martes, 29 de octubre de 2013

EL COMUNISMO, LOS MAESTROS, SUS ANÁLISIS, Y LO PENDIENTE



DE AYER PARA MAÑANA

          La realidad social, la historia de la humanidad ha tenido sus problemas, sus antagonismos, que es su vida, su desarrollo, su historia. En ellos han habido destacados personajes, instituciones, ideas, proyectos, ilusiones, osadías, actos y consideraciones,...de vivir de otras formas,...o de seguir con las mismas. Las ideas al final se rompen, no perduran, la vida va hacia adelante, algunas veces hacia atrás, pero al final sale del sobresalto, de las ataduras.

         Estudiando y trabajando teóricamente textos de los autores revolucionarios podemos aportar bastantes ideas e iniciativas interesantes, -siempre que se aborden con actitudes constructivas, con carácter de futuro, de liberación social,...- de cara a la lucha social actual,...de cara a lucha de clases actual mundial.

           El marxismo, a secas, es una herramienta para la liberación social de la humanidad. El marxismo es una ciencia-herramienta,...Aparece algunas veces como una doctrina para el obrero, para la clase obrera, en su lucha objetiva contra el capitalismo,...Otras veces aparece que es una herramienta de liberación social de la humanidad, de su totalidad,...Otras veces aparece como una ideología para la liberación nacional de pueblos sojuzgados por alguna potencia imperialista o una clase reaccionaria, burguesía burocrática, semifeudal,...aliada a alguna potencia, como se da en la actualidad en algunos países periféricos o en vías de desarrollo,...como India, Nepal, Perú, -apareciendo en muchos casos como m-l-m, principalmente maoismo-; Siria,...Turquía,...y se da el caso como en países imperialistas se da al mismo tiempo líneas m-l, donde no se basan en el maoismo,...otras sin embargo si se basan en él,...esta complejidad hace falta analizarla por las fuerzas proletarias intelectuales que dicen tener como objetivo la liberación social del proletariado y de la humanidad en su conjunto,...

             Los trabajos teóricos políticos de los precursores del marxismo, como Marx y Engels y otros ...centrados en análisis de experiencias revolucionarias son básicos,...Así como los trabajos realizados por Lenin, Mao, y otros,...Destacamos que se habla principalmente de los más famosos o determinantes,...QUEREMOS APRENDER LO QUE DIJERON, HICIERON, LO QUE PASO Y LO QUE FUE POSTERIORMENTE,...ES UN TRABAJO DIALÉCTICO E HISTÓRICO ...SI LO HAGO MEDIO REGULAR PUEDE SER PARTE DE LA CONTRIBUCIÓN A LA CIENCIA DEL MATERIALISMO HISTÓRICO Y DIALÉCTICO,...AL MARXISMO CONTEMPORÁNEO.

           Me quiero centrar por ahora, en esta primera fase o exposición, a Lenin y Mao, basándome en unos textos que poseo como:

            a) Revolución en Occidente e Infantilismo de Izquierda,...de Lenin. Ediciones Roca, .1974. Mexico

            b) Tesis Filosóficas,... de Mao. Ediciones Roca, 1.975, México.

        c) Sobre la dictadura del proletariado,...de Etienne Balibar. Siglo XXI de España Editores. SA, 1.977.


             Del texto de Lenin, escrito en febrero de1.918, resalto: " Por lo demás es evidente que no podemos librarnos de ellos por completo antes de derrocar el imperialismo mundial", en pág. 28. Realmente habrá que agrandar las notas,...y sobre todo comprender los contenidos, la historia pareja, que están en otras publicaciones,...Así por ejemplo,...se debe ir a historias oficiales de instituciones gubernamentales, independientes, de comunistas,...Por ejemplo la historia de la guerra mundial debería estar publicada por el partido bolchevique y otras entidades similares. Este texto no existe en Internet publicado libremente para que se le pueda estudiar, se le pueda copiar y archivar  solo existen editoriales que venden, - y algunas son de izquierdas, como la de la Fundación Federico Engels de Corriente Izquierda Socialista, de España, que editan " El Militante ". Si yo pudiera, y lo voy a intentar, publicaría libremente este texto y muchos otros, en mi blog.

              Cuando se aborda la idea de alguien, que es determinante,...caso de Lenin y el Partido Bolchevique, se debe de acudir a textos y políticas críticas, enfrentadas, y combatidas. DE TODAS FORMAS PIENSO QUE SE ESTÁ DEDICANDO DEMASIADO TIEMPO POLÍTICO A ESTOS ASUNTOS, QUIZÁS SEA DEBIDO A QUE NO SE TIENE NUNCA NADA CLARO EN LO QUE HACER, EN LA VALORACIÓN DE COYUNTURA, EN ANÁLISIS DE RELACIONES DE CLASES, EN PROYECTOS ESTRATÉGICOS  INCLUSO TÁCTICOS ...ESTE ES EL MAS COMPLEJO, NADIE SE DECIDE A ACTUAR, A TOMAR INICIATIVA,   POR ELLO SE ESTÁ DANDO MUCHAS VUELTAS, MAREANDO LA PERDIZ; ESO, MUCHO MURMULLO, MUCHO RONRONEO,...Sigo investigando y no encuentro texto o grupo,...que tenga proyecto de revolución pendiente, proyecto estratégico revolucionario. Sigo encontrando idas políticas de hace más de un siglo,...ideas de esas situaciones,...que pena, cuando la situación de hoy en día es completamente diferente,...y por ello hay que proyectar una política revolucionaria diferente, de hoy para mañana, para pasado mañana,...

              Las revoluciones desarrolladas en la era del capitalismo han sido muchas, variadas, en muchos lugares,...Las mismas no se desarrollan de forma lineal, no son progresivas-geométricas, son evolutivas y en general caminan hacia atrás. ESTA REALIDAD SE PUEDE CONVERTIR EN TESIS,...REVOLUCIONES SOCIALISTAS M-L, QUE HAN DESAPARECIDO Y ESAS REALIDADES SOCIALES HAN PASADO A SOCIEDADES CAPITALISTAS IMPERIALISTAS. Rusia era imperialista, saqueadora, con cierto desarrollo económico capitalista, antes de la revolución soviética,...se supone que desde 1.917 hasta 1.991 es socialista, a partir de aquí ese estado, esa sociedad es o tiene un carácter capitalista e imperialista. ¿ se puede decir de que el proletariado y los comunistas no dan más de sí ?,...se dirá que fue la burguesía la que dio golpe de estado contra el pueblo trabajador y perdieron el poder de clase,...¿ pero la clase obrera tenía realmente el poder ?. ¡¡PARECE QUE SEGUIMOS DÁNDOLE VUELTAS Y MAS VUELTAS AL ASUNTO¡¡. Cuando en Polonia se dio la lucha entre Solidaridad,...y el estado comunista,...se debatió algo en la UCCO, al menos en Málaga, sobre apoyar o no a los trabajadores,...yo en concreto planteé que si era correcto apoyarlos para que derrotaran al poder de clase existente en ese momento; eso era más revolucionario que apoyar la dictadura de Jaruzelski,...era general, ministro de defensa,...y después con el golpe militar,...jefe de gobierno y del POUP, comunista.

               La polémica principal del citado texto, como aparece, es si se debe negociar una paz con un país imperialista, si la Rusia soviética debe hacer tratado de paz con Alemania o seguir la revolución errante por el mundo europeo, atacar a Alemania apoyando a los proletarios alemanes en su lucha contra el gobierno burgués e imperialista formado por,...COMO SE TRATA DE ANALIZAR, ESTUDIAR, APRENDER,...DEBEMOS ECHAR MANO A OTROS TEXTOS SOBRE LA LUCHA DE CLASES EN ALEMANIA, LAS REVOLUCIONES ESPARTAQUISTAS, LA HISTORIA DEL PARTIDO SOCIALDEMÓCRATA ALEMÁN,...TEXTOS DE MARX, DE ENGELS, Y DE OTROS AUTORES,...VER POSICIONES DE LOS DIRIGENTES COMO ROSA LUXEMBURGO Y OTROS, COMUNISTAS, ANARQUISTAS,....Y ESE EMBROLLO DENTRO DE UNA CLARIDAD SOBRE LA GEOESTRATEGIA DE ó EN  AQUELLOS TIEMPOS. El conocimiento es como un fuelle, hay que ir de adelante hacia atrás y viceversa,..esa es la dialéctica en este caso,...quizás sea así en todos,...

               En la pág. 63, anoté: " IMPORTANTE,...TAREA DE DEFINICIÓN DEL ESTADO DE TIPO SOVIÉTICO "; el autor en esta pág y siguiente plantea: "...nuestra tarea es definir el estado de tipo soviético.  En mi libro el Estado y la revolución traté de esbozar las concepciones teóricas sobre este problema. ,.." Lo que es importante, lo que tiene valor histórico y es un paso adelante en el desarrollo mundial del socialismo, es que con ellos ( los soviets) se creó un nuevo tipo de estado. La Comuna de París duró pocas semanas, en una ciudad, sin que tuvieran conciencia de lo que estaban haciendo,...Nosotros tenemos condiciones que nos permiten ver con claridad lo que hacemos al crear el poder soviético  porque tomamos como base la Comuna de París y los largos años de desarrollo de la socialdemocracia alemana...". 

              Podemos continuar exponiendo ideas, citas, análisis del autor, autores,...sobre el carácter de la revolución y Estado soviético,...está bien,...pero el asunto en este artículo, en esta etapa mundial de 2.013 camino del 2.014 es qué se debe proyectar y plantear estratégicamente por parte de los revolucionarios, los comunistas, los proletarios del mundo,...de los países,...

             En la pág. 132 he subrayado: " Mientras la revolución socialista mundial no estalle, mientras no abarque a varios países con fuerza suficiente como para derrotar al imperialismo internacional, el deber directo de los socialistas que han triunfado en un país ( en especial si se trata de un país atrasado) es no aceptar la batalla contra los gigantes del imperialismo. Su deber es tratar de evitar la batalla, esperar que los conflictos entre los imperialistas los debiliten aún más y acerquen aún más la revolución en otros países ".

                 Anoté lo siguiente:  Los habitantes de la URSS no piensan ni basan su futura vida, sobre lo vivido,...?,...también anoté: lo que hizo, con lo que pasó con la URSS,...lo que hizo, lo que fue,...¿ Idealismo Subjetivista ?,...Lenin, Stalin,...no actuaron según lo que pasó,...¡¡. Estas notas mias están como empujando a estas ideas de Lenin: ",...la bancarrota del sistema ya ha comenzado, y se trata de determinar en qué momento se producirá el estallido en uno u otro país ". " ,...se abre paso una verdad indiscutible: los estallidos revolucionarios en otros países más adelantados están más cerca ahora, después de un mes de la "tregua" que siguió a la concertación de la paz, de lo que estaban hace un mes y medio ".

               En la pág. 141 he anotado esto: " Conceptos teóricos para crítica a El Militante, trotskistas de Corriente Izquierda Socialista, en España,...frases hueras y pueriles,...". Esta nota sale o es producto de pensar sobre otras en los párrafos siguientes de Lenin : " Estimados comunistas de izquierda; que decididos son,...y que poca reflexión revelan¡ ¿ Que significa la más decidida política de socialización"?. Podemos ser o no decididos en cuanto se trata de nacionalizar o confiscar. Pero justamente todo el asunto está en que no es suficiente ni siquiera la mayor decisión del mundo para pasar de la nacionalización y de la confiscación a la socialización. La desventura de nuestras izquierdas es que, con su ingenua y pueril combinación de palabras,...rebelan una incomprensión absoluta del fondo del problema, de la clave de la situación actual. La desventura de nuestras izquierdas es no haber comprendido la esencia misma de la situación actual, el tránsito de la confiscación ( para realizar la cual se requiere sobre todo decisión del político ) a la socialización ( para realizar la cual se requiere del revolucionario otra cualidad ) ".

               En la pág. 143 hay dos párrafos: " Pero no se les ha ocurrido que, comparado con el actual estado de cosas en nuestra república soviética, el capitalismo de estado sería un paso adelante. Si dentro de seis meses aproximadamente se implantara el capitalismo de estado en nuestra república, sería un éxito enorme y la más segura garantía de que dentro de un año el socialismo se consolidaría definitivamente en nuestro país y se haría invencible "..." Me imagino con que noble indignación rechazarán los comunistas de izquierdas estas palabras y qué demoledora crítica presentarán ante los obreros con respecto a  la desviación bolchevique de derecha. ¿ Como ? ¿ En la República socialista soviética la transición al capitalismo de estado sería un paso adelante,...? ¿ No es eso una traición al socialismo?". Anoto en borde de pág. " ¿ Y si se hubiera echo otra cosa ?,...las cosas son como son,...SÍ, PERO HAY QUE ANALIZARLAS,...Y ACTUAR EN CONSECUENCIA,...sobre todo actuar según las condiciones del momento y sus posibles desarrollos,...la política proletaria es o debe ser, aprender, corregir, y actuar de forma fresca, contemporánea.

               Durante el estudio del libro anoté algo en una cuartilla: " Lenin negocia con Alemania. Alemania pierde el conflicto,...Qué pasó con la paz de Brest y los acuerdos. Las fuerzas imperiales "dejan" Rusia y los bolcheviques ganan la guerra civil con los blancos y con todo tipo de oposición ( Lenin, Trotsky, Stalin,...).

               - Con quiénes se alía el estado soviético,...y qué tipo de estado y relaciones sociales de producción se implantan.

             - Seguir la guerra, -los izquierdistas -, no tenía futuro,...se firma la paz,...siguen los ataques,...// Cualquiera podría haber planteado la paz. //En Alemania la izquierda socialdemócrata no quiere la paz ( solo los espartaquistas,...) que son derrotados-encarcelados-asesinados-,...Por qué no son apoyados por los bolcheviques en 1.921,...?. LA LUCHA DE CLASES, EL DESARROLLO SOCIAL EN LOS PAISES EN VIAS SOCIALISTAS,...HAN DERIVADO A UNAS FORMAS DE PODER NUEVAS, PERO EN REALIDAD SON ANTIGUAS,...ES UNA CLASE SOCIAL DONDE SE APROPIAN DEL TRABAJO DE FORMA ESTATAL,...DIGAMOS COLECTIVA,...EL TRABAJADOR-CAMPESINO,...NO EJERCE REALMENTE EL PODER,...LO EJERCEN " EN NOMBRE DE ÉL,...O EN SUS INTERESES ",...LAS FORMAS BÁSICAS DE PODER BURGUÉS NO DESAPARECEN, QUEDAN DIGAMOS CASI INTACTAS,...CAMBIADAS ALGO,...PERO MÁS EN SU FORMA QUE EN SU CONTENIDO,...SE SIGUE DANDO UN CARACTER DE CLASE BURGUÉS-PRUSIANO-CASI FASCISTOIDE-FALANGISTA,...SE ELIMINA CON LAS ARMAS Y LA OPRESIÓN FUERZAS SOCIALES,...QUE ERN DIGAMOS PRLETARIAS, COMUNISTAS, ANARQUISTAS,...LAS FRACCIONES ESTATALES-INSTITUCIONALES Y PATRIOTICAS",...SE CONSOLIDAN EN EL PODER DE ESTADO SOVIÉTICO,...Por ello se habla continuamente de burocratización, corrupción, errores de dirección,...menos a Lenin, todos los nuevos dirigentes soviéticos criticaron, censuraron al anterior,...¡¡uf,...PERO LA POLÍTICA DE LENIN EN LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO AISLADO,...FUE QUIZÁS TAMBIÉN EL EMBROLLO-GÉNESIS DE ESA NUEVA SOCIEDAD DE CLASES EN LA URSS,...QUIZÁS LA SITUACIÓN INTERNACIONAL OBLIGÓ A IR HACIA ADELANTE COMO PODAMOS,...PERO LA CUESTIÓN ES LA MENTALIDAD DE DESARROLLO TANTO POLÍTICO COMO ECONÓMICO DE FUTURO EMPRENDIDO,...VERÁN,...: ACUMULAR CAPITAL SOCIAL PARA LA GRAN INDUSTRIA, HACER UN GRAN PAÍS,...PERO PARA COMPETIR CON QUIENES, PARA SALVAGUARDAR A LA REPÚBLICA SOVIÉTICA,...ESE PATRIOTISMO AL FINAL ES INTERCLASISMO DE ESTADO,...LO QUE SE PODRÍA DECIR COMO CAPITALISMO DE ESTADO BUROCRÁTICO,...

            RECURRIR A LA HISTORIA ES MUY IMPORTANTE PARA EL PROLETARIADO, PARA EL COMUNISMO.

LA POLÍTICA OFICIAL, LOS DETALLES Y LAS POSICIONES CRITICAS MARXISTAS Y PROLETARIAS, SOBRE TODO INTERNACIONALISTA


Tanto oficialismo, al final y al principio, crea dogmatismo, servilismo, acriticismo,...incompatible con la dialéctica y el comunismo. Es fresco leer y documentarse con otras entidades,...las organizaciones comunistas, en general son seguidistas de lo oficialista,...sn acríticas, defensoras a ultranza, se hacen así sectas antiproletarias,...al final son contrarrevolucionarias aunque se manifiesten comunistas y revolucionarias,...que complejidad,...uf....¡¡. el mesianismo está muy difundido sobre todo en el maoismo oficial, a nivel planetario,...por culpa de estas actitudes,...eso crea actitudes de grupismo cerrado, y al final no resuelven nada de cara a liberación social de la humanidad.

          ENTRONCANDO CON ESTO, LA PAZ SOVIÉTICO ALEMANA, EL FINAL DE LA GUERRA MUNDIAL Y LA INSURRECCIONES EN EUROPA, GUERRA CIVIL EN RUSIA-PREURSS



EN LA WEB ENCICLOPEDIA. US.ES.,... APARECE ESTA NOTA-ACUÑACION:

[[ "Guerra Civil Rusa
La Guerra Civil Rusa tuvo lugar entre 1918 y 1922. Tras el éxito de la Revolución rusa el nuevo gobierno bolchevique firmó el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania, el cual fue ratificado el 6 de marzo de 1918; por este acuerdo se pactaba un armisticio unilateral y la salida de Rusia de la I Guerra Mundial. Esta paz negociada era la única opción para el gobierno revolucionario dado que el viejo ejército ruso, aunque había sido reorganizado en enero bajo la nueva denominación de Ejército Rojo, se encontraba en un estado de caos y falta de disciplina cuando los alemanes avanzaron en febrero de 1918.
Este tratado tuvo como consecuencia el levantamiento de grupos anti bolcheviques dentro y fuera de Rusia, que se organizaron para actuar contra el nuevo régimen. Winston Churchill declaró que la ideología bolchevique debía ser "estrangulada en su cuna".
Casi la totalidad de los frentes de la Guerra Civil cesaron en 1920, pero la resistencia continuó en algunas zonas del país hasta 1922; podemos citar el Levantamiento de Kronstadt, la Rebelión de Tambov y la resistencia final del Movimiento Blanco en el Este.
Los historiadores soviéticos tradicionalmente no aplican el calificativo "Rusa" y utilizan el término "Guerra Civil e Intervención Militar de 1917-1922", e incluyen tanto la guerra polaco-soviética y la resistencia en Ucrania, como la resistencia Basmachi y la intervención en Asia Central.
La guerra enfrentó al Ejército Rojo, formado por los comunistas y revolucionarios en el poder, con el Ejército Blanco, compuesto por conservadores y liberales favorables a la monarquía socialistas contrarios a la revolución bolchevique.
Un grupo de nacionalistas y anarquistas denominado Verdes o Ejército Negro tuvo una pequeña intervención en la guerra, luchando contra los Blancos, los Rojos e incluso entre ellos mismos. La Triple Entente formada por Reino Unido y Francia intervino del lado de los Blancos, lo cual ocasionó el agravamiento de la guerra civil.
La contienda se desarrolló en tres frentes principales, Este, Sur y el Noroeste, y puede ser dividida en tres períodos:
·         El primer período duró desde la Revolución hasta el armisticio. El primer grupo armado contrarrevolucionario fue el ejército de voluntarios en la región del Don, que luego se unió con la Legión Checoslovaca en Siberia. El Este estaba controlado por dos administraciones antibolcheviques, Komuch en Samara y el gobierno nacionalista de Siberia en Omsk. La mayoría de los combates en este primer estadio de la guerra fueron poco menos que escaramuzas entre pequeños grupos y con rápidos cambios de escenario. Entre los antagonistas se encontraban los checoslovacos (conocidos como la Legión Checoslovaca o los Checoslovacos Blancos) y los polacos de la quinta división de rifles.
·         El segundo período de la guerra, de marzo a noviembre de 1919, fue clave. Al principio, el Ejército Blanco avanzaba desde el Sur (dirigido por Anton Denikin), desde el Noreste (bajo el mando de Nikolai Nikolaevich Yudenich) y desde el Este (comandado por Aleksandr Vasilevich Kolchak). Estas tropas tuvieron éxito, obligaron a retirarse al nuevo Ejército Rojo y avanzaron hacia Moscú. Pero León Trostky, luego de reformar el Ejército Rojo, fue capaz de repeler las fuerzas de Kolchak en junio, y las fuerzas de Denikin y Yudenich en octubre. El poder de combate de Kolchak y Denikin se rompió casi simultáneamente a mediados de noviembre.
·         El período final de la guerra se caracterizó por situar a las últimas tropas del Ejército Blanco en Crimea. Pyotr Nikolayevich Wrangel reunió los remanentes de la armada de Denikin y fortificaron su posición en Crimea. Mantuvieron estas posiciones hasta que el Ejército Rojo volvió de Polonia, donde había estado luchando la Guerra Polaca-Soviética desde 1919. Cuando la totalidad de las fuerzas de la Armada Roja se enfrentó con los Blancos, éstos terminaron agobiados. Las tropas que quedaron fueron evacuadas a Constantinopla en noviembre de 1920.



El primer intento para tomar el poder de los bolcheviques fue el Levantamiento Kerensky-Krasmov en octubre de 1917. Tuvo el apoyo del amotinamiento Junker en Petrogrado, pero fue rápidamente vencido por la Guardia Roja.


Curso de los Acontecimientos
Inglaterra, Francia y Estados Unidos, entre otros, intervinieron del lado de los Blancos. Después de que los aliados derrotaran a los imperios centrales en noviembre de 1918, continuaron su intervención en la guerra contra el comunismo por su temor a que la Guerra Civil Rusa derivase en una revolución socialista mundial. Lenin fue sorprendido por el estallido de la guerra civil y, en principio, subestimó las fuerzas que se levantaban en contra de su nuevo país.
1918 Propaganda Bolchevique pintando a Trotsky matando al dragón reaccionario (Trotsky era el organizador del Ejército Rojo)
Los grupos que en principio se levantaron contra el comunismo eran principalmente generales contrarevolucionarios y ejércitos cosacos locales que declararon su lealtad al Gobierno Provisional. Entre ellos estaban Aleksei Maksimovich Kaledin (Cosaco del Don), Alexander Dutov y Grigory Mikhailovich Semionov - (Cosacos de Orienburgo y de Baikal, respectivamente).
En noviembre, el General Mikhail Vasilevich Alekseev, el comandante en jefe zarista más antiguo, comenzó a organizar un milicia de voluntarios en Novocherkassk. En diciembre se sumaron Lavr Georgevich Komilov, Denikin y muchos otros. Ayudado por Kaledin, tomaron Rostov en diciembre.
A pesar de todo, los cosacos no tenían deseos de luchar, y en enero, cuando comenzó la ofensiva soviética bajo el mando de Vladimir Aleksandrovich Antonov-Ovseenko,(1) los cosacos dejaron sólo a Kaledin, que terminó por suicidarse. Las fuerzas de Antonov recuperaron Rostov y a fines de marzo de 1918 se declaró la República Soviética del Don. La Armada Voluntaria fue evacuada en febrero y escapó a Kuban, donde se reunió con los cosacos de Kuban para montar un asalto en Ekateriondar. Kornílov fue asesinado el 13 de abril y el mando pasó a Deníkin, quien volvió al Don. Allí, los soviets alistaron a la población local y la milicia de voluntarios encontró nuevos reclutas.
A principios de la primavera de 1918, el Partido Social-Revolucionario y los mencheviques se unieron a la lucha armada. En principio eran fuertes opositores del conflicto bélico con los Bolcheviques, pero el tratado de paz y el establecimiento de medidas dictatoriales cambiaron su punto de vista.
Pudieron haber sido una seria amenaza pues contaban con el apoyo y la autoridad emanada de su victoria en las elecciones en la Asamblea Constituyente Rusa en 1918. Sin embargo, necesitaban el apoyo de las armas. Un intento temprano de reclutar tropas de Letonia en julio de 1918, llevado a cabo por el Partido Socialista Revolucionario, acabó en rotundo fracaso. Por suerte, la Legión Checoslovaca terminó por acudir en ayuda de la contrarrevolución democrática. La Legión Checa había sido parte del viejo ejército ruso y para octubre de 1917 se habían alistado alrededor de 30.000 hombres, en su mayoría ex prisioneros de guerra y desertores del ejército austro-húngaro. Auspiciada por Tomás Masaryk, la legión fue rebautizada con el nombre de Cuerpo del Ejército Checoslovaco.
Un acuerdo con el gobierno soviético para atravesar el mar por Vladivostók fracasó por un intento de desarmar al Cuerpo, y la fuerza terminó por rebelarse en junio de 1918 en Cheliábinsk. En un mes, los Checoslovacos controlaban gran parte del Oeste de Siberia y parte de la región del monte Volga y Ural. Para el mes de agosto, su control se había expandido de tal forma que Siberia (y sus preciados suministros de grano) quedó excluida del resto de Rusia.
Archivo:WhiteArmyPropagandaPosterOfTrotsky.jpg
Propaganda del ejército blanco pintando a Trotsky como un "diablo judío"
Los Mencheviques y el Partido Socialista Revolucionario apoyaron la acción contra el control de los suministros de alimentos ejercido por los soviets. En mayo de 1918, con el apoyo de los checoslovacos tomaron Samara y Saratov, estableciendo el Comité de Miembros de la Asamblea Constituyente. Para julio, la autoridad de Komuch extendió una gran parte del área que se encontraba bajo dominio checoslovaco. Intentaron retomar las operaciones contra Alemania y comenzaron a formar su propia armada. También implementaron una programa de reformas socialistas, pero sin los cambios económicos que los soviets estaban realizando y que eran tan poco populares.
Se estaban desarrollando una especie de gobiernos conservativos y nacionalistas dormados por los baskires, los kirguízios y los tártaros, así como también un Gobierno Regional Siberiano en Omsk. En septiemnre de 1918 todos los gobiernos anti-soviéticos se reunieron en Ufá y acordaron formar un nuevo Gobierno Provisional Ruso en Omsk, encabezado por un directorio formado por cinco integrantes: tres del Partido Socialista Revolucionario (Avkséntiev, Bóldyrev y Zenzínov)y dos Kadets (Vinográdov y Volgogódskii).
Rápidamente, el nuevo gobierno fue influido por el Gobierno Regional Siberiano y su nuevo ministro de guerra Aleksandr Vasílievich Kolchák. El 18 de noviembre Kolchák fue ungido como dictador por un golpe de estado. Los miembros del directorio fueron arrestados y Kolchák fue ascendido a almirante, proclamándose a sí mismo como el "Gobernante Supremo".
Para los soviéticos este cambio de mando era un problema militar y una victoria política, dado que tildaba a sus oponentes de reaccionarios antidemocráticos. Pero, como los soviets temían, Kolchák probó ser un comandante capaz. Luego de una reorganización de la Armada Popular, sus fuerzas irrumpieron en Perm y expandieron su control sobre territorio soviético.
En territorio soviético, siguiendo el Quinto Congreso Soviet en julio, dos izquierdistas del Partido Socialista Revolucionario (Yakov Blyúmkin y Nicolay Andréyew) asesinaron al embajador alemán en Moscú, Conde Mirbach, en un intento de provocar a los alemanes y retomar las hostilidades. Otro izquierdista del Partido Socialista Revolucionario capturó a prominentes Bolcheviques e intentó levantar al Ejército Rojo contra el régimen.
Los soviets pudieron aplacar los levantamientos locales organizados por el Partido Socialista Revolucionario y los anarquistas. Lenin se disculpó personalmente ante los alemanes por el asesinato, aunque era improbable una represalia alemana por estar inmersos en plena campaña occidental. Hubo arrestos masivos en el ala izquierda del Partido Socialista Revolucionario y los dos actos terroristas que tuvieron lugar más tarde, entre ellos el ataque a Lenin dejándolo herido, derivaron en la expulsión de los Mencheviques y del Partido Socialista Revolucionario de los soviets.
Reorganización del Ejército Rojo
Dado que el desarrollo de una Guerra Civil en Rusia se tornaba inevitable e inminente a partir de la firma del Tratado Brest-Litovsk, Leon Trotsky fue designado Comisario de Guerra en 1918. Desde un centro de la Guardia Roja que había sido armado por el Gobierno Provisional, Trotsky recontruyó el Ejército Rojo a través del reclutamiento. Para el año 1921, los Bolcheviques comandaron alrededor de cinco millones de soldados, incluyendo 50 000 antiguos oficiales zaristas convocados para entrenar a los reclutados.
La política del comunismo de guerra le otorgó prioridad al Ejército Rojo. Mientras los bolcheviques controlaban las principales regiones industriales, también estaban relativamente bien equipados. Los mejores sistemas de comunicación, en particular los trenes, estaban bajo el control de los bolcheviques, permitiendo que tanto los soldados como los suministros necesarios sean velozmente transportados al campo de batalla.
Las ventajas más importantes que tenía el Ejército Rojo sobre el Blanco eran disciplina y capacidad de liderazgo. Mientras Lenin era el líder indiscutido del Partido Bolchevique, Trotsky era el brillante organizador militar dirigiendo actividades en los frentes de la guerra. Viajando en su legendario tren, aunmentó la moral en la Armada Roja y diseñó estrategias. También reintrodujo estricta disciplina, tras un corto período de igualdad bajo la Primera Orden Soviet. Los desertores eran fusilados, comisarios políticos y bolcheviques comprometidos eran puestos en diferentes rangos para asegurar la lealtad de los soldados.
Repercusiones
Al final de la Guerra Civil, la Rusia Soviética se encontraba exhausta y arruinada. Las sequías de 1920 y 1921 y la hambruna de 1921 empeoraron la situación. La guerra cobró alrededor de nueve millones de vidas tan sólo unos meses después de la Revolución de Octubre. Un millón de personas murió por efectos indirectos de la guerra. Otro millón abandonó Rusia escapando de los estragos de la guerra y del hambre. Esta fracción de emigrantes incluía gran parte de la población educada.
El comunismo de guerra salvó al gobierno soviético durante la Guerra Civil, pero la economía rusa decayó hasta estancarse. La industria privada y el comercio fueron proscritos y el recientemente establecido y poco estable gobierno era incapaz de dirigir la economía para satisfacer las necesidades del devastado pueblo ruso. Se estima que la producción total de las minas y fábricas cayó en 1920 a un 20% del nivel anterior a la guerra mundial.
Para 1921, la tierra cultivada era sólo el 62% del área de preguerra y el rendimiento de la cosecha era sólo el 37% del rendimiento normal. El número de caballos disminuyó de 35 millones en 1916 a 24 millones en 1920, y el ganado de 58 a 37 millones. La tasa de cambio para el dólar de Estados Unidos subió de 2 Rublos en 1914 a 1 200 en 1920.
Aunque Rusia eventualmente se recuperó y experimentó un rápido crecimiento económico en 1930, la combinación de los efectos de la I Guerra Mundial y de la Guerra Civil Rusa dejó una gran cicatriz en la sociedad rusa y tuvo efectos permanentes en el régimen soviético. ]].

( 1 ) Vladímir Antónov-Ovséyenko
Vladímir Antónov-Ovséyenko
Vladímir Aleksándrovich Antónov-Ovséyenko (En ruso Влади́мир Алекса́ндрович Анто́нов-Овсе́енко, en ucraniano: Володимир Олександрович Антонов-Овсієнко); (Chernígov, Ucrania; 9 de marzojul./ 21 de marzo de 1883greg. - Moscú, 10 de febrero de 1939) fue un prominente bolchevique, periodista, “podporúchik” (subteniente) y diplomático étnicamente ucraniano. Se lo recuerda como el dirigente del asalto al Palacio de Invierno que culminó con el triunfo de los bolcheviques durante la Revolución de Octubre. Fue víctima de la Gran Purga de Stalin, a finales de los años 1930.
Inicio en la carrera militar
Nació en Chernígov el 21 de marzo de 1883, en una familia de oficiales. Se graduó en el cuerpo de cadetes de Vorónezh en 1901. Por la presión de su padre, ingresó en la Escuela Militar de Ingeniería “Nikoláyev”, renunciando a jurar la “fidelidad al Zar y a la Patria”, explicando su “repugnancia hacia el ambiente castrense”. Posteriormente fue detenido, pudiendo salir más tarde de prisión gracias a la influencia de su padre. En 1902 se marchó de su casa, trabajando un tiempo como peón y chófer, entrando poco después en la Escuela Militar de San Petersburgo.
Actividad revolucionaria]
Antónov-Ovséyenko participó en el ala izquierda del movimiento revolucionario de 1901, y a principios de 1902 se unió al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, creando una organización revolucionaria en la “Escuela de Infantería Vladímir” de San Petersburgo, donde obtuvo el grado militar de “Cadete”. Terminada su trayectoria en la Escuela Militar de Infantería Vladímir, fue destinado a Varsovia, donde fundó el Comité Militar del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Después de servir en el extremo oriente, presentó su dimisión al grado de podporúchik, y se consagró por completo a la lucha revolucionaria clandestina. Durante la Revolución Rusa de 1905, dirigió el levantamiento en Novo-Alexandria en Polonia y Sebastopol (Crimea). Al poco fue detenido y sentenciado a muerte, conmutada la pena por veinte años de exilio en Siberia. Escapó de allí, y en 1910 emigró a París.
Asalto al Palacio de Invierno
Antónov-Ovséyenko durante la época de la Revolución.
Como miembro de la Organización Militar, junto al Comité Central del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique), se trasladó a Helsinki para dirigir el trabajo de propaganda entre los soldados del norte y los marinos de la flota báltica, al mismo tiempo publicando el periódico “Volná” (Волна: Onda, Ola). Fue uno de los participantes más activos de la Conferencia del Frente de Todas las Rusias y las organizaciones de retaguardia del Comité Central del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique), realizado en junio de 1917, aceptando Antónov-Ovséyenko la participación en la organización directa de las manifestaciones contra la Ofensiva Kerensky, que desembocaron en la “Crisis de Junio”, por lo que fue detenido por elGobierno Provisional Ruso, e internado en la cárcel de “Krestý” (Кресты) en San Petersburgo, donde junto con Fiodor Raskólnikov, y en nombre de los detenidos bolcheviques, escribieron una protesta contra el arresto no fundamentado. (En la década de 1920, este episodio de la vida de Antónov-Ovséyenko, según las fuentes oficiales soviéticas, fue descrito así: “Por la participación en la insurrección de julio, fue detenido por el Gobierno Provisional, y junto con Trotsky, se le recluirá en “Krestý””. Después de lo cual, será liberado bajo fianza. El 4 de septiembre el Centrobalt designó a Antónov-Ovséyenko Comisario adjunto al Gobernador General de Finlandia.
Fue delegado en la Conferencia Democrática de Todas las Rusias, y en el Segundo Congreso de Marinos de la Flota Báltica (septiembre-octubre de 1917), donde se emite el llamamiento “A todos los oprimidos de los países”. El 30 de septiembre se elige la estructura de la oficina regional finlandesa del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique). Es miembro del Comité de Organización y del Comité Ejecutivo del Congreso de los Trabajadores del Óblast. Participa en los trabajos de la Conferencia de Organizaciones Militares del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique) del Frente Norte, llevada a cabo el 15 de octubre, donde se elegirá la Asamblea Constituyente Rusa. En el informe de la sesión del Sóviet de la Social Democracia Rusa de 23 de octubre se da cuenta que la guarnición al completo apoya el establecimiento del poder de los Sóviets, habiendo los Guardias Rojos ocupado las fábricas y depósitos de armas y han reforzado el anillo externo de defensa de Petrogrado, habiendo paralizado las acciones del Estado Mayor de la Región Militar de Petrogardo.
Antónov-Ovséyenko, en su calidad de Secretario del Comité Revolucionario de Petrogrado, tomó parte activa en la insurrección armada de octubre, en Petrogrado. Encabezó a los Guardias Rojos, a los soldados revolucionarios y a los marineros durante la toma del “Palacio de Invierno”,1 que no ofreció resistencia para cuando Antónov-Ovséyenko entró en el edificio,1 arrestando allí al Gobierno Provisional Ruso.1 Logró contener la rabia de los soldados ante la fuga de Kerensky y proteger a los detenidos hasta su traslado a la Fortaleza de San Pedro y San Pablo de ser linchados en dos ocasiones.1
En el Segundo Congreso de Soviets de Todas las Rusias, del 26 de octubre (8 de noviembre en el calendario actual) de 1917, Antónov-Ovséyenko fue elegido miembro del Comité para los Asuntos Militares y Navales del Sovnarkom de Lenin.
La Guerra Civil]
Como el especialista en el campo del arte de la guerra, en diciembre de 1917 Antónov-Ovséyenko tomó el mando del ejército rojo en el sur del país, que combatían contra los cosacos de Alekséi Kaledin y las fuerzas ucranianas que apoyan a la La Rada Central Ucraniana. Antónov-Ovséyenko es el Jefe del Grupo de Ejército Soviético Ruso; entró en Járkov, donde el Congreso de los Sóviets proclamó el poder en Ucrania, después de lo cual, le entregó el mando militar al eserista de Izquierda Murabey, encabezando este la lucha contra los ejércitos cosacos en calidad de Comandante del Ejército Soviético en el Sur de Rusia (de marzo a mayo de 1918)
Por indicación personal de Antónov-Ovséyenko, el 1 de abril de 1918 fue ejecutado en Taganrog (Mar de Azov) el general zarista retirado Paul von Rennenkampf. Después de la retirada del ejército alemán, de enero a junio de 1919, Antónov-Ovséyenko mandó al ejército en el frente ucraniano, al mismo tiempo que dirigió los asuntos militares de la República Popular Ucraniana, participando activamente en las operaciones militares contra el ejército de la República Nacional Ucraniana, y la reconstitución del poder soviético en prácticamente todo el territorio de Ucrania.
Activamente preocupado por los temas de carácter social-económico: así cuando los propietarios de las empresas de Járkov se negaron a pagar a los obreros su sueldo, que protestaban para la introducción de la jornada de trabajo de 8 horas, Antónov-Ovséyenko metió a 15 capitalistas en un vagón de tren, y les exigió un millón en efectivo, amenazando, en caso contrario, con enviarlos al trabajo en las minas.
Antónov-Ovséyenko participó activamente en el brutal aplastamiento de la Rebelión de Tambov. Entre 1919 y 1920 trató de luchar contra el descontento popular desde su puesto de Presidente del Comité Ejecutivo del Óblast de Tambov, y en 1921 recibió plenos poderes del VTsIK para la lucha contra el bandolerismo en el Óblast de Tambov, ayudado activamente por Mijaíl Tujachevskyen el aplastamiento de la rebelión antibolchevique de campesinos por parte del Ejército Rojo, conocido en la historiografía soviética como “antónovischina”.
Época Soviética]
En los años de Guerra Civil, Antónov-Ovséyenko se formó como un experimentado funcionario del partido, y su trabajo lo llevó entre 1922 y 1924 a la jefatura del Departamento Político del Consejo Militar Revolucionario (РВС en sus siglas cirílicas). Se oponía activamente a la ampliación del poder de Stalin, llamándolo déspota, una dictadura personalizada. Por ello, Antónov-Ovséyenko apoyó a Trotsky, con el que tenía buenas relaciones, adhiriéndose entre 1923 y 1927 a la trotskista “Izquierda”, que por presiones, en 1928 fue obligado a romper con ella. Fue en ese tiempo que ocupó el cargo de plenipotenciario en los países limítrofes este europeos, como Checoslovaquia (1924), Lituania (1928) y Polonia (1930). En la década de 1930 se le permitió trabajar en temas jurídicos, llegando a ser el Fiscal Jefe de la la RSFSR, (1934) y Comisario de Justicia del Pueblo de la RSFSR (1937).
En la Guerra Civil Española fue cónsul general de la URSS en Barcelona (de 1936 a 1937), prestando gran apoyo al ejército republicano como consejero militar. De la colección de documentos del mencionado Antónov-Ovséyenko, testimonió que trataba de intervenir en defensa de la línea de Stalin, contra la oposición de anarquistas y trotskistas del POUM, que controlaban el movimiento antifascista de Cataluña, y fue nombrado por Juan Negrín como “el catalán más grande que los mismos catalanes”. Después del conflicto surgido entre el Cónsul General y Juan Negrín, presentó su dimisión.
A finales de 1937, Antónov-Ovséyenko fue destituido en España, y posteriormente arrestado por el NKVD durante la Gran Purga de 13 de octubre de 1937. El 8 de febrero de 1938 fue condenado a muerte por el Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS “por pertenecer a una organización terrorista trotskista y por espionaje”. Fue fusilado el año siguiente, en 1939.
Fue rehabilitado póstumamente en 1956.
Notas↑ Jump up to:a b c d Rabinowitch (1978), p. 300
BibliografíaPaкитин А.В. А. Антонов-Овсеенко. — Л.: Лениздат, 1989. — 351 с.
·         Historical biography dictionary at hrono.ru
·         V.A. Antónov-Ovséyenko Антонов-Овсеенко В.А. Bajo el Gallardete de Octubre (Под вымпелом Октября). — Мoscú.: 1923.
·         V.A. Antónov-Ovséyenko Антонов-Овсеенко В.А. El Decimoséptimo Año (В семнадцатом году). — Мoscú.: 1933.
·         V.A. Antónov-Ovséyenko Антонов-Овсеенко В.А. Anotaciones de la Guerra Civil (Записки о гражданской войне). — Мoscú.:, — Л.: 1933.
·         V.A. Antónov-Ovséyenko Антонов-Овсеенко В.А. En la Revolución (В революции) — Мoscú.: 1983.
·         Rabinowitch, Alexander (1978) (en inglés). The bolsheviks come to power. The revolution of 1917 in Petrograd. W. W. Norton & Company. pp. 393. ISBN 9780393008937.


En Wikipedia:

[[ Revolución de Noviembre EN ALEMANIA
Artículo destacado

La revolución de noviembre de 1918 en Alemania llevó, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al cambio desde la Monarquía constitucional del Kaiserreich Alemán a una república, parlamentaria y democrática.
Las causas de la revolución se encontraban en las cargas extremas sufridas por la población durante los cuatro años de guerra, el fuerte impacto que tuvo en el Imperio Alemán la derrota y las tensiones sociales entre las clases populares y la élite de aristócratas y burgueses que detentaban el poder y acababan de perder la guerra.

La revolución comenzó con un Motín de marineros de la flota de guerra en Kiel; se negaban a maniobrar para sacar la flota al Mar del Norte para realizar una última batalla contra la escuadra inglesa, como pretendían hacer sus superiores. En pocos días abarcó toda Alemania y forzó la abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918. Los objetivos de avanzada de los revolucionarios, guiados por ideales socialistas, fracasaron en enero de 1919 ante la oposición de los líderes del Partido Socialdemócrata de Alemania(SPD). Éstos temían un “caos revolucionario” y posteriormente se esforzaron en reconciliar a los partidos burgueses y la élite afín al Káiser frente a las nuevas relaciones del poder. Adicionalmente acordaron una alianza con el Comando Militar Supremo alemán y permitieron la sofocación violenta del llamado Levantamiento Espartaquista (Spartakusaufstand).
El desenlace formal de la revolución ocurrió el 11 de agosto de 1919 con la rúbrica de la nueva Constitución de la República de Weimar.

Antecedentes
El Imperio alemán y la democracia social
Sesión parlamentaria en el Reichstagen 1889
Guillermo II (izquierda) con el rey de Rumanía Carol I en 1914
La revolución civil de marzo de 1848/49 fracasó, sobre todo, por el problema de tener que conseguir a la vez la democratización y la unión de Alemania. En las décadas posteriores, la ciudadanía se alineó con el Estado autoritario (Obrigkeitsstaat), particularmente una vez que la unidad alemana se hubo establecido, en la forma de la Pequeña Alemania bajo el liderazgo de Prusia en 1871.
El recién fundado Imperio alemán (en alemán Deutsches Kaiserreich), Segundo Reich o Alemania Guillermina, era una monarquía constitucional. Para el parlamento, en alemán Reichstag, se aplicaba el derecho de sufragio igualitario, universal y secreto para los hombres (Männerwahlrecht). La influencia del Parlamento en la política del Reich era, sin embargo, limitada. Su única atribución importante era la aprobación del presupuesto. El gobierno del Kaiserreich no era responsable únicamente ante el Parlamento, sino también ante el Emperador.
Los socialdemócratas, que posteriormente formaron el SPD, también estaban representados en el Reichstag desde 1871. Desde sus inicios abogó públicamente por un Estado republicano. Por este motivo, Otto von Bismarck los hizo perseguir desde 1878 hasta su destitución por el Káiser en 1890, basándose en las Leyes Socialistas. A pesar de ello, los socialdemócratas pudieron aumentar su representación en casi todas las elecciones. En el Reichstag de 1912 formaban el partido parlamentario más fuerte, con 110 diputados y el 28 % de los votos.
En los 43 años desde la fundación del Kaiserreich hasta la Primera Guerra Mundial, el SPD no solamente creció en importancia, sino que también cambió su carácter. En la disputa revisionista (Revisionismusstreit) que comenzó en 1898, los llamados revisionistas querían eliminar el objetivo de la revolución del programa del partido. Propugnaban en su lugar reformas sociales de acuerdo con el orden económico establecido. El ala marxista se impuso nuevamente contra los revisionistas. Sin embargo, la retórica revolucionaria ocultaba que el SPD se había hecho prácticamente reformista desde la derogación de las "Leyes Socialistas" en 1890. Los socialdemócratas, difamados como “miembros sin patria”, se sentían patriotas alemanes. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial se hizo claro que el SPD se había vuelto una parte integral del juego semidemocrático del Imperio, aun siendo parte de la oposición.
El SPD y la Primera Guerra Mundial
Alrededor de 1900, la socialdemocracia alemana estaba a la cabeza del movimiento internacional de los trabajadores. En los congresos paneuropeos de la Segunda Internacional Socialista, el SPD siempre había aprobado las resoluciones que preveían una causa común socialista en caso de iniciarse la guerra. Durante la crisis de julio de 1914 que siguió al asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo (atentado de Sarajevo), todavía organizó —como otros partidos socialistas en Europa— grandes manifestaciones en contra de la guerra. En ellas Rosa Luxemburgo, la portavoz del ala izquierdista del partido, llamó a la desobediencia y a evitar la guerra en nombre de todo el SPD. Por este motivo, el gobierno del Kaiserreich planeó aprehender a los líderes del partido inmediatamente después de entrar en guerra. Friedrich Ebert, uno de los dos representantes del SPD, viajó a Zúrich llevando los fondos del partido a un lugar seguro, fuera del alcance del Estado.
Dirección del SPD en 1909 (nombres en la descripción de la imagen)
Al entrar Alemania en la guerra con la declaración de guerra al Imperio Ruso el 1 de agosto de 1914, la mayoría del SPD se dejó contagiar por el sentimiento bélico que recorría Europa. De tal modo siguió a su antiguo presidente August Bebel, quien antes de su muerte en 1913 había dicho:
Si es en contra de Rusia, yo mismo alzaré la pistola, pues es el enemigo de la cultura y los oprimidos.
Además, los diputados del SPD temían perder votos e influencia en el Reichstag, así como una posible proscripción del partido si rehuían su “deber patriótico”.
En contra de sus históricos ideales, la socialdemocracia alemana se contagió del furor patriótico que recorrió Alemania en 1914 y con algunas excepciones la apoyó, "firmando" la llamada Unión Sagrada
La dirección del partido y los representantes en el Reichstag estaban divididos en su posición respecto a la guerra: Junto con Friedrich Ebert, 96 diputados aprobaron los créditos de guerra para el gobierno del Kaiserreich. Con el segundo presidente, Hugo Haase, 14 parlamentarios estaban en contra, pero votaron a favor por disciplina de la fracción. El SPD aprobó así los créditos de guerra, le prometió al Káiser renunciar a huelgas y a la remuneración de los sindicatos mientras durara la guerra, posibilitando así la movilización de las fuerzas alemanas. Haase explicó su decisión, que se había tomado contra su voluntad, diciendo: “¡No vamos a abandonar a la patria a la hora del peligro!”
El Káiser acogió la llamada “paz ciudadana” de la política alemana al final de su Discurso del Reichstag con la frase que se hizo famosa: “Aquí no veo ningún partido, sólo veo alemanes.”
El gobierno de transición y el movimiento de los consejos
Desde el 9 de noviembre el Reichstag ya no volvió a ser convocado. El Consejo de los Representantes del Pueblo y el Comité Ejecutivo habían reemplazado al viejo gobierno. Pero el aparato administrativo casi no cambEl mismo Karl Liebknecht, quien después se convertiría en símbolo del movimiento antibelicista, cedió en un principio a las justificaciones del partido: se abstuvo de la votación para no tener que votar contra su propia facción. Sin embargo, el 5 de agosto de 1914 fundó, junto a Rosa Luxemburg, Franz Mehring y otros miembros de la izquierda del partido, el Grupo Internacional (Internationale Gruppe), que mantenía las resoluciones del SPD previas a la guerra. De este grupo salió la mayor parte de la “Liga Espartaquista” el 1 de enero de 1916. El 2 de diciembre de 1914, Liebknecht, y en un principio únicamente él, votó en contra de más créditos para la guerra. Por este motivo fue detenido por los militares en 1915 a instigación de la dirección del partido. Debido a sus intentos de organizar a quienes se oponían a la guerra, fue expulsado del SPD y condenado en julio de 1916 a cuatro años de prisión.
También Rosa Luxemburgo, tras ser liberada temporalmente, fue encarcelada hasta el fin de la guerra.
La división del SPD
Karl Liebknecht, político y revolucionario, fue el primer diputado del SPD en votar contra los bonos de guerra y la participación alemana en esta (como ya hiciera su padre anteriormente). Miembro del ala más izquierdista del partido, sería expulsado de este en 1916.
Cuanto más duraba la guerra y cuantas más víctimas causaba, menos miembros del SPD estaban dispuestos a mantener la “paz ciudadana” de 1914. Aún menos desde que, en 1916, el Emperador y el gobierno ya no dictaban las directrices de la política del Kaiserreich, sino el Mando Supremo del Ejército, en alemán Oberste Heeresleitung (OHL), al mando de los generales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff. Este último tomaba las decisiones importantes. En la práctica, ellos gobernaban Alemania como dictadores militares, persiguiendo los objetivos fijados al inicio de la guerra y determinando la vida civil también en función a las necesidades de la guerra. Para los obreros, esto significaba, entre otras cosas, jornadas de 12 horas con salarios mínimos y provisiones insuficientes debido al bloqueo marítimo impuesto por Gran Bretaña.
A medida que la guerra se recrudecía tanto para los soldados en el frente como para los civiles, fueron surgiendo más voces en la izquierda que pedían la finalización inmediata del conflicto.
Desde el inicio de la revolución rusa de febrero de 1917, también en Alemania se produjeron grandes huelgas organizadas. En marzo y abril de 1917 participaron en ellas 300.000 trabajadores de la industria bélica de Berlín, Leipzig y más tarde de Düsseldorf. Acontecimientos similares se producirían de nuevo en Berlín (250.000 huelguistas), Bremen, Hamburgo y Essen en enero de 1918 que desatarían una violenta represión y que constituirían por parte de las masa obreras el ensayo de la revolución.
Dado que la situación probablemente empeoraría por la entrada de los EE. UU. en la guerra, el emperador Guillermo II intentó apaciguar las protestas en su Mensaje de Semana Santa. Prometió que, una vez acabada la guerra, habría elecciones generales iguales (gleiche Wahlen) incluso en Prusia, donde hasta entonces se aplicaba el derecho al voto en tres clases (Dreiklassenwahlrecht).
Pero el SPD reaccionó al creciente descontento de los obreros siguiendo a los izquierdistas y entonces también revisionistas como Haase y Eduard Bernstein. El 9 de abril de 1917, el SPD se dividió respecto a su posición frente a la guerra en los socialdemócratas de la mayoría (MSPD), con Friedrich Ebert a la cabeza, y los socialdemócratas independientes (USPD) encabezados por Hugo Haase. Estos últimos demandaban el inmediato fin de la guerra y mayor democratización en Alemania, pero no tenían un programa social-político unido. La Liga Espartaquista, que había rechazado hasta entonces la separación del partido, formó entonces un ala izquierdista del USPD.
Paz de vencedores o paz concertada
Desde la entrada en la guerra de los EE.UU., la situación del Frente Occidental se había hecho cada vez más precaria. Por esto, y para quitar fuerzas al USPD, el SPD formó un comité interpartidario en el Reichstag junto al Partido de Centro (Zentrumspartei), de orientación conservadora-católica, y el Partido Popular Progresista (Fortschrittliche Volkspartei), de orientación liberal. El verano de 1917, el comité propuso una resolución que preveía una paz concertada sin anexiones ni reparaciones de guerra.
Sin embargo, el OHL también rechazó esta resolución, como en marzo de 1918 había rechazado el programa de paz de 14 puntos del presidente de los EE.UU. Woodrow Wilson de enero del mismo año. La resolución estadounidense preveía una paz a partir de la “autodeterminación de los pueblos, sin vencedores ni vencidos” pero a costa de trastocar el orden político de las naciones "enemigas". Hindenburg y Ludendorff rechazaron esta propuesta porque se había conseguido la victoria sobre Rusia y creían tener la suficiente ventaja para, primero, inclinarse por una "paz de vencedores" con anexiones a costa del adversario y después, inclinarse por volver al statu quo ante bellum sin intervenciones externas de ningún tipo.
Repercusiones de la Revolución de Octubre
El éxito de la Revolución Rusa de 1917 marcó la actuación del SPD y sembró el miedo en las clases medias y altas alemanas durante la revolución de noviembre. En la imagen, miembros del 1º Regimiento de la Guardia Roja frente al Palacio de Invierno
Después de la Revolución de Febrero en el Imperio Ruso y la caída del último zar Nicolás II el 15 de marzo de 1917, el nuevo gobierno ruso, que había sido establecido desde el verano por los mencheviques a la cabeza de Alexander Kerensky, continuó la guerra del lado de las fuerzas de la Triple Entente. Sin embargo, el gobierno del Imperio alemán vio la oportunidad de una victoria militar. Para avivar el sentimiento antibélico en Rusia, permitió que el líder de los bolcheviques rusos, Vladirmir Ilich Lenin, viajara a escondidas de su exilio en Suiza a Petrogrado en un vagón sellado a través de Suecia y Finlandia.  
        ( SE SUBRAYA LO ANTERIOR PORQUE QUIERO REDOBLAR LA ATENCIÓN Y DESDE LAS POSICIONES QUE SE DEBE ABORDAR LOS ANÁLISIS DE LA LUCHA DE CLASES,...NO SOLO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE CLASE CONTRA CLASE SINO DESDE EL NIVEL Y LINEA DE LA GEOESTRATEGIA,...YA QUE PARECE QUE LAS CLASES EXPLOTADAS Y OPRIMIDAS SON SOLO CARNES DE CAÑÓN, FUERZAS SOCIALES A MANIPULAR, MULAS DE CARGA Y DE FUERZA DE CHOQUE AMORTIGUADOR DE LAS CLASES Y SECTORES ORGANIZADOS DOMINANTES,...O FORMADOS PARA ASUMIR LOS PODERES DE ESTADO PARA SER O CONVERTIRSE EN CLASE-FRACCIÓN DOMINANTE,...COMO TAL EXPLOTADORA Y OPRESORA,...De estos asuntos no se hablaba en ningún partido comunista a sus militantes,...se ocultaba a los jóvenes comunistas obreros,...lo digo por experiencia propia,...de estas y muchas otras cuestiones básicas me enteré porque estudié por mi cuenta,...)

En la Revolución de Octubre, los bolcheviques, quienes propugnaban el inmediato fin de la guerra, conquistaron el poder en Rusia. La victoria de Lenin reforzó el miedo de la clase media alemana a una revolución similar a la rusa. Los líderes del SPD también mostraron su incomodidad, porque los bolcheviques, decididamente un partido político de cuadros, pudieron imponerse contra la mayoría parlamentaria de socialistas moderados y la clase media. Sus esfuerzos por impedir un desarrollo similar en Alemania marcaron su actuación en la Revolución de Noviembre.
En enero de 1918 se produjeron nuevamente en todo el Imperio huelgas generales con más de un millón de participantes. Entonces entraron en acción por primera vez los cabecillas revolucionarios (Revolutionären Obleute), quienes tendrían posteriormente un papel importante. Se denominaron «consejos» (Räte), como los «sóviets» rusos. Para debilitar su influencia, Ebert se incorporó a la dirección de los huelguistas y consiguió adelantar el final de la huelga.
En marzo de 1918, el nuevo gobierno soviético de Lenin aceptó la negociación con Alemania que condujo a la Paz de Brest-Litovsk. Ésta imponía condiciones de paz más duras para Rusia que las del posterior Tratado de Versalles impondría a Alemania. El OHL pudo entonces usar parte de las tropas desocupadas del Frente Oriental en el Frente Occidental. La mayoría en Alemania creía que pronto se lograría también una victoria en el occidente.
Búsqueda del armisticio y cambio constitucional
Tras la victoria en el Frente Oriental, el OHL ordenó al comenzar el año una nueva ofensiva en el oeste, para forzar el viraje decisivo en la guerra. Pero cuando en julio se habían usado las últimas reservas, la última posibilidad alemana de victoria estaba perdida. El 8 de agosto de 1918, conocido como "viernes negro", los tanques ingleses cruzaron el Frente Occidental y el OHL se encontró con que ya no disponía de reservas para rehacer este frente; a mediados de septiembre cayó asimismo el frente de los Balcanes. El 27 de septiembre capituló Bulgaria, que estaba aliada a las Potencias Centrales. También el Imperio austrohúngaro estaba a punto de caer.
El 29 de septiembre, el OHL informó al Emperador y al Canciller del Reich Georg von Hertling, en la ciudad belga de Spa, sobre la desesperada situación militar. Ludendorff solicitó vehementemente un armisticio con la Entente porque no podía garantizar que el frente pudiera resistir más de 24 horas. Más aún, aconsejó cumplir con una de las solicitudes centrales de Wilson, que exigía la supresión de la Monarquía constitucional (a la que se culpaba del estallido de la guerra) para poder aceptar la rendición de Alemania. Toda la responsabilidad de esta inminente capitulación y sus consecuencias sería de los partidos integrantes del Reichstag. El 1 de octubre explicó a oficiales de su Estado Mayor (Stäbe): “Ahora ellos deben comerse la sopa que han venido preparando.” Este es el origen de la posterior “leyenda de la puñalada” (Dolchstosslegende).
El informe de Ludendorff impactó al gobierno imperial, así como posteriormente a los parlamentarios. Sin embargo, los partidos mayoritarios, especialmente los líderes del SPD, estaban dispuestos a asumir el gobierno a última hora. Dado que el monárquico Hertling rechazó el viraje al parlamentarismo, Guillermo II nombró el 3 de octubre al príncipe Max von Baden, considerado un liberal, como nuevo Canciller Imperial. En su gabinete también ingresó por primera vez un socialdemócrata, Philipp Scheidemann. Al día siguiente, el nuevo gobierno ofreció a los Aliados el armisticio en las condiciones que exigían.
La población del Imperio alemán conoció estos hechos el 5 de octubre. En la conmoción general sobre la derrota manifiesta, los cambios constitucionales pasaron casi inadvertidos. Estos cambios fueron formalmente aceptados en el Reichstag el 28 de octubre. De allí en adelante el Canciller y sus ministros estaban subordinados a la mayoría del Reichstag. El mando militar se transfirió del Emperador al gobierno imperial. Con esto, el Imperio alemán había pasado de una monarquía constitucional a una parlamentaria. Desde el punto de vista de la dirección del SPD, la llamada “Constitución de Octubre” colmaba los objetivos de derecho constitucional del partido. Ebert consideraba el 5 de octubre como el nacimiento de la nueva democracia alemana. Tras la abdicación de Emperador, también exigida por los aliados para aceptar la capitulación, resultaba superflua una revolución.
La tercera nota de Wilson y la destitución de Ludendorff

En las tres semanas siguientes, el presidente de los EE.UU. Wilson respondió a la petición alemana de un armisticio con tres notas diplomáticas. Como requisito para las negociaciones pidió en ellas la retirada alemana de las zonas ocupadas, el fin de la guerra submarina y, aunque formulada de manera difícil de entender, la abdicación del Emperador, para hacer irreversible el cambio político alemán.
Tras la tercera nota de Wilson del 24 de octubre, Ludendorff consideró de pronto inaceptables las condiciones de los Aliados. Ahora era partidario de reanudar la guerra, que sólo un mes antes había declarado perdida. La solicitud emitida en demanda suya reveló entonces a los oponentes toda la debilidad militar del Imperio. Las tropas alemanas se habían hecho a la idea del fin de la guerra y se impacientaban por volver a casa. Su predisposición a luchar era ya casi nula y ya se hacían más frecuentes las deserciones.
El gobierno siguió por esto la sugerencia del mismo Ludendorff y lo remplazó en su cargo de Adjunto al Jefe de Estado Mayor, Generalquartiermeister, por el general Wilhelm Groener. Ludendorff huyó con un pasaporte falso a Suecia, que era un país neutral. El 5 de noviembre los Aliados aceptaron el armisticio. Pero la tercera nota de Wilson había dejado la impresión en los mandos militares y jefes de los partidos políticos de que el Emperador debía abdicar para conseguir la paz.
La Revolución
Levantamiento marinero en Kiel
Artículo principal: Levantamiento marinero en Kiel.
En el puerto de Kiel, el Mando de la Marina alemana (Marineleitung), a cuya cabeza estaba el almirante Reinhard Scheer, planeaba enviar un último ataque contra la Royal Navy en el Canal de la Mancha. Los preparativos para hacerse a la mar causaron enseguida un motín entre los marineros, que únicamente querían evitar ser sacrificados innecesariamente en el último instante de la guerra; motín que se transformó en una revolución general que acabó en pocos días por derrocar a la monarquía.
Marineros revolucionarios desfilando por Wilhelmshaven en 1918
Manifestación en Kiel en apoyo a los marineros y obreros sublevados, iniciadores de la revolución, en noviembre de 1918
El levantamiento de los marineros comenzó en Schilling, frente a Wilhelmshaven, donde la flota alemana de alta mar había ido a anclar en espera del ataque. El 29 de octubre las tripulaciones de los buques Thüringen y Helgoland desobedecieron la orden de hacerse a la mar. Las otras tripulaciones no se adhirieron de inmediato pero los jefes navales no tenían asegurada la obediencia de las tripulaciones. La tercera escuadra, que no había tomado parte en el motín, recibió la orden de volver a Kiel con unos mil amotinados aprehendidos, que debían ser procesados en la corte marcial.
Los marineros restantes querían evitarlo, porque los amotinados también habían actuado en su interés. Una delegación solicitó su liberación pero ésta fue rechazada por el comando de marina. Al día siguiente, en la casa sindical (Gewerkschaftshaus) de Kiel, los marineros discutían por primera vez las futuras acciones junto a los trabajadores de los astilleros. Al cerrarse posteriormente la casa sindical, el 3 de noviembre se realizaron concentraciones conjuntas al aire libre. Cuando el teniente Steinhäuser ordenó disparar contra los manifestantes, causando la muerte de nueve personas, un marino respondió al fuego y mató al oficial. La manifestación se había convertido entonces en una revuelta general.
La mañana del 4 de noviembre, los marineros de la tercera escuadra eligieron un consejo de soldados presidido por el jefe de fogoneros11 Kart Artelt. Adicionalmente desarmaron a sus oficiales, ocuparon los barcos, liberaron a los presos amotinados y tomaron el control de las instalaciones públicas y militares en Kiel. Por la tarde se les unieron soldados del ejército que el comando local había hecho traer de Altona para sofocar la revuelta. De este modo Kiel estaba firmemente en manos de 40.000 marineros, soldados y trabajadores insurrectos.
La noche del 4 de noviembre, el diputado del SPD Gustav Noske llegó a Kiel. En representación del nuevo gobierno nacional y de la dirección del SPD, debía controlar la revuelta para evitar una revolución. El consejo de trabajadores y soldados de Kiel creía estar de parte del nuevo gobierno y contar con su apoyo. Por esto nombró a Noske “gobernador” esa misma noche y éste efectivamente terminó la revolución en Kiel al día siguiente. Pero mientras tanto los acontecimientos ya habían trascendido lejos de la ciudad.

La Revolución abarca todo el Kaiserreich

Luis III de Baviera.
Desde el 4 de noviembre, las delegaciones de marineros se esparcieron por todas las grandes ciudades de Alemania. Ya el 7 de noviembre, la revolución abarcaba todas las ciudades costeras, así como Hannover, Brunswick, Fráncfort del Meno y Múnich. El 9 de noviembre el trono imperial quedó vacante y en Múnich un consejo de trabajadores y soldados forzó al último rey de Baviera, Luis III, a renunciar al trono. Kurt Eisner del USPD proclamó en Baviera la república por primera vez en el Imperio. En los días siguientes abdicaron todos los príncipes gobernantes en los demás Estados alemanes, siendo el último Günther von Schwarzburg-Rudolstadt el 23 de noviembre.
Los consejos de trabajadores y soldados (Räte) estaban formados mayoritariamente por partidarios del SPD y del USPD. Su dirección era democrática, pacifista antimilitarista. Junto al poder de los Fürsten (príncipes), los consejos quitaron el poder al hasta entonces todopoderoso mando general militar. No fueron tocadas las instituciones civiles y oficiales públicas del Imperio – policía, municipios, tribunales –. Casi no hubo confiscaciones de propiedades o industrias porque se esperaban medidas de un nuevo gobierno del Reich. Para contar con ejecutivos comprometidos con la revolución y el futuro gobierno, los consejos pidieron enseguida sólo la supervisión de las instituciones que antes habían estado en manos del mando general militar.
El SPD obtuvo de este modo una verdadera plataforma de poder a nivel local. Sin embargo, mientras que los consejos creían actuar a favor del nuevo orden, los líderes del SPD vieron pronto en ellos elementos molestos para una transición de poder pacífica, que ya consideraban completada. Al igual que los partidos burgueses, exigían que se realizaran cuanto antes las elecciones para un congreso nacional que decidiera sobre la forma de Estado definitiva. Esto los puso rápidamente en contra de gran parte de los revolucionarios. Sobre todo el USPD intentaba captar las demandas de estos últimos. También propugnaba elecciones para un congreso nacional lo más tarde posible, a fin de conseguir antes de su inicio logros que reflejaran las aspiraciones de gran parte de los trabajadores.
Reacciones en Berlín

Manifestantes por las calles de Berlín durante la huelga general revolucionaria del 9 de noviembre de 1918
Friedrich Ebert estaba de acuerdo con Max von Baden en que debía evitarse una revolución social y mantenerse ante todo el orden del Estado. Él quería conquistar a los partidos burgueses, que ya habían colaborado con el SPD en el Reichstag en 1917, así como a las viejas élites aristocráticas del Imperio para reestructurar el Estado y evitar una temida radicalización de la revolución que siguiera el ejemplo de Rusia. A esto se sumó su temor a que la aún precaria situación de suministros pudiera colapsar si la administración actual fuera reemplazada por revolucionarios sin experiencia administrativa. Ebert creía que el SPD conseguiría inevitablemente la mayoría parlamentaria que les permitiese ejecutar sus planes de reforma. Por este motivo se arriesgó a actuar lo más de acuerdo posible con los viejos poderes. Para poder mostrar una victoria a sus partidarios, pero también para rescatar al mismo tiempo a la monarquía, Ebert exigió desde el 6 de noviembre la renuncia al trono del Emperador. Pero Guillermo II, quien aún seguía en el centro de operaciones del Mando Supremo (OHL) en la ciudad belga de Spa, no conocía debidamente la situación en la capital. El mismo día, después de que el Entente prometiera negociar un armisticio, tenía la esperanza de volver al Kaiserreich al frente de las tropas licenciadas del frente y ejercer después como monarca parlamentario.
Max von Baden escribió posteriormente que Ebert declaró el 7 de noviembre:
Si el emperador no abdica, la revolución social es inevitable. Pero yo no la quiero, la odio con toda el alma.
El canciller planeó viajar a Spa para convencer personalmente al Emperador de la necesidad de que abdicase. Pero no llegó a hacerlo, porque la situación en Berlín escaló rápidamente.
El 9 de noviembre de 1918: El fin de la monarquía
Edición del 9 de noviembre del periódicoVorwärts
La noche del 8 de noviembre, el USPD había convocado concentraciones en Berlín para el día 26, en las cuales anunciaría una huelga general y manifestaciones masivas para el día siguiente. Para entonces Ebert había vuelto a exigir vehementemente la abdicación del Emperador, con el fin de poder anunciar este paso en las concentraciones como una victoria del SPD. Para poder contener posibles disturbios, el gobierno de Max von Baden hizo desplegar en Berlín al 4º regimiento de tiradores de Naumburgo, que se consideraba particularmente leal.
Pero los soldados de este regimiento no estaban dispuestos a disparar a conciudadanos. Cuando sus oficiales les entregaron granadas de mano, temprano en la mañana del sábado 9 de noviembre, enviaron una delegación a la redacción del órgano del partido socialdemocrático “Vorwärts” para pedir que se clarificara la situación. Allí encontraron al diputado del Reichstag Otto Wels, quien logró convencer a los soldados que apoyaran a los líderes del SPD y su política. Después convenció a más regimientos de que obedecieran a Ebert.
De este modo, el control militar de la capital pasó a manos de los socialdemócratas. Pero Ebert temía que éste podía quedar rápidamente fuera de control si las fuerzas políticas a la izquierda del SPD conseguían arrastrar tras sí a los obreros en las manifestaciones anunciadas. Esta posibilidad se dio cuando, a instancias del USPD, varias manifestaciones con cien mil personas se dirigieron por la mañana al centro de Berlín. En sus pancartas y carteles aparecían consignas como “Unidad”, “Derecho y Libertad” y “Hermanos, no disparéis”.
Aproximadamente a esa misma hora el Emperador tuvo conocimiento del resultado de una encuesta de 39 comandantes: los soldados del frente tampoco estaban dispuestos a cumplir sus órdenes. La noche anterior incluso un regimiento de guardia había rehusado obedecer por primera vez. Telegramas de Berlín le habían pedido urgentemente que abdicara de inmediato, a fin de que su anuncio pudiera apaciguar la situación. A pesar de esto, consideró sólo renunciar al título de Emperador Alemán, pero no al de Rey de Prusia.
Finalmente, Max von Baden, sin esperar la decisión de Spa, escribió un telegrama ese mismo mediodía indicando:
Su Majestad el Emperador y Rey ha decidido abdicar al Trono. El Canciller Imperial quedará en el cargo sólo mientras duren las diligencias correspondientes a la abdicación de Su Majestad, la renuncia al Trono del Imperio Alemán y de Prusia de Su Alteza Imperial y Real y el establecimiento de una Regencia.
Proclamación de la República alemana el 10 de noviembre frente al Reichstag
. Dado que firmó su Certificado de Abdicación formal semanas más tarde, su cruce de la frontera vino a ser como una deserción. Esto le costó también la simpatía de sus militares.
A fin de conservar el control de la situación, Friedrich Ebert exigió para sí el cargo de Canciller del Reich el 9 de noviembre a mediodía. Max von Baden accedió a esta demanda, pero se excusó a pesar de la solicitud de Ebert a tomar el cargo de administrador imperial. Al considerarse Ebert en lo posterior Canciller del Imperio, creyó haber encontrado un arreglo transitorio hasta que se designara a un nuevo monarca.
La noticia de la renuncia al trono llegó demasiado tarde para causar impresión en los manifestantes. Nadie hizo caso a los llamamientos de volver a casa o a los cuarteles publicados en ediciones especiales del “Vorwärts”. Cada vez más manifestantes exigían el final de la monarquía. Karl Liebknecht, que había fundado el día anterior la Liga Espartaquista, se trasladó inmediatamente a Berlín nada más salir de la cárcel. Ahora planeaba la declaración de la república socialista. A la hora del almuerzo en el Reichstag, el representante de la presidencia del SPD, Philipp Scheidemann, se enteró de esta noticia. No quería dejar la iniciativa a los espartaquistas y decidió rápidamente salir a un balcón del edificio del Reichstag. Desde allí proclamó la república por su cuenta, contra la voluntad expresa de Ebert, ante una concentración de manifestantes, con las palabras siguientes:
El Emperador ha abdicado. Él y sus amigos han huido; el pueblo los ha vencido en todas las líneas. El príncipe Max von Baden ha cedido su cargo de canciller al diputado Ebert. Nuestro amigo formará un gobierno de los obreros, con participación de todos los partidos socialistas. No se debe molestar al nuevo gobierno en su tarea por la paz y por obtener trabajo y comida. Obreros y soldados, sed conscientes del significado histórico de este día: lo inaudito ha ocurrido. Ante nosotros está una tarea grande e imprevisible. Todo por el pueblo. Todo a través del pueblo. Nada debe suceder que deshonre al movimiento obrero. Permaneced unidos, leales y conscientes de la responsabilidad. Lo viejo y decadente, la monarquía está destruida. Viva lo nuevo. ¡Viva la República Alemana!
Pocas horas después, el Berliner Zeitung publicó que Liebknecht había proclamado en el Zoológico de Berlín, probablemente casi de manera simultánea, la República Socialista Libre Alemana (Freie Sozialistische Republik Deutschland), a la que juró nuevamente a las 4 de la tarde ante una multitud reunida en el Palacio Municipal de Berlín (Berliner Stadtschloss):
Los miembros del partido proclamamos la República Socialista Libre de Alemania; en la que no habrá más esclavos y en la que cada trabajador honrado recibirá la recompensa justa por su honesto trabajo. Las reglas del Capitalismo, que han convertido a Europa en un caos, han muerto.
Karl Liebknecht
Todavía no era claro qué objetivos perseguía con esto. Las exigencias de la liga espartaquista del 7 de octubre, de extensas reformas económicas, militares y legales —entre otras, la abolición de la pena de muerte—, no se habían dado a conocer públicamente hasta entonces.
Karl Liebknecht pronunciando un discurso en Berlín en diciembre.
Para quitar intensidad al sentimiento revolucionario y satisfacer las exigencias de los manifestantes de unidad de los partidos obreros, Ebert invitó al USPD en este momento a entrar al gobierno y expresó su disposición a aceptar a Liebknecht inclusive como ministro. Éste exigió el control de los consejos de trabajadores (Arbeiterräte) y sobre los soldados y condicionó su participación en el gobierno a esta medida. Debido al debate sobre este tema y a que el presidente del partido Hugo Haase se encontraba en Kiel, el representante del USPD no pudo decidir ese día acerca de la oferta de Ebert. Ni el previo anuncio de Max von Baden sobre la renuncia al trono imperial, ni la transmisión de la Cancillería a Ebert, ni la proclamación de la República de Scheidemann estaban constitucionalmente reconocidos. Todos eran en realidad actos de personajes que la revolución no quería, pero que consiguieron hechos duraderos. Por el contrario, esa misma noche tuvo lugar un suceso realmente revolucionario, que al final resultaría en vano.
A las 8 de la tarde, un grupo de cien cabecillas revolucionarios (Revolutionären Obleuten) de las grandes industrias de Berlín ocuparon el Reichstag y formaron un parlamento revolucionario. Eran mayormente las mismas personas que ya en enero habían participado como líderes de la huelga, desconfiaban de la dirección del SPD y habían planificado independientemente de los marineros un asalto para el 11 de noviembre, pero habían sido sorprendidos por los acontecimientos revolucionarios ocurridos en Kiel. Para despojar a Ebert de la iniciativa, decidieron convocar entonces elecciones para el día siguiente: toda empresa de Berlín y todo regimiento deberían elegir ese domingo consejos de obreros y de soldados que luego elegirían entre ambos gobiernos revolucionarios existentes de los partidos obreros. Este Consejo de los Representantes del Pueblo (Rat der Volksbeauftragten) debería efectuar las resoluciones del parlamento revolucionario y reemplazar a Ebert en el cargo de canciller del Imperio.
El 10 de noviembre: Directiva del SPD contra los cabecillas revolucionarios
La directiva del SPD se enteró la misma noche del sábado de estos planes. Dado que las elecciones y subsiguientes reuniones del consejo ya no se podían cancelar, Ebert envió esa noche y la mañana siguiente oradores a todos los regimientos de Berlín y a las empresas para que influyeran a su favor las elecciones y consintieran la participación ya planeada del USPD en el gobierno.

Philipp Scheidemann habla a la multitud desde el Reichstag el día de proclamación de la República
Estas actividades no pasaron inadvertidas a los cabecillas. Como era previsible que Ebert marcaría también el tenor del nuevo gobierno, planearon —además de elegir un nuevo gobierno— instalar una comisión ejecutiva, que debería coordinar las actividades de los consejos de soldados y trabajadores. Para esto tenían ya preparada una lista en la que el SPD no estaba representado. De esta manera esperaban poder instalar una instancia de control sobre el nuevo gobierno.
En la reunión, que tuvo lugar la tarde del 10 de noviembre en el Circo Busch (Zirkusbusch), la mayoría se inclinó a favor del SPD: casi todos los consejos de soldados y gran parte de los representantes obreros. Repitieron entonces su exigencia de “unidad de la clase obrera”, que el día anterior había sido presentada por los revolucionarios y ahora usaban la consigna para imponer la posición de Ebert. En el “Consejo de Representantes del Pueblo” formado por seis personas, el USPD envió a tres de sus representantes como habían planeado: su presidente, Haase, el diputado Wilhelm Dittmann y Emil Barth por los Cabecillas Revolucionarios. Los tres representantes del SPD eran Ebert, Scheidemann y Otto Landsberg, el diputado de Magdeburgo.
El Kaiser Guillermo II camino del exilio
La sugerencia de los cabecillas de elegir también un comité ejecutivo como órgano de control, que sorprendió a la dirección del SPD, ocasionó encendidas discusiones. Ebert consiguió finalmente que también el Consejo Ejecutivo de Consejos de Obreros y Soldados (Vollzugsrat der Arbeiter- und Soldatenräte) de 20 miembros estuviera formado paritariamente por miembros del SPD y del USPD. El Consejo General decidió convocar un Congreso Nacional de Consejos (Reichsrätekongress) en Berlín en diciembre.
Aunque Ebert se había impuesto en todas las posiciones, estaba descontento con los resultados. Veía al Parlamento de Consejos (Räteparlament) y al Consejo Ejecutivo (Vollzugsrat) como impedimentos en el camino a un orden estatal que encajara sin sobresaltos al Imperio. Toda la dirección del SPD consideraba ahora una amenaza a los Consejos y no las viejas élites de militares y la administración. Se sobreestimaba completamente su lealtad a la nueva república. A Ebert le incomodaba especialmente que ahora no pudiera dirigirlas en calidad de Canciller, sino sólo en calidad de presidente de un gobierno revolucionario. De hecho, los conservadores lo consideraban como un traidor, aunque él se había puesto a la cabeza de la revolución únicamente para frenarla.
Durante las ocho semanas de doble mando de los Consejos y el gobierno del Reich, este último era siempre dominante. Los funcionarios más elevados sólo trabajaban para Ebert, aunque Haase era formalmente presidente con la misma autoridad en el Consejo. El golpe de poder lo dio una conversación telefónica de Ebert con el general Wilhelm Groener, el nuevo Primer Comandante General en la ciudad belga de Spa. Éste le aseguró a Ebert el apoyo del ejército y pidió a cambio la promesa de Ebert de restablecer los rangos del ejército y oponerse a los consejos.
Tras el pacto secreto Ebert-Groener se manifestaba la preocupación de la directiva del SPD de que la revolución podía desembocar en una república de consejos (Räterepublik) como en Rusia. Sin embargo, la expectativa de poder conquistar así a los cuerpos de oficiales imperiales no se haría realidad. Simultáneamente, la actitud de Ebert con los trabajadores y soldados revolucionarios y sus representantes se hizo cada vez más incomprensible. Por esto el SPD fue perdiendo la confianza de sus partidarios, sin ir ganando simpatía de los enemigos de la revolución.
En la turbulencia de esos días casi pasó inadvertido que el gobierno de Ebert había aceptado por la mañana, tras una nueva demanda del OHL, las duras condiciones de la Entente para un armisticio. El 11 de noviembre Matthias Erzberger, diputado centrista, firmó en Compiègne, en representación de Berlín, el acuerdo de cese al fuego. Con esto terminaron las hostilidades de laPrimera Guerra Mundial.
El acuerdo Stinnes-Legien
Friedrich Ebert, presidente de la nueva república y dirigente del SPD, reprimió de forma sangrienta la revolución.
Al igual que en lo relativo a la organización del Estado, los revolucionarios tenían también ideas dispares sobre el futuro orden de la economía. Tanto en el SPD como en el USPD era muy difundida la exigencia de poner por lo menos la industria pesada, de importancia en la guerra, bajo control democrático. El ala izquierdista de ambos partidos y los cabecillas revolucionarios querían ir más allá y establecer una democracia directa en el campo de la producción. Los delegados allí electos deberían controlar también el poder político. Impedir esta democracia de consejos no sólo era del interés del SPD, sino también de los sindicatos, que amenazaban hacerse superfluos con los consejos.
Por esto, paralelamente a los acontecimientos revolucionarios, los líderes de los sindicatos alemanes encabezados por Carl Legien se reunieron con representantes de las grandes industrias encabezadas por Hugo Stinnes y Carl Friedrich von Siemens del 9 al 12 de noviembre en Berlín. El 15 de noviembre firmaron un “Acuerdo de Comunidades de Trabajo” (Arbeitsgemeinschaftsabkommen) con ventajas para ambos sectores: los representantes sindicales aseguraban garantizar una producción ordenada, terminar las huelgas salvajes, hacer retroceder a la influencia de los consejos e impedir la socialización de la propiedad productiva. Los empresarios garantizaban a cambio la introducción del día laboral de ocho horas, que los trabajadores habían pedido inútilmente ya hace años. Aseguraron a los sindicatos el título de interlocutores únicos (Alleinvertretungsanspruch) y permanente reconocimiento sobre los consejos. Ambos sectores formaron una “Comisión Central para el Mantenimiento del Orden en la Economía” (Zentralausschuss zur Aufrechterhaltung der Wirtschaft). Una “Comisión de Arbitraje” debería mediar en futuros conflictos. Comisiones de todas las industrias con más de cincuenta trabajadores deberían supervisar en adelante la observancia de los acuerdos salariales junto con la dirección de las empresas.
Los sindicatos habían socavado así todos los intentos de socialización de los medios de producción y habían hecho a los consejos superfluos de inicio.ió. A los representantes del SPD y del USPD sólo se les asignaban funcionarios del Imperio. Estos conservaron asimismo todos sus cargos y continuaron con su trabajo como si nada hubiera sucedido.
El Consejo de Representantes del Pueblo presentó el 12 de noviembre su programa de gobierno. Este levantaba el estado de sitio y la censura, abolía la ordenanza de servidumbre (Gesindeordnung) y establecía el derecho al voto desde los veinte años de edad, por primera vez también para las mujeres. Todos los prisioneros políticos recibieron amnistía. Se promulgaron las libertades de asociación, reunión y de prensa. Partiendo del Acuerdo de Comunidades de Trabajo (Arbeitsgemeinschaftabkommen) se estipuló la jornada laboral de ocho horas, ayuda a los desempleados y se amplió el seguro social y de accidentes.
Tropas alemanas prodecentes del frente son recibidas por la multitud en diciembre de 1918
Bajo presión de los representantes del USPD, el consejo de los representantes del pueblo nombró el 21 de noviembre una "Comisión de Socialización". En ella estaban entre otros Karl Kautsky, Rudolf Hilferding y Otto Hue, quienes debían verificar qué industrias eran "socializables" y debían preparar la estatalización de la industria de acero y del carbón. Esta comisión se reunió hasta el 7 de abril de 1919 sin ningún resultado concreto. Solamente en la minería de carbón y potasa, así como en la industria del acero, se formaron "Cuerpos de autoadministración" (Selbstverwaltungskörperschaften), de los cuales proceden los actuales “Consejos empresariales” (Betriebsräte). Pero estos tampoco intentaron una confiscación socialista.
El coronel Grautoff, jefe de las fuerzas de seguridad compareciendo ante el nuevo parlamento republicano
La dirección del SPD prefirió colaborar con la antigua administración en vez de con los nuevos consejos de trabajadores y soldados, puesto que no confiaba que estos lograran un avituallamiento ordenado de la población. Esto llevó a constantes conflictos con el comité ejecutivo desde mediados de noviembre. Éste cambiaba su posición en carrera a menudo según los intereses de quién representaba de momento. Por esto, Ebert le fue quitando cada vez más competencias con el objetivo de acabar definitivamente con el “gobierno de ir y venir de los consejos en Alemania”. De cualquier manera, él y la dirección del SPD sobreestimaban en mucho no solamente el poder del movimiento de consejos (Rätebewegung), sino también el de la Liga Espartaquista. Esta era considerada erróneamente como la que controlaba este movimiento en todo el Reich.
Aun así, los consejos de obreros y soldados disolvieron la administración municipal en Leipzig, Hamburgo, Bremen, Chemnitz y Gotha, entre otras poblaciones, y las pusieron bajo su control. En Brunswick, Düsseldorf, Mülheim an der Ruhr y Zwickau también se apresó a todos los funcionarios leales al Emperador. En Hamburgo y Bremen se formaron "Guardias Rojas", que debían proteger la revolución. En las industrias de Leuna cerca de Merseburg, los consejos destituyeron a la dirección de la corporación. Pero a menudo los nuevos consejos eran dirigidos espontánea y arbitrariamente y no contaban con experiencia directiva. En la escasez general, muchos actuaban con avaricia y egoísmo. En cambio, una gran mayoría de los consejos eran moderados; se habían puesto de acuerdo inmediatamente con la vieja administración y conjuntamente se ocuparon de restaurar la tranquilidad en las ciudades e industrias. Se hicieron cargo del reparto de alimentos, el poder policial y el cuidado y atención de los soldados del frente que regresaban al hogar poco a poco.
La administración y los consejos eran mutuamente dependientes: los unos tenían el conocimiento y la experiencia, los otros la influencia para ponerlos en práctica. Especialmente se había elegido a miembros del SPD en los consejos, que se consideraban ahora solamente como solución transitoria. Con todo, no se traía a discusión la república de consejos en la Alemania de 1918-1919. Se quería apoyar al gobierno que llegó al poder con la revolución y se esperaba que éste eliminara el militarismo y el Estado autoritario. El cansancio de la guerra y las privaciones hicieron mayor el autoengaño respecto a lo que se había conseguido.
Congreso de los consejos del Reich
Como había decidido el Comité Ejecutivo, los Consejos de Obreros y Soldados de todo el Imperio enviaron diputados a Berlín, quienes debían reunirse el 16 de diciembre en el Circo Busch en el “Primer Congreso General de Consejos de Obreros y Soldados”. Para evitar esto, Ebert y Groener planearon recuperar el control de la capital el 15 de diciembre con ayuda de las tropas enviadas del frente. Uno de los regimientos empleados para este fin actuó demasiado temprano el 6 de diciembre. En el intento de apresar al Comité Ejecutivo, la tropa disparó a una manifestación sin armas de “Guardias Rojos”, los Consejos de Soldados más afines a los espartaquistas, y mataron a dieciséis personas.
Rosa Luxemburg, fue asesinada tras el fracaso del levantamiento espartaquista en Berlín.
Ya aquí se hizo visible la violencia potencial y el peligro de golpe de Estado de la derecha. Por esta experiencia, Rosa Luxemburg exigió el 12 de diciembre en Banderas Rojas, el periódico espartaquista, el desarme pacífico por los obreros de Berlín de las unidades militares que retornaban del frente, la subordinación de los Consejos de Soldados al Parlamento Revolucionario y la re-educación de los soldados.
El 10 de diciembre Ebert recibió a diez de las divisiones que regresaban del frente, con la esperanza de poder emplearlas en contra de los consejos. Sin embargo, se hizo claro que tampoco estas tropas tenían voluntad de seguir luchando. La guerra había terminado, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina y la mayor parte de los soldados solamente querían regresar a sus casas. Así que poco después de su repliegue a Berlín se dispersaron. El planeado golpe contra el Congreso de consejos del Imperio no tuvo lugar.
Tampoco hubiera hecho falta, porque el congreso que comenzó a reunirse el 16 de diciembre en la Casa de Representantes de Prusia, estaba también compuesto mayoritariamente de partidarios del SPD. Karl Liebknecht no logró una resolución ni siquiera en una ocasión. No se permitió ejercer ninguna influencia a su Liga Espartaquista. El 19 de diciembre, los consejos votaron por 344 votos contra 98 en contra de la creación de un sistema de consejos como base de una nueva constitución. Más aún, apoyaron la resolución del gobierno de convocar lo más pronto posible a elecciones para una Asamblea Constituyente que decidiría sobre la forma definitiva del Estado. El único punto en disputa entre Ebert y el congreso estaba en la cuestión del control del ejército.
El congreso pidió entre otras cosas participación del consejo central, que éste elegía, en el Mando de las fuerzas, libre elección de oficiales y autoridad disciplinaria para los consejos de soldados. Pero esto iba en contra del acuerdo secreto entre Ebert y Groener. Ambos arriesgaron todo para revertir la decisión. El Mando Supremo militar, que entretanto se había trasladado a Kassel, comenzó el despliegue de sus leales Freikorps, que planeaban usar contra la supuesta amenaza bolchevique. Estas tropas, a diferencia de los soldados revolucionarios de noviembre, eran oficiales y hombres afines a la monarquía que no deseaban el retorno a la vida civil.
La crisis de Navidad
Después del 9 de noviembre, el gobierno había ordenado para su protección que la recién formada División de Marina del Pueblo (Volksmarinedivision) viniera de Kiel a Berlín y se estacionara en el palacio berlinés Stadtschloss. Esta división era considerada absolutamente leal y rehusó por esto tomar parte en el intento de Putsch del 6 de diciembre. Los marinos depusieron incluso a su comandante, porque lo creyeron involucrado en el asunto. Pero precisamente esta lealtad trajo a la tropa la reputación de estar a las órdenes de los espartaquistas. Ebert solicitó su disolución y su retirada del palacio, y Otto Wels, comandante de la ciudad de Berlín desde el 9 de noviembre, rehusó desembolsar a los marinos un pago pendiente.
Soldados amotinados en Berlín durante lacrisis de Navidad de 1918
El problema creció el 23 de diciembre. Después de que se les hubiera hecho esperar todo el día, los marinos tomaron la cancillería del Reich, cortaron las líneas de teléfono, pusieron al Consejo de los Representantes del Pueblo bajo arresto y apresaron a Otto Wels. Pero a diferencia de lo que se hubiera esperado de revolucionarios espartaquistas, no utilizaron la situación para terminar con el gobierno de Ebert, sino que entonces sólo exigieron su salario. Pero Ebert, quien se mantenía en contacto por una línea telefónica secreta con el Mando Supremo en Kassel, y aun cuando Wels había sido puesto en libertad mientras tanto, el 24 de diciembre por la mañana dio la orden de atacar el palacio con tropas leales al gobierno. Los marinos resistieron exitosamente este ataque al mando de su comandante Heinrich Dorrenbach. En el enfrentamiento perdieron la vida treinta soldados y civiles. Las tropas del gobierno debieron evacuar el centro de la ciudad. Estas tropas fueron disueltas entonces o se integraron a los recién creados Freikorps. Para conservar las apariencias, tomaron temporalmente la redacción del periódico Banderas Rojas. Pero el poder militar en Berlín estaba nuevamente en manos de la Volksmarinedivision, y ésta nuevamente no lo aprovechó.
Esto muestra, por una parte, que los marineros no eran espartaquistas y que, por otra parte, nadie dirigía la revolución. Aun cuando Liebknecht hubiera sido un líder revolucionario como Lenin, como la leyenda hizo de él posteriormente, los marinos y el consejo no lo habrían aceptado como tal. La crisis de Navidad, que los espartaquistas denominaron la “Navidad sangrienta de Ebert”, tuvo como única consecuencia que los cabecillas revolucionarios (Revolutionäre Obleute) convocaran a una manifestación el primer día de Navidad y que el USPD abandonara el gobierno en protesta el 29 de diciembre. Esto le convenía al presidente del SPD, que incorporó a los independientes (USPD) solamente bajo la presión de los acontecimientos revolucionarios. En pocos días, la derrota militar del gobierno de Ebert se convirtió en una victoria política.
La fundación del KPD y el Levantamiento de Enero
Artículo principal: Levantamiento Espartaquista.
Fuerzas contrarrevolucionarias entrando en Berlín bajo las órdenes del coronel Wilhelm Reinhard en enero de 1919
Combates callejeros entre tropas gubernamentales y revolucionarios
Militares sobre la Puerta de Brandenburgo durante el levantamiento
Barricada con soldados revolucionarios en Berlín en enero de 1919
Alzados espartaquistas en una calle berlinesa
Con la experiencia con el SPD y el USPD, los espartaquistas empezaron a hacerse a la idea de la necesidad de fundar un nuevo partido. Por esto y para abrazar la insatisfacción de muchos obreros con el curso de la revolución hasta entonces, junto con grupos como los Comunistas Internacionales de Alemania (IKD), fundaron el KPD (Partido Comunista de Alemania). En realidad, la iniciativa para formar el KPD partía del IKD, aunque la mayoría de los delegados en el congreso de fundación no pertenecía ni a ellos ni a los espartaquistas. Representaban a grupos locales formados espontáneamente durante y después de la guerra. La mayor parte eran obreros jóvenes que entraban en la política revolucionaria sin una experiencia previa.
Rosa Luxemburg redactó su programa de fundación y lo presentó el 31 de diciembre de 1918. Este programa fue aceptado por la mayoría y la dirección del partido se forma casi en exclusividad por espartaquistas. En él decía firmemente que una toma del poder de los comunistas nunca podría suceder sin una clara voluntad de la mayoría del pueblo. Sin embargo, la mayoría del congreso se opuso violentamente en cuestiones tácticas inmediatas, como la participación en la Asamblea Constituyente y en el "parlamentarismo revolucionario".
El 1 de enero de 1919 exigió nuevamente la participación del KPD en las elecciones parlamentarias planeadas, pero su moción fracasó en una votación. La mayoría del partido era antiparlamentaria y tenía aún la esperanza de poder tomar el poder mediante la continua agitación en las industrias y la presión de las calles. Los cabecillas revolucionarios decidieron permanecer en el USPD tras negociaciones con los espartaquistas.
La derrota decisiva de los revolucionarios de noviembre ocurrió en los primeros días de 1919. Como en noviembre, se formó casi espontáneamente una segunda ola de la revolución, que esta vez fue sofocada violentamente. La chispa que inició esta nueva ola fue la destitución el 4 de enero del miembro del USPD Emil Eichhorn del cargo de presidente de la policía por parte del gobierno, porque él se había opuesto a actuar contra obreros manifestantes durante la Crisis de Navidad.
Lo que se había planeado como una manifestación se convirtió en una movilización masiva, con la que ni los mismos organizadores habían contado. Al igual que el 9 de noviembre de 1918, el domingo 5 de enero de 1919 cientos de miles de personas se dirigieron al centro de Berlín, muchas de ellas armadas. Por la tarde se habían tomado las estaciones de trenes de Berlín y el barrio de la prensa, así como el periódico Vorwärts. Algunos de los periódicos implicados habían pedido en los días previos no solamente el despliegue de más Freikorps, sino que también habían llamado a matar a los espartaquistas.
Los manifestantes eran en general los mismos que dos meses antes. Exigían ahora lo que ya entonces habían esperado. En esto, los espartaquistas no estaban de ninguna manera como líderes: las exigencias venían de los obreros mismos y eran apoyadas por diversos grupos a la izquierda del SPD. También el ahora llamado “levantamiento espartaquista” surgió sólo en parte de los miembros del KPD. Estos eran incluso la minoría.
Los iniciadores reunidos en la Jefatura de la Policía eligieron un “Comité Revolucionario Provisional” (Provisorischen Revolutionsausschuss) de 53 miembros, pero que con su poder no consiguió iniciar nada ni supo dar al levantamiento una dirección clara. Liebknecht exigió el derrocamiento del gobierno y la mayoría del comité se le adhirió, propagando la lucha armada. Rosa Luxemburg consideraba, como la mayoría de la dirección del KPD, que un levantamiento en ese momento era una catástrofe y se expresó claramente en contra.
El Comité Revolucionario convocó a nuevas manifestaciones masivas para el 6 de enero. Aún más hombres se hicieron eco del llamamiento. Nuevamente llevaron consigo pancartas con la frase “¡Hermanos, no disparen!” y permanecieron a la espera en una concentración. Parte de los cabecillas revolucionarios comenzaron a armarse y a llamar al derrocamiento del gobierno de Ebert. Pero los intentos de los activistas del KPD de volcar las tropas a su favor continuaron sin tener éxito. Aún más, la División de Marina del Pueblo no estaba dispuesta a apoyar a los insurrectos. Se declaró neutral. Los demás regimientos estacionados en Berlín se manifestaron en su mayoría a favor del gobierno.
Mientras más tropas retornaban a Berlín a petición de Ebert, él aceptó la propuesta del USPD de mediar entre él y el Comité Revolucionario. El Comité rompió las negociaciones el 8 de enero después de que se tuviera noticia de los movimientos de tropas y la publicación de un boletín del SPD con el título “La hora de la verdad se acerca” ("Die Stunde der Abrechnung naht"). Ebert aprovechó la ocasión para utilizar las tropas estacionadas en Berlín contra los ocupantes. Desde el 9 de enero las tropas sofocaron violentamente el improvisado intento de levantamiento. El 12 de enero regresaron a la ciudad los antirrepublicanos Freikorps, que habían estado destacados desde principios de diciembre. El comandante de estas tropas, Gustav Noske, había aceptado el mando con las palabras:
Por mi parte, alguien debe convertirse en el sabueso. Yo no rehúyo la responsabilidad.
Después de que los Freikorps evacuaran brutalmente varios edificios y hubieran fusilado según la ley marcial a los ocupantes, los demás se rindieron rápidamente. Parte de ellos fueron también fusilados del mismo modo. En estas acciones perdieron la vida cientos de personas solamente en Berlín.
El asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg
Entierro de 32 féretros con víctimas del alzamiento en Berlín el 25 de enero de 1919. En el centro se encuentran los dos ataúdes de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, este último vacío al no haber sido hallado su cadáver.
Los supuestos instigadores del levantamiento de enero tuvieron que esconderse, pero rehusaron salir de Berlín, a pesar de urgentes pedidos de sus camaradas. La noche del 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht fueron descubiertos en una vivienda en Wilmersdorf. Fueron apresados y entregados al más grande de los Freikorps, la fuertemente armada "División de tiradores de Guardia-Caballería". Su líder, el capitán Waldemar Pabst, permitió que los interrogaran y maltrataran gravemente. Esa misma noche, ambos prisioneros fueron golpeados a culatazos hasta que perdieron el conocimiento y luego asesinados disparándoles cuando dormían. El cadáver de Rosa Luxemburg fue tirado al Landwehrkanal de Berlín, donde se lo encontró el 1 de junio. Los autores permanecieron en gran parte sin condena. Algunos fueron posteriormente indemnizados por el apresamiento y persecución por los nacional-socialistas. La caballería de guardia se unió posteriormente al SA. Pabst declaró en los años 1960 que antes del asesinato había conversado por teléfono con Noske en la cancillería del Reich, y que éste había dado su consentimiento. Ebert también habría estado allí presente. Notas de un diario encontrado en 1970 en la herencia de Pabst confirman esto. Independientemente de las declaraciones de los asesinos, nunca se pudo demostrar un consentimiento de Ebert y Noske, más aún cuando ni el Parlamento ni la Justicia comenzaron una investigación.
Con los asesinatos del 15 de enero se sembró la irreconciliable rivalidad entre el SPD y el KPD. Esta tuvo, entre otras, la fatal consecuencia de que ambos partidos nunca pudieron acordar negociar conjuntamente contra el NSDAP, que se hizo más fuerte desde 1930.
Otros levantamientos a consecuencia de la revolución
También en otras zonas de Alemania, por ejemplo en la cuenca del Ruhr y en Sajonia, hubo levantamientos armados en los primeros meses de 1919. En algunas regiones se declararon temporalmente Repúblicas de Consejos (Räterepubliken). La que más tiempo se mantuvo fue la República de Consejos de Múnich (también llamada República Soviética de Baviera), que fue terminada violentamente recién el 2 de mayo de 1919 por tropas prusianas y de Würtemberg y por los Freikorps.
Nunca hubo un peligro real de que en Alemania se hubiera podido establecer un gobierno bolchevique siguiendo el ejemplo soviético ruso. La alianza entre el gobierno de Ebert y el Mando del Ejército y sus brutales acciones durante distintos levantamientos había enajenado, sin embargo, a muchos demócratas de izquierda del SPD: Muchos de ellos consideraban la actitud de Ebert, Noske y otros líderes del SPD durante la revolución como una traición a sus propios partidarios.21
Congreso nacional y la nueva constitución del Reich
En la imagen, recorriendo Berlín, puede verse a tropas favorables al gobierno Kapp que utilizan la cruz de hierro en sus cascos, la antigua bandera imperial y una esvástica en el camión.
El Golpe de Estado de Kapp (en alemán, Kapp-Putsch) fue un intento de golpe de estado por parte de la derecha contra el gobierno socialdemócrata en marzo de 1920. La fuerza del Partido Comunista y la resistencia sindical lo hicieron fracasar. El 19 de enero de 1919 tuvieron lugar las elecciones para un Congreso Nacional Constituyente. Junto al SPD y el USPD se presentaron el partido católico Centrista y varios partidos burgueses, que se habían formado desde noviembre: el liberal de izquierda Partido Democrático de Alemania (DDP), el nacionalista liberal Partido Popular Alemán (DVP) y el conservador nacionalista Partido Popular Nacional Alemán (DNVP). El KPD no participó en las elecciones, en contra de la sugerencia de Rosa Luxemburg.
El SPD fue el partido más votado con el 37.4% de los votos y designó 164 de 423 diputados. El USPD consiguió sólo 7.6% de los votos y 22 diputados. El USPD se hizo más importante temporalmente después del golpe de Kapp, pero se disolvió en 1922. El Partido Centrista (Zentrumspartei) fue el segundo partido más votado en el congreso nacional, con 91 diputados. El DDP logró 75, el DVP 19 y el DNVP 44 escaños. El SPD formó una coalición de gobierno con el partido del Centro y el DDP.
Para evitar posteriores disturbios revolucionarios en Berlín, el Congreso se reunió el 6 de febrero en Weimar. Allí eligieron, el 11 de febrero, a Friedrich Ebert como presidente interino del Reich, y el 13 de febrero eligieron a Philipp Scheidemann como Primer Ministro (Ministerpräsident) de la recién formada coalición. El 21 de agosto Ebert fue finalmente investido constitucionalmente como presidente del Reich.
Territorios de la efímeraRepública Soviética de Baviera
La nueva constitución de Weimar, que convertía al Reich alemán en una república democrática, fue aprobada el 11 de agosto de 1919 con votos del SPD, Zentrum y DDP. Estaba en la tradición liberal y democrática del siglo XIX y tomaba textualmente, como la actual constitución alemana (Grundgesetz), muchos pasajes de la constitución de la Paulskirche del año 1849. Sin embargo, debido a la distribución de mayorías en el congreso nacional, las exigencias centrales de los revolucionarios de noviembre quedaron insatisfechas: la socialización de la industria del hierro y del carbón y la democratización de los cuerpos de oficiales (Offizierkorps), que incluso el consejo de soldados y obreros de Kiel había exigido y que el Congreso de Consejos del Reich había iniciado. Tampoco se incluyó la expropiación de los grandes bancos, la industria pesada y los latifundios de los nobles. Los cargos y las pensiones de los funcionarios imperiales y soldados fueron explícitamente protegidos.
Por una parte, la Constitución de Weimar contenía más posibilidades de democracia directa que la Grundgesetz, por ejemplo la petición de referéndum (Volksbegehren) y el referéndum (Volksentscheid). Por otra, el artículo 48 de poderes de emergencia daba al presidente del Reich amplios poderes para gobernar, aun contra la mayoría en el Reichstag y, en caso de necesidad, el uso del ejército en el interior. Este artículo resultó ser un medio decisivo para destruir la democracia en 1932-1933.
Clasificación histórica
La Revolución de Noviembre es uno de los acontecimientos más importantes de la historia alemana reciente, aunque esté poco arraigada en la memoria histórica de los alemanes. El fracaso de la República de Weimar concebida de ella y la subsiguiente época del nacionalsocialismo han desviado la vista de los acontecimientos de finales de 1918 e inicios de 1919 por mucho tiempo. Su interpretación se determina hoy más por leyendas que por hechos.
Tanto la extrema derecha como la izquierda extrema alimentan ideas opuestas, indicando señales opuestas, con la idea que hubo entonces de una insurrección comunista con el fin de transformar a Alemania en una república de consejos, siguiendo el ejemplo soviético. También los partidos democráticos de centro, especialmente el SPD, tuvieron por mucho tiempo poco interés en juzgar detenidamente los acontecimientos que convirtieron a Alemania en una república. Porque una observación detenida muestra una revolución realizada por socialdemócratas que fue detenida por los líderes del partido socialdemócrata, lo que se califica como la "revolución traicionada" (verratene Revolution). El hecho de que la república de Weimar resultara ser una democracia débil y que durara sólo 14 años hasta su final también tiene que ver con estos y otros "defectos de nacimiento" de la Revolución de Noviembre.
Un hecho de gran importancia es que el gobierno imperial y el Mando Supremo del Ejército se deslindaran de la responsabilidad muy pronto y endilgaran la derrota en la Primera Guerra Mundial a los partidos mayoritarios del Reichstag. Cuánto cálculo hizo falta para que sucediera esto se puede apreciar en una cita de la autobiografía de Groener, seguidor de Ludendorff:
A mí me convenía que en estas lamentables negociaciones, de las que no se puede esperar nada bueno, el ejército y el mando general permanecieran lo más tranquilos posible.
De tal modo se creó la "Leyenda de la puñalada" (Dolchstosslegende), según la cual los revolucionarios atacaron por la espalda a un ejército no vencido en el campo de batalla y sólo así tornaron una victoria casi segura en una derrota. Erich Ludendorff desempeñó un rol importante en divulgar esta falsificación de la historia, queriendo con ello ocultar su propio fracaso. Los círculos nacionalistas y populistas fueron un terreno fértil para esta leyenda. Los revolucionarios, e inclusive políticos como Ebert, quien no quiso que la revolución ocurriese en absoluto e hizo lo posible por canalizarla y detenerla, fueron rápidamente difamados en estos círculos como "criminales de noviembre" (Novemberverbrecher). Ni siquiera los asesinatos políticos, por ejemplo el de Matthias Erzberger, atemorizaban a la derecha radical, y es conocido que Hitler y Ludendorff realizaron su intento de golpe de Estado de 1923 también un 9 de noviembre.
La república tuvo desde su nacimiento el estigma de la responsabilidad de la derrota en la guerra. Gran parte de la ciudadanía, las viejas élites del ejército, la justicia y la administración nunca aceptaron la nueva forma del Estado, sino que veían en la república democrática una estructura que debía suprimirse a la primera oportunidad. Por el contrario, en la izquierda, el comportamiento de la dirección del SPD durante la revolución llevó a muchos de sus antiguos partidarios hacia los comunistas. La frenada revolución de noviembre condujo a que la república de Weimar permaneciera como una "democracia sin demócratas".
La revolución según los testigos contemporáneos
Ya los contemporáneos juzgaron la revolución de noviembre de la manera más diversa, cada quien según su inclinación política. Esto lo dejan claro tres declaraciones de testigos que aparecieron el mismo 10 de noviembre, poco después, así como una observación retrospectiva diez años después.
Sin entusiasmo y con algo de alivio, el teólogo evangélico y filósofo Ernst Troeltsch escribió cómo el grueso de los berlineses se fueron dando cuenta de lo que sucedía el 10 de noviembre:
El domingo por la mañana, después de una noche de ansiedad, la imagen se aclaró con los periódicos de la mañana: el Káiser en Holanda, la revolución triunfante en la mayoría de los centros, los príncipes de los Bünde abdicando. ¡Nadie murió por el Káiser y el Reich! ¡La futura obligación asegurada y ningún asalto a los bancos!... Las vías de tranvía y las del metro continuaban como si nada, indicando que los medios esenciales estaban en orden. En todas las caras estaba escrito: Los salarios se van a pagar nuevamente.25
Un artículo del publicista liberal Theodor Wolf, que apareció el mismo 10 de noviembre en el Berliner Tageblatt, daba por el contrario ilusiones optimistas sobre el éxito de la revolución, como lo hubiera querido la dirección del SPD:
La más grande de todas las revoluciones ha derrocado al régimen imperial, con todo lo que incluía, como un viento tormentoso repentino.
Se la puede llamar la más grande de todas las revoluciones, porque nunca una (…) Bastilla construida tan fuerte ha sido tomada así en un intento.
Hace sólo una semana había un aparato militar y civil que (…) estaba tan arraigado, que parecía haber asegurado su duración hasta el fin de los tiempos. (…)
Ayer temprano, por lo menos en Berlín, todo ello estaba en su sitio.
Por la tarde no existía nada más.
La extrema derecha, por el contrario, interpretó los acontecimientos de manera totalmente opuesta. Por ignorancia o en un completamente equivocado juicio de la actuación de Ludendorff, el periodista Paul Baecker escribió en el periódico conservador Deutsche Tageszeitung el 10 de noviembre un artículo que ya contenía elementos esenciales de la leyenda de la puñalada:
¡La obra que nuestros padres obtuvieron al precio de su sangre, borrada a traición desde las filas de su propio pueblo! ¡Alemania, que aún ayer estaba invicta, abandonada a sus enemigos por hombres que llevan nombre alemán, por alta traición desde las propias filas que han caído en culpa y deshonra! Los socialistas alemanes sabían que la paz se estaba consiguiendo y que sólo hacía falta mostrar al enemigo un frente cerrado y fijo por unas semanas, tal vez sólo días, para arrancarles condiciones tolerables. En vez de esto han izado la bandera blanca. Esta es una culpa que nunca se puede perdonar y nunca se olvidará. Es una traición no sólo a la monarquía y a las fuerzas armadas, sino al mismo pueblo alemán, que tendrá que cargar con sus consecuencias de la derrota y de la miseria por siglos.
En un artículo por el décimo aniversario de la Revolución, el publicista de izquierda Kurt Tucholsky observó que ni Wolf ni Baecker tuvieron razón. Pero también acusó a Ebert y a Noske de traición, ya no a la monarquía, sino a la Revolución. Aun cuando él quiso ver en ella sólo un “derrocamiento” (Umsturz), Tucholsky analizó el curso real de los acontecimientos más claramente que la mayoría de sus contemporáneos. En 1928 escribió en Novemberumsturz:
La revolución alemana del año 1918 tuvo lugar en salones.
Eso que entonces ocurrió, no ha sido ninguna revolución: no hubo una preparación espiritual; ningún líder se puso en pie dispuesto en la oscuridad; no existieron objetivos revolucionarios. La madre de esta revolución fue el ansia de los soldados de ir a casa para Navidad. Y en cansancio, repulsa y cansancio.
Las posibilidades que aun así estaban dadas en las calles, han sido traicionadas por Ebert y los suyos. Fritz Ebert, a quien no por llamarlo Friedrich se le eleva a una personalidad, estuvo en contra del establecimiento de una república mientras no se daba cuenta de que allí estaba disponible un cargo de Presidente; el compañero Scheidemann y
 tutti quantifueron consejos de gobierno paralíticos.
En cuanto apuntamos a esta traición a la propia clase, se nos asegura ininterrumpidamente que Ebert no ha robado ningún tesoro. Si se es tan incapaz, hay que ser honestos, ¡eso hubiera sido mejor!
Tampoco es correcto que entonces no hubo nada que hacer. El SPD no lo quiso, porque no tuvo ganas, no tuvo carácter, no tuvo más tradición. Quien tuvo que consentir créditos de guerra a lo largo de cuatro años, ya no puede tener más de eso disponible.
Las siguientes posibilidades fueron entonces ignoradas:
Desmantelamiento de los Estados federados (Bundesstaaten);
repartición de la tierra de las grandes propiedades;
socialización revolucionaria de la industria;
reforma del personal de la administración y de la justicia.
Una constitución republicana que en cada frase cancela la siguiente, una revolución que nombra los bien habidos derechos de los funcionarios del antiguo régimen merece ser ridiculizada.
La revolución alemana está todavía en pie. Preparémosla contra todos aquellos partidos que tienen un interés económico o ideológico en impedirla. Los más peligrosos entre éstos son aquellos que fingen y que bajo viejas banderas venden mercancías nuevas, pero defectuosas: envejecidas, cobardes, falsas y moralmente corruptas.
Las leyes no caen del cielo. Solamente cuando los alemanes tengan ideas revolucionarias sobre la ley, sobre la determinación y sobre la propia importancia, vamos a vivir un 9 de noviembre que no deje ningún Noske, ningún Ludendorff y ningún Otto Wels. ¡Abajo con los cadáveres vivientes! ¡Viva la Revolución! ]].

       QUEREMOS EXPONER UNA POSICIÓN ANARQUISTA SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO EN LA URSS. AUNQUE OBSERVO QUE HAY QUE TRABAJAR LA INVESTIGACIÓN EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES, EN LA GEOESTRATEGIA DURANTE LA EXISTENCIA DE LA URSS; QUE CONCUERDA MÁS CON LAS NUEVAS VALORACIONES POLÍTICAS DESARROLLADAS EN ESTE BLOG, POR POR MI PARTE,...DENTRO DE LA LÍNEA DE LO GENERAL A LO PARTICULAR, DE LA LINEA DE LA PERSPECTIVA HISTÓRICA Y DENTRO O EN EL CONTEXTO DE LA REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD Y EL COMUNISMO TOTAL E INTEGRAL,...: El debate, el rebatir, el confrontar es correcto, muy necesario,...debemos aprender haciendo y desarrollando estas tareas. Las tareas de la humanidad son muy amplios  muy grandes y pesadas,...por ello hay que unir todo lo posible a las fuerzas que se llaman proletarias revolucionarias,...por ello hay que entrar en los detalles máximos posibles,...hay que abarcar todo lo posible, tenemos que descarnarnos en el estudio, preparación,...por ello es necesario esta dialéctica intelectual,..digo proletaria en el sentido del contenido ideológico,...pero la liberación es social, es global,...es para toda la humanidad, no solamente para el proletariado,...es condición de esta liberación proletaria el proyecto político e ideológica de la liberación social total,...

Algunos revolucionarios anarquistas y sus teorías, escritos, practicas:

[[ Víctor Serge

Víctor Lvóvich Kibálchich (Ви́ктор Льво́вич Киба́льчич) (Bruselas, 1890-México DF , 1947), conocido como Víctor Serge, fue un anarquista, revolucionario, fecundo escritor y activo participante del proceso revolucionario ruso a partir de su llegada a Petrogrado, en febrero de 1919, trabajando en el recién fundado Comintern como periodista, editor y traductor. Crítico abierto del estalinismo, fue obligado a abandonar la Unión Soviética huyendo de la represión y, como tantos otros revolucionarios, falleció en el exilio mexicano.

Primeros años y vida política
Nació en Bruselas, en el seno de una familia ruso-polaca de naródniks. El padre, Lev Kibálchich, oficial de la Guardia Imperial, fue miembro del grupo Tierra y Libertad y estaba lejanamente emparentado con Nikolái Kibálchich, del grupo Voluntad del Pueblo. Luego del arresto de Nikolái Kibálchich tras el atentado que acabó con la vida de Alejandro II en 1881, el padre de Serge abandonó el país, tomando un empleo como profesor en el Instituto de Anatomía de Bruselas.
La familia se desplazó a Francia, donde se involucraron con el colectivo de inmigrantes rusos más politizados. Serge trabajó como aprendiz de fotógrafo en París y después como diseñador. En esa época leyó mucho, siendo especialmente influenciado por las teorías políticas de Peter Lavrov.
Su larga trayectoria militante empezó a los quince años en la Joven Guardia Socialista de Ixelles, barrio obrero de la capital belga, y prosiguió en las filas libertarias tras la lectura del folleto de Kropotkin A los jóvenes. Todavía adolescente, viajó a París, donde entró en contacto con ilegalistas radicales que pregonaban la guerra a muerte contra la sociedad. No compartía su estrategia, pero sí su indignación y quedó atrapado en hechos sangrientos.
Su primer artículo fue escrito en septiembre de 1908. Bajo el pseudónimo de “Le Rétif” (“El Agitador”) escribió numerosos artículos para Le Révolté y, a inicios de 1909, para L’Anarchie. Ejerció como sustentador teórico del anarquismo individualista y del ilegalismo, chocando con las posiciones del editor de L'Anarchie, André Roulot (“Lorulot”), favorable a una retórica menos inflamada. En 1910, tras una escisión en L'Anarchie, Lorulot abandonó la publicación y Serge fue nombrado nuevo editor del periódico.
Más tarde sería juzgado por su implicación en los actos delictivos de la Banda de Jules Bonnot, en calidad de instigador, bajo el pseudónimo de Valentín. Se niega a declararse inocente y rehúsa denunciar a sus camaradas, siendo condenado a cinco años de prisión en condiciones de aislamiento. Varios de sus camaradas fueron ejecutados.
Liberado en 1917, se refugió en la Barcelona libertaria y revolucionaria de la CNT, el poderoso sindicato anarcosindicalista. Allí colaboró con el periódico Tierra y Libertad, firmando sus artículos con el seudónimo que le conocemos, Víctor Serge.
Viaje a Rusia y adhesión a la Revolución
Serge se hallaba en prisión cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Preveía que la guerra podría llevar a Rusia por el camino de la revolución: “Los revolucionarios sabían de sobra que el Imperio autocrático, con sus verdugos, sus pogromos, sus galas recargadas, sus hambrunas, sus prisiones siberianas y su iniquidad ancestral, nunca podría sobrevivir a la guerra”.
En septiembre de 1914 se encontraba en la prisión de la isla del río Sena, a veinticinco millas de la Primera batalla del Marne. La población local, sospechando una derrota francesa, comienza a huir, y durante algún tiempo Serge y otros habitantes quedan prisioneros de los alemanes. Después de su liberación, en 1915, se fue a vivir a Barcelona, volviendo posteriormente a Francia hasta que, tras la caída de Nicolás II en febrero de 1917 en Rusia, intentó viajar a Rusia para adherirse a la Revolución en marcha. Sin embargo, fue detenido y mantenido preso sin cargos hasta que en1918 la Cruz Roja Danesa intervino y organizó el cambio de Serge y otros revolucionarios por Bruce Lockhart y otros anti-bolcheviques que habían sido detenidos en Rusia.
Así, cuando Serge llegó a Rusia en 1919, se adhirió a los Bolcheviques. Trabajó durante un tiempo con Máximo Gorki, en la editorial de la Literatura Universal. Luego fue empleado por Gregory Zinoviev, que había sido elegido presidente ejecutivo de la Tercera Internacional. El conocimiento de idiomas de Serge lo capacitaba para hacerse cargo de la edición de publicaciones de la nueva organización.
A pesar de ser gran admirador de Lenin y de la revolución, Víctor Serge no ahorró críticas a los aspectos que pensaba que debían ser criticados de la actuación del Gobierno soviético. Junto a Emma Goldman y Alexander Berkman, se quejó -aunque justificó la represión- por la forma como el Ejército Rojo trató a los marineros implicados en la rebelión de Kronstadt, dirigiendo sus quejas a Félix Dzerzhinsky como organizador de la Cheka.
En 1923, Serge se incorporó a la Oposición de Izquierda, liderada por León Trotsky. Crítico abierto del camino ditatorial marcado por José Stalin como nuevo gobernante del país, se le considera el primer autor en describir el Gobierno soviético posterior a Lenin como “totalitario”.
En 1925 escribió Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión, verdadero tratado sobre el funcionamiento de la Okhrana, policía política zarista, después de haber buceado en la documentación y estudiado los métodos de la política contra-insurgente del Gobierno autocrático. El libro es considerado un clásico en la historia de la teoría de Redes Sociales
Represión estalinista
En 1928, Serge fue expulsado del Partido Comunista e inhabilitado para trabajar para el Gobierno. En los años siguientes, escribió El Año I de la Revolución rusa (1930), Hombres en prisión(1930) y El nacimiento de nuestro poder (1931), además de traducir al francés las Memorias de Vera Figner. Todas esas obras fueron prohibidas en la Unión Soviética y publicadas en Francia España.
Fue detenido y llevado a prisión en 1933. La mayor parte de la Oposición de Izquierda terminó siendo eliminada, pero Serge consiguió abandonar el país gracias a las protestas de sectores políticos en Francia, Bélgica y España. La policía secreta estalinista (GPU) obtuvo una confesión de su cuñada, Anita Russakova, declarando que ella y Serge habían estado involucrados en una conspiración bajo la dirección de Trotsky. Se organizaron protestas contra su encarcelamiento en diversas Conferencias Internacionales. Las presiones llevaron a que en 1936 Stalin declarara estar considerando la puesta en libertad de Serge. Finalmente Emile Vandervelde, veterano socialista belga integrado en el Gobierno de ese país, consiguió que Serge obtuviera un visado para vivir en Bélgica. Sus parientes no fueron tan afortunados: la hermana, la suegra, la cuñada y dos de sus cuñados, morirían en prisión.
Exilio y muerte
A su llegada a Francia en 1936, Serge publicó dos libros sobre la Revolución rusa y su degeneración: De Lenin a Stalin (1937), y Destino de una Revolución (1937). Publicó varias novelas y una obra poética, Resistencia (1938) sobre sus experiencias en Rusia.
Cuando Francia fue invadida por Alemania en 1940, Serge, junto a su hijo Vlady Kibálchich, consiguió huir a México. Su autobiografia, Memorias de un revolucionario, fue publicada en los Estados Unidos en 1945. En 1947, poco antes de morir, escribió Treinta años después de la Revolución rusa, considerada como su testamento político. En él mantiene sus convicciones revolucionarias y socialistas, al tiempo que reconoce errores cometidos por el Partido Bolchevique que, junto a las duras condiciones enfrentadas debido al asedio capitalista, la derrota de las expectativas revolucionarias en Europa y los precedentes de revoluciones masacradas, pretenden explicar la deriva totalitária estalinista. Serge exculpa explícitamente a Lenin y no duda en apoyar sus ideas y experiencias, así como al propio partido bolchevique, aunque afirmaba que en el futuro las luchas anticapitalistas deberían asumir nuevas formas.
La salud de Serge se fue deteriorando a consecuencia de sus períodos en prisión en Francia y en Rusia. Continúó escribiendo hasta su muerte en la ciudad de México el 17 de noviembre de1947, por un ataque cardíaco.
Obras de Víctor Serge en español
·         Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión (1925). Ver versión en Castellano en PDF
·         Los hombres en la cárcel. Madrid, 1930 Editorial Cenit, S.A. Traducción de Manuel Pumeraga. Con prologo de Panait Istrat
·         La verdadera personalidad de Lenin (1937).
·         Memorias de mundos desaparecidos (1901-1941), Mexico, Siglo XXI, 2002 (traducción de Memoires d'un révolutionnaire, 1901-1941, de 1951)
·         El caso Tuláyev (1992) traductor: David Huerta; México: Colección Las Islas Afortunadas. Dirigida por Álvaro Mutis. Ediciones Equilibrista, 1992. ISBN: 968-6285-63-6; (2013) Madrid: Capitán Swing.
Obra disponible en inglés
Ficción
·         The Long Dusk (1946) traductor: Ralph Manheim; New York : The Dial Press. Traducción de Les dernier temps, Montreal 1946
·         The Case of Comrade Tulayev (1951) traductor: Willard R. Trask; Hamilton. Traducción de L'Affaire Toulaev. París 1949
·         Birth of our Power (1967) traductor: Richard Greeman; New York : Doubleday. Traducción de Naissance de notre force, París 1931
·         Men in Prison (1969) Traductor: Richard Greeman; Garden City, NY: Doubleday. Traducción de Les hommes dans le prison, París 1930
·         Conquered City (1975) Traductor: Richard Greeman; Garden City, NY: Doubleday. Traducción de: Ville conquise, París 1932
·         Midnight in the Century (1982) Traductor: Richard Greeman; Londres : Readers and Writers. Traducción de S'il est minuit dans le siècle, París 1939
·         The Unforgiving Years (2008) Traductor: Richard Greeman; New York : New York Review of Books Classics. Traducción de Les Années sans pardon, París 1971
Poemas
·         Resistance (1989) Traductor: James Brooks; San Francisco: City Lights. Traducción de Résistance, París 1938
No ficción: libros
·         From Lenin to Stalin (1937) Traductor: Ralph Manheim; New York: Pioneer Publishers. Traducción de De Lénine à Staline, París 1937
·         Russia Twenty Years After (1937) Traductor: Max Shachtman; New York: Pioneer Publishers. Traducción de Destin d'une révolution, París 1937. También publicado como Destiny of a Revolution
·         Memoirs of a Revolutionary (1963) Traductor: Peter Sedgwick; Oxford: Oxford University. Traducción de Mémoires d'un révolutionnaire, 1901-1941, París 1951
·         Year One of the Russian Revolution (1972) Traductor: Peter Sedgwick; Londres: Allen Lane. Traducción de L'An 1 de la révolution russe, París 1930
·         The Life and Death of Leon Trotsky (1973) (con Natalia Sedova Trotsky) Traductor: Arnold S. Pomerans; Garden City, NY: Doubleday. Traducción de: Vie et mort de Leon Trotsky, París 1951
·         What Everyone Should Know About State Repression (1979) Traductor: Judith White; Londres: New Park Publications. Traducción de Les Coulisses d'une Sûreté générale. Ce que tout révolutionnaire devrait savour sur la répression, París 1926
No ficción: colecciones de ensayos y artículos
·         The Century of the Unexpected – Essays on Revolution and Counter-Revolution (1994) Editor: Al Richardson; capítulo especial de Revolutionary History, Vol.5 Nº 3
·         The Serge-Trotsky Papers (1994) Editor: D.J. Cotterill; Londres: Pluto
·         Revolution in Danger – Writings from Russia 1919-20 (1997) Traductor: Ian Birchall; Londres: Redwords
·         The Ideas of Victor Serge: A Life as a Work of Art (1997), Ed. Susan Weissman, Londres: Merlin Press
·         Witness to the German Revolution (2000) Traductor: Ian Birchall; Londres: Redwords
·         Collected Writings on Literature and Revolution (2004) Traductor y editor: Al Richardson; Londres: Francis Boutle
No ficción: panfletos
·         Kronstadt '21 (1975) Traductor: s/n; London: Solidarity
Fuentes: British Library Catalogue and Catalog of the Library of Congress.
Obras sobre Víctor Serge
·         O marxismo dissidente de Victor Serge. David Renton. Prefacio a la obra O ano I da Revolução Russa, publicada en 2007 in Boitempo Editorial
Referencias
1.     ↑ Jump up to:a b c Claudio Albertani (27 de mayo de 2013). «La evasión imposible de Victor Serge». Diagonal.
2.     Jump up Análisis de redes sociales: identificando agentes y vínculos (Indianopedia, consultado el 11/01/2010)

[[ Treinta años después de la Revolución Rusa
      Victor Serge

Escrito: En 1947.
Edición Digital: Fundación Andreu Nin.
Esta edición: Marxists Internet Archive.

Escrito en el exilio, en el año 1947, este texto es comunmente considerado como el "testamento político" de Serge.




Los años 1938-1939 han marcado un nuevo rumbo decisivo. Se ha concluido la transformación de las instituciones y de los hábitos de los cuadros del Estado, llamado todavía soviético aunque no lo sea para nada, gracias a las "depuraciones" implacables, dando lugar a un sistema perfectamente totalitario, pues sus dirigentes son los dueños absolutos de la vida social, económica, política y espiritual del país; el individuo y las masas no poseen ningún derecho. La condición material de las ocho o nueve décimas partes de la población se mantiene en un nivel muy bajo. El conflicto abierto con los campesinos se prolonga bajo formas atenuadas. Se hace evidente que, poco a poco, una contrarrevolución ha triunfado. La URSS, al intervenir en la guerra civil española, ha intentando controlar al gobierno de la república y se ha opuesto, con los peores medios -corrupción, chantaje, represión, asesinato-, al movimiento obrero que se inspiraba en los ideales un día compartidos. Una vez consumada la derrota de la República española, no sin que Stalin tenga parte de responsabilidad, la URSS pactó pronto, al principio en secreto, con el Tercer Reich. En el punto más álgido de la crisis europea pueden verse a las dos potencias, la fascista y la antifascista, la bolchevique y la antibolchevique, abandonar sus máscaras y unirse en el reparto de Polonia,.../.

("ESTA IDEA ES UNA A LA QUE MENCIONO EN LA INTRODUCCIÓN DEL TRABAJO,...HAY QUE ESTAR ENTRADO CON GRAN PREPARACIÓN EN LA CUESTIÓN GEOESTRATÉGICA, EN LA VERDAD DE LAS ACCIONES GUBERNAMENTALES, EN LOS ESTADOS,...COMO SE COMPORTAN, SI COMO AUTÉNTICOS PROLETARIOS REVOLUCIONARIOS O COMO VULGARES ESTADOS CAPITALISTAS, RANCIOS Y OPRESORES-IMPOSITORES").

./. La URSS extiende, con el consentimiento de la Alemania nazi, su hegemonía sobre los países bálticos que se separaron de Rusia durante las luchas de 1917-1919. Este cambio de la política internacional rusa se explica por los intereses de una casta dirigente ávida e inquieta, reducida a una capitulación moral frente al Tercer Reich al que teme por su superioridad técnica. Las similitudes internas de las dos dictaduras lo han facilitado.
¡Qué espantoso camino hemos recorrido en estos treinta años! El acontecimiento más esperanzador, más grandioso de nuestro tiempo, parece volverse contra nosotros. ¿Qué nos queda del entusiasmo inolvidable de 1917? Muchos hombres de mi generación, que fueron comunistas desde el primer momento, no guardan otro sentimiento que el rencor hacia la revolución rusa. Quedan muy pocos testigos y participantes. El partido de Lenin y Trotsky ha sido fusilado. Los documentos han sido destruidos, escondidos o falsificados. Sobreviven sólo y en gran número los emigrados que estuvieron siempre en contra de la revolución. Escriben libros, son enseñantes, cuentan con el apoyo del conservadurismo, todavía poderoso y, por otra parte, incapaz, en esta época de convulsión mundial, de desarmarse o de demostrar objetividad.... Una pobre lógica, mostrándonos el negro espectáculo de la URSS estalinista, afirma la debacle del bolchevismo, la del marxismo, la del socialismo... Escamoteo fácil, en apariencia, de los problemas mundiales que aquejan al mundo y que no dejarán de lastrarle de inmediato. ¿Olvidan las otras debacles? ¿Qué ha hecho el cristianismo durante las catástrofes sociales? ¿Qué ha pasado con el liberalismo? ¿Qué ha producido el conservadurismo ilustrado o reaccionario? ¿No han engendrado a Mussolini, a Hitler, a Salazar o a Franco? Si se tratara de plantear con honestidad las debacles de las ideologías, tendríamos trabajo para largo. Y nada ha acabado aún...
Todo acontecimiento es a la vez definitivo y transitorio. Se prolonga en el tiempo bajo aspectos, a veces, imprevisibles. Antes de esbozar un juicio sobre la revolución rusa, recordemos los cambios de rumbo y de perspectivas de la revolución francesa. El entusiasmo de Kant ante la toma de la Bastilla... El Terror, Termidor, el Directorio, Napoleón. Entre 1789 y 1802, la república libertaria, igualitaria y fraternal fue absolutamente negada. Las conquistas napoleónicas, creadoras de un orden nuevo, sólo en el nombre, chocan por su similitud con las de Hitler. El emperador se convirtió en "el Ogro". El mundo civilizado se unió contra él, la Santa Alianza pretendía restablecer y estabilizar en toda Europa el antiguo régimen… Sin embargo, vemos que la revolución francesa, con la irrupción de la burguesía, del espíritu científico y de la industria, alimentó al siglo XIX. Pero treinta años después, en 1819, en el tiempo de Luis XVIII y del zar Alejandro I, ¿no parece como uno de los más costosos fracasos históricos? ¡Cuántas cabezas cortadas, cuántas guerras, para llegar a una mezquina restauración monárquica!
Es natural que la falsificación de la historia esté hoy al orden del día. Entre las ciencias inexactas, la historia es aquella que lesiona más intereses materiales y psicológicos. Sobre la revolución rusa pululan leyendas, errores, interpretaciones tendenciosas, aunque sea fácil informarse sobre los hechos… Pero, evidentemente, es más cómodo escribir y hablar sin informarse.
A menudo se afirma que "el golpe de mano bolchevique de octubre-noviembre de 1917 derribó una democracia naciente..." Nada más falso. En Rusia, la República no había sido proclamada, no existía ninguna institución democrática fuera de los Sóviets o de los Consejos obreros, de campesinos y de soldados... El gobierno provisional, presidido por Kerenski, se había negado a llevar a cabo la reforma agraria, a abrir las negociaciones de paz reclamadas por la voluntad popular, a tomar medidas efectivas contra la reacción. Vivía una transición entre dos complots permanentes: el de los generales y el de las masas revolucionarias. Nada hacía pensar en el establecimiento pacífico de una democracia socializante, la única que hubiera sido hipotéticamente viable. A partir de septiembre de 1917 la alternativa se daba entre la dictadura de los generales reaccionarios o en la de los Sóviets. En ésto coinciden dos historiadores desde posiciones opuestas: Trotsky y el hombre de Estado liberal de derechas, Miliukov. La revolución soviética o bolchevique fue el resultado de la incapacidad de la revolución democrática, moderada, inestable e inoperante que la burguesía liberal y los partidos socialistas contemporizadores dirigieron después de la caída de la autocracia.
Se continúa afirmando que la insurrección del 7 de noviembre (25 de octubre al viejo estilo) de 1917 fue la obra de una minoría de conspiradores: el Partido bolchevique. Nada se opone más a los hechos verificables. 1917 fue un año de acción de masas asombroso por la multiplicidad, la variedad, la potencia, la perseverancia de las iniciativas populares que empujaron a levantarse a los bolcheviques. Las demandas agrarias se extendían por toda Rusia. En el ejército, la insubordinación aniquilaba la vieja disciplina. Cronstadt y la flota del Báltico habían rechazado categóricamente obedecer al gobierno provisional y sólo la intervención de Trotsky en el Sóviet de la base naval evitó un conflicto armado. El Sóviet de Tachkent, en Turkestán, había tomado el poder por su propia cuenta.... Kerenski amenazaba al Sóviet de Kaluga con la artillería...Un ejército de 40.000 hombres en el Volga se negaba a obedecer. En las afueras de Petrogrado y de Moscú se formaban guardias rojos obreros. La guarnición de Petrogrado se ponía a las órdenes del Sóviet. En los Sóviets, la mayoría de los socialistas moderados se pasaban pacíficamente a los bolcheviques, sorprendiéndoles a ellos mismos este cambio. Los socialistas moderados abandonaban a Kerenski, que no podía contar más que con los militares que llegaron a ser tremendamente impopulares. Estas son las razones por las cuales la insurrección venció en Petrogrado, casi sin derramamiento de sangre, con entusiasmo. Hay que volver a leer, sobre estos acontecimientos, las formidables páginas de John Reed y de Jacques Sadoul, testigos presenciales. El complot bolchevique fue literalmente conducido por una colosal ola ascendente.
Conviene recordar que el imperio se había hundido en febrero-marzo de 1917 bajo el empuje del pueblo desarmado de las afueras de Petrogrado. La confraternización espontánea de la guarnición con las manifestaciones obreras decidió la suerte de la autocracia. Más tarde, se buscaría a los desconocidos que tomaron la iniciativa de esta confraternización; se encontró a muchos, la mayoría de ellos ha quedado en el anonimato... Los dirigentes y militantes más cualificados de todos los partidos revolucionarios estaban en esos momentos en el extranjero o presos. Los pequeños grupos que existían en Petrogrado estaban tan sorprendidos y sobrepasados por los acontecimientos ¡que los bolcheviques se proponían publicar un llamamiento a la vuelta al trabajo en las fábricas! Cuatro meses más tarde, la experiencia del gobierno de coalición de los socialistas moderados y de la burguesía liberal suscitó una cólera tal que a principios de julio la guarnición y los barrios obreros organizaron, ellos mismos, una gran manifestación armada bajo la consigna de todo el poder a los Sóviets. Los bolcheviques desaprobaron esta iniciativa tomada por desconocidos, uniéndose de mala gana al movimiento para conducirle a una liquidación tan dolorosa como peligrosa. Estimaban, probablemente con razón, que el país no seguiría a la capital. Se convirtieron, naturalmente, en la cabeza de turco. La persecución y la calumnia ("agentes de Alemania") cayó inmediatamente sobre ellos. A partir de ese momento supieron que si no se ponían a la cabeza del movimiento de masas ganarían la impopularidad y los generales cumplirían su objetivo.
El general Kornilov se mete en la aventura en septiembre de 1917, con la complicidad manifiesta de una parte del gobierno Kerenski. Lenin y Zinoviev escondidos, Trotsky en prisión, los bolcheviques están acosados. Las tropas de Kornilov se disgregan al contacto con los ferroviarios y los agitadores obreros.
Los funcionarios de la autocracia vieron venir la revolución; no supieron impedirla. Los partidos revolucionarios la esperaban; no supieron, no pudieron provocarla. Una vez desencadenados los acontecimientos, no les quedaba más que participar con más o menos clarividencia y voluntad.
Los bolcheviques asumieron el poder porque, en la selección natural que se produjo entre los partidos revolucionarios, ellos fueron los más aptos para expresar de una forma coherente, clarividente y voluntariosa, las aspiraciones de las masas movilizadas. Conservaron el poder, vencieron en la guerra civil porque las masas populares finalmente les apoyaron, a pesar de las vacilaciones y los conflictos, del Báltico al Pacífico. Este gran hecho histórico ha sido reconocido por la mayoría de los enemigos rusos del bolchevismo. Hélène Kousskova, propagandista liberal en la emigración, escribía recientemente que es "incontestable que el pueblo no apoyaba ni al movimiento de los Blancos (...) ni la lucha por la Asamblea Constituyente (...)". Los Blancos representaban la contrarrevolución monárquica, los Constituyentes, el antibolchevismo democrático. Por eso, hasta el final de la guerra civil, en 1920-1921, la revolución rusa aparece ante nosotros como un inmenso movimiento popular al que el Partido bolchevique dota de un cerebro y un sistema nervioso, así como de dirigentes y cuadros.
Se afirma que los bolcheviques quisieron inmediatamente el monopolio del poder. ¡Otra leyenda!. Al contrario, temían el aislamiento en el poder. Muchos de ellos fueron partidarios, al principio, de un gobierno de coalición socialista. Lenin y Trotsky rechazaron la coalición con los partidos socialistas moderados que habían conducido la revolución de marzo al fracaso y que se negaban a reconocer al régimen de los Sóviets. Pero el Partido bolchevique solicitó y obtuvo la colaboración del Partido socialista revolucionario de izquierdas, partido campesino dirigido por intelectuales idealistas hostiles al marxismo. A partir de noviembre de 1917 hasta el 6 de julio de 1918, los socialistas-revolucionarios de izquierda participaron en el gobierno. Rechazaron, junto a un tercio de conocidos bolcheviques, admitir la paz de Brest-Litovsky y, el 6 de julio de 1918, dieron una batalla insurreccional en Moscú en la que proclamaban su intención de "gobernar solos" y de "recomenzar la guerra contra el imperialismo alemán". Su mensaje radiado ese día fue la primera proclamación de un gobierno de partido único. Fueron vencidos y los bolcheviques tuvieron que gobernar solos. A partir de ese momento, su responsabilidad aumentó, su mentalidad cambió.
¿Constituían antes o después de la escisión del Partido obrero socialdemócrata ruso en mayoría (bolcheviques) y minoría (mencheviques), un partido profundamente diferente a otros partidos revolucionarios rusos? Se les imputa un carácter autoritario, intolerante, amoral en la elección de los medios; una organización centralizada y disciplinada que contenía el germen del estatismo burocrático; un carácter dictatorial e inhumano. Tanto autores eruditos como ignorantes coinciden en señalar la "amoralidad" de Lenin, su "jacobinismo proletario", su "revolucionarismo profesional". Una mención a la novela-panfleto de Dostoievski, Los Poseídos, y el ensayista cree haber esclarecido los problemas por él creados.
Todos los partidos revolucionarios rusos, ya desde 1870-1880, fueron autoritarios, fuertemente centralizados y disciplinados en la ilegalidad, para la ilegalidad; todos formaron "revolucionarios profesionales", es decir, hombres que vivían exclusivamente para la lucha; todos podrían, ocasionalmente, ser acusados de una cierta amoralidad práctica, aunque sea justo reconocerles un idealismo ardiente y desinteresado. Casi todos estaban imbuidos de una mentalidad jacobina, proletaria o no. Todos crearon héroes y fanáticos. Todos, con excepción de los mencheviques, aspiraban a una dictadura, y los mencheviques georgianos recurrieron a procedimientos dictatoriales. Todos los grandes partidos eran estatalistas, tanto por su estructura como por la finalidad que se asignaban. En realidad, había, más allá de las divergencias doctrinales importantes, una única mentalidad revolucionaria.
Recordemos el temperamento autoritario del anarquista Bakunin y sus métodos de organización clandestina en el seno de la primera Internacional. En su Confesión Bakunin preconiza una dictadura ilustrada, pero sin piedad, ejercida por el pueblo… El Partido socialista-revolucionario, imbuido de un ideal republicano, más radical que socialista, formó, para combatir la autocracia por el terrorismo, un "aparato" rigurosamente centralizado, disciplinado, autoritario, presa fácil de la provocación policial. La socialdemocracia rusa, de conjunto, ambicionaba la conquista del Estado. Nadie tuvo un lenguaje más jacobino en relación a la futura revolución rusa que su dirigente Plejánov. El gobierno Kerenski, donde los socialistas-revolucionarios y los mencheviques tenían bastante fuerza, utilizaba, sin cesar, un lenguaje dictatorial, totalmente veleidoso. Los mismos anarquistas, en las regiones ocupadas por el Ejército Negro de Nestor Makhno, ejercían una auténtica dictadura, acompañada de confiscaciones, requerimientos, arrestos y ejecuciones. Y Makhno fue "batko", padrecito, jefe...
Los socialdemócratas mencheviques de derecha, como Dan y Tseretelli, deseaban un poder fuerte. Tseretelli recomendó la represión del bolchevismo antes de que fuera tarde... Los mencheviques de izquierda, de la tendencia de Martov, parecen haber sido el único grupo político profundamente interesado en una concepción democrática de la revolución, lo que constituye, desde un punto de vista filosófico, una honrosa excepción.
Las características propias del bolchevismo que le confieren una innegable superioridad sobre los partidos rivales con los que compartía una amplia mentalidad común son: a) la convicción marxista; b) la doctrina de la hegemonía del proletariado en la revolución; c) el internacionalismo intransigente; d) la unidad de pensamiento y acción. Entre muchos hombres, la unidad de pensamiento y acción condujo a la fe en su propia voluntad.
El realismo marxista de 1917 nos parece hoy un poco esquemático. El mundo ha cambiado, las luchas sociales son mucho más complejas de lo que eran entonces. Durante la revolución rusa, este realismo, apoyado por importantes conocimientos económicos e históricos, estuvo a la altura de las circunstancias. Contenía eficaces antídotos contra la fraseología liberal, el doble juego, la dilación interesada, la abdicación honorable e hipócrita. Los socialistas moderados estimaban que Rusia llevaba a cabo una "revolución burguesa", destinada a abrir al capitalismo una era de desarrollo, dotándose del estatuto político de democracia burguesa... Los bolcheviques creían que sólo el proletariado podía hacer la revolución "burguesa", pero sin ir más allá; que el socialismo no podía triunfar en un país tan atrasado, pero que correspondería a una Rusia socializante dar el impulso al movimiento obrero europeo. Lenin no preveía, en 1917, la nacionalización completa de la producción, sino sólo el control obrero sobre ella; más tarde pensó en un régimen mixto, de capitalismo y estatalismo; sin embargo, en 1918, el estallido de la guerra civil impuso la nacionalización completa como medida inmediata de defensa... La intransigencia internacionalista de los bolcheviques descansaba en la fe en una próxima revolución europea, más madura y más fecunda que la revolución rusa... Esta visión de futuro no les era exclusiva. Era compartida, también, por la ideología socialista europea, aunque, de hecho, los grandes partidos no creían en la revolución. El continuador alemán de Marx, Karl Kautsky, había teorizado hasta 1908 la próxima revolución socialista; Rosa Luxemburgo, Franz Mehring, Karl Liebknecht profesaban la misma convicción. La diferencia esencial entre los bolcheviques y los otros socialistas parece haber sido de naturaleza psicológica, debido a la formación particular de la intelligentsia revolucionaria y del proletariado ruso. No había lugar en el Imperio de los zares ni para el oportunismo parlamentario, ni para los compromisos cotidianos; una realidad social tan simple como brutal engendró una fe completa y activa. En este sentido, los bolcheviques fueron más rusos y estuvieron más al unísono con las masas rusas que los socialistas-revolucionarios y los mencheviques, cuyos cuadros estaban empapados de una mentalidad occidental, evolucionista, democrática, según las tradiciones de los países capitalistas avanzados.
Abramos el difícil capítulo de los errores y las responsabilidades. No sin lamentar que en un estudio tan breve no nos sea posible considerar los errores, las responsabilidades y los crímenes de las potencias y de los partidos que combatieron la revolución soviética-bolchevique. A falta de este contexto decisivo, estamos obligados a contentarnos con una visión unilateral.
Yo escribía, en 1929, en mi libro Retrato de Stalin, publicado en París (Grasset): "(...) el error más incomprensible -porque fue deliberado- que estos socialistas (los bolcheviques), dotados de grandes conocimientos históricos, cometieron, fue el de crear la Comisión extraordinaria de Represión de la Contra-Revolución, de la Especulación, del Espionaje, de la Deserción, llamada abreviadamente Checa, que juzgaba a los acusados y a los simples sospechosos sin ni siquiera escucharlos o verlos, sin permitirles, en consecuencia, ninguna posibilidad de defensa (...), deteniendo en secreto y ejecutando. ¿Qué era sino una Inquisición? Sin duda, un estado de sitio o una dura guerra civil necesitan medidas extraordinarias; pero, ¿les está permitido a los socialistas olvidar que la publicidad de los procesos es la única garantía contra la arbitrariedad y la corrupción para no retroceder más allá de los procedimientos expeditivos de Fouquier-Tinville? El error y la responsabilidad son patentes, las consecuencias han sido espantosas ya que la GPU, es decir, la Checa, ampliada bajo nuevo nombre, acabó por exterminar toda la generación revolucionaria bolchevique (...)". No queda más que remarcar, en favor del Comité central de Lenin, algunas circunstancias atenuantes, importantes a los ojos de la sociología. La joven república vivía expuesta a mortales peligros. Su indulgencia hacia generales como Krasnov y Kornilov les costó sangre a raudales. El antiguo régimen había utilizado ampliamente el terror. La iniciativa del terror fue tomada por los Blancos, ya en noviembre de 1917, para masacrar a los obreros del arsenal del Kremlin; vuelta a tomar por los reaccionarios finlandeses en los primeros meses de 1918, a mayor escala, antes de que el "terror rojo" fuera proclamado en Rusia. Las guerras sociales del siglo XIX, después de las jornadas de junio de 1848 y de la Comuna de París en 1871, estuvieron caracterizadas por el exterminio en masa de los proletarios vencidos. Los revolucionarios rusos sabían lo que les esperaba en caso de derrota. Sin embargo, la Checa fue benigna en sus comienzos, justo hasta el verano de 1918. Y cuando el "terror rojo" fue proclamado, después de los alzamientos contrarrevolucionarios, después del asesinato de los bolcheviques Volodarski y Ouritski, después de los dos atentados contra Lenin, la Checa empezó a fusilar a los rehenes, a los sospechosos y a los enemigos, sólo para canalizar, para controlar el furor popular. Dzerjinski temía mucho los excesos de las Checas locales; la estadística de los chequistas fusilados es, en este sentido, edificante.
Releyendo últimamente un pequeño libro, deplorablemente traducido al francés, los Recuerdos de un comisario del pueblo, del socialista-revolucionario de izquierdas Steinberg, he vuelto a encontrarme con esos dos significativos episodios. Habiendo sido disparados dos tiros contra Lenin a finales de 1917, una delegación obrera vino a decirle que si la contrarrevolución hacía derramar una sola gota de su sangre, el proletariado de Petrogrado le vengaría con creces... Steinberg, que colaboraba entonces con Lenin, hace notar el embarazo de éste. El episodio no fue difundido, justamente para evitar consecuencias trágicas. Por otro lado, los dos socialistas-revolucionarios que dispararon fueron arrestados, perdonados y, más tarde, pertenecieron al Partido bolchevique... Dos ex-ministros liberales, Chingariov y Kokochkine, al encontrarse enfermos en la cárcel, fueron trasladados al hospital. Fueron asesinados en sus lechos; cuando informaron a Lenin, éste, absolutamente trastornado, ordenó al gobierno abrir una investigación y descubrieron que los autores de los crímenes eran marineros revolucionarios, apoyados y protegidos por el conjunto de sus camaradas. Rechazando la "mansedumbre" de los que estaban en el poder, los marineros la habían suplido mediante una iniciativa terrorista. De hecho, la tripulación de la flota rehusó entregar a los culpables. Los comisarios del pueblo decidieron "dejar pasar" el asunto. ¿Podían, en el momento en el que el sacrificio de los marineros era cada día más necesario para el bien de la revolución, abrir un conflicto con el terrorismo espontáneo? En 1920, la pena de muerte fue abolida en Rusia. Se creía próximo el final de la guerra civil. Yo creía que todo el Partido deseaba una normalización del régimen, el fin del estado de sitio, una vuelta a la democracia soviética, la limitación de los poderes de la Checa o, mejor, su supresión. Todo esto era posible, lo que equivale a decir que la salud de la revolución era posible. El país, agotado, quería comenzar la reconstrucción. Sus reservas de entusiasmo y de fe continuaban siendo grandes.
El verano de 1920 marca una fecha fatal. Hay que tener muy mala fe, por parte de los historiadores, para no señalarlo. Rusia entera vivía con la esperanza de la pacificación en el momento en que Pilsudski lanzó los ejércitos polacos contra Ucrania. Esta agresión, claramente inspirada por ánimos de conquista, coincidió con el reconocimiento acordado por Francia e Inglaterra al general barón Wrangel que ocupaba por entonces Crimea. La resistencia de la revolución fue instantánea. Polonia vencida, el Comité central pensó en provocar una revolución soviética. El fracaso del Ejército Rojo ante Varsovia hizo cambiar los propósitos de Lenin, pero lo peor fue que, a resultas de esta penosa guerra, en un país desangrado y empobrecido, ya no entró en consideración abolir la pena de muerte ni comenzar la reconstrucción sobre las bases de una democracia soviética... La miseria y el peligro esclerotizaron al Estado-Partido inmerso en ese régimen económico, intolerable para la población e inviable en sí, que se ha dado en llamar el "comunismo de guerra".
A principios de 1921 la sublevación de los marineros de Cronstadt fue, precisamente, una respuesta contra ese régimen económico y contra la dictadura del Partido. Sean cuales sean sus intenciones, un partido que gobierna a un país hambriento no podrá mantener su popularidad. La espontaneidad de las masas se había apagado; los sacrificios y las privaciones habían agotado a la minoría activa de la revolución. Los inviernos helados, las raciones insuficientes, las epidemias, los requerimientos en el campo extendían el rencor, la desesperanza, la ideología confusa de la contrarrevolución por el pan blanco. Si el Partido bolchevique hubiera aflojado las riendas del poder, ¿quién lo habría sucedido? ¿No era su deber mantenerlo? Hizo bien en hacerlo.
Se equivocó, sin embargo, al enloquecer ante la sublevación de Cronstad, ya que le era posible hacerlo de otra forma, como sabemos los que estábamos allí, en Petrogrado. Los errores y las responsabilidades del poder se funden en lo que respecta a Cronstadt en 1921. Los marineros se sublevaron porque Kalinin rehusó escucharles. Donde era necesaria la persuasión y la comprensión, el presidente del Comité ejecutivo de los Sóviets empleó la amenaza y el insulto. La delegación de Cronstadt al Sóviet de Petrogrado, en lugar de ser recibida fraternalmente, fue arrestada por la Checa. La verdad sobre el conflicto fue hurtada al país y al Partido por la prensa, que, por vez primera mintió, publicando que un general blanco, Kozlovski, ejercía la autoridad en Cronstadt. La mediación propuesta por los influyentes y bienintencionados anarquistas americanos, Emma Goldman y Alexandre Berkman, fue rechazada. Sonaron los cañones en una batalla fraticida y la Checa, después, fusiló a los prisioneros. Si, como indica Trotsky, los marineros habían cambiado después de 1918 y expresaban las aspiraciones del campesinado atrasado, hay que reconocer que el poder también había cambiado.
Lenin, al proclamar el fin del "comunismo de guerra" y la "nueva política económica", satisfizo las reivindicaciones económicas de Cronstadt después de la batalla y de la masacre. Reconocía así que el Partido y él mismo se habían aferrado a un régimen insostenible que ya Trotsky había alertado sobre sus peligros y propuesto un cambio un año atrás. La nueva política económica abolía las requisiciones en el campo, reemplazándolas por un impuesto en especie, restablecía la libertad de comercio y de la pequeña empresa, desterraba, en una palabra, la armazón mortal de la estatalización completa de la producción y del intercambio. Hubiera sido natural aflojar, al mismo tiempo, la armadura del gobierno por una política de tolerancia y reconciliación hacia los elementos socialistas y libertarios dispuesto a situarse sobre el terreno de la constitución soviética. Rafael Abramovitch reprocha a los bolcheviques, con razón, no haber entrado en 1921 en esta vía. Por el contrario, el Comité central puso fuera de la ley a los mencheviques y anarquistas. Un gobierno de coalición socialista, si se hubiera formado en esa época, habría implicado algunos peligros internos, menores, sin embargo -a las pruebas me remito- que los del monopolio del poder... En efecto, el descontento del Partido y de la clase obrera obligó al Comité central a establecer, en lo sucesivo, el estado de sitio; un estado de sitio clemente, es cierto, en el interior del Partido. La oposición obrera fue condenada, y una depuración acarreó exclusiones.
¿Qué profundas razones motivaron la decisión del Comité central para mantener y fortalecer el monopolio del poder? En primer lugar, en estas crisis los bolcheviques no tenían confianza más que en ellos mismos. Acarreando solos las pesadas responsabilidades, singularmente agravadas por el drama de Cronstadt, temían abrir la competición política a los socialdemócratas mencheviques y al partido "campesino" de los socialistas-revolucionarios de izquierda. Finalmente, y sobre todo, creían en la revolución mundial, es decir, en la inminente revolución europea, sobre todo en Europa central. Un gobierno de coalición socialista y democrático hubiera debilitado a la Internacional comunista llamada a dirigir las próximas revoluciones. Quizá estamos tratando el error más grande y grave del Partido de Lenin-Trotsky. Como ocurre siempre en el pensamiento creativo, el error se mezcla con la verdad, con el sentimiento voluntarioso, con la intuición subjetiva. No se emprende nada sin creer en la empresa, sin medir los datos tangibles, sin perseguir el éxito, sin entrar en lo problemático y lo incierto. Toda acción se proyecta en el presente real hacia el futuro desconocido. La acción justificada por la inteligencia es aquella que se proyecta a sabiendas. La doctrina de la revolución europea ¿estaba, bajo éste ángulo, justificada?
No creo que seamos capaces de responder a esta cuestión de forma satisfactoria, solamente me propongo delimitarla. No queda ninguna duda de que el capitalismo estable, creciente, relativamente pacífico, del siglo XIX, acabó en la primera guerra mundial. Tenían razón los marxistas revolucionarios que preconizaban que se abría una era de revoluciones que abarcaría al planeta entero y que si el socialismo no lograba imponerse en los principales países de Europa la barbarie y otro ciclo de "guerras y revoluciones", según lo definía Lenin citando a su vez a Engels, se impondrían. Los conservadores, los evolucionistas y los reformistas que creyeron en el futuro de la Europa burguesa, sabiamente recortada por el Tratado de Versalles, apañada en Locarno, empapada de frases huecas por la Sociedad de Naciones, aparecen hoy como políticos sin visión. ¿Qué estamos viviendo sino una transformación mundial de las relaciones sociales, de los regímenes de producción, de las relaciones intercontinentales, de los equilibrios de fuerzas, de las ideas y las costumbres, es decir, una revolución mundial tan viva en Indonesia como incierta y titubeante en Europa? América, con sus formidables progresos técnicos, sus abrumadoras responsabilidades a escala mundial, sus impulsos sociales contradictorios, mantiene un lugar privilegiado, como corresponde al país industrial más rico y mejor organizado; pero nada de lo que pase en Grecia, en Japón, en las más remotas zonas árticas de la URSS; nada de lo que se haga o trame en Trieste o Madrid puede serle ajeno...
Los marxistas revolucionarios de la escuela bolchevique deseaban, querían, la transformación social de Europa y del mundo mediante la toma de conciencia de las masas trabajadoras, mediante la organización racional y justa de una sociedad nueva; se proponían trabajar para que el hombre dominara, por fin, su propio destino. Y es aquí donde se equivocaron, pues fueron vencidos. La transformación del mundo se desarrolla en medio de la confusión de las instituciones, de los movimientos y de las creencias, sin la aparición de una clara consciencia o de un humanismo renovado e, incluso, poniendo en peligro todos los valores, todas las esperanzas de los hombres. La tendencia general sigue siendo, sin embargo, la que el socialismo de acción ya indicaba desde 1917-1920: hacia la colectivización y la planificación de la economía, hacia la internacionalización del mundo, hacia la emancipación de los pueblos y las colonias, hacia la formación de democracias de masas de un nuevo tipo. La alternativa continúa siendo la que el socialismo preveía: la barbarie y la guerra, la guerra y la barbarie, el monstruo con dos cabezas.
Los bolcheviques creían, con razón, que la salud de la revolución rusa dependía de la posible victoria de una revolución en Alemania. La Rusia agrícola y la Alemania industrial hubieran sufrido, bajo el socialismo, un desarrollo extraordinario y pacífico. Con esta hipótesis cumplida, la república de los Sóviets no hubiera padecido la asfixia burocrática interna... Alemania hubiera escapado de las tinieblas del nazismo y de la catástrofe. El mundo hubiera podido conocer otras luchas, pero nada nos autoriza a pensar que esas luchas hubieran producido maquinarias infernales como el hitlerismo y el estalinismo. Por el contrario, todo nos induce a pensar que una revolución triunfante en Alemania después de la primera guerra mundial hubiera sido infinitamente fecunda para el desarrollo social de la humanidad. Tales especulaciones sobre las posibles variantes de la historia son legítimas e incluso necesarias, si se quiere comprender el pasado y orientarse en el presente; para condenarlas, habría que considerar la historia como un encadenamiento de fatalidades mecánicas y no como el desarrollo de la vida humana en el tiempo.
Luchando por la revolución, los espartakistas alemanes, los bolcheviques rusos y sus camaradas de todos los países, luchaban para impedir el cataclismo mundial que acabamos de sobrevivir. Ellos lo sabían. Maduraron con una generosa voluntad de liberación. Quien quiera que haya estado con ellos no los olvidará nunca. Pocos hombres fueron tan devotos de la causa de los hombres. Ahora está de moda imputar a los revolucionarios de los años 1917-1927 una intención de hegemonía y de conquista mundial, pero conocemos muy bien los rencores y los intereses que trabajan por desnaturalizar la verdad histórica. En lo inmediato, el error del bolchevismo fue, no obstante, patente. La inestabilidad reinaba en Europa, la revolución socialista parecía teóricamente posible, racionalmente necesaria, pero no se hizo. La inmensa mayoría de la clase obrera de los países occidentales rechazó impulsar o sostener el combate; creyó en la vuelta del progreso social de antes de la guerra; se encontraba lo suficientemente bien como para temer los riesgos; se dejó alimentar por las ilusiones. La socialdemocracia alemana, conducida por dirigentes mediocres y moderados, temía los esfuerzos generales de una revolución fácilmente iniciada en noviembre de 1918 y siguieron las vías democráticas de la república de Weimar...
Cuando se reprocha al bolchevismo haber llevado a cabo una revolución por la violencia y la dictadura del proletariado, no sería justo dejar de considerar la experiencia contraria, la del socialismo moderado, reformista, que intentó agotar las posibilidades de la democracia burguesa hasta la llegada de Hitler. Los bolcheviques se equivocaron al valorar la capacidad política y la energía de las clases obreras de Occidente y, en principio, de la clase obrera alemana. Este error, deudor de su idealismo militante, arrastró graves consecuencias. Perdieron el contacto con las masas de Occidente. La Internacional comunista pasó a ser un anexo del Estado-partido soviético. La doctrina del "socialismo en un solo país" nació de la decepción. En su momento, las tácticas estúpidas e incluso perversas de la Internacional estalinista facilitaron el triunfo del nazismo en Alemania...
Un primer balance de la revolución rusa hay que hacerlo sobre el año 1927. Han pasado ya diez años. La dictadura del proletariado se ha convertido, después de 1920-1921, -datos aproximados y discutibles- en la dictadura del Partido comunista, sometido éste, a su vez, a la dictadura de la "vieja guardia bolchevique". Esta "vieja guardia" constituye, en general, una élite notable, inteligente, desinteresada, activa, tenaz. Los resultados obtenidos son grandiosos. En el extranjero, la URSS es respetada, reconocida, y, a menudo, admirada. En el interior, la reconstrucción económica ha llegado a su fin, sobre las ruinas dejadas por las guerras, con los únicos recursos del país y de la energía popular. Un nuevo sistema de producción colectivista ha sustituido al capitalismo y funciona bastante bien. Las masas trabajadoras de las Rusias han demostrado su capacidad de victoria, de organización y de producción. Se han instalado nuevas costumbres así como un nuevo sentimiento de dignidad en el trabajador. El sentimiento de la propiedad privada, que los filósofos de la burguesía consideraban como innato, está en vías de extinción natural. La agricultura se ha reconstruido a un nivel que alcanza e incluso sobrepasa al de 1913. El salario real de los trabajadores está sensiblemente por encima del de 1913, es decir, del de antes de la guerra. Ha surgido una nueva literatura llena de vigor. El balance de la revolución proletaria es netamente positivo. Pero ya no se trata sólo de reconstruir, sino de construir: de ampliar la producción, de crear nuevas industrias (automóvil, aviación, química, aluminio...); se trata de remediar la desproporción entre una agricultura restablecida y una industria débil.
La URSS está aislada y amenazada. Se trata de asegurar su defensa. Los marxistas no tienen mucha ilusión en el pacto Briand-Kellog que pone a la guerra "fuera de la ley"... El régimen está en una encrucijada, el Partido desgarrado por la lucha por el poder, y por el programa del poder, disponiendo a los viejos bolcheviques los unos contra los otros. Los continuadores más lúcidos de los tiempos heroicos se han agrupado en torno a Trotsky. Pueden cometer errores tácticos, formular tesis insuficientes, vacilar, pero su mérito y su coraje no serán puestos en duda. Preconizan la industrialización planificada, la lucha contra las fuerzas reaccionarias y, sobre todo, contra la burocracia, por el internacionalismo militante, la democratización del régimen, empezando por el Partido. 
Han sido vencidos por la jerarquía de los secretarios, que se confunde con la jerarquía de los comisarios de la GPU, bajo la égida del secretario general, el obscuro georgiano de hace poco, Stalin. Los miles de fundadores de la URSS que habían dado ejemplo de su devoción al pensamiento socialista, se encuentran ahora en prisión o deportados. Lo que les imputan es contradictorio, pero poco importa. El hecho esencial es que en 1927-1928, gracias a un golpe de mano dado en el Partido, el Estado-Partido revolucionario ha pasado a ser un Estado-policial-burocrático, reaccionario, sobre el terreno creado por la revolución. El cambio de ideología se acentúa brutalmente. El marxismo de fórmulas planas elaborado por los verdugos sustituye al marxismo crítico de los hombres con ideas. Se establece el culto al Jefe. El "socialismo en un solo país" ha pasado a ser el cliché válido para todos los advenedizos que tienen, como único interés, conservar sus privilegios. Los opositores observan, con angustia, cómo se perfila un nuevo régimen, un régimen autoritario. Cuando los viejos bolcheviques que acabaron con la oposición trotskista, los Bujarin, Rykov, Tomski, Rioutine, se den cuenta, espantados, pasarán ellos mismos a la resistencia. Demasiado tarde. La lucha de la generación revolucionaria contra el totalitarismo duró diez años, de 1927 a 1937.
Las peripecias confusas y a veces desconcertantes de esta lucha no nos deben oscurecer su significado. Las personalidades han podido enfrentarse las unas a las otras, combatirse, reconciliarse, incluso traicionarse; han podido perderse, humillarse ante la tiranía, intentar ser astutos ante los verdugos, dejarse utilizar, alzarse desesperadamente. El Estado totalitario utilizó a unos contra otros eficazmente, ya que había aprisionado sus almas. El patriotismo del Partido y de la revolución, cimentado por el sacrificio, los servicios, los resultados obtenidos, el apego a prodigiosas visiones de futuro, el sentimiento del peligro común, borró el sentido de la realidad en las mentes más claras. La resistencia de la generación revolucionaria, a la cabeza de la cual se encontraban la mayor parte de los viejos socialistas bolcheviques, fue tan tenaz que en 1936-1938, durante los procesos de Moscú, debió ser exterminada para que el nuevo régimen se estabilizara. Fue el golpe de mano más sangrante de la historia. Los bolcheviques perecieron por decenas de miles, los combatientes de la guerra civil por centenares de miles, los ciudadanos soviéticos, portadores de un idealismo condenado, por millones. Algunas decenas de compañeros de Lenin y Trotsky consintieron en deshonrarse, en un supremo acto de abnegación hacia el Partido, antes de ser fusilados. Miles más fueron fusilados en los sótanos. Los campos de concentración más grandes del mundo se encargaron de la aniquilación física de masas de condenados. La sangrienta ruptura fue llevada a cabo entre el bolchevismo, forma rusa ardiente y creadora del socialismo, y el estalinismo, forma igualmente rusa, es decir, condicionada por todo el pasado y el presente de Rusia, del totalitarismo. A fin de que este último término tenga su sentido preciso, definámosle: el totalitarismo, tal y como se estableció en la URSS, en el Tercer Reich, y esbozado en la Italia fascista y en otras partes, es un régimen caracterizado por la explotación despótica del trabajo, la colectivización y la producción, el monopolio burocrático y policial (mejor valdría decir terrorista) del poder, el pensamiento sojuzgado, el mito del jefe-símbolo. Un régimen de esta naturaleza tiende, por fuerza, a la expansión, es decir, a la guerra de conquista, ya que es incompatible con la existencia de vecinos diferentes y más humanos; ya que sufre, inevitablemente, de sus propias psicosis de inquietud; ya que vive sobre la represión permanente de las fuerzas explosivas de su interior.
Un autor americano, James Burnham, sostiene que Stalin es el verdadero continuador de Lenin. La paradoja, llevada a la hipérbole, no carece de un cierto atractivo estimulante en los medios de pensamiento perezoso e ignorante... Es evidente que un parricida es el continuador biológico de su padre. Y es, asimismo, evidente, que no se continúa un movimiento masacrándole, una ideología renegando de ella, una revolución de trabajadores mediante la más cruda explotación de esos mismos trabajadores, la obra de Trotsky asesinando a Trotsky y quemando sus libros... O las palabras continuación, ruptura, negación, renegar, destrucción, no tendrían sentido inteligible, lo que podría interesar, por otra parte, a los intelectuales brillantemente oscurantistas. Yo no sueño con meter a James Burnham en esta categoría. La paradoja que ha desarrollado, sin duda por amor a la teoría irritante, es tan falsa como peligrosa. Bajo miles de formas planas se encuentra hoy en la prensa y en los libros, justo antes de la preparación de la tercera guerra mundial. Los reaccionarios tienen un interés evidente en confundir el totalitarismo estalinista, exterminador de los bolcheviques, con el bolchevismo, a fin de perjudicar a la clase obrera, al socialismo, al marxismo e, incluso, al liberalismo...
El caso personal de Stalin, ex viejo bolchevique, así como el de Mussolini, ex viejo socialista de Avanti, es totalmente secundario a efectos sociológicos. Que el autoritarismo, la intolerancia y ciertos errores del bolchevismo hayan labrado un terreno favorable al totalitarismo estalinista, no se puede negar. Una sociedad contiene, como un organismo, gérmenes de muerte. Pero hace falta que las circunstancias históricas les faciliten su eclosión. Ni la intolerancia ni el autoritarismo de los bolcheviques (y de la mayor parte de sus adversarios) permiten poner en cuestión su mentalidad socialista o las conquistas de los diez primeros años de la revolución. Y estas conquistas son tan reales que dos sabios americanos, estudiosos del desarrollo cíclico de los organismos y de las sociedades, constatan que "en 1917-1918, Rusia entró en un nuevo ciclo de crecimiento, de suerte que hoy podemos situarla como la más joven de las grandes naciones del mundo (...) (1)".
En el momento del estallido de la revolución rusa, los efectivos organizados de todos los partidos revolucionarios eran inferiores al 1% de la población del Imperio. Los bolcheviques constituían una fracción de ese menos del uno por ciento. La ínfima levadura creció pero rápidamente se agotó. La revolución de octubre-noviembre de 1917 fue dirigida por un partido de hombres jóvenes. El mayor de entre ellos, Lenin, tenía 47 años, Trotsky 38; Bujarin, 29; Kamenev y Zinoviev, 34. Diez a veinte años más tarde, la resistencia al totalitarismo fue llevada a cabo por una generación envejecida. Y esta generación no sucumbió solamente bajo el peso de una joven burocracia policial ávidamente agarrada a los privilegios del poder, sino además por la pasividad política de las masas agotadas, subalimentadas, paralizadas por el sistema terrorista y la intoxicación de la propaganda. Por otra parte, se encontraron sin el más mínimo apoyo eficaz en el exterior. Durante su resistencia en la URSS la escalada de las fuerzas reaccionarias en el mundo fue casi ininterrumpida. Las potencias democráticas trataban con miramientos o alentaban a Mussolini y Hitler. El impulso de los frentes populares, ese combate de retaguardia de las masas trabajadoras de Occidente, quebrado en España por la coalición del nazismo, del fascismo y de Franco, en el momento preciso en que los verdugos de Stalin procedían, en Rusia, a la liquidación del bolchevismo...
VII. ¿Podemos defender algo de la revolución rusa después de esos diez primeros años exaltantes y de los veinte negros años que les siguieron? Sí, y no poco: una inmensa experiencia histórica, recuerdos llenos de orgullo, ejemplos inapreciables... La doctrina y las tácticas del bolchevismo necesitan, sin embargo, un estudio crítico. Se han producido tantos cambios en este mundo caótico que ninguna concepción marxista -o socialista- válida en 1920 tendría aplicación práctica sin una revisión esencial. No creo que en un sistema de producción en donde el laboratorio ha adquirido, en relación al taller, una creciente preponderancia, la hegemonía del proletariado pueda imponerse si no es bajo formas morales y políticas que impliquen, en realidad, la renuncia a la hegemonía. No creo que la "dictadura del proletariado" pueda revivir en las luchas del futuro. Habrá, sin duda, dictaduras más o menos revolucionarias; la tarea del movimiento obrero será siempre, estoy convencido, mantener un carácter democrático, no sólo en beneficio del proletariado, sino también para el conjunto de los trabajadores y de las naciones. En este sentido, la revolución proletaria no es, según creo, nuestro fin; la revolución que nos proponemos debe ser socialista, en el sentido humanista de la palabra; más exactamente, socializante, democrática, libertariamente realizada... Fuera de Rusia, la teoría bolchevique del Partido ha fracasado. La variedad de los intereses y de las formaciones psicológicas no ha permitido constituir la cohorte homogénea de militantes dedicados a una obra común tan noblemente loada por el pobre Bujarin... La centralización, la disciplina, la ideología dirigida nos deben inspirar una justa desconfianza, por más que necesitemos organizaciones serias...
¿Y que le queda al pueblo ruso? Por ironía de la historia, sólo perder sus cadenas. Espero que pronto se traduzca al francés el libro objetivamente implacable de David J. Dallin y Boris l. Nicolaevski sobre El trabajo forzado en la Rusia soviética. En él se nos habla que en 1928, en la época del Termidor soviético, en los campos de concentración de la GPU se hallaban unos treinta mil condenados. Nos es imposible saber, sin embargo, cuántos millones de esclavos encerrados hay hoy en los campos de Stalin. Las cifras más modestas los sitúan entre diez o doce millones que, según estos autores, constituyen el 16% de la población adulta masculina, siendo sensiblemente inferior el de las mujeres. Reciente he subrayado en Masses la importancia decisiva de estos datos. Admitiendo la cifra del 15% de privilegiados del régimen, que gozan en la URSS de una condición comparable a la de europeos civilizados, cifra probablemente optimista en este momento y que habría que dividir por dos para obtener el porcentaje de trabajadores adultos privilegiados, yo escribía: "Desde entonces: 7% de trabajadores adultos privilegiados, 15% de parias, 78% de explotados en condiciones pobres o miserables (...)" ¿Cómo quieren calificar a esta estructura social? ¿Es defendible?
En el exterior, la influencia de este "universo concentracionario" ha sido capaz de impedir la andadura del socialismo y la reorganización de Europa. La tragedia no es específicamente rusa, es universal. La tercera guerra mundial parece ser la salida lógica. No nos resignamos, sin embargo, a las soluciones catastrofistas siempre y cuando haya otras posibilidades. La agresividad del régimen estalinista en el exterior está condicionada por la gravedad de su situación interna. La rebelión latente de las masas rusas y no rusas contra este régimen ha sido demostrada por el derrotismo de las poblaciones que, al principio de la invasión, acogieron a los invasores como a liberadores; probada por los disturbios del día siguiente de la victoria; por el movimiento mucho más complejo de lo que se creía del ejército Vlassov que se batía alternativamente por los nazis y contra ellos; por los dos o trescientos mil refugiados rusos en Alemania; por la población de los campos de concentración. Opino que los regímenes totalitarios constituyen colosales fábricas de rebeliones. Aquel más que otro en razón de su tradición revolucionaria.
La documentación sobre el estado de espíritu de las masas rusas crece día a día. Cualquiera que conozca Rusia sabe que, bajo el caparazón de bronce del régimen, existe una profunda vitalidad. Las nueve décimas partes de los hombres que trabajan, construyen, inventan o administran, podrían, si rompieran sus cadenas, convertirse rápidamente en ciudadanos de una democracia del trabajo... ¿Podrán librarse a tiempo de sus cadenas para que una Rusia socialista pueda prevenir el desencadenamiento de la guerra?.
Lo que ha hecho el estalinismo por inculcar a sus oprimidos el horror y la repugnancia por el socialismo es inimaginable, siendo previsible que se produzcan reacciones tanto en Rusia como, y sobre todo, entre los pueblos no rusos, como los musulmanes de Asia central, recorridos por aspiraciones pan-islámicas. Estimo, no obstante, fundándome sobre muchas observaciones hechas en la URSS en años particularmente crueles para las masas, que la gran mayoría del pueblo ruso se da perfectamente cuenta de la impostura del socialismo oficial. No es posible la vuelta al antiguo régimen o, incluso, a un capitalismo desarrollado, en razón del alto grado de desarrollo conseguido por la producción estatalizada, en el momento en el que Europa entera camina hacia las nacionalizaciones y la planificación. La democracia rusa tendría que sanear, limpiar de mugre, reorganizar, en interés de los productores, la producción socializada. El interés técnico de la producción, el sentido de la justicia social, la libertad recobrada, se conjugarían, por la fuerza de las cosas, en volver a poner a la economía al servicio de la comunidad... No está todo perdido ya que nos queda esta esperanza racional, fuertemente motivada.]].
México, julio-agosto de 1947


Marx y anarquismo

[[ Rudolf Rocker
Marx y anarquismo
Autor(es): Rudolf Rocker
Fecha: 1925
Temas: Anarquismo Marx
Notas: Extdraído el compilado «Más sobre marxismo y anarquismo. Digitalización KCL.
Fuente: Recuperado el 12 de diciembre de 2012 desde Kolectivo Conciencia    Libertaria

    Hace algunos años, poco después de la muerte de Federico Engels, el señor Eduardo Bernstein, uno de los miembros más conspicuos de la comunidad marxista, asombró a sus compañeros con unos descubrimientos notables. Bernstein manifestó públicamente sus dudas con respecto a la exactitud de la interpretación materialista de la historia, de la teoría marxista de la plus-valía y de la concentración del capital; hasta atacó el método dialéctico, llegando a la conclusión de que no era posible hablar de un socialismo científico; a lo sumo cabía admitir un socialismo crítico. Hombre prudente, Bernstein reservó para sí sus descubrimientos hasta tanto muriera el viejo Engels, y sólo entonces los hizo públicos ante el espanto consiguiente de los sacerdotes marxistas. Pero ni siquiera esa prudencia pudo salvarlo, pues se le atacó por todos lados. Kautsky escribió un libro contra el hereje y el pobre Eduardo se vio obligado a declarar en el congreso de Hannover que era un débil pecador mortal y que se sometía a la decisión de la mayoría científica.

Con todo, Bernstein no había revelado nada nuevo. Las razones que oponía contra los fundamentos de la doctrina marxista ya existían cuando él todavía seguía siendo apóstol fiel de la iglesia marxista. Esos argumentos habían sido entresacados de la literatura anarquista y lo único importante era el hecho de que uno de los social-demócratas más conocidos se valiera de ellos por primera vez. Ninguna persona sensata negará que la crítica de Bernstein haya dejado de producir una impresión inolvidable en el campo marxista; Bernstein había tocado los cimientos más importantes de la economía metafísica de Carlos Marx y no es extraño que los respetables representantes del marxismo ortodoxo se hayan alborotado.
No hubiera sido tan grave todo eso si no mediara otro inconveniente pero que el exterior. Desde hace más de medio siglo los marxistas no cesan de predicar que Marx y Engels fueron los descubridores del llamado socialismo científico; se inventó una distinción artificial entre los socialistas titulados utópicos y el socialismo científico de los marxistas, diferencia que existe tan sólo en la imaginación de estos últimos. En los países germánicos la literatura socialista ha sido monopolizada por las teorías marxistas y todo social-demócrata las considera como productos puros y absolutamente originales de los descubrimientos científicos de Marx y Engels.
Pero también este ensueño se ha desvanecido; las investigaciones históricas modernas han establecido, de una manera incontrovertible, que el socialismo científico no es más que una consecuencia de los antiguos socialistas ingleses y franceses y que Marx y Engels han conocido perfectamente el arte de revestirse con plumas ajenas. Después de las revoluciones de 1848, se inició en Europa una reacción terrible; la Santa Alianza volvió a tender sus redes en todos los países con el propósito de ahogar el pensamiento socialista, que tan riquísima literatura produjera en Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania, España e Italia. Dicha literatura fue casi totalmente relegada al olvido durante esa época de oscurantismo que comenzó después de 1848. Muchas de las obras más importantes fueron destruidas hasta reducirse su número a pocos ejemplares que hallaron albergue en algún sitio tranquilo de ciertas grandes bibliotecas públicas o de algunas personas privadas. Sólo en el espacio de los últimos veinticinco o treinta años esa literatura ha sido nuevamente descubierta y hoy causan admiración las ideas fecundas que se encuentran en los viejos escritos de las escuelas posteriores a Fourier y Saint-Simon, en las obras de Considerant, Desami, Mey y muchos otros. Y en esa literatura se ha hallado asimismo el origen del llamado socialismo científico. Nuestro viejo amigo W. Tcherkesoff fue el primero en ofrecer un conjunto sistemáticos de todos esos hechos; demostró que Marx y Engels no son los inventores de esas teorías que durante tanto tiempo han sido consideradas como su patrimonio intelectual; hasta llegó a probar que algunos de los más famosos trabajos marxistas, como por ejemplo el Manifiesto Comunista, no son en realidad otra cosa que traducciones libres del francés, hechas por Marx y Engels. Y Tcherkesoff ha obtenido el triunfo de que sus afirmaciones con respecto al Manifiesto Comunista fueran reconocidas por el «Avanti», el órgano central de la social-democracia italiana, después de haber tenido el autor la oportunidad de comparar el Manifiesto Comunista con el Manifiesto de la Democracia de Víctor Considerant, que apareció cinco años antes que el opúsculo de Marx y Engels.
El Manifiesto Comunista es considerado como una de las primeras obras del socialismo científico, y el contenido de ese trabajo ha sido sacado de los escritos de un «utopista», pues el marxismo incluye a Fourier entre los socialistas utópicos. Es esta una de las ironías más crueles que imaginar se pueda y no constituye, seguramente, una recomendación favorable para el valor, científico del marxismo. Víctor Considerant fue uno de los primeros escritores socialistas que Marx conoció; ya lo menciona en la época en que todavía no era socialista. En 1842, la «Allgemeine Zeitung» atacó a la «Rheinische Zeitung», de la que era redactor en jefe Marx, reprochándole que simpatizaba con el comunismo. Marx contestó entonces con un editorial en que declaraba lo siguiente:
«Obras como las de Leroux, Considerant y especialmente el libro perspicaz de Proudhon no pueden ser criticadas con algunas observaciones superficiales y es preciso estudiarlas detenidamente antes de entrar a criticarlas».
El socialismo francés ha ejercido la mayor influencia sobre el desarrollo intelectual de Marx, pero de todos los escritores socialistas de Francia es P. J. Proudhon quien más poderosamente influyó en su espíritu. Hasta es evidente que el libro de Proudhon ¿Qué es la propiedad? indujo a Marx a abrazar el socialismo. Las observaciones críticas de Proudhon sobre la economía nacional y las diversas tendencias socialistas descorrieron ante Marx un mundo nuevo y fue principalmente la teoría de la plus-valía, tal como ha sido desarrollada por el genial socialista francés, lo que mayor impresión causó en la mente de Marx. El origen de la doctrina del plus-valor, ese grandioso «descubrimiento científico» de que tanto se enorgullecen nuestros marxistas, lo hallamos en los escritos de Proudhon. Gracias a éste Marx llegó a conocer esa teoría, que modificó más tarde mediante el estudio de los socialistas ingleses Bray y Thompson.
Marx hasta reconoció públicamente la gran significación científica de Proudhon y en un libro especial, hoy completamente desaparecido de la venta, llama a la obra de aquel ¿Qué es la propiedad? «el primer manifiesto científico del proletariado francés». Esa obra no volvió a ser editada por los marxistas, no ha sido traducida a otro idioma, a pesar de que los representantes oficiales del marxismo han hecho los mayores esfuerzos para difundir en todas las lenguas los escritos de su maestro. Ese libro ha sido olvidado, se sabe por qué: su reimpresión descubriría al mundo el colosal contrasentido y la insignificancia de todo lo escrito por Marx más tarde acerca del eminente teórico del anarquismo.
Marx no solamente había sido influenciado por las ideas económicas de Proudhon, sino que también se sintió influido por las teorías anárquicas del gran socialista francés y en uno de sus trabajos de aquel período combate al Estado en la misma forma que lo hiciera Proudhon.
II
Todos aquellos que hayan estudiado atentamente la evolución socialista de Marx deberán reconocer que la obra de Proudhon ¿Qué es la propiedad? fue la que lo convirtió al socialismo. Los que no conocen de cerca los detalles de esa evolución y aquellos que no han tenido oportunidad de leer los primeros trabajos socialistas de Marx y Engels juzgarán extraña e inverosímil esta afirmación. Porque en sus trabajos posteriores Marx habla de Proudhon con burla y desprecio, y son precisamente estos escritos los que la Social-democracia ha vuelto a publicar y reimprimir constantemente.
De este modo tomó cuerpo poco a poco la opinión de que Marx fue desde un principio el adversario teórico de Proudhon y que jamás ha existido entre ambos punto de contacto alguno. Y verdaderamente, cuando se lee lo que el primero de ellos ha escrito respecto del segundo en su conocido libro Miseria de la Filosofía, en el Manifiesto Comunista y en la necrología que publicó en el «Sozialdemokrat» de Berlín poco después de la muerte de Proudhon, no es posible tener otra opinión.
En Miseria de la Filosofía ataca a Proudhon de la peor manera, valiéndose de todos los recursos para demostrar que las ideas de aquél carecen de valor y que no tiene ninguna importancia ni como socialista ni como crítico de la economía política.
«El señor Proudhon ─dice─ tiene la desgracia de ser comprendido de un modo extraño: en Francia tiene el derecho de ser un mal economista, porque allí se le considera buen filósofo alemán; en Alemania puede ser un mal filósofo, puesto que se le considera allí el mejor economista francés. En mi calidad de alemán y de economista me veo obligado a protestar contra este doble error».
Y Marx va más lejos aún: acusa a Proudhon, sin ofrecer ninguna prueba, de haber plagiado sus ideas del economista inglés Bray. Escribe:
«Creemos haber hallado en el libro de Bray la llave de todos los trabajos pasados, presentes y futuros del señor Proudhon».
Es interesante observar cómo Marx, que tantas veces utilizaba ideas ajenas y cuyo Manifiesto Comunista no es en realidad sino una copia del Manifiesto de la Democracia de Víctor Considerant, denuncia a otros como plagiarios.
Pero prosigamos. En el Manifiesto Comunista Marx presenta a Proudhon como representante burgués y conservador. Y en la necrología que escribió en el «Sozialdemokrat» (1865) leemos las siguientes palabras:
«En una historia rigurosamente científica de la economía política ese libro (se refiere a ¿Qué es la propiedad?) apenas merecería ser mencionado. Porque semejantes obras sensacionales desempeñan en las ciencias exactamente el mismo papel que en la literatura novelesca».
Y en ese mismo artículo necrológico reitera Marx su afirmación de que Proudhon carece de todo valor como socialista y como economista, opinión que ya emitiera en Miseria de la Filosofía.
Fácil es comprender que semejantes asertos, que Marx lanzaba contra Proudhon, tenían que divulgar la creencia, mejor dicho la convicción, que entre él y el gran escritor francés no ha existido nunca el menor parentesco. En Alemania Proudhon es casi totalmente desconocido. Las ediciones germanas de sus obras, hechas alrededor del año 1840, están agotadas. El único libro suyo que volvió a ser publicado en alemán es ¿Qué es la propiedad? y aun esta edición se ha difundido en un círculo restringido. Esta circunstancia explica el hecho de que Marx haya logrado borrar los rastros de su primera evolución como socialista. Que su concepto de Proudhon era bien distinto al principio hemos tenido ya oportunidad de verlo más arriba y las conclusiones que siguen corroborarán nuestra aseveración.
Siendo redactor en jefe de la «Rheinische Zeitung», uno de los periódicos principales de la democracia alemana, Marx llegó a conocer a los escritores socialistas más importantes de Francia, aunque él mismo no era todavía socialista. Ya hemos mencionado una cita suya en que alude a Víctor Considerant, Pierre Leroux y Proudhon y no cabe duda que Considerant y especialmente Proudhon han sido los maestros que lo atrajeron al socialismo. ¿Qué es la propiedad? ha ejercido, sin duda alguna, la mayor influencia en el desarrollo socialista de Marx; así, en el periódico mencionado, llama al genial Proudhon «el más consecuente y sagaz de los escritores socialistas». En 1843 la «Rheinische Zeitung» fue suprimida por la censura prusiana; Marx partió para el extranjero y durante ese período evolucionó hacia el socialismo. Dicha evolución se nota muy bien en sus cartas al conocido escritor Arnoldo Ruge y mejor aun en su obra La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica, que se publicó conjuntamente con Federico Engels. El libro apareció en 1845 y tenía por objeto polemizar contra la nueva tendencia del pensador alemán Bruno Bauer. Además de cuestiones filosóficas, esa obra se ocupa también de economía política y de socialismo y son precisamente esas partes las que nos interesan aquí.
De todos los trabajos que publicaron Marx y Engels es La sagrada familia el único que no ha sido traducido a otros idiomas y del cual los socialistas alemanes no hicieron otra edición. Es verdad que Franz Mehring, heredero literario de Marx y Engels, ha publicado, por encargo del Partido Socialista alemán, La sagrada familia junto con otros escritos correspondientes al primer período de actuación socialista de los autores, pero esto se hizo sesenta años después de haber salido la primera edición y, por otra parte, la reedición estaba destinada a los especialistas, pues su costo era excesivo para un trabajador. Fuera de eso, Proudhon es tan escasamente conocido en Alemania que muy pocos habrán sido los que se hayan dado cuenta de la honda discrepancia que hay entre los primeros juicios que Marx emitió sobre él y los que sostuvieron más tarde.
Y sin embargo este libro demuestra claramente el proceso evolutivo del socialismo en Marx y el influjo poderoso que en él ha ejercido Proudhon. Todo lo que los marxistas han atribuido después a su maestro Marx lo reconocía, en La sagrada familia, como méritos de Proudhon.
Veamos lo que dice a este respecto en pág. 36:
«Todo desarrollo de la economía nacional considera la propiedad privada como hipótesis inevitable; esta hipótesis constituye para ella un factor incontestable que ni siquiera trata de investigar y al cual sólo se refiere accidentalmente, según la ingenua expresión de Say. Proudhon se ha propuesto analizar de un modo crítico la base de la economía nacional, la propiedad privada, y ha sido la suya la primera investigación enérgica, considerable y científica al propio tiempo. En eso consiste el notable progreso científico que ha realizado, progreso que revolucionó la economía nacional, creando la posibilidad de hacer de ella una verdadera ciencia. ¿Qué es la propiedad? de Proudhon tiene para la economía la misma importancia que la obra de Say ¿Qué es el tercer estado? ha tenido para la política moderna».
Es interesante comparar estas palabras de Marx con las que han escrito después acerca del gran teórico anarquista. En La sagrada familia dice que ¿Qué es la propiedad? ha sido el primer análisis científico de la propiedad privada y que ha dado la posibilidad de hacer de la economía nacional una verdadera ciencia; pero en su conocida necrología, publicada en el «Sozialdemokrat», el mismo Marx asegura que en una historia rigurosamente científica de la economía esa obra apenas merece ser mencionada.
¿Dónde está la causa de semejante contradicción? Pregunta es ésta que los representantes del llamado socialismo científico no han aclarado aún. En realidad, no hay sino una respuesta: Marx quería ocultar la fuente en que había bebido. Todos los que hayan estudiado la cuestión y no se sientan arrastrados por el fanatismo partidista tendrán que reconocer que esta explicación no es caprichosa.
Sigamos oyendo lo que manifiesta Marx sobre la importancia histórica de Proudhon. En la página 52 del mismo libro leemos:
«Proudhon no solamente escribe en favor de los proletarios, sino que él es también un proletario, un obrero; su obra es un manifiesto científico del proletariado francés».
Aquí, como se ve, Marx expresa en términos precisos que Proudhon es un exponente del socialismo proletario y que su obra constituye un manifiesto científico del proletariado francés. En cambio, en el Manifiesto Comunista asegura que Proudhon encarna el socialismo burgués y conservador. ¿Cabe mayor contradicción? ¿A quién hemos de creer, al Marx de La sagrada familia o al autor del Manifiesto Comunista? ¿Y a qué se debe esa divergencia? Es una pregunta que nos planteamos nuevamente y, como es natural, la respuesta es también la misma: Marx quería ocultar al mundo todo lo que debía a Proudhon y para ello cualquier medio le era viable. No puede haber otra explicación para ese fenómeno; los medios que Marx empleó más tarde en su lucha contra Bakunin evidencian que no era muy delicado en la elección de ellos.
III
De cómo Marx había sido influido por las ideas de Proudhon y hasta por sus ideas anarquistas, lo demuestran sus escritos políticos de aquel período; por ejemplo el artículo que publicó en el «Vorwaerts» de París.
El «Vorwaerts» era un periódico que aparecía en la capital francesa durante 1844-1845, bajo la dirección de Enrique Bernstein. Su tendencia era, al principio, liberal solamente. Pero más tarde, después de la desaparición de los Anales Germano-Franceses, Bernstein trabó relación con los antiguos colaboradores de esta última publicación, quienes lo conquistaron para la causa socialista. Desde entonces el «Vorwaerts» se convirtió en un órgano oficial del socialismo y numerosos colaboradores de la extinguida publicación de A. Ruge, entre ellos Bakunin, Marx, Engels, Enrique Heine, Georg Herwegh, etc., contribuyeron a él con sus trabajos.
En el número 63 de ese periódico (7 de Agosto de 1844) Marx publicó un trabajo de polémica, «Acotaciones críticas al artículo El rey de Prusia y la reforma social». En él estudia la naturaleza del Estado y demuestra la incapacidad absoluta de ese organismo para aminorar la miseria social y para suprimir el pauperismo. Las ideas que el autor desenvuelve en ese artículo son ideas puramente anarquistas y están en perfecta concordancia con los conceptos que Proudhon, Bakunin y otros teóricos del anarquismo han establecido a ese respecto. Por el siguiente extracto del estudio de Marx podrán juzgar los lectores:
««El Estado es incapaz de suprimir la miseria social y anular el pauperismo. Y aun cuando se preocupa de este problema, si es que se decide a hacer algo, no dispone de otros recursos que la beneficencia pública y las medidas de carácter administrativo y frecuentemente ni siquiera eso».
«Ningún Estado puede proceder en otra forma: porque para suprimir la miseria debería suprimirse a sí mismo, puesto que la causa del mal reside en la esencia, en la naturaleza misma del Estado, y no en una forma determinada de él como supone mucha gente radical y revolucionaria que aspira a modificar esa forma por otra mejor».
«Es un gravísimo error creer que la miseria y los terribles males del pauperismo pueden ser curados mediante una forma cualquiera del Estado. Si el Estado reconoce la existencia de ciertos males sociales trata de explicarlos, ya sea como leyes naturales contra las que nada puede hacer el hombre, o bien como resultados de la vida privada, en la cual no puede inmiscuirse, o, también, como defectos de la administración pública. Por eso en Inglaterra la miseria es considerada como consecuencia de una ley natural, según la cual los hombres aumentan en proporción mayor a los medios de vida. Otros afirman que la mala voluntad de los pobres es la causa de su pobreza; el rey de Prusia, Federico Guillermo I, ve la causa de ello en los corazones poco cristianos de los ricos; y la Convención, el parlamento revolucionario francés, sostiene que los males sociales son la consecuencia del ánimo contrarrevolucionario que demuestran los propietarios. Por consiguiente en Inglaterra se castiga a los pobres, el rey de Prusia recuerda a los ricos sus deberes cristianos y la Convención francesa corta las cabezas de los propietarios».
«Además, todos los Estados buscan la causa de la miseria en los defectos fortuitos o intencionales de la Administración y por lo tanto creen posible reducir el mal mediante reformas administrativas. Pero el Estado no posee el poder de salvar la contradicción existente entre la buena voluntad de la administración y su capacidad real; porque si así fuera, tendría que anularse a sí mismo ya que él se basa en esa contradicción que reina entre la vida pública y la privada, entre los intereses generales y los particulares. Por eso la Administración se halla limitada por una función exclusivamente formal y negativa, pues donde principia la vida civil termina el poder de la Administración. El Estado no puede impedir jamás las consecuencias que se desarrollan lógicamente a causa del carácter antisocial de la vida civil, de la propiedad privada, del comercio, de la industria y del despojo mutuo de los distintos grupos sociales. La bajeza y la esclavitud de la sociedad burguesa constituyen el fundamento natural del Estado moderno. La existencia del Estado y la de la esclavitud no pueden ser separadas. Del mismo modo como el antiguo Estado y la esclavitud antigua ─contradicciones clásicas y francas─ están íntimamente vinculados entre sí, así también el Estado moderno y el actual mundo de mercaderes ─contradicción cristiana e hipócrita─ están fuertemente aferrados uno al otro».
Esta interpretación esencialmente anarquista de la naturaleza del Estado, que parece tan extraña si se recuerdan las doctrinas posteriores de Marx, es una prueba evidente del origen anárquico de su primera evolución socialista. En el mencionado artículo se reflejan los conceptos de la crítica del Estado hecha por Proudhon, crítica que tuvo su primera expresión en su famoso libro ¿Qué es la propiedad? Esta obra inmortal ha ejercido la influencia más decisiva en la evolución del comunista alemán, a pesar de lo cual él se esforzó por todos los medios ─y no fueron éstos los más nobles─ en negar las primeras fases de su actuación como socialista. Naturalmente, los marxistas apoyaron en esto a su maestro y de esta manera se desarrolló poco a poco el falso concepto histórico acerca del carácter de las primeras relaciones entre Marx y Proudhon.
En Alemania principalmente, siendo este último casi desconocido, pudieron circular las más extrañas afirmaciones en ese sentido. Pero cuanto más se logra conocer las importantes obras de la vieja literatura socialista, tanto más se nota todo lo que el llamado socialismo científico debe a aquellos «utopistas» que durante largo tiempo fueron olvidados a causa de la reclame gigantesca que la escuela marxista y de otros factores que relegaron al olvido la literatura socialista del primer período. Y uno de los maestros más importantes de Marx y el que sentó las bases de toda su evolución posterior fue precisamente Proudhon, el anarquista tan calumniado y mal comprendido por los socialistas legalitarios.
IV
El 20 de Julio de 1870, Carlos Marx escribía a Federico Engels: «Francia debe ser golpeada rudamente, pues si Prusia consigue salir victoriosa, el poder estatal llegará a estar más centralizado y lo mismo ocurrirá con todo el movimiento obrero de Alemania. La potencia alemana trasladará el centro del movimiento obrero de Francia a Alemania. Sólo es necesario comparar el movimiento en estos dos países, desde 1866 a nuestros días, para convencerse de la superioridad de la clase obrera alemana sobre la francesa, tanto en la teoría como en la organización y su potencia mayor en los acontecimientos internacionales significa un triunfo para nuestra doctrina sobre la de Proudhon...»
Marx tenía razón: el triunfo de Alemania sobre Francia significó una nueva ruta en la historia del movimiento obrero europeo.
El socialismo revolucionario y liberal de los países latinos fue hecho a un lado, dejando el campo a las teorías estatales y anti-anarquistas del marxismo. La evolución de aquel socialismo vivificante y creador se vio turbada por el nuevo dogmatismo férreo que pretendía poseer un pleno conocimiento de la realidad social, cuando era apenas un conjunto de fraseologías teológicas y de sofismos fatalistas, y resultó ser luego el sepulcro de todo verdadero pensamiento socialista.
Con las ideas, cambiaron también los métodos de lucha del movimiento socialista. En vez de los grupos revolucionarios para la propaganda y para la organización de las luchas económicas, en los cuales los internacionalistas habían visto la semilla de la sociedad futura y los órganos aptos para la socialización de los medios de producción e intercambio, comenzó entonces la era de los partidos socialistas y de la representación parlamentaria del proletariado. Poco a poco se olvidó la antigua educación socialista que llevaba a los obreros a la conquista de la tierra y de las fábricas, poniendo en su lugar la nueva disciplina de partido que consideraba la conquista del poder político como su más supremo Ideal.
Miguel Bakunin, el gran contrincante de Marx, observó con clarividencia el cambio de la situación y con el corazón amargado predijo que, con el triunfo de Alemania y la caída de la Comuna de París, comenzaba un nuevo capítulo en la historia de Europa. Físicamente agotado y mirando de frente a la muerte, escribió, el 11 de Noviembre de 1874, estas importantes palabras a Ogaref: «El bismarkismo ─que viene a ser militarismo, régimen policial y monopolio financiero fusionados en un sistema que se titula el Nuevo Estado─ está triunfando en todas partes. Pero quizás dentro de diez o quince años la inestable evolución de la especie humana alumbrará nuevamente los senderos de triunfo». Bakunin se equivocó en esa ocasión, no calculando que habría de pasar medio siglo hasta que, en medio de una terrible catástrofe mundial, fuera derrotado el bismarkismo.
V
Así como el triunfo de Alemania en 1871 y la caída de la Comuna de Paris fueron los signos de la desaparición de la vieja Internacional, así la gran guerra de 1914 fue el punto de arranque de la bancarrota del socialismo político.
Y aquí ocurre un extraño suceso que resulta a veces verdaderamente grotesco y que sólo encuentra su explicación en la falta de todo conocimiento sobre la historia del viejo movimiento socialista. Bolcheviques, independientes, comunistas, etc., no dejaron de acusar a los herederos de la vieja Social-democracia de una vergonzosa claudicación de los principios del marxismo. Los acusaron de haber ahogado al movimiento socialista en el pantano del parlamentarismo burgués, de haber interpretado mal la actitud de Marx y Engels sobre el Estado, etc.
El director espiritual de los bolcheviques, Nicolás Lenin, trató de fundamentar su acusación sobre bases sólidas en su conocido libro «El Estado y la Revolución», que es reputado por sus discípulos como la verdadera y pura interpretación del marxismo. Por medio de una colección de citas perfectamente arregladas pretende demostrar Lenin que «los fundadores del socialismo científico» fueron siempre enemigos declarados de la democracia y del pantano parlamentario y que todas sus aspiraciones iban encaminadas a la desaparición del Estado.
No hay que olvidar que Lenin hizo recién descubrimiento cuando su partido, contra todas las esperanzas, se vio en minoría después de las elecciones para la Asamblea Constituyente. Hasta entonces los bolcheviques habían participado a la par de los demás partidos en las elecciones y se cuidaban de no ponerse en conflicto con los principios de la democracia. En las últimas elecciones para la Asamblea Constituyente de 1918, tomaron parte con un programa grandioso, esperando obtener una mayoría importante. Pero al ver que, a pesar de todo, quedaban en minoría, declararon la guerra a la democracia y disolvieron la Asamblea constituyente, publicando entonces Lenin su obra «El Estado y la Revolución» como justificativo personal.
VI
La tarea de Lenin no era sencilla por cierto: de un lado se veía obligado a hacer concesiones avanzadas a las tendencias anti-estatales de los anarquistas y del otro a demostrar que su actitud no era en modo alguno anarquista, sino marxista únicamente. Como inevitable consecuencia de todo esto su obra está llena de errores contra la lógica del sano pensamiento en el hombre. Un ejemplo probará esta afirmación: queriendo Lenin acentuar lo más posible una supuesta tendencia anti-estatal de Marx, cita el conocido párrafo de «Guerra civil en Francia», donde Marx da su aprobación a la Comuna por haber comenzado desterrando el Estado parasitario. Pero Lenin no se toma el trabajo de recordar que Marx se veía obligado con estas palabras ─que están en abierta contradicción con toda su actitud anterior─ a hacer una concesión a los partidarios de Bakunin, con los cuales mantenía, por aquel entonces, una lucha muy enconada.
Hasta el mismo Franz Mehring ─a quien no se le puede sospechar de simpatía hacia los socialistas mayoritarios─ ha debido reconocer esa contradicción en su último libro «Karl Marx», donde dice: «No obstante todo lo verídico que sean los detalles de esa obra, esta fuera de duda que el pensamiento allí expresado contradice todas las opiniones que Marx y Engels habían venido proclamando desde el «Manifiesto Comunista» un cuarto de siglo antes».
Bakunin estaba en lo cierto al decir por aquel entonces: «La impresión de la Comuna levantada en armas fue tan imponente que hasta los marxistas, cuyas ideas habían sido completamente desalojadas por la revolución de París, tuvieron que doblar la cabeza ante los hechos de la Comuna. Hicieron más aun: en contradicción con toda lógica y con sus convicciones conocidas tuvieron que relacionarse con la Comuna e identificarse con sus principios y aspiraciones. Fue un carnavalesco juego cómico... pero necesario. Pues el entusiasmo provocado por la Revolución era tan grande que habrían sido rechazados y arrojados de todas partes si hubieran intentado encastillarse en sus dogmatismos.
VII
Algo más aun olvida Lenin y algo que es, por cierto, de capital importancia en esta cuestión. Es lo siguiente: que fueron precisamente Marx y Engels quienes trataron obligar a las organizaciones de la vieja Internacional a desarrollar una acción parlamentaria, haciéndose, de este modo, responsables directos del empantanamiento colectivo del movimiento obrero socialista en el parlamentarismo burgués. La internacional fue la primera tentativa para unir a los trabajadores organizados de todos los países en una gran unión, cuya aspiración final seria la liberación económica de los trabajadores. Diferenciándose entre si las ideas y los métodos de las diferentes secciones, era de capital importancia establecer los puntos de contacto para la obra común y reconocer la amplia autonomía y la autoridad independiente de las diversas secciones. Mientras esto se hizo la internacional creció poderosamente y floreció en todos los países. Pero todo cambió por completo desde el momento en que Marx y Engels se empeñaron en empujar a las diferentes federaciones nacionales hacia la acción parlamentaria. Esto ocurrió por primera vez en la desgraciada conferencia de Londres de 1871, donde lograron hacer probar una resolución que terminaba con las siguientes palabras:
«Considerando: que el proletariado sólo puede permanecer como clase constituyéndose en partido político aparte, en oposición a todos los viejos partidos de las clases dominantes; que esta constitución del proletariado en partido político es necesaria para llegar al triunfo de la Revolución Social y a su finalidad, la desaparición de las clases; que la unión de las fuerzas proletarias que se viene consiguiendo por las luchas económicas es también un medio de que se valen las masas en la acción contra las fuerzas políticas del Capitalismo; la Conferencia recuerda a los miembros de la Internacional la necesidad de mantener en las luchas obreras indisolublemente unidas sus actividades económicas y políticas».
Que una sola sección o federación de la Internacional adoptara tal resolución era cosa bien posible, pues sólo a sus componentes envolvería el cumplimiento de ella; pero que el Consejo Ejecutivo la impusiera a todos los componentes de la Internacional, y máxime tratándose de un asunto que no fue presentado al Congreso General, constituía un proceder arbitrario, en abierta contradicción con el espíritu de la Internacional y que tenia necesariamente que levantar la protesta enérgica de todos los elementos individualistas y revolucionarios.
El Congreso vergonzoso de La Haya, en 1872, concluyó la obra emprendida por Marx y Engels para transformar a la Internacional en una maquinaria de elecciones, incluyendo a este efecto una cláusula que obligaba a las diferentes secciones a luchar por la conquista del poder político. Fueron, pues, Marx y Engels los culpables del divisionismo de la Internacional, con todas sus consecuencias funestas para el movimiento obrero, y los que por la acción política trajeron el empantanamiento y la degeneración del Socialismo.
VIII
Cuando estalló la revolución de España en 1873, los miembros de la Internacional ─casi todos anarquistas─ desconocieron las peticiones de los partidos burgueses y siguieron su propio camino hacia la expropiación de la tierra y de los medios de producción, con un espíritu socialmente revolucionario. Estallaron huelgas generales y revueltas en Alcoy, San Lúcar de Barrameda, Sevilla, Cartagena y otros lugares, que tuvieron que ser sofocadas en sangre. Más tiempo resistió la ciudad portuaria de Cartagena, la cual se mantuvo en manos de los revolucionarios por espacio de varios meses hasta que finalmente cayó debido al fuego de los buques de guerra prusianos e ingleses. En aquel entonces Engels atacó duramente en el «Fol-Stat» a los bakuninianos españoles y los apostrofó por no querer adherirse a los ciudadanos republicanos. ¡Cómo hubiera el mismo Engels, si viviera aun, criticado a sus discípulos comunistas de Rusia y Alemania!
Después del célebre Congreso de 1891, cuando los dirigentes de los llamados «Jóvenes» fueron expulsados del Partido Socialdemócrata, por levantar la misma acusación que Lenin dirigía a los «oportunistas» y «kautzkianos», fundaron éstos un partido aparte con un órgano propio: «Der Socialist» en Berlín. Al principio, este movimiento fue extremadamente dogmático y representó ideas casi idénticas a las del actual Partido Comunista. Si se lee, por ejemplo, el libro de Teistler «El Parlamentarismo y la clase obrera», se encontrarán idénticos conceptos que en «El Estado y la Revolución» de Lenin. Al igual de los bolcheviques rusos y de los miembros del Partido comunista alemán, los socialistas independientes de aquel entonces rechazaban los principios de la Democracia y se negaban a participar en los parlamentos burgueses sobre la base de los principios reformistas del marxismo.
Y ¿cómo hablaba Engels de esos «Jóvenes» que se complacían, al igual de los comunistas, en acusar a los dirigentes del Partido Socialdemócrata de traición al marxismo? En una carta a Sorge en octubre de 1891, hace el viejo Engels los siguientes amables comentarios: «Los asquerosos berlineses se han convertido en acusados en vez de seguir siendo acusadores y habiendo obrado como cobardes infelices han sido obligados a trabajar fuera del Partido, si es que desean hacer algo. Sin duda hay entre ellos espías policiales y anarquistas disfrazados que desean trabajar secretamente entre nuestra gente. Junto a ellos hay una cantidad de asnos, de estudiantes ilusos y de payasos insolentes de todo surtido. En total son unas doscientas personas».
Seria verdaderamente curioso saber con qué adjetivos simpáticos hubiera hoy honrado Engels a nuestros «comunistas», que se dicen ser «los guardadores de los principios marxistas».
IX
No es posible caracterizar los métodos de la vieja Social-democracia. Respecto a tal punto Lenin no dice una sola palabra y menos aun sus amigos alemanes. Los socialistas mayoritarios deben recordar este detalle sugerente para demostrar que son ellos los verdaderos representantes del marxismo; cualquiera que conoce algo de historia debe darles la razón. El marxismo fue quien impuso la acción parlamentaria a la clase obrera y marcó la ruta de la evolución operada en el Partido Social-demócrata alemán. Solo cuando esto se comprenda, se entenderá que la ruta de liberación social nos lleva a la tierra feliz del anarquismo pasando por encima del marxismo.


COYUNTURA POLÍTICA INTERNACIONAL DURANTE 1918-19-0-21,...EN EUROPA Y EN LOS PAÍSES EN GUERRA CIVIL O REVOLUCIÓN. LA CLASE OBRERA Y LOS PARTIDOS OBREROS,...DONDE ESTABA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO. 


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Empezamos por la patria soviética preURSS, que desde que se creó el poder soviético estaba en guerra civil, interna en el poder y externa con fuerzas no probolcheviques; decimos bolchevique porque es este partido el que realmente tiene y ejerce el poder soviético en la Rusia Soviética. Al ser Rusia un gran territorio como país, este poder revolucionario no tenía control y poder en toda su extensión. A la vez los poderes eran muy duales, al menos había un doble poder; el bolchevique era más poderoso como se demostró ya en 1.921,...al tener poder y gerencia en todo el territorio,...por derrotas de los oponentes, negociaciones, dejadez guerrera, y otros motivos. La cuestión es que lo llamado poder bolchevique se consolida en esa fecha. EN 1.921 SE DA OTRA REVOLUCIÓN EN ALEMANIA, ANTES SE HABÍAN DADO OTRAS DURANTE 1.919-20,...

[[Reforma o Revolución
en
los “orbes” nacionales. 
De Manuel Bermúdez Trujillo / 7 mayo, 2013 / Activismo Cívico / 


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Uno se queda mirando hacia el PSOE y no le queda otra, desde la perspectiva de la izquierda social y política, que echarse a llorar junto con buena parte de su base. Una y otra vez vuelven, erre que erre, con su discurso centrista, contradictorio, ecléctico y nada edificante.
Es cierto, para mí al menos, que PP y PSOE no son la misma cosa. No diré que dejo de corear en las manifas la consigna escatológica que inventaron las gentes del  15M va ya para dos años, pero, sin buscar ninguna justificación, debo aclarar que mi grito de coro no es más que una expresión caricaturesca. En esto al menos muchos y muchas estaremos de acuerdo: No son la misma cosa, pero proceden del mismo lugar, por consiguiente, que diría el gurú que susurra a los bonsáis, es la izquierda del PP. Capitalistas ambos hasta las corvas. Muñidores de Maastricht y temerosos de la diosa Merkel y su cohorte del Banco Central, etc.
Acostumbrados a una dialéctica de gestos vacuos, la transgresora  y radical Carme Chacón se enfrenta cual paladín del progresismo a su propio partido, el PSC, que dispuesto a secundar el derecho a la autodeterminación marcha a los infiernos. Desde el graderío nacional español,que es a quien va dirigido el gesto, se la aplaude generosamente, al mismo tiempo que se aplaude a Talegón la reciente declaración del error que supuso abandonar el marxismo y bailarle el agua al capital. Nada nuevo bajo el cielo en este partido descompuesto, que comienza a oler a cadáver de hace ya semanas.
El marxismo por definición es internacionalista porque describe no la lucha de clases ni el capitalismo de un país o una región, sino al capitalismo como explotador de las clases medias y proletarias en cualquier lugar del mundo conocido. Pero como ideología de izquierda defiende sin ambages los derechos humanos y entre ellos el de autodeterminación, por más que haya quien entienda por autodeterminación soberanía y como soberanía independencia. La izquierda real tiene agallas para defender libertades que van en contra de sus principios, cosa que la renovadora e impulsora del nuevo socialismo patrio parece no compartir. Ya te digo que huele.
Pero es más, entre las declaraciones de la marxista Talegón, nos encontramos con la lindeza de la generalización según la cual el movimiento 15M es un movimiento de derechas, el por qué: apoyaron el voto blanco o nulo, gracias a este apoyo bajó considerablemente el sustento electoral del PSOE y el PP lo rentabilizó, ergo 15M es un movimiento de derechas. Y se queda tan pancha y marxista la joven revolucionaria.
La chica que inteligentísimamente nos proporciona semejantes silogismos no descarta presentarse a primarias -¡La virgen! ¡Cómo huele! – La futurología que utiliza, con sabiduría sin par, no cuenta con que en las fechas en que se iniciaron los movimientos sociales del 2011 la indignación y la catarsis eran el programa y el método de todo un pueblo echado a esas calles y plazas precisamente ante el hartazgo del gobierno del que la revolucionaria Chacón ejercía como ministra de todos los ejércitos de las Españas, y de paso de los ecos vanos del y tú más de los agrestes peperos, socios eternos de gobierno alternante. En semanas el movimiento 15M se vio infiltrado por policías, servicios secretos nacionales e internacionales y, cómo no, de toda clase de políticos de tercera fila, correas de transmisión de información fresca. Se olvida la señora talegón del desapego partidista del que nació el 15M como consolación para la catarsis y luego como estrategia para elaborar un listado de necesidades mínimas y comunes.
Este como otros movimientos sociales nacieron al desamparo de la política del capital imperialista y recortero de ZP y Rajoy, a la sombra de la traidora reforma constitucional que nos dejaba bajo los cascos de los caballos del apocalipsis de la Troika, que como todo buen trío, una vez más, son cuatro los caballos.
El desarrollo de los acontecimientos ha impedido, junto, qué duda cabe, al desarrollo de los intereses partidistas hegemónicos – ávidos de contar entre los integrantes del 15M líderes y lidersas, como poco de voluntades a las que la alquimia del capital “bueno” conviertan en votos – que los movimientos sociales sigan la lógica de un desarrollo programático alternativo puro y operativo. ¡E pur si muove!
Hace ya mucho que dejé de creer en la verdad para hacerlo en la autenticidad, así que en contra de lo que piensa Talegón, no acepto la adscripción pepera, ni la pesebrera del 15M, ni de Democracia Real Ya, o de Constituyentes, menos aún pienso eso sobre el Frente Cívico Somos Mayoría, Confluyentes, etc. etc. etc. Contra viento y marea creo que se está gestando una mayoría no partidista de izquierdas que va rumiando, convergiendo y madurando una sociedad distinta, que desde luego tiene más que ver con el socialismo marxista que con lo que representan, según el léxico zapateril, ambas señoras faro y mascaron del socialismo burgués, vestido de seda, que monísimas las deja.]].
Manuel Bermúdez Trujillo.

G
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www.joseluisdelamata.com/.../07.%20De%20la%20Organizacion.%20No...
o     
o     Es sabido que la derrota de aquella revolución alemana. (1918-1919), una de ... Lenin y los bolcheviques, la han querido utilizar para justificar una política .... espartaquistaexamina un aspecto, el de las alianzas de la clase obrera, todavía muy ..... de los acontecimientos y que interviene como factor causal de explicación.

9.    [PDF]

La revolución en Alemania - Germinal | en defensa del marxismo
grupgerminal.org/?q=system/files/revolucion_en_alemania.pdf
o     
artículos sobre la revolución alemana, que se estaba aproximando: ... Lenin y sus compañeros del partido bolchevique han dirigido en Rusia una revolución ...... temido por los espartaquistas...... la autoridad militar interviene, militarizando.

10. [PDF]

JEAN SALEM Y LA MEMORIA HISTÓRICA - cdam-che guevara
cdamcheguevara.files.wordpress.com/.../jean-salem-y-la-memoria-histc3...
o     
o     Eso aconteció con Lenin y la revolución, de Jean Salem. ... respondió que la URSS había sido aliada de Alemania durante la II Guerra Mundial. .... Salem, invocando a Lenin, adopta la posición correcta cuando interviene en la polémica ... Luego de la derrota de la revolución espartaquista en Alemania, Lenin advirtió que  ...


CASI SIEMPRE SE HABLA DE LIDER, DE DIRIGENTE,...ALGUNA VEZ DE GOBIERNO Y DE ESTADO,...EL MARXISMO, EL PROLETARIADO DEBE HABLAR DE CLASES, DE PODERES Y LUCHA DE CLASES 

 Por ello elaboro y divulgamos la idea y politica de estudio, organización, participación general obrera-popular,...revolución humanidad,...humana y universal. Estamos contra el culto a la personalidad de antes y de ahora,...y del mañana si es que se diera. ( El siguente artículo que se editará en este blog, habla con más argumentación este asunto,...).

1.   Anarquismo en Alemania - Wikipedia, la enciclopedia libre
es.wikipedia.org/wiki/Anarquismo_en_Alemania
   
El anarquismo en Alemania se desarrolló siguiendo un proceso paralelo al desarrollo nacional del país. A mediados del siglo XIX, cuando Alemania no se ...
Los inicios: egoísmo y mutualismo - ‎Resurgir del anarquismo - ‎El siglo XX
2.   LA RESISTENCIA ANARQUISTA EN LA ALEMANIA NAZI | CNT de ...
puertoreal.cnt.es/.../2503-la-resistencia-anarquista-en-la-alemania-nazi.ht...
     
Durante años los investigadores académicos mantuvieron que nunca hubo un movimiento anarquista en Alemania, aparte de literalmente uno o dos nombres.
3.   El Aullido: Historia del anarquismo en Alemania
grupostirner.blogspot.com/.../historia-del-anarquismo-en-alemania.html
     
29/12/2010 - El anarquismo alemán se desarrolló siguiendo un proceso curiosamente paralelo al desarrollo nacional del país. En los años cuarenta del ...
4.   Los anarquistas alemanes están hasta las narices de las cámaras ...
www.vice.com/.../los-anarquistas-alemanes-estan-hasta-las-narices-de-las-...
29/01/2013 - Así que las arrancan o se las cargan utilizando extintores.
5.   El anarquismo alemán no ha muerto - Eldiario.es
www.eldiario.es/Kafka/.../anarquismo-aleman-muerto_0_96590420.htmlo     
01/02/2013 - Para finales de febrero, el teatro de La Abadía de Madrid y el Goethe Institut pondrán en marcha el ciclo Lieber Fassbinder. El anarquista ...

6.    [PDF]
Anarquismo y organización - Rudolf Rocker - KCL
www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l005.pdf
     
     
   “Anarquismo y organización” de Rudolf Rocker. 6. Resumiendo, según Rocker, la responsabilidad de que el anarquismo en Alemania no haya progresado en  ...
7.   Traducción de anarquista en Alemán - Vocabulix
www.vocabulix.com/traduccion/aleman/anarquista.html
     
     
Traducir la palabra anarquista en Alemán. Los idiomas del dictionario son Español-Alemán:
8.   A.4 ¿Cuáles son los principales pensadores anarquistas? - Ateneo ...
www.alasbarricadas.org/ateneovirtual/index.php?...anarquistas%3F
     
     
     14/04/2012 - Nacido en la atmosfera de la filosofía romántica alemana el anarquismode Stirner (expuesto en Der Einzige und sein Eigentum) fue una forma  ...
9.   CBA - Lieber Fassbinder. El anarquista romántico
www.circulobellasartes.com/evento.php?s=ciclos_cine&id=386
     
     
     21/03/2013 - Walter, un poeta anarquista que atraviesa dificultades económicas ...Alemania en otoño (Deutschland im herbst) R.W. Fassbinder, R.F.A.,  ...

10. [PDF]
El anarquismo según sus más ilustres representantes / traducción ...
fama2.us.es/fde/.../elAnarquismoSegunSusMasIlustresRepresentantes.pdf
     
     
TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN. POR ... (1) per Anarchismus unds reine Trüger ( El anarquismo y ... (9) Silid, El anarquismo y la defensa social, en La España.

[[ El estado y la revolución,...EN WWW.MARXISTS.ORG

Capitulo VI - EL ENVILECIMIENTO DEL MARXISMO POR LOS OPORTUNISTAS
La cuestión de las relaciones entre el Estado y la revolución social y entre ésta y el Estado, como en general la cuestión de la revolución, ha preocupado muy poco a los
más conocidos teóricos y publicistas de la II Internacional (1889-1914). Pero lo más característico, en este proceso de desarrollo gradual del oportunismo, que llevó a la
bancarrota de la II Internacional en 1914, es que incluso cuando abordaban de lleno esta cuestión se esforzaban en eludirla o no la advertían.
En términos generales, puede decirse que de esta actitud evasiva ante la cuestión de las relaciones entre la revolución proletaria y el Estado, actitud evasiva favorable
para el oportunismo y de la que se nutría éste, surgió la tergiversación del marxismo y su completo envilecimiento.
Fijémonos, para caracterizar, aunque sea brevemente, este proceso lamentable, en los teóricos más destacados del marxismo, en Plejánov y Kautsky.

1. LA POLEMICA DE PLEJANOV CON LOS ANARQUISTAS
Plejánov consagró a la cuestión de las relaciones entre el anarquismo y el socialismo un folleto especial, titulado "Anarquismo y socialismo", publicado en alemán en 1894.
Plejánov se las ingenió para tratar este tema eludiendo en absoluto el punto más actual y más candente, y el más esencial en el terreno político, de la lucha contra el
anarquismo: ¡precisamente las relaciones entre la revolución y el Estado y la cuestión del Estado en general! En su folleto descuellan dos partes. Una, histórico-literaria, con valiosos materiales referentes a la historia de las ideas de Stirner, Proudhon, etc. Otra, filistea, con torpes razonamientos en torno al tema de que un anarquista no se distingue de un bandido.
La combinación de estos temas es en extremo curiosa y característica de toda la actuación de Plejánov en vísperas de la revolución y en el transcurso del período
revolucionario en Rusia: en efecto, en los años de 1905 a 1917, Plejanov se reveló como un semidoctrinario y un semifilisteo que en política marchaba a la zaga de la
burguesía.
Hemos visto cómo Marx y Engels, polemizando con los anarquistas, aclaraban muy escrupulosamente sus puntos de vista acerca de la actitud de la revolución hacia el
Estado. Al editar en 1891 la "Crítica del Programa de Gotha", de Marx, Engels escribió:
"Nosotros [es decir, Engels y Marx] nos encontrábamos entonces —pasados apenas dos años desde el Congreso de La Haya de la [Primera] Internacional— en pleno
apogeo de la lucha contra Bakunin y sus anarquistas".
En efecto, los anarquistas intentaban reivindicar como "suya", por decirlo así, la Comuna de París, como una confirmación de su doctrina, sin comprender, en absoluto,
las enseñanzas de la Comuna y el análisis de estas enseñanzas hecho por Marx. El anarquismo no ha aportado nada que se acerque siquiera a la verdad en punto a estas cuestiones políticas concretas: ¿hay que destruir la vieja máquina del Estado? ¿Y con qué sustituirla?
Pero hablar de "anarquismo y socialismo", eludiendo toda la cuestión acerca del Estado, no advirtiendo todo el desarrollo del marxismo antes y después de la Comuna,
significaba inevitablemente deslizarse hacia el oportunismo pues no hay nada, precisamente, que tanto interese al oportunismo como el no plantear en modo alguno
las dos cuestiones que acabamos de señalar. Esto es ya una victoria del oportunismo.

2. LA POLÉMICA DE KAUTSKY CON LOS OPORTUNISTAS


Al ruso se ha traducido, sin duda alguna, una cantidad incomparablemente mayor de obras de Kautsky que a ningún otro idioma. No en vano algunos socialdemócratas
alemanes bromean diciendo que a Kautsky se le lee más en Rusia que en Alemania.
(Dicho sea entre paréntesis: esta broma encierra un sentido histórico más profundo de lo que sospechan sus autores. Los obreros rusos, que en 1905 sentían una apetencia extraordinariamente grande, nunca vista, por las mejores obras de la mejor literatura socialdemócrata del mundo, y a quienes se suministró una cantidad jamás vista en otros países de traducciones y ediciones de estas obras, trasplantaban, por decirlo así, con ritmo acelerado, al terreno joven de nuestro movimiento proletario la formidable experiencia del país vecino, más adelantado).
A Kautsky se le conoce especialmente entre nosotros, aparte de por su exposición popular del marxismo, por su polémica contra los oportunistas, a la cabeza de los
cuales figuraba Bernstein. Lo que apenas se conoce es un hecho que no puede silenciarse cuando se propone uno la tarea de investigar cómo Kautsky ha caído en esa
confusión y en esa defensa increíblemente vergonzosas del socialchovinismo durante la profundísima crisis de los años 1914-1915. Es, precisamente, el hecho de que antes de enfrentarse contra los más destacados representantes del oportunismo en Francia (Millerand y Jaurés) y en Alemania (Bernstein), Kautsky dio pruebas de grandísimas vacilaciones. La revista marxista "Sariá", que se editó en Stuttgart en 1901-1902 y que defendía las concepciones revolucionario-proletarias, viose obligada a polemizar con Kautsky y a calificar de "elástica" la resolución presentada por él en el Congreso socialista internacional de París en el año 1900, resolución evasiva, que se quedaba a mitad de camino y adoptaba ante los oportunistas una actitud conciliadora. Y en alemán han sido publicadas cartas de Kautsky que revelan las vacilaciones no menores que le asaltaron antes de lanzarse a la campaña contra Bernstein.
Pero aun encierra una significación mucho mayor la circunstancia de que en su misma polémica con los oportunistas, en su planteamiento de la cuestión y en su modo
de tratarla, advertimos hoy, cuando estudiamos la historia de la más reciente traición contra el marxismo cometida por Kautsky, una propensión sistemática al oportunismo en lo que toca precisamente a la cuestión del Estado.
Tomemos la primera obra importante de Kautsky contra el oportunismo, su libro "Bernstein y el programa socialdemócrata". Kautsky refuta con todo detalle a
Bernstein. Pero he aquí una cosa característica. En sus herostráticamente célebres "Premisas del socialismo", Bernstein acusa al marxismo de "blanquismo " (acusación que desde entonces para acá han venido repitiendo miles de veces los oportunistas y los burgueses liberales en Rusia contra los representantes del marxismo revolucionario, los bolcheviques). Aquí Bernstein se detiene especialmente en "La Guerra civil en Francia", de Marx, e intenta —muy poco afortunadamente, como hemos visto— identificar el punto de vista de Marx sobre las enseñanzas de la Comuna con el punto de vista de Proudhon. Bernstein consagra una atención especial a aquella conclusión de Marx que éste subrayó en su prólogo de 1872 al "Manifiesto Comunista" y que dice asi: "La clase obrera no puede limitarse a tomar simplemente posesión de la máquina estatal existente y a ponerla en marcha para sus propios fines".
A Bernstein le "gustó" tanto esta sentencia, que la repitió nada menos que tres veces en su libro, interpretándola en el sentido más tergiversado y oportunista.
Marx quiere decir, como hemos visto, que la clase obrera debe destruir, romper, hacer saltar (Sprengung : hacer estallar, es la expresión que emplea Engels) toda la
máquina del Estado. Pues bien: Bernstein presenta la cosa como si Marx precaviese a la clase obrera, con estas palabras, contra el revolucionarismo excesivo en la conquista del Poder.
No cabe imaginarse un falseamiento más grosero ni más escandaloso del pensamiento de Marx.
Ahora bien, ¿qué hizo Kautsky en su minuciosa refutación de la bernsteiniada?
 
Rehuyó el analizar en toda su profundidad la tergiversación del marxismo por el oportunismo en este punto. Adujo el pasaje, citado por nosotros más arriba, del
prólogo de Engels a "La guerra civil" de Marx, diciendo que, según éste, la clase obrera no puede tomar simplemente posesión de la máquina del Estado existente, pero que en general si puede tomar posesión de ella, y nada más. Kautsky no dice ni una palabra de que Bernstein atribuye a Marx exactamente lo contrario del verdadero
pensamiento de éste, ni dice que, desde 1852, Marx destacó como misión de la revolución proletaria el "destruir" la máquina del Estado.
¡Resulta, pues, que en Kautsky quedaba esfumada la diferencia más esencial entre el marxismo y el oportunismo en punto a la cuestión de las tareas de la revolución
proletaria!
"La solución de la cuestión acerca del problema de la dictadura proletaria —escribía Kautsky "contra " Bernstein— es cosa que podemos dejar con completa tranquilidad al porvenir" (pág. 172 de la edición alemana).
Esto no es una polémica contra Bernstein, sino que es, en el fondo, una concesión hecha a éste, una entrega de posiciones al oportunismo, pues, por el momento, nada
hay que tanto interese a los oportunistas como el "dejar con completa tranquilidad al porvenir" todas las cuestiones cardinales sobre las tareas de la revolución proletaria.
Desde 1852 hasta 1891, a lo largo de cuarenta años, Marx y Engels enseñaron al proletariado que debía destruir la máquina del Estado. Pero Kautsky, en 1899, ante la
traición completa de los oportunistas contra el marxismo en este punto, sustituye la cuestión de si es necesario destruir o no esta máquina por la cuestión de las formas
concretas que ha de revestir la destrucción, y va a refugiarse bajo las alas de la verdad filistea "indiscutible" (y estéril) ¡¡de que estas formas concretas no podemos conocerlas de antemano!!
Entre Marx y Kautsky media un abismo, en su actitud ante la tarea del Partido proletario de preparar a la clase obrera para la revolución.
Tomemos una obra posterior, más madura, de Kautsky consagrada también en gran parte a refutar los errores del oportunismo: su folleto "La revolución social". El autor
toma aquí como tema especial la cuestión de la "revolución proletaria" y del "régimen proletario". El autor nos suministra muchas cosas muy valiosas, pero soslaya
precisamente la cuestión del Estado. En este folleto se habla constantemente de la conquista del Poder del Estado, y sólo de esto; es decir, se elige una fórmula que es
una concesión hecha al oportunismo, toda vez que éste admite la conquista del Poder sin destruir la máquina del Estado. Precisamente aquello que en 1872 Marx
consideraba como "anticuado" en el programa del "Manifiesto Comunista" es lo que Kautsky resucita en 1902.
En ese folleto se consagra un apartado especial a las "formas y armas de la revolución social". Aquí se habla de la huelga política de masas, de la guerra civil, de
esos "medios de fuerza del gran Estado moderno que son la burocracia y el ejército", pero no se dice ni una palabra de lo que ya enseñó a los obreros la Comuna.
Evidentemente, Engels sabía lo que hacía cuando prevenía, especialmente a los socialistas alemanes, contra la "veneración supersticiosa" del Estado.
Kautsky presenta la cosa así: el proletariado triunfante "convertirá en realidad el programa democrático", y expone los puntos de éste. Ni una palabra se nos dice
acerca de lo que el año 1871 aportó como nuevo en punto a la cuestión de la sustitución de la democracia burguesa por la democracia proletaria. Kautsky se
contenta con banalidades tan "sólidamente" sonoras como ésta:
"Es de por sí evidente que no alcanzaremos la dominación bajo las condiciones actuales. La misma revolución presupone largas y profundas luchas que cambiarán ya
nuestra actual estructura política y social".
No hay duda de que esto es algo "de por sí evidente", tan "evidente" como la verdad de que los caballos comen avena y de que el Volga desemboca en el mar
Caspio. Sólo es de lamentar que con frases vacuas y ampulosas sobre las "profundas" luchas se eluda la cuestión vital para el proletariado revolucionario, de saber en qué se revela la "profundidad" de su revolución respecto al Estado, respecto a la democracia, a diferencia de las revoluciones anteriores, de las revoluciones no proletarias.
 
Al eludir esta cuestión, Kautsky de hecho hace una concesión, en un punto tan esencial como éste, al oportunismo, al que había declarado una guerra tan terrible de
palabre, subrayando la importancia de la "idea de la revolución" (pero ¿vale algo esta "idea", cuando se teme hacer entre los obreros propaganda de las enseñanzas
concretas de la revolución?), o diciendo: "el idealismo revolucionario, ante todo", o manifestando que los obreros ingleses no son ahora "apenas más que
pequeñoburgueses".
"En una sociedad socialista —escribe Kautsky— pueden coexistir las más diversas formas de empresas: la burocrática [??], la tradeunionista, la cooperativa, la
individual. . ." "Hay, por ejemplo, empresas que no pueden desenvolverse sin una organización burocrática [??] como ocurre con los ferrocarriles. Aquí la organización
democrática puede revestir la forma siguiente: los obreros eligen delegados, que constituyen una especie de parlamento llamado a establecer el régimen de trabajo y a
fiscalizar la administración del aparato burocrático. Otras empresas pueden entregarse a la administración de los sindicatos; otras, en fin, pueden ser organizadas sobre el principio del cooperativismo" (págs. 148 y 115 de la traducción rusa, editada en Ginebra en 1903).
Estas consideraciones son falsas y representan un retroceso respecto a lo expuesto por Marx y Engels en la década del 70, sobre el ejemplo de las enseñanzas de la
Comuna.
Desde el punto de vista de la pretendida necesidad de una organización "burocrática", los ferrocarriles no se distinguen absolutamente en nada de todas las
empresas de la gran industria mecánica en general, de cualquier fábrica, de un gran almacén, de las grandes empresas agrícolas capitalistas. En todas las empresas de
esta índole, la técnica impone incondicionalmente una disciplina rigurosísima, la mayor puntualidad en la ejecución del trabajo asignado a cada uno, a riesgo de paralizar toda la empresa o de deteriorar el mecanismo o los productos. En todas estas empresas, los obreros procederán, naturalmente, a "elegir delegados, que constituirán una especie de parlamento ".
Pero todo el quid del asunto está precisamente en que esta "especie de parlamento" no será un parlamento en el sentido de las instituciones parlamentarias burguesas.
Todo el quid del asunto está en que esta "especie de parlamento" no se limitará a "establecer el régimen de trabajo y a fiscalizar la administración del aparato burocrático", como se figura Kautsky, cuyo pensamiento no se sale del marco del parlamentarismo burgués. En la sociedad socialista, esta "especie de parlamento" de
diputados obreros tendrá como misión, naturalmente, "establecer el régimen de trabajo y fiscalizar la administración" del "aparato", pero este aparato no será un
aparato "burocrático". Los obreros, después de conquistar el Poder político, destruirán el viejo aparato burocrático, lo desmontarán hasta en sus cimientos, no dejarán de él piedra sobre piedra, lo sustituirán por otro nuevo, formado por los mismos obreros y empleados, c o n t r e cuya transformación en burócratas serán tomadas
inmediatamente las medidas analizadas con todo detalle por Marx y Engels: 1) No sólo elegibilidad, sino amovilidad en todo momento; 2) sueldo no superior al salario de un obrero; 3) se pasará inmediatamente a que todos desempeñen funciones de control y de inspección, a que todos sean "burócratas" durante algún tiempo, para que, de este modo, n a d i e pueda convertirse en "burócrata".
Kautsky no se paró, en absoluto, a meditar las palabras de Marx: "la Comuna era, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, que dictaba leyes y
al mismo tiempo las ejecutaba".
Kautsky no comprendió, en absoluto, la diferencia entre el parlamentarismo burgués, que asocia la democracia (no para el pueblo ) al burocratismo (contra el
pueblo ), y el democratismo proletario, que toma inmediatamente medidas para cortar de raíz el burocratismo y que estará en condiciones de llevar estas medidas hasta el final, hasta la completa destrucción del burocratismo, hasta la implantación completa de la democracia para el pueblo.
Kautsky revela aquí la misma "veneración supersticiosa" hacia el Estado, la misma "fe supersticiosa" en el burocratismo.
Pasemos a la última y la mejor obra de Kautsky contra los oportunistas, a su folleto titulado "El camino del Poder" (inédita, según creemos, en Rusia, ya que se publicó en pleno apogeo de la reacción en nuestro país, en 1909). Este folleto representa un gran paso adelante, ya que en él no se habla de un programa revolucionario en general, como en el folleto de 1899 contra Bernstein, no se habla de las tareas de la revolución social, desglosándolas del momento en que ésta estalla, como en el folleto "La revolución social", de 1902, sino de las condiciones concretas que nos obligan a reconocer que comienza la "era de las revoluciones".
En este folleto, el autor señala de un modo definido la agudización de las contradicciones de clase en general y el imperialismo, que desempeña un papel
singularmente grande en este sentido. Después del "período revolucionario de 1789 a 1871" en la Europa occidental, por el año 1905 comienza un período análogo para el
Oriente. La guerra mundial se avecina con amenazante celeridad. "El proletariado no puede hablar ya de una revolución prematura".
"Hemos entrado en un período revolucionario". "La era revolucionaria comienza".
Estas manifestaciones son absolutamente claras. Este folleto de Kautsky debe servir de medida para comparar lo que la socialdemocracia alemana prometía ser antes de la guerra imperialista y lo bajo que cayó (sin excluir al mismo Kautsky) al estallar la guerra. "La situación actual —escribía Kautsky, en el citado folleto— encierra el peligro de que a nosotros (es decir, a la socialdemocracia alemana) se nos pueda tomar fácilmente por más moderados de lo que somos en realidad". ¡En realidad, el partido socialdemócrata alemán resultó ser incomparablemente más moderado y más oportunista de lo que parecía!
Ante estas manifestaciones tan definidas de Kautsky a propósito de la era ya iniciada de las revoluciones, es tanto más característico que, en un folleto consagrado
según sus propias palabras a analizar precisamente la cuestión de la "revolución politica ", se eluda absolutamente una vez más la cuestión del Estado.
De la suma de estas omisiones de la cuestión, de estos silencios y de estas evasivas, resultó inevitablemente ese paso completo al oportunismo del que
hablaremos en seguida.
Es como si la socialdemocracia alemana, en la persona de Kautsky, declarase:
Mantengo mis concepciones revolucionarias (1899). Reconozco, en particular, el carácter inevitable de la revolución social del proletariado (1902). Reconozco que ha
comenzado la nueva era de las revoluciones (1909). Pero, a pesar de todo esto, retrocedo con respecto a lo que dijo Marx ya en 1852, tan pronto como se plantea la
cuestión de las tareas de la revolución proletaria en relación con el Estado (1912).
Así, en efecto, se planteó de un modo tajante la cuestión en la polémica de Kautsky con Pannekoek.

3. LA POLEMICA DE KAUTSKY CON PANNEKOEK
Pannekoek se levantó contra Kautsky como uno de los representantes de aquella tendencia "radical de izquierda" que contaba en sus filas a Rosa Luxemburgo, a Carlos
Rádek y a otros, y que, defendiendo la táctica revolucionaria, abrigaban unánimemente la convicción de que Kautsky se pasaba a la posición del "centro", el
cual, vuelto de espaldas a los principios, vacilaba entre el marxismo y el oportunismo.
Que esta apreciación era exacta vino a demostrarlo plenamente la guerra, cuando la corriente del "centro" (erróneamente denominada marxista) o del "kautskismo" se
reveló en toda su repugnante miseria.
En el artículo "Las acciones de masas y la revolución" ("Neue Zeit", 1912, XXX, 2), en el que se toca la cuestión del Estado, Pannekoek caracterizaba la posición de
Kautsky como una posición de "radicalismo pasivo", como la "teoría de esperar sin actuar". "Kautsky no quiere ver el proceso de la revolución" (pág. 616). Planteando la
cuestión en estos términos, Pannekoek abordaba el tema que nos interesa aquí, o sea el de las tareas de la revolución proletaria respecto al Estado.
"La lucha del proletariado —escribía— no es sencillamente una lucha contra la burguesía por el Poder del Estado, sino una lucha contra el Poder del Estado. . . El
contenido de la revolución proletaria es la destrucción y eliminación [literalmente:
disolución, Auflösung ] de los medios de fuerza del Estado por los medios de fuerza del proletariado. . . La lucha cesa únicamente cuando se produce, como resultado final, la destrucción completa de la organización estatal. La organización de la mayoría demuestra su superioridad al destruir la organización de la minoría dominante" (pág. 548).
La formulación que da a sus pensamientos Pannekoek adolece de defectos muy grandes. Pero, a pesar de todo, la idea está clara, y es interesante ver cómo Kautsky
la refuta.
"Hasta aquí —escribe Kautsky— la diferencia entre los socialdemócratas y los anarquistas consistía en que los primeros quedan conquistar el Poder del Estado, y los
segundos, destruirlo. Pannekoek quiere las dos cosas" (pág. 724).
Si en Pannekoek la exposición adolece de falta de claridad y no es lo bastante concreta (para no hablar aquí de otros defectos de su artículo, que no interesan al
tema de que tratamos), Kautsky, en cambio, toma precisamente la esencia de principio de la cuestión sugerida por Pannekoek y en esta cuestión cardinal y de principio
Kautsky abandona entera mente la posición del marxismo y se pasa con armas y bagajes al oportunismo. La diferencia entre los socialdemócratas y los anarquistas
aparece definida en él de un modo completamente falso, y el marxismo se ve definitivamente tergiversado y envilecido.
La diferencia entre los marxistas y los anarquistas consiste en lo siguiente: 1) En que los primeros, proponiéndose como fin la destrucción completa del Estado,
reconocen que este fin sólo puede alcanzarse después que la revolución socialista haya destruido las clases, como resultado de la instauración del socialismo, que conduce a la extinción del Estado; mientras que los segundos quieren destruir completamente el Estado de la noche a la mañana, sin comprender las condiciones bajo las que puede lograrse esta destrucción. 2) En que ]os primeros reconocen la necesidad de que el proletariado, después de conquistar el Poder político, destruya completamente la vieja máquina del Estado, sustituyéndola por otra nueva, formada por la organización de los obreros armados, según el tipo de la Comuna; mientras que los segundos, abogando por la destrucción de la máquina del Estado, tienen una idea absolutamente confusa respecto al punto de con qué ha de sustituir esa máquina el proletariado y cómo éste ha de emplear el Poder revolucionario; los anarquistas niegan incluso el empleo del Poder estatal por el proletariado revolucionario, su dictadura revolucionaria. 3) En que los primeros exigen que el proletariado se prepare para la revolución utilizando el Estado moderno, mientras que los anarquistas niegan esto.
En esta controversia, es precisamente Pannekoek quien representa al marxismo contra Kautsky, pues precisamente Marx nos enseñó que el proletariado no puede
limitarse sencillamente a conquistar el Poder del Estado, en el sentido de pasar a nuevas manos el viejo aparato estatal, sino que debe destruir, romper este aparato y
sustituirlo por otro nuevo.
Kautsky se pasa del marxismo al oportunismo, pues en él desaparece en absoluto precisamente esta destrucción de la máquina del Estado, completamente inaceptable
para los oportunistas, y se les deja a éstos un portillo abierto, en el sentido de interpretar la "conquista" como una simple adquisición de la mayoría.
Para encubrir su tergiversación del marxismo, Kautsky procede como un buen exégeta de los evangelios: nos dispara una "cita" del propio Marx. En 1850 Marx había
escrito acerca de la necesidad de una "resuelta centralización de la fuerza en manos del Poder del Estado". Y Kautsky pregunta, triunfal: ¿Acaso pretende Pannekoek
destruir el "centralismo"?
Este es ya, sencillamente, un juego de manos, parecido a la identificación que hace Bernstein del marxismo y del proudhonismo en sus puntos de vista sobre el
federalismo que él opone al centralismo.
La "cita" tomada por Kautsky es totalmente inadecuada al caso. El centralismo cabe tanto en la vieja como en la nueva máquina del Estado. Si los obreros unen
voluntariamente sus fuerzas armadas, esto será centralismo, pero un centralismo basado en la "completa destrucción" del aparato centralista del Estado, del ejército
permanente, de la policía, de la burocracia. Kautsky se comporta en absoluto como un estafador, al eludir los pasajes perfectamente conocidos de Marx y Engels sobre la Comuna y destacando una cita que no guarda ninguna relación con el asunto.
"¿Acaso quiere Pannekoek abolir las funciones estatales de los funcionarios? -- prosigue Kautsky --. Pero ni en el Partido ni en los sindicatos, y no digamos en la
administración pública, podemos prescindir de funcionarios. Nuestro programa no pide la supresión de los funcionarios del Estado, sino la elección de los funcionarios por el pueblo. . . De lo que en esta discusión se trata no es de saber qué estructura presentará el aparato administrativo del 'Estado del porvenir', sino de saber si -nuestra
lucha política destruirá [literalmente: disolverá, auflöst ] el Poder del Estado antes de haberlo conquistado nosotros [subrayado por Kautsky]. ¿Qué ministerio, con sus
funcionarios, podría suprimirse?" Y se enumeran los ministerios de Instrucción, de Justicia, de Hacienda, de Guerra. "No, con nuestra lucha política contra el gobierno no
eliminaremos ninguno de los actuales ministerios . . . Lo repito, para prevenir equívocos: aquí no se trata de la forma que dará al 'Estado del porvenir' la socialdemocracia triunfante, sino de la que quiere dar al Estado actual nuestra oposición" (pág. 725).
Esto es una superchería manifiesta. Pannekoek había planteado precisamente la cuestión de la revolución. Así se dice con toda claridad en el título de su artículo y en
los pasajes citados. Al saltar a la cuestión de la "oposición", Kautsky suplanta precisamente el punto de vista revolucio nario por el punto de vista oportunista. La
cosa aparece, en él, planteada así: ahora estamos en la oposición; después de la conquista del Poder, ya veremos. ¡La revolución desaparece! Esto era precisamente lo
que exigían los oportunistas.
Aquí no se trata de la oposición ni de la lucha política en general, sino precisamente de la revolución. La revolución consiste en que el proletariado destruye el "aparato
administrativo" y todo el aparato del Estado, sustituyéndolo por otro nuevo, formado por los obreros armados. Kautsky revela una "veneración supersticiosa" de los
"ministerios", pero ¿por qué estos ministerios no han de poder sustituirse, supongamos, por comisiones de especialistas adjuntas a los Soviets soberanos y
todopoderosos de Diputados Obreros y Soldados?
La esencia de la cuestión no está, ni mucho menos, en saber si han de seguir los "ministerios" o si ha de haber "comisiones de especialistas" o cualesquiera otras
instituciones; esto es completamente secundario. La esencia de la cuestión está en si se mantiene la vieja máquina del Estado (enlazada por miles de hilos a la burguesía y empapada hasta el tuétano de rutina y de inercia), o si se la destruye, sustituyéndola por otra nueva. La revolución debe consistir, no en que la nueva clase mande y gobierne con ayuda de la vieja máquina del Estado, sino en que destruya esta máquina y mande, gobierne con ayuda de otra nueva : este pensamiento fundamental del marxismo se esfuma en Kautsky, o bien éste no lo ha comprendido en absoluto.
La pregunta que hace a propósito de los funcionarios demuestra palpablemente que no ha comprendido las enseñanzas de la Comuna, ni la doctrina de Marx. "Ni en el
Partido ni en los sindicatos podemos prescindir de funcionarios' . . .
No podemos prescindir de funcionarios bajo el capitalismo, bajo la dominación de la burguesía. El proletariado está oprimido, las masas trabajadoras están esclavizadas
por el capitalismo. Bajo el capitalismo, la democracia se ve coartada, cohibida, truncada, mutilada por todo el ambiente de la esclavitud asalariada, por la penuria y la
miseria de las masas. Por esto, y solamente por esto, los funcionarios de nuestras organizaciones políticas y sindicales se corrompen (o, para decirlo más exactamente,
tienden a corromperse) bajo el ambiente del capitalismo y muestran la tendencia a convertirse en burócratas, es decir, en personas privilegiadas, divorciadas de las
masas, situadas por encima de las masas.
En esto reside la esencia del burocratismo, y mientras los capitalistas no sean expropiados, mientras no se derribe a la burguesía, será inevitable una cierta burocratización" incluso de los funcionarios proletarios.
Kautsky presenta la cosa así: puesto que sigue habiendo funcionarios electivos, esto quiere decir que bajo el socialismo sigue habiendo también burócratas, Ique sigue
habiendo burocracia! Y esto es precisamente lo que es falso. Precisamente sobre el ejemplo de la Comuna, Marx puso de manifiesto que bajo el socialismo los funcionarios dejan de ser "burócratas", dejan de ser "funcionarios", dejan de serlo a medida que se implanta, además de la elegibilidad, la amovilidad en todo momento, y, además de esto, los sueldos equiparados al salario medio de un obrero, y, además de esto, la sustitución de las instituciones parlamentarias por "instituciones de trabajo, es decir, que dictan leyes y las ejecutan".
En el fondo, toda la argumentación de Kautsky contra Pannekoek, y especialmente su notable argumento de que tampoco en las organizaciones sindicales y del Partido
podemos prescindir de funcionarios, revelan la repetición por parte de Kautsky de los viejos "argumentos" de Bernstein contra el marxismo en general. En su libro de
renegado "Las premisas del socialismo", Bernstein combate las ideas de la democracia "primitiva", lo que él llama "democratismo doctrinario": mandatos imperativos,
funcionarios sin sueldo, una representación central impotente, etc. Como prueba de que este democratismo "primitivo" es inconsistente, Bernstein se refiere a la
experiencia de las tradeuniones inglesas, en la interpretación de los esposos Webb.
Según ellos, en los setenta años que llevan de existencia, las tradeuniones, que se han desarrollado, a su decir, "en completa libertad" (página 137 de la edición alemana), se han convencido precisamente de la inutilidad del democratismo primitivo y han sustituido éste por el democratismo corriente: por el parlamentarismo, combinado con el burocratismo.
En realidad, las tradeuniones no se han desarrollado "en completa libertad", sino en completa esclavitud capitalista, bajo la cual es lógico que "no pueda prescindirse" de
una serie de concesiones a los males imperantes, a la violencia, a la falsedad, a la exclusión de los pobres de los asuntos de la "alta" administración. Bajo el socialismo,
revive inevitablemente mucho de la democracia "primitiva", pues por primera vez en la historia de las sociedades civilizadas la masa de la población se eleva para intervenir por cuenta propia no sólo en votaciones y en elecciones, sino también en la labor diaria de la administración. Bajo el socialismo, t o d o s intervendrán por turno en la dirección y se habituarán rápidamente a que ninguno dirija.
Con su genial inteligencia crítico-analítica, Marx vio en las medidas prácticas de la Comuna aquel viraje que temen y no quieren reconocer los oportunistas por cobardía,
por no querer romper irrevocablemente con la burguesía, y que los anarquistas no quieren ver, o por precipitación o por incomprensión de las condiciones en que se
producen las transformaciones sociales de masas en general, "No hay ni que pensar en destruir la vieja máquina del Estado, pues ¿cómo vamos a arreglárnoslas sin
ministerios y sin burócratas?", razona el oportunista, infestado de filisteísmo hasta el tuétano y que, en el fondo no sólo no cree en la revolución, en la capacidad creadora de la revolución, sino que la teme como a la muerte (como la temen nuestros mencheviques y socialrevolucionarios).
"Sólo hay que pensar en destruir la vieja máquina del Estado, no hay por qué ahondar en las enseñanzas concretas de las anteriores revoluciones proletarias ni
analizar con qué y cómo sustituir lo destruido", razonan los anarquistas (los mejores anarquistas, naturalmente, no los que van a la zaga de la burguesía tras los señores
Kropotkin y Cía.); de donde resulta, en los anarquistas, la táctica de la desesperación, y no la táctica de una labor revolucionaria sobre objetivos concretos, implacable y
audaz, y que al mismo tiempo, tenga en cuenta las condiciones prácticas del movimiento de masas.
Marx nos enseña a evitar ambos errores, nos enseña a ser de una intrepidez sin límites en la destrucción de toda la vieja máquina del Estado, pero al mismo tiempo
nos enseña a plantear la cuestión de un modo concreto: la Comuna pudo en unas cuantas semanas comenzar a construir una nueva máquina, una máquina proletaria de
Estado, implantando de este modo las medidas señaladas para ampliar el democratismo y desarraigar el burocratismo. Aprendamos de los comuneros la
intrepidez revolucionaria, veamos en sus medidas prácticas un esbozo de las medidas prácticamente urgentes e inmediatamente aplicables, y entonces, siguiendo este
camino, llegaremos a la destrucción completa del burocratismo.
La posibilidad de esta destrucción está garantizada por el hecho de que el socialismo reduce la jornada de trabajo, eleva a las masas a una nueva vida, coloca a la mayoría te la población en condiciones que permiten a todos, sin excepción, ejercer las "funciones del Estado", y esto conduce a la extinción completa de todo Estado en general.
". . . La tarea de la huelga general -- prosigue Kautsky -- no puede ser nunca la de destruir el Poder del Estado, sino simplemente la de obligar a un gobierno a ceder en
un determinado punto o la de sustituir un gobierno hostil al proletariado por otro dispuesto a hacerle concesiones [entgegenkommende ]. . . Pero jamás, ni en modo
alguno, puede esto [es decir, la victoria del proletariado sobre un gobierno hostil] conducir a la destrucción del Poder del Estado, sino pura y simplemente a un cierto
desplazamiento [Verschiébung ] de la relación de fuerzas dentro del Poder del Estado.
Y la meta de nuestra lucha política sigue siendo, con esto, la que ha sido hasta aquí:
conquistar el Poder del Estado ganando la mayoría en el parlamento y hacer del parlamento el dueño del gobierno" (págs. 726, 721, 732).
Esto es ya el más puro y el más vil oportunismo, es ya renunciar de hecho a la revolución acatándola de palabra. El pensamiento de Kautsky no va más allá de "un gobierno dispuesto a hacer concesiones al proletariado", lo que significa un paso atrás hacia el filisteísmo, en comparación con el año 1847, en que el "Manifiesto Comunista" proclamaba la "organización del proletariado en clase dominante".
Kautsky tendrá que realizar la "unidad", tan preferida por él, con los Scheidemann, los Plejánov, los Vandervelde, todos los cuales están de acuerdo en luchar por un
gobierno "dispuesto a hacer concesiones al proletariado".
Pero nosotros iremos a la ruptura con estos traidores al socialismo y lucharemos por la destrucción de toda la vieja máquina del Estado, para que el mismo proletariado
armado sea el gobierno. Son "dos cosas muy distintas".
Kautsky quedará en la grata compañía de los Legien y los David, los Plejánov, los Pótresov, los Tsereteli y los Chernov, que están completamente de acuerdo en luchar
por "un desplazamiento de la relación de fuerzas dentro del Poder del Estado", por "ganar la mayoría en el parlamento y hacer del parlamento el dueño del gobierno",
nobilísimo fin en el que todo es aceptable para los oportunistas, todo permanece en el marco de la república parlamentaria burguesa. Pero nosotros iremos a la ruptura con los oportunistas; y todo el proletariado consciente estará con nosotros en la lucha, no por "el desplazamiento de la relación de fuerzas", sino por el derrocamiento de la burguesía, por la destrucción del parlamentarismo burgués, por una República democrática del tipo de la Comuna o una República de los Soviets de Diputados
Obreros y Soldados, por la dictadura revolucionaria del proletariado.
Más a la derecha que Kautsky están situadas, en el socialismo internacional, corrientes como la de los "Cuadernos mensuales socialistas" en Alemania (Legien,
David, Kolb y muchos otros, incluyendo a los escandinavos Stauning y Branting~, los jauresistas y Vandervelde en Francia y Bélgica, Turati, Treves y otros representantes del ala derecha del partido italiano, los fabianos y los "independientes" ("Partido Laborista Independiente", que en realidad ha estado siempre bajo la dependencia de los liberales) en Inglaterra, etc. Todos estos señores, que desempeñan un papel enorme, no pocas veces predominante, en la labor parlamentaria y en la labor publicitaria del partido, niegan francamente la dictadura del proletariado y practican un oportunismo descarado. Para estos señores, la "dictadura" del proletariado
¡¡"contradice" la democracia!! No se distinguen sustancialmente en nada serio de los demócratas pequeñoburgueses.
Si tenemos en cuenta esta circunstancia, tenemos derecho a llegar a la conclusión de que la Segunda Internacional, en la aplastante mayoría de sus representantes
ofíciales, ila caído de lleno en el oportunismo. La experiencia de la Comuna no ha sido solamente olvidada, sino tergiversada. No sólo no se inculcó a las masas obreras que se acerca el día en que deberán levantarse y destruir la vieja máquina del Estado, sustituyéndola por una nueva y convirtiendo así su dominación política en base para la transformación socialista de la sociedad, sino que se les inculcó todo lo contrario y se presentó la "conquista del Poder" de tal modo, que se dejaban miles de portillos abiertos al oportunismo.


La tergiversación y el silenciamiento de la cuestión de la actitud de la revolución proletaria hacia el Estado no podían por menos de desempeñar un enorme papel en el
momento en que los Estados, con su aparato militar reforzado a consecuencia de la rivalidad imperialista, se convertían en monstruos guerreros, que devoraban a millones de hombres para dirimir el litigio de quién había de dominar el mundo: sí Inglaterra o Alemania, si uno u otro capital financiero.



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