sábado, 5 de julio de 2014

TROTSKISMO ANTE LOS ACONTECIMIENTOS GEOPOLITICOS, CRISIS ECONÓMICA, Y ESTRATEGIAS REVOLUCIONARIAS,...


AUTORES TROTSKISTAS Y OTROS



Nota: Este artículo, es de divulgación,...le queremos entrar al asunto,...más adelante se hará si es que realmente hemos elaborado algo más interesante que lo ya realizado,... -lukyrh.-


Ucrania: Desgarrada por el imperialismo
Rob Ferguson


La anexión rusa de Crimea, y las crecientes tensiones entre Oriente y Occidente, marcan una era de intensificación de la competencia entre las potencias imperialistas rivales.

Rusia, los EE.UU. y las potencias europeas se enfrentan a su mayor crisis desde la Guerra Fría. Tras el derrocamiento del presidente ucraniano Yanukovich, el nuevo gobierno pro-occidental en Kiev ha sellado una alianza con la Unión Europea y Rusia ha anexionado Crimea, puerto de la flota rusa del Mar Negro y su vía hacia el Mediterráneo. Las tensiones se están extendiendo a otros estados "tapón" en las fronteras del sur de Rusia.

Barack Obama ha pedido a los líderes de la UE que aumenten su gasto militar. El Secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, condenó lo que calificó de "increíble acto de agresión" de Rusia. En un comunicado que está más allá de la sátira, Kerry declaró al programa de la CBS Face the Nation, "Simplemente no se puede en el siglo XXI actuar como se hacía en el siglo XIX 19, invadiendo otro país con un pretexto totalmente inventado".

Desde el colapso del imperio soviético en 1991, el objetivo de Rusia ha sido asegurar que los estados tapón en su flanco sur se mantuvieron dentro de su propia órbita económica y militar, o por lo menos fueran "neutrales" y sin acuerdos económicos (y militares) de "asociación" con Occidente. Ucrania (que significa "la frontera") fue el eje central de esta estrategia y el más importante de los estados tapón con Rusia.

Las tensiones podrían ahora extenderse. Moldovia y Georgia también quieren firmar acuerdos de asociación con la UE y son vulnerables a la presión de Rusia a través de su control de los suministros de energía, importantes mercados en Rusia, y las bases militares en los enclaves separatistas de Transnistria (Moldavia) y Osetia del Sur y Abjasia (Georgia).

Así, la amenaza económica y potencialmente militar de la guerra se extiende a través de la región del Cáucaso, e incluso a los estados de Europa del Este. En Hungría, Rusia está a punto de hacer un préstamo de 13,7 mil millones de dólares para modernizar la central nuclear de Paks, lo que le permite jugar un papel importante en el sector energético de Hungría.

Ambas partes desean evitar el conflicto militar en Ucrania, pero incluso el uso de sanciones económicas podrían tener graves costes económicos y políticos. La economía europea podría caer en una nueva recesión si se cortasen los suministros de energía y se recortase el comercio con Rusia.

Esa es la razón por la que la UE y EE.UU. están divididos sobre las sanciones económicas. Sin embargo, el crecimiento económico de Rusia, sobre el que descansa el apoyo a Putin, también se tambalea. Una disminución repentina de los ingresos petroleros podría erosionarla. La reciente caída de la bolsa de Moscú y la fuga masiva de capitales de Rusia son una advertencia.

Sin embargo, si bien hay limitaciones reales en ambos lados, los dos están obligados a buscar ventaja, de manera que se podría provocar una mayor confrontación. Mientras Occidente cementa sus lazos con el nuevo régimen pro-occidental en Kiev y Rusia responde apoyando y promoviendo la oposición en el Este de Ucrania, el potencial para una explosión de las tensiones es real. Lo que a su vez podría arrastrar a Rusia y Occidente a un conflicto más profundo en otras partes de la región.

Cuando Socialist Review fue a imprenta, el FMI acababa de conceder un crédito de 27 mil millones de dólares a Ucrania. El gobierno de Kiev anunció inmediatamente un alza del 50 por ciento de los precios del gas. Esto es sólo el principio. El precio del préstamo es seguro que será más austeridad y otra caída en los niveles de vida de la gente común. Es difícil imaginar el impacto en una economía que esta por los suelos.

Ucrania es el único país del antiguo bloque del Este cuya producción económica se encuentra aún por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 1992. Durante la crisis de 2008 la economía se contrajo un 15 por ciento y la moneda perdió el 40 por ciento de su valor. Los niveles de vida ya están muy por debajo de sus vecinos, como Polonia y Hungría.

Por tanto, el acuerdo con el FMI sólo puede aumentar el peligro de tensiones explosivas dentro de Ucrania, a menos que los trabajadores comiencen a unirse superando divisiones étnicas y religiosas y luchen contra a sus propios oligarcas. Sin embargo, ello exige oponerse frontalmente tanto a los EE.UU. / UE como a Rusia.

El único elemento común que los dos bloques imperialistas comparten es su dependencia de los oligarcas de Ucrania. Ese puñado de capitalistas controlan una proporción mucho mayor de la economía ucraniana que incluso sus homólogos rusos y son ellos los que en última instancia determinan la supervivencia de cualquier régimen político en Kiev.

No tenía por qué ser así. Después del colapso de la Unión Soviética, los neoconservadores norteamericanos declararon el amanecer del "nuevo siglo americano". En su arrogancia, se obstinaron en que los EE.UU. fueran la única superpotencia en la escena mundial y hacer frente sin grandes problemas a cualquier desafío a su hegemonía desde abajo. En ambos casos han fracasado.

En primer lugar, los EE.UU. no pueden ostentar un predominio indiscutido. Ni siquiera puede garantizar con certeza que sus propios aliados marcharán al paso. En el caso de China y Rusia, los EE.UU. y la OTAN están descubriendo que la ventaja de poder que tienen sobre sus rivales parece tener rendimientos decrecientes cuanto más cerca avanzan hacia su esfera de influencia inmediata.

En segundo lugar, el sueño de los guerreros de la Guerra Fría de ser capaces de intervenir en todo el mundo a su antojo, sobre todo en Oriente Medio, se encuentra en ruinas bajo los restos destrozados de la bandera que ondeaba por encima de George Bush en su discurso televisado a bordo del USS Abraham Lincoln en 2003 cuando afirmo "Misión Cumplida".

En lugar de un nuevo siglo americano nos enfrentamos a un mundo de imperialismos rivales, aunque desiguales, incluso si el más fuerte, los EE.UU., se enfrenta con dificultades para imponer su propia hegemonía. En este contexto debemos entender la crisis de Ucrania y la competencia entre las potencias a lo largo de la frontera sur de Rusia.

Influencia

Es también en este contexto como debemos entender el resurgimiento de la influencia rusa tras su desaparición como segunda superpotencia mundial. Después de 1991, las 15 repúblicas de la antigua Unión Soviética se convirtieron en estados independientes. Rusia luchó para conservar su influencia sobre lo que se denomina su "exterior cercano", en el contexto de un colapso económico catastrófico como resultado de la "terapia de choque" económica neoliberal.

La producción bruta cayó un 57 por ciento en relación a los niveles de 1991. Los jubilados perdieron sus ahorros de toda la vida en la pira de la hiperinflación, mientras que una capa de la vieja "nomenklatura" y los nuevos empresarios se enriquecía con la privatización de las empresas estatales. Millones de trabajadores no recibieron sus salarios durante meses. Los sistemas de calefacción se derrumbaron en Siberia; la gente tenía que encender fuegos en sus apartamentos, ya que tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero. El personal de ambulancias se vio obligado a pedir el coste de la gasolina antes de acudir a las llamadas de emergencia.

El colapso afectó profundamente al complejo industrial-militar y el ejército ruso se convirtió en una caricatura de sí mismo; mal equipados, sin piezas de repuesto e incluso incapaz de pagar a sus soldados y reclutas. Rusia volvió a fomentar las divisiones étnicas y nacionales en su "exterior cercano" con el fin de debilitar a los estados vecinos y someter por la fuerza a muchos de sus líderes corruptos a la dependencia de un débil Estado ruso aun.

Así, entre 1990 y 1994 Rusia alimentó una serie de conflictos civiles y separatistas sangrientos en Georgia, Ingushetia y entre Armenia y Azerbaiyán. En total, han costado más de 170.000 vidas y ha creado cerca de 1,5 millones de refugiados. No obstante, los resultados siguieron siendo inestables y Chechenia siguió siendo un foco de desafío en el Cáucaso. La imagen de Chechenia como un estado terrorista islamista es una parodia de la verdad. La capital Grozny era una ciudad industrial grande, el segundo centro de refinado de petróleo más grande de la antigua Unión Soviética. Hasta 1991 sus habitantes eran musulmanes por origen, pero en realidad abrumadoramente seculares en la práctica. Su primer presidente, un ex general soviético, Dzhokhar Dudaiev, obtuvo el 85 por ciento de los votos en la elección presidencial de 1991.

Romper con Moscú

En noviembre de 1991 Dudaiev declaró Chechenia independiente desafiando al Kremlin. Era ir demasiado lejos para Moscú y el presidente ruso, Boris Yeltsin, envió a la tristemente célebre policía del Ministerio del Interior. La población la recibió enfurecida. No en vano había sido la región que había otorgado el mayor índice de votos a Yeltsin en las elecciones presidenciales de junio. Cientos de miles de
personas acudieron a Grozny de toda Chechenia y Moscú se vio obligada a retirarse. Chechenia se convirtió en un estado independiente de facto.

En diciembre de 1994 Dudaiev había perdido popularidad y Chechenia se enfrentaba al aislamiento económico. Yeltsin creyó confiado que la república rebelde podría ser fácilmente sometida por la fuerza y lanzó un ataque masivo contra Grozny. Hasta 4.000 proyectiles por hora cayeron sobre la ciudad, en el más intenso bombardeo de artillería desde la Segunda Guerra Mundial; ni un solo edificio quedó intacto.
Las tripulaciones de los tanques rodaron sobre las ruinas, pero en lugar de una rápida y victoriosa ocupación, se encontraron frente a una oposición que conmocionó al mando del ejército y a Moscú. La guerra en Chechenia generó una importante oposición dentro de Rusia, con una gran mayoría a favor de la retirada. Los mineros en huelga llevaban pancartas como "Yeltsin: Asesino de los chechenos y los mineros".

La victoria en Chechenia fue no solo un intento de recuperar Chechenia, sino también de reafirmar el dominio ruso sobre el "extranjero cercano". Sin embargo, dieciocho meses después del comienzo de la guerra, el general Alexander Lebed negoció la "paz" en nombre del Kremlin.
La segunda superpotencia del mundo parecía sufrir su humillación final. La derrota militar en Chechenia pareció hundir a Rusia en una espiral de caos y desintegración. Meses antes de las elecciones de junio de 1996, Yeltsin se enfrentaba a una aparente derrota segura a manos del líder del Partido Comunista, Gennady Ziuganov. Pero entonces los distintos oligarcas de Rusia, superando sus rivalidades, formaron una alianza. Invirtieron ilegalmente hasta 2 mil millones de dólares en la campaña de reelección de Yeltsin; el Fondo Monetario Internacional concedió un préstamo de 10 mil millones de dólares para el pago de salarios y pensiones pendientes y los medios de comunicación emprendieron una campaña sin cuartel contra Ziuganov, llenando portada tras con los crímenes de Stalin.

Yeltsin obtuvo la victoria por un escaso margen del 3 por ciento. Sin embargo, el rescate de un presidente enfermo, cada vez más borracho y con un comportamiento más que extraño no sirvió para resolver la crisis de Rusia. En 1999 Yeltsin decidió no volverse a presentar a las elecciones y su sucesor designado no era otro que el ex oficial de la KGB Vladimir Putin. La imagen popular de Putin puede ser engañosa. Es un autócrata populista, pero no es independiente ni se sitúa por encima de la clase dominante de Rusia. En 1999 se alcanzó un creciente consenso entre la élite rusa, incluyendo a muchos de los más poderosos oligarcas, de que la anarquía de la privatización tenía que ser regulada, que había que restablecer la economía, en particular el sector vital de la energía, que había que re imponer la autoridad del Estado sobre las regiones y reconstruir el poderío militar de Rusia.

Putin tuvo un gran éxito a la hora de ganar el apoyo de los sectores clave de la clase dominante rusa. Utilizó su posición para acabar con aquellos oligarcas que no aceptaron el nuevo consenso. Sin embargo, creer que Putin tiene "el control" de la poderosa elite de los negocios de Rusia es un error. Los oligarcas se han beneficiado más que nunca, bajo su gobierno. Moscú es la actual capital multimillonaria del mundo, que cuenta con 76 multimillonarios en dólares, en comparación con los 70 de Nueva York y los 54 de Hong Kong.

Putin llegó a la presidencia en 1999 con el apoyo de los principales medios de comunicación y de los oligarcas por un margen de solo un 3 por ciento en las urnas unos meses antes. El punto de inflexión fue una vez más Chechenia. En 1999 Putin lanzó una represalia sangrienta por la derrota de 1996 que tuvo éxito. Esta vez, se habían aprendido las lecciones. La operación militar fue cuidadosamente planeada y Putin utilizó las divisiones dentro de las filas chechenas, apoyando a las fuerzas militares chechenas leales a Moscú.

El segundo factor clave fue la escalada mundial de los precios del petróleo y de la energía a partir del 2000, pasando de 30 dólares a un máximo de 140 dólares por barril. Como el petróleo y el gas fluyó a través de los gasoductos rusos al "extranjero cercano" y a Europa, se dispararon los ingresos tanto para las arcas estatales como para los oligarcas privados en beneficio mutuo. Rusia suministra ahora hasta el 40 por ciento de las necesidades energéticas de algunos estados europeos. Putin impuso un mayor control del Estado en el sector de la energía, eliminó a todo oligarca que se pusiera en el camino; controló los oleoductos que ahora se extienden por toda la región, convirtiéndose en un instrumento geopolítico y estratégico central en el proyecto de Rusia de reconstruir su influencia global y su dominación regional. Desde esta posición de fortaleza Putin ha reequipado y reestructurado las fuerzas armadas rusas, reduciendo en gran medida su dependencia de la conscripción. Se puso fin a la elección directa de los gobernadores regionales - que eran imprevisibles y demasiado a menudo actuaban a instancias de oligarcas locales - y los gobernadores son nombrados por Moscú, constituyendo lo que Putin llama a su "poder vertical".




OTAN

Es esta combinación la que ha llevado al resurgimiento de Rusia como poder regional y sucapacidad para ejercer un grado de influencia en el exterior, como en Siria. Esta se caracterizado sobre todo por la capacidad de Rusia para frenar en 2008 los intentos de la OTAN para integrar a Georgia en un partenariado. Rusia utilizó la región separatista de Osetia del Sur para proyectar su potencia militar en la zona. El resultado fue una victoria significativa para Putin y una derrota para Occidente.

Sin embargo, hay límites para el resurgimiento del poder regional de Rusia, como la actual crisis en Ucrania ha puesto de manifiesto y el crecimiento económico de Rusia sufre enormes deficiencias subyacentes. La crisis de 2008 golpeó la economía rusa duramente y no hay perspectivas de recuperación a corto plazo. La productividad está cayendo y sólo los ingresos del petróleo y el gas permiten una apariencia de estabilidad y evitan un desplome económico.

El nivel de vida medio ha aumentado significativamente desde la década de 1990, pero oculta una desigualdad que es una de las más altas del mundo.

Si las circunstancias económicas empeoran y estalla un conflicto grave en el extranjero cercano, Putin podría perder tanto el apoyo de la élite rusa como su base popular de apoyo entre los rusos de a pie. Su apoyo se ha erosionado en la medida que el crecimiento económico se ha debilitado y ha sido un factor clave en las protestas por las irregularidades de las elecciones de 2011.

En estas circunstancias, el peligro de un conflicto étnico y nacional, alentado por las potencias imperialistas rivales aumenta. Tanto Rusia como Occidente se debaten entre su dependencia mutua de mercados y energía y la necesidad de fortalecer sus propios intereses económicos rivales y su dominación geopolítica. Occidente continuará atrayendo a los estados vecinos de Rusia hacia su órbita con acuerdos
de asociación económica, y en lo posible militares, con la UE y la OTAN. Al igual que en Crimea, Putin no dudará en explotar el chovinismo gran ruso en los enclaves rusos y entre las poblaciones rusas en los estados vecinos de Rusia. Este es el mensaje claro y amenazante de Putin en su reciente discurso tras la amenaza de sanciones de EE.UU.:
"Millones de personas se fueron a la cama en un país y despertaron en otros diferentes, convirtiéndose de la noche al día en minorías étnicas en las antiguas repúblicas de la Unión, mientras que la nación rusa se convirtió en uno de los grupos étnicos más grandes del mundo, si no el mayor, dividido por más fronteras".
La única alternativa que tiene la clase obrera en toda la región es luchar contra sus propios oligarcas y gobiernos y oponerse sin concesiones a cualquier intervención imperialista, ya sea del este o del oeste. Si los trabajadores de Ucrania o de cualquier otro estado buscan apoyo en uno u otro campo imperialista contra el otro, no serán capaces de transformar los conflictos nacionales y étnicos en un enfrentamiento contra su propia clase dominante.

Es vital que los activistas contra la guerra y los socialistas de toda Europa defiendan también esta posición. Lo que implica dos cosas para nosotros en Gran Bretaña. Tenemos que resistir los intentos de los gobernantes occidentales y el FMI de imponer la austeridad en nuestro país o en el extranjero y oponernos a cualquier expansión militar o amenaza de intervención en el “exterior cercano” de Rusia. Sin embargo, dentro de las fronteras de los estados-nación de Europa del Este y el “exterior cercano” de Rusia a menudo los trabajadores se encuentran arrastrados por la división impuesta por las potencias imperialistas. No puede haber ninguna preferencia o defensa, por mucho que se condicione, de ninguno de los bandos imperialistas contra el otro.

Rob Ferguson es especialista en Rusia, activista de Stop the War y articulista del mensual británico Socialist Review, editado por el SWP.

Traducciones para www.sinpermiso.info: Enrique García

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Trotskismo después de Trotski
Los orígenes de la Corriente Socialismo Internacional. Por Tony Cliff. “Los pocos compañeros que empezamos la corriente socialismo internacional no intentamos usar al marxismo como sustituto de la realidad, sino al contrario, deseábamos que sirviera como arma para dominar esta realidad”.
Así relata el autor de este texto como en los años 1946-48 tuvieron que luchar con preguntas muy difíciles. El objetivo era continuar una tradición —que seguía a Marx, Lenin y Trotski— pero que también debía enfrentarse a nuevas situaciones. Era una continuación y un nuevo comienzo. Para Tony Cliff “la firmeza intelectual no implica el dogmatismo; explicar una realidad cambiante no podía implicar vaguedad. Nuestra crítica del trotskismo ortodoxo se concibió como un retorno al marxismo clásico.”
En este texto veremos cómo evolucionaron tres teorías que respondían a los eventos ocurridos poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial: las teorías del capitalismo de Estado, de la economía armamentista permanente y de la revolución permanente desviada.

1. Reconociendo el problema
2. El capitalismo de Estado
3. La economía armamentista permanente
4. La revolución permanente desviada
5. La herencia
6. Conclusión
7. Notas

Título de la versión original de 1999: Trotskyism after Trotsky.
El folleto presenta una versión reducida del texto original de Tony Cliff.
La traducción del inglés estuvo a cargo de Marina Rivero, militante de Socialismo Internacional (Uruguay).
Este folleto fue editado por el grupo En lucha, en mayo de 2003. 2ª ed. diciembre de 2004. 3ª ed. enero de 2011.
Nota del autor
Varias personas han ayudado en la redacción de este folleto. Ian Birchall, Rob Ferguson, Al Richardson y el Socialist Platform Archive ayudaron a localizar documentos del movimiento trotskista durante los años 1946-47. Debo un gran agradecimiento a Chris Bambery, Alex Callinicos, Lindsey German, Chris Harman y John Rees por sus consejos y sugerencias. Chanie Rosenberg merece un especial agradecimiento por participar en la edición del manuscrito y teclearlo. Agradezco también a Donny Gluckstein por sus críticos y expertos comentarios, y muchas valiosas sugerencias estilísticas. Y a Rob Hoveman por controlar el libro muy eficazmente hasta su publicación.
Nota acerca del autor
Tony Cliff nació en Palestina en 1917. Se hizo trotskista en los años 30. Después de la II Guerra Mundial se trasladó a Gran Bretaña, donde permaneció hasta su muerte en abril del 2000.
En 1951 fundó, junto a otros activistas, el grupo Socialist Review, que luego se convertiría en el Socialist Workers Party, actualmente la mayor organización revolucionaria de Gran Bretaña.
Entre su vastísima producción literaria se destacan: La naturaleza de clase de la Rusia estalinista (1948), La China de Mao (1957), Rosa Luxemburg (1959), La revolución permanente desviada (1963), Capitalismo de Estado en Rusia (1974), Lenin – 4 Vols. (1975-79), Lucha de clases y la liberación de las mujeres (1984), Marxismo y lucha sindical. La huelga general de 1926 (1986), Trotski – 4 Vols. (1989-93), El marxismo y el milenio (2000).

Reconociendo el problema
En el Manifiesto Comunista Marx y Engels argumentan que los comunistas generalizan la experiencia histórica e internacional de la clase trabajadora. Esta experiencia siempre está cambiando y desarrollándose, y por esto el marxismo también siempre cambia. En el momento en que el marxismo deja de cambiar, está muerto. A veces el cambio histórico ocurre lenta y casi imperceptiblemente, pero otras veces los cambios son radicales. Consecuentemente, en la historia del marxismo hay también momentos de abruptos virajes.
Uno no puede comprender la ruptura marcada por la aparición del Manifiesto, sin tomar en cuenta el trasfondo del advenimiento de la revolución de 1848.
Otro punto de viraje fue la Comuna de París de 1871, que inspiró a Marx a escribir en La Guerra Civil en Francia, “La clase trabajadora no puede tomar la vieja maquinaria estatal y usarla con el fin de construir el socialismo”.1 Él argumentaba que la clase trabajadora debía derribar la maquinaria estatal capitalista y construir un nuevo Estado sin fuerzas policiales, sin un ejército permanente ni una burocracia; un Estado en que todas las autoridades fueran electas, sus cargos fueran revocables al instante y sus sueldos fueran iguales al de los trabajadores que ellos representaran. El Manifiesto Comunista no había mencionado nada de esto. Ahora Marx reconocía los rasgos centrales de un Estado obrero. El no sacó estas conclusiones de sus intensos estudios en el Museo Británico. Su comprensión fluyó de las acciones de los trabajadores parisienses que tomaron el poder por 74 días y mostraron qué tipo de Estado podía establecer la clase trabajadora.
De la misma forma, la teoría de la revolución permanente de Trotski fue un subproducto de la Revolución rusa de 1905. Esta teoría sostenía que la burguesía de los países atrasados o subdesarrollados, por hallarse rezagada, era demasiado cobarde y conservadora para resolver las tareas democrático burguesas, como la independencia nacional y la reforma agraria. Estas tareas podrían concretarse sólo gracias a una revolución donde la clase trabajadora se pusiera al frente del campesinado. En el proceso de resolver estos problemas la revolución realizada por los trabajadores trascendería los límites de la propiedad burguesa y esto llevaría al establecimiento de un Estado obrero.
Las ideas de que la burguesía era contrarrevolucionaria y la clase trabajadora encabezaría al campesinado no surgieron automáticamente de la brillante inteligencia de Trotski. Ellas fueron descubiertas en la realidad revolucionaria de 1905 y demostraban cómo en la práctica los trabajadores, al contrario de la burguesía, lucharon por derrocar al zarismo con el fin de ejercer el control democrático de la sociedad. En San Petersburgo, centro de la revolución, incluso se desarrollaron órganos de un Estado obrero —los consejos de trabajadores, o soviets. Otros desarrollos del marxismo realizados por figuras como Lenin y Rosa Luxemburg, se originaron también en la experiencia histórica. El brillante libro de esta última sobre la huelga de masas, fue un producto de las luchas ocurridas en Rusia y Polonia durante 1905.
Un nuevo viraje sucedió cuando Stalin intentó aniquilar la tradición de la Revolución bolchevique. Le tocó a Trotski convertirse en quien la defendiera, y hasta su asesinato en 1940 lo hizo brillantemente. Sin embargo, al final de la Segunda Guerra Mundial, la Cuarta Internacional que él había creado tuvo que enfrentar un nuevo y decisivo desafío: reaccionar a una situación radicalmente diferente a la imaginada por su fundador. Esto creó especiales dificultades, porque el movimiento había sido privado del gigante intelectual que lo había llevado hasta allí.
Los pronósticos de Trotski
Antes de su muerte, Trotski había realizado una serie de predicciones. Cuatro de éstas serían desafiadas por el desarrollo de la realidad luego de la Segunda Guerra Mundial.
(1) Había vaticinado que el régimen estalinista en la Unión Soviética no podría sobrevivir a la guerra. En un artículo del 1 de febrero de 1935, titulado “El Estado de los trabajadores, termidor y bonapartismo”, Trotski argumentó que el estalinismo, como toda forma de bonapartismo, “no puede mantenerse a sí mismo por mucho tiempo. Una esfera equilibrada en el vértice de una pirámide invariablemente debe caer hacia un lado u otro”; por lo que “el inevitable derrocamiento del régimen estalinista” habría de ocurrir.2
Un resultado podía ser la restauración capitalista. En la tesis “La Guerra y la Cuarta Internacional” (del 10 de junio de 1934) Trotski escribió que “en el caso de una guerra prolongada que fuera acompañada por la pasividad del proletariado mundial, las contradicciones sociales internas en la URSS no sólo podrían llevar a una contrarrevolución burguesa bonapartista, sino que deberían hacerlo”.3
El 8 de julio de 1936 él proponía una hipótesis alternativa:
La URSS sólo podrá emerger de una guerra sin ser derrotada bajo una condición, y es que sea asistida por la revolución en Occidente o en Oriente. Pero la revolución internacional, la única manera de salvar a la URSS, significará al mismo tiempo la muerte para la burocracia soviética.4
Cualquiera sea la perspectiva considerada, es claro que Trotski estaba lo suficientemente convencido de la inestabilidad del régimen estalinista, como para escribir en el artículo “La URSS en guerra” del 25 de septiembre de 1939, que considerar al régimen soviético como un sistema de clases estable sería “ponerse en una posición absurda”, porque en aquel momento se estaba “simplemente a unos años o incluso algunos meses de su vergonzoso derrumbe”.5
La verdadera realidad al final de la Segunda Guerra Mundial fue muy diferente. El régimen estalinista no se derrumbó. De hecho, luego de 1945 se fortaleció, extendiéndose por Europa oriental.
(2) Trotski pensaba que el capitalismo estaba en su crisis terminal. Como resultado de que la producción no podría expandirse, no podría haber tampoco ninguna reforma social importante ni una elevación del nivel de vida de las masas. En 1938, en La agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional, Trotski escribió que el mundo occidental estaba:
…en una época de capitalismo en decadencia: no puede haber discusión sobre reformas sociales sistemáticas y elevación de los niveles de vida de las masas… cuando cada seria demanda del proletariado e incluso de la pequeña burguesía, inevitablemente van más allá de los límites de las relaciones de propiedad capitalistas y del Estado burgués.6

Sin embargo, el mundo capitalista de posguerra no estaba sumido en el estancamiento y la decadencia. De hecho, el capitalismo occidental disfrutó de una sólida expansión y junto a esta vino el florecimiento del reformismo. Como Mike Kidron señaló, “El sistema en su conjunto nunca ha crecido tan rápido y por tan largo tiempo como desde la guerra —dos veces más rápido entre 1950 y 1964 que entre 1913 y 1950, y casi la mitad más rápido que durante la anterior generación”.7
En consecuencia los partidos socialdemócratas y comunistas, lejos de desintegrarse, emergieron del período de posguerra más fuertes que nunca antes en número y apoyo. El reformismo floreció en base al creciente nivel de vida.
En Gran Bretaña, por ejemplo, el gobierno Attlee representó el cenit del reformismo. Conformado en 1945, no sólo fue el primer gobierno de mayoría laborista, sino que representó también el punto más alto en la historia de este partido.
Bajo Attlee los trabajadores y sus familias estuvieron mucho mejor que antes de la guerra. El gobierno realizó grandes gastos en los servicios sociales, y al mismo tiempo subsidió los alimentos. Y claro, el pleno empleo y una inflación relativamente moderada fueron bendiciones invaluables para todos ellos.
Un factor que aseguraba el apoyo masivo del gobierno era el pleno empleo. Durante la gestión laborista el desempleo fue sumamente bajo (excepto durante la crisis del combustible en el invierno de 1947, cuando se alcanzó un 3%). Había tres y medio millones más de trabajadores empleados en 1951 que en los seis años anteriores.8 Otro factor era el estado de bienestar, cuyo buque insignia era el Servicio Nacional de Salud.
La popularidad del Partido Laborista se mantuvo alta entre los trabajadores. En las elecciones generales de octubre de 1951 registraron la votación más alta jamás lograda por un partido en Gran Bretaña.9
Y Gran Bretaña no era la excepción. En toda Europa el nivel de vida mejoró. El pleno empleo, o el casi pleno empleo, prevaleció. Se lograron reformas sistemáticas y los partidos reformistas no se extinguieron. En Alemania, Francia, Noruega, Suecia, Dinamarca y otros países, los partidos socialdemócratas gobernaron durante mucho tiempo.
(3) Valiéndose de su teoría de la revolución permanente, Trotski sostuvo que en los países atrasados y subdesarrollados, el logro de las tareas democrático burguesas —la liberación nacional y la reforma agraria— sólo podrían avanzar gracias al poder de la clase trabajadora.
Esto también fue refutado por los acontecimientos. En China, el país más habitado del mundo, Mao condujo un partido estalinista totalmente divorciado de la clase trabajadora a unificar el país, lograr la independencia del imperialismo y hacer la reforma agraria. Procesos similares ocurrieron en países como Cuba y Vietnam.
(4) Finalmente, si los tres pronósticos anteriores hubieran sido correctos en su totalidad, no habría habido un futuro para el estalinismo o el reformismo, y el campo habría estado libre para un avance sumamente rápido de la Cuarta Internacional. En este plano, Trotski estaba muy seguro de que había un gran futuro para ella en los años venideros. El 10 de octubre de 1938 él escribió:
La humanidad se ha vuelto más pobre que hace 25 años, mientras los medios de destrucción se han vuelto infinitamente más poderosos. En los primeros meses de la guerra, por consiguiente, una reacción tormentosa contra los humos chovinistas determinará que entren en escena las masas trabajadoras. Las primeras víctimas de esta reacción, junto con el fascismo, serán los partidos de la Segunda y la Tercera Internacional. Su derrumbamiento será la condición indispensable para un movimiento declaradamente revolucionario, que no encontrará otro eje para su cristalización que la Cuarta Internacional. Sus templados cuadros llevarán a los trabajadores hacia la gran ofensiva.10

Trotski antes había declarado que:
Cuando el centenario del Manifiesto Comunista sea celebrado [en 1948], la Cuarta Internacional se habrá vuelto una fuerza revolucionaria decisiva en nuestro planeta.11

El 18 de octubre de 1938, en un discurso titulado “La fundación de la Cuarta Internacional”, Trotski subrayó este punto:
¡Diez años! ¡Sólo diez años! Permítanme terminar con un vaticinio: durante los próximos diez años el programa de la Cuarta Internacional se volverá la guía de millones, y estos millones de revolucionarios tomarán por asalto el cielo y la tierra.12

Los repetidos comentarios hechos sobre este tema prueban de hecho que sus declaraciones sobre la rápida victoria de la Cuarta Internacional no eran comentarios sin importancia, en sí fueron una constante hasta su muerte.
Ay… este vaticinio también era infundado, porque sus previsiones con respecto a la Unión Soviética, al capitalismo occidental y al Tercer Mundo fueron desmentidas por la realidad posterior a 1945. El espacio que ocuparía la Cuarta Internacional sería muy pequeño —las organizaciones trotskistas serían minúsculas y tendrían una influencia muy menor en la clase trabajadora.
El lugar de Trotski en el marxismo
Es necesario un comentario preliminar sobre la forma en que los trotskistas como yo vemos a Trotski. Él fue un gigante político entre nosotros: organizador de la Revolución de Octubre, jefe del Ejército Rojo, líder junto a Lenin de la Internacional Comunista.
Una y otra vez, valorando la situación de Gran Bretaña en 1926, o la Revolución china de 1925-27, o la realidad alemana al momento del surgimiento del nazismo, Francia en 1936 y España entre 1931 y 1938, Trotski demostró una habilidad fantástica para analizar situaciones complejas, pronosticar sus desarrollos futuros y sugerir la estrategia necesaria.
Las palabras de Trotski eran a menudo proféticas. En muchos aspectos sus análisis resistieron la prueba del tiempo en forma brillante. Nadie entre los grandes pensadores marxistas lo superó en la habilidad de usar el método histórico materialista, sintetizar los factores económicos, sociales y políticos, visualizar su interrelación con la sicología de masas de millones de personas, y valorar la importancia del factor subjetivo —el papel de los partidos y los líderes de los trabajadores en los grandes acontecimientos.13 La Historia de la Revolución Rusa de Trotski sobresale por encima de cualquier otro escrito histórico marxista. Es un monumento analítico y artístico de riqueza y belleza sin precedentes.14
Los trabajos de Trotski de los años 1928-40 —artículos, ensayos y libros sobre los acontecimientos en Alemania, Francia y España— están entre los escritos marxistas más brillantes. Se encuentran a la misma altura de los mejores escritos históricos de Marx: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte y La Lucha de Clases en Francia. Pero Trotski no se limitó a analizar diferentes situaciones sino que también adelantó líneas claras de acción para la clase trabajadora. En términos de táctica y estrategia sus escritos son manuales revolucionarios sumamente valiosos, comparables a lo mejor de lo producido por Lenin.
Un ejemplo de precioso valor en los trabajos de Trotski, son sus escritos sobre Alemania en los años precedentes a la toma del poder por parte de Hitler. Alemania era el país que contaba con el movimiento obrero más importante del mundo en aquel momento. Estaba entrando en una profunda depresión y crisis social, siendo este el trasfondo del rápido crecimiento del movimiento nazi. Enfrentado a esto, Trotski puso toda su energía y conocimiento a trabajar. En este período escribió innumerables libros cortos, folletos y artículos que analizaban la situación alemana. Ellos están entre sus obras más brillantes.
Semejante saber sobre el curso de los acontecimientos no se encuentra en ninguna otra parte. Advirtió de la catástrofe que seguiría a la toma del poder por parte de los nazis, la cual no sólo amenazaba a los alemanes sino a la clase trabajadora a escala internacional. Su llamado a la acción para detenerlos, para formar un frente de unidad con todas las organizaciones del movimiento obrero, se volvió más y más desesperado. Lamentablemente no se tomaron en cuenta sus advertencias proféticas y sus repetidos llamados. Su voz era un grito en el desierto. Ni el Partido Comunista (KPD) ni el Partido Socialdemócrata (SPD) le prestaron atención alguna. Si se hubiera aceptado el análisis de Trotski y sus propuestas para la acción, la historia subsiguiente del siglo habría sido completamente diferente.
El análisis de Trotski de los acontecimientos alemanes es particularmente impresionante, si tomamos en cuenta el hecho de que él estaba alejado de la escena y a una distancia considerable. Aun así, manejó las cosas como para seguir al día en todos sus detalles. Los escritos de Trotski de los años 1930-33 son tan concretos que dan claramente la impresión de que el autor estaba viviendo en Alemania, no lejos en la isla de Prinkipo, en Turquía.15
En los oscuros y terribles días de los años 30, Trotski fue para nosotros una brillante estrella guía. Con el espantoso avance de los nazis y los procesos de Moscú que condenaron a los líderes de la Revolución de Octubre, el Partido Bolchevique y la Internacional Comunista como agentes nazis, nuestra dependencia de él era ideológica y emocionalmente profunda y entendible. Estábamos realmente convencidos de la genialidad de su análisis de la situación general, de la estrategia y de las tácticas que desarrolló y necesitábamos para enfrentarla.
¿Cómo asumieron los trotskistas la situación posterior a la Segunda Guerra Mundial?
Después de la guerra fue muy doloroso enfrentar la realidad de que las previsiones de Trotski con respecto al futuro del régimen estalinista y la situación económica, social y política del Oeste capitalista, así como las relativas al Este atrasado y en desarrollo, no eran correctas. Repetir las palabras de Trotski literalmente, evitando enfrentar la situación real implicaba ser demasiado respetuosos con Trotski, y al mismo tiempo demasiado insultantes. Era tratar a Trotski como si fuera una persona suprahistórica. Eso encajaba con una secta religiosa pero no con los seguidores del socialismo científico marxista. Con pesar en nuestros corazones tuvimos que recordar el refrán atribuido a Aristóteles y que dice: “Estimo mucho a Platón, pero más estimo la verdad”.
Comprensiblemente, pero en forma equivocada, la dirección de la Cuarta Internacional se negó a aceptar el hecho de que importantes predicciones de Trotski habían sido refutadas por los hechos. Enfrentar esta verdad era una condición previa para poder responder a la pregunta: ¿por qué no se hicieron realidad? Planteando la pregunta correcta, existe un 90% de posibilidades de encontrar la respuesta correcta. Mucho tiempo antes de Isaac Newton, las manzanas caían de los árboles. Plantearse la pregunta: “¿Por qué?”, lo llevó hacia la ley de gravedad.
Recuerden la primera predicción de Trotski. Como he citado anteriormente, él pensaba que el régimen estalinista no sobreviviría a la guerra. Como Stalin continuó controlando la Unión Soviética, la conclusión de James P. Cannon, el líder de los trotskistas de Estados Unidos, fue entonces: ¡que la guerra no había acabado!
Trotski predijo que el destino de la Unión Soviética se decidiría en la guerra. Esta sigue siendo nuestra firme convicción. Por esto hemos discrepado con algunas personas que descuidadamente consideran que la guerra ha terminado. La guerra sólo ha atravesado su primera fase y ahora se desarrolla un proceso de reagrupamiento y reorganización para la segunda. La guerra no ha terminado, y la revolución que nosotros dijimos sería provocada por la guerra en Europa, no ha quedado fuera de la agenda. Sólo se ha atrasado y pospuesto, principalmente por la falta de un partido revolucionario suficientemente fuerte.16

Este era un caso extremo de escolasticismo. En los tiempos medievales los escolásticos, debatiendo sobre si el aceite se congelaría en el invierno, no realizaban una prueba práctica simple colocando un recipiente con aceite en la nieve para observarlo, sino que buscaban una cita de Aristóteles sobre el asunto.
Once meses después del final de la guerra, era claro incluso para la mayoría de los trotskistas de estrechas miras, que el régimen estalinista había sobrevivido a la guerra. Pero ellos todavía insistían en que el régimen estaba en una situación muy delicada. Es así que la Cuarta Internacional en abril de 1946 declaraba:
Sin ningún miedo a exagerar, uno puede decir que el Kremlin nunca ha enfrentado una situación más crítica en lo interno y en lo externo que la que enfrenta en estos días.17

Y en otro lugar expresaba que:
Detrás de la apariencia de un poder nunca antes logrado, se esconde la realidad de que la URSS y la burocracia soviética han entrado en una fase crítica de su existencia.19

La predicción de Trotski del derrumbe del estalinismo era la consecuencia ineludible de su análisis del carácter de clase de la Unión Soviética. Si la predicción era equivocada, entonces el análisis original necesariamente se hallaba en cuestionamiento. En ese caso, era necesaria una nueva explicación de la burocracia estalinista. Una manera de encarar esta tarea era preguntarse cuál era la naturaleza de clase de los países de Europa oriental tomados por Stalin, los cuales pronto fueron remodelados a la manera de réplicas casi exactas de la propia Unión Soviética.
La Cuarta Internacional adoptó en su totalidad la perspectiva de Trotski de que la Unión Soviética era un Estado obrero, un Estado obrero degenerado, un Estado obrero deformado por la burocracia gobernante. Si Polonia, Checoslovaquia, Hungría y los otros países tenían el mismo carácter que la Unión Soviética, ¿esto no significaba que Stalin había llevado a cabo una revolución en Europa oriental? Y por consiguiente, ¿acaso no debería ser considerado un revolucionario en lugar de un contrarrevolucionario? Pero nada de esto era así.
Al principio el liderazgo de la Cuarta Internacional resolvió la contradicción muy simplemente: a pesar de las similitudes entre ellos, los países del Bloque oriental todavía eran países capitalistas, mientras que la Unión Soviética era un Estado obrero.
Ernest Mandel —uno de sus líderes más notorios— declaró en septiembre de 1946 que “todas las Democracias Populares” era países capitalistas. Por esto, el estalinismo no había llevado a cabo una revolución en Europa oriental, sino una contrarrevolución. Cito solo lo que él escribió sobre Yugoslavia y Albania: “En estos dos países, la burocracia soviética no tenía que impulsar ninguna actividad contrarrevolucionaria consistente; los estalinistas nativos lo hicieron por ella”. En ambos países el estalinismo había construido “un nuevo aparato estatal burgués”.20
Durante dos largos años la Cuarta Internacional continuó con la misma línea respecto a Europa oriental. La resolución de su Segundo Congreso Mundial, de abril de 1948, dice sobre la naturaleza de clase de las “Democracias Populares” que “estos países conservan una estructura básicamente capitalista… Así, mientras mantiene una estructura y un funcionamiento burgués, el Estado en los “países tapón” presenta al mismo tiempo formas extremas de bonapartismo”. Y continúa, “Las Democracias Populares son países capitalistas con expresiones extremas de bonapartismo”, “dictaduras policíacas”, etc.
Como la destrucción del capitalismo sólo puede llevarse a cabo por la “acción revolucionaria de las masas”, lo que todavía no era un hecho en estos países porque una revolución exige la destrucción violenta de la maquinaria estatal burocrática, uno no podía defender a ninguno de estos Estados y tenía que observar el más “estricto derrotismo revolucionario”.21
Dos meses después, cuando Tito rompió con Stalin, la Cuarta Internacional dio un salto mortal: Yugoslavia no era ya un país capitalista bajo una dictadura policiaco-bonapartista, sino un auténtico Estado obrero. El 1 de julio de 1948 el Secretariado de la Cuarta Internacional emitió una “Carta abierta al Partido Comunista de Yugoslavia” donde decía: “Ustedes tienen en sus manos un enorme poder si perseveran en el camino de la revolución socialista”. Saludaba “la promesa de resistencia victoriosa para el partido obrero revolucionario en contra de la maquinaria del Kremlin”. Y al final, deseaba “Larga vida a la Revolución Socialista Yugoslava”.22
Esto expresaba un análisis tan superficial como el de la primera posición adoptada, e ignoraba la jactancia de Tito en el V Congreso del Partido Comunista de Yugoslavia de 1948, sobre que ellos habían sabido atrapar a los “trotskista-fascistas”, llevándoles ante los Tribunales Populares y haciéndoles pagar con la pena máxima.23
Con golpes de timón como estos tomados tan fácilmente, Michel Pablo, secretario general de la Cuarta Internacional, llevó a un extremo la nueva línea de que el Bloque oriental estaba formado por Estados obreros. En 1949 habló sobre “siglos de Estados obreros degenerados”.24 En abril de 1954 escribió que, “Atrapada entre la amenaza imperialista y la revolución mundial, la burocracia soviética se alineó con la revolución mundial”.25 Además, la burocracia soviética estaba llevando a cabo, y lo continuaría haciendo, la desburocratización y la “total y real liberalización del régimen”.26 Si iban a haber “siglos de Estados obreros degenerados”, ¿cuál sería el papel del trotskismo y de la revolución de los trabajadores?
Todavía más allá que Pablo en bautizar diferentes países como Estados obreros, estaba el trotskista argentino Julián Posadas, líder de otra versión de la Cuarta Internacional. Además de los países de Europa oriental, Cuba, China, Vietnam del Norte, Corea del Norte y Mongolia, Posadas descubrió un número mayor de países donde existían Estados obreros. Él declaró que:
…la Internacional debe seguir de cerca la evolución de una serie de países de África [y] Asia que están desarrollando Estados obreros, como Siria, Egipto, Irak, Malí, Guinea, Congo Brazaville, etc., para determinar cuando hayan pasado a ser efectivamente Estados obreros.27

Perversamente, Posadas esperaba con entusiasmo una guerra atómica mundial. Llamó a la Unión Soviética a atacar con armas nucleares a los Estados Unidos. En una “Conferencia Extraordinaria” de su Cuarta Internacional, declaraba en 1962:
…la guerra atómica es inevitable. Quizás destruya a la mitad de la humanidad; así como a inmensas riquezas humanas. […] La guerra atómica va a provocar un verdadero infierno en la tierra. Pero no impedirá el comunismo. El comunismo no es una necesidad surgida fruto de la producción material de mercancías, sino que está en la conciencia de los seres humanos. Cuando la humanidad reacciona y trabaja en forma comunista, no hay ninguna bomba atómica capaz de hacer retroceder lo que la conciencia humana ha adquirido y aprendido…
La historia, en su forma violenta, espasmódica, está demostrando que al capitalismo le queda poco tiempo. Muy poco tiempo. Nosotros podemos decir de una manera completamente consciente y certera que si los Estados obreros cumplen con su deber histórico de ayudar a las revoluciones anticoloniales, al capitalismo no le quedan diez años de vida. […] Y si los Estados obreros se lanzan a apoyar con todas sus fuerzas a las revoluciones anticoloniales, al capitalismo no le quedan cinco años de vida… y la guerra atómica durará muy poco tiempo.28

¡Media humanidad será eliminada! Pero eso no importa: ¡la victoria del comunismo está asegurada!
Estamos preparándonos para una fase, antes de la guerra atómica, en que lucharemos por el poder, durante la guerra atómica lucharemos por el poder y tomaremos el poder, e inmediatamente después de la guerra atómica estaremos en el poder… la guerra atómica determinará la revolución simultánea en el mundo entero… La simultaneidad no significa el mismo día y la misma hora. Los grandes eventos históricos no deben ser medidos por horas o días, sino por períodos… La clase trabajadora se tendrá que mantener a sí misma, e inmediatamente tendrá que buscar cohesión y centralización…
Después que la destrucción comience, las masas van a emerger en todos los países en poco tiempo, en unas horas. El capitalismo no podrá defenderse en una guerra atómica excepto ocultándose en cuevas e intentando destruir todo lo que pueda. Las masas, por el contrario, van a salir, tendrán que salir, porque será la única manera de sobrevivir, derrotando al enemigo… El aparato del capitalismo, la policía, el ejército, no podrán resistirse… Será necesario organizar el poder de los trabajadores inmediatamente…29

Según esta lógica, si una bomba nuclear cayera en Londres, los restos de la clase trabajadora, paralizados por el miedo y la impotencia, ¡tomarían el poder! ¡Así el marxismo se convierte de doctrina en talismán! ¡De los Estados obreros en que los obreros no tienen el poder, a una revolución obrera como resultado de la destrucción atómica de los trabajadores! Qué retroceso ideológico.
¿Qué hay sobre la segunda predicción de Trotski respecto al destino del capitalismo mundial? Frente al desarrollo del más grandioso boom económico en la historia del capitalismo, la conferencia de la Cuarta Internacional de abril de 1946 declaraba:
…no hay razón alguna para considerar que estamos presenciando una nueva época de estabilización y desarrollo capitalista… La guerra ha agravado la desorganización de la economía capitalista y ha destruido las últimas posibilidades de un equilibrio relativamente estable en las relaciones sociales y en las relaciones internacionales.30

Además:
El renacimiento de la actividad económica en los países capitalistas debilitados por la guerra, y en particular los países de Europa continental, se caracterizará por un ritmo especialmente lento que mantendrá sus economías en niveles que orillarán el estancamiento y la decadencia.31

Se admitía que “la economía norteamericana pronto experimentará un boom relativo… “, pero este boom sería de corta vida: “Estados Unidos se dirigirá entonces hacia una nueva crisis económica más profunda y extensa que la de 1929-33, con repercusiones devastadoras en la economía mundial”. Las perspectivas para el capitalismo británico eran de “un largo período de graves dificultades económicas, convulsiones, y crisis parciales y generales”.
¿Cuál era la situación de los trabajadores a lo ancho del mundo? “El proletariado continúa trabajando en peores condiciones de vida que las existentes antes de la guerra”.32 Una creciente ola revolucionaria era inevitable bajo estas condiciones, debido a que:
…la resistencia del proletariado exige una mejora en las condiciones de vida, una mejora que es incompatible con la posibilidad de relanzar al capitalismo.
Si bien la guerra no generó inmediatamente en Europa un avance revolucionario del alcance y del ritmo que nosotros anticipamos, es innegable no obstante que destruyó el equilibrio capitalista a escala mundial, al mismo tiempo de abrir un largo período revolucionario…33
El estancamiento del capitalismo mundial y el desempleo masivo generaría una situación revolucionaria general:
Lo que ahora enfrentamos es una crisis mundial que transciende a todo lo conocido en el pasado, y el desarrollo de un avance revolucionario a escala mundial que seguramente en tiempos diferentes en distintas partes del mundo, ejercerá una incesante influencia recíproca de un lugar a otro, y al mismo tiempo determinará una extensa perspectiva revolucionaria.34

En 1946 la Cuarta Internacional predecía que la ola revolucionaria sería mucho más amplia que la que siguió a la Primera Guerra Mundial:
Luego de la Primera Guerra Mundial, la gráfica de la lucha revolucionaria se caracterizó por un lento comienzo y un crecimiento precipitado que encontró su máximo en la primavera de 1919 y fue seguido por un marcado y continuo declive, sólo interrumpido por nuevos y breves picos en 1923.
Ahora la gráfica de la lucha revolucionaria comienza con un lento y tímido crecimiento, interrumpido por muchas oscilaciones o declives parciales, pero donde la tendencia general es ascendente. La importancia de este hecho es obvia. Mientras luego de la Primera Guerra Mundial el movimiento sufrió desde el inicio la carga de las derrotas, sobre todo en Alemania, el movimiento presente, al contrario, padece el hecho de que en ningún momento todavía ha podido poner en el campo de batalla todas las fuerzas del proletariado. Por consiguiente, las derrotas son transitorias y relativas en su importancia, no arriesgando los desarrollos sucesivos de los eventos, y pueden neutralizarse mediante el pasaje de la lucha a estadios más avanzados.35

La otra alternativa a enfrentar, era que si la ola revolucionaria no llevaba a la victoria de los trabajadores, en muy corto tiempo la democracia burguesa sería reemplazada por nuevos regímenes fascistas:
Desde el momento en que… las condiciones económicas y sociales amenacen la existencia de su sistema, la gran burguesía contestará cada acción de las masas proletarias con más y más grandes contribuciones financieras a los “líderes” neofascistas. La sola dificultad promoverá esta opción; y si estudiamos atentamente la situación política de varios países europeos, encontraremos en la escena política, no una, sino varias figuras que son potenciales Doriots, Mussolinis y Degrelles de mañana. En este sentido el peligro del fascismo existe ya en el continente entero.36

En 1947 Mandel escribía un artículo donde sacaba estas conclusiones:
…las siguientes [son] características del ciclo productivo bajo la decadencia capitalista:
(a) Las crisis son más largas, más violentas, y llevan a un estancamiento más duradero que el período de expansión y prosperidad. El capitalismo ascendente presentaba una larga prosperidad, interrumpida por interludios breves de crisis. El capitalismo decadente se presenta como una larga crisis interrumpida por crecimientos más y más inestables y reducidos.
(b) El mercado mundial deja de expandirse globalmente. No hay más boom de escala mundial. El fraccionamiento del mercado mundial o la destrucción violenta de un competidor solo permite el desarrollo de febriles booms en ciertos países capitalistas.
(c) No hay desarrollo del conjunto de las fuerzas productivas a escala nacional. Incluso durante el período de “prosperidad” ciertas ramas sólo se desarrollan a expensas de otras. Los avances tecnológicos no son importantes o sólo son parcialmente incorporados en la producción.
(d) No hay ninguna mejora general en el nivel de vida de los trabajadores industriales de una expansión a otra. Esto no excluye naturalmente una “mejora” relativa entre la crisis y la expansión, o una mejora relativa de la posición de los desempleados o los campesinos, etc., transformados en trabajadores industriales durante la “expansión”.37

¡Un mundo imaginario!
Alguien que lee hoy por primera vez las anteriores afirmaciones de Mandel, Pablo, Posadas y de la Cuarta Internacional, puede asustarse al observar las ilusiones que construyeron sobre la realidad que vivían. No hay nadie tan ciego como aquel que no quiere ver. Los principales miembros del movimiento trotskista hicieron enormes esfuerzos para no ver la realidad. En una mirada retrospectiva uno no puede más que sorprenderse. Pero para entender la negativa de los líderes trotskistas a enfrentar la realidad, se debe tomar en cuenta cuánto dolor les provocó esa realidad, al destrozar las enormes esperanzas que tenían. El movimiento trotskista actuó como lo hacían las sectas cristianas en los siglos XVI y XVII que se aferraban a las viejas ideas de la época medieval, cuando ese mundo estaba desintegrándose y el nuevo capitalismo empezaba a establecerse. La quema de brujas era un acto irracional, pero puede explicarse racionalmente.
Sin embargo, aunque uno entienda los motivos detrás de su actitud, no puede justificarse. Para los marxistas la primer regla es que si uno quiere cambiar la realidad, debe entenderla. El desorden en las filas del movimiento trotskista, los zigzags, las divisiones, fueron un producto inevitable de no comprender la situación real en que se encontraba la clase trabajadora.
Ellos estaban intentando trazar el rumbo con un mapa que estaba desesperadamente fuera de fecha. Fue así que el trotskismo entró en un callejón sin salida. La crisis general del movimiento demandaba una revaloración radical de las perspectivas de la humanidad.
Preservando la esencia del trotskismo, mientras nos desviamos de seguir al pie de la letra las palabras de Trotski
Los pocos compañeros que empezamos la corriente socialismo internacional no intentamos usar al marxismo como sustituto de la realidad, sino al contrario, deseábamos que sirviera como arma para dominar esta realidad.
En los años 1946-48 tuvimos que luchar con preguntas muy difíciles. Teníamos la certeza de estar continuando una tradición —que seguía a Marx, Lenin y Trotski— pero también que debíamos enfrentar nuevas situaciones. Era una continuación y un nuevo comienzo. La firmeza intelectual no implica el dogmatismo; explicar una realidad cambiante no podía implicar vaguedad. Nuestra crítica del trotskismo ortodoxo se concibió como un retorno al marxismo clásico.
En la discusión que sigue a continuación veremos cómo evolucionaron tres teorías que respondían a los eventos ocurridos poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial —las teorías del capitalismo de Estado, de la economía armamentista permanente y de la revolución permanente desviada. Las tres áreas que éstas se repartieron —la Unión Soviética y Europa oriental, los países capitalistas avanzados, y el Tercer Mundo— cubrieron el globo entero.
Aquí cada pregunta se tratará inicialmente por separado. Sólo más tarde será posible encontrar sus interconexiones y así explicar el modelo total de desarrollo. Sólo estando parados en la cima de una montaña y mirando hacia abajo, uno puede ver cómo convergen los diferentes caminos.

El capitalismo de Estado
¿Por qué sobrevivía el régimen estalinista?
¿Cuál era la naturaleza de las “Democracias Populares” de Europa oriental? ¿Qué decía sobre la naturaleza del régimen estalinista su creación? La teoría del capitalismo de Estado fue desarrollada intentando contestar a estas preguntas.
El primer documento en que definí a la Unión Soviética como capitalista de estado fue un largo escrito de 142 páginas, redactado en 1948 y titulado “La naturaleza de clase de la Rusia estalinista”. Sin embargo, para entender el génesis de la teoría es útil considerar a las “Democracias Populares”, esos países invadidos por el ejército ruso al final de la Segunda Guerra Mundial. Napoleón dijo, “Une armée dehors c’est l’état qui voyage” (Un ejército en el extranjero es el Estado en viaje), y esta máxima se aplica muy bien a lugares como Polonia y Hungría, cuyos gobiernos no eran más que extensiones del Estado ruso. Por esto, el estudio de los mismos daba una imagen del régimen de la “madre patria”.
En 1950 se publicó “La naturaleza de clase de las Democracias Populares”. Su punto de partida era que si los Estados de Europa oriental eran realmente Estados obreros, debería haber tenido lugar allí una revolución social; y recíprocamente, si no había ocurrido allí una revolución social, entonces la naturaleza de los Estados de Europa oriental debía ser reevaluada.
La discusión se desarrolló alrededor de la teoría del Estado de Marx y Lenin. Marx frecuentemente repitió la idea de que la supremacía política de la clase trabajadora es un requisito previo para su supremacía económica. Los trabajadores no pueden poseer los medios de producción colectivamente —esto es, volverse la clase económicamente dominante— a menos que el Estado que posea y controle los medios de producción esté en sus manos; en otras palabras, a menos que la clase trabajadora conquiste el poder político.
A este respecto, la clase trabajadora es fundamentalmente diferente de la burguesía. Esta última tiene la propiedad sobre la riqueza; por consiguiente, no importa la forma de gobierno, si la burguesía no es expropiada, no dejará de ser la clase dominante. Un capitalista puede poseer su propiedad en una monarquía feudal, en una república burguesa, en una dictadura fascista, en una dictadura militar, bajo Robespierre, Hitler, Churchill o Attlee. Por el contrario, los trabajadores están separados de los medios de producción y es este hecho el que los vuelve esclavos de un salario. Si surge una situación en que el Estado es quien concentra los medios de producción, pero este se halla totalmente separado de la clase trabajadora, ella no será la clase dominante.38
El Manifiesto Comunista afirma que:
…el primer paso de la clase trabajadora en la revolución es elevar al proletariado a la posición de clase dominante, ganar la batalla por la democracia.
El proletariado usará su supremacía política para arrebatar gradualmente todo el capital a la burguesía, centralizando todos los instrumentos de producción en manos del Estado, esto es, del proletariado organizado como clase dominante…39

La revolución de los trabajadores es la victoria en “la batalla por la democracia”. El Estado obrero es “el proletariado organizado como clase dominante”. ¿Cómo puede una “revolución social estalinista” ser impuesta enteramente desde fuera por los tanques del Ejército Rojo, sin cuestionar la concepción marxista del papel de la conciencia de la clase trabajadora en la revolución?
Marx repitió centenares de veces que la revolución de los trabajadores sería la acción consciente de la propia clase trabajadora. Por esto, si nosotros aceptamos que las “Democracias Populares” eran Estados obreros, la afirmación de Marx y Engels de que la revolución socialista es “la historia consciente de sí misma” estaría refutada.
Lo mismo ocurriría con la siguiente afirmación de Engels
Sólo desde este punto en adelante [la revolución socialista], los hombres, con plena conciencia, harán su propia historia; sólo desde este momento las causas sociales que los hombres han puesto en movimiento tendrán, en forma dominante, creciente y constante, los efectos buscados por los hombres. Esto significará para la humanidad el salto del reino de la necesidad al reino de la libertad.40

Y también estaría equivocada Rosa Luxemburg, cuando al referirse al lugar de la conciencia de la clase trabajadora en la revolución, escribía:
En todas las luchas de clases del pasado, se imponían los intereses de las minorías, y para usar las palabras de Marx, “todo el desarrollo tuvo lugar en contra de las grandes masas de la población”. Una de las condiciones esenciales para esto, era la ignorancia de estas masas respecto a los objetivos reales de la lucha, su alcance material, y sus límites. Esta diferencia fue, de hecho, la base histórica específica del “papel principal” de la burguesía “ilustrada”, y del rol que correspondió a las masas como sus dóciles seguidores. Pero, Marx escribió ya en 1845, “cuando la acción histórica se profundiza, el número de masas implicadas en ella debe aumentar”. La lucha de clase del proletariado depende de la más “profunda” de todas las acciones históricas hasta nuestros días, implica hasta la más baja de todas las capas de la población y, desde el momento en que la sociedad se dividió en clases, es el primer movimiento que está de acuerdo con los intereses reales de las masas. Por esto la claridad de las masas respecto a sus tareas y los métodos son una condición histórica indispensable para la acción socialista, así como en los períodos anteriores la ignorancia de las masas era la condición para la acción de la clase dominante.41

Pablo y Mandel buscaron una manera de rodear este problema hablando del camino “bismarckiano de desarrollo de la revolución proletaria”, trazando una comparación con la manera en que el capitalismo alemán creció bajo la dirección política del Canciller del Kaiser y del grupo de viejos terratenientes, los junkers. Estos trotskistas esperaban demostrar que la revolución social de la clase trabajadora podía ser llevada adelante sin la acción revolucionaria de los trabajadores, fruto del “propio impulso” de una burocracia estatal. Esta idea, si bien era concebible, llevaba a las conclusiones más absurdas.
Es verdad que la burguesía tomó el poder de muchas y variadas formas. Hubo sólo un caso puro en que ella de hecho llevó hasta el final la lucha revolucionaria en contra del feudalismo —este era el de Francia después de 1789. En el caso de Inglaterra la burguesía logró compromisos con los terratenientes feudales. En Alemania, Italia, Polonia, Rusia, China y Sudamérica logró hacerse del poder sin una lucha revolucionaria. En Norteamérica, la inexistencia casi completa de remanentes feudales permitió a la burguesía evitar una lucha revolucionaria antifeudal.
El camino “bismarckiano” no era una excepción para la burguesía, sino casi la regla. Francia era la excepción. Si la revolución de la clase trabajadora no necesariamente debía concretarse a través de la actividad de los propios trabajadores, sino que podía hacerlo fruto de la actividad de una burocracia estatal, la Revolución rusa habría sido indudablemente la excepción, mientras que el camino “bismarckiano” sería la regla. La conclusión era entonces —para los trotskistas— que no era necesaria una dirección revolucionaria independiente.
Pero, el ascenso de la burguesía fue posible mediante la movilización de las masas y su posterior engaño: es el caso de los sans-culottes franceses o de los soldados de Bismarck. Si una revolución de la clase trabajadora puede concretarse de esta forma, la “ley de la menor resistencia” determinaría que la historia escogiera el camino de la revolución llevada adelante por pequeñas minorías que engañan a las mayorías.42
Mi trabajo “La naturaleza de clase de las Democracias Populares” finalizaba señalando que aunque los miembros de la Cuarta Internacional repetían los conceptos básicos del marxismo —de que la liberación de la clase trabajadora sólo puede ser obra de la propia clase trabajadora, y de que los trabajadores no pueden utilizar el aparato estatal burgués, sino que deben aplastarlo y establecer un nuevo Estado basado en una democracia de los trabajadores (los soviets, etc.)— persistieron en llamar Estados obreros a las “Democracias Populares”.
La razón para esto radicaba en concebir a la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado. Para ellos la Unión Soviética era un Estado de este tipo, aunque los trabajadores estuvieran separados de los medios de producción, ni que decir del control de la economía, y estuvieran sometidos a la maquinaria estatal más monstruosamente burocrática y militarista.
No había razón entonces que impidiera el surgimiento de nuevos Estados obreros, sin la actividad consciente e independiente de la clase trabajadora, y sin la destrucción de los aparatos estatales burocráticos y militaristas. Bastaba con que la burocracia fuera capaz de expropiar a la burguesía, mientras mantenía “en su lugar” a los trabajadores, para que la transición del capitalismo a un Estado obrero se consumara.
La teoría marxista-leninista de la revolución había sido puesta cabeza abajo hasta considerar a las “Democracias Populares” como un tipo de Estado obrero. ¿Cuál era entonces la naturaleza de los propios Estados obreros?43
El punto de partida para el análisis de este problema fue el examen crítico de la caracterización realizada por Trotski de la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado. ¿Puede un Estado que no está bajo el control de los trabajadores ser un Estado obrero?
En los trabajos de Trotski encontramos dos definiciones diferentes y bastante contradictorias de Estado obrero.
Según una de ellas, el criterio para definir un Estado obrero es si la clase trabajadora tiene control directo o indirecto, no importa con cuantas restricciones, sobre el poder estatal: es decir, si la clase trabajadora puede librarse de la burocracia a través de reformas, sin la necesidad de una revolución. En 1931 escribió:
El reconocimiento del actual Estado soviético como un Estado obrero no sólo significa que la burguesía no puede conquistar el poder por otro camino que no sea el levantamiento armado, sino también que el proletariado de la URSS no ha perdido la posibilidad de someter a la burocracia, revivir nuevamente al partido y transformar el régimen de dictadura, sin una nueva revolución, con los métodos y por el camino de la reforma.44

Trotski expresó esta idea aun más claramente en una carta, probablemente escrita a fines de 1928, donde respondía a la pregunta, “¿La degeneración del aparato y del poder soviético es un hecho?”.
No hay ninguna duda de que la degeneración del aparato soviético se adelanta considerablemente con respecto al mismo proceso en el aparato del partido. No obstante, es el partido el que decide. Aunque, en la actualidad, esto significa el aparato del partido. La pregunta se reduce a lo siguiente: ¿el núcleo proletario del partido, ayudado por la clase trabajadora, es capaz de triunfar sobre la autocracia del aparato del partido, que está fundida con el aparato estatal? Quien quiera responder de antemano que no es capaz de hacerlo, habla por lo tanto no solo de la necesidad de fundar un nuevo partido, sino también de la necesidad de una segunda y nueva revolución proletaria.45

Y más adelante en la misma carta, Trotski dice:
Si el partido es un cadáver, un nuevo partido debe construirse y esto debe decirse abiertamente a la clase trabajadora. Si termidor [el movimiento reaccionario durante la Revolución francesa que detuvo y puso marcha atrás al proceso revolucionario] se completa, y la dictadura del proletariado se liquida, el estandarte de la segunda revolución proletaria debe desplegarse. Así es como actuaríamos nosotros si el camino de la reforma que hoy sostenemos, se demostrara equivocado.46

La otra definición de Trotski expresa un criterio fundamentalmente diferente. No importa cual sea la independencia del aparato estatal respecto de las masas, e incluso si la única manera de deshacerse de la burocracia es la revolución. Mientras los medios de producción pertenecen al Estado, el Estado permanece como un Estado obrero con el proletariado como clase dominante.
Tres conclusiones pueden ser deducidas de lo anterior:
(a) La segunda definición de Trotski del Estado obrero, niega la primera.
(b) Si la segunda definición es correcta, el Manifiesto Comunista estaba equivocado al decir que “el primer paso de la clase trabajadora en la revolución es elevar al proletariado a la posición de clase dominante”. Además, en este caso, ni la Comuna de Paris ni el gobierno bolchevique eran Estado obreros, porque el primero no estatizó los medios de producción y el segundo no lo hizo durante un período.
(c) Si el Estado concentra los medios de producción y los trabajadores no lo controlan, ellos no poseen los medios de producción —esto es, ellos no son la clase dominante. La primera definición admite esto; la segunda lo evita pero no lo refuta.
La definición de la URSS como Estado obrero y la teoría marxista del Estado
La consideración de que la Unión Soviética era un Estado obrero degenerado, llevaba inevitablemente a conclusiones directamente contradictorias con la teoría marxista del Estado. Así lo demuestra un análisis de lo que Trotski llamó revolución política y contrarrevolución social.
Durante las revoluciones políticas burguesas, por ejemplo las revoluciones francesas de 1830 y 1848, la forma de gobierno cambió en mayor o menor medida, pero el tipo de Estado se mantuvo independiente a las personas y sirviendo a la clase capitalista.
Pero hay una conexión necesariamente mucho más íntima entre el contenido y la forma en el Estado obrero, que en cualquier otro tipo de Estado. Por esto, aun cuando asumimos que esas revoluciones políticas puedan tener lugar en un Estado obrero, una cosa es clara —el mismo aparato del Estado obrero debe continuar existiendo luego de la revolución política de los trabajadores, como antes.
Si la Unión Soviética efectivamente era un Estado obrero, y el partido de los trabajadores llevaba adelante entonces una revolución política, podría y debería usar el aparato estatal existente para hacerlo. Por otro lado, para restaurar su poder, la antigua burguesía no podría usar la maquinaria estatal existente, sino que se vería obligada a aplastarla y construir otra sobre sus ruinas.
¿Eran éstas las condiciones existentes en la Unión Soviética?
Trotski evitó parcialmente aplicar las lecciones de la teoría marxista del Estado, diciendo que el partido revolucionario empezaría por la restauración de la democracia en los sindicatos y en los soviets.47 Pero ya no habían realmente ni sindicatos ni soviets en la Unión Soviética, en donde la democracia pudiera restaurarse. El Estado obrero no se restablecería reformando la maquinaria estatal estalinista, sino quebrándola y construyendo una nueva.
Si la clase trabajadora tenía que aplastar la maquinaria estatal existente para tomar el poder, entonces la burguesía podría usarla y la Unión Soviética no era un Estado obrero. Creer que la clase trabajadora y la burguesía podían utilizar la misma maquinaria estatal como instrumento de su supremacía, era sinónimo de refutar el contenido revolucionario de la teoría del Estado expresada por Marx, Engels, Lenin y el propio Trotski.
La forma de propiedad considerada independientemente de las relaciones de producción: una abstracción metafísica
Una característica de la Unión Soviética que Trotski señaló con el fin de probar que era un Estado obrero —aunque degenerado— era la ausencia de propiedad privada a gran escala y la predominancia de la propiedad estatal. Sin embargo, es un axioma del marxismo que la consideración de la propiedad privada independientemente de las relaciones de producción, implica crear una abstracción suprahistórica.
La historia de la humanidad conoció la propiedad privada en el sistema esclavista, el sistema feudal y el sistema capitalista, todos los cuales son fundamentalmente diferentes entre sí. Marx ridiculizó el planteo de Proudhon de definir a la propiedad privada independientemente de las relaciones de producción:
En cada época histórica, la propiedad se ha desarrollado en forma diferente y bajo tipos de relaciones sociales totalmente diferentes. Por esto, definir la propiedad burguesa exige presentar al conjunto de las relaciones sociales de producción burguesas. Tratar de dar una definición de propiedad como una relación independiente, una categoría aparte —una idea abstracta eterna — no puede ser más que una ilusión de la metafísica o la jurisprudencia.48

El capitalismo como sistema es la suma total de las relaciones de producción. Todas las categorías que expresan las relaciones entre las personas en el proceso de producción capitalista —valor, precio, salario, etc.— constituyen una parte integral del mismo. Fueron las leyes de movimiento del sistema capitalista las que definieron el carácter de la propiedad privada capitalista y su contexto histórico, y la diferenciaron de otros tipos de propiedad privada. Proudhon aisló la forma de propiedad de las relaciones de producción, “enredó la totalidad de estas relaciones económicas [las relaciones capitalistas de producción] con la concepción jurídica general de la “propiedad”.” Por esto, “Proudhon no pudo ir más allá de la respuesta que Brissot dio en un trabajo similar ya antes de 1789, en estas palabras: «la propiedad es un robo».”49
La propiedad privada puede tener distinto carácter histórico, pudiendo ser la fortaleza de unas clases u otras, como era muy claro para Marx. Lo mismo se puede aplicar a la propiedad estatal, aunque no parezca tan evidente. Esto es así, principalmente, porque la historia fue testigo de la lucha de clases teniendo por base a la propiedad privada. Casos de diferenciación de clases no basados en la propiedad privada no son ni muy numerosos ni muy conocidos. Sin embargo han existido.
Como ejemplo tomemos a la Iglesia católica en la Edad Media. La Iglesia tenía enormes extensiones de tierra, en las cuales trabajaban cientos de miles de campesinos. Las relaciones entre la Iglesia y los campesinos eran las mismas relaciones feudales que las existentes entre los señores y los campesinos. La Iglesia como tal era feudal. Al mismo tiempo ninguno de los obispos, cardenales, etc. tenía derechos individuales sobre la propiedad feudal. Eran las relaciones de producción las que definían el carácter de clase —feudal— de la propiedad de la Iglesia, a pesar de que no era privada.
La burocracia soviética —¿un gendarme que interviene en el proceso de distribución?
Otro elemento de la teoría de Trotski sobre la URSS como un Estado obrero degenerado, era que el régimen estalinista no constituyó una nueva clase dominante. En lugar de esto, tenía el papel de una burocracia. Él creía que esto ocurría porque en la Unión Soviética la escasez de productos obligaba a los consumidores a hacer colas y la función de la burocracia sería la del gendarme que controlaba dichas colas.
¿Esto era así? ¿La función de la burocracia se limitaba al proceso de distribución o también estaba implicada en todo el proceso productivo, del cual lo primero era solo una parte subordinada? El tema es de enorme importancia teórica.
Antes de intentar responder a estas preguntas, examinemos el pensamiento de Marx acerca de la conexión entre relaciones de producción y de distribución. Él escribió que:
Para el individuo la distribución se presenta como legalmente establecida por la sociedad, determinando su posición en la esfera de la producción… y por lo tanto ella precede a la propia producción. En el comienzo el individuo no tiene capital ni es propietario de tierras. Desde su nacimiento es asignado al trabajo asalariado por las fuerzas sociales de distribución. Pero esta misma condición de ser asignado al trabajo asalariado es el resultado de la existencia del capital y la propiedad de la tierra como agentes independientes de producción.
Desde el punto de vista de la sociedad como un todo, la distribución parece anteceder y determinar la producción también de otra manera, como un hecho pre-económico… Un pueblo conquistador divide la tierra conquistada entre los suyos, estableciendo entonces una cierta división en la forma de propiedad de la tierra y determinando el carácter de la producción; o convierte al pueblo conquistado en esclavos, haciendo del trabajo esclavo la base de la producción. O una nación mediante la revolución divide las grandes propiedades en pequeñas parcelas de tierra y mediante esta nueva distribución otorga a la producción un nuevo carácter. O la legislación perpetúa la propiedad de la tierra de las grandes familias, o distribuye el trabajo como un privilegio hereditario y lo vincula a castas. En todos estos casos, todos ellos históricos, no es la distribución la que parece ser organizada y determinada por la producción, sino la producción por la distribución.
Para la concepción más superficial de la distribución, esta última aparece como la distribución de productos y hasta este punto como una forma extendida y casi independiente de producción. Pero la distribución antes de significar distribución de productos, es primero distribución de los medios de producción, y segundo, lo que es prácticamente otra forma de decir lo mismo, es una distribución de los miembros de la sociedad entre los varios tipos de producción (el sometimiento de los individuos a ciertas condiciones de producción). La distribución de productos es evidentemente un resultado de esta distribución que está limitada al proceso de producción y determina la propia organización de éste último.50

Lo esencial de este extracto de Marx se repite de tiempo en tiempo a lo largo de sus trabajos, y es suficiente como punto de partida para el análisis del lugar de la burocracia estalinista en la economía.
¿La burocracia sólo administraba la distribución de medios de consumo entre las personas, o también administraba la distribución de las personas en el proceso productivo? ¿La burocracia sólo ejercía el monopolio sobre el control de la distribución, o también sobre el control de los medios de producción? ¿Sólo racionalizó los medios de consumo o también distribuyó los tiempos de trabajo totales de la sociedad entre acumulación y consumo, entre la producción de medios de producción y la de medios de consumo? ¿Las relaciones de producción que prevalecían en la Unión Soviética no determinaban las relaciones de distribución que eran una parte de ellas? Estas preguntas se responden mirando la realidad histórica concreta.
La URSS estalinista se vuelve un Estado capitalista
El análisis del capitalismo realizado por Marx, involucra una teoría de las relaciones entre explotadores y explotados, y de los explotadores entre sí. Los dos rasgos principales del modo de producción capitalista son la separación de los trabajadores de los medios de producción, transformándose la fuerza de trabajo en una mercancía que los trabajadores deben vender para vivir, y la reinversión de la plusvalía —la acumulación de capital— a la que están forzados los capitalistas individuales fruto de la lucha competitiva entre ellos.
Ambos rasgos caracterizaron a la Unión Soviética durante el primer Plan Quinquenal (1928-32). La colectivización de la agricultura en aquellos años fue análoga a la expropiación del campesinado inglés —el cercamiento de los campos que Marx analizó en el capítulo “La acumulación primitiva de capital” de El Capital. En ambos casos los productores directos fueron privados de la tierra y por consiguiente fueron obligados a vender su fuerza de trabajo. ¿Pero la economía soviética estaba obligada a acumular capital? Sobre esto escribí lo siguiente:
El Estado estalinista está en la misma posición respecto al tiempo de trabajo total de la sociedad rusa, que lo está un dueño de fábrica respecto al trabajo de sus empleados. En otros términos, la división del trabajo se planifica. ¿Pero qué es lo que determina realmente la división del tiempo de trabajo total de la sociedad rusa? Si la Unión Soviética no tuviera que competir con otros países, esta división sería completamente arbitraria. Pero como sí lo tiene que hacer, las decisiones de Stalin están basadas en factores fuera de su control, a saber: la economía mundial y la competencia mundial. Desde este punto de vista, el Estado ruso está en una posición similar a la del dueño de una empresa capitalista que compite con otras empresas.
La tasa de explotación, —es decir, la relación entre la plusvalía y los salarios (P/V)— no depende de la voluntad arbitraria del gobierno estalinista, sino que está dictada por el capitalismo mundial. Lo mismo se aplica a los adelantos técnicos o, lo que es prácticamente una frase prácticamente equivalente en la terminología marxista, a la relación entre capital constante y capital variable, es decir, entre maquinaria, edificios, materiales, etc., de un lado, y salarios por otro (C/V). Lo mismo, por consiguiente, se aplica a la división del tiempo total de trabajo de la sociedad rusa entre la producción de medios de producción y de medios de consumo. De aquí que, cuando se contempla a Rusia en el marco de la economía internacional, las características básicas del capitalismo pueden ser observadas: “la anarquía en la división social del trabajo y el despotismo en el taller, son condiciones tanto en una como en la otra”.51

Fue durante el primer Plan Quinquenal en que el modo de producción en la URSS se volvió capitalista. Por primera vez la burocracia buscó crear rápidamente una clase trabajadora y acumular capital. En otros términos, buscó completar la misión histórica de la burguesía tan rápidamente como le fuera posible. Una rápida acumulación de capital sobre la base de un bajo nivel de producción, de un pequeño ingreso nacional per cápita, reduciendo drásticamente el consumo de las masas y su nivel de vida. Bajo tales condiciones, la burocracia se transformó en la personificación del capital, para quien, la acumulación de este es el principio y la finalidad de todo, eliminando todos los remanentes del control obrero. Tuvo que sustituir la convicción en el proceso de trabajo por la coerción para someter a la clase trabajadora, y constreñir toda la vida social y política dentro de un molde autoritario.
Era obvio que la burocracia, en el proceso de acumular capital y someter a los trabajadores, no tardaría en hacer uso de su supremacía social en las relaciones de producción, para obtener ventajas para sí misma en las relaciones de distribución. Así fue que la industrialización y la revolución técnica en la agricultura (“colectivización”) en un país dirigido bajo las condiciones de un estado de sitio, transformó a la burocracia de capa bajo la presión y el control directo o indirecto de la clase trabajadora, en clase dominante.
La dialéctica del desarrollo histórico, llena de contradicciones y sorpresas, determinó que el primer paso que la burocracia dio con la intención subjetiva de acelerar la construcción del “socialismo en un sólo país”, se convirtiera en el cimiento para la construcción del capitalismo de Estado.52
Durante el primer y segundo Plan Quinquenal, el consumo fue completamente subordinado a la acumulación. La proporción de bienes de consumo en el producto total cayó de 67,2% en 1927-28 a 39,0% en 1940; en el mismo período la proporción de bienes de capital subió de 32,8% a 61,0%. Esto se halla en contraste con el período 1921-28 cuando, a pesar de la deformación burocrática del Estado soviético, el consumo no se subordinó a la acumulación, sino que tuvo lugar un crecimiento más equilibrado de producción, consumo y acumulación.
Esta caracterización de la Unión Soviética como capitalista de estado se basó en la teoría de la revolución permanente de Trotski, tomando al sistema mundial capitalista como marco de referencia básico. Representa un paso más allá del análisis de Trotski del régimen estalinista, presente en La Revolución Traicionada y en otros lugares, que toma en cuenta la presión de capitalismo mundial en el modo de producción y en las relaciones de producción que prevalecían en la Unión Soviética. La explicación de Trotski no revelaba la dinámica del sistema. Se restringió a las formas de propiedad, en lugar de centrarse en las relaciones de producción. No proporcionó una economía política del sistema. La teoría del capitalismo de Estado posibilitaba ambas cosas.
Nos permitió la claridad gracias a pararnos sobre los hombros de un gigante, León Trotski, con su teoría de la revolución permanente, su oposición a la teoría del “socialismo en un solo país”, y su lucha heroica en contra de la burocracia estalinista, sin lo cual no hubiera sido posible comprender al régimen que esta dirigía.
Fue la posibilidad de observar al régimen estalinista años después de la muerte de Trotski, lo que hizo posible desarrollar la teoría del capitalismo de Estado. Fue la transformación de Europa oriental bajo el mando de Stalin, lo que nos llevó a cuestionar si era adecuada la descripción de Trotski de la Unión Soviética como un Estado obrero degenerado.
¿Por qué Trotski no renunció a la teoría de la URSS como un Estado obrero?
Se tiende a mirar el futuro en el marco del pasado. Durante muchos años los socialistas que luchaban contra la explotación, se enfrentaron a la clase social que concentraba la propiedad privada: la burguesía. Cuando Lenin, Trotski y los demás dirigentes bolcheviques decían que si el Estado obrero de la Unión Soviética permanecía aislado estaba sentenciado, imaginaban esa condena de una forma bien definida: la restauración de la propiedad privada —mientras que la propiedad estatal se veía como un fruto de la lucha llevada adelante por la clase trabajadora. De aquí a la conclusión de que la propiedad estatal seguía existiendo en la Unión Soviética fruto del “temor a la clase trabajadora” que tendría la burocracia, había un solo paso; y a la inversa, se suponía que si la burocracia luchaba por incrementar sus privilegios (entre ellos el derecho a la herencia), luchaba por restaurar la propiedad privada.
La experiencia del pasado era el principal impedimento para que Trotski viera que un triunfo de la reacción no siempre implica la vuelta al punto de partida, sino que puede llevar también a una caída en espiral donde se combinen elementos del pasado revolucionario y prerrevolucionario, subordinándose el primero a este último. En estas circunstancias el antiguo contenido capitalista de clase volvía a surgir en una nueva forma “socialista”, sirviendo así como una confirmación de la ley del desarrollo desigual y combinado —ley a cuyo desarrollo tanto aportó el propio Trotski.
En resumen, se puede decir que al mismo tiempo en que Trotski aportó incomparablemente más que cualquier otro marxista a la comprensión del régimen estalinista, su análisis topó con una grave limitación: un apego conservador al formalismo, que por naturaleza es contrario al marxismo, el cual subordina siempre la forma al contenido.
Hacia el final del régimen estalinista
La asunción de que el régimen estalinista era sustancialmente superior al capitalismo, o de que era más avanzado, estaba resumido en la aseveración de Trotski de que en la Unión Soviética las fuerzas productivas se desarrollaron muy dinámicamente, en contraposición a su “estancamiento y declinación en todo el mundo capitalista”.53 Y es claro que para un marxista el avance relativo de un régimen sobre otro, está expresado sobre todo en su habilidad para desarrollar en mayor medida las fuerzas productivas.
En el mismo sentido de la afirmación de Trotski de que el régimen soviético demostró la habilidad de desarrollar rápidamente las fuerzas productivas, más allá de lo que el capitalismo fue capaz de lograr, Ernest Mandel escribía en 1956:
La Unión Soviética mantiene un ritmo similar de crecimiento económico, plan tras plan, década tras década, sin que el progreso del pasado pese en las posibilidades de futuro… todas las leyes de desarrollo de la economía capitalista que provocan un freno en la velocidad del crecimiento económico son eliminadas.54
En el mismo año, 1956, Isaac Deutscher profetizaba que luego de diez años… ¡el nivel de vida en la Unión Soviética superaría al de Europa occidental!
La teoría del capitalismo de Estado en la URSS apuntaba exactamente en la dirección contraria: la burocracia era y se volvería cada vez más, un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas. En 1948, en el trabajo “La naturaleza de clase de la Rusia estalinista”, había señalado que el papel de la burocracia había sido el de industrializar a la Unión Soviética elevando la productividad del trabajo, pero también que este proceso había disparado grandes contradicciones:
La tarea histórica de la burocracia es la de elevar la productividad del trabajo. Al hacer esto, la burocracia entra en profundas contradicciones. Para elevar la productividad del trabajo más allá de cierto punto, el nivel de vida de las masas debe subir, porque trabajadores que están mal alimentados, mal alojados y son incultos, no son capaces de impulsar una producción moderna.55

Hasta cierto punto la burocracia pudo elevar la productividad del trabajo mediante la coerción, pero esto no podía continuar indefinidamente. El fracaso en elevar el nivel de vida podía estar ya ocasionando un declive en las tasas de crecimiento de la productividad, así como “desarrollos desiguales de la producción”.56
El método de Stalin para enfrentar cada nuevo fracaso o dificultad era aumentar la presión y el terror. Pero este rígido método no sólo se volvió más inhumano sino también más ineficaz. Cada nuevo crujido del látigo aumentó la tenaz, aunque muda resistencia de la gente… la opresión estalinista se volvió un freno para el progreso de la industria moderna.57
El libro presentaba un detallado examen de cómo el régimen estalinista se volvió un obstáculo en todas las ramas de la economía. Sobre la crisis en la agricultura el mismo dice:
El legado que Stalin dejó al campo es una agricultura hundida en un pantano de estancamiento que ha perdurado más de un cuarto de siglo. La producción de granos en 1949-53 era sólo un 12,8% mayor que en 1910-14, mientras que en el mismo período la población había aumentado un 30%. La productividad del trabajo en la agricultura soviética no llegaba ni a una quinta parte de la de Estados Unidos.
El estancamiento se volvió una amenaza al régimen por varias razones. En primer lugar, luego de que el desempleo existente en el campo fue eliminado, se volvió imposible desviar trabajadores hacia la industria en la escala anterior, sin aumentar la productividad del trabajo en la agricultura. En segunda instancia, también se volvió imposible hasta cierto punto desviar importantes recursos de la agricultura para favorecer el crecimiento de la industria. El método de Stalin de la “acumulación primitiva de capital” de convirtió de un acelerador, en un freno que enlenteció toda la economía.58

¿Y qué hay de la industria? Aunque ésta se había expandido masivamente por más de tres décadas, la tasa de crecimiento estaba disminuyendo. Una productividad que, en los años treinta había crecido más rápidamente que en Occidente, estaba ahora estancada en un nivel considerablemente más bajo que el de Estados Unidos, el mayor rival de la Unión Soviética:
A finales de 1957, el número de obreros industriales en la URSS era un 12% mayor que en Estados Unidos… No obstante, según las propias estimaciones soviéticas, en 1956, la producción realizada anualmente en la industria soviética era la mitad de la de Estados Unidos.59

Debido a la crisis en la agricultura, el menor nivel de productividad en la industria no podía seguir siendo compensado por un masivo crecimiento en el número de obreros industriales. Así que la burocracia soviética tuvo que prestar creciente atención a la proliferación de una producción de menor calidad dentro de su economía.
Algunas de las fuentes de pérdida eran explicadas en el mismo libro: el aislacionismo que llevó a las empresas a producir internamente mercancías que podían ser producidas en otra parte a menor costo;60 la acumulación de suministros por gerentes y trabajadores;61 la tendencia de los gerentes a resistirse a la innovación tecnológica;62 el énfasis en la cantidad a expensas de la calidad;63 el descuido en el mantenimiento;64 la proliferación del papeleo burocrático y los trámites engorrosos;65 el fracaso en establecer un mecanismo de costos eficiente y racional, que los gerentes requerían para medir la eficacia de las diferentes fábricas.66 La conclusión era:
Si por la expresión “economía planificada” entendemos una economía en la que todos los elementos que la componen son ajustados y regulados a un ritmo, en el que las fricciones se llevan al mínimo, y sobre todo, en el que la previsión prevalece a la hora de tomar decisiones económicas, entonces la economía soviética es cualquier cosa menos planificada. En lugar de un plan real, son desarrollados métodos estrictos de dirección gubernamental para llenar los huecos dejados en la economía por las decisiones y las actividades del propio gobierno. Por consiguiente, en lugar de hablar de una economía soviética planificada, sería mucho más preciso hablar de una economía dirigida burocráticamente.67

Muchas otras personas ofrecieron descripciones de las ineficiencias de la industria soviética. Lo que diferenciaba al análisis anterior era la manera en que el desperdicio y la ineficiencia eran vistos como producto de la naturaleza del sistema, o sea, del capitalismo de Estado. Las causas básicas de la anarquía y el derroche en la industria soviética se mantuvieron como expresiones de la acumulación de capital en una economía aislada —que poseía altos objetivos de producción, al mismo tiempo de sufrir un pobre abastecimiento.
Ambas variables presionaron a los gerentes, alentándolos a hacer trampa, a ocultar las potencialidades de producción, inflar las necesidades de suministros y equipamiento, a asegurarse la acumulación de recursos, y en general a actuar conservadoramente. Esto llevó al derroche, y por ende a una mayor carencia de suministros, y esto a crecientes presiones sobre los gerentes, que a su vez los llevaban a hacer trampa una vez más, y así sucesivamente en un círculo vicioso.
Los altos objetivos y los bajos suministros también llevaron a un creciente departamentalismo, donde se cuidaba el sector propio a expensas de la economía en general —nuevamente un círculo vicioso. El mismo problema llevó a los gerentes a priorizar unas cosas u otras. Pero estos sistemas de prioridades y métodos de “campaña” carecían de una clara medida cuantitativa y llevaron a distorsiones y al derroche. Para combatir estas deficiencias se implementaron múltiples sistemas de control, los que en sí mismos significaban un gasto superfluo y en su falta de sistematización y armonía provocaron incluso un mayor derroche. Como consecuencia, surgió la necesidad de un mayor control, más pirámides de papeles y una plétora de burócratas. De nuevo, otro círculo vicioso. El círculo vicioso resultante del conflicto entre planes demasiado ambiciosos sobre la base de pobres suministros se aplicó, mutatis mutandis, al efecto del mecanismo del bajo precio. Esto animó a su vez, un mayor departamentalismo, más campañas de prioridades y la multiplicación de controles.
Detrás de todos estos problemas subyacen imperativos capitalistas —la competencia mundial por el poder y el tremendo gasto militar requerido para sobrevivirla.
La baja productividad no fue causada sólo por la mala administración descrita anteriormente, sino también por la resistencia de los trabajadores. Es imposible juzgar exactamente hasta qué punto esta baja productividad era el resultado de la mala administración y los errores de los de “arriba”, o de la resistencia de los trabajadores. Los dos aspectos naturalmente no podían divorciarse. El capitalismo en general, y su manifestación burocrática vinculada al capitalismo de Estado en particular, se preocupa más por recortar costos y elevar la eficiencia, que por satisfacer las necesidades humanas. Su racionalidad era básicamente irracional, al alienar al trabajador convirtiéndolo en una “cosa”, un objeto manipulado, en lugar de un sujeto que amolda su vida a sus propios deseos. Por esto, los trabajadores saboteaban la producción.68
El capítulo sobre los trabajadores soviéticos concluía con estas palabras:
Una preocupación central de los líderes soviéticos hoy, es cómo aumentar la productividad del trabajo. La actitud de los trabajadores hacia su trabajo nunca significó tanto para la sociedad. En su esfuerzo por convertir al trabajador en una pieza integrante de la maquinaria productiva de los burócratas, estos han matado lo que más necesitan de él: la productividad y la habilidad creativa. La explotación racionalizada y acentuada crea un impedimento terrible para el incremento en la productividad del trabajo.
Mientras más calificado e integrado esté el trabajador, no sólo se resistirá más a la alienación y a la explotación, sino que también mostrará un desprecio creciente por sus explotadores y opresores. Los trabajadores han perdido el respeto por la burocracia como administradora técnica. Ninguna clase gobernante puede continuar manteniéndose mucho tiempo enfrentando tal desprecio popular.69

El capitalismo de Estado estaba hundiéndose en una crisis general cada vez más profunda. Como Marx explicó, cuando un sistema social se vuelve un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas, la época de la revolución llega.
Una autopsia al régimen estalinista
La autopsia revela la enfermedad que afectó a una persona antes de su muerte. De igual forma, el momento de la muerte puede ser también el momento de la verdad para un sistema social. Cuando en otoño e invierno de 1989 los regímenes de Europa oriental instalados por el ejército ruso empezaron a derrumbarse, seguidos por el derrumbe del “comunismo” en la propia Unión Soviética, el juicio sobre la naturaleza del régimen estalinista se volvió más sencilla.
La percepción del régimen estalinista como un régimen “socialista”, o incluso como un “Estado obrero degenerado” —esto es, como una etapa en la transición del capitalismo al socialismo— implicaba considerarlo más avanzado que el capitalismo. Para un marxista esto significaba, en primer lugar, que era capaz de desarrollar más eficazmente que el capitalismo las fuerzas productivas. Sólo necesitamos recordar las palabras de Trotski:
El socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de Das Kapital, sino en una arena industrial que comprende a la sexta parte de la superficie de la tierra, no en el idioma de la dialéctica, sino en el idioma del acero, el cemento y la electricidad.70

De hecho es el idioma del desarrollo industrial el que explica los eventos en Europa oriental y en la Unión Soviética. Pero lo que había ocurrido no era ninguna victoria, sino una reducción en la velocidad del crecimiento económico a finales de los años 70 y principios de los 80, que llevó al estancamiento a estos países y a una creciente brecha entre ellos y los más avanzados de Occidente.
En la Unión Soviética la tasa anual de crecimiento del producto bruto interno evolucionó según los datos siguientes: durante el primer Plan Quinquenal (no obstante una demanda exagerada), 19,2%; entre 1950-59, 5,8%; ente 1970-78, 3,7%; entre 1980-82 fue de un 1,5%; y durante sus últimos tres o cuatro años tuvo un crecimiento negativo.71
Si la productividad del trabajo hubiera sido más dinámica en Europa oriental y en la Unión Soviética que en Occidente, uno no podría entender por qué los gobernantes de estos países en determinado momento se volvieron admiradores del mercado. En tal caso, la reunificación de Alemania debería haber visto florecer a la industria de Alemana oriental en comparación con la de Alemania occidental. Pero, la economía de Alemania oriental se ha derrumbado desde la reunificación. El número de trabajadores empleados en Alemania oriental en 1989 era de diez millones, mientras que diez años después sólo era de seis millones. La productividad del trabajo en Alemania oriental era sólo el 29% del nivel occidental.72
Si la Unión Soviética hubiera sido un Estado obrero —aunque degenerado— y el capitalismo lo hubiera tomado por asalto, es obvio que los trabajadores habrían salido a defender su propio Estado. Trotski siempre consideró axiomático que los trabajadores de la Unión Soviética saldrían en su defensa si esta era atacada por el capitalismo, a pesar de la corrupta y depravada burocracia que la dominaba. Una analogía favorita de Trotski era entre la burocracia soviética y la burocracia sindical. Hay diferentes tipos de sindicatos —militantes, reformistas, revolucionarios, reaccionarios, católicos— pero todos son organizaciones que defienden la porción que corresponde a los trabajadores en la riqueza nacional. Trotski argumentaba que, a pesar de lo reaccionario que sean los burócratas que dominan los sindicatos, los trabajadores siempre estarán “apoyando sus pasos progresistas y… defendiéndolos en contra de la burguesía.”
Cuando llegó la crisis de 1989, los trabajadores de Europa oriental no defendieron “su” Estado. Si los Estados estalinistas eran Estados obreros, no se puede explicar por qué sus únicos defensores fueron los servicios de seguridad, como la Securitate en Rumania, la Stasi en Alemania oriental, o por qué la clase trabajadora rusa apoyó a Yeltsin, un claro representante del mercado.
Si el régimen en Europa oriental y la Unión Soviética era poscapitalista y en 1989 hubo una restauración del capitalismo, ¿cómo es que esta restauración se logró con tan asombrosa facilidad? Los eventos no cuadran con la aseveración de Trotski de que la transición de un orden social a otro debe ser acompañada por la guerra civil. Él escribió que:
La tesis marxista relativa al carácter catastrófico de la transferencia del poder de una clase a otra se aplica no solo a los períodos revolucionarios, cuando la historia arremete locamente hacia delante, sino también a los períodos de contrarrevolución, cuando la sociedad va hacia atrás. Quien afirma que el gobierno soviético cambió gradualmente de proletario a burgués está solo, por así decirlo, pasando para atrás el film del reformismo.73

Las revoluciones de 1989 en Europa oriental se destacaron por la ausencia de violencia y de conflicto social a gran escala. Salvo en Rumania, no hubo ningún conflicto armado. De hecho, hubo menos choques violentos en Alemania oriental, Checoslovaquia y Hungría que los que tuvieron lugar entre los mineros en huelga y la policía en la Gran Bretaña de Thatcher.
La transición de un orden social a otro, necesariamente va acompañada por el reemplazo de una maquinaria estatal por otra. Los aparatos estatales fueron escasamente afectados en 1989. En la Unión Soviética, el ejército, el KGB y la burocracia estatal están todavía en su lugar. En Polonia, el ejército ayudó a promover el cambio. El General Jaruzelski, arquitecto del golpe de 1981, y el ministro del interior y administrador principal de ley marcial, el General Kizcak, jugaron un papel crucial en las mesas redondas donde se negociaron los acuerdos con Solidaridad, y en la formación del gobierno de coalición de Mazowiecki.
Si una contrarrevolución hubiera tenido lugar, o si hubiera ocurrido una restauración del capitalismo, debería haber habido el reemplazo de una clase dominante por otra. En cambio, fuimos testigos de la continuidad en la cúspide de las mismas personas. Los miembros de la nomenklatura que administraban la economía, la sociedad y el Estado durante el “socialismo”, ahora hacen lo mismo en el capitalismo. Mike Haynes, en un excelente artículo, “Clase y crisis: la transición en Europa oriental”, escribe:
En lo que [el Estado] ha tenido éxito, ha sido en cambiar la base institucional de su poder… En el proceso ha habido una cierta movilidad ascendente dentro de la clase gobernante y entre los ocasionales nuevos integrantes. Ha habido también un cambio en el equilibrio de poder entre secciones dentro de la clase gobernante. Pero, contrariamente a aquellos que afirman que lo que estaba en juego era la substitución del modo socialista de producción… por una sociedad capitalista, no hay ninguna evidencia de que un cambio fundamental haya tenido lugar en la naturaleza de la clase gobernante. Lo que es más llamativo es cuan pequeño es realmente el cambio ocurrido. Quitar a un general y promover a un coronel, difícilmente constituye una revolución social, de la misma manera que vender una empresa estatal a sus gerentes o renacionalizarla con un grupo similar de personas al mando. Más bien sugiere que lo que está en juego es una transformación interior dentro de un modo de producción, en este caso, un cambio en la forma de capitalismo de un capitalismo estatal fuerte a un modo mixto de Estado y de mercado.74

Chris Harman describió esto como “moverse hacia el costado”: o sea, cambiar una variante de capitalismo por otra, el capitalismo de Estado por el capitalismo multinacional. Si la Unión Soviética y los países de Europa oriental hubieran tenido un orden social y económico poscapitalista, ¿cómo era posible que una economía de mercado capitalista pudiera adherirse al mismo? Uno puede injertar un limonero en un naranjo, o viceversa, porque los dos pertenecen a la misma familia de los cítricos; pero no se puede injertar una papa en un naranjo. Mike Haynes describe el exitoso injerto del capitalismo de mercado en la economía estalinista, diciendo:
Precisamente porque ambos lados de la transición muestran los mismos rasgos estructurales, es que posibilitaron el oportunismo individual en la escala que hemos analizado. No estamos observando meramente sociedades de clase, sino sociedades de clase arraigadas en un modo común de producción donde lo que ha cambiando ha sido la forma más que la esencia. A menos que esto sea comprendido se vuelve imposible entender cómo, ante un cambio en la cima de la sociedad, las mismas personas, las mismas familias, las mismas redes sociales aún poseen su buena fortuna en los 90, de al igual forma que lo hacían en los años 80. Es verdad que cuando ellos charlan y socializan, en ocasiones pueden pensar en algunos de sus amigos ausentes, pero no pierden de vista el hecho de que a pesar de los cambios todavía están en la cima. Por debajo de ellos continúa la misma clase trabajadora, aún llevando la carga de sus riquezas, privilegios e incompetencia, tal como lo hacía en el pasado.75

Quienes eran las verdaderas víctimas del viejo orden, son también ahora las víctimas del nuevo.76
Si la expansión del capitalismo de Estado en Europa oriental cuestionó la teoría de los Estados obreros degenerados, el derrumbe del régimen estalinista respaldó ese cuestionamiento de forma inequívoca. En ambos casos la teoría del capitalismo de Estado demostró ser como una alternativa eficiente. El trabajo de Trotski, al analizar la degeneración de la Revolución rusa y el surgimiento del estalinismo, como producto de la presión del capitalismo internacional sobre un Estado obrero en un país atrasado, fue un esfuerzo pionero. Trotski jugó un papel crucial oponiéndose a la doctrina de Stalin del “socialismo en un solo país”. Su estudio del régimen estalinista, completamente marxista, histórico y materialista, fue crucial para el desarrollo de la teoría del capitalismo de Estado. Es necesario defender el espíritu del trotskismo, a la vez de rechazar una lectura al pie de la letra de lo dicho por Trotski.
Mi crítica de su posición tenía la intención de retornar al marxismo clásico. El desarrollo histórico —sobre todo después de la muerte de Trotski— ha demostrado que la teoría de un Estado obrero degenerado no era compatible con la tradición marxista clásica que identifica al socialismo con la autoemancipación de la clase trabajadora. Para conservar el espíritu de los escritos de Trotski sobre el régimen estalinista, era preciso sacrificar una lectura al pie de la letra de sus palabras. El fin del falso socialismo en la Unión Soviética y en Europa oriental abrió oportunidades para el redescubrimiento de las ideas realmente revolucionarias de Lenin y Trotski, y el verdadero legado de la Revolución de Octubre. A pesar de la llamada “caída del comunismo”, las palabras con las que terminaba mi obra Capitalismo de Estado en la URSS son tan verdaderas hoy como cuando fueron escritas:
El último capítulo sólo pueden escribirlo las masas, movilizadas en forma independiente, conscientes de sus objetivos socialistas y de las formas de alcanzarlos, y encabezadas por un partido marxista revolucionario.

La definición del régimen estalinista como capitalista de estado continuó la teoría de Trotski de la revolución permanente, tomando al sistema capitalista mundial como marco de referencia básico:
…cuando se contempla a Rusia en el marco de la economía internacional, las características básicas del capitalismo pueden ser observadas: “la anarquía en la división social del trabajo y el despotismo en el taller, son condiciones tanto en una como en la otra…”.77

Esta teoría pudo explicar el sometimiento de la clase trabajadora en la Unión Soviética a la dinámica de la acumulación capitalista, poniendo al régimen estalinista en su contexto global: la situación internacional de un sistema dominado por la competencia militar.

La economía armamentista permanente
Después de la Segunda Guerra Mundial la economía capitalista experimentó en Occidente un período de creciente prosperidad. Este hecho cuestionaba directamente los vaticinios de Trotski, los cuales eran repetidos mecánicamente por muchos trotskistas. El esfuerzo por resolver esta contradicción llevó a la formulación de la teoría de la economía armamentista permanente.
Para entender como surgió la misma, es necesario realizar una pequeña digresión de naturaleza autobiográfica. Al llegar a Gran Bretaña en 1946, y ver las condiciones existentes allí desde la perspectiva de alguien venido de un país colonial, me sorprendió el hecho de que:
…el nivel de vida de los trabajadores era elevado. Cuando visité por primera vez la casa de un trabajador —una casa común y corriente— pregunté sobre su empleo y resultó ser un ingeniero. Mi inglés no era muy bueno por lo que pensé que había querido decir un ingeniero titulado. Pero no, era un trabajador de mediana calificación. Quedé boquiabierto. Los niños estaban en mejores condiciones que en los años treinta. La única vez que vi niños sin zapatos en Europa fue en Dublín. Ya no había niños con raquitismo. Todo ello me ayudó a comprender que la crisis final no estaba a la vuelta de la esquina.78

Algunos trotskistas tenían muchas dificultades para relacionar el largo período de prosperidad y las predicciones de Trotski. El primer artículo polémico que escribí sobre el asunto apareció en 1947 y desafió a Mandel. Era una crítica de su esfuerzo por negar la existencia de la recuperación económica de posguerra.80
Una comprensión eficaz del problema no sólo tenía que lidiar en general con los problemas surgidos del fracaso de las predicciones de Trotski al respecto. Tenía también que tratar con los profetas de una eterna prosperidad capitalista, que argumentaban que el sistema seguiría creciendo —en tanto las políticas económicas keynesianas se siguieran aplicando.
El pleno empleo era una realidad después de la Segunda Guerra Mundial, pero considerar que era el resultado de las políticas keynesianas era como creer que el canto del gallo es el causante de la salida del sol. Desde 1928 en adelante John Maynard Keynes sostuvo que la primera responsabilidad del gobierno era utilizar las políticas fiscales y monetarias para asegurar que hubiera suficiente demanda efectiva en la economía, como para mantener el pleno empleo. En 1936 Keynes desarrolló sus ideas en el libro Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Pero su sugerencia no fue llevada a la práctica por los gobiernos del momento. Ni los conservadores, ni los laboristas, ni los gobiernos nacionales aceptaron el argumento de Keynes.
Las cosas cambiaron ante la amenaza de la guerra. Los capitalistas, que eran muy renuentes a gastar dinero en obras públicas en tiempos de paz, tal como Keynes recomendaba, eran ahora muy generosos derrochando el dinero en el ejército. Así, por ejemplo, los capitalistas norteamericanos que habían estado muy enojados con Roosevelt por incrementar el déficit presupuestario anual de U$S 2.000 millones a más de U$S 4.000 millones (1934, U$S 3.600 millones; 1935, U$S 3.000 millones; 1936, U$S 4.300 millones; 1937, U$S 2.700 millones) no se molestaron por un déficit de U$S 59.000 millones entre 1941 y 1942. Es improbable que Hitler haya leído la Teoría General de Keynes, pero logró el pleno empleo al movilizar a millones de personas hacia el ejército y la industria de guerra. Fue la carrera armamentista, no un economista de Cambridge lo que hizo la diferencia.
Sin embargo, cuando por primera vez en dos décadas se logró el pleno empleo, se hizo también muy común la idea de que podía mantenerse gracias a la demanda estatal. Para los líderes políticos de todos los partidos de la generación de posguerra, la doctrina llevada adelante por Keynes estaba absolutamente demostrada.
Incluso varios ex-marxistas se declararon tributarios de Keynes. Entre ellos John Strachey. Entre 1932 y 1935 Strachey escribió tres libros, La próxima lucha por el poder, La amenaza del fascismo y La naturaleza de la crisis capitalista, en los que afirmaba ser un marxista ortodoxo (aunque de hecho estaba muy influenciado por el estalinismo). En 1940 Strachey publicó un nuevo libro, Un programa para el progreso. En este argumentaba que, mientras que a la larga el socialismo era el único remedio para la sustitución del capitalismo, a corto plazo se necesitaba un programa provisional para reformar al mismo, similar al New Deal de Roosevelt. Su programa incluía seis puntos principales: expansión de las empresas públicas, bajas tasas de interés para préstamos de capital, incremento de los servicios sociales, ayudas económicas para las personas y un sistema tributario redistributivo. Y también el control estatal del sistema financiero y un estricto control público de la balanza de pagos.81 Este programa era tan mi
nimalista que el laborista de derecha Anthony Crosland pudo decir que, “Era incomparablemente más modesto que el programa adoptado por el Partido Laborista en 1937”.
82 John Strachey continuó tributando homenaje a algunos de los análisis de Marx y describiendo la sociedad como “capitalista”. Sin embargo concluyó que el desempleo y las crisis eran cosas del pasado. La democracia de masas y las técnicas de intervención económica gubernamental descubiertas por Keynes, según decía, significaban que ahora el capitalismo era planificado.
Crosland también se entusiasmó con un capitalismo reformado por los métodos keynesianos. Su libro El futuro del socialismo, publicado en 1956, sostuvo que la anarquía del capitalismo había caducado, así como también los conflictos de clase. El sistema se estaba volviendo más racional y democrático. El capitalismo se disolvería apaciblemente. Todos los discursos sobre la producción dedicada a obtener ganancias en lugar de satisfacer las necesidades humanas eran, según Crosland, cosas sin sentido. “La industria privada por fin se humaniza”.83 Una “revolución pacífica” había comenzado; en ella el conflicto de clases sería inconcebible: “Actualmente uno no puede imaginar una alianza ofensiva deliberada entre el gobierno y los patrones en contra de los sindicatos”, escribía Crosland.84 “En Gran Bretaña, estamos en los comienzos de una abundancia generalizada”.85
Ahora que el keynesianismo garantizaba un crecimiento sin barreras, decía Crosland, el Estado podría esperar réditos provenientes de los altos impuestos que podrían financiar reformas sociales y planes de bienestar comunitario. Los socialistas deberían desviar su atención de los problemas económicos. ¿Pero hacia qué?
…debemos volver nuestra atención cada vez más hacia otras y, a la larga, más importantes esferas —de la libertad individual, la felicidad y el empeño cultural; el cultivo del ocio, la belleza, la gracia, la alegría, la emoción… más cafés al aire libre, calles más luminosas y alegres por la noche, horas más avanzadas de cierre para los locales públicos, más teatros con repertorios locales, mejores y más hospitalarios hoteles y restaurantes… más murales y cuadros en lugares públicos, mejores diseños para el mobiliario, la vajilla y la ropa de mujer, estatuas en los nuevos complejos de viviendas públicas, un alumbrado público mejor diseñado, kioscos de teléfonos, y así sucesivamente.86

Si los trotskistas fueron refutados tempranamente por las condiciones inmediatas de la prosperidad de posguerra, los keynesianos y otros apologistas del capitalismo fueron a la larga cuestionados, por las crisis cada vez más profundas y rebeldes que han sacudido al capitalismo occidental desde los años setenta.
La teoría de la economía armamentista permanente evitó las trampas de ambas posiciones. Se originó a partir del desarrollo de la teoría del capitalismo de Estado. La comprensión de la Unión Soviética se convirtió en la clave para permitir una comprensión de la prosperidad de posguerra en el capitalismo occidental. ¿Por qué?
La teoría del capitalismo de Estado identificó a la competencia militar entre la Unión Soviética y los países capitalistas occidentales, como el mecanismo principal que proveía de energía a la dinámica de acumulación de capital en la URSS. La producción de armamento en este país explica también por qué no padeció el ciclo de prosperidad y depresión. Lo opuesto también era verdad —del otro lado de la Cortina de Hierro, el gasto militar se sostuvo a un nivel elevado, aunque la Segunda Guerra Mundial había terminado.
El trabajo de 1948, La Naturaleza de Clase de la Rusia Estalinista tiene un capítulo titulado La producción y el consumo de medios de destrucción. La producción de armas tiene propiedades peculiares. No proporciona nuevos medios de producción (Departamento I, para usar la terminología de Marx en El Capital), ni contribuye al consumo de la clase trabajadora (Departamento IIa). La producción de la industria armamentista, por consiguiente, no se retroalimenta con mayor producción. Es una forma de consumo improductivo, análogo al consumo de artículos de lujo por parte de los propios capitalistas (Departamento IIb o III).87
La producción de armamentos es “el consumo colectivo de la clase capitalista” que asegura que esa clase, a través de la expansión militar, “consiga nuevos capitales, nuevas posibilidades de acumulación”. La habilidad de adquirir nuevas fuentes de acumulación distingue a “la producción y el consumo de medios de destrucción” de otras formas de consumo de la clase capitalista.
La Naturaleza de Clase de la Rusia Estalinista señalaba que las propiedades estabilizadoras de la producción armamentista explicaban por qué el capitalismo de Estado soviético no experimentó el clásico ciclo de prosperidad y depresión característico de las economías de mercado.88 El análisis anterior era un puente hacia la teoría de la economía armamentista permanente, donde se enfatizaba el papel del gasto militar en la expansión de las economías de mercado de los países capitalistas.
En mayo de 1957 la discusión se volvió más específica, con el artículo Perspectivas de una economía de guerra permanente, pues allí se consideraba desde el efecto del gasto militar en la dinámica de la Unión Soviética, hasta sus efectos en el capitalismo occidental y japonés.89 El impacto del gasto militar no era visto como un accidente. El desarrollo económico de la sociedad y el nivel que sus fuerzas productivas habían alcanzado, era el factor decisivo en la organización de sus ejércitos. Cuando Marx planteaba, “nuestra teoría de que la organización del trabajo está condicionada por los medios de producción… no está en ningún lugar corroborada tan claramente como en la industria del exterminio humano”.
En los comienzos del capitalismo el atraso de la economía hacía imposible alimentar y pertrechar grandes ejércitos. Comparados con los masivos ejércitos movilizados durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos del capitalismo naciente eran muy pequeños. Incluso durante las guerras napoleónicas, Francia, que gobernaba prácticamente toda Europa, en ningún momento tuvo tropas formadas por más de medio millón de hombres. Las fuerzas armadas británicas del momento, eran menos de una décima parte de las francesas. Federico el Grande declaraba acerca de las guerras del siglo XVIII, que “el ciudadano pacífico ni siquiera debe notar que el país está en guerra”.90 Incluso durante las guerras del siglo XIX —las guerras napoleónicas, la Guerra del Opio, la Guerra de Crimea, etc.— la vida de las naciones beligerantes en general, apenas resultó afectada.
1914: el punto de inflexión
Todo esto cambió con la Primera Guerra Mundial. Francia, cuya población era sólo mayor en unos 10 millones de personas con respecto a los tiempos napoleónicos (40 millones, en lugar de 30), movilizó 5.000.000 de soldados. Los otros países beligerantes mostraron similares incrementos. Junto con el tremendo aumento en el tamaño de los ejércitos, sobrevino un masivo aumento en el gasto militar. Ambos factores significaron un cambio en el papel del sector militar en el conjunto de la economía nacional.
Con una proporción importante de la población movilizada y una gran parte de la economía nacional dedicada a la guerra, no sólo los soldados estaban comprometidos en la batalla, sino también millones de obreros industriales, trabajadores agrícolas y campesinos, etc. —de hecho, la totalidad de la población civil sintió el impacto.
Antes de la Primera Guerra Mundial, aunque los poderes imperialistas estaban parcialmente preparados para la guerra, las economías apenas se involucraban en la producción de armamento. Sólo después la clase gobernante tomó la decisión de enfrentar la situación que tenían por delante: armamento o mantequilla.
Para 1914 era posible analizar el desarrollo del capitalismo sin prestar mucha atención a las guerras o a sus preparativos, puesto que jugaban un papel menor en el desarrollo económico. Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, el sector militar de la economía nuevamente disminuyó. Los grandes ejércitos fueron en gran medida desmovilizados y la producción de armamento fue drásticamente recortada.
Sin embargo, luego de la gran depresión de los años 30 y la llegada de Hitler al poder, por primera vez en la historia un poderoso sector militar surgía en tiempos de paz. Entre 1939 y 1944 la producción de municiones se multiplicó 5 veces en Alemania, 10 veces en Japón, 25 veces en Gran Bretaña, y 50 veces en los Estados Unidos.91
La economía de guerra
Alemania
Gran Bretaña
Estados Unidos
(billones de marcos)
(millones de libras)
(millones de dólares)
1939
1943
1938
1943
1939-40
1944-45
GG§
60,0*
100,0*
1,0
5,8
16,0
95,3
IN
88,0*
125,0*
5,2
9,5
88,6*
186,6*
GG/IN
68,0%
80,0%
19,2%
61,1%
18,0%
51,0%
GG: gasto del gobierno?IN: ingreso nacional
(*) cifras aproximadas
§ principalmente gasto militar
Después de la Primera Guerra Mundial hubo un período de cerca de 15 años en que ningún país avanzado tuvo un sector militar relativamente importante. Después de la Segunda Guerra Mundial no hubo tal interrupción. Poco después de su final, la carrera armamentista comenzó otra vez.
Armas, prosperidad y depresión
Antes —durante más de un siglo— el capitalismo atravesó por un ciclo rítmico de prosperidad y depresión. Las depresiones ocurrían más o menos regularmente cada diez años. Pero desde el advenimiento de la economía de guerra permanente, este ciclo de algún modo resultó interrumpido. Para entender cómo ocurrió esto, cómo el sector militar que era poco mayor al 10% de las economías nacionales podía impedir la depresión general, debemos primero resumir brevemente las causas de la depresión en el capitalismo clásico.
La causa básica de las crisis capitalistas de superproducción, se encuentra en el relativamente bajo poder de compra de las masas, en comparación con la capacidad de producción de la industria. Como Marx explicaba:
La razón final de todas las verdaderas crisis se halla siempre en la pobreza y el restringido consumo de las masas, en oposición a la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas, como si sus limites sólo fueran el poder de consumo absoluto de la sociedad.93

En última instancia, la causa de las crisis está en que una parte cada vez mayor del ingreso de la sociedad cae en manos de la clase capitalista y una parte cada vez mayor no se dedica a la compra de medios de consumo, sino a la compra de medios de producción —o sea, a la acumulación de capital. El aumento relativo de la parte del ingreso nacional que es dedicada a la acumulación, en comparación con la parte dirigida hacia el consumo lleva a la superproducción, una situación donde una cantidad creciente de mercancías producidas no pueden venderse porque los consumidores no tienen los medios para comprarlos.
Este es un proceso acumulativo. Un aumento en la acumulación de capital es acompañado por la racionalización y la innovación tecnológica, produciendo una mayor proporción de explotación. Cuanto mayor es la proporción de la explotación, mayor es la acumulación de capital en comparación con los sueldos de los trabajadores y los ingresos de los capitalistas. La acumulación produce acumulación.
Los efectos del presupuesto militar
Luego de la guerra, los gigantescos gastos militares afectaron la tendencia a la crisis. Ahora la economía de armamentos tenía una gran influencia en el poder de compra de la gente, el nivel de acumulación de capital y la cantidad de mercancías en busca de mercado.
Supongamos que hay 1.000.000 de personas buscando empleo. Además, 10% de los trabajadores son empleados por el gobierno en la producción de armamento —unas 100.000 personas. La capacidad de compra de estos últimos traerá como consecuencia empleos para más personas. Keynes llamó a la relación numérica entre el tamaño del primer grupo y del segundo: “multiplicador”. Si el multiplicador es dos, el empleo de 100.000 trabajadores por el Estado, aumentará el empleo general en 200.000. Si el multiplicador es tres, el aumento será 300.000 y así sucesivamente. No hay duda de que el efecto acumulativo de un presupuesto en armamento del 10% del ingreso nacional, realmente puede estar desproporcionado a su tamaño cuando aumenta la capacidad de compra de las masas.
De la misma forma, cuando el 10% del ingreso nacional es destinado al armamento, el capital invertido durante el período de paz en la fabricación de bienes de capital resulta drásticamente recortado: del 20% del ingreso nacional al 10% según nuestro ejemplo. El crecimiento del poder adquisitivo de la gente, junto con la nueva demanda estatal de armamento, ropa militar, cuarteles, etc., provee de mayores oportunidades de venta y aleja las crisis de superproducción.
Además, una economía de guerra tiene naturalmente un gran efecto en la tasa de crecimiento del suministro de bienes no militares para los consumidores civiles. El pleno empleo no sólo aumenta el número total de personas que ganan un sueldo, también provoca una escasez en el mercado de trabajo que permite que los trabajadores ganen salarios más altos. Paradójicamente, esto no impide que ocurra un crecimiento de los beneficios: el capital está “trabajando” en mayor grado; hay mucha menos capacidad ociosa o capital invertido a pérdida. Su producción es mayor. Así fue que en la industria de Estados Unidos entre los años 1937 y 1942, ¡los salarios subieron un 70% y los beneficios un 400%!
El aumento del gasto militar no llevó necesariamente a un recorte en el consumo civil, sino lo contrario. Esto quedó demostrado claramente en Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque en 1943 Estados Unidos gastó la enorme suma de U$S 83.700 millones en la guerra, el consumo civil no decayó sino que fue realmente más alto que antes de la guerra, subiendo de U$S 61.700 millones en 1939 a U$S 70.800 millones en 1943. Expresado en precios de 1939, esto significaba un aumento del 14,7%.
La teoría de la economía armamentista permanente demostraba por qué la predicción de Trotski no se había verificado. Pero hizo más aún. Demostraba que a largo plazo, una prosperidad económica que avanza en andas de las armas nucleares no podía ser estable y segura. Incluso cuando la economía capitalista fue próspera como resultado del gasto militar, no todos los países tuvieron la misma carga de altos presupuestos militares. Hubo aquellos que obtuvieron pocos beneficios en proporción al gasto militar que realizaron. En el trabajo de 1948 sobre la Unión Soviética, argumentaba que el capitalismo en general estaba experimentando una estabilización temporal. Afirmaba que
…los poderes pueden competir tan furiosamente en el mercado mundial para fortalecer su posición, que cada uno puede empezar a recortar sus gastos militares. Estamos viendo que Gran Bretaña ha sido empujada a recortar su “presupuesto en defensa” debido a la competencia con Alemania Occidental, así como el deterioro de su balanza internacional de pagos. Hasta ahora ningún país ha podido igualar a Estados Unidos, forzándolo a abandonar la carrera armamentista y comenzar a competir en “quien recorta más rápidamente el presupuesto militar”. Estados Unidos puede permitirse el lujo del presupuesto militar más grande del mundo y la mayor inversión absoluta en la industria.93

La carga desigual de la carrera armamentista podía llevar a la desestabilización, aunque el trabajo predijo equivocadamente que la URSS podría resultar victoriosa:
…con los grandes pasos de la industria soviética, es posible que en otros diez o veinte años pueda, aun si no alcanza el nivel absoluto de la industria de Estados Unidos, por lo menos desafiar a los Estados Unidos en el mercado mundial en ciertas áreas —las de la industria pesada. Entonces Estados Unidos puede… recortar el presupuesto de defensa para enfrentar su retroceso en el mercado mundial.94

No obstante el argumento básico era correcto:
De esta manera, la economía de guerra puede servir cada vez menos como una cura para la superproducción, un estabilizador de la prosperidad capitalista. Cuando la economía de guerra se vuelve prescindible, el fin de la prosperidad capitalista seguramente llegará.95

De hecho no fue la Unión Soviética la que obligó a Estados Unidos a recortar su presupuesto militar, sino principalmente Alemania Occidental y Japón, los dos países a los que les estaba prohibido mantener grandes ejércitos porque habían perdido la guerra. No obstante, La Naturaleza de Clase de la Rusia Estalinista estaba en lo correcto al prever que la estabilización del capitalismo de mercado a través del gasto militar sólo sería temporal. De hecho, al desviar la plusvalía de la inversión productiva se tendía a prevenir las depresiones, pero al precio de largo plazo de una tendencia general hacia el estancamiento. Esas economías con un nivel relativamente alto de gasto militar se encontrarían en una desventaja competitiva y por consiguiente, se verían obligadas a aumentar el nivel de inversión hacia las industrias civiles. Esto permitió que la tendencia hacia un ciclo económico clásico se reafirmara.96
La creciente rivalidad entre los Estados Unidos de un lado, Japón y Alemania Occidental del otro, agudizada por la distribución desigual de la carga armamentista, llevó a una desestabilización de la economía y a un retorno a las recesiones globales. El pronóstico de que después de varios años la economía mundial bajaría lentamente su crecimiento se había hecho realidad: la producción mundial que anualmente creció en un 5,4% entre los años 1950-1963, y 6% entre los años 1963-1973, declinó a 2,6% entre los años 1973-1990, y 1,4% entre los años 1990-1996.97
Estados Unidos gastó una proporción mucho mayor de su ingreso nacional en armamento que Japón o Alemania Occidental. Japón nunca gastó más del 1% de su ingreso nacional en defensa. Como resultado, logró acumular más capital e invertir más en la industria para incrementar su producción. El resultado fue que la industria automotriz japonesa se disparó más allá de todo límite. La industria de la construcción naval reemplazó a la industria británica como líder a nivel mundial, y en el área electrónica, superó a Alemania Occidental, que había ostentado hasta entonces el primer lugar, etc.
La Guerra de Vietnam exacerbó el retraso industrial de Estados Unidos en comparación con Alemania Occidental y Japón. El resultado fue que en 1973 la debilidad del dólar resultó manifiesta cuando ocurrió la explosión del precio del petróleo. El largo período de prosperidad llegaba a su fin.
La teoría de la economía armamentista permanente tomó por descontado que la irracionalidad del capitalismo no disminuiría con el envejecimiento del sistema. El capitalismo, que en palabras de Marx se cubrió a lo largo de la historia con sangre y barro, no se volvería más benévolo en la vejez. De hecho, la economía armamentista permanente es la expresión más extrema de la bestialidad y la barbarie del sistema.98

La revolución permanente desviada
Un tema importante que los trotskistas de posguerra tuvieron problemas para comprender, fue el relacionado con el desarrollo del Tercer Mundo. Trotski desarrolló en Rusia su teoría de la revolución permanente, vaticinando el debilitamiento del imperialismo y el cambio social en los países del Tercer Mundo. Los cambios serían impulsados por la clase trabajadora, la cual se esforzaría por completar las tareas de la revolución burguesa, al mismo tiempo de llevar adelante la lucha por el socialismo. El hecho de si la teoría de la revolución permanente de Trotski explicaba adecuadamente la evolución del Tercer Mundo, fue cuestionado de forma muy clara por la llegada al poder de Mao en China y de Fidel en Cuba.
¿Funcionaba la teoría en estos casos? No sería correcto responder a esta pregunta simplemente con un “sí” o con un “no”. Había mucho en común entre lo ocurrido en estos dos países y la teoría de Trotski, pero en varios sentidos había también una divergencia radical. De esta realidad surgió la necesidad de formular una teoría que pudiera abarcar ambos aspectos. Esta fue la teoría de la revolución permanente desviada.
La subida de Mao al poder
A pesar de la etiqueta “comunista” de la victoria de Mao sobre el Kuomintang nacionalista en 1949, la clase trabajadora industrial no jugó ningún papel en ella. Incluso la composición social del propio Partido Comunista Chino era ajena a la clase trabajadora. El ascenso de Mao dentro del partido coincidió en el tiempo con el período en que este dejó de ser un partido formado por trabajadores. Hacia fines de 1926 al menos el 66% de los miembros del partido eran obreros, otro 22% intelectuales y sólo un 5% campesinos.99 Hacia noviembre de 1928 el porcentaje de trabajadores había descendido en más de cuatro quintos y un informe oficial admitía que el partido “no tiene un sólo núcleo saludable entre los trabajadores industriales”100. El propio partido afirmaba que los trabajadores comprendían sólo el 10% de los afiliados en 1928, 3% en 1929, 2,5% en marzo de 1930, 1,6% en septiembre del mismo año y prácticamente nada hacia su final.101 Desde entonces y hasta la victoria final de Mao, el partido prácticamente no contó con trabajadores industriales en sus filas.
Durante algunos años el partido estuvo limitado a movimientos insurgentes de campesinos en las provincias de China central donde estableció una República Soviética China. Más tarde, después de la derrota militar en las provincias de China central (1934) se trasladó al norte de Sensí, en el noroeste del país. En ambas áreas no había trabajadores industriales. Una publicación del Comintern no exageraba cuando expresaba que “la región fronteriza es una de las más atrasadas de China en el campo socioeconómico”102. Chu Teh decía lo mismo: “Las regiones bajo la dirección de los comunistas son las más atrasadas económicamente de todo el país…”.103 Ni una sola ciudad estuvo bajo el control de los comunistas hasta un par de años antes del establecimiento de la República Popular China.
Era tan poca la relevancia que tenían los trabajadores en la estrategia del Partido Comunista durante el período de la subida de Mao al poder, que el partido no creyó necesario convocar un Congreso Nacional de los sindicatos durante diecinueve años, después del que se realizara en 1929. Ni tan siquiera se preocupó de buscar apoyo entre los trabajadores, como demuestra su declaración de no intentar mantener ninguna organización en las áreas controladas por el Kuomintang durante los años cruciales de 1937-45.104 Cuando en diciembre de 1937 el gobierno del Kuomintang decretó la pena de muerte para los trabajadores que fueran a la huelga —e incluso para los que apenas la promovieran— mientras continuara la guerra contra los japoneses, un miembro del Partido Comunista dijo a un periodista que el partido estaba “completamente satisfecho” con la conducta del gobierno respecto a la guerra.105 Incluso después del estallido de la guerra civil entre el Partido Comunista y el Kuomintang, ninguna organización del partido funcionó en las áreas de este último, las cuales incluían todos los centros industriales del país.
La conquista de las ciudades por parte de Mao demostró más claramente todavía el completo divorcio entre el Partido Comunista y la clase trabajadora. Los líderes comunistas hicieron todo lo que pudieron para evitar que los trabajadores se sublevaran en las ciudades, en vísperas de la toma de éstas por el partido. Antes de la caída de Tientsin y Pekín, por ejemplo, el general Lin Piao, comandante del frente, publicó una proclama llamando al pueblo a:
…mantener el orden y continuar con sus ocupaciones. Oficiales del Kuomintang o personal de policía de provincia, ciudad, país u otros niveles de las instituciones gubernamentales; personal de distrito, ciudad, pueblo o Pao Chia [poder municipal]… se les ordena permanecer en sus puestos.106

Al tiempo que cruzaban el río Yangtze, antes de que las grandes ciudades del sur y centro de China (Shanghai, Hankow, Cantón) cayeran en poder de Mao, éste y Chu Teh hicieron pública otra proclama:
…se espera que los obreros y empleados de todos los oficios continúen trabajando y que los negocios funcionen con normalidad… los oficiales de todos los niveles del gobierno central, provincial, municipal y local del Kuomintang, o delegados a la “Asamblea Nacional”, miembros de los Yuan Legislativos o de Control, o de los Consejos Políticos Populares, personal de la policía y jefes de las organizaciones del Pao Chia… han de permanecer en sus puestos, y obedecer las ordenes del Ejército Popular de Liberación y del Gobierno Popular.107

La clase trabajadora cumplió y permaneció inerte. Un informe desde Nanking el 22 de abril de 1949, dos días antes de que el Ejército Popular de Liberación ocupara la ciudad, describía la situación de esta manera:
La población de Nanking no muestra signos de agitación. Multitudes curiosas fueron vistas observando a la orilla del río el duelo de fusiles al otro lado del mismo. Los negocios funcionan con normalidad. Algunas tiendas han cerrado pero esto se debe a la escasez de comercio. Los cines siguen llenos.

Un mes más tarde un corresponsal del New York Times escribía desde Shanghai, “las tropas rojas han comenzado a enganchar carteles en chino instando a la población a que mantenga la calma y asegurándole que no tiene nada que temer”.108 En Cantón “después de su entrada, los comunistas tomaron contacto con la comisaría e instruyeron a los oficiales y hombres para que permanecieran en sus puestos y mantuvieran el orden”.109
La afirmación de Trotski de que las tareas de la revolución burguesa como la liberación de la dominación imperialista sólo podrían ser logradas por los trabajadores, no explicaba lo ocurrido en China.
La revolución de Castro
Otro ejemplo de un desarrollo que no se ajusta a la situación prevista por Trotski, era el de Cuba. Aquí ni la clase trabajadora ni el campesinado tuvieron un serio papel, sino que fueron los intelectuales de clase media los que ocuparon completamente el campo de batalla. El libro de C. Wright Mills, Escucha Yankee, el cual es un monólogo más o menos auténtico de los líderes cubanos, trata en un principio de lo que no fue la revolución:
…la revolución no fue una lucha… entre trabajadores asalariados y capitalistas… Nuestra revolución no es una revolución llevada a cabo por sindicatos obreros o por trabajadores asalariados de la ciudad, o por partidos obreros o cualquier otra cosa similar… los trabajadores asalariados de la ciudad no tenían ninguna conciencia revolucionaria; sus sindicatos eran parecidos a los sindicatos norteamericanos, movilizándose para conseguir mayores salarios y mejores condiciones de trabajo. Eso era todo lo que los movilizaba. Y algunos eran más corruptos que algunos de los [norteamericanos].

Paul Baran, partidario sin críticas de Fidel, después de algunas entrevistas con líderes cubanos sobre el papel insignificante de los trabajadores industriales en la revolución, escribió:
Parece que el segmento empleado de la clase trabajadora industrial permaneció en general pasivo, a lo largo del período revolucionario. Formando la capa “aristocrática” del proletariado cubano, estos trabajadores obtenían beneficios del monopolio del comercio exterior y nacional, se les pagaba bien en términos latinoamericanos, y disfrutaban de un nivel de vida considerablemente más alto que el de la mayoría del pueblo cubano. El movimiento sindical estaba dominado por el “sindicalismo amarillo” al estilo de Estados Unidos y estaba impregnado por la mafia y el gangsterismo.111

La indiferencia de la clase trabajadora industrial explica el fracaso total de la convocatoria de Fidel a una huelga general el 9 de abril de 1958, dieciséis meses después del inicio del alzamiento y ocho meses antes de la caída de Batista —el dictador cubano. Los trabajadores permanecieron indiferentes, y los comunistas la sabotearon. Fue algún tiempo más tarde que estos últimos se subieron al carro de la revolución.112
No sólo la clase trabajadora estuvo ausente del levantamiento dirigido por Fidel, sino también el campesinado. Hacia abril de 1958, el número total de hombres armados al mando de Fidel era aproximadamente de 180 y, en el momento de la caída de Batista había aumentado solamente hasta 803.113 Los cuadros de Fidel eran intelectuales. Y los campesinos que participaron no eran trabajadores agrícolas asalariados, inspirados en el colectivismo, como Mills y Baran afirmaban. El Che describe a los campesinos que se unieron a Fidel en Sierra Maestra, diciendo que:
Los soldados que componían nuestro primer ejército guerrillero eran gente de campo que procedían del tipo de clase social que muestra su amor por la posesión de la tierra de la forma más agresiva, lo cual representa perfectamente el espíritu catalogado como pequeñoburgués.114

El movimiento liderado por Fidel era de clase media. Los 82 hombres que bajo su mando invadieron Cuba desde México en diciembre de 1956 y los 12 que sobrevivieron luego de los primeros choques, procedían de esa clase media. “Las mayores pérdidas las sufrió el movimiento de resistencia urbano, en gran parte de clase media, el cual creó los ácidos políticos y psicológicos que corroían las fuerzas armadas de Batista”.115
Sacando conclusiones generales de su experiencia, el Che expresaba que la clase trabajadora industrial no sería relevante en las futuras revoluciones socialistas:
Los campesinos, con un ejército compuesto por su propia gente, luchando por sus propios grandes objetivos, principalmente por una distribución justa de la tierra, vendrán desde el campo a tomar las ciudades… Este ejército, creado en el campo, donde las condiciones subjetivas se desarrollan para la toma del poder, procede a conquistar las ciudades desde fuera…116

En el resto del Tercer Mundo la clase trabajadora no jugó más que un papel secundario en las transformaciones sociales de posguerra, e incluso cuando estuvo presente no actuó como una fuerza independiente que lucha por la revolución socialista, como en el caso de Rusia durante 1917. Por consiguiente, los procesos de superación de las relaciones socioeconómicas atrasadas y el logro de la liberación nacional del imperialismo, fueron encabezados por una variedad de fuerzas principalmente provenientes de la intelectualidad y del Estado, las cuales jugaron el papel atribuido a la clase trabajadora en la teoría de la revolución permanente de Trotski. A pesar de que los desarrollos en África, Asia y América Latina variaron, el capitalismo de Estado fue, en mayor o menor medida, el resultado dominante.
¿Cuáles eran las fallas de la teoría de la revolución permanente de Trotski?
Antes de responder, resumamos los elementos básicos de su teoría:
(1) Una burguesía que llega tarde a la escena histórica es fundamentalmente diferente de sus antecesoras de hace uno o dos siglos. Es incapaz de proporcionar una solución democrática consistente al problema de la opresión del feudalismo y del imperialismo. Es incapaz de llevar a cabo la completa destrucción del feudalismo, de conseguir una independencia nacional genuina y la democracia política. La burguesía ya no es revolucionaria, ni en los países avanzados ni en los atrasados. Es una fuerza absolutamente conservadora.
(2) El papel revolucionario decisivo recae sobre la clase trabajadora, a pesar de que pueda ser bastante joven y pequeña en número.
(3) El campesinado es incapaz de una acción independiente, por esto seguirá a las ciudades y, en vista de los puntos anteriores, seguirá el liderazgo de la clase trabajadora industrial.
(4) Una auténtica solución para la cuestión agraria y para la cuestión nacional, una ruptura de las ataduras sociales e imperiales que impiden el rápido avance económico, supone ir más allá de los límites de la propiedad privada burguesa. “La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en revolución permanente”.117
(5) “El triunfo de la revolución socialista es impensable dentro de las fronteras nacionales de un país… Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se completa con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta”.118 Es un sueño reaccionario intentar alcanzar el “socialismo en un solo país”.
(6) Como resultado, la revolución en los países atrasados conduciría a convulsiones en los países avanzados.
Mientras que la naturaleza conservadora y cobarde de una burguesía que se desarrolla tarde (primer punto) es una ley absoluta, el carácter revolucionario de una clase trabajadora joven (segundo punto) no es inevitable ni absoluto. Si la clase trabajadora no es necesariamente revolucionaria, entonces los puntos (3) a (5) no se realizan.
Una vez que la constante de la naturaleza revolucionaria de la clase trabajadora es puesta en duda, siendo esta constante el pilar central de la teoría de Trotski, toda la estructura se desmorona. Su tercer punto no se efectiviza, ya que el campesinado no puede seguir a una clase trabajadora no revolucionaria, y el resto de los elementos que conlleva también fallan. Pero esto no significa que no pase nada.
Una combinación de circunstancias nacionales e internacionales hace imperativo para las fuerzas productivas romper las restricciones del feudalismo y del imperialismo. Las rebeliones campesinas se expanden más intensamente que con anterioridad. En ellas se arraiga también la rebelión nacional contra la ruina económica producida por el imperialismo. El resultado fue un tipo de transformación que incluía elementos de la revolución permanente mientras se apartaba de ésta en aspectos radicales. A esto le llamamos: revolución permanente desviada, una teoría que fue presentada por primera vez en 1963.119
Si las dos principales clases de la sociedad contemporánea, los capitalistas y los trabajadores, no juegan un papel central —una porque se había vuelto una fuerza conservadora, y la otra porque se había alejado de su meta debido al estalinismo y al reformismo— ¿cómo podían ocurrir procesos tan importantes? El crecimiento de las fuerzas productivas y los levantamientos campesinos no podrían haber sido capaces por sí mismos de derrotar a la propiedad privada y al imperialismo. Otros cuatro factores ayudaron a ello:
(1) La debilidad del imperialismo mundial que fue resultado del aumento de las contradicciones entre los bloques de poder y la parálisis que afectaba su intervención fruto del peligro nuclear. Esto limitó parcialmente su capacidad para intervenir en el Tercer Mundo por temor a iniciar una guerra.
(2) La creciente importancia del Estado en los países atrasados. Cuando la sociedad tiene que desarrollar una tarea y la clase social que tradicionalmente la lleva a cabo no existe, otro grupo de gente —con frecuencia la burocracia estatal— hará dicha labor. Ello refleja no solo ni principalmente, la base económica nacional en la cual se sustenta, sino el carácter supranacional de la actual economía mundial.
(3) El impacto del estalinismo y del reformismo, al conducir la fuerza del movimiento obrero en una dirección diferente que la revolución socialista. Frecuentemente los partidos comunistas y otros movimientos similares, con influencia entre los trabajadores, dedicaron sus esfuerzos a sostener y colaborar con fuerzas locales que representaban otros intereses de clase.
(4) La creciente importancia de la intelectualidad como liderazgo unificador de la nación y sobre todo como manipuladora de las masas. Este último punto necesita una elaboración especial.
La importancia de los intelectuales en el movimiento revolucionario está en proporción directa al retraso general —económico, social y cultural— de las masas de las cuales emerge. Es característico que el movimiento populista ruso, el cual más que cualquier otro enfatizó la necesidad de revolucionar los elementos más atrasados de la sociedad, —esto es, a los campesinos— fuera también el grupo que diera la mayor importancia a la intelectualidad, a los maestros del “pensamiento crítico”.
La intelectualidad revolucionaria demostró ser un factor mucho más cohesionador en las naciones emergentes de posguerra que en la Rusia zarista. Frente a una propiedad privada burguesa nacional demasiado débil para transformar la situación, y una carga del imperialismo que se consideraba intolerable, el capitalismo de Estado les pareció la mejor respuesta. A causa del debilitamiento del imperialismo y la creciente importancia de la planificación estatal, el ejemplo de la URSS y el trabajo organizado y disciplinado de los partidos comunistas, proveyeron un programa cohesionador para la intelectualidad. Como única sección no especializada de la sociedad (porque no está encerrada en un rol particular dentro de las relaciones de producción), la intelectualidad era la fuente de un “liderazgo revolucionario profesional” y simultáneamente parecía representar los intereses de la “nación” en su conjunto, en contraposición con los intereses de clase. Además, era la sección de la sociedad más empapada de la cultura nacional, ya que los trabajadores y los campesinos no tenían ni el tiempo ni la educación requeridas para ello.
También la intelectualidad era sensible al atraso tecnológico de sus países. Participando en el mundo científico y técnico del siglo XX, ellos se sintieron asfixiados por el atraso de su propia nación. Este sentimiento fue acentuado por el “desempleo intelectual” endémico en estos países. Dado el atraso económico general, la única esperanza para la mayoría de los estudiantes era un empleo público, pero no había suficientes puestos para todos ellos.120
La vida espiritual de los intelectuales también estaba en crisis. En medio de un orden que se desmoronaba, donde el modelo tradicional estaba en desintegración, ellos se sentían inseguros, sin raíces, carentes de valores firmes. Las culturas en disolución dieron lugar a un poderoso impulso en favor de una nueva integración, que tenía que ser absoluta y dinámica para poder llenar el vacío social y espiritual. La intelectualidad abrazó el nacionalismo con fervor religioso.
Antes de que un país lograra la libertad política, sus intelectuales se encontraban bajo doble presión —privilegiados por encima de la mayoría de la gente, pero aún sometidos a gobernantes extranjeros. Esto explica los titubeos y vacilaciones tan característicos de su papel en los movimientos nacionales. Sus ventajas crearon un sentimiento de culpa, de “deuda” hacia las masas, y al mismo tiempo un sentimiento de separación y superioridad. La intelectualidad estaba ansiosa de pertenecer sin ser asimilada, sin dejar de mantenerse aparte y en una posición superior. Estaban en busca de un movimiento dinámico que unificara la nación, abriéndole nuevas perspectivas, pero que simultáneamente le diera poder a la propia intelectualidad.
Eran grandes creyentes en la eficiencia, incluyendo la eficiencia de la ingeniería social. Ansiaban una reforma desde arriba y deseaban entregar amorosamente un mundo nuevo a las masas agradecidas del pueblo, antes que presenciar la lucha librada por gente consciente de sus intereses y libremente asociada para producir un mundo nuevo para ellos mismos. Se preocuparon mucho por medidas que sacaran a sus naciones del estancamiento, pero muy poco por la democracia. Encarnaron el impulso de la industrialización, de la acumulación de capital, del resurgimiento nacional. Su poder estaba en relación directa con la debilidad de otras clases, y su nulidad política.
Todo ello hace que el capitalismo de Estado resultara un objetivo atractivo para los intelectuales. De hecho, ellos fueron los principales portadores de la pancarta del “comunismo” en las naciones emergentes. “Los partidos comunistas lograron gran aceptación en América Latina entre estudiantes y clases medias”, escribía un especialista sobre América Latina.121 A manera de ejemplo tomemos el caso del Partido Comunista de la India, en cuyo congreso de marzo/abril de 1958 “aproxi­mada­mente el 67% de los delegados procedían de otras clases que del proletariado y del campesinado (eran de clase media, propietarios de tierras y pequeños comerciantes). El 72% tenía un buen nivel de educación.”122 En 1943, ya el 16% de los miembros de este partido eran funcionarios del mismo.123
La revolución permanente desviada
La teoría de Trotski sugería que en el Tercer Mundo las fuerzas impulsoras del desarrollo social llevarían a la revolución permanente y a los trabajadores a la lucha por el socialismo. Pero ante la ausencia del sujeto revolucionario, de la actividad y de la dirección de la clase trabajadora, el resultado fue un liderazgo y un objetivo diferente —el capitalismo de Estado. Teniendo en cuenta lo que es de validez universal en la teoría de Trotski (el carácter conservador de la burguesía) y lo que depende de la actividad subjetiva de la clase trabajadora, se puede llegar a una versión de la misma, que por falta de un nombre mejor, llamamos teoría de la revolución permanente desviada. En ella el tema central de la teoría de Trotski permanece tan válido como siempre: la clase trabajadora debe seguir su lucha revolucionaria hasta que triunfe en todo el mundo. Sin alcanzar esta meta no puede lograr su libertad.

La herencia
El presente ensayo comenzó comparando los pronósticos de Trotski sobre la evolución de la situación mundial y el verdadero estado de cosas después de la Segunda Guerra Mundial. A esto siguió la descripción sobre cómo la gran mayoría de los trotskistas cerró sus ojos ante la realidad, mientras se mantenían fieles a las palabras de Trotski —aunque se desviaran por completo del espíritu de las mismas.
¿Por qué ocurrió así? ¿Por qué Mandel, Pablo y otros líderes trotskistas actuaron de esta forma, creándose un mundo imaginario? La razón se halla en el aislamiento que sufrieron y en las frágiles bases que tenían en la clase trabajadora, durante los años de oscura reacción —los años del nazismo y del estalinismo.
Intentando ser fiel a las enseñanzas de Marx, Lenin, Trotski y Luxemburg, y adaptándose a la verdadera situación internacional luego de la Segunda Guerra Mundial, la corriente socialismo internacional se esforzó por desarrollar tres teorías:
(1) la teoría del capitalismo de Estado, que explica la dilatada estabilidad de la Unión Soviética estalinista y su posterior derrumbe;
(2) la teoría de la economía armamentista permanente, que explica la larga prosperidad del capitalismo occidental y como ella contenía las semillas de sus futuras crisis;
(3) la teoría de la revolución permanente desviada, que explica el curso seguido por las revoluciones en el Tercer Mundo.
¿Había conexiones prácticas en el mundo real que determinaran la existencia de un vínculo entre estas tres teorías? Efectivamente, sí lo había. El poderío y la supervivencia del régimen estalinista en la Unión Soviética, era la llave hacia los otros dos desarrollos.
En primer lugar, la influencia estalinista jugó un papel crucial al impedir que las profundas tensiones sociales y políticas de finales de la Segunda Guerra Mundial se convirtieran en revoluciones obreras. Las tensiones sociales en el continente europeo eran mucho más agudas y más profundas en ese momento que a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando detonaron las revoluciones en Rusia, Alemania, Austria, Hungría y había situaciones potencialmente revolucionarias en muchos otros países.
En 1945, debido al accionar de los partidos comunistas no se disparó un franco y general proceso revolucionario. Usando su aura radical, los líderes estalinistas jugaron un papel crucial reprimiendo la creciente ola revolucionaria y defendiendo al capitalismo.
Los ejemplos de Francia, Italia y Alemania ilustran el potencial desperdiciado. En agosto de 1944 fue la Resistencia, liderada por el Partido Comunista, la que liberó París de las tropas nazis; quedando la situación totalmente bajo su control. Comparando a los comunistas con los demás grupos políticos rivales, Gabriel Kolko, en Las políticas de guerra explica que “en la Resistencia, los grupos de ideología gaullista siempre fueron una pequeña minoría. En muchas partes claves de Francia apenas existieron”.124 Al Partido Socialista también le faltaba apoyo popular:
Los socialistas habían sido el partido por excelencia de la Tercera República y su devoción compulsiva por permanecer en la política, incluso después de Vichy, terminó en la expulsión de las dos terceras partes de sus miembros de la Asamblea Nacional por colaboracionismo y compromisos. Después de 1941, los socialistas literalmente desaparecieron como partido, y sólo comenzaron gradualmente a reconstruir sus bases en 1944.125
Esto dejó el campo libre al Partido Comunista: “Los comunistas dominaron la organización de la Resistencia; los Francs-Tireurs et Partisans… eran mayoría.126 Ian Birchall describe la situación en Francia de la siguiente manera:
La liberación de Francia de la ocupación nazi en la segunda mitad del año 1944 dejó al país en un estado de gran confusión. Inicialmente el gobierno central tenía poco control sobre la situación. En varias municipalidades se instauraron comités de liberación; en Marsella las autoridades locales comenzaron un programa de estatización de la propiedad regional sin siquiera consultar a París. Se crearon tribunales populares y unos 11.000 colaboradores de los nazis fueron ejecutados.
Los comités de liberación eran principalmente controlados por el Partido Comunista Francés y el gobierno no podía intervenir. El ministro del interior suplicaba en vano que dejaran de actuar autónomamente. Sólo la intervención de Maurice Thorez, el líder del Partido Comunista Francés, pudo contenerlos. Él afirmó que:
Los comités de liberación locales no deben sustituir a la administración municipal y departamental. El Consejo Nacional de la Resistencia no ha sustituido al gobierno.127

Fue Maurice Thorez quien, al regresar a Francia desde Moscú, realizó la proclama: “Una policía. Un ejército. Un Estado”. Luego la Resistencia fue desarmada. Kolko escribe:
Thorez disciplinó a la dirección más antigua y militante alrededor de André Marty y Charles Tillon a quienes finalmente expulsó; prohibió las huelgas y exigió mayor trabajo a los obreros, y respaldó la disolución de la Resistencia. Subordinó cada objetivo social al objetivo de ganar la guerra; “la tarea de los Comités de Liberación no es administrar”, le dijo al Comité Central del partido en enero de 1945, “sino ayudar a aquellos que administran. Ellos deben, sobre todo, movilizar, entrenar y organizar a las masas para lograr el máximo esfuerzo de guerra y apoyar al Gobierno Provisional en la aplicación del programa establecido por la Resistencia”. En síntesis, en un punto crítico en la historia del capitalismo francés, el partido se negó a actuar contra él. “La unidad de la nación”, que Thorez nunca se cansó de reiterar, era “un imperativo categórico”… El partido ayudó a desarmar a la Resistencia, reavivar una economía moribunda, y crear la estabilidad suficiente para dar un crucial respiro al viejo orden: y luego se enorgulleció de los logros obtenidos.128

Mientras tanto, en Italia la ola revolucionaria se elevó con mayor fuerza. Pierre Broué escribe, “En Italia fue la movilización de los trabajadores —nadie debería sorprenderse al saber que la misma comenzó en la planta de Fiat— la que finalmente movió la tierra bajo el régimen fascista y cavó la tumba de Benito Mussolini”.129
La masiva huelga en la planta de Fiat se convirtió en una huelga general que al día siguiente derrotó al gobierno. Un año después:
En marzo de 1944… una nueva y aun más impresionante ola de protestas se extendió a través de la Italia ocupada. En esa época las consignas de los huelguistas eran más políticas, exigiendo paz inmediata y el fin de la producción de guerra para Alemania. La cantidad de trabajadores involucrados excedió las previsiones más optimistas; 300.000 obreros paralizaron la provincia de Milán. En la ciudad misma los trabajadores del tranvía pararon el 1º de marzo, y sólo fueron forzados a volver el 4 y el 5 por una campaña de terror desplegada en su contra. La huelga se extendió más allá del triángulo industrial a las fábricas textiles de Veneto y las ciudades italianas centrales de Bolonia y Florencia. Las mujeres y los trabajadores peor pagados estaban a la vanguardia de la agitación. En algún momento de la primera semana de marzo, miles de trabajadores dejaron sus herramientas.130

El impulso implacable de la lucha industrial, política y armada de la clase trabajadora italiana, determinó que para 1945 los distritos de clase trabajadora en Turín, fueran eficaces áreas de exclusión para fascistas y alemanes.131 De hecho:
Para el 1º de mayo toda el área norte de Italia había sido liberada. El carácter popular e insurreccional de la liberación, que dejó una impresión indeleble en la memoria de aquellos que habían participado, fue bienvenido en la mayoría de los barrios. En otros causó una aguda ansiedad. Un terrible ajuste de cuentas se estableció, con al menos 12.000 o 15.000 personas ejecutadas enseguida de la liberación. En cuanto a los industriales norteños, habían esperado una transición indolora del poder de los fascistas a las autoridades angloamericanas. En cambio se encontraron con sus fábricas ocupadas, a los trabajadores armados, y un período de diez días entre la insurrección y la llegada de los Aliados. Algunos de los más comprometidos con el antiguo régimen no se atrevieron a esperar y huyeron a Suiza. Durante los próximos meses el miedo a una revolución social inminente fue muy fuerte entre los círculos capitalistas.132

Que esta revolución no se materializara se debió ante todo, al control ejercido por el Partido Comunista Italiano. Broué escribe:
El Partido Comunista Italiano —la sección de la Internacional Comunista bajo el control directo de Moscú— realizó acercamientos a los notables, a los fascistas renegados, a los mariscales y a las autoridades de la iglesia, para proponerles un compromiso que consistía en salvarlos de la presión de las calles a cambio de un lugar en el gobierno, y el reconocimiento legal de la Agencia Italiana en Moscú.133

Al igual que Thorez en Francia, el líder comunista italiano Togliatti, jugó un papel central al volver de su larga estancia en Moscú. Ginsburg escribe:
A su llegada a Salerno, Togliatti esbozó a sus camaradas —provocando asombro y alguna oposición— la estrategia que había proyectado para que el partido siguiera en el futuro cercano. Los comunistas, dijo, debían dejar de lado su hostilidad hacia la monarquía. En cambio debían persuadir a todas las fuerzas antifascistas a unirse al gobierno, que ahora controlaba toda Italia al sur de Salerno. Unirse al gobierno, según Togliatti, era el primer paso hacia la realización del objetivo principal en ese momento —la unidad nacional para enfrentar a los nazis y a los fascistas. El primer objetivo de los comunistas debía ser la liberación de Italia, no la revolución socialista.
Togliatti insistió en que la unidad de los años de guerra debía, si era posible, continuar en el período de la reconstrucción. Esta gran unidad debía incluir no sólo a los socialistas, sino también a los demócrata-cristianos. En un discurso en Roma en julio de 1944, caracterizó a los demócrata-cristianos como un partido que tenía en sus bases, “una masa de obreros, campesinos, intelectuales y personas jóvenes que básicamente comparten nuestras aspiraciones, porque como nosotros ellos quieren una Italia democrática y progresista”.134
En abril de 1944, Togliatti argumentó que los partidos del Comité de Liberación Nacional debían jurar obediencia el rey y unirse al gobierno del Mariscal Badoglio. Este había sido comandante en jefe de Mussolini y líder de las tropas italianas que invadieron Abisinia en 1935. ¡Togliatti incluso se convirtió en uno de los ministros de Badoglio!135

En Alemania la lucha revolucionaria era aun más difícil que en Francia e Italia. Es verdad que la represión hizo la resistencia al Tercer Reich sumamente difícil, pero éste era sólo un lado de la ecuación. El potencial de resistir también fue sistemáticamente socavado desde el campo antinazi. La desastrosa dirección política del reformista Partido Socialdemócrata (SPD) y sobre todo del estalinista Partido Comunista (KPD), dejó a los trabajadores alemanes angustiados y confundidos, mientras a Hitler le era permitido hacerse del poder sin que se alzara un dedo en su contra.
La firma del pacto entre Hitler y Stalin en 1939 quebró los espíritus de los comunistas alemanes, quienes formaban la única resistencia masiva al nazismo. Una señal de esto fueron las cifras de captura de volantes clandestinos por parte de la Gestapo, la cual cayó de 15.922 en 1939 a sólo 1.277 en 1940.
Incluso cuando la guerra estaba encaminada, las tácticas de los Aliados parecían calculadas para desalentar cualquier revuelta contra el Tercer Reich y producir en cambio, una sombría lealtad. En el Este, Stalin afirmaba estar luchando una “Gran Guerra Patriótica” y el blanco dejó de ser el régimen nazi, pasando a ser todos los alemanes. La propaganda antialemana rusa, prácticamente racista, minó el desarrollo de un movimiento de resistencia contra los nazis. Una y otra vez Ilya Ehrenburg, escribía en la prensa rusa la misma frase, “¡El único alemán bueno, es un alemán muerto!”
Los soldados alemanes terminaron la Primera Guerra Mundial con una revolución contra el Káiser, pero en las condiciones de la Segunda Guerra Mundial ninguna revuelta ocurrió, porque como decía un soldado, “Dios prohíbe que perdamos la guerra. Si la venganza sobreviene, tendremos una época muy dura”.
Pero la semilla de la revolución todavía estaba allí. Al final de la Segunda Guerra Mundial la pesada represión fue vencida por los trabajadores alemanes, y esto les dio una oportunidad efectiva para expresarse. Fue asombroso lo que se destapó. Un gigantesco movimiento de comités antifascistas, o “Antifas”, se extendió por Alemania con cada nueva área liberada al nazismo. Existían más de 500 de estos comités, cuya composición era abrumadoramente de clase trabajadora. Durante un breve lapso de tiempo, entre el derrocamiento del régimen nazi y la reimposición del “orden” por las fuerzas aliadas de ocupación (Rusia en el este, Gran Bretaña y los Estados Unidos en el oeste), los trabajadores fueron libres en dos sentidos.
No sólo desapareció la tiranía nazi, sino que el trabajo de la Gestapo había amortiguado temporalmente la influencia de los líderes reformistas socialdemócratas y estalinistas.
Los “Antifas” crecieron explosivamente. En Leipzig (Alemania oriental) había 38 comités locales, que decían tener 4.500 activistas y 150.000 adherentes. A pesar de las distracciones causadas por la devastación de la guerra (la población había caído en la ciudad de 700.000 a 500.000 personas, por ejemplo), más de 100.000 personas se congregaron en la manifestación del 1º de Mayo de 1945. En Bremen (Alemania occidental), una ciudad donde el 55% de las casas eran inhabitables y una tercera parte de la población había huido, existían 14 grupos locales, que declaraban 4.265 miembros. Quince días después la cifra era de 6.495 miembros. Muchos “Antifas” fueron organizados en lugares de trabajo. En la región del Ruhr central poco después de la liberación, una asamblea de representantes de lugares de trabajo incluyó a 360 delegados de 56 minas y muchas otras empresas.
Los Antifas estaban decididos a terminar con el nazismo. Se lanzaron a huelgas exigiendo la purga de los activistas nazis. En Bremen y otros lugares los edificios del sindicato nazi —el Frente Laborista Alemán— fueron ocupados. Los presos retornados de los campos de concentración fueron alojados en las viviendas de activistas nazis y los más notorios de estos últimos fueron entregados a las autoridades. Stuttgart fue más allá y estableció sus propios “tribunales revolucionarios”.
Existía la conciencia de que el nazismo podía ser desterrado realmente, sólo si los trabajadores hacían ellos mismos el trabajo. La mina del Príncipe Regente en Bochum llamó a una huelga general política y difundió su consigna: “Larga vida al Ejército Rojo”, no en referencia a las fuerzas soviéticas, sino a la fuerza insurreccional de la revolución alemana de 1918-23. La perspectiva era tan avanzada que “en el futuro Estado no habrá más patrones como antes. ¡Debemos disponer de las cosas y trabajar como si la empresa fuera nuestra!” En algunos lugares los trabajadores tomaron sus fábricas y los directores huyeron. Los “Antifas” prepararon a sus propias milicias de fábrica y reemplazaron a los jefes de policía y alcaldes con sus propios candidatos. La situación en Stuttgart y Hannover fue descrita como de “doble poder”, habiendo los “Antifas” estructurado sus propias fuerzas policiales, tomado una serie de poderosas posiciones locales y comenzado a organizar servicios vitales como el aprovisionamiento de comida.
Vale la pena citar el informe presencial de un oficial de Estados Unidos:
En áreas ampliamente dispersas, bajo diferentes nombres, y al parecer sin conexión entre ellos, frentes de unidad antinazis emergieron poco después del colapso del gobierno nazi… Aunque no tienen ningún contacto entre sí, estos grupos muestran una notable similitud en la manera en que se constituyen y en su programa. La iniciativa para su creación parece en cada caso provenir de personas que permanecieron activas durante el período nazi y de alguna forma u otra estaban en contacto entre sí… la denuncia de los nazis, los esfuerzos por prevenir un movimiento nazi clandestino, la desnazificación de las autoridades civiles y la industria privada, la mejora en el alojamiento y provisión del suministro de alimentos, son las cuestiones centrales que preocupan a las organizaciones recientemente creadas… La conclusión es por consiguiente justificada, estos colectivos representan la espontánea conjunción de las fuerzas de la resistencia antinazi, las que, mientras permanecía el régimen de terror, eran impotentes.

El informe continúa contrastando este proceso con las actividades de la izquierda, que enfatizó el desarraigo de todos los restos del nazismo como condición previa para un nuevo comienzo, y las actividades de la derecha, que se “concentra en el esfuerzo por conservar aquello que todavía pudiera ser utilizable de las ruinas del régimen de Hitler”.
Sin embargo, los “Antifas” pudieron existir sólo unas semanas en cada localidad, porque no sólo tenían la oposición de las fuerzas de ocupación (incluyendo el ejército ruso) sino también de los estalinistas del movimiento obrero. En cuanto las fuerzas de ocupación ganaban firme apoyo local, los “Antifas” eran prohibidos. Esto se aplicó tanto al sector oriental controlado por los rusos como a occidente.
Los “Antifas” se disolvieron con la connivencia de los dos partidos formados por trabajadores. Después del acuerdo de Yalta, el KPD estalinista aceptó que los aliados occidentales tuvieran pleno derecho de controlar su esfera de influencia, y no toleraría ninguna acción independiente en el Este. En la región occidental el reformista SPD no tenía interés en promover ninguna revolución.
Así, el período en cuestión fue breve —sólo unas semanas durante la primavera de 1945. No obstante, esto demostraba el potencial para el poder de los trabajadores que fue bloqueado, principalmente por el estalinismo de arriba y de abajo.136

Conclusión
Si el régimen estalinista no hubiera sobrevivido a la guerra, como Trotski preveía, es claro que los partidos estalinistas de Francia e Italia no habrían tenido poder para defender al régimen capitalista en estos países. De igual manera, la clase trabajadora alemana no habría quedado paralizada después de la caída de Hitler.
La supervivencia del capitalismo de Estado condujo a la supervivencia del capitalismo occidental, pues era interés de ambos evitar la revolución. Pero este era un sistema de hermanos hostiles y los anteriores aliados en los tiempos de la guerra pronto se vieron envueltos en una masiva y costosa carrera armamentista: la Guerra fría. Ésta era la base de la economía armamentista permanente que operaba en occidente.
La conexión entre la existencia del régimen estalinista en la Unión Soviética y la revolución permanente desviada en China y Cuba es más obvia. Fue la existencia de una Unión Soviética fuerte la que inspiró a los ejércitos maoístas a seguir luchando contra el imperialismo japonés por muchos años, y también contra el Kuomintang de Chiang Kai-shek. Era el ejemplo de una poderosa y rápida industrialización de la atrasada Unión Soviética bajo Stalin, la que inspiró a los partidos estalinistas y los gobiernos emergentes a lo largo del Tercer Mundo, y sirvió de modelo a seguir por ellos. La política estalinista de aliarse a las fuerzas capitalistas locales determinó que ese imperialismo no fuera derrocado por una revolución de los trabajadores. El imperialismo pudo frecuentemente deshacerse políticamente de las colonias sin tener que renunciar a su completo dominio económico. Allí donde se llevaron a cabo políticas de capitalismo de Estado, se forjaron alianzas con el Bloque soviético, pero la situación de los trab
ajadores siguió siendo de explotación y sometimiento al régimen capitalista.
Por consiguiente, una vez que el pronóstico de Trotski sobre el destino del régimen estalinista en la Unión Soviética no se hizo realidad, el resto de sus pronósticos —sobre el desarrollo de los países capitalistas avanzados y atrasados— tampoco se materializó.
La troika —capitalismo de Estado, economía armamentista permanente y revolución permanente desviada— constituye una unidad, una totalidad, que capturó los cambios en la situación de la humanidad después de la Segunda Guerra Mundial. Significa una afirmación general del trotskismo, a la vez que una parcial negación del mismo.
El marxismo como teoría viva debe continuar y cambiar al mismo tiempo. Sin embargo, la troika no se concibió como una unidad y no surgió en un único impulso. Fue el resultado de largas exploraciones en el desarrollo económico, social y político de tres porciones del globo: la Unión Soviética y Europa oriental, los países capitalistas de industrialización avanzada, y el Tercer Mundo. Los caminos de investigación se cruzaron una y otra vez. Pero sólo al final del proceso, las mutuas relaciones entre las diferentes esferas de investigación se aclararon. Sólo en la cima de una montaña se puede ver la relación entre las diferentes sendas diseñadas para alcanzar la cúspide y desde este punto el análisis se convierte en síntesis, y la dialéctica marxista emerge victoriosa.
Capturar los cambios reales en la estructura de la economía, la sociedad y la política mundial, con la masiva desigualdad que lo desgarra, permite atrapar las posibilidades reales y concretas, de forma que los revolucionarios se ubiquen en el proceso de cambio.
El régimen estalinista en la Unión Soviética y Europa oriental ya no existe. El capitalismo mundial ya no es impulsado por una economía armamentista permanente. En el Tercer Mundo, el crecimiento económico vía capitalismo de Estado ha sido abandonado, mientras la integración económica a escala global estrecha el margen de maniobra de las clases dominantes locales y los grupos que aspiran a jugar ese papel. Alrededor del mundo —en el Oeste, en el Este, y en los países del Tercer Mundo— millones de trabajadores han sido despedidos, y decenas de millones de desempleados viven lado a lado con millonarios y multimillonarios.
La troika —la caracterización de la Unión Soviética como capitalista de estado, la economía armamentista permanente como explicación de la prosperidad económica de posguerra en los países capitalistas avanzados, y la revolución permanente desviada como explicación de las revoluciones en el Tercer Mundo— podría parecer irrelevante para los marxistas de hoy. Pero no es así.
En primer lugar, las ideas sobreviven mucho tiempo después que las condiciones materiales que les dieron nacimiento han desaparecido; una onda en el agua causada por la caída de una piedra, continúa aún después de que la piedra dejó de moverse. Igualmente, las ilusiones sobre el régimen estalinista todavía sobreviven tanto entre los partidarios como entre los detractores burgueses. La idea de que propiedad estatal y planificación económica, incluso sin una democracia de los trabajadores, es igual a socialismo, todavía vive.
Fue el pleno o el casi pleno empleo que siguió a la irrupción de la Segunda Guerra Mundial, lo que fortaleció la atracción del keynesianismo. La teoría de la economía armamentista permanente ha sido la única alternativa marxista seria al keynesianismo, para explicar la situación de ese momento. El keynesianismo todavía está vivo y aun hoy se presenta como alternativa a la economía de libre mercado.
Las ideas del maoísmo y del guevarismo son aún bastante atractivas para algunos activistas, sobre todo en el Tercer Mundo. La imagen del Che todavía tiene una gran resonancia en América Latina. La idea de que sólo la clase trabajadora organizada en lucha por el socialismo, impulsada por marxistas revolucionarios puede hacer triunfar la revolución, no es ampliamente aceptada en los movimientos de liberación nacional.
Hay otra razón para que las tres teorías que tratamos deban ser estudiadas. Tiene relación con la naturaleza y la continuidad de la tradición marxista. Como dijo Trotski, el partido revolucionario es la memoria de la clase trabajadora. Antes de la muerte de Trotski esta memoria, la continuidad efectiva del movimiento, fue representada por una gran cantidad de individuos. Esto se puede demostrar en condiciones concretas.
La Primera Internacional estaba conformada por organizaciones relativamente grandes, y aunque hubo una interrupción de unas dos décadas entre el fin de la Primera y el establecimiento de la Segunda Internacional, muchos miles que eran miembros de la Primera se unieron a la Segunda. La Tercera Internacional (la Internacional Comunista, o Comintern) surgió como resultado de las grandes divisiones internas de la Segunda Internacional. El Partido Socialista Italiano, en su conferencia en Bolonia en septiembre de 1919, votó por integrarse a la Internacional Comunista, sumando 300.000 miembros. En Alemania, el Partido Socialdemócrata Independiente que se separó en 1917 del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) decidió también unirse a la Internacional Comunista, agregando otros 300.000 miembros. En 1920 el Partido Socialista Francés se sumó, agregando unos 140.000 miembros más. En junio de 1919 los Socialistas Búlgaros votaron por afiliarse, incorporando 35.478 miembros. El Partido Socialista Yugoslavo, también un gran partido de masas, se integró. El Partido Socialdemócrata Checoslovaco se dividió en diciembre de 1920; la Izquierda Comunista se aseguró la mitad de sus miembros y estableció un Partido Comunista de 350.000 afiliados. Un pequeño grupo separado del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) sumó mayores fuerzas, y después de su unificación el partido declaraba tener 400.000 miembros. El Partido Laborista Noruego se unió al Comintern en la primavera de 1919. En Suecia la mayoría del Partido Socialista, después de un cisma, se unió al Comintern, sumando otros 17.000.137
Lamentablemente, apenas existía alguna continuidad en términos de revolucionarios individuales, entre la Internacional Comunista de Lenin y Trotski a principios de los años veinte y el movimiento trotskista en los años treinta y después de la Segunda Guerra Mundial. Presionados entre la masiva influencia de Stalin y el miedo a Hitler, las organizaciones trotskistas siempre consistieron en grupos diminutos al margen de los movimientos de masas. De esta manera, el número de trotskistas en Berlín en vísperas de la victoria de Hitler ¡era sólo de 50!138 A pesar de la Revolución española de 1936, en septiembre de 1938, según el informe de la Conferencia Fundacional de la Cuarta Internacional, el número de miembros de la sección española estaba ¡entre 10 y 30!139
La Primera, Segunda y Tercera Internacionales nacieron en períodos de avance de la clase trabajadora; las organizaciones trotskistas nacieron durante un terrible período en la historia de la clase trabajadora: la victoria del nazismo y del estalinismo. Sin comprender por qué durante dos generaciones el trotskismo se encontró aislado e impotente, los trotskistas se inclinaron a perder el rumbo y llegaron a conclusiones completamente pesimistas sobre el futuro. Entender el pasado aclara que a ese trotskismo, le corresponde un lugar como eslabón en la continuidad del marxismo.
El estalinismo, ese gran baluarte que impedía el avance del marxismo revolucionario, ha desaparecido. El capitalismo en los países avanzados ya no se expande, por lo que las palabras del Programa de Transición de 1938 de que “no puede haber discusión sobre reformas sociales sistemáticas y elevación de los niveles de vida de las masas” concuerda con la realidad nuevamente.140 La teoría clásica de la revolución permanente, tal como fue defendida por Trotski, está de vuelta en la agenda.
La troika —capitalismo de Estado, economía armamentista permanente y revolución permanente desviada— explica por qué durante largo tiempo, el sistema capitalista persistió, aun cuando adoptó un sinnúmero de disfraces. Al mismo tiempo, siempre apuntando a los procesos que minan esta estabilidad, durante un período estos procesos permanecieron a nivel molecular y escasamente visibles en la superficie. Pero llegado cierto momento, cantidad se transforma en calidad y el sistema en su totalidad se encuentra atormentado por las crisis y las inestabilidades. Entonces, como Marx lo expresó, la humanidad brincará de su asiento y triunfantemente exclamará, “¡Bien hecho, viejo topo!”.141


Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción- Simón Bolivar

jueves, 1 de mayo de 2014

Dossier. Ucrania: Nuevo intento imperialista

John Weeks, Rob Ferguson 
Sin Permiso
Occidente impuso al mundo post-soviético la "terapia de choque", con resultados catastróficos. Ahora, intenta repetir el experimento en Ucrania

En el futuro, la gente estudiará la desintegración política, la fragmentación social y el colapso económico de la Unión Soviética - la Gran Desintegración - como un desastre humano comparable a la Gran Peste del siglo XIV. Durante la Gran Peste, la gente sabía ni la causa ni la cura de la epidemia. Durante la Gran Desintegración, la causa era evidente y la cura conocida. El régimen se derrumbó debido a su propio peso muerto. El desastre económico que siguió, sin embargo, fue el resultado de las políticas económicas disfuncionales impulsadas por las potencias occidentales. Ahora, intentan repetir el terrible experimento en Ucrania.


Ucrania entre imperialismos. Dossier www.sinpermiso.info
Ucrania: Frontera entre imperialismos. Dossier
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John Weeks, Rob Ferguson ….
27/4/2014
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! La economía de la desintegración de Ucrania
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Occidente impuso al mundo post-soviético la “terapia de choque”, con resultados catastróficos. Ahora, intenta repetir el experimento en Ucrania. En el futuro, la gente estudiará la desintegración política, la fragmentación social y el colapso económico de la Unión Soviética - la Gran Desintegración - como un desastre humano comparable a la Gran Peste del siglo XIV. Durante la Gran Peste, la gente sabía ni la causa ni la cura de la epidemia. Durante la Gran Desintegración, la causa era evidente y la cura conocida. El régimen se derrumbó debido a su propio peso muerto. El desastre económico que siguió, sin embargo, fue el resultado de las políticas económicas disfuncionales impulsadas por las potencias occidentales.

La escala del desastre humano en los países en transición post-soviéticos se refleja más claramente en las estadísticas sobre la esperanza media de vida (véase A. Cornia, The Morality Crisis in Transitional Countries ). En el caso que mejor conozco, la ex soviética República de Moldavia, entre 1990-1995 la esperanza de vida al nacer se redujo en casi tres años, hasta situarse por debajo de 66 años. Una caída así, en tiempos de paz, de las expectativas de vida no tiene precedentes. El único ejemplo reciente ha sido la epidemia del SIDA en algunos países del África subsahariana.

La principal causa de esta disminución de la esperanza media de vida en los países en transición ha sido la llamada terapia de choque, que desmanteló las instituciones de la economía planificada, sin sustituirlas por nada. Millones de personas en toda la antigua Unión Soviética perdieron sus medios de vida, los recortes presupuestarios destruyeron los servicios de sanidad y la pobreza empujo a la gente a la embriaguez y las drogas, acortando sus vidas.

El propósito explícito en estas políticas de ajuste draconianas diseñadas por los gobiernos occidentales era asegurarse de que la Unión Soviética no podía ser reconstruida. Vladimir Putin es muy consciente de ello, y espera a frustrarlo.

En la década de 1990, los políticos de los Estados Unidos y Europa occidental acogieron el colapso de la Unión Soviética como una liberación. Pero unas elecciones no hacen una democracia, y 25 años después, por lo menos once de los 15 estados surgidos de la URSS tienen regímenes autoritarios, incluida la propia Rusia. Los gobiernos de los tres países bálticos han demostrado ser serios violadores de los derechos civiles, y toleran la actividad de grupos abiertamente fascistas. Solo la pequeña Moldovia es una candidata creíble para ingresar en el club de las democracias.

Cada ex república soviética tuvo su propia transición trágica. Medido por la caída en el ingreso per cápita, Ucrania fue la que peor lo paso, con excepción de Georgia, que se hundió en un conflicto civil separatista después de 1990. Los ingresos por persona en Ucrania cayeron casi un 60% entre 1990 y 1997 y la recuperación no empezó hasta el 2000. A finales de 2013 seguía un 20% por debajo de 1990 (véase el gráfico).

Ingreso per cápita en Ucrania, 1990-2013

! Todos los años, en comparación con 1990. Por ejemplo, en 1998 el ingreso per cápita fue de casi un 60% por debajo de 1990, de -60. En 2013 fue casi un 25% por debajo de, -25. En este contexto podemos entender las tensiones y los conflictos internos de Ucrania. Una parte de la oligarquía ve a la Unión Europea como un bloque que ofrece un futuro económico brillante. Este grupo arrastra consigo al oeste del país, de habla ucraniana, capitalizando un sentimiento anti-ruso de muchas generaciones. En el este, los rusófobos constituyen una amplia mayoría y ven a Rusia, donde el ingreso per cápita en 2013 fue un 20% superior al de 1990, en comparación con el 20% inferior en Ucrania. La caída de ingresos en el este del país ha sido aún mayor que la media nacional, debido a la concentración de la industria pesada anteriormente vinculados a la Unión Soviética en el antiguo bloque comercial del COMECON.

Sin embargo, a pesar de la gravedad del sufrimiento económico en Ucrania durante la década de 1990 como consecuencia de la terapia de choque, los Estados Unidos y sus aliados europeos tienen previsto repetirla, mediante un programa del Fondo Monetario Internacional. El Bloomberg View (30 de marzo de 2014) informa que esta terapia de choque déjà vu promete tener consecuencias aún más nefastas que su predecesora durante la década de 1990:

"... Rusia ... ha estado alimentando el este rusófono de Ucrania con una narrativa acerca de cómo una mayor integración con la Unión Europea va a cerrar sus minas y fábricas, eliminará puestos de trabajo, aumentará los precios y reducirá sus pensiones. Sin embargo, para poder firmar el acuerdo con el FMI, el primer ministro interino Arseniy Yatsenyuk tuvo que informarles a los ucranianos que ese escenario, en parte, se producirá. Advirtió que la inflación podría subir hasta un 14% este año, mientras la economía se contrae un 3%”.

"En una situación de este tipo, la terapia de choque estándar del FMI no es una opción. Las condiciones de los préstamos del FMI - recorte de las subvenciones para calefacción de los hogares, por ejemplo - son esenciales, pero el impacto en los ciudadanos comunes debe ser amortiguado mucho más que lo que gobierno puede permitirse".

Al igual que en la década de 1990, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea presentan al 99% de los ucranianos un futuro sombrío. Se insta a la población a rechazar la agresión y proclividades autoritarias de Putin, y aceptar en cambio un programa que incluso un medio representativo de Wall Street como BV considera que 'no es una opción´.

El gobierno que aplicará la terapia de choque versión 2.0 llegó al poder en Ucrania apoyando el derrocamiento de un presidente elegido constitucionalmente. Hay pocas dudas sobre el alcance de la corrupción bajo el gobierno del depuesto presidente Viktor Yanukovich. Pero igualmente esta fuera de toda duda el historial corrupto de los que aspiran a reemplazarlo.

Un régimen extra-legal en el poder, oligarcas que respaldan un nuevo programa económico draconiano, un ingreso per cápita en declive y que inevitablemente disminuirá aún más gracias al programa económico: no es ninguna sorpresa que los ucranianos en el este del país miren con nostalgia aunque sin grandes esperanzas a Rusia. Más sorprendente, es que este segundo programa de terapia de choque encuentre apoyo en el oeste de Ucrania, lo que trae a la mente el comentario atribuido a Albert Einstein, de que la “estupidez es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes. "

Quienes apoyan la terapia de choque en Estados Unidos y la UE, es una estupidez con un propósito: imponer su influencia política en Ucrania. El programa del FMI puede ser el desastre económico que provoque un desastre aún mayor, la desintegración de Ucrania. Los políticos de EE.UU. y de la UE y los oligarcas ucranianos puede que consideren este resultado una solución alternativa a sus objetivos geopolíticos y económicos, cuando, de hecho, es más probable que sea un desastre humano.

John Weeks es profesor emérito de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, y autor del libro Economics of the 1%: How mainstream economics serves the rich, obscures reality and distorts policy, Anthem Press (2014). John Weeks es profesor emérito de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, y autor del libro Economics of the 1%: How mainstream economics serves the rich, obscures reality and distorts policy, Anthem Press (2014)
http://www.opendemocracy.net/od-russia/john-weeks/economics-of-disintegration-in-ukraine

! Ucrania: Desgarrada por el imperialismo
La anexión rusa de Crimea, y las crecientes tensiones entre Oriente y Occidente, marcan una era de intensificación de la competencia entre las potencias imperialistas rivales.

..../... Occidente. Ucrania (que significa "la frontera") fue el eje central de esta estrategia y el más importante de los estados tapón con Rusia.

Las tensiones podrían ahora extenderse. Moldovia y Georgia también quieren firmar acuerdos de asociación con la UE y son vulnerables a la presión de Rusia a través de su control de los suministros de energía, importantes mercados en Rusia, y las bases militares en los enclaves separatistas de Transnistria (Moldavia) y Osetia del Sur y Abjasia (Georgia). Así, la amenaza económica y potencialmente militar de la guerra se extiende a través de la región del Cáucaso, e incluso a los estados de Europa del Este. En Hungría, Rusia está a punto de hacer un préstamo de 13,7 mil millones de dólares para modernizar la central nuclear de Paks, lo que le permite jugar un papel importante en el sector energético de Hungría.

Ambas partes desean evitar el conflicto militar en Ucrania, pero incluso el uso de sanciones económicas podrían tener graves costes económicos y políticos. La economía europea podría caer en una nueva recesión si se cortasen los suministros de energía y se recortase el comercio con Rusia.

Esa es la razón por la que la UE y EE.UU. están divididos sobre las sanciones económicas. Sin embargo, el crecimiento económico de Rusia, sobre el que descansa el apoyo a Putin, también se tambalea. Una disminución repentina de los ingresos petroleros podría erosionarla. La reciente caída de la bolsa de Moscú y la fuga masiva de capitales de Rusia son una advertencia.

Sin embargo, si bien hay limitaciones reales en ambos lados, los dos están obligados a buscar ventaja, de manera que se podría provocar una mayor confrontación. Mientras Occidente cementa sus lazos con el nuevo régimen pro-occidental en Kiev y Rusia responde apoyando y promoviendo la oposición en el Este de Ucrania, el potencial para una explosión de las tensiones es real. Lo que a su vez podría arrastrar a Rusia y Occidente a un conflicto más profundo en otras partes de la región.

Cuando Socialist Review fue a imprenta, el FMI acababa de conceder un crédito de 27 mil millones de dólares a Ucrania. El gobierno de Kiev anunció inmediatamente un alza del 50 por ciento de los precios del gas. Esto es sólo el principio. El precio del préstamo es seguro que será más austeridad y otra caída en los niveles de vida de la gente común. Es difícil imaginar el impacto en una economía que esta por los suelos.

Ucrania es el único país del antiguo bloque del Este cuya producción económica se encuentra aún por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 1992. Durante la crisis de 2008 la economía se contrajo un 15 por ciento y la moneda perdió el 40 por ciento de su valor. Los niveles de vida ya están muy por debajo de sus vecinos, como Polonia y Hungría.

Por tanto, el acuerdo con el FMI sólo puede aumentar el peligro de tensiones explosivas dentro de Ucrania, a menos que los trabajadores comiencen a unirse superando divisiones étnicas y religiosas y luchen contra a sus propios oligarcas. Sin embargo, ello exige oponerse frontalmente tanto a los EE.UU. / UE como a Rusia.
El único elemento común que los dos bloques imperialistas comparten es su dependencia de los oligarcas de Ucrania. Ese puñado de capitalistas controlan una proporción mucho mayor de la economía ucraniana que incluso sus homólogos rusos y son ellos los que en última instancia determinan la supervivencia de cualquier régimen político en Kiev.

No tenía por qué ser así. Después del colapso de la Unión Soviética, los neoconservadores norteamericanos declararon el amanecer del "nuevo siglo americano". En su arrogancia, se obstinaron en que los EE.UU. fueran la única superpotencia en la escena mundial y hacer frente sin grandes problemas a cualquier desafío a su hegemonía desde abajo. En ambos casos han fracasado.

En primer lugar, los EE.UU. no pueden ostentar un predominio indiscutido. Ni siquiera puede garantizar con certeza que sus propios aliados marcharán al paso. En el caso de China y Rusia, los EE.UU. y la OTAN están descubriendo que la ventaja de poder que tienen sobre sus rivales parece tener rendimientos decrecientes cuanto más cerca avanzan hacia su esfera de influencia inmediata.

En segundo lugar, el sueño de los guerreros de la Guerra Fría de ser capaces de intervenir en todo el mundo a su antojo, sobre todo en Oriente Medio, se encuentra en ruinas bajo los restos destrozados de la bandera que ondeaba por encima de George Bush en su discurso televisado a bordo del USS Abraham Lincoln en 2003 cuando afirmo "Misión Cumplida".

En lugar de un nuevo siglo americano nos enfrentamos a un mundo de imperialismos rivales, aunque desiguales, incluso si el más fuerte, los EE.UU., se enfrenta con dificultades para imponer su propia hegemonía. En este contexto debemos entender la crisis de Ucrania y la competencia entre las potencias a lo largo de la frontera sur de Rusia.
Influencia
Es también en este contexto como debemos entender el resurgimiento de la influencia rusa tras su desaparición como segunda superpotencia mundial. Después de 1991, las 15 repúblicas de la antigua Unión Soviética se convirtieron en estados independientes. Rusia luchó para conservar su influencia sobre lo que se denomina su "exterior cercano", en el contexto de un colapso económico catastrófico como resultado de la "terapia de choque" económica neoliberal.
La producción bruta cayó un 57 por ciento en relación a los niveles de 1991. Los jubilados perdieron sus ahorros de toda la vida en la pira de la hiperinflación, mientras que una capa de la vieja "nomenklatura" y los nuevos empresarios se enriquecía con la privatización de las empresas estatales. Millones de trabajadores no recibieron sus salarios durante meses. Los sistemas de calefacción se derrumbaron en Siberia; la gente tenía que encender fuegos en sus apartamentos, ya que tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero. El personal de ambulancias se vio obligado a pedir el coste de la gasolina antes de acudir a las llamadas de emergencia.

El colapso afectó profundamente al complejo industrial-militar y el ejército ruso se convirtió en una caricatura de sí mismo; mal equipados, sin piezas de repuesto e incluso incapaz de pagar a sus soldados y reclutas. Rusia volvió a fomentar las divisiones étnicas y nacionales en su "exterior cercano" con el fin de debilitar a los estados vecinos y someter por la fuerza a muchos de sus líderes corruptos a la dependencia de un débil Estado ruso aun.

Así, entre 1990 y 1994 Rusia alimentó una serie de conflictos civiles y separatistas sangrientos en Georgia, Ingushetia y entre Armenia y Azerbaiyán. En total, han costado más de 170.000 vidas y ha creado cerca de 1,5 millones de refugiados. No obstante, los resultados siguieron siendo inestables y Chechenia siguió siendo un foco de desafío en el Cáucaso. La imagen de Chechenia como un estado terrorista islamista es una parodia de la verdad. La capital Grozny era una ciudad industrial grande, el segundo centro de refinado de petróleo más grande de la antigua Unión Soviética. Hasta 1991 sus habitantes eran musulmanes por origen, pero en realidad abrumadóramente seculares en la práctica. Su primer presidente, un ex general soviético, Dzhokhar Dudaiev, obtuvo el 85 por ciento de los votos en la elección presidencial de 1991.

Romper con Moscú

En noviembre de 1991 Dudaiev declaró Chechenia independiente desafíando al Kremlin. Era ir demasiado lejos para Moscú y el presidente ruso, Boris Yeltsin, envió a la tristemente célebre policía del Ministerio del Interior. La población la recibió enfurecida. No en vano había sido la región que había otorgado el mayor índice de votos a Yeltsin en las elecciones presidenciales de junio. Cientos de miles de personas acudieron a Grozny de toda Chechenia y Moscú se vio obligada a retirarse.

Chechenia se convirtió en un estado independiente de facto. En diciembre de 1994 Dudaiev había perdido popularidad y Chechenia se enfrentaba al aislamiento económico. Yeltsin creyó confiado que la república rebelde podría ser fácilmente sometida por la fuerza y lanzó un ataque masivo contra Grozny. Hasta 4.000 proyectiles por hora cayeron sobre la ciudad, en el más intenso bombardeo de artillería desde la Segunda Guerra Mundial; ni un solo edificio quedó intacto.

Las tripulaciones de los tanques rodaron sobre las ruinas, pero en lugar de una rápida y victoriosa ocupación, se encontraron frente a una oposición que conmocionó al mando del ejército y a Moscú. La guerra en Chechenia generó una importante oposición dentro de Rusia, con una gran mayoría a favor de la retirada. Los mineros en huelga llevaban pancartas como "Yeltsin: Asesino de los chechenos y los mineros".
La victoria en Chechenia fue no solo un intento de recuperar Chechenia, sino también de reafirmar el dominio ruso sobre el "extranjero cercano". Sin embargo, dieciocho meses después del comienzo de la guerra, el general Alexander Lebed negoció la "paz" en nombre del Kremlin.

La segunda superpotencia del mundo parecía sufrir su humillación final. La derrota militar en Chechenia pareció hundir a Rusia en una espiral de caos y desintegración. Meses antes de las elecciones de junio de 1996, Yeltsin se enfrentaba a una aparente derrota segura a manos del líder del Partido Comunista, Gennady Ziuganov.

Pero entonces los distintos oligarcas de Rusia, superando sus rivalidades, formaron una alianza. Invirtieron ilegalmente hasta 2 mil millones de dólares en la campaña de reelección de Yeltsin; el Fondo Monetario Internacional concedió un préstamo de 10 mil millones de dólares para el pago de salarios y pensiones pendientes y los medios de comunicación emprendieron una campaña sin cuartel contra Ziuganov, llenando portada tras con los crímenes de Stalin.

Yeltsin obtuvo la victoria por un escaso margen del 3 por ciento. Sin embargo, el rescate de un presidente enfermo, cada vez más borracho y con un comportamiento más que extraño no sirvió para resolver la crisis de Rusia. En 1999 Yeltsin decidió no volverse a presentar a las elecciones y su sucesor designado no era otro que el ex oficial de la KGB Vladimir Putin.

La imagen popular de Putin puede ser engañosa. Es un autócrata populista, pero no es independiente ni se sitúa por encima de la clase dominante de Rusia. En 1999 se alcanzó un creciente consenso entre la élite rusa, incluyendo a muchos de los más poderosos oligarcas, de que la anarquía de la privatización tenía que ser regulada, que había que restablecer la economía, en particular el sector vital de la energía, que había que re imponer la autoridad del Estado sobre las regiones y reconstruir el poderío militar de Rusia.

Putin tuvo un gran éxito a la hora de ganar el apoyo de los sectores clave de la clase dominante rusa. Utilizó su posición para acabar con aquellos oligarcas que no aceptaron el nuevo consenso. Sin embargo, creer que Putin tiene "el control" de la poderosa elite de los negocios de Rusia es un error. Los oligarcas se han beneficiado más que nunca, bajo su gobierno. Moscú es la actual capital multimillonaria del mundo, que cuenta con 76 multimillonarios en dólares, en comparación con los 70 de Nueva York y los 54 de Hong Kong.

Putin llegó a la presidencia en 1999 con el apoyo de los principales medios de comunicación y de los oligarcas por un margen de solo un 3 por ciento en las urnas unos meses antes. El punto de inflexión fue una vez más Chechenia. En 1999 Putin lanzó una represalia sangrienta por la derrota de 1996 que tuvo éxito. Esta vez, se habían aprendido las lecciones. La operación militar fue cuidadosamente planeada y Putin utilizó las divisiones dentro de las filas chechenas, apoyando a las fuerzas militares chechenas leales a Moscú.

El segundo factor clave fue la escalada mundial de los precios del petróleo y de la energía a partir del 2000, pasando de 30 dólares a un máximo de 140 dólares por barril. Como el petróleo y el gas fluyó a través de los gasoductos rusos al "extranjero cercano" y a Europa, se
dispararon los ingresos tanto para las arcas estatales como para los oligarcas privados en beneficio mutuo. Rusia suministra ahora hasta el 40 por ciento de las necesidades energéticas de algunos estados europeos.
Putin impuso un mayor control del Estado en el sector de la energía, eliminó a todo oligarca que se pusiera en el camino; controló los oleoductos que ahora se extienden por toda la región, convirtiéndose en un instrumento geopolítico y estratégico central en el proyecto de Rusia de reconstruir su influencia global y su dominación regional.

Desde esta posición de fortaleza Putin ha reequipado y reestructurado las fuerzas armadas rusas, reduciendo en gran medida su dependencia de la conscripción. Se puso fin a la elección directa de los gobernadores regionales - que eran imprevisibles y demasiado a menudo actuaban a instancias de oligarcas locales - y los gobernadores son nombrados por Moscú, constituyendo lo que Putin llama a su "poder vertical". OTAN

Es esta combinación la que ha llevado al resurgimiento de Rusia como poder regional y su capacidad para ejercer un grado de influencia en el exterior, como en Siria. Esta se caracterizado sobre todo por la capacidad de Rusia para frenar en 2008 los intentos de la OTAN para integrar a Georgia en un partenariado. Rusia utilizó la región separatista de Osetia del Sur para proyectar su potencia militar en la zona. El resultado fue una victoria significativa para Putin y una derrota para Occidente.

Sin embargo, hay límites para el resurgimiento del poder regional de Rusia, como la actual crisis en Ucrania ha puesto de manifiesto y el crecimiento económico de Rusia sufre enormes deficiencias subyacentes. La crisis de 2008 golpeó la economía rusa duramente y no hay perspectivas de recuperación a corto plazo. La productividad está cayendo y sólo los ingresos del petróleo y el gas permiten una apariencia de estabilidad y evitan un desplome económico.

El nivel de vida medio ha aumentado significativamente desde la década de 1990, pero oculta una desigualdad que es una de las más altas del mundo. Si las circunstancias económicas empeoran y estalla un conflicto grave en el extranjero cercano, Putin podría perder tanto el apoyo de la élite rusa como su base popular de apoyo entre los rusos de a pie. Su apoyo se ha erosionado en la medida que el crecimiento económico se ha debilitado y ha sido un factor clave en las protestas por las irregularidades de las elecciones de 2011.

En estas circunstancias, el peligro de un conflicto étnico y nacional, alentado por las potencias imperialistas rivales aumenta. Tanto Rusia como Occidente se debaten entre su dependencia mutua de mercados y energía y la necesidad de fortalecer sus propios intereses económicos rivales y su dominación geopolítica.

Occidente continuará atrayendo a los estados vecinos de Rusia hacia su órbita con acuerdos de asociación económica, y en lo posible militares, con la UE y la OTAN. Al igual que en Crimea, Putin no dudará en explotar el chovinismo gran ruso en los enclaves rusos y entre las poblaciones rusas en los estados vecinos de Rusia. Este es el mensaje claro y amenazante de Putin en su reciente discurso tras la amenaza de sanciones de EE.UU.:

"Millones de personas se fueron a la cama en un país y despertaron en otros diferentes, convirtiéndose de la noche al día en minorías étnicas en las antiguas repúblicas de la Unión, mientras que la nación rusa se convirtió en uno de los grupos étnicos más grandes del mundo, si no el mayor, dividido por más fronteras".

La única alternativa que tiene la clase obrera en toda la región es luchar contra sus propios oligarcas y gobiernos y oponerse sin concesiones a cualquier intervención imperialista, ya sea del este o del oeste. Si los trabajadores de Ucrania o de cualquier otro estado buscan apoyo en uno u otro campo imperialista contra el otro, no serán capaces de transformar los conflictos nacionales y étnicos en un enfrentamiento contra su propia clase dominante.

"7Ucrania entre imperialismos. Es vital que los activistas contra la guerra y los socialistas de toda Europa defiendan también esta posición. Lo que implica dos cosas para nosotros en Gran Bretaña. Tenemos que resistir los intentos de los gobernantes occidentales y el FMI de imponer la austeridad en nuestro país o en el extranjero y oponernos a cualquier expansión militar o amenaza de intervención en el “exterior cercano” de Rusia.

Sin embargo, dentro de las fronteras de los estados-nación de Europa del Este y el “exterior cercano” de Rusia a menudo los trabajadores se encuentran arrastrados por la división impuesta por las potencias imperialistas. No puede haber ninguna preferencia o defensa, por mucho que se condicione, de ninguno de los bandos imperialistas contra el otro.

Rob Ferguson es especialista en Rusia, activista de Stop the War y articulista del mensual británico Socialist Review, editado por el SWP.

http://www.socialistreview.org.uk/article.php?articlenumber=12574
! Traducciones para www.sinpermiso.info: Enrique García

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ENTREVISTA | IGNACIO SOTELO

"Podemos es una falsa alternativa revolucionaria que garantiza represión". 


Comentarios: 448 | IÑIGO ADURIZ. El politólogo cree que la formación es el resultado de la fragmentación social que ha provocado el capitalismo financiero que analiza en su libro 'España a la salida de la crisis'. Afirma que Pablo Iglesias es "falso como nadie y un dictador nato". Podemos estrecha lazos con Syriza. PUNTADAS SIN HILO. 


¿Ven ustedes a Pablo Iglesias de Presidente del Gobierno?, Por ARTURO GONZÁLEZ.---ROSA Y ESPINA : IU cabrea a Podemos;----
Por ANÍBAL MALVAR

El politólogo ENTREVISTA | IGNACIO SOTELO cree que la formación es el resultado de la fragmentación social que ha provocado el capitalismo financiero que analiza en su libro 'España a la salida de la crisis'. Afirma que Pablo Iglesias es "falso como nadie y un dictador nato"

IÑIGO ADURIZ Madrid 21/06/2014 00:00 Actualizado: 21/06/2014 09:31

El fin del capitalismo industrial y la llegada del capitalismo financiero han provocado la desaparición de las clases. Con ella se ha producido una fragmentación social que se ha traducido en fragmentación política, y de esa división en "pequeños fragmentos" ha surgido Podemos, al igual que nacerán otras formaciones políticas. Esa es una de las conclusiones a la que ha llegado el profesor de Ciencia Política de la Universidad Libre de Berlín, el prestigioso politólogo madrileño Ignacio Sotelo, que cree que la iniciativa que lidera Pablo Iglesias, a quien considera "falso como nadie y un dictador nato", constituye "una falsa alternativa revolucionaria que garantiza una represión cada vez mayor". Él, que también fue miembro del PSOE y, en concreto, de la corriente Izquierda Socialista, acaba de publicar el libro España a la salida de la crisis (Icaria, 2014), en el que precisamente analiza las características sociales de ese nuevo capitalismo financiero. En conversación con Público, Sotelo sí reconoce que desde la Alemania en la que vive se percibe que "se ha iniciado la recuperación" en España, si bien vaticina que tan sólo se percibirá en los datos macroeconómicos. Explica, así, que a diferencia de lo que sucedía durante el capitalismo industrial, que "se caracterizó por la necesidad de mano de obra", en el capitalismo financiero "el trabajo se transforma en precario". Y a pesar de que la recuperación el profesor reconoce que "la precariedad no es algo que se va a sobrepasar" porque" es uno de los síntomas del nuevo capitalismo". El resultado, añade, es la "sociedad dual". Así, "la mitad de la población, la altamente cualificada, se integra con empleo fijo y con salarios crecientes", mientras "queda otro 50% de mano de obra no empleable, que es imprescindible como consumidora". Una sociedad dual: La principal consecuencia de haber perdido esa clase social "obrera e integrada" es que ya" no toda la población está integrada en el sistema". Y Sotelo advierte de que, en la actualidad, "cuando el 50% se queda fuera", los modelos de partidos políticos que existían "se quedan sin base social". Esa es, a juicio de Sotelo, la principal causa de la crisis de la democracia y el desprestigio de la política. Y es lo que explica que la principal afectada de ambas situaciones sea la socialdemocracia. "La que ha desaparecido es la socialdemocracia", advierte el profesor, que vaticina que el PSOE mantendrá la misma dirección seguida por los socialdemocrátas alemanes, que se han aliado con la derecha. A su juicio, "la tendencia del PSOE en España es la misma porque el problema es el mismo: la base social obrera ha desaparecido". "Han desaparecido las clases, porque hay una fragmentación inmensa y porque esa mano de obra precaria está completamente fragmentada", asegura. En su opinión, el PSOE, el SPD alemán o el PS francés "están en crisis no porque sus dirigentes sean mejores o peores, no por la política conservadora que han llevado a cabo, sino porque la base social ha desaparecido". A pesar de ello, sí cree que en el proceso abierto por los socialistas españoles para elegir a su nuevo líder existe una esperanza. A su juicio, "hay una auténtica alternativa" que es el candidato de Izquierda Socialista para la Secretaría General, José Antonio Pérez Tapias. "Es el único que tiene capacidad intelectual y que es líder", apunta, si bien reconoce que no tiene posibilidades frente a los candidatos más conocidos. La apuesta por Pérez Tapias : Sotelo considera a éste como alternativa, incluso para hacer frente "a los sinvergüenzas de Podemos", organización que reconoce que no es en absoluto de su agrado. Asegura que los fundadores de la iniciativa ciudadana como Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias "son peligrosísimos", porque encarnan "uno de los peligros enormes, que es el chavismo". De Iglesias asegura incluso que "es falso como nadie y un dictador nato". "Podemos es peligroso porque es un centro de demagogia, populismo y, sobre todo, de anticapitalismo que no es realizable. Porque contra el capitalismo financiero hay que luchar contra él desde dentro sabiendo que va a durar mucho", remacha.        Así, ante crisis de la izquierda, Sotelo cree que "Pérez Tapias sería la solución". "Pero creo que no va salir en absoluto, porque los medios son tan brutos que Pérez Tapias les parece un rojo y prefieren a un imbécil", señala. Por eso asume que el candidato de Izquierda Socialista "es una alternativa teórica" para el PSOE, "pero sin posibilidades".Debate y participa con tu voto y tus argumentos:Cargando el debate... Si el debate no se muestra, puedes verlo enhttp://www.quoners.es/debate/cual-seria-tu-candidato-para-liderar-el-psoe.



-nota: del blog revoluciónobarbarie.org, hemos reproducido el siguiente trabajo:

Colectivo Fénix Trotsky y el Leninismo. Análisis de la actuación ideológica y política de Trotsky durante los primeros años de la Revolución Rusa, en el marco del balance de la experiencia del pasado ciclo revolucionario emprendido por el Colectivo Fénix. Índice: 1.- La Primera Revolución Rusa. 2.- ¿Tres tácticas?3.- El método. 4.- Trotsky y los campesinos. 5.- Dos concepciones de la política. 6.- Trotsky y la Revolución Proletaria. 7.- Lenin y la Revolución Permanente. 8.- El debate de 1924 en el seno del PC(b)R. 
Fieles a nuestros principios de difundir la teoría marxista-leninista y de apoyar a grupos que contribuyen a su análisis y crítica constructiva, os presentamos este interesante texto del Colectivo Fénix.
Capitulo 1
La Primera Revolución Rusa

San Petersburgo, 22 de enero de 1905. Una multitud silenciosa, encabezada por un pope ortodoxo, se acerca al Palacio de Invierno del zar. Pretenden entregarle un pliego de peticiones y reivindicaciones cuya aplicación haga más llevadera su desdichada existencia. No les atiende su padrecito autócrata, sino una línea de fusileros; no reciben promesas, sino balazos. Mueren más de 1.000 personas y unas 5.000 resultan heridas. Es domingo.

El Domingo sangriento fue la chispa que encendió la Primera Revolución rusa. Su prólogo estuvo repleto de episodios miserables protagonizados por campesinos sometidos y arruinados por pagar el rescate de su servidumbre, abolida a la medida de sus señores en 1861, y obreros con salarios de hambre y jornadas de más de 12 horas diarias –pero que empezaban ya a aprender a manejar el arma de la huelga. A esto se unió la desastrosa guerra con Japón, iniciada en agosto de 1904, que todavía endureció más las condiciones de vida del pueblo ruso, y el deseo, por parte de algunos sectores de la burguesía, de una reforma del régimen autocrático y semifeudal en la dirección de una mayor apertura hacia el desarrollo capitalista.

La revolución iniciada en 1905 fue un movimiento ascendente que comenzó con huelgas económicas crecientes que se fueron transformando o entrelazando con huelgas políticas, que fueron elevando su magnitud hasta alcanzar la huelga general política –con la que aparecieron los Soviets–, en el mes de octubre, y que culminó con la fracasada insurrección armada en Moscú, en diciembre. A esto se sumaron las revueltas campesinas, que se iniciaron a partir del otoño y que continuaron creciendo a lo largo de 1906, cuando la revolución en las ciudades iba ya remitiendo. Desde el verano de este año, con el movimiento en franco repliegue, las fuerzas revolucionarias fueron encauzando su actividad a través de la Duma de Estado que Nicolás II se había visto obligado a convocar entre el canto de sirenas de las promesas constitucionales. Hasta que, en junio de 1907, el Primer Ministro, Stolipin, disolvió la II Duma , cerrando, así, en falso, el ciclo revolucionario.

La revolución de 1905-1907 movilizó a millones de obreros y campesinos y se caracterizó por que fue la clase obrera quien jugó el papel preponderante y hegemónico. El proletariado ruso actuó como vanguardia de un proceso en el que las reivindicaciones pasaron en seguida a adoptar contenidos políticos democráticos. Por el contrario, la burguesía ejerció un rol secundario, fue a remolque de los acontecimientos y, más bien, buscó la conciliación con la autocracia a través del seudoparlamento en forma de Duma de Estado. De hecho, la revolución sirvió para la consagración política de la burguesía liberal, que sólo en 1905 pudo constituir un partido al estilo de los de la burguesía occidental (el Partido Demócrata Constitucionalista, coloquialmente conocido como kadete ).

El posicionamiento de los partidos y de las clases en la Rusia revolucionaria siguió, en líneas generales, el guión fundamental que ya escribieran los marxistas en el Congreso de fundación de su partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), en 1898[1], y el análisis realizado en 1906 por el dirigente socialista alemán K. Kautsky en relación con el carácter social de la próxima revolución rusa, en general, y con el papel que en ella jugaría la burguesía liberal, en particular[2].

Desde estos presupuestos teóricos, y desde su confirmación por la experiencia práctica de la revolución, la socialdemocracia rusa pudo concretar sus diferentes concepciones tácticas. Ciertamente, una cosa eran las tareas de la revolución, y otra muy distinta sus fuerzas motrices y qué clase social debía dirigirla. Esta cuestión ahondaría aún más las diferencias políticas de las dos corrientes principales del socialismo ruso –el bolchevismo y el menchevismo– que ya se habían separado en el II Congreso del partido, celebrado en 1903.

Para los mencheviques, la naturaleza democrático-burguesa de las tareas de la revolución rusa indicaban la necesidad de que fuera la burguesía quien se pusiera a la cabeza del proceso, a la vez que el proletariado se reservaba las funciones de oposición extrema, aguardando su turno para ejercer el papel revolucionario que le ha encomendado la historia, mientras el capitalismo va creando las condiciones para la implementación de su lucha de clase en pos del socialismo. Para los bolcheviques, en cambio, de la naturaleza social de la revolución no se debía deducir necesariamente la naturaleza social de su sujeto dirigente. Para Lenin y sus seguidores, la burguesía se encontraba incapacitada para conducir de manera consecuente y hasta el final la revolución burguesa en Rusia: el temor de la débil burguesía a verse sobrepasada por el proletariado y las masas populares en el proceso, la retraían de su teórico papel dirigente. Como decía el jefe de los bolcheviques:

“[Cuando el proletariado ha empezado a] tener conciencia de constituir una clase aparte y a unirse en una organización de clase, independiente, [cuando el proletariado, en tales condiciones], utiliza cada paso de la libertad para reforzar su organización de clase contra la burguesía. De ahí deriva inevitablemente la aspiración de la burguesía a suavizar las aristas de la revolución, a no permitir que sea llevada a su fin, a no dar al proletariado la posibilidad de realizar su lucha de clase con toda libertad (…). Por eso, en el mejor de los casos, en las épocas de mayor ascenso de la revolución, la burguesía constituye (…) un elemento que vacila entre la revolución y la reacción. De manera que la burguesía no puede ser el dirigente de nuestra revolución.”[3]

Además, la revolución rusa presentaba una peculiaridad especial:

“(…) la agudeza del problema agrario, mucho más exacerbado en Rusia de lo que fuera en cualquier otro país en condiciones similares. La llamada reforma campesina de 1861 se llevó a cabo de modo tan inconsecuente y antidemocrático que las bases fundamentales de la dominación de los terratenientes bajo el régimen de servidumbre no fueron conmovidas. Por eso, el problema agrario, o sea, la lucha de los campesinos contra los terratenientes por la tierra, resultó ser una de las piedras de toque de la actual revolución. Esta lucha por la tierra forzosamente impulsa a enormes masas campesinas a la revolución democrática, pues sólo la democracia puede darles la tierra, al darles predominio en el Estado. La condición para la victoria del campesinado es el aniquilamiento total de la propiedad de los terratenientes.

De esta correlación de fuerzas sociales surge la inevitable conclusión de que la burguesía no puede ser el motor principal ni el dirigente de la revolución. Sólo el proletariado está en condiciones de llevarla hasta el fin, es decir, hasta la victoria completa. Pero esta victoria puede lograrse únicamente a condición de que el proletariado consiga llevar tras de sí a gran parte del campesinado. La victoria de la actual revolución es posible en Rusia sólo como dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado.”[4]

Siguiendo estos lineamientos tácticos, la percepción de las clases y de los partidos desde el punto de vista de la línea divisoria entre la revolución y la contrarrevolución variaba grandemente para cada una de las corrientes del socialismo ruso. Para los mencheviques, partidarios de una revolución burguesa clásica , el principal cometido del partido proletario consistía en apoyar al partido kadete , mientras establecían la línea que separaba la revolución de la contrarrevolución entre éste y los octubristas[5]. Por el contrario, para los bolcheviques, el papel dirigente del proletariado y las tareas de la revolución exigían que la socialdemocracia se atrajese a la pequeña burguesía democrática. La línea divisoria, entonces, habría que situarla entre la democracia revolucionaria y los kadetes . 

Cuando el desarrollo de la revolución, que implicaba una polarización constante de las fuerzas políticas, llevó al liberalismo constitucionalista a formar Gobierno, integrando el denominado gabinete responsable , al precio de su renuncia a cuestionar la propiedad terrateniente y al de su alejamiento de la consigna de Asamblea Constituyente –para ir reconociendo, poco a poco, la legitimidad de la Duma del zar–, el menchevismo se vio arrastrado hacia el campo contrarrevolucionario bajo la consigna de “gobierno apoyado en la Duma ”, y, una vez que ésta fue disuelta, con la idea de que fuese la Duma , y no un Gobierno Provisional Revolucionario –como defendían los bolcheviques–, quien convocase la Asamblea Constituyente ; todo lo cual significaba renunciar a la revolución democrática a cambio de un compromiso reformista con la autocracia. Por su parte, mientras los mencheviques se alejaban de la vía revolucionaria y del marxismo, los bolcheviques vieron cubiertas sus expectativas en el deslindamiento político entre las clases provocado por la marcha de los sucesos revolucionarios, cuando en la I Duma zarista se fue configurando el denominado “Grupo del Trabajo” –los llamados trudoviques –, como expresión de la democracia campesina revolucionaria y de la separación de ésta de la burguesía liberal. A partir de aquí, se abría la posibilidad práctica de realizar en el plano político la alianza de las clases revolucionarias que el plan bolchevique había puesto en la base de la revolución rusa. El golpe de Estado de Stolipin terminó con esta esperanza; pero, para 1907, los bolcheviques habían visto confirmada su línea táctica con el respaldo de los acontecimientos más importantes de la revolución, tanto en su fase ascendente, hasta la insurrección de diciembre, como en su fase de repliegue. La experiencia de 1905-07 no sólo había ratificado la posibilidad de que el proletariado se pudiera poner a la cabeza de la revolución democrático-burguesa en Rusia, sino también permitió corroborar la naturaleza de clase del futuro poder revolucionario según la fórmula bolchevique que Lenin hizo famosa en su libro dedicado a debatir estas cuestiones, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática :

“ El proletariado debe llevar a su término la revolución democrática, atrayéndose las masas campesinas, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose la masa de elementos semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía .”[6]

NOTAS

[1]En el Manifiesto de Minsk , en plena época de colaboración entre marxistas legales y marxistas revolucionarios, el propio P. Struve leyó ante el Congreso de fundación del POSDR el reconocimiento explícito, por parte de una de las corrientes del pensamiento liberal ruso, de la incapacidad de la burguesía para encabezar y consumar la revolución burguesa ( Cfr ., CARR, E. H.: La Revolución Bolchevique (1917-1923). Ed. Alianza. Madrid, 1972; tomo 1, pp. 25 y 29). Trotsky también compartía la común perspectiva revolucionaria del marxismo ruso en estos momentos incipientes: “Rusia avanzaba hacia la revolución burguesa. En las filas de la socialdemocracia (…) nadie dudaba que la revolución que se acercaba era precisamente burguesa ” (TROTSKY, L.: La revolución permanente . Ed. Fontamara. Barcelona, 1979; p. 46).
[2]Cfr ., LENIN, V. I.: Obras completas [en adelante, O.C .]. Moscú, 1983. 5ª edición; tomo 14, pp.183-193.
[3]LENIN: O.C ., t. 15, pp. 350 y 351.
[4]Ibídem.
[5]Así se denominaba coloquialmente a los seguidores de la Unión del 17 de octubre, el partido de los terratenientes y los industriales, ala derecha de los kadetes , que, tras el segundo manifiesto del zar, emitido en octubre de 1905 y en el que prometía “libertades civiles” y una “Duma legislativa”, había considerado suficientes esas concesiones de la autocracia y se había escindido de la vía liberal-constitucionalista representada por sus colegas demoliberales.
[6]LENIN: O.C ., t. 11, p. 95.


Capitulo 2
¿Tres Tácticas?

Bolcheviques y mencheviques representaban las dos principales líneas políticas que se enfrentaron dentro de la socialdemocracia rusa en la época de la Primera Revolución ; pero pronto se unió a la pugna León Trotsky, que abanderaba, prácticamente en solitario, una singular interpretación de los recientes acontecimientos revolucionarios y su consiguiente desarrollo táctico.

Trotsky había participado en el Congreso de 1903, decantándose por los mencheviques, aunque desde finales de 1904 se separó de ellos y se declaró “por encima y fuera de las fracciones”. A pesar de que en las cuestiones políticas fundamentales se situaba más cerca de los mencheviques, Trotsky trató de cultivar una imagen de independencia organizativa y de erigirse en el centro aglutinador o, al menos, en el símbolo de la unidad del POSDR. Pero lo que más ensalzó la figura individual e “independiente de las fracciones” de Trotsky fue la propia revolución rusa. En un proceso en el que ninguna de las fracciones socialdemócratas, ni el partido en su conjunto, consiguió ponerse a la cabeza o siquiera inspirar el movimiento de masas, Trotsky, desde su posición de dirigente práctico del Soviet de San Petersburgo, se erigió en la figura carismática y en uno de los referentes visibles de la socialdemocracia, lo cual le permitió disfrutar de un peso dentro del partido impensable en circunstancias normales –circunstancias que le impedirían en todo momento consolidar y encabezar una corriente con algún peso dentro del POSDR. Fueron los acontecimientos de 1905 los que impactaron en Trotsky hasta el punto de hacerle girar 180 grados en su perspectiva sobre el carácter de la revolución rusa. Si en 1903, en los debates internos del partido, fiel al punto de vista generalizado y a la común tradición de los marxistas rusos, se había mostrado incrédulo y contrario a la posible implantación de la dictadura del proletariado en la Rusia autocrática, su inmediata y personal experiencia revolucionaria le incitaron a pasar súbitamente a la posición contraria:

“Fue precisamente en el intervalo comprendido entre el 9 de enero [22 de enero, según el moderno calendario] y la huelga de octubre de 1905 cuando el autor formó sus concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia, conocidas bajo el nombre de teoría de la revolución permanente. Esta denominación, un poco capciosa, expresaba la idea de que la revolución rusa, si bien tenía planteados objetivos burgueses inmediatos, no podría detenerse en los mismos. La revolución no podría cumplir sus objetivos inmediatos burgueses más que llevando al proletariado al Poder .”[7]

El proceso intelectual que preparó tan repentino giro político no fue, sin embargo, tan brusco. Efectivamente, durante 1904 Trotsky había entablado una estrecha relación con G. Parvus, socialista ruso-alemán que se había ganado un nombre en el SPD denunciando el revisionismo de Bernstein. Parvus fue quien, realmente, estableció los presupuestos teóricos de la futura tesis sobre la Revolución Permanente :

“Como es sabido, el radicalismo político en Europa Occidental se apoyaba principalmente en la pequeña burguesía, formada por los artesanos y, más en general, por toda esa parte de la burguesía golpeada por el desarrollo de la industria y rechazada de la clase de los capitalistas (…). Es cierto que con el advenimiento del régimen parlamentario, su potencia hacía tiempo que se había agotado, pero la existencia de numerosas ciudades en las cuales predominaba el tercer estado tuvo una indiscutible importancia política. A medida que estas fuerzas sociales se disolvían en las contradicciones capitalistas, a los partidos democráticos se les planteaba el problema siguiente: unirse a los obreros y convertirse en socialistas, o unirse con la burguesía capitalista y transformarse en reaccionarios. En Rusia, en el período precapitalista, las ciudades se desarrollaban más bien a la manera china que al modo europeo. Eran centros administrativos sin ninguna importancia política y, desde el punto de vista económico, mercados para los campesinos y los propietarios latifundistas del entorno. Su desarrollo era todavía insignificante cuando el capitalismo lo detuvo, y comenzó a fundar grandes ciudades, es decir ciudades industriales y centros de comercio mundial. Por estas causas Rusia tiene una burguesía capitalista, pero no tiene esa burguesía media de la cual ha salido y sobre la cual se ha mantenido la democracia política de Europa occidental . Los estratos medios de la burguesía capitalista contemporánea en Rusia, así como en todo el resto de Europa, comprenden las profesiones liberales (médicos, abogados, literatos, etc.), los estratos sociales ajenos al proceso productivo y el personal técnico de la industria y del comercio capitalista como asimismo ciertas ramas de actividad conectadas con éstos, como las sociedades de seguros, los bancos, etc. Estos elementos no pueden tener un programa propio de su clase; dado que sus simpatías y antipatías oscilan incesantemente entre el proletariado revolucionario y el conservadurismo capitalista. En Rusia hay que agregar los resabios de las clases del período anterior a la abolición de la servidumbre de la gleba, resabios que el capitalismo aún no ha tenido tiempo de absorber.

Es sobre tal población urbana, que no ha pasado por la escuela del medioevo europeo occidental, sin conexiones económicas, sin tradiciones del pasado y sin ideales de futuro, que debe fundarse el radicalismo político en Rusia. No tiene nada de extraño que éste se busque también otras bases.”[8]
Bases que no son otras que las que le presta la clase obrera.

Este tipo de consideraciones históricas como punto de partida, unido al admirable papel jugado por el proletariado en 1905 del que fue testigo la impresionable pupila de Trotsky, que adivinó la inconmensurable capacidad creativa de las masas obreras, le condujeron a la elaboración de una audaz teoría sobre la mecánica del proceso revolucionario que habría de tener lugar en Rusia. Exponemos seguidamente su teoría de la Revolución Permanente según una de sus formulaciones clásicas:

“Esta denominación un poco abstrusa, expresa la idea que la revolución rusa, si bien tenía planteados algunos objetivos burgueses inmediatos, no podría detenerse en los mismos. La revolución no podría resolver los problemas de tipo burgués más importantes que tenía planteados más que llevando al proletariado al poder. Y cuando este último se hubiera adueñado del poder no habría podido limitarse al aspecto burgués de la revolución. Al contrario, y precisamente para asegurarse la victoria definitiva, la vanguardia proletaria, hubiera debido, desde los primeros días de su poder, penetrar profundamente en los dominios prohibidos de la propiedad, tanto burguesa como terrateniente. En tales condiciones la vanguardia debía chocar contra demostraciones hostiles de parte de los grupos burgueses que la habían sostenido al comienzo de su lucha revolucionaria, y aún también de parte de la masa campesina cuyo apoyo la proyectó hacia el poder. En un país en el cual la enorme mayoría de la población estaba compuesta de campesinos, los intereses contrapuestos que dominaban la situación de un gobierno obrero sólo podían conducir a una solución en el plano internacional, en la arena de una revolución proletaria mundial. Cuando, en virtud de la necesidad histórica, la revolución rusa hubiera franqueado los estrechos límites de la democracia burguesa, el proletariado triunfante iba a estar constreñido a franquear asimismo los límites de la nacionalidad, es decir hubiera debido dirigir conscientemente sus esfuerzos de manera tal que la revolución rusa se transformase en el prólogo de la revolución mundial.”[9]

Como síntesis de la experiencia de la Primera Revolución , el modelo táctico propuesto por Trotsky fue relegado a un lugar marginal en el cosmos del pensamiento revolucionario ruso, incluso más allá de la Revolución de Octubre. Aunque como tal teoría fue perfilada en todos sus contornos fundamentales en una fecha tan temprana como 1906 (principalmente con el trabajo de Trotsky titulado Resultados y perspectivas ), nunca se convirtió en centro de ninguna de las numerosas disputas que entre 1906 y 1917 enfrentaron a las dos corrientes principales del marxismo ruso[10]. Ni siquiera en el Congreso de Estocolmo, celebrado en la primavera de 1906 con el fin de reunificar la línea política de la socialdemocracia de cara a un posible repunte del ánimo revolucionario de las masas, donde se discutieron y se pusieron sobre el tapete las principales cuestiones tácticas de la revolución rusa, tuvo la teoría de la Revolución Permanente la menor mención de importancia. Tanto Trotsky, que asistió, como sus ideas al respecto pasaron desapercibidas en Estocolmo. El hecho de que las proposiciones de Trotsky, que respondían de manera original a los problemas candentes de la revolución rusa, apenas fueran tenidas en cuenta en su momento, es decir, en la larga etapa de pugna por el poder por parte de la clase obrera, cuando todo lo relacionado con las cuestiones tácticas cobra la mayor importancia, resulta si no curioso, sí elocuente. Más aún. La Revolución Permanente , como concepción inspiradora de la línea general de la política proletaria, tampoco jugó de manera patente ningún papel, ni para el partido y el Estado soviéticos, ni para la Internacional Comunista , entre 1917 y 1923, durante la primera etapa del poder proletario.

Una de las características de la peripecia de la teoría política de Trotsky es que, siendo formulada en una fase preliminar de la revolución rusa, no pasó a ocupar el centro del escenario de la lucha que decidía el papel de la vanguardia en esa revolución hasta una etapa muy tardía de la misma, cuando ya estaba relativamente consolidada, y sólo por un brevísimo espacio de tiempo. Además, y de manera paradójica, una teoría que había sido concebida en un momento de fervoroso ascenso revolucionario y que, por ello, encerraba un ardoroso espíritu de ofensiva, ideal para inspirar al proletariado en sus grandes embates históricos, sale a la palestra cuando la revolución vive un periodo de repliegue y de asentamiento, no de expansión. Esto explicará, en parte, su derrota política. Pero lo más significativo es esa incapacidad para situarse en el centro de la pugna entre las ideas, para aportar alguna orientación adecuada que pudiera servir de guía al partido como dirigente revolucionario, para incitar una posición ideológica o política decisiva en la lucha de dos líneas que se desenvolvía en el seno del POSDR. En ningún momento, ni antes de 1917, ni después –hasta la muerte de Lenin–, la socialdemocracia rusa, en general, ni el bolchevismo como corriente política dentro de ella, en particular, deciden y definen su política en función o en consideración a la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. Esto, ya de principio, puede ilustrarnos sobre el verdadero valor de esa teoría desde el punto de vista del desarrollo de la revolución en Rusia, y puede ayudarnos a delimitar su real importancia, restringida al debate contra una desviación izquierdista surgida en el partido bolchevique en un momento dado del desenvolvimiento de sus tareas de dirección revolucionaria. Desde luego, en el balance de la aportación del trotskismo a la revolución soviética, el autor sale mejor parado que sus ideas.

En relación con la influencia de su teoría en el devenir de la revolución rusa, Trotsky argumentará que, para el período entre 1917 y 1923, sus posiciones y las de Lenin eran idénticas, por lo que resultaría ocioso intentar sorprenderle defendiendo en esa época una línea política diferente de la de aquél. Esto no es del todo cierto, como veremos. Lo que sí es cierto, en cualquier caso, es que gran parte de su obra del exilio está dedicada a convencer al mundo de que en el periodo previo a Octubre (1905-1917) sus posiciones políticas y las de Lenin no eran antagónicas, a pesar de lo encendido de algunos debates, y que estaban destinadas a converger tras una natural evolución –sobre todo por parte de Lenin– influida y guiada por los acontecimientos políticos de Rusia[11]. Veámoslo también.

NOTAS

[7] TROTSKY: Op. Cit ., p. 164. Sin embargo, otra lectura de la actitud de Trotsky ante la cuestión de las posibilidades de un poder obrero en la Rusia semifeudal nos inducen a pensar que su cambio de opinión entre 1903 y 1905 no conllevó una modificación paralela de sus premisas ideológicas básicas. Efectivamente, en el Congreso de Bruselas, Trotsky rechaza la dictadura del proletariado por imposible en Rusia hasta que la clase obrera represente la mayoría de la población. La valoración esencialmente cuantitativa que utiliza Trotsky para sopesar las posibilidades políticas del proletariado no es abandonada en 1905 y continúa formando parte de los fundamentos teóricos de la Revolución Permanente.

[8] Cfr ., PROCACCI, G. (Selec.): El gran debate (1924-1926), I. La revolución permanente . Ed. Siglo XXI. Madrid, 1976; pp. 160 y 161. Para una valoración de primera mano de la influencia de Parvus sobre Trotsky, cfr ., TROSKY, L.: La revolución de octubre . Ed. Fontamara. Barcelona, 1977; pp. 235-237. Para una apreciación de la contribución real de Parvus en la elaboración de la teoría de la Revolución Permanente , cfr ., TROSKY: La revolución permanente , pp. 109-111, donde Trotsky señala que Parvus no llevó hasta sus últimas consecuencias su análisis de las particulares circunstancias socioeconómicas de Rusia, limitándose a encomendar al proletariado que constituyese un gobierno obrero para cubrir los objetivos de la democracia, pero sin llegar a plantear los problemas de la revolución socialista.
[9] Cfr ., PROCACCI: Op. cit ., pp. 181 y 182.
[10] El propio Trotsky reconoce años después, camino ya del exilio, polemizando retrospectivamente sobre la validez de su teoría, que Lenin apenas si la conoció de primera mano durante el periodo de 1905 a 1919. Con ello, Trotsky trata de justificarse y de insinuar que el jefe bolchevique no hubiera criticado sus planteamientos, ni siquiera en los pocos momentos que les dedicó su atención, si los hubiera conocido directamente desde los textos escritos por el autor o si sus informadores no hubieran sido tan malintencionados. Fuera aparte las suspicacias o cualquier otro tipo de consideración subjetiva, lo que sí es cierto es que ese hecho sólo puede demostrar el escaso interés de Lenin por las posiciones de Trotsky –aunque sólo fuera a título informativo– debido a su escaso peso entre los miembros del POSDR ( Cfr ., TROTSKY: La revolución permanente , p. 85).
[11] “Para reconocer en 1919 que mi previsión era acertada, Lenin no tenía necesidad alguna de oponer mi posición   a la suya. Le bastaba tomar ambas posiciones en su desenvolvimiento histórico.” ( Ibídem , p. 86, nota). “Lo más que se puede decir hoy, después de la comprobación histórica, acerca de las antiguas divergencias en torno a la dictadura, es esto: mientras que Lenin, partiendo invariablemente del papel directivo del proletariado, subraya y desarrolla la necesidad de la colaboración revolucionario-democrática de los obreros y campesinos, enseñándonos a todos nosotros en este sentido, yo, partiendo invariablemente de esta colaboración, subrayo constantemente la necesidad de la dirección proletaria no sólo en el bloque, sino en el Gobierno llamado a ponerse al frente de dicho bloque. No se puede hallar otra diferencia.” ( Ibíd ., p. 124).

Capitulo 3
El Método
Hasta 1905, el marxismo revolucionario había deslindado suficientemente los campos ideológico y político con el populismo, el marxismo legal y el economicismo, corrientes del pensamiento político ruso que tenían en común la negación del papel dirigente del proletariado en la revolución. Para postergar igualmente al menchevismo, que también pecaba de lo mismo, sería necesario más tiempo. Esta lucha, llevada a cabo por los bolcheviques y dirigida por Lenin, duraría 12 años más, en los que ambas fracciones protagonizarían todos los debates políticos importantes desde el punto de vista de los intereses de la revolución. Ya hemos expuesto los elementos fundamentales de sus distintas visiones políticas; también hemos transcrito los de la de Trotsky. Esos elementos nos indican las fuerzas motrices sociales sobre las que se sostiene cada una de esas líneas tácticas: la burguesía, con el apoyo del proletariado, para los mencheviques; el proletariado y el campesinado en estrecha alianza, para los bolcheviques, y el proletariado internacional para Trotsky. Éste último también hablaba del necesario apoyo del campesinado al proletariado ruso cuando esta clase iniciase la revolución desde su país; pero la palabra apoyo referida al campesinado, tiene para Trotsky el mismo sentido subsidiario que para los mencheviques encerraba el apoyo del proletariado al gobierno burgués. Ambas fuerzas son secundarias para esas dos corrientes de la socialdemocracia; la construcción revolucionaria no depende de ellas en lo fundamental; como mucho, juegan algún papel en el primer empuje del proceso: inmediatamente después, pasan a la defensa de sus intereses de clase inmediatos (en su sentido económico más puro). No existe, por tanto, como para Lenin –dada la etapa histórica que atravesaba Rusia–, una comunidad de intereses mínimos entre las clases sobre el que fundar y estabilizar el nuevo poder revolucionario, un programa mínimo de construcción revolucionaria. Lenin, en   cambio, insistía en que ese programa era, precisamente, el programa mínimo del POSDR, el programa de la república democrática. No en vano había luchado denodadamente cuando se discutía el primer programa del partido (1903), incluso contra Plejánov, por la introducción, en la parte democrática del mismo ( programa mínimo ), del programa agrario como instrumento para la futura construcción de la alianza del proletariado con las grandes masas del campesinado[12]. La concepción estratégica de la revolución rusa se fue forjando en Lenin desde muy temprano; el año 1905 abría la posibilidad práctica de coronar el diseño arquitectónico de la táctica bolchevique con la instalación en el poder de aquella alianza, dando forma de gobierno provisional revolucionario y de república democrática a la dictadura democrática del proletariado y el campesinado .

¿Cuál es la posición objetiva que ocupa Trotsky en la lucha de dos líneas que enfrenta a la vanguardia del proletariado ruso en la época de la Primera Revolución ? La clave para responder a esto está en la metodología con la que cada una de las corrientes vincula el proceso revolucionario con el papel que en él puede jugar la clase obrera. El problema de la actitud hacia el poder nos permitirá mostrar las diferentes limitaciones que cada una de ellas le impondrá y las consecuencias que de ello se derivará.
“Martínov [dice] que si prosperaba la labor organizadora de la revolución y si nuestro Partido dirigía la insurrección popular armada, nos veríamos obligados a participar en el gobierno provisional revolucionario. Y tal participación es una inadmisible ‘usurpación del poder' (…).

Detengámonos en los razonamientos de quienes comparten dicha opinión. Al entrar en el gobierno provisional, nos dicen, la socialdemocracia tendrá el poder en sus manos; pero como partido del proletariado, no puede tener el poder sin intentar cumplir muestro programa máximo, es decir, sin intentar hacer la revolución socialista. Y en los momentos actuales sufrirá inevitablemente una derrota en esa empresa y no hará más que cubrirse de oprobio, hacer el juego a la reacción. Por eso, según ellos, la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario es inadmisible.

Este razonamiento se basa en la confusión de la revolución democrática con la revolución socialista, de la lucha por la república (incluido en ello todo nuestro programa mínimo) con la lucha por el socialismo. En efecto, la socialdemocracia no haría más que cubrirse de oprobio si intentara plantearse la revolución socialista como objetivo inmediato. Precisamente contra semejantes ideas confusas y oscuras de nuestros “socialistas revolucionarios” ha luchado siempre la socialdemocracia. Precisamente por eso ha hecho siempre hincapié en que la futura revolución en Rusia presentará carácter burgués y exigido con energía que el programa mínimo democrático vaya separado del programa máximo socialista. Esto pueden olvidarlo durante la revolución algunos socialdemócratas propensos a dejarse llevar por la espontaneidad, pero no el Partido en su conjunto. Los adeptos de esta errónea opinión se dejan arrastrar por la espontaneidad, creyendo que la marcha de las cosas obligará en esa situación a la socialdemocracia a emprender contra su voluntad la revolución socialista.”[13]

En esta cita, dirigida contra los mencheviques, Lenin describe el error básico que puede provocar todo tipo de desviaciones de la política correcta, tanto por la derecha, con el conservadurismo menchevique que hace el juego a la reacción, como por la izquierda, con el aventurerismo promovido por “ideas confusas y oscuras”. En este sentido, Lenin señala a los socialistas revolucionarios (los eseristas ), los herederos del viejo populismo ruso que quería construir el comunismo en Rusia directamente desde la comuna rural ( obschina ), saltándose la etapa capitalista; sin embargo, no cabe duda de que la teoría de Trotsky también entra en este grupo que ve en el proletariado en el poder “la obligación” de “hacer la revolución socialista”.[14]

El error que critica Lenin es el del espontaneísmo, más complejo y sofisticado en el menchevismo, más burdo y elemental en Trotsky; aunque finalmente ambos se dan la mano. Para los mencheviques, la historia es una sucesión de fases socioeconómicas, cada una de las cuales cumple su función en el desarrollo de las fuerzas productivas. Entienden la idea expuesta por Marx de que ningún modo de producción puede ser superado hasta que no agote en su seno la capacidad de impulsar las fuerzas productivas de una manera tan dogmática que niegan cualquier posibilidad de que en Rusia no domine por todo un periodo histórico el capital y la burguesía industrial; niegan cualquier crédito a toda idea que pueda variar en algo la sucesión clásica entre feudalismo-autocracia y capitalismo-burguesía en Rusia. Esta visión dogmática y mecanicista del materialismo histórico es una forma de economicismo (determinismo) y también una forma –sofisticada, eso sí– de espontaneísmo, según la cual, el proceso histórico sigue una mecánica predeterminada e inconsciente. Pero el espontaneísmo filosófico se torna vulgar cuando se traduce en política: si el proletariado tomara la iniciativa política, “se vería en la obligación de hacer la revolución socialista”; y si esa iniciativa se diera en una fase de la historia en que el protagonismo corresponde a la burguesía, entonces, “no hará más que cubrirse de oprobio”. Es aquí donde Trotsky enlaza con el menchevismo, en la metodología de la mecánica política. Él no es un filósofo dogmático al modo de Martínov; en filosofía, Trotsky ocupa el banco opuesto: no es un determinista, al contrario, es un voluntarista:

“(…) el día y la hora en que el Poder pase a las manos de la clase obrera, depende directamente no del nivel de las fuerzas productivas, sino de los factores de la lucha de clases, de la situación internacional y, finalmente, de una serie de circunstancias objetivas: tradiciones, iniciativas, espíritu combativo…”[15]
Y el poder en manos de la clase obrera le “obligará” a cruzar el umbral de la revolución socialista. Una especie de lógica de las cosas , de impersonal mecánica política, empuja –tanto desde el prisma menchevique, como desde el de Trotsky– al proletariado en una especie de frenética carrera hacia un destino imponente e ineludible. El espontaneísmo consiste, aquí, en identificar el papel histórico-revolucionario de la clase con su papel político en un determinado momento. El salto “espontáneo” es notable.[16] Aunque Trotsky, a diferencia de Martínov y sus amigos, sí acepte el reto del poder para el proletariado, aparentando, con ello, optar por una línea diferente a la menchevique, más cercana a la de Lenin, en realidad, se encuentra atrapado en el mismo microcosmos metodológico que aquéllos. Una especie de fetichismo fatalista permite el dominio del político por la política, del partido y de la clase obrera por el proceso histórico. No hay margen para la creatividad revolucionaria, para la maniobra táctica consciente, para la búsqueda de caminos nuevos. No hay autonomía para el sujeto histórico: terminará siendo engullido por la historia. El método menchevique sustituye la política por la filosofía vulgar, Trotsky también. Ambos expresan dos formas de marxismo vulgar. Finalmente, el menchevismo implica el desarme político del proletariado, porque prefiere la pasividad al temor que le produciría el loco frenesí en el que lo envolvería la lógica de su método si pretendiese acceder al poder. El trotskismo, en cambio, acepta el reto, pero su carrera hacia el socialismo pronto le separará de su base socioeconómica original. La búsqueda de una nueva base de apoyo que permita continuar la carrera le “obligará” a reclamar la revolución proletaria internacional. Si ésta no llega, perderá pie y la caída en el vacío será inevitable. Como esta metáfora fue, efectivamente, la vida política de Trotsky y de su teoría de la Revolución Permanente. Por fortuna, no arrastraron consigo, en su caída, al proletariado de Rusia.

Metodológicamente, por tanto, por su concepción del proceso revolucionario y de la relación de las clases con sus intereses políticos, Trotsky representa una variante del menchevismo. En este sentido, su posición política en el periodo que rodea a la Primera Revolución está más cerca de la línea oportunista del POSDR que de la línea revolucionaria.

[17]Los elementos programáticos introducidos, ante la insistencia de Lenin, por la socialdemocracia rusa en su II Congreso eran del todo insuficientes: sólo hacían referencia a la demanda campesina de los recortes de tierras (porciones robadas por la nobleza con la reforma de 1861). Sólo con la revolución, el ala bolchevique introdujo el principio de confiscación de la propiedad terrateniente, aunque en el IV Congreso de Estocolmo el impacto revolucionario del programa agrario del partido obrero ruso fue rebajado con la aprobación por la mayoría menchevique del principio de municipalización de la tierra. El error fue subsanado en 1917, cuando el Gobierno bolchevique promulgó el programa agrario eserista (el partido campesino) en forma de ukase , programa que, a la sazón, era lo más parecido a los planteamientos que sobre el problema había defendido Lenin en Estocolmo (la nacionalización). Como se ve, la cuestión campesina fue un permanente caballo de batalla en el partido obrero ruso, debido, sobre todo, a la persistencia de Lenin por que la mayoría del pueblo ruso no se quedara fuera de la revolución.

NOTAS

[12] LENIN: O.C ., t. 10, pp. 25 y 26.
[13] Recordémoslo: “Y cuando este último [el proletariado] se hubiera adueñado del poder no habría podido limitarse al aspecto burgués de la revolución” ( Cfr ., supra , nota 9). ¿Por qué no? Trotsky no lo dice.
[14] TROTSKY: La revolución permanente , p. 102. Estaríamos plenamente de acuerdo con la idea que el autor defiende en este pasaje y no lo hubiéramos traído aquí como ejemplo de subjetivismo voluntarista, si hubiese introducido alguna frase que mostrase que, para él, el hecho de que una clase se aúpe en el poder prematuramente no significa que se desentienda del cumplimiento de las tareas que la historia deja pendientes. Como no lo dice, y tratándose del promotor del salto de la revolución por encima de la etapa burguesa y de las fronteras nacionales sin mirar atrás, preferimos aconsejar cautela al lector cuando se enfrente a este párrafo. Además, las “circunstancias objetivas” que aduce como coadyuvantes para el triunfo de la lucha de clase proletaria, no nos parecen muy “objetivas”: más bien pertenecen al campo de los elementos conscientes e inconscientes (subjetivos) que acompañan la lucha proletaria. Hubiera sido más correcto aludir a factores como las crisis económicas o políticas, las guerras, etc. De esta manera, la tentación de imponer nuestra voluntad subjetiva a la marcha de los acontecimientos no se cerniría como un peligro sobre nuestras cabezas.
[15] “El proletariado [en el poder] realiza los objetivos fundamentales de la democracia, y la lógica de su lucha directa por la consolidación de la dominación política le plantea en un momento determinado problemas puramente socialistas” ( Ibídem , p. 137. La cursiva es nuestra). Como se ve en esta formulación ejemplar, el sometimiento de las posibilidades tácticas de la política proletaria bajo el imperativo de una supuesta “lógica” esencialista motivada por la naturaleza y el cumplimiento inmediato de sus tareas históricas como clase revolucionaria (el socialismo) es lo que mejor resume la intención de Lenin cuando califica de “espontaneísmo” las tácticas del tipo de la Revolución Permanente.

Capitulo 4
Trotsky y los campesinos
Este tipo de errores se debe, por supuesto, a la falta de un análisis concreto de la situación concreta; pero, en 1905, Lenin lo atribuía a la confusión que, para muchos –entre ellos Trotsky–, existía entre revolución democrático-burguesa y revolución socialista. Ya vimos más arriba cómo Lenin relacionaba este error con el “espontaneísmo” de derecha de izquierda en cuestiones de táctica; ahora veamos qué implica ese error desde el punto de vista de los objetivos, para los intereses del proletariado, de la revolución democrática:

“La ausencia de unidad en los problemas del socialismo y en la lucha por el socialismo no excluye la unidad de voluntad en las cuestiones de la democracia y en la lucha por la república. Olvidar esto significa olvidar la diferencia lógica e histórica que existe entre la revolución democrática y la revolución socialista. Olvidar esto significaría olvidar el carácter popular de la revolución democrática: si es ‘popular', esto significa que hay ‘unidad de voluntad' precisamente en tanto en cuanto esa revolución satisface las necesidades y las exigencias del pueblo en general.”

En Trotsky, por el contrario, no existe esa “unidad de voluntad” entre el proletariado y el campesinado. Enseguida, las contradicciones entre ambos se ponen de manifiesto y es precisa la “mayoría” obrera en el gobierno, la dictadura del proletariado, para dar continuidad a la revolución resolviendo esa contradicción (¡ojo, entre el proletariado y la pequeña burguesía; aquí ya no se trata de la contradicción entre proletariado y capital!) por el único camino posible, según Trotsky, la senda del socialismo. Para Lenin, sin embargo, sí hay un motivo de colaboración estable, una “unidad de voluntad” entre esas dos clases: el desarrollo del capitalismo.

“Y de estas tesis se deduce que es una idea reaccionaria buscar la salvación de la clase obrera en algo que no sea un desarrollo mayor del capitalismo. En países como Rusia, la clase obrera no sufre tanto a causa del capitalismo como de la insuficiencia de desarrollo del capitalismo. Por eso, la clase obrera está absolutamente interesada en el desarrollo más vasto, más libre, más rápido del capitalismo. Es beneficiosa por completo para la clase obrera la supresión de todas las reminiscencias del pasado que entorpecen el desarrollo amplio, libre y rápido del capitalismo. La revolución burguesa es, precisamente, la revolución que barre del modo más resuelto los restos de lo antiguo, las supervivencias del feudalismo (a las cuales pertenecen no sólo la autocracia, sino también la monarquía) y que garantizan por completo el desarrollo más amplio, libre y rápido del capitalismo.

Por eso, la revolución burguesa es beneficiosa en extremo para el proletariado . La revolución burguesa es absolutamente necesaria para los intereses del proletariado. Cuanto más profunda, decidida y consecuente sea la revolución burguesa, tanto más garantizada se hallará la lucha del proletariado por el socialismo contra la burguesía. Esta conclusión puede parecer nueva o extraña, paradójica, únicamente a los que ignoran el abecé del socialismo científico. Y de esta conclusión, dicho sea de paso, se desprende asimismo la tesis de que, en cierto sentido , la revolución burguesa es más beneficiosa para el proletariado que para la burguesía. He aquí, justamente, en qué sentido es indiscutible esta tesis: a la burguesía le conviene apoyarse en algunas supervivencias del pasado contra el proletariado, por ejemplo, en la monarquía, en el ejército permanente, etc. A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra con demasiada resolución todas las supervivencias del pasado, sino que deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, que no se lleve hasta el fin, que no sea decidida e implacable (…). A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democrático burgués se produzcan con mayor lentitud, de manera más paulatina y cautelosa, de un modo menos resuelto, mediante reformas y no mediante la revolución, que estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las ‘honorables' instituciones de la época de la servidumbre (tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos posible la acción independiente, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y principalmente de los obreros (…).

Temerosa del progreso democrático, que amenaza con el fortalecimiento del proletariado, la burguesía vuelve la vista atrás. El proletariado no tiene nada que perder, más que sus cadenas; tiene, en cambio, un mundo que ganar mediante la democracia. Por eso, cuanto más consecuente es la revolución burguesa en sus transformaciones democráticas, menos se limita a lo que beneficia exclusivamente a la burguesía. Cuanto más consecuente es la revolución burguesa, tanto más garantiza las ventajas del proletariado y de los campesinos en la revolución democrática.

El marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía; por el contrario, le enseña a participar del modo más enérgico y a luchar con la mayor decisión por la democracia proletaria consecuente, por llevar la revolución hasta el fin. No podemos salirnos del marco democrático burgués de la revolución rusa, pero podemos ensanchar en proporciones colosales dicho marco, podemos y debemos, dentro de los límites del mismo, luchar por los intereses del proletariado, por satisfacer sus necesidades inmediatas y por crear las condiciones indispensables para la preparación de sus fuerzas para la futura victoria completa. Hay democracia burguesa y democracia burguesa. El monárquico del zemstvo, partidario de una cámara alta, que ‘reclama' el sufragio universal y llega a la chita callando a un compromiso con el zarismo para obtener una Constitución enteca es un demócrata burgués. El campesino que se alza con las armas en la mano contra los terratenientes y los funcionarios y, por ‘republicanismo ingenuo', propone ‘echar al zar', es también un demócrata burgués. Hay regímenes democráticos burgueses como el de Austria y como el de Inglaterra; como el de Austria y como el de Norteamérica o el de Suiza. Bueno sería el marxista a quien se le escapara, en la época de la revolución democrática, esta diferencia entre los grados de democracia y entre el diferente carácter de tal o cual forma de la misma y se limitara a ‘discurrir con gran ingenio' a propósito de que, a pesar de todo, esto es una ‘revolución burguesa', fruto de una ‘revolución burguesa'.”

Para Lenin, la “condición” de la participación del proletariado en la revolución democrática y en su dirección consiste, no en obtener la mayoría gubernamental, sino en garantizar que esa revolución burguesa sea lo más profunda posible, en el sentido de permitir que el proletariado pueda implementar con el mayor grado de libertad su lucha de clase por el socialismo. Para Lenin:

“Más allá de los límites de la democracia no se puede hablar siquiera de unidad de voluntad entre el proletariado y la burguesía campesina. La lucha de clases entre ellos es inevitable; pero en la república democrática, esta lucha será la lucha popular más profunda y amplia por el socialismo . La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y los campesinos tiene, como todo el mundo, su pasado y su porvenir. Su pasado es la autocracia, el régimen de servidumbre, la monarquía, los privilegios. En la lucha contra este pasado, en la lucha frente a la contrarrevolución, es posible la ‘unidad de voluntad' del proletariado y los campesinos, pues hay unidad de intereses.

Su porvenir es la lucha contra la propiedad privada, la lucha del obrero asalariado contra el patrono, la lucha por el socialismo. Aquí la unidad de voluntad es imposible. Aquí no nos hallamos ante el camino que va de la autocracia a la república, sino del camino que conduce de la república democrática pequeñoburguesa al socialismo.”

Finalmente, para valorar las posibilidades que en 1905 existían en Rusia, desde el punto de vista leninista, para pasar “ininterrumpidamente” desde la autocracia hasta el socialismo, idea clave de la teoría de la Revolución Permanente, recurramos, una vez más, a las afirmaciones categóricas de Lenin:

“Y como respuesta a las objeciones anárquicas de que aplazamos la revolución socialista, diremos: no la aplazamos, sino que damos el primer paso hacia la misma por el único procedimiento posible, por la única senda certera, a saber: por la senda de la república democrática. Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el de la democracia política, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en el político. Si en un momento determinado tales o cuales obreros nos preguntan por qué no realizamos nuestro programa máximo, les contestaremos indicándoles cuán ajenas son aún al socialismo las masas del pueblo, impregnadas de espíritu democrático, cuán poco desarrolladas están aún las contradicciones entre las clases, cuán desorganizados se hallan aún los proletarios. ¡Organizad a centenares de miles de obreros en toda Rusia, difundid entre millones la simpatía por vuestro programa! Probad a hacerlo, sin limitaros a pronunciar estrepitosas pero hueras frases anárquicas, y veréis inmediatamente que llevar a cabo esta organización, difundir esta educación socialista depende de la realización más completa posible de las transformaciones democráticas.”

En resumen, en la Rusia de 1905 estaba pendiente la revolución burguesa. El problema fundamental al que se enfrentaba el proletariado revolucionario era qué tipo de Estado burgués sería implantado con la revolución , cuál era la correlación de clases, dentro del atrasado y semifeudal imperio zarista, para que el próximo capítulo que se abriría en la historia de Rusia dejase desbrozado el terreno para el más amplio despliegue ulterior de la lucha del proletariado por el socialismo. Por esta razón, Lenin impone una sola condición para la implicación activa del proletariado en la revolución: que el viejo régimen sea barrido por completo, que sea lograda una completa victoria sobre la autocracia, y que en ese fértil campo yermo el proletariado disfrute de toda la libertad para “defender sus intereses propios” de clase   (entiéndase, no sólo económicos, sino, también y sobre todo, políticos) y cultivar la semilla de la revolución. Desde el punto de vista leninista, en 1905 el problema consistía en encontrar el modo de que la vanguardia proletaria ganase las posiciones políticas necesarias para dirigir el proceso revolucionario; era suficiente con que la actividad política de la vanguardia favoreciese la inclinación de la balanza de la lucha de clases hacia el lado más favorable para los intereses futuros de la clase obrera. En 1905 no existían bases materiales en Rusia –ni objetivas ni subjetivas– para el socialismo. Esto es algo irrefutable. Lenin jamás revisó su posición de Dos táct icas en este sentido; al contrario, su pensamiento acompañó la evolución de las circunstancias sociales de su país . Para Lenin, la lucha de clases de la Rusia de 1905 nunca podría ser encauzada directamente hacia el socialismo sin que antes se hubiera dado una profunda transformación de todas sus estructuras, económicas y políticas. Pero si Rusia aún no albergaba en su seno el germen del socialismo, sí existía el agrupamiento de fuerzas sociales capaz de acercarlo lo más rápidamente posible. Toda la política bolchevique, entre 1905 y 1917, consiste –además de la propaganda y la educación en las ideas socialistas de los elementos más conscientes de las masas– en conseguir aquel agrupamiento. Cuando éste tuvo lugar de forma imprevista, casi espontánea, debido a una serie de circunstancias inusitadas (e imprevisibles en 1905, lo cual es muy importante tener en cuenta), casi todas consecuencia directa de la guerra imperialista, a partir de febrero de 1917, Lenin cambió de óptica y se propuso –y propuso al partido en sus famosas Tesis de Abril – dar el siguiente paso, con el socialismo como meta inmediata.

Pero junto al agrupamiento de fuerzas de clase buscado desde 1905 y conseguido en 1917, también habían cambiado en Rusia otras cosas importantes. Ya hemos hablado de la aceleración del desarrollo capitalista tanto en la ciudad como en el campo desde la Primera Revolución, a lo que se sumaría el anudamiento de los vínculos de la cada vez más poderosa burguesía financiera rusa con el imperialismo internacional (lo que, además de imprimir un sesgo cada vez capitalista a la economía rusa, constituiría un factor importante de crisis). A esto irá vinculado un reseñable desarrollo cuantitativo del proletariado industrial, acompañado también de su desarrollo político: desde 1911, pero sobre todo a partir de la matanza perpetrada contra una manifestación de obreros en huelga de los auríferos del Lena, en abril de 1912, tiene lugar en Rusia el ascenso del movimiento obrero combativo, en un proceso en escalada similar al del año cinco, con un crecimiento vertiginoso de las huelgas y un porcentaje cada vez más alto de ellas con motivaciones políticas. Cuando la dinámica de este movimiento ascendente –al que se le iba sumando un incipiente movimiento democrático en forma de movilizaciones estudiantiles, etc.– empezaba a convertirse en una amenaza seria para el régimen autocrático, el estallido de la Primera Guerra Mundial lo paralizó y lo disolvió bruscamente. Trotsky llegó a afirmar, con su habitual estilo hiperbólico, que si no hubiera sido por la declaración de guerra de Alemania a Rusia del 1 de agosto, la Revolución de Octubre se hubiera iniciado en 1914 . Lo que debemos retener, sin embargo, es que, en este periodo y en el fragor de la lucha de clases, un proletariado más numeroso había adquirido una mayor madurez combativa para el caso de tener que afrontar la lucha en un plano cualitativo más elevado si las circunstancias así lo requiriesen en una crisis revolucionaria.

Finalmente, el factor quizá más importante, si no para un Febrero, sí al menos para que pudiera darse el triunfo de Octubre: el partido de vanguardia del proletariado revolucionario. A partir de la Conferencia celebrada en Praga en 1912, la fracción bolchevique rectifica su línea de construcción del partido e inicia un proceso de reconstitución del partido obrero ruso. La primera consecuencia de esta rectificación es la ruptura total, política y organizativa, con el resto de las fracciones del POSDR, y principalmente con lo que por esas fechas era el proyecto de Trotsky, el Bloque de Agosto , último intento de reunificación de las corrientes oportunistas del partido. En Praga, el bolchevismo rompió con la línea de unidad entre fracciones como base de construcción partidaria; a partir de aquí, la organización se sometía a la unidad político-ideológica y de dirección, reconquistando, de esta manera, el proletariado revolucionario ruso su independencia política. El bolchevismo se dispuso, entonces, a combatir políticamente al menchevismo y a conquistar sus organizaciones en Rusia. La fragua de este tipo de organización significó que, para 1917, el proletariado contaba con un organismo político dirigente capaz y dispuesto a conducirlo en pos del cumplimiento de su papel revolucionario .

Hacia 1917, en conclusión, estaban en sazón en Rusia las condiciones materiales –tanto objetivas como, sobre todo, subjetivas– que permitían la formulación de una táctica política que plantease como objetivo inmediato el socialismo, sin que tal planteamiento supusiese una descabellada aventura. El pensamiento de Lenin evoluciona desde 1905 a 1917 en consideración con esos elementos cambiantes. El método de Lenin consiste, precisamente, en la acción consciente sobre esos elementos, ya sean de naturaleza objetiva (por ejemplo, la implantación del capitalismo cuando se hace necesaria la liquidación completa de la servidumbre y la diferenciación clasista en el campo) o subjetiva (por ejemplo, la búsqueda de la alianza con los elementos políticos de la democracia pequeñoburguesa para sustraerlos a la influencia de la burguesía liberal) con el fin de conducirlos en la dirección adecuada para los intereses estratégicos del proletariado. En Lenin hay una dialéctica estrecha entre la marcha del proceso histórico, con sus ingredientes económicos, políticos, etc., y el desarrollo de la línea política y de la táctica. La mutua transformación de ambos planos es lo que hace característico al leninismo como concepción política. Por esta razón, las Tesis de Abril no pueden ni deben interpretarse como una ruptura con la política bolchevique anterior, sino como un desarrollo de la misma en términos de rectificación en función de un cambio en el plano del proceso histórico. Precisamente, esta adecuación política sería lo que permitiría la transformación posterior de ese proceso histórico rompiendo su línea de evolución normal , en el sentido de la desviación del desarrollo de la revolución burguesa de Febrero hacia Octubre, a partir de la acción desde el plano político. Lenin, partiendo de una realidad concreta, se vale del marxismo como método de análisis y como doctrina política para crear los instrumentos para la transformación de esa realidad. La mayoría de las controversias en las que se sumergió desde 1905 buscaban que la mayoría del partido comprendiera que el punto central de la acción política consistía en desequilibrar el sistema de relaciones entre las clases de la autocracia ganando al campesinado para la revolución. La alternativa era confiar en la actividad de la burguesía liberal, como defendían los mencheviques. Sin embargo, éstos también, aunque invitaban a la pasividad revolucionaria, ofrecían una fórmula práctica concreta basada en la realidad dada. Por eso, ambas corrientes, bolchevique y mencheviques, fueron quienes protagonizaron la escena política en este periodo, porque, partiendo de un análisis concreto de la situación concreta , ofrecieron sendas vías de desarrollo revolucionario a partir de elementos objetivos realmente existentes. Al contrario que Trotsky, para quien la política no encierra una estrecha relación entre proceso histórico y línea táctica, sino que consiste simplemente en la emisión de un pronóstico sobre los acontecimientos futuros , lo cual le apartó del escenario central de la política y del debate político del partido, al no ser capaz de ofrecer algún elemento concreto sobre el que fundar la actividad política cotidiana del POSDR .

Ya hemos señalado que la teoría de la Revolución Permanente acepta como punto de partida el análisis de Parvus sobre la Rusia de principios del siglo XX. Como recordaremos, Parvus destaca la falta de una clase social en Rusia cuya radicalización política ofrezca una amplia base para la democratización del país. De este modo, debe ser el proletariado quien cumpla ese papel. Trotsky, de acuerdo con esto, da un paso más y dice que el cumplimiento de ese papel le “obligará” inmediatamente a abordar problemas propios del socialismo. Aquí, como se ve, no hay, prácticamente, una propuesta táctica. O, mejor dicho, aquí la táctica se identifica con el proceso político general, se convierte en pronóstico. El único elemento concreto inmediato sustentado firmemente sobre la realidad objetiva de la sociedad rusa que contiene la teoría de Trotsky –y que no se refiera a ella por omisión, como la supuesta ausencia de un sector radicalizado de la pequeña burguesía– es la potencialidad revolucionaria del proletariado ruso. Al negar toda capacidad revolucionaria al resto de las clases sociales en Rusia, Trotsky preestablece y fija de una forma definitiva, sin posibilidad de alteración, la correlación de fuerzas entre las clases, sus agrupamientos políticos; y el poco numeroso proletariado queda aislado en esta prefiguración. Finalmente, como carece de aliados potenciales, no puede hacer nada, no puede elaborar una táctica y realizar una acción política con el fin de modificar aquella correlación entre las clases. La política proletaria, pues, se reduce a la espera de que la crisis social, con los enemigos –las demás clases– debilitados o neutralizados, permita al proletariado subirse en la cresta de la ola de la revolución. Pasado el primer momento triunfal, si el enemigo –todas o cualquiera de las demás clases– consigue recuperarse y contraatacar, o simplemente revolverse contra él –que es lo más probable vistas así las cosas–, el proletariado no podrá hallar apoyo más que en otros destacamentos nacionales de su misma clase.

En esto consiste la diferencia radical entre el método de Lenin y el método de Trotsky: para éste, la política –el análisis político– es previsión, anticipación del decurso de los acontecimientos; para Lenin, el análisis político es sólo un instrumento para incidir o para contribuir en ese devenir; para Trotsky, lo fundamental es la relación acierto-error de una tesis política, en último caso, su conclusión, el resultado , “resultado” que debe ser lo más acorde posible con los hechos finales ; para Lenin, lo principal es el contenido de esa tesis, el momento fijado por la misma y la actitud que subjetivamente vamos a adoptar hacia ese momento captado por nuestro análisis, precisamente para transformarlo en la dirección del objetivo deseado. Lenin no sustituye el “resultado” de los acontecimientos reales por el “resultado” del análisis. Ésta no es la cuestión: se trata de que este último permita influir sobre los acontecimientos como tales. De hecho, para el marxismo lo importante, desde el punto de vista de su utilidad como método científico, no es “el resultado”, el desenlace final del curso de los hechos, el objetivo. El marxismo ya determina de antemano el objetivo: la dictadura del proletariado y el comunismo. No en vano, el marxismo, como teoría política, es la síntesis intelectual de toda la evolución de la humanidad como entidad social y de sus conquistas en todas las esferas de la vida social y del saber. Por esta razón, las tendencias que genera en su marcha la historia forman ya parte del acervo teórico del marxismo. No se trata, en consecuencia, de “pronosticar” que el proletariado, en un momento dado, tomará las riendas del poder e instaurará su dictadura de clase o que, de lo contrario, no lo hará. Esta tautología forma implícitamente parte de las bases conceptuales de la teoría de la Revolución Permanente. Trotsky cifra el valor de esta teoría en que responde a la cuestión de que si el proletariado no se convierte en clase dirigente, la revolución burguesa no será consumada; pero esto, como hemos visto, lo había dicho ya Lenin en Dos tácticas . Lo importante, y lo que diferencia a ambos, se sitúa en el terreno de las consecuencias políticas de esta tesis. No se trata, por tanto, de informarnos de que sólo hay dos alternativas: socialismo o barbarie ; de que si en algún momento del proceso del desarrollo social el proletariado no se coloca en su vanguardia, cualquier trastorno político o revolución “conservará su carácter burgués, limitado” , es decir, mantendrá aquel proceso en el terreno y en el recorrido del capitalismo. Se trata, pues, no de anticiparnos en la historia, sino de orientar la actividad consciente de la vanguardia proletaria hacia la transformación de los elementos objetivos y subjetivos que permitan realizar la tendencia histórica de todo el desarrollo social hacia el socialismo y el comunismo, como nos enseñó Marx. Trotsky decía que la consigna de Lenin de “dictadura democrática del proletariado y los campesinos” era:

“(...) una fórmula algebraica que admitía, en el futuro, interpretaciones políticas muy diversas.”

Y esa “fórmula algebraica”, para Trotsky algo así como una descripción abstracta ceñida a los aspectos fundamentales de la política:

“(...) no quería expresar otra cosa que las relaciones, caracterizadas más arriba, entre el proletariado, los campesinos y la burguesía liberal (...). Pero la vieja fórmula de Lenin no resolvía de antemano cuáles serían las relaciones políticas recíprocas del proletariado y de los campesinos en el interior del bloque revolucionario.”

Trotsky funda la superioridad de su teoría en que sí “resuelve de antemano”, sí adelanta “el resultado” de esa correlación entre esas dos últimas clases, pronosticándolo con 12 años de antelación. Pero lo que Trotsky considera el lado fuerte de su teoría es, en realidad, lo que pone de manifiesto su debilidad, porque la fórmula de Lenin va dirigida al meollo del problema, señala la piedra clave sobre la que se sostiene todo el sistema de relaciones entre las clases de Rusia en el trance de paso de la autocracia a la revolución burguesa, orientando la labor política práctica, inmediata, de la vanguardia proletaria. El contenido de esa fórmula es lo principal; la forma que adopte, lo secundario. El cometido del partido consiste en resolver esto, en encontrar la expresión formal de esa fórmula en función de las circunstancias específicas y particulares de cada momento histórico. La “anticipación” de Trotsky, sin embargo, no ofrece al proletariado la orientación necesaria de cada momento, le impide ser actor en las circunstancias concretas y le relega al estado de impasse de quien espera su oportunidad sin saber buscarla. Lenin presta una brújula al proletariado para que se oriente en la tormenta de la revolución; Trotsky solo le “pronostica” que “después de la tormenta vendrá la calma”, pero no le ayuda para que la nave llegue a buen puerto. Mientras éste adelanta el posible “resultado” del proceso histórico, Lenin ilustra al proletariado sobre los elementos necesarios para cubrir con éxito la travesía de la autocracia al socialismo. Trotsky elude el fondo de la cuestión sobre el verdadero sentido del análisis político y de la formulación de la línea táctica marxistas para la vanguardia proletaria desviando el cometido de ambos:

“Si se examinan mis antiguas divergencias con Lenin, no valiéndose de citas tomadas al vuelo, de tal año, mes y día, sino de perspectivas históricas justas, se verá de un modo completamente claro que el debate estaba entablado, al menos por lo que a mí se refiere, no precisamente en torno a la cuestión de saber si para la realización de los objetivos democráticos era necesaria la alianza del proletariado con los campesinos, sino acerca de la forma de partido, política y estatal, que podía asumir la cooperación del proletariado y de los campesinos y de las consecuencias que se desprendían de ello para el desarrollo ulterior de la Revolución.”

Ya hemos visto el significado que, para Trotsky, encierra la locución “alianza del proletariado y el campesinado” . Ahora, pretende que el núcleo de sus diferencias con Lenin estribaba en la definición de la forma que adoptaría aquella alianza; lo cual es rotundamente falso, principalmente porque Lenin –como bien termina por reconocer Trotsky – eludió esta cuestión, consciente de que debía encontrar una respuesta práctica (no teórica, no anticipada) en función de las circunstancias que rodeasen al acontecer político. De esta manera, tras el fracaso de la insurrección de Moscú, Lenin buscó la realización del bloque revolucionario obrero-campesino en el terreno de la lucha parlamentaria, en la Duma de Estado; y, tras el periodo de reacción, la encontró ya cristalizada, a principios de 1917, en forma de Soviets de Diputados Obreros y Soldados (que no eran, estos últimos, sino campesinos uniformados) . Desde 1905, el centro de gravedad de la política bolchevique estaba situado en la construcción de la alianza obrero-campesina, con el objetivo estratégico de la revolución democrático-burguesa. La Segunda Revolución resuelve este problema y el de la revolución pendiente de forma imprevisible (incluso para Trotsky), en forma de dualidad de poderes . Todo el periodo de Febrero a Octubre consiste en la búsqueda de las condiciones para romper ese equilibrio de fuerzas; pero esto suponía superar el marco de la revolución burguesa, tal y como se había dado en Rusia.

Efectivamente, lo característico de Febrero –y lo que le otorgaba esa peculiaridad de inusitada originalidad histórica– era que, como lo describió Lenin, junto al poder de la burguesía se encontraba el poder del proletariado y del campesinado en armas (Soviets), y que, entre Febrero y Octubre, este segundo poder estaba sirviendo de apoyo al primero. Pero la otra característica de la revolución burguesa rusa –menos original que la anterior pero más sorprendente para los marxistas rusos que la primera, incluso para Trotsky, siquiera hubiera intentado comprender la originalidad de la Segunda Revolución respecto de la Primera– consistía en que la burguesía liberal no se había limitado al papel apocado y conservador de 1905-1907. En Febrero, había encabezado la caída del zar y ahora se apoyaba en el campesinado para aplicar su programa de reformas. El bloque burguesía-campesinado, la dictadura de la burguesía con el apoyo del campesinado, es lo que caracteriza Febrero desde el punto de vista de las relaciones entre las clases en Rusia. Algo que no vio Trotsky, pues tenía la mirada en otra parte, y que ni siquiera posteriormente fue capaz de comprender:

“Insisto en esto con toda firmeza. Si se reconoce que las contradicciones sociales entre el proletariado y la masa campesina no permiten al primero ponerse al frente de ésta; si el proletariado mismo no es lo bastante fuerte para alcanzar la victoria, entonces no habrá más remedio que llegar, en términos generales, a la conclusión de que nuestra revolución no está llamada a triunfar. En estas condiciones, el final natural de la revolución debe ser el acuerdo de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es ésta una hipótesis cuya posibilidad no puede descartarse. Pero es evidente que se halla en el camino de la derrota de la revolución, condicionada por su debilidad interna.”

En Febrero, el campesinado no se puso del lado del proletariado, sino del de la burguesía, pero esto no supuso la necesidad de concluir que la revolución “no está llamada a triunfar”. Muy al contrario, triunfó, aunque siguiendo un modelo más cercano al clásico europeo. He aquí el primer resbalón del Trotsky adivino. Claro está, nos referimos al triunfo de la revolución burguesa. He aquí otra consecuencia –la ofuscación que produce Febrero en Trotsky– de no saber distinguir claramente entre revolución burguesa y revolución socialista. Por otra parte, en Febrero –a diferencia de 1905– la burguesía liberal no buscó un acuerdo “con el antiguo régimen” (aunque sí trató de “suavizar las aristas de la revolución”, como anticipó Lenin), y la revolución, lejos de dirigirse por el “camino de la derrota”, fue in crescendo hasta Octubre. He aquí el segundo resbalón del oráculo de Trotsky. Fue aplicando el método de Lenin y no la perspectiva trotskiana (¡ni siquiera 10 años después Trotsky fue capaz de comprender la situación de las clases surgida de Febrero: continuó agarrado al esquema de 1905!) como se halló la forma de transformar la correlación de fuerzas entre las clases a favor del proletariado: no llevando al proletariado al poder directamente (recordemos la experiencia de las jornadas de julio, cuando las masas plantearon la cuestión en estos términos en una situación en la que los Soviets de mayoría pequeñoburguesa aún apoyaban al gobierno provisional), como se deduciría de la fórmula de Trotsky, sino disputando y ganando el apoyo del campesinado para el proletariado, pugnando por que el centro de gravedad del sistema de clases de Rusia, el campesinado ( antes de intentar tomar el poder, y no después , desde donde “arrastrarlo” hacia sí), se desplazase hacia el campo del proletariado revolucionario, aislando a la burguesía. Este fue el problema central del periodo que abarca de Febrero a Octubre, problema que no supieron ver al principio, por distintos motivos, ni Trotsky ni la dirección en el interior del partido bolchevique: que en Rusia se había dado ya una de las posibles vías de la revolución burguesa –la menos deseada de las previstas por Lenin–, y que, a partir de entonces, la conquista de la correlación de clases sociales perseguida desde 1905, en 1917 significaba la lucha por la revolución socialista. Lo que en 1905 era un reagrupamiento de fuerzas   sociales contra la autocracia, se convertía, en 1917, en un reagrupamiento contra la burguesía. La revolución burguesa se transformaba en socialista (entiéndase, en el sentido político , es decir, desde el punto de vista de ese reagrupamiento de fuerzas, pero no, claro está, en el sentido económico de que se hubieran cumplido todos los requisitos para el socialismo). Pero este hecho, lejos de traducir el sentido de “revolución permanente” que le daba Trotsky, supone una actitud revolucionaria consciente, una intervención subjetiva sobre el decurso de los acontecimientos; en absoluto el fatalismo espontáneo que impone Trotsky al proletariado. La revolución burguesa rusa de Febrero pudo perfectamente consolidarse y desarrollarse, sin que por ello se debiera interpretar que “la revolución” (¿qué revolución, la revolución en abstracto ?) había sido derrotada o que caería irremisiblemente en los brazos del antiguo régimen, y su desarrollo no hubiera conducido directamente al socialismo sin la lucha revolucionaria del proletariado dirigida por el partido bolchevique y sin una serie de circunstancias que hundieron a la Rusia de 1917 en una profunda crisis política.

Trotsky jamás comprendió esto. Nunca quiso incorporar la riqueza de la experiencia revolucionaria a partir del Febrero ruso a su teoría de la Revolución Permanente. Quizá porque no podía, pues Febrero más bien la refutaba. Prefirió remitirse al “resultado”, a Octubre como criterio de valoración de la misma, sin considerar que, tal vez, fue la casualidad histórica la que, en un momento dado, depositó al mismo tiempo la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky y la revolución socialista en el suelo de Rusia.

Según el esquema de 1905 descrito en Dos tácticas , después de la revolución democrática, el centro de gravedad de la política bolchevique pasaría a ser la organización del proletariado, en alianza con las masas semiproletarias, para realizar la revolución socialista, mientras las masas del campesinado pequeñoburgués eran neutralizadas. Entre 1918 y 1920 el partido bolchevique intentó este cambio de escenario, pero hubo de retroceder. Si el “gobierno obrero” duró tanto en Rusia fue gracias a los imperativos de la guerra civil. Terminada ésta y tras un periodo de debate y rectificación (polémica sobre los sindicatos, lucha contra la Oposición Obrera, discusión sobre la Nep...), el PC(b)R retoma la alianza obrero-campesina como base de toda su política de construcción del socialismo. En un contexto de crisis económica y de crisis política nacional e internacional, la Revolución de Febrero no pudo asentarse para crear las premisas necesarias –según el esquema de Dos tácticas , en esto muy cercano al clásico del marxismo– para el socialismo. La flexibilidad táctica del leninismo permitió formular un plan de abordaje del socialismo sobre las premisas sociales de la revolución democrática (alianza obrero-campesina) y con la conciencia de tener que cubrir el recorrido económico necesario para generar sus premisas materiales (o sea, las premisas que sólo puede crear el capitalismo). Un cuadro mucho más complejo, en definitiva, que el esquema trotskista de “gobierno obrero” “obligado a” cumplir inmediatamente el programa del socialismo.

La actitud vigilante de Lenin y de su partido, quienes nunca se dejaron engatusar ni cegar por los espejismos de las formas políticas que adoptaba la lucha de clases y que nunca perdieron de vista el estado real y actual de las relaciones entre las clases –por debajo de sus formas organizativas–, en la sociedad en general y en el campo de la revolución en particular, fue lo que permitió la victoria de Octubre y la posterior experiencia de edificación socialista en el País de los Soviets.

LENIN: O.C ., t. 11, p. 77.

Ibídem , pp. 38-41. En cuanto al problema de las necesarias premisas económicas para el socialismo en Rusia, Lenin no altera en lo fundamental su posición a lo largo de toda su carrera política. Si en 1905, como vemos, recetaba capitalismo, al final de su vida, en sus penetrantes análisis en los que disecciona los tipos económicos que cohabitaban en Rusia entre 1918 y 1921, insistía en que su país debía pasar irremediablemente por el peldaño del capitalismo de Estado como antesala necesaria del socialismo ( Cfr ., LENIN: O.C ., t. 36, pp. 302-324, y t. 43, pp. 158-161).

LENIN: O.C., t. 11, pp . 77 y 78.
Ibídem , p. 16.

“En Rusia, se trata todavía sólo de crear un Estado burgués moderno, que será similar a una monarquía junker (en caso de que el zarismo triunfe sobre la democracia), o a una república campesina democrática burguesa (en caso de que la democracia triunfe sobre el zarismo). Y la victoria de la democracia en la Rusia contemporánea sólo es posible si las masas campesinas siguen al proletariado revolucionario y no al liberalismo traidor (...). Las revoluciones burguesas no están aún terminadas en Rusia y, dentro de estos límites , es decir, dentro de los límites de la lucha por la forma del régimen burgués en Rusia, ‘el contenido político real' del trabajo de los socialdemócratas rusos es menos ‘limitado' que en los países donde no se lucha por la confiscación de las tierras de los terratenientes por los campesinos, donde las revoluciones burguesas fueron terminadas hace tiempo.” (LENIN: O.C. , t. 19, pp. 380 y 381).

Incluso en abril de 1917, cuando Lenin abogaba por dar el siguiente paso en la revolución, continuó cuestionando la idea de un poder político sostenido únicamente sobre la clase obrera de Rusia sin tener en cuenta los intereses políticos del campesinado:

“¿Pero quizá corremos el peligro de caer en el subjetivismo, de querer ‘saltar por encima' de la revolución de carácter democrático burgués, aún no terminada –trabada todavía por el movimiento campesino-, a la revolución socialista?.

Si yo hubiese dicho: ‘Sin zar, por un Gobierno obrero ', me amenazaría semejante peligro. Pero yono he dicho eso, he dicho otra cosa distinta.” (LENIN: O.C ., t. 31, p. 145).
Evidentemente, Lenin se refiere en esta cita, implícitamente, a Trotsky, lo cual pone en duda la aseveración de éste según la cual Lenin se acercó a su posición de 1905 en 1917. Para evitar esta asociación de ideas, empero, Trotsky llegó a negar que él hubiera formulado alguna vez tal consigna, reconociéndola incluso como errónea e imputando a Parvus la autoría ( cfr ., TROTSKY: La revolución permanente , pp. 149-152). Sin embargo, independientemente del autor material de tal consigna, tomado individualmente, lo que está claro es que se corresponde, describe y expresa perfectamente la posición política de una determinada corriente de la socialdemocracia rusa, corriente con la que Trotsky se identifica de manera coherente. Por lo tanto, si no autor material, debe considerarse a Trotsky coautor espiritual, tal vez no de la consigna como tal, pero sí al menos de la línea política sobre la que se sostiene y que está en concordancia con ella.

Cfr ., PROCACCI: Op. cit ., pp. 36 y 37. En 1924, todavía Trotsky llega a decir que “muchos indicios permiten suponer que, si la revolución victoriosa se hubiese desarrollado en el sentido de los sucesos de julio de 1914, con toda seguridad que la derrota del zarismo hubiese significado el advenimiento inmediato al poder de los consejos obreros revolucionarios”. Trotsky sigue anclado en el esquema de 1905. La revolución de Febrero se desarrolló, ciertamente, “en el sentido de los sucesos de julio de 1914”, es decir, agitación obrera y constitución de Soviets (aunque en esa fecha no llegaron a aparecer en escena); pero quien accedió al poder fue la burguesía. Ni siquiera en 1924 Trotsky es capaz de reconocer esto. Como Febrero rompe su pronóstico sobre la revolución rusa, se niega a tenerlo en cuenta en su balance histórico. De ahí el esperpéntico vaticinio de 1924: la guerra impidió que Octubre llegase a Rusia directamente en el verano de 1914.

También es importante añadir, en lo concerniente a la diferente situación de la vanguardia proletaria entre las distintas revoluciones rusas, que sólo con las grandes movilizaciones obreras que acompañaron a la revolución de 1905, los círculos marxistas rusos, que hasta ese momento conformaban el POSDR, tuvieron verdaderamente contacto orgánico y adquirieron experiencia de masas. Este requisito indispensable para la construcción de un partido de vanguardia no existíaantes de 1905, pero sí antes de 1917.

“Con respecto a la revolución permanente, hablaba únicamente de las ‘lagunas' de la teoría, con tanto mayor motivo inevitables cuanto que se trataba de una previsión.” (TROTSKY: La revolución permanente , p. 91).

En este sentido, el menchevismo, aunque sí se diferencia de la concepción política de Trotsky en que ofrece la posibilidad de una actividad inmediata para el proletariado (sindicalismo, parlamentarismo), tiene de común con ella que se somete al pronóstico histórico (contemplar el advenimiento de la revolución burguesa y dejar hacer a la burguesía).
Trotsky habla de que el proletariado debe “apoyarse” en el campesinado para ponerse a la cabeza de la revolución; pero desconocemos el contenido de esta palabra cuando, una vez en el poder, el campesino no verá saciada su hambre de tierra. A cambio, obtendrá la colectivización. Trotsky, a cambio, obtendrá la guerra campesina contra el “gobierno obrero”.

“Un pronóstico político no puede pretender la misma exactitud que un pronóstico astronómico. Resulta satisfactorio sólo con que señale correctamente la línea general de desarrollo y permita orientarse en la dirección del proceso real de los acontecimientos, cuya línea fundamental habrá de desviarse inevitablemente a derecha o izquierda. En este sentido, no es posible dejar de reconocer que la concepción de la revolución permanente ha soportado con éxito la prueba de la historia.” (TROTSKY: La revolución de octubre , p. 241). El fatalismo histórico de Trotsky vacía de todo contenido la política entendida como actividad autónoma, y aplasta toda creatividad en esa esfera de la actividad del proletariado como un alud arrasa con todo lo que encuentra a su paso. En última instancia, desde la visión política de Trotsky se cierra toda posibilidad a que el pensamiento político proletario pueda encontrarse en algún momento con la idea leninista de partido de nuevo tipo proletario .
El trasfondo del mensaje de Trotsky viene a decir que si la revolución burguesa en Rusia no triunfa, entonces, fracasará; en concreto, si la revolución no se transforma en revolución socialista con el proletariado en el poder, será un fracaso. Al contrario que Lenin, quien consideraba que la revolución en Rusia triunfaría irremisiblemente. De lo que se trataba era de conseguir que esa victoria lo fuera también para el futuro de la lucha de clase del proletariado.

TROTSKY : La revolución permanente , p. 105.
Ibídem , p. 115.
Ibíd ., p. 216.
Ibíd ., pp. 121 y 122. La cursiva es nuestra.

La palabra alianza no tiene el mismo significado para Lenin que para Trotsky. Para Lenin, significa “unidad de voluntad”, concesiones hacia la parte correligionaria; para Trotsky, en cambio:
“El campesino sigue al obrero o al burgués. Esto significa que la ‘dictadura democrática del proletariado y de los campesinos' sólo es concebible como dictadura del proletariado arrastrando detrás de sí a las masas campesinas .” ( Ibíd ., p. 216).

Por el programa de colectivización forzosa que Trotsky tenía preparado para los campesinos desde 1905, intuimos que la palabra arrastrar alcanzaría con el “gobierno obrero” de Trotsky su sentido semántico más literal.

“Sí; Lenin en el transcurso de una serie de años, se negó a prejuzgar cuál sería la organización política de partido y de Estado de la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos, colocando en primer término la colaboración de estas dos clases en oposición a la burguesía liberal.” ( Ibíd ., p. 114).

No olvidemos que, en este asunto, Lenin resume el significado de los Soviets como organismos básicos del Estado de la dictadura del proletariado sólo en el verano de 1917, en su obra El Estado y la revolución . Imposible adivinar que ésta sería la “forma estatal” que hallaría la revolución en una fecha tan temprana como 1905. No era ésta, pues, la cuestión. Si lo hubiera sido, Trotsky podía haber vaticinado con más tiempo el significado histórico del organismo que llegó a dirigir. Sin embargo, se limitó a una formulación abstracta del tipo “gobierno obrero”. Ahora bien, cabe la posibilidad de interpretar que Trotsky ya se haya planteado esto y de que lo haya resuelto en el sentido de que, para él, la “forma” superior de poder proletario o de la expresión política del proletariado como clase dirigente sea, igualmente, el “gobierno obrero”. Entonces, el retroceso respecto al leninismo sería aún mayor, porque Trotsky reduciría el problema del poder proletario, efectivamente, al de la forma de gobierno , eludiendo la problemática marxista-leninista acerca deltipo de Estado .
Ibíd ., p. 145.

El mismo Trotsky reconoció que si Lenin no hubiese desembarcado en Rusia en abril de 1917, Octubre nunca se hubiera producido.


Capitulo 6
Trotsky y la Revolución Proletaria

Capitulo 7
Lenin y la Revolución Permanente

El problema de la mecánica de la Revolución Proletaria Mundial es uno de los grandes puntos de controversia entre el trotskismo y el leninismo. La posición de Trotsky en este asunto está clara. Repasémosla, de todas formas, con un resumen claro y conciso en palabras del propio autor:

“La dictadura del proletariado, que sube al Poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente . (...).

El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.

El esquema de desarrollo de la revolución mundial, tal como queda trazado, elimina el problema de la distinción entre países ‘maduros' y ‘no maduros' para el socialismo, en el sentido de la clasificación muerta y pedante que establece el actual programa de la Internacional Comunista. El capitalismo, al crear un mercado mundial, una división mundial del trabajo y fuerzas productivas mundiales, se encarga por sí sólo de preparar la economía mundial en su conjunto para la transformación socialista.”

Por su parte, Lenin adopta como punto de arranque la tesis marxista clásica, recogida por la tradición de la II Internacional y que con tanta ortodoxia profundizó Trotsky, sobre la necesidad de un escenario internacional para la revolución proletaria. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, Lenin penetró aún más en el estudio económico del capitalismo y alcanzó a comprender su transformación cualitativa en capitalismo monopolista, en imperialismo. Sobre esta base conceptual abordó algunas de las cuestiones políticas candentes en ese momento en el marco de la política europea, como la consigna de moda de los “Estados Unidos de Europa”, que, como bien señala Trotsky, fue una respuesta utópica de la burguesía contra futuras guerras. En 1915, Lenin sometió a crítica, en el contexto del debate sobre aquella consigna –a la que tachó de reaccionaria e imperialista–, la idea de los “Estados Unidos del mundo”:

“Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) constituyen la forma estatal de unificación y libertad de las naciones, forma que nosotros relacionamos con el socialismo, mientras la victoria completa del comunismo no traiga la desaparición definitiva de todo Estado, incluido el Estado democrático. Sin embargo, como consigna independiente, la de los Estados Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría conducir a la falsa idea de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y a una interpretación errónea de las relaciones de este país con los demás.

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país capitalista. El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados.”

Este texto es importante porque, desde la crítica de la hipótesis de una posible unidad mundial de Estados bajo las condiciones del capitalismo, Lenin deduce la concepción científica de la mecánica del desarrollo de la Revolución Proletaria Mundial en consideración a las premisas económicas del desarrollo capitalista en su etapa imperialista. En otras palabras: el desarrollo económico desigual del capitalismo puede provocar que la cadena imperialista mundial se rompa por su eslabón más débil, de modo que el socialismo triunfe en primer lugar en varios o en un solo país, cuyo proletariado aplicará la política del internacionalismo revolucionario para extender la revolución por todo el mundo. En definitiva, Lenin vaticina en 1915 lo que terminaría por ocurrir a partir de Octubre.

Queda el interrogante de si en esta cita Lenin se refiere a los países con un capitalismo relativamente avanzado o a cualquiera de los países del orbe. Desde luego, la visión del imperialismo como una cadena que atenaza a todas las naciones del mundo es la más adecuada a sus presupuestos teóricos y a la idea del eslabón débil , por lo que habría que considerar que cualquiera de los países oprimidos económicamente atrasados podría ser ese “eslabón débil”. En cualquier caso, Lenin todavía no lo formula en estos términos y lo cierto es que se refiere explícitamente a los “países capitalistas” (¿entraría Rusia en esta definición?). Lo cierto también es que, para 1917, Lenin abandona esta posición teórica:

“Rusia es un país campesino, uno de los países europeos más atrasados. En ella no puede triunfar el socialismo inmediatamente, de un modo directo . Pero, sobre la base de la experiencia de 1905, el carácter campesino del país –en el que se conserva un enorme fondo agrario de los terratenientes nobles– puede dar enorme impulso a la revolución democrática burguesa en Rusia y hacer de nuestra revolución el prólogo de la revolución socialista universal, un peldaño hacia ella. (...).

En Rusia no puede triunfar el socialismo de manera directa e inmediata. Pero la masa campesinapuede llevar la revolución agraria, ineluctable y en sazón, hasta la confiscación de toda la inmensa propiedad terrateniente. (...).

Semejante revolución, por sí sola, no sería todavía socialista, ni mucho menos. Pero daría un impulso gigantesco al movimiento obrero mundial. Reforzaría extraordinariamente las posiciones del proletariado socialista en Rusia y su influencia entre los obreros agrícolas y los campesinos pobres. Permitiría al proletariado urbano, apoyándose en esta influencia, formar organizaciones revolucionarias como los ‘Soviets de diputados obreros', sustituir con ellos los viejos instrumentos de opresión de los Estados burgueses (el ejército, la policía y la burocracia) y aplicar –bajo la presión de la guerra imperialista, insoportablemente dura, y de sus consecuencias– una serie de medidas revolucionarias para controlar la producción y la distribución de los productos.

El proletariado ruso no puede culminar victoriosamente la revolución socialista sólo con sus propias fuerzas. Pero puede dar a la revolución rusa tal envergadura, que cree las mejores condiciones para ella, que la empiece , en cierto sentido. Puede aliviar la situación para que entre en las batallas decisivas su colaborador principal , más fiel y más seguro, el proletariado socialista europeoy americano.(...).
Las condiciones objetivas de la guerra imperialista son garantía de que la revolución no se limitaráa la primera etapa de la revolución rusa, de que la revolución no se limitará a Rusia.
El proletariado alemán es el aliado más fiel y más seguro de la revolución proletaria rusa y mundial .”

Nos encontramos en plena vorágine revolucionaria en Rusia, mientras que en Europa los contendientes en la guerra imperialista ya dan síntomas de agotamiento. Sobre todo Alemania, que se siente acorralada y se dispone a realizar su último pero decisivo esfuerzo bélico ante la perspectiva de la inminente entrada de los Estados Unidos en la guerra. La crisis social se adivina en el horizonte europeo. En estas circunstancias, el plan estratégico de los revolucionarios rusos les inclinaba a considerar a Rusia como un país secundario en la próxima revolución internacional, aunque cumpliese el papel protagonista de ser la chispa iniciadora del incendio revolucionario de Europa. Este era el criterio con que se manejaban Lenin y los bolcheviques a partir de la primavera de 1917, y con este criterio y aquella perspectiva de la revolución europea asaltaron el Palacio de Invierno el 7 de noviembre. Sin embargo, tras el triunfo de Octubre y una vez asentada la revolución, la valoración de la relación entre el factor nacional y el internacional de la revolución fue obligando a Lenin a abandonar paulatina pero indefectiblemente la posición teórica sobre la revolución proletaria clásica de la socialdemocracia occidental a la que había retornado en 1917 . La propia experiencia de la revolución soviética incitará en Lenin una reelaboración y el reinicio de la evolución de su pensamiento en este terreno. Ya en el otoño de 1918, Lenin parece haber asimilado la primera lección tras un año de experiencia soviética:

“Si los explotadores son derrotados solamente en un país –y este es, naturalmente , el caso típico , pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción–, seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son poderosas.”

Es decir, el proceso, la mecánica del movimiento de la Revolución Proletaria Mundial no se asemeja para nada al “sentido nuevo y más amplio” de la Revolución Permanente como proceso ininterrumpidamente trasgresor de las fronteras nacionales que le da Trotsky. Parece claro, entonces, que tras un año de experiencia revolucionaria, Lenin, antes incluso de los fracasos de los asaltos revolucionarios de 1923, había perdido toda esperanza en la revolución “europea y americana” y en la “revolución proletaria mundial” y se disponía a aceptar, al menos tácitamente, la teoría del triunfo aislado y paulatino de la revolución. Pero una cosa es el modo, la forma del proceso y otra su contenido, su programa de construcción económica y sobre qué clases se apoya.

En noviembre de 1920, con motivo de la celebración del tercer aniversario de Octubre, Lenin volvía a recordar que, en las jornadas de 1917, en su pensamiento estaba sólidamente arraigada la idea de que:

“(...) nuestra victoria sólo sería firme cuando triunfara nuestra causa en todo el mundo, ya que iniciamos nuestra obra confiando exclusivamente en la revolución mundial.”

Sin embargo,

“Ahora, al cabo de tres años, resulta que somos muchísimo más fuertes que antes, pero que la burguesía mundial es también muy fuerte todavía y, a pesar de que es incomparablemente más fuerte que nosotros, podemos afirmar que hemos triunfado. (...).
Cuando decimos esto tampoco debemos olvidar otro aspecto: que sólo hemos triunfado a medias. Hemos triunfado porque hemos sabido mantenernos frente a unos Estados más fuertes que nosotros y que, además, se habían unido a nuestros explotadores emigrados: los terratenientes y los capitalistas. Hemos sabido siempre –y no lo olvidaremos– que nuestra causa es una causa internacional, y mientras no se realice la revolución en todos los Estados –incluidos los más ricos y civilizados–, nuestro triunfo representará únicamente la mitad de la victoria o quizá menos.”

Y este triunfo a medias de la revolución significa que:

“(...) el peligro no ha desaparecido, existe y seguirá existiendo hasta que triunfe la revolución en uno o en varios países avanzados.”

Entonces, para que la victoria sea completa, la abnegada labor de resistencia contra la reacción (guerra civil) y la agresión imperialista (intervención militar) debe ser completada con una labor de construcción y creación .

Hacia el otoño de 1920, en definitiva, Lenin ha roto con la idea de revolución europea y centra toda su atención, a corto plazo, en el problema del sostenimiento del poder revolucionario. En este sentido, es el espíritu de Brest-Litovsk, de conservación a toda costa del partido bolchevique en el poder, lo que continúa inspirando a Lenin. Desde luego, en torno a los debates sobre la paz de Brest y en la polémica contra los comunistas de izquierda, que querían continuar la guerra hasta el estallido social en Alemania, Lenin establece claramente la jerarquía de prioridades del poder soviético: defender y consolidar la revolución en Rusia, aunque sea a costa de desvincularla orgánicamente de Europa . Sin embargo, desde el punto de vista estratégico, el jefe bolchevique aún considera al proletariado occidental como la reserva principal tanto de la Revolución Proletaria Mundial como de la consolidación definitiva del poder soviético. Ganar tiempo y recuperarse para aguantar hasta que el proletariado de los países capitalistas desarrollados vayan en su ayuda . Estos son los parámetros con los que se maneja la dirección bolchevique tres años después del Octubre.

En estos momentos –que son todavía los del Comunismo de guerra –, Trotsky coincide, básicamente, con estos lineamientos estratégicos de la revolución vista desde la perspectiva soviética, a pesar de su posición ambigua hacia la firma de la paz de Brest-Litovsk . Realmente, el discurso oficial de los dirigentes soviéticos todavía se construía sobre los elementos políticos básicos de la Revolución Permanente de Trotsky (proletariado internacional como reserva estratégica principal de la revolución rusa, y política de repliegue y recuperación acorde con un momento coyuntural de impasse de la revolución internacional que continuaría extendiéndose hacia Occidente), mientras que las declaraciones de Lenin y de otros dirigentes acerca de la posibilidad de éxito relativo de la edificación socialista en un país aislado, que no aparentaban ser formuladas con intenciones teóricas, bien podían ser interpretadas como puro pragmatismo político para encarar la situación creada. Sin embargo, lo que verdaderamente se estaba dando en el fuero más interno del pensamiento leninista no tenía nada que ver con el pragmatismo político. Ciertamente, en su constante esfuerzo por comprender los hechos a la luz de la doctrina marxista, Lenin terminará poniendo en cuestión no sólo la idea clásica sobre el mecanismo de desarrollo de la revolución proletaria, sino también los viejos axiomas sobre el apoyo social de la misma y el carácter de la construcción de la nueva economía. Y son las circunstancias que acompañan a la adopción de la Nep por el X Congreso del PC(b)R, en marzo de 1921, y el significado de este giro en la política de construcción del socialismo en Rusia los que sirven de catalizador para la transformación en Lenin de algunas de sus concepciones sobre la Revolución Proletaria Mundial.

En diciembre de 1921, ante el IX Congreso de los Soviets de Toda Rusia, dice:

“”Ahora bien, ¿cabe concebir que una república socialista pueda subsistir en medio del cerco capitalista? Eso parecía inconcebible lo mismo en el sentido político que en el militar. Que esto es posible en los sentidos político y militar es ya cosa demostrada, ya es un hecho.”

Las posibilidades de supervivencia de un solo país socialista en medio del cerco capitalista no son, por tanto, coyunturales, sino que este hecho es posible contemplarlo a largo plazo. Después de añadir que también es posible la supervivencia de una república socialista aislada en el sentido comercial, en relación con sus posibilidades de recabar recursos en el mercado internacional, Lenin pasa a la cuestión crucial del nuevo basamento sobre el que se sostiene la revolución:

“(…) la cuestión más esencial y más cardinal de toda nuestra revolución y de todas las futuras revoluciones socialistas (tomadas a escala universal). La cuestión más cardinal y más esencial es la actitud de la clase obrera ante los campesinos, la alianza de la clase obrera con el campesinado.”

Para Lenin, la necesaria alianza entre el proletariado y el campesinado había adoptado una forma política y militar durante el Comunismo de guerra . Ahora, en la posguerra y en un periodo de estabilidad y de equilibrio de fuerzas a nivel internacional, debía adoptar una forma económica . Este era el primigenio significado de la Nep . Pero ésta tenía un calado mucho más profundo, de alcance histórico, de “escala universal”:

“Sólo en el afianzamiento de la alianza de los obreros y los campesinos reside la garantía de que toda la humanidad ha de verse libre de cosas como la reciente matanza imperialista, de las atroces contradicciones que hoy vemos en el mundo capitalista , donde un pequeño número, un puñado insignificante de las potencias más ricas se ahoga en su abundancia, mientras la inmensa mayoría de la población del globo terrestre sufre penalidades sin poder gozar de la cultura ni de los abundantes recursos existentes, que no encuentran salida por falta de mercado.”

Lenin finaliza su discurso insistiendo en que la unión de la clase obrera con los campesinos es una tarea “no sólo rusa, sino universal” . De modo que, para el invierno de 1921-1922, tenemos que Lenin se ha desembarazado del penúltimo requisito clásico de la Revolución Proletaria Mundial, que versaba sobre una determinada disposición de las fuerzas sociales de clase. Lenin ya no mira al proletariado internacional en su conjunto, sino que pone el peso en la construcción de sólidos vínculos entre sus destacamentos nacionales y el resto de los sectores populares. Al final de su vida dará el definitivo espaldarazo a esta nueva perspectiva cuando le otorgue carta de naturaleza al describir su significado concreto a escala mundial:

“El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial.

Pero lo que nos interesa no es esta inevitabilidad de la victoria definitiva del socialismo. Lo que nos interesa es la táctica que nosotros, el Partido Comunista de Rusia, que nosotros, el Poder soviético de Rusia, debemos seguir para impedir que los Estados contrarrevolucionarios de Europa Occidental nos aplasten. Para asegurar nuestra existencia hasta la siguiente colisión militar entre el Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría, es preciso que esta mayoría tenga tiempo de civilizarse.”

En otras palabras, en el epílogo de su carrera, Lenin no sólo había trastocado la visión tradicional sobre las alianzas estratégicas del proletariado revolucionario, sino que, llevando ese cambio de perspectiva hasta sus últimas consecuencias, dejó indicado que el futuro de la Revolución Proletaria Mundial debía de dejar de mirar hacia Occidente para desviar su vista hacia Oriente, donde estaba en candelero la revolución de liberación nacional.

Finalmente, y para resumir, Lenin consigue cerrar el ciclo lógico de su cosmovisión política y termina, en el ámbito de la teoría general de la revolución proletaria, justo en el mismo punto donde comenzó cuando estableció la táctica y la línea general de la revolución rusa:

“Pero ¿y si lo peculiar de la situación llevó a Rusia a la guerra imperialista mundial, en la que intervinieron todos los países más o menos importantes de Europa Occidental, y puso su desarrollo al borde de las revoluciones de Oriente que estaban comenzando y en parte habían comenzado ya, en unas condiciones que nos permitían poner en práctica precisamente esa alianza de la ‘guerra campesina' con el movimiento obrero, de la que escribió como de una perspectiva probable en 1856 un ‘marxista' como Marx, refiriéndose a Prusia?”

La alianza del proletariado y el campesinado para la revolución rusa; la alianza del movimiento obrero occidental y de la dictadura del proletariado con la guerra campesina de Oriente como motor de la Revolución Proletaria Mundial. En esto se resume la visión política de Lenin en sus rasgos más fundamentales. Visión a todas luces alejada de la de Trotsky y su Revolución Permanente.
Ibíd .., pp. 217 y 218. Aquí podemos comprobar hasta dónde llegan el voluntarismo y el subjetivismo de Trotsky, y hasta qué punto pueden llegar a ser “confusas y oscuras” determinadas ideas sobre la revolución contra el capitalismo en el escenario de “la economía mundial en su conjunto”. Indiquemos, también, que el programa de la Internacional Comunista al que se refiere Trotsky es el aprobado en su VI Congreso, celebrado en 1928, que declaró que “las Tesis sobre los problemas nacional y colonial , redactadas por Lenin y aprobadas por el II Congreso, siguen en vigor y deben servir de norte en la labor ulterior de los partidos comunistas.” ( Cfr ., AA.VV.: La Internacional Comunista . Moscú, s/f [1970]; p. 279).

LENIN: O.C ., t. 26, pp. 377 y 378.
LENIN: O.C ., t. 31, pp. 97-99.

Esta posición se refiere, naturalmente, a la idea internacional o, por lo menos, europea que asociaba la II Internacional con la revolución proletaria, pero también a la posibilidad, que había adelantado Kautsky en 1902, de que fuera Rusia la que iniciase ese proceso.

LENIN: O.C ., t. 37, p. 271. La cursiva es nuestra.
LENIN: O.C ., t. 42, p. 1.
Ibídem , pp. 1-3.
Ibíd ., p. 3.

“Eso es lo que hemos de resolver ahora. Debemos recordar que es necesario aprovechar el presente estado de ánimo para inyectarlo en forma prolongada a nuestro trabajo a fin de acabar con toda la dispersión de nuestra vida económica. Es imposible ya volver al pasado. Al derrocar el poder de los explotadores hemos realizado ya más de la mitad de la obra. Ahora debemos agrupar estrechamente a todas las trabajadoras y trabajadores y hacerles trabajar juntos.” ( Ibíd ., p. 5).

“(...) que el cambio radical consiste ahora en la creación de la República de los Soviets de Rusia; que lo supremo tanto para nosotros como desde el punto de vista socialista internacional es preservar esta República, que ha comenzado ya la revolución socialista; que, en el momento dado, la consigna de guerra revolucionaria por parte de Rusia significaría o bien una frase y un vacuo acto ostensivo, o equivaldría objetivamente a caer en la trampa que nos tienden los imperialistas, los cuales quieren arrastrarnos a proseguir la guerra imperialista mientras somos débiles y derrotar por el procedimiento más barato posible la joven República de los Soviets.” (LENIN: O.C ., t. 35, p. 264). A pesar de las posiciones de defensa a ultranza de la revolución en una sola nación y su incólume decisión de firmar la paz al alto precio que exigían los alemanes, y aún a costa de poner en jaque la expansión de la revolución hacia Occidente, Lenin nunca cae en el chovinismo revolucionario ni en el nacionalismo (lo que Trotsky denominaba “mesianismo revolucionario”, que, efectivamente surge como peligro objetivo dado el modo como se desenvuelve el proceso revolucionario mundial), como posteriormente sí harán otros dirigentes soviéticos: “Si creemos que el movimiento alemán puede desarrollarse inmediatamente en caso de suspender las negociaciones de paz, lo que debemos hacer es sacrificarnos nosotros, puesto que por su fuerza la revolución alemana será mucho mayor que la nuestra. Pero lo esencial es que allí el movimiento no ha comenzado todavía, mientras que en nuestro país tiene ya un recién nacido que da grandes voces, y si en este momento no decimos claramente que queremos la paz, estamos perdidos. Para nosotros es importante mantenernos hasta que aparezca una revolución socialista general, y eso lo podemos conseguir sólo firmando la paz.” ( Ibídem , pp. 267 y 268).

“Resulta un cierto equilibrio, claro que muy malo. Pero, con todo, debemos tener en cuenta este hecho. No debemos perder de vista este hecho si queremos subsistir. O victoria inmediata sobre la burguesía, o pago de un tributo. (...). Pero ganaremos tiempo, y ganar tiempo significa ganarlo todo, sobre todo en una época de equilibrio, cuando nuestros camaradas del extranjero preparan a fondo su revolución. Y cuanto más a fondo la preparen, más segura será la victoria. Pero, mientras tanto, tendremos que pagar un tributo.” (LENIN: O.C ., t. 44, p. 48).

Trotsky era partidario de la consigna “Ni paz ni guerra”, lo que suponía cesar la guerra desmovilizando al ejército, pero sin firmar la paz. Trotsky era el jefe de la delegación encargada de firmar el tratado de paz con Alemania, y contra las directivas aprobadas en Moscú defendió su punto de vista suicida en Brest, lo que acarreó la ira alemana, un nuevo desastre en el frente y mayores concesiones al kaiser. Desde luego, la posición más coherente para Trotsky hubiera sido la de los comunistas de izquierda , partidarios de continuar la guerra como medio para la excitación de la revolución internacional. Sin embargo, una de las características de la actitud de Trotsky mientras vivió Lenin fue la de no decantarse nunca franca y abiertamente por una línea determinada o por un grupo o fracción, sobre todo si éstos se enfrentaban a Lenin, manteniendo casi siempre una postura ecléctica y ambigua.

LENIN: O.C ., t. 44, p. 310.
Ibídem , p. 315.
Cfr ., ibíd ., p. 316.
Ibíd ., p. 315. La cursiva es nuestra.
Cfr ., ibíd ., p. 339.

LENIN: O.C ., t. 45, p. 420. Es importante llamar la atención sobre la afirmación que realiza Lenin en este artículo, el último que publicó en vida, titulado Más vale poco y bueno y que sí puede ser considerado su verdadero testamento político, acerca de la idea recurrente de aguantar hasta la próxima oportunidad revolucionaria. Lo importante, esta vez, es que Lenin ya no espera la revolución proletaria en Occidente en abstracto para que acuda en ayuda de Rusia, sino que piensa en la revolución en Oriente como fruto de la colisión concreta e inevitable entre el imperialismo y las luchas de liberación.
Ibídem , p. 396.


Capitulo 8
El debate de 1924 en
el seno del PC(b)R

Los resultados de la evolución del pensamiento de Lenin en el tema del modo en que debería tener lugar el proceso revolucionario mundial nunca llegaron a ser expuestos de una forma sistemática. Lenin cae enfermo en mayo de 1922 y no pudo reincorporarse al trabajo hasta octubre. Pero en marzo de 1923 sufre una recaída que le apartará definitivamente de la política. Morirá el 21 de enero de 1924. Sin embargo, los elementos materiales que sirvieron de impulso al pensamiento leninista estaban ahí, formando parte de la experiencia común del partido bolchevique como colectivo. Las conclusiones a las que Lenin se había acercado no tenían porqué ser patrimonio de un individuo. Es más, la necesidad histórica iba a obligar a un sector de la dirección del PC(b)R a recorrer el mismo camino que Lenin y a extraer las pertinentes consecuencias. Efectivamente, en el verano y en el otoño de 1923, tuvieron lugar sendas intentonas insurreccionales por parte del Partido Comunista de Bulgaria y del Partido Comunista de Alemania que terminaron en derrota. A partir de aquí, el empuje internacional de la revolución proletaria iniciada en 1917 se apaga definitivamente. Cada vez más resulta evidente que la necesaria ayuda del proletariado occidental para la supervivencia de la Rusia soviética no llegaría, al menos bajo la forma de revoluciones proletarias; cada vez más se ponía en el orden del día de la agenda política del Comité Central del PC(b)R el problema de cómo afrontar la nueva situación de repliegue general de la Revolución Proletaria Mundial. En esta tesitura, sólo era una cuestión de tiempo que la historia y el partido bolchevique ajustaran cuentas con la teoría de Trotsky, no sólo como instrumento para comprender el pasado, sino como punto de apoyo para afrontar el futuro.

Es importante señalar el carácter objetivo y prácticamente inevitable de este desenlace y denunciar la interpretación conspirativa y maniquea sobre los enfrentamientos que tuvieron lugar en el seno de la dirección del partido bolchevique tras el fallecimiento de Lenin, interpretación muy en boga entre los intelectuales orgánicos y filotrotskistas. Es importante resaltar que, bajo la apariencia de una lucha por el poder –que expresaba sólo el aspecto secundario del hecho, aunque tristemente sea el único aspecto que contempla la historiografía burguesa–, el debate sobre la táctica y la teoría general de la Revolución Proletaria Mundial que tuvo lugar en la dirección del partido a partir del otoño de 1924 – debate cuya altura intelectual rara vez ha sido igualada por ningún otro grupo dirigente en el mundo– fue la legítima expresión ideológica y política de la lucha de clases que se estaba desenvolviendo en la Rusia soviética reflejada en el interior del partido comunista.

Sin embargo, por lo que se refiere al aspecto conspirativo de este episodio, también es preciso advertir contra la versión oficial de la historiografía burguesa, por cuanto presenta a Trotsky como la víctima propiciatoria de un contubernio tramado contra su supuesta posición de favorito del partido (e, incluso, de Lenin) por las fuerzas oscuras de la vieja guardia y del aparato del partido. La verdad de los hechos, empero, es bien distinta. Independientemente de todo juicio de valor, lo único cierto es que justamente en el momento en que se tomaba conciencia de que sería prácticamente imposible la recuperación de Lenin y coincidiendo con una importante crisis financiera y comercial (denominada crisis de las tijeras ) de la economía soviética, Trotsky envió una carta al Comité Central del PC(b)R, fechada el 8 de octubre de 1923, en la que criticaba la burocratización del partido, la falta de democracia interna y en la que planteaba la necesidad de la planificación como eje central de la organización y del desarrollo económico. Casi simultáneamente, el 15 de octubre, sale a la luz pública lo que se conocería como Plataforma de los 46 , firmada por antiguoscomunistas de izquierda y miembros del grupo Centralismo Democrático, además de conocidos amigos y colaboradores de Trotsky. El manifiesto de esta plataforma toca exactamente los mismos temas que la carta de Trotsky y denuncia a la dirección del partido y del Estado, reclamando su renovación en estrecha concordancia con un nuevo régimen interno, más “democrático”, dentro del partido. En octubre, el Comité Central aprobó una resolución condenando la actitud de Trotsky y de la oposición, y en diciembre, otra Sobre la democracia interna del Partido , aceptada por unanimidad –incluyendo a Trotsky– y que significaba un intento de conciliación entre las diferentes posiciones de la dirección del PC(b)R. Pero exactamente un día después de la publicación de la resolución del Comité Central, Trotsky, saltándose todo procedimiento orgánico interno y la autoridad del Comité Central, violó el espíritu de la última resolución del máximo órgano del partido y envió una nueva carta a las células reiterando sus denuncias contra la posible degeneración de la vieja guardia y la burocratización del aparato del partido, burocratización que, según él, alejaba a aquél de las masas y de las nuevas generaciones de comunistas. La XIII Conferencia (enero de 1924) y el XIII Congreso (mayo de 1924) condenaron nuevamente a la oposición tildándola de pequeñoburguesa y no leninista.

Era como si de repente Trotsky quisiera dar un vuelco en el partido tanto en el plano político como organizativo. La desaparición de Lenin y la crisis de las tijeras , coincidiendo con los ataques directos contra la dirección del partido y del Estado, no invitan a pensar otra cosa que Trotsky seguía un plan de reforma dirigido a la destitución de la actual directiva política y hacia un giro político probablemente en el sentido de liquidar la Nep . Ciertamente, después del debate sobre los   sindicatos, del que salió derrotado, y con la adopción de la nueva política económica ( Nep ), Trotsky pasa a un segundo plano en la vida pública. De dirigir el Comisariado del transporte, de importancia estratégica en la recuperación económica, es relegado al Comisariado de la Guerra, negociado apartado de la ejecución de las grandes decisiones políticas y económicas a partir de 1921. Esto, naturalmente, se correspondía con el paso a un periodo pacífico y de repliegue de la revolución, y no es ninguna casualidad que Trotsky, el comandante del Ejército Rojo y el gran teorizador de la ofensiva revolucionaria, de la “revolución en estado permanente”, se mantuviese relativamente alejado y en la sombra hasta que la crisis económica, unida al problema de la continuidad política de la revolución surgido con el fallecimiento de Lenin, prestasen a Trotsky el contexto necesario para intentar un asalto a la cúpula del poder para readecuar la política del Estado y del partido soviéticos a sus concepciones políticas. El asunto de la incapacidad política de la vieja guardia y el de la burocratización del aparato de la dictadura del proletariado le sirvieron para plantear y dirigir su ataque (primero, tanteando el terreno, después, como veremos, más intensamente). En esta nueva batalla política entre Trotsky y los epígonos de Lenin (como él gustaba denominarlos peyorativamente), aquél parece nuevamente dejarse llevar por el fatalismo formalista de su teoría, por aquella funesta y abstracta lógica de las cosas que según él “obliga” a la revolución a ser “permanente”. Así, el hecho de que la revolución soviética no haya traspasado las fronteras nacionales después de un lustro y que el proletariado ruso no haya conseguido apoyarse más que en el campesinado, no puede acarrear, desde los presupuestos de la teoría de la Revolución Permanente, más que síntomas de degeneración . Trotsky no aduce argumentos novedosos, más que los que viene esgrimiendo tradicionalmente el partido contra el reconocido problema del burocratismo y los que le proporciona la reciente crisis económica. Pero ni Trotsky está exento de actitudes coactivo-administrativas, muy alejadas de los métodos de la persuasión y de la democracia, en su reciente pasado político (no olvidemos que la discusión sobre los sindicatos puso de manifiesto que Trotsky fue uno de los últimos en el partido en abandonar la mentalidad del periodo de Comunismo de guerra ), ni es ajeno, en política económica, a las concepciones centralizadoras y explotadoras del campo que provocaron las tijeras del otoño de 1923. No hay, en este momento, ningún elemento en la vida soviética lo suficientemente novedoso que justifique una crítica y una reforma tan a fondo de la política y de la organización del partido como proponían Trotsky y los 46 después de la muerte de Lenin y no antes. Sólo la vacante de Lenin y un supuesto proceso degenerativo del sistema político no sustentado sobre argumentos fundados en la realidad, sino más bien en el “resultado” lógico que en la mente de Trotsky debía producir invariablemente el incumplimiento de todas las condiciones de su teoría política sobre el decurso de la revolución proletaria. En consecuencia, podemos deducir que –movido por las conclusiones a las que le conduciría su idealista y subjetivo método de análisis– era más probable que fuera Trotsky quien, en 1923-1924, estaba ocupado en tramas conspirativas inconfesables , necesarias para dar un giro a la situación de la política soviética que permitiese reanudar la ofensiva revolucionaria del proletariado ruso para superar su actual limitación nacional.

Este era el ambiente político que reinaba en el partido cuando Trotsky escribe el prólogo al tercer volumen de la recopilación de sus obras, publicado en noviembre de 1924. El prefacio introductorio, titulado Lecciones de Octubre , era un ataque en toda regla contra los cuadros dirigentes más veteranos del bolchevismo (la “vieja guardia”, acepción recogida por Trotsky de la polémica de Lenin con sus camaradas bolcheviques con motivo de las Tesis de Abril ). A diferencia de otros escritos anteriores, Trotsky, en éste, señala con el dedo a la mayoría de la dirección bolchevique acusándola de pusilánime y vacilante, recordando su incredulidad y su oposición cuando en abril del 17 Lenin les propuso el cambio de su vieja consigna de 1905 por la de “Todo el poder a los Soviets”. Trotsky repasa los acontecimientos de 1917, entre Febrero y Octubre, para demostrar que en toda revolución surge “como una ley infalible el hecho que en el pasaje del trabajo preparatorio para la revolución a la lucha inmediata por el poder, surge una crisis inevitable en el partido” , e identifica a la casi totalidad de la dirección bolchevique (aunque sin dar nombres) que estaba en Febrero en el interior de Rusia, con los portadores de esa crisis, al oponerse a las nuevas directrices de Lenin en abril. Igualmente, recuerda la oposición de un sector de la dirección cuando Lenin planteó, en el mes de octubre, el problema de la insurrección como una cuestión práctica inmediata (y aquí sí nombra personalmente a Kamenev). La intención expresa de Trotsky, según él, no era la de abrir las viejas heridas, sino la de extraer las lecciones pertinentes de la experiencia de la revolución rusa para que sirvieran a los partidos comunistas en el futuro, habida cuenta de los recientes fracasos en Alemania y Bulgaria, que notoriamente, al parecer, no habían intentado asimilar el significado de Octubre antes de sus infructuosos intentos insurreccionales. Sin embargo, lo que consiguió, naturalmente, fue provocar y enfurecer al sector mayoritario de la dirección del PC(b)R, por un lado, y, por otro, plantear la cuestión de la vigencia de la teoría de la Revolución Permanente. Y esta última vindicación, que no aparecía sino de manera implícita en el texto , fue lo que terminó centrando la parte medular del debate que se abrió inmediatamente en el partido.

Nos limitaremos, aquí, a repasar de manera breve únicamente el tema que está directamente relacionado con la cuestión de la vigencia o validez, desde el punto de vista leninista, de la teoría de Trotsky. En este sentido, quien se opone de manera más consecuente con la teoría de la Revolución Permanente es Stalin, que ya en este primer debate contra Trotsky adelanta su teoría del Socialismo en un solo País, aunque sólo en esbozo, pues no será hasta la siguiente controversia en el seno de la dirección del partido (que enfrentó a la Plataforma de los 4 con Stalin y Bujarin) que Stalin desarrolle más su nueva tesis y la interponga formalmente como síntesis de su línea política. Aunque Bujarin trató de profundizar más en la crítica de los postulados de Trotsky llevándola hasta sus presupuestos metodológicos , fue Stalin quien mejor tradujo políticamente la crítica dirigida contra Trotsky, no sólo porque opone frente a éste una línea política alternativa, sino también porque realiza el esfuerzo de síntesis del pensamiento de Lenin (principalmente con su trabajo, producto de la polémica con Trotsky de 1923, Los fundamentos del leninismo ), dándole el cuerpo y la coherencia interna necesarias para servir de soporte ideológico a esa línea política, e imprescindibles para que en el futuro pudiera formar el núcleo sólido de una de las principales corrientes dentro del movimiento obrero internacional.

La línea política que defiende Stalin perseguía la continuidad de la Nep como etapa de reconstrucción y acumulación de fuerzas para la revolución, desde una determinada correlación entre las clases sociales fundada, principalmente, en la alianza del proletariado con el campesinado medio. Stalin extrajo todas las consecuencias teóricas de esta política –como ya había hecho Lenin– en lo tocante a la relación de la revolución soviética con la Revolución Proletaria Mundial. Hasta tal punto que el mismo Trotsky reconoció que la teoría del Socialismo en un solo País era la única que se había enfrentado con coherencia a su teoría de la Revolución Permanente.

En su primera intervención importante en el debate del otoño de 1924 (un discurso en el Consejo Central de los Sindicatos, el 19 de noviembre, publicado luego bajo el título de ¿Trotskismo o Leninismo? ), Stalin señala que una de las particularidades del trotskismo –además de su desconfianza hacia el principio bolchevique de partido y hacia los jefes del bolchevismo– es su teoría de la Revolución Permanente. Para Stalin, el trotskismo es, en sustancia, esa teoría, que no es otra cosa que “la revolución haciendo caso omiso de los campesinos pobres como fuerza revolucionaria”. La teoría política de Trotsky también significa “'saltar' por encima del movimiento campesino, ‘jugar a la toma del Poder'”, y su aplicación conduciría al “fracaso inevitable, porque apartaría del proletariado ruso a su aliado, es decir, a los campesinos pobres”. Finalmente, Stalin indica que Trotsky consideró desde 1905 al leninismo como una teoría con “rasgos antirrevolucionarios” porque “el leninismo defendía y logró imponer en su tiempo la idea de la dictadura del proletariado y del campesinado .”

Pero donde más profundiza Stalin su crítica a Trotsky, no limitándose a adoptar una actitud negativa, sino ofreciendo positivamente una alternativa, es en su trabajo intitulado La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos , publicado en enero de 1925. Aquí, Stalin realiza una crítica más detallada de la teoría de Trotsky y –como ya hemos dicho– amplía el tipo de argumentaciones más allá de la cuestión campesina o de la valoración de los acontecimientos de 1917, que, además del historial político de cada dirigente con sus errores bien resaltados, fueron los principales motivos de controversia durante casi todo el debate del otoño-invierno de 1924-1925. Stalin trata de llegar al fondo de las diferencias ideológicas con Trotsky poniendo de manifiesto su divergencia fundamental en cuanto a la concepción de la táctica general de la Revolución Proletaria Mundial. De este modo –aunque sólo a modo de primer ensayo– introduce la idea de Lenin de 1915 sobre la ley del desarrollo desigual del capitalismo como determinante principal del modo en que se desenvuelve la revolución proletaria a escala internacional:

“Ya durante la guerra, Lenin apoyándose en la ley del desarrollo desigual de los Estados imperialistas, opone a los oportunistas su teoría de la revolución proletaria, que afirma la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo país, aun cuando este país esté menos desarrollado en el sentido capitalista.”

Sin embargo, en esta ocasión Stalin no va más allá del planteamiento general de la teoría, sin extraer todas sus consecuencias . Enseguida, pasa al problema de las posibilidades de supervivencia de un país socialista aislado sin el “apoyo estatal directo del proletariado europeo”, tesis consustancial a la teoría de Trotsky :

“¿Ha bastado hasta ahora con esa simpatía y con esa ayuda, unidas al poderío de nuestro Ejército Rojo y a la disposición de los obreros y campesinos de Rusia a defender con su pecho la patria socialista? ¿Ha bastado todo eso para repeler los ataques de los imperialistas y conquistar las condiciones necesarias para una seria labor de edificación? Sí, ha bastado. Y esa simpatía, ¿crece o disminuye? Indudablemente, crece. ¿Tenemos, pues, condiciones favorables, no sólo para llevar adelante la organización de la economía socialista, sino también para prestar, a nuestra vez, apoyo a los obreros de la Europa Occidental y a los pueblos oprimidos del Oriente? Sí, tenemos esas condiciones. Los siete años de historia de la dictadura proletaria en Rusia lo atestiguan elocuentemente (...).
¿Qué puede significar, después de todo eso, la declaración de Trotski de que la Rusia revolucionaria no podría resistir ante una Europa conservadora?
No puede significar más que una cosa: en primer lugar, que Trotski no percibe la potencia interior de nuestra revolución; en segundo lugar, que Trotski no comprende la importancia inapreciable del apoyo moral que los obreros de Occidente y los campesinos del Oriente prestan a nuestra revolución; en tercer lugar, que Trotski no percibe el mal interior que corroe actualmente al imperialismo.”

Finalmente, Stalin sitúa las conclusiones necesariamente pesimistas que, de manera inevitable, se extraen de la teoría de la Revolución Permanente:

“Resulta que, por más vueltas que se le dé, no sólo ‘no hemos llegado', sino que ‘ni siquiera nos hemos acercado' a la creación de la sociedad socialista (...), pues, por más vueltas que se le dé, ‘el verdadero auge de la economía socialista' no se alcanzará mientras el proletariado no haya vencido ‘en los países más importantes de Europa'.
Y como aun no se ha obtenido la victoria en el Occidente, a la revolución de Rusia no le queda más que un 'dilema': o pudrirse en vida o degenerar en un Estado burgués.
Por algo hace ya dos años que Trotski viene hablando de la ‘degeneración' de nuestro Partido.
Por algo Trotski profetizaba el año pasado el ‘hundimiento' de nuestro país.”

Años después, Trotsky polemizará con Stalin en un monólogo en el que repasará los argumentos de aquél:

“Lo que más insoportable se hace en estas cuestiones es ver a Stalin ‘teorizando' con dos bultos que constituyen su único bagaje teórico: la ‘ley del desarrollo desigual' y el ‘no saltarse por alto una etapa'. Stalin no ha llegado todavía a comprender que el desarrollo desigual consiste precisamente en saltarse por alto ciertas etapas . (O en permanecer un tiempo excesivo en una de ellas.) Stalin opone con una seriedad inimitable a la teoría de la revolución permanente... la ley del desarrollo desigual. Sin embargo, la previsión de que la Rusia históricamente atrasada podía llegar a la revolución proletaria antes que la Inglaterra avanzada, se hallaba enteramente basada en la ley del desarrollo desigual.”

Efectivamente, a primera vista, la teoría de la Revolución Permanente parece basarse, igualmente, en la comprensión de la ley del desarrollo desigual del capitalismo. La posibilidad que un país tiene de situar a la cabeza a la clase revolucionaria moderna en un contexto revolucionario e independientemente del estado de desarrollo de las fuerzas productivas, así lo parecen confirmar. Por eso es tan importante no limitarnos a la simple exposición de aquella ley presentándola sólo como factor determinante para la marcha de la Revolución Proletaria Mundial; también es preciso dar el siguiente paso y formular todas las implicaciones teóricas de la misma. No será preciso, sin embargo, prolongarnos hacia otros debates dentro del partido comunista soviético en los que terminarían de perfilarse todos los contornos –que el mismo Lenin ya había dejado esbozados– de la teoría leninista de la Revolución Proletaria Mundial. El propio Trotsky nos dará la pauta de hasta qué punto es posible la asimilación de la ley del desarrollo desigual a su teoría de la Revolución Permanente:

“Un país puede ‘madurar' para la dictadura del proletariado sin haber madurado, ni mucho menos, no sólo para una edificación independiente del socialismo, sino ni aun para la aplicación de vastas medidas de socialización. No hay que partir de la armonía predeterminada de la evolución social. La ley del desarrollo desigual sigue viviendo, a pesar de los tiernos abrazos teóricos de Stalin. Esta ley manifiesta su fuerza no sólo en las relaciones entre los países, sino también las interrelaciones de los distintos procesos en el interior de un mismo país. La conciliación de los procesos desiguales de la economía y de la política se puede obtener únicamente en el terreno mundial. Esto significa, en particular, que la cuestión de la dictadura del proletariado en China no se puede examinar únicamente dentro del marco de la economía y de la política chinas. Y aquí llegamos de lleno a dos puntos de vista que se excluyen recíprocamente: la teoría internacional revolucionaria de la revolución permanente y la teoría nacional-reformista del socialismo en un solo país. No sólo la China atrasada, sino, en general, ninguno de los países del mundo, podría edificar el socialismo en su marco nacional: el elevado desarrollo de las fuerzas productivas, que sobrepasan las fronteras nacionales, se opone a ello, así como el insuficiente desarrollo para la nacionalización. La dictadura del proletariado en Inglaterra, por ejemplo, chocaría con contradicciones y dificultades de otro carácter, pero acaso no menores de las que se plantearían a la dictadura del proletariado en China. En ambos casos, las contradicciones pueden ser superadas únicamente en el terreno de la revolución mundial.”

Efectivamente, la teoría de la Revolución Permanente y la teoría del Socialismo en un solo País “se excluyen recíprocamente” precisamente porque la primera excluye tácitamente la ley del desarrollo desigual. En Trotsky, esta ley puede explicar o contribuir a explicar –igual que en Lenin– la ruptura revolucionaria en un país atrasado, y en esto ambos están de acuerdo, por ejemplo, frente al menchevismo. Pero Trotsky se detiene aquí. A partir de este punto se remite al argumento economicista de que “la conciliación de los procesos desiguales de la economía y de la política se puede obtener únicamente en el terreno mundial”, es decir, desde las posibilidades que da aprovecharse libremente de la división internacional del trabajo (mercado mundial) y beneficiarse del máximo desarrollo de las fuerzas productivas. En última instancia, pues, Trotsky busca paradójicamente la neutralización de los efectos que aquella ley produce, imponer una línea de compensación a la desigualdad del desarrollo capitalista. En este terreno, el problema de las fuerzas productivas recupera la máxima importancia. Trotsky ha vuelto al redil menchevique. Ni siquiera los países más avanzados económicamente, como Inglaterra, pueden siquiera pensar en edificar el socialismo en su marco nacional, porque ese tótem abstracto que es el desarrollo mundialde las fuerzas productivas, “que sobrepasa las fronteras nacionales, se opone a ello”. ¿En qué sentido? No queda nada claro; sin embargo, Trotsky trata de explicarlo:

“La sociedad socialista ha de representar ya de por sí, desde el punto de vista de la técnica de la producción, una etapa de progreso respecto al capitalismo. Proponerse por fin la edificación de una sociedad socialista nacional y cerrada, equivaldría, a pesar de todos los éxitos temporales, a retrotraer las fuerzas productivas deteniendo incluso la marcha del capitalismo. Intentar, a despecho de las condiciones geográficas, culturales e históricas del desarrollo del país, que forma parte de la colectividad mundial, realizar la proporcionalidad intrínseca de todas las ramas de la economía en los mercados nacionales, equivaldría a perseguir una utopía reaccionaria.”

¿Proporcionalidad intrínseca de todas las ramas de la economía? ¿Qué significan estas frases “confusas y oscuras”? Sea lo que fuere, lo que está claro es que Trotsky, en la época de las revoluciones proletarias –cuando lo que se pone en el orden del día como asunto urgente es la cuestión del poder–, se remite, en última instancia, al problema de las fuerzas productivas, cuando, precisamente, la problemática política que plantea la ley del desarrollo desigual nos obliga a dirigirnos en la dirección de situar la cuestión de la lucha de clases como la cuestión central de la política proletaria. Trotsky no comprende las consecuencias teóricas de aquella ley. La utiliza de manera oportunista (en 1906 no estaba expresa en su teoría) y termina reculando ante el camino que abre a sus pies, muy movedizo para él, acostumbrado a desenvolverse en el terreno de los procesos políticos abstractos. Trotsky no comprende que la ley del desarrollo desigual significa que, en un determinado lugar, la obstaculización del desarrollo económico, el bloqueo de todo paso hacia la civilización y, en suma, el estrangulamiento del proceso social provocan una ebullición de la lucha de clases y una reorganización de la disposición de las mismas tales que el estallido revolucionario en ese lugar pone a sus clases revolucionarias precisamente en la vanguardia del proceso social general (incluso desde la perspectiva internacional). A partir de aquí, el problema no es principalmente económico, no se trata de priorizar la atención sobre el estado de las fuerzas productivas, sino de buscar constantemente un progresivo desplazamiento de la correlación de fuerzas de clase, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, favorable al campo revolucionario. En este sentido, cobra importancia decisiva no anteponer la problemática de las fuerzas productivas a la problemática de la lucha de clases. La superposición que realiza Trotsky de la cuestión de las fuerzas productivas sobre cualquier otro asunto relacionado con la revolución impide sistemáticamente la correcta valoración de los elementos principales que debemos tener en cuenta a la hora de abordar las tareas revolucionarias.

En realidad, el problema del desarrollo económico –tomado aisladamente– durante el periodo de transición del capitalismo al comunismo, durante la época de las revoluciones proletarias, es secundario. La cuestión no reside en si un solo Estado puede dar el máximo de bienestar a su pueblo, no se trata todavía de que “corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva”, como decía Marx hablando del comunismo. Y es que Trotsky confunde socialismo con comunismo , la fase inferior o de transición entre el capitalismo y el comunismo, la etapa en la que aún existen las clases, la división del trabajo y el derecho burgués, con la etapa donde ha sido suprimida la organización en clases de la sociedad, con todas sus lacras. Durante el socialismo, pues, no se trata de resolver los problemas materiales de la humanidad, sino de que el proletariado, desde su lucha de clases, esté en condiciones cada vez mejores de emancipar a la humanidad. Los factores sociales extraeconómicos cobran, entonces, especial importancia en la sociedad de transición, durante el socialismo. ¡Naturalmente que un solo país no puede emanciparse de la sociedad de clases apartado del resto de los pueblos del mundo! Nadie podrá alcanzar el comunismo aisladamente mientras el resto de las naciones viven en el capitalismo. Si la teoría de Trotsky limitara su significado a esta perspectiva, a explicar el sentido histórico, no político, del proceso revolucionario de emancipación del proletariado internacional a escala histórica, entonces sería válida y habría que aceptarla al mismo tiempo que la depositábamos en el museo de las grandes verdades, por inútil para la práctica política cotidiana del proletariado. Pero esta no es la cuestión. La cuestión consiste en que el desarrollo desigual del capitalismo permite en un lugar y en un momento dados (eslabón débil) una concentración tal de fuerzas sociales y de potencia revolucionaria capaz de iniciar y dar continuidad al proceso de transformación revolucionaria del capitalismo en comunismo a nivel internacional. De esta manera, algunas de las cosas que Trotsky nos presenta como variables inmutables o como condicionantes incuestionables de la revolución, como la del carácter internacional de la revolución “obligado” por el carácter internacional de las fuerzas productivas, se trastocan o pasan a un plano subsidiario. Así, el problema de la relación económica entre el poder revolucionario y los países imperialistas que le someten a un cerco económico y militar, que Trotsky contempla como una desventaja porque impide utilizar todos los recursos de la economía mundial en provecho del proletariado revolucionario , se troca en la necesidad de la independencia económica respecto a ese cinturón militar; en otros términos, la necesidad de construir una economía interior equilibrada y suficiente frente a la exigencia trotskista de la necesaria integración mundial de la economía proletaria bajo peligro de muerte. Y es que no se trata de construir de manera inmediata una idílica isla paradisíaca en medio del depravado océano capitalista, sino de crear un instrumento más al servicio de la lucha de clases nacional e internacional del proletariado triunfante. La economía se pone al servicio de la lucha de clases, no al revés. Cuando el proletariado esté en condiciones de derrotar definitivamente al capital, tirará al cuarto trastero de la historia, junto con el resto de sus instituciones, la división internacional del trabajo imperialista y la organización de las fuerzas productivas al modo capitalista, cuestión ésta que Trotsky, quien las contempla embobado como ídolos que hay que adorar, ni siquiera se plantea. Más bien da a entender, por el contrario, que para él se trata de instituciones neutras que el proletariado puede poner tranquilamente a su servicio, sin pensar en revolucionarizarlas antes.

El caso es que la interpretación tecnocrático-economicista del concepto de fuerzas productivas , tan caro para Trotsky como para los mencheviques, gracias a la correcta y a la coherente aplicación de la teoría de la revolución proletaria a partir de la ley del desarrollo desigual, se ve superada por el reencuentro con la interpretación verdaderamente marxista que otorga al proletariado como clase el papel de fuerza productiva principal del desarrollo social. Tenía razón Stalin, en efecto, cuando reprochaba a Trotsky su falta de fe en el proletariado ruso . De la teoría del desarrollo desigual deriva la constatación de que la posición política del proletariado revolucionario, su potencial creativo y su capacidad táctica y estratégica para afrontar los avatares de la lucha de clases nacional e internacional se sitúan en el primer plano del proceso de construcción de la nueva sociedad, mientras que pasa a segundo término todo planteamiento basado en la problemática economicista de las fuerzas productivas al estilo trotskista.

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Así fue llamada una crisis provocada por la sobrevaloración de los productos industriales frente a los agrícolas, que colapsó el intercambio campo-ciudad. Esta política económica de transferencia intensiva de valor del campo hacia la industria era, precisamente, la que patrocinaba Trotsky con su política de centralización y planificación económica).

Desde el punto de vista económico, Trotsky señala en 1930 lo que considera la contradicción fundamental de un país, como la URSS, que pretende construir el socialismo de manera aislada: “la que existe entre el carácter de concentración de la industria soviética, que abre los cauces a un ritmo de desarrollo jamás conocido, y el aislamiento de esa economía, que excluye la posibilidad de volver a aprovecharse como en condiciones normales de las reservas de la economía mundial.” (TROTSKY: La revolución permanente , p. 34). Arriba, en cambio, ya señalamos que Lenin defendió la idea de que el país que está construyendo el socialismo puede aprovecharse del mercado mundial (Cfr ., LENIN: O.C ., t. 44, pp. 310-314).

El elocuente silencio que recorre las páginas de las memorias de Trotsky sobre la preparación, el contenido y el propio proceso de los debates de este periodo no hacen más que arrojar sospechas sobre su actividad, nada aclarada, en este periodo. ¡Y no digamos del modo melodramático con que afirma reconocerse como el continuador de la obra de Lenin!: “Ahora, me daba más clara cuenta de quiénes eran aquellos ‘discípulos' que seguían fielmente al maestro en los pequeños detalles, pero no en lo que tenía de verdaderamente grande. Con el aire del mar que entraba en mis pulmones, todo mi ser respiraba la certeza absoluta de que en aquella campaña contra los epígonos, el derecho histórico estaba de mi lado...” (TROTSKY: Mi vida . Ed. Akal. Madrid, 1979; p. 533).

PROCACCI: Op. cit ., p. 31.

Trotsky no hace mención a su teoría expresamente, sino introduciendo sus elementos soslayadamente en la narración histórica:

“Ya en vísperas de la revolución de 1905, Lenin indicó esta peculiaridad de la revolución rusa con la fórmula: ‘Dictadura democrática del proletariado y de los campesinos'. Esta fórmula, en sí y de por sí, sólo podía indicar una etapa del camino hacia la dictadura socialista del proletariado, que se apoya en los campesinos, como lo ha demostrado todo el desarrollo siguiente” ( Ibídem , p. 34). También, cfr ., ibíd ., pp. 38 y 39.

Cfr ., BUJARIN, N.: Acerca de la teoría de la revolución permanente ; en PROCACCI: Op. cit ., pp. 99-106.
STALIN, J.: Obras . Ed. VOSA. Madrid, 1984; tomo VI, p. 366. Trotsky decía en 1928, rememorando su actitud hacia la consigna de Lenin de 1905:

“'Claro está [escribía en 1909] que la diferencia que los separa ante este problema es muy considerable: mientras que los aspectos antirrevolucionarios del menchevismo se manifiestan ya con toda su fuerza en la actualidad, los rasgos antirrevolucionarios del bolchevismo sólo significan un peligro inmenso en caso de triunfar la revolución'.

En enero de 1922, añadí la siguiente nota a este pasaje del artículo, reproducido en la edición rusa de mi libro 1905 :

‘Esto, como es notorio, no sucedió, pues bajo la dirección de Lenin el bolchevismo efectuó (no sin lucha interior) un reajuste ideológico respecto a esta importantísima cuestión en la primavera de 1917, esto es, antes de la conquista del Poder.'” (TROTSKY: La revolución permanente , p. 165).
STALIN: Op. cit ., p. 390.

Faltan, por ejemplo, el concepto explícito de eslabón débil de la cadena imperialista -vinculado estrechamente a la problemática del desarrollo desigual, según el punto de vista leninista-, y la ligazón completa entre estas condiciones objetivas de la Revolución Proletaria Mundial y el factor subjetivo, la correlación política de las fuerzas de clase revolucionarias.

“Pero que la presión internacional por sí sólo no basta, lo demostró con excesiva claridad la guerra imperialista, la cual se desencadenó a pesar de todas las ‘presiones'. Finalmente, y esto es lo principal, si la presión del proletariado en los primeros y más críticos años de la República Soviética resultó eficaz fue únicamente porque se trataba entonces, para los obreros de Europa, no de presión, sino de lucha por el Poder, lucha que además tomó más de una vez la forma de guerra civil.” (TROTSKY : La revolución permanente , p. 201).

STALIN: Op. cit ., pp. 393 y 394.
Ibídem , p. 395.
TROTSKY: La revolución permanente , p. 171.
Ibídem , p. 187.
Ibíd ., p. 24.

“Si admitimos por un momento la posibilidad de llegar a realizar el socialismo, como sistema social definido, dentro de las fronteras nacionales de la URSS, estaríamos ante el triunfo definitivo, pues, ¿qué intervención cabría después de esto? El régimen socialista presupone una técnica, una cultura y una gran solidaridad por parte de la población. Como hay que suponer que en la URSS, en el momento en que esté acabada la edificación socialista, habrá por lo menos doscientos cincuenta millones de habitantes, ¿qué país capitalista o qué coalición de países se atrevería a arrostrar una intervención en condiciones semejantes?” ( Ibíd ., p. 29). ¡Qué duda cabe de que inconscientemente Trotsky está suplantando el contenido de la sociedad de transición (socialista) con el de la sociedad comunista! Alto desarrollo técnico, alta cultura para todos y una solidaridad generalizada en el pueblo –lo que supone la no existencia de clases-, son atributos no de la sociedad de transición, sino del comunismo. Trotsky incurre en un error teórico del que no era ajena la mayoría de los dirigentes bolcheviques –incluyendo en algunas ocasiones también a Lenin. Gran parte de los debates que continuaron teniendo lugar en el seno del bolchevismo tras la derrota de Trotsky en el invierno de 1924-1925, fueron estériles por cuanto se basaban en problemas nominalistas sin ningún contenido real, como el de diferenciar –tal como hace Trotsky en esta cita– entre “triunfo del socialismo” y “triunfo definitivo del socialismo”, como si el triunfo definitivo del socialismo, o sea, la culminación de la sociedad de transición, fuera otra cosa diferente del comunismo. Observadas las cosas desde este punto de vista, comprobamos que la teoría de la Revolución Permanente, por cuanto consiste en la conquista inmediata de las fuerzas productivas en posesión del capital a escala global –pues cuantas más sean las interposiciones que sufra en este cometido, mayores serán las probabilidades de derrota-, supone, en el fondo, la invitación al proletariado para que dé un salto directo desde el capitalismo hasta el comunismo, lo cual la coloca más cerca del anarquismo que del marxismo. El dominio de la problemática de las fuerzas productivas en el pensamiento de Trotsky le lleva a identificar el objetivo de la emancipación del proletariado con la apropiación de esas fuerzas económicas, olvidándose de toda la compleja problemática sociológica que plantea Marx en su Crítica del Programa de Gotha , donde concede a la emancipación del proletariado el sentido del proceso de apropiación de sus condiciones de existencia, a diferencia del economicismo trotskista que se remite a la apropiación de sus medios de existencia.

“La debilidad de la economía soviética, además del atraso que heredó del pasado, reside en su aislamiento actual, esto es, en la imposibilidad en que se halla de utilizar los recursos de la economía mundial no ya sobre las bases socialistas, sino por medios capitalistas, en forma del crédito internacional bajo las condiciones normales y de la ‘ayuda financiera' en general, que desempeña un papel decisivo con respecto a los países atrasados.” ( Ibíd ., p. 33).
Cfr ., STALIN: Op. cit., p. 397.






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