerosos estudios hechos desde la academia han mostrado evidencia empírica de que la cuestión de la presencia no siempre garantiza la voz en estos foros (Mansbridge, 1993, Hansen, 1996). La voz y visibilidad en el proceso político se garantiza más bien trasladando a un lenguaje político los reclamos de los ciudadanos dentro de un proceso institucional que va más allá del tiempo y del espacio (Phillips, 1995). En las sociedades actuales, la noción de representación debe vincularse al tema de la voz antes que al mero sistema procedimental de proporcionalidad en la cámara de los diputados. Reducir el proceso democrático a la inmediatez de las relaciones cara a cara puede ser un argumento falaz porque se pierde de vista que la exclusión política se produce bajo la forma de silencio aunque tu presencia esté garantizada, porque tu voz no sea lo suficientemente fuerte como para ser oída (Urbinati, 1997: 268), o porque queda distorsionada por factores como el rol que juegan las lógicas de la sociedad mediática en la actualidad. Al análisis de estos factores pasamos ahora.


    2. Crisis de las vías de mediación tradicional Vs. Nuevas fórmulas de acción política.
    Existen buenas razones para pensar que nuestras democracias son imperfectas. Que antes que sus propuestas, los candidatos con frecuencia son atacados personalmente, que a los votantes se les desanima a ejercer su derecho de voto por muchos motivos, que los lobbys muchas veces determinan las políticas públicas que deberían diseñar los políticos elegidos democráticamente… Esta falta de contenido político hace más fácil entender el hecho, por ejemplo, de que las cuestiones de marketing político y las relativas a la imagen de los candidatos son cada vez con más frecuencia, los temas que ocupan mayor espacio y protagonismo.
    El eslogan “democracia real ya” puede interpretarse como la reivindicación compartida por los indignados de un orden político del que se sientan realmente dueños y partícipes desde la base de un “gobierno que parta verdaderamente del pueblo” (Manifiesto 15 M)[1]. No es desdeñable el hecho de que la reivindicación aparezca unos meses después de que los partidos políticos pasen a ser considerados por los españoles como el tercer problema que tiene el país detrás del paro y las vicisitudes de carácter económico.[2]
    En realidad, esta crítica recuerda a toda esa revisión que en los años 80 y bien entrados los 90 se hizo del marco elitista y pluralista de democracia de Schumpeter (Vallespín, 2011:13). La democracia, bajo este modelo, se convierte en un proceso competitivo a partir del cual los partidos políticos y sus candidatos ofrecen sus programas y propuestas esperando satisfacer el máximo número de preferencias individuales posible (Sunstein, 1991: 3-34). La democracia se asume como una competición abierta y justa en la que las elecciones y las decisiones legislativas se ven como el producto del mayor número de preferencias compartidas por los individuos. Tal y como Mansbridge describe el proceso, la actividad de los políticos bien podría asemejarse a la de un conjunto de empresarios o brokers buscando fórmulas para comprar la mayor cantidad de votos posible  (Mansbridge, 1980: 17). Junto a esas preferencias individuales, compiten en el mercado toda una miríada de grupos de interés que acaban presionando a quiénes ejercen el poder para que sus intereses también se vean satisfechos. Según estas críticas, pues, la democracia deja de ser el gobierno de todos, para pasar a manos de quienes tienen la capacidad, mediante lobbies u otras formas de acceso a las instancias de decisión, de condicionar los procesos políticos de toma de decisión. Las reclamaciones del 15 M de “no atender sólo a los dictados de los grandes poderes económicos” (Manifiesto 15- M)  tienen que ver pues con unas críticas que no son nuevas.
    A pesar de este fenómeno de “oligarquización” de la política, el modelo no se consideró nunca contrario a la democracia porque se entendía que esas demandas de presión provenían de grupos “plurales” (Vallespín, Ibid.). Hoy es cuestionable hablar de pluralismo en esos términos[3] de mercado porque se piensa  que  el razonamiento político se basa en un razonamiento estratégico sobre los mejores medios para conseguir las preferencias, cualesquiera que éstas sean. No hay por tanto un razonamiento en términos de normatividad y objetividad en sentido de apelar a principios generales, más allá de esas preferencias particulares (Miller, 1993: 13-52). El resultado es que no hay forma de evaluar la legitimidad de esas preferencias en un lenguaje de justicia social, de manera que las reivindicaciones de un lobby de petróleo “valen” lo mismo que las de un grupo ecologista cuando no más debido a ciertos condicionantes económicos u estratégicos.  
    Dentro del marco de esta revisión crítica, muchos teóricos y teóricas pusieron sus esperanzas en la existencia de una sociedad civil, que junto a una labor de denuncia mediática supieran contrarrestar la influencia de esos poderes invisibles antes que fomentar la idea ingenua de negarlos. Sin lugar a dudas, uno de los méritos que hay que arrogar al Movimiento es el de haber sacado a la luz pública esta legión de interconexiones entre el poder económico y el poder político. La crítica formulada tiene el valor añadido además de haber supuesto la revitalización de un espacio público que se encontraba completamente banalizado(Vallespín, 2011: 18) y haber ampliado una discusión que tiene que ver con una forma de organización social en la que, en términos de Marcuse, cualquier propuesta alternativa se presenta, la mayoría de las veces, a ojos de esa sociedad, como inimaginable o irracional (Marcuse, 1972).
    Numerosas ciudades españolas han visto en los últimos tiempos cómo un conjunto de ciudadanos corrientes descentralizados en networks y grupos divididos por barrios urbanos abrían una ventana de oportunidad fuera de las instituciones del Estado, para discutir asuntos cotidianos que sin embargo conciernen a políticas macro. La asamblea será el eje axial de un diálogo que aproxima a los interlocutores para desarrollar y discutir visiones y puntos de vista sobre las cosas, e imaginar formas de acción política bajo boycotts, marchas y manifestaciones. En este sentido, la sociedad civil sirve como una escuela de democracia porque activa mecanismos de politización de ciudadanos, así como procesos legales democráticos, al tiempo que se piensa que la “democracia institucional” tiende a perpetuar las desigualdades económicas y políticas.
    La acción política en la sociedad civil se manifiesta de forma desordenada y lúdica. De alguna manera anuncia una ruptura con las necesidades dominantes de una sociedad y un sistema que ellos consideran represivo. Desarrolla un lenguaje que pone voz a experiencias que muchas veces no encuentran expresión cuando tratan de articularse a través de pautas hegemónicas de la política institucional. En este sentido, la vía institucional, antes que encauzar, muchas veces funciona con un efecto de sordina ante las demandas de ciertos grupos sociales (Minow, 1990; 49-79). Se dice por ello que la actividad de la sociedad civil debe ser autónoma de la ejercida por el Estado (Young, 2000; 155). Y en ese curso, el uso de las nuevas tecnologías habría ayudado a fortalecer la emergencia del movimiento con independencia de que la continuidad del mismo quede garantizada.
    Efectivamente, las nuevas tecnologías constituyen posiblemente un signo de identidad del movimiento entre otras cosas porque han contribuido a darle ese carácter de democracia horizontal y transversal que buscaba, sin líderes personificados o rostros visibles que “actúen” como representantes del movimiento. Sin lugar a dudas, la potencialidad del uso de las nuevas tecnologías para la formación del movimiento como red social es incuestionable. Algunos especialistas han hablado de las redes sociales como un nuevo sujeto político nacido al calor de las revueltas árabes de 2011.[4] Pero si las potencialidades son muchas, no menos son los problemas que surgen al hilo de su aparición como forma de acción política. Es fácil suponer que el carácter informal que las regla puede fomentar la participación y un ambiente de mayor recepción plural. En ese sentido, uno de los mitos alimentados por el movimiento ha sido el de pensar que la horizontalidad y la ausencia de líderes contribuye a una mayor democratización del mismo. Esa asociación entre democracia y horizontalidad sin embargo es cuestionable al menos por tres motivos. En primer lugar, la falta de concreción puede ser buena en términos de participación, pero puede presentar serios problemas a la hora de elaborar un proyecto político con efecto real. Además,  la ausencia de estructuras y de líderes visibles en cualquier movimiento puede acabar por convertirlo en “una cortina de humo que favorece a los fuertes o a aquellas personas que pueden establecer su hegemonía incuestionable sobre los demás”. En ese sentido es importante no perder de vista el hecho de que “la falta de estructura no impide la creación de estructuras informales”. Es precisamente esa estructura informal de los grupos no estructurados la que acaba propiciando el desarrollo de una élite hegemónica. Estos peligros han hecho por ejemplo, que en las últimas décadas, muchos movimientos feministas centraran sus esfuerzos en formalizar estructuras de decisión y los mecanismos de selección de los representantes (Freeman, 1973). Y ello apunta al tercero de los problemas, la ausencia de líderes y representantes implica algo tan poco democrático como la ausencia de responsabilidad o de rendición de cuentas. No hay que perder de vista el hecho de que asignar responsabilidad a un conjunto de agentes determinado, implica a su vez absolver a otros agentes de esa responsabilidad de la que podrían ser candidatos potenciales. (Young, 2004: 368). Los acontecimientos referidos a las supuestas agresiones a los diputados catalanes por algunos miembros del Movimiento en el mes de junio de 2011 así lo corroboran.  
    A pesar de ello, las redes sociales han ofrecido una nada desdeñable herramienta política y de superación de los modos de comunicación convencionales, fuera de instituciones, de partidos o de sindicatos. En relación a ello,  el Movimiento 15 M habría recuperado la idea de un marco de sociedad civil tal y como habría sido conceptualizada por teóricos políticos a partir de la emergencia de los llamados movimientos sociales surgidos en la década de los 80. Esa idea de sociedad civil recuperada por el 15 M trataría de devolver la acción política a lo que se ha convertido en “mera gestión sistémica” (Vallespín, 2011: 14). Al análisis de este aspecto pasamos ahora.


    3. Lógica sistémica Vs. Revitalización de la sociedad civil.
    La idea de sociedad civil nombra “el espacio no coercitivo de asociacionismo humano” (Walzer, 1995: 7). Esto es, aquel espacio de la vida social que queda fuera de las instituciones estatales. Según esto, el Estado y la economía (economía capitalista) pertenecen a esferas diferentes de la vida asociativa (Cohen y Arato: 1992), porque tanto el Estado como la economía coordinan un poder sistémico (Habermas: 1996). Frente a ello, la sociedad civil dispone una acción espontánea y voluntaria surgida no por una rentabilidad lucrativa, y no coordinada por las instituciones estatales. A partir de la distinción habermasiana sobre la que se alinea su teoría social que establece el sistema y mundo de la vida (Habermas, 1984). Cohen y Arato distinguen, pues, entre la lógica sistémica del Estado y de la economía, frente a la sociedad civil de la acción e interacción comunicativa. El mundo de la vida comprendería así la acción comunicativa, la producción de contenidos simbólicos en sus dimensiones social, cultural y motivacional. La lógica sistémica encierra la coacción de las estructuras que acaban disolviendo al sujeto y su posibilidad de acción. La lógica sistémica, desde la lectura de Cohen y Arato, está regida por el beneficio del mercado, la rutina burocrática que objetiva las necesidades humanas y que coordina una acción que no requiere necesariamente de la comunicación.  Este espacio queda regido por unos imperativos que ordenan fines particulares dentro del sistema. Frente a ello, el mundo de la vida se rige fundamentalmente por una interacción comunicativa ante unos imperativos sistémicos guiados por una racionalidad instrumental. La sociedad civil pertenece a este mundo de la vida porque coordina la acción de los actores a partir de aspectos desordenados e informales que salen de esa lógica sistémica y que priorizan la comunicación. Hay una coordinación de la acción social a partir de redes sociales, asociaciones privadas, familiares, culturales etc. Pero quizás, el aspecto más importante de la sociedad civil es que puede promocionar y ensanchar el grado democrático de una sociedad determinada. Tal y como Cohen y Arato la conceptualizan, la sociedad civil presenta un gran potencial para limitar el poder y democratizar su ejercicio. Uno de los más importantes, sin duda, es el de presentar ante debate público las propuestas sobre lo que debería hacerse para mejorar las condiciones vitales de la gente, las políticas institucionales que deberían adoptarse en ese sentido, las preocupaciones prioritarias de la vida social en general. Todo ello implica una actividad política porque se produce una acción que consigue politizar la vida social, que hace emerger cuestiones sobre cómo debería organizarse aquélla. Al mismo tiempo, consigue aumentar el grado democrático porque puede multiplicar los foros de discusión política y los temas a tratar, y además dar voz a más colectivos que permanecen invisibles o silenciados dentro de la lógica sistémica (jóvenes adolescentes y desempleados en el caso del 15 M).
    Esa comunicación pública no se produce a partir de un único tema discutido por la sociedad como un todo, sino descentralizado y mediatizado por numerosos actores que aparecen de forma dispersa por factores de tiempo y de espacio (Habermas, 1996: 304-7). A través de redes sociales, análisis críticos, debates, foros de internet, performances artísticas etc. se logra hilar un tejido comunicativo que terminará por llevar su influencia a la configuración y formación de políticas públicas. En ese sentido hablamos de un espacio social generado por una acción comunicativa que transfiere la información al sistema burocrático y legislativo del Estado para que éste lleve a cabo el cambio regulatorio que la sociedad demanda (Habermas, 1996: 151-168).
    En el momento en que aparece el 15 M, la situación de funcionamiento de la democracia es bien distinto al descrito hasta aquí. Es sin duda un tiempo que vive la “crisis de la política” frente al imperalismo de la economía o colonización de la política por la economía (Vallespín, 2011:14). Esta colonización del mundo de la política por la economía no consiste solamente en el hecho de que algunas personas tengan más dinero que otras dentro de nuestras sociedades, y por tanto, acceso a mayor cantidad de recursos y de bienes. Existe además una suerte de dominación económica que se da cuando un contexto institucional determinado, formado por ciertas estructuras y procedimientos corporativos, otorgan un poder de influencia desmesurado a un conjunto de personas que tienen la potestad de tomar decisiones que afectarán a millones de personas. Hablamos por ejemplo, de la gente que trabaja en las Agencias de Calificación, y que no son necesariamente lo más ricos, o tan siquiera, los más privilegiados. Esta situación pues, ocurre con ese ente abstracto llamado “mercados”  y la subordinación de la política a los mismos, debido a una estructura de poder de toma de decisiones que no se pone bajo cuestión ni discusión colectiva. Asistimos a un momento, pues, en el que la política pierde su autonomía con el consiguiente perjuicio que esto conlleva para la democracia. Además, tal y como ha señalado el sociólogo francés Touraine, la tendencia hacia la separación entre el sistema económico y los actores sociales acaba por transformar a estos actores sociales en “parados, excluidos o ahorradores arruinados, incapaces todos ellos de reaccionar políticamente” (2011: 11). Cuando la dimensión económica –el tener- se independiza de la política –el hacer- se termina por configurar un modelo antropológico ajustado a una lógica sistémica en la que se da como rasgo característico esa dominación de la economía sobre los actores sociales, esto es, la separación entre sistema y actores.  El modelo perpetúa de esta forma los intereses objetivos del sistema. El resultado es lo que el autor denomina bajo la rúbrica de “situación postsocial”, que puede conllevar el riesgo real de desaparición de los actores y de la acción política como tal, debido especialmente a la impotencia cada vez más manifiesta ante aquellos que solamente piensan en incrementar sus propios beneficios.
    En ese sentido, tanto la naturaleza de la acción política a la que tradicionalmente se había presupuesto la capacidad de organizar de forma autónoma una sociedad, como la estructura de control político, aparecen completamente diluidas. Ejemplos palpables de ello han sido la sujeción de los gobernantes griegos a los requerimientos de un sistema que obliga a obedecer imperativos distintos de los que deseaban sus ciudadanos, o el cambio de política que sufre el programa de Zapatero a partir de mayo de 2010 debido a los recortes que se le imponen desde fuera. Por ello, tal y como Vallespín señala “si la acción política no cuenta, si no cabe intervenir salvo para evitar consecuencias más lesivas, la impotencia de la política acaba creando una gran crisis en la democracia que se traduce en ese divorcio creciente entre la ciudadanía y la clase política y una acuciada crisis de legitimidad del sistema” (2011: 11). La percepción es que ya no se gobierna para la ciudadanía, sino para administrar esos condicionantes sistémicos (Ibid.). La impresión generalizada es que incluso el sistema está por encima de la gente o contra ella. Recuérdese en este sentido uno de los eslóganes del Movimiento que reza “no somos antisistema, el sistema está contra nosotros”. La paradoja de esta situación es que al mismo tiempo que se pone en evidencia la superioridad del Estado sobre la del sistema económico (especialmente a partir de las inyecciones de fondos públicos hechas a las principales entidades bancarias para evitar la catástrofe), vivimos en un momento de debilidad política sin parangón. Momento contradictorio que se manifiesta en esa superioridad del Estado al tiempo que se afirma una debilidad política indiscutible (Touraine, 2011:24).
    En relación a ello, es posible advertir que el 15 M ha sabido reapropiarse de la acción política que es pensable en la sociedad civil del mundo de la vida en primer lugar porque no ha sido monopolizado, hasta el momento, por ninguna sigla o grupo institucional. El Movimiento surge además con una vocación política que trata de llevar a la esfera pública un sentimiento generalizado de descontento que aspira influenciar en la formación o implementación de políticas estatales como la reforma de la ley electoral, el despliegue de nuevas formas de participación directa, mayor carga fiscal para los ricos, una reformulación o cancelación de las ayudas económico-financieras procedentes de recursos públicos destinados a paliar la quiebra de los bancos y cajas de ahorro etc. Esa articulación de nuevas formas de participación surge de la reacción contra un sistema que reduce la participación ciudadana a un voto ejercido cada cuatro años. Que toma conciencia de que aquellas decisiones que más nos afectan se escapan al control democrático directo. Con ello se pone de manifiesto que la política nos deja de ser perceptible bajo el paradigma de la acción, tanto en su dimensión decisoria como en la comunicativa. En este sentido cobra fuerza la idea de la repolitización de una esfera pública que había sufrido una creciente despolitización paradójicamente desde la aparición de los estados de bienestar capitalistas (Habermas, 1987: 343-346)
    El movimiento además, guarda sintonía con los tradicionales movimientos sociales asociados con la política de izquierdas, tales como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo. Hay un cuestionamiento de la sociedad patriarcal, una contestación del modelo capitalista que recuerda las reivindicaciones de los altermundialistas de los 90, además de la asunción de perspectivas que tienen que ver con la ética ecológica del decrecimiento, o las protestas antimilitaristas de reducción del gasto militar. Como ya apuntábamos anteriormente, casi con toda probabilidad, el rasgo más novedoso que ofrece este movimiento es el de situar su génesis en las posibilidades que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías. En ese sentido el movimiento cobra una novedosa forma de actuación real y virtual que ha servido para conservar el espíritu lúdico, espontáneo, creativo y desordenado de los tradicionales movimientos sociales, con una forma de interactuar a partir de networks que mantienen vigente esa retroalimentación entre lo real y lo virtual. A pesar de todo ello, en este artículo se mantiene la tesis de que lo que a primera vista parece como una contestación al sistema como un todo, constituye más bien un intento de regeneración del mismo. Quizás uno de los aspectos de regeneración democrática más visible ha sido el de la puesta en marcha de un sistema de cooperación social a partir de la difusión del Movimiento en asambleas de barrio, comisiones e internet. Ello ha supuesto una activación importante de la dimensión participativa de la democracia que apunta hacia la repolitización de un modelo de ciudadano que había sido construido en torno a la idea de que las personas son clientes o consumidoras de las políticas públicas estatales (Taylor, 1985). Al análisis de ello pasamos ahora.


    4. Crisis de la ciudadanía: entre la despolitización y la repolitización.
     La movilización del 15 de mayo surge en un contexto incuestionable de apatía o sentimiento generalizado de descontento. El barómetro del mes de junio del CIS registraba una encuesta en la que el 55 por ciento de los ciudadanos entrevistados decían tener poco interés o nada por la política. Lo paradójico de esta encuesta es que al mismo tiempo que reconoce ese desinterés de la ciudadanía por la política, la mayoría de los encuestados (70%) refrenda los acontecimientos protagonizados por las movilizaciones del 15 M. Esta paradoja expresa esa tensión entre una ciudadanía que se siente apática con la política institucional, pero que tiene ganas de un cambio.
    El alto porcentaje de indiferencia y rechazo por la política es un fenómeno que se venía gestando desde el desarrollo de las sociedades de bienestar capitalistas. Esa orientación al bienestar construye a los ciudadanos del mismo modo que a clientes y consumidores reforzando su despolitización (Habermas, 1987: 350). Se tiende a suprimir la distinción entre la esfera pública y la actividad económica privada. El Estado se convierte progresivamente en gestor  y distribuidor de los procesos económicos. Esas funciones del Estado quedan prefijadas dentro de una estructura de poder que no se somete a discusión, basada en la distribución de bienestar social sobre el fondo de acumulación de capital privado (Cohen y Rogers, 1983). En ese contexto, las demandas insurgentes de los movimientos sociales se mantuvieron siempre dentro de los límites de ese pluralismo basado en los intereses de grupo de los que hablábamos antes. Los intereses de grupo se convierten en el vehículo de resolución de conflictos, haciendo que los mecanismos de participación y de control de la ciudadanía sean progresivamente más difíciles o incluso carentes de sentido (Walzer, 1982). La política basada en los intereses de grupo deja fuera de los procesos de toma de decisiones a los ciudadanos, en un contexto además, en el que es extraño que los gobiernos informen o pongan en conocimiento público las medidas que adoptan, o traten de llevarlas si quiera a discusión pública. En esa estructura de toma de decisiones basada en los intereses de grupo, con frecuencia tales decisiones se toman en privado y muchas veces, a partir de procesos complejos e informales influenciados por intereses específicos que quieren conseguir acceso a organismos públicos, con unos efectos oligárquicos que resultan casi inevitables (Offe, 1984: 173). Esta lógica, según Manin, vulnera los requisitos que debe cumplir la formación de una opinión pública, a saber, la publicidad de las decisiones gubernamentales para que la ciudadanía pueda formar su propio criterio sobre los temas políticos, y la libertad de éstos para expresar sus opiniones en cualquier momento, y con independencia de los gobernantes ( 1998: 206-207).
    La pérdida de control y de información sobre los procesos de toma de decisión política ha ido fomentando progresivamente un desinterés por lo público que ha terminado por redundar en ese  déficit de democracia, desafección política y crisis de participación. ¿Pero cuáles son las causas más concretas de este procesode despolitización de las masas?
    En Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973) Habermas centra su análisis en una economía capitalista, de crisis cíclicas y autodestructivas que gestionan la vida económica de las sociedades posindustriales desde la Segunda Guerra Mundial. La política económica entonces fija su objetivo en la contención de las luchas de clase, al tiempo que mantiene una tasa de crecimiento constante, junto con los niveles de consumo. Ese capitalismo financiero que “acumula y no produce nada” genera un modelo de individuo que quiere por encima de todo mejorar su nivel de vida en términos de consumo, y un modelo político convertido en gestión técnica sobre medios, diluyendo la discusión pública sobre fines (Touraine, 2011: 29). El elemento deliberativo de la política desaparece, junto con el participativo, reducido ahora a una elección periódica y rutinaria de personas que llevarán a cabo la mera gestión y administración de la vida de las gentes. Ello implica la aparición de una visión tecnocrática de la política puesta en manos de gestores; un predominio de la visión técnica de la política sobre la dimensión comunicativa de la misma, resultando de este modo que “el poder político se legitima a sí mismo a través del recurso a su eficiente gestión administrativa” (Ureña, 1979: 73). Este modelo acaba asumiendo implícitamente que los individuos son agentes ubicados en la esfera social, como átomos que se relacionan con los objetos que poseen. El modelo pues crea un tipo de persona que presupone esta concepción estática de la sociedad que además acaba por diluir la discusión sobre el contexto institucional en el que esos individuos se desenvuelven. Esto es importante, porque ese contexto institucional termina condicionando la aptitud de la gente para participar y para ejercer sus capacidades. Presuponer el contexto institucional en el que tiene lugar “la gestión” de la política, implica no prestar atención a la “concepción y creación en sí mismas”. Esto es, olvidar la dimensión participativa y deliberativa sobre cómo se “designan los bienes sociales, qué significado se les otorga y cómo se construye colectivamente” (Walzer, 1983: 7). Esto supone abandonar un modelo social formado por individuos relacionados externamente con esos bienes que poseen, y pasar a otro modelo social que prime la dimensión ciudadana de los mismos. Tomando como punto de referencia ese desarrollo teórico que parte de la ética comunicativa de Habermas, el modelo social que se habría reivindicado por el Movimiento podría tener que ver con una concepción de la sociedad en el que las personas deliberan sobre problemas y cuestiones de una manera colectiva. Con un espacio público heterogéneo donde la opinión pública hace las veces de una asamblea para la expresión de los asuntos públicos y el debate sobre ideas. Una ciudadanía politizada democratiza la opinión pública porque ayuda a crear “un marco en el que la voluntad del pueblo es una de las consideraciones en el proceso de toma de decisiones” (Manin, 1998: 210).
     Seguir el modelo de la ética comunicativa de Habermas en el ideal de ciudadanía implica llevar esa ética a cuestiones procedimentales de participación en la deliberación y toma de decisiones, tal y como los miembros del 15 M han ensayado en el proceso de descentralización de asambleas de barrios. Supone, pues, reivindicar un modelo de política como “la actividad a través de la cual grupos de gente relativamente grandes y permanentes deciden lo que harán colectivamente, establecen cómo van a vivir juntos y deciden su futuro, cualquiera que sea la medida en que esté en su poder hacerlo” (Pitkin, 1981: 343). La política, pues, comprende los aspectos de la organización institucional y la acción pública. En relación a esos aspectos, el Movimiento ha señalado que éstos deberían estar sujetos a la evaluación y a la toma de decisiones colectiva con independencia de que además incluyan la iniciativa y las acciones del gobierno y del Estado. Los políticos podrán hacer caso omiso de los deseos de la opinión pública, pero como señalaba Manin, el mero hecho de democratizar esa opinión pública ya supone que los imputs o demandas sean tenidos en cuenta dentro la caja del sistema político de toma de decisiones.


    Algunas consideraciones finales: ¿movimiento regenerador o antisistema?
    En conformidad con lo planteado en este artículo es posible afirmar que hasta el momento actual, el Movimiento del 15 M parece contener no pocos elementos de profundización de procesos democráticos más que de alejamiento de los mismos. Un conjunto de ciudadanos percibe un problema que filtra en la esfera de la sociedad civil (mundo de la vida) a partir de una discusión pública dirigida a los gobernantes (sistema). El tema o issue incipiente estimula un debate público desafiando no sólo la misma agenda política, sino la propia estructura de poder de toma de decisiones. Las marchas, las pancartas, las acciones etc. logran envolver a partidos políticos de intereses diversos, a la sociedad civil en su conjunto, y muy especialmente a los media.
    Hasta el momento, pues, todo parece indicar que a veces, esa democracia cuestionada, contiene los debidos cauces en términos de publicidad e imparcialidad para conseguir objetivos políticos que se articulan bajo la forma de reclamos de justicia. La experiencia del 15 M muestra también que la participación activa, la movilización y determinación de la llamada sociedad civil no tiene por qué estar reñida con la representación política. Es posible afirmar que la dimensión participativa de la democracia puede complementar a la representativa. Si los representantes saben escuchar debidamente las demandas de una ciudadanía activa es posible afirmar también que el sistema democrático sólo funciona cuando ambos, representantes y representados, trabajan juntos. Y de la misma manera, el elemento de la deliberación pública ha de ser característico de lo político (Arendt, 1958 -1993-).
    Hasta ahora, por tanto, todo parece confirmar la  máxima de Marcuse según la cual el sistema democrático proporciona el marco de actuación para transformar las cosas, al tiempo que es capaz de preservar el estatus quo y contener esas condiciones para el cambio. Un sistema, en definitiva, capaz de contener un cambio cualitativo para el futuro previsible, pero al mismo tiempo, un sistema en el que existen fuerzas que pueden romper esta contención (Marcuse, 1972: 25). La experiencia del 15 M demuestra también otra cosa; que la democracia es una cuestión de grado, que algunos países son democráticos en algunos aspectos y que el grado de democracia de muchos países depende de la práctica democrática de la gente que los habita. 


    Bibliografía
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    [2] Estudio 2095 del Banco de Datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, Barómetro de junio de 2011.
    [3] Especialmente a partir de la aparición del marco deliberativo de democracia. Léase a este respecto, por ejemplo  el trabajo de James Bohman titulado “TheComing of Age of Deliberative Democracy”, en The Journal of Political Philosophy, Vol. 6, No. 4, Diciembre de 1998, pp. 400-425.
    [4] Josep Ramoneda, “Un nuevo sujeto político”, 20-2-2011




    Resumen:
    Este artículo tiene como objeto realizar el análisis de algunos aspectos deficitarios de la democracia liberal que han quedado puestos de manifiesto a partir del hito de la crisis financiera de 2007. Para ello se lleva a cabo la conceptualización de esas carencias democráticas a la luz de las reivindicaciones surgidas al hilo de las protestas articuladas por el conocido movimiento 15 M, desde una consideración crítica con dicho movimiento también.  Por último, se ha pretendido poner en conexión esas patologías democráticas con algunos ideales de la democracia deliberativa para exponer los factores que impiden las posibilidades para el cambio, y apuntar, desde una perspectiva normativa, algunas directrices para su mejora.

    Palabras clave:
    Acción, sistema, crisis de representación, sociedad civil, Movimiento 15 M

    Abstract:
    This article has the objective of analyzing some of the short falling aspects of liberal democracy which have been highlighted since the watershed of the 2007 financial crisis. In order to do so, we will carry out a conceptualization of those democratic shortfalls in light of the claims that have emerged in the slipstream of the well known 15 M movement, though form a critical consideration of this movement as well. Lastly, it has been intended to connect those democratic pathologies with some ideals of the deliberative democracy, to expose those factors which inhibit the possibilities of change, and to point, from a normative perspective, towards some guidelines for improvement. 

    Key words:
    Action, system, crisis of representation, civil society, Movimiento 15 M.



    Fecha de recepción: 09/04/2012

    Fecha de aceptación: 11/05/2013...//. LEAN, SI QUIEREN ESTO:  Filosofía marxista, Teoría crítica acumulada > “El origen del eslogan ‘Socialismo o Barbarie’ de Rosa Luxemburg”: Ian Angus/

    “El origen del eslogan ‘Socialismo o Barbarie’ de Rosa Luxemburghttp://marxismocritico.com/2014/11/14/el-origen-del-eslogan-socialismo-o-barbarie/”: Ian Angus

    14/11/2014

    Rosa_LuxemburgCreo que he resuelto una pequeña pieza del puzle en la historia del socialismo.
    El lema de Climate & Capitalisme, “Ecosocialismo o barbarie: no hay tercera vía” está basado en el eslogan “Socialismo o Barbarie” que consiguió un gran efecto gracias a Rosa Luxemburg durante la Primera Guerra Mundial y la posterior revolución alemana, y que ha sido adoptado por muchos socialistas desde entonces.
    El enigma es: ¿de dónde vino ese concepto? Lo que cuenta la propia Luxemburg no se sostiene, y tampoco lo hacen los intentos de los estudiosos de izquierdas para explicar (o justificar) la confusión en su explicación.
    Luxemburg, en un potente panfleto antibélico que escribió en prisión en 1915, lanzó por vez primera la idea de que la humanidad se encontraba frente a la elección entre la victoria del socialismo o el fin de la civilización. La Crisis de la Socialdemocracia Alemana (más conocido como El folleto Junius, titulado así por el seudónimo que utilizaba para evitar la persecución), jugó un papel clave en educar y organizar a una oposición revolucionaria de izquierdas al liderazgo probélico del Partido Socialdemócrata de Alemania.
    Rosa Luxemburg atribuía el concepto a uno de los fundadores del socialismo moderno:
    Friederich Engels dijo una vez: ‘La sociedad capitalista se halla ante un dilema: avance al socialismo o regresión a la barbarie.’ … Hemos leído y citado estas palabras con ligereza, sin poder concebir su terrible significado. … Así nos encontramos hoy, tal como lo profetizó Engels hace una generación, ante la terrible opción: o triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura y, como en la antigua Roma, la despoblación, desolación, degeneración, un inmenso cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo, sus métodos, sus guerras.”
    Aquí está el problema: a pesar de mucho indagar a través de sus obras, publicadas como no publicadas, nadie ha encontrado esas palabras que supuestamente dijo Engels. ¿Qué está pasando?
    Primero, debemos tener en cuenta que la traducción inglesa pone las comillas incorrectamente alrededor de la frase que Luxemburg atribuyó a Engels. Esas comillas no aparecen en su texto original en alemán, lo que indica que ella no estaba dando una cita directa, y que no deberíamos esperar encontrar esas palabras exactas en Engels. Es más, ella escribió ese texto en prisión, con acceso limitado a libros socialistas, así que debemos concederle errores de memoria.
    Con eso en mente, echemos un vistazo a las sugerencias que tres estudiosos han hecho sobre los pasajes que Luxemburg podría haber tenido en mente cuando atribuyó la frase “La sociedad capitalista se halla ante un dilema: avance al socialismo o regresión a la barbarie,” a Engels.Engwels-in-later-life
    Tres explicaciones
    En The Rosa Luxemburg Reader, los editores Peter Hudis y Kevin B. Anderson escriben: “Luxemburg probablemente tenía en mente un fragmento del Manifiesto Comunistadonde Marx y Engels hablan de la lucha de clases resultando en ‘bien una constitución revolucionaria de la sociedad en su conjunto o la ruina común de las clases contendientes.’”
    Aunque ese pasaje expresa una idea relacionada, hay tres objeciones serias al mismo como fuente de Luxemburg. Primero, su formulación es tan diferente de la delManifiesto que es difícil imaginarla haciéndolo tan mal, incluso citando de memoria. Segundo, es poco probable que atribuyese un fragmento de la colaboración más conocida de Marx y Engels solamente a Engels. Y tercero, la traducción estándar inglesa que he citado arriba, que también usan Hudis y Anderson, omite tres palabras importantes que aparecen más tarde “como lo profetizó Engels hace una generación” en el original alemán: vor vierzig Jahren. Sin duda nadie que escribiera en 1915 se referiría a 1848, cuando se publicó el Manifiesto, como hace cuarenta años.
    Hace cuarenta años nos encontraríamos en la década de 1870, lo que dirige nuestra atención al Anti-Dühring, que Engels publicó de forma seriada en 1877-78, y como libro en 1879. Puesto que era la declaración más completa de la visión del mundo marxista escrita por uno de los fundadores del movimiento, es un sitio razonable donde buscar citas similares a la que Luxemburg atribuyó a Engels –y es justo lo que han hecho estos dos estudiosos.
    En The Legacy of Rosa Luxemburg (El legado de Rosa Luxemburg), Norman Geras sugiere que ella “probablemente” se estaba refiriendo a un pasaje en que Engels objeta la afirmación de Dühring de que la fuerza, y no el desarrollo económico, es el factor dominante en la historia. Engels argumenta que los intentos de usar la fuerza para dar la vuelta al progreso económico casi siempre han fracasado, excepto en unos pocos y “aislados casos de conquista, donde los más bárbaros conquistadores exterminaron o echaron a la población de un país y lo desolaron o permitieron arruinar las fuerzas productivas que no sabían cómo utilizar.” Como ejemplo cita a los invasores cristianos que permitieron la decadencia de los avanzados sistemas de riego tras derrocar el dominio musulmán en España.
    El fragmento de hecho habla de un desastroso conflicto entre civilización (musulmanes) y bárbaros (cristianos) donde ganaron los últimos, pero no dice nada sobre capitalismo o socialismo, ni Engels dibujó la conclusión general que Luxemburg le atribuye. Buen intento, pero no da resultado.
    En un reciente ensayo, Michael Löwy sugiere que Rosa Luxemburg podría haberse referido a este pasaje del Anti-Dühring:
    tanto las fuerzas productivas creadas por el modo de producción capitalista moderno como el sistema de distribución de bienes establecido por él han entrado en gran contradicción con el modo de producción mismo, y en tal grado de hecho que, si toda la sociedad moderna no perece, una revolución en el modo de producción y distribución debe tener lugar.
    De nuevo, esto expresa un concepto relacionado, pero como Löwy señala firmemente, el fragmento es “bastante diferente”, tanto en palabras como en significado, de la cita que Luxemburg atribuye a Engels. Löwy concluye que la búsqueda de una fuente para el eslogan de Rosa Luxemburg está condenada al fracaso, porque:
    De hecho, es Rosa Luxemburg quien inventó, con todo el sentido de la palabra, la expresión ‘socialismo o barbarie’, que iba a tener un gran impacto en el curso del siglo XX. Si ella se refiere a Engels, es quizás para intentar darle más legitimidad a una tesis bastante heterodoxa.”
    Esta es una conclusión razonable, pero creo que es equivocada. Por un lado, la idea de que Rosa Luxemburg se inventó la expresión en 1915 se contradice con su afirmación de que “Hemos leído y citado estas palabras con ligereza”. Está claro que esperaba que sus lectores estuviesen familiarizados con la frase: no era algo nuevo y extraño. Y eso significa que hay una tercera teoría sobre la fuente.
    Redoble de tambores, por favor…
    La fuenteerfurter_programm
    La búsqueda de la cita de Rosa Luxemburg en los trabajos de Engels está condenada al fracaso porque él no lo dijo. El problema no trata de una cita errónea, sino de una atribución errónea.
    El autor de la frase que cita Luxemburg, y del concepto “socialismo o barbarie” más generalmente, no fue Engels, sino el hombre que fue ampliamente visto como el teórico marxista con mayor autoridad después de Marx y Engels: Karl Kautsky.
    El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) fue fundado en 1875 como una fusión entre marxistas y seguidores de Ferdinand Lasalle, con un programa que era en general socialista pero no marxista. En 1891 Karl Kautsky y Eduard Bernstein redactaron un programa marxista que Kautsky reescribió tras un debate público: fue adoptado en un congreso del partido en Erfurt ese año. El Programa de Erfurt, como era conocido, permaneció como el programa oficial del SPD hasta después de la Primera Guerra Mundial, y fue ampliamente usado por los partidos socialistas de otros países como modelo: Lenin, por ejemplo, basó su proyecto de programa de 1896 para los socialistas rusos en él.
    El programa en sí mismo era deliberadamente breve, poco más de 1300 palabras en la traducción inglesa, con poca explicación o argumentos, así que Kautsky escribió más tarde un comentario popular de la extensión de un libro sobre él, explicando el programa y argumentándolo para el socialismo. Das Erfurter Programm in seinem grundsätzlichen Teil erläutert (El Programa de Erfurt: Una discusión de los fundamentos) se publicó en 1892. El historiador Donald Sassoon escribe que el programa “se convirtió en uno de los textos más leídos por los activistas socialistas en toda Europa” y el comentario de Kautsky “fue traducido a dieciséis idiomas antes de 1914 y se convirtió en el summa aceptado popularmente del marxismo” en todo el mundo.
    Rosa Luxemburg, quien fue alguien activa en los movimientos socialistas polacos y alemanes en la década de 1880, sin duda leyó el libro de Kautsky y habría escuchado el debate sobre sus ideas en muchas ocasiones. El Capítulo 4 incluye este fragmento:
    Si de hecho la comunidad socialista fuese algo imposible, entonces la humanidad se vería incapaz de un mayor desarrollo económico. En ese momento la sociedad moderna se vendría abajo, como hizo el Imperio Romano hace casi dos mil años, y finalmente recaería en la barbarie.

    “Tal como están las cosas hoy en día la civilización capitalista no puede continuar; debemos avanzar hacia el socialismo o caer de nuevo en la barbarie.”
    Las semejanzas entre este pasaje y el arriba citado de El folleto Junius son obvias. La cláusula final crucial en Kautsky es virtualmente idéntica a su homóloga en la “cita de Engels” de Rosa Luxemburg.
    •  Kautsky 1892: debemos avanzar hacia el socialismo o caer de nuevo en la barbarie (es heißt entweder vorwärts zum Sozialismus oder rückwärts in die Barbarei)
    •  Luxemburg 1915: avance al socialismo o regresión a la barbarie (entweder Übergang zum Sozialismus oder Rückfall in die Barbarei)
    Rosa Luxemburg ha utilizado sustantivos en lugar de verbos, pero por lo demás son lo mismo.
    Una confirmación adicional al hecho que las palabras de Luxemburg tuvieron su origen en el libro de Kautsky se encuentra en que ambos se refieren a la caída del Imperio Romano como ejemplo de sociedad que regresó porque falló en su avance, un tema que desafortunadamente Löwy descarta como “no muy relevante”.
    KautskyEntonces, ¿por qué atribuyó Rosa la idea de “socialismo o barbarie” a Engels en lugar de a Kautsky? Es imposible estar seguro, pero parece probable que después de dos décadas de amplio uso como laexplicación popular del socialismo, muchos conceptos y formas de expresión en el libro de Kautsky se habían convertido en una moneda de cambio corriente en los círculos socialistas, hasta el punto que las palabras estaban separadas de su origen específico. Pensad en las numerosas citas que se atribuyen erróneamente a Albert Einstein, y os haréis una idea de cómo la frase de Kautsky se le podría haber acreditado a Engels. Cuando ella la citó de memoria en la cárcel en 1915, Rosa Luxemburg hizo una informada, pero equivocada, conjetura de que el lugar más probable donde encontrarla era el Anti-Dühring, así que añadió la referencia de “hace cuarenta años”. Su panfleto tenía que imprimirse en Suiza y ponerse en circulación ilegalmente en Alemania, así que la comprobación detallada de la fuente no formaba parte de la agenda.
    La autoría de Kautsky del “socialismo o barbarie” no se había identificado antes de esto, sospecho, porque después de que él condenase la revolución bolchevique, los socialistas dejaron de leerlo. Como alguien ha bromeado, gracias a la polémica de Lenin mucha gente cree que el nombre de pila de Kautsky era Renegade (en español, renegado). Muchas de sus obras están fuera de imprenta o disponibles sólo en Alemania en caras ediciones académicas. Como ilustra este caso, tal omisión ha hecho más difícil entender a Rosa Luxemburg.
    Si estoy en lo cierto, Michael Löwy se equivoca al sugerir que Luxemburg “inventó, con todo el sentido de la palabra, la expresión ‘socialismo o barbarie.’” Más bien, ella escribió “Hemos leído y citado estas palabras con ligereza” porque era la simple verdad –como resultado de la amplia lectura del libro de Kautsky, la idea de que la humanidad debe avanzar hacia el socialismo o caer de nuevo en la barbarie era ya famosa entre los socialistas en Alemania.
    Su gran contribución fue dar a “socialismo o barbarie” un significado más inmediato y profundamente revolucionario que lo que el autor original pretendía. Las palabras proceden de Karl Kautsky, pero Rosa Luxemburg les dio alas.
    Este artículo fue publicado en John Riddell’s Marxist Essays and Commentary.
    Lecturas relacionadas:
    •  Ian Angus: “The Spectre of 21st Century Barbarism” (“El espectro de la barbarie del siglo XXI”) Climate & Capitalism, August 2012
    Referencias
    •  El folleto Junius – La crisis de la socialdemocracia alemana de Rosa Luxemburg está publicado en el Marxist Internet Archive en inglés y en alemán, y está disponible en muchas antologías impresas. Cada versión inglesa que he visto incluye los errores y omisiones descritas arriba.
    •  El Programa de Erfurt (Das Erfurter Programm in seinem grundsätzlichen Teil erläutert) de Karl Kautsky publicado en alemán en el Marxist Internet Archive, y en inglés bajo el título de The Class Struggle (La lucha de clases). Nota: enLenin Redescubierto, el historiador Lars Lih describe la traducción inglesa como “un compendio retocado”.
    •  Algunos ejemplos de citas que son atribuidas sin exactitud a Einstein están aquí.
    Otras obras citadas
    •  Friederich Engels. Herr Eugen Dühring’s Revolution in Science (Anti-Dühring). Progress Publishers, 1969. También en Marx Engels Collected Works, Volume 25, y en el Marxist Internet Archive.
    •  Normas Geras. The Legacy of Rosa Luxemburg (El legado de Rosa Luxemburg). NLB Books, 1976, y Verso Books, 1983
    •  Peter Hudis y Kevin B. Anderson, editores. The Rosa Luxemburg Reader (El Lector de Rosa Luxemburgo). Monthly Review Press, 2004.
    •  Michael Löwy. “The spark ignites in the action – the philosophy of praxis in the thought of Rosa Luxemburg.”International Viewpoint, May 2011.
    •  Karl Marx y Friedrich Engels. El Manifiesto Comunista. En el Marxist Internet Archive y en muchas ediciones impresas.
    •  Donald Sassoon. One Hundred Years of Socialism (Cien años de Socialismo). New Press, 1996.

    Traducción para Marxismo Crítico a cargo de Ana Rosa Álvarez Rubio.
    Original en inglés: “The origin of Rosa Luxemburg’s slogan ‘socialism or barbarism'”: Ian Angus....//. LE DIJE A FALI DE QUE LA REVOLUCIÓN SE HACIA DIA A DIA,...PERO ¡, LA VIDA ES MUY DURA, COLEGA,...MIREN REPRODUZCO ESTO,...SI QUIEREN REFLEXIONEN Y ESCRIBAN ALGO PARA EL ENCUENTRO COMUNISTA 26 SEPTIEMBRE EN MADRID,... "":017
    INV 2014

    CIUDAD, APOCALIPSIS Y CIENCIA-FICCIÓN/

    UNA ESTÉTICA DE LAS RUINAS

    ALAIN MUSSET

    RESUMEN

    El propósito de este artículo es poner en tela de juicio la estética y filosofía de las ruinas que corresponden a una vieja tradición europea heredada tanto de la antigüedad romana como de la época del Renacimiento, usando como instrumentos de análisis las historias de ciencia-ficción relacionadas con la temática del Apocalipsis. De hecho, al pintar paisajes urbanos y monumentos simbólicos destrozados, los autores de ciencia-ficción se conforman con una estética clásica de las ruinas que remonta a artistas tan ilustres como Juan Bautista Piranesi (1720-1778). Ahora bien, las ciudades destruidas durante los diferentes fines del mundo que ocurren tanto en las novelas como en las películas, historietas o juegos video de anticipación, no son sino una señal y un aviso de que todas nuestras civilizaciones son mortales. En este sentido, las ruinas futuras de ciudades tan famosas como Paris y Nueva York no solo juegan el papel de los memento mori (“recuerda que morirás”) de los antiguos romanos, sino que nos permiten sentir lo que significa el tiempo plasmado en la piedra.

    PALABRAS CLAVES

    Ciencia-ficción, ruinas, estética, ciudades, París, Nueva York.

    ABSTRACT

    The purpose of this article is to question the aesthetics and philosophy of the ruins that correspond to an old European tradition inherited from both, the Roman antiquity and the Renaissance, using as instruments of analysis the stories of science fiction related with the theme of Apocalypses. In fact, when painting cityscapes and broked symbolic monuments, science fiction authors settle for a classic aesthetic of ruins dating back to such illustrious artists as Juan Bautista Piranesi (1720-1778). However, the cities destroyed during the different ends of the world that occur both in futurists novels and films, cartoons or video games, are not but a sign and a warning that all our civilizations are mortal. In this sense, the ruined future of such famous cities like Paris and New York, not only play the role of ancient Roman’s memento mori ("remember you will die"), but also let us feel what the time captured in the stone means.

    KEYWORDS

    Science fiction, ruins, aesthetics, cities, Paris, New York.

    1. INTRODUCCIÓN

    Al igual que en el Apocalipsis de San Juan donde Babilonia es castigada por sus pecados, la ciencia-ficción ha hecho de nuestras ciudades más famosas, blancos ideales para los cataclismos que provocarán el fin del mundo. Sintetizando todos los males de la sociedad moderna, son chivos expiatorios cuyo sacrificio se hizo inevitable. Tanto novelas como películas, historietas o videojuegos suelen castigar sus cadáveres prodigiosos de piedra, hierro y concreto con el fin de convencernos de que nuestra civilización sufrirá la misma suerte que las que nos precedieron y desaparecieron. Simbólicamente, las ruinas maravillosas de Tebas, Persepolis, Angkor o Tikal no son sino un espejo siniestro que refleja la ruinas futuras de París y Nueva York.
    Esta fascinación por las ruinas y la muerte es, sin duda alguna, característica de un pensamiento occidental que tiende a globalizarse a través del desarrollo de una tecnología y medios modernos de comunicación con los cuales se alcanzan todos los rincones del planeta. Cuando un meteorito golpea Manhattan (aunque solo se trate de una película de Hollywood), son pocos los terrícolas que pueden eludir las espectaculares imágenes que resultan de este choque – especialmente si Bruce Willis encabeza la lista de los actores, como en Armageddon, de Michael Bay.
    Después de haber estudiado ciudades imaginarias como Coruscant, la capital de la galaxia Star Wars, y luego las geoficciones del Apocalipsis, me pareció necesario profundizar esta estética de las ruinas que desempeña un papel tanto fundamental como ambiguo en nuestra percepción de las metrópolis contemporáneas –las cuales se perciben ahora como vulnerables, a pesar de su potencia aparente, por la inminencia de la catástrofe que no tendremos la capacidad (o la voluntad) de superar.
    Por tanto, en un primer paso se tratará de cuestionar el significado de las ruinas urbanas en el imaginario de los autores de ciencia-ficción –un imaginario cuyas raíces se hunden en una larga tradición filosófica y religiosa que se remonta a la antigüedad latina y a la cultura bíblica. En un segundo paso, estudiaremos la primera gran ciudad moderna simbólica del fin del mundo, París, cuyos vestigios volverán locos a los arqueólogos del futuro. Terminaremos analizando el caso de Nueva York, la ciudad global por excelencia, que logró destronar a la capital francesa como faro de la civilización occidental y cuyo castigo será a la altura de sus excesos.

    2. LAS RUINAS, EL TIEMPO Y LA MUERTE: UN IMAGINARIO OCCIDENTAL

    La ruina, y en particular la ruina urbana, con sus grandes extensiones desérticas y sus edificios reventados, ocupa un lugar especial en un imaginario occidental obsesionado con el paso del tiempo y la vanidad de las obras humanas. Este es el sentimiento que expresaba Chateaubriand en 1802 en su Genio del cristianismo: “Todos los hombres tienen una atracción secreta para las ruinas. Esta sensación se debe a la fragilidad de nuestra naturaleza, una correspondencia secreta entre estos monumentos destruidos y la velocidad de nuestra existencia”[1].
    De hecho, como lo recuerda Sophie Lacroix en su libro Ce que nous disent les ruinesLa fonction critique des ruines, lo que prevalece al principio cuando contemplamos los restos de un edificio que encarna la grandeza de una civilización desaparecida, es la emoción –una emoción que impregna un tema clásico de la pintura y la poesía europea: el memento mori (“Recuerda que morirás”). Se expresa esta idea con la imagen de una calavera burlándose de las futilidades de la vida humana, tal como se encuentra ya en los mosaicos sepultados de Pompeya (Figura 1) – una imagen que volverán a tomar muchos pintores europeos, entre los cuales podemos destacar a Hans Holbein, con su famoso cuadro Los embajadores, bajo la forma sutil y secreta de una anamorfosis plasmada en el suelo. Este es también el mensaje que el poeta Charles Baudelaire dedica a su bella y joven compañera, cuando los dos amantes topan con una carroña espantosa en su camino por el campo:
    “Y sin embargo, parecerás a esta basura, / A esta infección horrible, / Estrella de mis ojo, sol de mi naturaleza, / Tú, mi ángel y mi pasión!”
    Fig.1 Memento Mori. Mosaico de Pompeya - Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
    Fig.1 Memento Mori. Mosaico de Pompeya – Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
    Esta fascinación mezclada de repulsión hacia la muerte y las ruinas son parte de una tradición nacida en el Renacimiento con el redescubrimiento de la antigüedad clásica y que se desarrolló en el siglo XVIII con artistas como Giovanni Battista Piranesi cuyos grabados impresionantes dieron a conocer los monumentos desgastados de la Roma antigua (Figura 2). Este momento puede ser considerado como un viraje emocional (emotional turn) en la historia social europea, viraje nutrido no solo por las excavaciones realizadas en Pompeya y Herculano a partir de 1709, sino también por el terremoto de Lisboa de 1755 que destruyó una de las principales ciudades del mundo civilizado (a juicio de sus propios pensadores). Más allá de la simple lamentación individualizada delmemento mori, Sophie Lacroix recuerda que la ruina también puede ser considerada como una “revelación” (un “apocalipsis” en el primer sentido de la palabra) del futuro que les está esperando a todas las sociedades humanas (Lacroix , 2007 : 306).
    Fig. 2 Giovanni Battista Piranesi: Veduta dell'Anfiteatro Falvio, detto il Colosseo, 1757
    Fig. 2 Giovanni Battista Piranesi: Veduta dell’Anfiteatro Falvio, detto il Colosseo, 1757
    Fascinado por la decadencia, la enfermedad y la muerte, el romanticismo ha profundizado dicha estética de las ruinas que encontramos en el Genio del Cristianismo (capítulo titulado “Efecto pintoresco de las ruinas”), cuando Chateaubriand (1828) afirma su afición por los edificios castigados por el tiempo: “Las ruinas, consideradas en relación con el paisaje, son más pintorescas en un cuadro que el monumento fresco y entero”. Al igual que Chateaubriand, el joven Stendhal que viajó a Italia a finales de 1820 también se quedó en éxtasis frente a las ruinas de los principales monumentos de Roma, en particular el famoso Coliseo con sus enormes arcos de piedra. A su juicio, el edificio en ruinas era una puerta abierta hacia un pasado perdido que sólo por la imaginación pueden alcanzar aquellos que tienen la sensibilidad suficiente para deshacerse del presente (Stendhal, 1997: 26).
    En este sentido, el punto de vista del novelista romántico no concuerda exactamente con la perspectiva actual del antropólogo Marc Augé (2003), quien trata también de explicar porque nos fascinan las ruinas en su libro Le temps en ruines. De hecho, no es porque la visión de edificios derrumbados nos ofrece la oportunidad de sumergirnos en una historia académica o soñar  frente a templos antiguos transformados en espectáculo para el turismo de masas (ya criticado por Stendhal a principios del siglo XIX): su función es de darnos a entender lo que realmente significa el tiempo en su naturaleza irremediable: “Contemplar las ruinas, no es hacer un viaje en la historia, sino experimentar el tiempo, el tiempo puro” (Augé 2003: 38).
    Este “tiempo puro” sería pues un tiempo abstracto materializado en la ruina. Más que un mojón o un marcador cronológico, la ruina sería un símbolo intemporal que es suficiente en sí mismo para recordarnos nuestra condición de “ser para la muerte” (Sein zum Tode), para utilizar la terminología de Heidegger (1990).
    En esta perspectiva, las ciudades en ruinas juegan un papel importante en las historias de ciencia-ficción post-apocalípticas porque su objetivo principal es recordarnos, en forma de revelación, que todas las civilizaciones, incluso las más avanzadas (y sobre todo éstas) son mortales. La ruina es entonces tanto un presagio del pasado como un recuerdo del futuro. Tal como Stendhal y Chateaubriand, novelistas y guionistas de anticipación saben cómo manejar esta estética de las  ruinas que nos conmueve, porque es parte de nuestra cultura y de nuestra memoria colectiva.
    Es así como André Habib recuerda que Albert Speer, el arquitecto de Hitler, pensaba en las formas que tendrían mil años después los vestigios de las ciudades del Tercer Reich para que pudieran seguir impresionando y deslumbrando a los hombres del futuro (Habib, 2007). Al final de la Segunda Guerra Mundial, Speer había alcanzado su objetivo con cientos de años de antelación, lo que es excepcional en el campo de la arquitectura y diseño urbano. Una fotografía aérea famosa de Berlin tomada en 1945 (Figura 3) parece haber inspirado directamente a los diseñadores del videojuego Fallout 3, en donde descubrimos la ciudad de Washington en 2277, doscientos años después de la guerra nuclear entre China y EE-UU que asoló el mundo (figura 4).
    Fig. 3: Las ruinas de Berlín en 1945. Detrás de la puerta de Brandeburgo se alarga el bulevar Unter den Linden bordeado de edificios devastados por los bombardeos
    Fig. 3: Las ruinas de Berlín en 1945. Detrás de la puerta de Brandeburgo se alarga el bulevar Unter den Linden bordeado de edificios devastados por los bombardeos
    Las ruinas futuras de Washington. En el videojuego Fallout 3, los jugadores pasean por las calles de la capital de EE-UU devastada por las bombas atómicas pero donde siguen en pie los antiguos símbolos de poder.
    Las ruinas futuras de Washington. En el videojuego Fallout 3, los jugadores pasean por las calles de la capital de EE-UU devastada por las bombas atómicas pero donde siguen en pie los antiguos símbolos de poder.
    La evocación de estas ruinas futuras permite mezclar la figura individual del memento mori heredada de la antigüedad latina con la imagen de la muerte colectiva que significa el fin de todas las sociedades. Por lo tanto, gracias a la multiplicación de efectos de estilo basados en metáforas corporales, casas, edificios y monumentos simbólicos toman el lugar de nuestros cadáveres para darnos la oportunidad de identificarnos con sus cuerpos torturados. Este es el caso de la estación de ferrocarril Saint-Lazare en Paris, “reducida al estado de esqueleto” en Les survivants de l’Apocalypse de Pierre Barbet (1982: 15), así como del edificio de la Corte Suprema de Justicia en Washington en la novela de Kate Wilhelm, Where Late the Sweet Birds Sang (1976: 93). Para Adam Saint-Moore, los inmuebles reventados de la Metrópolis # 3 son como huesos descarnados dispersos en el infinito de la llanura: “Era como un osario sin límites, una blancura porosa. Por más que alcanzaba la vista, sólo se podían ver estos derrumbes y colapsos cuajados, blancos como huesos de animales enormes sin identidad” (Saint- Moore, 1979: 163).
    En Metro 2033, Dmitry Glukhosky (2010: 399) habla de los “esqueletos de las casas” que se apilan en las calles de Moscú, casas cuyas ventanas oscuras son como “ojos vacíos”. Encontramos la misma imagen, inspirada directamente del memento mori latino, en la obra clásica de H. G. Wells The War of the Worlds, cuando las ventanas de los edificios de Londres abandonados por sus habitantes parecen ser las cuencas de los ojos de tantos cráneos blanqueados (Wells 1978: 232). La misma figura de terror ha sido empleada por B. R. Bruss (1964: 60) en Le grand feu, Joël Houssin (1982 : 40) en Blue o L. Ron Hubbard (1988: 29) en Battlefield Earth. Otros autores prefieren comparar estos agujeros negros a los dientes que faltan en una boca abierta, tal como Chelsea Quinn Yarbro (1980: 85) ve enn False Dawn, cuando Thea contempla las ruinas de Sacramento. A juicio de Marcel Theroux (2011: 228), toda la ciudad de Polyn 66, vista desde lejos, se parece a la mandíbula inferior de un cráneo mutilado.
    Ahora bien, estas figuras alegóricas de la muerte ineluctable pueden tomar otras formas aún más dramáticas, como en Le souffle de lune de Alain Billy, quien habla de las vigas torcidas surgiendo de los escombros de la ciudad en ruinas como si fueran gigantescas garras estiradas hacia el cielo en una gesto final de agonía y desesperación (Billy, 1989: 22 ).
    La estética macabra y profética de las ruinas que fluye en los relatos de ciencia ficción tiene sus raíces en la Biblia, especialmente en el Apocalipsis de San Juan, donde Babilonia es castigada por sus pecados como lo serán un día próximo nuestras ciudades más poderosas. Para encarnar todos los males de la sociedad urbana, San Juan escogió la imagen de una mujer lasciva, sometida a su pasión por el dinero y el sexo. En la película de Fritz Lang, Metrópolis, la prostituta de Babilonia es un robot que tiene la apariencia de la joven y pura Maria, la profesora comprometida que se empeña en educar a los hijos de la clase obrera (figura 5).
    Fig. 5: La prostituta de Babilonia según Friz Lang, en Metropolis, 1926.
    Fig. 5: La prostituta de Babilonia según Friz Lang, en Metropolis, 1926.
    Al seguir el mismo camino, René Barjavel eligió una cita contundente del Apocalipsis como epígrafe de la segunda parte de su novela Ravage, titulada La caída de las ciudades: “… y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios para darle el cáliz del vino del furor de su ira…” (Barjavel 2009: 77). En Alas, Babylon, después de la destrucción de las ciudades norteamericanas por el fuego atómico, Pat Frank recuerda también el castigo merecido de la antigua capital de un rey implacable y cruel Nabucodonosor, al citar el pasaje del libro de San Juan que da sentido al título de su novela: “And the kings of earth, who have committed fornication and lived deliciously with her, shall bewail her, and lament for her, when they shall see the smoke of her burning, standing afar off for the fear of her torment, saying, Alas, alas, that great city Babylon, that mighty city! For in one hour is thy judgment come” (Frank, 2005: 25).
    A la par de su modelo bíblico, nuestras ciudades más ilustres tendrán que experimentar un final desastroso y sus ruinas abandonadas se parecerán a los grabados imaginados por Gustave Doré en el siglo XIX para ilustrar el Texto Sagrado (figura 6): “Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo y en guarida de toda ave inmunda y aborrecible” (Apocalipsis, 18:2).
    Fig. 5: Las ruinas de Babilonia. Grabado de Gustave Doré.
    Fig. 5: Las ruinas de Babilonia. Grabado de Gustave Doré.
    Esta imagen de la ciudad en ruinas invadida por aves de mal augurio se repite en muchos relatos de ciencia-ficción donde ciudades imaginarias y metrópolis contemporáneas comparten el destino de la ciudad maldita, tal como la Nueva York evocada por Jean-Marc Ligny en su novela Exodes: “es el caso de las gaviotas, que han establecido sus nidos detrás de las ventanas rotas (a menudo por ellas mismas) de las grandes torres de Manhattan – al menos aquellas que todavía no han colapsado, corroídas por el agua de mar lamiendo el segundo piso” (Ligny, 2012: 537). La misma figura metafórica de las “aves inmundas y aborrecibles” se encuentra también en Les oubliés du jugement dernierde Roland Hammel (2012: 66), Far North de Marcel Theroux (2011: 228), o en Oryx y Crake de Margaret Atwood (2007: 123), entre otros, para ilustrar la caída de estas ciudades orgullosas que se jactaban de dominar el mundo.

    3. LAS RUINAS FUTURAS DE LA CIUDAD LUZ

    Este imaginario de las ruinas, típicamente occidental tal como lo vimos [2], suele expresarse en  prioridad con la contemplación melancólica de las ciudades caídas que han manifestado el espíritu de su tiempo. Por ello no es de extrañar que París, la Ciudad Luz, ha sido en el siglo XIX una de las primeras víctimas del Apocalipsis por venir. Hacia 1850, en el periódico L’Abeille impériale, Alfred Franklin (1855) ya imaginó un desastre misterioso que hubiera provocado el colapso de la civilización europea y la huida del emperador francés hacia las antípodas, en la isla de Nueva Caledonia. En 4908, su descendiente manda una expedición científica a la tierra de origen con la misión de rescatar los vestigios de la antigua capital. Tras un largo y penoso viaje, los estudiosos del futuro logran encontrar las ruinas de los lugares destacados del París del Segundo Imperio, tal como lo hicieron para la civilización faraónica los arqueólogos e historiadores que acompañaron a Napoleón Bonaparte en su expedición a Egipto, entre 1798 y 1801. Además del Arco del Triunfo y la Plaza de la Concordia con su obelisco, Franklin escogió destacar los Campos Elíseos, la calle Rivoli, el palacio de las Tuilerías, el Pont des Arts, el Instituto, el Museo de Historia Natural y el museo del Louvre (Figura 7).
    Fig. 7: Las ruinas de París,en 4908, de acuerdo con Alfred Franklin. De manera muy clásica, estas ruinas de una ciudad del futuro se asemejan a las ruinas antiguas de Roma.
    Fig. 7: Las ruinas de París,en 4908, de acuerdo con Alfred Franklin. De manera muy clásica, estas ruinas de una ciudad del futuro se asemejan a las ruinas antiguas de Roma.
    Un texto bastante similar fue publicado por A. Bonnardot (1859) en el mismo periódico,L’Abeille impériale, entre 1855 y 1857: Archéopolis. Misteriosamente transportado en el futuro, el narrador redescubre los monumentos arruinados y los lugares emblemáticos del París de su época, en particular el obelisco de Luxor, cuya presencia en el centro de la capital francesa permite vincular simbólicamente la antigua cuna de la civilización y el faro del mundo contemporáneo. Sin embargo, todo esto no es sino un sueño y el viajero del tiempo se despierta cuando oye la voz de su doméstico diciéndole que es la hora de ir a visitar las ruinas de Roma – Roma siendo de nuevo la ciudad por excelencia donde las huellas de un pasado glorioso se mezclan con las realidades de la vida cotidiana. De hecho, dentro de unos miles de años las ruinas futuras de Paris seguirán los pasos arquitectónicos de su modelo romano, al menos si debemos confiar en los grabados que ilustran la novela de Camille Flammarion (1917), El fin del mundo (figura 8).
    Fig. 8: . Las ruinas futuras de Paris según Camille Flammarion (La fin du monde, 1894).
    Fig. 8: . Las ruinas futuras de Paris según Camille Flammarion (La fin du monde, 1894).
    Entre todos las relatos que nos cuentan la desaparición de París (y su eventual descubrimiento por exploradores audaces) podemos destacar la corta novela de Octave Béliard publicada en 1911 en la revista Lecture pour tousUne expédition polaire aux ruines de Paris. Esta vez, es el frío el que se encargó de apagar el foco principal de la inteligencia humana. Una gruesa capa de nieve cubre todo el continente europeo y los últimos supervivientes del infierno blanco encontraron un refugio en regiones donde todavía subsiste un calor suficiente para asegurar la supervivencia de la especie: Madagascar, el corazón de África, Asia del Sur y la América central.
    Al igual que en la novela de Franklin, se arma una pequeña expedición cuyo objetivo es buscar las huellas de la ciudad legendaria. Salidos de Antananarivo por aire, los héroes de esta odisea futurista ilustrada con magníficos grabados de Henri Lanos alcanzan finalmente su meta y aterrizan en el centro de la ciudad de París cubierta de hielo y nieve (Figura 9). Teniendo en la mente una visión de la ciudad basada en las novelas de Victor Hugo, siguen la ruta de cualquier turista en busca de los lugares y monumentos que forman parte de nuestra memoria colectiva – exactamente como lo ha planteado después el sociólogo Maurice Halbwachs al hablar de los visitantes que descubren Londres por primera vez recordando los libros, historias o imágenes que conformaron en su mente una representación previa de sus paisajes urbanos (Halbwachs, 1950: 8).
    Fig. 9: El Panteón bajo la nieve en la novela corta de Octave Béliard, “Une expédition polaire aux ruines de Paris”.
    Fig. 9: El Panteón bajo la nieve en la novela corta de Octave Béliard, “Une expédition polaire aux ruines de Paris”.
    Cabe resaltar que el “Paris útil” de los relatos de ciencia-ficción queda muy reducido y se conforma con los monumentos más conocidos del centro histórico situados en la isla de la Cité y por ambos lados del río Sena: es el caso no sólo en la novela irónica de Henriot,Paris en l’an 3000 (1911),sino también en obras con más ambición intelectual, tal comoLe règne du bonheur de Alexandre Arnoux (1924) o La forêt d’Iscambe de Christian Charrière (1980). Según grados diferentes, estos lugares y monumentos de la capital francesa pertenecen a una memoria colectiva en gran medida globalizada gracias al desarrollo reciente de la infoesfera mundial. Al golpear algunos de los iconos arquitectónicos de París, el cine de Hollywood también ha participado ampliamente en su reconocimiento internacional. Este es el caso, entre muchos otros, de Michael Bay, quién hizo caer un fragmento de meteorito a poca distancia del Arco del Triunfo en su blockbuster encabezado por Bruce Willis, Armageddon (Figura 10).
    Fig. 10: París golpeado por un meteorito. Milagrosamente, el Arco de Triunfo se quedó de pie (Michael Bay, Armageddon, 1998).
    Fig. 10: París golpeado por un meteorito. Milagrosamente, el Arco de Triunfo se quedó de pie (Michael Bay, Armageddon, 1998).
    Sin embargo, de todos los monumentos de París, sólo la Torre Eiffel puede ser considerada como un icono metonímico cuya aparición permite a cualquier persona saber de inmediato donde se encuentran los personajes (Musset, 2012: 175). Más que cualquier otro edificio, más que el Panteón o la Catedral de Notre-Dame sublimada por Victor Hugo, la fantástica estructura metálica construida con motivo de la Exposición Universal de 1889 encarna el alma y espíritu de la Ciudad Luz. Por consiguiente, en la película clásica de Byron Haskin, The War of the Worlds (1953) la vemos casi desmantelada después de sufrir el ataque de los monstruosos trípodes marcianos (Figura 11).
    Fig. 11: Símbolo de París, la Torre Eiffel queda casi destruida por los marcianos que querían apoderarse de nuestro planeta (Byron Haskin, The War of the Worlds, 1953).
    Fig. 11: Símbolo de París, la Torre Eiffel queda casi destruida por los marcianos que querían apoderarse de nuestro planeta (Byron Haskin, The War of the Worlds, 1953).
    Dick Lowry hace que se derrumbe bajo los golpes de un tornado gigante en su películaCategory 7: The End of the World. En Lost City Raiders de Jean de Segonzac, la vemos emergiendo del mar que invadió todo el planeta. Ha sido pulverizada por la explosión de un acelerador de partículas en Annihilation Earth de Nick Lyon, antes de ser aspirada y descuartizada por un terrible tornado magnético en Metal Tornado de Gordon Yang. Para ilustrar la muerte de nuestra civilización, Pona y Hervás (2011) la pusieron al fondo de las aguas, rodeada de peces y ballenas, oxidada y colonizada por algas y crustáceos (Figura 12).
    Fig. 12: La torre Eiffel sumergida, Pona y Hervás, Déluge 1. Le retour, 2011.
    Fig. 12: La torre Eiffel sumergida, Pona y Hervás, Déluge 1. Le retour, 2011.
    En la novela de Charles Bourgeon À l’aube d’un monde nouveau, los franceses refugiados en Nueva Caledonia para protegerse de una guerra atómica, consiguen volver al sitio de su capital destruida por los misiles nucleares del enemigo. El primer edificio que logran identificar, en medio de las ruinas informes que cubren el suelo, no es otro que la Torre Eiffel: “Aquí, a nuestra derecha, lo que queda de la famosa Torre Eiffel. Sí, este montón de armazones deformados, medio derretidos los unos sobre los otros, como una construcción de regaliz que habría sido destruida por el fuego, fue el centinela de París” (Bourgeon, 1961: 238-239).
    De hecho, la estructura metálica de la torre famosa inspiró a varios autores de ciencia ficción que han utilizado las capacidades de oxidación del hierro para ilustrar metafóricamente la descomposición de nuestras sociedades y la fragilidad de nuestras civilizaciones. Es el caso en La Terre endormie de Arcadius (1961), donde la obra maestra de Eiffel se va pudriendo en la selva tropical que ha invadido París. Una suerte similar la está esperando en Les fourmis de l’Ombre Jaune de Vernes y Coria (1987), cuando el terrible señor Ming logra encerrar toda la ciudad en una burbuja que la aísla del mundo exterior.
    Otra imagen impactante de la Torre Eiffel, medio hundida en la masa de tierra y arena que sepultó Paris, nos enseñan Céka y Yigael en su historieta Egovox3. Une bien belle journée pour mourir (Figura 13). Por su puesto, esta imagen recuerda otra aun más famosa que pertenece a la memoria colectiva de los aficionados al cine, ya que como lo confiesa el guionista al final del álbum: “En Egovox, yo quería rendir homenaje a una película que me impactó: El planeta de los simios, basada en el libro homónimo del escritor francés Pierre Boulle. Con la Torre Eiffel en parte enterrada, yo quería volver a encontrar la sensación que tuve al descubrir la Estatua de la Libertad enterrada en la arena, al final de la película” (Céka e Yigael, 2010: 55 ).
    Fig. 13: . La torre Eiffel hundida en la arena segun Céka e Yigaël (Egovox3. Une bien belle journée pour mourir, 2010).
    Fig. 13: . La torre Eiffel hundida en la arena segun Céka e Yigaël (Egovox3. Une bien belle journée pour mourir, 2010).

    4. LA TUMBA DE NUEVA YORK

    Ahora bien, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y por lo menos hasta el final de la Primera Guerra Mundial, París ha simbolizado tanto el poderío, como el genio creativo y la modernidad de la civilización occidental. Sin embargo, ya en 1894, Camille Flammarion vaticinó el traspaso de la antorcha entre la vieja Europa y el continente americano en su novela La fin du monde: “Dejando atrás los territorios agotados de la Europa Occidental, la actividad industriosa había preferido ubicarse en las tierras nuevas del gran continente americano, y ya desde el siglo XXV el centro de la civilización brillaba a orillas del lago Michigan, una nueva Atenas de nueve millones de habitantes, equivalente a París” (Flammarion, 1917: 284).
    En unas pocas décadas, Chicago primero y luego Nueva York se convirtieron en laboratorios de una nueva ciudad y una nueva sociedad. En los años 1920, los viajeros europeos quedaban fascinados por la audacia de los arquitectos y el genio de los financieros que aún no habían sido azotados por el Martes Negro de octubre de 1929, a imagen del novelista francés Paul Morand  que quería ver en estos rascacielos las nuevas catedrales de un mundo pujante y futurista (Morand, 1930: 40).
    Empujando Paris hacia su periferia europea, la Gran Manzana ha llegado a representar el arquetipo de la ciudad global cuya influencia puede proyectarse por todo el planeta – y tal vez más allá si debemos confiar en los autores de ciencia-ficción. Lógicamente, no tardó en destronar a la vieja capital francesa para ilustrar el fin del mundo y convertirse en el sepulcro futuro de nuestra civilización. Es cierto que con su extraordinaria arquitectura, Manhattan ofrece más que un escenario suntuoso para organizar el Apocalipsis (Figura 14). Este es un crisol donde se apilan joyas arquitectónicas y monumentos simbólicos que son pan comido para novelistas, cineastas y dibujantes deseosos de darnos a entender la vanidad de las obras humanas : Vanitas vanitatum et omnia vanitas, como dijo el Eclesiastés.
    Fig. 14: Los rascacielos de Manhattan (fotografía del autor).
    Fig. 14: Los rascacielos de Manhattan (fotografía del autor).
    En Darkness and Dawn de George Allan England (1912) el edificio más emblemático de la ciudad era el Flatiron Building, inaugurado en 1902 y que culminaba a los 87 metros de altura, muy lejos de los 443 metros (con la antena) del futuro Empire State Building. Icono arquitectónico reconocido por los especialistas gracias a su diseño bastante peculiar (Figura 15), era ya una víctima perfecta para ilustrar el fin del mundo: “¡Qué ruina espantosa! Ella tomó el catalejo de la mano de Stern, lo enfocó y miró detenidamente el montón de piedra y metal. En innumerables puntos, se intuía el armazón de acero. El techo se había derrumbado por completo, aplastando los pisos superiores, donde sólo permanecían vigas entrelazadas” (England, 1912: 30).
    Fig. 15: El Flatiron Building (fotografia del autor).
    Fig. 15: El Flatiron Building (fotografia del autor).
    Si bien el Flatiron Building fue depuesto rápidamente por otras figuras icónicas de la metrópolis newyorkina (Musset, 2012: 166), muchos autores de ciencia-ficción siguieron expresando una satisfacción morbosa al describir la destrucción o el abandono de la ciudad que había sido en su tiempo la capital económica y cultural del mundo (Figura 16). Este es el caso de Stephen Vincent Benét, quien en su novela titulada By the Waters of Babylon (1937) [3], sigue los pasos de un niño que recorre las calles de Nueva York varias décadas después del Apocalipsis : “Las torres no están todas quebradas – aquí y allá, hay una que se mantiene intacta, como un gran árbol en un bosque, y los pájaros tienen sus nidos muy alto. Pero las propias torres parecen ciegas, porque los dioses se han ido” (Benét, 1937: 393).
    Fig. 16: Una calle de Nueva York vaciada de sus habitantes (Francis Lawrence, I am a Legend, 2007).
    Fig. 16: Una calle de Nueva York vaciada de sus habitantes (Francis Lawrence, I am a Legend, 2007).
    Del mismo modo, en The End of the Dream de Philp Wylie (1972), los pocos sobrevivientes del desastre climático que significó el fin de la civilización pueden contemplar lo que queda de una ciudad cuyos amos querían desafiar a los cielos multiplicando las torres de Babel. Ellos sólo pueden constatar la magnitud de los daños provocados por la falta de mantenimiento de las infraestructuras y por las duras tormentas hibernales que causaron el colapso de los edificios más altos – un escenario desolador que será desarrollado treinta y cinco años más tarde por Alan Weisman (2007) en su ensayo famoso The world without us.
    Apenas unas décadas después de su caída, Nueva York no se verá muy diferente de las ciudades antiguas que los arqueólogos de hoy tratan de sacar de la tierra y el olvido: así la describe James Graham Ballard (1981) en su novela Hello America, invadida por las arenas del desierto como las grandes capitales del Egipto faraónico o las ciudades de la antigua Mesopotamia – en especial la suntuosa Babilonia de Nabucodonosor (Figura 17). Después de admirar la grandeza de las torres relucientes que se aprietan las unas contra las otras, los miembros de la expedición Apolo circulan a través de las calles de Manhattan, Brooklyn, el Bronx y Yonkers. Deseosos de conocer o reconocer todos los lugares destacados de la ciudad desierta, visitan Broadway, Central Park, Macy’s, el World Trade Center y el Empire State Building antes de llegar a Times Square, el corazón antiguo de la ciudad, antaño famoso por sus iluminaciones perpetuas: “Wayne remontó Broadway con pasos pesados, costeando hoteles y fachadas de teatros silenciosos. En el centro de Time Square un cactus saguaro gigante alzaba sus brazos de diez metros en el aire sobrecalentado, centinela imponente guardando la entrada de una reserva natural. Ramos de artemisa se enrollaban en los rótulos de neón oxidados, como si Manhattan se hubiera transformado en el escenario perfecto para el Western último” (Ballard, 1981: 28).
    Fig. 17: Las ruinas de Babilonia (antikforever.com)
    Fig. 17: Las ruinas de Babilonia (antikforever.com)
    Sin embargo, una de las imágenes más perdurables de la muerte de Nueva York simbolizando el fin del mundo es la que descubrimos en los últimos momentos de la película de Franklin J. Schaffner El planeta de los simios (1968) – tal como lo recuerda Céka al hablar de la Torre Eiffel media enterrada que aparece en su historieta, Egovox3. Proyectado sin saberlo en un futuro desolado donde los gorilas y los chimpancés ocupan la parte superior de la jerarquía de los seres vivos, Charlton Heston llega a descubrir en una playa abandonada el torso de la estatua de la Libertad sepultada en la arena. Entonces, el astronauta del pasado entiende que sólo ha vuelto a la Tierra después de un largo viaje en el tiempo y que todo lo que ha conocido y amado ha sido destruido por una guerra nuclear entre los EE-UU y la URSS (Figura 18).
    Fig. 18: La Estatua de la Libertad al final de Planet of the Apes (Franklin J. Schaffner, Planet of the Apes, 1968).
    Fig. 18: La Estatua de la Libertad al final de Planet of the Apes (Franklin J. Schaffner, Planet of the Apes, 1968).
    Puesto que Gustave Eiffel diseñó y construyó la estructura metálica de ambos monumentos, el traspaso simbólico de la antorcha se hace de forma natural entre el símbolo de París y el icono de Nueva York. Cuando los Estados Unidos llegaron a encabezar un sistema-mundo controlado desde Wall Street, la Estatua de la Libertad se ha convertido en el único monumento cuya destrucción podía sintetizar no sólo el fin de una ciudad emblemática, sino también el colapso de toda la civilización occidental (Musset, 2012 y Peccatte, 2014).
    Este es un elemento tan fuerte del paisaje de Nueva York que la Beatriz de la novela de George Allan England (1912), Darkness and Dawn no puede contener un grito de desesperación al ver los restos de la estatua mutilada que emergen de un campo de ruinas gigantescas invadidas por la vegetación. En Hello America de J. G. Ballard (1981), el buque que transporta hacia Manhattan a los miembros de la expedición en busca de los vestigios de la civilización americana, tropIeza con un objeto escondido bajo el agua. Se trata de una estatua enorme representando una misteriosa figura femenina. Unos viajeros emiten interpretaciones erróneas y piensan que se trata de una diosa del mar, pero Wayne los desengaña al identificarla con certeza porque esta estatua hace parte de su “fotografía mental” (la palabra es de Ballard) del puerto de Nueva York: “La linterna tendida para generaciones de inmigrantes del viejo Mundo había desaparecido, pero la corona seguía allí, en torno a la cabeza del personaje. Uno de los puntos dispuestos en estrella había abierto una herida de diez metros en el casco del Apolo” (Ballard, 1981: 22).
    Encontramos la misma idea de “fotografía mental” (que se aproxima a las teorías de Halbwachs sobre la memoria colectiva) en la novela Les bulles de l’Ombre jaune de Henri Vernes (1978), en la cual Bob Morane es enviado hacia un futuro incierto por el diabólico señor Ming. Cuando se despierta, el aventurero se encuentra en la parte superior de un edificio muy alto con vistas a una ciudad en ruinas invadida por una densa selva tropical. En esta masa confusa, él percibe los restos de enormes torres de acero y cristal, así como vestigios de muelles y embarcaderos que dibujan figuras geométricas en el espacio indeciso de los pantanos; pero le llama especialmente la atención un monumento que le parece conocido: la silueta de una estatua gigante que lleva una corona y cuyo brazo levantado parece mostrar el cielo (Figura 19). Esta figura portentosa, impresa en su subconsciente como en la memoria del héroe de Hello America, da la clave del problema: la isla es Manhattan; el río es el Hudson; la ciudad es Nueva York.
    Fig. 19: La Estatua de la Libertad en la historieta basada en la novela de Henri Vernes, Les bulles de l’Ombre jaune (Vance et Vernes, 1978).
    Fig. 19: La Estatua de la Libertad en la historieta basada en la novela de Henri Vernes, Les bulles de l’Ombre jaune (Vance et Vernes, 1978).
    De hecho, esta “mujer grande y verde” (Dos Passos, 2010: 89) se ha convertido en nuestro imaginario colectivo no sólo como el símbolo de una ciudad, un país y una tierra nueva (o tal vez un mundo mejor), sino también como la cara oscura y engañadora del capitalismo – y por eso merece ser sacrificada. La derriba un tsunami en Deep Impact de Mimi Leder (1998). Sufre un castigo parecido en The Day after Tomorrow de Roland Emmerich (2004),Category 7 : The End of the World de Dick Lowry (2005), Quantum Apocalypse de Justin Jones (2010) y Lost City Raiders de Jean de Segonzac. En 2001 (Artificial Intelligence: A.I.), para profetizar la inminente desaparición de la especie humana, Steven Spielberg nos mostró la Estatua de la Libertad en gran parte sumergida. Ha sido también congelada enThe Day after Tomorrow de Roland Emmerich (Figura 20) y en 2102 : Ice Age, obra de segunda o tercera categoría realizada en 2011 por Trey Stoke.
    Fig. 20: La Estatua de la Libertada prisionera del hielo (Roland Emmerich, The Day after Tomorrow, 2004).
    Fig. 20: La Estatua de la Libertada prisionera del hielo (Roland Emmerich, The Day after Tomorrow, 2004).
    En la mayoría de los casos, Miss Liberty permanece de pie para hacer frente a los desastres que azotan el mundo, tal como lo podemos ver en la historieta de Olivier Vatine (2013) basada en la novela de Stefan Wul, Niourk (Figura 21). Sin embargo, enIndependance Day, la vemos tendida en el suelo y el agua – cadáver de hierro y cobre tumbado a la sombra de una gigantesca nave espacial venida de otro planeta. De pie o tumbada, el simbolismo es claro: en el primer caso, la obra de Bartholdi encarna la grandeza y la fuerza del pueblo estadounidense (y por extensión de toda la humanidad) frente a la adversidad, en el segundo caso la imagen expresa la angustia de una civilización que, a pesar de su potencia y genio, no ha logrado superar los embates del destino.
    Fig. 21: En las ruinas de Nueva York transformada en Niourk por la leyenda, el niño negro descubre una Estatua de la Libertad cuya antorcha ha sido reemplazada por una parábola (Olivier Vatine, Niourk 2. La ville, Paris, Ankama, 2013).
    Fig. 21: En las ruinas de Nueva York transformada en Niourk por la leyenda, el niño negro descubre una Estatua de la Libertad cuya antorcha ha sido reemplazada por una parábola (Olivier Vatine, Niourk 2. La ville, Paris, Ankama, 2013).
    El sacrificio impuesto por el Apocalipsis por venir es tanto más espectacular porque la estatua de la Libertad, al igual que el Cristo del Corcovado en Río de Janeiro, es uno de los pocos iconos antropomorfos universales que pueden sufrir torturas por lo general reservadas al cuerpo humano – cosa que no conviene a figuras más abstractas o edificios y monumentos geométricos. Es así como algunos rituales de mutilación facilitados por la relación psicológica establecida entre el monumento destruido y el cuerpo humano se basan en ritos y costumbres que prevalecen (o han prevalecido) en todas las civilizaciones – el primero y más impactante siendo la decapitación. Por ejemplo, en la películaCloverfield de Matt Reeves (2008), los jóvenes testigos de la destrucción de Nueva York pueden ver su cabeza rodando por la calle antes de detenerse al pie de un rascacielos [4]. Esta escena clave es el recuerdo de un cartel famoso de la película de John CarpenterEscape from New York (1981), donde el héroe debe aventurarse en una ciudad transformada en prisión repleta de millones de delincuentes (figura 22). En medio de una calle llena de basura y escombros, descubrimos el rostro destrozado de la estatua que ha simbolizado la esperanza de toda una nación finalmente desbordada y abatida por sus viejos demonios – la violencia, la desigualdad social, la codicia y el lucro.
    Fig. 22: Póster de la película de John Carpenter, Escape from New York (1981).
    Fig. 22: Póster de la película de John Carpenter, Escape from New York (1981).
    La Estatua de la Libertad, aún en pie, pero decapitada, se ha convertido en un lugar común en la ciencia-ficción apocalíptica (Peccatte, 2014). Sin embargo, las torturas sufridas por el cadáver de la “mujer grande y verde” no se limitan a la decapitación. Dick Lowry le desgarra el brazo derecho (el que lleva la antorcha) en su película Category 7: The End of the World (2005); al igual que Mézières y Christin (1970) en La cité des eaux mouvantes ; Henri Vernes y William Vance en la historieta sacada de la novela Les bulles de l’ombre jaune (1975) o J. G. Ballard en The wind from nowhere (1962 : 61). La portada del Volumen 4 de Universal War One de Bajram (2001)también presenta una vista espectacular de la Estatua de la Libertad eviscerada, cortada por la mitad, flotando en el espacio junto con el Chrysler Building (figura 23).
    Fig. 23: Portada del tomo 4 de Universal War One de Bajram
    Fig. 23: Portada del tomo 4 de Universal War One de Bajram
    Esta acumulación de detalles fisiológicos relativos a la destrucción de la Estatua de la Libertad corresponde a un verdadero desmembramiento místico que se hace posible porque, a diferencia de la Torre Eiffel, el Big Ben o la Ópera de Sídney, se trata de un monumento antropomórfico. Además, como figura alegórica de sexo femenino, el icono de Nueva York suele sufrir formas de sacrificio que se asemejan curiosamente a ciertos rituales en uso en México en tiempos de los aztecas. Este es en particular el caso del castigo impuesto a Coyolxauhqui (“La adornada de cascabeles”) asesinada y descuartizada porque quiso oponerse a su hermano, Huitzilopochtli (Figura 24). Cabe entonces preguntarse si un tratamiento tan cruel no sería también la expresión simbólica de un conflicto de género que afirma de manera encubierta el predominio de los hombres sobre mujeres reducidas a muñecas desarticuladas…
    Fig. 24: La Coyolxauhqui conservada en el Museo nacional de antropologia de México.
    Fig. 24: La Coyolxauhqui conservada en el Museo nacional de antropologia de México.

    5. CONCLUSIÓN

    Con la evocación de la Estatua de la Libertad, el análisis del memento mori de las ciudades del futuro que se inició a principios de este ensayo llega a su desenlace. En un primer momento, y de manera metafórica, las ruinas de los edificios destruidos evocaban la descomposición del cuerpo humano. Con esta figura antropomorfa altamente simbólica, el cuerpo humano transfigurado por el arte representa la agonía de una ciudad entera.
    Ahora bien, hemos visto que las ciudades donde ocurrirá el fin del mundo son escogidas non sólo porque concentran en su territorio monumentos emblemáticos e iconos arquitectónicos, sino también porque ocupan un lugar destacado en el sistema-mundo. No es el caso de ciudades globales de segundo nivel tal como México, por ejemplo, cuyos monumentos más famosos (el Ángel de la Independencia o el Monumento a la Revolución) aún no han logrado competir con la torre Eiffel, la Estatua de La Libertad, Tower Bridge o el Cristo del Corcovado.
    Sin embargo, aunque París y Nueva York hayan dominado por mucho tiempo el paisaje de la ciencia-ficción apocalíptica, se nota desde la década del 80 un desplazamiento geográfico hacia otras ciudades emblemáticas de la globalización, ya sea en la vertiente del Pacífico de los Estados Unidos (Los Ángeles y San Francisco), Asia (Tokio, Seúl), u Europa (Moscú). Así que al globalizarse las ciudades del Apocalipsis aparecen nuevos geosímbolos universales [5], y se impone no solamente una estética y una filosofía occidentales de las ruinas sino también el sistema económico, político y cultural que conforma su base ideológica.

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    Recibido el 20 de diciembre de 2013, aprobado el 2 de mayo de 2014.
    Alain Musset, Geógrafo. EHESS, Centre de Recherches Historiques, GGH-Terres. E-mail: musset[at]ehess.fr
    [1] El mismo Chateaubriand hace también una distinción entre las ruinas dejadas por el tiempo y las que son el resultado de las guerras y conflictos, tal como Yael Navaro-Yashin (2013) lo recuerda en su artículo.
    [2] En sus estudios sobre Japón y, en particular, sobre el santuario de Ise, Augustin Berque mostró que el valor del edificio histórico puede basarse no en la antigüedad de su material sino en la continuidad de su forma (Berque, 1993 : 28).
    [3] De nuevo, el fantasma espantoso de Babilonia flota sobre la ciudad caída.
    [4] Antes de Cloverfield, el icono principal de Nueva York había sido decapitado por Mimi Leder en Deep Impact. Recibió la misma pena en la historieta ucrónica de Brugeas y Toulhoat, Nueva York 1947 (2011).
    [5] En el sentido que le otorgó Joël Bonnemaison a esta palabra, a saber, “un lugar, una ruta, un territorio que, por razones religiosas, políticas o culturales toman a juicio de algunos pueblos y grupos étnicos una dimensión simbólica que refuerza su identidad” (Bonnemaison, 198 : 256). YO ESTAS COSAS, QUIZÁS HAYA LEÍDO ALGO,...LE PRESTO LA ATENCIÓN NECESARIA,...PERO BUSCANDO ALGO PARA ILUSTRAR LO DE ARRIBA,...¡¡; PUES LO REPRODUZCO,...

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