LOS POLÍTICOS REVOLUCIONARIOS
Y LA ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA CONTEMPORÁNEA
Marx-Engels: Revolución proletaria
europea y americana. La posibilidad de introducir temas de
numerosos autores, con diversidad de opiniones,...lo facilita este medio
Internet,...pero claro, hay que entrar en él, y trabajar,...seleccionar,...y si
se puede comentar los aspectos más interesantes,...como tarea o fin de ser
algo útil al conocimiento para la revolución que se plantea,...en
este caso REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD.
Lenin, Rosa Luxemburgo,...y la revolución proletaria en
Rusia. La revolución en Rusia, obrera-popular, aislada,...lo que se
encontraron,...aislamiento y socialismo en un solo país ...algo
contrario a lo planteado por Marx-Engels, Lenin. Larga lucha de organización,
lucha política, lucha de clases, insurrección popular y obrera,...el partido
bolchevique y los soviets toman el poder,...el proletariado como clase toma el
poder con los campesinos,... Estos tres líderes proletarios, vivieron asuntos
distintos; sacaron experiencias concretas,...Lenin fue elegido
presidente-comisario general del pueblo soviético, y líder del
partido bolchevique, de un país en que triunfó la revolución proletaria y
popular,...donde se implantó la dictadura de esas clases sociales,...por medio
de los soviets y el partido bolchevique. Esta tarea como histórica es
fundamental,...una alianza de clases oprimidas teniendo el poder social, el
poder del estado.
En el periodo de la guerra
interimperialista,...en algunas cuestiones entre Lenin y Rosa L. se dieron
grandes diferencias; pero las he leído y no veo antagonismo,...no veo porque la
Izquierda comunista se enfrentó a las posiciones de Lenin de forma tan
antagónica combatiéndole como antimarxista,...hoy en día siguen siendo
antileninistas y antibolcheviques. YO CREO QUE LOS
REVOLUCIONARIOS SOVIÉTICOS BOLCHEVIQUES TOMARON EL PODER COMO
PUDIERON, HICIERON SU REVOLUCIÓN COMO PUDIERON,...Y NO SE CONSOLIDO EN EL
TIEMPO POR FALTA DE REVOLUCIONES TRIUNFANTES EN PAÍSES EUROPEOS CON
POSIBILIDADES,...Y NECESIDADES,...DE REALIZARLA. Esta manera de exponer es
simplona,...pero muchas veces de tanto dar vueltas,...de actuar con los
principios, de tanto ser puristas,...YA NO SE ENTRA EN LA LISTA DE LOS POSIBLES
REVOLUCIONARIOS QUE PUEDEN O PODRÍAN HABER REALIZADO REVOLUCIÓN,...¡¡.
Se introducen tantas cosas en este
asunto,...porque seguimos hablando de lo pasado,...de cosas muy antiguas,...el
capitalismo imperialista ha cambiado bastante. LO PRINCIPAL ES SABER DONDE Y
COMO ESTAMOS,...Que hay de hoy y para mañana. Aún no sabemos donde estamos, qué
debemos hacer,...peo sabemos mucho marxismo, estamos muy
ilustrados,...somos severos recitadores,...¡¡.Nos peleamos
radicalmente,...por tal cosa que dijo o hizo tal o cual dirigente posterior a
Marx y Engels,...con estos no hay polémica,...hay polémica y antagonismo con
los que realmente crearon poder proletario-popular; aunque eso hoy en día no
exista,...o dejara de ser hace muchas décadas, según el caso más o menos tiempo,...A
estos lo combatieron en su tiempo,...hoy en día los reaccionarios, los
capiimperialistas,...también lo critican, no quieren que hayan seguidores
en la actualidad. Publicamos y hablamos,...se dice que es lucha
ideológica,...es tarea de proselitismo,...yo creo que también de cultura,
proletaria, revolucionaria,...para y tarea en busca y lucha de la sociedad
comunista. Se divulga estas ideas editadas en Internet,...?, en plan
masivo,...la red es para listillos, normalmente,...hasta llegar a comprender la
tarea de construir el Partido Comunista Mundial,...para realizar el
Comunismo,...hace falta tiempo, debate,...en definitiva: muchos palos.
LA REVOLUCIÓN SOVIÉTICA,...editado
en Internet:
La estructura económica
Durante siglos, el particularismo feudal impidió cualquier
apertura económica moderna en la Rusia de los zares, dejando a la burguesía un
espacio económico que imposibilitaba su propio desarrollo como clase. La
emancipación de los siervos, en 1861, liberó enormes masas humanas que posibilitaron
el crecimiento económico y el desarrollo del capitalismo. De hecho, es a partir
de 1861 cuando Rusia entra en la etapa capitalista y empieza a superar su
atraso ancestral.
Entre 1861 y 1914 se produce el mayor desarrollo económico en
cientos de años, cambiando la radiografía del país. En 1861, sólo existían el
15% de las empresas industriales que funcionaban en 1905. Entre 1881 y 1900 se
crearon el 61% de las mismas. En 1767, Rusia produjo 163.000 toneladas (ton.) de
acero. Unos cien años más tarde, en 1886, esta producción sólo había llegado a
311.000 ton. En 1896, sólo diez años después, ascendió a 1,6 millones de ton. Y
en 1904 alcanzó los 2,9 millones de ton. Entre 1905 y 1914, Rusia dobló su
producción industrial. Sin embargo, este colosal desarrollo no rompió el
retraso respecto a otros países. En vísperas de la guerra, en la cumbre de su
prosperidad, la renta nacional de la Rusia zarista era de ocho a diez veces
inferior a la de Estados Unidos y sólo tenía 0,4 km. de líneas férreas por
cada 100 km²., frente a los 11,7 de Alemania o los 7 de
Austria-Hungría. La clave de este atraso radica en el predominio del campo
sobre la ciudad y el mantenimiento de relaciones casi feudales en el campo —a
pesar de que en 1861 se procediera con gran retraso a la emancipación de los
siervos—; en la debilidad de la burguesía nativa y del naciente capitalismo
ruso y la dependencia exterior; y en el oscurantismo del régimen absolutista,
que impedía el libre desenvolvimiento de la vida cultural y política.
El problema agrario
Rusia tenía una economía eminentemente agraria. La
agricultura emplea aproximadamente el 61% de la fuerza laboral del país. Sin
embargo, la renta que producía estaba muy por debajo de la renta nacional rusa,
que ya por sí era muy baja comparada con los países europeos. Esta
desproporción respecto a la renta nacional se debía a la baja productividad del
campo ruso. A esta baja productividad se une la desigual distribución de la tierra. En
la Rusia europea —ya que no había datos fiables de Siberia y la parte asiática—
el total de las tierras alcanzaba los 240 millones de deciatinas.
A esto había que añadir que las tierras de los
grandes propietarios eran las de mejor calidad, y por tanto, las más
productivas. Mientras, la propiedad de una familia campesina no sólo no cubría
sus necesidades mínimas, sino que además les representaba una durísima carga
debido a los altos impuestos que tenían que pagar.
Así, es lógico que los campesinos perdieran el 36% de su propiedad desde la
emancipación de 1861 hasta 1905 a manos de los terratenientes y los
bancos. En este elocuente dato vemos el fracaso de la reforma tardía de 1861. La escasa productividad,
fruto del retraso de la revolución industrial y del bajo nivel de desarrollo
tecnológico, y la desigual distribución de la tierra, son la causa fundamental
de la pobreza del campo ruso; es decir, de la pobreza y la miseria de la gran
mayoría de la población.
La dependencia exterior
El carácter de las clases capitalistas se halla estrechamente unido a la
historia del desarrollo de la industria y de la ciudad. En el censo de 1897, la
población de las ciudades rusas era de 17,3 millones de personas, el 13% de la
población total. Fuera de las ciudades se localizaba el 57% de las empresas y
el 61% de la fuerza laboral. El peso cuantitativo de la ciudad y la industria era,
como se ve, inferior al campo. Sin embargo, su peso cualitativo en la renta
nacional era muy superior: de 6.000 a 7.000 millones de rublos por
año.
Esto era debido al gran desarrollo industrial que
aconteció en Rusia en el último tercio del siglo pasado. No fue un desarrollo
endógeno, sino exógeno, producto de las inversiones extranjeras. Aunque protegida por las
fuertes protecciones aduaneras que estableció el régimen zarista, Rusia es
objetivo de suntuosas inversiones por parte de los grandes capitales europeos
debido a la masiva mano de obra barata y a la riqueza energética que poseía.
El capital extranjero no sólo trajo el dinero necesario para
el despegue tardío de la industria rusa sino también la tecnología y la
organización del trabajo. Así, tenemos cómo en un país mayoritariamente
agrícola y atrasado se ponen en marcha las industrias más modernas de aquel
entonces. Este desarrollo desigual y combinado, propio de los países
atrasados como Rusia, hizo posible un gran fortalecimiento de la clase obrera
industrial. Mientras que las empresas de más de mil trabajadores
concentraban en Estados Unidos al 17,8 % del proletariado industrial, en la
Rusia zarista aglutinaban al 41,4 %. En la zona de Petrogrado esta
concentración era del 44,4 % y en la región de Moscú del 57,3 %.
Las clases sociales
La nobleza estaba compuesta por 60.000 familias que no alcanzaban en conjunto el medio millón de seres; es decir, el 0,4 % de la población. La nobleza explotaba propiedades agrícolas, fundamentalmente. La alta nobleza terrateniente, unas 16.000 familias, menos del 0,1% de la población, era propietaria de más del 25 % de la tierra. Y de ellas, unas mil familias poseían el 12 % de la tierra.En lo alto de la pirámide social de la Rusia zarista se hallaba el zar y su familia. El zar era el principal terrateniente del país y el máximo jefe militar. El zar era también el principal representante de la nobleza. La reforma de 1861 no perjudicó ni dañó sus intereses, ya que los nobles se desembarazaron de una servidumbre muy ociosa e improductiva —la mayoría de los nobles empleaba ya trabajadores asalariados— recibiendo cada año de los campesinos 250 millones de rublos en concepto de pagos de rescate, lo que en gran parte originó la ruina y el empobrecimiento de millares de familias campesinas. Los nobles, además, controlaban los puestos claves de la estructura de mando del ejército —la inmensa mayoría de los oficiales del ejército eran de origen noble—, los cargos y puestos burocráticos de la administración local y central y hasta la jerarquía ortodoxa eran de origen noble. De hecho, el padre del fundador de la dinastía de los Romanov, Miguel III, era el patriarca de Moscú.
La nobleza contaba así con tres importantes
armas: el ejército, la Iglesia y la administración del estado. El primero
encuadraba a un millón de hombres en tiempos de paz, multiplicándose por diez
esta cifra en tiempos de guerra. El mantenimiento del ejército y la marina
imperial consumía una parte considerable del presupuesto. La Iglesia y los
municipios poseían en conjunto 8,8 millones de deciatinas, más que la familia
imperial. Además, la iglesia controlaba el sistema educativo y ejercía una gran
influencia en la población iletrada, que era mayoritaria. La posición
política de los nobles era contraria a cualquier apertura que implicara la más
mínima pérdida de sus privilegios. En palabras del Conde Saltikov,
representante en la I Duma: "¡Ni una pulgada de nuestras tierras,
ni un grano de arena de nuestros campos, ni una brizna de hierba de nuestros
prados, ni una rama de nuestros bosques!".
La burguesía capitalista rusa era muy débil y
minoritaria, pero creció enormemente entre 1861 y 1914 debido al desarrollo
económico. Sin embargo, estaba en una posición dependiente y subordinada al
capital extranjero. Su poder económico e influencia política creció en ese
período, aunque no lo suficiente para representar una amenaza seria para la
autocracia zarista. Además, tanto la burguesía financiera como la industrial y
comercial tenían vínculos importantes tanto con el capital extranjero como con
la nobleza y el estado. Gran parte de las ganancias obtenidas por la burguesía en sus negocios
bursátiles e industriales fue invertida en la compra de propiedades agrícolas a
los nobles, con lo que junto a la nobleza terrateniente anclada en el
feudalismo fue apareciendo una nueva capa de propietarios capitalistas.
El partido que representaba los intereses del ala
liberal de la burguesía era el Partido Constitucional-Demócrata. Este partido
quería la liquidación del absolutismo y la promulgación de una Constitución
liberal que implantara una monarquía parlamentaria. El principal líder de los
cadetes era Miliukov.
Junto a los capitalistas se desarrolló una "clase media" urbana
compuesta por los profesionales de la inteligencia (abogados, periodistas,
médicos, ingenieros, catedráticos,...) que, en comparación con las clases
humildes, gozaba de un decente nivel de vida. Sin embargo, un importante sector se
dedicó a la instrucción de los campesinos mediante los zemstvos (consejos
rurales, una especie de ayuntamientos con poderes muy limitados), tomando
conciencia del problema campesino y uniéndose a las filas de los eseristas.
El campesinado, la pequeña burguesía agraria, era la
clase mayoritaria. No hay datos precisos, pero se habla de entre diez millones
y doce millones de familias campesinas, casi dos tercios de la población. No era una clase
homogénea. Había un pequeño sector de campesinos ricos que estaba vinculado
económicamente a los grandes propietarios, ya fueran nobles o burgueses. Otro
sector explotaba propiedades de tipo medio que normalmente tenían trabajadores
a su cargo. Un amplísimo sector explotaba pequeñas parcelas de carácter
familiar totalmente inviables desde un punto de vista económico. El
partido más representativo de la clase campesina era el Partido
Social-Revolucionario ("eseristas"). Los eseristas era un partido
revolucionario campesino que quería la confiscación de las tierras y su
entrega, previa indemnización, a los campesinos, el llamado "reparto
negro", el reparto igualitario de la tierra.
Los eseristas estaban divididos en dos tendencias: la
derecha, mayoritaria, liderada por Kerenski, Chernov y Avxéntiev, eran"representantes
de los campesinos ricos, de los intelectuales y de las capas políticamente
atrasadas de la población de las zonas rurales" (Diez días que
conmovieron al mundo. John Reed). La izquierda, liderada por Spiridónova, representaban
a los campesinos pobres. Con la revolución, las dos fracciones constituyeron partidos separados. El
ala izquierda pronto fue superior en número e influencia y se unieron a los
bolcheviques en los primeros gobiernos revolucionarios. Según el censo de
1897, había 9,4 millones de asalariados. Contando a sus familias, el 27,6 % de
la población. De ellos 2,1 millones eran improductivos (criados, porteros,
ordenanzas, etc.). Los jornaleros del campo, los artesanos, los pescadores,
etc, alcanzaban cuatro millones. Los 3,3 millones de trabajadores restantes
(minas, bienes de equipo, ferrocarriles, construcción y comercio) constituían
el corazón del proletariado y producían la mitad de la renta nacional
rusa. La clase obrera rusa —en particular el último sector— estaba
bastante concentrada en torno a las ciudades de Petrogrado y Moscú, lo que
facilitó la extensión de las ideas marxistas. El principal partido obrero era
el POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata Ruso), de ideología marxista. El
término socialdemócrata en aquella época equivalía a socialista y
revolucionario.
Los grupos étnicos
Los 150 millones de habitantes de Rusia estaban
divididos en cerca de 200 nacionalidades y grupos étnicos diferentes, con más
de 150 idiomas distintos. La nacionalidad que domina el estado y el gobierno eran los llamados
grandes rusos, con 55 millones de seres, que constituían una minoría. Las
principales minorías oprimidas eran los ucranianos (22 millones), bielorrusos,
los polacos, los eslavos bálticos, los musulmanes, los judíos, etc. La política
zarista respecto a estas nacionalidades y pueblos fue la rusificación forzada,
que en algunos casos consistía en imponer el idioma y la cultura rusa y en
otros, la mera asimilación.
La estructura política
En el campo existían los mir, las comunidades campesinas que entregaban las tierras municipales en usufructos anuales a los campesinos. También existían los zemstvos, una especie de consejos rurales con atribuciones administrativas muy reducidas.El régimen zarista era autocrático; es decir, absolutista. No había una Constitución. Las leyes eran cartas otorgadas por el zar. El poder del Zar era de origen divino. Este poder se apoyaba coercitivamente en la temida y eficiente policía política, la Ojrana, y, también, en el ejército. Y, espiritualmente, en la influencia conservadora que la Iglesia ortodoxa ejercía en el campo y en la enseñanza. La administración central y local estaba en manos del Gobierno y de la nobleza. Existían un Gobierno y un Consejo de Estado.
Durante la revolución de 1905 surgieron los
soviets o consejos obreros. Más tarde, los soviets también se crearían en el
campo y en el ejército. Los soviets eran comités de representantes elegidos por
una colectividad —los obreros de una fábrica, los soldados de un regimiento o
los campesinos de una aldea— que se reunían y tomaban decisiones. Los soviets,
además, se reunían en un Soviet central que elegía un Comité Ejecutivo. La
organización soviética surge de abajo a arriba, englobando a decenas de
millones de seres en su organización y constituyendo un desafiante y
poderosísimo contrapoder. Tras la revolución de 1905 se crearon las dumas, una especie de parlamento
con poderes muy limitados que era elegido por sufragio universal. El zar tenía
derecho de veto y de hecho lo disolvía cuando le interesaba.
II.- 1905, el ensayo general
Tras el atentado contra el primer ministro Sipiaguin, Pleve ocupó su cargo, respondiendo con una represión atroz que aunque no cortó la oleada revolucionaria si la contuvo durante algún tiempo. Pleve no sólo reprimió a campesinos y sindicalistas, sino también a periodistas liberales, extendiendo el descontento a la burguesía.Es un error considerar la guerra ruso-japonesa (1904-1905) como la causa de la revolución de 1905. La guerra sólo fue la chispa que hizo saltar el fuego, fue un acelerador de una revolución que estaba fraguándose en las mismas entrañas del régimen, producto del descontento y la miseria generalizada. De hecho, en los años anteriores, hubo continuos levantamientos campesinos, huelgas generales en las ciudades, actos de terrorismo, etc.
Tras un otoño lleno de movilizaciones, el 3 de enero de 1905 estalla la
huelga en la fábrica Putilov. El 7 el número de huelguistas se eleva a 140.000.
El 9, una multitud de obreros liderados por el cura Gapón marchó pacíficamente
al Palacio del Zar para entregarle una súplica. El ejército salió al paso.
La matanza del domingo sangriento fue el inicio
de la revolución. La huelga se extendió a 122 ciudades y reinó en el país por
espacio de unos dos meses. Tras el 9 de enero, la revolución no conoce
descanso. En junio los marineros del acorazado Potemkim se sublevan. En
septiembre comienza una nueva oleada de huelgas. En octubre los ferroviarios se
unen a la huelga y paralizan el país. Los soviets se generalizan por todo el
país. Esta vez el zar cede y coloca al conde Witte al frente del gobierno el
cual promete la elección de una Duma. La huelga se difumina. En noviembre, alejada ya
la amenaza revolucionaria, el régimen hace detener al Soviet de Petrogrado, que
actúo como líder del movimiento revolucionario. La revolución de 1905
constituyó una fuente inagotable de lecciones para toda la sociedad rusa. El
POSDR que actúo unido durante toda la revolución se unificaría en el Congreso
de 1906, donde se establecerían tres concepciones diferentes de la revolución
unidas a tres grandes dirigentes: Plejanov, Lenin y Trotsky.
De 1905 a la guerra mundial
En junio de 1906 se reúne la I Duma del Estado, con mayoría cadete, que
solicita un verdadero régimen parlamentario. El nuevo primer ministro,
Stolipin, intenta tras una reforma agraria crear una clase media campesina
(kulaks), para impulsar la economía del país. Las reformas acaban con el
sistema de los mir y producen una mayor concentración parcelaria que incrementa
el proletariado agrícola, lo que aumenta la influencia de los partidos
socialistas en la II Duma.
El desastre de la guerra
Mientras, el movimiento iniciado en 1905, agotado en la
capital, se extendía por todas las aldeas. Debido a las continuas huelgas y
agitaciones sociales, se modifica el sistema electoral, eligiéndose la III Duma
(1908) de orientación autocrática, llamada de "los señores, popes
y lacayos". La corte del zar es dominada ahora por el llamado "enviado
de Dios", el campesino siberiano Rasputín (Grigori
Yefimovich Rasputín), que ejerce una nefasta influencia en la zarina.
Al estallar la primera guerra mundial (1914),
Rusia no estaba preparada para una contienda larga. El ejército zarista carecía
de todo: armamento moderno, medios de transporte, eficaces cuadros de mando,
tácticas adecuadas, una red logística...; menos de hombres. Rusia se vio implicada
en una guerra imperialista en la que no podía jugar ningún papel decisivo, más
que el de comparsa de sus aliados occidentales dueños de gran parte del país.
Por ello, el soldado ruso no sabía por qué causa tenía que morir en el frente.
Muy pronto, esta falta de motivación y las deficiencias del ejército hicieron
que el frente se desplomara y los alemanes ocuparan las provincias de Polonia y
Lituania. Los soldados carecían no sólo de armas, sino de botas. Los
víveres escaseaban. En este contexto, la disciplina militar tendía a quebrarse.
Los desertores se contaban por miles. Las unidades militares existían sobre el
papel, pero en realidad no eran otra cosa que una gran masa humana mal
alimentada, enferma, indisciplinada y peor dirigida.
La guerra desorganizó la economía y las tiendas estaban
vacías. Faltaban los alimentos indispensables. El pueblo tenía hambre. Las
huelgas se generalizaron. A los gobernantes no se les ocurrió otra cosa que
enviar a los huelguistas al frente como castigo. Esta medida lo único que
consiguió fue poner en contacto a los obreros revolucionarios con la amplia
masa de soldados que en su gran mayoría eran campesinos atrasados. Las ideas
revolucionarias prendieron con rapidez. Se organizaron soviets y en el ejército
sólo se hablaba ya de paz.
La revolución de febrero
La izquierda, incluso los bolcheviques —mayoritarios en Viborg—, que había aconsejado no ir a la huelga y esperar, se vieron sorprendidos por la fortaleza del movimiento: 90.000 obreras tomaron las calles al grito de "pan, paz, libertad" y los cosacos, las tropas más leales al régimen, se negaron a disparar.Estando la mayoría de los hombres jóvenes en el frente eran las mujeres y los hombres más maduros los que se ocupaban de las tareas productivas. El porcentaje de mujeres empleadas en la industria era del 40 %. El día internacional de la mujer, 23 de febrero —8 de marzo, en el calendario gregoriano que se sigue en Occidente—, comenzó la revolución. Las mujeres de la barriada obrera de Viborg, en Petrogrado, decidieron ir a la huelga. Nadie las convocó. Lo decidieron en asamblea. Sus maridos, sus hijos, sus novios morían en el frente más de hambre y frío que por las balas alemanas. En la ciudad no había alimentos. Los niños pedían pan. Y cuando eso ocurre nada ni nadie puede parar a una madre.
El estado zarista no sólo no tenía tropas que reprimieran el movimiento,
sino que además las tenía ya en contra. La escuadra del Báltico se sublevó y
los marinos fusilaron a los oficiales. Hasta la Guardia personal del zar se
sublevó. La huelga de las obreras se convirtió en huelga general y de ahí se pasó
a la insurrección. Los partidos de izquierda, mencheviques, social
revolucionarios y bolcheviques, sobre todo, se pusieron al frente del
movimiento y junto a los regimientos sublevados se apoderaron de toda la ciudad
y detuvieron al Gobierno. El zar, reunido con sus asesores, pensó en un cambio de gobierno para
detener la revolución. Pero el reloj político del zar iba muy atrasado. La
revolución contaba en horas y días. El zar en semanas y meses. Toda la
burguesía, los generales de los frentes de guerra y gran parte de la nobleza le
aconsejaron la abdicación en favor de su hijo o su hermano. Pero, cuando el zar
se decidió a hacerlo fue bastante tarde. Para entonces las masas pedían la
república.
El gobierno provisional
De la Duma salió el gobierno provisional de la
república compuesto mayoritariamente por cadetes y algunos representantes de
los eseristas de derecha, como Kerenski. El primer ministro era el príncipe
Lvov y Miliukov (cadete), se encargó de Asuntos Exteriores. El gobierno pasó de
la nobleza a la burguesía liberal. Pero, el poder de este gobierno sólo existía
sobre el papel. El verdadero poder estaba en los soviets. Los soviets habían
puesto en libertad a los presos políticos, organizado los abastecimientos y la
economía, disuelto la Ojrana, legalizado los sindicatos, organizado la
defensa,... sin esperar ningún decreto. El Gobierno se limitaba a ratificar
mediante disposiciones legales la política de las masas encuadradas en los
soviets. Hasta fue obligado a hacer una declaración en la que se comprometía a
iniciar una política activa de paz.
Los bolcheviques, dirigidos entonces por Kámenev y
Stalin, apoyan esta idea. En Pravda aparecen artículos que defienden la idea
de "continuar la guerra frente a la agresión del imperialismo alemán". En
la Conferencia del 1 de abril, los bolcheviques aprueban la propuesta de Stalin
de "sostener al gobierno provisional" y acuerdan
considerar la fusión que les proponen los mencheviques.
Pero, el pueblo no pensaba igual. Las declaraciones de Miliukov en el
sentido de respetar los compromisos con los aliados y continuar la guerra hasta
la victoria final, provocan manifestaciones y disturbios y originan una crisis
de gobierno que se salda con la dimisión de Miliukov y la constitución de un
gobierno de coalición entre cadetes, social revolucionarios y mencheviques,
donde los eseristas y mencheviques tienen una amplia mayoría. Kerenski es
elegido Ministro de Guerra.
Las Tesis de Abril
Los líderes del interior sólo publicaron la primera de
las cuatro cartas creyendo que el radicalismo de Lenin se debía a que estaba
mal informado. Viendo que no le hacían caso, lo único que le quedaba era
regresar rápidamente a Rusia. Como los aliados le negaban los visados, tuvo que
llegar a Rusia por territorio alemán. Lenin y sus acompañantes viajarían en un
tren "sellado" desterritorializado. Los alemanes —que estaban en
guerra con los rusos— pensaban que Lenin se convertiría en un factor más de
desorganización que facilitaría su victoria militar. La derecha rusa utilizaría
esto contra Lenin y los bolcheviques, acusándoles de espías alemanes.Lenin, líder
indiscutible de los bolcheviques, muy alarmado por lo queconsideraba una
errónea política de los bolcheviques, escribió desde Zurich las llamadas
"Cartas desde Lejos" en las que invitaba a la dirección bolchevique
del interior a constituir una milicia obrera y preparar de inmediato la
revolución proletaria. Lenin llega, por fin, el 3 de abril. El 7 publica un largo e histórico
artículo —"Las tareas del proletariado en la presente revolución"— en
el que tácitamente abraza la teoría de la revolución permanente. El
artículo provoca un terremoto político. Pravda se ve obligada a publicar una
nota en la que explica que "tales tesis no representan sino la
opinión particular de Lenin". Lenin se dirige a los cuadros
obreros del partido bolchevique y declara la guerra a la dirección. Poco a poco
consigue adeptos. Zinoniev se le une, pero Kámenev se le opone.
Se resuelve convocar una Conferencia Extraordinaria. El 24 de abril se reúne la conferencia con 149 delegados que representan a 79.000 militantes, de los que 15.000 son de la organización de Petrogrado, dirigida por Kámenev. éste, Ríkov y otros dirigentes defienden las posiciones que el mismo Lenin planteó en 1906. Pero éste responde que aquellas ideas son antiguas fórmulas que los viejos bolcheviques "han aprendido ineptamente en lugar de analizar la originalidad de la nueva y apasionante realidad" y termina con la célebre frase de Goethe: "Gris es la teoría, amigo mío, y verde el árbol de la vida". Lenin dirige ahora su mirada al grupo de Trotsky, con gran arraigo en Petrogrado. Nada más llegar a Rusia en mayo, Trotsky es invitado a entrar en la dirección del partido. Superadas las diferencias de antaño, se realiza un congreso de fusión de las dos organizaciones que representan a 170.000 militantes, de los que 40.000 son de Petrogrado. La dirección elegida es fiel reflejo de la relación de fuerzas: de los 21 miembros, 16 pertenecen al viejo partido. Lenin, Zinoniev y Trotsky son los más votados. Surge el Partido Comunista. El triunfo de las Tesis de Abril es, ahora, total. El camino de la insurrección está ya libre de obstáculos internos.
La evolución política de Lenin está marcada por la
guerra. En su libro "El imperialismo, fase superior del capitalismo"
desarrolla el primer estudio serio desde el campo marxista sobre la evolución
del capitalismo. Califica la guerra mundial como "guerra de rapiña".
Ironiza contra aquellos socialistas que apoyan la guerra bajo el pretexto de
que esa guerra acabaría con todas las guerras. Señala, por el contrario, que el
capitalismo equivale a guerra. Mientras exista no podrá haber paz en el mundo.
De julio a octubre
Presionado por los aliados, el Gobierno lleva a cabo una ofensiva
militar que acaba en fracaso. Los cadetes aprovechan la crisis para dimitir
y Kerenski asume la jefatura del gobierno, incluyendo en el
nuevo gobierno sólo a eseristas y mencheviques. Al intentar trasladar los
destacamentos de Petrogrado al frente, los soldados se sublevan y los obreros
se les unen de inmediato. Toman las calles exigiendo la destitución del
gobierno, todo el poder a los soviets, la nacionalización de la tierra y la
industria, el control obrero, el fin de la guerra, etc.En mayo, Lenin señaló
que el país "estaba mil veces más a la izquierda que los
mencheviques y cien veces más que los bolcheviques". Efectivamente,
el ambiente entre los soldados, obreros y campesinos era cada vez más a la
izquierda. Sin embargo, el gobierno giró cada vez más a la derecha. Esta
polarización social estallaría en julio. Los bolcheviques, que han hecho
una masiva labor de propaganda contra el gobierno exigiendo el traspaso de
todos los poderes a los soviets, consideran prematura la acción y se oponen a
ella. Explican que el momento para una nueva insurrección no había llegado aún.
Siguiendo la estrategia leninista, los bolcheviques veían necesario ganarse
primero la mayoría en los soviets antes de iniciar una nueva insurrección.
Pero, sus ideas hacía tiempo que habían calado en las principales ciudades y, sobre todo, en la capital, Petrogrado. Por lo que no sólo no son capaces de detener el movimiento sino que, por primera vez, son abucheados. Temiendo que las manifestaciones se descontrolen, deciden ponerse al frente de las mismas para dirigir el movimiento. Pero, el gobierno ve la oportunidad de deshacerse de una vez por todas de los bolcheviques. Culpa de los incidentes a los bolcheviques. Hace circular el bulo de que Lenin es un espía alemán, publicando varios documentos falsos que así lo atestiguan. Esta maniobra, junto a la utilización demagógica del tren sellado, hace que los regimientos neutrales se pasen al bando del gobierno. Los obreros —muchos de los cuáles eran mencheviques y eseristas— se sienten confundidos.
En esta coyuntura favorable, se inicia el terror. Se
prohíbe la prensa bolchevique, se detiene a Trotsky y Kámenev, se asaltan los
locales... Pero, estas medidas no consiguen destruir al partido. Rápidamente
ponen en marcha otro diario con distinto nombre. Lenin es puesto a salvo por el
partido en Finlandia donde termina "El estado y la revolución". Los
cuadros más conocidos pasan a una semi-clandestinidad. La burguesía decide que
ha llegado la hora de actuar. De común acuerdo con la nobleza zarista, los
aliados y el Estado Mayor, se organiza un golpe de estado. El encargado de
darlo es un general de plena confianza de Kerenski, Kornilov. éste se dirige
con tropas cosacas leales a su mando contra Petrogrado, principal foco revolucionario.
Kerenski destituye a Kornilov y los ministros cadetes dimiten. Los mencheviques
también se van. Kerenski se ve solo y negocia una solución con
Kornilov. Mientras tanto, en un Petrogrado abandonado por el Gobierno los
soviets organizan la defensa. Los marinos del Báltico ponen en libertad a los
bolcheviques detenidos, el partido sale a la luz pública y sus cuadros y
militantes consiguen de nuevo una mayoría aplastante en la guarnición y en las
fábricas. Trotsky vuelve a la presidencia del Soviet y forma el Comité Militar
Revolucionario, un órgano del soviet que junta las tropas con la recién creada
guardia roja, compuesta por grupos de obreros armados.
Las tropas de Kornilov no son capaces ni de llegar a
la capital. Los ferroviarios hacen detener y dispersar los trenes que
transportan las tropas. El 3 de septiembre Kornilov desiste y se entrega al
Gobierno. Los bolcheviques sacan provecho de esta victoria. El 13 de septiembre
Lenin envía dos cartas al Comité Central (CC) del Partido Bolchevique en las
que plantea que las condiciones para la toma del poder ya han madurado puesto
que los bolcheviques tienen una mayoría cómoda en los soviets. Pero, la mayoría del CC,
capitaneado por Zinoniev y Kámenev, se opone a la insurrección. Piensan que las
condiciones siguen tan prematuras o más que en julio. Trotsky la apoya pero a
condición de esperar al Congreso de los Soviets que se reúne a finales de
octubre. Lenin sólo obtiene el apoyo del joven Smilgá, presidente del soviet de
Finlandia. Desesperado, dimite de la dirección bolchevique y se entrega a una
lucha sin cuartel para ganar al partido a su idea de insurrección. El 10
de octubre, Lenin, disfrazado y afeitado, llega a Petrogrado logra convencer
por votos contra dos (Zinoniev Kámenev) la necesidad insurrección. Se inician
los preparativos>
La revolución de octubre
Las fuerzas con las que contaba el Comité Militar Revolucionario no eran numerosas: la guardia roja, los marinos y la flota del Báltico, la guarnición de la ciudad y los obreros. En total, unos 10.000 hombres.Los preparativos de la insurrección no se hacen en secreto. Todo el mundo sabía que se preparaba una insurrección. Incluso, Kamenev y Zinoniev lo denunciaron en la prensa. El Comité Militar Revolucionario, encargado de la defensa de la ciudad, organizó todos los detalles. Como el 25 de octubre se reunía el Congreso de los Soviets, la insurrección se fijó para la noche del 24. Esa noche se detuvo a toda la oficialidad que no reconociera la autoridad del Comité Militar Revolucionario, se ocuparon las imprentas, los puentes, los edificios oficiales, se establecieron controles en las principales avenidas, se tomó el control del teléfono y el telégrafo. Petrogrado estaba en manos de los soldados y obreros revolucionarios al mando del Soviet. Todo ocurrió en 13 horas. A las 10 de la mañana del 25 todo había terminado.
Sólo quedaba en poder del Gobierno, su propia sede, el
Palacio de Invierno, que estaba sitiada desde hacía días. Los junkers, cadetes
militares, que defendían el recinto resistían tenazmente los bombardeos. Al
final el Palacio se rindió en la madrugada del 26 de octubre, tras un asalto
conjunto de marinos, soldados y obreros. El Gobierno provisional que se había
reunido para organizar la resistencia en la capital fue detenido, pero Kerenski
huyó. El 25 comenzó el II Congreso de los Soviets, con una amplia mayoría
bolchevique. Este Congreso eligió un gobierno revolucionario compuesto
mayoritariamente de bolcheviques y eseristas de izquierda y aprobó los primeros
decretos del nuevo gobierno. Lenin fue elegido presidente. Se decretó la
paz, cesando toda actividad ofensiva en todos los frentes y proponiendo una
negociación inmediata del alto el fuego. Trotsky, elegido Ministro de Asuntos
Exteriores, fue el encargado de la negociación con Alemania, firmándose el
armisticio el 2 de diciembre y la paz de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918.
Se publicaron los tratados secretos. A nivel económico, se decretó la
confiscación de los latifundios y la entrega de las tierras a los soviets
campesinos, el control obrero de la industria y la nacionalización de la banca.
Se reconocieron los derechos de las nacionalidades, incluyendo el derecho a
la autodeterminación y la libertad para separarse.
III.- El régimen bolchevique
Tras la toma del poder por los bolcheviques, éstos se
encuentran muy aislados y con numerosos problemas. Sus aliados, los eseristas
de izquierdas, se niegan a seguir el ritmo revolucionario que imponen los
bolcheviques. El primer enfrentamiento llegará con el problema de la Asamblea
Constituyente. En este Parlamento, elegido por sufragio universal, los eseristas tienen
mayoría con cerca del 45 % de los diputados. Los bolcheviques obtienen un
cuarto de los diputados. El problema radica en que este parlamento no representa
la realidad del Partido Social-revolucionario, ya que, los candidatos fueron
designados por la dirección del partido antes de la escisión del ala izquierda
que era mayoritaria en las bases y en el campo. Ante la negativa de la
Asamblea Constituyente de aprobar la Declaración de Derechos del Pueblo
Trabajador y Explotado —aprobada por los soviets—, los bolcheviques la
abandonan y a continuación un destacamento de guardias rojos entra en el
hemiciclo y da por terminada las sesiones. Es el fin de la democracia
parlamentaria en Rusia y la sanción definitiva de la fórmula soviética. En
virtud de la paz firmada, Rusia perdía las repúblicas bálticas, Polonia,
Ucrania y Bielorrusia. Los comunistas de izquierda junto a los eseristas de
izquierda tienen mayoría en los soviets y de hecho pueden derrocar al Gobierno
de Lenin y Trotsky y establecer un gobierno que continúe la guerra. Finalmente,
Bujarin acepta el punto de vista mayoritario ante la campaña terrorista
desatada por los eseristas para provocar a los alemanes.
El comunismo de guerra (1918-21)
Poco tiempo después de la firma de la paz, comienza la
guerra civil con el levantamiento de la Legión Checoslovaca: unos 50.000
hombres con mandos franceses. En poco tiempo llegan al Volga. Ante el éxito de
la operación, los aliados deciden intervenir con el objetivo de ahogar la
revolución y restaurar el régimen. En el norte desembarcan un destacamento
anglo-francés con unos 40.000 hombres; en Vladivostok, 100.000 japoneses; en el
Sur el general zarista Denikin organiza un ejército de voluntarios con material
y suministros británicos, la guardia blanca; los franceses se apoderan de
Odessa, Ucrania y Crimea; los ingleses se hacen con los pozos petrolíferos del
Cáucaso y el Don. Entran en la batalla, tropas norteamericanas, polacas,
alemanas y serbias. La situación es desesperada. Los bolcheviques
organizan el ejército rojo al mando de Trotsky que resiste durante los treinta
meses que dura la contienda. Finalmente, la oleada revolucionaria que agita Europa
y los éxitos militares de los rojos hacen que se firme un nuevo
armisticio. La industria produce 13 % de la producción de antes de la
guerra. La producción de acero sólo supone el 2,4 %, la de hierro un 1,6 %. El
63 % de las vías férreas están inutilizadas. La superficie cultivada se ha
reducido en un 20 %. Los kulaks prefieren sacrificar su ganado antes de que lo
requisen. En este contexto, se produce la revuelta de Kronstadt, una base
naval cercana a Petrogrado de gran tradición bolchevique. Asimismo, existen no
menos de 50 focos de alzamiento campesino. El más importante, el del caudillo
Majno, controlaba toda Ucrania. El partido decide cambiar su política.
La Nueva política económica (1921-28)
La Nueva política económica representó un retroceso temporal motivado por
las consecuencias de la guerra. Se trata de un período de transición donde se
mezclan elementos socialistas y capitalistas en la economía. Se eliminó el
requisamiento forzoso, se devolvieron gran parte de las tierras a los kulaks,
creándose un mercado libre interior. Al mismo tiempo, el estado creaba las
grandes granjas estatales, los sovjós, y las cooperativas de explotación
agraria, los koljós. Se desnacionalizaron las empresas de menos de 20
trabajadores, autorizándose la jerarquía de salarios y las primas de producción
en las empresas privadas. Se autorizó la presencia de técnicos extranjeros. Se
fija un impuesto en "especie" y se autorizan, bajo control estatal,
las inversiones extranjeras. El sistema estatal quedó dirigido por el Soviet Supremo
de Economía.La Nueva política económica (NEP) trajo estabilidad y permitió
recuperar los niveles de producción anteriores a la guerra.
La organización del estado
La Constitución de 1918, precedida por la Declaración de Derechos del
Pueblo Trabajador y Explotado, entró en vigor en 1921, tras la guerra civil. La
Constitución consagraba el sistema soviético. El poder se encontraba en el
Congreso de los Soviets, que elegía un Comité Central (Parlamento), a quién
rendía cuentas un Consejo de Comisarios del Pueblo (Gobierno). Al constituirse la URSS
se creó el Parlamento, que se hizo bicameral, con un Soviet de la Unión y otro
de las Nacionalidades. La URSS se organizó como un sistema confederal, donde
las repúblicas conservaban su derecho a la separación.
El triunfo de la burocracia estalinista
Debido a las draconianas condiciones de la guerra civil, el aislamiento de
la revolución, el fracaso de la revolución europea, la muerte de numerosos
cuadros bolcheviques, las dificultades económicas, etc. empezó a surgir una
casta burocrática en el seno del partido, en la retaguardia y en el aparato del
estado. En 1922, Lenin advirtió de este peligro. La burocracia emergente se
adueñaba de los soviets, los sindicatos, las células y comités del partido y
representaba de hecho un peligro contrarrevolucionario.
A partir de 1923, con la enfermedad de Lenin, Stalin
representó esta nueva capa social que dirigía una contrarrevolución política.
El pronóstico elemental del leninismo había sido que en virtud del atraso de
Rusia una revolución obrera victoriosa sólo podía sobrevivir con la ayuda de
una revolución en Occidente, concretamente en Alemania. En caso contrario, la
revolución soviética degeneraría o fracasaría. En 1924, con la asunción de la teoría
antimarxista del "socialismo en un solo país", la burocracia rusa
salió definitivamente a la superficie. La oposición leninista, liderada por
Trotsky, no podía luchar contra tal cúmulo de fuerzas sociales y fue finalmente
derrotada.
El estalinismo se convirtió en una deformación
grotesca del socialismo, una especie de esperpento soviético, que acabó con la
democracia obrera e impuso una dictadura totalitaria. Sin embargo, la
burocracia no se sintió tranquila hasta que no acabó con la dirección
bolchevique que hizo la revolución.
Así, a lo largo de los años 30 se produjeron numerosas purgas que acabaron
con el fusilamiento de cientos de miles de bolcheviques, entre ellos los
principales dirigentes, excepción hecha del dictador Stalin. Trotsky fue
asesinado por un agente estalinista en México, donde vivía exiliado.
La colectivización forzosa
En 1928, Stalin acabó manu militari con la NEP. Las tropas llegaban a las
aldeas y "colectivizaban" las tierras. Unos diez millones de personas
fueron recluidas en Siberia acusadas de kukaks. Ante tanta violencia
innecesaria, los campesinos pobres, verdaderos beneficiados de esta nueva
revolución agraria, se unieron a los kulaks y hubo que asaltar militarmente
numerosas aldeas. El desastre es total. Hasta una década después el sistema colectivista no
igualará la producción de 1927, al implantar la mecanización de las grandes
granjas colectivas.
La planificación
La colectivización agraria fue un desastre, no así la planificación de la
industria. Eliminado el sector industrial privado, el primer plan quinquenal
(1928-1932) se centró en la producción de bienes de equipo y fortalecer la
industria pesada.
El resultado fue inmejorable: la producción eléctrica se quintuplicó, la de
acero se dobló. El aumento de la producción industrial fue del 250 %, y esto en
los años de la gran depresión en el mundo capitalista. El socialismo, a pesar
de la caricatura burocrática, comenzaba a demostrar en el terreno de los
hechos, las cifras y los números, su superioridad.
La Estabilización.
Para sobrevivir los Bolcheviques, con León Trotzky, tuvieron que hacer un
ejército rojo poderoso con oficiales del Zar y soldados que eran paisanos y no
forzosamente de sus mismos ideales. Pero lo lograron. Para mantener el poder en
estas difíciles condiciones era importante que el Partido fuera altamente
disciplinado. Lenin creía firmemente en la importancia de pertenecer a una gran
nación y pensaba que si se dejaba el nacionalismo de lado, pensando que las
nacionalidades que conformaban Rusia eran solamente una gran clase trabajadora,
se podía armonizar las situaciones. En 1922 un tratado de formación de la URSS
fue firmado por la Federación Rusa, Ukrania, la República Transcaucasiana y
Bielorrusia.
Después de la muerte de Lenin, hubo poco poder en la cumbre
mientras Stalin, como secretario del partido, responsable de los nombramientos
administrativos, iba poniendo gente fiel en puestos claves. En 1929 ya su poder
era indiscutible. Inició la industrialización con las granjas colectivas donde
de nuevo eran los paisanos que pagaban las costas, hizo la gran purga de
1937-38 donde millones de rusos fueron muertos o mandados a trabajos forzados y
aumentó la vigilancia hacia los enemigos del partido. El principal dilema de
Rusia era Alemania en relaciones exteriores. Podían ser amigables con Alemania
esperando que se expandiera en otras partes como lo hizo el Zar, cuyo resultado
fue que perdieron la primera guerra mundial a su lado o juntarse con los
enemigos de Alemania con la esperanza de limitar su expansión como lo hicieron
en la segunda guerra mundial que ganaron con los aliados. Los resultados de la
primer guerra mundial ayudaron al desplazamiento del Zar.
En junio de 1941 Hitler invadió Rusia que estaba
desprevenida infligiéndole sangrientas bajas. Es que la paranoia de Stalin lo
llevó a destruir las cúpulas del Ejército Rojo en 1937-38 y tardaron unos
cuantos años en restablecerse. Más tarde, en 1941, por Pearl Harbor los EE.UU.
entraron en guerra contra Alemania-Japón. A través de un sistema de alquiler-compra
(leasing) los EE.UU. pudieron dar mucho material de ayuda a Rusia. La lucha en
el frente ruso fue mas brutal y bárbara que en frentes occidentales. Cuando los alemanes no
pudieron tomar Moscú en 1941, la guerra se empantanó hasta que los rusos ganaron
la batalla de Stalingrado (ciudad del Volga donde Stalin había ganado una
batalla en la guerra civil) en febrero de 1943, lo que marcó el comienzo del
fin del III Reich. Siguieron las batallas sangrientas mientras los rusos
avanzaban hacia Berlín donde pusieron su bandera en mayo 1945. Entonces
declararon la guerra a Japón y tuvieron algunas fuertes batallas antes que
cayeran las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki que trajeron la
rendición de Japón.
Stalin murió de repente en marzo de 1953.
La Destalinización.
La destalinización empezó apenas éste murió. Primero se anunció que no
existió una conjura de sus médicos. En junio 1953 fue arrestado Beria, jefe de
la KGB, el servicio secreto ruso, que era temido de todos. Beria fue ejecutado.
El que usó con mas éxito la destanilización fue Nikita Khrushchev, nuevo
secretario del partido. En 1956 denunció en un discurso las aberraciones de
Stalin y liberó a millones de prisioneros de los campos de trabajos forzados. La oligarquía del
partido que hizo dimitir a Krushchev puso en su lugar a Leonid Breznev. Este,
que entró con toda suavidad, logró eliminar de sus puestos a sus opositores e
iniciar un miniculto personal hacia mitades de los años 1970.
El comienzo de la distensión.
Los fines de Breznev eran obtener una regularización de las relaciones con
occidente y obtener así los beneficios del comercio mundial pero sin relajar la
sociedad comunista hasta un punto tal de perder el control social o económico.
La Unión Soviética preocupó a occidente por sus movimientos en el tercer mundo
pero el resultado que hoy vemos de ello es una marginalización del comunismo en
las estructuras políticas y económicas globales. Después que Breznev murió, en
1982, tuvo dos sucesores que duraron un año cada uno y luego vino en primavera
1985 un hombre joven con un programa de grandes cambios.
La perestroika de Mijaíl Gorbachov.
La idea de la reestructuración de Gorbachov era mantener una doctrina
comunista con una estructura económica similar al capitalismo. Ciertos partidos
socialistas de Europa ya habían dado ejemplos al respecto. Con su Glasnoist
(clarividencia) además buscaba hacer un país lógico de una retórico. La tarea necesitaba
mucha valentía, porque se adentraba en situaciones políticas y económicas de
menor estabilidad que él y Rusia supieron sobrellevar. Las reformas de
Gorbachov fueron resistidas por el partido comunista que trató de tomar el
poder (agosto 1991) pero no pudieron destituir a Boris Yeltsin y el gobierno
federativo Ruso. El partido fue declarado fuera de la ley. En diciembre,
los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia declararon que una Unión de Estados
Independientes reemplazarían la URSS. Gorbachov dimitió hacia fines de año. Ahí
terminaron los 74 años de la URSS. Pero Rusia y sus aliados siguen en la
confederación y Boris Yeltsin renunció como presidente en diciembre de 1999.
Sin él las transformaciones hacia el capitalismo no hubiesen seguido en
Rusia. Hacia fines de marzo 2000, Vladimir Putin, que había sido primer
ministro de Yeltsin, fue elegido presidente con mayoría de votos contra el
candidato del partido comunista. Putin, en una alocución prometió luchar contra
la corrupción con la ayuda de sus ex camaradas de la antigua KGB.
Fuente: geocities.com,...y otras.
He echo bastante bien, es correcto
introducir el artículo anterior. Por decir algo, uno militaba hace unos 40 años
y nadie explicaba, no tenía posibilidad de saber cosas y realidades
contradictorias, dentro del partido bolchevique,...El mismo introduce un
término: Oligarquía del partido, del estado soviético,...lo dice de forma tan
natural,...Siempre le ha llamado burocracia, o burguesía
burocrático, cuando se criticaba el carácter socialimperialista de la
URSS,...cuando llegó a esa situación,...o cuando alguien analizó y
calificó,...En este sentido había y hay, sigue
existiendo gran ocultamiento, se sigue siendo ocultista,...por
qué?,...oscuros intereses,...dentro de los grupos, partidos, colectivos
sociales,...en el gobierno,...en la ONU,...
Revoluciones fracasadas en países europeos: Alemania, Italia, España,
Francia,...Obreros y ciertos sectores populares, unidos luchando contra los
poderes capitalistas e imperialistas,...Alemania estaba en guerra
interimperialista, con convulsión social, le hicieron revolución pero
el proletariado no ganó.
En Italia paso casi algo
similar,...en España, la semana trágica de Barcelona,...Proletariado y sectores
campesinos, semiproletarios,...en lucha contra el
estado monárquico decadente.
[[ " La revolución italiana y las tareas de los trabajadores
británicos
Detalles
Publicado el Martes, 20 Mayo 2003 15:36
Escrito por Ted Grant; ( Corriente
marxista internacionalista, el militante, militante ingles,...)
La destitución de
Mussolini marca una nueva época en el desarrollo de la revolución, y la
decadencia y desintegración del imperialismo en el continente europeo. Para
apreciar las tendencias que se están desarrollando en la península italiana, es
necesario comprender las causas que llevaron a Italia a ser el primer país de
Europa en emprender el camino de la barbarie fascista y, ahora, es el primer
país en guerra que gira hacia la revolución. Italia siempre ha sido la más atrasada de las grandes potencias. El
campesinado, igual que en Rusia, ha sufrido la carga impuesta por los grandes
terratenientes: el empobrecido proletariado, incluso antes de la pasada guerra,
construyó un poderoso movimiento socialista como un medio de llevar adelante la
lucha contra la burguesía. La participación de Italia durante la pasada guerra
fue, esencialmente, en calidad de potencia de segunda fila y aunque,
nominalmente, en el bando de los vencedores, las conquistas de Italia durante
la pasada guerra fueron insignificantes. La debilitada burguesía italiana se
enfrentaba a la ruina de la economía italiana e intentó cargar el peso de la
"reconstrucción", cuando ella era la responsable de la guerra, sobre
los hombros de las masas italianas.
En respuesta a esta
ofensiva de la burguesía, las masas trabajadoras y campesinas italianas
lanzaron una contraofensiva con un éxito brillante. Los años 1918-20 marcaron
el período de "anarquía" del capitalismo italiano. La clase obrera, y
después el campesinado, obligó a la clase dominante a hacer tremendas
concesiones. En septiembre de 1920 los trabajadores habían tomado las fábricas
y las industrias, y los campesinos habían ocupado la tierra. El poder real ya
no estaba en manos de los capitalistas, que estaban paralizados por el miedo,
sino en manos de la clase obrera. Sólo era necesario un partido bolchevique
capaz de sacar las conclusiones necesarias para las masas y de guiar a los
trabajadores hacia la conquista del poder. La dirección reformista de la clase
obrera era incapaz de sacar las lecciones. Ciega e impotente, la dirección
traicionó el movimiento y lo guió hacia los cauces del
"constitucionalismo". De esta forma, prepararon el camino para la
destrucción del movimiento de la clase obrera.
La burguesía, espantada ante el
movimiento de los trabajadores, temporalmente dio algunas concesiones. Pero la
crisis económica continuaba. La burguesía italiana, sin reservas, sin colonias
ricas y con una base económica débil, no podía esperar competir en el mercado
mundial con la burguesía más poderosa de la Entente. Consecuentemente, tuvo que
recurrir a la intensificación de la explotación de las masas italianas bajo
pena de colapso y extinción. Los intentos heroicos del proletariado de encontrar
una salida por el camino de la revolución socialista, fueron bloqueados por el
sabotaje de la dirección reformista. La burguesía buscaba una solución a la
intolerable crisis para poder establecer "la ley y el orden". La
crisis económica se intensificó aún más con el colapso de la posguerra. La
clase media estaba completamente arruinada y desesperada. Sectores importantes
de la clase media siguieron el camino de los trabajadores y apoyaron al Partido
Socialista en la oleada revolucionaria de la posguerra. Se podía haber ganado
al núcleo de la pequeña burguesía con una política audaz por parte del
proletariado. Pero totalmente desesperada, la pequeña burguesía comenzó a
buscar otra solución. Por esta razón, el movimiento fascista surgió como una
expresión de la desesperación de la clase media. Los grandes industriales
financiaron a Mussolini. El fascismo comenzó a organizar sus bandas de
gamberros y asesinos, de pequeñoburgueses y lumpemproletarios, con el objetivo
de aniquilar físicamente a los dirigentes y a las organizaciones del
proletariado. Estas bandas de asesinos vagaban por Italia atacando las
cooperativas, sindicatos de trabajadores, ayuntamientos socialistas, etc., bajo
la protección de la policía burguesa.
Mussolini en el poder
En 1922 Mussolini llegó al poder gracias
a los terratenientes, los industriales, la Iglesia y la monarquía, como el
único medio de preservar sus intereses. Los primeros años de su gobierno se
caracterizaron por el un intento precario de establecer su dominio. El
asesinato de Matteotti provocó una oleada de indignación por toda Italia y la
clase obrera sólo necesitaba una dirección revolucionaria para derrocar el
régimen fascista. Aún así, los socialistas se agarraron a los métodos
"legales". Mussolini sobrevivió a la crisis y procedió a destruir
sistemáticamente las organizaciones de la clase obrera. La desilusión y la
desmoralización de los trabajadores ante la traición de sus organizaciones la
llevó a una situación de postración y apatía. El fascismo se atrincheró
firmemente en el poder.
Pero una vez en el poder, el fascismo
comienza a perder su base de clase media. El empobrecimiento y la ruina de la
pequeña burguesía no se detiene, todo lo contrario, recibe un nuevo impulso con
la victoria del fascismo. Las ilusiones contrarrevolucionarias de la pequeña
burguesía pronto desaparecen debido a la cruda realidad de los estados
totalitarios y, por lo tanto, comienza a decaer el apoyo al fascismo. El
régimen fascista pierde completamente su base social y se convierte en una
dictadura burocrática policiaco-militar. Esta era la situación de la dictadura
de Mussolini. ¡Aún así, aguantó más de dos décadas! El secreto del largo
período de dominio fascista reside no en la fortaleza del régimen, sino en los
acontecimientos mundiales, por un lado, y en la apatía y el letargo de las
masas italianas, que habían perdido toda perspectiva con la traición de sus
organizaciones. La victoria de Hitler, la derrota de los trabajadores franceses
y españoles, el nuevo declive y colapso del movimiento de la clase obrera, el
fortalecimiento de la reacción en todo el mundo, sólo sirvieron para
desmoralizar y hundir a la clase obrera italiana en la indiferencia sombría y
en la ausencia de fe en el futuro. Pero la crisis que ensombreció el
régimen, obligó a la burguesía italiana a intentar una expansión exterior para
evitar ser derrocada. La aventura abisinia y la guerra que Mussolini llevó a
cabo contra los trabajadores españoles, eran síntomas de la desesperación del
fascismo italiano. Lejos de resolver algo, simplemente aumentó la miseria de
los trabajadores y campesinos, e incrementó la presión sobre el régimen.
Después de la caída de Francia, los capitalistas italianos se entusiasmaron con
la oportunidad que ellos imaginaban se les presentaba para asegurarse un rico
imperio.
Pero los cálculos de la burguesía
quedaron completamente falsificados por los acontecimientos. ¡Nunca en la
historia un ejército ha luchado con menos moral y creencia en su causa que el
ejército de la Italia fascista! Las frases ingeniosas y mordaces de la clase
dominante británica sobre la "cobardía" de los italianos tienen aquí
su origen. El ejército italiano, como el de la Rusia zarista, está formado
principalmente por campesinos. Explotados y oprimidos por los terratenientes,
golpeados y tiranizados por las bandas fascistas, su idea del "enemigo"
no era la de los ejércitos a los que se enfrentaban, sino los terratenientes de
los pueblos que vivían bien a costa de golpearles a ellos, mientras sus mujeres
e hijos pasaban hambre. Pensaban que los onerosos impuestos que pagaban iban a
mantener a una burocracia y milicia fascista ignorante y perezosa. No tenían
voluntad de luchar. ¡Mussolini no pudo ni siquiera derrotar a los griegos! En
África el imperio desapareció, mientras que los soldados italianos se rendían
por decenas de miles ante la más mínima apariencia de resistencia. Veinte años
de fascismo habían corrompido el régimen de arriba abajo. No había elementos de
vida en todo su aparato, ni en el ejército, ni en los medios de represión
interna. Además, Italia, un país atrasado y semiindustrializado, no poseía una
técnica moderna de guerra como sí tenía su gemelo fascista alemán, que tenía la
fortuna de poseer una tecnología incomparable y la primera tasa de equipamiento
industrial. Todos estos factores combinados hicieron inevitable la derrota
italiana.
Las condiciones para
la derrota del régimen fascista
Trotsky —con una infalible capacidad de
previsión y una comprensión profunda de las masas y del proceso histórico—, al
analizar el problema de la revolución en los países fascistas, demostró que era
necesaria una sacudida profunda que despertara a las masas de su letargo y
estupor, para que pudieran emprender el camino de la oposición y la lucha
contra los regímenes totalitarios; esta sacudida podía venir de las derrotas
militares o de la victoria de la revolución en una de las democracias. Las derrotas del
régimen fueron una demostración contundente de su bancarrota; su corrupción y
decadencia proporcionó los medios necesarios para que el proletariado italiano
despertara. El proceso molecular de recuperación se ha estado desarrollando
rápidamente detrás de la fachada externa de fuerza y estabilidad del régimen.
La relación de fuerzas comenzó a cambiar dentro del país. Por primera vez había
huelgas de masas en las ciudades contra el incremento insoportable del coste de
la vida, los campesinos comenzaron a entrar en acción con toda una serie de
revueltas menores contra los terratenientes y la insoportable carga impositiva
de los funcionarios fascistas, los motines en el ejército eran una indicación
ominosa del espíritu que existía entre las tropas. Muy pronto llegaron informes
de la guerra contra Grecia que narraban cómo las unidades caían prisioneras
cantando el Bandiera Rossa (Bandera Roja).
La burguesía y los terratenientes
sentían que la tierra temblaba bajo sus pies. Como siempre, en la sociedad
moderna, la proximidad de la revolución vino presagiada por la tensión
existente dentro de todas las capas de la sociedad, tanto entre la clase
dominante como entre los trabajadores, dentro de la pequeño burguesía y entre
las filas de la burocracia fascista y el aparato del Estado. La presión desde
abajo provoca fisuras e incertidumbre, desavenencias y diferencias dentro de
las antiguas filas sólidas de la clase dominante. Comenzaron a buscar una
salida al callejón sin salida, un forma de escapar de la marea ascendente de la
revolución que amenaza con ahogarles. Lejos de considerar al "líder"
como su salvador de las masas, empiezan a considerarle el causante de sus males
y sus "errores" los que les han llevado a una situación imposible. El
abuso de poder de su inmediata camarilla de colaboradores, esta siendo
sustituida por conspiraciones y discusiones sobre un golpe de estado, una
revolución palaciega, con la pretensión oportuna de quitarle de en medio y
cortar de raíz cualquier movimiento desde abajo. Las relaciones existentes
entre las clases se hacen insoportables y la situación ya no puede aguantar
más. La clase dominante busca formas de salvarse a sí misma. No puede
reconciliarse con ese destino, se siente bloqueada y si no logra impedirlo la
revolución la aplastará.
Esto es lo que hizo la Rusia zarista
antes de la revolución de febrero. Y así ocurrió en la Italia fascista ante la
caída de Mussolini. Existe una analogía mejor, cuando Alfonso destituyó a Primo
de Rivera, el dictador militar en España, en un intento de salvar a la
monarquía. Mañana veremos el mismo proceso en la Alemania de Hitler. Pero todos
estos movimientos de la clase dominante, lejos de evitar la revolución,
dialécticamente, la precipitaran. El movimiento desde arriba produce un
poderoso eco en el movimiento por abajo. Así fue como Mussolini fue echado a un
lado por la clase dominante en Italia para impedir su derrocamiento. Como
siempre en la historia, simplemente abrió el primer capítulo de la revolución. Cualquiera que sea el
destino de la revolución italiana, su desarrollo ha dado un golpe mortal a los
cobardes y renegados del movimiento obrero, antiguos "marxistas",
como James Burnham en EEUU y C. A. Smith en Gran Bretaña, y toda la tribu de
intelectuales pequeño burgueses y escépticos que han mirado al proletariado y
la lucha por el socialismo con ironía y escepticismo. Esta chusma profesional y
estrecha de mente, consideraba el barniz exterior del fascismo como la esencia
interna, e incluso consideraba al fascismo como el desarrollo de una nueva
forma de sociedad con una nueva clase dominante, ¡ni burguesa ni proletaria!
Para ellos la actitud inerte del proletariado en Italia y Alemania, que bajaba
pasivamente la cabeza frente a la tiranía fascista, era una prueba de la
incapacidad del proletariado y una prueba de la nueva sociedad.
Incapaz de comprender la dialéctica del
desarrollo de la sociedad, consideraban con ironía, condescendencia y
desprecio, las luchas del proletariado. Como es el caso de C. A. Smith, para él
sólo se trataba de un puente para justificar su deserción al campo de la
burguesía. Pero no estuvieron solos. Los traidores del estalinismo y de la
burocracia laborista, intentaron justificar su propia traición culpando a la
pasividad de las masas, a la "incapacidad" del proletariado y la
ausencia de madurez para la revolución socialista, que ellos posponían para
décadas. Qué lamentable es el estalinismo, que disolvió la Comintern en víspera
de la caída de Mussolini, qué lamentable la burocracia laborista, que echaron
la responsabilidad del triunfo de Hitler sobre los hombros del proletariado
alemán. En realidad, han sido las interminables derrotas de las dos décadas
anteriores, provocadas por los mismos "dirigentes" y su política
actual, las que han caído como una losa sobre el proletariado de todo el mundo
y ha producido un ambiente de frustración y desesperación, desmoralización y
desintegración, ausencia de fe en sí mismo y en su propio futuro. Es esto lo
que en realidad ha llevado a la prolongación de la guerra y su continuación
durante cuatro años de pesadilla, antes del primer movimiento del proletariado.
Todas estas fuerzas y sentimientos eran simplemente el resultado de la
reacción, que ellos mismos habían provocado.
La confianza en la
clase obrera, clave de la revolución
De todas las tendencias del movimiento
obrero, sólo los trotskistas mantuvieron la fe en la clase obrera y en sí
mismos. Incluso en la profunda oscuridad de la reacción mantuvieron la bandera
del socialismo y de la revolución internacional, y continuaron teniendo fe y
confianza en el proletariado. Y esto no fue casualidad. Habían analizado y
previsto las razones de las derrotas y comprendían las bases del giro hacia la
reacción, cuyas causas no descansaban sobre el proletariado, sino en la
dirección del proletariado, continuando con la certera confianza que
proporciona la comprensión del marxismo. Todas las otras tendencias estaban
ciegas. Habían provocado la derrota y eran incapaces de comprender la salida al
callejón.
La crisis en Italia llegó con la
invasión de Sicilia. La ausencia total de apoyo al régimen se rebeló en el
hecho de que incluso en su "propio suelo", los soldados italianos no
demostraron demasiado entusiasmo por luchar. Su resistencia no era tan enérgica
y firme como en las orillas de África. A pesar de las exageraciones de la
propaganda aliada, parece claro que los invasores extranjeros no despertaban
demasiada hostilidad en Palermo y otras ciudades. ¡Seguramente un raro
acontecimiento en la historia! Cualquier cosa no podía ser peor para Mussolini
que la actitud de los habitantes de la isla. El régimen estaba tan podrido y
era tan odiado por las masas que no lo consideraban mucho mejor que el
conquistador extranjero. ¡A esta situación había reducido Mussolini a Italia!
Un sentimiento de terror debe haber inundado el corazón de la clase dominante
italiana.
El desenlace no tardaría en llegar. Ante
el temor al movimiento de las masas y consciente de que para ellos la guerra
estaba irremisiblemente perdida, la clase dominante buscaba salvar algo entre
los escombros. Desde Alemania, ya muy presionada y con la certeza de una futura
derrota, no podía esperar más ayuda que reducir Italia al estatus de Francia u
otro satélite balcánico, incluso en el caso de una victoria problemática, y con
la perspectiva de que los aliados "democráticos" impondrían incluso
mayores penas y multas en ese caso. Mussolini ya no era útil para ellos. Temían
la revolución en Italia. Temían la invasión de los Aliados. Temían a su
"socio" más poderoso. Con un pánico frenético, atrapados en
contradicciones insuperables, las viles clases dominantes de Italia
desdeñosamente lanzaron a Mussolini al cubo de la basura de la historia. Pero la burguesía
había perdido toda perspectiva. La monarquía y el Estado Mayor imaginaban que
podrían dominar a Mussolini y seguir como antes, amablemente, ofreciendo la
piel de Mussolini a las masas como un cabeza de turco por sus crímenes.
Seguramente, la proclamación por parte de Badoglio de la ley marcial, figurará
en la historia como el ejemplo perfecto de las ilusiones de un régimen
condenado por la historia a la destrucción. La destitución de Mussolini fue
seguida por la declaración de una rigurosa ley marcial. Pero el decreto
simplemente se quedó en el papel. Badoglio no tenía los recursos para
aplicarla, a pesar de las ilusiones del Estado Mayor.
La caída de Mussolini fue como una
descarga eléctrica para los trabajadores italianos. Cuando llegaron las
noticias por la radio, se unieron por un impulso común, cientos de miles
tomaron las calles para manifestar su alivio y alegría. El proceso que Trotsky
había anticipado que se desarrollaría en Italia y que marcaría la caída del
fascismo ha comenzado. (Cuando las noticias llegaron, uno sólo podía pensar en
las palabras del Viejo y maravillarse ante su instinto
infalible que le permitió prever casi exactamente las etapas por las que
pasaría la revolución).
Después de veinte años de fascismo, el
proletariado, ahora curtido por el terror y la persecución, ha entrado en la
arena política revitalizado y fresco, como un gigante que se despierta después
de un largo letargo. En 24 horas, estallaron huelgas de masas en todas las
ciudades industriales, Milán, Turín, Genova... El norte de Italia quedó paralizado
en pocos días debido a la huelga de ferrocarriles. Los trabajadores asaltaron
las cárceles y liberaron a los prisioneros políticos. Los cuarteles generales
fascistas en las principales ciudades fueron saqueados y las imprentas
fascistas ocupadas por los trabajadores en Milán y otras zonas. Todo aquel que
llevara la insignia del fascismo en Italia el día después de la desaparición de
Mussolini, corría el peligro de ser linchado. El fascismo había desaparecido de
la noche a la mañana. El tardío decreto de disolución del partido fascista
simplemente reconocía un hecho que los trabajadores y los propios soldados
habían puesto ya en práctica. Simbólicamente, en Milán, que una vez se sintió
orgullosa de llevar el nombre de "Milán roja", pronto fue inundada por
los trabajadores indignados por el asesino de Matteotti. En otras zonas los
empresarios fascistas más odiados también fueron despachados por los
trabajadores. En Turín "dos fascistas millonarios" fueron ejecutados
por los trabajadores. Las calles de Milán fueron rebautizadas en honor de
Matteotti y otros dirigentes de la clase obrera asesinados por los fascistas.
El intento de utilizar a los soldados contra las masivas manifestaciones en
Milán, ha provocado que los soldados se pasen al lado de los trabajadores.
De la noche a la mañana, la clase obrera
ha demostrado su vitalidad y fortaleza, como si el fascismo nunca hubiera
existido. Se han formado comités obreros en las fábricas de las ciudades
industriales. Incluso el estalinista Daily Worker ha tenido que hacerse eco de las noticias publicadas en la prensa
burguesa: "La radio [suiza] informó que en Milán —el centro del norte
industrial— se ha formado el Comité de Ciudadanos, formado por representantes
de los trabajadores industriales, soldados y campesinos...La mayoría de las
tropas de la guarnición de Milán han jurado lealtad al Comité. El periódico
comunista prohibido, La Roscossa, y el periódico
liberal, La Mundo, se publicaron el
sábado, impresos en las antiguas imprentas fascistas. La radio ha
informado de acontecimientos similares en Turín, Varese, Brescia y Vercelli.
En Brescia —según la emisora suiza— los
trabajadores se han armado con el arsenal del ejército y han formado una
Milicia Obrera que tomó el control de la autoridad policial —con escasa
interferencia policial—."Qué son estos comités "ciudadanos" si
no soviets, ¿acaso los cobardes y traidores estalinistas los temen en este
momento? Esta es la prueba viva de que la
revolución italiana ha comenzado. Cualquiera que sean las vicisitudes
de la revolución italiana en el próximo período, ha quedado al descubierto la
mentira de todos los corazones débiles y desertores, ha desenmascarado a todos
los cobardes y escépticos. Que maravillosa resistencia, que tremenda capacidad
de recuperación de la clase obrera, la única clase progresista de la sociedad
moderna, como ha quedado demostrado. Las victorias de la reacción estaban
construidas sobre bases de arena. Después de cada derrota, el proletariado se
recupera de sus heridas y se levanta de nuevo incluso con mayor fuerza para
aplastar al enemigo.
Hacia la revolución
socialista
¡Todos estos acontecimientos se han
producido en el corto espacio de tiempo de una semana! La primera etapa de la
revolución se ha visto, sobre la marcha, en toda la Italia industrial. Por el
momento, los campesinos están callados. Costará un tiempo, según la marcha de
los acontecimientos en las ciudades, pero finalmente llegara a los pueblos. Una
vez comience a comprender, el campesino se volverá implacable contra sus odiados
enemigos. La caída del fascismo será interpretada por él, no sólo como la caída
del oficial fascista, sino como el principio del fin del terrateniente a
quienes representan los funcionarios. Los campesinos comenzarán, en zonas
aisladas y esporádicamente, a tomar la tierra. ¡Contra los impuestos y el
terrateniente! Este será el grito de los campesinos. Ahora están presentes
todos los factores que están haciendo cristalizar la revolución socialista en
Italia. La clase obrera está formando soviets y milicias obreras. Los soldados
(mayoritariamente campesinos de uniforme) están pasándose al lado de los
trabajadores. Los campesinos avanzarán. La clase media en la ciudades está
girando también hacia los trabajadores. Todas las condiciones objetivas para la
revolución socialista están presentes. Y la toma del poder por los trabajadores
italianos instantáneamente provocará el derrocamiento de Hitler e inaugurará la
revolución socialista por toda Europa. Sin embargo las condiciones subjetivas
para la revolución todavía no existen. Instintiva y casi automáticamente, la
clase obrera italiana ha dado los pasos correctos en el camino hacia el poder
obrero. Pero los socialistas y estalinistas están ya preparándose para
traicionar el movimiento llevándolo por los canales de la
"democracia" burguesa.
Mientras tanto, los "Aliados"
tienen los mismos sentimientos hacia los acontecimientos en Italia. El discurso
de Churchill revela los temores y los presentimientos de la clase dominante
frente a la revolución. Su referencia a la dificultad de conquistar un país
milla a milla y la necesidad de evitar el dominio a través de campos de
concentración y escuadrones de ejecución no tiene su origen en la ternura hacia
los trabajadores italianos, sino en el temor a las consecuencias sociales que
tendrían estas medidas. El viejo zorro de la clase dominante recuerda con pavor
el fiasco de la intervención en la Revolución Rusa después de la última guerra.
Desea, si es posible, evitar de nuevo la misma experiencia. La clase dominante
se está preparando para negociar con la monarquía y las clases poseedoras de
Italia. Esperan, con la ocupación militar, atajar la revolución en sus inicios
antes de que tenga tiempo para desarrollarse. Pase lo que pase en el próximo período,
incluso si los acontecimientos militares se mueven más rápidamente que los
acontecimientos políticos en la península italiana, Europa y el mundo nunca
serán igual. La caída de Mussolini es simplemente el ensayo de la caída de
Hitler. Las noticias que llegan a través de Suiza dicen que su caída fue
recibida con manifestaciones de los trabajadores italianos en Berlín, que
quemaron fotografías de Mussolini y símbolos del fascismo. Lo importante fue la
reacción de los trabajadores alemanes: en las fábricas donde trabajan con sus
hermanos italianos se solidarizaron con ellos y se unieron a las
manifestaciones, añadiendo a las llamas fotografías de Hitler y banderas nazis.
La policía no les hizo frente. Esto es sólo un síntoma de la situación en
Alemania que debe estallar en una revolución.
Pero no sólo es Alemania. Toda la
sociedad europea ha desarrollado un potencial explosivo durante la guerra. Las
contradicciones acumuladas durante más de dos décadas han alcanzado su límite
extremo; sólo hacen falta uno o dos sacudidas más para que todas las
contradicciones estallen en la revolución. Las noticias de la caída de
Mussolini inmediatamente tuvieron repercusiones en toda Europa. Se convocaron
huelgas en Portugal, Franco convocó una reunión urgente de su gobierno porque
sentía como temblaba el suelo bajo sus pies. Boris de Bulgaria esperaba con
temor el inicio de las revueltas. Los países balcánicos están maduros y
podridos para la revolución. No se trata de este o ese país. Es todo el
continente europeo que espera sólo alguna señal, para estallar en una
revolución. Las fortunas dominantes de la guerra han provocado una situación
fantástica, ya que con la derrota de Alemania, no habrá un solo país
beligerante en Europa que, a todos los propósitos prácticos, no sea derrotado.
En 1918 la clase dominante disfrutaba de un equilibrio precario, las potencias
más pequeñas en los Balcanes luchaban una contra otra. Aunque delicado, el
ejército italiano, y especialmente el atrezzo francés de la "ley y el
orden", podrían contrarrestar a los países en los que había estallado la
revolución. Hoy Giraud en el norte de África y los turcos están construyendo
ejércitos de la contrarrevolución. Pero son muy débiles para basarse en ellos.
Con el colapso de los ejércitos nazis, no habrá un solo ejército en Europa
sobre el que se puedan basar los imperialistas para poder llevar adelante la
contrarrevolución. Está fuera de toda duda que se pueda utilizar el Ejército
Rojo para este propósito. En realidad, la revolución venidera en occidente
sería el principio de la revolución política en Rusia. Para aplastar la
revolución el ejército británico no sería un instrumento fiable, en el proceso
podría resquebrajarse. Sólo el imperialismo estadounidense tiene una base
bastante estable y un ejército atrasado en el que basarse. ¿Pero cuánto tiempo
puede estar en medio de la atmósfera al rojo vivo que reina en Europa? El
ejército estadounidense también se desintegraría y descompondría. Estamos en
vísperas de una oleada revolucionaria en Europa que durará años y que afectará a
todo el mundo.
Con estos antecedentes debemos ver la
situación actual de Italia. Incluso en el peor de los casos —es decir, la
derrota de la revolución y la ocupación militar—, es la primera insurrección en
Europa. Una ocupación Aliada o alemana podría golpear temporalmente el
movimiento. Pero invadir en una guerra e intervenir contra una revolución son
dos cosas diferentes. Los socialdemócratas y los estalinistas intentarán
conducir el movimiento hacia los canales seguros del Frente Popular en interés
del imperialismo Aliado. La tragedia española es una advertencia de adonde
puede llevar esta política a los trabajadores italianos. Las masas italianas se
han puesto a la cabeza de la insurrección revolucionaria de toda Europa. El
honor que cayó sobre el proletariado ruso en la pasada guerra ahora recae sobre
ellas. Pero Rusia tenía un Partido Bolchevique y una dirección bolchevique.
Esto fue la única garantía de victoria. La tarea de los trabajadores avanzados
en Italia, de la Cuarta Internacional, será forjar tal partido al calor de los
acontecimientos. Su tarea no será fácil. Pero los trabajadores y campesinos
italianos aprenderán rápidamente en la atmósfera de la revolución. Se han
forjado al calor de los acontecimientos. Decenas de miles de heroicos militantes
que continuaban la lucha contra el fascismo a pesar de todo son realmente
trotskistas, aunque la mayoría nunca haya oído ese nombre. Encontrarán su
camino hacia el programa del socialismo internacional.
Con la brisa fresca de la revolución
soplando a través del Mediterráneo, con renovado entusiasmo y resolución, los
trabajadores avanzados de Gran Bretaña extenderán sus actividades. Nuestra
tarea es complicada. Pero en la Liga Internacional de Trabajadores existe el
núcleo del partido alrededor del cual deben reunirse los trabajadores
revolucionarios. Gran Bretaña es una de las claves, si no es la clave, de la
revolución en Europa. La tarea principal de los revolucionarios ahora consiste
en unirse con los trabajadores italianos para luchar contra la intervención, y
luchar a favor de la revolución en Italia. Leer la vil prensa estalinista y lo
que dice sobre la situación italiana o la del Partido Laborista, no se puede
hacer sin que despierte malestar a cualquier trabajador socialista. ¡Contra
estos traidores! ¡Por la revolución en Italia! ¡No a la intervención del
imperialismo británico! Este debe ser el grito de la clase obrera. "
Agosto 1943 " ]].
Todo sirve,...hay
que saber después elegir,...pero tomar informaciones diversas
valoraciones diversas,..que cosas, aún pequeñas pueden útiles,....eso es tarea
materialista y dialéctica de los dirigentes reales y efectivos del
proletariado y de la humanidad,...Igualmente cortaremos texto, opinaremos sobre
algunos asuntos expuestos,...
Revolución popular
en China,...Mao y otros revolucionarios. La lucha de los partidos comunistas
maoistas, tienden a la individualización, al aislamiento,...aunque les aplaudan
grupos en Occidente,...Son revoluciones en países dependientes,...subalternos,
periféricos,...donde desarrollan políticas de poder de nueva
democracia, de nuevo poder,...proletario-popular-campesinos. PERO
ESTA POLÍTICA NO PUEDE SER UNIVERSAL,...YA QUE EN LOS PAÍSES
IMPERIALISTAS, PROIMPERIALISTAS,...DIGAMOS DESARROLLADOS, la clase obrera es
mayoría, está más integrada y reconciliada con el poder dominante
plutocrático,...y la realidad de revolución sería directamente revolución
socialista-proletaria,...del tirón. PERO LA REVOLUCIÓN PENDIENTE ES
GLOBAL,...NI ES LOCAL, NI INCLUSO REGIONAL,...Esta teoría es nueva,...y por
ahora difícil de aplicar,...por el dogmatismo,...y por el cierto
patriotismo, sectarismo,...unilateralidad,...
LA CRITICA AL MAOISMO CONTEMPORÁNEO EN QUÉ SE BASA,...pero en qué se basa el maoismo,...: existen desde hace unas décadas partidos y grupos comunistas m-l, que se basan en sus actuaciones políticas por lo denominado el maoismo,...PARA MI ESTA TAREA, ESTA LÍNEA POLÍTICA ES REGRESIÓN, ES ANACRÓNICO,...PORQUE ES MÁS NACIONALISTA-PATRIÓTICA QUE INTERNACIONALISTA PROLETARIA. Esto por una parte,...por otra es que no parten del análisis del capitalismo imperialismo global, de como está organizado y como desarrolla e impone su poder de clase: global,...y lo ejerce la ONU-OTAN.
La información que viene a continuación,
plantea temas de descolonización y lucha antiimperialista, contra el estado
español de principios del siglo XX. Comentaré algo, para relacionarlo con el
maoismo patriótico, antiimperialista, con la independencia catalana,...
Semana Trágica
(España), por Wikipedia,...¡¡
Se conoce con el nombre de Semana Trágica a los
acontecimientos desarrollados en Barcelona y otras ciudades de Cataluña, entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909. El desencadenante de
estos violentos acontecimientos fue el decreto del Primer Ministro Antonio Maura de enviar tropas
de reserva a las posesiones españolas en Marruecos, en ese momento muy
inestables, siendo la mayoría de estos reservistas padres de familia de las
clases obreras.
El contexto histórico
España inicia el año 1909 con Alfonso XIII como monarca y
con Antonio Maura, del Partido Conservador, al frente del gobierno desde el 25 de enero de 1907. Políticamente, España, que no se había
recuperado del varapalo moral que supuso la pérdida, en 1898, de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Marianas y Carolinas, últimas colonias de
ultramar, vive inmersa en un sistema político donde dos partidos, el Partido
Conservador y el Partido Liberal, se turnan en el gobierno. La alternancia es organizada desde el poder
mediante el reparto de escaños previo a las elecciones (conocido como encasillado), a través de una red
de influencias denominada caciquismo que garantiza su cumplimiento y el
pucherazo o adulteración de los resultados. En este sistema la monarquía ejerce un papel de
arbitraje. El resto de los partidos políticos son marginados del poder y sólo
consiguen representación en las zonas urbanas, donde el caciquismo es más débil
y el control electoral por tanto es más difícil.
En Cataluña, sin embargo, tras la Ley de Jurisdicciones de
1906, se forma bajo el nombre de Solidaritat Catalana una alianza
electoral integrada por la Lliga Regionalista, el carlismo y ciertas agrupaciones republicanas
que logran una victoria aplastante en las elecciones de 1907, obteniendo 41 de
los 44 diputados posibles y desplazando a los partidos dinásticos del poder en
Cataluña. Socialmente, los obreros españoles comienzan a tomar conciencia sindical y
empieza a surgir el movimiento obrero en las zonas industriales y especialmente en Barcelona, donde surge Solidaridad Obrera, una confederación
sindical de socialistas, anarquistas y republicanos que nació como rechazo al acercamiento de Solidaridad Catalana al
Partido Conservador de Maura.
El desencadenante
Véase también: Guerra de Melilla.
Tras la pérdida de Cuba y las Filipinas, España buscó una mayor presencia en el
norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1904 y en la Conferencia
Internacional de Algeciras de 1906, el control sobre la zona norte de Marruecos. El 9 de julio de 1.909 los obreros
españoles que trabajaban en la construcción de un ferrocarril que uniría Melilla con las minas
de Beni Bu Ifrur, propiedad de la Compañía del Norte Africano, de capital francés pero de
nacionalidad española, y de la Compañía Española de Minas del Rif, una sociedad controlada por la
familia del conde de Romanones y la CasaGüell emparentada con el marqués de Comillas, fueron atacados por
los cabileños de la zona que se oponían a la penetración extranjera (cuatro obreros
murieron). Este incidente, que constituirá el inicio de la Guerra de Melilla, será utilizado por el
Gobierno de Maura para decretar el envío de las Brigadas Mixtas de Cataluña,
Madrid y Campo de Gibraltar, además de otras unidades militares que
complementarán a las Brigadas, con el objetivo de acabar con la rebelión rifeña y asegurar el
control de la "zona de influencia" española en el norte de Marruecos. En la orden de movilización se incluyó a
los reservistas de los cupos de 1903 a 1907, medida muy mal acogida por las clases
populares debido a que la legislación de reclutamiento vigente permitía quedar
exento de la incorporación a filas o consiguiendo que fuera otra persona en su
lugar a cambio de dinero, o mediante el pago de un canon de 6.000 reales,
cantidad que no estaba al alcance del pueblo (el sustento diario de un
trabajador ascendía en la época aproximadamente a 10 reales). Además, la mayor
parte de los reservistas eran padres de familia, en las que la única fuente de
ingresos era el trabajo de éstos.
A partir de la publicación del decreto de movilización
el 10 de julio se sucedieron las protestas en contra de la guerra en forma de
artículos en la prensa, de mítines y manifestaciones, que en muchas ocasiones
fueron prohibidos por el gobierno, y en algunas localidades se vivieron
momentos de tensión con motivo de la salida de las tropas (aunque en otras,
como Cádiz o Málaga, se produjeron despedidas entusiásticas y
"patrióticas"). En Madrid se produjeron incidentes en la estación de
ferrocarril de Mediodía en la noche y la madrugada del 20 al 21 de julio cuando
se procedió al embarque de la Brigada Mixta de Madrid al mando del general
Pinto. También los hubo en las estaciones de tren de Zaragoza y de
Tudela. El gobierno, ante la presión popular y de la prensa, acordó el 23
de julio conceder una pensión de 50 céntimos diarios a las esposas e hijos
huérfanos de madre de los reservistas movilizados.
El
gobernador Evaristo Crespo Azorín entra en Barcelona el 6 de agosto de 1909,
acompañado del general Santiago.
En Barcelona los embarques de tropas en el puerto comenzaron el día 11 de julio sin que se
produjeran incidentes. Pero en la tarde del domingo 18 de julio cuando se procedía
al embarque del batallón de Cazadores de Reus, integrado en la Brigada
Mixta de Cataluña, la tensión estalló. Algunos soldados arrojaron al mar los
escapularios y medallas que varias aristócratas barcelonesas les habían
entregado antes de subir al vapor militar Cataluña, mientras
hombres y mujeres gritaban desde los muelles:
¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos!
¡Todos o ninguno!
La policía tuvo que hacer varios disparos al aire y
detuvo a varias personas. Las protestas aumentaron en los días siguientes
cuando llegaron noticias de que se habían producido gran número de bajas entre
los soldados españoles enviados a Marruecos. El jueves 22 de julio los diputados
de Solidaritat Catalana se hacían eco del "sentimiento popular" y exigían al
gobierno la "reunión inmediata de las Cortes" para debatir la
cuestión de la guerra y las "condiciones en que se practica el
reclutamiento de las tropas expedicionarias". El gobernador civil de
Barcelona, Ángel Ossorio y Gallardo, prohibió la reunión de Solidaritat Obrera que iba a celebrar
el sábado 24 de julio para confirmar la propuesta de ir a una huelga general, por lo que fue un
Comité de Huelga clandestino, integrado por Antoni Fabra i Ribas (un socialista que
intentó sin éxito que la movilización barcelonesa se pospusiera para que
coincidiera con la huelga general que el PSOE y la UGT iban a convocar en
toda España, y que finalmente tendría lugar el 2 de agosto con poco
seguimiento, debido a las medidas represivas adoptadas por el gobierno que
incluyeron la detención en Madrid el 28 de julio dePablo Iglesias y el resto de la
cúpula dirigente socialista), José Rodríguez Romero (sindicalista) y
Miguel V. Moreno (anarquista), el que fijó un paro de 24 horas para el
lunes 26 de julio, el cual degenerará en la Semana Trágica.
Barcelona se convirtió en La
ciutat cremada ("la ciudad quemada") durante la
Semana Trágica.
En Barcelona la huelga se inició en los barrios periféricos, donde se
encontraban la mayoría de las fábricas. Allí se quemaron las casetas donde se
cobraban los odiados consumos. Después los obreros se trasladaron al centro de la ciudad donde se
produjeron disturbios cuando intentaron detener por la fuerza los tranvías y
obligaron a cerrar los comercios y los cafés. El Capitán General de Cataluña,
Luis de Santiago, siguiendo las directrices del ministro de la Gobernación De
la Cierva, proclamó el "estado de guerra", a lo que se opuso el
gobernador civil, Ángel Ossorio y Gallardo, que dimitió de su cargo (su sustituto, Evaristo
Crespo Azorín, no llegará a Barcelona hasta el 6 de agosto). De Santiago decidió
esperar a recibir refuerzos desde Valencia y Zaragoza para empezar a actuar y
se limitó a proteger los principales edificios públicos. Por la tarde se
generalizaron los disturbios, en los que murieron dos personas, cuando los
huelguistas intentaron detener completamente la circulación de los tranvías.
Además dos comisarías de policía fueron asaltadas. Barcelona quedó paralizada,
sin gas y sin luz, sin periódicos, e incomunicada con el exterior por
ferrocarril, por telégrafo o por teléfono. Una manifestación encabezada por
mujeres y niños fue disuelta a tiros en el Paseo de Colón, frente al edificio
de la Capitanía General. A partir de entonces la revuelta se transformó en
insurrección. Sin embargo, ningún dirigente republicano, nilerrouxista ni del Centre Nacionalista
Republicà, quiso asumir la dirección de la misma. A medianoche ardió el primer
edificio religioso, el Patronato Obrero de San José, en Pueblo Nuevo, regentado
por los hermanos maristas.
La huelga y la revuelta se extendieron a muchas localidades
catalanas, especialmente de las provincias de Barcelona y Gerona. En Sabadell, Mataró y Granollers tomó el carácter
de una verdadera insurrección en la que se formaron juntas revolucionarias que
proclamaron la República, se cortaron las líneas telegráficas y telefónicas y
las vías de ferrocarril, se incendiaron edificios religiosos y se produjeron
todo tipo de disturbios, siendo los de Sabadell los más graves (en el asalto al
Ayuntamiento, algunas de cuyas dependencias fueron incendiadas, murieron ocho
personas y veinte resultaron heridas, entre ciudadanos y fuerza pública).Hubo
incidentes en otras muchas poblaciones, aunque sólo se produjeron incendios de
edificios religiosos en Badalona, Premià de Mar (donde también se
proclamó la República), Manresa, y San Adrián del Besós (en las comarcas
de Barcelona), y Palamós, Calonge y San Feliu de Guixols (en las de Gerona).
Martes, 27 de julio
En Barcelona se levantaron cientos de barricadas y
varias armerías fueron asaltadas para proveerse de pistolas y fusiles. La
violencia se dirigió contra las iglesias y las propiedades eclesiásticas,
especialmente los conventos, los colegios y los patronatos de las órdenes
religiosas. En el espacio de pocas horas ardieron muchos edificios religiosos.
En algunos casos los frailes y las monjas y los bienes fueron respetados, pero
en la mayoría los incendiarios se lanzaron al saqueo y al pillaje y se quemaron
muebles y enseres. El cura párroco de Pueblo Nuevo murió asfixiado en el sótano
de su iglesia donde se había refugiado. También se profanaron los cementerios
de algunos conventos. El punto culminante de la violencia anticlerical se produjo durante
la “noche trágica” del martes al miércoles en la que ardieron veintitrés
edificios en el centro de la ciudad y ocho conventos en la periferia, y muchos
religiosos sufrieron insultos y escarnios, como una monja anciana que fue
obligada a desnudarse para cerciorarse de que no ocultaba nada entre los
hábitos. En los incendios y en los disturbios tuvieron una participación
muy destacada obreros y jóvenes militantes y dirigentes de segunda fila
del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux (que en esos
momentos estaba exiliado), una de cuyas señas de identidad era el
violento anticlericalismo.
La inicial protesta antibelicista se había
transformado en protesta anticlerical con el incendio de iglesias, conventos y escuelas
religiosas. Este giro anticlerical de los amotinados tiene su causa en varios
motivos muy arraigados en el proletariado urbano al ser la Iglesia Católica, a diferencia de los
gobernantes o de los empresarios, la institución que estaba más en contacto con
el pueblo, lo que daba lugar a fricciones continuas. Por ejemplo, la educación
era impartida en escuelas controladas por la Iglesia y se inculcaba a los hijos
de los obreros unos valores contrarios a la causa obrera; o los hospitales e
instituciones de beneficencia estaban regentados por religiosos; o el impulso,
por parte de la Iglesia, de los denominados sindicatos amarillos, opuestos al anarcosindicalismo, mayoritario en la
ciudad. La llegada de noticias de Marruecos sobre el Desastre del Barranco
del Lobo, donde perecieron de 200 a 300 reservistas, en su mayor parte
del contingente que salió de Barcelona el día 18 de julio, avivó la insurrección.
Miércoles, 28 de julio
Barcelona amanece con numerosas columnas de humo
procedentes de los edificios religiosos asaltados e incendiados. A lo largo del
día continúa la violencia anticlerical y los tiroteos entre los insurgentes y
las fuerzas de orden público. Los incidentes más graves se producen en el
barrio de San Andrés de Palomar donde los rebeldes armados con fusiles
capturados a los guardias de las casetas de consumos y a miembros del Somatén levantan
barricadas e incendian la iglesia parroquial. No obstante este día llegan los
primeros refuerzos militares, provenientes de Zaragoza y de Valencia, a los que
se les hizo creer que iban a reprimir un movimiento “separatista”.
Del Jueves, 29 de julio, al Domingo, 1 de agosto
Empezando por la zona de las Ramblas y el puerto, unos 10.000
soldados fueron ocupando la ciudad de Barcelona, mientras la moral de los
insurgentes iba cayendo a medida que eran conscientes de que la rebelión no
estaba siendo secundada en el resto de España. Entre el viernes y el sábado la
ciudad fue recuperando poco a poco la normalidad excepto en los barrios de San
Andrés y de Horta, donde continuaron los tiroteos y donde se produjeron los
últimos incendios y saqueos de conventos y de colegios religiosos. El domingo
volvieron a publicarse los periódicos. El lunes 2 de agosto los obreros
barceloneses, a los que la patronal les prometió que cobrarían el salario de la
semana como si nada hubiera ocurrido, volvieron al trabajo. En otras
localidades catalanas la completa normalidad no se recuperó hasta el jueves 5
de agosto.
La represión
Manifestación durante la
Semana Trágica, en la pancarta se puede leer: «Libertad, justicia» en
alusión a los numerosos prisioneros. Protesta en París por la ejecución
deFrancisco Ferrer Guardia (17 de octubre de 1909).
El balance de los disturbios de la ciudad de Barcelona
supone un total de 78 muertos (75 civiles y 3 militares); medio millar de
heridos y 112 edificios incendiados (de estos, 80 eran edificios religiosos).
El gobierno Maura, por medio de su ministro de la Gobernación Juan de la Cierva y
Peñafiel, inicia de inmediato, el 31 de julio, una represión durísima
y arbitraria. Se detiene a varios millares de personas, de las que 2000 fueron
procesadas, resultando 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5
condenas a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el
cierre de las escuelas laicas. Los cinco reos de muerte fueron Josep Miquel Baró, un nacionalista
republicano ejecutado el 17 de agosto de 1909 en el castillo de Montjuic, como los otros cuatro;
Antonio Malet Pujol, un republicano lerrouxista, ejecutado el 13 de septiembre; Clemente García, el
joven discapacitado mental que había bailado con el cadáver de una monja por
las calles de Barcelona, ejecutado el 4 de octubre; Eugenio del Hoyo, un
ex guardia civil y guardia de seguridad; y el más conocido de todos ellos Francisco Ferrer
Guardia, pedagogo anarquista cofundador de la Escuela Moderna. La condena a
muerte y el fusilamiento el 13 de octubre de Ferrer Guardia,
a quien se culpó de ser el instigador de la revuelta siguiendo la acusación
formulada en una carta remitida por los prelados de Barcelona, desencadenó una amplia
repulsa hacia Maura enEspaña y en toda Europa, organizándose una gran campaña en la prensa extranjera, así como
manifestaciones y asaltos a diversas embajadas[cita requerida]. El rey Alfonso XIII,
alarmado por estas reacciones tanto en el exterior como en el interior de
España, cesó a Maura y lo sustituyó por el liberal Segismundo Moret.
[[ "La Rusia soviética,
la Internacional Comunista y la política exterior soviética en los años 20
(WWW. Revolución o Barbarie)
**
Nota: De este artículo sobre la base de estudiarlo más,...empezaré a eliminar
párrafos que no crea importante,...esto será más adelante,...se informará
convenientemente,....y como digo al final del mismo,...entrare en el debate y
confrontación de ideas, valoraciones,...lo haré de tal forma que no me tachen
de manipulador o de otra cosa similar,...como tergiversador,...intentaré ser
objetivo.
La Revolución de Octubre
es, junto con la Revolución francesa y la experiencia revolucionaria china, el acontecimiento histórico más importante de los últimos tres siglos. La
Revolución bolchevique supuso un hito en la historia de la Humanidad, pues fue
la primera ocasión en que el poder de las masas explotadas pudo implantarse,
consolidarse y desarrollarse de forma vigorosa hasta que la línea revisionista [por qué no se dice claramente capitalista, que la clase capitalista dominante en el estado sovietico de la URSS, se dió otra forma de dominio más abierta y a las claras,..lukyrh.] terminó por imponerse en el primer Estado proletario de la historia,
restaurando así el capitalismo bajo el control y la dirección de la burguesía
burocrática.
Si bien la Revolución proletaria que triunfó en Rusia contó con el precedente
de la Comuna de París (la primera forma de Estado obrero que no pudo
consolidarse por la debilidad cualitativa y cuantitativa del proletariado de la
Francia de finales del siglo XIX,...¿ solo por eso,...?), las masas oprimidas del antiguo Imperio
ruso, guiadas por su Partido revolucionario, tuvieron que ser los primeros en
arreglárselas para poner en pie la titánica obra de constitución de un poder
revolucionario jamás visto en la historia humana. Gracias a su nuevo y radical
paradigma de organización social con base en la teoría revolucionaria del
comunismo, la alianza obrero-campesina conformada en la Rusia soviética
demostró al mundo que era posible derrocar a la clase capitalista y organizar
una nueva sociedad fundada sobre el poder proletario, un poder que buscaba
constituir por vez primera una sociedad sin clases a escala internacional.
Durante casi 30 años, la Rusia soviética se vio obligada a la gesta de erigir
el Estado obrero en la ciénaga del imperialismo beligerante y decadente ( esta frase no dice nada ).
Durante mucho tiempo (hasta la constitución de las «democracias populares» y el
triunfo de la Revolución china), una Unión Soviética cercada demostró con su
ejemplo que era posible construir el socialismo a pesar del atraso histórico de
la sociedad rusa y del asedio que el imperialismo impuso sobre la República
soviética en el plano político, económico, militar e ideológico. ( Ejercía ya, o no, de socialimperialista la URSS, porque actuó como potencia de conquista, de nuevo tipo,..., ya no estaba construyendo socialismo, todo lo contrario, ya era una nueva burguesía explotadora, opresora del proletariado, del jornalero-campesino,...¡¡Uf,...los análisis materialistas y marxistas se olvidan por completo,...sacrificaron al proletariado,...de allí, de acá,...y de más allá,...).
Para explicar el trasfondo y la infraestructura material gracias a los que el
revisionismo consiguió fagocitar al Estado socialista hasta convertirlo a él (y
al marxismo) en una vil caricatura, es imprescindible proseguir con -y
profundizar en- los análisis históricos desde la vanguardia comunista de las
experiencias más importantes y ejemplares del movimiento revolucionario
internacional. En Revolución
o Barbarie, blog en el que nos hemos marcado como
objetivo prioritario la profundización en las tareas del balance crítico de
nuestra historia, de la historia del movimiento comunista internacional,
seguimos, modesta pero incansablemente, tratando de arrojar luz sobre todos y
cada uno de los aspectos que puedan ayudarnos a estudiar y conocer -a la luz de
las herramientas que la cosmovisión comunista nos aporta- las causas del
fracaso del primer intento detomar «el cielo por asalto» (Marx a
Kugelmann), de la primera gran hazaña de los oprimidos por articular el primer
proyecto en la historia humana de sociedad socialista en transición hacia una
civilización sin explotados ni explotadores, sin oprimidos ni opresores. ( Para abordar el materialismo histórico que encierra la URSS,...hay que tener conceptos revolucionados,...hay que saber bien el análisis concreto de la realidad concreta de hoy en día,...hay que estar puesto en el marxismo revolucionado, en el marxismo contemporáneo,...vuestros conocimientos librescos, recetarios,...no permite valorar la lucha de clases internacional,...dese el final de la primera guerra mundial,...otros y yo, en particular intentamos desarrollarlos,..aunque reconozco que lo intentáis y lo hacéis en algunas cuestiones,...pero la realidad es que tenéis un lastre bastante pesado,..salir del PCPE con todo el dogmatismo y posición iluminista que tienen, tenían y quizás tendrán,...es bastante difícil ...pero no imposible si se dan las circunstancias precisas y positivas,..., con solo buenas intenciones, no es suficiente,...).
Para ello, en este trabajo analizaremos (basándonos fundamentalmente en la obra
del historiador E. H. Carr, la Historia de la Rusia Soviética -concretamente, el tercer volumen, La Rusia soviética y el mundo-, así como en artículos y libros de Marx, Engels,
Lenin, Stalin y otros dirigentes bolcheviques que protagonizaron la primera
etapa de la Rusia revolucionaria) la problemática de la cuestión internacional
en el seno de la República soviética desde su constitución hasta mediados de
los años 20. Estudiaremos las enormes dificultades de asedio imperialista que
tuvo que soportar la Rusia soviética, y cómo a pesar de ello fue capaz de
levantar y vigorizar la Internacional Comunista. ( Y qué pasa desde ese periodo hasta 1.956, y hasta 1.991,...cuando la URSS deja de existir como entidad estatal,...son muchos años sin analizar y desglozar aquí, en este artículo,...Por otra parte es curioso como también el GCI, de Bélgica -publicaron revolución y contrarrevolución,...- analiza hasta mitad del 20,...y basado sus anotaciones en Bettlhein,...que escribió la lucha de clases en la URSS hasta esa fecha,...por qué no somos nosotros, los que nos llamamos revolucionarios los que analicemos, valoremos de forma independiente y contrastemos ideas con los teóricos Carr, el mencionado, Ted Grand,...que creo que murió hace unos años,...) Pero, teniendo en cuenta que
el revisionismo no surge del cuerpo proletario como el virus que es inoculado
por un agente infeccioso externo, sino que está latente en su interior de forma
constante y pugna, también de forma sistemática y recurrente, por adherirse a
la célula y matarla desde sus mismas entrañas, terminaremos el trabajo con unas
palabras finales críticas sobre determinadas líneas y procesos que ya
comenzaban a manifestarse en el interior del Estado proletario, sobre todo en
la cuestión del internacionalismo y la construcción del socialismo en un solo
país, y que, a la postre, terminarían por abonar el terreno
para que los jruschovistas y demás elementos revisionistas pudieran
defender y justificar aberraciones antimarxistas como la «coexistencia pacífica
con el imperialismo» o el «Estado de todo el pueblo».
Por último, hacemos dos aclaraciones estrictamente editoriales. En primer
lugar, somos nosotros quienes hemos colocado determinadas frases o palabras en
negrita en las diferentes citas, para así resaltar ideas que nos parecen
capitales. En segundo lugar, ya que la práctica totalidad de las citas usadas
en este documento están extraídas de fragmentos de la obra ya mencionada del
historiador E. H. Carr, y teniendo en cuenta que este autor colocaba en sus
pies de página las referencias bibliográficas en los idiomas originales de las
obras citadas (o con transliteraciones al alfabeto latino, como en el caso del
ruso), hay algunas obras que, por nuestro desconocimiento total -parcial en el
caso del inglés- de idiomas como el ruso o el alemán, no están traducidas al
castellano. ( Es curioso,..sería muy positivo que con datos oficiales, de aquí de allá ,sacaran ustedes vuestras propias valoraciones,...y con las mismas trabajar políticamente,...ese es el gran error de los comunistas,...casi nunca sacamos teoría propia,...siempre prestada, como adaptada,...y casi sin criterio,...)...por eso somos fetichistas, dogmáticos,... en definitiva esto,...nos lleva al sectarismo, a no entrarle a la clase obrera, al aislacionamiento,...
1. La Revolución de Octubre y el mundo
capitalista: análisis histórico del Tratado de Brest-Litovsk
«Las diferencias nacionales y los
antagonismos entre los pueblos se desvanecen cada día más… La supremacía del
proletariado hará que se borren aún más de prisa».
(Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista)
La gran Revolución socialista de Octubre constituyó el primer exponente de
Estado de dictadura del proletariado en un mundo que, hasta la fecha, había
seguido el ritmo que le marcaba el director de la orquesta. Ese director no era
otro que el capitalismo en su fase imperialista; un capitalismo que ya había
tenido la oportunidad de demostrar dos cosas: por un lado, su incapacidad
congénita para resolver su antagonismo fundamental (el de la contradicción
entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de lo
producido), que a cada minuto se mostraba más evidente y se manifestaba de
forma más violenta e irracional; por otro lado, su necesidad inevitable de
recurrir a la guerra imperialista como una continuación de proseguir con la
dinámica capitalista de pugna por adquirir y controlar nuevos mercados
exteriores, materias primas, zonas de exportación de capitales, etc. Este
segundo aspecto quedó sobradamente corroborado por la Primera Guerra Mundial
imperialista, una conflagración sangrienta que afectó de lleno a la Rusia
prerrevolucionaria.
La pionera experiencia revolucionaria que protagonizó el bloque de poder del
proletariado y el campesinado pobre de la inmensa Rusia, tuvo que comenzar a construirsu particular
gesta (en realidad, la de todos los explotados del mundo) con un brutal cerco
imperialista, que pronto hizo ver a los comunistas de la Rusia soviética que,
si la Revolución se retrasaba en Europa (fundamentalmente en Alemania), no podían
esperar eternamente, frenando en seco la construcción del socialismo, mientras
el proletariado más avanzado de los países occidentales acudía en su ayuda. El
mismo Lenin, que desde 1917 hasta sus últimos meses de vida fue el más
consciente de la necesidad de impulsar y apoyar el movimiento revolucionario de
países como Alemania o Francia, al final terminó por convencerse de que el
proletariado de la Rusia soviética no tenía más remedio que
continuar su gigantesca obra de construcción revolucionaria del socialismo en
un marco de aislamiento y hostilidad crecientes con el mundo capitalista. ( Hay que valorar hacia donde condujo este mal menor,...por esto y por control capitalista en el partido y en el nuevo estado creado,...y qué tipo de estado se creó,...fue o no un bodrio,...la base del poder capitalista es el estado,...éste se destrozó ...se destruyó realmente,...o solo se modificó a las circunstancias, a los nuevos tiempos,...qué paso con la fusión partido bolchevique y otros con el aparato de estado zarista,...por qué los soviets dejaron de ejercer el poder realmente,...lo ejercieron hasta cuando,...hay que estudiar mejor el estado prusiano,..y si ese modelo estatal se aplicó en la nueva Rusia soviética,..sin poder soviético-proletario-jornalero-campesino en realidad,...Me río cuando los dirigentes del partido comunista de la URSS hablan de los errores de Stalin, otros de los errores de kruschet,...NINGUNO HABLAN DE LOS ERRORES DE LENIN,...¡¡ ) Los
últimos escritos de Lenin relativos a las concesiones al «capitalismo de
Estado» proletario y a losnepmen demostraban,
precisamente, que Rusia no podía saltarse fases históricas en el desarrollo
revolucionario hasta llegar a construir el socialismo, pues sin capitalismo
previo suficientemente desarrollado, poco socialismo se podía construir.
Fue Stalin quien, en octubre de 1917, deslindó de forma muy adecuada la
posición correcta de la errónea en este asunto. Así, el georgiano sostuvo
que «Hay
dos direcciones: una marca el curso a seguir para la victoria de la Revolución
y se apoya en Europa; la segunda no cree en la Revolución y no cuenta más que
constituir una oposición» (Stalin, Obras
completas, tomo 3º, p. 381). Este espíritu quedó reflejado a la perfección
en el plano político con el decreto de la paz, aprobado por el segundo Congreso
de Soviets de toda Rusia tan solo un día después de la victoria de la
Revolución. Este manifiesto, que supuso el primer gran ejercicio de claro
internacionalismo desde las posiciones victoriosas de un proletariado sabedor
de su fuerza, conciencia y organización, declaraba la abolición del secreto
diplomático, proponía una paz «justa, democrática» basada en el derecho de
autodeterminación nacional y -lo que es más importante aún- exhortaba al
proletariado de Alemania, Francia e Inglaterra a acudir en auxilio de sus
hermanos de Rusia para «llevar
a feliz término la conclusión de la obra de la paz, y también de la liberación de las masas trabajadoras y explotadas de
la población de toda clase de esclavitud y explotación».
Como se puede comprobar en este planteamiento, los bolcheviques, con Lenin a la
cabeza, demostraron por vez primera su capacidad para maniobrar políticamente
de tal forma que se aseguraran dos cosas: en primer lugar, la defensa
irrenunciable de las conquistas de la Revolución de Octubre y del poder
proletario; en segundo lugar, el principio igualmente imprescindible de apoyo a
la Revolución proletaria internacional, elemento que el grueso de los
comunistas de la Rusia soviética consideraba indispensable para que pudiera
comenzar la construcción exitosa del socialismo en Rusia.
En el aspecto táctico de la cuestión, es importante valorar hoy la forma en
que, a pesar de las tremendas dificultades por el asedio imperialista, el
Estado proletario fue capaz de maniobrar para aprovechar las contradicciones
interimperialistas (algo que el nuevo poder obrero demostró con más profundidad
a principios de los 20), buscando por encima de todo debilitar al enemigo y
ganar tiempo hasta que el león revolucionario rugiera en toda Europa y en el
mundo entero. Así, una de las maniobras más inteligentes del nuevo Estado
revolucionario fue la de publicar los tratados secretos a través de los cuales
las potencias imperialistas aliadas habían acordado el reparto del botín
posbélico. Los tratados secretos, en palabras de Lenin, «revelaban las contradicciones existentes
entre los intereses de los capitalistas y la voluntad del pueblo, de la forma
más patente» (Obras completas, tomo 20º, p.
259). Gracias a la implantación de la «dictadura democrática revolucionaria del
proletariado y el campesinado», las democracias burguesas, los buitres
imperialistas que despedazaban a los proletarios por conseguir la mayor
cantidad posible de carroña, quedaron retratados y el sistema capitalista fue
desenmascarado de cara a las grandes masas oprimidas como un gigantesco sistema
de dominio, saqueo, explotación y opresión sobre la inmensa mayoría del
planeta. En 1918, como demostración de esta nueva política revolucionaria e
internacionalista, el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia emitió un
comunicado en el que declaraba que «Para nosotros no hay más que un tratado
que no está escrito, pero que es sagrado: el tratado de la solidaridad
internacional del proletariado».
Otra prueba del inquebrantable internacionalismo proletario que defendió el
flamante Estado obrero fue la de la concesión de la ciudadanía soviética a
todos aquellos prisioneros de guerra que se solidarizasen con la causa
revolucionaria del proletariado de Rusia (la punta de lanza de la Revolución
proletaria mundial). Rusia ya no era solamente el primer país que había visto
nacer en su interior una victoriosa Revolución proletaria, sino que además se
convertía en el Estado mayor de la clase obrera revolucionaria; un Estado mayor
que, como consecuencia de su formidable atraso, requería el concurso y el apoyo
del proletariado revolucionario de los países capitalistas más desarrollados.
Como era previsible, el imperialismo se tapó los oídos y los ojos ante las
exhortaciones lanzadas por la República soviética para llegar a una «paz democrática»
y «justa», sin anexiones ni indemnizaciones. Obviamente, la burguesía
internacional pensaba en ese momento que la Revolución bolchevique sería
rápidamente derrotada, consumida por su propia debilidad y por el brutal estado
en que se encontraba el vastísimo territorio ruso. Es este un momento
determinante para la historia de la Rusia soviética y para el conjunto del
movimiento comunista internacional, pues es este el periodo en que la
vanguardia comunista de Rusia comienza a darse cuenta de que la política
revolucionaria e internacionalista tiene que contar, de forma insoslayable, con
ciertos requerimientos e intereses de las grandes potencias. Esto era lógico,
ya que Rusia, a mediados de 1918, estaba devastada y cercada por todas las
grandes potencias capitalistas. Por este motivo, los revolucionarios de Rusia
no tenían más remedio que maniobrar con ambas manos: con la izquierda,
defendían escrupulosamente el internacionalismo proletario; con la derecha,
comenzaron a acercarse a los grandes Estados capitalistas para tratar de
negociar en el plano diplomático, militar o económico.
Además, hay un elemento muy destacado que no debe olvidarse, y es que el Estado
soviético, que se había levantado gracias a la alianza mancomunada de la clase
obrera y los sectores pobre y medio del campesinado, tenía que sacar al país de
la guerra imperialista de forma urgente, ya que la masa campesina no apoyaría a
un Gobierno que no trajera la paz al sufrido campesinado pobre, obligado a ser
carne de cañón en las disputas interimperialistas. Por ello, era indispensable
que el proletariado ruso pudiera tomarse un respiro, pudiera parar para
descansar un momento y posteriormente coger carrerilla. Las inconmensurables
dificultades objetivas a nivel internacional obligaron a los bolcheviques a
implementar una doble política (a la que antes nos hemos referido previamente
con la metáfora de la mano izquierda y la mano derecha): a) máxima presión
posible para provocar la caída de los Estados burgueses en toda Europa y el
mundo; b) maniobras de negociaciones, acuerdos y componendas inevitables con
esos mismos Estados capitalistas.
Este fue el sentido de la firma del Tratado de Brest-Litovsk. Formalmente, las
negociaciones para la firma de este tratado comenzaron el 9-22 de diciembre de
1917. La delegación soviética para el armisticio con Alemania, que estaba
nutrida por Joffe, Kaménev y Sokólnikov (además de un obrero, un campesino y
varios expertos en asuntos militares), se enfrentó con la imponente delegación
alemana, que estaba presidida por el general Hoffmann. Era la primera vez en la
historia humana que un grupo de revolucionarios, en representación de millones
de explotados de todo el mundo, se sentaba a negociar con una gran potencia
capitalista. Lenin, que desde el principio defendió de manera enconada el
acuerdo con la Alemania imperialista como única manera de garantizar el fin de
la guerra, declaró abiertamente: «No confiamos lo más mínimo en los generales alemanes,
pero sí en el pueblo alemán». El revolucionario
ruso, en un ejemplo brillante de su capacidad para adaptar la letra viva del
marxismo a la realidad concreta, pronto abandonó su anterior optimismo sobre la
capacidad revolucionaria del proletariado alemán y, al comprobar que los soldados
de Alemania se disponían a atacar a la Rusia soviética, expuso en su
trabajo Tesis
sobre la cuestión de la conclusión inmediata de una paz separada y anexionista:
«El estado de los asuntos con respecto a
la revolución socialista en Rusia, ha de constituir la base de toda definición
de la misión internacional de nuestro poder soviético. En el cuarto año de
guerra,la situación internacional es tal, que resulta completamente
incalculable cuál sea el momento probable del estallido de la revolución y de
la destrucción de cualquiera de los gobiernos imperialistas europeos. No hay
duda de que está destinada a producirse la revolución socialista en Europa, y
que se producirá. Todas nuestras esperanzas en la victoria final del socialismo
se fundan en esta convicción y en esta predicción científica. Tenemos que
reforzar y afirmar nuestra actividad propagandística en general y, en
particular, la organización de la fraternización, pero sería una
equivocación montar la táctica del gobierno socialista en intentos de
determinar si tendrá lugar o no el próximo año (o en cualquier espacio de
tiempo corto) la revolución socialista, y en particular la alemana».
En el mismo trabajo, Lenin argumentaría lo siguiente:
«El ejemplo de una república soviética
socialista en Rusia se erigirá como modelo viviente para las gentes de todos
los países, y el efecto propagandístico revolucionario de ese modelo será
inmenso. De un lado estarán el régimen y una guerra descarada de anexión, entre
los dos grupos de usurpadores; de otro, la paz y la república socialista de
soviets».
Nuevamente, el máximo representante del Estado soviético volvía a colocar el
nuevo poder de los proletarios rusos como paradigma y sostén de la Revolución
socialista mundial. Además, la Rusia soviética aparecía ante los ojos de todos
los oprimidos del mundo como el único Estado realmente interesado en acabar con
la máquina de guerra capitalista y en denunciar a toda costa la hipocresía de
las democracias burguesas con respecto a la paz. Trotsky, sin embargo, mantuvo
una posición errónea e izquierdista que le llevó a sostener que firmar la paz
con Alemania era algo innecesario y equivocado. Aunque es verdad que no
defendía la posición ultraizquierdista de «guerra revolucionaria» en una
situación en la que no era factible (como defendieron Bujarin y Dzerzhinski),
Trotsky entendía de manera errónea que los bolcheviques podían distraer a los
Hoffmann y Cía. a la espera de esa Revolución. Por ello, contradiciendo a
Lenin, Trotsky abogó por no firmar ningún tratado de paz que supusiese aceptar
lo que él entendía como condiciones absolutamente inaceptables.
Stalin, por su parte, demostró mucha más lucidez y sentido de las posibilidades
políticas reales, como lo muestra el hecho de que apoyó abierta y decididamente
a Lenin el día de la votación sobre el tratado en el comité central del
Partido. Sin embargo, salvo Stalin y el apoyo dubitativo de Zinóviev
fundamentalmente, el resto del comité central no se decidía a apoyar la
propuesta de Lenin, por lo que este amenazó con dimitir del gobierno y del
Comité Ejecutivo Central de toda Rusia si proseguía «la política de pura fraseología
revolucionaria». Con la madurez política que le
caracterizaba, Lenin rechazó también el último ofrecimiento conciliador de
Stalin, quien propuso postergar la firma. El revolucionario ruso expresó
claramente la idea de que, si la Rusia soviética no aceptaba en ese momento las
condiciones del imperialismo alemán, ya que la Revolución proletaria aún no
estaba madura, el poder soviético sería aniquilado por la máquina de guerra de
la burguesía alemana.
Finalmente, el Tratado de Brest-Litovsk fue firmado el 3 de marzo de 1918. Era
el primer episodio en el que se certificaba el aislamiento imperialista de la
Rusia soviética y la excepcional capacidad de maniobra de la República
proletaria. Rusia tuvo que aceptar la renuncia de derechos territoriales,
además del pago muy elevado en concepto de mantenimiento de sus prisioneros de
guerra. Tras esto, el 16 de marzo de 1918, el cuarto Congreso de Soviets de
toda Rusia ratificó el tratado. La posición más inteligente y correcta a la luz
de los hechos salió vencedora. Sin embargo, este mismo hecho demostraba ya en
ese momento las tremendas dificultades que iban a tener que enfrentar los
dirigentes soviéticos como consecuencia del reflujo de la Revolución en los
años 20. Comenzaba una época en la que, mientras el proletariado y los
campesinos pobres rusos se preparaban para reconstruir el país y sentar las
bases del socialismo en una economía semifeudal y de capitalismo muy atrasado,
el Estado soviético se veía obligado a buscar acuerdos con las
potencias imperialistas para poder sobrevivir.
Tras la ratificación del Tratado por el séptimo Congreso del Partido, Lenin
aseveró:
«Un
país de pequeños agricultores, desorganizado por la guerra, reducido por su
causa a una miseria inaudita, se encuentra en una situación excepcionalmente
difícil:no tenemos ejército y tenemos que continuar viviendo frente a frente
con unos bandidos armados hasta los dientes. Por culpa del ejército tenemos
que pactar con el imperialismo» (Obras completas, tomo 22º, pp. 318-19, 325).
Posteriormente, en un memorándum confidencial escrito en mayo de 1918, Lenin
definió la política de «retiradas y maniobras» de la siguiente manera:
«La
política exterior del poder soviético no debe cambiarse bajo ningún concepto.
Nuestra preparación militar no está todavía a punto y, por lo tanto, nuestra
máxima general es la misma de antes: afianzarnos, retirarnos y esperar mientras
continuamos la preparación con todas nuestras fuerzas».
El Tratado de Brest-Litovsk supuso la formalización de la política leninista de
acuerdos inevitables con el mundo capitalista. Como le dijo Lenin al británico
Lockhart (esta intervención se puede consultar en el libro Memoirs of a British Agent, de Lockhart):
«Nuestros métodos… no son los vuestros.
Podemos permitirnos un compromiso temporal con el capital; es una necesidad
porque, si el capital se uniese, seríamos aplastados en la presente etapa de
nuestro desarrollo. Afortunadamente para nosotros, la naturaleza del capital es
tal que no cabe la unión entre sus componentes. Por consiguiente, mientras
exista el peligro alemán, estoy dispuesto a arriesgarme a cooperar con los
aliados, cooperación que puede ser temporalmente ventajosa para todos. En caso
de agresión germánica estoy incluso dispuesto a aceptar ayuda militar, pero al
mismo tiempo estoy completamente convencido de que vuestro gobierno no verá
nunca las cosas bajo esta luz. Es un gobierno reaccionario y cooperará con los
reaccionarios rusos».
La crítica que dirigentes como Bujarin, Shliápinikov, Piatakov o Kolontai
-destacados representantes de la tendencia izquierdista del Partido
bolchevique- le hacían a Lenin tenía que ver, básicamente, con que entendían
que el comunista ruso, adoptando una posición «derechista», se había plegado en
exceso a los intereses del imperialismo alemán. Sin embargo, tras la verborrea
izquierdista, ninguno de los dirigentes críticos con las posiciones de Lenin
fueron capaces de defender una postura aplicable en el terreno de la práctica
política real. Por otro lado, es incierto que Lenin plegara a la Rusia
soviética a los intereses del imperialismo alemán, pues lo único que propuso el
revolucionario fue maniobrar de forma flexible y realista, tratando de ganar
tiempo para coger aire y poder recomenzar la tarea de la Revolución proletaria
internacional. También estaba muy lejos Lenin de defender, como arguyeron
algunos de sus críticos izquierdistas, una postura «nacionalista» o
«excesivamente» nacional, puesto que lo que él pretendía era disponer de ese
tiempo de respiro para poder derrocar a la burguesía cuando las condiciones
objetivas y subjetivas lo permitieran. Así, el revolucionario ruso lo dejó
claro al expresar que «tendremos las manos libres y podremos emprender una
guerra revolucionaria contra el imperialismo internacional» (Protokoli Tsentralnogo Komiteta RSDRP [1929], pp. 231, 241). Además, Lenin expresó:
«Sosteniendo el poder soviético,
prestamos el apoyo mejor y más poderoso al proletariado de todos los países en
su penosa lucha, de una dificultad sin precedentes, contra su propia burguesía.
No hay ni puede haber golpe mayor contra la causa del socialismo que el
hundimiento del poder soviético en Rusia». (Protokoli
Tsentralnogo Komiteta RSDRP [1929], pp. 231,
241).
Como podemos leer, Lenin estableció una clara relación dialéctica entre la
causa de la Revolución proletaria internacional y la defensa del Estado
soviético frente al imperialismo beligerante. Ahora bien, aunque Lenin siempre
dejó claro que el mayor peligro para el socialismo internacional era la caída
de la República soviética, en todo momento subordinó con rotundidad el proyecto de construcción del
socialismo en la Rusia soviética con la política internacional revolucionaria
de la clase obrera. ¿Defensanacional de la Rusia soviética frente a los invasores
imperialistas? Sí, pero con un matizfundamental:
«Somos «defensistas»; desde el 25 de
octubre de 1917 hemos conquistado el derecho a defender la patria. No estamos defendiendo tratados secretos porque los
hemos roto en pedazos; los hemos revelado al mundo entero. Y ahora estamos
defendiendo la patria contra los imperialistas. Porque defendemos, venceremos. No somos partidarios del Estado, no defendemos una posición de gran potencia; a Rusia
no le queda más que la Gran Rusia. No se trata pues de intereses nacionales.
Afirmamos que los intereses del socialismo, del
socialismo mundial, son superiores a los nacionales, están por encima de los
intereses del Estado. Somos «defensistas» de la patria socialista» (Obras
completas, tomo 22º, pp. 13-14).
Después de declarar el legítimo y necesario derecho del proletariado soviético
a defenderse de las agresiones del imperialismo belicoso, Lenin afirmaba que
los intereses del socialismo (aunque dependieran del
sostenimiento del Estado soviético) eran superiores a los intereses nacionales,
a los intereses de cualquier país (¡incluso a los de la Rusia soviética!). En
sus Obras completas (tomo 23º, p. 291), se puede leer lo siguiente: «[...] el imperialismo anglo-francés y
americano estrangulará inevitablemente la independencia y la libertad de Rusia
a no ser que triunfe la revolución socialista, el bolchevismo, a escala
mundial». En este pasaje, Lenin mantiene la
posición (que defendió hasta que fue consciente de que la construcción del
socialismo en Rusia sí era posible a pesar del aislamiento, haciendo gala
nuevamente de su ejemplar flexibilidadtáctica) según la cual condiciona el triunfo del socialismo en Rusia al éxito de
la Revolución internacional. Esta postura, que era tan correcta como la que
después defendió Lenin (ya que tanto una como otra se ajustaban a las
diferentes necesidades y posibilidades revolucionarias a escala internacional),
demostraba que el revolucionario ruso ponía un énfasis especial sobre la
correlación de fuerzas entre clases a escala mundial. Al final, tanto el apoyo
a la Revolución mundial como el fortalecimiento del Estado soviético formaron
un solo y robusto puño de hierro que, a la postre, aseguraría el éxito del
socialismo pese al reflujo del movimiento revolucionario de los 20, un
movimiento que terminaría por decaer sobre todo después del fracaso de la
insurrección de 1923 en Bulgaria.
Terminando con este punto, entendemos que es necesario realizar unas
apreciaciones breves sobre la cuestión de la defensa de la Rusia soviética y el
apoyo a la Revolución internacional tanto en la URSS encabezada por Lenin como
en la URSS estaliniana, pues esto es todavía algo que consideramos poco
estudiado por el conjunto del movimiento comunista internacional. Stalin, que
en ese momento defendía las mismas posiciones que Lenin, pasaría posteriormente
a sostener posiciones en exceso «defensistas». Así, en lugar de subordinar en
el plano ideológico la construcción del socialismo en territorio soviético al
impulso a la Revolución mundial, colocaba a la Rusia soviética como la base
de la Revolución mundial. A nuestro juicio, este planteamiento estuvo
condicionado por la situación de reflujo revolucionario que se produjo desde
mediados de los 20. Dicho reflujo provocó que esa posición excesivamente
«defensista» se acentuara, provocando un debilitamiento progresivo del
internacionalismo proletario hasta su liquidación definitiva con el programa de
los Frentes Populares, el democratismo burgués del antifascismo y la posterior
disolución formal de la Comintern.
Como se puede leer en el documento Stalin, del marxismo al revisionismo(cuyo estudio aconsejamos encarecidamente a todos los
comunistas), de los camaradas del Colectivo Fénix, entre los cruciales años de
1923 y 1925 el revolucionario georgiano ponía el acento sobre todo en la
cuestión de la Revolución internacional. Sin embargo, una vez que las tesis del
socialismo en un solo país (correctas y acordes a las necesidades políticas y
económicas del socialismo en la URSS) resultaron victoriosas, el Partido
encabezado por Stalin comenzó a sobredimensionar el aspecto nacional por encima
del internacional, relegando a este último a un segundo plano.
Es cierto que la recién constituida URSS tuvo que hacer frente a la
reconstrucción del país sobre bases socialistas después de años de asedio,
invasión y boicot por parte de las potencias capitalistas. Es cierto también
que los comunistas soviéticos, por sí mismos,
no tenían capacidad alguna para organizar revoluciones proletarias triunfantes
en el resto de Europa. Por último, es verdad que el reflujo revolucionario de
mediados de los 20 -que quedó certificado con la derrota del proletariado en
Bulgaria- era sobre todo responsabilidad de la incapacidad manifiesta de los
comunistas franceses, alemanes o británicos para derrocar a la burguesía de sus
Estados. Pero todo esto, aunque por supuesto explica el contexto en que las
posiciones excesivamente «nacionales» se hicieron fuertes en el seno del Estado
soviético, no fundamenta de manera completa por
qué esta línea terminó por imponerse. A nuestro entender, esta tendencia
nacionalista presuponía una concepción un tanto mecanicista -de la que el
bolchevismo no fue totalmente capaz de desprenderse al adaptar el marxismo a
través de Kautsky y Plejanov a las condiciones particulares de Rusia- de la
Revolución, ya que ponía sobre todo el acento en el desarrollo de las fuerzas
productivas y las condiciones objetivas.
Finalmente, como argumentan desde el Colectivo Fénix en su documentoStalin. Del marxismo al revisionismo:
«La inclusión de consideraciones
defensistas en la teoría del socialismo en un solo país irá conduciendo al
partido bolchevique a contemplar la Revolución Proletaria Mundial desde el
estrecho punto de vista de los intereses de Estado del país
soviético, y cada vez más su desarrollo en función de las
circunstancias políticas internacionales de la URSS. La Revolución Proletaria
Mundial se considera cada vez menos como un movimiento independiente originado
por la lucha de clase internacional del proletariado, y cada vez más como un
proceso dependiente y subordinado a la conservación de la Unión Soviética como
Estado dentro del concierto internacional. En estos términos, lainstrumentalización de
la clase obrera internacional para los fines de la política exterior soviética,
reduciéndola a mero apéndice de su diplomacia, es el último paso lógico de la
degeneración nacionalista de la teoría del socialismo en un solo país».
2.
Cerco imperialista, aislamiento y primeras tentativas de relaciones de
la
Rusia soviética con el mundo capitalista
Fue el 5 de abril de 1918, en Vladivostok, el día en que el imperialismo
penetró directamente en territorio soviético. En concreto, tropas japonesas
desembarcaron en la ciudad, tan solo un mes después de que, según la versión
oficial de Japón, dos japoneses fueran asesinados. Esto fue, sin duda, un
pretexto del imperialismo internacional para intervenir a gran escala en las
entrañas de la Rusia soviética. Más tarde, a finales de mayo del mismo año, la
legión checa tomó también posiciones en territorio soviético. Por último,
Murmansk, un enclave de la RSFSR (que llegó a estar invadida por una veintena
de ejércitos imperialistas), fue tomado por tropas inglesas a finales de junio.
Todos estos acontecimientos demostraron que la burguesía internacional,
temerosa de que la Revolución proletaria prendiera como la mecha y asolara la
putrefacta sociedad burguesa, estaba dispuesta a derrotar militarmente a la
Rusia proletaria, ya que política e ideológicamente no lo había conseguido. El
poder soviético, viendo que por el momento la Revolución no se extendía con la
rapidez deseada, volvió a maniobrar de forma inteligente y realista, llegando a
un acuerdo con la Alemania imperialista para poner fin a las hostilidades. Esto
se materializó en la firma de tres tratados suplementarios al de Brest-Litovsk:
un acuerdo político, otro de tipo financiero y un tercero confidencial (con
este último, el Estado proletario hacía uso por vez primera de la diplomacia
secreta).
Podemos decir que 1919 fue el año de mayor aislamiento de la Rusia soviética en
relación al mundo capitalista. Además, fue uno de los periodos en los que su
política exterior fue más decididamente revolucionaria. Ahora bien, el Estado
de los obreros y campesinos pobres de Rusia estaba dispuesto a soportar un
precio por llegar a acuerdos para el cese de las hostilidades imperialistas.
Mientras el proletariado europeo era incapaz de llevar a buen puerto el
proyecto revolucionario, a la República soviética le urgía un descanso que
necesitaba para recomponer fuerzas.
Tras más de medio año de asedio imperialista directo, las grandes potencias
«aliadas» decidieron que ya no tenía sentido mandar más soldados a Rusia. Sin
embargo, la retirada de las tropas fue acompañada de un apoyo más entusiasta y
fuerte, tanto financiero como militar, a la contrarrevolución interna. No es
casual que fuera este el periodo en que más éxitos cosechó el
contrarrevolucionario Kolchak en la región de Siberia.
El panorama internacional, por primera vez en la historia, aparecía dividido en
dos bloques hostiles con intereses antagónicos. Por un lado, seguía en pie la
Rusia soviética, con una legión creciente de millones de simpatizantes y
seguidores entre el proletariado internacional; por otro lado, estaban todas
las potencias imperialistas con sus dientes afilados preparados para derrocar
al poder revolucionario. La posición de debilidad militar de la joven República
proletaria obligó a mejorar, cuantitativa y cualitativamente, las fuerzas
militares soviéticas (dicha mejoría tuvo su corolario lógico en la
transformación de la Guardia Roja en un potente y disciplinado Ejército Rojo,
para el cual el poder soviético no dudó en reciclar a algunos ex oficiales y
mandos militares zaristas). Fue este el periodo en que la acusación de
«militarismo» fue lanzada por el campeón internacional del revisionismo en
aquella época, Karl Kautsky, quien pretendía que los obreros y pequeños
campesinos se desarmaran para que volviera a imponerse la dictadura de la
burguesía.
En ese momento, Lenin pensaba que la Rusia soviética no podría aguantar mucho
tiempo el asedio imperialista si no triunfaba la Revolución en Europa [«No estamos viviendo simplemente en un
Estado, sino en un sistema de Estados, y es inconcebible que la República
soviética continúe existiendo durante un largo periodo de tiempo al lado de
Estados imperialistas. Al fin, uno de los dos tiene que vencer. Hasta que esto
ocurra, son inevitables una serie de terribles choques con los Estados
burgueses».(Obras completas, tomo 24º, p. 122]. Por este motivo, Lenin vio muy
pronto la necesidad de crear una nueva Internacional (algo que ya había
expresado el revolucionario ruso en 1914, cuando comenzó la primera gran
carnicería imperialista mundial de la historia). Así, a principios de 1919, el
dirigente bolchevique presidió una reunión en el Kremlin en la que se llegó a
la conclusión de la necesidad de invitar a «todos los partidos opuestos a la Segunda
Internacional» para asistir a un congreso en
Moscú con el objetivo de crear una Tercera Internacional (Gran Enciclopedia Soviética, vol. 23º, col. 737, artículo «Internacional
Comunista»).
Recordemos que, en este periodo histórico, la división internacional del
movimiento obrero y socialista estaba configurada de la siguiente manera. A la
derecha de este movimiento, se encontraba toda la nómina de social-chovinistas,
los mismos patrioteros que habían abjurado del marxismo y del internacionalismo
proletario, y para los cuales la Internacional Comunista declaró una «guerra
sin cuartel». En el centro del movimiento socialista internacional se
encontraba un grupo de dirigentes que, sin ser descaradamente chovinistas y
antisoviéticos, consideraban que se podía llegar a una serie de componendas con
la burguesía internacional. De este grupo, la Comintern propuso la política de
extraer a los elementos más combativos y honestos de sus filas, al tiempo que
se llamaba a una crítica sin contemplaciones de sus dirigentes oportunistas.
Por último, a la izquierda se encontraba todo el conjunto de organizaciones,
dirigentes y militantes comunistas que apostaban decididamente por la
implantación de soviets a escala internacional y por un apoyo firme a la
República socialista de Rusia.
En la invitación a los comunistas para la celebración del primer Congreso
(tengamos en cuenta que llegaron a asistir delegaciones comunistas de buena
parte del mundo, como Polonia, Finlandia, Letonia, Lituania, Suecia, Noruega,
Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Gran Bretaña, Suiza, Holanda,
Hungría, Austria, Estados Unidos, China, Irán o Corea), se decía que el
propósito era el de «crear un órgano general de lucha para la coordinación
permanente y la dirección sistemática del movimiento, el centro de una
Internacional Comunista, subordinando los intereses
particulares del movimiento en cada país a los intereses de la revolución a
escala internacional» (Pravda, 24 de enero de 1919). En esta
declaración quedó meridianamente claro que las revoluciones nacionales debían
subordinarse necesariamente al proyecto de la Revolución internacional.
Posteriormente, la situación internacional obligó a poner más el acento en la
cuestión del socialismo en territorio soviético, algo que sin duda explica solo
parcialmente el viraje que se produciría después al transformarse la Unión
Soviética en el elemento subordinante (y no subordinado) de la Revolución
mundial.
Este primer Congreso no se desarrolló sin polémicas o disensiones abiertas
sobre la capacidad real del movimiento comunista internacional para conformar
una nueva Internacional. Así, Eberlein, el dirigente del oportunista SPD,
afirmó:
«Solamente existen partidos comunistas
propiamente dichos en unos pocos países; en la mayor parte de ellos han sido
creados en las últimas semanas; en muchos países en los que hay comunistas,
carecen totalmente de organización… Lo que hace falta es toda la Europa
occidental. Bélgica e Italia no están representadas; el representante suizo no
puede hablar en nombre del partido; Francia, Inglaterra, España y Portugal no
están aquí representadas, y América tampoco se encuentra en situación de
decirnos qué partidos nos ayudarían». (El
primer Congreso de la Internacional Comunista[Hamburgo,
1921], p. 134).
A pesar de los problemas, las vacilaciones y los ataques provenientes del campo
del oportunismo, la Comintern fue fundada y su manifiesto político («A los
proletarios del mundo entero», al que Zinóviev calificó de «segundo manifiesto
comunista») hecho público internacionalmente. Se aprobaron las tesis
presentadas por Lenin, unas tesis en las que se hacía una denuncia radical de
la farsa de la democracia burguesa y el parlamentarismo, defendiendo de manera
firme la necesidad de la dictadura del proletariado. Además, se atacó de forma
clara el imperialismo de la Entente y el terror contrarrevolucionario «blanco».
Al final, Lenin lanzó una apelación (titulada «A los obreros de todos los
países») en la que exhortaba a los proletarios que acudieran en apoyo de la
República soviética y promovieran el triunfo de la Revolución mundial.
Lenin, en los momentos de mayor efervescencia revolucionaria, ejemplificaba a
la perfección la dualidad de propósitos inherente al proyecto revolucionario de
la época. Mientras se defendía con uñas y dientes la subsistencia del Estado
proletario, se efectuaba una propaganda sistemática e incansable sobre la
necesidad de dar impulso a la Revolución socialista internacional. Pero hay que
tener en cuenta que el mismo impulso, lógico y necesario, dado por la Comintern
en el sentido de unificar a los comunistas de todo el mundo, tuvo su
consecuencia inevitable -dadas las condiciones en que los diferentes
destacamentos comunistas se habían constituido- en la emergencia de Partidos
Comunistas sin el mismo patrón de constitución partidaria que había seguido el
Partido bolchevique, es decir, sin una lucha entre dos líneas previa y sin una
ligazón real con la vanguardia práctica del proletariado. Esto provocó que, lo
que ocurriera en marzo de 1919, no fuera tanto una fusión de diferentes
Partidos Comunistas de ámbito estatal -con una fuerza más o menos uniforme-
como una unión entre diferentes destacamentos comunistas, en general débiles y
aislados, y el poder soviético, que en ese momento por fuerza tenía que ser el
elemento rector de la política proletaria a nivel internacional.
Mientras tanto, la burguesía trataba de jugar sus cartas, pero cada vez estaba
más aterrada por el desarrollo de los acontecimientos políticos en Europa. Así
se pudo demostrar ya en enero de 1919, en la Conferencia de Paz organizada por
los imperialistas en París, evento en el que oficialmente se discutió sobre el
problema de la ocupación imperialista de la República soviética; una discusión
que, a la postre, demostraría las serias preocupaciones de la burguesía
internacional por la oleada revolucionaria. Así, el primer ministro británico
expresó el temor de la clase dominante británica con las siguientes palabras:
«Si
él proponía ahora mandar mil hombres a Rusia con ese propósito, los ejércitos
se amotinarían», «si iniciase una acción militar contra los bolcheviques,
Inglaterra se volvería bolchevique y habría un Soviet en Londres» (Relaciones Exteriores de Estados Unidos: La
Conferencia de Paz de París, 1919,
vol 3º, pp. 590-591).
Otro destacado representante de las clases dominantes a escala mundial, House,
llegó a decir que «El bolchevismo gana terreno en todas partes. Hungría
acaba de sucumbir. Estamos sentados sobre un barril de pólvora y cualquier día
una chispa puede prenderlo fuego» (Los papeles secretos del Coronel House, ed. C.
Seymour, volumen 4º [1928], p. 405), y el mismo Lloyd George llegó a declarar
que «Toda
Europa está invadida por el espíritu de la revolución. Hay un sentimiento profundo, no de
descontento, sino de furia y revuelta entre los obreros contra las condiciones
existentes antes de la guerra. Todo el orden político, social y económico está
siendo puesto en tela de juicio por las masas de la población de un extremo a
otro de Europa» (Documentos
sobre las negociaciones para un pacto anglo-francés, Cmd 2169 [1924], p. 78).
Y no exageraban, pues las tentativas de desafiar el orden capitalista en el
continente europeo se sucedían. En Gran Bretaña, la situación social era una
auténtica olla a presión. Así, a finales de enero de 1919 se produjo la huelga
general de Glasgow, y un «Viernes rojo» que se consideró la cima del movimiento
proletario revolucionario en la región de Clyde. Como atestiguó el delegado
británico de la Comintern, Fineberg: «El movimiento huelguístico se está
extendiendo por toda Inglaterra y afecta a todas las ramas de la industria. En
el ejército la disciplina se halla muy debilitada, lo cual fue, en otros
países, el primer síntoma de la revolución» (El
primer Congreso de la Internacional Comunista [Hamburgo,
1921], p. 70).
En gran parte de Europa central, el hambre y el desempleo
se extendían vertiginosamente, mientras que las huelgas y los disturbios
callejeros proliferaban en países como Holanda y Suiza. El periodo de flujo
revolucionario vivió uno de sus hitos con la constitución de la República
soviética de Hungría el 21 de marzo de 1919. A comienzos de abril, el
proletariado bávaro tomó el testigo del húngaro y proclamó igualmente la
formación de la República soviética de Baviera. El Estado soviético, que
observaba con lógica ansiedad cómo las revoluciones obreras se extendían por
Europa, emitió un comunicado en el que expresaba su convicción de que «el proletariado del mundo entero, al
tener ante sus ojos los asombrosos ejemplos de la insurrección victoriosa de
los obreros en tres países de Europa, los seguirá con una fe ciega en la
victoria» (Kliuchnikov y Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, ii [1926], pp. 237-38).
Sin embargo, el sistema burgués aún pisaba sobre tierra firme y, debido sobre
todo al insuficiente desarrollo del movimiento revolucionario (fruto de una
constitución forzada y sin vínculos reales con el movimiento de masas) y al
papel que jugaría el oportunismo y el revisionismo, la oleada revolucionaria
fue frenada de manera sangrienta y eficaz. Así, el 1 de mayo de 1919 se
certificó la defunción de la joven República soviética de Baviera. Thomas, el
comunista bávaro, declaró más tarde: «la caída de la prematura República
soviética bávara había significado el fracaso de la revolución alemana» (Bericht über den 5. Parteitag der
Kommunistichschen Partei Deutschlands [Spartakusbund], [1921], p. 77). La misma suerte correría el levantamiento
comunista de Viena, que fue aplastado a mediados de junio del mismo año. Por
último, en agosto de 1919, la República soviética de Hungría fue destruida, en
parte por la propia debilidad interna, y en parte también por la intervención
de las tropas rumanas apoyadas por las potencias imperialistas «aliadas».
Tras esta serie de derrotas, y al ver que la Revolución internacional se
aplazaba, la República Soviética Federativa Socialista de Rusia sufrió un
aislamiento brutal por parte del imperialismo internacional, además de un
asedio formidable que tuvo su punto culminante en los éxitos militares de
Kolchak en Siberia, Yudenich frente a Petrogrado o Denikin en Ucrania y la
región central de Rusia. Fueron tales los éxitos de la contrarrevolución y el
imperialismo, que incluso la misma República soviética pendió de un hilo, sobre
todo en los meses de octubre y noviembre de 1919. Es evidente que, como no
podía ser de otra manera, ese año la Rusia soviética dependió en gran medida de
las acciones de los imperialistas para la conformación de su política exterior.
Igualmente, resulta evidente constatar que la Rusia revolucionaria fue aislada
por la implicación directa de las potencias imperialistas en el terror
«blanco»: es decir, fueron los imperialistas los que aislaron a la Rusia
revolucionaria, y no esta la que decidió motu propio aislarse
del mundo capitalista.
El fracaso de la Revolución en Alemania, sobre todo, hizo que el pesimismo
cundiera en destacados dirigentes bolcheviques, como era el caso de Radek. Sin
embargo, ni siquiera Radek abandonaba todavía la idea de la inevitabilidad del
triunfo definitivo de la Revolución:
«La revolución mundial es un proceso muy
lento, en el que hay que esperar más de una derrota. No tengo duda alguna de
que en todos los países el proletariado se verá obligado a construir su
dictadura varias veces y la verá hundirse muchas veces antes de vencer
definitivamente» (Zur
Taktik des Kommunismus: Ein Schreiben an den Oktober-Parteitag der KPD [1919], p. 5).
1919 fue también el año en que tuvieron lugar importantes y profundas
discusiones sobre la cuestión parlamentaria en el seno de la vanguardia
comunista internacional. Así, la conocida Sylvia Pankhurst (quien fue la
encargada de informar a Lenin sobre el desarrollo del movimiento comunista
británico) escribió al revolucionario ruso con la intención de ganarse a este
para difundir un mensaje claro contra la participación en los parlamentos
burgueses. Sin embargo, el dirigente bolchevique defendió la participación en
las instituciones democrático-burguesas. Esta posición de Lenin, que ha sido
sin duda una de las más manipuladas por el oportunismo y el revisionismo hasta
nuestros días, estuvo plenamente justificada a nuestro entender, pues no
buscaba más que aprovechar todos los resquicios legales para insuflar
conciencia revolucionaria a un movimiento proletario de masas que se
radicalizaba cada vez más. Así, Vladimir Ilich Ulianov respondió a Sylvia
Pankhurst con la idea de que el abstencionismo era, en ese momento, un error.
Sin embargo, entendía que hubiera comunistas británicos opuestos a la
participación parlamentaria, por lo que llegó a exhortar a los revolucionarios
británicos para que no hubiera una ruptura entre ellos, propugnando que
existieran «dos partidos comunistas, es decir, dos partidos a
favor de la transición del parlamentarismo burgués al poder de los soviets» (Lenin, Obras completas,
tomo 24º, pp. 437-442), los cuales diferirían solo en la cuestión de la
participación de los comunistas en las instituciones políticas del capital. En
todo caso, el movimiento comunista británico (que, en realidad, nunca tuvo una
fuerza considerable, quizá por la propia historia del movimiento obrero inglés,
en parte, y quizá también por lo que ya supieron ver Engels y Marx sobre el
«aburguesamiento» de una porción importante de la clase obrera británica, que
luego se transformó en aristocracia obrera) no consiguió despegar realmente y,
salvo en contadas ocasiones y por el ímpetu combativo de algunos sectores del
proletariado británico, nunca supuso una amenaza muy seria para la clase
explotadora británica.
En Francia, la situación era aún más desalentadora. El movimiento obrero galo,
a pesar de tener un alto grado de conciencia, no era ni mucho menos de los más
combativos y aguerridos de Europa. Pero -lo que es más importante aún- el único
referente revolucionario hasta la fecha era el Partido Socialista
Francés. Recordemos que este partido era, junto con el Partido Laborista
Inglés, uno de los grandes adalides de la resurrección de la Segunda
Internacional y, por tanto, uno de los puntales más importantes del orden
burgués en Francia.
En lo que respecta a países de menor importancia cuantitativa, el desarrollo de
los Partidos Comunistas en 1919 era dificultoso y, en muchas ocasiones, carente
de solidez ideológica y política. Por ejemplo, el Partido Comunista Polaco, se
encontraba en una situación de aislamiento relativo respecto a las grandes masas
del proletariado y el campesinado pobre; además, estaba en una situación de
persecución y semi-ilegalidad. Por su parte, tanto el Partido Socialista
Italiano como el Partido Obrero Noruego, aunque tenían una influencia
considerable sobre las grandes masas explotadas, no habían emprendido una lucha
de dos líneas seria y su estructura era un tanto caótica. Otras organizaciones
políticas comunistas, como el Partido Comunista Húngaro o el Finlandés, apenas
tenían presencia en sus respectivos países y el grueso de sus dirigentes y
militantes residía en territorio ruso como exiliados políticos. El único
partido de gran importancia era el Partido Comunista Búlgaro, que, de hecho,
era el único partido auténticamente comunista, es decir, revolucionario y de masas,
además del bolchevique. (Para un estudio introductorio sobre este partido y su
papel en la derrotada Revolución búlgara de 1923, aconsejamos nuestro
documento Bulgaria
y la Revolución fracasada de 1923,
que podréis leer en este enlace:
Con este cuadro del movimiento comunista europeo, la dirección bolchevique
seguía abrigando esperanzas en la Revolución proletaria en el continente
europeo. Pero esto no significó, ni mucho menos, que sus dirigentes más lúcidos
se llamaran a engaños sobre la inminencia de la dictadura
proletaria a escala europea. Así, Lenin aseguró lo siguiente:
«Confiamos
en la inevitabilidad de la revolución internacional, pero esto no
quiere decir que seamos tan tontos como para confiar en la inevitabilidad de la
revolución internacional dentro de un periodo corto y definido. Hemos visto dos grandes revoluciones,
la de 1905 y la de 1917, en nuestro país, y sabemos que las
revoluciones no se hacen por encargo o por acuerdo» (Obras completas, tomo 23º, pp. 176-89).
Este estadio de debilidad del proletariado revolucionario llevó al
revolucionario ruso a flexibilizar su táctica y a aconsejar la participación en
las elecciones burguesas y la entrada en los sindicatos de la aristocracia
obrera y los oportunistas. Pero, a nuestro juicio, sería incorrecto atribuir a
Lenin una «excesiva» tolerancia en lo doctrinal, pues incluso en situaciones
desesperadas el dirigente bolchevique no dejó de remarcarsiempre la
necesidad de que el proletariado y los comunistas fueran la fuerza
socio-política hegemónica en cualquier alianza política. Es más, incluso en el
caso de los países coloniales y semicoloniales (donde el proletariado era una
clase aún muy reducida y los comunistas una fuerza política muy minoritaria),
Lenin siempre defendió abiertamente que el proletariado propugnara la consiga
de la creación de soviets y que dicho proletariado, además, gozara en cualquier
circunstancia de su necesaria independencia de línea y programa para la toma
del poder.
Volviendo a la cuestión de la República soviética y el mundo capitalista, hay
que decir que, al igual que la Rusia revolucionaria fue obligada al aislamiento
por el asedio imperialista, el gran capital internacional inició un progresivo
acercamiento al poder soviético a finales de 1919 por imposición de las
circunstancias políticas. Estas circunstancias tenían que ver con la conciencia
clara, por parte de los buitres imperialistas, del fracaso estrepitoso de la
contrarrevolución interna, por un lado, y de la posición económica que ocupaba
el vasto territorio ruso, por otro lado. En el primer aspecto, se demostraba la
capacidad del proletariado revolucionario ruso para defender su nuevo poder
(una influencia muy poderosa en este sentido la tuvo el recién creado Ejército
Rojo, que fue capaz de hacer frente a sofisticados y poderosos ejércitos de las
potencias más formidables del globo en su momento). Con respecto al papel
económico internacional de Rusia y el acercamiento de la burguesía internacional,
quedaba claro que la economía política internacional se imponía, y ningún gran
capitalista internacional, al ver que el poder soviético se consolidaba y que
se iniciaba un periodo de concesiones controladas de los inmensos recursos del
país, estaba dispuesto a quedarse atrás en el negocio. A pesar de eso, hubo
multitud de fricciones y, al final, el monto total de las inversiones
extranjeras y las concesiones a capitalistas foráneos no fueron tan elevados
como en un principio se previó desde la dirección soviética.
En este sentido, no es de extrañar que Lloyd George, en su discurso en el
Guildhall, el 8 de noviembre de 1919, declarara que Rusia era un país
indispensable para lograr la «paz», llegando a condenar abiertamente el bloqueo
y calificando a Rusia como«uno de los grandes recursos para el abastecimiento de
alimentos y de materias primas»(House of Commons: 5th Series, cxxii, p. 194). Como consecuencia del nuevo rumbo
político dado por la burguesía británica con respecto a Rusia, en enero de
1920, el Consejo Supremo reconoció de facto a las repúblicas
de Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Estonia y Letonia.
Fue en este momento cuando Chicherin, que fue Comisario del Pueblo para Asuntos
Exteriores hasta 1928 (año en que fue sustituido por el conocido Maxim
Litvinov), aseveró que:
«Incluso
estamos dispuestos a sacrificarnos por conseguir un estrecho contacto económico
con Inglaterra… Por tanto, acojo encantado la declaración del primer ministro
británico como un primer paso hacia una política sana y real que responde a los
intereses de ambos países»,
para concluir lo siguiente:
«Es
posible que existan diferentes opiniones acerca de la duración del sistema
capitalista, pero, por el momento, éste existe, de forma que es
necesario encontrar unmodus vivendi para que nuestros Estados
socialistas puedan coexistir pacíficamente con los Estados capitalistas, y para que las relaciones entre ambos
sean normales; esto es una necesidad que interesa a todos». (A.
L. P. Dennis, The
Foreign Policies of Soviet Russia [1924],
p. 380).
Llegados a este punto y dada la enjundia de esta última intervención de Georgi
Chicherin, es imprescindible que nos detengamos un momento en la idea de la
«coexistencia pacífica» que ya defendió claramente el dirigente bolchevique. En
primer lugar, esto demuestra que la idea de la coexistencia pacífica con el
imperialismo no fue, en absoluto, una «invención» del revisionista Kruschev, sino
que era parte de una línea que latía, desde el momento en que el reflujo
revolucionario europeo se consolidara, en un sector de la dirección soviética.
En segundo lugar, esta declaración de Chicherin sentó un precedente nefasto
para el internacionalismo proletario y, en última instancia, la propia
subsistencia del socialismo en Rusia, pues sembró el campo con la ilusión de
que el socialismo y el capitalismo podían existir mutuamente y de manera
pacífica. Si bien el cerco y el aislamiento alimentaron esta posición defendida
por Chicherin (una posición que, de hecho, nunca desapareció del todo en la
URSS, como lo prueba el hecho de que la tesis fue finalmente impuesta por
Kruschev tras la muerte de Stalin), consideramos que, si esta posición pudo
afianzarse en el Partido y el Estado soviéticos desde mediados de los 50 sin
apenas resistencia, implicaba de hecho que la idea del enfrentamiento
inevitable entre el capitalismo y el socialismo pugnaba -con más debilidad de
la imaginada por los dirigentes soviéticos- con la de la «coexistencia
pacífica» con el imperialismo. Esto demuestra, en nuestra opinión, la correcta
y justa idea de que el revisionismo no es una amenaza «externa» al movimiento
comunista, sino que es un peligro constante que anida en el interior mismo del
movimiento revolucionario, y que solo desaparece con el triunfo definitivo del
socialismo, es decir, con la implantación de la sociedad comunista mundial.
Ahondando más en esta problemática, es interesante sacar a colación ahora una
intervención de otro de los grandes diplomáticos soviéticos de los 20, Karl
Radek, el ambivalente «germanófilo», quien
declaró en marzo de 1920:
«Si nuestros colegas capitalistas se
abstienen de actividades antirrevolucionarias en Rusia, el gobierno soviético
se abstendrá de llevar a cabo actividades revolucionarias en países
capitalistas; pero seremos nosotros los que determinemos si están o no
provocando agitación antirrevolucionaria (…) Pensamos que ahora los países
capitalistas pueden coexistir con un Estado proletario. Consideramos que los
intereses de ambos lados se centran en obtener la paz y en el establecimiento
de un intercambio de bienes y, por lo tanto, estamos dispuestos a concluir la
paz con todo país que hasta el momento ha luchado contra nosotros, pero que en
el futuro esté dispuesto a darnos locomotoras y maquinaria a cambio de nuestras
materias primas y nuestros cereales» (A.
L. P. Dennis, The
Foreign Policies of Soviet Russia [1924],
pp. 358-59).
Nuevamente, quedaba claro que había destacados dirigentes bolcheviques que no
eran conscientes del peligro de las tesis de la incipiente «coexistencia
pacífica» con el imperialismo. Radek fue a más incluso, llegando a decir -como
se puede leer en este fragmento- que los intereses de «ambos lados» se
centraban en «obtener la paz» (!). Es decir, resultaba que el imperialismo ya
no llevaba forzosamente a la guerra de rapiña; resultaba, además, que el
imperialismo ya no estaba destinado a
enfrentarse con el socialismo para ser derrotado por el proletariado
internacional. Por lo que se ve, para Radek el entendimiento entre el
imperialismo internacional y la Rusia soviética no era, como para Lenin, un mal
menor, una realidad ineludible mientras el fermento revolucionario volvía a
tomar fuerza. Por el contrario, tanto Radek como Chicherin entendían que el
Estado proletario podía desarrollarse en armonía con las hienas capitalistas
internacionales. En definitiva, nada que ver con lo que Lenin sostuvo en el
noveno Congreso del Partido, en marzo de 1920, en relación a dicha
«coexistencia»:
«Lo
que más nos interesa es maniobrar nuestra política
internacional sin desviarnos de la línea que hemos adoptado y
estando preparados para cualquier cosa. Hemos estado llevando a cabo la
guerra por la paz con la mayor energía. Esta guerra está dando
excelentes resultados… Pero nuestros pasos en pro de la paz deben ir
acompañados de una puesta a punto de todos nuestros recursos militares» (Obras completas, tomo 25º, p. 102).
Anteriormente, en febrero de 1920, el Comité Ejecutivo Central de toda la Unión
emitió un comunicado (la famosa «Invocación al Pueblo Polaco») en el que, de
forma mesurada y realista -pero quizá imbuido, en el fondo, de cierto
determinismo económico que nunca los bolcheviques pudieron eliminar del todo en
sus posiciones-, declaraba lo siguiente:
«Nosotros,
los representantes de la clase obrera y campesina rusa, hemos aparecido y
seguimos apareciendo abiertamente ante el mundo entero como los campeones de
los ideales comunistas; estamos plenamente convencidos de que los trabajadores
de todos los países terminarán por salir al camino que los trabajadores rusos
ya están pisando.
Pero nuestros enemigos y los vuestros os
engañan cuando dicen que el gobierno soviético ruso desea implantar el
comunismo en territorio polaco con las bayonetas de los soldados del Ejército
Rojo. Un orden comunista es solo posible
cuando la inmensa mayoría de los trabajadores están convencidos de la idea de
crearlo con su propia fuerza. Solo entonces será sólido; porque solo entonces el
comunismo podrá echar raíces profundas en un país. Por el momento los
comunistas de Rusia no están luchando más que para defender su propio
territorio, su trabajo pacífico y constructivo; no están luchando ni pueden
luchar para implantar el comunismo por la fuerza en otros países» (Krasnaya Kniga: Sbornik
Diplomatischeskij Documentov o Russko-Polskij Otnosheriyaj, 1918-1920 [1920], pp. 84-85).
Este mensaje, lanzado al mundo para refutar las ideas lanzadas por la burguesía
internacional sobre la «imposición» del comunismo a las masas trabajadoras de
Europa, tuvo la gran virtud de señalar las limitaciones del poder soviético en
un mundo imperialista hostil. De hecho, es cierto que los bolcheviques
adolecieron de determinados errores (como el determinismo económico, el
seguidismo en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas y una
infravaloración del enemigo revisionista interno durante
el periodo de la dictadura revolucionaria del proletariado), pero resultaría
injusto achacar a los revolucionarios rusos el fracaso del impulso
revolucionario a las masas europeas. No fueron los revolucionarios rusos los
que más fallaron, sino el resto del movimiento comunista europeo e
internacional, incapaz de agrupar en su seno a las masas más combativas para el
triunfo del socialismo.
Al final, tras un corto periodo de cese de hostilidades, la cuerda se tensó
tanto que volvió a romperse. El imperialismo y la Rusia revolucionaria volvían
a enfrentarse abiertamente, esta vez como consecuencia de la guerra
polaco-soviética, en la cual el Estado polaco, como país controlado sobre todo
por el imperialismo francés, invadió territorio ucraniano el 28 de abril de
1920.
3. La “retirada temporal” de la NEP, la
Rusia Soviética y la Comintern
A principios de los 20, la Rusia soviética comenzó a andar en un mundo
capitalista hostil y beligerante, como no podía ser de otra manera. Pero,
además de las tensiones exógenas, la joven República proletaria tuvo también
que hacer frente a una serie de problemas internos que hicieron aún más
dificultoso el camino de la construcción del socialismo. Estos problemas
internos se expresaban, sobre todo, en un creciente descontento campesino como
consecuencia del atraso económico del país, las secuelas de la intervención
imperialista que dejaron a Rusia exhausta y una política de «comunismo de
guerra» que rápidamente fue modificada para adoptar la NEP y restablecer, así,
el equilibrio -imprescindible para el orden soviético- en la alianza
obrero-campesina. Pronto los líderes bolcheviques se darían cuenta de que la
cuestión interna y la externa estaban estrechamente relacionadas con la solidez
del proyecto revolucionario soviético. Así, el descontento campesino del otoño
de 1920 solo podía ser calmado, además de con la implantación de la NEP,
gracias a un relajamiento en las tensiones con el imperialismo. En este
sentido, la política exterior de relajamiento de las hostilidades con el mundo
capitalista fue una consecuencia lógica e inevitable de la propia NEP. Como
justificó el Comité Central de la Internacional Comunista, la NEP era «la expresión de la solución en la tarea
de incorporar el Estado proletario a la cadena de las relaciones
internacionales» (Documentos
de la Internacional Comunista [1933],
p. 272). La nueva política exterior, según las palabras utilizadas por Lenin en
relación a la NEP, «había sido adoptada seriamente y por largo tiempo».
Sin duda, el papel que jugó el Ejército Rojo en la estabilización de la
situación interna también jugó un papel muy destacado. En gran medida como
consecuencia de la invasión polaca de 1920, multitud de miembros provenientes
de la antigua clase dominante del aparato zarista (como técnicos, burócratas y,
por supuesto, militares) fueron reciclados por el Estado soviético. De hecho,
el Ejército Rojo que consiguió aplastar a los contrarrevolucionarios internos
estaba compuesto por importantes ex oficiales zaristas de muy diversos tipos
(como Vatsetis y Sergei Kámenev, dos oficiales zaristas de graduación superior
y a la sazón jefes importantes del Ejército Rojo, o Tujachevski, un joven
soldado del ejército del zar que en poco tiempo ascendió a general del Ejército
Rojo). Esto no fue algo que no inquietara a los bolcheviques más lúcidos (pues
suponía reincorporar a elementos pertenecientes al viejo poder y, por tanto,
ajenos al nuevo Estado), pero fue una medida inevitable dada la carencia de
cuadros y técnicos al servicio del poder revolucionario. En este sentido, la
invasión polaca del territorio soviético marcó igualmente un hito importante en
la transformación de las fuerzas armadas revolucionarias, aún algo
desorganizadas y con no demasiada experiencia, en un poderoso y disciplinado
Ejército Rojo. Como expuso Radek:
«(…) en los tres años de guerra civil ha
cristalizado una élite de oficiales zaristas que, en su fuero interno, está
unida al gobierno soviético» (Die
Auswärtige Politik Sowjet-Russlands [Hamburgo,
1921], pp. 67-68),
el aparato estatal soviético se veía
obligado a reclutar a miembros pertenecientes al viejo orden. De nuevo, la
poderosa realidad del aislamiento y el atraso se imponía sobre lo que
habrían preferido los bolcheviques. En este contexto se enmarcaba
el nuevo viraje de la Rusia soviética en el plano internacional. Tras
vislumbrarse el final de una brutal guerra interna y un acoso internacional
formidable, la política exterior soviética comenzó a dar más importancia al
sostenimiento del orden revolucionario en Rusia. Con esta actitud comenzaron
las negociaciones, colectivas o individuales, para llegar a acuerdos concretos
con diferentes Estados capitalistas. Ahora bien, sería erróneo inferir de esto
que el Estado soviético hubiera prescindido de su defensa inquebrantable de la
Revolución proletaria internacional. En realidad, lo que hubo es un acomodo a
una situación en la que la Revolución en Europa parecía más lejana y en la que
la construcción del socialismo soviético no podía esperar a que el proletariado
europeo acudiera en ayuda del ruso. Así lo expresó Lenin en una conferencia al
Partido en Moscú, en noviembre de 1920:
«No
solo disfrutamos un respiro, sino que estamos en una nueva etapa en la cual ha
sido ganada nuestra posición fundamental en el marco de los Estados
capitalistas».
«De
semejante locura nunca fuimos culpables: siempre hemos dicho que
nuestra Revolución vencerá cuando tenga el apoyo de los trabajadores de todos
los países. Resulta que nos han apoyado a medias, debilitando el brazo que
se alzaba en contra nuestra; pero aun así, en ese sentido, nos han ayudado» (Obras completas, tomo 25º, pp. 485-496).
De este modo, la idea de una isla revolucionaria en medio del océano
reaccionario del capitalismo -rechazada por utópica por los bolcheviques en el
comienzo de la Revolución- comenzaba a tomar cuerpo. Así, el líder
bolchevique declaró:«Mientras continuemos siendo, desde el punto de vista
militar y económico, más débiles que el mundo capitalista, debemos guardar las
reglas:
tenemos que ser suficientemente hábiles valiéndonos de las oposiciones y
contradicciones entre los imperialistas… Políticamente tenemos que utilizar los
conflictos entre nuestros adversarios que tienen su raíz en causas
profundamente económicas» (Ibid.,
tomo 25º, pp. 498-501). Trotsky, en agosto de 1920, argumentó lo
siguiente: «No
solo podemos convivir con gobiernos burgueses, sino que podemos trabajar juntos
con ellos dentro de unos límites muy amplios. Está perfectamente claro que
nuestra actitud en el conflicto del Pacífico estará determinada por la actitud
del Japón y Estados Unidos hacia nosotros»(Kak
Vooruzhalas Revolutsiya [1924], p. 283).
Fue este el contexto en el que la Rusia soviética comenzó a buscar posibles
vendedores de bienes de capital imprescindibles para la reconstrucción del país
y la industrialización como base económica del socialismo. Aquí los
bolcheviques hilaron muy fino y, además de aprovecharse de las contradicciones
interimperialistas, trataron de encontrar proveedores extranjeros de bienes de
equipo y de inversiones que aceptaran algunas de las condiciones soviéticas.
Recordemos que ya en este año los imperialistas comenzaron a darse cuenta de
que el territorio ruso era demasiado apetecible como para no ser explotado.
Cuando comenzó la oferta de concesiones extranjeras para la explotación de
recursos naturales (como las minas, los bosques, el gas natural o el petróleo),
fue Estados Unidos la fuente más prometedora de inversiones de capital. Las
condiciones soviéticas para las concesiones eran claras.
En primer lugar, los obreros soviéticos tendrían que trabajar en las
condiciones determinadas por la legislación laboral soviética. En segundo
lugar, las compañías tenían que demostrar ser solventes y de confianza. A
cambio, el Estado soviético se comprometía a compensar a los capitalistas
extranjeros con una fracción de lo producido por los capitalistas
concesionarios. Además, las concesiones tendrían una duración razonable y
suficiente para la obtención de una ganancia por parte del grupo capitalista.
Esta política fue directamente planificada y aprobada por Lenin, quien expresó
lo siguiente:
«Tenemos
cientos de miles de fincas excelentes que podían ser mejoradas con tractores;
vosotros tenéis tractores, vosotros tenéis petróleo y vosotros tenéis mecánicos
preparados, y nosotros las ofrecemos a todos, incluyendo a las personas de los
países capitalistas, para hacer de la restauración de nuestra economía nacional
y del hecho de salvar a todos los pueblos del hambre, la piedra de toque de
nuestra política» (Obras
completas, tomo 25º, p. 507).
Esta política no estuvo exenta de problemas, discusiones y divisiones en el
seno del Partido y el Estado soviéticos. Así, Stepanov mostró su preocupación
al decir que «La cuestión de las concesiones a capitalistas
extranjeros está provocando descontento en los círculos del partido» (Correspondencia rusa, ii, i, nº 1-2 [enero-febrero, 1921]). Por un lado,
había bolcheviques que veían un peligro en dar «demasiado» poder a capitalistas
extranjeros. Por otro lado, también se observaba con preocupación el hecho de
que las compañías extranjeras pudieran hacer uso de su fuerza negociadora y no se
comprometieran totalmente a respetar la legislación soviética en materia
laboral, fiscal, etc. Sin embargo, lo cierto es que, al margen de las críticas
vertidas, de nuevo se imponía como única alternativa de política económica la
de llegar a acuerdos puntuales con grupos capitalistas internacionales. Era el
inexorable precio que la Rusia soviética tenía que pagar por su atraso
histórico.
Tan solo una semana después de que el revolucionario ruso anunciara al décimo
Congreso del Partido sus propuestas para el impuesto en especie sobre los
productos agrícolas (en definitiva, la base de la Nueva Política Económica), se
produjo la firma del acuerdo comercial anglo-soviético. Este acuerdo fue el
corolario inevitable de la necesidad acuciante de la Rusia soviética por
reconstruir un país devastado. A diferencia de lo que sucedería con la Unión
Soviética revisionista, aquí la «cooperación pacífica» con el imperialismo era
un producto inevitable por el aislamiento y el fracaso de la Revolución internacional.
En ningún caso constituía una línea que se defendiera con ahínco, sino que se
aceptaba como un mal
menor de ineludible cumplimiento para la
propia supervivencia del modelo soviético.
Además del cambio que se produjo en cuanto a las relaciones de la Rusia
revolucionaria con los Gobiernos capitalistas occidentales, la República
soviética comenzó a mirar cada vez más al Oriente. Esto tenía un sentido claro
(que quedó patente en los primeros congresos de la Comintern): apoyar los movimientos
nacional-revolucionarios en los países coloniales y semicoloniales como manera
de debilitar al imperialismo y fortalecer el internacionalismo proletario. Así,
en el otoño de 1920 se inició la política de aproximación entre Rusia y la
antigua Persia. El 22 de octubre del mismo año, el comité central del Partido
bolchevique fue instado a declarar que la Revolución en Persia solo podía
producirse una vez que el desarrollo democrático-burgués se hubiera completado.
La idea era desplazar al imperialismo en Persia, sellando una alianza temporal
con la burguesía nacional. Los comunistas persas, por su parte, en ningún caso
debían renunciar a su independencia ideológica y política.
Sin embargo, dicha independencia no siempre se pudo garantizar en el caso de
otros países semicoloniales, como se pudo comprobar con la Turquía de Kemal.
Aquí hubo problemas serios que enfrentar por la brutal represión del Gobierno
turco contra los comunistas de aquel país. El 28 de enero de 1921, en Erzerum,
agentes turcos detuvieron al dirigente comunista Sufi y, junto a otros 16
prisioneros revolucionarios, fue arrojado al mar en Trebisonda. (Era este un
método brutal de represión que «popularizó» el Estado turco. Décadas después,
otros Estados capitalistas al servicio del imperialismo, como el argentino o el
chileno, seguirían los pasos de tan brutales métodos anticomunistas.) La
posición del Estado soviético fue aquí demasiado ambivalente, pues el
«incidente» no llegó a afectar de manera importante a las relaciones
diplomáticas entre ambos países. La posición de Stalin, a quien le honra ser
uno de los pocos bolcheviques que se opuso claramente a ayudar al Estado turco
en ese momento, supuso sin duda un acicate importante para que el Estado
soviético exigiera explicaciones y medidas de amnistía para con los comunistas
turcos, los cuales fueron liberados ese año. Además, Turquía se comprometió a
perseguir y condenar a los asesinos del comunista turco Mustafá Sufí.
Sobre el asesinato de Mustafá Sufí y el supuesto esclarecimiento de su muerte,
desconocemos qué sucedió finalmente. Relacionado con esto, nos parece
interesante ahora recalcar la posición que tuvo Stalin, quien en una entrevista
realizada el 13 de mayo de 1927, declaró: «La revolución kemalista es una revolución de las altas
esferas, una revolución de la burguesía comercial nacida en lucha contra los
imperialistas extranjeros, y que en su desarrollo posterior va, en esencia,
contra los campesinos y obreros, contra la posibilidad misma de una revolución
agraria». Por su parte, Ibrahim Kaypakkaya, el
fundador del Partido Comunista de Turquía (Marxista-Leninista) insistió, en su
trabajoPuntos
de vista sobre el kemalismo publicado en los
años 70, en la idea de que «la revolución kemalista es una revolución
de la capa superior de la burguesía comerciante, de los grandes propietarios de
tierras, de los usureros turcos y la mucho más débil burguesía industrial… que
entra en cooperación con el imperialismo». También aseveró que la «dictadura
kemalista es democrática en apariencia, en realidad es una dictadura militar
fascista. La Turquía kemalista no podía evitar “lanzarse en los brazos” de los
imperialistas alemanes y franceses, transformándose cada vez mas en una
semicolonia, elemento integrante del mundo imperialista reaccionario».
Entonces, ¿por qué la Rusia soviética selló una alianza con un Estado
ultrarreaccionario, como el de Kemal, en 1921? En nuestra opinión, en este caso
los motivos del aislamiento y «la lucha contra el imperialismo» no justifican
en absoluto una posición que consideramos radicalmente errónea. Entendemos que con el acuerdo
turco-soviético se buscaba debilitar, sobre todo, al imperialismo británico.
Pero fue un error de una magnitud considerable no analizar a fondo a qué
intereses servía el Gobierno de Kemal y, sobre todo, cuál era su papel con
respecto al movimiento revolucionario de Turquía. A nuestro entender, este es
un claro exponente de cómo se abandona la línea política de solidaridad
internacionalista en pos de un -hasta cierto punto lógico, pero muy mal
enfocado- acercamiento con un Gobierno reaccionario y formalmente
«antiimperialista». Sabemos que el Estado soviético se veía impelido en ese
momento a hacer frente a un dilema importante en la cuestión de la «doble
política» (promover el enfrentamiento de los Partidos Comunistas contra las
diferentes burguesías, al tiempo que se aprovechaban las rivalidades
interimperialistas y se llegaban a acuerdos concretos con distintos Estados
burgueses). En todo caso, insistimos en que la actitud respecto a la Turquía
kemalista fue ideológica y políticamente errónea, pues se subordinó el
internacionalismo proletario a la posición del Estado soviético y a un
antiimperialismo mal planteado.
En otro orden de cosas, el tercer Congreso de la Comintern había declarado que:
«La tarea más importante de la
Internacional Comunista es, actualmente, la de ganar la exclusividad de la
influencia sobre la mayoría de la clase obrera y la de atraer su sector más
activo a la lucha inmediata… Desde el mismo día de su fundación, la
Internacional Comunista estableció clara e inequívocamente que su tarea no era
la de crear pequeñas sectas comunistas que lucharan por influir en las masas
obreras solamente a través de la agitación y la propaganda, sino la de
participar directamente en la lucha bajo dirección comunista, y la de crear
durante este proceso de lucha partidos comunistas de masas, extensos y
revolucionarios».
Tras comprobar que la Revolución en Europa no llegaba,
la Internacional Comunista tuvo que reajustar sus actividades para ganarse,
paciente y denodadamente, el apoyo de las grandes masas proletarias. Estamos de
acuerdo con el historiador E. H. Carr cuando asegura que este reajuste era «la
contrapartida natural del cambio de la política soviética nacional y
extranjera, representado por la NEP y el tratado comercial anglo-soviético».
Ahora bien, hay que tener en cuenta que este cambio de posición (propuesto
urgentemente por Lenin, entre otros), según el cual se priorizaba ahora la
unificación por encima de la escisión, era en el fondo la aplicación del
principio leninista enunciado en el órgano Iskra: «antes de unir, y para unir, debemos
trazar primero una línea de separación de manera decisiva y definitiva». Este
paradigma de constitución de destacamentos revolucionarios fue lógico
-probablemente inevitable-, pero a la larga demostraría una insuficiente
fortaleza de principios por parte de muchos destacamentos (que no se
constituyeron, como ya dijimos previamente, en lucha constante contra el
revisionismo) y, como consecuencia de ello, una incapacidad para ganarse a la
vanguardia del proletariado para la Revolución socialista. En el marco de esta
nueva política de búsqueda de la lealtad de las masas obreras, se produjeron la
fundación de la Internacional Sindical Roja (constituida el 1 de mayo de 1921
por parte del Comité Central de la Comintern), la creación de la Internacional
de Juventudes Comunistas o la constitución de la Internacional Comunista
Femenina.
Cuando se reunió el tercer Congreso de la Internacional Comunista, hubo
delegados que señalaron contradicciones entre los intereses inmediatos de
la RSFSR y los de la Tercera Internacional. Así lo señalaron algunos delegados
del KAPD:
«No
olvidamos ni por un momento las dificultades con que el poder político ruso ha
tenido que enfrentarse a causa del aplazamiento de la revolución mundial. Pero
también vemos el peligro de que de estas dificultades pueda surgir una
contradicción aparente o real entre los intereses del proletariado
revolucionario mundial y los intereses momentáneos de la Rusia soviética» (Protokoll des III. Kongresses der
Kommunistischen Internationale [Hamburgo,
1921], p. 159).
En realidad, el cambio de posición se hizo patente en diciembre de 1921, año en
que el Comité Central de la Internacional Comunista defendió la constitución
del «Frente Único Proletario» en 25 tesis. Dichas tesis interpretaban que había
un acercamiento cada vez mayor de las masas obreras hacia los destacamentos
comunistas. En este contexto, se exhortó a los Partidos Comunistas y a la
Comintern en conjunto para que «apoyaran el lema de un frente único proletario y tomaran en sus manos la iniciativa de esa cuestión». La política del Frente Único Proletario (que, a
nuestro entender, difería sustancialmente de la adoptada una década después por
la Comintern en cuanto a los Frentes Populares, pues con estos últimos el
proletariado subordinó su programa revolucionario al de la burguesía
democrática), trataba de priorizar la unidad política de los comunistas para
conseguir un mayor acercamiento a la clase obrera y poder arrebatarles a los
oportunistas la hegemonía del movimiento obrero. Como expresó Radek:
«No
tenemos la menor confianza en los partidos de la Segunda Internacional y no
podemos fingirla. Pero a pesar de esto decimos: «no se trata de que tengamos o
no confianza los unos en los otros; los obreros piden una lucha en común y
nosotros respondemos: comencémosla». (The
Second and Third Internationals and the Vienna Union [s. f.], pp. 47-50, 53, 72).
En lo relativo a la alianza temporal con los dirigentes oportunistas, Lenin
entendía que había que mantenerlos «como la soga mantiene al ahorcado». Sin embargo, este frente formado por los Partidos
Comunistas y las organizaciones herederas de la Segunda Internacional no pudo
fructificar, y al final la Revolución europea se esfumó de manera definitiva.
Como hemos expresado anteriormente, las exigencias del momento y el paradigma
de construcción de los Partidos Comunistas de la época provocaron que
dichos partidos no se constituyeran en un sentido bolchevique y leninista, sino
que fueran la expresión de una construcción en cierta medida artificial,
inconsistente y con escasas garantías de éxito revolucionario (como quedó
demostrado posteriormente).
Aunque, como explicó Zinóviev:
«En un principio -es decir, en 1921-22-
la táctica de frente unido fue la expresión de nuestra toma de conciencia,
primero, de que aún no hemos alcanzado una mayoría entre la clase obrera;
segundo, de que la socialdemocracia es todavía muy fuerte; tercero, de que
ocupamos posiciones defensivas y de que el enemigo está atacando…; cuarto, de
que las batallas decisivas no son todavía inminentes. De esta forma llegamos al
lema: «Hay que ganar a las masas», y a la táctica del frente unido» (Protokoll: Fünfer Kongress der
Kommunistischen Internationale [s.
f.], i, p. 77),
la táctica del frente único era, desde
luego, la única posible en un momento en que los comunistas aún no habían
conseguido ganar la hegemonía de la vanguardia práctica del proletariado, los
comunistas de los diferentes Estados europeos trataban de fusionarse con las
masas obreras, mimetizando el modo de constitución del Partido bolchevique, sin
haber logrado la hegemonía marxista-leninista sobre la vanguardia ideológica.
Aquí residía, a nuestro entender, el error de base que provocó que la táctica
del frente unido no fuera el escalón necesario para llegar a la Revolución
socialista.
Por último, fue también Zinóviev el que, en febrero de 1922, dirigió un
discurso a la junta ampliada del Comité Central de la Comintern, asegurando
que:
«Si
el Ejército Rojo de la Rusia soviética hubiera tomado Varsovia en 1920, las
tácticas actuales de la Internacional Comunista hubieran sido otras de las que
son. Pero esto no ocurrió. La retirada estratégica fue seguida de una retirada
política, para todo el movimiento obrero. El partido proletario ruso se vio
obligado a hacer extensas concesiones a los campesinos y, en parte, también a
la burguesía. Esto frenó el ritmo de la revolución proletaria, pero lo
contrario también es cierto: el revés que sufrieron los proletarios de los
países de Europa occidental entre 1919 y 1921 influyó en la política del primer
Estado proletario y frenó el ritmo en Rusia. Por lo tanto, se trata de un
proceso doble» (Die
Taktik der Kommunistischen Internationale Gegen die Offensive des Kapitals[Hamburgo, 1922], p. 30).
De forma acertada, supo ver las implicaciones mutuas entre la Revolución
proletaria internacional y la consolidación del socialismo en la Rusia
soviética. Lo cierto es que, como expusimos, el error determinante tuvo que ver con la incapacidad por parte de los
comunistas europeos para aplicar una línea política correcta, de clara
oposición al revisionismo y de contacto estrecho con los sectores más avanzados
del proletariado. Sin embargo, sería irreal plantear que en esta política
errónea no hubo ninguna influencia en la línea rectora de quien en ese periodo
era el «Estado mayor de la Revolución internacional», la Rusia soviética.
4.
Conclusiones: la Rusia soviética y la Revolución proletaria internacional en
los años 20
«La patria socialista está en peligro.
¡Viva
la patria socialista!
¡Viva
la revolución socialista internacional!»
(Pravda, 22
de febrero de 1918).
Mucho se ha escrito sobre el hito que representó la Revolución soviética no
solo para el movimiento proletario revolucionario mundial, sino para la
historia de la Humanidad. La gran Revolución socialista de Octubre inauguró el
ciclo de transformaciones sociales, políticas y económicas más formidable que
ha conocido la «Edad contemporánea» durante la vigencia del sistema de
explotación capitalista. Uno de los grandes logros que consiguió la Rusia
soviética fue el de demostrar que el socialismo era una realidad posible,
incluso en medio de inconmensurables dificultades, presiones y ataques por
parte de la burguesía internacional.
El objetivo fundamental de este documento ha sido el de esbozar -profundizando
todo lo que hemos podido en la medida de nuestras capacidades- el proceso de
construcción del Estado soviético y el socialismo en Rusia con respecto a la
cuestión internacional, tanto en lo relativo al imperialismo como al
internacionalismo proletario y la política exterior soviética.
Profundizando en la crítica a las posiciones de bolcheviques como Chicherin,
creemos interesante volver a sacar a colación otra intervención del diplomático
soviético. En este caso, se trata de comentarios en torno a acuerdos del Comité
Ejecutivo Central de toda la Unión para su posterior ratificación:
«A
pesar de las grandes diferencias entre los regímenes de Rusia y Alemania, y de
las tendencias fundamentales de ambos gobiernos, la coexistencia pacífica de
los dos pueblos, que ha sido siempre el objetivo de nuestro «Estado de obreros
y campesinos» es, por el momento, igualmente deseable para la clase rectora
alemana… Precisamente en interés de las relaciones pacíficas con Alemania,
hemos firmado estos acuerdos que se someten hoy al VTsIK para su ratificación» (Piati Soziv Vserossiiskogo Tsentralnogo
Ispolnitelnogo Komiteta [1919]).
Como podemos comprobar, el Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores volvía
a insistir en la idea de la «coexistencia pacífica» de Alemania y Rusia. Nos
encontramos, de nuevo, con una línea política de clara justificación de la
conciliación entre los intereses del proletariado revolucionario y el
imperialismo. Decir que el objetivo del Estado soviético es llegar a acuerdos
con la Alemania imperialista (en lugar de decir que los acuerdos eran inevitables
hasta el ascenso del movimiento revolucionario europeo, pero, incluso en un
periodo de acuerdos inevitables y de aprovechamiento de rivalidades
interimperialistas, el objetivo del poder revolucionario debía ser siempre la defensa del principio del enfrentamiento
ineludible entre el capitalismo y el movimiento revolucionario), es como mínimo
allanar el camino para posiciones defensistas y de clara claudicación frente al
imperialismo en el seno de la vanguardia comunista.
En una línea muy diferente, el 1 de agosto de 1918, el Consejo de Comisarios
del Pueblo lanzó la siguiente proclama al mundo:
«Forzados a luchar contra el capital
aliado, que quiere añadir nuevas cadenas a las cadenas que nos ha impuesto el
imperialismo alemán, nos volvemos hacia vosotros gritando:
¡Viva la solidaridad de los trabajadores del mundo entero!
¡Viva la solidaridad del proletariado francés, inglés, americano e italiano con
el ruso!
¡Abajo los bandidos del imperialismo internacional!
¡Viva la revolución internacional!
¡Viva la paz entre las naciones!» (Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, ii [1926], p. 161).
Sabemos perfectamente que esta proclama fue lanzada en un momento en que el
hundimiento alemán hizo ver muy cercana una Revolución internacional. Este
optimismo lógico se plasmó en esta resolución del Comité Ejecutivo Central de
toda la Unión: «Las
profundas luchas internas entre los que toman parte en el latrocinio universal
y las sacudidas cada vez más profundas de las masas engañadas y exhaustas,
llevan al mundo capitalista a la era de la revolución social. Ahora, al igual
que en octubre del pasado año y que durante las negociaciones de Brest-Litovsk,
el gobierno soviético basa toda su política en las perspectivas de revolución
social en ambos campos imperialistas…El VTsIK declara ante todo el mundo que,
en esta lucha, la Rusia soviética ayudará, con todos sus recursos y
todas sus fuerzas, al poder revolucionario de Alemania contra sus enemigos
imperialistas. No dudamos de que el proletariado revolucionario de Francia,
Inglaterra, América, Italia y Japón se encuentra en el mismo campo que la Rusia
soviética y la Alemania revolucionaria» (Piati
Soziv Vserossiiskogo Tsentralnogo Ispolnitelnogo Komiteta [1919], p. 252); o en esta otra declaración de
Lenin: «¡El
bolchevismo se ha convertido en la teoría y la táctica mundiales del
proletariado internacional! Se debe al bolchevismo el que haya aparecido ante
la faz del mundo una vigorosa revolución social, que haya disputas entre todas
las gentes sobre si estar a favor o en contra de los bolcheviques. Al
bolchevismo se debe el que esté a la orden del día el programa de la creación
de un Estado proletario… Nunca hemos estado tan cerca de la revolución
mundial. Nunca ha sido tan evidente que el proletariado ruso ha impuesto su
voluntad, ni tan claro que millones y decenas de millones del mundo proletario
nos han de seguir» (Obras
completas, tomo 23º, p. 230), lo que no sucedería
meses después de que la República soviética en Alemania fuera una posibilidad
cada vez más lejana.
Esa euforia lógica -previa al fracaso de la Revolución en Alemania- se vio
confirmada oficialmente el 13 de noviembre de 1918, año en que el Comité
Ejecutivo Central de toda Rusia anuló formalmente el Tratado de Brest-Litovsk.
Además de anularse dicho tratado, la Rusia soviética, haciendo gala de una
atrevida y necesaria política internacionalista, aprovechó la situación para
lanzar una llamada al proletariado de Alemania, Austria y Hungría:
«Se reconocerá el pleno derecho a la
autodeterminación a los trabajadores de todas las naciones. Se hará
soportar todas las pérdidas a los verdaderos culpables de la guerra: las clases
burguesas. Los soldados revolucionarios de Alemania y Austria, que están
formando consejos de diputados de soldados en los territorios ocupados y
tomando contacto con los consejos locales de campesinos y obreros, serán los
colaboradores y aliados de los trabajadores en el cumplimiento de dichas
tareas. Mediante una unión fraternal con los obreros y campesinos de Rusia,
curarán las heridas infligidas a la población de los territorios ocupados por
los generales austriacos y alemanes que defendían los intereses de la
contrarrevolución… Las masas trabajadoras de Rusia, representadas por
el gobierno soviético, ofrecen esta unión a los pueblos de Alemania y
Austria-Hungría. Esperan que a esta poderosa unión de los pueblos liberados
se unirán los pueblos de todos los demás países que no han sacudido todavía el
yugo del imperialismo» (Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, nº 95, art.
947).
Como hemos comentado previamente, la «doble política» exterior soviética fue
una posición justa -y, por encima de todo, inevitable- dadas las condiciones internacionales.
Lo realmente evitable era lo que defendían dirigentes como
Chicherin o Radek, quienes daban un claro paso atrás, sobrepasando la
justa política de maniobras en pos de aprovechar las rivalidades entre gánsters
imperialistas para adentrarse en el terreno pantanoso de la «coexistencia
pacífica» con el imperialismo, la supuesta conjunción de intereses entre los
Estados burgueses y el socialismo o, por último, la pretendida «armonía» que
podía reinar entre ambos sistemas: es decir, todo ello una completa
degeneración del marxismo.
En conclusión, tal y como sostuvimos en el primer epígrafe, en la cuestión
internacional ya comenzaba a vislumbrarse una serie de posiciones que, si bien
luego fueron parcialmente derrotadas con la definitiva construcción del
socialismo en un solo país, ya apuntaban la posibilidad -¡y hasta la
necesidad!-, no de llegar a acuerdos concretos e inevitables con
el imperialismo, sino de vender al proletariado internacional la idea de que
era posible construir el socialismo en perfecta armonía con el imperialismo
rapaz y decadente. En el fondo, los diplomáticos claudicantes al estilo de
Radek o Chicherin no solo defendían que el capitalismo pudiera desarrollarse
por un lado y el socialismo por otro, sino que era posible y deseable frenar
todos aquellos procesos revolucionarios que entorpecieran la política de
componendas con el imperialismo. En este sentido, aunque la teoría kruschevista
de la «coexistencia pacífica» se impuso definitivamente en la dirección
soviética a mediados de los 50, el estudio y la investigación sobre el
desarrollo del Estado soviético en los 20 proporcionan un basamento ideológico
y político que, si bien se mantuvo parcialmente soterrado durante la época de
Stalin, no fue en absoluto ajeno al Estado soviético capitaneado por el
comunista georgiano.
Es totalmente incierto decir que Stalin apoyó o fortaleció la «coexistencia
pacífica» de Radek, Chicherin o, posteriormente, Kruschev, puesto que la única
forma de coexistencia que el revolucionario georgiano defendió fue la puramente
comercial y diplomática, siguiendo las posiciones esgrimidas por Lenin. Pero
sería un análisis parcial y superficial si no analizáramos las limitaciones y
errores de determinadas líneas y políticas implementadas por Stalin, quien
-como ya dijimos en el primer epígrafe citando al Colectivo Fénix- pasó a
defender una subordinación cada vez mayor de la lucha revolucionaria
internacional con respecto a la supervivencia del Estado soviético. Un análisis
especial merecería la línea de defensa de los Frentes Populares, una
formulación considerablemente diferente a la del Frente Único Proletario
defendida por la Internacional Comunista a principios de los 20. Se puede
responder a esto que, a mediados de los 20 y principios de los 30, no podía
haber más centro revolucionario que el Estado soviético, pero ello es confundir
las cosas y no saber distinguir entre centralidad operativa o táctica y
centralidad ideológico-política o estratégica, es decir, entre el hecho lógico
de que el Estado mayor de la Revolución internacional fuera el único Estado
socialista de la época, por un lado, y la posición errónea de hacer depender la
marcha de la Revolución internacional a las posiciones, maniobras y alianzas
del socialismo soviético, por otro lado.
Recordemos, para
terminar, que fue el mismísimo Lenin el que, incluso en un periodo de reflujo
revolucionario, defendió con ahínco que la marcha de la República soviética
debía girar en torno al desenvolvimiento de la lucha de clases internacional, y
no a la inversa, como en la práctica sucedería después. En cualquier caso,
entendemos que todo análisis correcto sobre esta cuestión debe profundizar en la
relación entre la infraestructura socio-económica de la sociedad soviética, las
condiciones internacionales de la lucha de clases y las pugnas entre líneas que
se desarrollaron en las entrañas del movimiento comunista soviético y mundial.
Creemos que solo así podemos explicar, de forma marxista-leninista, el origen
material de desviaciones en la política internacionalista de la Unión Soviética
en los momentos de iniciación y consolidación del poder revolucionario.
Revolución o Barbarie
Le damos fondo amarillo a estas palabras,..porque es una respuesta,... ¡¡,...en
positivo,...a unas consideraciones que yo les mandé a su Web; les decía
principalmente que la lucha de clases tenía hoy en día un carácter global,..y
no solo estatal,...que había que partir de la realidad del poder
capiimperialista, con su sistema de relaciones sociales de
producción,...global-planetario, con su poder mundial: OTAN-ONU,...y según la
materialidad de los análisis se debía abordar una línea política revolucionaria
y proletaria,...que era global en organización, planificación,...y había que
elaborar una estrategia adecuada,...según dichas valoraciones,...ES DE DESTACAR
QUE ESTAS IDEAS SE LES ESTÁ MANDANDO A MUCHAS ORGANIZACIONES EN EL PLANETA
DESDE HACE AL MENOS DOCE AÑOS,...SE EMPEZÓ CON EL pcr de ee.uu., TAMBIÉN AL
SEMINARIO DE MARX Y EL SIGLO XXI ( Cuba-Venezuela,...), A UN MUNDO QUE
GANAR,...AL GCI, DE Bélgica,...Y A OTROS,...así como a algunos en este
estado,...y a cierta militancia, población obrera,...En este blog,...aparece la
cuestión, como fondo o premisa,...básica para abordar otros temas y asuntos
políticos de la lucha de clases.
Del artículo editado en revolución o barbarie,...también se sacarán
conocimientos,...uno de ellos es como Rusia, en 1.920 hace política de alianza
con países donde están en el poder clases explotadoras, terratenientes,.., Irán en este caso,...por lo que se podría deducir
del incipiente papel "socialimperialista", o creador de polo político para contraponerse a otros bloques
imperialistas de ese momento,...¡¡. Hasta cuando, hasta qué fecha, se podría
decir así,...Rusia fue revolucionaria,...o estaba en poder socialista ...o era una política marxista proletaria.
EL-LA INTERNET,...ESTÁ QUE ARDE, ESTÁ EN EBULLICIÓN SOBRE UNA GRAN PROBLEMÁTICA POLÍTICA:
es.wikipedia.org/wiki/Lenin
o
o
1 Sus primeros años; 2 Su actividad política antes de la Revolución
rusa; 3 Lenin y..... Alemana, y para
ayudar a otros gobiernos comunistas en Europa Occidental. ...Lenin seguía
esperando que una revolución en algún otro país permitiese ...
es.wikipedia.org/.../Historia_de_la_Rusia_Soviética_y_la_URSS_(1917-...
o
Ir a La muerte de Lenin y el fin de la NEP - durante el
enfrentamiento con Zinóviev, Leningrado, ca. ... Lenin murió
en enero de 1924 y en mayo su testamento fue ... en unpaís, Rusia,
sin una revolución en todo el mundo. Como las perspectivas de
unarevolución en Europa, especialmente Alemania,
se convirtió ...
accioncomunista.jimdo.com/grandes-comunistas/lenin/
o
o
Vladimir Ilych Ulianov "Lenin" (1870-1924) fue un revolucionario
ruso, lider ...Durante esta época Lenin viaja
por Europa, pero sus actividades ... Una vez
elegido premier y ante el peligro de la invasión Alemana que
llevaba en guerra con Rusia ...algunos países de Europa también
harían una revolución debido al estado ...
www.nodo50.org/mai/Documentos/Fenix/TroskyyLenin/Trosky7.htm
o
Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, Lenin penetró
aún más en ... “Rusiaes un país campesino,
uno de los países europeos más atrasados. ... alemán es
el aliado más fiel y más seguro de la revolución proletaria rusa y
mundial .
o
o
10/09/2009 - La revolución rusa demostró al mundo entero que un cambio
era posible.... en segundo lugar, para que esta revolución no se
propage por el resto de Europa. ...El gobierno alemán llevó
a Lenin hasta Rusia en secreto. ... salariales
no porque tengan ganas de joder a sus países deteniendo la
producción.
6.
[PDF]
www.iesdionisioaguado.org/joomla/Distancia/HMC/Tema8.pdf
o
mayoría de los estados de Europa , de ahí que en las zonas
rurales predominaban todavía las formas rurales antiguas de ... condiciones
para una revolución proletaria - aquí militaba Lenín. .... Europa,
de Finlandia a Grecia y de Alemania a Rusia. ...Aparecen
los partidos comunistas en muchos países europeos por.
html.rincondelvago.com/revolucion-rusa_19.html
o
o
Revolución Rusa. Historia del mundo contemporáneo. Zarismo. Lenin. ... el
mayor desarrollo económico en cientos de años, cambiando la radiografía
del país. ... ruso-polaca, creyó que la hora de la
revolución en Europa había llegado. ... ante Varsovia
en agosto de 1920 y el reflujo revolucionario en Alemania y
Hungría.
8.
[PDF]
www.oupe.es/es/Secundaria/.../CCSS_4ESO_MUR_interiores.pdf
o
Revolución rusa. Triunfo del marxismo. Imperios alemán y
austro-húngaro ... EnEuropa, durante la
Paz Armada, los países rivalizaron por el control de
zonas .... deLenin, crearon un gobierno paralelo a
través de los soviets obreros de las.
www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/sutton.../WallStreet_03.html
o
LENIN Y LA ASISTENCIA ALEMANA EN LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE ... El
viaje de Lenin a Rusia fue parte de un plan
aprobado por el Comando ... de que los bolcheviques pudiesen
volverse contra Alemania y Europa fue algo
que no ...
www.profesorenlinea.cl/universalhistoria/RevolucRusa.htm
o
o
La agricultura emplea aproximadamente el 61% de la fuerza laboral del país. ... En
laRusia europea —ya que no había datos fiables de Siberia y la
parte ..... Los alemanes —que estaban en guerra con
los rusos— pensaban que Lenin se ...
Anuncio relacionado con LENIN ANTE LA ...
www.ask.com/Revolucion+De+Lenin
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SALUDOS DE Lmm/lukymá. >>> Entro, ¡¡, ya que quiero, destacar, este cortito ¡¡ : """,...//,... Revolución popular en China,...Mao y otros revolucionarios. La lucha de los partidos comunistas maoistas, tienden a la individualización, al aislamiento,...aunque les aplaudan grupos en Occidente,...Son revoluciones en países dependientes,...subalternos, periféricos,...donde desarrollan políticas de poder de nueva democracia, de nuevo poder,...proletario-popular-campesinos. PERO ESTA POLÍTICA NO PUEDE SER UNIVERSAL,...YA QUE EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS, PROIMPERIALISTAS,...DIGAMOS DESARROLLADOS, la clase obrera es mayoría, está más integrada y reconciliada con el poder dominante plutocrático,...y la realidad de revolución sería directamente revolución socialista-proletaria,...del tirón. PERO LA REVOLUCIÓN PENDIENTE ES GLOBAL,...NI ES LOCAL, NI INCLUSO REGIONAL,...Esta teoría es nueva,...y por ahora difícil de aplicar,...por el dogmatismo,...y por el cierto patriotismo, sectarismo,...unilateralidad,...
ResponderEliminarLA CRITICA AL MAOISMO CONTEMPORÁNEO EN QUÉ SE BASA,...pero en qué se basa el maoismo,...: existen desde hace unas décadas partidos y grupos comunistas m-l, que se basan en sus actuaciones políticas por lo denominado el maoismo,...PARA MI ESTA TAREA, ESTA LÍNEA POLÍTICA ES REGRESIÓN, ES ANACRÓNICO,...PORQUE ES MÁS NACIONALISTA-PATRIÓTICA QUE INTERNACIONALISTA PROLETARIA. Esto por una parte,...por otra es que no parten del análisis del capitalismo imperialismo global, de como está organizado y como desarrolla e impone su poder de clase: global,...y lo ejerce la ONU-OTAN.,...//,... ""